H HARO, Pedro: Banderillero. Estuvo en la cuadrilla a cuyo frente se encontraba Manuel Hermosilla. Actuó en Puebla, en la plaza del “Paseo Nuevo”, el 8 de noviembre de 1891. HERMOSILLO, Joaquín: Picador. Ignoramos si fue de nacionalidad española o mexicana. Trabajaba en México, donde era bastante conocido. El 21 de abril de 1912 resultó cogido en Guadalajara de México por un toro del país, perteneciente a la hacienda de Japótica, del Estado de Zacatecas, sufriendo una gran cornada que le atravesó la pierna izquierda. Se distinguía más por su voluntad para el trabajo que por su gallardía. (J. M de C, III, 431). HERNÁNDEZ, Antonio: Picador de toros que nació en Atenco. En un festejo celebrado en la plaza de toros de Tlalnepantla el 2 de mayo de 1875, aparece su nombre, lo mismo que sucede en otras actuaciones a finales de 1886. HERNÁNDEZ, Atanacio o Anastasio: picador de toros en las últimas dos décadas del siglo XIX. Llevaba sombrero jarano de cónica copa, raída chaquetilla de raso grana con ralo adorno de seda negra, pantalón de amarilla gamuza, espinillera de crudía vaqueta y cabalgaba en raquítico jaco enjaezado con montura mexicana, aumentada con el ridículo babero y anquera. Fue el escritor taurómaco D. EDUARDO NORIEGA (Trespicos) fue quien le puso a las pecheras de vaqueta que los picadores mexicanos ponían a los caballos, el burlesco y satírico mote de “baberos”. El vocablo resultó a la vez que chispeante, apropiado; y por lo mismo lo prohijamos todos los que escribíamos de toros en 1894. (C. C. B., T. I., 105-6 y 118). Ya picaba hacia 1886 de acuerdo a un cartel que dice: PLAZA DE TOROS DE TLALNEPANTLA. GRAN CORRIDA A FAVOR DE LA BENEFICENCIA ESPAÑOLA. DOMINGO 11 DE ABRIL DE 1886. Picadores: Anastasio Hernández. (Así que, considerando algún error por parte de C. C. B., la inserción de la tira de mano nos permite entender que hubo algún error al transcribir el nombre de este personaje. HERNÁNDEZ, Arnulfo: Banderillero. Actuó en festejos durante al año de 1886, sobre todo por el rumbo de Veracruz. El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 07.11.1886, N° 4. HERNÁNDEZ, Blas: Banderillero mexicano, que figuró en una cuadrilla de toreros de su país el año 1912, dirigida por Enrique Merino (Sordo), antiguo peón de Antonio Montes. Blas, era originario de Monterrey. (J. M de C, III, 432). Agustín Linares agrega: Banderillero. Empezó a salir a los ruedos en los primeros años del presente siglo. En 1912, figuró en la cuadrilla del matador español Antonio Montes, habiendo estado también en la de Enrique Merino “El Sordo”. (A. L., 1958, 155). HERNÁNDEZ, Brígido, Sancho o también Paja larga: Picador de toros que tuvo presencia en plazas del centro del país a finales del siglo XIX. HERNÁNDEZ, Diego: Banderillero que actuó con alguna frecuencia en las plazas del estado de Coahuila, a finales del siglo XIX. Se anunció como novillero en un festejo celebrado el 10 de agosto
de 1890 en la plaza de toros de Parras de la Fuente (Coahuila). Con el tiempo, se integró a la cuadrilla de Pedro Nolasco Acosta. HERNÁNDEZ, Domingo: Banderillero mexicano, que desde 1886, viene formando en cuadrillas de acreditados matadores. (L. V., 90). HERNÁNDEZ, Estanislao, Hornero o también Siete Luchas: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del domingo 8 de octubre de 1905. Es muy probable que se trate del padre de José Hernández, de quien me ocupo más adelante. HERNÁNDEZ, Eligio, El Serio: Matador de toros mexicano, que vino a Esapaña el año 1909, cuando ya había hecho los primeros aprendizajes taurinos. (…) Ya en condiciones para volver a la patria, “con tan alto título se presentó ante sus paisanos nuevamente, que no debieron dar mucha importancia al ascenso que tan bondadosamente había conseguido, ya que desde entonces su trabajo sobresalió tan poco o menos que antes de tomar la alternativa”. (J. M de C, III, 432).
HERNÁNDEZ, Felipe: Picador mexicano. En 1881 aparece ya en carteles de la plaza de Madrid, y aun toreaba en 1888. No llegó a ser gran cosa. (J. M de C, III, 432). En cambio, dice de él, lo que sigue Leopoldo Vázquez: HERNÁNDEZ, Felipe: Banderillero mexicano, tanto a pie como a caballo, siendo esto último una especialidad que le valió muchos ajustes. (L. V., 90-1).
Felipe Hernández, el Toluqueño. Quizá el presente retrato lo rememore. Dicha ilustración aparece en un cartel anunciador para la plaza de toros “Bucareli” del 8 de marzo de 1896. En ARTES DE MÉXICO, Nº 90/91, 1967. EL TOREO EN MÉXICO, p. 135. HERNÁNDEZ, Fernando, Media luz: En 1844 era banderillero en la cuadrilla de Bernardo Gaviño, con quien permaneció hasta 1867. Al año siguiente se fue a La Habana, Cuba, y en una de las corridas un toro le dio un pitonazo en la cara y perdió un ojo. No obstante esto, siguió en activo y al regresar a México formó su propia compañía de lidiadores, presentándose con ella en Tlalnepantla, Edo. de México, el 23 de mayo de 1875. Durante años siguió toreando, sin importarle su invalidez, y cuando falleció en 1889, en la ciudad de México, hacía poco tiempo que se había retirado de la profesión. (H. L. II., 658). banderillero torero de mediados del siglo XIX. Fue integrante en la cuadrilla de Bernardo Gaviño. (D. I., 14). Se sabe que, en fecha indeterminada de 1868, en una Plaza de Toros de La Habana, Cuba, el mexicano Fernando Hernández, que fue banderillero del matador español Bernardo Gaviño durante más de 20 años. En 1868 empezó a actuar como espada. En ese 1868 trabajó en La Habana, Cuba, donde perdió un ojo a causa de un pitonazo. No obstante, siguió toreando con esa desventaja física. Fuente: Federico Garibay Anaya, El "Feudalismo Taurino" Mexicano. 1991. http://torerosmexicanos.blogspot.com/search/label/Fernando%20Hern%C3%A1ndez En esta referencia no hay certeza sobre el origen de la misma. El responsable de este blog no tiene idea exacta en el uso más apropiado que deben darse a las fuentes.
Fernando Hernández. Este retrato aparece en la obra de Domingo Ibarra (entre p. 88-9).
Entre otros datos más, se encuentran los que proporciona Heriberto Lanfranchi: En 1844 era banderillero en la cuadrilla de Bernardo Gaviño, con quien permaneció hasta 1867. Al año siguiente e fue a La Habana, Cuba, y en una de las corridas un toro le dio un pitonazo en la cara y perdió un ojo (de ahí, quizá el sobrenombre de Media luz que llevaría en adelante). No obstante esto, siguió en activo y al regresar a México formó su propia compañía de lidiadores, presentándose con ella en Tlalnepantla, Edo. de México, el 23 de mayo de 1875. Durante años siguió toreando, sin importarle su invalidez, y cuando falleció en 1889, en la ciudad de México, hacía poco tiempo que se había retirado de la profesión. (H. L. T. II., 658). Sirvan para ello también, los versos que en su momento de mayor relevancia le fueron dedicados hacia 1844: Al inteligente diestro Primer espada Fernando Hernández Caminabas tranquilo y muy gozoso… Caminabas tranquilo y muy gozoso acompañado de Bernardo y buena gente, cuando fuíste acometido de repente por el indio feroz y tenebroso. Pero tú, Fernando, firme y valeroso aunque a tus compañeros muertos vísteis, el comanche rapaz lo combatiste con afán profundo y asombroso. Eterna sea siempre tu memoria, consignando tu nombre nuestra historia.1 HERNÁNDEZ, Francisco: Matador de toros, de acuerdo a un cartel en el que aparece anunciado como sigue: Plaza de toros de Texcoco. Domingo 1° de julio de 1888: “La empresa, muy agradecida por las demostraciones que el público ha demostrado (sic) en todas las corridas pasadas por el buen éxito que estas han tenido, tanto por la bravura del ganado lidiado como por el trabajo de los lidiadores, se ha propuesto dar la última corrida, siendo esta a beneficio del aplaudido y valiente FRANCISCO HERNÁNDEZ, quien tiene el alto honor de dedicarla a todas las familias residentes en Texcoco al despedirse del público en general y de sus amigos en particular, queda muy agradecido por la benevolencia con que han sabido apreciar sus pequeños trabajos, no olvidando nunca que siendo esta corrida de gracia, hará cuanto esté por parte del beneficiado. Como prueba de agradecimiento también la Empresa pondrá cuanto esté de su parte haciendo venir los toros mejores de dicha ganadería. Si con lo expuesto se logra tal objeto, quedarán satisfechos todos sus afanes”. El ganado que se lidió en aquella ocasión, perteneció a la Hacienda de S. José Bojay. Fueron cuatro los toros enviados a dicha plaza. Además, en el cartel, se indica que habrá “Lujosas y elegantes banderillas. Floreo a varios toros, Banderillas pequeñas de gala, Banderillas puestas con la boca. Graciosa y divertida pantomima Los Chinos con los dos Hombres más Feos de Francia, Toro caballo y Toro embolado para los aficionados”. 1
Armando de María y Campos: Ponciano, el torero con bigotes. México, ediciones Xóchitl, 1943. 218 p. fots., facs. (Vidas mexicanas, 7)., p. 70. Además, en Domingo Ibarra, Historia del toreo en México (véase bibliohemerografía), p. 87-8).
Ángel Villatoro anota sobre Francisco Hernández, Frasquito: Matador de novillos. Más que en su país, el lugar de sus triunfos fue en la República de Guatemala, brillando en las temporadas comprendidas entre 1875 a 1882, sin que llegara a tomar la alternativa. (A. V. 1964, 174). Fue parte de la cuadrilla que actuó en la plaza “Bernardo Gaviño”, el 21 de agosto de 1887. Se lidiaron ejemplares de La Encarnación. El dato puede leerse en El Arte de la Lidia, año III Tercera época. México, 28.08.1887, N° 43.
Col. del autor. Dice José María de Cossío (T. III, 432): Banderillero, que trabaja en México por los años 1889 y siguientes, casi siempre a las órdenes del espada Leopoldo Camaleño. HERNÁNDEZ, Francisco, Jardinero: Banderillero. Su nombre aparece en el “Directorio” con el que se daban a conocer matadores, banderilleros y picadores, en La Lidia. Semanario Taurino. Año I, N° 7. México, 8 de noviembre de 1908, p. 3. HERNÁNDEZ, Guadalupe: anunciado como “espada” en un cartel, para el festejo del 20 de octubre de 1850, en la Plaza Principal de Toros en el Paseo Nuevo, en la ciudad de Puebla. (Col. del autor). HERNÁNDEZ, Hilario: picador de toros que actuaba con frecuencia en festejos taurinos durante la segunda mitad del siglo XIX. Anunciado como “segunda espada” en un cartel, para el festejo del 20 de octubre de 1850, en la Plaza Principal de Toros en el Paseo Nuevo, en la ciudad de Puebla. (Col. del autor). HERNÁNDEZ, Joaquín, Parrao: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. Este diestro sevillano dejó aquí, en el ruedo de la plaza “México”, buena parte de su sangre, y años después regresó, ya a “El Toreo”, pensando que sus hazañas de antes y sus terribles cogidas, habrían de tener al público impresionado en su favor.
Pero no hubo tal. O si lo hubo, dicha impresión no fue bastante para cubrir las deficiencias del castigado diestro, que ya en 1908 no tenía ni destellos de aquel arte que lo hizo ser en México, no en España, estimado de todos. Torero un tanto basto, afinó en sus tardes de gloria y supo mantenerse en lugar digno al lado de los lidiadores más destacados. En España, su tierra, tuvo poco cartel, y sólo el año de 1899 llegó a las veinte corridas, habiendo descendido al siguiente a 13, y luego, en los sucesivos, a 11, 11, 4 y 1, respectivamente. Nació “Parrao” en Sevilla el 13 de abril de 1873, y en la plaza de la Maestranza, nada menos, tomó la alternativa de manos de Reverte, el 1° de noviembre de 1896. Al poco tiempo, el 21 de marzo de 1897, la confirmaba en Madrid, actuando como padrino Rafael Bejarano “Torerito”. Hoy vive Joaquín Hernández en Sevilla, y está uerte, gordo y colorado. Nos cuentan que hace buenas ausencias de México, donde tanto se le quiso y tanto se le aplaudió. (R. de R., 1394, febrero 1937).
HERNÁNDEZ, José, el Chino: torero de a caballo, nacido en la ciudad de México. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 103). Además: Torero profesional de a caballo. Vivía en la ciudad de México. Probablemente fuera hermano del célebre picador Felipe Hernández, “el Cuate”. En noviembre y diciembre de 1770 toreó en la Plaza del Volador. Es muy posible, pese a los 26 años de distancia, que sea el mismo José Hernández que en diciembre de 1796 y en enero y febrero de 1797 salió a lidiar a caballo en un coso erigido en el Paseo Nuevo de Bucareli. (BFH, 2012, 374-5). HERNÁNDEZ, José: Matador de toros. Nació en Guadalajara, Jalisco el 16 de octubre de 1899. Su padre fue un mediano torero de nombre Estanislao Hernández. A los ocho años se integra a una cuadrilla infantil donde quienes encabezaban aquel conjunto era el propio José y también José Merced Pacheco. Recibió la alternativa en 1920 de manos de Ernesto Pastor en la plaza de toros de
Morelia, lidiando reses de Queréndaro. Recibe una segunda en la plaza del “Progreso”, Guadalajara, de manos de Juan Silveti, enfrentando ganado de la hacienda del Plan. Fue a España aunque sin mayor trascendencia.
HERNÁNDEZ, José María: Matador de toros mexicano, que contribuyó, no poco a extender la afición en la república. Alternó con Bernardo Gaviño y otros espadas acreditados, en las más importantes plazas de los diferentes estados de México. En la cuadrilla de este matador han hecho su aprendizaje Ponciano Díaz y otros lidiadores del país, que después adquirieran no poca nombradía; la época de su apogeo fue de 1874 a 1884. Después de este año aún toreó en algunas temporadas, pero no con tanta frecuencia. (L. V., 90). Nació en la hacienda de Atenco, donde empezó a torear. En 1869 estuvo de segundo espada en la cuadrilla de Manuel Hermosilla y con él toreó por los estados de Puebla y Veracruz. Luego, formó con sus hermanos una cuadrilla en la que Ponciano Díaz, por cierto, fue banderillero en 1878. Mucho toreó durante varios años; pero a partir de 1884, ya sólo lo hizo en Toluca y otros pueblos cercanos, no presentándose en la ciudad de México. (H. L. II., 658). HERNÁNDEZ, Felipe, el Cuate: torero de a caballo. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). HERNÁNDEZ, Felipe: Banderillero mexicano, tanto a pie como a caballo, siendo esto último una especialidad que le valió muchos ajustes. (L. V., 90-1).
HERNÁNDEZ, N. N., Frasquito: Matador de novillos mexicano. Actuó mucho en la plaza de Guatemala durante los años 1875 a 1882¸nada sé respecto a que toreara en España. (J. M de C, III, 432). HERNÁNDEZ, Guadalupe: banderillero que actuó con frecuencia en festejos a mitad del siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel organizado en la plaza de toros de Tacubaya, la tarde del 9 de febrero de 1851. HERNÁNDEZ, Inés, el Cuate: banderillero, y en ocasiones salía como “segunda espada”, esto en el último tercio del siglo XIX.
El Cuate era torero machucho, conocía la índole de los toros y no se exponía a trochemoche, pero cuando los encontraba nobles y con ligereza, se confiaba y arrancando de poder a poder, metía bien los brazos, dejando superiores pares de banderillas. (C. C. B., T. I., 519). Banderillero potosino que siempre estuvo en la cuadrilla de Pedro Nolasco Acosta. Falleció en San Luis Potosí, S.L.P., el 17 de julio de 1888, a causa de una cornada mortal que sufrió dos días antes, al querer clavarle banderillas al quiebro a un toro de la hacienda de Santiago. (“MUERTE DE UN TORERO.-En la corrida de toros que a beneficio de los inundados del Bajío, se verificó en San Luis Potosí el último domingo, el arrojado banderillero Inés Hernández “El Cuate”. Fue acompañado a su postrer morada por más de tres mil personas”. Diario del Hogar, N° 275, del viernes 3 de agosto de 1888). Por cierto, este festejo del domingo 15 de julio de 1888, con Pedro Nolasco Acosta y Joaquín Artau, fue el último que se celebró en la plaza del Montecillo, de la capital potosina, ya que dos días después empezó a ser demolida). (H. L. II., 660). HERNÁNDEZ, José María: Matador de novillos mexicano. Actuó mucho en la plaza de Guatemala durante los años 1875 a 1882¸nada sé respecto a que toreara en España. (J. M de C, III, 434). HERNÁNDEZ, José Manuel: torero de a caballo, nacido en San Agustín de las Cuevas. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de
las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 103). HERNÁNDEZ, Juan Manuel: Torero profesional de a caballo. Fue contratado para toda la temporada que se iba a dar en el Volador durante noviembre y diciembre de 1770; empero, debido a una enfermedad, solamente toreó los seis primeros días. Tenía su residencia en San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan. (BFH, 2012, 376). HERNÁNDEZ, María: Lidiadora mexicana, que no solo pone banderillas, sino que mata novillos con más o menos fortuna. (L. V., 91). De la prensa se recoge el siguiente testimonio: EL POPULAR, D.F., del 28 de mayo de 1897 mencionaba a la banderillera mexicana María Hernández “La Guerrita”, quien formó parte de la cuadrilla de Francisco Palomar “Caro Chico” en una corrida celebrada en Puebla con toros de Atlanga, la tarde del 23 de mayo de 1897. HERNÁNDEZ, María del Pilar: Torera de a pie hacia 1893. EL TEATRO CÓMICO, D.F., del 30 de abril de 1893, p. 3: En la plaza de toros de Veracruz, está trabajando la torera María del Pilar Hernández (a) La Navarra, con éxito extraordinario. HERNÁNDEZ, Macedonio: Aparece anunciado como “arrastrador” en festejos donde llegó a actuar Pedro Nolasco Acosta, sobre todo en San Luis Potosí. Luego, como picador. Participó como tal, en un festejo que se celebró en la plaza de toros “Bucareli”, el lunes 19 de noviembre de 1894. HERNÁNDEZ, Marcelino: Picador de toros. Participó en un festejo que fue a celebrarse la tarde del 8 de febrero de 1896, en la plaza de toros “Occidente”, en Querétaro. HERNÁNDEZ, Mauricio: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. HERNÁNDEZ, Nepomuceno Juan: Era anunciado como “topador”, labor que realizó muchas tardes al lado de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX. HERNÁNDEZ, Santiago: Torero de a pie quien, junto a Felipe de Santiago, participaron en los festejos en celebridad de la toma de la Plaza de Orán y Mazaelquibil, en 1731 y 1732. HERNÁNDEZ, Tomás, el Brujo: Torero de a pie, y administrador, y hacia la sexta década del siglo XIX, administrador o “chilcualón” en la hacienda de Atenco. De él escribí el siguiente texto en septiembre de 2012: FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. Nº 33. LA REBELDÍA DE UN “BRUJO” EN 1860. Hubo una vez un “brujo” llamado Tomás Hernández quien nació y murió en la hacienda de Atenco en el siglo antepasado. Era un reconocido caporal quien realizaba las faenas campiranas como el mejor. Se desenvuelve entre los años de 1841 a 1875. Sus arriesgadas demostraciones provocaron que se hablara de él con respeto y admiración. De don Tomás se cuentan muchas cosas increíbles que parecen sobrenaturales, y por eso le llamaban “El Brujo” con sobrada razón. Hechizaba a los toros con sólo verlos; en el campo se metía entre ellos para darles de comer y, como mansos borregos se dejaban coger por el lomo. Don Tomás les pasaba su áspera mano haciéndoles caricias en la frente y en el hocico. Casi a diario hacía esta operación entre el espanto de los vaqueros y nunca sufrió el menor incidente porque siempre lo respetaron los toros. Mucha gente del rumbo del valle de Toluca recuerda las hazañas de don Tomas, y por ejemplo una de ellas es contada así: En las plazas de toros del rumbo, bajaba al ruedo -vestido de civil- y entre el azoro de los espectadores comenzaba a dar gritos a los toros, aunque estuviera picado y banderillado, y caminando poco a poco en dirección del animal este se le arrancaba como
demonio para ensartarlo; entonces la muchedumbre lanzaba un grito de terror, pero intempestivamente quedaba la plaza en completo silencio, hasta poderse oír el zumbido de una mosca, cuando el toro se quedaba enfrente de don Tomás, quien sin mostrar nada de miedo, sino al contrario con la sonrisa en los labios y con valor inaudito, se acercaba más al toro para acariciarle el hocico y la frente; sacaba un puño de yerba que llevaba en la bolsa del pantalón y le daba de comer. Luego regresaba paso a paso a la barrera, brincaba las trancas y subía a las gradas entre los abrazos y la gritería del público que lo aclamaba con delirio.
¿Acaso en esta imagen sorprendimos al Brujo dándole de comer a uno de Atenco? ¿Y dónde está la rebeldía? La encontramos en un documento que nos presenta Antonio Ortiz y Arvizu, administrador en Atenco y quien envía al Sr. D. José Juan Cervantes el siguiente mensaje fechado el 16 de enero de 1860. He tenido hoy el disgusto más grande que U. pueda imaginar con los Sres. de Tenango pr. que a la hora horada supe que Tomás estava comprometido a capitanear la cuadrilla de toreros razón porque me fuí a Tenango a oponer a que hubiera tal corrida exponiendo que era y había sido siempre contra la voluntad de U. que sus dependientes salieran a ningún espectáculo público; pero D. Ygnacio Garduño que me vió p.a los toros me dijo como era natural que yo no tenía más derecho que p.a pedir el importe de las corridas que el y D. J. Arellano me habían pedido. Tomás vino con varios Sres. al curato á que le diera yo permiso p.a torear y le dije que ni dependía de mí su persona ni más que dependiera le daría lisencia p.rque no podía traspasar la boluntad de U. vien sabida p.a mi de que no le agrada que ningún dependiente suyo sea torero pero no obstante esto Tomás ha salido siempre causándome como he dicho un completo disgusto lo que partisipo a U. para su inteligencia pues aunque el referido Tomás expone que se hacía acreedor a entrar en la cárcel como en efecto es cierto, él nunca debió comprometerse á lo que no podía sin contar con la voluntad de U. porque el que sirve no depende de sí mismo. Yo por estas ocurrencias no quise ir a los toros, sino que me quedé en el curato pero según todos no pudo Tomás hacer nada y hubo que ocupar su lugar uno de los locos que estaba con Bernardo resultando de aquí una bergüenza p.a Tomás y que para la corrida de mañana ya no lo admiten: todo causado por llevarse de amistades y no atender a quien debe. Antonio Ortiz y Arvizu (Rúbrica). Fuente: Universidad Nacional Autónoma de México, Biblioteca Nacional, Fondo Reservado: Condes Santiago de Calimaya, CAJA Nº 40 (s/n).
Reminiscencia de Tomás Hernández El Brujo. Todo mundo se escandalizó cuando Juan Belmonte le tocó el pitón a uno de Miura. Este empleado en la hacienda de Atenco hizo lo mismo… Claro, el amigable motivo de ponerle la sal al alcance del toro permitió semejante acercamiento. Las dos fotografías pertenecen a la colección del autor. (Ca. 1910). Al ganar jerarquía, Tomás Hernández no guardaba buenas relaciones con el administrador, y a pesar de que la orden era que “ningún dependiente suyo sea torero”, “El Brujo” negociaba directamente con el Sr. José Juan Cervantes, último conde de Santiago de Calimaya, dueño de Atenco, intercambiando correspondencia para recibir instrucciones del amo y señor, con lo que soslayaba a Ortiz y Arvizu quien padeció y mucho con aquel rejego de marca. Así que Tomás “El Brujo”, como hemos podido comprobar, anda levantando polvareda desde aquel 1860, alternando con Bernardo Gaviño, diestro que influyó eminentemente en muchas de las actividades desarrolladas en la famosa hacienda mexiquense. Desconocemos su destino, pues aunque el desarrollo como “caudillo” o “caporal” se detecta hasta la década de los 70 en la centuria antepasada, poco a poco fue diluyéndose en medio de las actividades cotidianas a que se sujetó, hasta su “jubilación”. Tuvo este personaje dos hijos toreros: José María y Felipe Hernández, quienes se desarrollaron con fortuna entre 1870 y hasta casi finalizar el siglo XIX.2 HERNÁNDEZ, Refugio, Cuco: Banderillero que nació en Chihuahua. Actuó bajo las órdenes de José Marrero “Cheché”, la tarde del 2 de diciembre de 1900 en la plaza de Gavira, Gto. HERNÁNDEZ, Tranquilino: “Gracioso”, o el “loco” de las funciones en las que llegó a actuar, esto a finales del siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel de la plaza de toros del “Paseo Nuevo” en Puebla, para la tarde del 11 de febrero de 1860. HERRERA GUILLÉN, Baltazar de: Cuadrillero y participante en un juego de cañas en 1595, con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. Ocupó el cargo de regidor. (JQM, 2017, 59). Era hijo del conquistador Jerónimo López. HERRERA, Antonio: Matador de toros, al parecer nacido en el estado de Chihuahua en las últimas décadas del siglo XIX. Allí se desempeñó con éxito, al lado, por ejemplo, de Manuel Larvín “Esparterito”, otro diestro del mismo origen. (Mario Alejandro Domínguez Cruz, 2016, 76).
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Disponible en internet julio 13, 2019 en: https://ahtm.wordpress.com/2012/09/22/figuras-figuritas-y-figuronesno-33/
HERRERA y S., L. M.: ¿Torero de a pie? El único registro que se tiene de nuestro personaje, es una hermosa imagen que se encuentra en el acervo de “FOTOTECA ANTICA”, misma de la que se da testimonio a continuación:
Se trata de un retrato en la técnica de albúmina y “Carte de Visite”, que se remonta hacia 1875, tomada en alguno de los gabinetes fotográficos que ya estaban instalados en la ciudad de Querétaro. N° inventario: CDV-AM-010. Disponible en internet octubre 27, 2019 en: http://catalogo.fototecaantica.net/ficha/?page=ft/fichas.php&cat=buscar&ver=toreros&ficha=CDV-AM-010 HERNÁNDEZ DE BIEDMA, Luis: El cronista Hernández de Biedma dice: “jugamos cañas e corrimos mucho con los caballos” (frente al gigantesco cacique Tascaluza en la Florida). (L. W., 1984; T. I., 160). HIDALGO, José María: Matador de toros. De este y otros personajes apuntaba Armando de María y Campos en la efeméride correspondiente al 26 de abril de 1892: “Han sido muchos los toreros mexicanos que han pisado la Plaza del Acho, en Lima del Perú. En 1847 torearon José María Hidalgo y José Zurita, apodado “El Mexicano”, quien también actuó en las temporadas de 1855 a 1859 (…). HIDALGO COSMES, Ramón, Chiclanero: Matador de novillos. Hacia el año 1890 toreaba en México. Ignoro si lo llegó a hacer en España. (J. M de C, III, 442). HOMERO, Honorio: Participaba representando diversas labores a pie. En el cartel del 1° de febrero de 1883, celebrado en la plaza del “Progreso” en Guadalajara, Jal., la prensa dio noticia de que (“El Artillero”, que así se le conocía a este torero de origen andaluz) mató al toro de la pantomima, habiéndolo verificado vestido de mujer, porque representaba el papel de Nonanchi (o Nonatzin, diosa azteca) en la famosa boda de indios que por cierto estuvo muy chistosa. (R. M. M., 336). HONG, Vicente: Matador de toros chino. Residiendo en México se aficionó a los toros, pasando a profesional, y toreando, el 7 de enero de 1912, en Guadalajara, alternando con Mellaíto de Málaga, que lidiaron reses del país. Toreó mucho más, principalmente por lo singular en el toreo de su nacionalidad; pero no me es posible seguir la pista de sus andanzas. (J. M de C, III, 443).
HOROZCO y COVARRUBIAS, Juan de: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1672. Participó como cuadrillero en las justas, juegos de cañas y corridas de toros celebradas con motivo de las fiestas organizadas por la Compañía de Jesús, con el objeto de festejar la canonización de San Francisco de Borja en 1671. Fue uno entre las decenas de participantes en tan notables funciones. HOYOS, Juana: Torera de a pie. Actuaba con frecuencia, en festejos que se celebraban en la plaza del “Paseo Nuevo”. Su nombre aparece en el del domingo 20 de junio de 1858, y donde al establecerse una competencia con Soledad Gómez y Manuela García, “en competencia van a picar, banderillar y matar un VALIENTE TORO”. HUERTA, Fernando, El Orizabeño: Matador de toros de segundo orden, natural de Orizaba, que gozaba de bastante prestigio entre los demás de la clase, por los años de 1885 a 87. (L. V., 91). HUERTA, José, Brazo de hierro: Picador nacido en Sevilla. A las órdenes de diversos matadores de novillos comenzó a torear a fines del pasado siglo en la plaza de su ciudad natal y en otras de Andalucía. Ponía una gran voluntad y progresaba más cada vez en su oficio, por lo que comenzó a hacer fijarse en él las miradas de los aficionados y de los profesionales. En 1902 marchó a México acompañando al matador Joaquín Capa Capita, y tanto en la plaza de la capital como en otras celebradas en los Estados respondió a lo que de él se esperaba. El 8 de marzo de 1903, actuando en la plaza de México, fue enganchado y corneado en una caída, y falleció a poco de resultas del percance. (J. M de C, III, 444).
HUIJARES, José: Matador de novillos mexicano, nacido en Tampico. Comenzó a torear en su tierra, haciendo concebir muy buenas esperanzas a sus paisanos, hasta el extremo de decidirse a probar fortuna en España. Consiguió verse anunciado en la plaza de Carabanchel el 15 de junio de 1919, con ganado de Palha, que había de lidiar en unión de Gavira y Nacional II. No correspondió su trabajo a los elogios que de él se habían hecho en México. Aun volvió a presentarse el 20 de julio del mismo año ante el público de Madrid en la plaza de Tetuán de las Victorias, y su actuación fue aún más pobre que la anterior. Debió volverse a su tierra porque no volvió a sonar su nombre. (J. M de C, III, 445). HURTADO DE MENDOZA, Esteban: Fue uno de los “sujetos de distinción”, de nobleza reconocida, que salieron a torear a caballo durante las fiestas reales celebradas en Guadalajara en el curso de 1747 con motivo de la jura de Fernando VI. (BFH, 2012, 372).
I IBARRA, Francisco de: Este personaje era afecto a las escaramuzas; organizó una en Topia en 1563, y otra en San Juan de Sinaloa poco después, con el propósito de infundir temor a los tepehuanes. (L. W., 1984; T. I., 157). IBARRA, Hortuño de: Cuadrillero. Gracias a dos actas del Cabildo sabemos que hubo fiestas en la ciudad de México para recibir al nuevo virrey. Jueves 24 de octubre de 1566: “…En este día los señores justicia y regidores (de la ciudad de México) dijeron que era cosa justa recibir con fiesta y regocijo al nueo virrey marqués de Falces, ordenando que se haga en la Plaza Mayor de esta ciudad regocijos y fiestas, sacándose libreas de tafetanes de colores para ochenta caballeros, y han de ser diez cuadrillas de ocho caballeros cada una, y el cuadrillero a su costa dé a su cuadrilla mangas y caperuzas, y banderillas para las lanzas y bandas para las adargas, debiendo dar esta Ciudad las libreas acostumbradas. Los cuadrilleros han de ser los señores (factor Hortuño de Ibarra…)”. (H. L., 1971, 53). IBARRA, Ruperto, Pajarito: Espada, que se desenvolvió en las plazas de las Repúblicas americanas, entre cuya afición contaba con numerosos admiradores. En 1903 se retiró, cuando ya la vejez le restara facultades. (J. M de C, III, 448). INCLÁN, Luis G.: diestro a caballo. Además, empresario, escritor y editor entre otras virtudes. Su presencia más representativa se dio en el curso de la segunda mitad del siglo XIX mexicano.
Luis G. Inclán, autor de ASTUCIA. El jefe de los hermanos de la hoja. O los charros contrabandistas de la rama. Novela histórica de costumbres mexicanas con episodios originales. Allí vemos un fiel retrato de Bernardo Gaviño. Hugo Aranda Pamplona. Luis Inclán El Desconocido.
LUIS G. INCLÁN, CRONISTA EN VERSO DE UNA CORRIDA DE TOROS EN 1863. EN DICHO FESTEJO, PARTICIPAN PABLO MENDOZA, LA INTELIGENCIA, Y SUS PICADORES, SUS BANDERILLEROS, Y HASTA LOS LOCOS Y LOS CAPOTEROS... Luis G. Inclán vino al mundo el 21 de junio de 1816, con lo que ayer martes se celebró el bicentenario de su nacimiento. Fue un hombre emprendedor, amante del quehacer campirano. Administró haciendas tales como Narvarte, La Teja, Santa María, Chapingo y Tepentongo poniendo en práctica conocimientos de la agricultura que le permitieron ser llamado en varias ocasiones a medir tierras, pero sobre todo, a administrar la plaza de toros de esta capital y en Puebla, cuando Bernardo Gaviño coqueteaba con la fama. Esto debe haber ocurrido entre la quinta y sexta décadas del siglo XIX. Este escritor, impresor, periodista y charro a la vez, tuvo el privilegio de publicarse asimismo “todos los recuerdos de cuanto había integrado su felicidad campirana”.
Uno de los pocos retratos que se conocen de nuestro autor, mismo que está fechado el 16 de junio de 1871. En Hugo Aranda Pamplona: Luis Inclán El Desconocido. 2ª ed. Gobierno del Estado de México, 1973. 274 pp. Ils., retrs., fots., facs. Su quehacer literario incluye una excelente novela de costumbre: ASTUCIA. EL JEFE DE LOS HERMANOS DE LA HOJA O LOS CHARROS CONTRABANDISTA DE LA RAMA. Tal novela, conjunto de estampas mexicanas de mediados del siglo XIX, cuya carga de valores son los de la injusticia social, es descubierta por Inclán en la persona de “Lencho” quien constantemente sentencia: “Con astucia y reflexión, se aprovecha la razón”.
En esta ocasión, entenderemos uno de sus quehaceres vinculados con festejos taurinos ocurridos en 1863. En medio de una oscuridad que de pronto suele ser generosa para brindarnos luces sobre el pasado taurino mexicano, van apareciendo algunos datos aislados sobre lo que fueron y significaron algunos personajes con quienes todavía tenemos una deuda. Dicha deuda debe quedar saldada en el momento de realizar algo más que una ficha biográfica, puesto que a partir de diversos documentos como carteles, se puede reconstruir el paso que trazaron diestros como Pablo Mendoza, quien surge en el panorama a partir del arranque de la segunda mitad del siglo XIX y todavía le vemos participando algunas tardes, casi 30 años después, estimulando a su hijo Benito, misma acción que en su momento realizó Ignacio Gadea, acompañando a su hijo José, demostrando que su longevidad taurina no era impedimento para seguirse ganando las palmas de los aficionados. Regresando a la identificación de Pablo Mendoza, nada mejor que incluir una crónica en verso, escrita por Luis G. Inclán, el famoso autor de la novela de costumbres “Astucia”, asiduo asistente y participante también en diversas corridas de toros, efectuadas en la plaza de toros del Paseo Nuevo, en los años previos al segundo imperio. Veamos lo que se fascinó don Luis con la corrida del 30 de agosto de 1863. LA JARANA. PERIÓDICO DISTINTO DE TODOS LOS PERIÓDICOS. T. I., septiembre 4 de 1863, Nº 10. Toros.-Cuestión del día.-El Señor D. Luis G. Inclán, íntimo amigo nuestro, se ha servido obsequiarnos con la siguiente: -¿Fuiste, Juan a la corrida este domingo pasado? -Si Miguel, quedé prendado, Estuvo muy concurrida Y magnífico el ganado. Toros de hermoso trapío, Limpios, francos y bollantes, Revoltosos, arrogantes, Valientes, de mucho brío, Muy celosos y constantes. En continuo movimiento Estuvo la concurrencia Celebrando a competencia Con gran placer y contento, De Pablo la inteligencia. Lucieron los picadores, Los diestros banderilleros, Los locos, los capoteros, También los estoqueadores, Figuras y muleros... De los fuegos, ¿qué diré? Bien combinados, lucidos, Generalmente aplaudidos; Muy complacido quedé De mis paisanos queridos. -Con eso querrás decirme
Grabado con que Inclán ilustró un cartel taurino en Toluca el año de 1873. que aún irás a otra función? -Con todo mi corazón, si me gusta divertirme y no he de perder función. -Pues eso está reprobado por gente más ilustrada. -Yo no les pido la entrada, mi dinero me ha costado, mi voluntad es sagrada. Que ellos la pasen leyendo, Papando moscas, rezando Yo ya solito me mando, Y no me ando entrometiendo Ni costumbres criticando. -Al querer la abolición, (Deja la barbaridad,) Solo es por humanidad... -Dime, Miguel, sin pasión ¿Es envidia o caridad? Yo estoy por toros y toros Aunque empeñe mi chaqueta, Con placer doy mi peseta, Mientras otros al as de oros Pierden hasta la chaveta. Plaza “muy concurrida”, toros bravos, “limpios, francos y boyantes”. ¿Habría alguna competencia
entre dos ganaderías, como se estilaba entonces? Atenco y el Cazadero proporcionaban ganado constantemente para dichas contiendas siempre en busca de un triunfador. Y Pablo Mendoza, junto con toda su cuadrilla, incluso los locos, a los ojos de Luis G. Inclán, de lo mejor. Bueno, hasta los fuegos fueron sensacionales. Aprovecha también la forma de hacer una crítica velada a las clases ilustradas que reprochan y critican esta costumbre, pero “...no me ando entrometiendo”, en momentos en que algunas voces pugnan por que se prohíban las corridas, arguyendo el incremento que debía aplicarse a las rentas municipales. Su afición que es explícita no puede ser más evidente en los versos con que cierra su impresión sobre la corrida más reciente, versos que van así: Yo estoy por toros y toros Aunque empeñe mi chaqueta, Con placer doy mi peseta, Mientras otros al as de oros Pierden hasta la chaveta. ¡¡¡Felicidades, don Luis G. Inclán por sus doscientos años de nacimiento!!! Este trabajo fue divulgado en el portal de internet: AlToroMéxico.com a través de la siguiente liga: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=26088 Isidro, El Patol: “en Michoacán, era cacique tauromáquico”, de acuerdo a las apreciaciones que Carlos Cuesta Baquero dejó sobre Jesús Villegas “El Catrín”, en 1934. Actuó en la época de mayor relevancia de Ponciano Díaz como banderillero, ajustándose también con otros matadores de alternativa o sin ella. INFANTE DONCEL, Juan: Banderillero. Fue de vida efímera en su paso por los ruedos, ya que no logró destacar como subalterno. En 1910, fue cuando toreó con más frecuencia, retirándose más tarde de toda actividad taurina. (A. L., 161). IRIARTE, Juan de: Teniente del ejército virreinal. Junto con algunos compañeros, entró a banderillear toros en las fiestas reales con las que en 1791 celebró el pueblo de Tehuantepec la exaltación de Carlos IV al trono de las Españas. Naturalmente, no cobró por su actuación. (BFH, 2012, 376). IRIGOYEN, Jerónimo: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Comandante, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. ISLAS Luis, Lagartijillo: Banderillero. El único testimonio sobre dicho personaje, es un retrato que aparece en el cartel que anunciaba tres corridas de toros en la plaza de Jiménez, Chihuahua. Esto ocurrió los días 6, 7 y 8 de agosto de 1909. El espada principal fue por aquellas tardes el célebre cubano José Marrero “Cheché”. Se lidiaron ejemplares de la conocida hacienda de “Chupaderos”.
ISUNZA, Enrique, Sevillano: Banderillero mexicano, que comenzó a figurar en cuadrillas de segundo orden en 1896. (L. V., 92). ISUNZA, Francisco, El Camama: Intentó ser matador de toros. El destino lo impidió, aunque fue para bien, pues continuó por el camino que ya estaba impuesto en el negocio de la confección de trajes de luces y otras prendas de vestir. Su camino inicia al despertar el siglo XX, y lo hizo como banderillero en las cuadrillas de Juan Silveti y “Templaíto de Sevilla”. Muere en la capital del país el 23 de marzo de 1947.
ISUNZA, Ignacio: Padre de Francisco e Ignacio. Inició de manera muy curiosa sus andanzas taurinas. Manuel Hermosilla, formó una cuadrilla que lidiaba “toros” de carretilla en una placita que se acondicionó en un corral. Había entusiasmo, pero no un futuro que garantizara aquel destino tan difícil, por lo que decide abrazar el oficio de la sastrería, del que también sus hijos continuaron.
ISUNZA, Rafael: Banderillero, que actuaba a finales del siglo XIX en México. Fue tío de Ignacio Isunza y por cuanto puede apreciarse hasta aquí, corrío “veneno” taurino entre los integrantes de esta legión familiar. ITURBIDE, José Joaquín de: Cuadrillero, caballero y noble de la sociedad vallisoletana de Michoacán, que en 1791, celebraron con fiestas de toros y cañas, la proclamación de Carlos IV. (Véanse más adelante, los datos que rememoran a D. Joseph María Sagazola). ITURRÍA, Juan de: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. IZUNZA, Enrique, Sevillano: Banderillero americano, que hacia 1896 toreaba en cuadrillas de matadores de segundo orden. (J. M de C, III, 452).
J JAIME, Alejo, Nené: Picador de toros, natural de San Luis de Potosí, que comenzó a actuar como tal, por los años de 1891 a 92. (L. V., 93). JESÚS, Ramón: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. JIMÉNEZ, Antonio: Banderillero. Fue integrante de la cuadrilla de Tomás Venegas “El Gachupín Toreador” en los festejos celebrados con motivo de la recepción del virrey don Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla, segundo conde de Revillagigedo, y que se desarrollaron en la plazuela del Volador entre a partir del 23 de noviembre de 1789. (H. L. T. I., 109). JIMÉNEZ, Arnulfo, Chico de Orizaba: Matador de toros. Su nombre aparece plasmado en el cartel que anunciaba un festejo en la plaza de toros de Mixcoac, para la tarde del domingo 23 de junio de 1907. Alternó aquella ocasión con Agustín Velásco “Fuentes Mexicano”, en la lidia de 6 ejemplares de Jalapilla y Nopalapam, en competencia. JIMÉNEZ, Donaciano: Banderillero. Fue integrante de la cuadrilla dirigida por el “Capitán Espada” Refugio Sánchez “Lengua de bola”, y que actuó la tarde del 28 de octubre de 1882 en la plaza de toros en Toluca, México. JIMÉNEZ, Francisco, Rebujina: matador de toros español. “Rebujina” fue entre los españoles uno de los toreros mexicanizados, de los que lograron hacer olvidar su nacionalidad de “gachupín” y tener popularidad. Recorrió toda la República y ganó bastante dinero, que disipaba en el culto a Birjan. Recibió la alternativa de manos de Luis Mazzantini en la plaza de toros de Puebla, en la última de las tres corridas que en el mes de marzo del año 1887 toreó en aquella ciudad el espada guipuzcoano. (Citado en RST, N. R. 7).
Francisco Jiménez Rebujina. JIMÉNEZ, Gabriel, Poncho: Banderillero, ignoro si mexicano o español. Tan solo he visto su nombre en un cartel de Tehuacán, México de 1910. (J. M de C, III, 457). JIMÉNEZ y PRIETO, José, (también se le conoce como Guillermo y León) el Señorito: Matador de novillos, mexicano, cuyo nombre figura en algunos carteles de 1897. (L. V., 93). (Se puede anotar que el nombre correcto de este personaje es Guillermo Jiménez León Prieto y no José como lo indica Leopoldo Vázquez. N. del A.)
Guillermo Jiménez León Prieto, el Señorito. JIMÉNEZ, José, Saleri: Banderillero. Su nombre aparece registrado en la nota publicada en El Popular, del 9 de junio de 1907, p. 3, donde se consigna que este “toreando en la plaza de Mixcoac el 26 del mes próximo pasado fue cogido, sufriendo una herida en un pie, se encuentra completamente
restablecido”. JIMÉNEZ, Juan, Ecijanito: Banderillero, probablemente mexicano, que figuraba hacia el año 1909 en plazas de México, bajo las órdenes de Antonio Olmedo Valentín. (J. M de C, III, 458). JIMÉNEZ, Rafael: Banderillero, actuó con frecuencia, sobre todo en la plaza de Guanajuato, a finales del siglo XIX. JIMÉNEZ, Rafael, Ostioncito: Banderillero mexicano, que toreó en plazas de su país, con diversos matadores, los años de 1910 y posteriores. Las referencias que de él tenemos nos lo muestran como buen rehiletero. (J. M de C, III, 466). JIMÉNEZ RIPOLL, Juan, el Ecijano: matador de toros sevillano. Apunta el Ing. Leopoldo Peña del Bosque: Matador nacido en Écija (Sevilla) el 24 de junio de 1858. Toma su alternativa el 22 de mayo de 1890 en Madrid de manos del Califa “Guerrita” con toros de la dehesa de Torres Díaz de la Cortina. Haciendo campaña en México, al escasear los contratos en España, “y a manera de presagio”, sufre una fuerte cogida el 16 de octubre de 1898 en la ciudad de Guadalajara Jalisco, que no reposó debidamente, para morir a consecuencia de peritonitis en la Plaza de Toros de Durango (México) el siguiente 5 de febrero de 1899. Se trataba de un festival para su beneficio, y compartía cartel con el novillero Constantino Quilez "Engullera" y la dehesa era de Santa Lucía. Precisamente cuando toreaba con la muleta al quinto toro, inesperadamente le dio un ataque peritoneal por perforación intestinal, y falleció en la misma plaza. El ataque sin dudas fue a resultas de la cogida gravísima que tuvo en el vientre el día 16 de octubre de 1898 en el coso de la Perla Tapatía, y que mal cicatrizada por dentro, por falta de reposo, y al esforzarse en la lidia en Durango, se le perforó, con resultados funestos. Al respecto el erudito don Juan José Zaldívar Ortega refiere su vida comentando que “Juan Jiménez Ripio (Ecijano), matador de toros, nacido en Écija el año 1858, falleció el 5 de febrero de 1899, a los 41 años de edad, a consecuencia de una cogida sufrida el año antes. Toreando el 18 de octubre de 1898 en la Plaza de Toros de El Progreso, de la ciudad mexicana de Guadalajara, el toro lidiado en tercer lugar le alcanzó al rematar un pase, infringiéndole una gravísima cornada en el vientre con hernia del epiplón, entre la región umbilical y el flanco izquierdo." Por su parte, el eximio cronista don Juan José de Bonifaz Ybarra, refiere en su obra “Víctimas de la Fiesta”, que “Una grave imprudencia fue la causa de la muerte de Juan Jiménez Ripoll (el Ecijano), ocurrida en la plaza de toros de Durango (México) el 5 de febrero de 1899. El espada había sido herido de consideración cuando actuaba el 16 de octubre del año anterior en la Guadalajara azteca, y no cumpliendo las instrucciones de los médicos que le trataban viajó a Durango. La causa inmediata del óbito fue determinada como producida por una perforación intestinal. El escasearle los contratos en su patria motivó que los buscara en tierras hispanoamericanas. " Comenta don Rafael Lozano (Dientefino) que "el Cossío" consigna a Constantino Quiles con el mote de Enguilero, y no Engullera, y dice de él, que era un matador de novillos de modesta categoría, que se presentó en Madrid el 20 de marzo de 1892 alternando con Cayetano Leal Pepe Hillo y José Lara Jerezano3. Alcanzó poco éxito en España y vino a México en busca de mejor suerte. Asimismo refiere, que en el libro "Crónicas de la Plaza Vieja" de don Guillermo Castillo Casas, se anota que el cadáver de Ecijano fue sacado en hombros de la enfermería de la plaza por los miembros de su cuadrilla y trasladado a la habitación del hotel Fontana que ocupaba el diestro, en la 5ª calle de Teresas, hoy de Juárez. Durante toda la noche del 5 velaron el cadáver los miembros de su cuadrilla y varios amigos. A las cuatro de la tarde del día siguiente partió el cortejo fúnebre desde el hotel hasta el panteón, siendo conducido el cadáver del Ecijano en hombros de su cuadrilla hasta la garita 3
Probablemente se refiera no a José Lara, sino a Matías Lara, Jerezano.
de oriente, en donde el cadáver fue colocado en un carro que lo llevó hasta el panteón. El cortejo lo componían cinco carruajes, ocupados por amigos del torero y miembros de la Colonia Española, además de cuatro tranvías ocupados por aficionados. Al ser colocados los restos del desaparecido diestro en la tumba, los jóvenes discípulos del Ecijano se despidieron de su maestro llorando. En la sección antigua del Panteón de Oriente de la ciudad de Durango, se conserva hasta la actualidad en buenas condiciones la tumba de (El Ecijano), con su correspondiente lápida.
Cortesía del historiador José Antonio Román Romero http://gestauro.blogspot.mx/ Cita el afamado cronista taurino Adiel Armando Bolio en sus efemérides del 16 de octubre de 1898.Se doctora León Prieto El Señorito, en la plaza de Guadalajara, Jalisco, de manos del andaluz Juan Jiménez El Ecijano, con toros de la ganadería de Hacienda del Castillo. Misma tarde en la que El Ecijano sufre gravísima cornada en el vientre y que le causaría la muerte tres meses después. Disponible en internet marzo 29, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1899 JIMÉNEZ, Rafael, Ostioncito: Banderillero. Se distinguió por su buena colocación en la plaza, siendo su mejor momento en el año de 1910, en que toreó con los espadas de más renombre, tanto en la capital, como en los estados. (A. L., 164). JIMÉNEZ, Sebastián, Sagastita: Banderillero. Su nombre aparece en el “Directorio” con el que se daban a conocer matadores, banderilleros y picadores, en La Lidia. Semanario Taurino. Año I, N° 7. México, 8 de noviembre de 1908, p. 3. JOAQUÍN, el Poblano: Profesional. Seguramente originario de la Puebla de los Ángeles. Salió a la plaza de San Lucas durante las corridas efectuadas allí entre 1790 y 1791. Por la colocación de su nombre en los carteles, podemos decir que toreaba a pie. (BFH, 2012, 376). JOARISTI, Joseph de: Teniente de Capitán General, Comisario Diputado, cuadrillero y rejoneador, que participó en las fiestas celebradas en la ciudad de Zacatecas en 1758.4
4
Biblioteca Nacional: 1095/LAF/1759: Breve relación de las fiestas, en que la muy ilustre ciudad de Zacatecas explicó su agradecimiento en la confirmación del patronato de Nra. Sra. De Guadalupe el mes de septiembre
JOSÉ, EL MOCHO: Banderillero. Debe haber nacido en San Luis Potosí, pues en el esplendor de Pedro Nolasco Acosta, era uno de sus más conocidos integrantes. JOSÉ FELIPE, el Güero: Sólo sabemos con certeza que participó en las fiestas de toros verificadas en la plaza de San Lucas durante 1790 y 1791; de todos modos, la ubicación de su nombre en los carteles hace suponer que se trataba de un picador de a caballo. (BFH, 2012, 377). JOSÉ MIGUEL: Actor. Participó en la función celebrada en el Gran Teatro Nacional, la noche del viernes 4 de febrero de 1859. En dicha ocasión, y como dice el programa BAILE. IV.-En esta parte variará el espectáculo completamente, y por final se pondrá en escena una graciosa pieza en un acto titulado: EL APRENDIZ DE TORERO. En esta pieza aparecerá una vistosa PLAZA DE TOROS, en la que se lidiará UN VALIENTE TORO DE ATENCO, por el simpático actor D. JOSÉ MIGUEL, acompañado del acreditado torero D. BERNARDO GAVIÑO y su cuadrilla, los que han tenido la amabilidad de prestarse generosamente en mi obsequio (se refiere así Juan Zafrane, primer actor y director de la Compañía, quien obtenía el beneficio de dicha función). JUAN, el Chico: Banderillero que actuó con alguna frecuencia, sobre todo en la plaza del “Montecillo”, en San Luis Potosí. Su nombre aparece en la crónica del festejo que se celebró la tarde del lunes 1° de noviembre de 1886, saliendo a las órdenes de Pedro Nolasco Acosta. JUAN DE DIOS: Torero de a pie quien, junto a Felipe de Santiago, participaron en los festejos en celebridad de la toma de la Plaza de Orán y Mazaelquibil, en 1731 y 1732. JUANA, alias La Pola: “En México nunca ha tenido prosperidad la representación femenina de la torería. Creo que esto debe ser elogiado y felicitarnos. En mis investigaciones historicotaurómacas, no encuentro protagonistas como la descrita por Millán (refiriéndose Carlos Cuesta Baquero a lo anotado por Pascual Millán en su obra Los Novillos, donde menciona, entre otros casos que fue desde el año 1836 cuando las femeninas comenzaron su actuación en los redondeles –españoles-, siendo las iniciadoras dos, nombradas Teresa García y Manuela Capilla). Conversando con el picador Juan Corona –que muchos años actuó en la cuadrilla de Bernardo Gaviño- mostrábame un programa donde estaba anunciado que Juana alias “La Pola” estaría sentada en las ancas del caballo que empleaba Juan Corona para desempeñar su toreo. Pero esa hazaña de “La Pola” era para atestiguar la maestría de Corona y la confianza que había respecto a que no fuese derribado, a que no tuviera “caída”. Lo que a veces ocurría, no obstante la fama de excelente picador que tenía Juan Corona, a quien la musa callejera nombraba “El de la vara de otate”, porque de esa madera era la garrocha que empleaba y que yo tuve ocasión de ver. “Juana “La Pola” viajó por muchas regiones de la República. En el año 1839 estuvo en la ciudad de San Luis Potosí y actuó allí en una corrida organizada en homenaje al Comandante Militar del Departamento, general de brigada don Isidro Reyes. En esa ocasión apareció en la montura –no en la grupa- del caballo que servía a un picador nombrado Jesús Ramírez, quizá de igual fama que Corona. Además de tal torera, que en realidad no lo era, no he podido hallar referencias de otras. Debe haberlas en aquella época, pero no pude localizarlas en los periódicos, ni por conversaciones”. (RdeR 1439, 19.12.1937). JUAN SEBASTIÁN. El Jerezano: torero de a pie, nacido en Jerez de la Frontera. Actuó durante algunas tardes Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar del año de 1758. Por N.SS.P. el Señor Benedicto XIV. México, Imp. De los Hrs. De Doña María de Rivera, 1759. (38), 64, 150 p.
dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 102). JUÁREZ, Antonio, Chamorro: Picador de toros, de Monterrey, que estuvo en la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, dirigida por Saturnino Frutos “Ojitos” a comienzos del siglo XX. Toros y Toreros. Tercer número extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907. Murió retirado a los setenta y dos años, en Monterrey, el 13 de enero de 1947. JURADO, Juan, Novaliches: Torero de a pie. De él sólo hay un registro, que es como sigue: Toreando en Aguascalientes durante la feria de San Marcos en la Pascua de 1898 de banderillero, y a raíz de los percances sufridos por el matador Constantino Quiles “El Enguilero”, quién salió lesionado por uno de los toros de Garabato que se lidiaron esa tarde y como además sufrieron cornadas los banderilleros Manuel Machío Trigo, Manuel Pérez “Herrera”, otro banderillero de Sanlúcar de Barrameda y los picadores el “Cieneguero” y el “Garabato”, quedóse en el ruedo junto con Francisco Martínez “Torerito” dando cuenta rápida de ella, con valentía. Viejo torero mexicano que, ya por los años 20 del siglo pasado, fue “cambiador de suertes” en la plaza de toros “La Lidia”, ubicada en los rumbos del bosque de Chapultepec. No se tienen más datos al respecto. JURADO, Ramón: Lidiador mexicano, que mata en corridas de segundo orden. (L. V., 93).
L LABARTHE, Eugenio: Matador de toros. Encabezó las cuadrillas en la plaza de toros del Paseo (S.L.P.), la tarde del 24 de junio de 1900. LARA, Abelardo: Torero de a pie. Alternó con Ponciano Díaz en la plaza de Durango, la tarde del 25 de marzo de 1883. LARA, Eugenio, El Maestro: Banderillero. Actuó con frecuencia en festejos celebrados en la plaza de toros “Bucareli” al finalizar el siglo XIX. LARA, Guadalupe, el Garabato: Picador de toros, cuyo nombre figura en un cartel para cierto festejo celebrado en Aguascalientes, y donde Francisco Gómez el “Chiclanero” enfrentaría toros del Venadero y Cieneguilla, esto a comienzos de la octava década del siglo XIX. LARA, Jesús: Puntillero. Vive en la ciudad de Aguascalientes, trabajando en el rastro de aquel lugar y actuando por cuenta de la empresa, cuando se celebran festejos en la plaza de toros. (A. L., 1958, 167). LARA, Manuel, Jerezano: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. El mayor timbre de gloria en la carrera taurina de este modesto matador de toros, fue el haber dado la alternativa a Rodolfo Gaona, en la plaza de Tetuán de las Victorias, Madrid, el 31 de mayo de 1908. Fue, pues, Manuel Lara el padrino del torero más grande que ha producido América. Por lo demás, “Jerezano” toreaba bastante bien y mataba con decoro, pero falto de personalidad, y siendo frío por excelencia, pronto hubo de dejar, a los que venían empujando, el puesto hasta cierto punto destacado que ocupó en el escalafón taurino en los primeros años del siglo actual. Nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz), el 9 de diciembre de 1867, no fue sino hasta el 21 de octubre de 1899 que hubo de doctorarse en Barcelona, recibiendo el “título” de manos de su tío José Lara “Chicorro”. Meses después se le confirmaba la alternativa en Madrid, el 18 de marzo de 1900, en corrida en la que “Quinito” y él estoquearon tres toros de Arribas y otros tantos de Biencinto. “Jerezano” era alto, de color cetrino, de aspecto triste y desgarbado. Aquí actuó en varias temporadas, ya en la plaza “México”, ya en la de “El Toreo”. Y aquí murió, en Veracruz, el 8 de octubre de 1912, víctima de la cornada que un día antes le infirió un toro de Topalápam, descansando sus restos en el propio puerto jarocho. (R. de R., 1394, febrero 1937).
LARA, Santos: Picador de toros. torea principalmente dentro del estado de Nuevo León, por residir en la ciudad de Monterrey. (A. L., 1958, 167). LARIOS, José: Matador de novillos, no sé si mexicano. La única noticia que tengo de él es su actuación en plazas de los Estados mexicanos el año 1930. (J. M de C, III, 487). LARVÍN, Manuel: Matador de toros, al parecer nacido en el estado de Chihuahua en las últimas décadas del siglo XIX. Allí se desempeñó con éxito, al lado, por ejemplo de Antonio Herrera, otro diestro del mismo origen. (Mario Alejandro Domínguez Cruz, 2016, 76). LASAVAGASTER, Juan Joseph: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. LAUS, Carlos, Mojino: Banderillero. Nació en Orizaba, Ver. Su nombre aparece registrado en un cartel celebrado en la plaza de toros de Durango, la tarde del 15 de enero de 1899.
LAVARIEGO, Andrés: Fue uno de los sujetos distinguidos, no lidiadores profesionales, que en septiembre de 1791 pusieron banderillas a algunos de los toros que se corrieron en Tehuantepec, cuando ocurrió la celebración de la jura de Carlos IV en dicha población. (BFH, 2012, 277). LASTINERE, Ángel: Hijo de franceses, se presentó de novillero en la ciudad de México, en la plaza “Bucareli”, el 29 de mayo de 1898, resultando herido de poca consideración en un muslo. Aunque toreaba con cierta elegancia no agradó al público su manera de estoquear. Repitió en la misma plaza el 12 de junio del mismo año, y esas fueron las dos únicas veces que toreó en la capital. En 1899 aún toreó algo en Puebla, donde vivía; pero atacado de parálisis, no sólo tuvo que retirarse, sino que su mal se agravó y falleció, poco después, en plena juventud. (H. L. II., 658). LAUS, Carlos, Mojino: Banderillero, oriundo de Orizaba, Ver. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del domingo 8 de octubre de 1905. LAVÍN, Pablo: Banderillero. Participó en la plaza de toros “Ojitos” en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 12 de abril de 1914, alternando con José Carrasco y Miguel Gallardo “Miguelillo”, como sobresaliente, en la lidia de 5 “hermosos novillos puntales de la acreditada ganadería “La Fuente”. LAZALDE, José o Francisco, El Flamenco: picador de toros zacatecano que aprendió el estilo español. Murió en el pueblecillo de Tlalnepantla, a causa de una pulmonía traumática, provenida de una tremenda caída que le hizo dar uno de los toros lidiados en la improvisada plaza. (Apreciación de Carlos Cuesta Baquero). Este personaje también aparece anunciado como Silvano Lazalde “El Flamenco”. Este nombre, lo encuentro en el cartel de la plaza de toros de Durango, actuando bajo las órdenes de José Marrero “Cheché”, la tarde del 25 de abril de 1899. LEAL y CASADO, Cayetano, Pepe Hillo: Matador de toros, nacido en Leganés, Madrid, el 7 de agosto de 1865. Su actuar predomina en España, aunque cuando vino a México, esto a partir de 1888, ingresó a la cuadrilla de Ponciano Díaz. Como matador figuró por primera vez en la plaza de Puebla el 29 de septiembre de 1889, alternando con Cuatrodedos. Desde entonces Pepe Hillo fue uno de los ídolos de los aficionados mexicanos. El toreo no estaba allí muy esarrollado, y Cayetano Leal y algunos otros toreros españoles que les lidiaban reses con suertes y métodos desconocidos por los lidiadores indígenas, entusiasmaban a los públicos. Con los mejores espadas del país recorrió casi todos los circos taurinos, sufriendo en ocasiones algunas cogidas de importancia.
LEAL y CASADO, Eduardo, Llaverito: Matador de toros, nacido en Pino (Madrid) el 13 de octubre de 1875. Pertenecía a una familia de toreros. (…) En 1896 se decidió a probar fortuna en América, embarcando el 22 de octubre con dirección a México. Puede decirse que en el momento de esa decisión comienza su verdadera historia. En la capital mexicana se dio a conocer, tomando parte en la corrida celebrada en la plaza de Bucareli el 25 de noviembre. Estuvo muy afortunado, y comenzó a contratar corridas por los Estados y la capital misma, hasta el extremo de haber toreado en veinte meses 146 corridas, matando 386 reses. En la corrida efectuada en la plaza de Monterrey el 25 de julio de 1897 tomó la alternativa de matador de toros, de manos de Antonio Escobar el Boto, y el 5 de mayo de 1898 se la confirmó Juan Jiménez el Ecijano en la capital de México, cediéndole asimismo Cuatrodedos un toro en la plaza de Morelia aquel mismo mes de mayo. Como curiosidad, vale la pena de relatar que el año 1897 mató en la plaza de México un toro de doce años, de Veragua, que había sido lidiado el año 1889 y por su bravura se le había perdonado la vida. Llaverito lo mató de una estocada superior, tras una buena faena de muleta. El 24 de julio de 1898 hizo su presentación en Madrid, estoqueando reses de Moreno Santamaría; pero pronto volvió a América, permaneciendo en México hasta 1902, alternando con los mejores matadores españoles que allá acudieron y sin que su labor ni su cartel desmerecieran. De regreso nuevamente an España, pese a haber visto sus faenas las principales plazas. Regresó a América, y en Venezuela toreaba hacia 1915. Ignoro su destino posterior. (J. M de C, III, 491).
Cayetano y Eduardo Leal y Casado. Cayetano, se apodaba Pepe Hillo, en tanto que Eduardo llevaba el mote de Llaverito. LEAL, Ricardo: Tancredista, es decir, imitador de la suerte practicada con los toros por don Tancredo López (y este a su vez, de lo que apreció en Atenógenes de la Torre, allá por Orizaba). En Españaactuó con alguna frecuencia en festejos de menor cuantía. En 1908 marcha a México, creyendo, sin duda, lograr mejor éxito y beneficio, pero parece que no logró su propósito, y debió desistir de su empeño, pues no he vuelto a encontrar actuación suya, ni en esta especialidad ni en ninguna otra actividad taurina. (J. M de C, III, 491).
Plaza de toros “México” de la Piedad. La imagen, obtenida por C. B. Waite, corresponde a la época en que nuestro personaje estuvo por nuestro país. LEBRIJA, Pascual: Torero de a pie, quien actuó en un festejo organizado en la plaza de toros en Toluca, el domingo 23 de febrero de 1870. LECEA, Pascual: Matador de novillos mexicano. Por los años de 1888 al 1895 toreó en las mejores plazas de su país, siendo su trabajo bastante bien aceptado. En ocasiones llegó a trabajar con espadas de alternativa, sin que al parecer desmereciese mucho su labor. (J. M de C, III, 492). Aparece el nombre de este lidiador mexicano para estoquear toros, en carteles de la plaza de Monterrey en 1889, desde cuya fecha ha actuado en otras plazas de aquella república, como espada jefe de cuadrilla. (L. V., 94). LECUONA, Francisco Antonio de: Cuadrillero en las fiestas que se celebraron en Pachuca en 1761-1762, con motivo de la Jura de Carlos III. (M. R. T., 1918, 73). LECHUGA, (Alberto y Florentino): Banderilleros mexicanos, que en plazas de su país actuaron con buen éxito desde los años 1888 al 1895, haciéndolo siempre juntos a las órdenes de diversos espadas o simplemente solos. (J. M de C, III, 492). LEDESMA ESPÍN, Salvador: Banderillero mexicano, que actuó en ruedos de su patria, de 1916 a 1929, a las órdenes de muy buenos espadas de tal época, como Juan Silveti, Heriberto García, José Ortis y Jesús Solórzano. En la plaza de Morelia sufrió dos graves heridas: en 1918 en una ingle y en 1928 en un muslo. (J. M de C., V., 1127). LEAL, Luis: Banderillero. Actuó en los rumbos de San Luis Potosí. Esto ocurría en la “sobresaliente corrida” celebrada en la plaza de toros del “Paseo”, el 28 de diciembre de 1890. En dicha ocasión se lidiaron cinco toros de la ganadería de Guanamé. Al frente de las cuadrillas iban Enrique Santos “Tortero” y Saturnino Frutos “Ojitos”, como sobresaliente. LEAL, Simón: Banderillero. Toreaba por Guanajuato a finales del siglo XIX. LECHUGA, Alberto: Banderillero mexicano que viene figurando desde 1895. (L. V., 94). LECHUGA, Florencio: Banderillero, hermano del anterior, que viene toreando en cuadrillas de segundo orden desde 1896. (L. V., 94).
LEE HARPER, J.: Matador de novillos, nacido en Texas (Estados Unidos) el 5 de septiembre de 1881. Se hizo torero en México, donde actuó mucho como matador de novillos, sobre todo, en la segunda decena de este siglo. Tenía más popularidad por lo singular de su nacionalidad, que imprimía un tono especial a sus actuaciones. Por lo distinguido y valioso de su toreo. Falleció en San Antonio (Estados Unidos), de enfermedad, en junio de 1941. (J. M de C, IV, 528).
Nuestro personaje, de elevada estatura. Sol y Sombra. Madrid, N° 728, del 17 de marzo de 1910. LEGAZPI, Melchor de: Cuadrillero y caballero en plaza. Iten que el segundo día de Pascua (esto
en 1577, y con motivo de la jura del nuevo rey, Felipe II) luego siguiente haya y se haga en la plaza de esta ciudad regocijo de toros y juego de cañas como está acordado, y que lo que fuere necesario y se gastare para hacer los pendones y banderas reales y vestidos y cotas del rey de armas y regocijo de la plaza e libreas, se gaste libre y pague de los propios de esta ciudad. Entre esos personajes se encontraba el propio Melchor de Legazpi, quien era integrante de las autoridades del Ayuntamiento de la ciudad de México. LEGUINECHE, José: Banderillero bilbaíno. Como matador de novillos se presentó en la plaza de Vista Alegre, de Bilbao, el 19 de abril de 1903, quedando bastante mal. Marchó después a México, trabajando allí de banderillero durante algún tiempo y conquistando en esta especialidad más triunfos que con la espada. (J. M de C, III, 493). LEGORRETA, N.: torero a partir del segundo tercio del siglo XIX. (D. I., 9). Nicolás Rangel cita este apellido como el de uno de quienes –no sabemos si a pie o a caballoentraron a torear al ruedo de la plaza de San Pablo cuando fueron las fiestas de la boda de Fernando VII, en el curso de 1817. No viene en la lista de pago a los lidiadores de dicha temporada que he consultado en el Archivo del ex Ayuntamiento (BFH, 2012, 377). LEIJA, Dionisio: picador de toros. Su nombre aparece en el cartel para el festejo que se celebró en la plaza de toros “Del Montecillo”, el 19 de diciembre de 1886. LEIVA, Antonio: Le anunciaban como “lazador”, sobre todo en un cartel que se celebró en la plaza de toros de San Pablo, la tarde del 6 de septiembre de 1857.
LEÓN, Adolfo R. de, El Yucateco: Matador de novillos que actuó precisamente en su propia tierra, el 25 de febrero de 1912, alternando con el novillero Trini Pérez “Machaquito de Sevilla”, lidiando cuatro novillos de “Sinkehuel”.
Probablemente se trate del mismo personaje aquí reseñado. Se trata de un retrato de estudio, perteneciente a la Col. Pedro Guerra (Cat. 2ª03684). Negativo de vidrio Placa seca (gelatina), byn. LEÓN, Carlos de: Torero de a pie, al parecer, oriundo de Aguascalientes, y que toreó en la plaza del “Buen Gusto”, el 13 de abril de 1890. (V. A. E. J., 2007, 163). LEÓN, Everardo, Ronco: Picador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de La Estación, Gto., la tarde del domingo 13 de noviembre de 1904. LEÓN, Job: Picador de toros, nacido en Puebla. Se presentó en la plaza de toros de Gavira, Gto., bajo las órdenes de Agustín Velasco “Fuentes Mexicano”, la tarde del domingo 3 de mayo de 1903. LEÓN, Juan, El Mestizo: Matador de novillos, nacido en Carmona en 1856. Trabajaba como banderillero a las órdenes de matadores de poca importancia, y como tal actuó en Madrid en 1872. Inconforme con su situación en las cuadrillas, quiso mejorarla ambiciosamente y empuñó el estoque. El 11 de agosto de 1878 se presentó en Sevilla como novillero. En Málaga actuó en 1979, y en cierto periódico se podía leer el siguiente vulgar y ensañado juicio del Mestizo: “…¿Pero quien le habría hecho creer que es torero? ¡Si está más perdido toreando que ratón en boca de gato!” El 6 de marzo de 1881 hizo su presentación en Madrid como estoqueador. Marchó a América, y falleció en Venezuela en 1885. (J. M de C, III, 498).
LEÓN, Luis: Matador mexicano. Toreó en las plazas de su nación en 1913, en cuyo año hizo su presentación en la plaza de la capital de México. No valía gran cosa. (J. M de C, III, 498). Agustín Linares agrega: Matador de toros. después de una dura campaña por los pueblos de la República, la que duró varios años, logra presentarse en “El Toreo” en 1913, época en que Rodolfo Gaona estaba en su mayor apogeo. En su actuación en la capital, no aumentaron sus bonos profesionales. Tomó la alternativa en una plaza de poca importancia y, a partir de entonces, casi no volvió a torear. (A. L., 1958, 170).
LEÓN, Luis de: Caballero. Este personaje, y entre 1519 y 1521, fue uno de los que participó en las justas durante aquellos episodios originales que se desarrollaron inmediatamente de que aparecieron los españoles por estos rumbos, justo cuando iniciaba el proceso de conquista. Y es que no fue necesario esperar que las plazas estuviesen dispuestas para ello. En términos estratégicos, echaron mano de aquellas "galas" caballerescas, tornándolas en estrategias militares que sirvieran para disuadir, causar asombro o temor entre los naturales; tomando en cuenta que en buena medida, se encontraba una especie nueva para los indígenas. Me refiero al caballo. (L. W., 1984, T. I., 155). LEÓN, Marcelo: Matador de novillos. En México, de donde creo era natural, toreó algunas corridas por el año 1920. Luego se hizo ingeniero agrónomo. Murió en México el 12 de diciembre de 1929. (J. M de C, III, 498). LEÓN, Rodolfo de, Yucateco: Matador de novillos mexicano. Toreaba en las plazas de su país en 1901 y tenía fama de arrojado y bien dispuesto para la lidia. (J. M de C, III, 498). LEYVA, Antonio: lazador. Salió en la cuadrilla de Pablo Mendoza durante el año de 1857. LEOS, N.: Picador mexicano. Su nombre aparece en carteles de la plaza de Monterrey, sin indicar el nombre, en 1889. (L. V., 94). LEÓN, Albino de, Cheché Zacatecano: Torero de a pie. Oriundo de Zacatecas.
LEÓN, Juan Manuel: Torero profesional de a caballo. Para 1789 trabajó en México en las corridas de recepción al virrey Revillagigedo, y hacia 1796 y 1797 lo hizo en el coso que por entonces se había instalado en el Paseo Nuevo de Bucareli. (BFH, 2012, 377). LICÓN, Román, Mazzantinito: Banderillero mexicano que viene toreando desde 1894. (L. V., 94). LIMEÑO, José: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 5 LIMÓN, Rafael, Limoncito: Banderillero mexicano de regulares méritos, que en las plazas de su país toreó algunas corridas con mediano éito. Falleció en México en enero de 1908. (J. M de C, III, 500).
5
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
LIZALDI, Cástulo: Espada de a pie. “En la corrida de toros celebrada en el circo de Orizaba se presentó un nuevo espada llamado Cástulo Lizaldi. Se lidiaron cinco toros nopalapeños”. Nota publicada en El Arte de la Lidia, año III, Tercera época. México, 24.04.1887, N° 25. LIZALDI BECERRA, Enrique Antonio: citado como Capitán segundo espada en la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). LIMENO (y/o LIMEÑO), José: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.6 LIMÓN, Rafael, Limoncito: Este banderillero poblano que empezó a torear a fines del siglo XIX y que clavó el primer par de banderillas en la plaza “El Toreo” (D.F.) el 22 de septiembre de 1907, tuvo un triste final. Al estar apartando unos toros de la ganadería veracruzana de Nopalapan, fue herido de tal gravedad por uno de ellos, que falleció en Córdoba, Ver., donde fue llevado, el 3 de enero de 1908. (H. L. II., 660).
LIZALDE, Cástulo, Mazzantini mexicano: Torero de a pie. Nació en Querétaro. Se presentó por primera vez en la plaza de toros de Occidente (Querétaro), el 9 de febrero de 1896, lidiando toros de la hacienda de la Noria. LIZARRA, Macario: Arrastrador. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en 6
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224. LOBATO, Cecilio, Galea Chico: Banderillero. Fue integrante en la cuadrilla de José Romero “Frascuelillo”, quien toreaba a finales del siglo antepasado por diversas plazas del país. LOBATO, Francisco: banderillero que participó en diversos festejos, entre 1885 y 1900 aproximadamente. (D. I., 50). LOBATO, Mateo: Picador de toros. Actuó, de acuerdo a un cartel que se celebró en la plaza de toros de Orizaba, Ver., la tarde del 8 de enero de 1882, enfrentando cinco toros de “raza nopalapeña”. LOJENO, Agapito: Picador de toros. Así aparece anunciado en el cartel delebrado el 15 de abril de 1879 en la plaza de toros “Zaragoza” (Toluca, Edo. de Méx). Este personaje estuvo bajo las órdenes de Francisco Salazar. LOMBARDINI y PIÑA, Carlos: Matador de toros. nació en México el 21 de enero de 1888. Perteneció a la cuadrilla juvenil mexicana, en la que figuraban los españoles Manuel Martínez “Feria” y Eduardo Margeli. En ella, Lombardini iba de primer espada. El año de 1909 y precedidos de una gran fama llegaron a España. El 9 de mayo hicieron su presentación en Barcelona, lidiando novillos de Pérez de la Concha con bastante aceptación. Debutó este torero en el coso madrileño, el día 11 de junio con ganado de Benjumea. Vuelve a actuar el día 22 de agosto, en que alternó con “Dominguín” y “Conejito II”, lidiando novillos de Surga. Tampoco en esta ocasión, logró destacar notablemente. Esa temporada toreó veinticuatro festejos. Tomó la alternativa el día 23 de septiembre de aquel año, en la plaza francesa de Marsella, de manos de Ángel Carmona. Le cedió el primer toro de Benjumea de nombre “Lucero”. Estuvo bien en aquella corrida, lo que motivó que se apresurase la confirmación en la plaza madrileña, la que se anunció para el día 10 de octubre, siendo el torero cordobés Rafael González “Machaquito” su padrino y lidiando toros de don Esteban Hernández. Tomó parte en la temporada de México en 1910, regresando de nuevo a España, ya con menos cartel y renunciando a la alternativa. Logró en su época destacarse en forma notable y que su nombre tuviese popularidad en el medio de los toros. (A. L., 175). Muere el 8 de octubre de 1933.
LÓPEZ, Anastasio, El Niño del Guarda: A finales del siglo XIX, se anunciaba como diestro empresario, y quien llegó a asentarse o a crear una especie de “feudo” en plazas como la de Mazatlán. Véase CHISME, D.F., del 6 de septiembre de 1900, p. 2.
LÓPEZ, Antonio: Banderillero. Con esa obligación actuó el domingo 7 de diciembre de 1879, (Toluca, edo. de Méx.) documento en el que se le cita. LÓPEZ, Ángel, Figarito: Se presentaba como picador de toros. Participó en las cuadrillas en la plaza de toros del Paseo (S.L.P.), la tarde del 24 de junio de 1900. LÓPEZ, Bernardino: Banderillero, que además ejecutaba la suerte del salto con la garrocha. Esto puede comprobarse en el cartel anunciador del festejo celebrado en la plaza de toros “El Progreso”, de Guadalajara, Jalisco el 2 de junio de 1888. (R M. M., 350). LÓPEZ (Carlos) Manchao. Banderillero mexicano que después de un corto y provechoso aprendizaje abrazó decididamente la profesión en 1886. En 1887 empezó a figurar ya en acreditadas cuadrillas, siendo una de ellas la de Ponciano Díaz. Era valiente y tenía no pocos conocimientos del arte. Toreando en la plaza de Bucareli el 3 de Junio de 1888 el segundo toro de la corrida le cogió y volteó, infiriéndole una grave herida de la que curó a los dos meses, volviendo con nuevos bríos al ejercicio de la profesión. El 9 de Agosto de 1896, toreando en la plaza de Durango sufrió otro percance del que resultó con una herida gravísima que le ocasionó la muerte a los pocos días. El Manchao á más de un buen banderillero era un excelente peón de brega. (L. V., 95).
Aquí tienen ustedes a Carlos López, retratado en peculiar tarjeta de visita de la época, y donde el gabinete fotográfico montó, como telón de fondo algún improvisado telar con el que se completaba el significado estético de la imagen. (Ca. 1885-1890). Col. del autor. En 1887 empezó a figurar ya en acreditadas cuadrillas, siendo una de ellas la de Ponciano Díaz. Era valiente y tenía no pocos conocimientos del arte. Toreando en la plaza de Bucareli el 3 de Junio de 1888, el segundo toro de la corrida le cogió y volteó, infiriéndole una grave herida de la que curó a los dos meses, volviendo con nuevos bríos al ejercicio de la profesión. El 9 de agosto de 1896, toreando en la plaza de Durango sufrió otro percance del que resultó con una herida gravísima que le ocasionó la muerte a los pocos días. El Manchao a más de un buen banderillero era un excelente peón de brega. (L. V., 95). Además: 9 DE AGOSTO DE 1896. LA DESGRACIA DE CARLOS LÓPEZ “EL MANCHADO”. Tuvo lugar en la corrida verificada en la plaza de toros de Durango, el 9 de Agosto de 1896, en el momento de entrar a banderillear un toro de la Labor de Guadalupe, que estaba entablerado y
tapándose; la cogida fue tan grave que a los 2 meses o sea el 9 del corriente, el Manchado falleció en el Hospital Civil de Durango después de muchos sufrimientos, tanto físicos como morales, por la incorrecta conducta que hacia él tuvo el pésimo matador de toros (¿?) Ponciano Díaz; quien no obstante haber sido su compañero durante muchos años, le dejó abandonado sin recursos de ningún género, a tal grado, que si no hubiese sido por el banderillero Braulio Martínez, Moreno, ni para el entierro hubiese habido. El Manchado tenía cerca de 45 años de edad (había nacido más o menos en 1851 o 1852) y como 25 años de torero; entró a la compañía de circo de los hermanos Perea cuando aún no tenía 20 años; los Perea abandonaron los ejercicios ecuestres y se dedicaron a la tauromaquia, haciendo lo mismo Carlos López y figurando después en las cuadrillas de José de la Luz Gavidia, Antonio Díaz Laví, Bernardo Gaviño, Gerardo Santa Cruz Polanco y Ponciano Díaz.
La imagen original recoge a toda la cuadrilla de banderilleros y “topadores” con los que se hizo acompañar Ponciano Díaz en 1885. A la izquierda aparece Carlos López. SOL Y SOMBRA. SEMANARIO TAURINO NACIONAL del 19 de abril de 1943. El Manchado fue muy castigado por los toros, tenía veinticinco cogidas, de las cuales ocho fueron de importancia, en cuanto a la apreciación de su trabajo. Dice el redactor que no publicamos su retrato porque el único que pudimos conseguir, había sido hecho hace algunos años y tenía muy poco parecido; para terminar daremos a conocer el parte facultativo de la herida que le causó la muerte. PARTE FACULTATIVO.-La herida está situada en el hipocondrio derecho y su trayecto es oblicuo hacia arriba y adentro; penetró a la cavidad abdominal por uno de los últimos espacios intercostales, haciendo una gran desgarradura en la parte costo-diafragmática y en el peritoneo, contundió considerablemente el epiplón y rosó la cara interior del hígado. Para hacer la sutura del peritoneo y la resección del epiplón, hubo que quitar un gran fragmento de costilla. La herida es sumamente grave.Dr. Herrera. Una nota más, incluida en El Toreo. Semanario Ilustrado, fuente a la que me remito, dice así: UNA BAJA.-El banderillero Carlos López (a) el Manchado, amigo del matador de toros Ponciano Díaz, falleció el nueve de este mes en la ciudad de Durango. Hace algún tiempo, poco que la cuadrilla de Díaz de la que era banderillero el Manchado, fue a lidiar a la plaza de toros de Durango y en una de las primeras corridas, una res alcanzó al banderillero , al Manchado, hiriéndole tan gravemente que se dijo había muerto al siguiente día del percance. No fue así, pero el funesto desenlace se retardó solamente sin evitarse, y la cama que la caridad tiene para el enfermo, en el hospital fue el lecho mortuorio del lesionado torero.
El olvido habría entristecido más los últimos instantes del Manchado, si sus compañeros no le hubieran prodigado, generosamente, los consuelos y atenciones de la amistad. La cuadrilla de (Leopoldo) Camaleño, reemplazó a la ausente familia del herido diestro. La miseria habría también asomado su repugnante cara si el altruismo del valiente torero apodado el Moreno no hubiera sufragado los gastos de entierro del finado lidiador. El Moreno le compró un lujoso ataúd y una fosa en el panteón de Durango. La humanitaria conducta de el Moreno, ha demostrado una vez más que el oficio de lidiador de toros no implica la ausencia de elevados sentimientos y que la filantropía, la caridad, son propias de almas bien templadas cualquiera que sea la profesión u oficio que se ejerza. Por el contrario, diremos que el rasgo de el Moreno sin dejar de ser meritorio y elogiable, no es raro entre los toreros y si, por fortuna, muy frecuente. Más de una vez y sin cansarse, gastan en auxilio del compañero herido, el dinero que ganaron arriesgando la vida y si hay algunos que no proceden con esa liberalidad son menospreciados. Entre esas excepciones está por desgracia nuestro compatriota Ponciano Díaz. Ni un auxilio, ni un recuerdo prodigó al compañero herido, el torero mexicano; su conducta preñada de incomprensible egoísmo parece aunque no es necesario, que se propuso realzar más la noble y desinteresada de el Moreno. El jefe de el Manchado, el que tenía si no estricto deber más lazos de intimidad que le obligaran a socorrer al desgraciado subordinado, no volvió a recordar de él abandonándolo sin recursos pecuniarios. Prescindamos de mezquindades que consternan e indignan y digamos lo que fue en su vida torera el finado diestro. Banderillero basto, sin ningún adorno, tenía seguridad en la suerte cuando entraba al cuarteo y banderilleaba por ambos lados. Conocía la índole de las reses, y no estorbaba en el coso, corriéndolas bien y colocándolas debidamente para que entraran los compañeros. Era de gran vigor en las piernas y bregaba sin demostrar cansancio. No fue un torero de valía, pero tampoco, aunque no todos lo conceden, una nulidad y su mediano valer era acrecentado por su modestia, por su cariño a los compañeros y por la humildad con que siempre acató los fallos del público. Fuente: El Toreo. Semanario Ilustrado. México, lunes 19 de octubre de 1896, N° 3 y también el N° 4 del lunes 26 de octubre de 1896. José del Rivero “Fierabrás”, Director y Propietario de la publicación que ahora sirve para contar con la mayor cantidad posible de datos al respecto de este desgraciado percance, fue un furibundo antiponcianista, seguramente por el hecho de que la publicación coincide en los momentos de la mayor y más notoria decadencia del diestro de Atenco, quien además venía desarrollando una torpe actividad de empresario por esos años, que junto a su pérdida de popularidad hicieron que la fórmula de desprecio se dejara notar con fuerte carga crítica, al grado de que en todos los números de ese semanario nunca hubo una página dedicada para mostrar alguna efigie de Ponciano. Más bien, sólo se le dedicaron juicios críticos, denuestos, cuestionamientos y hasta una caricatura que daba cuenta de sus empeños que lo llevaron por el camino de la desgracia. La herida y muerte de Carlos López fue el detonante para desatar todos los más conceptos antiponcianistas que fueran posibles, dejando en evidencia su falta de solidaridad, y en el fondo de todo esto, aquello que Pablo Neruda decía en uno de sus célebres poemas, como si quisiera decírselo al propio Ponciano: “…estás como ausente”. (HCTM., 92-4). Todavía, puedo apreciar en la enciclopedia de José María de Cossío esta ocurrencia: Banderillero americano que vino a España en la cuadrilla de Ponciano Díaz, después de haber actuado por allí algún tiempo. En nuestros ruedos trabajó bastantes veces, gustando su labor, especialmente clavando los rehiletes. (J. M de C, III, 504). LÓPEZ, Feliciano: Banderillero. Actuó como tal en la plaza del “Buen Gusto” (San Luis Potosí), la tarde del domingo 15 de febrero de 1885, enfrentando junto con los de la cuadrilla dirigida por Refugio Sánchez, ganado de “La Cantera”.
LÓPEZ, Evarista: Banderillero, e integrante de la cuadrilla de “Señoritas toreras tapatías”. Hizo acto de presencia en un festejo celebrado el 6 de noviembre de 1898, y salió alternando entre otras, con Juan Fernández “La Guerrita”. (R. M. M., 2007, 373). LÓPEZ, Francisco: Picador de toros, nacido en la hacienda de Atenco. En un festejo celebrado en la plaza de toros de Tlalnepantla el 2 de mayo de 1875, aparece su nombre. LÓPEZ, Francisco: Banderillero, de nacimiento probablemente mexicano. En plazas de México, al menos, torea con asiduidad y aplauso por los años 1903 y siguientes. No sabemos que llegase a trabajar en circos españoles. (J. M de C, III, 509). LÓPEZ, Gerardo, Gorrión: Buen jinete y muy aceptable picador de toros mexicano, así como banderillero que figuró en acreditadas cuadrillas por los años de 1885 a 90. [(L. V., 95); (D. I., 23); (c. C. C. B., T. I., 353)]. LÓPEZ, Jerónimo: Cuadrillero. Gracias a dos actas del Cabildo sabemos que hubo fiestas en la ciudad de México para recibir al nuevo virrey. Jueves 24 de octubre de 1566: “…En este día los señores justicia y regidores (de la ciudad de México) dijeron que era cosa justa recibir con fiesta y regocijo al nueo virrey marqués de Falces, ordenando que se haga en la Plaza Mayor de esta ciudad regocijos y fiestas, sacándose libreas de tafetanes de colores para ochenta caballeros, y han de ser diez cuadrillas de ocho caballeros cada una, y el cuadrillero a su costa dé a su cuadrilla mangas y caperuzas, y banderillas para las lanzas y bandas para las adargas, debiendo dar esta Ciudad las libreas acostumbradas. Los cuadrilleros han de ser los señores… (regidor Jerónimo López…)”. (H. L., 1971, 53). LÓPEZ, Joaquín, el Calderetero: Banderillero durante la segunda mitad del siglo XIX. De acuerdo al cartel que se celebró en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, la tarde del 20 de febrero de 1859, “…Nuestro compañero Joaquín López dará la muy difícil y arriesgada Vuelta Veloz sobre un toro, clavándole a la vez un par de moñas en el lomo…”. (“Diario de Avisos. N° 70, del sábado 19 de febrero de 1859). (H. L. S., T. I., 164). LÓPEZ DE AGURTO, Juan Jerónimo: “Cuadrillero” y Maestrescuela de la Real y Pontificia Universidad de México, hacia 1568. De mi libro –inédito-: “Artemio de Valle-Arizpe y los toros”,7 se recoge la siguiente referencia al personaje que aquí se alude: ...COSAS TENEDES.8 ...cosas tenedes es un delicioso relato ocurrido a los pocos años de la muerte de la que en vida le conocieron como la “décima musa”, Sor Juana Inés de la Cruz. Tras la amplia y detallada descripción de unos aposentos ocupados por Ramiro López de Agurto y Diego Laynes, principales protagonistas junto a Malvina Bermúdez, se desarrolla un sabroso palique sostenido por los dos primeros que hablan de cosas mundanas. Entre otros temas, salió el de la rica biblioteca que formó en su momento la monja jerónima, así como de los muchos obsequios que recibió de la señora Virreina por las constantes obras que saliendo de la prodigiosa pluma de Sor Juana, iban a dar a manos de la respetable señora condesa de Paredes, Marquesa de La Laguna. En un momento, don Diego le dice a don Ramiro
José Francisco Coello Ugalde: “Artemio de Valle-Arizpe y los toros”. México, 2009. 602 p. Ils., fots., grabs. (Aportaciones Histórico Taurinas Mexicanas, 62). 8 Artemio de Valle-Arizpe: Doña Leonor de Cáceres y Acevedo y Cosas tenedes. Madrid, Tipográfica Artística, 1922. 236 p. Ils. (p. 111-238). 7
¿Y sabéis, don Ramiro, con ocasión de qué le hizo estos señalados regalos? El lo dice claro en su memoria.9 En los festejos con que una de tantas veces hubo de celebrarse el Corpus, y en que salieron asombrosos gigantes, la tan admirada tarasca y el regocijado diablo cojuelo, y en que don Juan Jerónimo, con sus borlas en la mano, paseó como siempre en la procesión su erguido continente, avasallando con su espigada talla a los demás doctores de la Real y Pontificia Universidad, precedidos todos ellos de la lucida hueste de bedeles, con mazas de plata y, además, en la tarde de ese día, hubo fiesta de estafermos y después loa y comedia en el cementerio de la catedral, frente a numeroso concurso y ante el Santísimo Sacramento, colocado en sus andas a un lado del teatro, como es de rigor el hacerlo así, dándole escolta, como siempre, los vetustos y elegantes alabarderos de la guardia del Virrey, creada, como creo que lo sabéis, en la remota fecha de 1568. La comedia que representóse, se llamaba: Los empeños de una casa, y el auto, el Mártir del Sacramento, San Hermenegildo...10 Este pasaje se nutre de varias circunstancias relativas a las constantes conmemoraciones y motivos de fiesta que se desarrollaron en el espacio novohispano. La sola ocasión de la fiesta de Corpus11 –celebrada el 30 de mayo- era en sí misma espectacular, para lo cual intervenía directamente el cabildo junto a las autoridades eclesiásticas para darle mayor relevancia. A lo que se ve, desde 1568 ya formaba parte del amplio catálogo de solemnidades donde era inevitable la incorporación de diversos elementos decorativos entre los cuales, el taurino y sus aledaños constituían parte esencial durante el desarrollo de dicha celebración. Sabemos que en ella se integraban los gigantes,12 la tarasca,13 el diablo cojuelo,14 así como la imprescindible procesión. En 9
Se refiere a Juan Jerónimo López de Agurto, Maestrescuela de la Real y Pontificia Universidad de México, y tío de Ramiro. 10 Valle-Arizpe: Cosas tenedes..., op. cit., p. 136-7. 11 Desde mediados del siglo XV hay noticias de su celebración. Probablemente fuera aún más antigua. Y en todo caso ha sido constante, alcanzando su mayor esplendor en los siglos del Renacimiento y sobre todo del Barroco. Una explosión de color, de músicas, de boato y religiosidad postridentina salían a la calle y llenaban el ámbito de la ciudad toda. Este libro escrito por Pradillo tiene una estructura clara y un contenido riguroso. Expuesta en una secuencia cronológica, mira primero la forma en que se celebraba la fiesta en el Medievo, luego en los siglos XVI al XVIII (su período clásico, podríamos decir) y finalmente en la época contemporánea, desde los inicios del siglo XIX hasta la guerra civil. En cada uno de esos períodos, se exponen temas tales como organización y financiación de la fiesta, la procesión, los festejos añadidos (toros, danzas, representaciones teatrales y autos sacramentales), las prolongaciones de algo tan querido (octavas y minervas) y la influencia de ese todo a lo largo y ancho de la ciudad y del año. 12 Los gigantes eran figuras de gran formato que sirvieron como elemento decorativo en desfiles y procesiones, sobre todo en momentos en que se representaban mascaradas “a lo faceto”. 13 Es la “Tarasca”, una expresión emanada del teatro y que acogió la plaza como otro escenario sucedáneo para su desarrollo y manifestación. Y no solo se incorporó a estas dos formas grandiosas de la culminación estruendosa de la fiesta en sí misma. También la encontramos en algunas procesiones y desfiles, sin faltar en pretextos religiosos como el que puede observarse en el atrio de la basílica de Guadalupe, donde al compás de las danzas de moros y cristianos surgió la “tarasca”. Antes de confundirnos con un inapropiado gentilicio atribuible a las michoacanas de la región purépecha, veamos en qué consiste la mencionada “tarasca”. En José María Díez Borque, et. al.: Teatro y fiesta en el barroco. España e Iberoamérica. España, Ediciones del Serbal, 1986. 190 p. Ils., grabs., grafcs. (César Oliva: “La práctica escénica en fiestas teatrales previas al barroco. Algunas referencias a muestras hechas en la región de Murcia”, p. 98-114), Oliva apunta que desde finales del siglo XVI, las rumbosas celebraciones ocurridas en España, estuvieron matizadas no solo de aquellos pasajes taurinos, sino que se adhirieron otros de carácter teatral, comunes al radio de acción que opera en el calendario religioso. Esto es, que en los albores del barroco es “cuando se teatraliza absolutamente la procesión / fiesta”. Y la del Corpus despliega dichos elementos. En su contenido hay dos: el profano, “señal inequívoca de querer un arranque pretendidamente alegre”, sigue diciéndonos Oliva. Allí estaban: danzantes de divertidas músicas, cabezudos y gigantes, recitadores, la tarasca,
otros momentos, y directamente en la plaza levantada a propósito para correr toros, también se jugaban estafermos.15 Y en el teatro se dio paso a la loa de Sor Juana16 que tanto entusiasmo provocó debido a su impresionante construcción, dejando admirados a quienes presenciaron la representación. La obra discurre entre distintos diálogos de los protagonistas, exaltando, por un lado el trabajo poético de la monja y su ejemplar clausura entre libros, como de la vida cortesana, lo mismo del señor virrey de Mancera que de los más reconocidos señores que ostentaban diversos títulos nobiliarios. Es el mismo A de V-A quien termina justificando su trabajo, del siguiente modo: En esta narración he intercalado algunas frases de sor Juana, sacadas de sus obras, y van otras que he tomado de la Vida de esa gran mujer, escrita por el P. Diego Calleja, así como también de las Vidas ejemplares, heroicas virtudes y apostólicos ministerios del V.P. Antonio Núñez de Miranda, de que es autor el P. Juan de Oviedo. No he creído menester hacer notar esas frases subrayándolas o metiéndolas entre comillas, porque los que han estudiado la vida de sor Juana Inés de la Cruz están familiarizados con esas lecturas y, por lo tanto, no lo necesitan, pues sabrán distinguirlas en mi escrito, y para los que no las conocen, creo que es inútil marcarlas.17
también llamada cucafiera, o cucafera, o gomia, con su tarasquillo. El otro es eminentemente teatral. En Murcia, la tarasca es “una ingeniosa máquina de monstruo artificio, que Tarasca es, y menea las siete cabezas y la cola; por las siete bocas a ratos fuego hecha, con que pavor mete y en medio pone a los zagales...” España y los españoles, dispuestos a celebrar cuanto pretexto fuera digno de “celebración”, se convierten en telón de fondo de las múltiples relaciones de fiestas, donde, como ya sabemos, desde fines del siglo XVI fueron apareciendo intermitentemente las “teatralizaciones”, que esta diversión popular hizo suyas como resultado de aquella exteriorización de la alegría, propia del terreno profano, en contraste del carácter sagrado y místico que per se eran consubstanciales a la fiesta religiosa, entendida bajo su riguroso concepto de celebración litúrgica. Para César Oliva, entre las partes más “dramatizadas” de la fiesta se encuentra la Tarasca y su información se remonta hasta 1472, donde además se le conoce como “drago” o “dragó”, y es eso, una tarasca, “con su tarasquillo, gigantes y demás figuras grotescas (que) marcaban un grado de participación festivo”. Y ese concepto “monstruoso” se construía con madera, lienzo y pintura que de una cabeza podía llegar a poseer hasta siete, en cuyo interior se instalaba una maquinaria capaz de producirle cierto movimiento y hasta la posibilidad de lanzar fuego y humo. En la procesión o en la plaza se acercaba tanto aquella figura al público espectador, con impulsos violentos y ademanes devoradores, que los esquivaba “arrojando a sus fauces trozos de telas, sombreros viejos y todo cuanto tuviera a mano”. 14 Carla Isadora Zurián de la Fuente: “Fiesta barroca y celebraciones públicas en el siglo XVII. La Inmaculada Concepción de Nuestra Señora. UNAM-FFyL, 1995. (Tesina). 109 p., p. 58-59. El barroco, como renovación contrarreformista de la Iglesia, se valió de grandes gastos en el arte y en la arquitectura. Surgieron formas artísticas y culturales que utilizaron el “pavor demoníaco” elevando el temor hacia los santos y el temor a Dios, pavor que se manifestó en forma de devoción: “Los sentimientos relativos de dependencia del numen (lo sagrado) y de beatitud en el numen mismo, se convierten en absolutos...” 15 Estafermo: fue invención que consistía en utilizar una figura giratoria en forma de hombre que al ser corneada por el toro le daría a éste en el cuerpo; por lo que el animal se revolvía una y otra vez, haciendo las gracias del público. 16 Sor Juana Inés de la Cruz: OBRAS COMPLETAS. Vol. IV. Comedias, Sainetes y Prosa. Edición, prólogo y notas de Alberto G. Salceda. México, 4ª reimpr. Fondo de Cultura Económica-Instituto Mexiquense de Cultura, 2001. XLVIII-720 p. Ils., retrs., facs. (Biblioteca americana, serie de Literatura colonial, 32)., p. XVIII. Los Empeños, con su loa, sainetes, letras y sarao, se representó en la casa del Contador don Fernando Deza, en Méjico, el 4 de octubre de 1683, con motivo de un festejo ofrecido a los virreyes Condes de Paredes y en ocasión de la entrada pública del nuevo arzobispo don Francisco de Aguiar y Seijas. 17 Valle-Arizpe: ...Cosas tenedes, op. cit., p. 239.
Facsímil de sor Juana Inés de la Cruz. LÓPEZ DE PERALTA, Jerónimo: Cuadrillero y participante en un juego de cañas en 1595, con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 59). Lo hizo del mismo modo en otras, celebradas en 1601. Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en aquel año. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. LÓPEZ, Jesús: Picador de toros. Fue integrante de la cuadrilla dirigida por el “Capitán Espada” Refugio Sánchez “Lengua de bola”, y que actuó la tarde del 28 de octubre de 1882 en la plaza de toros en Toluca, México. LÓPEZ, Joaquín: Banderillero. Actuó en esa condición durante el año 1856, en diversos festejos celebrados en la plaza del “Paseo Nuevo”, ciudad de México. LÓPEZ, José: Banderillero. Banderillero mexicano, que después de haber actuado en su país algún tiempo vino a España el año 1920, acompañando al también mexicano y matador de novillos Miguel Gallardo. Se presentó en Madrid con su jefe el 29 de agosto del citado año, aplaudiéndole y ovacionándole el público su labor meritoria y valiente. En algunas otras funciones españolas intervino más tarde, bajando en éstas la categoría de sus faenas. (J. M de C, III, 511). Este famoso peón que dio México, nació a fines del siglo XIX, empezando muy joven sus andanzas taurinas y decidiendo hacerse torero por el año de 1915, en que empezó a actuar en los cosos mexicanos. Bien pronto destacó en las filas de los subalternos, logrando un envidiable sitio, por su valor y conocimientos para la lidia de los toros. en 1920, marchó a España con el novillero Miguel Gallardo, haciendo su presentación en la plaza madrileña, con el referido torero, el 29 de agosto de aquel año. En este festejo, José López, escuchó las primeras ovaciones que le tributó el público de la capital española, lo que le permitió rodearse de un gran ambiente, siendo muy solicitado en las cuadrillas de los diestros españoles y mexicanos, con los que toreó bastantes años, en que permaneció en España, donde tenía fijada su residencia. En México, como en la Península, gozó de su cartel de gran peón y rehiletero, toreando a las órdenes de Rodolfo Gaona y Lorenzo Garza. Encontró la muerte en la ciudad de México, siendo muy sentido su deceso. (A. L., 175-6). Muere el 7 de febrero de 1951.
LÓPEZ, José, Cuquito: Banderillero, no sé si mexicano o español. Sí que torea en México en 1887. (J. M de C, III, 511). LÓPEZ RAMOS, Miguel: torilero, que ya se presentaba a cumplir dicha labor por lo menos desde 1880. De él, se cuenta que el 31 de octubre de1886, sufrió importante percance en la plaza de toros de Tlalnepantla. El cuarto toro de la tarde perteneciente a la ganadería de Atenco, castaño oscuro y de buen trapío, al salir del chiquero vio a Ramos que a horcajadas en la puerta del chiquero intentaba ponerle la divisa, hizo por él con coraje y lo enganchó por el costado derecho llevándoselo en el pitón hasta dar con él en el extremo opuesto de la barrera. Emeterio Garnica quiso estar al quite y recibió un derrote sobre la región del corazón con el cuerno libre que era el izquierdo, cuyo golpe produjo a Emeterio una contusión de segundo grado. Respecto a las heridas del torilero, he aquí el parte facultativo. “El torilero Miguel López y Ramos tiene dos heridas de bordes regulares, situadas en la parte anterior y superior derecha del tórax. La primera que comienza dos centímetros arriba del borde anterior de la axila, sigue abajo y atrás hasta la parte media del hueco axilar, en una extensión de ocho centímetros. La segunda, comenzando cinco centímetros fuera del borde derecho del esternón y cuatro centímetros arriba de la tetilla del mismo lado, sigue formando una curva de convexidad inferior y va a terminarse a diez y ocho centímetros en la parte superior del costado derecho. En las dos lesiones no está interesada mas que la piel y el tejido celulo-adiposo, tan abundante en dicha región. Hay además tres contusiones de segundo grado, una en la región fronto-parietal derecha, otra en la parte posterior del hombro derecho y otra en la parte interna del brazo del mismo lado; las dos primeras de cinco centímetros de diámetro y la última de diez centímetros. Dichas heridas son graves por esencia. México, Noviembre 2 de 1886. Dr. Vicente J. Morales. El toro recibió doce puyazos, dio dos caídas y mató un caballo. Fue banderillado por Ponciano Díaz, a caballo, y matado por Guadalupe Sánchez de un pinchazo y un gollete. La Muleta. Revista de Toros. año I, México, diciembre 11 de 1887 N° 15.
Obsérvense bien los detalles que indica el médico, pero también la pinta del toro, y en particular, la divisa, que quedó al pie de toriles. Dicha divisa lleva los colores azul y blanco que se establecieron desde los tiempos en que el Sr. Rafael Barbabosa Arzate ya administraba la hacienda de Atenco. LÓPEZ, Miguel: Cuadrillero y caballero en plaza. Iten que el segundo día de Pascua (esto en
1577, y con motivo de la jura del nuevo rey, Felipe II) luego siguiente haya y se haga en la plaza de esta ciudad regocijo de toros y juego de cañas como está acordado, y que lo que fuere necesario y se gastare para hacer los pendones y banderas reales y vestidos y cotas del rey de armas y regocijo de la plaza e libreas, se gaste libre y pague de los propios de esta ciudad. Entre esos personajes se encontraba el propio Miguel López, quien era integrante de las autoridades del Ayuntamiento de la ciudad de México. LÓPEZ, Pedro, Arito: Banderillero, creo que mexicano. En las plazas de las Repúblicas sudamericanas, especialmente en las de México, trabajaba hacia el 1892. (J. M de C, III, 515). LÓPEZ HINOJOSA, Pedro: Matador de toros. Este popular torero que tuvo Mëxico y que formó pareja en la cuadrilla juvenil mexicana al lado de Carlos Lombardini y que capitaneaban “Feria” y Margeli, nació en León el 3 de septiembre de 1889. Valiente a más no poder, pero falto de técnica y arte, no pudo ejecutar las suertes como su compañero Lombardini, sin embargo fue un hábil estoqueador. En España, donde fue la cuadrilla, tuvieron en un principio algunos éxitos. Más tarde se disolvió y Pedro actuó como novillero. El 16 de septiembre de 1909, tomó la alternativa en la plaza francesa de Marsella, viniendo después a la de Barcelona, el 3 de octubre de 1911. En estos años, vino a México, toreando en “El Toreo” algunas temporadas y sin sobresalir grandemente. Su mal estado de salud determinó el suicidarse en Guadalajara hace más de treinta años. (A. L., 176).
LÓPEZ, Pedro, Pepino: “Loco” o “Payaso”. Actuaba al lado de Timoteo Rodríguez, en funciones donde ambos combinaban el toreo y la acrobacia, sobre todo en la plaza de “El Buen Gusto”. Esto sucede en Aguascalientes, por lo menos a dos fechas que se remontan al mes de mayo de 1887. LÓPEZ OSORIO, Martín: Encomendero. Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo, aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 99). LÓPEZ, Prócoro: Banderillero mexicano de los buenos de su p aís, que en plazas americanas actuó con buen éxito los primeros años del corriente siglo. A pesar de las buenas condiciones que reunía, tanto rehileteando como en la brega, no llegó a trabajar en la Península. En 1908 seguía toreando en funciones taurinas de México. (J. M de C, III, 515). LÓPEZ, Rafael: Banderillero. Estuvo incluido en las cuadrillas que se presentaron a torear en la plaza de toros “Ojitos”, en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 30 de noviembre de 1913, en la lidia de 4 ejemplares de La Encarnación. LÓPEZ, RAFAEL: Banderillero mexicano que, al decir de la crítica de aquella República, en los años 1927 y siguiente era buen peón de brega y buen banderillero. (J. M de C, III, 515). LOVATO, Francisco G.: Banderillero mexicano que ha toreado a las órdenes de Gaviño, Hernández y Ponciano Díaz con general aplauso, por los años de 1880 a 90 y después de esta fecha, con varios diestros españoles de los que han estado en América. En algunos carteles de 1896 aún hemos visto su nombre. Cumplía bien como banderillero; tenía no pocos conocimientos del toreo, y bregaba con mucha fe. No sabemos si continúa ejerciendo o no, aunque creemos no se haya retirado porque aún está en edad para ello. (L. V., 95-6). LOZANO, Brígido: Integrante de la Cuadrilla infantil guanajuatense, misma que se presentó en el “Progreso” de Guadalajara, Jalisco, el 26 de septiembre de 1886. (R. M. M., 2007, 347). LOZANO GARCÍA, Manuel: Banderillero. Actuaba con frecuencia en festejos celebrados en la ciudad de México, a mediados del siglo XIX.
LOZANO, Tomás: Picador de toros. Actuó con frecuencia en la plaza del “Progreso” de Guadalajara, Jalisco. Lo confirma un cartel anunciador del 25 de diciembre de 1898. (R. M. M., 374). LUGO y TERREROS, Miguel de: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 54). LUNA, Donato: Matador de novillos en 1912, fecha en la que veo un cartel de México en el que figura como espada. Ignoro si era mexicano, aunque presumo que sí, y no creo que llegó a venir a España. (J. M de C, III, 524). LUNA, Guadalupe: torera a mediados del siglo XIX. “LUPE LA TORERA” METIDA EN AMORES CON SANTA ANNA Y CON BERNARDO GAVIÑO, NO ES OTRA QUE GUADALUPE LUNA, HIJA DEL “TORERO LUNA”. Durante los años de la independencia de México surgió una buena cantidad de personajes del más variado repertorio. Uno de ellos “El torero Luna” salta a la fama por ser quien en octubre de 1810 aprehendió cerca de Acámbaro a los coroneles realistas García Conde y Rul y al intendente Merino “cuando iban rumbo a Valladolid (hoy Morelia), enviados por el virrey -don Francisco Xavier Venegas-, como nos dice José de Jesús Núñez y Domínguez en su HISTORIA Y TAUROMAQUIA MEXICANAS.
Portada del libro. Al parecer su nombre completo era José Manuel Luna, torero profesional de a caballo. Intervino en las corridas en el primitivo coso del Paseo de Bucareli desde diciembre de 1796 hasta febrero de 1797, y siguió toreando en varias plazas del interior del virreinato durante la primera década del siglo XIX. Iniciada la lucha de Independencia se incorporó a las filas insurgentes bajo el mando directo de Ignacio Aldama. En lo militar es uno más de los dirigentes estratégicos que junto a los mismos jefes insurgentes mantienen en alto la iniciativa de liberación. Supone Núñez y Domínguez que “el torero Luna” perdió la vida en la batalla de Aculco, ocurrida el 6 de noviembre de 1810, puesto que resultó ser muy sangrienta. Por su parte Leopoldo Zamora Plowes en su sabrosísima comedia mexicana QUINCE UÑAS Y
CASANOVA AVENTUREROS, nos dice de Luna lo siguiente: Años después [a los hechos de Aculco] Luna, que estaba a las órdenes del general Mier y Terán, aprehendió a Rosains, que había sido secretario de Morelos y que a la muerte de este [ocurrida en Ecatepec el 22 de diciembre de 1815] se hizo intolerante a sus desmanes.18 Esto es, todavía lo encontramos con un lustro de diferencia a lo último señalado por Núñez y Domínguez, cumpliéndose con la sentencia del bardo José Zorrilla quien, en su Juan Tenorio apuntaba: “los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud”. Es el mismo Zamora Plowes quien no da una versión que confrontada con la de Núñez y Domínguez adquiere otro cariz. Sin embargo, si no murió en la batalla de Aculco, ¿abandonaría el belicoso principio de la emancipación -convencido de que no podría continuar, para abrazar las filas de su verdadera vocación? Eso no lo sabemos y peor aún, cuando hay un vacío de información de por medio. Pero el hecho es que deja una línea hereditaria con toda su inquieta realidad en su hija Guadalupe, Guadalupe Luna, mejor conocida como “Lupe la torera” quien por su encanto y atractivo atrapa a Antonio López de Santa Anna, excéntrico personaje de la historia mexicana decimonónica. Por cierto, Victoriano Salado Álvarez la tiene identificada como Luisa, y no como Guadalupe.
¡Qué porte! ¡Qué estampa! ¿Acaso será “Lupe la Torera”? Fuente: Patricia Masse Zendejas: Simulacro y elegancia en tarjetas de visita. Fotografías de Cruces y Campa. México, INAH, 1998. 136 pp. Ils., retrs., fots (Alquimia) (Pág. 66: Mujer no identificada). Nos referiremos al Antonio López de Santa Anna, hombre de carne hueso y espíritu. Mujeriego, dueño de un poder que a veces cayó en el caos, en el vicio, en la tiranía... En la dictadura. De nuevo con Núñez y Domínguez. Este dice al respecto de “Lupe la torera”: La afición del funesto dictador por el bello sexo era desmedida; tan grande como la que sentía por las peleas de gallos. No paraba mientes ni en pelos ni en tamaños. Un día, al salir del famoso palenque de San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan, su mirada de águila se detuvo en una de tantas “margaritas”, que así se llamaba entonces a las mujeres de mala vida, que a la puerta de la plaza lucía el agresivo castor de su falda de “china”, sus chinelas de raso amarillo, su bordada 18
Leopoldo Zamora Plowes: La comedia Mexicana. Quince uñas y casanova aventureros. Novela histórica picaresca. Con 200 notas históricas, biográficas, toponímicas, genealógicas, folklóricas, etc.. México, Talleres Gráficos de la Nación, 1945. 2 Vols. Vol. 1, p. 56-57.
camisa, su banda de flecos de plata y su rebozo “palomo”. La apiñonada carne de sus mórbidos brazos y sus rotundas pantorrillas, el gracioso óvalo de su rostro horadado por dos hoyuelos incitantes, sus pupilas corvinas y sus cabellos nigérrimos recogidos en dos gruesas trenzas, cautivaron desde luego al dictador, que, acostumbrado a apoderarse de aquello que le gustaba, ordenó a uno de sus edecanes o “rufianes de banda verde” como les decía el vulgo, averiguara quien era aquella moza y la emplazara para sitio conveniente y propicio. Desastrosos fueron los informes que recibió Santa Anna acerca de aquella sacerdotisa del placer. Era una muchacha como tantas otras, a quien apodaban “La Torera”, porque desde su adolescencia había rodado de torero en torero y siempre andaba entre gente de coleta. Se decía que el célebre espada español Bernardo Gaviño fuera su primer amante y que muchas veces habíalo acompañado por distintas ciudades de la República cuando Gaviño iba a lidiar reses bravas aun desafiando a las partidas de indios bárbaros en las regiones del Norte. No obstante ello, el dictador se empeñó en que fuera suya, presa de uno de esos accesos de satiriasis que eran tan frecuentes en él. Y una hermosa tarde, vestido pomposamente con su uniforme de Generalísimo, descendió de su espléndida carroza frente a una casa de arrabal, que eran su “garçoniere” y cuyo aspecto exterior no denunciaba el lujo con que se hallaba amueblada dentro. Era el sitio escogido por Santa Anna para dar rienda suelta a sus instintos bestiales. Ahí estaba ya “La Torera”, que con gran desparpajo recibió a la presidencial visita. Y tantos mimos y zalamerías empleó la antigua barragana de Gaviño con el dictador, que lo hizo despojarse de su brillante casaca, constelada de cruces y condecoraciones, de su albo chaleco de áureos botones y de su sombrero montado. Y así lo introdujo a la próxima alcoba, suplicándole que permaneciera allí en tanto que ella se ocupaba en cualquier menester; pero la pizpireta muchacha inmediatamente que desapareció el General se puso el chaleco, se encasquetó el sombrero de plumas tricolores, se enfundó en la levita llena de fulgurantes entorchados y empuñando el bastón que remataba un topacio, que usaba el dictador, abrió la puerta, se escapó de la casa y se fué a vagar por las principales calles de la ciudad de México. Y como a todo el que le preguntaba le decía la procedencia de aquellas fastuosas prendas, no hay para qué expresar el asombro, la sensación y las risas que provocó aquella salida de la popular hetera. Cuando llegó a oídos del dictador la burla de que era objeto, fué acometido de un ataque agudo de rabia y los edecanes procedieron inmediatamente a aprehender a la despreocupada “margarita”. La conseja no cuenta qué castigo se impuso a “La Torera”, pero es fama que desde ese día no se la volvió a ver por ninguna parte.19
19
José de Jesús Núñez y Domínguez: HISTORIA Y TAUROMAQUIA MEXICANAS. México, Ediciones Botas, 1944. 270 pp. ils., fots. (pág. 149-151).
Este es uno de los tantos retratos que muestran a S.A.S. Dn. Antonio López de Santa-Anna. Los pasajes taurinos están plagados de anécdotas, vivencias de todo orden que nos llevan a entender, sobre todo para el siglo XIX que muchas manifestaciones de la vida cotidiana se matizaban con un delicioso “chismorreo” como el que se reseña, con las reservas del caso. Es un hecho que “El torero Luna”, convertido en figura de cierta fama fue protagonista en varias jornadas independentistas y que, con toda seguridad, aprovechando tiempos libres, entre batalla y batalla los dedicaba para torear, en compañía, quizás de los cabecillas de la rebelión. Me refiero a Hidalgo, Morelos, Allende;20 ganadero, torero y mejor lazador respectivamente, y otros que también Fausto Antonio Marín: “Mocedades de Ignacio Allende” en “América, Revista antológica”, Nº 66, Vol. IV agosto de 1951, p. 195. 20
CHARRO Y TORERO Alentemos ya un fugaz anticipo del centauro arrojado que en tardes lejanas largara a paseo melindres y seguridades para estrechar la diestra del dios de las correrías, un tanto demoníacas, por las que se fugan los negros humores de la inactividad, pero hasta estas líneas no nos disponemos a salir al frente del Allende auténtico que es el charro, al igual que lo es el torero. El primero sustenta la bella tradición que encuentra muy escasas semejanzas en lo redondo del planeta, siendo sus características un conjunto de virtuosismos (cuya pormenorización causaría la gestación de abultados volúmenes) que, en resumen, motivan la conjugación airosa del hombre y del bruto y que denomínase, con épicos acentos, el charro mexicano. El segundo contiene en su castiza acepción una sutil sugerencia en la que la fiereza del animal y el don de mando y temple del humano que le presta alientos de gloria representan la más objetiva, colorida, afiebrada fiesta del valor. El teniente de dragones muda con amplia satisfacción el uniforme galoneado por el atavío del charro, y los domingos, cuando menos, pasea al ritmo de los remos del bruto de gran alzada que con el cuello erguido, las grupas relucientes, las crines cepilladas, hace sonar sus herrados cascos en el empedradillo de la rúa principal de San Miguel el Grande. También la mangana es en sus manos una forja de siluetas y arabescos de fugaces vidas, y en el coleadero -puños de acero y rabos de hierro- el charro pone de manifiesto una cuasi profesión en la que se doctora sólo el alumno constante y entusiasta que aúna a la perseverancia los dones particulares de destreza, competencia y pericia. Muchos fueron los malos golpes sufridos en el rudo aprendizaje, muchos y seguidos, hasta que sólo sobrevinieron aquellos en los que las causas accidentales intervienen con el sello de inevitables. Entre contusiones y sangrías, vergüenzas y rabietas, Ignacio logró al fin alcanzar la borla de maestro de charrería. De ahí a significarse en el dramático arte de Cúchares sólo había un paso, el mismo que dió sin prevenciones mayores; y largar el rojo trajo ante los cuernos sobrecogedores de los toros de sangre asesina fué asunto de cotidiana entrega en el sumun de actividades entusiastas de Allende. En encierros improvisados por los hacendados del Bajío, en formales corridas de festividad religiosa, en los extensos llanos
escribieron páginas importantes para una historia aún por conocer en detalle.
Existe esta otra evidencia. Retrato (daguerrotipo con efecto de estereoscopía) que pertenece al Lawrence T. Jones III. Texas photography collection. de la región, aun en patios y corrales, aquel teniente era el torero tras del cual iban los vítores entusiastas del espectador. Cuando la gesta de 1810 se inició, la Nueva España perdió un representativo de la virilidad charra y torera, pero México ganó, en cambio, un paladín de su libertad eterna. Durante veinte días, cuyo eje es el 29 de septiembre, la villa parece una enorme feria. Tras la procesión, misas, rosarios, sermones y bendiciones, el festejo de sabor pagano, sobresaliendo las corridas en las que se lidiaban “los toros más famosos por su bravura y en el último día toreaban de las personas decentes o notables, todas las que querían, repartiéndose las comisiones con arreglo a su inteligencia o humor, por lo que había capitán, toreros, locos, lazadores y picadores, haciéndose con este motivo mucha mayor la concurrencia... Siendo capitán, como debe suponerse, don Ignacio Allende”. Cierta vez, semejante al todo circunstancial esbozado y apoyado en el testimonio del historiógrafo sanmiguelense Benito Adad Arteaga, en que al inquieto milite tocó en suerte matar un toro, se produjo un fenómeno que los espectadores explicaron como una sencilla demostración del don intuitivo de la bestia que olfateaba en Ignacio al temible adversario que habría de dar con sus pellejos en el destazadero. Que era un toro de bandera nadie lo dudaba al verle embestir con el máximo de su poder a los de a caballo, hacer con bríos por el capote, mostrar limpia acometida a la incitación de los banderilleros, pero “esquivaba de alguna manera la presencia de Allende que lo llamaba para matarlo, pues sólo daba el primer bote y no el segundo, que es en el que hace lance el torero”. El público, entre el que sobresalía el elemento femenino, principió a tomar la cosa a chunga, con la consiguiente reacción airada del “capitán” que no encontraba oportunidad de perfilarse y hundir el acero en la cruz del sagaz bruto. Los gritos de: ¡Ese bien te conoce! ¡Esta noche cenan juntos! ¡Le han asustado las patillas, teniente! ¡No le matas ni con un cañón! ¡Arriba el torito vivales!, encendieron el ánimo de Ignacio, máxime cuando el mal pensado cuadrúpedo eludió, ya decididamente, el encuentro, y volviendo el rabo prefirió beber los vientos de la distancia. Los espectadores tuvieron la humorada de correr apuestas, en mayoría favorables al bicho, sobre su problemático fin. Secamente, Ignacio dió orden imperiosa a jinetes e infantes para que redujeran, dentro del un círculo de carne protegida por los chuzos de los picadores, el espacio privativo de la res y él entró al mismo seguro de que ya nada le impediría salir airoso del lance. A un paso del burel que con las pezuñas removía nerviosamente la tierra del coso, alargó la siniestra hasta tomarle de un cuerno, tendió la espada y, tras la diestra armada, llevó el peso de su robusta humanidad. El estoconazo fué fulminante. El animal, herido de muerte, dejó escapar por el hocico una bocanada de sangre negra, dobló los remos y se desplomó a la sombra de su victimario. Tras el estupor general, el público desgranó en honor de Ignacio de Allende la más estruendosa de las ovaciones escuchadas en aquel lugar de la Nueva España amparado por la presencia emocionada de San Miguel.
En cuanto a Guadalupe Luna, poco conocemos de ella. Sin embargo, de nuevo es el propio Zamora Plowes quien da el argumento de peso al respecto de la relación entre los Luna: Lupe es hija del famoso torero Luna, aquel insurgente que fue terror de los españoles en Michoacán.21 Y amante o no de Santa Anna, amante o no de Gaviño, que también era un mujeriego incorregible, no dudamos que “Lupe, la torera” anduviera “colocada” en alguna cuadrilla mixta, común entonces, o como una “torera” más. Durante el siglo XIX destacan: Victoriana Sánchez, Dolores Baños, Soledad, Pilar Cruz, Refugio Macías, Ángeles Amaya, Mariana Gil, María Guadalupe Padilla, Carolina Perea, Antonia Trejo, Victoriana Gil, Ignacia Ruiz "La Barragana", Antonia Gutiérrez, María Aguirre "La Charrita Mexicana" y desde luego, la española Ignacia Fernández “La Guerrita”, a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado. “Lupe, la torera” probablemente se escapó de esta nómina femenina más por andar en escándalos públicos con personajes de alta jerarquía que por el gusto de seguir en las lides taurómacas.
Las mujeres también participan en el toreo. Interesante imagen que nos acerca a Soledad, Juana Hoyos o Manuela García. Colección del autor. Probablemente en aquella época le fueron dedicados los siguientes versos a nuestra protagonista: Churripamplí se casa con la torera. Y por eso le dicen churripamplera. Y ejto ej tan verdad, como vera un borrico volá por lo elemento: churrimpamplí de mi pensamiento ¿dónde te hallaré? Y en la ejquina tomando café Si quierej ir a los toroj cuando lojaya, no monte en la rucia sino en la baya; y si tienej dinero 21
Zamora Plowes, op. cit., p. 50.
tomaraj el asiento primero, con grande ternura: y veraj al negrito Ventura con su ejcarapela: ese si que la pava la pela. LUNA, José Manuel: torero de a caballo en la primera mitad del siglo XIX. Citado en: https://ahtm.wordpress.com/2014/04/27/conviviendo-con-hidalgo-allende-y-morelos-en-los-toros/ Torero profesional de a caballo. Intervino en las corridas efectuadas en el Paseo de Bucareli desde diciembre de 1796 hasta febrero de 1797, y siguió toreando en varias plazas del interior del virreinato durante la primera década del siglo XIX. Iniciada la lucha de independencia se incorporó a las filas insurgentes bajo el mando directo de Ignacio Aldama. A fines de 1810 o principios de 1811 capturó en Acámbaro al coronel realista García Conde, al intendente Merino y al conde de Casa Rul. Por entonces se le encargó la aprehensión del obispo de Michoacán. Tiempo más adelante se puso a las órdenes del general Mier y Terán, e hizo preso a Rossáins, secretario de Morelos. (BFH, 2012, 378). LUPERCIO, Abraham: Fotógrafo, y aficionado práctico, el cual incluso, vistió de luces en más de una ocasión al comenzar el siglo XX. ABRAHAM LUPERCIO MUÑOZ: TORERO Y FOTÓGRAFO, DOS OFICIOS, GOZO COMPARTIDO DE TODA UNA VIDA. El personaje del que me ocupo en esta ocasión, posee un misterio que se descubre detrás de la cámara. Abraham Lupercio Muñoz es el nombre de una historia que se escribe al paso de cada uno de los descubrimientos fotográficos que aparecen como presencia de su quehacer, ubicado en el crepúsculo decimonónico y la alborada del siglo XX. De Lupercio se conoce en realidad bien poco, y solo sus retratos nos dan testimonio del aficionado que tiene por la fiesta de los toros una estima muy especial.
Lupercio, Lupercio toma una foto al magnesio...
María Conesa en la cumbre de la fama seguramente llegó a entonar estos versos con su característico acento refiriéndose al trabajo fotográfico de un personaje hasta hace poco sumergido en un velo de misterio. Abraham Lupercio Muñoz (Tepatitlán, Jalisco 1888-Ciudad de México 1931)22, tuvo una vida corta pero trascendente en medio de un periodo que se caracterizó por agitaciones sociales como el combate al porfiriato hecho revolución (Lupercio era un porfirista recalcitrante, asunto que le acarreó muchos problemas). En su temprana juventud comenzó a compartir mundo con José María Lupercio, primo suyo, cuya posición social era acomodada. Seguramente, José Ma. Lupercio, banderillero que ejerció su oficio en los últimos años del siglo pasado influyó de manera definitiva para que Abraham tuviera en alta estima un gusto que lo lleva a convertirse en “aficionado práctico”.
Apreciable dibujante: Es Ud. Un Perea tapatío, pa eso de pintar asuntos taurinos, la última que me mandaste está muy (beri fain) (sic). A. Lupercio. Guadalajara 11-23-904. (Nota, el torero que aparece en la tarjeta de visita es Juan Jiménez “El Ecijano”).
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Sus padres fueron Candelario Lupercio y Filomena Muñoz.
Diestro: La niña que me mandaste está muy bonita, pero a mi me gustan más las postales anteriores, por tratarse del arte de Montes y Cúchares. A. Lupercio. Guadalajara, 10-28-904. (Nota, la imagen corresponde a la actuación de la cuadrilla de “Señoritas toreras”, encabezada por Dolores Pretel “Lolita” y Ángela Pagés “Angelita”, en una presentación que tuvieron durante el mes de octubre de 1904 en la plaza de toros “El Progreso”, de Guadalajara, Jal.). En los retratos “taurinos” existentes hasta nuestros días, Abraham nos dice con sus sentidas dedicatorias, el gusto que tuvo hacia la fiesta de los toros. Tal parece que la formación literaria de nuestro personaje -escribió poesía- define su estilo y lo plasma en pasajes sabrosísimos donde narra vivencias y dedica retratos sin más objeto que cumplir cabalmente con recuperar la memoria. José María fue corredor de autos, uno de los primeros mexicanos en volar aviones, pero ante todo la afición por los toros fue algo que compartieron los Lupercio al grado de vestir de corto actuando en diversos festivales al lado de otros entusiastas émulos de Gaona o Belmonte. El gusto que Abraham tuvo por la fotografía le permite trabajar a principios de siglo en Guadalajara; sin embargo, el oficio de fotógrafo no generaba mucho dinero por lo que años más tarde se establecen el matrimonio Lupercio-González en la ciudad de México, justo en la calle de la Santa Veracruz, en pleno centro de la ciudad. Pero antes de todo esto vendieron más de 200 casas de su propiedad y listos para emprender el viaje, asumen a partir de ese momento un espíritu gitano, viajando constantemente. Por ende, no podían estar fijos en ningún lugar. Entre algunas fotografías donde aparece retratado Abraham notamos en su rostro un semblante triste, meditabundo, en contraste con esa necesidad por compartir la foto, en medio de grupos numerosos de familiares o amigos. En contraste, también con la vida bohemia y social que gozó plenamente, donde el pretexto de alguna ocasión significaba una “fiesta” a la que acudió siempre, como dice la canción, “loco de contento”. La afición a los toros se incrementó cuando Abraham casa con María de los Angeles González (1880-1940). Ella era ocho años mayor que su marido. María tuvo un hermano torero: Cayetano González famoso en su tiempo, el que también influye para que los Lupercio se integraran a cuadrillas de aficionados prácticos. En esa época el más importante de los aficionados prácticos fue Alberto Braniff, personaje distinguido, miembro de la alta sociedad, que con la Revolución quedó desarticulada. Por otro lado, Cayetano perteneció a la guardia de honor de la virgen de Zapopan. La condición para pertenecer a ella era ser un personaje principal en la sociedad de Guadalajara.
Autorretrato de Abraham Lupercio. El gusto de los tres toreros: Cayetano, José María y Abraham se respaldaba gracias a las buenas finanzas de este, con lo que fue posible mantenerse buen número de años en sitio privilegiado. Además, el fotógrafo podía comprar el magnesio para continuar con sus trabajos que ya no abandonó. Hoy en día sabemos que obtuvo unas 20,000 fotografías muchas de las cuales conservan sus herederos tanto en Celaya como en la ciudad de México. Abraham Lupercio en Guadalajara y México, como Romualdo García en Guanajuato tuvo la fortuna de retratar a personajes de todas las esferas, pero destacan entre las fotografías que han llegado hasta nuestros días el tema de su obsesión: los toros. Por entonces, la plaza de toros del “Progreso” poseía un influjo que por obvias razones se convirtió en el escenario de una fiesta que discurrió felizmente en los momentos en que el espectáculo ya había tomado un carácter definido y definitivo también. En plena Revolución, dos acontecimientos marcan destinos tanto para José María como para Abraham. Aquel tuvo que exiliarse en Francia a los pocos meses de iniciado el movimiento armado (esto, en febrero de 1911). Regresa a México en 1924. Concibe en aquella nación el proyecto de la primera fotonovela del mundo, misma que llevaba un tema de la vida cotidiana. No existe evidencia de este trabajo, a pesar de haber regresado a nuestro país no pudo continuar con el mismo. Muere en 1928. Abraham, por su parte se incorpora a la famosa jornada de la “Decena Trágica” como uno más de los reporteros gráficos que obtuvieron cantidades importantes de material que sirve hoy, para tener un mejor panorama de lo que fue aquel momento. Es posible que entre los fotógrafos se aplicaran “fusiles” o se adjudicaran fotos que no siendo de su propiedad, hacían suyas. Existe una pieza muy conocida que se atribuyen dos fotógrafos: Osuna y Lupercio. Nuestro personaje anota en la misma lo siguiente:
Foto tomada la mañana trágica del 9 de febrero de 913 frente al Palacio Nacional de México. Agrega, no podía ser la excepción, una breve reseña sobre la reciente corrida efectuada en “El Toreo”: Merced muy grave, lo mismo Cuatro dedos. Los hirió Antonio Ramos “Carbonero de Sevilla” México 3-3-913. Francisco I. Madero moriría trágicamente el 22 de febrero siguiente. Merced, a consecuencia de la grave herida, causada por la puntilla que empleó “Carbonero de Sevilla”, sufrió la amputación de la pierna izquierda.
Entrada de Francisco I. Madero el 9 de febrero de 1913, primera versión de la “marcha de la lealtad”. En la fotografía inferior izquierda, se puede observar a Jerónimo Hernández de quien hasta hace poco tiempo, se le dio el privilegio de ser el autor de la célebre fotografía denominada “La Adelita”, atribuida originalmente a los hermanos Casasola, pero que, gracias a investigaciones recientes, la paternidad de la misma, ha recaído -con toda justicia-, en Hernández. Años más tarde, colaboraría en varias publicaciones, una de las cuales, “La verdad taurina”, recoge
su trabajo como fotógrafo.
Nunca mejor testimonio como el que Abraham Lupercio nos ofrece sobre sus vivencias durante la “Decena Trágica”, en febrero de 1913. Aquí una vivencia en la que el protagonista fue Jerónimo Hernández, “El Chaparrito”. Abraham procrea cuatro hijos: Guadalupe, Rodolfo, María de los Ángeles y Mercedes. Al bautizar a Rodolfo, padre del Sr. Miguel Ángel Lupercio R., con quien me he entrevistado para recabar todos los recuerdos de que nos ha hecho partícipes. Como decía, el fotógrafo pide a Rodolfo Gaona -el mejor torero de su tiempo; el mejor torero de todos los tiempos- ser su compadre, a lo cual accede con gusto. Amigo de otros espadas, como el caso particular de Guillermo Ayllón Danglada, diestro que siguió frecuentando la familia Lupercio, aún después de haber muerto Abraham. Más tarde, recluido en un asilo, hasta ese lugar los hijos y los nietos del fotógrafo, siguieron visitándolo, hasta su muerte, ocurrida hacia 1987. El caso de Abraham Lupercio Muñoz se revela como la clara muestra de un personaje que conjugó oficio con afición (fotografía y toreo) en medio de la revolución, momento que significó un destino distinto para muchos mexicanos; aunque Lupercio no manifestó una bandera revolucionaria definida. Se mantuvo al margen, y más aún cuando su pro-porfirismo le hizo caer en una desilusión, sentimiento que quizás se grabó en ese rostro siempre espejo de soledades y angustias, de amarguras o, como resultado de aquella maravillosa frase de Ortega y Gasset, quien llegó a afirmar: “Yo soy yo y mi circunstancia”. Pero los toros, la bohemia, su constante búsqueda para compartir con los familiares y los amigos lo llevan a no desaprovechar esos ambientes de los que la fotografía es evidencia directa de todo esto. Víctima de tuberculosis muere a los 33 años.23 Abraham Lupercio, el fotógrafo, el torero y aficionado práctico, el bohemio, el gitano, el hombre que reflejando angustia en su rostro, se transforma en compañía de todos aquellos que estuvieron cerca de él. Hoy es ya un legado, el hombre de carne, hueso y espíritu que se aleja por fin del misterio.
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Los restos del fotógrafo se encuentran en el panteón de Dolores.
Lupercio vistiendo el traje corto andaluz en la “corrida a beneficio del Casino de Estudiantes, celebrada en el “Toreo” de la Condesa, el 9 de noviembre de 1911. ÚLTIMOS DETALLES DE LA FAENA. La relación que se siguió guardando en la casa de Abraham Lupercio Muñoz es significativa, porque hubo en ella toreros ligados en lo familiar. Tal es el caso de Carlos Vera Muñoz, mejor conocido como CAÑITAS. Carlos era sobrino de Abraham y primo de Miguel Angel Lupercio, nieto a su vez de Abraham, -nuestro entrevistado- y a quien debo la reconstrucción de todos los datos que he presentado para conocer el perfil de quien aprendió a testimoniar su tiempo gracias a la fotografía.
Abraham Lupercio, a la izquierda de la fotografía. Además, la imagen fue autografiada. Otro torero ligado a la casa de los Lupercio fue José González López CARNICERITO DE MÉXICO, sobrino político de Abraham. Tanto CAÑITAS, como CARNICERITO significaron, cada quien con su
estilo, una sobria herencia del ambiente torero que se respiraba en la casa de los Lupercio. No es casualidad. Ambos diestros tuvieron un paso trascendente en la época, mejor conocida como la EDAD DE ORO DEL TOREO EN MÉXICO. Hace algún tiempo fue reproducido buena parte de un archivo recién descubierto. Me refiero al de Rutilo Patiño.24 A partir de hoy queda testimoniado parte del quehacer de Abraham Lupercio Muñoz, fotógrafo que rescató el tiempo en retratos, cada uno con una historia diferente, imágenes siempre cargadas de añoranzas, de lo imborrable. Y de nuevo, desde el imaginario fonógrafo, a la acelerada velocidad de 78 r.p.m. volvemos a escuchar a María Conesa cantar: Lupercio, Lupercio toma una foto al magnesio... AGRADECIMIENTOS Al Sr. Miguel Ángel Lupercio, quien gracias al testimonio oral nos proporcionó recuerdos familiares sobre su abuelo, el protagonista de esta historia. Al Dr. Luis Javier Padilla por haberme facilitado algunas “postales” y tarjetas de visita que fueron realizadas por el propio A. Lupercio a principios de este siglo en Guadalajara, Jal. LUPERCIO, José María: Torero de a pie, y probablemente hermano de Abraham. Actuó en la plaza de toros del “Progreso” (Guadalajara, Jalisco), la tarde del 5 de mayo de 1889. (R. M. M., 2007, 354).
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CUARTOSCURO. Revista de fotógrafos. México, año IV, número 23, marzo-abril de 1997. ARCHIVO RUTILO PATIÑO (1880-1962).
M MACANOSO, José: Matador de novillos mexicano. Toreaba hacia el año 1899 y no pasó de regular. (J. M de C, III, 531). MACAYA, Juan de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.25 MACÍAS, Salvador: Banderillero. Es en el estado de Jalisco, donde desarrolla sus actividades taurinas, por tener fijado su domicilio en la capital de Guadalajara. (A. L., 1958, 181). MACHÍO, José: Matador de toros. JOSÉ MACHÍO, DIESTRO ESPAÑOL SE PRESENTÓ EN LA PLAZA DEL HUISACHAL UN 25 DE ENERO…, PERO DE 1885. PLAZA DE TOROS “EL HUISACHAL”, ESTADO DE MÉXICO. 25 de enero. Toros de San Diego de los Padres para la “Cuadrilla mexicana” dirigida por José Machío.
El Diario del Hogar, 25 de enero de 1885, p. 7.
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María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
José Machío (Sevilla, 1842-1891), no fue precisamente un torero colmado de virtudes. Con una estatura más allá de los estándares, apenas consiguió posicionarse en ciertos lugares justo en una época en la que quienes dominaban en ruedos hispanos eran ni más ni menos que “Lagartijo” y “Frascuelo”, lo que seguramente obligó al sevillano a hacer un viaje a América, donde su llegada a México ocurrió alrededor de la fecha que hoy nos ocupa. Sin embargo, la participación que él tuvo, junto a otros toreros españoles, como Francisco Gómez “el Chiclanero” o Francisco Jiménez “Rebujina” fue haberse convertido en vanguardia de aquella otra generación que arribó a nuestro país en 1887. En todo ese proceso ocurrió el episodio que he denominado como la “reconquista vestida de luces”. Tal “reconquista” debe quedar entendida como ese factor que significó reconquistar espiritualmente al toreo, luego de que dicha expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera –chauvinista si se quiere-, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales –quehacer lleno de curiosidadesaunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España. El grupo de diestros españoles que tiene aquí protagonismo central, aparece desde 1882, aunque los personajes centrales sean José Machío, Luis Mazzantini, Ramón López o Saturnino Frutos “Ojitos”, cuya llegada se va a dar entre 1882, 1885 y luego en 1887. Esa fue suma de esfuerzos que determinó una nueva ruta, afín a la que se intensificaba en España, por lo que era conveniente acelerar las acciones efectuadas en nuestro país, hasta lograr tener el mejor común denominador. Los toreros mexicanos –en tanto- no solo tuvieron que aceptar, sino adecuarse a esos mandatos para no verse desplazados, pero como resultaron tan inconsistentes, poco a poco se fueron perdiendo en
el panorama. Pocos quedaron, es cierto, pero cada vez con menores oportunidades. Y Ponciano Díaz, que vino a convertirse en el último reducto de todas aquellas manifestaciones, aunque aceptó aquellos principios, no los cumplió del todo, e incluso se rebeló. Y es curioso todo el vuelco que sufrió el atenqueño, porque después de su viaje a España, a donde fue a doctorarse el 17 de octubre de 1889 tal circunstancia provocó un profundo conflicto, pues creyó que su regreso sería triunfal. Pero ello no fue así. Los aficionados maduraron rápidamente en aquel aprendizaje impulsado por la prensa, y se dieron cuenta por lo tanto que Ponciano ya no era una pieza determinante en aquel cambio radical que dio como consecuencia la instauración del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. Por otro lado, en alguna entrega anterior, mencioné a la sociedad taurina “Espada Pedro Romero”, consecuencia de estos cambios en el proceder de la tauromaquia en el México de finales del siglo antepasado. Tal “centro taurino” quedó consolidado hacia los últimos diez años del siglo XIX, gracias a la integración de varios de los más representativos elementos de aquella generación emanada de las tribunas periodísticas, y en las que no fungieron con ese oficio, puesto que se trataba –en todo casode aficionados que se formaron gracias a las lecturas de obras fundamentales como el Diccionario Taurómaco, de José Sánchez de Neira, o los Anales del toreo de Leopoldo Vázquez y Rodríguez. Me refiero a personajes de la talla de Eduardo Noriega, Carlos Cuesta Baquero, Pedro Pablo Rangel, Rafael Medina y Antonio Hoffmann, quienes, en aquel cenáculo sumaron esfuerzos y proyectaron toda la enseñanza taurina de la época. Su función esencial fue orientar a los aficionados indicándoles lo necesario que era el nuevo amanecer que se presentaba con la profesionalización del toreo de a pie, el cual desplazó cualquier vestigio o evidencia del toreo a la “mexicana”, reiterándoles esa necesidad a partir de los principios técnicos y estéticos que emanaban vigorosos de aquel nuevo capítulo, mismo que en pocos años se consolidó, siendo en consecuencia la estructura con la cual arribó el siglo XX en nuestro país. Finalmente, y como resultado en el que se descubre la actuación de Machío en la plaza de El Huisachal, ello trajo consigo la estela de una interesantísima crónica, misma que escribió GADEA, “reporter” de El Arte de la Lidia. Revista taurina y de espectáculos, en cuyo número del 1° de febrero de ese mismo año, se lee lo que sigue:
REVISTA DE TOROS. Corrida extraordinaria verificada en la plaza del Huisachal tarde del domingo 25 de enero de 1885.
Nadie negará que las últimas corridas de la temporada de invierno dadas en la plaza del Huisachal por una conocida Empresa fueron malas; y que tanto el ganado que se lidió, como la cuadrilla que trabajó, recibió una rechifla general.26 En la corrida de que nos vamos a ocupar podremos decir sin equivocarnos, que ha sido la mejor; pues el ganado de San Diego de los Padres jugó valientemente y la cuadrilla lidiadora en general, estuvo muy feliz; y esto se debe en gran parte a la buena dirección el matador de cartel José Machío. Vamos, pues, con toda imparcialidad, a dar una reseña de los acontecimientos taurinos que tuvieron lugar esa tarde. Desde los primeros días de la semana pasada, en todos los círculos de la Capital se hablaba de la llegada de un nuevo torero español y más tarde, por fin, se supo que se llamaba José Machío. Grandes cartelones en las esquinas hicieron saber que en este día haría su debut en la plaza del Huisachal, matando tres toros de San Diego de los Padres, acompañándolo en la lid una regular cuadrilla mexicana. El entusiasmo taurino se generalizó por todas partes, y sólo se esperaba llegara el domingo 25 para asistir presurosos a la vieja plaza del Huisachal. En efecto, el público de México dio a conocer una vez más su afición a las corridas de toros, pues no obstante que esa tarde había un coleadero y otras muchas diversiones, y que se aumentaba el precio de entrada, asistió una numerosa concurrencia que llenó por completo todas las localidades de la plaza, al grado de que los tranvías del ferrocarril no fueron suficientes para conducirla al rancho del Huisachal; y hubo necesidad de recurrir a diligencias, coches, carros y demás vehículos, aparte de los concurrentes que fueron a pie y a caballo. Cada quien en su puesto y llegada la hora anunciada, el Juez que presidía dio la señal para la lid. La cuadrilla a cuyo frente figuraba el primer espada José Machío, que vestía un espléndido traje verde y oro, hizo el saludo de costumbre. La componían los mejores toreros mexicanos cuyos nombres son ya conocidos y tres aplaudidos picadores de Atenco. Desde luego, todas las miradas se dirigían con avidez, tratando de descubrir actitudes especiales en Machío, de quien un periódico de la Capital se había expresado en los términos siguientes: “El capitán, d nacionalidad española, es un hombrazo de estatura más que regular, de muy buena presencia, casi guapo; tendrá unos 40 años (la flor de la edad de los toreros) viste espléndidamente, y es arrogante en sus movimientos y hasta altivo en su porte”. El espada Machío fue saludado por una salva de nutridos aplausos entre el toque del clarín que anunciaba la salida del primer toro de San Diego de los Padres. Josco era su color, de poca edad, pero valiente y de mucha ligereza. Recibió cinco varas de los piqueros, tres en buen sitio y dos en las costillas. Hirió dos jamelgos y el público quedó satisfecho. Tomás Vieyra lo banderilló regular; el primer par de palos a la media vuelta, y los segundos y terceros bien y con destreza. Recibió palmas el chico. Llegó la hora de la muerte. José Machío tomó los trastos y con valor y serenidad se fue a buscar al bicho. Lo encontró mal puesto y receloso. Los pases de muleta los dio con una destreza y limpieza sin igual. El toro no entraba a la muleta y el diestro tuvo necesidad de irse sobre él. Esto no agradó al público de sol. Dio un pinchazo en buen sitio y una estocada alta regular de
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El redactor de la crónica se refiere al festejo que se celebró el 18 de enero anterior y donde el programa indica lo siguiente: Cuatro toros de San Diego de los Padres, uno de reserva y un embolado. Espadas.-Felícitos Mejía y Genovevo Pardo. Banderilleros.-Orizabeño, Vieyra, Candela y otros. Picadores.-Santín, Rea y demás que no conocemos. Hora de comenzar.-Las cuatro de la tarde en punto. El Arte de la Lidia. revista taurina y de espectáculos, año I, N° 9, del 25 de enero de 1885, p. 1.
bastante arte, que ocasionó la muerte. El público inteligente lo aplaudió, el resto le silbó y le tiró naranjazos. Estas últimas demostraciones desconcertaron mucho al valiente torero. Sale el segundo a la arena, josco, negro, ligero y bien puesto. Acomete a los picadores sin miedo al principio después blandea. Recibe seis varas. El torero mexicano Felipe Hernández, es aplaudido frenéticamente, al quitar el toro a un picador, pues agarrándolo de la cola con solo un tirón lo acuesta en tierra. José Machío se luce con el capote y recibe aplausos. El banderillero Candela queda bien. El segundo y tercer par de palos los coloca en buen lugar, llamando al bicho de frente. Recibe muchas palmas. Machío vuelve a la suerte de estoque. Este toro, como el anterior, no se presta y es mañoso. El diestro tiene que recurrir a su valor y conocimientos. Da dos pinchazos y una estocada caída. El cachetero lo remata. El público del sol se impacienta, le silba y le tira una lluvia de naranjas. Machío con una serenidad admirable, no hace caso de nada e impávido sigue cumpliendo con su deber. Los concurrentes del departamento de sombra lo obsequian con puros y otras demostraciones de simpatía. En este toro vimos con sentimiento que el Juez no cumplió con su deber, pues permitió que toreros no anunciados en el programa, bajaran al redondel vestidos de paisanos. El clarín dio la señal para el tercer toro. El chiquero se abrió y salió uno de color morado, de buena edad y estampa y con muchos pies. Entró sin miedo a la pica recibiendo unas siete varas, tres de ellas muy regulares. Ocasionó la muerte de una jaca y estuvo a punto de coger a un picador, el que fue salvado, pues Machío ocurrió violentamente con el capote quitándole el toro. Esto le valió al torero español una nutrida salva de aplausos. Felícitos Mejía banderilló a caballo en pelo con mucha limpieza y agilidad. Recibió palmas, y la diana susodicha tocada por la murga. En este toro, Machío dio prueba de ser un verdadero torero, pues queriendo dar a conocer que también sabe matar de meteisaca así lo verificó. Este bicho se prestó para la muerte, y por lo tanto, no hubo necesidad de mucha faena. El diestro sólo dio dos pases de muleta y una estocada de meteisaca caída a la derecha, que hizo que el toro cayera muerto en la arena. Palmas, dianas, obsequios y entusiasmo general. Los naranjazos cesaron desde luego y el público del sol no chillaba ni barbarizaba. El cuarto de la tarde, salió a la arena, y fue tan malo y huido, que hubo necesidad de volverlo al chiquero. El suplente y último de la corrida que jugó fue prieto y cerrado de cuernos, de mucho brío y ligereza aunque de poca edad. Los piqueros se lucían, pues el bicho les entró sin miedo. Se despacha a la difuntería un jamelgo e hirió otros dos. Debía haberlo banderillado el Orizabeño, pero por haberse bajado el Cuquito al redondel vestido de paisano, incidente que desagradó bastante a la concurrencia, el Orizabeño no ejecutó sus suertes como debía. Sin embargo, prendió muy bien su primer par, cosa que no pudo hacer con tanta limpieza Cuquito. Como estaba anunciado, a Felícitos Mejía tocaba dar muerte al toro que por cierto se prestó bastante. Felícitos se vio apurado en la faena y si no hubiera sido por Machío, jamás lo hubiera matado. Dio un pinchazo en hueso y en mal sitio, quedando desarmado; y una estocada de meteisaca que le dio muy buen resultado; pues como antes decimos, Machío le colocó perfectamente el toro. Después siguió el embolado y terminó la función. RESUMEN: Ganado de San Diego, bravo y de juego.
Cuadrilla, feliz en todas sus suertes. El matador José Machío, bien en las estocadas de los dos primeros toros y sobresaliente en el tercero. Concurrencia, lleno completo. Público del sol, imprudente. Corrida en general, buena. GADEA. Para terminar, considero que esa etapa, la que comprende los años de 1882 y hasta 1905, supuso el periodo de transición que colocó a la tauromaquia practicada en México en condiciones de elevar su nivel de importancia a la mayor escala, esa en la que ya Rodolfo Gaona, convertido en partícipe notable alcanzó lo que José Alameda calificó como la “universalización del toreo”. Este trabajo fue divulgado en el portal de internet: AlToroMéxico.com a través de la siguiente liga: http://altoromexico.com/index.php?acc=noticiad&id=27917 MACÍAS, Encarnación, Formalito: Banderillero. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en Silao bajo las órdenes de Félix Velasco. MACÍAS, María: Torera que así fue anunciada para un festejo celebrado en la plaza de toros en Tlalnepantla, la tarde del domingo 11 de abril de 1875. MACÍAS, Refugio: Mujer torera al mediar el siglo XIX en México. De ella se recogen estos datos: EL UNIVERSAL, D.F., del 30 de mayo de 1852, p. 4: TOROS. En la plaza principal de San Pablo, para el domingo 30 de mayo de 1852. Si la numerosa concurrencia que tuvo a bien asistir a esta plaza el pasado domingo, quedó enteramente complacida al ver la arrogancia y valentía de los toros que se jugaron, no quedará menos gustosa con los Siete toros bravos que están escogidos para que sirvan en la presente corrida. Intermedio extraordinario. Lo raro de este intermedio consiste en que una mujer nombrada Refugio Macías, se presentará en el circo montada en un hermoso corcel con garrocha en ristre, para picar a un toro de los valientes de la lid, cuyo lance tiene acreditado esta Lidiadora mexicana por Tierradentro, en las plazas de Querétaro, San Luis Potosí, etc., según los informes que ha tomado la empresa; y si la fortuna favorece su valor, como ya le ha sucedido otras veces, ofrece, sin apearse, clavar algunas banderillas al mismo toro. Con el objeto de aumentar la distracción de esta tarde, se presentará Antonio Pérez de Prian, Hércules Mexicano, a ejecutar varias suertes de equilibrios y fuerzas hercúleas, que desde luego increcerán la aprobación de sus compatriotas. Los otros intermedios se cubrirán con dos toros para el Coleadero, finalizando la función con el toro embolado de costumbre. (…) NOTAS.-La entrada a la media sombra se hará por la puerta que mira al paseo de la Viga. Dará principio a las cuatro y media, si el tiempo lo permite. MADRAZO, Diego: Noble español “que pasó de la Corte a estos Reinos”. Alternó con el caballero novohispano Francisco Goñi de Peralta en una famosa corrida de rejoneadores que se hizo en México mientras se festejaba la entrada de Carlos II en su mayoría de edad, en el curso de 1677. (BFH, 2012, 378). Alonso Ramírez de Vargas escribió de él a quien Salió un feroz Bruto, josco
dos veces, en ira y pelo, el lomo encerado, y de Ícaro el atrevimiento. La testa, tan retorcida en el greñudo embeleco, que de Cometa crinito juró, amenazando el cerco.27 MADRAZO ESCALERA y CANAL, Pablo Antonio, marqués del Valle de la Colina: Muy probablemente, descendiente del anterior. Regidor perpetuo en el cabildo mexicano desde 1762. Había nacido en la capital novohispana el 25 de enero de 1725. En varias ocasiones fungió como diputado de fiestas en el Ayuntamiento, y en esa misma corporación desempeñó varios empleos relacionados con la vida y el mejoramiento de la ciudad. Junto con José Mateos y Chirinos se encargó, por comisión del marqués de Croix, de organizar las temporadas taurinas de fines de 1769 y 1770; como muriera a mediados de 1771, antes de terminar las cuentas de esas corridas, quien las finalizó fue su viuda, Juana María Gallo Núñez de Villavicencio. (BFH, 2012, 378). MADRAZO y ESCALERA, Gaspar: Montero de Cámara de Su Majestad y corregidor de esta ciudad (en 1725). Participó activa y directamente en los festejos que se celebraron aquel año, con motivo de la asunción al trono de las Españas, Su Majestad D. Luis I. Debido a los recordados júbilos que representó el mismo acontecimiento, sólo que en el caso de Felipe V, el Ayuntamiento de la ciudad de México, acordó llevar a cabo fiestas similares. Entre los funcionarios, además de Madrazo y Escalera, sobresalen también: En cumplimiento de lo mandado y acordado para que se alcen pendones por la majestad católica de nuestro rey señor don Luis I, que Dios Guarde muchos años, se reunieron en las casas del Ayuntamiento el martes 25 de julio, día del apostol señor Santiago, (…) don Clemente del Campo Zárate, el sargento mayor don Lorenzo de Gorostiaga, alcaldes ordinarios, don Rique Calderón Salgado y Castilla, teniente general y Alguacil Mayor, don Miguel de Cuevas Dávalos y Luna, don Francisco de Ursúa Munárriz que es el conde de Fresno de la Fuente, don José Hurtado de Mendoza, conde del Valle de Orizaba, don José Cristóbal Avendaño, don José Antonio Dávalos y Espinoza, don Juan Antonio de Coz y Cevallos y don Juan de la Peña, todos ellos regidores y a quien tú bien conoces, y junto con el escribano mayor de Cabildo, nuestro amigo, don José del Barrio Lorenzot, y del tesorero mayor don Jimeno de Urquiaga, y, además, con otros muchos señores principales de México, todos a caballo ricamente aderezados, en paseo público.28 Todos ellos, debieron participar, de acuerdo a lo establecido muchos años atrás, en este tipo de actos. Sin embargo no hay hasta ahora, registro o fuente que así lo confirme. MAGALLANES, Manuel: Picador de toros. suele actuar este piquero en San Luis Potosí, teniendo su residencia en dicho lugar. MAGAÑA, Antonio: Banderillero. Actuaba con frecuencia en plazas veracruzanas, particularmente en la de Orizaba. Se hizo célebre, a finales del siglo XIX, porque bnderillaba con jaras cortas. MAGAÑA, Porfirio:
Alonso Ramírez de Vargas: Romance de los Rejoneadores que es parte de la Sencilla Narración… de las Fiestas Grandes… de haber entrado… D. Carlos II, q. D. G., en el Gobierno, México, Vda. De Calderón, 1677. Dicha obra celebra las Fiestas por la mayoridad de D. Carlos II, 1677. 28 Artemio de Valle-Arizpe: Papeles amarillentos. México, Editorial Patria, S.A., 1954. 242 p. (Tradiciones, leyendas y sucedidos del México Virreinal, X)., p. 75-97. 27
GAONERAS. Semanario taurino. El defensor de la afición. México, 25 de marzo de 1924, N° 23. MAGAÑO, José María: picador de toros. Su nombre aparece en la tira de mano a las “Corridas sobresalientes” del jueves 1° y domingo 4 de noviembre de 1849, en San Luis Potosí. Cartel, colección del autor. MALDONADO, N. N.: Este personaje, de origen español, e integrante del grupo de conquistadores, participó en 1542 en un torneo en Nuevo México. La yegua que montaba en esos momentos golpeó al “contrincante” de esa demostración caballeresca, un tal Coronado, con tan mala fortuna que la ruptura de un cihcho lo hizo caer del caballo en el momento preciso para recibir en la cabeza una coz de la yegua que montaba su contrincante, Maldonado. (L. W., 1984; T. I., 156).
MALDONADO, Antonio: Oidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México en 1601. Fue un conocido “Cuadrillero”, que participaba en juegos de cañas o corriendo toros, sobre todo cuando se celebraban fiestas, entre otras las de San Hipólito. R.T., 2017, 164). MALDONADO, Clemente: torero. En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. MALDONADO, Darío: Banderillero. Su nombre aparece registrado en el cartel que se celebró en la plaza de toros de Toluca, el 22 de octubre de 1882, la cual encabezaron José María Hernández y Encarnación Escamilla. MALDONADO DEL CORRAL, Luis: Factor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1601. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. MALDONADO MONTEJO, Juan: Caballero que participó en festejos caballerescos y taurinos al finalizar el siglo XVI. (JQM, 2017, 61). MANCILLA (o Mansilla), Antonio de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.29 MANCILLA, Diego de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 30 Ocupaba el cargo de regidor de la ciudad de México. MANERO, Manuel, Minuto: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. MANOGRANDE, Miguel: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel de toros, festejo que se llevó a cabo en la plaza del “Progreso” (Guadalajara, Jal.), el domingo 8 de febrero de 1885. Además, en otro festejo, organizado el 14 de enero de 1883, este personaje aparece como “capitán de la pantomima” y como beneficiado. (R. M. M., 336). MANUEL DE DIOS, Conejito: Banderillero. Su nombre aparece en el “Directorio” con el que se daban a conocer matadores, banderilleros y picadores, en La Lidia. Semanario Taurino. Año I, N° 9. México, 22 de noviembre de 1908, p. 3. MANZANO, Antonio, Malagueño: Picador de medianas aptitudes, que con el noillero Antonio Paramio toreó por plazas americanas en los primeros años del corriente siglo. (J. M de C, III, 537). MAÑÓN, Ismael: Torero de a pie. En el cartel que anuncia un festejo en la plaza de toros en Toluca, el 23 de enero de 1887, queda registrado su nombre, donde además se indica que “porprimera vez
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María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 30 María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
dará muerte a CUATRO indomables TOROS” (que pertenecieron a la ganadería del Salitre de Urendis). MAQUEDA, José: Matador de novillos, que por los años veinte de nuestra centuria (siglo XX) participaba en corridas celebradas en ruedos mexicanos. (J. M de C., VI, 19). MARACUCHO, Miguel: Picador de toros. Participó en el festejo taurino programado en la plaza de toros la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del domingo 30 de julio de 1899. MARCELO, León: Matador de novillos mexicano. Vino a España el 1919, toreó poco y no volvió. (J. M de C, III, 538). MARCHANTE, Felipe, Centavito: Banderillero mexicano, que intervenía en festejos celebrados en cosos de su nación durante los años veinte y treinta del siglo en curso –el XX-. (J. M de C. VI., 21). MARGELI, Eduardo, Gaditano: Banderillero que muy joven pasó a México para dedicarse a su oicio de carpintero. Allí se aficionó al toreo hasta el extremo de abandonar su profesión por servir la nueva que le solicitaba. Se presenta en la plaza de México el 26 de marzo de 1899, tras duro aprendizaje, y rápidamente llegó a colocarse entre los mejores. El 14 de octubre de 1900 un toro de Santín (castaño, aldinegro, cornalón y con seis años), después de haberse pasado una vez en falso, le empaló al entrar a banderillear, infiriéndole una gravísima cornada en el hipocondrio izquierdo. Curó tras larga estancia en cama e intentó volver a su actividad torera, pero pronto se convenció de su inutilidad. Del accidente que acabó con su vida torera se culpó al presidente, que cambió la suerte sin tener el toro más que un puyazo recibido. Pero realmente ninguna importancia tuvo este Gaditano como banderillero; quien si ha tenido una personalidad relevada y destacadísima ha sido Eduardo Margeli como representante de todos los toreros españoles que fueron a México, donde estableció definitivamente su residencia, y sabido es que fueron los mejores, aunque también fueron los buenos y los menos buenos. A todos prestó Margeli sus servicios, teniendo coo base un gran conocimiento del negocio taurino en México, en todas sus derivaciones. Así cuando cualquier torero pensaba ir a la República mexicana, mandaba a Margeli su propaganda previa, que él sabía disponer con extraordinaria competencia. Una vez en México, a todos, o por lo menos a la inmensa mayoría, les administró en lo taurino y muchas veces en lo particular, aunque en este aspecto fueron frecuentes los casos en que los diestros archivaron recuerdos desagradables de su gestión. Su actividad llegaba frecuentemente a nuestra Península enviando las noticias taurinas interesantes con una celeridad muy celebrada. Fue también empresario incidentalmente en México, y lo fue con Domingo González en la excursión que ése hizo con Domingo Ortega. Fue el consejero más influente de muchas de las empresas mexicanas, así de la capital como de los Estados. Fue organizador de infinidad de corridas. Fue apoderado de muchísimos toreros mexicanos, españoles y de los demás países de donde salieron matadores. Fue, durante muchos años, árbitro de los negocios taurinos de México. El 21 de septiembre de 1936 un novillero de ínfima categoría (Antonio Popoca), mexicano, apodado Popoca, disgustado con Margeli por diferencias existentres entre ellos, le asesinó en su propio despacho. (J. M de C, III, 538-9).
MARÍN, Dionisio, Jardinero: Matador de novillos mexicano. No tengo noticia que saliera de su tierra, en donde no debió torear mucho. El 12 de diciembre de 1920 torea en Zumpango de la Laguna (Estado de México) una novillada, acompañado de Zamacona, en la que fue muerto por uno de los bichos Manuel Vázquez el Chato. (J. M de C, III, 540). MARÍN y HERRERA, Antonio, Farnesio: Picador de toros. nace en Madrid el 22 de febrero de 1888. A lo largo de su vida profesional, pudo acomodarse y ser contratado para integrarse a cuadrillas encabezadas por Rodolfo Gaona, fundamentalmente, a quien acompañó durante varias temporadas, tanto en España como en nuestro país. También lo hizo con “Valencia II” y Vicente Barrera. Dice Cossío: “Recuerdo una vara que, toreando a las órdenes de Rodolfo Gaona, puso a un toro de Aleas en la plaza de Madrid el año 1914, que puede quedar como modelo de esta suerte, y que el público ovacionó con el entusiasmo que pudiera haberlo hecho a la más brillante actuación de un matador”. (J. M de C, III, 540).
MÁRQUES, Antonio, Portaleño: Matador de novillos mexicano. Tan sólo tengo noticia de una actuación suya en Mérida, Yucatán el 28 de julio de 1912. En ella no demostró condiciones para la profesión. (J. M de C, III, 545). MÁRQUES, Guadalupe: Picador mexicano. En 1897 figuraba en la cuadrilla de Camaleño. (L. V., 97). Todavía figuraba como tal, entre 1911 y 1912.
MÁRQUEZ, Narciso: Torero profesional de a pie. Actuó en un circo levantado en la plazuela de San Lucas de México durante 1790 y 1791 y, en el transcurso de 1796 y 1797, en otro erigido en el Paseo de Bucareli. (BFH, 2012, 379). MÁRQUEZ, Ramón: banderillero que participó en diversos festejos entre 1885 y 1900 aproximadamente. (D. I., 50). MARTÍN, Eutimio: picador de toros, integrante en algunos momentos de la cuadrilla dirigida por Pedro Nolasco Acosta. MARTÍN, José, Polvorilla: Banderillero. Participó en un festejo celebrado en la plaza de toros “El Paseo”, San Luis Potosí, el 1° de enero de 1904. MARTÍN y LORENZO, Valentín: Matador de toros, nacido en Torrelaguna el 14 de febrero de 1854 (……….)
MARTÍNEZ, A.: Banderillero de toros a las órdenes de sus paisanos Carlos Lombardini y Pedro López, muy activo y eficaz en la brega. Fue a España en la temporada de 1909 con los citados espadas. (A. V., 1964, 191). MARTÍNEZ, Ángel: Actuó en un festejo celebrado el 14 de junio de 1883, en la plaza de toros del “Progreso”, Guadalajara, Jalisco. En su participación, brilló montando a los becerros. (R. M. M., 2007, 341). MARTÍNEZ, Antonio, Curro: Banderillero mexicano, cuyo nombre figuró en carteles de las plazas de Atlixco y Tehuacán en el año 1894. (L. V., 99). MARTÍNEZ, Aurelio: Picador mexicano que viene trabajando en las plazas de la república desde 1893. (L. V., 99). MARTÍNEZ, Camila y/o Camelia: Lidiadora de a pie. En El Monitor del Pueblo, D.F., del 7 de septiembre de 1886, p. 2, encuentro la siguiente información:
Tres lidiadoras se han presentado últimamente en la plaza de toros de Veracruz, a saber: Camila Martínez, primera espada; Leonor Ramírez, banderillera y Margarita Fernández, picadora. MARTÍNEZ, Constante: Banderillero mexicano, que toreaba en su país hacia 1898, distinguiéndose como buen peón de brega. (J. M de C, III, 561). MARTÍNEZ, Epifanio: Picador mexicano, que hace pocos años viene tomando parte en corridas de toros. (L. V., 99-100). MARTÍNEZ, Felipe: Picador de toros. toma parte en las corridas que se celebran en el estado de Jalisco, residiendo en la capital de Guadalajara. (A. L., 1958, 183). MARTÍNEZ, Fernando: Banderillero, probablemente mexicano. En la citada nación actúa los años 1898 y siguientes. (J. M de C, III, 561). MARTÍNEZ, Francisco: Banderillero. Integrante de una cuadrilla infantil mexicana, misma que se presentó en la plaza de toros de Toluca, el domingo 30 de enero de 1887. MARTÍNEZ GALINDO, José: Banderillero, nacido en Madrid el 20 de noviembre de 1856. Hijo de familia regularmente acomodada, estudió dos años de Filosofía, abandonando los estudios para dedicarse al oficio de tablajero, y de esa manera atender mejor a su afició torera. Ya en América, fue uno de los que intervinieron en el cartel de inauguración de la plaza de toros “Carlos III” de la Habana, Cuba. Hacia los años 90 del siglo antepasado, se unió a la cuadrilla encabezada por Ponciano Díaz. (J. M de C, III, 563).
En la imagen de la derecha, aparece sentado Ponciano Díaz quien saluda de mano a José Martínez Galindo. Quizá, detrás de estos personajes, aparecen también los picadores José María Mota y Atenógenes de la Torre. MARTÍNEZ, Luis: Picador de toros. El dato que permite incluir al presente es por el hecho de que fue padre de Alejandro Martínez de la Flor, también picador de toros, quien había nacido el 11 de febrero de 1922. (J. M de C, IV, 561). Y si los registros que sigue aportando Cossío son correspondientes, se diría que otro Luis Martínez también incluido, y también picador de toros, se apodaba el Gurrión. Picador de toros nacido en 1884. Permaneció en activo durante muchos años, y fue de los picadores mexicanos más veteranos que pisaron los ruedos. Falleció en la capital de México en 1940. (J. M de C, 564).
MARTÍNEZ y FERNÁNDEZ, Luis: Picador de toros. Nació en el Barrio Arriba, uno de los más castizos de la muy alegre, torera, industrial y agrícola ciudad de León, Gto, el 25 de agosto de 1888. En sus primeros años, además de acudir a la escuela, aprendió el noble oficio de zapatero
Entre sus primeras actuaciones, se registra la que tuvo en Zacatecas, picando toros de Cieneguilla. En 1909 y 1910 fue a España formando parte de la cuadrilla juvenil de Lombardini y López, debutando en la Condal ciudad de Barcelona. También ejerció su oficio de vara larga en Guatemala. En Tequisquiapan, Querétaro, un toro de “Galindo” le ocasionó una cornada grave en la nalga derecha, junto al escroto, de 15 centímetros de profundidad, y tres puntazos hondos, dos en la pierna derecha y uno en el brazo del mismo lado. MARTÍNEZ, Manuel: Banderillero mexicano, que vino a España en la plantilla torera de sus paisanos Lombardini y López. Esto ocurrió el año 1909, actuando Martínez en bastantes funciones, en las cuales se destacaba más bregando que como banderillero. (J. M de C, III, 568).
MARTÍNEZ RAMOS, Manuel, Calita: Picador de toros mexicano en la primera mitad del siglo actual. Murió a los cincuenta y siete años, el 10 de julio de 1945, después de haber quedado paralítico y mudo, a causa de una encefalitis derivada de los porrazos que sufrió mientras ejerció la profesión. (J. M de C, IV, 564). MARTÍNEZ, Manuel, Feria: Banderillero, nacido en Sanlúcar de Barrameda. En la última decena del pasado siglo se embarcó para América, trabajando allí casi siempre. Era muy conocido como torero, siendo, con Eduardo Margeli (Gaditano), el maestro y organizador de la cuadrilla que acaudillaron Lombardini y López. (J. M de C, III, 565).
MARTÍNEZ, Miguel: banderillero. Nació en la ciudad de México. Vino a España en la plantilla torera de sus paisanos Lombardini y López. Esto ocurrió el año 1909, actuando Martínez en bastantes funciones, en las cuales se destacaba más bregando que como banderillero. (J. M de C, III, 568). MARTÍNEZ, Miguel: Picador mexicano, valiente y con facultades. Toreó en España en la excursión que hicieron por nuestras tierras los lidiadores que capitaneaban Lombardini y López. (J. M de C, III, 568). MARTÍNEZ, N.: Banderillero. A las órdenes de Lombardini y López, estuvo en España en 1909. Con ellos, recorrió los principales cosos de la Península y recibió grandes ovaciones, cuando corría los toros a una mano. El año de 1912, hizo una buena temporada en las plazas del Ecuador. (A. L., 1958, 184). MARTÍNEZ, Ramón, Agujetas hijo: Matador de novillos, hijo del célebre picador que formó con Badila una de las mejores parejas de piqueros que hubo el pasado siglo. Nació en Madrid el 29 de
septiembre de 1886. Hizo sus primeras armas taurinas como banderillero, trabajando a las ordenes de diversos novilleros. Clavaba bien rehiletes, y su labor de peón de brega era muy apreciada. Abandonó esta especialidad, dedicándose a matador de novillos, en busca probablemente de más gloria. De esta manera actúa en bastantes plazas andaluzas, Barcelona, Carabanchel… Alternando con Mariano Merino (Montes III) y Antonio Lobo, se presentó en Madrid el 12 de noviembre de 1911 matando novillos de Olea. En la misma plaza toreó algunas otras corridas; entre ellas las verificadas el 10 y 29 de junio de 1912, gustando por su valentía. Las temporadas siguientes decayó sobremanera su pequeño cartel novilleril, embarcándose para México, donde murió el año 1918. Agujetas chico no significó gran cosa en la lidia. Valiente nada más, su torpeza imposibilitaba el lucimiento, demostrándonos una vez más la inutilidad del arrojo cuando no se reúnen otras condiciones necesarias. (J. M de C, III, 570). MARTÍNEZ, Regina, La Reverte: Matadora de toros, no se tiene claro si mexicana o extranjera, que actuaba en plazas del norte de nuestro país a comienzos del siglo XX. Una fotografía registrada en 1915, nos permite conocerla a detalle.
MARRERO y Báez, José, Cheché: Nació en la Habana el 19 de marzo de 1870. Sus padres Patricio y Antonia una vez terminada la instrucción primaria consiguieron que ingresara en el matadero en calidad de aprendiz. Una vez en aquel establecimiento, se despertó en José la afición a la lidia de reses bravas que llevaba a la práctica en cuantas ocasiones se le presentaban, demostrando en dichos ensayos excelentes condiciones para lograr andando el tiempo un buen puesto en el arte. Teniendo 18 años hizo su debut como banderillero en la plaza de Regla (Habana), figurando en la cuadrilla del diestro cubano Andrés Pérez, con quien toreó más tarde buen número en Managua (sic ¿?) y otras plazas del interior de la isla. En 8 de agosto de 1889 salió con dirección a Yucatán (República de México), donde permaneció un año toreando algunas corridas con buen éxito. Ingresó más tarde en la cuadrilla de Ponciano Díaz, en la que permaneció más de dos años figurando unas veces como banderillero y otras como sobresaliente o medio espada, mostrando cada día más afición y más aptitudes para la arriesgada profesión. En vista de que en cuantas ocasiones se le habían presentado para estoquear reses bravas había puesto de relieve que era de los que podían esperar a obtener un buen puesto en el arte, se decidió su jefe a otorgarle la suprema investidura de matador de toros; lo que tuvo efecto en la plaza de Monterrey en la corrida que se celebró el 31 de julio de 1892.
Constituido jefe de cuadrilla y después de haber estoqueado con aplauso en diferentes plazas de la república, pasó a su país de donde faltaba cinco años y tan luego como llegó fue ajustado para torear en varias plazas de la isla. Entre las fiestas en que allí tomó parte fue una la organizada en obsequio a los infantes D. Antonio y D.a Eulalia, en unión de los matadores de toros españoles el Marinero y Centeno. Pasó después a México donde continúa siendo uno de los espadas que anualmente viene toreando mayor número de corridas. En su cuadrilla figura, desde que murió Timoteo Rodríguez, la célebre charra mexicana María Rodríguez. Ha sufrido toreando varios percances, sin que estos hayan amenguado su valor ni entibiado su afición. (L. V., 97-9).
José Marrero, Cheché. JOSÉ MARRERO “CHECHÉ31 DE LA HABANA”, TORERO CUBANO EN EL MÉXICO DE ENTRESIGLOS XIX y XX. (PARTE I y 2). En navegaciones virtuales que van siendo indispensables, me encontré con esta interesante lectura,32 cuyo autor es Armando Moncada.33 31
Cheché, significa fanfarrón. http://pulquesfinoslavirtud.blogspot.com/2009_08_01_archive.html 33 Armando Moncada Sexo: Hombre Sector: Arte Profesión: Pulquero virtual Ubicación: Coahuila : México Datos personales Mexicano cincuentón, consultor, químico industrial, documentalista, lector de libros e internauta; librepensador sin arreglo; productor casero de utopías, brebajes espirituosos, arte digital, letrillas y manifiestos de ocasión; aspirante al Arzobispado de Mapimí y a los favores de Maribel Verdú. *** "Hacer objeciones a la sátira es lo 32
Sábado, agosto 08, 2009 A principios del 2007 se cumplieron cien años de la tragedia de Antonio Montes, torero español que se encontraba en la cúspide de la fama cuando lo mato el toro Matajaca de la ganadería de Tepeyahualco en la ciudad de México. Ni la prensa taurina ni las ordinarias efemérides de la radio [hoy en día] dieron cuenta de aquel suceso que conmocionó al mundo hispanoamericano de entonces. Hoy, 9 de agosto de 2009, el calendario marca también un siglo desde la muerte de José Marrero Báez, Cheché de la Habana, modesto torero cubano que, si bien no tuvo la gloria de ser figura, fue muy conocido en la provincia mexicana, particularmente en el norte el país. Cheché llegó a México en 1889 buscando oportunidades en nuestra fiesta brava, ya que en la isla eran muy limitadas. Había nacido en La Habana el 19 de marzo de 1870 y desde pequeño quiso ser torero. Tras de correr la legua en muchas plazas del territorio nacional, se colocó como media espada en la cuadrilla de Ponciano Díaz, mismo que le otorgo la alternativa en Monterrey, en 1892.34 Poco se sabe de su quehacer taurino y no se tienen referencias de actuaciones suyas en las plazas de la capital. Alcanzó fama en la frontera norte, particularmente en Tijuana y Cd. Juárez. En 1905 el empresario y magnate norteamericano Tim Wolfe construyó una plaza y organizó corridas en Gillette, Colorado, cerca de Denver, en las que Cheché participó, llevando como banderilleros a Carlos García y Antonio Setrea. Contrajo matrimonio con María Aguirre La Charrita Mexicana, rejoneadora y torera nacida en Zamora, Michoacán en 1875 y viuda de Timoteo Rodríguez, otro torero de la legua que había fallecido por cornada en Durango, en 1895. El 9 de agosto de 1909, toreando en la plaza de Ciudad Jiménez, población del sur de Chihuahua, el tercer toro de la corrida, de nombre Curito o Carito perteneciente a la ganadería de Chupadero, al entrar a matar le propinó una cornada de suma gravedad en el pecho, a consecuencias de lo cual perdió la vida dos días más tarde. Sean estas líneas una evocación de su infortunio y su azarosa, esforzada vida. En homenaje a su memoria, que creemos acaso sea hoy el único en el mundo, leeremos a nuestros parroquianos un monologo escrito para la ocasión por Armando Moncada. Encendemos una pequeña lámpara votiva, y por supuesto, al final serviremos algunas rondas de aguardiente de cortesía. mismo que enfrentar los valores de la leña a la infalibilidad del fuego" (Karl Kraus Jicin, citado por el gran Leopoldo de Trazegnies) Intereses: Literatura, arte digital, historia de México, historia del arte, política internacional, política mexicana, sátira, economía, laicismo, anticlericalismo, ateísmo, ética empresarial, ética, política, ópera italiana, pintura, pintura colonial, gastronomía, enología, pulque, vino, vino casero, vino de frutas, sotol, mezcal, homebrewing, retablos, exvotos, Coahuila, revolución mexicana, Pancho Villa, Felipe Ángeles, José Vasconcelos, España, Cuba, Palestina, literatura mexicana, literatura satírica, fotografía antigua, flamenco, cante jondo, música clásica, cello, siglo XVII, Sor Juana, tauromaquia, collage digital, vintage collage, guerra civil española, anarquismo, socialismo, Chomsky, Cuatro Ciénegas, AMLO, Andrés Manuel López Obrador, conservación ambiental, desarrollo sustentable, banca de desarrollo y extensionismo industrial. Películas favoritas: Casablanca, Cinema Paradiso, Y la nave va, Soldados de Salamina, La bella época, el "Pito Pérez" de Medel, todo Woody Allen, y los churros de Clavillazo, El Piporro y Tin-Tan. Música favorita: Clásica, ópera italiana, cello, flamenco cabal, mexicana antigua, norteña antigua, cubana antigua, danzón, ...ah, y la del tipo Castellina (Sax con fisarmónica). No juangas, no chentes, no-raperos, nogruperos, no-monicongos. Libros favoritos: Todos, excepto los de beatería, autoayuda, novela rosa o ecuaciones diferenciales. Blogs que sigo: (Re) generando memorias, Pancho Villa y la División del Norte, Apostillas literarias, Bibliofilia novohispana, bitácora de un ideal, Blog de Jordi Boldó, De 78 rpm a 33 1/3 rpm, gabán, son y mezcal, La Aldea de Tauro, La gracia de dar las gracias, NACONIUS MÉXICO MNN, PEÑA FLAMENCA EL CABRERO, Pulque Nuestro, Ruta Norte Laguna. 34 Fue el 31 de julio de 1892, pero no hay más datos al respecto.
Pobre ChechĂŠ! Hoc solum habeas residuit. Requiescat in pace, amen.
Cheche de la Habana: 100 aĂąos de olvido.
El primero de los carteles, anuncia tres corridas -6, 7 y 8 de agosto de 1909-, en la plaza de toros de Jiménez, Chihuahua. Como puede observarse, los toros fueron de “Chupaderos” y si bien, existe una imprecisión al respecto de la tarde en que ocurrió la tragedia, se da por hecho que ocurre el 9, cuando el cartel menciona la jornada del día anterior, por lo que me inclino a lo indicado en la tira de mano. El cartel del centro, es de una actuación ocurrida en Durango, la tarde del 25 de abril de 1899 y, el último de los registros, corresponde a una presentación del 8 de octubre de ese año en la misma plaza del país. A lo que se ve, es notoria esa inclinación o preferencia tenida hacia las plazas norteñas, lo que señala el hecho de un gusto por el toreo de la “troupe” de Marrero, junto a Luis Islas “Lagartijilla”, José González “Fajerito”, y desde luego con su compañera María Aguirre, la Charrita Mexicana. Debo agregar que, en un cuadro de todas las actuaciones de Ponciano Díaz (de 1876 a 1899)35 he encontrado los siguientes datos en que alternan ambos personajes:
José Francisco Coello Ugalde: “Ponciano Díaz, torero del XIX a la luz del XXI” (inédito). 383 p. ils., grafs., cuadros, facs. (Aportaciones Histórico Taurinas Nº 13, serie Biografías taurinas Nº 2). 35
LUGAR
FECHA
ALTERNANTES
Veracruz, Ver.
14.02.1892
Tula, estado de Hidalgo
13.03.1892
Tula, estado de Hidalgo
10.04.1892
Plaza Ponciano Hidalgo.
20.03.1892
Cuadrilla de Ponciano Díaz y José Marrero “Cheché” José Marrero “Cheché” Cuadrilla de Ponciano Díaz y José Marrero “Cheché” José Marrero “Cheché” y la Cuadrilla Ponciano Díaz José Marrero “Cheché” José Marrero “Cheché”
Díaz,
Monterrey, N.L.
31.07.1892
5 de mayo (¿Querétaro?)
25.09.1892
Plaza del Paseo, San Luis Potosí
23.10.1892
Toluca, Méx.
19.08.1894
TOROS
Cazadero
OBSERVACIONES
Inauguración de la plaza.
Cazadero (4)
Alternativa de J. Marrero.
Atenco (3) y uno de La Soledad. José Marrero Guanamé “Cheché” y (3) y Atenco Saturnino (2) Frutos “Ojitos” José Marrero Ponciano actuó “Cheché”, José banderilleando un toro. Basauri, Timoteo Rodríguez.
Dos fantasmas en la noche. Monólogo de Cheché de la Habana frente al Maestro (Bernardo) Gaviño, cuando vino a visitarlo al panteón de Cd. Jiménez (Chihuahua). Como le he dicho, maestro, en la isla de Cuba yo viví nada más que el tiempo suficiente para darme cuenta de que ahí no se podía ni remotamente ser torero. Había cumplido los diecinueve años; las ilusiones que tenía, las tenía de sobra, me rebasaban las entrañas y me requemaban la sangre, se me salían del pecho. No, allá no era ni fácil ni posible, simplemente no se podía porque no había espacio ni para uno solo. Aquello no daba para nada. Ni caso tenía insistir con mi compadre Osuna, a quien llegando de Sevilla, la segunda vez, ná más bajando del barco, se le veía en la cara que no quería ni saludarme. Tenderme la mano en el muelle, cuando fuimos a recibirlo, le salió forzado; a leguas se le notaba el desinterés y el corte. Mire, maestro, que más que el desinterés o el cabreo, lo que mayormente se le notaba era el rencor, el enfado. No lo podía disimular ni lo quería. Después de lo que había sucedido, le molestaba tanto mi persona que, mire usté, yo lo evitaba cuando lo veía de cerca y nunca me le ponía delante, porque, venga acá, con la dignidad que se carga menda, usté cree que me le iba yo a acercar otra vez?, acercarme para asegurarle que ora sí podía contar con un verdadero compañero de brega en las duras o en las maduras, con un amigo valiente y cabal y sobre todas las cosas, para hacerle entender que lo que había pasado, era solo y ná más que eso, chico, era cosa pasada, como tantas pasadas en falso que damos en cuanto la embestida del toro nos viene descompuesta o nos avisa que nos va a coger y a hacer daño. Pero no, no y no, chico, jamás fui a humillármele y, mire uste que Valeriano y hasta Paco Regata casi me lloran para que me quitara de sentimientos y le diera explicaciones, una tarde que nos
hartamos de beber toneles de manzanilla y de manducar langostas en un reservado de La Zaragozana. Pero no. No y mil veces no, que bien lo dice el maestro (Rafael) Guerra, lo que no se pué, no se pué, y además,… es imposible. No cree usté? Guerrita sí que sabe, y lo sabe todo, mi sangre, como por algo es pues, el mayoral del gallinero de todo el planeta, con sus estrellas mayores y sus saturnos y venus, la Venus del Nilo, y todo el confín, faltaba más! Por eso los maestros, los verdaderos y grandes maestros como usted y como él, son así de buenos: personas finas, sensatas y tienen una dignidad o más que los emperadores de Roma. La categoría…, la categoría de a deveras, esa, por ahí se la va uno ganando a porrazos y a cornadas en los ruedos de Dios, y por afuera también, en la aceras y en los salones donde los catrines y petimetres ponen las reglas y las formas. La categoría es algo que se lleva con mucha seriedad, que por eso es uno persona, persona antes que torero, y lo sabré yo, caramba, tanto como su merced, que los dos hemos dejado la vida en esto. Señor, uno tiene que ser persona cabal aquí mismo, en Jiménez, o en el Valle de Allende, donde usté toreó aquellas seis corridas seguidas, a mañana y tarde, cuando los comanches, se acuerda?, o en Regla, o en La Habana, que es mi tierra, o en Cádiz, o en la (plaza de) Veracruz, faltaba más. Si hasta yo mismo me quito la montera ante cualquier pelagatos cuando la circunstancia lo pide. Bueno, no, no vaya usted a pensar que mi compadre Osuna era un pelagatos, que el merengue no era para él, digo, pero, igual hay que advertir que si me destoco presto, deslumbrao por cualesquier levitón, hasta en el Uruguay va a decir el paisanaje que soy arrastraíto y chiquitico. No, compadre, no, por mi santa patrona que yo soy tan torero y tan señor, en los medios de la plaza, como en los cafés de la calle de Obispo o como en las tertulias del Andaluz o del casino de Santiago. Nadie me lo puede quitar, chico, como no me lo pudieron arrancar –ni un cachito- las fatigas de muerte que tantísimas he pasao y que Dios es testigo de todas ellas. Y le digo, de vuelta, maestro que naiden como su digna persona y como este grande y desbaratao pecador saben tanto de la muerte como uste y menda, que la libramos tantas y tantas sin que la miseria nos diera ni tregua ni honores, ni siquiera un pasaporte digno para descansar ahora que estamos liberaos después de dejar alma y pellejo con harta pena y poquita gloria en las arenas de pueblos que ni Dios sabe dónde, divirtiendo paletos y borrachos ignorantes y gentecitas que en su vida tuvieron idea de lo que era el arte de torear o el privilegio de ver trabajar a un torero de cartel aquí o allá o en la Conchinchina, si uste manda. Fatigas y penurias fue lo que me traía en los barcos, desde los mataderos de Cuba, hasta las pocilgas y fondas infectadas de piojos y malas mujeres de los caminos de la legua, y hasta el último día, hasta el triste día en que vine a terminar mi desgraciada existencia, aquí en Jiménez. Penas y tajos abiertos en el cuerpo y en el corazón. ¿Los aplausos? No, señor, nada de eso, mi negro, no nos hagamos, eso daba na´más para la vanidad que todos los humanos hemos padecido desde nuestro padre Adán y sus descendencias, no, maestro, eso no. Fatigas y angustias, a montones tuvo este pobre mulato que lidiar desde cuando era un crió y na´ más para llenar la tripa con arroz y frijoles y pan casabe que me agenciaba en los figones o en los trochiles de Guanabacoa. Calvarios incontables me amargaron por igual en mi otra vida, uste sabe, en la vida que nombran civil. Pocos y nunca tan despiadados como los que pasé en tantas cárceles donde me refundían los señoritos inconformes por la forma de matar un toro, o por algún requiebro cantao a moza ajena en las tantas ferias del señor a donde su sacrosanto sino me llevaba a actuar, no na´ más en mojigangas baratas, sino en festejos de alamares y lentejuelas, en corridas cabales. Martirio del bueno en los hervores del infierno de la manigua en el Pantano de Santa Engracia durante todo aquel mes completito en aquel desaborío julio del año tres, cuando nos persiguió la guardia militar por lo de un lío de un cristiano acuchillao con una puntilla toledana que resultó que era de mi propiedad. Entonces sí que aguantamos yo y mi cuadrilla como dice el bigotón Ponciano, como los meros hombres, tres días completitos con sus noches, con el agua y el cieno hasta los hocicos y asaetaos con docenas de racimos de sanguijuelas, como banderillas ensangrentadas, carcomiéndonos la vida por la entrepierna y por el pescuezo y con los ojos moraos de tanta picadura de alimaña. Ni así, maestro, ni con el ánima hecha sopa ni con el lomo doblao me dejé aquella maldita vez de comportar en señor…, en torero, pué, que es lo mismito a la hora de la verdad.
Por eso nunca quise verle la jeta a Osuna, con toda su plata y sus posibles. La mar de ocasiones que me topé con él en el café y en Prado y en las mancebías de México y de Tacubaya y de La Puebla y ni pío le dije por nunca jamás, por ésta, maestro. Y eso que, hágase cargo usté, ya se me habían cerrado las veredas hasta para embarcarme un día y llegar a La Habana, y demostrarle a Cuba entera que mi trabajo delante de los toros era insuperable por naiden desde los buenos tiempos de uste y del maestro Curro Cuchares, que igual en la misma gloria descanse hoy, que la mía era la espada más poderosa y la más certera y la más valiente de todas las de mi tiempo, el acero macho de ésta alma en pena que ahora se encuentra sentada frente a usted y fumando brevas imaginarias de tabaco de Cuba, acá en este desierto endemoniao, adonde le ordenó el altísimo a este negro e infame pecador que viniese a entregarle el alma y donde lo único que se puede escuchar de día y de noche, es el sonido maligno del viento, mi estimado señor mataor Gaviño. Son los aullidos eternos de este aire de Jiménez lo que no me tiene en paz ni me deja descansar, ni siquiera ahora que ya no me puede hacerme flamear la muleta y descubrirme ante la muerte, en la cara del toro que no me perdonó la cornada y la vida. Ya puede rodar el mundo y darse por enterao del por qué me cargo el demonio y me arrincono sin piedad acá donde me encuentro, empolvao y esperando sentencia y explicación por humana caridad del todopoderoso si es que se digna en dejarme saber de las razones que me perdieron y que han de haber sido muchas y muy graves para acabar de la manera que acabé, lejos de mi tierra y olvidado hasta por las mujeres que tanto me asolaban como a usted, que en sus tiempos, se le colgaban de los oropeles de la casaca y que usted y yo sabemos que eran las mismas que le rizaban las barbas en las fiestas campestres al rubio emperador. El aire maldito de aquí de Jiménez fue el que me puso en el pecho las escrituras del requiescat y los escapularios negros de difunto eterno. Una ráfaga de viento se convirtió en mi asesina, ya estaba escrito, y tome uste, maestro, no, no lo puedo aceptar todavía, después de tantos años que llevo acá enterrao en este olvido tan ingrato y lejano. 31 de diciembre de 2010. JOSÉ MARRERO “CHECHÉ DE LA HABANA”, TORERO CUBANO EN EL MÉXICO DE ENTRESIGLOS XIX y XX. (PARTE II) Yo era, por aquellos años de Dios, el único nacido en Cuba que podía con todos los toros que llevaban a lidiar a la isla, desde España, desde Portugal. Que si los jaboneros del Duque…, mire, chico, mire que se me pone la carne de repeluzno al poner la memoria en aquellas proezas que hacíamos con ellos, mire usté, que eran temibles de tan poderosos y bravos, que tarde no había en que se llevaran por delante tres o cuatro caballos y llegaban tan enteros al tercio de muerte, que al hacer el viaje para meterles los aceros, podía suceder cualquier cosa, tan cualquiera como la que le paso a (Francisco) Montes, y al salir del embroque nos palpábamos el vestido para comprobar que seguíamos completos. Nada, no se parecen en nada a sus descendientes que se crían por acá por Durango, más que en el pelo ensabanao y en las arrancadas que te pegan de salida, ¿verdad, maestro? Que si los marrajos coloraos de Carriquirri, que por pastar en el reino de Navarra, no los embarcaban por Sevilla ni por los puertos, sino por Bilbao y San Sebastián, y que eran –sabe ustéigual de fieros que los que nos echaban en México, que se criaban en la Hacienda de Atenco, adonde nació el Ponciano que en la gloria de seguro está, en el santo cielo de los toreros machos de a caballo. Que sería del ganadero, aquel señor Barbosa o Barbabosa tan distinguido pero tan duro de roer, ¿se acuerda usté, don Bernardo? Ese también era hombre, como nosotros los toreros, como los toreros de aquellos tiempos que nunca han de volver, por los siglos de los siglos amen, mi estimado compañero de ventura y desventura y de olvido. Aquí le va el eslabón; acá el pedernal, y tenga, maestro, fúmese otra breva de tabaco negro conmigo, que es todo lo que podemos hacer; somos dupla fortuita de fantasmas fumadores en estas tapias que fueron antes galeras de algodón y maíz.
Fume, fume usted, Don Bernardo, que tenemos toda la eternidad para fumar y recordar; no importa que las colillas del incienso que quemamos en nuestro honor queden por aquí regadas en el suelo y mañana venga Don Jesús, el viejo que cuida estas ruinas y le dé un soponcio del susto y le cuente al administrador que hay noches en que los fantasmas se ponen a fumar y fuman y fuman y luego amanecen regadas por el suelo las colillas por si alguno lo pone en duda, faltaba más, maestro. Yo toreaba de todo. Más, mucho más de lo que allá en Cuba llaman de la tierra: sabandijas de media casta, alacranes que los guajiros alborotaos de ron y jaranas abajaban para las corridas de bohío, desde las cañadas de Sierra Maestra y que, marcando apenas en la romana las treinta, las treinta y cinco arrobas, bien se habían comido las quince hierbas pasadas y tenían los pitones más afilados y venenosos que una cola de mantarraya. Le juro a uste, maestro que no se me olvidara jamás, en los siglos que le quedan a la eternidad, como los mire destripar y dejar hechos pedazos a mozos valentones en los bohíos, cuando les salían a hacer fiestas a cuerpo limpio con el único y farolero fin de deslumbrar a las mulatas endomingadas. Mentecatas mulatas asesinas. Lo último que les miraban a sus morenos eran las bembas y las barrigas bien hinchadas y guarnecidas de cuajarones y pingajos coloraos y a poco renegridos, tan coloraos como el pañuelo que les amarraban para sostenerles las mandíbulas durante el poco rato que podía durar el cajón abierto, antes que los despojos jedieran por todos los agujeros de las cornadas, que así jedian cuando le tocó la mala suerte al Venturita, chico espigao y valiente como león, que saliendo conmigo de media espada a torear una tarde en el pueblo de Baracoa, a la primera, si, a la primerita salida que le ordené a poner un par de banderillas a un demonio de aquellos, madre mía, lo agarró por el costao y en menos que se lo cuento lo trincó y lo tuvo prendido de un pitón lo que dura un credo y allí se estuvo tendido debajo de una carreta hasta que terminó la mojiganga y lo enterramos sin oficios, que el cura no quiso darle porque se había largao el año anterior con una sobrina suya, el chaval. Allá quedó, tal cual quedaron en otros allás tantos compañeros de brega y montera vagabunda, sepultados sin catafalco y sin cruz y sin gloria en pueblos sin nombre por siempre de los siglos. ¡Qué toreros éramos todos, chico! Calosfríos me dan por el costillar y mire como se me ponen las manos de los sudores, cada que lo recuerdo, maestro, aquellos años eran cosa de no volver, ni de visita en sueños, don Bernardo. Y, ya ve usted. De sueños estamos hechos y no somos más que sueños que están ahí, en algún lugar, pero que ya naiden sueña porque se sueña lo que está reciente, no se sueña lo que paso hace tantos años. Ya no se acuerda naiden de uste; ni de este humilde cubano pecador. Ya se los llevó la muerte a todos. A todos los que nos aplaudieron alguna vez en esas plazas de Dios, como se llevó a Maximiliano, y a la Marquesa Calderón, y al Chiclanero, y a Cuchares, y a mi padrino Ponciano. Ya no existimos ni en sueños. Ya no somos más que fantasmas polvorientos sin ojos y sin rostro en medio de una noche cualquiera de la eternidad. Solo existe el argumento de los vientos en pena por el dolor de todos los que nos fuimos. No queda nada más que estas almas bañadas en lágrimas secas, lamentando lo inútil y pequeño que fueron nuestras vidas, con voces que nadie puede ya escuchar ni escuchará jamás. Es que desde hace tantos años que la vida es así, maestro. Naiden permanece más que el viento. El viento se lo lleva todo. El viento nunca muere. -Ave María, vestido negro, de pasamanería, que será de nuestros recuerdos, hoy envolvidos en polvo seco y frío. -Ay madre mía!, ¿quién se hará cargo de este pecador en lo que resta de la eternidad? Si tan solo se acuerdan de menda los aires cuchilleros que vienen y van en la llanura solitaria. Nada, los recuerdos no existen. No existieron más que por unos instantes, maestro. Así lo quiso el destino: uste allá en Texcoco. Este pobre negro acá en Jiménez, lejos de todo y de todos.
Polvo y viento y tierra seca y olvido del olvido, por siempre jamás. Luego de algunas enmiendas necesarias –maestro Moncada- que me he tomado la libertad de elaborar, quiero decir que, a mi parecer su texto posee una construcción literaria muy interesante, un monólogo cargado de añoranzas, doloroso, que clama a cada instante las grandezas de tiempos idos, de glorias pasadas, enfrentados a un peligro latente que se convirtió, para todos los personajes citados en una muerte desgraciada, o la muerte, sin más en tiempos y circunstancias diferentes. Tal el caso de José Marrero Báez. MÁRQUEZ, Alberto: Torero de a pie, que actuaba por los rumbos de Tulancingo, Hidalgo hacia 1894, de acuerdo a una fotografía que de él se obtuvo, gracias a la cortesía del Lic. José “Pepe” Rodríguez. El único testimonio del personaje biografiado aquí, es un retrato, “carte de visite” realizado en Tulancingo, Y que dedica con la siguiente leyenda: “Ruego a U. reciba este pequeño recuerdo como una prueba de verdadero cariño que le profeso a usted. Tulancingo, Febrero 7 de 1894. Alberto Márquez, rúbrica.
MÁRQUES, Antonio, El Portaleño: Torero de a pie que se integra a la cuadrilla que dirigía Antonio Antúnez “Tobalo” al comenzar el siglo XX. MÁRQUES, Severo, el Chicharrón: Banderillero que actuaba con alguna frecuencia, sobre todo en el estado de Sinaloa, donde fue contratado, en julio de 1889 por el espada Vicente Verúmen. MÁRQUEZ, Guadalupe, El Chato: picador de toros. Se desempeñaba como picador de toros en plazas de San Luis Potosí a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Toros y Toreros. Segundo número extraordinario. San Luis Potosí, 6 de enero de 1906. MÁRQUEZ, Melitón: Aparece anunciado como “arrastrador” en festejos donde llegó a actuar Pedro Nolasco Acosta, sobre todo en San Luis Potosí. MÁRQUEZ, Ramón: Banderillero que actuó con cierta frecuencia en plazas de San Luis Potosí a finales del siglo XIX. Toros y Toreros. Tercer número extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907.
MARTÍN, Manuel, Gaditano: Banderillero. Así se anunciaba este personaje, y cuya referencia aparece en el cartel para la corrida de toros celebrada en Chamacuero de Comonfort, Gto., el 21 de abril de 1907. MARTÍNEZ, Braulia: Torera de a pie, e integrante de la cuadrilla de “Señoritas toreras tapatías”. Hizo acto de presencia en un festejo celebrado el 6 de noviembre de 1898, y salió alternando entre otras, con Juan Fernández “La Guerrita”. (R. M. M., 2007, 373). MARTÍNEZ, Braulio, Moreno: Torero de a pie que actuaba en las plazas de Durango. De él queda registro en la publicación española EL RUEDO, en cuyo año XXIII, y en la edición del lunes 24 de febrero de 1896, N° 1178, p. 3 se apunta: “Toros de La Joya. Braulio Martínez (Moreno) mató el último, que fue un becerro bravo y de buenas condiciones. Lo toreó muy bien de muleta y lo pasaportó de una estocada que fue la de la tarde (Ovación)”. MARTÍNEZ, Camelia: Torera de a pie. De ella aparecen estos registros: PLAZA DE TOROS EN VERACRUZ. 29 de agosto. En El Monitor del Pueblo, D.F., del 7 de septiembre de 1886, p. 2, encuentro la siguiente información: Tres lidiadoras se han presentado últimamente en la plaza de toros de Veracruz, a saber: Camila Martínez, primera espada; Leonor Ramírez, banderillera y Margarita Fernández, picadora. Por otro lado en El Monitor Republicano, D.F., del 26 de septiembre de 1886, p. 1, también aparece este dato: Ahora anda por ahí, un célebre matador que se llama “el Niño” sobre el que los periódicos taurinos traen gran polémica. Y las mujeres siguen toreando, buscándoles las malvadas, tres pies al gato, y no toreando y picando a los hombres, que eso es de épocas más añejas que la momia de Sesostris, toreando a los indómitos hijos de Atenco, que la verdad sea dicha, son caballeros de muy pocas pulgas. En la función dada en Veracruz el mes pasado a beneficio del taurino Rebujina, tomaron parte en la corrida las toreras Camelia Martínez, como matadora; Leonor Ramírez, como banderillera, y Margarita Fernández (a) La Dorada a fuego, como picadora; de éstas las primeras son mexicanas y la tercera española. Esa Dorada a fuego debe ser un dije. Pronto la veremos en México, porque en unión de sus consocias va a ser contratada por un empresario de las plazas cercanas a la gran Capital. EL MONITOR DEL PUEBLO, D.F., del 7 de septiembre de 1886, p. 2: Tres lidiadoras se han presentado últimamente en la plaza de toros de Veracruz, a saber: Camila Martínez, primera espada; Leonor Ramírez, banderillera y Margarita Fernández, picadora. MARTÍNEZ, Francisco, Torerito: Torero de a pie. Nació en Guadalajara, Jal., el 4 de octubre de 1877, en el número 470 de la calle de San Andrés, frente al templo de la Concepción. En fecha muy temporana, 1889, y en el Hipódromo de Escobedo, queda registro de una de sus primeras actuaciones, toreando al lado de su hermano Manuel Martínez y Aurelio Melo, tres boyancones de la Calerilla. Al término de la lidia salió el payaso Daniel Romero, quien dirigiéndose a los muchachos concurrentes los invitó a bajarse al ruedo a torear dos borregos que soltaban después de corridos los moruchos.
Francisco se hizo de fama por aquellos años que en 1893 fue uno de los diestros que actuaron en la inauguración de la placita de toros “El Porvenir” saliendo como cabeza de una cuadrilla por él organizada lidiando toros a muerte simulada. En 1896 ya banderilleaba en corridas formales y para el 12 de diciembre de aquel mismo año, salió bajo las órdenes de Manuel García “Torerito de Valladolid”, recibiendo su bautismo de sangre, infiriéndole uno de los toros lidiados dos graves cornadas, una que le atravesó el muslo izquierdo y otra que le hirió en el pecho. También formó parte en cuadrillas al mando de Francisco Villegas “Potoco”, Francisco Gómez “El Chiclanero”, Manuel Hermosilla, Bartolomé Jiménez “Murcia”, Juan Antonio Cervera, Antonio Olmedo “Valentín”, Agustín Velasco “Fuentes Mexicano”, Rafael Gómez “El Gallo” y Manuel Martínez “Feria”. Toreando en Aguascalientes durante la feria de San Marcos en la Pascua de 1898 de banderillero en la cuadrilla del matador Constantino Quiles “El Enguilero”, éste salió lesionado por uno de los toros de Garabato que se lidiaron esa tarde y como además sufrieron cornadas los banderilleros Manuel Machío Trigo, Manuel Pérez “Herrera”, otro banderillero de Sanlúcar de Barrameda y los picadores el “Cieneguero” y el “Garabato”, quedóse en el ruedo con el resto de los toros de la corrida y ayudado de Juan Jurado “Novaliches” (q.e.p.d.) dio cuenta rápida de ella, con valentía. En 1904 decide hacer matador de toros, y esto fue porque en una corrida que toreó ese año en la plaza de Tepic saliendo de banderillero con Sóstenes Ávila “Tepiqueño”, sus pares de banderillas entusiasmaron al público y éste empezó a pedir que “Torerito” matara un toro, lo cual no quería hacer éste por no tener seguridad de hacerlo bien; pero ante la insistencia del público, agarrando muleta y estoque se fue al toro, lo toreó como pudo, se perfiló, cerró los ojos, se arrancó a matar y clavó la espada en la arena. En 1908 llegó a la capital del país y toreó durante la temporada de novilladas en la plaza de “El Toreo”, presentándose junto con José Casanave “Morenito de Valencia” y Manuel Corzo “Corcito”, siendo sacado en hombros, no obstante lo cual la empresa no volvió a contratarlo. Fundó en Guadalajara la Unión de Matadores de Toros, Banderilleros y Picadores en el año de 1919, de la cual fue su Secretario General. Además se integró al Montepío de Toreros de México y fue regidor suplente del H. Ayuntamiento de Guadalajara. MARTÍNEZ, Genaro: Banderillero mexicano que, ya retirado de su profesión, falleció en la capital de su país el 10 de abril de 1950. (J. M de C., VI., 57). MARTÍNEZ, Luis, El Gurrión: Picador de toros. Nació en el Distrito Federal el año de 1884. Era uno de los más viejos picadores mexicanos, habiendo durado en activo muchos años. Falleció de
enfermedad en 1940, en la capital de México. Se dedicaba además, a la confección de puyas, en cuyo menester, era bastante experto. (A. L., 183). MARTÍNEZ y FERNÁNDEZ, Eustolio: Picador de toros, oriundo de León, Gto. Hermano mayor de Luis y a comienzos del siglo XX, integrante de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, comandada por el célebre Saturnino Frutos “Ojitos”. Rompe con “Ojitos” y decide integrarse a la que dirigía Manuel Martínez “Feria”, que también se encontraba en la misma ciudad de León de los Aldamas. MARTÍNEZ, Manuel: Banderillero mexicano, miembro de la cuadrilla juvenil dirigida por Eduardo Margeli y Manuel Martínez Feria y capitaneada por los espadas Pedro López y Carlos Lombardini. Con ella vino a España en 1909. (J. M de C., VI., 62). MARTÍNEZ, Miguel: Picador de toros, originario de México. Se le ve anunciado en un festejo que se celebró la tarde del 8 de septiembre de |907 en la plaza de toros “Chapultepec”, lidiándose novillostoros de Tepeyahualco. MARTÍNEZ, Regina: Torera de a pie que llegó a actuar con alguna frecuencia en plazas de los estados centrales de nuestro país, entre fines del XIX y comienzos del XX. Se dice que era esposa de un torero guanajuatense que, para mayor “inri”, llevaba el curioso sobrenombre de Chón Lagañas. De acuerdo a la nota que publicó Ramón Macías Mora el 19 de septiembre de 2017 en “Milenio.com”, aparece alguna insinuación sobre el significado de tan interesante alias, como sigue: Bueno; me colmaste el plato- Sobrino. Te llegó el turno y gastaré un poco de tiempo en ocuparme de ti, no sé si te lo merezcas o no, pero lo haré, estoy decidido. Después de todo, te lo has ganado, lo tienes bien merecido. Dice el proverbio –acá en mi tierra, decimos “Dicho”-, como dice el dicho y el sabio Salomón. Que no hay “pior” lucha que Lucha Villa, pobrecita. Donde quiera que estés Luchita, alíviate. El “Chonguito” dice ser mi tío, pero yo digo que es mi sobrino, todo es cuestión de si es de aquí. Lo de “Chonguito” le viene de sus tiempos de chirote [así les decían a los torerillos bufos] parte de la comparsa de antaño cuando había novenarios, chonadas, [por aquello de Chon Lagañas] Festejos pueblerinos con enormes toros criollos, cebú y llevaban un apodo y eran nueve días.36
A la derecha de la imagen, Regina Martínez. Fotografía registrada en agosto de 1915. 36
Disponible en internet octubre 29, 2019 en: https://www.milenio.com/opinion/ramon-macias-mora/umbral/elchonguito
MARTÍNEZ DE SORIA, Juan José: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 53). MARROQUÍN, Agustín: Un matador independentista. También aparece como José Marroquín. La fiesta brava no es ajena a los tiempos de la Independencia. Igual que en la Conquista o en la Colonia, tal o cual batalla ganada se suele celebrar con festejos taurinos. Se sabe que Miguel Hidalgo llega a vender toros de lidia y hasta en una ocasión es visto en la plaza de San Luis Potosí. Se cuenta que Ignacio Allende, tres días antes de que se diera el grito de Dolores, torea y lucha cuerpo a cuerpo con un burel en el palenque de gallos de dicha cuna. José María Morelos, por su parte, en su infancia tiene una estrecha relación con este tipo de ganado. Así, entre los llamados Padres de la Patria hay colaboradores, otrora toreadores profesionales, tal como es el caso de Agustín Marroquín, famoso no por sus hazañas en el ruedo —de las cuales no se conserva noticia alguna—, sino por unirse a las huestes independentistas. La historia de Agustín Marroquín, conocido durante la independencia como el Torero Marroquín, es más bien oscura: no tanto por la falta de datos en torno a su persona —ausencia, sin embargo, notable a la hora de escribir su biografía37—, sino por su sanguinaria leyenda de matador, y no exactamente de toros. Varios autores coinciden en afirmar que llega a la Nueva España en 1803 para servir de criado al virrey José de Iturrigaray y Aróstegui para, después de caer de su gracia, convertirse en torero, tahúr, ladrón, presidiario y, por último, brazo ejecutor del cura Hidalgo38, quien al entrar a Jalisco lo libera de la cárcel, lo vuelve su mozo de estribo, coronel y verdugo de los enemigos de la Independencia hasta que, el 10 de Mayo de 1811, en Chihuahua, Marroquín es fusilado por la espalda. Las pocas referencias en torno de este popular torero, más de nombre que de hazañas taurinas, se dan en su relación enfermiza con la muerte. Y el ejemplo más claro lo proporciona uno de los personajes de la novela de G. F. Ferry que, en torno al matador, señala: …con una mano sostenía una antorcha, y con la otra blandía una de esas largas espadas de dos filos, que se emplean en las corridas de toros (…) Cubría su rostro una espesa barba, y su camisa, húmeda y ensangrentada, marcaba sus robustas espaldas. Sus ojos brillantes y la feroz expresión de su fisonomía, me hacían creer en una aparición diabólica39. Más adelante, Ferry pone el siguiente comentario en boca del torero: Escucha, amigo. Has de saber que no he degollado esta noche (…) Esos doscientos españoles decían, como tú, que eran amigos del general, lo cual no ha impedido que… ¿creerás que aún tengo sed? El aguardiente puro no embriaga tanto como la sangre.40 Y el otro personaje describe: El robusto torero, a quien había visto paralizar con mano poderosa los esfuerzos de los toros en las plazas, me venció de nuevo cuando un caballero41… 37
José de J. Núñez y Domínguez en su Historia y tauromaquia mexicanas, págs. 74 y 78, refiere dos novelas, que logran un acercamiento al personaje en cuestión: Sacerdote y caudillo, de Juan A. Mateos, México, Ed. Porrúa (“sepan cuantos...”, 514), y Escenas de la vida militar en México, del francés G. F. Ferry. FERRY, Gabriel (Seud. Luis de Bellamare): La vida civil en México por (...). Presentación de Germán List Arzubide. México, Talleres Gráficos de la Nación, 1974. 111 pp. (Colección popular CIUDAD DE MÉXICO, 23). 38 Se desconoce cuándo, cómo y por qué Hidalgo se interesa por Agustín Marroquín, pero parece que su existe una relación entre ambos, nacida antes de la misma conspiración de la Independencia. 39 Núñez y Domínguez, op. cit. p. 79. 40 Op. cit.
Este es, entre otros, un referente iconográfico que podría acercarse a la mejor versión sobre quién o como fue en la realidad ese personaje que se reseña en la presente galería. Me refiero a Agustín Marroquín. En Relatos e Historias en México, año XI, N° 127, marzo de 2019, p. 83. Valgan, pues, tales párrafos, propios más de la ficción que de la realidad, para lograr un perfil de un toreador que, pese a sus inconfesables vicios, representa una parte confusa de la historia no sólo Patria, sino tauromáquica, época en donde nada es lo que parece y en la que cualquier bandolero o no, con el arrojo y la fuerza corporal necesaria para enfrentar a un toro o asesinar a un hombre, puede participar en lo público o en lo privado en el espectáculo y evolución de la fiesta brava. Algunos datos más acerca de su vida, los encontramos en la tesis de licenciatura en Historia que Benjamín Flores Hernández presentó en 1976, quien apunta: De origen español, quizás ya en su patria había ejercido la profesión de torero. En 1803 pasó a México, adonde vino acompañando a don José de Iturrigaray, en calidad de su criado. Aquí se encargaba de llevar a pasear a los hijos del virrey. Más adelante se hizo tahúr y luego lidiador profesional. No he encontrado noticias sobre las ocasiones en que entrara a bregar con toros en las plazas: sin embargo, parece que llegó a gozar de cierta fama. Tiempo después se convirtió en bandolero. Por un robo que hizo en México debió salir huyendo de la capital, logrando mantenerse oculto por un tiempo gracias a la ayuda que le prestó su antiguo amigo Antonio San Román –tío abuelo del sacerdote historiador Agustín Rivera-, quien lo escondió en Guadalajara. Aprehendido por fin en dicha ciudad, permaneció preso por espacio de algunos años hasta que lo libertó el cabecilla insurgente José Antonio Torres. Tal vez Miguel Hidalgo y Costilla lo conocía ya desde antes; el caso es que al entrar a la capital tapatía en noviembre de 1810 lo declaró públicamente libre de toda culpa y le encargó organizar la matanza de españoles en la propia Guadalajara. En las que él llamaba pomposamente sus “operaciones” llegó a privar de la vida a más de 700 peninsulares. Alcanzó grado de coronel. Siguió con la comitiva de Hidalgo hasta que todos los que iban en ella fueron aprehendidos en Acatita de Baján. Tras ser juzgado, fue fusilado en Chihuahua, al lado del mariscal Ignacio Camargo, el 10 de mayo de 181142.
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Ibidem. Benjamín Flores Hernández: "Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII", México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p., p. 311. 42
Entre todas esas multitudes, que luego fueron legión; y más tarde auténticos ejércitos, pudo estar presente ese personaje “oscuro” del que se intenta el mejor perfil posible. Consulta en internet febrero 16, 2018 en: De Jaontiveros - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10201973 UN “MATADOR” INDEPENDENTISTA: AGUSTÍN MARROQUÍN… Y es que literalmente lo fue, un auténtico “matador”. La fiesta brava no es ajena a los tiempos de la Independencia. Igual que en la Conquista o en la Colonia, tal o cual batalla ganada se suele celebrar con festejos taurinos. Se sabe que Miguel Hidalgo llega a vender toros de lidia y hasta en una ocasión es visto en la plaza de San Luis Potosí. Se cuenta que Ignacio Allende, tres días antes de que se diera el grito de Dolores, torea y lucha cuerpo a cuerpo con un burel en el palenque de gallos de dicha cuna. José María Morelos, por su parte, en su infancia tiene una estrecha relación con este tipo de ganado. Así, entre los llamados Padres de la Patria hay colaboradores, otrora toreadores profesionales, tal como es el caso de Agustín Marroquín, famoso no por sus hazañas en el ruedo —de las cuales no se conserva noticia alguna—, sino por unirse a las huestes independentistas. La historia de Agustín Marroquín, conocido durante la independencia como el Torero Marroquín, es más bien oscura: no tanto por la falta de datos en torno a su persona —ausencia, sin embargo, notable a la hora de escribir su biografía43—, sino por su sanguinaria leyenda de matador, y no exactamente de toros. Varios autores coinciden en afirmar que llega a la Nueva España en 1803 para servir de criado al virrey José de Iturrigaray y Aróstegui para, después de caer de su gracia, convertirse en torero, tahúr, ladrón, presidiario y, por último, brazo ejecutor del cura Hidalgo44, quien al entrar a Jalisco lo libera de la cárcel, lo vuelve su mozo de estribo, coronel y verdugo de los enemigos de la Independencia hasta que, el 10 de Mayo de 1811, en Chihuahua, Marroquín es fusilado por la espalda. 43
José de J. Núñez y Domínguez en su Historia y tauromaquia mexicanas, págs. 74 y 78, refiere dos novelas, que logran un acercamiento al personaje en cuestión: Sacerdote y caudillo, de Juan A. Mateos, México, Ed. Porrúa (“sepan cuantos...”, 514), y Escenas de la vida militar en México, del francés G. F. Ferry. FERRY, Gabriel (Seud. Luis de Bellamare): La vida civil en México por (...). Presentación de Germán List Arzubide. México, Talleres Gráficos de la Nación, 1974. 111 pp. (Colección popular CIUDAD DE MÉXICO, 23). 44 Se desconoce cuándo, cómo y por qué Hidalgo se interesa por Agustín Marroquín, pero parece que su existe una relación entre ambos nacida antes de la misma conspiración de la Independencia.
Las pocas referencias en torno de este popular torero, más de nombre que de hazañas taurinas, se dan en su relación enfermiza con la muerte. Y el ejemplo más claro lo proporciona uno de los personajes de la novela de G. F. Ferry que, en torno al matador, señala: …con una mano sostenía una antorcha, y con la otra blandía una de esas largas espadas de dos filos, que se emplean en las corridas de toros (…) Cubría su rostro una espesa barba, y su camisa, húmeda y ensangrentada, marcaba sus robustas espaldas. Sus ojos brillantes y la feroz expresión de su fisonomía, me hacían creer en una aparición diabólica45. Más adelante, Ferry pone el siguiente comentario en boca del torero: Escucha, amigo. Has de saber que no he degollado esta noche (…) Esos doscientos españoles decían, como tú, que eran amigos del general, lo cual no ha impedido que… ¿creerás que aún tengo sed? El aguardiente puro no embriaga tanto como la sangre.46 Y el otro personaje describe: El robusto torero, a quien había visto paralizar con mano poderosa los esfuerzos de los toros en las plazas, me venció de nuevo cuando un caballero47… Valgan, pues, tales párrafos, propios más de la ficción que de la realidad, para lograr un perfil de un toreador que, pese a sus inconfesables vicios, representa una parte confusa de la historia no sólo Patria, sino tauromáquica, época en donde nada es lo que parece y en la que cualquier bandolero o no, con el arrojo y la fuerza corporal necesaria para enfrentar a un toro o asesinar a un hombre, puede participar en lo público o en lo privado en el espectáculo y evolución de la fiesta brava. Algunos datos más acerca de su vida, los encontramos en la tesis de licenciatura en Historia que Benjamín Flores Hernández presentó en 1976, quien apunta: De origen español,48 quizás ya en su patria había ejercido la profesión de torero. En 1803 pasó a México, adonde vino acompañando a don José de Iturrigaray, en calidad de su criado. Aquí se encargaba de llevar a pasear a los hijos del virrey. Más adelante se hizo tahúr y luego lidiador profesional. No he encontrado noticias sobre las ocasiones en que entrara a bregar con toros en las plazas: sin embargo, parece que llegó a gozar de cierta fama. Tiempo después se convirtió en bandolero. Por un robo que hizo en México debió salir huyendo de la capital, logrando mantenerse oculto por un tiempo gracias a la ayuda que le prestó su antiguo amigo Antonio San Román –tío abuelo del sacerdote historiador Agustín Rivera-, quien lo escondió en Guadalajara. Aprehendido por fin en dicha ciudad, permaneció preso por espacio de algunos años hasta que lo libertó el cabecilla insurgente José Antonio Torres. Tal vez Miguel Hidalgo y Costilla lo conocía ya desde antes; el caso es que al entrar a la capital tapatía en noviembre de 1810 lo declaró públicamente libre de toda culpa y le encargó organizar la matanza de españoles en la propia Guadalajara. En las que él llamaba pomposamente sus “operaciones” llegó a privar de la vida a más de 700 peninsulares. Alcanzó grado de coronel. Siguió con la comitiva de Hidalgo hasta que todos los que iban en ella fueron aprehendidos en Acatita de Baján. Tras ser juzgado, fue fusilado en Chihuahua, al lado del mariscal Ignacio Camargo, el 10 de mayo de 181149.
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Núñez y Domínguez, op. cit., p. 79. Ibidem. 47 Ibid. 48 Aunque existen claras evidencias de que nació en el estado de Veracruz. 49 Benjamín Flores Hernández: "Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII", México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p., p. 311. 46
He aquí un corrido que escribió, hacia 1810 Terencio Higareda e Íjar, dedicado al oscuramente famoso “Torero Marroquín”:
Corrido (Romance) del Torero Marroquín. LA INHUMANIDAD DEL TORERO MARROQUÍN. Quando el hombre a las pasiones les concede franca rienda, labra su propio destino para una fortuna adversa. La historia de Marroquín ha sido bien manifiesta: Tubo padres muy honrados… ¡Oxalá (sic) no sucediera asi, puesto que a los mismos que el ser le dieron, de afrenta, de vituperio cubrió con su conducta perversa! Dotóle el cielo de aliento ¿Quién pensará revolviera este favor contra el propio que le concedió tal prenda? Sirvió algún tiempo en las tropas logrando ascensos en ellas, Hasta que sus travesuras, según comúnmente cuentan, lo apartaron del servicio
consiguiendo la licencia. Entonces tomó el oficio de Torero, donde encuentra, con peligro de la vida, deshago a su soberbia exercitando (sic) en las plazas aquella índole sangrienta. Ni persuasiones, ni ruegos de los suyos, aprovechan para desviarle del rumbo de tan riesgosa carrera. Los aplausos de la plebe, admirando su destreza, dieron a la vanidad de este osado más vehemencia. Montaba bien a caballo en medio de la carrera desensillaba, y volvía a ensillar, sin que pudiera haber quien le compitiese con galopa a media rienda sobre dos brutos parado andaba; finalmente era muy afamado en la lucha de las irritadas fieras. No contenta sus anvicion (sic) con la franca subsistencia que su habilidad le daba, a los crímenes se alienta, por caminar de los vicios desenfrenado la senda. Cometer solo el primero delito, trabajo cuesta; después de uno en otro forman enlazados la cadena de robos, asesinatos, atrevimientos, violencias, y quanto malo al precio el hábito le acarrea. Así sucedió a este iniquo: Aunque la justicia recta lo aprisionó, lo contuvo, no hubo lugar a la enmienda. por lástima, por piedad, por indulto, o por clemencia dos veces se libertó de la sentencia postrera. De Señores protegido con inaudita franqueza se miró, esperando que otra vez no delinquiera; pero quien hizo costumbre la maldad, no le aprovechan
avisos ni beneficios, y por todos atropellas. Cayó preso últimamente en Guadalaxara, excelsa corte de la Tierra-adentro en una prisión estrecha guardó la víbora insana que emponzoñara cruenta la paz de sus moradores. Apareció la tremenda insurrección; los autores buscaron para cabezas de tan traydores designios las personas más perversas de Nueva España. Después malogradas sus empresas en las Cruzes, en Aculco, Guanajuato, y otras tierras de Michoacán, encontraron ser vana la resistencia contra las tropas del Rey. Truxillo, Cruz, y Calleja invencibles, defendiendo la justa causa, los hechan confundidos, a pesar de su muchedumbre inmensa. la inerme Nueva Galicia, para vengarse proyectan invadir… Entran furiosos arrollando quanto encuentran, del número desigual validos en la sorpresa; su Capital toman, donde fue primera diligencia del rebelde Hidalgo, dar libertad, a quien pudiera ayudarle en los proyectos sanguinarios: encomienda el mando de quatro mil foragidos, al que hiciera con el humo de venganza la más horrible tragedia. ¡Oh Dios! Aquí al acordarse el corazón duda y tiembla… ¡Horroriza esta memoria, anudándose la lengua! El instrumento feroz de oprimir tanta inocencia, destruir todo Gobierno, y aún saquear a las Iglesias, fue el infame Marroquín. quando tiranos decretan los tristes asesinatos
en personas tan exentas de delito, como honrados padres de la patria misma, a la barranca lo envían, Teatro de esta funesta execución: allí hicieron extremecerse las piedras. Sacaban los infelices en las lóbregas tinieblas, resonando penetrantes lamentos, llantos, y quexas: Al impío tribunal de un monstruo los encomiendan cuya sed, sin respetar la dulce naturaleza, en efusiones de sangre solamente se deleita. ni lugar les concedía a clamar en la tremenda hora ante aquel Criador benigno que los espera: Martirios y soledad su desventura acrecientan. ¡Noches de horror, de amargura! ¡Niños huérfanos, doncellas Viudas honradas, sentían con las voces lastimeras despedirse sus maridos y padres, hasta la eterna vida, dexando las casas asombradas y desiertas! Córtase un eterno velo a la posteridad nuestra para que tales acciones se olviden o se obscurezcan. ¿Pero quedó sin castigo tanto número de ofensas? Nó: pues milagrosamente en la batalla se observa de Calderón asistir la divina Omnipotencia desbaratando al tirano Nembrot, sin que le valiera el desmedido poder de una muchedumbre inmensa. En la prisión, el valiente Elizondo hizo temieran Inexorable justicia de la sacra Providencia, con cuyo auxilio logró hacer tan heroica empresa, que será inmortal su gloria para la edad venidera.
El plomo lo respetó burlando con ligereza los tiros de Allende, quien perdió al hijo en la refriega. ¡Cómo acobarda el delito! Custodiando la defensa del principal Jefe, aquel Torero, cuya braveza ponderaban, se rindió a la intimación primera: La voz del Rey convirtió al cruel tigre, mansa oveja, entregándose abatido a arbitrio de la sentencia. El impío en esto para, sirva a todos de experiencia: Quien mal anda mal acaba: quien daño hace bien (ilegible) espera: El temerario, que al cielo arroja atrevido flechas, en castigo de su culpa es preciso que les hieran. Ya se ha cumplido la suerte que se buscó y le condena: Mas pues con la vida paga atrocidades diversas; pidamos como Cristianos en el instante que muera, de satisfacción al mundo, y Dios de su alma se duela. Terencio Higareda e Íjar.50 El torero Agustín Marroquín, por Ramón Macías Mora. En Escenas de la vida militar en México dice el novelista francés F.G. Ferry [TORERISIMO DE MÉXICO, Edición de aniversario: 1994.] Citado en: Macías Mora, Ramón, La Corrida de Ayer, Edición del autor, Guadalajara: 1996 pp. 80, 81. A propósito del torero Marroquín: Se presentó en Guadalajara y con una mano sostenía una antorcha y con otra blandía una desas largas espadas de dosfilos que se emplean en las corridas de toros... cubría su rostro con una espesa barba era de elevada estatura y su camisa, húmeda y ensangrentada, marcaba sus robustas espaldas; sus ojos brillantes, y la feroz expresión de su fisonomía, me hacía creer en una aparición diabólica... el robusto torero, a quien había visto paralizar con mano poderosa los esfuerzos de los toros en las plazas. “Marroquín” fue el encargado de la ejecución de los españoles en Guadalajara, siguió a Hidalgo después del desastre del puente de Calderón ascendió a Coronel, pero aprehendido en Acatita de Baján, fue condenado a muerte y fusilado en Chihuahua el 10 de Mayo de 1811. Junto a los próceres de la Independencia.” De un documento procedente de los manuscritos, pertenecientes a la Real Audiencia de Guadalajara se trascribe lo siguiente:
50
Op. Cit.
“Encontrándose todo sin perjuicio en la causa principal, y debiendo empezárseles a contar el tiempo en sus respectivas condenas donde la (Dicha) causa la sentencia de (Nuestro) (Comandante) (General) y (que) (para) su cumplimiento se devuelva la causa a ese jefe , (para) (que) notificando a los reos la (superior) determinación [Nuestro General Intendente] y ejecutada la pena de azotes, los tenga a disposición en (nuestra Real Audiencia), a cuyo tribunal pasará (oportunamente) la causa y (que) en uso de su jurisdicción provea en lo (general) lo que exige la justicia. México 3 de setiembre de 1809. [Rúbrica Basalles].” Continúa: “Ejecútese en los reos Agustín Marroquín y Felipe Rodríguez, incursión en delito de resistencia a la justicia (Real) ordinaria, auxiliada de la tropa, la sentencia de doscientos azotes; y además diez años de presidio al primero en La Habana; y seis al segundo en Acapulco; consultada por el {señor} auditor general de este ejército, (don) Miguel Basalles, en el dictamen que antecede y con el cual me conformo enteramente. México 12 de (septiembre) de 1809. (rúbrica Miguel Constanso).” [Fojas frente Real Audiencia. Fondos Especiales. Biblioteca Juan José Arreola de la Ude G. Clasificación 6-10-158 Ramo criminal. (Citado en: La Corrida de ayer ibídem). Al parecer Marroquín llegó a América por ahí de 1803 como criado del virrey Iturrigaray quien por cierto gozaba de las lides taurinas, y tenía entre sus sirvientes al famoso Aguilera jinete de quien el célebre Ignacio Gadea aprendió la suerte de poner banderillas a caballo. Disponible en internet marzo 14, 2019 en: https://www.milenio.com/opinion/ramon-macias-mora/umbral/el-torero-agustin-marroquin AGUSTÍN MARROQUÍN (XXXX - 1811)
Fusilamiento de d. Miguel Hidalgo y Costilla en el patio interior del ex colegio de Jesuitas en Chihuahua Chih. Méjico Cortesía del Sitio Web: OMNIA.COM.MX (Sólo para efectos ilustrativos). Fungió como torero en el bajío guanajuatense mejicano en los años previos a la independencia de México y a quien conoció el libertador d. Miguel Hidalgo y Costilla en su faceta como aficionado y criador de toros de lidia. Agustín Marroquín fue liberado de la cárcel, donde se hallaba recluido por la comisión de diversos delitos, por las tropas de Hidalgo al llegar a Guadalajara, Jalisco, Méjico. Ahí d. Miguel Hidalgo le nombró como uno de sus capitanes de confianza y escolta personal. En esta misma ciudad, se autorizó (en represalia por las atrocidades españolas) la degollación de unos 200 españoles que se tenían presos, y los cuales fueron sacados fuera de la ciudad en diversas partidas
de 20 á 30.51 Tales actos venían a rebajar mucho el mérito del caudillo, pues pareciera que de esta manera se proponía imitar al sanguinario brigadier de caballería, d. Félix María Calleja del Rey, o propiciar el intercambio de prisioneros de guerra. El Torero Marroquín fue el instrumento de estos horrores, pues además dirigió los fusilamientos de españoles (hombres, mujeres, ancianos, niños) realizados todas las noches durante 15 días en esa ciudad. El capitán Agustín Marroquín, caudillo de la insurgencia, fue aprehendido en Acatita de Baján (Municipio de Castaños, en el norteño Edo de Coahuila, Méjico), junto con el Cura Miguel Hidalgo y otros capitanes insurgentes que fueron masacrados poco tiempo después, siendo fusilado y degollado después de muerto, y su cabeza colgada en plaza pública como escarmiento, el 10 de mayo de 1811 en la ciudad de Chihuahua. El historiador Luis Castillo Ledón, en su biografía de don Miguel Hidalgo y Costilla, registra que Agustín Marroquín arribó a la Nueva España en 1803, sirviendo en casa del virrey Iturrigaray, y que tras ser despedido se hizo tahúr y bandolero, que toreaba por el Bajío y que acusado de robo pasó cinco años en la cárcel de Guadalajara hasta que su antiguo conocido y proveedor de toros, el curaganadero de Jaripeo, don Migue Hidalgo, lo libera a finales de noviembre de 1810, permitiendo además que tomara venganza de sus aprehensores, por lo que el resentido diestro mató a estoque o degolló y apuntilló a docenas de españoles y criollos en la barranca de Oblatos. Ocho meses después, el torero Marroquín también sería fusilado en Chihuahua, junto con los jefes insurgentes Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, cuyas cabezas estuvieron 11 largos años enjauladas en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, pudriéndose a la intemperie para escarmiento de los que soñaban con una patria independiente y menos injusta. Fuente: Leonardo Páez/ Periódico La Jornada/Lunes 27 de septiembre de 2010, p. a46 http://www.jornada.unam.mx/2010/09/27/index.php?section=deportes&article=a46n1dep Refiere el escritor e historiador mexicano Héctor Budar Martínez, en su obra "Final sin Gloria (Doscientos años de historia)" al detallar la biografía de Agustín Marroquín, que, teníamos conocimiento de que varios de nuestros héroes libertarios fueron arrojados jinetes que se daban a la práctica de montar y torear toros cerriles, por mera diversión. Así mismo sabíamos de la gran afición a las corridas de toros del llamado Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla y que su pasión por la fiesta brava lo llevó a criar toros bravos en tres haciendas de su propiedad, enclavadas en el municipio de Irimbo, en el hoy estado de Michoacán, que fueron: Jaripeo, Santa Rosa y San Nicolás, pero no imaginábamos que, en su ejército independentista, militaban dos toreros que vivían de ese oficio. Uno fue conocido como el "Torero Luna" por así apellidarse, teniendo como jefe inmediato al capitán Juan Aldama, quien le tenía especial aprecio por cumplir con disciplina y valentía las más riesgosas acciones. Este torero insurgente murió en combate por el rumbo de Acámbaro, en la actualidad perteneciente al estado de Guanajuato. El otro fue Agustín Marroquín, torero español que llegó a la Nueva España en 1803, como miembro de la servidumbre del Virrey Don José Iturrigaray y a quien está dedicado este relato. El diestro peninsular a unos cuantos días de haber llegado a suelo Azteca, toreó en la plaza del "Volador" en las fiestas de posesión del Virrey a quien servía. En el transcurso del festejo, su carácter altanero lo involucró en agra disputa por la compraventa de las carnes de los toros muertos en la corrida, que eran de su propiedad como pago por su actuación, según la costumbre establecida. Resulta que Don Gabriel Yermo, uno de los comerciantes más ricos de todo el reino, con su bien ganada fama de avaro y usurero, se había adjudicado la exclusividad de comprar la carne, por las que pagaba la mitad de su precio habitual, a lo que Agustín Marroquín no estuvo de acuerdo protestando el abuso ante el Virrey, autorizándole este la libertad de vender el producto que le correspondía a quien quisiera. Esta licencia no fue del agrado del abusivo comerciante quien era temido influyente en las altas esferas de la corte, convirtiéndolo así en el más acérrimo enemigo del Virrey y durante más de cinco años estuvo conspirando en su contra, tomando cumplida venganza, cuando en vista de la invasión napoleónica en el reino español, Iturrigaray Luis Castillo Ledón: Hidalgo. La vida del héroe. Edición facsimilar. T. II. (…). Prólogo de Armando Escobar Olmedo. Morelia, Michoacán, Frente de Afirmación Hispanista, A.C., 2003. XV + 91 p. El 14 de noviembre de 1810 “…41 españoles prisioneros fueron conducidos a la Barranca de Las Bateas y sacrificados por el coronel Alatorre, capitán Muñiz, Vicente Loya y el torero Agustín Marroquín. (p. IX). 51
propuso independizar la Nueva España, escuchando las sugerencias de los licenciados Primo de Verdad y Azcárate. Don Gabriel enterado de este propósito, armó a todos los españoles que se sentían traicionados y aprendió al Virrey la noche del 15 de septiembre de 1808, lo depuso, lo encarceló y lo envió preso a España, corriendo igual suerte las autoridades que compartían con él su proyecto. Así una discrepancia comercial de Agustín Marroquín, de insignificante valor, le costó el desprestigio y el virreinato a su amo. Quisimos contar con esta anécdota para ir construyendo la personalidad de este torero, que meses después del incidente de su primera corrida, abandonó el servicio al que vino encomendado y se dio a torear por el Bajío con el apoyo del cura Hidalgo que le vendía a crédito el ganado en los festejos que él mismo organizaba, cumpliendo con Marroquín se fue haciendo de renombre por esta región, como un torero valiente, dominador y eficaz con la espada, lo que ayudó a que el trato comercial, Torero-Empresario y el Cura-Ganadero, se fuera convirtiendo en sólida amistad, en la que compartían cierta afinidad ideológica. Sin embargo, este hispano aventurero, no fue lo que hoy se conoce como un verdadero profesional de los ruedos y su círculo de amigos más íntimos no era precisamente la gente decente, sino la sórdida compañía de bandoleros, tahúres y malvivientes. Esto último puso al descubierto la verdadera personalidad de este sombrío sujeto que en su indigna faceta, cometía hurtos y toda clase de delitos amparado en la impunidad. En esta carrera criminal cometió un importante robo en la Capital de la Nueva España, hecho que fue muy difundido, por lo que nuestro personaje en compañía de sus compinches se dio a la huida por los rumbos que este conocía. Así después de varias semanas de andar a "Salto de mata" llegaron a la población de Lagos de Moreno preguntando por Don Antonio San Román, informados que dicho señor vivía en la hacienda de La Cofradía, propiedad de un hermano suyo a poca distancia de Lagos. Al dar con él, Marroquín le pidió que los hospedara en la hacienda, cosa que no fue posible por la negativa de su hermano, pero si fue convencido para que los acompañara a ciudad de Guadalajara, ya que Don Antonio conocía la ruta de la hoy capital de Jalisco, a donde llegaron después de tres jornadas a caballo, alojándolos en la casa de sus amigos los esposos Marentes, Don Francisco y Doña María, quienes recibieron a Don Antonio y sus acompañantes de muy buena voluntad, cortesía que pocos días después pagaran con la prisión, ya que cierta noche los facinerosos fueron descubiertos y aprendidos por orden del alcalde de la ciudad, Don Tomás Ignacio Villaseñor y conducidos al presidio incluyendo a Don Francisco y a Doña María, que fue internada en el claustro de las recogidas, una especie de cárcel para mujeres y convento. Los hombres fueron encarcelados sin darles a conocer la pena que tenían que cumplir en el encierro, teniendo que soportar el delincuente torero 200 azotes a su llegada y él y sus amigos las tareas más infames del presidio. Pasaron cinco años en los que el resentimiento se acrecentó, antes que su amigo el cura Hidalgo diera el grito de independencia en Dolores en el mes de septiembre de 1810 y cuando Don Miguel Hidalgo entró triunfante a Guadalajara en el mes de noviembre del mismo año, se enteró de la situación de Agustín Marroquín, ordenándole a Don José Antonio Torres, ponerlo en libertad y en junta de oficiales, lo declaró solemnemente libre de toda culpa y lo nombró capitán de su ejército insurgente exigiéndole juramento de fidelidad. Su primera encomienda fue llevar a cabo la matanza de españoles aprehendidos en la hoy Perla Tapatía y lo hizo con tal crueldad, que ha pasado a formar parte de la historia como una negra mancha en la lucha independentista. Más de 800 españoles fueron degollados personalmente por este sanguinario torero que fue acumulando odio en una sola noche para cobrar su deuda con las autoridades que lo apresaron y sus familias. Son varios los escritores que se han ocupado de la triste celebridad de Agustín Marroquín, entre ellos, el licenciado Juan A. Mateos, Hernández y Dávalos, Lucas Alamán, y aunque el escritor francés F. G. Ferry narra esta historia novelizada, no exagera con la crudeza como lo relata, pues se dio a la tarea de investigar. Quienes se han ocupado del tema coinciden en que después de la batalla del puente de Calderón fue ascendido a Coronel y con ese grado militar fue aprehendido con el cura Hidalgo y sus correligionarios en las Norias de Baján. En el juicio que se le siguió en la ciudad de Chihuahua, fueron condenados a muerte los insurgentes y el 10 de mayo de 1811 fue fusilado por la espalda Agustín Marroquín como afrenta por lo hecho contra sus connacionales. En este ajusticiamiento también fue ejecutado el mariscal Don Ignacio Camargo. Así en un triste final sin gloria terminó la carrera de este sombrío torero que no supo dignificar la profesión.
Disponible en internet marzo 14, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1811 Algunos datos más sobre Agustín Marroquín aportados por Mario Mata:52 En archivos históricos o particulares ubicados en el actual estado de Jalisco, como es el caso de la familia Sanromán, ubicada en Lagos de Moreno, hoy día bajo resguardo del señor Jorge Sanromán Quiñones, podemos conocer actividades de personajes insurgentes referidos y otros como Blas Sanromán un activo comerciante antes y durante la guerra de independencia asociado con Ramón Morúa un prominente criollo del consulado de Guadalajara. Esta sociedad SanrománMorúa trabajó en la ruta comercial desde el puerto de San Blas-Guadalajara-Feria de San Juan y Lagos. Abundan documentos de esta relación e inclusive mapas del siglo XVIII del puerto de San Blas, probanza de hidalguía de Ramón Morúa para acceder a cargos reales así como documentos de Urbano Sanromán de los primeros impresores de Jalisco y miembros de la diputación provincial que promovió la creación del estado de Jalisco. De esta misma familia proviene Eustaquia Sanromán madre del historiador laguense Agustín Rivera y hermana de Antonio Sanromán un insurgente que fue apresado junto con Agustín Marroquín en Guadalajara por robo desde 1805 y liberados el 11 de noviembre de 1810 cuando las tropas insurgentes ocuparon esta ciudad. Tras el arribo de Hidalgo a Guadalajara nombró como su mozo de estribo a Marroquín a quien había conocido previamente el Cura de Dolores en su faceta como aficionando y criador de toros de lidia cuando Marroquín era torero en el bajío guanajuatense. El torero Marroquín por órdenes de Hidalgo fue quien degolló a los españoles en otro reflejo del nivel de los odios gestados en las tensas relaciones incubadas en la sociedad novohispana. (p. 14-5). Durante la detención y proceso que se impuso sobre Hidalgo y sus lugartenientes, se realizaron diversos juicios sumarios, en uno de los cuales se pidió declaración a Agustín Marroquín, y esto fue lo que dijo, lo cual parece ser de enorme importancia, aunque deben tratarse con sumo cuidado. Veremos porqué. Marroquin confesó el hecho, aunque disminuyendo el número de víctimas muertas por él; declaró que había sido salteador de caminos, por lo cual se hallaba preso en la cárcel de Guadalajara cuando entró en la ciudad Torres, quien le puso en libertad; dijo que pensó entonces entrar en buena vida volviendo a su casa, que estaba en la hacienda de San Pedro, en los llanos de Apan, donde había nacido; aseguró, creyendo contraer así un gran mérito para con los jueces, que había intentado apoderarse del cura Hidalgo después de la batalla del puente de Calderón para presentarlo al general Calleja; y con el objeto de ganar tiempo para ver si así se salvaba dc ser sentenciado a muerte, pues estaba casi persuadido de que se le condenaría a ella, ocurrió al medio singular de decir que no estaba bautizado, porque siendo hijo del cura de su pueblo, se había abstenido éste de administrarle el sacramento del bautismo. No fu todo esto mas que un ardid, pues cuando se le sentenció a muerte y se le puso en capilla, manifestó que era falso lo que había dicho. Marroquín (quien en esos momentos llevaba el triste alias de “verdugo”) fue pasado por las armas el 10 de mayo de 1811 en la plaza de los ejercicios de Chihuahua, cumpliéndose así con la sentencia, misma que apareció reproducida en la Gaceta del gobierno del 17 de octubre, también de 1811.
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Profesional Asociado en Archivonomía por la Escuela Nacional de Biblioteconomía (ENBA) y Archivonomía de la Dirección General de Educación Superior de la Secretaría de Educación Pública (SEP). Fundador y Director del Archivo Histórico Municipal de lagos de Moreno, Jal. La información procede de un texto elaborado por el autor, con el título “Fuentes primarias para la investigación en torno del bicentenario de la Independencia” (22 páginas), esto en abril de 2009.
Marroquín, seguramente el personaje que va a caballo y con la espada desenvainada, era permanente escolta en los recorridos de Miguel Hidalgo. En algún otro apunte más que he localizado, se encuentran las siguientes anotaciones hechas por Carlos Cuesta Baquero: “Las últimas corridas en el coso construido en “El Volador”, lugar próximo al Palacio Nacional, hacia el rumbo del Sur se celebraron en el año de 1808, en tiempo del Virrey don Francisco Javier Venegas. “Fueron los festejos taurómacos para celebrar el arribo de ese gobernante. En las cuadrillas figuró como espada un mexicano, nombrado Agustín Marroquín. Ese personaje taurómaco tomó después, participación en la guerra de nuestra Independencia, en las filas insurgentes. Con tal motivo acompañó a nuestros primeros libertadores –Hidalgo, Allende, Abasolo, y Aldama- y fue con ellos hasta Chihuahua, donde fue fusilado. El lidiador, por rencillas personales con los realistas, era terrible adversario, que tomaba gustoso el empleo de verdugo, para degollar prisioneros españoles”. (Almanaque de El Universal Taurino. T. V, México, 07.01.1924, N° 117). MASÍAS o MACÍAS, Refugio: “…una mujer nombrada REFUGIO MASÍAS, se presentará en el circo montada en un hermoso corcel con garrocha en ristre, para picar a un toro de los valientes de la lid, cuyo lance tiene acreditado esta Lidiadora mexicana por Tierradentro, en las plazas de Querétaro, San Luis Potosí, etc., según los informes que ha tomado la empresa; y si la fortuna favorece su valor, como ya le ha sucedido otras veces, ofrece, sin apearse, clavar algunas banderillas al mismo toro”. Este anuncio aparece en el cartel celebrado en la plaza principal de San Pablo, para el domingo 30 de mayo de 1852. MATA MUÑOZ, Antonio, Copao: Matador de novillos, valenciano, nacido el 11 de enero de 1880. En 1903 marchó a México, toreando bastante por aquellos Estados, alternando con matadores de toros. regresó a su tierra, haciendo su presentación en la plaza de Madrid el 28 de febrero de 1909, estoqueando novillos de Moreno Santamaría en unión de Pacomio Peribáñez y Martí Flores, consiguiendo entusiasmar a la afición de la capital española; pero en sucesivas corridas no logró confirmar la calificación brillantísima obtenida en su primera tarde, por lo que su nombre perdió todo interés, marchando a México nuevamente. (J. M de C, III, 571).
MATEO, Antón, Patón: Matador al principio, y banderillero, por fin, de escasísimo relieve, que como banderillero actúa en Madrid en 1868. Marchó a México el año de 1878. Allí pierdo su pista. (J. M de C, III, 571). MATEOS, Gregorio: Torero profesional de a pie. Intervino en las lidias que se hicieron en el Paseo Nuevo de Bucareli durante diciembre de 1796 y enero y febrero de 1797. Quizás fuera el mismo “Gregorio” –de cual sabemos solamente su nombre y que probablemente toreaba a pie- que tomó parte en las corridas realizadas en la plazuela de San Lucas entre 1790 y 1791. (BFH, 2012, 379). MATHEOS, Joseph: Rejoneador e integrante de las cuadrillas que realizaron diversas evoluciones, participó en las fiestas que, con motivo de la dedicación del templo de Nuestra Señora del Carmen, se desarrollaron en Tehuacán, Puebla, en 1783. MATIAS, Ramón, Mellao: Picador de toros americano. En plazas de México y Ecuador actuó algún tiempo a las órdenes de diversos espadas indígenas y españoles. El año 1912 tuvo una temporada lucida en Quito, Ecuador. (J. M de C, III, 572). MAYORGA, José: Torero profesional de a caballo. Actuó en las corridas que se hicieron en México durante 1785 con motivo de la recepción del conde de Gálvez. (BFH, 2012, 380). MAZA, Antonio: Banderillero. Integrante de una cuadrilla infantil mexicana, misma que se presentó en la plaza de toros de Toluca, el domingo 30 de enero de 1887. MAZZANTINI y EGUÍA, Luis: Matador de toros español. Este personaje es, luego de Rafael Molina “Lagartijo”, Salvador Sánchez “Frascuelo” y Rafael Guerra “Guerrita” uno de los que mayor número de biografías existen al respecto de su vida y sus quehaceres como torero, político, actor y personaje público. Dado que esas obras son en realidad el cúmulo de fuentes en las cuales se puede encontrar “santo y seña” sobre sus diversas presencias e influencias, me permito reducir la presente referencia a los datos básicos pertinentes. Luis Mazzantini y Eguía, nació en Elgóibar, el 10 de octubre de 1856. Muere en Madrid, el 23 de abril de 1926. Vino a México desde 1887, y así continuó hasta 1904, en que se despide de la afición de este país. En sus temporadas, privó un síntoma de “amor-odio” que prevalece desde que se presentó en la ciudad de Puebla, el 27 de febrero de aquel año, causando una admiración con su sola presencia. Cayó en gracia y se formó en torno suyo un estigma que mucho trabajo le costó quitarse de encima, luego de su presentación en la plaza de toros “San Rafael” de la ciudad de México el 16
de marzo de 1887, asunto al que me referiré tan luego concluya el material dedicado a su presencia en Puebla de los Ángeles. LA CURIOSA PUBLICIDAD QUE SE UTILIZÓ EN LA PRESENTACIÓN DE LUIS MAZZANTINI EN PUEBLA, HACIA 1887. Elaborando uno de los trabajos que están en proceso, y que corresponde al “Anuario Taurino Mexicano, 1887” encuentro una serie de apuntes que destacan la serie de actuaciones que se programaron para presentar a Luis Mazzantini y su cuadrilla en la ciudad de Puebla. Los festejos en que participó el diestro guipuzcoano, tras su presentación el domingo 6 de febrero tuvieron lugar el 27 de febrero, así como el 6 y 13 de marzo de 1887, respectivamente. El hecho es que tras aquella actuación, se preparaba un buen aparato publicitario que magnificara las hazañas de esta bien integrada compañía de “gladiadores”, y así fue como tanto en La Patria, en su edición del 13 de febrero de 1887, p. 3, o El Arte de la Lidia, año III, 3ª época. México, domingo 20 de enero de 1887, N° 14, p. 4 nos advierten: Al público.-Venciendo obstáculos que parecían insuperable y no deteniéndose en el gasto de una suma de dinero que habría espantado a no pocos empresarios, los de la plaza del Paseo Nuevo de Puebla han tenido la inmensa satisfacción de asegurar la venida del Rey de los diestros españoles, de la primera figura de la época moderna en el arte del toreo, del incomparable y universalmente aclamado Luis Mazzantini y no solo han obtenido traer al famoso espada, sino que, pagando a precio de oro la exclusividad han conseguido que ni él ni su soberbia cuadrilla acepten contrata alguna para ninguna otra plaza de la República. En Puebla, pues, y solo en Puebla, los aficionados al grande y viril espectáculo nacional, es en donde tienen la primera y única oportunidad de presenciarlo en toda su pureza, en toda su extensión y ejecutado con todas las reglas que enseña el arte y ha sancionado la experiencia en las plazas más afamadas de la Península española. A la par que a Mazzantini, los aficionados van a ver, no a una cuadrilla de adocenados toreros o de medianías, no un cuadro como no lo han visto mejor ni en Madrid ni en Sevilla en sus afamados redondeles. En esa cuadrilla figuran el intrépido sobresaliente de espada Luis Mazzantini, alternándose con su hermano D. Tomás, Barbi, Galea, Bienvenida, el Primito, Fernández, Badila, Ramón López, Francisco Fernández, Agujetas, Enrique Sánchez, el Ronco y Manuel Rodríguez que todos son reputados maestros y de los cuales se puede decir que, el que menos, tiene un envidiable lugar entre los más aplaudidos. Para hacer lucir todo el mérito de una cuadrilla como la contratada comprenderá muy bien el público que todo gasto ha parecido aceptable con tal de obtener toros bravos y de fama que garanticen el éxito de las corridas. A este efecto, y pagándolos sin regatear, se han comprado 20 fieras de la ganadería sin rival de San Diego de los Padres. Con esos toros, que los públicos más exigentes del país han reconocido como los mejores, y con las afamadas notabilidades que van a lidiarlos, la empresa tiene la seguridad de que el público de todas las ciudades de la República que la honre con su asistencia, proclamará eternamente que las lides presenciadas en Puebla, han sido el gran suceso taurino de la época. PROGRAMA Primero. A la diez y media de la mañana de los días de corrida se verificará en la estación del Ferrocarril Mexicano la solemne recepción de los trenes de recreo que vengan de la capital y los pasajeros serán conducidos en medio de músicas y cohetes al centro de la ciudad. Segundo. A las doce en punto recorrerá las calles de la histórica Puebla, en medio del alboroto universal, la grande y afamada cuadrilla de Luis Mazzantini en el convite de costumbre, al cual se procurará dar el mayor lucimiento.
Disponible en internet, abril 20, 2015 en: http://www.bibliotoro.com/bm_palabras.php?tlo=mazzantini Tercero. A las dos de la tarde se abrirán las puertas de la plaza para facilitar el acomodo del público en todas las localidades. Cuarto. A las tres en punto será conducido solemnemente el cartel de la plaza de la Constitución a la de Toros del Paseo Nuevo. Quinto. A las tres y media en punto la numerosa cuadrilla Mazzantini, previa la presencia de la autoridad, se presentará a saludar a esta y a la concurrencia. Sexto. Inmediatamente comenzará la lidia a muerte de 5 soberbios toros de la inmejorable ganadería de San Diego de los Padres, los cuales serán jugados, picados, rejonados (sic) y matados al estilo clásico de España. Ahora bien, sucede que en la búsqueda permanente que, como investigador suelo hacer en archivos y bibliotecas, puede dar con un cartel que viene a considerarse como el complemento publicitario perfecto, y que ilustra –no podía ser de otra forma-, todas las circunstancias de aquella aventura angelopolitana que don Luis Mazzantini realizó entre aquellos días de marzo de 1887. Por tal motivo me parece más que apropiado incluir y desmenuzar el mencionado documento que pertenece al fondo de “Papeles sueltos”, y que forma parte de la colección de documentos que resguarda actualmente la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en su sede de Chapultepec. Veamos.
Todo él resulta una delicia, puesto que presenta las características tipográficas y de diseño que prevalecían en la época. Destacan aquí los grabados que Manuel Manilla trabajaba por aquel entonces, así como la “buena mano” presente por parte de un editor que lamentablemente se desconoce, pues una de dos: su nombre quedó arrancado por el paso del tiempo debido a la fragilidad de ese papel de “china” en que quedó impreso el mismo, o fue omitido por tratarse de una publicidad exclusivamente manejada a favor de Luis Mazzantini, y en la que pudo haber estado detrás de ella no solo la empresa, sino la que corresponde al Ferrocarril Mexicano. Por lo tanto, y debido a la magnitud del acontecimiento, parece importante que, a raíz de la ubicación de este soporte, nos permitamos seguir conociendo parte de aquella organización en torno a los festejos en que participó el de Guipúzcoa, es decir, los días 27 de febrero, 6 y 13 de marzo de 1887, en víspera del famoso escándalo ocurrido en la ciudad de México, justo el 16 de aquel mismo mes, y del que en otras colaboraciones se ha dado puntual detalle al respecto. PRESENTACIÓN DE LUIS MAZZANTINI EN MÉXICO: 16 DE MARZO DE 1887. Hay frases taurinas que perviven debido al hecho de que contienen ciertos mensajes subliminales que se convierten, algunas de ellas en auténticas sentencias. Recuerdo dos, antes de entrar en materia. Una de ellas fue expresada por Rafael Guerra “Guerrita” poco antes de que se retirara, justo en los momentos en que la afición ya no toleraba buena parte de sus acciones. Entonces, el torero cordobés dijo: “¡No me voy. Me echan…!” Del mismísimo “Califa”, ya retirado existe otra “perla”, justo cuando se auto propuso como una especie de parámetro y, sin mayor empacho sentenció: “Después de mí, naiden… después de naiden… (Antonio) Fuentes”, como para afirmar que el de la “Coronela” era, sin duda alguna su natural sucesor. Pues bien, luego de esta pequeña introducción, en nuestro país, y precisamente el 16 de marzo de 1887, Luis Mazzantini se presentaba en la ciudad de México, acompañado de Diego Prieto “Cuatrodedos” para lidiar un encierro de Santa Ana la Presa. Esto sucedió en la plaza de toros “San Rafael”.
He aquí el cartel que apareció en diversos diarios de la capital en aquel día. En una primera nota que publicó El Arte de la Lidia, con fecha 20 de marzo, se puede apreciar la dimensión de lo que resultó todo un escándalo. Veamos. Mazzantini en México. La corrida en la plaza de San Rafael.-El escándalo del miércoles. La Empresa de Puebla. La gran sensación y alboroto de la semana, fue la llegada a México de la cuadrilla española que dirige el espada Luis Mazzantini y su presentación al público de la capital en la corrida de bueyes verificada el miércoles 16 en la Plaza de San Rafael, arrendada por una Empresa de Puebla. La corrida verificada el miércoles, ha sido el camelo más espantoso: toro, pésimos; presidencia, desacertada; público, disgustado; escándalos, desórdenes, etc., fue el resultado de la famosa corrida Mazzantini, en México, que no merece ni los honores de una revista. La corrida terminó después de la seis de la tarde de la manera más trágica, pues las sillas, banderolas y madera de la plaza, tofo fue roto y tirado al redondel, vengándose así los espectadores de la sangrienta burla que se hizo a la culta sociedad de México.
Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 194. La Empresa de Puebla debe haber tenido una entrada de cerca de 30,000 pesos, y según se nos dice, la autoridad respectiva debe haberle impuesto una fuerte multa, debiendo además pagar daños y perjuicios a los Sres. Ferrer, propietarios de la plaza, que ninguna intervención tuvieron en la corrida. La Empresa, al organizar tan precipitadamente esta corrida, nunca llegó a creer su malísimo resultado, a pesar de haber pagado cada toro de los lidiados a 150 pesos. Las reses fueron escogidas por un diestro de la cuadrilla Mazzantini, siendo éste el culpable por haber quedado conforme con su comisionado, prestándose a lidiar toros de tan malas condiciones. En fin, se ha burlado con todo cinismo a la sociedad mexicana. En nuestro próximo número, daremos a conocer a nuestros lectores toda clase de detalles de la corrida, haciendo presente por ahora, que según últimas noticias, la multa impuesta ha sido de 500 pesos. Desafortunadamente ya no apareció la tan anunciada “crónica” en esta revista taurina y de espectáculos. Sin embargo, al consultar el “Lanfranchi”, autor de una de las obras fundamentales del toreo en México, escrita entre los últimos 30 o 40 años, se registra con lujo de detalles lo que otras publicaciones periódicas opinaron al respecto de aquel desagradable asunto. Por parecerme de enorme interés el contenido de las notas recogidas, no resisto incluirlas en esta nueva visión de aquel escándalo que, como se dijo en un principio, dejó, luego del mucho ruido generado una frase que Mazzantini habría de pronunciar ya lejos del escenario donde ocurrieron tan lamentables acontecimientos. De esto me ocuparé al final de este caudaloso registro de información. Lanfranchi comienza apuntando, como ya lo he hecho, la celebración de tal festejo, así como los precios, por cierto fuera de la realidad. Aún así y A pesar de los precios tan elevados, a las dos de la tarde la plaza estaba a reventar. ¡La debacle! Como los empresarios sólo tenían 4 toros de Santa Ana la Presa, de los que habían sido desecados en Puebla el domingo 13 de marzo, completaron el lote con un viejo semental, ya toreado de la misma ganadería y varios que fueron a comprar directamente al rastro capitalino. Además, los de Santa Ana la Presa tuvieron que se traídos rápidamente desde Puebla y llegaron a la plaza de “San Rafael” el mismo día de la corrida, poco antes de que ésta principiara. Al salir al ruedo el primer toro empezó la desilusión del público. Era un torete inofensivo, que se puso a huir de inmediato y al que fue imposible darle un capotazo o un puyazo. Por más esfuerzos que hicieron “Agujetas” y “Badila”, no pudieron ni rasgarla la piel y así pasó a banderillas, las cuales fueron clavadas de cualquier manera por Tomás Mazzantini y “Primito”. El incansable animal seguía dando de vueltas alrededor de la barrera, buscando inútilmente un lugar por donde escapar; mientras Mazzantini, muy enojado, lo perseguía y trataba de cazarlo. Sin dar un solo pase, pinchó 2 veces y dejó una honda muy tendida que bastó.
Aquí viene Mazzantini, detrás del Sr. Falcó, encabezando el desfile de cuadrillas. La imagen corresponde a una actuación que tuvo el guipuzcoano en la plaza de toros “Bucareli”, a finales de 1887. Fotografía de C.B. Waite. Col. del autor. El segundo fue otro torete, igualito al primero, que se asustaba hasta de su sombra y al que, nada le pudieron hacer los toreros. “Cuatro Dedos”, sin saber qué hacer exactamente, corría atrás del fugitivo, hasta perder el aliento, sin lograr darle alcance. Cuando se cansó del jueguito, empezó a pinchar por todos lados, lo que no fue del agrado de los espectadores, los cuales comenzaron a su vez a protestar enérgicamente, dándose cuenta de que habían sido vilmente engañados por los organizadores de la corrida. Algo se calmó la bronca cuando salió a la arena el tercero de la tarde, un toro de mucha romana, pero más viejo que Matusalén, ya toreado, y que desde el primer capotazo hizo sudar tinta a los lidiadores. Bravucón, se quitaba el palo de los picadores con los cuernos, no se dejó partir ni un pelo y llegó entero al tercio final, tras hacer pasar fatigas a los banderilleros “Bienvenida” y Ramón López, que tuvieron que cubrir el segundo tercio. Mazzantini tuvo que enfrentarse a tan indeseable bicho, al que encontró apencado en tablas, rascando la arena de continuo, con la cabeza entre las patas y que a cada pase de muleta lo achuchaba de tal manera, que acabó por ser alcanzado y sufrir la rotura de la taleguilla en salva sea la parte. Muy molesto, entró a matar a paso de banderillas y dejó una estocada caidísima que hizo doblar al bellaco. El cuarto toro fue tan manso (¿cómo sería?), que tuvo que ser devuelto y en su lugar salió otro torote, digno hermano del tercero, con intenciones tan negras como las que él tenía. Mal le fue a “Cuatro Dedos”, que tenía que dar brincos desaforados cada vez que el bicho hacía por él. Al fin descansó cuando logró hacerlo doblar, tras varios pinchazos muy malos y algunas estocadas defectuosas. El quinto también tuvo que ser devuelto y en su lugar, salió al ruedo el que ya había sido regresado a los corrales con anterioridad. ¡Eso era demasiado! El público armó una bronca de proporciones incalculables. Todo lo que podía ser convertido en proyectil fue arrojado al redondel, tablones, barandales, sillas, botellas, etc., y los toreros tuvieron que refugiarse rápidamente para no ser heridos de consideración. Sólo Mazzantini permaneció altivo algún tiempo en medio del ruedo, desafiando la tormenta y recogiendo de vez en cuando algunas tablas que caían cerca de él, para tirárselas con furia al manso animal. Un concurrente de nacionalidad española brincó a la arena y sacando un pañuelo blanco, abrazó a Mazzantini y logró llevarlo ileso hasta un lugar más seguro. Todos los toreros subieron a sus carretelas y a galope se dirigieron a la estación del ferrocarril “Central Mexicano”, escoltados por dos patrullas de caballería, a pesar de lo cual fueron insultados y apedreados por la chusma que estaba en las afueras del coso y que ignoraba exactamente lo que había pasado en el interior. Ya en el tren que debía llevarlos a Nueva York, de donde iban a embarcarse para regresar a España, pudieron sentirse a salvo de las iras de los burlados
espectadores. Mazzantini estaba tan exaltado que pronunció frases despectivas (“De este México ni el polvo”), pero luego, ya calmado, se arrepintió de haberlas pronunciado y fue cuando decidió regresar a México a fines de año con toros de lidia españoles. Diego Prieto “Cuatro Dedos”, así como los picadores y los banderilleros que iban a quedarse en México, por haber sido contratados para inaugurar la Plaza “Colón”; se despidieron de sus compañeros y sigilosamente, como delincuentes, salieron de la estación para volver al hotel donde estaban hospedados. Mientras tanto, la bronca taurina se había transformado en motín callejero difícil de controlar, el cual se dijo insistentemente que había sido planeado y financiado por Ponciano Díaz, aunque esto nunca le fue probado y él siempre desmintió tales rumores, y la plebe se dedicaba a saquear las tiendas de ultramarinos del rumbo, insultar a los transeúntes de nacionalidad española y apedrear las casas de los súbditos de la misma nacionalidad.53
El Monosabio. Periódico de toros. Ilustrado con caricaturas, jocoso e imparcial, pero bravo, claridoso y… la mar! México, D.F., T. I., Nº 1, del 26 de noviembre de 1887, Col. del autor. Hasta aquí con una primera apreciación de aquel tremendo escándalo. Como se habrá podido apreciar, entre las frases despectivas que Mazzantini pronunció en medio de la más exacerbada de las pasiones, una fue contundente: “¡De esta tierra de salvajes ni el polvo quiero!” Dichas palabras, con un peso de sentencia enorme, pusieron a don Luis en un dilema, pues aunque regresó a finales de aquel año, como ya se sabe, y debido a que “el horno no estaba para bollos”, se dio cuenta que no había nada que hacer en nuestro país, por lo que regresó al mismo diez años después, donde fueron –ahora sí-, célebres los diversos festejos que se organizaron al nombre de “Temporada Mazzantini” y donde se recuperó el afecto entre Mazzantini y la afición mexicana que, para 1897 era radicalmente opuesta a la de una década atrás, en virtud de que la del año 1887 pasaba por un proceso de transición entre lo que consideraba como expresiones máximas todo aquello que fuese la propuesta nacionalista, encabezada por Ponciano Díaz, confrontadas con una nueva puesta en escena, donde el toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna ponía en marcha toda su maquinaria, todas sus estructuras técnicas y estéticas para que fuera aceptado en México, como así ocurrió. Tuvieron que ocurrir incidentes como el que ahora me ocupa. Sin embargo, ese mismo caso tuvo diversas derivaciones que, social o políticamente tensaron la situación del momento. Ya no eran los tiempos en que, como después de declarada la independencia de este país, se notaba en el ambiente un fuerte odio y rechazo hacia todo lo español. Tampoco eran momentos como los que, en el desarrollo de la quinta década del siglo XIX se vivieron luego de los terribles 53
Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 192.
asesinatos ocurridos en las haciendas morelenses de Chiconcuac y San Vicente y donde, al grito de “¡Mueran los gachupines!” tal circunstancia alcanzó dimensiones tan riesgosas que, con el tiempo se volcaron en el espacio diplomático, lo que puso a México y a España en situación muy frágil. Como se verá en la siguiente entrega, este oscuro capítulo de la tauromaquia en México, trajo consigo otros efectos, que podríamos considerar como a “toro pasado” o a posteriori, pero que por el sólo hecho de haber removido viejas discordias, las pasiones volvieron a encenderse. Claro, y para terminar por ahora con la que pasa a ser una notable efeméride, también la prensa, al darse cuenta de la frase, y con el rápido “botepronto” que puede darse, como efecto de aquella incómoda “caja de resonancia” en la que estaba prendida la frase-sentencia de Mazzantini, no faltó quien, con ironía y acidez de fuerte olor a tinta, dijera: “¡De México, ni el polvo… Pero qué tal las talegas de oro!”
Retrato de Luis Mazzantini. Tarjeta de visita coloreada y cuya edición circuló en los primeros años del siglo XX en económica presentación como la que acompaña estas líneas. Col. del autor. Con el festejo celebrado en la plaza de toros "Colón" el 16 de marzo de 1887, donde intervinieron Luis Mazzantini y Diego Prieto "Cuatro Dedos", lidiando un pésimo, infumable y manso encierro de Santa Ana la Presa, se desataron las pasiones en el tendido, lo cual terminó en una bronca de pronósticos reservados. Cuando las cuadrillas salieron de la plaza, estas fueron escoltadas por dos patrullas de caballería, y durante el camino siguieron recibiendo una fuerte descarga de denuestos e insultos por parte del pueblo. A su llegada a la estación del ferrocarril "Central Mexicano", Mazzantini -sometido a una fuerte presión que desató su ira-, no tuvo más que palabras hirientes. Una frase, una, fue suficiente para que aquello alcanzara dimensiones anecdóticas. Al de Güipúzcoa se le ocurrió pronunciar la que parece ser una frase-sentencia: "¡De esta tierra de salvajes ni el polvo quiero!". Con este hecho, comenzó el que luego fue algo así como el amor-odio que se tuvieron Mazzantini y la afición mexicana, el cual quedó compensado diez años después, cuando comenzó la celebración de una serie de temporadas, todas ellas inolvidables, y en un escenario más que propicio: la plaza capitalina de "Bucareli". Fue la "Temporada Mazzantini" la que permitió lograr la reconciliación, borrándose todo pasado y quedando Luis Mazzantini encumbrado como uno de los "ídolos" de la afición desde esos momentos y hasta 1905 en que se despide, forzado en buena medida, a raíz de la muerte de su esposa, hecho que ocurrió en la ciudad de México, mientras el "Rey del volapié" cumplía compromisos en Guatemala. Su última actuación en ruedos capitalinos se dio el 20 de noviembre de 1904, alternando con Francisco Bonal "Bonarillo" y Manuel Lara "Jerezano", con tres toros españoles de D. Carlos Otaolaurruchi y tres de Santín. El asunto, a lo que se ve, no puede escapar para ser leído y revisado con una distinta mirada, la nuestra, la que con la distancia y la perspectiva que establecen 126 años de distancia, nos permiten
observar una serie de circunstancias que intento "decodificar" para entenderlas, como hechos del pasado, a la luz del presente. Y como el caso todavía acumula suficiente información, me permito compartirla para entrar al detalle de las incidencias del mismo, acudiendo de nueva cuenta al “Lanfranchi”.
Esta es la cuadrilla “tutti cuanti” que vino a México en 1887. La hermosa fotografía, tomada en el gabinete de la “Fotografía Hispano-Mexicana de Ibañez e Hijo. Independencia Nº 45. Veracruz” está fechada en 1887. Aquí se encuentran reunidos: Luis Recatero “Recaterillo”, Francisco Diego “Corito”, Manuel Pérez “Sastre”, M. Martínez “Agujetas”, Tomás Mazzantini, José Bayard “Badila”, M. Rodríguez “Cantares”, Ramón López, R. Puertas “Montañes”, Victoriano Recatero “Regaterín”, Valentín Martín, el propio Luis Mazzantini, Gabriel López “Mateito” y José Galea. LA CORRIDA DE TOROS DE AYER EN LA PLAZA DE SAN RAFAEL.-Puede decirse que todo México ha presenciado, o por lo menos que todo México ha sabido, el gran escándalo que en la tarde de ayer originó en la plaza de toros de San Rafael, la pésima calidad del ganado escogido para ser lidiado en ella por el célebre Luis Mazzantini y su inmejorable cuadrilla. Fuimos nosotros los primeros en elogiar como lo merecen a los diestros que forman la cuadrilla española… pero del mismo modo que fuimos en su día los primeros en elogiar, tenemos que cumplir hoy con nuestro deber de periodistas, siendo también los primeros en censurar, con la energía que merece, la escandalosa burla, o más bien dicho, la enorme estafa, el desconsiderado engaño, el abuso incalificable cometido ayer contra el público de esta capital, dándole por altísimo precio, jamás cobrado en parte alguna del mundo, una corrida de toros que eran viles cabras o mansos borregos, indignos de jugarse ni en el poblacho más miserable de la República, donde el precio de entrada no excediera de veinticinco centavos. Explotando la merecidísima fama de Mazzantini y de su cuadrilla, y codiciosa de fabulosas ganancias, la empresa54 que ayer lo presentó en la Plaza de San Rafael… quiso abusar más todavía del entusiasmo despertado por el renombre del famoso matador español y de sus compañeros… pues cobró cien pesos por una lumbrera, cincuenta por una media lumbrera, nueve por un asiento de sombra, ocho por una grada en el mismo departamento, tres por una de sol y tres también por entrada a la azotea de la plaza. No obstante el escandaloso valor de las localidades, nuestro público, que ha probado suficientemente no saber escatimar su dinero cuando el espectáculo que se le ofrece vale la pena de gastarlo, llenó la plaza, haciendo subir la entrada, según cálculos de personas inteligentes, a la enorme cantidad de cuarenta mil pesos, suma por la cual hubiera tenido el derecho de exigir que se 54
La citada y más citada, multicitada empresa de Puebla, estaba representada en la persona del Sr. Joaquín Camacho, quien venía fungiendo con tales propósitos desde años atrás en aquella hermosa ciudad.
lidiaran toros de las mejores ganaderías de España, como acaba de hacerlo en la Habana el mismo Mazzantini, cuyo empresario de la Isla de Cuba llevó expresamente ganado español, para que el espada y su cuadrilla pudieran lucir sus facultades… Pero ya que aquí no fuera posible, para la corrida de ayer, que salieran a jugar toros andaluces o navarros, cuando menos, debió la empresa presentar los mejores del país, en el que está probado los hay buenos, y no hacer salir al redondel innobles y cobardes animales, que se espantaban de su propia sombra, sin desear otra cosa que irse a pastar a los potreros de donde nunca debieron salir para una plaza de toros, cuya arena no han de pisar sino los que reúnan las condiciones necesarias para la lidia, y mucho menos cuando para presenciarla se han pagado precios tan exorbitantes como los que quedan mencionados. Con razón, pues, con sobradísima razón, el público que se vio ayer verdaderamente defraudado en sus justas esperanzas, y robado, esa es la palabra, robado en sus intereses, manifestó su indignación destrozando sillas, entrepechos y barandales, y arrojándose al redondel como una merecida, aunque insuficiente protesta, contra el vil engaño de que fue víctima, obligándosele a pagar mucho dinero por lo que no vale ni pocos centavos. Y es preciso consignar aquí que el público que tal hizo no estaba formado de la hez del pueblo, pues esa no pudo acudir a la plaza, a causa de los precios excesivos, sino que lo constituían las clases media y alta de la sociedad, que a una voz pidieron repetidas veces al juez del espectáculo, mandara entregar a la beneficencia pública o al Asilo de Mendigos, el pingüe beneficio de la entrada. Y en efecto, eso debía hacerse en justicia, o cuando menos imponer una fuerte multa a la empresa, para castigarla de la burla, el engaño y el escarnio hecho a un público tan excesivamente bueno y desprendido como el de México, que a nuestro juicio aun estuvo demasiado prudente en sus demostraciones de justo desagrado. Confiamos en que la autoridad correspondiente sabrá cumplir con su deber, para evitar que en lo sucesivo se repitan escenas como las que acabamos de presenciar, y que pudieran tener consecuencias muy funestas, sin la oportuna intervención de la policía y de la fuerza armada, que con la mayor discreción, comedimiento y prudencia procuraron restablecer el orden alterado en la plaza de San Rafael, por culpa de la empresa que izo salir a ella cabras en vez de toros. Esto se publicó en El Siglo XIX, Nº 14707, del jueves 17 de marzo de 1887.
Esta aclaración la publicaba El Arte de la Lidia, Año III, Nº 16, del domingo 13 de febrero de 1887, p. 3, con lo cual se puede sopesar la magnitud con que se empezaba a construir una supuesta competencia entre los dos diestros. Meses más tarde, esto debe haber servido como ingrediente del polvorín que ahora se revisa con la seriedad del caso. A ÚLTIMA HORA.-Acabamos de recibir la siguiente carta del Sr. Eduarno N. K. Ferrer, propietario y empresario de la plaza de toros de San Rafael: “Plaza de Toros, Calzada de San Rafael. México, marzo 17 de 1887. Señores Redactores de El Siglo XIX. Muy señores míos: Suplico a ustedes se sirvan publicar en su ilustrado periódico la presente aclaración, cuyo favor les agradecerá su atento, S.S.-Eduardo N. K. Ferrer. ACLARACIÓN. Esta empresa cedió a la de Puebla la plaza para la corrida Mazzantini que se verificó el miércoles último, sin tener la menor intervención en los precios que se fijaron, elección del ganado y demás, ni la menor parte en sus utilidades, cualesquiera que hayan sido. Como se ve, esta empresa no ha tenido participación alguna en dicha corrida y deplora los acontecimientos del miércoles, pues siempre ha procurado llenar sus deberes para con el público que lo ha favorecido, obsequiando cuantas indicaciones se le han hecho para que éste quede complacido y siéndole satisfactorio el completo orden y decencia que han reinado en sus corridas, como es público y notorio. En el artículo que en otro lugar de este número publicamos, referente a los acontecimientos que tuvieron lugar ayer en la Plaza de San Rafael, hemos hecho constar que no fueron sus actuales empresarios, sino la misma empresa que trajo a Puebla a la cuadrilla Mazzantini, la que dio la corrida extraordinaria que motiva la carta precedente…. Nota también publicada en El Siglo XIX, Nº 14707, del jueves 17 de marzo de 1887.
Casualmente, Ponciano Díaz anuncia esta decisión, misma que aparece publicada en El Arte de la Lidia Nº 23, con fecha del 10 de abril de 1887. Col. del autor. CHARLA DE LOS SÁBADOS.-¡Viva España!... intencionalmente al charlar en nuestro número de antier de los sucesos del último miércoles, quisimos abstenernos por entonces de consignar los injustificados insultos, las imprecaciones y los salvajes alaridos de “Muera España” y ¡Mueran los
gachupines”, lanzados a voz en cuello en las principales calles de esta capital, por una turba insolente y desharrapada, excitada por los vapores del pulque y del chinguirito, y compuesta en su gran mayoría de honorables ciudadanos descalzos y descamisados, de los que constituyen la escoria de nuestro más bajo populacho, y quisimos abstenernos de ello por no tener la triste ventaja de ser los primeros en dar a la publicidad de la prensa una noticia que naturalmente nos apenaba, por lo que tiene de vergonzosa para el país en que tuvimos la honra de nacer, y cuyos hijos sensatos, lo mismo que nosotros, protestan contra semejantes actos, impropios de un pueblo civilizado y culto; pero puesto que la mayor parte de nuestros colegas, tanto españoles como nacionales, nos han precedido haciendo constar tales insultos, desaparece ya la consideración que nos impidió ocuparnos de ellos en su oportunidad, y vamos a cumplir con nuestro deber de mexicanos dignos y de periodistas imparciales, condenando severamente actos tan punibles, y pidiendo para sus desatentados autores, y muy principalmente para quien o quienes los hayan excitado, el justo castigo que merecen los que no vacilan en exponer al país cuando menos a hacerse acreedor al dictado nada envidiable por cierto de ser un pueblo que ignora las leyes de la hospitalidad y el respeto que en todas partes debe tenerse a extranjeros pacíficos y laboriosos, como los que forman entre nosotros la honrada colonia española. ¿Qué significan, pues los ultrajes y los insultos a España y a sus hijos aquí residentes, al amparo de nuestras leyes tutelares, y bajo la protección de nuestras autoridades? ¿Por qué apedrear cobardemente a Mazzantini y a su cuadrilla, que sin la escolta de fuerza pública que lo protegió, estuvo expuesto a ser despedazado por un populacho feroz, ebrio de alcohol y sediento de sangre? ¿Por qué ese atentado incalificable, cometido por primera vez en Puebla, la tarde del día 6 del corriente, se repite con mayor encarnizamiento y menos razón, en la misma capital de la República en la noche del último miércoles? ¿Vivimos en el México independiente y hermano de España de 1887, o en el México insurgente y enemigo de España de 1810? ¿Rigen en el país leyes tutelares que conceden y otorgan y garantizan la debida protección al extranjero, o estamos acaso bajo el imperio de la desorganización social más absoluta? ¿Tendrá aquí cada uno de los no nacidos entre nosotros que confiar su custodia individual a sus propios esfuerzos, o existen autoridades encargadas de velar por la seguridad de todos? ¿Acaso la obra santa de la paz, del completo olvido, del pasado, de la extinción absoluta de antiguos rencores, de la concordia y fraternidad entre españoles y mexicanos, esa obra civilizadora y necesario entre hijos de un origen común, que hablan igual idioma, obra larga y lenta de muchos años, a la que han contribuido la buena voluntad y el acuerdo de unos y otros, y las cordiales relaciones diplomáticas y amistosas de ambos gobiernos, obra, en fin, que inició en 1860 la caballeresca y noble conducta del inolvidable general español D. Juan Prim, y que ha sido sellada posteriormente por repetidas y mutuas demostraciones oficiales y privadas de sincero afecto entre los dos países, puede ser destruida en sólo un día, ahondando de nuevo abismos de ira ya cegados y sustituyendo otra vez el amor y la paz, con el odio y la guerra? ¿Ha de perderse en una hora de salvaje excitación, de inconcebible delirio, el fruto conquistado durante largo tiempo de constantes afanes y de mutuos sacrificios de amor propio? ¡Pues qué! ¿Ya que hace mucho tiempo celebramos en paz el aniversario bendito de nuestra independencia, fraternizando en ese día memorable, más que ningún otro, con nuestros hermanos los españoles, que nos han acompañado a saludar y a glorificar al México libre, escuchando agradecidos de labios mexicanos el espontáneo grito de ¡Viva España!, hemos de venir hoy, tras tanto trabajo de concordia y de cariño, a escuchar imposibles y sin protesta alguna de nuestra parte, la absurda exclamación de ¡Muera España! y ¿Mueran los españoles!? Y esto ¿con qué pretexto? ¿por qué razón? ¿debido a qué circunstancias? ¿o impulso de qué móviles? Pues originado por una causa en apariencia fútil: por una simple corrida de toros, en la que lidiaron diestros españoles, capitaneados por LUIS MAZZANTINI, uno de los espadas reputados en la misma España, cuna del toreo, como de los más hábiles en el ejercicio de su peligrosa profesión, en la que
ciertamente no sólo no le aventaja, sino que ni le iguala entre nosotros ninguno de los que a ella se dedican, ni mexicano ni español. Pero estudiemos ligeramente los antecedentes, para poder apreciar bien las consecuencias. Prohibidas durante mucho tiempo en esta capital las corridas de toros, a cuyo espectáculo no es posible negar es muy aficionado nuestro público, por un reciente decreto del Congreso acaban de ser permitidas de nuevo, abriendo con ello amplio y fácil camino al pueblo para satisfacer su pasión por asistir a la lidia de reses bravas. Han vuelto, pues, a ser las corridas de toros, diversión autorizada por la Ley en el Distrito Federal, de que antes las proscribió la Ley misma, y facultada para ello por el Decreto respectivo, una empresa de Puebla, en uso de su más perfecto derecho, llevó a aquella ciudad y trajo el miércoles último a ésta, a la cuadrilla española de Luis Mazzantini, que no vino al país espontáneamente como pudiera haberlo hecho, sino que fue contratado en la Habana por un empresario mexicano, para venir a dar cuatro corridas en la República: tres en Puebla y una en la Capital. Llamada, pues, al país, la cuadrilla de que se trata, cumplió con su deber y con sus compromisos para con el público y para con el público y para con la Empresa que la ajustó, demostrando la extraordinaria habilidad de los individuos de que se componía, hasta que le tocó lidiar en la segunda corrida de Puebla y en la única de esta capital, y despertando con ello las infames envidias de toreros inferiores y a quienes la opinión pública, acaso con razón, señala como instigadores de los acontecimientos (esta acusación era principalmente en contra de Ponciano Díaz, al que muchas personas señalaban como el inspirador de los actos adversos a los toreros españoles, pensando que con eso defendía su “feudo taurino” de los intrusos, como años antes lo hacía Bernardo Gaviño en las mismas ocasiones. Esta apreciación la hizo precisamente el propio Heriberto Lanfranchi) que han tenido lugar llevados a cabo probablemente de un modo muy premeditado han sido impulsados a conducirse como lo hicieron, pues bien sabido es de los que conocen el carácter naturalmente benévolo y hospitalario de nuestro pueblo, que éste, por sí mismo y sin coacción ajena, es de todo punto incapaz de entregarse a extremos vituperables, como los que con justicia condenamos las personas sensatas, y que han dado por triste resultado el que hayamos tenido la vergüenza de presenciar escenas impropias de un país culto y de una sociedad moralizada como la de México. Por eso estamos seguros de que la Autoridad sabrá cumplir con el estrechísimo deber que tiene de investigar cuidadosamente lo que pueda haber de cierto, en lo que en alta voz se dice en todos los círculos públicos, acerca de quiénes son los instigadores de las hostiles demostraciones populacheras llevadas a cabo contra España, los españoles y la cuadrilla de Mazzantini, en la tarde y noche del último miércoles, para aplicarles el castigo que las leyes señalen, y sobre todo, para impedir en lo absoluto que puedan repetirse tales actos, tanto más cuanto que habiéndose quedado contratado en el país parte de la cuadrilla española que bajo la dirección de Diego Prieto, (a) Cuatro Dedos, debe estrenar el día 10 del próximo abril, la nueva plaza de toros que en el Paseo Nuevo construye el Sr. D. Manuel Esnaurrízar, y siendo también toreros españoles los que deben estrenar el mismo día la del Sr. D. José de Teresa, y los que aún trabajan en la de San Rafael, nada extraño sería que se repitieran nuevamente los desagradables sucesos ya acontecidos, y cuya repetición debe absolutamente, a todo trance, evitarse, pues en ella se interesa el buen nombre del país, no menos que la tranquilidad y debida conservación del orden público. Los toreros españoles que aquí trabajan, ganan honradamente su pan, exponiendo su vida para obtenerlo, cumplen con su deber como toreros y están en su derecho para ser protegidos y respetados, al igual que los que aquí han nacido y que a su vez han sido protegidos y respetados en tierra española, pues distintas cuadrillas mexicanas, entre otras la de Gadea y la de Gavidia, (a) El Chato, que han trabajado más de una ocasión en la ciudad de La Habana (entonces Cuba era colonia española –esta es nota aclaratoria nuevamente acotada por H. Lanfranchi-), no recibieron jamás en ella sino aplausos y dinero, y no el trato injusto, infame y cobarde que aquí se ha dado por un populacho soez y bajo a los diestros españoles de Luis Mazzantini. Nosotros hemos residido y viajado por largos años en diversos países extranjeros, y especialmente en España, donde los mexicanos somos perfectamente recibidos y obsequiados, sin haber sufrido jamás allí ni en ninguna otra parte, el ultraje de oír gritar un muera a nuestra patria ni a nuestros compatriotas.
Y si algún día fuera una cuadrilla mexicana a trabajar en las plazas de toros españolas, sería aplaudida o silbada en proporción de su mérito o de su inhabilidad; pero por torpes que fueran sus individuos y por mucha ignorancia que demostraran en las reglas del toreo, ignorancia por otra parte muy disculpable, tenemos la convicción de que el populacho español ni la apedrearía no proferiría en alaridos de muerte contra ella ni contra México. Por lo tanto, es nuestra obligación aconsejar que se evite la repetición de lo que ya sucedió, protestar enérgicamente una vez y otra vez contra ello, consignando, por ser así cierto, que la inmensa mayoría de la Nación condena tal conducta, así como nuestro Gobierno, que mantiene y desea conservar a toda costa las mejores relaciones de paz y de amistad con las potencias amigas con quienes está en comunicación diplomática, y muy especialmente con España; y por último, asegurar que la autoridad correspondiente dictará, como es natural, cuantas providencias sean necesarias para prevenir nuevos desórdenes, o castigar, en su caso, a los que resulten responsables de ellos. Con esta certidumbre, y con la de que los españoles aquí residentes sabrán apreciar debidamente la conducta justiciera de nuestras autoridades, y la protesta, a la que nos adherimos, de la parte sensata e ilustrada de la sociedad mexicana contra los tristes sucesos del último miércoles, damos aquí punto a nuestra Charla, cerrándola, como la comenzamos con un espontáneo y muy sincero grito de ¡VIVA ESPAÑA!55 Esta larga “charla” se encuentra firmada por Cero a la izquierda.
He aquí, en su expresión más espontánea y natural, al pueblo. A LA NUEVA IBERIA.-Nuestro artículo ¡Viva España!, publicado el último sábado, fue escrito durante la noche del viernes anterior, cuando aún no habíamos leído el número de “La Nueva Iberia”, correspondiente al mismo sábado, cuyo número llegó a nuestras manos estando ya en prensa el artículo en que protestamos contra los escándalos del miércoles último. En ese mismo artículo explicamos la razón que tuvimos para no ser los primeros en dar publicidad a los vergonzosos hechos acontecidos, que hemos condenado como debíamos, y siguiendo las inspiraciones de nuestra conciencia, de nuestra convicción y de nuestro cariño a España y a los españoles. Por consiguiente, no podemos admitir como dirigidos a nosotros los siguientes párrafos de “La Nueva Iberia” del sábado, que tenemos el gusto de reproducir. Dicen así: “¿OTORGA QUIEN CALLA? Todos nuestros apreciables colegas de la prensa mexicana hablaron ayer y antes de ayer, con más o menos extensión, de los escándalos ocurridos el miércoles en la plaza de bueyes de San Rafael. Algunos de ellos, como El Siglo XIX, publicaron enérgicos artículos contra la empresa poblana, que tan indignamente se burló del público, calificando esa burla de verdadero robo, cometido con premeditación, engaño y alevosía. 55
El Siglo XIX Nº 14709, del 19 de marzo de 1887, p. 1.
Pero nos ha sorprendido desagradablemente, lo decimos con entera franqueza, que ninguno de nuestros ilustrados cofrades de la prensa mexicana, al hacer la reseña de esos hechos escandalosos, haya tenido una palabra, no ya de indignación, pero ni siquiera de protesta, contra los actos de salvajismo que se cometieron fuera de la plaza, es decir, contra el apedreo de los lidiadores españoles, que ninguno culpa tenían de lo ocurrido, y contra las estúpidas vociferaciones de ¡Muera España! ¡Mueran los gachupines! ¡Muera Mazzantini! ¡Mueran los canallas que vienen a robarnos nuestro dinero! Al contrario, lejos de protestar contra esos actos incalificables y contra esos gritos salvajes, algunos de nuestros colegas, como El Monitor Republicano, celebraron lo ocurrido, y aplauden desde la valla; otros, como El Tiempo, dicen que “el público indignado izo a Mazzantini y a su cuadrilla la ruidosa y espontánea manifestación de su justa cólera”; otros, como Le Trait d´Union, haciendo gala de una ignorancia, verdaderamente supina, echa la culpa del alboroto a Mazzantini, diciendo “que el bello espada, a fuer de galante caballero, no se rebaja al extremo de elegir los toros que deben perecer a sus manos y que deja ese cuidado a sus lacayos”. Disparates de ese calibre no se comentan, basta exponerlos. ¿Cuándo han elegido los matadores el ganado? ¿Ni qué culpa tiene Mazzantini, de que una empresa sin conciencia le traiga bueyes en lugar de toros? Volviendo a nuestros apreciables colegas, repetimos que nos causa profunda extrañeza que ninguno de ellos, absolutamente ninguno, tenga una palabra de reprobación para los actos de salvajismo que ayer denunciamos, actos indignos de un pueblo hospitalario y culto. ¿Qué significa ese silencio? Si es por patriotismo, lo creemos muy mal entendido, porque no lo hay en disimular las barbaridades que a nombre de la patria cometen algunos centenares de brutos. Si es por otra cosa, con su pan se lo coman. No les envidiamos el criterio. De cualquier modo, no nos cansaremos de repetir que esa brutales lapidaciones y esos gritos salvajes son impropios de un pueblo civilizado, y que la prensa periódica debe anatematizarlos, aunque no sea más que por lo que atentan a la honra y al buen nombre del país…”56
Retrato de Luis Mazzantini, publicado en El Monosabio, T. I, Nº 7 del 7 de enero de 1888. Col. del autor. MÁS SOBRE EL ESCÁNDALO DEL MIÉRCOLES.-Dice bajo este título nuestro apreciable colega La Nueva Iberia, lo que sigue: “Se a confirmado plenamente lo que anunció nuestro apreciable colega El Nacional, a saber: que la empresa poblana, al arrendar la plaza de San Rafael para la corrida que pensaba dar… al público, tomando a Mazzantini por anzuelo, hizo creer al Sr. Ferrer, propietario del 56
El Siglo XIX Nº 14710, del 21 de marzo de 1887, p. 3.
circo taurino, que los productos iban a destinarse a beneficencia española, y que, gracias a este engaño, obtuvo la plaza casi de balde. En efecto, sabemos que el Sr. Ferrer ha entablado una demanda contra la empresa, pidiendo daños y perjuicios por los desperfectos que el público exasperado ocasionó en el local, y también por el descrédito que los empresarios poblanos han hecho recaer sobre la citada plaza…”57
Ponciano tuvo idea de rescatar la memoria. En la capital madrileña se mandó hacer este retrato posando con severo continente. “MULTITUDES”. Finalmente, Heriberto Lanfranchi reproduce una interesante misiva que envió a la prensa Ponciano Díaz, acusado ya por entonces, de haber sido el instigador, el detonador de aquel desagradable capítulo. CARTA DE PONCIANO DÍAZ.- …Con motivo de las manifestaciones ruidosas hechas por el público en la corrida de toros verificada en la plaza de la calzada de San Rafael el día 16 del actual, no han faltado quienes aseguran que tuve alguna ingerencia (sic) en el alboroto popular, de que tanto se ha ocupado la prensa. Fuera de que en ese día estuve enfermo y no salí de casa, y haciendo a un lado la consideración de que por carácter y por costumbre, estimo y trato con respeto y afabilidad a los que ejercen el arte del toreo, pues conozco las dificultades que dico ejercicio ofrece en todas partes, debo hacer constar lo siguiente: No sólo no fui hostil al Sr. D. Luis Mazzantini y su cuadrilla, sino que tuve la satisfacción casualmente en Puebla, de asistir a una corrida dada por ellos, de la cual en lo particular hablé al Dr. Donaciano Morales y a usted, Sr. D. Juan de Dios Peza, en los términos cariñosos que ustedes fueron los primeros en aplaudirme, felicitándome por mi manera de pensar en ese sentido. Además, mis compromisos de trabajo, no me permiten nunca descender a pequeñeces impropias de mi carácter. Si el afecto popular de algunos, los obliga un grito de entusiasmo (¡Ora Ponciano!, como lo observa Heriberto Lanfranchi y lo reafirma un servidor) a mezclar mi nombre con un arranque de alegría ¿querrá esto significar que yo tomo parte alguna en ello? Nunca olvido que un torero español, muy aplaudido y muy querido por el público mexicano, el inolvidable Bernardo Gaviño, fue mi buen amigo y siempre él vio mi patria como la suya, por lo que yo
57
Op. Cit.
respetaré con su memoria la tierra donde nació y a sus compatriotas que con éxito siguen su mismo ejercicio. No es cierto como se ha dicho que la policía me haya buscado ni hay motivo para inquietarla, pues ni gusto ni quiero hacerme cómplice en nada que altere la paz pública. Trabajo para vivir y usted sabe que nunca me he mezclado en preparar aplausos propios ni disgustos ajenos. Agradeciendo a usted, señor Peza, la publicación de estas líneas, me repito suyo Affmo. servidor. Ponciano Díaz.58
El ejemplar de El Monitor del Pueblo aquí consultado. Hasta aquí con toda la circunstancia que, concentrada en El Siglo XIX recogió Heriberto Lanfranchi59 y que en la próxima entrega encontraremos sus respectivas reflexiones, distantes de las complejas pasiones, y con el peso de la razón que demanda esa obligada revisión en perspectiva, para entender –entre otras cosas-, la forma en que superada tal circunstancia, se generó la “reconquista vestida de luces”. Ahora bien, y ya en el tratamiento a fondo de todas las circunstancias relacionadas con este accidentado capítulo, uno de los primeros detalles que llaman la atención es aquel enunciado que aparece en el cartel, que ya ha sido incluido aquí, apenas comenzar las líneas del trabajo. Sin embargo, procuro detenerme en una de sus partes que va así:
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El Monitor del Pueblo, Nº 227, del martes 29 de marzo de 1887. Lanfranchi, La fiesta brava en México…, op. Cit., T. I., p. 193-6.
Es decir, que tales medidas sirvieron como medida contundente para eliminar cierto escenario caótico que pervivía en el ruedo, de tal forma que su principio fue adecuarse a las “reglas fijas de tauromaquia”, doctrina eficaz que tuvo que ser impuesta, contra viento y marea. Algo que es novedoso, por lo menos en este grupo de “evangelizadores”, fue haber suprimido lazadores y locos que se sustituían ipso facto por “juegos de mulillas ricamente enjaezados y mozos de plaza perfectamente uniformados” lo que daba a la lidia, un toque complementario, desplazando elementos que ya no se correspondían con las “reglas fijas de tauromaquia”. En seguida, el asunto que quedó bajo la responsabilidad de la empresa de Puebla, encabezada por Joaquín Camacho, nos habla de que este personaje venía haciendo labores como tal desde años atrás, lo cual significa que no era ningún improvisado. En todo caso, lo que pudo haber ocurrido es que, al aliento de los tres festejos celebrados días atrás en Puebla, con la comparecencia del propio Mazzantini y su cuadrilla, con regulares resultados, debe haber habido condiciones, como queda visto, para celebrar un festejo más, que sirviera como culminación de los que se dieron días atrás. Lamentablemente un exceso en el cobro de las entradas y un encierro cuyas garantías no estaban confirmadas, dieron al traste con el festejo, mismo que, por las razones ya conocidas, pudo ser presenciado por un segmento privilegiado de la sociedad mexicana, elite cuyas condiciones económicas permitían estar en la plaza, quedando desplazado en su totalidad el pueblo, cuyo resquemor se multiplicó en cuanto se desarrollaban los hechos mismos, que iban de mal en peor. Todos estos ingredientes, así como el balance mismo del festejo, dieron por resultado: 1.-Que buena parte de la plaza resultara afectada, debido al hecho de que una buena parte de sus asistentes (que pertenecían a la clase privilegiada) se sintiesen defraudados, y no conformes con lo que sucedía, realizaron destrozos importantes al interior de la misma. 2.-Que otra cantidad de ciudadanos expectantes a las afueras del coso, enterados del desaguisado, sumaran su inconformidad manifestándose en forma bastante violenta, lo que elevó el grado de riesgo en aquellos momentos. 3.-El factor de manejos indebidos en nacionalismos irracionales, acompañados de la desmesura de oscuros y pasados odios, partiendo de la idea de que el toreo “a la mexicana” se convertía en la causa a defender. Si además, el grito de batalla: “¡Ora Ponciano!” se utilizó como instrumento de provocación para ensoberbecer al pueblo, esto no sólo fue un agente delicado, sino peligroso en unos momentos en que se estaba produciendo la auténtica transición de dos expresiones taurinas. Lamentablemente los elementos para que esto sucediera no fueron los más propicios y que aquí están expuestos de sobra. Una razón más es que, al margen de todos los acontecimientos, este capítulo es lo que puede considerarse como “golpe de timón”, la “vuelta de tuerca” con lo que se genera un parteaguas, el antes y el después de la condición taurina en México, donde la expresión nacionalista de la que era fiel representante Ponciano Díaz queda sentenciada a desaparecer o a asimilar su puesta en escena, por aquella otra recién arribada en forma abundante, pero que no era ajena a cuanto venía ocurriendo, por lo menos desde 1885, en que otro pequeño sector de diestros hispanos se iban posicionando en sitios estratégicos, en medio de cierto aislamiento pero no por ello dejaba de ser una estrategia que culminó, si no felizmente en marzo de 1887, al menos se afirmó al paso de los años, gracias a un hecho que ya he sugerido en otras ocasiones. Se presenta lo que considero como la “reconquista vestida de luces”.
¿En qué consistió aquel episodio? Avanzado ya el siglo XIX, se sabe que el torero potosino Pedro Nolasco Acosta, adquirió un ejemplar de la obra de Leopoldo Vázquez con la cual se sirvió para difundir ese conocimiento en un pequeño círculo de amigos, entre los cuales se encontraba Carlos Cuesta Baquero, entonces joven y entusiasta aficionado, cuya labor crearía y provocaría un vuelco sin precedente años más tarde junto a otro grupo que comulgó con la idea precisa de que todo habría de cambiar en aras de una serie de postulados venidos de las obras que siguieron llegando de España o se publicaron en México. A ese cambio se sumó aquel grupo de toreros españoles, los cuales consumaron "la reconquista vestida de luces", y desde luego el interés creado por una afición formada bajo el nuevo credo, cuyo sustento fue el principio teórico y práctico del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. Ese cambio desde luego que estimuló los deseos de lectura y alentó a una serie de creadores a producir obra, fuera en términos periodísticos, literarios o seudo literarios que los hubo en buena cantidad. Por lo tanto, La reconquista vestida de luces, debe quedar entendida como ese factor que significó reconquistar en lo espiritual al toreo, luego de que esta expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera –chauvinista si se quiere-, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales – quehacer lleno de curiosidades- aunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España. Por lo tanto, la reconquista vestida de luces no fue violenta sino espiritual. Su doctrina estuvo fundada en la puesta en práctica de conceptos teóricos y prácticos renovados, que confrontaban con la expresión mexicana, la cual resultaba distante de la española, a pesar del vínculo existente con Bernardo Gaviño. Y no sólo era distante de la española, sino anacrónica, por lo que necesitaba una urgente renovación y puesta al día, de ahí que la aplicación de diversos métodos tuvieron que desarrollarse en medio de ciertos conflictos o reacomodos generados entre los últimos quince años del siglo XIX –tiempo del predominio y decadencia de Ponciano Díaz-, y los primeros diez del XX, donde hasta se tuvo en su balance general, el alumbramiento del primer y gran torero no solo mexicano, también universal que se llamó Rodolfo Gaona. Fue necesario llegar al extremo de cometer un abuso a nivel empresarial. Fue necesario que la cuadrilla se prestara a aquel riesgo. Fue necesario que uno de los integrantes de la cuadrilla misma, haciendo las veces de “veedor”, eligiera el ganado de una hacienda que contaba con un prestigio menor, a diferencia de otras, asentadas por ejemplo en el valle de Toluca (aunque uno de los encierros lidiados en Puebla perteneciera a San Diego de los Padres y resultara tan malo como el de Santa Ana la Presa, lo cual debe haber sido suficiente motivo para encontrar una salida fácil, contando la empresa para ello con toros sobrantes, entonces propiedad del Sr. Manuel González). Fue necesario, en fin, que el festejo, en términos de cotización, se elevara a unos precios de entrada que sólo cierto sector de la sociedad podía pagar. Fue necesario que el pueblo se convirtiese en fuerte material explosivo ante aquellos hechos y que, por tanto surgieran con fuerza inusitada todos los riesgos que se desarrollaron por lo menos en un par de horas en que la tensión pública subió al máximo de sus riesgos. De lo anterior queda preguntarse ¿por qué procedieron de esa y no otra manera tanto la empresa, los toreros como el público? Por otro lado, la reacción de la prensa: deja ver lo polarizado que estaba el ambiente. Pervivían unas fuertes ideas cargadas de liberalismo que permeaban a buena parte de los escritores que, siguiendo los principios de aquellos postulados, rechazaban el anacronismo del espectáculo, herencia española. A eso, hay que agregar el delicado aspecto de un antagonismo que renacía en la abierta y declarada pugna, que además se hizo pública en declarar ¡vivas! y ¡mueras! a una nación y otra, lo que también tomó por sorpresa a algunas de las publicaciones de carácter taurino que ya circulaban por entonces, y que, a mi parecer, no pudieron resolver el caso sino hasta tiempo después, precisamente a partir del adoctrinamiento que aceleró el curso de las cosas. El caso, hasta aquí visto, tiene otros tantos trasfondos que obligan hacer nuevas disecciones. Por ahora, este es un primer acercamiento que permite observar, si es que puede entenderse como propósito de mi parte, haberse acercado tanto como fue posible, a las causas y a las consecuencias del mismo.
MAZQUETA, Juan, Trallero: Banderillero mexicano, que intervenía en corridas celebradas en su nación durante los años treinta del siglo actual. (J. M de C., VI., 80). MEDEL, Agustín: Como picador de toros, actuó en la cuadrilla de Ponciano Díaz, en el año de 1883. MEDINA, Francisco: Torero profesional de a pie. En diciembre de 1796 y en enero de y febrero de 1797 salió a torear al coso que entonces se había erigido en el Paseo de Bucareli. (BFH, 2012, 380). MEDINA, J. Guadalupe: Picador mexicano, que en 1897 formaba parte en la cuadrilla de Leopoldo Camaleño. (L. V., 100). Sus principales actuaciones se llevaron a cabo en plazas del norte del país. MEDINA, José, Nochebuena: Banderillero. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros de León, Guanajuato, el 14 de febrero de 1904. MEDINA, Manuel: Torero profesional de a caballo. Durante diciembre de 1796 actuó en una plaza de toros levantada poco antes en el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 380). MEDINA, Plácido, Berrinches: Picador de toros. Su mejor época fue a partir del año 1910. Hizo algunas temporadas en “El Toreo” de la capital, y distinguiéndose por su valentía. (A. L., 186). MEDORIO, Florencio: Picador de toros. Este personaje se encontraba activo en la plaza de Orizaba hacia 1880, de acuerdo al cartel del 7 de octubre de ese año. MEDORIO [¿MERODIO?], Francisco: Picador de toros. Pertenece a la época de Ponciano Díaz. Con este espada salió a picar en algunas corridas, como también a las órdenes de Luis Mazzantini. (A. L., 186). MEDORIO, José: Sobresaliente de espada y banderillero. Picador de toros. Este personaje se encontraba activo en la plaza de Orizaba hacia 1880, de acuerdo al cartel del 7 de octubre de ese año. MEDORIO [¿MERODIO?], José M: Picador de toros mexicano que trabaja desde 1892. (L. V., 100). Aunque lo fue desde antes, pues en un festejo celebrado en la plaza de toros de Veracruz, el 8 de febrero de 1885 se menciona: “Tomarán parte en esta corrida banderilleros mexicanos y el célebre picador José María Medorio, muy conocido de este respetable público”. (C. C. B., T. I, 153). MEJÍA (o MEJÍAS), Felícitos, el Veracruzano: Es uno de los lidiadores mexicanos que más han contribuido a fomentar la afición en su país. Comenzó a torear como banderillero, casi al propio tiempo que Ponciano Díaz. Como matador de segundo orden figuraba ya en importantes plazas en 1885. Ha sido uno de los diestros que más han trabajado y con mejor éxito. (L. V., 101). También colocaba banderillas a caballo montando a pelo preciosas yeguas (C. C. B., T. I., 60).
Suerte de banderillear con la boca. “José Alameda” comentaba que la suerte de banderillear con la boca fue inventada por el diestro Rosemberg López en España; y que luego la dio a conocer en México el torero vasco-yucateco Julián Arizqueta. Felícitos Mejías, alias “El Veracruzano”, fue quien inventó -a mediados del siglo pasado- la suerte de banderillear con la boca, y a él se refirió “Roque Solares Tacubac”: “Tal creación dio personalidad de banderillero a “El Veracruzano”, y la estrafalaria suerte llenaba los tendidos de las plazas de toros en que actuaba. Fue un diestro taquillero, y su creación constituyó un filón de plata en monedas para los espadas que lo llevaban en la cuadrilla y para los empresarios también. Por esto en los carteles se le anunciaba con letras grandes, haciéndolo resaltar. Una tremenda cornada que sufrió haciendo la suerte de su invención, terminó con la vida artística de Felícitos Mejía, quien se atemorizó tanto que rehuyó banderillear aun con las manos en la suerte de AL CUARTEO y A LA MEDIA VUELTA. En Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXVII, Nº 1439, 19 de diciembre de 1937. Carlos Cuesta Baquero logra de él un magnífico retrato que va así: Al lado de los toreros ya estudiados, y como figuras secundarias, había otros, de los que haré simple bosquejo a fin de que el lector no encuentre CABOS SUELTOS. El que primero viene a mi memoria y a los puntos de mi pluma, es FELÍCITOS MEJÍA. Aquel medio espada en las cuadrillas del Decano (refiérese a Bernardo Gaviño) y DON José. El Veracruzano, pues ese era el alias de Mejía por haber nacido en Veracruz, comenzó a ser torero en la cuadrilla de Benito Mendoza, que sentó sus reales en el puerto cuando estuvieron prohibidas las corridas de toros en el Distrito Federal. Continuó en la de Ignacio Gadea, que radicaba en Puebla, y luego se declaró independiente, toreando de matador en plazas de segundo orden, y con el papel de medio espada en las del Valle de México. Era Felícitos un torero que conocía las condiciones de los toros y que sabía defenderse con la muleta y el capote, que manejaba con relativo arte. Banderilleaba muy mal al cuarteo y muy bien a la media vuelta, practicando de este modo un lance por él inventado; una pamema taurómaca entonces muy admirada y aplaudida: clavar los rehiletes con la boca. Tomaba el banderillero un garapullo tan largo como los usados hoy y que tenía en el regatón un pequeño travesaño envuelto en cinta. Le colocaba entre los dientes, el travesaño quedaba de la nariz a la boca, y entraba en suerte a la media vuelta, clavándole en el toro, pero donde buenamente
podía. En lo general la suertecita no tenía riesgo. Sin embargo, haciéndola tuvo Mejía la más grave de sus cogidas. Fue en el Huisachal y en el 5 de agosto de 1883. En el cuarto toro, de pinta negro listón, quiso banderillear con la boca; pero al entrar al lance, sonó las manos para que la res atendiera. El bicho se volvió por el lado contrario al que le llamaba Mejía, y éste, encontrando la salida cortada, fue enganchado por la taleguilla y derribado. Hizo el toro por él y le recogió, dándole grave herida en el tórax, penetrante y que le tuvo en cama tres meses. Otra de sus especialidades era banderillear a caballo, cabalgando sin montura sino a pelo, llevando la jaca únicamente una cincha, y pendiente de ella angosta acción en que el jinete apoyaba el pie izquierdo. Aquello, más que suerte de toreo parecía algo de cirquero. Como estoqueador, el Veracruzano era una completa nulidad y como compañero era díscolo, mal intencionado e insubordinado. Yo le conocí en la plaza de toros de San Luis Potosí, a principios de 1887, y en más de una vez le vi altercar con todos los de su cuadrilla y querer tirar delante del público muleta y estoque para abandonar el ruedo. Lo que no llegó a hacer por la energía que tenía mi buen amigo NOLASCO. Años después, en 92 o 93, me solicitaron para que fuera a ver a un enfermo, en una humilde casa de la Calle del NIÑO PERDIDO. El que estaba casi muriéndose era Mejía. Se mejoró y marchó para Veracruz y luego no he vuelto a saber de él. (C. C. B. T. I., 571-3). MEJÍA, Francisco: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. MEJÍA ALTAMIRANO, Juan: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.60 MEJÍA, Roque: Torero profesional de a caballo. Tomó parte en los festejos taurinos con los que se agasajó al virrey conde de Gálvez por su entrada al poder, a fines de 1785. (BFH, 2012, 380). MEJÍA SALMERÓN, Baltasar: Regidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México en 1598. Cuadrillero y caballero en plaza que participó en las fiestas de San Hipólito de aquel año. MELINI, Enrique, La Bruja: Fugaz torero de a pie, que no tuvo mayor trascendencia. En 1907, Enrique Merino “El Sordo”, viejo banderillero español, organizó una corrida bufa que se anunciaba en los carteles como de “monos toreros”, donde aparecían los nombres de Carlos Lombardini y de “La Vieja”. Como ninguno se presentara, fue Luis Güemes el encargado de despachar los ejemplares de Tlaxcolpan que se encontraban enchiquerados. MELO, Aurelio: Picador de toros. Era hermano del famoso peón, Rafael Melo “Melito”. No logró destacar como piquero. (A. L., 187), pero también se hizo anunciar como banderillero, e incluso como puntillero. Esto se puede comprobar en el cartel del festejo celebrado en la plaza de León, Gto., la tarde del 18 de enero de 1903, actuando bajo las órdenes de José y Francisco Palomar, “Caro Grande” y “Caro Chico” respectivamente. MELO, Rafael, Melito: Banderillero. Nació en León, Guanajuato, el año de 1866. Muy joven entró en la cuadrilla de Muñoz León. Con él recorrió las principales plazas de la república en calidad de banderillero. Actuó a las órdenes de Ponciano Díaz, José Basauri, “Ecijano” y otros. Con el último espada que figuró fue con Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”. El 30 de noviembre de 1904, encontró la muerte en la plaza de toros de Guadalajara, al recibir tremenda cornada en el cuello, que le seccionó la yugular (A. L., 187). 60
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
Este banderillero leonés, que también tuvo un triste fin, estuvo con Ponciano Díaz, “Cheché”, Timoteo Rodríguez, León Prieto “El Señorito” y Agustín Velasco “Fuentes Mexicano”, de 1894 a 1904. Este último año, el 27 de noviembre, un toro de Cuisillos le seccionó la yugular al clavar un par de banderillas en Guadalajara, Jal. Nada pudo ser hecho por él, excepto ver cómo se desangraba horriblemente, y falleció a los pocos minutos de haber sido herido. (H. L. II., 660).
MELLADO, Manuel: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 50). MELLADO VELA, Manuel, Melladito: Banderillero de regulares facultades, nacido en Sevilla el 12 de enero de 1872. En las plazas españolas y de México, algunas temporadas, toreó por el año 1899 y siguientes, alcanzando su labor mejor aceptación en la última nación que entre sus compatriotas. (J. M de C., III, 590). MENACHO, Jesús: Matador de novillos mexicano de medianas facultades. En plazas de su país actuó por los años de 1900, sin que despertase su labor gran expectación. (J. M de C, III, 590). MENA, Tomás: Salió como sobresaliente en el festejo celebrado en la plaza de toros de León, Guanajuato, el 5 de febrero de 1899. En El Toreo, de Madrid, año XXVI, del 6 de marzo de 1899, N° 1357, p. 3, se apunta: “El cuarto toro lo mató el sobresaliente Tomás Mena, recetándole una buena estocada, que fue aplaudida”. Aquella tarde, comandaba las cuadrillas Manuel Calleja “Colorín”, y los 4 toros, pertenecieron a la hacienda de Maravillas. MENASALBAS, Joaquín, Barberillo: Banderillero madrileño. Empezó a torear en novilladas de escas importancia, gustando su labor; en Madrid le veo anunciado por primera vez en carteles el año 1881, y así aparece también los años siguientes a las órdenes de diversos espadas de novillos. En 1885 ingresó en la cuadrilla de Raimundo Rodríguez (Valladolid), trabajando con él algunas temporadas. El año 1889 ocupó en la cuadrilla de Frascuelo la vacante de Saturnino Frutos Ojitos que se marchó a México. El día de la despedida de su jefe, 12 de mayo de 1890, actuó a las órdenes de Antonio Moreno (Lagartijillo), y con este trabajó algunas temporadas con buen éxito. Incitado por los triunfos y popularidad de Ojitos en México, se embarcó para allá. La suerte no le fue tan lisonjera a él. Disgustos familiares le indujeron a poner fin a su vida el 1° de mayo de 1908. Joaquín Menasalbas (Barberillo) fue un banderillero que cumplía con su labor sin grandes notabilidades.
Corría muy bien los toros a punta de capote, y ésta era su especialidad más estimable. (J. M de C., III, 590). MÉNDEZ, Antonio, Minuto: Matador de novillos español, que después de haber toreado en funciones de escasa categoría en su tierra, se embarcó para México, trabajando allí con parecidas características algún tiempo por el año 1906. (J. M de C., III, 590). MENDEZ, Irineo: Banderillero. Este personaje se encuentra incluido en la relación de cuadrillas que actuaron en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, ciudad de México, el domingo 19 de octubre de 1856. MENDOZA, Benito: Como jefe de cuadrilla toreaba este diestro en México, con bastante aceptación, en el primer tercio del corriente siglo, siendo, por tanto, uno de los que han contribuido a que el espectáculo taurino tomara carta de naturaleza en México. (L. V., 101). Nació en Orizaba, Veracruz. Sin embargo, un cartel que fue incluido en la edición del Boletín de Loterías y de Toros, N° 1351, Madrid 15 de enero de 1877, p. 4 nos deja entender que Benito Mendoza, nuestro biografiado, actuaba efectivamente, pero en fechas posteriores a la indicada por Leopoldo Vázquez. Veamos:
Allí se indica que Benito, junto con otros integrantes de la cuadrilla, –la mayoría mexicanos-, intervinieron en el estreno de la célebre plaza de toros de Regla, la tarde del 25 de diciembre de 1876. Hijo de Pablo Mendoza, estuvo en una cuadrilla infantil que organizó su padre en 1852. Años después, ya por su cuenta, toreó con frecuencia por toda la República. Mucho tiempo estuvo en activo y aunque nunca se presentó en el Distrito Federal, sí lo hizo en la plaza de “El Huisachal”, Edo. de México, el 3 de diciembre de 1882. (H. L. II., 658). MENDOZA, Bernardino de: El sexto cargo contra Mendoza durante la visita que se le hizo fue que habiendo organizado toros y juegos de cañas cuando llegó la nueva de la victoria de su hermano el Capitán General de Galeras Bernardino de Mendoza sobre los turcos. (L. W., 1984; T. I., 161). MENDOZA, Diego, El Curro: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información.
MENDOZA, Francisco de: Fue hijo del virrey Mendoza, e intervino en una justa que se conoce data de marzo de 1547. (L. W., 1984, T. II., 155). MENDOZA, José: banderillero que actuó con frecuencia en festejos al mediar el siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel en el festejo que se celebró el 31 de diciembre (¿de 1850?), siendo anunciado como banderillero. (Col. del autor). MENDOZA, Manuel: Matador de novillos, y en ocasiones, banderillero en plazas de México. Trabajaba en esto por el año 1894, sin conseguir entusiasmar con su labor a aquellos públicos. (J. M de C, III, 593). MENDOZA, Pablo, la Galuza: torero, e hijo de Benito Mendoza. (D. I., 8). Puede haber alguna confusión con el alias de este personaje y Toribio Peralta, a quien varias fuentes lo mencionan como “La Galuza”. Popular “capitán de cuadrilla” mexicano, que tuvo su mejor época a mediados del siglo XIX. Toreó a menudo en la capital de México, sobre todo en la plaza de “San Pablo”, aunque también algunas veces en la del “Paseo Nuevo”, cada vez que Bernardo Gaviño lo dejaba. Ya viejo, en 1880, aún seguía en activo, ayudando en lo que podía a su hijo Benito. (H. L. II., 658). MENDOZA, Pablo, Pie de plata: Torero de a pie que fue célebre en nuestro país a mitad del siglo XIX.
El presente documento fue firmado por Pablo Mendoza, en la ciudad de Toluca, el 8 de junio de 1860. En tal oficio, dirigido al Sr. Prefecto, se presenta la petición de conceder la licencia correspondiente para el festejo a celebrarse dos días después. “Pretendió competir con Bernardo Gaviño, pero no oscure lo más mínimo al torero de Puerto Real. Toreó mucho en las plazas de su país”. (J. M de C, IV, 582). MENDOZA, Rodrigo de: integrante de la nobleza novohispana en la segunda mitad del siglo XVI. Quizá a él se deba, y en compañía de otro personaje, solo que perteneciente al grupo de elite peruano, y me refiero a Diego de Acuña, como los que en su momento, se encargaron de llevar a cabo, en 1572, de uno de los torneos caballerescos más lucidos de que se tenga memoria.
Para ello, pongo a la consideración de los lectores, uno de los capítulos de mi libro (inédito) que lleva el título Artemio de Valle-Arizpe y los toros, en el que, en su primera parte, y correspondiendo al pasaje N° 28 este se dedica a ciertos datos publicados en Libro de estampas, obra del propio autor saltillense. Veamos. MOCTEZUMA Y ATAHUALPA EN LA CORTE DE LAS ESPAÑAS.61 El sucedido que viene a continuación es, a mi parecer, una auténtica joya. Y lo sustento luego de haber revisado diversas fuentes, sin encontrar siquiera alguna insinuación, por sesgada que esta fuera de un acontecimiento que se relaciona con la visita de importantes personajes americanos a la corte de Felipe II en 1572. Revisadas las obras de Nicolás Rangel, José de Jesús Núñez y Domínguez, José Álvarez del Villar, Heriberto Lanfranchi, Benjamín Flores Hernández, Ángel López Cantos, e incluso la del propio José María de Cossío entre otras más,62 ninguna menciona lo que a continuación podrán leer.
Gran alfombra, de Bujara o de Flandes, cubre toda la anchurosa estancia. Entre los bufetillos, los contadores, los sillones, las silletas de caderas, hay mullidos almadraques de seda en los que se sientan las damas. Sus basquiñas y sus justillos, rojos, azules, amarillos, violetas, verdes, tienen un grato resalte en la penumbra, brillan sus guarniciones de oro, albean sus encajes. Los caballeros van y vienen por la estancia; están de pie ante las damas, sonríen y dicen cosas agradables. La conversación tiene un rumor cálido. La tarde unta sus tenues luces en los cristales de los balcones, y a través de ellos deja ver sus celajes, de un femenino tornasol de rosa. Entran en la cuerda doncellas y pajes; presentan ante las damas y los señores, poniendo la rodilla en tierra, anchas bandejas de plata cincelada, en las que hay frágil repostería conventual, confituras gloriosas o finas copas, en las que muestran sus colores la aloja, el rosoli y la clarea. Se ven las manos blancas y delicadas que, con leve ademán, alzan los sutiles cristales, en los que se posan con delicia las bocas, o levantan los quebradizos hojaldes, los encanelados, gaznates y los canutillos de suplicaciones con que se entretiene el refresco. Después de hablar de unos brocados, de unos tabíes, de unas capicholas, de unos jametes y de unos terciopelos de tres altos, que le llegaron en el último galeón al mercader Lesama, se pondera mucho el sermón que Fray Alonso de Alcalá oró en San Francisco, con gran despejo y elegancia, y se dice luego de una monja iluminada y extática, que cuando está en oración dizque se eleva ocho palmos sobre el suelo. Después pasa gentilmente la plática a comentar la lucida fiesta, en que los principales señores de la ciudad hicieron escaramuzas, jugaron alcancías, pandorgas y estafermos, arrojaron bohordos y corrieron la sortija en la Plaza Mayor, rigiendo sus corceles con gran destreza y donaire. -Ya que viene la conversación a este punto, dice el fastuoso minero don Gil Dorantes de Almanza, he de leeros en esta tarde la carta que me ha mandado desde Madrid mi primo el conde. Con esta carta yo me he puesto vano al saber lo bien que lo han hecho mis paisanos en la Corte de las Españas. Aquí está la carta. Después de la cruz y del cordial tratamiento que me da mi primo el conde, me dice que recibió el chocolate que le envié para los padres jerónimos, y que él se dejó, claro, unos olorosos tablillones; que su hija, doña Sol, ha entrado monja en las Descalzas Reales; y que con el padre jesuita Pedro Sánchez, que manda a estas Indias a fundar colegios el padre Francisco de Borja, que en el siglo se llamó el marqués de Bombay, que con ese padre me remite una arqueta con reliquias y un libro famoso que anda allá de mano en mano, y que se rotula Vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, y a seguida me dice que en Madrid no se habla de otra cosa sino de lo muy jinetes que son los de México, con motivo de la brillante fiesta con que obsequiaron al rey nuestro señor don Felipe II el día de su santo, el 23 de enero de este año de gracia de 1572, varios caballeros mexicanos y peruanos, que se encuentran en la Corte63 negociando varios asuntos, y que allí todo el mundo se hace lenguas ponderando su agilidad y maestría, porque son los de esta tierra los mejores hombres de a caballo que han visto. Oigan lo que a ese respecto dice la carta que me ha mandado mi primo el conde: 61
Valle-Arizpe: Libro de..., Op. Cit., p. 45-51. Véase bibliografía. 63 Conviene apuntar que en 1561, Felipe II trasladó la Corte de la imperial Toledo a Madrid. 62
“La plaza que está delante de Palacio se atajó con tablados, señalados a los Consejos y a los grandes y otras personas, dejando un gran cuadro para la fiesta, muy bien aderezado el suelo y tenía dos puertas, la una junto a San Gil y la otra arrimada al muro fronterizo de las caballerizas, y toda la gente, procuró ir muy temprano, porque se creía que había de haber gran apretura, por tenerse concedido gran opinión de que había de ser muy buena fiesta. “Sus Majestades el rey y la reina, nuestro señores, se pusieron en la reja grande que está sobre la segunda puerta de Palacio, donde estuvieron la serenísima princesa de Portugal y los príncipes de Bohemia y las damas en sus lugares, y todo lo demás de Palacio y de la plaza lleno de gente esperando los jugadores, los cuales, casi a las cuatro de la tarde, llegaron con gran música de trompetas y atabales y menestrales, y vinieron hechos dos alas, cada una de veinte caballeros y cada ala dividida en cuatro cuadrillas. Entraron todos con sus lanzas y adargas. Los de la una ala eran veinte caballeros de la Nueva España, y los de la otra eran veinte caballeros del Perú. “Los del Perú venían vestidos a modo de indios de cierta provincia que hay en aquel reino, con camisetas de terciopelo amarillo y mantas de raso amarillo con ciertas bordaduras muy anchas de plata, que casi tomaban todos los campos, y en las cabezas los tocados que suelen traer aquellos indios, que son como albaneses, de terciopelo negro, y una media luna y una saeta de chapería de plata muy grandes, sobre los capeletes y muchas plumas en ellos. Delante de los pechos traían una plancha de plata bruñida y en los brazos brazaletes de la misma plata, y sus máscaras, hechas al natural, como de indios, con sus perlas o piedras en las barbas y gregüescos de terciopelo amarillo y borceguíes colorados con lazos grandes, todos de una misma hechura. “Los de Nueva España también venían vestidos al modo de aquella provincia, con camisetas de raso encarnado y mantas de terciopelo verde aforrado en raso blanco. Las camisetas venían guarnecidas con ciertos bastones y follajes romanos, hechos de chapería de plata, con sus largos de la mesma chapería, que los tomaban todos. Las mantas también estaban guarnecidas con otra chapería de plata, que tomaban desde los codos hasta los hombros, donde se ponían muy grandes plumajes y lo mesmo en las cabezas. Traían todos caballeras de una mesma manera y máscaras con sus esmeraldas en las barbas, y gregüescos de terciopelo verde y los borceguíes como los del otro puesto. “Ninguno de todos cuarenta obo que no llevase cuatro o cinco caballos, con muy buenos jaeces, y los más comprados de nuevo para la fiesta. En medio destas dos alas de los cuarenta caballeros venían unas andas, en que se traían dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú. Traían las andas ciertos indios y alrededor dellas venían ciento y veinte indios a pie, la mitad vestidos al modo de México, con flechas y saetas en las manos y la otra mitad del Perú, con sus máscaras y plumas, tan al natural los unos y los otros, que quien conoce los que allá viven afirmara ser estos dellos. Todos venían gritando como suelen hacer los indios en sus regocijos. “Con esta orden parecieron estos dos reyes ante Su Majestad; diciéndose que habían sabido el próspero nacimiento del príncipe don Fernando, nuestro señor, y que venían de sus tierras con aquellos sus vasallos a regocijar tan buena nueva. Su Majestad los mandó subir a un tablado que estaba hecho para aquel efecto, donde estuvieron con sus sombras de plumaje y sus mascadores grandes, en la forma que solían andar los que representaban, y habiéndolos puesto en su tablado, los cuarenta caballeros, habiendo hecho su acatamiento, se volvieron a salir por la mesma puerta de hacia San Gil, por donde habían entrado. “Fuéronse los cuarenta caballeros por detrás de los tablados hasta la otra parte que esta junto al muro frontero de las caballerizas, y de allí, con toda su música delante, hicieron su entrada de juego de cañas, tan concertadamente y tan como hombres de a caballo, que pocas se han visto en este reino más dignas de ser vistas, porque todos los caballos que llevaban eran escogidos y ellos muy usados en aquel ejercicio. “Después corrieron de dos en dos por toda la plaza, hasta que se les cansaron los caballos y se tornaron a salir por la mesma puerta y tomaron otros, y con sus adargas y varas tornaron a entrar, también corriendo, hasta que vinieron a quedar en los puestos donde habían de jugar. “Comenzaron, desde luego, el juego, el cual duró tres cuartos de hora, con grandísimo concierto y orden, porque los cinco que salían cada vez no volvían a donde salieron, sino al lugar más bajo en aquella hilera, y en partiendo ellos se llegaban otros cinco a ocupar aquel puesto de donde habían de partir, y los contrarios nunca partían de su puesto hasta que los que venían habían desembarazado y tenían vueltos los rostros de los caballos para retirarse, y desta manera nunca obo desconcierto, ni caballos rezagados, y fue mucho no haber algún caballo desbocado que no
parase hasta meterse por el puesto contrario, y aunque traían determinación y alientos para jugar una hora entera, como lo suelen hacer en las Indias, pareciéndole a Su Majestad que los caballeros andaban muy cansados, mandó que los menestrales los despartiesen, y ansí se salieron todos en buen orden, sin turbar los puestos, ni aun sin dejar los compañeros, y tomando otros caballos frescos, con sus lanzas y adargas, volvieron a entrar al galope por la puerta y comenzaron entre sí una escaramuza cuan bien ordenada se puede imaginar y tan semejante a la verdadera, que no faltaba sino alancearse. En la cual se mostraron todos hombres muy diestros a caballo, porque, con andar tan mezclados que apenas se conocían, en un punto se tornaban a dividir los puestos, saliendo unos de otros como si nunca se obieran juntado, y desta manera duró buen rato la escaramuza, que a todos pareció cosa muy nueva y muy señalada. “Sintiendo ya cansados los caballos, se volvieron a salir de la plaza, y tomando otros con varas en las manos, tornaron a entrar en ella y corrieron muchas carreras de dos en dos y de cinco en cinco, y después de veinte en veinte, lo cual duró hasta que les faltó la luz y entonces volvieron a tomar a sus reyes como los habían traído y haciendo acatamiento a Sus Majestades, se salieron de la plaza, y tomando hachas encendidas anduvieron de la mesma manera por las calles de Madrid, con gran regocijo y contento de los que no habían visto la fiesta. “A su Majestad don Felipe II le pareció tan bien la fiesta, que les envió agradecer cuán bien lo habían hecho y la obligación que se quedaba de hacelles por ello merced; y en un billete que sobre ello escribió al presidente del Consejo de Indias, decía tres veces que la fiesta había sido muy buena, y es cosa bien de considerar que de solos los negociantes de aquellas provincias que aquí se hallaron, se haya podido ordenar una tan lucida y señalada fiesta, que no hay quien haya visto en Castilla otra más concertada: que cuanto a la riqueza bien se entenderá que tal fue pues se cree que les ha costado más de diez mil ducados”. -Aquí da fin a la carta de mi primo el conde, con la data de 12 de febrero de 1572. ¿No es esto para alegrarse y para que esté complacido nuestro orgullo? Sabemos bien que todo lo que se diga de nuestros paisanos en lo tocante a vaquear y al manejo del caballo, ninguna hipérbole es encomio, ninguna exageración arrojo. Así es que a mí no me extraña que hayan tenido tantos panegiristas como lenguas hay en la Corte. Damas y caballeros van a decir ya con alborozo, comentando esa carta vivaz y colorida, encarecidos loores de los caballeros mexicanos que llevaron su destreza hípica y el esplendor de su lujo a la villa de Madrid; damas y caballeros van a decir esas cosas y otras más, cuando un criado, alzando la gran cortina de la puerta, anuncia solemne: ¿El señor inquisidor mayor! Lo cual abrió un vasto y anhelante silencio en la tertulia. La presente tradición, leyenda y sucedido del México Virreinal, posee una serie de matices, entre los que llaman la atención varios aspectos, a saber:
Fiesta en la Plaza Mayor de Madrid, durante el curso del siglo XVII. 1.-¿Quiénes eran los dichos “caballeros mexicanos y peruanos”, y que asuntos los llevaron a la Corte en una ocasión tan especial y que coincide al celebrarse el día de su santo del monarca?
2.-Es curioso el hecho de que, justo en aquel año se expidió una real cédula, determinando la agrupación de los caballeros en cofradía,64 bajo la advocación de algún santo, para celebrar justas, torneos y otros ejercicios militares, siendo los caballeros de dicha localidad los primeros que, en junta de 3 de agosto de 1573 acordaron la creación de la maestranza rondeña. ¿Tales señores convinieron o participaron en dicha creación, con el nombre de Cofradía del Espíritu Santo? 3.-¿Se trata de alguna posición específica de aquellos 40 caballeros para confirmarle al monarca su lealtad, pero también su desacuerdo en cuanto a no intervenir ni aceptar levantamientos como los ocurridos con los hermanos Ávila y Martín Cortés en 1566 o el muy desagradable de Lope de Aguirre, luego de sus iniciales declaraciones de rebeldía y/o de independencia, hecho ocurrido en los momentos de realizarse la búsqueda y conquista de el Dorado, que fue provincia y jurisdicción de la audiencia de Santo Domingo en 1542? 4.-¿Cómo se explica que esa presencia se justificara trayendo dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú? 5.-¿Cómo entender esta fastuosa puesta en escena, donde además de los cuarenta nobles o miembros de la elite aquí citados, se sumaron al festejo otros 120 indios, lo que implica, en términos teatrales, una compañía de gran calado? 6.-No perdamos de vista que justo, en aquel año, arribó a la Nueva España la orden de los jesuitas. 7.-Algo que no puede escapar a todas estas observaciones, es el hecho de que para fecha tan temprana, esos caballeros deben haber tenido algún conocimiento de los primeros tratados de caballería, libros de ejercicios de la jineta, advertencias o preceptos para el uso del rejón, la lanza y la espada, entre otros. Esto nos permite suponer que conocieran la literatura que sobre los “libros de caballería” y todo su sentido de épica, misma que circulaba en diversas ediciones y que los estimulaba a seguir diversos modelos, como se estilaba en aquel siglo XVI. 8.-Y lo que puede ser el planteamiento más importante: este grupo compacto hace un viaje a España ocho años antes de la publicación del ya conocido Tratado de la Caballería, jineta y la brida... de Juan Suárez de Peralta,65 personaje que habiendo vivido largo tiempo en Nueva España, aparece en la península en 1580 con su obra bajo el brazo, como compendio de sus experiencias acumuladas en este lado del mar. Es decir, tanto los nobles novohispanos como los del virreinato del Perú, ya cuentan con una sólida experiencia en el dominio del caballo y las dos sillas: jineta y brida, que ponen en práctica nada menos que frente al monarca en turno. De lo anterior puede deducirse que los americanos, al margen de conocer o no las reglas o tratados de caballería, demostraron sus capacidades como fruto de la acumulación de experiencias por estas tierras. Por una parte, Miguel Luque Talaván,66 en “La nobleza indiana de origen prehispánico” plantea la condición establecida a partir del linaje procedente de dos culturas indígenas, de las que derivaron ramas de poder como el establecido por Moctezuma y Atahualpa. Por otro, encuentro en una obra de Juan de Torres los siguientes versos: Juego de Cañas nocturno en Madrid en 1572 Llegada que fue la noche ante el palacio venían numerosos caballeros con libreas y divisas 64
Benjamín Flores Hernández: La Real Maestranza de Caballería de México: una institución frustrada. Universidad Autónoma de Aguascalientes/Departamento de Historia. XI Reunión de Historiadores Mexicanos, Estadounidenses y Canadienses. Mesa 2. Instituciones educativas y culturales. 2.5 Educación y cultura, siglos XVIII y XIX (no. 55). Monterrey, N. L., 3 de octubre de 2003. 13 p., p. 8. Véase ANEXOS. 65 Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida: en el qual se contiene muchos primores, así en las señales de los cavallos, como en las condiciones: colores y talles: y como se ha de hazer un hombre de á caballo (...) En Sevilla, año de 1580. México, La Afición, 1950. 149 p. Ils. 66 Véase en ANEXOS, Miguel Luque Talaván: ANÁLISIS HISTÓRICO-JURÍDICO DE LA NOBLEZA INDIANA DE ORIGEN PREHISPÁNICO.
y alumbre de muchas hachas lanzas rompen y corrían y después de haberlas roto juegan a las alcancías. Domingo treinta del mes grandes torneos se hacían y luego justa real en las cuales mantenían don Rodrigo de Mendoza caballero de valía, también don Diego de Acuña que en la cámara servían a su Real Majestad, los cuales muy bien lo hacían.67 Los dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú, ¿no serán acaso, tanto Rodrigo de Mendoza como Diego de Acuña? Tómese en cuenta que el dicho Juego de Cañas ocurrió en otra fecha, pero sí en el mismo año, lo que indica la enorme posibilidad de que tal contingente de personajes referidos en este pasaje pudiesen haber protagonizado este otro festejo. Poco, muy poco se ha encontrado al respecto, que no sean insinuaciones sobre aquella extraña pero colectiva presencia de personajes perfectamente ubicados en un rango social preeminente de uno y otro virreinato. Los intensos movimientos con trasfondo político derivaban en circunstancias tan específicas como la reseñada aquí por A de V-A, por lo que, no es muy clara la fuente de donde toma estos datos y más aún, el motivo que orilló a los cuarenta personajes que, en acción conjunta se presentaron ante el monarca no sólo para realizar las muy armónicas escaramuzas. Sino para enterarnos a qué fueron en momento tan particular a Madrid, y realizar gestiones, además de “escaramuzas” muy en el estilo de lo que establecían los “Tratados de Caballería”, como el del Capitán Pedro de Aguilar que, casualmente circulaba ya en ese 1572, impreso salido de la casa de Hernando Díaz.68 Formuladas en principio esas preguntas, por ahora sin respuesta concreta, me parece que es momento de continuar, a reserva de que en su momento se cuente con elementos precisos, aclarando así la tan notable y curiosa anotación de nuestro autor. En su momento, el PASAJE Nº 26: SEGUNDA SERIE. COSAS DE MARQUINA. MAGNÍFICO DECRETO generó un sinfín de dudas, porque no se ha tenido acceso directo al decreto en el que el virrey Marquina afirmara –en orden tajante-, que [aquella precisa corrida de toros, imprecisa en fecha] se declaraba nula y sin ningún valor... Y así se hizo. El dato sobre si fue por alguna de las pocas celebradas durante alguna tarde de su corto gobierno entre 1800 y 1803, fuera en la ciudad de México, Jalapa o San Miguel el Grande no queda claro.69 Del mismo modo, este asunto de 1572 67
El deporte en el siglo de oro. Antología (Realizada por José Hesse). Madrid, Taurus Ediciones, S.A., 1967. 180 p. (Temas de España, 58)., p. 135-136. El verso recogido proviene de la obra de Juan de Torres: Relación del nacimiento y cristianismo del serenísimo Príncipe don Fernando, Medina del Campo, 1572. 68 José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v., T. I., p. 452. 69 Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México..., op. Cit., T. I., p. 114 y 116. Recordaré lo que el presente autor menciona sobre el México taurino en 1800 y México taurino en 1802. 1800: el 30 de abril tomó posesión de su cargo el virrey don Félix Berenguer de Marquina, quien desde el primer día mostró ser enemigo de las corridas de toros. Se opuso terminantemente a que las hubiera en su recibimiento, no permitiendo que el Ayuntamiento capitalino las dispusiera, al como era su intención, y como ya se había empezado a construir un coso en la plazuela del Volador, prefirió pagar de su bolsillo lo que se había gastado, antes que dar el permiso correspondiente para que se efectuaran. Mientras duró su mandato, hasta 1802, no dejó que se celebrara un solo festejo taurino en la ciudad de México.
mueve a enormes vacilaciones que, en la medida de lo posible intentaré poner en claro, sea en este lugar, si cabe todavía alguna alternativa, en el resto de la presente obra. Con todo lo anterior no pongo en duda las fuentes de don Artemio. En todo caso, miremos su pluma y mente dejadas llevar por la fascinación, donde al fin y al cabo, es lícito matizar al hecho histórico sí registrado con algunas libertades literarias salpicadas de esa privilegiada imaginación que caracterizaron al inagotable autor saltillense. Por otro lado, y es momento de decirlo, habría que cuestionarle, en más de un caso, la fuente, la cita, ausentes de ese amplio bagaje literario trabajado en largos años de producción. Pues bien, fue luego de leer casualmente una obra de José Álvarez del Villar 70 como me enteré de la fuente, remitiendo al autor también de forma por demás vaga a las Crónicas de Amado Nervo. Localizado el volumen XXV de sus Obras Completas, apareció la mencionada Crónica, bajo el título: UNA FIESTA DE CABALLEROS MEXICANOS,71 la cual me parece digna de ser reproducida en su totalidad para darnos una idea cabal del asunto, y así terminar con este ir y venir de inconsistencias. No, amigos míos, no vamos a hablar de una de esas fiestas de señorones americanos seudoeuropeizados que viven la mayor parte de su vida en los Parises, y en cuyos salones (le monde oú l´on s´ennuie), veinte o treinta snobs aburridos juegan al bridge... o hablan mal del dueño de la casa! Se trata de una espléndida, de una suntuosísima fiesta organizada en Madrid por caballeros mexicanos y caballeros peruanos, en honor de los reyes de España. De esta fiesta no ha hablado ningún diario de la Corte. Ningún Montecristo, ningún Madriz y, ningún Rubryck ha escrito melífluas crónicas, no obstante que lo visto ha superado en pompa y riqueza a cuanto suele hacerse. No culpemos, sin embargo, a los suaves cronistas de salones. Por lo que ustedes leerán después, no estaban ellos en aptitud de reseñar la diversión... Yo sí lo estoy, por dos razones: la primera, porque se efectuó al aire libre, en la calle de Bailén, donde se yergue, como ustedes saben, el Real Alcázar, y donde vive también este afable amigo de ustedes; la segunda, porque se me han dado todos los datos, los pormenores todos. Si los periódicos nada mencionan, débese a que esta fiesta se celebró... hace ya algún tiempo, el día de San Ildefonso, Patrón de España y Santo del nombre del Rey, el 23 de Enero... del año de mil y quinientos y setenta y dos! El rey de España se llamaba entonces Felipe II, y los caballeros mexicanos y peruanos que lo obsequiaron encontrábanse en la Corte negociando varios asuntos. La relación de la fiesta se halla entre los papeles del Conde-Duque de Olivares, maltratados por el fuego; mas no tanto que no haya podido leerse lo que dicen. Estos papeles se encuentran en el precioso archivo de mi distinguido amigo el duque de Alba. Están en las “Relaciones de Ultramar” y acaso no sea inoportuno reproducir siquiera parte de lo que cuentan, por lo curioso y porque acercándonos a la celebración del centenario, viene a pelo toda conmemoración de nuestra bella historia, tratándose sobre todo de desfiles y cabalgatas, que pueden sugerir nuevas ideas a los organizadores nuestros. Sólo, sí, con perdón del Conde-Duque, modernizaré la ortografía, para no hacer muy ardua la labor de las linotipias, máquinas ultramodernas, que no gustan de antiguallas tipográficas. He aquí, pues, la relación, con su sabrosísimo estilo peculiar:
1802: (No hay noticias taurinas). A principios de año, el virrey Marquina, alegando estar delicado de salud, renunció a su cargo. Fue la Audiencia la que gobernó en su lugar, mientras llegaba a la Nueva España su sucesor. 70 José Álvarez del Villar: HISTORIA DE LA CHARRERÍA. México, Imprenta Londres, 1941. 387 p. Ils., fots., p. 104. 71 Amado Nervo: CRÓNICAS. Obras completas de (...) Volumen XXV. Texto al cuidado de Alfonso Reyes. Ilustraciones de Marco. Madrid, imprenta de Juan Pueyo, 1921. Ils., p. 104-111.
“La plaza que está delante de Palacio se atajó con tablados señalados a los consejos y grandes y otras personas, dejando un gran cuadro para las fiestas muy bien aderezado el suelo, y tenía dos puertas, la una junto a San Gil y la otra arrimada al muro fronterizo de las Caballerizas, y toda la gente procuró de ir muy temprano, porque se creía que había de haber gran apertura, por tenerse concedido gran opinión de que había de ser muy buena fiesta. “Sus majestades el rey y la reina, nuestros señores, se pusieron en la reja grande que está sobre la segunda puerta de palacio, donde estuvieron la serenísima princesa de Portugal y los príncipes de Bohemia y las damas en sus lugares, y todo lo demás de palacio y de la plaza lleno de gente esperando los jugadores, los cuales casi a las cuatro de la tarde llegaron con gran música de trompetas y atabales y menestrales, y vinieron hechos dos alas, cada uno de veinte caballeros y cada ala dividida en cuatro cuadrillas. Entraron todos con sus lanzas y adargas. Los de la una ala eran veinte caballeros de la Nueva España, y los de la otra eran veinte caballeros del Perú. “Los del Perú venían vestidos a modo de indios de cierta provincia que hay en aquel reino, con camisetas de terciopelo amarillo y mantas de raso amarillo, con ciertas bordaduras muy anchas de plata, que casi tomaban todos los campos, y en las cabezas los tocados que suelen traer aquellos indios, que son como albaneses, de terciopelo negro, y una medialuna y una saeta de chapería de plata muy grandes, sobre los capeletes, y muchas plumas en ellos. Delante de los pechos traían una plancha de plata bruñida, y en los brazos brazaletes de la misma plata, y sus máscaras, hechas al natural, como de indios, con sus perlas o piedras en las barbas y gregüescos de terciopelo amarillo y borceguíes colorados con lazos grandes, todos de una misma hechura. “Los de Nueva España también venían vestidos al modo de aquella provincia, con camisetas de raso encarnado y mantas de terciopelo verde aforrado en raso blanco.72 Las camisetas venían guarnecidas con ciertos bastones y follajes romanos, hechos de chapería de plata, con sus largos de la mesma chapería, que los tomaban todos. Las mantas también estaban guarnecidas con otra chapería de plata, que tomaban desde los codos hasta los hombros, y allí avi...,73 donde se ponían muy grandes plumajes y lo mesmo en las cabezas. Traían todos c(abe) lleras74 de una mesma manera y máscaras “con sus esmeraldas” en las barbas y gregüescos de terciopelo verde y los borceguíes como los de otro puesto. “Ninguno de todos cuarenta ovó que no llevase cuatro o cinco caballos con muy buenos jaeces, y los más comprados de nuevo para la fiesta. “En medio destas dos alas de los cuarenta caballeros venían unas andas, en que traían dos hombres muy ricamente vestidos a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y al Atabaliba, rey del Perú. Traían las andas ciertos indios, y alrededor dellas venían ciento y veinte indios a pie, la mitad vestidos al modo de México, con flechas y saetas en las manos, y la otra mitad del Perú, con sus máscaras y plumas, tan al natural los unos y los otros, que quien conocen los que allá viven, afirmara ser estos dellos. Todos venían gritando como suelen hacer los indios en sus regocijos. “Con esta orden parecieron estos dos reyes ante Su Majestad, diciéndose que habían sabido el próspero nacimiento del príncipe don Fernando, nuestro señor, y que venían de sus tierras con aquellos sus vasallos a regocijar tan buena nueva. Su Majestad los mandó subir a un tablado que estaba hecho para aquel efecto, donde estuvieron con sus sombras de plumaje y sus mascadores grandes, en la forma que solían andar los que representaban, y habiéndolos puesto en sus tablados, los cuarenta caballeros, habiendo hecho su acatamiento, se volvieron a salir por la mesma puerta de hacia San Gil, por donde habían entrado. “Fuéronse los cuarenta caballeros por detrás de los tablados hasta la otra parte que estaba junto al muro frontero de las caballerizas, y de allí, con toda su música delante, hicieron su entrada de juegos de cañas, tan concertadamente y tan como hombres de a caballo, que pocas 72
Los tres colores nacionales de después... Quemado el papel. 74 Idem. 73
se han visto en este Reino más dignas de ser vistas, porque todos los caballos que llevaban eran escogidos y ellos muy usados en aquel ejercicio. “Después corrieron de dos en dos por toda la plaza, hasta que se les cansaron los caballos y se tornaron a salir por la mesma puerta y tomaron otros, y con sus adargas por la mesma puerta y tomaron otros, y con sus adargas y varas tornaron a entrar, también corriendo, hasta que vinieron a quedar en los puestos donde habían de jugar. “Comenzaron, desde luego, el juego, el cual duró tres cuartos de hora, con grandísimo concierto y orden, porque los cinco que salían cada vez no volvían adonde salieron, sino al lugar más bajo en aquella hileras, y en partiendo ellos se llegaban otros cinco a ocupar aquel puesto de donde habían de partir, y los contrarios nunca partían de su puesto hasta que los que venían habiendo desembarazado y tenían vueltos los rostros de los caballos para retirarse, y desta manera nunca obo desconcierto ni caballos rezagados, y fue mucho no haber algún caballo desbocado que no parase hasta meterse por el puesto contrario, y aunque traían determinación y alientos para jugar una hora entera, como lo suelen hacer en las Indias, pareciéndole a Su Majestad que los caballos andaban muy cansados, mandó que los menestrales los despartiesen, y ansí se salieron todos en buen orden, sin turbar los puestos ni aun sin dejar los compañeros, y tomando otros caballos frescos, con sus lanzas y adargas, volvieron a entrar al galope por la puerta y comenzaron entre sí una escaramuza cuan bien ordenada se puede imaginar, y tan semejante a la verdadera, se puede imaginar, que no faltaba sino alancearse. En la cual se mostraron todos hombres muy diestros a caballo, porque con andar tan mezclados que apenas se conocían, en un punto se tornaban a dividir los puestos, saliendo unos de otros como si nunca se hobieran juntado, y desta manera duró buen rato la escaramuza, que a todos pareció cosa muy nueva y muy señalada. “Sintiendo ya cansados los caballos, se volvieron a salir de la plaza, y tomando otros con varas en las manos, tornaron a entrar en ella y corrieron muchas carreras de dos en dos y de cinco en cinco, y después de veinte en veinte, lo cual duró hasta que les faltó la luz y entonces volvieron a tomar sus Reyes como los habían traído, y haciendo acatamiento a Sus Majestades, se salieron de la plaza, y tomando hachas, anduvieron de la mesma manera por las más calles de Madrid, con gran regocijo y contento de los que no habían visto la fiesta. “A Su Majestad le pareció tan bien la fiesta, que les envió a agradecer cuán bien lo habían hecho y la obligación que se quedaba de hacelles por ello merced, y en un billete que sobre ello escribió al Presidente del Consejo de Indias, decía tres veces que la fiesta había sido muy buena, y es cosa bien de considerar que de solos los negociantes de aquellas provincias que aquí se hallaron, se haya podido ordenar una tan lucida y señalada fiesta, que no hay quien haya visto en Castilla otra más concertada: que cuanto a la riqueza bien se entenderá que tal fue, pues se cree que les ha costado más de diez mil ducados”. ¿Verdad que la relación no puede ser más fresca, ágil y vivaz? ¿No veis, merced a ella, las lucidas cabalgatas, como yo las veo desde mis balcones de la calle de Bailén... cerrando, por supuesto, los ojos? Del relato se desprende que los mexicanos de hace trescientos treinta y ocho años eran ya de los mejores jinetes del mundo. Sirva esto para que se huelgue, como es debido, el natural orgullo hereditario de nuestros charros de ahora, tan entusiastas devotos de Santiago como los españoles rancios que hicieron ese enorme poema de la Reconquista. Uno y otro documento, tanto el de Artemio de Valle-Arizpe como el de Amado Nervo se complementan, lo cual nos permite observar una rica demostración de aquellos señores de la Nueva España y del virreinato del Perú, quienes, en compañía de otros tantos naturales de una y otra región, se desplazaron hasta Madrid para celebrar el onomástico de Su Majestad, el Rey Felipe II, así como “diciéndose que habían sabido el próspero nacimiento del príncipe don Fernando, nuestro señor, y que venían de sus tierras con aquellos sus vasallos a regocijar tan buena nueva”. Puesta en claro aquella cara voluntad de acudir por el sólo pretexto de celebrar no uno, sino dos acontecimientos, pero sin dejar de apuntarse el hecho de que también lo hicieron por motivo de que,
estando ya en la Corte, aprovecharon para negociar varios asuntos, el presente caso va tomando mejor claridad, al margen de las diversas circunstancias planteadas bajo los ocho apartados que quedaron expuestos párrafos atrás. Considero que con todo lo anterior, y en aras de cubrir las aristas más complicadas del presente caso, es pertinente entonces dar por terminado con el asunto, no sin antes referir que una vez más, la presencia americana en el desarrollo de los torneos y demás justas caballerescas, logró enriquecer aquella imponente puesta en escena que, como se descubre, ya no es privativa de los nobles hispanos. También los novohispanos, y del virreinato del Perú tuvieron aquí una participación y un protagonismo que, a los ojos del monarca en turno, Felipe II, termina por ser profundamente celebrado. Una noticia poco conocida descubre que ambas expresiones, se complementaron en perfecta armonía y equilibrio. MERA, José: Picador del que no tengo más noticia que la de su muerte, ocurrida en México el 11 de septiembre de 1921 víctima del toreo. (J. M de C., VI, 98). MERCADILLA, Antonio: Torero de a pie. Al igual que José Marrero “Cheché”, también era cubano de nacimiento. Toreó en nuestro país durante la octava década del siglo XIX con bastante fortuna. No hay más datos al respecto de este personaje que siendo extranjero, hizo suya la tauromaquia mexicana. MERCADILLO, Antonio, Zenzontle: Matador de toros mexicano que comenzó a estoquear en plazas de segundo orden en 1887. (L. V., 101). Banderillero y lidiador mexicano que ha figurado en las diferentes plazas de los estados de aquella República, desde 1880 a 88, sin conseguir otro resultado que pasar entre los demás de la profesión, sin sobresalir de ninguno de ellos. No hay noticias posteriores de este lidiador desde 1888. (L. V., 131-2). MERCADO, Antonio y/o Ramón, Cantanitos o Cantaritos: Picador de toros, natural de San Luis de Potosí, que trabajaba con aceptación en 1887-88. Ha formado en cuadrillas de acreditados espadas. MERCADO, Antonio, Santín: Este picador nació en la hacienda de Atenco y picó con regularidad en la ciudad de México de 1887 a 1890. (H. L. II., 661). En otras fuentes, Antonio Mercado, aparece anunciado como “Santín”.75 El 12 de diciembre de 1873. “Se dio una corrida de toros en Santín, por los dependientes y el 4° toro que fue un pinto, lo mató el que hizo de Capitán que fue el Caporal Antonio Mercado, después de que lo picaron y banderillaron a dicho toro, en la primera estocada lo “despaldilló”, y después lo mató, sacándolo de la plaza 3 hermosos caballos colorados, que saben bien de tiro, y con los que se sacaban los toros en la plaza de Toluca, muy bien enjaezados…”76 MERCADO, Jesús: banderillero. Actuó a las órdenes de Diego Prieto “Cuatro dedos”, la tarde del 8 de mayo de 1887, en la plaza de toros “Colón”, donde se lidiaron toros de Santín. MERCADO, Pablo: Banderillero. Por los datos que he podido recopilar, parece, nació en la ciudad de Puebla, donde comenzó a torear. Figuró en las cuadrillas de los toreros, de fines del siglo XIX. (A. L., 188). Sin embargo, en El Arte de la Lidia, año III, Tercera época. México, 28.11.1886, N° 7 aparece anunciado como picador. Lo mismo se puede comprobar en el cartel celebrado en Puebla, plaza del “Paseo Nuevo”, el 8 de noviembre de 1891. Otro registro lo ubica así:
75
El Arte de la Lidia, año II, 2ª época. México, domingo 29 de noviembre de 1885, N° 6, p. 4. Manuscrito: Jesús M. Barbabosa: Deseando que mis descendientes tengan alguna idea del estado que anualmente tiene nuestra casa, de sus circunstancias más notables y demás hechos que merecen alguna memoria… (de 1854 a 1892). 76
MERCADO, Pablo: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. MERCADO, Ramón, Cantaritos: Banderillero. Era hermano de Pablo y al igual que él toreaba en la misma época. Se distinguía notablemente con las banderillas y por sus grandes facultades. (A. L., 188). MÉRIDA, Alonso de: Cuadrillero y caballero en plaza. Iten que el segundo día de Pascua (esto
en 1577, y con motivo de la jura del nuevo rey, Felipe II) luego siguiente haya y se haga en la plaza de esta ciudad regocijo de toros y juego de cañas como está acordado, y que lo que fuere necesario y se gastare para hacer los pendones y banderas reales y vestidos y cotas del rey de armas y regocijo de la plaza e libreas, se gaste libre y pague de los propios de esta ciudad. Entre esos personajes se encontraba el propio Mérida, quien era integrante de las autoridades del Ayuntamiento de la ciudad de México. MÉRIDA, Francisco de: Cuadrillero. Gracias a dos actas del Cabildo sabemos que hubo fiestas en la ciudad de México para recibir al nuevo virrey. Jueves 24 de octubre de 1566: “…En este día los señores justicia y regidores (de la ciudad de México) dijeron que era cosa justa recibir con fiesta y regocijo al nueo virrey marqués de Falces, ordenando que se haga en la Plaza Mayor de esta ciudad regocijos y fiestas, sacándose libreas de tafetanes de colores para ochenta caballeros, y han de ser diez cuadrillas de ocho caballeros cada una, y el cuadrillero a su costa dé a su cuadrilla mangas y caperuzas, y banderillas para las lanzas y bandas para las adargas, debiendo dar esta Ciudad las libreas acostumbradas. Los cuadrilleros han de ser los señores… (regidor Francisco de Mérida…)”. (H. L., 1971, 53). MERINO, Enrique, el Sordo: Banderillero sevillano. Empezó a torear por el año 1894, haciéndolo en plazas andaluzas principalmente. Al poco tiempo se embarcó para México, trabajando allí a las órdenes de diversos espadas, indígenas y españoles. Antonio Montes le incorporó en su cuadrilla, toreando con él las temporadas de 1904, y siguientes, hasta la muerte del desgraciado lidiador, en 1907. Desde entonces trabajó el Sordo poco, y esto en plantillas de menos categoría. (J. M de C., III, 595).
MERINO, Francisco: Aficionado mexicano que estoqueó en diferentes plazas con bastante buen éxito desde 1887 a 90. (L. V., 101).
MEZA, Gerardo, el Gorrión: célebre poblano, jinete valiente que buscaba a los toros en todos los sitios del ruedo y a brazo suelto le alanceaba en las paletillas. (C. C. B., T. I., 274). El propio Cuesta Baquero hace una rectificación en la misma obra (p. 353) anotando que “Gerardo Meza el Gorrión. Debe decir: Gerardo LÓPEZ. MEZA, Jerónimo: matador de a caballo. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. MEZA, José María, El Cholula: Picador cuyo nombre figuraba con ventaja entre los demás de la clase en la plaza del Paseo de México en 1887. [(L. V., 101); (D. I., 23)]. MILLÁN, Carlos: Matador de novillos mexicano. Por el año 1910 participó en algunas corridas con regular aceptación, debiendo abandonar pronto la profesión, pues no vemos su nombre en funciones posteriores. (J. M de C, III, 598). MILLÁN, Enrique: Matador de novillos. El año 1912 toreó algunas novilladas por plazas de México, siéndome desconocidas sus andanzas por los ruedos españoles. (J. M de C., III, 598). MIRANDA, José: Picador de toros. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224. MILLÁN, Carlos: Matador de novillos. Fue un torero modesto que no logró destacar en la profesión, siendo por el año de 1910 cuando más sonó su nombre. (A. L., 1958, 189). MILLÁN, Enrique: Matador de novillos. En 1912 actuaba con frecuencia por los estados, y aunque pareció que iba a alcanzar un sitio destacado, no logró el que su nombre, pasase a mejor plano. (A. L., 1958, 189). MILLÁN, José, Currincho: Matador de novillos gaditano. En plazas de poca importancia de los Puertos toreó algún tiempo, y como viese la poca nombradía que en ellas adquiría, se embarcó para México por el año 1889, toreando allí con parecida aceptación. (J. M de C., III, 598). MIRANDA, Antonio, Pipo: Banderillero sevillano. Empezó a torear en plazas de su tierra por el año 1889. Marchó poco después a México con Diego Prieto (Cuatrodedos), trabajando en circos de aquel país algunos años. (J. M de C., III, 599).
MIRANDA, Juan: Banderillero. Es delegado de la Unión de Picadores y Banderilleros en la ciudad de Mérida, Yucatán, lugar en que suele actuar en su calidad. (A. L., 1958, 189). MIRANDA, Pedro: Banderillero. Fue parte de la cuadrilla que actuó en la plaza “Bernardo Gaviño”, el 21 de agosto de 1887. Se lidiaron ejemplares de La Encarnación. El dato puede leerse en El Arte de la Lidia, año III Tercera época. México, 28.08.1887, N° 43. MOCHILÓN (sic), Valentín: Picador de toros, oriundo de la hacienda de Atenco. Salió a picar en la tarde del domingo 22 de noviembre de 1885 en la plaza de toros de Toluca, MOLINA, Gaspar de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.77 MOLINA, Manuel, Algabeñito: Matador de toros (se desconoce su nacionalidad, aunque es probable haya sido un diestro mexicano) que actuaba con frecuencia en las plazas del país. Su nombre se puede ver en un “Directorio Taurino” que fue incluido en El Látigo. Semanario de Toros y Teatros. Año II, N° 9. México, domingo 29 de diciembre de 1901, p. 3. MONDRAGÓN, Juan Manuel: banderillero. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). MONGE, José Juan, Candelas: Aceptable banderillero mexicano que actúa desde 1886. En la plaza de Puebla toreó diversas corridas en 1888. (L. V., 102).
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María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
“Rechoncho, con fisonomía de chantre o rapabarbas, pésimamente trajeado, con viejísimo terno de color rojo con chorrillos de seda negra, y completando el atavío unas alpargatas –no eran zapatillasaplomadas, una pañoleta y faja verde desteñido y una monterilla de escuálidos machos ladeaba hacia la oreja derecha, resultaba Candelas un figurón, uno de esos toreros que hay en los cuadros de pintores franeses, aún tan notables como Doré. Aquél Candelas se apagaba delante de los toros y de malísima manera banderilleaba a la media vuelta o sobaquilleando”. (C. C. B., T. I, 275). MONDRAGÓN, José de: Fue el encargado de proporcionar las banderillas y los rejones que se utilizaron en la temporada ofrecida en el Volador de México durante noviembre y diciembre de 1769. Por los recibos de lo que se le pagó por tales instrumentos sabemos que era “de oficio toreador de a pie”. No tenemos noticias de que lidiara entonces, pero es probable que lo haya hecho. (BFH, 2012, 380). MONDRAGÓN, Juan de: Torero profesional de a pie. Vecino de México. Participó en las corridas que se dieron en la plazuela del Volador en los meses de noviembre y diciembre de 1770. (BFH, 2012, 380). MONDRAGÓN, Tomás: Torero de a pie que participó en Guadalajara durante los festejos en honor del emperador Agustín de Iturbide, entre 1822 y 1823. (R. M. M., 2007, 212). MONJE, Ildefonso, El Pollo: Matador que “después de 12 o 14 años vuelve a tomar la espada y la muleta (esto en un festejo celebrado el 18 de noviembre de 1886 en la plaza de Pachuca, Hgo.), la verdad no esperábamos que se portara como lo hizo, pues posee una cualidad indispensable en un matador, que es la de no tener miedo y acercarse a los toros”. Este apunte, aparece en El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 05.12.1886, N° 8. MONJE, Juan: Banderillero. Así aparece anunciado en el cartel delebrado el 15 de febrero de 1885 en la plaza de toros de Toluca, Edo. de Méx. Este personaje estuvo bajo las órdenes de José Machío (español), así como de Felícitos Mejía y Felipe Hernández. MONROY, Antonio de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.78 MONROY, Bartolomé: Torero profesional de a caballo. Tomó parte en la temporada de toros que se dio en la plazuela de San Lucas de México entre 1790 y 1791, y en la que se verificó en el Paseo Nuevo de Bucareli de la propia capital desde diciembre de 1796 hasta febrero de 1797. (BFH, 2012, 381). MONROY, Felipe (o Federico): torero de a caballo (y considerado en el grupo de “Matadores”). Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. Torero profesional de a pie. Lidió en las fiestas taurinas con las que México recibió al segundo virrey de Revillagigedo, durante 1789. La confusión acerca de su nombre de pila deriva de que José 78
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
de Jesús Núñez y Domínguez, que es quien da noticias de su existencia, en un lugar de su obra lo llama Felipe y en otro Federico. (BFH, 2012, 381). MONROY, Gregorio: Torero profesional de a caballo. En diciembre de 1796 trabajó en una plaza que por entonces se había levantado en el Paseo de Bucareli, y en el curso de 1817 lo hizo en la Real de San Pablo precisamente durante los festejos en conmemoración de la boda de Fernando VII con una infanta portuguesa. (BFH, 2012, 381). MONROY, José Luis: torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. MONROY, Julio: torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. MONROY, Rafael (alias Santa Gertrudis): picador de toros. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. Capitán de la cuadrilla de a caballo que tomó parte en las corridas que en el curso de 1817 celebró la ciudad de México el casamiento de Fernando VII, las cuales se llevaron a cabo en la Real Plaza de Toros de San Pablo. (BFH, 2012, 382). MONROY VILLEGAS, Alberto: perteneció, como algunos de sus antepasados, al grupo de charros del Valle del Mezquital, lugar de origen de jinetes de los más destacados del centro de la República. Fue picador de las cuadrillas de Bernardo Gaviño y Ponciano Díaz, en cuya época los picadores eran excelentes charros. Nació el 7 de agosto de 1848, y murió en la población de Mixquiahuala de Juárez, Hgo., el 20 de septiembre de 1951, es decir, a los 103 años y 44 días. Hasta poco antes de morir montó a caballo, con la maestría y arrogancia de un verdadero charro. Fuente: Suplemento de “El Heraldo de México” (ca. 1968). Producido por: Leovigildo Islas Escárcega y el Lic. R. García-Bravo y O. Supervisión por: Agustín Barrios.
Alberto Monroy Villegas MONSIVÁIS, Vicente, el Charro: Torero de a pie. Sin mayor información de qué proveer la presente ficha, queda como recurso la fotografía que comparto a continuación, y que por cuanto puede apreciarse, es un retrato hecho a comienzos del siglo XX.
MONTAUT, Diego: Matador de toros. figuró en una cuadrilla de toreros mexicanos por el año de 1898, con los que recorrió las principales plazas de la República. En la temporada de aquel año, recibió una gravísima cornada en la plaza de toros de “Bucareli”, la que lo tuvo inactivo durante mucho tiempo, y al restarle facultades para seguir en la profesión, decidió retirarse de los toros. (A. L., 190). MONTEJO, Francisco de, El Viejo: Este personaje, participó en un torneo propiamente dicho, donde los caballeros peleaban en grupos. Ya en el año de 1528, Montejo el Viejo organizó uno en Conil, como advertencia para los mayas; pero no logró el efecto apetecido porque “los indios quedaron divertidos cada vez que un español era arrojado de la silla por la lanza de su contrario y reían a más no poder cuando un jinete caía al suelo”. (L. W., 1984, T. II., 155).
MONTENEGRO, Enrique: Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Banderillero y Capeador”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). MONTERDE, Agustín: Matador de novillos mexicano que desde 1896 viene figurando en plazas de segundo orden. (L. V., 102). MONTES, Margarito: Banderillero. Fue integrante de la cuadrilla dirigida por el “Capitán Espada” Refugio Sánchez “Lengua de bola”, y que actuó la tarde del 28 de octubre de 1882 en la plaza de toros en Toluca, México. MONTES, Severiano: Torero. PLAZA DE TOROS DE AGUASCALIENTES DR. JULES ARONSSHON Médico mayor del ejército expedicionario francés. En la continuación de esta Historia de la Cirugía Taurina en México, damos paso a un artículo escrito en la Gaceta Médica de México del 28 de diciembre de 1864,79 titulado Observation de ligature de I’artère axillaire à la suite d’un coup de corne, fechada el 12 de enero de 1864, en Aguascalientes. Publicado en México, el 28 de diciembre de 1864. El texto que aparece a continuación, fue traducido por nuestro buen amigo Gastón Ramírez Cuevas, excelente aficionado y a quien agradecemos su gentil apoyo. Conviene comentar el hecho de que el Dr. Aronssohn bien pudo ser uno de los integrantes del ejército francés que, desde 1862 ocuparon diversos sitios en el país, y ya pasada la condición bélica que los trajo con ese motivo, con objeto de internarse en otros espacios para hacer extensivos sus conocimientos, y ponerse al servicio de la comunidad, tal y como puede desprenderse del caso que a continuación se describe. Más adelante volveremos con nuestro personaje para hacer de su experiencia médica algunas apreciaciones. CIRUGÍA Observación de una ligadura de la arteria axilar como resultado de una cornada. Por el doctor (Jules) Aronssohn. El 12 de enero de 1864 había corridas de toros en Aguascalientes. El torero Severiano Montes quiso subir a la balaustrada para escapar del toro, el cual había hecho por él. Pero había llovido. Los barrotes de madera estaban resbalosos: el desgraciado cayó de vuelta al ruedo y fue embestido por el animal antes de poderse levantar. Recibió una cornada en la axila derecha. Puesto que estaba yo presente en la función, pronto estuve al lado del torero. La hemorragia era espantosa. El cuerno del animal, rematado en forma de espiral muy alargada, había penetrado por en medio del hueco de la axila en dirección al húmero. Desde ese punto, el pitón se había enderezado y había penetrado a más de diez centímetros de profundidad: el dedo entero desaparecía dentro de la herida. La sangre corría abundantemente, como formando una capa; tenía el color de la sangre arterial. Al introducir el dedo en la herida no se sentía el latir de la arteria humeral: había que remontarse hasta la arteria axilar para poder encontrar los latidos. La 79
Gaceta Médica de México. Periódico de la sección médica de la Comisión Científica. T. I, del sábado 15 de julio de 1965, N° 21, p. 337-8. Este caso fue citado por primera vez en el libro del Dr. Roberto Castañeda Gaxiola: Trauma vascular. México, Editorial Alfil, 2007. 400 p. Ils., fots., p. 13. (Véase Bibliografía). Sin embargo, el asunto no se detalló debidamente.
compresión en ese punto, ayudada por la compresión de la arteria subclavia, hacía disminuir considerablemente la hemorragia. De ese modo, la sangre sólo manaba lentamente y ya no tenía el color de la sangre arterial. Previendo la necesidad de llevar a cabo una ligadura, mandé a buscar los objetos necesarios para la operación; y durante el tiempo –bastante prolongado- que pasó antes de poder reunir el material, intenté precisar de manera correcta las indicaciones para este gravísimo caso, ya que me parecía evidente que tenía la vida del herido en mis manos. Al cambiar de lugar la compresión, buscando la ausencia o la presencia de los latidos en el trayecto del vaso sanguíneo, me percaté de que la hemorragia disminuía poco a poco. De tal manera que, según mis cálculos, una hora después del percance todo el derramamiento de sangre arterial había cesado y pude dejar de aplicar compresión alguna. No me cabe duda de que esta supresión de la hemorragia se debía al carácter mismo de la herida: es bien sabido que tratándose de heridas arteriales por desgarramiento, la hemorragia cesa por sí sola. La industria moderna nos ha dado multitud de ejemplos de este tipo cuando hablamos de miembros arrancados por las máquinas. Era absolutamente necesario ligar el vaso, aun a riesgo de exponer al herido a una hemorragia secundaria, la cual podría causarle la muerte, ya que había perdido más de dos kilogramos de sangre. El lugar para llevar a cabo la ligadura se situaba en la mitad del tercio inferior de la arteria axilar, ya que los latidos desaparecían justo en el punto en que dicha arteria se convierte en humeral, y ya no podían identificarse en toda la parte inferior del miembro. La operación en sí no tuvo nada de particular. A manera de precaución, el señor Logeay, veterinario, quien tuvo la bondad de asistirme durante el procedimiento, llevó a cabo la compresión de la arteria subclavia; se procedió a ensanchar la herida y la arteria quedó al descubierto y fue ligada después de que se constató fehacientemente la presencia de los latidos correspondientes. El herido no había dejado de estar en posición horizontal y no había perdido el conocimiento. Se trataba de un indio de 24 años de edad, de estatura mediana, temperamento bilioso y buena constitución física, pero de escaso desarrollo muscular. A pesar de ello, fue un nuevo ejemplo de la facilidad con que los traumatismos llegan a curarse en ciertas razas: esta propensión ha sido constatada en la raza árabe por todos los médicos militares que han vivido en África, y por lo visto está también presente en los indios. La herida cicatrizó tan rápido, que el herido consideró prudente retomar sus actividades, y no sin sorpresa le vi reaparecer en el ruedo el 26 de enero, quince días después del percance. Intentó en varias ocasiones estoquear al toro, pero le faltaba fuerza y tuvo que renunciar a esos esfuerzos demasiado dolorosos. Esa imprudencia no tuvo consecuencias nefastas: la ligadura se desprendió el 29 de enero, y para los primeros días de febrero la herida había cicatrizado por completo. En esos días, se sentían latidos muy débiles en la arteria radial derecha: la arteria humeral por debajo de la ligadura todavía estaba inmóvil. El torero que nos ocupa ya había recibido con anterioridad una cornada en la axila izquierda, mas la arteria no había sido afectada y la herida se había curado sin complicaciones y sin cuidados. Después de que se hubo curado de su segunda herida, el hombre lucía en cada axila una cicatriz irregular y similar: si uno no hubiera conocido el origen de las mismas, hubiera podido atribuirlas a la supuración de ganglios.
Percance a un torero. Grabado de Manuel Manilla, publicado en la Gaceta Callejera, México, mayo 25 de 1894, N° 18.
Certificado médico que se otorgaba a los estudiantes luego de ser examinados para ejercer la profesión de Medicina y cirugía. Este documento corresponde al año de 1854.
FacsĂmile del documento.
Respecto a que Aronssohn interviniera directamente a Severiano Montes, fue por el hecho del percance que este sufrió en la plaza de toros de Aguascalientes, el 12 de enero de 1864. De esa ocasión, describe como, pretendiendo huir del peligro inminente al que se enfrentaba el torero, este quiso subir a la balaustrada para escapar del toro, el cual había hecho por él. Pero había llovido. Los barrotes de madera estaban resbalosos: el desgraciado cayó de vuelta al ruedo y fue embestido por el animal antes de poderse levantar. Recibió una cornada en la axila derecha. Aunque podría tratarse de un hecho aislado pero ocurrido frecuentemente en los festejos taurinos de la época, el punto es que puede descubrirse en su “bitácora” un caso concreto que se detalla ampliamente. Describe a Montes como un indio de 24 años de edad, de estatura mediana, temperamento bilioso y buena constitución física, pero de escaso desarrollo muscular, mismo que había sufrido una seria herida en la axila, y de la que, por su dimensión y riesgo representó para el médico francés, quien asistió providencialmente a aquel festejo, la mejor oportunidad de hacer valer sus conocimientos. Reunidas las condiciones para intervenirlo, se auxilió de ¡un veterinario! –el señor Logeay- con el que pronto pusieron fuera de peligro al herido. Destaca en su parte, eminentemente científica los detalles de la herida y la curación respectivamente. Sin embargo, hace notar que el herido reapareció apenas 14 días después del percance, y de ello puntualiza que el tiempo transcurrido de la convalecencia no fue suficiente, y no lo fue porque ese 26 de enero, al reaparecer en otro festejo, y al intentar la suerte suprema, le faltaba fuerza y tuvo que renunciar a esos esfuerzos demasiado dolorosos. La herida no curó como era deseable, y hubo de esperar que pasaran otros tantos días, hasta los primeros del mes siguiente. El diestro aborigen con anterioridad, ya había sido cornado en la otra axila, por lo que seguramente, y en términos de “presumir” rastros de la batalla que no parecían cicatrices propiamente de las cornadas recibidas, estos aparentaban, a los ojos de Aronssohn una mera “supuración de ganglios”. (HCTM., 61-6).
Tarjeta de visita. Retrato del Dr. Jules Aronssohn, fechada en 1884. Disponible en internet mayo 16, 2018 en: http://coucou-cestmoi.over-blog.com/2014/04/histoires-de-famille.html
MONTES DE OCA, Carlos: Aficionado práctico que estoqueó en una corrida organizada a beneficio de la Casa amiga de la Ópera (debe decir de la “sociedad obrera” lo que significaba por entonces, la representación de una sociedad mutualista, común en aquellas épocas. N. del A.), ejecutándolo con bastante arte. En dicha corrida sufrió un fuerte varetazo en la ingle derecha. (L. V., 97). MONTESINOS, José María: torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. MONTESINOS, Juan: Hermano del anterior, y torero de a pie. Participó en las fiestas que se celebraron en Celaya, con motivo de la proclamación de Carlos IV. (N. R. 1924, 229). MONTERO, Pedro: citado como Capitán segundo espada en la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). MONTESINOS, José María: Torero profesional de a pie. Hermano del también lidiador Juan Montesinos. Participó en las corridas con las que Celaya celebró en diciembre de 1791 la jura de Carlos IV, en las que tuvieron lugar en el coso del Paseo Nuevo en diciembre de 1796, en las hechas en el Volador durante 1815 con motivo de la restauración de Fernando VII y en las que tuvieron efecto en la Real Plaza de Toros en el curso de 1817 en regocijo por el matrimonio del propio “Deseado”. En estas últimas actuó como banderillero de la cuadrilla capitaneada por Guadalupe Granados. También tenía plaza de banderillero en el elenco de diestros que presentaban sus servicios en la Plaza de San Pablo hacia los inicios de 1819. Es uno de los toreadores de aquel entonces de los cuales tenemos mayor acopio de referencias sobre actuaciones suyas. (BFH, 2012, 382). MONTESINOS, Juan: Torero profesional de a pie. Hermano de José María Montesinos igualmente banderillero. Tomó parte en los festejos que se hicieron en la plaza de San Lucas entre 1790 y 1791, en los verificados en Celaya el propio 1791 con objeto de celebrar la jura de Carlos IV y en los que tuvieron efecto en el Paseo de Bucareli durante diciembre de 1796. MORA, Antonio de: Torero de a pie quien, junto a Felipe de Santiago, participaron en los festejos en celebridad de la toma de la Plaza de Orán y Mazaelquibil, en 1731 y 1732.
MORA, Cristóbal de la: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.80 N., N., (¿Cenobio?) Morado, Champurrado (¿?): Picador de toros durante el primer tercio del siglo XIX. (D. I., 9). Podría tratarse de Cenobio Morado, y quien estuvo bajo las órdenes de Bernardo Gaviño, entre otros. MORADO, Dionisio: picador de toros en los últimos 15 años del siglo XIX. MORADO, Miguel: picador de toros que actuó con frecuencia en festejos al mediar el siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel en el festejo que se celebró el 31 de diciembre de 1850, siendo anunciado como picador. (Col. del autor). MORALES, Antonio: Puntillero. Su nombre aparece en el festejo que se celebró el domingo 4 de septiembre de 1881 en la plaza de toros de Orizaba, Veracruz. MORALES, Bartolo: torero. En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. MORALES, Francisco L., Facultades: Banderillero. Así se le anunció en un cartel que se celebró la tarde del domingo 30 de abril de 1882, en Orizaba, Ver., como integrante de la cuadrilla “hispano mexicana”, dirigida por Francisco Gómez “El Chiclanero”. MORALES, Guadalupe: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. MORALES ROMERO, José, Frascuelillo Banderillero, natural de Málaga. Trabajó a las órdenes de matadores de novillos, y se dio a conocer hacia el 1896. Retirado de la profesión, en 1915, era director de una esciela taurina en Málaga. (J. M de C, III, 639). MORALES, Amado: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. MORALES, Antonio, Rebujina: Matador de toros, no se sabe bien si mexicano o extranjero. El hecho de incluírsele en esta galería, es porque se ubicó un cartel, celebrado en la plaza de toros de Puebla, el 8 de agosto de 1915 donde se le anunció para torear junto a Antonio Ortega “El Marinero”, Pedro Domínguez “Dominguín” y Joaquín Delgado Vela, en la lidia de 8 ejemplares, 4 de Tepeyahualco y 4 de la Caldera, que llevaban sangra de Miura, Muruve y el Marqués del Saltillo. MORALES, Simón de: Torero de a pie quien, junto a Felipe de Santiago, participaron en los festejos en celebridad de la toma de la Plaza de Orán y Mazaelquibil, en 1731 y 1732. MORÁN, Daniel: Picador de toros. Este buen piquero que se distinguió por su arrojo en los ruedos, estuvo en su apogeo, a partir de 1910. Nunca se amilanó por los grandes tumbos y los percances que sufrió, y siempre iba en busca del toro con enorme decisión (A. L., 192).
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María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
MORÁN, Felipe: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.81 En esos momentos, era regidor de la ciudad de México y secretario del cabildo. MORELOS, Enrique: Integrante de una cuadrilla de niños y anunciado como “Banderillero y Capeador”, que actuó en la plaza de toros del “Progreso”, en Guadalajara, Jalisco, la tarde del 10 de junio de 1883, festejo que fue a beneficio de la obra material del Teatro Degollado. (A. M. M., 2007, 340). MORELOS y PAVÓN, José María: Arriero y conocedor en el manejo de ganados. De mi libro Novísima Grandeza de la Tauromaquia Mexicana traigo hasta aquí un pasaje denominado: HIDALGO, MORELOS Y ALLENDE ENTRE LANCE Y LANCE POR LA LIBERTAD, SE DAN TIEMPO PARA IR A LAS PLAZAS DE TOROS. Nueva España en el avanzado siglo XVII, invadida de anhelos libertarios pronto fue llamada América Septentrional. Al interior de la misma, suena con estrépito la consigna: “Yo no soy español, sino americano”. Y es que los modelos de la revolución francesa y la independencia norteamericana violentaron la nuestra. México en cuanto tal alcanzará ese preciado nombre -entre otros-, gracias a una tercia de polendas: Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón e Ignacio Allende, figuras que encabezan un paseíllo acompañados por cuadrillas impetuosas y decididas. Aquella jornada crucial en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, representó la culminación de una gran época, pero el inicio de otra también con enorme peso histórico. El espíritu de arrogancia mexicana comenzó a manifestarse con los hijos de los conquistadores en el siglo XVI, que alentaron al optimismo nacionalista y que hicieron suyo los criollos novohispanos. Una evidencia de esto es no sólo la veneración a la virgen de Guadalupe. Dicha imagen enarbolada en pendones escoltó los ejércitos que combatieron al mal gobierno. Esta es la posición militar. La intelectual recibe alientos enciclopedistas desde Europa hasta moldear formas demócratas y liberales, maduras plenamente ya muy avanzado el siglo XIX. De ese modo, Hidalgo decía que realizando la independencia se desterraba la pobreza para que a la vuelta de pocos años disfrutaran sus habitantes de todas las delicias de este vasto continente.
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María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
Por su parte el Capitán Ignacio Allende comentaba al cura de Dolores: “No puede ni debe usted, ni nosotros, pensar en otra cosa que en la propia ciudad de Guanajuato que debe ser la capital del mundo”. Y Morelos, que tuvo andanzas de arriería y desempeño de labores sacerdotales en Carácuaro y Nocupétaro (Michoacán), atribuía a la “Emperadora Guadalupana” que (por ella)... estamos obligados a tributarle todo culto y adoración... y siendo su protección en la actual guerra tan visible... debe ser honrada y reconocida por todo americano”. Concluyendo: la realidad nacional que descubre la posibilidad de una patria, provoca entre los criollos la necesidad de desligar a México del imperio español. O lo que es lo mismo: su independencia, sin más. Hidalgo, Morelos y Allende, héroes de bronce en la historia patria, se relacionan con quehaceres taurinos practicados antes y durante la guerra emprendida. Por ejemplo, en 1800 fueron lidiados en la plaza de Acámbaro, Guanajuato, 80 toros de la hacienda de Jaripeo, ubicada en Irimbo, rincón michoacano. Aquellos bureles eran propiedad de don Miguel Hidalgo, el que también administró con buen tino otras dos haciendas en el mismo rumbo: Santa Rosa y San Nicolás. Morelos, por su parte, era “atajador”, el arriero que va delante de las mulas pero que además sabía lazar algunos toros cerreros. Algunos otros toreros de la época, héroes o no fueron: Francisco Álvarez, José María Castillo, Mariano Castro, José de Jesús Colín, Onofre Fragoso, Ramón Gándara, Guadalupe Granados, Gumersindo Gutiérrez, José Manuel Luna, Agustín Marroquín, Rafael Monroy, José Pichardo, Basilio Quijón, Guadalupe Rea, Nepomuceno Romo, Vicente Soria, Xavier Tenorio, Juan Antonio Vargas, Cristobal Velázquez y Miguel Xirón. Durante los años de la independencia de México surgió una buena cantidad de personajes del más variado repertorio. Uno de ellos “El torero Luna” salta a la fama por ser quien, en octubre de 1810 aprehendió cerca de Acámbaro a los coroneles realistas García Conde y Rul y al intendente Merino “cuando iban rumbo a Valladolid (hoy Morelia), enviados por el virrey Francisco Xavier Venegas, como nos dice José de Jesús Núñez y Domínguez en su Historia y tauromaquia mexicanas.
MORENO, Antonio: Picador de toros. Su nombre aparece en carteles celebrados en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”, durante el año 1852. MORENO, José, El Chato: Picador de toros. Actuó bajo las órdenes de Antonio Montes, en la plaza de toros de Celaya, Gto., la tarde del 25 de diciembre de 1903. MORENO BRAVO, Manuel: Torero de a pie. Aunque si saber hasta hoy su lugar de nacimiento, tal diestro tuvo actuaciones importantes al comenzar el siglo XX, sobre todo en ruedos de los estados del norte de la república, en especial, del estado de Chihuahua. (Mario Alejandro Domínguez Cruz, 2016, 78).
MORENO, Melitón: Picador de toros que, a principios del siglo XX se desarrollaba con dicha labor en ruedos, sobre todo en San Luis Potosí. (Dato proporcionado directamente por Claudia Florescano, a quien agradezco la información). MORETILLA, Manuel: Torero profesional de a pie. De diciembre de 1796 a febrero de 1797 lidió en la plaza de toros provisional que se había erigido por entonces en el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 383).
MORILLO, Leopoldo: Banderillero. Actuó, de acuerdo a un cartel que se celebró en la plaza de toros de Orizaba, Ver., la tarde del 8 de febrero de 1882. MORÓN, Guillermo: Picador americano, decidido y temerario como pocos. Picando en una ocasión se decidió sujetar a un toro, lo que efectuó tirándose desde el caballo a la res brava, en el momento en que ésta acometía y logrando su objeto. (L. V., 102). MORÓN, José: Picador (quizá hermano tanto de Guillermo como de Salomé), que trabajó hacia el 1875 y no hizo nada notable. Su nombre era poco conocido. (J. M de C, III, 649). MORÓN, Salome: también picador, igual que su hermano Guillermo. Su nombre y actuación quedaron registrados en El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 28.11.1886, N° 7.
Esta recreación de Antonio Navarrete, recuerda lo mismo a Vicente Oropeza que a Guillermo Morón. Ambos realizaban dicha suerte con bastante frecuencia. En Antonio Navarrete: Trazos de vida y muerte. Por (…). Textos: Manuel Navarrete T., Prólogo del Dr. Juan Ramón de la Fuente y un “Paseíllo” de Rafael Loret de Mola. México, Prisma Editorial, S.A. de C.V., 2005. 330 p. ils., retrs. MORONES, Cándido: Picador de toros. Aparece incluido en el elenco de la compañía que dirigió Ponciano Díaz, en una actuación que tuvo lugar en la plaza de toros en Toluca, el domingo 1° de junio de 1879. MOSQUEDA, Francisco: Banderillero, que llegó a actuar con frecuencia en plazas del occidente mexicano a finales del siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel celebrado en el curso de 1887. (R. M. M., 348). MOTA, Antonio de: Nació en la ciudad de México el 6 de agosto de 1539. Provenía de una de las familias de mayor prestigio y antigüedad en Nueva España, contando entre sus ancestros paternos al conquistador Jerónimo López (padre) y Francisco de Orduña (abuelo materno), para 1595 contaba con 56 años, por lo que para la época ya era considerado un caballero mayor y de experiencia en el Ayuntamiento. También se distinguió como “cuadrillero” en diversas fiestas al finalizar el siglo XVI. (JQM, 2017, 61). MOTA, Domingo: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información.
MOTA, Federico: Picador de toros. Pertenece al (ante)pasado siglo. Estuvo en su mayor apogeo, en la última década del siglo XIX, en que figuró en la cuadrilla de los toreros de mayor renombre. (A. L., 194). MOTA, Felipe: Picador de toros. Nace en la ciudad de Pachuca, Hidalgo, el 5 de febrero de 1891. Fue hijo del también conocido varilarguero José María Mota y permaneció en activo durante treinta y cinco años. Estaba en posesión de un gran arte, era buen jinete y seguro en la plaza. En el campo, buen tentador y conocedor de las reses. En México, donde familiarmente era conocido por “don Felipe”, figuró durante muchos años a la vanguardia de los subalternos de a caballo. Falleció en la capital mexicana el 26 de agosto de 1957”. (J. M de C, IV, 595).
MOTA, José María: Banderillero mexicano. He visto su nombre en carteles de la plaza El Paseo, en 1888, y de la de Puebla de 1891. Toreó bastante y no creo que llegara a venir a España. (J. M de C, III, 649). Además: Banderillero. Seguramente pariente de los anteriores, ya que pertenece a la época de Federico y del otro José María. Figuró mucho en los carteles a partir del año de 1888, en que toreaba en la plaza de “El Paseo” de la capital de México. (A. L., 194). MOTA, José María: Picador82 de toros mexicano que comenzó a ejercer la profesión por los años de 1880 a 82. En 1885 disfrutaba de un buen nombre y toreaba a las órdenes de acreditados espadas. En 1896 sufrió una cogida toreando en Monterrey, resultando con una lesión de bastante gravedad en el hipocondrio derecho. (L. V., 102-3). Picador de toros. Hermano de Federico y padre de Felipe, también picadores de toros. Nació en Puebla. Destacó durante el último cuarto del siglo XIX picando en la cuadrilla de varios diestros de la época. Le llamaban "El hombre que ríe", pues cuentan que era lo que hacía a la hora de oficiar con la vara. En 1896 sufrió una cogida toreando en Monterrey, resultando con una lesión de bastante gravedad en el hipocondrio derecho." Disponible en internet abril 26, 2019 en: http://torerosmexicanos.blogspot.com/search/label/Jos%C3%A9%20Mar%C3%ADa%20Mota
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O también “topador”, que con ese mismo nombre se identificaba a los varilargueros por entonces.
José María Mota, el hombre que ríe. En LA FIESTA, Nº 126 del 19 de febrero de 1947. Colección: Dr. Raúl Humberto Montes Ramírez. JOSÉ MARÍA MOTA “EL HOMBRE QUE RÍE”. Julio Sánchez Duart, hasta hace unos años, se ostentó en las plazas como picador de toros. Fue tal su carácter con la vara larga que, a la hora de aplicar el castigo, lo hacía con tanta energía que le conocimos como “Brazo fuerte”. A veces se excedía por lo que eran frecuentes los reclamos de la afición. Cuando se retiraba, no solo parecía satisfecho, sino hasta contento y sonriente, que yo no sé si lo hacía por quedar a gusto o porque se iba al patio de caballos en medio de provocaciones y altanerías. El otro día, “Brazo fuerte” con todo y cabalgadura fueron a dar por allá, luego de estrepitoso tumbo. Nada más se incorporó fue sonreír y más sonreír ¿de nervios? Quién sabe, pero el hombre hacía evidente con ese detalle su estado de ánimo. A propósito, allá por la octava década del siglo XIX, andaba haciendo su labor como picador de toros José María Mota, capaz, antes de ser tumbado, de tumbar primero al toro, al que se abrazaba de la cornamenta, y forcejeando, y con un rápido movimiento, terminaba derribando en la arena al cornúpeta, ante el asombro de los aficionados que le vieron realizar tal hombrada que, dicho sea de paso, era común entonces, y más entre los hombres ligados a quehaceres campiranos. En efecto, se trataba del “Brazo fuerte” de aquella época, y que muchas tardes salió bajo las órdenes de Ponciano Díaz. Casualmente, y este sí, pegaba unas carcajadas que retumbaban en el maderamen de cualquier plaza, por lo que se ganó el alias de “El hombre que ríe”. Decía El Arte de la Lidia, año 1, Nº 8, del 18 de enero de 1885: El picador Mota, con su eterna risita, se hizo aplaudir por su destreza poco común (picar a un toro montado desde otro toro) en lo peligroso del arte. Es bueno bautizar a este picador, y desde luego, yo seré su padrino. Propongo que Mota, en lo sucesivo, se llame “El hombre que ríe”, aunque para esto tenga que robarle el seudónimo al joven gacetero que de pocos días a esta parte se convirtió en pitero. Próximamente se dará una función a beneficio del Hombre que ríe o sea Mota, y de mi amigo Miguel Manogrande, administrador de la empresa tauromáquica. (Juan Panadero, de Guadalajara).
Coincidencias que se encuentran en el camino, separadas solo por el tiempo.83
El picador José María Mota, “El hombre que ríe”, perteneció algún tiempo a la cuadrilla de Ponciano Díaz. LA FIESTA, Nº. 126 del 19 de febrero de 1947. MOTA, Rafael, Pichilín: Banderillero. Las únicas noticias que tengo, es que del año 1885 al 90, toreaba en plazas mexicanas. En 1891 tomó parte en algunas corridas en la plaza de Lima, a las órdenes de toreros españoles. (A. L., 194). MOYA, Ángela: Banderillera. Integrante de una “femenina cuadrilla” que picaba, banderillaba y mataba toretes en la plaza de toros del “Paseo Nuevo”. Su nombre aparece en el cartel para las tardes del domingo 7 y martes 9 de febrero de 1864. MOYANO FERNÁNDEZ, José: Banderillero. José Moyano era banderillero. A principios del siglo XX impulsó en España la “Sociedad filantrópica taurina”, que no era otra cosa que amparar el triste y abandonado estado en que quedan muchos de los picadores, banderilleros y puntilleros, cuando sufren alguna cogida, o en las postrimerías de su vida torera, evitando así que se presentara el peor de los estados, aquel en el que después de mil privaciones y miserias estos “humildes de la fiesta” van a morir en el rincón de un hospital. Dicha “Sociedad” encontró acogida entre toreros como Antonio Fuentes, “Bombita-chico”, “Machaquito” y “Cocherito de Bilbao”. La misión de la Sociedad fue remediar los accidentes que sufriesen los toreros en activo, proporcionándoles médicos y farmacéuticos y medios con que alimentarse hasta su restablecimiento. Este José Moyano vino a México durante varias temporadas en la transición de los siglos XIX y XX. Aquí lo vemos, en la ensoñadora placita de Celaya, en la calle de Aldama. Dicha plaza, con una vista primitiva, donde para algunos había sido construida a finales del XVIII y para otros, en ocasión de algunas fiestas que estaban por celebrarse a finales de la octava década del XIX, pero que no habiendo un espacio idóneo para ello, fue preciso construirla, conforme a los dictados arquitectónicos de aquella época.
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Xavier González Fisher laaldeadetauro.blogspot.com Aquí en Aguascalientes, tuvimos un picador, don Pancho Uribarren, que era conocido como “Mano Dura” y sus problemas eran los mismos de “Brazo Fuerte”. Saludos.
Moyano era un tipo simpático, que se hizo querer entre nuestros antepasados, y hasta conocemos de él una auténtica “puesta en escena”, la que realizó para cierta vista cinematográfica allá por 1902 en la plaza de toros de la Villa de Guadalupe, en la ciudad de México.
Lo encontramos refugiado en el burladero, llevando en la mano izquierda un par de banderillas de las del zarzo de lujo, pero es que ¡iba a banderillar José Moyano! Quizá se trate del festejo mayor que los celayenses esperaban durante todo el año: la corrida de navidad, una navidad en los primeros años del siglo pasado. La figura del toro queda reflejada bajo los rayos del sol como una especie de sombra en espera de plasmarse en los muros de alguna cueva, como la de Altamira o Lascaux. Y aquella multitud que colma los tendidos, son entusiastas aficionados que vistieron sus mejores galas, donde creo, a nadie le falta un sombrero, mientras otros se cubren del “güero” con sus sombrillas y paraguas. Mi padre, que había nacido en el emblemático sitio ferrocarrilero de Empalme Escobedo, a unos kilómetros de esta población del bajío mexicano, pronto llegó con sus padres y vivieron en una casa vecina a la plaza de toros. Su afición lo transportaba a recordar los tiempos en que pudo ver a “Chicuelo”, a “Armillita”, a Garza o al “Soldado”. Y me contaba que la “corrida de Navidad” era todo un acontecimiento en la entonces sosegada Celaya. Si nos remontamos algunos años atrás a esta cita, debo decirles que el arraigo de la fiesta de toros tuvo como resultado infinidad de festejos a donde torearon, por aquellos primeros años del siglo XX figuras tales como: Cesáreo Hernández “El Españolito”, Antonio Salas “Salitas”, Agustín Velasco, Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”. Allí se
presentó el 2 de junio de 1901 la banderillera potosina María Hernández. También se dejaron ver toreros como el viejo Manuel Hermosilla, Leopoldo Camaleño, José Rivas “Morenito chico de San Bernardo”, Antonio Ortiz “Morito”, “Morenito de Valencia”, Antonio Montes, quienes lidiaron toros de Jalpa, La Labor, Parangueo, Cazadero, del Copal y del Labrador. Finalmente debo decir que las corridas de feria en esa ciudad ocurrían alegremente los días 22, 24, 25 y 26 de diciembre, así como el 1º de enero, sin que faltaran otras fechas como en abril, mayo, junio, julio y hasta septiembre, lo que indica que los toros en Celaya no eran una casualidad…
Soy y Sombra. Año XII. Madrid, 4 de junio de 1908, N° 626. MOZAS, Francisco: Actuó como “loco” profesional en las fiestas con las que en 1815 se festejó en el Volador la vuelta de Fernando VII al trono de sus antepasados. (BFH, 2012, 383). MUNAR, Francisco, Frascuelillo: Matador de novillos, creo que mexicano. En plazas de este país toreaba por el año de 1904. No sé que se haya dado a conocer en la Península. (J. M de C, III, 654). MUÑOZ, Ambrosio: Picador de toros. habita en la capital de Aguascalientes, toreando en los festejos que se celebran en la plaza de San Marcos, contratado por la empresa, o por cuenta de los espadas. (A. L., 1958, 194). MUÑOZ, Arturo: Banderillero. En la ciudad de Aguascalientes tiene su residencia, toreando con los matadores o novilleros que actúan. (A. L., 1958, 194). MUÑOZ, Jesús, el Chihuahueño: torero activo en los últimos años del siglo XIX. (C. C. B., T. I., 252). MUÑOZ, Joaquín, El Belloto: Banderillero. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. MUÑOZ, José: Picador de toros nacido en San Luis Potosí. Intervino como tal en un festejo que se celebró en la plaza de toros “Chapultepec” el 8 de septiembre de 1907. Aquella ocasión, se lidiaron novillos-toros de Tepeyahualco.
MUÑOZ, Martín: Banderillero mexicano que trabajó desde 1894. (L. V., 103). MUÑOZ, Manuel, Manolo de Granada: Banderillero granadino si hemos de creer en su apodo. No pasó de torear con novilleros. En 1894 marchó a México, y en este año pierdo la pista de sus progresos. (J. M de C., III, 659). MUÑOZ, Rafael, Mochilón: Banderillero que según noticias procede de España, de donde pasó a México siendo muy joven. Los primeros carteles en que figuró su nombre datan de 1887. En el año de 1895 toreaba aún, gozando de un buen nombre. (L. V., 103). MUÑOZ, Tereso: Picador mexicano cuyo nombre figura en carteles de las corridas dadas en Durango en 1895. (L. V., 103). MURILLO, Leopoldo: Banderillero. Este personaje se encontraba activo en la plaza de Orizaba hacia 1880, de acuerdo al cartel del 7 de octubre de ese año.
N N., N., el Compadrito: torero del segundo tercio del siglo XIX. (D. I., 9). N. N., José de la Luz: Torero de a pie que llegó a actuar en festejos organizados por el Ayuntamiento local durante el año 1834 en la ciudad de Aguascalientes. (V. A. E. J. Boletín 2, 44). N. N., el Palechito: Picador de toros que llegó a actuar en el primer tercio del siglo XIX. Era célebre por la frase que pronunciaba cuando se encontraba en el ruedo, de ahí su alias. Este apodo provenía de que aquel picador, provocaba al toro gritando: “¡Entra Palechito!” (Padrecito, quería decir). N. Tereso, Mano de Cabra: Matador de toros neoleonés, hijo de otro famoso diestro de aquellos rumbos (Luis García) que actuaba quizá en el último tercio del siglo XIX, sobre todo en el actual territorio del estado de Monterrey.84 N. N., Ora Ponciano: Torero cómico, aunque aparentemente toreara en serio, que gozó en Mallorca de alguna popularidad a partir de 1942. Duró bastantes años en tal ocupación a pesar de contar bastantes de edad. (J. M de C., VI, 168). N. N., Pancho el Moreliano: Aunque este personaje es citado por Juana Martínez Villa en su tesis de licenciatura, no hay por ahora, mayor información sobre si este personaje desempeñaba alguna labor específica en los ruedos, durante el curso del siglo XIX.85 N. N., el Veracruzano: Matador de novillos natural de Veracruz, que viene figurando desde 1894. En ninguno de los carteles en que se hace mención de este diestro como matador de reses bravas figura el nombre, sino el apodo. Tiene bastante nombradía. (L. V., 104).
Meynardo Vázquez Esquivel, “La fiesta brava en Monterrey” en Atisbo. Una mirada a la historia. Monterrey, N.L., año 3, N° 17. Noviembre / Diciembre de 2008 (p. 12-7). 85 Juana Martínez Villa: “Entre la moral social y la fiesta taurina. Breves notas sobre las corridas de toros en Morelia. 1888-1911”. Información que proviene del disco compacto editado por la Facultad de Filosofía “Samuel Ramos” de la Universidad Michoacana de San Miguel de Hidalgo, que contiene la edición de las Primeras jornadas de Estudios sobre tauromaquias y juegos a caballo. ISBN: 970-9836-00-5. 84
Toreros nacionales que fueron retratados en alguna plaza, y quedaron sin identificación. (Ca. 1914). NAJAR, Hilario, Puyero: Formaba parte, como picador de toros, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnación Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. NARANJO, José, Naranjito: Banderillero mexicano originario de Guadalajara, Jalisco. Por el año 1899 y siguientes toreaba en plazas de México con espadas indígenas y españoles, sobresaliendo más clavando que en la brega. (J. M de C, III, 666). NAVA, N. N.: Picador de toros, que actuó bajo las órdenes de Ponciano Díaz. Este vago registro aparece en la crónica publicada en El Jueves, del 25 de octubre de 1883. El festejo se celebró en la plaza de toros de el Huisachal. NAVA CASTAÑEDA, Ana María de Guadalupe y: Torera del siglo XVIII.86 El siguiente texto no se refiere precisamente a Ana María de Guadalupe Nava Castañeda, sino a otras tres mujeres, estas identificadas como de “vida ligera” por los autores que allí se indican, mismos que elaboraron en el conjunto de sus trabajos, la reflexión acerca de aquellos comportamientos que el lector conocerá en detalle a continuación. EL CASO DE ANA MARÍA DE GUADALUPE Y NAVA CASTAÑEDA, TORERA HACIA 1725. Un reconocido privilegio se gana esta misteriosa mujer, que pasa por ser la primera torera, que los registros documentales dan de ella, al menos en el periodo virreinal. Por tal motivo, trayendo hasta 86
José Francisco Coello Ugalde. El registro proviene de la siguiente liga: https://ahtm.wordpress.com/2011/09/14/de-figuras-figuritas-y-figurones/
aquí esta novedad, la comparto con ustedes, diciéndoles que este y otros muchos datos están contenidos en mi libro (inédito)87 cuya portada es como sigue: El nombre de Ana María aparece en términos de una escasa información, cuyo solo registro procede de algunos documentos localizados en el Archivo General de la Nación. “Torera” es el oficio con el que se le registra en el folio citado pero no hay más datos al respecto. De confirmarse su protagonismo en algún tipo de celebración o interviniendo directamente en fiestas de toros, ello permitiría entender que la presencia femenina, aunque de alguna manera estaba limitada por razones de género, cabría aquí como la confirmación de que la Nava y Castañeda se convierta en la primera torera en la Nueva España, por lo menos a partir de estos registros. Para la época a que me refiero, la práctica del toreo estaba detentada por los hombres quienes, más a caballo que a pie desempeñaban las diferentes suertes que se realizaban por entonces. Casada con un albañil debe haber sido en todo caso el tipo de personaje que intentaba colocarse en términos marginales lo cual no le permitía demasiada libertad de movimiento en medio de condiciones rigurosamente fijadas por los estamentos taurinos de entonces. Habría que presupuestar la posibilidad de que Ana María haya intentado poner en práctica algún tipo de suerte que llamara la atención, en función de su sexo, y no tanto a caballo sino bajo otro tipo de expresión. Para esas épocas ya se practicaban algún tipo de mojigangas, y así lo hago saber en un texto que a continuación presento: Como una constante, el conjunto de manifestaciones festivas, producto de la imaginaria popular, o de la incorporación del teatro a la plaza, comúnmente llamadas “mojigangas” (que en un principio fueron una forma de protesta social), despertaron intensas con el movimiento de emancipación de 1810. Si bien, desde los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX ya constituían en sí mismas un reflejo de la sociedad y búsqueda por algo que no fuera necesariamente lo cotidiano, se consolidan en el desarrollo del nuevo país, aumentando paulatinamente hasta llegar a formar un abigarrado conjunto de invenciones o recreaciones, que no alcanzaba una tarde para conocerlos. Eran necesarias muchas, como fue el caso durante el siglo pasado, y cada ocasión representaba la oportunidad de ver un programa diferente, variado, enriquecido por “sorprendentes novedades” que de tan extraordinarias, se acercaban a la expresión del circo lo cual desequilibraba en cierta forma el desarrollo de la corrida de toros misma; pues los carteles nos indican, a veces, una balanceada presencia taurina junto al entretenimiento que la empresa, o la compañía en cuestión se comprometían ofrecer. Aunque la plaza de toros se destinara para el espectáculo taurino, este de pronto, pasaba a un segundo término por la razón de que era tan basto el catálogo de mojigangas y de manifestaciones complementarias al toreo, -lo cual ocurría durante muchas tardes-, lo que para la propia tauromaquia no significaba peligro alguno de verse en cierta media relegada. O para mejor entenderlo, los toros lidiados bajo circunstancias normales se reducían a veces a dos como mínimo, en tanto que el resto de la función corría a cargo de quienes se proponían divertir al respetable. Desde el siglo XVIII este síntoma se deja ver, producto del relajamiento social, pero producto también de un estado de cosas que avizora el destino de libertad que comenzaron pretendiendo los novohispanos y consolidaron los nuevos mexicanos con la cuota de un cúmulo de muertes que terminaron, de alguna manera, al consumarse aquel propósito.88
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José Francisco Coello Ugalde, Curiosidades taurinas de antaño, exhumadas hogaño y otras notas de nuestros días N° 29. Las Nuestras. Tauromaquia mexicana con toque femenino. (Desde los siglos virreinales y hasta nuestros días). 352 p. Fots., retrs., facs. 88 Fondo: José Francisco Coello Ugalde. Sección: Aportaciones Histórico Taurinas Nº 29, Serie: “Las mojigangas: Aderezos imprescindibles y otros divertimentos de gran atractivo en las corridas de toros en el mexicano siglo XIX”, marzo de 1998. 210 p. ils., fots., facs. (Inédito), p. 6 y 7.
Si bien, las mojigangas fueron ya toda una realidad entre los años que aquí se apuntan, ya hay desde el primer tercio del siglo XVIII insinuaciones claras de ese patrón de comportamiento, aunque no tan evidentes como ocurriría más adelante. En diversas consultas sobre documentos de la época, apenas si sabemos nombre de personajes secundarios, por lo que siendo Ana María de Guadalupe y Nava Castañeda una protagonista en ese tenor, parece que pretender seguir adelante con escasos testimonios, como los que –y cambiando de tercio y hasta de siglo-, he encontrado varias notas periodísticas que refieren a varias precursoras en estos menesteres. Por ejemplo JUEVES DE EXCELSIOR, del 17 de marzo de 1949, p. 34: PRECURSORAS DE CONCHITA CINTRÓN. (…) La historia es larga y copiosa. En 1820, cuando aquel mozo de Puerto Real que en vida se llamó Bernardo Gaviño, toreaba en la plaza de Carlos III de La Habana, tuvo ocasión de alternar varias veces con una torera criolla, María Ávila “Morenita”, que en la suerte de frente por detrás – hoy la repetida “gaonera”-, y con las banderillas, era algo de asombro. En México, en 1810, proclamación de la Independencia, hubo fiestas taurinas, en las que Pilar de la Cruz, mexicana cien por cien, floreó y banderilleó a caballo dos toros de Atenco –iniciación de aquella ganadería- y con un éxito apoteótico. Y esta mujer era tan brava, que de ella se dice que encontrándose discutiendo, cierto día, condiciones de contrato con un empresario de Puebla llamado Allende, llegó con él a las manos y con tales arrestos que le golpeó e hirió con un palo, dejando maltrechos y en el suelo a dos servidores del indicado Allende que se encontraba en la estancia. O esta otra publicada en EL UNIVERSAL, D.F., del 30 de mayo de 1852, p. 4: TOROS. En la plaza principal de San Pablo, para el domingo 30 de mayo de 1852. Si la numerosa concurrencia que tuvo a bien asistir a esta plaza el pasado domingo, quedó enteramente complacida al ver la arrogancia y valentía de los toros que se jugaron, no quedará menos gustosa con los Siete toros bravos que están escogidos para que sirvan en la presente corrida. Intermedio extraordinario. Lo raro de este intermedio consiste en que una mujer nombrada Refugio Macías, se presentará en el circo montada en un hermoso corcel con garrocha en ristre, para picar a un toro de los valientes de la lid, cuyo lance tiene acreditado esta Lidiadora mexicana por Tierradentro, en las plazas de Querétaro, San Luis Potosí, etc., según los informes que ha tomado la empresa; y si la fortuna favorece su valor, como ya le ha sucedido otras veces, ofrece, sin apearse, clavar algunas banderillas al mismo toro. Con el objeto de aumentar la distracción de esta tarde, se presentará Antonio Pérez de Prian, Hércules Mexicano, a ejecutar varias suertes de equilibrios y fuerzas hercúleas, que desde luego increcerán la aprobación de sus compatriotas. Los otros intermedios se cubrirán con dos toros para el Coleadero, finalizando la función con el toro embolado de costumbre. (…) NOTAS.-La entrada a la media sombra se hará por la puerta que mira al paseo de la Viga. Dará principio a las cuatro y media, si el tiempo lo permite.
IMÁGENES. ESTAS SON TAMBIÉN IMÁGENES DE OTRA REALIDAD. Con diferencia de algunas semanas, he tenido oportunidad de dar lectura a un par de libros que, para entender cierto aspecto allí referido, ha sido necesario realizar una re-lectura con objeto de encontrar solución a un dilema que hoy pretendo revelar. Se trata de Amores prohibidos. La palabra condenada en el México de los virreyes89 y Una mirada al siglo XIX a través de la prensa mexicana.90 Así que por ahora, el recurso no será la imagen. He aquí otro tipo de “imágenes”, tan interesantes como aquellas otras y que quiero compartir con ustedes, en espera de no incomodar a nadie.
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Georges Baudot y María Águeda Méndez: Amores prohibidos. La palabra condenada en el México de los virreyes. Antología de coplas y versos censurados por la Inquisición de México. prólogo de Elías Trabulse. México, 1ª edición, Siglo veintiuno editores, 1997. 282 p. (Lingûistica y teoría literaria). 90 Ana Carolina Ibarra (Coord).: Una mirada al siglo XIX a través de la prensa mexicana. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 2010. 119 p. (FFyL-UNAM-Primer aliento).
Durante el virreinato, la mujer, y esto hay que decirlo con todas sus letras, en tanto género no tuvo los mismos privilegios que el hombre. En ese sentido, Yadira Ibette Cruz Meléndez dice al respecto: “Por estar en un mundo patriarcal, la situación de las mujeres durante la Colonia no fue uniforme. Las mujeres indígenas, castizas o negras eran consideradas inferiores a las blancas pertenecientes a las elites; por su parte, las criollas, aunque se reconocían como españolas americanas, también eran consideradas inferiores a las peninsulares”.91 Pues bien, ante esa limitante, muchas de ellas tuvieron que forzar el intento de sus quehaceres o protagonismos, incluso por encima de las normas establecidas que para ellas significaba la marginación en las actividades domésticas, y en algunos casos las intelectuales, en una de cuyas resultantes concretas, su “literatura [resultaba] amordazada”. Por eso, algunos casos emblemáticos como el de sor Juana Inés de la Cruz representa una especie de liberación, de válvula de escape que no necesariamente se obtenían en forma deseable o deseada por parte de aquellas mujeres que querían trascender. Otro caso es el de quienes no encontrando forma lícita de expresarse, lo hacían en forma clandestina, encubiertas en algún seudónimo y escribiendo en forma por demás arriesgada las más de las veces en pasquines anónimos con alias que, en el mayor de los casos, ya impresos iban a parar a manos de la Inquisición. Pero un sector todavía más atrevido o liberal, como es el de las mujeres non santas materializaban lo poco que habrían tenido de libertad o forma de expresión en el ilícito pero permitido quehacer de la prostitución, lejos ya de la subordinación respecto al hombre y a la iglesia, ese otro segmento que también imponía sus reglas y condiciones en cuanto a lo que era permitido y no. Por eso: “Los hombres limitaron a las mujeres no sólo en la vida familiar y social, sino también en la vida espiritual, ya que a través de la religión acentuaron la subordinación de la mujer respecto al varón”.92 En el territorio de lo totalmente relajado, lo anterior viene al caso pues tanto Baudot como Águeda Méndez refieren en su trabajo las “Décimas a las prostitutas de México”. Dicen los autores: Especial atención debe merecer el cuaderno de poemas intitulado Décimas a las prostitutas de México que la Inquisición recogió en 1782. Amén de una carta de autoría, de una dedicatoria al lector, Op. Cit., p. 15. Yadira Ibette Cruz Meléndez: “Producción literaria femenina incautada por la Inquisición” (pp. 11-26). 92 Ibidem., p. 16. 91
y de un proemio, el cuaderno consta también después del centenar de décimas dedicado a tan apasionante tema, de un soneto y de un romance envueltos los dos en esta evocación de las damas alegres de México a finales del siglo XVIII y en el que parece que existía una amable jerarquía desdibujada en la intimidad de la vida galante de la capital. Son una muestra bien clara de texto burlesco dedicado a un tema amoroso que es a menudo motivo de escarnio y de chanza”.93 Entre ese centenar de décimas se encuentran varias de ellas dedicadas a algunas mujeres en cuyo escarnio y chanza a que estaban señalados sus destinos, el tema de los toros marca una constante. Quizá por las razones burlescas en que fueron describiendo sus diversas formas de ser, los toros sirvieron como motivo perfecto para externar aquellas razones relacionadas con los “cuernos” o con las “cogidas”, términos ambos que refieren, en un sentido estrictamente erótico, la razón –la de “los cuernos”-94 de traicionar, irse con otro(a) amante. En cuanto al término “cogida”, en nuestro país mencionarlo sin más, tiene una connotación o significa en términos bastante burdos pero entendibles, hacer el amor, consumar el acto sexual. Para el mundo occidental, “cogida” significa en muchos de los casos, tomar, asir o agarrar. Pues bien, entre estos dos términos: “cuernos” y “cogida”, el lenguaje cuya lectura nos deja ver el cuaderno de poemas va por ese sendero, de ahí que al “recoger” tres de esas muestras, no se sorprenda el lector de su intrínseca picardía y hasta doble lenguaje. Décima 29ª: Bárbara la compañera de “La Toreadora Rita” hacerse quiere exquisita, siendo una bárbara fiera. Es su vicio de manera que toca la inmensidad, pero es mayor su fealdad. Y así el pesar, a fe mía, con tal Bárbara sería la mayor barbaridad.95 Décima 48ª: “La Torito” nunca llena su apetito ¡cosa rara! A todos le hace cara, pero le dan en la buena. Nunca su furor refrena, aunque la sangre le brote, anda tras todos al trote, pues como todos le den consiente que la toréen aunque sea a medio capote.96 Baudot: Amores…, op. Cit., p. 166. Disponible febrero 5, 2012 en: http://entremujeres.blog.com.es/2007/08/27/poner_los_cuernos_procedencia_de_este_di~2878106/ En los países nórdicos de la antigüedad, los gobernadores de las comarcas podían, por su condición de tal, seleccionar a las mujeres con las que deseaban intimar. Cuando esto ocurría, la puerta de la casa donde se encontraba el gobernador con la mujer elegida, era adornada con los cuernos del alce, en señal de su presencia. Si la mujer estaba casada, su marido mostraba felizmente a sus vecinos el adorno, orgulloso por la visita del gobernador a su humilde morada. Y así surgió la popular expresión: “Te pusieron los cuernos” o “Eres un cornudo”. Solo que hoy en día genera de todo, menos deseo de jactarse. 95 Baudot: Amores…, op. Cit., p. 172. 93 94
Décima 53ª: “La Toreadora” agraciada en el precio y el andar, a todos quiere torear, mas siempre sale picada. Con arte y con zanganada se manifiesta sencilla, siendo una grande putilla, y aunque con chismes eternos, a todos les pone cuernos, le pegan la banderilla.97 Pero aquí no termina el entramado. Vuelvo a una cita de Yadira Ibette: “Si bien las mujeres estuvieron limitadas y en cierta forma dominadas por la estructura patriarcal novohispana, no fueron sujetos pasivos o sumisos; me parece que muchas buscaron diferentes formas de evadir estos límites y desarrollarse como agentes independientes. El hecho de contar con literatura femenina en los archivos inquisitoriales corrobora lo anterior”.98 Por la marginación doméstica o literaria a que se vieron sujetas muchas mujeres novohispanas, esa limitante hoy se refleja en muchos textos que el ramo “Inquisición” permite desvelar no sólo en su sentido en tanto soporte documental. También tiene que ver con las ideas y aquellas ideas reprimidas que quedaron impresas para dar voz e incluso hasta grito a sus angustias, desesperaciones, soledades, perversiones o formas de desahogo. A ello, como ya sabemos, hay que agregar el otro “muro”, es decir la iglesia, cuya acción las más de las veces fulminante, dejaba en nada aquel discurso y acción femenino, haciéndolas volver para recuperar el camino del bien. Por eso creo que en el terreno de la prostitución encontraban formas concretas de liberación, no sólo corporal, sino también como elemento posible para disipar un reclamo, maneras desesperadas de decir “soy mujer”, “quiero que sepan que soy mujer y no un objeto”. Así entre aquella terrible confesión de sor Juana: “¡Yo, la peor de todas!” a la realidad que, por ejemplo sufría Tulitas por aquello de que (. . . . . . . . . .) mira Tulitas cual andas. Como tanto de desmandas con el noble y el plebeyo, de puta te echan el celo, y de ellos la culpa no es; tú les das motivo, pues tú les da también aquello.99 Junto a la confesión de sor Juana y en la parte seleccionada de esa 4ª décima, aparecen dos tremendos extremos de la realidad que habitaba en las mujeres novohispanas. Para ello ha sido posible encontrar ese conflicto a partir de las tres décimas “recogidas”, donde la sugerencia o insinuación del tema taurino ha sido motivo para analizarlo desde nuestra perspectiva. Avanzado que va el siglo XXI apenas el género femenino ha ido encontrando mejores condiciones, que le son muy favorables, legítimas, pero ha sido en verdad muy duro el costo para que el equilibrio sea la mejor de las razones.
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Ibidem., p. 177, Ibid., p. 179. 98 Cruz Meléndez: “Producción…”, op. Cit., p. 17. 99 Baudot: Amores…, op. Cit., p. 168. 97
En mis conclusiones debo decir que habiéndose explorado tres territorios: el doméstico, el literario y el muy propio del relajamiento de las costumbres, puede verse, en esa escala de valores el diverso espacio donde la mujer novohispana, incluso la mujer decimonónica tuvo que encontrar salidas, formas de expresión que irrumpieran ante aquella subordinación no deseada a que se veían sujetas, subordinación de la que supieron escapar con habilidades de distinto nivel, con tal de que aquella “libertad” permitiera liberarlas también de esas cárceles impuestas. Además, si la clandestinidad etiquetada de la prostitución, y digo etiquetada puesto que cada una de aquellas “mujeres de la vida galante” poseía un apodo o un sobrenombre, esto a la sazón, les daba cierto enmascaramiento de su auténtica realidad en el que quizá no era propiamente su destino, sino una condición forzosa o forzada que tuvieron que aceptar como situación última de sus vidas. Ya lo decía al principio de esta colaboración: por fortuna, dos lecturas que ahora son motivo de sugerencia, me han permitido llegar a un solo destino: entender con mayor claridad a las mujeres. NAVA, Julián, el Poblano o Tantito: Banderillero mexicano que ha formado en la cuadrilla del matador de toros español Juan Jiménez El Ecijano en no pocas corridas de las toreadas por este espada en las diferentes plazas de los estados de México en 1896. (L. V., 104). NAVA, Manuel: Picador de toros. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia el festejo a celebrarse en la plaza de toros de Celaya, el domingo 5 de mayo de 1907. NAVARRO, Daniel, Alegrías: Banderillero. Pertenece a la época de Rodolfo Gaona. Se le atribuye el seudónimo, a su buen carácter y lo animado que era en fiestas, como igualmente, por la alegría que ponía, corriendo a los toros a una mano, como citando para colocar las banderillas. (A. L., 197). NAVARRO, Pascual: Banderillero mexicano. A las órdenes de los buenos espadas indígenas y de otros españoles, toreó con buen éxito varios años. El 23 de noviembre de 1913 fue cogido por un toro perteneciente a la vacada de San Juan, recibiendo una cornada en la cara posterior del muslo izquierdo. (J. M de C, III, 669). NAVARRO, Vicente, el Tito: Matador de novillos. En plazas mexicanas actuaba por los años de 1890 al 1896, obteniendo allí su labor buena aceptación. (J. M de C, III, 669). NAVARIJO, Tomás: Torero profesional de a caballo, el más antiguo de Nueva España de cuyo nombre he encontrado noticia. En 1734 con ocasión de la organización de unas corridas para conmemorar la toma de posesión del virreinato por parte del arzobispo don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta, se le ordenó ir a la hacienda de la Goleta a inspeccionar los toros que se iban a matar en ellas. Es muy probable que haya actuado en las mencionadas fiestas. (BFH, 2012, 383). NAVAS, José, Navitas: Banderillero. Fue integrante en la cuadrilla de José Romero “Frascuelillo”, quien toreaba a finales del siglo antepasado por diversas plazas del país. NAVEDA, Teófilo: Era anunciado como “arrastrador”, labor que realizó muchas tardes al lado de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX. NIÑO, Fernando: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.100
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María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No/ Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
NOGUEROL, Manuel, Curita: Banderillero. Así se le anunció para desempeñar su labor, en la tarde del domingo 11 de mayo de 1902, en la novillada que se celebró aquella ocasión en la plaza de toros de la Villa de Guadalupe, donde se lidió un encierro de Hueyapam. NORIEGA PORTALES, José, Cubano: Picador de toros. Es natural de Río Grande, Zacatecas, habiendo nacido el año de 1891. Se hizo picador en la ciudad de Aguascalientes, donde residió muchos años. Duró mucho tiempo en la cuadrilla del matador de toros Paco Gorraez. Se retiró de la profesión en el año de 1955, falleciendo en marzo de 1958. (A. L., 197).
NÚÑEZ, Anselmo: “Toreador de a caballo”, que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). NÚÑEZ, Cosme: Torero de a pie y hermano de Ignacio, del que no se tiene mayor información. Actuaban juntos pasado el medio siglo XIX en plazas de San Luis Potosí. NÚÑEZ DE PRADO, Pero: Regidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México en 1601. Fue un conocido “Cuadrillero”, que participaba en juegos de cañas o corriendo toros, sobre todo cuando se celebraban fiestas, entre otras las de San Hipólito. R.T., 2017, 163). Para 1612 solicita ser excusado de formar parte en los festejos, porque prefiere ocupar el cargo de “regidor y partidor de la plaza del juego de cañas” en lugar de formar cuadrilla. El oficio de regidor hacía que el ser excusado de participar en los juegos ecuestres fuese una tarea ardua pues se consideraba una obligación inherente al cargo. (R. A. M., 2017, 254). NÚÑEZ, Ignacio: Banderillero mexicano de segundo orden. (L. V., 105). Núñez tenía una ligereza extraordinaria, una vista superior y era no sólo valiente sino temerario. Estaba en su auge y no encontraba difícil a ningún bicho. Si se aculaban a las tablas sin terciarse con ellas sino quedando perpendiculares, allí entraba aquel lambrija y sin saber el nombre de la suerte que iba a practicar, clavaba un buen par al sesgo; al estilo antiguo tal y como lo describe Paquiro; no al moderno, como los ejecutan los banderilleros de hoy. Núñez hacía eso; entraba a aquel terreno, porque poseía intuición taurómaca, y si hubiera tenido un maestro aunque hubiera sido muy mediano, que le hubiera, enseñado las suertes hoy conocidas, habría sido una notabilidad, un Armilla o un Herraiz. Tal cual era, creo que le correspondía el primer lugar entre todos los banderilleros mexicanos
y era superior a muchos de los españoles que vienen en cuadrillas de notoriedad. (C. C. B. T. I., 519520).
Suerte de banderillear al cuarteo con “cortas non plus ultra”, ejecutada por Ignacio Núñez en la plaza de toros de San Luis Potosí en 1885. En Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXVII, Nº 1439, 19 de diciembre de 1937. FRAGMENTOS y OTRAS MENUDENCIAS. Nº 15. DE IGNACIO NÚÑEZ A LA AFICIÓN, A LA QUE DEDICO MI MEJOR FAENA... Ignacio Núñez se llamó en vida este torero mexicano que, a la mexicana, pero con el vestuario a la española, hizo las delicias de una afición que entre San Luis Potosí y la ciudad de México, se convirtieron en los dos principales puntos donde la tauromaquia en cuanto tal encontró afinaciones pero también afirmaciones, sobre todo durante la octava década del siglo XIX. Deliciosa imagen en la que, sin perder su porte viril, todavía es uno de los diestros bigotones que, como Ponciano Díaz en Madrid, se negaron quitárselo ante el mandato de los patilludos hispanos. Rasgos indígenas que se realzan aún más en ese aire soberbio, muestra de que aún y con la reconquista vestida de luces estos toreros nuestros plantaron cara a los españoles. Por eso, esta estudiada pero no por ello improvisada pose de Ignacio, supone el brindis altivo para todos los aficionados a los que dedico mi mejor faena, no importando que fuera con un telón de fondo poco apropiado, a no ser por los sombreros que entusiastas seguidores de Ignacio, antiguo compañero de Pedro Nolasco Acosta le han lanzado agradecidos por tan significativo brindis detenido por el tiempo.
Ignacio Núñez, matador de toros potosino, actuó en la cuadrilla de Pedro Nolasco Acosta. Fue hijo de Juan Núñez “Ojitos”. Fuente: Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXVII, Nº 1439, 19 de diciembre de 1937. Banderillero potosino que estuvo en la cuadrilla de su paisano Pedro Nolasco Acosta de 1874 a
1887, cuando se retiró a vivir a Saltillo, Coah., donde murió en 1908. (H. L. II., 660). NÚÑEZ, Juan: Banderillero mexicano cuyo nombre como tal comenzó a figurar en la plaza de Montecillo en la temporada de 1888. Después de esta época ha toreado a las órdenes de diferentes matadores tanto mexicanos como españoles. (L. V., 105). Popular “capitán” potosino a mediados del siglo XIX. Se retiró, viejo y achacoso, en 1870. (H. L. II., 658). NÚÑEZ DE PRADO, Pedro: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1606. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. NUÑO, Manuel: Hacia 1856 fue hallado en un convento situado entre Zauhintan y Etla (Oaxaca), el sepulcro de uno de los compañeros de Hernán Cortés. En una piedra media borrada se lee la siguiente inscripción en español: “Aquí descansa el cuerpo de D. Manuel Nuño, capitán de guardias del muy alto y poderoso señor marqués del Valle, gobernador de México y comandante de los ejércitos del Rey en esta parte del mundo. Murió a 18 de juli de 1544”. En teoría, este y otros personajes, jugaron un papel muy importante en el desarrollo del que sería con el tiempo la presencia de los espectáculos ecuestres. La mayoría de integrantes del ejército que encabezó Cortés durante el proceso de conquista, poseían conocimiento suficiente sobre las prácticas establecidas por aquellas épocas, además de que era importante para ellos el código de honor que estaba presente por entonces.101 NUÑO, Pablo: Era anunciado como “topador”, labor que realizó muchas tardes al lado de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX.
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Boletín de Loterías y de Toros. N° 732, Madrid, 7 de marzo de 1865, año XV, p. 3.