MEMORIAS DE ANTONIO MÉNDEZ (CORRIDAS DE TOROS EN MÉXICO ENTRE 1815 y 1833).
JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE, SEPTIEMBRE DE 2021.
PRESENTACIÓN Recientemente pude obtener el grado de Doctor en Bibliotecología y Estudios de la Información por la U.N.A.M. Esta particular profesión dispone, entre sus múltiples herramientas, de una denominada como “minería de texto”, de acuerdo a la afirmación del también Dr. Marcial Contreras Barrera.1 Su objeto principal es determinar la presencia en los buscadores de internet de información pulverizada que se asocia con el término localizado, de ahí el despliegue de todo cuanto el sistema encuentra en esa labor en apenas una fracción de segundo. Por sencillo que parezca, cualquier usuario tiene a su alcance si no la totalidad, sí al menos la mayor parte de registros con que desarrollar su trabajo. Pues bien, este tipo de operación es el que se puso en acción para ubicar aquellos datos que hoy sirven para presentar, desde una interpretación histórica, el comportamiento que la tauromaquia tuvo en un periodo que hasta hace un tiempo reflejaba una notoria escasez de información. La conmemoración que este 27 de septiembre de 2021 marca dos siglos cabales de la consumación de la Independencia habida para el nuevo estado-nación que es México, obliga a tener los más registros posibles y en su caso desde la presente perspectiva, descripciones puntuales de las corridas de toros para entender que en medio de aquel proceso histórico, se desarrollaban acontecimientos de vida cotidiana directa o indirectamente relacionados con la emancipación misma. Pues bien, adoptando un “alter ego”, interlocutor, informante o cómplice en la persona de un figurado Antonio Méndez, es como se tejen los diversos episodios que se cuentan a lo largo de estas páginas. Considero que su lectura nos dejará una mejor mirada de lo ocurrido entre 1815 y 1833. Sobresalen nombres, apellidos, alias, papeles desempeñados, nombres de haciendas ganaderas, poblaciones donde se celebraron los festejos, plazas de toros, empresarios o asentistas de la época y sobre todo, un intento por generar el diálogo pertinente con Antonio Méndez que identifica en la plaza de San Pablo a Mauricio Rugendas, Mathieu de Fossey, o Carlos María de Bustamante como entusiastas y pasionales asistentes, hasta el punto de que entre ellos se da un diálogo rico en color y descripción; acotado por sus muy personales interpretaciones o concepciones; que vienen a ser un valioso instrumento del que me valgo para articular el que considero como un trabajo peculiar. Las “Memorias de Antonio Méndez (1815-1833)” son el recuento de un mexicano orgulloso de su nueva condición y que se afana, como lo haría en forma extraordinaria Guillermo Prieto, de contarnos sus vivencias y experiencias en términos de tan peculiar arista de la vida cotidiana que tuvo y tiene, para esta ocasión, contenido y riqueza. Espero disfruten de la lectura, acompañada de la iconografía pertinente que se convierte en refuerzo imaginativo sobre lo que Antonio quiso contarnos desde aquellas épocas. José Francisco Coello Ugalde Ciudad de México, septiembre de 2021.
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Disponible en internet agosto 24, 2021 en: http://132.248.9.195/ptd2018/febrero/0771140/Index.html
MEMORIAS DE ANTONIO MÉNDEZ (1815-1833) Soy Antonio Méndez, mestizo de origen y nacido en la todavía capital de la Nueva España en el año del señor de 1798. He aprendido a leer y a escribir lo suficiente como para darme a entender y ser entendido y quiero dejar en este testimonio, las cosas que vi y oí por estos años, sobre todo destacando las que corresponden a 1821, justo en momentos en que se ha anunciado ya, la entrada del Ejército Trigarante a esta ciudad de México. Quiero dar santo y seña de cuanto pase por mis ojos o perciban mis oídos para que, cuando mis hijos o mis nietos quieran saber lo ocurrido en estos últimos tiempos, sepan que al menos hubo alguien entre muchos, deseoso de contar un poco sobre cuanto se percibe en la ahora bulliciosa capital de este nuevo país que ya ha alcanzado, por obra y gracia del movimiento rebelde su independencia. Lo que acontece no es cualquier cosa y plugo a Dios diciendo: no se trata de cualquier fecha, ni la de ningún santo, por más veneración haya en adorarlo que el sentirnos libres, sin el yugo ese que consumió de una u otra forma la vida, mi vida; la de mis padres o la de los abuelos sometidos a los muchos rigores y limitaciones. Ese aliento nos llegó en buena hora, aunque no sé todavía cómo he de resolver mis ingresos. Impera un caos, hay poco trabajo y los patrones andan dudosos de ofrecer alguna fuente digna porque se mal acostumbraron a las pésimas condiciones que eran el pan nuestro de cada día, impuestas por españoles muy abusivos, no todos, pues tampoco faltaron los caritativos de corazón y de buenas entendederas. Y digo: el trabajo debe estar bien recompensado, que no trabajamos unas horas, el día se nos va entre que sale y se mete el sol, parando lo suficiente para mal comer. Mi primera impresión nada más salir de casa fue encontrar una ciudad donde en cada una de sus calles flamean gallardetes tricolores, y los remates de muchos balcones aparecen como encortinados. Esa bandera a que me refiero, de alguna manera es la que sustituye a la empuñada por el cura Miguel Hidalgo, allá por septiembre de 1810 y que hoy, con sus tres colores nos asombra a todos. Sorprenden también los arcos triunfales que los hay por aquí y por allá, sobre todo en la calle de los Plateros, por donde pasará el desfile mañana. Ya ni el buen amado de Fernando VII que tanto invocó un notorio grupo de españoles, sirvió de consuelo cuando admiremos el paso triunfal del muy venerado D. Agustín de Iturbide, que si bien empezó sus afanes militares luchando contra la causa, con el tiempo se sumó a ella y de todo ello resulta ser hoy su cabeza principal. Miro una y otra vez las enormes casas nobiliarias y veo en ellas un reflejo de tristeza –a pesar de su grandeza- y de los títulos, y calidades que poseen sus propietarios que han cerrado sus puertas durante los pasados meses con el temor de ser atacados como ocurrió en distintas jornadas desde hace 11 años, cuando la insurgencia no tuvo piedad sobre muchos de aquellos a quienes consideraron enemigos o en quienes había que descargar el coraje de la venganza, no importando las crueldades e intimidaciones habidas desde aquel vuelco del corazón. Fue tal la ojeriza que aún se mantiene latente en esa reacción y puedo decir que, a quienes antes saludábamos quitándonos el sombrero o haciéndonos a la orilla, hoy no les damos ni el buenos días. Miro y lo vuelvo a decir, ese exceso de lujos cuya ostentación hizo levantar estos muros tallados con grave y armonioso equilibrio por sin fin de manos que hoy otras más han dejado intocados, como del mismo modo ocurre en venerables iglesias y conventos, testimonios fehacientes de una religión que nos penetró, unas veces a la fuerza; otras por convencimiento o por aquellas ocasiones donde no desde el púlpito o el altar; sino con ayuda y complicidad con la Inquisición, lograron tantos feligreses como días festivos puede haber al año.
He visto en otros tantos sitios sinfín de rotulones que el Ayuntamiento ha hecho circular y donde leemos y compartimos con quienes no tienen ese privilegio las proclamas, como la que aparece a un lado de la casa bizcochería conocida como “Santa Fé” en plena calle de la Cadena que dice: Proclama del primer Gefe del Ejército Imperial de las Tres Garantías a sus individuos. CIUDADANOS MILITARES: La bella ciudad que teneis a la vista es México, la Corte del grande Imperio que habéis fundado: vuestro valor la restituye al magestuoso rango que perdió por haberla abismado la fuerza en el seno de la esclavitud. ¡Gloria sea dada a nuestro patriotismo que superó las dificultades para conseguirlo! No os aflija vuestra pobreza y desnudez; la ropa no da virtud ni esfuerzo: antes bien así sois más apreciables porque tuvisteis mas calamidades que vencer para conseguir la felicidad de la Patria. Los mexicanos conocen todo el mérito de vuestros servicios; por eso desean estrechar entre sus brazos a sus valientes conciudadanos, que les quitaron las cadenas para que se erijan en Nación independiente. Saben los pasos que disteis desde Iguala hasta dar vista al fértil y hermoso Anahuac: numeran las empresas prodigiosas de Valladolid, Querétaro, San Juan del Río, San Luis de la Paz, Tacuba, Córdoba, Puebla y Durango: elogian la unión, la exactitud, la disciplina y la subordinación con que procedéis: contribuyen llenos de júbilo a ensalzar vuestro mérito en unión de los pueblos por donde transitais; y uniendo su voto al general del Imperio, os aclaman por sus Libertadores. Si por vuestras virtudes bélicas os hicisteis dignos de un epíteto tan honorífico, ¿no redoblareis vuestro esfuerzo, delicadeza y pundonor para conservarlo siempre intacto? Yo que como vuestro primer jefe, conciudadano, amigo y compañero de armas las he presenciado, no dudo afirmar, que dentro de la corte sereis tan sobrios, justos, subordinados y comedidos, como fuisteis valientes y esforzados en las acciones, en las que pretendáis ser los primeros para entrar en los combates. La felicidad de la patria exije de vuestro esfuerzo este comportamiento: es preciso solidar la sublime empresa que comenzamos: la moderación la ha dirigido, ella debe continuarla hasta darle el último grado de la perfección que le corresponde. Resuene por todo el orbe la deliciosa noticia de que el mejor de los ejércitos consiguió en siete meses erigir el Imperio sin derramar la sangre de sus hermanos: que estableció el gobierno paternal y moderado con la lenidad: que seis millones de hombres en negocio tan importante no tuvieron más que un voto, y este fue el de los ciudadanos que mataron las armas para hacer triunfar a la virtud: que esta no entibió su valor, sino que antes bien lo animó en todo tiempo y ocasión, hasta completar su absoluta perfección, y organizar así la fuerza invencible que lo ponga a cubierto de los males en lo sucesivo. Entonces cuando allá en los más remotos siglos nuestros descendientes refieran suceso tan maravilloso, dirán entusiasmados: feliz el tiempo en que existieron soldados que reuniendo virtudes tan sobresalientes, con ellas y su valor sancionar nuestra felicidad. Las familias celebrarán como su principal gloria descender de los héroes que tantas pruebas dieron a la Patria de su amor, y los hijos serán tan zelosos, de su libertad como lo fueron los padres. Cuartel general del Ejército. Tacubaya 19 de septiembre de 1821.2 Cuando dije, sin estar mencionado el nombre de Agustín de Iturbide, el pequeño grupo que estaba a mi alrededor rompió en fuerte ovación, enterándose de los últimos acontecimientos 2
Gaceta del Gobierno de México del 22 de septiembre de 1821, p. 8. Disponible en internet, marzo 24, 2021 en: http://www.hndm.unam.mx/consulta/publicacion/visualizar/558075be7d1e63c9fea1a2a1?intPagina=8&tipo=publi cacion&anio=1821&mes=09&dia=22
que estuvieron sucediendo en Tacuba, Azcapotzalco y Tacubaya, aunque ninguno como lo afirma, sin el derrame de sangre alguna. Desde entonces guardo con aprecio el ejemplar de la Gaceta del Gobierno de México en donde fue publicado este aviso. Todavía hasta hace unos días, retumbaban las frases llenas de un gastado triunfalismo, del que hizo alabanza el coronel y comandante Lorenzo García Noriega advirtiendo en su oficio, donde entre otras cosas señalaba: “(que) sin esperar los mandatos del Gobierno, se alistaran nuevamente para novar sus antiguas fatigas de diez años, zelando sobre la quietud de esta ciudad… sosteniendo la integridad de las Españas con fecha 12 del pasado mes de agosto”.3 Y aunque invocó rogaciones a las sagradas imágenes de Jesús y de María, cosa muy fuerte en aquellos momentos para nosotros, sobrevino este aviso que desde hoy saludan infinidad de campanas y esquilones que lanzan sus metálicas voces desde las elevadas torres. Semanas atrás, se realizó un novenario en Catedral, invocando a María Santísima de los Remedios, con objeto de las actuales circunstancias, tal y como lo expresa el siguiente
Hoy, cuando el alba nos dejó contemplar la que ya es una fresca mañana, no ha cesado de escucharse el trajín con que se despierta nuestra ciudad, el cual cobra otra dimensión con lo que ocurrirá apenas se despierte este jueves 27 de septiembre, donde se tendrán que ensanchar sus calles para el mejor acomodo de las multitudes que saludarán el paso del ejército. 3
Gaceta del Gobierno de México del 18 de agosto de 1821, p. 7. Disponible en internet, marzo 25, 2021 en http://www.hndm.unam.mx/consulta/publicacion/visualizar/558075be7d1e63c9fea1a2a1?intPagina=7&tipo=publi cacion&anio=1821&mes=08&dia=18&butIr=Ir
Lo que ya hice fue desayunarme unos tamales y atole que me han dado la fuerza para empezar con los encargos que tengo de mi primo Arcadio que por cierto ayer, me invitó a comer chanfaina con su pulque y sus tortillas, además de unos frijoles que no más vieran. Junto al puesto, estaban otros donde despachaban también tortitas compuestas, asado de chito, tamales chuchulucos, tripitas fritas, molito, tepache y harto espirriaque –vino malito para variar-, formándose el fandango de todos los días. Entre lo que platicamos fue el poquito gusto que le duró a Juan O´Donojú su nombramiento como nuevo virrey de la ¿Nueva España? Ya sabemos que todo trato que ha tenido Iturbide, ha sido con el militar Pedro Francisco Novella y Azabal. Bueno, es que ya ni es lo que él, sus súbditos y algún otro incrédulo se han imaginado, y si apenas han pasado unos días es porque siguen en el encanto, pero también bajo la pesadumbre de lo que hasta sus narices ha llegado con toda la ventolera que viene sintiéndose cada vez con mayor intensidad de unos días para acá. Y de que todo lo decidirán las sombras o la media luz que recaen en todos los que habitamos esta nueva nación. Ni los enfrentamientos y escaramuzas que ocurrieron en Azcapotzalco, Tlalnepantla y Tacubaya que vinieron a ser el sobre aviso para el régimen que hoy toca a su fin, dejaron de poner bajo temor a la soldadesca que formaba el Regimiento Infantería de la Reina, el del Infante D. Carlos, y otros más como Dragones, escuadrones y carabineros. Apenas hace unos días, la alarma de la autoridad nos había revelado que “las circunstancias del día exigen imperiosamente más que nunca la tranquilidad y orden”, lo cual tomamos ya una última actitud de defender lo indefendible en horas que ya marcaban la muerte de un régimen y el legítimo alumbramiento de la nación. En eso fue muy claro lo que Juan O´Donojú escribió en Tacubaya el 17 de septiembre y la proclama emitida en el mismo sitio un día después por Agustín de Iturbide para comprender lo que cada uno de ellos decía al respecto de lo inminente. Leamos lo que escribió O´Donojú: MÉXICO. HABITANTES DE NUEVA ESPAÑA Luego que pisé vuestras costas tuve el honor de dirigiros la palabra: las circunstancias de aquella época eran tan desagradables como gratas las de la actual: yo me apresuro a comunicaros, poseído del placer más puro, las noticias más satisfactorias, recompensándoos así de alguna manera la buena acogida que encontré entre vosotros y las distinciones que os debiera. ¡Ojalá pueda daros tales testimonios de mi gratitud que queden satisfechos mis deseos! Mexicanos de todas las provincias de este vasto Imperio, a uno de vuestros compatriotas, digno hijo de Patria tan hermosa, debéis la justa libertad civil que disfrutáis ya, y será el patrimonio de vuestra posteridad; empero un Europeo ambicioso de esta clase de glorias quiere tener en ellas la parte a que puede aspirar, está la de ser el primero por quien sepáis que terminó la guerra. Estoy en posesión de los mandos militar y político de este reino como Capitán general y Gefe superior nombrado por S.M. y reconocido por las autoridades y corporaciones de la capital: el ejército que defendía a esta obedece mis órdenes, cesaron felizmente las hostilidades sin efusión de sangre, huyeron lejos de nosotros las desgracias que de muy cerca nos amenazaban, el pueblo disfruta las dulzuras de la paz, las familias se reúnen y vuelven a estrechar los vínculos de la naturaleza que rompió la divergencia de opiniones, y bendice a la Providencia que hizo desaparecer los horrores de una guerra intestina, substituyendo a las convulsiones de la inquietud las delicias de la tranquilidad, al odio amor, y a las hostilidades amistad e intereses recíprocos. Amaneció el día tan suspirado por todos
en que el patriotismo exaltado se redujo a sus verdaderos y justos límites, en que los antiguos resentimientos desaparecieron, en que los principios luminosos del derecho de gentes brillaron con toda su claridad. ¡Loor eterno y gracias sin fin al Dios de las bondades que usa así con nosotros de sus misericordias! Instalado el Gobierno acordado en el tratado de Córdoba, que ya es conocido de todos, él es la Autoridad legítima, yo seré el primero a ofrecer mis respetos a la representación pública. Mis funciones quedan reducidas a representar al Gobierno Español ocupando un lugar en el vuestro conforme al dicho tratado de Córdoba, a ser útil en cuanto mis fuerzas alcancen al Americano, y a sacrificarme gustosísimo por todo lo que sea en obsequio de Mexicanos y Españoles. Tacubaya 17 de septiembre de 1821.=Juan O´Donojú.4 Conforme pasaron los días, se arremolinaron los acontecimientos y tanto que, para el 20 vuelve a aparecer otro mensaje de Iturbide en estos términos:
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Gaceta del Gobierno de México del 22 de septiembre de 1821, p. 7 y 8. Disponible en internet, marzo 27, 2021 en: http://www.hndm.unam.mx/consulta/publicacion/visualizar/558075be7d1e63c9fea1a2a1?intPagina=8&tipo=publi cacion&anio=1821&mes=09&dia=22
El primer Gefe del Ejército Imperial a los habitantes de México. MEXICANOS: El Ejército Trigarante que con la rapidez del rayo destruyó los obstáculos que se oponían al logro de la independencia de esta rica región, va a entrar en vuestra ciudad, la Corte del grande Imperio que ha formado. Su entusiasmo patriótico es igual a su bizarría, y su valor en todo conforme a su subordinación y disciplina. Desprecia los peligros, no le arredran los riesgos; y la misma muerte le fue gustosa por conseguir la libertad de la Patria. Hizo la alegría de los pueblos por donde transitó, dejando en ellos tantos testimonios de su moderación, cuantos son los elogios con que ensalzaron su generoso proceder. Guiado por gefes y oficiales beneméritos, prudentes y generosos, su voz bastaba para hacerlo emprender hazañas prodigiosas, y separarlo de las acciones aun en el instante de la mayor furia, porque siempre eran los primeros en exponerse a los peligros; siendo su ejemplo el que lo condujo por el camino de la gloria. Su espíritu marcial, su resolución sostenida y constante, es más admirable por haber sido siempre una en medio de las plagas terribles de el hambre, de la desnudez y de la miseria: resignado las toleraba, y la alegría que manifestó en los lances más duros y terribles era el anuncio seguro de la victoria. Lo componen en la mayor parte los soldados que visteis militar al servicio del Gobierno Español, el que ni los vistió en el tiempo oportuno, ni les pagó sus alcances. En los términos que los mirais consiguieron la empresa sublime que será la admiración de los siglos. La Patria eternamente recordará que sus valientes hijos pelearon desnudos por hacerla independiente y feliz; y vosotros, Mexicanos, ¿no recibiréis con los brazos abiertos a unos hermanos valientes que en medio de las inclemencias pelearon por vuestro bien? ¿No empeñareis vuestra generosidad en vestir a los defensores de vuestras personas, de vuestros bienes, y que os redimieron de la esclavitud, quitándoos del cuello el yugo ominoso que agovió a nuestros mayores, y que a nosotros nos constituía tan infelices como ello lo fueron? Es imposible que vuestra magnanimidad permita continúen en el estado deplorable de desnudez en que se hallan: enjugad sus rostros, manifestadles vuestro amor y gratitud con esta acción tan loable, para que puedan continuar como hasta aquí haciendo la gloria del Imperio Mexicano y consolidar la felicidad pública. Las demás ciudades y pueblos tomarán parte en empresa tan patriótica, y de esta suerte todas contribuirán a su propio beneficio. Cuartel general del Ejército. Tacubaya 20 de septiembre de 1821.5 En medio de aquella felicidad ya no solo consumada sino materializada en la libertad y en el empleo legítimo del nombre y de los ciudadanos de este país: México y los mexicanos, todavía no atinábamos a creerlo. Estábamos como en medio de una borrachera infernal donde ese anuncio no se dispersaba entre mareos sino que ya era una cosa bien entendida y expresada. Iturbide es un hombre soñador, ambicioso y cruel, que pasó de coronel a generalísimo. No ha mostrado su capacidad para resolver el destino de este nuevo estado-nación que somos, y de seguir así, la búsqueda continuará. En medio de nuestra plena libertad, aún no hay un paso concreto que nos conduzca por buen camino, por lo que podemos ser –en medio de nuestro propio caos, acompañado de una frágil condición económica-, el siguiente bocado de nuestro vecino del norte y que, con la mano en la cintura podría engullirnos tranquilamente. Esto es apenas parte de lo que escucharemos de boca de algunos de sus primeros críticos que no quieren fascinarse en medio de proclamas, igual que una función de teatro o las corridas de toros que, con toda seguridad se darán en su momento. 5
Gaceta del Gobierno de México del 25 de septiembre de 1821, p. 7 y 8. Disponible en internet marzo 27, 2021 en: http://www.hndm.unam.mx/consulta/publicacion/visualizar/558075be7d1e63c9fea1a2a1?intPagina=8&tipo=publi cacion&anio=1821&mes=09&dia=25
Bastante tenemos ya de depender de otros. Ahora nos toca entre nosotros, pero ya sentados a la mesa y discutiendo el mejor sistema que nos convenga, surgen las discusiones pero no un objetivo lo suficientemente racional y con ello seguir así la marcha con un propósito político y social muy claro. Esto lo dice un Antonio Méndez emotivo y lo sostengo yo, Antonio Méndez preocupado por el destino de México. Ya de por sí, el parto fue doloroso y ahora criarlo, ¡ese es el problema! Y luego verle crecer, revelarse así mismo y madurar, espero no tome mucho tiempo pues no me imagino este país de tropiezo en tropiezo o de bandazo en bandazo… Y hay algo más que debo anotar: Sinceramente la monarquía no va con nosotros porque es como si en un abrir y cerrar de ojos, Fernando VII se nos hubiera aparecido un buen día anunciándose como el redentor de México, pero monarca al fin y al cabo. Por eso, toca hoy esperar en este otro monarca o cabeza de un imperio que ya se anuncia, lo que mejor convenga para nuestros intereses, no los suyos. Vivo en la calle de D. Toribio, alacena “M”, donde están esas casas que llaman de plato y taza. Estoy en la parte de arriba y me acomodo en un espacio suficiente, luego de subir una incomodísima escalera de caracol, espacio como el que puede disfrutar un alumno que acude a sus clases de filosofía en la Real y Pontificia Universidad, que por estos días ha permanecido cerrada, y yo espero que nada más pasen los acontecimientos que ya tenemos a la vuelta de la esquina para que las actividades vuelvan a ser normales. El sitio donde estoy acomodado se encuentra muy cerca de la fuente del Salto del agua, así que no falta que me acerque para proveerme en diversos pocillos o pagarle a un “aguador” quien me surte de agua a veces más o menos limpia o de pronto turbia y que conviene poner a hervir pues mucha gente se enferma nada más de tomarla sin la precaución debida. Yo soy un afecto a los toros y sé, porque me lo ha platicado D. Teófilo Gálvez muy querido entre los del rumbo que aquí enfrente hubo desde 1813 una plaza de toros que llevó ese nombre y sirve, como la del Boliche o la de Jamaica como espacio donde se ensayaban los festejos que luego se daban de manera formal tanto en la del Volador como en la Nacional de los Toros, que funciona desde 1819 y hasta la de San Pablo, que por estos días no la vemos levantada, luego de varios incendios de que ha sido víctima y esto, debido porque quizá no les falte razón, a aquellos que manifiestan su encendido odio por el asentista, el coronel Manuel de la Barrera, que se da ínfulas de influyente, lo mismo en esto de los toros que en el asunto de la basura, al grado de etiquetarse en una frase “el estado soy yo”, igualito que lo pronunciara Luis XIV. Mañana, ni más ni menos entrará a la ciudad el ejército de las tres garantías y esa es desde hoy la noticia que nos asombra como pocas ocurridas en forma notable por estos rumbos. Además creo que, cuando sea posible, montarán de nuevo la Plaza Nacional de Toros en plena Plaza Mayor para que allí sucedan los festejos taurinos, tal y como vinieron dándose desde comienzos de año. Conservo entre mis papeles el cartel de uno celebrado en febrero de este año y que dice así:
Col. Manuel Barbosa, Guadalajara, Jalisco.
Por cierto, al acudir aquella ocasión, lo que nos sorprendió a muchos fue el rumboso anuncio de la traída de unos toros enviados desde la mismísima Nueva Vizcaya, alguien me aseguró que eran de El Salitre, propiedad de José González Rojo, y que se encuentra en la Sierra de Pinos, en la lejana Zacatecas. Este nuevo país, que no nació entre las mejores condiciones económicas, sigue sufriendo la presencia de gavillas, asaltantes, salteadores y otros personajes que por diversos caminos, los reales, los de tierra adentro y demás, siguen haciendo de las suyas. Nos recuerdan los viejos el célebre suceso de Taretan, en la entonces provincia de Valladolid, allá por los años 20 o 30 del siglo pasado, cuando en dicho sitio, que además era una hacienda, se desenvolvieron con astucia diversos individuos dedicados a robar. Eran los tiempos del virrey Marqués de Valero, mismo que encomendó a un tal Velázquez para que los contuviera. Y así fue. Luego de dar con ellos tras arduas labores aplicó todo el rigor con el suplicio de la horca. En el camino de Acapulco o de Veracruz a la ciudad de México no faltan, ni han faltado, ni creo que faltarán estos hábiles amigos de lo ajeno que se ocupan de moverse un poco más allá de su sitio favorito si las condiciones del terreno son complicadas tras las intensas lluvias y los malos caminos que perviven para hacer esos viajes, y de que quienes lo realizan siempre lo hacen con el Jesús en la boca. Sobre la escalofriante muerte de don Joaquín Dongo en 1789, todavía no pueden olvidarse tan oscuros acontecimientos. Cómo no recordar el escándalo provocado por Felipe Santiago (a) El Aguacero cuando en 1816 entró al pueblo de Calacoaya dirigiéndose hacia la iglesia principal donde tomó como
suyas varias alhajas, paramentos y hasta dinero depositado por los fieles en las urnas de las limosnas. El indio tras de la indita Vamo, locirá to taco por todito los paseo, los Toro, la Coliseo, hasta que sodar sobaco.
Son estos versos, muy sencillitos, parte de lo que hicimos casi una canción cuando salieron publicados, a finales de 1822: “El Indio tras de la Indita, al olor de sus ungüentos va arrollando los trescientos de aquella opresión proscripta. ¡Memoria, indeleble! Quita no esté provocando: ¿no quiso venir Fernando? Gracias a su repugnancia: vamos cantando y bailando”, venidos desde la misma Puebla de los Ángeles y que aquí se popularizaron. Es bueno abrir esta parte de mis apuntes, para comenzar a escribir sobre uno de los temas que me apasionan: las diversiones públicas, entre las cuales se encuentran las corridas de toros. Respecto a otras tantas, me ayudaré de mi buen amigo Guillermo Prieto, que tiene mejores virtudes literarias que un servidor, y además ha tenido el cuidado de describirlas de manera muy detallada. Guillermo me ha comentado que quiere hacer un libro donde pasen a formar parte todos sus recuerdos, los de estos y otros tiempos, con la posibilidad de que un día, lectores en el futuro encuentren en sus escritos cómo es para nosotros la vida cotidiana con sabores, olores y anécdotas de todo tipo. Mientras eso ocurra, él no ha dejado de insistirme en poner a mi alcance algunos de los pasajes que se dan con mayor frecuencia en eso de divertirnos. Entre todo aquel conjunto de entretenimientos se encuentran los coloquios, que antes eran propiedad de la iglesia y que luego pasaron a cada una de las casas de muchos cristianos donde Luzbel y los ángeles, pastores y pastoras recrean esos diálogos que aún perviven. Otra forma es la de las reuniones o tertulias, donde se tocan ya el piano o la guitarra, y se canta o hasta se baila, sin que falten juegos de mesa como la malilla, dominó, el bis bis, el de San Camilo, la baraja o hasta el billar... En enero –como dice Guillermo- rifas de santos y compadrazgos; en Cuaresma, función los viernes, confesiones, comuniones por intención, y paseos con motivo de la Semana Mayor y sus procesiones. En cuanto a toros, acababa de ocurrir el incendio de la gran plaza de San Pablo, y eran las alborotadas auroras de Necatitlán instalado bajo la protección del comercio con D. Javier Heras, encanto de los cajones de ropa y joya y ornamento de la Tauromaquia. Bien cabe la siguiente aclaración: Ignacio, junto a su hermano Javier Heras, eran empresarios de la plaza de toros de Necatitlán, allá por 1828 y 1830. Ambos eran de origen español. Chiquitín, ágil, alegre y valiente como un Cid, D. Javier explotaba su diversión como nadie: almuerzos y meriendas, montes parnasos y palos ensebados, figurones y suertes peligrosas, todo lo aplicaba D. Javier con exquisita habilidad desmoreciéndose por él los pollos ecuestres, siendo el bello ideal de los valientes, la adoración de las currutacas y, sobre todo, de las chinas de castor con sus puntas enchiladas. En su circo se lucían Vicente Ávila, sin rival para la garrocha, Mariano “La Monja”, como primera espada; “Pajitas”, como banderillero sin segundo, y hasta el “Compadrito” y “Caparatas”, héroes gloriosos de los toreros de San Pablo, según me lo ha confesado Prieto. Los títeres en la calle de Venero eran una ilusión, juegos de pulquería eran la rayuela, pítima o tuta, o en círculos de pelados, sentados en el suelo alrededor de una frazada, se
jugaba al rentoy alborotador, o alburitos, con gallo y todo, menos palomitas. Y ya que menciono gallo, nada mejor que estar en el palenque o Teatro de los gallos, y claro, como la ciruela en el pastel, también no faltaron por años las fiestas en San Agustín de las Cuevas. La “Gran Sociedad”, que además de ser hotel tiene su café, como el célebre “Café del Sur”, o el de “Veroly” a donde acude la crema y nata de la política o la literatura… Y las ascensiones aerostáticas de Adolfo Theodore, Robertson o Benito León Acosta. De igual parecido, aunque frágiles, los papalotes eran espectáculo en diversas partes de la ciudad, o el paseo en el Pradito de Belen, la comedia y los teatros donde figuran lo mejor de lo mejor en las funciones de ópera.
UNAM. Biblioteca Nacional, Fondo Reservado.
Entre los muchos toreros de a pie y de a caballo, lo mismo conocidos de esa manera, así también como gladiadores, los ha habido en los primeros 33 años de este siglo en cantidad abundante. Me remito a las muchas notas que conservo para traer hasta aquí esa nómina: Gonzalo Álvarez, jineteando toros; Xavier Tenorio, capitán de cuadrilla; Ignacio Álvarez, torero de a caballo; José Alzate, loco; José Antonio Rea, torero de a pie; un tal Corchado; “El Compadrito”;
Mauleón, el “Caparatas”, Palomo, señor de vara larga; Legorreta, Manjarres, picador de toros, Dionisio, “El Morado”, José María el “loco” Ríos; por supuesto, los hermanos Ávila; Dionisio Ceballos “Pajitas”, banderillero; Marcelo Caballero, torero de a pie; Modesto Caballero, lazador; Ramón Carrillo, picador; Francisco Castaño, torero profesional de a caballo, igual que José María Castillo. Mariano Castro, torero profesional de a caballo; Manuel Ceballos “El Sordo”, banderillero; José de Jesús Colín; Pedro Escobar, torero de a pie; Mariano Estañón, lazador profesional; Felipe Estrada, espada de a pie; Onofre Fragoso, torero de a pie; Ramón Gándara, torero de a caballo; Bernardo Gaviño, torero de a pie; Mariano González, “la Monja”, torero de a pie; Guadalupe Granados, torero de a pie; Feliciano Guevara, torero de a pie; Gumersindo Gutiérrez; José Manuel Luna, torero profesional de a caballo Jerónimo Meza, matador de a caballo; Felipe Monroy, torero de a caballo; José Luis Monroy, torero de a pie; Julio Monroy, apodado “Santa Gertrudis”, picador de toros; Francisco Mozas, loco profesional; Clemente, inimitable para el capeo; Dionisio, picador de toros, Fragoso, jineteaba toros; “El Morado, hábil picador; José Francisco Osorno, torero y aficionado; José Pichardo, torero de a pie; Praxedis, integrante de una cuadrilla a caballo; Basilio Quijón, torero de a pie; José Luis de Quintanar y Soto Ruiz, garrochero en una fiesta celebrada el 1° de noviembre de 1821 cuando en la plaza Nacional de Toros actuaron los “llamados generales en la plaza”; Guadalupe Rea, banderillero profesional de a pie, familiar de José Antonio Rea, torero de a pie; Mariano Robles, torero de a pie; Joaquín Rodríguez, torero de a pie; Hilario Rojas, picador de toros; Joaquín Rojas, loco; Nepomuceno Romo, torero profesional a caballo; Joaquín Roxas, loco profesional; Demetrio Salinas, picador de toros, José María Sánchez, loco; Vicente Soria, banderillero; José Ramón Sotelo, torero de a pie en la región occidental de México; Xavier Tenorio, torero profesional de a caballo; Juan Antonio Vargas;
Francisco Vázquez “El Chatito”; Cristóbal Velázquez, torero de a caballo; Marcelo Villasana, torero de a pie en Jalisco; José Apolonio Villegas, torero de a pie; Miguel Xirón, banderillero de a pie e Isidro Zandoval, torero de a pie nacido en San Luis Potosí. Recuerdo que allá por mayo de 1815, se entonaban unos versos escritos por José Joaquín Fernández de Lizardi, relacionados con el célebre toro “Chicharrón”. ¿Quieren conocerlos? EL MENTADO CHICHARRÓN NOTA Con motivo de haberse divulgado que en una de las pasadas corridas, se iba a jugar un toro muy grande y extraordinariamente bravo llamado Chicharrón; el pueblo alto y bajo creyó de buena fe que el tal toro era de lo nunca visto. Se alborotaron las gentes, corrieron a la plaza el señalado día; pagaron sus asientos, según quisieron los tablajeros;6 se llenó el circo;7 no cupo la gente; muchas mujeres se volvían a sus casas llorando amargamente de pesar de no haber hallado asiento, y cuando los que lo hallaron, esperaban que el señor Chicharrón fuera el asombro de los toros, por su tamaño y fiereza, fue saliendo el mentado animal tan toro como todos y tan cobarde como él solo. Se deja entender cual sería el chasco de los espectadores. A esto escribí el papel que sigue, que entonces se celebró mucho, y no menos se aprobará por cuanto sepan el objeto con que se hizo. Calle la fama su elogio sonoro, ora sea de latón, de plata u oro, puesto que en casos tales no vale lo especial de los metales. Suspenda las canciones con que trasmite a las generaciones los hechos prodigiosos de varones, y aun brutos muy famosos, tales como el Bucéfalo, el Babieca, la paloma del héroe que está en Meca,8 el Scipion y Berganza de Cervantes y cuantos animales ora y antes del caballo romano purpurado, sin saber lo que se ha hecho, ha celebrado. Calle otra vez la fama sin ponderar los toros de Xarama, por su empaque feroz y extraordinario ni nos digan los toros del Rosario, 9 ni aún los de la Goleta, pues todos ellos son niños de teta… (todo toro perdone) 6
Por aquellos años, el gremio de tablajeros tenía injerencia directa en la organización de esta clase de espectáculos, por lo que de haberse visto afectados en los resultados económicos, solicitaban a las autoridades la celebración de uno o más festejos con el propósito de equilibrar sus ganancias. 7 1815 es el año en que ocurre la transición, pasando el maderamen de la plaza de toros del Volador a la de San Pablo, 8 El impío Mahoma tiene su sepulcro en Meca. 9 Hacienda, cuyos toros se han celebrado como los de la Goleta.
Juntos a mi valiente Chicharrone10 a quien voy a cantar con llor profundo por ser el mas feroz de todo el mundo. ¿Pero qué he de cantar? ¡Válgame Cristo! de este toro tan toro nunca visto? ¿Cantaré de su cuerpo la grandeza; ¡su valor, su arrogancia y fortaleza? ¿su mirar enojado? ¿su andar al trote, su parar pausado? ¿su encrespada melena? ¿su boca de coraje y babas llena? ¿su furia al embestir, su ademán brioso, al punto que se vio libre del coso? ¿Cómo he de cantar esto, si no ignoro que suele hacer lo mismo cualquier toro? ¿Pues cantaré sus astas, celebradas por duras, por agudas, por plateadas? No, porque lo primero es propio a todo toro, si es cerrero, y porque lo dorado (con tal que esté amarrado, como este pobre estaba dentro el coso, por más que sea brioso) es fácil diligencia y yo lo juro hacer en mi conciencia. ¿Pues cantaré la muerte que el triste padeció cuando se advierte que otros la sufren peores a estocadas y a cinco, seis, o siete y muy bien dadas? No, porque yo no quiero cantar a nadie en daño de tercero. ¿Cantaré, finalmente, el que, violentamente entraron las mulitas con tápalos, penachos y borlitas, y a los chasquidos del chirrión trotando a Chicharrón sacaron arrastrando? No, porque es su ejercicio, esta su obligación, este su oficio, y así habrán de sacar los chicharrones, cual si fueran carneros cuatezones. Pues aquí de mi pena y mi quebranto: si nada de esto he de cantar, ¿qué canto? Confieso pesaroso que yo no vide al toro valeroso, al Chicharrón mentado, al valiente entre tantos, y afamado, porque querían un peso a lo más poco por un asiento, pues, y no estoy loco para que lo diera 10
Así llaman a este toro, de quien el vulgo contaba prodigios; pero pagó bien su simpleza, gastando por desengañarse, lo que quisieron los tablajeros.
solamente por ver una friolera; una friolera digo, después de confesar no fui testigo de lo que hizo este toro belicoso; pero un amigo mío, que es muy curioso y empeñó su capote para ir a ver a Chicharrón al trote, me dijo que había ido, que la tropa quedó de lo lucido con sus evoluciones, que aunque no las entienden los mirones (hablo de los paisanos) la aprobación la tienen en las manos.11 Contóme que tres toros se lidiaron Antes que Chicharrón, unos pensando Entre congojas raras Que era, lo menos, de catorce varas Otros creyendo que era tan ligero Que saltaría el tendido todo entero; quien dice neciamente que ni la misma fuente con ser de cantería segura de sus fuerzas estaría, y que si Chicharrón la embiste airado, la desmenuzará como salvado, quien dice que este toro es tan valiente que caballo ni gente puede librar con vida en su armazón plateada y homicida uno decía: por más que lo maltraten, este toro no ofrece aunque lo mate: otro, a este no lo pican si nació con el (ininteligible) mortifican, pues nadie le ha tocado entre cuantos vaqueros lo han tratado. Así pues, disentían todos los que asistían en la grada conmigo. Hasta aquí son palabras de mi amigo. ¿Y V. qué hacía; le dije algo enfadado: Yo, me dijo él, estaba alebrestado, Esto es, lleno de miedo, y aun temblando, Y a Chicharrón por horas esperando; temiendo, no en sus puntas o sus picos, me fuera a hacer añicos este toro maleta; cuando en esto que toca la trompeta que echen al toro fuera, y salió Chicharrón como un cualquiera; y cuando yo esperaba todo cuanto la gente aseguraba 11
Alude al palmoteo en que se celebró todo lo que agrada en semejantes lugares.
de este torazo, con extraño modos, vi que hizo Chicharrón lo que hacen todos y aunque a veces corría, era prudencia en él, no cobardía; pero cuando vide eso del toro renegué, sentí mi peso, y juré que jamás yo neciamente me fiaré de una gente, que todo cree prodigios y verdades y paga a cualquier precio novedades. Fuese mi amigo, y dije con espanto, ¡qué bobos hay aquí! y acabó el canto. EPITAFIO A CHICHARRÓN Aquí yace el más valiente toro que México vió; y aunque tan bravo corrió de miedo de tanta gente. ¡O pasajero! detente, mira, advierte, considera que es el vulgo, de manera: Que a pesar de su pobreza Gasta con suma franqueza Para ver… una friolera!12
El mismo año de 1815 registra los siguientes acontecimientos: Oficios referentes a la orden que se dá al gefe de Cuajimalpa para que auxilie con una corrida de toros a México. Cuajimalpa. El virrey ordena al Comandante del destacamento de Cuajimalpa Auxilie con la conducción de toros a Tacubaya. Vicente Lara avisa al virrey quedar enterado de la orden sobre auxiliar con la tropa de su Mando desde la hacienda de Atenco hasta una carta los Toros que debe servir para la corrida de México. Respuesta del virrey. 13 PLAZA DE TOROS DEL VOLADOR, CIUDAD DE MÉXICO. Celebración de ocho corridas de estilo entre los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 de enero; 1º y 3 de febrero, en celebridad del “feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO”. Se lidiarán toros escogidos de la acreditada hacienda de Atengo14 del Condado de Santiago,15 y de las del 12
José Joaquín Fernández de Lizardi: Ratos entretenidos, o miscelánea útil y curiosa, compuesta de varias piezas ya impresas. Dala a luz D. (…) T. I. México, 1819. Reimpreso en la oficina de D. Alexandro Valdés, calle de santo Domingo y esquina de Tacuba. 297 p., p. 182-8. 13 ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. 1817: Operaciones de Guerra, vol. 790, exp. 105, (3 fs.) fs.,380-382. Fechas: 17-18/enero/1815. Productor: Comandante Eugenio Revilla. Titulo/descripción: Exp,105, Tomo 75. 14 Atongo, Atengo no son otra cosa que Atenco. Algún equívoco en la pronunciación debe haber creado desde principios del siglo XIX las erratas ya indicadas. 15 Puede concluirse que, al menos deben haberse lidiado dos encierros de Atenco, en virtud de que se compró ganado de cuatro haciendas. Además, la valoración que a partir de este momento se haga para los casos en que no se mencione número de toros lidiados, tendrá que ser de tal manera que se aplique un valor aproximado, o el que el sentido común considere a partir del mejor equilibrio posible. (N. del A.)
Paredón, Mextepec y Tecocomulco; los primeros con divisa encarnada, los segundos con azul, los terceros con amarilla, y los cuartos con blanca. Entre las dos cuadrillas, destacan: Antonio Rea, Pedro Escobar y Julio Monroy. Respecto a la segunda: Joaquín Rodríguez (que nada tiene que ver con “Costillares”), José María Montesinos y José María Ríos, y otros.
A la izquierda aparece el Cartel de la plaza de toros del Volador, ciudad de México. Celebración de ocho corridas de estilo entre los días 25, 26, 27, 28 y 31 de enero; 1º y 3 de febrero. A la derecha, plano correspondiente a una de las tantas construcciones efímeras con que se erigió la plaza de toros del Volador, y que corresponde al año 1769. Cortesía del Lic. Francisco Daniel Montellano Ballesteros. Universidad Nacional Autónoma de México. Biblioteca Nacional. Fondo Reservado.
AVISO AL PÚBLICO, fechado el 2 de febrero.
Aviso al Público del 2 de febrero, donde se cita: “…Los toros que se lidiarán son de Atengo (Atenco) y de Tlahuelilpa…”
El documento menciona tanto “lunes y martes de Carnestolendas”, 16 días que deben haber estado incluidos en las fiestas de tabla,17 por su vínculo con el carácter religioso, sustento que privó ya muy avanzado el siglo XIX. AVISO AL PÚBLICO. No habiendo habido tiempo para forrar las Lumbreras y Tendidos a causa de los días de fiesta, se reservarán las primeras corridas de Toros para los días Jueves y Viernes de la presente Semana. En ellos y en todos los subsecuentes, se partirá la Plaza por la tropa con evoluciones diversas. Se correrán en cada día diez y seis Toros, los diez de Atengo (Atenco) escogidos y descansados, con la divisa de una roseta encarnada, y seis de Tenango que son de muy buena raza, también escogidos, y se señalarán con roseta blanca. Los Toreros se han elegido entre los que trabajaron en las corridas pasadas con aplauso, desechando los malos y reemplazándose con otros de habilidad. Todos los días por la mañana y tarde, será el último Toro embolado, por lo que agradan al Público los lances de los aficionados, procurándose en todo la diversión más completa sin perdonar gasto. El Jueves por la tarde al quinto Toro, figurarán los Toreros un convite ó merienda para 16
Carnestolendas, del latín caro, "carne", y tollendus, "que se ha de quitar", "quitar" o "retirar" la carne. El sistema de las fiestas religiosas en la Nueva España debe haber sido de suyo complicado. Existían las fiestas fijas, en fechas determinadas, y las fiestas movibles, cuyas fechas variaban en el curso de los años; las fiestas religiosas de precepto, que eran todas aquellas en que era obligatorio oír misa y abstenerse de trabajar; las fiestas de tabla y las fiestas votivas, en algunas de las cuales la celebración era obligatoria; los días de vísperas de tablas y los días de punto o períodos entre fiestas; por otra parte, estaban todas las fiestas religiosas ocasionales, en las cuales se llamaba a la celebración por medio de bandos. En conclusión, el conjunto de fiestas religiosas, además presentes todo el año, deben haber ocasionado un caos que, para las autoridades políticas o para el tipo de vida convencional eran contraproducentes, de ahí que se regularan pocos años después a la fecha del presente documento (1815) y quedaran, para 1822, como sigue: Decreto. Días feriados, fiestas de tabla y felicitación, y notas cronológicas en los calendarios. Agosto 16 de 1822. El soberano congreso constituyente mexicano, en vista de la consulta hecha por D. Mariano José Zúñiga y Ontiveros sobre días feriados, fiestas de tabla y de Corte, y notas cronológicas que deban fijarse en lo de adelante en los candelarios, ha tenido á bien decretar y decreta lo siguiente. 1º.-Continuará por ahora en México la festividad eclesiástica del santo mártir Hipólito, por ser su titular. 2º.-Continuarán también siendo días de tabla el de la Purificación de nuestra Señora, domingo de Ramos, jueves y viernes santo, el de S. Pedro y S. Pablo, la fiesta de Corpus Cristi y su octava, el de la Asunción de nuestra Señora, el de santa Rosa de Lima, y fiestas de la Virgen de los Remedios y de Guadalupe, agregándose á estos el 17 de Setiembre, en que habrá de celebrarse en las parroquias todas del imperio un aniversario por las víctimas de la patria. 3º.-Serán días de Corte todos los acordados por este soberano congreso en decreto de 1º de Marzo de este año, el 27 de Setiembre por la entrada triunfante del ejército de la capital, y el 12 de Diciembre, el más grande para esta América, por la maravillosa aparición de María Santísima de Guadalupe. 4º.-Proseguirán las notas cronológicas que se han hecho en los años anteriores; pero la época que antes se decía de conquista se designará en esta forma: de la dominación de los españoles en este imperio, y en el lugar correspondiente se pondrán estas otras: del glorioso grito de independencia en la América del Septentrión. De su absoluta independencia. De la instalación del soberano congreso constituyente. 5º.-Se arreglarán á los artículos anteriores todos los que quieran formar calendarios, como libremente pueden hacerlo. Fuente: Legislación mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la República. Ordenada por los licenciados Manuel Dublán y José María Lozano. 17
plantar banderillas sentados, y concluida la corrida habrá fuegos artificiales de gusto e invención. El Viernes al quinto Toro, se echarán Cerdos para que los enlazen varios Ciegos, y á las seis se inflará un Globo para que todos lo vean elevar. La víspera de las demás corridas, se anunciará al Público la diversión extraordinaria que ha de haber en cada uno. -Comenzarán los Toros por la mañana á las once, y por la tarde a las cuatro, advirtiéndose al Público, que la Superioridad ha prohibido a los Toreros que echen saludos y pidan galas, para que no haya emulación ni gravamen en los concurrentes, a menos que alguno quiera voluntariamente darlas, con cuyo objeto se les han aumentado los salarios. México 4 de Abril de 1815. Ramón Gutiérrez del Mazo (Rúbrica). Fuente: Colección Julio Téllez García.
BCC3M Aviso al Público del 4 de abril de 1815 que señala: “…se correrán en cada día diez y seis Toros, los diez de Atengo escogidos y descansados, con la divisa de una roseta encarnada…”
“Aviso al público” En las tardes del Lunes, Martes, Miércoles y Jueves de la presente Semana, se han de continuar las corridas de Toros que el Exmo. Sr. Virey ha tenido a bien conceder a los Contratistas de la Plaza, para que resarzan las pérdidas que han sufrido, satisfaciendo al fondo de vestuario la contribución que se sirvió aceptar, como se anunció en aviso de 14 del corriente. Comenzarán los Toros a las cuatro y media de la tarde, y en cada una se lidiarán diez, cinco de Atengo (Atenco) con divisa encarnada, y cinco del Astillero y Golondrinas con la de color de Caña, repitiéndose al Público la Superior Orden, relativa a que al primer toque del clarín, todas las personas sin distinción de clases, salgan de la Plaza y entre barreras, para cuya observancia está destinada la tropa que haga efectivo el cumplimiento de esta providencia, a fin de que la que maniobre pueda con libertad y lucimiento hacer sus
evoluciones, sin objetos que embarazen la extensión de dicha Plaza, no verificándose esto hasta tanto no esté libre y cerradas sus cuatro puertas. Las diversiones que ofrecen los Contratistas son las siguientes: LUNES: Al quinto Toro se pondrán dos mesas de merienda al medio de la Plaza, para que sentados á ellas los Toreros banderillen á un Toro embolado. Al mismo Toro embolado pondrá el loco Ríos una bandera parado sobre un barril y engrillado. Dominguejos de particular idea. MARTES: Por ser día de nuestro Católico Monarca, se pondrá el mayor esmero en las diversiones y función que se ha de dar, que se anunciará por otros carteles el día anterior. MIÉRCOLES: Liebres y Galgos. Se pondrán dos Monos al medio de la Plaza para diversión del Público. JUEVES: Se echarán Venados para que los cojan Perros sagüezos, diversión muy retirada en esta Capital. Se lidiarán dos Toros á un mismo tiempo, dividendo la Plaza por mitad con una baya portátil. México 28 de mayo de 1815. Ramón Gutiérrez del Mazo (Rúbrica) Fuente: Colección Julio Téllez García.
Aviso al Público del 28 de mayo de 1815. (BCC3M)
Como las corridas que se celebraron en abril y luego estas de mayo presentaron un balance negativo, el virrey Calleja concedió licencia necesaria para una serie de otras cuatro corridas más, las cuales se verificaron en la primera semana de junio de 1815, aunque se desconoce la procedencia del ganado.
Los toros de Atenco en la actualidad. Imagen cortesía de André Viard.
Correspondencia del intendente del Mazo que incluye oficios, partes y comunicaciones relativas a certificaciones, asuntos de las cajas de tesorería cuentas y hacienda, contribuciones, obras públicas, libranzas y retenciones de sueldo, asuntos de la insurrección envío de frutos de temporada, licencias, gratificaciones de campaña, festejos, aduanas y comercio, nombramientos, limpia, epidemias, comisarios de guerra y sueldos. Intendencia de México. (…) oficio de Nicolás Gutiérrez, subdelegado de Toluca con solicitud de la resolución en asuntos de libranzas por 25 toros escogidos de la hacienda de Atenco para el toreo de la capital con satisfacción de 1000 pesos de los 1500 pesos que costaron.18
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ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN. 1817: Operaciones de Guerra, vol. 373, exp. 5, (101 fs.) fs. 62-162. Fechas: 31/julio/1817. Productor: Ramón Gutiérrez del Mazo, Intendente de México.
Testimonio de D. Martín Ángel de Michaus sobre los productos y beneficios de la hacienda de Atenco, 1818.19 Don Martín Ángel de Michaus, teniente coronel graduado, y Sargento mayor del Regimiento de Infantería Urbano de México, ante V. como mejor proceda digo: que he tenido en arrendamiento la hacienda de Atenco sita en esta jurisdicción de Tenango, propia del Conde de Santiago de Calimaya, nueve años hace, en cuyo tiempo he padecido extraordinarias extracciones de semilla, bueyada, caballada, mulada, torada alzada, ganado lanar y demás frutos a ella pertenecientes, por las partidas de insurgentes que en todo este tiempo han ocupado su territorio (...) Los administradores que la han manejado en este tiempo, y a quienes les consta todo lo que llevo dicho, han sido Dn. Agustín Peña, el R.P. Fr. José Moncayo y D. José Mariano Guadarrama Castañeda [quien] tuvo la desgracia de ser preso por los insurgentes muriendo entre ellos [en conjunto todos los mencionados fueron víctimas de los insurgentes]. Tenango del Valle agosto trece de 1818. Don José Mariano Guadarrama, teniente de los realistas de esta hacienda declara: [ser] vecino de esta hacienda y responde: Preguntado por los particulares de este (...) dijo: que le consta de oídos y de público y notorio que cuando se acercó a estas inmediaciones el cabecilla cura Hidalgo sufrió esta hacienda una extracción considerable de reses pues una partida acaudillada por un tal Camacho que fue sirviente en esta misma hacienda, en una vez se llevó ochocientas reses, quantos caballos, yeguas y mulas manzas había en los macheros y en el campo de esta hacienda que con motivo de que los yndios así arrendatarios y circunvecinos se insurgentaron, sabe el que declara que cada uno se tomó la cabeza que pudo, destruyendo zanjas y haciendo cuanto perjuicio pudieron (...). Las tropas del Rey se llevaron muchos caballos, unos en calidad de prestados, y otros quitándoselos á los sirvientes a donde los encontraban. Continuó el saqueo [y] hasta las verjas de las ventanas de la principal, con la existencia de fierro y acero lo levantaron. (...)Don Manuel Colina, Alférez de Realistas, y previa venia de su Jefe, en su persona que conozco le recibí juramento que hizo puesta la mano derecha sobre el puño de su espada bajo su palabra de honor ofreció decir verdad; y siéndolo al tenor del escrito dijo: que habiendo venido a ésta hacienda de dependiente en abril de ochocientos catorce, halló primeramente interceptado todos los lugares en este distrito y ocupados por los rebeldes, y luego fué sabedor que desde que se acercó a esta finca el cabecilla Hidalgo tuvo que lanzar la exacción de todo su ganado vacuno y lanar, (...) posteriormente que vino a presenciar no tenía un caballo en que montar los vaqueros, y que también se impuso porque lo vió en las cuentas, y comprobantes de los administradores que habían sido de aquí, las varias exhibiciones de reales que estos había hecho a los facciosos pedidas con violencia y amenazas, y ya estando sirviendo su destino de amanuense, empezó a ser testigo de vista de la multitud de ocasiones que ya Bargas, ya González, ya Rosas, ya qualquiera otro insurgente a nombre de estos o por sí solos, venían a pedirle reales, reses, caballos, borregos, semillas y todo género de esquilmos de estas fincas, a los administradores desde D. Mariano Piña á el presente señor y tenían que darlos forzosamente porque si no eran amenazados de muerte (...)
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Biblioteca Nacional. Fondo Reservado. Fondo: Condes Santiago de Calimaya, CAJA Nº 11, leg. 15 f.
Atenco en la actualidad. Foto del autor.
D, Joaquín Villegas, postor que encaró la celebración del asiento, por cinco años, ofreciendo 2500 pesos anuales, con la precisa calidad de que se le ha de conceder licencia para lidiar toros despuntados en los días que estimare oportunos con las precauciones necesarias para el buen orden y policía de esta clase de diversión, que proporcionará construyendo un nuevo palenque en sitio a propósito, conciliando la decencia del espectáculo con la seguridad personal de los concurrentes.20 A finales de 1820, y precisamente durante la semana de Pascua, se celebraron en San Martín Alfajayucan, y con motivo de solemnizar la Constitución política de la Monarquía Española: misa de gracias, iluminación de tres días, fuegos artificiales, tapada de gallos y tres días de toros aserrados “los que no se lidiaron puntales por no haber venido la licencia a tiempo que se impetró de V.E., por lo que puede V.E. llenarse de satisfacción por la tranquilidad y paz con que se ha hecho todo, sin que haya ocurrido la más mínima desgracia.21 SOBRE LA PLAZA DE TOROS DE LA ALAMEDA. Frente al Hospital de Terceros y en la esquina que hacían las calles de Santa Isabel y Puente de la Mariscala, se ve una plaza de toros en el plano que levantó de la ciudad en 1793 el teniente coronel don Diego García Conde y que fue “aumentado y corregido en lo más notable por el teniente coronel retirado Don Rafael María Calvo, en el de 1830”. Se le pone por nombre Plaza de toros de la Alameda. Esta, tal vez, era de esos cosos taurinos que se alzaban provisionalmente para celebrar las corridas que se hacían como parte muy principal de los festejos con los que se celebraban fastuosos acontecimientos: exaltación al trono de un nuevo rey, los días de los soberanos, sus bodas, nacimientos de infantes, firmas de paces, entradas de virreyes, canonizaciones de santos. Acaso no habían derribado la tal plaza y García Conde la puso en su plano, o bien pudiera ser que fuese esta de las cosas que aumentó en sus correcciones don Rafael María Calvo para poner todo lo que había e la ciudad cuando la delineó.
20 21
Gaceta del Gobierno de México, 10.04.1819, p. 8. Gaceta del Gobierno de México del 01.02.1821, p. 6,
Los lugares elegidos durante el virreinato para alzar estos circos, eran, principalmente, la enorme plaza del Volador –donde se encuentra ahora la Suprema Corte de Justicia-, o las muy amplias que quedaban frente al convento de monjas de Santa Isabel o al de frailes de San Diego. Dado su objeto no tenían duración permanente, sino transitoria. Más que ellas duraban en México las conversaciones con los largos comentarios, de los lances o incidentes habidos, de las personas y del lujo con que asistieron, de las galas que se repartieron a los toreadores, de los ricos refrescos que se sirvieron en los palcos o cuartones. De todas estas cosas y de otras más baladíes, se hablaba en los estrados de las casas o bien en las tertulias que se hacían a diario en las reboticas, en las tiendas del Parián, en las alacenas de los portales de Agustinos y del de Mercaderes, en las tercenas de tabacos, en los locutorios de los conventos, en todos estos lugares en los que había junta de platicadores de las cosas menudas y sin importancia que acontecían en la ciudad pacífica.22
Tiempos de Pedro Romero (litografía), publicada en La Lidia, de noviembre de 1886.
En efecto, esta fue otra de las plazas que se construyeron durante el último tercio del siglo XVIII. Sin embargo, no queda muy clara la fecha en la que esta fue levantada por primera vez, aunque el plano de Diego García Conde de 1793 ya la incluye, así como el que elaborara en 1830 Rafael María Calvo, cuando esta plaza ya llevaba el nombre de “El Boliche”, donde por cierto, en 1808 o 1818, la fecha no es muy clara, salían a su ruedo los hermanos Ávila.23 Pocos, muy pocos son los datos de dicho coso que además, competía con 22
Op. Cit., p. 148-149. Armando de María y Campos: Imagen del mexicano en los toros. México, "Al sonar el clarín", 1953. 268 p., ils., p. 167-169. La fecha que plantea María y Campos es aún más precisa: 1º de marzo de 1819. Además, apunta que el 13 de agosto de 1808, se presentaron a torear por primera vez en México, los hermanos Ávila, anunciados en un “convite” impreso en la tipografía de don Mariano de Zúñiga y Ontiveros como sigue: “Capitán de cuadrilla, que matará toros con espada, por primera vez en esta Muy Noble y Leal Ciudad de México, Sóstenes Ávila.-Segundo matador, José María Ávila.-Si se inutilizare alguno de estos dos toreros, por causa de los toros, entonces matará Luis Ávila, hermano de los anteriores y no menos entendido que ellos”. Tal hecho ocurrió en la plazuela de Necatitlán, sin embargo, se pregunta María y Campos: ¿Funcionaba esta plaza el año de 1819?... ¿A causa de que se hallaba retirada del centro algún asentista avispado la construyó en la calle de la Mariscala –llamada así porque en ella estuvo el enorme palacio de los Mariscales de Castilla-, y en una especie de tívoli o casa de recreo que allí existía, conocido con el nombre de “El Boliche”, que ocupaba las casas 10, 11 y 12?... No es fácil responder a esta pregunta, porque no existen más datos en los archivos del hoy Departamento Central. Hay uno, el de la corrida celebrada en fecha como hoy –por cierto, lunes aquel año-, en 23
el del Volador o la de “Necatitlán”,24 a donde se seguían realizando corridas conforme lo establecían las ya bien estructuradas temporadas que, año con año, y con el favor del Ayuntamiento, organizaban en coordinada labor con los asentistas, esa especie de primeros empresarios encargados de preparar las corridas de toros.25 Otra plaza en funciones por aquel entonces, era la primitiva de San Pablo, cuya primer construcción se remonta al año de 1788. Así que la de la Alameda se sumaba, y ese sí que es un misterio, a servir como coso colateral en tanto la del Volador o la de San Pablo no estuvieran en funciones. Recordemos que aquellas plazas se ciñeron a la construcción a partir del armado con maderas, lo que las hacía temporales. Por desgracia, no existe ningún otro plano donde pudiera ser posible apreciar en su planta general el tipo de disposición que se le dio, pero eran costumbre todavía los diseños basados en formas ovalada, ochavada, rectangular. La que sigue, en su forma circular, se adopta definitivamente hasta el siglo XIX.
Aviso publicado en abril de 1833.
la que tomaron parte los hermanos Ávila, lidiando reses de la vacada de Puruagua. ¿En qué año dejó de funcionar?... ¿Qué otros lidiadores pisaron su redondel?... ¿Qué cupo tenía? Funcionando ya la de San Pablo el año 1821, no es aventurado presumir que la de “El Boliche” desapareció sin que lo notara nadie. 24 Necatitlán significa en lengua mexicana junto a la carne. Los indios le pusieron ese nombre a esas calles por estar hacia el Oriente de ellas el Rastro y Matadero. 25 A propósito de la nota antepasada, es preciso aclarar que Armando de María y Campos debe haber caído en una confusión, puesto que la plaza de “Necatitlán” estaba ubicada en un sitio cercano a la plaza de toros de San Pablo, y ambas, bastante inmediatas al matadero. Por lo que cabe a la del “Boliche”, ésta sí debió corresponder al nuevo nombre que adquirió la antigua de la Alameda, y en donde sí, con toda seguridad deben haberse presentado los hermanos Ávila.
Ahora bien, si A de V-A asegura en su cita que la Plaza de toros de la Alameda (...) tal vez, era de esos cosos taurinos que se alzaban provisionalmente para celebrar las corridas que se hacían como parte muy principal de los festejos con los que se celebraban fastuosos acontecimientos: exaltación al trono de un nuevo rey, los días de los soberanos, sus bodas, nacimientos de infantes, firmas de paces, entradas de virreyes, canonizaciones de santos. Por lo tanto, es de suponer que en ese tal vez solo estuviera presuponiendo su uso para los grandes fastos, mismos que, en la mayoría de los casos se efectuaban en la del Volador. Pero también es cierto que otras plazas, como de seguro ocurrió con la de la Alameda, así como con la de Jamaica, la de “Los pelos” y otras de menor categoría, sirvieron para celebrar lo que conocía como “ensayos”. En varias ocasiones me he encontrado con ese concepto, lo que parece indicar que se trata de los espacios donde previo a la gran fiesta, los toreros de a pie y los de a caballo practicaban, -ensayaban- sus mejores suertes para luego consumarlas en el Volador, a la vista de lo mejor de la ciudad. Si bien, hoy día existen lugares donde los practicantes de este arte depuran su técnica: los viveros de Coyoacán, algún punto del bosque de Chapultepec y hasta el ruedo de la plaza de toros “México”, en aquel entonces, las plazas ya citadas y alguna otra, como la de “Tarasquillo” o “La lagunilla” eran espacios más que apropiados para entrenar y/o ensayar, como lo indica el término empleado entonces. Pocos, escasos son los datos que sobre el coso de la “Alameda” vienen a reunirse aquí para contar con una apreciación, la más completa que fue posible articular al respecto de tan interesante como misteriosa plaza. Pocos autores la refieren en medio de inexactitudes, pero el resto la ignora. Sirva este pasaje para recuperarla.
27 de septiembre de 1821, día de gran celebración que se repartió en varios episodios, como el de la mañana, cuando el Ejército Trigarante y sus poco más de 15 mil integrantes, se reunieron en Chapultepec para entrar luego por la garita de Belen, apareciendo por la calle de San Francisco, o de los Plateros. En la comitiva, acompañaban a Iturbide los siguientes militares: Cortina, Santa Anna, Musquiz, Victoria, Bravo, Echavarri, Barragán, Valencia, Allende, Morán, Terán, Filisola, Paredes, Negrete, Bustamante, Guerrero, Canalizo,
Aldama, Mañón, Nicolás Bravo, Herrera, Rincón y Cortazar. Fue el alcalde de primera elección, D. José Ignacio Ormaechea, quien puso en manos de Iturbide y, a nombre del ayuntamiento las llaves de oro de la ciudad.
Luego siguieron para entrar por el lado norte de la plaza mayor para dirigirse a un templete ubicado al pie de la estatua de Carlos IV, misma que fue ocultada con un globo de papel. En la catedral lo recibió el entonces Arzobispo de México, el Ilmo. Sr. D. Pedro José de Fonte y minutos más tarde se entonó un Te Deum. Ya en palacio, se sirvió una soberbia comida, formada de 200 cubiertos. Por la noche hubo una función de teatro en el Nuevo Coliseo, donde Iturbide fue vitoreado una y otra vez. Desde luego que el militar no dejó de lado tal acontecimiento, sabiendo que el mismo día de la entrada era el de su cumpleaños. Al día siguiente de todos estos sucesos fue leída y firmada el Acta de Independencia en palacio.
Iturbide al proponer con en el plan de Iguala la unificación de los criollos militares realistas, esto es: Bustamante, Barragán, Cortázar, Herrera y Santa Anna con los peninsulares; O´Donojú, Negrete, Filisola y los insurgentes; Guerrero, Bravo, Mier y Terán, Victoria, Izquierdo, Miranda y Osorio, logra poner término a todo tipo de diferencias, de ahí que también se tome en cuenta dicha decisión, como un pretexto más para la celebración. El 6 de octubre de 1821 se llevó a cabo el juramento solemne de la proclamación de Independencia, hecho ocurrido en la plaza mayor de la ciudad de México. Juramentos de la Independencia en Monterrey, sitio en el que se celebraron festejos taurinos a partir del 27 de noviembre de 1821, todos los días de esa semana.26 El día 28 de octubre, además de una misa solemne celebrada en Catedral, por la tarde tuvo lugar una corrida de toros a la cual concurrió mucha gente, en términos de haber ocupado toda la grande plaza, revolviéndose mucha por no encontrar asientos. (Respecto a la expresión “de haber ocupado toda la grande plaza”, significaría que no se desarrolló en la de San Pablo, sino en la Nacional de Toros, suposición que se mantiene debido a que meses antes de esta célebre ocasión, un incendio terminó con la plaza de San Pablo, así como que en febrero de aquel mismo 1821, fue puesta en funciones la Nacional de los Toros, al menos para la celebración del festejo del día 21. Además, las condiciones para el armado ni casualmente daban para celebrar una sola corrida, por lo que debieron organizar, como mínimo, tres tardes; o de que el cartel de que se dispone formó parte de una temporada aún más nutrida. Lamentablemente no hay más datos con qué sustentar uno u otro supuesto). 27
26
Gaceta Imperial de México, 21.02.1822, p. 6. Salvo el siguiente registro, no se cuenta con otra información que confirme el dicho. Véase Gaceta Imperial de México, 01.11.1821, p. 4. 27
Imposible dejar de mencionar el “Aviso al público”, que rubricó el “garrochero” Quintanar, con el solo propósito de darle al espectáculo taurino una mejor condición en su desarrollo. La anarquía estaba dominando terriblemente en las plazas de toros. (Lanfranchi 1971, T. I, 124).
Estas observaciones ocurrían en Puebla, al finalizar noviembre de 1822.28
28
Además, véase la siguiente noticia, disponible en internet agosto 23, 2021 en: https://aristeguinoticias.com/2603/kiosko/encuentran-en-archivo-de-puebla-documentos-en-hojas-de-oro
Recuerdo aquel 27 de octubre, cuando en el Coliseo se representó el melodrama “México libre”, obra del prestigiado poeta Francisco Ortega, con música de José María Bustamante, complaciendo al público con lo vistoso de los trajes, así como de la excelencia de las piezas representadas y cantadas así como por el baile. También en ese y los siguientes días hubo iluminación y funciones cómicas. AVISO: Por acuerdo de 29 del presente octubre ha determinado el Exmo. Ayuntamiento constitucional de esta Corte, que por medio de los periódicos y rotulones, se convoquen postores para la plaza de Toros para dos corridas que se han de verificar en las dos primeras semanas del próximo enero, en celebridad de la Proclamación, y Jura solemne de nuestro Augusto Emperador Agustín I: La persona que quisiere hacer postura, puede ocurrir a la Secretaría del mismo Excmo. Cuerpo a tomar las instrucciones necesarias.29 No puedo dejar de mencionar las corridas que se celebraron en Coatepec Chalco al finalizar el mes de octubre: Se avisa sobre el “remate de la Plaza en que han de hacerse las corridas de Toros en celebridad de la Jura del Emperador El Sr. D. Agustín Primero, que deben comenzar el 27 del próximo enero (1822) por haberse transferido a ese día, las que se anunciaron que serían en las dos primeras semanas de dicho. Lo que se participa para que las personas que quieran hacer postura a ella ocurran a verificarla en dicha almoneda. 30 AVISO: El Ilustre Ayuntamiento del Pueblo de Rioverde ha dispuesto celebrar la jura de su amado Emperador constitucional el Sr. D. Agustín Primero (Q.D.G.) el sábado 23 de noviembre del corriente año; y para que acto tan solemne tenga el debido lucimiento, ha determinado que este día y el siguiente haya las respectivas iluminaciones, y que se cubran los demás de la semana con cinco corridas de Toros y los correspondientes regocijos públicos: lo que se pone en noticia de todos, para que los que quieran disfrutar de la referida función sepan el día preciso que deba comenzar. Los toreros que quieran venir, podrán presentarse al Presidente de dicho Ayuntamiento para tener la debida composición, pues lo que se desea es dar el lleno a festividad tan plausible en toda la parte que se pueda.31 AVISO: Estando determinado que la Jura de nuestro Augusto Emperador se verifique el día 24, y las corridas de toros que con este motivo han de hacerse, comiencen el 27 del próximo enero, el Exmo. Ayuntamiento Constitucional de esta corte en cabildo de 5 de diciembre, prescindió de la convocación que había hecho de postores, y nombró una comisión compuesta de los Señores Regidores D. Francisco Morales, D. Ignacio Álvarez y Lic. D. Francisco Barreda, para que se encargue de la formación de la Plaza, y entienda en todas sus incidencias, reuniendo también el primero de los Señores nombrados el cargo de Tesorero. Lo que se avisa al público para que las personas de habilidad en el arte de torear, y las que quieran comprar cuartones de la misma plaza, ocurran a la referida comisión, reservándose instruir al público oportunamente de las diversiones que han de hacerse. 32. A finales de aquel año, sabíamos que los empresarios de la plaza de toros eran los señores D. José María Landa y D. Domingo Aznaez.33 29
Gazeta de México, 31 de octubre de 1822, p. 8. Gaceta Imperial de México, 12.11.1821, p. 8. 31 Gaceta Imperial de México, 16.11.1821, p. 8. 32 Gaceta Imperial de México, 07.12.1821, p. 8. 33 Gaceta Imperial de México, 08.12.1821, p. 6, 30
Se notifican los festejos celebrados en la Ciudad de Salvatierra, el día 21 del corriente a la diez de la mañana, con el juramento de la Independencia nacional, en manos del Cura Párroco D. Basilio Peralta y Quesada, así como de la celebración de una corrida de toros “en cuyo patio (de la Plaza), asimismo iluminado, y lumbreras, se hallaba colocada una concurrencia innumerable.34 Información que se complementa con esta otra como sigue: Desde el 23 hasta el 30 inclusive (esto en octubre), se jugaron toros, que franquearon con el mayor gusto las haciendas de la Magdalena, S. José del Carmen y S. Nicolás de padres Agustinos, por toreros de a pie y de a caballo, muy diestros, que de varias partes se trajeron, habiendo la señalada fortuna de que no acaeciese desgracia capaz de llamarse tal, y la más reparable de que habiendo concurrido innumerables gentes de esta y otras jurisdicciones, no tuvieran los jueces el dolor ni la molestia de castigar ningún desorden, sino la indecible satisfacción de ver regocijarse a todos con el más sublime placer, y sin las torpezas y desórdenes consiguientes a semejantes diversiones en la ínfimas clases (…) Salvatierra 31 de octubre de 1821.35 En una Miscelánea política que publicó El Fanal del Imperio Mexicano, por aquellos días, aparecieron una serie de recomendaciones orientadas al desarrollo de ciertas diversiones públicas, que por entonces estaban en práctica. Veamos. Entre otros puedo mencionar el de los naipes, llamado del monte, comedias sueltas, circos ecuestres, títeres, maromas, suertes y juegos de manos y otras semejantes. En lo relativo a circos o plazas para corridas de toros, se disponía celebrar las mismas “todos los años en los meses de septiembre u octubre, durante el periodo de las fiestas nacionales con que se celebrara el aniversario de la independencia”, tiempo en el que además se desarrollaban con mayor fuerza las temporadas de lluvia, lo que hacía difícil transitar la ciudad con aquellos embanquetados tan irregulares. Recomendaban que, para “disminuir la barbarie de estos espectáculos, no se permitirá ninguna corrida, sin que primero se les hayan aserrado a los toros las puntas de las astas”. Permitían el juego de gallos, mesas de trucos y de Billares, juegos de chuzas, bailes… como se permitía la presencia de las zapateras, los polleros y otros imprudentes que estorban el tránsito en calles tan principales como la de Jesús o era imposible controlar el asunto de la salubridad pública con el hecho de que había un mal ensolvado de atarjeas y caños y de ello no toma providencia el “escmo. ayuntamiento”, que debe obligar a los contratistas de los carros nocturnos que no pasan por las calles por donde tienen que pasar o a veces lo hacen en horas de madrugada y como tal circunstancia puede o no ocurrir, la gente se toma libertades de arrojar a la calle su propia basura, aunque esto no parece conmover gran cosa a la autoridad, a quien, entre otras cosas, deben abrírseles muy bien las ternillas de las narices para que penetrados del disgusto que causa el mal olor, apliquen las medidas como es debido. El grito de “¡agua va!” no es casual. Los baños a distintas personas son frecuentes, ya sea porque proceden de bateas o bacinicas, cuyos contenidos son de dudosa procedencia. Diversiones o entretenimientos que generaban desde luego una recaudación y las contribuciones respectivas.36 Festejos celebrados en Guadalajara a partir del 28 de mayo, con el mismo motivo. 34
Gaceta Imperial de México, del 27 de diciembre de 1821, p. 2. Gazeta de México del 27 de diciembre de 1821, p. 7. 36 El Fanal del Imperio Mexicano, el 15 de mayo de 1822. 35
“…(se) han hecho sus demostraciones los cuerpos de Puebla, Urbanos, y Nacionales en sus respectivos cuarteles, adornados con artos, portadas, cortinas y gallardetes. En ellos las orquestan han desempeñado los primores del arte, y la luz de la iluminación ha dejado ver, bien formados sonetos y otras inscripciones en elogio de Agustín Primero, que viva un millón de siglos. En obsequio de su imperial Magestad, se dio al público, gratis, una corrida de toros, costeándose los gastos por D. Antonio Portillo y otros patriotas de distinguida adhesión a su augusta persona.37 En Huejutla, pero también en Pilcayán, jurisdicción del Real de Tasco, se llevaron a cabo las PROCLAMACIONES DE LOS PUEBLOS a S.M. el Emperador… y estos “…con una función de iglesia; en la tarde se lidiaron toros y por la noche se dio un lucido baile repitiendo los toros el segundo día, quedando registrados estos hechos por la Sala capitular de este Ayuntamiento (el de Huejutla) en diciembre 27 de 1822. Es copia. Rafael Sánchez Contreras.38 También es bueno aclarar que Iturbide juró como emperador el 22 de mayo de 1822 y la coronación del mismo, así como de su esposa la emperatriz Ana María ocurrió a las 8 de la mañana del 21 de julio de 1822, misma que ocurrió en la Catedral. A tal acontecimiento, siguieron cuatro días de fuegos de artificio, salvas solemnes y repique general de campanas, sin que faltara entre otras cosas el momento en que fueron arrojadas a la gente del pueblo monedas conmemorativas que se acuñaron con dicho motivo. He de apuntar que los festejos taurinos ya se programaban en la ciudad, cuando nos enteramos que en Orizaba hubo corridas de toros diariamente con seis toreros de a pie y cuatro de a caballo durante todo diciembre. PROCLAMACIONES DE LOS PUEBLOS a S.M. el Emperador. Excmo. Sr.=Como tengo ofrecido a V.E. en 14 del que espira, bajo el núm. 9 acompaño la acta jurídica que acredita la jura de S.M. practicada en la cabecera del partido de Miahuatlán en esta intendencia. Dios guarde a V.E. muchos años. enero 31 de 1823, tercero de la independencia del Imperio. Excmo. Sr. José María Murguía y Galardi.-Excmo. Sr. Ministro del Estado y del Despacho de Relaciones. D. Juan Ramón López de Sagredo, Juez de primera instancia de este partido. Certifico en cuanto puedo, debo, y el derecho me permite: que el día 1 del corriente hice la jura de nuestro augusto Emperador el Sr. D. AGUSTÍN PRIMERO en la plaza de este pueblo, a que concurrieron todas las repúblicas de los pueblos de este partido, mediante aviso anticipado, y muchas personas de ellos como de otras partes, habiendo colocado el busto en el balcón de estas casas nacionales con el adorno correspondiente y llevándole en procesión el segundo día a la parroquia, en cuya puerta lo recibieron los sres. eclesiásticos, y colocado en el presbiterio en el lado del evangelio, se entonó la misa solemne, y concluida se cantó el Te Deum volviendo el busto en los mismos términos al balcón referido, en donde estuvo los tres días y noches con iluminación y músicas correspondientes, y celebrando los citados tres días con corridas de toros. Y para que llegue a noticia de S.M.I y sepa la fidelidad de todos los habitantes de los pueblos de este partido de mi cargo, mandaba se remita testimonio al sr. juez político de la provincia D. José María Murguía y Galaroy para que por su conducto lo eleve a S.M.I., y lo firmé con las repúblicas de los pueblos y los de mi asistencia, con quienes actuó conforme a Derecho. Juan Ramos López de Sagredo. Por los pueblos de esta 37 38
Gazeta de México, 17.06.1822, p. 6. Gaceta Imperial de México, 25.01.1823, p. 2.
cabecera, Francisco Jarquín. Por los pueblos de Coatlán, Lázaro Ximénez. Por los de Santa María, Manuel Cortés. Por los de Piñas, José García. Por los de S. Juan, Santiago Hernández. Por los de Amatlán, Hermenegildo de la Cruz. De asistencia, Matías de Correas. De asistencia, Domingo González. Concuerda con su original que queda en el archivo de este juzgado, de donde he sacado, corregido y concertado fiel y legalmente a que me remito, y lo firmo hoy 13 de enero de 1823, con los de mi asistencia. Juan Ramón López de Sagredo. De asistencia, Matías de Correa y Domingo González.39 PROCLAMACIONES DE LOS PUEBLOS A S.M. el Emperador. Excmo. Sr. Viva AGUSTÍN I., Emperador de México: estas fueron las voces que se repitieron por espacio de ocho días que duraron las funciones que se hicieron en este pueblo, cabeza de partido de la provincia de la Sierra alta (hoy Hidalgo), el 7 del que acabó. Sor. Excmo. Juntos todos los principales de este pueblo y de sus inmediaciones con el ayuntamiento, del de que entonces era yo primer alcalde constitucional, en las casas consistoriales adornadas con un lucido tablado, en el que se puso el retrato de nuestro Emperador en un estandarte, pues el que está mandado hacer aun no ha llegado de esa capital como tampoco las monedas que mandé acuñar; y esta ha sido la causa porque me he demorado en darte este parte. Congregados todos en las casas de cabildo, se ordenó la procesión por toda la plaza del mencionado, y a su regreso tuve el honor de jurar la obediencia a nuestro Soberano: los vivas y el entusiasmo del pueblo, no es posible que mi tosca pluma lo pueda, no digo pintar con sus propios colores, pero ni aún bosquejar los sentimientos de alegría de la naturaleza, no se pueden más que ver, sentir y admirar: todo en esos días fue alegría, contento y regocijo. En las tres primeras noches se iluminaron las casas consistoriales, hubo castillos en las dos muy lucidos, y en los siguientes días toros y plaza de gallos, para que el pueblo humanamente alegre tuviera en que divertirse y manifestar su eterna gratitud y firme adhesión al libertador de la patria y al héroe del Anahuac: la función de iglesia estuvo excelentísima, la música de viento y órgano desempeñó completamente sus deberes: el orador, que lo fue el M. R. P. M. Dr. Fr. Ignacio Fernández, llenó completamente la expectación del numeroso pueblo que lo escuchó: su sermón sabio y enérgico, se está imprimiendo para que sepan los súbditos de S.M.I. sus obligaciones, y el modo con que deben respetar, amar y obedecer a nuestro AGUSTÍN I. Tenga V.E. la bondad de mandar insertar en la gaceta este parte para que sepa el mundo que los serranos de Mextitlán no ceden a nadie en el amor a nuestro augusto Soberano. Excmo. Sr. B. L. M. de V.E. su atento servidor. Miguel Lorenzo de la Serna.40 El Excmo. Ayuntamiento de esta capital en cabildo de 20 del que acabó, ha acordado se convoquen postores para diez y seis corridas de toros en la plaza principal de esta ciudad, ocurriendo a hacer sus propuestas dentro de tres días a la comisión compuesta de los sres. regidores Morales, Patiño, y Barreda.41 Esta es una noticia de 1824: Plaza Nacional de Toros.-Para que ésta pueda ser repartida por cuartones es indispensable venderla toda como se anunció por avisos del 21 de este mes (enero), y que quede verificado precisamente el 28 del mismo, a fin de que haya tiempo de disponer las corridas 39
Gaceta del Gobierno Imperial de México, del martes 18 de febrero de 1823, p. 1. Gaceta del Gobierno Imperial de México, del jueves 20 de febrero de 1823, p. 1. 41 Gaceta Imperial de México, 01.05.1823, p. 4. 40
en los días que restan hasta el 1º de febrero; y aunque a la fecha hay varios cuartones propalados, mas como aún no se completan, la nueva empresa espera que el que guste comprar los que le parezcan, ocurra en los días 26, 27 y 28 a tratar con el administrador, en el concepto de que para que puedan utilizar los compradores se darán los cuartones en sombra a 30 pesos y los de sol a 20 por cada tarde, siendo los toros que se lidiarán de la conocida y distinguida raza de Atengo (Atenco). México, 25 de enero de 1824).42 Si las “corridas” se celebraron desde el 28 de enero y hasta el 1º de febrero, entonces se desarrollaron cinco festejos. Si en esos cinco días se lidiaron exclusivamente toros de la raza de Atengo (Atenco), estamos ante el hecho de que fuesen cinco los encierros, formados cada uno por un promedio de siete toros, incluyendo “el embolado, con que dará fin” cada uno de ellos, según ya era costumbre de la época. Curioso cartel de la PLAZA NACIONAL DE TOROS, enclavada en lo que hoy es la “Plaza de la Constitución”, o “Zócalo” de la Ciudad de México.43 PLAZA NACIONAL DE TOROS. Domingo 15 de agosto de 1824 (SI EL TIEMPO LO PERMITE) La empresa, deseando tomar parte en los justos regocijos por los felices acontecimientos de Guadalajara, no menos que en la debida celebridad del EXMO. Sr. D. NICOLÁS BRAVO, a cuya política y acierto se han debido, determina en la tarde de este día una sobresaliente corrida, en la que se lidiarán ocho escogidos toros de la acreditada raza de Atenco, incluso el embolado, con que dará fin. Con tan plausible objeto las cuadrillas de a pie y a caballo ofrecen llenar el gusto de los espectadores en cuanto les sea posible, esforzando sus habilidades. ENTRADAS SOMBRA: Con boletines que se expenderán a 4 reales en la primera casilla. SOL: Con boletines que se expenderán a 2 reales en las casillas 7ª y 8ª y se entregarán en la puerta. Las lumbreras por entero se arrendarán a cuatro pesos cada una con boletines de ocho personas en la alacena de D. Anacleto González en el portal de Mercaderes, desde el día anterior hasta la una de este, y de esta hora en adelante en la puerta principal de la misma plaza.
En dicho cartel existe referencia a los toros de Atenco.
42
Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 125-6. 43 Archivo Histórico del Distrito Federal [en adelante A.H.D.F.] Ramo: Diversiones Públicas, Vol. 856, exp. 71: Se convocan postores para la formación de la plaza en que han de hacerse las corridas en celebridad de la Jura del Emperador Agustín 1º. Año de 1823. Sobre reconocimiento de la plaza para las corridas por la coronación de Agustín 1º.-Fojas 10.
Junto al cartel de aquella jornada, aparece una vista de la Plaza Nacional de Toros, boceto de William Bullock para “El panorama de John y Robert Buford” de 1824.
El Sol, D.F., del 14 de agosto de 1824, p. 4, dice lo siguiente: TOROS.
Los empresarios de la plaza nacional deseando no ser menos en mostrar su júbilo y dar una prueba del interés que toman en todo lo que contribuye al restablecimiento del orden y prosperidad de la nación mexicana, para la tarde de mañana han dispuesto una sobresaliente corrida en obsequio del exmo. Señor D. Nicolás Bravo por el feliz resultado de los acontecimientos de Jalisco que con tanto tino y prudencia supo dirigir.
Ahora bien, toca referirme a la desgracia ocasionada por Joaquín o José Joaquín Ávila. Yo que vi actuar la cuadrilla completa, integrada por Luis, Sóstenes, y José María en la que se encontraba Joaquín, este siempre se caracterizó por ser pendenciero, decidor, bragado, altanero, se peleaba hasta con su propia sombra. Por eso, no es raro que de pronto desapareciera de las frecuentes apariciones en que participaban sus hermanos. Joaquín, o José Joaquín Ávila ya andaba metido en problemas desde 1820. De acuerdo al informe que Cárceles y Presidios44 giró por aquella fecha, en su vol. 28, exp. 9, fs. 13-14, este –acusado de rebelde- solicita para que vean su causa. Al parecer, quedó libre, pero reincidió. Y a todo esto, quién era Joaquín Ávila: Torero de a pie y miembro fugaz de aquella célebre cuadrilla de hermanos. No pudo continuar con ellos, debido que a cometió doble asesinato, y por la sentencia del primero, pasó dos años en la cárcel. Aquí la noticia: México enero 22 de 1825. Ejecución de justicia. Joaquín Ávila, natural de Texcoco, de ejercicio campista y torero, y de 27 años de edad, fue preso en 2 de agosto del año pasado de 823 por el alcalde de Naucalpam José María Montes de Oca por el asalto y robo ejecutado el 1° de abril del mismo en la hacienda de Echegaray, consistiendo este en ciento ochenta y seis ps. en reales, ocho y medio cubiertos de plata, una yegua, dos sillas de montar con sus respectivos aderezos, un sable, tres pistolas, tres carabinas y varias piezas de ropa. Remitido el reo a esta capital a disposición del juez de letras Lebrija, en la preparatoria que se le recibió al reo, negó constantemente ser el autor del crimen; mas como el escribiente de dicha finca Juan Alfaro, y Bonifacio Odón, mozo de ella, lo hubiesen conocido en el acto del asalto (motivo porque luego que volvió a la hacienda so pretexto de buscar acomodo, dieron parte al alcalde Montes de Oca para que procediera a su prisión) le sostuvieron con firmeza en el careo, que al efecto se formó que dicho Ávila asociado de otros ocho o diez hombres, fue el que cometió el mencionado delito, amarrándolos antes, y estrechándolos a que gritaron a los que se hallaban en las piezas de arriba para que las abrieran, como en efecto se verificó. Para convencerlo más Alfaro de su complicidad, le hizo ver, que el látigo que traía en la silla del caballo cuando lo aprendieron era el mismo que tenía uno de los que se extrajo de la hacienda la noche del asalto. El reo, sin embargo, permaneció negativo; mas como en su confesión hubiese dicho que había estado otras ocasiones preso, se mandaron agregar los antecedentes que hubiera. Este y otros delitos fueron motivo suficiente para que se le condenara a la pena capital, “la que se ejecutará el 22 del presente enero, y al mes de perpetrado el delito, en la plazuela de Mixcalco a la hora acostumbrada”. (El Sol. Ciudad de México, 22 de enero de 1825, p. 4). Parece curioso encontrar en el Archivo General de la Nación, Ramo “Justicia”, y en su vol. 43, exp. 8 la siguiente información: México, la segunda sala de esta audiencia, acaba de sentenciar a la pena del último suplicio al reo José Joaquín Ávila por las heridas que, estando preso en esta cárcel, infirió a su mujer 44
Dicho fondo se encuentra hoy día en el Archivo General de la Nación.
María de los Ángeles Juliana de lo que le resultó la muerte. Fs. 3, año: 1825. Por lo que apunta El Sol, refiere la frase “…al mes de perpetrado el delito”, cuando el anterior había ocurrido dos años atrás.45 También de 1825 es esta otra información: Mayo 9 de 1825: Amaneció quemada la plaza de toros de San Pablo, en México. EL SOL, D.F., del 4 de octubre de 1825, p. 3: (Sobre el) suceso del incendio de la plaza de toros de esta capital (se) hace la siguiente observación: Aquel edificio era uno de los únicos de todos los de la ciudad de México susceptible de ser consumido por el fuego, porque todos los demás están construidos de piedras volcánicas con muy poco material de madera. Esta plaza era un grande anfiteatro, construido de madera con tres o cuatro órdenes de palcos que podrían contener por lo menos doce mil almas; en el recinto había un grande espacio donde maltrataban y hacían padecer a los caballos y toros para diversión de las damas mexicanas. Como las corridas de toros hayan sido en todos tiempos los pasatiempos favoritos de los mexicanos de todas clases, edades y condiciones no hay duda de que estarán de duelo hasta que se les construya una nueva plaza de toros: Sic transit gloria mundi. Carlos María de Bustamante: Diario Histórico de México. 1822-1848. Lunes 9 de mayo de 1825 (Horrible calor) Esta mañana, a las tres, se anunció por la campana mayor de Catedral el horrible fuego que apareció en la plaza de Toros, que la ha reducido a pavezas; mañana referiré las circunstancias de este suceso, muy doloroso, de que me estoy informando.46 Martes 10 de mayo de 1825 (Verano hermosísimo) Mucho da qué decir y pensar el incendio de la plaza de Toros; a lo que parece, se le prendió fuego por varias partes, pues ardió con simultaneidad y rapidez. ¿Quién puede haber causado esta catástrofe? He aquí una duda suscitada con generalidad y atribuida con la misma a los gachupines para hacerlos odiosos y que caiga sobre ellos el peso de la odiosidad y persecución, opinión a que no defiero, no porque no los crea yo muy capaces hasta de freírnos en aceite, sino porque ellos obran en sus intentonas con el objeto de sacar la utilidad posible, y de éste ninguna sacarían. Otros creen que algún enemigo del asentista coronel Barrera fue el autor de este atentado y aun el mismo ministro; [hay] fuertes presunciones para creerlo; en la postura a la plaza se la disputó un poblano tenido por hombre caviloso y enredador, y tanto como encargado por el Ayuntamiento de esta capital de plantear la plaza de Toros para la proclamación de Iturbide, fue necesario quitarle la encomienda por díscolo; en el calor de la disputa dijo con énfasis a Barrera: “Bien, de usted es la plaza, pero yo aseguro a V. que la gozará por poco tiempo” -expresiones harto significantes y que las hace valer mucho el cumplimiento extraordinario de este vaticinio. Se asegura que fueron aprendidos dos hombres con candiles de cebo; veremos lo que resulta de la averiguación judicial que se está haciendo; por desgracia, no tenemos luces generalmente de letras, sino de letras muy gordas y incapaces de llevar la averiguación acompañada de aquella astucia compatible con el candor de los juicios, ni hay un escribano como aquel don Rafael Luaro 45 46
Así que puede tratarse del personaje aquí reseñado. CD Diario Histórico de México, 1822-1848 Diario Histórico de México, 1822-1848. Mayo de 1825, p. 9.
que supo purificar el robo de Dongo en los primeros días de la administración del virrey Revillagigedo de un modo que asombró a los más diestros curiales. En el acto del incendio ocurrió la compañía de granaderos del número primero de infantería, la que oportunamente cortó la consumación del fuego con la pulquería inmediata de “Los Pelos”, el que pudo haberse comunicado al barrio de Curtidores; esta tropa, al mando del teniente coronel Borja, trabajó tanto que dejó inutilizadas sus herramientas; del edificio no ha quedado mas que el palo de en medio donde estaba la asta bandera e incendiado en la puerta, lo demás es un cerco de ceniza que aún no pierde la figura de la plaza. Desde el día anterior se notó que en la tarde procuraron apagar con el cántaro de agua de un vendedor de dulces el fuego que aparecía en un punto de la plaza. Dentro de ella había cuatro toros vivos y tres mulas tiro; todas perecieron y ni aún sus huesos aparecen. De los pueblos inmediatos ocurrieron muchas gentes a dar socorro, pues creyeron que México perecía, tal era la grandeza de la flama que se elevaba a los cielos. El daño para el asentista es gravísimo, pues a lo que parece en la escritura de arrendamiento estipuló que respondía la plaza si pereciese por incendio u otro caso fortuito. ¡Cosa dura, vive Dios, que pugna con los principios de equidad y justicia! Además, tenía contratada una gruesa partida de toros para lidiar al precio de 50 pesos al administrador del Santiago Calimaya, de los famosos toros de Atengo. Todo esto nos hace sentir esta desgracia y pedir fervorosamente al cielo no queden impunes los autores de un crimen de tanta trascendencia, y que envalentonará con su impunidad a los malvados a cometer otros de la misma especie.47
Retrato de Carlos María de Bustamante. 47
Op. Cit., p. 9-11.
Finalmente son de 1833 los siguientes registros, de entre los cuales, abundaré con respecto a la inauguración de la plaza de toros de San Pablo. PLAZA DE TOROS DE LA ALAMEDA.-La próxima Pascua (7 de abril) comenzará sin variación alguna la nueva temporada de toros para la que se ha recibido una remesa de las haciendas de Sajay, La Cueva y los Molinos, a toda prueba buena, escogida y que difícilmente se mejora. Las diversiones dispuestas para dicha Pascua en las tres corridas de once que habrá, podrán verse en el cartel y anuncios de estilo que se fijarán el sábado”. (El Telégrafo, Nº 86 del sábado 6 de abril de 1833).48 Además, en La Antorcha, D.F., del 6 de abril de 1833, p. 4, aparece el siguiente AVISO: Sobre toros en la plaza de la Alameda. La próxima Pascua comenzará sin variación alguna la nueva temporada de Toros, para la que se ha recibido una remesa de las haciendas de Sajay, la Cueva y los Molinos, a toda prueba buena, escogida, y que difícilmente se mejora; pudiéndose decir sin peligro de errar, que pueden competir con la mejor que se presente, lo que calificará y no podrá desmentir el juicio imparcial y buen gusto de los inteligentes. Las diversiones dispuestas p0ara dicha Pascua en las tres corridas de once que habrá, podrán verse en el cartel y anuncios de estilo, que se fijarán el sábado. México 3 de abril de 1833.
Mencionados los toros de …los Molinos, esta referencia no puede ser más que para aquellos toros venidos de una de las fracciones o estancias de la hacienda de Atenco, denominada Molinos de los Caballeros, ubicada actualmente en el Municipio de Epitacio Huerta (en el Estado de Michoacán de Ocampo),
48
Lanfranchi: Op. Cit., T. I., p. 131.
Dos vistas de la hacienda “Molino de Caballeros” (imágenes fechadas en 1930), que fue, durante el siglo XIX una porción territorial más de la hacienda de Atenco. Domingo de Pascua, 7 de abril de 1833 (Mucho calor) Esta tarde se ha estrenado una magnífica plaza de toros en el barrio de San Pablo, construida de cuenta del coronel Barrera en el mismo lugar donde estaba la que se quemó el día que por desgracia llegó a Veracruz Mr. Poinsett. La concurrencia ha sido numerosísima y brillante con asistencia del vicepresidente Gómez Farías y el Ayuntamiento, pues dizque se hizo la función en celebridad de la instalación del Congreso y no en aumento y utilidad del bolsillo de Barrera. Excelentes caballos de los picadores, buenos arneses, pero mal ganado, sin embargo fueron despanzurrados dos caballos. También hubo toros en la plaza de Necatitlán y en la Alameda, he aquí una ciudad torera, que retrograda a la barbarie en vez de marchar a la ilustración gótica en el siglo XIX. El gobierno cree que así aleja las conspiraciones, como creen todos los tiranos cuando le hacen ruido al pueblo para que no piensen sobre su posición.49
Aunque también existen otros datos con una austeridad de información como la que sigue: EL FÉNIX DE LA LIBERTAD, D.F., del 6 de abril de 1833, p. 4: TOROS EN LA PLAZA DE LA ALAMEDA Con motivo de haberse esparcido varias especies tan infundadas como equívocas en orden a dicha plaza, atribuyéndolas gratuitamente, ya al gobierno, ya al empresario, se ha juzgado necesario para desengaño del público participarle que la próxima pascua verá comenzar sin variación alguna la nueva temporada de toros, de que se ha recibido una remesa de las haciendas de Sajay, la Cueva y los Molinos, a toda prueba buena y escogida, y que difícilmente se mejora, pudiéndose decir sin temor de errar, que puede competir con la que se le presente, lo que calificará y no podrá desmentir, el juicio imparcial y buen gusto de los inteligentes. Las diversiones dispuestas para dicha pascua en las tres corridas de once que habrá, podrán verse en el cartel y anuncios de estilo que se han fijado. LA ANTORCHA, D.F., del 7 de abril de 1833, p. 4: TOROS. En la plaza de S. Pablo, en las tardes de estos tres días y en la de Necatitlán, hoy y mañana, de once; y pasado mañana en la tarde. 49
CD Diario Histórico de México, 1822-1848 Diario Histórico de México, 1822-1848 Abril de 1833, p.7.
LA ANTORCHA, D.F., del 9 de abril de 1833, p. 4: TOROS. Esta tarde en las plazas de S. Pablo y Necatitlán. LA ANTORCHA, D.F., del 20 de abril de 1833, p. 4: TOROS. Mañana en la tarde, en las plazas de S. Pablo, Necatitlán y Alameda. LA ANTORCHA, D.F., del 4 de mayo de 1833: TOROS En la plaza de la Alameda, de once; y en la de S. Pablo y Necatitlán, por la tarde. LA ANTORCHA, D.F., del 18 de mayo de 1833, p. 4: TOROS MAÑANA. En la plaza de la Alameda de once, y en la de Necatitlán y S. Pablo en la tarde. LA ANTORCHA, D.F., del 25 de mayo de 1833: TOROS En las plazas de S. Pablo y Necatitlán, por la tarde; y en la Alameda de once.
De todo este conjunto de notas, seguramente debió lidiarse más de algún encierro proveniente de la hacienda de Atenco. (N. del A.)
Ubicación de la antigua plaza de toros de la Alameda, en un plano de la ciudad de México. 1858. Se encontraba en el predio que marcan las calles de la Mariscala, la del Puente de los Gallos y la calle del Puente de la Mariscala.
Mathieu de Fossey, otro de nuestros visitantes distinguidos no deja pasar la oportunidad de retratar -literalmente hablando- los acontecimientos de carácter taurino que presencia en 1833 pero que aparecen hasta 1844 en su obra Le Mexique. El capítulo V se ocupa ampliamente del asunto y recojo de él los pasajes aquí pertinentes. Durante su tiempo de permanencia -que fue de 1831 a 1834- no dejaron de darse corridas, (especialmente en una plaza cercana a la Alameda) pero no había en él esa tentación por acudir a uno de tantos festejos hasta que
Acabé por dejarme convencer; pero la primera vez no pude soportar esta escena terrible más de media hora... [Algún tiempo después volvío...] y acabé por acostumbrarme bastante a las impresiones fuertes que tenía que resistir hasta el final del espectáculo...50
En esa visión se encierra todo un sentido por superar la incómoda reacción que opera en Fosey quien, al ver esos juegos bárbaros, tiene que pasar al convencimiento forzado por "acostumbrarme bastante a las impresiones fuertes" propias del espectáculo que presencia en momentos de intensa actividad "demoníaca" (el adjetivo es mío) pues es buen momento para apuntar justo el tono bárbaro, sangriento de la fiesta, mismo que se pierde en una intensidad de festivos placeres donde afloran unos sentidos que propone Pieper así: Dondequiera que la fiesta derrame incontenible todas sus posibilidades, allí se produce un acontecimiento que no deja zona de la vida sin afectar, sea mundana o religiosa.51
No nos priva de un retrato que por breve es sustancioso en la medida en que podemos entender la forma de comportamiento entre protagonistas. Veamos, en forma complementaria, que sucedió el célebre 7 de abril de 1833: A veces actúan toreros españoles, pero no son superiores a los mexicanos, ni en habilidad ni en agilidad. Estos están acostumbrados desde la infancia a los ejercicios tauromáquicos, en los campos de México, igual que los pastores de Andalucía en las praderas bañadas por el Guadalquivir, y saben descubrir como ellos en los ojos del toro el momento del ataque y el de la huida. A caballo lo persiguen, le agarran la cola y lo derriban con gran facilidad; a pie, lo irritan, logran la embestida y lo esquivan con vueltas y recortes. Este juego casi no tiene peligro para ellos...52
Otra vista de la plaza de toros de San Pablo. De esto emana el propósito con el que la fiesta torera mexicana asume una propia identidad, nacida de actividades que si bien se desarrollan con amplitud de modalidades 50
Lanfranchi, La fiesta brava en..., p. 128. Una teoría de la fiesta. Madrid, Rialp, S.A., 1974 (Libros de Bolsillo Rialp, 69). 119 p. p. 44. 52 Lanfranchi, ibidem. 51
cotidianas en el campo, será la plaza de toros una extensión perfecta que incluso permitirá la elegancia, en personajes como Luis G. Inclán o Ignacio Gadea. La presente descripción, me lleva a recordar que en la plaza pude observar la presencia de varios extranjeros, del propio Carlos María de Bustamante y otros que escribieron, se sorprendieron y se animaron a escribir sobre la que fue tarde de reinauguración de la plaza de toros de San Pablo, justo el 7 de abril de 1833. Recordaré todo lo que pueda ese suceso con ayuda de estos señores.
La obra de Rugendas analizada en estas páginas y otras más adelante.
Citaba Fossey que el paseo de la Viga (…) tiene su entrada por la plaza de S. Pablo, en la cual está construida la plaza de toros. se acabó esta en 1833, y la función que hubo el día de su apertura, fue la primera que presencié en mi vida; aunque hacía ya dos años que vivía en México, no había caído en la tentación de ir a ver estas diversiones bárbaras, bien que hubiese una función todos los domingos en otra plaza cerca de la Alameda. Por fin, me dejé llevar de la corriente; pero la primera ocasión no pude aguantar este espectáculo mas de media hora; volví a casa entregado a un sentimiento de horror con que me había llamado la vista de la sangre derramada. Más tarde volví a verlas; y aunque se mantuvo oprimido mi pecho todo el tiempo, al fin, sin embargo, me acostumbré bastante a las impresiones fuertes que me causaban, para poder esperar hasta que concluyesen, y aun para encontrar un cierto deleite cuando salía más enfurecido el toro y aumentaba el peligro. En resumen, no es por efecto de una rareza que me es peculiar; al contrario es un efecto natural y fácil de explicarse. Si sale malo el toro, esto es, si es pacífico, corren menos riesgos los toreadores, es verdad; pero también no se presencia sino el martirio del bruto. Viéndola atormentar y luego degollar, si no media ningún otro interés, que haga superar el disgusto que se experimenta, no se tiene delante otra cosa sino una escena de carnicería, de la cual se retira uno con el alma lacrada.
Si al contrario está embravecido el toro; si arroja rayos por los ojos; si patea el suelo, levantando el polvo con sus manos y llenando el aire con sus siniestros mugidos; si atentos a sus movimientos los toreadores giran en torno de él más expuestos y circunspectos; si, con una embestida inopinada, está pronto un banderillero a recibir la muerte, o si la evita con una treta hábil, y que resuenen por la plaza estruendosos palmoteos, entonces queda como suspensa la vida en aquellos momentos; llega a lo sumo el interés, desapareciendo la sensibilidad del espectador bajo la poderosa emoción que le infunde esta lid de la muerte a las manos con la destreza. Repetidas veces se han descrito estas corridas, así es que las plazas de toros de España han sido fuentes abundantes de episodios para los noveladores; con todo me parece bien trazar en este lugar un bosquejo de las de México, procurando darlo en breves palabras por huir del fastidio anexo a toda repetición, cuando es oscura la pluma que va describiendo. Honraba los toros aquel día con su presencia el Sr. presidente de la república, y con motivo tan plausible me llevaron algunos amigos a ver la función, asegurándome que sería excelente. Estaba la ciudad toda alborotada, pues antes de las cuatro de la tarde se veían numerosos grupos de aficionados dirigiéndose hacia S. Pablo, y de consiguiente era inmensa la concurrencia de espectadores; así es que no bajaba de ocho mil su número en aquella ocasión, bien que podían caber aún más en el anfiteatro, construido de madera por el estilo de los de Madrid y Sevilla. Es capacísima su plaza enteramente circular, por manera que la de Nimes sería una miniatura en comparación; pero es verdad que estaba destinada a una clase de lides que no exigía mucha plaza, muy distintas de las evoluciones tauromáquicas, que tanto más lucidas son cuanto mayor es la escala por la cual se celebran.
Recreación de la plaza de toros de San Pablo por Antonio Navarrete. Está cerrado su recinto con una valla de unos cinco pies de alto, la que salvan los toreadores de a pie perseguidos del bruto; detrás de esta le da la vuelta redonda un corredor que la separa de las gradas, detrás de las cuales se levantan tres hileras de palcos ocupando la mayor excentricidad del circo. Llenaban los palcos del lado de la sombra la gente principal de México, ostentando las señoras sus vestidos de gala, con mantillas de blonda blanca y ornado el pelo con flores. Las gradas del
mismo lado estaban también ocupadas todas por hombres bien vestidos, de suerte que esta primera mitad del recinto presentaba una vista hermosísima, que hacían mágicas las tamañas dimensiones del circo y la elegancia y lujo de los vestidos. Pero muy distinto era el aspecto del lado opuesto, donde se veían en derredor de la valla y en los terceros palcos un mar de gentío cuyas últimas filas se arrojaban en las primeras, contrastando su miseria y desaseo con el lujo asombroso de los demás concurrentes.
Al entrar el presidente tocó una sinfonía la música del cuerpo de artillería, que era la mejor de México; y los que debían correr los toros desfilaron dos en dos, precedidos de cuatro locos, especies de payasos insulsos. Visten los toreadores, como Fígaro, con calzones y almilla de razo de color, medias de seda blanca y garbín, el verdadero vestido andaluz, a la vez lucido y cómodo para los lidiadores, cuyos movimientos en nada estorba. Entre estos suelen encontrarse algunos toreadores de España; pero no se aventajan a los Mexicanos ni respecto a la destreza ni en punto a agilidad, porque acostumbrados estos a torear desde su infancia en los campos de México, así como los vaqueros de Andalucía en las praderas regadas por el Guadalquivir, saben lo mismo que ellos reconocer en los ojos del toro cuando se debe acometer y cuando conviene huir de él. A pie lo persiguen, lo agarran de la cola y lo vuelcan con la mayor facilidad; y luego a caballo lo hostigan hasta que se abalance a ellos, y lo evitan dando una vuelta o contra vuelta que lo deja burlado, en tal conformidad que este juego casi carece de peligro para ellos. Pero en la plaza ya es otro cantar, pues no siempre son felices sus retiradas, mayormente cuando empeñados en merecer los aplausos se ponen en condición por lograrlos. Cuando llegó la cuadrilla de toreadores al centro de la plaza, hizo la venia al presidente dispersándose en seguida; entonces resonó la trompeta dando la señal, y todas las miradas se dirigieron hacia la puerta del toril. Ábrese esta y un toro negro con manchas blancas se arroja brincando por la plaza. Atónito con el estampido de la música y de los palmoteos, pausa para reconocer el terreno, y paseando la vista por todo lo que lo rodea, parece indeciso sobre lo que va a hacer; en esto andan los toreadores en derredor de él excitándolo con la voz, y haciendo fluctuar delante de él unas capas coloradas; pero adivinando su peligro el bruto, no trata sino de evitarlo, y al efecto, huyendo por las paredes de la valla, busca una salida. ¡Vana esperanza! Le queda cerrada la retirada, chasco que manifiesta dando un mugido afligidísimo. Sin embargo, su ademán fiero y sus ojos avivados y chispeando dejan traslucir que va a vender cara la vida. Azótase los ijares con la cola preparándose a la venganza, al tiempo que un chulillo, acercándose a él hasta cuatro pasos, con su capa en la mano, parece en ademán de ofrecerse en sacrificio; al instante embiste a este débil oponente; pero sabiendo este como lo ha de parar a tiempo, no obstante la corta distancia que lo separa de él, le abandona su capa, y, mientras sacia su coraje en este velo y lo pisotea, se escabulle el toreador, supliendo su lugar otro. De repente suelta su inútil presa el toro, corriendo sobre su nuevo agresor, que también se le
va al mismo momento en que, agachando la cabeza, va a darle el golpe mortal, y solo hieren el aire sus astas al levantarla. Irritado más y más, menea los ojos en su órbita arrojando centellas. Mira como calculando el medio de saciar su venganza en otra cosa que no sea una visión, y arranca de nuevo; pero le atajan el camino los chulillos, e in continenti se retiran; luego le vuelven al encuentro, burlando así durante algún tiempo los esfuerzos de su enemigo; más, al fin, un lance raro vino a parar en mal para uno de ellos, lo que dio lugar a un arrebatamiento de alegría por todo el anfiteatro. Este, huyendo del toro, se acogió detrás de la valla; pero lo seguía con tanta furia el bruto que no le valió, pues no bastó a contenerlo este, y, habiéndola salvado, cayó al corredor sobre aquel desgraciado, a quien sacaron fuera con la cabeza ensangrentada y el cuerpo abrumado.
“Vue Genérale de México” Litografía de Dusacq et C. realizada en 1865. Vista desde el noroeste hacia el sudeste, muy similar a la elaborada por Casimiro Castro. En ella destacan notablemente las dos plazas que existían en esa época: la de San Pablo y la del Paseo Nuevo. Miguel Luna Parra / Federico Garibay Anaya: México se viste de luces. Un recorrido histórico por el territorio taurino de nuestro país. Guadalajara, Jalisco, El Informador, Ägata Editores, 2001. 232 p. Ils., fots., facs., maps., p. 51. Causó este brinco inesperado una retrocesión en las gradas, vaciándose el corredor en un abrir y cerrar de ojos delante del toro que siguió su carrera por aquel estrecho pasadizo hasta llegar a una puerta de la plaza, la que se le abrió. Habiendo dado fin a esta primera parte de la función otro floreo de la trompeta, armáronse los
toreadores de banderillas, especies de venablos largos de dos pies, a los cuales se afianza un cohete, adornándolos con listas de papel de color. salió el primer banderillero dndo brincos delante del toro; lo llamaba silbando; y agachando el toro la cabeza, arremetió con el agresor, el que, cuando lo iba a alcanzar, hizo una gentil treta clavándole detrás de la oreja derecha sus dos banderillas, P pasó su piel el encorvado venablo, y, por más que sacudió su cabeza el bruto, quedó firmemente afianzado en ella: reventando de sopetón el cohete, sus chorros de fuego duplicaban su tormento y su rabia; forcejeaba, brincaba y prorrumpía en sordos gemidos; cuando de repente lleno de furor se arrojó a acometer sin dar tregua, con tales extremos que por un momento solo trataron los combatientes de evitarlo. No obstante, arrostró su bravura un joven banderillero, que se había hecho notar por la precisión de sus movimientos, y, en el momento en que temblaban todos por su vida, le clavó la rosa53 en medio de la frente, dando un cuarto de vuelta que lo salvó. Resonó el anfiteatro con los gritos de viva y víctores de toda clase, estremeciéndose el toro con tanta humillación. Ya se habían presentado muchos banderilleros uno tras otro con igual suerte, cuando cambió esta con ellos; uno recibió una cornada, que, bien que ligera, lo inutilizó por aquel día; y el otro, a quien primero derribó el toro, fue cogido en peso y arrojado a más de ocho pies de alto, de cuya elevación vino a dar de bruces en el polvo. Estaba perdido, si no hubieran conseguido sus compañeros, por medio de sus velos colorados, distraer al vencedor encarnizado en su venganza. Con todo jadeaba el gallardo bruto, chorreando por sus ijares, humeando y lacerados, la sangre y el sudor, pues se meneaba en su martirizada piel más de veinte banderillas. A la sazón llamó a la lid otra tercera señal a los picadores, vestidos estos nuevos combatientes como los charros de tierra adentro, esto es con calzoneras, chaqueta de cuero y botas vaqueras; van armados de una garrocha, con la cual pican al toro sobre la cabeza o en el pescuezo cuando se abalanza a ellos, obligándolo así a tomar otra dirección. Esta clase de lid es menos peligrosa para los hombres que para los infelices caballos, que salen horriblemente maltratados, pues a menudo quedan despanchurrados uno o dos en cada función. A veces tienen que taparles los ojos, porque, aleccionados por la experiencia a temer la embestida del toro, huyen de él cuando se acerca, al paso que, ignorando el peligro, se encaminan atrevidos hacia donde los guían sus jinetes. Pero las más veces van estos nobles animales a la lid sin llevar esta precaución, y, viendo a su enemigo sin temor, corren a su encuentro llenos de ardor. Salió mal el primer picador que se presentó, ya porque no acertase a clavar su garrocha, o ya porque él mismo no estuviese listo; lo cierto es que no pudo evitar la embestida del toro, y fue con su caballo a rodar por el polvo. Ni uno ni otro estaba herido; pero volvió el toro a cargarlos cuando estaban los dos todavía aturdidos de la caída, y antes que los demás picadores hubiesen logrado alejarlo a garrochazos, ya había despanchurrado el caballo, al que llevaron fuera de la plaza arrastrando tras sí las entrañas. Contribuyeron al lucimiento de la función otros dos lances iguales; y no cabe duda que nuevas exequias hubieran precedido las del toro, si hubiese durado más tiempo la lid a caballo; pero tocó a degüello la trompeta, y el primer matador, salió con la espada desenvainada, a saludar la lumbrera del presidente. Desde luego no quedaron en la plaza más que dos campeones, el toro y el matador; pero esta vez la pelea era de muerte; así es que cautivó del todo la atención de los concurrentes esta vista que, aunque la más bárbara, es la que excita el mayor interés. Habiendo cubierto la espada con su capa, dirigióse el matador hacia el toro, procurando una posición favorable al ataque; dos ocasiones lo embistió el toro, y otras tantas veces blandió en sus manos la flameante espada; pero obligándolo el inminente peligro en que estaba, renunció por entonces a darle, con intención de aprovechar mejor la ocasión. Sin embargo, no por eso desmayó el ardor en la pelea, pues apenas se vio fuera del alcance del toro cuando le volvió a salir al encuentro; lo excitaba silbando, y mantenía sin pestañear los ojos clavados en los de su víctima, la que, ataviada con los mil colores de las banderillas, por 53
La rosa es una placa redonda, cubierta de papel recortado a imitación de esta flor; se afianza esta por medio de una tachuela rematando con un gancho.
tercera vez se arrojó al sacrificio; pero había de ser la última, pues en este tropezó con el hierro exterminador, el que, hiriéndola en la cruz, se hundió hasta seis pulgadas del aliger, y le atravesó los bofes. Le clavó su estocada con tanta rapidez y destreza que todavía dudaba yo si le había acertado a dar al bruto, cuando, con la espada chorreando sangre, volvió el matador a saludar al presidente, el que recompensó su destreza con una bolsa, llena de pesos, que se le tiró a la plaza. Entretanto el infeliz toro, herido de muerte, forcejeaba con el desfallecimiento que iba apoderándose de sus miembros, y echaba apagados gemidos que salían de su pecho con torrentes de sangre; dio algunos trémulos pasos más, y cayó de rodilla; entonces le dieron una cuchillada en la nuca, y exhaló al intente el postrer aliento. Habiendo tocado el clamoreo de su muerte, salió a la plaza un tronco de tres mulas hitas empenachadas; engancharon el toro de sus tiros, y, echando a correr a galope, se llevaron el cuerpo inerte de aquel hermoso bruto, poco antes tan brioso y tan temido. Apenas hubieron los mozos cubierto con polvo las manchas de sangre que surcaban la plaza, cuando soltaron otro toro tan formidable, como el primero, pero más joven y por lo mismo más incauto. Por largo rato parecía estar retozando más bien que lidiando; después de haber dado una carrera, paraba posándose con ademanes raros y de estudio, siguiendo con la vista a los toreadores que caracoleaban en derredor de él. Al hacer ánimo de embestir, su piel, de un gris oscuro, se fruncía en su ancho pecho, manifestando a los que lo miraban toda la pujanza que le cabía a este atleta del desierto. Dejaba a sus agresores muy poco campo y muy pocas probabilidades de éxito el descomunal tamaño de sus astas, encorvadas hacia adelante, no obstante alegraba el notar esta ventaja en las armas, pues se había cautivado el interés general en tanto grado que poco faltaba por llevarse los votos con detrimento de los que lo acosaban. Sin embargo, a pesar de todo lo que se anticipaba, solo quedó muerto un caballo y derribado ileso un banderillero en las varias embestidas que dio. En esta ocasión le tocó la espada tauricida a un matador de a caballo; su empeño era dos veces más arduo y peligroso, pero luego que se acertó que existía entre el jinete y su caballo simultaneidad de voluntad y de acción, luego que le vio trabajar volteando con el acierto más brillante y la mayor desenvoltura, se conjeturó bien pronto cual sería el resultado de este segundo duelo, proclamando de antemano al Víctor. Efectivamente, en la primera embestida, herido en el mismo corazón, cayó el toro a los pies de su diestro vencedor, como si el rayo lo hubiese tocado; y fue acogido el triunfo de aquel con el debido atributo de víctores a que era acreedor. Ya se habían inmolado sucesivamente cinco más víctimas, cuando tocaron el martirio del toro embolado, esto es, cuyas astas están afianzadas en unos bolos que atemperan lo peligroso de sus cornadas, y por otra parte siempre lo escogen de entre los más pacíficos. Después de haberlo así hecho inofensivo, lo entregaron al populacho, que, afluyendo por todos lados, salvaron el vallado, e inundando la plaza empezaron la parodia de los lances que se acaban de declarar. Cuélganse unos de la cola del bruto; otros se montan en él, y otros se hacen volcar en el polvo; pero no por eso deja esta diversión de tener fatal desenlace para el desgraciado bruto, pues es fuerza que sea degollado como los demás, después de haber sido atormentado de mil modos. Es rudísimo este último acto, así es que jamás he visto de él más que sus preludios. Concluyó con fuegos artificiales esta función en la que quedaron heridos cuatro hombres y despanchurrados seis caballos; y en seguida se retiraron todos satisfechos con el número de las víctimas, y muy complacidos con lo buena que había salido la corrida. Repítense cada domingo y todos los días de fiesta estas funciones, por manera que se cuentan hasta ciento al año. ¡Así debe ascender a quinientos o seiscientos el número de los toros que en ellas se degüellan, viniendo a ser de este modo el empresario de estas diversiones uno de los principales abastecedores de las carnicerías de la capital…!54
Mathieu de Fossey: Viaje a México, por (…). México, Imprenta de Ignacio Cumplido, Calle de los Rebeldes N° 2, 1844. 363 p. Ils., p. 193-206. 54
Otro conjunto de registros que recuerdan la celebración de fiestas por aquellos años lo tengo a continuación: 1809. García Quiñones, José: Descripción de las demostraciones Con que la muy Noble y muy Leal Ciudad de la Puebla de los Ángeles, segunda de este Reyno de Nueva España, Con su Presidente el Señor D. Manuel de Flon, Conde de la Cadena, Gobernador Político y Militar en ella, Intendente en su Provincia, Coronel de los Reales Exércitos, y Comandante de la segunda Brigada: El Illmo. Sr. Dr. D. Manuel Ignacio González del Campillo, del Consejo de S.M. meritisimo Obispo de esta Diócesis, con su M.I.V. Sr. Dean y Cabildo (...) En la Imprenta de D. Pedro de la Rosa. Año de 1809.55 1814. Relación de las fiestas con que en la ciudad de Guadalaxara, capital del Reyno de la Nueva Galicia en la América Septentrional se celebró la libertad y regreso de nuestro amado Soberano el señor Don Fernando VII. á la capital de sus dominios. En la oficina de Don José Fructo Romero.56 BEZANILLA MIER Y CAMPO, José Mariano Estevan de. Mutuos empeños del patrocinio de la Virgen Nuestra Señora en la augusta persona del Señor Rey Don Felipe II... México: Mariano José de Zúñiga y Ontiveros, 1800. CASAUS Y TORRES, Ramón Francisco. Sermón eucarístico... en las fiestas reales... por la feliz exaltación de... Pío VII... México: Mariano José de Zúñiga y Ontiveros, 1800. VILLASEÑOR CERVANTES, José María: Festivas demostraciones en Jalapa en la inauguración al trono del rey nuestro señor don Fernando VII. Dedícalas a su majestad que dios guarde el ilustre ayuntamiento y por su comisión las escribe don José María Villaseñor Cervantes, oficial de la Dirección y Contaduría generales de la Real Renta del Tabaco, Colector interno de la Real Lotería de la ciudad de Puebla, Secretario por su majestad de la Intendencia general del ejército acantonado y su Ministro Contador interino. (Prólogo de Leonardo Pasquel). México, Citlaltépetl. [Edición facsimilar de la de 1809]. Enciso, Joaquín y del Callejo, Josef: Sinceras demostraciones de júbilo, con que el Real y Pontificio Seminario Palafoxiano de S. Pedro y S. Juan de la Ciudad de la Puebla de los Ángeles en la América Septentrional concurrió a celebrar la solemne Proclamación de nuestro Augusto Soberano el Señor Don Fernando VII, de Borbón el amado, y del glorioso triunfo de las armas españolas por su rescate y defensa, contra la perfidia del Emperador de los franceses Napoleón I… y la dedican a la Ínclita Nación Española. México, Imprenta de Arizpe, 1808. Larrañaga, Francisco: Colección de los adornos poéticos, distribuidos en los tres tablados que la Noble Ciudad de México erigió y en que solemnizó la proclamación y jura de nuestro amado soberano Don Fernando VII, el día 13 de agosto de 1808. Siendo Alférez Real el Regidor Perpetuo de este solemnísimo Ayuntamiento Don Manuel Gamboa, dispuesto todo de orden de la misma N.C. por (…) México, Imprenta de Arizpe, 1809. Sencilla manifestación de las funciones con que la Villa de San Miguel el Grande solemnizó la jura de las Tres Garantías, y la sanción de la Independencia del Imperio Mexicano, celebrada en la Villa de Córdoba, que por encargo del muy Ilustre Ayuntamiento de dicha Villa, escribiera un religioso del Convento de San Francisco y un individuo distinguido de la Compañía de Milicias…, México, Imprenta de don Mariano Zúñiga y Ontiveros, 1822.
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Lanfranchi, Ibid., p. 682-683. José Toribio Molina: La imprenta en Oaxaca, Guadalajara, Veracruz, Mérida y varios lugares. 1720-1820. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1991. 116 p. Facs., p.79-80. 56
Relación descriptiva de jura del señor don Fernando VII. Celebrada en la ciudad de Valladolid de Michoacán los días 24, 25 y 26 de agosto de 1808, impreso en México, calle de Santo Domingo, 1808.57 Barazabal, Mariano. Al primer cumple años de nuestro Rey constitucional el Señor Don Fernando Séptimo. Canto épico. -- [Méjico], oficina de Don Alejandro Valdes. [1808] [4]p. [El Mexicano, Pseud.]. [Demostraciones de gozo en el gran dia del Imperio] -- México, Imprenta Imperial de D. Alejandro Valdés. [1822] [4]p. [En la solemne coronación del Señor Don Agustin I, Emperador de México.] -- México, imprenta Imperial del Sr. Valdés. [1822] 4p. [PLAUSIBLE aclamación a nuestro querido Emperador Agustin Primero] -- México, imp. de D. Mariano Ontiveros. [1822] [4]p. AGUASCALIENTES, MÉXICO. Proclamación de nuestro Augusto Soberano el Señor Don Fernando VII hecho por la Villa de Aguas Calientes, Reyno de la Nueva Galicia, á 16 de Octubre de 1808. -México, oficina de Doña Maria Dolores de Jauregui. [1809] 8p. RELACIÓN descriptiva de la función de jura del señor don Fernando VII, celebrada en la ciudad de Valladolid de Michoacán los dias 24, 25 y 26 de Agosto de 1808. -- México, Imp. en la calle de Santo Domingo. [1808] 12p. DESCRIPCIÓN del modo con que se conduxo, elevó y coloco sobre su base la real estatua de nuestro augusto soberano el Señor Don Carlos IV. y de las fiestas que se hicieron con este motivo. -México, s.n., [1803] 12p. Cantos de las musas mexicanas con motivo de la colocación de la estatua equestre de bronce de nuestro augusto soberano Carlos IV. -- México: Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1804. [10], 138 p. ; 24 cm. A los felices dias del excmo. Señor Don Juan Ruiz de Apodaca conde del venadito, virey, gobernador y Capitan General de Esta N. E. &c. &c. &c. -- [México: s.n., 1817?] [2] p. V. C., J. M. Júbilo de Xalapa y su exército acantonado en los dias 27 y 28 de Julio de 1808. Poema de D. J. M. V. C. -México: Imprenta de Arizpe, calle de la Monterilla, [1808]. [2], 16p. Iturralde y Revilla, Jose Maria De. Canto heroico que con motivo de la restauración de la constitución política de la Monarquía española, jurada por nuestro católico Monarca el Sr. D. Fernando VII. (Q. D. G.) en 9 de Marzo de... decia el Lic. D.... -Méjico, Imp. de D. Alejandro Valdes. [1820] [1]p., 7p., [5]p., 15cm. Anfriso, Pseud. Los días á nuestro virey el excelentisimo señor D. Juan Ruiz de Apodaca, Conde del Venadito, etc. etc. etc. por el ciudadano... -Méjico, Imp. de Ontiveros. [1820] 1.l. 15cm.
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Este, y los siguientes cuatro datos, provienen del trabajo de Salvador Cárdenas Gutiérrez: De las Juras Reales al Juramento Constitucional: Tradición e innovación en el ceremonial novohispano, 1812-1820. en: LA SUPERVIVENCIA DEL DERECHO ESPAÑOL EN HISPANOAMÉRICA DURANTE LA ÉPOCA INDEPENDIENTE, varios autores. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1998. INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS, Serie L. CUADERNOS DEL INSTITUTO, d) Historia del Derecho, Núm.2.
Quiros Campo Sagrado, Manuel. Plausible encomio. En celebridad de la Constitución de la Monarquía Española, sancionada por las cortes generales y extraordinarias, compuesto por D.... visitador de la Renta del Tabaco en el año de 1820. Endecasílavos. -- México, Imp. de Ontiveros. [1820] 8p. C., J. A. En feliz anuncio de los dias de nuestro catolico, amado monarca el señor Don Fernando VII. Dixo... -- [México, s.n., 1807-1809]. 4p. DÍAZ CALVILLO, José Ignacio. Deseos de la Nueva España manifestados a su amado soberano el Sr. D. Fernando VII de Borbón en el día de su cumpleaños, el 14 de octubre de 1808. México, 1808. RUIZ DE CONEJARES, Francisco Alonso. La jura de Fernando VII en México, por el Dr. (…). México, 1808. VILLASEÑOR CERVANTES, José María. Poesías que para el plausible día en que la nobilísima Ciudad de México juró solemnemente la constitución política de la monarquía española disponía don (…) contador general de la renta de lotería de Nueva España. México, 1820, por Juan Bautista de Arispe. LEAL DE GAVIEA, P. José. El regocijo mexicano por la deseada y feliz entrada del Excmo. Sr. Don Francisco Venegas, virrey de esta Nueva España. México, 1810, por Mariano de Zúñiga y Ontiveros. SIERRA, Francisco de. Pronóstico de la felicidad americana, natural y debido desahogo de un español americano por el feliz arribo a estas provincias del Excmo. Sr. D. Francisco Javier Venegas, virrey. México, 1810, por Mariano de Zúñiga y Ontiveros. COLOMBINI, Conde de. Parabien al Excmo. Sr. D. Juan Ruiz de Apodaca, virrey… con el plausible motivo y en celebridad de su feliz llegada a esta capital. México, 1816, por Alejandro Valdés.
No puedo dejar de mencionar estos otros detalles al respecto. En 1812, al anuncio de la nueva Constitución gaditana, el desbordamiento para recibirla fue mayúsculo; sin embargo los toros no hicieron acto de presencia. Pero al conocerse que se suprimía documento de tal envergadura en 1814, el virrey Calleja oponente a la aplicación del mismo, mandó desde el 5 de agosto de aquel año, celebrar con "indescriptible júbilo" tal ocasión, que era doble en realidad, porque el rey Fernando VII ocupaba de nuevo el trono luego de la expulsión de los ejércitos invasores de España. Las celebraciones incluyeron una gran temporada de toros aunque Los liberales, para quienes la supresión de la constitución era una grave derrota, vieron en estas corridas de toros un claro símbolo del regreso del viejo orden.58
Y aquí la actuación literaria por parte de José Joaquín Fernández de Lizardi el que, de inmediato, manifestó en los periódicos en forma velada su oposición a la restauración del absolutismo. Y restaurarlo significaba en cierta medida, volver al viejo orden. Así en sus famosas Alacenas de frioleras: La conferencia de un toro y un caballo,59 Sobre la diversión de toros60 y Las sombras de Chicharrón, Pachón, Relámpago y Trueno (conferencia) 61 consiguió 58
Ib., p. 49. Rangel, op. cit., p. 353-9. 60 Lecturas..., ib., p. 15-28. 61 Ib., p. 29-33. 59
con prudencia y mesura un ataque a la fiesta puesto que sus argumentos van dirigidos a mencionar que era un entretenimiento de gentes bárbaras, ignorantes y feroces. Desde ese momento queda demostrado que la fiesta de toros apoyada y recuperada por Calleja sucede a las amenazas de suspensión permanente mas que de liquidación definitiva, aplaudida por los liberales. Calleja, en momentos de dificultad social y política asume una posición contradictoria a los hechos, mismos que se desarrollan de tal forma que generan un estado de cosas que se van a integrar a las condiciones que están dando pie a la independencia.62 Félix María Calleja del Rey era un militar frío que combatió a los rebeldes, en compañía del virrey Venegas y apoyado por el obispo Abad y Queipo. Sabía lo que pasaba y según Bustamante "como llevaba mucho tiempo de residir en el reino (su esposa era de San Luis Potosí) y conocía las costumbres del país, se amoldaba a ellas y al lenguaje". Por eso no desconocía que la casi totalidad de los habitantes de la Nueva España deseaba, desde tiempo atrás, sacudirse el yugo hispano. Ese fruto comienza a madurar desde 1808. La fiesta como estructura colonial va a mostrar los últimos reductos de un esquema que empieza a ser sometido a novedosas implantaciones, surgidas de una expresión y una afirmación nacional. Esta -ya lo hemos visto- se define a partir de los primeros intentos de una "fiesta selvática" en cuanto manera de sus características particulares que se desbordan desde el inicio del segundo tercio del siglo XVIII. Así el XIX da cabida a ese espectáculo, mezcla de un concentrado en el ruedo, sitio de representaciones que reflejó el orden de cosas similar al adquirido por la independencia y su transcurrir. Y luego, gracias a que el movimiento provee a la nación de un ser que le corresponde, bajo el conflicto de toda una historia de bandazos, llega un momento de respiro apenas leve -con la República Restaurada-, y prosigue por senderos de una dictadura que preparó el terreno a otra nueva revolución, de siglo XX. Lo verdaderamente destacable en estos síntomas es una apreciación hecha por Juan Pedro Viqueira Albán en el sentido de que luego de las fiestas que Calleja respalda, será el que A partir de entonces (1814 y 1815) y hasta 1821 se realizaron corridas de toros cuyos beneficios se destinaron a vestir a los soldados del ejército realista. De esta forma la fiesta brava contribuyó al esfuerzo militar de la reacción.
Pero aún más importante es que A principios de 1821, unos meses antes de la consumación de la Independencia, la plaza de San Pablo fue destruida por un incendio. El monumento que la reacción había levantado durante su precaria restauración, desapareció así presa de las llamas.63
La fiesta quedó liberada de cualquier amenaza. Su curso estaba garantizado a pesar de que la plaza de San Pablo sufrió ese percance recuperando su actividad hasta 1833. En ese periodo comprendido de 1821 a 1833 varias plazas hicieron las veces de sucedáneos: Don Toribio (1813-1828), Plaza Nacional de Toros (1823-al 9 de mayo de 1825, fecha en que comenzó a incendiarse, cebándose las llamas en aquella enorme construcción de apolillada madera, con tal actividad, que en poco tiempo quedó reducida a cenizas), Necatitlán (1808?1845) y Boliche (1819-?). Pero en el ambiente quedaba un tufillo de inconformidad, de repulsión que se aceleró a la 62 63
Xavier Tavera Alfaro: "Calleja, represor de la insurgencia", en Repaso de la Independencia, p. 71-96. Viqueira, ib., p. 52.
sola presencia del folleto PAN Y TOROS publicado en México en 1820.64 Se trata de una violentísima diatriba contra las costumbres y gobierno de los españoles en esa época, hecha con criterio progresista, pudiéramos decir, y antitradicional, y en ella la afición y gremio taurinos sufren el mismo violento ataque que las demás clases, profesiones y ministerios de los españoles, si bien más pormenorizado y acre.65
Dicho texto encuentra réplica inmediata en El mexicano. Enemigo del abuso más seductor66 firmado por las iniciales F.P.R.P. cuya confirmación encuadra en las propias experiencias nacionales. Me detendré a un análisis del mismo. Transcurre el año de 1822, la idea ya planteada por el texto de León de Arroyal ha penetrado y nada más iniciar su lectura es entender el espíritu liberal de la ya flamante nación misma que está tan dignamente empeñada en difundir la ilustración, en desarraigar la crueldad, en hacer disfrutar los dulces y benéficos efectos que produce un Gobierno sabio, justo y equitativo, y en inspirar ideas francas y generosas, a este mismo tiempo digo, se vean multiplicadas como nunca, unas diversiones muy propias para empapar en la crueldad para hacer criar callos en los corazones más sensibles, haciéndoles perder su natural compasión, y para enervar las más dulces sensaciones de las fibras más dispuestas?(...) Ya se ve que hablo de las feroces y sangrientas corridas de toros.67
He aquí a un liberal exaltado con ideas y sugerencias correctivas, emprendiendo labor y campaña que consiga erradicar los males de una sociedad que ya conforma la nación mexicana. Ello no niega aquella condición planteada por fr. Servando Teresa de Mier, mismo que inscribe en un presentimiento: Protestaré que no he tenido parte en los males que van a llover sobre los pueblos de Anáhuac. Los han seducido para que pidan lo que no saben ni entienden, y preveo la división, las emulaciones, el desorden, la ruina y el trastorno de nuestra tierra hasta sus cimientos.68
Los acontecimientos del siglo XIX americano se ven coludidos en intenso comportamiento, por agitadas reacciones que provienen de su seno y fuera de él; creando un sistema de confusión que por décadas vivió muy en particular el estado mexicano, luego de lograr su independencia formal. Con aquel esquema, la sociedad se manifestó, en apego a lo que significó tal conjunto de expresiones, que no solo fueron políticas. Se dejaron ver en las calles, en las costumbres, pero principalmente en un espectáculo, como son las tradicionales corridas de toros, mismas que parecen encerrar un profundo vínculo de aquellos órdenes, estrictamente políticos con los de sentido social. Es por eso que en la plaza lograban actuar de forma intensamente natural. Línea a línea aprovecha el anónimo autor en armar un revuelo de cajas destempladas, pues nada hay que se le escape y acusa al espectáculo de Que se consume el dinero en asalariar hombres temerarios y desalmados que no dudan 64
ARROYAL, León de: Pan y Toros. Oración apologética en defensa del estado floreciente de la España, dicha en la plaza de toros por D.N. en el año de 1794. Véase: Lecturas taurinas del siglo XIX. (pp.33-51). 65 Cossío, ib., T. II., p. 146. 66 Lecturas..., ib., p. 53-59. 67 Ib., p. 53. 68 Edmundo O'Gorman. "Pensamiento político del Padre Mier", México, 1945, p. 127. Apud. David Brading. Mito y profecía en la historia de México, p. 112.
competrar su existencia, exponiendo a sus miserables familias a los horrores del hambre y desnudez, pudiendo proporcionarse una subsistencia cómoda, tranquila y útil a su patria!69
La idea del progreso, la ilustración, florecen con toda su fuerza, pretendiendo liquidar un pasado reciente, cuyos tres siglos permitieron el arraigo de aspectos diversos que nuevas sociedades y nuevos tiempos fueron aceptando como parte misma de su ser; un nuevo ser que al pretender despojarse de esos "aspectos diversos", solo consiguió perpetuarlos a la nueva fisonomía nacional, a pesar del ansioso deseo en el que Ojalá y los beneméritos Representantes de la nación en el Soberano Congreso, dicten la compasiva ley que exterminando para siempre tan sangrientos espectáculos arranque para siempre la cruel piedra del escándalo para los extranjeros todos que tanto por ella nos vilipendian.70
Tal intención fue mostrada en momentos posteriores por Carlos María de Bustamante en 1823, por una comisión del periódico El siglo XIX en 1845, y con los planteamientos de 1867. Asimismo las de José López Portillo y Rojas o el decreto de Venustiano Carranza que analizaré a su debido tiempo. No quisiera concluir el vistazo a las notas de F.P.R.P. sin antes incluir el soneto con que remata su opúsculo. SONETO Ved aquí para siempre ya extinguida, Sangrienta diversión que fué dictada, Por la barbarie más desapiadada, Del siglo de crueldad empedernida. Que vil preocupación envejecida, Mantuvo con tenacidad porfiada, A pesar de verla ya tan odiada, Y de la culta Europa aborrecida. Mas sabia ilustración ya le condena, Aboliéndola alegre y compasiva, De la Española gente que sin pena, Proclama ya gozosa á la atractiva, Dulzura, á la que en fin á boca llena, Con deliciosa voz dice que viva. F.P.R.P.71
Transcurre 1823, apenas recién publicado el Aguila Mexicana, Carlos María de Bustamante arremetió contra el espectáculo de toros. La Aguila Mexicana fue vocero de los yorkinos y fundada por Germán Nicolás Prissette. En su número 14 del 28 de abril apareció el siguiente COMUNICADO. Principio es sabido que los tiranos cuando quieren que los pueblos no conozcan sus grillos ni sus desgracias, los tienen sumergidos en diversiones, ellas les hacen olvidar la libertad, les hacen prescindir del recobro de sus derechos, a tal estado y tan 69
Lecturas..., ib., p. 55. Ib., p. 58. 71 Ib., p. 59. 70
lamentablemente puso Iturbide al pueblo de México. Se horroriza mi corazón sensible a tanta desgracia; y más cuando ve que introdujo unas diversiones que las naciones cultas miran con horror, que solo sirven para encallar (sic) los corazones, para ver con frialdad el asesinato, la sangre y la muerte; tal es, público respetable (a quien dirijo estos mal ordenados renglones) las corridas de toros, que si queremos que los pueblos del orbe nos tengan por cultos, es de precisión absoluta abolirlas de nuestra patria. En ellas no reina más que el desorden, la disolución, el lujo y lo fatuo, y por último, cuán poco lisonjero es para una joven tierna, para un delicado niño, el ver que un hombre atrevido se presente con serenidad al frente de una fiera, que resiste su choque, y que después de estar lidiando con ella, la inmola a la punta de una espada: estas impresiones feroces se arraigan en su corazón, y he aquí como se forman los hombres insensibles al dulce encanto de las artes, al hermoso atractivo de la virtud. "¡Mexicanos!, desterremos de nuestro país estas bárbaras diversiones, substituyamos a ellas la que resulta de la agricultura, veamos allí uncidos para librar la tierra, esos animales que dan alimento al hombre laborioso, y no exponiendo la vida de nuestros paisanos. Quiero pasar en silencio, porque son notorias las faltas y excesos que contra la moral pura se cometen, y reducir este comunicado para impetrar del Gobierno, que esa plaza de toros que nos está quitando la vista hermosa de la de Armas,72 se destruya, y si tuviese parte alguna en el valor de ella, o por mejor decir el de las maderas, se emplee en una biblioteca pública de libros modernos, que tanta falta nos hace, y de los que emana la sabiduría, reemplácese lo que demuestra nuestra estupidez, con lo que haga efectiva una ilustración y cultura. ¡Ojalá mis votos sean oídos!, y vea yo cumplidos los deseos que me animan en favor de mi patria, para la que existo solamente. M.B. "NOTA.-He oído por opiniones de liberales y serviles, que se le trata de pegar fuego a la plaza; si el Gobierno no la hace quitar, sentiría cualquier desgraciado suceso. Quítese, pues, este estorbo. B."73
Bustamante es un historiador del periodo independentista y sus visiones destacan continuamente las características de los personajes excepcionales de su época. Y aún más: la historia para Bustamante estará constituida por la puntual y detallada narración de todos aquellos hechos de los hombres que atendieron a acelerar o retardar el plan trazado por la Providencia. De todo esto, seguramente se deriva el calificarlo como el mitómano de la historia decimonónica en su primera mitad. Y todo cuanto encontramos aquí no es más que reflejo de esa visión ilustrada (pero de una ilustración falta de rigor, que cae en el populismo) que recogieron muchos en aras de darle a la nueva identidad un esquema propio; que no se logró del todo. Como no se logró que su "Comunicado" hiciera daño. Inmediatas y sintomáticas se fueron mostrando las expresiones de esas nuevas estructuras sociales, vestidas con ideas propias del progreso que desarmonizaban con el legado colonial roto apenas unos años atrás. En 1826, la Gaceta Diaria de México y en su número 57, tomo II del 26 de febrero publica un proyecto de ley para abolir las corridas de toros en el Estado de Zacatecas.74 72
Se refiere a la Plaza Nacional que, ya se ve, se construyó al inicio de 1823. Lanfranchi, ib., p. 125. 74 Ib., p. 126. "Congreso Constitucional del Estado libre de Zacatecas, Proyecto de ley para abolir las corridas de toros. Señor: En los días domingo y lunes de esta semana ha visto Zacatecas las últimas corridas de toros con que han concluido los empresarios la contrata celebrada con el Ayuntamiento de esta ciudad. Felizmente en ella no se han visto mayores desgracias, con proporción al largo tiempo de su duración; pero no obstante, costaron la vida a un infeliz, y otros escaparon, como se dice vulgarmente, en una tabla, han sufrido heridas, fracturas y contusiones de todas clases. Dejo aparte el número asombroso de caballos que lastimosamente se han visto perecer, y el todavía mucho mayor de los mismos toros que han sido sacrificados acaso de la misma manera que los mansos e indefensos corderos. Unos y otros pedían, señor, haber socorrido la indigencia de muchas familias, ya bien pegados, los unos a los espeques de los malacates, o ya los otros extrayendo de la tierra la riqueza agrícola, ocupando la diestra mano del afanoso labrador. 73
Llama la atención aquí, una nueva réplica del opúsculo PAN Y TOROS cuya influencia en México fue determinante para dirigir las ideas por caminos distintos que aseguraran un bienestar y un cambio de la mentalidad seriamente influida por todos aquellos sentidos heredados por tres siglos españoles en México. Se siente por la parte del Sr. Murguía -autor de dicha propuesta- un prurito, un temor al "qué dirán" cuando apunta: "no nos expongamos los americanos, así como los españoles, a la crítica justa de las naciones cultas". Parece ser esta una actitud poco congruente, (el dilema de O' Gorman de liberales vs. conservadores ayuda a explicar este comportamiento) temerosa quizás de las leves garantías que ofrece en esos momentos la condición de un periodo comprendido entre 1824 y 1835 donde puede verse bien a las claras el sistema variable de aplicación no de un programa; sí de varios que emergieron como lógica respuesta de proporcionar a México posibilidades que no basamentos concretos para asegurarle prosperidad y confianza por alcanzar los objetivos trazados. A todo lo anterior, no hay como recomendar un excelente escrito, el que elaboró la Doctora en Historia María del Carmen Vázquez Mantecón, y que se refiere a La fiesta para el libertador y monarca de México Agustín de Iturbide, 1821-1823, texto publicado en la revista “Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México”, 36. (UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas) el cual es de vital importancia para entender de mejor manera el contexto de aquellas celebraciones.75
¿Y acaso, señor, son éstos los únicos desórdenes conque se ha embriagado el pueblo de Zacatecas en el largo período de las corridas de toros? Es innegable que en ellas, según se expresa un célebre escritor español, se presentan el lujo, la disolución, la desvergüenza, el libertinaje, la estupidez, la truhanería y todos los vicios que oprobian la humanidad y la racionalidad como en el solio de su poder, y por último, es también innegable, que ellas son la escuela de la corrupción de las costumbres. Haría yo, señor, un notorio agravio a las brillantes luces de los individuos que componen esta honorable asamblea, si me ocupara en demostrar las verdades que dejo sentadas; pero no puedo menos que llamar vuestra atención a lo siguiente: ¿Cuál es el origen de las corridas de toros? No es otro a la verdad, según confiesan los mejores críticos, y entre ellos el célebre Feijoo, que el tiempo de barbarie de los romanos de quienes adoptaron los españoles las leyes y muchas costumbres. El juego de los gladiadores y los circos en que los reos condenados a muerte se exponían a ser despedazados por fieras, han sido el verdadero origen de los espectáculos de toros, y los españoles han sido los únicos que han conservado esta bárbara costumbre, que con razón han repugnado las demás naciones ilustradas de la culta Europa. Si pues, señor, al independernos de la España hemos tomado por pretexto y motivo su barbarie, su crueldad que ha usado con nosotros en el largo tiempo de más de tres siglos, si hemos ridiculizado y abjurado también alguno de sus usos y costumbres ¿conservaremos aún para oprobio nuestro acaso la más bárbara, y la más opuesta a la dulzura de costumbre, que debe ser la divisa del carácter republicano? No, señor, lejos de Zacatecas profanar por más tiempo la humanidad misma, que se horroriza con escenas trágicas y lastimosas; seamos consiguientes con la suavidad e inocencia de costumbres; que procuramos diseminar en nuestra naciente sociedad, renunciando para siempre una clase de espectáculos opuesta en sí misma a las luces del siglo: no nos expongamos los americanos, así como los españoles, a la crítica justa de las naciones cultas, y no demos lugar a que alguno diga de nosotros lo que el mismo Madrid el año de 1794, haya pan y toros, y más que no haya otra cosa. Gobierno ilustrado, pan y toros pide el pueblo, y pan y toros es la comidilla de España, y pan y toros debe proporcionársele para hacer en lo demás cuanto se le antoje. He concluido, señor, para no distraer más tiempo vuestra ocupada atención, y sólo añado la proposición siguiente, o sea proyecto de ley, sujetándola a la deliberación de este honorable Congreso: a saber Quedan prohibidas para siempre en el Estado de Zacatecas las corridas de toros. Zacatecas, 10 de febrero de 1826. Murguía." 75 Disponible en internet, julio 28, 2021 en: https://www.researchgate.net/publication/41675907_La_fiesta_para_el_libertador_y_monarca_de_Mexico_Agus tin_de_Iturbide_1821-1823
Antes de concluir, considero importante agregar las siguientes interpretaciones, complementarias a todo el panorama que Antonio Méndez puso en valor. I Pepe Hillo, in Illo tempore. En la época, o en los tiempos de José Delgado que para conocerlos mejor, basta con acercarse a su “Tauromaquia o arte de torear” (1796), fueron principios que quedaron establecidos con objeto de consolidar al toreo de a pie, cuya génesis ya había cobrado forma con otro método, escrito por Eugenio García Baragaña e intitulado “Noche phantástica, ideático divertimento que demuestra el método de torear a pie…” dado a conocer en el Madrid de 1750. Ambos, permitieron un encaminado afianzamiento que alcanzó su primera gran cima con la aportación realizada por Francisco Montes “Paquiro” en 1836. Esa evolución es más que conocida en España. Sin embargo, en la Nueva España solo se percibió un contundente vacío de información, sustituido más en la práctica que en la teoría gracias a la presencia de Tomás Venegas “El Gachupín toreador” y años más tarde, en el México independiente, con la influencia ejercida por Bernardo Gaviño, dos columnas vertebrales que nutrieron con su hispana formación el ambiente taurino que, en el México de su primer gran transformación; o del virreinato a la independencia; acabó por darle espíritu de mestizaje. Al cabo de los años se consolido en un nacionalismo proveniente más del ámbito rural, con fuertes influencias reflejadas en dos referencias que pueden verse y leerse, tanto en “Rusticatio mexicana” de Rafael Landívar, S.J., como del texto “El Ranchero”, que forma parte de los “Mexicanos pintados por sí mismos” y hasta la llegada de Luis G. Inclán quien con su novela de costumbres “Astucia” afirma este supuesto. Curiosamente Inclán, decide publicar e ilustrar la “Tauromaquia” de Francisco Montes, en cuya edición de 1862, se presentan varias imágenes donde está presente ese protagonismo a caballo. Recuperando el “hilo” de esta apreciación, todo ello nos encamina a entender cuál era o cómo era la práctica del toreo de a pie y a caballo en los primeros 30 años del siglo antepasado en México. Pocos testimonios se tienen al respecto y son aún más escasas las referencias con las cuales intente contribuir la prensa de entonces. ¿Cómo influye, en al menos dos personajes: José Delgado y Tomás Venegas, el aliento de una “Noche phantástica”? No me refiero a las “Mil y una noches”, sino a aquel derrotero que tomará el toreo, tanto español como novohispano durante el último tercio del siglo XVIII. Ambos eran contemporáneos y con mucha seguridad bebieron de la fuente que, Eugenio García Baragaña había establecido en su curiosa obra “Noche phantástica…” Como sabemos, Delgado no abandona su patria, en tanto que Venegas, apodado como el “Gachupín toreador”, se instala en nuestro territorio durante el curso de la sexta década del mejor conocido como “siglo de las luces”. Las condiciones técnicas, e incluso estéticas en aquel mediodía del XVIII español no alcanzaban a definirse, por lo que fue necesario esa primera contribución, la de García Baragaña por medio de la cual hace notar algo que no era ajeno al toreo practicado por entonces. Imagino a una buena cantidad de individuos bajo la idea no solo de participar, sino también de protagonizar en una cada vez más configurada estructura, que se verá culminada en el siguiente gran intento, por la “Tauromaquia”, esa contribución teórica proporcionada por “Pepe Hillo” en 1796.
BIBLIOTECA GARBOSA.
Lo interesante es encontrar ya en ruedos de aquella futura nación que se conocerá como México, el desempeño de un torero que asuma o haga suyo de entrada un calificativo peyorativo con el cual se familiarizó con los nuestros. Anunciarse como el “Gachupín toreador” no era una casualidad. Para ello recurro a “Morralla del caló mexicano” de mi entrañable amigo Jesús Flores y Escalante que anotó al respecto: Gachupín (a). m y fem. adj. pop. Español. La mentalidad revestida de xenofobia del mexicano provoca estos calificativos despectivos. Al francés le llama gabacho y al norteamericano gringo. Como decía el intelectual André Bretón, México es eminentemente un país surrealista, ya que por otro lado cultiva fervorosamente el malinchismo. (2004, 101). Hasta donde existe información, Tomás Venegas desarrolla su magisterio en la capital de la Nueva España, sitio en el cual hizo crecer su radio de influencia y presencia, formalizándose así cierto número de cuadrillas donde los de a pie encabezan la puesta en escena, acompañados por los de a caballo, banderilleros y “locos” que los hubo por aquella época considerados como profesionales. Conforme nos acercamos al bicentenario de la conmemoración del fin de la Independencia, con la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México, conviene entender los efectos que se episodio causó en la composición taurina de entonces. La escasa o nula información textual o iconográfica nos lleva a especular que la práctica de este ejercicio se desarrollaba por estos territorios, de conformidad con el aprendizaje e influencia que pudo imponer quien fue en su momento un espada popular –me refiero a Tomás Venegas-, sin perder la tónica de la que llegó permeado aunque siendo flexible con el común denominador impuesto como práctica cotidiana en los ruedos novohispanos, donde no puede soslayarse la apreciación que haría en su momento el jesuita Rafael Landívar en cuya descripción abunda el toreo rural. En todo esto, cooperaron y mucho la propia “Tauromaquia” y las célebres ilustraciones de Francisco de Goya. El cruce de ambos personajes dará por resultado el andamiaje con el cual será recibida la tauromaquia al comenzar el siglo XIX de uno y otro lado del Atlántico.
II
Arranque del paseo de la Viga al SE de la ciudad de México, vista que quizá se tendría desde la plaza de toros de San Pablo.
Gracias al transcurrir de los últimos doscientos años, la influencia de dos “Tauromaquias”, la de Pepe Hillo (1796) y la de Francisco Montes Paquiro (1836). Y también a la presencia, aplicación y evolución del reglamento taurino en lo general, con sus naturales altibajos, es como apreciamos hoy el desarrollo organizado de un festejo taurino. Pero aquel alumbramiento y primera etapa de su desarrollo no fue lo suficientemente afortunado, sobre todo en México, por lo cual, distanciado de España no evolucionó lo requerido, alcance solo logrado con la implantación de la “reconquista vestida de luces”, la cual alcanzó su cenit en 1887 y de ahí en adelante. Para entender entonces cómo se comportó el toreo mexicano, o a la “mexicana”, contamos con una imagen que se convierte en la más aproximada interpretación en una tarde de toros. me refiero al pequeño retrato al óleo sobre lámina que pintó el alemán Juan Mauricio Rugendas en 1833, y todo parece indicar, se trata de la tarde de la reinauguración; es decir, el 7 de abril de aquel año. Me refiero a la entonces mejor conocida como Real plaza de toros de San Pablo. A la izquierda, quedó planteado el palco más importante, mismo que ocupo en aquella ocasión, el vicepresidente D. Valentín Gómez Farías, presencia afirmada por dos banderas y gallerdetes tricolores. Es muy probable que en aquella ocasión, se hayan encontrado en el coso tanto Rugendas como Mathieu de Fossey, e incluso por Carlos María de Bustamante, que se constituye cada uno de ellos en fuente de información de primera mano.
Chinaco en el XIX
Regresando a Rugendas, la perspectiva o telón de fondo que plantea en su “miniatura” es el tendido de sol y parte del de sombra, desde donde se puede observar el remate con la cúpula de la iglesia de San Pablo, que se encontraba a las espaldas del coso. Observamos poco más de la mitad del ruedo y donde destaca la proyección solar. Aparecen en el ruedo, al menos 16 individuos así como cinco caballos y el toro correspondiente lidiado en esos momentos. El centro de atención es el instante en que el toro es obligado a embestir a la cabalgadura. La res lleva un curioso aditamento que cubre una buena parte del lomo y costados, cubierta a donde fueron a colocarse las más de 20 banderillas que refiere en un momento M. de Fossey. También es fácil reconocer el uso de la anquera en al menos uno de los caballos. Dos de los de a pie llevan y flamean sendos capotillos que no necesariamente corresponden al tamaño de los actuales. Otro atractivo es la vestimenta, donde los de a caballo parece ir a lo “chinaco”, tocados de un sombrero que no es, ni por asomo el castoreño. En cuanto a los de a pie, se aprecia una importante insinuación del traje de los “chulos” o majos no solo retratados por Goya, sino por Paret, Carnicero Camarón y Rodríguez de cuya obra, la de este último recojo algunas de sus ilustraciones, publicada en 1801.
Sobresale de cuerpo entero, una cuarta después de la valla, el que parece ser un sacerdote, entusiasta por cierto, porque encomia desde su postura las maravillas que estaba admirando, e incluso, mal pensado que soy, hasta pudo decirle algo al oído al charro picador que se encontraba apenas a la mínima distancia. Vayan ustedes a saber…
Aparece de espaldas y en primer plano quien podría ser el primer espada llevando una capa roja, que desciende de su hombro izquierdo, quien se mantiene a la expectativa con una actitud corporal que parece indicarnos que se trata del “Capitán” de la cuadrilla. No hay monosabios como hoy día, pero puede presumirse la presencia de dos “locos” quienes participaban activamente.
La Jornada (edición digital) del 30 de julio de 2021.
Como punto final puedo anotar la presencia del toro que en el momento preciso de embestir a la cabalgadura, sale de una especie de nube de humo, probablemente resultado de la colocación de una banderilla de fuego. No hay información precisa de su procedencia, sin embargo entre las haciendas que enviaron ganado a la plaza capitalina por aquellos días, se encuentran Atenco, la Goleta, del Rosario, la Cueva, Sajay, Astillero, Golondrinas, El Salitre, Tenango, la Magdalena, Tlahuelilpa, San José del Carmen y San Nicolás, propiedad de padres agustinos o Molino de Caballeros, Paredón, Mextepec, Tecocomulco entre otras. Otro de los de a pie intenta colocar el par de banderillas en la que hoy puede entenderse como suerte a “la media vuelta” en tanto que los locos se mantienen pendientes. Ahora bien, todo este bien identificado caos puede responder a condiciones anárquicas, deliberadas, en las que no hay más propósito que el continuo acoso a los toros, “lidia” que traía por consecuencia lo que en una especial observación hecha por Antonio García Cubas lleva a confirmar el nivel de exceso (que podría ser calificado o definido como crueldad) cuando apunta: No fueron muchas , las corridas de toros a las que me llevaron siendo niño, y sólo me referiré en este artículo a la primera y a la última de aquellas a que asistí. No han podido borrarse de mi memoria los sangrientos episodios de que, por primera vez, fui testigo en la gran plaza de San Pablo, como que vi tendidos, muertos en la arena, diecisiete caballos y un picador, por lo que debes figurarte, lector amable, que la tal corrida no pudo causarme agradable impresión. (1978, 355).
Por lo tanto, García Cubas descalifica el espectáculo taurino al que no presta el mismo tono de Guillermo Prieto, por ejemplo. Si quien aparece de espaldas es Bernardo Gaviño, lo puede decir su figura arrogante, una insinuación de patillas, la pequeña montera y al parecer un atado que lleva en la parte
posterior, que de redecilla pasó a atado, señal de la que con el tiempo se convertiría en la coleta.
No se observa o distingue callejón desde la perspectiva de Rugendas. Afortunadamente es Fossey quien nos dice que existía una valla, aunque en este caso tampoco es posible apreciar un solo burladero. Un último punto a observar es la luminosidad con que está planteada dicha vista, la cual nos permite encontrar diversas lecturas que aquí han quedado expresadas.
En su momento mencioné a Rafael Landívar, S.J. de quien a continuación me refiero. POR LOS CAMPOS DE MÉXICO. RUSTICATIO MEXICANA. LOS TOREROS CRIOLLOS EN LA OBRA DE RAFAEL LANDÍVAR Uno de los mejores relatos sobre el papel de los “toreros” anónimos en la Nueva España, lo escribió fielmente Rafael Landívar S.J. (1731-1793) en su obra Por los campos de México.76 Allí quedaron plasmadas las formas de ser y de vivir del criollo, quien se identifica plenamente en el teatro de la vida cotidiana pasados los años centrales del siglo XVIII. Por los campos de México, publicada en Bolonia en 1782 está compuesta en bellos hexámetros, que es el verso épico por excelencia. Además, el padre Landívar se prodigó especialmente en esta obra ya que fue uno de los poetas mayores de la latinidad moderna, puesto a la altura de Poliziano, Frascatorio o Pontano, en opinión de Menéndez y Pelayo. De entrada nos dice: "Nada, sin embargo, más ardientemente ama la juventud de las tierras occidentales como la lidia de toros feroces en el circo". Son las primeras visiones de Landívar -hechas probablemente antes de la expulsión de los jesuitas en 1767-, donde "sale al redondel solamente el adiestrado a esta diversión, ya sea que sepa burlar al toro saltando, o sea que sepa gobernar el hocico del fogoso caballo con el duro cabestro". La formación de Landívar como jesuita permite contemplar un amplio espectro de la sociedad novohispana en general, y del espectáculo en particular, por lo que en otra parte de sus apuntes anota: "Preparadas las cosas conforme a la vieja costumbre nacional..." encontrarnos que el toreo en México, en aquel entonces, cuenta ya con las bases que le dieron carácter al espectáculo, mismo que presenció en alguna provincia, puesto que no vemos en su descripción ninguna referencia a plaza "formal". El autor describió la salida al ruedo de un novillo "indómito, corpulento, erguida y amenazadora la cabeza" y ante él, el lidiador "presenta la capa repetidas veces a las persistentes arremetidas [donde] hurta el cuerpo, desviándose prontamente, con rápido brinco [que] esquiva las cornadas mortales". Estamos ante el origen mismo del toreo de a pie en su forma definitiva. La fiesta que presenció Rafael Landívar tiene sorpresas reveladoras. Luego de admirarse de la bravura de aquel toro "más enardecido de envenenado coraje", salió el lidiador "provisto de una banderilla, mientras el torete con la cabeza revuelve el lienzo, [y] rápido le clava en el morrillo el penetrante hierro...", y ya que el astado tiene clavada una banderilla, "el lidiador, enristrando una corta lanza con los robustos brazos, le pone delante el caballo que echa fuego por todos sus poros, y con sus ímpetus para la lucha. El astado, habiendo, mientras, sufrido la férrea pica, avieso acosa por largo rato al cuadrúpedo, esparce la arena rascándola con la pezuña tanteando las posibles maneras de embestir". Toda esta escena es representativa del modo inverso en que se efectuaba la lidia: es decir, banderillaban primero y después lo picaban, e incluso, deben haberse mezclado las suertes aprovechando una ciega bravura del toro, dato que sorprende pues revela un tipo de embestida hasta entonces desconocida, en virtud de que la crianza y selección como se conocen hoy en día, no eran métodos comunes entre los señores hacendados. O lo que es lo mismo, no había evidencia clara en la búsqueda de bravura en el toro, desde un punto de vista profesional. 76
Rafael Landívar, S.J.: Por los campos de México. Prólogo, versión y notas Octaviano Valdés. 2ª. Ed. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1973.XXVI-218 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 34).
"La fiera, entonces, más veloz que una ráfaga mueve las patas, acomete al caballo, a la pica y al jinete. Pero éste, desviando la rienda urge con los talones los anchos ijares de su cabalgadura, y parando con la punta metálica el morrillo de la fiera, se sustrae mientras cuidadosamente a la feroz embestida". Fascinante descripción de la suerte de varas, misma que se efectuaba seguramente de forma parecida a la actual, con el pequeño detalle de que los caballos no llevaban peto. Se intentó darle orden al espectáculo, pues es posible que se encontrara una autoridad, la cual mandaba "que el toro ya quebrantado por las varias heridas, sea muerto en la última suerte" seña de la formalidad que se pretendió imprimirle a la fiesta, que a pasos agigantados se alejaba de una improvisación muy marcada. "...el vigoroso lidiador armado de una espada fulminante, o lo mismo el jinete con su aguda lanza, desafían intrépidos el peligro, provocando a gritos al astado amenazador y encaminándose a él con el hierro". Momento de encontradas situaciones donde el matador y el jinete decidían por un mismo fin: la muerte del toro. Parece como si todavía permanecieran grabadas las sentencias que impuso la nobleza al atravesar con la lanza al toro y así, dar fin a un pasaje más de la diversión. Landívar marca un lindero entre el torero de a pie y el de a caballo: "El toro, (...) arremete contra el lidiador que incita con las armas y la voz. Este entonces, le hunde la espada hasta la empuñadura, o el jinete lo hiere con el rejón de acero al acometer, dándole el golpe entre los cuernos, a medio testuz, y el toro temblándole las patas, rueda al suelo. Siguen los aplausos de la gente y el clamor del triunfo y todos se esfuerzan por celebrar la victoria del matador". Finalmente, el protagonista de todo este relato fue el torero que echó pie a tierra, quien expuso su vida en esos difíciles momentos de cambio: la transición del siglo XVIII al XIX. Este último recibió un toreo cuyo valor alcanzó momentos de verdadera grandeza.77 Respecto a lo apuntado sobre la apreciación en Los mexicanos vistos a sí mismos, deseo incluir a continuación y de manera facsimilar la sección dedicada a El ranchero para que los lectores comprendan directamente tan interesante contenido. Es importante recomendar que dicha lectura se haga con intención de encontrar todos aquellos mensajes que provienen de la hechura rural y que se incorporaron, como lo anotaba en su momento Mathieu de Fossey de manera tal, que durante buena parte del XIX mexicano, quedó concebida como una expresión híbrida, hasta que tuvo una enmienda afortunada a partir de 1887, año en el cual se registra el primer síntoma de la “reconquista vestida de luces”.
77
José Francisco Coello Ugalde: Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., España-México, Editorial “Campo Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs., p. 48-51.
Los mexicanos pintados por sí mismos. Por Hilarión Frías y Soto, Niceto de Zamacois, Juan de Dios Arias, José María Rivera, Pantaleón Tovar e Ignacio Ramírez. Reproducción facsimilar de la Edición de 1855. México, Librería de Manuel Porrúa, S.A., 1974. 290 p. Ils., facs., p. 191-205.
CONCLUSIONES: A través de un figurado Antonio Méndez es como ha sido posible conocer parte del desarrollo taurino mexicano entre los años 1815 y 1833, luego de un exhaustivo estudio, cuya limitada información nos acerca a la “rocalla de historia”, título tal cual de una obra del historiador Victoriano Salado Álvarez. Datos y cabos sueltos permitieron tejer de manera muy fina la presente interpretación que viene a sumarse, como un testimonio más, al conjunto de documentos con que se rememoran los 200 años de la consumación de la independencia de nuestro país, en espera de que su manufactura y contenido sean de utilidad para los interesados en asunto tan particular como el de las diversiones públicas, y donde la fiesta de toros ocupa el lugar principal.
Ciudad de México, septiembre de 2021. José Francisco Coello Ugalde Maestro en Historia y Dr. en Bibliotecología y Estudios de la Información.
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