Galería de toreros

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PRESENTACIÓN y JUSTIFICACIÓN del primer título de la colección CINCO SIGLOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. Tiene el lector ante su vista, el que considero como primer gran compendio que reúne a los más personajes posibles –a pie o a caballo-, que actuaron en plazas de toros y otros espacios públicos, con objeto de interpretar la tauromaquia. Todos ellos son mexicanos, salvo algunos extranjeros que al venir a nuestro país, se quedaron por el resto de sus días en estas tierras y quizá por ese detalle, esta obra los hace suyos, con sobrada razón. En ese conjunto, también destacan criollos, mestizos, algunos personajes de color e indígenas. De acuerdo al orden en que fueron surgiendo las publicaciones de que me he valido para documentar la presente galería, encontré obras como las de Leopoldo Vázquez, Domingo Ibarra, Carlos Cuesta Baquero, Nicolás Rangel, Armando de María y Campos, Agustín Linares, Heriberto Lanfranchi o Benjamín Flores Hernández y otro largo etcétera (véase bibliohemerografía). A lo anterior, agregué la detenida y obligada revisión en varios de los volúmenes de la monumental enciclopedia de Los Toros. Tratado técnico e histórico. En conjunto, ese respaldo encontró también en carteles y otros materiales iconográficos una valiosa información que ha sido reunida, créanme sin no muchas dificultades hasta nuestros días. En realidad –y lo confieso-, no fue tan necesario el Google sino la abundante información que ha venido siendo procesada en mi largo andar por los senderos de la investigación, con lo cual el resultado es este magnífico volumen cuya característica principal es que será una especie de contenedor permanente; pues al seguir apareciendo otros nombres y personajes; el propósito seguirá contando con esa ilimitada razón…, quien sabe por cuanto tiempo más. Y hasta es probable que, al quedar al alcance de todos los lectores posibles, imagino a más de uno encontrando aquí a un antepasado, o que alguien al escudriñar entre tanto nombre, apellido o apodo se vaya al arcón de los recuerdos, al viejo álbum familiar. O desenredando aquellos atados con viejos retratos, encuentre al personaje que en cierto momento llamó su atención, quizá por el atuendo, quizá por la actitud asumida al momento de la captura misma. Quizá también porque aparezca una dedicatoria, y quien remite es ni más ni menos que uno de los tantos y tantos personajes citados en alguna parte de la Galería. Era importante un trabajo así, con objeto de saber o conocer quien o quienes se desempeñaron en diversas actividades o funciones a la hora de celebrar un festejo entre los siglos elegidos, faltando para ello todo lo que arrojen el XX y el XXI, y cuya labor corresponderá a quien desee continuarla. Lo importante era enfrentar el reto de la búsqueda de información de otros tiempos, donde la dificultad en el hallazgo mismo se impusiera, para luego ordenarla alfabéticamente y con ese andamiaje, tener una mejor idea sobre quién o quiénes se entregaron a esos afanes protagónicos. Así que, con objeto de que los lectores conozcan esta obra, la cual asciende a unas 800 páginas, debido entre otras cosas, a su cuidada ilustración, compartiré con much gusto las primeras cien páginas que abarcan de la letra A a la CH. El resto, quedará sujeto a la buena aceptación con que ustedes la favorezcan. En buena medida, ese será el denominador de los títulos restantes por tratarse de obras de gran extensión. Me refiero al Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI – XXI que rebasa los dos mil folios. Por lo tanto, una selecta antología será en su momento, el mejor de los resultados. Cada mes que transcurra haré entrega de nuevas obras, de ahí que una a una sean auténticas sorpresas. Deseo que mis colaboraciones, en esta nueva empresa a la que da cara Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana (FCTH), deje alguna estela de interés, para con ello, entender de mejor manera, el significado de Cinco siglos de Tauromaquia en México. Mi agradecimiento a D. Juan Pablo Corona y a Óskar Ruizesparza por su apoyo y confianza. José Francisco Coello Ugalde Maestro en Historia. Ciudad de México, noviembre de 2019.


DE LA LETRA A a la CH. GALERÍA DE TOREROS MEXICANOS. DE A PIE y DE A CABALLO. SIGLOS XVI-XIX. POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

A ABURTO, F.: Integrante de una cuadrilla infantil que actuaba, a finales de 1886 en la plaza de Orizaba, Veracruz. El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 07.11.1886, N° 4. ACEVEDO, Gonzalo, el Remolón: Picador de toros. Actuó bajo las órdenes del “modesto y valiente espada mexicano” Valentín Zavala. Esto en Morelia, de acuerdo al festejo que se celebró en aquel estado, el domingo 10 de diciembre de 1893. ACEVEDO, José: Torero de a pie, quien se presentó a torear en la plaza de Toluca el 27 de marzo de 1870. ACEVEDO, Miguel: Picador de toros mexicano que ha toreado con aceptación a las órdenes de Ponciano Díaz, y algunos espadas españoles durante la permanencia de éstos en la república de México. Es un excelente caballista. (L. V., 53). Picador de toros. de los toreros de a caballo, fue uno de los más famosos de su época. A las órdenes de Ponciano Díaz, recorrió la mayor parte de los ruedos de la república, distinguiéndose por su gran valor y lo buen jinete que era. Su matador, Ponciano, sentía por Miguel una gran estimación, y cuando el piquero agarraba bien el morrillo de la res que –era con con mucha frecuencia, dada su seguridad-, se podía decir, que había asegurado el triunfo del espada, para lograr después la estocada mortal. Se dio el caso, que a Ponciano, le gustaba meter la espada, por el mismo boquete donde la puya había sido colocada. Soliendo decir: “Tu matas los toros y luego vengo yo y les doy el tiro de gracia con la espada”. Murió este famoso picador a avanzada edad, habiendo guardado durante toda su vida, un gran respeto y cariño a su matador. (A. L., 9). ACEVES, José María: Torero de a pie. Participó en un festejo celebrado el 21 de junio de 1883, en la plaza de toros del “Progreso” (Guadalajara, Jalisco). (R. M. M., 2007, 341). ACOSTA, Caralampio: picador de toros. Así se anunciaba a este varilarguero, en un cartel para el festejo que se celebró en la Plaza Principal de toros de San Pablo, la tarde del domingo 19 de octubre de 1851.


ACOSTA, Eutimio: Picador de toros mexicano, cuyo nombre aparece en diferentes carteles por los años de 1894-95-96 y 97, a las órdenes de diversos espadas. (L. V., 53). Se cuenta en una anécdota ocurrida a Ildefonso García en 1839, sobre curiosa suerte, “la del paso de la muerte”, para lo cual se aprovechaba en el momento en que “reparaba el toro”. García se irá sin desmontarse, del lomo al cerviguillo. Allí, montado dando la espalda a las astas, cruzará los pies debajo del pescuezo del toro, resistiendo así las cabezadas, logrando dominarlo, obligándolo a que baje la cabeza llegando a tocar con el hocico al suelo. Entonces se desmontará Ildefonso.

Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1394 del 7 de febrero de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino. Suerte de “El Paso de la Muerte”. Pues bien, Carlos Cuesta Baquero nos relata una conversación sostenida con Eutimio Acosta, como sigue: -Eso es imposible –exclamé-. ¿Cómo sin desmontarse ha de pasar del lomo al morrillo? Uno de los picadores –nombrado Eutimio Acosta- soltó sonora risotada y dijo: -Para que usted la vea, yo lo hago ahora en la corrida. Lo he ejercitado bien, allá e n la hacienda de Villela y en las plazas de toros de Santa María del Río y San Miguel de Allende. Eso no es imposible. Es fácil. Como lo prometió, lo hizo. Jineteando, teniendo sus brazos con las manos cruzadas, afianzándose al “pretal”, dio una media vuelta, se hincó un instante sobre el lomo del toro y luego se montó sobre el morrillo. Allí, cruzados los pies debajo del pescuezo del astado, resistió las cabezadas y lo dominó. “El pase de la muere” puede nombrarse a ese lance, pues merece esa denominación tanto como el que hacen los charros Becerril con yeguas indómitas. También complementa esta visión, lo anotado por José María de Cossío, como sigue: Picador de toros mexicano cuya época corre de 1880 a 1890. Dejó en su país recuerdo de su destreza y su valentía, perfeccionando los procedimientos seguidos por los picadores mexicanos que le habían precedido. (J. M de Cossío, IV, 341-2). ACOSTA, José: picador de toros. Nació en San Luis Potosí. “Jineteará en el mejor toro”, Esto ocurrió en la plaza de toros del “5 de mayo” (Querétaro, Qro.), el 11 de mayo de 1890.


ACOSTA, Jesús: picador de toros. Nació en San Luis Potosí. No se tienen más datos. ACOSTA, Martín: Viene actuando como picador, en varias plazas de México, desde el año 1895. Hermano de José y Eutimio. (L. V., 53-4). Picador de toros mexicano, hermano de Eutimio y de iguales características que éste, a lo que se debe que su nombre sea recordado también con elogio. (J. M de Cossío, IV, 342).

Estampas que pertenecen a la Oca Taurina elaborada por Manuel Manilla a finales del siglo XIX. ACOSTA GAUNA, Octaviano: Matador de toros. Nació en 1860. Padre, abuelo y bisabuelo de los picadores Efrén Acosta Mota, Efrén Acosta Baray y Efrén Acosta López, respectivamente. Falleció a los 121 años, el 31 de diciembre de 1981 en Ciudad Juárez, Chihuahua, ciudad donde trabajó como guardaplaza.1

ACOSTA, Pedro: Matador de novillos. Nació el año de 1868, empezando a tomar parte en algunos festejos, hacia 1885, en que se inició en la profesión. Los años que duró como novillero, no logró llamar la atención de los públicos. Su toreo se caracterizaba, por su decidido valor, destacando algo en el segundo tercio, por ser un fácil rehiletero. (A. L., 9).

Disponible en internet (texto e imagen) agosto 20, 2019 en: https://torerosmexicanos.blogspot.com/search?q=SIGLO+XIX 1


ACOSTA, Pedro Nolasco: Espada mexicano, que estaba en su apogeo, como matador de segunda fila o categoría, por los años de 1884 a 87. (L. V., 54).

Pedro Nolasco Acosta, potosino y feudal del toreo. LA FIESTA Nº 52, 19 de septiembre de 1945. PEDRO NOLASCO ACOSTA, EN IMPERECEDERA TARJETA DE VISITA. Pedro Nolasco Acosta, “Capitán de gladiadores”, creó en los rumbos de San Luis Potosí un auténtico coto de poder, mismo que se extendió entre los años de 1870 y 1903. El “güerito” Acosta como familiar y cariñosamente fue conocido, se presenta ante nosotros con el sello de figura egregia que, por encima de muchos otros adefesios se dignaban y atrevían torear con aquellas figuras que, a los ojos del siglo XXI son antiestéticas, pero que en su momento deben haber sido aceptadas como parte de una tauromaquia mexicana relajada y distante de la española, más avanzada eso sí, pero también teniendo entre sus filas a figuras con este decorado. Sin embargo, Nolasco Acosta guardó con mejores resultados las apariencias, dado que como se ve, asumió su jerarquía con el orgullo de figura, no importando que fuese provinciana y que siempre se quedase provinciana, como delicioso verso de López Velarde o Manuel José Othón. Pedro Nolasco viste un traje al que solo le faltaba sonar, pues con todas esas campanillas que parece llevar, a modo de morillas, en tintileo semejante a un carrillón, era de esperarse en el romántico continente del torero decimonónico hecho y forjado en el espectáculo de tamañas banderillas, como el par que aparece a sus pies, simulando fuentes de frutas. Su capa, a lo Robin Hood, la enorme faja y el corbatín “a lo poeta”, rematan un rostro adusto, con esa montera irregular, conjunto perfecto que se preparó para lograr esta imperecedera tarjeta de visita que hoy rememora una figura emblemática, que traspasó todavía con su bigote abundante el siglo XX para despedirse en su natal San Luis Potosí, allá por 1903. Nació en la ciudad de San Luis Potosí hacia 1851. Fue aprendiz en el matadero de dicha población y al nacerle la idea de hacerse torero, empezó de banderillero con varios diestros de la región. Luego estuvo con Bernardo Gaviño, Toribio Peralta “La Galuza” y Jesús Villegas “El Catrín”, hasta que en 1874 consideró que ya podía formar su propia cuadrilla. Como “capitán” de ella o “primer espada”, se presentó en su ciudad natal, quitándole el lugar al anciano Juan Núñez, quien tuvo que retirarse de los toros. durante más de diez años fue el amo en San Luis Potosí, no toreando jamás en el Distrito Federal. Hacia 1887, cuando el público potosino empezó a repudiar las estocadas bajas de metisaca, así como ver con buenos ojos a los toreros españoles que se presentaban en su coso local, él se vio paulatinamente eliminado de los carteles. El 1° de junio de 1890, Ponciano Díaz le dio una alternativa,


la cual le sirvió de bien poco, pues ni así logró ya interesar a los aficionados. Cuando ya hacía años que estaba prácticamente retirado, actuó por última vez de luces en una gran corrida a su beneficio, estoqueando un toro de la ganadería de “Bocas” en la plaza “El Paseo” de la capital potosina. Años después, el 3 de noviembre de 1914, falleció en San Luis Potosí. (H. L. II., 655).

Retrato que nos muestra a Pedro Nolasco Acosta en su época de madurez. De él, escribió Leopoldo Vázquez como sigue: ACOSTA, Pedro Nolasco. Espada mejicano que no es mal recibido por los públicos de las plazas de la república. (Véase L. V., 54 y también 104).

Pedro Nolasco Acosta ACUÑA, Enrique: Banderillero. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en Silao bajo las órdenes de Félix Velasco.


ACUÑA, Ramón, El Sastre: Picador de toros. Actuó bajo las órdenes de José Marrero “Cheché”, la tarde del 2 de diciembre de 1900 en la plaza de Gavira, Gto. ADAME, Ángel: Diestro de a pie. Sobre él cuento con la siguiente información: PLAZA DE TOROS EN PACHUCA, HIDALGO. Domingo 3 de abril. Apunta El Diario del Hogar, D.F., del 2 de abril de 1892, p. 3: Para el domingo (3 de abril) tendrá verificativo en Pachuca, una corrida de toros a beneficio del diestro mexicano Ángel Adame, con un programa lleno de aliciente: habrá tren de recreo de México a Pachuca, con precios baratísimos, se lidiarán a muerte cinco toros de Atenco y San Diego de los Padres; estoquearán tres matadores, y los aficionados tendrán ocasión de pasar un buen rato con un torillo embolado, que lucirá en la frente, para los valientes que quieran armarse, algunos pesos de plata legítima de las minas de Pachuca. Visto el entusiasmo para las corridas de la capital del Estado de Hidalgo, en la del domingo, a no dudar, se verá un lleno completo.-UN LAZADOR. Además, en el blog conocido como “Los toros dan y quitan”, cuyo responsable es el Ing. Leopoldo Peña del Bosque, encontré la siguiente e interesante información sobre este personaje: El 27 de marzo de 2017 recibí un amable correo electrónico del historiador taurino y amigo Don Rafael Gómez Lozano donde me adjunta una nota editorial del cronista "Puyazos" titulada "Hombres y Cosas del Pasado" publicado en la revista "Toros y Deportes" del 6 de octubre de 1925, donde cita: Han transcurrido muchos años y ante los ojos atónitos del simpático viejecito, las transformaciones del tiempo que ha traído entre otras cosas y otras costumbres, se han sucedido sin interrupción desde su época. Ya la ciudad de México no es aquella que él conoció, con sus calandrias de lujo, sus farolones en las esquinas, sus mujeres arrastrando adustos vestidos sobre los embanquetados y los varones con sus levitas cruzadas y sus sorbetes. Ya la calle de Plateros no lleva ese nombre ni tie ne ese aspecto soñador de antaño; ahora el olor a gasolina marea y descompone, y hay tanta profusión de luz, que a veces el transeúnte se deslumbra. Las caras bonitas pasan dentro de los "Buicks", los "Mercedes" o los "Lincolns", y si aún reparten sus sonrisas como antes, se necesita tener una vista de águila para poder advertirlas. Todo está tan cambiado que el viejecito se asombra cuando hace sus comparaciones y recuerda sus días de juventud. Antes, cuando él era torero, la cosa era distinta fuera y dentro de la plaza. Había una, la del Huisachal, donde obtuvo grandes triunfos. En esa plaza la gente se agolpaba en las puertas y como todos querían entrar primero para no perderse detalle alguno, había golpes y solía haber cuchilladas. ¡Ah! ¡Y qué toros aquellos y qué toreros los de entonces! Los picadores picaban en caballos de siete cuartas, gordos y de buena clase, y había algunos que picaban con varas de carrizo. Y hasta se cuenta, como una leyenda romántica, que había uno de nombre Piedad, que era tan valiente y tenía tanta fuerza, que picaba pie a tierra. Picaban a pie, a caballo, en pelo o con silla, y usaban unas puyas no tan grandes como las de hoy. Y para esos picadores la forma de consumar la suerte era siempre la clásica: ahormaban a fuerza de repetir la suerte, la cabeza de la fiera y entregaban ésta al matador, en condiciones de que la pudiera "capear". Por otra parte, los revisteros de entonces, solían escribir al final de sus reseñas: "Muertos habidos en esta corrida: Caballos….. 14 Toros………. 6 Toreros……. 1 Total de animales muertos. 21 ¡Ah! ¡Qué tiempos aquellos, qué hermosos tiempos, tiempos románticos, sencillos e ingenuos, que no han de volver…!


EN DONDE SE TRATA DE DON ANGEL ADAME, QUE MATABA RECIBIENDO, DE RODILLAS. Una mañana, "Verduguillo" me invitó, Se trataba de un almuerzo campestre que debíamos tomar en Jamaica, lugar pintoresco cercano a la capital. A él lo habían invitado también, pero con tanta insistencia y tanto cariño, que no podía dejar de concurrir. Yo acepté el convite y fuimos a Jamaica, a una casita limpia y llena de flores. Un viejecito fuerte aún no obstante los inviernos que carga en la alforja de su vida, vino a recibirnos ceremonioso y contento. -Pasen, pasen ustedes. Mucho gusto señor "Verduguillo"… Algunas otras personas invitadas también, cambiaron con nosotros el saludo, después de las presentaciones de rigor. Pero volvamos a nuestro viejecito. Se llama Angel Adame y en sus años mozos fue torero, un torero valiente que cautivó a las muchedumbres con sus arrestos temerarios y un jinete estupendo. Tomamos un poco de coñac. Después vinieron las sencillas viandas y el pulquito de apio, sabroso y mareador, y a los postres, la plática de don Angel Adame, una plática amena, espontánea y con esa diafanidad del lenguaje campirano. -"Yo tuve la desgracia de quedar huérfano siendo muy niño -comienza diciéndonos-. Pero la providencia, que no desampara nunca, hizo que fuera yo protegido por Juan Corona, famoso picador en su tiempo, quien me tomó tanto cariño que para él no era yo un huérfano sino un hijo. A la casa iban diariamente muchos toreros, se platicaba de toros y en repetidas veces mi protector me llevó a las encerronas. Poco a poco fui encariñándome con la afición, que todavía tengo, y prosigue: Andando el tiempo ingresé a la cuadrilla de Bernardo Gaviño en calidad de banderillero, y mi debut lo hice en la plaza de Tlalnepantla. Gaviño fue un segundo padre para mí -agrega el viejecito, en cuyas pupilas pasa una ráfaga de alegría-. Después toreé en la plaza del Huisachal, por aquel entonces de las más importantes, y como a veces me ponía yo medroso, don Bernardo se colocaba tras de mí a la hora en que citaba para banderillear, y me empujaba al toro. Don Angel habla con claridad, pausadamente,


haciendo reminiscencia de fechas y de nombres. Nos cuenta de sus triunfos sin omitir detalle, nos presenta de cuerpo entero a don Bernardo Gaviño, a Ponciano Díaz, a Valentín Zavala. Nosotros lo escuchamos con atención, casi con respeto. -Después nos dice con cierta satisfacción-, me hice matador y era mi especialidad consumar la suerte de recibir, rodilla en tierra. -Tal era mi afición, tan grande así -prosigue- que a mi peculio construí una placita aquí en Jamaica, formando mi cuadrilla con Abraham Parra y Andrés Fontela. En mi placita obtuve muchos triunfos y llegué a tener un partido grande, por lo que el empresario de la Plaza de Colón me contrató y alterné allí con Valentín Zavala. Mi última corrida la toreé en Pachuca alternando con "El Niño" y fueron los banderilleros Pedro Cadena, Carlos Sánchez, Emeterio Garnica y Pancho Hernández. Como picadores, Piedad García y Salomé Reyes. Es tal la satisfacción que se nota en el arrugado semblante del viejecito, al pronunciar estos nombres de gente menuda célebre en su época, que creemos que está pensando que vive aún en el año 82. ¡Si a veces no vinieran los recuerdos a nuestra memoria, no sabríamos hacer distinción de los tiempos y viviríamos una vida insípida! LA ANÉCDOTA DE DON ÁNGEL ADAME, LAS TRIPAS DE SU PICADOR EN LOS CUERNOS DE UN TORO, MUCHO PANICO Y AL FINAL… UNA ESTOCADA HASTA LA BOLA. -Cierta vez fuimos a torear a Tulancingo y entre mi cuadrilla llevaba yo a un picador de nombre Antonio Hernández, que siempre salía borracho a la plaza. Ya en distintas veces le había yo reñido, pero podía más el aguardiente que mi autoridad… Antonio tenía por costumbre que cuando el toro lo desmontaba haciéndole morder el polvo con caballo y todo, repetía la suerte en pelo. Esa tarde lo vi tan borracho y al toro con tanto poder, que me acerqué y le advertí del peligro. Y lo que yo presentía sucedió. El toro empujó con tanto coraje que derribó al picador. Se levantó éste, quitó la montura, se quedó en pelo y desafió otra vez al toro. El toro, que era muy bravo y de mucha codicia, le acometió otra vez y otra vez lo derribó, pero ya en el suelo picador y caballo, no hizo por éste, sino que acometió al pobre Antonio y le dio tan formidable cornada, que del ruedo fue llevado a la enfermería bien muerto. -Yo recibí una impresión brutal y no me pude dar cuenta de todos los detalles. Me retiré a la "valla" y allí permanecí hasta que tocaron a muerte. Y fui al toro, le di los tres pases que se estilaban entonces y cuando ya estaba cuadrado eché la mano hacia adelante para dar la estocada, pero en los momentos en que iba a arrancarme sobre él, advertí que en sus cuernos llevaba las tripas ensangrentadas del infeliz Antonio. No sé lo que sentí -agrega don Angel-. Mis piernas se aflojaron, mi vista se ofuscó y por momentos creí que me desplomaría frente a la jeta del toro, pero… afortunadamente no sufrí el desmayo; me repuse y pude matar al asesino de una certera estocada hasta la bola. Parece que todavía oigo la ovación -nos dice con orgullo-. … Habíamos estado muy contentos. Las atenciones con que se nos distinguió habían hecho crecer nuestra simpatía por el viejecito ex-torero. Nos despedimos para tomar nuestro tranvía. El viejecito, desde la puerta de su casa, nos saludaba con el sombrero en mano. Ya en el tren, con muy buen humor, íbamos comentando los siguientes versos para el picador Juan Corona, el protector de don Angel Adame. Esos versos, que en su época se cantaron con una música popular, los encontramos escritos en un viejo papel, con letras defectuosas de imprenta y dicen: "El valiente Juan Corona el de la vara de otate aunque la fiera lo mate deja sin moña al picar Ya no pasa por la Aduana porque allí está la pelona… En gloria esté y descanse la pata de Juan Corona." Los versos aluden a la "pata" del picador Corona, que había quedado cojo a consecuencia de una cornada. PUYAZOS...


A efecto de conseguir más información sobre los personajes involucrados en la editorial de "Puyazos" titulada "Hombres y Cosas del Pasado" publicado en la revista "Toros y Deportes" N° 206 del 6 de octubre de 1925, molesté el 28 de marzo de 2017 a José Francisco Coello Ugalde, Maestro en Historia, con las siguientes preguntas: a) Cual era el nombre de pila de un cronista mexicano de antaño que se apodaba "Puyazos". b) Preguntarle si no tiene información de un añoso picador de nombre Antonio Hernández que militaba en las filas del matador Ángel Adame (discípulo de don Bernardo Gaviño) y que falleció a resulta de una cornada en Tulancingo, percance del que no se sabe a ciencia cierta cuándo ocurrió. Le pego la siguiente información que me proporcionó nuestro común amigo e historiador don Rafael Gómez Lozano, con la idea de perfeccionarla, ya que no tenemos los años de nacimiento y muerte tanto del matador Ángel Adame como de su picador y victima de la Fiesta Antonio Hernández. Al día siguiente el Maestro Coello Ugalde me responde amablemente lo siguiente: Estas son mis conclusiones a su amable petición: Sobre el periodista que utilizaba el seudónimo de "Puyazos" me permito informarle que se trata de Ramón P. Plascencia, quien colaboró entre otras publicaciones para: "El Universal Taurino", "Toros y Deportes", así como en "Gaoneras". Respecto a Ángel Adame. Revisando archivos que he ido reuniendo, apenas lo ubiqué en una relación que da cuenta de todos los participantes (a pie y a caballo, nacionales y extranjeros) en la temporada 1887 celebrada en la ciudad de México. Así, en dicha nómina aparecen tanto Ángel como Jesús Adame, aquel identificado como banderillero. Este, como torero. Sobre el picador Antonio Hernández no tengo absolutamente nada y aunque estos personajes solían ser los más afectados por la forma en que se practicaba la suerte de varas, los hubo también que fueron muy hábiles, realizando la suerte de conformidad a las reglas establecidas. En este caso, y debido a su solicitud, puse en acción una búsqueda exhaustiva, misma que se fue al banco de datos de información digital, pero también a impresos, imágenes y otros con objeto de su localización. Lo que sí puedo decirle es que a lo largo de más de 30 años he reunido una rica colección de referencias, fichas que pueden ir de lo básico a trabajos de investigación, sin más.... Pero como puede apreciar en esta ocasión, sin resultado. Sobre lo dicho por Adame en la entrevista, deja ver que habiendo ganado algún dinero, este lo invirtió en la construcción de la única plaza hasta ahora conocida en los rumbos del barrio de Jamaica, que precisamente fue conocida como "Bernardo Gaviño", e inaugurada el 15 de mayo de 1887. Sin embargo, y por datos recogidos en El Nacional, D.F., del 24 de mayo de 1887, p. 3 se amplía la información al respecto de tal acontecimiento: Coleadero.-Hace pocos días concurrimos al que tuvo lugar en un sitio a propósito, inmediato a la plaza de toros conocida con el nombre "Bernardo Gaviño", por el rumbo de la Viga. Varios jóvenes de buenas familias colearon y manganearon con toda perfección. Montaban hermosos y magníficos caballos, y, ciertamente, quedamos complacidos de su destreza y habilidad. Tuvimos ocasión de visitar la plaza recientemente construida, y en donde se nos dijo, que una cuadrilla de niños lidian becerros de la ganadería de Atenco. Verdaderamente hay furor por esta clase de diversiones, las cuales, aunque del agrado de la generalidad de nuestro pueblo, no dejan de ser peligrosas y bárbaras. De igual forma El Nacional, D.F., del 21 de mayo de 1887, p. 3 apuntaba lo siguiente: El cáncer cunde.-Para ayer tarde estaba anunciado el estreno de la nueva plaza de toros en Jamaica, por el rumbo de la Viga. Iban a lidiarse cuatro toretes de Atenco, siendo dos de ellos a muerte y los otros dos de indulto. Lo notable de esta corrida es que el mayor de los lidiadores no tiene doce años de edad y los hay hasta de ocho años. El constructor y director de esta plaza es un Sr. [¿Juan?] Corona, que ha fundado por aquel rumbo escuelas, en que lo mismo se enseña a conjugar un verbo que a poner un par de banderillas al quiebro. Es la Politécnica al estilo del país. Los chicos que allí se educan, lo mismo servirán para un barrido que para un fregado. También, sobre Juan Corona, le comparto los siguientes apuntes: 1853: Juan Corona. Luis Ruiz Quiroz, en su imprescindible obra: EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS, refiere, en la pág. 91 el siguiente dato: 29 de marzo. 1858.-El picador Juan Corona sufre grave cornada en la ingle por un toro de Queréndaro.


Pues bien, intentando buscar todos cuantos datos permitieran corroborar tal efeméride, me encuentro con unos apuntes manuscritos del Dr. Carlos Cuesta Baquero, de los que traigo hasta aquí lo que sigue: Después trabajó (Juan) Corona desde 1850 a 1853 en la plaza de San Pablo, estrenada por segunda vez y de allí, la cuadrilla de Bernardo (Gaviño) pasó a trabajar a la plaza de Bucareli (la del Paseo Nuevo. N. del A.), en la que la tarde del 23 de mayo de 1853, sufrió Corona una terrible cogida, por un toro de Queréndaro, cuya asta entró al joven picador por la pierna derecha y atravesando el asta y saliendo la punta de la llave por el hígado. (sic). Como consecuencia de tan espantosa herida, Corona, duró enfermo casi un año, siendo durante este tiempo asistido con esmero por el Dr. Mallet. Repuesto Corona un tanto y habiendo gastado durante su enfermedad casi todos sus ahorros, tuvo necesidad de trabajar, logrando reunir una suma que, aunque insignificante, fue bastante para que Corona pudiera establecer una zapatería y comprar algunas vacas. Corona abandonó por completo el toreo y trabajando sin descanso y después de grandes privaciones con el honrado fruto de sus bastantes desvelos, compró la casa que hoy habita en Jamaica y donde tanto los viajeros notables, como la mayor parte de los mexicanos, hemos podido admirar un curioso museo al que tiene acceso el que lo solicite. Hasta aquí las notas de Roque Solares Tacubac. Por lo tanto, el dato de Ruiz Quiroz no se corresponde con las apreciaciones de Cuesta Baquero, de ahí que sea importante, e imprescindible también el ajuste de aquellos datos que el pasado nos sigue aportando para seguirlo develando en el presente. Así que, ateniéndonos al principio de la precisión, hay que darle certeza y credibilidad al dato aportado por el Dr. Carlos Cuesta Baquero, sirviendo esto, además, para una posible enmienda en las siempre perfectibles efemérides que, como ha sido posible apreciar, son susceptibles de mejor reacomodo y adecuación. Sin otro particular, lamento mucho tan pobres resultados. Aprovecho para enviarle un cordial saludo. José Francisco Coello Ugalde. Maestro en Historia.2 ADAME, Jesús: Novillero mexicano del último tercio del siglo XIX. Se presentó en la ciudad de México, en la placita “Bernardo Gaviño” de Jamaica, con Jesús Blanco y Pedro Cadena, el 22 de agosto de 1887. Un año después, los días 14, 21 y 28 de octubre de 1888, toreó en la plaza “Colón”, de la capital; pero como no estuvo muy feliz, se vio excluido de las plazas principales, teniendo que torear, mientras siguió haciéndolo, en cosos poco importantes, donde ningún éxito podía obtener. (H. L. II., 655). ADAUTO, Agustín: Torero de a pie. De acuerdo a los datos que provienen de un cartel, donde quedó registro de una corrida de toros celebrada en la plaza del Montecillo, el domingo 14 de octubre de 1855, puede deducirse que el “Capitán de gladiadores” era este personaje, del que no se tenía mayor información.

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Disponible en internet octubre 24, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/bioPendientes.php?b=555


Col. del autor. AGUAYO, Francisco, Pegote: Picador de toros, que trabajaba en las primeras decenas de este siglo (refiriéndose al siglo XX) por las plazas mexicanas, y cumplía no más que medianamente (J. M de Cossío, III, 7). AGUAYO, Marcial: Banderillero. Participó como tal, en un festejo que se celebró en la plaza de toros “Bucareli”, el lunes 19 de noviembre de 1894. AGÜERO, Pilar: Matador de toros. su nombre aparece en un festejo celebrado en Toluca el 16 de enero de 1887. Véase El Arte de la Lidia, año III, Tercera época. México, 23.01.1887, N° 13. Años atrás, ya actuaba con frecuencia por los rumbos de Orizaba, Ver. ÁGUILA, Carlos del: Torero de a pie. El 6 de enero de 1909, recibió en alguna plaza de San Luis Potosí una cornada que llega desde el cuello a la parte superior de la nariz. (L R.Q., Efemérides…, 12). AGUILAR ARIAS, Alberto, Aguilita: Banderillero mexicano, nacido en 1900 y dedicado a la profesión desde su juventud. Ha figurado en las cuadrillas de José Ortíz, Joaquín Rodríguez “Cagancho” y otros matadores. (J. M de Cossío, IV, 345). AGUILAR, Alonso de: Cuadrillero y caballero en plaza. Iten que el segundo día de Pascua (esto en 1577, y con motivo de la jura del nuevo rey, Felipe II) luego siguiente haya y se haga en la plaza de esta ciudad regocijo de toros y juego de cañas como está acordado, y que lo que fuere necesario y se gastare para hacer los pendones y banderas reales y vestidos y cotas del rey de armas y regocijo de la plaza e libreas, se gaste libre y pague de los propios de esta ciudad.


Entre esos personajes se encontraba el propio Aguilar, quien era integrante de las autoridades del Ayuntamiento de la ciudad de México. AGUILAR CAMAÑO, Gabriel: Banderillero mexicano, nacido en 1877 en la pacienda de Palula (Tlaxcala). Es padre del matador de toros Jorge Aguilar “El Ranchero”. Su iniciación taurina coincidió con los primeros años del siglo actual (Cossío se refiere al XX), habiéndole alentado en su afición el propietario de la vacada de Piedras Negras, con quien le unía estrecha amistad. Trabajó con Vicente Segura y Juan Silveti, así como con otros. Ya retirado de la profesión, falleció el 2 de agosto de 1955. (J. M de Cossío, IV, 345). AGUILAR, Gabriel, Bombita: Torero de a pie. Se hizo de algún nombre actuando de luces por plazas de Tlaxcala, Puebla y Veracruz. Esto ocurría a comienzos del siglo XX. AGUILAR, Genaro, El Charro o también Lobito: Banderillero. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en Silao bajo las órdenes de Félix Velasco. AGUILAR, Ignacio: Torero de a pie. El único registro que, por el momento se tiene de este personaje, es una “tarjeta de visita” que nos permite identificarlo.

Ignacio Aguilar. Consulta en http://fototecaantica.net/ (FOTOGRAFÍA ANTIGUA MEXICANA). AGUILAR, Magdaleno, Cacho: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia el festejo a celebrarse en la plaza de toros de Celaya, el domingo 5 de mayo de 1907. AGUILAR CAMAÑO, Gabriel: Banderillero. Nació en la hacienda de Palula, Tlaxcala, el año de 1877. Es el padre del famoso matador de toros, Jorge Aguilar “El Ranchero” y del novillero Flavio Aguilar. En el año de 1909, se trasladó a vivir a la ganadería de Piedras Negras, donde instaló una tienda de abarrotes. La buena amistad que tenía con el propietario de dicha vacada, don Romárico González, determinó que en varias ocasiones, matase algún toro, lo que ya había hecho en calidad de aficionado práctico, en distinto lugares de la república. En traje de luces, con carácter profesional, actuó de banderillero, en las cuadrillas de Vicente Segura y Juan Silveti, anunciándolo a veces, con la obligación de matar algún toro. Retirado de la profesión, seguía habitando en Piedras Negras, cuando le sorprendió la muerte, a consecuencia de una embolia cerebral, el 2 de agosto de 1955. (A. L., 9-10). AGUILAR, Manuel, el Macareno: torero de a pie, al parecer nacido en San Luis Potosí, y quien aún actuaba por 1891. Para entonces ya era considerado como “espada viejo”.


AGUILAR, Pedro: Banderillero de nacionalidad mexicana qie intervenía en corridas celebradas en su nación durante las décadas de los veinte y treinta del presente siglo (refiriéndose al XX). (J. M de Cossío, et. al., V, 586). AGUILERA, Rafael, El Cucho: Picador de toros, quien actuó con frecuencia, sobre todo en la plaza de Guanajuato, a finales del siglo XIX. AGUILAR, Roberto, Robertito: Se anunciaba como sobresaliente de espada con obligación de banderillar. Su nombre aparece en el cartel que se presentó en la plaza de toros de Cela ya, el 18 de noviembre de 1904. AGUIRRE, Francisco, Gallito: Banderillero moderno, cuyo nombre viene figurando en carteles desde fines de 1894. En 1895 acompañaba como banderillero al espada Timoteo Rodríguez. (L. V., 54).

Francisco Aguirre “El Gallito” Hermano de María Aguirre “La Charrita Mexicana”, estuvo en activo de 1887 a 1909. Falleció en la ciudad de México el 1° de junio de 1943. (H. L. II., 660). AGUIRRE, Joseph: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. AGUIRRE GARCÍA, Adolfo, Conejo Grande: Picador de toros. nació en la ciudad de Puebla el 17 de mayo de 1885. Su tío, don Tomás Furdón, era el propietario de la plaza de toros de ese lugar, y desde pequeño, asistía a las corridas que se celebraban. Se aficionó a montar a caballo y cuando decidió hacerse picador, ya era un buen jinete. En el año de 1902, entró a formar parte de la primera


cuadrilla que hubo en México, en la que figuraba un tal Tobalo. Estuvo después con Francisco Bonal “Bonarillo”, Antonio Montes, Antonio Fuentes, Ricardo Torres “Bombita”, Rafael “El Gallo” y Rodolfo Gaona. En la cuadrilla del “Califa” duró ocho años. Fue a España tres veces, picando a las órdenes de “Joselito”, Juan Belmonte y Vicente Pastor. Aprovechaba los viajes que hacía a la Península, comprando corridas de toros, comisionado por la empresa, para la temporada grande de “El Toreo”. Junto a su hermano Juan –el “Conejo Chico”-, formó parte en la capital, de la empresa de caballos. En una ocasión en que fue a picar una corrida de toros a San Sebastián, se encontró casualmente por uno de los paseos, al general don Porfirio Díaz, que residía en España (¿?) en calidad de exiliado. Ninguno de los dos se conocían, y al saber don Porfirio que era mexicano, lo abrazó, preguntándole por la Patria y diciéndole con tristeza, que él no podía regresar. Fue un gran picador el “Conejo Grande”, sobre todo, muy efectivo, dándose el caso, que a más de un toro, mató en la suerte de varas. Hasta hace pocos años aún andaba picando. Falleció en la capital de México en noviembre de 1954, siendo muy sentido su deceso, ya que gozaba del aprecio de todo el mundo. (A. L., 15-6).

AGUIRRE, Juan, El Compadrito: Novillero. La tarde del 15 de febrero de 1891, y en la plaza “El Paseo”, (S.L.P.) y "Ya entrando la noche salió el quinto toro, negro zaino, grande, bien armado (corniveleto y astifino). Nervioso, ligero, acometió a los picadores (...). Tocaron a matar. Algunos espectadores de sombra comenzaron a pedir a gritos que el tórtolo estoqueara Juan Aguirre...". Como el cuarto lo había matado el banderillero Antonio Durán, hermano de Juan José Durán", El Pipa", la petición fue atendida. "Concedido el permiso de la autoridad que presidía, que era el Gral. Antonio Jáuregui. Aguirre fue sonriente y decidido hacia el Guanamé...". La faena fue una exhibición de impericia, y al intentar el neófito dar un pase de pecho fue enganchado con el pitón derecho y horriblemente zarandeado, cayo exánime a la arena. Al quite estuvo únicamente Pedro Nolasco Acosta, el viejo torero potosino que asistía a la corrida como espectador, quien saltó al ruedo al ver lo que acontecía. Juan Aguirre -por cierto, homónimo del piquero mexicano" Conejo Chico"- fue conducido al Hospital Civil donde se le apreció una cornada tremenda en el vientre, en la región hipo gástrica, el pitón rompió el diafragma y había penetrado en la cavidad torácica. Herida mortal por necesidad”.3 AGUIRRE GARCÍA, Juan, Conejo Chico: Picador de toros. este famoso varilarguero que nació el 9 de marzo de 1890, es uno de los mejores piqueros que ha dado México y en cuanto a clase, sin lugar a dudas, el primero de todos ellos. Es hermano menor del también gran picador “Conejo Grande”, ya desaparecido. En el año de 1906, cuando apenas contaba diez y seis años, actuó por vez primera en la plaza de Puebla, en una novillada en la que figuraba el banderillero hispano Enrique Merino “El Zorro” y en la que hacía éste de empresa. Hay un dato muy curioso del festejo: la empresa, con el fin Consulta en internet agosto 4, 2018 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/bioIndividual.php?b=1461 3


de atraer gente a las taquillas había hecho una enorme y gran publicidad, de dos picadores negros que iban a actuar en el referido festejo. Unos días antes, falleció uno de los negros, y con el fin de que el público no se diese cuenta de su falta de presencia en el ruedo, al “Conejo Chico”, se le pintó toda la cara, cuello y manos, pasando de esta manera por el deceso. Formó parte de la cuadrilla juvenil mexicana, que dirigía “Ojitos”, y en la que figuraban Rodolfo Gaona, Samuel Solís y Pascual Bueno. En el año de 1908, cuando Gaona regresó de España, ya de matador de toros, ingresó en su cuadrilla, dándole aquel año la alternativa, en la desaparecida plaza “México”, de la Calzada de la, el famosísimo piquero hispano, Manuel Martínez “Agujetas”. Permaneció durante catorce años a las órdenes de Rodolfo Gaona, y los domingos que no actuaba este espada, lo hacía con los de más renombre, como Vicente Pastor, Rafael “El Gallo”, Juan Belmonte y Manuel Jiménez “Chicuelo”. Figuró después en las cuadrillas de José García “El Algabeño”, “Niño de la Palma”, “Valencia II” y Victoriano de la Serna, al que apoderó en México. 1923, fue a España con Gaona, toreando también con este gran torero, la tarde del 12 de abril de 1925, en que se despidió para siempre de los toros, en el antiguo “Toreo”. En esta ocasión, picó a “Azucarero”, de San Diego de los Padres. Hay una anécdota en su vida de torero de a caballo, que refleja lo gran piquero que es, y ha sido: En 1910, actuaba en la plaza del Progreso de Guadalajara, y como diese la circunstancia de que el toro, había desmontado y matado a los dos caballos que estaban en el ruedo, “El Conejo” –y por no haber otro caballo ensillado-, se montó a pelo y solamente con las bridas en la mano izquierda y la garrocha en la derecha, se fue muy valiente y torero, alegrando al toro y dando caballo, para aguantar la feroz arrancada de un buen mozo de Piedras Negras, al que tiró el palo en el momento de la reunión, logrando un gran puyazo en todo lo alto, y marcándole limpiamente la salida por el lado derecho del caballo, con esa arrogancia y finura en él característica. A este torero, le cupo el honor de picar toros que se inmortalizaron por “Chicuelo”, de la vacada de San Mateo, como “Dentista”, “Duende” y “Lapicero”. En su histórica vida de torero, ha ganado muchos trofeos y ha dado infinidad de vueltas al ruedo en las plazas de más categoría. Es tentador de la ganadería de San Mateo, desde su fundación, como asimismo de otras vacadas. Fue empresario de la plaza de “El Toreo”, en el año 1931, en que dio la oportunidad de su presentación, al que luego sería famoso espada Lorenzo Garza. También lo fue de la del Rancho del Charro. Fungió como empresa de caballos en el viejo “Toreo”, desde 1911 a 1940. Es propietario de la ganadería que lleva su nombre, Juan Aguirre. Es un consumado jinete que torea a caballo, con gran clase y elegancia, rematando la suerte como ninguno. Empezó a actuar y duró mucho, en una época en que no se conocían los petos y, que el ser piquero, constituía un gran riesgo. Se trata de un hombre serio, siendo muy querido y respetado por los públicos, a través de los cincuenta años que lleva actuando en los ruedos. (A. L., 16-7). Muere el 30 de noviembre de 1968.


AGUIRRE y LOMELÍ, María, La Charrita Mexicana: Hábil caballista desde muy pequeña. Habiendo visto ejecutar a algún aplaudido diestro del país la suerte de banderillas a caballo, se decidió a ensayarla, obteniendo en poco tiempo un resultado satisfactorio. Entró como tal en la cuadrilla del acreditado espada mexicano Timoteo Rodríguez, con quien casó. Muerto éste, en 14 de mayo de 1895, a consecuencia de la herida que le infiriera un toro de Guatimapé, en la corrida efectuada, a beneficio de María, en la plaza de Durango, cuatro días antes, pasó la Charrita a formar parte en la cuadrilla de José Marrero Cheché en la que continúa recorriendo las más importantes plazas de México con general aplauso. (L. V., 54-5).

María Aguirre “La Charrita mexicana”. En LA LIDIA. REVISTA GRÁFICA TAURINA. EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX. MARÍA AGUIRRE “LA CHARRITA” MEXICANA, FUE EN EL SIGLO XIX UN “GARBANZO DE A LIBRA”. El 30 de diciembre de 1963, muere María Aguirre La Charrita Mexicana. Cerca de cumplir un siglo de vida, habiendo nacido en 1863, le dedico a continuación la siguiente semblanza. María Aguirre (1865-1963) decidió seguir una línea poco común en cuanto a la presencia que la mujer tuvo en México a finales del siglo XIX, asumiendo y haciendo suyo por tanto un papel protagónico donde la podemos ver participando activamente en quehaceres al parecer solo privativos del sexo masculino en eso de montar a caballo y realizar suertes arriesgadas. Había estupendas actrices, cantantes, autoras, pero una que se distinguiera manejando las riendas, sentada al estilo de las amazonas, y colocando un par de banderillas a dos manos, como lo muestra el impecable grabado de José Guadalupe Posada, francamente era un “garbanzo de a libra”. De ahí que la “Charrita mexicana” escalara rápidamente hacia una cima, en la que, si no se mantuvo por mucho tiempo, lo hizo en cambio con bastante consistencia.


José Guadalupe Posada. Un par de banderillas a caballo colocado por “La Charrita mexicana”. Grabado en relieve de plomo. Fuente: Carlos Haces y Marco Antonio Pulido. LOS TOROS de JOSÉ GUADALUPE POSADA. México, SEP-CULTURA, Ediciones del Ermitaño, 1985. Esposa en primeras nupcias con Timoteo Rodríguez. 4 El “acreditado artista” Timoteo Rodríguez era un consumado gimnasta, que para eso de los “trapecios leotard, el volteo en zancos o los grupos piramidales” en que participaba no tenía igual, pues era de los que arrancaban las palmas en circos como el de la INDEPENDENCIA, ubicado en la calle de la Cruz Verde Nº 2. Precisamente, el admirable vuelo conocido con el célebre nombre LEOTARD, fue la última invención de este, suerte ejecutada por un solo individuo en dos trapecios, lo cual “causa admiración y sobresalto ver al artista salvar tan largas distancias cual lo puede hacer solo un ave”. A la muerte de este, ocurrida luego de padecer una cornada el 10 de marzo de 1895 y en la plaza de Durango, festejo a ben eficio de su esposa, cornada que le causó un toro de Guatimapé. Por alguna razón, que llamaría descuido, se declaró la gangrena con tal rapidez que 4 días después falleció el que fue acróbata y torero al mismo tiempo. Curada la herida de la primera viudez, María casó una vez más, ahora con el cubano José Marrero, quien ostentaba el remoquete de “Cheché”. Este era otro torero de la legua, por lo que pronto se entendieron. Ambos continuaron sus andanzas, sobre todo al norte del país, sin dejar de hacerlo también en más de alguna plaza del centro del país. La vigorosa ejecución de tan arriesgada suerte, el buril firme y seguro de Posada hacen que el resultado de la colocación de ese par a dos manos desde el caballo, siga levantando carretadas de ovaciones, a más de un siglo de haber ocurrido. Cuarenta años después, una guapa peruana recuperó –con otro estilo- la presencia femenina en los ruedos. Me refiero a “Conchita” Cintrón, de la cual se guardan gratos recuerdos. Una calavera le fue dedicada en 1894 así: La Charrita. La cojió un toro de Atenco al poner las banderillas y al caerse del caballo se deshizo la Charrita.

María actuaba como amazona en el circo “Toribio Rea”, donde conoció a Timoteo Rodríguez, casándose con él hacia 1885. Montaba de amazona y ponía los dos palos a la vez, con una mano, a la media vuelta. 4


María Aguirre “La Charrita Mexicana” en una de tantas imágenes ya en plena época madura. La Lidia. Revista gráfica taurina. México, D.F., 26 de febrero de 1943, Año I., Nº 14. Un año más tarde, la prensa trataba su caso en los siguientes términos: Con motivo de un posible viaje por parte de María Aguirre a España, el Suplemento a El Enano, Madrid, del 18 de julio de 1895, p. 4, expresaba lo siguiente: De El Arte de la Lidia, de México: “Es un hecho que en este año, emprenderá viaje a España con el objeto de trabajar en las principales plazas de la Península, la popular y aplaudida Charrita mexicana, María Aguirre de Marrero. En su viaje le acompañará su esposo el valiente matador de toros José Marrero “Cheché”, quien piensa tomar la alternativa en Madrid para después regresar al país”. Ya verá la Charrita y ya verá Cheché que aquí los cornúpetos no son de Guanamé. Todavía, a principios de siglo XX, María Aguirre seguía actuando con cierta frecuencia, hasta que su nombre poco a poco fue perdiéndose… Con los años, algunas publicaciones periódicas, como Revista de Revistas la “desempolvaron” del olvido, trayendo desde aquel territorio, y en varias entrevistas de nuevo a la “palestra” a quien fuera famosa amazona, esposa de dos toreros, Timoteo Rodríguez y José Marrero, a quienes vio morir con motivo de percances en el ruedo con muy pocos años de diferencia. Así, la valiente “charra” fue soportando la vida, hasta que, llegado el año de 1963 y casi con un siglo de vida, terminaron sus días, rodeados de recuerdos y amarguras… NOTA: El presente texto, proviene de mi libro (inédito): “Las Nuestras. Tauromaquia mexicana con toque femenino (Desde los siglos virreinales y hasta nuestros días)”. Serie: Aportaciones HistóricoTaurinas Mexicanas Nº 77, 2. Subserie: Curiosidades taurinas de antaño, exhumadas hogaño, y otras notas de nuestros días, Nº 26. 325 p. Ils., fots., grabs., facs. AGUIRRE, Roberto: Torero de a pie. Por ahora, el único registro que permite incluir su nombre en esta Galería. Le fue tomado este retrato en Chihuahua en 1908.


AGUIRRE y ROMERO, Juan: torero. Aquí la nota publicada por el Ing. Leopoldo Peña del Bosque: En Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal (1885-1905) de Carlos Cuesta Baquero, se incluyen los siguientes e interesantes datos: Juan Aguirre se llamaba aquel iluso que por conversaciones que había, entre los contertulios que se reunían en cierto taller de herrería, creyó que el Niño (se trata del matador español Fernando Gutiérrez el Niño) era un Cayetano Sanz y pidiendo a Don Gertrudis (seudónimo del periodista potosino Juan V. Torres) una carta de presentación y recomendación fue a suplicarle a Gutiérrez que le incorporase en su cuadrilla, en la que el único que toreaba, sin ser notable, era Tobalo (torero español cuyo nombre era Antonio Antúnez). Aguirre estuvo en algunas corridas a la vera de el Niño y regresó a San Luis presentándose como matador de toros, de segundo espada, en la cuadrilla que entonces estaba en la plaza de LA ESTACIÓN (dicha plaza fue anterior a la del Montecillo); coso provisional construido con madera en un amplio solar que había por la Alameda, contiguo a la iglesia de San José. El discípulo no tuvo la fortuna del maestro, al que los cuernos de las reses arañaban la piel rotando solo la epidermis, y a las primeras de cambio fue muerto por un bicho de Guanamé en la segunda corrida que toreó acompañado de un espada viejo nombrado Manuel Aguilar el Macareno. (C. C. B., T. I, p.435). Refiere el erudito taurino (LRQ) en las efemérides de la página de Internet Campo Bravo-México de la Asociación de Criadores de Toros de Lidia, que el 15 de febrero de 1891 muere en San Luis Potosí por cornada de un Guanamé el novillero Juan Aguirre “El Compadrito”. El 20 de agosto de 2012, recibí una amable carta de mi buen amigo y cronista taurino, don Rafael Lozano (Dientefino) desde la hermosa ciudad de Tijuana, donde me allega una brillante editorial del erudito taurino don David Lomelí, publicada en el diario "El Sol de San Luis Potosí", el 15 de febrero de 2012, y que a bien titula: " Lamentable Tragedia en El Paseo (de San Luis Potosí, México) el 15 de febrero de 1891".- En un día como el de hoy, pero del año 1891, la centenaria plaza potosina "El Paseo" fue escenario de una tragedia como fue la muerte del joven Juan Aguirre y Romero, apodado por sus compañeros estudiantes del Instituto Científico y Literario con el mote "El Compadrito". Había llegado por los años ochenta (o setentas) con intenciones de estudiar en dicho Instituto, pero habiendo sido contagiado por el mal de montera en la fragua de don Juan B. Torres, "El Herrero", un cubano nacionalizado mexicano, apasionadísimo aficionado y escritor, optó por abandonar las aulas y hacerse torero.


En el taller de don Juan, que se ubicaba en la calle Los Bravo, a un costado de la Catedral, el joven Aguirre trabó amistad con gente del toro, matadores españoles inclusive, que habían convertido la fragua en un centro de reunión y mentidero taurino. Logró que Fernando Gutiérrez, "El Niño", diestro español, lo incorporara a su cuadrilla en calidad de banderillero -"torero de paja", o sea el que vestido de luces permanecía en el burladero del que salía de vez en cuando a dar un capotazo-, después de mucho necearle. En tal calidad llegó a actuar algunas ocasiones en Saltillo y Monterrey; disgustado, Aguirre regresó a San Luis. Por aquellos días toreaba en El Paseo Manuel Nieto, "Gorete", a cuya cuadrilla fue incorporado como banderillero participando en dos o tres ocasiones. Y llegó la tarde trágica del domingo 15 de febrero de 1891. Copio al escritor "Don Chaquetas" lo que escribe al respecto: "Había corrida en la Plaza de Toros "El Paseo". La cuadrilla de "Gorete" había sido sustituida por otra en que actuaba como primer espada Manuel Aguilar (alias) " El Macareno", diestro ya viejo en edad y en el oficio. Se lidiaban toros de "Guanamé". Con el carácter de banderillero continuaba Juan Aguirre. Transcurrió sin incidentes sangrientos la lidia de los cuatro primeros toros, pero la brega fue pesada porque los " guanamés" imponían respeto (...). "Ya entrando la noche salió el quinto toro, negro zaino, grande, bien armado (corni-veleto y astifino). Nervioso, ligero, acometió a los picadores (...). Tocaron a matar. Algunos espectadores de sombra comenzaron a pedir a gritos que el tórtolo estoqueara Juan Aguirre...". Como el cuarto lo había matado el banderillero Antonio Durán, hermano de Juan José Durán", El Pipa", la petición fue atendida. "Concedido el permiso de la autoridad que presidía, que era el Gral. Antonio Jáuregui. Aguirre fue sonriente y decidido hacia el Guanamé..." La faena fue una exhibición de impericia, y al intentar el neófito dar un pase de pecho fue enganchado con el pitón derecho y horriblemente zarandeado, cayo exánime a la arena. Al quite estuvo únicamente Pedro Nolasco Acosta, el viejo torero potosino que asistía a la corrida como espectador, quien saltó al ruedo al ver lo que acontecía. Juan Aguirre -por cierto, homónimo del piquero mexicano" Conejo Chico"- fue conducido al Hospital Civil donde se le apreció una cornada tremenda en el vientre, en la región hipo gástrica, el pitón rompió el diafragma y había penetrado en la cavidad torácica. Herida mortal por necesidad. Culpables de la tragedia, señala "Don Chaquetas", al Jefe Político don Antonio Montero, a quien Juan V. Torres había enviado una carta solicitándole impedir que toreara Aguirre, y no le hizo caso, al matador "El Macareno" y al Presidente de la corrida, el ya citado Gral. Jáuregui. "El Herrero", don Juan V. Torres, que muy bien conocía la insuficiente preparación de "El Compadrito", veía su inmadurez para lanzarse al ruedo antes de tiempo y sólo a impulsos de su afición. No oyó consejo, desgraciadamente. Disponible en internet marzo 29, 2019 en: http://www.lostorosdanyquitan.com/bioIndividual.php?b=1461


Retrato de Juan Aguirre y Romero El Compadrito, muerto en la plaza de toros “El Paseo”, de San Luis Potosí, el 15 de febrero de 1891. En El Universal Taurino. Tomo III. México, D.F., martes 3 de julio de 1923, Nº 90. ALBARRÁN, Rafael: Banderillero. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224. Además, su nombre aparece incluido en el elenco de la compañía que dirigió Ponciano Díaz, en una actuación que tuvo lugar en la plaza de toros en Toluca, el domingo 1° de junio de 1879. ALBORNOZ, Bernardino de: Cuadrillero y caballero en plaza. Iten que el segundo día de Pascua

(esto en 1577, y con motivo de la jura del nuevo rey, Felipe II) luego siguiente haya y se haga en la plaza de esta ciudad regocijo de toros y juego de cañas como está acordado, y que lo que fuere necesario y se gastare para hacer los pendones y banderas reales y vestidos y cotas del rey de armas y regocijo de la plaza e libreas, se gaste libre y pague de los propios de esta ciudad. Entre esos personajes se encontraba el propio Albornoz, quien era integrante de las autoridades del Ayuntamiento de la ciudad de México. ALCALÁ, Mariano: Banderillero. Su nombre quedó registrado en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros en Guadalupe Hidalgo (Puebla), la tarde del domingo 12 de marzo de 1911, lidiando ganado de Nopalapam. ÁLCÁNTARA, Ángel: Picador de toros. Integró la “Cuadrilla mexicana”, liderada por Valentín Zavala, y que actuaba en Toluca. Esto se comprueba en el cartel del domingo 16 de octubre de 1887, cuando la cuadrilla lidió 4 arrogantes toros de la afamada hacienda de Atenco. ALCOCER, Juan de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.5 En esos momentos, era alférez real y regidor de la ciudad de México. ALDRETE, Ramón: Actuó en un festejo celebrado el 14 de junio de 1883, en la plaza de toros del “Progreso”, Guadalajara, Jalisco. En su participación, brilló montando a los becerros. (R. M. M., 2007, 341). ALONSO, Francisco: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de Celaya, Gto., la tarde del domingo 18 de diciembre de 1904. ALONSO, Serapio: Este banderillero mexicano que casi siempre estuvo con Francisco “El Chiclanero”, sufrió tremendo golpe en el bajo vientre el 28 de enero de 1894 en Morelia, Mich. Se declaró la peritonitis y falleció a principios de febrero de dicho año. (H. L. II., 660). Su nombre aparece en el registro de varios festejos celebrados en la plaza de Tlalnepantla, a comienzos de 1887. Véase El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 09.01.1887, N° 11. ALONSO, Rafael, El Chato: Picador de toros. participó en un festejo celebrado en la plaza de toros María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 5


“Colón”, CDMX, la tarde del 17 de marzo de 1889. ALONSO, Teresa: Picadora de toros. actuó en una corrida celebrada en San Luis Potosí, el día 7 de julio de 183. Llama la atención, aunque no están incluidos todos los detalles aparecidos en ese “cartel de seda”, que en esa ocasión, actuó entre los “gladiadores” una mujer, quien se desempeñó como “picadora de toros”. Tal era Teresa Alonso. Su nombre, viene a enriquecer una importante nóm ina de toreras que, si me permiten mencionar, forma parte de uno de mis trabajos que ahora tengo listos para publicar:

Si la Compañía lograre con esta función el objeto que se propone, será una de sus mayores satisfacciones. ALTAMIRANO, Atanasio: Picador de toros. Integrante de la cuadrilla de Ponciano Díaz, la cual actuó en la plaza de toros de Durango, entre septiembre y octubre de 1885. Ocupó el cargo de regidor. ALTAMIRANO VELASCO, Juan: Célebre Cuadrillero entre finales del siglo XVI y el primer tercio del siglo XVII, donde participó activamente en diversos festejos, por ejemplo aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 99). ALTAMIRANO, Narciso: Picador de toros. Este personaje se encontraba activo en la plaza de Orizaba hacia 1880, de acuerdo al cartel del 7 de octubre de ese año. ALLENDE, Ignacio: El célebre caudillo insurgente, nacido en San Miguel el Grande –llamado hoy, en memoria suya, San Miguel de Allende-, Guanajuato, el 25 de enero de 1969 era, según frase de Lucas Alamán: “de hermosa presencia, muy diestro a caballo y en todas las suertes de torear y otras del campo”. Gustaba mucho de usar traje charro, con el cual se dedicaba con pasión a la práctica de los ejercicios taurinos y de la equitación. En octubre de 1801, cuando montaba un bruto, sufrió un accidente que lo puso en serio peligro de muerte; en otra ocasión, también mientras cabalgaba, recibió un golpe en la nariz que desde entonces le quedó hundida. Se enfrentaba a los bureles cuerpo a cuerpo, y una vez mató uno ahogándolo con la pura fuerza de sus piernas. Se sabe que mientras el tiempo que estuvo acuartelado en Jalapa en calidad de oficial del regimiento de la Reina solía actuar en las corridas anuales allí efectuadas, y que siendo capitán de una compañía del referido cuerpo, en


octubre de 1800 le tocó salir a despejar la plaza de toros durante las corridas que se dieron en San Luis Potosí con motivo de la bendición del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de tal ciudad. Fue uno de los principales implicados en las conjuraciones que prepararon el alzamiento insurgente de 1810, dos o tres días antes del grito de Dolores, encontrándose en esta población en compañía del cura Miguel Hidalgo y de Ignacio Aldama, recibieron noticias del buen éxito que estaban teniendo sus trabajos proindependentistas; los tres revolucionarios, entonces, decidieron festejar tan alegres nuevas con una corrida de toros, misma que se llevó a cabo en el palenque de gallos local, situado enfrente de la casa parroquial. Los astados se llevaron de la hacienda del Rincón; Allende no sólo entró a torearlos, sino que incluso luchó con uno de ellos, haciéndose acreedor por tal proeza a una fuerte ovación de los asistentes al festejo. Como ya se sabe, a poco de estallar la guerra de independencia se le nombró capitán general de los ejércitos americanos. Acompañó a Hidalgo hasta Aculco y luego se instaló en Guanajuato. Reunido de nuevo con el párroco de Dolores en Guadalajara, siguió con él hasta que ambos fueron hechos prisioneros en Acatita de Baján. Después de ser juzgado, se le fusiló en Chihuahua el 26 de junio de 1811. (BFH, 2012, 361).

Ignacio Allende, por José Inés Tovilla, 1912. Fototeca del Museo Nacional de Historia INAH, (Castillo de Chapultepec). Portada del libro de Adriana Fernanda Rivas de la Chica: Ignacio Allende: una biografía. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2013. 274 p. Ils., facs., retrs., p. 252. CONVIVIENDO CON HIDALGO, ALLENDE Y MORELOS EN LOS TOROS… Como bien llegué a afirmarlo en mi libro Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana, al ocuparme de estos personajes, me parece oportuno traer hasta aquí dichos apuntes. HIDALGO, MORELOS Y ALLENDE ENTRE LANCE Y LANCE POR LA LIBERTAD, SE DAN TIEMPO PARA IR A LAS PLAZAS DE TOROS. Nueva España en el avanzado siglo XVII, invadida de anhelos libertarios pronto fue llamada América Septentrional. Al interior de la misma, suena con estrépito la consigna: “Yo no soy español, sino americano”. Y es que los modelos de la revolución francesa y la independencia norteamericana violentaron la nuestra. México en cuanto tal alcanzará ese preciado nombre -entre otros-, gracias a una tercia de polendas: Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón e Ignacio Allende, figuras que encabezan un paseíllo acompañados por cuadrillas impetuosas y decididas. Aquella jornada crucial en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, representó la culminación de una gran época, pero el inicio de otra también con enorme peso histórico.


El espíritu de arrogancia mexicana comenzó a manifestarse con los hijos de los conquistadores en el siglo XVI, que alentaron al optimismo nacionalista y que hicieron suyo los criollos novohispanos. Una evidencia de esto es no sólo la veneración a la virgen de Guadalupe. Dicha imagen enarbolada en pendones escoltó los ejércitos que combatieron al mal gobierno. Esta es la posición militar. La intelectual recibe alientos enciclopedistas desde Europa hasta moldear formas demócratas y liberales, maduras plenamente ya muy avanzado el siglo XIX. De ese modo, Hidalgo decía que realizando la independencia se desterraba la pobreza para que a la vuelta de pocos años disfrutaran sus habitantes de todas las delicias de este vasto continente. Por su parte el Capitán Ignacio Allende comentaba al cura de Dolores: “No puede ni debe usted, ni nosotros, pensar en otra cosa que en la propia ciudad de Guanajuato que debe ser la capital del mundo”. Y Morelos, que tuvo andanzas de arriería y desempeño de labores sacerdotales en Carácuaro y Nocupétaro (Michoacán), atribuía a la “Emperadora Guadalupana” que (por ella)... estamos obligados a tributarle todo culto y adoración... y siendo su protección en la actual guerra tan visible... debe ser honrada y reconocida por todo americano”. Concluyendo: la realidad nacional que descubre la posibilidad de una patria, provoca entre los criollos la necesidad de desligar a México del imperio español. O lo que es lo mismo: su independencia, sin más. Hidalgo, Morelos y Allende, héroes de bronce en la historia patria, se relacionan con quehaceres taurinos practicados antes y durante la guerra emprendida. Por ejemplo, en 1800 fueron lidiados en la plaza de Acámbaro, Guanajuato, 80 toros de la hacienda de Jaripeo, ubicada en Irimbo, rincón michoacano. Aquellos bureles eran propiedad de don Miguel Hidalgo, el que también administró con buen tino otras dos haciendas en el mismo rumbo: Santa Rosa y San Nicolás. Morelos, por su parte, era “atajador”, el arriero que va delante de las mulas pero que además sabía lazar algunos toros cerreros. En cuanto a Allende, se conoce un pasaje poco más amplio, del que daré cuenta en seguida. Charro y torero Allende auténtico que es el charro, al igual que lo es el torero. El primero sustenta la bella tradición que encuentra muy escasas semejanzas en lo redondo del planeta, siendo sus características un conjunto de virtuosismos (cuya pormenorización causaría la gestación de abultados volúmenes) que, en resumen, motivan la conjugación airosa del hombre y del bruto y que denomínase, con épicos acentos, el charro mexicano. El segundo contiene en su castiza acepción una sutil sugerencia en la que la fiereza del animal y el don de mando y temple del humano que le presta alientos de gloria representan la más objetiva, colorida, afiebrada fiesta del valor.


El teniente de dragones muda con amplia satisfacción el uniforme galoneado por el atavío del charro, y los domingos, cuando menos, pasea al ritmo de los remos del bruto de gran alzada que con el cuello erguido, las grupas relucientes, las crines cepilladas, hace sonar sus herrados cascos en el empedradillo de la rúa principal de San Miguel el Grande. También la mangana es en sus manos una forja de siluetas y arabescos de fugaces vidas, y en el coleadero -puños de acero y rabos de hierro- el charro pone de manifiesto una cuasi profesión en la que se doctora sólo el alumno constante y entusiasta que aúna a la perseverancia los dones particulares de destreza, competencia y pericia. Muchos fueron los malos golpes sufridos en el rudo aprendizaje, muchos y seguidos, hasta que sólo sobrevinieron aquellos en los que las causas accidentales intervienen con el sello de inevitables. Entre contusiones y sangrías, vergüenzas y rabietas, Ignacio logró al fin alcanzar la borla de maestro de charrería. De ahí a significarse en el dramático arte de Cúchares sólo había un paso, el mismo que dió sin prevenciones mayores; y largar el rojo trajo ante los cuernos sobrecogedores de los toros de sangre asesina fué asunto de cotidiana entrega en el sumun de actividades entusiastas de Allende. En encierros improvisados por los hacendados del Bajío, en formales corridas de festividad religiosa, en los extensos llanos de la región, aun en patios y corrales, aquel teniente era el torero tras del cual iban los vítores entusiastas del espectador. Cuando la gesta de 1810 se inició, la Nueva España perdió un representativo de la virilidad charra y torera, pero México ganó, en cambio, un paladín de su libertad eterna. Durante veinte días, cuyo eje es el 29 de septiembre, la villa parece una enorme feria. Tras la procesión, misas, rosarios, sermones y bendiciones, el festejo de sabor pagano, sobresaliendo las corridas en las que se lidiaban “los toros más famosos por su bravura y en el último día toreaban de las personas decentes o notables, todas las que querían, repartiéndose las comisiones con arreglo a su inteligencia o humor, por lo que había capitán, toreros, locos, lazadores y picadores, haciéndose con este motivo mucha mayor la concurrencia... Siendo capitán, como debe suponerse, don Ignacio Allende”. Cierta vez, semejante al todo circunstancial esbozado y apoyado en el testimonio del historiógrafo sanmiguelense Benito Abad Arteaga, en que al inquieto milite tocó en suerte matar un toro, se produjo un fenómeno que los espectadores explicaron como una sencilla demostración del don intuitivo de la bestia que olfateaba en Ignacio al temible adversario que habría de dar con sus pellejos en el destazadero. Que era un toro de bandera nadie lo dudaba al verle embestir con el máximo de su poder a los de a caballo, hacer con bríos por el capote, mostrar limpia acometida a la incitación de los


banderilleros, pero “esquivaba de alguna manera la presencia de Allende que lo llamaba para matarlo, pues sólo daba el primer bote y no el segundo, que es en el que hace lance el torero”. El público, entre el que sobresalía el elemento femenino, principió a tomar la cosa a chunga, con la consiguiente reacción airada del “capitán” que no encontraba oportunidad de perfilarse y hundir el acero en la cruz del sagaz bruto. Los gritos de: ¡Ese bien te conoce! ¡Esta noche cenan juntos! ¡Le han asustado las patillas, teniente! ¡No le matas ni con un cañón! ¡Arriba el torito vivales!, encendieron el ánimo de Ignacio, máxime cuando el mal pensado cuadrúpedo eludió, ya decididamente, el encuentro, y volviendo el rabo prefirió beber los vientos de la distancia. Los espectadores tuvieron la humorada de correr apuestas, en mayoría favorables al bicho, sobre su problemático fin. Secamente, Ignacio dió orden imperiosa a jinetes e infantes para que redujeran, dentro del un círculo de carne protegida por los chuzos de los picadores, el espacio privativo de la res y él entró al mismo seguro de que ya nada le impediría salir airoso del lance. A un paso del burel que con las pezuñas removía nerviosamente la tierra del coso, alargó la siniestra hasta tomarle de un cuerno, tendió la espada y, tras la diestra armada, llevó el peso de su robusta humanidad. El estoconazo fue fulminante. El animal, herido de muerte, dejó escapar por el hocico una bocanada de sangre negra, dobló los remos y se desplomó a la sombra de su victimario. Tras el estupor general, el público desgranó en honor de Ignacio de Allende la más estruendosa de las ovaciones escuchadas en aquel lugar de la Nueva España amparado por la presencia emocionada de San Miguel. Fausto Antonio Marín: “Mocedades de Ignacio Allende”, 1951. Pocos son los datos que se conocen de la insurgencia torera. Ellos son, en todo caso, forjadores de la nueva patria que revelará un siglo sumido en los contrastes más diversos, reflejados en acontecimientos que la tauromaquia nacional también consideró como suyos, porque a partir de esa coyuntura adquirió forma y cuerpo hasta quedar definida al final del siglo que ahora nos congrega. Algunos otros toreros de la época, héroes o no fueron: Francisco Álvarez, José María Castillo, Mariano Castro, José de Jesús Colín, Onofre Fragoso, Ramón Gándara, Guadalupe Granados, Gumersindo Gutiérrez, José Manuel Luna, Agustín Marroquín, Rafael Monroy, José Pichardo, Basilio Quijón, Guadalupe Rea, Nepomuceno Romo, Vicente Soria, Xavier Tenorio, Juan Antonio Vargas, Cristóbal Velázquez y Miguel Xirón. Durante los años de la independencia de México surgió una buena cantidad de personajes del más variado repertorio. Uno de ellos “El torero Luna” salta a la fama por ser quien, en octubre de 1810 aprehendió cerca de Acámbaro a los coroneles realistas García Conde y Rul y al intendente Merino “cuando iban rumbo a Valladolid (hoy Morelia), enviados por el virrey -don Francisco Xavier Venegas, como nos dice José de Jesús Núñez y Domínguez en su Historia y tauromaquia mexicanas. Al parecer su nombre completo era José Manuel Luna, torero profesional de a caballo. Intervino en las corridas en el Paseo de Bucareli desde diciembre de 1796 hasta febrero de 1797, y siguió toreando en varias plazas del interior del virreinato durante la primera década del siglo XIX. Iniciada la lucha de Independencia se incorporó a las filas insurgentes bajo el mando directo de Ignacio Aldama. En lo militar es uno más de los dirigentes estratégicos que junto a los mismos jefes insurgentes mantienen en alto la iniciativa de liberación. Supone Núñez y Domínguez que “el torero Luna” perdió la vida en la batalla de Aculco, ocurrida el 6 de noviembre de 1810, puesto que resultó ser muy sangrienta. Por su parte Leopoldo Zamora Plowes en su sabrosísima comedia mexicana Quince uñas y casanova aventureros, nos dice de Luna lo siguiente: Años después [a los hechos de Aculco] Luna, que estaba a las órdenes del general Mier y Terán, aprehendió a Rosains, que había sido secretario de Morelos y que a la muerte de este [ocurrida en Ecatepec el 22 de diciembre de 1815] se hizo intolerante a sus desmanes. Esto es, todavía lo encontramos con un lustro de diferencia a lo último señalado por Núñez y Domínguez, cumpliéndose con la sentencia del bardo José Zorrilla quien, en su Juan Tenorio apuntaba: “los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud”. Es el mismo Zamora Plowes quien no da una versión que confrontada con la de Núñez y Domínguez adquiere otro cariz. Sin embargo, si no


murió en la batalla de Aculco, ¿abandonaría el belicoso principio de la emancipación -convencido de que no podría continuar, para abrazar las filas de su verdadera vocación? Eso no lo sabemos y peor aún, cuando hay un vacío de información de por medio. Un espectáculo taurino durante el siglo XIX, y como consecuencia de acontecimientos que provienen del XVIII, concentraba valores del siguiente jaez: Lidia de toros "a muerte", como estructura básica, convencional o tradicional que pervivió a pesar del rompimiento con el esquema netamente español, luego de la independencia. Montes parnasos o cucañas. El llamado monte carnaval, monte parnaso o pirámide, consistente en un armatoste de vigas, a veces ensebadas, en el cual se ponían buen número de objetos de todas clases que habrían de llevarse en premio las personas del público que lograban apoderarse de ellas una vez que la autoridad que presidía el festejo diera la orden de iniciar el asalto. Pero también estaban: el coleadero, jaripeos, mojigangas, toros embolados, globos aerostáticos, fuegos artificiales. O representaciones teatrales, como por ejemplo: Los hombres gordos de Europa, los polvos de la madre Celestina, la Tarasca, el laberinto mexicano, el macetón variado, los juegos de Sansón, las Carreras de Grecia (sic) o el Sargento Marcos Bomba, todas ellas mojigangas. Hombres montados en zancos, mujeres toreras. Agregado de animales como: liebres, cerdos, perros, burros y hasta la pelea de toros con osos y tigres. Benjamín Flores Hernández en su tesis de licenciatura: “Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces” (1976) nos ofrece un rico panorama al respecto: Lidia de toros en el Coliseo de México, desde 1762, lidias en el matadero, toros que se jugaron en el palenque de gallos, correr astados en algunos teatros; junto a las comedias de santos, peleas de gallos y corridas de novillos. Ningún elenco se consideraba completo mientras no contara con un "loco". Otros personajes de la brega -estos sí, a los que parece, exclusivos de la Nueva España o cuando menos de América- eran los lazadores. Cuadrillas de mujeres toreras, picar montado en un burro, picar a un toro montado en otro toro, toros embolados, banderillas sui géneris. Por ejemplo, hacia 1815 y con motivo de la restauración del Deseado Fernando VII al trono español anunciaba el cartel que "...al quinto toro se pondrán dos mesas de merienda al medio de la plaza, para que sentados a ellas los toreros, banderilleen a un toro embolado"; locos y maromeros, asaetamiento de las reses, acoso y muerte por parte de una jauría de perros de presa. Dominguejos (figuras de tamaño natural que puestas ex profeso en la plaza eran embestidas por el toro. Las dichas figuras recuperaban su posición original gracias al plomo o algún otro material pesado fijo en la base y que permitía el continuo balanceo). En los intermedios de las lidias de los toros se ofrecían regatas o, cuando menos, paseos de embarcaciones. Diversión, no muy frecuente aunque sí muy regocijante, era la de soltar al ruedo varios cerdos que debían ser lazados por ciegos; la continua relación de lid ia de toros en plazas de gallos, galgos perseguidores que podrían dar caza a algunas veloces liebres que previamente se habían soltado por el ruedo, persecuciones de venados acosados por perros sabuesos, globos aerostáticos, luces de artificio, monte carnaval, monte parnaso o pirámide, la cucaña, largo palo ensebado en cuyo extremo se ponía un importante premio que se llevaba quien pudiese llegar a él. Allende fue objeto de otras apreciaciones, como la que dejó impresa Guillermo Prieto en uno de sus peculiares versos, que van así:


Ignacio Allende, torero y militar al mismo tiempo. Fuente: “CAMPO BRAVO”, año 5, Número 23, julio-septiembre, 1999. Era don Ignacio Allende…6 Era don Ignacio Allende alto, rubio bien plantado, cuello erguido, ancha la espalda, suelto y poderoso el brazo, crespa, alborotada furia. Andar resuelto y con garbo, ver audaz, azules ojos, ardientes, limpios y claros, jinete entre los jinetes, cual soldado, temerario, complaciente en los festines, cometido en los estrados, lidiando toros, prodigio, de caballeros dechado. De la Reina el Regimiento le vio capitán bizarro, y a la par le festejaban las ciudades y los campos. Guillermo Prieto.7 En la misma obra de Sandra Molina Arceo, y en ese diálogo figurado, se recogen estos interesantes datos: (…) la nariz chueca, don Ignacio, disculpe la impertinencia, pero nunca me imaginé que lo hubiera perjudicado tanto ese toro que lo embistió –le dije mientras sacaba mi bien definido “instrumento para escribir sin pluma”. -No tienes por qué disculparte, no suela impertinente, al contrario; esta nariz chueca es como las Su nombre completo era Ignacio, José de Jesús, Pedro Regalado de Allende y Unzaga. Nació el 21 de enero de 1769. 7 Sandra Molina Arceo: Charlas de café con… Ignacio Allende. México, Grijalbo, Random House Mondadori, S.A. de C.V., 2009. 175 p., p. 9. 6


heridas de batalla, cicatrices que se muestran con orgullo. Que buen susto me llevé esa tarde. Estaba con unos amigos en los cerros de la Cañada de la Virgen, cerca de una de las haciendas de mi familia –empezó a contar mientras señalaba con su mano la dirección de los cerros, que para mi escaso sentido de orientación poco significaba-, cuando encontramos unos toros y nos decidimos a colearlos; uno rodó desde lo alto de un declive y arremetió contra mi caballo, entonces caí lastimándome gravemente un brazo y rompiéndome la nariz, quedándome tan chueca como la ves. Busca en tu texto, ¿esa anécdota ya la tienes?- dijo acercando su cara al monitor de la computadora.8 ALTAMIRANO, Atanasio: Picador de toros, integrante de una de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX. ALVA, Pedro: Picador de toros. Su nombre aparece registrado en el cartel que se celebró en la plaza de toros de Toluca, el 22 de octubre de 1882, la cual encabezaron José María Hernández y Encarnación Escamilla. ALVARADO ARZAVE (o ARZAVA), Eugenio: Banderillero. Nació el 1° de noviembre de 1891, en la ciudad de Durango. En 1908, empezó a torear en Parras de la Fuente, siguiendo los años por las plazas de la República. En 1912, se presenta en el antiguo “Toreo” con Alberto Zambrano y “El Andaluz”, lidiando ganado de Sinkehuel. Forma en 1936, la cuadrilla juvenil mexicana, con los hermanos Pepe y Juan Vela y Manolo Torres, con los que recorrió gran parte de las plazas de los estados y otras de Sudamérica. En 1943, organiza la de las señoritas toreras mexicanas y también anda por todas partes sumando durante diez años, un gran número de festejos toreados. De todas las toreras que tuvo, destacó en forma notable, Teresita Andaluz, que conocía la profesión en todas sus fases. Desde el año de 1933, en que se disolvió su última cuadrilla, actúa en su calidad de banderillero. (A. L., 17).

ALVARADO, Jorge de: Ocupó la función de “cuadrillero” y capitán de infantería, participó en los festejos por la bienvenida del virrey Lorenzo Juárez de Mendoza, conde de la Coruña. Esto, de acuerdo a datos que provienen del Acta de cabildo del 29 de agosto de 1580. ALVARADO, Juan: Torero durante el periodo colonial, que cita Nicolás Rangel (p. 44), por haberse involucrado con Francisco Rodríguez (véase ficha correspondiente). Su presencia es a comienzos del siglo XVII. ALVARADO RUIZ, Víctor Manuel: Matador de novillos. Nació en la capital de México, en el año de 1900. Hacia 1925 gozaba de algún nombre, tomando parte hasta 1928, en que se retiró de la profesión, en buen número de festejos, alternando con Miguel Gallardo, José Ortiz, Esteban García y 8

Op. Cit., p. 18-9.


otros. Entre sus ocupaciones, está el hacer argumentos cinematográficos de ambiente taurino; tiene dos terminados y confía poder filmarlos. Es padre del novillero Víctor Alvarado “El Papelero”. (A. L. 18). ÁLVAREZ, Benigno, Aceitero: Picador de toros. Su nombre quedó registrado en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros en Guadalupe Hidalgo (Puebla), la tarde del domingo 12 de marzo de 1911, lidiando ganado de Nopalapam. ÁLVAREZ, Cristóbal: Torero profesional de a caballo. Actuó en las corridas de recepción al segundo conde de Revillagigedo en 1789 y en las que tuvieron lugar a fines de 1796 y principios de 1797 en un coso provisional levantado en el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 362). ÁLVAREZ, Francisco: torero de a pie en la primera mitad del siglo XIX. Citado en: https://ahtm.wordpress.com/2014/04/27/conviviendo-con-hidalgo-allende-y-morelos-en-los-toros/ Torero profesional de a caballo. Actuó en las fiestas que se llevaron a cabo durante 1815 en la Plaza del Volador con motivo de la restauración de Fernando VII en el trono español. (BFH, 2012, 362). ÁLVAREZ, Ignacio: integrante de una cuadrilla de a caballo. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. Torero profesional de a caballo. Durante 1817 trabajó en la Real Plaza San Pablo mientras se celebraban los festejos por las bodas de Fernando VII y de su hermano don Carlos con las infantas de Brasil. A principios de 1819, en calidad de picador, se hallaba formando parte de la cuadrilla de Xavier Tenorio. (BFH, 2012, 262). ÁLVAREZ, Jesús. Pajero: Picador de toros. Matador de novillos mexicano. Su nombre quedó registrado en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros en Guadalupe Hidalgo (Puebla), la tarde del domingo 12 de marzo de 1911, lidiando ganado de Nopalapam. ÁLVAREZ, José, Tenazas: Banderillero que formó parte de la cuadrilla del espada José Romero “Frascuelillo” durante su gira por el estado de Puebla, esto, según la nota aparecida en EL CHISME, D.F., del 22 de agosto de 1900, p. 3. ÁLVAREZ, Luis: torero. En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. ÁLVAREZ, Pedro: Matador de toros. nació a fines del pasado siglo (el XIX), debutando como novillero en 1908. Tenía gran afición y dotes para la lidia. Se hizo matador, obteniendo un buen éxito el 7 de septiembre de 1913, actuando en la plaza de Pachuca, Hidalgo, con Carlos Lombardini. Toreó poco a partir de entonces, no dejando ningún vestigio de su paso por los ruedos. ÁLVAREZ, Refulgente: Su nombre correcto era Refugio Pérez Álvarez. Matador de toros. nació en Pizarrón de Montes, Querétaro, el 9 de febrero de 1888. Recibió la alternativa el 14 de noviembre de 1926 en Veracrúz, Veracruz, siendo su padrino Luis Freg –mano a mano-, con toros de La Trasquila. La segunda alternativa le fue otorgada el 17 de julio de 1927 en Madrid, el 17 de julio de 1927, siendo su padrino Bernardo Muñoz “Carnicerito de Málaga” y como testigo Francisco Peralta “Facultades”. El toro de la ceremonia se llamó “Capotero” y perteneció a la ganadería de López Plata.9 Muere a principios de los años setenta del siglo XX en la ciudad de México.

Disponible en internet octubre 7, 2019 en: http://torerosmexicanos.blogspot.com/2010/04/refulgentealvarez.html 9


Refulgente Álvarez. Retrato ubicado en J. M de Cossío, III, 33. ALVÍDRES, José: Picador de toros que llegó a actuar en algunos festejos celebrados en Puebla al comienzo del siglo XX. Una anécdota cobra importancia en su vida, pues quedó preso en aquella ciudad por robarse una muchacha, lo que le valió tener que salir penosamente de la cuadrilla juvenil que por entonces formaba Saturnino Frutos “Ojitos”. ALZATE, José: loco. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. “Loco” profesional. Participó en las lides efectuadas en el Volador, con las que en 1815 se festejó la vuelta de Fernando VII a España; y formó parte de una cuadrilla de a pie –para desempeñar sus funciones de “loco”- durante 1817 en la Real Plaza de San Pablo para celebrar el matrimonio del rey. Hacia 1819 pertenecía al elenco de la referida Plaza de San Pablo. (BFH, 2012, 362). AMARAL, José, El Bebé: Banderillero. Actuó como tal en la plaza de Celaya, Gto., el 27 de septiembre de 1903, bajo las órdenes de “Fuentes Mexicano”. Al parecer, era oriundo de esta población ubicada en el centro del país.

AMATE, José, Relampaguito: Banderillero, cuyo nombre veo en un cartel de la plaza de Moroleón (México), del año 1912. Es cuanto puedo decir de este artista, que supongo mexicano. (J. M de Cossío, III, 35).


AMAYA, Ángela: “intrépida aficionada, que por segunda vez se presentará en esta plaza (la del Paseo Nuevo, en la ciudad de México), y ejecutará las tres suertes de picar, banderillar y matar, con la serenidad y valor de que ya ha hecho pruebas”. Datos recogidos de un cartel anunciador, con fecha del domingo 22 y martes 24 de febrero de 1857 (Documento digitalizado en mi colección personal). AMUEDO, José: Novillero mexicano a comienzos del siglo XX. Hay una noticia sobre la actuación que tuvo en la plaza de Tulancingo, lidiando reses de San Javier. El Puntillero, año VII, N° 131, 16.10.1910. ANAYA, Anastasio: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. ANDRADA, Juan: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.10 ANDRADE, Antonio, Moreno: Picador de toros, al parecer nacido en Yucatán. Actuó la tarde del 25 de febrero de 1912, para enfrentar ganado de “Sinkehuel”. ANDRÉS, Félix: Matador de toros. Encabezó las cuadrillas en la plaza de toros del Paseo (S.L.P.), la tarde del 24 de junio de 1900. ANDÚJAR, José: Picador, pienso que en forma esporádica, que actuó en ruedos mexicanos hacia 1920. Allí conoció a Manuel Mejías Rapela (Bienvenida) con el que le uniría de por vida una estrecha amistad al extremo de que sería su administrador. Sirvió los estoques a todos los hijos del citado espada, que habrían de acrecentar las viejas glorias de una de las dinastías taurinas más ilustres de la historia del toreo. (J. M de Cossío, et. al., V, 622). ANGUAS, Francisco de: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. ANGUIANO, Francisco: picador, que en 1886 trabajó en la plaza de Tlalnepantla, con Ponciano Díaz (L. V., 55). Debe tratarse de Francisco Anguiano, Santín, jinete valiente que buscaba a los toros en todos los sitios del ruedo y a brazo suelto le alanceaba en las paletillas. (C. C. B., T. I., 274). ANTOLÍN, José: Banderillero. Actuó en los rumbos de San Luis Potosí. Esto ocurría en la “sobresaliente corrida” celebrada en la plaza de toros del “Paseo”, el 28 de diciembre de 1890. En dicha ocasión se lidiaron cinco toros de la ganadería de Guanamé. Al frente de las cuadrillas iban Enrique Santos “Tortero” y Saturnino Frutos “Ojitos”, como sobresaliente. ANTÚNEZ, Antonio, Tobalo: Banderillero oriundo de España, que como tal y como sobresaliente, figuraba ya en diferentes plazas de México, en 1887.

María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 10


Toreando en la plaza de Huamantla, el 18 de agosto de 1896, y en el momento de entrar en un burladero, fue alcanzado por un toro, resultando con una extensa cornada en un muslo. Hoy está retirado. (L. V., 55).

En Carlos Cuesta Baquero (seud. Roque Solares Tacubac): Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal desde 1885 hasta 1905. México, Tipografía José del Rivero, sucesor y Andrés Botas editor, respectivamente. Tomos I y II., T. I. 518. APARICIO, Sebastián de (fraile y religioso franciscano de origen español, 1502-1600): La mayor parte de su vida, la desarrolló en labores misioneras. Entre otras, se encontraba la de labrador, lo que llevó a este personaje a realizar faenas camperas como lazar y colear ganados mayores. En ese sentido, muchos lo consideran como el “primer charro” de América. Ya establecido en la ciudad de México, compra diversos terrenos donde se dedica a la crianza de ganados mayores y menores. Casa en dos ocasiones, enviudandos en ambas prematuramente, y es hasta 1574 en que abraza la fe cristiana como novicio en la orden franciscana. Al morir, en 1600 su cuerpo se mantuvo incorrupto, lo cual fue, entre otras razones, motivo para beatificarlo y luego canonizarlo, por lo que hasta hoy, se le sigue venerando al interior del templo de San Francisco, en Puebla. Por otra parte, Héctor Manuel Medina Miranda nos dice en su tesis doctoral “Los charros en España y México. Estereotipos ganaderos y violencia lúdica” (p. 274).: Como podemos ver en esta cita, los charros imaginan que sus batallas patrióticas continúan en los lienzos charros, montando sus caballos y enfrentándose con los bovinos. Esto no solo les permite vincularse con un pasado mítico, sino también asumirse como héroes católicos y “civilizadores”. Se consideran herederos de las míticas aportaciones de Sebastián de Aparicio, el mítico charro primigenio, y continuadores de los forjadores de la nación. Así, al imponerse al ganado mayor en los espectáculos deportivos, se sienten cruzados en una misión católica, patriótica y “civilizadora”. La manera en que se autodefinen como personajes de culto les conduce a pensar que no hay nada superior a ellos y que todo aquello que se encuentre en un nivel “inferior” debe aceptar su dominio. Al respecto es muy ilustrativo el famoso dicho: “Arriba del charro: ¡sólo Dios!”. ARANDA, Juan de: Tesorero en el Ayuntamiento de la Ciudad de México. Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 68). ARANZÁES, Saturnino, Serranito: Torero de a pie. Se sabe que llegó a actuar en plazas como las de Tlaxcala, Puebla y Veracruz, al comenzar el siglo XX.


ARCE, José Dámaso de, el Gitano: torero de a caballo, queretano de origen. Actuó durante algunas tardes Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 103). Torero profesional de a caballo. Vivía en Querétaro, de donde acudió para tomar parte en las corridas que organizó el virrey de Croix en el Volador durante noviembre y diciembre de 1770. También actuó en México a fines de 1785, cuando ocurrió la entrada del conde de Gálvez al virreinato novohispano. (BFH, 2012, 262). ARELLANO, Carlos de: Para regocijo del nuevo virrey Conde de Coruña, el Cabildo de México organizó otro torneo en 1580, en el que fueron juez de campo y mantenedor Pedro Lorenzo de Castilla y Carlos de Arellano respectivamente. (L. W., 1984; T. I., 156). ARELLANO, Juan de: Torero de a pie quien, junto a Felipe de Santiago, participaron en los festejos en celebridad de la toma de la Plaza de Orán y Mazaelquibil, en 1731 y 1732. AREN, Ricardo: Banderillero, seguramente mexicano. En 1915 trabajaba con mucha frecuencia en la plaza de El Toreo, de México, y otras de sus Estados. En España no se le conocía, y sólo se tenía noticias de él, por las que sabemos era bastante aceptable. (J. M de Cossío, III, 53). AREU ARVIDE, Ricardo: Banderillero mexicano de excelentes aptitudes. Veterano ya en la profesión, toreaba el 23 de marzo de 1947 en la plaza mexicana de Cuernavaca, Morelos, cuando después de correr al último toro con el capote, sufrió un derrame cerebral que le ocasionó la mu erte pocos minutos después. (J. M de Cossío, IV, 360). ARIAS MALDONADO, José: Integrante de una “Cuadrilla” que participó en juegos de cañas y alanceamiento de toros en 1682. (R. T., 2010, 92). ARISTIZÁBAL, Domingo, Castañero chico: Picador de toros mexicano. En América taurina de don Leopoldo Vázquez, escrito en 1898, le cita éste así: “Picador mexicano, que se da buena maña para castigar a los toros, y ha comenzado hace poco a torear, figurando en cuadrillas de segundo orden”. (J. M de Cossío, III, 55). ARIZA, Rafael: Banderillero. Trabajaba en plazas mexicanas hacia el 1914. (J. M de Cossío, III, 55). ARROYO, Rafael: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel que anuncia el festejo celebrado en la plaza “Circo del Progreso” (Guadalajara, Jal.), el domingo 12 de julio de 1857, como se podrá observar a continuación:


Macías Mora, Ramón, La Catedral y los Toros. La Tauromaquia en Guadalajara. 16081979.Guadalajara, Prometeo Editores, 2007. 536 p. Ils., fots., facs., maps. ARQUERO, José C.: Torero de a pie. Actuó como espada en una novillada, que se celebró en la plaza de toros “Bucareli”, el 7 de abril de 1895. ARRIAGA Y BOCANEGRA, Antonio Xavier de: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 55). ARROYO, Rafael: Torero de a pie, que octuó en la función celebrada el domingo 12 de julio de 1857, en el “Circo del Progreso” (Guadalajara, Jalisco). (R. M. M., 2007, 225). ARTAU, Joaquín: Torero y banderillero español que actuó en México durante el año 1888. ASTUDILLO, Lesmes de: Alcalde ordinario en el Ayuntamiento de la Ciudad de México. Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 68). AUDELO, Inés: Puntillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. AVENDAÑO y PORRAS, José Manuel de: torero de a caballo, nacido en Querétaro. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65).


ÁVILA, ALVARADO, Alonso de: Corría el año del señor de 1563 cuando dieron comienzo los festejos. Era don Luis de Velasco, el padre, virrey de estas tierras de la Nueva España. Gastaron sus haciendas los caballeros y gentileshombres, se dijeron muchas misas y plegarias a fin de aplacar el ansia por las buenas nuevas. Se decía en todos los rincones de México que era pronta la llegada del marqués del Valle de Oaxaca, de don Martín Cortés, hijo del conquistador don Hernando. Gran fama tenía el marqués y más aún adquirió en México. Comparaban su servidumbre con la corte del virrey y el lujo de su palacio era tal que se decía que era el verdadero señor de estas tierras. Juegos y fiestas fueron el pan de cada día, regocijando a los allegados a don Martín Cortés y preocupando al virrey don Luis quien comenzó a perder autoridad ante el carácter altivo e imperante del marqués. Por tanto fue Alonso “de los más lucidos caballeros que había en México”, pues los Ávila en la ciudad de México eran caballeros de estimación, gente de alto bordo, muy adinerada. A los hermanos Alonso de Ávila y Gil González de Alvarado les tocó morir ignominiosamente en el cadalso. A él los llevaron por sentencia de justicia porque conspiraban contra don Felipe II, haciendo conciliábulo con otros caballeros y banderizos que por cabeza de rebelión tenían al fachendoso y despótico don Marqín Cortés, marqués del Valle, quien con gran pompa acababa de llegar de la Metrópoli y en México, con este fausto motivo, no se trataba de otra cosa sino de fiestas y galas y “así las había más que jamás las hubo” para continuamente agasajarlo. (A de V-A., 1960, 29). Manuel Romero de Terreros en su célebre “Torneos y Mascaradas…”, obra utilísima y publicada en 1918, recoge una serie de testimonios de gran valía al respecto del tem. El autor toma una cita interesantísima que a su vez provenía de la “Noticia histórica de la Conjuración del Marqués del Valle (México, 1853), de Manuel Orozco y Berra, misma que dice al respecto: MASCARADA DE ALONSO DE ÁVILA (1566). HACIA EL MES DE Octubre (1566), había habido ya pláticas acerca del alzamiento, entre el Marqués y Alonso de Ávila, y éste para sus negocios estaba en los pueblos de su encomienda. Para ar calor a la empresa, Espinosa ganó a Pedro de Aguilar, recién venido de Zacatula, y con él envió una carta a Alonso de Ávila, convidándolo a regresar a México. Ávila no volvió al punto, sino que uno de los domingos inmediatos entró en la ciudad con veinticuatro amigos, vestidos de indios caciques, y con gran regocijo y música se apearon todos en casa del Marqués, donde estaban reunidos, convidados para una fiesta, el visitador (Valderrama), muchas damas y los caballeros de importancia. Alonso en el papel de Moctezuma, y el Marqués en el de su padre D. Hernando, representaron la primera entrada de los españoles en la capital del Imperio azteca, y saliéndose de la verdad histórica, aquel pródigo al conquistador, no sólo las muestras más rendidas de amistad, sino que al rumor de los instrumentos y en medio de los aplausos de la concurrencia le puso en la cabeza y en la de su mujer girnaldas de pluma, tal vez semejantes al copilli de que usaban los monarcas mexicanos; un truhán que estaba presente gritó como por donaire, ¡tómate esa corona, Marquesa! Los disfrazados tlatoanes llevaban en las manos ramos de flores con coplas y motes para repartir a las damas, unos de galantería y amores, otros de embozada significación enderezados a la revuelta, pero entendibles únicamente por los conjurados; el letrero puesto en el suschil que al Marqués tocó, decía “no temas la caída, pues es para mayor subida”. Acabada la farsa, mientras comenzó el sarao en la casa, la máscara anduvo por las calles despertando a los vecinos con el ruido de su música, cantando romances y coplas alusivas a la empresa, hasta la media noche, en que se retiró para asistir a la cena prevenida. El convite fue dado a la usanza de los indios; se pusieron a la mesa manjares del país preparados en la encomienda de Alonso, y los platos, los picheles, los jarros, los candeleros, todo el servicio era de barro de la tierra, sin duda de Cholula o de Cuautitlán, cuyos alfareros tenían fama de fabricar la loza más hermosa y fina; no escasearon los licores espirituosos, y alegres con la comida y excitados por el vino, circularon en medio de estrepitosas risas los dichos agudos y las palabras de doble sentido, con alusión a la revuelta. Levantados los manteles la mojiganga tornó a salir por las calles con hachas encendidas en las manos y a caballo, según lo que se llamaba


encamisada,11 tirándose los jinetes, conforme a la moda del tiempo, con alcancías, que eran unas bolas de barro endurecidas al sol, llenas de ceniza o de flores, y cuyos tiros se resistían parándolos con las adargas;12 los alcanciazos son hoy los cascarones, que rompen en las cabezas las gentes bulliciosas en los juegos de Carnestolendas. Manuel Orozco y Berra (M. R. T., 1918, 22-4). Además: Alonso de Ávila organizó otros festejos para el bautizo de los gemelos del segundo Marqués del Valle. En esa misma ocasión, el infatigable Ávila presentó también otro tipo de juego, la máscara de a caballo o encamisada. (L. W., 1984; T. I., 166). ÁVILA, Francisco: Banderillero mexicano, cuyo nombre aparece en carteles anunciando fiestas taurinas el año 1894, en Atlixco, Tehuacán y otras plazas. (L. V., 57). Banderillero. Toreaba por el año de 1890, en los ruedos mexicanos, teniendo fama de valiente. En aquel entonces actuaba indistintamente, durante la competencia de don Luis Mazzantini y Ponciano Díaz, con estos dos toreros. Se daba el caso curioso, que Ávila, deseaba el triunfo del matador, con el que salía aquella tarde colocado. (A. L., 30-1). LOS HERMANOS ÁVILA: TOREROS CONOCIDOS EN EL MÉXICO DE LOS PRIMEROS AÑOS DEL XIX. El caso de los hermanos Ávila se parece mucho al de los Romero, en España. Sóstenes, Luis, José María y Joaquín Ávila (al parecer, oriundos de Texcoco) constituyeron una sólida fortaleza desde la cual impusieron su mando y control, por lo menos de 1808 a 1858 en que dejamos de saber de ellos. Medio siglo de influencia, básicamente concentrada en la capital del país, nos deja verlos como señores feudales de la tauromaquia, aunque por los escasos datos, su paso por el toreo se hunde en el misterio, no se sabe si las numerosas guerras que vivió nuestro país por aquellos años nublaron su presencia o si la prensa no prestó toda la atención a sus actuaciones. Sóstenes, Luis y José María (Joaquín, mencionado por Carlos María de Bustamante en su Diario Histórico de México, cometió un homicidio que lo llevó a la cárcel y más tarde al patíbulo) establecieron un imperio, y lo hicieron a base de una interpretación, la más pura del nacionalismo que fermentó en esa búsqueda permanente de la razón de ser de los mexicanos.

Cartel celebrado el 11 de junio de 1857. Actuaban, como puede apreciarse Sóstenes y Luis Ávila. Col. digital del autor. 11 12

Los que tomaban parte en una encamisada iban generalmente vestidos de blanco, a la morisca. También se usaban botellitas con perfume que se arrojaban a las damas en sus balcones.


Un periodo irregular es el que se vive a raíz del incendio en la Real Plaza de Toros de San Pablo en 1821 (reinaugurada en 1833) por lo que, un conjunto de plazas alternas, pero efímeras al fin y al cabo, permitieron garantías de continuidad. Aún así, Necatitlán, El Boliche, la Plaza Nacional de Toros, La Lagunilla, Jamaica, don Toribio, sirvieron a los propósitos de la mencionada continuidad taurina, la que al distanciarse de la influencia española, demostró cuán autónoma podía ser la propia expresión. ¿Y cómo se dio a conocer? Fue en medio de una variada escenografía, no aventurada, y mucho menos improvisada al manipular el toreo hasta el extremo de la fascinación, matizándolo de invenciones, de los fuegos de artificio que admiran y hechizan a públicos cuyo deleite es semejante al de aquella turbulencia de lo diverso. De seguro, algún viajero extranjero, al escribir sus experiencias de su paso por la Ciudad de México, lo hizo luego de presenciar esta o aquella corrida donde los Ávila hicieron las delicias de los asistentes en plazas como las mencionadas. De ese modo, Gabriel Ferry, seudónimo de Luis de Bellamare, quien visitó nuestro país allá por 1825, dejó impreso en La vida civil en México un sello heroico que retrata la vida intensa de nuestra sociedad, lo que produjo entre los franceses un concepto fabuloso, casi legendario de México con la intensidad fresca del sentido costumbrista. Tal es el caso del "monte parnaso" y la "jamaica", de las cuales hizo un retrato muy interesante. En el capítulo "Escenas de la vida mejicana" hay una descripción que tituló “Perico el Zaragata”, el autor abre dándonos un retrato fiel en cuanto al carácter del pueblo; pueblo bajo que vemos palpitar en uno de esos barrios con el peso de la delincuencia, que define muy bien su perfil y su raigambre. Con sus apuntes nos lleva de la mano por las calles y todos sus sabores, olores, ruidos y razones que podemos admirar, para llegar finalmente a la plaza. Nunca había sabido resistirme al atractivo de una corrida de toros -dice Ferry-; y además, bajo la tutela de fray Serapio tenía la ventaja de cruzar con seguridad los arrabales que forman en torno de Méjico una barrera formidable. De todos estos arrabales, el que está contiguo a la plaza de Necatitlán es sin disputa el más peligroso para el que viste traje europeo; así es que experimentaba cierta intranquilidad siempre lo atravesaba solo. El capuchón del religioso iba, pues, a servir de escudo al frac parisiense: acepté sin vacilar el ofrecimiento de fray Serapio y salimos sin perder momento. Por primera vez contemplaba con mirada tranquila aquellas calles sucias sin acercas y sin empedrar, aquellas moradas negruzcas y agrietas, cuna y guarida de los bandidos que infestan los caminos y que roban con tanta frecuencia las casas de la ciudad. Y tras la descripción de la plaza de Necatitlán, el "monte parnaso" y la "jamaica" (…) (...)El populacho de los palcos de sol se contentaba con aspirar el olor nauseabundo de la manteca en tanto que otros más felices, sentados en este improvisado Elíseo, saboreaban la carne de pato silvestre de las lagunas. -He ahí- me dijo el franciscano señalándome con el dedo los numerosos convidados sentados en torno de las mesas de la plaza, lo que llamamos aquí una "jamaica". La verdad que poco es el comentario por hacer. Ferry se encargó de proporcionarnos un excelente retrato, aunque es de destacar la actitud tomada por el pueblo quien de hecho pierde los estribos y se compenetra en una colectividad incontrolable bajo un ambiente único. De todos modos, lo poco que sabemos de ellos es gracias a los escasos carteles que se conservan hoy en día. Son apenas un manojo de “avisos”, suficientes para saber de su paso por la tauromaquia decimonónica. Veamos qué nos dicen tres documentos. 13 de agosto de 1808, plaza de toros “El Boliche”. “Capitán de cuadrilla, que matará toros con espada, por primera vez en esta Muy Noble y Leal Ciudad de México, Sóstenes Ávila.-Segundo matador, José María Ávila.-Si se inutilizare alguno de estos dos toreros, por causa de los toros, entonces matará Luis Ávila, hermano de los anteriores y no menos entendido que ellos. Toros de Puruagua”.


Domingo 21 de junio de 1857. Toros en la Plaza Principal de San Pablo. Sorprendente función, desempeñada por la cuadrilla que dirigen don Sóstenes y don Luis Ávila. “Cuando los habitantes de esta hermosa capital, se han signado honrar á la cuadrilla que es de mi cuidado, la gratitud nos estimula á no perder ocasión de manifestar nuestro reconocimiento, aunque para corresponder dignamente sean insuficientes nuestros débiles esfuerzos; razón por lo que de nuevo vuelvo a suplicar á mis indulgentes favorecedores, se sirvan disimularnos las faltas que cometemos, y que á la vez, patrocinen con su agradable concurrencia la función que para el día indicado, he dispuesto dar de la manera siguiente: Seis bravísimos toros, incluso el embolado (no precisan su procedencia) que tanto han agradado á los dignos espectadores, pues el empresario no se ha detenido en gastos (...)”. Aquella tarde se hicieron acompañar de EL HOMBRE FENÓMENO, al que, faltándole los brazos, realizaba suertes por demás inverosímiles como aquella “de hacer bailar y resonar a una pionza, ó llámese chicharra”. Al parecer, con la corrida del domingo 26 de julio de 1857 Sóstenes y Luis desaparecen del panorama, no sin antes haber dejado testimonio de que se enfrentaron aquella tarde a cinco o más toros, incluso el embolado de costumbre. Hicieron acto de presencia en graciosa pantomima los INDIOS APACHES, “montando á caballo en pelo, para picar al toro más brioso de la corrida”. Uno de los toros fue picado por María Guadalupe Padilla quien además banderilló a otro burel. Alejo Garza que así se llamaba EL HOMBRE FENÓMENO gineteó “el toro que le sea elegido por el respetable público”. Hubo tres toros para el coleadero. “Amados compatriotas: si la función que os dedicamos fuere de vuestra aprobación, será mucha la dicha que logren vuestros más humildes y seguros servidores: Sóstenes y Luis Ávila”. Todavía la tarde del 13 de junio de 1858 y en la plaza de toros del Paseo Nuevo participó la cuadrilla de Sóstenes Ávila en la lidia de toros de La Quemada. Destacan algunos aspectos que obligan a una detenida reflexión. Uno de ellos es que de 1835 (año de la llegada de Bernardo Gaviño) a 1858, último de las actuaciones de los hermanos Ávila, no se encuentra ningún enfrentamiento entre estos personajes en la plaza. Tal aspecto era por demás obligado, en virtud de que desde 1808 los toreros oriundos de Texcoco y hasta el de 58, pasando por 1835 adquirieron un cartel envidiable, fruto de la consolidación y el control que tuvieron en 50 años de presencia e influencia. Otro, que también nos parece interesante es el de su apertura a la diversidad, esto es, permitir la incorporación de elementos ajenos a la tauromaquia, pero que la enriquecieron de modo prodigioso durante casi todo el siglo XIX, de manera ascendente hasta encontrar años más tarde un repertorio completísimo que fue capaz de desplazar al toreo, de las mojigangas y otros divertimentos me ocuparé en detalle más adelante. ÁVILA, Joaquín: Torero de a pie y hermano de Sóstenes, José María y Luis. No pudo continuar con ellos, debido que a cometió un asesinato, y por la sentencia, pasó buena cantidad de años en la cárcel. ÁVILA, José: Banderillero, e integrante de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, encabezada por Antonio Villa y Pedro López. Su nombre aparece en un cartel de la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 19 de mayo de 1907. ÁVILA, José María: torero durante el primer tercio del siglo XIX. En contrato hecho hacia 1834 con el Notario Francisco Calapiz y Aguilar, se cita entre otros a (…) Acta N° 77456. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros de Toluca. Se agrega en dicho contrato “Que trabajarán en todas las corridas que el año permitiere, estando una hora antes de que inicien, Mariano (Ávila) como Capitán matará los toros que le corresponda y José María Ávila lo mismo. Si algún torero se lastimara o hiriera se le abonará en cada corrida la mitad de su sueldo. Clavería no firmó por no saber”.


ÁVILA, Juan: Banderillero. Así aparece anunciado en el cartel delebrado el 15 de abril de 1879 en la plaza de toros “Zaragoza” (Toluca, Edo. de Méx). Este personaje estuvo bajo las órdenes de Francisco Salazar. ÁVILA, Luis: así como probablemente se trate de uno de los integrantes de aquel conjunto familiar, los célebres "Ávila” que, en opinión de Núñez y Domínguez, así como de María y Campos, actuaron entre 1808 y hasta 1864, incluso; este puede ser un homónimo. Se presentaba como picador de toros. Su nombre aparece en el cartel que se celebró la tarde del 21 de diciembre de 1851, en un festejo celebrado en la Plaza Nueva de Toros en el Paseo Nuevo. Natural de la ciudad de México, era uno de los famosos hermanos Ávila que a partir de 1828 ya toreaban con frecuencia en las plazas capitalinas de “La Alameda” y Necatitlán. En 1841 tomó parte en una corrida nocturna, iluminándose el coso con hachones de ocote, que se celebró en Durango, y en la cual, por cierto, sufrió una cornada grave en el costado derecho. Siguió toreando, sólo o con sus hermanos, por toda la República, como en marzo de 1845 en Puebla, y en 1852 y 1853 en el Distrito Federal, en las plazas del “Paseo Nuevo” y “San Pablo”. El domingo 23 de enero de 1853, en los programas anunciaban: “…y el reconocido mérito en sus trabajos ¡¡DE LOS ÁVILAS!!, estos inteligentes e intrépidos lidiadores, que lo son, tanto de a caballo como de a pie…”, y ocho días después: “…Además se lidiarán por la cuadrilla de la plaza (de “San Pablo”), a que pertenecen ya Mariano y Luis Ávila, cuatro toros de la misma raza…”. Volvió a la capital por última vez en 1857, en unió de su otro hermano Sóstenes, y luego se pierden sus huellas. (H. L. II., 655). ÁVILA, Luis: Banderillero. Su nombre aparece registrado en el cartel que se celebró en la plaza de toros de Toluca, el 22 de octubre de 1882, la cual encabezaron José María Hernández y Encarnación Escamilla. Probablemente sea un homónimo del antiguo espada Luis Ávila, quien había toreado, por lo menos desde 1818 y hasta los años 60 del siglo XIX. ÁVILA, María, Morenita: Torera de a pie, considerada en su tiempo como “criolla”. Alternó con Bernardo Gaviño apenas se presentó en la isla de Cuba, a finales de la segunda década del siglo XIX. De ella se decía “que e la suerte de frente por detrás –hoy la repetida “gaonera”-, y con las banderillas, era algo de asombro”. ÁVILA, Miguel: Otro de los hermanos Ávila. Actuó de primer espada en la plaza de “San Pablo”, de la capital en 1857 y 1858; pero años antes, hacia 1830, ya lo había hecho con regularidad en las plazas de “La Alameda” y Necatitlán. Cuando se retiró de los toros, hacia 1860, se fue a vivir a la ciudad de San Luis Potosí, donde falleció años después a edad muy avanzada. (H. L. II., 655). ÁVILA, Miguel: Picador de toros mexicano, bastante aceptable. (L. V., 57). Se anunció como picador en un festejo celebrado el 10 de agosto de 1890 en la plaza de toros de Parras de la Fuente (Coahuila). ÁVILA, Sostenes: torero durante el primero y segundo tercio del siglo XIX. En contrato hecho hacia 1834 con el Notario Francisco Calapiz y Aguilar, se cita entre otros a (…) Acta N° 77456. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros de Toluca. Se agrega en dicho contrato “Que trabajarán en todas las corridas que el año permitiere, estando una hora antes de que inicien, Mariano (Ávila) como Capitán matará los toros que le corresponda y José María Ávila lo mismo. Si algún torero se lastimara o hiriera se le abonará en cada corrida la mitad de su sueldo. Clavería no firmó por no saber”. ÁVILA, Sóstenes, Tepiqueño: Torero de a pie. Al parecer oriundo del estado mexicano de Nayarit. En 1904 toreaba en la plaza de Tepic, acompañado entre otros, por el entonces muy joven banderillero Francisco Martínez “Torerito”.


ÁVILA, Mariano: torero a caballo durante el primer tercio del siglo XIX. En contrato hecho hacia 1834 con el Notario Francisco Calapiz y Aguilar, se cita entre otros a (…) Acta N° 77456. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros de Toluca. Se agrega en dicho contrato “Que trabajarán en todas las corridas que el año permitiere, estando una hora antes de que inicien, Mariano (Ávila) como Capitán matará los toros que le corresponda y José María Ávila lo mismo. Si algún torero se lastimara o hiriera se le abonará en cada corrida la mitad de su sueldo. Clavería no firmó por no saber”. AYALA, José: Matador mexicano. No llegó a presentarse en las plazas españolas, y en las de su país lo hizo con poca frecuencia. El 20 de junio de 1910 actuó cn Carlos Millán en San Antonio la Isla (México), y toreó y estoqueó como pudo dos novillos de Atenco. (J. M de Cossío, III, 71).


B BALANDRO, Patricio: Banderillero mexicano, que figuró con bastante aceptación en diversas cuadrillas por los años de 1884 a 1890. (L. V., 59). Aunque también se le reconoce como Picador de toros. a fines del siglo XIX, actuaba en los ruedos a las órdenes de Ponciano Díaz. Era buen caballista, teniendo fama de valiente ante la cara del toro, a pesar de haber recibido grandes caídas, y sufrir en su larga vida profesional, varios accidentes. (A. L., 33). BALBERDE, Francisco de: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México, en 1601. Declara que en su vejez, se le llegó a invitar y a nombrar para que participasen en juegos de cañas. Esto, de acuerdo a lo dicho en acta de cabildo de 24 de agosto de 1601. BALDELAMAR, Emilio: Banderillero mexicano, que viene actuando como tal desde 1894. (L. V., 59). BALDÉS, Alonso de: En acta de cabildo de 24 de agosto de 1601, este personaje, ya viejo, lamentaba no participar en festejos organizados aquel año, pues tenía una pierna que se le quebró en la plaza jugando cañas…” BALDERA, Merced: Matador de toros. Toreó bastante en su tierra por el 1913. En 1914 vino a España y creo que no consiguió actuar. (J. M de Cossío, III, 78). BALMANEDA, Andrés de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.13 BALVERDE. Franciso de: Factor de la Real Hacienda en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1601. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. BANDA, Raúl: Picador de toros. Realizó dicha labor bajo las órdenes de Rodolfo Gaona, la tarde del 26 de diciembre de 1915, esto en la plaza del “Progreso”, Guadalajara, Jalisco. (R. M. M., 401). BAÑOS, Dolores: “Habiendo llegado de Querétaro a esta capital la torera Dolores Baños, se presentará por primera vez en esta plaza a desempeñar el arriesgado lance de dar muerte al quinto toro con una banderilla que le pondrá en el testuz”. Así se anunciaba a dicha “torera”, en un cartel para el festejo que se celebró en la Plaza Principal de toros de San Pablo, la tarde del domingo 9 de noviembre de 1851. BAÑUELOS, Francisco de: “Cuadrillero”, que participó en diversas representaciones caballerescas, con motivo de las fiestas por la asunción a la corona del rey Felipe V en 1701. José Francisco de Isla, en su relación de sucesos denominada como “Buelos de la Imperial Aguila Tetzcucana…” del mismo María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 13


año, nos permite ubicar a este personaje gracias a la descripción de festejos como el “Cortejo, el Tocotín y los juegos de cañas”. BARAHONA, Diego de: Regidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México, en septiembre de 1635. Caballero en plaza y cuadrillero en fiestas organizadas durante el mes de septiembre de 1635. BARAZA (o Varaza), José: Aunque en algún lugar dice José de Jesús Núñez y Domínguez que trabajaba a caballo, parece ser que éste era más bien un torero profesional de a pie. Lidió en el curso de 1789, durante los festejos de bienvenida al segundo conde de Revillagigedo. (BFH, 2012, 363). BARBABOSA YRIGOYEN, Miguel, El Veracruzano: Aficionado que abrazó la profesión de torero temporalmente. Actuó en Puebla en julio de 1912, aunque ya lo hacía con alguna frecuencia años atrás.

Curiosos retratos de Miguel Barbabosa Irigoyen. Cortesía del Arq. Jorge Barbabosa Torres. BÁRCENAS, Jesús: Picador de toros. Actuó como tal en la plaza del “Buen Gusto” (San Luis Potosí), la tarde del domingo 15 de febrero de 1885, enfrentando junto con los de la cuadrilla dirigida por Refugio Sánchez, ganado de “La Cantera”. BARCIA, Nicolás, Mexicanito: Matador de novillos, natural de México. En 1902 se anunció en los periódicos su venida a España, que no llegó a cumplirse al parecer. (J. M de Cossío, III, 90). BARCIELA, Manuel: Novillero. Se presentó en la plaza de toros “Ojitos” en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 12 de abril de 1914, alternando con José Carrasco y Miguel Gallardo “Miguelillo”, como sobresaliente, en la lidia de 5 “hermosos novillos puntales de la acreditada ganadería “La Fuente”. BARRAGÁN, N. N.: Matador de toros. Citado este personaje como integrante de una generación participante alrededor de la época de Bernardo Gaviño, esto a mediados del siglo XIX. (El Arte de la Lidia, Año I, N° 2, 16.11.1884).


BARRERA, Fernando de la: Cuadrillero en las fiestas que se celebraron en la Plaza Mayor de la ciudad de México en 1618. BARRERA, Patricio, Niño (o Rubio) de Monterrey: Banderillero. Fue un torero fácil, que se distinguió en forma notable en el segundo tercio. Estuvo en su apogeo, por el año de 1910, en que toreó bastante con la mayor parte de los matadores. (A. L., 41). BARRIENTOS, fr. Pedro de: Jerónimo López, quien se quejó ante Carlos V de que los indios no sólo poseían caballos y espadas –lo que estaba más o menos prohíbo por las ordenanzas reales- sino que “se juntan a juegan cañas e corren sortija e (hacen) otras cosas muy malas”. A pesar de ello o quizá en razón de lo mismo, el dominico fray Pedro de Barrientos enseñó a los naturales de Chiapa de Corzo a criar caballos, a correrlos, y a jugar cañas y alcancías, que los indios aprendieron y lograron hacer “con tanta destreza y gallardía como en la ciudad más lucída de España”. (L. W., 1984; T. I., 162). BARRÓN, Eustaquio: Lazador e integrante de una peculiar cuadrilla de jinetes, que actuaron en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, la tarde del 13 de enero de 1867. Función extraordinaria a beneficio del Hospital de Pobres. Por unos aficionados. Toros de Atenco. Junto a él alternaron los Sres. Rivas y Córcoles, Feliciano Rodríguez, Joaquín Adalid, entre otros. (H. L. S., T. I., 171-2). BARRÓN, Félix: “Loco”. Integrante de la cuadrilla de Ponciano Díaz, en un festejo que se desarrolló en la plaza de toros de Toluca, la tarde del 1° de junio de 1879. BARRUNDIA (Barruntia), Patricio, el Nuevo Orizabeño: banderillero en el último tercio del siglo XIX. (C. C. B., T. I, 58). BARTOLOMÉ CAYETANO: Torero de a pie quien, junto a Felipe de Santiago, participaron en los festejos en celebridad de la toma de la Plaza de Orán y Mazaelquibil, en 1731 y 1732. BASAURI, José: Matador de novillos. Es español.14 Pasó siendo joven a México, y allí se dedicó al toreo, haciéndose pronto un buen lugar entre los de la profesión. Como matador de toros en corridas de segundo orden, y estoqueando a veces en unión de espadas españoles de cartel; ha toreado en la mayor parte de las plazas de los diferentes estados de México y algunas otras repúblicas americanas. Por haber abrazado en México la profesión y no haber salido de América desde entonces, figura en este libro entre los diestros americanos. (L. V., 59).

De acuerdo a lo indicado en El Estoque. Periódico de toros y variedades, 2ª época, noviembre 11 de 1895, N°5, p. 4, en el Directorio de toreros nacionales y extranjeros, a José Basauri se le tenía en ese entonces como espada mexicano. 14


Curiosa fotografía de una cuadrilla de aficionados, tomada el año de 1885, en la que figura como matador el joven Pepe Basauri. León taurino y deportivo. 1ª época, León, Gto. Julio de 1938, Nº 1. Natural de León, Guanajuato. Pertenecía a una familia acomodada del lugar y cuando empezó a torear, en 1887, lo hizo en novilladas de aficionados. Durante tres años siguió así, como se deduce de una gacetilla que se publicó en el “Diario del Hogar” (N° 121, del domingo 2 de febrero de 1890): “MÁS TOREROS. Varios jóvenes, pertenecientes a las principales familias de León, Gto., han formado una compañía tauromáquica. Primer espada: José Basauri”, la cual debió de tener bastante éxito. En 1893 decidió abrazar la profesión taurina y fue en su propia ciudad natal, alternando con Enrique Vázquez “Montelirio”, cuando toreó por primera vez de luces, el 6 de noviembre de dicho año. A mediados de 1894 se fue a vivir a la ciudad de México, sin duda para ampliar sus conocimientos en la materia, y durante algunos meses estuvo de banderillero en la cuadrilla de Ponciano Díaz. De novillero se presentó en la capital, en la plaza “Bucareli”, matando él solo cuatro novillos de La Soledad y San Pedro, el 21 de octubre del mismo año, gustando bastante sus estocadas, a pesar de ser todas ellas delanteras y perpendiculares. El 24 de marzo de 1895 toreó en Pachuca, Hgo., y sufrió tal cornada en el vientre, que aunque logró sanar, se desdibujó completamente como torero. Aún toreó algunas veces en la ciudad de México ese mismo año de 1895; pero como cada vez aumentaban las muestras de desagrado de los espectadores, prefirió retirarse definitivamente de los toros. (H. L. II., 656). BASTIDA, Pedro: Lazador. Actuó junto a Bernardo Gaviño. Su nombre se encuentra incluido en el cartel que se celebró el domingo 2 de noviembre de 1856, en la plaza de toros del Paseo Nuevo. BASTÓN, Carlos, er Cenizas: De acuerdo a una nota que se publicó en El Domingo. Toros, Teatros, Cines, Radio, Deportes, Año I, T. I, México, D.F., del domingo 11 de diciembre de 1938, N° 3, p. 6, aparece una pequeña inserción que da cuenta de este personaje “Torero y periodista” que incursionó en los toros, con toda seguridad, al comenzar el siglo XX, y que, por consecuencia, vino al mundo a finales del siglo XIX. No hay mayor información que la incluida a continuación:


BÉJAR, Rosendo: Matador de toros mexicano, que al no mucho conocimiento del arte unía una excesiva prudencia. El 8 de septiembre de 1911 actuó en San Luis Potosí (México), mostrándose miedoso. Toreó después algún tiempo, siempre con las mismas características. (J. M de Cossío, III, 101).

BEJARANO, José Miguel: Capitán de las milicias virreinales, en septiembre de 1791, cuando la proclamación de Carlos IV en Tehuantepec, entró a la plaza a realizar algunos ejercicios de equitación, tras los cuales demostró su habilidad de buen varilarguero frente a un toro. (BFH, 2012, 363). BELLO, Miguel: Mexicano. Figuró como banderillero a las órdenes del espada Manuel Caballero, en las corridas que se dieron con motivo de la exposición de Atlanta (Georgia) Estados Unidos del Norte en 1895. (L. V., 60). Banderillero. En el año de 1895, figuraba en la cuadrilla del matador español Manuel Caballero. Tomó parte en las corridas que se celebraron en Atlanta, Georgia, con motivo de la exposición. (A. L., 42). Murió en México capital, de cogida, el 20 de julio de 1909.


Miguel Bello en su época como torilero en la plaza de toros “El Toreo”. Posa junto al toro Bonito de Arribas Hermanos, el cual fue lidiado el 16 de febrero de 1908. Foto. A.V. Casasola. Col. del autor BELLO DE ACUÑA, Gaspar: Alguacil Mayor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1607. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. BENAVIDES, Crispín, Salerito: Formaba parte, como banderillero, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnac´n Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. BERMUDEZ, Vicente: Integrante de la cuadrilla de Ponciano Díaz, la cual actuó en la plaza de toros de Cuautitlán, Méx., el 23 de noviembre de 1884. BERMÚDEZ, ULLOA y SOTOMAYOR, Joseph Antonio: General que fue de los galeones de Filipinas, y, para 1747 Gobernador y Justicia Mayor del Estado y Marquesado del Valle. Padrino y cuadrillero que participó en las fiestas por la jura de Fernando VI, en México (M. R. T., 1918, 60). BERMÚDEZ PIMENTEL, Gregorio: Corregidor de esta Nobilísima Ciudad en 1747. Cuadrillero y padrino que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México. (M. R. T., 1918, 49).


BERUMEN, Vicente: Banderillero mexicano de segunda fila. Citado este personaje como integrante de una generación participante alrededor de la época de Bernardo Gaviño, esto a finales del siglo XIX. (El Arte de la Lidia, Año I, N° 3, 30.11.1884). BERRIOZÁBAL, Manuel: Picador mexicano, muy aceptable, que viene trabajando desde 1890. Formó parte en la cuadrilla de Timoteo Rodríguez, y tomó parte en la corrida en que éste sufrió la herida que le ocasionó la muerte, el 10 de marzo de 1895, en la plaza de toros de Durango. (L. V., 60).

Alguno de estos dos varilargueros debe ser Manuel Berriozábal. Los personajes proceden de otra imagen que aparece a continuación:

Revista de Revistas Nº 1394, del 7 de febrero de 1937.


BETANCOURT, Felipe, Vaquerito: Banderillero. Fue un excelente peón de brega, que se distinguió por la forma notable de torear a una mano. En 1914, estaba en la plenitud de sus facultades, figurando en las cuadrillas de los diestros más destacados, mexicanos y españoles. Era muy eficaz poniendo las banderillas no buscando ningún lucimiento, y limitándose a servir a su matador, al que consideraba, se le debían conceder todas las ovaciones. (A. L., 43). BIZAMA, Matías: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. BLANCO, Cayetano: Torero profesional de a pie. Salió a lidiar durante las corridas dadas por la recepción al segundo conde de Revillagigedo en 1789. Es probable que sea el mismo “Cayetano” que toreó en la plaza de San Lucas en la temporada que se dio allí durante los últimos días de 1790 y los primeros de 1791. (BFH, 2012, 363). BLANCO, Ildefonso, el Herrero: Picador americano. Trabajó hacia el 1896 a las órdenes de Salitas, y más tarde junto a otros estoqueadores. (J. M de Cossío, III, 124). BLANCO, Jesús: Banderillero mexicano, que trabajaba ya con aceptación, a las órdenes de acreditados espadas, en 1885. (L. V., 60). En la mojiganga que se presentó en la plaza de toros de Tlalnepantla, la tarde del 14 de noviembre de 1886, y que se publicitó con el nombre de “Una Fiesta en Ixtacalco”, Jesús hizo las veces de novia. BLASIO, Alejandro: Banderillero, que trabajó a las órdenes del espada Manuel Caballero, en Atlanta (Georgia) Estados Unidos del Norte, en 1895. Es mexicano. (L. V., 60). BLASIO, Genaro: Picador de toros, hermano del anterior, y como él figuró a las órdenes de Manuel Caballero en 1895. (L. V., 60-1). BLÁZQUEZ, Laureano: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. BOLERO, Amado, Vaquerito: Banderillero. Empezó a torear por el año de 1910. No tuvo suerte en la profesión, por no estar dotado de los conocimientos indispensables, que se necesitan para ser torero. (A. L., 47). BOLIO PARRA, Saturnino, Barana: Picador de toros. nació el 31 de octubre de 1888, en la ciudad de Mérida, Yucatán. En una de las fincas de su señor padre, empezó a montar a caballo desde niño, logrando muy joven ser un gran jinete. Practicaba el deporte del béisbol, en el que destacó en forma notable, ya que en 1904 y hasta 1908, fue campeón de las ligas mayores, jugando en la Habana y Nueva York. Debutó de picador con el matador hispano Juan Luis de la Rosa. A las órdenes de David Liceaga, hizo su primer viaje a España en 1931, toreando también en la Península, con las figuras españolas, entre ellas, Manolo Bienvenida y Vicente Barrera. En 1934, se colocó en México como “Curro Caro”, y de nuevo marchó a España llamado por Victoriano de la Serna, con el que duró tres temporadas. Picó a toros que se inmortalizaron, entre ellos “Tapabocas” de Coquilla y, “Pardito” de San Mateo –los dos lidiados por “Armillita”-. También le cupo el honor, de picar tres toros, la tarde de la consagración en “El Toreo” de Lorenzo Garza, en que por el percance de Alberto Balderas, tuvo que matar los seis. En los treinta y ocho años que lleva de picador tan solo ha sufrido una cornada en el pie derecho por un toro de San Diego de los Padres en el año de 1931, y un enorme estribazo en la


boca, en la plaza de Barcelona, en que perdió la mayor parte de la dentadura. En el año de 1933, -17 de julio- formó la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, junto al banderillero “Chato Guzmán”. Por no convenir a los intereses de la empresa, la formación de esta Unión, se le tuvo postergado durante dos años en que no actuó en la capital. Señaló como dato final, que su popularidad llegó en la fiesta de los toros en México a tener tanto relieve, que en su honor, se han escrito tres pasodobles, por distintos autores, siendo el más conocido, el del maestro Oropesa, Director de la Agrupación Musical Española Madrid. (A.L., 48). EL PICADOR “BARANA”.-¿Qué significa tal palabra? No lo sé –apunta Roque Solares Tacubac-, pues no está en el Diccionario de la Lengua Castellana. Ha de ser especial, de algún gremio o de algún pueblecillo. Yo la leí por primera vez en carteles, anunciando a un picador de toros que, según el cartel, era notabilísimo. Don Pepe del Rivero, entonces empresario en auge, lo había contratado especialmente en singularidad. Con expectación estuve por conocerlo. Efectivamente era bastante bueno, pero no prodigio. En mi parecer, lo catalogué al lado de algunos otros, sin destacarse. “Barana” dejó en germinación su apellido o apodo, no recuerdo exactamente cuál índole tenía, porque actualmente hay dos yucatecos “Barana”, respectivamente Grande y Chico, padre e hijo. Estos se reproducirán y de aquí a luego de algunos años estaremos “embaranados”. Es el resultado de llevar la imitación hasta a los apodos. (La Lidia. Revista Gráfica Taurina. 04.12.1942, año I, N° 2).

BONILLA, Ángel: Banderillero mexicano, que acompañó como tal a Manuel Caballero en varias de las corridas que toreó, no solo en Atlanta (Georgia), sino en varias plazas de México en 1895 y siguientes. (L. V., 61). BONILLA, Nicolás: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 15 BONILLA, Nicolás: Torero profesional de a pie. Actuó en los festejos que se dieron en diciembre de 1796 en un coso levantado en el Paseo Nuevo de Bucareli. (BFH, 2012, 363).

María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 15


BORJA, Francisco: Salía al ruedo realizando suertes propias del “loco”. Su nombre aparece en la tira de mano a las “Corridas sobresalientes” del jueves 1° y domingo 4 de noviembre de 1849, en San Luis Potosí. Cartel, colección del autor. BRAVO, Anastasio, Tata Bravo o el Viejo Bravo: Picador de toros. La única información que sobre él se tiene, es la de una actuación en la plaza de toros de “El Montecillo” (S.L.P.) el 13 de enero de 1884. Sufrió conmoción cerebral tras ocurrir un tumbo, lo que produjo horas después un síncope mortal. BRIBIESCA, Francisco de: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1604. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. BRIBIESCA ROLDÁN, Francisco: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1606. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. BRIBIESCAS, Gonzalo: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.16 Además, al interior de dicha descripción, y entre los versos que van del 472 al 582, se cuenta con una descripción de la lidia de “parejas”, en la que cada cuadrilla de peones (tres) ayuda a los dos líderes (caballeros principales) de cada cuadrilla en el enfrentamiento con los toros. En orden de aparición, son los caballeros principales: Marcos de Guevara y Gaspar de Molina; Martín Osorio y Carlos de Samano; Diego Cano y Pedro Trejo; Juan de Andrada y Gonzalo Bribiescas; Juan de Orduña y Agustín Chauela; Diego y Antonio de Mansilla; Juan Mexía Altamirano y Francisco de Peralta y Juan de Alcocer y Cristóbal de la Mora. Los caballeros del segundo grupo de cuadrillas fueron: Gabriel de Rojas y Rodrigo de Rojas (padre e hijo, por cierto); Juan de Grados y Simón Téllez de Trejo; Alonso Cervantes Villanueva y Antonio Estupiñán; Lorenzo Suárez y Francisco de Solís Bartassa; Felipe Morán y Rafael de Trejo; Juan Téllez de Trejo y Juan de Macaya; Iñigo Carrillo Altamirano y Fernando Niño y Juan de Casas Cervantes “el Joven” y José Limeno. A todos ellos les da el trato de “Don”17 y entre los relacionados se aprecian apellidos de familias arraigadas en la Nueva España desde la época de la conquista (Mexía Altamirano, Téllez de Trejo, Niño, Cervantes, de Rojas, Suárez, etc.), característicos de Extremadura, a todos los cuales es posible encontrarlos en las obras de los cronistas de la conquista. Asimismo, se encuentran apellidos de origen vasco o gallego (Bribiescas, Estupiñán) que podrían corresponder a familias llegadas a América en años posteriores a la conquista y/o formar parte del séquito del virrey recién llegado. BRONDAT, Guillén: En acta de cabildo de 24 de agosto de 1601, se indica que este personaje, ya viejo, cayó muerto de una caída en otras fiestas y con presupuesto de nunca entrar en la plaza por averse “bisto muerto de la dicha cayda”. BORDA, Manuel: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel del festejo que se celebró el 11 de abril de 1886, en la plaza de toros de Tlalnepantla, edo. de México.

María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 17 Forma honorífica de tratamiento. Reservada para los hijodalgos en España y para los criollos novohispanos descendientes de conquistadores o con familias reconocidas y con autorización expresa para usar esta denominación. Conviene recordar que la propia María de Estrada menciona en la introducción de su primera obra poética, la relación de la entrada del virrey ya mencionada, que ella es “señora muy principal, con derecho a usar carruaje y a tener tratamiento de Doña, en virtud de las altas prendas de su familia mostradas y reconocidas en este reyno de la Nueva España . . .”, op. cit. v. 75 a 84. 16


BORJA, Francisco: “loco” profesional. Su nombre aparece en la tira de mano a las “Corridas sobresalientes” del jueves 1° y domingo 4 de noviembre de 1849, en San Luis Potosí. Cartel, colección del autor. En ambas ocasiones, realizó suertes montado en zancos, para aplicar al toro dos banderillas a un tiempo, llevando una en cada mano. BORREGO, Francisco: Picador de toros, e integrante en la cuadrilla de Ponciano Díaz por 1893. BRAVO, Juan: Picador de toros potosino. Fue uno de los componentes en la cuadrilla de Pedro Nolasco Acosta, en los últimos años del siglo XIX. Muere a consecuencia de una peligrosa caída.

Juan Bravo picando un toro en la plaza de toros de Mixcoac, a finales del siglo XIX. BRAVO, Manuel: torero de a pie durante el primer tercio del siglo XIX. Bravo, que probablemente era un españolizado o sea “agachupinado”, decidió hacer viaje a la Isla de Cuba, para torear en la plaza de toros de la Habana al lado de los espadas españoles o sea “gachupines”, nombrados José Días, alias “Mosquito”, Bartolo Megijosa y Bernardo Gaviño, que con gran éxito actuaba en la capital de la Perla Antillana. Y no se conformó el citado Bravo con haberse metido entre “gachupines”, sino que los recomendó con el Cónsul mexicano (entonces el Sr. Manuel Eduardo Gorostiza) para que fuesen contratados y vinieran a torear a las plazas de toros de nuestra república. Bernardo Gaviño con el carácter de espada, José Rivas de banderillero y Pedro Romero alias “El Habanero” de picador, aceptaron el contrato para venir a inaugurar la plaza de toros nombrada de “San Pablo”, ubicada detrás de lo que actualmente es el “Hospital Juárez”. Esto aconteció en el ya bien lejano año de 1835. (Citado en RST, N. R. 7). BRICEÑO, Encarnación: Picador de toros, mexicano, que hace poco tiempo ha abrazado la profesión. Es un excelente caballista, y es de los picadores modernos uno de los que más se aproximan, al ejecutar la suerte, a la manera como se efectúa por los picadores españoles. Ha toreado en diferentes cuadrillas, siendo una de las con que trabaja frecuentemente, la capitaneada por Manuel Martínez Feria. Es valiente y no deja de tener conocimientos, no solo del arte, sino de las condiciones de las reses. (L. V., 61).


BRITO, N.: Por la colocación de su nombre en los carteles –según la disposición que transcribe Nicolás Rangel- parece tratarse de un torero profesional de a pie. Tomó parte en las fiestas de toros que se dieron entre 1790 y 1791 en la plaza de San Lucas de México. (BFH, 2012, 363). BRONDAT, Guillén: Cuadrillero y participante en un juego de cañas en 1595, con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 59). BUENDÍA, Jerónimo: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. BUENO MENDOZA, Máximo Pascual: Matador de toros. nació en Guanajuato el 16 de abril de 1887. A los trece años figuraba en una cuadrilla juvenil, en la que actuó con gran éxito en distintas plazas de los estados. La temporada de 1909 debutó como novillero en la plaza de “El Toreo”. El 4 de junio de 1911 hizo su presentación en Palma de Mallorca, España, siendo favorable su trabajo y distinguiéndose por el valor y su buen estilo con las banderillas. Con ganado de López Navarro y alternando con los hispanos Pedro López y Mariano Montes, toreó aquel año en la plaza de Madrid, y no debió de causar mala impresión, porque el público lo alentó, al extremo de torear aquella temporada, tres novilladas más en dicha plaza, y unas diez y ocho, en distintas capitales de provincia. Tomó la alternativa en México y fue decayendo este torero, por lo que abandonó la profesión. (A. L., 52). Muere el 21 de julio de 1921.

Pascual Bueno. BUSTAMANTE, Bernardo: Picador mexicano, que por los años veinte y treinta del siglo en curso actuaba en ruedos de su país. (J. M de Cossío, et. al., V, 716). BUSTAMANTE, José Miguel de: Torero profesional de a pie. Durante 1789 trabajó en las lides con las que festejó al segundo de Revillagigedo por su entrada al virreinato. (BFH, 2012, 363).


C CABALLERO, Dionisio, Pajitas: torero durante el primer tercio del siglo XIX. (D. I., 9). En otros textos aparece como Dionisio Ramírez, e incluso como Dionisio Areopajita Ramírez. “Pajitas” murió en la plaza de toros del “Boliche”, a consecuencia de una cornada que recibió en el vientre, motivo de enconada rivalidad que sostuvo con Antonio Ceballos “El Sordo”. CABALLERO, Felipe: Banderillero. Entre las suertes que solía realizar, se encuentra aquella en la que “banderillará vendado con un saco”. Esto ocurrió en la plaza de toros del “5 de mayo” (Querétaro, Qro.), el 11 de mayo de 1890. CABALLERO, Juan: Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 68). CABALLERO, Lázaro: Picador de toros. actuó como tal en festejos celebrados en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, ciudad de México, durante el año de 1856. CABALLERO, Marcelo: torero. En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. CABRALES, Enrique: Picador de toros. Actuó con frecuencia en Guadalajara. Su nombre, aparece registrado en la reseña que se elaboró para el festejo del 30 de octubre de 1887. (R. M. M., 349). CABRERA, José María: Banderillero. Este personaje se encontraba activo en la plaza de Orizaba hacia 1880, de acuerdo al cartel del 7 de octubre de ese año. CABRERA, Manuel: Banderillero. Su nombre aparece en el festejo que se celebró el domingo 4 de septiembre de 1881 en la plaza de toros de Orizaba, Veracruz. CABRERA, Manuel de: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. CABRERA, Nicolás, Chelito: Banderillero, al parecer nacido en Yucatán. Actuó la tarde del 25 de febrero de 1912, para enfrentar ganado de “Sinkehuel”. “…nacido el año 1883, que terminó su vida torera como banderillero y peón de brega. Aunció su retirada de los ruedos el 16 de mayo de 1948” (J. M de Cossío, et. al., V, 721). CADENA, Antonio de la: Cuadrillero. Sobre este personaje nos dice Heriberto Lanfranchi:


Gracias a dos actas del Cabildo sabemos que hubo fiestas en la ciudad de México para recibir al nuevo virrey. Jueves 24 de octubre de 1566: “…En este día los señores justicia y regidores (de la ciudad de México) dijeron que era cosa justa recibir con fiesta y regocijo al nueuo virrey marqués de Falces, ordenando que se haga en la Plaza Mayor de esta ciudad regocijos y fiestas, sacándose libreas de tafetanes de colores para ochenta caballeros, y han de ser diez cuadrillas de ocho caballeros cada una, y el cuadrillero a su costa dé a su cuadrilla mangas y caperuzas, y banderillas para las lanzas y bandas para las adargas, debiendo dar esta Ciudad las libreas acostumbradas. Los cuadrilleros han de ser los señores alcaldes (Antonio de la Cadena…)”. (H. L., 1971, 53). CADENA, Juan Isidro de la: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 51). CADENA, Pedro: Matador de novillos mexicano, de segunda fila, que toreaba en 1887, y que, como banderillero, formaba en 1895 a las órdenes de Timoteo Rodríguez. (L. V., 62). CALATRAVA, Luis: Matador de toros, al parecer nacido en México a finales del siglo XIX. Alternó, entre otros, con Carlos Lombardini, Marcelo León y Samuel Solís. No hay, por ahora, más datos de este personaje. CALDERÓN, Emilio: Banderillero mexicano, que como tal, trabajó en las plazas de Atlixco, Tehuacán y otras en 1894 y siguientes. (L. V., 62). CALDERÓN, Joseph: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 51). CALDERÓN, Manuel: Torero de a pie, y que fue uno de los varios que intentaron ser aceptados por Saturnino Frutos “Ojitos” en la Cuadrilla Juvenil Mexicana, de la que sobresalió notablemente Rodolfo Gaona, quien se fue a España en 1908. De ese mismo año queda constancia que Manuel, junto a Samuel Solís, Pascual Bueno y Antonio Ortega “El Marinero”, formaban parte de aquel plantel de toreros en cierne. Este valientísimo muchacho poblano hizo el viaje a la patria del toreo el año de 1909, presentándose en la plaza de Osuna alternando con el leonés Eligio Hernández “El Serio”. El ganado procedió de las dehesas de Anastasio Martín. Acompañaba a “Manolo” Calderón su paisano, el excelente banderillero poblano Roberto Aguilar “Robertito”.18 CALDERÓN DE LA BARCA, Rafael: Aficionado mexicano, que al frente de una cuadrilla de jóvenes, toreaba en 1887, matando y banderillando, esto a caballo, con mucho arte y general aplauso. (L. V., 62).

Guillermo Ernesto Padilla, El maestro de Gaona. Prólogo de Esperanza Arellano “Verónica”. México, Compañía Editorial Impresora y Distribuidora, S.A., 1987. 359 p. Ils., fots., p. 348. 18


Rafael Calderón de la Barca que comenzó como banderillero en una cuadrilla juvenil, en León, Guanajuato hacia el año de 1887. LA LIDIA. REVISTA GRÁFICA TAURINA. SE APELLIDA CALDERÓN DE LA BARCA. NO ES PEDRO, PERO SÍ RAFAEL. El altivo personaje de la imagen, lleva un apellido emblemático: Calderón de la Barca, ni más ni menos. Sin embargo, no se llama Pedro, sino Rafael quien por algún tiempo abrazó la profesión de torero en su calidad de mero aficionado. La pluma inspirada de aquel autor teatral del siglo de oro de las letras españolas, se la hemos pedido prestada unos momentos para describir, lo mejor que se pueda, esa apostura un tanto fingida, un tanto envalentonada que asumió el diestro leonés, cuyos datos sobre su trayectoria profesional se pierde en la noche de los tiempos. Lo único que sabemos de él a ciencia cierta es que formó parte no sólo de la cuadrilla de Ponciano Díaz, sino de aquella falange de toreros que, al interior del país monopolizaron la fiesta de toros, siendo su asentamiento el bajío, y en lo particular León, Guanajuato. Feudos como el suyo fueron derribados en diversas circunstancias. Entre otras, por las siguientes razones: a)Por la aplicación de un efecto de conquista impuesto por Ponciano Díaz, quien al estar convertido en ídolo popular, no perdió de vista ampliar su radio de influencia, por lo que decide emprender con éxito esa empresa. b)Por una asimilación de conveniencia por parte de estos toreros provincianos que, al darse cuenta de la fuerza poncianista, no tuvieron más remedio que aliarse para realizar una actividad paralela, aunque sin garantías de éxitos acumulados como los que sumaba Ponciano, salvo la cuadrilla que, encabezada por Gerardo Santa Cruz Polanco y que adoptó el nombre del popular diestro, pero no en muestra de tributo o agradecimiento. No. Lo hizo por la sencilla razón de reclamarle a su antiguo jefe y luego principal enemigo, que sus acciones no estaban siendo congruentes con los tiempos que corrían. c)El último caso es que, a corto plazo, desaparecieron muchos toreros y sus cuadrillas que surgieron en esos rumbos provincianos que, además sufrieron dicha situación con un valor de nuevo peso: la reconquista vestida de luces, es decir, cuando salta a la palestra aquel grupo de toreros españoles que, desde 1884 se plantaron para constituir un pie de guerra contundente. Pero, ¿cómo nos explicamos esa reconquista vestida de luces?


La reconquista vestida de luces, debe quedar entendida como ese factor que significó reconquistar en lo espiritual al toreo, luego de que esta expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera – chauvinista si se quiere-, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales –quehacer lleno de curiosidades- aunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España. Por lo tanto, la reconquista vestida de luces no fue violenta sino espiritual. Su doctrina estuvo fundada en la puesta en práctica de conceptos teóricos y prácticos renovados, que confrontaban con la expresión mexicana, la cual resultaba distante de la española, a pesar del vínculo existente con Bernardo Gaviño. Y no sólo era distante de la española, sino anacrónica, por lo que necesitaba una urgente renovación y puesta al día, de ahí que la aplicación de diversos métodos tuvieron que desarrollarse en medio de ciertos conflictos o reacomodos generados entre los últimos quince años del siglo XIX –tiempo del predominio y decadencia de Ponciano Díaz-, y los primeros diez del XX, donde hasta se tuvo en su balance general, el alumbramiento del primer y gran torero no solo mexicano, también universal que se llamó Rodolfo Gaona. Así que, con Rafael Calderón de la Barca, si no logramos dar un perfil de su personalidad, sí al menos del medio en que se desarrolló en los últimos años del siglo XIX, pues murió en Orizaba, víctima de una cornada, allá por enero de 1893. Pedro Calderón de la Barca, comenzó como banderillero en una cuadrilla juvenil, en León, Guanajuato hacia el año de 1887. Falleció en Orizaba, víctima de una “congestión cerebral”. Diario del Hogar N° 112, Año XII, del domingo 22 de enero de 1893. CALDERÓN y CEA, José María: Banderillero. El único dato que permite ubicar a este personaje en la presente galería es aquel que proporciona J. M de Cossío (T, IV., p. 391), como sigue: José María Calderón. Matador de novillos, hijo del banderillero José María Calderón y Cea. (…). Así que, en el supuesto de que Calderón y Cea fuese un personaje nacido a finales del siglo XIX, bien merece ser incluido aquí. CALERO, Marcelino: Picador de toros. actuaba en tierras americanas, México y Cuba, en 1878. (J. M de Cossío, III, 146). CALOCA, Enrique: Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Banderillero y Capeador”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). CALLEJA, Aristeo: Se desconoce qué funciones realizaba en el ruedo. Sin embargo, su nombre aparece anunciado en carteles, como el que se celebró en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, la tarde del 10 de enero de 1858, bajo las órdenes de Bernardo Gaviño. CALLEJA, José: Banderillero de los mediocres, que trabajaba por las plazas mexicanas en 1911. (J. M de Cossío, III, 146). CAMACHO, Antonio: Picador de toros. Existen registros de sus actuaciones desde, al menos 1885. Esto puede comprobarse en el semanario El Arte de la Lidia, por ejemplo. CAMACHO, José Domingo: Bregó como banderillero en los festejos que se dieron en Tehuantepec en el curso de septiembre de 1791 para conmemorar la jura de Carlos IV. No era profesional. (BFH, 2012, 363). CAMACHO GÓMEZ, Pedro: Banderillero y peón de brega que murió el 25 de julio de 1944 en la ciudad de México. Fue en su momento, peón de confianza de Luis Freg.


La Lidia. Revista gráfica taurina. México, D.F., N° 89, 4 de agosto de 1944. CAMALEÑO y OBREGÓN, Leopoldo: Matador de toros con alternativa, en México. Nació en España, en Rioseco (Valladolid) el 24 de junio de 1868. Terminados los estudios del bachillerato, y teniendo quince años, abandonó su país y pasó a América en unión de su hermano César, y una vez en México, se colocó de dependiente en una tienda de telas. De México marchó a Zacatecas, donde fue cajero de una acreditada casa de comercio. Su afición a las corridas de toros le llevó a tomar parte como banderillero en una fiesta taurina dada a beneficio del Casino Español, después de haber hecho algunos ensayos en varias ganaderías. El éxito que obtuvo en aquella tarde, hizo que lo abandonase todo y se decidiese a torear. Como espada figuraba ya en 1889 y poco tiempo después, en vista de sus adelantos en el arte, obtuvo la categoría de matador de cartel. (Tan español como mexicano. Esta frase la acuña el autor de la presente galería).


Retrato de Leopoldo Camaleño. Disponible en internet febrero 14, 2019 en: http://torerosespanoles.blogspot.com/2013/10/leopoldo-camaleno.html Tiene excelentes condiciones para la profesión y valor probado, pues ha vuelto a los toros con la misma decisión que mostrara en un principio, después de las graves cogidas que sufrió toreando en las plazas de Guanaceví y Zacatecas, en ésta el 28 de febrero de 1897. Como espada de cartel ha recorrido y recorre todas las plazas de la república mexicana con general aplauso. El haber abrazado la profesión en México y en haberse avecindado en esta capital, hace que ahí se le tenga por mexicano, y por esta causa le damos cabida entre los hijos de América. (L. V., 62-4).

Imagen que aparece en el portal de la colega Teresa Casquete Rodríguez, historiadora. Disponible en internet febrero 14, 2019 en: https://www.lavozderioseco.com/un-retrato-del-torero-riosecano-leopoldo-camaleno/ De él comenta lo siguiente el Ing. Leopoldo Peña del Bosque: El 20 de mayo de 1894 se inaugura la Plaza de Toros de Mixcoac (México), tras de cuatro años de ausencia taurina en la capital y cinco meses después fue desmantelada. Ese día torearon José Centeno, Juan Moreno “El Americano” y Leopoldo Camaleño que recibió la alternativa. Esa tarde fue trágica ya que “El Americano” fue cornado de gravedad, Camaleño también sufrió una cornada aunque de menor gravedad, el subalterno Sebastián Gil “Pimienta” se fue al hule herido y el picador Irineo García le atravesó un pie el pitón de un toro y le tuvieron que amputar la pierna, muriendo ese año el 17 de septiembre de 1894. Los toros lidiados esa tarde fueron de Atenco. Disponible en internet marzo 29, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1894 Camaleño muere en San Luis Potosí el 16 de septiembre de 1939. CÁMARA, Juan de la: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. CAMACHO, Antonio: Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Banderillero y Capeador”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de


junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). CAMIÑO, Antonio: Banderillero que actuaba en México a comienzos del siglo XX. No hay más datos al respecto, sobre todo si se trata de un personaje nacido en nuestro país o en el extranjero. CAMPILLO, Emilio, el Herradito: Banderillero sevillano. De él apunta lo siguiente el Ing. Leopoldo Peña del Bosque: Banderillero sevillano, nacido el 25 de agosto de 1860, falleció el 5 de mayo de 1897, a los 37 años de edad, a consecuencia de un fuerte golpe al caer de cabeza y resentirse de la columna vertebral. De pareja con Diego Prieto “Cuatro-dedos”, banderilleó en Madrid en la novillada del 8 de agosto de 1875, y en la cuadrilla de Manuel Díaz “El Lavi” figuraba en 1877 y toreó en Madrid en 1878. Después se perdió de vista en América hasta el 2 de mayo de 1897, en que fue cogido en la Plaza de Toros de Chihuahua (México), al salir de un par de banderillas, por un toro de Santin, que le volteó, cayendo de cabeza, resintiéndose de la espina dorsal y falleciendo tres días después, el 5 de mayo de 1897. (Crónica de don Juan José Zaldívar Ortega) La crónica sucinta del erudito Juan José de Bonifaz Ybarra respecto de este lidiador, y contenida en su libro “Víctimas de la Fiesta”, refiere que “en el coso mexicano de Chihuahua fue cogido, tras prender un par de banderillas, el sevillano Emilio Campillo (Herradito), el 2 de mayo de 1897, el toro agresor llevaba el hierro de la vacada de Santín y el deceso se produjo el inmediato día 5 de mayo de 1897." Disponible en internet marzo 29, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1897 CAMPÓ, N.: torero de la segunda mitad del siglo XIX. (D. I., 10). CAMPOS, Antonio: Banderillero. De este diestro, por ahora, no se cuenta con mayor información. CANDELA, N.: Banderillero mexicano, que toreaba en 1885. (L. V., 64). CANELA o CANEBA, Pedro: Torero profesional de a pie. Lidió en México durante 1789, cuando fue la entrada al poder del segundo conde de Revillagigedo. (BFH, 2012, 364). CANO MOCTEZUMA, Diego: Miembro del hábito de Santiago y Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.19 CANTERO, Ricardo, Canterito: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros en San Francisco del Rincón, Gto., la tarde del viernes 8 de diciembre de 1905. CANTORAL, José: Banderillero. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia el festejo a celebrarse en la plaza de toros de Celaya, el domingo 5 de mayo de 1907. CANTOLLA y RICO, Joaquín: Aeronauta, que entre las muchas anécdotas y leyendas, se encuentra aquella en la que descendiendo de su globo “Moctezuma”, pudo posarse en el ruedo de la plaza de

María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 19


toros “Bucareli”, esto el 15 de enero de 1888. Descendió de la canastilla y se dirigió hasta donde se encontraba Ponciano Díaz, a quien le dedicó un fuerte abrazo este “poncianista” declarado.

CAÑIVERAL, Ramón, Campanero: Banderillero. Se desconoce hasta ahora, si era un torero de a pie de origen mexicano o español. Su nombre aparece en el registro de un cartel, para la tarde del 1° de abril de 1888, actuando bajo las órdenes de Vicente Navarro “el Tito”. CAO, Faustino, El Rochano: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. CAPUCHINO: torero de a caballo. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). Torero profesional de a caballo. Resultó muerto a consecuencia de las heridas que le produjo un toro después de haber toreado tres días en la temporada organizada por el marqués de Croix en noviembre de 1769. Aparte del salario devengado por dichas actuaciones, su viuda recibió la cantidad de 2 pesos por concepto de ayuda de mortaja. (BFH, 2012, 364). CAPULA, Antonio: Este personaje –que además era “toluqueño”- se presentó en la plaza de toros en Toluca, Edo. de Méx., la tarde del domingo 16 de junio de 1878, alternando con Abraham Parra “El Borrego” y su cuadrilla. Capula intervino en la suerte denominada “El Comediante irlandés”, acto jocoso en el caballo, por el Sr. Capula” y luego en “El indio apache a toda plaza en el Caballo en pelo, por el Sr. Capula”. Los datos provienen de un cartel ubicado en el Archivo Histórico del estado de México. Fondo “Diversiones Públicas”. (AHMT/R2/S.4/C.2/Exp. 3/1878).


CÁRDENAS, Simón, D. Catarino: Además de ser un célebre monosabio, que por años y años se desempeñó en tan digna como discreta misión en el ruedo, tuvo a bien formar una cuadrilla bufa que fue conocida como “Don Catarino, Ligia y sus chamacos”, esto en los años 20 del siglo pasado.

Se apunta en el vol. V del “Cossío”: “Torero mexicano, de dilatada actividad en los ruedos de su país, donde intervino en muy diversos menesteres de la lidia. Torero bufo, novillero, banderillero y, por último, monosabio, sus intervenciones providenciales evitaron más de una cogida a diestros punteros y modestos. Falleció en México en el mes de mayo de 1966, a los ochenta y nueve años de edad”. (J. M de Cossío, et. al., V, 756. CARDONA, Pedro, Aguacate: Banderillero. Estuvo a las órdenes de Ponciano Díaz en un festejo celebrado la tarde del 28 de abril de 1889, esto en la plaza de toros “Colón”. CARDOSO, José Félix: Torero profesional de a pie. Durante diciembre de 1796 y enero y febrero de 1797 toreó en una plaza que se había erigido en el Paseo Nuevo de Bucareli. (BFH, 2012, 364). CARMONA CARMONA, Ignacio: Picador de toros. nació el año de 1880 en San Pedro Azcapozaltongo, México. Empezó a picar hacia el año de 1900, siendo su maestro “El Portugués”, que tenía la cuadra de caballos, de la vieja plaza “México”. Actuó con toreros de su época, como Luis Mazzantini, Reverte, Montes, Fuentes, entre los españoles; y, Rodolfo Gaona, Lombardini, Samuel Solís y Merced, de los mexicanos. En el año de 1917, sufrió una cornada en la plaza de Tenancingo, exactamente el ocho de diciembre. Picó por última vez, en un festival que se celebró en “El Toreo”. Fue caporal de esta plaza, en la que tenía su vivienda. Falleció el 3 de abril de 1944, en esta capital. Fue hijo de Jesús Carmona, también picador de toros, y padre de los actuales y famosos, Ricardo, José e Ignacio, y abuelo de los jóvenes piqueros, Arturo Carmona e Ignacio, todos los cuales figuran en este libro. (A. L., 57). CARMONA, Cándido: Banderillero. Estuvo en la cuadrilla a cuyo frente se encontraba Manuel Hermosilla. Actuó en Puebla, en la plaza del “Paseo Nuevo”, el 8 de noviembre de 1891. CARMONA, Jesús: Picador mexicano, que trabaja con aceptación, tanto en cuadrillas españolas como del país. Ha sufrido varias cogidas, siendo de las últimas la que tuvo en la plaza de Bucareli, en 15 de septiembre de 1895, en que resultó con la luxación de un hombro y una herida en la región molar izquierda. (L. V., 64). Se distinguió por su irreprochable forma de montar a caballo, y el gran valor que tenía ante las reses. Se trata de uno de los mejores piqueros de la última década del siglo XIX. Toreó a las órdenes de Luis Mazzantini y de Ponciano Díaz, como a la de otros toreros españoles. Fueron varios los


percances que tuvo en su vida, pues aunque tenía un gran dominio del caballo, no podía evitar los grandes tumbos que daban los toros de esa época, en que no se conocían los petos. El 15 de septiembre de 1895, resultó gravemente herido en la plaza de “Bucareli”, al extremo, de que este percance, al mermarle facultades, le hizo perder el sitio en la profesión. (A. L., 57-8). CARMONA, Manuel: Banderillero. Su nombre aparece en carteles a partir de 1886. CARMONA, Pedro: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. CARRASCO, José: Novillero. Se presentó en la plaza de toros “Ojitos” en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 12 de abril de 1914, alternando con Manuel Barciela y Miguel Gallardo “Miguelillo”, como sobresaliente, en la lidia de 5 “hermosos novillos puntales de la acreditada ganadería “La Fuente”. CARREÑO, Amado, Vaquerito: Banderillero. Así se anunciaba este personaje, y cuya referencia aparece en el cartel para la corrida de toros celebrada en Chamacuero de Comonfort, Gto., el 21 de abril de 1907. CARRETERO, Joaquín: picador de toros. Su nombre aparece en el cartel que se celebró la tarde del domingo 6 de septiembre de 1857, estando a las ordenes de Pablo Mendoza. CARRILLO ALTAMIRANO, Íñigo: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.20 CARRILLO, Félix: Banderillero. Su nombre aparece en un cartel de la plaza de toros DEL PASEO NUEVO (PUEBLA) para el domingo 11 de febrero de 1866. PLAZA DE TOROS / DEL PASEO NUEVO / BRILLANTE FUNCIÓN / A BENEFICIO DEL CAPITÁN DE ESTA COMPAÑÍA / ANDRÉS CHAVES (sic), / Para la tarde del Domingo 11 de Febrero de 1866. / La que honrará con su presencia el Exmo. Sr. Presidente de la República / Don Miguel Miramón. Lo más notable de este personaje, según la tira de mano es que “banderillará con la boca”. CARRILLO, Fernando: Cuadrillero en las fiestas que se celebraron en la Plaza Mayor de la ciudad de México en 1618. CARRILLO, Francisco: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México hacia 1609. Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo, aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (RT, 2017, 161). CARRILLO, Ignacio: Matador mexicano. El 15 de noviembre de 1914 estoqueó en la plaza El Toreo, de México. No gustó y no logró más fama justamente. (J. M de Cossío, III, 175). CARRILLO, Joseph: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 20


Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. CARRILLO, José María: banderillero que actuó con frecuencia en festejos durante la segunda mitad del siglo XIX. Anunciado como “espada” en un cartel, para el festejo del 20 de octubre de 1850, en la Plaza Principal de Toros en el Paseo Nuevo, en la ciudad de Puebla. (Col. del autor). Del mismo modo, su nombre aparece en un cartel que se celebró en la plaza de toros de la Villa de Tacubaya, Ciudad de México, el 9 de febrero de 1851. CARRILLO, Ramón: picador de toros. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. CARRILLO, Rebeca: Banderillera. LA PATRIA, D.F., del 24 de junio de 1890, decía que en Tepic está trabajando una compañía taurófila, en la que figura una banderillera llamada Rebeca Carrillo. No cabe duda, progresa la afición. CARRILLO, Salvador: Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Banderillero y Capeador”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). CARRILLO, Valerio, Arriero: Picador de toros. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de León, Guanajuato, en la tarde del 14 de febrero de 1904. CARPIO, Timoteo, Salguerito: Picador de toros, nacido en León, Gto.. Actuó bajo las órdenes de José Marrero “Cheché”, la tarde del 2 de diciembre de 1900 en la plaza de Gavira, Gto. CARTAJENA, Antonio: Banderillero, que participó en e festejo celebrado el domingo 16 de septiembre de 1864, en la plaza de toros Paseo Nuevo” (ciudad de México), alternando con Fernando Hernández y Andrés Chávez. CARTAGENA, Severino, Bombita Mexicano: Matador de novillos. Su nombre aparece en el “Directorio” que publicitaba La Lidia. Semanario Taurino, año I, N° 2. México, 04.10.1906.


La Lidia. Semanario Taurino. Año I, N° 21. México, 14.02.1910. CARVAJAL, Antonio de: Cuadrillero y caballero en plaza. Iten que el segundo día de Pascua

(esto en 1577, y con motivo de la jura del nuevo rey, Felipe II) luego siguiente haya y se haga en la plaza de esta ciudad regocijo de toros y juego de cañas como está acordado, y que lo que fuere necesario y se gastare para hacer los pendones y banderas reales y vestidos y cotas del rey de armas y regocijo de la plaza e libreas, se gaste libre y pague de los propios de esta ciudad. Entre esos personajes se encontraba el propio Carvajal, quien era integrante de las autoridades del Ayuntamiento de la ciudad de México. CARVAJAL y TAPIA, Juan de: Hijo de conquistador. Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México hacia 1609. Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo, aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (RT, 2017, 161). CASAS, Francisco de las: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1604. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. Además: En 1600, se festejaron las bodas de Felipe III y Margarita de Austria con otro torneo. En esa ocasión se construyó un tablado en la plazuela del Marqués para que las damas lo presenciasen; su costo fue cubierto por el Cabildo, que entregó mil pesos al regidor Francisco de las casas. (L. W., 1984; T. I., 156). CASAS, Nicolás: Picador profesional. Toreó durante los festejos con los que, en diciembre de 1791, se celebró en Celaya la proclamación de Carlos IV, y durante los que se dieron en 1796 y 1797 en el coso del Paseo Nuevo. Por cierto, que, seguramente por error, en la lista de los lidiadores que salieron a dicha plaza en el último de tales años, su nombre aparece entre los de a pie. (BFH, 2012, 364). CASASANO, Gordían: Regidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México en 1598. Cuadrillero y caballero en plaza que participó en las fiestas de San Hipólito de aquel año.


CASAUS CERVANTES, Juan, el joven: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.21 CASILLAS, Antonio, Berrendo: Picador de toros mexicano que disfrutó de un buen cartel en su país natal durante un gran número de años. Falleció en México capital, y enfermo, el 2 de diciembre de 1936. (J. M de Cossío, IV, 408). CASTAÑARES, Manuel de: Capitán y cuadrillero en las fiestas que se celebraron en Pachuca en 1761-1762, con motivo de la Jura de Carlos III. (M. R. T., 1918, 77). CASTAÑEDA, José, Castañito: Banderillero. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros de León, Guanajuato, el 14 de febrero de 1904. Al parecer, también realizaba funciones como puntillero. CASTAÑEDA, Pablo: Banderillero mexicano, que como tal figuró en diferentes cuadrillas del país, por los años de 1882 a 1886. (L. V., 64). CASTAÑEDA MORENO, José, El Morenito: Banderillero. Así se anunciaba este personaje, y cuya referencia aparece en el cartel para la corrida de toros celebrada en Chamacuero de Comonfort, Gto., el 21 de abril de 1907. CASTAÑO, Alfonso, Castañito: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del domingo 15 de octubre de 1905. CASTAÑO, Francisco: Torero profesional de a caballo. Picó durante tres tardes en las lidias que se dieron durante 1817 en la Real Plaza de Toros de San Pablo, con motivo de las bodas de Fernando VII y de su hermano don Carlos con las princesas de Portugal. (BFH, 2012, 364). CASTAÑO, José, Castañito: Banderillero. Actuó en un festejo celebrado en la plaza de toros de Celaya, Gto., el domingo 22 de septiembre de 1907. CASTAÑÓN, Eugenio: Picador de toros, que actuó en la plaza de toros “Occidente”, el domingo 9 de febrero de 1896. CASTAÑOS, Alfonso: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 18 de diciembre de 1904. CASTELÁN, Filomeno: Banderillero. Así aparece anunciado en el cartel delebrado el 15 de abril de 1879 en la plaza de toros “Zaragoza” (Toluca, Edo. de Méx). Este personaje estuvo bajo las órdenes de Francisco Salazar. CASTELÁN JIMÉNEZ, Macario, Gallinito: Puntillero. Nació en la capital de México en el año de 1878. Lleva en la profesión cerca de medio siglo. Fue bueno como puntillero, habiendo actuado con toreros de varias épocas. Realizó dos viajes a España. En la plaza vieja de Madrid, lo sacaron en hombros una tarde que apuntilló un toro a la ballestilla, siendo llamado al palco real y felicitado por el María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 21


Monarca Alfonso XIII. Desde chico trabajó en el rastro de México y en el de Tacuba, siguiendo en la actualidad en este menester. Recientemente, los directivos de la Unión de Picadores y Banderilleros, le han aconsejado se retire de los ruedos, sin embargo, parece no está muy decidido a ello, a pesar de su avanzada edad. (A. L., 62).

CASTELLANOS, Francisco, Chambelán: Lazador. Actuó con éxito en festejos a finales del siglo XIX. La tarde del 16 de diciembre de 1894 se destacó con tal éxito que recibió una flor con una moneda de a peso. CASTELLANOS, Matías: Se anunció como novillero en un festejo celebrado el 10 de agosto de 1890 en la plaza de toros de Parras de la Fuente (Coahuila). CASTILLA, Luis Felipe de: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1580. Participó como “cuadrillero” en diversas ocasiones de fiesta. Del mismo modo lo hizo como Cuadrillero y caballero en plaza. Iten que el segundo día de Pascua (esto en 1577, y con motivo de la jura

del nuevo rey, Felipe II) luego siguiente haya y se haga en la plaza de esta ciudad regocijo de toros y juego de cañas como está acordado, y que lo que fuere necesario y se gastare para hacer los pendones y banderas reales y vestidos y cotas del rey de armas y regocijo de la plaza e libreas, se gaste libre y pague de los propios de esta ciudad. Entre esos personajes se encontraba el propio Luis Felipe de Castilla (o Luis de Casilla, tal cual aparece escrito en la transcripción de las Actas de Cabildo en aquel año) Aguilar, quien era integrante de las autoridades del Ayuntamiento de la ciudad de México. CASTILLA, Pedro Lorenzo de: Para regocijo del nuevo virrey Conde de Coruña, el Cabildo de México organizó otro torneo en 1580, en el que fueron juez de campo y mantenedor Pedro Lorenzo de Castilla y Carlos de Arellano respectivamente. (L. W., 1984; T. I., 156). CASTILLO, Félix: banderillero. Integrante de la cuadrilla de Pablo Mendoza durante el año 1857.


CASTILLO, Francisco del: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.22 CASTILLO, Dionisio: Banderillero, muy probablemente nacido en San Luis Potosí y que, en su momento, se integró a la cuadrilla de Pedro Nolasco Acosta. CASTILLO, Gerardo, Gorrión: Picador de toros. Existen registros de sus actuaciones desde 1885, de acuerdo a lo anotado en El Arte de la Lidia, como la ocurrida el 17 de enero de 1886 en la plaza de toros de Cuautitlán, México. CASTILLO, José: torero. En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. CASTILLO, José María: integrante de una cuadrilla de a caballo. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. Picador profesional. Toreó en las corridas que se dieron en el Volador durante 1815 para celebrar la vuelta al trono de Fernando VII, y en las que se hicieron en la Real Plaza de San Pablo en el curso de 1817 cuando sucedió la boda del propio monarca. Para principios de 1819 se hallaba formando parte de la cuadrilla de Xavier Tenorio, contratada por la empresa de la referida Real Plaza de Toros. (BFH, 2012, 364). Si se trata del mismo personaje, volverá a ser anunciado en carteles que se celebraron en la plaza de toros del “Paseo Nuevo” el año de 1856. De no ser así, este otro lleva el mismo nombre e igual participación en los festejos, como picador de toros, estando bajo las órdenes de Mariano González “La Monja” y Pablo Mendoza. CASTILLO, Manuel: Banderillero. La primera cuadrilla juvenil la formó Antonio Antúnez “Tobalo” en mayo de 1900 con Antonio Reus de matador, y como banderilleros Eligio Hernández “El Serio”, Apolinar Silva “El Pájaro”, Manuel Castillo y Manuel Villa. Más tarde ingresaron a ella “El Rubito” y “El Catrín”. Eran picadores en ella Felipe San Vicente, “El Peñón” y Elías Villalobos “Cigarrón”. Todos, exceptuando “Rizito”, originarios de León de los Aldamas. Esta cuadrilla debutó en Lagos de Moreno, Hal., el 15 de agosto de 1900 lidiando cuatro toros de Maravillas, grandes, gordos y bien despachados de cornamenta y obtuvo un gran éxito, porque casi todos los componentes eran muchachos de resolución y valentía. CASTILLO, Sebastián: banderillero que actuaba con frecuencia en festejos durante la segunda mitad del siglo XIX. Anunciado como “espada” en un cartel, para el festejo del 20 de octubre de 1850, en la Plaza Principal de Toros en el Paseo Nuevo, en la ciudad de Puebla. (Col. del autor). CASTRILLO, Álvaro de: Factor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1606. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. CASTRO, Celso: Picador de toros. Según el registro que tengo a mi alcance, este personaje actuó en la plaza de toros “Bucareli”, el domingo 11 de julio de 1897. He aquí el resultado: Palmas y pitos en la plaza de Bucareli. La novillada de ayer. Cogida del picador Celso Castro. María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 22


Con tarde nublada y mediana entrada, se celebró la tarde del domingo una novillada organizada por el popular (¡!) Poncianillo, a favor de las víctimas de la catástrofe de la “Fábrica de la Carolina” de la ciudad de los Ángeles. Muy breve voy a ser para dar algún detalle acerca de esta novillada. El ganado, según rezaba el cartel, procedía de la ganadería de Atenco y de las estancias La Mata, del estado de Querétaro y Arroyo Hondo, del de Veracruz, pero aunque esto decía el cartel, para mí los toros eran del Rastro. El juego que dieron fue mediano como podrán ver mis lectores (…) Espadas: Romárico González, José Rodríguez y Antonio Escobar. CASTRO, Crescencio: Banderillero. Actuó como tal en la plaza del “Buen Gusto” (San Luis Potosí), la tarde del domingo 15 de febrero de 1885, enfrentando junto con los de la cuadrilla dirigida por Refugio Sánchez, ganado de “La Cantera”. CASTRO, Eduardo: Banderillero. Se desempeñaba en diversos festejos entre finales del siglo XIX y comienzos del XX en plazas de San Luis Potosí. Toros y Toreros. Segundo número extraordinario. San Luis Potosí, 6 de enero de 1906. CASTRO, José: banderillero. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). Torero profesional de a pie. En los recibos que firmó al cobrar sus honorarios consta que era vecino de México. Participó en las dos temporadas que organizó el virrey de Croix en la Plazuela del Volador, una entre los últimos días de 1769 y los primeros de 1770 y otra en noviembre y diciembre del propio 1770. También estuvo en los festejos con que se agasajó al conde de Gálvez por su venida al virreinato, en el curso de 1785. (BFH, 2012, 365). CASTRO, Luis: Banderillero. Participó como tal, en un festejo que se celebró en la plaza de toros “Bucareli”, el lunes 19 de noviembre de 1894. CASTRO, María de Jesús: Se le anunció como la “intrépida picadora” en la cuadrilla de Ponciano Díaz, realizando la suerte que se anunciaba así: “Picará una valiente vaca de la raza de Atenco”. Esto ocurrió en la plaza de toros de Toluca, Méx., la tarde del 2 de mayo de 1880. CASTRO, Mariano: torero de a pie en la primera mitad del siglo XIX. Citado en: https://ahtm.wordpress.com/2014/04/27/conviviendo-con-hidalgo-allende-y-morelos-en-los-toros/ torero profesional de a caballo. Sólo se sabe de él que trabajó un día en la Plaza de San Pablo, durante las fiestas por el casamiento del rey Fernando VII, realizadas por 1817. (BFH, 2012, 365). CASTRO, Pedro de: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S.


Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. CASTRO ESTEVEZ, Miguel: Matador de novillos. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224. CASTRO, Tomás, Gatarritos: Picador de toros. Participó en un festejo celebrado en la plaza de toros “El Paseo”, San Luis Potosí, el 1° de enero de 1904. CASTRO, Tomás, Morucho: Picador de toros. se inició a principios de siglo, y con Rodolfo Gaona actuó en algunas corridas, como también con los toreros españoles. Era valiente en lo alto del caballo, no amilanándose por los grandes tumbos que ocasionaban los toros. (A. L., 67). picador de toros. Se desempeñaba en plazas de San Luis Potosí a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Toros y Toreros. Segundo número extraordinario. San Luis Potosí, 6 de enero de 1906. CASTRO, Tomás, El Negro: Picador de toros. participó en un festejo la tarde del 25 de junio de 1905, en la plaza de toros “El Paseo”, de San Luis Potosí. CÁZARES, Gabino: Matador de novillos. Nació en Pachuca, Hidalgo, en 1899, no logrando destacar en su profesión, en la que fue torpe, en términos generales. (A. L., 67). CEBALLOS, Antonio: Picador de toros. integrante en la cuadrilla de Ponciano Díaz, entre 1880 y 1885. CEBALLOS, Lázaro: Picador de toros. Su nombre se ve anunciado en el cartel celebrado el 23 de marzo de 1856. Plaza de toros del Paseo Nuevo (CDMX). Espadas: Mariano González “La Monja” y Pablo Mendoza, lidiando toros de Atenco. CEBALLOS, Manuel, El Sordo: UN HECHO OCURRIDO EN 1819 SE DA A CONOCER EN 1888.23 En La Banderilla. Semanario Taurino Ilustrado, año I, N° 9, del lunes 9 de enero de 1888, se publicó en sus páginas centrales, una hermosa cromolitografía que recreaba el momento de la “Cogida del sordo Cevallos”. El artista, Hesiquio Iriarte presenta, con mirada de finales del XIX una escena que ocurrió poco más que avanzado el mismo siglo, precisamente cuando los trajes que presentan el herido y un peón que se acerca con intenciones de auxiliar al mismo no corresponden con la que habría sido forma de vestimenta en aquellos años. El hecho es que el caso representaba …La primera cogida que presenció el público mexicano. En el año de 1819 se estrenó la plaza de El Boliche, construida en la calle de la Mariscala, lidiándose toros de la ganadería de Puruagua. El banderillero Ceballos (a) El Sordo, al poner la segunda banderilla al primer toro de lidia, que era berrendo en cárdeno, voluntario y de poder, fue enganchado por el muslo derecho, penetrándole la llave24 izquierda en el estómago. Desconocemos si Manuel Campos Galván, director y administrador de dicho semanario, y posiblemente autor de esas notas, se remitió a alguna fuente específica. En todo caso, pudo haber 23 24

En otros textos se le anuncia como Antonio Ceballos “El Sordo”. Entre las muchas denominaciones dadas a la cornamenta de los toros, “llave” es una de ellas.


consultado la recientemente publicada Historia del toreo en México, de Domingo Ibarra25 y haber obtenido de entre sus páginas, o con el mismo autor algunos datos más que precisaran aquella efeméride que viene a sumarse a este trabajo de investigación, trayendo hasta aquí tan interesante imagen.

En La Banderilla. Semanario Taurino Ilustrado, Año I, México, lunes 9 de enero de 1888, N° 9, apareció esta hermosa cromolitografía que “Representa la primera cogida que presenció el público mexicano. “En el año de 1819 se estrenó la plaza de El Boliche, construida en la calle de la Mariscala, lidiándose toros de la Ganadería de Puruagua. “El banderillero Ceballos (a) El Sordo, al poner la segunda banderilla al primer toro de lidia, que era berrendo en cárdeno, voluntario y de poder, fue enganchado por el muslo derecho, penetrándole la llave izquierda en el estómago”. Fuente: Biblioteca “Salvador García Bolio”, “Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías” (Morelia, Michoacán). (HCTM., 53-4). En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. CERMEÑO, Juan: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información.

Domingo Ibarra: Historia del toreo en México que contiene: El primitivo origen de las lides de toros, reminiscencias desde que en México se levantó el primer redondel, fiasco que hizo el torero español Luis Mazzantini, recuerdos de Bernardo Gaviño y reseña de las corridas habidas en las nuevas plazas de San Rafael, del Paseo y de Colón, en el mes de abril de 1887. México, 1888. Imprenta de J. Reyes Velasco. 128 p. Retrs. Además, en Raúl Aragón López y José Francisco Coello Ugalde: Historia de la Cirugía Taurina en México. (De los siglos virreinales a nuestros días). Guadalajara, Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana, 2018. 333 p. Ils., fots., cuadros, facs., p. 53-4. 25


CERRILLA, Antonio: Banderillero y matador. Su nombre aparece en varios carteles, mismos que dan cuenta de festejos, sobre todo en la plaza de toros del “Paseo Nuevo” en el curso de 1853. CERRILLA, N.: Picador mexicano de segunda fila. Su nombre aparece en carteles de la plaza de Orizaba en 1887. (L. V., 65). CERÓN, José, Conejo: Picador de toros. empezó a actuar en los ruedos en 1903, con toreros mexicanos y españoles. El 4 de agosto de 1910, resultó herido en la plaza de San Luis Potosí, dando la coincidencia, que el mismo toro, infirió una gravísima cornada a su matador el diestro hispano, Manuel Cuadrado “Gordito”. (A. L., 67). CERVANTES, Francisco, El Zángano: Banderillero. Nació en el Distrito Federal el año de 1894. Cuando estaba en su mayor apogeo, figuró en la cuadrilla del orfebre tapatío Pepe Ortiz, a cuyas órdenes estuvo mucho tiempo. Se retiró de la profesión hará unos doce años. Salió en la plaza “México” y en traje de corto, al lado de su ex-matador la tarde del Festival del Recuerdo.26 Se dedica a asuntos taurinos, apoderando a Antonio Velázquez y a la señorita americana Patricia Mc Cormick, así como formando empresa en corridas por los estados. (A. L., 139-40). CERVANTES CARBAJAL, Leonel de: español nacido en la Villa de Tarancón, Castilla la Nueva (hijo de Diego de Cervantes, quien era Caballero de la Orden de Santiago al igual que él) llegó a Nueva España en la expedición de Pánfilo de Narváez y cuando ésta fracasó se unió a los hombres de Hernán Cortes, estuvo presente en la caída de Tenochtitlán y después se fue a España para regresar al Nuevo Mundo en compañía de su esposa Leonor de Andrada y sus hijas, en Nueva España ocupó cargos importantes en el Ayuntamiento de la Ciudad de México como alcalde y regidor. Personaje que participó en festejos caballerescos y taurinos organizados durante el primer tercio del siglo XVII. (JQM, 2017, 61-2 y 100). CERVANTES, Juan de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 27 CERVANTES ALTAMIRANO DE VELASCO, Fernando: Tercer conde de Santiago. Hijo del segundo conde, don Juan Gutiérrez Altamirano de Velasco, y de doña Luisa de Álvarez de Albornoz y Acuña, adelantada de las Islas Filipinas. Nació en la Ciudad de México entre 1638 y 1641. Hacia 1660 contrajo matrimonio con doña Isabel de Villegas y Castilla, hija del general don Diego de Villegas y Sandoval. Heredó el título a la muerte de su padre, ocurrida en noviembre de 1661. A punto de batirse con el hijo del ex virrey conde de Baños en julio de 1664 debido a que éste se había expresado mal de los criollos, el virrey obispo Diego Osorio Escalera y Llamas logró impedir el desafío reduciendo a ambos jóvenes a prisión por espacio de dos meses y poniéndoles una multa de dos mil ducados por cabeza. Alcalde ordinario de México en 1675 en 1675. Corregidor interno de la ciudad de México en 1677, desde 1680 lo fue propietario. Como tantos miembros de su familia, fue muy aficionado a torear; así, sabemos que el lunes 11 de noviembre de 1675, con ocasión de celebrarse el cumpleaños del rey, entró a la plaza a rejonear en compañía de doce criados suyos que llevaban cabos encarnados. Falleció –parece que en la misma capital del virreinato- el 5 de julio de 1684. Poseyó empleo de maestre de campo. (BFH, 2012, 365). CERVANTES ALTAMIRANO DE VELASCO, Juan: Cuarto conde de Santiago. Nació alrededor de 1669, hijo del tercer conde, el ya biografiado don Fernando, y de doña Isabel de Villegas y Castilla. Muerto su padre durante 1684, quedó bajo la tutoría de su madre; fue por entonces cuando Carlos II, Dicho festival se celebró el 20 de septiembre de 1953 en la plaza de toros “México”. María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 26 27


en la contestación a su informe del deceso de don Fernando, lo llamó pariente suyo y le dijo alegrarse “de tener tan buen vasallo como vos”. Incontenible en su afición taurómaca, aprovechaba todas las ocasiones que se le presentaban para enfrentarse a los bureles. Así, en julio de 1689, para festejarse con algún retraso por el día de su santo, organizó varios días de corridas en su propia casa, saliendo a lidiar él mismo junto con otros aristócratas. En junio del año inmediato rejoneó en un coso levantado en el parque del palacio virreinal, habiendo resultado corneado un siervo suyo en la corrida del 14 de dicho mes. Toreó de nuevo el 28 de mayo de 1691, durante las fiestas por el casamiento del rey con doña Mariana de Neoburgo; en esta ocasión alternó con don Francisco Goñi de Peralta, y ambos se lucieron tanto que fueron aplaudidos hasta por los mismos virreyes. Su pasión por los juegos taurinos parece haber sido reflejo de toda una forma de vida amiga de pleitos, escándalos y ejercicio de las armas. Por ejemplo, tanto empeño mostró en sofocar el motín de indios que se suscitó en la ciudad de México el 8 de junio de 1692, que el virrey lo nombró maestre de campo. Asimismo, a pesar de que en junio de 1691 se había casado en Puebla con doña María Teresa Vidaurri y Hurtado de Mendoza, sabemos que poco antes de su muerte provocaba escándalos debido a que andaba en “ilícita comunicación” con una mujer casada. El fin de su vida no podía ser más acorde con los gustos que había desarrollado a lo largo de ella, pues la muerte le sorprendió el 12 de mayo de 1698 en su hacienda de Atenco, donde criaba el mejor ganado bravo que pastaba en toda la Nueva España por aquellos tiempos; todavía no cumplía los 30 años. Fallecido su pequeño hijo Fernando diez días después, el condado debió pasar a manos de su tío don Nicolás. (BFH, 2012, 366). CERVANTES VILLANUEVA, Alonso: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.28 CERVERA, Enrique, Cerverita: Banderillero. Apareció en los ruedos en 1910, en que se inició como subalterno. Tomó parte en algunas corridas, a las órdenes de Rodolfo Gaona. Era buen rehiletero y fácil peón, haciendo un papel decoroso en sus actuaciones. (A. L., 67). CERVERA PRIETO, Manuel, El Rey de España: Matador de toros. empezó a torear el año de 1898, teniendo la “soberana” costumbre de anunciarse en los carteles, con ese nombre. De sus actuaciones en ruedos mexicanos, encuentro una, en 1903, en que toreó el 19 de agosto, en la plaza de “Chapultepec”, con el sevillano José Machío, gran propagador de la fiesta de toros en América, y el que enseñó a torear al biografiado; pues, si Machío, nunca pasó de novillero en España, en México, figuró de matador con gran aceptación. En una de las corridas que actuó con el referido, recibió la alternativa, la que en verdad le pesaba, pues era basto y torpe para la lidia. Murió en forma trágica, a consecuencia de un disparo que le hizo en un momento de reyerta, Antonio Marroco “El Americano”. (A. L., 67). CERRILLA, Luis: Picador de toros. Actuó en festejos durante al año de 1886, sobre todo por el rumbo de Veracruz. El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 07.11.1886, N° 4. CÉSPEDES, Juan Francisco: Picador de toros mexicano. Toreó mucho en su país a las órdenes de matadores españoles. Cumplía excelentemente en su profesión y por ello era muy solicitado. Se retiró hacia 1900. (J. M de Cossío, III, 191). CID, Juan: Banderillero. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 28


personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224. CISNEROS, Eusebio, Juan de Leña: Picador de toros, al parecer nacido en Querétaro a finales del siglo XIX. Fue padre del también picador Ramón Cisneros López. (J. M de Cossío, IV, 414). CISNEROS, Vicente: Lazador mexicano, cuyo nombre consta en diferentes carteles de 1894. (L. V., 65). Su nombre aparece en un cartel celebrado en la plaza de toros “Colón”, la tarde del 17 de marzo de 1889, donde actuaron Ponciano Díaz y Fernando Gómez “Gallito”. CLAVERÍA, José María: banderillero durante el primer tercio del siglo XIX. En contrato hecho hacia 1834 con el Notario Francisco Calapiz y Aguilar, se cita entre otros a (…) Acta N° 77456. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros de Toluca. Se agrega en dicho contrato “Que trabajarán en todas las corridas que el año permitiere, estando una hora antes de que inicien, Mariano (Ávila) como Capitán matará los toros que le corresponda y José María Ávila lo mismo. Si algún torero se lastimara o hiriera se le abonará en cada corrida la mitad de su sueldo. Clavería no firmó por no saber”. Aún se encuentra en activo hacia 1840. COLÍN, José de Jesús: torero de a pie en la primera mitad del siglo XIX. Citado en: https://ahtm.wordpress.com/2014/04/27/conviviendo-con-hidalgo-allende-y-morelos-en-los-toros/ Lazador profesional. Actuó ocho días durante las corridas con que se festejó la boda de Fernando VII con la infanta de Brasil, las cuales se llevaron a cabo en la Real Plaza de Toros de San Pablo en 1817. (BFH, 2012, 367). COLÍN, Ramón: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel del festejo que se celebró el 11 de abril de 1886, en la plaza de toros de Tlalnepantla, edo. de México. COLÍN, Simón: picador de toros quien ya realizaba dicha labor hacia 1886, de acuerdo a un cartel que dice: PLAZA DE TOROS DE TLALNEPANTLA. GRAN CORRIDA A FAVOR DE LA BENEFICENCIA ESPAÑOLA. DOMINGO 11 DE ABRIL DE 1886. Picadores: (…) Simón Colín. COLINDRES, Nuño de: Corregidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México. Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 67). COLÓN DE PORTUGAL y CASTRO, DUQUE DE VERAGUA, Pedro Nuño: 26ª Virrey de la Nueva España, entre noviembre y diciembre de 1673. De mi trabajo inédito “Artemio de Valle-Arizpe y los toros, traigo a continuación un pasaje que evoca al presente personaje, gracias a la abundante pluma de “don Artemio”, claro está. PRIMERA SERIE. ¿QUÉ FUE SINO VERDURA DE LAS ERAS?29 Corre el mes de noviembre de 1673. La ciudad parece estremecerse con el nuevo acontecimiento del arribo y recepción del nuevo virrey, don Pedro Nuño Colón de Portugal y Castro, Duque de la Veragua,30 nombrado por su Majestad, el Rey Carlos II. Su período de gobierno fue, en realidad bastante corto, puesto que duró del 20 de noviembre al 13 de diciembre de aquel año del señor. El también marqués de Jamaica, desde su arribo a Veracruz fue motivo de diversas demostraciones públicas que cumplían con el protocolo de bienvenida destinado a celebrar al nuevo alter ego del rey.

Valle-Arizpe: Virreyes y virreinas de la Nueva España..., op. cit., p. 159-164. Vázquez Gómez: Diccionario de gobernantes…, op. Cit., p. 63. El virrey Colón era descendiente del descubridor de América, Cristóbal Colón, y su reputación fue la de un hombre bueno y prudente. Gobernó por muy poco tiempo, a causa de su precaria salud. De entre sus pocos actos de gobierno, uno destacó por su compasión. Enterado de los sufrimientos y de las pobrezas en que los indios vivían, dio la orden de bajar los precios de las semillas para ayudarlos. 29 30


Al sustituir al marqués de Mancera,31 Pedro Nuño Colón de Portugal causó una gran desilusión entre el pueblo pues creyó encontrar una figura apuesta, de digno respeto, y lo que halló es lo que nos cuenta A de V-A. Y es que mientras el marqués de Mancera se preparaba para abandonar la Nueva España Los caballeros discutían festejos; se correrían sortijas en carrillos con listones, se correrían parejas; habría justas, encamisada, pirámide, maroma, comedia y lides de toros (…) Además Se decía que el duque de Veragua era hombre de a caballo, gustador apasionado de los nobles ejercicios a la jineta, y los señores, para atraérselo a su amistad, pensaban en torneos, en pasos de armas, en quebrar cañas, en cacerías, en alancear toros bravos; (…) Y cuando numerosos contingentes populares le fueron a recibir a Otumba o a Guadalupe ¡Oh decepción!, se hallaron con un anciano imposible, achacoso, temblequeante, de mirada vaga y habla tartajosa; su rostro, de color de limón, está poblado de pellejos y arrugas, y se adivinaba, sin mucho esfuerzo, un cuerpo cadavérico entre las holguras de su traje de seda. ¿Ese era don Pedro Nuño Colón de Portugal? ¿Ese era el mentado duque de Veragua y marqués de la Jamaica?32

Virrey, don Pedro Nuño Colón de Portugal y Castro, Duque de la Veragua. Después pasó a Chapultepec, donde ocurrió la entrada el 16 de noviembre. Por desgracia no hay datos que confirmen su hubo o no los tradicionales festejos, donde se corrían toros. ¡Pues vaya impresión la que se llevaron! Tanto preparativo, tanta desmedida algazara para que don Pedro, apenas diera muestras de gusto, porque lo demás era el semblante de un desfallecido, a tal extremo que el besamanos tuvo que posponerse. Pero La gente estaba desilusionada, triste. ¡Tanto y tanto preparativo para nada! ¿Cuándo luciría el coruscante esplendor de sus trajes de corte? No hubo corridas de toros, ni hubo mascaradas, ni justas, ni tocotines de los indios, ni nada. (…) a la gente del pueblo, embozada en sucias sábanas, le salió más a los ojos su tristeza ancestral, porque perdió los festejos, aquellos festejos que de cuando en vez miraba atónita, embelesada en una somera alegría. 33

Mecenas, el más importante que tuvo, junto a su esposa, sor Juana Inés de la Cruz. Artemio de Valle-Arizpe: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones. Leyendas y sucedidos del México virreinal. (Nota preliminar de Federico Carlos Sainz de Robles). México, Aguilar editor, S.A., 1976. 476 p. Ils., p. 161. 33 Ib., p. 163. 31 32


Y el Duque de la Veragua acabó muriéndose, sin que pueblos y ciudades celebraran como era debido su investidura virreinal, la más breve de aquel período histórico. COMAS, Mariano: Puntillero. Su nombre aparece registrado en el cartel del 8 de octubre de 1899, mismo que se desarrolló en la plaza de toros del “Progreso”, Guadalajara, Jalisco. (R. M. M., 376). CONDE, Antonio: Banderillero, que integró la célebre “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, encabezada por Saturnino Frutos “Ojitos” a comienzos del siglo XX. Toros y Toreros. Tercer número extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907. Conde era español, único de esa nacionalidad en una “Cuadrilla mexicana”. Había nacido en la provincia de León. Muere el 20 de septiembre de 1935. CONDE, Emilio: “Picador de reserva”. Así se le anunciaba en el cartel que se celebró la tarde del 1° de abril de 1888, en la plaza de toros “San Rafael”. CONDE, Valentín: Banderillero. Actuaba a fines del siglo pasado (el XIX), en que no logró destacar en el desempeño de su misión. Era abúlico, faltándole decisión ante los toros, lo que determinó el retirarse de la profesión. (A. L., 68). CONDE, Vicente, Güerito o Negrito: que indistintamente se le anuncia con los referidos alias, figuraba ya entre los buenos picadores mexicanos en 1886. (L. V., 65). Nació en Orizaba, Veracruz. Complementa la información de este personaje el perfil que da el Dr. Carlos Cuesta Baquero: “(…) el Güerito”, aquel picador negro que apodaban con ese mote y que se apellidaba Conde, (quien salió en cierta ocasión) cabalgando en pelo para picar al primer toro; y el bicho que fue lidiado en tercer lugar “abrió plaza” –sic- arremetiendo a los lazadores y a toda la gente de a pie. (C. C. B., T. I., 20). Hay un registro de alguna actuación suya en la plaza de toros del Huisachal, el 4 de noviembre de 1883, mismo que aparece en El Diario del Hogar, del 6 de noviembre siguiente, p. 3. CONQUILLO, Juan: Torero novohispano. Quien hacia 1615 era conocido en esta capital “por muy buen toreador”, según rezan las constancias respectivas, entresacadas de documentos del Santo Oficio. (N. R., 1924, 49). CONTRERAS AYCARDO, Alfredo, Zacatecas I: Picador de toros. nació el 16 de diciembre de 1886 en la ciudad de Puebla. Era monaguillo de la Catedral a los diez años, y un domingo fue a ver una corrida, dándole tanto miedo los toros, que se fue hasta la última fila, creyendo podrían saltar al tendido. Cuando vio por tercera vez un espectáculo de toros, ya era otro, le gustaba presenciarlo –de ser posible- en primera fila de barrera. Le entró la afición y llamándole la atención la suerte de varas, empezó a aprender a montar a caballo. Picó por vez primera en la plaza de Huamantla, Tlaxcala, en 1905, en calidad de aficionado; pero, como diera la circunstancia de que el público había pagado por ver la pachanga, y ninguno quería ir al toro, que eran grandes y con mucha cornamenta, los metieron a todos, menos a él, en la cárcel, ganando la primer ovación por parte del público. Su señora madre lo hizo entrar como soldado en un cuartel antes de la edad reglamentaria, siendo destinado al primer cuadro de Regimiento, donde estuvo nueve meses. Cuando se disolvió la cuadrilla de “Ojitos”, ingresaron con este, Juan Aguirre “Conejo Chico”, Luis Güemes y él. Empezó después a picar solo y, en 1922, fue con Juan Belmonte a la temporada que hizo en Lima, donde toreó doce corridas con dicho matador. Actuó en la capital con Juan Silveti, cuando la competencia con Sánchez Mejías. Figuró con la mayor parte de los toreros de la época, en su mayoría españoles. Una tarde en Puebla, en que actuaba con Antonio Boto “Regaterín”, un toro de la ganadería de Atlanga, lo hechó con caballo y todo dentro del callejón, pero con la increíble coincidencia de que cayó de pie y el caballo siguió caminando con el jinete en lo alto. Actuó en los ruedos hasta el año de 1952, en que se despidió en el de Cuatro Caminos, en el beneficio a los deudos del infortunado “Joselillo”. Fue este viejo piquero, el primero que hizo los aditamentos a los petos actuales. Es empresa de caballos de las dos plazas “Méico” y “El Toreo” de la capital desde hace unos once años. En la actualidad figura


como Tesorero de la Unión de Picadores y Banderilleros, siendo socio fundador, como igualmente lo fue del desaparecido Montepío de Toreros. (A. L., 69). Falleció en la capital de la república el 8 de febrero de 1960. CONTRERAS, Francisco, banderillero. Fue integrante de la cuadrilla de Pablo Mendoza hacia 1857. CONTRERAS NIÑO, Luciano: Matador de toros mexicano. Fue padre del también torero que heredó su mismo nombre. Son los únicos datos sobre este personaje que debe haber nacido a finales del siglo XIX. (J. M de Cossío, IV, 417). CONTRERAS, Natividad: banderillero mexicano que ha comenzado hace poco. (L. V., 66).34 CÓRCOLES, Fernando: Matador de toros mexicano, que figuraba con bastante crédito en 1868. (L. V., 66). CORCHADO, Luis: Picador de toros. De él, se recuerda la anécdota en que este conservaba una jaca durante quince o veinte corridas, recorriendo así las plazas de toros donde actuaba y a las que iba viajando en la misma jaca. CÓRDOVA, Pedro: segundo espada y banderillero. CORONA, Juan: Picador de toros mexicano. Nació en 1823.35 Muy joven aún se dedicó al alter, alcanzando un buen nombre entre los demás. En 29 de marzo de 1858, toreando en la plaza del Paseo Nuevo fue enganchado por el segundo toro de la ganadería de Queréndaro, que le arrojó a gran distancia y le infirió una grave herida en la ingle derecha, de la que curó después de un año de padecimientos. Restablecido, volvió de nuevo a la profesión, de la que se retiró definitivamente en 1855, antes de terminar la temporada. Falleció en 20 de febrero de 1888, a la edad de 66 años. (L. V., 66). Acompaña este registro, la imagen de la recreación del percance que enfrentó el célebre picador. Apareció en La Muleta. Revista de toros. México, enero 22 de 1888, Año I, N° 21. La nota que aparece justificando esa hermosa cromolitografía nos dice: NUESTRO DIBUJO. Representa la cogida que sufrió el picador Juan Corona en la Plaza de Toros del Paseo Nuevo, la tarde del 29 de marzo de 1853. El toro que se lidió en segundo lugar pertenecía a la vacada de Queréndaro, hoy extinguida y entonces en todo su apogeo. Fue negro listón de libras y buen trapío. Desde que sintió el fierro comenzó a crecerse y al tomar con mucha codicia la 3ª vara de Juan Corona, recargó con mucho poder, desarmó al diestro y enganchó por la ingle derecha, saliendo el pitón quince centímetros arriba. Corona fue volteado y recogido y por último arrojado a gran distancia. En este punto Bernardo Gaviño que era el primer espada, se acercó al herido, este lo abrazó y el toro hizo por los dos. La ansiedad fue horrible. Afortunadamente esta segunda cogida fue sin consecuencias. Corona fue trasladado a la enfermería casi moribundo y continuó la lidia del toro, el cual tomó quince varas recargando y mató cinco caballos, dio nueve caídas y mandó dos picadores más a la enfermería.

En su época, llegaron a nombrarlo coloquialmente como “El charrito del siglo”. Al comenzar el siglo XX, toreó algunos festejos como “matador”. 35 En (J. M de Cossío, et. al., V, 817) se indica que el año de su nacimiento es 1832, habiendo fallecido en 1888. 34


Fue banderillado por Tomás Rodríguez y cuando Mariano González La Monja, de verde y plata se disponía a darle muerte, el público pidió a una voz que no se matara un toro tan valiente, por lo cual volvió al corral. A Corona lo asistieron los Doctores Marroqui y Melet y después de un año de sufrimientos y dolores, recobró la salud. Algunos años después se retira del toreo, radicándose en uno de los más pintorescos barrios de esta ciudad en donde con sus ahorros compró una pequeña eredad y se ha dedicado a conservar curiosidades de todo género y a practicar una de las virtudes más nobles: la caridad. Juan Corona es el ángel que consuela al desgraciado y enjuga su llanto y la mano de que se ha valido la Providencia para mitigar el hambre de los desheredados. En su barrio y en una buena distancia en contorno, es sumamente querido, respetado y bendecido. Que contesten todos los que hoy han levantado el grito con la desgracia acaecida al infortunado Saleri, ¿en qué arte, ni en que artista se ve lo que en Juan Corona? ¿No es esta la mayor respuesta que puede darse a las razones sin peso de los impugnadores a la gran diversión? Contra hechos no hay argumentos.

La cromolitografía es un valioso trabajo del dibujante P. P. García. Además: Luis Ruiz Quiroz, en su imprescindible obra: EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS, refiere, en la pág. 91 el siguiente dato: 29 de marzo. 1858.-El picador Juan Corona sufre grave cornada en la ingle por un toro de Queréndaro.


Pues bien, intentando buscar todos cuantos datos permitieran corroborar tal efeméride, dimos con unos apuntes manuscritos del Dr. Carlos Cuesta Baquero, de los que traemos hasta aquí lo que sigue: Después trabajó (Juan) Corona desde 1850 a 1853 en la plaza de San Pablo, estrenada por segunda vez y de allí, la cuadrilla de Bernardo (Gaviño) pasó a trabajar a la plaza de Bucareli (la del Paseo Nuevo. N. del A.), en la que la tarde del 23 de mayo de 1853, sufrió Corona una terrible cogida, por un toro de Queréndaro, cuya asta entró al joven picador por la pierna derecha y atravesando el asta [lo correcto sería decir el cuerno o, como se indicaba en la época “la punta de la llave”. N. del A.] y saliendo la punta de la llave por el hígado. (sic). Como consecuencia de tan espantosa herida, Corona, duró enfermo casi un año, siendo durante este tiempo asistido con esmero por el Dr. Mallet. Repuesto Corona un tanto y habiendo gastado durante su enfermedad casi todos sus ahorros, tuvo necesidad de trabajar, logrando reunir una suma que, aunque insignificante, fue bastante para que Corona pudiera establecer una zapatería y comprar algunas vacas. Corona abandonó por completo el toreo y trabajando sin descanso y después de grandes privaciones con el honrado fruto de sus bastantes desvelos, compró la casa que hoy habita en Jamaica y donde tanto los viajeros notables, como la mayor parte de los mexicanos, hemos podido admirar un curioso museo al que tiene acceso el que lo solicite.

Apunte de Juan Corona incluido en la curiosa edición de Domingo Ibarra: Historia del toreo en México. (Véase bibliografía). Hasta aquí las notas de Roque Solares Tacubac. Por lo tanto, el dato de Ruiz Quiroz no se corresponde con las apreciaciones de Cuesta Baquero, de ahí que sea importante, e imprescindible también el ajuste de aquellos datos que el pasado nos sigue aportando para seguirlo develando en el presente. Termino, por ahora, incluyendo los versos que, en 1851 se le dedicaron a este peculiar personaje, mismo que se convirtió en su momento, en auténtica leyenda viviente. El valiente Juan Corona El valiente Juan Corona el de la vara de otate, aunque la fiera lo mate ha de picarlo sin mona.


De San Pablo en este día la plaza se encuentra en ascuas, porque se acercan las Pascuas y el pueblo goce a porfía. La Chole, por vida mía no esquiva pisar la arena de sangre toruna llena; pues por complacer a todos, ha de jugar de mil modos con esas fieras, sin pena. Porque su fama lo abona36 en el suelo mexicano, dó se muestra muy ufano de triunfar siempre de veras. Y dominar a las fieras con su brazo soberano. Ha de haber monte Parnaso, de muchas cosas provisto, las que jamás habrás visto aunque las tienes de paso. Cien pantalones de raso y otras muchas zarandajas, entre cortantes navajas, ha de tener en su mano, para que saque ventajas. El que busque distracción, en San Pablo la hallará, y no se arrepentirá de ocurrir a esta función. Allí no habrá tumultón ni desorden, ni mal rato el público hallará grato cuanto en su obsequio ofrecemos, pues todo precaveremos porque haya gusto y no flato. No es busca de novedades corras pueblo a otras regiones, porque las más ocasiones encontrarás bojedades. (. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .) Qué diversión más barata puede buscar un galán, para que con poco afán quiera obsequiar a su chata.

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La de Juan Corona.


La paga no es patarata, esta vez se ha disminuido, porque la empresa ha querido dar muestras de su adhesión, probando así a la sazón que os vive reconocido. Así que, ateniéndonos al principio de la precisión, hay que darle certeza y credibilidad al dato aportado por el Dr. Carlos Cuesta Baquero, sirviendo esto, además, para una posible enmienda en las siempre perfectibles efemérides que, como ha sido posible apreciar, siempre tienden a un mejor reacomodo y adecuación. Es importante considerar la nota que La Muleta, ejemplar del que ha sido incluida la imagen párrafos arriba, donde sus autores se ocuparon del caso en los siguientes términos: Representa la cogida que sufrió el picador Juan Corona en la Plaza de Toros del Paseo Nuevo, la tarde del 29 de marzo de 1853. El toro que se lidió en segundo lugar pertenecía a la vacada de Queréndaro, hoy extinguida y entonces en todo su apogeo. Fue negro listón de libras y buen trapío. Desde que sintió el fierro comenzó a crecerse y al tomar con mucha codicia la 3ª vara de Juan Corona, recargó con mucho poder, desarmó al diestro y lo enganchó por la ingle derecha, saliendo el pitón quince centímetros arriba. Corona fue volteado y recogido y por último arrojado a gran distancia. En este punto Bernardo Gaviño que era el primer espada, se acercó al herido, éste lo abrazó y el toro hizo por los dos. La ansiedad fue horrible. Afortunadamente esta segunda cogida fue sin consecuencias. Corona fue trasladado a la enfermería casi moribundo y continuó la lidia del toro, el cual tomó quince varas recargando y mató cinco caballos, dio nueve caídas y mandó dos picadores más a la enfermería. Fue banderillado por Tomás Rodríguez y cuando Mariano González (a) La Monja, de verde y plata se disponía a darle muerte, el público pidió a una voz que no se matara un toro tan valiente, por lo cual volvió al corral. A Corona lo asistieron los Doctores [¿José María?] Marroquí y Melet [¿Mallet?] y después de un año de sufrimientos y dolores, recobró la salud. Algunos años después se retiró del toreo, radicándose en uno de los más pintorescos barrios de esta ciudad en donde con sus ahorros compró una pequeña eradad [de hecho fue la célebre “Quinta Corona”, ubicada en el paseo de la Viga. N. de los A.] y se ha dedicado a conservar curiosidades de todo género y a practicar una de las virtudes más nobles: la caridad. Juan Corona es el ángel que consuela al desgraciado y enjuga su llano y la mano de que se ha valido la Providencia para mitigar el hambre de los desheredados. En su barrio y en una buena distancia en contorno, es sumamente querido, respetado y bendecido. Que contesten todos los que hoy han levantado el grito con la desgracia acaecida al infortunado Saleri, ¿en qué arte, ni en qué artista se ve lo que en Juan Corona? ¿No es esta la mayor respuesta que puede darse a las razones sin peso de los impugnadores a la gran diversión? Contra hechos no hay argumentos.37 (HCTM., 57-60). CORONA, Maclovio: Torero de a pie, que actuaba con alguna frecuencia en plazas de Tlaxcala, Puebla y Veracruz, durante los primeros años del siglo XX.

Biblioteca “Salvador García Bolio”, “Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías” (Morelia, Michoacán). La Muleta. Revista de Toros, año I, México, enero 22 de 1888, N° 21. Cromolitografía de “P.P García”. 37


CORONA, Rafael, El Moreliano: Matador de novillos mexicano que toreaba al frente de una cuadrilla del país en 1887 y años sucesivos. (L. V., 66). Probablemente perteneció a la cuadrilla que dirigía el “Capitán de gladiadores” Lino Zamora entre 1875 y 1878.

Retrato de Rafael Corona. RAFAEL CORONA: NO SOY NINGUNA PIEZA DE CACERÍA PARA PONCIANO... Capote de paseo, te convertiste en el mejor parapeto de un Rafael Corona ya maduro, cuarentón según el estado de cosas que apreciamos en esta curiosa imagen. Sí, los toreros de aquel entonces, sobre todo para el último tercio del siglo XIX, eran longevos (allí está Bernardo Gaviño con sus 73 años) que por eso se podían eternizar en la profesión taurina. Por otro lado, su actitud como toreros aborígenes y cuyo contacto con la tauromaquia española fue para conocerla, asimilarla o ser consumidos por un desbordamiento sin precedentes de esa misma manifestación, deben haber puesto a Rafael Corona en situación nada cómoda. Su círculo de influencia fue el estado de Michoacán, pero así, tan inofensivo que se ve, no debe haber sido pieza de cacería importante para Ponciano Díaz que también pasó por ahí, como lo hicieron de igual forma otros coletudos hispanos. Rafael, ante esos dos frentes estaba condenado a desaparecer, al menos que se aliara con unos o con otros. Diminuto, hasta tímido –no vaya a ser que levantar un poco más la mano derecha de al traste con alguna mala costura de la casaquilla-, no se arrime con ese cuerpecillo frágil a retar desde la forzada pose. Nada más dejen que se halle en el ruedo, y entonces sí: ¡A ver si son capaces de poderle como puede Rafael a los toros! No vaya a ser que los fanfarrones y timoratos vayamos a ser otros. Por eso, entre dientes, parece decirnos Rafael Corona: no soy ninguna pieza de cacería para Ponciano... Rafael Corona diestro moreliano que estableció y consolidó allí mismo su prestigio. 20 años fue matador, otros cinco los dedicó como banderillero en cuadrillas como las de Jesús Villegas “El Catrín” o de Lino Zamora. Al llegar José Machío –español de origen- en 1885, su fin quedó marcado definitivamente. Nació en Morelia, Michoacán, en 1852. Comenzó a torear en 1868 y durante cuatro años fue banderillero en las cuadrillas de Jesús Villegas “El Catrín” y Lino Zamora. En 1872 se separó de este último diestro mexicano y decidió formar su propia cuadrilla, nombrándose “capitán” de ella. Así lo hizo, y durante veinte años estoqueó toros en Michoacán, Zacatecas, Guanajuato y Puebla, pero nunca en el Distrito Federal. Muy valiente, siempre mataba “a la mexicana”, es decir, de metisaca en los bajos, y cuando a partir de 1887 los públicos empezaron a preferir las estocadas “a la española”, en lo alto y dejando clavado el estoque, vio menguar su popularidad y tuvo que limitarse a torear por los pueblos. Enfermo de tuberculosis, falleció en 1895, en su ciudad natal de Morelia. (H. L. II., 656).


CORONA, Miguel: Banderillero. Participó como tal, en un festejo que se celebró en la plaza de toros “Bucareli”, el lunes 19 de noviembre de 1894. CORONA, Salvador: Torero de a pie. Nació en Chihuahua el 27 de diciembre de 1897. En edad muy temprana tuvo inclinación por la tauromaquia, de ahí que desde 1911 ya actuaba en algunos festejos menores. En 1913 se presenta en “El Toreo” de la Condesa junto con Juan Silveti y Trinidad Santibáñez. Fue un torero fino con capote y muleta, valiente y certero con el estoque; nunca paró mientes ni en el tamaño ni en el peso, ni en el nervio, ni en los pitones de los toros… pero no llegó a ser figura del toreo.

CORONADO, N. N.: Este personaje, de origen español, e integrante del grupo de conquistadores, participó en 1542 en un torneo en Nuevo México, con tan mala fortuna que la ruptura de un cihcho lo hizo caer del caballo en el momento preciso para recibir en la cabeza una coz de la yegua que montaba su contrincante, Maldonado. (L. W., 1984; T. I., 156). CORREA, Juan: Novillero potosino que toreaba a fines del siglo XIX. El 16 de mayo de 1897, alternó en San Luis Potosí con Diego Rodríguez “Silverio Chico”. (H. L. II., 656). CORTÉS, Alejandro: Torero profesional de a pie. Tomó parte en los festejos que se hicieron en diciembre de 1796 y en enero y febrero de 1797 en el Paseo Nuevo de Bucareli. (BFH, 2012, 367). CORTÉS, Blas: Picador de toros que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). CORTÉS, Jerónimo: Los juegos de cañas durante buena parte del siglo XVI fueron imprescindibles para la celebración de diversos festejos. Un ejemplo de ello fue el ocurrido durante el vautizo de los vástagos de grandes familias, como el de Jerónimo Cortés en Campeche en 1562 o el de sus hermanos en 1566 en México, juegos éstos organizados por el célebre conspirador Alonso de Ávila. (L. W., 1984; T. I., 160). CORTÉS, José León: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información.


CORTÉS DE MONROY y PIZARRO ALTAMIRANO, Hernán: Nació en Medellín, 1485-murió en Castilleja de la Cuesta, el 2 de diciembre de 1547). Encabezó el movimiento de conquista contra el imperio azteca, esto entre 1519 y 1521. Dice Jéssica Quiñones Miranda: “Los conquistadores vieron en la empresa de expansión de dominios de Carlos V una oportunidad para mejorar su posición social. Porque al ganar territorios en nombre del rey, el monarca recompensaría sus servicios con tierras y títulos que los situarían como una élite en el Nuevo Mundo. Por ello, desde que llegaron a las playas de Veracruz en 1519, practicaron carreras de caballos frente a los enviados de Moctezuma, con varios intereses en mente: buscaban impresionar a los indios para mostrarse a sí mismos como adversarios superiores, al mismo tiempo que pretendían entrenarse militarmente para utilizar la caballería como ventaja sobre los nativos, y como medio para acceder a una distinción que los elevaría en la jerarquía social del Nuevo Mundo. En las Cartas de Relación puede apreciarse este interés por parte de Hernán Cortés, quien a lo largo del relato se resaltaba como protagonista de los hechos y hacía énfasis en el uso de la caballería en sus batallas” (JQM, 2017, 4-5). Del mismo modo, Nicolás Rangel, en su Historia del toreo en México, menciona: En 1538 y para celebrar la Paz de Aguas-Muertas entre los Reyes de España y de Francia, hubo en México grandes fiestas organizadas por el Virrey Mendoza y Hernán Cortés, que consistieron en Juegos de Cañas, mascaradas graciosas y lides de toros. (N. R., 1924, 8) …lo cual es seña precisa de que su participación directa, la del capitán general, haya sido un hecho, dadas sus dotes militares. CORTÉS ZÚÑIGA, Martín, marqués del Valle de Oaxaca: Hijo de Hernán Cortés (1533-1589), que nació en la Nueva España. Participó en las fiestas del bautizo de sus hijos en 1566.

Hernán Cortés en su caballo morcillo. Apuntaba fr. Juan de Zumárraga:


En esta razón, le nacieron dos hijos de un vientre al Marqués del Valle (que le fueron, no hijos, sino el azar de toda su desgracia), para cuyo bautismo se hizo un pasadizo de sus casas hasta la puerta del Perdón, cuatro varas alto del suelo, y seis de ancho, todo curiosamente aderezado. Nombró el Marqués por compadre de ambos hijos a Don Luis de Castilla y a Doña Juana de Sosa, su mujer, ambas personas de lo más señalado y principal del reino; llevaron los niños a la iglesia Don Carlos de Zúñiga y Don Pedro de Luna, y bautizólos el Deán Don Juan Chico de Molina, a 30 de junio del año 1566. Hubo grandes fiestas, y encima del tablado o pasadizo, un torneo a pie, de doce caballeros, armados de punta en blanco, que se combatieron con mucho ánimo, y osadía, y fue cosa muy de ver. Con este regocijo, llevaron los niños a bautizar, disparando la artillería, de ida y vuelta a la iglesia, y luego, a la noche, hubo una muy solemne encamisada y muchos alcanciazos. Hubo Juego de Cañas, y en medio de la plazuela un toro asado, y muchas otras aves, así caseras como de monte; y a la puerta del palacio del Marqués, dos pipas de vino, una de blanco y otra de tinto, (que en aquellos tiempos era grandeza, por haber poco en la tierra) para todos los que querían, que aquella tarde a nadie se desechaba en la comida ni en la bebida. Hubo un bosque de muchos géneros de caza, muchos indios flecheros que la corrían, y mataban conejos, liebres, venados, adives y codornices; y finalmente, fue una fiesta muy de ver, y aun demostrativa de lo que se trataba en sus banquetes y conversaciones, porque fueron fiestas más de Rey que de Marqués, y duraron estas fiestas y regocijos seis u ocho días. (M. R. T., 1918, 25-6).

Este es, entre muchos, uno más de los retratos del célebre y polémico Hernán Cortés. Además, Es cierto que el más espectacular de todos los torneos fue organizado en 1556, con su falta de tacto característica, por el segundo Marques del Valle, en ocasión del bautizo de sus hijos gemelos; en eecto, el marqués trató de imitar en esa ocasión nada menos que los fastos del bautizo de Felipe II en Valladolid, celebrado muchos años atrás. Para las grandes festividades, se plantó un bosque artificial rico en géneros de caza (incluyendo venados, “adives” y codornices), y hubo un lucidotorneo de pie de doce caballeros, armados de punta en blanco, quienes –según Suárez de Peralta- “se combatieron con mucho ánimo y osadía, y fue cosa mui de ver”. La gente allegada al virrey Velasco II prudentemente se abstuvo de participar en esa junta aunque “eran los que mejor la podían hacer”. (L. W., 1984; T. I., 156).


CORTÉS, Juan: Torero de a pie quien, junto a Felipe de Santiago, participaron en los festejos en celebridad de la toma de la Plaza de Orán y Mazaelquibil, en 1731 y 1732. CORTÉS LEÓN, José: Banderillero. Actuó en los rumbos de San Luis Potosí. Esto ocurría en la “sobresaliente corrida” celebrada en la plaza de toros del “Paseo”, el 28 de diciembre de 1890. En dicha ocasión se lidiaron cinco toros de la ganadería de Guanamé. Al frente de las cuadrillas iban Enrique Santos “Tortero” y Saturnino Frutos “Ojitos”, como sobresaliente. COSÍO, Alberto, Patatero mexicano: banderillero. Es el superviviente de aquella época. Comenzó el aprendizaje patrocinado por el entonces conocido –ahora injustamente ya no recordado-, RAMÓN LÓPEZ. Después, “Patatero” fue “cuajándose”, y haciendo viaje a España fue pulimentándose. Llegó a la meta de banderillero seguro y rápido, dominando la dificultad de su escasa estatura. Bregando era una “ardilla”, que estaba de aquí para allá no con torpeza sino con malicia. Gaona quiso mucho al diminuto y notable “Patatero”, quien se retiró de los ruedos juntamente con el Califa de León de los Aldamas, el 12 de abril de 1925. La Lidia. Revista Gráfica Taurina. 04.12.1942, año I, N° 2.

COSSÍO, Víctor, Pataterillo mexicano: Banderillero de toros mexicano. Hermano de Alberto, comenzó su aprendizaje en las haciendas del país. En 1911 empieza a actuar en plazas y lo hace con diversas cuadrillas. En poco tiempo adelantó mucho en la profesión, logrando colocarse a la par de los que más prometían. El 28 de diciembre de 1913 se dio en México una corrida a beneficio de la Cruz Blanca. Al colocar de segundas un par al segundo toro, de Santín, fue alcanzado por este, derribado y pisoteado, sufriendo la fractura de dos costillas. Una le lesionó tan gravemente el pulmó n, que falleció cuando se le conducía a su domicilio. Fue enterrado al siguiente día en el Panteón Francés, costeando todos los gastos originados La Cruz Blanca. (J. M de Cossío, III, 208). COSSÍO y GUERRA, Alejandro, Marqués de Uluapa: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 55). COYRO, José, Coyrito: picador de toros que aprendió el estilo español. Se dice de él en El Toreo Ilustrado, año II, N° 1. México, 05.10.1896: “Entre los picadores tomó parte un muchacho mexicano, llamado José Coyro y que es el primero de nuestros paisanos que viste el traje de picador y también el primero en intentar picar, lográndolo a veces, como el arte manda. En esta temporada de novillos es el que más se ha distinguido y el que más palmas ha cosechado”.


CUEBAS, Bartolomé: “Toreador de a caballo”, que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). CUELLAR, Francisco: banderillero que actuó con frecuencia en festejos al mediar el siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel en el festejo que se celebró el 31 de diciembre (¿de 1850?), siendo anunciado como banderillero. (Col. del autor). CUETO, Félix: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. CUETO, Casimiro: Lidiador mexicano, citado por Sánchez de Neira. Según un cartel de San Luis Potosí, el día 7 de julio de 1839 debían lidiarse toros del Rancho de Becas. En tal fiesta Casimiro Cueto debía dar el salto mortal (debía significar el de la garrocha) con los ojos vendados. (J. M de Cossío, III, 212). CRIADO, Manuel, Veneno: Matador de toros muy poco conocido en el México de finales del siglo XIX, pues buena parte de sus actuaciones quedaron registradas en plazas sudamericanas, como es el caso de la inauguración de la plaza de toros de la Paz, Bolivia, el 19 de abril de 1891. CRUZ, Ignacio: banderillero torero de mediados del siglo XIX. Fue integrante en la cuadrilla de Bernardo Gaviño. (D. I., 14). En alguna otra lectura, le atribuyen haber salido como picador de toros. CRUZ, José María: Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Banderillero y Capeador”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). CRUZ, Pablo de la: Picador de toros a mitad del siglo XIX en México. (LA MULETA. REVISTA DE TOROS. año I, N° 10. México, 06.11.1887). CRUZ, Pilar de la: Picador de toros a mediados del siglo XIX. Su nombre aparece en el cartel que se celebró la tarde del 21 de diciembre de 1851, en un festejo celebrado en la Plaza Nueva de Toros en el Paseo Nuevo. Además: JUEVES DE EXCELSIOR, del 17 de marzo de 1949, p. 34: PRECURSORAS DE CONCHITA CINTRÓN. (…) La historia es larga y copiosa. En 1820, cuando aquel mozo de Puerto Real que en vida se llamó Bernardo Gaviño, toreaba en la plaza de Carlos III de La Habana, tuvo ocasión de alternar varias veces con una torera criolla, María Ávila “Morenita”, que en la suerte de frente por detrás – hoy la repetida “gaonera”-, y con las banderillas, era algo de asombro. En México, en 1810, proclamación de la Independencia, hubo fiestas taurinas, en las que Pilar de la Cruz, mexicana cien por cien, floreó y banderilleó a caballo dos toros de Atenco –iniciación de aquella ganadería- y con un éxito apoteótico. Y esta mujer era tan brava, que de ella se dice que encontrándose discutiendo, cierto día, condiciones de contrato con un empresario de Puebla llamado Allende, llegó con él a las manos y con tales arrestos que le golpeó e hirió con un palo, dejando maltrechos y en el suelo a dos servidores del indicado Allende que se encontraba en la estancia. CRUZ, J. Trinidad, Azuquita: Picador de toros mexicano, de quien tengo pocas noticias, pero entre ellas, la de su muerte, ocurrida en la capital de su país el 17 de julio de 1941. (J. M de Cossío, IV, 422).


CUADRADO, Manuel, Gordito: Matador de novillos mexicano, que como tal viene figurando en algunas plazas de la república de México desde 1895. (L. V., 67). CUELLAR, Francisco: Banderillero, que formó parte en la cuadrilla de Bernardo Gaviño. Su nombre puede apreciarse en el cartel del festejo celebrado en la plaza de toros del Paseo Nuevo, la tarde del 19 de octubre de 1856. CUENCA, Silverio: banderillero y Matador de toros. De este y otros personajes apuntaba Armando de María y Campos en la efeméride correspondiente al 26 de abril de 1892: “(actuaron en 1870 y en la plaza de toros del Acho, Perú) Felipe Chávez y Silverio Cuenca” (…). CUETO, Casimiro: Lidiador mexicano que gozaba de bastante fama a principios del segundo tercio del corriente siglo por sus arriesgados saltos, algunos de ellos muy semejantes a los que dan los toreros de las Landas (Francia). Para la corrida que se efectuó en San Luis de Potosí, el 7 de julio de 1839, dedicada al general D. Isidro Reyes, se anunció que el lidiador Cueto daría a uno de los toros el salto mortal con los ojos vendados. El solo anuncio prueba la destreza y habilidad que tendría este lidiador para saltar a los toros. (L. V., 67). Según el cartel indicado “Casimiro Castro hará el salto mortal vendados los ojos”. Matador de toros. este torero que nació a principios del siglo XIX, se distinguió en los ruedos en el salto de la garrocha, el que ejecutaba con los ojos vendados. El historiador Sánchez de Neira, al hablar de él lo cita en una corrida celebrada en San Luis Potosí, el 7 de junio de 1839, diciendo: “En este festejo ha dado el salto mortal con los ojos tapados, ante la admiración de cuantos creyeron era imposible realizar tal proeza”. Este original lidiador mexicano, mataba con gran valor los enormes toros de la ganadería de Atenco, en la mayor parte de las plazas en que actuaba. Casimiro Cueto, puede ser considerado uno de los primeros iniciadores del toreo de a pie en México, ya que veinte años antes de que viniera al mundo Ponciano Díaz, actuaba en las plazas que se improvisaban en los distintos sectores de la república, y principalmente, en las de la capital de México. (A. L., 79). CUEVAS y LESMES DE ASTUDILLO, Miguel de: Alcalde ordinario en el Ayuntamiento de la Ciudad de México. Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 67).


CH CHAÍN, Eduardo, el Canario: Banderillero. Su nombre aparece plasmado en el cartel que anunciaba un festejo en la plaza de toros de Mixcoac, para la tarde del domingo 23 de junio de 1907. Salió bajo las órdenes de Agustín Velásco “Fuentes Mexicano” y Arnulfo Jiménez “Chico de Orizaba”, lidiándose de 6 ejemplares de Jalapilla y Nopalapam, en competencia. CHAVELA, Agustín: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 38 CHÁVEZ, Andrés: torero de a pie. MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO Nº 31. CARTEL DE TRES FIGURAS DECIMONÓNICAS EN MÉXICO: JOSE MARIA VAZQUEZ, MANUEL BRAVO Y ANDRES CHAVEZ. ANTECESORES DE JESUS VILLEGAS Y POR SUPUESTO, DE PONCIANO DIAZ. Hasta hace algunos años se pensaba que Ponciano Díaz era el primer diestro mexicano cuyas actuaciones no sólo se concretaban a nuestro país, sino también al extranjero. Luego, al profundizar con más detalle se encontró que Jesús Villegas “El Catrín” realizaba campaña a mediados del siglo XIX en España. Después, las investigaciones nos daban el nombre de Ramón de Rosas Hernández “El Indiano” -natural de Veracruz- quien alternó con diestros hispanos a fines del siglo XVIII. La trascendencia del toreo mexicano fuera de sus fronteras estaba dada con estos tres personajes que, con el tiempo se han enriquecido gracias a la presencia de otros tres diestros: José María Vázquez, Manuel Bravo y Andrés Chávez. De Manuel Bravo y de Andrés Chávez nos dice Heriberto Lanfranchi en su tomo II de LA FIESTA BRAVA EN MEXICO Y ESPAÑA, 1519-1969 lo siguiente: MANUEL BRAVO. Primer espada mexicano, que fue el más popular en la ciudad de México de 1825 a 1835. Dicho año hizo un viaje a Cuba y logró convencer a Bernardo Gaviño para que se viniera a torear a la plaza de “San Pablo” de la capital. ANDRES CHAVEZ. Nació en Puebla, Pue., y actuó con regularidad a mediados del siglo XIX. estuvo con Bernardo Gaviño en 1844, y en 1851 ya era muy conocido, siendo contratado para torear en la ciudad de México, en la plaza de “San Pablo”. El 9 de noviembre de ese año, los programas anunciaban que debía matar un toro estando hincado en el suelo, y el 1º. de febrero de 1852, en la misma plaza debía matar otro toro estando sentado en una silla tras haberle clavado varios pares de banderillas de 3 pulgadas de largo. Luego estuvo varios años con Mariano González “La Monja” y Pablo Mendoza, hasta que en 1860 formó su propia cuadrilla y empezó a actuar de primera espada, sobre todo en Puebla, durante algún tiempo. Andrés Chávez también es citado por Domingo Ibarra (p. 9). María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 38


De José María Vázquez el dato nos lo proporciona una verdadera curiosidad bibliográfica de origen peruano, obsequió de mi buen amigo Juan E. Miletich Berrocal: Exigencias. 50 AÑOS DE TAUROMAQUIA. ÁNGEL VALDÉZ “El Maestro” Y SU ÉPOCA. Lima, Empresa Editora “La Tradición”, 1919. 138 pp. ils., fots. Al mencionar las primeras andanzas del maestro peruano dice “Exigencias”: Con el diestro mejicano José María Vázquez trabó amistad allá por los años de 1856 y, entusiasmado con su toreo, a él pidió y de él recibió consejos y enseñanzas para iniciarse en el difícil y arriesgado arte taurino, habiendo adquirido ya en “La Granja” aquel profundo conocimiento de las reses que poseyó en grado superlativo. El Mejicano conoció al instante las excelentes cualidades de Ángel, previó el lisonjero porvenir que se presentaba para el discípulo y se propuso sacar de él un buen estoqueador. Dícese por algunos que a los catorce años, y acompañado de su maestro, brindó por primera vez la muerte de su primer bicho, berrendo en negro, de libras, boyante, etc., hecho que no he podido comprobar debidamente. Corresponde pues al mejicano Vázquez la gloria de haber modelado el alma torera del genial lidiador peruano. No voy a detenerme en averiguar si Ángel debió escoger otro maestro, pero juzgando la época y el lugar en que ello aconteció, hay que reconocer que el mejicano no era figura despreciable en el arte; que por aquel tiempo era aplaudidísimo y que con el mayor entusiasmo y buena fe puso especial empeño en formar sólidamente a su discípulo. Y aún en el supuesto de que Vázquez no valiera como torero, tiene bastante mérito con haber sido el maestro de “El Maestro”. Evidentemente que si Valdéz hubiera visto y aprendido de Romero, Cándido o Paquiro, para no mencionar otros más, habría sido el primer lidiador de su tiempo; pero aquí, en Perú, dentro de un medio paupérrimo, no pudo esperarse que Ángel saliera para eclipsar a los más famosos toreros que han existido. Sin embargo, a pesar de esta pobreza y de las deficiencias de su maestro, Valdéz formó su escuela, ocupando siempre lugar preeminente entre la gente de coleta y el primero como estoqueador, venciendo fácilmente a todos los que con él intentaron competir.” La Lidia”.Lima, 26 de enero de 1896.-Biografía de Ángel Valdéz “El Maestro”.

Imagen que pertenece a un cartel donde aparece el registro de la actuación de Andrés Chávez, el 11 de febrero de 1860, y donde este torero coloca banderillas, a la media vuelta con la boca. Col. del autor.

Del mismo impreso que el anterior, aquí se ilustra la suerte suprema, para lo cual, Andrés Chávez la pone en ejecución ayudándose de zancos. Col. del autor.

Esta valiosa referencia nos remite al dato de que José María Vázquez poseía importantes adelantos en el arte de la tauromaquia, aprendidos, con toda seguridad en nuestra patria, e influido del espíritu


de Gaviño y del alma nacional que se dejó sentir con intensidad durante los años de 1840 a 1855. ¿Cuándo llegó a Perú? ¿Allí se estableció? ¿Regresó después a México? Esos datos los desconocemos al perderse en la noche de los tiempos el destino de nuestro personaje, pero queda la evidencia de su quehacer que trascendió hasta Perú, para hacer de Ángel Valdéz al auténtico “Maestro” que recuerda la afición peruana en distintas biografías, pero que es en la fuente ya mencionada donde encontramos el primer dato que lo relaciona con un tutor para su trayectoria como torero. Gracias a esta referencia tenemos el dato de un torero más que se suma a la ya importante lista de personajes mexicanos que dejaron una huella fuera de nuestro país. Pero no sólo es su huella, sino su influencia. Ya lo vemos con Vázquez y Valdéz. En el caso de Chávez, este, aunque realiza su carrera sin salir del país, probablemente tiene la fortuna de ser visto por un viajero alemán, Brantz Mayer, quien llegó a México en calidad de secretario de la Legación norteamericana el 12 de noviembre de 1841. Aún y cuando tuvo una corta estancia (un año), ese tiempo fue suficiente para dejar en su obra México lo que fue y lo que es una reseña muy amplia de una corrida de toros ofrecida a Santa Anna que va así: CARTA XI UNA CORRIDA DE TOROS Cuando llegué a México me dijeron que, de no quedarme aquí por algún tiempo, perdería probablemente las tres grandes “diversiones” mexicanas, a saber, una revolución, un terremoto y una corrida de toros. Los dos primeros espectáculos no tenían dificultad en dejarlos de ver; y en cuanto al último, la civilización había introducido recientemente la ópera, y las cadenzas de los cantantes italianos habían reemplazado a los bramidos del toro moribundo. Pero estaba escrito que habría de recibir el obsequio de una corrida de toros cuando menos. Inopinadamente se anunció una corrida en la plaza de toros, inmenso anfiteatro que se construyó en los tiempos en que este deporte se hallaba en México en su apogeo.39 Era domingo, y la gente no tenía nada que hacer. Los menos pudientes habían ahorrado durante la semana unos cuantos medios, sea trabajando, sea mendigando, sea robando; y, por lo que toca a los ricos, daba por seguro que les gustaría gozar de un espectáculo de que se habían visto privados durante largo tiempo. Siento gran repulsión por estas exhibiciones brutales; pero creo que es deber del hombre del ver un ejemplar de cada cosa durante su vida. En Europa presencié disecciones, y ejecuciones mediante la guillotina; y, fundado en este mismo principio, asistí en México a una corrida de toros. No quedaron defraudadas las esperanzas de los organizadores de la fiesta. Las dos terceras partes de los palcos y el redondel que ocupa la parte baja de este inmenso teatro estaban llenos hasta el mismo borde de la arena con no menos de ocho mil espectadores, entre hombres, mujeres y niños. La corrida iba a comenzar a las cuatro; hacía calor y el cielo estaba sin nubes; el sol resplandecía con todo su brillo sobre la abigarrada muchedumbre de trajes vistosos y variados. La parte del edificio expuesta a los rayos del sol se dejaba a la plebe; la otra mitad se reservaba para los patricios, es decir, para los que pagasen medio dólar, con lo cual adquirían el derecho al lujo de la sombra.

La plaza del Paseo Nuevo se hallaba situada aproximadamente donde hoy se levanta el edificio de la Lotería Nacional e inaugurada el domingo 23 de noviembre de 1851. La ciudad de México también contaba con la plaza de toros de San Pablo. 39


Aquí tenemos, ni más ni menos que a Andrés Chávez, cuya figura sugiere el uso de unos ropajes de distinta manufactura a los actuales, así como la disposición a ser “retratado” por la mano de un dibujante de la época, asumiendo para ello un continente muy apropiado. Col. del autor. Llegamos demasiado tarde para alcanzar a ver la entrada del primer toro; el animal estaba ya en la arena, y los picadores lo estaban aguijoneando con sus lanzas, mientras los seis matadores, ágiles y ligeros, vestidos con trajes de vivos colores, los provocaban con sus capas rojas, que hacían ondear a pocos pasos de los cuernos de la bestia; y cuando ésta embestía contra el trapo podían ellos lucir su agilidad, evitando los golpes mortales de los cuernos. Después de hostigar al animal durante diez minutos con capas y lanzas, sonó una trompeta; al punto le clavaron en el cuello doce banderillas, o lancetas adornadas de papel dorado y de flores, haciendo que el animal se precipitase con furia contra su agresor, al sentir cada nuevo pinchazo del arma cruel. Hecho esto, la cuadrilla se puso en círculo, y el otro quedó en medio bufando, escarbando la tierra, moviendo la cabeza a uno y otro lado, viendo por doquiera un enemigo armado que apuntaba hacia él su lanza, y bramando para que no se atreviesen a atacarlo. Pero a la verdad ya estaba domado. Otro toque de clarín, y dos matadores, apartándose del grupo, se adelantan con cautela y clavan en la piel del cuello del animal dos lanzas rodeadas de fuegos artificiales. Bufando, bramando, llameando y crepitando se puso el toro a dar brincos por la arena, azotándose con la cola y embistiendo a ciegas contra cuanto se le ponía por delante. Al tercer toque de trompeta, salió a la plaza el matador principal, que ahora se presentaba por primera vez, y se adelantó hacia el palco del juez para recibir la espada con que acabaría con el animal. Entre tanto se habían consumido los fuegos de artificio, y el animal estaba acorralado contra la barrera sur del teatro. Allí se le veía jadeando de cansancio, de rabia y desesperació n. El matador, un andaluz (Bernardo Gaviño) y vestido de gala, con medias de seda y traje ajustado color de púrpura con bordados de abalorios, era hombre de contextura hercúlea; y su figura varonil, en la plenitud de la perfección del vigor y la belleza humana, formaba hermoso contraste con la enorme masa de huesos y músculos de la bestia. Enrolló su capa en la vara corta que llevaba en la mano izquierda, y se acercó al toro, empuñando en la diestra el afilado estoque. El toro, enfurecido a la vista de la capa roja, se precipitó hacia él. En el punto en que el animal se detuvo para embestirlo, el matador, saltando hacia la izquierda con brinco de ciervo, y recibiendo en la punta de su espada todo el choque del


peso y del impulso del animal, se la enterró en el corazón, y sin ninguna convulsión lo dejó muerto a sus plantas. Ante el éxito del golpe, el público estalló en aplausos. El matador sacó del cuerpo del animal su espada ensangrentada, la envolvió en su capa y, haciendo un saludo a la multitud, la devolvió al juez. Sonó de nuevo la trompeta; ataron un cable a los cuernos del animal, hicieron entrar tres caballos con vistosos arneses, les engancharon los despojos, y, a otra señal de la trompeta, los hicieron partir a todo galope, arrastrando el cadáver fuera del coso. Sobre el charco de sangre desparramaron una paletada de tierra fresca; sonó de nuevo la trompeta; abrióse la barrera izquierda y el segundo toro saltó a la arena. Casi cegado por su brusca salida de la profunda oscuridad de su antro al pleno sol, y aturdido con los gritos y clamores del público, se precipitó al centro de la arena y allí se quedó inmóvil. Movió la cabeza de un lado a otro, como si buscase a donde ir. Escarbó la tierra con las pezuñas, se azotó los flancos con la cola y, en suma, se vio a las claras que era un fracaso. Al instante se le echaron encima los picadores con sus largas lanzas; y un segundo después dos de ellos rodaban por el suelo, atropellados por la bestia bravía. Esto provocó en la muchedumbre una tempestad de aplausos; y un honrado irlandés que estaba cerca de mí gritó a todo pulmón: “¡Bravo, bull!” Pero ya estaban los matadores junto al animal, con sus capas rojas, y apartando su atención a los picadores caídos, les dieron tiempo para levantarse y volver a montar; al menos a uno de ellos, ¡porque al caballo del otro le había metido el toro los cuernos en la barriga, y, al levantarse, las entrañas le arrastraban por el suelo! Siguió adelante la rutina de costumbre con el animal, lo mismo que con el primero: y hasta que al cabo se dio la señal de trompeta para que el matador principal se presentase a recibir su espada. Pero esta vez el toro no era cosa de juego; el valiente andaluz se le fué acercando con precaución. Al llegarse al toro, la bestia se hallaba cerca de la barrera, echando espumarajos de rabia. Todavía le estaba ardiendo el pelo con la explosión de los fuegos artificiales. El andaluz le pasó la capa por delante de los ojos, y volviéndose a la derecha para herir en el momento que el animal diese el salto de costumbre, desdichadamente erró la estocada, y se encontró preso entre la barrera y el animal, a una yarda de distancia así de este como de aquélla. Se salvó saltando la barrera, mientras los cuernos del animal embestían contra los tablones, haciendo estremecerse el redondel y el recio maderamen. Mas ya estaba otra vez sobre la arena el intrépido luchador provocando a su enemigo. Otro salto, otro pase de capa por delante de los ojos de la bestia, y su espada penetró hasta la empuñadura en el cuello del animal, atravesando la piel y el pelo, para brillar al otro lado encima del hombro derecho. Pero la herida no era fatal, y la bestia se puso a brincar con más furia que nunca. Se le acercó un picador y lo revolcó en el polvo. Vino otro, y también arrojó al aire el caballo; más él, conservando el equilibrio, se mantuvo apoyado sobre los pies, y cuando se levantó el caballo, se alzó junto a él, sentado en la silla; al mismo tiempo, con pasmosa presencia de ánimo, arrojó su lazo, y logró coger por uno de los cuernos pero desdichadamente el lazo se escurrió. A pesar del malogro de su intento, el picador, por su sangre fría, su dominio del caballo y su donaire y pericia, recibió una salva de aplausos. Entretanto, el matador había recobrado el aliento y estaba listo para atacar de nuevo a su indómito enemigo; pero esta vez atacó sin armas. A pesar de lo furioso del animal, aguijoneado por las banderillas que llevaba clavadas por en los lomos, destrozada la piel y el arma metida en las carnes, el matador se le acercó intrépidamente; otra vez más arrojó la capa a los ojos del animal, y, dando un salto por encima de los cuernos, en el momento en que éste se detuvo, asió la empuñadura de la espada y la sacó chorreando de sangre. Hostigado y exhausto con la pérdida de sangre, ya las fuerzas del animal estaban casi por completo agotadas. Buscó la puerta de la barrera por donde había entrado en la arena. Allí se detuvo, manando sangre por la herida. A ojos vistas, se estaba muriendo; y al punto cesaron todos los ataques. Había luchado con tanta valentía, que los picadores, los matadores, los coleadores y toda la cuadrilla se pusieron en círculo en torno suyo, como para contemplar la


agonía de un héroe. Todos parecían sobrecogidos de admiración; hasta los léperos de las galerías se callaron, sumidos en profundo silencio. El toro se estuvo quieto un instante, como sin saber qué hacer. Confieso que el infeliz me parecía tener entendimiento, un entendimiento lastimado por el sentimiento de la fuerza reducida a la impotencia por un enemigo inferior y despreciado. Sintió que se le debilitaban las piernas. Trató de correr; pero las piernas se negaron a moverse. Levantó convulsivamente las patas, agitó la cola, abrió los ojos como sacudido por un súbito temor nervioso y los clavó con fijeza feroz en la sangre que se le salía a torrentes. De nuevo se empeñó en correr; tambaleóse dos veces, pero recobró el equilibrio. Entonces se le acercó nuevamente un matador con su capa y una daga corta en las mano para poner término a esta penosa escena; pero al llegársele, el animal se tambaleó hacia delante, con el hocico hacia arriba y los dientes bañados de espuma; se estiró, quedando quieto y rígido como una estatua, y luego, de repente, bajando la cabeza para hacer un supremo y mortal esfuerzo, se echó de un salto encima del matador, y cayó muerto, sin fuerzas, sin aliento, sangrando y furibundo, hasta el final.40 Esta fué la mejor lucha41 de la tarde. Sacaron a la plaza otros cinco toros; pero casi todos ellos resultaron cobardes. Y a pesar de eso, a ninguno dió muerte el matador a la primera estocada, lo que menoscabó la buena opinión que de sus habilidades tenía la chusma. A algunos animales los cogieron de la cola: los coleadores, inclinándose sobre el elevado arzón de la silla y deteniendo bruscamente sus caballos, hacían revolcarse en el suelo a los toros. Pero los así humillados eran los cobardes más consumados. A otros les enredaban el lazo en los cuernos o en las patas, lo que me dió ocasión de apreciar la pericia que alcanza la mayoría de los jinetes mexicanos en el manejo de tan útil instrumento. Uno de los toros saltó por encima de la empalizada para caer en medio de los espectadores, no lejos de donde yo estaba; pero el animal era tan para poco, que al parecer se sintió más contento de escapar de la muchedumbre que la muchedumbre de él. En vista de ello, lo sacrificaron de manera muy ignominiosa. Al acabarse los deportes, y aun antes de que se pusiese el sol, salió la luna con majestuosa calma, vertiendo su luz apacible sobre la multitud que llenaba el sangriento anfiteatro. Las torres de una iglesia situada al este cobijaban los muros de la plaza, y las campanas repicaban llamando a la gente para que de este espectáculo de carnicería de una noche de sábado pasase al cercano retiro de religión y de paz. Al volver a casa, no pude menos de preguntarme si había sacado algún provecho de las horas gastadas; y me respondí que ese contraste entre la vida y la muerte, ese pasar de un ser vivo de la salud activa y robusta y la plenitud del goce de todas las facultades físicas, a la muerte y el completo olvido, era un sermón y una lección. Mas ¿para cuántos? ¿Había acaso allí un sólo lépero que se retirase aleccionado, pensativo, moralizado? Debo confesar que no puedo asistir a fiestas semejantes sin sentir indefinible repulsión, así a causa del espectáculo en sí mismo como al pensar en la paulatina destrucción de los sentimientos elevados que deben causar estos espectáculos, repetidos delante de toda clase de gente. Cuando los romanos agotaron todos los recursos de los entendimientos naturales, inventaron los del circo; y, no contentos con la inmolación civilizada de los brutos, andando el tiempo, hicieron luchar a hombres contra bestias, y a hombres contra hombres. Era el supremo refinamiento, la cúspide de la prodigalidad lujuriosa, el límite de ese círculo vicioso de la

El aficionado y entendido de toros tendrá que disimular la ignorancia que manifiesta naturalmente Mayer en el relato; y no nos referimos a la diferencia de lidia, sino al sentido de lucha, que fué lo que únicamente pudo captar nuestro autor: bull-fight. 41 Preferimos poner “lucha” (fight), que es lo que escribe Mayer y que ejemplifica lo que queremos expresar con nuestra nota anterior; y entiéndase la palabra lidia en su acepción taurina típica. Véase: Brantz Mayer. MEXICO lo que fué y lo que es, por (...). Con los grabados originales de Butler. Prólogo y notas de Juan A. Ortega y Medina. Traducción de Francisco A. Delpiane. 1ª. ed. en español. México, Fondo de Cultura Económica, 1953. LI-518 pp. ils., retrs., grabs. (Biblioteca Americana, 23). (pág. 85-91). 40


sociedad, en que la civilización se hunde en la barbarie. Era también el prenuncio de la rápida caída de aquel poderoso imperio. El presentar a modo de juego las escenas del matadero no tiende sino a fomentar la pasión brutal por la sangre. Las turbas se familiarizan con la muerte, como cosa de juego. Convierten en payaso al monstruo cruel. Lo hacen salir a la arena para los deportes dominicales, como si fuese un bufón; y al día que está destinado para descansar, y recordar, amar y dar gracias al Dios bendito, lo convierten en escuela de las peores pasiones que pueden afligir y excitar el corazón humano. Justo es decir que no es esto verdad respecto de todas las clases sociales. Digo, y lo repito, que aunque acuden todas las clases al circo, la mayoría del público se compone ciertamente de las más bajas, de las que más necesitan instrucción moral y que menos amigas son de razonar. Con gente como los léperos de México (hombres que apenas si se distinguen de las bestias con cuya muerte se gozan), estas escenas de asesinato, en que a menudo perecen indistintamente toros, matadores y picadores, no pueden servir para otra cosa que, para fomentar las pasiones más depravadas, y para animar a los ruines e ignorantes a llevar al cabo las hazañas de la más atrevida criminalidad. Los mexicanos patriotas merecerán sinceros parabienes el día que desaparezca de su país este resto de barbarie, y los miles que cada año se gastan en corridas de toros en toda la República se inviertan en la educación o en el entretenimiento racional del pueblo. Regresando a Manuel Bravo, los pocos datos de sus actuaciones tanto dentro como fuera del país no nos permiten moldear un perfil de su carrera. La relación directa con Bernardo Gaviño en Cuba hace ver que sus influencias en México son de mucho poder. Bernardo debe haber sido para entonces una figura importante en Cuba y el nombre de México no fué ajeno a sus aspiraciones. Quizás vio en todo esto la posibilidad de incorporarse a un esquema de actividades estrictamente taurinas, a las que el pueblo mexicano no mostraba demasiada aversión, siendo este personaje de origen español. Recordemos las razones de la expulsión de los españoles de México a finales de la segunda década del siglo XIX. Según Reyes Heroles acepta que dicha expulsión fue antieconómica y repugnante para el modo de pensar de la presente generación. México se encontraba desgarrado entre los dos polos de su realidad: el orden colonial, del cual los españoles eran un recuerdo vivo, y el nuevo orden republicano. La expulsión de los españoles, según Reyes Heroles, tuvo entonces el objetivo de impedir la consolidación de una oligarquía económica, política y hasta social. Pero Bernardo Gaviño no afectaba estas condiciones. España reconoce la independencia de México hasta 1836. Gaviño es, en todo caso un continuador de la escuela técnica española que comenzaba a dispersarse en México como consecuencia del movimiento independiente, pero no un elemento más de la reconquista, asunto que sí se daría en 1887, con la llegada de José Machío, Luis Mazzantini o Diego Prieto “Cuatro dedos”. Manuel Bravo va a convertirse entonces en el puente, en el hilo conductor que permite el acceso a nuestro país de esta importante figura hispana, cuyas influencias se dejaron sentir durante 50 años cabales. Como se puede observar, la historia no se limita a presentarnos solamente a Ramón de Rosas Hernández, Jesús Villegas o Ponciano Díaz. Ya encontramos un capítulo aparte en estos otros tres personajes los que, en cada época donde lograron su desarrollo, permiten un ascenso al nivel de importancia que tuvo el toreo mexicano a nivel internacional. El fenómeno se incrementó al iniciar el siglo XX cuando Rodolfo Gaona concreta, materializa y universaliza el toreo. España ya no es la única nación apropiada del destino taurómaco. Ahora le toca el turno y la oportunidad a nuestro país que, para no decepcionar el ambiente presenta a la mejor de sus figuras, resultado de muchos años de formación, pero que logró trascender a niveles que ninguno otro había alcanzado años atrás: Ese es Rodolfo Gaona Jiménez, el “indio grande”, el “Califa de León”. CHÁVEZ, Felipe: Matador de toros. De este y otros personajes apuntaba Armando de María y Campos en la efeméride correspondiente al 26 de abril de 1892: “(actuaron en 1870 y en la plaza de toros del Acho, Perú) Felipe Chávez y Silverio Cuenca” (…).


CHÁVEZ, Ignacio: jinete, y cuyas actuaciones se registraron en el segundo tercio del siglo XIX, como consta en el siguiente cartel, celebrado en la plaza de toros de San Pablo el 1° de septiembre de 1839:

CHÁVEZ, José Bernardo: Torero profesional de a pie. Actuó en las corridas ofrecidas en México durante 1789 para celebrar la entrada del virrey segundo conde de Revillagigedo. (BFH, 2012, 367). CHÁVEZ, Luz: Como lazador ha figurado este lidiador mexicano desde 1894 en adelante. Tiene mucha destreza para ejecutar esta difícil suerte. (L. V., 68). CHÁVEZ, Romualdo: Picador de toros. se inició en las plazas de los pueblos, por el año de 1870, teniendo en esa lejana época, un duro aprendizaje. Cuando estaba formado, actuó en las principales ciudades, la mayor parte de las veces, a las órdenes de toreros hispanos. Se despidió de los ruedos en 1899, en que se dedicó a descansar al lado de sus familiares, falleciendo unos años después. (A. L., 81). CHICO, Juan: Banderillero. Respecto a este personaje, se lee en una crónica que actuó en la plaza de toros de Santiago, San Luis Potosí, la tarde del 27 de mayo de 1887. Los espadas que encabezaron las cuadrillas fueron Pedro Nolasco Acosta, José Sánchez Laborda y Felícitos Mejía. Cómo estaría de mal que se escribió de él: “Juan Chico sale con palos, entra en falso, pone medio de sobaquillo, otro medio al cuarteo, y otro par desigual. Este lidiador, si no se perfecciona antes en el matadero, nos dará cualquier día un rato nada divertido. Amiguito, primero destreza y después valor. El Arte de la Lidia, año III, Tercera época. México, 19.06.1887, N° 33. CHICO COSCÚ, el: Profesional. Tomó parte en las lidias que se hicieron en un coso construido en la plazuela de San Lucas de México entre 1790 y 1791. La colocación de su nombre en los carteles parece indicar que se trataba de un toreador de a pie. (BFH, 2012, 367). CHINITO: Torero profesional de a pie. Intervino en los festejos taurinos con los que se celebró la entrada al virreinato del conde de Gálvez en 1785. (BFH, 2012, 367). CHUZO, El: Torero profesional de a pie. Trabajó en las corridas de bienvenida al conde de Gálvez, dadas en México a fines de 1785. (BFH, 2012, 367). CONTINUARÁ…


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 EN MÉXICO, CIUDAD EN EL DÍA 21 DE NOVIEMBRE DEL AÑO DE GRACIA DOS MILÉSIMO y DÉCIMO NOVENO. LAVS  DEO 


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