JUSTIFICACIÓN. Toca en esta ocasión, la lectura a otros tantos personajes comprendidos entre las letras D y G de una galería cuyo propósito inicial es alcanzar los 2 mil, cuyos nombres, apellidos y alias o seudónimos, nos permitan entender que no solo basta con evocar aquellas épocas con los registros de Ponciano Díaz, Bernardo Gaviño, Ignacio Gadea o Rodolfo Gaona. Por fortuna, y luego de exhaustiva revisión –que aún no termina-, el alcance rebasa las expectativas originales. Y en ello, las fuentes primarias existentes hasta hoy como carteles, registros de prensa o imágenes, junto al siempre imprescindible anecdotario son el componente fundamental para constituir dicha colección. Esto además, deja ver que el horizonte de una tauromaquia, urbana o rural, contó con la presencia no solo de los que aquí aparecen, sino de un despliegue infinito de partícipes, hombres y mujeres, en las diversas representaciones taurinas, concebidas a lo largo de esos cuatro siglos de andadura y construcción de una tauromaquia que permitió la libertad de todos esos personajes, sujetos a usos y costumbres, a normas establecidas; pero también al libre albedrío. Cuando su nombre y posibles hazañas o tragedias provienen de las referencias consultadas, nos damos cuenta que no eran una casualidad. Por ello, eso permite la posibilidad de que el presente andamiaje siga en aumento. Además de esas cuatro columnas vertebrales de un esplendoroso pasado: Díaz, Gaviño, Gadea o Gaona, aparecen otra buena cantidad de todos aquellos que se integraron en auténticas puestas en escena del toreo nacional, y que en esta segunda entrega, vendrán a ser, si así lo considera el lector, una auténtica delicia. La obra que usted tiene a su alcance, es resultado de un anhelo que podría alcanzar en su culminación el millar de páginas, pues quedan aún pendientes de localizar e identificar buen número de imágenes, retratos o carteles que andan por ahí y que habrán de incorporarse, sin que falte otro buen número de prospectos, tanto nacionales como extranjeros cuyos nombres siguen apareciendo en las lecturas que, sobre la marcha voy revisando por aquí o por allá. No pueden garantizarse perfiles biográficos muy amplios, pues se dispone, en buena medida, de casos donde sólo, y como de pasada, mencionan a tal o cual diestro. En otros casos, por fortuna, la información es más amplia. Buen comienzo este, que ya de entrada nos ofrece cerca de mil setecientos datos. Al finalizar las debidas entregas, el lector tendrá un panorama sobre aquella torería, partícipe en el espectáculo novohispano o el decimonónico; ambos contaron con especificidades muy particulares en su desarrollo y representación. Es un gusto compartir la presente información sobre todo debido a la entusiasta iniciativa de FOMENTO CULTURAL TAUROMAQUIA HISPANOAMERICANA que ya se “ha abierto de capa” para compartir en expresiones digitales todo un universo de conocimiento sobre la cultura taurina de nuestro país que se acerca, como es sabido, a la conmemoración de cinco siglos de presencia, mismo que se alcanzará el próximo año de 2026. Espero que aportes como la “Galería de Toreros…” y otros tantos que se presentarán sobre la marcha, sirvan para tener una mejor mirada, y también una más abierta reflexión sobre el toreo en nuestro país. Muchas gracias a Juan Pablo Corona y a Óskar Ruizesparza por su confianza. Ciudad de México, enero de 2020.
José Francisco Coello Ugalde Maestro en Historia.
D DANGLADA, Guillermo: matador de toros. MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO. ALGUNAS NOTAS HISTORICAS SOBRE SINALOA Y SUS TOREROS. En realidad, una historia taurina sobre el estado de Sinaloa, no ha sido escrita. Es casi seguro que ciertas diversiones de carácter caballeresco (siglos XVI al XVIII) se hayan efectuado en algún sitio del hoy próspero estado de la república mexicana. También deben haberse dado los primeros testimonios del toreo de a pie (segundo tercio del siglo XVIII y hasta nuestros días), pero no existe evidencia al respecto. Lo que sí es un hecho es que a esas tierras han ido los mejores toreros del orbe taurino desde tiempos que es difícil precisar, pero el pretexto del carnaval ha permitido que se hagan imprescindibles sus fiestas, y sin que en ellas falte la taurina. Sin más datos que puedan escribirse al respecto, me ocuparé -a continuación- de Guillermo Danglada.
Una de las pocas imágenes de Guillermo Danglada en activo, y cuyo único gran mérito haya sido que Rodolfo Gaona le concediera la alternativa. Matador de toros. En el año de 1885 nació este torero en las costas de Pacífico, precisamente en la ciudad de Mazatlán. Desde niño le nació la afición a los toros, pues apenas contaba quince años, cuando vistió por vez primera el traje de luces en la plaza de Tepic. Fueron muchos los años que anduvo toreando -unos diez-, hasta que logra figurar en un cartel en plaza de categoría. Y, en 1911, se presenta en el “Progreso” de Guadalajara en una novillada en la que gustó mucho y escuchó las ovaciones del público. Señalo como dato curioso, que en esta ocasión, llevaba como banderillero a
Ignacio Sánchez Mejías, que en aquel entonces radicaba en México y sin ninguna popularidad taurina. Después de esta corrida, tomó parte en buen número de festejos y su nombre adquirió gran popularidad. En la plaza de “Chapultepec” -desaparecida-, actuó en repetidas ocasiones con la aprobación general. Decidió tomar la alternativa, y el 13 de abril de 1924, Rodolfo Gaona se la dió en la plaza de “El Toreo”. Años más tarde aún seguía actuando, pero con poca frecuencia, por lo que decidió retirarse de la profesión y dedicarse a la vida hogareña. (Agustín Linares: Toreros mexicanos, 1958). Heriberto Lanfranchi, en su obra: La fiesta en México y en España 1519-1969, vol. II., p. 676 apunta sobre Danglada: -Nació en Mazatlán, Sin., el 19 de diciembre de 1888. (De 1908 a 1910 toreó muchos festivales taurinos benéficos en su ciudad natal). 1910, julio 17.-Tepic, Nay.: primera vez de luces. 1912, septiembre 16.-El Toreo (D.F.): presentación de novillero en esta plaza. 1924, abril 13.-El Toreo (D.F.): alternativa (padrino: Rodolfo Gaona; testigo: Luis Freg; toro “Caporal”, de Ajuluapam). Siguió toreando, poco, por los estados de la república hasta 1933. Basto como torero, mataba con buen estilo de certeras estocadas. 1933, diciembre 17.-Plaza “Vista Alegre” (D.F.): última vez que toreó en la capital (mano a mano con Francisco Tamarit “Chaves”; 4 toros de Quiriceo). Murió hace unos diez años en el peor de los abandonos. Hasta aquí este esfuerzo por desentrañar de los viejos infolios y de los libros, algunos pocos datos sobre los diestros que Sinaloa ha tenido, siendo de alguna manera reconocidos como “hijos distinguidos” de este estado del occidente mexicano. Vayan pues, para el recuerdo el nombre de GUILLERMO DANGLADA, figura que Sinaloa, como estado floreciente en nuestro país ha dado a la tauromaquia. DÁVALOS, Timoteo: Picador de toros. Actuó como tal en la plaza del “Buen Gusto” (San Luis Potosí), la tarde del domingo 15 de febrero de 1885, enfrentando junto con los de la cuadrilla dirigida por Refugio Sánchez, ganado de “La Cantera”. DÁVILA, Hernando: Ocupó la función de “cuadrillero” y capitán de a caballo en los festejos por la bienvenida del virrey Lorenzo Juárez de Mendoza, conde de la Coruña. Esto, de acuerdo a datos que provienen del Acta de cabildo del 29 de agosto de 1580. DEGOLLADO, Santos: político mexicano del siglo XIX, y reconocido jinete.
ILUSTRADOR TAURINO. PARTE XIV. TRÉPALE QUE ES MANSITO.
Una vez más, me remito a mi trabajo “Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI”, en cuya 3ª edición (p. 324-7), se encuentran reunidos 1001 poemas, y de los cuales he seleccionado para esta ocasión uno, cuya autoría es de Guillermo Prieto, quien como autor de muy notables escritos, se refiere, en el siguiente romance al general José Santos Degollado Sánchez (1811-1861). Santitos para unos, Héroe de las Derrotas para otros, fue un militar cuya trayectoria no pasó inadvertida, sobre todo en unos momentos en que la confrontación entre liberales y conservadores se exaltó durante su corta gestión como ministro de Relaciones Exteriores, evitando en lo posible que prosperara una guerra civil que ya era inminente. Entre sus actividades extrapolíticas, se encontraba la de un muy buen jinete que, en diversas ocasiones tuvo oportunidad de mostrarse como hábil en eso de montar a pelo. Así que el romance de “Fidel” nos permite entender al político como un personaje profundamente ligado a los quehaceres campiranos, en los que, verso a verso puede apreciarse su habilidad para eso de realizar tan vistosa como comprometida suerte de montar a un toro, que aunque resultase manso, ello representa un elemento de valor que quedó demostrado a su paso por el poblado de Zapotlán, desde donde Guillermo Prieto tuvo oportunidad de corroborar ese acto de valor del que corren aquí las exaltadas letras venidas de su romancero. Esa representación es una de las muchas que por ese entonces comenzaba a difundir en las que hoy considero como investigaciones pioneras en el ámbito rural, realizadas por el escritor Luis G. Inclán. Así, en sus “Reglas con que un colegial puede colear y lazar” publicada en su propia imprenta en 1860, recoge la experiencia de jaripeos, coleaderos que el propio autor de la también novela de costumbres Astucia, logra que quede plasmada toda aquella práctica que durante 20 años el mismo Inclán dedicó a dichos quehaceres, destacando seis modos comunes de colear toros: a pulso, a rodilla, a arción corrida o arriba, a arción bolera para atrás, a arción bolera chica o abajo y a las apeadas o a brinco. Como extensión de cuanto se podía ver en las plazas de toros, la representación de Santos Degollado en el campo es una más de las formas en que se evidenció el diálogo habido entre los ámbitos urbano y rural. Ca. 1855-60
TRÉPALE QUE ES MANSITO Como después de la lluvia que destierra la sequía, parece más lindo el cielo con cara lavada y limpia, lloran de placer las ramas, los sembrados resucitan, las flores alzan el rostro saludando al Sol que brilla, y las corrientes del suelo se juntan, se arremolinan y parece que retozan pereciéndose de risa, así en Zapotlán pasaba tras la negra tiranía, con la lluvia de chinacos que hizo su poder cenizas... Horita ¡Van a los toros! Y la plaza se improvisa con carretas y tablones y está dialtiro maciza. Forman inmenso cuadrado, de las carretas las filas, y dejan al medio un campo de primor para la lidia. Engalanan las carretas arcos de ramas, cortinas, y un celemín de rancheros y de muchachas bonitas. Ellos bota de campana y botonadura rica, con la camisa bordada y toquilla de chaquira; Y ellas de enagua encarnada y lentejuelas que brillan, rebozo de seda y seda, redibada la camisa, y como frescas manzanas las abultadas mejillas. Pero hay debajo los toldos mil catrines y catrinas, con tápalos de burato, con sus mascadas de la India, con sus peinetas de gajos y sogas de perlas finas; Y más arriba del coso
hecho de robustas vigas, están señores y jefes que son de primera fila. Allí estaba el Don Santitos asomando la carita; pero a la verdad pelada, que ninguno en él se fija. Que unos le conocen muchos, y otros no le conocían. Y que comienzan los toros, y empieza la gritería, que es la salsa de la fiesta, de peligro y fechorías: Hay sus saltos de garrocha, capeo de muletillas, y sus flores delicadas, y vistosas banderillas; y hay también sus revolcados entre palmadas y trisca, que se alzan atarantados y corren sin salida... En esto, que sale un toro que al redondel ilumina... Cornicorto, grueso el cuello, soberbio, ligero, altivo, eran llamas sus dos ojos, y era su conjunto lindo, y era marrajo de genio, y era muy matrero el bicho; para la capa, mañoso, para la garrocha, esquivo, para el lazo, inconsecuente, para la cola, tardío... -¡Que lo monten!- grita el pueblo; y entre zambras y silbidos que con el toro en la tierra y le trepan los más listos... Pero uno y otro sucumben y pierden el equilibrio, quedando el toro triunfante, y los toreros corridos... -¡Apriétele ese braguero!gritó en lo alto Don Santitos. Todos el catrín burlaron, de su audacia sorprendidos... -¡Túmbenlo por aquí enfrente!con tono imperioso dijo...
y comenzó la maniobra del pretal, como previno... -¡Triple vuelta!-... -¡Más forzado!-¡Así le hiere el codillo!... -¡Menos abierto ese nudo!... -¡Ora bueno!... -¡Está bien fijo!dijo entonces satisfecho el catrín desde su sitio. -¿Quién lo monta? –dijo entonces, y estallaron encendidos un “¡Móntalo tú!” en mil voces y entre golpes inauditos... entonces, con gran calma, don Santos desciende al circo, sin ambages, sin espuelas. Muy modesto y espedido... se afianza bien, salta al toro, repite terribles brincos, y el jinete sube y baja, pegado cual con tornillos... se alza, se sienta la bestia. Culebrea el cuero liso. y él, en el lomo clavado, fuerte como un martillo... -¿Quién es ese hombre? –Preguntan los rancheros más peritos, y responden orgullosos los de Morelia aguerridos; -¡Ese es Santos Degollado, ese es nuestro Jefe invicto!... -¡Viva el héroe de Zamora!-¡Viva, viva Don Santitos!... Las damas le arrojan flores los jefes le hacen cumplidos, y suenan dianas alegres en el aire conmovido, el ejército y el pueblo ensalzan a su caudillo, mientras Comonfort le abraza con sincero regocijo. Don Santos a Colima con mando reconocido; y Comonfort, justiciero, le dio el mando de Jalisco,
para bien de nuestra causa y en premio de sus servicios.1 Guillermo Prieto. Romancero Nacional. DELGADO CACHO, Magdaleno: Picador de toros. Así se anunciaba este personaje, y cuya referencia aparece en el cartel para la corrida de toros celebrada en Chamacuero de Comonfort, Gto., el 21 de abril de 1907. DELGADO, N.: torero durante la segunda mitad del siglo XIX. (D. I., 10). Probablemente se refiera a Lorenzo Delgado. DELGADO, Esteban: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel para el festejo que sucedió en la plaza de toros del Paseo Nuevo, el domingo 19 de octubre de 1856. ¿Será el “Chapurrado”, ese sobrenombre que destaca frecuentemente en carteles o algunas crónicas de la época? DELGADO, José: Banderillero. De este diestro, por ahora, no se cuenta con mayor información. DELGADO, Juan: Puntillero mexicano, que como tal viene trabajando en las mejores cuadrillas, tanto a las órdenes de espadas españoles como del país. (L. V., 69). También actuó como “loco”. Este personaje se encontraba activo en la plaza de Orizaba hacia 1880, de acuerdo al cartel del 7 de octubre de ese año. DELGADO, Luis G., Moreliano: Banderillero. Su nombre aparece registrado en un cartel, mismo que tuvo lugar en la plaza de toros de “San Rafael”, el domingo de pascua, 1° de abril de 1888, bajo las órdenes de Vicente Navarro, el Tito. DELGADO, Luis S., El Oaxaqueño: Banderillero. Como tal, actuó en la plaza de “San Rafael”, la tarde del domingo 11 de marzo de 1888. DELGADO, Luis: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 18 de diciembre de 1904. DELGADO, Lorenzo: Banderillero que actuó con alguna frecuencia en la cuadrilla de Bernardo Gaviño, sobre todo al mediar el siglo XIX. DELGADO, Magdaleno: Picador de toros. Actuó en un festejo celebrado en la plaza de toros de Celaya, Gto., el domingo 22 de septiembre de 1907. DELGADO VELA, Joaquín: Matador de toros, no se sabe bien si mexicano o extranjero. El hecho de incluírsele en esta galería, es porque se ubicó un cartel, celebrado en la plaza de toros de Puebla, el 8 de agosto de 1915 donde se le anunció para torear junto a Antonio Ortega “El Marinero”, Pedro Domínguez “Dominguín” y Antonio Morales “Rebujina”, en la lidia de 8 ejemplares, 4 de Tepeyahualco y 4 de la Caldera, que llevaban sangra de Miura, Muruve y el Marqués del Saltillo. DÍAZ, Braulio: Matador de novillos, cuyo nombre figura en varios carteles, que hemos visto anunciado corridas en distintas plazas de los estados de México por los años de 1886-87 y otros sucesivos. (L. V., 69). El Eco Taurino. México, D.F., 19 de enero de 1939, Nº 469. Este verso se encuentra fechado el 7 de marzo de 1894. 1
Son las únicas imágenes que identifican a tan peculiar personaje, Braulio Díaz. Braulio Díaz actor de la novela alrededor del torero Lino Zamora, sobre los trágicos hechos ocurridos una tarde que sin ser de toros casi lo fue, por haberse descubierto Braulio Díaz, su victimario, una fenomenal cornamenta. En Ramón Macías Mora. La corrida de ayer... Mito, tradición, ritual, suerte y azar de la fiesta de los toros, Guadalajara, 1996, p. 87. Natural de Zacatecas, durante varios años fue el primer banderillero de Lino Zamora, al cual asesinó el 14 de agosto de 1884 (sic) en la propia ciudad de Zacatecas a causa de un pleito que tuvieron por una mujer, crimen del que no habrá sido considerado culpable, ya que el 5 de octubre del mismo año estuvo con Ponciano Díaz en Cuautitlán, Edo. de México.2 Nunca se presentó en el Distrito Federal, y a partir de 1886 formó su propia cuadrilla y se puso a recorrer la República. Muchos años toreó en Guanajuato y a principios del siglo XX aún lo hacía en los más modestos pueblos, donde por cierto llegó a alternar con Rodolfo Gaona, cuando este famoso diestro empezaba sus correrías taurinas. (H. L. II., 656). DÍAZ, Casto: Matador de toros. Tuvo presencia a finales del siglo XIX. Un cartel, celebrado en la plaza de toros de Toluca, nos comprueba el dicho. Esto ocurrió la tarde del 5 de enero de 1890, enfrentando toros de Atenco. DÍAZ, Cristóbal: torero de a caballo. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían Por lo que se entiende hasta ahora, este personaje, y dada la naturaleza del crimen cometido, se le encarceló posteriormente, aunque la sentencia no fue del todo efectiva, meses más tarde fue liberado, retomando sus actividades. De ahí que acompañara a Ponciano Díaz en otras incursiones toreras por plazas provincianas. 2
dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). Torero profesional de a caballo. Picó con vara larga en las corridas dadas en la Plaza del Volador en el curso de noviembre y diciembre de 1769. En atención a su apodo, podemos suponerlo peninsular nacido en algún lugar de Andalucía. (BFH, 2012, 367). DÍAZ, Fidel: Banderillero mexicano, que figuraba en 1911 en una cuadrilla de su país. El 21 de diciembre de 1913 actuó como matador en la plaza de Veracruz, alternando con Chanito. Banderilleaba aceptablemente, tenía valor y serenidad para ganar la cara a los toros, y con el capote no pasaba de discreto. (J. M de Cossío, III, 233). Muere en León, Gto., el 5 de agosto de 1923.
DÍAZ, Francisco, el Tapatío: Matador de novillos que figuraba ya como tal en diferentes plazas de México en 1887. (L. V., 69). Este personaje se encuentra calificado por el propio Carlos Cuesta Baquero como “el “AS” tauromáquico jalisciense, el espada FRANCISCO DÍAZ…” (Citado en RST, N. R. 24, 84).
Francisco Díaz, el Tapatío.
DÍAZ, José Guadalupe Albino: Padre de Ponciano Díaz, hábil vaquero de la hacienda de Atenco y que en su momento fue reconocido como el más famoso caporal de aquel sitio ganadero, ubicado en el valle de Toluca. Si así puede confirmarse el dicho, es porque el Domingo 21 de enero de 1855 se anunciaba en la prensa el siguiente cartel: Plaza de toros del “Paseo Nuevo”. Bernardo Gaviño y cuadrilla, con 6 toros de Atenco. Función a beneficio de Bernardo Gaviño, a la cual se dignará concurrir S.A.A. el general Presidente Don Antonio López de Santa Anna. Los toros saldrán a la plaza engalanados con vistosas moñas de raso y terciopelo. El 4º toro será banderillado a caballo por el más famoso caporal de la hacienda de Atenco. Se colearán dos ligeros toros. Entre el quinto y sexto toro saldrá uno embolado de la misma raza de Atenco, que será lidiado por la chistosa mojiganga de los “hombres gordos en burros, enanos y gigantes”. José Guadalupe, nació en San Juan la Isla, el 10 de diciembre de 1822. Poseía un término que, entre los caballerangos, caporales o personajes de confianza al administrador de la hacienda, se les daba por aquel entonces. Me refiero al término de “Chilcualón”.3 DÍAZ, Martín: Banderillero, hermano de Braulio, integrante de la cuadrilla de este misma que actuaba con notable frecuencia en plazas del centro del país, sobre todo entre 1870 y 1880. DÍAZ, Toribio: Banderillero. Así aparece anunciado en el cartel delebrado el 15 de febrero de 1885 en la plaza de toros de Toluca, Edo. de Méx. Este personaje estuvo bajo las órdenes de José Machío (español), así como de Felícitos Mejía y Felipe Hernández. DÍAZ y LEÓN, Fidel: Matador de novillos. Se inició como banderillero en diferentes cuadrillas. En 1913, hace su debut en la plaza de Veracruz, en calidad de novillero. Tenía valor, conocía el toreo, pero no pasó de ser una medianía. Por lo vulgar que resultaba, luciéndose solamente, cuando cubría el segundo tercio, que era su especialidad. (A. L., 83). Nació el 23 de marzo de 1889. Discípulo de “Ojitos” desde la fundación de la Cuadrilla Juvenil Mexicana ha ocupado el puesto de primer banderillero. El muchacho es tan animoso y decidido con los toros, bastante seguro con las banderillas y un regular peón de brega, tiene excelentes facultades que, si las aprovecha y corrige algún defectillo podrá distinguirse entre sus compañeros. Toros y Toreros. N° 3 Extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907. DÍAZ PLATA, Macías: Banderillero, no sé si español o americano. Pareaba en México en 1891, según veo en un cartel de la plaza de Puebla. (J. M de Cossío, III, 239). DÍAZ PONCE, Aurelio: Loco y puntillero. Así se le anunció en un cartel que se celebró la tarde del domingo 30 de abril de 1882, en Orizaba, Ver., como integrante de la cuadrilla “hispano mexicana”, dirigida por Francisco Gómez “El Chiclanero”. DÍAZ SALINAS, Guadalupe: Lazador. Aparece incluido en el elenco de la compañía que dirigió Ponciano Díaz, en una actuación que tuvo lugar en la plaza de toros en Toluca, el domingo 1° de junio de 1879. DÍAZ SALINAS, José: Alternó con su hermano Ponciano, en varios festejos allá por 1883, al parecer como picador de toros.
3
CHICUALÓN o CHILCUALÓN: Trabajadores que recibían pago adicional.
DÍAZ SALINAS, Ponciano: Nació en la hacienda de Atenco, estado de México, el 19 de noviembre de 1858 (debe decir 1856), siendo sus padres Guadalupe Díaz González y María de Jesús Salinas. Hizo su aprendizaje en la referida hacienda de Atenco, con toros de la muy acreditada ganadería que en ella radica, y empezó a torear públicamente en 1873 en diferentes plazas de la república, a las órdenes de los hermanos Hernando y Bernardo Gaviño.4
Este mozo inquieto, charro de muchos bríos, lazador certero y valedor hasta la raya es, por la época el famoso “Capitán de gladiadores” Ponciano Díaz que ascendió a dicha categoría en abril de 1879 de manos de Bernardo Gaviño. Cortesía, Guillermo Ernesto Padilla. Quizá lo que debe aclararse es que se trata no de los hermanos Hernández, Tomás y José María, así como del padre de estos, Tomás Hernández El Brujo, quien en su momento fue caballerango en la propia hacienda. Por otro lado, y bastando la falta de una coma, también estuvo en la cuadrilla de Bernardo Gaviño (Nota del compilador). 4
En 13 de abril de 1879 se presentó como jefe de cuadrilla en la plaza de Puebla, toreando después como tal en las de Ameca (debe decir Amecameca), Toluca, Cuautitlán, Huisachal (cuyo circo estrenó y a cuya corrida inaugural asistió por primera vez público de México, San Luis de Potosí, Aguascalientes, Zacatecas, Durango, Guadalajara, Saltillo, Chihuahua, Orizaba, Pachuca y otras muchas de segundo orden. Autorizadas nuevamente en México las corridas de toros por acuerdo del Congreso en marzo de 1886, y que habían sido prohibidas en 1869. Ponciano Díaz estrenó la plaza de San Rafael, primera que se construyó en la capital de la república mexicana. Dos años después, e 15 de enero de 1888 estrenó la plaza de su propiedad, titulada de Bucareli, levantada en la capital, y en la que en 26 de agosto del mismo año se efectuó una corrida a su beneficio, a la que asistieron más de 18,500 personas, quedando fuera sin haber conseguido boletos de 6 a 7,000 individuos, con cuyo público se llenó otra plaza de México, titulada del Paseo y en la que trabajaban las cuadrillas del Zocato y el Tito. Ponciano, que desde que comenzó a torear como jefe de cuadrilla había toreado con Machío, el Gallo y otros diestros españoles, hizo un viaje a Europa en 1889, deteniéndose especialmente en España, con objeto de estudiar y ver el espectáculo taurino, a que se había dedicado con tanta fe. En la plaza de Madrid hizo su debut en la tarde del 28 de julio del referido año de 1889, ejecutando, en unión de los picadores (Agustín) Oropeza y (Celso) González, que lo acompañaban en su excursión, diferentes suertes del toreo mexicano, con general aplauso, y poniendo banderillas a caballo con gran precisión y maestría. Después de trabajar en las plazas españolas del Puerto de Santa María y Sevilla, y en las portuguesas de Porto y Villafranca de Xira; volvió a Madrid, donde tomó la alternativa de matador de toros de manos del célebre espada Salvador Sánchez Frascuelo, en la 14ª corrida de abono efectuada el 17 de octubre de 1889. A los pocos días regresó a su país, donde ha continuado ejerciendo la profesión, alternando con cuantos matadores de toros españoles han estado y permanecen en los diferentes estados de la república mexicana. Su residencia habitual es México. Ha sido empresario de no pocas plazas de la república y ha protegido a gran número de diestros, tanto mexicanos como de otras partes. Es una especialidad banderillando a caballo y goza de gran prestigio y simpatías en el país. (L. V., 69-72). El texto que aporta Leopoldo Vázquez respecto a Ponciano Díaz, requiere de algunas precisiones, lo que me permito hacer a continuación. Vázquez vio editada esa obra suya en 1898. Para entonces, todavía no había desaparecido Ponciano, quien murió el 15 de abril de 1899. Sin embargo, la información que acumuló al respecto de la presente ficha biográfica, deja mucho que desear por las constante imprecisiones de que fue objeto, no sé si por él mismo, o por sus informantes. Para entonces, ya habían sido publicadas algunas reseñas biográficas del personaje, como la de Domingo Ibarra, en 1887, 5 la “Biografía del célebre torero mexicano Ponciano Díaz, con todos sus hechos muy notables y las cogidas que ha tenido”, Cádiz, 1889.
Domingo Ibarra: Historia del toreo en México que contiene: El primitivo origen de las lides de toros, reminiscencias desde que en México se levantó el primer redondel, fiasco que hizo el torero español Luis Mazzantini, recuerdos de Bernardo Gaviño y r eseña de las corridas habidas en las nuevas plazas de San Rafael, del Paseo y de Colón, en el mes de abril de 1887. México, 1888. Imprenta de J. Reyes Velasco. 128 p. Retrs. 5
En mi caso concreto, debo apuntar que, desde 1986 y hasta la fecha, he mantenido abierta una línea de investigación que se ha concretado lentamente como la biografía dedicada al personaje, con lo que se apunta aquí, por parte del autor español; de ahí que fuera necesaria la presente advertencia.6 Aún queda algo por incluir… De entre las diversas fuentes consultadas para dar forma a la presente “Galería”, se encuentra un largo texto de Agustín Linares (véase bibliografía), que dedica a Ponciano Díaz. No quise transcribirlo. Prefiero reproducirlo y colocarle en un lugar especial, como ahora lo hago.
José Francisco Coello Ugalde: Registro General de Obra. Aportaciones Histórico Taurinas N° 13: BIOGRAFÍAS TAURINAS, Nº 2. “Ponciano Díaz Salinas, torero del XIX a la luz del XXI. Prólogo de D. Roque Armando Sosa Ferreyro. Con tres apéndices documentales de: Daniel Medina de la Serna, Isaac Velázquez Morales y Jorge Barbabosa Torres”. 404 p. Ils., retrs., facs, tablas. (Inédito). 6
404 Agustín Linares: Los toros en España y México. Prólogo de Carlos Arruza. Viñetas de Antonio Ferrer. México, talleres de “Ofset Vilar y Trillas”, S.A., 1968. 515 p. Ils., fots., retrs. DÍAZ PLATA, Matías: Banderillero. Se le ubica con esa labor en plazas de San Luis Potosí a finales del siglo XIX. Toros y Toreros. Tercer número extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907. DÍEZ DE LA BARRERA, Pedro: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.7 DOMÍNGUEZ, Manuel: arrastrador. Nació en Puebla. DOMÍNGUEZ, Manuel: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. DOMÍNGUEZ, Tereso: Banderillero. Fue integrante de la cuadrilla dirigida por el “Capitán Espada” Refugio Sánchez “Lengua de bola”, y que actuó la tarde del 28 de octubre de 1882 en la plaza de toros en Toluca, México. DOMÍNGUEZ AMADOR, Manuel, Berrinches de la Lagunilla: Picador de toros. nació el 24 de diciembre de 1895. Contaba unos veinte años cuando debuta en un festival de aficionados, en calidad de picador. Como estuvo bien aquella tarde, sus amigos lo animaron decidiendo hacerse profesional. Fue Luis Freg el primer matador con quien estuvo colocado bastante tiempo. Ha picado a las órdenes de “Alcalareño”, Pepe Ortiz, Antonio Posada, Jesús Solórzano, Luis Morales, Juanita Cruz, “El Soldado”, David Liceaga, Ricardo Torres, Eduardo Solórzano, Silverio Pérez, Luis Procuna, “El Vizcaíno”, Pepe Luis Vázquez –mexicano-, Jorge Medina y Anselmo Liceaga. (A. L., 93). DOMÍNGUEZ, Gavino: Picador de toros, que se integró a la cuadrilla de Ponciano Díaz que trabajaba hacia 1885. DOMÍNGUEZ, Pedro, Dominguín: Matador de toros. Nació en Chihuahua el 14 de mayo de 1892. En sus principios, aprendió el oficio de tipógrafo. Para 1910 se une a una cuadrilla juvenil chihuahuense, la cual se presenta en la propia capital del estado el 31 de octubre de 1911 –en plena revolución mexicana-, esto con toros de Bachimba. Como alternante iba el futuro diestro José Ramírez Gaonita. Tiempo más tarde se estableció en Monterrey, con lo que sus afanes continuaban entre contratos y percances, como el que recibió en Puebla, donde un toro de la “Caldera”, le echó fuera los intestinos. María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 7
En la primera corrida de la temporada 1925 en la ciudad de México, Domínguez salió de sobresaliente con Juan Silveti y “Joseíto” de Málaga y como ambos entraron a la enfermería imposibilitados para seguir la lidia, “Dominguín” se encargó de despachar dos toros de San Diego de los Padres y aunque sin gran lucimiento, lo hizo pronto y no aburrió.
DORAZCO, Guadalupe: Banderillero. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224. DUARTE, Antonio, Cúchares: Torero español que vino a México, en compañía de Francisco Torregosa “El Chiclanero” y que actuaron, contratados por la empresa de la nueva plaza de toros del “Paseo Nuevo” a finales de 1851. Ambos, así como llegaron, así se fueron. La “monumental plaza de toros” del Paseo Nuevo, situada privilegiadamente en la antigua glorieta que todo mundo conoció como “El Caballito, fue construida al oriente de la pieza escultural de Manuel Tolsá. Actualmente debemos ubicarla en donde se encuentra el antiguo edificio de la Lotería Nacional. Lauro E. Rosell dice que en dicha plaza (...) tomaron parte, entre otros, el famosísimo torero español que fue ídolo de las multitudes llamado Bernardo Gaviño, (del que se afirma que nunca dio tres estocadas a un toro) en compañía del renombrado torero Mariano González, apodado “La Monja”, así como también allí lució sus portentosas habilidades como lidiador, el célebre torero mexicano Ignacio Gadea, notabilísimo jinete que fue el inventor de la olvidada y hermosa suerte de poner banderillas a caballo.8
Lauro E. Rosell: Plazas de toros de México. Historia de cada una de las que han existido en la Capital desde 1521 hasta 1936. México, Talleres Gráficos de EXCELSIOR, 1935., p. 28. 8
Además, por aquella época también participó el genial novelista Luis G. Inclán quien en compañía de su excelente caballo El Chamberín hicieron las delicias del público. Lo que debe destacarse aquí es que como “teatro de acontecimientos” cumple cabalmente con dicha etiqueta, puesto que se representaron festejos llenos de una intensa fascinación, participando no solo los toreros de a pie o de a caballo que por costumbre eran conocidos, sino también por otro conjunto de actores que representaban mojigangas, ascensiones aerostáticas, fuegos de artificio y otra variedad muy pero muy interesante. Durante los 16 años que funcionó como escenario taurino, la plaza del Paseo Nuevo estuvo al servicio de una independencia que así como enriqueció al espectáculo, probablemente también lo bloqueó porque no hubo un avance considerable, puesto que las representaciones se limitaban al sólo desarrollo de lo efímero. Con Bernardo Gaviño las condiciones no iban más allá de lo cotidiano Esto es, se convierte de pronto en un personaje que lo controla todo lo que, a los ojos de Carlos Cuesta Baquero originaba también que las corridas fuesen de identidad tan completa que llegaba a la monotonía. Todas estaban calcadas en el mismo estilo artístico. Toreando siempre el mismo espada, los mismos banderilleros y los mismos picadores, haciendo durante todo el año y por muchos años, en veinticinco ocasiones, porque ese número eran las corridas efectuadas en las poblaciones de importancia. Los aficionados asiduos, que los había igualmente que en la época actual, podían de antemano describir los lances taurinos que harían los toreros y el modo artístico que les imprimirían. Salvo algún incidente sangriento -afortunadamente excepcionales- los espectáculos taurinos eran completamente iguales unos a otros. Por tal acostumbrada monotonía, cuando algún “AS” andariego, se presentaba, acompañado de uno o dos banderilleros o de un banderillero y un picador, el público abarrotaba los billetes de entrada y llenaba las localidades del coso. Había la ilusión de lo novedoso, la promesa de contemplar algo diverso a lo ya conocido. Y cualquier detalle sin importancia pero que ofreciera desemejanza a lo habitual era inmediatamente notado y comentado exageradamente. Pero desafortunadamente tales detalles disímbolos eran muy escasos, pues todos los “ASES” tenían el mismo, igual pauta. Así eran las características de “nuestro nacionalismo taurino” en su primera etapa. Persistieron hasta el final, cuando la penúltima jornada artística de Ponciano Díaz, pero en el año de 1851 adquirió otro distintivo. Fue lo que en nuestro idioma nombramos PATRIOTERÍA y tomando neologismos del idioma inglés y del francés titulamos respectivamente “JINGOISMO” y “CHOVINISMO” (...) Como vemos, surgió además un síntoma de obsesiones que marcaron el comportamiento de una afición que sintió como suyo a Gaviño, torero que además de todo, aprovechó perfectamente dicha circunstancia al grado de que cuando sucedía alguna “invasión” como la de los supuestos Antonio Duarte “Cúchares” y Francisco Torregosa “El Chiclanero” (“invasión” ocurrida en diciembre de 1851) estos prácticamente fueron expulsados por la afición; pero en el fondo, todo aquello fue arreglado por el gaditano quien no quería verse alterado por “intrusos” de aquella ralea. Con todo y que Bernardo era español, pero un español avecindado de por vida en México, y quizá habituado a la forma de ser del mexicano, escuchó, de parte de los asistentes a varias de las corridas donde actuaban paisanos suyos, el grito intolerante de “¡Mueran los gachupines!” como una muestra de rechazo hacia el intruso, pero de afecto y apoyo hacia un torero que el mismo público -de su ladoterminó haciéndolo suyo, al grado de semejantes demostraciones de pasión extrema. DURÁN, Antonio: Banderillero. Se le ubica con esa labor en plazas de San Luis Potosí a finales del siglo XIX. Toros y Toreros. Tercer número extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907. DURÁN, José, El Vaquero: Se le anunció como picador de toros en el festejo celebrado en la plaza de toros de Morelia, la tarde del 1° de noviembre de 1899. DURÁN, Julio: Banderillero que participó en diversos festejos a finales del siglo XIX, sobre todo en
plazas provincianas. Según fama, era bastante entendido con el capote de brega, y lucido con las banderillas. DURÁN, Pedro: Picador de toros, natural de Guanajuato, que trabajó a las órdenes de acreditados diestros del país y algunos españoles. Toreando en la plaza del Paseo, de México, el 23 de octubre de 1887, un toro le infirió una cornada en la pierna derecha, fracturándole además el muslo (¡¿!?) (L. V., 72). Del percance nos presenta amplio detalle Carlos Cuesta Baquero: La tarde del 23 de octubre de 1887, en la plaza de toros El Paseo (…) salió en tercer turno en la primera corrida, (el cual) hirió gravemente al picador Pedro Durán, rompiéndole con el asta lo s dos huesos de la pierna derecha, cerca de la articulación con los de pie, en la espinilla. Ya la lesión de por sí era grave, pues la fractura fue de las que los cirujanos llaman conminuta y expuesta, que casi siempre ocasionaban, en aquella época, la amputación; pero en el desgraciado picador se volvió mortal por un descuido. La falta de asepsia, lo imperfecto del servicio médico de la enfermería de la plaza o de la sala del Hospital Juárez, a donde fue trasladado el herido, dieron oportunidad al vibrión séptico, al letal micro – organismo descubierto por el sabio Pasteur, a quien hiciera una trastada, y a los dos días después de herido, falleció Durán, víctima de una gangrena gaseosa. (C. C. B. T., I, 482). La falta de verdadera “mona” porque los picadores mexicanos solamente usaban una imitación de la “espinillera” o “gregoriana” (los dos nombres tiene) manufacturada con vaqueta (por eso digo era imitación, pues la verdadera es de hierro) hacía que la pierna derecha estuviera en peligro de ser corneada, aun no derribando el toro al caballo. Esa carencia de “mona” fue la causante de la muerte del picador nombrado Pedro Durán, a quien un toro dio terrible cornada fracturándole los dos huesos de la pierna (la tibia y el peroné), lo que fue causa para la infección de la grave herida y el fallecimiento por “gangrena gaseosa”. (Citado por RST, N. R. 4). DURÁN, Patricio: Con bastante aceptación estoqueaba toros en diferentes plazas americanas antes de 1837. (Aunque el autor no precisa su nacionalidad). (L. V., 72).
Autorretrato de Francisco de Goya y Lucientes que ilustraría a cualquier personaje de entre siglos (XVIII y XIX) que habría podido desarrollarse en la tauromaquia. El Ruedo. Madrid, España, del 20 de enero de 1949, p. 25.
E ECHEVERRÍA, N.: Torero profesional de a pie. Tomó parte en las bregas de reses bravas con las que a fines de 1785 se conmemoró la venida del virrey conde de Gálvez. (BFH, 2012, 367). ECHEVARRÍA BASULTO, Nicolás, El Chato Echevarría: Picador de toros. nació en Minatitlán, Veracruz, el 10 de septiembre de 1900. A los doce años fue con sus padres a radicar a Mérida, donde vio toros y se aficionó por el espectáculo. En 1920 empezó a picar por aquellos contornos, haciéndolo hasta 1926, en que llegó a la capital de México, donde actuaba con relativa frecuencia. En sus comienzos, recibió la ayuda del gran aficionado don Amado Puga. Ha figurado en las cuadrillas de “Cagancho”, Ricardo Torres, “Guerrita” y Miguel Ángel García. (A. L., 95). ECHEVARRÍA, Ramón, Bienvenida chico: Banderillero asturiano de modestísima categoría, que actuaba tan sólo en novilladas. Aspirando a mayores empresas, o para asegurar mejor sus medios de vida, marchó a México en 1912. Su notoriedad allí la adquirió por su desgracia. En el mismo año de 1912 un toro de Nopalapan le dio una tremenda cornada con fractura completa de la pierna derecha. Y el 7 de junio de 1913, en la segunda corrida que toreaba después de aquel gravísimo percance, en la plaza de Veracruz, otro toro, también de Nopalapan, le infirió en el pecho tan tremenda cornada que falleció al siguiente día. (J. M de Cossío, III, 259). ENCISO, José: Torero profesional de a caballo. Intervino en las corridas de toros que se dieron en el curso de 1796 en un circo hecho en el Paseo Nuevo de Bucareli. (BFH, 2012, 368). ENRÍQUEZ, Serapio: picador de toros, cuya presencia fue notoria en festejos celebrados a mitad del siglo XIX, sobre todo en la capital del país. ESCASENA (o Escacena), José: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. ESCALONA, José: Banderillero que hace tiempo viene actuando como tal en las plazas de los diferentes estados de México. Ignórase si es hijo de aquel país o procede de España. (L. V., 74). ESCAMILLA, Antonio: Celebrado diestro mexicano poniendo banderillas. En una corrida efectuada en San Luis de Potosí el 7 de julio de 1838 (debe decir 1839), en obsequio al general D. Isidro Reyes, banderilleó un toro con los pies engrillados. De modo que lo efectuaría quebrando, única manera de evitar el derrote de su enemigo con el aditamento referido en los pies. En México, pues, y en la referida plaza se efectuó el quiebro en banderillas que posteriormente en España, y pasados algunos años, dio tanta fama al célebre diestro Antonio Carmona El Gordito. (L. V., 74). Su nombre aparece en varios carteles, como el que se dio en San Luis Potosí, el 7 de julio de 1839 o aquel donde se encuentra anunciado como “tercera espada” en un cartel, para el festejo del 20 de octubre de 1850, en la Plaza Principal de Toros en el Paseo Nuevo, en la ciudad de Puebla. (Col. del autor). ESCAMILLA, Antonio: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel para el festejo organizado en la plaza de toros de Tacubaya, la tarde del 9 de febrero de 1851.
Cartel que evoca el nombre de Antonio Escamilla, actuando en 1839. ESCAMILLO y/o ESCAMILLA, Encarnación, El Temerario: torero originario del bajío mexicano, quien actuó con frecuencia en festejos durante el último tercio del siglo XIX. Hay un registro de alguna actuación suya en la plaza de toros del Huisachal, el 4 de noviembre de 1883, mismo que aparece en El Diario del Hogar, del 6 de noviembre siguiente, p. 3. ESCOBAR, Antonio: Torero de a pie. Actuó en un festejo celebrado en la plaza de toros “Bucareli”, la tarde del 11 de julio de 1897. He aquí lo que La Patria, D.F., del 13 de julio siguiente apuntaba: Palmas y pitos en la plaza de Bucareli. La novillada de ayer. Cogida del picador Celso Castro. Con tarde nublada y mediana entrada, se celebró la tarde del domingo una novillada organizada por el popular (¡!) Poncianillo, a favor de las víctimas de la catástrofe de la “Fábrica de la Carolina” de la ciudad de los Ángeles. Muy breve voy a ser para dar algún detalle acerca de esta novillada. El ganado, según rezaba el cartel, procedía de la ganadería de Atenco y de las estancias La Mata, del estado de Querétaro y
Arroyo Hondo, del de Veracruz, pero aunque esto decía el cartel, para mí los toros eran del Rastro. El juego que dieron fue mediano como podrán ver mis lectores (…) Espadas: Romárico González, José Rodríguez y Antonio Escobar. ESCOBAR, Pedro: torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. ESCOBEDO, Domingo: Picador de toros. Actuó, de acuerdo a un cartel que se celebró en la plaza de toros de Orizaba, Ver., la tarde del 8 de junio de 1882, enfrentando toros de Nopalapam. ESCOJIDO, Agapito: banderillero. Hay un registro de alguna actuación suya en la plaza de toros del Huisachal, el 4 de noviembre de 1883, mismo que aparece en El Diario del Hogar, del 6 de noviembre siguiente, p. 3. ESCUDERO, Emilio: Banderillero. Se presentó en la plaza de toros “Ojitos” en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 12 de abril de 1914, alternando con José Carrasco y Miguel Gallardo “Miguelillo”, como sobresaliente, en la lidia de 5 “hermosos novillos puntales de la acreditada ganadería “La Fuente”. ESCUDERO, Francisco: Regidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México en 1601. Fue un conocido “Cuadrillero”, que participaba en juegos de cañas o corriendo toros, sobre todo cuando se celebraban fiestas, entre otras las de San Hipólito. R.T., 2017, 163). ESCUDERO, José: Matador de toros, al parecer de origen jalisciense. Actuó el 10 de febrero de 1913 en un festejo llevado a cabo en el “Progreso” de Guadalajara, alternando con Jesús Ténes que enfrentaron toros de La Constancia. (R. M. M., 394). ESCUDERO DE FIGUEROA, Francisco: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1606. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. ESPARZA, Cenobio: Picador de toros. fue un buen jinete, que dominaba el toreo a caballo, figuró en las cuadrillas de Carlos Lombardini y López, con los que actuó en ruedos españoles. Era seguro en el momento de la reunión con el toro. Tiene un hijo del mismo nombre, que también figura en este libro, en calidad de piquero. (A. L., 97). Muere en Orizaba, Ver., el 22 de abril de 1945.
ESPEJEL, Agustín, Veneno: Picador mexicano, buen caballista como todos los del país, que hace poco viene figurando en cuadrillas de segundo orden. (L. V., 74). ESPINOSA OROZCO, Fermín: Banderillero. Hermano menor de Pedro y que José Marrero “Cheché” bautizó como “Armilla”. Si Pedro era un buen banderillero, fue mejor su hermano, padre de Zenaido, Juan, José y Fermín, quien llegó a tener en su época un enorme cartel en las plazas del interior de la República, como peón y como banderillero, al grado que los toreros españoles que venían como los matadores de aquella época, no llegaban sino hasta San Luis Potosí. De San Luis Potosí para arriba, nadie podía con Fermín Espinosa “Armillita”, que durante muchos años fue el peón de confianza de “Reverte Mexicano”. En cierto momento quedó colocado en la cuadrilla de Ponciano Díaz, a quien siguió en una funambulesca gira por los estados del norte de la República, lidiando toros de seis y hasta siete años. De él se cuenta que una tarde que toreaban “Caro Chico” y Silverio Rodríguez en San Luis tuvo que actuar como único peón, cobrando ciento y pico de pesos y teniendo ánimos todavía para ir ya por la noche, a oir la música en la Plaza Municipal. Tuvo que llegar el año de 1925 en que Juan, su hijo y ya novillero de categoría, le vendió el traje de luces para que se le quitara de la cabeza seguir toreando y no perder la costumbre de llevar “el diario” a la casa, aunque sus hijos cobraban lo suficiente para todo. Todavía Fermín Espinosa banderilleó los toros de su hijo Juan cuando éste toreaba por primera en la plaza de Chapultepec. Nació en Zacatecas en el año de 1880, pero residió desde muy temprana edad en Saltillo, y aprendió el oficio de zapatero, que simultaneaba con las prácticas del toreo, empezadas cuando contaba catorce años. Primeramente tuvo el apodo de “Campanero”, que el banderillero español (Saturnino Frutos) “Ojitos” le cambió por el de “Armillita”. Formó en las cuadrillas de Reverte Mexicano, Checé, el Serio, Rodarte y Juan Silveti… (J. M de Cossío, IV, 444). ESPINOSA OROZCO, Pedro: Banderillero. Llegó a figurar en la cuadrilla de Bernardo Gaviño. Y así se desempeñó en años del último tercio del siglo XIX mexicano.
Dos imágenes de Fermín Espinosa Orozco. Al centro Pedro, su padre. ESQUIVEL, Cosme: Picador de toros. Su nombre aparece registrado en el cartel que se celebró en la plaza de toros de Toluca, el 22 de octubre de 1882, la cual encabezaron José María Hernández y Encarnación Escamilla. Es probable que haya nacido en la hacienda de Atenco. ESTAÑÓN, Mariano: Lazador profesional. Se halló presente en las fiestas taurinas verificadas en el Volador con motivo de la restauración de Fernando VII, en 1815, así como en las que se dieron en San Pablo cuando fueron las bodas del propio Fernando y de su hermano don Carlos con las princesas del Brasil, en el curso de 1817. A principios de 1819 formó parte de la cuadrilla de a caballo de Xavier Tenorio, que por esas fechas actuaba en la Real Plaza de San Pablo. (BFH, 2012, 368). Lazador. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. ESTEBAN ORTIZ, Jesús, Sordo: Banderillero de toros, natural de Bilbao. Nació el 5 de febrero de 1899. Hace varios años que partió para México, donde torea desde entonces. (J. M de Cossío, III, 267). ESTRADA, Felipe: espada de a pie. Según “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. Torero profesional de a pie. Se le contrató como primer espada-capitán de cuadrilla para las corridas con las que se solemnizó la vuelta de Fernando VII a sus dominios en 1815; con igual categoría actuaba en la Real Plaza de Toros de San Pablo por los primeros meses de 1819. (BFH, 2012, 368). ESTRADA, Juana: “Valerosa torera de a pie”. Apareció anunciada en un cartel que se celebró la tarde del domingo 18 de mayo de 1879 en la plaza de toros de Toluca.
ESTRADA, Santiago: Torero profesional de a caballo. Participó en las lidias taurinas que se hicieron en diciembre de 1796 en un circo que se hizo por el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 368). ESTUPIÑÁN, Antonio: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 9 EZPELETA, Ignacio, Espeletita: Este modesto matador de novillos gaditano, al que brevemente me refiero en la pág. 268 del tomo III de esta obra, falleció en México el 22 de febrero de 1951, a los María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 9
sesenta y dos años. Residió en aquella República desde 1906. Tomó la alternativa en Puebla, de manos de Reverte Mexicano. Doctorado al que posteriormente renunció para seguir actuando como novillero. (J. M de Cossío, IV, 445). En casos como el presente, debe considerarse el hecho de que diestros extranjeros en cuyo destino fue decidir quedarse a radicar en nuestro país buena parte de su vida, los hace tan propios que puede uno considerarlos como “mexicanos”. Desconozco, en todo caso, si el personaje en cuestión, decidió cambiar su nacionalidad o mantener la española.
F FANDOS, Sandalio, El Señorito: Matador de novillos. Actuaba en ruedos mexicanos por el año de 1892 y subsiguientes. Llevaba este apodo, por su arrogancia y distinción al vestir, tanto en traje de luces como en ropa de calle. Figuró con frecuencia en los carteles de su época. (A. L., 105). FELIPE, N., El Mexicano: Torero profesional de a caballo. Concurrió a los festejos con los que se celebró en Celaya la exaltación al trono de Carlos IV en diciembre de 1791. Aparte de su salario como picador, se le dieron cuatro pesos más para que actuara de “loco” con obligación, además de asaetear a los astados. (BFH, 2012, 368). FERNÁNDEZ, Antonio: Picador de toros mexicano, que viene ejerciendo la profesión hace poco. Trabajó hacia 1897 con bastante aceptación. (L. V., 76). FERNÁNDEZ, Antonio, Mazzantini: Picador de toros, nacido en Cayón (Santander). Muy joven aún embarcó para México para dedicarse al comercio. Vió algunas corridas de toros, entusiasmándole sobremanera, y decidiendo dedicarse a ellas, abandonó la tienda en que trabajaba. Empezó a actuar en corridas de poca importancia, haciendo en el arte progresos extraordinarios, hasta el punto de que en 1900 era considerado como uno de los mejores piqueros del país. En el primer viaje que hizo Antonio Montes a México, el año 1903, pudo apreciar los méritos de su tocayo montañés y lo incluyó en su cuadrilla. (…) Aquejado de una grave dolencia al hígado, hubo necesidad de operarle, muriendo, a pesar de todo, en México el 19 de marzo de 1908. Antonio Fernández, dados los conocimientos y experiencia que pudo adquirir en tan poco tiempo, fue un excelente varilarguero. Llamaba la atención sobremanera en sus primeros tiempos por la voluntad que ponía en el trabajo, lo cual, unido a su fuerte musculatura y agilidad, le proporcionaba buenos éxitos. (J. M de Cossío, III, 273). FERNÁNDEZ, Federico: Matador de novillos. Apareció en los ruedos el año de 1911, y aunque en un principio parecía iba a despuntar en la profesión, a medida que pasó el tiempo, se fue opacando. (A. L., 105). FERNÁNDEZ DE CASTAÑEDA, Andrés: Administrador de Reales Rentas de Alcabalas en Tehuantepec. Cuando en este pueblo hicieron las celebraciones por la proclamación de Carlos IV, en el curso de septiembre de 1791, salió a hacer en la plaza ciertos ejercicios de caballería; después, junto con otros caballeros se quedó en el ruedo para lucir su destreza frente a los bureles como picador de vara larga. (BFH, 2012, 368-9). FERNÁNDEZ DE LARA, Juana: Se apodaba “Morenita de Puebla” y a principios del siglo XX estaba de banderillera en cuadrillas femeninas. (h. L. II., 787). FERNÁNDEZ, Federico, Saleri: Banderillero. Actuó en un festejo celebrado en la plaza de toros de Celaya, Gto., el domingo 22 de septiembre de 1907. FERNÁNDEZ, Francisco, Isleño: Banderillero muy aceptable en México, de donde es natural y que está en su apogeo desde 1894. (L. V., 76).
FERNÁNDEZ, Ignacia, la Guerrita: torera de a pie. JUANA BERMEJO, IGNACIA FERNÁNDEZ O SOLEDAD GUERRA, LAS TRES CON EL SOBRENOMBRE DE “LA GUERRITA”, PERO SÓLO UNA ESTUVO EN MÉXICO. Las cuatro fotografías que ilustran estas páginas, nos presentan a una mujer que por sí misma, refleja el sentido de una extraña visitante que estuvo en nuestro país, en las postrimerías del siglo XIX. Para empezar, llama la atención el siguiente dato: El Universal, T. XVII, 3ª. Época, de sept-oct. De 1890, Nº 202 recoge una nota sobre una corrida de toros efectuada en Zacatecas. 30 de noviembre. “Ayer se dio una corrida en la que banderilló dos veces y mató dos toros “La Guerra”, una mujer española”. (También actuó en Guadalajara, el 21 de noviembre de 1897, alternando con El Ecijano, quienes lidiaron ganado de Cuisillos. Ella se enfrentó a dos toretes. A uno lo remató de un pinchazo y una estocada y al otro de una sola estocada. La aplaudieron con frenesí y le arrojaron bastante dinero. Nota de El Toreo. Semanario Ilustrado, año III, Nº 2 del 29 de noviembre de 1897). También lo hizo en la plaza de San Bartolo, Naucalpan, el 8 de diciembre de 1897, alternando con El Señorito, en la lidia de toros de la Vaquería de Atenco. La novedad de la corrida fue la presentación de la torera española Ignacia Fernández La Guerrita, que estoqueó dos becerros que jugaron en 3º y 4º lugar. Es tan valiente como lo puede ser cualquier torero. Al primero lo mató como Dios le dio a entender y el 2º lo dejó vivo. Para novilladas de chufla está de primera. (El Toreo. Semanario Ilustrado, año III, Nº 4, del 13 de diciembre de 1897). ¿De quien se trata entonces? Aquí tenemos tres nombres distintos y un mismo sobrenombre. Por eso, al ocuparme de Juana Bermejo, Ignacia Fernández o Soledad Guerra, surge la enorme duda sobre quien de las tres fue la verdadera mujer que posó para el fotógrafo W. Scott en el improvisado estudio del que salió directamente a la plaza, seguramente una tarde del mes de enero de 1898, para actuar al lado de Ponciano Díaz, en la plaza de toros de Tenango del Valle, en el estado de México. Nuestras conclusiones apuntan a la persona de Ignacia Fernández “La Guerrita”, quien vino a probar fortuna por estas latitudes. ¿Cómo comprobarlo? Según Emilia Boado y Fermín Cebolla en su libro Las señoritas toreras, publicado en Madrid el año de 1976, nos dicen que en 1898, Ignacia Fernández fue contratada en México, y decide quedarse en nuestro país, “porque pagaban mejor”. Dieciocho años permaneció en la tierra charra, ganó mucho dinero y cosechó cinco cornadas tremendas, hasta retirarse en junio de 1910. ¿Es entonces “la Guerra”, aquella mujer española que actuó en Zacatecas en noviembre de 1890, la misma que aparece alternando con Ponciano Díaz en 1898 y la que citan los dos autores anteriores, como la que permanece en México hasta por dieciocho años? Concluyo diciendo que sí, puesto que ninguna otra mujer española visita este país, sino hasta cuando aparece la cuadrilla de “Señoritas toreras” la tarde del 20 de febrero de 1898 en la plaza de toros de “Bucareli” en estos términos: 6 toros y toretes de muerte de Tepeyahualco. Estreno en México de la notable cuadrilla de Señoritas Toreras. 4 toretes de Tepeyahualco. Matadoras: Dolores Pretel “Lolita” y Angela Pagés “Angelita”. 2 toros de Tepeyahualco, lidiados por una cuadrilla que capitanean los dos auxiliares de las SEÑORITAS TORERAS, matando los dos toros el valiente diestro José Huguer MELLAITO. Luego, en 1902 y 1904, respectivamente surgieron otras dos cuadrillas, una que se presentó en la plaza de toros “Chapultepec” la tarde del 25 de diciembre de 1902, cuando se presenta la nueva “Cuadrilla de Señoritas Toreras”. Matadoras: Dolores Pretel “Lolita” y Emilio Herrero “Herrerita”. Cinco toretes de San Diego de los Padres. Banderilleras: Rosa Simó, Encarnación Simó y Dolores Prats. ¡Un lleno total! Mucho gustó toda la cuadrilla y todas ellas fueron aplaudidas de continuo por los
entusiastas espectadores. “Lolita” mató de un estoconazo al tercero de la tarde y le dieron una oreja. Luego, en el siguiente novillo, salió montada en un garboso caballo, vestida ya no de luces sino con falda de terciopelo negro, chaqueta corta y un calañés en la cabeza, para clavar lucidamente algunos rejoncillos. (H. Lanfranchi). Y la que actuó en la plaza de toros “México” de la Piedad, en novillada extraordinaria para el viernes 1º de enero de 1904. Presentación de la cuadrilla de SEÑORITAS TORERAS. 5 toretes de San Diego de los Padres. Lidiadoras: Emilia Herrero “Herrerita”, Isabel Guerro “Joseita”. Sobresaliente, Josefa Molas “Pepita”. Gran novedad! Rejoneo en bicicleta por “Pepita”. Ignacia Fernández, en las tres fotografías muestra un traje a la usanza de la época, -¿acaso obispo y negro con chaleco en oro?- donde predominan los golpes prolongados, con unas hombreras que tienen remates que parecen cascadas. Una montera cuyos “machos” muestran un perfil refinado, si se trata de entender que quien diseñó aquella “prenda” lo hizo pensando en el toque femenino, no tan tosco como lo llevan los matadores. No falta el listón, a modo de barbiquejo o barboquejo con el que solían amarrar la montera para mejor comodidad, o cuando sin brindar, realizaban la faena tocados de aquel añadido, para lo cual debían afianzarse bien de él y no perderlo en un trance difícil. Su capote de paseo, más bien austero en los bordados. Y las poses, ¡por Dios! ¡Cuánto de delicado hay en ellas! Perdida la mirada en ésta, citando para banderillas en aquella o recargando la mano en la de más allá, lista para ser autografiada. El “estudio”, improvisado a cual más, pero con un toque tan mexicano que el tapete o “petate”, la cortina de fondo y hasta la piel disecada de lo que parece ser un gato montés, desempeñan el escenario perfecto de tres fotografías que quedaron inscritas para la posteridad. La última de ellas, presenta a una Ignacia Fernández madura, que en nada aparenta la presencia torera de los años mozos. Más bien, puesto el delantal, en espera de los días finales de la existencia, en actitud serena, tranquila que ocultan las glorias pasadas, pareciendo recordar sus hazañas acumuladas en México, desde aquella jornada en Zacatecas, hasta sus últimas apariciones, en junio de 1910. No hay duda, Ignacia Fernández es “La Guerrita”, modelo de femineidad en el toreo, muestra cabal de la capacidad de otras tantas mujeres, hoy en día representadas en el toreo por Raquel Martínez, Cristina Sánchez y Mari Paz Vega, suficiente soporte que se afianza en el territorio todavía cerrado por parte del sexo masculino, pero que reconoce y le da cada vez más un lugar de privilegio, a la mujer en los toros.
FERNÁNDEZ, Margarita: Picadora de toros. Son de ella los siguientes apuntes: PLAZA DE TOROS EN VERACRUZ. 29 de agosto. En El Monitor del Pueblo, D.F., del 7 de septiembre de 1886, p. 2, encuentro la siguiente información: Tres lidiadoras se han presentado últimamente en la plaza de toros de Veracruz, a saber: Camila Martínez, primera espada; Leonor Ramírez, banderillera y Margarita Fernández, picadora.
Por otro lado en El Monitor Republicano, D.F., del 26 de septiembre de 1886, p. 1, también aparece este dato: Ahora anda por ahí, un célebre matador que se llama “el Niño” sobre el que los periódicos taurinos traen gran polémica. Y las mujeres siguen toreando, buscándoles las malvadas, tres pies al gato, y no toreando y picando a los hombres, que eso es de épocas más añejas que la momia de Sesostris, toreando a los indómitos hijos de Atenco, que la verdad sea dicha, son caballeros de muy pocas pulgas. En la función dada en Veracruz el mes pasado a beneficio del taurino Rebujina, tomaron parte en la corrida las toreras Camelia Martínez, como matadora; Leonor Ramírez, como banderillera, y Margarita Fernández (a) La Dorada a fuego, como picadora; de éstas las primeras son mexicanas y la tercera española. Esa Dorada a fuego debe ser un dije. Pronto la veremos en México, porque en unión de sus consocias va a ser contratada por un empresario de las plazas cercanas a la gran Capital. EL MONITOR DEL PUEBLO, D.F., del 7 de septiembre de 1886, p. 2: Tres lidiadoras se han presentado últimamente en la plaza de toros de Veracruz, a saber: Camila Martínez, primera espada; Leonor Ramírez, banderillera y Margarita Fernández, picadora. FERNÁNDEZ SALVADOR, José, El Viajante: banderillero. El Ing. Leopoldo Peña del Bosque dice del personaje: Banderillero de escasos méritos, del que sólo tenemos la referencia de su trágica muerte la tarde del 14 de mayo de 1897, en la Plaza de Toros mexicana de Cortázar, sin saber la naturaleza de las lesiones recibidas. Su nombre no aparece ni en “el Cossío” ni en la “Antología Taurina Mexicana”, de don Ángel Villatoro. De él refiere, con mayor aporte, el historiador Juan José de Bonifaz Ybarra, lo siguiente “el sevillano José Fernández Salvador (el Viajante) resultó herido cuando intervenía en un festejo celebrado el 14 de mayo de 1897 en la localidad mexicana de Cortázar, de cuyas resultas expiró el día 25 del citado mes mayo de 1897 en la ciudad de Celaya, en la misma república. " Como cultura general, vale la pena mencionar que Cortázar es uno de los 46 municipios del estado mexicano de Guanajuato (que colinda con el de Celaya); anteriormente el sitio que ocupa la ciudad de Cortazar fue una aldea otomí con nombre “Degnio Amole” y “Jali-Hui”, más tarde el lugar fue dominado por los mexicas, quienes le llamaron “Amilli” que significa “raíz que se talla y hace espuma”. Con la llegada de los españoles se le denominó “Degno-Yahhiu”. El 5 de mayo de 1721, los religiosos franciscanos la fundan legalmente y la llaman “San José de los Amoles”. Para el 21 de octubre de 1857, el Congreso de Guanajuato, decreta que se llame “Villa de Cortazar” en honor a don Luis Cortázar y Rábago quien decretara la independencia por vez primera en la entidad. El 10 de septiembre de 2016 recibí un amable correo electrónico del historiador taurino mexicano Rafael Lozano, donde me hace llegar una página del diario "The Mexican Herald", del viernes 12 de mayo de 1899 donde aparece una nota que dice: TRAGICA MUERTE. Clavado por banderillas que intentaba poner a un toro.-El mundo ha recibido una noticia de Silao (Guanajuato, México) anunciando que el matador de novillos, José Fernández, "El Viajante", ha encontrado un trágico fin en la Plaza de ese pueblo. Fernández se encontraba entre los espectadores de una corrida de toros que estaba siendo dada por José Gallardo "Coquinero" y su cuadrilla. De manera improvisada Fernández fue llevado por su entusiasmo y el apoyo de los espectadores al ruedo. Él tomó un par de banderillas y se dirigió al novillo, y cuando estaba a punto de depositarlas en el encuentro, resbaló y cayó enfrente del toro. Pronto recibió asistencia de la cuadrilla quienes lograron hacerle un quite para distraer al animal, pero "El Viajante" no se levantó. Cuando fue recogido del suelo, encontraron que una de las banderillas había traspasado su pecho y la otra había entrado en el cuello, siendo ambas heridas peligrosas. Él fue llevado a recibir atención médica, pero se reportó anoche en círculos taurinos, que había expirado. Fue imposible conseguir la confirmación absoluta de la noticia.
Fernández había sido tenedor de libros para una gran casa comercial en Cádiz, y había dejado este trabajo debido a su pasión por los toros. Los oponentes de este deporte encontrarán en el referido incidente, materia para numerosas reflexiones. (Fin de la nota) Al respecto de esta publicación, agradecemos a don Rafael Lozano que nos haya ilustrado que la tragedia de José Fernández, "El Viajante", acaeció en 1899 en Silao, y no en 1897 en Cortázar como anotan los cronistas Villatoro y Bonifaz. Disponible e internet marzo 29, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1897 FERNÁNDEZ, Tranquilino: loco. Salió en la cuadrilla de Pablo Mendoza durante el año de 1857, y además colocaba banderillas y daba muerte a más de un toro subido en zancos, como ocurrió en Puebla en 1860. FERNÁNDEZ DE PALOS, Manuel: Cuadrillero, caballero en plaza y diestro en alancear toros. Actuó al comenzar el siglo XVIII en diversos festejos celebrados en la región de San Luis Potosí. (V. A. E. J., 12). FERNÁNDEZ DE PALOS, Miguel: Cuadrillero, caballero en plaza y diestro en alancear toros. Actuó al comenzar el siglo XVIII en diversos festejos celebrados en la región de San Luis Potosí. (V. A. E. J., 12). FERNÁNDEZ y MÉNDEZ, Enrique, Carbonero: Matador de novillos, nacido en Madrid el 23 de junio de 1877. Abandonó los trabajos de la carbonería que tenía su padre para, en unión de Vicente Pastor, Fresquito y otros muchachos de la barriada de Embajadores, acudir a funciones y capeas de los pueblos de los alrededores de la corte. Cuando contaba diecisiete años, el 8 de abril de 1900 , estoqueó en la antigua plaza de Carabanchel Bajo cuatro novillos de Mateos (…) Hizo varios viajes a América, toreando en distintos países y tomando allí la alternativa de matador de toros. tanto en Lima como en Caracas o Méjico, su participación en funciones taurinas despertaba gran expectación. El 22 de julio de 1923, viejo, pero aún valiente, sufrió una mortal cogida en la plaza de Villahermosa (Estado de Tabasco). Así acabó la vida del modesto torero madrileño. (J. M de Cossío, III, 275).
FERRO, Pascual: Banderillero. Dice al respecto el Dr. Carlos Cuesta Baquero: “…banderillero leonés, que tuvo bastante aceptación por su modo peculiar de banderillear con peligro.
Estuvo primeramente al lado de Silveti. Luego fue a la vera de Gaona. Ferro tenía poca estatura – algo más altito que “Patatero”- delgado, moreno, con ojos vivaces, ligereza en los movimientos, siempre nerviosos. En la cara de Ferro había –en el lado izquierdo, sobre el carrillo-, una verruga negra que le daba extraño aspecto inconfundible. “Vestía bien el traje de torear, aunque era desgarbado. Su modo peculiar de banderillar emocionaba intensamente, porque estaba en un tris la “cogida” y por consiguiente la tragedia. Banderilleaba propiamente “a toma y dame” o sea en contienda entre su voluntad y la del cornúpeto. Un modo de hacer que podía nombrarse “aguantando” o “encuentro”. Voy a describirlo: “Se colocaba un algo distante –no con exceso-, “citaba” o sea “alegraba” y emprendía el viaje, pero retardándose, provocando que el toro se consintiera y diera acometida. Cuando tal sucedía –a la mitad o tercera parte de la extensión del terreno-, Ferro hacía parar en firme, levantaba bien los brazos y clavaba los rehiletes. La reunión era muy estrecha, “muy prieta”, como diría don Federico Alcázar-, y por esta circunstancia, Ferro salía “rebotado”, trompicando. Si el toro no hacía arranque, Ferro era torpe, indeciso. Bregando no tenía relieve. Murió no en la plaza de toros –según todos preveíamos-, sino en “juerga”, a consecuencia de un balazo”. (La Lidia. Revista Gráfica Taurina. 04.12.1942, año I, N° 2). Murió a consecuencia de una iña, en la capital del país, el 7 de febrero de 1926.
FERVIL, Celso R.: Picador de novillos mexicano, que durante la temporada de 1898 formaba parte de la cuadrilla integada por jóvenes de la buena sociedad de aquel país, encabezada por los espadas Evaristo Villaseñor y Diego Montaut. (J. M de Cossío, et. al., V, 918). FIGUEROA, Diego: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. FIGUEROA, Eulogio: picador de toros (C. C. B., T. I., 484). Entre otros percances, recibió uno, la tarde del domingo 9 de octubre de 1887, en la plaza de toros del Paseo. He aquí el parte médico:
El picador Eulogio Figueroa tiene una herida de bordes contusos, de forma cuadrangular, situada en la parte interna y superior del muslo izquierdo. El asta del segundo toro de la tarde que fue el que lo volteó, cayendo al descubierto, penetró en el espesor del muslo, siguiendo una dirección oblícua abajo, y afuera haciendo una herida en la parte media y posterior de dicha región, de cuatro centrímetros de extensión, de bordes regulares, y al salir por donde había penetrado, formó el colgajo descrito, que está constituido por la piel y el tejido celular adherido en la parte anterior, y tiene diez centímetros en cada uno de sus tres lados. Esta herida no puso, pero puede poner en peligro la vida del interesado. Dr. Vicente Morales. (La Muleta. Revista de toros, año I. México, octubre 16 de 1887, N° 7, p. 4). FIGUEROA, Julio de, el Loco: banderillero. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). Torero profesional de a pie. Es muy probable que lo haya ligado algún parentesco –tal vez fuera su hermano mayor o su padre- con el ya citado José Figueroa, también llamado “el Loco”. Toreó en los dos ciclos de corridas organizadas por el virrey de Croix en el Volador con el fin de allegarse fondos para obras reales, la primera entre noviembre y diciembre de 1769 y enero de 1770 y la segunda a fines del propio 1770. Asimismo, intervino en las temporadas que se hicieron en México durante 1785 para recibir al conde de Gálvez y en el curso de 1789 con objeto de dar la bienvenida al segundo de los Revillagigedo. (BFH, 2012, 369). FIGUEROA, Vicente: Banderillero. Actuó bajo las órdenes del “modesto y valiente espada mexicano” Valentín Zavala. Esto en Morelia, de acuerdo al festejo que se celebró en aquel estado, el domingo 10 de diciembre de 1893. FLORES, Antonio, Floro: Matador de novillos, segundo de una cuadrilla de la que el primero era Vicente Díaz Tirabeque, la cual toreó en México por los años 1867 y siguientes. (J. M de Cossío, IV, 452). FLORES, Antonio: Torero de a pie, al parecer oriundo del estado de Jalisco. Actuó en la plaza de toros de el “Progreso”, durante varias tardes al finalizar el año de 1888. (R. M. M., 2007, 351). FLORES, Bernardino: Era anunciado como “banderillero”, labor que realizó muchas tardes al lado de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX. FLORES, Guadalupe: Torera de a pie, e integrante de la cuadrilla de “Señoritas toreras tapatías”. Hizo acto de presencia en un festejo celebrado el 6 de noviembre de 1898, y salió alternando entre otras, con Juan Fernández “La Guerrita”. (R. M. M., 2007, 373). FLORES, Isidro: Torero de a pie en la plaza del “Progreso” (Guadalajara, Jalisco), la tarde del 1° de diciembre de 1887. Se le consideraba en esos momentos como “decano de los toreros mexicanos”. Los toros que enfrentó procedían de la hacienda de Ocotengo. (R. M. M., 2007, 349). FLORES (¿DE ALBA?), José, Joselito: Matador de toros. nació en San Juan de los Lagos, Jalisco el 22 de septiembre de 1898 (Cossío, en el vol. IV de su monumental enciclopedia, p. 452 anota que
su nacimiento fue el 29 de marzo de 1898). Apenas había cursado la primaria cuando empezó a trabajar con su padre en el oficio de panadero, en la tahona que tenía de su propiedad. Viendo toros por aquellos contornos se fue aficionando a las corridas, lo que dio lugar a que empezase sus entrenamientos con la idea de hacerse torero. Después de un largo aprendizaje y de tomar parte en infinidad de capeas por los pueblos, se presentó en su tierra natal el 13 de diciembre de 1918, alternando con Ramón Rodarte. Tuvo un buen éxito y toreó mucho como novillero por plazas de los estados, ya que en la capital no podía actuar a causa de la prohibición para lidiar corridas por parte del gobierno. El 21 de marzo de 1921, decide marchar a España, haciendo su presentación en la plaza de Vista Alegre, Madrid, el 24 de junio de aquel año, en que su actuación causó muy buena impresión al público español, lo que le sirvió para torear en bastantes novilladas aquel año y el siguiente. El 3 de junio de 1923, toma la alternativa en Barcelona de manos de Rodolfo Gaona, lidiando un encierro de Salas. Reanudados los espectáculos taurinos en la capital de México, regresa a su país, toreando en el antiguo “Toreo”. Tomó parte en algunas temporadas. Fue un torero completo, que hacía cosas buenas con el capote y cumplía con la muleta, siendo sus faenas de lidiador enterado, pero su frialdad no dejaba ningún vestigio en el difícil arte de los toros. (A. L., 106). Muere el 1° de marzo de 1930.
FLORES, María: Banderillera a caballo. Actuó con alguna frecuencia al lado de Lino Zamora. Existe un cartel, para la tarde del 1° de noviembre de 1874. Plaza de toros de Tlalnepantla. FLORES DE ALBA, José: Matador de novillos. Nació en México el 19 de marzo de 1898. No tengo otros datos, e ignoro si llegó a torear en España. (J. M de Cossío, III, 286). FONSECA, Tranquilino: Lazador, y también “loco”. Aparece incluido en el elenco de la compañía que dirigió Ponciano Díaz, en una actuación que tuvo lugar en la plaza de toros en Toluca, el domingo 1° de junio de 1879. FONTELA, Andrés: Matador de novillos, que lució sus no escasas habilidades en México principalmente, por lo que se le hacía natural de la República mexicana. Recorrió también las plazas del Mediodía francés, y en Madrid y en varias provincias españolas toreó entre 1869 y 1873, alternando con algunos espadas de alternativa en varias plazas. (J. M de Cossío, III, 268).
FRAGOSO, Jesús, El Mutilado: Banderillero, que fue integrante de una de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX. FRAGOSO, Onofre: torero de a pie en la primera mitad del siglo XIX. Citado en: https://ahtm.wordpress.com/2014/04/27/conviviendo-con-hidalgo-allende-y-morelos-en-los-toros/ banderillero profesional a pie. Trabajó cuando las fiestas en San Pablo de 1817 por la boda de Fernando VII. A principios de 1819 formaba parte de una cuadrilla que capitaneaba José Antonio Rea, misma que por entonces se encontraba contratada por la Real Plaza de San Pablo. (BFH, 2012, 369). Francisco: Torero profesional de a caballo. Sólo sabemos que por enero y febrero de 1797 un diestro que llevaba este nombre salió a picar a una plaza de madera levantada en el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 369). Francisco, Chiclanero: Espada mexicano que ya en 1885 gozaba de un buen nombre toreando en plazas de alguna importancia. FRANCO, Estanislao: lazador. No hay más datos de este personaje, salvo por el hecho de que estuvo en la cuadrilla que formó Pablo Mendoza durante 1857. FRANCO, Francisco, Moyote: Picador de toros, nacido en Puebla. Su nombre aparece registrado en un cartel celebrado en la plaza de toros de Durango, la tarde del 19 de febrero de 1899.
FRANCO, Manuel, el Jerezano: torero de a caballo (anunciado como Voluntario). Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). Se sabe que toreó a caballo como garrochero y como rejonero en la temporada que se dio en el Volador de noviembre de 1769 a enero de 1790. Lo que no podemos determinar es si era profesional o no, pues la categoría que le confiere el don antepuesto a su nombre en las cuentas de gastos no s da indicios de su importancia. No se le asignó ningún sueldo, y los cincuenta pesos que recibió más bien parece se le dieron como premio o gala en atención a una destacada actuación. El alias con el que se le conoce puede indicar que había nacido en la taurinísima Jerez de la Frontera; empero, debemos recordar que aparte de otras poblaciones peninsulares y americanas que llevan el nombre de Jerez, existe una de importancia en territorio mexicano, en el actual estado de Zacatecas. (BFH, 2012, 370). FREG CASTRO, Alfredo: Matador de novillos mexicano, hermano de Luis, de Miguel y de Salvador Freg. Vino a España en la cuadrilla de Luis en calidad de banderillero, y como tal se presentó en la plaza de Carabanchel el 20 de octubre de 1912, en una corrida en que Ostioncito y su hermano lidiaron reses de don Rufo Serrano, de Cuenca. Pareaba sencillamente, sin filigranas, pero con seguridad, y con el capote era muy entendido y eficaz. El 13 de septiembre de 1914 actuó como matador en una novillada de Carabanchel, con Pastoret y Marchenero, aplaudiéndosele por su valentía. En 1918 trabajaba como banderillero a las órdenes de su hermano Salvador. (J. M de Cossío, III, 289). FREG CASTRO, Luis: Matador de toros. nació el 21 de junio de 1890 en la ciudad de México, en la Avenida de los Hombres Ilustres –hoy Av. Hidalgo- y en la casa donde en la actualidad se encuentra el hotel “Hernán Cortés”. Muy joven quedó huérfano y para atender las necesidades del hogar, abandonó los estudios que cursaba en la Escuela de Comercio, entrando a trabajar a la Dirección de Aduanas, donde permaneció algunos años. El 8 de diciembre de 1908, en un festival de Aduanas,
que se celebró en la capital, mató su primer novillo con el que obtuvo un señalado triunfo. Don Rafael Pingarrón “Careto”, periodista, que trabajaba en la misma oficina que Luis le explicaba, después del festival, las suertes del toreo. Animado ante ello, decidió dedicarse a la profesión, y tras de conseguir algunas influencias para que lo sacaran, vistió el traje de luces en la placita de Mixcoac, México, donde volvió a alcanzar otro éxito. Al siguiente año, hace su presentación en “El Toreo”, llamando la atención por su gran facilidad para estoquear las reses, formando pareja con Merced, que era otro ídolo de la afición capitalina y sumando en ese coso, once novilladas seguidas. Recibió su bautismo de sangre –que había de ser uno de los muchos que tuvo a lo largo de su carrera taurina-, en la plaza de San Luis Potosí, siendo herido en el muslo derecho por un toro de la ganadería de “Guanamé”. El 23 de octubre de 1910, se decide a tomar la alternativa, la que recibe en el “Toreo” de la Condesa, de manos de “Lagartijillo Chico”. El toro de la ceremonia perteneció a la vacada de “Piedras Negras” y era negro, zaino. Luis Freg le hizo una buena faena, matándolo de un gran volapié. El 4 de diciembre, en la plaza de Puebla, un toro de “Nopalapan” le dio una cornada en el muslo derecho al entrar a matar por segunda vez. En 1911, Hace su primer viaje a España, presentándose el día 15 de agosto en Alcalá de Henares, dándole la alternativa Antonio Boto “Regaterín” y teniendo que matar cuatro toros, por haber resultado herido su padrino. El 3 de septiembre recibe en Almería su primer cornada en España, paralela al recto, cuando entraba a matar. Veinte días después, confirma su alternativa en la plaza de Madrid, de manos de “Mazzantinito” y testigo “Punteret”. Vino a México, y después de torear algunas fechas, tomó parte en la corrida a beneficio de Vicente Pastor, en que el torero madrileño se encerró con seis toros. ese día, el cuarto, hirió a Pastor en una mano, matando Freg al toro, como también al quinto, que hirió a Luis al terminar un pase, cornándole en el suelo, con una herida en el recto y otra en el tórax, y no siendo obstáculo para que permaneciera en el ruedo, hasta que vio doblar al animal. Por este percance no pudo actuar el resto del año en México, nada más que en tres corridas, en las que fue empresa su hermano Alfredo. Fue a España por segunda vez en 1912, haciendo su debut en Ciudad Real y toreando después el 6 de junio, en la Maestranza de Sevilla, alternando con Manolo Torres "Bombita III” y Manuel Rodríguez “Manolete”, con toros de Gamero Cívico y recibiendo una gravísima cornada en la región lateral del abdomen, al entrar a matar a su segundo toro. Fueron innumerables los percances que este torero sufrió en España. El 25 de julio en Carabanchel, alternando con “Corchaíto” y “Ostioncito”, un toro de don Antonio Sánchez, le infirió una herida en la ingle izquierda. El 25 de septiembre actuando en Córdoba, uno de Sotomayor, le da un puntazo de importancia en la axila derecha al entrar a matar; se tuvo que encunar al ejecutar la suerte, porque no veía forma de salida al meter la espada, ya que el toro midió más de un metro de pitón a pitón, y cuya cabeza disecada, aún se conserva en un museo taurino francés. Vuelve a ser herido el 23 de mayo de 1915 en Madrid, por el toro “Arrecife” de don Félix Urcola, al in tentar poner un par de banderillas recibiendo una cornada en el muslo derecho. Y, al hablar de este valeroso torero, dice en 1921, el crítico taurino Don Luis: “Pocos lidiadores de reses bravas podrán ufanarse de una voluntad tan férrea y de una valentía tan indomable como la de Luis Freg. ¡Si algún apellido requiere el bien aplicado renombre de Don Valor, es el de Voluntad! Año tras año fueron transcurriendo sin que lograra escalar el puesto que sobradamente merecía; cornada tras cornada iban acribillando su cuerpo sin ostensible fruto, y él, con la tenacidad de los humildes, cuando los humildes quieren ser fuertes, no cejó en su esforzada lucha que consiguió abrir brecha en la muralla de la indiferencia. Nadie le puede disputar, entieno yo, el título de “as” de espadas de la baraja taurina contemporánea”. En 1922 toreó en España, diez y ocho corridas presentándose en Valencia con miuras. El 8 de octubre, le llevaron una oreja a la enfermería en Madrid. En 1924, toreó diez corridas y el 24 de mayo triunfó de nuevo en la capital española. En el 25, tomó parte en diez y seis festejos. En el 26, en nueve, de ellos, cuatro en Madrid. Fue a torear a México y Guatemala, regresando a la Península al siguiente año de 1927, estando yendo y viniendo los años siguientes, en que toreó poco. El 11 de agosto de 1929, recibió una gran cornada en Barcelona, toreando cuatro tardes más en esa plaza, y tres, en 1931, incluyendo su despedida. En los años 32 y 33, sumó algunas corridas entre México y Perú, como también en el 34. Y llegamos al 12 de noviembre de 1934, en que pereció ahogado en el río Palizar al regresar de torear una corrida a beneficio de los Asilos, de Laguna del Carmen, Tabasco. Por la gran corriente zozobró la barca, muriendo veinticuatro personas. A los múltiples percances que sufrió el desventurado torero en ruedos españoles, consigno el del 25 de
abril, en Madrid, en que un toro de Palha le dio dos ornadas en un muslo; el del 3 de agosto en Tomelloso, herido por uno de Veragua, y el 3 de octubre en Madrid, en que otro de Guadalest lo hirió de suma gravedad en el vientre, lo que no impidió que lo matase de gran estocada, pidiendo toda la plaza la oreja para Freg. La presidencia la negó, y como no sería el escándalo que se armó contra la autoridad, que esta tuvo que rectificar su criterio y Luis se fue con la oreja a la enfermería ante una ovación ensordecedora. Entre los triunfos que alcanzó en España, figura el del 21 de julio de 1914 en la plaza de Algeciras, alternando en la lidia de ocho toros de González Nandín, con “Morenito de Algeciras”, “Limeño” y Juan Belmonte. El gran torero sevillano don Antonio Fuentes, lo felicitó en pleno ruedo, una tarde que alternaba con él; fue el 31 de mayo, antes de lo de Algeciras, en que Freg le quebró un extraordinario par de banderillas, a un toro de Concha y Sierra. En los veintiséis años que fue torero, tuvo más de cuarenta percances, siendo considerado el hombre que más cornadas ha recibido en la vida. Aquí, en México, toreó y compitió muchas tardes con Rodolfo Gaona y Juan Silveti, como con cuantos toreros españoles actuaban. Los viejos aficionados que vivieron la época de Luis Freg, al recordar a este torero, lo hacen con gran cariño, ya que “Don Valor”, fue en la fiesta taurina de México, uno de los que marcaron a las futuras generaciones el camino del pundonor. (A. L., 108-11).
FREG CASTRO, Miguel: Matador de novillos. Nació en la capital de México el 29 de septiembre de 1897. Comenzó sus estudios de ingeniero mecánico, pero con la ilusión de hacerse torero, al igu al que su hermano el mayor, Luis. El 15 de febrero de 1914, se presentó en una novillada de concurso, que se celebró por la mañana en “El Toreo”, a beneficio del empresario Pepe del Rivero y en la que se disputaban dos trofeos; uno, para el mejor torero y, el otro, para el mejor estoqueador. Con él actuaron “Llaverito”, Samuel Solís y “Chanito”. Fue un debut afortunado, pues el público concedió por unanimidad los dos premios al referido. Al terminar la temporada de México, marchó a España con su hermano Luis y Alfredo, presentándose en la plaza de Bilbao el 12 de abril de aquel año, lidiando novillos de Surga y causando muy buena impresión el torero mexicano. Fueron algunas más las novilladas en que tomó parte, en distintas plazas, con la aprobación general. Toreó en Barcelona el 14 de mayo, con Eusebio Fuentes y José Roger “Valencia I”, con ganado de Pablo Romero. En esa novillada, le echaron un toro al corral a cada uno de sus compañeros, y Miguel, en el sexto, les ofreció los palos; no aceptaron, tomando entonces las banderillas –tres en cada mano- y colocando los tres pares a la vez, en lo alto del morrillo, armando una gran escandalera y sacándolo en hombros
por las Ramblas catalanas, hasta las diez de la noche, que pudo llegar al hotel. Se presentó en Madrid, el 5 de julio de aquel año de 1914, alternando con Julián Saínz “Saleri II” y José Roger “Valencia I”, lidiando ganado de Pérez Tabernero que, en conjunto, no salió bueno. Y llegamos al siguiente domingo, en que había de ser la última corrida de su vida. Salió su primer toro de la ganadería de Contreras, al que dio cinco grandes verónicas calentando los tendidos. Después de banderilleado, agarró estoque y muleta dirigiéndose a brindar a la autoridad. Una vez cumplido este requisito, se fue al toro, que estaba aquerenciado en la puerta de toriles. En vista de que se diera cuenta, no había manera de hacerle faena –a pesar de su voluntad-, entró a matar logrando un pinchazo. El novillo se defendía y Miguel empezó con gran riesgo a darle unos muletazos por la cara. De nuevo, y en ese terreno de la querencia, montó la espada, haciendo en ese momento un extraño el toro y pegando la arrancada; entonces, Miguel, no tuvo tiempo nada más que de marcarle la salida con la muleta, pero el toro no hizo caso, yéndose derecho a él. El momento fue muy emocionante y cuando lograron quitarle la presa, fue conducido con toda rapidez a la enfermería, donde los médicos de guardia, le apreciaron una herida en la región infraioidea, que llegaba hasta la apófisis de las vértebras cervicales, la que consideraron mortal de necesidad, falleciendo a los quince minutos de entrar a la enfermería. Muy pronto circuló el rumor por la plaza, cuando se lidiaba el cuarto novillo, de que Miguel Freg había fallecido. Al confirmarse la noticia, toda la gente se puso en pie y se hechó al ruedo, y con el dolor marcado en su semblante, pidió a la autoridad que suspendiera la corrida. La presidencia inmediatamente se solidarizó con el público, cesando el festejo en señal de duelo y abandonando la gente la plaza con lágrimas en los ojos. Era la primera vez que en la plaza de Madrid, donde varios toreros murieron en el ruedo, se suspendiera un festejo por este motivo. Su muerte consternó grandemente al pueblo español, que veía en el novel diestro mexicano, una promesa entre los futuros valores de la torería. Aquí, en México, al tener conocimiento del funesto desenlace, se cubrió la fiesta de toros de crespones negros. Sus restos reposan en la capital española, en el Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena. (A. L., 111-2).
FREG CASTRO, Salvador: Matador de toros. Nació en la capital de México el 7 de abril de 1899. Es hermano de Luis, Alfredo y Miguel, y el más pequeño de la dinastía de estos toreros. Hizo su debut en la plaza de Tacuba, México, el 23 de noviembre de 1913, en que causó muy buena impresión, por su donaire y valentía, al matar un novillo de la ganadería de Tenguedó, por lo que repitió en vista de sus triunfos varias veces. El 22 de marzo de 1914, recibió su bautismo de sangre al entrar a matar a
su primer toro en la plaza de Veracruz. Realizó una buena campaña por toda la República durante tres temporadas. En 1918 se presentó en la plaza de Valencia, España, donde tuvo una buena actuación. Pasó a las de Barcelona, Málaga, Ciudad Real, Puerto-llano y Ceuta, en las que también agradó a los públicos. Debutó en Madrid el primero de septiembre de aquel año, lidiando novillos de Terrones, Pablo Romero y Cobaleda, de los cuales, seis eran del primero y, uno, de cada uno de los otros. Actuó con García Reyes, “Carnicerito” y Ernesto Pastor. Fue muy aplaudido, pudiendo apreciarse sus buenas dotes de matador. Con ganado del marqués de Yens –que hacía su presentación-, debutó en la Maestranza de Sevilla el 15 de ese mes, en unión a “Juanillo” y Joselito Martín, recibiendo un varetazo en el vientre, que lo ocasionó su último novillo. Las temporadas de 1918, 19 y 20, sumó en conjunto, cincuenta y una novilladas, teniendo altas y bajas en ellas. El 12 de junio de 1921 y en la plaza de Barcelona, recibió la alternativa de manos de su hermano Luis, fungiendo de testigo “Alcalareño”, lidiando toros de don Andrés Sánchez y llamándose el de la ceremonia “Orejón”. En esta su primera corrida, se destacó por su valentía y, sobre todo, por las buenas estocadas que propinó a sus dos adversarios. En 1921-22, toreó tres tardes en “El Toreo”, regresando de nuevo a España muy avanzada la temporada y no actuando a causa de enfermedad. Se distinguió este torero, por su peculiar forma de matar, en la que tenía gran semejanza con su hermano Luis. A este respecto, dice don Ventura en su libro “Toros y Toreros”, el año de 1918: “Es hermano del matador de toros Luis, y como modelos puede elegir la valentía de este y el arte de Miguel, su otro hermano”. (A. L., 112-3).
FRIACT, Eugenio: chulillo. No hay más datos sobre este personaje., salvo que se unió a la cuadrilla de Pablo Mendoza. FRONTANA DE LA VEGA, Arturo, Portugués: Picador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del sábado 12 de enero de 1907.
FRONTANA DE LA VEGA, Luis: Banderillero nacido en México el 25 de agosto de 1889, que vino a España en 1906 a las órdenes de sus compatriotas Lombardini y López. Al disolverse la cuadrilla que formaban estos espadas, Frontana fijó su residencia en Barcelona, y trabajó sin cuadrilla fija por las plazas catalanas. Pareaba con gran facilidad y era un peón de brega muy útil y activo. (J. M de Cossío, III, 292).
FRONTANA DE LA VEGA, Ramón: Picador de toros. este popular torero de a caballo, figuró siempre con Lombardini y López, durante el tiempo que duró esta cuadrilla (que realizó diversas presentaciones en la primera década del siglo XX). En ruedos españoles le tributó el público grandes ovaciones. Al regresar a México, le fue fácil colocarse con los toreros de más renombre, por ser un piquero seguro, que les pegaba muy fuerte a los toros. (A. L., 114).
Arturo y Ramón Frontana, al parecer hermanos, quienes se distinguieron, al comenzar el siglo XX, como excelentes varilargueros. La Lidia. Revista Gráfica Taurina. 04.12.1942, año I, N° 2. FRONTAURA, Arturo: Picador de toros. Sé de sus andanzas taurinas que picó en la plaza de México la temporada de 1911 A 1912. Pero no tengo más datos. (J. M de Cossío, III, 292). FRUTOS, Saturnino, Ojitos: Lidiador, nacido en Fuente el Saz (Madrid) el 5 de diciembre de 1855. Comenzó a trabajar por las capeas pueblerinas. Después figuró en varias cuadrillas, estoqueando además en alguna que otra novillada del 1877 al 1878. En 1885, cuando Victoriano Recatero pasó a formar la cuadrilla de Luis Mazzantini, Ojitos ocupo el puesto que aquél dejó vacío en la de Frascuelo. Con éste trabajó hasta el 1889. Entonces marcha a México y es director de las obras de la plaza de Torreón Coahuila, y funda más tarde una escuela taurina, de entre cuyos discípulos sale (¡ni más ni menos!, apunte del responsable de la presente compilación) Rodolfo Gaona (¡casi nada!, sic). Viene con éste a la Península, y, encargado de su representación, lo presenta alos públicos españoles. Cuando se separó de Gaona, llegó a creerse por mucho que Ojitos era punto menos que millonario. El 25 de octubre de 1913 murió en Guadalupe (México), víctima del cáncer, en la miseria más espantosa. Saturnino Frutos fue un peón ligero, activo y laborioso, mejor con los palos y la garrocha que con el capote. Tenía inteligencia y no desmereció su trabajo al lado del de sus compañeros de cuadrilla. Su fama y su renombre en la tauromaquia la debió tanto a su labor de peón de brega como a ser maestro de Rodolfo Gaona. (J. M de Cossío, III, 293).
EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX. 25 DE OCTUBRE DE 1913. MUERTE DE SATURNINO FRUTOS “OJITOS”.
Saturnino Frutos, “Ojitos” (Copia del retrato dedicado a “Roque Solares Tacubac”). En El Universal Taurino. Tomo III. México, D.F., martes 20 de abril de 1923, Nº 80. Fotografía, Col. del autor. Uno de los personajes clave más importantes en el devenir, pero también en la afirmación y consolidación del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna en México, fue Saturnino Frutos “Ojitos” (1855-1913). Acompañó a Ponciano Díaz, luego de que el diestro de Atenco regresara de su viaje a España de 1889, con el grado de “matador de toros”, concedido apenas el 17 de octubre de ese año, en la plaza de toros de Madrid. Así que desde 1890, “Ojitos” ya se encuentra en activo en diferentes ruedos de nuestro país, lo mismo participando como jefe de cuadrillas, que como banderillero o peón de brega. Su paisano Ramón López, quien prácticamente se estableció en nuestro país desde 1887, le aconsejó algunos años más tarde que además de continuar en esta profesión, lo hiciera invirtiendo su tiempo a la enseñanza, para lo cual era necesario constituir una cuadrilla formal que se significara como ejemplar en un medio que requería este tipo de presencia, con objeto seguramente, de confrontar o equilibrar la presencia masiva de toreros españoles que se imponían sin ningún problema en el ambiente taurino, o por el hecho de que veía condiciones propicias para hacer un despliegue de experiencias entre futuros aspirantes a ocupar lugares de privilegio. En esos tiempos, con la marcada decadencia y luego, la desaparición de Ponciano Díaz, el resto de los espadas nacionales se diluía pues ya no garantizaban la defensa de lo que pudo haber significado en esos momentos, una sólida vertiente. Así que ni Gerardo Santa Cruz Polanco, ni Timoteo Rodríguez, ni ningún otro espada o “Capitán de gladiadores”, antigua denominación que caracterizó a los diestros en nuestro país, durante la segunda mitad del siglo XIX daban garantías de segura permanencia. Saturnino se convenció de aquella posibilidad y en León de los Aldama, luego de in tensas jornadas de búsqueda, encontró las condiciones y los elementos apropiados para poner en marcha aquella empresa. En efecto, estamos ante la cuadrilla en la que su elemento sobresaliente fue Rodolfo Gaona. El Dr. Carlos Cuesta Baquero, mejor conocido como Roque Solares Tacubac dijo de “Ojitos”: Tuve amistad con Saturnino Frutos y lo traté en condiciones de extrema aflicción, cuando estaba agobiado por la carencia de dinero y por las dolencias crueles de tremenda enfermedad. En aquellas circunstancias, cualquier especulador, despechado por no haber logrado sus fines, habría dejado escapar involuntariamente o coléricamente expresiones zaherientes para aquél a
quien no pudo explotar. “Ojitos” sólo tenía, al referirse a su discípulo predilecto, palabras de cariño y alabanza. Siempre inquiría por los periódicos, donde relatábanse los éxitos de Rodolfo, y oía su lectura, sobreponiéndose a los atroces dolores que le causaba su enfermedad. Esa conducta no la tiene un especulador metalizado; solamente la observa un padre que tiene por guía el cariño. Saturnino Frutos resultó para Gaona un tutor riguroso, muy riguroso, al grado de que en algún momento del encumbramiento del leonés, se rompieron las relaciones definitivamente. Por fortuna, Gaona abrevó todo aquel secreto que le reveló el madrileño no sólo en términos técnicos. También estéticos que le permitieron colocarse en lugar de privilegio. En ese sentido, hay un libro clave que revela y desvela toda una serie de circunstancias, alegrías y tribulaciones que padecieron de manera conjunta estos dos personajes, mismos que se convirtieron en columnas vertebrales, en columnas fundamentales del toreo contemporáneo en el México de comienzos del siglo pasado. Me refiero a El maestro de Gaona, de Guillermo Ernesto Padilla.10 En sus páginas, y con el inconfundible estilo de Padilla, hay todo un relato de acontecimientos que dejan ver y entender cómo se desplegaron aquellas jornadas de intensa enseñanza, pero también los momentos en que estuvo presente la discusión y el desacuerdo. Todo aquel que posea dicho volumen coincidirá conmigo en el sentido de que no puede entenderse a Rodolfo Gaona si no se mira la sombra maniquea –clara o perversa- de Saturnino Frutos. No se puede entender a “Ojitos” como el responsable de una de las figuras del toreo UNIVERSAL que se consolidaron en una especie de eternidad, misma que les está conferida a ciertos personajes cuya trascendencia dejó estela, misma razón por la cual hoy, a 92 años vista de la despedida del leonés, ocurrida el 12 de abril de 1925 muchos aficionados –como usted o como yo-, sigamos incluyendo en nuestras conversaciones al “indio grande”, como si apenas lo hubiésemos visto triunfar ayer, o antier. Solo eso puede pasar con un personaje de la talla de Gaona, talla perfecta de “Ojitos”, ese “maestro de toreros” a quien hoy recordamos en el 104 aniversario de su muerte. Finalmente debe reconocerse que aquel episodio, colmado de aprendizaje tuvo un resultado sin precedentes en la historia reciente del toreo en México. El papel que, como tutor ejerció el viejo banderillero tuvo consecuencias inusitadas. De ahí que convenga analizar esa referencia, en tiempos como los que corren en nuestros días, donde existe una notoria ausencia de enseñanza, y cuyo reflejo se constata en la escasez de virtudes por parte de novilleros o matadores de toros, a quienes falta una fuerte carga de conocimientos que no solo deben concretarse en el profundo despliegue de la técnica, sino a la imprescindible presencia estética, de la que Gaona fue un notable modelo en ambos sentidos. No es casual, como ya se dijo, que la presencia espiritual de Rodolfo siga presente y se le considere, sin duda alguna un modelo a seguir. Este trabajo fue divulgado en el portal de internet: AlToroMéxico.com a través de la siguiente liga: http://altoromexico.com/index.php?acc=noticiad&id=30192 FUENTES, Francisco, Pancholín: Picador de toros mexicano. Falleció en la capital de su nación el 7 de diciembre de 1959. (J. M de Cossío, et. al., V, 930). FUENTES, N.: Matador mexicano que bullía bastante en 1837 y años sucesivos sin que por esto lograse colocarse en primera fila. (L. V., 76). FUNES, Luis: Banderillero de toros. Sé que murió en Atyapazalco (México) el 10 de febrero de 1929, pero desconozco datos de su vida torera. (J. M de Cossío, III, 305).
Guillermo Ernesto Padilla: El maestro de Gaona. Prólogo de Esperanza Arellano “Verónica”. México, Compañía Editorial Impresora y Distribuidora, S.A., 1987. 359 p. Ils., fots. 10
G GABARDÓN, Enrique: Banderillero mexicano que figuró en la cuadrilla de Manuel Caballero en las corridas que se dieron con motivo de la exposición de Atlanta (Georgia) en diciembre de 1895. (L. V., 78). GADEA, Amado: banderillero mexicano de finales del siglo XIX. Probablemente hijo de Ignacio. GADEA, Felipe: Matador de novillos (hasta donde se supone, nacido en México, y hermano, tanto de Amado, como de Igancio). En 1874 toreaba en La Habana con buen éxito, alternando en ocasiones con el espada gaditano Lázaro Sánchez. Pretendió más tarde competir con Fernando el Gallo en una excursión triunfal que éste hizo por aquellas plazas, y el pobre Gadea perdió con esta imprudente acción el buen cartel que le habían otorgado los isleños. (J. M de Cossío, III, 307). GADEA, Ignacio: Lidiador mexicano que nació en 1823, nativo de la ciudad de Puebla. Fue el primero que practicó en público el banderillear a caballo, lo que efectuó en México por los años de 1853 a 1854 en una corrida organizada por S.A.S. D. Antonio López (de Santa Ana) en obsequio al embajador de España, entusiasmando a los espectadores y siendo objeto de grandes muestras de simpatía. Repitió la suerte al poco tiempo en una corrida que se dio a beneficio del espada Bernardo Gaviño y no fue menor el entusiasmo que produjo. Marchó luego a la Habana donde el éxito que obtuvo en las 14 corridas que toreó fue grandísimo y nada lo prueba mejor que el resultado que obtuvo en la corrida dada para su beneficio en la que los productos libres que le dejaron ascendieron a 15,000 pesos oro. Ningún lidiador le ha igualado en esta vistosa y lucida suerte, y fue tal su habilidad, que en un festejo celebrado en México el 4 de mayo de 1888, y teniendo ya 65 años aún banderilleó en la forma indicada como en sus mejores años, causando el asombro de los espectadores. A pie mataba toros con gran valentía y se hacía aplaudir del público, que pasaba por alto algunas deficiencias que tenía, en gracia al justo prestigio que gozaba como banderillero a caballo y conocedor del arte a que se dedicaba. (L. V., 79). Según lo que apunta Cuesta Baquero sobre este personaje, sus recuerdos apuntan al hecho de que “por el año de 1850 Gadea era ya un excelente caballista, (que) ideó el banderillar desde el caballo, ofreciendo tal modo como una novedad. Primeramente comenzó a poner una banderilla o las dos, pero empuñándolas reunidas en la mano derecha o en la izquierda. Aconteció con el lance de “banderillear a caballo”, igual que había sucedido con el de banderillear a pie. “Primeramente, cuando fue inventado el banderillear, clavaban solamente un arponcillo –así nombraban a las banderillas- usando de una sola mano. Después, el aficionado don Bernardo Alcalde –conocido mejor por el apodo de “El Licenciado de Falces”, siendo Falces un pueblo ubicado en la provincia de Navarra- discurrió clavar por pares los “arponcillo”, usando simultáneamente de las dos manos. Así quedó constituido el lance de banderillear, tal cual actualmente lo vemos; ganando con lo inventado por el “Licenciado de Falces” en vistosidad y en riesgo y por ende en mérito. “En el lance de banderillear a caballo, Gadea hizo lo mismo: Primeramente banderilleaba usando de una sola mano. Después, ya ideó hacerlo simultáneamente con las dos, aumentando así la
vistosidad, dificultad y riesgo del lacen. Dificultad y riesgos tan marcados, que aún actualmente no hay muchos caballistas que practiquen el lance, usando de ambas manos. “Gadea, en el modo de hacer el lance empleaba tres procedimientos que podían ser titulados: “A la media vuelta”, “cuarteando”, “sesgando”, ya fuese por “adentro” o sea entre los “tableros” de la barrera y la cabeza del toro, o ya fuese por “afuera” o sea por delante de la cabeza del toro, teniendo el banderillero el terreno de afuera. “Tan excelente caballista era Gadea y a tanta seguridad llevó la destreza en ese lance, que discurrió hacerlo sin tener el caballo la silla, sino cabalgando el jinete de modo que nombra “a pelo”. Haciéndolo así, hay que tener gran habilidad para no ser votado por el caballo, al terminar la suerte, cuando sale velozmente de junto a la cabeza del toro. “Muchos años después de la fecha señalada por la de invención de “banderillear a caballo”, tuve oportunidad de mirar a Gadea practicando el lance. El espada ya estaba anciano –tenía setenta y ocho años- y no obstante era sorprendente, maravilloso, emocionante por lo peligroso y por lo estético, el modo con que hacía tal lance. Se comprendía sin dificultades para la concepción mental, por qué tal lance fue la base de la celebridad de Gadea. Celebridad que se esparció no solamente en la República, sino igualmente en la isla de Cuba porque Gadea toreó en la Habana, Cienfuegos, Matanzas y otros sitios cubanos, donde al banderillear a caballo fue intensamente ovacionado. “Gadea tuvo en su época y ha tenido en la posterior muchos copiadores, pero ninguno ha logrado igualarlo. Ponciano (Díaz) fue quien más se le aproximó, quedando casia su nivel. Digo casi, para significar una pequeña distancia, un algo indescriptible pero apreciable que había en el lance cuando lo practicaba DON IGNACIO, según respetuosamente le nombraban los toreros. “Actualmente hay en España quienes practican el lance de “banderillear a caballo”. Son el célebre caballista hispano apellidado (Antonio) Cañero y el portugués Simao da Veiga. Presumo, porque no los he visto, que no llegarán al nivel de Gadea, ni aún cuando ya estaba anciano o sea en el año de 1888”. (Citado en RST, N. R. 24, 72-4). EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS. IGNACIO GADEA Y PONCIANO DÍAZ, CARA A CARA. Esta efeméride sucede el 12 de abril de 1885. Se tenía confusa idea de que las trayectorias de uno y otro como toreros de a caballo, estuvieron separadas, más por el tiempo que por otra causa. Y es que, Gadea hizo su presentación en la ciudad de México en 1853, en la plaza de toros del PASEO NUEVO, en tanto que Ponciano, comenzó a armar escandaleras, desde 1876. Sin embargo, la empresa de la plaza de toros del Huisachal, comandada por el señor José Cuevas y Rubio, propietario de la misma, por estar en la hacienda de su propiedad, no escatimó esfuerzos de ninguna índole y anunció, para la tarde del 12 de abril de 1885 a estos dos grandes toreros. Ignacio Gadea, saldría por delante, anunciado como el CHARRO MEXICANO, IGNACIO GADEA, “inventor en la República de la suerte de poner banderillas a caballo”. Desde luego, Ponciano no se quedaría atrás deleitando a los aficionados que fueron hasta el Huisachal a verlo lidiar toros de San Diego de los Padres. Feliz encuentro del que no teníamos noticia y que ahora entresacamos de papeles amarillentos. Uno de los peldaños que Ponciano tuvo para llegar a la cima de la admiración de los aficionados, fue el lance de “banderillear a caballo”. Hay que expresar algo acerca de ese lance, que puede ser considerado netamente mexicano, quedando por ende legítimamente clasificado en “nuestro nacionalismo taurino” Esa suerte tauromáquica tiene su nacimiento hacia la mitad del siglo pasado -hacia el año de 1850- aunque haya aficionados y escritores hispanos que la remonten a más atrás, pero sin dar comprobación de su aserto. Algunos de tales escritores hispanos la atribuyen a fines del siglo antepasado y le dan por autor a un indígena peruano, pero vuelvo a decir que no tiene comprobación de su afirmación. Por lo tanto, derecho tenemos a decir que es lance taurino netamente mexicano, ya que nosotros si podemos fijar exactamente quien fue el invento y en cual fecha.
¿Ignacio Gadea poniendo banderillas a caballo? Fuente: Impresiones de un suavo en México. Dr. Schiving. 1857. Prólogo del Dr. Roberto Valles Martínez. México, Microprotecsa. Dirección de M. Quezada Brandi, 1961. El inventor fue el espada IGNACIO GADEA. La fecha, la antes mencionada, aproximadamente por el año 1850. Gadea era nativo de la ciudad de Puebla. Excelente caballista, ideó el banderillear desde el caballo, ofreciendo tal modo como una novedad. Primeramente comenzó a poner una banderilla o las dos, pero empuñándolas reunidas en la mano derecha o en la izquierda. Aconteció con el lance de “banderillear a caballo”, igual que había sucedido con el banderillear a pie. En el lance de “banderillear a caballo”, Gadea hizo lo mismo: Primeramente banderilleaba usando de una sola mano. Después, ya ideó hacerlo simultáneamente con las dos, aumentando así la vistosidad, dificultad y riesgo del lance. Dificultad y riesgos tan marcados, que aún actualmente no hay muchos caballistas que practiquen el lance, usando de ambas manos. Gadea, en el modo de hacer el lance empleaba tres procedimientos que podían ser titulados: “A la media vuelta”, “Cuarteando”, “Sesgando”, ya fuese por “adentro” o sea entre los “tableros” de la barrera y la cabeza del toro, o ya fuese por “afuera” o sea por delante de la cabeza del toro, teniendo el banderillero el terreno de afuera. Tan excelente caballista era Gadea y a tanta seguridad llevó la destreza en ese lance, que discurrió hacerlo sin tener el caballo la silla, sino cabalgando el jinete del modo que nombran “a pelo”. Haciéndolo así, hay que tener gran habilidad para no ser botado por el caballo, al terminar la suerte, cuando sale velozmente de junto a la cabeza del toro. Muchos años después de la fecha señalada por la de invención de “banderillear a caballo”, tuve oportunidad de mirar a Gadea practicando el lance. El espada ya estaba anciano -tenía setenta y ocho años- y no obstante era sorprendente, maravilloso, emocionante por lo peligroso y por lo estático, el modo con que hacía tal lance. Se comprendía sin dificultad para la concepción mental, porque tal lance fue la base de la celebridad de Gadea. Celebridad que se esparció no solamente en la República, sino igualmente en la Isla de Cuba porque Gadea toreó en la Habana, Cienfuegos, Matanzas y otros sitios cubanos, donde al banderillear a caballo fue intensamente ovacionado.
En Armando de María y Campos. Los toros en México en el siglo XIX, 1810-1863. Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, 1938. Gadea tuvo en su época y ha tenido en lo posterior muchos copiadores, pero ninguno ha logrado igualarlo. Ponciano fue quien más se le aproximó, quedando casi a su nivel. Digo casi, para significar una pequeña distancia, un algo indescriptible pero apreciable que había en el lance cuando lo practicaba DON IGNACIO, según respetuosamente le nombraban los toreros. Ponciano al “banderillear a caballo” formaba grupo escultural con el caballo y el toro. Había indiscutiblemente belleza. La natural elegante postura al cabalgar. La innegable destreza que como caballista poseía. El arrojo consciente, fundado en la seguridad para dominar a la cabalgadura y por consiguiente una considerable porción de la dificultad del lance. El conocimiento del grado de acometividad del toro y por ende del sitio y modo que habían de ser elegidos. Todo se aunaba para originar belleza, que motivaba los aplausos. Si Ponciano toreando a pie hubiera tenido las cualidades estéticas que poseéis haciéndolo a caballo, habría sido un RAFAEL MOLINA “LAGARTIJO”, considerado prototipo de belleza tauromáquica. Pero a pesar de no ser la perfección absoluta, pues ya dije que Gadea desarrolla algo indescriptible que no había en ningún otro, el lance de “banderillear a caballo” fue con justificación el peldaño que le sirvió a Ponciano para desde en el comienzo de su carrera colocarse arriba de los ASES sus coetáneos. Puede decirse que ese lance fue un monumento con estatua ecuestre. Ponciano para hacer el lance de “banderillear a caballo” poseía siempre algunos caballos amaestrados. Eran de mediana alzada, pero de “sangre”, por ende perfectamente domados, pero vivaces respondiendo con rápidos movimientos a las indicaciones del jinete, manejando las bridas, hincando la espuela. Eran siempre de color oscuro, muy frecuentemente colorados obscuros, lo que nombran retintos o colorados más claro, lo que titulan los “charros” sangre linda. Preciosos ejemplares del “caballo mexicano” eran los que poseía y los presentaba con orgullo. NOTA ACLARATORIA Desafortunadamente aquel encuentro no se consumó, debido a que el festejo, por alguna razón, tuvo que suspenderse. Sin embargo, Gadea sí se presentó en el 4º festejo de la temporada, justo el 3 de mayo siguiente, alternando fugazmente con Juan León “El Mestizo”, en la lidia de toros de San
Diego de los Padres, pero ya no con Ponciano. Decía que fue una actuación fugaz, no muy grata ya que “en la suerte de banderillas a caballo no quedó como debía, por no ayudarle la yegua que sacó al redondel”, según lo apunta El Arte de la Lidia, año 1, Nº 19 del 24 de mayo de 1885. Sin embargo, Gadea tuvo oportunidad de participar de manera más afortunada la tarde del 4 de marzo de 1888 en la plaza de toros “El Paseo”, para lo cual, nos servimos del semanario El Monosabio, T. 1, Nº 16 del 10 de marzo de 1888, con objeto de enterarnos qué fue lo que sucedió. Va de crónica. PLAZA DEL PASEO. A la hora anunciada se presentó el Sr. Del Pino, en turno para presidir, y salió. El primero, negro listón: Conde y Oropeza lo castigaron seis veces. José Gadea adornó al bicho con tres pares, uno al cuarteo y dos a la media vuelta; bueno el último. El célebre y aplaudido capitán Ignacio Gadea (padre) tomó los trastos y sin faena ninguna con un superior metisaca por todo lo alto y RECIBIENDO, rindió la fiera a sus pies. ¡Justa y merecida ovación! Tres animalitos por valientes volvieron al corral. El segundo, negro zaino: recibió cinco varas. Gadea (padre) ginete en un precioso caballo, negro ligero, dejó dos pares, uno muy bueno. Lobato de rojo y plata, previos siete pases, un pinchazo y una estocada envainada, porque al herir el diestro estuvo a punto de sufrir una caída. El juez, inoportuno, ordenó lazo. El tercero, volvió a su casa. Sustituto, igual al anterior, aguantó ocho piquetes. Ignacio Gadea (hijo) puso dos medios al cuarteo y uno aprovechando. Tomó los trastos Gadea Amado, y después de seis pases sin mucho movimiento, dio un pinchazo y una corta delantera. El cuarto tomó sin voluntad dos varas. Lobato, encargado de los palos, prendió tres pares a la media vuelta; uno muy bueno. El mismo Lobato obsequió al cornúpeto con un pinchazo y una estocada algo caída. Quinto, prieto bien armado: los de a caballo mojaron once veces. Amado y Lobato colocaron dos pares y medio, todos al cuarteo. Este último diestro, casi sin faena, con un buen metisaca que resultó gollete, despachó a su enemigo al otro mundo. Para concluir: Gadea (padre) no obstante su avanzada edad y el mal ganado, se lució pareando a caballo, y como torero probó que es un matador. Respecto de sus hijos nada podemos decir, porque en la primera vez que los vemos en nuestros redondeles, sin embargo, creemos que en lo porvenir reemplazarán dignamente al autor de sus días. En el mismo número, y en la sección DESCABELLOS, aparecieron estas notas: (...) De un periódico de esta capital tomamos lo siguiente: EL TORERO GADEA.-Nos permitimos escitar a la autoridad para que no vuelva a permitir que el diestro cuyo nombre hemos escrito, trabaje más en los redondeles. Es un anciano que cuenta 70 a 80 años, y solo su fuerza de voluntad o la sangre de mexicano que circula por sus gastadas venas, lo mantienen todavía en su dudosa serenidad. Fue contemporáneo de Bernardo Gaviño, y recuérdese que la muerte de éste no reconoció otro origen que su avanzada edad. Si la sana observación que hacemos en este suelto, por desgracia fuese desatendida, no tardaremos en presenciar otra nueva víctima en la arena de la barbarie” ¿Por qué tanto amor carísimo colega? El anciano Ignacio Gadea desea positivamente LLEGAR A LOS SESENTA Y CINCO exponiendo su vida porque una numerosa familia estaría en la miseria si el no la llevara el fruto bendito de su trabajo. El anciano torero QUISIERA CONTAR LOS SETENTA, porque no tiene más patrimonio que legar a sus hijos, que adiestrarlos en el difícil arte a que él se dedicó. Con lo expuesto, esperamos que el autor de la sana observación se convencerá de que es muy injusto lo que pretende respecto del diestro mexicano.
Mucho nos extraña que un periódico serio y caracterizado, el primero tal vez el único que censuró la conducta de La Muleta, ahora ataque y pretenda denigrar a otros diestros mexicanos, dignos de respeto y consideración. Me refiero al Siglo XIX. El autor del párrafo que nos ocupa y que llamaremos F*A* debe ser un importado o cuando menos un villamelón. Este caballerito, entre otras cosas dice: “que Gadea y sus hijos, Pancho Lobato, Oropeza y otros que tomaron parte en la corrida del Paseo, son desconocidos”. Luego agrega: Francamente, en diversiones de este género, en que el público sale defraudado, la autoridad debería ser severísima y castigar como se lo merecen a los que así engañan a toda una sociedad. Y el Sr. F*A* ¿qué pide contra un insolente torero que la misma tarde (4 de marzo) desobedeció y burló a la autoridad que presidió en la plaza COLÓN? Como vemos, todavía el “viejo” Gadea, con sus 65 años que le cuelgan en El Monosabio (así que había nacido en 1823, aproximadamente) era motivo de discusión, entre quienes todavía celebraban sus hazañas y de los que denostaban el quehacer de un “viejo”, que corría el mismo riesgo que le costó la vida al recientemente desaparecido Bernardo Gaviño. Sin embargo, con toros muy malos, Gadea, que desde 1853 y hasta esta fecha, es decir, 35 años de actividad -¿ininterrumpida?-, todavía fue capaz de mostrar sus habilidades a pie y a caballo, como se ha visto en la reseña. Por su parte, Heriberto Lanfranchi apunta: Nació en Guadalajara, Jalisco, hacia 1820, aunque siempre vivió en Puebla. Su especialidad fueron las banderillas a dos manos a caballo, suerte en la que era un maestro. Se presentó en la capital, siendo ya muy conocido en Puebla, el 25 de enero de 1853, en la plaza del Paseo Nuevo, y obtuvo un gran triunfo. Repitió el 25 de abril del mismo año y a pesar de haber quedado de nuevo muy bien, no volvió a la ciudad de México sino hasta fines de 1858. El 22 de enero de 1860, de primer espada y encabezando una cuadrilla de lidiadores. Así siguió durante muchísimos años, recorriendo la República en todas direcciones, y de 1867 a 1872 estuvo toreando en La Habana, Cuba, donde tenía mucho cartel. Actuó por última vez en el Distrito Federal, en la plaza “Paseo”, el 4 de marzo de 1888, cuando ya tenía cerca de 70 años de edad. Se retiró a vivir a Puebla, donde falleció en abril de 1894. (H. L. II., 657). GADEA, Ignacio: Banderillero. Anunciado como “Ignacio Gadea, hijo” en el cartel que se celebró en la plaza de toros de Orizaba, Ver., la tarde del 1° de enero de 1882, enfrentando cinco toros de Nopalapam. GADEA, José: banderillero mexicano de finales del siglo XIX. Probablemente haya sido hijo de Ignacio, el célebre banderillero de a caballo al mediar el mismo siglo. GALAR, Rodrigo: Cuadrillero y caballero en plaza. Seguramente ocupó algún cargo de importancia en el Ayuntamiento de la ciudad de México, antes de 1599, pues en acta de cabildo del 26 de noviembre de ese mismo año, compareció ante los integrantes de aquella autoridad, la viuda del personaje reseñado, pidiendo “questa ciudad le haga merced del oficio de procurador que su marido servía para que señale en el a Francisco de Salazar conviniéndose con alguna recompensa que le haga en acudirle con algo de los derechos que ganare y este es su voto”. Con frecuencia, los participantes en juegos de cañas y alcancías, sufrían percances, aunque se acentuaban en el momento en que enfrentaban algún toro, pues en diversas lecturas a estos documentos oficiales, se puede entender que, entre las diversas causas que servían para rechazar el nombramiento como “Cuadrillero”, estaban la de las caídas, que ocasionaban daños corporales irreparables.
GALINDO, Melquiades, Rotito: Se le anunciaba como peón de brega. Su nombre aparece registrado en un cartel celebrado en la plaza de toros de Durango, la tarde del 19 de febrero de 1899. GALLARDO, María del Pilar, Guerrita: Torera de a pie, no se sabe si mexicana o española. El caso es que tuvo una actuación en de abril de 1894, de acuerdo a la nota periodística difundida por Juan Panadero el 12 de abril del mismo año. (R. M. M., 359). GALLARDO, Miguel, el Diablito: Matador de toros. Se le consideró en su momento como el último discípulo de Saturnino Frutos “Ojitos”. Nació en Orizaba, Veracruz el 3 de septiembre de 1897. Muy pronto, y a la muerte de su padre, en 1903, tiene que trabajar, y lo hace en la fábrica de hilados y tejidos conocida por “Cerritos”. En 1914 y sin mucha suerte, se tira de espontáneo en “El Toreo” una tarde en que alternaron “Tenes” y “Montañes” que lidiaban toros de Piedras Negras. Fue enviado a la cárcel y al domingo siguiente pudo vestirse de luces para torear al lado de Manuel Muñoz “Andaluz” y Marcelo León con ejemplares de Atenco. Toreó en España ni sin dejar de enfrentar diversos obstáculos y seguía toreando en 1925. Muere el 21 de agosto de 1952.
GALLARDO, Rafael, Cigarrón: Picador de toros mexicano, de larga permanencia en activo, que se prolongó hasta mediados del siglo corriente. (J. M de Cossío, et. al., V, 945). GALLARDO, Tomás: Picador de toros, que vivió en Orizaba, Veracruz. Fue padre de Miguel Gallardo. Este personaje se integró a la cuadrilla de Ponciano Díaz, cuando era costumbre del atenqueño incorporar a su cuadrilla a toreros de a pie o a caballo que habitaran las poblaciones por las que se contrataba el “torero con bigotes”. Muere el 10 de octubre de 1903. GALLEGOS, Gregorio, El Coeto: Primer espada mexicano que toreaba a fines del siglo XIX por el norte del país. En marzo de 1880, inauguró la plaza de “La Alameda”, en Chihuahua, Chih. (H. L. II., 657).
GALLEGOS, Vicente: Banderillero. Fue integrante de la cuadrilla de Ponciano Díaz, mientras actuaba en Toluca. Ello puede comprobarse con el cartel celebrado el 4 de diciembre de 1887, donde en conjunto, enfrentaron 5 bravos toros de Boximó. GALLOSO, Emiliano: Torero de a caballo, natural de México. En las plazas de esta República sudamericana y en las de Perú fue el más renombrado y aplaudido torero de su categoría en 1897. Se retiró ya entrado el siglo XX. Jineteaba admirablemente y esquivaba las acometidas de los toros con gran limpieza. (J. M de Cossío, III, 312). GALVÁN, Alonso de: Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 67). GÁMEZ, Cornelio (también aparece como Cornelio Gómez): Banderillero. Actuó como tal en la plaza del “Buen Gusto” (San Luis Potosí), la tarde del domingo 15 de febrero de 1885, enfrentando junto con los de la cuadrilla dirigida por Refugio Sánchez, ganado de “La Cantera”. De acuerdo a lecturas como la novela La virgen de espadas, su autor, Bernardo Ortiz de Montellano, lo ubica como banderillero en la cuadrilla de Lino Zamora. GAMBOA, Rafael, Blanquet: Banderillero, ignoro si español o americano. En México toreaba con frecuencia, auxiliando a espadas españoles, hacia 1910. (J. M de Cossío, III, 312). GAMUZI, Rafael: Banderillero, que toreaba en plazas de México, y Perú y otras Repúblicas Hispanoamericanas por los años de la primera quincena del actual siglo, haciéndolo a las órdenes de espadas americanos y españoles. (J. M de Cossío, III, 312). GÁNDARA, Francisca: Torera de a caballo, parece que bastante afamada hacia 1817, año en el cual entró a la Real Plaza de San Pablo cuando fueron los festejos por el matrimonio del rey “Deseado”: en dicha ocasión resultó muy ovacionada. Su condición de mujer torera podría indicar una posición social no muy estimada por parte de sus contemporáneos, pero el tratamiento de doña que se le otorga nos hace pensar si no pertenecería a alguna buena familia. (BFH, 2012, 370). GÁNDARA, Manuel de la: Para 1800, año del dato que encontramos sobre este personaje, era el propietario de la hacienda de “Bledos”, misma que surtía con frecuencia a las diversas fiestas celebradas por entonces. En algún momento, y dada la importancia de festejos que se llevaron a cabo en San Luis Potosí, “Don Manuel de la Gándara, ofreció dar toros o dinero, lo que a bien tuviere el Ayuntamiento; siendo tanta su buena voluntad, que ofreció, también, sus servicios personales; (¿acaso sería un buen aficionado a sortear reses bravas?). (N. R., 1924, 313-4). GÁNDARA (o Gandazo), Ramón: integrante de una cuadrilla de a caballo. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. Torero profesional de a caballo. Actuó en los festejos que se organizaron en el Volador durante 1815 para celebrar la restitución de Fernando VII al trono de sus mayores, así como en los correspondientes a la boda del propio monarca con la infanta Isabel María Francisca del Brasil. También sabemos que por 1819 era picador de la cuadrilla de a caballo capitaneada por Xavier Tenorio, la cual por entonces prestaba sus servicios en la Real Plaza de San Pablo. (BFH, 2012, 370). GÁNDARA, Santiago (de): torero de a caballo. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el
ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). Torero profesional de a caballo. Actuó en la temporada de toros que se dio en el Volador entre noviembre de 1769 y enero de 1770. (BFH, 2012, 370). GANDÍA, JOSÉ E., El Chato: Matador de cartel. Citado este personaje como integrante de una generación participante alrededor de la época de Bernardo Gaviño, esto a finales del siglo XIX. (El Arte de la Lidia, Año I, N° 3, 23.11.1884). GAONA JIMÉNEZ, Rodolfo (1888-1975): I 1901 amaneció para México dominado por la presencia torera española, en contraste con una floja puesta en escena de diestros nacionales, encabezados por Arcadio Ramírez “Reverte mexicano”, lo que representaba un desequilibrio absoluto, una desventaja en el posible despliegue de grandeza, mismo que se dejará notar a partir de 1905, con la aparición de Rodolfo Gaona. La del leonés no fue una presencia casual o espontánea. Surge de la inquietud y la preocupación manifestada por Saturnino Frutos, banderillero que perteneció a las cuadrillas de Salvador Sánchez Frascuelo y de Ponciano Díaz. Ojitos, como Ramón López decide quedarse en México al darse cuenta de que hay un caldo de cultivo cuya propiedad será terrenable con la primer gran dimensión taurina del siglo XX que campeará orgullosa desde 1908 y hasta 1925 en que Gaona decide su retirada. Rodolfo Gaona Jiménez, había nacido el 22 de enero de 1888 en León de los Aldamas, estado de Guanajuato. Con rasgos indígenas marcados, y sumido en limitaciones económicas, el muchacho, solo no tenía demasiado futuro. Se dice que Saturnino Frutos emprendió el difícil camino de buscar promesas taurinas en el bajío mexicano, sitio en el que estaba gestándose uno de los núcleos más activos, sin olvidar el occidente, el norte y el centro del país.
Rodolfo Gaona Jiménez. Grabado en papel de José Guadalupe Posada. Fondo: Díaz de León.
El encuentro de Frutos y Gaona se dio en 1902, imponiéndose desde ese momento una rígida preparación, bajo tratos despóticos soportados entre no pocas disputas o diferencias por Rodolfo, único sobreviviente de una primera cuadrilla que luego se desmembró al no soportar el ambiente hostil impuesto por el viejo banderillero, convencido de la mina que había encontrado en aquel joven que lentamente asimiló el estudio. Pero sobre todo el carácter. El “indio grande”, el “petronio de los ruedos”, el “califa de León” y otras etiquetas determinaron y consolidaron la presencia de ese gran torero quien, como todo personaje público que se precie, también se involucró en algunos oscuros capítulos, que no vienen al caso. Rodolfo Gaona, el primer gran torero universal, a decir de José Alameda, rompe con el aislamiento que la tauromaquia mexicana padeció durante el tránsito de los siglos XIX y XX. Ello significó el primer gran salto a escalas ni siquiera vistas o comprobadas en Ponciano Díaz (9 actuaciones de Ponciano entre España y Portugal en su primera y única temporada por el viejo continente), no se parecen a las 81 corridas de Rodolfo solo en Madrid, repartidas en 11 temporadas, aunque son 539 los festejos que acumuló en todo su periplo por España. Sin embargo, los hispanos se entregaron a aquel “milagro” americano. Gaona ya no sólo es centro. Es eje y trayectoria del toreo aprendido y aprehendido por quien no quiere ser alguien más en el escenario. Independientemente de sus defectos y virtudes, Rodolfo –y en eso lo ha acentuado y conceptuado con bastante exactitud Horacio Reiba Ibarra-, sobre todo cuando afirma que Rodolfo Gaona es un torero adscrito al último paradigma decimonónico. Y es que el leonés comulga con el pasado, lo hace bandera y estilo, y se enfrenta a una modernidad que llegó al toreo nada más aparecieron en el ruedo de las batallas José Ortega y Juan Belmonte, otros dos importantes paradigmas de la tauromaquia en el siglo XX.
Rodolfo rematando una serie con la capa. Ya se nota una fuerte presencia de la escuela que recibió a través de Saturnino Frutos. Col. del autor. Tal condición se convirtió en un reto enorme para el torero mexicano-universal, sobre todo en un momento de suyo singular: la tarde del 23 de marzo de 1924, cuando obtuvo un resonante triunfo con QUITASOL y COCINERO, pupilos de don Antonio Llaguno, propietario de la ganadería de San Mateo. Esa tarde el leonés tuvo un enfrentamiento consigo mismo ya que, logrando concebir la faena moderna sin más, parece detenerse de golpe ante un panorama con el que probablemente no iba a aclimatarse del todo. Los toros de San Mateo no significaron para Gaona más que una nueva experiencia, pero sí un parteaguas resuelto esa misma tarde: Me quedo con mi tiempo y mi circunstancia, en ese concepto nací y me desarrollé, parece decirnos. Además, estaba en la cúspide de su carrera, a un año del retiro, alcanzando niveles de madurez donde es difícil romper con toda una estructura diseñada y levantada al cabo de los años.
Es importante apuntar que la de San Mateo era para ese entonces una ganadería moderna que se alejó de los viejos moldes con los que el toro estaba saliendo a las plazas: demasiado grandes o fuera de tipo, destartalados y con una casta imprecisa. El ganado que crió a lo largo de 50 años Antonio Llaguno González recibió en buena medida serias críticas más bien por su tamaño –“toritos de plomo”- llegaron a llamarles en términos bastante despectivos. Pero en la lidia mostraron un notable juego, eran ligeros, bravos, encastados; incluso una buena cantidad de ellos fueron calificados como de “bandera”. Volviendo con Gaona, su quehacer se convirtió en modelo a seguir. Todos querían ser como él. Las grandes faenas que acumuló en México y el extranjero son clara evidencia del poderío gaonista que ganó seguidores, pero también enemigos.
Siguiendo los patrones nacionalistas, establecidos desde la época de Ponciano Díaz, Rodolfo Gaona fue incluido en esta imagen que resalta ese espíritu, cuya dimensión real alcanzó niveles universales. De regreso a la hazaña con el toro QUITASOL de San Mateo ocurrida el 23 de marzo de 1924, con ella concibe el prototipo de faena moderna. Si JOSÉ ALAMEDA da a Manuel Jiménez “Chicuelo” el atributo de haber logrado con CORCHAÍTO de Graciliano Pérez Tabernero ese nivel, nosotros se lo damos al leonés con aquella obra de arte que un polémico periodista de su época, Carlos Quiroz “Monosabio” recoge en espléndida reseña que presentamos en su parte esencial. Aquella tarde sucede un hecho memorable: Rodolfo Gaona, en una de las varias vueltas al ruedo que emprendió para agradecer las ovaciones, se acompañó de don Antonio Llaguno. Fue la única ocasión en que Gaona lo hizo con un ganadero, mismo que está proporcionándole a la fiesta un toro nuevo y distinto. El toro moderno para la faena moderna que a partir de esos momentos será una auténtica realidad. Además, “Monosabio” logró conseguir un perfil biográfico junto con la obra humana y artística del “petronio de los ruedos” en MIS VEINTE AÑOS DE TORERO, 11 libro llevado a la prensa en dos ediciones con miles de ejemplares vendidos, y que hoy está convertido en verdadera reliquia de bibliotecas. II LA ROTUNDIDAD DE RODOLFO GAONA JIMÉNEZ (1888-1975). Me resulta difícil, complicado entender una serie de circunstancias que plantearé aquí, como forma de explicar algo que llamaría la “rotundidad” (cualidad de rotundo, es decir de aquello que es lleno y Carlos Quiroz (Monosabio): Mis veinte años de torero. El libro íntimo de Rodolfo Gaona. México, Talleres Linotipográficos de “El Universal”, 1924. 279 p. Ils. Fots. 11
sonoro, completo, preciso y terminante, tal y como nos lo plantea el Diccionario de la Lengua Española). En el caso concreto de Rodolfo Gaona Jiménez, hoy que se cumplen 88 años de su despedida, es lo que representa, aún con la distancia de todo ese tiempo transcurrido este referente fundamental, escala de medir toreros, paradigma que, por el sólo hecho de haber alcanzado las cotas universales de las que habló un día José Alameda, supero la idolatría que el pueblo concedió a Ponciano Díaz dos o tres décadas al surgimiento mismo de su gran imperio. Y Rodolfo Gaona, don Rodolfo Gaona sigue siendo, he aquí lo curioso de esa circunstancia, tema de conversación, aún entre muchos que no tuvimos oportunidad ya no digo siquiera de verlo, sino que median con respecto a su gran obra técnica y estética una muy soportable cantidad de lecturas (en libros y prensa de la época); y de imágenes fijas y en movimiento. Únicos soportes que evidencian su enorme influencia en este toreo nuestro, extendida en la dimensión universal, cuyo logro es otra de las circunstancias de las que habrá que hilar fino. Su despedida, el 12 de abril de 1925 supuso el fin de una época, y el comienzo de otra, paso de un estadio a otro en escala ascendente. Para que esto sucediera fue necesario un proceso complejo en que, gracias a la participación de ciertos ingredientes, hubo posibilidad de encontrar la reacción más favorable, o la ecuación perfecta. Supongo que Rodolfo niño tuvo, como se deja ver en un cuaderno manuscrito, el de sus primeras lecciones en la primaria, que por su mente pasaban los ideales de muchos héroes de la historia patria, entre versos de Rubén Darío, poeta nicaragüense que por aquellos años finales del siglo XIX compartía fama con Amado Nervo, Luis G. Urbina o Manuel Gutiérrez Nájera, y de los que Rodolfo bebió en la fuente de las letras, hasta aprender los poemas más representativos de este representativo grupo de escritores. Quiso el destino, y aquí una causalidad, que andando el tiempo, Rodolfo en compañía de otros niños y adolescentes fueron aprendiendo algunos aspectos taurinos, cuya precariedad apenas les dio una idea vaga de aquello que seguramente veían con cierta fascinación. Jamás imaginaron ni ello s ni Saturnino Frutos “Ojitos” que habrían de encontrarse, justo en un momento en que las condiciones y la causación misma así lo iban orientando. Es cierto: nada es casual, y todo se ajusta a una voluntad que mueve a la razón, hasta el punto de obligar al hombre a definir en alguna medida su destino. La enseñanza prodigada por Saturnino Frutos no sólo a Rodolfo, sino a un grupo compacto de muchachos destinados a un futuro ligado con la tauromaquia, debió haber sido, no solo generosa, sino también caudalosa; a tal grado que el aprendizaje se materializó en contundente significado en el que Gaona se convierte en el alumno más aventajado; de ahí que “Ojitos” viera en él, al elemento concreto de sus aspiraciones. Lamentablemente los niveles fueron subiendo de rigor, y Rodolfo Gaona ya convertido en una gran figura no pudo soportar más aquella tiranía. Es cierto, rompe con “Ojitos”, pero lo bien aprendido jamás se olvida. Y es que el aporte del banderillero español fue, ni más ni menos que la summa del conocimiento y la experiencia que legaron dos figuras fundamentales: Salvador Sánchez “Frascuelo” y Rafael Molina “Lagartijo”, por lo que Saturnino es el puente de comunicación, el enlace entre aquel periodo clásico que detentaban esas dos figuras del toreo, destinado a alcanzar la modernidad al que se sumaría Gaona como el elemento que hizo realidad aquella aspiración. Rodolfo Gaona tuvo y tiene hoy día la enorme virtud de que sigue siendo tema de conversación, gracias, entre otras cosas, a que en su momento de gloria, durante el tiempo que estuvo vigente el que se considera el “Imperio de Gaona”, el “Indio Grande” prácticamente estaba solo. La presencia de Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”, de Vicente Segura o de Juan Silveti, los otros tres mexicanos con que comenzó el siglo XX mexicano, si bien cada uno de ellos contaba con su propia hegemonía, la de Gaona se cocía aparte. Fue por eso que, al alternar con figuras de su nivel en España, entre otras “Joselito” y Juan Belmonte, encontró que estaba a la misma altura del de Gelves y el de Triana, pero como uno y otro había declarado literalmente la guerra, Rodolfo llegó en un momento incómodo y difícil a declarar también la suya propia, cosa que no agradó en lo más mínimo a los dos portentos con quienes alternó sinfín de tardes, y de quienes tuvo que soportar todo tipo de golpes: arteros, por abajo, mal intencionados o contundentes y a los cuales dio la cara con una muy sobrada capacidad, lo que resultó incómodo para aquellas dos tremendas figuras del toreo. Y los tres afirmaron la “época de oro del toreo”, dejando convertida su influencia en uno de los capítulos fundamentales de la
tauromaquia moderna. No sólo fue competencia, también el resultado de un aporte técnico y estético que enriqueció y puso al día a una tauromaquia que alcanzaba otro gran estado de madurez, sumándolo al que ya habían concretado Juan León, Francisco Montes, “Cúchares”, Cayetano Sanz, “Lagartijo”, “Frascuelo” o Rafael Guerra a lo largo del siglo XIX.
Hace muchos años, las páginas del periódico ESTO del domingo, incluían amplios reportajes taurinos, del que estas imágenes formaron parte. El óleo de la derecha es creación del inconfundible Pancho Flores. Col. del autor. Y con el “Petronio de los ruedos” es necesario, entre otras cosas, “Pensar el arte”.12 Y pensar el arte en Gaona es posible. Esto, precisamente a raíz de la gozosa lectura que vengo realizando la cual corresponde al genial trabajo del Historiador (así, con mayúscula) Justino Fernández, quien orientó sus estudios al campo de las artes, sobre todo en el momento en que al ocuparse de la Coyolxauhqui, refiere en el ensayo respectivo: La escultura que estudiamos es más bien un monumento conmemorativo de un pasaje importante de la historia sagrada del pueblo mexicano, que quizá se ejecutó como ofrenda a Huitzilopochtli, ya que está dedicada propiamente a expresar las primeras proezas del portentoso dios.13
Justino Fernández. Pensar el arte. Antología. Selección e introducción: Elisa García Barragán. México, 1ª ed. Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 2008. XXXV, 257 p. Ils. (Biblioteca del Estudiante Universitario, 143). 13 Op. Cit., p. 18. 12
Rodolfo Gaona. Ca. 1910. Este párrafo fue suficiente para frenar toda conversación, detenerse a reflexionar y tener frente a nosotros una especie de síntesis que represente el culmen de todas las aspiraciones a las que logró llegar Rodolfo Gaona mismo. El leonés tuvo la capacidad de asimilar y capitalizar el arte en el toreo, esa difícil razón de la genialidad que les es dado a unos cuantos. Y Gaona se encuentra en ese reducidísimo segmento en donde, al ponerse en la frontera del arte, lograba conmover, y esa capacidad es suficiente para colocarlo en el grupo de los privilegiados. Conmover (al menos en el quehacer taurino) no es una simple acción, significa generar un estado que puede navegar entre altibajos. Ora un estrépito, ora la tranquilidad, pero siempre en una permanente dinámica en la que el diestro llegue a la capacidad última de los grandes artistas en el toreo: “detener el tiempo”, causar el asombro mayor, ese que queda en la memoria, en la retina… en la palabra de los aficionados que han sido testigos de ese “milagro” y tal dimensión es capaz de extenderse en el tiempo, hasta crear una sólida y auténtica leyenda. En la técnica también fue poseedor de grandes capacidades que sirven para comprobar la validez de una teoría, por más compleja que esta sea. Al ponerse en marcha el XX, con “Joselito”, Belmonte y Gaona o lo tridimensional del toreo, se alcanzaba el nuevo estadio de progreso y el toreo, adquiría en consecuencia, la posibilidad de una interpretación mucho más articulada, coherente, donde poco a poco el factor técnico y guerrero, comenzaba a quedar desplazado por un sólido eje de lo estético, razón del equilibrio que aportaba a la tauromaquia misma elementos no sólo para lidiar, sino para torear con arte. Y lo hicieron enfrentando a un nutrido número de toros que todavía fueron lidiados bajo el viejo procedimiento de un esquema decimonónico, en medio de un auténtico “campo de batalla”. Gaona, al regresar a nuestro país (y salvados algunos capítulos oscuros), convertido ya en figura consumada del toreo, trascendió dicha expresión a los niveles en que generó conmociones inenarrables. Este es, quizá, el efecto mayor que produjo y sigue produciendo hasta nuestros días, de tal forma que buena parte de la conversación de muchos taurinos siga teniendo, entre los elementos de discusión a Rodolfo Gaona, técnico y artista por los cuatro costados y en los tres tercios de la lidia. A 88 años vista de su despedida, es posible recordarlo, rememorarlo en este 2013 como si e se adiós hubiese sido apenas cosa de unos días atrás. El poder de su influencia sigue tan vigente hoy, como ayer. No es casual, y alguna vez lo confesaba David Liceaga que muchos toreros de su generación veían en Gaona el modelo a seguir. Es decir, todos querían ser como Gaona, y tal parámetro ostentaba unas cotas probablemente inalcanzables para muchos, y posibles para unos cuantos. III
DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. 125 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE RODOLFO GAONA JIMÉNEZ. 22 DE ENERO DE 1888 – 22 DE ENERO DE 2013. Al formarse bajo la égida de Saturnino Frutos “Ojitos”, banderillero de Salvador Sánchez “Frascuelo”, adquiere un estilo que lo hace español, por ende universal. Su caso es excepcional en medio de las condiciones en que se constituye. Por eso Rodolfo Gaona Jiménez (1888-1975), de un ciudadano común y corriente, pasa a la categoría de personaje público de altos vuelos pues fue el primer gran torero que llenó los parámetros que sólo se destinan a los elegidos. Gaona le da a la fiesta un carácter mayor debido a su jerarquía como matador de toros. La fiesta le da a Rodolfo un sitio que a más de 80 años de su despedida –que ocurre el 12 de abril de 1925- lo sigue haciendo vigente junto con otros grandes diestros que comparten un lugar en la Rotonda de los Toreros Ilustres. Su quehacer se convirtió en modelo a seguir. Todos querían ser como él. Las grandes faenas que acumuló en México y en el extranjero son clara evidencia del poderío gaonista que ganó seguidores, pero también enemigos. 1901 amaneció para México dominado por la presencia torera española, en contraste con una floja puesta en escena de diestros nacionales, encabezados por Arcadio Ramírez “Reverte mexicano”, lo que representaba un desequilibrio absoluto, una desventaja en el posible despliegue de grandeza, mismo que se dejará notar a partir de 1905, con la aparición de Rodolfo Gaona.
Ciudad de México. 8 de noviembre de 1906. Col. del autor. La del leonés no fue una presencia casual o espontánea. Surge de la inquietud y la preocupación manifestada por Saturnino Frutos, banderillero que perteneció a las cuadrillas de Salvador Sánchez Frascuelo y de Ponciano Díaz. Ojitos, como Ramón López decide quedarse en México al darse cuenta de que hay un caldo de cultivo cuya propiedad será terrenable con la primer gran dimensión taurina del siglo XX que campeará orgullosa desde 1908 y hasta 1925 en que Gaona decide su retirada. Rodolfo Gaona Jiménez, había nacido el 22 de enero de 1888 en León de los Aldamas, estado de Guanajuato. Con rasgos indígenas marcados, y sumido en limitaciones económicas, el muchacho, solo no tenía demasiado futuro. Se dice que Saturnino Frutos emprendió el difícil camino de buscar promesas taurinas en el bajío mexicano, sitio en el que estaba gestándose uno de los núcleos más activos, sin olvidar el occidente, el norte y el centro del país.
Rodolfo Gaona en la célebre faena con Quitasol. Col. del autor. El encuentro de Frutos y Gaona se dio en 1902, imponiéndose desde ese momento una rígida preparación, bajo tratos despóticos soportados entre no pocas disputas o diferencias por Rodolfo, único sobreviviente de una primera cuadrilla que luego se desmembró al no soportar el ambiente hostil impuesto por el viejo banderillero, convencido de la mina que había encontrado en aquel joven que lentamente asimiló el estudio. Pero sobre todo el carácter. El “indio grande”, el “petronio de los ruedos”, el “califa de León” y otras etiquetas determinaron y consolidaron la presencia de ese gran torero quien, como todo personaje público que se precie, también se involucró en algunos oscuros capítulos, que no vienen al caso. Rodolfo Gaona, el primer gran torero universal, a decir de José Alameda, rompe con el aislamiento que la tauromaquia mexicana padeció durante el tránsito de los siglos XIX y XX. Ello significó el primer gran salto a escalas ni siquiera vistas o comprobadas en Ponciano Díaz (9 actuaciones de Ponciano entre España y Portugal en su primera y única temporada por el viejo continente), no se parecen a las 81 corridas de Rodolfo solo en Madrid, repartidas en 11 temporadas, aunque son 539 los festejos que acumuló en todo su periplo por España. Sin embargo, los hispanos se entregaron a aquel “milagro” americano. Gaona ya no sólo es centro. Es eje y trayectoria del toreo aprendido y aprehendido por quien no quiere ser alguien más en el escenario. Independientemente de sus defectos y virtudes, Rodolfo –y en eso lo ha acentuado y conceptuado con bastante exactitud Horacio Reiba Ibarra-, sobre todo cuando afirma que Rodolfo Gaona es un torero adscrito al último paradigma decimonónico. Y es que el leonés comulga con el pasado, lo hace bandera y estilo, y se enfrenta a una modernidad que llegó al toreo nada más aparecieron en el ruedo de las batallas José Ortega y Juan Belmonte, otros dos importantes paradigmas de la tauromaquia en el siglo XX. Tal condición se convirtió en un reto enorme para el torero mexicano-universal, sobre todo en un momento de suyo singular: la tarde del 23 de marzo de 1924, cuando obtuvo un resonante triunfo con QUITASOL y COCINERO, pupilos de don Antonio Llaguno, propietario de la ganadería de San Mateo. Esa tarde el leonés tuvo un enfrentamiento consigo mismo ya que, logrando concebir la faena moderna sin más, parece detenerse de golpe ante un panorama con el que probablemente no iba a aclimatarse del todo.
Retrato poco conocido de Rodolfo, en traje de calle. Col. del autor. Los toros de San Mateo no significaron para Gaona más que una nueva experiencia, pero sí un parteaguas resuelto esa misma tarde: Me quedo con mi tiempo y mi circunstancia, en ese concepto nací y me desarrollé, parece decirnos. Además estaba en la cúspide de su carrera, a un año del retiro, alcanzando niveles de madurez donde es difícil romper con toda una estructura diseñada y levantada al cabo de los años. Es importante apuntar que la de San Mateo era para ese entonces una ganadería moderna que se alejó de los viejos moldes con los que el toro estaba saliendo a las plazas: demasiado grandes o fuera de tipo, destartalados y con una casta imprecisa. El ganado que crió a lo largo de 50 años Antonio Llaguno González recibió en buena medida serias críticas más bien por su tamaño –“toritos de plomo”- llegaron a llamarles en términos bastante despectivos. Pero en la lidia mostraron un notable juego, eran ligeros, bravos, encastados; incluso una buena cantidad de ellos fueron calificados como de “bandera”. Volviendo con Gaona, su quehacer se convirtió en modelo a seguir. Todos querían ser como él. Las grandes faenas que acumuló en México y el extranjero son clara evidencia del poderío gaonista que ganó seguidores, pero también enemigos. De regreso a la hazaña con el toro QUITASOL de San Mateo ocurrida el 23 de marzo de 1924, con ella concibe el prototipo de faena moderna. Si JOSÉ ALAMEDA da a Manuel Jiménez “Chicuelo” el atributo de haber logrado con CORCHAÍTO de Graciliano Pérez Tabernero ese nivel,14 nosotros se lo damos al leonés con aquella obra de arte que un polémico periodista de su época, Carlos Quiroz “Monosabio” recoge en espléndida reseña que presentamos en su parte esencial. Aquella tarde sucede un hecho memorable: Rodolfo Gaona, en una de las varias vueltas al ruedo que emprendió para agradecer las ovaciones, se acompañó de don Antonio Llaguno. Fue la única ocasión en que Gaona lo hizo con un ganadero, mismo que está proporcionándole a la fiesta un toro nuevo y distinto. El toro moderno para la faena moderna que a partir de esos momentos será una auténtica realidad. Además, “Monosabio” logró conseguir un perfil biográfico junto con la obra humana y artística del
La faena a Corchaíto, que fue una maravilla en sí misma, tuvo sobre todo el don de la oportunidad. El “milagro” ocurrió en Madrid (el 24 de mayo de 1928) precisamente cuando el público intuía, sentía, “necesitaba” que a los toros ya más afinados se les hiciera otro toreo: el toreo ligado, enlazado, que permita la unidad de la obra y la prolongación de la faena, sacándola del reducido molde belmontino en que venía manteniéndose. Pues si el toro verdaderamente propicio no salía todas las tardes, digamos, con la liberalidad de ahora, salía ya con la relativa frecuencia necesaria para que la evolución del arte pudiera producirse. 14
“petronio de los ruedos” en MIS VEINTE AÑOS DE TORERO, 15 libro llevado a la prensa en dos ediciones con miles de ejemplares vendidos, y que hoy está convertido en verdadera reliquia de bibliotecas. PAGINAS TAURINAS DE MONOSABIO ¿CUAL DE LAS DOS? Han pasado ocho días y aún se comentan las faenas que Gaona realizó con los toros "Quitasol" y "Cocinero", de la ganadería de San Mateo. Todavía no nos hemos puesto de acuerdo acerca de cuál de ellas tuvo mayor mérito. Unos juzgan que la de "Quitasol" fue una maravilla de acabado. Perfecta obra de orfebrería. Dechado innegable de perfeccionamiento en el manejo de la muleta. Y es que consideran que las condiciones en que "Quitasol" llegó a poder del matador: sosote, obedeciendo despacio y aún tuvo momento en que quiso trotar al hilo de las tablas. Y otros, resueltamente, votan por la faena de "Cocinero", el cuarto, que acometió con más nervio y tuvo más poder y traía la cabeza suelta. Y fue que si en la primera contemplaron suprema sapiencia en la aplicación de la flámula, en ésta hubieron de certificar no sólo esa maestría insuperable, sino algo que es más raro: la inteligencia, el dominio que con la muleta puede alcanzarse. Sí: porque todos vimos que al cuarto muletazo "Cocinero" que empezó achuchando y revolviéndose codicioso, estaba con la lengua fuera, muy quieto y permitió que el leonés le volviese la espalda, cual si ya lo considerase enemigo insignificante. Es verdad que en la faena del primer bicho se realizó el milagro de ligar seis pases naturales sin perder terreno en ninguno, haciendo que el bruto girase en torno al diestro. Seis pases naturales que en realidad constituyeron uno sólo: en redondo y que fueron rematados con el clásico pase de pecho, complemento obligado del pase natural. Seis pases en los que el diestro sujetó al toro para que no saliera de la muleta. Pero -agregamos no pocos- con todo y haber sido una maravilla la faena de "Quitasol", siempre, la de "Cocinero", queda algunos codos más alta. En "Cocinero" hubo más enemigo; más nervio, mayores dificultades que vencer. Por eso, su mérito es más grande, incuestionablemente. Sin embargo, no han faltado los Zoilos de ordenanza, pretendiendo aguar la fiesta. Sueñan con tapar el sol con un dedo. Basta lijera -sic- glosa de sus afirmaciones, para darse cabal cuenta de lo qué entienden de estas materias. Uno dice:
Carlos Quiroz (Monosabio): Mis veinte años de torero. El libro íntimo de Rodolfo Gaona. México, Talleres Linotipográficos de “El Universal”, 1924. 279 p. Ils. Fots. 15
Col. del autor. "En banderillas se resiste a entrar -habla de "Quitasol"-. Escarba y huele, y nada. Un banderillero arroja su montera a la jeta del burel, mas este se contenta con juguetear y no arranca..." "El bicho ha llegado a la muerte como una seda. Ideal. El bicho sigue el engaño como babosa. Y no pierde de vista la muleta. En cualquier momento lo único que llama su atención es el trapo rojo..." Y allí, al lado de tan luminosas frases, una pequeña instantánea del Indio muleteando a "Quitasol". En ella se mira cómo "Quitasol" se marcha al hilo de las tablas, y el Indio que le mete la pierna en los ijares y le flamea la muleta para recogerlo... Luego, no en todos sus movimientos lo único que llamaba la atención de "Quitasol" era la muleta. Y cuando un toro se queda y echa la jeta por los suelos -como dice que hizo "Quitasol"- ya no es tan de seda. Alguna aspereza debió tener. Y torearlo primorosamente como lo toreó Gaona, es indudable que representa no poco esfuerzo, máxime si hay momento en que el enemigo intente marcharse con viento fresco. Del cuarto, dice: "Un toro que comienza saltando al callejón, que sigue dando brincos. Que se queda en varas... ¿Acaso toro en tales condiciones es un pedazo de azúcar? CONVENGA O NO Hay quienes reprochan al Califa el poco clasicismo que empleara al torear a "Quitasol". Hubieran preferido de buena gana que, después de los seis pases naturales y el de pecho, hubiese entrado a matar: habría sido faena completa y clásica, porque así debió haberlo hecho el propio "Chiclanero". ¿Para qué torear con la diestra, cambiándose de mano el engaño, etc? Y, si Gaona hace tal, entonces las exigencias serían de otro género. Esa faena impecable la entenderíamos media docena de los que estábamos en la plaza, no los doce mil que había en los tendidos. Y, como el sol sale para todos, hay que contentar a la mayoría. De lo contrario, aparte de que la brega habría tenido menor emoción y escaso lucimiento, le pondrían toda suerte de reparos: éste, diría que no supo sacar el partido a que obligaba la nobleza del cornúpeto; aquél, quizás dudaría de la afición del torero, de su deseo de complacer a la clientela; porque, si con un borrego no se hacía aplaudir a rabiar, quien sabe para cuando
reservaría su tan decantada maestría. El caso era poner laguna tilde, conviniese o no. Y no todos están por los clasicismos, que es éste un capítulo en el que se "vacila" más de lo necesario. Cuando, después de meternos en el cráneo algún pesado librote taurómaco entramos a la realidad de las cosas, salimos pidiendo a gritos el toreo clásico: mucha mano izquierda; torear exclusivamente con los pases fundamentales: el natural y el de pecho. La estocada recibiendo... Con arrebatadora suficiencia doctrinamos de esta guisa, queriendo reducir a la nada algún diestro que tarde a tarde se lleva de calle a los públicos: -Mientras no reciba un toro, no puede considerársele un gran estoqueador!... Y resulta que ejecuta exclusivamente los pases naturales y los de pecho, y viene la consumación de la suerte máxima, y aplaudimos, pero no hemos quedado satisfechos. Y ya estamos poniéndole reparos y nos hundimos en prolijas disquisiciones acerca de si debió o no debió haber recogido el pie izquierdo, o el derecho, o levantado más la mano. Y unos dicen que recibió a ley, y otros lo niegan y el torero con cuatro palmadas no queda contento, y jura no volver a meterse en semejantes belenes.
La tarde de la despedida, el 12 de abril de 1925. Col. del autor. Todo se debe a que, la verdad, la suerte que creímos portentosa ya de viso nos parece tener poca miga. Esperábamos que despertaría mayor alboroto, que nos causaría más impresión. Y no. Lo acabamos de certificar recientemente: Nacional recibió cuatro, cinco veces. Y ya nadie se acuerda de eso. Y no porque Nacional hubiese consumado la suerte suprema con mayor o menor perfección, -que en alguna llenó todos los trámites- hemos de confesar que sea consumado estoqueador, un Maestro. No. Comprendimos que su talla aventajada le permite intentar la suerte de recibir; pero que todavía está verde para codearse con los Mazzantini. En cambio, después de ver torear a Gaona un toro, chico o grande, como los ha toreado en esta temporada, tenemos que concluir perfectamente convencidos: es un maestro. Y han sido porque en esa faena ha despertado emoción. Ha dado el sello de su personalidad inconfundible, como en la de "Quitasol" que no la redujo al clásico capítulo inicial, del toreo sobre la zurda, el que le enseñara "Ojitos", sino que, al prolongarla, buscó no caer en monotonía. De aquí que sus hazañas fueran todas distintas. Y la faena de "Quitasol" en nada se pareció a la de "Cocinero". Si los dos toros eran igualmente nobles y faltos de respeto, como se dice por allí, cualquier otro lidiador los hubiese toreado con el mismo procedimiento, hasta hacer creer que era uno mismo. Y esto lo vemos a diario: antes de que extienda la muleta el matador, ya sabemos que va a hacer y hasta podemos irle marcando el repertorio. Porque es uno mismo, reducido, monótono, falto de interés. Gaona, en estas dos faenas tan diferentes, probó no sólo que es quien más domina con la muleta, quien en ella posee positiva arma ofensiva y defensiva, sino que es el más "largo". El
único, en los tiempos que corren, capaz de entretener y entusiasmar a los aficionados y sumirlos en un mar de perplejidades, porque, como hoy ocurre, no sabe por cual decidirse: si por la faena arrobadora en que brillan los seis pases naturales ligados a la perfección, como brillan sobre el terciopelo los brillantes y las perlas, o por la faena de dominio absoluto, de ligereza asombrosa y de adorno variado e inagotable. Y hoy no se habla de estocadas, sino del toreo de muleta. El torero ha vencido al matador, lo cual no es una novedad porque así ha ocurrido siempre. No voy a negar que los grandes estoconazos levanten en vilo a los públicos y arrancan ovaciones estruendosas. Pero es cierto que jamás el matador ha podido aplastar al torero: "Lagartijo" no fue opacado por "Frascuelo"; ni "Guerrita" por don Luis; ni Fuentes por "Algabeño". "Machaquito", con lo valiente y seguro estoqueador que fue, vio con pena que el cetro no estuvo en sus manos, sino en las de "Bombita", que era el torero. CUALQUIER TIEMPO PASADO… Y al pretender menguar el mérito de lo que viéramos hacer con "Quitasol" y "Cocinero", se hace hincapié en que fueron toros chicos. Terciados, no chotos, como dicen. En efecto: la corrida de San Mateo fue una corrida terciada, adelantada. Pero los más terciados fueron los dos últimos, que no correspondieron a Gaona. Y sin que yo pretenda hacer el elogio de los toros chicos, sí debo recordar que no sólo los toros grandullones saben dar cornadas, ni son los que mayores dificultades ofrecen a los lidiadores. A menudo los chicos y escurridos de carnes tienen más ligereza y nervio que los regorditos y corpulentos. Tenemos un caso reciente: Los toros de San Mateo lidiados en la corrida a beneficio de la Casa de Salud del Periodista. El más corpulento y en mejor estado de carnes, fue el "Silveti", toro bravísimo y de nobleza ideal, que se dejó hacer cuanto quiso el "Hombre de la regadera". Y el de menos libras, pero con mucho poder y nervio, fue el más pequeño: el "Facultades", aquel que ya con todo el estoque hundido en lo alto y listo para que de él diera cuenta el puntillero, se levantó y persiguió a Paco Peralta de tercio a tercio, y por poco le echa mano.
Mundo Gráfico, Madrid. 3 de julio de 1912. "Relojero", de Piedras Negras, el bicho que cogió a Nacional, no fue un toro grande. Nacional toreó a muchos otros de mayor respeto, y el que le atravesó un muslo fue el de menor tipo... Y, se explica: todos traen cuernos y sangre; y las cornadas no las dan con los años, sino con lo que llevan en la cabeza. Siempre, es costumbre inveterada que quienes han conocido otros tiempos se entreguen a lanzar suspiritos de monja, añorando aquellas épocas en que veían lidiar reses con los cinco años cumplidos, con muchos kilos sobre el lomo y con pitones kilométricos. Y lo creen como lo dicen. Están convencidos de que conocieron algo mejor de lo que nos sirven hogaño. Hace veinte años yo escuché los mismos suspiros. Entonces se envidiaba a nuestros abuelos,
que no vieron lidiar chotos. En aquellos tiempos, yo ví a Mazzantini lidiar seis becerros del Cazadero, muy bravos, por cierto; y con ellos Don Luis y Villita dieron la más lucida tarde de aquella temporada. En la extinta plaza "México", Minuto y Fuentes, torearon seis ratitas de Saltillo, noblotas y bravas. Fue corrida brillantísima y fue entonces cuando Antonio ensayó la suerte de recibir, con el cuarto. A Mazzantini, a Lagartijillo y a Fuentes, yo los ví lidiar la primera corrida de Piedras Negras, con cruza española. Fueron seis bichos pequeños y de asombrosa bravura. ¿Bueyes? En aquéllas épocas pretéritas se lidiaban a pasto. Pocas veces escapaban los toros del Cazadero sin ser quemados. Atenco estaba por los suelos. Dígalo aquella bronca de la segunda corrida de Reverte. Cuando Reverte volvió a torear en la plaza "México", domingo a domingo, se las veía con mansos, sacudidos de carnes y mal encornados de San Diego y de Santín. En cambio, a últimas fechas y a partir de las corridas que se dieron en Tlalnepantla, han menudeado los toros bravos en todas las ganaderías. Hemos visto bravura ejemplar en algunos bichos de Atenco y San Diego de los Padres, de Piedras Negras, La Laguna, Zotoluca, Coaxamaluca, y San Mateo. Y, si ayer Tepeyahualco presentaba corridas de soberbio trapío, hoy La Laguna nada tiene que envidiarle. En el beneficio de Gaona, Atenco mandó una corrida grande, brava, gorda y de largos pitones. De San Diego este año hemos visto una corrida muy dura, y de San Mateo una con un nervio que no conocieron nuestros padres. Sin embargo, los abuelos repiten su vieja cantinela. ¡Ah, aquellos tiempos!''' Suspiran por los días en que también se lidiaban mansos, y chotos, como ahora y como siempre. Jorge Manrique lo dijo: Cómo a nuestro parecer Cualquier tiempo pasado Fue mejor. Pero estar repitiendo tonterías, resulta una necedad. MONOSABIO.16
El Universal. El gran diario de México. Director: José Ugarte. Domingo 30 de marzo de 1924. Año IX, Tomo XXX, Nº 2716, Cuarta sección, pág. 4. 16
Rodolfo Gaona y su creación: La Gaonera. Imagen tomada en España, el 7 de junio de 1916. GARCÍA, Agustín: Banderillero. Sus actuaciones aparecen registradas en semanarios como El Arte de la Lidia. GARCÍA, Albino: Banderillero. Participó como tal, en un festejo que se celebró en la plaza de toros “Bucareli”, el lunes 19 de noviembre de 1894. GARCÍA, Ángel, El Rorro: Banderillero. Actuó en una de las cuadrillas que integró Ponciano Díaz a lo largo de su trayectoria como torero. El dato que tenemos sobre García, proviene de El Arte de la Lidia, año III, Tercera época. México, 21.11.1886, N° 6. GARCÍA, Antonio, Alegría: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. GARCÍA, Antonio, El Relajado: Picador de toros, que estuvo bajo las órdenes de Ponciano Díaz, en su gira por el norte del país en 1883, lo mismo que con Pedro Nolasco Acosta GARCÍA, Antonio, El Morenito: Banderillero. actuó como tal en un festejo celebrado la tarde del 17 de marzo de 1889, en la plaza de toros de “Colón”. GARCÍA, Carlos: Novillero. Sin tener más datos al respecto de este personaje, corrió la legua en compañía de Salvador Corona, Pedro Domínguez “Dominguín” y otros, sobre todo en plazas del norte del país, como fue el caso de la de Matamoros, Tamps. Esto durante los años más intensos de la revolución mexicana.
Carlos García. GARCÍA, Carlos, Catufa: Diestro mexicano, que después de venir toreando como banderillero algunos años, en 1896 y 97 ha figurado como matador y jefe de cuadrilla en algunas plazas de segundo orden. (L. V., 79). GARCÍA, Casiano: Loco y puntillero. Su nombre aparece en el festejo que se celebró el domingo 16 de mayo de 1880 en la plaza de toros de Orizaba, Veracruz. GARCÍA, Darío: Se anunció como banderillero en un festejo celebrado el 10 de agosto de 1890 en la plaza de toros de Parras de la Fuente (Coahuila). GARCÍA DE LEGASPI ALBORNOZ: Adelantado, en el año de 1623, y quien participó como “Cuadrillero” durante las fiestas de recepción del virrey Rodrigo Pacheco y Osorio. GARCÍA, Eduardo, Morenito: banderillero poblano que empezó a torear a fines del siglo XIX. El 15 de junio de 1902, en Mazatlán, Sinaloa, un toro de “Puerta” le causó tan grave cornada que falleció a consecuencia de ella al día siguiente. (H. L. II., 660).
Este personaje ha sido confundido por Antonio Moreno “Morenito de Puebla”. Afortunadamente se dispone de otra imagen suya, que se pone a consideración en seguida:
Cortesía de D. Rafael Gómez Lozano http://torerosmexicanos.blogspot.mx/search/label/Eduardo%20Garc%C3%ADa%20%28Morenito%20 de%20Puebla%29, Disponible en internet noviembre 6, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1902 GARCÍA, Emeterio: Banderillero. De este personaje, se sabe por ahora, que actaba con alguna frecuencia en plazas como Puebla y otras en el estado de Veracruz, esto a finales del siglo XIX. GARCÍA, Esther, La Finita: Hermana de Margarita García “La Reverte”. Empezó a torear a principios del siglo XX, y hacia 1910 estaba de banderillera en la cuadrilla de su hermana. A partir de 1925 , cuando ya tenía más de 40 años de edad, cambió los palos por el estoque, llegando a presentarse en “El Toreo” (D.F.) como matadora, el 8 de abril de 1934, y al frente de una “Cuadrilla de Señoritas Toreras” (en los programas agregaban: “ambas cosas garantizadas”) que alternó con la cuadrilla cómica de “Don Catarino y su Familia”. (H. L. II., 787).
GARCÍA, Eufrasio: Banderillero. Intervino como tal en el festejo celebrado el domingo 1° de abril de 1906 en la plaza de toros “México”. Aquella ocasión, se lidiaron toros de Galindo. GARCÍA, Federico: Picador de toros mexicano, cuyo nombre aparece ya en carteles de 1896 y 97. (L. V., 79). GARCÍA, Florentino, Tanganito: Banderillero mexicano, que abrazó la profesión por los años de 1882 a 84. En la plaza de Puebla y otras de aquellos estados, sobre las que no pesaba la prohibición del espectáculo, figuraba ya a las órdenes de Gaviño en 1885. Autorizadas en 1886 las corridas en México, fue uno de los primeros que allí toreó con bastante aceptación. (L. V., 80). Además, se recogen a continuación las notas publicadas por el Ing. Leopoldo Peña del Bosque: LA PATRIA, D.F., del 22.04.1893, p. 3: Muerte de un torero. Ha fallecido en Córdoba (Veracruz, México), Florentino García (alias) "El Tanganito", que trabajaba como banderillero, y era muy aplaudido en la cuadrilla de Ponciano Díaz. Parece ser que García murió a consecuencia de la cogida que había sufrido en la función taurina del 16 del que cursa. Fuente: José F. Coello Ugalde https://ahtm.wordpress.com/2014/05/16/la-importancia-y-la-esencia-de-ciertas-minucias-taurinas-x/ El mote de "Tanganito" muy probablemente proviene del diminutivo de "Tángano", adjetivo calificativo usado en México, en esos tiempos, para señalar lo bajito, lo achaparrado Disponible en internet marzo 29, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1893 En un cartel que recuerda la actuación de la cuadrilla de la “Cuadrilla Mendoza”, mismo que se celebró en la plaza de toros de Coatepec, Ver., el 23 de mayo de 1880, Florentino García –uno de sus integrantes-, anunciaba que “El intrépido (…) (a) el Tanganito colocará una banderilla con la boca al toro que mejor se preste, dedicando esta suerte a los señores José Suárez, León Martín y Félix N. López, agregando a ello unos versos que van así: Sin grande conocimiento En el arte de torear Una prueba voy a dar De buen agradecimiento Pues esta tarme me toca Brindar a los catepecanos Una suerte con la boca Atado bien de las manos. ¡Oh público coatepecano Complacerte es mi ambición, Un aplauso de tu mano O el indulto y el perdón! GARCÍA, Francisco, banderillero. Nació en Puebla. Primer espada y banderillero mexicano que en 1889 toreaba en Teocaltiche, Jalisco y sufrió mortal cornada en el vientre en diciembre de dicho año, en la plaza de Teocaltiche. (H. L. II., 657). Además: Diciembre de 1889, Plaza de Teocaltiche, Jalisco, el matador de toros mexicano Francisco García, sufre grave cornada en el vientre a resulta de la cual murió dos horas después.
Francisco García, matador de toros mexicano del siglo XIX, actuaba en las plazas de toros del Estado de Jalisco, en México, y en una de ellas, en la de Teocaltiche, recibió una grave cornada en el abdomen a resultas de la cual falleció. Federico Garibay Anaya, El "Feudalismo Taurino" Mexicano. 1991. GARCÍA, Ildefonso: En una corrida que se celebró en San Luis de Potosí, el día 7 de julio de 1839, gineteó (lo correcto es jineteó) un toro. (L. V., 80). Según el cartel indicado “Ildefonso García jineteará otro (toro), y cuando éste se halle reparando en su mayor fuerza, se le pasará al pescuezo”. Se cuenta de esa suerte que cuando esté “reparando” el toro, García se irá sin desmontarse, del lomo al cerviguillo. Allí, montado dando la espalda a las astas, cruzará los pies debajo del pescuezo del toro, resistiendo así las cabezadas, logrando dominarlo, obligándolo a que baje la cabeza llegando a tocar con el hocico al suelo. Entonces se desmontará Ildefonso. GARCÍA, Irineo (también aparece como Ireneo): Picador de toros mexicano, que gozaba de un buen nombre en 1885, como tal y como consumado jinete. Formó durante algún tiempo en la cuadrilla de Ponciano Díaz, y después en las de otros acreditados diestros, tanto del país como españoles. Toreando en mayo de 1894 en la plaza de Mixcoac, resultó con una herida en el pie derecho y la fractura de la planta del referido pie, que le tuvo algún tiempo sin trabajar. (L. V., 80). GARCÍA, Luis, Perlita: Formaba parte, como banderillero, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnac´n Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. GARCÍA, José, Bodudillo: Picador de toros que en la segunda decena de este siglo actuaba con frecuencia en plazas mexicanas. No creo que ha llegado a picar en España. (J. M de Cossío, III, 328). GARCÍA, José María: Toreador de a pie, quien participó en fiestas celebradas en Acámbaro, Guanajuato durante diciembre de 1799. También se encargó de seleccionar sesenta toros de la hacienda de Jaripeo”. (N. R. 1918, 296). Este personaje declaró llamarse Miguel García y ser oriundo de Querétaro. GARCÍA, José Ignacio: Torero profesional de a caballo. Fue uno de los que más cobraron por sus actuaciones en los festejos taurinos que tuvieron lugar en el Paseo Nuevo en el transcurso de diciembre de 1796. (BFH, 2012, 371). GARCÍA, Juan: Picador americano, que ha trabajado en la plaza de Colón de México, y otras de los diferentes estados de la república a las órdenes de varios espadas, tanto mexicanos como españoles. (L. V., 81). GARCÍA, Julián, El Chato: Formaba parte, como picador de toros, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por:
Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnac´n Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. GARCÍA, Manuel: Picador mexicano, de los más modernos en las lides taurinas, cuyo nombre aparece ya como tal en algunos carteles de 1877. (L. V., 81). GARCÍA, Manuela: Torera de a pie. Actuaba con frecuencia, en festejos que se celebraban en la plaza del “Paseo Nuevo”. Su nombre aparece en el del domingo 20 de junio de 1858, y donde al establecerse una competencia con Soledad Gómez y Juana Hoyos, “en competencia van a picar, banderillar y matar un VALIENTE TORO”. Su nombre aparece en un cartel de la Plaza Principal de Toros, en el Paseo Nuevo, de Puebla, celebrado el domingo 1° de diciembre de 1850. (Col. del autor). GARCÍA, Margarita, La Reverte: Nació en Puebla, Puebla. Comenzó a torear a principios del siglo XX y en 1906 encabezaba como matadora una cuadrilla de “Señoritas Toreras Poblanas”. Actuó por primera vez en “El Toreo” 8D.F.), el 1° de octubre de 1916, viendo cómo regresaban vivos a los corrales los dos toretes que pretendió estoquear. Estuvo en activo hasta 1935, cuando tenía más de 50 años de edad. (H. L. II., 787). GARCÍA, María: Torera de a pie, participó en las fiestas que se celebraron en Celaya, hacia 1791, con motivo de la Proclamación de Carlos IV. (N. R. 1924, 229). GARCÍA, María, Revertita: Torera de a pie. El registro que confirma a la presente, es como sigue: PLAZA DE TOROS EN TOLUCA, MÉX.-Domingo 17 de enero. En La Democracia, Toluca, México, del 17 de enero de 1909, p. 3 aparece el siguiente aviso: PLAZA DE TOROS DE TOLUCA.-Hoy Domingo, presentación de la Cuadrilla de toreras mexicanas, lidiándose de 3 a 4 toros de la ganadería de Atenco, siendo estoqueados por la espada Margarita García “Revertita”. De las 4 en adelante Jaripeo por los charros mexicanos. GARCÍA, Miguel: Torero profesional de a pie. Queretano. Se hacía llamar José María García y, a veces, solamente María García. Toreaba con la categoría de primer espada, siendo uno de los diestros que más altos honorarios cobraron por aquel tiempo. Tomó parte en los festejos con los que, durante diciembre de 1791, se celebró en Celaya la elevación al trono de Carlos IV, así como en los que se dieron en el Paseo Nuevo de México en el curso de diciembre de 1796. Acudió a tomar parte en unas lidias que se iban a dar en Acámbaro a fines de 1799; en dicha población, dando muestras de la conducta característica de los toreadores de entonces, se dedicó a cometer desmanes a diestra y siniestra. Así, quiso ayudar a su colega Felipe Silva en su intento de robarse a una señorita – llamada doña Petra Ortiz- de una casa en la que se encontraba de visita. (BFH, 2012, 371). GARCÍA, Pedro: banderillero activo en el último tercio del siglo XIX. “Pedro García que era un rehiletero basto pero valiente y seguro en los cuarteos, lo banderilleó, haciendo pareja con Gavidia chico, hijo del chato Gavidia, que era un principiante que no demostraba llegar a ser algo que valiese (Esto allá por 1885). (C. C. B., T. I., 135-6).
GARCÍA, Pedro: Picador de toros mexicano, que en 1887 trabajó con Ponciano Díaz en varias corridas de las que se celebraron en Orizaba y otras plazas. (L. V., 81). GARCÍA GUERRA, fr. Pedro: virrey de la Nueva España. FRAY GARCÍA GUERRA, UN VIRREY TAURINO… HASTA LA MÉDULA. En tiempos de Felipe III, en la entonces Nueva España su alter ego, gobernó don Fray García Guerra, Arzobispo de México de 1611 a 1612 en que murió. En aquellos pocos meses, este religioso dio muestras de tener inclinaciones por la vida relajada. Ahora que transcurre la “semana santa”, comparto con ustedes el siguiente recuento, mismo que proviene de uno de los célebres libros de don Artemio de Valle-Arizpe, cronista de la ciudad de México y que en esa basta obra que nos legó, no escaparon a sus intenciones, abordar aspectos eminentemente taurinos, de donde resulta que este señor Arzobispo fue importante protagonista. LA NEGRA DEL SEÑOR ARZOBISPO. Son los tiempos en que estaba en la Nueva España el muy peculiar Arzobispo Fray Pedro o Francisco García Guerra. Peculiar, porque presidió siempre la vida de don Fray García Guerra un oculto maleficio. De un mal iba a otro mal mayor y así hasta que llegó a la muerte, supremo descanso... Ya desde su viaje emprendido para ocupar el cargo de virrey en este reino, estuvo plagado de tribulaciones de todo tipo. Pues bien, llegó al puerto de Veracruz el afligido señor acompañado de su cohorte. Luego de rumbosa recepción en la que hubo preciosos arcos de flores y de verdura, a tiro de arcabuz unos de otros; a cada paso salía multitud de indios con altos y brilladores penachos de plumas de colores, tocando trompetas, sacabuches, chirimías, dulzainas, albogues y roncos tamborinos... En cierto momento, uno de los muchos cohetes que se soltaron para festejar, fue a posarse a los pies de la mula frisona montada por el arzobispo. Ya imaginarán ustedes la consecuencia: un brazo roto, el brazo con el que bendecía tan amorosamente, ¡qué lástima!, y dio, además, un formidable cabezazo, y, como era natural se le rajó el cráneo al pobre señor, pero el pedrusco, menos mal, sí quedó intacto todo él y hasta decorado con unas sinuosas chorreaduras de sangre, que le hacían bien, armonizando con su color gris. Siguió su camino rumbo a Zumpango, luego a Huehuetoca lugar donde sufrió otro accidente. ¡Válgame Dios! Tras el nuevo susto, y algo repuesto, llegó a Guadalupe, donde tomando precauciones ante el aviso de que montaría otra mula, prefirió una carroza, en la que por fin arribó a la gran ciudad de México. Pasando por la calle de Santo Domingo, y dispuesto a subir un templete, este se hundió estruendosamente cayendo todo lo que fueron suntuosos adornos. A Su Señoría Ilustrísima don Fray García Guerra no le pasó casi nada, si nada grave es la torcedura de una pierna, que se le volvió al revés, con el talón novedosamente hacia delante, por la sencilla cosa de que le cayó encima una gruesa tabla (...) Camino a la Catedral, un nuevo accidente se sumó a esa marcha que se antoja colmada de una desgracia y otra también. Y así pasaron los días, en que ya no hubo –al parecer- más sustos, hasta que otro igual de inusitado lo llevó, después de severo golpe cayendo del carruaje arrastrado por unas mulas desbocadas, a pasar varios días reponiéndose del susto y los dolores intensos que padeció. Con lo que en aquellos tiempos escandalizaba un eclipse, pues miren que vino a ocurrir en los días en que ya el Arzobispo solo pensaba en las fiestas para hacer su entrada pública como virrey. Y eso no podía ser sino un pésimo agüero de su fatal presencia en estos dominios. Las calamidades no terminaron ahí. En tanto, se efectuó la recepción, tal y como estaban establecidos los usos y costumbres de tan singular acontecimiento, -¡claro!- sin que faltara otra desgracia. Y es que Unos juglares, para agasajar al nuevo virrey, había preparado un artificio para hacer volatines desde lo alto de un pino en la plaza de Santiago Tlatelolco, y al llegar Su Excelencia le hicieron
algunas suertes muy vistosas, pero se descompuso el armadijo que tenían y vinieron al suelo, estrellándose casi a los pies del flamante Virrey: un jeme escaso faltó para que le cayeran encima y lo dejaran desmenuzado y deshecho, y como compensación sólo le salpicaron irrespetuosamente de sangre y de sesos las manos y las suntuosas vestiduras; pero con unos lienzos y un poco de agua quedó remediado el mal, y esos trapos inmundos se los disputaba la gente para guardarlos como reliquias veneradas.17 Seguramente por estas, y otras razones, fue que Artemio de Valle-Arizpe denominó a presente pasaje como La negra del señor arzobispo. No se piense en ninguna mulata. Menos, en una mujer de intenso y oscuro color que le acompañara en el austero séquito. No. Era su desgraciada suerte que tuvo, como lo cuenta Mateo Alemán,18 el cronista de estos sucedidos, en infortunios uno seguido del otro. Incluso –y como lo veremos más adelante-, hasta en sus honras fúnebres.
Arzobispo-virrey Fray Pedro García Guerra. Y como don Pedro o Francisco era harto entusiasta para las fiestas que se le organizaron en su recepción, no excluyó las taurinas. Fue por eso de que (...) a los pocos días de su toma de mando iba a celebrar el Ayuntamiento las fiestas anuales que estaban ordenadas que se hicieran solemnemente el día del glorioso Señor San Hipólito, en recordación de la toma de la ciudad azteca por Hernán Cortés y los suyos, y ya no se pudieron hacer otras especiales para honrar al nuevo mandatario, sino que se acordó que las del 13 de agosto fuesen también dedicadas para agasajarlo. Así es que se quedó sin festejos don Fray García Guerra; pero la madre tierra se esmeró en proporcionarle uno muy soberano en los primeros días de su gobierno, poniéndose a temblar más que potranca ante un león.19
Valle-Arizpe: Del tiempo pasado. 3ª ed. México, Editorial Patria, S.A., 1958. 251 p. (Tradiciones, leyendas y sucedidos del México Virreinal, XIV)., p. 121. 17
Mateo Alemán: Sucesos de D. Frai García Guerra, Arzobispo de México, a cuyo cargo estuvo el gobierno de la Nueva España. A Antonio de Salazar Canónigo de la Santa Iglesia de México, mayordomo y administrador general de los diezmos y rentas de ella: Por el Contador Mateo Alemán, criado del rey nuestro señor. Con licencia en México. En la imprenta de la Viuda de Pedro Balli. Por C. Adriano César. Año de 1613. 18
19
Valle-Arizpe: Del tiempo..., op. cit., p. 121-122.
Salvándose de que le cayera encima un alto estante lleno de libros, aunque más de alguno de aquellos volúmenes le vino a causar los golpes de rigor, esto que no le impidió pensar, ¿en qué creen ustedes? Pero mandó celebrar unas corridas de toros; ¿cómo iba a ponerse a mandar tranquilamente como virrey don Fray García Guerra, sin haber tenido antes aunque fuese una mala festividad? No, eso no era posible; equivaldría a subvertir el orden de las leyes naturales. Hubo dos corridas, y mandó, además, el uncioso prelado que se jugaran alcancías, pero todo ello se interrumpió por otro temblor de tierra inoportuno, que llenó a todo el mundo de pánico, pues por todas partes llovían piedras y vigas de las casas de los alrededores del coso, que se venían abajo estrepitosamente y entre espesas polvaredas. Hubo heridos numerosos, y también hubo muchos muertos; de los toros se fueron a ver, beatíficamente, a los serafines y arcángeles o a los diablos en los apretados infiernos, según fuere su limpieza de alma o el sucio caudal de sus pecados.20 Se sabe que dicho festejo se celebró “en un cortinal de palacio” y, a lo que parece, no fue precisamente en el palacio virreinal, sino en el arzobispal, a donde tenía sus aposentos el desgraciado fraile, quien a partir de ese otro susto mayúsculo, comenzó a estar muy enfermo. Como quedara en manos de unos médicos que diagnosticaron todo, pero no lo más acertado, hasta llegaron al extremo de Que lo partieron casi en canal, pues que aseguraron estos majaderos hombres de ciencia que se había corrompido por el interior, “porque las materias hicieron grandísima eminencia en la parte de las costillas que llaman mendozas, siendo muy necesario que viniesen cirujanos a abrirlo”, y luego que lo destazaron vieron “que salió poca materia, por haber corroído ya el diafragma y subido arriba”, y que “las costillas mendozas estaban tan podridas que se deshacían entre los dedos”. Con grandes, incesantes dolores, que lo tenían en un perenne grito, más por la destazada que por lo de las materias que le habían “subido arriba” y que por lo deleznable de las costillas mendozas, murió don Fray García Guerra el 22 de febrero del año de 1612.21 Y hasta aquí con este pasaje de don fray García Guerra, taurino hasta la médula. Este trabajo fue divulgado en el portal de internet: AlToroMéxico.com a través de la siguiente liga: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=25335 GARCÍA, Piedad: Picador mexicano. En la plaza de Mixcoac y otras trabajaba ya el año 1894. (L. V., 81). GARCÍA, Rafael: Lidiador mexicano, que comenzó a torear a fines de 1892. En 1894 aparece su nombre como banderillero y sobresaliente de espada en diversas corridas de las celebradas en las plazas de Atlixco y Tehuacán. (L. V., 81-2). GARCÍA, Ramón: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. GARCÍA, Severiano, Almendrito: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del sábado 12 de enero de 1907. Ahora bien, de acuerdo a los datos que proporciona Cossío sabemos que fue “Banderillero de toros, creo que madrileño. Por los años 1893 y 2894 toreó en Madrid y provincias. No satisficieron sus
20 21
Ibidem., p. 122-123. Ibid., p. 123.
comienzos a Sánchez de Neira. En 1895 marchó a México, donde trabajó en compañía del matador cubano Cheché. No tengo de él más noticias”. (J. M de Cossío, III, 348).
GARCÍA, Virgilio: Banderillero mexicano que comenzó a torear en plazas como tal en 1895. (L. V., 82). GARNICA, Emeterio: Banderillero mexicano, bastante aceptable, que figuraba ya en acreditadas cuadrillas en 1885. (L. V., 82). GARZA, Cayetano, Pajalarga: Picador de toros. Tomó parte en un festejo celebrado el 25 de junio de 1905, en la plaza de toros “El Paseo”, en San Luis Potosí. GARZA, Alejo: En realidad, este personaje desempeñaba cuanta suerte le permitiera su limitación corporal, misma que consistió en no poseer los dos brazos. De ahí que se le conociera en los carteles como el “Hombre Fenómeno”. Un cartel de mediados del siglo XIX así lo retrata:
TOROS / EN LA / PLAZA PRINCIPAL / DE S. PABLO, / El jueves 11 de junio de 1857 / FUNCIÓN SORPRENDENTE, / DESEMPEÑADA POR LA CUADRILLA QUE DIRIGEN / D. SOSTENES / Y / D. LUIS ÁVILA. Animado el empresario por sus amigos y por infinitos aficionados a esta diversión para que en esta
hermosa plaza se den corridas de toros, no ha omitido gastos ni diligencia alguna para vencer las dificultades que se le han presentado: en tal concepto, arregladas estas, tiene la satisfacción de anunciar al respetable público, que la tarde de este día tendrá lugar la primera corrida de la presente temporada. Siendo Don Sostenes Ávila el capitán de dicha cuadrilla, y presentándose por la vez primera en esta plaza, tiene el honor de ofrecer al bondadoso público mexicano, sus débiles servicios, suplicándole al mismo tiempo se digne disimular sus faltas; en el bien entendido, de que tanto él como sus compañeros, no aspiran más que a complacer a sus indulgentes favorecedores. A la referida cuadrilla está unido el arrojado y hábil lidiador FRANCISCO SORIA, conocido por / EL MORELIANO. Que tan justamente se ha granjeado el afecto de sus compatriotas, y el de todos los dignos concurrentes: viniendo también agregado a la cuadrilla EL HOMBRE FENÓMENO (se trata en este caso de Alejo Garza. N. del A.), Que faltándole los brazos desde su nacimiento, ejecuta con los pies unas cosas tan sorprendentes y admirables, que solo viéndolas se pueden creer: en cuya inteligencia, y tan luego como se haya dado muerte al tercer toro de la corrida, ofrece desempeñar las suertes siguientes: 1ª Hará bailar a un trompo y a tres perinolitas. 2ª Jugará diestramente el florete, con el loco de la cuadrilla. 3ª Cargará y disparará una escopeta. 4ª Barajará con destreza un naipe. 5ª y última. Escribirá su nombre, el cual será manifestado al respetable público. SEIS / FAMOSOS TOROS Están escogidos a toda prueba para la lid anunciada; y si bien solo ellos con su ARROGANTE BRAVURA, serán bastantes a llenar el espectáculo complaciendo a los dignos asistentes. También contribuirá mucho al mimo objeto la buena reposición que se le ha hecho a la plaza, hermoseándola con una brillante pintura que le ha dado un artista mexicano. Antes del / TORO EMBOLADO / de costumbre, saldrán de intermedio / DOS PARA EL COLEADERO, / que tanto agrada a los aficionados. TIP. DE M. MURGUÍA. GARZA, Eliseo, Chato: Picador mexicano, que por los años veinte y treinta del siglo en curso (el XX) intervenía en corridas celebradas en su nación. (J. M de C., V., 988). GARZA, N.: Picador mexicano. El primer cartel en que aparece su apellido es uno de una corrida celebrada en Monterrey en 1889. En los años posteriores, como en el mencionado, no se indica su nombre, que no se ha podido comprobar a pesar de las indagaciones practicadas con tal objeto. (L. V., 82). GAVIDIA, José de la Luz, El Chato: Matador mexicano de reses bravas, que toreaba hace algunos años, con regular éxito. (L. V., 82). Nació en Puebla. Natural de Puebla, empezó de banderillero en 1875 y años después, en 1881, ya tenía su propia cuadrilla, con la que en febrero de ese año estrenó la nueva plaza de Tampico, Tamaulipas, anunciándose en los programas que pondría banderillas con los ojos vendados. Siguió toreando hasta 1889-90, pero sólo por Puebla y Veracruz, ya que en el Distrito Federal nunca lo hizo. (H. L. II., 657). “Matador de novillos y medio espada mexicano, que dio muerte al segundo toro lidiado el 31 de enero de 1886 en Texcoco, en la corrida en que recibió mortal cogida su maestro y protector el espada gaditano Bernardo Gaviño. No actuó en cosos españoles”. (J. M de C., V., 1168).
GAVIDIA, Ricardo, banderillero. Nació en Puebla, y probablemente se trate de algún hermano de José de la Luz, del mismo apellido. GAVIÑO, N.: Picador mexicano, que ya en 1886 figuró en la cuadrilla de Ponciano Díaz, como posteriormente en la de otros diestros. (L. V., 83). GAVIÑO y RUEDA, Bernardo: Decano de los toreros en México. Nació en Puerto-Real, provincia de Cádiz (España) en 1806 (sic; debe decir, 1812. N. de quien esto prepara hoy en día). Muy joven pasó a América, visitando a México por primera vez hacia el año 1835, cuando no existía en la capital más plaza de toros que la famosa de San Pablo, situada al Sur de la ciudad, que fue el redondel donde tuvo su época de oro el arte de la lidia de reses bravas en México, y al que concurría para presenciar sus fiestas lo más selecto de la buena sociedad mexicana. Desde entonces, excepción hecha de las cortas temporadas que con gran éxito trabajó en las plazas de la Habana y Lima, el campo de operaciones de Gaviño fue México, tanto en la plaza de la capital, como en las más importantes de los estados de la república. Gaviño fue el maestro de gran número de diestros mexicanos, que bajo su acertada dirección, ejercieron la profesión y obtuvieron su buen nombre. En su larga vida de torero, se captó las simpatías de todos los públicos ante quienes trabajó, por su valor, su destreza y sus especiales conocimientos en el arte, y fuera de la plaza se hizo querer de todos en el trato social, conduciéndose siempre como un perfecto caballero y excelente ciudadano. Su honradez intachable le franqueó todas las puertas. Jamás hizo gala de ninguno de esos vicios que en México han querido demostrar algunos nuevos toreros, son inherentes a los que se dedican al arriesgado ejercicio. Gaviño se había connaturalizado con las costumbres, modo de ser y maneras de vivir de los belicosos habitantes que pueblan los vastos territorios de la república mexicana, a cuyo país quería tanto como al en que naciera. A fuerza de constancia y trabajo llegó a reunir en diferentes ocasiones una fortuna que le daba para vivir con comodidad y que no conservó debido a su liberalidad para con todo aquel que acudía a él en demanda de socorro. Los individuos de su cuadrilla tenían en él una confianza sin límites y le adoraban como a un padre, pues lo era de todos, no sólo en la plaza, sino fuera de ella. Jamás le faltaron buenos amigos en todo el país quienes al verlo ya anciano arriesgar la vida con la sonrisa en los labios, le aconsejaban que se retirara; pero él nunca atendió estas indicaciones porque era torero de corazón y amaba al arte de los Romeros más que a su propia existencia. Como diestro y como empresario ganó grandes cantidades; tuvo muchas temporadas en las que trabajó más de 40 corridas y se calcula que en los cincuenta años aproximadamente que ejerció la profesión dio muerte a más de 5.000 toros. En 31 de enero de 1886, trabajando en la plaza de Texcoco, en el momento de dar muerte a un toro de la ganadería de Ayala, fue cogido y volteado, resultando con una herida de cuatro centímetros de extensión (afectando la zona del ano) que interesaba la piel y mucosa hasta el tejido celular. A pesar del cuidado y esmero facultativos, estas heridas le ocasionaron la muerte a los 11 días. A su entierro asistieron gran número de sus buenos amigos y compañeros que le condujeron al Panteón de Dolores.22 (L. V., 82-5).
Esta referencia biográfica también se encuentra colmada de errores, lo que me lleva a sugerir la lectura de mi libro. José Francisco Coello Ugalde: Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX. Prólogo: Jorge Gaviño Ambríz. Nuevo León, Universidad Autónoma de Nuevo León, Peña Taurina “El Toreo” y el Centro de Estudios Taurinos de México, A.C. 2012. 453 p. Ils., fots., grabs., grafs., cuadros. 22
Además: BERNARDO GAVIÑO. TEXCOCO, 31 DE ENERO DE 1886.
Curioso retrato de Bernardo Gaviño que nunca aparecería publicado en la “Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal: 1885-1905”, del Dr. Carlos Cuesta Baquero, pero de la cual hizo un adelanto en Ratas y Mamarrachos. En Ratas y Mamarrachos, año III, Nº 77, 8 de octubre de 1905. PLAZA DE TOROS DE TEXCOCO, EDO. DE MÉXICO. 31 de enero. Toros de Ayala. Bernardo Gaviño, Francisco “Chiclanero” y José de la Luz Gavidia. El gaditano fue herido por el tercer toro CHICHARRÓN de nombre. El periódico EL SIGLO XIX reporta la noticia de la siguiente manera: El Capitán Bernardo Gaviño fue herido por el tercer toro y parece que de gravedad; igualmente lo fue un torero en el momento de clavar unas banderillas, quien probablemente perderá el brazo que le hizo
pedazos el animal; y por último, una mujer cuyo nombre se desconoce, quien recibió una ligera cornada también en el momento de banderillar. El toro “Chicharrón” fue despachado “a la difuntería por el intrépido torero Carlos Sánchez”. Bernardo murió a las nueve y media de la noche del jueves 11 de febrero.23 Jorge Gaviño Ambríz: “Semblanza de un torero en el siglo XIX” (Trabajo Académico Recepcional en la Academia Mexicana de Geografía e Historia), (pp.353-375), p. 365-367. El último domingo de enero de 1886, en la Plaza de Texcoco, el empresario Enrique Moreno presentó como primer espada a Bernardo Gaviño de 73 años. La gente de la ciudad de México acudió a esa diversión, a pesar de lo incómodo, inexacto y mal servicio de los trenes del ferrocarril, -narra el periódico El Siglo XIX- la plaza de toros de la histórica Texcoco estaba henchida de numerosa concurrencia. El empresario Sr. Lic. Enrique Moreno ofrecía presentar como primer espada a Bernardo Gaviño, ese viejo torero que hizo la delicia de nuestros abuelos. La función comenzó a las cuatro y media: el primer toro fue prieto, bien encornado y de regular alzada. Entró perfectamente a la capa, aguantó varios puyazos y fue bien banderillado. Bernardo tomó la espada y la muleta para darle muerte; pero el bicho no le quiso entrar y después de una estocada mal dada hubo necesidad de lazarlo para que el cachetero lo matara. El segundo toro fue josco del mismo juego y condiciones que el anterior. Al tocarse banderillas se presentó una mujer, y empuñándose un par, se dirigió a la autoridad, varias voces gritaban que no se le permitiera banderillar y otras que sí. La intrépida mujer se dirigió al toro y después de citarlo varias veces pudo clavarle el par sufriendo un ligero agarrón en la pretina de las enaguas de donde al salir el asta del toro le causó un rozón en un brazo. Este toro fue bien matado por Carlos (Sánchez); el segundo espada. Vino el tercero toro negro, ligero y bien encornado. Desde que salió del toril reveló su ley y viveza. Perseguía con feroz encarnizamiento al bulto y se disparaba furioso contra el encuentro de los caballos de los picadores y persistía en la garrocha hasta tocar los ijares, no dejando con vida a ninguno de los flacos resistentes que salieron a la plaza. Se tocó a banderillas y al ponerle el primer par persigue al banderillero, lo alcanza cerca del burladero, pega la embestida y le quiebra un brazo que le agarra contra la pared de la plaza donde el cuerno deja una profunda huella. La compañía continúa banderillando al bicho con gran temor. Bernardo decía satisfecho: este toro sí es de los buenos. Toma la espada y la muleta, lo cita muy cerca de la valla y el toro le da una cogida causándole una herida profunda y peligrosa. Se mandó lazar a la fiera pero el público insistió en que la matara Carlos, hubo que ceder, tomó la espada y le dio muerte con una estocada en que le dejó puesta el arma. Gaviño “todavía caminó por su propio pie hasta el cuartucho de adobe improvisado para enfermería, dejando un reguero de sangre pálida. La herida cerca del ano era profunda, incurable... sobre el camastro el pobre Gaviño respiraba dificultosamente después de la curación bárbara, en un cuarto mal oliente, un montón de heno en el rincón, unos frascos y unas vendas... sobre la silla de tule, los treinta pesos que cobró por actuar en esa tarde gris y polvorienta”. Qué contraste, cuando en una función extraordinaria, ofrecida por el Presidente de la República General Santa Anna al Príncipe Nassau, entró en la arena de la Plaza una elegante carretela abierta, tirada por frisones, y en cuyos asientos posteriores iban dos preciosas niñas vestidas de azul y blanco. La carretela, a todo correr de los caballos, dio una vuelta por el circo y se detuvo cerca del lugar en que se hallaba el primer espada Bernardo Gaviño. Las niñas descendieron del carruaje y se acercaron a éste para ofrecerle una hermosa corona cuajada de monedas de oro, en los momentos en que los atronadores aplausos y los vivas de la multitud espectadora se mezclaban con los alegres acordes de la música. Bernardo subió al carruaje con las niñas e hizo su paseo triunfal en aquella plaza, durante la cual no cesó el palmoteo y el entusiasmo del público. Día de un triunfo espléndido para aquel que millares de veces expuso su vida luchando con el toro”. Pero ahora ello parecía un sueño, o una pesadilla, pues todo había terminado. Después de varios días de agonía trajeron a Gaviño de Texcoco a México. El periódico “El Siglo XIX” del día 8 de febrero publica el estado de gravedad y las condiciones miserables en que se encontraba: “El decano de los toreros en México, el octogenario Bernardo Gaviño, sabido es que no ha muerto, pero sí se halla grave y casi al borde de la tumba. Algunos amigos que hemos estado en su casa a informarnos de su salud, nos conmovimos profundamente por la miseria horrorosa en que se encuentra. La pieza en que está es baja, oscura, húmeda, casi es un sótano El Dr. Vicente Morales lo asiste con ese empeño y solicitud que todos 23
“Dio muerte a 2,756 bichos. Se dice que murió pobre, pero hay quien asegura que testó una gran fortuna. Gaviño a última hora recibió los auxilios espirituales”. (LA VOZ DE MÉXICO). Julio Bonilla “Recortes” anotó al respecto del percance lo siguiente: “En tercer lugar salió un toro negro zaino, meleno, bien encornado y de pocas libras perteneciente a la ganadería de Ayala. El toro resultó bravo, tomó ocho puyazos, mató dos caballos, pasando a banderillas con mucho poder y ligereza de patas. El viejo Gaviño estaba contentísimo y hacía elogios de la nerviosidad del burel. “Tocaron a matar, y el diestro de Puerto Real, que vestía terno negro, con adornos de seda negra, armó la muleta y se dispuso a estoquear a aquel toro (...), se fue hacia la res, presentando la muleta, que el toro tomó bien, pero al tomar el pase se revolvió, y como el caduco torero no tenía ya el vigor necesario para afirmarse en las piernas, fue cogido por la espalda, suspendido y engatillado (...) en la región anatómicamente llamada por los facultativos hueco isquio rectal”. Además: El Arte de la Lidia, año II, Nº 9, del 28 de febrero de 1886. PARTE FACULTATIVO de las heridas que recibió Bernardo Gaviño en Texcoco, la tarde del Domingo 31 de enero de 1886 por un toro de la ganadería de Ayala, que ocasionaron su muerte. Bernardo Gaviño tiene una herida de bordes irregulares contusos, de cuatro centímetros de extensión situada en la margen derecha del ano hasta la parte posterior, que interesa en algunos puntos la piel y el tejido celular y en otras la mucosa y dicho tejido. En la parte posterior de la herida penetra en la fosa isquio-rectal a una altura de 10 centímetros, perforando el recto en una obertura superior de un centímetro y ½ de diámetro. Tiene en la parte anterior e izquierda de la margen del ano otra herida de bordes irregulares de 2 centímetros ½ de extensión que interesa la piel y la mucosa hasta el tejido celular. Al nivel de los trocánteres, sobre todo en el izquierdo, grandes equimosis como de 20 centímetros de diámetro. La primera curación se la hizo en Texcoco el Dr. Osorio, y el día 1º de Febrero y 1, los Doctores Osorio, Icaza y Casasola. le conocemos y más los exagera, tratándose de heridos en lides tauromáquicas. Dados los sentimientos humanitarios que ha mostrado el buen viejo con propios y con extraños en iguales circunstancias las que hoy lo agobian, así como el deseo de algunos de sus buenos amigos para favorecerle, ahora que carece de los indispensables elementos para su curación, no hemos vacilado en promover una suscripción que pudiera acaso servirle de mucho en estos momentos. “Es un deber de humanidad el que invocamos, así de sus paisanos los españoles, como de sus amigos del país. Los donativos se reciben en la peluquería de la calle de los Rebeldes, junto al baño”. El día 11 de febrero a las 9:30 de la noche en el Callejón de Tarasquillo número 5 1/2 bajos, falleció de gangrena del recto el célebre torero Bernardo Gaviño a los 73 años de edad, durante su carrera dio muerte a 2950 bichos. Fue inhumado en el Panteón Civil, en una fosa de tercera clase, ocupando la Nº 1763, línea 23, sepulcro 2. Al cumplirse un mes del fallecimiento del ilustre torero, el Sr. Ponciano Díaz, su banderillero de confianza, su discípulo más querido le organiza una corrida de toros en la plaza El Huisachal, en beneficio de la familia del finado señor Gaviño, que se encontraba sin recursos de ninguna clase, la corrida se celebró el día 25 de abril presentándose la cuadrilla de Ponciano Díaz y la ganadería de las mejores razas. El recuerdo del matador estaba latente, “al sur de la capital, por el rumbo de los canales de Jamaica se levantó con tablones y estacas una placita que llevaba el nombre de “Bernardo Gaviño”. En el Canal de la Viga, muy cerca a aquel sitio, se encontraba la Quinta Corona, en donde su propietario tenía una especie de museo en el cual se exhibían multitud de curiosidades especialmente taurómacas y entre ellas la que llamaba mucho la atención de la concurrencia, era el traje azul y negro que llevaba el afamado torero hispano Bernardo Gaviño, al ser embestido por el toro en la plaza de Texcoco. Se le curaba dos veces al día, con curación antiséptica y muy cuidadosa.
El día 2 al medio día tuvo un calosfrío intenso, principios de la infección que causó su muerte; desde ese momento calentura y síntomas graves, sed inextinguible, y delirio constante con asuntos de toros y en momentos de lidia; hipo casi desde ese día y parálisis de la vejiga; fetidez notable del pus de la herida que era sanguinolento y abundante. En el momento de la herida hemorragia abundante que le produjo varias lipotimias. Su muerte ocurrió a las 9.30 de la noche del día 11 de febrero estando tranquilo, muy frío y con la respiración muy frecuente y estertorosa. Se le curaba dos veces al día, con curación antiséptica y muy cuidadosa. Otra biografía que se ocupa de él a detalle, se encuentra en el libro de José Francisco Coello Ugalde: Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX. Prólogo: Jorge Gaviño Ambríz24
Cromolitografía de La Muleta. El autor de esta precisa recreación es Carlos Noriega, integrante del equipo de aquella publicación, que dirigió Eduardo Noriega “Trespicos”. México, 1888. De la colección de Julio Téllez García.
Detalle de la anterior.
24
Véase bibliografía.
Dibujo que permite conocer la trayectoria de la herida por cuerno de toro sufrida por Bernardo Gaviño. (Elaboró: Dr. Francisco Rodríguez Zenteno). Choque séptico es el estado final de una infección generalizada, en este caso el foco infeccioso se encuentra en la región isquiorrectal secundario a la cornada sufrida en la región perianal provocando el mínimo de 3 trayectorias, en la cual al menos una de ellas perfora el recto por los registros que mencionan la exposición de mucosa, dato que nos infiere que el tejido del recto fue expuesto. Como resultado de la contaminación de los tejidos por la misma materia fecal y el cuerno del toro como objeto extraño contaminado se genera un foco de infección que evoluciona a un estado de respuesta inflamatoria sistémica, sepsis y finalmente el choque séptico que es la causa final del fallecimiento del diestro. Choque séptico es el estado final de una infección generalizada, en este caso el foco infeccioso se encuentra en la región isquiorrectal secundario a la cornada sufrida en la región perianal provocando el mínimo de 3 trayectorias, en la cual al menos una de ellas perfora el recto por los registros que mencionan la exposición de mucosa, dato que nos infiere que el tejido del recto fue expuesto. Como resultado de la contaminación de los tejidos por la misma materia fecal y el cuerno del toro como objeto extraño contaminado se genera un foco de infección que evoluciona a un estado de respuesta inflamatoria sistémica, sepsis y finalmente el choque séptico que es la causa final del fallecimiento del diestro. (dibujos y comentarios de. Dr. José Francisco Rodríguez Zenteno). Bernardo Gaviño quien había llegado a ganar verdaderas fortunas durante varias temporadas en la plaza del Paseo Nuevo entre 1851 y 1867, en sus últimos años dejó escapar aquellas riquezas para convivir con pobrezas muy extremas. Incluso, en la última actuación de su vida, el 31 de enero de 1886, fue a torear por una paga que en nada tiene semejanza a las opulentas ganancias del periodo de bonanza ya mencionado. El contrato se arregló para que cobrara $30.00, sí, leyó usted bien: treinta pesos de aquella época. Artemio de Valle Arizpe, basto autor colonial, que con sus leyendas y tradiciones concibió una obra “monumental”, no descuida el caso de Bernardo Gaviño y de él se ocupa en su ya clásico libro: Calle vieja y calle nueva. En la casa número 5 1/2, fría, penumbrosa, estrecha, del callejón de Tarasquillo, tan angosto y oscuro como esta misma casa, vivió y murió cuando vino a extremada pobreza el gran Bernardo Gaviño, quien entre la muchedumbre innumerable de arriesgados toreros que hubo en otros tiempos, ocupa lugar preeminente y campea lleno de prestigio en la historia de la tauromaquia mexicana. Muy mozo y muy apuesto llegó de España y su singular valentía y arte en la lidia de los más bravos toros, unido a lo gallardo de su porte, a su natural dicharachero, fantasista y embromador, así como a sus largas manirroturas de pródigo, pronto le abrieron todas las voluntades. Amigo fue de las personas de más enhiesta alcurnia, como también amicísimo de menestrales y de sucia gente popular, de la de cochambroso calzón de manta, sombrero chilapeño, pulque hebrudo y chinguirito trepador. Era muy de la amistad del prócer conde de la Cortina, don José Justo de la Cortina y de Castro, cuyos salones frecuentaba al igual que su mesa, siempre a manteles largos y muy del gusto de los empingorotados comensales que a diario se sentaban a ella, llenándola de charlas alegres y picantes y de innumerables risas.
La señora Calderón de la Barca, en su Vida en México dice de Bernardo Gaviño encarecidas alabanzas por su hábil destreza ante los terribles y rebufantes toros así como por su señoril comportamiento en paseos y saraos en los que lucía su garbo y fina gracia tanto en danzas españolas, la zarabanda, el vito, la farruca, el polo, las seguidillas, las peteneras, las soleares, y en la bulliciosa jota que le pidiesen, ya fuera la aragonesa, la valenciana, la navarra, o la de Murcia, así como en los bailes de esta tierra en los que siempre se lucía, pues sabíalos a perfección y aún les añadía más gracia, tales como el huapango, el zapateado, la jarana, el palomo, la zandunga, el jarabe. En los elegantes saraos del ministro español Calderón de la Barca tenía Bernardo Gaviño especial acogida. Se llevaba tras de sí todas las miradas. Para que tuvieran más alegre realce las fiestas de celebraciones o las brillantes ferias, era de todo punto indispensable que toreara Bernardo Gaviño, despachando bonitamente a no sé cuántos cornúpetas con sus fulgurantes e incomparables metisacas con los que enloquecía de entusiasmo al numeroso concurso que henchía el coso. Su nombre llenaba todos los ámbitos de la República. Chicos y grandes lo repetían con inacabable admiración; Bernardo Gaviño por aquí, Bernardo Gaviño por allá y siempre Bernardo Gaviño en los cuernos de la luna. Más, mucho más, aumentó su esclarecida popularidad y fama cuando fue contratado para torear en la mañana y por la tarde una serie de corridas en la lejana Chihuahua. Partió alegre, sin pensar en peligros, en su profesión siempre contaba con ellos, llevando sus brillantes trajes azules, pues amaba sobre todos este suave tono, bordados y rebordados de oro o de plata o ya de seda negra con chaquiras y abalorios brilladores del mismo color. Más allá de Durango fue asaltado el largo convoy de carros en que viajaba alegremente con los de su cuadrilla, por apretada turba de bárbaros comanches muy pintarrajeados. Con sus certeros flechazos mataron e hirieron a más de sesenta personas, entre conductores y pasajeros, que iban a distintos lugares. Bernardo Gaviño con Ignacio Cruz, su picador, y Fernando Hernández, su banderillero, sostuvieron con los tiros de sus carabinas un desigual combate con la feroz indiada, indomable y aguerrida, pero al ver ésta que en auxilio se acercaba numerosa gente, emprendió rápida fuga dando largos alaridos, a lomos de sus caballos brutos que montaban en pelo con toda gallardía, y envuelta en una gran polvareda que el sol volvía todo de oro. El asalto fue en Palo Chino (o Palo Chico, que de las dos maneras se conoce); principió a las nueve de la mañana y no terminó sino hasta las cuatro de la tarde bien corridas, cuando ya se acercaban a mata caballo los generosos hombres de la hacienda de la Zarca que venían a dar ayuda a los asaltados. A este lugar llevaron a Bernardo Gaviño chorreando sangre por muchas partes de su cuerpo. También sus dos compañeros iban muy mal heridos de flecha. Al poco tiempo sanó el apuesto Gaviño, así como Hernández y su forzudo varilarguero, y entre un gran clamor de entusiasmo toreó con el arrojo de siempre en la bulliciosa feria para la que fue contratado. Más creció su popularidad por todo el país con esta brava hazaña que se amplificaba con mil rasgos de valor y de heroicidad temeraria al ir pasando la narración de boca en boca. Corrían los años y el bullanguero Bernardo Gaviño continuaba con sus alegres devaneos, en sus locos y dispendiosos derroches de pródigo. Ganaba y gastaba largo. Quebró la casa de comercio en la que tenía depositados sus ahorros, cosa de ochenta mil pesos, y pronto como había hecho demasiados gastos quedó perdido y miserable para toda la vida. Pero no vino sola la pobreza, sino que se presentó acompañada de su corte de enfermedades y achaques que lo redujeron a muy triste estado. Del gran fausto fue bajando a suma estrechez. Pasaba muchas necesidades y menguas. Se le metió la desventura en los huesos. De las casas en que estaba acostumbrado a vivir con gran servicio de criados, fue a dar a otras que cada vez eran más y más modestas, hasta no venir a parar al húmedo tabuco, especie de entenebrecido sótano, de la casilla estrecha y guía del angostísimo callejón de Tarasquillo a la que fue a buscarlo la muerte. Estaba el pobre toreador ya muy viejo, tan en lo último y sin tener en qué echar mano, que aceptaba como paga hasta treinta pesos por corrida y gracias a Dios que los había y se acordaban de él para que las lidiara. Por este precio fue a Texcoco y en su plaza un toro marrajo, de la ganadería de Ayala, le dio tremebunda cornada en la entrepierna el domingo 31 de enero del año de 1886. Era un bicho zaino, cornalón, de patas muy duras y mal castigado. Trasladaron a México
con grandes penalidades a Gaviño y el día 11 del mes de febrero, a las nueve y media de la noche, entregó la vida el infeliz lidiador. Tenía ochenta y tres años de edad (sic) y cincuenta y uno de torero. Recordó todo el mundo su fama ruidosa, por lo que su entierro fue muy concurrido. Una espesa multitud acompañó el cadáver, encerrado en un féretro más que humilde, pobrísimo, cuatro tablas mal cepilladas y embadurnadas de negro. La multitud fue hasta el cementerio de Dolores, en donde se le dio tierra en una fosa de última clase, que como no se compró a perpetuidad, apenas pasados los años reglamentarios la abrieron y los restos fueron aventados al osario común de donde los recogió por pura curiosidad un sepulturero que respondía al nombre de Juan Cortés, y sólo Dios sabe ahora qué les hizo a los huesos ese individuo.25 Don Artemio, como buen “taurino” nos refiere perfiles interesantes sobre el torero de esta historia. Dice de él que era “dicharachero, fantasista y embromador, así como a sus largas manirroturas de pródigo, pronto le abrieron todas las voluntades” hasta ganarse lo mismo amistad de gente encumbrada que de “menestrales y de sucia gente popular, de la de cochambroso calzón de manta, sombrero chilapeño, pulque hebrudo y chinguirito trepador”. Tal fue su popularidad que con frecuencia se le contrataba para torear “despachando bonitamente a no sé cuántos cornúpetas con sus fulgurantes e incomparables metisacas con los que enloquecía de entusiasmo al numeroso concurso que henchía el coso”. Y tenía un gran defecto: “Ganaba y gastaba largo”. Para desgracia suya, la casa de comercio donde hizo depósito de sus ingresos quebró y los ochenta mil pesos ahorrados se esfumaron fugazmente, “y pronto como había hecho demasiados gastos quedó perdido y miserable para toda la vida. Pero no vino sola la pobreza, sino que se presentó acompañada de su corte de enfermedades y achaques que lo redujeron a muy triste estado. Del gran fausto fue bajando a suma estrechez. Pasaba muchas necesidades y menguas”. Dos meses y días después de la tragedia, Ponciano organizó una corrida a beneficio de los deudos, en muestra de gratitud al “Patriarca”. Dicho festejo se efectuó el 25 de abril de aquel año de 1886, en la plaza de toros del Huisachal. Aquella tarde, se reunieron algunos objetos que representaban en cariz mortuorio, el testimonio de la última actuación del gaditano Aquel conjunto se formó con: la cabeza disecada del toro CHICHARRÓN de Ayala, un retrato de él de tamaño grande, pintado al óleo, la muleta que empleó en el intento de faena que hizo al toro que le mató, un estoque antiquísimo, español, que guardaba como recuerdo de uno de sus maestros, y dos garrochas de picador, pertenecientes al anciano Juan Corona, picador que estuvo en la cuadrilla de Gaviño. También estaba el último traje que llevaba el diestro la tarde infortunada, un paupérrimo terno de color azul marino muy oscuro, casi negro, adornado con golpes de seda negra. La crónica de “El arte de la lidia” del año II, Nº 16, con fecha del 25 de abril de 1886 apunta: “Después de matar Ponciano el primer toro, se tiraron al redondel dos caballeros, y entregaron al diestro una banda tricolor con los colores nacionales y españoles, en cuyo momento el público se entusiasmó y las músicas tocaron nuestro himno nacional”. Sin embargo, lo que ocurrió al finalizar la corrida tuvo connotaciones singulares. Resulta que fue lanzado el grito: “¡Mueran los gachupines!” como si con aquello se señalara parte del viejo testimonio de lucha con que el propio Gaviño incitaba a los concurrentes en tardes donde actuando otros toreros hispanos, estos representaban un obstáculo a las pretensiones de Gaviño por seguir siendo dueño de la situación. Delicado asunto. A pesar de la finalidad que tuvo el beneficio en el que Ponciano participó resulta “paradoja ridícula, que loará a la memoria de un “gachupín”, para despertar la odiosidad en contra de otros “gachupines”. Pero tal paradoja daría el apetecido resultado “porque las muchedumbres no reflexionan, son impulsivas”. (Carlos Cuesta Baquero).
Artemio de Valle Arizpe: Calle vieja y calle nueva. 2a. ed. México, Editorial Diana, 1980., pp. 563-566. Un dato complementario a lo ya recogido de la obra de Valle Arizpe, es el hecho de que los restos de Bernardo Gaviño fueron exhumados por cumplido el 21 de marzo de 1903, quedando en poder de un sepulturero nombrado Juan Cortés y de don Tiburcio Maldonado. Al parecer, su última morada fue el panteón del Tepeyac. 25
Y aquí Ponciano Díaz no es más que representativo -igual que Gaona- de la “Escuela mexicana de Tauromaquia” porque recibió lecciones de Gaviño. Que cómo toreaba Gaviño, es una pregunta que nos hacemos al tener vaga idea de dicho quehacer. Con toda seguridad fue el que predominaba cuando Pedro Romero, “Costillares”, “Pepe Hillo” y otros toreros célebres iniciaban el perfeccionamiento del modo de torear a pie. Seguramente la TAUROMAQUIA de Francisco Montes es un ejemplo de esto último. Carlos Cuesta Baquero da su propia interpretación al respecto: “Indudablemente que el primer perfeccionador, el primer pulimentador fue Bernardo Gaviño, quien ya trajo un modo de torear más aliñado que el practicado aquí. Gaviño se sobrepuso a todos los lidiadores aborígenes (mestizos por la sangre) quienes le tributaron respeto y lo declararon su MAESTRO. En los últimos años de su actividad taurómaca, también postreros de su vida porque estuvo en los redondeles hasta que fue herido mortalmente, los empresarios atendiendo al prestigio, popularidad y respeto de que él disfrutaba, dábanle en algunas corridas el honorífico cargo de ser el dirigente de la lidia, y los jóvenes espadas Ponciano Díaz o Felícitos Mejías “El Veracruzano” y los hispanos Francisco Jiménez “Rebujina” y Juan Moreno “El Americano”, aceptaban noblemente aquella férula, escuchando las observaciones y consejos que les daba. “Y el modo de torear que enseñaba Gaviño y que practicaban los discípulos (como José María Vázquez, Juan Núñez “El Potosino”, Refugio Sánchez “El Saltillense”, Rafael Corona “El Morelia no”, entre otros) no era otro que el muy anticuado que usaron Pedro Romero, “Costillares”, “Pepe -illo”; “El Morenillo”, Juan León “Leoncillo”, Luis y Antonio Rodríguez “·Los Sombrereros”, Roque Miranda “Rigores” y otros toreros célebres en el primero de los tercios del siglo diez y nueve, cuando se inició el perfeccionamiento del modo de torear a pie. “Tendríamos multitud de toreros aborígenes, pero todos eran de manera de torear española. Salvo los que hicieran lo que actualmente nombran “jaripeo”. “Y si no había “nacionalismo taurino” si había “jingoísmo taurino” basado en nuestro añejo odio racial y de conquistados para conquistadores. (Roque Solares Tacubac). En cierta medida, el ejercicio de torear se iba definiendo mejor en España que en nuestro país, por la simple razón de que lo perfeccionaban constantemente, a partir de conocimientos que buscaban afinidad entre la técnica y el arte. En México, el rezago se compensaba con un bagaje lleno de invenciones que no negaban las raíces, pero se daban las condiciones para extremar la independencia, la autonomía que imperaba en el ambiente taurino a niveles de fascinación entendidos sólo, a partir de lo que hemos ido descubriendo en tardes y más tardes llenas de intensa “tauromagia”. Gracias a un verdadero milagro, y al buen empeño del Lic. Jorge Gaviño Ambríz quien conserva el acta de defunción de Bernardo Gaviño y Rueda, me permito incluirlos a continuación como testimonio del trágico fin que encontró el torero que se mantuvo durante cincuenta años en el “candelero” de la fama y del infortunio. Respecto al acta de defunción expedida por el Registro Civil, en el juzgado 1º, libro 274, foja 58, del 12 de febrero de 1886, encontramos una serie de datos reveladores como los que a continuación reseño.
Grabado que recrea al toro “Chicharrón”, de la ganadería de Ayala, ejemplar que propinó la cornada mortal al diestro español Bernardo Gaviño el 31 de enero de 1886 en la plaza de toros de Texcoco, edo. de Méx. La leyenda dice: “Diseño de la cabeza del toro “Chicharrón” que se conserva en México como recuerdo”. Contraportada del libro RECUERDOS DE BERNARDO GAVIÑO. Rasgos biográficos de su vida y trágica muerte por el toro CHICHARRON en la plaza de Texcoco el 31 de enero de 1886. Versos de su testamento y canción popular a PONCIANO DIAZ. Orizaba, Tip. Popular, Juan C. Aguilar, 1888. Era tanta su pobreza y sin familiares que dieran fe de su muerte, por lo que el ciudadano Felipe Godines, seguramente vecino del finado, acudió a dejar testimonio ante las autoridades del deceso de Bernardo Gaviño, quien falleció de gangrena en el recto. Esto nos deja ver la magnitud del percance, mismo que no pudo ser atendido de inmediato en una plaza -como la de Texcoco- que seguramente contaba con apenas una instalación que daba idea de ser enfermería. Pasaron 11 días, entre el 31 de enero y el 10 de febrero en donde Bernardo Gaviño se debatía entre la vida y la muerte, a pesar de que “el Dr. Vicente Morales lo asiste con ese empeño y solicitud que todos le conocemos y más los exagera, tratándose de heridos en lides tauromáquicas”. Pero se declaró la gangrena y con ella la muerte. Vemos en el documento que se le define su actividad como “torero”, e incluso “viudo (se) ignora de quien” por lo que se infiere que su esposa falleció tiempo atrás. También, está el dato de que sumido en total pobreza se le destina “boleta para 3ª tercera clase en el Panteón de Dolores”, a donde fue inhumado. (HCTM., 77-84). FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA: ESPAÑOL QUE EN MÉXICO HIZO DEL TOREO UNA EXPRESIÓN MESTIZA DURANTE EL SIGLO XIX.
La Tertulia Taurina “Cambio de Tercio” en Puerto Real viene en compañía del autor de estas notas, preparando el merecido homenaje con el que recordaremos los 200 años del nacimiento de Bernardo Gaviño y Rueda, hecho ocurrido el 20 de agosto de 1812 en Puerto Real, Cádiz, España. El mestizaje como fenómeno histórico se consolida en el siglo antepasado y con la independencia, buscando “ser” “nosotros”. Esta doble afirmación del “ser” como entidad y “nosotros” como el conjunto todo de nuevos ciudadanos, es un permanente desentrañar sobre lo que fue; sobre lo que es, y sobre lo que será la voluntad del mexicano en cuanto tal. Históricamente es un proceso que, además de complicado por los múltiples factores incluidos para su constitución, transitó en momentos en que la nueva nación se debatía en las luchas por el poder. Sin embargo, el mestizaje se yergue orgulloso, como extensión del criollismo novohispano, pero también como integración concreta, fruto de la unión del padre español y la madre indígena. Conforme avanza el siglo XIX, el proyecto de patria provoca que el mexicano vaya buscando y encontrándose así mismo, con todas sus utopías, pero también con todas sus realidades que limitadas o no, viables o no en ese nuevo estado en el que ahora conviven y convivimos, hacen de ese siglo una de las aventuras más fascinantes, por complicadas, bajo tiempos difíciles entre la inercia del intento por vivir en el progreso; porque lo único que encuentran es un regreso o estancamiento que parece no identificarse con una meta que, entre otras cosas, busca símbolos de lo nacional, sin soslayar herencias de tres siglos coloniales. Los mexicanos pintados por sí mismos de Hesiquio Iriarte (1854) que reúne autores como Hilarión Frías y Soto y Niceto de Zamacois, entre otros, es un tesoro iconográfico del costumbrismo decimonónico, vivo reflejo de la sociedad, retrato que se identifica con la forma de ser del mexicano. Me atrevo a decir que a dicha obra faltó el capítulo distintivo de las corridas de toros, diversión popular que arraigó poderosamente al consumarse la conquista. De alguna manera el mexicano en cuanto tal la enriqueció, inyectándole un carácter que se iba identificando pero también diferenciando del español, aunque sin perder sus raíces, por lo que sólo la forma, pero no el fondo se modificó luego del paso de aquellos trescientos años de dominio colonial. Como ya vimos, al independizarnos: el “ser” por y para “nosotros” le da una nueva apariencia al toreo que en consecuencia lo torna cada vez más “nacionalista”. Bajo esta premisa, el arribo del torero español Bernardo Gaviño y Rueda a México en 1835 produce un giro radical en la expresión hasta entonces vigente. La tauromaquia se reactiva gracias a la participación de varias generaciones de diestros que nutren constantemente un quehacer que parece estancarse en medio de cierto enrarecido ambiente. Bernardo entendió que al hacerse valer como español y como torero corría el peligro de ser rechazado por mexicanos que se están definiendo como parte del nuevo estilo de vida que han adquirido apenas unos años atrás a la aparición de Gaviño en el panorama. Por eso fue que
asumió un carácter que hizo suyo, y como he dicho en muchas ocasiones: Bernardo acabó mexicanizándose; acabó siendo una pieza del ser mestizo. Su biografía -hasta antes de este intento- era un pasaje apenas subrayado por dos pequeños trabajos publicados en el siglo XIX. Me refiero a las obras de Juan Corrales Mateos: El Bachiller Tauromaquia: El por qué de los toros y arte de torear de a pie y a caballo por el (...) La Habana, imprenta de Barcina, 1853, y la que escribió TIO PUNTILLA: “RECUERDOS DE BERNARDO GAVIÑO. Rasgos biográficos de su vida y trágica muerte por el toro CHICHARRÓN, en la plaza de Texcoco el 31 de enero de 1886//Versos de su testamento y canción popular á PONCIANO DÍAZ”. Orizaba, Tip. Popular, Juan C. Aguilar, 1888. En el siglo pasado, además de algunos artículos de José de Jesús Núñez y Domínguez y Armando de María y Campos, se encuentra el escrito de Jorge Gaviño Ambríz que presentó como trabajo académico recepcional en la Academia Mexicana de Geografía e Historia en 1996: “Semblanza de un torero en el siglo XIX”. Con alrededor de 55 años de vida profesional entre España, Uruguay, Cuba, Perú y México este importante torero decimonónico no podía ser olvidado de un plumazo. Es por eso que el presente esfuerzo busca reafirmarlo, otorgándole y reconociéndole los méritos que acumuló en tiempo de ejercicio tan prolongado, siendo uno de los pocos casos que, por excepcionales en cuanto a longevidad, se registran en los anales del toreo. Se dice que Pedro Romero mataba toros a los 80 años de edad. Bernardo lo hizo hasta los 73. En nuestros días, el caso recae en la figura mítica de “Curro” Romero quien a sus 65 años logró seguir siendo el consentido, sobre todo en Sevilla, donde sus partidarios le prodigaron afectos, a pesar de sus contrastes. Asimismo, no podemos olvidar el caso “extraordinario” que escenificó Antonio Chenel “Antoñete” justo el 24 de junio de 1998 en la plaza de toros de LAS VENTAS, al celebrar sus 66 años de vida ocasión que aprovechó para vestirse de lila y oro y lidiar dos toros de “Las Ramblas” como homenaje a la afición de Madrid. Esa tarde, dicen las crónicas, estuvo sencillamente magistral, al demostrar la summa de sus facultades todas, recordando que summa es la reunión de experiencias que recogen el saber de una gran época. Como vemos, no son muchos los casos de longevidad que guarden esa dimensión maravillosa de la permanencia. Por otro lado, y como dice Artemio de Valle Arizpe: lamentablemente “(...) quebró la casa de comercio en la que [Bernardo Gaviño] tenía depositados sus ahorros, cosa de ochenta mil pesos, y pronto como había hecho demasiados gastos quedó perdido y miserable para toda la vida. Pero no vino sola la pobreza, sino que se presentó acompañada de su corte de enfermedades y achaques que lo redujeron a muy triste estado. Del gran fausto fue bajando a suma estrechez. Pasaba muchas necesidades y menguas. Se le metió la desventura en los huesos”. Hasta aquí la cita. Pobre, muy pobre acepta firmar un contrato para torear en Texcoco. El desenlace, como se sabe, sobrevino luego de varios días de agonía tras recibir tremenda cornada, muriendo a consecuencia de ella, el 11 de febrero de 1886. El mestizaje en el que se envuelve Bernardo Gaviño permitió que actuara incontables tardes en ruedos de nuestro país, lo mismo en la ciudad de México que en Toluca o Puebla. También en Morelia o en sitios tan alejados como Durango y Chihuahua. Más allá de nuestras fronteras, Perú, Cuba y Venezuela fueron lugares donde su nombre y sus triunfos coquetearon con la fama. Pero lo más destacable en todo esto es la escuela y la enseñanza que heredó entre toreros de diversas generaciones, siendo uno de ellos, Ponciano Díaz, el alumno que descolló y sobresalió con mayor fuerza hasta convertirse en el diestro de la resonancia que hoy entendemos al cumplirse ya 112 años cabales de su muerte, ocurrida el 15 de abril de 1899. Bernardo Gaviño no es una casualidad para la historia taurina en el México del XIX. Su presencia perfila el destino de aquel espectáculo matizado por la invención permanente y efímera al mismo tiempo, en la que una corrida era diferente a la otra, presentando diversidad de cuadros que hoy pudieran resultarnos increíbles por su riqueza de contenido. Algo que no puedo dejar de mencionar, es el hecho rotundo de que su trayectoria en los toros alcanza los 57 años en América, puesto que habiendo llegado en 1829 a Montevideo, y tras su cornada mortal en Texcoco a principios de 1886, demuestran que es una de las más largas carreras en la Tauromaquia universal. El poco tiempo que le debe haber tomado alguna práctica, ya en el
matadero, ya en alguna plaza de la región andaluza –que no sabemos con precisión cuanto pudo ser, debido más bien a su corta edad, también se suma a ese largo recorrido que acumuló infinidad de anécdotas, hazañas, desilusiones, actitudes, gestas..., recuerdos como el que ahora proponemos, ya tan cercana la conmemoración de los 200 años de su nacimiento. El objeto de todo esto es entender no solo al personaje de leyenda. También al hombre de carne, hueso y espíritu. A Bernardo Gaviño y Rueda puede considerársele como un diestro de enorme peso e influencia en el toreo decimonónico mexicano, cuyo paso no fue casual. Su actividad encierra importantes, muy importantes situaciones que le dieron a la tauromaquia nacional el valor, la riqueza, elementos con los cuales hoy comprendemos tan importante dimensión, esperando haya quedado perfectamente entendida a lo largo de esta, su biografía. Antes de terminar, no me queda más que apuntar que la influencia de Gaviño durante buena parte del siglo XIX fue determinante, y si el toreo como expresión gana más en riqueza de ornamento que en la propia del avance, como se va a dar en España, esto es lo que aporta el gaditano al compartir con muchos mexicanos el quehacer taurino, que transcurre deliberadamente en medio de una independencia que se prolongó hasta los años en que un nuevo grupo de españoles comenzará el proceso de reconquista. Solo Francisco Jiménez “Rebujina” conocerá y alternará con Gaviño en su etapa final. José Machío, Luis Mazzantini, Diego Prieto, Manuel Mejías o Saturnino Frutos ya solo escucharán hablar de él, como otro coterráneo suyo que dejó testimonio brillante en cientos de tardes que transcurrieron de 1835 a 1886 como evidencia de su influjo en la tauromaquia mexicana de la que Carlos Cuesta Baquero, aplica la siguiente sentencia: NUNCA HA EXISTIDO UNA TAUROMAQUIA POSITIVAMENTE MEXICANA, SINO QUE SIEMPRE HA SIDO LA ESPAÑOLA PRACTICADA POR MEXICANOS influida poderosamente por el torero de Puerto Real, España, Bernardo Gaviño y Rueda. GAVIÑO, Manuel: Banderillero y posteriormente empresario. Fue hermano de Bernardo, alternando en su cuadrilla por algún tiempo. Posteriormente, dedicó su tiempo y atención a la administración del propio hermano. GIL, Andrés: Torero profesional de a pie. Muy probablemente se trata de aquel “Andrés” que actuó como primer espada en las corridas que se hicieron en Celaya en el curso de diciembre de 1791 cuando la jura de Carlos IV en dicha ciudad. Fue uno de los toreadores a los que se asignó un salario más alto por su participación en las lidias dadas entre diciembre de 1796 y enero y febrero de 1797, en un coso previamente levantado en el Paseo de Bucareli. (BFH, 2012, 371). GIL, Mariana (y/o Victoriana): banderillera que actuó al lado de Ángela Amaya, la tarde del 1° de mayo de 1857 en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, ciudad de México. Datos recogidos de un cartel anunciador, con la fecha ya indicada. (Documento digitalizado en mi colección personal). GIRÓN, Jesús: Banderillero, que fue integrante de una de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX. GIRÓN, José María (o Manuel): Figuró como toreador supernumerario de a pie, sin sueldo en la nómina, en la temporada de toros, hecha en el Volador con la que durante 1815 la ciudad de México quiso mostrar su alegría por el regreso de Fernando VII al gobierno de sus Estados. (BFH, 2012, 371). N., N., el Gitano: Toreó en las fiestas hechas en la plaza de San Lucas durante 1790 y 1791. Por la colocación de su nombre en un cartel que copió Nicolás Rangel en su Historia del toreo en México, parece que lo hizo a pie. (BFH, 2012, 370). GOCHICOA, Federico: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información.
GODINES, Ángel: Torero de a pie. Alternó con Ponciano Díaz en la plaza de Morelia, Mich., la tarde del 11 de noviembre de 1883. GODINES, Agapito: Picador mexicano que trabajaba en 1885 a las órdenes del Chiclanero. (L. V., 86). GOLSARI (Agustín o Antonio Goisaire): Banderillero mexicano que viene trabajando desde 1895 en que, a las órdenes de Caballero, toreó en la Atlanta (Georgia), Estados Unidos del Norte. (L. V., 86). GOLLAS, Antonio: Picador de toros. Fue integrante de la cuadrilla dirigida por el “Capitán Espada” Refugio Sánchez “Lengua de bola”, y que actuó la tarde del 28 de octubre de 1882 en la plaza de toros en Toluca, México. GÓMEZ, Cipriano: Capitán de una cuadrilla de toreros formada en Tenango del Valle, formada en febrero de 1885. Entre los integrantes de la misma se encuentran: Simón Carrillo, segundo espada; Feliciano Martínez, tercer espada; Rodrigo Vega y Sotero González, capeadores; Ireneo y Álvaro Talavera, Mariano Garduño y Antonio Mendoza, picadores. (El Diario del Hogar, viernes 13 de febrero de 1885, p. 2). GÓMEZ, Alonso, el Zamorano o el Samirano: En la lista de los lidiadores de a pie participante en las corridas en 1789 para recibir al virrey de Revillagigedo, la cual aparece en el libro de José de Jesús Núñez y Domínguez, se cita el nombre de Alonso “el Samirano”. En vista de que sabemos que por 1790 y 1791 toreó en la plaza de San Lucas de México y en Celaya un diestro muy importante – puesto que en esta última ciudad figuró como primer espada de a pie- del cual solamente conocemos su sobrenombre “el Zamorano”, y tomando en cuenta lo difícil que resulta a veces la paleografía de la época, me pareció legítimo suponer que se trataba de la misma persona. Además, se puede asegurar casi con toda certeza que el tal matador habría nacido en la población de Zamora, Michoacán. (BFH, 2012, 372). GÓMEZ, Cornelio: Matador de toros de los que dejó poca historia de sus actuaciones. Su mejor época la tuvo en los últimos años del siglo pasado (el XIX). Era, no obstante, muy valeroso. Un toro de Tepeyahualco le infirió una cornada en una pierna, que le restó ya para siempre muchas facultades físicas. (A. V., 1964, 164). GÓMEZ CERVANTES, Francisco, el Zángano: Nació en México en 1894. Figuró durante muchos años, entre ellos los de su mayor auge, en la cuadrilla de José Ortiz. Se retira de la profesión hacia 1945, dedicándose actualmente al apoderamiento de toreros. (J. M de Cossío, IV, 477). GÓMEZ, Francisco, Chiclanero: Matador de novillos español, según un cartel que hemos visto de la plaza de Orizaba (México). Trabajó siempre en plazas americanas, mexicanas más bien, acaudillando una cuadrilla de naturales del país. El señor Francisco Gómez, como le anunciaban, actuaba por el año 1883 y siguientes. El año 1912 fue cogido al muletear un toro de Guanamé, en Guadalajara (México), sufriendo varias heridas graves. Por referencias que de él se tienen y la bastante consideración que le otorgan los carteles, el señor Francisco debió ser valiente. J. M de Cossío, III, 363).
GÓMEZ, Manuela: Banderillera y matadora. Alternó con Mariano González “La Monja” en la plaza de toros del “Paseo Nuevo” de Puebla, en la corrida celebrada el 1° de diciembre de 1850, tarde en la que fueron lidiados siete toros de Atenco. “Llegó a esta capital contratada por Mariano González para banderillar al cuarto de los seis toros que se lidiaron a muerte, anunciando su agilidad y destreza que le valió la fama en plazas como Toluca y Guanajuato”. (B. del R. Lazcano, 2000, 24). GÓMEZ, Felipe: Banderillero. Su nombre quedó registrado en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros en Guadalupe Hidalgo (Puebla), la tarde del domingo 12 de marzo de 1911, lidiando ganado de Nopalapam. GÓMEZ, Ignacio: Matador, natural de Mixcoac (México). Desde el año 1914, época en que se dio a conocer, hasta algunos años más tarde, toreó en las plazas de su país. Era valiente, por lo que a veces solía salir airoso de sus empresas; pero, en general, por su ignorancia y torpeza realizaba faenas vulgares. (J. M de Cossío, III, 363). GÓMEZ, Isidoro, El Patolito: Se anunció como banderillero, en un festejo celebrado en la plaza de toros en Morelia, Mich., la tarde del 15 de octubre de 1893. GÓMEZ, José, Mestizo: Matador de novillos, sin más relieve, que desapareció pronto de los ruedos sin llegar a la alternativa. El 11 de enero de 1911, toreando con Señorito Mexicano en la plaza de Torreón, Estado de Coahuila (aunque dice, y por error San Luis Potosí), el último burel mató a este de una cornada. (A. V., 1964, 165). Lamentablemente, Ángel Villatoro, en cuyo libro Antología Taurina Mexicana (véase bibliohemerografía), y que incurre en infinidad de errores, indica que fue este diestro –José Gómez-, quien sufrió el percance mortal. En la obra que escribimos el Dr. Raúl Aragón y un servidor, y cuyo título es: Historia de la Cirugía Taurina en México. De los siglos virreinales a nuestros días, Jalisco, 2018, se indica que fue Miguel Regy “Señorito mexicano”, entonces novillero, se presentó a torear el 11 de enero de 1911 en la plaza de San Pedro de las Colonias, en Torreón, Coahuila, el cual recibió una herida por cuerno de toro en el pecho. El pitón penetró en tal forma que la trayectoria alcanzó el omóplato. La muerte fue instantánea.
GÓMEZ, José, Silverio: Matador de toro. Nació en Sevilla, y en España probó suerte en la profesión taurina con poco éxito. Marchó a América hacia 1883, y allí la tuvo mejor, llegando a matador de toros en La Habana, marchando después a México y sosteniendo su cartel algunos años. (J. M de Cossío, III, 380). GÓMEZ, Merced: Matador de toros. Nacido en el popular barrio de Mixcoac, a fines del pasado siglo (antepasado), sintió muy joven a la afición a los toros, debutando en 1910, en la plaza de “El Toreo”. Gozaba de gran popularidad dentro del Distrito Federal, creyendo los que lo alentaron, llegaría a ser una figura del toreo. En 1911 y 1912, era el novillero de más cartel, tomando la alternativa el 1° de diciembre de aquel último año, en “El Toreo” de la Condesa, siendo su padrino “Morenito de Algeciras”. Esa tarde se lidió ganado de Piedras Negras, recibiendo al primero, con dos cambios de rodillas. Su faena se caracterizó por los adornos, matando al toro de una estocada trasera y escuchando la ovación del público. En el otro, la suerte le fue adversa. El 22 del mismo mes, como también al siguiente domingo, torea dos festejos más, de los cuales, tan solo tuvo suerte en el primero, en el que se lidiaron toros de San Diego de los Padres. Reapareció el 5 de enero de 1913, mano a mano, con Rafael González “Machaquito”, y no pudo discutirle las palmas al torero cordobés. Bajaron los bonos artísticos de Merced el que de matador, no rayó a la altura que esperaba. El 11 de marzo de ese año de 1913, sostuvo una reyerta con Antonio Ramos “Carbonero de Sevilla”. En esta refriega, recibió con una puntilla, de manos del “Carbonero” tremenda puñalada en la pierna derecha. Se temió por la vida del torero y, a tal extremo llegó su gravedad, que tuvieron que amputársela. Esto, como era natural, originó su retirada. Fue nombrado Presidente Municipal de Mixcoac, llevando su nombre una de las calles. Falleció hace algunos años, no pudiendo pensar que su carrera taurina, quedase interrumpida, por unas manos enemigas. (A. L., 142).
Ignacio y Merced Gómez. Ambos abrazaron fervientemente su vida con la tauromaquia. GÓMEZ, José, Mestizo: Matador de novillos. Tengo de este diestro un solo dato: el de una corrida que toreó en Torreón (México) el 11 de enero de 1911. Toreaba en unión del Señorito Mexicano, que fue muerto por el sexto toro de los lidiados aquella tarde. GÓMEZ, Manuel, Pipi: Picador. Ejerció esta profesión a fines del siglo XIX y principios del XX. Murió en México el 3 de noviembre de 1908. (J. M de Cossío, III, 384).
GÓMEZ, Soledad: torera que actuó con alguna frecuencia en la ciudad de México a mediados del siglo XIX. Existe un cartel, con fecha del domingo 3 de enero de 1858 en que aparece anunciada. (Documento digitalizado en mi colección personal). Existe otro documento que cita una actuación suya la tarde del 23 de noviembre de 1851, en la plaza de toros de San Pablo, siendo anunciada como la “célebre heroína”.
Ilustración de un cartel anunciador de mediados del siglo XIX. (Documento digitalizado de mi colección particular). GÓMEZ DE CERVANTES, Alonso: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1601. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. GÓNGORA, N.: 1845: El torero Góngora. En Asistencia Médica. Plaza de toros de San Pablo. 1845, publicación de la autoría de Salvador García Bolio,26 existe un dato que recoge a partir del percance que sufrió un torero de apellido Góngora. Dicho dato aparece en un expediente que, a su vez, se localiza en el Archivo Histórico de la Ciudad de México. Año de 1845 Toros Orden del Sr. Regr. D. Manuel / Robredo y acuerdo posterior p.a q. en / la plaza de S. Pablo haya un facul / tativo, botiquín y demás necesario p.a la / primera curación de los heridos. El accidente desgraciado del torero Góngora me dio ocasión de observar q. en la administración de esa plaza no hay las precauciones necesarias p.a socorrer inmediatam.te a los infelices q. en la lid de toros comprometen sus vidas; con este motivo he creido de mi deber prevenir a U. se provea de un botiquín y de los hilos vendajes ht.a q. fueren necesarios p.a el auxilio de los heridos. Asi mismo proporcionará U. un facultativo q.e asista precisam.te a todas las funciones de toros a fin de q. la humanidad sea socorrida recoja inmediatam.te la primera sangre y practique las operaciones del momento pues de la oportunidad depende muchas veces el éxito. Salvador García Bolio: Asistencia médica. Plaza de toros de San Pablo 1845. México, Bibliófilos Taurinos de México, 1985. 20 hojas. Facs. (Cuadernos Taurinos)., hojas 9-11. 26
Espero no dará U. lugar a q.e se tomen otras providencias p.a llevar a efecto medidas tan notoriam.te benéficas y necesarias. D. y L. Mayo 23. de 1845. Sr. Admor. de la Plaza de toros de San Pablo. Como puede apreciarse, el Sr. Regidor D. Manuel Robredo, debe haberse dirigido al “Sr. Admor. de la Plaza de toros de San Pablo”, el entonces empresario o asentista de la plaza, Manuel de la Barrera, famoso personaje que desde la segunda década de aquel siglo y hasta la cuarta década del XIX, llevaba los destinos de dicha plaza. Su arrogancia se convirtió en una virtud para controlar otros asuntos que, con toda seguridad le proporcionaron pingües beneficios. (HCTM., p. 56-7). GONZÁLEZ, Agustín: Banderillero. Participó como tal, en un festejo que se celebró en la plaza de toros “Bucareli”, el lunes 19 de noviembre de 1894. GONZÁLEZ, Agustín, Treinta yeguas: Picador de toros al finalizar el siglo XIX. Este dato se recoge directamente de El Cómico. T. IV, N° 27. México, 24.12.1899. GONZÁLEZ, Antonio, Frasquito o el Orizabeño: Banderillero mexicano que por los años de 1884 a 86 figuró en diversas cuadrillas de las que por entonces recorrían las plazas de los estados de México. Posteriormente se dedicó a matar reses bravas, lo que ejecutara con algún acierto. Toreando en la Plaza de Tlalnepantla el 6 de febrero de 1887 fue cogido por el segundo toro de la hacienda de Parangueo, resultando con la fractura de varias cuadrillas. (L. V., 86-7).27
Antonio González El Orizabeño. Natural de Orizaba, Veracruz, como lo indicaba su apodo. Sus principios fueron de banderillero, hacia 1883, con José Vázquez “Don Pepe”, y al año siguiente se pasó con Bernardo Gaviño, presentándose con él en la plaza de “El Huisachal”, Edo. de México, el 19 de octubre de 1884. Su falta de flexibilidad en la cintura fue la causa de que sufriera graves percances, como la cornada que un toro de Parangueo le infirió en el pecho al dar un cambio de rodillas con el capote, el 6 de febrero de 1887 en la plaza de Tlalnepantla, edo. de México. En 1888 formó su propia cuadrilla y con ella se presentó en la capital, en la plaza “San Rafael”, el 11 de marzo de dicho año. Por los pueblos acostumbraba hacer una mojiganga titulada: “El Panteón de don Juan Tenorio”, que le había Hubo en aquellos años otros Orizabeño, cuyo nombre era Patricio González. Esto debe verificarse, de acuerdo como vayan presentándose nuevos nombres y los alias correspondientes. (N. del A.). 27
enseñado José Vázquez “Don Pepe”, y que consistía en que varios toreros, disfrazados con trajes que simulaban ser esqueletos, se ponían a gesticular en el ruedo y cuando el toro salía del toril, se quedaban quietos y aguantaban a pie firme las arrancadas. Años después hizo un viaje a La Habana, Cuba, y fue allí donde Tancredo López lo vio hacer su acto, el cual adaptó y presentó con éxito en las plazas españolas. Siguió toreando hasta fines del siglo XIX, se retiró de los toros y murió en la ciudad de México, de pulmonía, en 1905. (H. L. II., 657-8).
Otros dos retratos de Antonio González El Orizabeño. GONZÁLEZ, Bernardo: el loco. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 103). GONZÁLEZ, Carlos: Hijo de españoles, asturianos por más señas, pero nacido en la capital, su afición le hizo andar por las haciendas, aprendiendo a torear. Actuó algo por los Estados, y embarcó para España, presentándose en Tetuán de las Victorias el 19 de febrero de 1911, alternando con Celrico del Lavapiés y Saltito (¿?). Su fracaso lo hizo desistir ya de la arriesgada profesión. (A. V., 1964, 168). GONZÁLEZ, Cayetano: Matador de Toros. nació en la capital de México, el año de 1888. Después de un largo aprendizaje por plazas de los pueblos y viendo torear a Rodolfo Gaona, decidió hacerse torero. El 1° de octubre de 1910, recibió la alternativa en la plaza de Guadalajara, de manos de Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”, completando la tercia Merced. Tenía buen estilo con el capote, superándose con las banderillas, bajando bastante con la muleta, y teniendo menos recursos con el estoque. No pasó de la medianía, decayendo su nombre como matador. (A. L., 144).
GONZÁLEZ, Celso: Picador de toros mexicano de justo crédito, tanto como tal, como ejecutando otras suertes a caballo del toreo mexicano. Acompañó a Ponciano Díaz en su excursión a España, y tomó la alternativa de picador en la plaza de Madrid en la corrida 14ª de abono, efectuada el 17 de octubre de 1889. A su regreso a México ha toreado con diferentes espadas españoles. (L. V., 87).
Celso González. DE 1885 A 1890 ESTUVO CON Ponciano Díaz y con él fue a España en 1889. Años más tarde, en noviembre de 1892, un toro de Guanamé lo hirió de mucha gravedad en la pierna izquierda en San Luis Potosí. Se agravó su estado y hubo necesidad de amputarle el miembro herido, quedado inútil para la profesión. (H. L. II., 661). GONZÁLEZ, Concepción, Curro: Formaba parte, como banderillero, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey.
Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnac´n Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. GONZÁLEZ, Demetrio, Trescalés: picador de toros, nacido en Guanajuato, Gto. Se desempeñaba como picador de toros en plazas de San Luis Potosí a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Toros y Toreros. Segundo número extraordinario. San Luis Potosí, 6 de enero de 1906. GONZÁLEZ, Filomeno: Picador mexicano. En la plaza de Colón de México, consolidó en 1887 el crédito que tenía en las plazas en que había trabajado. (L. V., 87). GONZÁLEZ, Francisco: Banderillero. Integrante de una cuadrilla infantil mexicana, misma que se presentó en la plaza de toros de Toluca, el domingo 30 de enero de 1887. GONZÁLEZ, Gilberto, Ojitos: Banderillero. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros de León, Guanajuato, el 14 de febrero de 1904. GONZÁLEZ, Guadalupe: torero. En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. GONZÁLEZ, Gregorio: En el Aguascalientes de mediados del XIX, el “cacique” taurino era Gregorio González (probablemente el de la ilustración), uno más de los diestros del enorme conjunto de feudos perfectamente delimitados, reconocidos y respetados por sus propios públicos.
Jesús Gómez Serrano. MERCADERES, ARTESANOS Y TOREROS. La feria de Aguascalientes en el siglo XIX, p. 37. GONZÁLEZ, Ignacio: Miembro de una distinguida familia tapatía, fue uno de los caballeros que entraron a rejonear a la plaza de Guadalajara cuando en 1747 dicha ciudad quiso festejar con toros la proclamación de Fernando VI. (BFH, 2012, 372)., GONZÁLEZ, Jesús: Picador de toros. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en
el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224. GONZÁLEZ, Joaquín, el Calderetero: torero, al parecer de origen español y que se afincó en nuestro país durante varias temporadas a mediados del siglo XIX. (D. I., 10). GONZÁLEZ DE RIVA, Juan Antonio: “Cuadrillero” y capitán de la misma, intervino en las fiestas de la jura que, en 1760 se efectuaron en Pachuca, con motivo de la asunción de Carlos III al trono español. (Véase el caso de José Eulogio de Cárdenas). Juan Antonio González de Rivas y su teniente don Manuel de Castañares, en estilo militar airosamente jugaron los espontones y el alférez don José Marcelo González arboló la bandera, batiéndola tres veces con aire, y los soldados rindieron las armas, y al llegar el real pendón a la puerta de la iglesia hicieron acorde y lucida salva. GONZÁLEZ y GUTIÉRREZ, Joaquín, Madrileño: Banderillero de toros. nació en Madrid el 15 de marzo de 1871. De muy niño se trasladó con sus padres a Asturias y de allí a México, adonde llegó el año 1887. Se dedicó al comercio, pero a poco prendió en él la afición a los toros y por ellos abandonó todo. Tras algunos ensayos, figuró en 1890 a las órdenes del espada Leopoldo Camaleño. Su vida taurina se desarrolla en México. Hizo grandes progresos en poco tiempo, y toreó con diversos espadas españoles y mexicanos, y siempre con aceptación. Hizo alguna tentativa con el estoque, pero su verdadera profesión fue la de peón y banderillero. En 1895 hizo un viaje a España, donde estuvo pocos meses, regresando a México, donde tenía organizada su casa y su vida. Sin llegar a sobresaliente, fue un buen peón y un notable banderillero. (J. M de Cossío, III, 396). GONZÁLEZ, José: Torero profesional de a pie. Fue jefe de una de las cuadrillas que entraron a matar cornúpetas durante las fiestas de recibimiento en México al segundo virrey Revillagigedo. También toreó en las corridas dadas entre diciembre de 1796 y febrero de 1797 en un coso erigido en el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 372-3). GONZÁLEZ, José, Alvarito o Alvarillo: Banderillero. Participó en la plaza de toros “Ojitos” en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 12 de abril de 1914, alternando con José Carrasco y Miguel Gallardo “Miguelillo”, como sobresaliente, en la lidia de 5 “hermosos novillos puntales de la acreditada ganadería “La Fuente”. GONZÁLEZ, José, Fajerito: Banderillero, nació en Monterrey. Su nombre aparece registrado en un cartel celebrado en la plaza de toros de Durango, la tarde del 8 de octubre de 1899.
GONZÁLEZ, José, Judas: Banderillero. Su nombre aparece en carteles que anuncian festejos durante el año 1852 en la ciudad de México. Entre las suertes que practicaba se encuentra la de “banderillar y matar (al toro) subido en zancos de más de una vara de altura…” GONZÁLEZ, José, Serranito: Banderillero que trabajaba hacia el año 1910 y posteriores. Actuó a las órdenes de diversos espadas, toreando en México varias veces. (J. M de Cossío, III, 398). GONZÁLEZ, José Marcelo: “Cuadrillero” y capitán de la misma, intervino en las fiestas de la jura que, en 1760 se efectuaron en Pachuca, con motivo de la asunción de Carlos III al trono español. (Véase el caso de José Eulogio de Cárdenas). GONZÁLEZ, Josefa: Torera de a pie, e integrante de la cuadrilla de “Señoritas toreras tapatías”. Hizo acto de presencia en un festejo celebrado el 6 de noviembre de 1898, y salió alternando entre otras, con Juan Fernández “La Guerrita”. (R. M. M., 2007, 49 y 373). GONZÁLEZ, Juan Esteban, Calacuaya: banderillero. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). GONZÁLEZ, Juan, Sangaruto: Banderillero, creo que mexicano. Por las plazas de México actuaba con novilleros. El 30 de mayo de 1909, al intentar recortar con el capote a un novillo del país, en la plaza de Zocoalco (lo correcto es Zacualco, Jalisco), le cortó la res el terreno, y le enganchó, infiriéndole una grave cornada, de la que falleció a poco de entrar en la enfermería. (J. M de Cossío, III, 399). GONZÁLEZ, Laureano: Picador mexicano, que trabajó en las plazas de su nación desde el 1895 y hasta el 1900. Cumplía muy lucidamente, con valentía y conocimientos. (J. M de Cossío, III, 399). GONZÁLEZ LEGORRETA, Lauro: Picador mexicano que viene toreando desde 1894. Formaba parte en 1897 de la cuadrilla del Orizabeño. (L. V., 88). Nació el 17 de agosto de 1861 en la Hacienda de la “Tenería”, Jurisdicción de Tenancingo, estado de México. Fue hijo del Sr. Jesús González quien por algún tiempo se convirtió en administrador de la hacienda de Atenco.
GONZÁLEZ, Leandro: torero de a pie. Actuó durante algunas tardes Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 103). GONZÁLEZ, Lucio: Salía al ruedo realizando suertes propias del “loco”. Se anunciaba como “payaso de la compañía tauromáquica de Sóstenes Ávila”, cuando este diestro actuaba por plazas del estado de San Luis Potosí, entre la quinta y sexta década del siglo XIX. Este personaje se destacó por haber sido el primer aeronauta potosino, en su “cuchureco” globo “El Zodiaco”; falleció en Matehuala, en enero de 1870. (R. M. y A., 1989, 31). GONZÁLEZ, Macario: Picador de toros. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224. GONZÁLEZ, Manuel: Caballero no profesional que durante septiembre de 1791, cuando la jura de Carlos IV en Tehuantepec, entró al coso a demostrar frente a una res sus buenas dotes de varilarguero. (BFH, 2012, 373). GONZÁLEZ, Mariano, La Monja: Espada y jefe de cuadrilla en el primer tercio del corriente siglo. Ha sido en unión de (Pablo) Espinosa y algunos otros diestros uno de los que contribuyeron a desarrollar la afición en México. (L. V., 102). Era bastante conocido a mediados del siglo XIX. El 23 de noviembre de 1851, tarde en que se estrenó la plaza del Paseo Nuevo en la ciudad de México, el segundo toro de “El Cazadero” lo alcanzó cuando entraba a matar y lo hirió levemente en el muslo izquierdo y en el costado derecho, pudiendo salir de nuevo al ruedo, ya curado, para estoquear a su segundo enemigo.
GONZÁLEZ, Martín: Picador de toros, cuyo nombre aparece anunciado en un cartel que apunta: “TOROS. Domingo 12 de julio de 1857. Circo del Progreso (Guadalajara, Jal.). Gran función (…). El quinto toro será picado en pelo por Rafael Arroyo y Martín González. GONZÁLEZ, Matías: Torero de a pie, al parecer, oriundo de Aguascalientes, y que toreó en la plaza del “Buen Gusto”, el 3 de marzo de 1895. (V. A. E. J., 2007, 164). GONZÁLEZ, Melardo, Paraíto: Formaba parte, como matador de toros, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnac´n Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. GONZÁLEZ, Miguel: Este banderillero fue víctima de los toros. (“EN LAS ASTAS DEL TORO.-El torero Miguel González, hermano de “El Orizabeño”, sufrió una cogida el domingo de Pascua, de resultas de la cual murió en Orizaba el día 11 del corriente”. Diario del Hogar, N° 184, Año X, del sábado 18 de abril de 1891. (H. L. II., 660). GONZÁLEZ, Mónico: Banderillero. Así aparece anunciado en el cartel delebrado el 15 de abril de 1879 en la plaza de toros “Zaragoza” (Toluca, Edo. de Méx). Este personaje estuvo bajo las órdenes de Francisco Salazar. GONZÁLEZ, Nieves: picador de toros. Actuó entre 1885 y 1900 aproximadamente. (D. I., 63). GONZÁLEZ, Patricio, El nuevo Orizabeño: Banderillero que llegó a actuar en diversos festejos, sobre todo por el rumbo de Toluca, tal y como lo apunta la crónica de un festejo celebrado el 29 de noviembre de 1886 en dicha plaza. (El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 05.12.1886, N° 8). GONZÁLEZ, Pedro: Durante muchos años ha ejercido el cargo de torilero en la plaza de Bucareli; es el Buñolero de aquel circo taurino. (L. V., 88). GONZALEZ ARAGÓN, Manuel: diestrísimo lazador en jaripeos con yeguas salvajes. (C. C. B., T. I, 21). GONZÁLEZ, Romárico: Antes de convertirse en célebre ganadero de reses bravas, Romárico anduvo en la “legua” y pudo vestirse de luces, para actuar en diversas ocasiones en plazas como las de Tlaxcala, Puebla y Veracruz. Esto durante los primeros años del siglo XX. GONZÁLEZ, Vicente: Picador de toros. Estuvo a las órdenes de Valentín Zavala. Su nombre quedó registrado en el festejo que se presentó en la plaza de toros de Toluca, la tarde del domingo 16 de octubre de 1887, bajo las órdenes de Valentín Zavala. GONZÁLEZ, Wiliulfo: Novillero que actuó en un festejo en Puebla, alternando con Salvador Guzmán, festejo organizado por los estudiantes del Colegio del Estado (quizá a fines de enero o
comienzo de febrero de 1914). Con los años, Wiliulfo, se convirtió en ganadero y responsable de una de las haciendas más reconocidas del estado de Tlaxcala: Piedras Negras. GONZÁLEZ DE JUNCO, Nicolás: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 49). GONZÁLEZ DE RIVAS, Juan Antonio: Capitán y cuadrillero en las fiestas que se celebraron en Pachuca en 1761-1762, con motivo de la Jura de Carlos III. (M. R. T., 1918, 73). GONZÁLEZ HERNÁNDEZ, Gonzalo: Picador de toros. nació en Piedras Negras, Tlacala, el 10 de enero de 1894. Fue vaquero en la hacienda de don Wiliulfo González, dedicándose desde pequeño a las faenas del campo, y siendo nombrado por don Wililfo, tentador de la ganadería. Su primer salida a los ruedos con carácter profesional, fue en la plaza de Tehuacán, Puebla, donde llamó la atención, por lo fuerte que le pegó a los toros. en 1933 hizo su debut en “El Toreo”, en la cuadrilla del novillero Gabino Aguilar. Estuvo colocado con “Armillita”, Silverio, Velázquez y “El Ranchero”. Ha hecho temporadas en Lima y Caracas, a las órdenes de Lorenzo Garza. Lleva más de veinte años en la profesión, estando en la plenitud de sus facultades, y siendo solicitado por los matadores de más categoría, por tratarse de uno de los mejores picadores que tiene México. (A. L., 145). GOÑI DE PERALTA, Francisco: Noble caballero mexicano, fue uno de los rejoneadores más distinguidos de la Nueva España del último cuarto del siglo XVII. En el curso de 1677, durante las fiestas con las que la ciudad de México celebró la mayoría de edad de Carlos II, sostuvo algo así como un “mano a mano” con el rejoneador español don Diego Madrazo. Según el poeta-cronistas del torneo, el capitán Alonso Ramírez de Vargas, quizás parcial a su compatriota mexicano, fue Goñi el triunfador de la corrida, pues después de que su contrincante había consumado la hazaña de clavar el rejón precisamente en medio de la nuca del cornúpeta: (…) Peralta, viendo embarazado el centro de la testa, en ambos lados le dejó otros dos suspensos, tan igualmente quebrados, con tal fortaleza impresos, que un penacho de carmín todos los tres parecieron (…) Quebró veinte y seis rejones, y según iba, de fresnos dejara la selva libre, quedara el bosque desierto, y –a ser la piel de Cartagoen cada animal horrendo Reino la hiciera de puntos con Repúblicas de abetos. proeza ésta que, ahora nos parece increíble. Otro éxito resonante lo obtuvo el 28 de mayo de 1691, cuando alternó con el conde de Santiago en un juego de toros que se hizo con el objeto de solemnizar el matrimonio de Carlos II con doña Mariana de Neoburgo; tan lucidos estuvieron los dos diestros rejoneros en dicha ocasión, que fueron vitoreados hasta por los propios virreyes que presidían el espectáculo. (BFH, 2012, 374).
GORRÁEZ y LUYANDO, Joseph: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 50). GRADOS (quizá, por error debe tratarse del apellido GREDOS), Juan de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.28 GRANADOS, Guadalupe: torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. Torero profesional de a pie. Banderillero en las corridas del Volador de 1815 cuando la restauración de Fernando VII, fungió como jefe de cuadrilla en la temporada con que en 1817 se conmemoró en la Plaza de San Pablo la boda del propio rey. A principios de 1819 estaba contratado como banderillero por la empresa que controlaba la dicha Real Plaza de Toros. (BFH, 2012, 374). GUDIÑO, Juan, El Moreliano: banderillero de origen michoacano, practicaba la suerte de saltar con la garrocha. (C. C. B., T. I., 237). GÜEMES, Luis: Matador de toros. Nació en San Pablo Apetatitla, Tlaxcala, el 31 de mayo de 1888. Su familia pasó pocos años después a Puebla, y en dicha ciudad realizó sus primeros estudios. Aprendió el oficio de impresor y luego el de fotografía. Sin embargo, su afición a los toros pudo más que todo aquello y pronto, esto en 1906 toreaba un toro de Santín en una corrida en la que actuaron Antonio Fuentes y Ángel García Padilla. En 1907 tiene oportunidad de enfrentarse a cuatro toretes de Tlaxcolpan, y tiene la suerte de que en el tendido se encontraba Saturnino Frutos, quien al día siguiente mandó llamar al muchacho invitándole a sumarse a la cuadrilla que entonces encabezaba. Así que el 25 de enero de 1907 se le anunciaba como sobresaliente alternando con Rodolfo Gaona y Pascual Bueno. Acompaña a Rodolfo Gaona durante su célebre temporada de 1908. Como banderillero, se integra a la cuadrilla de Merced Gómez en 1911, y más tarde también a la de Juan Silveti y también bajo las órdenes de Rodolfo Gaona. A finales de los años veinte, recibe tremendo percance en el rostro, del que no pudo superar las tremendas curaciones, muriendo al poco tiempo. Esto ocurrió en enero de 1928 cuando actuaba Juan Silveti en una corrida que se celebró en La Piedad de Cabadas (Michoacán), con toros de Guadalupe de Lerma. El último de aquella ocasión se llamaba “Rubito”. Güemes banderilleó aquel torete, de malas intenciones y lo hizo colocando el par de garapullos con una mano, mientras con la otra se ayudaba de un capote. La cornada fue muy seria pues afectó entre otros órganos al ojo derecho. Muere en Azcapotzalco, ciudad de México el 10 de febrero de 1929.
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 28
GUERRERO, Agustín: Corregidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1605. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. GUERRERO, Anastasio: Picador de toros que actuaba con frecuencia en los años finales del siglo XIX. De él, queda registro de su participación en el festejo celebrado la tarde del domingo 29 de noviembre de 1886, en la plaza de el Huisachal. GUERRERO, Joaquín: Picador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 22 de enero de 1905. GUERRERO, José María: torero. En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. GUERRERO, Melquiades: Participó como banderillero en la cuadrilla de Ponciano Díaz, durante diversos festejos el año de 1885. El Arte de la Lidia, Año II, 2ª época. México, 02.05.1885, N° 17. Así fue anunciado este personaje, quien integró una de las cuadrillas que Ponciano Díaz encabezaba por el año de 1885. GUERRERO, Victoriano: Banderillero. Su nombre se ve anunciado en el cartel celebrado el 23 de marzo de 1856. Plaza de toros del Paseo Nuevo (CDMX). Espadas: Mariano González “La Monja” y Pablo Mendoza, lidiando toros de Atenco. GUEVARA, Baltazar de: Alguacil mayor en la ciudad de México en 1635. Participó como “cuadrillero” en diversas fiestas por aquel año. GUEVARA, Marcos Rodríguez de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.29 Por aquel entonces, era alguacil mayor de México. María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 29
GUEVARA, Victoriano: torero de a pie, a mediados del siglo XIX. Su nombre aparece en el cartel que se celebró la tarde del 26 de octubre de 1851, en un festejo celebrado en la Plaza de San Pablo. GUEVARA, Marcos de: Alguacil mayor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México. Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 68). GUERRA, Braulio: Picador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de Silao, Gto., la tarde del domingo 25 de diciembre de 1904. GUERRERO DE HERNÁNDEZ, Anastasio: Picador mexicano que comenzó a ejercer de tal en 1884 desde entonces en diferentes cuadrillas. (L. V., 88-9). GUERRERO, Victoriano: Banderillero. Actuó en festejos durante el año 1856, sobre todo en la plaza de toros “Paseo Nuevo”, en la capital del país. GUERRERO DE LUNA, Juan: Descendiente de conquistador, poseedor de mayorazgos. Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 99). GUEVARA, Marcos de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 30 GUIJARES, José: Matador de novillos mexicano, residente en Tampico, que por los años veinte de nuestro siglo actuaba en ruedos de su patria. (J. M de C., V., 1051). GUILLÉN, Brondat: Regidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México en 1598. Cuadrillero y caballero en plaza que participó en las fiestas de San Hipólito de aquel año. GUTIÉRREZ, Antonia: En el festejo que se celebró en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, la tarde del domingo 19 de febrero de 1865, se anunciaba que en el “segundo becerro, después de picado, será banderillado por Victoriana Gil, parada en una silla. “En seguida se lazará el becerro, y será jineteado por la ranchera Antonia Gutiérrez”. GUTIÉRREZ, Antonio, Pitones: Formaba parte, como picador de toros, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnac´n Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal.
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 30
GUTIÉRREZ, Anastasio, Moreliano: Matador de novillos, natural de Morelia (Estado de Michoacán). Abrazó la profesión cuando contaba poco más de dieciséis años, llevado de su afición al arte de Romero y Costillares. No le arredró para seguir el camino espinoso de lidiar toros el duro aprendizaje que trae consigo. Las contrariedades que encontró a su paso sirviéronle de acicate para seguir adelante. Después de haber banderilleado no pocos toros a las órdenes de diferentes matadores, y encontrándose con condiciones para practicar la suerte suprema, se dedicó a estoquear reses bravas, para lo que no se ha dado mala maña, consiguiendo hacerse un buen lugar entre los matadores de su categoría. (L. V., 89). GUTIÉRREZ, Gumersindo: torero de a pie en la primera mitad del siglo XIX. Citado en: https://ahtm.wordpress.com/2014/04/27/conviviendo-con-hidalgo-allende-y-morelos-en-los-toros/ Lazador profesional. A principios de 1819 pertenecía a una cuadrilla de a caballo comandada por Xavier Tenorio, la cual prestaba sus servicios en la Real Plaza de Toros de San Pablo. Podría ser la misma persona que Gumersindo Rodríguez. (BFH, 2012, 375). GUTIÉRREZ, Herón: Banderillero, e integrante de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, encabezada por Antonio Villa y Pedro López. Su nombre aparece en un cartel de la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 19 de mayo de 1907. GUTIÉRREZ, José: Banderillero mexicano. Viene figurando como tal desde 1889. La primera vez que en dicho año figuró en carteles, fue en la plaza de Monterrey. (L. V., 89). GUTIÉRREZ, José: “Toreador de a caballo”, que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). GUTIÉRREZ, Juan Andrés: picador de toros. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. GUTIÉRREZ, Rafael, el Frijolito: Picador mexicano, de aceptable categoría, que falleció en Querétaro (México) en julio de 1976 víctima de un infarto de miocardio. (J. M de C., V., 1059). GUTIÉRREZ ALTAMIRANO, Hernán (o Hernando): Integrante de la célebre familia novohispana que ostentó estos apellidos, y que con el tiempo, se convirtieron en los nobles de mayor riqueza en la Nueva España. Ocupó la función de “cuadrillero” y capitán en los festejos por la bienvenida del virrey Lorenzo Juárez de Mendoza, conde de la Coruña. Esto, de acuerdo a datos que provienen del Acta de cabildo del 29 de agosto de 1580. Fue responsable y propietario de la encomienda de Atenco entre 1558 y hasta fines del siglo XVI. GUTIÉRREZ ALTAMIRANO, José Mariano: Torero profesional de a pie. Por diciembre de 1796 actuó en un circo erigido en el Paseo de Bucareli. (BFH, 2012, 375). GUTIÉRREZ DE CASTRO José: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 56). GUTIÉRREZ MÁRQUEZ, Fernando, Niño: Matador de novillos, en realidad más como aficionado que como torero verdadero, nacido en Sevilla el 3 de enero de 1841. Hizo de una familia no mal
acomodada, aprendió bastante el difícil arte con Carrión y los Gallos y tomó parte en algunas novilladas. Estuvo en la guerra de África a los dieciocho años de edad y, obtenida la licencia, fue empleado de ferrocarriles (…). (J. M de Cossío, III, 423). Como puede apreciarse a lo largo de la “ficha” elaborada por alguno de los colaboradores de Cossío, su estancia, paso e influencia por México pasan de noche, lo que significa haber hecho menos la presencia de este curioso personaje a quien se le conoció como El último espada patilludo. En nuestro país, y sobre todo en los estados del centro, hizo las delicias entre los aficionados. Ya retirado, ocupó el palco de la autoridad como juez de plaza o asesor del mismo.
GUTIÉRREZ VEGA, Santos, Montañés: Banderillero, de nacimiento probablemente montañés a juzgar por el mote que usó. En plazas mexicanas intentó conquistar nombradía y dinero, trabajando a las órdenes de espadas españoles que por allí iban y de otros españoles. En febrero de 1911, toreando en la plaza de Chihuahua, falleció en el mismo redondel a consecuencia de un ataque cerebral. (J. M de Cossío, III, 424). GUEVARA, Victoriano, Chapalangar: banderillero. Participó como integrante de la cuadrilla de Bernardo Gaviño en funciones que se dieron durante el curso del año 1851, celebradas en la plaza de toros de San Pablo. (D. I., 9). GUIRÓN, Aurelio: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. GUZMÁN, Alonso de: Caballero que participó en festejos caballerescos y taurinos al finalizar el siglo XVI. (JQM, 2017, 61). GUZMÁN, Amado: lazador. Estuvo en la cuadrilla de Pablo Mendoza durante el año de 1857. GUZMÁN, Ignacio: Torero profesional de a pie. Lidió en el Paseo Nuevo de diciembre de 1796 a febrero del año inmediato. (BFH, 2012, 375). GUZMÁN, Juan de: Caballero que participó en festejos caballerescos y taurinos al finalizar el siglo XVI. (JQM, 2017, 61). GUZMÁN, Salvador: Novillero que actuó en un festejo en Puebla, alternando con Wiliulfo González, festejo organizado por los estudiantes del Colegio del Estado (quizá a fines de enero o comienzo de febrero de 1914).
GUZMÁN, Silverio: Matador de toros. Su nombre y algunas de sus actuaciones están registrados en diversos carteles, sobre todo aquellos que corresponden al año 1852. Dichas presentaciones sucedieron en la ciudad de México. GUZMÁN, Vicente: torero del segundo tercio del siglo XIX. (D. I., 9). Su nombre aparece en el cartel que se celebró la tarde del 26 de octubre de 1851, en un festejo celebrado en la Plaza de San Pablo. Del mismo modo también en el de otro festejo, celebrado en la plaza de toros DEL PASEO NUEVO (PUEBLA) para el domingo 11 de febrero de 1866. PLAZA DE TOROS / DEL PASEO NUEVO / BRILLANTE FUNCIÓN / A BENEFICIO DEL CAPITÁN DE ESTA COMPAÑÍA / ANDRÉS CHAVES (sic), / Para la tarde del Domingo 11 de Febrero de 1866. / La que honrará con su presencia el Exmo. Sr. Presidente de la República / Don Miguel Miramón. Lo más notable de este personaje, según la tira de mano es que “matará a caballo a un toro”.