Los inicios de una leyenda

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¡Va por tí Maestro Pana” José Rodríguez Téllez es egresado de la Facultad de Derecho de la U.N.A.M., pero él refiere que su formación más que profesional, es taurina, orgullosamente dice que es “Hecho en Arroyo” donde no sólo aprendió a torear, sino que encontró su camino en la vida; de ahí pasó a torear en la Primera Feria Nacional del Novillero 1976 una vaca vestido de luces, en la que resultó triunfador en un festejo que le valió para torear en la Plaza de Toros Fermín Rivera de San Luis Potosí. Él se considera un torero “vaquero” ya que no tuvo la oportunidad de torear muchos novillos, toreó en uno de los festivales del Día del Novillero en el ruedo de la Plaza México, el día 31 de julio de 1978, ese día en la mañana “El Pana” toreó un poco antes un novillo devuelto por manso el día anterior. Dos novilleros, dos destinos, la suerte decidió el destino de cada uno de ellos. Conoció a “El Pana” en su época de lucha por la ansiada oportunidad en la Plaza México, y sobre ésta desarrolla el relato contenido en este libro, de los dos primeros triunfos de “El Pana” y avizora el nacimiento de una leyenda, de un torero distinto, diferente, de sentimientos, heroísmos, …de un torero surrealista. PEPE RODRÍGUEZ como lo conoce el medio taurino, ha incursionado en periódicos y revistas, escribiendo pequeños relatos bajo el seudónimo de “juristorero”, le publicaron en el semanario “El Redondel” sus primeros escritos, donde abordó diversas temas relacionados con la tauromaquia y hasta un cuento “El Camino del Arte” con ilustraciones de Don Antonio Navarrete; le han dado “las tres” en la Revista “Matador”, Campo Bravo, y fungió una sola vez como Coordinador Editorial y Documentación de “Torerísimo de México”, con el tema del Martirologio de 1947, el cual resultó un éxito.

Este es su primer libro de toros.



¿Por qué escribir este libro? ¡PORQUE SOY UN REBELDE! Nada más por eso; porque siempre me he rebelado contra la injusticia; porque no soporto que se le falte el respeto a un ser humano vivo , … o muerto …; como tampoco tolero que no se valoren debidamente los méritos de la gente, porque admiro, respeto y copio a los espíritus rebeldes, y más que nada porque quiero dar a conocer parte de la historia de un ser humano extraordinario, de un torero excepcional y genial, porque quiero enseñarles a las nuevas generaciones de aficionados cómo se forjó un torero de leyenda, y a los viejos aficionados pedirles que reconozcan la lucha epopéyica de un hombre rebelde que surgió de la nada, cuyo único deseo era el de SER TORERO. … Casi nadie percibe, ni tampoco a muchos les importa el lado humano de los toreros, el público en general sólo ve a un hombre enfundado en un traje de luces y lo llama TORERO. Los que chanelan de toros, los que saben que los toros pegan cornadas y sobre todo aquellos que han sentido la carne desgarrada por un pitón, tomaron en serio a “EL PANA”, y muchos lo consideraron un verdadero genio del toreo y supieron esperar los momentos sublimes de este diestro. Sólo los periodistas a sueldo, los escritores frívolos e insulsos, aquellos que se creyeron y que se creen depositarios de la cultura y del conocimiento taurómaco, consideraron a “EL PANA” como un loco, un chalao, un actor teatral al que le estorbaba el toro, y que su paso por la Plaza México fue cosa de risa. Sólo los aficionados verdaderos, los auténticos, aquellos de los que se dice les caben más toreros en la cabeza, aquellos que se compadecen y tienen misericordia del dolor ajeno, compuesto muchas veces de espíritus jóvenes, que en sus años mozos quisieron ser toreros saben reconocer y aplaudir el esfuerzo de ese ser humano que aspira a ser TORERO, lo reconocen aún sin el traje de luces puesto: Ay, si supiera la gente, maletilla, Cuánto capotazo al hambre por un par de zapatillas … ¡Ay, si la gente supiera lo que cuesta una montera, maletilla! (Fragmento del “MALETILLA” de Manuel Benítez Carrasco)


RODOLFO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, el HOMBRE REBELDE que sintió la llamarada de la vocación para ser torero, que quiso llamarse “EL PANA”, que tomó la alternativa en la misma Plaza México, y que su lucha por lograrlo lo hizo SENTIRSE TORERO para toda la vida, dentro y fuera del ruedo, porque él era en esencia TORERO … y así lo quiero recordar, con ese ánimo, con esa alma llena de misticismo, de SER y más que nada, ¡SENTIRSE TORERO! Rindo este pequeño homenaje al hombre, al ser humano, a la lucha por ser, al anhelo cumplido de ser TORERO; porque tuve el privilegio muchas veces de seguir sus pasos, de recorrer los caminos que él mismo siguió en búsqueda de un pitón, de sentir en carne propia el dolor de una cornada, en esa tierra de toros que es Tlaxcala; porque ví muy de cerca el nacimiento de un torero de leyenda, porque su sueño al igual que el mío, el de muchos, era el de ser toreros … por ese idealismo, por esos sueños, por esos sentimientos compartidos me atrevo a hablar del nacimiento de un torero de leyenda, de una leyenda viviente que siguió andando esos caminos de Dios, un auténtico héroe popular. Un ejemplo de vocación, tesón, de empeño, como él decía “de ir, repetir, insistir y resistir”. Nunca decayó su espíritu, nunca se cansó el cuerpo, porque RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA”… ¡ERA UN SER DE SENTIMIENTO! No voy a referir en las siguientes líneas la muerte perezosa y larga de “EL PANA”, de su agonía, pasión y muerte; su holocausto lo convirtieron en mártir de la tauromaquia, se escribieron miles de frases acerca de este hecho, prefiero hablar de su vida llena de sentimientos, de dolor, de lágrimas contenidas, de la impotencia, del sentimiento que le causó ver como su juventud, la primera juventud se fue alejando de su cuerpo ... RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA” resistió el paso del tiempo porque estaba hecho de otra pasta, porque era un atleta nato, tenía una voluntad inquebrantable y supo aguantar las negativas de los empresarios para ponerlo en sus plazas, supo resistir los ataques de una prensa embustera e hipócrita al servicio de los intereses de unos cuantos que se consideraban mandones. Su carácter rebelde se impuso a todas las dificultades y consiguió a base de muchos cojones llegar a torear en la Plaza México, la meta más difícil de todos los que aspiran a ser toreros, por eso la obra de Luis Spota termina con un final feliz, cuando Luis Ortega el personaje ficticio de la novela “Más Cornadas Da El Hambre” se dispone a hacer el paseíllo, dando el primer paso en el misterio. … Ese fue el máximo triunfo de RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA”, el de verse anunciado en un cartel y haber toreado en una novillada de selección en la Plaza México, … haber triunfado, haber repetido, haber toreado los mano a mano, haber sido de los pocos elegidos para tomar la alternativa en la misma Plaza México, haber resistido tanto tiempo para esperar que saliera el toro soñado, haberse “despedido” y haber resurgido del fuego de una hoguera en una tarde increíble, donde se inmortalizaron “Rey Mago” y él, fueron la inercia de esa primera fuerza: la de la voluntad por encima de todo


¿Cuándo nació la idea de escribir este libro? Nació la idea de escribir acerca de mi menda y de “EL PANA” (el burro por delante dicen en mi pueblo) en un escrito dirigido a mis dos hijos varones JOSÉ FRANCISCO y JOSÉ MIGUEL, publicado en mi muro de ese medio extraordinario de comunicación que es el Facebook el día 15 de julio de 2015. Hago necesaria esta explicación porque mi admiración y respeto por “EL PANA” ha sido desde antes, desde siempre, … de toda la vida. PARA MIS PEPES, es una carta abierta dirigida a mis hijos quienes pese a llamarse como yo, nadie les dice “Pepe” como a mí. Estoy muy orgulloso de mi nombre, porque así me identifica la gente, y a pesar de ser un nombre común, siento que me da identidad. Cuando empecé a torear me anunciaban en los carteles como JOSÉ RODRÍGUEZ, y cuando terminaba era anunciado como PEPE RODRÍGUEZ, y la mera verdad es que me gusta más este último nombre, se me imaginaba iba haciéndolo propio, a pesar de la costumbre que impone llamar Pepe a todos los que tengan como nombre José. En ese escrito dedicado a mis hijos y que a continuación transcribo es una brevísima reminiscencia de mi vida taurina, con el propósito de hilvanar mi historia, con la de “EL PANA” teniendo como origen común de ambas historias un apellido: RODRÍGUEZ; un lugar, la Plaza México; una fecha, la del 31 de julio de 1978; y un sueño compartido, ambos queríamos ser toreros. Este libro no pretende ser una biografía de “EL PANA”, si acaso serán sólo apuntes de dos historias que convergieron por un solo instante en un tiempo y un lugar, se hablarán de esos caminos de Tlaxcala, del “infierno del torerillo, del calvario del novillero y el martirio del maletilla”. Yo no voy a ser el personaje de esta historia, serán sólo mi voz y mis recuerdos los que traten de descubrir el misterio de ese torero surrealista, mágico, genio, conocido inicialmente como “EL PANADERITO DE APIZACO”.


PARA MIS PEPES Me llamo PEPE aunque mi nombre sea el de JOSÉ. Me gusta llamarme PEPE y que me llamen PEPE y más me gusta que me digan “MI PEPE”, porque así me hablaban mis padres. De pequeño era “PEPITO, EL DE LA GÜERA”, para diferenciarme de los otros pepes de la vecindad. Todavía era un jovencito y me seguían diciendo así. Cuando empecé a torear nunca pensé en ponerme un mote taurino, simplemente dejé que las cosas sucedieran, mi hermano Rafael que desde que era un bebé fue llamado “Currito” toreó antes que yo, se vistió de corto para torear los “aperitivos taurinos” previos a las novilladas en la misma Plaza México, llegó a vestirse de luces varias veces, pero su carrera fue muy corta e intensa; yo quería vestirme de torero para ver que se sentía, pero todavía no sentía ese impulso de querer ser torero para vivir de esa profesión tan bella… simplemente me dejaba llevar. Todos los que fuimos a la escuela taurina de PEPE ALAMEDA anhelábamos vestirnos de toreros, PANCHO ABOGADO, CARLOS PONCE y mi menda tal vez por ser del rumbo, por la edad, por nuestra condición, no sé, todavía no alcanzo a definir por qué andábamos con las ganas de vestirnos de luces. PONCE compró un traje viejísimo que alguna vez fue verde botella y oro, pero que parecía ocre y cobre por lo viejo, con ese traje anduvimos en infinidad de plazas esperando una ocasión chipén para ponernos ese traje… pero ninguno de nosotros se lo pudo poner: la suspensión del festejo porque no llegaron los animales fueron casi siempre las causa de no poder ponernos ese vestido, hasta que un día en ARCELIA, GUERRERO nos lo trincaron, teníamos apenas quince años y no conocíamos aún el ambiente de los toros, lleno de maldad y picardía. Desgraciadamente pasó lo de CARLOS PONCE, una muerte temprana que aún lloramos los que lo conocimos y que marcó definitivamente el rumbo de nuestros vidas, voy a pasar de largo ese momento amargo, porque es tan grande el dolor que aún me llega, es muy emotivo lo que representó para mí la amistad con este amigo tan entrañable. Con la desaparición de CARLOS desapareció también la escuela taurina de DON CHUCHO ARROYO que cuando acabaron las transmisiones televisivas de la llamada Escuela Taurina de Pepe Alameda, él generosamente nos echaba una o un par de becerras toreadas cada semana. Entré en aquel entonces aparte de una gran depresión en una incertidumbre total sin rumbo, sin ilusión, fue entonces cuando el “GENERAL” (GENARO HERNÁNDEZ) y CARLOS ALVARADO “EL ABOGAO” hermano de PANCHO, me llevaron a torear a SANTÍN en el viejo tentadero donde muchas veces toreó el gran ídolo, símbolo de la novillería JOSÉ RODRÍGUEZ “JOSELILLO”, me emocionó mucho torear en ese ruedo que yo consideraba sagrado. Después de la toreada pasamos al comedor donde disfrutamos una buena jama y dónde escuché de viva y sonora voz a PACO MICHEL que cantó sus bellas canciones, emocionándome con “EL AVENTURERO” que fue después un gran libro de oraciones para todas las muchachas que se cruzaron en mi camino, me sigue gustando la canción aunque de aventurero, sólo conserve el espíritu y no la materia –materia prima- aclaro.


Después de esa toreada me aconsejó el “ABOGAO” que fuera a ver a PEPE SAN MARTÍN que iba a dar la Feria del Novillero… y que lo voy a ver, tenía apenas cinco o seis fotos toreando, pero cuando me preguntó DON PEPE quién me había visto torear contesté inmediatamente que DON CHUCHO ARROYO y PEPE ALAMEDA, advierto no fueron recomendaciones, sino respuestas de quién me había visto torear, me pidió DON PEPE permiso escrito de mis padres –aún no cumplía los 18 años- y PUUMMM!!! QUE ME VEO ANUNCIADO POR VEZ PRIMERA EN LA PRIMERA FERIA NACIONAL DEL NOVILLERO 1976, apareció mi nombre en los carteles “JOSÉ RODRÍGUEZ”, el cartel pintado por REYNALDO TORRES era muy bonito, representaba a JOSELILLO toreando a SONAJERO DE SANTÍN en un pase por alto, ¿coincidencias?,… yo no creo en coincidencias, creo en el destino. Mis primeros carteles fueron con el nombre de JOSÉ RODRÍGUEZ, mi jefa me echaba bronca del por qué no me ponía también TÉLLEZ, nunca pude convencerla que esa era la costumbre, sólo se calmó cuando en nuestras tarjetas de presentación y papelería orgullosamente mi hermano Fernando y yo ostentamos RODRÍGUEZ TÉLLEZ Abogados. En una ocasión yendo entrenar al “Claro” de Chapultepec veo a unos novilleros muy misteriosos: se iban a torear a un pueblo de las cercanías de Apizaco. Llevaban hasta a sus gachís, yo a una de ellas la conocía muy bien le decíamos la Maestra Nati, porque lavaba capotes de brega, a ella le pregunté qué onda, y me dio el nombre del pueblo, después hablé con ADRIÁN TORRES, novillero, y me dijo que si quería ir le tenía que llegar aparte, porque ya estaba llena la camioneta. Todo sudoroso, polveado y sin desayunar decidí ir a ese pueblo a torear unas vacotas. En mi lío (manta con que amarraba capote y muleta) llevaba unos libros que me ponía a vender entre la torería, le pedí a un cuate JUAN PASTELES que me los llevara a mi casa y que le dijera a mi Jefa que iba a llegar tarde, que me iba a una toreada, y que me voy de volada a la Calzada Ignacio Zaragoza, ahí tomé un camión que me llevaría a Apizaco, a veces parado, a veces sentado en el pasillo, la sed, el calor y el hambre estaban haciendo estragos en mi entonces magro cuerpo. Llegué justo minutos antes de la toreada, ahí estaban entre otros el GORDO MELÉNDEZ que con casi ochenta kilogramos encima aspiraba a ser torero, FÉLIX MEJÍA, ADRÍAN TORRES, ALEJANDRO MONTOYA, RODRIGO GALGUERA en aquel entonces un niño miedoso, que años después toreó en la Gran Maestranza de Sevilla. Casi todos anduvieron discretos, sin exponer mucho, RODRIGO que era un chiquillo –pero de estatura-, anduvo con jinda, y lo regañaban a cada rato por no poderle a las vacas; no por vanidad, sino por honor a la verdad, ese día estuve francamente bien, llegué incluso a pegar faroles y molinetes de rodillas a las vacas viejas y cornalonas, e hice gala de mi gran secreto, torear a las vacas del lado izquierdo, no sé por qué, quizá porque los tentadores sean mancos, muchas vacas se van inéditas de la tienta porque no las torearon por naturales, y ya de viejas embisten bien por ese lado.


Terminada la toreada yo no podía hablar, sentía trabadas las quijadas, con las manos trataba de abrir mi boca, a la hora de servirnos la comida, pedía a señas que me trajeran agua –me llevaron unas cervezas, las celebérrimas miados de burro, así le dicen a la Corona en Tlaxcala-, a traguitos cortos me fui empinando las cervecitas, me relajé y pude comer muy a gusto y muy rico. De regreso, por extraña razón si cupe ahora en la camioneta, sentenció FÉLIX MEJÍA ¡qué bien estuvo “Librerito de la México”! y dijo que iba a hablar con CURRO PLAZA y con “EL BRECO” para que toreara el festival del Día del Novillero en la Plaza México. Como dije al principio, solamente me dejé llevar: un nombre conocido pero extraño para mí apareció en los carteles del 31 de julio de 1978 para torear el Festival del Día del Novillero en la Plaza México: PEPE RODRÍGUEZ. Hasta ese día me dí cuenta que todo mundo me conocía por PEPE RODRÍGUEZ, simplemente yo iba haciendo mi nombre … . … ese día surgió la leyenda… … ese día fue descubierto un gran torero, surrealista, estridentista y algunas veces hasta extravagante y ridículo, … pero ¡¡TORERO!! Ese día surgió un torero de apellido RODRÍGUEZ… … de nombre RODOLFO, y conocido como “EL PANA” … … y mientras “EL PANA” estaba toreando en el ruedo de la Plaza México un novillo que había sido devuelto el domingo anterior, yo esperaba en patio de cuadrillas la hora para que empezara el festival, para hacer el paseíllo … El misterio, la incertidumbre me acechaban… pero esa es otra historia que quizá algún día contaré.


Mis primeros recuerdos He sido aficionado a la fiesta brava casi toda mi vida, mis primeros recuerdos conscientes son en una plaza de toros, guardo en la memoria el recuerdo nítido de Manuel Benítez “El Cordobés” en el Toreo de Cuatro Caminos, éste fue mi primer gran ídolo… en aquellos años mi papá, que se llamaba igual que yo, pero que mucha gente conocía como Pepe “El Ronco” ganaba mucho parné y siendo yo el primer hijo varón se gastaba buena lana en mí, me mandaba hacer a la medida trajes cortos con el banderillero Ezequiel Mendoza, mis botas y mi sombrero tipo cordobés también estaban hechos a la medida, y como complemento cargaba en los brazos un capote de brega. Debo aclarar que mi papá no quería que yo fuera torero, era un gusto para él vestirme de ese modo. Tuve un tío, mi Tío Fernando a quien extrañamente le apodaban “EL TORERO”, digo extrañamente porque nunca toreó en los escasos años que vivió, su oficio era el de acomodador en la Plaza México, y hacía buenos negocios una vez que acomodaba a los “gringos” en su lugar, se quedaba con los boletos, y luego vendía las “contraseñas” y repartía algunas con mi papá para que toda la flota de Tacubaya entrara al tendido, esos días de corrida yo veía muy movido a mi tío de arriba para abajo por las escaleras de la plaza. Casi no existen fotos de mi Tío “TORERO”, yo nunca lo traté como mi tío, para mí era mi hermano mayor, como lo son los hermanos de mi madre, a quienes me dirijo por su nombre confianzudamente. Los últimos recuerdos de mi tío “TORERO” fueron cuando me llevó a torear de salón un día en una mañana muy soleada a la Plaza México, vestido de traje corto, con mi capote de brega y mi muleta de franela, él me sacó unas fotos con una pequeña cámara Kodak a “contraluz”, motivo por el cual son de muy mala calidad, pero quizá en eso consista su encanto …; recuerdo la vez que mi tío se encontró en la Avenida Revolución un sobre manila con dinero dentro, con parte de ese dinero me compró pantalón, camisa y tenis blancos, un cuaderno y un lápiz, y con una torta de jamón y queso blanco, fue a “apuntarme” a la Escuela Primaria “Justo Sierra”, la que se encuentra en la Alameda de Tacubaya, pues insisto, él era muy movido, conocía a mucha gente, a maestros de esa escuela y quería que yo asistiera a clases, ignoro el motivo, quizá porque no tenía la edad, o porque ya estaba avanzado el calendario, pero no me quedé a estudiar en la “Justo Sierra”, no sé qué me vería, pero mi Tío “TORERO” fue la primera persona que creyó en mí, que creyó que yo sería bueno para el estudio, y allá donde estás querido Tío, seguramente acomodando “querubines” en el Cielo, te mandó las gracias por todo lo me diste e hiciste por mí, y con mucho orgullo te digo que no te he defraudado, que todos los días me aplico estudiando. A esa ropa blanca que me compró mi Tío, se le añadió una cachucha, y con mis pequeños avíos fuimos a “entrenar” al Bosque de Chapultepec; a pesar de que toda mi vida he ido a Chapultepec, a quien considero mi “jardín particular”, no identificaba el lugar donde había


visto de niño a decenas de muchachos torear de salón, yo los veía en aquel entonces de abajo hacia arriba, casi como gigantes, desde mi perspectiva los veía en lugares muy altos, sus capotes y muletas se me hacían inmensos … mucho tiempo después descubrí que ese lugar al que mi Tío “TORERO” me había llevado era una fuente seca, en las meras faldas del Cerro, abajito del lugar donde supuestamente cayó con la bandera enredada al cuerpo Juan Escutia, este lugar era conocido por la torería como “El Hoyo”, y para más señas está atrás del Mercado de Flores, lo que antaño conocían como el “Cambio de Dolores”, y reflexioné que si a esos toreros los veía gigantes era porque yo –chiquillo de edad y estatura- estaba dentro de la fuente seca, y algunos toreros entrenaban arriba, en los jardines, algunos lo hacían en una especie de isletas. Nunca me imaginé que ese lugar sería muchos años después mi lugar favorito para entrenar, para prepararme y que fuera el lugar donde iniciaba una carrera que realizaba a diario “para calentarme” y recorrer rápidamente el circuito conocido como la “milla”, que en realidad mide tres kilómetros, mi último lugar de entrenamiento cuando soñaba con ser torero. …… Un desgraciado accidente de automóvil interrumpió la vida de mi Tío “TORERO”, su sepelio fue la más grande manifestación de duelo que jamás se haya visto en Tacubaya, lo velamos en mi casa de adobe, hecha con majada de toros y tierra donde estuvieron las corraletas del rastro de Tacubaya, en las Calles de Becerra, y de ahí fue llevado en hombros, hasta el Panteón Dolores, una larga fila se formó por la Avenida Observatorio, la fila llegaba desde Tacubaya, hasta las puertas del panteón. … no sé si fue el impacto de una muerte joven, su popularidad o la popularidad de mi familia, o porque quizá la gente que se unió al sepelio creyó que el difunto era en realidad un TORERO, el caso fue que la procesión de duelo era interminable… Sobre la tumba de mi Tío, que es también la de mi padre, está pegada una pequeña placa de granito que simplemente dice: TORERO. Cuando estuve en la Escuela Primaria “Insurgentes Bravo”, en la Colonia San Pedro de los Pinos, contigua a Tacubaya, tuve como compañeros a dos nietos del puntillero “Talín”, a David y a Antonio Velázquez, el segundo llegó a torear de novillero y después se hizo banderillero, con ellos platicaba de toros, de los inicios de Manolo Martínez, de Eloy Cavazos y de Currito Rivera, a quienes recuerdo perfectamente como novilleros. Y en esos seis años de primaria jamás cogí un capote o una muleta, fue hasta que ingresé a la Secundaria, y por cosas fortuitas, a las cuales yo llamo destino, los toros se convirtieron en mi pasión. Sucedió que en la escuela primaria te enseñaban caligrafía para hacer la letra “manuscrita” que en la actualidad se conoce como cursiva, y con este tipo de letra escribías, también me enseñaron la letra de molde o de imprenta, y los trabajos que te dejaban en una o dos cuartillas, los hacía en letra de molde sobre papel marquillado, y con eso era suficiente para sacar una buena calificación. Pero en la secundaria me pedían trabajos a máquina de escribir de tres o cuatro cuartillas, y como no tenía máquina de escribir le pedí prestada la suya a mi Tía Susana, y como nunca había escrito en máquina, el teclado se me hacía duro, y que la mandó aceitar con un baboso que le echó aceite de cocina que hizo que se quedaran pegadas las teclas; acudí con unos compañeros a la Unidad Santa Fé a hacer el trabajo, ellos terminaron el suyo -no puedo decir que rápidamente- pero lo terminaron a hora temprana,


me dieron las nueve de la noche y yo no podía acabar siquiera una hoja … oía murmullos de los padres de mis compañeros, y decidí retirarme… ya era muy noche para mí y sentí tal impotencia que gruesas lágrimas empezaron a escurrir por mis mejillas cachetonas. Esa sensación de impotencia que me invadía no la podía controlar, para calmarme me regresé caminando por un camino muy gacho, lleno de laberintos y casuchas de lámina, ese día llegué muy tarde a la casa, y para que no me reprobaran hice el trabajo con letra de molde y le tuve que decir a la profesora que no sabía escribir a máquina … la Maestra no me reprobó, pero me exigió que el próximo trabajo tenía que presentarlo a máquina. Fue así como mi papá le pidió a mi Tía María Eugenia que me enseñara a escribir a máquina, y mi tía generosamente me prestó su máquina de escribir, y como era no medio güey, sino totalmente, pues me tardaba las horas en escribir una cuartilla, era tanto el tiempo que permanecía en casa de mi tía, que comía y hasta cenaba en su casa. En los descansitos me ponía a jugar y platicar con mi primo Mundo que es en la actualidad aparte de su chamba, un eficiente “mozo de estafas” –así le decía “El PANA” (de espadas), y con mi primo Luis Arturo, en la actualidad un magnífico aficionado, que ha estado muchas veces en el callejón de la Plaza México. Algunas veces mi Tía María Eugenia francamente me hacía la tarea, y mientras ésta se arreglaba y se ponía guapa para esperar a su novio Don Jorge, un Señorón en toda la extensión de la palabra, mis primos y yo salíamos al patio, y luego al parque, y en esas hicimos planes para asistir a las corridas de toros en la Plaza México, entre ellas una corrida que toreaban Joselito Huerta, Paquirri y Antonio Lomelín. Se cumplían los primeros veinticinco años de la Plaza México, y se editó un libro escrito por Carlos León “La Plaza México Cuenta Su Historia”, donde Carlos León le da voz a la plaza. Había un gentío en la Calle de Augusto Rodín, pero me detuve a comprar ese libro en formato de revista, ésa era la primera vez que yo compraba un libro, debo aclarar que el primer libro de toros que leí en mi vida fue “Más Cornadas da el Hambre” de Luis Spota, mi papá lo encontró entre las chácharas y lo llevó a casa, a mí me hacía muchas gracia por las groserías y ese lenguaje tan especial y fuerte que se utiliza en el libro. Mis primos y yo decidimos posteriormente asistir los domingos a la hora del sorteo, y en las vacaciones decidimos también “entrenar” en la Plaza México.


Un gusto de mi padre, verme de traje corto


En la escuela taurina de “Pepe Alameda�

Mi primera vez vestido de torero,toreando una vaca


31 de julio de 1978, ese día “El Pana” toreó en la mañana un novillo manso develto el día anterior...,yo toreé mas tarde...,ese día ambos buscabamos una oportunidad.


...apenas 42 aĂąos de vender libros de toros en las afueras de la Plaza MĂŠxico


…un muchacho de Apizaco… ……Mientras yo me encontraba estudiando mi educación primaria, con unos padres que me daban todo, allá en el Estado de Tlaxcala, el estado más pequeño de la República Mexicana, en la ciudad ferrocarrilera de Apizaco, un jovencito, un adolescente un poco mayor que yo, huérfano de padre –que según cuentan fue muerto en una balacera-, se partía el lomo en diversos oficios para llevar dinero a su casa: trabajaba vendiendo gelatinas por las calles, cavaba tumbas, pues era sepulturero en el panteón municipal, la hizo de cargador, y para rematar empezó a trabajar de noche en una panadería cargando los bultos de harina. De la escuela ni hablar, con grandes esfuerzos cursó la escuela primaria, pero leer y escribir fueron herramientas que supo emplear muy bien años después. Y mientras yo asistía a las novilladas y corridas en la Plaza México viendo el surgimiento de tres toreros que después fueron figuras del toreo, el muchacho aquel de Apizaco recibía por primera vez la adulación o “coba” de que podía ser torero: le dijeron que por lo magro y espigado de su cuerpo (enjuto por tantas chingas de trabajo y falto de grano) “tenía cuerpo de torero”… … ¡y se lo creyó! “Curreleando” (trabajando) como después dijo ese adolescente de Apizaco en la Panadería “La Guadalupana”, le observó Don Agustín Flores “Minutito”, un antiguo banderillero, y le sentenció a Rodolfo Rodríguez, que así se llamaba ese muchacho, que podía ser torero, basado en su altura y complexión. Y se dedicó ese banderillero a enseñarle a Rodolfo el abecé del toreo. A saber manejar capote, banderillas, y muleta, además de enseñarle a oficiar con la espada; pero una cosa hizo el viejo torero, que hizo que su pupilo fuera diferente a los demás: le enseño suertes antiguas, suertes en desuso, le enseño a comportarse como torero, a vestirse y a dejarse la coleta natural que usaban los toreros de antaño, consejos que el novel aspirante iba asimilando en su memoria, soñando con realizarlas un día ante los toros. Y así sin tener antecedentes taurinos RODOLFO RODRÍGUEZ, el muchacho que empezó a dejarse crecer el cabello para hacer una trenza en la región occipital, a la que llamó coleta, empezó a soñar con ser torero … . Currito Rivera En la Plaza México, otro muchacho de la misma edad que Rodolfo, había causado una conmoción en la temporada de novilladas celebradas en el año 1968, Currito Rivera con tan sólo dieciséis años de edad la había armado en grande el 14 de julio de ese año, con novillos de Javier Garfias, habiendo cortado dos orejas, hizo cosas raras con el cite con la muleta, el llamado “quite sicodélico”, usaba el pelo largo, con un copete a modo de flequillo, pero tenía técnica y hondura,


repitió al domingo siguiente, convenciendo a propios y extraños con su manera firme y contundente de hacer el toreo, y no era de extrañarse, siendo hijo de una primerísima figura del toreo como lo fue el Maestro Don Fermín Rivera, quien le inculcó a Currito los principios básicos del toreo. El encumbramiento de Currito Rivera fue rápido, su presentación en México sólo fue un examen para recibir la alternativa, examen que pasó hay que decirlo, con mención honorífica. Con la alternativa de Currito Rivera se completó la tercia que en los próximos años predominaría en todos los carteles de todas las ferias y plazas de toros del país. Las vacas toreadas En la década de los años setentas era común ver anunciados a los aspirantes a toreros con vacas toreadas, ya no aptas para la reproducción, cuando te iba bien, las vacas eran viejas y sólo habían sido toreadas en la tienta, en algunas ocasiones las vacas eran de retienta, lo que significaba en ambos casos que las vacas habían sido buenas. También las vacas servían para “calar” o probar a los muchachos. La lidia con vacas siempre ha sido idónea como rito de iniciación para los jóvenes que quieren ser toreros; él mismo ALBERTO BALDERAS “EL TORERO DE MÉXICO”, se inició toreando vacas viejas en la Plaza llamada “Merced Gómez” que se ubicaba por los rumbos de Mixcoac, es interesante ver el cartel de esa tarde. Con el tiempo se le llamó “cala” a la prueba de los toreros jóvenes con vacas o novillos de desecho, pero hubo “empresarios” improvisados que organizaban festejos con esas vacas viejas. Yo recibí un consejo de que siempre escogiera la vaca más vieja, aunque tuviera una cornamenta muy desarrollada, porque esa vaca seguramente ya hubiera “olvidado” que había sido toreada, lo que era sólo una probabilidad. En los pueblos aledaños a Apizaco –que es el centro o inicio de la Ruta del Toro Tlaxcalteca-, se acostumbran echar hasta cuatro vacas para los torerillos o aficionados en los días de feria, días en que se festejan al Santo Patrono o Virgen del pueblo de que se trate. La causa es muy fácil de entender, ya que cerca de Apizaco están muchas ganaderías de toro bravo, muchas de ellas de gran trascendencia en el desarrollo de la cabaña brava mexicana, y que fueron la materia prima de grandes faenas en cosos del país: Piedras Negras, Coaxamalucan, La Laguna, Zotoluca son las ganaderías madres de esta región, y de otras que pastan en otros Estados de la República. Las vacas sólo se torean en los pueblos, no se les da muerte, salvo honrosas excepciones, y son alquiladas por algunos ganaderos para compensar gastos de crianza. Se destacan de


entre las vacas que se alquilan para festejos pueblerinos las de “Olivares”, que entre la torería se conocen como las vacas misioneras, ya que van de plaza en plaza, de santito por santito, yo personalmente les añadiría el mote de vacas “pulqueras”, ya que éstas y el pulque nunca faltan en las fiestas. Torear estas vacas toreadas en los pueblos fue según “EL PANA” “el infierno del torerillo y el calvario del novillero”, y creo que tenía razón, fueron pocos los que salieron sin daño de esos pueblos … El debut Una tarde del mes de agosto de 1968, el día diez para ser exactos debutaba como aspirante a torero el muchacho de Apizaco, en la Plaza de Toros “Gabino Aguilar” (nombrada así en honor de Gabino Aguilar padre), en la población de San Lorenzo Cuapiaxtla, Tlaxcala, muy cerca de Huamantla, con vacas toreadas de Zotoluca. Su Maestro Agustín Flores “Minutito” decidió que su pupilo al igual que él, utilizaría un apodo, un sobrenombre, porque ese era el estilo de los toreros antiguos, así que se anunció por primera vez en los carteles el nombre de RODOLFO RODRÍGUEZ “PANADERITO DE APIZACO”. La reseña del festejo debió haber sido así: “…soberana paliza recibió el debutante, nuevo en esta plaza…” Después de ese “debut” con vacas toreadas de Zotoluca se dedicó en cuerpo y alma a aprender el oficio de panadero –para hacer honor al mote- y más que nada para llevar el “chivo” a casa; y a entrenar duramente de salón y en los días de feria en los pueblos aledaños a Apizaco a “torear” a las vacas toreadas. Muchas veces “EL PANA” corrió con suerte y le salieron vacas a las que se le había olvidado la faena de la tienta, y le sirvieron de entrenamiento y para irse “afinando”. TLAXCALA ha sido y será TIERRA DE TOROS BRAVOS Y TOREROS MACHOS, semillero interminable de toreros.

Apizaco fue su cuna, y las ganaderías de bravo serían su mausoleo …


Entrenamiento de salón Allá por inicios del año de 1971, íbamos mis primos y yo a “entrenar” a la Plaza México, había un personaje simpatiquísimo dizque cuidando la puerta, le decían “El Cantinflas” o “el Canti”, le dábamos unos cuantos pesos de propina y nos dejaba entrar, a veces estaba de malas y no nos permitía la entrada, entonces le dábamos media vuelta a la plaza y nos colábamos, cuando se daba cuenta te perseguía, pero era como jugar a las escondidillas y lo burlabas fácilmente. Con mis conocimientos elementales de carpintería aprendidos en la secundaria, elaboré un “palillo” de madera, en mi época se les llamaba palillos, en los tiempos actuales “estaquilladores”, su origen etimológico parece hacer suponer que es porque parecen estacas o porque van acompañando al estoque, la mera verdad no sé porque les dicen así ahora, y también porque no me interesa saberlo, el palillo lo lijé siguiendo el hilo de la madera, y hasta lo barnicé con goma laca, con muñeca. Mi primo Luis puso el dinero para comprar la tela, mi Tía Lupe me cosió esa nuestra primera muleta, pero quedó muy corta, y se burlaban de nosotros diciéndonos que “éramos muy valientes” por torear así con una muleta tan pequeña, nosotros nos sentíamos halagados, sin saber que se estaban cachondeando de nosotros. Nosotros tratábamos de repetir lo que habíamos visto en la corrida anterior, teníamos más o menos nociones de como correr la mano, y nos estirábamos lo más que diera nuestra cintura y nuestros brazos, la verdad era que quedábamos rendidos en unos cuantos minutos, y nos quedábamos observando lo que los otros muchachos mayores que nosotros hacían en el ruedo, sin quererlo descubrí el principio básico de la tauromaquia: la observación. Y eso he sido toda mi vida, un observador. La observación es la madre de todas las ciencias, y junto con la experimentación es el binomio perfecto para un conocimiento científico. Con el paso del tiempo afiné mi concepto de cómo se aprende la tauromaquia: a través de los consejos que vas recibiendo, pero más que nada de la observación se aprenden los conocimientos necesarios de la lidia; mientras que la experimentación, que es la parte más difícil, consiste en repetir ante el astado aquello que has observado. Claro está que las variantes son diversas, pues hay que tener valor, no un valor temerario, un valor sereno y suficiente para enfrentar a los astados y una inteligencia para comprender las condiciones de los cornúpetas y saber cómo someterlos o dominarlos, eso que denominamos tener cabeza de torero, pensar frente al toro con una agilidad mental para superar las condiciones adversas del astado. Y torear con arte no es algo que sale de la razón, ni del entendimiento, es torear con sentimiento, con el corazón. La Escuela Taurina de Pascualet Conocí a RODOLFO RODRÍGUEZ “PANADERO DE APIZACO” (ya no era “PANADERITO”) allá por el año de 1971 o 1972, no recuerdo ni el mes, ni el día, estaba conociendo a la fiesta por dentro, a muchos novilleros, a tanta gente y casi sin saber nada del toreo de salón, des-


pués de unos cuantos pases, prefería observar a los demás. Fue un novillero regordete MARIO CARRIOLA que le prestaba a mi primo LUIS ARTURO RODRÍGUEZ BLANDO –pariente de Andrés Blando y de Alfredo Gómez “El Brillantito”, un pesadísimo capote de brega, teníamos que pasar por él a las calles de Murillo a las siete de la mañana aproximadamente, y ya más entrada la mañana llegaba Mario y se ponía a entrenar bajo el escrutinio de Don Pascual Navarro “PASCUALET” en el ruedo de la bella y monumental Plaza México. Mario Carriola nos refirió en aquel entonces los nombres, apellidos y apodos de muchos de los aspirantes a toreros; nos señaló a un muchacho vestido de pantalón de mezclilla, camisa blanca anudada en un doble nudo en la cintura, arremangada arriba de los codos, con las dos puntas de la camisa sobresaliendo, con una cinta roja utilizada a manera de cinturón y sus tenis de loneta dizque blancos, de suela crepé, que en ese tiempo sólo los hacía la marca “Superfaro”, lo recuerdo en mi mente, se distorsiona mi recuerdo y aparece una maletilla de los que pintaba allá en los inicios de los años sesenta el artista leonés David Rincón Gallardo, “ése viene de Apizaco, se llama RODOLFO RODRÍGUEZ “PANADERO DE APIZACO”, pero casi todos prefieren decirle “EL PANA” (apócope de “panadero” apunto ahora). Me impresionó vivamente la manera de torear de “EL PANA”, porque toreaba de salón a un ritmo lento, lentísimo, casi inmóvil. eterno, y cuando embestía caminaba paso a pasito, como en cámara lenta, se ponía una cachucha, la típica de torero con la visera volteada, -no la de plato con la que muchos lo identificamos, porque ésta era utilizada por “EL PANA” los días domingos, o los de gala, o compromiso social-, y cuando le daban un pase de pecho metía la cabeza abajo de la muleta, como si ésta fuera el morrillo del toro, para quedar totalmente “empanizado”, pero de tierra ... Pocos años después, ya no sólo acudía a la Plaza México, asistí a casi todos los lugares donde la torería se ponía a entrenar: los Viveros de Coyoacán, el Venustiano, el Hoyo y el Claro en Chapultepec. Una vez en el Claro de Chapultepec (atrás del monumento a Gandhi) todos los novilleros dejamos de entrenar y paramos en seco para ver torear de salón a “EL PANA” y a PACO RIVAS, los dos novilleros parecían sacados de una fotografía de los años cuarentas, se pegaron “un arrimón” que daba miedo, toreaban a la verónica con las manos tan bajas, que la mitad del capote arrastraba por el suelo; “EL PANA” cogía el capote por las puntas y luego doblaba las esquinas del mismo hacia dentro, para luego coger más tela como a dos cuartas de la esclavina; con la muleta cargaban la suerte de tal manera, que no le daban el medio pecho al toro, se ponían casi de frente, “muy exagerado” pensé para mis adentros, pero fue una experiencia grata ver torear a gente así, con personalidad. Tanto “EL PANA” como PACO RIVAS torearon en la Plaza de Toros “La Florecita”, en los festejos organizados por Alejandro García con novillos del “Agarradero”. El empresario de “La Florecita” era muy hábil y le cobraba por torear a los novilleros, la plaza se le llegó a llenar hasta dos veces en un solo domingo porque los grupos de turistas sólo veían dos novillos, los sacaban y llegaban otro grupo de turistas, en una de las paredes de la plaza hay una pequeña placa de aluminio que recuerda el hecho de que Alejandro García llegó a dar hasta 44 festejos consecutivos, y ante la explotación evidente de los novilleros, el Comité del Ramo Novilleros, de la Asociación Nacional de Matadores de Toros y Novillos le impuso que debía torear un novillero de la Asociación, en cada festejo, pero sólo lograron acomodarse en 17 festejos, fue de esa manera que tanto PACO RIVAS como “EL PANA” torearon en la novilladas


de la “Flower” (así fue rebautizada “La Florecita”, por tanto gringo que la llenaba). PACO RIVAS un torero zacatecano que apuntaba buenas maneras, pero que ostensiblemente imitaba a “Joselillo” e intentaba torear como éste, quedándose más quieto que un poste... llegó a torear en la Plaza México sin mucha suerte, tenía un carácter sumamente temperamental, y me cuentan quienes lo trataron que quizá tuviera visos de esquizofrenia, se fue a España tratándose de abrirse paso por esos lugares, para ver si su estilo pegaba, tiempo después me contó otro novillero, mi amigo ALEJANDRO MONTOYA que PACO RIVAS ante la imposibilidad de torear en la Maestranza de Sevilla, decidió quitarse la vida y se tiró de cabeza al río Guadalquivir en el Puente de Triana ... “EL PANA” pisa por primera vez el ruedo de la Plaza México … En los años setenta era muy difícil ser novillero, había que “ponerse” con su cuerno para poder torear, era moda entonces que te daba el “empresario” una determinada cantidad de boletos para colocarlos entre tus amistades, o donde se pudiera, o caerle de plano con la lana muerta. Ser matador de novillos era para muchos aspirantes a toreros un título imaginario, pues muchos no le habían salido al toro o novillo casi nunca, pero ser “novillero” era un honor más que merecido porque muchos jóvenes habían recorrido la legua, habían sufrido el calvario, martirio e infierno del torerillo, algunos cosidos a cornadas por animales de dudosa procedencia. Al aspirante a matador de toros se le llama novillero, no es como en otras profesiones en que la antesala de la profesión, es la de estudiante. Ser novillero es un título ganado a sangre y fuego. Ante lo poco toreado de los muchachos se les programaba con vacas viejas, y así iban adquiriendo experiencia. Pero también las vacas viejas y novillos de deshecho servían a los empresarios para “calar”, probar el valor y conocimientos de los muchachos, Fue con novillos de la ganadería de Chinampas con los que “EL PANA” y JAVIER TAPIA fueron calados entre otros, en el ruedo de la Plaza México el sábado nueve de septiembre de 1972, de este festejo el segundo de los nombrados tomó el sobrenombre de “EL CALA”, lo único importante para “EL PANA” fue que esa fue la primera ocasión que pisó el ruedo de la Plaza México, y lamentable quizá, fue que su nombre fuera cambiado, y se anunciara “RODOLFO MARTÍNEZ”, sin el sobrenombre de “EL PANA” que después le daría fama. La Escuela Taurina de Pepe Alameda Apenas iba saliendo de la niñez y entrando a la “odiolescencia”, cuando dos sucesos sacudieron a mi familia, y un tercer evento salió “al quite” pa’ recomponer el rumbo … No re-


cuerdo la fecha precisa, sólo recuerdo que en el año de 1973 mi papá entró por primera vez al quirófano para ponerle una válvula metálica en el corazón para sustituir la válvula mitral que le estaba fallando, fue una operación de “caballo”, lo abrieron desde la espalda alta, hasta la tetilla izquierda, y justo cuando mi papá estaba regresando a la casa, mi mamá estaba ingresando a la maternidad para dar a luz al último de mis hermanos –fuimos nueve-. … Y cuando todo esto estaba sucediendo en mi casa, un experimento televisivo, inédito, se realizaba en la antigua Placita de Toros de vigas de madera “Antonio Velázquez” del Restaurante Arroyo, se transmitían clases teórico-prácticas impartidas por viejas glorias del toreo y figuras vigentes españolas y mexicanas en aquel entonces, el Programa se llamó “La Escuela Taurina de Pepe Alameda”, y los alumnos eran niños y adolescentes. Las clases eran totalmente gratuitas y ésto se debió a la generosidad de Don Jesús Arroyo, que prestó la plaza, las instalaciones, y las becerras, y aparte nos daba de jamar, y chupar … pero sólo a Don Pepe Alameda, esto último, aclaro. Un gran anfitrión y mecenas, sin duda alguna Don Chucho, dueño de una gran afición taurina y cariño a sus semejantes. Apenas si podía ver los programas en la tele, y de vez en cuando me daba unas escapadas para asistir a esta escuela taurina. La situación médica de mis padres mejoró y ya sin tanta presión pudimos ir más seguido mis hermanos y primos a la Escuela Taurina, cuando en una ocasión mi hermano “Currito” sin jamás haber tomado una muleta, le salió a una becerra con mucho valor y decisión, pero sin técnica alguna, pero causó muy buena impresión porque nunca se “rajó” a pesar de haber resultado golpeado. Mi hermano “Currito” era un niño muy bonito y alegre, tenía eso que llaman carisma y un estilo muy personal para citar a las becerras, ladeaba la cabeza y arrastrando los pies les iba muy decidido para ponerse cerca de ellas –intuición pura-. Como éramos los “nuevos” en la escuela no salíamos en las transmisiones, y después del programa daban suelta a varias becerras toreadas para que las toreáramos, el resultado lógico es que íbamos coleccionando una serie de tatuajes azules, verdosos, negros, rojos en todo el cuerpo … Un día que mi papá se sintió fuerte, me pidió que lo llevara a los baños “Lupita” a que se diera una buena sudada en el turco, y nos fuimos pasito a pasito, recorriendo casi los cien metros que había entro éstos y mi casa. Lo ayudé a desvestirse y cuando yo me desnudé, se espantó de verme todo golpeado del cuerpo, pensó que me habían dado una “madriza”, y le tuve que explicar que habían sido trompicones, achuchones de las becerras y alguno que otro rasguño, pero nada grave, pero al tener la piel tan frágil, cualquier golpe se convierte en un gran moretón, que al ir pasando por toda la gama de colores del arcoíris, te tatúa temporalmente todo el cuerpo, pero al platicarle que también mi hermano “Currito” había toreado y que tenía también su colección de verdugones, ahí sí se espantó de veras, razón por la cual nos dimos un baño rápido, y ligeritos regresamos a casa, creo que hasta se le olvidó que estaba recién operado.


Le urgía a mi padre ver torear a mi hermano, y la verdad que no lo defraudó, por el contrario, más que satisfecho, mi jefe se hallaba orgulloso de él, y se operó algo así como un milagro, mi padre se enderezó, caminó vertical, y casi, casi corría, el milagro de la vida se abría paso en el cuerpo de mi padre. Mi papá le enseño con ayuda de su compadre Domingo Medina y su hermano Juan Medina –que se tiró de espontáneo en el Viejo Toreo de la Condesa-, a torear a mi hermano, y dio la bendita casualidad que conocía muy bien a Pablo Cruz “Curro” que era el encargado de los toriles en el Restaurante Arroyo, y de esta manera mi hermano empezó a torear las becerras “limpias”, y lo más importante: ya no resultamos tan madreados y poco a poco el toreo estaba entrando en nuestras cabezas. Pablo “Curro” Cruz fue un extraordinario amigo, extraordinario maestro y nos dio grandes lecciones del toreo y de la vida. Un brindis de agradecimiento a este maravilloso ser humano. Sólo por citar una fecha referente, desde que llegaron Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea” y Francisco Ruiz Miguel, ambos toreros españoles, el primero a confirmar su alternativa, en diciembre de 1973, hasta septiembre de 1976, cada semana estuvimos presentes en el Restaurante Arroyo, toreando al menos una becerra cada semana, enseñándonos las figuras del toreo invitadas, el propio Sr. Arroyo, después Don Pancho Lora “Pericás”, “Lupillo” González, …, ¡vaya que sí aprendimos, Sí Señor! Después de cada toreada nos daban de comer Pepe y Blanca Arroyo, nos traían carnitas y barbacoa, y los muchachos nos movíamos a ir por las tortillas, refrescos, salsas y nos dábamos tremendo banquete. Juan Carlos Díaz, alumno destacado de la escuela taurina, que se fue años después a radicar a Durango, y que tomó la alternativa de Matador de Toros, me dijo una frase que me caló hasta el alma, por rotunda y verdadera: “Blanca nos protegía …”, eso hicieron Blanca y Pepe Arroyo Loyo con nosotros, protegernos. Éramos una gran banda, una hermandad los que estuvimos en la Escuela Taurina, y tuvimos la enorme oportunidad de seguir un camino recto, sin desviaciones y vicios, toreábamos cada ocho días, y aparte nos daban de comer. La mera verdad que tuvimos una hermosa suerte. Sirvan estas líneas para rendir un público agradecimiento a Don Chucho Arroyo, a sus hijos, muy en especial a Blanca, Laura y Pepe, que nos ayudaron, nos alimentaron, nos dieron su amistad, protección y cariño, … con lágrimas en los ojos recuerdo que cuando falleció Carlos Ponce llegaron Blanca y Pepe al Hospital de Nutrición, lloraron con nosotros y nos dijeron que tenían la encomienda de pagar los gastos del sepelio de Carlos, porque Don Chucho así lo quería, y así lo hicieron …


Después del deceso de Carlos Ponce se dio una novillada en “La Florecita”, a instancias de Pablo “Curro” Cruz, se rindió un minuto de silencio en honor de Carlos Ponce. Carlos tenía diecisiete años cuando una extraña enfermedad le arrebató la vida, fue un niño torero extraordinario, apuntaba extraordinarias maneras y recibió homenaje de TORERO, un homenaje muy merecido, porque Carlos fue eso. Carlos y Blanca están ahora en el cielo gozando de la paz y gloria del Señor, acompañando a nuestros padres y amigos. Los quiero mucho. …Apenas cuarenta y dos años de vender libros de toros, y la Primera Feria Nacional del Novillero 1976 Este otoño de 2017 cumplo apenas cuarenta y un años de haber debutado vestido de luces en la “Primera Feria Nacional del Novillero 1976” organizada por Pepe San Martín en el Cortijo la Movida de Lomas Verdes, donde se le dio oportunidad de torear a varias docenas de novilleros de toda la República, de todas las edades, choneros, vaqueros, experimentados, neófitos, un verdadero Encuentro de aspirantes a toreros, se dio bien la cosa y surgieron muchos novilleros que con sus nombres llenaron los carteles de la Monumental Plaza de Toros México, a la cabeza de todos nosotros –ni qué dudarlo- el triunfador de esa primera feria nacional del novillero fue el tapatío ALFONSO HERNÁNDEZ “EL ALGABEÑO”, que siendo un “toreandero” de los llamados “choneros”, que toreaba cebús, toros criollos, y cualquier animal que tuviera cuernos y embistiera, se convirtió después en un novillero de los llamados “vaqueros”, y que triunfó en la Movida toreando una vaca vieja muy cornalona de Santacilia, tenía esa vaca unos cuernos largos como los de las vacas texanas. … y también apenas cumplí más de cuarenta y dos años de vender libros de toros en la Plaza México; en mis inicios vendía éstos de mano en mano a la hora del sorteo, después ponía mis libros de toros sobre la cajuela de un coche estacionado en la rampa de la plaza, frente a los corrales, en ese lugar un domingo “EL PANA” se detuvo a ver los libros de toros que vendía, y cosa lógica empezamos a platicar y a comentar de libros, casi sin sentirlo empezamos a hacernos amigos “EL PANA” y mi menda … . “EL PANA” casi siempre me compraba uno o un par de libros, y cuento como detalle que el PANA siempre llevaba en la mano un libro de toros, él casi recitaba de memoria las frases que a manera de apotegmas o sentencias breves y rotundas escribió TITO OSUNA en sus obras taurinas, el estilo literario de este escritor cronista es muy sarcástico, y algunas frases son lapidarias y francamente amargas, pero muchas veces ciertas, con esa verdad que te amarga la fiesta y te arruina el pasodoble. Era común que alrededor de “EL PANA” se reuniera un nutrido grupo de novilleros para escucharlo, no tanto para aprender el contenido de los libros, sino porque tenía un extraño magnetismo y una personalidad atrayente, que él se encargaba de resaltar a fuerza de parecer “torerillo antiguo”, con su coleta natural, su cachucha


tan especial y su forma de vestir tan peculiar; hablaba tan diferente a los demás novilleros, que siendo “pajón” (provinciano), impostaba la voz para hablar como español, y utilizar un lenguaje que algunos denominan el “caló”, el “caliche” de los gitanos. Había que acercarse a “EL PANA” para escucharlo, para entender y comprender las palabras y significado del caló gitano que “El PANA” hablaba en aquellos tiempos. Recuerdo nítidamente la ocasión en que a “EL PANA” le vendí un par de libros, uno de mis libros consentidos “LOS CLARINES DEL MIEDO” de Ángel María de Lera y “EL TORERILLO DE INVIERNO” de Mariano Tudela, ambos de la Colección Reno, los dos libros tienen la portada muy bella, el primero representa la cogida mortal de un torerillo al que apodaban el “Filigranas”, pero lo que me da hasta escalofrío fue ver representado el miedo en la figura de otro protagonista de la novela “El Aceituno”, que con su traje verde olivo, inmóvil, con las rodillas dobladas, es la imagen misma del canguelo, del miedo, de ese pavor que paraliza el cuerpo para haber acudido presuroso al quite del compañero herido …, el segundo representaba a un maletilla vestido muy al estilo de “EL PANA”: su cachucha de plato que le daba un aire antiguo, y su paliacate pasado por un anillo al cuello eran típicos de “EL PANA”, pero también gustaba ponerse algunas veces un sombrero de pajón y en aquellos años llegaba a la plaza también con unos pantalones encampanados, de los llamados “pata de elefante” que eran la moda de entonces y claro está “EL PANA” era muy joven también. La dedicatoria hecha en la novela “Los Clarines del Miedo” por Ángel María de Lera es bellísima, encierra toda una Filosofía de vida: “

A los héroes del hambre y del miedo.

Nadie los recuerda porque no alcanzaron un nombre. Muchos de ellos, sin embargo dejaron su vida en las capeas, y, todos su juventud.” …Es cierto, muchos toreros han pagado con su vida el querer ser toreros, muchos también han pagado su tributo de sangre, pero todos, absolutamente todos sin excepción, han dejado su juventud en los toros, y al decir juventud es hablar de “tiempo de vida”, de la propia vida. Todos los toreros han dejado parte de su vida en esa fiesta maravillosa, que es la fiesta brava, el tributo más caro que paga el joven que quiere ser torero, no es la sangre, es la juventud que poco a poco se va entregando en una ardorosa pasión, y al decir juventud, es la fuerza interior que llevamos dentro, el fuego de la pasión, la entrega incondicional de la propia vida.


Los “femoralazos” A pesar de tener en su haber pocas novilladas toreadas: Acapulco, La Florecita y la Aurora, en cambio EL PANA” hacía gala de las “caricias de los toros, de las “caricias” a la femoral. En el año de 1973, estando todavía lejano su debut en la Plaza que da y quita, “EL PANA” sumaba tres cornadas graves a la femoral, con peligro de muerte, … desgraciadamente no fueron las únicas, las cuentas de percances graves se engarzaron en un largo e interminable rosario. Me contó FÉLIX MEJÍA una dramática anécdota de “EL PANA”, llena de sinceridad y agradecimiento con Dios y con la vida, “pues veía que yo admiraba bastante a el PANA”, me contó FÉLIX que “EL PANA” y él no fueron amigos, sin embargo fue gran amigo de sus padres y le brindó varios toros a su madre y la visitó en su lecho agónico, cosa que nunca olvidará y de la cual está eternamente agradecido. Que en una ocasión, corría el año de 1972, toreaban FÉLIX MEJÍA y ÁNGEL MERAZ “ANGELILLO” en un pueblo de Veracruz, el cual no recuerda el nombre, y que “cayó” “EL PANA” para pedir “las tres” y salir de sobresaliente, a lo cual aceptaron los dos matadores, que el segundo toro, el cual correspondía a FÉLIX MEJÍA se despitorró de un cuerno, y que “EL PANA” le pidió un quite, y que le dio chance de hacerlo, luego le dijo, “gachó, déjame poner los palos”; - pues ¡venga!, le respondió FÉLIX, y en el segundo par salió apurado y el toro lo hizo subir a las trancas, pues así era la plaza, y lo bajó de las mismas pegándole un cornadón con el cuerno bueno, que le partió la vena safena, …” Así me lo contó FÉLIX MEJÍA: “… fíjate que ese día tuvo “EL PANA” dos Ángeles de la Guarda, yo y Rubén Ortega papá, que fue quien transportó los toros para la corrida, pues al terminar de torear al toro y cuando lo arrastraban ví afuera de la plaza una bola de gente: -“¿y ‘ora qué pasa? –pensé-, pues nada era “EL PANA” que todavía no lo llevaban al hospital, … le pedí las llaves del coche a mi papá y lo llevé al hospital así vestidos de toreros, se moría “EL PANA” y llegamos justo al hospital para ser intervenido quirúrgicamente. Ya había sido operado, pero era tal su gravedad que se estaba muriendo”… “… que el otro Ángel de la Guarda fue el papá de Rubén Ortega, que lo sacó del Hospital y se lo llevó en el camión de los toros para Apizaco, allí lo metió en la Cruz Roja y ahí le salvaron la vida y su pierna” … Me preguntó Félix, “ …¿te imaginas ese viaje con esa cornada, …y el segundo viaje, ya operado, en el camión de los toros ..?, “esto que te cuento muy pocos lo saben, siempre sufriendo … ¡pobre PANA! …”. Así me lo narró FÉLIX MEJÍA rezando una oración por el eterno descanso de este torero. … El 31 de octubre de 1973, en Tlaxcala fue herido de suma gravedad, con rotura de la femoral, el novillero Rodolfo Rodríguez “EL PANA”, así de escueta fue la nota en los periódicos ...


…. un cambio de rodillas con la cintura, en los meros medios de la plaza con las dos banderillas en las manos … Difícil explicar esta suerte con las banderillas, para algunos sería un quiebro de rodillas, para otros un cambio, porque se desvía el viaje del toro, quizás sea más fácil imaginarlo hoy en día cuando los “recortadores” españoles realizan esta suerte en cada actuación … pero sin poner banderillas. Pero hace cuarenta años fue toda una sorpresa, una auténtica hazaña ver la realización de esta suerte, pero veamos qué pasó: El día 16 de septiembre de 1975 la Delegación Política en Benito Juárez dentro del marco de las fiestas patrias realizó el Festival del Recuerdo, viejas glorias del toreo mexicano torearon ese día: Alfonso Ramírez “El Calesero”, Juan Estrada, Jorge Aguilar “El Ranchero”, Humberto Moro, Anselmo Liceaga y Guillermo Carvajal “El Chicharrín”, con novillos de diferentes ganaderías. Un intruso vestido de manera poco ortodoxa, una calzona larga, calzado con zapatillas, y con medias color de rosa, casaquilla de color distinto a la calzona y una cachucha de plato, se había introducido de manera subrepticia al callejón de la plaza, y en el sexto novillo de la tarde, dando el toque para el segundo tercio, saltó al ruedo con un par de banderillas en la mano, y antes de que nadie pudiera reaccionar, citó al novillo de largo, casi en el centro del ruedo, daba pequeños saltitos alegrando al burel, éste embistió de largo, entonces el intruso clavó las dos rodillas en la arena, y aguantando la embestida del novillo le cambió el viaje con un “quiebre” de cintura, inclinando el torso hacia el lado derecho, recogiendo él mismo, cuando el novillo había pasado, y levantándose rápidamente, giró hacia el lado opuesto, citó de nuevo al novillo, y arrancados los dos, asomándose al balcón, le clavó el par de banderillas que llevaba en las manos, en todo lo alto del morrillo, en un auténtico par de poder a poder … La ovación fue de gala, parecía interminable, pero se cortó la misma cuando el intruso aquel era sacado a empellones del ruedo, se alcanzaba a percibir cómo le gritaba en la cara a ese intruso el “Chicharrín Carvajal”, éste le reclamaba airadamente, y desde el callejón fue sacado a empujones ese intruso, yéndose por el túnel. La gente empezaba a preguntarse quién era ese intruso, y los que lo conocíamos empezamos a esparcir un rumor que corrió de boca en boca: … es “EL PANA”. Ese día, el del Festival de Recuerdo, fue la página en blanco donde empezó a escribirse un nombre, el de “EL PANA”, y una historia, LA LEYENDA DEL PANA. Ese día “EL PANA” comenzó a hacerse legendario, nadie, jamás, había puesto un par de banderillas como el que ejecutó “EL PANA”. a muchos nos parecía que ese par de banderillas era su mejor tarjeta


de presentación y que tenía el valor de un currículum para que se le programara en una novillada en la Plaza México, porque más que valor, había demostrado mucha afición y una “facilidad” extraordinaria para poner banderillas, pero nada de eso pasó, al contrario, parecía que ese par de banderillas sorprendente en aquel entonces, fue una losa para mantenerlo vetado … la osadía de poner un increíble par de banderillas parece ser que fue interpretado como una ofensa a las viejas glorias del toreo … Nadie entendió entonces que estaba naciendo una nueva gloria del toreo, pésele a quien le pese … ANTONIO BIENVENIDA El día 4 de octubre de 1975 en la finca española de Amelia Pérez Tabernero, una vaquilla de nombre “Conocida” a la que previamente le habían dado puerta al campo, se regresó al tentadero y cogió por la espalda al matador de toros ANTONIO BIENVENIDA, en un desgraciado accidente, al caer en la arena de fea manera, le ocasionó lesiones vertebrales que le provocaron la muerte varios días después. Lo que no le hicieron los toros, se lo hizo una vaquilla, matarlo. La muerte de ANTONIO BIENVENIDA fue una advertencia de que no hay enemigo pequeño, cualquier cornúpeta puede matarte por más técnica que tengas. Y fue también la llamada de eso que algunos llaman FATALIDAD, y otros DESTINO INEXORABLE. Espontáneo De Tacubaya eran varios novilleros que se hicieron famosos por haberse tirado de espontáneos: Juan Medina en el Toreo de la Condesa, Sergio Zetina se le tiró de espontáneo a César Girón, Ricardo García “El Topo” a Manuel Benítez “El Cordobés” y Manuel del Prado “El Trianero”, que años después cambió de apodo, y después fue conocido como “El Triste” se le tiró a Antonio Ordoñez. Hubo una vez que realmente salí impactado de la Plaza México, en febrero de 1975 asistí, como ya lo venía haciendo de continuo, al sorteo y enchiqueramiento de los toros, vino una corrida muy seria y hermosa de San Mateo, entre los que sobresalía un toro, al que le pusieron de nombre “EL REY”, ese toro me gustó desde el sorteo, y le tocó en suerte a Mario Sevilla, y antes de que le pegara el primer muletazo saltó a la arena un espontáneo, que le pegó unos naturales preciosos, Raúl Ibelles se llamaba el espontáneo, y a él le brindó el toro el matador, como era lógico se habló más del toro y del espontáneo, que del propio matador. Por cierto, este toro a pesar de no haber sido de orejas, fue un toro extraordinario, un toro puro de Saltillo, de mucho poder, casta y raza que desgraciadamente pasó inédito en la historia del coso.


“EL PANA” se estaba volviendo un especialista en eso de tirarse de espontáneo: se le tiró a Paco Camino en la Plaza Santa María de Querétaro, a Manolo Martínez, Antonio Lomelín y a Chucho Solórzano en la Plaza “La Taurina” de Huamantla Tlaxcala, y ya era tan habitual que se tirara de espontáneo, que en una ocasión mejor Chucho Solórzano, ¡¡lo invitó a poner las banderillas!! Cachondeándose de todo, como era su costumbre, “EL PANA” decía que en los carteles se anunciaban a los tres matadores … y de espontáneo “EL PANA”!! … pero quizás, sea él, RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA”, el espontáneo más famoso en la historia del toreo en México, porque aparte de haber sido figura indiscutible de la novillería, el triunfador absoluto de la temporada de novilladas 1978, fue el único que llegó a tomar la alternativa en la misma Plaza México, y también porque trascendió en la historia del coso de Insurgentes la tarde en que se tiró de espontáneo, porque al novillero que se le tiró y el novillo que toreó JOSÉ ANTONIO RAMÍREZ “EL CAPITÁN” y “PELOTERO DE SAN MARTÍN” son dos nombres que quedaron inscritos en letras de oro en la historia de la Plaza México, una placa en bronce puesta en la puerta del Reloj, es un recordatorio fiel de esa joya del bien torear. El domingo 9 de octubre de 1977, a la hora del sorteo, cuatro horas antes del inicio de la novillada instalé mis libros a la venta sobre la cajuela de un coche estacionado en la rampa de la plaza, ya había visto en los corrales los novillos de San Martín, y todos eran preciosos. Ese día todos se hacían lenguas acerca de los novillos, alcancé a observar a “EL PANA” casi metido en uno de los túneles que da acceso al tendido de sol, estaba muy nervioso y misterioso, cosa rara en él, no se acercó ni a ver los libros … El cartel de la novillada era muy atractivo, los hermanos Capetillo, Guillermo y Manuel que habían debutado esa misma temporada con novilladas de postín, y “EL CAPITÁN” hijo del “CALESERO” que recién había regresado a los toros, ya que cinco años atrás él mismo se había cortado la coleta en el mismo ruedo de la Plaza México, y parecía que ahora sí venía por todas. Sólo detalles de arte se habían dado en los tres primeros novillos, cuando en el novillo cuarto de la tarde “EL PANA” saltó a la arena con una muleta sin palillo en las manos, pura tela, para instrumentarle tres largas afaroladas de rodillas a ese cuarto novillo, saliendo trompicado en uno de los lances, la gente lo arropó y lo subió al tendido. “PELOTERO” se llamó ese cuarto novillo de San Martín, originalmente había sido bautizado como “BEISBOLISTA” por Paquito Camino Gaona hijo del Diestro de Camas y nieto del Doctor Gaona, el empresario del coso de Insurgentes, pero el nombre no parecía nada taurino y se le cambió a “PELOTERO” que viene siendo lo mismo, … pero suena un poco más taurino. Paquito Camino Gaona que llegaba a la Plaza los días de festejo con su uniforme de beisbolista, bautizó muchos toros, bautizó como “JARDINERO” (en alusión a los jugadores de béisbol) a un novillo de Javier Garfias al que le cortó el rabo MANUEL CAPETILLO Jr., en ambos bautizos


vaya que si pegó de jonrón el nieto del Doctor!! … pero “EL PANA” se tiraba de espontáneo a los matadores, no a los novilleros, ¿por qué decidió tirarse de espontáneo en una novillada en la Plaza México? … Yo pienso, digo y lo sostengo, que fue por un acto de rebeldía, de reivindicación a su derecho de ser torero, porque “EL PANA” ya había hecho de todo en la Plaza México para darse a notar: fue calado, quebró a un novillo en un par de banderillas, salió de sobresaliente, y no había pasado absolutamente nada; y ahora –hablo de 1977-, se le daba la oportunidad con novillos cantados de las mejores ganadería a hijos de toreros famosos. Él no tenía un papá famoso, menos torero y peor aún era huérfano de padre, pero sentía que tenía todo el derecho del mundo para ser torero, por eso, con mucha rabia y mayor valor saltó ese día al ruedo de la Plaza México, apenas con una muleta vieja en las manos … . Muchos años después decía “EL PANA” que él era como Cristóbal Colón, que le había descubierto el novillo al “CAPITÁN” … pero esto no es cierto, él no descubrió al toro, lo único que quedó al descubierto fueron sus ansias de ser torero, y de esas ansias abrevó el “CAPITÁN” para que alimentado por éstas, realizara la más bella faena realizada por un novillero en la Plaza México, y una de las diez mejores faenas artísticas realizadas en esta Plaza. “PELOTERO” mereció el honor de que le perdonara la vida, al torero le correspondieron las orejas y rabo simbólicos, al dar la segunda vuelta al ruedo el novillero sacó a Marcelino Miaja, uno de los ganaderos, a dar la vuelta al ruedo, y también “EL PANA” aprovechó para saltarse de nueva cuenta al ruedo, felicitar al ganadero y darse un pequeño paseíto juntos. MUERTE DE UN TORERILLO … … Mientras que en el ruedo de la Plaza México se escribía una de las páginas más brillantes de la Historia del Toreo, en tierra caliente, en una población llamada San Lucas del Estado de Michoacán, moría fulminado, desnucado un torerillo de San Luis Potosí, de tan sólo 18 años de edad, de nombre SERGIO MOLINAR … no se sabe ni el nombre del toro, ni de la ganadería, suele llamarse “CHON LEGAÑAS” a este tipo de toros que se lidian en las pachangas, son toros toreados de dudosa procedencia, con algo de bravura y mucho sentido que los hace ser muy peligrosos. Al ver la nota en los periódicos un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, ya que los alternantes del torerillo muerto eran FERNANDO REYES “EL CALENTANO” de quien se decía que tenía tantas cornadas en el culo, que ya ni los pedos se oían y SERGIO REYES “CORRALEÑO”, mejor conocido como “EL BARRIL”, éste último de Tacubaya, era gordo, mujeriego y muy borracho, era el clásico “chonero” y empresario de pueblo, él nos llevó a mi hermano Currito, a Carlos Ponce y a otros niños toreros a torear en Arcelia, Guerrero en el año 1974, ahí conocimos por primera vez “la guerra”, a los niños se les echaron becerros de media casta, que de verdad salieron muy cabrones, y a los jovencitos como yo, nos dejaron torear a los “jorobados”


(cebús) chicos y limpios, chicos significa que tenían sus cuatrocientos kilos, y para torearlos con todo y chofer (jinete), teníamos que levantar el capote muy alto … había tanto polvo y tantos caballos en la plaza hecha de puros carrizos, que era imposible ver y respirar, te ofrecían un trago de alcohol con chile para abrirte la garganta. En esa población nos trincaron nuestro viejo traje de luces que nunca nos pudimos poner. De regreso a México, lo primero que hicimos fue ir a la Basílica de Guadalupe a darle gracias a la Virgen. GRACIAS MADRE MÍA Y UN AVE MARÍA TE OFREZCO POR EL DESCANSO DE SERGIO MOLINAR. Apizaco, 1977. Alterné con Rafael Flórez en la Segunda Feria del Novillero, en la Movida y en la Plaza Fermín Rivera de San Luis Potosí en una vacada nocturna el 24 de febrero de 1977, y estando entrenando de salón con él, los dos solos, en el Claro de Chapultepec muy temprano, llegó un “pajón” un tramoyista del Palacio de Bellas Artes y del Teatro Blanquita, en funciones de “empresario taurino” cuya misión era contratar novilleros para la feria de su pueblo, nos explicaba Luis García, que tal era el nombre de ese “empresario” que “ya estaban muy vistos los toreros de Apizaco, que eran muy informales e incumplidos y que no llegaban a torear”. La realidad era que los novilleros tlaxcaltecas de aquel entonces eran “muy selectivos”, y con tantas fiestas o pachangas que se dan en los pueblos de Tlaxcala, escogían donde echaban mejor ganado, algunas hasta novillos y les pagaban un parné, y se “tapaban” en las plazas de los pueblos donde echaban las “vacas misioneras” y se les pagaba poco … o nada. Nos contrató para torear en Santa Úrsula Zinancatepec el día de la Santa Cruz, el tres de mayo, en lo más alto del cerro, donde colocaban tres cruces de madera gigantes y a un lado improvisaban con vigas el redondel, toreaba yo por primera vez en tierras tlaxcaltecas mano a mano con Rafael, saliendo de sobresaliente SERGIO PRIEGO “EL ANDALUZ”, porque éste se había caído con un parné para la publicidad. Yo invité a todos mis cuates de la Escuela Taurina y a mi hermano Currito para echarles montón a las vacas, que fueron cuatro vaquillas jóvenes, fuertes, bien comidas y lustrosas de San Antonio Tepetzala, las cuales salieron muy buenas, claro, era la primera vez que toreábamos y el “empresario” se lució con el “encierro”. Estábamos tan nerviosos Rafael y mi menda, que nos fuimos una noche antes, para que la mañana siguiente seleccionáramos nosotros mismos las vacas a torear. No pudimos seleccionar las más viejas, pero si escogimos las más grandes … y cornalonas, tanto que hasta nos dio chorrillo a todos del puritito miedo, ese día nos acabamos un ejemplar del diario Esto para limpiarnos la jiña. Anduvimos por muchos pueblos de los alrededores de Apizaco, el “empresario” Luis, nos recomendó con muchos “Mayordomos” que eran los organizadores de las fiestas de los pueblos, recuerdo en especial San Dionisio Yauhquemecán, porque fue el único pueblo en que quedé a sornar (dormir), para ir muy temprano al otro día a la recolección del aguamiel con el tlachique,


con éste se aspira el aguamiel del corazón del maguey, y luego se almacena en una bolsa hecha con cuero de vaca, y enseguida se raspa el corazón del maguey, y se cura con un chorrito de aguamiel, para “curarse” sus heridas el maguey produce agua, y ésta es la que se recolecta, después todo el aguamiel se junta en un tinacal, el cual se encuentra cerrado y con sombra para favorecer la fermentación y así producirse el pulque, la bebida de los dioses, de los nobles. Casi sin querer iba conociendo tradiciones, pero sobre todo a las ganaderías del rumbo, toreaba y hacía turismo gastronómico taurino. Cuando teníamos la oportunidad de ir a escoger y embarcar las vacas, había ocasiones en que llegaban al embarcadero varias vacas de más, nos dejaban cortar una, y en un corral contiguo al embarcadero aprovechábamos para torear a la vaca, eran unos cuantos lances, pero por lo pequeño del lugar sí que se sudaban gotas de miedo!!, … ya en la tarde te sentías relajado, y si se puede más valiente. Si alguna vaca salía buena, pues hacías el toreo fino, pero casi siempre, debo confesarlo, salía con la intención de no exponer, de hacer un toreo técnico, de defensa, pero algunas veces traicionabas a la razón y le dabas salida al sentimiento. Anduve como tres años por pueblos y ganaderías tlaxcaltecas, pegando un capotazo por aquí y por allá, iba desarrollando y afinando una técnica para bregar a las vacas, era difícil que una me cogiera con el capote … con la muleta, la verdad es que no avanzaba mucho, pues el toreo con las vacas era de defensa, era muy difícil que te saliera una vaca noble y clara, para que te relajaras templándola. Aún así, yo sentía que iba poniéndome con el toro. Quiero aprovechar para reconocer y agradecer la gran ayuda que me brindó Carlos Serrano “El Voluntario”, gran figura de la novillería en la Plaza México, que desgraciadamente no cuajó en matador de toros, una persona muy trabajadora y que construyó una plaza de toros allá en Tlalnepantla, Estado de México, una placita muy coqueta que daba festejos para principiantes los sábados en la tarde, en esa placita me colé como peón de brega. Cuando se respetaba el derecho de apartado en la Plaza México, hasta el sábado a la una de la tarde, yo iba a vender mis libros de toros, cerraban las taquillas, y de volada me iba a dejar los libros que me quedaban a mi casa, cogía mi capote y mi traje corto (que no era mío, me lo había prestado Pepe Arroyo), y salía de banderillero con los noveles, mucho más jóvenes que yo; otro torero de Tacubaya, Juanito Munguía acudía también como banderola. Era bueno pa´la brega y por necesidad de verle la cara al toro estaba aprendiendo a banderillear, como ya dije “El Voluntario” me dejaba bregar y banderillear, y esto créanlo, te da una confianza enorme porque no dejas de verle la cara al toro. Lo único que buscaba entonces era una oportunidad para darme a conocer. “EL PANA” anunciado por primera vez en un cartel para torear vestido de luces en la Plaza México, … …… o el primer paseíllo de “EL PANA” vestido de torero en la Plaza México. No importa cuál sea el título que le ponga a esta historia, porque el resultado va a ser el mismo: no


obstante verse anunciado en un cartel, y haber hecho el paseíllo vestido de torero en la Plaza México. “EL PANA” no pegó un solo capotazo en su debut vestido de luces en la Plaza México. El domingo 16 de abril de 1978 se dio una corrida mixta, mano a mano RAÚL PONCE DE LEÓN y RAFAEL GIL “RAFAELILLO”, y el Rejoneador Portugués DON PEDRO LOUCEIRO, con los Forcados de Portugal, saliendo de sobresaliente del caballero portugués RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA”, así se anunció en el cartel de esa tarde. Hubo otro sobresaliente anunciado para los toreros de a pie, pero el que salió fue FÉLIX MEJÍA, que era el sobresaliente “oficial” de Don Pedro Louceiro. Debido al celo profesional, y a la lucha por torear FÉLIX MEJÍA apoyado por ENRIQUE FRAGA no dejaron siquiera que se asomara al burladero el novillero de Apizaco, y menuda bronca se le armó al “Silverio” empleado de la empresa que anunció a “EL PANA” sin el conocimiento y consentimiento del DR. GAONA empresario del coso de Insurgentes. Pa´la anécdota el referido cartel. La oportunidad de oro representada por un toro manso Omito un largo lapso, para ubicarme el día 30 de julio de 1978 en el primer tendido de sombra de la Plaza México, aproximadamente a las cinco y media de la tarde para presenciar la suelta del quinto novillo de la tarde de la ganadería tlaxcalteca de ZOTOLUCA, que supuestamente lidiaría “EL ALGABEÑO”, quien esa tarde hizo el paseíllo con MARIO ESCOBEDO “EL REGIO” y ARTURO LOMELÍN. “NAVÍO” se llamaba el novillo, tenía una estampa bonita, tanto que salió retratado en los periódicos para anunciar la novillada, pero la lámina de este novillo no correspondió a su bravura y fue devuelto por manso y regresado a los corrales... el novillo estaba siendo devuelto cuando entonces un muchacho de pantalones encampanados corría ágilmente y a gran velocidad escaleras arriba, salió de la Plaza, y del segundo de los pilares de la misma, tomó “prestado” un capote de brega que un viejito -lo digo de cariño- estaba vendiendo, y con una rapidez sorprendente después de tomar el capote, regresó y se metió de nuevo a la Plaza, corrió rapídisimo escaleras abajo, y llegando al filo de la primera fila de barrera, puso las manos sobre el alambrado de acero, pero de repente se paró en seco, supongo que pensó en ese momento ¿para qué me bajo al ruedo, si ya los bueyes se están llevando al manso a los corrales?, porque se veía la intención evidente de pegarle unos capotazos al manso, le quitaron el capote de las manos al muchacho, y ahora de vuelta emprendió una veloz carrera para arriba, hacia los palcos, se dirigió a uno de éstos, tres o cuatro palcos a la izquierda del juez de plaza y jadeante y de manera muy desesperada le imploró a una señora que ocupaba uno de los palcos: ¡»MADRINA, MADRINA, SE LO RUEGO POR LO QUE MÁS QUIERA, DÍGALE A SU MARIDO QUE ME DÉ ESE TORO!...¡MADRINA, DÍGALE A SU ESPOSO QUE ME DEJE TOREAR ESE TORO...»¡¡MADRINA, se lo ruego por lo que más quiera, dígale a su marido


que me eche ese toro, y que si petardeó… ¡NUNCA JAMÁS EN LA VIDA LO VOLVERÉ A MOLESTAR!... visiblemente conmovida la señora a quien se estaba dirigiendo el PANA era la Señora MARÍA REYNAUD DE GAONA, esposa del empresario de la Plaza México ...y como una madre amorosa que cuida a sus hijos, intercedió por el muchacho ante el DOCTOR GAONA, el empresario que ha sacado más toreros y figuras del toreo. La señora MARÍA REYNA -qué nombre más apropiado-, intercedió por el muchacho y textual le dijo a su esposo de forma amable y cariñosa «¿Qué tanto te cuesta ALFONSO regalarle ese toro manso al muchacho?, mira dale la oportunidad de torearlo y si no torea bien te deshaces de él de una vez para siempre, ya sabes que lata te ha dado…” y el DOCTOR ALFONSO GAONA accedió a regalarle el toro devuelto al muchacho con la condición de que lo torearía muy temprano antes del festejo programado para el lunes siguiente, y que si no le hacía faena “JAMÁS VOLVERÍA A TOREAR EN SU VIDA”... Claro, ya lo adivinaron, ese muchacho que corrió desesperado por las escaleras de la Plaza México no es otro que RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA” que vio en NAVÍO el novillo regresado por manso LA OPORTUNIDAD DE ORO que durante tanto tiempo había buscado. Acostumbrado a lidiar el ganado de la tierra tlaxcalteca, “EL PANA” advirtió la forma de sacarle la raja de bravura a ese novillo devuelto por manso. Si el novillo fue manso, en cambio el PANA fue toda bravura, su coraje y ganas tanto tiempo reprimidas salieron a flote y le realizó una buena faena a NAVÍO el manso devuelto de Zotoluca, y con su quehacer de ese lunes matutino se ganó la oportunidad para torear el domingo siguiente una novillada de selección... Como detalle chusco, que ahorita mismo me vuelve a risa, varios “periodistas “ calificaron al “PANA” , -entonces desconocido para ellos- de LOCUAZ, RATERO, Y ESPONTÁNEO FALTO DE VALOR... ya se encargaría “EL PANA” de callarles esas bocas llenas de amargura, a esos periodistas que despotricaron contra él, y los denuestos se volvieron elogios, y el muchacho desconocido se convirtió en toda una celebridad, el domingo inmediato, en la novillada de selección “EL PANA” TRIUNFÓ CLAMOROSAMENTE, CORTANDO DOS OREJAS A SU ÚNICO NOVILLO... ASÍ FUE EL INICIO DE UNA CARRERA NOVILLERIL ASCENDENTE COMO EN MUCHOS AÑOS NO SE HABÍA VISTO, ES DE LOS POCOS TOREROS MERECEDORES A TOMAR LA ALTERNATIVA EN LA PLAZA MÉXICO, AHORA SÍ TODOS LOS PERIODISTAS EMPEZARON A ESCRIBIR ACERCA DE LA VIDA Y CARRERA DE “EL PANA”, … ASÍ FUE COMO SE EMPEZÓ A ESCRIBIR LA HISTORIA DE UNA LEYENDA... EL PANA MERECE UN ROMANCE, UN CORRIDO, UNA CANCIÓN, UN MONUMENTO, … POR EL MOMENTO SOLAMENTE PUEDO ERIGIR EL DE LA AMISTAD, TENIENDO COMO BASE UN GRAN CARIÑO Y RESPETO A ESTE SER HUMANO EXCEPCIONAL, Y TERMINO GRITANDO A TODO PULMÓN:

¡¡ARRIBA EL PANA!!

En el Heraldo de México el día miércoles 9 de agosto de 1978, salió publicada una crónica dedicada al novillero de Apizaco por su triunfo en la Plaza México el domingo anterior, es la columna del Maestro José Alameda titulada “Signos y Contrastes”, la referida crónica no tiene desperdicio, y aunque esté escrita en prosa, es un romance al torerillo:


Sobre “El Pana”, el Tiempo y la Sangre Por José Alameda “Se imponía la repetición del “Pana”. Es tan justa como lo fue la oportunidad que recibió el domingo y que supo aprovechar cortando dos orejas en la plaza grande. Ese es el mejor estímulo para los toreros: saber que su esfuerzo y su apasionada entrega no se pierden. “Ese Pana ya no es un chiquillo”, me decía la otra noche un aficionado. Por supuesto que no. Es todavía un hombre joven, pero no un niño. Como el caso del “Cordobés”, como el de Domingo Ortega, o el “Chicharrín Carvajal, o Sánchez Mejías. Pero es que Rodolfo Rodríguez “El Pana” ha luchado mucho. No ha estado perdiendo su tiempo, sino forjándose en la “legua” por esos caminos de Dios, que muchas veces son también caminos de sangre. En Tlaxcala recibió una cornada que lo tuvo al borde de la muerte. Y perdió mucho tiempo de su carrera, más de año y medio. Apenas estaba reponiéndose cuando yo lo conocí, porque me habló de él Restituto González, el desaparecido apoderado de Joselito Huerta. Estaba Restituto ya muy enfermo y me pidió que, si podía, le echara una manita al “Pana”. Costó trabajo meterlo en Acapulco y en alguna otra plaza, donde no pudo sacar la cabeza porque apenas estaba recuperándose. Y otra vez tuvo que esperar. Con eso se pierde tiempo. Pero se pone a prueba el carácter. Una tarde, creo que también en Tlaxcala, se le tiró de espontáneo a Chucho Solórzano, quien le dio las banderillas y alternó en ese tercio con él. Mal hecho, por cierto. Mal, de Solórzano, no del “Pana”, que como todo el que lucha por ser, merece respeto. En fin, ahora ha encontrado la suya, y ojalá tenga suerte en su repetición el domingo en la “México”. Sabe torear, sabe lo que son los toros y lo que son las cornadas. También algunas veces se oye en el medio taurino: “Ese Pana está un poco zafado” … Si se le puede llamar “zafadez” a la desesperación, puede que sí. Pero esos desesperados son los que, a fuerza de buscarle por todas partes y de no rendirse, pueden vencer al destino que algún día, tras de mucho estar en contra, acaba por rendírsele al que no se rinde. Por eso me gustaría que “El Pana” volviera a tener suerte el domingo. Por él y por tantos como él que no conocemos y que luchan por esos campos y esos pueblos de Dios, pueblos y campos de sangre.


Esos pueblos cercanos a Apizaco Son muchos los pueblos donde se dan pachangas en las inmediaciones de Apizaco, como también son muchos los caminos de terracería que hay que andar para llegar a esos pueblos, imaginarse que por ahí anduvieron infinidad de maletillas que soñaron con ser toreros con su lío de avíos colgado del brazo, imaginarse a “EL PANA” por esos caminos de Dios es adentrarse en la mente de esos soñadores de gloria. Los maletillas de entonces tenían bien calendarizadas las ferias de los pueblos, había que estar “muy vivo” para que no te quitaran la feria que supuestamente tenías “amarrada”, y así como los torerillos de la Ciudad de México les quitamos ferias a los torerillos apizaquenses, así también entre la torería chilanga se peleaba por esas ferias, y a veces traicioneramente se te “adelantaban” y le ofrecían a los empresarios de los pueblos ventajas como torear novillos en vez de vacas, ir vestidos de luces, carteles de publicidad y en el colmo, no cobrar nada e incluso pagarse los propios gastos. En Santa Úrsula, un pueblito pegadito a Apizaco, se acostumbraban dar varios festejos al año, fijos los días de la Santa Patrona del Pueblo en octubre, y el día tres de mayo, día de la Santa Cruz, en este último día la plaza de vigas se construía en lo más alto del Cerro, casi junto a donde se instalaban tres cruces de madera, lo que le daba al festejo un tinte religioso, de solemnidad y misticismo. En octubre el ruedo se instalaba junto a la Iglesia del Pueblo, se aprovechaba la pared del templo para hacer el ruedo, por lo que no terminaba de ser completamente redondo. Torear junto a la pared era auténticamente jugarte la vida, porque no había burladeros, y no había pa´donde brincar. Era octubre del año de 1979, nos enteramos que el festejo sería nocturno, y pese a que no habíamos sido contratados y por ende no hubo adelanto de parné, Mario Betancourt que había resultado uno de los triunfadores de la tercera feria Nacional del Novillero en la Movida y mi menda decidimos ir por nuestra cuenta y con nuestros escasos medios. Nos asomamos al ruedo, y unos cuantos focos que cruzaban la plaza era la iluminación, en algunas casas cercanas se habían puesto unas lámparas, que iluminaban más, pero que hacían mucha sombra, por estar retiradas. De las vacas que escogíamos antaño de las ganaderías de Zotoluca y Tepetzala, no hubo. Se llevaron esa noche vacas grandes y cornalonas de la ganadería de Olivares, cuando llegamos varios toreros del “Claro” de Chapultepec ni nos pelaron, y supuestamente entre ellos se habían sorteado los turnos, pero a la mera hora de salir la primera vaca de la noche, muy grande y destartalada, ninguno de ellos salió a “correrla”, todos permanecieron “tapados”, cosa que aproveché para bajarme y citar a la vaca, que ya se había emplazado en los meros medios, hacia ella fui muy decidido y al querer bregarla, la vaca me fue ganando, se me volvía en dos patas y se me colaba por los dos lados, estaba toreadísima, no me la podía quitar de encima, y a pesar de considerarme “capote cañón” y presumir de que casi nunca me cogían con el capote, ese noche la vacota me cogió de una fea y extraña manera: me metió el hocico por entre las piernas, y todo doblado me echó a los lomos, pero no me tiró, y en una especie de corcoveo me empujó hacia adelante, entonces lo que hice fue apretar fuertemente las piernas, entrelazando las mismas alrededor del cuello del animal, estaba casi sentado sobre el testuz, cuando de pronto empieza a dar de vueltas y a saltar, como si estuviéramos en un rodeo, medio cuerpo mío estaba frente a la vaca, con la cara mirando el cielo, y sólo mis piernas me impedían que cayera al suelo, rebotaba gachamente como


pelota contra el piso, pero aún así no me soltaba de las piernas, al contrario apretaba más fuerte las mismas, gracias a Dios la vaca se fue cansando, pero yo también … cuando la vaca se quedó parada y agachó la cabeza vencida, solté las piernas y rodé quien sabe a dónde, me desorienté y sólo sentí unos fuertes tirones que me jalaban hacia debajo de las trancas … Creo que la vaca quedó más madreada que yo, pues inmediatamente fue lazada y subida al camión, entonces se nos acercó el “Cachorro” Alejandro León, y en son de burla nos dijo “esa vaca la toreamos el mes pasado, le pusimos la “danzonera”, porque tenía un cuerno para arriba y otro para abajo, como bailando danzón” … -¡¡qué poca madre tienes hijo de la chingada, porque no lo dijiste antes!!, fue mi respuesta en tono de reproche a su comentario burlón, y se puso serio y ya no comentó nada, y se fue caminando a ponerse atrás de las trancas. Salió la segunda vaca de la noche, salió peor que la anterior, y se iba directo al cuerpo, adivinaba el bulto atrás del engaño y casi coge a Mario Betancourt, por eso tuve que arrojarle el capote a la cabeza de la vaca para que Mario tomara el “olivo”; mi capote es tomado “prestado” por un borracho y pretende torear, la vaca le pega de fea manera, que lo deja noqueado en el piso, otra vez entran los lazadores y suben a la vaca al camión, me apuro a recuperar mi capote y le digo a Mario: “vámonos en chinga”, “no vale la pena quedarnos, ni nos van a pagar y andan bien culeados los del claro”, “vámonos, que si no nos mata una vaca, nos matan los del pueblo que ya están bien encabronados por lo que le pasó al borracho y por el pinche ganado …” - ¡¡vámonos!! Le urgí. Yo para mis adentros pensaba, que eso no era torear, sino sólo era sufrir. Al dar suelta a la tercera vaca de la noche, nosotros ya nos habíamos alejado bastante de las trancas, primero disimuladamente, después francamente corriendo, pensábamos que si nos dábamos prisa podíamos alcanzar la última corrida del camión para México, ya más tranquilos y sosegados echamos los pinreles para “desandar” el camino, nos regresamos por el camino peligroso, pero supuestamente más corto y rápido, la luna estaba oculta por un cielo nublado, la noche parecía más negra que nunca y aterrorizado recordé que teníamos que pasar cerca de un barranco y que parte del mismo se había desgajado y había dejado un paso muy estrecho, sólo de vez en cuando las luces altas de un camión de carga iluminaban brevemente nuestro camino y apurábamos el paso por donde habíamos alcanzado a ver. Al querer adivinar si estábamos cerca del barranco tomamos nuestros ayudados y palillos y tanteando el terreno, caminábamos pasito a pasito, nos habían contado tantas historias de ese barranco, que hasta ese momento le dimos importancia, y lo que parecían cuentos, no queríamos que fueran realidades con nuestros cuerpos desbarrancados…, la jinda nos hacía sudar frío, avanzábamos centímetro a centímetro, tomados de las manos … de repente las luces potentes de un camión iluminan el barranco y nos señalan el camino, eludimos el barranco los más rápido que pudimos y sentimos casi de inmediato una sensación de alivio, después de eso ya nos valió madres caminar a obscuras, ya no sentimos esa necesidad de torear el camino con nuestros ayudados y palillos, a lo lejos alcanzábamos a percibir la carretera y hacia ella nos dirigimos más aprisa, lo suficiente para no tropezar. Cuando llegamos a la carretera estábamos sudorosos y agotados, y mientras caminábamos a la orilla de la carretera de vez en vez levantábamos el dedo gordo para pedir aventón,


queríamos salir de allí a donde fuera, la cosa era alejarnos de ese lugar. Un camión que transportaba cerdos se paró para darnos aventón, yo le dije a Mario “ni madres yo me voy en ese camión, porque ese pinche olor te quedará en tu memoria para toda la vida”, “vete tú si quieres, yo me voy caminando a México, aunque llegue pasado mañana”, Betancourt que era un muchacho educado se solidarizó conmigo y le dio las gracias al camionero, éste respondió con una sonora mentada de madre y nos dijo “pinches delicados ojetes”, seguimos caminando y yo le trataba de explicar a Mario que la memoria olfativa es la más aguda de nuestros sentidos, y que se te queda en el recuerdo para toda la vida … Para nuestra buena suerte un camión de pasajeros que venía de Veracruz retrasado se paró en el camino y nos recogió, nos cobró un poquito más de la mitad y sólo nos pidió que nos hiciéramos tarugos si alguien nos pedía los boletos, cosa que no sucedió, Llegamos a tiempo para alcanzar el Metro y llegar sanos y salvos a nuestras casas … -- 0 - … Ésa fue la última vez que toreó Mario Betancourt, estaba anunciado para torear una novillada de la Alianza de Don Fermín Rivera, y pese a que éramos casi inseparables, previo a la novillada no nos vimos, pensé por un momento que se estaba tapando para no llevarme de banderola, pero al menos le quería servir como mozo de espadas, así que fui a su casa un día antes del festejo para irle ayudando a preparar sus cosas, pero cuando lo ví me dijo que no iba a torear, que había pisado un clavo oxidado de una puerta del sótano que había quitado, y que se le había infectado y que no podía caminar … y menos torear. Así se fue de los toros mi amigo. Siempre pensé y lo recuerdo con pesar, que a veces es muy extraña la forma en que respondemos a un reto, la jinda tiene mil manera de manifestarse y también existen mil maneras de responder a ella … -- 0 - Me fui alejando poco a poco del “Claro” de Chapultepec, y empecé a entrenar en el “Hoyo”, a hacer nuevos amigos, una muchacha muy bonita, que quería ser torera, Susana Domínguez, me pasaba buenos tips de donde se iban a dar festejos, ella me avisó de que iba a echar seis vacas de Coaxamalucan en un pueblo cerquita de la referida ganadería. Pasé al Mercado de Becerra y le pido prestado unos pesos a mi amigo Chucho “El Ciego”, para ir a ese pueblo, después me encuentro en la calle a otro amigo Memo Ruiz un muchachillo muy vago que quería ser torero, y me lo llevó de a grapas, para que me ayudara a cuidar los avíos, la mera verdad es que no me gustaba andar solo. Tomé mi lío con capote y muleta y me llevé unos cuantos libros de toros, para ver si los podía vender en el pueblo, pues apenas llevaba lo justo para ir, la venida la tenía que conseguir en el pueblo. Me llevé entre mis libros el A B C del Toreo de don Enrique Guerrero, y cuando íbamos en el camión me tocó sentarme junto a una muchacha muy bonita, no tardé mucho en hacerle plática y casi para llegar a Apizaco nos dimos un par de besitos, … no sin antes venderle un libro de toros. Llegamos a Apizaco y tomamos un camioncito que nos dejó en el camino de terracería hacia la ganadería, ni siquiera sabía dónde quedaba el pueblito donde iban a echar las vacas, sólo quería llegar a la ganadería. En el camino nos encontramos con un carro, el cual llevaba a bordo al “Gallo Viejo” a Don Felipe González, el “Amo” de Coaxamalucan, éste nos preguntó qué a dónde íbamos y le dijimos que a un pueblito donde iban a echar unas vacas: -“¡ah, contestó, es donde el Caporal va a llevar unas vacas!” Y nos dio las señas hacia dónde di-


rigirnos y cortar camino. Esa plática la aproveché para pedirle al “Amo” que me hiciera el avío y que me comprara unos libros, porque yo necesitaba el dinero para regresarme. Y neta, pero soy buen vendedor, le vendí un par de libros del A B C del Toreo. De esta manera aseguré el viaje de retache, la jama y me quedó para pagar lo que me habían prestado. Llegamos a la plaza de trancas, fui con el organizador y le pedí una lana para torear, a lo que se negó diciendo que las vacas y los toreros los ponía el Caporal y que a éste ya le habían pagado por el “paquete”. No tardó mucho en llegar el Caporal con su equipo de toreros y vacas. Me subí a lo alto del camión para ver las vacas, un escalofrío recorrió mi cuerpo al ver que estaban muy grandes, muy cornalonas y astifinas. -“Si me pasa algo, me llevas a México”, le rogué a Memo Ruiz, pues a ese escalofrío que sentí, se le sumó un extraño presentimiento. Sin el compromiso de estar contratado, ese día decidí “entrarle” solo a la vaca buena … sólo que las vacas salieron con tanto poder y bravura, que ni parecían hembras, embestían como auténticos novillos, con una fuerza que parecía se duplicaba por el tamañito del redondel. Las vacas salieron buenas, pero yo no me confiaba y no me quedaba quieto. Los toreros del caporal eran unos muchachillos muy jóvenes, muy habilidosos y quizá hasta ratonerillos, se las sabían de todas, todas. Yo francamente no me hallaba y esto me angustiaba, porque sentirle miedo al miedo es algo que alguien que quiere ser torero no debe sentir. Aún con toda su habilidad, los toreros del Caporal resultaron revolcados, lo que aumentaba más mi temor, me sentía de malas por querer y no poder. De repente un borracho (éstos nunca faltan) se baja al ruedo, le arrebata el capote a uno de los toreros, está totalmente atravesado y la vaca le embiste con tanta bravura y fuerza que lo estrella literalmente contra las tablas, la vaca clava los dos puñales contra un tablón, el borracho queda prensado entre el testuz y las tablas y queda desmayado, la vaca no puede desclavar los cuernos de la madera, mueve ésta, y todos los que están arriba, aterrorizados caen al ruedo, la vaca logra al fin desprenderse, pero la funda de uno de sus cuernos se le desprende, la del lado izquierdo queda clavada en la tabla… la vaca rebrinca y muge feamente del dolor, es una escena de espanto, muleta en la mano izquierda empiezo a torear a la vaca por naturales, pensando que el trancazo le había restado poder y aprovechar “que no tenía cuerno de ese lado” que pudiera herirme, le pegó como veinte naturales seguidos en los mismos medios, y enseguida, por el pitón que tenía completo, le doy otras dos tandas de derechazos, en éstos me confié por completo, me abandoné y toreé muy bien, muy quieto y erguido, los otros toreros querían quitarme a la vaca, pero le dejaba la muleta en la mera cara, que era imposible que hiciera caso de los otros … Un reatazo en mi espalda acabó con mi faena de muleta, a mentadas, groserías y reatazos el Caporal me quitó la vaca, estaba muy enojado por el daño que se había hecho la vaca, cuando al fin consiguió lazarla de los cuernos, sus toreros le echaron montón y casi cargándola la subieran al camión… por si las moscas, me salí aprisa del pequeño ruedo y echando a correr con Memo Ruiz nos fuimos alejando con los avíos sin desarmar, a todo lo que daban nuestros pulmones… Así fue la última vez, que toreé –cuando quería ser torero-, en los pueblos de Apizaco, me faltaba una tarde, la última, la definitiva, en tierras tlaxcaltecas, pero no fue en un pueblo, fue en una ganadería ...


Mi última tarde en tierras tlaxcaltecas El matador ecuatoriano Bolívar Vasco organizó una serie de vacadas en la Plaza de toros “La Taurina” de Huamantla, Tlaxcala, en los meses de abril y mayo de 1980, en la primera vacada se sortearon los primeros seis puestos y desafortunadamente no salí sorteado, no toreé, y en el colmo ni siquiera bregué, ni puse banderillas. Bolívar que me conocía, porque me veía en el Claro de Chapultepec, me aconsejó que para el próximo festejo me llevara mi traje corto, avíos y estoque de matar, por si fallaba uno de los toreros de fuera, y me aseguraba que al menos pondría banderillas, pero me recalcó que era necesario que me vistiera de traje corto, y ya en confianza y en cortito nos invitó a jamar a un grupito de toreros, muy la calladita. Así fue como llegamos de gorrones a una boda celebrada cerca de la plaza. A una jama nunca se le dice no, y a un pulquito menos. Comimos molito y barbacoa acompañados de unos vasos de carablanca, ahí nos encontramos a “EL PANA” echándose unos hidalgos (“chingue a su madre el que deje algo”) con los señores de la casa, y al decir señores, me refiero con todos los hombres que estaban dentro de la casa, quienes querían brindar y echarse un hidalgo con el matador, en cada libación “EL PANA” se limpiaba la comisura de la boca con el dorso de la mano, y aventaba el líquido para hacer “el alacrán” en el piso, signo de que el pulque estaba en su punto de madurez. Por extraña coincidencia ese día “EL PANA” invitó a la boda a una señora y a su hija que eran nuestras amigas comunes, y éstas desesperadas por la forma en que “EL PANA” estaba “bordando” al pulque, se salieron de la casa molestas y tomándome como recadero me mandaban decirle a “EL PANA” “que no fuera irresponsable, que él las había traído y que él tenía que regresarlas”; yo le daba el recado a “EL PANA” y éste me respondía diciéndome “que se fueran a chingar a su madre”; por supuesto que yo no le podía decir esta respuesta a nuestras amigas, entonces la señora que estaba muy nerviosa porque le daba miedo manejar en carretera nos preguntó a mi menda y a Sergio Priego, que si sabíamos manejar, le contestamos que no, y muy decidida y enojada la Señora entró de nuevo a la casa y sacó a “EL PANA” exigiéndole que las regresara a México. Nos colamos en el cartel y aprovechamos el carro para regresarnos a México, visiblemente beodo y enojado “EL PANA” con las mandíbulas muy apretadas manejó el carro para regresar a la Señora, a su hija y a un par de colados a México. No hizo ningún comentario en el camino, no pronunció –créanmelo- una sola palabra. Manejó muy bien tengo que decirlo, y no sentí ningún temor en la carretera, sólo cuando nos metimos en el Viaducto Miguel Alemán sentí ñañaras, porque recién la ingeniería mexicana con una brocha y un bote de pintura había construido un tercer carril en esta vía, y pasar tan cerca de los demás coches me daba temor, porque “EL PANA” permanecía con la mirada siempre puesta al frente, ni siquiera espejeaba. - 0 Durante la semana siguiente me preparé como si fuera a torear, conseguí prestado un traje corto y Sergio Priego aceptó acompañarme, quedamos de vernos el domingo por la mañana,


no recuerdo el día, pero era un domingo del mes de mayo de 1980, y no lo recuerdo, porque quizá sea mi propósito olvidar ese día. Sergio siempre tan habilidoso convenció a su amigo David Cruz, quien después se convirtió en mi amigo entrañable, para que nos llevara en un coche muy grande y lujoso a Huamantla, y hacia allá supuestamente íbamos. Era tan temprano que David Cruz decidió en el camino que primero pasáramos a una granja de huevos a saludar al dueño de la misma, y ligar cuando menos un desayuno de huevos revueltos, lo que así sucedió. Después del almuerzo y como todavía era temprano - aún no daban las doce-, el dueño de la granja nos invitó a que visitáramos a un ganadero amigo suyo, y tomando la ruta del toro que quedaba cerca de la granja de huevos, llegamos muy rápido a la ganadería, que no era otra que la de OLIVARES, la de Don Jaime Rodríguez, la cual ya conocía muy bien, la primera ocasión que la visité fue el día en que embarcamos unas vacas, para un pueblo que ya ni me acuerdo, cuyo ruedo era muy chiquito, y sobre una hilera de magueyes se les pusieran atravesadas unas vigas. Aquella ocasión le rogué al ganadero que nos echara unas vacas no tan altas “porque podían saltarse y salirse del ruedo”, a lo que no accedió, … bueno al menos lo intenté aquel día, que nos echaran unas vaquillas chicas, ahora recuerdo con una sonrisa. Me hice amigo del hijo y de un sobrino del ganadero y fuimos muchas veces mis hermanos y primos nada más a pasear a caballo entre los potreros y a caminar alrededor de la laguna que se encuentra cerca. Las vacas de Olivares o del Paraíso, eran conocidas en toda Tlaxcala porque eran las que más se toreaban en los pueblos de allá, ya que su alquiler era muy barato, y el flete también, por la cercanía con Apizaco. Llegamos a la ganadería a la mera hora de una fiesta campestre, sobre el pasto se colocaron varias cazuelas con alimentos y las típicas tortillas, lástima que ya íbamos jamados, porque sino, nos hubiéramos pegado un arrimón de miedo …algunas personas se hallaban sentadas sobre la tapia del tentadero, y unos jóvenes toreaban a una becerra en el ruedo del mismo: reconocí a uno de ellos, que era de Tlalnepantla y estudiaba en la Prepa 4, a él le pedí que me diera “las tres”, a lo accedió de buena gana, y como la becerra no estaba demasiado toreada, le pude ligar unos naturales y le “robé” algunos derechazos, con la otra becerra me sentí más a gusto, aún se les notaba “el azul” con las que se curaban las heridas de los puyacitos de tienta, pude desengañarla y así pudieron torear más relajados los de la fiesta, francamente jugué con las dos becerras, me sentía “sobrado”, traía buena condición física y la verdad que disfruté la fiesta, que era como un entrenamiento o preparativo, para la vacada de la tarde en Huamantla. Me salí del tentadero, para decirles a los muchachos que ya nos fuéramos, yo no me había dado cuenta pero me habían estado observando el Matador de Toros Paquito Ortiz, Ángel Procuna, hermano del “Berrendito de San Juan” y Abraham Ortega, y el ganadero, Áquellos intercedieron por mí ante el ganadero, y le pedían a Don Jaime, que “me echara unas vacas”, todavía repican en mis oídos las palabras de éstos, pidiéndole al ganadero que me soltara unas vacas: “… que no ves que quiere ser torero …” Ese pedimento para que me echaran unas vacas, lo sentí francamente “como un premio”, cosa que me halagó, pero no pensé –como después lo hice, y que aún lo sigo haciendo-,


que ellos querían “probarme”, “calarme”, ver si tenía valor, conocimientos y arte para funcionar en los toros … simplemente como lo hice en mis comienzos, me dejaba llevar … No fuimos a los potreros a escoger las vacas, éstas estaban tan cerca porque no se tardaron los vaqueros acompañados del hijo y del sobrino del ganadero en traerlas, trajeron como unas veinte vacas, de las cuales apartaron como seis. Y que me entorilan no una, sino cuatro vacas, que digo vacas, ¡¡vacotas!!, con más de trescientos kilos, más de seis años, y con unos cuernos así de grandes (hago señas figurando el largo de los cuernos, del tamaño del largo de mis brazos). Al verlas ya entoriladas se me secó la boca, quise sugerir el orden de salida y no me hicieron caso, por lo que me entró una especie de ansiedad y me fui corriendo a acomodarme en un burladero, para enseguida empezar a disfrutar mi miedo, …”iba a torear cuatro vacas para mí solito, sólo le daría las tres a Sergio, si es que se atrevía y a David si se atrevía también”, pensaba para mis asentros. Cuando estábamos solos, nada más mi capote y mi miedo en un burladero, era cuando más sentía lo que quería ser en la vida: torero.

-¡¡VENGA!! ¡¡que salga!! ¡¡vamo´a ver!!

… y salió paso a paso, sin prisas, una vaca enorme, preciosa de lámina, de pinta berrenda albardada, muy paliabierta, en puntas, vuelta de pitones, había más de un metro entre las puntas de los cuernos, y así lentamente se emplazó en los medios de la plaza de tientas. -“ya valió madres” pensé, “esta pinche vaca está muy toreada, la jija ya se acordó!! Decir que la vaca “ya se acordó” es reconocer que los animales tienen una primitiva inteligencia y memoria, ya no es sólo el instinto, es cómo si los animales razonaran, por eso no hay que darles tiempo de “pensar”, y menos de recordar. Rápido me voy hacia la vaca, pero al ver el capote se espanta, da la vuelta y empieza a dar vueltas casi pegada a la pared del tentadero, buscando la salida. Iba tan pegada a la pared, que me coloqué afuera de la tronera del burladero, para aprovechar el viaje y darle un capotazo, pero al ver el capote la vaca se abría; en cada vuelta, yo me salía un poco de las tablas, y la citaba, pero hacía caso omiso del capote: ¡¡PUERTA!! grité, ordenando que la vaca regresara al campo. - ¡inténtale con la muleta!, alguna voz sugirió, y haciendo caso de esto, tomé la muleta y me enhilé con la vaca, con la pared del tentadero a mi espalda, y ahí voy de baboso a tratar de sacarle un muletazo, cuando ni siquiera había tomado un solo capotazo. (sin querer salió en verso). Al citarla y alegrarla con la voz, un vendaval de furia se me viene encima, una transformación se operó en la vaca, ese paso cansino desapareció, me pegaba unas embestidas tan rápidas volviéndose muy en corto, que no me dio tiempo de pensar, solo me quitaba las embestidas caminando hacia atrás, no podía ganarle las costillas, y así se puede decir que me fue empujando al otro extremo del ruedo con embestidas descompuestas, volviéndose en dos patas, se me ima-


ginaba que en cada embestida, la vaca se sentía segura de cogerme y embestía con más fuerza, toda mi habilidad parecía servirme de poco, en un instante y cuando parecía inminente la cogida, estiré mucho el brazo y como dándole un pase de pecho, le aviento la muleta lejos, en el último tiempo de la suerte, la vaca sigue la muleta, y ese momento lo aproveché para correr y meterme en el burladero, pero la vaca alcanzó a verme y como una flecha me persiguió, yo dentro del burladero me agaché para que no me viera, pero la vaca ciega de furia, le pega cornadas y cabezazos al burladero y ¡¡lo destroza!! … Agachado me escabullí desde el burladero desaparecido, y con una velocidad y agilidad felina, corrí como veinte metros y pegué tremendo brinco para alcanzar la orilla de la tapia, me cogí de la rama de un árbol que asomaba al tentadero y me puse a salvo en lo alto de la pared. De repente oigo como un trueno, escucho una sonora carcajada de toda la gente, miro a la gente riendo y me entra un enojo que se me sube a la cabeza y ciega mi entendimiento, muy encabronado, salté al ruedo, corro a recoger mi muleta, y de pronto me encuentro cara a cara con la vaca, estoy todo atravesado, intento rectificar mi posición, pretendo engañar a la vaca y sacármela por el lado izquierdo, ésta me tira un gañafonazo, apenas si logro esquivarlo, pero con la punta del cuerno izquierdo me roza el pecho, y me causa un gran rasguño, pero me hace trastabillar, me empuja con el testuz y me voy hacia atrás, de espalda rebotó contra la pared del tentadero, pero el golpe es tan fuerte que me voy de bruces hacia adelante, la vaca me aprieta contra la pared, trato de zafarme, cuando de repente aterrorizado observó como mi brazo izquierdo queda ensartado entre el cuerno izquierdo y la pared, … voy cayendo, pero no dejó de ver como el cuerno lentamente va penetrando en mi carne, estoy cogido por el antebrazo, todo mi cuerpo cae, me parece como si me estuvieran clavando en la pared, una raya de sangre cruza la misma, parece la rúbrica de algo monstruoso … Cuando la vaca soltó mi brazo, me ruedo hacia las patas de la misma, nadie llega al quite, no sé cuantos minutos permanecí entre las patas de la vaca, quizá fueron diez o doce, … el pánico, la máxima escala del miedo, se apoderó de mí. No me da vergüenza confesarlo porque es la puritita verdad, empecé a gritar de miedo, era la primera vez que sentía que un animal me podía matar, y ante esa posibilidad mis gritos eran de pánico, ya no era el miedo que se saborea, sino el que se escupe con las palabras más soeces:

-¡¡SERGIO, de la cola, agárrala de la cola!!

-¡¡PENDEJO, aviéntale el capote a la cabeza!! ……-¡¡LOS CUERNOS, agárrala de los cuernos!!

…No me acuerdo que más gritaba al pinche cobarde del Priego, quien nunca se distinguió por su valor es verdad, sino por su vagancia y buena afición. La maldita vaca me pisaba, sentía como quería morderme, lo ancho de su encornadura, parece mentira, era una ventaja para que no pudiera herirme en el piso; abajo yo pataleaba, me rodaba, no me estaba quieto, trataba de librar la cabeza, en un momento estando yo de espalda al piso, boca arriba, me abrazo del cuello


de la vaca, mis manos resbalan pero logré asirme de la cepa de los cuernos, la vaca tira una cornada hacia arriba que me pone de rodillas, y así de rodillas empiezo a alejarme, y cuando pude incorporarme empiezo de nuevo a correr … …Mientras yo luchaba por mi vida, los caporales habían abierto las puertas del campo, y al ver el campo, la vaca me deja, se va a su querencia, yo instintivamente, sin ver corrí en sentido contrario, me llevé mi mano derecha hacia mi brazo izquierdo, encojo éste y hago presión para contener la hemorragia, haciéndome bolita, encorvado, me salgo del tentadero, estoy llorando, bañado en lágrimas y un dolor muy grande siento en el brazo izquierdo, un dolor agudo, como el de haber tenido por horas mi brazo en una barra de hielo. Otra vez el pánico se apodera de mí, me encuentro en un shock nervioso: de repente una voz fuerte, autoritaria me calma de madrazo: -¡¡pinche torero puto, por un pinche puntazo estás llorando!! ¡¡si hubieras visto las cornadas de nuestro tiempo, cabrón …!! …. Era Ángel Procuna, el hermano de Luis, gran figura del toreo, el que me estaba injuriando, pero sus palabras lejos de herirme, me sacudieron por completo, logró contener mi llanto y calmarme un poco. -“¡¡a ver, déjanos ver el “puntazo!!” Los rostros angustiados de Paquito Ortiz, Ángel Procuna y Abraham Ortega, y la cara apenada del ganadero Don Jaime Rodríguez, taladraban con la mirada mi herida: -“Es un pinche “puntazo”, “de todos modos hay que llevarlo al Doctor, no vaya a ser la de malas”. Temeroso quité mi mano derecha que se hallaba sobre la herida, la hemorragia había parado y veo en mi antebrazo un orificio pequeño de seis a ocho centímetros de diámetro, con los bordes muy irregulares, sangrantes. Lo único bueno para mí, fue el hecho de que la hemorragia no fue profusa, con mi mano derecha, haciendo presión pude contener la misma. Me llevaron todos al Doctor, había una clínica rural en Atlangatepec, y llegamos muy rápido, esa “clínica” que más bien parecía un consultorio por lo pequeñita, solo era atendida por una enfermera, yo había leído el libro de “Traumatología Taurina” del Doctor Xavier Campos Licastro, y asistido a conferencias de éste, y creía saber lo que debía hacerse en los traumas por asta de toro y le recomendé a la enfermera que se pusiera unos guantes y que metiera el dedo índice en el orificio de la herida para “explorar la herida”, ver qué dirección había tomado el cuerno, y hasta donde había llegado, buscar las trayectorias, se lo supliqué a la enfermera que procediera como se lo estaba indicando, pero ésta ignorándome por completo, con unas largas pinzas “levantó” los bordes de la herida, y luego metió las pinzas en la misma, y dijo sentenciosamente: “es de cirugía mayor, hay que operarlo”, “aquí no se puede eso, no hay personal, ni quirófano, ni instrumentos, llévenselo a la Cruz Roja de Apizaco”. -“póngale siquiera una inyección para calmarle el dolor”, pidió alguien del grupo que me acompañaba, y la enfermera utilizó una aguja, que yo creo era pura agua esterilizada, que ni me pinchó, ni entró, se regó la solución de la jeringa, y no me calmó el dolor, ni nada, alguien del grupo le deslizó unos billetes a la enfermera y salimos de la clínica.


-“ni modo, hay que llevarlo a Apizaco, a la Cruz Roja de allá”, David y Sergio me llevaron a Apizaco”. -“Cómo cambian las cosas”, pensé. Fui atendido de inmediato en la Cruz Roja por un Médico de guardia y dos pasantes de medicina, quienes sin quitarme la ropa sucia, ensangrentada y entierrada, nada más los tenis, me tendieron boca abajo sobre la mesa de operaciones, con el brazo izquierdo extendido y volteado, me prepararon para la operación, me lavaron con abundante agua y con jabón supuestamente antiséptico, con tanta agua que mi pantalón de mezclilla y mi playera blanca se tiñeron de rojo, intentaron bloquearme, enterrándome una agujota en la axila izquierda, para quedar indolora la zona de la herida, pero no me hizo efecto el bloqueo, por esta razón me pusieron anestesia local en el antebrazo, y sólo sentí como si se estuviera inflando un globo. El Médico Cirujano empezó a operarme, impartiendo a la vez cátedra a los dos pasantes, sus alumnos: -“en este momento quitamos piel y tejido necrosados…” -“…eso que vemos es la aponeurosis, una membrana que cubre el músculo…” -“…como pueden ver, se puede apreciar el cúbito y el radio, fíjense bien…” -¡¡aaayyy, me duele!! -¡qué te va doler, si estás anestesiado! -¡me están jalando los dedos! -¿a ver, cuál dedo te estoy jalando? -el meñique, el dedo chiquito, contesté. -“No, pues sí, te estamos suturando los tendones que van hacia los dedos, aguántate un poco, orita te ponemos más anestesia” Alcancé a ver en la puerta entreabierta del quirófano a Sergio Priego, “este cabrón miedoso” se cuela en todas partes pensé, y enseguida hice un repaso mental de lo que había escuchado y entendido: “…tendones, músculo, piel, ¿cuántos destrozos habrá causado el pitón ? …Y sólo pensar en esto, era una idea que me angustiaba ... -“¡¡LISTO!! ¡me quedó una obra de arte!, con el tiempo sólo te va a quedar una rayita, tu cicatriz, ni se va a notar.” Eso dijo el médico cirujano al finalizar su intervención quirúrgica. Me quedé hospitalizado lo que quedaba del domingo, y parte del lunes, jamás lo hubiera hecho, es una de las cosas de las que me arrepiento, lleno de asco me tendieron sobre una cama manchada de sangre, boca arriba, con los brazos extendidos, en el derecho me pasaban suero y antibióticos, y en el izquierdo alcanzaba a ver como a través del tubo de canalización, un pedazo de plástico flexible, salía un líquido sanguinolento drenando la herida, lo que me causaba una


mezcla de espanto y repugnancia. Pasada la media noche ese sitio se convirtió en un aquelarre, gritos, mentadas, llanto, carreras, … acababan de llegar varios atropellados por la máquina del tren, todos se murieron o quizás llegaron muertos, se hablaba de decapitados, mutilados, y yo nada más trataba de cerrar los ojos, pero la luz me lo impedía, quería salir corriendo, pero no podía moverme; no tenía fuerzas, ni la voluntad para pararme … simplemente me estaba abandonando. A mi lado Sergio Priego, se había quedado dormido en el piso, no despertó para nada, “después de todo, es buen amigo este cabrón miedoso”, pensé. Y seguí pensando en mi familia, en mis padres, y hermanos, ninguno de ellos sabía dónde estaba y que me había pasado, y a pesar de no estar solo, otra cornada iba penetrando lentamente en mi mente: … la de la soledad. El lunes por la mañana Sergio trajo una jarra de atole y vasos, acompañados de dos conchas blancas: -“ya ligué el desayuno gachó, le dí coba a una Señora, le dije que un torero estaba herido y me preparó esta jama”. Eso sí, hay que reconocerlo Sergio era muy bueno para dar coba, en eso, más valiente que ninguno. Acabando de desayunar le dije a Sergio que debía entregar la jarra y los vasos y le rogaba que de mi parte le diera las gracias a la Señora, que sí podía, yo personalmente le daría las gracias, y que sino, una oración rezaría por ella: -“Nel, ahí que se queden …” -“Ni madres, tienes que regresarlas”, y a regañadientes Sergio fue a entregar los trastes a la Señora. Por la tarde David Cruz quien se había regresado a México el mismo domingo, regresó por nosotros y acompañado por el dueño de la granja de huevos, entre los dos pagaron los gastos de operación y hospitalarios y nos regresamos a la Ciudad. En Río Frío, parece paradoja, empecé con calentura y un Pascual Boing de fresa me cayó muy bien, calmando mi sed. Me sentía muy adolorido de todo el cuerpo, no nada más del brazo, no había parte de mi ser que no me doliera, pero me sentía muy triste, una tristeza que jamás había sentido ... La alternativa Fue otra guerra la que tuvo que pelear “EL PANA” para tomar su alternativa, habiendo sido el triunfador indiscutible de la temporada de novilladas, y por su edad, parecía lógico y hasta necesario que tomara la alternativa, aunque no estuviera lo suficientemente preparado y “toreado” para tan trascendental evento, aún así se imponía, y se logró que la recibiera en la misma Plaza México.

“EL PANA” recibiría la alternativa en la Temporada 1979 en la Plaza México, pero las


figuras no querían alternar con él, y por obvias razones se retrasaba a propósito tan trascendental evento. El año anterior había tomado la alternativa también en la Plaza México el diestro hidalguense Jorge Gutiérrez y apuntaba para figura, Cruz Flores había confirmado ese año también, y se esperaban grandes cosas de él. Esa misma temporada de 1979 confirmaron su alternativa en las primeras fechas, con todos los honores David Silveti y Miguel Espinosa “Armillita”, el panorama era muy prometedor, y aires de renovación se sentían en el ambiente. Esa temporada de 1979 fue histórica para la Plaza México: Cruz Flores indultaba al toro “Simpatías de Reyes Huerta, pero solamente le dieron dos orejas; Manolo Martínez apretado por los toreros jóvenes salió a defender su sitio y se destapó con cuatro orejas en una sola tarde, inmortalizando a “Gotita de Miel” y “Oro Negro” de la ganadería de Xajay, el Juez de plaza el Ing. Pedro López Anaya les negó los máximos trofeos, en un exigencia desorbitada para “defender” la jerarquía de la plaza, al final se quedaron en la memoria de los aficionados esas faenas, que insisto, eran de rabo, y al susodicho juez lo invitaron a que se fuera a descansar a su casa. Se anunció la alternativa de “EL PANA” en primera página del periódico “El Redondel”, anunciándose al diestro como un “TORERO DE LEYENDA”, era su primera tarde como matador de toros y ya era considerado ¡UN TORERO DE LEYENDA”. En esas condiciones cuesta arriba llegó “EL PANA” en la fecha 12 de la temporada a tomar la alternativa el día 18 de marzo de 1979, de manos de Mariano Ramos y de testigo Curro Leal, completando cartel el Caballero en Plaza Gastón Santos, quien abrió el festejo. La Plaza México se llenó ese día, pero la entrada, hay que decirlo, la hizo “EL PANA”. Ese día de la alternativa, “EL PANA” llegó por primera vez en calesa a la Plaza México, venía acompañado de su apoderado Guillermo Ramírez “El Tarolas”, quien ese día lucía un enorme sombrero texano, traje estilo texano, y corbatín de agujetas estilo texano, llevaban enormes bolsas de pan, bolillos y teleras las cuales venían arrojando por su paso hacia la Plaza: “PAN Y TOROS”. De pronto se inició una especie de “guerra de bolillos”, y eran tantos que parecía que una nube de pan estaba arriba de “EL PANA”, arreció la aventada de bolillos, pero ahora hacia los empleados de la Plaza, porque no permitieron que “EL PANA” entrara con su calesa a la plaza, motivo por el cual “EL PANA” tuvo que descender de la misma y caminar por el túnel hacia cuadrillas. Todo esto lo ví muy de cerca, porque en aquel entonces yo instalaba mi “puesto” de libros de toros en uno de los pilares de la entrada principal, donde está el relieve de Carlos Arruza, justo a un lado de la entrada para coches, y quitaba mi puesto minutos antes de empezar la corrida, y lo volvía a instalar al final de la corrida. El día de su alternativa “EL PANA” dio de que hablar por sus cosas extravagantes, salió con guantes blancos, al igual que su mozo de espadas Marino Ortega “El Tlaxcalita”, y al pedir agua, éste se la sirvió en lugar de botijo, de una enorme jarra dorada, de latón pulido, sirviéndosela a “EL PANA” en una enorme copa, un cáliz de metal brillante, era un “sacerdote” que iba a oficiar por vez primera, parecía ser el mensaje. Ese día “EL PANA” estuvo en términos generales


regular, era un público diferente, de cierto modo purista y hostil, no entendía y menos comprendía la tauromaquia de “EL PANA” y empezaron a chillarle, lo que en las novilladas le festejaban. A pesar de esto el público quedo sorprendido por la personalidad de este torero, como sea “EL PANA” logró que se hablara de él. “EL PANA” recibió la borla de matador de toros con el toro “Mexicano” de Campo Alegre, con el que estuvo voluntarioso y bien a secas, sin lograr el triunfo grande, lo mismo sucedió con su segundo, sin nada digno que comentar, salvo la pasión que empezaba a despertar en los tendidos, unos apoyaban al toricantano, y otros no estaban convencidos de la torería de este diestro, lo que no se discutía era la personalidad del mismo. Cuando regresó a la Plaza México, en su segunda tarde, sólo tuvo destellos de arte, que se vieron opacados y aún obscurecidos por una faena de rabo de Curro Leal a un toro de Santoyo, y por un toro vivo que el propio “PANA” no quiso despachar para armar la bronca, pretendió dar el mitin, y que se hablara más de él, que del triunfador de la tarde. Él solito, hay que admitirlo, se cortó la cabeza, al intentar irse por el camino fácil, el de las broncas al estilo de un Lorenzo Garza. Simplemente “EL PANA” no estaba preparado para la alternativa, tenía una prensa en contra y un público hostil, el de la temporada grande, que era muy diferente al público que asistía a las novilladas, aún así “EL PANA” causó asombro con sus suertes añejas con el capote, con su forma espectacular de poner banderillas, y con la muleta apuntaba solamente un estilo que sólo se fue definiendo con el transcurso del tiempo. Clarinero, uno de los cronistas que más apoyó la carrera de este torero, fue objetivo al considerar que “EL PANA” no se sabía defender de los toros, pues el novillo era otra cosa, y como una profecía dijo “que corre el riesgo de volver a la nada por sus recientes fracasos”. Ese no triunfar, fue como un tropiezo en la carrera de “EL PANA”, la Plaza México, la plaza que da y quita, la que generosamente le dio todo cuando “EL PANA” toreó en ella de novillero, ahora le quitaba todo lo logrado, apenas en su primer año como matador de toros … Una oportunidad de oro … para mí. Creo en el destino, presiento que Dios Padre ha escrito de antemano lo que uno tiene el deber de hacer en la vida, creo que Dios nos ha impuesto una misión, y lo que debe hacer uno es encontrarla; también creo en un principio de causalidad, todo hecho tiene una causa en algo, hay una relación de causa-efecto en nuestras vidas. La frase que dice que cada uno es el arquitecto de su propio destino, ¡bah¡ es pura poesía … El destino está regido por un mandato divino


y por las circunstancias. Ya lo dijo el célebre filósofo español José Ortega y Gasset: “yo soy yo y mis circunstancias”, y dentro de éstas, el destino es la principal circunstancia del ser humano, las demás, voluntarias e involuntarias forjan el carácter y personalidad del ser humano. Por esto cuando me pregunté ¿qué es una oportunidad? Empecé a reflexionar que es un acontecimiento en nuestras vidas que marca el rumbo de las mismas. Una oportunidad es la ocasión en que uno va a demostrar lo que sabe hacer, lo que uno va a ganar, un reconocimiento a nuestros méritos; la oportunidad es la ocasión para que surjan “otras oportunidades”. “Con astucia y reflexión, se aprovecha la ocasión”, es el consejo que se repite en la novela de “Astucia” de Luis Gonzaga Inclán. La oportunidad es también azar del destino, es cosa también de suerte, algo misterioso y profundo que de repente no alcanza uno a distinguir, por ello cuando quise ser torero yo simplemente me fui llevando a mi aire, viviendo al día, expectante de lo pudiera surgir. No alcanzaba a discernir, no razonaba, simplemente “embestía” a la menor provocación, como torito bravo … Siempre escuché el consejo que las oportunidades nunca deben desaprovecharse, que éstas son únicas. En materia taurina es más drástica esta sentencia, porque para aprovechar una oportunidad, hay que salirse a morir al ruedo … Se lo oí una vez a Curro Rivera: “en tu vida de torero, habrá cuando menos cinco ocasiones en que verdaderamente tienes que salir con la intención de morir en el ruedo …” Creo que Curro se refería a las Ventas de Madrid, la Maestranza de Sevilla, la Plaza México, pero …“... ¿en un pueblo vale la pena arriesgar la vida?”. ¿Acaso vale la pena salir a morirse en un pueblo olvidado, en un lugar que nadie conoce, o en una ganadería? No sé la respuesta, y quizá nunca la sepa, lo único que sé, es que sí sentí la presencia de la muerte en el ruedo de una ganadería … Después de la cornada no fui capaz de pedirle a los que pidieron que me echaran unas vacas para calarme, a que me echaran un novillo, no fui capaz de pedir la “revancha”, de pedir una “oportunidad” para que me vieran en todo mi potencial … y no reclamé esa “nueva” oportunidad por las circunstancias que enseguida voy a relatar. El día que llegué a mi casa herido y sucio, llegué a la mera hora de la comida, ví caras largas, de enojo en los rostros de mis padres, no se habían percatado que venía herido, y al


ofrecerme la comida, que era un guisado de albóndigas de cerdo, solamente les dije que no podía comer eso, y me subí de inmediato al tapanco a acostarme, a tratar de dormir. Ya en la noche bajé y le dije a mi Jefa que por favor fuera a comprarme, gasas, vendas y merthiolate blanco -le recalqué que blanco-, porque iba a hacerme una curación. Mi mamá me ayudó a quitarme las vendas, y al descubrir la herida, con un grito de espanto le gritó a mi papá que fuera a ver lo que me había pasado, mi papá brincó de la cama, y al ver las puntadotas de la herida me preguntó que me había sucedido: “es una cornada”, musité quedamente. Los primeros días francamente los pasé muy mal, la fiebre me subía y me bajaba, estuve sin salir de la casa más de una semana, como diez días, hasta que un día la fiebre sentí que había cedido, estaba empapado de sudor y así decidí salir a la calle, a tomar el fresco de la tarde, afuera de mi vecindad, empecé a patear la cortina de un negocio, como si pateara la pelota de futbol, en eso estaba cuando me salió al encuentro “La Puntillas”, una gachí que se creyó con derecho a reclamarme porque no la había visto en todos esos días: -“Ah chingá, esta pinche vieja cree que es formal el pedo de andar de novios”, pensé, y no escuchaba lo que me decía, y sólo para callarla y quitármela de encima le expliqué que había sido herido en una ganadería, que estaba herido, pero al contrario de mis intenciones, la gachí se encaprichó conmigo, tal vez porque a este tipo de mujeres les atraen los hombres cabrones. Yo no quería hablar con nadie, me sentía “roto”, incompleto, para colmo de males la herida se infectó gravemente, tuve que acudir con el Doctor Xavier Campos Licastro a su consultorio, en las calles de Medellín, yo conocía muy bien al Doctor porque era mi cliente, y además me daba sus libros a vender, me atendió gratuitamente y hasta me regalaba las medicinas, lo primero que hizo fue darme un antibiótico más fuerte, pero al cabo de dos días, después de que lo ví, decidió “reoperarme” porque mi brazo era un enorme balón por lo hinchado, la sutura exterior parecía que había roto la piel y que me iba a estallar el brazo, ahí en su consultorio sentado en una mesa de curaciones y auxiliado por su enfermera, me pidió que mirara hacia el lado derecho, que no fuera a mirar mi brazo. Desbridó la herida, sacó como un metro de sutura continua, y lo que originalmente estaba planeado que iba a ser “una rayita” se transformó en un tremendo boquete, me lavó con una solución, y enseguida me colocó unos inmensos vendoletes para apretarme el antebrazo, colocándome después unas vendas, recomendándome que usara una mascada para llevar el brazo en alto, que me esperaba al día siguiente temprano. Al otro día y los subsecuentes me hacía una limpieza hasta de dos veces al día, siempre con la misma recomendación, que mirara hacia el otro lado, que no fuera a mirar la herida … pero la curiosidad o el morbo, pudo más en mí, y en un descuido de médico y enfermera volteé a verme la herida: era un tremendo boquete, me cabía fácil el puño de mi mano, y se alcanzaban a ver un largo hueso ; …ver mi hueso, era como ver mi propia calavera, como estar viendo mi propia muerte …


Duré más de tres meses con la herida abierta, lo que al principio fueron dos curaciones diarias, se fueron reduciendo a una sola, en la tarde, ya no tenía miedo de mirar la herida, veía como el Doctor con unas grandes pinzas y con varias gasas, me tallaba prácticamente las paredes de la herida, todo lo realizaba sin anestesia, porque no sentía dolor en esa parte del brazo, y cuando de tanto tallar las paredes éstas empezaban a sangrar, paraba la curación, y me colocaba otra vez esos vendoletes gigantes, que me rodeaban todo el antebrazo, cuando comenzaba el sangrado sólo sentía un “sabroso” ardor, lo que yo interpretaba como signo de que me estaba curando. En tantos días de curaciones siempre le hacía al Doctor la misma pregunta, de que me había pasado, y siempre había como mil explicaciones para todo, “que si fue una trayectoria sin explorar, ni operar”; “que si la cornada fue más grande”; “que se contaminó la herida con la tierra y estiércol”; “que si el cuerno rayó e infectó los huesos”; “que si la sutura era muy gruesa; que si mi cuerpo había rechazado la sutura; que los antibióticos no habían funcionado .., en fin muchas causas. Esos sentimientos de tristeza, de soledad, de sentirme “roto”, incompleto, no lo sabía en aquel entonces, pero eran signos de una depresión, de un estado mental que agravaba mi estado físico, y a esos estados de ánimo se sumó una ira incontrolable, una violencia, por todo explotaba, en una ocasión le quise dar un coscorrón a mi hermana, no le atiné y mi mano se estrelló contra la pared, rompiéndome los huesitos de un dedo, y por pena, y por no ser encajoso no le avisé al Doctor Campos Licastro, hasta que una vez él me vio toda la mano derecha hinchada, ahí mismo, en su consultorio me sacó una placa radiográfica, donde claramente aparecían rotos y desplazados los huesos de la mano derecha, hubo necesidad de jalarme los dedos, para acomodar los huesos, lo que me produjo un gran dolor, y me colocó sobre la palma de la mano, un grueso alambre para anclarme con ligas los dedos, para que los huesitos soldaran. No es que me sintiera roto, me estaba rompiendo de verdad. Un primo mío le avisó a Laura, la que ahora es mi esposa, que estaba herido, se comunicó conmigo por teléfono y me invitó al cine, ya en el cine en son de broma me dijo “ahora sí, ni las manos vas a meter”, y ése fue uno de los días en que extrañamente mi espíritu estuvo tranquilo, necesitaba platicar con alguien, que alguien me escuchara, sólo que mis tarugadas me estaban metiendo en un laberinto del que parecía no salir. Con la herida abierta y la mano rota, andaba con un humor de los mil diablos, me peleaba con todo el mundo, hubo una ocasión en que encontraba comiendo, cuando un vecino vino a reclamar, lo corrí a gritos, y como no se iba me le fui encima cuchillo en mano, lo bueno para mí, y para el vecino fue que mi familia alcanzó a detenerme … Quería yo que alguien me escuchara, que entendiera que había sentido pánico y miedo a la muerte, que me sentía amargado y triste, que no me quería ir así de los toros, que quería estar


sano y hacer ejercicio, y por más que quería desahogarme, no podía … Mientras “La Puntillas” se iba apoderando de mi tiempo libre, y aun cuando siempre le invité un café o ir al cine para poder platicar a gusto, nunca aceptó, siempre fueron visitas al parque, pero una vez por una misteriosa razón fue ella la que me invitó al Cine, en un horario de la primera función, y en lugar de platicar … ¡se me durmió en el cine! De regreso, el misterio quedo aclarado, su cuñado invitó a la hermanita, y ésta para salir de la casa, simuló que iba con la hermana, cuando ví al cuñado, y debido a mi estado de ánimo, lo reté a golpes, porque le dije “a mi ningún pendejo me utiliza”, y así con la mano rota le solté un derechazo, que lo tumbó en el piso: -¡patéalo en la cara! me gritaban mis hermanos, que son unos auténticos cabrones, pero yo, le decía al tipo que se levantara, y cuando éste se paró casi noqueado, me abrazó y me pegó tremenda mordida en la tetilla izquierda, que incluso hasta me desgarró la playera que me habían regalado en Navidad, que fue lo que más me dolió. Cosa lógica se terminó el romance, pero como me habían visto con esa muchacha, le fueron con el chisme a Laura, y se acabó el romance también, me quedé como el perro de las dos tortas, sin una, ni la otra … Pero yo seguía anotando estupideces, aumentando el marcador de mis errores; un día estando en la calle, en las puertas de mi vecindad se acercó un tipejo a lanzar indirectas, a las cuales no le hacía caso, porque no sabía que iban dirigidas a mí, ese tipo empezó a andar con “La Puntillas” por puro despecho de ésta, y se jactaba de ello, pero eso yo no lo supe ese día, sino hasta días después. Yo no iba a pelearme por una gachí, -ése era el menor de mis problemas-, sino que simplemente no me sentía a gusto en ningún lado y menos en mi Calle de Becerra. El último semestre de mi carrera estaba por concluir y decidí estudiar en cuerpo y alma, aquellas fueron las únicas ocasiones en que me desvelé estudiando, acabé muy bien el semestre, aumenté mi promedio, pero desgraciadamente se acabaron las clases obligatorias, acabé mi carrera, así que de inmediato me puse a organizar mi tesis, hacer mi temario y ponerme a estudiar en serio. Asistía al seminario de Derecho Penal en las mañanas y en las tardes, decidí tomar de oyente clases que supuestamente me ayudarían en mi vida profesional, como Medicina Legal, Clínicas de Procesal Civil y Penal, de plano me pasaba todo el día en la Universidad, en las tardes iba al Instituto de Investigaciones Jurídicas situado en la Ex Torre de Ciencias, y muchas veces me quedaba sentado, solo, observando desde una pendiente a la Facultad de Medicina, con sus murales impresionantes, asistía a ver películas casi siempre extranjeras a diversas salas de cine dentro de la universidad, al taller Coreográfico de la UNAM; hubo una vez una coreografía con música de Janis Joplin, con puras gordas, ya pasaditas de edad para ser universitarias, ese día el auditorio olía a mota, y quedé con un dolor de cabeza terrible.


Ya la cornada había cerrado, y la fractura soldado, supuestamente estaba bien, ya había sido dado de alta y cuando quise hacer ejercicio sentí que toda mi sangre se me agolpaba en la herida, sentía incluso que mi brazo latía, podía ver incluso, como las venas del brazo izquierdo se hinchaban, esto me dio mucho miedo y no hice ningún tipo de ejercicio en casi siete meses, sin embargo, no subí nada de peso, por el contrario me hallaba muy flaco. Me avisaron que el Instituto Nacional de Ciencias Penales, ubicado en el centro de Tlalpan, tenía una gran biblioteca, que había mucha tranquilidad, y efectivamente había una gran biblioteca, mejor que la del Seminario de Derecho Penal, pero las revistas especializadas en Derecho Penitenciario la mejores estaban en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, entonces empezó a cambiar mi suerte, la encargada de prestar revistas y sacar copias fotostáticas en este Instituto, era también encargada de la Biblioteca del INACIPE, era bonita la muchacha y no me costó trabajo darle un poquito de coba, al fin que no había perdido la coquetería, pero más bien al ver que me dedicaba muchas horas al estudio, de ella salió que me llevaría las copias a la biblioteca, y ya entrada en confianza le pedí que me sacara copia de los libros, ya que durante mucho tiempo transcribí a mano, capítulos enteros con mi mano rota. Con esta ayuda, inapreciable, y de la cual no me cansó de dar gracias, avancé bastante en el desarrollo de mi tesis, ya tenía un plan muy bien definido, un temario muy específico, … pero no podía durar en ese plan todo el tiempo, me estaba matando estudiando, me gastaba todo mi parné en copias, en libros y pasajes, apenas si me alcanzaba, y una vez que sentí un hambre tremenda, una necesidad de comer que era imposible contenerla, me salí de la biblioteca del INACIPE más temprano, me fui caminando al restaurante Arroyo a comer, conocía más de veinte formas de comer … gratis, y pondría en funcionamiento una de ellas, acudí ese día a Arroyo, por verdadera hambre. Entré como siempre lo he hecho, por la Plaza de Toros “Antonio Velázquez”, por costumbre me asomé a los corrales, y en el toril de enchiquerar, sobre el pasillo ví a Roberto López “El Pelón”, chofer particular de Doña María Aguirre y hombre de todas las confianzas de Don Chucho Arroyo, estaba garrocha en mano tratando de separar una becerra de un hato, el cual tenía que meter al corral grande, viendo que estaba pasando apuros, bajé a ayudarle:

……-¿cuál becerra quieres entorilar?

Y señalándome con la mano me dijo “áquella”, - le pregunté si era una fiesta mexicana, me dijo que sí, y le sugerí que en vez de una, entorilara tres, por si no funcionaba la primera. Me bajé al toril de enchiquerar, un corral casi cuadrado de seis por seis metros aproximadamente, y con una mano tomaba la aldaba de la puerta para abrir el corral grande, y con la otra, palo en mano golpeaba levemente en el testuz a las becerras que se iban a entorilar, para que no se metieran al corral, una vez que las tres becerras estuvieron separadas de la manada, atravesé el toril a toda prisa y pegando un brinco, trepé por la escalera anclada a la pared, y con un movimiento rápido abrí la puerta corrediza, les hice ruidos con la voz, y pasaron al carril de los toriles, ya después fue muy fácil meter a cada becerra en un toril. No sé cuánto tiempo haya estado Roberto


tratando de entorilar, pero a mí no me llevó más que tres minutos entorilar a las tres becerras, antes lo había hecho infinidad de veces y tenía pericia en esas faenas. En un gesto que nunca se borrara de mi memoria y que permanece en el cofre de mis recuerdos y agradecimiento, Roberto me arrojó un manojo de llaves y me dijo textualmente: “Ten, tú te encargas de todo …”, “… yo me voy, tengo muchas cosas qué hacer, …” “ahí te dejo…” Un tanto sorprendido, empecé a probar las llaves en los candados y cerraduras, y siguiendo un orden que guardaba en mi memoria hice lo que se acostumbra, primero tener bien cerrada con llave la puerta que da al estacionamiento, segundo ir por capotes y muleta, una pelota y unas fichas gigantes de dominó, tercero, regar el ruedo, y cuarto, quitar el candado de la puerta de toriles. En unos cuantos minutos estaba ya preparado para echar las becerras al ruedo. Al llegar los invitados de la Fiesta Mexicana, les empecé a dar coba, a meterlos en la muleta y les dije que en su paquete estaba incluída la lidia de una becerra, por veinte minutos, pero que yo les iba a dar más tiempo, que les iba a enseñar lo elemental y aparte los iba auxiliar para que no hubiera lastimados y que en lugar de una, les iba a echar tres becerras, para que jugaran además dominó y futbol, … y claro está: les pedí una propina. Les organicé “el paseíllo”, les impartí una brevísima lección de toreo ya en el ruedo, y los acomodé en los burladeros, para dar suelta a la primera becerra, la cual bregué y le pegué un par de buenos capotazos, para que enseguida con orden torearan los invitados, en el colmo de la buena suerte la becerra salió muy buena y noble y se dejó correr la mano, torearon todos lo que quisieron, hasta señoritas se bajaron a torear para regocijo de la concurrencia, y al final me dí “las tres” con la muleta. Recogí capotes y muletas, para dar inicio al juego de dominó, a cuerpo limpio yo les echaba la becerra a los jugadores para darles un pequeño susto nada más, luego vino el futbol. Se divirtieron bastante y me gané a toda ley una jugosa propina de quinientos pesos, algo así como cinco mil de los de hoy. Después de la toreada vino la taquiza, y como es típico en Arroyo, buena y abundante jama. No me esperé a las carnitas y a la barbacoa, les hice un quite a los tacos de pollo en mole, al chicharrón en salsa verde, a los frijoles, acompañados de una bendita agua de horchata. Comí tan rico y sabroso que luego de eso me entró una enorme paz interior … Había cogido capote y muleta después de más de siete meses de no hacerlo y lo más importante: no sentí ningún tipo de rencor o resentimiento al toro, representado por tres bravas y nobles becerras, al contrario había disfrutado como nunca esos pases con el capote y la muleta, había vuelto a hacer ejercicio, había hecho un “numerito” que a la gente le gustaba mucho: cuan-


do ya iba a regresar a la becerra a los toriles, la llamaba a cuerpo limpio desde el tercio frente a la puerta de chiqueros, las becerras ya conocían el camino, y corriendo hacia la puerta me colgaba de la viga que atravesaba la puerta, y con las piernas toreaba a la becerra y les daba un pase por alto, para bajarme enseguida y cerrar la puerta. Me había reconciliado con el toro … y más con la vida, por primera vez en mucho tiempo, me sentía pleno, completo, sano, fuerte, e inmensamente feliz. Me fui a sentar en las gradas de la plaza a disfrutar los últimos rayos del sol de la tarde, me sentía en estado de gracia, sumamente satisfecho, .. cuando de repente veo cruzar un Ángel por el patio de la Plaza, hacia él me encaminó y le hago un ruego:

-“Don Chucho, quiero que me de trabajo en la Plaza”.

Su respuesta fue afirmativa, me pidió que hablara con Marcela Rojo, su gerente, y así tan sencillo como es él, empecé a trabajar en Arroyo, Fui a los corrales a darles de cenar a las becerras, les llené sus piletas de agua , … y me retiré a mi casa. El día siguiente ya no sería igual a los otros, estaba dispuesto a aprovechar esa oportunidad que Dios me brindaba y que me había llegado de la forma más extraña. Ese día tomé una decisión casi instintiva, pero que significó mucho para mí, ese día senté las bases más sólidas de mi futuro inmediato, iba a hacer lo que más me gustaba, torear y aparte me iban a pagar por eso. No descuidé mis estudios, me organicé mejor, y aparte iba a hacer mi primera plata, …de mi primer trabajo asalariado, … ni siquiera pregunté cuánto iba a ganar de sueldo, el verdadero parné estaba en la propina de un cliente satisfecho. ARROYO entraba por segunda ocasión a hacerme un quite en la vida, a enderezar mi camino y a ver mi porvenir, por eso estoy tan agradecido con este apellido, con su plaza, con toda su gente …

“EL PANA” TORERO SURREALISTA. “En el toreo todo es verdad y todo es mentira.” José Bergamín El Arte de Birlibirloque

Pareciera que la verdad y mentira coexisten en el toreo, que lo real y lo imaginario


también, pero … la realidad es todo aquello que percibimos a través de los sentidos, y confiando en nuestra mente decimos que es verdadero. Lo contrario, lo irreal, simplemente por no existir, pensamos que es falso, pero … en medio de esa realidad y supuesta falsedad existe el surrealismo, que es la existencia de algo que existe, pero que siendo ilógico pareciera que no debiera existir. En ese mundo surrealista, por debajo de la realidad, vivió RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA”. Pancho Flores, el célebre pintor taurino que defendió el toreo extravagante, poderoso con las muñecas, y algunas veces artístico de Manuel Benítez “El Cordobés”, y que inmortalizó a este último Califa de la Tauromaquia en infinidad de cuadros, reprobó el toreo de “EL PANA” en su tarde de alternativa, en su sección de “Apunta y Comenta” correspondiente al martes 20 de marzo de 1979, siguiendo la línea editorial, de ataque, del diario color sepia, pero aporta conceptos sumamente interesantes del quehacer taurino de “EL PANA” lo que demuestra sin lugar a dudas, que le llamó la atención la personalidad del torero a este gran pintor taurino. Dijo Pancho Flores: “Es tragicómica la controvertida situación de “El Pana”, este raro ser de la fiesta que, como la máscara dividida que simboliza lo frívolo y dramático del teatro, entremezcla el dolor de las cornadas, con la alegría de las carcajadas, que cuando son de burla también hacen daño. Su personalidad es al parecer tan imprecisa y confusa como su porvenir ante enemigos más difíciles que los de Campo Alegre.” Esa dualidad de la personalidad de “EL PANA” también es señalada por José Alameda, quien dijo de “EL PANA” que tiene “levadura” de torero popular, y en son de broma “confecciona” un cartel imposible, a los triunfadores de la temporada 1979, Manolo Martínez, “Curro” Leal y “El PANA”, quien sería el tercer espada con toros de San Mateo, dice Alameda: “Yo francamente pondría a “El Pana” aunque estoy seguro que no lo van a poner, pero lo digo no por panista ni por antipanista, sino porque veo que se siguen apasionando con él, pese a todo … Hay quienes lo defienden como si fuera un “mesías” y hay quienes lo atacan, hasta cuando no actúa, como si fuera el mismísimo diablo … ¡No se sabe quienes lo ayudan más!” “Las crónicas de lo amargo no quieren reconocerlo”, así se tituló una entrevista a “EL PANA”, publicada en Novedades, y esto es cierto, como lo ha sido a lo largo de toda la historia del toreo que se le han negado méritos al torero diferente, distinto, el que aparentemente se aparta de los cánones clásicos del toreo, al heterodoxo, aunque sea éste el que llene las plazas.


José Bergamín una de las mentes más claras, abiertas y brillantes en la literatura taurina, criticó intencionadamente el toreo de Juan Belmonte, para entronizar el toreo de Joselito “El Gallo”, aunque declare que sus intenciones al criticar el toreo de Juan “parezcan serle desfavorables”. El pensamiento de Bergamín evolucionó, al igual que fue evolucionando el toreo, al grado de que José Alameda, quien quiso polemizar con Bergamín, se arrepintiera, cambiara de opinión y habiéndose sido autoproclamado como belmontista, reconociera casi al final de su vida, en la figura de José al verdadero creador del toreo moderno. Como sea, y cualquiera que sea el partido que tomen los lectores, es una verdadera delicia leer a ambos, Bergamín me parece más profundo en sus ensayos, Alameda es más objetivo y analiza al mandón de cada época del toreo, con sus respectivos contemporáneos, porque la fiesta nunca ha sido de un solo torero. Bergamín insistió en un principio en la “influencia funesta de Belmonte para el entendimiento del toreo”, e incide en la pugna entre el toreo clásico y el castizo, la ortodoxia contra la heterodoxia, lo clásico contra lo romántico, la pugna entre el prevalecimiento entre la razón y el sentimiento, pero al final cede ante el toreo gitano, lleno de sentimiento y arte de un Rafael de Paula … Es curioso, pero –salvaguardando las debidas distancias en épocas, lugares y comparativos entre toreros, y sobre todo “escritores”-, las mismas críticas que hizo Bergamín a Belmonte, se pudieran aplicar a “EL PANA”: “la exageración no es intensidad, es caricatura, es fealdad”; “El imaginativo, el soñador sobran en la plaza”; “El peor truco en el toreo es la valentía”. Sin embargo Bergamín afirma posteriormente en la Música Callada del Toreo que “la emoción torera es mágica” y “que todo lo que es arte, juego, fiesta en el toreo pertenecen al mundo mágico de la emoción”. ……Y en ese mundo mágico, irreal de la emoción estuvo el toreo de “EL PANA”, su toreo exhumado de épocas pretéritas, tenían en las manos de “EL PANA” otro carácter, algo nunca


antes visto, su toreo tomado de viejas litografías, adornado con las luces de la inteligencia y la imaginación, le daban un aire nuevo a las suertes del toreo, por eso era un torero tan diferente, tan distinto, tan distinguido, que sólo habrá un “PANA”, sin siquiera tener “imitadores”, porque para realizar el toreo que hacía “EL PANA” se necesita de mucho corazón y mucha bragueta, pero sobre todo sentimiento, y éste se adquiere sólo cuando conoces de cerca al hambre, al frío y a la muerte. No comparto la idea expresada por el propio RODOLFO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ de que éste creó al “PANA”, las circunstancias de la vida formaron a un personaje ÚNICO, DIFERENTE e IRREPETIBLE, un torero tan diferente a lo que la afición taurina conoce, RODOLFO RODRÍGUEZ Y “EL PANA” son una sola personalidad, una sola entidad, aún fuera del ruedo, por la calle, en el campo, RODOLFO RODRÍGUEZ es torero, habla como torero, piensa como torero y actúa como torero, su formación fue ante los pitones de un animal y claro, no podía ser de otro modo, su filosofía de la vida es la del toro. El apodo de “EL PANA”, que es recuerdo de su oficio panadero, es también reflejo del alma del pueblo, que había encontrado en “EL PANA” a uno de los suyos, a un paladín de la justicia, a uno de “los olvidados” que había encontrado por fin la oportunidad de ser alguien en la vida. Decía Albert Einstein, la mente más privilegiada que jamás ha existido sobre el planeta, “que la imaginación es mejor que el conocimiento”, y sobre esta premisa labró “EL PANA” su toreo, su forma de sentir y de interpretar él mismo, hizo que las suertes antiguas parecieran nuevas, parecía ser un emisario del pasado, quiso incorporar nuevas formas, sin trastocar su esencia. Su inventiva para crear suertes del toreo, arabescos con el capote, pares de banderillas y suertes de muleta muy difíciles de ejecutar, exigen mucho valor en su realización. Era tal su imaginación, que no dejaba de entrenar en todo el día para inventar sus suertes. Algunas veces “EL PANA” creía y creaba una “coreografía” para sus actuaciones, lo que causaba y daba más combustible para sus adversarios, era como aquel poeta que iba buscando una forma que no encontraba su estilo, y no se sabía si era romántico o clásico, su trincherazo es el más claro ejemplo de esta exposición, pues lo ejecutaba de la manera más clásica posible, con una pureza insospechada en la que daba salida a todo su sentimiento, y enseguida se olvidaba de todo: “ahí queda eso”, parecía decir, … y era incapaz de volver a repetir ese pase, … era como el pintor, que ya no quiere dar una pincelada más a la pintura, pues siente que su cuadro ya está terminado, y que un pincelazo de más, un brillo o una sombra, puede arruinar su obra de arte. “EL PANA” reinventaba todo, hasta el saludo, no te daba el típico apretón de manos, te acariciaba la mano como si estuviera pegando un pase de trinchera, con todo y su remate imaginario a la oreja del toro. Del caló de los gitanos, pasó a “chamuyar”, hablar un caliche muy propio, intercalando mexicanismos e inventando palabras, era muy bueno poniéndole apodos a todo el mundo, lo que muchas veces le trajo problemas, pero la mayoría de las veces eran simpáticos sus motes, también acuño frases que son la expresión de una filosofía de vida, sus brindis tenían mucho de reflexión e imaginación, por eso calaban tan profundo.


Cuando se vestía de torero quería ser diferente, claro está que cuando empiezas te vistes con lo que puedes, pero era notorio que le gustaba una infinita gama de colores, pero bordados más que nada en plata o en azabache. Si “EL PANA” hubiera tenido parné, estoy seguro que hubiera diseñado y ordenado trajes que jamás nadie olvidaría. Su debut de novillero en la Plaza México, en la novillada de selección, fue el primer golpe de atención que dio, estando apostado en la boca del túnel de cuadrillas, con un puro en la boca y el capote de paseo suelto, sólo sostenido por delante, con la mano izquierda a la altura de la cintura “para que se apreciara la belleza del bordado”, -él había visto litografías antiguas, y así se disponía a hacer el paseíllo-, estando a punto de iniciarse el paseíllo llegó el entonces Inspector de Callejón Carlos Ruiz, y de un manotazo le tiró el puro de la boca, éste era el mismo personaje, que se creía el defensor de la ortodoxia y representante “de la liga de decencia” taurinas, que en otra novillada de selección, pero del año 1974 quería obligar a los toreros a cortarse el cabello, obligó a Jaime Rivero “El Húngaro” a esconderse su melena, debajo de la casaquilla, en esa ocasión el Húngaro, ya en el ruedo, se sacó su melena, se sacudió la misma y gritó: “olé los toreritos buenos”, y toreó con la melena de fuera, con el disgusto del inspector autoridad. El día de su debut de novillero “EL PANA” hizo el paseíllo sin su puro, al arrancar a hacer el mismo arrastró la pierna izquierda hacia adelante, muy adelante, inclinando el cuerpo al frente, enseguida de una manera muy lenta llevó la pierna derecha un poquito más adelante, y arrastrando los pies, con la punta de los mismos apuntando hacia dentro, empezó a caminar muy lento, muy despacio, se notaba a leguas que estaba disfrutando el paseíllo, su primer paseo, como espada de cartel, al llegar al centro del ruedo, se paró en seco, y dejó detenido a todo el desfile, toda la gente que venía detrás de los matadores, se quedó inmóvil, sin avanzar, los demás alternantes, un tanto desconcertados, continuaron el paseíllo; “EL PANA” parado en el centro del ruedo, movió un poco el torso e ladeó la cabeza hacia atrás, miró hacia atrás a su derecha, pasó revista a la tropa, pues a la manera de los espadas antiguos, él se consideraba “un capitán de cuadrilla”, así se anunciaban a los lidiadores antaño, y continuó avanzando, lento, muy despacio, hasta concluir ese paseíllo que parecía eterno. Ese día, el del debut, “EL PANA” salió a jugarse la vida, y ésta no es sólo una expresión metafórica, sino una realidad, salió dispuesto a dejar la vida en el ruedo: inició con el capote con largas afaroladas de rodillas, con las banderillas, dueño de unas cualidades excepcionales, citaba al novillo de frente, cuando éste se arrancaba, le daba el perfil al toro, y arrancaba a correr muy despacio, deslizando una de las piernas hacia adelante, con las banderillas alrededor de la cintura, dándole todas las ventajas al novillo; llegado el último tercio, tomó muleta y la espada de matar, ya que no se aliviaba con el “ayudado” de madera o aluminio, cuando tomó la espada, siempre hacía el mismo rito, recargaba la espada en las tablas, con la curva de muerte hacia arriba, y con el antebrazo izquierdo le daba un recargón en el tercio final de la espada para probar el temple de la misma, después cogía la muleta y doblada con el estoque encima de ella, se los colocaba atrás, en la espalda, para que montera en mano derecha se dirigiera a pedir permiso a la autoridad y después a hacer el brindis, con la muleta se esforzó mucho en torear muy largo y en tandas largas al novillo y cobró la estocada final. Apostó todo, aun solo novillo, el único que le correspondía, REYEZUELO de SANTA MARÍA DE GUADALUPE se llamó el astado, y le tumbó las dos orejas. Desde que partió plaza, hasta que salió en hombros se notaba un toreo distinto, un torero diferente, quizás no fuera el mejor novillero, pero era él que más personalidad tenía, única, diferente. Ser un torero tan personal fue su sello.


El primer triunfo de “EL PANA” en la Plaza México abrió parcialmente las puertas del misterio, el final feliz de “Más Cornadas da el Hambre” de Luis Spota, se hizo realidad en la vida torera de “EL PANA”, con el añadido que fue un final doblemente feliz, pues al debut soñado en la plaza más grande del mundo, se le unió un gran triunfo de dos orejas, válido para la repetición; en cada tarde “EL PANA” se ganó a sangre y fuego el derecho de ser repetido, y así se le fueron abriendo totalmente las puertas del misterio, cada tarde tenía que ganarse la repetición, por cada novillada “EL PANA” se celebraba un nuevo contrato, con una cantidad fija de dinero, … esas cosas de la administración. …Así fue el inicio de la carrera de “EL PANA” con una final, doblemente feliz, EL DEBUT Y EL TRIUNFO. En las siguientes novilladas su toreo fue evolucionando, adquiriendo poco a poco una técnica para novillos buenos, se iba “afinando” y su personalidad que fue puliendo a medida de que toreaba más novilladas y mejores encierros, “EL PANA” se benefició más que nadie de las novilladas escogidas que traían para los novilleros hijos de matadores famosos, con novillos “cantados”, fue un novillero de época, el heterodoxo que llenaba las plazas. Su carrera novilleril llena de triunfos, también tuvo sus fracasos, hubo cogidas, y otro “femoralazo”, pero eso no le impidió ser el triunfador de la temporada de novilladas. En la carrera de “EL PANA” hubo dos “minutos” importantes: su maestro Don Agustín Flores “Minutito”, un antiguo banderillero, quien lo impulsó a ser torero, e indirectamente el novillo “Minuto” de la ganadería de Don Manuel de Haro, que sesgó la vida de Rafael Domínguez “Gamucita” el día 08 de octubre de 1978, cuando éste cuidaba la puerta de arrastre del ruedo de la Plaza México, el novillo saltó hacia el callejón, cogió a los dos monosabios, pero a Gamucita le causó un daño terrible, el cuerno entró por la pierna derecha, la atravesó, al igual que el escroto, penetrando a la fosa ilíaca, a pesar del esfuerzo del equipo médico encabezado por el Doctor Xavier Campos Licastro, “Gamucita” no pudo salvar la vida, no murió en la mesa de operaciones, sino momentos después. A la semana siguiente “EL PANA” triunfaba con una novillada de Javier Garfias, pero el día 22 de octubre en el festival taurino organizado a beneficio de los deudos de “Gamucita”, “EL PANA” caía herido de gravedad –otro “femoralazo”, causado por un novillo de Almeya, propiedad de Joselito Huerta, el tabacazo fue impresionante, pero increíblemente, gracias a la pericia médica del Doctor Xavier Campos Licastro, y al deseo de ser el mejor de “EL PANA”, éste reapareció en la Plaza México el día 12 de noviembre triunfando, hilvanando una serie de triunfos espectaculares. Fue brillantísima su carrera novilleril al grado de que hay una placa de bronce bellísima, en un pilar de la puerta de Sol de la Plaza México, en altorrelieve recordando las faenas y los nombres de los novillos con los que triunfó este emotivo novillero, curiosamente en el otro pilar, está la placa recordando la faena del “Capitán” a “Pelotero” de San Martín, jamás se podrá olvidar que esa tarde “EL PANA” se saltó de espontáneo, para “robarle” al novillo tres largas afaroladas de rodillas, con una muleta vieja … Algo inexplicable, un fenómeno social, una genialidad taurina … “EL PANA” toreó más de novillero en la temporada 1978, que en sus primeros quince años de Matador de Toros en la Plaza México, y si acaso revisáramos las estadísticas, veríamos que en su etapa de novillero


ligó más contratos, que en sus primeros quince años de alternativa, en cosos de la República, y todo a consecuencia de sus petardos en la Plaza México, la plaza que da y quita: le dio todo como novillero, y le quitó todo como matador de toros, mira que dejar ir varios toros a los corrales, y no tanto por no saber matarlos, sino para dar el mitin … A pesar de sus tropiezos, “EL PANA” seguía vigente, había panistas de hueso colorado, que lo defendían a morir, y también tenía sus detractores que se burlaban del ídolo caído. La Plaza México, SU PLAZA, como una amante despechada le había dado todo, y ese todo se lo había quitado … pero la llama del romance entre el torero y la plaza seguía encendida, esperando ese sublime momento de la reconciliación. A pesar de todo, y de todos “EL PANA” seguía vigente en el ánimo de la afición, a pesar de que escritores amargados hacían leña del árbol caído, del ídolo derrumbado. Daniel Medina de la Serna el autor que escribió los primeros cincuenta años de la Historia de la Plaza, con el título “sugestivo y supuestamente sensual” de la “Historia de una Cincuentona Monumental”, basado en las críticas del diario color sepia y de otros artículos tomados de periódicos, escribe despectivamente la trayectoria de “EL PANA” como matador de toros y transcribe íntegra una de las crónicas más abyectas en contra de este torero, cito textual: “… Pancho Lazo dijo, y no le faltó razón, “fue un actor al que le estorbó el toro”, aunque se podría añadir que, además, fue un deplorable actor.” “… en adelante su tránsito por la México será, a ratos, hasta cosa de risa.” “el otro participante con dos fechas fue el desapoderado (en su doble acepción, de desenfrenado y de carecer de un apoderado serio) Rodolfo Rodríguez El Pana; para comenzar (10ª) se llevó una paliza, deliberadamente dejó ir vivo a su primero y con el otro, por un par de Calafia, salió en hombros de sus entusiastas, pero de toreo, nada. Para los martinistas en general, el de Apizaco era su pluma de vomitar, así Javier Lozada de Novedades descargaba su animadversión con cosas como éstas: “Alfonso Atayde Gaona (…) tuvo a bien engalanar su circo de tres pistas con el mejor de los payasos tlaxcaltecas (…) farsante de quinta estofa, paladín envaselinado perteneciente a una fauna social de categoría ínfima, desecho de todos los carteles por su evidente calidad de primitivo del toreo, sujeto que escupe por todos los poros una especie de humor de negros resentimientos, corriente a carta cabal que animalescamente se arroja a pantomimas de ferocidad hilarante para hacer creer a los lelos que es torero fuerte, valiente y decidido …”

Después de transcribir tanto excremento, Medina de la Serna remata:

“Para qué seguir transcribiendo exabruptos y desahogos viscerales más que críticas y juicios taurinos?, aunque lo cierto es que El Pana, ya a esas alturas, metido hasta las bragas en


los atascaderos de las excentricidades, taurinamente no podía contrarrestar ni desmentir tales campañas y poco a poco iba perdiendo, irremediablemente, la batalla. …” Después con una total y absoluta falta de congruencia, casi para finalizar su historia de la cincuentona monumental, desmiente él mismo sus juicios vertidos en páginas anteriores, y ya no le da risa, trata de aparentar un juicio de imparcialidad, pero queda rendido ante la pureza del toreo de “EL PANA” al cortar su primera oreja como matador de toros, al toro “CHOCOLATERO “ de la ganadería de el Sauz, en una corrida de seis toreros para ganarse un lugar en la Temporada de Oro. Antes de transcribir cómo se rindió Medina de la Serna ante el toreo de “EL PANA”, este relata en un párrafo anterior que el “inefable” (se nota que le caía mal) Rodolfo Rodríguez El Pana saltó a la arena y postrado de hinojos ante el palco de la empresa, imploró la oportunidad de volver a pisar el albero de la Monumental vestido de torero, súplica que le fue concedida. Esto es cierto, así sucedieron los hechos y el empresario Rafael Herrerías lo puso el siguiente domingo, en una corrida, llamémosla de oportunidad o de selección. También es cierto que fue remitido a la Décima Delegación de Policía, lo que no es cierto es la frase de que “donde sus panegiristas debieron pagar veinte salarios mínimos para ponerlo en libertad”. No, esto es totalmente falso, “EL PANA” tuvo que compurgar el arresto inconmutable de 36 horas para poder salir, cuando salió estaba cansado y hambriento, débil, tanto que se quedó sentado en la banqueta, ahí lo vio un buen amigo mío, que se apresuró a socorrer al Matador, y le regaló sus buenos pesos, dice mi amigo que más que con palabras, “EL PANA” le agradeció el gesto de caridad, con unos ojotes muy brillantes, salpicados de agua de agradecimiento.

Ahora sí, esto fue lo que dijo de manera personal Daniel Medina de la Serna, sin estar apoyado en el diario color sepia, ni en otros periódicos: “Quien sí dio de que hablar fue el ex panadero de Apizaco Rodolfo Rodríguez, quien partió plaza bajo los peores auspicios y terminó provocando el delirio de sus pocos pero fieles partidiarios al realizar una faena muy breve que a pesar de no haber aprovechado cabalmente las posibilidades de Chocolatero, incluyó memorables lances de genio que sacudieron los cimientos de la plaza: un par de personalísimas verónicas rítmicas y cadenciosas, dos naturales de ensueño y un trincherazo que provocó una descarga eléctrica que galvanizó a toda la plaza y del que se hablará con el máximo respeto siempre que se trata de hablar de trincherazos.” De este brevísimo párrafo destacó los adjetivos, que por provenir de un detractor, se convierten mágicamente en sustantivo, en letra para la música callada del toreo de “EL PANA”, “lances de genio de un personalísimo torero”, sí eso fue “EL PANA” un genio del toreo.

El Trincherazo a CHOCOLATERO y el Trincherazo a REY MAGO, le dieron a “EL


PANA” el trono que se merecía el de REY DEL TRINCHERAZO. A pesar de su genialidad ante el toro, “EL PANA” era humano, débil ante la exigencia del líbido y débil ante el vapor etílico, encubierto en el rico pulque y botellas de licor, pero “EL PANA” era un atleta nato, de una constitución física idónea para las carreras, corría las carreras “moleras”, de 10, 12 o más kilómetros de un pueblo a otro, ésta fue muchas veces su fuente de ingresos, y un motivo para alejarlo de sus vicios, por eso se mantuvo en forma por muchos años, él amaba la naturaleza, y creyéndose popular y famoso, y que por eso la gente lo apoyaría, protestó un domingo siguiente de su triunfo ante Chocolatero, en los mismos medios de la plaza México, su protesta pacífica fue en defensa del medio ambiente, pero el mensaje escrito en una cartulina en contra del Presidente de Francia era ofensivo, pero directo “¡CHIRAC, YA PÁRALE CABRÓN CON TUS PINCHES BOMBITAS!! Y por enésima ocasión el diestro estuvo en chirona, cumpliendo otro arresto. Su protesta ambientalista incomodó al empresario Herrerías, quien en castigo lo excluyó de la Temporada de Oro, sin embargo toreó varias corridas en las temporadas siguientes, en carteles flojos, pero que a “EL PANA” le cayeron bien, pues estuvo más suelto, menos presionado, más maduro y con una técnica más depurada … y más ocurrente, lo que estaba cumpliendo el dicho de genio y figura … En la tarde de confirmación de alternativa de Mary Paz Vega al darle el tradicional abrazo “EL PANA” mantuvo apretada a Mary Paz durante largos, pero muy largos segundos, lo que provocó el sonrojamiento de la torera y una sonrisita traviesa en “EL PANA” e hilaridad en los tendidos. Al devolver los trastos de matar, y por una extraña costumbre, se vuelven a fundir en un abrazo, éste dura más, pero ahora la torera francamente rió de las ocurrencias de este diestro. Quizá esto que pasó sea simbólico, pero “EL PANA” se reconcilió amorosamente con su Plaza México, ya no hubo quien le quitara su puro, y hasta llegó a hacer el paseíllo no con un capote al hombro, sino con un sarape de saltillo. Pero el reloj seguía marcando el tiempo, “EL PANA” seguro de sí mismo, quería despedirse de su plaza triunfando, con un triunfo empezó, y con un triunfo quería retirarse. Así que anunció su retiro definitivo de los ruedos en la misma plaza dónde recibió la alternativa. Su primer campanazo como novillero lo hizo con REYEZUELO, pero la faena soñada por muchos años se hizo realidad, salió el toro REY MAGO, todo le salió ese día, se recordará por toda la eternidad el trincherazo soberbio que le endilgó a ese toro: REY MAGO INMORTALIZÓ AL TORERO. Una tarde soñada, un público entregado, delirante, varias vueltas al ruedo, después la magia del video hizo más vibrante y eterna esa tarde, pudimos escuchar el brindis al micrófono en su segundo toro, el brindis más raro jamás escuchado, brindis que sería recordado como “EL BRINDIS DE LAS PUTAS”, hasta la esposa del Presidente de la República mandó felicitar a “EL PANA” por el ese brindis, reivindicador de la dignidad de la mujer. Ante el triunfo soñado, “EL PANA” decidió ese mismo día, no retirarse, no se cortó ese día, ni jamás su cárdena y rala coleta natural… , y ese brindis a las buñís quien lo diría, poco después le salvaría la vida, … “EL PANA” volvió a enfermar de alcoholismo, su organismo se estaba deteriorando aceleradamente,


estuvo internado en un Hospital en Apizaco y por órdenes de la Presidencia de la República “EL PANA” fue traído en una ambulancia especial e internado en el Hospital de Nutrición de esta capital, donde médicos especialistas le salvaron la vida. Después de eso “EL PANA” jamás volvió a tomar una gota de alcohol en su vida. “EL PANA” significó después de la faena a Rey Mago un RENACIMIENTO para el toreo mexicano, las figuras querían torear con él, estaba dando rienda suelta a toda su imaginación y creatividad, tuvo más oportunidades para dar a conocer su tauromaquia, y con los cojones en la mano quería confirmar su alternativa en la Plaza de las Ventas de Madrid … Morante de la Puebla, figura de la torería española, un auténtico genio del toreo, entendió y comprendió el concepto del toreo de “EL PANA”, lo ayudó, y hay que agradecérselo, de que “EL PANA” toreara en el viejo continente, ya casi sin facultades, pero con el ánimo por las nubes EL PANA” resultó un torero más que interesante, la afición española y los toreros estaban descubriendo a un verdadero genio del toreo, dueño de una rara y extraordinaria personalidad, las entrevistas y reportajes no se hicieron esperar, programas enteros dedicados a este torero, reportajes, fotografías, y hasta una película … En México se confeccionaron carteles extraordinarios, abrió las puertas de las plazas que durante mucho tiempo estuvieran cerradas para él, parecía como si las empresas arrepentidas pidieran el perdón del diestro, hasta los más escépticos reconocieron en este torero a un verdadero genio, hasta el diario color sepia le dedicó páginas enteras y sendos reportajes, en uno de esto “EL PANA” hizo una dedicatoria llena de amargura e ingenio: “A mis ahora amigos del Diario Esto, …” subrayando esa frase. Su filosofía de la vida, donde la perseverancia y resistencia le darían el ansiado triunfo al final, fue cumplida. “EL PANA” FUE TORERO, TRIUNFÓ COMO TORERO Y MURIÓ COMO TORERO”. Presagio … Sólo quienes han visto la muerte cerca, y se han asomado al “túnel” y han visto la luz, pueden hablar con autoridad y con conocimiento de causa, del significado de la muerte. “EL PANA” aún no debutaba en la Plaza México y ya tenía tres cornadas graves en la femoral y safena, su debut y sus siguientes actuaciones lo colocaron como máxima figura de la novillería, con los triunfos llegó la fama, el parné y las entrevistas, en una de éstas “EL PANA” habla de su niñez, de su pobreza, de sus metas, y … de cómo sería su muerte. Presentimiento, presagio, … o quizá anhelo, esto se dijo y esto respondió “EL PANA” acerca de su muerte en una publicación del diario Novedades correspondiente al día lunes 18 de septiembre de 1978: “Rodolfo Rodríguez El Pana reapareció en la México y sabe, presiente y sueña desde hace mucho que ha de morir enganchado sobre los cuernos de un toro para pasar a la historia …”


“Tengo la plena convicción, afirma, que un toro me tiene que matar; más no le temo. Sé que si llego a ser buen torero un toro ha de rematarme para cerrar mi vida con broche de oro; pero no tengo miedo; me iría yo así muy a gusto, porque moriría con gloria …” Ese fue el presagio, sueño o anhelo que le externó “EL PANA” a Javier Lozada del Diario Novedades … “EL PANA” tenía veintiséis años cuando dijo esto, con la madurez que le dieron los tiempos difíciles, no la edad, … casi cuarenta años después se cumpliría el presagio, y lo mataría un toro … La última vez que ví a “EL PANA”. La picardía, su agudo sentido del humor, su carisma, hacían de “EL PANA” un hombre muy simpático, era fino para ponerle apodos a todo el mundo, yo me salvé de milagro de que me endilgara un mote, porque enterado “EL PANA” por nuestras amigas comunes de que yo estaba estudiando leyes, siempre me dijo “Licenciado”, aún antes de que me titulara. Era la corrida nocturna de aniversario de la Plaza México, 05 de febrero de 2016, antes era un día festivo, ahora se ha convertido en un día normal por los dichosos puentes, un gran caos en la Ciudad, día de tráfico, por eso mucha gente no alcanza a llegar a tiempo a la corrida. “EL PANA” se acerca a mi puesto, hace una leve inclinación de cabeza, tocándose el sombrero, a manera de saludo y me dice: “Licenciado, tienes un boletito que te sobre…” -no, Rodolfo, todavía no me cae nada. Le contesté. No sé cómo se corrió la voz entre la torería, que a veces me obsequian boletos: un familiar que no alcanzó a llegar, un viaje inesperado, cambio de planes, etcétera, es el caso que en corridas importantes me dan boletos, y no los revendo, porque sencillamente no voy a arriesgarme, cuando muchos ojos están puestos en mí. Casi enseguida de que “EL PANA” se había retirado, llegó a mi puesto Manolo Navarrete, exnovillero y hermano del gran pintor taurino Antonio Navarrete, para regalarme un boleto de primer tendido de sombra. Le agradecí mucho el obsequio a Don Manolo Navarrete, pero le expresé que “no me gusta caravanear con sombrero ajeno, que yo no iba a entrar a la corrida, que ese día me retiraría temprano a la hora de empezar la corrida, pero que buscaría a “EL PANA” para que él personalmente se lo diera”; afortunadamente estaba mi hijo mayor ayudándome, y éste corrió a buscar a “EL PANA”, y lo encontró muy rápido diciéndole que había una persona que le iba a regalar un boleto, al encontrarse Don Manolo Navarrete y “EL PANA” se fundieron en un gran abrazo como saludo, y efusivamente le hizo entrega de un boleto, y otra vez, otro gran abrazo, como si le estuviera dando la alternativa.


Después de haberle regalado un boleto a “EL PANA”, Don Manolo Navarrete se despidió de mí y extrañamente me dio las gracias …, y se encaminó a la entrada principal para ver la corrida. Enseguida de esto, “EL PANA” me dio las gracias también, y volvió a preguntarme: “Licenciado, tendrás por ahí otro boletito que te sobre …” Simplemente sonreí, y le dije “que a ver si al rato”. Con el boleto en la mano, el torero no se encaminó hacia la entrada, sino al Restaurante “El Ruedo”, seguro para revender el boleto, así era “EL PANA”, habilidoso como pocos. Es curioso, recuerdo esa noche, y todavía me hace sonreír la anécdota, y sigo sonriendo, recordando la última vez que ví a “EL PANA”, que fue como una despedida …


Epílogo Haber trabajado de torilero en el en el Restaurante Arroyo me permitió reunir un pequeño capitalito que invertí de inmediato en la Primera Feria Internacional del Palacio de Minería, en la que España fue el país invitado, y trajo cientos de libros de toros, que casi puedo decir compré todos, fue una época en que vendía los sábados y los domingos, y hasta algunos viernes, aprovechando las colas para comprar boletos. Aquellas ventas me hicieron sentirme independiente, ya tenía dinerito para invertir y acrecentar mi biblioteca taurina, que ha sido siempre mi gran pasión. Vendía libros, toreaba, y hacía mi tesis, casi todo al mismo tiempo, hubo una foto que me publicó Rosita Rivera en el Diario Ovaciones, en que refiriéndose a mí, decía “así torea este versátil muchacho”, qué bonito halago ahora recuerdo, así se fue conformando mi personalidad, pero siempre he dicho que mi formación humana, más que profesional, fue taurina, que aprendí más en el toro, que en la Universidad, y que mi filosofía de vida, es la taurina, por eso al tener entre mis manos mi tesis profesional impresa, aparté uno de los ejemplares, en el que estudié e hice anotaciones para mi examen profesional, e hice una pequeña dedicatoria: “A Pepe, y a mis libros, mis amigos”, porque sentía que todo lo que pretendía ser en la vida se lo debía a mis libros de toros, a aquellos que vendía y a los que guardaba en mi biblioteca; al vendedor de libros, al maletilla, aspirante a novillero… muchas veces sentí como si yo me dividiera en tres personas, como si tuviera tres personalidades distintas, cuando estaba en el barrio hablaba y me comportaba ñero, con un lenguaje soez y alburero; en el medio taurino, trataba de hablar el caló de los gitanos, empleando siempre metáforas taurinas, y el estudiante de Derecho., que pretendía hablar con propiedad, con términos jurídicos y haciendo citas hasta en latín … Lo que pasaba es yo era sólo una entidad, tratando de acomodarse en ambientes tan distintos, tratando de encontrar antes que nada un camino para salir de la pobreza y vislumbrar mi futuro. Mi carrera taurina terminó abruptamente, sin quererlo, sin haberlo previsto, y lo peor de todo, que no fue frente al toro, … otra grave circunstancia moldeaba mi yo … Ahora no fue un pitón maldecido el que me quitó de los toros, ahora fue un puñal alevoso y traicionero el que casi me priva de la vida y me retiraría para siempre de torero, mi entonces novia, ahora mi esposa Laura y yo sufrimos un robo con violencia y en pandilla, tres malandros con sendos cuchillos nos quitaron dinero, relojes, cadenas, anillo, ropa, pero lo peor fue que nos lastimaron gravemente a los dos, siendo que nunca opusimos resistencia; por segunda vez en mi vida sentía en peligro la misma, otra vez volví a sentir miedo a la muerte, pero no caí en pánico, actúe con plena conciencia de mis actos, esperando el momento justo para defenderme, como dije antes, no opusimos resistencia, pero al decirnos los sujetos que “tenían que dormirme”, uno de ellos, el más gandalla, el que me tenía puesto un cuchillo en la garganta, empezó a darme de cabezazos en la nuca, entonces con mi mano izquierda cogí el cuchillo por la hoja, a sabiendas que iba a cortarme la mano, pero prefería perder la mano, a perder mi vida, y así férreamente


agarrado de la hoja del cuchillo me levanté de la banca del jardín donde estábamos sentados Laura y yo, y pegando un brinco hacia atrás me enfrenté al sujeto, agarrado de la hoja del cuchillo lo jalaba hacia mí, y lo golpeaba con el puño de la mano derecha, y le acomodaba sus buenas patadas, hasta que el infeliz soltó el cuchillo, y en compañía de los otros sujetos que habían sido desarmados por Laura, los muy cobardes huyeron del lugar a toda velocidad… Le pregunté a Laura si estaba bien, me dijo que sí, y emprendí veloz carrera, no para alcanzarlos, sino para que otros los detuvieran, corrí tras de ellos gritando a todo pulmón que los detuvieran por rateros, traía zapatos nuevos, que me apretaban, y aún así casi los alcancé, cuando de pronto se metieron en un patio cuadrado, con una sola entrada, en la Unidad Benito Juárez, que años después se derrumbó durante el sino del 85, me sentí rodeado por éstos, pero no me atacaron porque yo traía un cuchillo en la mano, el que le había quitado a su líder, y “toreándome” lograron salir del patio aquel y corrieron en diversas direcciones, yo me “aquerencié” con el que me había pegado y empecé a perseguirlo varias cuadras, al dar vuelta el ratero en una esquina y llegar a la misma, lo perdí de vista, y no supe por dónde se había ido, pero un sujeto que estaba recargado en la pared me señaló con el dedo índice que estaba debajo de un coche, y ahí mismo, cambiando el cuchillo de mano, me lo pongo en la mano derecha y le pegó una “estocada” que afortunadamente para mí, pinchó en hueso, el cuchillo entró por una mejilla, alcanza a desviarse por la mandíbula y sale casi por el cuello, de milagro no lo maté, un grito desgarrador del sujeto me hace reaccionar y contener mi ira, el sujeto sale debajo del coche sangrando profusamente, y se sienta en el suelo tratando de contener la hemorragia con sus manos, y aunque no lo crean, fui yo el que empecé a pedir ayuda en las casas cercanas para pedirle una ambulancia al ladrón, cuando el que estaba más grave, con los tendones de los dedos de la mano izquierda cortados y sangrando escandalosamente por el dedo índice de la mano izquierda era yo … … otra vez visitaba un quirófano, pero ahora era distinto, fui operado con anestesia general, no estaba solo, estuve acompañado de familiares y amigos y anduve de chistoso, enseñándoles mi bata abierta por la parte de atrás, y otra vez volvía a traer un aparatito de alambre en la palma de la mano, en lugar de ligas un hilo muy grueso me perforó el dedo índice, atravesando la uña, y se “ancló” dicho dedo con el hilo en el aparatito aquel, para que el dedo permaneciera totalmente inmóvil, para que pegaran los tendones flexores y extensores. Acudí con el Doctor Xavier Campos Licastro para que me revisara, y me dijo que todo estaba bien, que el procedimiento fue el correcto y que tuviera cuidado de no mover la mano izquierda, que me la cuidara de no sufrir un golpe, recordándome mis torpezas anteriores. Mientras me recuperaba, hacía los trámites finales para mi recepción profesional, la única fecha disponible para examinarme en la Aula Magna “Jacinto Pallares” era el último día de clases, condicionado a que si las autoridades de la Facultad de Derecho decidían utilizar la Aula Magna ese día, tendría que cancelar mi examen profesional. Esta aula la elegí no porque fuera el lugar más bonito, sino porque en esa aula se otorgaban los doctorados (ahí se lo dieron al “Negro” Durazo, a deshonra de la Facultad y de la Universidad), y por ahí habían dictado cátedra los grandes maestros del Derecho. Este lugar elegido por mí, sinceramente creo que me lo merecía,


era este lugar o ninguno. Un día antes de mi examen profesional y cuando faltaban como quince días para que me dieran de alta, fui con el Doctor Xavier Campos Licastro a rogarle que me quitara dicho aparatito, porque no quería llegar así a mi examen, no quería “que me vieran roto”, ni quería inspirar lástima, deseaba asistir de traje, como la ocasión lo imponía, no pude comprarme un traje nuevo ya que los desgraciados rateros me robaron el dinero que tenía para pagar la impresión de la tesis, y hubo que reponer ese dinero, asistiría con mi eterno traje de las bodas, el único que tenía y que estaba más visto que las películas de Pedro Infante. El Doctor me retiró con mucho cuidado el aparatito de alambre, me quitó el hilo que atravesaba mi dedo poco a poco, lo que me causaba mucho dolor, y descubrí con gran sorpresa y desesperación que la mano izquierda “no me obedecía”: -“Es normal que esto te pase, por tanto tiempo de inmovilidad” me dijo el Doctor, como también me dijo que poco a poco iría recobrando la movilidad, pero que sería necesario que acudiera a rehabilitación con el Doctor Jorge Uribe Camacho. No obstante ya haber pasado por esto, me sentí otra vez un poco triste y quise llorar, pero me contuve en el consultorio, al salir a la calle y empezar a caminar por la banqueta, me veía mi mano toda flaca, arrugada y “engarruñada”, sin que obedeciera mis órdenes mentales de moverse, y ahora sí empecé a llorar, solo, gruesas lágrimas resbalaban por mis mejillas, pero no lloraba por mi mano, ni por mi salud, gracias a Dios estaba vivo, lloraba porque pensaba “Diosito no quiere que sea yo torero”, y así en silencio, sin decírselo a nadie me retiré para siempre de los toros, se acababa mi sueño de ser torero, con apenas veintiséis años, los mismos que tenía “EL PANA” cuando toreó la novillada de selección y cortó orejas, ganándose domingo a domingo las repeticiones. En mi sueño de ser torero rendí mi tributo de sangre, entregué parte de mi juventud, pero no iba a ofrendarle toda mi juventud a los toros … Decía “EL PANA” que trasciende el que persevera, que hay que “ir, repetir, insistir, pero sobre todo, resistir”, y en esas idas, perseverancia y resistencia consumió su juventud, pues de otra masa estaba hecho el “EL PANA”, a esa esencia y a esa casta le rindo homenaje en estas pequeñas historias, reconozco en este HOMBRE el significado de SER TORERO, y más que nada SENTIRSE TORERO, porque el sentimiento es más grande que la razón. “EL PANA” le rindió muchos tributos de su sangre al toro, sacrificó en aras de ser torero no sólo su primera juventud, sino también la segunda y también entrada la tercera, esa que llaman algunos “tercera edad”; se inmoló en el altar del ruedo para dar cumplimiento a su sueño de morirse en el ruedo, ante un toro, él quería morir como “Manolete”, él quería ser inmortal y convertirse en leyenda, … y como tantas veces lo hizo en su vida de torero, y como metáfora de que tenía hambre de toro, daba la vuelta al ruedo con una “baguette” en la mano, a la cual daba tremendas mordidas. “Pan Francés” proveniente de una ganadería de nombre antiguo “Guanamé”, salió por la puerta de toriles, y no fue una paradoja o ironía del destino el nombre de esto


toro, todo lo contrario, era un homenaje al torero de origen panadero, un homenaje al tahonero, al amasador de ilusiones, al revolcado de harina… Después llegó la muerte lenta, silenciosa, y sin poder hablar el torero para dialogar con la muerte, fue un diálogo espiritual, pues sabía el torero y el hombre que se estaba muriendo, ¡hasta en eso tenía que ser diferente “EL PANA”! No quiso sepulcro, ni entierro, quiso de nuevo andar por esos caminos, por esas ganaderías, por esos pueblos de Apizaco … CORRIDO DEL PANA Voy a cantar un corrido

les brindó un toro.

de un torero mexicano

por haberlo amado tanto,

El Pana rendía honor

por haber sido su abrigo,

A su torero paisano,

de un amigo agradecido.

al que le decían el “Callao”. ¡Ay Pana, Ay Panita! Tlaxcalteca de pura cepa,

Me conmueve tu historia

empezó a torear desde chamaco,

todo lo que hiciste un día

y aún cuando tenía la piel morena,

para alcanzar esa gloria.

se le puso el pelo nevado. Era igual que los toros,

Anduviste de rodillas,

un cárdeno platinado.

quebrando un toro en la plaza, te aventaste de espontáneo

Su juventud no fue impedimento

para ligar tres faroles

Para pedirle una cita a la muerte,

que enloqueció a la raza.

sólo esperaba el momento, para reunirse con ella.

Un toro manso fue tu oportunidad dorada,

Quiso a las de pico colorado,

lo que hiciste con él

le encantaban las del talón.

te dio pa´ una novillada.

A las del tacón dorado,


A Reyezuelo recibiste

canto el corrido en tu nombre,

con largas afaroladas,

“EL PANA” era osado

con el capote hiciste

muy macho entre los hombres.

suertes abandonadas. Este torero tlaxcalteca Fuiste el mejor novillero

quiso comer con manteca,

porque resucitaste suertes,

¡¡Ay Pana, ay Panita!

eras el mejor torero

como me duele tu vida

por artista y por valiente.

al menos ahora descansa, tu alma junto a la mía.

Sin duda fue Silverio del trincherazo el Faraón.

Siempre sufriendo desprecios

Sólo que él ya no vio,

y cornadas a destajo,

que tu trincherazo era mejor.

tu sangre brava regó muchos ruedos y espacios.

El Trincherazo a Chocolatero fue un Señor muletazo,

Ríos de amargura

el que le pegaste a Rey Mago

surcaron tus magras mejillas,

Te hizo rey … ¡torerazo!

tu sangre tiño de rojo más de dos taleguillas.

No hay que tenerle coraje al toro que te mató,

Hacer el paseo despacio

Pan Francés fue su nombre,

parar al centro las cuadrillas.

y eso fue en tu homenaje.

En tus labios llevas puro, sarape al hombro es tu cruz.

Tenías que cumplir tu sino, y fuiste a torear muy lejos,

Ser distinto fue tu sello

la muerte fue tu destino

y artista valiente en la plaza,

cuando llegabas a viejo.

tú de rodillas citabas, y el público de pie te aclamaba.

Por hombre y muy torero,


EL Pana escribió su leyenda pues vivió como quiso, siempre se refirió al mismo como torero “mi menda”. Vestido de verde y negro, Paseó por Apizaco, era su último paseíllo, … Su gente lloró al catafalco. Ya sus cenizas están en varias ganaderías de bravo, eran tan valiente y bragado, que quiso que sus cenizas fueran abono pa´ que la tierra diera hierba, que la comiera el ganado.

No hubo mausoleo, ni sepulcro de lujo, para el Pana torero, ya descansa en paz mi “Brujo”. Él descansa viendo a las becerras que nacen él ahora está sonriendo. porque esas becerras serán madres. Aquí le paro Señores, recordando al que fue mi ídolo, se merecía un romance, … aquí dejo este corrido.






Paco Rivas, el novillero zacatecano toreando un novillo del “agarradero” en la “Flower”. En el callejón “El Pana” observando.



...un “cacomixtle” (ratero) se algarabó un capote de brega de la entrada de la Plaza México, e intento tirarse de espontaneo al manso novillo “Navio” de Zotoluca que habia sido devuelto. Un periodista comentó que por miedo se habia quedado parado sobre el filo de la barrera ... ¿miedo? ... ¡qué saben los periodistas lo qué es el miedo!


... y “El P para felic yp

“Beisbolista o Pelo rón fue Paquito


Pana�, salto al ruedo otra vez, citar al ganadero, al matador para darse un paseíto...

otero�.que mas da... el que pego un jonCamino Gaona al bautizar el novillo



Cartel de la novillada de oportunidad, donde se reveló “El Pana”



Cartel donde “El Pana” salío de sobresaliente.


¡Extraordinaria crónica de José Alameda!












En el festival a beneficio de “Gamuzita”, “El Pana” resltó corneado en la arteria femoral









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