Galería de toreros Méxicanos de la t a la z

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GALERÍA DE LA T a la Z Y ANEXOS.



JUSTIFICACIÓN DE LA T a la Z y ANEXOS. El valor de la presente obra se encuentra en el hallazgo de todos aquellos hombres y mujeres que decidieron intervenir o protagonizar en el fascinante espectáculo de los toros, entre los años de 1526 a 1900. Las fuentes de todo tipo, fueron nutriente para recoger, en cada una de ellas, datos sobre lo hecho por cada uno de quienes hoy integran la presente nómina. Aún quedan pendientes muchos registros, debo reconocerlo. Sin embargo, la intención se mantendrá alerta, pendiente para disponer de los mejores datos y elementos. Se acompaña la última entrega, de un conjunto de anexos que serán complemento de todo lo ya dicho, siendo los temas, como sigue: -GALERÍA ILUSTRADA DE TOREROS MEXICANOS Y EXTRANJEROS QUE ACTUARON A LO LARGO DEL VIRREINATO Y EL SIGLO XIX MEXICANO. -PRIMEROS TOREROS NOVOHISPANOS QUE A PIE O A CABALLO ENFRENTARON LEGALIDAD Y TRADICIÓN. -LOS SEÑORES DE A CABALLO SE VAN TROTANDO, TROTANDO HASTA DESAPARECER. EN MEDIO DE UNA NUBE DE POLVO EL TOREO SE HACE PUEBLO. -500 AÑOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. (XIV). LOS PROTAGONISTAS, A PIE y A CABALLO. SIGLO XVI; SIGLOS XVI-XVIII. -EL CASO DE 60 PERSONAJES QUE PRETENDIERON ACTUAR EN 1814. -SE PUBLICA UN 6 DE JUNIO DE 1850 LA PRIMERA CRÓNICA TAURINA, DEBIDA AL TÍO NONILLA. -UNA PROTAGONISTA SIN NOMBRE. SOBRE UN ÓLEO CON MOTIVO TAURINO, PINTADO EN MÉXICO HACIA 1860. -ALGUNAS REMEMBRANZAS TAURINAS DE MANUEL LEAL. -LOS TOREROS ESPAÑOLES QUE VINIERON A MÉXICO ANTES DE 1907. -TOREROS MEXICANOS ANTERIORES A 1907 -CHARRERÍAS. LOS PRIMEROS CABALLOS Y LOS PRIMEROS JINETES EN MÉXICO. Del mismo modo, va la amplia bibliohemerografía consultada para que no faltara nada de lo indispensable. Como ya lo he advertido, si algún dato ofrece información que no corresponde con la realidad, o porque incluso se puedan integrar otros personajes, y esto debido a la lectura que realicen los navegantes en este portal, me permito poner a su disposición el siguiente correo electrónico para entrar en comunicación directa: josecoello1962@hotmail.com De nuevo, comparto mi invitación para que conozcan los nuevos datos aquí aportados, no sin antes agradecer una vez más el inapreciable apoyo que FOMENTO CULTURAL TAUROMAQUIA HISPANOAMERICANA realiza para divulgar la presente obra. Sin la decidida participación de Juan Pablo Corona Rivera y de Óskar Ruizesparza, esto no habría sido posible, simple y sencillamente. Deseo disfruten como un servidor, la presente compilación biográfica de todos quienes de una u otra forma, protagonizaron y dejaron huella en la tauromaquia mexicana de aquellos siglos. Ciudad de México, mayo de 2020. José Francisco Coello Ugalde Maestro en Historia.



T TAGLE, Pedro: Picador de toros, que llegó a actuar con alguna frecuencia sobre todo en la plaza de Durango. El Arte de la Lidia, año II, 2ª época. México, oi.05.1886, N° 18. TALAVERA, Demetrio: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. TALLEDO, Manuel, El Gachupín: Al anunciarse en esos términos, se desconoce si era mexicano o español. Actuaba como banderillero. Esto lo hizo en la plaza del “Progreso”, Guadalajara, Jalisco en los primeros días de diciembre del año 1889. (R. M. M., 355). TAMARIT CHÁVEZ, Francisco: Matador de toros hispano-mexicano, quien muere en México el 20 de septiembre de 1964, aunque su cadáver no fuera encontrado hasta tres días después. (J. M de C, VI, 508).

TAPIA, Higinio: Banderillero de nacionalidad mexicana, que toreaba en ruedos de su país durante las décadas tercera, cuarta y quinta del presente siglo. Ya retirado de su quehacer torero falleció en México el 1° de febrero de 1960, a los sesenta y seis años de edad. (J. M de C, VI, 508). TARAVILLO, Gregorio, Platerito: Nació en Madrid el 4 de junio de 1882 y tomó la alternativa en Cartagena el 1° de agosto de 1909. Era de “este” tamañito, y practicaba el toreo con más maña que con valor o arte. (Semblanza de Alfonso de Icaza “Ojo”). TARIMBEÑO, El: No poseemos el nombre de este torero profesional de a pie, pero sí sabemos que intervino en la temporada de corridas hechas en la plaza de San Lucas de México –con objeto de recaudar fondos para obras reales- entre 1790 y 1791, así como en la que se dio durante diciembre de 1791 en Celaya, cuando la proclamación de Carlos IV en dicha ciudad. (BFH, 2012, 390).


TEJEDA, Narciso, la Borreguita: Banderillero mexicano, que nació en León, Guanajuato. Empezó toreando en una uadrilla de niños toreros, distinguiéndose desde un principio más dando el salto de la garrocha, cosa que hacía con gran limpieza, que poniendo banderillas. En el mes de febrero de 1910, actuando en la plaza de Sombrerete (Zacatecas), un toro de la vacada de Guanitapé le cogió y volteó aparatosamente, causándole tan graves heridas que falleció a consecuencia de ellas el 14 de marzo siguiente. (J. M de C, III, 939). TÉLLEZ, Guadalupe: Lazador, quien ya realizaba dicha labor hacia 1886, de acuerdo a un cartel que dice: PLAZA DE TOROS DE TLALNEPANTLA. GRAN CORRIDA A FAVOR DE LA BENEFICENCIA ESPAÑOLA. DOMINGO 11 DE ABRIL DE 1886. Lazadores: (…) y Guadalupe Téllez. TÉLLEZ, José: Torero profesional de a caballo. Toreó, durante diciembre de 1796, en un circo de madera que se había construido en el Paseo Nuevo de Bucareli. (BFH, 2012, 390). TÉLLEZ DE TREJO, Juan: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.1 TÉLLEZ DE TREJO, Simón: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.2 TENES, Jesús: Matador de toros. nació en 1887 en la ciudad de Guadalajara. Después de lograr hacerse un nombre como novillero y obtener la aprobación del público, decidió tomar la alternativa. Dicha ceremonia tuvo lugar en el antiguo “Toreo”, el 27 de febrero de 1909, cediéndole la muerte del primer toro de la tarde, el espada español, Julio “Relampaguito”. Se distinguió este torero por su valentía y el buen estilo que tenía a la hora de matar las reses. Retirado de la profesión, se instaló en la ciudad de Mazatlán, dedicándose a diversos negocios. (A. L., 279).

TENORIO, Javier: integrante de una cuadrilla de a caballo. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo.

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María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 2 Op. Cit.


TENORIO, Manuel: Torero profesional de a caballo. Participó en las corridas que, finalizando 1789, se ofrecieron al conde de Revillagigedo por su venida al virreinato de la Nueva España. (BFH, 2012, 390). TENORIO, Xavier: Torero profesional de a caballo. Fue –de los montados- el que más cobró por su participación en las fiestas con las que, durante 1815, se conmemoró en el Volador la restitución de Fernando VII al trono de sus mayores. Asimismo, intervino en la temporada celebrada en la Plaza de San Pablo durante 1817 con motivo del casamiento del propio “Deseado”. A principios de 1819 fungía como jefe de la cuadrilla de a caballo contratada por la empresa de la Real Plaza de San Pablo. (BFH, 2012, 391). TERÁN, José, Cuquito: Banderillero de origen español, colocado ya en algunos carteles –sobre todo en plazas aledañas a la ciudad de México-, desde 1886. TERESILLA, Antonio: Torero de a pie. Actuó en Toluca, alternando con Pablo Mendoza el 8 de junio y 27 de noviembre de 1860. TOLEDO, Rafael, Paleño: Matador de novillos malagueño. Empezó toreando como banderillero hacia 1898 en plazas de Portugal, donde llegó a alcanzar bastante nombradía. Marchó a México más tarde, dedicándose aquí a estoquear novillos durante varios años, sin haber logrado en esta especialidad entusiasmar a las gentes. (J. M de C., III, 942). TORRE, Atenógenes de la: Picador de toros que goza de buen nombre en la república mexicana. Toreando en la plaza de Bucareli en la tarde del 15 de septiembre de 1895, fue alcanzado por el tercer toro de la corrida, resultando con dos heridas en la pantorrilla derecha, de bastante gravedad. (L. V., 124).3 TORRE, Atenógenes de la: Lidiador mexicano, pariente del anterior, que como banderillero y matador de novillos figuraba en 1885. Abrazó la profesión en 1878 o 79 y toreó a las órdenes de Ponciano, Gaviño, Hernández y otros diestros. (L. V., 124). SUERTE DE “EL SALTO POR LA VIDA” EJECUTADA POR ATENÓGENES DE LA TORRE EN 1887.4 Para entender a qué suerte me refiero, nada mejor que acudir a una recreación que se publicó en aquellos famosos números monográficos de Revistas de Revistas dedicados al tema de los toros en 1937. Allí, el dibujante logró este magnífico apunte:

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Hasta donde se sabe, sólo hubo un Atenógenes de la Torre. Véase a continuación como Leopoldo Vázquez cae en una confusión. 4 Sobre este personaje, publiqué la siguiente entrega en el blog de mi responsabilidad: https://ahtm.wordpress.com/2015/02/11/suerte-de-el-salto-por-la-vida-ejecutada-por-atenogenes-de-la-torre-en1887/, con fecha 11 de febrero de 2015.


El salto con dos garrochas. En Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXVII, Nº 1439, 19 de diciembre de 1937. Sin embargo, se puede deducir que no es la sola suerte que nosotros estimamos como de “El salto con dos garrochas” así, sin más. Tiene otro trasfondo, que por fortuna nos permite entender en qué consistía, quién la ejecutaba y cuando se realizó, por lo menos entre lo que nos dicen los registros periodísticos de aquellos años finales del XIX. El que tengo a la mano data de 1887, y sucedió en la plaza de toros de Tlalnepantla, estado de México, el domingo 13 de marzo de aquel año. Veamos cómo lo dio a conocer, en crónica firmada por PERICO El Diario del Hogar, del 15 de marzo de 1887, p. 2: PRIMERA CORRIDA EN LA PLAZA DE TLALNEPANTLA POR LA CUADRILLA PONCIANO DÍAZ. A la hora anunciada, presente la autoridad y ante una numerosísima concurrencia, salió la cuadrilla capitaneada por el simpático primer espada Ponciano Díaz a hacer el acostumbrado paseo, siendo saludado con estrepitosos aplausos, y acto continuo, un individuo que bajó de los tendidos de sombra le colocó una corona y una banda tricolor y en seguida lo hicieron subir a las lumbreras, en donde una bella dama le obsequió con otra corona y una banda con monedas de oro, cuyos actos fueron saludados por los hurras de la multitud y las dianas de las bandas militares; concluido esto, dio las gracias con una brevísima expresión de agradecimiento. Una vez cambiados los capotes de lujo por los de trabajo, y cada cual en su puesto, dada la señal por el juez, salió Escorpión que fue regularmente picado por Mota y Oropeza, estando muy oportuno Ponciano en los quites; cambiada la suerte, tomó los palos Carlos Sánchez, no luciendo, como otras veces, en este segundo tercio, debido a las malas condiciones del bicho. Suena la hora suprema, y Ponciano, de guinda y oro, toma los avíos, se va al encuentro de su enemigo y después de una lucida faena señaló en buen sitio un pinchazo y en seguida largó una magnífica estocada por todo lo alto, dejándole el estoque, que sacó en seguida con su acostumbrada serenidad, rematando con un buen descabello. Ovación extraordinaria, dianas y palmas.


Es probable que el personaje central sea Atenógenes de la Torre. Se trata de una caricatura, que con seguridad elaboró José Guadalupe Posada y que se publicó en México Gráfico, del 15 de julio de 1888, p. 3. Amarillo, de pies, era el segundo y por nombre Alacrán; algo huido en el primer tercio, dio un tumbo a un picador que estuvo en inminente peligro; pero Ponciano, oportuno al quite, coleó al bicho mereciendo muchas palmas. Sonó por segunda vez el clarín y fue pareado regularmente por Atenógenes. Ya tenemos a Ponciano con los trastos yendo en busca de la fiera a la que despachó de un soberbio metisaca como sólo él los da, después de haber brindado la suerte al tendido de sol. Nueva ovación al arrojado matador. No me tientes, de color amarillo, fue el tercero de la tarde. Atenógenes pide permiso a la presidencia para ejecutar una suerte de mucho arrojo llamada “El salto por la vida” que consiste en citar al toro apoyándose entre dos garrochas y al acercársele la fiera alzarse a pulso, formando una escuadra su cuerpo y salvar así la embestida de la res al pasar ésta entre las dos garrochas. Esta lucidísima suerte, verdaderamente nacional, causó asombro a todos los espectadores y le valió muchos aplausos al diestro, dinero y la felicitación del inteligente capitán. Este toro en las varas, fue blando, Ponciano y Sánchez ejecutaron en este tercio lucidas suertes de capa y fue bien pareado por Pedro García. Una vez cambiada la suerte, Ponciano se dirige a la fiera, que se encontraba en las tablas, costando algún trabajo sacarla y la despacha de un buen metisaca que no necesitó puntilla. Muchas palmas y dianas. El cuarto entendía al nombre de Garboso, era de pies y bonita estampa; en varas fue como el anterior, blando, recibiendo pocos puyazos, a fuerza de buscarlo. Sonó el clarín y Carlos López le adornó el morrillo con tres buenos pares. Cambiada la suerte, se va en busca de la res y después de una buena faena le da una estocada por todo lo alto; nuevos pases para dar otra de la misma manera; más pases y larga otra igual con la que se echó el toro. El puntillero a la primera. Muchos aplausos al matador. El Indio fue el quinto, que era josco, y como salió tan huido volvió al calabozo. En su lugar salió Hiena, prieto y de muchos pies, asustándose de los de a caballo, recibió como 4 o 5 piquetes y saltó al callejón; cambiada la decoración, Guadalupe con algún trabajo y riesgo le dejó tres pares; la fiera volvió a saltar haciendo un paseo por el tendido de sombra causando muchos sustos. Vuelto al redondel, Carlos Sánchez de rojo y plata, toma los avíos de matar, busca a Hiena y después de algunos pases le larga una soberbia por todo lo alto, nuevos pases otras dos, siendo


una de metisaca y otra por lo alto; como la fiera no se echaba a pesar de lo bueno de las estocadas, tocaron a lazo sin hacerse aprecio de la oposición del público a este mandato algo apresurado. Coyote fue el último de la corrida, y como sus hermanos, demasiado blando, saltando varias veces al callejón. Sonó el clarín y Carlos López de cuelga al bicho tres buenos pares. Cambiada la suerte, Ponciano con los trastos respectivos, busca a Coyote, dándole después algunos pases una buena estocada de metisaca. Fue un triunfo el que Ponciano obtuvo antier, sobre todo en el último tercio, parándose con arte y serenidad; a dos bichos les dio estocadas altas. Desde los felices tiempos de Lino Zamora no se había visto dar una estocada como la que dio Ponciano al primer toro; en los quites oportuno y arrojado como siempre; en la capa mucho lucimiento y muy aplaudido. Carlos Sánchez muy trabajador; su primera estocada fue dada en buen sitio por lo alto, en la brega perfectamente. Creemos que con menos precipitación lucirá mucho ese diestro en el último tercio. Atenógenes de la Torre, con un valor que asombró al público, ejecutó una suerte de mucho riesgo; pena causa decirlo, pero los aplausos que oyó, no fueron tan entusiastas como debieron serlo. El resto de la cuadrilla muy bien. El ganado dejó mucho que desear. La entrada como de cinco mil personas. Esta corrida, en su conjunto y a pesar de las poquísimas condiciones del ganado, ha sido la mejor de la temporada y ha puesto de manifiesto el mérito primer espada como matador, quien tuvo también ocasión de revelar sus muchos adelantos en la capa y la muleta. En resumen: su triunfo en la corrida del domingo ha sido por extremo satisfactorio. Dos palabras respecto al Ferrocarril Central, que llevó a los concurrentes: el segundo viaje que trajo a los pasajeros de Tlalnepantla, lo esperaron más de hora y media. El público indignado por esa espera, quemó durmientes y una carretilla, y al llegar a Buenavista quebró algunos vidrios de los vagones. PERICO. De 1880 a 1887 fue banderillero en la cuadrilla de Ponciano Díaz y era verdaderamente notable saltando con dos garrochas al mismo tiempo. Decidió entonces empezar a picar, siempre con Ponciano Díaz, aunque también algunas veces volvió a salir de luces a pie. A fines del mes de enero de 1897, fue a Piedras Negras, Coahuila, y al ser derribado por un toro, este lo hirió mortalmente. (GACETILLA.-El picador Atenógenes de la Torre sufrió una cogida por el segundo toro de la tarde, en la corrida verificada el anterior domingo en la plaza de toros de Piedras Negras. A consecuencias de la cornada, el diestro murió. Gil Blas, N° 1324, del martes 2 de febrero de 1897). (H. L. II., 661). TORRE, Genaro de la: Novillero mexicano, que actuó con alguna frecuencia en festejos celebrados, sobre todo en Tenancingo, Hidalgo, alternando con Ignacio Gómez. Agrega Agustín Linares: Matador de novillos. En el año de 1912, gozaba de cartel por plazas de los estados. En 1914, llegó a tomar parte en un buen número de novilladas en “El Toreo” de la capital. Tuvo un buen éxito en la que actuó en compañía de “Gaonita” e Ignacio Carrillo, con reses del “Cazadero”. Figuró bastante su nombre y toreó con los novilleros punteros de entonces. (A. L., 1958, 280). TORRE, Pedro de la: “Toreador de a caballo”, que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). TORREGOSA, Francisco, El Chiclanero: “Natural de Jerez”, como se llegó a anunciar en los carteles que dieron noticia de su actuación, junto con Antonio Duarte “Cúchares”, el 21 de diciembre de 1851. La cuadrilla que enfrentó “7 toros (o más según el tiempo lo permita) de distintas razas”, estuvo formada por (los primeros espadas “Chiclanero” y “Cúchares”; Banderilleros: Ignacio del Valle,


José Delgado, Antonio Campoo y Manuel Lozano García, todos de Jerez); Picadores: José Arenas, De Chiclana, y Juan Trujillo, de Jerez. (Reservas: Luis Ávila, Pilar Cruz y Diego Olvera). TORRES ARRONA, Bernardino, Torerito: Matador de novillos. Nació en el taurino barrio de Lourdes, de la ciudad de León, Guanajuato, el año de 1888. Ingresó como banderillero en la cuadrilla que a principios de siglo organizara el torero español, Antonio Antunes “El Tobalo”. En ella logró sobresalir, Eligio Hernández “El Serio”, que llegó a matador de toros. figuró “Torerito” como banderillero, empezando después a torear por los estados de Veracruz y Tabasco como novillero y abandonando la profesión en 1915. Formó varias cuadrillas, siendo la última en 1930, en la que actuaba su hijo Jesús Torres, David Moreno y Pepe Larios, como matadores. Ese año, fue presentada con gran éxito, en la plaza de “El Toreo”. Falleció el biografiado, el 1° de octubre de 1945, en su ciudad natal de León, habiendo sido un torero de arrogante figura. Consigno como dato final, que el 12 de abril de 1925, en que se despidió en “El Toreo” Rodolfo Gaona, fungió como asesor técnico de la corrida. (A. L., 282). TORRES, Camilo: picador de toros. Hay un registro de alguna actuación suya en la plaza de toros del Huisachal, el 4 de noviembre de 1883, mismo que aparece en El Diario del Hogar, del 6 de noviembre siguiente, p. 3. TORRES GRANADOS, Cresencio: Banderillero, e integrante de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, encabezada por Antonio Villa y Pedro López. Su nombre aparece en un cartel de la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 19 de mayo de 1907.

Además: Banderillero. Nacido en la ciudad de Guadalajara el año de 1896. Destacó notablemente en la profesión pues fue un buen torero, tanto bregando, como en banderillas. Estando en activo le sorprendió la muerte a causa de una congestión, el año de 1946. (A. L., 283). TORRES, Emilio, Bombita: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. “Bombita”, el fundador de la famosa dinastía, nació en Tomares, Sevilla, el 28 de noviembre de 1874, y quince años después ya andaba por los ruedos repartiendo sonrisas y dando cada estocada como para tumbar a cuanto toro saliese de las vacadas andaluzas.


Su campaa novilleril fue breve y brillante, y le puso término al hacerse matador de toros en la plaza de Sevilla el 29 de septiembre de 1893, en una de las corridas de la clásica feria de San Miguel. Al año siguiente confirmó el doctorado en la entonces coronada Villa, y poco a poco fue imponiéndose el joven Torres, hasta llegar a ocupar, en época difícil porque había varios “magnates”, un lugar en la primera fila. Después de “Guerrita”, que era el amo indiscutible, formaban casi a la misma altura Mazzantini, Reverte, Fuentes, “Bombita” y un poco después “El Algabeño”. Emilio Torres fue expcionalmente simpático, y tan amable, que tuvo por mote el del “Niño de la eterna sonrisa”. Pero no solamente con coba se abrió paso.

Hablóse mucho de su alegría en la plaza; de su enorme voluntad; de sus adornos con la muleta y de sus grandes estocadas. Aquí lo conocimos cierta tarde de fines de 1911 cuando, obligado por ovación del público, saludó sonriente, primero, y emocionado, después. Estaba de espectador en “El Toreo”, y dadas las circunstancias, sus 37 años y su ya remota retirada, ocurrida en Madrid el 6 de junio de 1904, pocas esperanzas teníamos de verlo torear, hasta que por fin anunciósele en compañía de Vicente Pastor y Rodolfo Gaona. ¿Cómo fue que se decidiera a torear “Bombita” en condiciones tan adversas? El dijo que lo hizo empujado por su incontenible afición. Fuese lo que fuese, el caso es que Emilio Torres salió a torear esa tarde y otras dos, ya sin la gallardía de los años mozos, pero sí sonriente y… valiente. Algunas de sus estocadas, verdaderos volapiés, fueron como ecos de un pasado glorioso, y quedaron perpetuadas en fotografías que mostraban claramente al ex “niño de Tomares” llegando con la mano al pelo. Después de la “aventurilla” de México, “Bombita”, regresó a España, sin volver a vestir nunca el traje de luces y dedicándose de lleno a sus importantes trabajos agrícolas en tierras comarcanas a Sevilla. Vive Emilio Torres en la casa número 6 de la calle de Canalejas, en unión de su familia, y parece más viejo de lo que es; tiene 62 años y, aunque está fuerte, todos lo consideran ya como un anciano. Consecuencia de vivir con demasiada prisa. Quien a los 14 años fue torero, a los 19 matador de toros, a los 30 diestro retirado y a los 37 veterano del toreo, es natural que a los 60 sea, para los taurófilos, un recuerdo histórico… (R. de R., 1394, febrero 1937). TORRES, Ricardo, Bombita: Matador de toros español que vino a México al comenzar el siglo XX.


Nació en Tomares, Sevilla, el 20 de febrero de 18979 (hermano menor de Emilio Torres “Bombita” o “Bomba”). De 1895 a 1897 estuvo en la “Cuadrilla Juvenil Sevillana” que encabezaba Juan Domínguez “Pulguita Chico”. Recibe su alternativa el 24 de septiembre de 1899 en Madrid, siendo su padrino José García “Algabeño”, y como testigo Domingo del Campo “Dominguín”, con el toro “Cachucho” del duque de Veragua. El 19 de octubre de 1913 se despide de los toros en Madrid. El 29 de noviembre de 1936, muere en Sevilla. (H. L., II, 666-7).

TORRES GRANADOS, José, Torrito: Matador de novillos, nacido en Guadalajara en 1885, hermano del banderillero Crescencio. Pronto abandona muleta y estoque para dedicarse a banderillear y lidiar reses, modalidad en la que permaneció muchos años. Posteriormente ejercía las funciones de torilero en la plaza de Coatepec (Veracruz). Falleció en Xalaja en el mes de mayo de 1950. (J. M de C, VI,

525). TORRES CAMPOS, Francisco, el Curro: aficionado. El 27 de mayo de 1888, se lidiaban en la plaza de El Paseo toros de La Canaleja por la cuadrilla de Gabriel López Mateíto. Negro bragado, con excelente cornamenta y conocido en la ganadería por EL COMANCHE fue el toro que salió en cuarto turno. Sin incidentes pasó la suerte de varas, que hizo Varguitas, y las banderillas, que hizo Ramón López. Ya tenía Mateíto arreglados muleta y estoque y se disponía a brindar, cuando un individuo, que vestía a lo flamenco, saltó de uno de los tendidos al redondel. Era aquel aficionado nombrado Francisco Torres el Curro, aquel que había toreado dos veces en las plazas de toros del Distrito Federal. La primera en uno de los beneficios a Rebujina y la segunda al lado del Mestizo en aquel camelo monstruo de los catorce toros. Curro se dirigió hacia Mateíto, habló con él y en seguida ambos fueron frente al palco del Presidente (que en aquella ocasión fue ocupado por el concejal Don Pedro Ordóñez), solicitando el espada ceder al aficionado la suerte de estoquear. Accedió el Sr. Regidor Ordóñez; cogió Curro los trastos y se fue hacia donde estaba Rebujina. Brindó por él y después se dispuso a contender con El Comanche. Estaba el toro en el otro extremo del ruedo y Torres marchó para allá; pero antes de llegar a jurisdicción notó que el trapo de la muleta no iba convenientemente sujeto al palillo y se detuvo para componerlo. En aquel instante, el toro, que había tenido fija la mirada en el bulto que avanzaba, arrancó con la rapidez de un rayo y antes de que el Curro pudiera huir o defenderse, fue enganchado por el vientre y volteado. El toro intentó recoger al caído, pero el capote de Ramón López, que era el torero que estaba más próximo, le tapó la cara y le hizo errar la cabezada, a la vez que lo alejaba del sitio en que había cometido la fechoría.


Se levantó Curro, llevó las manos al lado derecho del vientre e hizo un gesto, pero sereno se fue por su pie a la enfermería. Minutos después sabíamos que la herida que tenía era gravísima, pues el asta había penetrado al vientre y allí desgarró epiplón e intestino. Esa cogida fue uno de esos accidentes desgraciados en los que nadie tiene directa responsabilidad y que acontecen por un cúmulo de fortuitas circunstancias. Curro en ese día no tenía intenciones de ir a la corrida en EL PASEO sino a la que hacían en la vecina EL COLISEO, pero fue tan numerosa la concurrencia que hubo en este circo, que cerraron las puertas, y el pobre aficionado, por no quedarse sin su predilecta diversión, se entró a la de EL PASEO. El consejal presidente era el más condescendiente de todos los que desempeñaban el cargo, y el espada director de lidia uno de los que se congratulan cuando no estoquean a alguno de los bichos que deben matar. El Comanche no era un toro de sentido sino un bobalicón que no presentaba más peligro que el ordinario de la lidia. FUE LA PRIMERA Y ÚNICA COLADA que hizo para engatillar al pobre Curro, que dos días después fallecía de peritonitis aguda y generalizada. (C. C. B., T. I., 551-2). TORRES, José: Torero profesional de a pie. Lidió en las corridas de toros que, de diciembre de 1796 a febrero de 1797, se organizaron en un circo de madera levantado en el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 391). TORRES SANTARÉN, Francisco de: Corregidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1607. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. TORRES, Octavio: Banderillero guanajuatense. Se presentó en la plaza de toros de Moroleón, Gto., el 5 de marzo de 1905. TORRES, Román: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel que anuncia el festejo celebrado en la plaza “Circo del Progreso” (Guadalajara, Jal.), el domingo 12 de julio de 1857, como se podrá observar si el lector realiza la búsqueda con el nombre de Rafael Arroyo. TOVAR, Enrique: El más famoso puntillero mexicano de fines del siglo XIX a principios del siglo XX. Estuvo en activo de 1895 a 1915. (H. L. II., 661). TOVAR, José: picador de toros durante el primer tercio del siglo XIX. En contrato hecho hacia 1834 con el Notario Francisco Calapiz y Aguilar, se cita entre otros a (…) Acta N° 77456. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros de Toluca. Se agrega en dicho contrato “Que trabajarán en todas las corridas que el año permitiere, estando una hora antes de que inicien, Mariano (Ávila) como Capitán matará los toros que le corresponda y José María Ávila lo mismo. Si algún torero se lastimara o hiriera se le abonará en cada corrida la mitad de su sueldo. Clavería no firmó por no saber”. TOVAR, Pascual: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. TRAVERSO, José, Marinerito: Banderillero, posiblemente de origen español, que actuaba en ruedos mexicanos al comenzar el siglo XX. TREBUESTO y DÁVALOS, Joaquín: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 52).


TREBUESTO y DÁVALOS, Justo, Conde de Miravalle: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 54). TREBUESTO y DÁVALOS, Vicente: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 57). TREJO, Antonia: Salía a picar, banderillear y matar bravos toretes. Esto, al menos como queda indicado en el cartel que se celebró en la plaza del “Paseo Nuevo”, las tardes del 7 y 9 de febrero de 1864, alternando de igual forma con Soledad Gómez y Ángela Moya. (H. L. S., T. I., 169). TREJO, Francisco de: Participó como cuadrillero en varios juegos de cañas, durante el año 1628, ostentando el Puesto N° 1 en aquel grupo. (JQM, p. 67). TREJO, Pedro: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 5 TREJO, Pedro: Lazador. Actuó al lado de Bernardo Gaviño. Su nombre aparece registrado en el cartel del festejo que se celebró el domingo 2 de noviembre de 1856. TREJO, Rafael de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 6 TREJO, Rosendo: Banderillero. Fue integrante de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, a cuyo frente iba Saturnino Frutos “Ojitos”, esto al comenzar el siglo XX. Toros y Toreros. Tercer número extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907. También desempeñaba las funciones de puntillero. TREJO CARVAJAL, Rafael de: Corregidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1605. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros.

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María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 6 María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).


U UNANUEN, Felipe, Fosforito: Banderillero. Fue un gran peón y excelente banderillero que estuvo a la cabeza de los de su clase, por el año de 1897, en que figuró con los toreros de más renombre. Se distinguía por su buena colocación en la plaza y la forma de torear a una mano. (A. L., 287). URIBARREN, Francisco, Mano dura: Picador de toros oriundo de Aguascalientes, donde se desempeñó como tal en diversas cuadrillas, quizá entre fines del XIX y comienzos del XX.7 URIBE, Simeón: Banderillero que estuvo bajo las órdenes de Ponciano Díaz, en la gira que realizó por el norte del país en 1883. URRUTIA, Rodrigo: Banderillero que figuraba en la cuadrilla del espada Valentín Zavala, en 1895, con quien ha trabajado un buen número de corridas. (L. V., 125). URTIAGA SALAZAR y PARRA, José: Coronel y Comisario de los gremios, que participó en las fiestas, de acuerdo a lo mencionado por el R.P. Francisco Antonio Navarrete, de la Compañía de Jesús en su “Relación Peregrina…” en la ciudad de Querétaro en 1738.8

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Este dato proviene de una referencia proporcionada por mi buen amigo Xavier González Fisher en los siguientes términos: Aquí en Aguascalientes, tuvimos un picador, don Pancho Uribarren, que era conocido como “Mano Dura” y sus problemas eran los mismos de “Brazo Fuerte”. 8 Relación peregrina de el agua corriente que para beber y vivir goza la muy noble y leal ciudad de Santiago de Querétaro, por el Muy R. P. Mtro. Francisco Antonio Navarrete, profeso de la Sagrada Compañía de Jesús. Descríbense las plausibles Fiestas, que dicha Nobilísima Ciudad, como agradecida hizo, al ver logrado tan peregrino, y perenne beneficio: Y dedica este cristalino monumento de su gratitud, a la muy ilustre Sra. Doña María Paula Guerrero Dávila, Marquesa de la Villa del Villar de el águila. Impresa en México con licencia, Por Joseph Bernardo de Hogal, Ministro e Impresor del Real y Ap. Tl. De la Santa Cruzada. Año de 1739. Biblioteca Nacional: R/1739/M3NAV).


V VALADEZ, Vicente: Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Topador”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). VALENCIA, Francisco (hijo): Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Capitán”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). VALENCIA, José: Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Banderillero y Capeador”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). VALDEZ, Alonso de: Cuadrillero y participante en un juego de cañas en 1595, con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 59). Además, Alonso de Valdez, ocupaba el cargo de Alférez en la ciudad. VALDÉS, Felipe: Capitán de gladiadores que dominaba territorios como Nuevo León y Coahuila, esto entre 1870 y 1880. La Muleta. Revista de Toros. Año I, N° 23. México, 05.02.1888. VALDÉS, Gaspar de: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1601. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. VALDÉS, Manuel, Valerito: Formaba parte, como matador de toros, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnación Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. VALDIVIA, Elvira: Torera de a pie. De ella, y hasta ahora, sabemos que tuvo una actuación la tarde del 18 de febrero de 1906 en la plaza de toros de San Marcos, enfrentando ganado de Peñuelas. VALENCIA, Manuel: Matador de toros español. Un breve perfil lo encuentro en La Muleta, Año II, del 9 de diciembre de 1888, N° 9: Sevilla que ha sido tan fecundo en diestros, fue cuna de Manuel Valencia. A los 21 años de edad que tiene ahora, se ha hecho notable por su agilidad. De 19 años pisó el redondel y de 20


toreaba con matadores de alternativa. En Ronda y pueblos inmediatos hizo sus primeros ensayos. Ha recibido varias cogidas, entre otras una de consecuencias en Zalamea la Real, en donde trabajaba como banderillero al lado del matador José Centeno.

VALENZUELA, Fernando: Cuadrillero en diversas fiestas virreinales, sobre todo a finales del siglo XVII, donde participó activamente, también en mascaradas y, con toda seguridad, en festejos taurinos. VALERO, Cristóbal: Caballero en plaza y cuadrillero. Intervino en los festejos por la recepción del virrey Marqués de Villena, en 1640. VALDIVIA, Elvira: Torera de a pie, al parecer oriunda de Aguascalientes, y quien llegó a actuar en la plaza de toros de San Marcos, el 18 de febrero de 1906. VALVERDE, José, Triana o también Loquillo: Matador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece anunciado en un cartel (en este caso también como banderillero, la tarde del 16 de diciembre de 1901, en la plaza de toros del Paseo, en la capital de Guanajuato), que anuncia un festejo en la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 18 de diciembre de 1904.

VALLE, Ignacio del: Banderillero. De este diestro, por ahora, no se cuenta con mayor información. VALLE, Juan del: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 54).


VALLEJO, Manuel: Torero de a pie quien, junto a Felipe de Santiago, participaron en los festejos en celebridad de la toma de la Plaza de Orán y Mazaelquibil, en 1731 y 1732. VALLEJO, Manuel, Macareno: Banderillero de toros. español y andaluz, su carrera taurina corresponde a México, donde toreó desde 1906 en adelante. En España, si algo, toreó poco. Ingoro su mérito, pero no su discreto prestigio ultramarino. (J. M de C., III, 970). VALLEJO, Mariano: Torero de a pie. Participó en un festejo celebrado el 21 de junio de 1883, en la plaza de toros del “Progreso” (Guadalajara, Jalisco). (R. M. M., 2007, 341). VARA, Juan, Varita: Matador de novillos, que trabajó en México el año 1910. Sus méritos no debían ser cuantiosos, pues desaparece de los escenarios taurinos poco después. (J. M de C, III, 970). VARGAS, Antonio, El Negrito: Novillero. Actuó en un festejo celebrado en la plaza de toros “Chapultepec”, la tarde del 28 de agosto de 1904, alternando en aquella ocasión con Agustín Velasco “Fuentes mexicano”, en la lidia de 7 ejemplares de Santín. Heriberto Lanfranchi señala que estuvo en nuestro país de 1897 a 1911, sin destacar mayormente.

¿Será Antonio Vargas, El Negrito o el peruano Pedro Pérez Facultades, que toreaba en Guadalajara, junto a Vicente Hong el 4 de enero de 1914? VARGAS MACHUCA, Bernardo: Militar español (1557-1622). 9Escritor de asuntos ecuestres y militares que en el siglo XVI, pasó a esta Nueva España, donde residió por largos años, autor de varias obras y donde seguramente, practicó las suertes de a caballo con notable habilidad. La más notable, para el caso es la que aparece a la izquierda de la siguiente composición, publicado en Madrid hacia 1600:

Entre otras: “Teórica y exercicios de la gineta, primoreo, secretos y advertencias della… (1619)”, “Apologías y discurso de las conquistas occidentales por don… (1602-3)” o la “Milicia indiana... (1599)” 9


VARGAS, Enrique: Segunda espada que integró una cuadrilla infantil mexicana, misma que se presentó en la plaza de toros de Toluca, el domingo 30 de enero de 1887. VARGAS, Enrique, Minuto: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. Fue Enrique Vargas “Minuto” el más antiguo de cuantos matadores de toros han pisado la plaza de “El Toreo”. Nacido en Sevilla el 21 de diciembre de 1870, no halló obstáculo en su pequeñísima estatura para hacerse torero, habiéndose doctorado en Madrid, cuando ya había logrado popularidad como “niño sevillano”, el 19 de abril de 1891, en una corrida en la que se lidiaron toros de Aleas, que fueron estoqueado por Fernando Gómez “El Gallo”, Luis Mazzantini y Enrique Vargas “Minuto”. En España tuvo años Enrique Vargas de ser muy solicitado por las empresas, habiendo tomado parte en los años de 1897 y 1898 en 40 y 48 corridas respectivamente, cantidades que en aquellas épocas eran muy pocos los que las alcanzaban. En total, toreó en plazas españolas 416 corridas, habiendo dado muerte en ellas a 1066 toros. “Minuto” vino a México por primera vez en la temporada de 1899-1900, habiendo inaugurado, en compañía de Antonio Fuentes, la plaza “México”, situada en la calzada de la Piedad, casi en lo que es hoy la esquina de la Avenida Álvaro Obregón. En aquellos años “Minuto” Buía mucho ante el toro, intentando todas las suertes y realizando la mayor parte de ellas. Su habilidad era extraordinaria, y quién sabe cómo se las compondría para matar inclusive, mediante estocadas altas, a reses que casi lo superaban en tamaño. Bien puede afirmarse que “Minuto”, torero ventajista y alegre, fue, de todos los “diminutos” que han vestido el traje de luces, si no el mejor, sí el más destacado. A “El Toreo” vino en los años de 1907 y 1910, ya en franca decadencia y después haber estado retirado de los ruedos durante un lustro. “Minuto”, además de torero, fue, en las postrimerías de su vida, autor teatral, habiendo estrenado con éxito algunas zarzuelas. Pero no tuvo suerte…


El, que saboreó la fortuna en varias épocas de su vida; que supo de éxitos y halagos, murió pobre y abandonado en un asilo de menesterosos, el 20 de junio de 1930. ¡Sic transit gloria mundi! (R. de R., 1394, febrero 1937). CHARRO, TORERO Y CATRÍN. TRES FOTOGRAFÍAS AL “MINUTO”. -¿Está listo, don Enrique? Bien. Vamos a tomar la primera placa... -A ver, nada más, el sombrero bien calado... ¡Clic!

Enrique Vargas “Minuto”. Fot. C. B. Waite. Archivo General de la Nación. En lo que se revela la foto, puede usted cambiarse, mientras platico con los amigos. El señor que están fotografiando es torero. Se llama Enrique Vargas y se apoda “Minuto”. Vino a nuestro país al finalizar el siglo XIX. Junto a Antonio Fuentes inauguraron la plaza de toros “México”, tal y como vemos en la fotografía tomada por C. B. Waite-, pero no la de Insurgentes, sino la de la Piedad, el 17 de diciembre de 1899. “Minuto”, apodado así por su corta estatura, era un torero que entró a la guerra sin más propósito que ocupar un sitio estratégico e importante en el firmamento de la tauromaquia. Y no era nada fácil. Allí estaban Mazzantini, el propio Fuentes, “Bienvenida”, “Reverte”, Vicente Pastor... ¡Vaya cartel! Por cierto, pocas son las imágenes del cinematógrafo primitivo que dan idea de aquella expresión taurina. Una efímera llegada a la plaza de Luis Mazzantini, dos faenas como las de aquel tiempo por “Bomba” y “Machaco” en España y, pare usted de contar. Claro, también en “San Juan hace aire” y algunos heroicos cineastas de principios del siglo XX pudieron rescatar las que hoy son valiosas escenas de ese toreo ocurrido en México. ¿Interrumpo? No para nada, don Enrique. ¡Mire nada más que porte de príncipe! Así como está, perfecto..., no parpadee... ¡Clic!


Enrique Vargas “Minuto”. Fot. C. B. Waite. Archivo General de la Nación. El diestro sevillano pasó por una época en que el quehacer con el capote destacaba tanto como la suerte suprema. Entonces, buena parte de la lidia giraba en torno a la suerte de varas, cruel y tremenda que necesitaba del apoyo inmediato y necesario de los de a pie para realizar los quites, quitar al toro de la cabalgadura derribada y así evitar percances innecesarios. En la suerte suprema lo recuerdan todas esas memorias que destacan sobre todo, el momento de perfilarse a matar. Su espada liquidaba a los toros, que muchas veces tenían una alzada casi igual a su estatura. ¿Listo el caballero? La mano en el abrigo, así, relájese... ¡Clic!

Enrique Vargas “Minuto”. Fot. C. B. Waite. Archivo General de la Nación. Bien, muy bien. Ahora, a mostrar estas tres fotografías “al minuto”: Charro...


Torero... Y catrín... que en realidad se las hizo don Enrique Vargas “Minuto” entrado el siglo XX aquí, en México. Se trata de tres documentos inéditos que pongo a la consideración de todos ustedes, mismos que se encuentran bajo la custodia del Archivo General de la Nación Mexicana, que apenas ayer 23 de agosto, alcanzó los 190 años de su fundación, por lo que desde aquí celebro tamaña conmemoración, sobre todo en unos momentos en que su directora, la Dra. Aurora Gómez Galvarriato Freer ha venido poniendo más allá de lo que puede considerarse “empeños” con objeto de colocarlo a la vanguardia de los archivos en nuestro país.

El fondo musical que pareciera acompañar nuestra conversación, es el pasodoble “MINUTO” de Luis G. Jordá, compositor mexicano del periodo romántico que valoró la presencia del diestro español y que desde aquí lo hago constar, con estas tres singulares miradas fotográficas. VARGAS, José, Noteveas: Banderillero de toros sevillano. Era hermano del matador de toros Enrique Vargas (Minuto), y como auxiliar suyo comenzó su profesión y a su lado estuvo hasta la retirada de 1900. Era un banderillero muy mediocre, pero practicó por la eléctrica prontitud con que clavaba los palos apenas se disponía para ello. Ayudó igualmente a su hermano en menesteres políticos, y llegó a desempeñar una alcaldía de barrio, que gobernó como un gerifalte. En 1905 volvió de nuevo a los toros, como siempre, de escudero de su hermano, terminando con él la temporada de 1907. Marcha entonces a México y torea algunas corridas en la capital. Logra ajustar nuevos contratos para los Estados, y el día 1° de diciembre marcha a torear a la plaza de Puebla de los Ángeles. Se estrenaba la ganadería de Tuzamapam, y salieron los toros cornalones y difíciles. Al entrar a banderillear el priero fue cogido y volteado José Vargas, resultando con una cornada en la parte superior del muslo derecho, que penetraba en la cavidad abdominal. Conducido a la fonda en que se hospedaba, se agravó rápidamente, falleciendo a las ocho y media del mismo día. (J. M de C., III, 975).


El personaje reseñado. Además, recreación del momento en que ocurrió el percance en la plaza de Puebla en 1907. Col. del autor. VARGAS, José María: loco. Estuvo en la cuadrilla de Pablo Mendoza, durante el año de 1857. VARGAS, Juan G., Varguitas: picador de toros. Comenzó dicha labor hacia 1886, de acuerdo a un cartel que dice: PLAZA DE TOROS DE TLALNEPANTLA. GRAN CORRIDA A FAVOR DE LA BENEFICENCIA ESPAÑOLA. DOMINGO 11 DE ABRIL DE 1886. Picadores: Juan Vargas Varguitas. VARGAS, Juan Antonio: torero profesional de a caballo. En el curso de 1817 participó en las corridas hechas en la plaza de San Pablo, con las que se celebró en México la boda de Fernando VII. (BFH, 2012, 391). VARGAS, Manuel, Perdigón: Banderillero, originario de Silao, Gto., que viene actuando en la mayor parte de las plazas de los diferentes estados de México desde 1894, ya en unas ya en otras cuadrillas. (L. V., 127). VARGAS, Miguel: Torero de a pie. Actuó en la plaza de toros del “Progreso” (Guadalajara, Jalisco), la tarde del 5 de mayo de 1889. (R. M. M., 2007, 354). VARGAS, Pedro: Primer espada que integró una cuadrilla infantil mexicana, misma que se presentó en la plaza de toros de Toluca, el domingo 30 de enero de 1887. VARGAS, Rafael: Se desconoce qué funciones realizaba en el ruedo. Sin embargo, su nombre aparece anunciado en carteles, como el que se celebró en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, la tarde del 10 de enero de 1858, bajo las órdenes de Bernardo Gaviño. VÁZQUEZ, Carlos: Picador de toro, que actuó en plazas mexicanas los años 1913 y siguientes. Las referencias que de él se tienen le confirman como buen piquero. (J. M de C, III, 976). VÁZQUEZ, Enrique, Montelirio: Moderno banderillero mexicano, cuyo nombre aparece ya en la plaza de Tacuba en 1896. (L. V., 127). Así lo describe J. M de C: Banderillero sevillano, que desde 1890 en adelante trabajó a las órdenes de los diversos espadas que arribaban a México. En 1887 toreaba ya en España. Las noticias que de él se tienen es que cumplía bien su cometido de rehiletero y peón de brega. (J. M de C, III, 976). Conclusión: ¿Mexicano o español? Este mismo personaje, aparece anunciado en un cartel celebrado en el “Progreso” de Guadalajara el 11 de noviembre de 1894, como “Copas”.


VÁZQUEZ, Eutimio: Primero banderillero, después picador de toros, nacido a finales del siglo XIX. Fue padre de Sixto Vázquez Rocha, que se inclinó también por el arte de picar reses bravas, y quien nació en Uruapan, Michoacán el 3 de enero de 1916. (J. M de C, IV, 745). VÁZQUEZ, Feliciano: Banderillero. Actuó como tal en la plaza del “Buen Gusto” (San Luis Potosí), la tarde del domingo 15 de febrero de 1885, enfrentando junto con los de la cuadrilla dirigida por Refugio Sánchez, ganado de “La Cantera”. VÁZQUEZ, Francisco, El Chatito: (Se desconoce-1820). VÁZQUEZ, Francisco Martín: Matador de toros español que vino a nuestro país al comenzar el siglo XX.

VÁZQUEZ MÁRQUEZ, Carlos, Costeño: Picador de toros. nació el 4 de noviembre de 1893, en Altotonga, Veracruz. En 1912, empezó a picar con “Cocherito de Bilbao”, en la plaza del “Paseo” de la ciudad de Puebla. Estuvo después con “Reverte Mexicano” y Ernesto Pastor. En 1953. Entró a formar parte de la cuadrilla juvenil que duró once años. Tuvo después un accidente en “El Toreo” que lo tuvo inactivo durante cuatro años, por haberse fracturado la rodilla izquierda con un toro de Xajay, actuando con el novillero Fernando López. (A. L., 290). El 21 de abril de 1820, Muere en Zumpango de La Laguna el novillero Francisco Vázquez "El Chatito" a consecuencia de una cornada recibida el día anterior.10 Como nota informativa, cabe agregar que Zumpango de la Laguna, se constituye como municipio a partir del 31 de julio de 1820, a resultas de la puesta en práctica por segunda vez de la Constitución Española conocida con el nombre de Cádiz, la cual entre otras disposiciones procuró el establecimiento de Ayuntamientos Constitucionales, por consiguiente, la creación territorial y política de municipios. En 1847, el partido de Zumpango de la Laguna participó activamente en la contienda de invasión norteamericana y de manera más patriótica, eficaz y brava durante la época de la Intervención Francesa. El licenciado Benito Juárez honró a Zumpango con el apelativo de “Zumpango de la Laguna, pueblo libre”, en 1867, después de haberse enterado de su importante participación, según así consta el expediente respectivo que en sus manos tuvo. El 31 de julio de 1861, a través del decreto No. 25 de la legislatura local, el Estado de México se dividió en Distritos, los partidos de Zumpango y Cuautitlán formaron el Distrito de Zumpango y se agregaron a este y al municipio del 10

Fuente: Luis Ruiz Quiroz y Daniel Medina /CAMPO BRAVO-México/ ANCTL/ http://www.campobravo.org/efemerides.php


mismo nombre, los pueblos de Cuautlalpan, Xoloc, Reyes Acosac, Haciendas de San Juan de la Labor y de Santa Lucía. Así, en el mismo año, pero el 14 de noviembre según decreto número 45, el Congreso del Estado le confiere a la cabecera municipal de Zumpango el título de Villa con la denominación Villa de Zumpango de Victoria. Por decreto número 10 de fecha 23 de abril de 1877, el Congreso Local eleva a la Villa de Zumpango de Victoria con el rango de ciudad denominándola Zumpango de Ocampo en honor de Melchor Ocampo.11 VÁZQUEZ, José: banderillero contemporáneo de Lino Zamora. (Correo de los Toros, 3ª temp., N° 6, 13 de mayo de 1888, p. 1). José Vázquez “Don Pepe”. Natural de Tabasco, tuvo mucha popularidad en Veracruz, sobre todo en Orizaba, a partir de 1880. Fue él quien ideó la mojiganga de los esqueletos bailadores, acto que luego hicieron, con algunos cambios, Antonio González “El Orizabeño” y Tancredo López. (H. L.: II., 659). VÁZQUEZ, José María, El Mexicano: espada mexicano. (C. C. B., T. I., 476). Toreaba con regularidad en la Plaza de toros de Orizaba, Veracruz. En 1868 se presentó en Lima, Perú. Fue el inventor de la suerte que sería adoptada, modificada y popularizada por Tancredo López.12 DEL “ESQUELETO TORERO” A LA SUERTE DEL “TANCREDO”.

C.B. WAITE, fotógrafo. Procedencia: Archivo General de la Nación. Plaza “México” de la Piedad (entre 1902 y 1903). Cuando se contempla entre admirado y sorprendido la ya desaparecida suerte de “Don Tancredo”, también es preciso confesar que pervive y ya no tanto en el ruedo. Es común entre los políticos y gentes de esta o aquella ralea. Por lo menos lo practican, y muy bien todos aquellos que hacen del “quietismo” su mejor postura, como de estatua, incólumes, pero también descarados. Se ha hecho costumbre atribuir tan curioso “entreacto” al español Tancredo López, que la popularizó apenas comenzaba el siglo XX. Aquí en México, desde luego tuvo sus imitadores. Pero por otro lado se desconocen orígenes más remotos, los cuales pueden encontrarse en viejos apuntes, sobre todo los que pergueñó Carlos Cuesta Baquero y que es a quien acudo para resolver el enigma. Resulta que Roque Solares Tacubac, anagrama de don Carlos, se remonta hasta 1868, año en que José María Vázquez, a quien en el extranjero conocieron como “El Mexicano”, practicó con frecuencia una arriesgada suerte que consistía “en vestirse con una pijama de color blanco y listas negras,

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Fuente: http://www.e-local.gob.mx/work/templates/enciclo/mexico/mpios/15120a.htm Disponible en internet marzo 14, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/bios.php?p=1 12 Disponible en internet mayo 5, 2019 en: http://torerosmexicanos.blogspot.com/2013/10/otros-matadores-delsiglo-xix-p-z.html


simulando los costillares y otros huesos; así disfrazado (¿?), pararse en un sitio del redondel, esperaba impávidamente la acometida del toro”. Fue en la plaza de toros de Orizaba donde se le vio con frecuencia “guardar completa inmovilidad”, lo que se convirtió en el principal secreto para ejecutarla. “El disfraz de esqueleto solamente era teatralería para impresionar”. Aunque todo parece indicar que no utilizaba ningún pedestal sino que pisando ruedo firme, se apostaba a cuerpo limpio, al punto que cesaba todo ruido en la plaza y era, como decían los viejos cronistas de la conquista “cosa muy de ver…”

Los esqueletos toreros. En Revista de Revistas. Número especial monográfico dedicado a los toros. México, 1937. Para 1885 ya tenía imitadores, y uno de ellos fue Antonio González “El Orizabeño” que también lo practicó en su “patria chica” o “matria”. Dos años más tarde sorprendió a la afición de la ciudad de México. Pero “la negligencia o lo que haya sido, que tuvo “El Orizabeño”, causó que veintidós años después fuese considerada novedad la suerte nombrada Don Tancredo que en 1902 o 1903 surgió en los redondeles españoles como imaginada por un mediocre torero español de nombre y apellido Tancredo López. Este torero estuvo aquí. Vio lo que hacían, ya entonces no solamente El Orizabeño, sino otros (Francisco Lobato, Carlos Sánchez, Tomás Vieyra), se aprovechó y llevó a España una imitación no exacta, sino modificada.

Carlos Cuesta Baquero, el médico. Roque Solares Tacubac, el periodista taurino. Y sigue apuntando Cuesta Baquero: “Las modificaciones que introdujo el español Tancredo López, fueron tres: una, sin significación taurómaca aparente, fue substituir el terrorífico disfraz de esqueleto por uno que tiene agradable vistosidad; otra, que tiene importancia taurómaca, fue encaramarse en un pedestal de altura de metro y medio, que constituye una defensa, para que en caso de acometida, el toro aseste la cornada, no al “Tancredo”, sino al pedestal (los mexicanos estaban sin peanas, en pie sobre el suelo); y la tercera


modificación, que tiene también importancia taurómaca, fue situarse frente a la puerta de los toriles, para hacer la “suerte” inmediatamente que el toro sale. En esos instantes no tiene en la acometida igual certeza que después, cuando ya está “asentado” (los mexicanos se situaban en cualquier sitio del ruedo y ya cuando el toro estaba asentado)”. Hasta aquí el autor de la “Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal”, edición fallida y que se quedó en el curioso número de volumen y medio (ya tendré oportunidad de contarles un día lo que no sólo es una anécdota. Fue, para el Dr. Cuesta una amarga experiencia editorial). Como lo refiere, la autoría es auténticamente nacional, pero los derechos de autor fueron españoles. Lo decía al principio de estas breves notas: suerte hoy día en desuso en los ruedos, pero harto sobada entre políticos y otros paladines y aprendices que pululan en los bajos fondos de tan devaluada forma de ejercer un cargo público. ¿O me equivoco? VÁZQUEZ, José Antonio: torero de a caballo, nacido en Texcoco. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 103). VÁZQUEZ, Manuel, el Chato: Picador de toros, cuyas mejores temporadas son entre 1910 y 1920. Fue cogido y muerto en La Laguna el 12 de octubre de 1921. (A. V., 1964, 263). VÁZQUEZ, Manuel, Chatín: Banderillero de toros. he visto su nombre en un cartel de la plaza mexicana de Tehuacán. Ignoro si era español o americano. Toreaba hacia 1910. (J. M de C., III, 977). VÁZQUEZ, Mauro: Banderillero. Actuó como tal en la plaza del “Buen Gusto” (San Luis Potosí), la tarde del domingo 15 de febrero de 1885, enfrentando junto con los de la cuadrilla dirigida por Refugio Sánchez, ganado de “La Cantera”. VÁZQUEZ, Ramón, Banderas: Matador de novillos, al parecer español, que toreaba en nuestro país al comienzo del siglo XX, sobre todo en plazas del centro. VÁZQUEZ DE TAPIA, Bernardino: Corregidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1605 y Capitán de Infantería. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. VEGA, Amado de la: Picador y lazador mexicano, que desde que actúa como tal ha puesto de relieve que no está desprovisto de condiciones tanto para picar como para lazar. Para efectuar una y otra suerte fue en compañía del espada Caballero a tomar parte en las corridas que se efectuaron en Atlanta (Georgia) con motivo de la exposición allí celebrada a fines de 1895. (L. V., 127-8). VEGA, Fernando de la, El Castaño: Entendemos que era torero de a pie, y que entre otras virtudes, realizaba suertes como la de matar toros ejecutando la suerte del espejo. Esto ocurrió, de acuerdo al registro que existe de él, en una actuación del 28 de noviembre de 1897 en la plaza de toros del “Progreso”, Guadalajara, Jalisco. (R. M. M., 368).


VEGA, Francisco, Aceitero: Picador de toros. Actuó bajo las órdenes de Antonio Montes, en la plaza de toros de Celaya, Gto., la tarde del 25 de diciembre de 1903. VEGA, José, Arriero: Picador de toros, nacido en Jerez de la Frontera. En la plaza de su ciudad natal se dio a conocer picando novilladas. Marcha a México, fija su residencia en la capital, y desde 1897 es de los picadores que más y con más aplauso torean en aquellas plazas. Lo hacía a las órdenes de espadas mexicanos y de los españoles contratados para allá, y seguramente nunca hubiera abandonado aquellas tierras americanas si Antonio Montes, cumplacido en su arte para picar, no le hubiera incorporado a su cuadrilla y ofrecido que le acompañara a España. Sucedió esto en la temporada 1902-1903, y Arriero vino a su patria, y picó aquí y se hizo aplaudir de los públicos españoles. No se separa ya de la cuadrilla del matador sevillano, y estando en México haciendo la temporada 1905-1906 fue atacado por el tifus, y falleció el 17 de diciembre de 1905. José Vega fue un excelente picador de toros. los años que actuó en México le colocaron entre los mejores que trabajaban en aquel país. Al regresar a España no desmereció en nuestros circos de los más afamados. (J. M de C., III, 980).

VEGA, Mariano de la: Rejoneador e integrante de las cuadrillas que realizaron diversas evoluciones, participó en las fiestas que, con motivo de la dedicación del templo de Nuestra Señora del Carmen, se desarrollaron en Tehuacán, Puebla, en 1783. VELA, Francisco: torero. (Citado por RST, N. R., 7). Este personaje, nacido en Guanajuato, actuaba al mediar el siglo XIX, y se estableció hacia 1880 en San Luis Potosí.Uno de sus más avanzados “alumnos” fue Pedro Nolasco Acosta. VELA, José: Individuo de distinción y no torero profesional, que entró a banderillear a pie durante las fiestas que fueron organizadas en Tehuantepec en el curso de septiembre de 1791 con objeto de mostrar la alegría de la población por la exaltación al trono de Carlos IV. (BFH, 2012, 392). VELA, Juan, El Azulito: Integrante de la Cuadrilla infantil guanajuatense, misma que se presentó en el “Progreso” de Guadalajara, Jalisco, el 26 de septiembre de 1886. (R. M. M., 2007, 347). VELA, Manuel: banderillero. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para


recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). VELA, Trinidad: Banderillero. Participó en festejos celebrados en la plaza de toros de Tlalnepantla, en mayo de 1874. VELASCO, Agustín: Lidiador mexicano abrazó la profesión por los años de 1892 a 93. Después de haber actuado como banderillero durante un par de años, se dedicó a matar novillos, lo que viene efectuando desde entonces con éxito regular en no pocas plazas de los estados de México. (L. V., 128). Fue a este torero a quien le cupo el honor de matar el primer toro que se lidió en la plaza “El Toreo” de la Condesa, la tarde de su inauguración, el 22 de septiembre de 1907. Le dio la alternativa en esa corrida el matador de toros español Manuel González “Rerre”. Era nativo de la ciudad de León y aún cuando no fue un torero elegante, se caracterizó por su pundonor. Duró poco en la profesión, dejando los toros cuando todavía era joven, para entrar a trabajar de Visitador del Timbre. (A. L., 292-3). VELASCO, Antonio (o José, de acuerdo a la ilustración), El Torerito: Matador de toros español. Un breve perfil lo encuentro en La Muleta, Año II, del 9 de diciembre de 1888, N° 9: También El Torerito es de Sevilla. Cuenta en la actualidad 21 años. En Écija recibió la primera cogida, banderilleando. El año antepasado se dio a conocer coo matador de alternativa, alternando con El Sevillano y Francisco Suárez Paqueta. Ha sufrido cinco cogidas sin consecuencias, la primera en Moguer, provincia de Huelva. El Torerito se ha captado muchas simpatías de todos los públicos.

VELASCO, Luis de: Segundo virrey de la Nueva España, que ocupó su cargo entre el 25 de noviembre de 1550 y el 31 de julio de 1564. De entre lo mucho que sobre él se conoce, existe una serie de episodios que nos cuentan sus inclinadas aficiones a diversos entretenimientos, sobre todo los de orden caballeresco. Incluyo a continuación, el interesante texto que escribió un contemporáneo suyo, Juan Suárez de Peralta. DEPORTES DE DON LUIS DE VELASCO.


1550 El (Don Luis de Velasco) era muy lindo hombre de a caballo, jugaba a las cañas conque honraba a la ciudad, que yo conocí caballeros andar, cuando sabían que el Virrey había de jugar las cañas, echando mil terceros para que los metiesen en el regocijo; y el que entraba, le parecía tener un hábito en los pechos según quedaba honrado. Mercader ni por pienso había de entrar en tales regocijos, aunque los había de mucho caudal y muy honrado trato, y tenían los mejores o de los buenos caballos que había, y ricos jaeces. Hacían de estas fiestas de ochenta de a caballo, ya digo, de lo mejor de la tierra, diez en cada cuadrilla. Jaeces y bozales de plata no hay en el mundo como allí hay hoy día. Tenía de costumbre, todos los sábados, ir al campo, a Chapultepeque, que es un bosque como está figurado atrás, y allí tenía de ordinario media docena de toros bravísimos: hizo donde se corriesen (un toril muy lindo); íbase allí acompañado de todos los principales de la ciudad, que irían con él cien hombres de a caballo, y a todos y a criados daba de comer, y el plato que hacía aquel día era banquete; y esto hizo hasta que murió. Vivían todos tan contentos con él, que no se trataba de otra cosa sino de regocijos y fiestas; y las que lo eran de guardar salía él en su caballo a la jineta, a la carrera, y allí la corrían los caballeros; y era de manera, que el caballo que la corría delante dél aquellos días, solo, y la pasaba, claro, era de gran precio; y así, todos nos trataban de otra cosa sino criar sus caballos y regalallos para el domingo, que el Virrey le viese correr, y tener sus aderezos muy limpios. El los vía pasar su carrera, y eran tantos que con ir temprano faltaba tiempo, y era la prisa de ir, a la carrera, que llegaban cinco o seis al puesto, uno tras otro; y pretales de cascabeles todos los llevaban de sus casas, los mozos, por la prisa: en verdad que creo, de ordinario, los que la corrían paseada eran más de cincuenta. Tanta era la gente que iba, que no dejaban correr los caballos, ni aun pasar, si no era atropellándola, ni bastaban alguaciles que iban con el Virrey a apartarla. De allí se iba el Virrey a su casa, llenas las calles de hombres de a caballo, y él, en las que le parecía, llamaba a su caballerizo y corría con él un par de parejas, y esto hacía por no engendrar envidia y los caballeros, si era su compañero uno y otro no, y usaba deste término por no agraviar a nadie. Con esto los tenía a todos muy contentos y no pensaban en más de sus caballos y halcones, y en cómo dar gusto al Virrey, y ellos en honrar su ciudad con estas fiestas y regocijos. Cierto, que el Virrey que hubiere de gobernar aquella tierra ha de tener grandísimo gusto desto, y animar los caballeros a que se ejerciten en estos tan virtuosos ejercicios, para que no den en lo que dieron, después de muerto este buen caballero, que todo lo tenía llano, y no había quien se acordase de rebelión, ni por pienso, sino todos trataban de caballos, justas, sortijas, juegos de cañas, carrera pública; y estaban con esto tan contentos, que yo oí dicir a un hombre muy desenvuelto, tratando cuán padre de todos era el Virrey Don Luis: -Yo juro a Dios, que si el Rey enviase a quitar a todos, los pueblos y las haciendas, que los consolaba el Virrey y hacía olvidar este daño, con hacer sonar un pretal de cascabeles por las calles, según están todos metidos en regocijos.- Y tenía razón, porque la tierra estaba muy quieta y buena. No era este ejercicio tan vicio, que no era de muncha importancia, porque todos criaban y tenían caballos y armas, y estaban muy agilitados en ellas, y es una de las fuerzas de aquel reino, los caballos; y así, mediante ellos, después de la voluntad de Nuestro Señor, fueron los que más efecto hicieron en la conquista y pacificación de todo aquel Nuevo Mundo. Además: LINDO HOMBRE DE A CABALLO. El apunte inicial de la presente obra, nos lleva hasta la segunda mitad del siglo XVI con un personaje ya conocido: el virrey don Luis de Velasco. Artemio de Valle-Arizpe refiere sobre Velasco Un modelo de los buenos, de perfectos gobernantes... Siempre estuvo inclinado a la suave tolerancia, a la misericordia. No se excedía jamás de lo dispuesto por las leyes, no iba más allá de ellas su rigor. Era afable, era humano, estaba lleno de piedad para todos; pero dentro de los


mandatos legales era severo, inexorable, inflexible. Jamás quebrantaba su decisión para hacer cumplir todo lo mandado en favor de los indios, con lo cual se suscitó muchas malas voluntades, no solo de los encomenderos, sino que también de los oidores y oficiales reales, a quienes no permitía tener granjerías ni tener repartimientos.

Y ya, en lo relativo a sus habilidades como lindo hombre de a caballo, según el dicho de Juan Suárez de Peralta, encontramos la amplia descripción de nuestro autor, como sigue: Don Luis de Velasco era un gran caballista, muy diestro y afamado en las artes de la brida y de la jineta. Fuerza y gracia tenía para regir el caballo. Con certera puntería disparaba pedreñales, el arcabuz y la ballesta, y de modo gentil, admirable, corría la sortija, tiraba bohordos y estafermos y quebraba cañas con donaire. ¿Quién como él en acosar y alancear reses bravas? Don Luis pertenecía a la noble e ilustre casa del condestable de Castilla, y por su alta alcurnia era de los caballeros del séquito del emperador Carlos V, quien tenía señalada predilección a los deportes hípicos y a garrochar toros a usanza morisca: los cargaba, con habilidad, de hierros y varas, los desjarretaba y matábalos a lanzadas, pues que la montería y los torneos eran, a la vez que un entretenimiento, un ejercicio indispensable para estar con el cuerpo resistente y avezado a los trances y contingencias de guerras inesperadas. Con incomparable maestría y elegancia el Virrey ejecutaba suertes con un labrado garrochón de colores; aguardaba al toro cara a cara y clavábale sobre la frente una banderola o gallardete, o metía lindamente el caballo entre los cuernos de la fiera, que acudía a él con tanta fuerza y derecha como una jara, y de ellos salía diestramente, moviendo apenas las riendas del ágil corcel, que se iba caracoleando, muy gallardo, entre los aplausos, vítores y músicas con que le celebraban la suerte. Dadas sus aficiones hípicas, impulsó mucho en la Nueva España el ganado caballar y mejoró razas con cruzas de potros andaluces y con los bellos, finos, elegantes, de Arabia. Él reformó la silla de montar que trajeron a México los españoles conquistadores y que era la de uso corriente en España. Creó no solo la silla vaquera, sino el freno mexicano, con el que tan bien se rigen y dominan las caballerías más indómitas, haciéndolas dóciles a cualquier leve llamado de la rienda que les transmite la voluntad del jinete. A esa silla y a ese freno se les dio su nombre ilustre: se les decía “de los llamados Luis de Velasco”; así se expresa claro en una merced dada en tiempos del virrey don Martín Enríquez de Almanza a dos caciques indios, para que pudiesen, como gracia muy señalada, andar a caballo, pues los indios tenían terminantemente prohibido el cabalgar, cosa que solo se permitía a los naturales de España o a los criollos.


No sólo tenía don Luis de Velasco delicado gusto por las funciones tauromáquicas y por la equitación, sino también por la cinegética, ya de montería, ya de cetería; era su recreo y solaz (...) El era muy lindo hombre de a caballo (...)

Como se trató en la parte correspondiente al libro Historia de la ciudad de México según los relatos de sus cronistas, y con afán de no repetir el pasaje, es conveniente retomar la lectura luego de que en Virreyes y virreinas... se ha apuntado lo relativo sobre la forma en como Luis de Velasco jugaba a las cañas, sus virtudes sobre los muchos regocijos en que participó junto a otros sobresalientes caballeros. También se encuentra el apunte sobre el ganado de los “chichimecas escogidos, bravísimos..., más de alguno con veinte años y no ha visto hombre” y las jornadas que se desarrollaron en el bosque de Chapultepec. Quienes estaban cerca de don Luis de Velasco Vivían todos contentos con él, que no se trataba de otra cosa que de regocijos y fiestas, y las que lo eran de guardar salía él en su caballo a la jineta, a la carrera, y allí la corrían los caballeros; y era de manera que el caballo que la corría delante de él aquellos días, solo y la pasaba, claro, era de gran precio; y así, todos no trataban de otra cosa, sino de criar sus caballos y regalallos para el domingo en que el virrey les viese correr y tener sus aderezos muy limpios. El los vía pasar su carrera, y eran tantos que con ir temprano faltaba tiempo; y era la prisa de ir a la carrera que llegaban cinco o seis al puesto, uno tras de otro; y pretales de cascabeles todos los llevaban de sus casas, los mozos por la prisa; en verdad que creo de ordinario los que la corrían paseada eran más de cincuenta. Tanta era la gente que iba que no dejaban correr los caballos, ni aun pasar, si no era atropellándola, ni bastaban alguaciles que iban con el virrey a apartalla. De allí se iba el virrey a su casa, llenas las calles de hombres de a caballo, y él, en las que parecía, llamaba a su caballerizo y corría con él un par de parejas, y esto hacía por no engendrar envidia en los caballeros si era su compañero uno y otro no, y usaba de este término por no agraviar a nadie. Con esto los tenía a todos muy contentos y no pensaban en más que en sus caballos y halcones y en cómo dar gusto al virrey y ellos en honrar su ciudad con estas fiestas y regocijos. Todos sus exquisitos conocimientos en toros y caballos los lució con gallardía y destreza en las fiestas que mandó celebrar –mayo de 1555- con motivo del fausto suceso de la derrota de Francisco Hernández Girón, que en Lima se había rebelado contra la majestad cesárea del emperador. Mandó don Luis que hubiese grandes corridas de toros y juegos de cañas. Él tomó el mando de una cuadrilla, a la que regaló los preciosos trajes del torneo, y, además, dio de su peculio las boyantes reses para la lidia. También el Ayuntamiento sacó cuadrilla; en estos juegos y regocijos “se aderezaron cuarenta y cinco libreas de mantas de la tierra, pintadas con los


colores acostumbrados y con la cenefa de debajo de los colores de la ciudad, que eran el verde y el colorado. Se mandó traer competente número de varas para el juego de cañas y se aderezaron mil con púas para los toros”, que se escogieron en las dehesas los más bravos y gallardos. El virrey Velasco y los de su galana cuadrilla de caballeros nobles salieron a la plaza, toda claridad y colores, y compitieron lucidamente en lujo, destreza y preseas con los de la cuadrilla del Ayuntamiento. Todos demostraron su exquisita donosura, haciendo primero vistosos giros en sus bridones, con lo que se entusiasmaba el gentío, y luego rompieron lanzas en los encuentros, en que contendían con mucha gentileza, y después con las suertes que ejecutaron burlando las embestidas de los toros, con cuya furia desenfrenada se encontraban. Todos salieron de la plaza muy bizarros, con mil parabienes.

Este abundante texto descriptivo sobre tan peculiar personaje, nos permite acercarnos no sólo a la identificación más aproximada sobre el que fue el segundo virrey de la Nueva España. También se encuentran esas otras condiciones entre las que se desenvolvió el protagonista en medio de ciertos quehaceres extrovertidos que pasan a formar parte de la manera en cómo se movió en escena y además, la forma en cómo lo hizo y quedan huellas que perviven cuando se justifica la permanencia de determinadas actividades, en este caso tanto en el entorno rural como en el urbano. En algunos casos sobresale la enorme posibilidad de conocer las amplias descripciones de vestimenta o el desempeño que no nada más queda en Luis de Velasco. También vamos a encontrarla –demasiado documentada- tanto con Valle-Arizpe como con las fuentes de otros tantos autores que consulta el propio Artemio..., perdón por este trato más entrañable. Así que el provecho resultante de esta nueva lectura, nos produce la posibilidad del encuentro con aspectos sobre la rutina de prácticas caballerescas que trascendieron en la persona de Velasco. La narración del saltillense es harto completa, enriquecida por los apuntes de Juan Suárez de Peralta que por ello no precisan una detenida revisión más que en aquellos escenarios en los que una primera élite novohispana ya estaba compartiendo quehaceres caballerescos con altos personajes de la política, cuyo papel no estaba reducido al solo desempeño de tareas de alta responsabilidad. También les era permitido –lícito para mejor entenderlo-, el hecho de participar directamente en divertimentos como el que ocurrió en el bosque Chapultepec, allá por 1551, y luego los de cuatro años más tarde, cuando el mismo virrey celebró la derrota de Francisco Hernández de Girón, protagonizando con su dirección a la cabeza de una cuadrilla, el torneo y los juegos de cañas, donde además hubo toros. Como iba haciéndose costumbre, el Ayuntamiento también participó enviando sus cuadrillas, para las cuales hubo “aderezo de cuarenta y cinco libreas de mantas de la tierra, pintadas con los colores acostumbrados y con la cenefa de debajo de los colores de la


ciudad...” Por supuesto, fueron escogidos un buen número de toros, “los más bravos y gallardos” que por entonces podía haber. Esos acontecimientos deben haber tenido una dimensión de suyo especial, debido a la detenida elaboración en la que se involucraban autoridades y particulares, con tal de conseguir notorio efecto y resultado, lo que generó una línea ascendente respecto a las cada vez más elaboradas y por tanto, complicadas fiestas que fueron organizándose durante el virreinato.

No existiendo evidencia gráfica sobre sus desempeños donde sobresalía ejecutando “suertes con un labrado garrochón de colores”, aguardando al toro para clavarle luego sobre “la frente una banderola o gallardete”; es posible verlo o imaginarlo metiendo lindamente el caballo entre los cuernos de la fiera, que acudía a él con tanta fuerza y derecha como una jara, y de ellos salía diestramente, caracoleando muy gallardo, entre los aplausos, vítores y músicas con que le celebraban la suerte, como apunta el propio A de V-A. Una de las más importantes contribuciones que Luis de Velasco hizo no sólo al torneo caballeresco en cuanto tal. No sólo a la consolidación de la jineta como modo de expresión técnica representada desde el caballo, fue la silla vaquera y el freno mexicano, instrumento del que se valieron ciertos indios para poder andar a caballo, porque entonces se les tenía prohibido cabalgar, en abierta muestra de rechazo al control establecido, tanto por los conquistadores como por parte de aquella nueva población ya asentada que temía algún levantamiento, alguna rebelión de los naturales que perfectamente enterados –entre otras cosas-, del fácil manejo y control de las riendas y del caballo, hubiesen podido despertar sospechas. Y aún sin terminar de decir alguna cosa más al respecto de la silla vaquera, que, como apunta A de V-A Dadas sus aficiones hípicas, (...) reformó la silla de montar que trajeron a México los españoles conquistadores y que era la de uso corriente en España. Creó no solo la silla vaquera, sino el freno mexicano, con el que tan bien se rigen y dominan las caballerías más indómitas, haciéndolas dóciles a cualquier leve llamado de la rienda que les transmite la voluntad del jinete. A esa silla y a ese freno se les dio su nombre ilustre: se les decía “de los llamados Luis de Velasco”


Al respecto, José Álvarez del Villar se ocupó del asunto con amplitud. Las imágenes aquí incluidas recrean escenas ocurridas en la Plaza Mayor de Madrid durante la celebración de las brillantes Fiestas Medievales organizadas por el Círculo de Bellas Artes. Fuente: MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970. N. del A.: Me he permitido omitir la mayoría de las notas a pie de página pues su contenido representaba similar número de palabras que el texto aquí ofrecido. Finalmente, intentemos una aproximación a la persona y hechos de Juan Suárez de Peralta. Juan Suárez de Peralta nace hacia el año de 1537 en la ciudad de México y muere, según los últimos datos recogidos por algunos de sus biógrafos, en la provincia de Trujillo, España en 1596. Fue hijo de uno de los mejores amigos de Hernán Cortés, Suárez nos dejó uno de los pocos relatos sobre la Nueva España y sus antecedentes históricos escritos bajo su óptica especial de criollo. Su obra, Tratado del descubrimiento de las Yndias y su conquista, está dividida en 44 capítulos y nos describe el origen de los indios y el encuentro con el continente americano para narrar después la llegada de Cortés a México y los hechos bélicos que llevaron al avasallamiento de las civilizaciones autóctonas. Una de las partes más trascendentales se refiere a los sucesos mexicanos de los cuales el autor fue testigo y actor. Aquí, la narración se eleva cuando trata temas netamente criollos: la vida cotidiana, las costumbres y convivencia con los indios, los acontecimientos políticos que vivió y la formación del carácter hispano-mexicano. Escribió entre 1575 y 1580 el primer tratado de veterinaria en América: El libro de la albeitería, que trata de lo que es curar cavallos, y todas las bestias de pata entera por pulso y orina... El manuscrito original, se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, fue paleografiado por el Dr. Nicanor Almarza, llegando hasta nuestros días gracias a la edición que realizara el Dr. Guillermo Quesada Bravo en 1953. Durante el siglo XVI, criollos, plebeyos y gente del campo enfrentaban o encaraban ciertas leyes que les impedían montar a caballo. Aunque impedidos, se dieron a ejecutar las suertes del toreo ecuestre de modo rebelde, sobre todo en las haciendas. Varios son los autores que se ocupan de este personaje. El ya conocido Artemio de Valle-Arizpe lo hace en forma exhaustiva en una de sus obras, sobre todo cuando refiere en detalle los acontecimientos en que se vieron envueltos los hermanos Ávila, durante la conjura que encabezó Martín Cortés.


Por su parte Federico Gómez de Orozco en las notas preliminares al Tratado del descubrimiento de las Indias hace un completo análisis sobre las condiciones que enfrentó Suárez de Peralta durante aquel complicadísimo proceso en que, si bien, no salió implicado, las sospechas levantadas en torno a su participación, se entretejieron de otra manera. Veamos. Varios otros procesos en donde se reclamaban bienes, fueron los que enfrentó Suárez de Peralta. Pero, entre las diversas fases que tuvo uno de esos procesos, la más grave contra los acusados Juan y Luis su hermano fue que los Gómez acusaron a su vez a la familia Suárez de Peralta de ser recién convertidos del Alcorán y secta mahomética, opinión que por otra parte no era la primera vez que se les imputaba, pues era de tiempo atrás compartida por muchas personas de Nueva España. La terminación de todo este lío fue que el Santo Oficio recogió los papeles, de donde se desprende que no había habido oportunidad de negociar con ellos, y Luis y Juan, así como Leonardo su primo, fueron severamente amonestados por su proceder. Si tanta prisa tenía Juan de irse a España (la denuncia fue hecha el 1º de marzo de 1572 ante el Tribunal de la Inquisición), ya sea por el proceso u otra causa que nos es desconocida, lo cierto es que demoró su viaje hasta el año de 1579 en que se ausentó de México. Como hemos visto por la información de don Jerónimo Cortés, en 1590 residía en la ciudad de Trujillo, España, y allá sin duda falleció, pues nunca más se encuentran noticias suyas en México. El principal mérito de nuestro ilustre y remoto compatriota consiste en que no sólo quiso dejarnos amenos relatos de sucedidos e historias, sino también en su afán de emplear su pluma en consignar el fruto de sus conocimientos y experiencia en asunto de aplicación práctica y útil, como lo es sin duda el Tratado de la Caballería de la Gineta y Brida, impreso en Sevilla el año de 1580, a raíz de su llegada a España, y dedicado a su pariente el Duque de Medina Sidonia. El motivo por el que escribió este tratado, fue, según dice el autor en el prólogo de su obra, a causa de ser el exercicio della (la caballería) tan útil y necesario a los caballeros y seguirse a su Majestad muy gran servicio y fortaleza en sus Reinos, especialmente en las Indias, rezones que le moverían también a escribir el Libro de Alveitería, que sin duda merece ser impreso, ya que todavía permanece inédito y olvidado entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid. En el fondo, también resulta interesante conocer un testimonio del propio Suárez de Peralta, quien afirma (…) ninguna cosa fue tan temida de los contrarios, ni más efecto hizo en ellos, que los caballos, mediante los cuales (con el auxilio divino) y el buen celo y deseo de los que en ellos iban, de servir a Dios y a su Rey, consiguieron tan alta victoria. Entre los capítulos que integran su Tratado… resalta lo dicho en el proemio al lector: (...) es desde el tiempo de los griegos hasta el día de hoy, especialmente el arte de la Brida, que este crece grandemente en Italia y particularmente en el Reino de Nápoles, en el que antiguamente hubo una ciudad famosísima llamada Sibaria donde tenían gran ejercicio de a caballo y era de suerte que en toda ella no se entendía sino de en ejercicios muy deleitables, no sólo en éste, mas en todos los demás. /p. 16: (...) del caballo nace el nombre y valor de los caballeros. Por tanto, los Nobles tienen la obligación más que los otros, a seguir esta virtud y así no solo los nobles, mas os viles hombres y bajos, con la fuerza y valor de este animal, se hacen cada día grandes y muy ilustres. No hay fiesta cumplida, ni juego valeroso, ni batalla grande donde él no se halle. Con ellos los Reyes, Príncipes y grandes Señores, defienden sus tierras y conquistan las ajenas”. Y luego, su pluma y su experiencia dan un despliegue importante de aspectos que entrañan con la práctica y ejercicio de caballeros, pero sobre todo en el uso de las sillas y las lanzas con que el desempeño de los mismos se encontraba listo para celebrar impresionantes puestas en escena en la


plaza. Entre los datos relevantes encontrados en la lectura de dicho trabajo hay anotaciones como las que siguen: CAPÍTULO I. EN QUE SE CONTIENE LO QUE HA DE TENER UN CABALLO PARA SER BUENO DE LA JINETA Y FALTÁNDOLE ESTO NO SE LE PUEDE LLAMAR TAL. Ha de tener mediano el cuerpo y bien hecho, no cargado en la delantera, ni muy descargado, bien bajo, no demasiado, buena cola y crín, buenos bajos, corto de brazos, las cernejas largas y de allí para arriba lampiño, buen rostro y ojo, buen huello reposado, buena boca, que pare trocados los brazos, el correr menudo, sobre los pies levantado, no gacho, el rostro bien puesto, la boca cerrada, claro, que no se detenga corriendo la carrera, que vaya a ella manso y vuelva sobre los pies, que sea concertado en los galopes, que vuelva a una mano y a otra corriendo sin saltos, que juegue las cañas y esté quieto en el puesto, esto ha de tener un caballo para que se llame bueno de la Jineta, que tener de estas cosas alguna buena, en particular sola esta se puede loar y no llamar al caballo que tuviere especialmente buen talle, correr y parar como está dicho, huello y sosiego, bueno y al que esto tuviere, solo se le puede llamar con muy justa causa. Porque corriendo bien el caballo, teniendo buena boca y siendo sosegado, se le puede fácilmente mostrar lo demás. SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO II. DE LA MANERA QUE SE HA DE TENER PARA PONER LOS PIES Y EL CUERPO, UN HOMBRE DE A CABALLO BIEN PUESTO, Y CORRIENDO LO QUE HA DE HACER. (...) el caballero que quisiere ser buen hombre de a caballo perfecto, ha de tener tres cosas que cualquiera de ellas en particular no es nada. La primera, tener gran afición a los caballos, curarlos y regalarlos y la otra, no cansarse ni enfadarse de correrlos, que si fuese necesario todo el día correr (de ello) no reciba pesadumbre alguna, porque mientras más carreras, más aprenderá y se soltará en la silla y tomará desenvoltura, con que después venga a hacer lo que quisiere muy fácilmente. La tercera es, que siempre entiende que no sabe nada y que ha menester documentos y se huelgue de tomarlos de cualquier caballero que algo entendiere, porque en todas las cosas del mundo es esta parte buena y muy virtuosa, tomar siempre consejos y parecer de todos y huir de la afectación en lo que hiciere porque con ella dará fastidio y no parecerá bien nada de su desenvoltura, ni es posible tenerla con la afectación y los efectos que de ella salen, paran en los extremos y dejan el medio, que es el que se ha de procurar, pues da a todas las cosas gracia y perfección, y al que esto hiciere le aprovechará su trabajo. CAPÍTULO VI. DE CÓMO SE HA DE CORRER LA CARRERA CON LA LANZA, Y LAS MANERAS DE CÓMO SE CORRE. Hase de correr en un buen caballo que corra claro, menudo y derecho y lo primero que se ha de hacer, es poner los cascabeles al caballo y luego ponerse el caballero la capa. De esta manera alzarla hasta el hombro izquierdo y la punta meterla debajo del mismo brazo y la otra media capa bajarla por el brazo derecho, y a esto el caballo ha de estar parado a toda la compostura del caballero. Y después de hecho esto, se ha de sacar el caballo adelante tres o cuatro pasos y ponerle el rostro derecho de la carrera por donde ha de ir, y pararle, y tomar la lanza y medirla de suerte que haya de un cabo tanto como de otro y ponerla sobre el muslo derecho, el brazo un poco hueco y el hierro para adelante y sacar el caballo lo más poco a poco que pudiere ser y llevarle por la carrera hasta donde ha de volver. Y se ha de advertir que después de tomada la lanza para ir a la carrera, aun que el Rey esté presente no se ha de destocar el caballero, sino bajar la cabeza y hacerle su cortesía, la cabeza cubierta y no soltar la lanza porque no se sufra otra cosa. Y si quisiere quitarse el bonete, no tome la lanza hasta que haya pasado delante del señor y luego la tomará por la orden que he dicho, hasta que llegare donde ha de volver y luego que haya llegado, ponerse sobre los estribos y volver el caballo sobre


mano izquierda con el cuerpo muy derecho y no se ha de volver al caballo de golpe, sino siempre recogiéndole y ajustándole de suerte que no se fuerza ni desbarate. En la parte que corresponde al Tratado… de la brida, advierte sobre los muchos primores y avisos para hacer un caballo de la brida, doctrinarle y saberle enfrenar con otros muchos documentos para (un caballero) ser hombre de la brida y con las posturas que ha de tener y otras cosas tocantes a este ejercicio. Lo mismo hace en el capítulo XLI cuando trata de COMO SE HAN DE CORRER LANZAS EN LA BRIDA Y DE LAS POSTURAS Y COMO SE HAN DE SACAR Y CUALES SON LAS MEJORES, A LEY DE HOMBRES DE ARMAS. Pues hemos tratado de cómo se han de hacer los caballos y el enfrenarlos en ambas sillas y de la postura que han de tener los caballeros, me pareció ser justo tratar de cómo se han de correr lanzas a la Brida, porque este ejercicio es necesarísimo a causa de que por él se desenvuelven los caballeros y se hacen diestros para justar; y de la justa se siguen los efectos que todos sabemos, así en burlas como en veras. Y por no ser pesado ni enfadoso, no trato de cómo se ha de justar y correr las lanzas armado, mas yo entiendo (y es así) que el caballero que fuere ejercitado en correr desarmado (y tiene desenvoltura) fácil le será correr con las armas, porque lo más dificultoso es saber sacar las lanzas y darles el aire necesario y tomar desenvoltura y facilidad en el brazo y mano, porque habiendo esto, es llano lo demás. Hay muchas maneras de correr lanzas y de cada una hay sus aficionados, según como se dan la maña en aquella especie de correr: sustentando cada uno lo que sabe. Y para esto soy de parecer que el caballero se ejercite en todo y aprenda todos los géneros de correr. Y que en ellos se desenvuelva y sabidos, podrá después ser buen juez porque conocerá lo mejor. En toda Italia y España, se corre a lo cierto, aunque no tan galán, como en la Nueva España, a causa de que se han ejercitado muy muchos los caballeros de allá, añadiendo nuevas maneras de sacar la lanza, dándoles extremadísimo aire. Y es tanta la curiosidad de ellos, que para perfeccionarse en este arte mancan los caballos en que han de correr lanzas desjarretándolos de un pie y el que viene a ser manco de esparavanes le estiman mucho y diré la manera de mancar el caballo. Tómanle y córtanle el nervio principal con que sustenta el pie y queda cojo que casi arrastra el pie y como corriendo hace la fuerza con los tres sanos y el manco no llega a la mano hace un admirable son y corre muy menudo y muy llano y así se corre extremadamente y se sacan liadísimas lanzas; así por esto como ejercitarse mucho en correr lanzas de las cuales se tratará. Aunque me parece que no se les podrá dar en escritura el aire que tienen puestas por obra, pero darse han a entender lo mejor que se pudiere. Finalmente, debo agregar algunas notas sobre un interesante trabajo que elaboró al respecto Benjamín Flores Hernández.13 Dice nuestro autor: (...) la entusiasta forma de estudiar la materia, el fervor patriótico con que los escritores españoles se lanzaron al análisis de los modos tradicionales de cabalgar propios de su tierra y el particular énfasis que dentro de sus páginas dieron a los enfrentamientos de los caballeros con los toros bravos, sí constituyen una particularidad típicamente hispana de la manera de abordar el asunto. Primeramente, en Italia y más adelante en Francia, desde los iniciales años del siglo XVI empezaron a divulgarse los principios de una novedosa escuela de equitación de origen napolitano que postulaba el triunfo de una caballería ligera, rápida, sobre la típica de los últimos tiempos de la Edad Media, la propia de los desafíos y de los torneos, caracterizada por la pesadez de unos equinos abrumados por el fardo de la armadura que protegía tanto a ellos como a quienes los montaban. Benjamín Flores Hernández: “La jineta indiana en los textos de Juan Suárez de Peralta y Bernardo de Vargas Machuca”. Sevilla, en: Anuario de Estudios Americanos, T. LIV, 2, 1997. Separatas del tomo LIV-2 (juliodiciembre) del Anuario de Estudios Americanos (pp. 639-664). 13


Así que reafirmando cada vez más el papel protagónico que jugó Juan Suárez de Peralta como un conocedor en las prácticas caballerescas que fueron común denominador desde el siglo XVI y hasta el XVIII en la Nueva España. Si bien, su Tratado de la Caballería, la jineta y la brida… se publicó en Sevilla allá por 1580, y aún no contamos con referencias posteriores de su conocimiento en estas latitudes americanas, el hecho es que la mencionada teoría, junto con otras, pero sumada a la experiencia que seguía influyendo en la práctica, permitieron continuidad entre caballeros hispanos y novohispanos. En España, y para 1568 Antonio Flores de Benavides tradujo a Grissone, bien que para entonces ya debía ser archiconocida la técnica de la brida así en la península cuanto en los dominios castellanos de allende la mar, puesto que daba la continua presencia hispana en Italia no puede suponerse otra cosa. Sin embargo, los tratadistas españoles de aquel tiempo dedicados a estudiar el caballo, su monta, modo de combatir en él y demás temas afines, no sólo hicieron referencia a dicha caballería, sino que también trataron, mostrando una clara preferencia hacia ella, de la de la jineta, que gozaba de gran prestigio en todos los territorios dependientes del rey católico. Según parece, el primero de los muchos libros aparecidos sobre la enseñanza de la caballería en las imprentas de España y de Portugal a partir de la segunda mitad del siglo XVI y hasta bien entrado el XVIII, fue uno impreso en el año de 1551 en la oficina tipográfica que Cristóbal Álvarez tenía en la ciudad de Sevilla: el Tractado de la cavallería de la gineta de don Fernando Chacón, caballero calatravo. A continuación, y por espacio de más de ciento cincuenta años, no pararon los talleres de todas las ciudades de la península de tirar textos y más textos con esta temática, varios de los cuales alcanzaron la segunda y aun la tercera impresión. Al finalizar el siglo XV habían desaparecido aquellas formas ya poco apropiadas de caballería, lo mismo vestimentas de enormes y pesadas armaduras como aquellas expresiones que fueron de uso común durante la guerra, pero también durante los recesos de ésta, considerando el proceso de la de los “ocho siglos” entre moros y cristianos en territorio español. Lo bélico se tornó estético, lo pesado en la ligera movilidad de los combatientes que tenían ante sí los conceptos de la brida y la jineta como expresión no del campo de batalla. Sí de la plaza pública. En realidad, la técnica tradicionalmente española de montar sobre los corceles era la conocida como de la jineta, y fue ella, precisamente, la que al aparecer en los campos napolitanos en las luchas allí emprendidas por el rey de Aragón a lo largo del siglo que corre entre 1420 y 1520, trastornó todo el sentido del enfrentamiento caballeril propio de la Edad Media y del primer Renacimiento. Según Cesáreo Sanz Egaña, el origen y la peculiaridad de esa forma de cabalgar debe buscarse, antes que en detalles de longitud de estribos o de formas de la silla, en la anatomía típica de los equinos peninsulares, de menor tamaño y mayor nerviosidad que los nativos de otras latitudes del continente europeo. Brida y jineta tienen orígenes y explicaciones totalmente distintas. La primera de ellas parece estar localizada al sur de Italia, cuando en algún momento llegaron a la península un grupo de jinetes españoles que se empeñaron en adaptarse a caballos de mejor alzada, en oposición a aquellos arabigoandaluces, mas bien bajos. El nombre más antiguo de este tipo de monta fue el de a la estradiota, voz derivada de los stradiotti, caballeros mercenarios de nacionalidad albanesa que servían en el ejército veneciano, los cuales debieron haber sido los primeros en tratar de aplicar los principios de la caballería ligera en el uso de equinos centroeuropeos. En cuanto a la connotación de a la brida, encontramos en el Diccionario de la academia lo siguiente: Brida es el “freno del caballo con las riendas y todo el correaje, que sirve para sujetarlo a la cabeza del animal”. De la jineta se entiende como un género de caballería africana, con frenos o bocados recogidos y estribos anchos y cortas aciones, a éstos llaman jinetes y a esotros bridones, los cuales llevan los estribos largos y la pierna tendida, propia caballería para hombres de armas”. Es el propio Benjamín Flores Hernández quien apoya lo hasta aquí analizado al apuntar que


El más hondo sentido que tenía la multitud de obras y opúsculos editados por aquella época para la explicación de las diversas técnicas de andar a caballo era el de enseñar cómo, sobre ese animal (el caballo), habrían de continuar los españoles la realización de sus gloriosas acciones militares a todo lo ancho y largo del mundo. Tal cosa la indicaba claramente, por ejemplo, Juan Suárez de Peralta en su Tractado..., cuando se refería a los valiosos servicios bélicos prestados a los caudillos de su patria por los corceles puesto que, argumentaba allí: No hay fiesta cumplida, ni juego valeroso, ni batalla grande donde él no se halle. Con ellos los reyes, príncipes y grandes señores defienden sus tierras y conquistan las ajenas”. Aparte de su utilización en las campañas militares, la principal actividad en la cual habían de practicarse las reglas y disposiciones de la caballería expuestas en los tratados fue, en España, durante las centurias décimoquinta y décimosexta, la de las corridas de toros. El punto culminante, la acción más emocionante, de más riesgo, belleza y significación de las realizadas entre los tablados de una plaza pública en tiempos de la monarquía de los Austrias, resultaba la de liquidar un bravo bovino con lanza. El caballo pasó a Indias junto con las primeras empresas conquistadoras, en las cuales enseguida mostró su indiscutible utilidad. Son continuas las referencias de comentaristas e historiadores acerca de los servicios prestados a los castellanos por este animal en las entradas expedicionarias en demanda de la expansión de los dominios de su soberano a través de toda la geografía del nuevo continente. Recuérdese cómo, en múltiples sitios, tardaron los indios un buen rato en salir de su asombrada creencia en que hombre y bestia conjuntaban una sola unidad. (...) entre los indígenas, debido a la obra consumada por él mismo y por sus compañeros, para el tiempo en que (Bernal Díaz del Castillo) escribía, principios del último tercio del siglo XVI todos los más caciques tienen caballo y son ricos, traen jaeces con buenas sillas y se pasean por la ciudad y villas y lugares donde se van a holgar y son naturales, y llevan sus indios y pajes que les acompañan, y aun en algunos pueblos juegan cañas y corren toros y ponen sortija, especial es día de Corpus Christi, o de Señor San Juan, o Señor Santiago, o de Nuestra Señora de Agosto, o la advocación de la iglesia del santo de su pueblo; y hay muchos que aguardan los toros aunque sean bravos y muchos de ellos son jinetes, y en especial en un pueblo que se dice Chiapa de los indios.14 Por otro lado, el papel protagónico que tuvieron los caballeros americanos no fue una casualidad. Ya lo vimos con los hechos de enero de 1572. Del mismo modo, es el mismo Suárez de Peralta en acentuar ese orgullo, tal y como lo vimos al referir en el capítulo XLI de su Tratado… en toda Italia y España se corre a lo cierto, aunque no tan galán, como en la Nueva España, a causa de que se han ejercitado muy mucho los caballeros de allá, añadiendo nuevas maneras de sacar la lanza, dándole extremadísimo aire. Y es tanta la curiosidad de ellos, que para perfeccionarse en este arte mancan los caballos en que han de correr lanzas desjarretándolos de un pie y el que viene a ser manco de esparavanes de estiman mucho [...] También fue el propio Miguel de Cervantes Saavedra, en palabras de Sancho Panza, quien exclamó cuando fue a contar a su señor lo sucedido en su encuentro con la hermosísima Dulcinea del Toboso, transformada en zafía labradora por artes de encantamiento: “-Vive Roque, que es la señora nuestra ama más ligera que un alcotán, y que puede enseñar a 14

Flores Hernández: Op. Cit., p. 648-650.


subir a la jineta al más diestro cordobés o mexicano”. Finalmente, para tratar aquí de la manera específica que tuvo de practicarse la equitación en Indias se analiza particularmente el Tractado de la caballería de la gineta y brida, del inquieto criollo mexicano Juan Suárez de Peralta, así como los tres sucesivos libros compuestos sobre ese tema por el simanquino Bernardo de Vargas Machuca. Asimismo, se utilizan también unas cuantas de las expresiones del Discurso para estar a la jineta con gracia y hermosura –Madrid, 1590-, de Juan Arias Dávila Puertocarrero, conde de Puñonrostro, de quien se dijo que “en muchas cosas sigue la jineta de las Indias”, y del Modo de pelear a la jineta –Valladolid, 1605-, de Simón de Villalobos, tal vez mexicano como su hermano Diego, que fue quien llevó este escrito a la imprenta. En las campañas americanas, cuando se entró a caballo sobre los indígenas, fue el estilo de montar a la jineta el utilizado, y así aseguraba el Inca Garcilazo cómo esa tierra “se ganó a la jineta”. Vargas Machuca continuamente repite en su Milicia el consejo de que en las conquistas americanas sólo se utilicen las sillas jinetas y no se consienta brida, porque con menos riesgo se vadea un río a la jineta y son más prestos al ensillar y se hacen hombres de a caballo. Según Bernardo de Vargas Machuca, comenta en el prólogo al Libro de ejercicios de la jineta, fue durante sus años americanos cuando “cursó y aprendió” los secretos de la equitación. Mas, a lo que dice, fue ya de vuelta en España y a instancias de varias personas, muy particularmente de don Alberto Fúcar, que se dedicó a poner en el papel lo que tenía aprendido sobre la materia, y pasó enseguida a publicar sus apuntes, mismos que salieron a la luz durante 1600 en la misma imprenta madrileña que un año antes su libro de la Milicia. La portada del tratado entonces aparecido lleva el siguiente enunciado: Libro de Ejercicios de la Jineta, compuesto por el Capitán D. Bernardo de Vargas Machuca, Indiano, natural de Simancas en Castilla la Vieja. Dirigido al Conde Alberto Fúcar [escudo de Fúcar] En Madrid, Por Pedro Madrigal, [filete] Año MDC.15 VELASCO, Félix: Matador de toros español, que estuvo actuando en México al comenzar el siglo XX, no solo en la capital sino en diversas plazas de sus provincias.

15

Bernardo de Vargas Machuca: Teorica y exercicios de la Gineta: primores, secretos y aduertencias della, con las señales y enfrentamientos de los Guallos, su curacion y beneficio / por... don Bernardo de Vargas Machuca... - En Madrid: por Diego Flamenco, 1619, [14], 200 h., [10] h. de grab.; 8º Marca tip. en colofón. Sign.: [ ]8, [calderón]8, A-C8, E-Z8, 2A2C8. Grab. xil. en h. [156]. Las h. de grab. xil. incluidas en signaturación, son dos heráldicas y el resto de la representación gráfica de los diversos tipos de freno para los caballos M-PR 89912: Enc. pasta; Anot. ms. en port. y colofón; En h. de guarda, autor y tit. mss. en vertical; Procede de Francisco de Bruna. M-AH 2/3305: Enc. hol.. M-BHM V/564: Enc. perg.


VELASCO, Luis de (hijo): Participó activamente en las fiestas de recibimiento que se hicieron en México al Excelentísimo Señor Don Álvaro Manrique de Zúñiga, Marqués de Villa-Manrique, el año de gracia de 1585. Las cuadrillas formadas –que eran doce-, estuvieron dirigidas por el Corregidor y Regidores (entre estos el mencionado Velasco, quien tiempo más tarde también se convertiría en virrey). (N. R., 25). VELASCO, Rafael: Picador de toros. actuó en Puebla, durante un festejo celebrado el 21 de agosto de 1887, estando bajo las órdenes de José de la Luz Gavidia. El Arte de la Lidia, año III, Tercera época. México, 28.08.1887, N° 43. VELAZCO, Pilar: Capitán de Gladiadores (así se anunciaban con frecuencia los toreros de a pie en el curso del siglo XIX). Su nombre aparece en la tira de mano a las “Corridas sobresalientes” del jueves 1° y domingo 4 de noviembre de 1849, en San Luis Potosí. Cartel, colección del autor. VELÁZQUEZ, Cristóbal: torero profesional de a caballo. Picó astados en los festejos taurinos que se hicieron en la Real Plaza en el curso de 1817, cuando las celebraciones por los matrimonios de Fernando VII y de su hermano don Carlos con las infantas del Brasil. (BFH, 2012, 393). VELÁZQUEZ DE SALAZAR, Juan: Ocupó la función de “cuadrillero” en los festejos por la bienvenida del virrey Lorenzo Juárez de Mendoza, conde de la Coruña. Esto, de acuerdo a datos que provienen del Acta de cabildo del 29 de agosto de 1580. VELÁZQUEZ, José: Charro, y hombre ligado a estos menesteres. Habiendo leído con suma atención el libro de Francisco “Paco” Aparicio, Recuerdos de mi vida charro taurina (véase bibliohemerografía), se está ante la evocación de varios personajes que ubica como sus maestros. Uno de ellos es José Velázquez, con toda seguridad nacido hacia finales del siglo XIX. “Paco” Aparicio (20 de diciembre de 1908-9 de septiembre de 1978), como es de sobra conocido, fue padre además de la célebre amazona “Juanita” Aparicio y tío del no menos conocido torero Mariano Ramos. Francisco, desde muy niño, justo a los 9 años, se presenta y con bastante éxito el 16 de abril de 1922, en Orizaba, Ver. Como resultado de tan grato debut, y luego ya pasados algunos años, decide abrazar aquel destino en el que se vio rodeado, como ya lo había adelantado, con aquel otro charro, uno más de sus maestros, José Velázquez, charro consumado de lo más completo y valiente en aquellos años, pues era tal su valor y capacidad, que lo mismo a pie que a caballo lazaba y toreaba. Como jinete de reses y bestias era estupendo. José fue uno de los componentes del famoso trío de “Los Pepes”, formado por él, José Becerril y José Ramos.

Un charro a finales del siglo XIX, que bien nos recuerda al personaje aquí reseñado. Col. del autor.


VELÁZQUEZ, Juan: Lazador. Su nombre aparece en carteles desde 1886. VELASCO DE ALTAMIRANO y CASTILLA, Juan de, Conde de Santiago-Calimaya: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 51). VELASCO, Francisco de: Heredero del segundo virrey de ese apellido, quedó mal herido en un juego de cañas al caerse del caballo. (L. W., 1984; T. I., 158). VELASCO ALTAMIRANO y PADILLA, Joseph: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 51). VELEZ, Silverio: que fungió como el “loco” o “payaso”, impresor reputado, abuelo de la famosa estrella cinematográfica “Lupe” Velez. (Citado por RST, N. R. 4).

Agustín Velasco, quien luego de conocer las hazañas de Antonio Fuentes, decidió anunciarse como Fuentes Mexicano. VELÁZQUEZ DE SALAZAR, Juan: Cuadrillero. Gracias a dos actas del Cabildo sabemos que hubo fiestas en la ciudad de México para recibir al nuevo virrey. Jueves 24 de octubre de 1566: “…En este día los señores justicia y regidores (de la ciudad de México) dijeron que era cosa justa recibir con fiesta y regocijo al nueo virrey marqués de Falces, ordenando que se haga en la Plaza Mayor de esta ciudad regocijos y fiestas, sacándose libreas de tafetanes de colores para ochenta caballeros, y han de ser diez cuadrillas de ocho caballeros cada una, y el cuadrillero a su costa dé a su cuadrilla mangas y caperuzas, y banderillas para las lanzas y bandas para las adargas, debiendo dar esta Ciudad las libreas acostumbradas. Los cuadrilleros han de ser los señores alcaldes (Juan Velázquez de Salazar…)”. (H. L., 1971, 53). VELÁZQUEZ, Juan: Lazador, quien ya realizaba dicha labor hacia 1886, de acuerdo a un cartel que dice: PLAZA DE TOROS DE TLALNEPANTLA. GRAN CORRIDA A FAVOR DE LA BENEFICENCIA ESPAÑOLA. DOMINGO 11 DE ABRIL DE 1886. Lazadores: Juan Velázquez.


Tomás Venegas, el Gachupín toreador. Recreación que hizo del personaje el excelente pintor Antonio Navarrete. VENEGAS, Antonio, Chanate: Torero de a pie. Alternó con Ponciano Díaz, la tarde del 7 de mayo de 1894. Ambos, lidiaron ejemplares de “Espíritu Santo”. “Chanate” sufrió cornada mortal aquella ocasión. VENEGAS, Antonio, El Colorín: Se anunció en un festejo celebrado en la plaza de toros de Morelia, Mich., la tarde del 1° de noviembre de 1893. Llama la atención la suerte que realizó, al colocar banderillas con la boca. VENEGAS, José: Picador de toros que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). VENEGAS, Tomás, el Gachupín Toreador: torero de a pie y “Capitán primera espada”. Alrededor de 30 años en 1770. Andaluz, nada menos que de Sevilla como sus contemporáneos “Pepe-Hillo” y “Costillares”. Puede considerársele el principal de los lidiadores de a pie que introdujeron en México, ya de una manera bien definida, la nueva forma de la faena taurina. Sin lugar a dudas, fue el más importante y popular de todos los toreros que actuaron en cosos mexicanos a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII. En la capital del virreinato se presentó como jefe de cuadrilla cuando menos durante las temporadas de 1769, 1770, 1785, 1787, 1789, 1790 y 1791; en alguna de ellas resultó gravemente herido. También se interesó en la organización de corridas, y en 1785 adquirió el derecho de hacer los ensayos previos a las bregas que iban a efectuarse entonces; tres años después figuró entre los postores a la plaza, aunque finalmente fue otro quien la ganó. La última noticia suya data del 24 de mayo de 1793 cuando firmó, en la hacienda de la Purísima Concepción, un interesante presupuesto de los gastos que habría de requerir la puesta anual de temporada de toros. (BFH, 2017, 27). VENTOLDRÁ, Eugenio: Torero catalán nacido el 15 de noviembre de 1895, no hacía sino matar bien algunos toros. tomó la alternativa en Barcelona el 5 de agosto de 1923, y vino aquí en 1928. (Semblanza de Alfonso de Icaza “Ojo”).


VERA, Juan de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 16 VERA, Magdaleno, el Charro: picador de toros. MAGDALENO VERA, PICADOR DE TOROS.

Un picador de toros hacia 1875 que combina el pantalón charro y una casaquilla torera primitiva (sic).17 Originalmente, este daguerrotipo estaba ubicado en 1875. Sin embargo, un detenido análisis permite reubicarlo entre 1857 y 1859. Fue obtenido por el francés Désiré Charnay bajo el título de “Tipos populares”, y hasta ahora viene a ser la primera imagen con tema taurino tomada en México, antes de la de “Galini, y Cía” del 25 de diciembre de 1864 y la estereoscopía que nos muestra el interior de la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, hacia 1870 que pronto será motivo de análisis. El personaje, según la conclusión a que puedo llegar no es otro que Magdaleno Vera, famoso picador de toros, tanto o igual que Juan Corona, el de la “famosa vara de otate”. Ambos, integrantes de la cuadrilla de Bernardo Gaviño. Esta imagen ayudará a entender un poco el asunto que traté en el “Revelado” anterior, al referirme al uso de una vara cuyo remate era la parte metálica en forma de una pequeña bola, lo que en su época se denominó “limoncillo” (además, en “Figuras, figuritas y figurones”, donde veremos un poco de la vida azarosa y rocambolesca de un aventurero del toreo, también nos toparemos con que en la foto aparecen algunos picadores empuñan7do la misma arma). Y miren ustedes a don Magdaleno, vistiendo una chaquetilla con los bordados típicos de la época, sin carga ni recarga de otra cosa que las costuras abultadas de los hilos que pendían de dicha prenda. Quizá lleve un pantalón de tela flexible llamada en la época “taurina”, faja de varias vueltas y un sombrero de fieltro, de copa baja y redonda, no se sabe si de una o dos toquillas que da a ese rostro adusto, con fuerte carga del mestizo el continente perfecto para reconocerlo picador de vara larga. La imagen no puede ser más explícita si vemos que a su izquierda está colocada la silla de 16

María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 17 Heriberto Lanfranchi. La fiesta brava en México y en España. 1519-1969, T. I., pág. 177.


montar y una anquera, ese elemento que se convirtió en protección primitiva de los caballos durante las tardes de toros al mediar el siglo XIX. La anquera no es más que una pieza de cuero, que va sujeta a la silla de montar, con objeto de cubrir las ancas y que le quita las “cosquillas” a los caballos. Dice Domingo Ibarra que Magdaleno Vera se hizo célebre, porque “cuando se tardaba el toro en embestir, le tiraba el sombrero y le gritaba: éntrale palechito” (D. I., 9). VERDIÚ, N. N.: Banderillero mexicano. El único registro que tengo del personaje hasta ahora, es el siguiente: DESDE MÉXICO. 6 de Mayo de 1905. Muerte del banderillero mexicano Verdiu. El 30 de abril toreó con gran éxito en la plaza de Calimaya, pueblo cercano a la ciudad de Toluca, la cuadrilla del espada José Machío Trigo, en la que figuraban los banderilleros “Mirandita” y Verdiu. Dichos diestros, en la misma noche, tuvieron un disgusto, del que pasaron a las manos, resultando de la riña el que “Mirandita” matara a Verdiu, infiriéndole una herida con una puntilla. El finado era natural de Puebla, y el matador de Sevilla. Este se encuentra en la cárcel a disposición de la autoridad competente. El Toreo, Madrid, Nº 1742, del 26 de mayo de 1905, p. 3. VERGARA, Marco de: Cuadrillero y rejoneador que actuaba a comienzos del siglo XVIII, de acuerdo al registro poético que legó José de Isla en sus Vuelos de la Imperial Águila Tezcucana, 1701, (…) descríbelos, con una pluma de la sobredicha Águila de su patrio nido…, como sigue: (Del Cortejo y el Tocotín) En un Melado bruto, en encarnada silla de fondo carmesí lucido, con hebillaje y clavazón dorada, jaez amarillo y encarnado unido, Juan de Vergara lleva en agraciada color roja los cabos del vestido, a que la plata dio bordadas haldas, y el cintillo y la joya de esmeraldas... VERGARA, Juan de: “Cuadrillero”, que participó en diversas representaciones caballerescas, con motivo de las fiestas por la asunción a la corona del rey Felipe V en 1701. José Francisco de Isla, en su relación de sucesos denominada como “Buelos de la Imperial Aguila Tetzcucana…” del mismo año, nos permite ubicar a este personaje gracias a la descripción de festejos como el “Cortejo, el Tocotín y los juegos de cañas”. VERGARA, Juan de: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. VERGARA, Refugio: Puntillero mexicano que, retirado hacía años de tal profesión, falleció en la ciudad de México, el 22 de enero de 1946. (J. M de C, VI, 569). VERMEJO, Clemente Marcos: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán y “actual Alcalde Ordinario, y de la Santa Hermandad”, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron


lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. VÉRTIZ SAN MARTÍN, Juan Francisco de: Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 100). VEYRA, Manuel, Brillantito: Matador de novillos. No consiguió sobresalir en la profesión taurina. Muere en México el 6 de abril de 1931. (J. M de C, III, 988). VICENTE, Martín: Banderillero, que trabajaba por los años de 1890 en plazas americanas. Su labor era bastante aceptable por lo saliente y voluntariosa. Dejó de torear hacia el año 1900. (J. M de C, III, 988). VICIRA, 18 Tomás: Excelente banderillero mexicano que ha figurado en las más acreditadas cuadrillas, tanto de México como las de Gaviño y Ponciano Díaz como en las de matadores de toros españoles. En algunas corridas estoquea también con no poco arte. Una de las primeras en que lo efectuó fue la celebrada en la plaza de Puebla el 14 de febrero de 1896 a beneficio del Mestizo, obteniendo un buen resultado. Esto no obstante, solo en ocasiones ha consentido en figurar como tal. Su concurso ha sido siempre muy solicitado por los jefes de cuadrillas debido al justo crédito que goza como banderillero, pues es hábil como pocos y conoce el arte y las condiciones de las reses. (L. V., 128-9). VIDAL, José Andrés: torero de a caballo, nacido en Chalco. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 103). VIEYRA, Tomás: banderillero de origen poblano quien estuvo en las principales cuadrillas entre 1880 y 1900, aproximadamente. (D. I., 23). Hay un registro de alguna actuación suya en la plaza de toros del Huisachal, el 4 de noviembre de 1883, mismo que aparece en El Diario del Hogar, del 6 de noviembre siguiente, p. 3.

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Aunque quizá, por motivo de un “lapsus maquinae”, el dato corresponda a Tomás Vieyra (N. del A.).


VIGIOLA, Serafín, Torquito: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. Pocos toreros han causado tan buena impresión inicial en México como este diestro bilbaíno, a quien se ovacionó calurosamente en nuestra plaza durante sus primeras actuaciones, allá por el año de 1911. Toreaba bien, y era bastante completo, y como aquí tuvo fortuna, muchos creyeron que sería, andando el tiempo, una figura de la tauromaquia, pero no fue así. A la postre, sobre las cualidades ya apuntadas, imperaba esa frialdad propia de la raza vasca, que no se amolda a las necesidades del toreo. Y sucedió con “Torquito” lo que con tantos. Que habiendo comenzado bien y tenido años felices, terminó su carrera por inanición, olvidado de público y empresas. Serafín Vigiola, que como quiera que sea ha sido el mejor de la dinastía de los “Torquitos”, bastante numerosos por cierto, nació en Bilbao el 27 de julio de 1889, y no había cumpliudo los veinte años cuando ya andaba por esas plazas de Dios, en calidad de novillero. Sus buenas maneras le abrieron las puertas de muchas plazas, y, después de haber estado a la cabeza de los de su clase, doctoróse en Barcelona, el 8 de septiembre de 1912. Toreó bastante al año siguiente; se habló de él, repetimos, como de un futuro “as”, pero las cornadas por una parte y su natural frialdad por otra, determinaron que cada temporada actuara en menor número de corridas, hasta que, ya decadente, optó por retirarse, toreando su última corrida en su ciudad natal el 18 de junio de 1929. En la actualidad “Torquito”, reside en Madrid y se dedica a diversos negocios relacionados con la fiesta brava.


VILLA, ¿José?, El Atenqueño: Picador de toros que formó parte de la cuadrilla del espada José Romero “Frascuelillo” durante su gira por el estado de Puebla, esto, según la nota aparecida en EL CHISME, D.F., del 22 de agosto de 1900, p. 3. VILLA, Antonio: Matador de toros, e integrante de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, encabezada por Antonio Villa y Pedro López. Su nombre aparece en un cartel de la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 19 de mayo de 1907. VILLA, Lucio, Villita: Picador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del sábado 12 de enero de 1907. VILLA, Nicanor, Villita: Matador de toros español que vino a México a finales del siglo XIX. Nació en Zaragoza el 10 de enero de 1869. El 21 de enero de 1894 se presenta como novillero en Madrid. Recibe la alternativa el 29 de septiembre de 1895, siendo su padrino Luis Mazzantini, y como testigo Emilio Torres “Bombita”, con el toro “Tocinero” de Moreno Santamaría. El 20 de enero de 1898 y actuando en San Luis Potosí, recibe grave cornada en la ingle izquierda, al matar a un toro de Guanamé. También, el 10 de febrero, pero de 1901 y en Saltillo, Coahuila, al clavar banderillas a otro toro de Guanamé, suifrió gravísima cornada paralela al recto. El 29 de abril de 1906 se despide de los toros en Zaragoza. Muere el 9 de enero de 1944 en Zaragoza. (H. L., II, 667).


VILLA, Lucas: Picador de toros, al igual que su hermano Vicente, que desempeñó tal actividad en plazas mexicanas en el último tercio del siglo XIX. VILLA, Vicente: Picador de toros, integrante de la cuadrilla de Valentín Zavala, quien en un momento, estuvo toreando con frecuencia en Pachuca, Hidalgo. Esto en marzo de 1891. Su nombre también lo he ubicado en El Arte de Cúchares. Semanario Taurino y de Espectáculos. México, diciembre 7 de 1902. Año I, N° 2. VILLALOBOS, Elías, Cigarrón: Picador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 18 de diciembre de 1904. La primera cuadrilla juvenil la formó Antonio Antúnez “Tobalo” en mayo de 1900 con Antonio Reus de matador, y como banderilleros Eligio Hernández “El Serio”, Apolinar Silva “El Pájaro”, Manuel Castillo y Manuel Villa. Más tarde ingresaron a ella “El Rubito” y “El Catrín”. Eran picadores en ella Felipe San Vicente, “El Peñón” y Elías Villalobos “Cigarrón”. Todos, exceptuando “Rizito”, originarios de León de los Aldamas. Esta cuadrilla debutó en Lagos de Moreno, Hal., el 15 de agosto de 1900 lidiando cuatro toros de Maravillas, grandes, gordos y bien despachados de cornamenta y obtuvo un gran éxito, porque casi todos los componentes eran muchachos de resolución y valentía. VILLALOBOS, José María: matador de toros. Su nombre aparece en la publicidad que difundió la prensa, para los festejos celebrados en Huejutla, hoy estado de Hidalgo, del 25 al 28 de diciembre de 1849. Cartel, colección del autor. Llegó a actuar en Tulancingo, Hgo., hacia 1850. VILLANUEVA, Serafín, Herrerito: Banderillero. Actuó como tal en la plaza de Celaya, Gto., el 27 de septiembre de 1903, bajo las órdenes de “Fuentes Mexicano”. VILLANUEVA, Hernando de: Cuadrillero. Gracias a dos actas del Cabildo sabemos que hubo fiestas en la ciudad de México para recibir al nuevo virrey. Jueves 24 de octubre de 1566: “…En este día los señores justicia y regidores (de la ciudad de México) dijeron que era cosa justa recibir con fiesta y regocijo al nueo virrey marqués de Falces, ordenando que se haga en la Plaza Mayor de esta ciudad regocijos y fiestas, sacándose libreas de tafetanes de colores para ochenta caballeros, y han de ser diez cuadrillas de ocho caballeros cada una, y el cuadrillero a su costa dé a su cuadrilla mangas y caperuzas, y banderillas para las lanzas y bandas para las adargas, debiendo dar esta Ciudad las libreas acostumbradas. Los cuadrilleros han de ser los señores… (contador Hernando de Villanueva…)”. (H. L., 1971, 53). Por el hecho que doy a conocer a continuación, no puedo precisar si se trata del mismo personaje o de un homónimo, dado que el acontecimiento que lo refiere, sucede el 29 de septiembre de 1547 (es decir, hay 19 años de diferencia entre uno y otro), en algún lugar de la ciudad de Puebla de los Ángeles. Hernando de Villanueva caminaba por alguna de las calles de aquella ciudad, cuando de pronto aparece un toro desmandado, suelto o escapado, de aquellos que pueden ir en manada camino al rastro. El hecho es que ese toro en particular, intentó embestir a Villanueva, quien sufre una cornada. Como se encomienda a la virgen de los Remedios y esta en acto milagroso lo salva de morir, promete levantar una ermita, cosa que cumplió. VILLANUEVA CERVANTES, Alonso de: Alcalde ordinario en 1626, y hombre rico en la Ciudad de México. Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo, aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 101). VILLAR, Ángel, Villarillo: Matador de toros que nació en Jaén, España. Vino a México al finalizar el siglo XIX, actuando como “segunda espada” en la cuadrilla de José Centeno.


VILLAREAL, Fernando, Villita: Picador de toros mexicanos y excelente ginete. Abrazó la profesión hace pocos años y ya goza de un buen nombre. Toreando en la plaza de Guadalajara el 12 de Abril de 1896 sufrió de resultas de una caída la dislocación del brazo derecho. (L. V., 129). VILLASANA, Marcelo: torero. Su nombre aparece registrado para un festejo celebrado en Guadalajara, Jalisco, el 23 de abril de 1848, según consta en el documento que se incluye a continuación:

Colección digitalizada del autor. Varios años estuvo de banderillero con los hermanos Ávila, hasta que formó su propia compañía, hacia 1831, y con ella siguió toreando con frecuencia en provincia. (H. L. II., 659). VILLASANA, Urbano: banderillero a mediados del siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel que se celebró en la plaza de toros de la Villa de Tacubaya, Ciudad de México, el 9 de febrero de 1851. VILLASEÑOR, Horacio: Hermano de Evaristo, el matador de novillos. Acompañó a éste como banderillero mientras estuvo aquél en activo. (A. V., 1964, 269). VILLASEÑOR, Pedro: Banderillero mexicano, residente en aquella Guadalajara, que intervenía en corridas celebradas en su país durante los años veinte y treinta de la centuria en curso. (J. M de C, VI, 578). VILLASEÑOR, Salvador: Hermano también del matador de novillos Evaristo, que formó una cuadrilla juvenil. Actuó en ella de banderillero, junto con su otro hermano, Horacio. Al retirarse Evaristo también lo hicieron sus hermanos. (A. V., 1964, 269). VILLASEÑOR, Teodoro: Picador de toros que actuaba con cierta frecuencia en festejos celebrados en la ciudad de México a mediados del siglo XIX.


VILLAVICENCIO, Evaristo, Sordo de Puebla o Sordo chico: Banderillero poblano que estuvo en activo de 1896 a 1928. Falleció en Torreón, Coah., a los 94 años, el 24 de diciembre de 1971. (H. L. II., 661). VILLAVICENCIO, Manuel: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 52). VILLEGAS, Antonio de: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 57). VILLEGAS, Epifanio de Jesús, el Catrín: torero de origen michoacano que tuvo presencia y actividad entre1860 y 1884, pero fundamentalmente por el hecho de que había toreado en España, porque allá hizo su aprendizaje, en los años de 1857 a 1860. (C. C. B., T. I., 34 y 42). VILLEGAS, Francisco, Naranjito o el Jerezano: Banderillero español que en 1887 se incorpora a la célebre “Cuadrilla de Jóvenes Sevillanos”. No se cuenta por ahora con mayor información sobre este personaje. Nativo de Jerez de la Frontera, fue novillero en México hacia 1895.

Jesús Villegas: torero mexicano y español. Por: Carlos Cuesta Baquero (texto de 1934). En mis excursiones para curiosear en los mencionados sitios de la “Plaza de toros de El Montecillo, inconcusamente que no estaba en mutismo, no caminaba como fantasma, sino que hablaba con los circunstantes y especialmente con los lidiadores, que eran los que podían responder a mis preguntas. Por lo tanto, llegábamos a entablar conversaciones, de las que resultó fuésemos conocidos primeramente y en seguida amigos. Amistad con la índole que podía tenerla la existencia entre un niño cual yo y ellos ya hombres, mocetones en plena juventud o en principio de madurez de edad. Los picadores, comenzaron a nombrarme cariñosamente EL CURRITO, aludiendo a mi correcta manera de vestir. Algunos, que supieron mi nombre, decíanmelo en diminutivo, costumbre cariñosa y de cortesía muy mexicana. Pero, todos tenían para conmigo completa respetuosidad –no obstante mi escasa edad- no avanzando a tener chanzas. Hago tal salvedad, en defensa del gremio torero de aquella época, en la que la generalidad de las personas consideraba a los toreros zafios, insolentes e intratables. Tal concepto ya, está ahora modificado, atendiendo a que ha variado la clase social que es almácigo de lidiadores. Antes era la popular, la plebe, hoy es la de mediana clase y aún hay toreros de la aristocrática, de la de polendas por el dinero –tenido antes- o por poseer un diploma profesional: Solórzano y Victoriano de la Serna, son ejemplares. Preferentemente híceme amigo del espada nombrado Don Pedro Nolasco Acosta, y de dos banderilleros nombrados Inés Hernández “El Cuate” e Ignacio Núñez. El espada era de por él


bondadoso y afable y para conmigo no desdijo de esas cualidades, sino que las conservó y aún aumentó presentándome, para que fuésemos amigos, a un sobrino suyo –de mi edad- nombrado Antonio Rojas. Tal amistad hizo que yo hablara con Nolasco Acosta no solamente en la plaza de toros, sino también en su domicilio, cuando iba para jugar con mi nuevo camarada, pues por mi recomendación ingresó el citado Antonio Rojas a la escuela donde yo educábame. Los dos banderilleros tampoco eran montaraces y viendo las atenciones que guardábame su jefe, ellos igualmente las tenían. Por lo tanto a mis tres amigos agobiábalos con interrogaciones relativas a todos los asuntos tauromáquicos que yo tenía deseo de conocer. Ellos, decíanme cuáles eran las “pintas” y nombres de las cornamentas de los toros, explicábanme el por qué de los incidentes surgidos durante la lidia, describíanme la técnica necesaria para practicar las diversas “suertes tauromáquicas”. En resumen: Hacían lecciones de Tauromaquia contestando a mis interrogaciones. Igualmente, cuando hablaban refiriéndose a colegas actuantes en otras cuadrillas yo preguntaba quiénes eran y dábanme datos acerca de sus personalidades igualmente corpórea –hacían una prosografía- que artísticas. No había entonces publicaciones periodísticas, ni libros, ocupándose de Tauromaquia (a este respecto hago alusión a la República Mexicana, no a España donde sí existían, aunque no profusamente). Los periódicos noticieros –o sea de informacióny de política, tampoco distraían sus columnas ocupándose de asuntos tauromáquicos. Pero mis tres amigos, suplían a esa carencia y yo sabía todo lo sucedido en el “mundo taurino mexicano” o sea en el “nuevo mundo taurino” conquistado por Bernardo Gaviño. En lo relativo al “viejo mundo taurino” o sea a España, mis amigos no hacían referencia. Probablemente tampoco ellos sabían lo que por allá acontecía. Por el medio señalado, yo estaba enterado de los conflictos que tenía el citado Bernardo Gaviño –al que respetuosamente nombraban DON BERNARDO- contendiendo ya viejo, con un espada novillero español, por cierto gaditano igualmente que Gaviño, que pretendía entronizarse en la ciudad de México y destronar al PATRIARCA TAURINO o sea a Gaviño. El audaz e intruso novillero nombrábase Lázaro Sánchez. Enterábame de que Ignacio Gadea –también ya viejo- dominaba tauromáquicamente en los estados de Veracruz y Puebla. Que José María Vázquez o sea “Pepe Vázquez”, lidiador con historial tauromáquico notable porque había toreado en las regiones sudamericanas, en las plazas de Perú y Venezuela y Uruguay, dominaba en los de Tabasco, Campeche y Yucatán. Que en el de Jalisco, Francisco Díaz era idolatrado. Que en Michoacán, eran caciques tauromáquicos Rafael Corona e Isidro “El Patol”. Que en Guanajuato y Zacatecas tenía igual alcurnia Abraham Parra. Que en Querétaro, imperaba Refugio Sánchez alias “Lengua de Bola”. Que DON TORIBIO PERALTA alias “La Galuza”, mexicano nativo de la ciudad de México, aunque ya anciano era un andariego, que se entrometía en todas las plazas de toros –en todos los FEUDOS TAUROMÁQUICOS- habiendo transitado por el de San Luis Potosí, rumbo a los estados del Norte, hallándose entonces en los de Nuevo León y Coahuila, toreando a veces en Monterrey, y a veces en Saltillo. Sabía que… Hago final en la Geografía Tauromáquica Mexicana de aquella época, para no ser fastidioso por lo difuso. Para guisa de preliminar histórico, ya es bastante lo expresado. En mis conversaciones, que sostenían mis tres amigos, yo que siempre tenía avizorados a mis oídos para escucharlos, oí que Nolasco Acosta decía: “Jesús era mejor torero que Lino”. “El Catrín” tenía todo el modo de torear español, muy bonito. Era muy hábil banderilleando, no torpe matando. Lino era muy atrabancado, pero Jesús era superior como torero”. Inmediatamente intrigaba mi curiosidad insaciable, propúseme saber quién era aquel “JESÚS” de quien Nolasco Acosta hacía tan amplio elogio. De Lino, ya no tenía que saber quién era, pues bien lo sabía yo. Era el famoso LINO ZAMORA. Espada de mucha nombradía –especialmente en los estados de Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas- que fue asesinado en la ciudad de Zacatecas, en el año de 1874 (lo correcto es 1878. Véanse datos biográficos de Lino Zamora). El celebrado LINO ZAMORA murió a manos de un banderillero nombrado Braulio Díaz, quien por “cuestión de faldas” –las de una tal Presciliana- dio un balazo a su jefe. Pero ¿aquel Jesús, superior al egregio Lino, qué lidiador había sido? Ya suponíame, que tratábase de un personaje tauromáquico, pero ¿cuál? Por lo tanto, hice la correspondiente interrogación y tuve la siguiente respuesta, que sonriendo dióme mi buen amigo. Voy a referirla muchos años después.


La Muleta. Revista de toros. año I. México, noviembre 17 de 1887, N° 13, páginas centrales. La cromolitografía es trabajo del dibujante “P. P. García”, quien colaboraba para esta publicación, dirigida por Eduardo Noriega “Tres Picos”. Se puede apreciar la enorme semejanza habida entre el quehacer de este artista y la obra de Daniel Perea, publicada –por años-, en La Lidia, publicación taurina española. “Ese JESÚS, de quien estamos platicando, fue EL ESPADA JESÚS VILLEGAS, UN MORELIANO. Un catrín, que siendo estudiante en un colegio nombrado San Nicolás de Hidalgo dejó los libros para hacerse torero, alucinado por el modo de torear que vio en DON BERNARDO, cuando dio unas corridas en Morelia –allá por los años de 1856 o 1857- para estrenar la plaza de toros o estrenar unas reconstrucciones que hicieron. Jesús Villegas, era de familia que tenía buena posición social y pecuniaria, poseían bienes. Pero, el muchacho se alucinó por hacerse torero. Una locura”. Ya enloquecido, comenzó a ensayar –a ver si podía- en la hacienda de La Goleta, finca inmediata de donde llevaban buenos toros para las corridas en Morelia. El caporal y los vaqueros fueron los primeros maestros que tuvo y prontamente pudo torear, aunque fuese al estilo “ranchero”, pues les perdió el miedo a los toros y se acostumbró a estar tranquilo, aunque los tuviera cerquita. El catrincillo resultó valiente –hombrecito- no se asustaba por los revolcones y algunas heridillas. Por su ansia de torear, comenzó a dejar de ir a las lecciones en el colegio de San Nicolás de Hidalgo, para ir a las que le daban en La Goleta. Los familiares de Jesús, enteráronse de lo que sucedía. De ninguna manera admitieron que fuese torero. Ya sabes tú “Currito”, que la generalidad de nosotros los toreros no somos bien mirados y especialmente entre los ricos tenemos poca aceptación. Por tal motivo rehusaron rotundamente y para evitar que Jesús continuara en su porfía y ensayos, sujetáronlo a una vigilancia rigurosa. El muchacho –entonces tenía diez y ocho o veinte años- tenaz en su propósito, considerando no podía continuarlo en Morelia, decidió abandonar el estudio que hacía para comenzar luego una carrera – creo que la de Licenciado- y sustraerse a la férrea autoridad de su padre, escapándose para la ciudad de México y ponerse al abrigo de DON BERNARDO. Así lo realizó, despistando con ardides a sus familiares respecto al sitio adonde había marchado, pero por fin no le valieron sus tretas y lo descubrieron. Ya sabiéndolo con seguridad, inmediatamente hicieron los necesarios trámites para devolverlo a Morelia. Él no quiso volver y para evitar lo llevaran a fuerza, resolvió hacer segunda escapada hacia el puerto de Veracruz. Con don Bernardo estuvo aproximadamente un año. En Veracruz solamente unos días, pues no creyéndose seguro se embarcó en un buque que tenía rumbo para la Habana. Carecía de dinero para el transporte, por lo que entró furtivamente y se escondió protegido por el cocinero al que hizo promesa de pagarle algo y además ayudarle en sus quehaceres. Ya en la Habana, se acogió a los toreros que estaban, unos apellidados Díaz Labi, parientes de uno famoso que murió en la ciudad de Lima, pero que había toreado en la plaza de toros de México y en


otras de la República. Permaneció en la Habana algún tiempo y fue después a España, a Cádiz, lugar de donde eran sus protectores y amigos.

Ejemplar de La Muleta. Revista de Toros. año I, N° 13, del 27 de noviembre de 1887, en el que fue reproducida la anécdota de la cual me ocupo en esta parte del trabajo. Col. del autor. Los buenos modos (modales quería significar mi amigo Nolasco Acosta) hicieron en España fuese amigo de “curritos” ricos. Nos platicaba que los acompañaba a sus haciendas, para “calar” a los toros, todavía becerros. Allí, toreaba. Nos hablaba mucho de un DON GIL, que habiendo sido señorito rico se hizo torero y fue un buen espada (era verdad lo que Villegas le platicaba a mi amigo Nolasco Acosta. Se refería a Don Antonio Gil, señorito madrileño protegido por el Duque de Veragua. Don Anonio, después de haber demostrado aptitud torera actuando como aficionado, quiso ser torero profesional. Se hizo amigo de Manuel Domínguez, el famoso espada. Este logró que Juan Lucas Blanco, le diera “alternativa” a Don Antonio Gil en la plaza de toros de Sevilla, en el año de 1854). También estuvo Jesús, de banderillero en algunas cuadrillas y estoqueaba cuando para hacerlo había oportunidad. Así logró su anhelo de hacerse torero. Vivía contento en España, según decía. Habían corrido varios años, bastantes. El Señor Villegas, padre de Jesús, que no había transigido, ya había muerto. Entonces, la madre escribió al hijo llamándole. Rogándole cariñosamente que viniera. Atendió a la petición y por eso regresó a la República, allá por el año de 1865 o 1866. Entonces por la situación de guerra en que estábamos contra el Imperio de Maximiliano, las corridas eran escasas. Los “gabachos” (apodo insultante que decían a los franceses) no las permitían, diciendo que “eran diversión salvaje”. Las autoridades mexicanas imperialistas, no daban el permiso sino con dificultad, temerosas de que en la plaza de toros hubiera sublevación promovida por los partidarios de DON BENITO, de los Republicanos. Por lo dicho, Jesús toreó en pocas veces. Puede decirse que “estuvo cayendo y levantándose”, toreando una o dos corridas y estando sin torear algunos meses, hasta que terminó el Imperio. Entonces, todos los toreros respiramos ampliamente porque creíamos venían muchas corridas, para recompensar de cuando eran pocas. Pero, DON


BENITO tuvo la humorada de prohibirlas y le obedecieron en muchos estados. Por lo tanto, continuaron las penurias. (Era cierto lo que decía mi amigo Nolasco Acosta. Por el motivo señalado – la prohibición de las corridas- Bernardo Gaviño abandonó el país temporalmente, yendo al Perú, toreando allá en las plazas de toros de Lima (la famosa de “Acho”, en las del Puerto de “El Callao” y “Arequipa”). Por esto Jesús no toreó en la plaza de toros de la ciudad de México. Tuvo que venir a los pocos estados centrales donde había corridas. Aquí estuvo. En esas corridas y fui banderillero. Repito, lo que oíste “Currito”: Jesús era mejor torero que Lino. “El Catrín” –así decíamos a Jesús porque era muy fifiriche y también le decíamos “El Catarro” porque hablaba un poquito gangoso, como si estuviera constipado- toreaba muy bonito, banderilleaba con mucha habilidad, daba “pases” de muleta de muchos modos y no era torpe matando. Nosotros le aprendimos una “vuelta” nombrada “de farol” (ya la conoces, ya la has visto) y ese “pase” que doy empleando en la muleta las dos manos y ayudándome con la espada para tener extendido el trapo. (Era el “pase ayudado por alto”, con salida por el lado derecho). De aquí, fue a Guanajuato. Allá tropezó con Lino y emprendieron pelea. Luego, anduvo por León y Aguascalientes y en seguida para su tierra, para Morelia. Allá murió, de muerte natural, entiendo que por enfermedad en el hígado. Así me lo platicó Rafael (Rafael Corona, uno de los espadas michoacanos), cuando pasó por aquí de banderillero con Don Bernardo. Cuando yo también me alebresté y me fui con ellos a Tamaulipas, dejándolos en Jaumave. Mi madre también lloraba porque andaba yo en aventuras y me devolví para quitarle la aflicción. Tal fue la respuesta que dio a mi interrogación mi amigo Nolasco Acosta. Deseoso de comprobar lo que habíame platicado, aunque conocía su veracidad, puse los medios conducentes para comprobarlo debidamente. Yo tenía y tengo parientes en la ciudad de Morelia. Mi familia por rama materna es oriunda de allí. Una porción de esa familia vino a San Luis Potosí, acompañando a uno de mis tíos (el Médico Cirujano DON ANTONIO BAQUERO, cirujano militar cuando era jefe del Cuerpo Médico Militar un famoso extranjero apellidado Van der Linden), la otra porción de mi familia quedó en Morelia. A uno de mis tíos allí domiciliados –el Señor don Ramón Baquero, que por muchos años fue catedrático de Matemáticas en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo, escribí recabando datos acerca de Jesús Villegas. Confirmó en su parte esencial lo dicho por mi amigo Nolasco Acosta. Mi tío había conocido a Villegas siendo estudiante, eran condiscípulos y amigos. Después, lo vio ya siendo torero y supo había estado en España, en los años que no estuvo en Morelia. Cuando estudiante, Villegas era visita de la casa de mis familiares. Cuando torero, estando en San Luis Potosí, también visitó en una o dos ocasiones a los radicados allí. Años después cuando ya había en la ciudad de México periódicos tauromáquicos, hallé en uno titulado LA MULETA, fundado y escrito por don Eduardo Noriega, estampa representando uno de los incidentes ocurridos en la competencia entre Villegas y Lino Zamora, en la plaza de toros de Guanajuato. En tal incidente fue herido Lino, compitiendo al banderillear. La casualidad –madre de muchos descubrimientos-, hizo que posteriormente hallara en una colección de antigüedades que estaban en un MUSEO, que el anciano picador JUAN CORONA tenía en su domicilio, en LA GRANJA CORONA, ubicada en el pueblito nombrado JAIMAICA cercano a la ciudad de México, la “taleguilla” (de raso color azul celeste, con bordados de plata) que lucía LINO en esa corrida. Uno de mis familiares, mi hijo mayor, adquirió esa “taleguilla” y un vestido antiguo perteneciente a Bernardo Gaviño –el último vestido que tuvo el PATRIARCA TORERO-. Mi hijo a su vez vendió esas prendas toreras históricas, al conocido anticuario y poeta Señor Don José de Jesús Núñez y Domínguez. Este señor hizo obsequio de las tauromáquicas reliquias al “Centro Taurino de San Luis Potosí”, donde ahora se encuentran. En buen sitio están, pues buenos aficionados son los integrantes de la mencionada asociación tauromáquica, dueña de otras muchas reliquias taurinas. Por lo relatado, está comprobado hasta que algún otro historiógrafo taurino anteponga fundadamente a otro torero, que el que primeramente fue a España –con anterioridad de muchos años a cuando PONCIANO DÍAZ- fue JESÚS VILLEGAS. Quien tiene detalles semejantes al actual JESÚS SOLÓRZANO. Tocayos, coterráneos, de clase social valiosa, de buena educación y quizá iguales en habilidad tauromáquica. El segundo lugar lo ocupó PONCIANO DÍAZ, el tercero Alberto Zayas alias “Zayitas”, nativo de la ciudad de México, el cuarto Vicente Segura, el quinto Rodolfo Gaona, el sexto Luis Freg. Después, una muchedumbre: “La Cuadrilla Juvenil Mexicana”, llevando


por espadas a Carlos Lombardini y Pedro López, el novillero leonés Eligio Hernández “El Serio” (que tomó “alternativa” en la plaza de toros de Sevilla). Pascual Bueno, Tomás Coeto alias “Tomasín”, Carlos González (actual propietario de la plaza de toros “Vista Alegre”, en la ciudad de México, a orillas del camino para la población de Tlalpan), Rodolfo Rodarte, JUAN SILVETI, Porfirio Magaña, José Ramírez “Gaonita”, José Flores “Joselito Mexicano” y… Vuelvo a decir: “UNA MUCHEDUMBRE tauromáquica mexicana”. ¿Cuántos tendrán arraigo en los cosos hispanos? ¿Cuántos regresarán “con las orejas gachas y el rabo entre las piernas” (dispénsenme la comparación con los ejemplares de raza canina) ¡Quién sabe! Hasta ahora, solamente de los actuales uno ha conseguido tal arraigo: FERMÍN ESPINOSA “ARMILLITA CHICO” En ruta para lograrlo está JOSÉ GONZÁLEZ “CARNICERITO”. Ricardo Torres (subrayo el nombre porque no es el suyo verdadero), es todavía una nebulosa, Garza igualmente, Luis Castro “El Soldado” –aunque declarado “Conquistador de Valencia”- está en iguales circunstancias que los mencionados. Que todos triunfen y se hagan los “amos” entre la torería, lo mismo española que mexicana son mis deseos. Por lo tanto, Jesús Villegas, según conclusiones y a partir de las pocas lecturas al respecto de su vida, puede afirmarse que estuvo en España entre 1855 y 1860. Todavía sobre el personaje, encuentro otra anotación más de nuestro informante, Roque Solares Tacubac: Cuando Jesús regresa de España, logró arrebatarle el cartel de que disfrutaba entonces Lino Zamora, porque al torear en España se dio cuenta de la técnica con que lidiaban los espadas de cartel y ya con esos conocimientos, al regresar aquí, naturalmente impresionó a los públicos ejecutando las suertes con otro sabor al que Lino los tenía acostumbrados, pues hasta entonces los toreros mexicanos no se preocupaban más que de hacer gala de arrojo y de valor. (En Revista de Revistas, número extraordinario dedicado al tema taurino. Año XXVII, N° 1394, 7 de febrero de 1937). VILLEGAS, José, Saleri: Picador de toros gaditano. Era pariente de los Villegas toreros, y en la cuadrilla de Potoco (José Villegas) figuró casi siempre. Desde 1894 ha toreado más en América que en España, y desde que dejó de picar fijó en México su residencia. Tenía buenas condiciones para la profesión, pero sus actuaciones fueron siempre completamente grises. (J. M de C., III, 997). VILLEGAS, José, Potoco: Matador de toros español que vino a México al comenzar el siglo XX. Nació en Cádiz el 21 de mayo de 1869. El 29 de junio de 1894, se presenta como novillero en Madrid. Recibe la alternativa el 29 de julio de 1900, en la plaza de Cádiz. Su padrino fue Luis Mazzantini, y el testigo Antonio Montes. El toro de la ceremonia perteneció a la ganadería de Peñalver. En 1903 se retira de los toros. Muere el 29 de noviembre de 1927 en Cádiz. (H. L., II, 667).


VILLEGAS, José Apolinario: torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. VILLEGAS, Manuel de: Cuadrillero. Gracias a dos actas del Cabildo sabemos que hubo fiestas en la ciudad de México para recibir al nuevo virrey. Jueves 24 de octubre de 1566: “…En este día los señores justicia y regidores (de la ciudad de México) dijeron que era cosa justa recibir con fiesta y regocijo al nueo virrey marqués de Falces, ordenando que se haga en la Plaza Mayor de esta ciudad regocijos y fiestas, sacándose libreas de tafetanes de colores para ochenta caballeros, y han de ser diez cuadrillas de ocho caballeros cada una, y el cuadrillero a su costa dé a su cuadrilla mangas y caperuzas, y banderillas para las lanzas y bandas para las adargas, debiendo dar esta Ciudad las libreas acostumbradas. Los cuadrilleros han de ser los señores alcaldes (Manuel de Villegas…)”. (H. L., 1971, 53). VILLEGAS, Manuel de: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 57). VILLENA, Enrique de: (Que también aparece descrito como Enrique Pacheco). Posiblemente pariente del virrey Marqués de Villena, y quien participó activamente en los festejos de la recepción al nuevo virrey de la Nueva España, D. Diego López Pacheco, Marqués de Villena y Duque de Escalona, esto en 1640. D. Enrique apareció como lidiador y el que a uno de los toros, que había sido enmantado con tela y trementina, a la que se les prendía fuego para “iluminar” al animal, se le extendió el fuego al cuerpo y murió abrasado, escena que la autora (María de Estrada Medinilla) no vacila en equiparar con el sacrificio de Hércules, a fin y al cabo, deificado por esta vía. VISOQUI, Federico: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del sábado 12 de enero de 1907. VIVERO y PEREDO, HURTADO DE MENDOZA, Joseph de: Además, Conde del Valle de Orizaba. Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 53). VIVEROS, Ramón: Banderillero mexicano, radicado en Morelia, que intervenía en corridas que tenían lugar en su patria durante los años veinte y treinta del corriente siglo. (J. M de C, VI, 581).


X XIMÉNEZ, Antonio: Torero profesional de a pie. Participó en las corridas organizadas en México a fines de 1789 con el fin de recibir dignamente a don Juan Vicente de Güemes Pacheco, segundo conde de Revillagigedo, nuevo virrey de la Nueva España (BFH, 2012, 393). XIRÓN, Miguel: banderillero profesional de a pie, de la cuadrilla de Guadalupe Granados, prestó sus servicios en la serie de lidias que se efectuó en la Real Plaza de Toros de San Pablo en el curso de 1817 con el propósito de solemnizar los desposorios del rey Fernando VII con doña Isabel María Francisca de Braganza. (BFH, 2012, 394). XIMÉNEZ DE LOS COBOS, Pedro: Correo Mayor, y Regidor de esta Nobilísima Ciudad. Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 55). XUÁREZ DE PERALTA, Luis: Caballero que participó en festejos caballerescos y taurinos al finalizar el siglo XVI. Era hijo de Juan Suárez de Peralta. (JQM, 2017, 61).

Recreación de la figura del torero Rafael Corona por Antonio Navarrete.


Y YÁÑEZ, Manuel, Alejo: Picador de toros. Su nombre aparece en el “Directorio” con el que se daban a conocer matadores, banderilleros y picadores, en La Lidia. Semanario Taurino. Año I, N° 7. México, 8 de noviembre de 1908, p. 3. YÁÑEZ, Miguel: Torero durante el periodo colonial, que cita Nicolás Rangel (p. 44), por haberse involucrado con Francisco Rodríguez (véase ficha correspondiente). Su presencia es a comienzos del siglo XVII. YBARGUEN, Carlos: Contador en el Ayuntamiento de la Ciudad de México. Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 68).

FONDO FOTOGRÁFICO “PEDRO GUERRA” (N° CAT. 2ª082206)


Z ZABALA, Celso: Picador mexicano, que por los años veinte de nuestro siglo intervenía en corridas celebradas en aquellas latitudes. (J. M de C, VI, 589). ZABALA, Lauro, Pegote: Picador mexicano, residente en Torreón, que actuaba por los años veinte y treinta de la centuria en curso. (J. M de C, VI, 589). ZABALA, Lázaro, Pegote: Picador de toros de nacionalidad mexicana. Llevaba muchos años retirado del toreo cuando falleció en la capital de México el 15 de septiembre de 1962. (J. M de C, VI, 589). ZABALEGUI, Agustín de: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. ZALDÍVAR, José, Reverte mexicano: al parecer, matador de toros. De este personaje apuntaba Armando de María y Campos en la efeméride correspondiente al 26 de abril de 1892: “(actuó en 1913 y en la plaza de toros del Acho, Perú) un “Reverte Mexicano” llamado José Zaldívar. ZAMBRANO, Alfonso: Matador de toros. Nació en 1887 (también se sabe que fue en 1883) en la ciudad de Monterrey. En 1907 dan comienzo sus andanzas taurinas, comenzando a destacar como novillero y obteniendo buenos éxitos. Debutó en “El Toreo” de la capital y en vista de lo mucho que agradó al público, lo repitieron en otros festejos, culminando en que tomase la alternativa en dicha plaza, el 17 de septiembre de 1909, de manos de “Bonarillo”. Fue un torero que conocía las suertes, pero como estaba falto de personalidad y era frío en todo lo que realizaba, los públicos empezaron a olvidarlo, pasando poco a poco a segundo término, por lo que decidió retirarse de la profesión. (A. L., 295). Falleció en Monterrey el 25 de agosto de 1941 a los cincuenta y ocho años de edad. En México llegó a ser matador de alternativa.


ZAMORA, Carlos: Puntillero mexicano que prestaba su servicio con esa función en ruedos nacionales al comenzar el siglo XX. ZAMORA, Carlos, El Largo: Banderillero mexicano, que torea desde 1895. En el de 1897, aparece su nombre en carteles de corridas efectuadas en Teziutlán y otras plazas. (L. V., 130). Del mismo modo, en los directorios de toreros nacionales y extranjeros que se incluían en algunas publicaciones al finalizar el siglo XIX, su nombre se encuentra incluido. ZAMORA, José: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de Celaya, Gto., la tarde del domingo 25 de septiembre de 1904. ZAMORA, José: Puntillero. Se presentó a trabajar como tal en el festejo que se celebró el 17 de mayo de 1903, en la plaza de toros de Chapultepec. ZAMORA, Juan, Rebujinita: Banderillero. Actuó en festejos en la plaza de “Bucareli” a finales del siglo XIX. Era oriundo de Morelia. ZAMORA, Juan: Integrante de la “Cuadrilla mexicana”, dirigida por Margarito de la Rosa, quien a finales del XIX formó dicho grupo. Entre otros, se encontraban Agustín Velasco y Arcadio Reyes “Limoncito”. Pues bien, también este Juan Zamora, oriundo de Morelia, debió ser hijo del personaje citado apenas arriba. ZAMORA, Lino: Lidiador acreditado que por su bravura y arte desde su aparición en los circos taurinos de México se llevó de calle a los públicos e hizo que perdieran no poco partido entre los espectadores a algunos de los diestros que antes gozaban de no poco prestigio. En 1885 mataba toros en las principales plazas de la república mexicana con general aplauso, y su concurso era solicitado por cuantos organizaban corridas de alguna importancia seguros del éxito en su negocio. (L. V., 130).


Uno de tantos carteles anunciadores, donde aparece el nombre de Lino Zamora. Este corresponde al 1° de octubre de 1865. Cortesía de María Elena Salas Cuesta. SOBRE LINO ZAMORA. En fecha reciente, pude encontrar en la prensa de la época la siguiente noticia:

La Voz de México, viernes 1° de marzo de 1878, N° 50. Debe uno reconocer que lo inestable de ciertos datos nos llevan a creer a “pie juntillas” lo que viene corriendo de boca en boca; es decir el testimonio oral que pasa de generación en generación y que, peor aún, se da por un hecho. Se creía que Lino Zamora habría muerto, víctima del despecho y los celos de su banderillero Braulio Díaz, a raíz del triángulo amoroso que surgió entre estos dos personajes y Prisciliana Granado, en 1884. Pero con el dato que La Voz de México, reporta en su número 50 del viernes 1º de marzo de 1878, se puede colegir que dicho asesinato ocurrió en Zacatecas el 7 de febrero de ese mismo 1878. Los “Legítimos versos de Lino Zamora, traídos del


Real de Zacatecas” que corren todavía lamentando su penosa muerte, debe reconocerse, dan una fecha equivocada, la del catorce de agosto. Quizá por eso, al convertirse aquel acontecimiento en un asunto que dispersó vox populi, es que haya llegado hasta nuestros días arrastrando ese peso de equivocación, diluido en su originalidad por el tiempo, pero más aún porque transmitido entre el pueblo, se encontró rápidamente con una afirmación que es difícil de extirpar en algunos casos. Afortunadamente, y para no seguir dominado por el error, el buen amigo Eduardo Heftye Etienne publicó hace algún tiempo en la página de Bibliófilos Taurinos de México, A.C. el siguiente texto, que me permito reproducir íntegramente a continuación. ALGUNAS INTERROGANTES Y PRECISIONES SOBRE EL TORERO DECIMONÓNICO LINO ZAMORA. 19 Por: Eduardo E. Heftye Etienne20 Resulta muy interesante explorar el pasado para rescatar y dar a conocer, con la mayor precisión posible, los datos relativos a la historia del toreo en la República Mexicana, aunque es frecuente encontrar algunas inconsistencias en la información proporcionada por los historiadores de nuestra fiesta. A continuación, me referiré brevemente al nacimiento y muerte de un conocido torero mexicano del siglo XIX, llamado Lino Zamora, quien fue uno de los diestros más famosos y activos de su generación, particularmente por su destreza en la colocación de las banderillas. Sin embargo, Zamora pasó a la historia no tanto por su brillante trayectoria en los ruedos, sino por la manera trágica en la cual falleció, ya que fue asesinado en la ciudad de Zacatecas por Braulio Díaz, integrante de su cuadrilla que mantenía un romance con Presciliana Granado, mujer que también era pretendida por el malogrado diestro. El trágico suceso dio motivo a la elaboración del corrido taurino que más se ha reproducido en las obras relativas a corridos, denominado “Legítimos versos de Lino Zamora, traídos del Real de Zacatecas”, que contiene el bello grabado de una suerte de banderillas, cuya autoría corresponde al destacado artista plástico Manuel Manilla. En cuanto a los datos relativos al lugar y fecha de nacimiento de Lino Zamora, existen notorias discrepancias. Marcial Fernández “Pepe Malasombra” y José Francisco Coello Ugalde afirman que nació en la ciudad de Querétaro en 1845, basándose para ello en una obra del historiador queretano Valentín F. Frías. Por su parte, el tapatío Ramón Macías Mora menciona que nació en Irapuato, Guanajuato, sin precisar la fecha de su nacimiento. Al estar investigando la fecha de inauguración de la vieja plaza El Progreso de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, que estaba localizada en las inmediaciones del hospicio Cabañas, encontré información en el sentido de que fue inaugurada por Lino Zamora y su cuadrilla. En este sentido, Miguel Luna Parra y Federico Garibay Anaya mencionan que “al ser fraccionada la huerta del referido orfanatorio, se construyó frente a él la plaza de toros llamada El Progreso, con capacidad para 3 000 personas, que fue inaugurada hacia 1856 por Lino Zamora y su cuadrilla.” Por su parte, Ramón Macías Mora afirma que dicha plaza de toros “fue muy probablemente inaugurada en 1855 o 1856 y en el cartel inicial estuvo el espada guanajuatense (de Irapuato) Lino Zamora”. Si los datos anteriormente proporcionados fueran correctos, se llegaría al absurdo de concluir que Lino Zamora inauguró la plaza de toros El Progreso cuando contaba con 10 u 11 años de edad. Lo anterior me llevó a iniciar una búsqueda más precisa sobre Lino Zamora, hasta que localicé una obra que hace expresa referencia a su nacimiento y muerte, con base en los datos que contiene el acta de defunción de dicho diestro. Se trata de la obra “El corrido zacatecano”, cuya autoría corresponde al también zacatecano Cuauhtémoc Esparza Sánchez. De acuerdo con este autor, Lino Zamora nació en la ciudad de Guanajuato, capital del estado del mismo nombre, en el año de 1840.

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Corrido de Lino Zamora (Fuente: http://bibliofilostaurinos.com.mx/artic_7.html) Actual Presidente de Bibliófilos Taurinos de México, A.C.


Este dato hace mucho más verosímil la participación de dicho diestro en la inauguración de la plaza El Progreso de Guadalajara. Finalmente, debo hacer notar que también existen notorias discrepancias sobre la fecha del citado asesinato de Lino Zamora por parte de su subalterno. De acuerdo con la información que proporciona el texto del propio corrido, sucedió “un jueves por la tarde” y un “14 de agosto”. Con base en tales datos, Heriberto Lanfranchi llega a la conclusión de que el suceso debió haber sido el jueves 14 de agosto de 1884, dato que también es compartido por Marcial Fernández “Pepe Malasombra” y José Francisco Coello Ugalde. No obstante lo anterior, Cuauhtémoc Esparza Sánchez asegura que el crimen en cuestión ocurrió el 7 de febrero de 1878 -precisamente un jueves-, basándose en los datos que contiene el acta de defunción de Lino Zamora, que obra en el Archivo del Registro Civil del Municipio de Zacatecas, misma que tuvo a la vista y cuyos datos precisos reproduzco a continuación: “Libro del año de 1878 No. 16, Defunciones. Empieza el 1º. de enero, termina en 15 de abril. Acta 302, Fol. 62 f. y v.” “Lino Zamora (1840 – 7 de febrero de 1878). Torero. Nació en Guanajuato, Gto. (...) Casado con Juana Alejandrí, también guanajuatense. Después de practicársele la autopsia por orden judicial, en el Hospital Civil, fue inhumado en el panteón del Refugio en un sepulcro especial, donde quedaron sus restos durante 5 años en la ciudad de Zacatecas, donde falleció.” Creo que es de humanos errar, y si para evitar tal defecto, Eduardo Heftye tuvo a bien puntualizar este tipo de “minucias” en torno a Lino Zamora, lo único que me resta es agradecérselo. Nada más enriquecedor que la participación comprometida de interesados que, como Heftye, se han ocupado de estos menesteres hasta dilucidarlos a su más mínimo detalle.

Fuentes consultadas: “Los nuestros, toreros de México desde la conquista hasta el siglo XXI”, Ficticia, S. de R.L. de C.V., México, 2002, página 27. “La corrida de ayer…mito, tradición, ritual, suerte y azar de la fiesta de los toros”, Editorial Ágata, S.A. de C.V., Guadalajara, Jalisco, México, primera edición, 1996, página 88. “México se viste de luces. Un recorrido histórico por el territorio taurino de nuestro país”, El Informador, Ágata Editores, Guadalajara, Jalisco, primera edición, 2001, página 100. Heriberto Lanfranchi, “La Fiesta Brava en México y España, 1519-1969”, Tomo 1, Editorial Siqueo, primera edición, México, junio de 1971, página 181. ¡TRES NOTICIAS TRES, SOBRE LINO ZAMORA! LA IBERIA, del 9 de octubre de 1867, p. 3:


COAHUILA.-Saltillo, 27 de septiembre. (…) El empresario de la plaza de toros ha contratado al célebre diestro Lino Zamora, para que forme una cuadrilla regular y se presente a lidiar en las corridas que tendrán lugar en la feria próxima. EL SIGLO DIEZ Y NUEVE, D.F., del 18 de febrero de 1869, p.1: (…) La bárbara diversión de toros continúa semanariamente, bajo la hábil dirección del capitán Lino Zamora, cuyo valor y sangre fría en la lid son admirables.

Este es otro retrato, del famoso Lino Zamora, recogido de un cartel, cuya función ocurrió en la plaza de toros de “El Montecillo”, en San Luis Potosí, la tarde del 1º de octubre de 1865, enfrentando toros de Guanamé. Col. del autor. EL ÓRGANO DE LOS ESTADOS, D.F., del 2 de junio de 1877, p. 3: TOROS.-Mañana los aficionados a esta diversión están de fiesta en Tlalnepantla, en donde el famoso Lino Zamora se promete lucir sus habilidades. Aconsejamos al público que no lleven relojes, pues los cacos se saben aprovechar de las ocasiones. Ojalá y la empresa del ferrocarril cumpla con el reglamento vigente. Como se podrá comprobar, en esos precisos años, el otro “mandón” era Lino Zamora quien, después de Bernardo Gaviño estaba convertido en algo así como en un feudal del toreo, pues tenía como de sus dominios lo mismo Coahuila que la plaza de Tlalnepantla, aunque también actuaba con bastante frecuencia en Querétaro o Guanajuato. Pero poco le duraría el gusto, ya que en febrero de 1878, cuando actuaba en la plaza de Zacatecas, el asunto ya no sólo fue de cuernos en el ruedo, sino de cuernos, ¡y bien puestos! Así que el pleito entre este y Braulio Díaz se intensificó por la pugna que ambos tuvieron al desear a la misma mujer: Prisciliana Granado. Braulio empuñó una pistola y de artero disparo dejó muerto a Lino, quien además, y al margen de este “triángulo amoroso”, era en circunstancias de lo laboral, el “Capitán de Gladiadores”, así que Braulio se debía a su jefe, a quien con una carga de celos, ya no respetó en lo más mínimo. Sería interesante “seguirle los pasos” al bueno de Lino, ya que en tanto hacedor de una peculiar personalidad, aquellos otros estados del país a donde estuvo actuando de continuo, sus diversas aficiones o grupos de entusiastas a la tauromaquia, gozaban plenamente su presencia y actuaciones. Lino no es solamente alimento literario de aquel famoso corrido que es uno de los pocos testimonios que lo siguen recordando. Lino Zamora es algo más que eso. Es de lamentar el hecho de que la


prensa de aquellas épocas no contaba todavía, con reporteros que tuviesen alguna idea más clara sobre lo que significaba el escribir con un lenguaje más que propio, como es el taurino. Además, el espíritu de las ideas predominantes por entonces, estaba plagado de aquella idea de que el toreo no iba a la zaga del progreso y más bien, era un fiel reflejo del pasado, de ahí el constante ataque de la prensa liberal, de una prensa casada con las ideas del progreso que por razones propias de la época, marginaron el hecho de que hoy día no tengamos buenas posibilidades de encontrar notas o noticias elaboradas con amplitud, y sí toda aquella maquinaria que las cuestionaba. Sin embargo, la decodificación de lo poco escrito, aunque fuesen unas cuantas líneas, es un trabajo que va más allá de la sola descripción de esos reporteros que, en el fondo, nos dejan una tarea complicada pero no imposible para conocer el estado de cosas que prevalecía en épocas tan complicadas para el toreo decimonónico mexicano. ZAMORA, Luis, Zamorita: Picador de toros. actuó en Chihuahua (México) el año de 1908. (J. M de C, III, 1005). ZAMORA, Juan: Banderillero mexicano. Formó constantemente en la cuadrilla del torero habanero José Marrero “Cheché”. Retirado del toreo, residió en San Luis Potosí, y allí murió el 4 de noviembre de 1900. No pasó de ser una medianía. (J. M de C, III, 1005). ZAMORA, Rafael: Banderillero de toros. veo su nombre en un cartel de Puebla (México) correspondiente al año 1912. (J. M de C, III, 1005). ZAMORANO, Alfonso: Banderillero, nacido en Cádiz. Toreó muy poco en España, porque en 1894 marchó a México. Poerdio ahí su pista, pues ni en carteles de México he visto su nombre. (J. M de C., III, 1005). ZANDOVAL, Isidro: reconocido torero en la región de San Luis Potosí, y cuya actividad se desarrolló en el segundo tercio del siglo XIX. El siguiente cartel corrobora dicha información:


ZAPATA SALAZAR, Emiliano: (8 de agosto de 1879-10 de abril de 1919). Uno de los jefes revolucionarios, ícono del mismo y cuya presencia e influencia, fue determinante en el curso de la Revolución mexicana, hasta que en 1919 fue vilmente asesinado. Por el interés que suponen los textos o perfiles que de él se han elaborado desde hace muchos años, y que este año de 2019 ha generado también la elaboración de diferentes reseñas y publicaciones, me permito incluir las páginas correspondientes de la revista PROCESO, de cuya edición especial 58, misma que circuló en abril, en la que se encuentra un amplio texto escrito por Enrique Krause. Tal, lleva el título “La memoria del charro”, publicado originalmente en Emiliano Zapata. El amor por la tierra, serie Biografía del poder (N° 3). México, Fondo de Cultura Económica, 1987. Sorprende que este reconocido y polémico autor, se ocupara en buena medida y desde una perspectiva poco conocida, la que nos refiere al Zapata en su condición de caporal, vaquero y caballerango, misma que fue común denominador antes de que detonara la Revolución Mexicana.








ZARAGOZA, Ignacio: Banderillero que comenzó a figurar en 1885, en las diferentes plazas de la república de México. (L. V., 130). ZAVALA, Bernardo: Picador de toros mexicano de bastante habilidad. El 17 de abril de 1895, fue herido de alguna consideración. Restablecido volvió al ejercicio de la profesión. (L. V., 130-1). ZAVALA, Celso, Mosquito: Picador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 22 de enero de 1905. ZAVALA, Lázaro, Pegote: Picador de toros que nació en la capital del estado de Guanajuato. Actuó bajo las órdenes de José Marrero “Cheché”, la tarde del 2 de diciembre de 1900 en la plaza de Gavira, Gto. ZAVALA, Valentín: Matador de novillos mexicano que como tal actuaba ya en 1867 con bastante aceptación. (L. V., 131).


Valentín Zavala Empezó a torear unos dos años después que Ponciano Díaz. Actuó en la mayor parte de los ruedos mexicanos; era muy valiente, pero no tenía conocimientos para la lidia, por lo que lo agarraban bastante los toros. llegó a figurar en algún cartel en que actuó Luis Mazzantini, el que hizo elogios de él en lo referente al valor que poseía, asegurando que si llegaba a aprender sería peligroso actuar a su lado. (A. L., 295). Nació en Texcoco, Edo. de México, y se inició en el toreo hacia 1884. Estuvo con Ponciano Díaz algún tiempo y el 15 de noviembre de 1885, en la plaza de “El Huisachal”, Edo. de México, sufrió grave cornada en un muslo al clavar un par de banderillas. De novillero se presentó en la ciudad de México, en la plaza “Colón”, el 14 de octubre de 1888, impresionando al público con su manera estrambótica de vestirse, pues más parecía un titiritero que un lidiador de reses bravas. Siguió toreando, cada vez menos, hasta 1898, cuando se retiró. Quería seguir con la vieja costumbre de ser “capitán de cuadrilla”, rehusándose a alternar con otros toreros, lo que no agradaba a los empresarios, quienes lo eliminaron paulatinamente de los carteles. (H. L. II., 659). ZAYAS y VARGAS, Alberto, Zayitas: Este lidiador debe ser procedente de España, a donde hizo un viaje en 1896 con el objeto de tomar parte en algunas corridas de novillos como matador para volver a México con aquella categoría, pero no logró lo que deseaba por el poco tiempo que pudo permanecer en la Península. En México viene tomando parte como matador de novillos unas veces y otras como de toros, alternando en tal concepto con cuantos trabajan en las diferentes plazas de aquella república. El año de 1896 toreó 28 corridas en Ciudad Juárez, San Miguel del Mezquital, Chihuahua, Sierra Mojada e Hidalgo del Parral. (L. V., 131).


Alberto Zayas y Vargas, Zayitas. Afortunadamente, Heriberto Lanfranchi nos da algunos datos más, que ponen en claro el perfil de nuestro personaje: Nació en Puebla. Cuando quiso ser torero, las corridas estaban prohibidas en el Distrito Federal y se fue a España hasta mediados de 1895. De regreso a México, recibió una alternativa en Toluca, Edo. de México, el 14 de julio de dicho año de 1895, al cederle Carlos Borrego “Zocato” un toro de Atenco. Estuvo tan mal, que esa misma tarde se olvidó de su doctorado y siguió de novillero hasta 1905. Se presentó varias veces en la ciudad de México; pero tras los fracasos que tuvo en la plaza “Bucareli” los días 13 y 20 de junio de 1897, se cerró las puertas de los cosos capitalinos para siempre. Toreaba bastante bien, al estilo de la época, y si no hubiera tenido tanto miedo, el cual lo paralizaba a la hora de estoquear, hubiera podido sobresalir. (H. L. II., 659). ZAVALA, Bernardo: Picador de toros neoleonés, hijo de otro famoso diestro de aquellos rumbos (Luis García) que actuaba quizá en el último tercio del siglo XIX, sobre todo en el actual territorio del estado de Monterrey.21 ZEPEDA, Encarnación, Reinerito: Formaba parte, como banderillero, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnación Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal.

Meynardo Vázquez Esquivel, “La fiesta brava en Monterrey” en Atisbo. Una mirada a la historia. Monterrey, N.L., año 3, N° 17. Noviembre / Diciembre de 2008 (p. 12-7). 21


ZERMEÑO, Juan, Brazo de Hierro: Era anunciado como “topador”, labor que realizó muchas tardes al lado de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX. ZORIA, Francisco: Banderillero. Estuvo en la cuadrilla de Cástulo Lizalde, misma que actuó en la plaza de toros “Occidente” en Querétaro, el 9 de febrero de 1896. ZORRILLA (¿Zerrilla?), Joaquín: Picador mexicano que toreó a las órdenes de la mayor parte de los espadas que más bullían y figuraban por los años de 1880 a 85. En este último año, sin indicar más que el apellido, aparece anunciado para una corrida que se efectuó en la plaza de Orizaba. (L. V., 132). Un dato complementario: Existe un registro fechado en diciembre de 1876, donde Zorrilla –o Zerrilla-, en tanto picador-, formó parte de la cuadrilla liderada por Benito Mendoza, misma que actuó en varias ocasiones en la isla de Cuba. ZUBIAUR, José, el Vizcaíno: Matador de novillos, al parecer español, que actuó durante la temporada de novilladas que se celebró en la plaza de toros “Bucareli” durante el año de 1896. ZÚÑIGA, Vidal, Atapaneo: Se le anunció como picador de toros en el festejo celebrado en la plaza de toros de Morelia, la tarde del 1° de noviembre de 1899. ZURITA, José, el Mexicano: Matador de toros. De este y otros personajes apuntaba Armando de María y Campos en la efeméride correspondiente al 26 de abril de 1892: “Han sido muchos los toreros mexicanos que han pisado la Plaza del Acho, en Lima del Perú. En 1847 torearon José María Hidalgo y José Zurita, apodado “El Mexicano”, quien también actuó en las temporadas de 1855 a 1859 (…).


ANEXOS



GALERÍA ILUSTRADA DE TOREROS MEXICANOS Y EXTRANJEROS QUE ACTUARON A LO LARGO DEL VIRREINATO Y EL SIGLO XIX MEXICANO. I Un trabajo de reciente puesta en marcha es el que lleva el título de la presente colaboración. Pretende ser ambicioso en la medida en que vayan encontrándose no sólo los nombres de cada uno de ellos, cosa que por otro lado puede ser de dimensiones importantes, sino también algo de sus trayectorias, lo cual tomará un tiempo también bastante considerable para su elaboración. Sin embargo, este propósito tiene ya un antecedente en el exhaustivo trabajo que elaboró el Dr. Benjamín Flores Hernández en varias etapas. Me refiero a su “Catálogo de toreros y noticias de otros personajes novohispanos del siglo XVIII interesantes en la historia taurina” que, enriquecido, corregido y puesto al día incluyó en su más reciente libro, editado por la Universidad de Aguascalientes.22 Años atrás, el buen colega y amigo, ya había comenzado dicha labor tanto en su tesis de licenciatura,23 como en la de maestría,24 que hoy siguen siendo un referente para entender en forma por demás muy amplia, el desarrollo de la fiesta novohispana, en la parte correspondiente al siglo XVIII. Trabajos harto complicados pues su autor debía formar una nómina de todos aquellos personajes, que en su último trabajo asciende a 156, consiguiendo con ello la que puede considerarse una primera relación de protagonistas en el toreo de la última etapa novohispana y la primera del México independiente. En buena medida será útil para integrar muchos de aquellos otros nombres, seudónimos y demás datos25 que se tengan en torno a ese notable conjunto de individuos, lo mismo hombres que mujeres, cuya participación en el espectáculo taurino les convierte en centro de atención, como pocos. Conviene, en este caso, retomar un texto que se incluye en un libro de mi autoría, 26 con el que pretendo dar los primeros pasos para encaminar esta “Galería” por el sendero que pretendo, convirtiéndole quizá en la “Introducción” de lo presente. Veamos. PRIMEROS TOREROS NOVOHISPANOS QUE A PIE O A CABALLO ENFRENTARON LEGALIDAD Y TRADICIÓN. El torneo y la fiesta caballeresca primero se los apropiaron conquistadores y después señores de rancio abolengo. Personajes de otra escala social, españoles nacidos en América, mestizos, criollos o indios, estaban limitados a participar en la fiesta taurina novohispana; pero ellos también deseaban intervenir. Esas primeras manifestaciones estuvieron abanderadas por la rebeldía. Dicha experiencia tomará forma durante buena parte del siglo XVI, pero alcanzará su dimensión profesional durante el XVIII. El padre Motolinía señala que “ya muchos indios usaran caballos y sugiere al rey que no se les diese licencia para tener animales de silla sino a los principales señores, porque si se hacen los

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Benjamín Flores Hernández: La afición entrañable. Tauromaquia novohispana del siglo XVIII: del toreo a caballo al toreo a pie. Amigos y enemigos. Participantes y espectadores. Aguascalientes, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2012. 420 p. Ils., retrs., fots., facs., cuadros (p. 359-394). 23 Benjamín Flores Hernández: "Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII", México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p. 24 Benjamín Flores Hernández: "La vida en México a través de la fiesta de los toros, 1770. Historia de dos temporadas organizadas por el virrey marqués de Croix con el objeto de obtener fondos para obras públicas", México, 1982 (tesis de maestro, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 262 p. 25 Sin que ello haga que se pierda la justa referencia a un quehacer que al Dr. Flores Hernández le ha tomado años de intenso trabajo en la investigación de gabinete y de campo también. 26 José Francisco Coello Ugalde: Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., Editorial “Campo Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs.


indios a los caballos, muchos se van haciendo jinetes, y querranse igualar por tiempo a los españoles”.

Esta imagen proviene del libro Graffitis novohispanos de Tepeapulco, Siglo XVI. Sus autores: Elías Rodríguez Vázquez y Pascual Tinoco Quesnel. México, Hidalgo, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2006. 185 p. Ils., fots., facs., planos. (p. 81). Lo anterior no fue impedimento para que naturales y criollos saciaran su curiosidad. Así enfrentaron la hostilidad básicamente en las ciudades, pero en el campo aprendieron a esquivar embestidas de todo tipo, obteniendo con tal experiencia, la posibilidad de una preparación que se depuró al cabo de los años. Esto debe haber ocurrido gracias a que comenzó a darse un inusual crecimiento del ganado vacuno en gran parte de nuestro territorio, el cual necesitaba del control no sólo del propietario, sino de sus empleados, entre los cuales había gente de a pie y de a caballo. Ejemplo evidente de estas representaciones, son los relieves de la fuente de Acámbaro (Guanajuato), que nos presentan tres pasajes, uno de los cuales muestra el empeño de a pie, común en aquella época, forma típica que consistía en un enfrentamiento donde el caballero se apeaba de su caballo para, en el momento más adecuado, descargar su espada en el cuerpo del toro ayudándose de su capa, misma que arrojaba al toro con objeto de “engañarlo”. Dicha suerte se tornaba distinta a la que frecuentó la plebe que echaba mano de puñales. Sin embargo esto ya es señal de que el toreo de a pie comenzará a tomar fuerza. Otra escena de la fuente de Acámbaro nos presenta el uso de la "desjarretadera", instrumento de corte dirigido a los tendones de los toros. En el “desjarrete” se lucían principalmente los toreros cimarrones, que habían aprendido tal ejercicio de los conquistadores españoles. Otra escena nos representa el momento en que un infortunado diestro está siendo auxiliado por otro quien lleva una capa, dispuesto a hacer el "quite". Pero durante los siglos XVII y XVIII se dieron las condiciones para que el toreo de a pie apareciera con todo su vigor y fuerza. Un rey como Felipe V (1700-1746) de origen y formación francesa, comenzó a gobernar apenas despierto el también llamado "siglo de las luces". El borbón fue contrario al espectáculo que detentaba la nobleza española y se extendía en la novohispana. En la transición, el pueblo se benefició directamente del desprecio aristocrático, incorporándose al espectáculo desde un punto de vista primitivo, sin las reglas con que hoy cuenta la fiesta. Un ejemplo de lo anterior se encuentra ilustrado en el biombo que relata la recepción del duque de Alburquerque (don Francisco Fernández de la Cueva Enríquez) en 1702, cuya escena central es precisamente una fiesta taurina.


Esta imagen proviene del libro Graffitis novohispanos de Tepeapulco, Siglo XVI. Sus autores: Elías Rodríguez Vázquez y Pascual Tinoco Quesnel. México, Hidalgo, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2006. 185 p. Ils., fots., facs., planos. (p. 83). Para ese año el toreo todavía sigue siendo a caballo pero con la presencia de pajes atentos a cualquier señal de peligro, quienes se aprestaban a cuidar la vida de sus señores, ostentosa y ricamente vestidos. He allí un indicio de lo que pudo haber sido el origen del toreo de a pie en México, el cual fue capaz de mostrar el talento de los que lo ejecutaban, en medio de sus naturales imperfecciones. Para separar a los animales surge el vaquero quien, en el siglo XVI creó el rodeo, forma puramente mexicana legalizada incluso por el virrey Martín Enríquez de Almanza en 1574. Consistía en una batida circular sobre un territorio amplio en extensión cuyo propósito era concentrar al ganado en un punto “donde con la ayuda de una especie de garrochas, muy parecidas a las andaluzas, se apartaba el ganado que deseaban seleccionar”. Surgió con este nuevo personaje una expresión que acabó siendo nacional, mediando para ello una necesidad de un lucimiento no solamente limitado al campo, sino que además, era la plaza pública, la plaza de toros, el otro sitio para obtener el privilegio del aplauso. Y entre el ruedo y el campo la expresión acabó transformada en una manifestación artística. La necesidad que tiene el indio por equipararse a las capacidades del español, en los ejercicios ecuestres y campiranos produce reacciones que seguramente se manifestaron a espaldas de quien lo conquistó y le negó la posibilidad de realizar labores comunes en la plaza. El campo fue más bondadoso en ese sentido y concedió al natural de estas tierras, encontrarse con un ambiente al que imprimió su propio carácter, su “ser” en consecuencia. Bajo esas condiciones es muy probable que los indígenas hayan efectuado los primeros intentos por acercarse al toreo de a caballo, y por ende, al de a pie, con el que ganaron terreno sobre los españoles. Nota importante: las ilustraciones elegidas para este material, fueron inscritas en algún muro del convento de San Francisco de Asís, en Tepeapulco, estado de Hidalgo. Son ambas, una primera representación de la tauromaquia rural, y se remontan a finales del siglo XVI. II Acudo de nuevo a otro texto que da forma a mi Novísima Grandeza de la tauromaquia mexicana, obra en la que, para su elaboración y publicación a finales del siglo XX, se fijó la necesidad de poner


al día ciertos aspectos que requerían de esta condición para entender, desde una mirada en el presente un conjunto de factores que constituyeron el pasado taurino mexicano. LOS SEÑORES DE A CABALLO SE VAN TROTANDO, TROTANDO HASTA DESAPARECER. EN MEDIO DE UNA NUBE DE POLVO EL TOREO SE HACE PUEBLO. Al comenzar el siglo XVIII, el agotamiento del toreo barroco en las dos Españas es evidente. El papel protagónico de la nobleza está amenazado con desaparecer luego de resentir el desdén con que trató a la fiesta de toros Felipe V, el primer rey español de la dinastía francesa de los Borbones. Dicho fenómeno ocasionó otro, el cual fue calificado por el reconocido investigador español Pedro Romero de Solís como el retorno del tumulto, esto es, cuando el pueblo se apoderó de las plazas para experimentar en ellas y trascender así su dominio. La aristocracia tuvo que bajarse muy pronto del caballo, a tal grado que con la gran fiesta del 30 de julio de 1725, afirma Moratín que se “acabó la raza de los caballeros”. El contraste fue el desarrollo de un movimiento popular con el que empiezan a tener éxito las corridas de a pie.

MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970. La caballería estaba en quiebra. Pueblo y toro van a hacer la fiesta nueva, por lo cual todo está preparado para darle realce a aquel cambio con el que la tauromaquia sumará un nuevo capítulo en su trayectoria. Y ese pueblo comienza por estructurar la nueva forma de torear matando los toros de un modo rudimentario, con arpones y estoques de hoja ancha, y torean al animal con capas y manteos o con sombreros de enormes alas. Los de a pie ya no servirán a los jinetes, sino estos a aquellos. Los nuevos actores, muchos de ellos personajes anónimos, desplazan con acelerada rapidez a quienes alguna vez fueron protagonistas, los caballeros, que deseando no perder colocación, se prestan a cambiar su papel por el de “señores de vara larga” o lo que es lo mismo: picadores, que hoy en día se mantienen vigentes.


Las variaciones experimentadas en nuestro territorio guardan una marcada diferencia respecto a las desarrolladas en España. Existe una preocupación por darle orden, misma que propició la publicación de la tauromaquia de José Delgado en 1796, nuestros antepasados solían divertirse, “inventando” formas de toreo acordes con el espíritu americano. Aunque no éramos ajenos a España. Tomás Venegas "El Gachupín Toreador" llegó a México en 1766 y se quedó entre nosotros, influyendo seguramente en los quehaceres taurómacos de estas tierras. A su vez Ramón de Rosas Hernández "El Indiano", mulato veracruzano quien emprendió viaje a España, actuando por allá en los últimos años del siglo XVIII, demostró en ruedos ibéricos que acá también había buenos toreros, sobresaliendo en las suertes de montar los toros, templando “ya sobre él, una guitarra y [consumada la suerte] cantará con todo primor el sonsatillo”.

Exacta recreación que Antonio Navarrete hizo de Tomás Venegas, “El Gachupín Toreador”. Antonio Navarrete Tejero: Trazos de vida y muerte. Por (…). Textos: Manuel Navarrete T., Prólogo del Dr. Juan Ramón de la Fuente y un “Paseíllo” de Rafael Loret de Mola. México, Prisma Editorial, S.A. de C.V., 2005. 330 p. ils., retrs. El "divertirse, inventando..." da lugar al anhelo de los novohispanos por definirse así mismos como individuos diferentes de quienes los condujeron política, religiosa, moral y socialmente, durante el largo periodo colonial. En algún momento deben haberse cuestionado sobre su papel, ¿quiénes somos?, ¿qué queremos? Se aproximaban con rapidez a lo que será para ellos la independencia. Con este movimiento de liberación el mexicano aprendió a dirigirse por sí solo, en el toreo podemos encontrar esa evidencia, dándola a conocer cada tarde torera. Fue necesario incluir una riquísima gama de posibilidades que permitieron demostrar una capacidad creadora como nunca antes había ocurrido. Más adelante, podremos conocer parte de esas “locuras” o “frutos del ingenio” llevados a escena en las plazas de toros. Un importante código de valores permite distinguir las jerarquías con que aparecían en escena todos los protagonistas. De ese modo, al traje que portaron aquellos personajes poco a poco


comenzaron a añadírsele bandas distintivas, y luego las aplicaciones en metal -oro o plata- que definitivamente diferenciaron a las cuadrillas, tal y como llegan hasta nuestros días.

MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970. Los primeros intentos que desplegaron los lidiadores americanos al acometer la nueva empresa, se dieron desde 1734, cuando Phelipe de Santiago, Capitan de los toreadores de a pie, intervinieron en las fiestas que se efectuaron aquel año, en “celebridad del ascenso al Virreynato de estta Nueva España del el Excmo. N. Sor. Dr. Don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta”, quien gobernó de 1734 a 1740. Aquí, Phelipe de Santiago y su cuadrilla salieron con vestidos “adornados con listón de Napoles encarnado, de seda fina torcida, camisas de platilla, mitán amarillo, rasó de España amarillo también, para vueltas de los gabanes, y buches de los calzones elaborados con paño de Querétaro. Medias de capullo encarnadas y las toquillas de los sombreros finos con listón de China amarillo labrado, y corbatines adornados con encajes”. Más tarde encontraremos a un conjunto de “toreros” anónimos que, a los ojos de Rafael Landivar S.J., imprimieron el verdadero sabor de la tauromaquia autóctona mexicana, precisamente a la mitad del siglo XVIII, asunto del que daremos cuenta en capítulo posterior. Mientras tanto, toreros de la talla de Felipe Hernández “El Cuate”, Juan Sebastián “El Jerezano”, Alonso Gómez “El Zamorano”, Felipe “El Mexicano”, Cayetano Blanco, y José de Castro, se encargaron de avivar el fuego que iba en aumento conforme se acercaba la época en que el toreo en el nuevo país se colocó a la altura del practicado en España.


500 AÑOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. (XIV). LOS PROTAGONISTAS, A PIE y A CABALLO. SIGLO XVI. ¿Desde cuándo el toreo de a pie se presentó como parte de una inquietud entre los hombres por dominar a una fiera y lograr con ella momentos de lucimiento técnico y estético? Las evidencias están plasmadas desde el contacto de estas dos fuerzas, que podemos admirar gracias al “lienzo” de cuevas que dieron cabida a la expresión del hombre primitivo. Ahora, trasladémonos al periodo que comprende los años 711 a 1492, en plena confrontación de moros y cristianos. Tal situación se da, entre otras cosas, gracias al apoyo del caballo. Con y sobre el caballo inició la demostración de alancear toros, desde un punto de vista de entrenamiento que sirviera para atravesar, más tarde y durante las batallas, lo mismo godos que árabes. Hasta aquí una visión de conjunto. Ahora ubiquémonos en México. La conquista como anejo extemporáneo de la guerra de ocho siglos también se apoya, en gran medida, en el caballo. El torneo y fiesta caballeresca fueron privativos de conquistadores primero; de señores de rancio abolengo después. Personajes de otra escala social, españoles-americanos, mestizos, criollos o indios. De lo anterior puede decirse entonces que estaban restringidos a participar en los orígenes de la fiesta española en América. Pero supongo que ellos también deseaban intervenir. Esas primeras manifestaciones deben haber estado secundadas por la rebeldía. El papel protagónico de estos personajes, como instancia de búsqueda y de participación que diera con la integración del mismo al espectáculo en su dimensión profesional, va a ocurrir durante el siglo XVIII. El siglo XVI significó para México un conjunto de historias diversas, originadas por la conquista española, empresa que representó uno más de los espacios de expansión logrados por el proyecto de España que para esos momentos resultaba ser la potencia más importante del orbe. Tan luego como el almirante Cristóbal Colón revela los resultados de su “descubrimiento” comienzan a darse infinidad de circunstancias que ponen a funcionar otros tantos proyectos que ya no sólo son de carácter semejante al impuesto por el genovés, sino que buscan darle el sentido de dominio. Las connotaciones del término “dominio” son tan amplias que abarcan las de la apropiación por parte de grupos de soldados quienes se marcan el propósito de conquista, una conquista que van a ofrendar a la corona, misma que se ve beneficiada por la ampliación de nuevas tierras que serán suyas, las “dominará” y por ende, las controlará. México no fue la excepción. Entre aquel grupo reducido de conquistadores viene el capitán general, Hernán Cortés quien se convierte en héroe para unos, en villano para otros. Pero el hecho histórico consumado permitió que los nuevos pobladores consiguieran establecer una forma de vida semejante a la que tuvieron hasta antes de su salida.27 Al ir destruyendo una cultura tan importante como la de Mesoamérica, empezaron a transformar lentamente aquel panorama, y para ello necesitaban el soporte de factores como los de vida cotidiana vigentes en el viejo mundo hasta entonces. Por eso tuvieron necesidad de 27

Ángel López Cantos: Juegos, fiestas y diversiones en la América Española. Madrid, Editorial MAPFRE, 1992. 332 p. (Colección Relaciones entre España y América, 10)., p. 16. Todos los que cruzan el Atlántico, hombres de su tiempo, transportarán una cultura en la que lo lúdico, por momentos, alcanza gran importancia, nacida ésta de una política cada día más mediatizadora del individuo. Las fiestas y el juego ayudarán a romper tensiones, produciendo cierto relajamiento en sus existencias. Era aconsejable destensar la cuerda ya que la tirantez continuada podía desgarrar el orden establecido. Por ello no extraña que desde el principio organicen diversiones, reflejo de las peninsulares en aquel mundo. El complejo mundo de la diversión llega a las Indias a la vez que el caballo y las armas de fuego. Y es posible que antes. Cuando los descubridores, conquistadores y colonizadores preparaban la impedimenta para lanzarse a la aventura, lo hacían no por correr un peligro, cosa garantizada, sino como una diligencia inevitable para mejorar su vida. Sin manifestar sus propósitos, estaban firmemente convencidos que el riesgo traería la riqueza. La fortuna ofrece, entre otras posibilidades, tiempo libre, y la mejor manera de consumirlo es con los pasatiempos.


trasladar mucho de lo que para ellos significaba ese sentido a estas tierras. Fue así como lograron tener en poco tiempo los elementos mencionados que permitieron la continuidad de un proyecto que pasaba de la conquista a la colonización, lejos ya de su terruño.

Caballo con jinete. Deambulatorio de la Fundación Sahagún, claustro alto. Esta imagen proviene del libro Graffitis novohispanos de Tepeapulco, Siglo XVI. Sus autores: Elías Rodríguez Vázquez y Pascual Tinoco Quesnel. México, Hidalgo, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2006. 185 p. Ils., fots., facs., planos. (p. 148). En medio de las primeras construcciones primitivas que tuvieron que levantar, no podía faltar una de las circunstancias abandonadas por el espíritu de aventura a que se sometieron para obtener el objetivo de conquista. Ahora tenían que colonizar, tenían que establecer en medio de un ambiente tenso sus formas de vida, insisto, y una de ellas vinculada con muchas otras más será la de la diversión. Digo que vinculada, porque sin el toro no podía haber alimento, ni reproducción de cabezas de ganado, ni todo un sistema de producción que permitiera la continuidad en un sistema de labores practicadas en su España lejana. La fiesta o torneo caballeresco, donde ya está incorporado el toro, sin más, se va a dar desde el 24 de junio de 1526, fecha que, para los registros históricos es la primera en que el toreo como manifestación se lleva a cabo en nuestras tierras. El toro en cuanto tal es traído de España, y algunas islas americanas cuentan desde años antes de la conquista española en México con un sistema establecido y controlado, el cual permite la distribución según las necesidades y demandas que cada grupo requería para subsistir, pero también para establecer los métodos de asentamiento y reproducción inmediata en los sitios y lugares que así lo permitieran. Así en México, el valle de Toluca se convierte en el sitio pionero donde se llevó a cabo la revolución agrícola inicial en Mesoamérica.28 Tierras aptas para la siembra y mejor espacio para pastoreo de ganado mayor y menor.

28

El conquistador nos revela un quehacer que lo coloca como el primer ganadero de México, actividad que desarrolla en el valle de Toluca mismo. En carta de 16 de septiembre de 1526, Hernán se dirige a su padre Martín Cortés indicándole de sus posesiones en Nueva España y muy en especial "Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos..." Pero es hasta el 6 de julio de 1529 en que el Rey Carlos I mercedó a Hernán Cortés veintidós pueblos (como Matlazingo, Toluca, Calimaya y otros) y veintitrés mil vasallos. Estos mismos pueblos "...con sus aldeas e términos...", fueron vinculados en el mayorazgo que fundó don Hernando, en escritura asignada en la Villa de Colima el 9 de enero de 1535, ante los escribanos y Juan Martínez de Espinoza, previa licencia real.


Hoy en día se transporta el ganado de esta manera. EL PAÍS, edición México, del 15 de mayo de 2016, sección Negocios, p. 12. ¿Qué vio el extremeño Hernán Cortés en las prodigiosas y amplias tierras del Valle de Toluca? Seguramente el sitio de mayor privilegio para el establecimiento de todo un sistema de reproducción ganadera en todos sus géneros, que luego iría a extenderse pródigamente hasta lugares tan lejanos como Zacatecas (como lo afirma Juan de Torquemada y lo ratifica el padre Mendieta), pues no habiendo cercas, o siendo estas tan débiles que los mismos ganados terminaban derribándolas, las cantidades de hatos y de piaras llegaron en cierto momento a significar sobrepoblación como nunca antes se había registrado en la Nueva España. Este fenómeno ocasionó un giro muy importante para las condiciones de vida en nuestro continente, dada la agresividad con que se presentó, tomando a muchos naturales totalmente desprevenidos ante las enfermedades y/o epidemias, y peor aún, bajo el sistema de explotación con el que llegaron imponiéndose los hispanos. Como una muestra de las restricciones a las que quedó sometido el indígena es que le fue prohibido montar a caballo, gracias a ciertas disposiciones dictadas durante la primera audiencia, aunque ello no debe haber sido impedimento para saciar su curiosidad, intentando lances con los cuales aprendió a esquivar embestidas de todo tipo, obteniendo con tal experiencia, la posibilidad de una preparación que fue depurando al cabo de los años. Esto debe haberlo hecho gracias a que comenzó a darse un inusual crecimiento del ganado vacuno en gran parte del territorio novohispano, el cual necesitaba del control no sólo del propietario, sino de sus empleados, entre los cuales había gente de a pie y de a caballo. Salvo los relieves de la fuente de Acámbaro que nos presenta dos o tres pasajes de los llamados empeños de a pie, comunes en aquella época, es como conocemos algo de su participación. Dicha fuente pudo haber sido levantada por algún alarife español en 1527 a raíz de la introducción del agua potable al poblado guanajuatense, debido a las gestiones hechas por fray Antonio Bermul, lo cual mueve a pensar que por esos años se construyó la fuente taurina, misma que representa escenas de la lidia de reses “bravas”. Una de ellas da idea del uso de la "desjarretadera", instrumento de corte dirigido a los tendones de los toros. En el desjarrete se lucían principalmente los toreros cimarrones, que habían aprendido tal ejercicio de los conquistadores españoles. Otra escena nos representa el momento en


que un infortunado diestro está siendo auxiliado por otro quien lleva una capa, dispuesto a hacer el "quite".

Graffitis novohispanos de Tepeapulco, Siglo XVI. Sus autores: Elías Rodríguez Vázquez y Pascual Tinoco Quesnel. México, Hidalgo, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2006. 185 p. Ils., fots., facs., planos. (Portada). Fue así como el Rey instruyó a la Primera Audiencia, el 24 de diciembre de 1528, para que no vendieran o entregaran a los indios, caballos ni yeguas, por el inconveniente que de ello podría suceder en “hazerse los indios diestros de andar a caballo, so pena de muerte y perdimiento de bienes... así mesmo provereis, que no haya mulas, porque todos tengan caballos...”. Esta misma orden fue reiterada por la Reina doña Juana a la Segunda Audiencia, en Cédula del 12 de julio de 1530. De hecho, las disposiciones tuvieron excepción con los indígenas principales. Por ejemplo, Hernando de Tapia, indígena fundador de Santiago de Querétaro en 1531 y su compañero Nicolás de San Luis Montañéz, tuvieron privilegio de montar a caballo. Don Hernando, gobernador del pueblo de Tlapanaloya (hoy municipio de Tequixquiac) fue favorecido por Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón, segundo virrey novohispano (1550-1564), quien a menos de un mes de gobierno, le dio licencia para tener y andar en jaca. Le siguieron tres principales de Cholula (diciembre de 1550). En una visita al valle matlazinca y desde Jalatlaco, el 10 de junio de 1551, el virrey concedió sendas licencias a Don Pedro, gobernador de Tenango y a Don Luis, Don Francisco y Don Pedro, principales del mismo pueblo, para montar en jaca. Estas licencias proliferarían con el tiempo: en 1555, son agraciados para tener jaca, en Matlazinco: Pedro Tuchtle y Pedro de San Pablo, naturales de Atlacomulco; Francisco Ruiz, Don Diego y Don Miguel, principales de Jiquipilco, Juan Vázquez, gobernador de Zinacantepec; Don Gabriel, gobernador de Jocotitlán y Don Francisco de León, principal de Tlalchichilpa. En 1590, se autorizó montar a caballo a Don Agustín Clemente, cacique de Jiquipilco y en 1593 a Don Gabriel de la Cruz, principal de Jocotitlán; y ese mismo año, varios indígenas de Atlacomulco pudieron cabalgar libremente. En Zinacantepec, los caciques Don Francisco de Sandoval y Don Rafael Nicolás obtuvieron tal privilegio en 1591. Al finalizar el siglo XVI, el virrey don Gaspar Núñez y Acevedo, Conde de Monterrey, ante el alud de peticiones de indígenas para montar a caballo, usar espada, vestir a la usanza hispana, entre otras costumbres reservadas a castas y españoles, acordó otorgar el 15 de enero de 1597, mayor liberalidad a las ordenanzas; permitió a los naturales montar en mula, con silla, espuelas y riendas y comerciar hasta con seis acémilas.29 29

Isaac Velázquez Morales: “La ganadería del Valle de Toluca en el siglo XVI”. Ponencia presentada a la


Como puede verse, el proceso de peticiones30 fue de menos a más, pero siempre con señores principales, lo cual marca en principio, un privilegio destinado a una escala social indígena cuyos compromisos con la corona, primero; y con quienes la detentaban como representantes en la Nueva España, después no podían excluirse por el vasallaje (en el sistema feudal, relación entre un hombre libre con otro al que le ofrece fidelidad y servicio a cambio de protección y, en muchos casos, la concesión de un feudo). SIGLOS XVI-XVIII. Como ya vimos en entregas anteriores, fue entre 1540 y 1630 aproximadamente, cuando se intensificó en forma exponencial una fuerte baja poblacional (sobre todo entre los indígenas), ocasionada por epidemias, que se reflejaron en el “siglo de la depresión”, asimismo calificado por Woodrow Borah, uno de sus estudiosos más dedicados.31 Por consiguiente resistió un poco más el

Academia Nacional de Historia y Geografía el 28 de agosto de 1997. 30 Peticiones que también deben verse como distinciones, se otorgaron a los caciques mediante la formación, en 1537 de la Orden de los Caballeros Tecles quienes fueron autorizados a montar a caballo, siempre y cuando contaran con los medios económicos para comprarlo y sostenerlo. Dicha solicitud de reconocimiento del señorío de Xilotepeque se extendió a favor de Don Gonzalo de los Santos Alfaro, en el que, entre otras cosas, solicita se le reconozca el derecho de usar capa, espada o espadín y montar a caballo, así como de ser acompañado por un séquito acorde a su rango en sus salidas a misa y otros asuntos (Archivo General de la Nación, Ramo: Indios, Vol. 10, f. 158. 31 Woodrow, W. Borah: El siglo de la depresión en la Nueva España. México, ERA, 1982. 100 p. (Problemas de México). El autor apoya su tesis en las actividades de la economía durante la colonia para conocer los comportamientos demográficos que se dieron en forma agresiva a causa de nuevas enfermedades, la desintegración de la economía nativa y las malas condiciones de vida que siguieron a la conquista. Este fenómeno tuvo su momento más crítico desde 1540 y hasta mediados del siglo XVII, mostrando bajos índices de población, entre los indígenas y los españoles (hacia 1650 se estiman 125,000 blancos en Nueva España y unos 12,000 indígenas). La población indígena alcanzó una etapa de estabilidad, luego de los efectos señalados, a mediados del siglo XVIII “aunque siempre a un ritmo menor que el aumento de las mezclas de sangre y de los no indígenas”. Es interesante observar que los valores de cabezas de ganado mayor y menor son muy disparados contra un decremento sustancial de los indígenas y blancos, lo cual originó, por otro lado, un estado de cosas donde dichos ganados mostraron no sólo sobrepoblación sino que el hábitat se vulneró y se desquició lo cual no permite un aumento de la producción, pues los costos se abatieron tremendamente. Esta tesis ha perdido fuerza frente a otros argumentos, como por ejemplo los que plantea la sola trashumancia habida en buena parte del territorio novohispano, o aquel otro que propone Pedro Romero de Solís en su trabajo denominado “Cultura bovina y consumo de carne en los orígenes de la América Latina”. En CULTURA ALIMENTARIA ANDALUCÍA-AMERICA México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 1996. 255 p. Programa universitario de alimentos. (Historia General, 17), p. 231-55. El estudio de Borah publicado por primera vez en México en 1975, ha perdido vigencia, entre otras cosas, por la necesidad de dar una mejor visión de aquella “integración”. Hacia 1576 se inició la gran epidemia, que se propagó con fuerza hasta 1579, y quizá hasta 1581. Se dice que produjo una mortandad de más de dos millones de indios. La fuerza de trabajo para minas y empresas de españoles escaseó entonces, y las autoridades se vieron obligadas a tomar medidas para racionar la mano de obra y evitar el abuso brutal de los indígenas sobrevivientes. Por otra parte, la población mestiza había aumentado a tal grado que iba imponiendo un trato político y social que no se había previsto. Mestizos, mulatos, negros libres y esclavos huidos, al lado de criollos y españoles sin lugar fijo en la sociedad concebida como una organización de pueblos de indios y ciudades y lugares de españoles, alteraron el orden ideado por las autoridades españolas, en cuyo pensamiento sólo cabía una sociedad compuesta por “dos repúblicas, la de indios y la de españoles”. Véase: Andrés Lira y Luis Muro: “El siglo de la integración” (p. 307-362). En HISTORIA general de MÉXICO. Versión 2000. México, El Colegio de


grupo de blancos, y por otro lado los ganados vacuno y ovino se sobregiraron. Para algunos historiadores, este ciclo temporal se convierte en un espacio oscuro que proporciona pocas informaciones para el desarrollo de los diversos grupos que conviven en el territorio novohispano. En lo taurino ocurren una buena cantidad de acontecimientos que dejan ver el florecimiento con que se manifestaron las fiestas.32 Caben aquí un par de ejemplos relacionados con el que fue un caso de figuras grabadas en cuerpos, como resultado de creencias, magia popular o presencia demoníaca. El primero de ellos, y debo la información a mi buen amigo David Tuggle quien, desde los Estados Unidos me comenta lo siguiente: En 1691 una esclava mulata de Durango, llamada Antonia de Soto, se entregó al ministro de la Inquisición en Parral, y luego, durante un período de dos años, contó la historia de cómo se había escapado y tenido muchas aventuras que involucraban alucinógenos y hechizos mágicos, algunos de las cuales involucraban el disfrazarse de hombre, convirtiéndose en jinete y “torero.” Ya sea que sus aventuras hayan sido sólo alucinaciones y/o fabricaciones, tal vez los detalles de su historia podrían revelar mucho acerca de los toros en la región fronteriza de finales de los años 1600. Se dice que la información de una fuente de esta naturaleza proviene del Archivo General de la Nación (AGN), Ciudad de México: "denuncia que contra s í hizo Antonia de Soto, mulata, esclava de Francisco de Noriega, vecino de la Ciudad de Durango... 1691.33

“La magia del toro”. Antonio Navarrete Tejero: Trazos de vida y muerte. Por (…). Textos: Manuel Navarrete T., Prólogo del Dr. Juan Ramón de la Fuente y un “Paseíllo” de Rafael Loret de Mola. México, Prisma Editorial, S.A. de C.V., 2005. 330 p. ils., retrs.

México, Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 311. Además, véanse las páginas 316 y 317 del mismo texto que abordan el tema de “La población”. Dicho lo anterior, no queda sino ser más que congruentes, cuidadosos con la tesis de W. Borah que tampoco puede descartarse tajantemente, pero que puede admirarse mejor con las oportunas apreciaciones que han quedado incorporadas. 32 José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2). 33 Archivo General de la Nación, Ramo Inquisición.


Ahora bien, y como apunta por otro lado José Luis Uriarte Pacheco, con mucha frecuencia, la figura del demonio adoptó en la mente del hombre grabado una forma visible que era acorde con su ocupación productiva. El confesor Ambrosio Casulto lo muestra en la correspondencia que remitió a la Inquisición de México: Díjome [la esposa del indio Sebastián] que fue muy asombrado por los enemigos que se le aparecían en figuras de toros y otros animales feroces, que le cercaban y acometían. Al amanecer le dijo el indio afligido que entendía había sucedido la visión espantosa por no haberse confesado y encubrir su culpa. El indio dedicado a la vaquería veía en su lecho de muerte demonios revestidos con las formas que encontraba diariamente en sus actividades productivas. El Señor del Mal estuvo presente en la mente del hombre grabado a través de formas que le eran familiares, al final de cuentas, la figura del demonio representa la forma visible de un ser invisible, un ente que tiene entre los hombres una apariencia mutable.34

Confrontación de dos noblezas: la española, o criolla, y la indígena a caballo. El rejoneo (torear a caballo) –sigue apuntando Uriarte Pacheco-, fue una de las modalidades que ejecutaron los novohispanos en el periodo estudiado. De más vieja tradición en la Nueva España fue el acto de enfrentar al toro a pie. Si en Europa los primeros matadores de toros a pie de los que se tiene referencia histórica datan de 1385, en México aparecen a principios del siglo XVII. Algunos novohispanos que lo ejecutaron llevaron en sus espaldas la figura del demonio. La denuncia del español Juan de Velasco nos ofrece información sobre las suertes que los vaqueros realizaban en Ayutla, Nueva Galicia, en el año de 1604: [...] dijo que un mulato libre traía pintado el demonio en las espaldas, y que era hombre el dicho mulato, que amarrados los pies aguarda a un toro muy bravo y le mete en los cuernos dos naranjas, y a una potranca por más con fervor que de hiendo montado en ella le va quitando las correas y la silla y se queda en pelo en ella sin apearse ni caerse y que esto es lo que tiene que decir. Ser valiente fue una meta también perseguida por vaqueros de Michoacán y jinetes españoles de la Nueva Galicia. El hombre que pactó con el Maligno y se hizo grabar su figura esperaba contar con la José Luis Uriarte Pacheco. “Tatuajes, figuras grabadas en cuerpos novohispanos. (1604-1750). Una ventana abierta al pasado de hombres carentes de escritura”. Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras. Colegio de Historia. Tesis que, para optar por el título de Licenciado en Historia Presenta (…), 2007. 105 p., p. 12. 34


valentía necesaria para desterrar el miedo y alcanzar la habilidad y destreza de todo buen jinete y toreador. Aquello fue un fin utilitario que se buscó en la magia 35 termina diciendo de este modo nuestro colega historiador. Pero en el XVIII se dieron las condiciones para que el toreo de a pie apareciera con todo su vigor y fuerza. Un rey como Felipe V de origen y formación francesa, comenzó a gobernar apenas despierto el también llamado "siglo de las luces". El borbón fue contrario al espectáculo que detentaba la nobleza española y se extendía en la novohispana. En la transición, el pueblo se benefició directamente, incorporándose al espectáculo desde un punto de vista primitivo, el cual, con todo y su arcaísmo, ya contaba con un basamento que se formó desde el siglo XVI y logró madurez en los dos siguientes. Un hecho evidente es el biombo que, como auténtica relación ilustrada de las fiestas barrocas y coloniales, da fe de la recepción del duque de Alburquerque (don Francisco Fernández de la Cueva Enríquez) en 1702. Para ese año el toreo en boga, es una mezcla del dominio desde el caballo con el respaldo de pajes o lacayos que, atentos a cualquier señal de peligro, se aprestaban a cuidar la vida de sus señores, ostentosa y ricamente vestidos. He allí un indicio de lo que pudo haber sido el origen del toreo de a pie en México, primitivo sí, pero evidente a la hora de demostrar la capacidad de búsqueda por parte de los que lo ejecutaban, en medio de sus naturales imperfecciones.36

35

Op. Cit., p. 30. José Francisco Coello Ugalde: Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., España-México, Editorial “Campo Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs., p. 19-20. Entre el 20 de abril de 1519 y el 13 de agosto de 1521 se desarrollaron los momentos más intensos de la conquista española sobre el poderoso Imperio Mexica, fundado en la ciudad de Tenochtitlan. Los mexicas aplicaron un control férreo sobre pueblos que terminaron siendo sometidos por la vía del tributo; no cumplirlo significaba la guerra. Los cempoaltecas, chalcas, totonacas y los tlaxcaltecas, entre otros, contribuyeron a su decadencia cuando hicieron alianza con los españoles. La capitulación de la gran ciudad de México-Tenochtitlan ocurrió el día de san Hipólito del año del señor de 1521, y a partir de ese momento comenzó el periodo colonial que abarcaría tres siglos de esplendor. Las fiestas y torneos caballerescos nos muestran uno de los múltiples aspectos que conforman la vida cotidiana de una sociedad, en este caso, la novohispana. “Correr toros” se decía comúnmente y es ahí donde las historias nos hablan de un primer festejo celebrado en lo que hoy día son los terrenos del convento de San Francisco, justo el 24 de junio de 1526, noticia que entre otros, registró el propio conquistador Hernán Cortés, en estos términos: “Otro día, que fue de San Juan, como despaché este mensajero, [para dar la bienvenida al visitador Luis Ponce de León] estando corriendo ciertos toros y en regocijo de cañas y otras fiestas...”; todo ello en su quinta CartaRelación, que conoció al detalle el Rey Carlos V en España. Aunque nos asalta la duda sobre los “ciertos toros” que menciona el propio Cortés. ¿Acaso no serían los “extraños toros mexicanos con pelaje de león y joroba parecida a la de los camellos” que asimismo los describe Cortés y cuya similitud es igual al bisonte que tenía Moctezuma en su maravilloso zoológico? Poco a poco fueron llegando diferentes variedades de ganado no sólo de España, también de islas como La Española, las Antillas o de Cuba, al grado de que el mismo Cortés envió al valle de Toluca un buen número de ellas. Por cierto, era común en aquellos tiempos el juego de cañas. “Correr cañas” eran una antigua forma de destreza hípica en la que los contendientes se arrojaban mutuamente lanzas, el fin de este simulacro de guerra era derribar a los adversarios o desarmarlos. Torneos y justas son las primeras demostraciones deportivas de los españoles en tierras nuevas. Para ello fue necesario el elemento material que era suprema condición: el caballo. La moda caballeresca de los siglos XV y XVI estaba aquí. El español buscó defender la tradición medieval. Toros y cañas iban juntos, como espectáculos suntuosos y brillantes en la conmemoración de toda solemnidad. 36


Detalle del Tríptico anónimo que representa diversas vistas del recibimiento que hizo la ciudad de México a su virrey don Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque, en el Alcázar de Chapultepec, en 1702. Perteneció a los duques de Castro-Terreño. Fuente: Banco Nacional de México. Colección de arte. Ahora bien, no todas las “Relaciones de Sucesos” mencionan en su contenido, nombre, apellidos, cargo y orden nobiliario –si lo hubiere-, de aquellos protagonistas que participaron en festejos ecuestres, y en los que se practicaba la suerte de alancear, o jugar cañas, lanzar estafermos, bohordos y otras. Por ejemplo, en la Descripción expresiva de la plausible pompa y Majestuoso Aparato con que la Muy Noble, y Leal Ciudad DE MÉRIDA DE YUCATAN dio muestras de su Lealtad en las muy lucidas Fiestas que hizo por la exaltación al trono del muy católico y muy poderoso monarca el Sr. D. Fernando VI (…), 1748 encontramos que de aquellas celebradas “el día quince y los siguientes de mayo de 1747” aparecen los siguientes nombres: -Regidor y Capitán Don Juan de Vergara, por cuya cuenta corrió el desempeño de estos tres días. Luego, se formaron dieciséis cuadrillas, como sigue: Comandante D. Jerónimo Irigoyen; Capitán D. Jerónimo Buendía; Capitán D. Matías Bizama; Capitán D. Pedro de Castro; Capitán Don Nicolás Rendón; Capitán D. Manuel de Cabrera; Capitán D. Juan de Iturria; Capitán D. José Carrillo; Capitán D. Clemente Marcos Bermejo (actual Alcalde Ordinario, y de la Santa Hermandad); Capitán D. Juan José Lafagabaster; Capitán D. Juan de la Cámara; Capitán D. Juan de Vergara; Capitán D. Francisco de Anguas; Capitán D. Agustín de Zibalegui; Capitán D. José Aguirre; Capitán D. Diego Figueroa. Luego, y del mismo modo, aunque como noticia que recoge Nicolás Rangel, menciona la celebración de fiestas ocurridas en Tehuantepec en septiembre de 1790, como sigue:


Hubo Fiestas en Tehuantepec del 11 al 18 de septiembre de 1790. Se lidiaron cincuenta y un toros en el Coso formado en la Plaza Mayor, estando el Coso y los tablados rica y artísticamente decorados. Todas las mañanas, los principales vecinos de la Villa, montados a caballo y divididos en dos cuadrillas, que capitaneaban el Coronel Don José Miguel Bejarano, y el Administrador de Reales Rentas de Alcabalas, Don Andrés Fernández de Castañeda, partían la Plaza, haciendo varias escaramuzas y corriendo parejas con la mayor destreza ; concluidas éstas, quedaban ambos Capitanes, el Teniente de las Milicias Don Manuel Ruiz de Parrazar y D. Manuel González, quienes a caballo, con vara larga, hacían demostración de su habilidad con un toro, y después el Teniente D. Juan de Iriarte, D. José Domingo Camacho, D. José Vela y D. Andrés Lavariega, continuaban con suertes de banderillas, dejando después libre la arena para que los picadores y chulos de profesión lucieran su destreza. Amenizó estas Corridas de Toros, una orquesta de veintiséis instrumentos. (Rangel, 1924, p. 219-20)

Cuadrilleros, al estilo de Felipe IV


EL CASO DE 60 PERSONAJES QUE PRETENDIERON ACTUAR EN 1814.

¿Coche o caballo? Ese es el dilema. Col. del autor. Para entender primero la causa de este propósito peculiar, conviene saber cuales fueron los detonantes del mismo. Nos dice María José Garrido Asperó37 en su tesis de maestría, lo siguiente: El 10 de agosto de 1814 –día en que Félix María Calleja comunicó a los novohispanos la abolición de la Constitución- creó una comisión festiva integrada por los señores José Mariano Beristáin, arcediano y deán electo de la Catedral; Ramón Gutiérrez del Mazo, intendente corregidor; el síndico procurador del Ayuntamiento Constitucional Rafael Márquez, y el conde de Bassoco para que propusiera y organizara la serie de festejos con que todos los habitantes de la capital y cada una de las corporaciones de gobierno, civiles, religiosas y particulares debía celebrar el feliz acontecimiento: el restablecimiento del absolutismo. Estas ceremonias, decía Calleja, se harían “para comprobar su amor al más digno y deseado de los monarcas”. Todos estos regocijos y las tareas de la comisión festiva estarían directamente supervisados por el virrey. Esta situación molestó muchísimo al Ayuntamiento Constitucional. En la sesión del 5 de septiembre, el síndico Rafael Márquez expuso en el Cabildo el disgusto que esta medida causó al cuerpo al que pertenecía. Dijo que no había antecedente alguno sobre fiestas reales que no hubieran sido organizadas únicamente por el Ayuntamiento. Propuso y fue aprobado por todos que el gobierno de la ciudad por el momento no reclamara esa intromisión; pero que concluidas las fiestas pidieran al virrey declarara que el no haberse encargado las fiestas al Ayuntamiento no se debía a “desconfianza alguna en la pureza de su manejo ni por otro motivo no favorable a él”. María José Garrido Asperó, “Las fiestas cívicas en la ciudad de México: De las ceremonias del estado absoluto a la conmemoración del estado liberal, 1765-1823. México, Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras, 2000. 288 p. Cuadros, p. 184 y ss. 37


Pasado algún tiempo, La comisión festiva de Calleja presentó un programa que incluía un regocijo general en el que participarían todas las autoridades y corporaciones de la ciudad. Además cada corporación organizaría y costearía otras actividades que serían calendarizadas por la comisión. El Ayuntamiento iluminó sus casas, hizo una misa y un baile en la alhóndiga. Para el festejo general se planearon serenatas, iluminaciones, corridas de toros en la plaza del Volador, bailes públicos, juegos de cañas y alcancías. Regocijos que terminarían el 8 de diciembre de ese año con una misa solemne en Catedral y un paseo a caballo con la asistencia de todas las autoridades y vecinos principales. Por la premura del tiempo, según el Ayuntamiento, o por las abundantes lluvias, según Lucas Alamán, algunas de las ceremonias tuvieron que posponerse. Las corridas de toros se hicieron, por ejemplo, hasta enero de 1815. Con tanta concurrencia como si no estuviera el país envuelto en todas las calamidades de una guerra desastrosa, criticó Lucas Alamán. Agrega luego la autora: Los problemas festivos entre el Ayuntamiento de Antiguo Régimen y las autoridades superiores después de restablecido el gobierno tradicional volvieron a concentrarse en la fiesta de la conquista; de hecho, éste fue el periodo más conflictivo para esta ceremonia. De 1815 a 1818 el Ayuntamiento de la ciudad de México hizo del paseo del real pendón parte esencial de su discurso histórico político. Esto fue así porque, como hemos visto en otras páginas, ésta era la única ceremonia de la monarquía absoluta en la que los criollos del Ayuntamiento tenían los sitios más destacados y la que expresaba los derechos de gobierno que pensaban poseían. Era la única fiesta del Antiguo Régimen que favorecía la posición autonomista del Ayuntamiento, aunque sus integrantes ya no fueran Guadalupes o decididos partidarios de la insurgencia. Y sobrevino el conflicto. En 1815, los regidores se mostraron dispuestos a hacer esta fiesta. Hicieron la elección de alférez real y después de recibir el decreto de restitución del paseo del pendón dado por Fernando VII el 11 de febrero de ese año, ordenando se hiciera con la pompa y costumbre de 1808, a caballo y con la asistencia de todos los funcionarios reales. El gobierno de la ciudad comenzó a hacer los preparativos para la fiesta tal y como lo mandaba el rey. Fue entonces cuando los partidarios del régimen colonial comenzaron una política francamente destructiva hacia esta fiesta. Se opusieron terminantemente a que se realizara a caballo. Argumentaron que en la Real Audiencia había muchas vacantes, siendo los oidores en esos momentos sólo cinco; además, sus ministros ya no tenían las ropas con que acostumbraban concurrir al paseo del real pendón debido a que se deschicieron de ellas cuando fue abolido. Así, se resolvió que el paseo se hiciera e coche, pero ello tenía sus inconvenientes, que también se discutieron, y por una u otra causa se insistió en que el dicho recorrido se hiciese como la costumbre lo había establecido. Con el tiempo, y ya con Apodaca al frente del casi extinto virreinato, esto en 1817, aún se insistía en tales procederes, pero como se podrá entender, aquel intento de finales de 1814, no pudo ser, simple y sencillamente. Finalmente, existe una declaración del síndico procurador del Ayuntamiento –Andrés Bechi-, quien en 1815, parece haber señalado la sentencia en todo aquello. Las opiniones de este señor, contrarias al paseo del pendón fueron, al parecer, determinantes en la decisión del rey y del virrey. El síndico expuso además que la Real Audiencia había tenido de tiempo atrás una política del todo adversa a la fiesta. Denunció que hacía más de un siglo que


los miembros de la Audiencia venían poniendo “obstáculos ridículos” al paseo del pendón, mismos que habían sido desaprobados por el soberano. Dijo este señor, que hacer el paseo en coches, como la Audiencia había querido siempre, restaba la calidad a las causas por las cuales se instituyó: el aniversario de la conquista. Argumento suficiente por el cual debía reformar su resolución. Y siguiendo lo dicho en la nota a pie de página que corresponde a la cita aquí recogida (me refiero a la N° 295), se anota en ella lo siguiente: (Que) entre sus argumentos –los de Bechi- estaban los que el Ayuntamiento había expuestos desde el año 1815. Dijo, por ejemplo, que el paseo del pendón hecho a caballo enaltecía el noble fin por el cual se instituyó, el aniversario de la conquista, haciendo de él “un espectáculo que, al mismo tiempo que regocija, sorprende y llena de admiración y entusiasmo a todas las gentes”. Por esa razón los habitantes de la ciudad asistían en varias ocasiones a verlo pasar; en cambio haciéndolo en coches desmerecía a la causa que lo imponía y disminuía el entusiasmo popular. (La cita se encuentra en el Archivo Histórico de la Ciudad de México, fondo Historia. Pendón, Inv. 2277, año 1815, f. 54 y ss.). A todo lo anterior, debe agregarse que aquel intento de conmemoración no prosperó y peor aún que en años posteriores, con intenciones similares, se argumentaba el hecho de que no había dinero alguno para celebraciones. Aquel año, ese conjunto mayoritario de individuos, pertenecientes a la última etapa de la élite novohispana, buscaron celebrar juegos de cañas y alcancías para celebrar el advenimiento al trono de Fernando VII. Existe un documento que presento a continuación, el cual si bien no contiene los datos de rigor, manifiesta la necesidad de realizar tales juegos hacia el mes de enero, pues el 2 de diciembre anterior (1814) diversas personas, entre ellas: Ramón Gutiérrez del Mazo, Francisco Arcipreste, Manuel Gutiérrez de Terán, el conde de la Presa, José Rafael Márquez, enviaron aquella petición al Exmo. Sr. Virrey D. Félix María Calleja para que éste aprobase o no, la ejecución de tan lucidas demostraciones.38 Y sí, en efecto, como nos lo confirma Heriberto Lanfranchi: A principios de 1815 hubo una serie de ocho corridas en la ciudad de México, para celebrar la feliz restitución al trono de Fernando VII de España, como eran fiestas reales, se armó el coso en la plazuela del Volador.39 Para saber quiénes integraron aquella petición, se indican a continuación el nombre de cada uno de los integrantes de aquellas “Compañías que han de jugar cañas y alcancías en las próximas fiestas”: Primera compañía Padrinos: Sr. Mariscal de Castilla. Sr. Conde de la Presa (Rafael de Monterde y Antilló). Capitán: Sr. Conde de Regla.40 Archivo General de la Nación. Ramo “Historia”, T. 483, exp. VIII.-Oficio del Ayto. de México al Virrey acerca de las fiestas en celebridad del advenimiento de Fernando VII y acompañándole dos listas: la marcada con el núm. 2, de las “Compañías que han de jugar cañas y alcancías en las próximas fiestas; y la núm. 3, la de los cuerpos y particulares que han de acompañar al virrey e el paseo de a caballo”.-1814, 6 f. También existe el siguiente: AGN, Indiferente Virreinal, caja-exp.: 5067-014. Ayuntamientos. Años: 1814, fs. 6. Productor: Ramón Gutiérrez del Mazo. Avisa adjunta lista de corporaciones que han ofrecido hacer demostraciones por la restitución al trono del soberano. Avisa empiezan las fiestas de los toros y solicita lista de sujetos que lo han de acompañar en paseo a caballo. México. 39 Lanfranchi: La fiesta brava en…, op. Cit., T. I., p. 119. 38


Caballeros: Capitán D. Mariano Icaza. Capitán D. Antonio Icaza. Teniente D. José Icaza. D. José María Moral y Peisal. Capitán D. Miguel Ozta. Capitán D. José Rincón Gallardo. Capitán D. Manuel Zeballos y Padilla. D. Mariano Dosamantes. Capitán D. Juan Ignacio Orellana. Teniente D. Miguel Orellana. Subteniente D. Miguel Michaus. D. Luis Ibarrola y Monterde. Segunda compañía Padrinos: Sr. Conde de Casa de Agreda. Sr. Marqués de Guardiola. Capitán: Sr. Conde de Peñasco. Caballeros: D. Juan Pérez Gálvez Capitán D. José María Prieto Bonilla. D. Manuel Valle. Capitán D. José de Jesús Noriega. D. Joaquín Caballero de los Olivos. Capitán D. José María Yermo. Teniente D. Tomás Machinena (sic). Capitán D. Tomás Zeballos. Coronel D. Francisco Ayala D. Juan Antonio Ozta. D. Rafael Ríos. Capitán D. Joaquín Verastegui. Tercera compañía Padrinos: Sr. Marqués de Guadalupe. Sr. Brigadier D. José Espinosa. Capitán: D. Juan Cervantes y Padilla.41 Caballeros: Capitán D. José Flores Terán. D. Juan Flores Terán. Teniente Coronel D. Sixto Panes. Capitán D. Juan Antonio Cobián. 40 41

Pedro José Romero de Terreros, firmante además, del Acta de Independencia en 28 de septiembre de 1821. Firmante además, del Acta de Independencia en 28 de septiembre de 1821.


Capitán D. José Cobian Serrano. Capitán D. José Llaín. Capitán D. Gregorio Iniestra. Capitán D. Nicolás Soria. D. Nicolás Icazbalceta. Teniente D. Luis García. Subteniente D. Pablo García. Capitán D. Domingo Mingolarra. Cuarta compañía Padrinos: Sr. Marqués de Salvatierra.42 Sr. Marqués de Selva Nevada. Capitán: Sr. Conde de Santiago. (José María Cervantes y Altamirano, 10° conde de Santiago: 1809 a 1835. Firmante además, del Acta de Independencia en 28 de septiembre de 1821). Caballeros: Teniente Coronel D. Vicente Rius. Teniente Coronel D. Pedro Otero. Subteniente D. Miguel Humana. Teniente D. Rafael Batallon. Capitán D. Antonio Cosío. Teniente D. Andrés Suárez de Peredo. Teniente Coronel D. Manuel Rul. Sr. Conde Alcaraz. D. Miguel Rangel Teniente D. Francisco Saviñón. Sargento Mayor D. José Villamil. Sr. Coronel D. Rafael Peredo. Con respecto al documento N° 3, este indica lo siguiente: Cuerpos y particulares que han de acompañar al Exmo. Sr. Virrey al Paseo de a caballo. Real Audiencia Contadores mayores, propietarios y honorarios del tribunal de cuentas. Ministros de la Tesorería general. Nobilísima ciudad. Universidad. Consulado. Protomedicato. Minería. Jefes y Ministros de las oficinas. Coroneles y Comandantes de los cuerpos militares y oficialidad de otros. Títulos de Castilla. Caballeros maestrantes. Colegio de abogados. Caballeros que componen las compañías del juego de cañas. D. Domingo Pozo 42

Miguel de Cervantes, firmante además, del Acta de Independencia en 28 de septiembre de 1821.


D. José María Echabe. D. Manuel del Zerro. D. José María Tagle. D. Francisco Marian. D. José Juan Fagoaga. D. Antonio Velasco de la Torre. D. José Ignacio Negreyros. D. Pedro Galindo. Sr. Coronel D. José Manuel Ceballos. Sr. Intendente D. Manuel Velázquez de León.43 Sr. Intendente D. Francisco Rendón. Sr. Comisario Ordenador D. Francisco Alonso Feraso. Sr. Intendente D. Juan Vicente de Arce. Comisario de Guerra D. José Ruiz de la Bárcena. D. Ignacio del Rivero. D. Francisco Villanueva. D. Agustín Villanueva. D. Félix Malo. Capitán D. Tomás Terán. D. Agustín Farfán de los G. D. Juan Obregón. Teniente coronel D. Lorenzo Obregón. Impuestos en el superior oficio de V. E. de 26 de Noviembre anterior, hemos señalado a las corporaciones de la lista que remitimos a V. Exa., en 29 del mismo los días en que nos parece pueden verificar sus funciones en celebridad del advenimiento al trono de nuestro deseado soberano el Sr. D. Fernando 7°, y este señalamiento consta en la lista que incluimos con el N° 1. Por lo que respecta a las demás fiestas y paseo de a caballos, nos es imposible designar desde luego los días, porque ni se sabe todavía en que han de comenzar los toros, ni puede calcularse cual ha de ser el producto de estos con que se han de costear otros festejos; pero luego que podamos lo verificaremos y daremos de ello a V.E. la correspondiente noticia, como también de la fiesta que por su parte ha de hacer el Ayuntamiento. Los juegos de cañas y alcancías que V.E. tiene dispuesto haya, piden tiempo para sus ensayos y prevenciones de los sujetos que los han de ejecutar, y por lo mismo nos parecía se sirviese V.E. convidar desde ahora (ilegible) / (…) con el N° 2, contiene a dichos sujetos, en cuya elección hemos procurado combinar el lustre de as personas, sus facultades y destrezas en el manejo del caballo. No nos lisonjeamos de que habremos acertado completamente en ello pues caso nos habremos equivocado respecto de algunos, y las circunstancias del tiempo no ofrecen como e otros, muchos individuos en que escoger. Asimismo nos parece se digne V.E. hacer igual convite, aunque desde ahora no se señala el día, a los sujetos que comprende la lista N° 3, para el paseo de a Caballo, pues convidados con anticipación tendrán bastante tiempo para prepararse, y el concurso será más lucido y numeroso; pero sobre todo lo que hemos expuesto a V.E. resolverá lo que fuera de su superior agrado. Dios que a V.E. m.a. México 2 de diciembre de 1814. Exmo. Sr.

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Firmante además, del Acta de Independencia en 28 de septiembre de 1821). Debe tratarse de José Manuel Velázquez de la Cadena, quien además fue Regidor del Ayuntamiento de México. Personaje cercano a Iturbide, mismo que condeció a Velázquez de León el título de conde de la Cadena.


Ramón Gutiérrez del Mazo (Rúbrica) Francisco (ilegible) (Rúbrica) Manuel Gutiérrez de Terán (Rúbrica) Conde de las Heras o del Riscal (¿Manuel María de Heras Soto?) (Rúbrica) José Rafael Nasonez (¿?) (Rúbrica) Exmo. Sr. Virrey D. Félix María Calleja.

José María Díez Borque, et. al., Teatro y fiesta en el barroco. España e Iberoamérica. Seminario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (Sevilla, octubre de 1985). España, Ediciones del Serbal s.a., 1986. 190 pp. Ils., retrs., facs.


NOTAS NOTA 1: En una primera etapa, recogí los datos proporcionados en la obra de Leopoldo Vázquez: América Taurina. Por (…). Con carta-prólogo de LUIS CARMENA y MILLÁN. Madrid, Librería de Victoriano Suárez, Editor, 1898. 191 p. se trata de 183 pequeñas biografías, una buena parte de ellas con imprecisiones que irán corrigiéndose en la medida de que vayan agregándose otras tantas, venidas de diversas fuentes que se agregarán sobre la marcha. NOTA 2: A lo largo del siglo XIX, ha sido posible ubicar otros nombres, tanto de personajes nacionales como de extranjeros, mismos que aparecen a continuación, distinguidos por su desempeño particular, como sigue: (T) Torero; (B) Banderillero; (P) Picador; (O) Otros. -Felipe Estrada (T) -José Antonio Rea (T) -José María Ríos (B) -Guadalupe Granados (B) -Vicente Soria (B) -José María Montesinos (B) -Joaquín Roxas (O) (Loco) -José Alzate (O) (Loco) -Xavier Tenorio (P) -Ramón Gándara (P) -Ignacio Alvarez (P) -José Ma. Castillo (P) -Luis Ávila (T) (desde 1819) -Sóstenes Ávila (T) (desde 1819) -José María Ávila (T) (desde 1819) -Basilio Quijón (T) (ca. 1820) -Bernardo Gaviño y Rueda (T) (desde 1835) -José Sánchez (T) (español) -Victoriana Sánchez (T) -Caralampio Acosta (P) -Pablo Mendoza (T) -Andrés Chávez (T) -Victoriano Guevara (T) -Vicente Guzmán (P) -José González "Judas" (B) -Juan Corona (P) -Dolores Baños (T) -Soledad (T) -Mariano González "La Monja" (T) -Antonio Duarte "Cúchares" (T) (español) -Francisco Torregosa (T) -Ignacio del Valle (B) -José Delgado (B) -Antonio Campos (B) -Manuel Lozano García (B) -José Arenas, de Chiclana (P) -Juan Trujillo, de Jeréz (P) -Pilar Cruz (P)


-Diego Olvera (P) -Tomás Rodríguez (B) -Magdaleno Vera (P) -Refugio Macías (Picadora) -Ignacio Gadea (O) (banderilleaba desde el caballo) -Serapio Enríquez (P) -Antonio Cerrilla (O) (desde el caballo) -Fernando Hernández (T) -Lorenzo Delgado (B) -Joaquín López "El Andaluz" (B) -Lázaro Sánchez (B) -Francisco Soria "El Moreliano" (B) -Tomás Rodríguez (B) -Manuel Gaviño (B) (hermano de Bernardo) -Esteban Delgado (P) -José Ma. Castillo (B) -Lázaro Caballero (P) -Antonio Escamilla (P) -Antonio Rea (P) -Cenobio Morado (P) -Francisco Cuellar (B) -Joaquín Pérez (B) -Alejo Garza, "El hombre fenómeno" (O) (se le llamaba así por faltarle los brazos y realizar durante sus participaciones una diversidad de actos y de suertes inverosímiles). -Ireneo Mendez (B) -Angeles Amaya (T) -Mariana Gil (T) -María Guadalupe Padilla (T) -Carolina Perea (T) -Antonia Trejo (T) -Victoriana Gil (T) -Ignacia Ruiz "La Barragana" (T) -Antonia Gutiérrez (O) (de a caballo) NOTA 3: Otra lista, elaborado por quien esto prepara, deja ver la siguiente nómina, a partir de registros sobre personajes que actuaron en la segunda mitad del siglo XIX: Torero (T), Picador (P), Banderillero (B), Otros (O). -José de la Luz Gavidia "El Chato" (T) -Atenógenes de la Torre (P) -Rafael Calderón de la Barca (T) -Felícitos Mejías "El Veracruzano" (T) -Genovevo Pardo "El Poblano" (T) -Carlos Sánchez (B) -José Ma. Mota (P) -Agustín Oropeza (P) -Celso González (P) -Carlos López "El Manchao" (B) -Abrahám Parra "El Borrego" (T) -Pedro García (B) -Natividad Contreras "El Charrito del siglo) (T. y desde el caballo) -Ramón Márquez (B)


-Pompeyo Ramos (B) -Casto Díaz (B) -Antonio Vanegas "Chanate" (B) -José Basauri (T) -Timoteo Rodríguez (T) -Jesús Adame (T) -Ignacio Gadea (desde el caballo) -Antonio González "El Orizabeño" (T) -Refugio Sánchez "Lengua de Bola" (B) -Valentín Zavala (T) -Francisco Aguirre "Gallito" (B) -Adalberto Reyes "Saleri mexicano" (B) -Miguel Acevedo (P) -Francisco Anguiano (P) -Jesús Carmona (P) -Vicente Conde "El Güerito" (T) -Juan Corona (P) -Ireneo García (P) -Piedad García (P) -Antonio Mercado "Santín" (P) -Cándido Reyes (P) DIESTROS ESPAÑOLES -Carlos Borrego "Zocato" -Juan Antonio Cervera "El Cordobés" -Antonio Escobar "El Boto" -Francisco González "Faico" -Antonio Guerrero "Guerrerito" -Manuel Hermosilla -Joaquín Hernández "Parrao" -Juan Jiménez "El Ecijano" -Gabriel López "Mateito" -José Machío -Valentín Martín -Luis Mazzantini -Tomás Parrondo "El Manchao" -Diego Prieto "Cuatro Dedos" -Enrique Santos "Tortero" NOVILLEROS -Joaquín Artau -Leopoldo Camaleño -Manuel Cervera Pacheco -Antonio Díaz Lavi -Manuel Díaz Lavi "El Habanero" -Juan José Durán "Pipa" -Pedro Fernández "Valdemoro" -Andrés Fontela -Fernando Gutiérrez "El Niño" -Juan León "El Mestizo" -Manuel Machío


-José Machío Trigo -José Martínez Galindo -Juan Mateo "Juaniqui" -Juan Moreno "El Americano" -Vicente Navarro "El Tito" -Arturo Paramio -Diego Rodríguez "Silverio Chico" -José Romero "Frascuelillo". De igual forma, y de acuerdo a un muy completo registro sobre el año 1888, van estos datos: Por otro lado y en la permanente revisión de fuentes para lograr un panorama más amplio sobre el ambiente del espectáculo, luego de su recuperación en la Ciudad de México esto a partir de 1887-, encontré en la obra majestuosa del COSSIO (T. 9, p. 315-7) una importantísima reseña publicada en España, y en El Toreo Sevillano (enero de 1889) que presenta un resumen de la temporada del año anterior en nuestro país y en la que se puede observar la relevancia que habían adquirido en el país las corridas de toros, el gran número de ganaderías y toreros de la tierra, así como el número de corridas celebradas: Desde el primer domingo de enero hasta el domingo 30 de diciembre del año 1888, se han celebrado en las cinco plazas de la capital de la República 127 corridas lidiándose 723 toros de ganaderías mexicanas y españolas como se verá por los siguientes datos: Plaza de Bucareli Idem del Paseo Idem del Coliseo Idem de Colón Idem de San Rafael Total

35 corridas 31 " 31 " 27 " 3 " 127 corridas.

Se jugaron en dichas corridas 723 toros de 53 ganaderías mexicanas y 9 españolas, bajo esta forma: Ganaderías mexicanas.-Venadero 61, Cazadero 44, Atenco 42, San Simón 41, Canario 41, Soledad 30, Jalpa 23, Cieneguilla 22, Guanamé 21, Mezquite Gordo 21, Jalapilla 19, Salitre 18, Desconocidas 18, Ramos 17, Santín 15, Buenavista 14, Guatimapé 13, San Diego de los Padres 12, Parangueo 12, Canaleja 12, Montenegro 12, Maravillas 12, Meztepec 11, Bramino de Arandas 11, Estancia Grande 10, Santa Cruz 10, Fortín 10, Cercado de Bayas 9, San Pedro Piedra Gorda 7, Ortega 7, Cuatro 7, Nopalapan 6, Jaral 6, San Francisco 6, Guaracha 6, Sauceda 6, Rosario 6, Cubo 6, Santa Lucía 5, San Antonio 5, Calera 5, San Diego Xuchil 5, Ayala 5, Plan de la Barca 4, Tulipan 4, Bringas 4, Noria de Charcas 3, Hacienda de la H 3, San Isidro 3, San Gerónimo 3, San Cristóbal 3, Santa Rosa 1, San Clemente 1.-Total 697 toros. Ganaderías españolas.-De Heredia 6, Hernán 3, Saltillo 3, Benjumea 3, Conde de la Patilla 3, Concha y Sierra 3, Miura 2, de procedencia desconocida 2, Anastasio Martín 1.-Total 26 toros. De éstos, dos no se mataron, siendo uno de Concha y Sierra y otro de Anastasio Martín. En las 127 corridas verificadas en México en el año 1888, han tomado parte en la lidia 170 diestros y 35 aficionados. Espadas.-Artau Joaquín, Borrego Carlos "Zocato", Díaz Ponciano, Díaz Lavi Manuel el "Habanero", Fontela Andrés, Flores Antonio, Gadea Ignacio, Gutiérrez Fernando el "Niño", González Antonio "Frasquito", Hermosilla Manuel, Jiménez Juan el "Ecijano", López Gabriel "Mateíto", Lobo Fernando "Lobito", Leal Cayetano "Pepe-Hillo", León Juan el "Mestizo", Mazzantini Luis, Martín Valentín, Machío José, Moreno Juan el "Americano", Navarro Vicente el "Tito", Prieto Diego "Cuatro dedos", Parrondo Tomás el "Manchao", Polanco Gerardo, Zavala y otro espada.


Picadores.-Blázquez Laureano, Carmona Jesús, Carmona Pedro, Conde Vicente el "Güerito", Conde Vicente (h), Conde Emilio, Camacho Antonio, Cueto Félix, Figueroa Eulogio, Cornelio, García Piedad, García Ramón, García Pedro, García Federico, García Ireneo, García Juan, Bayard José "Badila", González Celso, Gochicoa Federico, González Filomeno "Cholula", González Nieves, Hernández J.M., Mota J.M., Mota Domingo, Mercado Ramón "Cantaritos", Mercado Pablo, Morales Guadalupe, Mosqueda Francisco, Morales Amado, Oropeza Agustín, Oropeza I.M., Pérez Antonio el "Charol", Pérez Manuel el "Sastre", Reyes Arcadio, Rodríguez Manuel "Cantares", Reyes Adolfo, Recillas Juan de la Luz, Romero Antonio, Reyes Ramón, Rosas Manuel "Pelayo", Rodríguez Antonio el "Nene", Ramón Jesús, Nava Manuel, Sánchez Enrique el "Albañil", Saez Rafael el "Pintor", Sierra Benigno, Talavera Demetrio, Tovar Pascual, Vargas Juan "Varguitas" y un desconocido. Banderilleros.-Anaya Anastasio, Adame Ángel, Blanco Manuel "Blanquito", Bonar Francisco "Bonarillo", Barreras Elías el "Aragonés", Antúnez Antonio "Tovalo", Calderón de la Barca, Blanco Jesús, Cañiveral Ramón el "Campanero", Cermeño Juan, Carbajal Francisco el "Pollo", Cortés José León, Cao Faustino el "Rochano", Diego Francisco "Corito", Delgado Luis S., Domínguez Manuel, Escacena José, Fragoso Jesús el "Mutilado", García Antonio el "Morenito", Antonio el "Chiquitín", González Antonio el "Orizabeño", Galea José, Gallegos Vicente, Gadea Amado, Gadea I. M., Gadea Ignacio (h), González Patricio, Garnica Emeterio, García Emeterio, García Florencio el "Tanganito", García Carlos, Gutiérrez Benito el "Asturiano", Gudiño Juan, Girón Aurelio, García Antonio "Alegría", Hernández José el "Americano", Hernández Mauricio, Hernández Francisco, Lobato Francisco, López Ramón, López José "Cuquito", Lobo Antonio "Lobito Chico", Lara Eugenio el "Maestro", Muñoz Joaquín el "Belloto", Muñoz Rafael el "Mochilón", Mejía Francisco, Manero Manuel "Minuto", Mercado Jesús, Miranda Antonio el "Pipo", Morales Manuel "Mazzantinito", Mendoza Diego el "Curro", Marquina Francisco "Templao", López Carlos el "Manchado", Mejía Manuel "Bienvenida", Machio Manuel, Mazzantini Tomás, Monje José "Candelas", Márquez Ramón, Mercadilla Antonio "Zenzontle", Navarro Miguel el "Cartagenero", Nava Julián, Pujol Alberto el "Cubano", Pardo Francisco el "Trallero", Osed Agustín, Pérez Ramón, Pardo Genovevo, Pompeyo José, Paredes Salvador "Redondillo", Romero Juan "Saleri", Recatero Victoriano "Regaterín", Recatero Luis "Regaterillo", Orozco José "Laborda", Sánchez Carlos, Sánchez Francisco, Sosa Darío, Sánchez Hipólito, Torre Atenógenes de la, Vaquero Francisco "Vaquerito", Vieyra Tomás, Villegas Francisco "Naranjito", Vázquez Enrique "Montelirio", Velázquez José "Torerito", Zayas Antonio, (tres peones cuyos nombres no dieron los carteles y otro banderillero desconocido). Puntilleros.-Audelo Inés, Reyes I.M., (h), Puerta Romualdo "Montañés". De todos ellos, espero contar con información que se agregará a la presente galería (dando lógica preferencia a todos los diestros y personajes nacionales), de acuerdo a la consulta y captura de datos que se presenten en otras fuentes ya ubicadas.


SE PUBLICA UN 6 DE JUNIO DE 1850 LA PRIMERA CRÓNICA TAURINA, DEBIDA AL TÍO NONILLA. Efectivamente debe ser vista de ese modo, puesto que anteriormente ya se había revisado la publicada en El Orden. No 50, año I, del martes 28 de septiembre de 1852, 44 de ahí que sirvan estos apuntes para el contraste respectivo. Lo anterior, bajo el argumento de que antes de este caso, si bien existen apuntes que dan una idea sobre la opinión que merece para el o los redactores el conjunto de acontecimientos vistos en la plaza, el hecho es que no se aprecia una “crónica” articulada en cuanto tal. Lo que veremos a continuación reúne de alguna forma esos elementos, o al menos procura afirmarse siguiendo ciertos principios que va dando el oficio del periodismo, y donde se puede percibir el estilo. Sobre todo eso: el estilo del periodista. Pues va de historia. El primer detalle que salta tras leer la crónica es que fue firmado por El Tío Nonilla. Si nos atenemos al mensaje subliminal que aparece al final de la misma, se entiende que podría tratarse de Joaquín Jiménez, El Tío Nonilla, de quien Paola Chenillo Alazraki apunta en su tesis de licenciatura: El primer caso de expulsión que hemos localizado en este periodo, relacionado con la difusión de las ideas a través de la imprenta, fue el de don Joaquín Jiménez, redactor de un “periódico subversivo” de nombre Tío Nonilla, acaecido en los últimos días de 1849. Originario de España, este personaje llegó a México en el verano de ese año, tras una estancia de varios meses en Cuba, en donde además de trabajar en el periódico El Avisador del Comercio, escribió un libro de viaje titulado La Habana por dentro, en el que aprovechaba cualquier situación para criticar – siempre con un tono satírico- al gobierno hispano y a los habitantes de la isla. Muy pronto se vinculó al mundo del periodismo. A principios de agosto, se comunicó la aparición de una nueva publicación: El Tío Nonilla. Periódico político, entretenedor, chismográfico y de trueno, por medio del cual –se puntualizaba en el prospecto- “unos cuantos holgazanes se [ocuparían] de escudriñar las proezas de los gobernantes, los acontecimientos más recónditos de nuestra sociedad, los chismes y diretes de las mujeres, las aventuras de los hombres más precavidos, los lances amorosos”. El anuncio causó revuelo. Sin demora, los redactores de El Monitor Republicano manifestaron alarma. Confiaban en que las autoridades no tardarían en suspender su publicación (…)45 Después de este negro capítulo para Joaquín Jiménez, se habría de presentar su reincorporación, justo en el periódico cuya línea ideológica se vio amenazada nada más se hizo labor de avanzada en el “prospecto”, del que hemos leído, gracias a Chenillo Alazraki la parte sustantiva.46 La publicación del primer número se materializó el 19 de agosto de 1849. Meses más tarde, sobrevino para Jiménez el peso de la expulsión ya que en noviembre publicó dos artículos “en los que atacaba la implementación del federalismo en México, pues consideraba que hasta ese momento había sido el “foco de todas las desgracias”.47 Medio año más tarde, reaparece El Tío Nonilla sin dejar de notar sus quebrantos y tribulaciones, no solo al principio de la crónica. También al final cuando resalta “lo injusto de mi destino que me había condenado a saludaros después de tan larga ausencia, tratando del asunto más repugnante para mi, y opreciendoos, mal que os pese, ocuparme otra vez que llegue el caso con el detenimiento que merecen estos negocios de cuernos, con que os regala hoy por primera vez.-El Tío Nonilla.

44

Véase: https://ahtm.wordpress.com/2013/01/22/primera-cronica-taurina-en-mexico-1852/ Paola Chenillo Alazraki: “Entre la igualdad y la seguridad. La expulsión de extranjeros en México a la luz del liberalismo decimonónico, 1821-1876”. México, Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Historia, 2009. 179 p., p. 57. 46 Op. Cit. Nota 32: Originalmente Tío Nonilla era un personaje imaginario que acompañaba a Jiménez en sus viajes. A partir de la publicación de este periódico se convirtió en su seudónimo. 47 Ibidem., p. 55. 45


El Tío Nonilla, ni más ni menos retorna a la palestra escribiendo una reseña taurina a partir de los hechos que ocurrieron en la

El cartel… A continuación, incluyo el texto completo de sus apreciaciones, y en seguida, la reproducción total de la misma, cuyo contenido posee información muy valiosa.



El Monitor Republicano, del 6 de junio de 1850, p. 6 y 7. VARIEDADES TOROS CUARTA CORRIDA EN TACUBAYA. ¡Saludos lectores carísimos, con todo el enternecimiento que es natural después de una ausencia de medio año bien cumplido!... ¡Saludos con todas las veras de mi corazón y aguardo que esta vez seais conmigo tan indulgentes como lo habéis sido en miles de ocasiones! Espinosos son en verdad, y bien espinosos los asuntos políticos: espinosos y más que espinosos son los de familia, y espinosos son por lo regular todos aquellos que están bajo la jurisdicción del escritor; pero entre todos ellos hay asuntos de asuntos y espinas de espinas más agudas y punzantes que las demás, y por lo tanto más difíciles de manejar. No habréis olvidado ciertamente, amados o aborrecidos lectores, puesto que me es igual que me querrais o me detesteis, que la política me clavó espinas tan profundas y dolorosas que para su estracción han sido menester seis meses bien largos de continuos desengaños sin cuento, y sin embargo, preciso es confesar que con todo y con estos no son tan imponentes aún para mí los asuntos políticos como los de que hoy me ocupo. ¡Quién me hubiera de decir que al volver entre vosotros había de ser tan desdichado!... En efecto habrá cosa más delicada para nosotros los semejantes al padre Adam que los delicadísimos asuntos de… ¡Cuernos° ¡Qué espina ni política, ni doméstica, ni de ninguna clasea que sea, puede compararse a un cuerno!... ¿Hay alguno de vosotros que no prefiera revolcarse sobre un nopal y salir enteramente cuajado de espinas, a tener no digo un par, sino tan siquiera un solo cuerno?... ¡Por vida mía que ninguno de vosotros dejaría de preferir lo primero! ¡He aquí, pues, compasivo lector, si lo eres, la fuerza de mi negro destino! Hé aquí que cuando debiera volver entre vosotros, digamoslo así, envuelto en blancas y nacaradas flores, o entre espesos y oscuros nubarrones, o en medio de espaciosos y alfombrados bosques o florestas, o rodeado de bellas y esbeltas hijas de cualquiera porte, o bien haciendo brotar de mis ojos torrentes de lágrimas de alegría, o ahogando profundos suspiros, o en fin, haciendo o pensando, o diciendo todo lo que hacen o piensan o dicen todos los poetas o escritores cuando vuelven


entre el seno del pueblo que les es mas amado, y muchas veces al llegar a él por primera vez, yo desdichado de mi, me veo condenado a llegar entre vosotros envuelto en cuernos! Mas si vosotros reflexionáis que el destino me hace sucumbir a exigencias tan de mal tono, de tan fatales consecuencias y sobre todo a oscurecer tanto y tanto mi paz doméstica para el porvenir, puesto que yo pensaba no morir con palma, os compadecereis de mí por un momento y esclamareis conmigo. ¡Fatal destino el del tío Nonilla!... Y aquí derramareis una lágrima o haréis lo que mejor os pareciere, mientras que yo, pobre de mi enristro lo mejor que pueda un articulejo de toros, que si bien no será bueno porque para hacerlo así era menester que yo estuviera más trnquilo y vosotros más instruidos en esta clase de espectáculos a que tan poca afición habéis mostrado hasta el presente. Así, pues, procuraré ser más bien claro que técnico. Comencemos pues. Sin embargo de que el cartel anunciaba la corrida a las cuatro en punto, esta no comenzó hasta las cuatro y media a causa de que no estando aún concluida la plaza, se presentaron ciertos inconvenientes para colocar a los bichos en los toriles, que recientemente construidos y faltos del tiempo necesario para que la obra formase cuerpo, acabaron por venirse abajo quedando los animalitos constituidos, en mitad del corralón y en aptitud de deliberar, como en efecto deliberaron, no salir a la plaza como no fuese a viva fuerza, y cuya resolución que llevaron adelante a pesar de las repetidas órdenes del presidente para que saliesen hizo que las fieras se presentasen luciendo no variadas y ondulosas cintas de mil colores, como se nos había dicho con aplicación, sino largas y robustas rentas de mil tamaños, si bien todas de un color y prendidas de la cabeza; pero de estos descuidos o faltas; hijos solamente del deseño de ofrecer al público espectáculos dignos de é con más anticipación de la que buenamente consiente el actual estado de las obras de la plaza, no puede en buena ley culparse a los directores de las funciones, a los cuales muy lejos de ello damos nosotros las gracias por los esfuerzos que han hecho para ofrecernos ratos tan agradables, como los que se han pasado en la nueva plaza de toros de Tacubaya. Pero en fin, cada uno es dueño de ver las cosas como mejor le pareciere, y de tener o no las debidas consideraciones, atendiendo a las circunstancias y sobre todo a sus pocos o muchos alcances, y a nosotros solo nos toca ahora hacer una breve reseña de la última corrida. La concurrencia fue bastante regular y extremadamente lucida, especialmente la parte de señoras que ocupaban todos los palcos de sombra, y aún algunos de sol. El presidente de la plaza mandado al efecto por el gobernador de Mëxico, después de una ligera disputa con el que lo es del ayuntamiento de Tacubaya, sobre quién de los dos había de dirigir la función, quiso hacer la seña para el despejo de la plaza, pero… ¡Oh fatalidad!... No había corneta que diese el toque de costumbre: se acudió entonces como único recurso a la orquesta para que mandase cualquier instrumento de viento al señor presidente; pero la orquesta bastante escasa de ellos, sin duda contestó que iba a mandar a México por una corneta; disposición a la verdad demasiado lenta para que el público se conformase con ella. Entonces hubo gritos, silbidos, algunos impacientes decían al presidente, que diese las señales aun que fuese con un violín, otros pretendían que tocase con el puño imitando la corneta como lo hacen los muchachos, y por último, le daban tantos consejos, que muy acertadamente decidió no tomar ninguno, dando la primera señal con su mascada. La cuadrilla se presentó en la plaza, donde fue recibida con los mayores aplausos: la mascada del presidente se agitó de nuevo y se presentó en la lid el Primero colorado, buen mozo y cuyo nombre de pila, si hemos de dar crédito al anuncio repartido anteriormente, era Orgulloso; la salida fue buena en toda la extensión de la palabra, tomó nueve varas, cinco de Juan y cuatro de Escamilla y despachó a mejor vida dos apergaminados rocines, que según el dicho de los inteligentes, exhalaron sus últimos suspiros dando las gracias a la fiera que tan caritativamente los había quitado de este mundo de escaseces y trabajos para ellos. Revolcó varias veces a ambos jinetes y recibió tres pares de banderillas de papel y un par de fuego, que hacen un total de cuatro pares, y de los cuales uno de ellos se le colgó en la barriga, otro en las quijadas y dos pares solamente fueron los regularmente puestos. Bernardo lo capeó con bastante limpieza y desenfado y después de ver ondear la sangrienta mascada del presidente, cojío la espada y la muleta, y acabaron las penas


del animalejo de una sola buena recibiendo. El cachetero, menos diestro que Bernardo, acabó de completar la obra con tres golpes a cual de ellos menos bueno. La víctima fue arrastrada hasta los pies del inhumano carnicero y apareció en la lid el Segundo retinto, y tuerto bien plantado y bautizado por sus dueños con el respetable nombre de Bravo, arremetió nueve veces a los caballos y sin embargo de que siempre los recargó con empeño e hizo rodar casi siempre a los rocines, no cometió caballicidio alguno gracias a la disposición natural de sus cuernos. Juan hizo todo lo posible por ser acometido nuevamente después de su última revolcada; pero el animal acobardado por lo malamente que en lo general le suelen aplicar la garrocha, no quiso batallar más tiempo con enemigos que a pesar delo mucho que lo hostilizaban, no le presentaban la menor resistencia gracias a lo escuálido de las cabalgaduras. En fin, después de haber herido en una pierna, aunque levemente, al pobre y arrojado de Juan, recibió dos pares de banderillas de papel y uno de fuego; todos tres regulamrmente colocados, y Bernardo lo santiguó con cuatro recibiendo, una baja y tres buenas; pero insuficientes para quitar la vida al animalito que parecía tenerla asida al cuerpo con las reatas con que apareció en la lisa; recibió las quintas a pasa toro, y después de esta, la sexta de la misma manera, y para no causar mas a mis lectores baste decirles que murió a la séptima, que aunque buena, no puedo decir que fuera la que dio muerte al animal, puesto que ya estaba hecho picadillo a fuerza de tanto puntazo, y gracias a que la falta de un ojo era gran obstáculo para el matador. El cachetero lo despachó de solo un golpe y el infeliz mártir fue arrastrado a su último destino para dejar franco el campo al Tercero llamado Terrible, y cuyo imponente nombre había sido sin duda, la causa de que aun antes de aparecer en la palestra, hubiera sufrido tormentos bárbaros en el toril, por lo cual salió mirando de soslayo y con la mayor gracia, hacia el sitio de la presidencia como suplicando que le despojaran de los cordeles que traía arrastrando como reliquias aún de sus muchos padecimientos. El presidente hubo de compadecerse de tan justa demanda, y mandó que lo tumbaran para quitarle las reatas y cuya operación no sabemos si sería más dolorosa al pobre animal que el haber arrastrado hasta la tumba los cordeles. 48 En fin, tomó nueve varas buenas y recargando la mayor parte, aporreó a ambos picadores49 repetidas veces, sucedió el eterno descanso a uno de los jamelgos, recibió cinco pares de banderillas entre ellas unas de fuego, lo capeó dos veces el amigo Bernardo con la mayor soltura y salero del mundo. Y por último, pasó a mejor vida y a manos de Mariano (González La Monja) de una sola buena a pasa toro y el cachetero le refrendó el pasaporte de una sola mojada. Este bicho que hubiera lucido como ninguno de su clase si hubiera sido menos maltratado en el toril, dejo franca la plaza para el Cuarto. Jovencito y de pequeña estatura, bautizado quizá por algún burlón, con el nombre de sanguinario, con más intenciones de jugar como los chicos que de hacer daño; arremetió once veces a los caballos sin causarles nunca el menor perjuicio en su salud, ni aun involuntariamente, puesto que al efecto había dejado no sabemos donde las puntas de los cuernos y las fuerzas. El público pidió que lo banderillaran a caballo, y de tan ignominiosa manera recibió tres pares, dos de papel y una de fuego, y todas ellas bien plantadas. El bueno del picador Escamilla lo mató también a caballo de una buena, y el cachetero confiado en la bondad del animal quiso embromarlo un rato y el embromado fue él jugando un momento sobre los maltratados cuernos del enemigo: cayó en tierra, y vengó semejante ultraje dando muerte al agresor de cuatro pocos certeros golpes: salió el Quinto embolado y más arrogante y fuerte que todos los otros y con el cual habían de entendérselas los comanches, todos ellos rellenos de paja, y cabalgando los picadores sobre macilentos mohinos, cuya excesiva formalidad se presta bien poco a semejantes lances. El bicho 48

Desconozco a qué tipo de práctica se refiere Joaquín Jiménez en su crónica, pero seguramente era un procedimiento que inmovilizaba o enconsertaba a los toros, con lo que su movilidad se veía afectada, ya que tales cordeles causaban “muchos padecimientos”. A lo largo de la crónica se puede comprobar que ese método lo aplicaron en los toriles a los cuatro ejemplares que salieron al ruedo. Hubo un quinto toro, “que será embolado” y con el que terminaba propiamente dicho el festejo. 49 En esa ocasión salieron en la cuadrilla Juan Corona y Antonio Escamilla como varilargueros.


hizo rodar siempre que les acometió, y aun volar algunas veces contra su costumbre a los cabisbajos asnos y a los banderilleros igualmente: derramó a torrentes la paja que formaba a semejanza de algunas bellas, las robustas posaderas de los comanches, cebóse en vano con los que tan vilmente se ponían a salvo de sus certeros tiros, y después de tanta ignominia murió como los traidores, por la espalda, de un solo flechazo disparado ciertamente por uno de los comanches. Este infeliz animal, el mas bueno, quizá de todos, fue a imitación de los hombres, el mas malamente maltratado, y exhaló su último suspiro maldiciendo la injusticia de la justicia humana. El público quedó sumamente complacido, y yo pobre de mi, me retiré pensando en lo injusto de mi destino que me había condenado a saludaros después de tan larga ausencia, tratando del asunto más repugnante para mi, y ofreciéndose, mal que os pese, ocuparme otra vez que llegue el caso con el detenimiento que merecen estos negocios de cuernos, con que os regala hoy por primera vez.-El Tío Nonilla. De tan interesante descripción surgen prácticas poco conocidas, formas de realizar las suertes y detalladas circunstancias sobre la que sería por aquel entonces la “suerte suprema”; es decir la estocada. Lo ocurrido en los toriles deja un mal sabor de boca y, hasta El Tío Nonilla desliza una sutil indiscreción [la] “que merecen estos negocios de cuernos…”


UNA PROTAGONISTA SIN NOMBRE. SOBRE UN ÓLEO CON MOTIVO TAURINO, PINTADO EN MÉXICO HACIA 1860. Con motivo del reciente festejo que tuvo lugar en Autlán de la Grana (Jalisco), el pasado 3 de marzo, y donde actuaron seis mujeres toreras: Karla Santoyo (a caballo) y a pie: Maripaz Vega, Lupita López, Karla de los Ángeles. También Paola San Román y Rocío Morelli, es probable que sea suficiente pretexto para poner en valor el significado que tiene hoy día la presencia de la mujer en los toros. Y todo lo anterior, con motivo de que este viernes 8 se distingue en lo particular como el “día internacional de la mujer”. No es una celebración más, sino la reivindicación y el posicionamiento del género femenino en este mundo que, en buena medida ha sido dominado por lo masculino. Por tal motivo, conviene traer hasta aquí un antiguo texto, el cual comparto con gusto, mismo que elaboré en 2004, el cual se mantuvo inédito, hasta hoy. Para la próxima exposición50 que, con tema taurino será inaugurada en el museo “Franz Mayer”, y en la cual me fue solicitada la asesoría histórica correspondiente,51 las museógrafas encargadas de su montaje, Andrea Cabello, Rocío Martínez y Montserrat Mata, me han pedido identificar un curioso trabajo al óleo, del que ahora mismo doy mi dictamen.

La pieza dictaminada. Durante el siglo XIX actuaron en plazas mexicanas: Victoriana Sánchez, Dolores Baños, Soledad Gómez, Pilar Cruz, Refugio Macías, Ángeles Amaya, Mariana Gil, María Guadalupe Padilla, Carolina Perea, Antonia Trejo, Victoriana Gil, Ignacia Ruiz "La Barragana", Antonia Gutiérrez, María Aguirre "La Charrita Mexicana" y desde luego, la española Ignacia Fernández “La Guerrita”. Entre todas ellas, es difícil identificar a la modelo que aparece en este óleo (aunque podría tratarse de Soledad Gómez, Ángeles Amaya o Antonia Trejo, que actuaron en el curso de 1864), mismo que debe ser fijado hacia 1860-1870 (no con el ca. 1840 como lo indicaba por entonces su propietario), en virtud de varias razones: La figura femenina, viste un traje con la típica línea de diseño español. Medias blancas, faja y corbatín azules. Montera bastante pequeña. Capote de paseo austero en bordados y largos vuelos. El Me refiero a “De seda, oro y plata. Textiles taurinos” (febrero 2-abril 3, 2005), montada en dicho espacio. Estimado Maestro Coello: Le estamos adjuntando la foto del cuadro de la torera que le habíamos mencionado, para ver si usted puede identificar de quién se trata. Los datos que tiene el coleccionista son: autor anónimo, óleo, ca. 1840. Medidas .67 X .56 Si pudiera identificarla sería muy bueno para completar la cédula. Gracias por todo su apoyo. MuseArte: Andrea Cabello, Rocío Martínez, Montserrat Mata. Noviembre de 2004. 50 51


trazo del cuerpo es un poco desproporcionado: anchas caderas y torso pequeño. Lleva en su mano derecha una copa con la que celebra, fuera del ruedo, un brindis. Su rostro tiene la razón del ideal femenino, muy al estilo de los pintores románticos de la época. Incluso, la pose con que quedó perpetuada, tiene gran semejanza con el apunte que aparece a su derecha, obra del célebre artista alsaciano francés Gustave Doré. ¿De quién se trata específicamente? ¿La esposa del hacendado que se mandó hacer con cierta modestia este retrato? ¿La amante del hacendado? ¿De una actriz de moda en teatros como el Gran Teatro Iturbide, Teatro Hidalgo o el Gran Teatro Nacional? Y es que dicha pintura ilustra a un personaje que aparece en segundo plano, junto a quien tiene todas las características de un sacerdote. Ese varón, de 25 a 30 años, viste sombrero de copa redonda y ala con bordados de gusanillo, chaqueta de astrakán, pantalón de paño y posible botonadura de plata, a modo de franja, indumentaria mitad civil, mitad campesino, de este peculiar señor hacendado, como podemos verlo en estas dos interesantes imágenes del pasado 52 que aparecen a continuación:

FOTO 1

FOTO 2

La figura masculina, tiene, por alguna razón mucho parecido con la del que aparece en la FOTO 1, debido a que además se toca de unas patillas bastante peculiares y tiene un porte atractivo. Aunque esto no es indicativo de que se trate del mismo protagonista del óleo. Generalmente las mujeres toreras en el México del siglo XIX, hasta donde se tiene información, no se ponían taleguilla. Se tocaban con un vestido a modo de que aparecieran los bordados usuales en dicha prenda, si es que estos se destacaban pues, al menos dos de las imágenes más evidentes, una mexicana,53 la otra, origen de Gustavo Doré54 que nos muestran, en sus detalles el uso de olanes,

52

Enrique Fernández Ledesma: La gracia de los retratos antiguos. Prólogo de Marte R. Gómez. México, Ediciones Mexicanas, S.A., 1950. 156 pp. Ils., fots., p. 95 y 108. Ambas imágenes, nos ayudan a entender la moda establecida, sobre todo entre ciertos personajes cuya capacidad económica nos permite conocerlos como ricos hacendados, que gozaban del privilegio de vestir con cierto lujo, mismo que iban a lucir, con ese desenfado a los estudios de daguerrotipistas y ambrotipistas de la época. 53 José Francisco Coello Ugalde: APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS Nº 24: “Colección de imágenes alrededor del toreo, desde el siglo XVI y hasta nuestros días. (1999-2004)”. ficha Nº 114: ESCENA TAURINA reproducida en un cartel de mediados del siglo XIX. Fuente: MEXICAN ART & LIFE. Abril, 1939. 54 Op. Cit., ficha Nº 631: Gustavo Doré: Teresa Bolsi, torera andaluza.


un concepto totalmente distinto al registrado en el óleo que se califica.

FOTO 3

FOTO 4

Lo que es notable es el uso de prendas normalmente empleadas por hombres, pero que no exime a la mujer de portarlas. Tal es el caso que adoptaron a finales del XIX tanto Ignacia Fernández La Guerrita55 (FOTO 5) como Dolores Pretel Lolita56 y otras pertenecientes a la cuadrilla de Señoritas toreras (foto 6) que hicieron campaña en nuestro país entre 1897 y 1904, aproximadamente. En las imágenes existentes, se les puede apreciar adoptando poses absolutamente naturales, sin afectación alguna.

FOTO 5

FOTO 6

La mano y el pincel, o el pintor y la escuela.

Fuente: Gustavo Doré. Una visión de la obra del genial grabador francés. Lima, Perú, Editorial PPURO S.C.R.L., 1981. 55 Ibidem., ficha Nº 290.-Ignacia Fernández “La Guerrita”. Actuó al lado de Ponciano Díaz en Tenango del Valle, Edo. de Méx. hacia 1897. Fuente: Acervo fotográfico “Culhuacán” dependiente de la Dirección de Monumentos Históricos del INAH y, Fototeca del INAH (Archivo “Casasola”). Ex-convento de san Francisco, Pachuca, Hgo. 56 Ibid., ficha Nº 1268.-Cuadrilla de señoritas toreras. Matadoras: Dolores Pretel “Lolita” y Emilia Herrero “Herrerita”. Banderilleras: Rosa Simó, Encarnación Simó y Dolores Prats. Se presentó en México desde 1897. Esta hermosa y evocadora imagen, fue lograda por los importantes fotógrafos J. y G. Valleto. Fuente: Colección Diego Carmona Ortega.


Respecto a la perspectiva, podemos apreciar hasta tres planos, ella la señorita torera en el primero; sacerdote57 y hacendado en segundo. Campo, horizonte y los enamorados, el tercero. Precisamente el campo es una imagen en la que abunda la vegetación y existe un cielo azul plagado de nubes en escena por demás todo un símbolo de declaración del romanticismo… mexicano. En cuanto a la línea y estilo, podrían tratarse de trabajos elaborados por Félix Parra o Manuel Serrano. Lamentablemente, al no aparecer un registro autógrafo en dicho óleo, es difícil estimar su procedencia, pero las líneas y los trazos me permiten sugerir a ambos creadores, aunque me inclino más por el primero que por el segundo. Dicha obra, sigue en alguna medida, el modelo de los apuntes de Doré, sobre todo en aquel denominado El triunfo del espada que asume una actitud triunfal en la plaza, levantando la mano izquierda con la montera y afirmando su posición mesiánica con la mano derecha a modo de guerrero triunfador. El traje que porta la señorita torera del óleo aquí analizado, presenta, además, una aplicación de bordados ligeros, golpes o “machos” apenas insinuados, que permiten pensar más en recoger el diseño implantado en alguna obra teatral, de las varias que se representaron con este tema en los principales escenarios de la ciudad de México, que en el propio destinado a ser un auténtico traje de luces para su uso en el ruedo. ¿De qué posibles obras teatrales se recogería dicho modelo? Allí está una nómina interesante58 y que puede ser imaginada, bajo los siguientes títulos: -La perla de Andalucía, El torero y las lindas malagueñas, Juguete del señorito y la maja, La macarena, Manolas y toreros después de la corrida, El andaluz y la mexicana, El torero y la mexicana, Majas y toreros…, entre otras que no fueron registradas. Al son de alguna melodía que sale de esa guitarra del fondo, donde el intérprete pretende a la mujer que aparece a su lado, sólo alcanzamos a oír lo que muy seguramente se escuchaba en aquellos años de inestabilidad política, misma que se diluía en escenas campestres como la que ahora admiramos, en esta imagen de

donde la amartelada pareja se solaza en ilusiones, o quizá construyendo quimeras bajo los compases de La Declaración de M. Rizo:

Es curiosa la presencia –intermediaria- del sacerdote. Su actitud displicente, sentado a la mesa, ¿es la de un elemento de la iglesia en común acuerdo con la posible relación de la pareja o un simbólico obstáculo para las pretensiones del caballero y la señorita torera? 58 Maya Ramos Smith: El ballet en México en el siglo XIX. De la independencia al segundo imperio (18251867). 1ª edición, México, Editorial Patria, S.A. de C.V., Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Alianza Editorial, 1991. 360 pp. Ils., grabs. (Los noventa, 62). Véase: Apéndice IV. REPERTORIO DE BAILE (18411867), p. 331-349. 57


Música que se acompaña de estos ingenuos versos:

Como puede apreciarse, la labor no fue nada fácil, si para ello entendemos que tratándose de un anónimo, lo demás es echar mano de la mera subjetividad y un buen criterio capaz de entender el contexto reunido en este maravilloso material de origen mexicano. Noviembre de 2004.


ALGUNAS REMEMBRANZAS TAURINAS DE MANUEL LEAL. En 1956 fue publicado un interesante libro de este autor guanajuatense, con el título Andanzas y panoramas guanajuatenses.59 Es uno de esos volúmenes que poseen diversos pasajes anecdóticos, leyendas y otros recuerdos que permiten conocer parte de ciertas historias ubicadas en lugar tan específico como la de este céntrico estado del país. Entre los diversos temas abordados, se cuenta con diversos títulos que recuerdan algunos episodios taurinos ocurridos entre el último tercio del siglo XIX y el primero del XX, y más aún, porque en ellos encontramos algunos otros nombres de personajes que pasan a formar parte de la presente “Galería” pero que por su poca biografía, no hay más remedio que traerlos aquí con ese contenido. Otros más, como podrán comprobarlo, han quedado registrados cada quien en el orden correspondiente. Sin intención más que de sumar a todo este propósito un aporte más, de los muchos que existen –y no puedo olvidar el de un libro que también debería pasar a formar parte de estas remembranzas. Me refiero a La comedia Mexicana. Quince uñas y casanova aventureros-, es bueno reproducir lo que ciertos autores nos cuentan al respecto. Por lo tanto, pasemos a conocer el testimonio de M. Leal con sus…

59

LEAL, Manuel: Andanzas y panoramas guanajuatenses. Guanajuato. Editorial Guanajuatense, 2ª ed, 1956. 323 p. Ils., retrs., fots.













Los toreros españoles que vinieron a México antes de 1907. Por EL MAESTRO BANDERILLA.



Publicado en Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1394 del 7 de

febrero de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino.


TOREROS MEXICANOS ANTERIORES A 1907 POR LAURO E. ROSELL.60 Desde que fueron implantadas en la Nueva España las corridas de toros, 61 tuvieron estas gran aceptación entre la gente de la tierra, y algún tiempo después, ya que ésta se familiarizó con ellas, comenzó a practicar con los toros las propias suertes importadas, hasta que aquellas como “alancear”, “juegos de cañas” y otras quedaron en desuso por las innovaciones que les fueron hechas, resultando a la postre que las primitivas suertes se relegaron al olvido, destacándose desde el principio los arrestos de la gente criolla o del país, que con el decurso de los años “descubrieron suertes jamás vistas”. Por eso sabemos que los llamados “tancredos”, pantomimas y embolados, aquí en México, y muchísimo antes que en España, ya se hacían desde los comienzos del siglo XVIII. 62 Es muy cierto que arribaron con frecuencia relativa a la Nueva España, “toreadores” de allende los mares; pero los de esta tierra americana hicieron caso omiso de su estilo y enseñanzas, porque ya habían formado escuela y por ende un toreo especialísimo. 63 Desde la llegada de Bernardo Gaviño, que tuvo el buen tino de ajustarse a esa que llamaremos escuela mexicana, comenzó nueva etapa para los toreros del país, pues con el tiempo, y en su medio siglo de permanencia en la República, logró imbuirles vastos conocimientos del toreo español, y no fue sino hasta las postrimerías del siglo XIX, a la sazón de haberse estrenado la plaza de toros del Paseo Nuevo de Bucareli, en 1851, cuando el famoso diestro, en el apogeo de sus facultades y de su celebridad, creó adeptos, resultando los famosos toreros mexicanos, entre otros los hermanos Hernández (Felipe y José María), Lino Zamora, Guadalupe Sánchez y Ponciano Díaz, quienes se destacaron notablemente en las lides, sobre todo el último, que poseyó el don de entusiasmar a las multitudes, siendo por varios años el ídolo popular. Del valientísimo Lino Zamora, que obtuvo brillantes éxitos en las plazas de la República por los años de 1873 al 85,64 ejecutando suertes difíciles e inenarrables, diremos que fue tan hábil para “cambiar”, que ponía con frecuencia banderillas cortas y parches de colores con las manos y con los pies, llegando al colmo de clavar una naranja en cada cuerno del burel, mediante dos ligeros movimientos engañosos con la cintura, uno a la derecha y el otro al lado contrario. El infortunado torero fue asesinado alevosamente por cuestiones de faldas, por un compañero en las lides taurómacas,65 en el Real de Zacatecas. Bernardo Gaviño puede reputarse como torero mexicano por las razones indicadas, su acendrado cariño por la tierra mexicana y por haber sido el maestro de los “primeros toreros formales que hubo en el país” surgidos en aquella época. Años después, en las postrimerías del siglo XIX y principios del actual (refiriéndose al XX), desfilaron por nuestros cosos taurinos los mexicanos Timoteo Rodríguez, primer esposo de María Aguirre, la famosa “Charrita Mexicana”; José Basauri, Ángel Lastinere y Alberto Zayas “Zayitas” con algunos resabios de la época “poncianesca”, pero con bastantes visos de la escuela española. De “Zayitas” diremos que fue torero fino, con el capote y la muleta, pésimo con el estoque y de medianos conocimientos. De no haber tenido tanto pavor a los cornúpetas, quizás hubiera ocupado lugar preferente en la historia taurómaca de México. También surgieron algunos toreros que tomaron parte en varias corridas vistiendo el traje de luces, pero que en realidad no fueron más que simples aficionados, pero de gran relieve. Citaremos a Carlos Montes de Oca, hermano de don Francisco, 60

Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1394 del 7 de febrero de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino. 61 Esto a partir de 1526. 62 Se procurará en la presente obra, incluir una descripción adecuada de aquellas suertes que por su peculiar ejecución, pueden considerarse como extrañas o extraordinarias. 63 En este caso, Rosell se refiere a casos como los de Tomás Venegas “El Gachupín Toreador” o Pedro Montero, sevillanos ambos, que actuaron en cosos novohispanos en el curso del último tercio del siglo XVIII. 64 Como se podrá observar en la referencia que alude a Lino Zamora, este murió asesinado el 7 de febrero de 1878. 65 Se trata de Braulio Díaz. Véase ficha correspondiente.


propietario que fue del diario “Gil Blas”, y a Romárico González, uno de los propietarios de la antigua ganadería de Tepeyahualco, y finalmente León Prieto “El Señorito”, aficionado muy entusiasta “que pagaba por torear”, ignorante, pero valiente, quienes forman, con otros que se nos escapan de la memoria, así como la pléyade de magníficos picadores y banderilleros mexicanos que fueron lustre y pres de la torería paisana, un grupo azas simpático y rememorativo de tardes felices “de toros”. Después, casi en los comienzos de la “modernización del toreo”, también en el siglo actual, muy a sus principios, saltaron a la arena de los cosos taurinos renombrados diestros de la tierra, despertando varios de ellos la admiración de propios y extraños. Eligio Hernández “El Serio” –quien hizo honor a su apodo en grado superlativo- no obstante sus grandes conocimientos y repertorio vastísimo, pasó inadvertido de los públicos por su singular apatía y seriedad; Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”, ignorante, pero con valor a toda prueba, rayando siempre en temeridad, hacía poner los pelos de punta a los espectadores cada vez que pisaba el redondel y Luis Freg, bravo entre los bravos, a quien los públicos de España llamaron “Don Valor”. Parécenos que el año de 1904 principiaron con éxito jocundo los malogrados diestros Carlos Lombardini, Pascual Bueno, Samuel Solís y otros. En lugar de honor corresponde al excelso Rodolfo Gaona, Califa de León y de otras tierras, que comenzó su brillantísima carrera hasta ahora inigualada, haciendo prodigios por sus portentosas facultades y sapiencia. A nuestro entender, ha sido el torero más elegante y completo de cuantos han existido en el mundo taurómaco, así como suena, pésele a quien le pese. Su constante ristra de hazañas lo proclamaron el único, el insustituible, y contra hechos no hay argumentos ni comentarios adversos, ni aquí ni en España.

Páginas más delante de esta emblemática publicación, se puede leer la colaboración que entregó Alfonso de Icaza “Ojo” y cuyo título es: “Diestros mexicanos en El Toreo. Datos biográficos y críticos”. Comienza por dar las referencias generales de Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”, terminando con Fermín Rivera. Agrega también el nombre de otros mexicanos matadores de toros cuya trascendencia no alcanzó lugar de honor. En esa nómina complementaria aparece desde Agustín Velasco “Fuentes Mexicano” y remata con la ficha de Luciano Contreras. Evidentemente, el propósito del presente trabajo no alcanza a incluir toreros que nacieron durante el siglo XX. Sin embargo, sólo mencionaré en una lista abreviada los que ya se encuentran en la presente relación, con objeto de que no falte ninguno. Desde luego, las anotaciones que elaboró “Ojo” para su colaboración, no tienen desperdicio, de ahí que haya valido la pena recoger algunas de ellas en el lugar correspondiente a cada torero, tal cual se relaciona a continuación: -Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”: -Vicente Segura; -Rodolfo Gaona; -Carlos Lombardini; -Pedro López; -Samuel Solís; -Luis Freg; -Juan Silveti; -José Flores; -Salvador Freg, y -Merced Gómez. También se encuentran: -Agustín Velasco “Fuentes Mexicano”; -Eligio Hernández “El Serio”;


-Refulgente Álvarez; -Jesús Tenes; -Alfonso Zambrano; -José Ramírez “Gaonita”; -Guillermo Danglada; -Rodolfo Rodarte, y -Ricardo Romero Freg. En la continuación de la grata lectura de ese número extraordinario de Revista de Revistas, se presenta la excelente colaboración de Francisco L. Procel con el título “Banderilleros y picadores mexicanos”, de cuyo contenido habré de entresacar los datos más apropiados y que se corresponden con el propósito de la presente “Galería”. Veamos. En obsequio de la verdad, la generación de buenos toreros mexicanos, especialmente por lo que toca a peones, data de 1905, cuando Saturnino Frutos “Ojitos”, en León de los Aldamas, y la Juvenil Guanajuatense. De La que fueron matadores Eligio Hernández “El Serio” y Jesús Tenes, empezaron a dar buenos peones y picadores. A disponer de más tiempo, me hubiera gustado hurgar un poco mis papeles viejos y desenterrar los nombres de nuestros toreros que, en la época de Bernardo Gaviño, lograron hacer que sus nombres fueran familiares a nuestros abuelos, como lo lograra “La Monja”, que, si mal no recuerdo, se distinguió por su bravura con el toro. Con anterioridad a 1905, los lidiadores que salieron de la llamada escuela de torear mexicana que disque fundó Bernardo –que sin duda dio nacimiento al más famoso de los toreros mexicanos del siglo (ante)pasado, Ponciano Díaz-, fueron recios mocetones, valientes a carta cabal, pero ayunos de arte y finura, que fiaban más en sus piernas que en su sapiencia y habilidad para el éxito de sus hazañas taurinas. De la cuadrilla de Ponciano llegan hasta nosotros, aureolados por la fama, los nombres de peones como Carlos López, “El Manchao”, que fincó su renombre en la habilidad y arrojo que desplegaba para banderillear toros con garapullos de una pulgada, que habitualmente llevaba él mismo, y clavaba al cuarteo. El alias que este banderillero tuvo como origen una mancha que le cubría la cara parcialmente. Fue de la misma cuadrilla de Ponciano Díaz un muchacho de buena figura. Tomás Vieyra, que a sus dotes de buen palitroquero aunaba las de peón de brega efectivo. Por aquellos días empezó a torear Margarito de la Rosa, que nunca se distinguió precisamente como lidiador de clase, pero sí como organizador y empresario, y más tarde como apoderado de toreros, pues lo fue de “Reverte Mexicano”; entiendo que de Pascual Bueno, y más tarde de Juan Silveti, a quien apodó “Belmonte Mexicano” en sus comienzos, y, finalmente, del malogrado “Carmelo” Pérez. Luego, Procel menciona a otros tantos personajes como Alberto Cosío “Patatero”, “El Rápido”, Roberto Aguilar, de Puebla y “Fajerito”, así como del español Manuel Nieto “Gorete”. Se suma a la relación otro conjunto de personajes como Prócoro Rodríguez, Fidel Díaz, Refugio Pérez, Antonio Conde (estos últimos, integrantes de la “Cuadrilla juvenil mexicana”). Siguen: Crescencio Torres, Juan y Zenaido Espinosa, Alberto González “Rolleri” o Manuel Gómez Blanco, “El Yucateco”. Volvemos a los recuerdos de Procel: No tengo memoria, ni tiempo queda para una búsqueda, sobre los toreros de a caballo que sobresalieron antes de 1905. De uno de los que he podido adquirir someros datos, es sobre el famosísimo Arcadio Reyes, que no tenía quien lo superara como jinete y en sus buenas artes para castigar con la vara de detener, y que, según cuentan, gozó de las confianzas de Ponciano Díaz.


En aquellos buenos tiempos era aún joven el hoy veterano Francisco Olvera “Berrinches”, que ya entonces sobresalía por su coraje, lo que le valió mucha aceptación entre los matadores. Así, continúa refiriendo a otros personajes, tales como: Demetrio González “Trescalés”, Rafael Rodríguez, Antonio Juárez “Ojitos” –que formaba parte de la cuadrilla de Ponciano-, y que se daba buena maña con la puya. No faltan aquí David Morán y Antonio Rivera, integrantes de la cuadrilla que encabezó “Ojitos” en León, a partir de 1905. Estaba también Ramón Peña “Peñón” “que en verdad era uno de los montados que mejor ha practicado la suerte de picar. Era mucho garrochista ese muchacho, ¡pese a su físico desmedrado!” Antonio Casillas “Berrendo”, que empezó a sobresalir cuando Merced Gómez lo incorporó a su cuadrilla. Felipe Mota, Saturnino Bolio, “Barana Grande”, de Yucatán; Abraham Juárez “Linbergh” y Guadalupe Rodríguez, así como los hermanos Juan y Adolfo Aguirre, los “Conejos”. No quiero cerrar estas líneas sin hacer mención de algunos buenos picadores de toros que habían escapado a mi memoria, como Antonio Silis, “Cerrajero”, eficaz y seco; Trinidad Cruz “Azuquita de México”, que es valiente con el toro; Gonzalo González, cuya característica es también el valor; Miguel Martínez, “Colita”, que tiene una gran afición y es hábil para herir en el morrillo o en donde más conviene, de acuerdo con la lidia que el enemigo desarrolla; Lázaro Zavala, “Pegote”, que sale de lo vulgar con la vara de detener; Cenobio Esparza, Alfredo Contreras “Zacatecas”… y algunos más, cuyos nombres siento no tener fijos en mi recuerdo. Insisto en que, omisiones debe haber, muchas, pero el tiempo de que he dispuesto para escribir estas cuartillas no me ha permitido hacer investigación previa, como merece el tema, y, en tal virtud, he tenido que confiar en lo que he podido recordar, terminando mis apuntes con un coletudo que debe figurar en ellos, aunque no sea ni banderillero ni picador: “El Microbio”, puntillero excepcional de la cuadrilla de “Ojitos”, que tiró la puntilla “a la ballestilla”, como nadie lo ha hecho en México, ni antes, ni mucho menos ahora.


CHARRERÍAS. LOS PRIMEROS CABALLOS Y LOS PRIMEROS JINETES EN MÉXICO. POR: ALFREDO B. CUELLAR. 66 En el siguiente texto, pueden estar los nombres de los primeros integrantes de aquellas cuadrillas que en una u otra circunstancia, se ejercitaban –ya en la Española; ya en la mismísima isla de Cuba-, realizando juegos de cañas y otras demostraciones como alancear toros. Esos hábitos caballerescos, fueron en buena medida parte de su formación, proveniente de la influencia ejercida por los libros de caballería, el rigor militar o el deseo de asimilar y aprender diversas prácticas en condiciones que, para una buena parte de aquel segmento de aventureros, estaban dadas. El venir a estas tierras, con objeto de colonizar, que además trajo consigo el irremediable propósito de llevar a cabo una conquista, lo cual significó la dura decisión de enfrentar una guerra, dio como resultado, el exterminio del imperio azteca y la implantación de un complejo sistema extensivo y de profundo arraigo articulado en diversas formas de vida adquiridas en la España que abandonaban, decididos a comenzar una nueva etapa de vida. Ese polémico proceso, significó en buena medida, la opción que garantizaba continuidad de hábitos y formas de vida cotidiana que de inmediato, cohabitaron en estas tierras, generándose el natural mestizaje, la asimilación y el sincretismo del que hoy somos herederos en muchas de sus formas, queramos o no.67

En Grafittis novohispanos, p. 80. El maravilloso cronista de la conquista de la Nueva España, el soldado historiador Bernal Díaz del Castillo con su fresca memoria, nos refiere en el capítulo XXIII: “Cómo el capitán Hernando Cortés, se embarcó con todos los soldados para ir por la banda del Sur a la Habana y envió otro navío por la banda del Norte, y lo que más le aconteció. Y allí en la Habana comenzó Cortés a poner casa y tratarse como señor, y el primer maestresala que tuvo, fue un Guzmán que luego se murió o mataron los indios; no digo por el mayordomo 66

El presente texto, fue incluido en la revista Orticinas, número extraordinario dedicado al torero tapatío José Pepe Ortiz en 1933. Se recoge del mismo (el cual se encuentra incompleto), la interesante colaboración que también proviene de: Alfredo B. Cuellar, CHARRERÍAS. Prólogo de Eduardo Zamacois. México, Imprenta Azteca, 1928. 270 p. Ils., retrs., facs. 67 Sólo recordaré que mientras Hernán Cortés y sus huestes bordeaban las costas mesoamericanas, esto entre la isla de Cozumenl y luego las playas de Veracruz, entre el 25 y 26 de febrero y el 19 de abril de 1519 respectivamente, Gregorio de Villalobos hacía lo mismo, solo que para ubicar el sitio para el mejor desembarco posible, cuyo cargamento consistía, entre otras cosas, de ganados mayores y menores que de inmediato, se internaron tierra adentro. Así comenzó el poblamiento que garantizaba la presencia de aquellas especies animales europeas, donde destacaba el toro, sin más.


Cristóbal de Guzmán que fue de Cortés que prendió Guatemuz cuando la guerra de México; y también tuvo Cortés por camarero a un Rodrigo Rangel y por mayordomo a un Joan de Cáceres, que fue después de ganado México hombre rico. Y todo esto ordenado mandó apercibir para embarcar y que los caballos fuesen repartidos en todos los navíos; hicieron una pesebrera y metieron mucho maíz y hierba seca. Quiero aquí poner por memoria todos los caballos e yeguas que pasaron: El Capitán Cortés, un caballo castaño zaíno que luego se le murió en San Juan de Ulúa. Pedro de Alvarado y Hernando López de Ávila, una yegua castaña, de juego y de carreras; y de que llegamos a la Nueva España el Pedro de Alvarado le compró la mitad de la yegua o se la tomó por fuerza. Alonso Hernández Puertocarrero, una yegua rucia de buena carrera, que le compró Cortés por las lazadas de oro. Joan Velázquez de León, otra yegua rucia muy poderosa que llamábamos “La Rabona”, muy revuelta y de buena carrera. Cristóbal de Olid, un caballo castaño oscuro harto bueno. Cristóbal de Montejo y Alonso de Ávila, un caballo alazán tostado, no fue bueno para cosa de guerra. Joan de Escalante, un caballo castaño oscuro, tresalbo; no fue bueno. Diego de Ordaz, una yegua rucia machorra, pasadera aunque corría poco. Gonzalo Domínguez, un muy extremado jinete; un caballo castaño obscuro muy bueno e gran corredor. Pedro González de Trujillo, un buen caballo castaño, perfecto castaño que corría muy bien. Morón (vecino del Vaimo o del Bayao) un caballo overo, labrado de las manos, y era bien resuelto. Baena (o Vaena, vecino de la Trinidad), un caballo overo, algo sobre morcillo, no salió bueno para cosa ninguna. Lares, “el muy buen jinete”, un caballo muy bueno, de color castaño, algo claro y buen corredor. Ortiz “el músico” y un Bartolomé García que solía tener minas de oro, un muy buen caballo obscuro que decían “El Arriero”. Este fue uno de los buenos caballos que pasamos en la armada. Joan Sedeño (vecino de la Habana), una yegua castaña, y esta yegua parió en el navío. Este Juan Sedeño pasó el más rico soldado que hubo en toda la armada, porque trujo un navío suyo, y la yegua y un negro, e cazaba e tocinos; porque en aquella sazón no se podía hallar caballos ni negros sino era a peso de oro, y a esta causa no pasaron más caballos, porque no los había ni de que comprarlos. Y dejallo e aquí y diré lo que allí nos avino, ya que estábamos a punto para pasarnos embarcar”. Hasta aquí Bernal Díaz del Castillo. EL PRIMER ALARDE. CORTÉS EN TIERRA MEXICANA. En el capítulo XXVI de la “Conquista de la Nueva España”, del verídico Bernal Díaz nos dice: “De ahí a tres días que estábamos en Cozumel, mandó hacer alarde para saber qué tantos soldados llevaba y halló por su cuenta que éramos quinientos y ocho sin maestres y pilotos y marineros que serían ciento y diez y seis caballos y yeguas; las yeguas todas eran de juego y de carrera;…” Fue en Tabasco donde por primera vez se combatió a caballo. “Desque Cortés supo que muy ciertamente nos venían a dar guerra mandó que con brevedad sacasen todos los caballos de los navíos a tierra e que escopeteros y ballesteros y todos los soldados estuviésemos muy a punto con nuestras armas, y aunque estuviésemos heridos. Y desque hubieron sacados los caballos en tierra estaban muy torpes y temerosos en el correr como había muchos días que estaban en los navíos y otro día estuvieron sueltos…” y apercibió a los caballos que habían de ir los mejores jinetes y caballos e que fuesen con pretales de cascabelles y les mandó que no se parasen a lancear hasta haberles desbaratado si no que las lanzas se las pasasen por los rostros y señaló trece de caballo y el Cortés por capitán dellos y fueron estos que aquí nombraré: Cortes y Cristóbal de Olid y Pedro de Alvarado, y Alonso Hernandez Puerto Carrero y Joan de Escalante y Francisco de Montejo e Alonso de Avila, le


dieron un caballo que era de Ortiz “el músico” e de un Bartolomé García que ninguno dellos era buen jinete y Joan Velázquez de León y Francisco de Morla e Lares “el buen Jinete”, nombrole así porque había otro Lares e Gonzalo Domínguez extremado hombre de a caballo; Morón el del Bayamo, y Pero González de Trujillo.


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ÍNDICE

Pág.

PRIMERA ENTREGA. PRESENTACIÓN y JUSTIFICACIÓN del primer título de la colección CINCO SIGLOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. ESPECIAL PARA FOMENTO CULTURAL 1111 TAUROMAQUIA HISPANOAMERICANA. INTRODUCCIÓN GALERÍA DE TOREROS MEXICANOS. DE A PIE y DE A CABALLO. SIGLOS XVIXIX. (INCLUYE EXTRANJEROS) A B C CH D SEGUNDA ENTREGA JUSTIFICACIÓN D E F G TERCERA ENTREGA H I J K L M


CUARTA ENTREGA N O P Q QUINTA ENTREGA R S SEXTA ENTREGA T U V X Y Z ANEXOS GALERÍA ILUSTRADA DE TOREROS MEXICANOS Y EXTRANJEROS QUE ACTUARON A LO LARGO DEL VIRREINATO Y EL SIGLO XIX MEXICANO. LOS SEÑORES DE A CABALLO SE VAN TROTANDO, TROTANDO HASTA DESAPARECER. EN MEDIO DE UNA NUBE DE POLVO EL TOREO SE HACE PUEBLO. 500 AÑOS DE TAUROMAQUIA EN MÉXICO. (XIV). LOS PROTAGONISTAS, A PIE y A CABALLO. EL CASO DE 60 PERSONAJES QUE PRETENDIERON ACTUAR EN 1814. SE PUBLICA UN 6 DE JUNIO DE 1850 LA PRIMERA CRÓNICA TAURINA, DEBIDA AL TÍO NONILLA. UNA PROTAGONISTA SIN NOMBRE. SOBRE UN ÓLEO CON MOTIVO TAURINO,


PINTADO EN MÉXICO HACIA 1860. ALGUNAS REMEMBRANZAS TAURINAS DE MANUEL LEAL. Los toreros españoles que vinieron a México antes de 1907. Por EL MAESTRO BANDERILLA. TOREROS MEXICANOS ANTERIORES A 1907. POR LAURO E. ROSELL. CHARRERÍAS. LOS PRIMEROS CABALLOS Y LOS PRIMEROS JINETES EN MÉXICO. POR: ALFREDO B. CUELLAR. BIBLIOHEMEROGRAFÍA



 EN MÉXICO, CIUDAD EN EL DÍA 19 DE JULIO DEL AÑO DE GRACIA DOS MILÉSIMO VIGÉSIMO LAVS

DEO

FIN DE LA OBRA



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