Presentación Al defender a la Tauromaquia de los constantes ataques e incomprensiones de que es objeto, frecuentemente suelo argumentar que la relación de la cultura con el entorno natural pasa por tomar de la naturaleza lo necesario con profundo respeto. Durante cientos o miles de años ha habido un equilibrio en ésta relación, lo que nos ha permitido sobrevivir y desarrollarnos como especie; la manera de asimilar y entender el sacrificio de animales y plantas ha sido parte de las reflexiones humanas a lo largo de la historia. Recientemente, debido a la producción masiva y sobre-explotación de recursos, la ruptura del balance en esta relación Cultura-Naturaleza nos está explotando en la cara: el impacto del calentamiento global, nuestra responsabilidad como humanos en la extinción de múltiples especies y en la dramática reducción del hábitat de tantas otras en peligro, por mencionar algunas de sus consecuencias. Paradójicamente, la Tauromaquia se encuentra en el extremo opuesto a esta amenaza contra el equilibrio del planeta y, sin embargo, en algunos ámbitos mediáticos se encuentra -injustamente- en la primera línea de las acusadas. Sin negar la naturaleza ritual con toda su crudeza entre la vida y la muerte, la Tauromaquia al mismo tiempo implica abundantes factores de resistencia frente a la vorágine globalizadora enfrentando empeños descomunales por ocultarlas, veamos algunas: su tendencia a la conservación de territorio, del agua, del patrimonio cultural, de la organización popular, la generación productiva y económica que va mucho más allá de su ámbito y una larga lista de implicaciones (que están lejos de ser negativas para la humanidad y para su entorno). La Tauromaquia, que es parte de México desde hace prácticamente 500 años, no es sólo indígena, ni es sólo española, es ambas y es aún más, tal como nuestra identidad nacional. Está compenetrada con la esencia cultural de buena parte de nuestra América y de su contraparte mediterránea; no es exclusiva de ninguna tendencia política ni ideológica, incluso si fuera por la cantidad de festejos celebrados en pequeñas poblaciones, podría decirse que es abrumadoramente popular y no elitista, ni es un negocio altamente lucrativo como se le quiere hacer ver.
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