El paesillo

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EL PASEILLO

Sin duda una de las partes mas emocionantes en un festejo taurino, es el paseíllo, el desfile multicolor de las cuadrillas, bajo la emocionada sonoridad del pasodoble torero, con la gallardía de los toreros que vestidos de príncipes avanzan hacia el misterio que significa cada tarde de toros.

Al sonar los clarines que hieren al viento con sus agudos toques, es el anuncio que toda la gente espera, para que se de inicio el festejo, la autoridad de esta manera ordena el comienzo del espectáculo, se abren las pesadas hojas de madera de la puerta de cuadrillas para dar paso al desfile de cuadrillas el paseíllo, que tiene un rito y una forma especial, que tiene una gran importancia y jerarquía dentro del universo taurino.

A continuación explicamos amable lector, los pormenores de este rito luminoso y ancestral de la fiesta de los toros:

El alguacilillo porta una vestimenta de mucha tradición que proviene de España se trata de un traje de pana o raso de color negro en honor de Felipe II cuello blanco con adornos y sombrero adornado con dos plumas, mientras que en México el alguacilillo se distingue por portar el tradicional traje de charro aunque en muchas plazas de toros de nuestro país se les puede ver vestidos de una u otra manera este es el primer personaje que sale a la plaza cabalga hacia al palco de la autoridad y recibe la orden de que comience el espectáculo, vuelve hacia las cuadrillas y se coloca al frente de las mismas para iniciar el paseíllo, luego recoge la llave de los toriles y se la entrega al encargado de la puerta de

toriles otra de sus funciones es entregar los trofeos a los toreros.

Los toreros encabezan el paseíllo la colocación de ellos guarda relación con la antigüedad de cada uno, esto no significa que sea por orden de edad sino la antigüedad que tengan como toreros, es decir, por orden

de alternativa.

De esta forma el que primero que haya recibido la alternativa de matador de toros se coloca a la derecha, el segundo lo hará a la izquierda, mientras que el más joven de los tres, lo hará en el medio, vistos por el público de frente.

Debemos decir que el espada que torea por primera vez en una plaza debe hacerlo desmonterado, es decir, con la montera en la mano. En el caso de que hubiera hecho el paseíllo de novillero y volviera al mismo ruedo una vez tomada la alternativa, también desfilara hasta el palco de la autoridad con la montera en la mano esa es la señal para el

publico asistente que es la primera vez que se presenta en la plaza como matador de toros.

A continuación de los toreros se encuentran las cuadrillas, los subalternos reciben muchos nombres: peones, banderilleros o incluso toreros de plata.

El orden de los subalternos depende de su antigüedad en el oficio taurino y en ese orden van tomando su lugar detrás del matador al que les toca servir cabe resaltar que cada torero cuenta con tres subalternos, ellos se colocarán en fila justo detrás de los matadores primero los del primer torero y así sucesivamente.

Los picadores también forman parte de la cuadrilla de un torero, cada maestro dispone de dos picadores, que salen para actuar en cada toro que le corresponde al matador, el método para su colocación en el paseíllo es el mismo que con los subalternos, depende de su antigüedad en el toreo y marchan detrás de sus compañeros subalternos encima de sus cabalgaduras.

Luego desfilan los monosabios que son los encargados del servicio de plaza, y de forma especial auxilian a los picadores con las cabalgaduras en el momento de su actuación y después de la muerte de cada toro vuelven a dejar en condiciones el ruedo para el siguiente matador.

Al final del grupo vienen los “mulilleros” encargados del tiro de mulillas con las que se arrastra al toro después de muerto para sacarlo del ruedo y llevarlo al destazadero de la plaza.

Es tan importante el paseíllo que para muchos toreros en la historia, solo les bastaba pisar la arena para recibir caudales de aplausos y ovaciones por su prestancia y

Además en esos momentos, el público toma partido por su torero favorito les aplaude y los alienta, los toreros guardan ritos y tradiciones como por ejemplo el hacer una cruz con el pie en la arena, al mismo tiempo que se desean suerte diciendo ¡Que Dios reparta suerte! enfundados con su capote de paseo, de bordados exquisitos y con las imágenes de su preferencia como la Virgen de la Macarena, el Cristo del gran poder y la Virgen de Guadalupe, algunos han demostrado su patriotismo con capotes de paseo adornados con símbolos nacionales como Don Juan Silveti “El Meco” que paseo con orgullo bordado en su capote de paseo el

sabor en el momento de partir plaza.

Calendario Azteca, así como Mauro Liceaga de dinastía de solera que en competencia con los toreros españoles lucio en su capote un Cuauhtémoc, también en ocasiones se presenta la rivalidad entre los toreros por celos profesionales se han dado casos en que los toreros se hacen de palabras en la puerta de cuadrillas y al comenzar el paseíllo, mucho se recuerda por ejemplo el pleito entre dos figuras Joselito Huerta por México y del español Paco Camino, el mexicano le dijo despectivamente ¡Gachupin! mientras que el español lo insultó diciéndole ¡Indio! las diferencias las limaron en el ruedo con grandes faenas lo que resulto en beneficio del publico que vivió la disputa en un torbellino de pasiones.

Ya que cada tarde de toros viene seguida de un presagio de que algo grande tiene que suceder es una de las situaciones mágicas que ofrece la fiesta en un espectáculo irrepetible, único y singular.

Cuando los toreros llegan hasta el palco de la autoridad, piden permiso respetuoso al Juez de Plaza, de inmediato cambian el capote de seda por el capote de percal con el que van ha torear, un detalle significativo para cualquier aficionado presente o personaje es que el torero le entregue su capote de paseo para que adorne su localidad es una gran distinción.

Ya con su capote de percal en la mano los toreros realizan algunos ejercicios y torean al viento para relajarse, en ese momento el público comienza con aplausos y grandes voces a solicitar la presencia de su torero favorito para que salude montera en mano desde el tercio, casi siempre el primer torero que sale es aquel que tuvo triunfos en su anterior presentación así como el que goza de mayor simpatía entre los asistentes, es un momento de mucho colorido y emoción, casi siempre el saludo termina con la participación de los tres toreros en el cartel saludando al

mismo tiempo a toda la concurrencia.

Desde tiempos inmemorables diestros como el mexicano Rodolfo Gaona, por su elegancia sin par y su majestuosa figura enfundada en el traje de torear, hacia que el público se pusiera de pie para aplaudirle

desde el paseíllo.

Otro de los toreros de gran personalidad y donaire sin duda lo fue el “Ave de Las Tempestades” Lorenzo Garza, del que se decía que el boleto valía la pena nada mas por verle partir plaza.

Así como la severidad en el gesto con una nostálgica sonrisa dibujada en el rostro con el dejo de tristeza, del llorado maestro cordobés Manuel Rodríguez “Manolete”.

La generosa alegría ofreciendo una sonrisa de par en par del diestro Francisco “Curro” Rivera.

La majestad serena del mandón de la torerìa mexicana durante mucho tiempo en la discutida personalidad del “Milagro de Monterrey” Manolo Martínez, su sola presencia apenas pisaba el ruedo y de inmediato provocaba en el publico la división, entre los martinistas y los antmartinistas en un derroche de pasión.

La luminosa juventud que movía multitudes al conjuro de su nombre del desaparecido y último ídolo del toreo mexicano Valente Arellano.

La gracia sin par que de forma natural brindo con su presencia en los ruedos el “Pequeño Gigante” Eloy Cavazos.

El gesto varonil en el marco del valor por lo que tuvo muchos partidarios desde el momento de partir plaza del “Ciclón de Acapulco” Antonio Lomelìn.

También el místico arrebato del “Rey David” David Silveti, que transfigurado y absorto en su vocación taurina, partía plaza con tal solemnidad y respeto, que proyectaba al público presente, el misterio que representa la lucha del torero con el toro, que se transforma en una bella escultura en movimiento.

Son muchos los diestros que le han dado brillo por su intensa personalidad y elegancia al paseíllo torero, que sin duda cabe, por si mismo es un espectáculo, que vale la pena no perderse, cada tarde de toros.

Alfredo Lomeli

LA PROCESIÓN DE LA TORERÍA

Publicado en Ocho Columnas el domingo 10 de septiembre de 1989

Tras esta sabrosa y “alguacilla” expresión de Antonio Díaz Cañabate, partimos plaza en el redondel periodístico de esta página taurina dominical.

A la hora, anunciada en punto --salvo en las informales pachangas pueblerinas-, se abre la puerta de cuadrillas con una puntualidad inviolable. En ocasiones, incluso faltando alguno de los espadas anunciados. El paseo de las cuadrillas, es un desfile torero lleno de colorido y de majeza. Para muchos espectadores, el paseíllo desquita solo el boleto de entrada. Con él se inicia, a una señal de la presidencia, el espectáculo taurino.

A diferencia de lo que acontece en el teatro -,-donde el elenco de actores saluda al público después de la función- los toreros tienen que hacerlo necesariamente, antes, porque el torero nunca podrá tener la certeza absoluta de un después.

Muchos espadas han hecho el paseíllo por sus propios pies; pero han salido de la plaza con los pies por delante. El actor teatral se concreta a representar un drama; un torero lo vive y, en ocasiones, lo muere. Por eso el elenco de toreros saluda al público antes de que se corra ese «telón» de recia madera que es la puerta del toril.

Antiguamente los aficionados a los toros solían conversar en pleno ruedo, unas horas antes de la corrida. A veces, una banda de música ofrecía una audición en medio de la plaza. Cuando la corrida iba a dar comienzo, hacían su aparición los

alguaciles encargados de despejar la arena. Dichos alguaciles -ataviados con ropillas negras, golas de encaje y sombreros de plumas, como era costumbre en los tiempos del rey Felipe Il-, parecen en día anacrónicas reminiscencias de los siglos idos. De hecho, son muy raras las plazas de la actualidad en las que hacen el despeje semejantes caballeros. Me refiero, naturalmente, a las plazas mexicanas. Una de ellas es la México por supuesto.

Aquí, en Guadalajara -tierra de charros; de hombres de a caballo – no acostumbran a partir plaza alguacilillos con indumentaria de otra época y de otras latitudes muy ajenas a las nuestras.

De hecho, en muchas plazas ni siquiera, existen los alguacilillos. Empero, en las que se precien de primera categoría, no pueden faltar.

El alguacilillo tiene por misión despejar simbólicamente la plaza, solicitar la venia de la autoridad, recoger la llave -simbolicamente también- de la puerta de los sustos y entregar a los toreros los galardones que el juez de plaza tenga a bien otorgar.

Detrás del alguacilillo, parten plaza los toreros actuantes. Procediendo del patio de cuadrillas, debe colocarse al extremo izquierdo el espada de mayor antigüedad; en el extremo derecho, el que le siga. Y en medio, el matador más joven. Aunque aquí no se trata de juventud de edad sino más bien novatez en las lides taurinas, ya como matador de alternativa, ya como novillero.

En pos de sus respectivos matadores, hacen el paseíllo los subalternos de a pie: peones de brega, banderilleros y puntilleros. Seguidamente, los de a caballo: los picadores. Luego, el personal del servicio de plaza. Primeramente los monosabios y por último los mulilleros, quienes, por cierto, sacan al ruedo primorosamente ataviado-- a su tiro de mulillas.

Los matadores que hacen su presentación en la plaza, se descubren, como lo exige el protocolo. Los subalternos de a pie no acostumbran destocarse la montera, ni los de a caballo al castoreño, salvo en casos muy particulares. Por ejemplo, cuando se detiene el paso gallardo de las cuadrillas con el propósito de guardar un minuto de silencio en memoria de determinado taurino recientemente fallecido.

En la actualidad, la mayoría de los toreros traza una cruz en la arena y se santigua fervorosamente. Antiguamente, el matador más veterano de la tercia solía decir a todas las cuadrillas: «Que Dios reparta suerte». Ignacio Sánchez Mejías, con un negro sentido del humor, acostumbraba añadir: ... y cornadas. Por cierto, él mismo falleció a consecuencia de la que le infiriera ---en agosto de 1934-, en Manzanares, el toro Granadino, de Ayala.

A continuación, una genial anécdota de nuestro inconmensurable torero Rodolfo Gaona: cierta tarde, en el patio de caballos de la Real Maestranza de Sevilla unos minutos antes del paseíllo, lo abordó -con su característica altanería- el Gallo diciéndole: «Indio: Aquí, el mejor torero soy yo». Rodolfo, no menos altanero, guardó silencio, con aparente resignación. Pero a la hora del paseíllo, cuando los matadores iban ya en planos medios de la pIaza, Gaona se volvió a José y le gritó a voz en cuello: “Gachupín:

y aquí, el mejor torero soy yo”.

El paseo de las cuadrillas se realiza, generalmente, a los acordes de un pasodoble torero. En la plaza México se interpreta Cielo Andaluz. Y, al momento de ser emitida por la charanga la quinta nota, el gentío se desborda con el “olé” más estruendoso que en el mundo pueda escucharse. Es algo sobrecogedor, imponente. En Guadalajara, es una vieja tradición que se parta plaza con el marco musical de La Marcha del Toreador, de la ópera Carmen de Georges Bizet.

El paseíllo culmina con el saludo que hacen los toreros a la autoridad; un episodio que muchos asocian con el “Ave César, los que vamos a morir te saludamos” que pronunciaban los gladiadores en el Coliseo de Roma.

Una vez disuelto el paseo de las cuadrillas, los toreros de a pie se deslían el capotillo de paseo y lo cambian por el de brega, De ahí la expresión “cambiar la seda por el percal” ahora el capote de lujo -que se lució durante el paseíllo-, pasará a engalanar la barrera de alguna bella mujer, algún personaje prominente o de algún entrañable amigo del torero. Y el capote de brega ha de emplearse con el fin de burlar con él las fieras acometidas, en un redondel de oro, bajo el olé delirante de la multitud.

Y a propósito de paseíllo, esta tarde lo harán, en la plaza de toros El Centenario, de San Pedro Tlaquepaque, los novilleros Jorge de Jesús Gleason y Carlos Alberto Barbosa, quienes habrá de estoquear cuatro astados de Manuel Martínez Ancira.

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David Silveti
“El Rey” David
Antonio Bricio Pepe López
Juan Pablo Sánchez
Rodolfo Rodríguez “El Pana”
Antomnio García “El Chihuahua”
Antonio Bricio
Ricardo Rivera
Plaza de toros “El Centenario”
Alfredo Ríos “El Conde”

y Fotografia Oskar Ruizesparza

La soberanía de los pueblos, estriba en sus costumbres y tradiciones. ¡Mantengamoslas vivas!

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