JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
TRATADO DE LA POESÍA MEXICANA EN LOS TOROS SIGLOS XVI – XXI.
SIGLO XIX.
TOMO I 1985-2020
TOMO II
SIGLO XIX
El toreo a partir de la “Independencia”. Sorprende -de entrada-, una afirmación hecha por Leopoldo Vázquez1 en el sentido de que Bernardo Gaviño “el más ilustre y afamado de los lidiadores de México, era español (…)”. Lo destacado de esta cita es que lo afirma con una doble nacionalidad, más mexicana que española, que fue ganándose lentamente hasta su muerte misma. Este seguramente se pelea las palmas con dos diestros que luego fueron grandes en su patria. Me refiero a Francisco Arjona Cúchares2 y
1
Leopoldo Vázquez: América Taurina por (...) Con carta-prólogo de Luis Carmena y Millán. Madrid, Librería de Victoriano Suárez, Editor, 1898, 191 p., p, 9 y ss. Bernardo Gaviño, el más ilustre y afamado de los lidiadores de México, era español, pues nació á los 20 días de Agosto del año 1812, en el lindo pueblo de Puerto Real, distante dos leguas de Cádiz. No hay para qué decir, si este proceder enojaría al buen Arzobispo; baste consignar que para curarle de una afición, que el ilustre prelado consideraba funestísima, hubo de encerrar por quince días al incipiente lidiador; mas no bien salió éste de la prisión y fanatizado por su afición a los cuernos, fugóse de la casa de su protector e ingresó desde luego en una cuadrilla de toreros, presentándose por primera vez en público en la plaza de San Roque, con un espada llamado Benítez, conocido por el apodo del Panaderillo y toreando después en los circos de Algeciras, Vejer y Puerto Real, su pueblo. Enterado un tío suyo, hermano de su madre, D. Francisco de Rueda, le amenazó con meterlo en la cárcel si continuaba sus excursiones taurinas, y harto ya el mozuelo de tantas contrariedades, se embarcó para Montevideo en 1829, empezando a seguida en esta capital a ejercer la profesión de lidiador. Dos años después pasó Bernardo a la Habana, presentándose al público el día 30 de mayo de 1831, e inaugurándose desde aquel día una era de triunfos para él. Durante tres años toreó alternando con el esforzado espada Rebollo, natural de Huelva, con Bartolo Megigosa, de Cádiz, con José Díaz (a) Mosquita y con el mexicano Manuel Bravo, matadores todos que disfrutaban de merecido prestigio en la capital de la gran Antilla. Llevóse, no obstante, las palmas Gaviño, pues su agilidad portentosa, su vista, la holgura con que practicaba todas las suertes y su pasmosa serenidad en el peligro, cautivaron al público habanero. Repercutiendo su fama y hechos en otras regiones americanas, fue solicitado para pasar a México en el año 1834 y desde que pisó el territorio mexicano, puede decirse que Bernardo empezó a captarse simpatías y a entusiasmar al público, que le proclamó torero sin rival, considerándole como hijo adoptivo de aquella hermosa tierra y asociándose él de corazón a todas las alegrías y pesares del pueblo mexicano fue allí el amigo de todos, el maestro de cuantos se dedicaron al toreo y fuera de la órbita de su profesión, tomó parte activa en las revueltas políticas, combatió contra fuerzas formidables de indios comanches en pleno desierto y salió victorioso, si bien acribillado de heridas y con pérdidas sensibles de las fuerzas que mandaba, haciéndose acreedor a que el gobierno condecorase su pecho con la cruz del “Héroe de Palo Chino”, en recompensa a su denuedo. 2 Francisco Arjona “Cúchares”. En: José Antonio Medrano: TOREROS. 1726-1965. Prólogo del Excmo. Sr. Conde de Colombí. Libro biográfico de todos los matadores de toros, ordenados por antigüedad de alternativa. Concebido, editado y propiedad de Antonio Carrascal Rodríguez. Madrid, Editorial Carrascal, 1965. 277 p. Ils., retrs., fots., p. 30-31. Hijo del banderillero Manuel Arjona, “Costuras”, y de María Herrera, hermana de “Curro Guillén”, su ascendencia torera, amplia e ilustre como pocas... Aunque nacido en Madrid, el 19 de mayo de 1818, se le considera sevillano, pues de Sevilla eran sus padres, sus abuelos, etc., y en Sevilla se crió y en Sevilla nació al toreo. A los doce años –precocidad que no debe extrañarnos, dado el ambiente en que hubo de moverse-, ingresó como alumno en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, y a los catorce ya figuraba en la cuadrilla de Juan León, quien dispensó al sobrino parecida protección a la que él recibiera años antes de su tío “Curro”.
Francisco Montes Paquiro,3 alumnos sobresalientes de la Real Escuela de Tauromaquia en Sevilla. Asimismo, encontramos, entre otros a: Juan León, a Manuel Parra, Manuel Romero Carretero, Antonio Calzadilla, Pedro Sánchez, Roque Miranda, Jorge Monge “El Negrillo”, Antonio de los Santos, entre otros muchos. Durante aquellos años España sufría el embate de varias nuevas naciones americanas que logran su independencia, desligándose del control político y económico que impuso la corona en similar número de colonias durante tres siglos. Todo esto creaba en América un nuevo espíritu de libertad y pensamiento bajo un deseo de emancipación que permitió el desarrollo de destinos en sus más diversas variedades de carácter político, social y económico. México no fue la excepción. Tuvo que morir Fernando VII (1833) Para que el gobierno español finalmente reconociera la independencia de México. Cuando esto ocurrió, el 28 de diciembre de 1836, la actitud hacia España en los discursos conmemorativos “Cúchares”, se presentó en Madrid, como media espada, el 27 de abril de 1840, alternando, sin cesión de trastos, con Juan Pastor, “El Barbero”; para 1842 ya estaba consagrado como primera espada y, lo que es más importante, como un torero de personalidad singular, que hacía cosas nuevas, que improvisaba, que se burlaba del toro y, a veces, hasta del toreo, en un derroche de gracia que encubría ventajas y defectos. “Cúchares” fue un torero sabio, listísimo, con “guasa”, que arriesgaba poco, pero lucía mucho, sin perjuicio de demostrar clasicismo –a la manera de entonces- cuando no había más remedio. “Cúchares”, se divertía toreando, más atento a deslumbrar al público que a impresionarle. Naturalmente, era un estoqueador mediano y, naturalmente también, la “afición pura” rechazaba su toreo, mientras el gran público lo pasaba en grande con él. Ahora bien, lo que más escandalizaba a los “puros”, hay que abonarlo en la mejor cuenta de la historia y la evolución de nuestra fiesta, pues se trataba del toreo de muleta con la mano derecha, cosa poco menos que herética a la sazón; pero que, a partir de “Cúchares”, informa y rige en buena parte todo el tercer tercio, que ganó en poderío y en variedad de suertes. Otro punto importante en la biografía de “Cúchares” es la competencia que sostuvo con “El Chiclanero”, y en la que, todo hay que decirlo, acabaron por imponerse la clase, la seriedad y la seguridad con la espada, de José Redondo. En su vida particular se distinguió por su amor a la familia, su honradez y su generosidad, tanta ésta que le impidió llegar a la madurez con el merecido desahogo económico, por lo que, en 1868, aceptó un contrato para torear en La Habana; pero, sólo llegar a Cuba, fue atacado por el vómito negro y murió el 4 de diciembre de dicho año. Sus restos mortales fueron trasladados a España en 1885. 3 Francisco Montes “Paquiro”. Medrano, op. cit., p. 28-29. Es tanta la gloria de este matador de toros que la relación de fechas, puntualizando circunstancias particulares y hechos profesionales que en otros es necesaria incluso a veces para dar fe de su existencia, sobran en la ocasión, salvo en lo que se refiere a las tres que podemos llamar fundamentales, por imprescindibles en toda biografía: la de su nacimiento, el 23 de enero de 1805, en Chiclana, (Cádiz); la de su presentación y alternativa en Madrid (padrino: Juan Jiménez, “El Morenillo”), el 18 de abril de 1831, y la de su muerte, el 4 de abril de 1851, en la misma ciudad que le había visto nacer. Francisco Montes se justifica con el sólo enunciado de su nombre. Como, antes de él, “Costillares”, Pedro Romero y “Pepe-Illo”, y como después, “Cúchares”, “El Chiclanero”, “Lagartijo”, “Guerrita”, “Joselito”, Belmonte, Ortega, “Manolete” y... quizás algunos más..., si es que ya no nos hemos excedido. Su señorío en la plaza le hizo merecedor del tratamiento de don, con el que llegó a anunciársele en los carteles y a mencionársele en los periódicos de la época, y hasta es fama de que sus prendas de caballerosidad y desprendimiento, arrojo y maestría, estuvieron cerca de ganarle el título nobiliario de Conde de Chiclana. Mucho debe el toreo a Francisco Montes, y entre todo valga destacar la organización y disciplina de las cuadrillas tal como ahora las conocemos, lo que representó un paso definitivo hacia la madurez del toreo a pie, y también la publicación de una “Tauromaquia completa” o “El Arte de Torear”, que aún hoy es de recibo en su mayor y mejor parte. Por último, digamos que Francisco Montes fallaba algo como estoqueador, pues atravesaba a los toros con frecuencia, y, en otro aspecto, que en los últimos años de su vida, aquejado nadie supo por qué pesares, buscó el torpe consuelo de la bebida, perjudicando su salud y precipitando su muerte, que le llegó a los cuarenta y seis años de edad.
cambió radicalmente. La península no sólo dejaba de ser una amenaza sino que pasaba a ser motivo de aflicción debido a las cruentas luchas internas por la sucesión del trono (guerras carlistas).4 Por eso, una opinión que nos define el sentir de aquella nueva experiencia dejamos que nos la explique José María Lafragua, quien el 27 de septiembre de 1843 afirma ...la España de Isabel III... no es la España de Carlos V; y hartas desgracias ha sufrido y sufre esa nación heroica, en expiación tal vez de sus antiguos errores, para que nosotros, hijos de la libertad y del progreso, echemos en rostro a nuestros hermanos de hoy las faltas de nuestros padrastros.5 El espíritu de aventura hizo emprender en Bernardo el proyecto de embarcarse a una América rica en posibilidades. La decisión que toma para hacer un viaje que se tornó definitivo, puesto que ya no volvería a ver nunca más su Cádiz maternal, está sustentada en dos posibilidades que a continuación se enuncian. Una de ellas es la de que encontrándose dispuesto a abrazar tan difícil profesión, ésta se hallaba fuertemente disputada por otros tantos diestros que, además, alcanzaban renombre a pasos agigantados. ¿Cómo poder lograr un lugar de privilegio frente a PAQUIRO o frente a CÚCHARES, si ambos toreros gozaban del apoyo del pueblo al verlos este como parte de la REAL ESCUELA DE TAUROMAQUIA DE SEVILLA; y todavía más: como alumnos favoritos del longevo torero Pedro Romero? Otra es la que se fundamenta en el espíritu de conquista que Bernardo Gaviño decide, con la certeza de que América es un “filón de oro” y en ella no abundan los toreros españoles, menos aún cuando están ocurriendo los acontecimientos que cimbran el alma toda de poblaciones en reciente estado de independencia. Al finalizar el siglo XVIII y despertar el XIX la fiesta de los toros está convertida en un caldo de cultivo, en el que caben todas las posibilidades de invención, mismas que acompañaron durante un buen número de años al espectáculo hasta que adquiere una personalidad propia, más profesional y venturosa frente a las nuevas generaciones que van haciendo suyo un divertimento al que matizan de un carácter propio gracias a todas esas formas de expresión que se vivieron en épocas del esplendor goyesco, pasando a manos de Bernardo Gaviño quien desde Montevideo y Cuba las transporta a México, sitio en el que compartirán la tauromaquia -con todo su dejo de relajamiento e invenciónluego de su llegada, en 1835, hasta su muerte misma, en 1886. Un dato que debe quedar sentado, es que de 1829 a 1886, Bernardo Gaviño estuvo activo en América 57 años, 31 de los cuales al menos, los consagró a México. Un espectáculo taurino durante el siglo XIX, y como consecuencia de acontecimientos que provienen del XVIII, concentraba valores del siguiente jaez: -Lidia de toros "a muerte", como estructura básica, convencional o tradicional que pervivió a pesar del rompimiento con el esquema español, luego de la independencia. -Montes parnasos,6 cucañas, coleadero, jaripeos, mojigangas, toros embolados, globos aerostáticos, fuegos artificiales, representaciones teatrales,7 hombres montados en zancos, mujeres toreras. 4
Enrique Plasencia de la Parra: Independencia y nacionalismo a la luz del discurso conmemorativo (18251867). México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1991. (Regiones), p. 70 5 Op. cit., p. 71. 6 Flores Hernández: “Con la fiesta nacional...”, op. cit., p. 101. El llamado monte carnaval, monte parnaso o pirámide, consistente en un armatoste de vigas, a veces ensebadas, en el cual se ponían buen número de objetos de todas clases que habrían de llevarse en premio las personas del público que lograban apoderarse de ellas una vez que la autoridad que presidía el festejo diera la orden de iniciar el asalto. 7 Armando de María y Campos: Los toros en México en el siglo XIX (1810 a 1863). Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, Acción moderna mercantil, S.A., 1938. En la mayoría del texto encontramos diversas referencias y podemos ver ejemplos como los siguientes: -Los hombres gordos de Europa;
Agregado de animales como: liebres, cerdos, perros, burros y hasta la pelea de toros con osos y tigres.8 Forma esto un básico. Ese gran contexto se entremezclaba bajo cierto orden, establecido en el reparto de los fascinantes carteles. La reunión popular se encargaba de deformar ese proceso en un feliz discurrir de la fiesta como tal. La relación directa con Bernardo Gaviño en Cuba hace ver que sus influencias en México son de mucho poder. Bernardo debe haber sido para entonces una figura importante en Cuba y el nombre de México no fue ajeno a sus aspiraciones. Quizá vio en todo esto la posibilidad de incorporarse a un esquema de actividades taurinas, a las que el pueblo mexicano no mostraba demasiada aversión, siendo este personaje de origen español. Recordemos las razones de la expulsión de los españoles de México a finales de la segunda década del siglo XIX. Según Jesús Reyes Heroles acepta que dicha expulsión fue antieconómica y repugnante para el modo de pensar de la presente generación. -Los polvos de la madre Celestina; -La Tarasca; -El laberinto mexicano; -El macetón variado; -Los juegos de Sansón; -Las Carreras de Grecia (sic); -Sargento Marcos Bomba, todas ellas mojigangas. 8 Flores Hernández: Op. cit., p. 47 y ss. Basto es el catálogo de "invenciones" que se instalaron en torno al toreo. -Lidia de toros en el Coliseo de México, desde 1762 -lidias en el matadero; -toros que se jugaron en el palenque de gallos; -correr astados en algunos teatros; -junto a las comedias de Santos, peleas de gallos y corridas de novillos; -ningún elenco se consideraba completo mientras no contara con un "loco"; -otros personajes de la brega -estos sí, a los que parece, exclusivos de la Nueva España o cuando menos de América- eran los lazadores; -cuadrillas de mujeres toreras; -picar montado en un burro; -picar a un toro montado en otro toro; -toros embolados; -banderillas sui géneris. Por ejemplo, hacia 1815 y con motivo de la restauración del Deseado Fernando VII al trono español anunciaba el cartel que "...al quinto toro se pondrán dos mesas de merienda al medio de la plaza, para que sentados a ellas los toreros, banderilleen a un toro embolado"; -locos y maromeros; -asaetamiento de las reses, acoso y muerte por parte de una jauría de perros de presa; -dominguejos (figuras de tamaño natural que puestas ex profeso en la plaza eran embestidas por el toro. Las dichas figuras recuperaban su posición original gracias al plomo o algún otro material pesado fijo en la base y que permitía el continuo balanceo); -en los intermedios de las lidias de los toros se ofrecían regatas o, cuando menos, paseos de embarcaciones; -diversión, no muy frecuente aunque sí muy regocijante, era la de soltar al ruedo varios cerdos que debían ser lazados por ciegos; -la continua relación de lidia de toros en plazas de gallos; -galgos perseguidores que podrían dar caza a algunas veloces liebres que previamente se habían soltado por el ruedo; -persecuciones de venados acosados por perros sabuesos; -globos aerostáticos; -luces de artificio; -monte carnaval, monte parnaso o pirámide; -la cucaña, largo palo ensebado en cuyo extremo se ponía un importante premio que se llevaba quien pudiese llegar a él. Además encontramos hombres montados en zancos, enanos, figuras que representan sentidos extraños.
México se encontraba desgarrado entre los dos polos de su realidad: el orden colonial, del cual los españoles eran un recuerdo vivo, y el nuevo orden republicano. La expulsión de los españoles, según Reyes Heroles, tuvo entonces el objetivo de impedir la consolidación de una oligarquía económica, política y hasta social. Pero Bernardo Gaviño no afectaba estas condiciones. España reconoce la independencia de México hasta 1836. Gaviño es, en todo caso un continuador de la escuela técnica española que comenzaba a dispersarse en México como consecuencia del movimiento independiente, pero no un elemento más de la reconquista, asunto que sí se daría en 1887, con la llegada de José Machío, Luis Mazzantini o Diego Prieto "Cuatro dedos". Y no lo fue porque su propósito fundamental fue el de alentar –y aprovechar en consecuencia- el nacionalismo taurino que alcanzó un importante nivel de desarrollo, durante los años en que se mantuvo como eje de aquella acción. Otras manifestaciones del espectáculo. Como una constante, el conjunto de manifestaciones festivas, producto de la imaginaria popular, o de la incorporación del teatro a la plaza, llamadas “mojigangas” (que en un principio fueron una forma de protesta social), despertaron intensas con el movimiento de emancipación de 1810. Si bien, desde los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX ya constituían en sí mismas un reflejo de la sociedad y búsqueda por algo que no fuera necesariamente lo cotidiano, se consolidan en el desarrollo del nuevo país, aumentando paso a paso hasta llegar a formar un abigarrado conjunto de invenciones o recreaciones, que no alcanzaba una tarde para conocerlos. Eran necesarias muchas, como fue el caso durante el siglo antepasado, y cada ocasión representaba la oportunidad de ver un programa diferente, variado, enriquecido por “sorprendentes novedades” que de tan extraordinarias, se acercaban a la expresión del circo lo cual desequilibraba en cierta forma el desarrollo de la corrida de toros misma; pues los carteles nos indican, a veces, una balanceada presencia taurina junto al entretenimiento que la empresa, o la compañía en cuestión se comprometían ofrecer. Aunque la plaza de toros se destinara para el espectáculo taurino, este de pronto, pasaba a un segundo término por la razón de que era tan basto el catálogo de mojigangas y de manifestaciones complementarias al toreo, -lo cual ocurrió durante muchas tardes- que, para la propia tauromaquia no significaba peligro alguno de verse en cierta media relegada. O para mejor entenderlo, los toros lidiados bajo circunstancias normales se reducían a veces a dos o tres como mínimo, en tanto que el resto de la función corría a cargo de quienes se proponían divertir al respetable. Desde el siglo XVIII este síntoma se deja ver, producto del relajamiento social, pero producto también de un estado de cosas que avizora el destino de libertad que comenzaron pretendiendo los novohispanos y consolidaron los nuevos mexicanos con la cuota de un cúmulo de muertes que terminaron, de alguna manera, al consumarse aquel propósito. Durante el siglo XIX, y en las plazas de San Pablo o el Paseo Nuevo hubo festejos taurinos que se complementaban con representaciones de corte teatral y efímero al mismo tiempo que ya conocemos como “mojigangas”. También puede decirse: en ambas plazas hubo toda una representación teatral que se redondeaba con la corrida de toros, sin faltar “el embolado”, expresión de menores rangos, pero desenlace de todo el entramado que se orquestaba durante la multitud de tardes en que se mostraron estos panoramas. Ambos escenarios permitían que las mencionadas representaciones se complementaran felizmente, logrando así un conjunto total que demandaba su repetición, cosa que los empresarios Mariano Tagle, Manuel de la Barrera, Javier de las Heras, Vicente del Pozo y Jorge Arellano garantizaron hasta donde les era posible, con la salvedad de que entre un espectáculo y otro se representaran cosas distintas. Y aunque pudiera parecer que lo único que no cambiaba era el quehacer taurino, esto no fue así. El siglo XIX mexicano en especial, reúne un conjunto de situaciones que experimentaron cambios agresivos para el destino que pretende alcanzar la nueva nación. Ya sabemos que al liberarse el pueblo del dominio colonial de tres siglos, tuvo como costo la independencia, tan necesaria ya en 1810. Lograda esta iniciativa y consumada en 1821 pone a México en una condición difícil e incierta a la vez. ¿Qué quieren los mexicanos: ser independientes en absoluto poniendo los ojos en Estados Unidos que alcanza progresos de forma ascendente; o pretenden aferrarse a un pasado de influencia
española, que les dejó hondas huellas en su manera de ser y de pensar? Este gran conflicto se desata en las esferas del poder, el cual todos pretenden. Así: liberales y conservadores, militares y hasta los centralistas pelean y lo poseen, aunque esto fuera temporal, efímeramente. Otra circunstancia fue la guerra del 47´, movimiento que enfrentó en gran medida el contrastante general Antonio López de Santa Anna, figura discutible que no sólo acumuló medallas y el cargo de presidente de la república varias veces, sino que en nuestros días es y sigue siendo tema de encontrados comentarios. Esa lucha por el poder y la presencia de personajes como el de Manga de Clavo fue un reflejo directo en los toros, porque a la hora en que se desarrollaba el espectáculo, las cosas se asumían si afán de ganar partido, y no se tomaban en serio lo que pasara plaza afuera, pero lo reflejaban traducido- plaza adentro, haciendo del espectáculo un cúmulo de creaciones y recreaciones, como ya se dijo. Desde la antigüedad, la fiesta como entretenimiento y diversión ha sido el remedio, atenuante de crisis sociales, emocionales probablemente, y hasta existenciales (basta recordar el caso del Rey Felipe V y su encuentro con el castrato Farinelli). Respecto a ciertos estudios sobre la historia de este género, existen trabajos de Johan Huizinga,9 Josep Pieper,10 Jean Duvignoud11 y otros especialistas, que lo han hecho con inusitada y sorprendente lucidez. El de la diversión es un género que emerge de lejanos tiempos, siempre acompañando el devenir de las culturas como una forma de escape, espejo sintomático que no se desliga de la razón de ser del pueblo, soporte cuya esencia va definiendo a cada una de esas sociedades en cuanto tal. Basta recordar la que se consolidó en el imperio romano. En la actualidad, la sociedad mexicana encuentra un abanico rico en posibilidades, donde entre sus fibras más sensibles, entretenerse pasa a ser parte vital de sus rumbos cotidianos. En lo que a fiesta de toros se refiere, desde el siglo XVI y hasta nuestros días se nos presenta como un gran recipiente cuyo contenido nos deja admirar multitud de expresiones, unas en desuso total; otras que en el ayer se manifestaron intensas, y que hoy, evolucionadas, perfeccionadas siguen practicándose. Pero más allá del contenido explícito que la fiesta de toros nos da en este depósito, vemos otras manifestaciones que en su mayoría desaparecieron y algunas más, como el toreo de a caballo y a pie pero a la mexicana, muy de vez en vez solemos verlas en alguna plaza. De todo aquello desaparecido, pero de gran valor son las mojigangas, representaciones con tintes de teatralidad en medio de un escenario donde lo efímero daba a estos pequeños cuadros, la posibilidad de su repetición, la cual quedaba sometida también a una renovación, a un permanente cambio de interpretaciones, sujetas muchas veces a un protagonista que no se “aprendía” el guión respectivo. Me refiero al toro, a un novillo o a un becerro que sumaban a la representación. ¿El teatro en los toros? Ni más ni menos. Así como alguna vez, los toros se metieron al teatro y en aquellos limitados espacios se lidiaban reses bravas, sobre todo a finales del siglo XVIII, y luego en 1859, o en 1880; así también el teatro quiso ser partícipe directo. Para el siglo XIX el desbordamiento de estas condiciones fue un caso patente de dimensiones que no conocieron límite, caso que acumuló lo nunca imaginado. Lo veo como réplica exacta de todo aquel telúrico comportamiento político y social que se desbordó desde las inquietas condiciones que se dieron en tiempos que proclamaban la independencia, hasta su relativo descanso, al conseguirse la segunda independencia, en 1867. Ahora bien, el sello de todas esas manifestaciones “plaza afuera” no fueron a reflejarse “plaza adentro” como ya lo hemos visto. En todo caso, era aquello que hacía comunes a la fiesta y a la pugna por el poder: lo deliberado, lo relajado, sustentos de la independencia en cuanto tal; separados, pero siguiendo cada cual su propio destino, sin yuxtaponerse. 9
Johan Huizinga: Homo ludens. Traducción Eugenio Imaz. 2a. reimpresión. Madrid, Alianza/Emecé, 1984. 271 p. (El libro de bolsillo, 412). 10 Josef Pieper: Una teoría de la fiesta. Madrid, Rialp, S.A., 1974. 119 p. (Libros de Bolsillo Rialp, 69). 11 Jean Duvignaud: El juego del juego. México, 1ª ed. en español, Fondo de Cultura Económica, 1982. 161 p. (Breviarios, 328)
“Plaza adentro” el reflejo que la fiesta proyectaba para anunciar también su independencia, fue entre muchas, una de las condiciones que la enriquecieron. Fulguraba riqueza en medio de un respiro de aires frescos, siempre renovados; acaso reiterados, pero siempre consistentes. Así como el toreo se estableció en el siglo XVI bajo las más estrictas reglas de la caballería a la brida o a la jineta, para alancear y desjarretar toros, también debe haber habido un síntoma deseoso de participación por parte de muchos que sintiéndose aptos lo procuraron, atentando contra ciertas disposiciones que les negaban esa posibilidad. Sin embargo, el campo, las grandes extensiones de tierras que sirvieron al desarrollo de la ganadería debe haber permitido en medio de esa paz y de todo alejamiento a las restricciones, la enorme posibilidad que muchos criollos y naturales deseaban para desempeñar y ejecutar tareas con una competente habilidad que siendo parte de lo cotidiano, poco a poco fueron arribando a las plazas, quedándose definitivamente allí, como un adecuado caldo de cultivo que daba la posibilidad de recrear y enriquecer una expresión la cual adquirió un sello más propio, más nacional, a pesar de que el control político y social estuviera regido en el núcleo que resultaba ser la Nueva España, como entidad de poder, aunque vigilada desde el viejo mundo, manifestaba una serie de reacomodos, de necesarias adaptaciones a la vida cotidiana ésta América colonizada, continente cuya población conformó un carácter propio. De no ser así, la rebelión era la respuesta a ese negarse a entender el propósito del destino que se construía de este lado del mundo. Y si la rebelión llevada a su máxima consecuencia fue la independencia, pues es allí donde nos encontramos con la condición necesaria para el despliegue de todo aquello de que se vieron impedidos los que siendo novohispanos, además, manifestaban el orgullo del criollo y todas las derivaciones -entiéndase castas-, que surgieron para enriquecer el bagaje social y todo lo que los determinaba a partir del “ser”, por y para “nosotros”. El complejo pluriétnico era ya una realidad concreta en el México del siglo XIX. La fiesta novohispana fue portadora de un rico ajuar, cuyo vestido, en su uso diario y diferente daba colorido intenso a un espectáculo que se unía a multitud de pretextos para celebrar en “alegres demostraciones” el motivo político, social o religioso que convocaban a exaltar lo mediato e inmediato durante varias jornadas, en ritmo que siempre fue constante. De nuevo, y al analizar lo que ocurrió en el siglo XIX taurino mexicano, exige una revisión exhaustiva, reposada, de todo aquello más significativo para entender que la corrida, la tarde de toros no era el marco de referencia conocido en nuestros días. La lidia de toros se acompañaba, o las mojigangas solicitaban el acompañamiento de actuaciones y representaciones de compañías, que como ya se dijo párrafos atrás, se producía la combinación perfecta del “teatro en los toros”, o “los toros en el teatro”, dos circunstancias parecidas, pero diferentes a la hora de darle el peso a la validez de su representación. Dejemos pues, por la paz todas estas disquisiciones que buscan explicar la razón de aquel comportamiento, para conocer con los testimonios al alcance lo que se ha pretendido explicar hasta aquí, en intenso afán por reencontrarnos de nuevo con lo que fueron y significaron las Mojigangas: aderezos imprescindibles y otros divertimentos de gran atractivo en las corridas de toros en el mexicano siglo XIX. 1803 Gabriel Zaldívar, en La Canción mexicana: ensayo de clasificación y antología (1961), analiza un testimonio que conviene recoger tal cual lo plasmó nuestro autor. “(…) como en el jarabe, son de gran valor las denuncias presentadas a la Inquisición; transcribiremos a continuación dos de las de mayor interés, las que se refieren a tres sones, el Toro Viejo, el Toro Nuevo y el Torito, hechas desde Veracruz en enero de 1803. La primera después de algunas consideraciones que no son del caso, dice: “Este son que nada tiene de malo en su clase, lo hacen torpe, escandaloso y profano, el modo con que lo ejecutan las personas de ambos sexos, que sin respeto a la ley santa, muestan en él todo el desenfreno de sus pasiones, usando de los movimientos, acciones y señas más significativas del acto carnal, hasta llegar a enlazarse con los brazos”.
Es probable que se haya tratado de sones que, como dice el autor de la denuncia, nada tenían de malos, pero que fueron convertidos en sensuales, sobre todo por los mulatos que han abundado en la costa de Veracruz desde el siglo XVI, y conocida en su manera de bailar las danzas propias para insistir sobre ellas; o bien puede tratarse de sones influenciados desde su composición por el sentimiento africano. Muy conocido es en el campo y las ciudades el son El Torito, del que se han hecho multitud de arreglos, cantado por cancioneros de diversas partes del país, con el antecedente de que en la Huasteca es ejecutado desde remotos tiempos, sin que se tenga noticia de quién lo haya compuesto, motivo por el cual creemos que es el mismo de la denuncia, sin que esto haga fe, aunque es muy probable como veremos más adelante. “Pero tenemos la desgracia –continua la denuncia- de oír entre la gente plebeya de esta ciudad y pueblos comarcanos otro son nombrado el Torito, deducido del antiquísimo tango, que no he visto bailar, pero varias veces he oído detentar entre las personas que presenciándolo no han podido sacrificar en obsequio de la diversión, los remordimientos de su inocencia, ni los sentimientos de la religión. Báilase el detestable Torito entre un hombre y una mujer; esta regularmente es la que sigue el ademán de torear, como el hombre el de embestir; la mujer provoca y el hombre se desorden; el hombre todo se vuelve cuernos para embestir a la toreadora, y la mujer toda se desconcierta o se vuelve banderillas para irritar al toro; en los movimientos de torear y de embestir uno y otro mutuamente se combaten y ambos tornan y embisten a los espectadores, que siendo por lo común tan libertinos y disolutos como los espectáculos, fomentan con gritos y dichos la desenvoltura y liviandad de los perniciosos bailadores. Este baile, V.S., no es de aquellos que se ven de tarde en tarde, es bastante pequeño y creo no hay concurrencia de arpa y guitarra, especialmente en las casas de campo, en las pequeñas de la ciudad y los pueblos de Medellín, Xamapa y Antigua Veracruz, en que no se vea bailar, unas veces con más, otras con menos disolución… En los versos no se encuentra tanta disolución, pero no dejan de ser alusivos a los movimientos”. Sigue la denuncia diciendo que se cantaban “seguidillas que llamaban boleras” y muy especialmente de aquellas que toman como pie algún texto de las sagradas escrituras como las boleras del Misserere, terminando uno de sus versos con Tibi soli peccari. Examinemos ahora el documento: En su primera parte hace derivar este son del antiquísimo tango, el que bien puede ser el tango gitano o el tango etíope, aunque en resumen su origen está en África, en la danza de ciertas ceremonias rituales, llamada tang, por lo que se confirma lo que se decía anteriormente, que el huapango no se libró de la influencia de la música africana, y decimos esto porque creemos que se trata del huapango El Torito que conocemos; dándonos la razón el mismo denunciante al decir que los versos son alusivos a los movimientos y los movimientos son los del toreo según él mismo; en la letra actual de éste son se dice: La vaca era colorada y el becerrito era moro. La vaca era colorada y el becerrito era moro y el vaquero maliciaba que era hijo de otro toro, y el vaquero maliciaba que era hijo de otro toro. (Estribillo) ¡Upa! Toro “si” viene el toro! Sácale vueltas, pero con modo. ¡Ea! ¡Ea! ¡Ea! torito ea! (Gritando) -¡Toro!- allá va. -¡Lázalo hombre!
-¡Ya lo lacé! -¡Túmbalo hombre! -¡Ya lo tumbé! -¡Pónle el cabresto! -¡Eso no sé! (Final del estribillo) Pues si no sabes te enseñaré ¡Ea! ¡Ea! ¡Ea! torito ea! Y si bien siguen otros versos que como éstos recuerdan el jaripeo, también pudieron formar parte de los que se cantaban en aquellas épocas. En cuanto a la disolución y desenvoltura a que se hace alusión, sólo hay que recordar el espíritu religioso de la época para interpretarlo debidamente y juzgar de exagerado el juicio, según la manera de pensar en los actuales tiempos; pero aun tomándolo como está descrito se nos ocurre relacionarlo con la tirana, aire de baile y canto en compás de 6/8 y de movimiento moderado que se cantaba con coplas de cuatro ersos anonantados, octosílabos, que aquí se hubiera hecho de aire vivo de 2/4 o ¾, ya que estaba la tirana tan en boga en la Nueva España desde mediados del siglo XVIII, tiempo en que en la península se bailaba con un compás bien marcado, haciendo movimientos a uno y otro lado del cuerpo, llevando las mujeres un jugueteo gracioso con el delantal, mientras los hombres lo verificaban con el sombrero o el pañuelo y por haber degenerado en libertinaje fue desalojado de los salones; y así tendremos que de los movimientos graciosos y juego del delantal se hubiera pasado a imitar los del toreo, y del juego del sombrero hubiera resultado la costumbre que todavía se observa al colocar uno o varios de los bailadores el suyo sobre la cabeza de alguna de las bailadoras.
Y una última consideración: el hecho de que se cantara y bailara en los pueblos mencionados es bastante significativo, ya que aún es muy conocido en ellos El Torito, y hace la salvedad el denunciante de que en esos lugares se bailaba con más o menos desenvoltura interpretando nosotros que lo bailasen como en nuestros días. Nüñez y Domínguez, en un artículo sobre el huapango, confirma plenamente nuestra suposición, al escribir: “También se baila el “son” llamado “el torito”, en que el hombre, con su pañuelo, remeda las suerte del toreo con su pareja”.12 1806 EPIGRAMAS XI
12
Vicente T. Mendoza: La canción mexicana: ensayo de clasificación y antología. Méico, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estética, 1961. 671 p. Ils., p. 292-5.
Del padre de una niña. Juana a los toros llevó a su hija y mientras llegaban al circo, ésta si mataban a los toros preguntó: Y cuando oyó que la madre “Sí los matan” le decía, exclamó ella “¡ay madre mía! ¡Si mataran a mi padre!” 13 Anastasio de Ochoa y Acuña. Hacia finales de 1814 y, para celebrar el advenimiento al trono español de Fernando VII, se organizaron fiestas taurinas y, entre otras, unos juegos de cañas, añejos divertimentos de los siglos XVI al XVIII. Se formaron las cuadrillas y, todo parece indicar que, al iniciarse 1815 en la todavía funcionable plaza del Volador (para ese entonces con 225 años de vida), sirvió como escenario para aquel suceso sin precedentes, sobre todo por lo acabado de su elaboración y por todo con cuanto se aderezó, que fue lo más.14 El sábado 13 de mayo de 1815 el autor José Joaquín Fernández de Lizardi, nacido en la ciudad de México hacia 1774 y que, en 1812 funda su célebre periódico El Pensador Mexicano, título que más adelante serviría como remoquete para identificar al célebre autor del Periquillo Sarniento y Don Catrín de la Fachenda, publicó LAS SOMBRAS de Chicharrón, Pachón, Relámpago y Trueno (Conferencia) que es un diálogo entre cuatro toros. Antes de la aparición de este se publicó el Mentado Chicharrón (pliego suelto, 4 p. En 4°, imp. De D. María Fernández de Jáuregui), en el que se incluye un pequeño poema. Se trata de 1807 FABULILLA Un torero de aquellos de primera, práctico sin segundo que no había en todo el mundo plaza de toros, a que no asistiera, según refiere el cuento, quiso un día capotear en un jumento. Preséntase el torero en su asno muy jinete, el bruto le acomete… ¿Qué sucedió? que el pobre caballero, como era de esperar, bajó a su centro en el primer encuentro. Y un banderillero le dice: maestro mío, a fe, que en la destreza y en el brío de usted, razón no había 13
POESÍAS DE UN MEXICANO. Anastasio de Ochoa y Acuña. Selección y prólogo de Mauricio Molina. México, Inistituto Nacional de Bellas Artes, Secretaría de Educación Pública, 1987. 139 p. (Estanquillo literario. La codorniz)., p. 95. 14 AGN: Ramo Historia, T. 483, exp. VIII.-Oficio del Ayuntamiento (véase AHT N° 6, p. 66, ficha 770).
para creer, que esto le sucedería. Hijo, vive entendido, (respondió el estropeado) que la causa más justa se ha perdido por poca habilidad de un abogado. Avete Nherreric.15 1808 FÁBULA Julio no mal torero clavó su banderilla a un bravo toro josco: y todos le gritaron viva, viva. Fiero el bruto bramaba, se paraba, corría; tiróla finalmente a cuatro cabezadas repetidas. Aquel pide sus galas, y todos le decían: ¿qué galas majadero, si ya se le cayó? ¿qué no lo miras? Pero él responde luego, afectando sonrisa: si quedó la lengüeta, dexenlo sacudir la banderilla. Anónimo.16 1810 Un júbilo especial es el que comparto a continuación. En intensas búsquedas que no terminan, y gracias al hallazgo de esta ocasión, puedo mencionar que he localizado una pequeña publicación denominada: 2 Romances mexicanos del comienzo de la guerra de Independencia. Obra del Lic. Don Terencio Higareda e Íjar del que prácticamente no se tiene y por ahora, noticia alguna sobre su vida así como por su trabajo creativo. Sin embargo, en ese documento que salió de la imprenta de Mariano Ontiveros en 1810, se incluyen “Carrera militar del Cura Hidalgo” donde a ratos aparecen citas taurinas, donde el famoso torero “Marroquín”, además de sus virtudes de matar con la espada a toros bravos, era la de matar a ciudadanos muchas veces indefensos en auténticas carnicerías, como fueron aquellos capítulos oscuros durante el curso del movimiento de emancipación. Me parece oportuno incluir tanto el romance denominado “Carrera Militar del Cura Hidalgo”, como el “Corrido (Romance) del Torero Marroquín”, refiriéndose el autor a Agustín Marroquín, quien para 1811 fue uno más de los reos de insurrección en Chihuahua, mismos que fueron aprehendidos en dicho distrito, tal y como se muestra en la “Causa militar contra Miguel Hidalgo y Costilla” de 1811: “El presente escribano actuario. Certifique a continuación lo que consta de las declaraciones de los reos de insurrección Ignacio Allende, Juan Aldama, José María Jiménez, José María Chico, Agustín Marroquín, y Mariano Hidalgo, en comprobación de la identidad en la persona del cura que fue de 15 16
DIARIO DE MÉXICO. Martes 22 de septiembre de 1807, T. VII, N° 723. Diario de México. 8 de febrero de 1808, p. 2.
Dolores Miguel Hidalgo y Costilla, y de haber éste sido uno de los principales cabezas de la insurrección y mandante de los asesinatos cometidos en la ciudad de Valladolid y Guadalajara, por copia a la letra de las cláusulas que lo acrediten, y conste de las respectivas declaraciones de los enunciados reos, el señor juez comisionado así lo mandó y firmó, por ante mí el presente escribano de que doy fe.⎯ Avella.⎯ Ante mí.⎯ Salcido”. Por cierto en el sumario que se formó contra todos estos reos, Marroquín declaró a pregunta expresa que le planteó Francisco Salcido el 5 de julio de ese año: “Que en Guadalajara fue mucha la gente europea que pereció según oyó decir; pero el declarante solo concurrió a una de cómo cuarenta y ocho sujetos poco más o menos en la misma noche en que salió de avanzada con sus ciento y cincuenta hombres para el ejército del señor Calleja, lo cual aconteció de este modo. El cura Don Miguel Hidalgo Generalísimo, y caudillo de la insurrección que se hacía dar el tratamiento de Alteza Serenísima mandó al Coronel Alatorre, que todos los individuos constantes en la lista que le entregó, y se hallaban presos en el Colegio de San Juan, los mandase sacar al silencio de la noche, y los llevase a paraje donde todos pereciesen: que en efecto los sacó y trasladó a un paraje llamado San Martín, distante como dos leguas de Guadalajara custodiándolos el declarante con su gente y la del regimiento que mandaba el mismo Alatorre, quien iba a su cabeza, y allí los degollaron a todos, y en un hoyo que hicieron dejaron los cadáveres, después de cuya operación siguieron su camino para invadir el ejército del señor General Calleja”. A la pregunta siguiente, que refiere a cuántos había degollado el declarante Marroquín por su propia mano expresa a la letra lo que sigue “Y aquí añade, que habiendo salido el cura Hidalgo de Matehuala en compañía de sus mozos, del exponente, y de los que traía en su compañía, tomando el camino del tanque de las vacas al rancho de Guachichil para el Saltillo, y encontrando en un carro dos europeos con sus familias que traían a su lado, los mandó degollar, cuya operación ejecutó uno de sus mozos”. 17 Finalmente, es de llamar la atención el hecho de que en el mismo juicio, Marroquín fue definido, junto con Vicente Loya, y un nombrado coronel Alatorre y otro Muñiz como “ministros de estas bárbaras ejecuciones” con lo que se entiende la extrema violencia con que actuó en el que en otros momentos era un valiente “torero”.
CARRERA MILITAR 17
Archivo General de la Nación, ramo “Historia”, Vol. 595, f. 51 y 51v.
DEL CURA HIDALGO. ARIETES. Desde este Mirador esta noche agradable, seré un observador que cante lo notable de Hidalgo, el Campeador del nuevo cuño, y diga del modo que esta fiera marchó, marchó, marchó, y empezó la carrera De la desolación. De los Dolores sale, Señores, atención: a San Miguel el Grande lleva la seducción; y logra que un torero, rapaz y carnicero lleno de presunción: traición, traición, traición, gritara, y al graznido la tropa se juntó. Ya camina, Señores, el nuevo Campeador, rodeado de canalla la mas vil y feroz: llegaron a Zelaya, Señores, atención; pues grita su Excelencia, “ladrón, ladrón, ladrón, “que viva la rapiña “y muera el Español. Aquí se alarman todos, porque es la Capital de la Excelencia nueva que nos viene a ilustrar: aquí también descuella la doctrina infernal, que con sagacidad quitó, quitó, quitó, a los Indios la paz que España les plantó. Ya todo es confusión: la doncella: ¡qué horror! la viuda: ¡compasión! todo el pueblo lloró: ¡terrible! ¡amargo día se erigió la anarquía! solo se oyó esta voz: furor, furor, furor, a Guanaxuato todos,
y muera el Español. Se mete allí, Señores, toda la rebelión de la chusma rebelde, ¡estragos! ¡división! Matan al Intendente, ¡furor! ¡gritos! ¡terror! se destroza la gente, ¡dolor! ¡dolor! ¡dolor! Aquí fue Guanaxuato, Aquí fue: ¡se acabó! Ensangrentado el tigre tirano, Cura Hidalgo, de aquella suerte sigue corriendo como galgo: la seducción le rinde los pueblos que ha pisado, y así glorioso dice: “valor, valor, valor “un torero me sigue, “y me alaba un traidor. Por esto muy ufano en un caballo altivo, fogoso y placentero se ríe del mundo entero, señoreándose esquivo: con la bandera en mano los Indios al estribo, llegó, llegó, llegó, hasta el pueblo cobarde que solo se entregó. Señores, atención: ya está en Valladolid, ya el Obispo se huyó temeroso del tigre que á nadie perdonó; pero ya no hay temor, no hay que tener cuidado, valor, valor, valor, Valladolid ha sido triunfo de la traición.18 ¡Albricias! se triunfó gritaba el Cura Hidalgo, luego que lo saqueó: y que hizo: ¡pero callo! ¡no se ofenda el pudor! sigamos, atención, que llega lo bonito; giró, giró, giró, contra México ingrato 18
Entre las mentiras que sembró en Valladolid, se dice que aseguró que había rendido a México su Capitán Allende, y que por esto no lo acompañaba.
que no lo proclamó.19 Señores, ya llegó al Monte de las Cruces por Toluca, y halló un banquete de balas que allí le preparó México y su Virey: ¡albricias! ya tragó; tragó, tragó, tragó, ¡fuego! Lo que era suyo el Diablo se llevó. Una tropa aguerrida, un Truxillo veloz, un Mendivil activo,20 lanzeros: ¡qué sé yo! lo que el Señor Venegas allí le remitió: solo sé que encontró valor, valor, valor, su castigo el malvado, fuego la seducción. ¡Abur Seor (sic) general! ¡Abur Seor seductor! ¿Dó está la semillita que á los tontos venció? ¿Dó está la seducción? ¿Dónde está aquel torero? ¿Dónde el orgullo? ¡horror! ¡cayó! ¡cayó! ¡cayó! de la cima soberbia el maldito Dragón. Vivan los Mexicanos, Truxillo, las tres Villas, los Milicianos vivan, los lanzeros de Yermo, todos los otros digan: viva México entero, el gran Venegas viva; viva, viva, viva, para eterna memoria de la lealtad patricia.21 ¿Pero qué veo? Señores, Hidalgo se reanima, y sigue su carrera la Excelencia pasiva.
19
Alude a que estando Hidalgo en Zelaya dixo: me la han de pagar los Mexicanos. Dice el autor: Véase la Gazeta extraordinaria de la guerra del Monte de las Cruces, en que el Señor Truxillo alude al inmortal Mendivil y demás tropa. 21 La posteridad alabará según corresponde la fidelidad y lealtad de todo el pueblo de México, que aquellos días en que temió la entrada de los enemigos, solo pensaba en acabar co ellos en compañía de su Virey, nuestro amartelado Venegas. Yo ví un trozo de más de quarenta en mi barrio, y a una voz gritaban: vamos al campamento a hacer la guerra a esos demonios. 20
la tropa de Calleja dizque ya se le arrima: ¡Abur! La Comadreja llegó, llegó, llegó, a donde no hará letra su rabo seductor. El Señor Brigadier, ¡Españoles, valor! el inmortal Calleja dicen que llegó ayer a los campos de Aculco con una tropa vieja,22 y ya empezó la guerra; valor, valor, valor, Españoles, al arma, muera la seducción. Así fue, ya tronó; ¡Abur, el equipage (sic)! ¡once coches perdió! ciento veinte caxones (sic) de pólvora infernal! ¡la gente! ¡los cañones! ¡todo se le quitó! ¿qué tal? ¿qué tal? ¿qué tal? esta fue la carrera de Hidalgo el General. Terencio Higareda e Íjar.23
22
Alude a que Hidalgo llama especies viejas las que se han escrito contra él, y así corresponde que nosotros llamemos viejos a los soldados que lo han vencido. = L.F.E. 23 2 Romances Mexicanos del comienzo de la guerra de Independencia. Impresos en México por Mariano Ontiveros en 1810. (…) Con superior permiso. En la Oficina de D. Mariano Ontiveros, año de 1810. 8 p. La portada del impreso es un trabajo ex profeso, realizado a mano, quizá por el propio autor, del que no aparece su crédito en la obra, ¿o es que Terencio Higareda e Íjar quiso pasar o atribuirse como el autor encontrando en dichos versos la versión anónima? Además, me parece que los bocetos a tinta que fueron hechos en forma deliberada, no tienen ni por asomo, nada que ver con el estilo de la época, tanto en rasgos, como en el uso de la tinta. El exagerado adorno con que están hechas una y otra portada pareciera que fueron hechos en otro momento, totalmente distinto al de la publicación, por lo que es probable que en principio pudiera tratarse de obras anónimas, y que con alguna astucia el propio Higareda e Íjar supo aprovechar con sumo beneficio de su persona y autoría.
Corrido (Romance) del Torero Marroquín. LA INHUMANIDAD DEL TORERO MARROQUÍN. Quando el hombre a las pasiones les concede franca rienda, labra su propio destino para una fortuna adversa. La historia de Marroquín ha sido bien manifiesta: Tubo padres muy honrados… ¡Oxalá (sic) no sucediera asi, puesto que a los mismos que el ser le dieron, de afrenta, de vituperio cubrió con su conducta perversa! Dotóle el cielo de aliento ¿Quién pensará revolviera este favor contra el propio que le concedió tal prenda? Sirvió algún tiempo en las tropas logrando ascensos en ellas, Hasta que sus travesuras, según comúnmente cuentan, lo apartaron del servicio consiguiendo la licencia. Entonces tomó el oficio de Torero, donde encuentra, con peligro de la vida, deshago a su soberbia
exercitando (sic) en las plazas aquella índole sangrienta. Ni persuasiones, ni ruegos de los suyos, aprovechan para desviarle del rumbo de tan riesgosa carrera. Los aplausos de la plebe, admirando su destreza, dieron a la vanidad de este osado más vehemencia. Montaba bien a caballo en medio de la carrera desensillaba, y volvía a ensillar, sin que pudiera haber quien le compitiese con galopa a media rienda sobre dos brutos parado andaba; finalmente era muy afamado en la lucha de las irritadas fieras. No contenta sus anvicion (sic) con la franca subsistencia que su habilidad le daba, a los crímenes se alienta, por caminar de los vicios desenfrenado la senda. Cometer solo el primero delito, trabajo cuesta; después de uno en otro forman enlazados la cadena de robos, asesinatos, atrevimientos, violencias, y quanto malo al precio el hábito le acarrea. Así sucedió a este iniquo: Aunque la justicia recta lo aprisionó, lo contuvo, no hubo lugar a la enmienda. por lástima, por piedad, por indulto, o por clemencia dos veces se libertó de la sentencia postrera. De Señores protegido con inaudita franqueza se miró, esperando que otra vez no delinquiera; pero quien hizo costumbre la maldad, no le aprovechan avisos ni beneficios, y por todos atropellas. Cayó preso últimamente en Guadalaxara, excelsa corte de la Tierra-adentro
en una prisión estrecha guardó la víbora insana que emponzoñara cruenta la paz de sus moradores. Apareció la tremenda insurrección; los autores buscaron para cabezas de tan traydores designios las personas más perversas de Nueva España. Después malogradas sus empresas en las Cruzes, en Aculco, Guanajuato, y otras tierras de Michoacán, encontraron ser vana la resistencia contra las tropas del Rey. Truxillo, Cruz, y Calleja invencibles, defendiendo la justa causa, los hechan confundidos, a pesar de su muchedumbre inmensa. la inerme Nueva Galicia, para vengarse proyectan invadir… Entran furiosos arrollando quanto encuentran, del número desigual validos en la sorpresa; su Capital toman, donde fue primera diligencia del rebelde Hidalgo, dar libertad, a quien pudiera ayudarle en los proyectos sanguinarios: encomienda el mando de quatro mil foragidos, al que hiciera con el humo de venganza la más horrible tragedia. ¡Oh Dios! Aquí al acordarse el corazón duda y tiembla… ¡Horroriza esta memoria, anudándose la lengua! El instrumento feroz de oprimir tanta inocencia, destruir todo Gobierno, y aún saquear a las Iglesias, fue el infame Marroquín. quando tiranos decretan los tristes asesinatos en personas tan exentas de delito, como honrados padres de la patria misma, a la barranca lo envían, Teatro de esta funesta
execución: allí hicieron extremecerse las piedras. Sacaban los infelices en las lóbregas tinieblas, resonando penetrantes lamentos, llantos, y quexas: Al impío tribunal de un monstruo los encomiendan cuya sed, sin respetar la dulce naturaleza, en efusiones de sangre solamente se deleita. ni lugar les concedía a clamar en la tremenda hora ante aquel Criador benigno que los espera: Martirios y soledad su desventura acrecientan. ¡Noches de horror, de amargura! ¡Niños huérfanos, doncellas Viudas honradas, sentían con las voces lastimeras despedirse sus maridos y padres, hasta la eterna vida, dexando las casas asombradas y desiertas! Córtase un eterno velo a la posteridad nuestra para que tales acciones se olviden o se obscurezcan. ¿Pero quedó sin castigo tanto número de ofensas? Nó: pues milagrosamente en la batalla se observa de Calderón asistir la divina Omnipotencia desbaratando al tirano Nembrot, sin que le valiera el desmedido poder de una muchedumbre inmensa. En la prisión, el valiente Elizondo hizo temieran Inexorable justicia de la sacra Providencia, con cuyo auxilio logró hacer tan heroica empresa, que será inmortal su gloria para la edad venidera. El plomo lo respetó burlando con ligereza los tiros de Allende, quien perdió al hijo en la refriega. ¡Cómo acobarda el delito!
Custodiando la defensa del principal Jefe, aquel Torero, cuya braveza ponderaban, se rindió a la intimación primera: La voz del Rey convirtió al cruel tigre, mansa oveja, entregándose abatido a arbitrio de la sentencia. El impío en esto para, sirva a todos de experiencia: Quien mal anda mal acaba: quien daño hace bien (ilegible) espera: El temerario, que al cielo arroja atrevido flechas, en castigo de su culpa es preciso que les hieran. Ya se ha cumplido la suerte que se buscó y le condena: Mas pues con la vida paga atrocidades diversas; pidamos como Cristianos en el instante que muera, de satisfacción al mundo, y Dios de su alma se duela. Terencio Higareda e Íjar.24 1815 LAS SOMBRAS (De Chicharrón, Pachón, Relámpago y Trueno). Epitafio de Chicharrón Aquí yace el más valiente toro que México vio; y aunque tan bravo, corrió de miedo de tanta gente. ¡Oh, pasajero! Detente, mira, advierte, considera que es el vulgo de manera que, a pesar de su pobreza, gasta con suma franqueza, para ver... una friolera.25
24
Op. Cit. José Joaquín Fernández de Lizardi: Obras (IV. Periódicos). México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de Estudios Literarios, 1970, 436 p. (Nueva Biblioteca Mexicana, 12)., p. 45. 25
Del diálogo sostenido entre aquellos cuatro toros en muestra del repudio absoluto por cuanto se les hacía sufrir, entre otras cosas, Trueno, se destapa con una décima que habrá de ser una muestra de su actitud contra la crueldad: 1815 Apurar, hombres, pretendo… Apurar, hombres, pretendo ya que me tratáis así; ¡Qué delito cometí contra vosotros naciendo? Más, pues no hay culpa, ya entiendo el delito cometido. Frívola causa ha tenido vuestra fuerza y rigor pues el delito mayor de un toro es haber nacido.26 El diálogo que es menester, tiene una breve estancia en la lectura, pero deja satisfecho al curioso quien se ha postrado ante el documento histórico, que no es el único de Fernández de Lizardi. También se conoce el diálogo entre Mariquita y Serafina, Sobre la diversión de Toros, del 4 de mayo de 1815. Quien llama al toro sufra la cornada (México, imprenta de D. María Fernández de Jáuregui, 181127 y otros). El mismo mes de mayo de 1815 y justo el día 28, se llevó a cabo la última función en el viejo coso del Volador, siendo el programa el que “se echarán venados para que los cojan perros sabuesos, diversión muy retirada en esta capital. Se lidiarán dos toros a un mismo tiempo, dividiendo la plaza por mitad con una valla portátil”.28 Con toda seguridad, deben haber actuado personajes tales como la torera doña Francisca Gándara o los diestros Guadalupe Granados, Vicente Soria, Antonio Rea, Legorreta, Pablo Rodríguez y otros haciendo infinidad de suertes, improvisadas las más de ellas, bajo la fuerte influencia que todavía se dejaba sentir, con el efecto producido por Tomás Venegas “El Gachupín Toreador”. Tal parece que la fiesta también se independizaba y se hacía al modo más mexicano posible. Es cierto, se presentaron cuadros poco artísticos, nada agradables a la vista ni al sentimiento, pero, al fin y al cabo eran ya parte de un concepto nacionalista, asunto que años más tarde volvió a ser retomado por Ignacio Gadea, Ponciano Díaz, Lino Zamora, bajo la tutela y mirada sobria y dura del gaditano Bernardo Gaviño quien, desde 1835 y hasta 1886, ejerció un férreo control que dejó una marca de fuego, sólo borrada con la aparición de un nuevo grupo de toreros españoles a partir de 1882. Ca. 1815 EL NOVILLO Y EL TORO VIEJO (FÁBULA) Las corridas de toros, en las fiestas, son lo más anhelado y preferido 26
Fernández de Lizardi, op. Cit. José Joaquín Fernández de Lizardi: Alacena de frioleras N° III, del 6 de mayo de 1815. En: OBRAS de (...). Periódicos (...). México, UNAM, Centro de Estudios Literarios, p. 32-37. 28 Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 121. 27
pues si el hombre no lidia con brutos, no es cabal de turba el regocijo. Después de una corrida se juntaron en el corral de Antón, un gran novillo y un toro de seis años, que mil veces había en las labores agrícolas servido. Los dos, alguna vez, lidiaron juntos y por esta razón eran amigos. Pronto se reconocen; y admirado, el novillo, al buey viejo así le dijo: Escucha compañero, ¿por qué causa si a los dos nos lidiaron en el circo, saqué más agujeros que una criba y tú saliste con pellejo limpio? Entonces, el buey, grave, le responde: Porque yo ya soy viejo, caro amigo, conozco la garrocha, me ha picado, y al que miro con ella, nunca embisto. Lo contrario haces tú, sin experiencia como toro novel y presumido sin conocer el daño que te amaga, te arrojas a cualquier precipicio; y por esta razón, con agujeros ha salido tu piel y yo estoy limpio. Agradezco deveras, camarada -dijo el torete- tu oportuno aviso; desde hoy seré más cauto, y te prometo no echar tus advertencias en olvido, que es gran ventaja conocer los riesgos y esquivar con prudencia los peligros.29 José Joaquín Fernández de Lizardi. El mexicano: enemigo del abuso más seductor es un escrito salido hacia 1820 de la imprenta de D. Juan Bautista de Arizpe. La referida obrita –apenas ocho páginas-, presenta un incitante parapeto, una aguerrida trinchera para luchar contra el “bárbaro espectáculo de los toros”. Quizá influido por el trabajo de Melchor Gaspar de Jovellanos, Pan y Toros, que reedita la imprenta de Mariano de Zúñiga y Ontiveros el mismo año, firmado con las modestas o temerosas iniciales F.P.R.P. iniciaron una campaña que no prosperó sino hasta 47 años después, cuando el licenciado Benito Juárez prohíbe las corridas de toros, porque “No se considerarán entre las diversiones públicas permitidas, las corridas de toros; y por lo mismo, no se podrá dar licencia para ellas, ni por los ayuntamientos, ni por el gobernador del Distrito Federal, en ningún lugar del mismo”, artículo N° 87 que proviene de la Ley de dotación de Fondos Municipales con fecha del 28 de noviembre de 1867. En torno al escrito del autor de las iniciales, se siente una necesidad absoluta de convencer al pueblo de que el espectáculo de los toros es un absurdo, que es una fiesta hija del más bajo orden de la lógica humana, donde se satisfacen bajas pasiones provocadas por la festiva agonía de un toro ensartado por las armas cobardes de hombres que se defienden con estas mismas, a fin de consumir la fuerza física del burel, acosándolo, hostigándolo, hiriéndolo y, por fin, matándolo. ¿Que es cruel el espectáculo? Claro que sí. Pero la crueldad puede quedar atenuada si se le matiza de elegancia, de arte, de dominio, de técnica que bien conducen a la consumación de una obra de arte, o de una obra técnica, según sea el caso. 29
Octavio Ramos Absalón: TAURIDIA. Veracruz, Universidad Veracruzana, 1990. 252 p., p. 246-247.
Resultados como el que aporta Guillermo Prieto en sus “Charlas domingueras”, a propósito de toros...”,30 son, a lo que parece, un balance normal sobre la crueldad en las corridas de aquella época. Desde luego, un aspecto como éste, escandalizaba a autores como Carlos María de Bustamante, José Joaquín Fernández de Lizardi, o aquél que sólo firmaba sus escritos con las iniciales F.P.R.P., de quien es el siguiente 1822 SONETO Ved aquí para siempre ya extinguida, sangrienta diversión que fué dictada, por la barbarie más desapiadada, del siglo de crueldad empedernida. Que vil preocupación envejecida, mantuvo con tenacidad porfiada, a pesar de verla ya tan odiada, y de la culta Europa aborrecida. Mas sabia ilustración ya le condena, aboliéndola alegre y compasiva, de la Española gente que sin pena, proclama ya gozosa á la atractiva, dulzura, á la que en fin á boca llena, con deliciosa voz dice que viva.31 El deseo de poner en desuso absoluto las corridas de toros en México no ha prosperado. Es quizás, la prohibición juarista la que desquició el porvenir de una fiesta en progreso, iniciado en 1526 y parado en seco en el año de 1867, aún cuando en años anteriores algunos virreyes pugnaran porque se prohibieran en plazos relativamente cortos las festivas demostraciones de toros por su estoico antitaurinismo. En la continuación de la presente obra, esta se ve aderezada con algunos versos de José María de Heredia, “Cantor del Niágara” y de José Joaquín Pesado. El primero de ellos, sin ser adicto a las corridas de toros, por el contrario, “las condenó con su habitual exaltación lírica –no exenta de su odio a España que tenía esclavizada a Cuba- país del que era oriundo, a decir de José de Jesús Núñez y Domínguez, pero que lo escribió en el nuestro, como queda registrado en Historia y Tauromaquia Mexicanas: 1827 Mirando una tarde estaba… Mirando una tarde estaba Los toros un caballero, Y reprehendía al torero Por lo mal que capoteaba. Mucho lo mortificaba, 30
Guillermo Prieto: Obras Completas. (Actualidades de la Semana, 2) Presentación, compilación y notas: BORIS ROSEN JÉLOMER. México, CONACULTA, 1996. Vol. XX. 610 p., pág. 241-251. Publicado originalmente en: Revista Universal, 30 de mayo de 1875, p. 1-2. 31 El mexicano, enemigo del abuso más seductor. México, 1820. Imprenta de D. Juan Bautista de Arizpe. LECTURAS TAURINAS DEL SIGLO XIX (Antología). México, Socicultur-Instituto Nacional de Bellas Artes, Plaza & Valdés, Bibliófilos Taurinos de México, 1987. 222 p. facs., ils., p. 59.
Le dijo que era un salvaje. Replicó el torero: baje, Venga a enseñarme el oficio. Bajó, y por el orificio Sacó del toro su gaje. Quien quisiere criticar Tenga presente este lance, No se vea en el fuerte trance Del que bajó a capotear.32 1834 ROMANCE. Escuchen todos los bueyes Que (como yo) sean perversos, Mi triste fin, porque tomen Un saludable escarmiento. Pero antes que narra pueda La historia de mis excesos, Requiero, ¡oh caros amigos! La compasión de mis yerros. Nací en contornos de Atenco A los tantos de febrero, Del año de… mas no importa La fecha en este suceso. Ya no conocí a mi padre: (A otros sucede lo mesmo) Que hijo fui de una vaquilla Es lo que negar no puedo. Esta mi indolente madre, Me abandonó pequeñuelo, Por gozarse a sus anchuras En todos sus devaneos. ¡Heme aquí, caros amigos, Sin padre, madre ni deudos; Abandonado al capricho Del hacendando mi dueño. Mas como a mi me dotara Júpiter, de algún talento, Era yo, cuando novillo, De todos el más travieso. Amigos, ¡cuánto trabajo Dí siempre al pobre vaquero Que intentaba sujetarme Al yugo de mi abuelo! Por fin la fuerza del hombre Corrigió mis desafueros, Cortándome aquellas partes Que él suele apellidar sexo. De entonces acá arrastrando 32
Baratillo o miscelánea de Chucherías. Año 2º, Puebla, lunes 22 de enero de 1827, N° 20, p. 108.
De la humillación el peso, Siempre veía con envidia Disfrutar al toro fiero De un placer, que no podía Gozar yo, aunque tenía cuernos. Sumergido en la tristeza Maldecía mi abatimiento; Y las siembras me pagaban El mal que no me habían hecho. Undía (de odiosa memoria) Que yo rabiaba en mis dentros, Quiso impedirme un muchacho Mis procederes siniestros. Con una coz lo castigo; Y el chiquillo, a su despecho, No hará otro insulto a los bueyes, Pues ya mora entre los muertos. Infraganti del delito Me pusieron en arresto, Y me formaron sumaria Cual se usa todo reo. Hasta aquí son arreglados, Justos los procedimientos De mis jueces, pues que miden A todos con un rasero. Bueyes y hombres somos unos, (Según el código de ellos), Pero hay de malo en mi causa Que sin oírme, el fallo dieron. ¡Oh parcialidad inicua! ¡Cuando dejarás, que al menos De reclamar su justicia Cada uno obtenga el derecho?... Yo delinquí, amigos míos, Y el patíbulo merezco; ¿Pero por qué no mis jueces Tal confesión requirieron? ¿Para condenarme, acaso Creían les faltaba tiempo? ¿O temían se sublevaran Todos los toros añejos?... Yo obré el mal; pero mis jueces A la equidad desoyeron; Pues si una ley me condena, Otras en mi favor tengo. ¡Jueces! Al que está castrado No puede aplicarse el mesmo Castigo, (en delito igual) Que al que es delincuente entero, La viuda, mi poseedora, ¿Renunció acaso el derecho Que tenía para librarme A costa de su dinero;
Voy al patíbulo ¡oh jueces! Con aquel resentimiento Que alimenta la injusticia Aún en el pecho de un reo. ¡Jueces! Siempre mi memoria Os sorprenderá en secreto; Y desde el toro a la hormiga Os traerán tristes recuerdos. Al leer el hombre mi historia No creerá encontrarse exento De una injusticia… el suplicio No borra del juez un yerro… .............. Yo el infrascripto escribano, Certifico ser muy cierto Que el antecedente escrito Se halló en la bolsa de pecho Del buey difunto.-No vale Lo testado.-Un signo.-Recio (Termómetro de la revolución) Anónimo.33 1836 DÉCIMA Los toros es diversión Propiamente de salvajes O de bobos medio guajes34 Sin ideas de ilustración. Chiflos, gritos, confusión Con que aturden la cabeza Es lo mejor (¡qué gran pieza!); Luego, sangre y estocadas; ¿No es ir a tales bobadas Tributar a la simpleza? Argos.35 1840 LA MUERTE DEL TORO Al clavar de los dardos inflamados y agitación frenética del toro, la multitud atónita se embebe, como en el circo la romana plebe atenta reprobaba o aplaudía 33
EL FÉNIX DE LA LIBERTAD, D.F., del 11.04.1834, p. 2 y 3. Con esta voz vulgar acostumbran denigrar la gente inculta del campo. 35 El Mosquito Mexicano, D.F., del 8 de julio de 1836, p. 4. 34
el gesto, el ademán y la mirada con que sobre la arena ensangrentada el moribundo gladiador caía. Suena el clarín, y del sangriento drama se abre el acto final, cuando a la arena osado llama, y su furor provoca. El, arrojando espuma por la boca, con la vista devórale, y el suelo hiere con duro pie; su ardiente cola azota los ijares y bramando se precipita... El matador, sereno ágil se esquiva, y el agudo estoque le esconde hasta la cruz dentro del seno. Párase el toro, y su bramido expresa dolor, profunda rabia y agonía. En vana lucha con la muerte impía, quiere vengarse aún; pero la fuerza con la caliente sangre, que derrama en gruesos borbotones, le abandona, y entre el dolor frenético y la ira, vacila, cae, y rebramando expira. Sin honor el cadáver arrastrado es en bárbaro triunfo: yertos, flojos, vagan los fuertes pies, turbios los ojos en que ha un momento centellar se vía tal ardimiento, fuerza y energía, y por el polvo vil huye arrastrado el cuello, que tal vez bajo el arado era de alguna rústica familia útil sostenedor. En tanto el pueblo con tumulto alegrísimo celebra del gladiador estúpido la hazaña. ¡Espectáculo atroz, mengua de España!36 En el fondo, encontramos las mismas intenciones de aquel soneto de 1820 que ya vimos en su oportunidad. Y ahora, estos versos escritos entre 1830 y 1835 arrastran el objetivo fundamental de desintegrar con protestas aisladas un bloque concreto como era el de los toros en México. José Joaquín Pesado, muy inspirado escribió las “Escenas del campo y de la aldea en México”, poema escrito en 1840, el cual recrea la suerte de varas y la suerte suprema, mismas que a continuación podremos apreciar. 1840 La lid de toros. Aquel acto fenecido anuncia el clarín sonante al concurso divertido que se halla un toro arrogante, a la lid apercibido. 36
José de Jesús Núñez y Domínguez, Historia y tauromaquia mexicanas. México, Ediciones Botas, 1944. 270 p., ils., fots., p. 158-159.
la multitud al momento el coso rodea; se enoja el bruto; con ardimiento esparce la arena al viento; llamas por la vista arroja los ojos en torno gira alta la cabeza y cuello, torvo los objetos mira parece que en su resuello humo la nariz aspira. Clava una mano ligera a su cerviz una jara: Brama irritada la fiera, un jinete se le encara y con firmeza la espera. Llamada de silbo agudo baja la enastada frente, parte como rayo ardiente, mas luego de golpe rudo herida la espalda siente. Al encuentro poderoso salta la lanza en astillas, el Picador animoso postra al bruto de rodillas, y él sale libre y airoso. Al dar el golpe certero hurta el caballo, gallardo, vuelve a su puesto primero, y otra vez con paso tardo al toro provoca fiero. Este de nuevo se engalla, y en los lances que repite despeje el cerco y la valla: Ya nadie con él compite, el vulgo le mira y calla. Hasta que desciende el coso nuevo toreador, que pasa vibrando lienzo engañoso, y con acero alevoso el corazón le traspasa. El pecho lleno de fuego, corriente de sangre roja lanza por la boca luego; el suelo con ella moja trémulo y de rabia ciego. Desangrado, no vencido, sin acción, sin movimiento queda en la arena tendido, y con doliente bramido lanza su postrer aliento.37
37
Núñez y Domínguez: op. Cit.
Gracias a los testimonios de la Marquesa Calderón de la Barca quien en la novena carta de La vida en México deja amplísima relación de una corrida presenciada a principios de 1840, empezamos a conocer parte de aquel ambiente que priva por entonces en la fiesta. 38 38
Benjamín Flores Hernández: La ciudad y la fiesta. Tres siglos y medio de tauromaquia en México, 15261867. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1976. 146 p. (Colección Regiones de México). p. 98. Cfr. Madame Calderón de la Barca: La vida en México, durante una residencia de dos años en ese país. 6a. edición. Traducción y prólogo de Felipe Teixidor. México, Editorial Porrúa, S.A., 1981. ("Sepan Cuántos...", 74)., p. 58-59. Carta IX, fechada en enero 5 de 1840. 6. Esta mañana temprano, día de la corrida de toros extraordinaria [a efectuarse en la Real Plaza de toros de San Pablo], aparecieron unos carteles en todas las esquinas, anunciándola, junto con ¡un retrato de Calderón! El Conde de la Cortina [don José Justo Gómez de la Cortina y Gómez de la Cortina] vino poco después del almuerzo, acompañado de Bernardo, el primer matador, a quien nos trajo a presentar. Os envío el convite impreso en seda de color blanco, orla de encaje de plata y unas borlitas colgando de cada esquina, para que veáis con qué primor suelen hacer aquí estas cosas. El matador es un hombre guapo, pero de exterior torpe, aunque dicen que es de una gran agilidad y muy hábil. Debo escribiros mañana una reseña de “mi primer corrida de toros”. 7. Ayer, por la tarde, había grandes temores de que lloviese, lo cual habría obligado a aplazar la lidia, no obstante se aclaró el cielo, y nunca sabrán los pobres toros cómo su serte dependió de las nubes. Un palco, de los del centro, con alfombra y araña de plata, dispuesto para nosotros; pero nos fuimos con nuestros amigos los Cortina, que tienen el suyo al lado. El espectáculo, a pesar de no haber visto la magnificencia de la arena de Madrid, me parecía movido y deslumbrante en grado sumo. Imaginaos un inmenso anfiteatro, con cuatro grandes filas de palcos, a cuyos pies se extienden los asientos al aire libre, lleno todo a reventar; los palcos ocupados por señoras lujosamente ataviadas; en las graderías el alegre colorido de una muchedumbre enardecida de entusiasmo; dos bandas militares, tocando a perfección trozos de óperas, señoras y campesinos, y oficiales de gran uniforme; una extraordinaria diversidad de colores, y todo el conjunto iluminado por este cielo eternamente azul. Ya podéis concebir que el espectáculo fue tan variado como curioso. Cerca de las seis y media, un toque de trompetas anunció la llegada del Presidente, quien vino de uniforme, con su estado mayor, y tomó asiento a los acordes de “¡Guerra! ¡Guerra! I bellici trombi”. Poco después los matadores y los picadores, a pie los primeros y a caballo los segundos, hicieron su entrada, saludando a todo el público alrededor de la arena, y fueron recibidos con un estallido de vítores. El traje de Bernardo, de azul y plata, era magnífico, y le costó quinientos pesos. Dióse la señal, se abrieron las puertas, y salió el toro; no tan grande, ni de aspecto tan fiero como los de España, sino pequeño, nervioso, bravo y desparramando la vista (...) Cuadro tan fiel como poético. La primera pose del toro es bellísima. Pasta, en su Medea, no podría superarla. Mientras, los matadores y los banderilleros llaman la atención del toro con sus capas encarnadas -y los picadores le clavan sus lanzas. Precipítase el animal contra los primeros y lanza al aire las capas que le arrojan; saltan los toreros la valla que circunda la arena; arremete contra los otros y derriba a los caballos, y muerden el polvo sus jinetes en varias ocasiones; recobrando, ambos, al instante el equilibrio, pues en ello no hay tiempo que perder. Quisieron después los matadores recurrir a los fuegos artificiales; eran unos cohetes adornados con ondeantes cintas que prendían en las astas del toro, y hacían que éste, al revolver la testa, se viera envuelto en llamas. Alguna que otra vez, el picador agarraba la cola del cornúpeto por su extremidad, y levantado el pie derecho le hacía pasar sobre la cola, y sin soltarla, corría el caballo en dirección contraria a la de la res, obligándola a caer en tierra. Enloquecido por el dolor, arrojando caños de sangre, erizado de dardos y cubierto de cohetes, corre el desafortunado toro en contorno, embistiendo, ciego, a hombres y caballos intentando saltar la barrera repetidas veces; mas la multitud, con su griterío y agitando sus sombreros, se lo impide. Por último, acosado, y al cabo de sus fuerzas, le da el golpe mortal el matador, lo que se considera como la suerte suprema. Quedóse inmóvil el toro, como sospechando que le había llegado su hora, dio algunos pasos vacilantes tirando cornadas al aire, y terminó por echarse. Una última cuchillada y el toro exhala el postrer aliento. Sonaron los clarines y tocó la música. Entraron a la plaza cuatro caballos, engancharon al toro de sus tiros y, echando a correr a galope, se lo llevaron fuera de la arena. Esta última parte produce una gran impresión y recordaba la de un sacrificio romano De manera similar dieron muerte a ocho toros. El espectáculo, en conjunto, es de una gran belleza; la habilidad de que hacen gala, divierte; mas ese modo de atormentar al toro repugna, y porque aquí embotan las puntas de sus cuernos, siente
Esta mujer, Frances Erskine Inglis, escocesa de nacimiento, con unas ideas avanzadas y liberales en la cabeza acepta el espectáculo, se deslumbra de él y cumple narrando el desarrollo, al menos, de dos festejos que atestigua, tanto en la ciudad de México, como en Zempoala, Hgo. Madame Calderón de la Barca presenta un perfil sobre la personalidad de Bernardo Gaviño, quien vuelve a aparecer en la escena, considerando que las cartas de La vida en México fueron redactadas durante 1840 y 1842. Ambos deben haberse conocido en los constantes encuentros tenidos gracias a invitaciones de los hacendados de la época, quienes no podían dejar de incluir a personajes de tal estatura. Un segundo encuentro se tuvo en la hacienda de Santiago, del señor José Adalid, por los rumbos de Zoapayuca, estado de Hidalgo “viejo caserón que se levanta solitario en medio de grandes campos de magueyes. Junto tiene un jardín abandonado, y entre su enmarañada espesura retozaba un cervatillo domesticado que nos miraba asombrado con ojos salvajes”. 39 uno más simpatía por él que por sus adversarios del género humano No puede ser bueno el acostumbrar al pueblo a que vea estos espectáculos Sangrientos. Pero dejad que os confiese que si al principio me cubrí la cara porque no me atrevía a mirar, poco a poco fue creciendo mi interés de tal manera, que ya no pude apartar los ojos del espectáculo, y entiendo muy bien el placer que encuentran en estas bárbaras diversiones los que están acostumbrados a ellas desde la infancia. Terminó la corrida en medio de grandes y prolongadas aclamaciones, y luego procedieron a quemar un castillo de fuegos artificiales, levantado en el centro de la arena, y entre los resplandores de las luces multicolores aparecieron: primero, las Armas de la República, el águila y el nopal; y encima, ¡el retrato de Calderón! de uniforme azul y plata. Cayó a sus pies con gran estrépito el águila mexicana, mientras él seguía ardiendo en un chisporroteo y ráfagas de fuego, en medio de un redoble tremendo de aplausos y ovaciones. Este fue el remate de la función extraordinaria, y una vez que todo término nos fuimos a cenar en casa de la Condesa de la Cortina, escuchamos un poco de música por la noche, y regresamos después a nuestra casa tolerablemente cansados. 39 Calderón de la Barca: op. cit., p. 116-19. En su carta No XVI del mes de mayo de 1840 sigue narrando nuestra amable visitante: 7. El mismo día de nuestra llegada (a Tulancingo) vinieron de México Bernardo el Matador y su cuadrilla, trayendo consigo sus magníficos trajes, con el propósito de darnos una corrida en el campo. Como una hacienda de estas no es más que un enorme caserón vacío sin muebles y sin libros, no hay más remedio que buscar las diversiones puertas afuera, o bien en las grandes veladas dentro de la casa (...) Por las noches, todo el mundo se reúne en una gran sala, y mientras la Señora Adalid toca el piano, toda la concurrencia, administradores, dependientes, mayordomos, cocheros, matadores, picadores y criadas, ejecutan los bailes del país; jarabes, aforrados, enanos, palomas, zapateros, etc., etc.(...) Los bailes son monótonos, con pasos cortos y con mucho desconcierto, pero la música es más bien agradable y algunos de los danzantes eran muy graciosos y ágiles; y si no fuera porque el hacer distinciones provoca la envidia, deberíamos mencionar con énfasis a Bernardo el Matador, al primero cochero y a una hermosa muchacha de falda corta roja y enaguas amarillas, con pies y tobillos à la Vestris. Y Bernardo, dióse a bailar un Aforrado que iba así: 1841 ¡Aforrado de mi vida! 1 ¡Aforrado de mi vida! ¿Cómo estás, cómo te va? ¿Cómo has pasado la noche, no has tenido novedad? 2 ¡Aforrado de mi vida, yo te quisiera cantar!
¡Pero mis ojos son tiernos, y empezarán a llorar! 3 De Guadalajara vengo lidiando con un soldado, sólo por venir a ver a mi jarabe aforrado. 4 Y vente conmigo, y yo te daré zapatos de raso color de café. (...) Luego fueron a Zempoala y por la tarde, a la Plaza de Toros. La hora era fresca, nuestras monturas buenas, el camino bonito y sombreado, y la misma Plaza una cerca pintoresca circundada de árboles. Habían puesto unas sillas en una elevada plataforma, y el verde brillante de las arboledas, los deslumbrantes trajes de los toreros, el mugido de los toros bravos, la nerviosidad de los caballos, la música y la algazara y los gritos de los indios trepados en los árboles, arrebatada la atención, cuando menos a primera vista, por su salvaje grandeza. Bernardo iba vestido de raso azul y oro; los picadores, de negro y plata; los demás, de raso oscuro y oro; todos los de a pie llevaban un calzón que les llegaba a la rodilla medias de seda blanca, un pequeño gorro negro con cintas y un mechón de pelo trenzado, colgado atrás. Los caballos fueron, en general, buenos, y cada vez que se presentaba un nuevo adversario, parecían contagiarse del entusiasmo de los caballistas. Salían los toros unos tras otros dando bufidos, y como aquí suelen ser bravos y no les despuntan los cuernos como en México, los lances resultan mucho más peligrosos. A los toros no les mataron, pero fue más que suficiente el tormento que les dieron. Uno de ellos, cubierto de dardos y de cohetes, adornados con cintas y papeles de color, brincó de golpe sobre una pared muy alta y desapareció entre los bosques. Pensé después en este infeliz animal: ¡cómo ha de haber vagado la noche entera, bramando de dolor, con los dardos y sus alegres adornos penetrándole en las carnes! Así, cuando el pastor, desde el seguro escondrijo, hiere con flechas traicioneras la cierva descuidada, ella se lanza, fugitiva, hacia el bosque. Furiosa, por el dolor que la atormenta, salta sobre el prado y se encamina en busca de silentes matorrales. Mas en vano, pues el dardo fatal va siempre, siempre, ensartado en su flanco y la atormenta... La destreza de estos hombres es sorprendente; mas la parte más curiosa de la función fue cuando el cochero de los Adalid, un mexicano fuerte y hermoso, se montó en el lomo de un toro bravo, que cabeceaba y reparaba, como si estuviera poseído por una legión de demonios, y obligó al animal a dar vueltas y vueltas al galope, alrededor de la arena. Primero lazan al toro y le derriban sobre el costado, a pesar de su furiosa resistencia. Una vez que está derribado le montan, pero permaneciendo de pie, con las piernas abiertas, sin descansar sobre el lomo del toro hasta el momento que quitan el lazo de la cabeza de la res, que se levanta y se enloquece pretendiendo en vano quitarse una carga a la que no está acostumbrada. Para desmontar debe repetirse la misma suerte, pues de otra manera el toro acabaría a cornadas con el jinete. El trance es terriblemente peligroso, pues si el toro se quita al hombre, su muerte es casi segura; pero estos mexicanos son magníficos jinetes. Un fraile, que pertenece a la Hacienda, da muestras de ser un apasionado admirador de todas estas faenas, y su presencia, en caso de un accidente desgraciado, como suele suceder, ofrece sus ventajas.
Desde Tulancingo, y al estremecimiento de otra corrida (en la que también participó Bernardo Gaviño), madame Calderón lanzó su más famosa sentencia que luego se convirtió en complacencia que va así: ¡Otra corrida de toros ayer (8 de mayo, en Tulancingo) por la tarde! Es como con el pulque, al principio le tuerce uno el gesto, y después se comienza a tomarle el gusto (...). 40 Estas dos cartas, la Nº IX y XVI aportan datos significativos sobre la personalidad de Bernardo Gaviño, las cuales nos dan elementos sobre un torero que no se ha perdido del panorama. Antes al contrario, se está afianzando en nuestro país y si se ha perdido en el lustro que va de 1835 a 1840 es por razón de que no se encuentran noticias en la prensa de aquellos momentos. Por azar y por fortuna, madame Calderón de la Barca vuelve a ponerlo en circulación, manifestando que se trata de un matador que ocupa un sitio con estatura similar a la que tienen los hermanos Ávila, de Andrés Chávez o de Manuel Bravo, por entonces los diestros más connotados del momento. Madame Calderón de la Barca, deja entre otros detalles de su carta IX, anotación de los hechos en una corrida de toros donde interviene el torero de Cádiz. 1841 Tres veces suena el clarín: ¡atención!, la señal se oye… Tres veces suena el clarín: ¡atención!, la señal se oye, se dilata la caverna, y con muda expectación la gente que hincha el circo abre la boca en todas partes. Surge con salto formidable el poderoso bruto y, mirando salvajemente, huella con pie inquieto la arena, sin lanzarse ciegamente al enemigo. Con su testuz amenazante apunta a todas partes y dispone su ataque, sacudiendo inquietamente la cola enfurecida, y sus ojos fulguran chispas...41 1843 A N… EN LOS TOROS. Encanto de mis ojos Ángel hermoso fuiste, Y al alma apasionada Con magia seductora embebeciste, Mientras la plebe inmensa alborozada Brutal gozo sentía, Viendo en la lid a la indomable fiera Que con el hombre su furor medía. Ya no es de aquel momento La inspiración ardiente Que con su influjo al pecho estremecía: Cesó la turbación que robó al alma En un momento, se oscureció el cielo, se interrumpió la fiesta, y en medio de una tremenda tempestad de lluvia y truenos montamos a caballo para regresar a casa a galope tendido. 40 Ibidem., p. 119. 41 Ibid., p. 58-59.
Aquel instante de azarosa calma. Yo recuerdo tan solo Que al mirar, ¡oh mujer! tu faz divina Huiste a mis ojos sorprendente y bella Como la luz de estrella matutina; Hermosa y apacible Como la linfa pura Del cansado arroyuelo Que dibuja tendido en la llanura El precioso zafir del claro cielo; Modesta y candorosa Como la blanca rosa, Que en el rico pensil no muestra ufana Ni el ardiente carmín que a otra colora, Ni las perlas que guarda en la mañana Llanto feliz de la rosada aurora. Un numen pareciste De inspiración y precursor de amores; Ángel de compasión en los dolores, Bálsamo grato al corazón del triste. Absorto en tu belleza Me encumbré a una región do no veía La triste realidad que me envenena, Y que a veces sombría Se opone a mi ventura, Y los instantes del placer convierte En gotas de amarguísima dulzura. Allí no vi sino tu rostro bello, Purísimo destello Del Dios que te formó, mujer divina. Así mi pecho se sintió agitado Y se grabó tu imagen peregrina Cual reflejo en el piélago rizado Su blonda luz la estrella vespertina. ¡Ah! Por qué no te ví dentro de un templo Levantando hacia el cielo tu mirada Y entre gratos perfumes y armonía Orar entusiasmada? ¡Por qué no te adoré cuando en el alma Se derrama el placer sublime y puro, La religiosa calma Que al hombre tranquiliza, Y hace que olvide el porvenir oscuro?..... Mas no, te ví en el mundo Circundada de galas y de amores Respirando tal vez el soplo inmundo Con que halagan los falsos amadores. Y a mi vez no resiste La blanca flor el corrompido aliento Ni el furioso Aquilón, que su alba frente Nació para hacerme al soplo blando Del céfiro amoroso Que en el recinto hojoso
De la floresta umbría Bebió de los jazmines la ambrosía. Yo recuerdo también aquel instante En que esquivaste el congojado rostro Del polvoroso circo do luchando El indomable toro con la muerte Vacila y cae, y muerde el polvo inerte. ¡Cuán bella en tu semblante La compasión se vía! ¡Qué insensato al mirarte no sintiera La misma pena que a tu pecho hería! Y en tanto el lidiador que triunfó ufano, Sanguinario y gozoso se recrea En escuchar al pueblo que inhumano E imbécil su barbarie clamorea. México, junio 18 de 1843. Lucio. (Escrita para el Siglo XIX).42 Entramos en la segunda mitad del siglo XIX. Un nuevo conjunto de versos nos acercará a los sucesos más importantes ocurridos no sólo en la provincia. También en la plaza capitalina del Paseo Nuevo, escenario donde quedaron impresas las hazañas de Mariano "La Monja", Bernardo Gaviño, Fernando Hernández o Ignacio Gadea. 1844.-Durango (sucesos del enfrentamiento de Gaviño y José María Hernández, segundo espada de Gaviño contra los indios comanches): 1844 Caminabas tranquilo y muy gozoso… Caminabas tranquilo y muy gozoso acompañado de Bernardo y buena gente, cuando fuíste acometido de repente por el indio feroz y tenebroso. Pero tú, Fernando, firme y valeroso aunque a tus compañeros muertos vísteis, el comanche rapaz lo combatiste con afán profundo y asombroso. Eterna sea siempre tu memoria, consignando tu nombre nuestra historia.43 1850 Al bravo Toro rugiente… Al bravo Toro rugiente 42
El Siglo Diez y Nueve, D.F., del 30 de junio de 1843, p. 3 y 4. Armando de María y Campos: Ponciano, el torero con bigotes. México, ediciones Xóchitl, 1943. 218 p. fots., facs. (Vidas mexicanas, 7)., p. 70. 43
De corage (sic) y rabia lleno, Burla con rostro sereno El hombre astuto valiente. ¡Qué importa que el asta dura Derrame susto y pavor, Cuando aquel tiene valor Y vigilante cordura? Vuelve, pues, en pos de presa El ostentoso animal; Que del hombre por su mal En la agilidad tropieza. Sacuda, sí, la cerviz, Para embestir con acierto: Y quede el lomo cubierto Del mas hermoso matiz. Y agrúpense lidiadores De garbo y de ligereza, A coronar su cabeza De mil variados colores. Y que venga el picador A contrastar en pujanza, Al bruto que se abalanza Con frenético furor. Y en la lucha desigual, El triunfo sea del valor, (ilegible por doblez del documento) (…) de la fuerza brutal. Que así aprende la razón Los medios de la victoria, Y así se alcanza la gloria, Y así vive el corazón. Anónimo.44 Ca. 1850-1860 PLACERES CAMPESTRES RODEO, COLA Y CAPAZÓN Entre las quiebras del monte, Bajo el estrellado cielo, Se oyen correr los caballos De los traviesos rancheros; Ya al ganado se despierta 44
Archivo Municipal de Puebla. Catálogo de Ilustraciones. Adabi México, A.C. Ficha 26: Cartel de corrida de toros, correspondiente a la tarde del domingo 31 de marzo de 1850. CORRIDAS DE TOROS DE LA HACIENDA DE SAN GERÓNIMO. PLAZA DE TOROS DE SAN GERÓNIMO. Actuaron esa tarde: Ignacio Gadea (a caballo) y, en principio alternó con el torero de a pie Antonio Zerrilla. Cabildo. Documentos de Cabildo Vol. 117, foja 265 (s.e.) 39 x 26 cm. Incluye grabado.
Y ya comienza el rodeo; Reluce de la mañana El matutino lucero Alegre anunciando gozos, Feliz llamando a festejos. Vaqueros y aficionados Forman un círculo inmenso, Y los toros y las vacas Van reconociendo un centro En donde está la parada, Que es a la falda de un cerro, Como desgracia espinoso, De altos peñascos cubierto, De enmarañados espinos Y precipicios horrendos. Como las sombras discurren Tras las reses los rancheros, Y en el oscuro horizonte Se ven sus perfiles negros. Inquietos braman los toros, Audaces ladran los perros, El ¡oh! Se percibe agudo De caporales expertos, Y ronco suena el bramido Del solícito becerro; Pero una luz blanquecina Que oscurece los luceros, Sobre las crestas del monte Esparce dulces reflejos; Se tiñen las nubes de oro, De topacio y grana el cielo Y brota al fin el sol puro En el limpio firmamento. ¡oh cuadro! ¡divino cuadro! ¡Cómo halagaste mi pecho! ¡Cómo acariciar viniste Mi mirada de extranjero! ¡Cómo en tus variadas tintas Exaltabas el contenido! ¡Cómo disfrutado hubiera Contigo goces sin cuento, Si mi corazón marchito Capaz fuera de consuelo! Cuadro de tierna inocencia Y de júbilo perfecto, Abismo de luz y aromas Para el Hacedor excelso… Pintar no puede ese cuadro Quien no tenga pincel diestro; Pero mucho hace el que emprende Y tiene el pulso resuelto. RODEO
Tendiéndose entre montañas Se mira apacible valle, Que corre desde el Oriente Hasta el Ocaso distante; Lo ciñen montes enormes Cubiertos de peñascales, De tan agrupadas rocas, De tan áridos breñales, Que apenas entre sus grietas Transita medroso el aire; Son tan peladas sus piedras, Sus picos tan desiguales, Que apenas el pensamiento Osa por allí treparse; Cuelgan de entre aquellas rocas Toscas biznagas salvajes, Las de púas afiladas Y los cardones punzantes. Al lado opuesto se miran Continuas desigualdades, Los bajíos más risueños, Los rastros de los raudales, Y la arcilla colorada Donde ni la yerba nace, Pero do brotan cardones Y mesquites y nopales Y con todo esto el bajío Tiene conjunto agradable; Y a la luz del sol naciente Y al manso correr del aire, Cobraba aquella corrida Encantos inexplicables. Ya de muy lejos vaqueros Disperso torete traen En tropel alborotado, Obligándole tenaces A que venga a la parada, Aunque bufe y aunque rabie. Unos rancheros dejando A los caballos colgarse, Son inmóviles custodios Del ganado que allí pace, Otros furiosos persiguen Al toro que se retrae; Todos los ojos espían La res que quiere fugarse; Y ellos forman remolinos, O solitarios se esparcen, Con ¡oh! ¡jo! llenando el aire, Sin reir ni distraerse, Pero momento a momento Salta el toro, inquieto vase,
Corren en tropel los buenos, Círculos hace en el aire La gaza extensa del lazo, Como ellos dicen, mecate; Se alza entonces la algazara, Vense correr y ocultarse Los entusiastas vaqueros En quiebras y matorrales, Ladran los perros corriendo, El toro cual rayo parte, Por fin, córtanle la vuelta Y a la parada lo traen. Otras veces un becerro Logra azorado espacarse, Y como liviana cabra Sobre las rocas treparse; Allí va feroz ranchero, Compite, salta, encarámase, Escúrrese entre las grietas De los altos peñascales; Nadie le dice: “Detente”, Nadie grita: “No te mates”, Y vuelve con su becerro Y del pescuezo lo trae. PARADA Entre tanto en la parada, En revuelto torbellino De astas, de lomos y colas, Se oyen amantes bramidos, Con mayor indiferencia Ningún héroe fue al martirio, Ni en los asientos de amores Vi corazones más finos, Que se embriagan de placeres Al borde del precipicio, Cuando a trozar sus delicias Va el carnicero cuchillo. A veces se encela un toro O hace de Otelo un torito, Que al bravo rival emplaza A tremendo desafío; Y se apartan y se chocan, Dando feroces bramidos, Lanzando chispas sus ojos, Lleno de espuma el hocico; Los agudos cuernos traban, Se alejan enfurecidos Y tornan en rudo choque Y permanecen unidos Resoplando furibundos, Topándose con ahinco.
En esos tremendos lances Tronchan mesquites y espinos, Y queda rastro sangriento En donde fue el desafío. El amor en todas partes Hace fieros desaguisos, Aunque no entre los cornudos, Que siempre son mansos bichos, Digo los de cara blanca, No los mecos, ni los pintos. Acabóse la parada, Ya de marcha se dio el grito; Llegan al corral los toros En carreras y amoríos; Cabe el corral, se halla el toldo; Mas antes de ver el sitio, A tomar un refrigerio Nos llama el amo político, Bajo del pajizo techo Que prestó contento el indio, Donde en el suelo se mira Extendido el mantel limpio. ALMUERZO Venga el de tuna encendido Y la blanda barbacoa, Que se sienta por el suelo Esa concurrencia toda, Y cuando se alegra el vientre Las lenguas están de gorja. El tlecuil, como una hoguera, Les da existencia a las gordas… Muchachos! como se pueda, Beban y gocen y coman, Así en círculos sentados… -Qué hombre! parece una bola, -Si embiste con el cabrito, Ni los huesos le perdona! Rebosando el colorado Vierte su linfa espumosa Sobre los labios sedientos Del que primero lo toma; La cocinera contenta, Con su faldero gibornia, A la puerta los sirvientes De la alegre comilona; Allí el punzante epigrama, Allí la confianza loca, Allí el nácar cuentecillo, Allí la amistosa broma, Allí al colegial las burlas Y al ranchero las lisonjas.
Veloces del corderito Desaparecen las lonjas, Y en un estanque de caldo El chile relleno asoma. ¡On qué divina franqueza, Oh qué holganza generosa! ¿Quién, en tu amistoso seno, Tus convites ambiciona, Corte, que en doradas copas Brindas con hiel y ponzoña? Vamos a apartar, muchachos! Gritan, y a caballo montan, Que ya se acerca el momento De la carrera y la cola. APARTADO, COLA Y CAPAZÓN Está reunido el ganado, Haciendo tales diabluras Que no son para contadas Por mi pudorosa pluma. Es amor al viento libre… Las campestres hermosuras Lo miran desde la cerca Como quien ve cosas chuscas Y… los puntos suspensivos Esta introducción concluyan. Allí se opera el divorcio Y se ven vacas viudas Consolarse de sus penas Con esposos de remuda; Que estas hembras por lo menos De la fe común no abusan, Ni cubren sus gatuperios Con la sombra de la tumba. Apartados, al martirio De Orígenes van los toros; Pero antes en la carrera Y en la cola unos tras otros Darán pábulo al contento, Serán objeto de holgorio. En las trancas, frente al lienzo Hay un valladas vistoso Formado por los jinetes Que están esperando al toro, Del lienzo casi al extremo, Que es un extremo remoto. Se agrupan los lazadores En caballos menos briosos, De ancho y de carnudo encuentro, Firmes patas y buen lomo, Ya se nombró la parada,
Ya se apartó ardiendo un josco, Y ua, viendo el toro un claro, A correr se lanza bronco. Retienbla el suelo al escape, Un jinete se ampareja Y tras el ligero toro Veloz como el viento vuela; Los gritos pueblan los aires, El brioso corcel se empeña, Brillan con el sol luciente Su piel de oro y manchas negras; Ya el hombre tomó la cola, Ya diestro se valonea, Mete cuarta, avanza fiero, Redobla su ligereza, Alza la pierna y estira Y… el toro cae y da vuelta Y la faz de aquel jinete De gusto relampaguea. Gritos y vivas se escuchan, Todo tiene aire de fiesta; Apenas el toro se alza Los lazadores se aprestan, Y con un tino exquisito Lo lazan o manganean; Brama el toro de coraje Cayendo en tierra humillado Y viene luego el verdugo, Con ansia de buitre llega, Y torpe, vil cirujano, Con mano tosca lo opera; Muge de dolor el toro, Con su sangre el suelo riega… Ya puede servir de eunuco Y de irrisión a sus bellas… Y se transforma en cuitada Su hermosura naturaleza, De buey el nombre ha tomado Y vil coyunda lo espera. Pero tornando a los gozos Y a los placeres de gresca, En cada toro de cola Se repiten las escenas; Ya se corrió tal jinete Porque a la cola no llega; Otro queda descontento De sólo dar media vuelta; Y en el caballo desquita Su desdicha o su torpeza. Sucede en tales festejos Con desgraciada frecuencia, Que corredores y toros
Inadvertidos tropiezan; La fiesta se torna en duelo, Los gritos de gozo en quejas; ¡Cuántos ayes doloridos Y cuántas profundas penas! Al corredor desdichado Lo arropan y lo confiesan Y luego en tosca zaranda Su estropeado cuerpo llevan; Pero en esta hermosa frasca Ni hubo heridos ni reyertas, Las caras de gozo llenas Todos se miran amigos Y huye lejos la etiqueta. El corral quedó desierto, Las chican dejan la cerca; Formando nubes de polvo Los concurrentes se alejan, Y yo tomo fatigado (Como acaso el lector queda) Entre jarillas y espinos El camino de la hacienda. Guillermo Prieto.45 A propósito de la incorporación de este maravilloso verso de Fidel, me parece oportuno integrar un apunte que realicé con motivo de localizar otros, que, aunque corresponden a Luis G. Inclán, mantienen esta línea, tan cercana con quehaceres campiranos de mediados del siglo XIX allá, en el ámbito rural, razón de las labores tan ligadas a una tauromaquia que en oleadas llegaba a los ámbitos urbanos. 1851 El valiente Juan Corona El valiente Juan Corona el de la vara de otate, aunque la fiera lo mate ha de picarlo sin mona. De San Pablo en este día la plaza se encuentra en ascuas, porque se acercan las Pascuas y el pueblo goce a porfía. La Chole, por vida mía no esquiva pisar la arena de sangre toruna llena; pues por complacer a todos, ha de jugar de mil modos Luis G. Inclán. Guillermo Prieto. Reseña de Dos capaderos y algo más… Prólogo de Rosalío Conde. México, ediciones Mundo Charro, 1979. 162 p. (Colección Charrerías, 1)., pp. 145-162. 45
con esas fieras, sin pena. Porque su fama lo abona46 en el suelo mexicano, dó se muestra muy ufano de triunfar siempre de veras. Y dominar a las fieras con su brazo soberano. Ha de haber monte Parnaso, de muchas cosas provisto, las que jamás habrás visto aunque las tienes de paso. Cien pantalones de raso y otras muchas zarandajas, entre cortantes navajas, ha de tener en su mano, para que saque ventajas. El que busque distracción, en San Pablo la hallará, y no se arrepentirá de ocurrir a esta función. Allí no habrá tumultón ni desorden, ni mal rato el público hallará grato cuanto en su obsequio ofrecemos, pues todo precaveremos porque haya gusto y no flato. No es busca de novedades corras pueblo a otras regiones, porque las más ocasiones encontrarás bojedades. (. . . . . . . . . .) Qué diversión más barata puede buscar un galán, para que con poco afán quiera obsequiar a su chata. La paga no es patarata, esta vez se ha disminuido, porque la empresa ha querido dar muestras de su adhesión, probando así a la sazón que os vive reconocido.47
46 47
La de Juan Corona. María y Campos: op. cit., p. 55-56.
Estos versos, se complementan con los que quizá formen parte de otros, años más adelante, con la hechura muy clara de los autores cercanos a Antonio Vanegas Arroyo, que así describieron a Corona: El valiente Juan Corona el de la vara de otate aunque la fiera lo mate deja sin moña al picar Ya no pasa por la Aduana porque allí está la pelona… En gloria esté y descanse la pata de Juan Corona. 1852 Decreto Tauromáquico. Se decreta que “Las corridas de toros que haya en alguno de los pueblos del Estado en solemnidad de las funciones nacionales, no causan contribución que establece el art. 113 de la ley de Hacienda, siempre que no sean lucrativas. Dado en Puebla a 30 de enero de 1852.-Juan Múgica y Osorio.-José María Fernández, Secretario. ¡Oh Puebla de los Ángeles invicta! ¡Oh Puebla de los Ángeles invicta! Himnos entona al liberal Congreso Que leyes tauromáquicas te dicta Llenas de ilustración y de progreso; Cúmplelas, pues, con obediencia estricta. Que al fin no han de costarte un solo peso, Porque en las lides de enastados brutos Cuando son nacionales no hay tributos. Anónimo.48 1852 Al hábil torero Bernardo Gaviño, por su valor y singular maestría en el arte que profesa. SONETO. Toro robusto que en la selva umbrosa Con sus bramidos aterró al viajero, Ostenta su poder altivo y fiero En la plaza extendida y arenosa. Mirad, mirad; con gracia portentosa Bernardo el sin igual parte ligero; Con denuedo le llama, y limpio acero Sepulta en él su mano vigorosa. Gaviño; a tu valor y bizarría, Dones preciosos que concede el cielo, Yo dedico mi lira en este día: 48
El Omnibus, D.F, del 3 de marzo de 1852, p. 3.
Verte alegre y feliz es lo que anhelo, Mientras la fama, por el ancho mundo Te proclama torero sin segundo. ZAIDE.49 LA FAMA ¡Abre el sepulcro, y lánzate a la vida Famoso Illo, célebre torero! Corra tu sombra y el espacio mida Que hay de esta Antilla al continente Ibero: Vuela, sombra, la Habana te convida, Ven a ver tu digno compañero Entre el gozo de un pueblo entusiasmado, Con el laurel del triunfo coronado. ZAIDE50 1852 A BERNARDO GAVIÑO en su función de Beneficio. Bernardo insigne, la parlera fama, tu nombre lleva por el ancho mundo, y en tu arte fuerte, sin rival te llama; y México en su afán noble y profundo rey en la lid y sin igual te aclama. Del toro altivo la feroz bravura sereno burlas con ligera planta, y ruge viendo tu destreza tanta, y vengar no pudiendo su tortura la arena al viento con furor levanta. Y crece más y su furor se enciende cuando tú más sobre la plaza brillas y cuando herirte sin cesar pretende, tu clavas audaz dos banderillas y el público a aplaudirte solo atiende. Y ese valor que en tí, Bernardo se halla, y que te ha dado plácido renombre, no tan solo se ve junto a la valla, sino al frente también de fieros hombres, y en medio de horrísima batalla. De Durango lo diga el rico Estado, donde unido tan sólo a tus toreros, 49 50
El siglo diez y nueve, 28 de enero de 1852, p. 4. Op. Cit.
contra ciento y aun más comanches fieros, siete horas combatiste denodado, muertos quedando allí tus compañeros. Y aunque te hallabas, tú del brazo herido combatiendo seguiste siempre fuerte, y el estar a la muerte decidido te libertó, Gaviño de la muerte y de que fueras por tu bien vencido. Gloria a tí, pues con empeño tomas cuanto te puede dar lustre en el suelo, gloria claman también bajo del cielo, estas que echamos cándidas palomas, que el aire cortan con su raudo vuelo. Bernardo, acoge, como siempre humano, de nuestras almas el afecto ardiente, y del pueblo español y el mexicano, que forman uno solo el mundo vano los vivas oye con serena frente.51 1852 UN GENIO BILIOSO No te quejes, Caralampio,52 de tu genio de alquitrán, ni de que estallas cual bomba por un simple ¿cómo va? Dichoso tú, de quien dicen: “Ese hombre es un Satanás, tiene rostro de vinagre, palabras de rejalgar, antes quiero frente a frente uno de Atenco puntal, que ese aborto del infierno, resucitado Caifás. Esos dichos fementidos, ese envidioso charlar, para mí anuncian ventura, suprema felicidad. Hombre, humíllate hasta el polvo, llora de gozo, abusan,
51
Domingo Ibarra: Historia del toreo en México que contiene: El primitivo origen de las lides de toros, reminiscencias desde que en México se levantó el primer redondel, fiasco que hizo el torero español Luis Mazzantini, recuerdos de Bernardo Gaviño y reseña de las corridas habidas en las nuevas plazas de San Rafael, del Paseo y de Colón, en el mes de abril de 1887. México, 1888. Imprenta de J. Reyes Velasco. 128 p. Retrs., p. 17-8. 52 Se refiere al picador de toros Caralampio Acosta, quien formó parte de la cuadrilla de Bernardo Gaviño, diestro de origen español que se avecindó en nuestro país, desde 1835 y hasta 1886. La celebridad de Caralampio queda evidenciada en estos versos escritos por Guillermo Prieto.
un genio así atrabiliario es casi un don celestial: es el escudo y la lanza para la vil sociedad: Es el vellocino de oro, el misterioso maná. Vara mágica y potente y piedra filosofal. Si una turba de chicuelos, facciosos de corta edad, arma en tu torno bullanga sale al punto la mamá: “¡Chito!, que don Caralampio los puede descuartizar...” ni se plantan tu sombrero, ni piden con terquedad, ni con sus labios melosos al bigote besos dan, y en tiesos pábilos tornan tus mostachos por maldad. ¿Confidencia? ¿A ese demonio?, te embiste: ¡por Dios, nota! ¿Quién desafía esa cara si es el mismo Barrabás? Y te excusas del lamento, de la danza y su galán, y la aprendiza de cuñada y la suegra en ciernes, ¡ay!, paloma cuando el noviazgo, después víbora infernal. Siempre para el confidente hiel, espina y algo más... ¡Y marido! ¡Con buen genio! ¡Un marido de panal! ¿El esposo atortolado...? ¿El marido iris de paz? Es la víctima doméstica, es el mártir de esta edad. (. . . . . . . . . .) es un tesoro un mal genio; la bilis es un caudal, te lo dice, Caralampio, un pobre moro de paz, envidioso de tu fama, de genio de Satanás.53 Fidel
53
Guillermo Prieto: Obras Completas. (Poesía satírica. Poesía religiosa) Presentación, compilación y notas: BORIS ROSEN JÉLOMER. México, CONACULTA, 1995. Vol. XIV. 546 p., p. 54-57.
Es difícil poder presentar una exposición de los acontecimientos suscitados durante la época de mayor relevancia para el torero Bernardo Gaviño, quien acaparó la mayor cantidad de corridas efectuadas, apenas pasada la segunda mitad del siglo XIX. El 15 de febrero de 1852 actúa en "El Paseo Nuevo" y, la musa popular le canta los siguientes versos: A continuación, incluyo otro elogio de poesía popular que favorece al diestro Bernardo Gaviño, cuando es escrita la siguiente: 1852 OCTAVA “Público generoso, que a Gaviño le has prodigado aplausos a millares, comprando con tu afecto su cariño, en esta capital y otros lugares. “En este día dispensa el desaliño, que en la función que te consagro hallares, pues si llenar no logro el deseo en que ardo, por voluntad no queda de Bernardo.54 "Nacido en España, conservo en mi corazón el amor a mi país y a mis compatriotas; pero en México he pasado el tercio más florido de mi vida..." Así se expresa Gaviño quien llegó a México en 1835 y muere en estas mismas tierras en 1886. Es decir, acumula 51 años de actividad profesional. Tal parece que en Gaviño no existía ningún ostracismo ni tampoco alguna muestra de envidia. En 1857 se organiza el primero de mayo una "función extraordinaria a beneficio de la cuadrilla de Bernardo Gaviño". Esa ocasión se jugaron toros del "Cercado de Atenco", hubo demostraciones de mojigangas, del toro embolado y, la cuadrilla apareció "en traje de máscara" a jugar dos toros: 1852 LOS SEMINOLES Y QUIKAPUS.-Las noticias que nos da el Republicano sobre estos bárbaros que llama civilizados nos parecen tan peregrinas, que haríamos muy mal en no insertarlas. Dice el Monitor. “Ayer (Jueves 20 de mayo de 1852) asistieron estos indios a la plaza de toros, pues el Exmo. Sr. presidente de la República los obsequió con una lumbrera palco. Se condujeron con harta decencia y circunspección, y parecen bastante civilizados. Sus trajes raros y pintorescos llamaron bastante la atención. Estos indios son de un aspecto importante y marcial. El Gato Blanco, (así es su verdadero nombre) es el mejor formado entre ellos; es un jefe muy valiente a quien los americanos respetan, pues fue el último que se rindió en la Florida y eso capitulando muy honrosamente. Creemos que el Sr. Presidente hará bien en obsequiar a estos indios (¡bárbaros!) haciéndoles oír una ópera. La música debe producir mucho efecto en esas organizaciones salvajes”. Cuando el respetable público Haya leído este fárrago Escrito en la culta México Por escritores selváticos, Debe preguntar atónito ¿Y quiénes son esos BÁRBAROS?55 54
Lanfranchi: La fiesta brava en México..., Op. cit., T. I., p. 143.
1855 Despedida romántica. Se fue Bernardo Gaviño Y acabó la diversión Que agitaba el corazón De la joven y del niño. Es verdad que era sangrienta, Pero era sangre inocente, No sangre de disidente Ni de algún pollo de cuenta. Y hoy quedan las banderillas En poder de caballeros, Que a sastres y zapateros Les destrozan las costillas. Abur Bernardo ve en pos De ese tu destino cruento, Que aquí nos falta el aliento Aun para decirte ¡adiós!56 Parece que alrededor de estos versos existió una muerte fingida, según puede comprobarse en un número posterior de la misma publicación, como lo veremos en seguida. CUARESMA SOMBRÍA. (. . . . . . . . .) Estamos pues en la semana de la tentación. La segunda tentación es la de saber si la muerte de Pedro Méndez tiene puntos de semejanza con la de Bernardo Gaviño o con la de aquel guerrillero Pueblita que tuvo más muertes que la plaza en el día finados y más vidas que un gato. Porque es cosa de tentar Eso de tener por cierto Que estando ya el hombre muerto Se empeña en resucitar.57 1855 TOROS ¡Buena estuvo la corrida Que dio Bernardo el domingo! Murieron veinte caballos Y quedaron diez heridos. Los toros eran puntales 55
EL ÓMNIBUS, D.F., del 26 de mayo de 1852, p. 3. LA SOMBRA, D.F., del 12 de diciembre de 1855, p. 3. 57 LA SOMBRA, D.F., del 16 de febrero de 1856, p. 3. 56
Y de Atenco ¡bravos bichos! Toreros y picadores Andaban despavoridos, Todos midieron el suelo, Todos hicieron el mingo, Y Media Luz temerario Tuvo la vida en un hilo. En los toros hay chiripas Y son sangriento los fallos: Si mueren veinte caballos, Y diez se quedan sin tripas, Exclaman los concurrentes: ¡Buenos toros! ¡qué valientes! Anónimo.58 1855 Despedida romántica. Se fue Bernardo Gaviño Y acabó la diversión Que agitaba el corazón De la joven y del niño. Es verdad que era sangrienta, Pero era sangre inocente, No sangre de disidente Ni de algún pollo de cuenta. Y hoy quedan las banderillas En poder de caballeros, Que a sastres y zapateros Les destrozan las costillas. Abur Bernardo ve en pos De ese tu destino cruento, Que aquí nos falta el aliento Aun para decirte ¡adiós!59 1857 SOBRE BERNARDO GAVIÑO Y RUEDA (1812-1886) LA CUADRILLA DE BERNARDO GAVIÑO Para concluir temporada va pues la última corrida que será en verdad cumplida 58 59
LA ESPADA DE DON SIMPLICIO, D.F., del 23.11.1855, p. 2. LA SOMBRA, D.F., del 12 de diciembre de 1855, p. 3.
y no habrá que desear nada; con tiempo está preparada, toros de Atenco muy fieros, Picadores y toreros, todo es escogido, todo: será la función de modo, que agrade al público entero. Bernardo, de gozo lleno, está resuelto este día a mostrar su bizarría como en el día del estreno Caralampio [Acosta] y compañeros, dicen que a cada piquete se doblegará al torete por más que tenga bravura; y todo, en fin, todo augura una función de chupete. Nadie en asistir se duerma, vengan los de Tacubaya, también los de Santa Anita, los barrios todos asistan, no haya en el dinero merma; apronten todos dos reales, que así serán más cabales, el contento y la boruca, y que vengan con peluca todas y todos puntuales.60 Es 2 de mayo de 1858. Plaza de toros del Paseo Nuevo. Se lidian cuatro toros de Atenco para la mojiganga "Sargento Marcos Bomba". Un toro embolado que será banderillado por Ángela Amaya y Mariana Gil y demás gracias, que las hubo en un espectáculo precursor de lo que hoy son los espectáculos bufos. 1858 TOROS. Ni la lluvia permite ni la escarcha Que haya fiestas de toros estos días: Hijas del can en llamas encendido, El sol abrasador las ilumina: Él dá fuerza á los vichos (sic); y a los diestros Infunde audacia en la bizarra lidia Para mostrar que la fiereza bruta Se ha de rendir del hombre á la pericia. En las heladas márgenes del Sena, O del Danubio en las regiones frías, En buena hora censuren nuestro circo: 60
Armando de Maria y Campos: Los toros en México en el siglo XIX, 1810-1863. Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, Acción moderna mercantil, S.A., 1938. 112 p. ils., p. 52.
En él se muestra con la frente erguida El diestro combatiente, que no espera La muerte recibir, ni es su divisa El feroz morituri te salutant, Oprobio de las damas tiberinas. El gladiador hispano, sonriendo, Al indómito bruto desafía, Y manejando el trapo con destreza, Su fuerza burla, su fiereza humilla; Y al caer desplomada la alta roca En sangre propia la cerviz teñida, Inmensa aclamación los aires llena; Y tomando la roja clavellina Que el cabello sujeta, se le arroja Al triunfador la pudorosa niña De esbelto talle y brilladores ojos De la bella sin par Andalucía. Lectores del BELEM, pues que no hay toros En la estación que atravesamos rígida, De erudición pasmosa os daré muestra Con una tauromáquica noticia. ¿Sabeis en que los cándidos pastores El frío de la noche entretenían, Cuando el divino Redentor del mundo En un portal misérrimo nacía? Pues lidiaban un toro alegremente, Según la relación larga y verídica Que traduciendo estoy de un libro hebreo. ¡Mirad si nuestras fiestas son antiguas! Pero sonó la voz de los querubes Paz ofreciendo á la conciencia limpia De los hombres sencillos, y en la altura Gloria á Dios anunciando; y en seguida Al humilde Portal corre la fiera, Y el tierno Infante póstrase sumisa. Por eso tiene todo nacimiento La figura de un buey que se arrodilla. ¡Más feroces los hombres le aguardaban Para amargar el cáliz de su vida! ¡Más feroz que aquel bruto no domado Le niega hoy la humanidad impía! No importa, no; los siglos de los siglos Serán su triunfo, y con su mano amiga, Desde la Cruz del Gólgota en que muere, Al hombre salvará, que en Él confía. Ya, suscriptores del BELEM, preveo Que tacharéis de falsa mi noticia: “En invierno y de noche, ¿cómo hay toros “De las hogueras a la luz rojiza?” ¿Las pruebas me pedís) Yo no doy pruebas: No soy historiador: soy periodista.
NOCEDAL.61 De pronto, la semejanza de este apellido, nos lleva a pensar en Cándido Nocedal (1821-1885), político y escritor español, aunque por lo citado en los últimos versos, pudiera tratarse de algún poeta, y en este caso específico de un periodista activo en nuestro país a mitad del siglo XIX. 1858 LA CAPA No puede la humilde prosa Ensalzar debidamente Los méritos de esa cosa Que llama capa la gente. Como el más rico banquero, La gasta el pobre barbero Que nos rapa. Nueva o vieja; larga o corta, Parda o azul, poco importa Siendo capa. Si yo no fuera casado, En cuyo caso sería Viudo o mozo, y en estado De merecer me hallaría, Metiérame muy contento Fraile lego en un convento De la Trapa, Antes que esposo llamarme De quien quisiera privarme De la capa. Que sea abornoz o clámide, O capote o alquicel, Nos de aspecto de tonel, O nos lo de de pirámide; Que sus cuellos multiplique Y se convierta en carrique, Si nos tapa Presta un inmenso servicio, Pues desempeña el oficio De la capa. Indigtna por lo mezquina De un hombre de tomo y lomo, De a cualquiera la esclavina La facha de un Ecce-homo. Mas con ella y su bordon No hay apartada región En el mapa, 61
EL BELEM. DULCE PERIÓDICO, MORAL, CIVILIZADOR, DIVINO Y HUMANITARIO, DE PLACER Y DE AFLICCIÓN. México, Imp. De Andrade y Escalante, Calle de Cadena Nº 13, 1858., p. 104-105.
Ni vereda, ni sendero, Que no recorra el romero Sin más capa. Al diestro con saña fiera Sigue el toro embravecido; Si no gana la barrera, Está el torero perdido. El bicho le llega al bulto; Grita la gente en tumulto: “¡Que le atrapa! ¡Que le coje!...” Pero no; ¡Se salvó! ¿quién le salvó? ¿Quién? La capa. Suplando el viento del Norte, Un espectáculo cruel Ofrecen en esta Corte Muchos mozos de cordel. De una acémila distintos, Aun más que por sus instintos Por la chapa Que les sirve de divisa, ¿Acaso contra la brisa tienen capa? De mi vecina Beatriz Está enamorado un pollo; Y bien como a la perdiz El cazador desde el tollo, El acecha a mi vecina Tan clavado en una esquina Como lapa, Y este invierno el desdichado Hubiera ya muerto helado Sin la capa. De un hombre amargan la vida Tribulaciones muy serias, Pues es ya cosa sabida Que esta es vida de miserias. ¿Qué en el paseo le ha dado? ¿En su casa se ha purgado Con jalapa? Es grande su desventura; Sin embargo, no se apura; Lleva capa. Cuento de nunca acabar, Como el cuento de mis vicios Fuera, lector, el contar De la capa los servicios, Aún en mi pobre depósito
Consonantes a propósito Tengo en apa; Mas tú ya no oyes, ni miras, Y hasta creo que me tiras De la capa. Por eso no hago mención, Echándoles tres piropos. Yo que no tengo afición A metáforas o tropos De esos zorros tan taimados, De esos devotos llamados De solapa Que la patria hundir intentan Y su malestar fomentan Bajo capa. M. Rodríguez.62 1858 Y la turba se agita clamorosa… Y la turba se agita clamorosa y en la plaza resuena agudo grito, bendiciendo al torero que otras veces sin pudor escuchara los silbidos. Las mujeres que, llenas de artificio saben fingir piedad que no conocer, se ríen allí con fiero regocijo, y la crueldad despoja sus semblantes de toda gracia, encanto y atractivo. ¡Cuán bárbaras costumbres los iberos dejaron a sus hijos!63 Como puede verse, la primera décima de este cartel es igual a la de un año atrás, lo cual implica que la musa andaba regateando inspiración o se la reiteraba al no existir exigencia o competencia. En el orden cronológico que se sigue, y, aunque el siguiente soneto no se relaciona con la intensa actividad del torero español, sin embargo, parece oportuno enterarnos sobre la idea que se tenía entonces –1859-, de las suertes que corresponden a uno más de los agregados que se pueden apreciar en las corridas de toros de entonces. 1859 ESCENAS DEL CAMPO EL COLEADERO SONETO
62
El Siglo Diez y Nueve. 11 de julio de 1858, p. 2. Leopoldo Zamora Plowes: La comedia Mexicana. Quinceuñas y Casanovas Aventureros. Novela Histórica picaresca. México, Talleres Gráficos de la Nación, 1945., Vol. 2, p. 396. 63
Diestrísimo revuelve Marcelino un potro que al relámpago aventaja; las piedras con los cascos desencaja y de polvo levanta un remolino, Y salvando las cercas del camino, barrancas cruza y por los cerros baja en pos de un toro que ninguno ataja, y que humo arroja al rebramar mohino. Se alza el ginete en los estribos de oro, la cola logra asir del bruto fiero, y postra en tierra al arrogante toro, Y apláudele el concurso lisonjero, que ardiendo en gozo, entre el clamor sonoro, corónala por rey del herradero. México, 1859. José Sebastián Segura.64
“LUPE LA TORERA” METIDA EN AMORES CON SANTA ANNA Y CON BERNARDO GAVIÑO, NO ES OTRA QUE GUADALUPE LUNA, HIJA DEL “TORERO LUNA”. 65 Durante los años de la independencia de México surgieron una buena cantidad de personajes del más variado repertorio. Uno de ellos “El torero Luna” salta a la fama por ser quien en octubre de 1810 aprehendió cerca de Acámbaro a los coroneles realistas García Conde y Rul y al intendente Merino “cuando iban rumbo a Valladolid (hoy Morelia), enviados por el virrey -don Francisco Xavier Venegas, como apunta José de Jesús Núñez y Domínguez en su HISTORIA Y TAUROMAQUIA MEXICANAS. Al parecer su nombre completo era José Manuel Luna, torero profesional de a caballo. Intervino en las corridas en el primitivo coso del Paseo de Bucareli desde diciembre de 1796 hasta febrero de 1797, y siguió toreando en varias plazas del interior del virreinato durante la primera década del siglo XIX. Iniciada la lucha de Independencia se incorporó a las filas insurgentes bajo el mando directo de Ignacio Aldama. En lo militar es uno más de los dirigentes estratégicos que junto a los mismos jefes insurgentes mantienen en alto la iniciativa de liberación. Supone Núñez y Domínguez que “el torero Luna” perdió la vida en la batalla de Aculco, ocurrida el 6 de noviembre de 1810, puesto que resultó ser muy sangrienta. Por su parte Leopoldo Zamora Plowes en su sabrosísima comedia mexicana QUINCE UÑAS Y CASANOVA AVENTUREROS, nos dice de Luna lo siguiente: Años después [a los hechos de Aculco] Luna, que estaba a las órdenes del general Mier y Terán, aprehendió a Rosains, que había sido secretario de Morelos y que a la muerte de este [ocurrida en Ecatepec el 22 de diciembre de 1815] se hizo intolerante a sus desmanes. 66
64
Diario de Avisos, de religión, política, literatura, artes, ciencias, industria, comercio, medicina, tribunales, agricultura y teatros. Año 2º Nº 273. México, sábado 15 de octubre de 1859. 65 José Francisco Coello Ugalde: “Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX (Biografía). México, 1998. 319 h. Ils., retrs., grabs. (Inédito). Material tomado de dicho trabajo. 66 Zamora Plowes: La comedia Mexicana..., Op. cit., Vol. 1, p. 56-57.
Esto es, todavía lo encontramos con un lustro de diferencia a lo último señalado por Núñez y Domínguez, cumpliéndose con la sentencia del bardo José Zorrilla quien, en su Juan Tenorio apuntaba: “los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud”. Es el mismo Zamora Plowes quien no da una versión que confrontada con la de Núñez y Domínguez adquiere otro cariz. Sin embargo, si no murió en la batalla de Aculco, ¿abandonaría el belicoso principio de la emancipación -convencido de que no podría continuar, para abrazar las filas de su verdadera vocación? Eso no lo sabemos y peor aún, cuando hay un vacío de información de por medio. Pero el hecho es que deja una línea hereditaria con toda su inquieta realidad en su hija Guadalupe, Guadalupe Luna, mejor conocida como “Lupe la torera” quien por su encanto y atractivo atrapa a Antonio López de Santa Anna, excéntrico personaje de la historia mexicana decimonónica. Por cierto, Victoriano Salado Álvarez la tiene identificada como Luisa, y no como Guadalupe. Así era Antonio López de Santa Anna: Mujeriego, dueño de un poder que a veces cayó en el caos, en el vicio, en la tiranía... En la dictadura. De nuevo con Núñez y Domínguez. Este dice al respecto de “Lupe la torera”: La afición del funesto dictador por el bello sexo era desmedida; tan grande como la que sentía por las peleas de gallos. No paraba mientes ni en pelos ni en tamaños. Un día, al salir del famoso palenque de San Agustín de las Cuevas, hoy Tlalpan, su mirada de águila se detuvo en una de tantas “margaritas”, que así se llamaba entonces a las mujeres de mala vida, que a la puerta de la plaza lucía el agresivo castor de su falda de “china”, sus chinelas de raso amarillo, su bordada camisa, su banda de flecos de plata y su rebozo “palomo”. La apiñonada carne de sus mórbidos brazos y sus rotundas pantorrillas, el gracioso óvalo de su rostro horadado por dos hoyuelos incitantes, sus pupilas corvinas y sus cabellos nigérrimos recogidos en dos gruesas trenzas, cautivaron desde luego al dictador, que, acostumbrado a apoderarse de aquello que le gustaba, ordenó a uno de sus edecanes o “rufianes de banda verde” como les decía el vulgo, averiguara quien era aquella moza y la emplazara para sitio conveniente y propicio. Desastrosos fueron los informes que recibió Santa Anna acerca de aquella sacerdotisa del placer. Era una muchacha como tantas otras, a quien apodaban “La Torera”, porque desde su adolescencia había rodado de torero en torero y siempre andaba entre gente de coleta. Se decía que el célebre espada español Bernardo Gaviño fuera su primer amante y que muchas veces habíalo acompañado por distintas ciudades de la República cuando Gaviño iba a lidiar reses bravas aun desafiando a las partidas de indios bárbaros en las regiones del Norte. No obstante ello, el dictador se empeñó en que fuera suya, presa de uno de esos accesos de satiriasis que eran tan frecuentes en él. Y una hermosa tarde, vestido pomposamente con su uniforme de Generalísimo, descendió de su espléndida carroza frente a una casa de arrabal, que eran su “garçoniere” y cuyo aspecto exterior no denunciaba el lujo con que se hallaba amueblada dentro. Era el sitio escogido por Santa Anna para dar rienda suelta a sus instintos bestiales. Ahí estaba ya “La Torera”, que con gran desparpajo recibió a la presidencial visita. Y tantos mimos y zalamerías empleó la antigua barragana de Gaviño con el dictador, que lo hizo despojarse de su brillante casaca, constelada de cruces y condecoraciones, de su albo chaleco de áureos botones y de su sombrero montado. Y así lo introdujo a la próxima alcoba, suplicándole que permaneciera allí en tanto que ella se ocupaba en cualquier menester; pero la pizpireta muchacha inmediatamente que desapareció el General se puso el chaleco, se encasquetó el sombrero de plumas tricolores, se enfundó en la levita llena de fulgurantes entorchados y empuñando el bastón que remataba un topacio, que usaba el dictador, abrió la puerta, se escapó de la casa y se fué a vagar por las principales calles de la ciudad de México. Y como a todo el que le preguntaba le decía la procedencia de aquellas fastuosas prendas, no hay para qué expresar el asombro, la sensación y las risas que provocó aquella salida de la popular hetera. Cuando llegó a oídos del dictador la burla de que era objeto, fué acometido de un ataque agudo de rabia y los edecanes procedieron inmediatamente a aprehender a la despreocupada “margarita”.
La conseja no cuenta qué castigo se impuso a “La Torera”, pero es fama que desde ese día no se la volvió a ver por ninguna parte.67 Los pasajes taurinos están plagados de anécdotas, vivencias de todo orden, por lo que muchas manifestaciones de la vida cotidiana se matizaron de un delicioso “chismorreo” como el que se reseña, con las reservas del caso. Es un hecho que “El torero Luna”, convertido en figura de cierta fama fue protagonista en varias jornadas independentistas y que, con toda seguridad, aprovechando tiempos libres, entre batalla y batalla los dedicaba para torear, en compañía, quizás de los cabecillas de la rebelión. Me refiero a Hidalgo, Morelos, Allende;68 ganadero, torero y mejor lazador respectivamente, y otros que también escribieron páginas importantes para una historia aún por conocer en detalle. 67
Núñez y Domínguez: HISTORIA Y TAUROMAQUIA...op. cit., p. 149-151. Fausto Antonio Marín: “Mocedades de Ignacio Allende” en “América, Revista antológica”, Nº 66, Vol. IV agosto de 1951, p. 195. 68
CHARRO Y TORERO Alentemos ya un fugaz anticipo del centauro arrojado que en tardes lejanas largara a paseo melindres y seguridades para estrechar la diestra del dios de las correrías, un tanto demoníacas, por las que se fugan los negros humores de la inactividad, pero hasta estas líneas no nos disponemos a salir al frente del Allende auténtico que es el charro, al igual que lo es el torero. El primero sustenta la bella tradición que encuentra muy escasas semejanzas en lo redondo del planeta, siendo sus características un conjunto de virtuosismos (cuya pormenorización causaría la gestación de abultados volúmenes) que, en resumen, motivan la conjugación airosa del hombre y del bruto y que denomínase, con épicos acentos, el charro mexicano. El segundo contiene en su castiza acepción una sutil sugerencia en la que la fiereza del animal y el don de mando y temple del humano que le presta alientos de gloria, representan la más objetiva, colorida, afiebrada fiesta del valor. El teniente de dragones muda con amplia satisfacción el uniforme galoneado por el atavío del charro, y los domingos, cuando menos, pasea al ritmo de los remos del bruto de gran alzada que con el cuello erguido, las grupas relucientes, las crines cepilladas, hace sonar sus herrados cascos en el empedradillo de la rúa principal de San Miguel el Grande. También la mangana es en sus manos una forja de siluetas y arabescos de fugaces vidas, y en el coleadero -puños de acero y rabos de hierro- el charro pone de manifiesto una cuasi profesión en la que se doctora sólo el alumno constante y entusiasta que aúna a la perseverancia los dones particulares de destreza, competencia y pericia. Muchos fueron los malos golpes sufridos en el rudo aprendizaje, muchos y seguidos, hasta que sólo sobrevinieron aquéllos en los que las causas accidentales intervienen con el sello de inevitables. Entre contusiones y sangrías, vergüenzas y rabietas, Ignacio logró al fin alcanzar la borla de maestro de charrería. De ahí a significarse en el dramático arte de Cúchares sólo había un paso, el mismo que dió sin prevenciones mayores; y largar el rojo trajo ante los cuernos sobrecogedores de los toros de sangre asesina fue asunto de cotidiana entrega en el sumun de actividades entusiastas de Allende. En encierros improvisados por los hacendados del Bajío, en formales corridas de festividad religiosa, en los extensos llanos de la región, aún en patios y corrales, aquel teniente era el torero tras del cual iban los vítores entusiastas del espectador. Cuando la gesta de 1810 se inició, la Nueva España perdió un representativo de la virilidad charra y torera, pero México ganó, en cambio, un paladín de su libertad eterna. Durante veinte días, cuyo eje es el 29 de septiembre, la villa parece una enorme feria. Tras la procesión, misas, rosarios, sermones y bendiciones, el festejo de sabor pagano, sobresaliendo las corridas en las que se lidiaban “los toros más famosos por su bravura y en el último día toreaban de las personas decentes o notables, todas las que querían, repartiéndose las comisiones con arreglo a su inteligencia o humor, por lo que había capitán, toreros, locos, lazadores y picadores, haciéndose con este motivo mucha mayor la concurrencia... Siendo capitán, como debe suponerse, don Ignacio Allende”. Cierta vez, semejante al todo circunstancial esbozado y apoyado en el testimonio del historiógrafo Sanmiguelense Benito Abad Arteaga, en que al inquieto milite tocó en suerte matar un toro, se produjo un fenómeno que los espectadores explicaron como una sencilla demostración del don intuitivo de la bestia que olfateaba en Ignacio al temible adversario que habría de dar con sus pellejos en el destazadero. Que era un toro de bandera nadie lo dudaba al verle embestir con el máximo de su poder a los de a caballo, hacer con
En cuanto a Guadalupe Luna, poco conocemos de ella. Sin embargo, de nuevo es el propio Zamora Plowes quien da el argumento de peso al respecto de la relación entre los Luna: Lupe es hija del famoso torero Luna, aquel insurgente que fue terror de los españoles en Michoacán.69 Y amante o no de Santa Anna, amante o no de Gaviño, que también era un mujeriego incorregible, no dudamos que “Lupe, la torera” anduviera “colocada” en alguna cuadrilla mixta, común entonces, o como una “torera” más. Durante el siglo XIX destacan: Victoriana Sánchez, Dolores Baños, Soledad Gómez, Pilar Cruz, Refugio Macías, Ángeles Amaya, Mariana Gil, María Guadalupe Padilla, Carolina Perea, Antonia Trejo, Victoriana Gil, Ignacia Ruiz "La Barragana", Antonia Gutiérrez, María Aguirre "La Charrita Mexicana" y desde luego, la española Ignacia Fernández “La Guerrita”, a lo largo de la segunda mitad del siglo antepasado. “Lupe, la torera” por alguna circunstancia se escapó de esta nómina femenina, más por andar en escándalos públicos con personajes de alta jerarquía que por el gusto de seguir en las lides taurómacas. Quizá por esa razón le fueron dedicados los siguientes versos a nuestra protagonista: 1859 Salud, hijas de Anáhuac; que del cielo… Salud, hijas de Anáhuac; que del cielo Donde debías estar, habéis venido A honrarnos aceptando bondadosas El obsequio que os hemos dirigido. ¡Salud mil veces! Si. De vuestros ojos Mandadnos un destello, que atrevidos Nos vuelva ante la fiera embravecida Que atruena el aire en hórridos bramidos.
bríos por el capote, mostrar limpia acometida a la incitación de los banderilleros, pero “esquivaba de alguna manera la presencia de Allende que lo llamaba para matarlo, pues sólo daba el primer bote y no el segundo, que es en el que hace lance el torero”. El público, entre el que sobresalía el elemento femenino, principió a tomar la cosa a chunga, con la consiguiente reacción airada del “capitán” que no encontraba oportunidad de perfilarse y hundir el acero en la cruz del sagaz bruto. Los gritos de: ¡Ese bien te conoce! ¡Esta noche cenan juntos! ¡Le han asustado las patillas, teniente! ¡No le matas ni con un cañón! ¡Arriba el torito vivales!, encendieron el ánimo de Ignacio, máxime cuando el mal pensado cuadrúpedo eludió, ya decididamente, el encuentro, y volviendo el rabo prefirió beber los vientos de la distancia. Los espectadores tuvieron la humorada de correr apuestas, en mayoría favorables al bicho, sobre su problemático fin. Secamente, Ignacio dio orden imperiosa a jinetes e infantes para que redujeran, dentro del un círculo de carne protegida por los chuzos de los picadores, el espacio privativo de la res y él entró al mismo seguro de que ya nada le impediría salir airoso del lance. A un paso del burel que con las pezuñas removía nerviosamente la tierra del coso, alargó la siniestra hasta tomarle de un cuerno, tendió la espada y, tras la diestra armada, llevó el peso de su robusta humanidad. El estoconazo fue fulminante. El animal, herido de muerte, dejó escapar por el hocico una bocanada de sangre negra, dobló los remos y se desplomó a la sombra de su victimario. Tras el estupor general, el público desgranó en honor de Ignacio de Allende la más estruendosa de las ovaciones escuchadas en aquel lugar de la Nueva España amparado por la presencia emocionada de San Miguel. 69 Zamora Plowes: La comedia Mexicana..., op. cit., p. 50.
Si una mirada de placer nos dais, No debemos temer ningún peligro. Que nuestro talismán seréis vosotras: Vosotras, sí. Que sois del alma hechizo. Y si del bruto en las agudas astas Exhalamos el último suspiro, No os olvidéis que fue por agradaros, Y moriremos de placer henchidos. Ca. 1860 Churripamplí se casa… Churripamplí se casa con la torera. Y por eso le dicen churripamplera. Y ejto ej tan verdad, como vera un borrico volá por lo elemento: churrimpamplí de mi pensamiento ¿dónde te hallaré? Y en la ejquina tomando café Si quierej ir a los toroj cuando lojaya, no monte en la rucia sino en la baya; y si tienej dinero tomaraj el asiento primero, con grande ternura: y veraj al negrito Ventura con su ejcarapela: ese si que la pava la pela.70
De Guillermo Prieto es el siguiente romance. Ca. 1855-60 TRÉPALE QUE ES MANSITO Como después de la lluvia que destierra la sequía, parece más lindo el cielo con cara lavada y limpia, lloran de placer las ramas, los sembrados resucitan, las flores alzan el rostro saludando al Sol que brilla, y las corrientes del suelo 70
Op. Cit.
se juntan, se arremolinan y parece que retozan pereciéndose de risa, así en Zapotlán pasaba tras la negra tiranía, con la lluvia de chinacos que hizo su poder cenizas... Horita ¡Van a los toros! Y la plaza se improvisa con carretas y tablones y está dialtiro maciza. Forman inmenso cuadrado, de las carretas las filas, y dejan al medio un campo de primor para la lidia. Engalanan las carretas arcos de ramas, cortinas, y un celemín de rancheros y de muchachas bonitas. Ellos botas de campana y botonadura rica, con la camisa bordada y toquilla de chaquira; Y ellas de enagua encarnada y lentejuelas que brillan, rebozo de seda y seda, redibada la camisa, y como frescas manzanas las abultadas mejillas. Pero hay debajo los toldos mil catrines y catrinas, con tápalos de burato, con sus mascadas de la India, con sus peinetas de gajos y sogas de perlas finas; Y más arriba del coso hecho de robustas vigas, están señores y jefes que son de primera fila. Allí estaba el Don Santitos asomando la carita; pero a la verdad pelada, que ninguno en él se fija. Que unos le conocen muchos, y otros no le conocían. Y que comienzan los toros,
y empieza la gritería, que es la salsa de la fiesta, de peligro y fechorías: Hay sus saltos de garrocha, capeo de muletillas, y sus flores delicadas, y vistosas banderillas; y hay también sus revolcados entre palmadas y trisca, que se alzan atarantados y corren sin salida... En esto, que sale un toro que al redondel ilumina... Cornicorto, grueso el cuello, soberbio, ligero, altivo, eran llamas sus dos ojos, y era su conjunto lindo, y era marrajo de genio, y era muy matrero el bicho; para la capa, mañoso, para la garrocha, esquivo, para el lazo, inconsecuente, para la cola, tardío... -¡Que lo monten!- grita el pueblo; y entre zambras y silbidos que con el toro en la tierra y le trepan los más listos... Pero uno y otro sucumben y pierden el equilibrio, quedando el toro triunfante, y los toreros corridos... -¡Apriétele ese braguero!gritó en lo alto Don Santitos. Todos el catrín burlaron, de su audacia sorprendidos... -¡Túmbenlo por aquí enfrente!con tono imperioso dijo... y comenzó la maniobra del pretal, como previno... -¡Triple vuelta!-... -¡Más forzado!-¡Así le hiere el codillo!... -¡Menos abierto ese nudo!... -¡Ora bueno!... -¡Está bien fijo!dijo entonces satisfecho el catrín desde su sitio.
-¿Quién lo monta? –dijo entonces, y estallaron encendidos un “¡Móntalo tú!” en mil voces y entre golpes inauditos... entonces, con gran calma, don Santos desciende al circo, sin ambages, sin espuelas. Muy modesto y espedido... se afianza bien, salta al toro, repite terribles brincos, y el jinete sube y baja, pegado cual con tornillos... se alza, se sienta la bestia. Culebrea el cuero liso. y él, en el lomo clavado, fuerte como un martillo... -¿Quién es ese hombre? –Preguntan los rancheros más peritos, y responden orgullosos los de Morelia aguerridos; -¡Ese es Santos Degollado, ese es nuestro Jefe invicto!... -¡Viva el héroe de Zamora!-¡Viva, viva Don Santitos!... Las damas le arrojan flores los jefes le hacen cumplidos, y suenan dianas alegres en el aire conmovido, el ejército y el pueblo ensalzan a su caudillo, mientras Comonfort le abraza con sincero regocijo. Don Santos a Colima con mando reconocido; y Comonfort, justiciero, le dio el mando de Jalisco, para bien de nuestra causa y en premio de sus servicios.71 Guillermo Prieto. Romancero Nacional. 1862 UNA AGUDA MADRE CELESTINA EN 1862 PUSO EN SERIOS APRIETOS A LORENCEZ, SALIGNY Y DEMÁS FRANCESES QUE LE ACOMPAÑAN. 71
El Eco Taurino. México, D.F., 19 de enero de 1939, Nº 469. Este verso se encuentra fechado el 7 de marzo de 1894.
EL PALO ENSEBADO El palo ensebado tiene una onza de oro a que no la alcanzas que te coje el toro. Canto popular. Mira el indio rudo la linda cucaña que tiene un escudo que es el de España. Lorencez lo mima. con cariño ardiente, Saligny lo anima besando su frente. El palo ensebado tiene una corona ya el indio ha llegado? -Sí, como la mona. Con dientes y manos el indio se afianza, no oís los enanos? Ya empieza la danza. El indio vacila, la música suena, y el marrazo afila la gente del Sena. Valor! Le repite gozoso el guerrero, arriba aunque grite pues, el mundo entero. -Y Márques, Zuloaga los otros cadillos? -Con indios de daga se forman castillos. Nosotros tenemos cañones rayados, nosotros vencemos que somos aliados. El pulque circula, tlachique maldito! lo escrito se anula
¡Qué viva el proscrito! El palo ensebado buen indio te espera, un trono ha ganado gascona gallera. -No puedo.-Adelante, si bajas, el toro te cuerna al instante, le dicen en coro. El indio desnudo de nuevo resbala. -¡No aguanto! Ya sudo! La cosa está mala! -Arriba te digo que ya vas llegando, arriba mi amigo, que vas progresando El indio no escucha, le falta el denuedo, lo agobia la lucha se cansa de miedo. El toro embolado se lanza a embestirlo lo dejan cuitado, forzoso es decirlo. Y el ebrio abandona así al candidato que ve la corona cual el queso el gato. D. Junípero.72 En los años que corresponden a la intervención francesa y el imperio, apunta Clementina Díaz y de Ovando que La sátira contra la Intervención y más tarde el imperio, fue copiosa y se volcó en los periódicos que aparecieron para combatir la intromisión extranjera, entre otros, fueron paladines, La Chinaca, La Orquesta, El Cura de Tamajón, La Cuchara, El Cucharón, La Jarana, El Buscapié, La Sombra, La Tos de mi mamá, La Madre Celestina, Don Folias, El Monarca, El Marqués de Caravaca, Don Pancracio, La Bandurria. En estos periódicos se hizo chunga implacable y feroz de los atacantes y también de los mexicanos que habían propiciado la Intervención y el imperio. La prensa satírica barrenó las 72
LA MADRE CELESTINA. PERIÓDICO JOVIAL Y FRANCO. Decidor y sandunguero, manso y humilde de corazón, redactado por algunos personajes célebres de la comedia popular. Los POLVOS, y comparsas de orates 2ª época, lunes 5 de mayo de 1862, N° 3.
personalidades de Napoleón III “el chiquito”, del embajador francés Dubois de Saligny, de los generales Laurencez, Forey, Bazaine, Almonte, Miramón, Márquez y otros muchos intervensionistas y, desde luego, zarandeó a los emperadores Maximiliano y Carlota. 73 De todo lo anterior, es posible detectar un par de versos que van a tono con esta sátira, como veremos a continuación. 1863 Ay viene el zuavo... Ay viene el zuavo,74 ay viene el zuavo, señora ¿qué haré? Présteme un trapo lo capotearé.75 1863 En 1863 fue publicado en El Cucharón un artículo intitulado TOROS en el que su redactor supone a (al mariscal) Forey como uno de los espadas en la función taurina imaginaria. Tan mala sería la faena que “ya comenzaron los silbidos, falta lo más duro, los naranjazos”. En El Cucharón Nº 55, de mayo 8 siguiente insistieron en la situación, y hasta estos versos publicaron: Porque este a nuestro entender... Porque este a nuestro entender es de chichiguo ganado todito se ha rebajado y ya no se hace tener, de tanto que lo han coleado. El entraba muy boyante, llenando con su trapío, pero la vara al instante le hizo perder todo el brío y acochinarse bastante. Ha creido que embarrerado nadie le entra en su terreno, rasca, mosquea, y preparado se quiere fingir sereno, y esto es que está endemoniado. Ya le conocen el juego, 73
Clementina Díaz de Ovando: "La vida mexicana al filo de la sátira (La Intervención Francesa y el segundo imperio)", ANALES DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ESTETICAS, vol. XIII, núm. 46 (México, 1976) p. 85-108. Ils., facs., p. 81. 74 Cuando El Cronista de México y La Sociedad, precisamente el 9 de junio de 1863, daban la noticia de que el ejército franco-mexicano entraría a la ciudad de México, para dar posesión al general Forey, se suscitó una de las jornadas más recordadas durante aquel periodo intervensionista. Ocurrió el mencionado hecho justo el 10 de junio. Entre otros participantes en el desfile, llamaron la atención los zuavos, que eran vistos por la prensa satírica como “payasos de convite”, por su amplio calzón rojo. 75 Díaz de Ovando: “La vida mexicana al filo...”, op. cit., p. 85.
y aunque se haga de sentido por las nalgas le ha prendido su banderilla de fuego, hasta que le ganen huido. No le valdrá ser puntal, ni ostentar tanta bravura, pues el mismo caporal lo escogió por su figura sin creer que jugara mal. No pasó de bravucón, rebrincador, revoltoso de la capa algo celoso, pero al piquete, collón; ¡Qué lástima! y era hermoso. El público armando bola le silva desesperado, hasta que el juez enojado ordena tocar a cola por lo bien que se ha portado. En vano se han animado a correrlo a garrochazos, primero lo hacen pedazos prestando enrabonado, no admite darle porrazos. Por último, para el caso, el tal bicho divertió ni para cola sirvió y ya tocaron a lazo, de veras que se lució. Si así sigue el empresario desprestigia las corridas, pues para hacerlas lucidas, buen ganado es necesario si no, no son divertidas. Si no sobrepone a Atenco ley bravura y arrogancia ya vimos que de la Francia es el ganado muy penco, y nada vale su estancia. El compadrito. Que de Dios goce.76 1863 76
El Cucharon. Periódico tricolor, entrometido, zumbón, chismoso, etc., etc. México, T. II, mayo 8 de 1863, Nº 55.
...Amo tus pupilas castas ...Amo tus pupilas castas cuando me miran tranquilas; mas cuando te emperijilas me causan miedo tus astas. Y mi mente se marea porque pienso, así peneque, que si te ve Tirabeque, de seguro te trastea. En fin, niña, dame gusto, mírame con ojos tiernos, y no me amagues con cuernos porque ¡me muero de susto!77 1863
LUIS G. INCLÁN, CRONISTA EN VERSO DE UNA CORRIDA DE TOROS EN LA QUE PARTICIPÓ PABLO (MENDOZA) LA INTELIGENCIA, Y SUS PICADORES, SUS BANDERILLEROS, Y HASTA LOS LOCOS Y LOS CAPOTEROS... En medio de una oscuridad que de pronto suele ser generosa para brindarnos luces sobre el pasado taurino mexicano, van apareciendo algunos datos aislados sobre lo que fueron y significaron algunos personajes con quienes todavía tenemos una deuda. Dicha deuda debe quedar saldada en el momento de realizar algo más que una ficha biográfica, puesto que a partir de diversos documentos como carteles, se puede reconstruir el paso que trazaron diestros como Pablo Mendoza, quien surge en el panorama a partir del arranque de la segunda mitad del siglo XIX y todavía le vemos participando algunas tardes, casi 30 años después, estimulando a su hijo Benito, misma acción que en su momento realizó Ignacio Gadea, acompañando a su hijo José, demostrando que su longevidad taurina no era impedimento para seguirse ganando las palmas de los aficionados. Regresando a la identificación de Pablo Mendoza, nada mejor que incluir una crónica en verso, escrita por Luis G. Inclán, el famoso autor de la novela de costumbres “Astucia”, asiduo asistente y participante también en diversas corridas de toros, efectuadas en la plaza de toros del Paseo Nuevo, en los años previos al segundo imperio. Veamos lo que se fascinó don Luis con la corrida del 30 de agosto de 1863. Toros.-Cuestión del día.-El Señor D. Luis G. Inclán, íntimo amigo nuestro, se ha servido obsequiarnos con la siguiente: -¿Fuiste, Juan a la corrida…? -¿Fuiste, Juan a la corrida Ibidem., p. 99. “... mientras las mujeres con tanto entusiasmo acogían la moda francesa del peinado y del make-up que las embellecía, y las hacía parecer como aristócratas europeas, la prensa de oposición que veía en este vasallaje sin discrimen, un peligro para nuestras tradiciones y costumbres, empezó a fustigar a las elegantes que, al través de las modas, apostataban de nuestras tradiciones y costumbres. Puso en chirigota los peinados y a las damitas que, con tal de estar a la moda, llevaban postizos rubios en su caballera negra. Eran tan risibles los grandes copetes que parecía que se adornaban la frente con astas de toro”. 77
este domingo pasado? -Si Miguel, quedé prendado, estuvo muy concurrida y magnífico el ganado. Toros de hermoso trapío, limpios, francos y bollantes, revoltosos, arrogantes, valientes, de mucho brío, muy celosos y constantes. En continuo movimiento estuvo la concurrencia celebrando a competencia con gran placer y contento, de Pablo la inteligencia. Lucieron los picadores, los diestros banderilleros, los locos, los capoteros, también los estoqueadores, figuras y muleros... De los fuegos, ¿qué diré? Bien combinados, lucidos, generalmente aplaudidos; muy complacido quedé de mis paisanos queridos. -Con eso querrás decirme que aún irás a otra función? -Con todo mi corazón, si me gusta divertirme y no he de perder función. -Pues eso está reprobado por gente más ilustrada. -Yo no les pido la entrada, mi dinero me ha costado, mi voluntad es sagrada. Que ellos la pasen leyendo, papando moscas, rezando yo ya solito me mando, y no me ando entrometiendo ni costumbres criticando. -Al querer la abolición, (deja la barbaridad,) solo es por humanidad... -Dime, Miguel, sin pasión ¿Es envidia o caridad? Yo estoy por toros y toros aunque empeñe mi chaqueta, con placer doy mi peseta, mientras otros al as de oros pierden hasta la chaveta. Plaza “muy concurrida”, toros bravos, “limpios, francos y boyantes”. ¿Habría alguna competencia entre dos ganaderías, como se estilaba entonces? Atenco y el Cazadero proporcionaban ganado constantemente para dichas contiendas siempre en busca de un triunfador. Y Pablo Mendoza, junto
con toda su cuadrilla, incluso los locos, a los ojos de Luis G. Inclán, de lo mejor. Bueno, hasta los fuegos fueron sensacionales. Aprovecha también la forma de hacer una crítica velada a las clases ilustradas que reprochan y critican esta costumbre, pero “...no me ando entrometiendo”, en momentos en que algunas voces pugnan por que se prohíban las corridas, arguyendo el incremento que debía aplicarse a las rentas municipales. Su afición que es explícita no puede ser más evidente en los versos con que cierra su impresión sobre la corrida más reciente, versos que van así: Yo estoy por toros y toros aunque empeñe mi chaqueta, con placer doy mi peseta, mientras otros al as de oros pierden hasta la chaveta.78
1864 PARTE FILOSÓFICA. LOS TOROS. Ved al bicho en la liza; ¡Eh, picadores! Caña en ristre, y cuidado Con algún tope. Fierro y cachaza, No jalen los demonios Con vuestras almas. ¡Cómo se carga el toro Sobre la pica, Para ver si al caballo Deja sin tripas! ¡Pues no lo dije! Cayó redondo. ¡Pobre Del mextlapique! Un par de banderillas Pide la jente (sic): Corre, muchacho, pónlas Como se debe. Bravo! Bien! Bravo! Otro par; mas no tuerzas Así los brazos. Gaviño, vete al hosco, Dale una vuelta, 78
La Jarana. Periódico Distinto De Todos Los Periódicos. T. I., Septiembre 4 De 1863, Nº 10.
Y métele la espada Donde le duela. Anda, Gaviño, Acércate a ese gacho Y hazle un cariño. Senda estocada diste Al corniabierto; Ha caído sin fuerzas Y sin resuello. Eso me gusta. Otro toro, otro toro, Siga la bulla. -No sirve ese bermejo. -Fuera garrochas. -Toro. –Sí.- Que lo lazen. -No, cola, cola. -Que monte el loco, A ver qué tal se tiene Sobre del lomo. Toca, Simón, que suelten El embolado, El toro favorito Del populacho. Buena zandunga! Huy! qué toro tan penco Para la chusma! Pero basta de gresca, Basta de golpes, Cada cual a su nicho Que ya es de noche. Pues otro día Veremos a Bernardo Y a su cuadrilla. Anónimo.79
79
LA TOS DE MI MAMÁ. PERIÓDICO ESCRITO EN BURRO POR CUATRO IDEM. Tomo I, México, Diciembre 29 de 1864, Nº 8, p. 3. El autor de estos versos, cercanos a la composición de un corrido, debe estarse refiriendo a la actuación que el torero gaditano Bernardo Gaviño tuvo lugar el lunes 26de diciembre, en la Plaza de Toros del Paseo Nuevo, en que se lidiaron cinco toros de Atenco y con toda seguridad, como fin de fiesta, el “embolado”. Días atrás, y en la misma publicación, el Nº 6, del 22 de diciembre, se incluyó la siguiente nota: DIVERSIONES PÚBLICAS. Plaza de Toros del Paseo Nuevo. Filosóficas corridas de toros para los días 25 y 26 del presente, en las que tomarán parte los afamados Bernardo Gaviño y sus compañeros; de las que disfrutará el público por el módico precio de un peso entrada a sombra y tres reales entrada a sol.
1864 VARIEDADES EL PEINADO ACTUAL. Al ver tu rostro inocente Y tus ojitos tiernos, Me causan horror los cuernos Con que te adornas la frente. Tú de virtudes tesoro, Sabrás que las niñas buenas Corónanse de azucenas, Mas no con astas de toro, No adornes, por Belcebú, Con montañas tus cabellos, Que tus cabellos… son bellos, Sólo con llevarlos tú. Ante tu gracia y tu brillo Se humilla toda beldad, Y es triste que en la ciudad Te parezcas a un novillo. Amo tus pupilas castas Cuando me miran tranquilas; Mas cuando te emperijitas, Me causan miedo tus astas. Y mi mente se marea Porque pienso, así peneque, Que si te ve Tirabeque, De seguro te trastea. En fin niña, dame gusto, Mírame con ojos tiernos, Y no me amagues con cuernos, Porque me ¡muero de susto! Anónimo.80 1860-1867 RECUERDOS DE EL CHAMBERÍN (1860-1867) (Fragmentos)
80
EL IMPERIO. PERIÓDICO OFICIAL DEL GOBIERNO DEL DEPARTAMENTO DE JALISCO. PRIMERA ÉPOCA. T. I., Guadalajara, Sábado 24 de septiembre de 1864, Nº 23, p. 1 y 2.
Dos meses tenía de edad, cuando una tarde lazando y toros bravos probando, estábamos en verdad; quiso la fatalidad que el que Miranda lazó, por desgracia lo encuartó cogiéndolo atravesado, le partió sobre parado y la yegua le mató. (. . . . . . . . . .) se entró al comedor un día, la toalla y mantel mascó, y entre ellas se decretó pegarle cuando salía. Se arman con algarabía de palos, lazos y escobas, se vienen sobre él las bobas y él se defendió a patadas, las siguió a las manotadas mordiéndolas casi a todas. Esta chistosa ocurrencia hizo luego respetarlo; mas se ponían a torearlo los chicos a competencia y por una advertencia de un muchacho que alcanzó, mi padre el toreo prohibió porque el potrillo enojado, lo puso muy aporreado y hasta lo descalabró. (. . . . . . . . . .) Del día del santo patrón que es el apóstol Santiago, algunos recuerdos hago de tan clásica función. Son tres días de diversión que hace el pueblo y hacendados y aunque con toros prestados, juegan distintas corridas son todas muy concurridas y torean aficionados. En el primer día metieron ocho toros muy grandotes, que de allí, de los Mogotes, algunos rancheros dieron; al momento en que me vieron se empeñaron a que entrara en la plaza, y que toreara, y aunque yo iba de catrín me metí en mi Chamberín
para que no se me instara. Les causaba admiración al verme estar en la plaza, y conocí que mi traza les llamaba la atención; mas con segunda intención me puse a estar sólo huyendo, y mucho miedo fingiendo hasta ver qué tal lo hacían los que allí más presumían y de mí se estaban riendo. A un tal Ramírez, don Diego, aplaudían con mucho ardor, y era el primer picador; sin más regla ni sosiego al encontrar corría luego, a picahuye pasando la garrocha al aire alzando, haciendo tres mil piruetas que tenían por galanetas y lo estaban festejando. En una de estas pasadas el caballo sofrenó, el toro me lo alcanzó y le dio buenas cornadas. Al ver tantas chambonadas me resolví a divertir, y más cuando vi salir un toro pinto manzano muy partidor, muy liviano y que a todos hizo huir. Entonces entusiasmado, con mucho aplomo y sereno le piqué a puente de freno según me habían enseñado; jugó limpio y no cargado hasta que al fin se salió; muchas varas recibió y tan acosado estaba que ni a la capa le entraba sino que se embarreró. En los toros que siguieron tres de ellos banderillé, a los otros dos colié y muchas galas me dieron. También jinetear me vieron y en estas justas por fin, fui el único paladín
que en aquel circo luchó y el primer lugar logró gracias a mi Chamberín. Se estaba firme al picar, para capotear se abría bien, se cerraba y partía cuando iba a banderillear; pasaba fuerte al colear, para lazar se tanteaba, la música lo alegraba y estaba listo y contento, pues al menor movimiento solito se disparaba. El segundo día trajeron de Cabémbaro el ganado, muy brioso, grande y alzado y lo mejor escogieron; entre todos me eligieron para ordenar la corrida, formé cuadrilla en seguida y esa tarde entré de payo montado en mi buen caballo de fama tan merecida. El primer toro piqué y en una de sus entradas, las riendas vi reventadas y al instante las tiré. Muy grande sorpresa fue el verme seguir toreando sin ellas y manejando a mi noble Chamberín solamente de la crín dos mil aplausos ganando. Por fin la tercera corrida de Ocurio la remitieron, hermosos toros trajeron y estuvo más concurrida; la gente muy comprimida en los tablados trepó, uno de ellos cayó cuando menos se esperaba y el toro, que cerca estaba, abrió claro y se escapó. En un callejón, armado, furioso se defendía; cinco o seis reatas tenía que a varios había quitado, a dos caballos matado
y a otra porción herido, porque se habían atrevido en callejón tan estrecho, a acercársele derecho y quebrar no habían podido. Por último yo llegué y en lance tan arriesgado, en mi caballo confiado reculando me acerqué; al partirme lo lacé sin que alcanzarme pudiera, solito lo saqué fuera y gritaban con empeño: "¡Viva, viva el arribeño; su caballo es de primera!" Desde esa vez cuando había las corridas o herraderos, rodeos o bien capaderos, yo el primero concurría; siempre el Chamberín lucía siendo pues muy codiciado, en todo Quencio alabado por ligero y por liviano; bueno en el cerro y el llano, constante y bien educado. En Cóporo, llamado El Fuerte, fuimos a echar recogida y ese día debí la vida a mi caballo, de suerte que sentí el frío de la muerte, pues tras de un toro corriendo a un precipicio iba yendo y aunque mil voces me daban, entendía que me animaban y afanoso iba siguiendo. Ya el toro tenía lazado cuando una maroma dio y a mi vista se volteó por allí desbarrancado; solté la reata asustado queriéndome detener y helado me quedé al ver que la tierra me faltaba y que ya el caballo estaba inmediato a descender. (. . . . . . . . . .) En esta ciudad estaba un español muy mentado, comerciante y hacendado
y que en todo especulaba; muy vanidoso montaba un lindo caballo grullo; que no había otro como el suyo para el campo, sostenía; lo escuchaban y no había quien le quitara su orgullo. Empeñado en encontrar quien sirviera de contrario, puso un anuncio en El Diario retando para colear al que quisiera apostar por todos estos terrenos, quinientos pesos lo menos, pues su caballo era diestro y de Tierradentro el maestro de muchos caballos buenos. (. . . . . . . . . .) Mi propuesta consultó con varios de los presentes, puso casos diferentes que él mismo los desató. la condición aceptó de que el grullo igualaría al Chamberín en maestría y en esto, ya convenidos, empezó a poner partidos pues libre el campo tenía. Primer partido, que yo seiscientos pesos pusiera y que ocho a seis le admitiera luego luego me obligó. Por segundo destajó que el ganado eligiría, el sitio, la hora y el día en que fuera el coleadero, y pasamos al tercero que meditado tenía. Que yo me comprometía a fuerza, en tres toros dar cinco caídas al tentar, pues si soltaba perdía; que ninguno ayudaría a correr ni a hacerme lado, sino que al toro soltado yo sólo debía alcanzar, tentarlo y luego estirar hasta dejarlo tirado. Partido cuarto: él tendría
cinco toros que colear y en ellos tres caídas dar el charro que le servía, que con ellas cumpliría y que si otra caída daba desde luego me ganaba sin tener apelación, pues en caso de cuestión mis derechos renunciaba. También dejamos pactado que pagaría el que perdiera un almuerzo que a Barrera le fue luego encomendado, porque todo convidado allí pudiera almorzar, y esto debía de importar setenta pesos completos, sin contar los gastos sueltos que se tenían que agregar. Que por caída se contaba que el toro al suelo cayera, y aunque media caída fuera por redonda se pasaba, que el público sentenciaba. Se depositó el dinero y el domingo venidero en Balbuena colearía, que allí el ganado daría don Juan Francisco Rivero. (. . . . . . . . . .) Las doce en México dieron que era la hora designada; la gente fue colocada y una valla nos hicieron; a echarme un toro se fueron y yo, entre tanto, por fin le quité a mi Chamberín tapojo, bozal y freno, y quedó quieto y sereno obedeciendo a la crín. Antes que el toro saliera de la valla, lo estiré y allí mismo lo rodé metiéndole una bolera. Mil aplausos por doquiera muy entusiastas hicieron, y mucho más cuando vieron que al toro al campo seguí; otras dos caídas le dí y las tres muy buenas fueron.
Para el corral me volvía con mi caballo paseando, que tras de mi venía andando y cual perro me seguía; todo el mundo lo aplaudía y admirados se quedaron; el segundo toro echaron y aunque era un poco rejego, llevó su porrazo luego y cuatro caídas contaron. (. . . . . . . . . .) Como en dos toros constante cinco caídas había dado, claro es que me había quedado de los tres, uno sobrante; les pregunté en ese instante si de él podía disponer, dijeron que sí, y al ver que echárselos fue mi intento, todos en aquel momento tras él fueron a correr. (. . . . . . . . . .) Fueron luego y me soltaron tres toros que había sobrantes, de los cinco que desde antes para el grullo destinaron. Muy complacidos quedaron Mirándome travesear; fue un continuo celebrar cada caída que daba, pues ningún toro dejaba de echarlo al suelo rodar. (. . . . . . . . . .) Siguió a todos admirando con sus gracias diariamente, pero fue más sorprendente lo que hizo en Tlalpan coleando; siempre lo están recordando como un caso extraordinario, que en la fiesta del Rosario en la plaza aconteció y mil aplausos recibió de todo aquel vecindario. Entre varios arreglamos hacer toros ese día y el importe que tenía entre todos lo pagamos. La plaza pronto formamos muy buen ganado metiendo; yo estuve allí dirigiendo mientras mi hermano Agustín,
montando en el Chamberín, mil proezas estaba haciendo. Llegó la hora de colear, y un buen muy grande solté y Agustín tan sólo fue el que lo pudo alcanzar. Al instante de pasar se cargó el buey a la fuente y era pues muy consiguiente que para este se escapara y que el claro le tapara, si no andaba diligente. Nada de esto sucedió, pues con gran agilidad brincó con velocidad y tan fuerte arremetió que el buey de espinazo dio sobre el pretil prontamente, y con pasmo de la gente dentro del agua cayó; el concurso celebró este hecho profusamente.81 1865 AL “TAURO” DE GUADALAJARA, CURIOSO SONETO APARECIDO EN 1865 QUE RETRATA A LAS MIL MARAVILLAS A INDIVIDUOS QUE SE LE PARECEN. SONETO Si del toro te atienes a las astas porque te hacen ó las tienes puestas, sábete que á los toros en las fiestas les ponen banderillas y canastas. Su por mucho topar tus fuerzas gastas y al picador Payaso le molestas, no es muy remoto que te des á Gestas al ver que en la corrida no le bastas. Te muestras tan valiente que contristas, pues de seguro tu valor agostas contra tantas garrochas que están listas, Que te van a picar como langostas, y cuando ya sus puntas no resistas no podrás escapar ni con cien postas.82
81
Luis G. Inclán: Recuerdos de El Chamberín. México, PLANETA-CONACULTA, Joaquín Mortíz, 2002. 84 p. (Ronda de Clásicos Mexicanos). 82 La Sombra, T. I., del 6 de octubre de 1865, N° 77, p. 3: Al “Tauro” de Guadalajara.
1865 Y al parecer, el asunto con el traído y llevado Tauro, no fue sino el conflicto entre dos publicaciones del estado de Jalisco, el que sostuvieron tanto Tauro como El Payaso, y, a lo que se ve, también con La Sombra. Este debate, sostenido por posiciones entre liberales y conservadores, trajo consigo el denuesto que se tradujo en otro singular verso, que ahora encontramos en El Payaso. Tercera banderilla al Tauro. (Caricatura) Has comenzado a hacer fiasco Desde que la luz te mira, Y en vez de que causes ira Estás produciendo asco. Nunca en el mundo se vio Mas sandio y puerco papel, Y lo que dices en él Tauro, lo desprecio yo. Tú pensarás que me privo De rabia, si es que te leo; Te engañas, cuando te veo Me produces… ¡vomitivo! Porque eres, Tauro insensato, Muy pigmeo para toro, Muy avestruz para loro, Muy carnudo para gato… Eres un pobre zoquete Que no vales un tomín: Quisiste ser paladín Y eres toro de cohete. ¡Ah! con tanto disparate Pensaste abrumarme tú… No me asustes, ¡Belcebú! Con tus toros de petate. No me intimidas tus truenos, Ni tus amagos tampoco, Pues vales, Tauro, tan poco Que no puedes valer menos. Todo el mundo te señala Como tonto y como necio, No me hagas que te de recio, Anda, vete noramala; Vuelve, vuelve a la basura De donde te has escapado: El público se ha burlado
De ti y de tu catadura. Dime, ¿quién va a hacerte caso Periódico de vinata, Cuando sólo en ti se trata De insultar vil al Payaso? ¡Tus dichos al expresarte Fueran mordaces y finos!... Pero dices desatinos… ¿Quién diablos querrá comprarte? Vete fuera de la plaza, No hay quien te aplauda un minuto, Porque saliste el más bruto De todos los de tu raza. ¡Ah! Tauro sucio, indecente, ¡Ah! Burlador de pandilla, Es mi tercer banderilla Y te la clavo en la frente. El Payaso.83 1865 SE RIFARÁN GUAJOLOTES, CARNEROS y HASTA UN NOVILLO. Efeméride ocurrida el domingo 29 de octubre de 1865. Gracias a la prensa de la época, podemos enterarnos que ese domingo otoñal, se celebró en la plaza de toros del Paseo Nuevo, un curioso, curiosísimo festejo, en cuyo cartel se anunciaba lo que sigue: PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 29 de octubre de 1865. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Toros de Atenco. Cuatro toros de muerte. Dos para el coleadero. Ofrenda y rifa de 10 guajolotes, cada uno con un billete de la lotería de la Virgen, seis carneros y un novillo manso. Mojiganga de los Hombres gordos de Europa. Toro embolado para los aficionados. La Orquesta, 2ª época, México, jueves 28 de octubre de 1865, T. I., N°94 comentó: “Plaza de toros. “Sabemos que la empresa de los cuernos está preparando para el domingo 29 una magnífica función, en la que tendrá lugar la rifa de 10 guajolotes, llevando cada uno un billete entero de la próxima lotería de la Virgen de Guadalupe, de 6 y grandes y gordos carneros y de un hermoso novillo. He aquí la ofrenda que la empresa piensa dar al público que asista a la referida corrida. No es mala, ¿verdad? Sobre todo, señores Los guajolotes, Que llevarán cual novias Ricas, sus dotes. 83
El Payaso. Periódico bullicioso, satírico, sentimental, burlesco, demagogo y endemoniado, que ha de hablar hasta por los codos. Guadalajara, edición del 1º de octubre de 1865, p. 4.
Luego el novillo. Y además los carneros... Ir es preciso. Dos días antes, en LA SOMBRA, D.F., del 27 de octubre de 1865, ya se relamían los bigotes, y el poeta anónimo nos obsequia una curiosa descripción sobre los “sentimientos encontrados” que percibió en algunos sectores de aquella sociedad capitalina. NOVEDADES. Muy pródigo está el tiempo en aventuras; Se nos hacen saber cosas ignotas, Destiérrense las penas y amarguras De lágrimas no viertan gruesas gotas Tenemos paz, felicidad, dulzuras De disidentes hay grandes derrotas, Y puesto que está el tiempo ya tan vario, Gozar y divertirse es necesario. Todo en la capital bulle y rebulle, Por dó quiera se miran novedades. ¡Oh qué hermoso es tener quien a uno arrulle Al hallarse en las últimas edades! El que no duerme o mama, bien engulle, Pues todas son aquí felicidades, Este tiempo dicho será eterno Que bien montado está, y a lo moderno. Prepárense en la plaza grandes cosas, Salones en el centro se levanta, Grandes circos, maromas asombrosas, Que dizque aterran bien, si no es que espantan, En las calles las gentes presurosas Se atropellan, se pisan, se atarantan, Y demostrando está bien su alegría Que esperan de los muertos el gran día. Pero no es esto todo, ya desde antes Diversiones sin se nos ofrecen: A la ópera se van los diletantes Que pasar un buen rato bien merecen, Cierto es que quieren ser buenos cantantes Aunque siempre de voces adolecen; Pero saben la nota tanto tanto, Que aprenden desde luego bien el canto. Hay otros que no pierden la costumbre Y se van apoyados en su báculo Unas veces al patio o la techumbre, Al Nacional nombrado hoy espectáculo, Y desde la soberbia altiva cumbre Escuchan con placer, sin grande obstáculo Cierto ruido confuso o alharaca,
Música nacional, música austriaca. Otros esperan ver grandes corridas De toros, lazar brutos y valientes, Apuestas se hacen, juéganse partidas Entre ciertas y ciertas gentes, No queremos decir que sean perdidas Que personas son siempre muy decentes; Pero que al ver tan solo un par de cuernos Brincan como se brinca en los infiernos. Ya que hablamos de toros os diremos Que veáis en el cartel qué cosas raras Para el domingo próximo tenemos, Las entradas nos dicen no son caras, Y a más de diversión rifa hallaremos Que mosca podrá dar, la cosa es clara, Y además se tendrán en unos lotes, Dicen, gordos, soberbios guajolotes. México es hoy la tierra de placeres, De entusiasmo sin fin, de diversiones; La cuna de hermosísimas mujeres El centro, la reunión de papalones, Y pues se hallan aquí tan grandes seres, Donde siempre se vive de ilusiones En México vivimos y a porfía Gozando del placer y la alegría. Anónimo. Pues bien, la corrida se desarrolló al estilo de lo indicado en el cartel, lo cual significa que fue un acontecimiento entre alucinante y fascinante. En algún intermedio se llevó a cabo el anunciado “sorteo” y he aquí los resultados, mismos que se publicaron en LA SOMBRA, D.F., del 31 de octubre de 1865: PLAZA DE TOROS. Se nos remite para su publicación lo siguiente: Lista de los números premiados en la rifa de 10 guajolotes, 6 carneros y 1 novillo, que tuvo verificativo el 29 de octubre. Guajolotes.-Números premiados: 132, 801, 1150, 1871, 2533, 3668, 3928, 5490, 5720y 6853. Carneros.-Números premiados: 1500, 2587, 2642, 4258, 5796 y 6833. Novillo.-9184 Además, se incluye en esta nota, el efecto que produjo una “falsa alarma” que circuló por esos días en La Nación y que la propia Sombra se encargó de desmentir. El Sr. Gaviño hace presente, tanto a su familia ausente como al público en general, que no es cierto haya muerto, como han publicado algunos periódicos de esta capital”. La Sombra añade: (…) la culpa del notición, que no ha sido mal petardo para el Valiente Bernardo, que lo diga la Nación.
Si alguno de ustedes posee el o los boletos premiados, favor de dirigirse a las oficinas de la plaza de toros “Paseo Nuevo”, domicilio conocido, de la ciudad de México para, en el acto, hacerles entrega, ya sea de un guajolote, un carnero o del novillo que fueron rifados. (El último párrafo ha sido una ocurrencia del responsable de este blog. N. del A.)
1865 CENCERRADA CONTAGIO Dicen que un loco hace ciento, Y aunque esto parece cuento, No es cosa para dudar Como se puede probar En este mismo momento. Tiene el Verde hidropesía De mentiras cada día, Y decir iniquidades, Contagiando a sus cofrades De tan inmunda masía. Una mentira que apesta Nos dijo sobre la Orquesta, Asegurando el efecto Que un coscorrón del Prefecto Le había rompido la testa.
Todos creyeron de cierto Que era indudable el entuerto, Pero la Orquesta sonó Y con esto desmintió El chisme de que había muerto. Del Pájaro a imitación Fue saliendo la Nación, Con la candidez de un niño, Diciéndonos que Gaviño Murió de un retortijón. Pero el muerto, por desdoro Y por no causarnos lloro, Quiso revivir ¡iluso! Y el domingo se nos puso Frente a las astas de un toro. La Era Nueva contagiada Y a su vez apajarada, Sobre la ópera nos dijo Que este domingo, de fijo, No habría Yone, ni habría nada. El caso se descompone, Y el tal Biacchi se propone Ver que la Era dé un respingo, Cantándonos el domingo Implacablemente Yone. Quien de tantas cosas vé Y tantas mentiras lee, No ha de rezar el trisagio Para evitar el contagio Si es que quiere tener fé. La gente que tanto inventa No tiene, por Dios, en cuenta La ley de conspiradores, Y no le hace los honores Siquiera a la ley de imprenta. A un periódico dar muerte Es lance punible y fuerte, Que al editor sacrifica Y al público perjudica, Lo atormenta, lo pervierte. Y matar de una plumada A una vida respetada De tanto toro pujante, Que ponía triste el semblante
Al ver la primera espada. Cosa es que maldice un loro, Es el robo de un tesoro Y un ataque en que el torero No ve el papel embustero Que le hace veces de toro. Perjudicar a una empresa Con la ocurrencia traviesa De negar que había función, Dando a Biacchi un sofocón Con semejante sorpresa. Es un embuste inaudito, Es un chisme, un delito, Contra ópera y concurrencia Y merece una advertencia El autor del gregorito. Esta es la epidemia, y este El mal terrible y la peste Que el Pájaro ha producido, Y que ni sigue el descuido No es raro que al mundo infeste. Anónimo.84 1868 EL COLEADERO CUADRO DE COSTUMBRES NACIONALES Al Señor D. Francisco Zarco. I “La Mesa” es un alto cerro, Así en la tierra llamado, Porque su elevada cumbre Es un dilatado llano, Parejo, único, sin rocas; Uniendo tan solo un flanco Por un reducido estrecho A los cerros comarcanos, Y de empinada pendiente Por todos los otros lados. Apenas se halla cubierto Por un vigoroso pasto, Por azucenas silvestres, Y por girasoles lánguidos Que tornando lentamente 84
La Sombra. Ciudad de México, 31 de octubre de 1865, p. 2 y 3.
Siguen al sol en su paso. A lo lejos se distinguen Allá en los hondos barrancos Que tres estados ocupan Más o menos escarpados, Verdes, robustas encinas, Altos pinos cuyos palos Parecen los sostenes Sobre que descansa el llano; Y regados por torrentes, Que al romperse en los peñascos Forman graciosas cascadas Y juegos de agua galanos. En el centro de “La Mesa” Hay corrales levantados Que componen una Estancia, O sitio en que cada año, Tiene lugar en invierno Ciertos campestres trabajos: II La mañana alboreando Tuvo lugar el encierro De las reses; la corrida Desde antes se hizo en los cerros, Por prácticos caporales Y numerosos vaqueros, Para juntar el ganado Que vive en ellos disperso. “La Mesa” se halla situada En tierras de Rancho Viejo, Hacienda poco distante De un pueblo corto y ameno, Cuyo ejido está tocando De aquella con los terrenos; De manera que los días Que en la hacienda hay coleadero, Para presenciar la fiesta Casi se despuebla el pueblo. Allí descuella entre todos El conocido ranchero Que vive de su trabajo, A caballo por supuesto, Con su indispensable reata Y su traje pintoresco. El ranchero propietario; La familia conduciendo Sobre pacíficos burros, Que aunque le sobra el dinero Para otras bestias más nobles,
Las mujeres tienen miedo Y solo en asnos caminan Cuando hay que subir el cerro. Marchan también a la fiesta Los peones jornaleros, Porque queda en tales días Cualquier trabajo suspenso. Por último, allí se encuentran Por decenas los neveros, Los vendedores de dulces, De fruta, y todos aquellos que en las diversiones buscan Mayor lucro en el comercio. III Ranchos y haciendas no han visto Rancherita más galana, Que la graciosa Atilana Sobrina del caporal. Fama tiene, y no la roba, De ser ella la muchacha Que tiene más linda facha Entre todas las del plan. Ojos brillantes y negros Más que el más brillante día Y la noche más umbría Que hayan sido alguna vez; La nariz… ¡vaya! los labios, Si no cito alguna rosa, No he de dar con otra cosa Que pueda como ella ser. Morena, ya eso va dicho; Cuerpo, gallardo y ligero Como un gallardo palmero Que lo fuera entre otros mil; Y el piesecito calzado, Aunque del botín se ría Nuestra campestre poesía, Es un precioso botín. Y tantas gracias cubriendo, Camisa limpia y calada, Graciosa enagua adornada De rojo y blanco castor, Y un rebozo de bolita Con rapacejo en la tira, Debajo del cual se mira El nido de algún amor. No han faltado los galanes,
Han abundado al contrario, Y el hijo del propietario Quiso… vamos… yo no sé; Pero Atilana no quiso. Algo le dijo muy quedo, Y hoy la tiene tanto miedo, Que ni siquiera la ve. No quiere a nadie, más a ella La adora, y hay grande empeño Entre un criollo y un fuereño Porrque les diga que sí. Don Luis, no sé que daría Porque eso sí le dijera; Y quién sabe lo que diera Por esa el D. Crispín. Ni las dueñas de la hacienda Con sus trapos y sus modas, Pueden, aunque juntas todas, Con Atilana luchar. Tal es ella, há mucho tiempo Nadie borra donde pinta, De su gracia con la tinta, La perla del Arenal. IV En hacer el herradero Fuése toda la mañana. Los rancheros sudorosos, Algún becerro tomaban Por los cuernos y la cola; Y mientras en una lumbrada, Hecha con secos nopales, El fierro se calentaba Hasta el rojo, los rancheros De su fuerza haciendo gala, Derriban a los becerros Sobre la parda majada, Charlando alegres, en tanto Que el fierro de punto se halla. Lo estuvo por fin, y al tiempo En que convertido en seña El mayordomo lo empuña, Solo un grito se levanta: -“Jierro, jierro”, piden todos; Y el mayordomo se lanza Por los grupos, con el fierro Que va despidiendo llamas, Y diestramente lo aplica Sobre las velludas ancas De los becerros, que en vano
Se agitan, mueven y braman. Y entre densa polvareda, Y entre la humareda opaca, Y en medio de tanta gente Y de tanto grito, se alzan Irritados los becerros, Y huyendo por fin se lanzan A través de la llanura; Y puesto ya todo encalma, Se vuelven a ir los rancheros A traer otra parada. Siguió el almuerzo, que todos Mucho de él necesitaban; Y el pozole y las tortillas, El mole, las enchiladas, Y mas que todo ello el pulque, Que donde quiera sobraba, Dieron más ánimo y fuerzas A los hombres; las ancianas Algún tanto adormecidas Tuvieron más tolerancia; Y perdiendo un tanto cuanto Su timidez las muchachas, Cobraron al mismo tiempo Mucho más garbo y más gracia. Tan solo los bravos toros Dentro del encierro braman, Resonando sus bramidos En las profundas cañadas. V Cuentan que al ir para el lienzo, Cuyas cercas se encontraban Hasta un término imposible De mirones coronadas; Y al ir a ocupar el sitio Que en la fiesta la aguardaba Con petates tapizado, Se acercaron a Atilana El criollo y fuereño a un tiempo; Y que con dulces palabras El uno y el otro hablaron De su cariño de marras. Cuentan que ella sonreía; Que mientras el criollo hablaba, El enojado fuereño No quitaba su mirada De D. Luis, y que iracundo Este tampoco dejara De mirar a su contrario
Mientras D. Crispín hablaba. Cuentan que ella respondióles Con estas ú otras palabras: -“Quiere mi padre que su hijo Sepa manejar la reata, Que jale bien una cola, Y eche bien una mangana. Dicen los dos que me quieren. Y yo sé que no me engañan; Pero mi padre es mi padre, Yo soy su hija, y él me manda… Con que así lo dicho dicho”… No dejaron que acabara Los dos rivales, y al tiempo En que de ella se separan, Mirándose fieramente Dijeron los dos: “Me agrada”. VI Por pares los coleadores Distribuidos de antemano, Y del corral en la puerta Diestramente colocados, Cada toro que salía Fuéle a cada par tocando. Y era de mirar con gusto La desenvoltura, el garbo Y la destreza que todos A porfía desplegaban, Para derribar los toros Más robustos y lozanos. Con la garrocha y espuelas, Con recios gritos y dando Sobre las armas vaqueras Estrepitosos reatazos, Los rancheros separaban Algún toro, que empujado Y por la cerca corriendo, Llegaba a dar en las manos De dos rancheros que había En la puerta colocados, Conteniendo a duras penas A sus fogosos caballos. En el momento que el toro Miraba el extenso llano, Se lanzaba reciamente Por entre el angosto claro Que dejaban los rancheros; Pero estos en el mismo acto Tras él veloces partían Sus monturas excitando; Y a gritos, cuarta y espuelas
Lograban emparejarlo. Uno entonces majestuoso Le daba un rudo palmazo, Dando un grito, sobre el lomo, Y la mano resbalando Con lentitud voluptuosa, Llegaba a empuñar el rabo. Entonces rápidamente, Una pierna levantando Y puesta sobre la cola, Daba otro grito al caballo Que redoblaba el escape. Y ya el novillo tumbado, Y el caballo detenido, Viendo su triunfo aclamado, El ranchero victorioso Regresaba paso a paso. D. Luis y D. Crispín fueron Un par de los señalados, Uno y otro varias veces Tanta habilidad mostraron, Que la victoria indecisa Estuvo por largo rato. Pero ya al fin al fuereño Un bravo toro le echaron, Y aunque ligero y robusto, Lo derribó tan cercano De la puerta, que volviendo Fue a tal punto victoreado, Que el fiero criollo envidioso Se propuso superarlo Tirando el último toro Montado en pelo a caballo. VII Quitó la silla y montóse; Mas el fuereño bajando De su caballo le dijo Viendo el freno: “Aguarde mi amo, Mire que se va la vida. Su freno está reventado, Voy a ponerle mi freno; En un buen zacatecano, Y con él si se le antoja, Puede detener al diablo”. “D, Crispín, Dios se lo pague”, Le dijo el criollo, y dejando La silla por un momento, Quedó por fin hecho el cambio. Volvió a montar, dirigióse
Al lugar acostumbrado; Cuadróse allí, se compuso Y al toro quedó aguardando. Era el último un novillo; No tardó en salir volando; Sin perder un solo instante Puso espuelas al caballo; Alcanzó, bajóse un poco, Tomó la cola, y alzando La pierna, tan solamente Entre el polvo se miraron Las cuatro patas del toro Nunca mejor derribado, Soltándose al ver aquello Nutridas salvas de aplausos. Mas derrepente miróse Que desbocado el caballo, El pobre D. Luis volvía Como alma que lleva el diablo, Teniéndose de las crines Con el freno reventado: Haciendo esfuerzos supremos Tiraba la crin, en vano; Llegó hasta el fondo del lienzo, Y en la cerca se estrellaron El caballo y el jinete, Quedando D. Luis debajo. Dio un grito Atilana al verle, Cayendo luego en los brazos De la que estaba cercana. D. Luis se hallaba expirando; Se agolpó la gente; encima Varias frazadas le echaron Para cubrirlo del aire; Y dos rancheros tomando Cada uno un pie, reciamente Por el suelo lo arrastraron, Que así la costumbre manda Que lo hagan en tales casos. A un jacal lo condujeron, Y vuelto en sí a poco rato Se halló cerca de Atilana Vuelta ya de su desmayo. Dijo apenas que el fuereño Dándole un freno trozado Era causa de su muerte; Y de Atilana escuchando Que él era de ella el querido Solamente y no el villano, Pidióle un supremo beso
Que ella le dio sollozando. Pasó cuando más una hora Tranquilo, pero llegado Por fin el supremo instante, Y los nombres pronunciando De su padre y de Atilana, De Dios al nombre mezclados, Cayó por fin nuevamente De Atilana entre los brazos. Tan luego como se supo Que el fuereño había causado El desastre, y que era huido, Seis rancheros se lanzaron En pos de él, y allá a lo lejos Pudo verse a poco rato Al fuereño que corría; Y tras él, y a poco espacio Los vengadores rancheros Sus machetes empuñando. Marzo de 1868. Martín F. de Jáuregui.85 1868 Con motivo de la prohibición a las corridas de toros en el Distrito Federal, allá por 1867, sucedió una especie de réplica, donde diversos gobernadores projuaristas, condescendieron con aquella medida. Tal no fue la excepción en el estado de Puebla. Por tal motivo, el 7 de enero de 1868, y en El Monitor Republicano con la edición de aquel día (en su página 3), reproducía una nota que originalmente había sido publicada en el Eco del Pueblo de Zaragoza, como sigue: “La H. Legislatura del Estado ha tenido a bien tratar, y muy concienzudamente, por cierto, la cuestión de si ha de haber o no ha de haber corridas de toros. “Después de una larga, acalorada y tauromáquica discusión, resolvió la mayoría que fueran suprimidas esas diversiones, en que tanto se recrean los mexicanos. Nosotros no somos afectos a ellas, opinamos porque debieran permitirse mientras que pueden ser sustituidas con otras que proporcionen algunas horas de solaz al pueblo. Pero a lo hecho pecho, donde manda capitán no gobierna marinero, y por lo mismo damos punto a la cuestión con el siguiente congresi-tauromáquico soneto: ¡Oh del congreso miembros tan preclaros! Respetable reunión de hombres austeros, Habéis estado por demás severos En la cuestión taurina al engolfaros. Maldiciones, y muchas, van a echaros Los locos, picadores y toreros, Que cual Adán van a quedarse en cueros Porque a vosotros plugo disgustaros.
85
EL SEMANARIO ILUSTRADO, D.F., del 17 de julio de 1868, p. 10-12.
¡Oh de la muerte inexorables giros! Lo quiere así el congreso; no habrá toros, Atenco va a perder algunos duros. Las capas lanzarán tristes suspiros, El pueblo gruñirá formando coros, Y Gadea tendrá sendos apuros”. En el contenido de estos versos, van implícitos algunos términos que, o cayeron en desuso o desaparecieron con el tiempo, así como de nombres propios y personajes que también estaban en boga por aquel entonces. Allí están los “locos”, esos personajes complementarios quienes salían vestidos en forma estrafalaria, casi al modo de payasos de circo y hacían las delicias del público con sus detalles y ocurrencias, integrándose como otro elemento más de las cuadrillas. Como puede verse, Atenco, la emblemática hacienda ganadera que surtió por centenares diversos encierros a lo largo del siglo XIX, y mientras sus toros fueron referente clave en buena medida, al constituirse como materia prima, misma que con su peculiar estilo y forma de embestir, contribuyó con el grado porcentual de influencia para definir los derroteros de la tauromaquia nacional que entonces se practicaba, independientemente de que seguía estando supervisada por el diestro gaditano Bernardo Gaviño, cuyas actuaciones en la capital de Puebla se pueden contar por decenas. En cuanto a Gadea, el anónimo autor del soneto, se refiere a Ignacio Gadea, ese torero que, como Ponciano Díaz, también era una manifestación de lo híbrido, tanto a pie como a caballo, por lo menos de los años 50 y hasta 1886, en que se tienen las últimas noticias de sus actuaciones en la capital del país, cuando ya era auténticamente un anciano, lo que representaba para la prensa, motivos suficientes de escándalo, pues veían en aquella figura muestras fehacientes de decadencia con los riesgos consiguientes pues ya no se admiraba al joven valeroso, sino al viejo arriesgado, terco quizá que seguía aferrado a la silla, rememorando así sus viejas hazañas, al lado de Gaviño, de Pablo Mendoza o de Fernando Hernández, entre otros de aquella, su primera y gran época como torero más a caballo que a pie. 1870 En la ciudad de Morelia, Michoacán, justo la tarde del 3 de diciembre de 1870 hubo una corrida de toros, la que recuerdan los siguientes versos: GRAN CORRIDA DE TOROS Se reunieron y acordaron arreglar una corrida de toros bella y lucida y ya su objeto lograron. Dicha corrida tendrá lugar el domingo tres, por la tarde, de este mes y al público agradará. Y es la entrada a beneficio del teatro que se construye, y como la "mosca" huye y es fuerza que el edificio se construya con presteza, se ha dispuesto y ordenado para la tarde del día, una corrida bravía y de excelente ganado,
la que tendrá grande fama, como se pasa a expresar en el siguiente... PROGRAMA Dos toros serán lidiados a muerte por la cuadrilla que parecerá sencilla por formarla aficionados. Se presentará en la plaza otro toro y no puntal, que montará con pretal el que tenga mejor traza, y si lo tumba el toro un ramo recibirá y en sus flores contendrá una moneda... ¡y de oro! Y si alguno se divierte, aunque tenga faz de moro, saldrá también otro toro que será lidiado a muerte. Después de éste, la cuadrilla otro bicho ha de lidiar y también ha de expirar al filo de la cuchilla. Como escasea el numerario y el Invierno sopla crudo, saldrá también un cornudo convertido en monetario porque llevará en la frente el viejo amante de Europa prendas de excelente ropa y plata buena y luciente. Y veréis dentro al anillo a Eduardo Gil, al ligero José M. Caballero. De vuestros ojos la llama iluminará esta vez al otro Eduardo de Lama y a Dionisio Milanés. También de banderillero y con la frente serena, Joaquín el de Caballero. Y preparad muchas flores de gusto infinito, excelso, para Dávalos y Celso, que ahí, entre los picadores, junto en ristra andando van junto de Ocho Rafael y también junto de él que dirige la obra, Juan. En vuestra mirada grata
de ver lazar no haya empacho, que Berrospe y Gómez Nacho echan al toro la reata. ¡Oid! ¡Oid! De las dianas su algaraza estrepitosa ¡Qué corrida tan hermosa! Venid, bellas morelianas porque se nos va a inundar hoy, la plaza de gente. Cómodos son los siguientes BARATOS PRECIOS DE ENTRADA (. . . . . . . . . .)86 1871 Segunda cornada al monomaniático Sr. D. Bertoldino. Cuidado, Bertoldino, con el Toro, no te metas con él porque es matrero:87 Mira que es fácil pierdas el sendero donde buscas los votos y el tesoro. Hablando cual si fueras algún loro, de esos que valen lo que vale el cero le dices al Gobierno: no te quiero yo busco un hombre que produzca el oro. Y esto lo dices tan formal,88 que miro en ti cierto airecillo de entre raro, y me da risa, (lo diré bien claro.) Verte de opositor sin un suspiro. Pero haz la guerra, hazla yo te juro89 que si te enfermas algún día te curo… Anónimo.90 1871 CORNADAS. 86
El Eco Taurino, año VII. México, D.F., 1° de marzo de 1932, N° 260. Matrero: Con malas intenciones. 88 Esta frase en Tehuacan tendría entre algunas personas el significado de burro; aquí nosotros la aplicamos por serio; pero el lector puede darle la acepción que guste. 89 Se desconoce, por ahora, el contexto en el cual fue escrito este soneto. El país se encontraba enmarcado en esas fechas por diversos conflictos, y este, como puede entenderse, es de carácter eminentemente local. Por otro lado, puede observarse que a través de una publicación que con fines políticos como El Torito, se pudo manejar –por obvias razones- el tema taurino, el cual entonces se encontraba reprimido en algunos puntos importantes del centro del país, como resultado de la prohibición impuesta a las corridas de toros desde el 28 de noviembre de 1867, en la ciudad de México. 90 El torito. Periódico de buen humor y con caricaturas, claridoso, entrometido, pendenciero y amigo de dar cornadas a cuentos pueda. Por la redacción, Manuel Gómez Sánchez. Tomo I, Orizaba, Agosto 12 de 1871, Nº 8, p. 1. 87
A MI QUERIDO AMIGO JUAN SORCIA. Me han dicho, Juan, varias gentes que no quieres al Torito porque contó aquella plática que tú tuviste conmigo. Si es cierto el rumor que corre, que con el Toro estás mohino,91 te suplico que al instante escribas un remitido para que desmientas todo lo que ha contado el Torito; aunque creo que no te ofende lo que este cornudo ha dicho; al contrario, te honra mucho, pues conoce tus servicios que cuando Llave prestaste como excelente patricio. Por esto, no debes, Juan, pelear con el cornudito porque serías un ingrato en pagar un beneficio, al que te lo hace por bien con pescozones y gritos. Eso no lo creo de ti; y espero, mi Sorcia amigo que le dés sin amohinarte las gracias al buen Torito porque te honró con decir que eres un hombre muy fino. Chole Terán y Frijoles.92 1871 COPIA DEL CURIOSO CARTEL DE UNA NOVILLADA CELEBRADA EN MORELIA, MICH. EN 1871, EN LA CUAL TOMARON PARTE COMO PICADORES LOS SEÑORES DÁVALOS Y OCHOA, ABUELOS RESPECTIVAMENTE DE LOS DIESTROS MORELIANOS JESÚS SOLÓRZANO Y ALFREDO OCHOA (ESTE YA RETIRADO). Se reunieron y acordaron arreglar una corrida de toros bella y lucida y ya su objeto lograron. Dicha corrida tendrá lugar el domingo tres, por la tarde, de este mes y al público agradará. Y es la entrada a beneficio del teatro que se construye, 91 92
Mohíno: enojado. Op. Cit., p. 4.
y como la “mosca” huye y es fuerza que el edificio se construya con presteza, se ha dispuesto y ordenado para la tarde del día, una corrida bravía y de excelente ganado, la que tendrá grande fama, como se pasa a expresar en el siguiente… PROGRAMA Dos toros serán lidiados a muerte por la cuadrilla, que parecerá sencilla por formarla aficionados. Se presentará en la plaza otro toro y no puntal, que montará con pretal el que tenga mejor traza, y si lo tumba el toro un ramo recibirá y en sus flores contendrá una moneda… ¡y de oro! Y si alguno se divierte, aunque tenga faz de moro, saldrá también otro toro que será lidiado a muerte. Después de éste, la cuadrilla otro bicho ha de lidiar y también ha de expirar al filo de la cuchilla. Como escasea el numerario y el Invierno sopla crudo, saldrá también un cornudo convertido en monetario porque llevará en la frente el viejo amante de Europa prendas de excelente ropa y plata buena y luciente. Y veréis dentro el anillo a Eduardo Gil, el ligero José M. Caballero. De vuestros ojos la llama iluminará esta vez al otro Eduardo de Lama y a Dionisio Milanés, también de banderillero y con la frente serena Joaquín el de Caballero. Y preparad muchas flores de gusto infinito excelso
para DÁVALOS y Celso, que ahí entre los picadores, junto en ristra andando van junto de Ochoa Rafael y también junto de él que dirige la obra, Juan. En vuestra mirada grata de ver lazar no haya empacho, que Berrospe y Gómez Nacho echa al toro la reata, ¡Oíd! ¡Oíd! de las dianas su algazara estrepitosa ¡Qué corrida tan hermosa! Venid, Bellas morelianas porque se nos va a inundar hoy, la plaza de gente. Cómodos son los siguientes BARATOS PRECIOS DE ENTRADA: Asientos 1ros. en lumbrera Asientos segundos en lumbrera Gradas en sombra Gradas en sol
$0.50 0.37 0.25 0.25 Anónimo.93
1872 El Capadero en la hacienda de Ayala. Por los Pliego convidado para Ayala al capadero, marché a Toluca primero como se tenía arreglado; iba bien acompañado de Manuelito y Barrón, que con fundada razón una plagiada temían y cruel tormento sufrían llenos de tribulación. (. . . . . . . . . .) En el caballo Remiendo solo dí un sentón mal dado, y en un tordillo quemado tras de un toro fui corriendo; pues mis males resintiendo sufriendo cruel aflicción, falto de respiración al punto me convencí, Estos versos, aparecieron reproducidos en el “Programa de lujo”, correspondiente a la tarde del 12 de enero de 1947. Col. Julio Téllez. 93
que ya no soy lo que fui mas que solo en afición. Por lo visto, a mi pesar, hasta de correr dejé, y cual dicen me arrané dedicándome a lazar; en ir los toros a echar, mi pena disimulando, temeroso recelando y de todo riesgo huyendo, me estuve solo atendiendo a cuanto estaba pasando. (. . . . . . . . . .) Poniéndose de echador gritaba a los coleadores: ¡Ahí lo tienen pecadores, no se me entuma señor! Y el entusiasmo mayor en su semblante mostraba, cuando el toro no rodaba repetía con desenfado: ¡No hay nada, cayó parado! Y otro al punto les cortaba. (. . . . . . . . . .) Sin embargo, en un descuido teniendo un toro lazado, le partió sobre parado y el Vapor resultó herido; como estaba adolorido desde luego reparó, con la reata se encuartó sin podérselo chispar, y cesó de reparar cuando ya rengo quedó. (. . . . . . . . . .) Manuel en la Chuchería los libros dejando a un lado, alegre y entusiasmado desaforado corría. Su papá lo contenía gritando: ¡Estáte aquí paradito, no me corras Manolito! Pero él poco a poco andando, se le iba de allí ausentando en el menor descuidito. Como en leyes practicante le agradan de todo el foro, las que se llaman de Toro que aprendió siendo estudiante; por eso tan arrogante al Código recordaba
y al torete que le alzaba suponiéndolo su Vino, hasta cumplir su designio de estirarlo no cesaba. (. . . . . . . . . .) Rafael y Cayetanito, Juan Escandón y Vicente, Chucho María diligente la siguieron un ratito; en esto a D. Jesusito por mirar qué sucedía, ya mero lo antecogía un toro que regresaba, y le tiró una cornada que lastimarlo podía. Vamos con los Ballesteros, por D. Pablo empezaré, varios toros le corté y eran de los más ligeros; aunque no de los primeros descubrió su inclinación, y montado en la Ilusión, una yegua retintita, también mojó su sopita en tan clásica función. (. . . . . . . . . .) Varios dichos cada cual decían al salir el toro, ¡Alza la patita loro! ¡A la cola caporal! Y en el lienzo o el corral ¡Atórale guacamaya! ¡Anda chulo no se vaya! Y si acaso no tiraban, es albóndiga, espresaban, salió limpio en la batalla. Leando más inteligente en su prieto, el Pinacate, bien manejaba el mecate y coleaba diligente, también Lauro prontamente en el caballo Palomo, dio salitre por el lomo a los toros con salero, aunque allí en el corredero siempre hacía al según y cómo. Con un toro mecateado venía impávido Lorenzo, y al estar a medio lienzo el Tumbaxen azorado;
del acicate acosado a los reparos siguió, y al jinete desprendió que cual pelota saltando, fue por el suelo rodando y una mano se torció. (. . . . . . . . . .) En la tarde a jinetear en becerros escogidos en los macheros reunidos fue un continuo travesear; otros sólo a manganear y hubo también capoteo, terminando el jaripeo después de muy bien cenar, cada uno se fue a entregar en los brazos de Morfeo. (. . . . . . . . . .) También la de la Asunción se encuentra bien cultivada, y además ya fabricada una hermosa habitación; allí por más diversión a los becerros herramos, los muletos afeitamos habiendo sus jineteadas, manganas muy acertadas hasta que al fin acabamos. (. . . . . . . . . .) Aquí hago punto final ofreciendo con agrado, ser su servidor y criado en aquesta capital, calle San José el Real antigua litografía, en donde por suerte mía saben que pueden mandar, y sus órdenes librar a todas horas del día.94 1872-1873 ¿SON LAS REGLAS DE ALBEITERÍA LO MISMO QUE LOS VERSOS DEDICADOS A DON PASCASIO ROMERO, E IGUAL A JARIPEOS? Entre 1872 y 1873 se dio a la imprenta un conjunto de versos que, con el paso de los años, se convertiría en himno para los charros y toda esa grey de hombres de campo dedicados en cuerpo y 94
Luis G. Inclán: El capadero en la hacienda de Ayala. Propiedad del señor don José Trinidad Pliego, verificado en los días 25 y 26 de junio de 1872. Toluca, México, Editorial Libros de México, S.A., 1976. 64 p. Ils.
alma a las tareas relacionadas con caballos domesticados para andar entre los ganados mayores, más que menores. Su autor es el conocido Luis G. Inclán, quien publicó a lo largo de muchos años obras que le son características dada la fuerte relación que tuvo con este género de actividades, además de otras, las que demostró como empresario de la plaza de toros del Paseo Nuevo en Puebla, y su gran afecto a las peleas de gallos, sin olvidar la más entrañable historia –también en verso-, dedicada al Chamberín, su caballo más famoso. De igual forma, no podemos olvidar ASTUCIA. El jefe de los hermanos de la hoja. O los charros contrabandistas de la rama. Novela histórica de costumbres mexicanas con episodios originales, y todo su quehacer en el medio periodístico. Ese conjunto de versos es, ni más ni menos que DON PASCASIO ROMERO, personaje que debe haber sido íntimo de Inclán. Era un ranchero rico pero... sin experiencia, cuya angustia se tradujo en encontrar a una mujer que quería, y solo encontró un amargo pasaje, a pesar de que al principio Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido Me causó tal atención, Que me brincó el corazón Y hasta solté un relincho. Y es que aquella muy linda potranca resultó respingona. ¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada! Toda estaba embadurnada Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía Con mil trapos figurada. (. . . . . . . . . .) Por el chasco que he llevado; Me tiene huído, azorado Y sus daños resintiendo. (. . . . . . . . . .) Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las miré catrinas; Ya he visto que son charchinas Y sus mañas conocí. Reniego de mi torpeza Y juro a Dios, por mi vida, Que la yegua más lucida Es manca de la cabeza; Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre andan mondaleras. Por fin he quedado hoy día Ya casado y sin mujer, Porque quise obedecer Las reglas de albeitería.
¡Maldita la suerte mía! ¡Maldita mi vanidad! ¡Maldita mi ceguedad! Abran los ojos, muchachos: Miren bien, no sean tan machos Como yo fui, la verdad. Pues bien, con esta historia abreviada, no queda sino pasar a la lectura de ambas versiones, una, que ya sabemos es de la inspiración de Luis G. Inclán, mientras que la otra es réplica de la misma, con otras tantas modificaciones, hechas en 1906, ya veremos por quien. El trabajo restante es anotar todas aquellas citas empleadas tanto por Inclán y en JARIPEOS, que ambas exaltan todos esos principios de la veterinaria entendidos como las Reglas de Albeitería. DON PASCASIO ROMERO (Primera versión) Un don Pascasio Romero Que gran caudal heredó, A esta capital llegó A disfrutar su dinero. Allá en estilo ranchero Concibió el extraño plan, De buscar con mucho afán Una mujer que quería, Con reglas de albeitería, Entre las hijas de Adán. A todas cuantas miraba Les fijaba la atención, Les hacía su aplicación Y mil defectos hallaba. -Esa-, muy triste exclamaba mirando una linda güera, hará pedazos la anquera es mal pelo ese dorado, ninguna se me ha logrado y menos siendo llanera. Aquella otra azafranada Por alazana es preciosa, Pero arisca y cosquillosa Y con siniestra mirada; Anda tan encapotada Todo el paso trastocando, Que falsamente pisando Y asentando la ranilla, Cada tranco trastrabilla Y ya se está emballestando. La rubia sí que es hermosa, Parece de buena alzada, Pero anda muy despapada Y una mondinga horrorosa;
La otra sin duda es más briosa, Trota sobre la cadera. ¡Ah caramba! Es estrellera y además gorbeteadora; por fuerza tropezadora y de pésima carrera. De buena estampa es la blanca, Bien amarrada y de rollo, Pero tiene anca de pollo Medio cazcorva y lunanca; Y aunque es todavía potranca Y está con la cuenca hundida La crin y cola crecida, Siempre estará puerca y sucia; No quiero tordilla rucia Que es de lejos conocida. Me gusta la morenita Según y como orejea, Más de todo pajarea, Se acochina y encabrita; No importa que sea mansita Ni que esté bien arrendada, Si a cada momento armada Se agarrota y amartilla; No sirve para la silla, Es penca y no vale nada. Me arrancho con la trigueña, Tiene empaque de ligera, Mas dicen que es carretera Y sobre todo mesteña; Es de pezuña pequeña Por estar gafa y despeada, De los encuentros venteada Por ser muy fogosa y loca; De mal gobierno, peor boca Y además encanijada. ¡Caramba! –exclamé enojado mirando tanta lacrada. ¿Qué no habrá una en la manada Según y como he pensado? En vano tanto ganado Que consume las pasturas. ¡Lástima de composturas Para aparecer graciosas, Si son charchinas roñosas Y de tan mala andadura! En fin, tanto me empeñaba En buscar y rebuscar,
Que al cabo llegué a encontrar Lo que yo tanto deseaba. En el zócalo me hallaba Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido Me causó tal atención, Que me brincó el corazón Y hasta solté un relincho. Pues pasó muy majestuosa Por enfrente de mi banca, Una muy linda potranca Con una cara de rosa; Chulísima, muy garbosa Me echó un vistazo al soslayo, Y yo cual baboso payo Allí me quedé estacado, Sorprendido, apajarado Cual si me cayera un rayo. Al punto, sin dilación Me la seguí pastoreando, Y a la vez que iba pensando Miré con satisfacción: Lindos ojos de venado, Color limpio, apiñonado, Lomo cuate, acanalado, Con siete cuartas de alzada, Boca y rienda delicada Y un camperito asentado. Cabeza bien presentada, Chica oreja y ancha frente; Modo de ver imponente, Modo de andar arrogante; Testera enjuta y labrada Con cuello torcaz y espada, Encuentro preponderante, Corta carona y cenceña, Anca ancha, casquimuleña Y crin y cola abundante. Antes que se escabullera A la cola me pegué, Mi pasión le declaré Para que al tanto estuviera; Le ofrecí cuanto quisiera: Buen pesebre, harta cebada, Mucho mejor ensillada, Cuidada en caballeriza; Y con amable sonrisa Me dirigió una mirada.
Ella, sin hacerme caso El trotecito apuraba, De vez en cuando orejeaba Y más apretaba el paso; Se metió de chiflonazo En un grande abrevadero. Sabiendo su comedero Siempre le seguí la pista, Y no la perdí de vista Porque soy muy tesonero. Después de andar de estrellero Sufriendo y dando de vueltas, Con recados, cartas sueltas, Logré entrar a su potrero; Me costó mucho dinero El verme correspondido. Ella sólo había admitido Si el cura en formal contrato, Nos echaba el garabato Y con la coyunda uncido. No hice más que apechugar Y entré el yugo resignado, Mi fierro le fue plantado Y ya no hubo que esperar. ¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada! Toda estaba embadurnada Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía Con mil trapos figurada. Tres dientes tenía postizos Y la que pensé potrilla, Era una yegua de trilla Y de colmillos macizos; Por supuesto, sus hechizos Con un desengaño tal, Fueron a dar al corral Y yo me quedé abismado, Maldiciéndome en castizos Por guaje y por animal. Era baya deslavada, Tenía el lomo con uñeras Empinadas las caderas Y con la anca derribada; Lupia, esparaván, tusada Y por no alargar el cuento, Un pellejo ceniciento Picado de garrapata, Un gabarro en cada pata
Y apestando toda a ungüento. No he visto otra más mañosa Entre todas las manadas, Rompía el estribo a patadas Y era de hocico asquerosa; Respingona, melindrosa, Con los asientos quebrados, Los ijares barbechados, De muermo siempre amagada, Matalota rematada, Penquísima en todos grados. Ensillada y enfrenada En vano la proponía; Por otra al pelo no había Quien me hiciera la cambiada. ¡Qué mas que ni regalada Me la quiso un alfarero! Menos un carretonero Y costándome tanto oro, Se la dejé a mi vaquero Por ver si la mata un toro. Al ver a las forliponas Tan anchas y encopetadas, Todas con caras pintadas Y las gualdrapas amponas, Rabeosas y respingonas Y falsedad presumiendo, De miedo me estoy muriendo Por el chasco que he llevado; Me tiene huído, azorado Y sus daños resintiendo. Por casa las rancheritas Lucen lo que Dios ha dado, No hay género almidonado, Cojines de pinturitas. Son dóciles y mansitas, Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las miré catrinas; Ya he visto que son charchinas Y sus mañas conocí. Reniego de mi torpeza Y juro a Dios, por mi vida, Que la yegua más lucida Es manca de la cabeza; Tanta melena le pesa
Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre andan mondaleras. Por fin he quedado hoy día Ya casado y sin mujer, Porque quise obedecer Las reglas de albeitería. ¡Maldita la suerte mía! ¡Maldita mi vanidad! ¡Maldita mi ceguedad! Abran los ojos, muchachos: Miren bien, no sean tan machos Como yo fui, la verdad. Luis G. Inclán. En la portada del manuscrito, una fotografía del caballo Garañón Un Ranchero rico pero... sin experiencia. A mi querido sobrino Gabriel Barbabosa O., y a su digna esposa. México, D.F., a 13 de octubre de 1964. E. Lechuga. De Gabriel Barbabosa O., para Luis Barbabosa O. Toluca, Méx., 25 de noviembre de 1979. JARIPEOS. (Primera versión) Un don Pascasio Romero Que gran caudal heredó, A esta capital llegó A disfrutar su dinero. Allá en estilo ranchero Concibió el extraño plan, De buscar con mucho afán Una mujer que quería, Con reglas de albeitería, Entre las hijas de Adán. A todas cuantas miraba Les fijaba la atención, Les hacía su aplicación Y mil defectos hallaba. -Esa-, muy triste exclamaba mirando una linda güera, hará pedazos la anquera; es mal pelo ese dorado, ninguna se me ha logrado y menos siendo llanera.
Aquella otra azafranada Por alazana, es graciosa, Pero arisca quisquillosa Y de siniestra mirada, Anda tan encapotada, Con el paso trastocando Que falsamente pisando Asentando la ranilla Cada tranco trastabilla Y ya se está emballestando. La rosilla es primorosa, Parece de buena alzada, Pero anda muy despapada Y una mondinga horrorosa; La otra si, que es estilosa, Trota sobre la cadera. ¡Ah caramba! Es estrellera y además gorbeteadora; por fuerza tropezadora y de pésima carrera. De buena estampa es la blanca, Bien amarrada y de rollo, Pero tiene anca de pollo Medio cazcorva y lunanca; Aunque es todavía potranca Y está con la cuenca hundida La crin y cola torcida, Siempre estará puerca y sucia; No quiero tordilla rucia Que es de todos conocida. Me suscribo a la trigueña, Porque parece ligera, Pero no que es estrellera Con mano blanca y anesteña Tiene la oreja pequeña Pésimos cascos, espeada De los encuentros venteada Por ser muy fogosa y loca De mal gobierno, pero boca Y además encanijada. Me gusta la morenita Según y como orejea, Más de todo pajarea, Se acochina y se encabrita; No importa sea mansita Ni que esté bien arrendada, Si a cada momento armada Se agarrota y amartilla; No es buena para la silla,
Es penca y no vale nada. Por fin exclamé enojado Mirando tanta lacrada, ¿Qué no habrá una en la manada, según y como he deseado; De valde tanto ganado, Con sillas tan primorosas, Lástima de composturas Para aparecer graciosas Si son charchinas roñosas Y de tan mala andadura. En fin, tanto me he empeñado En buscar y rebuscar, Que al cabo llegué a encontrar Lo que ya tanto he deseado. En el zócalo me hallaba Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido Me causó tal emoción, Que me brincó el corazón Y hasta pegué un relinchido. Pues pasó muy majestuosa Por enfrente de mi banca, Una muy linda potranca Con una cara de rosa; Chulísima, muy garbosa Me echó un vistazo al soslayo, Y yo cual baboso payo Allí me quedé estancado, Sorprendido, apajarado Cual si me cayera un rayo. Al punto, y sin dilación Me la seguí pastoreando, Y a la vez que iba aplicando Reglas de comparación: Miré con satisfacción, Lindos ojos de venado, Color blanco apiñonado, Con siete cuartas de alzada, Boca y rienda delicada Y un camperito asentado. Cabeza bien presentada, Larga oreja y ancha frente; Modo de ver imponente, Testera enjuta y labrada Con cuello torcaz y espada, Encuentro preponderante, Al despertar arrogante
Corta carona y cenceña, Anca ancha, patimuleña Con crin y cola abundante. Antes que se me escabullera, A su cola me pegué, Mi pasión le declaré Para que al tanto estuviera; Le ofrecí cuanto quisiera: Buen pesebre, harta cebada, Cuidarla en caballeriza; Y con amable sonrisa Me dirigió una mirada. Ella, sin hacerme caso El trotecito apuraba, De vez en cuando orejeaba Y más apretaba el paso; Se metió de chiflonazo En un grande abrevadero. Y sabiendo su comedero Ya no la perdí de vista, Y siempre le seguí la pista Porque soy muy tesonero. Después de andar de estrellero Sufriendo mil largas vueltas, Con recados, cartas sueltas, Logré entrar en su potrero. Me costó mucho dinero El verme correspondido. Ella sólo había admitido Si el cura formal contrato, Nos echaba el garabato Y con la coyunda uncido. No hice más que apechugar Entré al yugo resignado, Mi fierro le fue plantado Y no hubo que desear. ¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada! Toda estaba embadurnada Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía. Con mil trapos figurada. Tres dientes tenía postizos Y la que juzgué potrilla, Era una yegua de trilla Y de colmillos macizos.
Por supuesto, sus hechizos Con un desengaño tal, Fueron a dar al corral Y yo, me quedé abismado; Por guaje, para mi mal Era baya deslabada Tenía el lomo con uñeras Empinadas las caderas Y con el anca derribada Lupia, esparaván, tusada, Y por no alargar el cuento, Un pellejo ceniciento. Picado de garrapata Un garbanzo en cada pata Y apestando toda di ungüento. No he visto otra más mañosa Entre todas las manadas, Rompía el vestido a patadas Respingona, endemoniada, Con los asientos quebrados, Los ijares barbechados, De muermo siempre amagada, Matalota rematada, Y de siniestra mirada. En fin semejante bola, Que mi dada era barata No es buena para la cola Y menos para la reata. Ensillada y enfrenada En vano la proponía; Por otra al pelo no había Quien me hiciera la chambiada. Qué mas que ni regalada me la quiso un alfarero, Tampoco un carretonero Y costándome tanto oro, Por ver si la mata un toro Se la dejé a un baquero. Por ver si la mata un toro. Al ver a las forliponas Tan anchas y encopetadas, Todas con caras pintadas Y las gualdrapas amponas, Raviosas y reparonas Y falsedad presumiendo, De miedo me estoy muriendo
Por el susto que he llevado; Me tiene muy azorado Y su daño resintiendo. Por casa las rancheritas Lucen lo que Dios ha dado, No hay género almidonado, Cojines de pinturitas. Son dóciles y mansitas, Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las juzgué catrinas; Y he visto que son charchinas Y su daño resentí. Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre anda mondalera. Por fin he quedado hoy día Ya casado y sin mujer, Porque quise conocer Las reglas de albeitería. ¡Maldita la suerte mía! ¡Maldita mi vanidad! ¡Maldita mi ceguedad! Abran los ojos, muchachos: Miren bien, no sean tan machos Como fui, a la verdad. Hoy el que quiere encontrar, A la mujer de su amor, Se la tiene que buscar Con tren y a todo vapor, Para no descarrilar En la primera estación. Su mangana y al tirón No busque de paso o trote Charra y de pronto garrote Si no se volca el vagón. Copia de la que me obsequió mi querido primo-compadre, que su alma de Dios goce, esperamos en su misericordia infinita (D. E. Paz). Valeriano Lechuga Toluca, agosto 30, 1906
Véase ahora la versión completa de DON PASCASIO ROMERO 95 (Segunda versión) Un don Pascasio Romero Que gran caudal heredó, A esta capital llegó A disfrutar su dinero. Allá en estilo ranchero Concibió el extraño plan, De buscar con mucho afán Una mujer que quería, Con reglas de albeitería,96 Entre las hijas de Adán. A todas cuantas miraba Les fijaba la atención, Les hacía su aplicación Y mil defectos hallaba. -Esa-, muy triste exclamaba mirando una linda güera,97 hará pedazos la anquera98 es mal pelo ese dorado, ninguna se me ha logrado y menos siendo llanera.99 Aquella otra azafranada100 Por alazana101 es preciosa, Pero arisca102 y cosquillosa103 95
Hugo Aranda Pamplona: Luis Inclán El Desconocido. 2a. ed. Gobierno del Estado de México, 1973. 274 pp. Ils., retrs., fots., facs., p. 50. ¿Quién era el tal Pascasio Romero? Al respecto, Aranda Pamplona nos responde que Luis G. Inclán, animado también por la publicación del Album microscópico. Ensayos poéticos dedicados a mi simpática y querida hermana Julia, que manuscrito en pequeñísima letra dirigió José Luis a la dama más joven de la familia, el charro escritor se dio el lujo de sacar a la luz y en una hoja suelta, el mejor poema charro jamás escrito: Don Pascasio Romero. A pesar de su brevedad, posee una substancia y un jugo de los más depurados; es una soberbia cátedra de albeitería que desde su aparición hasta hace unos veinticinco años, recitaban a coro y de memoria los auténticos hombres de a caballo, que comprendían a la perfección y gozaban los términos usados por el charro escritor, para describir las andanzas y monólogos del ranchero rico que vino a la capital a buscar esposa, cual si tratara de encontrar una buena yegua de vientre. El campirano fracasó ante la falsedad de las citadinas y tuvo que volver a su terruño casado y sin mujer. 96 Albeitería: Veterinaria. 97 Jesús Flores y Escalante: Morralla del Caló Mexicano. México, Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos, y Dirección General de Culturas Populares del CONACULTA, 1994. 150 pp. Ils., p. 61. Güera y/o güero: adj. pop. En México, persona de rasgos no indígenas. Der: güerito (a). / En forma burlona, a los morenos se les dice: “Güero color de piano”. 98 Anquera: Cubierta de cuero a manera de gualdrapa, que se pone a las caballerías que se están educando para la silla. Antiguamente se usaba como lujo o para torear a caballo. 99 Llanera y/o llanero: El animal que se ha criado o ha crecido en los llanos. 100 Azafranada: de color de azafrán, o de tono rojo anaranjado. 101 Alazana: pelaje simple de las caballerías, del que existen muchas variedades. 102 Arisco, ca: Áspero, intratable. Dícese de las personas y de los animales.
Y con siniestra mirada; Anda tan encapotada104 Todo el paso trastocando, Que falsamente pisando Y asentando la ranilla,105 Cada tranco106 trastrabilla Y ya se está emballestando.107 La rubia sí que es hermosa, Parece de buena alzada, Pero anda muy despapada108 Y una mondinga109 horrorosa; La otra sin duda es más briosa,110 Trota sobre la cadera. ¡Ah caramba! Es estrellera111 y además gorbeteadora;112 por fuerza tropezadora113 y de pésima carrera. De buena estampa es la blanca, Bien amarrada y de rollo,114 Pero tiene anca de pollo Medio cazcorva115 y lunanca;116 103
Cosquillosa y/o cosquilloso: Término empleado por los charros y vaqueros que describe el nervio de los caballos y que solo, con el uso de la anquera es posible controlarles cuando se hace necesario emplear a estos animales para tareas donde deben convivir cerca de ganado mayor. 104 Encapotar: Recoger el cuello las caballerías, acercando su barba al encuentro, o pecho. 105 Ranilla: Parte media del casco de los equinos, entre los pulpejos. 106 Tranco: Paso largo o salto que se da abriendo mucho las piernas. Hablando de caballerías, y por extensión de personas, a paso largo / a trancos, de prisa y sin arte. 107 Emballestarse: Contraer las caballerías la emballestadura, que es una enfermedad de los equinos, producida por el debilitamiento de sus manos o patas. 108 Despapar: Llevar las caballerías muy levantada su cabeza. 109 Mondinga: Marcha de la caballería, que al cambiar el paso más lento y acelerarlo, hace un movimiento parecido al de la cuna, lo que origina otro más rápido y desgarbado, al que se aplican nombres irónicos tales como: caballo de cura, de mondelele, etc. 110 Brío: Fogosidad de las caballerías. 111 Estrellear: Despapar demasiado las caballerías, llevando tan levantada que parece que tratan de mirar el cielo. 112 Gorbetear: Despapar y mover continuamente su cabeza, las caballerías. 113 Tropezador: Que tropieza con frecuencia. 114 Carlos Rincón Gallardo y Romero de Terreros(Marqués de Guadalupe Gallardo.-Marqués de Villahermosa de Alfaro.-Ex - Inspector General de las Fuerzas Rurales de la Federación.-Ex – Presidente de la Comisión de Carreras y de la del Stud-Book del Jockey Club de México.-Ex – Presidente del Club de Charros Mexicanos.-Ex – Presidente de la Junta Directiva del Concurso Hípico Mexicano.-Vice – Presidente de Honor del Club Hípico Francés de México.-Juez Honorario del International Jockey Club de México.-Socio Honorario de la Asociación Nacional de Charros): LA EQUITACIÓN MEXICANA. HABANA, 1917. México, Talleres Linotipográficos, J.P. Talavera, 1923. 118 pp. Ils., retrs., fots., p. 44. El autor debe referirse a la acción de usar la reata, y sobre todo cuando esta se amarra a los tientos de la silla una vez que se ha enrollado, con vueltas más bien chicas que grandes, y se sujeta a los tientos o correas que para el objeto tienen las sillas tanto al lado de montar, en el basto, debajo de las cantinas o árganas, cuanto en las que están al lado de la garrocha y que, además, sirven para sujetar los enreatados a la campana del fuste. 115 Cascorvo: Aplícase a la caballería que tiene las patas corvas. 116 Lunanca: Aplícase a los caballos y otros cuadrúpedos, cuando tienen una anca más alta que la otra.
Y aunque es todavía potranca Y está con la cuenca hundida La crin y cola crecida, Siempre estará puerca y sucia; No quiero tordilla rucia117 Que es de lejos conocida. Me gusta la morenita Según y como orejea,118 Más de todo pajarea,119 Se acochina120 y encabrita; No importa que sea mansita Ni que esté bien arrendada,121 Si a cada momento armada Se agarrota122 y amartilla;123 No sirve para la silla, Es penca124 y no vale nada. Me arrancho125 con la trigueña, Tiene empaque de ligera, Mas dicen que es carretera126 Y sobre todo mesteña;127 Es de pezuña pequeña Por estar gafa128 y despeada,129 De los encuentros130 venteada131 Por ser muy fogosa y loca; De mal gobierno, peor boca Y además encanijada.
117
Rincón Gallardo..., La equitación mexicana..., op. Cit., p. 17. Tordillo rusio: Enteramente blanco, con el cuero prieto. 118 Orejear: Mover o empinar las orejas, los animales. 119 Pajarear: Asustarse las caballerías, moviéndose con violencia. 120 Acochinarse: Obstinarse las caballerías en no obedecer. Acular, o sea recular con la grupa rígida y el cuello extendido. 121 Arrendar: Educar las caballerías, haciéndolas a la rienda. 122 Agarrotarse: Endurecerse la reata de lazar. Ponerse rígidas las caballerías. 123 Amartillarse: Agarrotarse, amacharse, armarse o plantarse las caballerías. 124 Penca: Caballería de silla, sin ley ni brío. 125 Arrancharse: juntarse en ranchos. Acomodarse a vivir en algún sitio o alojarse en forma provisional. 126 Carretera: Se dice de la caballería que adolece del vicio de huir, cuando, no está montada. 127 Mesteña: Bestia mostrenca, cerril, huraña. Por extensión se aplica al animal doméstico sin dueño, y a veces, aunque indebidamente, al orejano o sea el que carece de fierro. 128 Gafa: Caballería que padece gafedad, o sea contracción de los cascos. 129 Leovigildo Islas Escárcega: VOCABULARIO CAMPESINO NACIONAL. OBJECIONES AL VOCABULARIO AGRÍCOLA NACIONAL PUBLICADO POR EL INSTITUTO MEXICANO DE INVESTIGACIONES LINGÜÍSTICAS EN 1935. México, Editorial Beatriz de Silva, 1945. 287 pp., p. 179. Despeado o espiado: Animal que sufre la despeadura. Despeadura: En las caballerías, escasez de casco, por desgaste excesivo de la superficie plantar, a causa de caminar el animal sin herraje en pisos ásperos o pedregosos, o por desbastar demasiado el casco al herrarlo, lo que consecuentemente ocasiona dolor al animal y la claudicación consiguiente. 130 Encuentro: Pecho de la caballería. 131 Ventear: Marcar a las caballerías con el fierro de la venta.
¡Caramba! –exclamé enojado mirando tanta lacrada.132 ¿Qué no habrá una en la manada Según y como he pensado? En vano tanto ganado Que consume las pasturas. ¡Lástima de composturas Para aparecer graciosas, Si son charchinas133 roñosas134 Y de tan mala andadura! En fin, tanto me empeñaba En buscar y rebuscar, Que al cabo llegué a encontrar Lo que yo tanto deseaba. En el zócalo me hallaba Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido Me causó tal atención, Que me brincó el corazón Y hasta solté un relincho. Pues pasó muy majestuosa Por enfrente de mi banca, Una muy linda potranca Con una cara de rosa; Chulísima, muy garbosa Me echó un vistazo al soslayo, Y yo cual baboso payo135 Allí me quedé estacado,136 Sorprendido, apajarado Cual si me cayera un rayo. Al punto, sin dilación Me la seguí pastoreando,137 Y a la vez que iba pensando Miré con satisfacción: Lindos ojos de venado,138 Color limpio, apiñonado,139 Lomo cuate,140 acanalado,141
132
Lacrada: Bestia caballar que tiene lacras o cicatrices. Charchina: Caballejo; matalote. 134 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 122. Roñoso (a). m. Y f. Adj. pop. Modesto, de aspecto escuálido. / Tipo avaro. 135 Payo: Campesino ignorante y rudo. 136 Estacado: Se dice por estacada. Conjunto de estacas clavadas en el suelo. 137 Pastear: Comer el ganado la yerba en el potrero o pastal. Pacer, apacentar. Pero también es la acción del pastor o cuidador de rebaños, de proteger o vigilar a los mismos para que no se produzca la desbandada. 138 Ojos de venado: Los de las caballerías, cuando presentan un círculo obscuro a su alrededor. 139 Apiñonado: De color de piñón. Dícese, por lo común, de las personas algo morenas. 140 Lomo cuate o lomos cuates: El de las caballerías, cuando presenta una especie de canal, que es señal de gordura. 133
Con siete cuartas142 de alzada, Boca y rienda delicada Y un camperito asentado. Cabeza bien presentada, Chica oreja y ancha frente; Modo de ver imponente, Modo de andar arrogante; Testera143 enjuta y labrada Con cuello torcaz144 y espada,145 Encuentro preponderante, Corta carona146 y cenceña,147 Anca ancha, casquimuleña148 Y crin y cola abundante. Antes que se escabullera A la cola me pegué, Mi pasión le declaré Para que al tanto estuviera; Le ofrecí cuanto quisiera: Buen pesebre, harta cebada, Mucho mejor ensillada, Cuidada en caballeriza; Y con amable sonrisa Me dirigió una mirada. Ella, sin hacerme caso El trotecito apuraba, De vez en cuando orejeaba Y más apretaba el paso; Se metió de chiflonazo149 En un grande abrevadero. Sabiendo su comedero Siempre le seguí la pista, Y no la perdí de vista Porque soy muy tesonero. Después de andar de estrellero Sufriendo y dando de vueltas, 141
Acanalado o de canal (Caballo): El que por conformación especial, cuando está completamente gordo presente una especie de canal en el lomo y grupa. 142 Cuarta: Azote para las caballerías, hecho de correas de cuero tejidas. El tiro o parte principal mide por lo regular 21 centímetros (una cuarta), a lo que obedece su nombre; aunque las hay de mayor largo y aún con alma de plomo. 143 Testera: Frente de los animales. Labrada: la que en los equinos luce como adorno el remolino de pelos, llamado de la cabeza. 144 Torcaz: Collar. Dícese de la paloma torcaz. 145 Espada (romana): Remolino de pelo que se forma en el lado izquierdo del cuello de las caballerías. 146 Carona: Parte del cuerpo de la caballería, sobre la cual se coloca la montura. Sudadero grueso y acojinado que se pone debajo de ésta. 147 Cenceña: Animal equino que por conformación natural es delgado y enjuto. 148 Casquimuleño: Dícese de la caballería que tiene los cascos semejantes a los del ganado mular. 149 Chiflonazo: Suma velocidad con que arrancan o pasan los animales.
Con recados, cartas sueltas, Logré entrar a su potrero; Me costó mucho dinero El verme correspondido. Ella sólo había admitido Si el cura en formal contrato, Nos echaba el garabato Y con la coyunda150 uncido.151 No hice más que apechugar Y entré el yugo resignado, Mi fierro le fue plantado Y ya no hubo que esperar. ¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada!152 Toda estaba embadurnada Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía Con mil trapos figurada. Tres dientes tenía postizos Y la que pensé potrilla, Era una yegua de trilla153 Y de colmillos macizos; Por supuesto, sus hechizos Con un desengaño tal, Fueron a dar al corral Y yo me quedé abismado, Maldiciéndome en castizos Por guaje154 y por animal. Era baya155 deslavada, Tenía el lomo con uñeras,156 Empinadas las caderas Y con la anca derribada; Lupia,157 esparaván,158 tusada159
150
Coyunda: Correa fuerte y ancha, o soga de cáñamo, con que se uncen los bueyes. Uncir: Poner el yugo a las reses que se dedican al tiro. 152 Desensillar: Quitar la silla a las caballerías. 153 Islas Escárcega, VOCABULARIO CAMPESINO..., op. Cit., p. 273.Yegua de trilla: La hembra de la especie caballar, llamada antiguamente egua. De trilla: Acción de trillar. Época en que se hace la trilla. Conjunto de lo trillado. En el Norte de México, trilladero. 154 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p.60. Guaje: adj. pop. Hacerse el tonto. / Cuando alguno de los cónyuges comete bigamia, “hace guaje” a la pareja. / Vaina entre morada, rojo y verde que contiene unos granos que son utilizados para condimentar salsas y guisar el delicioso “guaxmole”, para algunos paladares exageradamente fuerte. Esta vaina es indigesta y solamente quien está acostumbrado a comerla desde niño está en condiciones de darle el visto bueno. Viene de la voz náhuatl guaxe, que quiere decir vaina. Su uso se extiende a Hidalgo, Puebla, Guerrero, Tlaxcala y Oaxaca. Fruto del cuescozomate que una vez seco sirve de recipiente a la gente del campo como cantimplora y al que cortado a la mitad se le llama jícara. 155 Bayo: Pelaje de los solípedos, del que existen muchas variedades. 156 Uñera: Mancha de pelo blanco que en ocasiones presentan las caballerías en el lomo y en otras partes del cuerpo, a resultas de mataduras o rozaduras. Caballo uñerado. 151
Y por no alargar el cuento, Un pellejo ceniciento160 Picado de garrapata, Un gabarro161 en cada pata Y apestando toda a ungüento. No he visto otra más mañosa Entre todas las manadas, Rompía el estribo a patadas Y era de hocico asquerosa; Respingona,162 melindrosa,163 Con los asientos quebrados,164 Los ijares barbechados,165 De muermo166 siempre amagada,167 Matalota168 rematada, Penquísima169 en todos grados. Ensillada y enfrenada En vano la proponía; Por otra al pelo170 no había Quien me hiciera la cambiada. ¡Qué mas que ni regalada me la quiso un alfarero! Menos un carretonero Y costándome tanto oro, Se la dejé a mi vaquero Por ver si la mata un toro. Al ver a las forliponas171 157
Lupia: Tumor blando que se forma en la parte anterior y media de las rodillas de las caballerías, y que a veces se endurece. 158 Esparaván: Tumor que afecta la parte interna del corvejón de los equinos. 159 Tusar: Recortar la cerda a las bestias. También: Tusadero: Acción de tusar a las bestias, comúnmente cerriles. 160 Probablemente Luis G. Inclán se haya referido a este término “pellejo ceniciento”, a una piel chamuscada o manchada. 161 Gabarro: Tumor en las partes laterales de la corona del casco, y en la cuartilla de las caballerías. 162 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 120. Respingo. m. pop. Responder ante una acción de ofensa o de agravio. Quien no respinga es que ya está desmayado o muerto. 163 Melindroso: Se dice del animal delicado para comer. 164 Asientos quebrados: Partes de las mandíbulas inferiores de las caballerías, situadas entre los colmillos y las primeras muelas o lugares equivalente, en las que radica la acción del freno con que se les gobierna. Quebrados: los que están lesionados por la brusquedad del jinete o la acción del freno. 165 Ijares barbechados: Nombre de las dos cavidades situadas entre las costillas falsas y las caderas de las caballerías. Barbechados: se les dice así cuando por el castigo aplicado con las espuelas, se asemejan a los barbechos. 166 Muermo: Enfermedad contagiosa de las caballerías, que se caracteriza por la producción de botones y ulceraciones en la piel y en las mucosas. 167 Amagar: Hacer ademán de herir o golpear. Manifestar en alguien sus primeros síntomas una enfermedad. 168 Matalote: Caballo pesado, lento, sin brío. 169 Penquísima: Superlativo de penca, caballería de silla, sin ley ni brío, y/o penco: Caballo, en forma festiva. 170 Al pelo: Recomendada, o como se dice vulgarmente en México, “así me la recetó el doctor”.
Tan anchas y encopetadas, Todas con caras pintadas Y las gualdrapas172 amponas,173 Rabeosas174 y respingonas Y falsedad presumiendo, De miedo me estoy muriendo Por el chasco175 que he llevado; Me tiene huído, azorado Y sus daños resintiendo. Por casa las rancheritas Lucen lo que Dios ha dado, No hay género almidonado, Cojines de pinturitas. Son dóciles y mansitas, Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las miré catrinas;176 Ya he visto que son charchinas Y sus mañas conocí. Reniego de mi torpeza Y juro a Dios, por mi vida, Que la yegua más lucida Es manca de la cabeza; Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre andan mondaleras.177 Por fin he quedado hoy día Ya casado y sin mujer, Porque quise obedecer Las reglas de albeitería. ¡Maldita la suerte mía! ¡Maldita mi vanidad! ¡Maldita mi ceguedad! 171
Forlipona: Luis G. Inclán, usa el que ya, en estos tiempos es un anacronismo, pero que debe referirse a las señoras o señoritas de sociedad de muy buena apariencia, tanto física como en belleza. 172 Gualdrapa: Cobertura larga, de seda o lana, que cubre y adorna las ancas de la mula o caballo. 173 Ampón: Amplio, repolludo, ahuecado. 174 Rabeosa: Caballería que rabea, o sea que mueve el rabo con frecuencia en todas direcciones, especialmente cuando se le castiga. 175 Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 34. Chasco. m. pop. Jarro poblano de barro para tomar pulque con el que se juegan bromas. “Llevarse un chasco” es fracasar en algún propósito. 176 Ibidem., p. 24. Catrina. F. Pop. Jarra poblana o de Guadalajara, comúnmente de vidrio recuperado en color azul o verde que hasta la década de los sesenta dejó de usarse como medida pulquera. De igual forma, también se refiere a las mujeres de una buena condición económica. En el arte, José Guadalupe Posada, hizo de sus “Calaveras catrinas” toda una expresión de la sociedad en tiempos del periodo conocido como “porfiriato”. De igual forma, Catrín, na: Elegante, bien vestido, engalanado, emperejilado. 177 Mondalera: Flaquencia de las caballerías y de otros animales domésticos.
Abran los ojos, muchachos: Miren bien, no sean tan machos178 Como yo fui, la verdad. Luis G. Inclán.179 Por su parte, tengo a mi alcance otro texto, seguramente una transcripción enriquecida que hizo en su momento Valeriano Lechuga,180 que fue redactado en 1906, seguramente padre de este E. Lechuga y charro consumado por añadidura, quien no da crédito a Luis G. Inclán como autor original de la misma pieza, y que debe haber trascendido entre aquellos charros y vaqueros de la región del valle de Toluca. (En la portada del manuscrito, un retrato del caballo Garañón181) “Un Ranchero” rico pero... sin experiencia. A mi querido sobrino Gabriel Barbabosa O., y a su digna esposa. México, D.F., a 13 de octubre de 1964. E. Lechuga. De Gabriel Barbabosa O., para Luis Barbabosa O. Toluca, Méx., 25 de noviembre de 1979. JARIPEOS182 (Segunda versión) Un don Pascasio Romero Que gran caudal heredó, A esta capital llegó A disfrutar su dinero. Allá en estilo ranchero Concibió el extraño plan, De buscar con mucho afán Una mujer que quería, Con reglas de albeitería, Entre las hijas de Adán. A todas cuantas miraba Les fijaba la atención, Les hacía su aplicación Y mil defectos hallaba. -Esa-, muy triste exclamaba 178
Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 81. Macho: m. Pop. Se dice que los mexicanos somos todos machos, debido a la herencia española, aunque también podría existir influencia prehispánica. El macho mexicano es depredador, inconsciente, abyecto e irresponsable. Por otro lado, el excesivo machismo conlleva muchas características homosexuales reprimidas. Jalisco o algunos jaliscienses han acuñado frases como: “No te rajes, Jalisco...”, “Palabra de macho...”. “Yo soy macho de Jalisco...”, cuando también, en México, todos sabemos que en este estado existe –según la Vox Dei, vox pópuli- un alto grado de homosexualismo. 179 Aranda Pamplona, Luis Inclán... op. Cit., p. 175-9. 180 Dato que me proporcionó el Arq. Luis Barbabosa Olascoaga. 181 Garañón: Caballo semental. 182 Jaripeo: Conjunto de los ejercicios del deporte nacional mexicano, tales como lazar, colear, jinetear animales brutos y colear la reata. Fiesta en la que se ejecutan dichos ejercicios.
mirando una linda güera, hará pedazos la anquera; es mal pelo ese dorado, ninguna se me ha logrado y menos siendo llanera. Aquella otra azafranada Por alazana, es graciosa, Pero arisca quisquillosa183 Y de siniestra mirada, Anda tan encapotada, Con el paso trastocando Que falsamente pisando Asentando la ranilla Cada tranco trastabilla Y ya se está emballestando. La rosilla es primorosa, Parece de buena alzada, Pero anda muy despapada Y una mondinga horrorosa; La otra si, que es estilosa,184 Trota sobre la cadera. ¡Ah caramba! Es estrellera y además gorbeteadora; por fuerza tropezadora y de pésima carrera. De buena estampa es la blanca, Bien amarrada y de rollo, Pero tiene anca de pollo Medio cazcorva y lunanca; Aunque es todavía potranca Y está con la cuenca hundida La crin y cola torcida, Siempre estará puerca y sucia; No quiero tordilla rucia Que es de todos conocida. Me suscribo a la trigueña, Porque parece ligera, Pero no que es estrellera Con mano blanca y anesteña185 Tiene la oreja pequeña Pésimos cascos, espeada186 De los encuentros venteada Por ser muy fogosa y loca De mal gobierno, pero boca 183
Quisquillosa, sa: Que se para en quisquillas o pequeñeces. Estilosa: Que tiene modo, manera, forma. 185 Anesteña: (¿?) No se encontró en los diferentes diccionarios este término. 186 Espeada: (¿?)No se encontró en los diferentes diccionarios este término. 184
Y además encanijada. Me gusta la morenita Según y como orejea, Más de todo pajarea, Se acochina y se encabrita; No importa sea mansita Ni que esté bien arrendada, Si a cada momento armada Se agarrota y amartilla; No es buena para la silla, Es penca y no vale nada. Por fin exclamé enojado Mirando tanta lacrada, ¿Qué no habrá una en la manada, según y como he deseado; De valde tanto ganado, Con sillas tan primorosas, Lástima de composturas Para aparecer graciosas Si son charchinas roñosas Y de tan mala andadura. En fin, tanto me he empeñado En buscar y rebuscar, Que al cabo llegué a encontrar Lo que ya tanto he deseado. En el zócalo me hallaba Distraído y entretenido, Cuando el crujir de un vestido Me causó tal emoción, Que me brincó el corazón Y hasta pegué un relinchido. Pues pasó muy majestuosa Por enfrente de mi banca, Una muy linda potranca Con una cara de rosa; Chulísima, muy garbosa Me echó un vistazo al soslayo, Y yo cual baboso payo Allí me quedé estancado, Sorprendido, apajarado Cual si me cayera un rayo. Al punto, y sin dilación Me la seguí pastoreando, Y a la vez que iba aplicando Reglas de comparación: Miré con satisfacción, Lindos ojos de venado, Color blanco apiñonado,
Con siete cuartas de alzada, Boca y rienda delicada Y un camperito asentado. Cabeza bien presentada, Larga oreja y ancha frente; Modo de ver imponente, Testera enjuta y labrada Con cuello torcaz y espada, Encuentro preponderante, Al despertar arrogante Corta carona y cenceña, Anca ancha, patimuleña187 Con crin y cola abundante. Antes que se me escabullera, A su cola me pegué, Mi pasión le declaré Para que al tanto estuviera; Le ofrecí cuanto quisiera: Buen pesebre, harta cebada, Cuidarla en caballeriza; Y con amable sonrisa Me dirigió una mirada. Ella, sin hacerme caso El trotecito apuraba, De vez en cuando orejeaba Y más apretaba el paso; Se metió de chiflonazo En un grande abrevadero. Y sabiendo su comedero Ya no la perdí de vista, Y siempre le seguí la pista Porque soy muy tesonero. Después de andar de estrellero Sufriendo mil largas vueltas, Con recados, cartas sueltas, Logré entrar en su potrero. Me costó mucho dinero El verme correspondido. Ella sólo había admitido Si el cura formal contrato, Nos echaba el garabato Y con la coyunda uncido. No hice más que apechugar Entré al yugo resignado, 187
Patimuleña: Semejante a casquimuleña.
Mi fierro le fue plantado Y no hubo que desear. ¡Mas cual sería mi pesar al verla desensillada! Toda estaba embadurnada Con muchísima maestría; El pecho y anca tenía. Con mil trapos figurada. Tres dientes tenía postizos Y la que juzgué potrilla, Era una yegua de trilla Y de colmillos macizos. Por supuesto, sus hechizos Con un desengaño tal, Fueron a dar al corral Y yo, me quedé abismado; Por guaje, para mi mal Era baya deslabada Tenía el lomo con uñeras Empinadas las caderas Y con el anca derribada Lupia, esparaván, tusada, Y por no alargar el cuento, Un pellejo ceniciento. Picado de garrapata Un garbanzo188 en cada pata Y apestando toda di ungüento. No he visto otra más mañosa Entre todas las manadas, Rompía el vestido a patadas Respingona, endemoniada, Con los asientos quebrados, Los ijares barbechados, De muermo siempre amagada, Matalota rematada, Y de siniestra mirada. En fin semejante bola, Que mi dada era barata No es buena para la cola Y menos para la reata. Ensillada y enfrenada En vano la proponía; Por otra al pelo no había Quien me hiciera la chambiada.189
188
Similar a gabarro.
Qué mas que ni regalada me la quiso un alfarero, Tampoco un carretonero Y costándome tanto oro, Por ver si la mata un toro Se la dejé a un baquero. Por ver si la mata un toro. Al ver a las forliponas Tan anchas y encopetadas, Todas con caras pintadas Y las gualdrapas amponas, Raviosas190 y reparonas191 Y falsedad presumiendo, De miedo me estoy muriendo Por el susto que he llevado; Me tiene muy azorado Y su daño resintiendo. Por casa las rancheritas Lucen lo que Dios ha dado, No hay género almidonado, Cojines de pinturitas. Son dóciles y mansitas, Mas yo tonto, presumí, Mejores a las de aquí Porque las juzgué catrinas; Y he visto que son charchinas Y su daño resentí. Tanta melena le pesa Y estando siempre de anquera, Les resulta una cojera, Resbalan las herraduras, Se lastiman las cinturas Y siempre anda mondalera. Por fin he quedado hoy día Ya casado y sin mujer, Porque quise conocer Las reglas de albeitería. ¡Maldita la suerte mía! ¡Maldita mi vanidad! ¡Maldita mi ceguedad!
189
Flores y Escalante..., Morralla del Caló..., op. Cit., p. 32. El trabajo o la chamba. Trabajo que no tiene todas las características de una labor en forma y se aplica a los subempleados regularmente. / Der: chambón, chambista, chambeador y/o cambiador, chambero. 190 Raviosas: Igual a rabeosa. 191 Reparonas: Reparar, corcovear. Saltar las caballerías encorvando el lomo.
Abran los ojos, muchachos: Miren bien, no sean tan machos Como fui, a la verdad. Hoy el que quiere encontrar, A la mujer de su amor, Se la tiene que buscar Con tren y a todo vapor, Para no descarrilar En la primera estación. Su mangana192 y al tirón193 No busque de paso194 o trote195 Charra196 y de pronto garrote197 Si no se volca el vagón. Copia de la que me obsequió mi querido primo-compadre, que su alma de Dios goce, esperamos en su misericordia infinita (D. E. Paz). Valeriano Lechuga Toluca, agosto 30, 1906. Como se ve, son apenas un conjunto pequeño de cambios y modificaciones, lo que altera la forma, no el fondo de este singular verso, emblemático en sí mismo y que ha conseguido fascinar a varias generaciones de charros, de los más ponedores y hasta los que hacen de este deporte nacional solo una expresión de pasatiempo. Ignorar estos versos es como desconocer el catecismo o los diez mandamientos y que entre los charros mismos, es imperdonable.
1873 CHARADAS (. . . . . . . . . .) VII Prima y segunda verás Si se descarrila el tren, Y preposición también En ellas encontrarás. Tercia y cuarta en hombres fieros Que antiguamente lidiaban Y con ella se libraban 192
Mangana: Lazo que debe de atrapar solamente las extremidades delanteras, o sean las manos de un animal. 193 Tirón. Tirón falso: En la suerte de colear, el que se da estirando y soltando inmediatamente la cola de la res. 194 Paso, o paso llano: Andar sencillo y cómodo de las caballerías. 195 Trote: Marcha de las caballerías, en la cual el cuerpo del animal es soportado en los miembros diagonal y alternativamente. 196 Charra: Probablemente se refiera a gente o cosa de mal gusto. 197 Garrote: Garrotazo, trancazo, golpe.
De matadores aceros. Si reunieres con primor Prima y cuarta, habrás logrado Un pájaro que guisado Tiene excelente sabor. Tercia y segunda serán Un fruto, y si no lo aciertas Te lo darán en sus huertas San Ángel y Coyoacán Con los toros cuarta y prima Hizo Gaviño famoso Y no es caso prodigioso Verlo aún causando grima. El todo ventaja inmensa Da a las huestes enemigas, Si lo sabes no le digas Y si no lo sabes piensa. J. Gómez V.198 1873 Los Veracruzanos manifiestan un gusto decidido por las corridas de toros, lo cual no deja de ser una diablura, y muy extraña, por cierto, en gente tan ilustrada como los habitantes de la Heroica. Que agrade la ópera, es justo; El buen verso, no se niega; Y a falta de pan semitas, Y de aquello, la zarzuela. Pase. Mas lo que no pasa Y de ningún modo cuela, Es que gentes ilustradas, Como a fe lo son aquellas Vayan diversión buscando En episodios y escenas Bárbaras, y repugnantes, Y terribles, y sangrientas… Pero dicen que ¡a cada cual su gusto le engorda! 199 1874 ¡A LOS TOROS! Y, ¿a qué viene ese contento, Que hasta te brillan los ojos, Y en alboroto revelas Desde el cabello hasta… todo? 198 199
JUAN DIEGO, D.F., del 25.03.1873, p. 3. LA ORQUESTA, D.F., del 4 de octubre de 1873, p. 4.
Chica: ó tú vas a casarte, O al menos ya tienes novio9, Y te prometes sin duda Buenos días de jolgorio… ¡Y estrena botín de raso, Y se emperifolla el moño! Y se pone tan coqueta, Y tan agradable… y todo, Vamos: si esta muchachuela Es cual todas: ¡el demonio! Qué, ¿se encamina al registro Para arreglar el casorio? ¿Habrá engañado algún vivo, Engaratuzado a un tonto? No, señor, la señorita, Lista está para los toros. Y el rotífico de marras Que ya se va por los codos, Estrena sorbeto y botas Y se estira y habla gordo… ¿Habrá obtenido algún premio? ¿Algo le dio el As de Oros? ¿Le dio el sí la morenita? ¡Qué transición, por San Judas! ¡Qué cambio, por San Antonio! ¿Qué le ha pasado a este chico? Nada… que se va a los toros. Juanita: toma dos duros, Ve en cá de Sobrado, pronto, Y saca mis pantalones (Únicos que no están rotos), Que le avisen al casero Que no venimos nosotros, Que vamos al Tlalnepantla Aunque nos lleve el demonio, Que mi compadre don Alberto (¡Mi compadrito tan mono!) No hace nada de provecho, Se maneja como un chocho; Pero es una gran persona Porque nos ha dado toros. “¡Entra, bicho!” ¡Viva Atenco! (¡Que viva!) ¡voto al demonio! Si de que muera se trata, ¿Quién entiende este envoltorio? Por aquí un rocín espicha, Y por allá rueda un prójimo; Se baña en sangre la plaza… Las chicas tienen soponcios… ¿Qué significa esta jerga? ¿A qué viene este alboroto? -No es alboroto ni jerga… -¿Pues qué es? -¡Corrida de toros!
Aquí tiene usté a mi niña Que no ve matar un pollo, Sin que le venga un desmayo O eche al menos un sollozo; Desde el domingo pasado, Me interrumpe mis negocios, Y me despierta temprano Y apura todos los modos… -¿Para qué?- Porque ella quiere Que vayamos a los toros… ¿Y yo? Yo grito y mas grito Hasta reventar mis bronquios, ¡Maldita sea mil veces, Toda corrida de toros! R***200 1876 TOROS EN LA HABANA. Salero, viva mi tierra y viva también la Habana, y viva la gente buena y las personas de gracia. Y las mujeres bonitas y Sanlucar y Triana y el vino de manzanilla que quita la pena amarga. Más contento estoy que nadie, porque, lejos de mi patria, voy a ver lo que más priva, lo que más nos entusiasma. A los que en Andalucía, en aquella tierra santa, vimos por primera vez del rubio Febo la cara. En Méjico, bajo un cielo más azul que una cabaya, hay un pedazo de tierra más caliente que las brasas. Donde se cría una fruta, como la que de Jarama tiene nombradía, y con justicia se alaba. Ese cachito de suelo que se llama Nopalapa,201 200
LA ORQUESTA, PERIÓDICO OMNISCIO, DE BUEN HUMOR Y CON ESTAMPAS. D.F., del 13.05.1874, p.
4. 201
Lo correcto es el nombre de Nopalapan. En sus orígenes, esta era una congregación, la de Nopalapan, luego Nopalapan de Zaragoza y más tarde denominada “Juan Rodríguez Clara”, ubicada en el actual municipio de San Juan Evangelista, en la zona sur del estado de Veracruz, justo en las estribaciones de San Juan a
alimenta en sus dehesas las vacas más renombradas, Por su bravura y coraje, por su celo, por su estampa, porque en la ferocidad un tigre no las iguala. Esta es la fruta que digo, que de dulce pica y harta, y de esa fruta el retoño, antes de probarlo, empacha. Cuatro toros, cuatro fieras, orgullo de tu piara, iguales en el poder, pares también en la estampa; De altivo, encrespado cerro, fiera, enojosa mirada de ronco, feroz bramido, terror de aquella comarca; De fuertes, lucientes tarros, de cerviz nunca humillada, en su bravura terribles, implacables en su saña. Entre cien mil escojidos, han pisado ya estas playas;202 más fieras no los crió el suelo de Nopalapa; Esta tarde en nuestro coso responderán por su fama, ¡Desgraciado del que intente a su furia poner valla! Objeto de esta corrida, es socorrer y hacer bien a laboriosas familias de honrados bomberos, que regresando de campaña, do fueron a defender de la Nación el derecho llenos de valor y fe, al volver a sus hogares colmados de honor y prez, lejos de hallar la abundancia han hallado la escasez, que consecuencia fatal de la guerra siempre fue. A secundar esta idea, unánimes y a la vez se han presentado gustosos, Papaloapan., estado de Veracruz. En el siglo XIX correspondió a la hacienda de Juan Bautista Nopalapan y, a lo que se ve, fue una hacienda que con alguna frecuencia, proporcionaba ganado para algunos festejos celebrados, sobre todo en la ciudad de Orizaba. 202 Es decir, que con anterioridad al festejo aquí revisado, ya habían sido enviadas otras reses de la misma procedencia, la de Nopalapa.
su caridad hecha ver, señores aficionados al arte de los Guillen, que complacientes se brindan en el coso a sostener el nombre de aficionados, que en ellos modesto es. Yo no dudo de que airosos han de quedar, bien lo sé; si arte faltarles pudiera, corazón sobra también. Cuatro damas generosas, señoras, es quienes es la caridad ejercicio y grato y dulce placer, cuatro riquísimas moñas han regalado, con que los morrillos de las fieras adornados se han de ver. Lindo presente que ofrecen por contribuir también a la generosa idea que de nobles pechos es. Pero ya se me hace tarde y la paciencia me falta y me canso de hacer versos y mis amigos me aguardan; Yo, en siendo cosa de cuernos, me gustan mucho ¡caramba! y aunque fueran caracoles iría a verlos a la playa; y por ello me jaleo y voy a tomar mi valla y me voy a dar más gusto, que el mismo Sultán de Arabia.203 Estos versos, corresponden al arranque de una crónica firmada sólo por “El corresponsal”, que da razón de un festejo sucedido en la Habana, la tarde del 8 de diciembre de 1875, a beneficio del batallón de bomberos de dicha ciudad. Lógicamente es un registro interesante en la medida que nos da noticia de la lidia de ganado mexicano en la isla cubana, en tiempo muy temprano, donde sólo se conocía de la noticia de otro ganado –este de Atenco-, que se jugó en la plaza de “Carlos III”, y también en la Habana, el 25 de abril de 1897. 1878 En un cartel localizado en el Archivo Histórico Municipal de Toluca, estado de México, aparece el siguiente registro: PLAZA DE TOROS DE TOLUCA, EDO DE MÉX. 29 de diciembre. Beneficio de la cuadrilla que dirije el intrépido y modesto capitán ABRAHAM PARRA. Cuatro arrogantes toros de Atenco. Banderillas a caballo, por el hábil picador Joaquín Rodríguez. Dos toros a la cola, dos a manganeo y un embolado. Además, el cartel, incluye las cuatro siguientes cuartetas: 203
Boletín de Loterías y de Toros. Madrid, lunes 10 de enero de 1876, Nº 1298, p. 1 y 2.
AL PÚBLICO. La cuadrilla de Parra te presenta, Público, su función de beneficio; Si te mostrares a su afán propicio, Sus deseos satisfechos dejarás. Y ¿a quién mejor encomendar la suerte De esta función que tanto hemos deseado, Que a tu grande bondad, público amado? Por eso su mescenas (sic) tú seras. En agradarte, ¡oh público bondadoso! Cualquier artista en vano se afanara Si antes con tu indulgencia no contara, Cual creemos nosotros hoy contar. Tú que admitiste hasta el presente día, Nuestros trabajos con bondad ingente, Por la postrera vez, ven indulgente, De distracción, un rato a disfrutar. (Con la firma probable de la cuadrilla, aunque con inspiración de poeta anónimo). Ca. 1878 EL TORO Los toros son los que braman debajo de las higueras, las mujeres son las que aman aquellos de calzoneras. Los toros son los que braman debajo de los ozotes, las mujeres sólo aman aquellos hombres grandotes. Allá viene el caporal cayéndose de borracho, diciéndole a los vaqueros: -¡Échenme ese toro gacho! Échenme ese toro fuera hijo de la vaca mora, que lo quiero yo torear delante de esa señora. La vaca era colorada y el becerro era moro, me puse a considerar que su padre sería toro. ¡Epa toro! Y allá va. Sácale pinta. ¡Ya le saqué! Llama al cabestro. ¡Ya lo llamé! Y si no sabes, te enseñaré!
Becerro, becerro, de la hacienda del Manchón, le dirás a la ranchera si le sobra requesón. Becerro, becerro, de la hacienda de El Ranchito, le dirás a la ranchera si tiene queso chiquito. Becerro, becerro, ¿dónde dejaste los piales? -En la puerta del corral quedaron todos cabales!204 1878 Amor de familia. Con su esposa un ganadero una corrida fue a ver donde iba lidiado a ser de sus toros el primero. Diéronle castigo fiero sin mover el toro el asta. Y el pueblo gritaba: ¡Basta!... y a su esposo al ver callado, dijo la mujer.-¡Malvado, grita, que sufre tu casta! Anónimo.205 1879 EL TORITO CANCIÓN Para ese torito josco que se llama Reelección, yo tengo una banderilla que se llama Oposición. Y upa! Y apa! ¡Tin, tolon! ¡Y vente torito de once! Salta y rompe la barrera, que espada y capote en mano, el Chismosito te espera ¡Aprieta, caballo moro! Salga el toro! Salga el toro!
204
Álvaro Ochoa Serrano (Editor): De occidente es el mariache y de México... Revista de una tradición. Zamora, Michoacán, El Colegio de Michoacán, Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco, 2001. 197 p., ils., facs., p. 120-1. 205 La Patria, 17 de febrero de 1878, p. 2.
Toma! Toma! ¡vente, güero! ¡Upa, torito de a medio! ¡Te planté mi banderilla, de las dos astas en medio! ¡Quieto, mi caballo moro! Vente toro! Toro! Toro! ¡Óigame, amo D. Combate! El toro está endemoniado; pero si usté pica a pie, yo banderillo sentado y enristra, caballo moro! ¿Upa, toro! Toro! Toro” Quieta, quieta, tía Casera, nada de brincos ni trancos; déjeme al animalito que voy a matarlo en zancos. ¡Y aprieta, caballo moro! Vente toro! Toro!, toro!!! Toro! Torito! Torote! Toro de la Reelección, toro sonso de la plebe te volvió la Oposición Y upa! Y Apa! ¡Tin, tolon!206 1879 En El Combate publican un gracioso pero cáustico poema que descubre las maniobras y juegos oscuros del gobernador del estado de México por ese entonces. Esta es una muestra de los encantadores versos: VIDA Y HECHOS DEL GOBERNADOR MIRAFUENTES (APUNTES PARA SU HISTORIA). Bonanza y muchos presentes gozamos en nuestro Estado, al ser éste gobernado, por el hábil Mirafuentes.207 Tenemos mil distracciones; abusos electorales excesos anti-sociales y paseos de cpmcesopmes: Soldados muy muy encuerados, crecidas contribuciones, apertura de sesiones 206
El Chismoso. Periódico de Noticias y Avisos. Escrito expresamente para el pueblo. T. I, México, Domingo 7 de septiembre de 1879, Num. 20. 207 Gobernador del estado de México, y que despachaba en Toluca.
y discursos mal forjados. conscriptos muy ignorantes, de beneficios lejanos; diputados simonianos y un gobierno de pedantes. Escándalos federales, disgustos de autoridades, pleitos, rivalidades, y atropellos judiciales. Quebrazón de comerciantes, miseria en los artesanos, elevación de villanos y premio a los aspirantes. Una gran plaza de toros de construcción de madera, donde la gente ranchera entona inciviles coros. y sin que creais desatino, la prenda de tal valor, que el mismo gobernador fue de ella su buen padrino. Diversión de sangre y muerte, donde todo magistrado, en este s siglo ilustrado, bárbaro allí se divierte. Aunque es diversión prohibida por decreto federal, en este Estado fatal, todo lo bueno se olvida. Unas muy buenas corridas de toros, de bravas razas, donde se educan las masas y las vemos complacidas. Don también con maestría los empleados se presentan, pican al toro y aumentan un laurel a su hidalgía. Hombrecillos de alta esfera se pintan también la cara, se disfrazan, ¡cosa rara! y chulean la tarde entera… Anónimo.208 1879 Atención nerviosa. No soy poeta soy torero: Nadie se burla de mí 208
EL COMBATE, tanto del 27 de abril 1879, p. 3, como del 5 de mayo de 1879, p. 2. Los versos continúan en otras ediciones posteriores de ·El Combate, pero sin incluir ya alguna mención especial al asunto taurino.
Porque me educó un arriero Y de él todo aprendí, Por eso me expreso así, Que lo diga el mundo entero. Estando tan fastidiado De pagarle a mi gobierno En cuanto pase el invierno, Yo me voy a Guatemala, O me voy para el infierno Para no pagarle nada Bien lo sabe el Dios eterno. Me es muy triste dar dinero Porque aquí no lo he ganado; Seis Repúblicas he andado Trabajando de torero Disfrutando mucha plata, Bien lo sabe el mundo entero. Me cobran por municipio, Pago también por mi casa Estoy para perder el juicio Y sin más averiguación He de pagar sin tardanza También la contribución. Veinte años anduve ausente De mi patria y amado suelo, Trabajando de torero, Mirando distinta gente, Y a veces con mala suerte Y aquí vengo a dar dinero. Se vende la casa titulada Las cuatro de la tarde. Anónimo.209 1879 En un cartel localizado en el Archivo Histórico Municipal de Toluca, estado de México, aparecen los siguientes datos:
209
Dante O. Hernández Guzmán: Orizaba en tiempos de toros. Orizaba, Comunidad Morelos, S.A. de C.V., 1998. 360 p. Ils., fots., p. 17. Agrega el autor: Orizaba, por su clima, siempre fue considerada como un lugar de descanso ideal, principalmente para aquellos que viajaban mucho por cuestiones de negocios o trabajos. Y uno de esos casos era el de los toreros, que les agradaba permanecer en nuestra ciudad el mayor tiempo que sus contratos les permitiera, por ello, hubo casos de matadores como Bernardo Gaviño que tenía casa puesta en nuestra provincia, otros como Luis Mazzantini, aunque no torearan en nuestra plaza, les agradaba detener unos días su caminar. (Y sigue con otro conjunto de interesantes apuntes).
PLAZA DE TOROS DE ZARAGOZA, TOLUCA, EDO DE MÉX. 12 de octubre. Espectáculo nuevo y sorprendente en esta población. Función monstruo para la tarde y noche del domingo (…). 5 toros a muerte de la acreditada y sin rival raza de ATENCO. Ascensión de dos globos. Banderillas con la boca, por el arriesgadísimo señor Felicitos Mejía. Vistosa iluminación, luz de bengala y romana. El programa incluye las siguientes cinco cuartetas: Por principio de cuentas el paseo… Por principio de cuentas el paseo Con que la Empresa un beneficio alcanza; Pues alienta en los pobres la esperanza Y despierta en los ricos el deseo. La música que sigue a la cuadrilla Frente a la plaza tocará galana; Inspiración de caridad cristiana Y obsequio para alegres sin cuartilla. A las cuatro y tres cuartos (si ese cielo Adonde irán los Toros de seguro) No pone a la cuadrilla en gran apuro, Y a la gente de rumbo sin consuelo. Tendrá al querido público la suerte De ver veinte caballos sin sentido Sin exhalar, heroicos, ni un gemido, Y CINCO TORO, ¡ATENCIÓN! A MUERTE. Y como todo regocijo cuesta Y a fuerza de pesetas se conquista, Si lo tienes a bien, público artista (Según tus medios) lo siguiente apresta. Versos de inspiración anónima. PONCIANO DÍAZ ÍNTIMO.
Siguiendo la línea de José Luis Blasio y su MAXIMILIANO ÍNTIMO (libro que escribió movido por la ira que le causó la discusión sobre las traiciones de Leonardo Márquez y de Miguel López, de las que dice tener la absoluta seguridad), recordemos hoy a Ponciano Díaz Salinas a poco más de 100 años de su desaparición. De aquí en adelante, podrá entenderse qué ha significado para la tauromaquia mexicana la presencia de este diestro, “mitad charro y mitad torero”. Que fue un gran ídolo, es indiscutible pues el pueblo, lo aclamó hasta el punto en que un “¡ORA PONCIANO!” se convertía más que en glorificación, en exaltación y se generaliza como grito de batalla en cuanta plaza presenta su espectáculo: toreo a caballo y suertes campiranas, combinadas con el ejercicio del toreo de a pie en su forma intuitiva, que se enfrentó con la expresión que vino a instituirse definitivamente en la reconquista de 1887, año en que se establece en nuestro país el toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna. Ponciano nació en Atenco el 19 de noviembre de 1856. Hijo de Guadalupe Albino Díaz y de María de Jesús Salinas. A Guadalupe Albino le decían “el Caudillo”, calificativo de uso común en aquellas épocas, con el que se conocía al jefe de los caporales. Apenas cumplió Ponciano los siete años, lo
mandaron sus padres a Santiago Tianguistenco para que aprendiera las primeras letras, en la escuela de don Mariano Urrieste, pasando después a la de don Eulalio Serrano. A los trece años se dedicó al oficio de sastre, y cada ocho días, los sábados por la tarde, iba a ver a sus papás a la hacienda de Atenco. Allí, pasaba el tiempo toreando vacas y toros bravos para ejercitarse, y, además, en el rastro del pueblo mataba toros casi a diario. La hacienda de Atenco tiene un historial impresionante cuyo papel protagónico en el espectáculo decide buena parte de jornadas taurinas durante varios siglos, siendo el decimonónico, el más intenso debido a la cantidad tan elevada de toros que se enviaron a diferentes plazas del centro del país. Ponciano Díaz es heredero de ricas tradiciones que se intensifican al materializarlas en el campo y en la plaza. Como charro fue consumado en la reata, manejando las riendas diestramente, además de ostentar el traje con gallardía. Aprende de forma imaginaria las reglas con que un colegial pueda colear y lazar que Luis G. Inclán hereda a los charros de México en 1860. Y precisamente en Atenco, entre aquellos toros, adquiere dominio y mando en estos menesteres, con lo cual “se cocía aparte”. Sin embargo, su avanzado aprendizaje le inspira un deseo que capitalizará en 1877, cuando se presenta por primera vez, vistiendo el traje de luces, ante la afición de Santiago Tianguistenco. Esto ocurrió el 1º de enero de aquel año. Ponciano, además de recibir lecciones del torero español Bernardo Gaviño, también estuvo a la vera de José María y Felipe Hernández, hijos de don Tomás “El Brujo”, compañero de jornadas camperas de “El Caudillo”. Por cierto, José María Hernández “El Toluqueño” fue segundo espada de Manuel Hermosilla quien toreó en Veracruz, allá por 1869. Junto a ellos no descuidó el ser caballista y “charro”, consumando con perfecta ejecución de suertes tales como: echar “piales”, “manganas” y “colas”, toreando también a caballo, pero en lo que más se distinguía era poniendo banderillas con las dos manos, soltando las riendas de su magnífico penco. Esta suerte mexicana, causó enorme alboroto en España, cuando Ponciano fue a ese país a tomar la alternativa de matador de toros que le dio Salvador Sánchez “Frascuelo”, en la plaza de Madrid el jueves 17 de octubre de 1889. En 1879 Bernardo Gaviño vuelve a los ruedos mexicanos, luego de varios años de ausencia. En esa ocasión se presenta en Puebla como empresario y como torero también. La más recordada tarde de aquel año se va a dar el 13 de abril, cuando Gaviño concede la “alternativa” a Ponciano Díaz, quizás, su alumno más adelantado. Sin embargo, el tema nos exige una revisión más minuciosa, en virtud de que se ha calificado de “apócrifa” dicha elevación al rango de “doctor en tauromaquia”, puesto que Gaviño no ostentaba el grado otorgado como ya lo marcaba la costumbre. Incluso, Francisco Montes “Paquiro”, contemporáneo suyo, obtuvo la borla el 18 de abril de 1831. Además, su TAUROMAQUIA (1836) es el mejor modelo del ejercicio del “arte de torear en plaza”, tal y como se practicaba en una época, donde mucho del avance lo hizo suyos el de Puerto Real. Nos dice Carlos Cuesta Baquero: “Hay algunos aficionados antiguos y todos los modernos, que suponen y dicen que Ponciano fue discípulo de Gaviño y que de sus manos tomó “alternativa”, en la mencionada fecha. “El periódico tauromáquico LA MULETA, publicado ocho años después, también así lo afirma. Y el escritor español José Sánchez de Neira en la segunda edición de su libro titulado Diccionario de Tauromaquia, da igual fecha; aunque dice “Se presentó como jefe de cuadrilla”, no afirmando haya recibido “alternativa”. El escritor español copió la fecha, ya tantas ocasiones citada, del periódico La Muleta, publicado en 1887, siendo el libro de Sánchez de Neira publicado -en la edición mencionadaen el año de 1896 o sea nueve años después que el periódico. “Puedo asegurar que no hubo tal “alternativa”. Puedo afirmar que Ponciano no recibió de parte del Patriarca Gaviño esa autorización tauromáquica. Puedo asegurar que no hubo tal “espaldarazo” para “armarle caballero tauromáquico”. He preocupádome por averiguar tal hecho. No he conseguido un cartel de aquella corrida sino solamente de las que hubo en fechas cercanas, pero ya posteriores (algunos carteles correspondientes a corridas efectuadas en el mes de mayo. Anunciando al “VALIENTE ESPADA PONCIANO DÍAZ, que además de estoquear BANDERILLARÁ A CABALLO. “TOROS DE ATENCO” EN LA ÚLTIMA PARTIDA DE TREINTA QUE FUE ENVIADA A ESTA CIUDAD”). “Pero, desde hace años cuando di comienzo a tal investigación procuré platicar con aficionados poblanos, que en aquella época hayan asistido asiduamente a las corridas y por lo mismo hayan
presenciado la que hubo en la indicada fecha. Corrida que por la novedad que ofrecía, ha de haber resultado un suceso taurino. Además, que tales aficionados hayan sido sabedores, conscientes, de lo que es el “dar la alternativa”. “Entre las personas que tenían estos requisitos estuvo el Señor Don Juan Trasloheros, años después radicado en la ciudad de México. Siendo primeramente empleado de categoría en la sedería “EL PAJE” y después estableciéndose con una fábrica de sombreros de paja “Jollinver y Cía” establecida en la tercera o cuarta de las calles de “Cuauthemozin”. “El referido señor Trasloheros comentó a Cuesta Baquero lo siguiente: “El viejo Don Bernardo Gaviño no dio “la alternativa a Ponciano”. Eso son visiones, cuentos después forjados. Cuando Don Bernardo supo que Ponciano iba a torear en Puebla, expresó que lo conocía por haberlo visto en Atenco, en ocasiones cuando había ido a comprar toros. Es un muchacho valiente y como joven ha de estar ágil”. Esa fue la opinión que dio el TATA, según llamaban a Gaviño los toreros que formaban su cuadrilla. Pero fue lo único que Gaviño hizo en relación con Ponciano. Y el testimonio del Señor Trasloheros tiene gran valimiento porque llevó amistad con Gaviño y sus familiares, concurriendo en compañía de ellos a las corridas. “EN LA REPÚBLICA MEXICANA, A PONCIANO DÍAZ NADIE LE DIO “ALTERNATIVA”. En aquellas épocas el ceremonial para el oficio de torero no tenía la seriedad y rigidez ahora acostumbradas. Ningún espada alegaba derechos de “antigüedad”, por ser más anterior que otros estoqueando toros. Cuando dos “ASES” estaban reunidos en una corrida, si era la primera vez que eso acontecía el “AS” feudal cualquiera que fuese la fecha que tenía de ser matador de toros, cedía el primero al “AS” forastero. Pero, en las siguientes corridas, el “AS” feudal ya recobraba su puesto de primer espada, estoqueando antes que el otro. O dejaba que éste en algunas ocasiones lo hiciera antes que él, si así convenía a los dos. No había el rigorismo de la “antigüedad”. Por consiguiente, no existía el acto de la “alternativa”. “Por la carencia de esa pauta para normar el orden en que habían de estoquear, en ocasiones los “ASES” tenían discusiones y aún forcejeos pretendiendo arrebatarse muleta y estoque, porque uno iba a estoquear al toro que el otro deseaba. Cuando Gaviño era el acompañante de algún “AS”, el Patriarca tomaba para él, los dos o tres primeros toros y dejaba al acompañante los restantes, uno o dos porque ya dije que las corridas eran solamente de cuatro o cinco toros, no de seis como después y actualmente lo son”. Hasta aquí Carlos Cuesta Baquero. Para la época que nos ocupa, sólo Cuesta Baquero aporta datos que, a la sazón, vienen a convertirse como de “primera mano” en razón de que otras fuentes apenas si se ocupan del acontecimiento, y si lo hacen, mencionan el hecho sin darnos una explicación razonada. Gaviño con todo un prestigio a cuestas tuvo las garantías de convertirse en “maestro” y, sin haber obtenido el ascenso correspondiente en la España que deja a temprana edad, pudo lograr en nuestro país el valor que lo señalaba como indicado para proveer a Ponciano de una “alternativa” que, concedida o no para los registros taurinos, era una señal de estatura que se incluye en el largo “curriculum vitae” que acumuló en 51 años de actividad taurómaca. De siempre han existido personajes que, sin haber cursado estudios superiores cuentan con una amplia cultura que ostentan orgullosos. Por eso, el caso específico del torero de Puerto Real viene a unirse a esta larga lista de quienes se han formado de manera “lírica”. Al respecto de su actuación principal en ruedos españoles, cuando se le concedió el grado de “matador de toros” en la desaparecida plaza de toros de la Carretera de Aragón, en el otoño de 1889, José Sánchez de Neira escribe: “...El toro de la alternativa de Ponciano fue un veragüeño, berrendo en colorado, con cinco años largos, de muchas arrobas y muy bien puesto de cuerna. Lo mató Ponciano con una estocada superiorísima, entrando recto, marcando perfectamente la salida e hiriendo en todo lo alto, hasta la guarnición del estoque, al volapié, en las tablas, y en un terreno a donde muy pocos entran...” Cuando Ponciano al regreso de España, ya no despotricaba en contra de los “gachupines” sino que se le declaró “agachupinado” y sus últimos partidarios le volvieron la espalda. Así terminó el “nacionalismo taurino”, cuyo sustento era el odio ancestral al “gachupín” y el “estilo de torear mexicano”.
Ponciano Díaz fue representativo absoluto del “nacionalismo taurino” que no sólo impuso, sino que impulsó como resultado de las manifestaciones de otros diestros pretéritos que, como él, enaltecieron esa bandera, fruto de total independencia, extensión de la propia emancipación que logró la nueva nación desde 1821. Pero será el propio torero de Atenco quien también dé el golpe de gracia al “estilo de torear mexicano”, al modificar en su modo de ser artístico lo único que podía modificar: el modo de estoquear. Era su costumbre esperar a los toros. No practicaba el volapié, la estocada “arrancando”, ni la de “a paso de banderillas” porque él, igual que otros espadas mexicanos, no sabían estoquear “haciendo por el toro” (lo que es lo mismo, yéndose hacia el toro) sino que esperaban a que “el toro hiciera por ellos” (a que el toro embistiera a la muleta y viniera toreado), pero modificó su modo de herir, haciéndolo en todo lo alto y dejando el estoque sin echar mano de la suerte del “mete y saca” que entonces desquiciaba a los públicos asistentes a las plazas y que lo exaltaban con el “¡ORA PONCIANO!” que se escuchó durante muchas tardes. El fanatismo en pro de Ponciano era extremo. Se dice que, cuando Mazzantini llegó a la Puebla de los Ángeles allá por febrero de 1887, su recepción fue apoteósica. Pero la de Ponciano -que fue a recibirlo- es de una rendición absoluta pues todo fue llegar a la angelópolis y al enterarse un sector del público de su arribo, acudió éste a la estación del tren, de la que salió un carruaje que conducía al atenqueño. De repente fue tomado por una turba exaltada que desenganchó a las bestias y tirando de la misma, la gente enloquecida, lo condujo hasta el hotel. Era tanta la popularidad del diestro de Atenco que incluso tenía su club: la “Sociedad Espada Ponciano Díaz” que presidía el general Miguel Negrete, héroe de la batalla del 5 de mayo en Puebla y que más de una vez, recibió sendas llamadas de atención por salir enarbolando el pendón de la sociedad, enfundado en su mismísimo traje militar. En las conversaciones de aquella época hubo frases usuales para denotar admiración, relacionándola con la que promovía el espada aborigen. Así fue aquel decir, aquel modismo: ¡Ni que fuera usted Ponciano!... En los festejos familiares que nombramos “las posadas”, era recordado el espada porque los festejos al rezar la letanía contestaban en coro y de manera irreverente: “¡Ahora, Ponciano!”, sustituyendo con la taurómaca exclamación al religioso: “Ora pro nobis”. A la epidemia de gripe de 1888, se le llamó “el abrazo de Ponciano”. Don Quintín Gutiérrez socio de Ponciano Díaz y abarrotero importante, distribuye una manzanilla importada de España con la “viñeta Ponciano Díaz”. Por su parte, José María González Pavón y el General. Miguel Negrete le obsequia al diestro mexicano los caballos “El Avión” y “El General” y es el mismo Ponciano quien se encarga de entrenarlos. La misma poesía popular se dedica a exaltarlo, al grado mismo de ponerlo por encima de los toreros españoles. Yo no quiero a Mazzantini Yo no quiero a Mazzantini ni tampoco a “Cuatro Dedos”, al que quiero es a Ponciano que es el padre de los toreros ¡Maten al toro! ¡Maten al toro!210 El “padre de los toreros”, cómo no lo iba a ser si en él se fijaban todos los ojos con admiración. A Ponciano tributaban aplausos en lugares lejanos y sin ocasión de la fiesta de toros. Cuando el espada recorría las principales calles de la ciudad de México, los transeúntes le aplaudían y victoreaban.
Léanse los versos “Despedida del famoso diestro Mazzantini y su cuadrilla” /1887) incluidos en el presente trabajo. 210
Su vida artística o popular se vio matizada de las más diversas formas. Le cantó la lírica popular, lo retrataron con su admirable estilo artístico Manilla y Posada en los cientos de grabados que circularon por las calles de aquel México y de aquella provincia. He aquí otro caso. En los días de mayor auge del lidiador aborigen, el sabio doctor don Porfirio Parra decía a Luis G. Urbina, el poeta, entonces mozo, que se asomaba al balcón de la poesía con un opusculito de “Versos” que le prologaba Justo Sierra: -Convéncete, hay en México dos Porfirios extraordinarios: el Presidente y yo. Al presidente le hacen más caso que a mí. Es natural. Pero tengo mi desquite. Y es que también hay dos estupendos Díaz -Ponciano y don Porfirio-: nuestro pueblo aplaude, admira más a Ponciano que a don Porfirio. Y aquí una curiosa interpretación: En aquellos felices tiempos, comenta Manuel Leal, con esa socarronería monástica que le conocemos, había tres cosas indiscutibles: La Virgen de Guadalupe, Ponciano Díaz y los curados de Apam... Su figura fue colocada en todos los sitios, aún en bufetes, oficinas de negocios, consultorios de médicos; en fotografías, o en litografías en colores y a una sola tinta, publicados en periódicos mexicanos o españoles como LA MULETA, EL MONOSABIO, LA LIDIA, EL TOREO CÓMICO que ilustró sus páginas -este último- con un retrato del torero mexicano del mismo tamaño que los que había publicado de “Lagartijo”, “Frascuelo”, “El Gallo”, Mazzantini y “Guerrita”. La “sanción de la idolatría”, a más de entenderse como aplauso, como anuencia, como beneplácito; es también castigo, pena o condena. Y es que, del sentir popular tan entregado en su primera época, que va de 1876 a 1889 se torna todo en paulatino declive a partir de 1890 y hasta su fin, nueve años después. El mundo de la música se acerca también a Ponciano Díaz, y en el año de la reanudación del espectáculo taurino -1887-, se estrena el juguete “¡Ora Ponciano!” escrito por don Juan de Dios Peza y musicalizado por don Luis Arcaráz, donde se aprovechaba en él la fiebre que había en la capital por las corridas de toros y se glorificaba al ídolo taurino del momento: Ponciano Díaz. La piececilla gustó mucho y se repitió innumerables veces, hasta culminar con la aparición del propio matador en la escena durante dos o tres noches. Por su parte Juan A. Mateos escribió en 1888 la zarzuela PONCIANO Y MAZZANTINI, con música del maestro José Austri. Debido a la gran pasión despertada por estos dos espadas. Incluso (varias) veces hubo que se llegó a las manos por dilucidar cuál de los diestros toreaba mejor. Los actores vistieron trajes de luces pertenecientes a los espadas y el Teatro Arbeu fue insuficiente para dar cabida a tanto número de espectadores llegando aquello al paroxismo total. A Mazzantini aquella idea de verse representado en un escenario le gustó y aceptó la sugerencia de presentarse como actor en el Teatro Nacional en una función de beneficencia a la que asistió don Porfirio Díaz. El buen éxito alcanzado animó al diestro a presentarse dos veces más en diferentes obras. Y como el público le aplaudió más que a los otros actores, el matador seguramente creyó que era tan buen autor como buen torero. Entre el 25 y el 31 de diciembre de 1888 algunos aficionados llegaron al extremo de alquilar el Gran Teatro Nacional arreglándolo de tal modo para que pudieran darse en él algunas corridas de toros en las noches, toreando las cuadrillas de Luis Mazzantini y Ponciano Díaz. Hoy, esa especie provoca estruendosa carcajada, pero entonces se la acogió como verosímil y aún hubo quien hiciera
proyectos de reventa de boletos. Ese notición fue publicado en el periódico taurómaco EL ARTE DE LA LIDIA. En Ponciano Díaz, la suerte de banderillear a caballo alcanzó un notable rango y puede decirse que, si bien la afinó, viéndola practicar a Ignacio Gadea y a Lino Zamora, acabó por perfeccionarla dándole un sello distintivo que quedó impreso en dos conocidas imágenes: una caricatura que dice PONCIANO DÍAZ pareando a caballo aparecida en EL MONOSABIO Nº 5 del 14 de enero de 1888. Otra más, esto en cromolitografía, es una estampa increíble aparecida en LA LIDIA del 9 de septiembre de 1889 ilustrada por Daniel Perea con el título, Toreo mexicano. Banderillas a caballo, en pelo. Ponciano Díaz combinaba los dos tipos de torear, el que le aprendió a Bernardo Gaviño y a otros toreros, modelos de inspiración que poseían normas anacrónicas propias de un momento en el que la tauromaquia mexicana no está sujeta a las reglas españolas establecidas. Y ese otro toreo, el campirano que hizo suyo aprendiéndolo con perfección no sólo en Atenco sino en cuanta ganadería haya pasado alguna estancia. Con respecto a la plaza de toros BUCARELI, recordemos ahora una crónica de suyo importante, debido a sus características de “inédita”. ...tarde del 15 de enero de 1888, inauguración de la plaza de toros BUCARELI. Media hora antes que hicieran el despeje del redondel, no había en las localidades sitio donde poner un alfiler. Imponente era aquella muchedumbre, aunque regocijada y llevando por armas ramos de flores. Porque la inauguración de la plaza de toros BUCARELI fue un verdadero símbolo de apoteosis del espada indígena y hasta el adorno del edificio era adecuado. Desde los corredores exteriores hasta la azotea había bandas de listón y gallardetes y en el interior desde la barrera hasta las lumbreras grímpalas y gardenias. En la parte alta del palco presidencial, lujosamente alfombrado y con un cortinaje de terciopelo rojo, ondeaba una bandera de lienzo blanco que tenía dibujado en el centro, en color rojo, un toro. Sobre el cornisón del mismo palco estaba un trofeo taurómaco consistente en una cabeza de toro disecado y colocada entre los instrumentos que sirven para la lidia (seguramente aquel conjunto se formó con: la cabeza disecada del toro CHICHARRÓN de Ayala que mató al “Patriarca” Bernardo Gaviño, una muleta, un estoque y dos garrochas de picador, pertenecientes al anciano Juan Corona, picador que estuvo en la cuadrilla del mencionado Gaviño). Dos fanfarrias, una en la sombra y otra en el sol, tocaron durante la corrida, pero en la sombra había también una música de instrumentos de cuerda y tenía por misión ser acompañante en un himno que cantaron los coros de una compañía de ópera italiana que estaba en México. Las cuadrillas hicieron el paseo bajo una lluvia de ramos de flores y escuchando incesantes aplausos y luego continuó no una ovación, sino una verdadera apoteosis para Ponciano. Cantaron el himno, en que se ponderaba su valor y destreza, y a la vez le coronaron. Dos niños vestidos de indígenas tlaxcaltecas, le ofrecieron obsequios, entre ellos un estoque con puño de plata, dedicado por el gremio de cigarreras, al que meses antes había regalado los productos de una corrida. Además, la niña María Martínez ciñó a Ponciano una corona de laurel y una banda, que tiene grabada la leyenda: “Viva el toreo mexicano. Viva Ponciano Díaz”. A su vez se le colocó otra más que simplemente lleva las iniciales “P.D” grabadas en hilo de oro. Lorenzo Vázquez y Ángel Ordóñez también hicieron lo mismo colocándole otra banda más que lleva escritos sus nombres, acompañados de la leyenda: “padrinos de Ponciano Díaz”. (Total, Ponciano debe haber ofrecido una curiosa imagen semejante, quizá, a la de cualquier icono religioso al que el devoto se acerca pidiendo consolación. N. del A.). La glorificación era interminable porque sucediéndose los obsequios, sin que faltare don Joaquín de la Cantolla y Rico, el celebérrimo aeronauta y poncianista rabioso, que descendió en su globo aerostático en mitad del ruedo. El consejal que presidía, el señor don Abraham Chávez, tuvo que ponerla fin dando orden de que saliera el primer toro, después de transcurridos veinte y cinco minutos desde aquel en que fue el hecho el paseo.
La cuadrilla era hispano-mexicana, porque a los antiguos banderilleros acompañaban dos que eran españoles: Ramón Márquez y Antonio Mercadilla. En ésta ocasión el espada vestía con toda propiedad, pues se ataviaba con un traje, de color morado y adornos de oro, que “Cuatro Dedos” le trajo de España. Los toros fueron de la ganadería de “Jalpa” y de la de “Maravillas”. Reses de romana y de buena edad, pero basta y con poca sangre brava. No obstante, por el poder que tuvieron hicieron en el primer tercio pelea que dejó contentos a los concurrentes que juzgaban de la bravura de ellos por el número de batacazos que daban a los picadores. A banderillas y muerte llegaron aplomadas y dando a conocer la mansedumbre, pero exceptuando la lidia en el quinto turno que tuvo intención aviesa, las otras la adquirieron y se dejaron torear sin exceso de peligro. Enorme, frenética, fue la ovación que hicieron a Ponciano Díaz por la muerte del tercer toro que dobló por una estocada completa y exactamente en las péndolas, dada recibiendo al estilo anticuado, el de Pepe Illo. También fue buena la media estocada, igualmente “a la española”, con que mató al segundo toro. A los otros los despachó “a la mexicana”, lo que equivale a decir que les dio estocadas de “mete y saca”; que también fueron muy aplaudidas. Toreando con la muleta y en la brega demostró lo limitado de la anticuada escuela de toreo, aunque estuvo más aliñado que en otras ocasiones. No hizo uno solo de los quites. Esa tarea la desempeñaron Ramón Márquez y Felícitos Mejía. Banderilleó a caballo al sexto toro. En el quinto toro, en una colada que dio el bicho cuando le toreaba con la muleta, le entró pánico al espada y tirando el engaño salió huyendo, perseguido por el marrajo que le hubiera cogido, si Márquez no interviene oportunamente. ¿De quién es tal reseña? Ni más ni menos que del importante cronista taurino Carlos Cuesta Baquero, mejor conocido por su anagrama: Roque Solares Tacubac, testigo presencial de aquella jornada memorable y personaje cuyas interpretaciones del toreo en esas épocas permiten entender cómo era el toreo, de qué manera se manifestaba en medio de las transiciones que comenzaron a darse a partir de 1887, año en el que, además de reanudarse las corridas de toros en el D.F., luego de larga prohibición de casi 20 años, se incorpora el toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna, representada, entre otros por: José Machío, Luis Mazzantini, Diego Prieto, Manuel Mejías, Ramón López y, poco más tarde, Saturnino Frutos. De aquella tarde es célebre esta anécdota: Ante la expectación que causó el anuncio de la propia plaza de Ponciano Díaz, el 15 de enero de 1888 acude uno de sus más entusiastas seguidores: su propia madre. Para ella es el brindis del que abre plaza Por mi Patria y por ti, madre mía... La providencia ha querido que preste a tu vejez, el humilde fruto de mi trabajo. Esos tiempos, esas formas de torear hoy en día quizás causen curiosidad -en unos-, repudio -en otros-. Pero en su época así era como se toreaba: a la mexicana, sello original de lo que el campo proyectaba hacia las plazas sin olvidar bases de la tauromaquia española, que no quedaron olvidadas gracias a la participación del torero gaditano Bernardo Gaviño y Rueda, quien actuó de 1835 a 1886 en nuestro país. Ponciano no sólo se concretó a ser el torero nacional (El Diario del Hogar daba noticia en su momento -1885-: “Podemos asegurar que ninguno de los toreros extranjeros que últimamente han toreado en esta capital está a la altura de Ponciano Díaz”). Sus actuaciones en el extranjero son muestra ejemplar de ser el mejor aquí y allá. Quizás sea el primer torero -en la historia de esta diversión- que tuvo oportunidad de actuar en varios países: España, Portugal, Cuba y Estados Unidos de Norteamérica. Pero a su vez, quizás sea el primer que rompe con la tradición feudal impuesta por toreros de la provincia quienes, apoderándose de un terreno donde podían moverse a sus anchas, logrando todos los beneficios posibles, no permitían la entrada a intrusos. Y la sola presencia del atenqueño aminoraba aquella influencia por lo que alternó con los señores "toreros" feudales de diversas regiones del territorio mexicano.
Es importante destacar -por otro lado- sus habilidades como charro, siendo diestrísimo con la reata y como jinete, de lo mejor, al punto tal que fue "caballerango" (algo así como el hombre de sus confianzas) del señor Antonio Barbabosa. Esto es, gozaba de un conocimiento notable sobre toros y caballos. Era un excelente caporal y muchas de sus habilidades las puso en práctica en cuanta plaza actuara, para beneplácito y admiración de todos. Como punto culminante es preciso abordar su relación con la fuerza que tuvo el toreo español a partir de 1885, y del cual Ponciano opuso resistencia al principio, después terminó convenciéndose pero no aceptando del todo este género que ponía en peligro su vida profesional. José Machío en ese 1885 y luego su compatriota Luis Mazzantini de 1887 y hasta 1904 que actúa en México, se van a encargar junto con otro grupo de toreros hispanos de imponer por la vía de la razón algo que ya vimos: el toreo a pie, a la usanza española y en versión moderna, que no se conocía en nuestro país. A todo ello se unieron poco a poco grupos de aficionados, como el Centro taurino Espada Pedro Romero quienes encabezados por Eduardo Noriega Trespicos y de Carlos Cuesta Baquero Roque Solares Tacubac emprendieron una intensa campaña fomentando los principios de ese toreo con enfoques y análisis técnicos a la vez que estéticos. Poco a poco los públicos fueron aceptando la doctrina y rechazando el quehacer torero de figuras nacionales interpretado bajo muy particulares connotaciones. Ponciano, como muchos otros toreros vigentes en los últimos treinta años del siglo antepasado, lucen bigotones en contrapartida con los españoles, quienes patilludos o afeitados imponen su recia personalidad. Si se nos permite suponer diremos que unos y otros encontraron en bigotes, patillas y rostros chapeados la mejor demostración de virilidad y de señalarse asimismo como toreros, como matadores de toros, pues éstos, ya en su quehacer hacían pasar a un término secundario esos pequeños detalles, colocando, esa sí, en primerísimo orden su expresión taurómaca, fuese técnica o estética. Ponciano Díaz es el torero que de sus ganancias levantó la plaza "Bucareli" estrenada el 15 de enero de 1888, es el diestro de mayor fama en todo el siglo XIX; con situaciones como ésta pronto se vio en el dilema por decidir qué hacer con su destino. Y si bien hizo suyas algunas cosas (vistiendo a la española y matando al volapié), coqueteó con el resto. Fue algo así como no querer enfrentar la realidad, por lo que poco a poco fue relegado de la capital, buscando refugio en la provincia, pero también en la bebida, destinos ambos que lo pusieron al borde del olvido total. Con Ponciano pues, se cierra el ciclo de toda una época que ya no tuvo continuidad, más que en el recuerdo. Ha concluido ya su historia... Ha concluido ya su historia... ya no existe aquel Ponciano; el arte también concluye y lloran los mexicanos.211 Como lloró el mismo Ponciano en sus propias "memorias", apuntes de su vida que alguna vez existieron y fueron vistos por un sobrino bisnieto (el señor José Velázquez Díaz) quien comenta: "Recuerdo haber leído algunas páginas y me llamó la atención una de ellas, en la que observé rastros quizás del llanto, pero también la marca de un vaso. Ponciano acabó sus días bebiendo demasiado". Otro hecho significativo es el registro fílmico donde Ponciano quedó inmortalizado en apenas unos pies de vieja película que los señores Currich y Maulinié lograron en "Corrida entera de la cuadrilla de Ponciano Díaz" presentada en Puebla en agosto de 1897. Es de lamentar la pérdida de dicho material, pero queda evidencia de un personaje que no se sustrae de los propósitos establecidos por el naciente cinematógrafo que deja otras imágenes sobresalientes, tales como paradas militares, escenas cotidianas o alguna aparición pública del general Porfirio Díaz. Por fortuna quedó una evidencia “romántica” en la película:
211
Lénase los versos “De Ponciano Díaz” (1890) incluidos en este trabajo.
¡ORA PONCIANO! Producción: Producciones Soria, México; 1936. Dirección: Gabriel Soria Guión: Pepe Ortiz y Elvira de la Mora. Fotografía en Blanco y Negro: Alex Phillips. Música: Lorenzo Barcelata. Edición: Fernando A. Rivero. Con: Jesús Solórzano (Ponciano), Consuelo Frank (Rosario), Leopoldo Ortín (Juanón), Carlos López “Chaflán” (Lolo), Carlos Villarías (don Luis). El argumento de la película “¡Ora Ponciano”! no era verdadero. Ponciano Díaz nunca se casó con la hija del ganadero don Rafael Barbabosa. Ella era Herlinda Barbabosa Saldaña, dice Doroteo Velázquez Díaz, sobrino nieto del “torero con bigotes”. Pero las escenas que se pueden gozar tienen un sello de nostalgia que ningún taurino puede dejar de ver. Todo tipo de poetas, mayores y menores le han escrito al amor y a la muerte; a la razón de ser feliz y a la soledad. Parecen temas de nunca acabar porque son de órdenes universales, 212 siempre presentes en todas las épocas. Hubo en el último tercio del siglo XIX un auténtico personaje popular al que poetas de esas dos vertientes lo cantaron y lo repudiaron; lo elevaron a niveles nunca concebidos y lo hundieron casi hasta el fango: Ponciano Díaz Salinas es su nombre. El romanticismo y el modernismo con sus distintas corrientes, amén de otro género, el lírico-musical “que el pueblo de México ha venido cultivando con amor desde hace más de un siglo: El corrido”, tal y como lo afirma Vicente T. Mendoza. Con excepción de Francisco Sosa en su Epístola a un amigo ausente (1888), el mayor número de las composiciones dedicadas al torero son de auténtica raigambre popular, producto de lo que les mandara su inspiración, una inspiración sincera e ingenua, o combativa y de advertencia. De hecho, en los tiempos del esplendor porfirista y los primeros del desorden revolucionario el modernismo comienza, evoluciona y muere entre los últimos veinticinco años del siglo antepasado y el primer cuarto del XX. Quedan, como es lógico, resquicios de un romanticismo decadente que gusta todavía en nuestro tiempo, como lo hacen esas grandes expresiones surgidas en otras épocas. Una cantidad respetable de composiciones emanadas de dichos estilos, se han localizado repartidas en diversas publicaciones que van desde las hojas volantes hasta lo registrado en libros, afines o no, al tema en estudio. Es por esto que vale la pena reunir ahora todo ese contexto o citar las más curiosas sin olvidar las fuentes bibliográficas que registren cada uno de esos testimonios que a continuación presento:213 Ca. 1880 A cualquiera de ellos (don Guadalupe “El Caudillo” y Tomás Hernández “El Brujo”, les hubiera dedicado Gamio214 [y en 1916] su verso sencillo, [si bien Forjando Patria, que es la obra a la cual 212
Universal no es sinónimo de clásico (griego o europeo), es la capacidad de todo grupo social de crear cultura, y la cultura se crea a partir de la conjugación cotidiana del entorno con los procesos de trabajo, el conocimiento y el dominio de materiales e instrumentos, formas organizativas, y la interpretación y la creación de símbolos, ritos, códigos estéticos y mitificaciones. 213 Al lector: En el entendido de que esta obra tiene como propósito principal mostrar las diferentes evidencias en forma cronológica, es en el largo ensayo “Ponciano Díaz íntimo”, donde de pronto se pierde parte de este objetivo, por lo que suplico su amable consideración. Procuraré por tanto, establecer de la manera más apropiada cada uno de los testimonios. (N. del A.). 214 Seguramente Horta se refería a Manuel Gamio, el antropólogo y arqueólogo mexicano (1883-1960) quien, entre otras actividades se concentró en la recuperación del espacio arqueológico de Teotihuacán, dedicando una buena parte de la primera y segunda décadas del siglo XX a ese propósito. En cuanto a si “hubiera dedicado su verso sencillo” esto podría ser una sugerencia de Manuel Horta, sobre todo a partir de una de las
seguramente alude Horta en estas líneas, el hecho es que Forjando… la escribió con otros propósitos. El título era muy sugestivo. Esa sola razón daba para imaginarlo así. Sin embargo, los versos que aparecen a continuación, corresponden precisamente al año indicado]: Era un charro, lo hubierois conocido!... Era un charro, lo hubierois conocido!... Costábale mil pesos el vestido al deslumbrante modo mexicano, dos mil quinientos pesos la montura y como mil tostones de factura los galones de plata del jarano... 1881 A los toros, sin mohina A los toros, sin mohina acudid hoy muy temprano, banderillea Rebujina y pica el Zaragozano.215 1881 LOS TOROS A Fernando Merino Grita con entusiasmo, ¡toro! ¡toro! La multitud que divertirse espera; Suena el acento del clarín sonoro Y al circo salta la terrible fiera; Firme se para ahí, lanza un rugido, Y un hurra atronador, estrepitoso De los labios frenético se escapa al ver al lidiador que valeroso despliega al aire la rojiza capa. Ahí los dos están, con gallardía el de a pie está delante de la fiera, su furia desafía y ella recoge el guante. Miradla, llama toda su pujanza, al suelo inclina la cabeza altiva, sobre el hombre colérica se lanza y el hombre con valor el golpe esquiva. Aparece una intrépida falange
obras fundamentales del propio arqueólogo. Me refiero a Forjando Patria (Pro nacionalismo) de 1916, donde plasma un principio concreto: “inita simplemente a buscar la verdad; intenta remover impulsos nacionalistas e ideas gestadoras de Patria”. En ese sentido, lo que Ponciano Díaz estaba impulsando era eso, precisamente: Un nacionalismo gestador de patria, mismo que quedó rebasado por obra de un factor casi siempre presente a lo largo de su trayectoria: la popularidad. 215 Maria y Campos, Ponciano, el torero con..., op. Cit., p. 93.
de nuevos lidiadores, y cada uno conquistar ansía de la gloria espléndido trofeo; burlan con su serena bizarría de la fiera el furor, y su deseo deja oírse en la inmensa gradería... Mas las aclamaciones entusiastas de acallan de improviso ¿Qué ha pasado? En el pecho de un hombre ha sepultado. Mirarlo ensangrentado y vacilante da los pasos postreros, alza al cielo su pálido semblante, desplómase por fin agonizante y espira entre gemidos lastimeros. Y en tanto ve con encendidos ojos la vencedora fiera de su víctima tristes los despojos, grita el concurso delirante, ¡muera! Ved, ya aparece el vengador, en coro por fin su aparición es saludada; con la capa que lleva desplegada, a los ojos coléricos del toro la hoja oculta de brillante espada. Hacia el hombre se lanza enfurecido, pero herirlo no puede, porque él se siente herido; ruje, tiembla, vacila, retrocede y con mortal desmayo al suelo cae como la negra roca herida por el rayo, echando roja espuma por la boca; confunde sus gemidos dolorosos a los vibrantes gritos de delirio y a las alegres dianas la orquesta con que es celebrado su martirio; y parten todos. Terminó la fiesta. Ahí un cadáver la mirada absorta contempla con pavor, pero la muerte de ese hombre infeliz, decid ¿qué importa cuando una inmensa turba se divierte? No importa, no, que adolorida viuda con sus hijos queridos al verse en este mundo sin ayuda llena el aire con tétricos gemidos. No importa que con su alma destrozada vaya de hambre y de dolor llorando, viendo por siempre su esperanza muerte, sola, casi desnuda, mendigando un mendrugo de pan de puerta en puerta; en tanto que sus hijos desdichados que también de hambre gimen, se filiarán tal vez desesperados,
en la escuela tristísima del crimen. Esa mujer el negro sacrificio apurará sin que haya mano amiga que le preste un apoyo y espirarán al fin en un suplicio los hijos de la mísera mendiga injusta sociedad! ¿Con qué derechos tu cuchilla castiga a criminales que tú misma has hecho? ¡Espectáculo triste y espantoso que la barbarie del pasado abona, ahora que lo vemos a la luz de este siglo esplendoroso que el progreso pregona! Oh siglo! Siglo mío! Siglo de redención, tú que en tu cielo tienes amor y caridad por lema; tú que vas hacia el bien en raudo vuelo ostentando tu fúlgida diadema; en tu glorioso viaje despedaza hasta el último resquicio de los escombros de la edad salvaje y levanta sobre ellos tu edificio. Y vosotros, los hijos del pasado, entes sin corazón ni sentimientos, vosotros, los que siempre habeis gozado en fieros espectáculos sangrientos, veis esa sangre ahí? Pues bien, yo os digo en nombre de este siglo y sus grandezas, que esa sangre caerá en vuestras cabezas, y en nombre de esa sangre yo os maldigo. ¡Atrás! Llegó la hora del augusto reinado del progreso; ya el sol del bien en su brillante aurora nos dá en la frente su divino beso.216 Jesús Acal Ilizaliturri. 1881 En los toros. Tendido número dos. Morrocotudo alboroto. Tres contusos, seis heridos… -¿Subió hasta el tendido el toro?... -No tal, subió un cojitranco, le hablaron con malos modos, enarboló las muletas y hubo aquello de “Socorro! 216
El defensor de la ley. Periódico político, independiente y de avisos. Año I, México, miércoles 8 de junio de 1881, N° 21, p. 3.
¡Favor! ¡Guardias! ¡Que lo matan!” y un escándalo espantoso. -Vamos, ya, ¿palo de ciego? -No señor, ¡palo de cojo! Resumen: ¡Cuál civilizan las corridas de toros! Anónimo.217 1881 A una mujer. En los toros te ví, te ví constante fijar la vista en la candente arena sin que el tinte de pálida azucena ocultase el carmín de tu semblante. Aplaudiste después, loca, anhelante, de todo sentimiento el alma ajena, sin sentir miedo ante la triste escena de una suerte sangrienta y repugnante. En la taurina fiesta hallas encanto, ante la sangre tu vigor se enciende… y el más leve rumor te causa espanto. ¡Tu recuerdo olvidar mi alma pretende! ¿Cómo juzgar tus penas y tu llano? ¡Miserable mujer, quién te comprende? Narciso Díaz de Escobar.218 1882 No bien generosa dama… I No bien generosa dama219 Dejara escuchar su acento Que la Justicia reclama Cuando al instante inflama El Orizabeño ardor, Y en honra el benefactor Que fue ejemplo de virtud Al dar muestras de valor. II Aplaude la sociedad Con entusiasmo la idea, 217
El Monitor Republicano, 17 de julio de 1881, p. 2. El Monitor Republicano, 13 de noviembre de 1881, p. 2. 219 La generosa dama no es otra que la distinguida Sra. Josefina Ocampo de Mata. 218
Que es justo que honrado sea Quien honró la caridad Apóstol de la verdad Y del sacerdocio gloria Fue ese hombre,220 cuya memoria Hoy un pueblo agradecido, Viene a arrancar del olvido Para que viva en la historia. III Mal parece que se hermana Con la lid fiera y sangrienta La ofrenda que amor alienta De la claridad cristiana Mas la juventud galana Que en aras del bien se implora Ama la lucha, acrisola En ella su alma valiente, Y es porque en sus venas siente Hervir la sangre española. IV No en vano acude al favor De la gallarde hermosura, La gala más bella y pura De este suelo encantador Que dominado el temor Que tanto vencer le cuesta Ved cuán gustosa se apresta Con vistosos atavíos, Y honrado tan noble brios Viene a honrar también la fiesta. V ¡Cuántas flores en botón! ¡Cuánto lirio!, ¿cuántas rosas! Al mirar tantas hermosas, Tanta luz y animación De figura la ilusión En su mágica virtud Que es aquella multitud. Que rostros encantadores Un canastillo de flores De belleza y juventud. VI
220
Se refieren los versos al Prebítero D. José Nicolás del Llano, importante filántropo entre la comunidad orizabeña de finales del siglo XIX.
En pos de ansiado laurel Ya los mancebos apuestos A lidiar están dispuestos En el amplio redondel. El impaciente corcel Mas se deja refrenar Comienza el pueblo a estallar En voces pidiendo el toro Y anuncian el clarín sonoro Que la lid va a comenzar. VII Hurra para los donceles De alma varonil y entera, Que desafiando a la fiera, En sus briosos corceles No ambicionan más alureles Ni más rico galardón Que el tener por ovaciones En premio de sus arrojos, Las miradas de esos ojos Que abrazan el corazón. Orizaba, mayo 18 de 1882. Manuel E. Rincón y Vicente D. Llorente.221 1883 En el redondel. Gallardo el mozo, deslumbrante el traje Que del sol a los rayos reverbera, Rey del estado, con soberbia impera Y aguarda osado en el fatal paraje. De rabia lleno y de mortal coraje, Se lanza el toro y el mancebo espera, Y envuelve al hombre y la rabiosa fiera El turbio polvo de la lid salvaje! De la barbarie en el siniestro foro, Ruje la multitud, viendo anhelante, Rotos y en sangre los bordados de oro Del vencido que rueda por el suelo! El populacho aplaude, brama el toro;… La civilización está de duelo. 221
Dante O. Hernández Guzmán: Orizaba en tiempos de toros. Orizaba, Comunidad Morelos, S.A. de C.V., 1998. 360 p. Ils., fots., p. 23 y 24. Publicado originalmente en El Reproductor, Orizaba, Ver., 29 de mayo de 1882.
Juan A. Mateos.222 1883 En EL HIJO DEL TRABAJO, D.F., del 2 de noviembre de 1883, p. 3 se publicaba la siguiente cuarteta: JOSÉ MARÍA VELASCO. Lidiando con los muchachos Murió fastidiado y seco, Que es peor tener escuela Que torear toros de Atenco. 1884 De la crónica que dio cuenta sobre la actuación que Ponciano Díaz tuvo en la plaza de toros de Cuautitlán, el domingo 23 de noviembre de 1884, tomo los siguientes apuntes introductorios: Pan y toros pide el pueblo… Pan y toros pide el pueblo Dice el cantar español; Pues que le den pan y toros Y, agur y válgame Dios! Y es que La corrida del domingo en Cuautitlán, estuvo no sólo muy concurrida, sino muy buena; Y, cómo no, cuando el alma De la afamada cuadrilla, Era la flor y la nata, El bravo Ponciano Díaz? (. . . . . . . . . .) Cucharitos.223 Siempre con trajes lucidos salía, pues, al redondel, y los vivas a Ponciano era lo que había de ver. En Jalisco, en Monterrey, en Coahuila, en Zacatecas, en Puebla y en muchas partes sus glorias están aún frescas.
222 223
El Monitor Republicano, del 12 de agosto de 1883, p. 1. El arte de la Lidia, año 1, Nº 4, 7 de diciembre de 1884, p. 2.
En Puebla, tuvo la gloria de que el público entusiasta quitó las mulas del coche para llevarse a la plaza. Bandas y coronas tuvo, como se dice, de a bola, porque siempre fue simpático y elogiado a toda hora.224 1884 Un traje verde y plata tuvo que guardarse. Lino Zamora lo tenía preparado para vestirlo el domingo 17 de agosto de 1884.225 Los carteles quedaron a merced del viento y este los terminó arrastrando hasta perderse calles abajo de una plaza que mantuvo cerrada sus puertas en señal de luto. La ciudad de Zacatecas lloró su muerte. A los pocos días, y en todo México unas "hojas de papel volando" comenzaron a divulgar la noticia en los "Legítimos versos de Lino Zamora traídos del Real de Zacatecas" y que cuentan la tragedia. Legítimos versos de Lino Zamora traídos del Real de Zacatecas Pobre de Lino Zamora, ¡Ah!, que suerte le ha tocado, que en el Real de Zacatecas un torero lo ha matado. Rosa, rosita, rosa romero ya murió Lino Zamora, qué haremos de otro torero! Al salir de Guanajuato, cuatro suspiros tiró, en aquel Cerro Trozado su corazón le avisó. Rosa, rosita, rosa peruana. Ya murió Lino Zamora; la causa fué Prisciliana. Lino le dijo a Braulio que se fuera para Jerez, que fuera a hacer la contrata y que volviera otra vez. Rosa, rosita, flor de alelía, ya murió Lino Zamora, pues así le convendría. 224
Ib., p. 91. Evidentemente, la fecha indicada en los versos de esta composición, nos dan una fecha imprecisa. Como se sabe, Lino Zamora fue asesinado por su banderillero Braulio Díaz en Zacatecas, el 7 de febrero de 1878. Conviene hacer esta aclaración para no caer en confusiones. (N. del A.). 225
Cuando vino de Jerez el jueves por la mañana, le dijo Martín su hermano: -Lino está con Prisciliana. Rosa, rosita, flor de granada, ya murió Lino Zamora. Por causa de una tanteada. En la calle de Tacuba estaba Lino parado, -Aquí te vas a morir y aquí te quedas tirado. Rosa, rosita, rosa morada, ya murió Lino Zamora que fuera el primer espada. Ese gracioso de Carmen pronto lo agarró del brazo. Llegó el cobarde de Braulio, y al punto le dió el balazo. Rosa, rosita, flor de clavel, ya murió Lino Zamora. No lo volverás a ver. El día 14 de agosto, era jueves por la tarde, -se quedó Lino Zamora revolcándose en su sangre. Rosa, rosita, flor de romero, ya murió Lino Zamora, el padre de los toreros. Toda la gente decía: -Hombre, ¿qué es lo que has hecho?... Lo mataste a traición. No le hablaste por derecho. Lo traía por buen amigo. Lo traía por compañero. Lo traía en su Compañía por primer banderillero. Rosa, rosita, flor de clavel, ya murió Lino Zamora. Dios se haya dolido de él. La traían por muy bonita, echándosela de lado,
y era infeliz mujer la Prisciliana Granado. Rosa, rosita flor matizada, al toro siempre mataba de la primera estocada. La traían por muy bonita, la traían por muy veloz, la traían por muy honrada... ¿Cómo mancornó a los dos?... Rosa, rosita, flor de alelía, nunca culpes a ninguno, pues así le convendría. De todos ya me despido, porque la agonía ya entró. Que rueguen a Dios por mi alma, eso les suplico yo. Rosa, rosita, flor encarnada, para el final de mi vida, ya casi no falta nada. Lloraba su pobre madre. lloraba sin compasión, al ver a su hijo querido que lo echaban al cajón. Rosa, rosita, flor de clavel, al enterrar a Zamora no lo volverás a ver. Lloraba su Compañía, lloraba sin compasión, de ver a su Capitán que lo llevan al Panteón. Rosa, rosita de Jericó, su primer banderillero de un balazo lo mató. Es muy triste recordar dice don Ponciano Díaz, que Lino Zamora, ya acabó sus tristes días. Ya con esta me despido. Con los rayos de la aurora. Aquí se acaban cantando los recuerdos de Zamora.
Rosa, rosita, flor de Belém, ya murió Lino Zamora, requiescat in pace. Amén.226 Me parece oportuno incluir a continuación un análisis realizado por el Lic. Eduardo E. Heftye Etienne, quien viene realizando de un tiempo a esta fecha la importante investigación relacionada con los corridos en el tema taurino, y que amablemente me ha proporcionado el asunto que se relaciona con Lino Zamora.227 ALGUNAS INTERROGANTES Y PRECISIONES SOBRE EL TORERO DECIMONÓNICO LINO ZAMORA. Eduardo E. Heftye Etienne Resulta muy interesante explorar el pasado para rescatar y dar a conocer, con la mayor precisión posible, los datos relativos a la historia del toreo en la República Mexicana, aunque es frecuente encontrar algunas inconsistencias en la información proporcionada por los historiadores de nuestra fiesta. A continuación me referiré brevemente al nacimiento y muerte de un conocido torero mexicano del siglo XIX, llamado Lino Zamora, quien fue uno de los diestros más famosos y activos de su generación, particularmente por su destreza en la colocación de las banderillas. Sin embargo, Zamora pasó a la historia no tanto por su brillante trayectoria en los ruedos, sino por la manera trágica en la cual falleció, ya que fue asesinado en la ciudad de Zacatecas por Braulio Díaz, integrante de su cuadrilla que mantenía un romance con Presciliana Granado, mujer que también era pretendida por el malogrado diestro. El trágico suceso dio motivo a la elaboración del corrido taurino que más se ha reproducido en las obras relativas a corridos, denominado “Legítimos versos de Lino Zamora, traídos del Real de Zacatecas”, que contiene el bello grabado de una suerte de banderillas, cuya autoría corresponde al destacado artista plástico Manuel Manilla. En cuanto a los datos relativos al lugar y fecha de nacimiento de Lino Zamora, existen notorias discrepancias. Marcial Fernández “Pepe Malasombra” y José Francisco Coello Ugalde228 afirman que nació en la ciudad de Querétaro en 1845, basándose para ello en una obra del historiador queretano Valentín F. Frías. Por su parte, el tapatío Ramón Macías Mora 229 menciona que nació en Irapuato, Guanajuato, sin precisar la fecha de su nacimiento. Al estar investigando la fecha de inauguración de la vieja plaza El Progreso de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, que estaba localizada en las inmediaciones del hospicio Cabañas, encontré información en el sentido de que fue inaugurada por Lino Zamora y su cuadrilla. En este sentido, Miguel Luna Parra y Federico Garibay Anaya230 mencionan que “al ser fraccionada la huerta del referido orfanatorio, se construyó frente a él la plaza de toros llamada El Progreso, con capacidad para 3 000 personas, que fue inaugurada hacia 1856 por Lino Zamora y su cuadrilla.” Por su parte, Ramón Macías Mora231 afirma que dicha plaza de toros “fue muy probablemente inaugurada en 1855 o 1856 y en el cartel inicial estuvo el espada guanajuatense (de Irapuato) Lino Zamora”.
226
Vicente T. Mendoza: El corrido mexicano. 3ª reimpr. México, Fondo de Cultura Económica, 1976. 467 p. (Colección popular, 139)., p. 317-321. 227 Eduardo E. Heftye Etienne: Corridos taurinos mexicanos. Recopilación y textos de (…). México (…). 228 Los nuestros, toreros de México desde la conquista hasta el siglo XXI. Ficticia, S. de R.L. de C.V., México, 2002, p. 27. 229 La corrida de ayer…mito, tradición, ritual, suerte y azar de la fiesta de los toros. Editorial Ágata, S.A. de C.V., Guadalajara, Jalisco, México, primera edición, 1996, p. 88. 230 México se viste de luces. Un recorrido histórico por el territorio taurino de nuestro país. El Informador, Ágata Editores, Guadalajara, Jalisco, primera edición, 2001, p. 100. 231 Op. cit., p. 88.
Si los datos anteriormente proporcionados fueran correctos, se llegaría al absurdo de concluir que Lino Zamora inauguró la plaza de toros El Progreso cuando contaba con 10 u 11 años de edad. Lo anterior me llevó a iniciar una búsqueda más precisa sobre Lino Zamora, hasta que localicé una obra que hace expresa referencia a su nacimiento y muerte, con base en los datos que contiene el acta de defunción de dicho diestro. Se trata de la obra “El corrido zacatecano”, cuya autoría corresponde al también zacatecano Cuauhtémoc Esparza Sánchez. De acuerdo con este autor, Lino Zamora nació en la ciudad de Guanajuato, capital del estado del mismo nombre, en el año de 1840. Este dato hace mucho más verosímil la participación de dicho diestro en la inauguración de la plaza El Progreso de Guadalajara. Finalmente, debo hacer notar que también existen notorias discrepancias sobre la fecha del citado asesinato de Lino Zamora por parte de su subalterno. De acuerdo con la información que proporciona el texto del propio corrido, sucedió “un jueves por la tarde” y un “14 de agosto”. Con base en tales datos, Heriberto Lanfranchi232 llega a la conclusión de que el suceso debió haber sido el jueves 14 de agosto de 1884, dato que también es compartido por Marcial Fernández “Pepe Malasombra” y José Francisco Coello Ugalde.233 No obstante lo anterior, Cuauhtémoc Esparza Sánchez asegura que el crimen en cuestión ocurrió el 7 de febrero de 1878 -precisamente un jueves-, basándose en los datos que contiene el acta de defunción de Lino Zamora234, que obra en el Archivo del Registro Civil del Municipio de Zacatecas, misma que tuvo a la vista y cuyos datos precisos reproduzco a continuación: “Libro del año de 1878 No. 16, Defunciones. Empieza el 1º. de enero, termina en 15 de abril. Acta 302, Fol. 62 f. y v. “Lino Zamora (1840 – 7 de febrero de 1878). Torero. Nació en Guanajuato, Gto. Casado con Juana Alejandrí, también guanajuatense. Después de practicársele la autopsia por orden judicial, en el Hospital Civil, fue inhumado en el panteón del Refugio en un sepulcro especial, donde quedaron sus restos durante 5 años en la ciudad de Zacatecas, donde falleció.” 1884 PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 19 de octubre de 1884. Primera corrida de la temporada. Bernardo Gaviño y Francisco Jiménez “Rebujina” con 4 toros de Santín. La cuadrilla lidiadora… Soberbia fue la corrida Que hubo el domingo en la plaza Del Huisachal, tan soberbia, Que la pregona la fama. Los bichos que se lidiaron, Fueron de Santín. ¡Gran raza! Raza de toros que tiene Fiereza que otra no iguala. La de Atenco es de renombre, Es sin disputa muy brava; Pero es pequeña, y con mucho Tratándose de pujanza. Los de Santín son terribles, Buena su edad y su estampa, 232
Heriberto Lanfranchi: La Fiesta Brava en México y España, 1519-1969, T. 1, Editorial Siqueo, primera edición, México, junio de 1971, p. 181. 233 Op, cit., p. 27. 234 Ibidem., p. 116.
De espléndido cerviguillo, De agudas y fuertes astas, La cuadrilla lidiadora, Un gran diestro la mandaba; Era Bernardo Gaviño El incomparable espada. Que en tiempos de los virreyes, Dicen también lidiaba Como el torero más diestro Célebre en la tauromaquia. Su segundo, Rebujina, Hijo de la noble España, Es en el arte magnífico, Y sobre todo en la capa. Síguenle después Frasquito Que aduna al valor la gracia, Y en suertes de banderillas, Casi ninguno lo iguala; Cuquito y Lobato… ¡Vamos! Lo rivalizan en fama, Que son listos y valientes En extensión de palabra; Y donde ponen el ojo Las banderillas le clavan, Sin buscar la media vuelta Al quiebro, pero sin mancha. El primer toro, ¡Sublime! Recibió más de diez varas, Quiero decir garrochazos De poderosa palanca. Santín y el Negrito Conde Estuvieron en la plaza Expléndidos como nunca: ¡Qué valor y qué pujanza! El Negro tiene una fuerza Que ni diez, si lo acompañan, Es un negro que a diez toros Si le acometen, los cansa. En cuanto a Santín, es hombre De soberbio chiste y calma; Y que al toro desafía Con su formidable lanza; El toro se le vá encima, El no dice ni palabra; Pero domina a la fiera Y obtiene muchas palmadas. Dada la señal de muerte, Bernardo Gaviño avanza, pide coqueto la vénia y empuña la diestra espada. Llama al toro; le acomete, se lo quita con la capa, y en un pase de muleta
con arrogancia lo mata. Segundo toro. No bueno, Casi huía a la vara, Quiero decir, a la pica, A la garrocha, a la lanza. Tampoco a la banderilla Se prestó el bicho. Fue farsa Que hizo que silbaran muchos, Sin comprender por qué causa. Era el toro retrechero, La verdad, tenía mucha alma Y defendía su vida A fuerza de solimañas. Y de argucias tan taurinas, Que era aquel bicho de fama Y no valía la pena; Porque en verdad, no jugaba. Pero el bravo Rebujina, Después de tres estocadas Y que el toro no moría, Volvió de nuevo a la espada. El Juez toco la trompeta Pidiendo que se lazara, Mas Rebujina, mirando Que el toro se dominaba, Impidió a los lazadores Que a traición se le matara; Y el Juez, en arranque, bélico, Con prosopopeya rara, Mandó poner en la cárcel Al diestro… ¡Cáspita! Como si fuera delito Matar a una bestia brava. Ante injusticia notoria, El público sintió rabia Y a la autoridad silbando Le hizo comprender su guasa En medio de mil silbidos De jarros y de naranjas. Fue el tercer toro terrible, Causó al salir algazara: Era que venía muy bravo Y sin miedo, a todo entraba. Sin resistir a la pica, Que el toro no tenía alma; Sufrió sin embargo, y mucho, Grandes piquetes de vara. Dicen algunos que el bicho, Era de edad bien temprana… Mas es el caso que era Una pantera de Java. Jamelgos inofensivos Y hasta inofensivas jacas
Murieron en esa lucha Sin combatir, a la mala, Como mueren los soldados En luchas ensangrentadas, Sin saber cómo ni cuando, Sin saber ni por qué causa. Bernardo Gaviño, el viejo, Con todo y su altiva fama, No le pudo dar al toro La postrimer estocada. Pero vino el cachetero Y con su flema y su calma Le clavó en la nuca al bicho Su vil y cobarde daga. Vamos al último toro: Ligero, de buena estampa, Que llevaba entre ambos cuernos Dos terribles amenazas. No tuvo miedo a la pica Y revelando su raza, Dejó fuera de combate A dos raquíticas jacas. Los picadores lucieron Su poderosa pujanza Y aunque cayeron a tierra Dejaron su honra muy alta. Vino en seguida Cuquito, Que aunque de pequeña estampa, Es audaz como ninguno, Cuando banderillas clava. De ellas, puso los tres pares Con tal destreza y tal gracia, Que la concurrencia toda Le aplaudió entusiasmada, Tanto, que desde la sombra Recibió dinero en plata Y un rico porta-monedas Que una beldad le arrojara. Entre pases de muleta Que Rebujina le daba, La muerte vino, y el toro Se defendió de la parca. Era que no estaba muerto; Pero que sí agonizaba, Que fue la estocada buena, Aunque a la verdad muy alta. En resumen, la corrida No fue buena, que fue magna, A grado tal que la próxima Al Huisachal dará fama. Por ende la gente toda, Ya se apresta y llena de ansia, Para esa nueva corrida
Sus aprestos adelanta. La empresa que en Cuevas tiene Tanto mérito cual plata, Y buen gusto cual ninguna De nuevo será premiada. La población, es seguro, Allí va a volar en masa, Y volverá satisfecha Al regresar de la plaza. Gadea235 Este soneto, obra de inspirado bardo de la lira popular no se detuvo en recrear en apenas 14 versos el acontecer de una corrida, ocurrida en los primeros días de aquel diciembre de 1884, en la plaza de toros El Huisachal, entusiasmando al émulo de Guillermo Prieto quien parece iluminar con su “Musa Callejera” las emocionadas líneas dejadas para la posteridad por “Cucharitos”, a quien invito que suba al estrado para que de lectura a su 1884 SONETO ESCRITO EN EL HUISACHAL Se halla de gente el redondel henchido: Brilla en el cielo el sol, cual ascua de oro, y, “¡Toro!” se oye donde quiera: “¡Toro!” Y sale del toril embravecido, El lidiador osténtase atrevido sobre la arena del terrible foro: Su corazón de audacia es un tesoro y a combatir se muestra decidido. Reta a la fiera con aguda pica, el cuerno matador rápido escapa, y al caballo, tan noble, sacrifica. Siguen las banderillas y la capa: Luego la confusión que nadie explica, y, ¿cuánto aplauso el matador atrapa! CUCHARITOS236 1884 PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 16 de noviembre. 3ª corrida. Bernardo Gaviño (1), Francisco Jiménez “Rebujina” (2) y Felícitos Mejías “El Veracruzano” (1), con 4 toros de El Cazadero. La cuadrilla estaba formada por Felícitos Mejía y “Rebujina”. Como banderilleros “Cuquito” y “El Orizabeño” y como picadores el Negrito Conde y Santín. B. GAVIÑO. No le gustó el único toro que tuvo que lidiar y esperó pacientemente, sin importarle los pitos, a que la autoridad ordenara lazo y puntilla. 235 236
El arte de la Lidia, año 1, Nº 1, 9 de noviembre de 1884, p. 2-3. El Arte de la Lidia, Nº 5, año I, del 14 de diciembre de 1884.
La corrida del domingo… La corrida del domingo En el Huisachal, fue mala: Los toros del Cazadero, Allí resultaron vacas. Escogidos por Bernardo, Tenían valor y pujanza En los llanos de la hacienda; Pero al salir a la plaza… Díganme si eran borregos, Salieron dialtiro maulas; Largaron en el camino La bravura de su raza Y por eso les llovían Manantiales de naranjas. Al presentar la garrocha Y las banderillas varias Hacían cortés saludo: Dando la vuelta, volaban, Haciendo a los lidiadores Exasperarse de rabia. Tímido estuvo Bernardo, Rebujina como un ascua, Cuquito el banderillero, Conquistando muchas dianas, Y Felícitos Mejía… ¡Estuvo el pobre de malas! Que por claver el acero Donde los diestros lo clavan, Lo fue clavar en la tierra, Quiero decir, en la plaza. No hubo toro que muriese En regla de tauromaquia: Fue preciso el cachetero Para que le rematara A traición, como hacen siempre, Es decir, a cachetadas, Encontrándose la bestia Por el lazo dominada… Sucumbieron dos caballos Por casualidad nefanda, Y todo el mundo les vido El jigado e las entrañas. ¡Desdichados animales, Bajo tales alimañas!... ¿Cómo pueden los humanos Provocar esas desgracias? Cosas hay que mortifican: De la humanidad, mal hablan, Que siempre ha sido el caballo Un amigo fiel, y… basta
De inútiles comentarios, Porque fatigan y cansan… El público exasperado, No daba gritos, bramaba, Pidiéndole al empresario La devolución, la entrada. En fin, todo, todo, todo, Raspa, raspa, raspa, raspa, Que en tratándose de toros, Pasa todo… ¡Todo pasa!... Yo que vi lo que otros vieran, Es decir, llena la plaza, Dije para mi capote: Bien puede haber 2,000 almas; Y cuentan que no hay dinero! Cuando aquella enorme entrada Tantas iguales produjo… ¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! Para tortillas, no hay tlaco, Mas el que al cuerno se larga, Por disfrutar de los cuernos Empeña hasta la frazada. Cucharitos.237 1884 Política torera. Torito de gran romana que con empuje acomete, y es la plaza un tenderete que no hay picador en pie; y aunque se crece a las varas, respirando sangre y fuego, hecho por fin un borrego, muere al primer volapie; ese soberbio animal, mucho ruido y pocas nueces, es un toro federal. Toro ya de muchas yerbas, que temiendo algún fracaso, sale del toril al paso con aires de pensador; y como ya fue corrido, se aproxima a la barrera y está ducho y se entablera para ir al bulto mejor; tan receloso animal, en política seria 237
El arte de la Lidia, año 1, Nº 3, 23 de noviembre de 1884, p. 1 y 2.
toro constitucional. Bicho que al huir el hierro hacia atrás parece que anda, y los piqueros de tanda le van al medio a picar; mas si la cola mosquea y el suelo de baba moja, cuando a recoger se arroja, no se va sin ensartar; ese animal redomado, que yendo atrás va adelante es un toro moderado. Toro alegre y casquivano Que a cuantos le citan sigue, Y hasta su sombra persigue Por el gusto de coger; Y en un minuto hace cara, De su honor en desagravio, A un torero, a un mono sabio Y a un penco, que echa a correr, Ese voluble animal Que siempre va a su negocio Es un toro radical. Toro, que ni quiere varas, ni se atreve a dar un paso, y sólo coger si acaso, por sorpresa o por traición; y el público se alborota, que no entra a suerte ninguna, y le echan la media luna y va al corral de rondon; esa fiera que a la vista dice ya que no es de plaza es un toro absolutista. El que se pone las botas es un toro botinero, burri-ciego el majadero que va por otro a gritar; mal armado el que se lanza a un motín con un sablucho; cabestro el que paga mucho y nunca llega a cobrar; y estando siempre en un tris entre tantos lidiadores, siempre el toro es el país. R. G. Santiesteban.238 238
El arte de la Lidia, Año I, 14 de diciembre de 1884, Nº 5, p. 2-3.
1884 LOS TOROS. A mi apreciable amigo el Sr. Catarino Chávez. I Antes de la corrida. “¡Toro”! dicen en letra muy crecida En la ciudad inmensos cartelones; ¡Toro!... grita la gente en los vagones Do la música va de la corrida; ¡Toro!... grita en la plaza pronto henchida Con más rabia quien tiene más pulmones; Y de la banda a los alegres sones Aulla y silba la plebe enfurecida. Del redondel la arena reverbera, En los anchos sombreros brilla el oro De los charros que asaltan la barrera; Los gritos a la música hacen coro, Y al salir la cuadrilla, ansiosa y fiera ¡Toro! Ruje la plaza, tooooro! Tooooro!... II En la corrida. El toque agudo del clarín resuena: El toro al redondel se precipita… A ruda lid el picador lo incita Y rueda en la embestida por la arena. La fiera hunde las astas, de ira llena, En el caballo que el terror agita, En tanto que la gente aplaude y grita Ebria de sangre y al dolor ajena… Un gallardo mancebo al toro llama De banderillas con el par vistoso, Que al sentirlas la fiera, brinca y brama… La aguda espada al fin le da reposo, Y ronco el pueblo al matador aclama, “¡Otro toro!”, pidiendo más furioso. III Después de la corrida. ¡Al tren! ¡Al tren! El circo ensangrentado Ya vomitó la multitud salvaje; Desierto queda en el erial paraje, Por los buitres carnívoros rondado.
Cual río en el camino desbordado De jinetes regresa el oleaje: De sol, de pulque y sangre y de coraje Ebria la plebe el tren se ha disputado. “¡Toooro!”, rugiendo viene en los vagones, Y en la ciudad le silba y le hace coro La canalla que hierve en los figones; Después se esparce en grupos sin decoro Por medio de las calles, y burlones Les gritan los pilluelos: “¡toro! Toooro!!... Aurelio Garay.239 1884 El salto del toro. (Recuerdos de la última corrida en el Huisachal) Era un toro feroz el cuarto toro,240 Y tan feroz el bicho, cual ligero; De modo que, con tono lisonjero Salvó la valla del redondo foro. La multitud en apenado coro, Grito lanzó terrible y lastimero; Miraron todos a su fin postrero, Y daban por vivir diez onzas de oro. Pero el buen animal, con cortesía, Trató a la gente que aplaudió denantes, Y sin hacer ninguna fechoría Dizque hubo de plagiar lo de Cervantes: “Caló el chapeau y requirió la espada, Y se fue el pobrecico y… no hubo nada”. Cucharitos.241 1885 239
El arte de la Lidia, Año I, 21 de diciembre de 1884, Nº 6, p. 2. Se refiere al siguiente hecho: Domingo 14 de diciembre de 1884. Plaza de toros El Huisachal. 4 toros de San Diego de los Padres para: Rebujina, Cuquito y Frasquito, Cuadrilla Hispano-Mexicana bajo la dirección del decano de los toreros Bernardo Gaviño. Josco, listoncillo, corniveleto, bien puesto y de algunas libras, era el cuarto de la tarde llamado el Dinamita, con más pies y ligereza que un siervo, y sacudido de carnes. Ocho varas o piquetes recibió el Dinamita, ocasionando la muerte de dos inofensivas jacas y varios batacazos a Santín y a Rea. Aunque bravo el bicho era receloso, y acordándose de su nombre empezó a hacer de las suyas, viniéndole la pícara idea de saltar la barrera; dio tres saltos consecutivos salvando esta. La Presidencia da la señal de banderillas, y el Orizabeño se presenta con los palos: los primeros tuvieron mal éxito; pero en los segundos y aunque a la media vuelta los colocó en buen sitio. Con las cosquillas que recibió el bicho en estos momentos, se enfullina y con vuelo, empuje y ligereza, salva por el departamento del sol la valla y contravalla e impávido se pasea por las gradas, llegando hasta una lumbrera donde luce su buena estampa. La confusión de los espectadores del sol no tiene límites; gritos, sustos y algazara, todo se sucede; en la sombra los lagartijos se desmayan, los gendarmes corren por todos lados y ustedes saben lo que ocurrió al fin… nada, completamente nada; los lazadores llegan a tiempo y el torito vuelve al redondel. 241 El arte de la Lidia, Año I, 21 de diciembre de 1884, Nº 6, p. 2. 240
Qué bonito es Tlalnepantla… Qué bonito es Tlalnepantla con su gran plaza de toros! Los domingos en la tarde marchan muy contentos todos. Van diciendo: ¡Ahora, Ponciano! Te vamos a ver torear a esos toros tan valientes, de la Hacienda del Parral. Ahí viene Ponciano Díaz, con toditos sus toreros, diciéndole a sus amigos -¡Aquí los toros son buenos! ¡Ahora, Ponciano!, le dicen, atórale a ese torito, que de veras es valiente. Hazle con el capotito. Es bonito ir a los toros con su bonita muchacha a ver a Ponciano Díaz, hasta mero Tlalnepantla. Qué bonitos son los toros, los toros del Contadero: Cuando los torea Ponciano se les quita lo matrero. ¡Újule, torito bravo! Qué bonito te torean, ¡Cuando te mata Ponciano hasta los ojos volteas! ¡Húrtale la vuelta, Carlos, al fin es del Cazadero! ¡Ahora, Ponciano!, es de veras: mira, pues, a ese torito: es de los meros de Atenco, ¡hazle con el capotito! ¡Uja!, qué toro tan bravo, es del mero Contadero; péguenle unas banderillas a ese toro tan rejego. ¡Ahora, Ponciano!, le gritan: adentro tus picadores. Esos toros que toreas
son toros de los mejores. Qué valientes picadores, son del merito Bajío, cuando les meten la pica hasta se les sube el brío. ¡Ahora, Ponciano!, le dicen, mata bien a ese torito; mira qué bonito te entra, pues de veras es maldito.242 1885 ¡Urra al valiente torero! ¡Urra al valiente torero! Urra al valiente Ponciano que será siempre el primero en el suelo mexicano! De México y los Estados ansiosa acude la gente, para admirar los capeos de un mexicano valiente. No hay otro que en banderillas pudiera ser su rival porque siempre las ha puesto en su merito lugar. Para matar no hay como él que tan bien use la espada, porque nunca necesita dar la segunda estocada.243 1885 La última corrida de toros de la empresa Cuevas. Hay bromas impertinentes Anticipándose al día, La empresa en esa corría Hizo muchos inocentes, No charlamos como loros, Que la bronca fue cumplida, Y la corrida, corrida De inocentes, no de toros. Están ustedes, señores, 242 243
Ibid., p. 71-72. Ib., p. 93.
Para bien saber, y yo Para mal contar, que no Los veréis nunca peores. ¡Cuántos, cuántos inocentes! Mas empezó la función Tocando a… degollación De todos los… concurrentes. Sonó el clarín, y al momento Salió… ¡qué salió, Dios santo, Queriendo infundir espanto?... ¡Con piel de toro un jumento! ¡Que bien remedaba el bú Del fiero toro de Atenco! El picador y su penco Huyeron, por Belcebú! Todos los diestros ¡ay nana! ¡Qué miedo tenían al coco! Quien no corría como loco Daba saltos como rana. Apenas el asno fiero Tras ellos íbase al trote, Huían, soltando el capote Y buscando el burladero. Y ante la fiera actitud Del toro, los picadores Ya de jockeys corredores Demostraron su aptitud. Las banderillas ¡oh Dios! Fue mojiganga completa: Todas iban al planeta Y no a la fiera feroz. Tocan a muerte ¡qué horror! Llama el diestro al toro… oh mengua! Le enseña el burro la lengua Y huye el diestro con pavor. Y el diestro al fin no concluye, Que del enemigo al frente, Huye cual general… mente De un par de cuernos se huye. Al fin da un pinchazo fiero… ¡Jesús, que te coge el toro! Y del traje con desdoro. Corre… tras el cachetero. Pronto éste se presentó Con su cuchillo, muy curro. Y lo hundió en el fiero burro, Que por burro así murió. Y como estos fueron todos, ¡Qué ganado tan perdido! ¡Qué suertes, cuánto silbido! Se gritó hasta por los codos. El buen Bernardo Gaviño Fue el solo que lo hizo bien
Lloró y rabió como niño… De Atenco sufrió desdoro El ganado, que es la fiebre, Y la empresa dio por liebre Gato, y borrego por toro. El respetable, el bendito, (El público) en su despecho Volvió diciendo: Me han hecho Inocente! Gregorito.244 1885 Casamiento de Indios. (Mojiganga)245 La mojiganga el gentío Pide ya impaciente a coro Después del último toro Que mató Pepe Machío. Al público daba envidia y hasta al mismo toro asombra 244
El arte de la Lidia, Año I, 4 de enero de 1885, Nº 11, p. 2-3. Los versos escritos por Gregorito, se refieren a la corrida que ocurrió el domingo 21 de diciembre de 1884. PLAZA DEL HUISACHAL, EDO. DE MÉX. Domingo 21 de diciembre. 6ª corrida. Bernardo Gaviño (1), Francisco Jiménez “Rebujina” (2) y Felícitos Mejías “El Veracruzano” (1), con 4 toros de Atenco. El ganado que se lidió aquella tarde resultó pésimo. 245 José Francisco Coello Ugalde: Las Mojigangas: Aderezos imprescindibles y otros divertimentos de gran atractivo en las corridas de toros en el mexicano siglo XIX. Aportaciones Histórico Taurinas Nº 29. México, 1998-2001. 201 p. Ils., fots., retrs. (Inédito), p. 5-6. Mojiganga: Como una constante, el conjunto de manifestaciones festivas, producto de la imaginaria popular, o de la incorporación del teatro a la plaza, comúnmente llamadas “mojigangas” (que en un principio fueron una forma de protesta social), despertaron intensas con el movimiento de emancipación de 1810. Si bien, desde los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX ya constituían en sí mismas un reflejo de la sociedad y búsqueda por algo que no fuera necesariamente lo cotidiano, se consolidan en el desarrollo del nuevo país, aumentando paulatinamente hasta llegar a formar un abigarrado conjunto de invenciones o recreaciones, que no alcanzaba una tarde para conocerlos. Eran necesarias muchas, como fue el caso durante el siglo pasado, y cada ocasión representaba la oportunidad de ver un programa diferente, variado, enriquecido por “sorprendentes novedades” que de tan extraordinarias, se acercaban a la expresión del circo lo cual desequilibraba en cierta forma el desarrollo de la corrida de toros misma; pues los carteles nos indican, a veces, una balanceada presencia taurina junto al entretenimiento que la empresa, o la compañía en cuestión se comprometían ofrecer. Aunque la plaza de toros se destinara para el espectáculo taurino, este de pronto, pasaba a un segundo término por la razón de que era tan basto el catálogo de mojigangas y de manifestaciones complementarias al toreo, -lo cual ocurría durante muchas tardes-, lo que para la propia tauromaquia no significaba peligro alguno de verse en cierta media relegada. O para mejor entenderlo, los toros lidiados bajo circunstancias normales se reducían a veces a dos como mínimo, en tanto que el resto de la función corría a cargo de quienes se proponían divertir al respetable. Desde el siglo XVIII este síntoma se deja ver, producto del relajamiento social, pero producto también de un estado de cosas que avizora el destino de libertad que comenzaron pretendiendo los novohispanos y consolidaron los nuevos mexicanos con la cuota de un cúmulo de muertes que terminaron, de alguna manera, al consumarse aquel propósito.
Oir gritar en la sombra Al regente de La Lidia. Las palmas de Echeverría Anuncian que ya los novios, Traviesos como microbios Llegan con la chirimía. La novia es la vieja “Voz de México”, y Victoriano Agüeros, el novio: ufano Muestra su facha feroz. Tras ellos viene el padrino Enteco, flaco sombrío… ¡Todititito a don Darío Se parece el muy indino! Toda la plaza se fija En la madrina, la Theo, Muy maestra en el toreo De la gente lagartija. Con sus indígenas trazas Y en medio de grita inmensa Siguen los suegros: “La Prensa” Y José Joaquín Terrazas. Testigos, “Juan Panadero”. Y Gregorio Jardón Que salió de su prisión Alegre como un pandero Es alcalde el “Socialista” Mozo, el “Hijo del Trabajo”, Que apenas se ve debajo De la cazuela, ya lista. Con su facha estereotípica El cura, el buen Gabilondo, Viene luego muy orondo Con la música, la Típica. Piden la venia los vales Y de la plaza en el centro Siéntanse gritando ¡adentro Al mole y a los tamales! Mas suena el clarín agudo Que corta la bendición Del cura, y el atracón De mole, y brama el carnudo. Del Chiquero el embolado Sale listo y juguetón: Por aquí coge a Jardón y lo mete al estofado; A la enronquecida Voz De las enaguas levanta; Agüeros ¡pobre! se espanta Y corre más que veloz. Muy cerca el toro le atiza,
Da un encontrón a la Theo246 Y viene a caer el neo De hocicos en la ceniza. Síguele el toro porfiado; “La Prensa” en tanto batalla, Pero atrapa al fin la valla Y sale de su cuidado… Terrazas o te rasuras, A quien ha cogido el toro, Grita, cual gritaba el loro Del cuento, ¡pobres criaturas! En medio de este alboroto Asoma “Juan Panadero” Cubriendo con el sombrero Lo que muestra el calzón roto. Llama al toro, lo trastea Y le arroja el chilapeño, Le mira frunciendo el ceño, Arrogante, cual Gadea; Mas el toro, sin misterio, A la Típica acomete, Un cuerno embolado mete Al bandolón y al salterio; Sálvase solo el del bajo, “El Valedor”, don Darío, Y temblando, y no de frío, Huye el “Hijo del Trabajo”. Aulla el pueblo en las gradas Y hace crecer el jaleo Y que empiece el naranjeo Y acaben las bufonadas. La mojiganga, maltrecha, Sale al fin del redondel Y el toro pasea por él Su mirada satisfecha. GIROFLE-GIROFLA.247 1885 Los toros de León. Parte el sol por mitad el ancha plaza Que de León la hermosa el pueblo llena; La lid va a comenzar, ruda faena En que el diestro con seda se acoraza. ¡Cuán fiera de Xapótica es la raza! Ya el toro escarba con furor la arena; Es un león con cuernos, una hiena 246
Se refiere a Mme. Theo, una artista y cantante de la época, que hizo varias apariciones en el Teatro Nacional. 247 El arte de la Lidia, Año I, 4 de enero de 1885, Nº 11, p. 2.
Que brama, brinca, embiste y despedaza! No hay picador que no eche de costillas Ni capa o matador que no agujere; Redoblan su furor las banderillas, Y cuando el diestro espada al fin le hiere, Vacila el toro, dobla las rodillas, Huele la tierra, se desploma y muere. México.-1885. Castañuelas.248 1885 ¡Ese es toro! Letrilla taurina. El que sin renta ni empleo Ni oficio ni beneficio Mantiene mujer y vicio Y no le falta el fideo; Que porta billetes y oro Y a su mitad deja a solas Con su primo… ¡carambolas! ¡Ese es toro! El que arrugado, decrépito, Acatarrado, reumático, Regañón, cursi, antipático. Y embarrado de cosmético, Se cree un Don Juan en el foro Del teatro, y con la Theo No cesa su galanteo… ¡Ese es toro! Quien tiene mujer amable, Jóven, sana, muy hermosa, De cutis de nieve y rosa, Soñadora, impresionable; Que lee a Bécquer, y el tesoro De sus rimas no es gran cosa Para él, y la ama en prosa… ¡Ese es toro! El que teniendo mujer Muy glotona, curvilínea, Positivista, sanguínea, Muy amiga del placer, Le canta sólo: “te adoro” Con voz romántica, armónica, Y una acción sólo platónica… 248
El arte de la Lidia, Año I, 4 de enero de 1885, Nº 11, p. 2.
¡Ese es toro! El que mira indiferente Que su devota costilla No hay iglesia ni capilla Que constante no frecuente; Que en la sacristía y el coro Reze, comulgue, confiese, Y al fraile las manos besé… ¡Ese es toro! Quien sin ciencia ni magin A literato se mete Y a las musas acomete Rabioso como mastín; Y que charla como loro Y critica, el muy besugo, A Zolá y a Victor Hugo… ¡Ese es toro! Aquel que no tiene un cuarto Y que se hace de papeles Sin tener ni dos cuarteles En su escudo; que lagarto Que de su alcurnia en desdoro Pega cada banderilla Para sacar la tortilla. ¡Ese es toro! El que sin saber contar Se viste de financiero Que no ha sido ni empeñero Y se atreve a manejar De la Nación el tesoro Las arcas dejando rasas Y aparece con diez casas… ¡Ese es toro! Quien no teme el fatal sino Cuando a su Dido abandona; Aquel a quien diaria mona Divorcia del masculino; Y celoso como el Moro De Venecia, vive en guerra Con Desdémona, y la encierra… ¡Ese es toro! El que te cuente lector, Que es un monstruo la mujer, Y que más a Lucifer Le tiene al casorio horror; Y se rasca sin decoro Si lo enreda una jamona…
¿Es hombre? ¡como la mona! ¡Ese es toro! México.-Febrero de 1885. Eloisa y Abelardo249 1885 El primer bicho. De brillantes colores, plata y oro250 Vestida la cuadrilla entra en la plaza: Va a lidiar de Santín la fiera raza Y el pueblo grita en el taurino foro. Sueña el clarín; al circo salta el toro Que brama y fiero a todos amenaza, Los caballos derriba y despedaza Y al aplauso las dianas hacen coro. Las rojas capas rasga, y hace astillas Nuevas jacas, furioso como hiena, Y babeando cornea las banderillas; La espada al fin le hiere, y en la arena Al doblar expirante las rodillas, Un aplauso salvaje el aire atruena! México.-1885 Arlequín.251 1885 ¡Bichos! Letrilla taurina. Al torero, sea quien sea, Que no le enseña la espalda Ni a los toros ni a Gadea, ¿Qué le tocan?... ¡La Esmeralda! El torero que en la lidia Muestra gracia y puños duros A la muerte dando envidia, 249
El arte de la Lidia, Año I, 1º de febrero de 1885, Nº 10, p. 2. Es probable que el autor de este soneto, se haya referido al festejo que ocurrió en la plaza de toros del Huisachal, la tarde del domingo 8 de febrero de 1885. Toros de Santín para la cuadrilla mexicana de Ponciano Díaz. 251 El arte de la Lidia, Año I, 8 de febrero de 1885, Nº 11, p. 3. 250
Arrojadle… ¡Buenos puros! Torero que cual Ponciano Mata con destreza al toro, Como a enfermo un cirujano, Que le arrojen… ¡Onzas de oro! El banquero que en su banca Quiere estar solo, y que chifla Si algún otro le desbanca, Bien merece… ¡Gran rechifla! Almibarado polluelo Que gasta corsé y olores Y duerme en el duro suelo, Échensele ¡Picadores! Ministro que compromete Al país, y sin dinero Le deja, en un sacaimete, Que le vuelvan… ¡Al chiquero! El marido que no impide Que el primo a la esposa, castas Lecciones dé, que se cuide No le pongan… ¡En las astas! Quien a una bufa enamora Y la deja sin dinero, Huya el tal de su agresora Y acójase… ¡Al burladero! A la que en ópera bufa Bufa cual si fuera Atheo, Que le pongan, aunque ruja, Un pretal, y… ¡Gineteo! El que con sable o espada Ataca, y la vida gana Pegando cada estocada, Que le toquen… ¡Diana, Diana! Al que deja con arneros Aun a los toros mejores Y busca los burladeros, Que se le echan… ¡Lazadores! El picador que descuida Que haga a su jaca pedazos El toro con la embestida, Y la entrega… ¡Naranjazos! La que gusta del toreo
Y al lucirse no repara En que reta al sexo feo, Esa pide… ¡Mucha vara! El que matrero y mañoso Pone sitio al sexo bello Y le busca el bulto ansioso, Sin vergüenza… ¡Descabello! Quien la novia, hecho un bolonio Deja, y no tiene calzones Para entrar en matrimonio, ¿Qué le faltan? ¡Cascarones! Los lagartijas inútiles Que a las señoras honradas Torean con flores fútiles, A esos bichos… ¡Estocadas! Moscardón de sacristía Que alborota y arma bola En la prensa, no hay tu tía, Que me le den… ¡Una cola! El que excomulga las plazas De toros aun siendo neo, Y llamándose Terrazas, Necesita… ¡Manganeo! Al que azuza al fanatismo Por la prensa, como Agüeros, Procaz, con rabia y cinismo, Dénselo a los… ¡Cacheteros! Y al que en la Lidia acatarra Al lector con redondillas Y a cada renglón desbarra, Que le pongan… ¡Banderillas! Pepe y Yo.252 1885 La escena y el redondel. Con cartelones descomunales Puestos con gracia peninsular Nos anunciaron hace unos días Comedia y drama en el Nacional; Nos prometieron grandes artistas 252
El arte de la Lidia, Año I, 15 de febrero de 1885, Nº 12, p. 3.
Que golpes dieron en Ultramar Y con malicia, don dolo fiero, Se abrió un abono descomunal. La gente, hambrienta de diversiones, Con nostalgia por lo teatral, Creyendo que era cosa visible Todos quisieron irse a abonar. Burón entonces riéndose a solas Dios querido: no va esto mal, Y que Moreno, dizque pensaba Es imposible vuelva a quebrar. Allá en la plaza del Huisachal Sigue el ganado, muy mal, muy mal. Vaya unos bichos de Piedras Negras! Más miedo infunden, claro, las suegras. Reses más bravas van a la sombra, Que horizontales la gente nombra, Y voluntarias van a la pica, Y buenos pares se les aplica, Se les da muerte de metisaca, Y hay más bullicio, más alharaca; Pero los toros, o los jumentos, Tienen a todos ya descontentos. Ahora se lidian los de San Diego, Mejor ganado, más ley, más juego, Trabajan juntos Díaz y Gadea… Propicia el agua con ellos sea! Don Telésforo.253 1885 El Mestizo. Tiempo de perlas, fresca la tarde, La concurrencia muy regular, Trajes vistosos, rostros alegres, Animaban el circo taurino En el Huisachal. Suena la trompa, sale la fiera, Los picadores tras ella van, El uno de ellos pone su vara Mas su jaca, de flaca, al empuje Al suelo va a dar. Ya la cuadrilla deja las capas, A banderillas toca el clarín, Nacho Gadea toma las suyas Caballero en la yegua “SOMBRILLA”, 253
El arte de la Lidia, Año I, 19 de abril de 1885, Nº 17, p. 2.
Briosa y gentil. Váse a la fiera, mal refrenando Sus muchos bríos y su temor. Tras él, el toro corre furioso Y alcanzando a la yegua, le hunde El asta feroz. ¡Bárbaro! ¡Bárbaro! grita indignada De sol a sombra la multitud Llueven epítetos sobre el vejete Y retira sangrando la yegua El muy avestruz. Juan León, el diestro que allí debuta, Dentro de un aro puestos los pies Sus banderillas al quiebro pone Con valor y destreza admirables, Quedando muy bien. En el segundo toro, su arrojo Y su pericia volvió a mostrar: A gran distancia llamando al bicho, Con la capa el Mestizo hizo el cambio Firme en su lugar. En el tercero capoteó al toro De la manera más magistral; Jamás en México se habían visto Suertes tales, tan bravo torero Como éste, en verdad. La concurrencia gritaba toda ¡Bravo en la sombra, ¡bravo! en el sol, El entusiasmo fue grande, inmenso, Dianas, puros, sombreros, dinero, No vista ovación. ¡Guapo Mestizo, chico admirable! Cual su apellido es un León, Listo, elegante, firme en sus suertes; De la empresa taurina de Cuevas Es lo mejor. Ya los taurófilos dejan la plaza Y salen rápidos buscando el tren. En los vagones sólo se hablaba De Juan León, el Mestizo, ya célebre Que pronto veréis. GÉMINIS.254 254
El arte de la Lidia. Año I, Nº 19 del 24 de mayo de 1885, p. 3.
1885 ¡Alegraos, taurófilos! ¡Salud, hijos de México! ¡Salud, guapos taurófilos! La lid que el galo envidia Volvamos a aplaudir. Hoy torna, con sus prójimos, En su segunda época “El Arte de la Lidia” Guasón, presto a reir. La temporada espléndida Alegre hoy inaugúrase Con célebres toreros Y bichos de harta ley. La lidia tauromáquica Conquista inmenso público: Ya pocos le hacen fieros ¡Vox populi, vox Dei! En toda la república Los émulos de Cúchares Se esparcen entusiastas Calado el calañés, Y ya en la lid, intrépidos, Su capa azul o púrpura Arrojan en las astas De la furiosa res. Y en la ciudad monástica Por otro nombre Angélica, Camacho arma la gorda Y al circo da amplitud: Sus toros son de lámina, Son arpas sus bucéfalos Con sus charangos, sorda Saldrá la multitud. El entusiasmo es máximo, La animación, unánime; Hay lidias en Toluca, En Puebla, el Huisachal. Son fieros los cornúpetos, Los lidiadores, célebres; Inmensa la boruca Festejo general!... Ponciano Díaz, impávido Se habrá aplaudir del público, Y Juan León, sus suertes
Hará sin pestañear. Los bichos son… el cólera, Atenco, Piedras Negras, Santín y otros, mil muertes, Y espanto han de sembrar. Y Barbabosa, ávido De triunfo, fiesta bárbara Prepara allá en Toluca, Y a Tauro alza un altar. De Atenco son las víctimas, Y para que haya epílogo, Se romperá la nunca Un diestro al capotear. Al circo, pues, taurófilos, Que silba ya la máquina, Y en tranvías ya suena El cuerno y cascabel, Ya grita ansioso el pópulo, Ya suena el clarín bélico, Ya entró, cual una hiena, La fiera al redondel! Mete y saca.255 1885 Un toro de gracia. Siempre que hay toro de gracia, se desgracia algún torero; lo cual podrá ser gracioso, pero no tiene gracejo. También cuando las señoras reciben de gracia un premio, y quedan agradecidas a la gracia del obsequio, se exponen graciosamente a un desgraciado suceso. He conocido a una joven que admitió de un caballero, prendas que obtuvo de gracia, por ser graciosa en extremo; y cuando pensó pagarle, solamente agradeciendo, él se la echó de gracioso y… gracias a Dios, que al menos la desgracia fue pequeña y no pasó de… ¡Silencio! ¡Pues buena gracia sería 255
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 1, 18 de octubre de 1885, p. 2-3.
que yo acabara este cuento! Adolfo Llanos.256 1885 PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 1º de noviembre de 1885. Bernardo Gaviño y cuadrilla. Lidia de toros de San Diego de los Padres. Reseña de la tercera corrida de Puebla, Celebrada el domingo 1º de noviembre. ¡A los toros, a los toros! Gritan en nuestro Paseo, los muchachos, las mujeres, los charros, los venduteros los soldados y las viejas; y ya se escucha el jaleo de aquel que vende naranjas, nieve de limón, de huevo, de leche, en fin, y otras cosas peculiares del toreo. La plaza de bote en bote, es decir, el circo lleno, que impaciente grita y grita, por ver al bicho con cuernos que ponga pies en la plaza para dejar satisfechos a todos los concurrentes que están de entusiasmo llenos. A las cuatro y media en punto; se presenta el juez a tiempo, y un estrepitoso aplauso se deja oír al momento; se abre la puerta al instante y se presenta al paseo la cuadrilla de Bernardo, nuestro simpático viejo, que con mesurado paso, con paso firme y sereno, al pie de la Presidencia con todos sus compañeros saluda muy cortésmente; PRIMERO. ¡Dá la corrida comienzo! Después de cambiar de capas, de los clarines al eco, abriéndose del toril la puerta, un toro negro 256
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 2, 25 de octubre de 1885, p. 3.
se nos presentó a la arena, de veinte arrobas lo menos, desconociendo la plaza malicioso y tan matrero, que no buscaba caballos según algunos, por miedo; Carlos Sánchez, que es un chico en el arte ya maestro se lució con este toro en la suerte del capeo, arrancando muchas palmas muy justas, esto es lo cierto; no se quedó atrás Gaviño, el decano de los diestros, porque también se animó dando al toro su quiebro; por fin el bicho que estaba ya conociendo el terreno, tomó una puya de Mesa lo que se llama con riesgo, porque el toro pegajoso arremetía con el cuerno de que cornaba más, que era a mi ver, el izquierdo, con el que al fin destripó al desgraciado jamelgo; tomó otra puya del mismo casi, casi, allá en los medios y se encontró con Merodio que no supo entrar a tiempo y el toro se le metió cuanto le tocó al pellejo, ensartando por el cincho al caballo, que de viejo no aguantaba ni al jinete que vino a dar por el suelo; Mesa volvió sobre el bicho le dio un puyazo muy bueno y el toro se huyó al castigo; refrescándose de nuevo, (tomó algunas otras varas que no tuvieron gran mérito). Tocaron a banderillas y salió el banderillero más simpático que hoy en nuestra plaza tenemos: Carlos Sánchez, con soltura, le puso un par al cuarteo, otro, a toro parado; y cuadrando, puso medio, con arte y con maestría como Sánchez sabe hacerlo. Los clarines anunciaron
la muerte, y desde luego, salió Bernardo Gaviño con los trastos por supuesto; quien se enfrentó con el bicho dándole un pase de pecho, seguido de un gran pinchazo en que el toro en su recelo, salió muy desconfiado, porque guardaba el pellejo. Lo buscó el viejo Bernardo, le dio dos pases de nuevo, naturales, y uno sólo sobre las tablas volviendo, soltándole otro pinchazo de padre y muy señor nuestro; el bicho buscó las tablas, pues sin duda conociendo que a cada paso Gaviño le iba desgarrando el cuero, se volvió más receloso demostrando mucho miedo; entonces el buen Bernardo queriendo despachar luego, haciendo traición al toro con un pinchazo soberbio sobre el toro que parado estaba fuera de juego, le fue con tanta bravura con destreza y con denuedo dándole por cuarta vez otra estocada en los huesos; tocaron para lazar porque el soberano pueblo, pidió metieran al bicho por ser tan malo a su encierro, para que acabara allí por mano del puntillero. López tomó la reata dirigiéndose a los medios y por el aire veloz surcó el espacio violento el lazo que se fijó con mucho garbo en los cuernos del toro, que desmintió ser de San Diego o Atenco. González quedó muy mal en el peal, por lo menos no llenó su cometido y fue chiflado en extremo por el pueblo soberano que sabe con gusto hacerlo. por fin lo echaron a tierra; lo remató el puntillero,
y al toro con las mulillas a su lugar condujeron, dejando otra vez la plaza dispuesta para el toreo. SEGUNDO TORO. A la lidia se presenta hasta de su sombra huyendo, chico, de buena presencia, josco, y de pies muy ligeros, con arrobas diez y seis según cálculo, que creo no poder equivocar pues tal fue mi buen deseo. Mercado, detrás del bicho siempre buscando su encuentro, hasta que tranquilo el toro le arremete, y por supuesto cuanto que sintió la puya, comprendió que su elemento no era aquel, y con deseo de salirse de la plaza para volver al chiquero, se olvidó de que Mercado lo venía persiguiendo, y siempre se lo encontraba delante de sus dos cuernos. Obligado el animal tomó tres varas, que fueron tomadas casi de paso; tres de Oropeza, lo mismo, y salió el josco bramando, de rocinantes huyendo. Pero convencido al fin de que no tenía remedio, tomó determinación de dejar a un lado el miedo y arremeter donde quiera que se encontraba un jamelgo; Oropeza confiado que buscó al bicho en los medios, llevó un porrazo mayúsculo quedándose descubierto con el toro encima siempre, que en ira y furor ardiendo embistió con tantas ganas que ya tirado en el suelo el picador, al caballo lo destripó en el momento; lo mismo pasó a Mercado quien dio tres piquetes buenos siendo el toro pegajoso
cuanto sentía el acero. Oropeza le dio cuatro como el arte del toreo lo exige, y siempre buscando Mercado, le dio otro bueno, quitando el toro Gaviño con mucha gracia y salero. Tocan pues a banderillas, y un par tomó Genovevo, poniendo medio, de frente, otro par casi al trascuerdo y medio, a toro parado, viniendo desde los medios. Los clarines a la muerte tocaron, y el toro entero buscaba capas, seguido, y entraba mucho al capeo. Carlos Sánchez, que vestía azul y plata, sereno tomó los trastos, brindó; al bicho se encuentra luego en la sombra y de refresco, le suelta dos naturales y un mete y saca soberbio que el toro rodó en la arena clavando en ella los cuernos. Diana y aplausos obtuvo de todo el público el diestro, y el toro le regalaron entre el popular estrépito y los vivas y la zambra; para dar paso al tercero. TERCERO. Listón, diez y nueve arrobas arrogante y muy bien puesto, de muchos pies, receloso, buscando barrera y negro, no le gustaba la plaza, era a mi ver, burri-ciego; tomó de Mesa un piquete flojo, se largó a los medios y de allí buscó barrera con tal ímpetu corriendo que al saltar se llevó un poste que echó abajo con sus cuernos. Allí se le arrima Mesa a quien tiró por el suelo llevando buena caída y muriendo su podenco; se le presenta Gregorio quien como su compañero,
fue a dar cuenta de su arrojo con las costillas midiendo la tierra, no se paraban con todo y con su jamelgo, el que murió en el instante como noble y como bueno. Tres veces más la barrera el toro saltó, en su intento de salirse de la plaza, pero no logró su objeto: la presidencia que estuvo con sus deberes cumpliendo, mandó tocar banderillas, y salió Lobato presto, con dos anchas en las manos negras, por ser día de muertos: después de dos intentonas le puso tan solo medio par, y seis salidas falsas, que le hizo luego poniendo a la media vuelta solo un par, y no queriendo el toro ya banderillas se fue a la barrera huyendo donde otro medio le puso casi cerca de los cuernos. Tomó Gaviño el estoque, la muleta, y comprendiendo que ese toro no humillaba porque salió burri-ciego, le dio un pase natural con otro corto de pecho saliéndose de la suerte el animal de San Diego. En un palco a Juan León (a) el Mestizo vieron y a una voz todos gritaban para que matara al negro, pero el juez con su deber y con su cargo cumpliendo viendo que el toro era malo y al matador en un riesgo, ordenó que lo lazaran para darle al puntillero; Gaviño a pesar de todo buscó al toro y en un credo le arrimó un buen volapié que por desgracia dio en hueso, vino en consecuencia el lazo que le echaron al pescuezo un señor H. González que en la materia no es bueno; pues por poco más, ahorca
al torete en un momento, López, mal en el peal con su chifla; el puntillero cumplió con su obligación y se llevaron al muerto. CUARTO. Salió recelando siempre muy parecido al primero, de carnes, de muchos pies, valiente, corniveleto; tomó seis varas seguidas de Oropeza en un momento porque el toro recargaba muy voluntario en el juego; Oropeza obtuvo entonces como taurino trofeo mil aplausos y dianas y alguno que otro sombrero. Santín le dio tres piquetes y le costó su jamelgo, a quien colgaban las tripas casi, casi por el suelo; Lobato le hizo un buen quite luciéndose en el galleo, Oropeza en otra puya también perdió su podenco, y de Oropeza y Santín tomó seis varas, sin mérito. Por la señal consabida García (el Banderillero) salió a ponerle los palos, se fue derecho a los medios y con garbo y valentía seguido le fue poniendo el primer par, al relance; el segundo fue, al trascuerdo; tercero, a la media vuelta y el público muy contento lo aplaudió con mucho gusto porque llegó a merecerlo. Sánchez le espada tomó con la muleta de nuevo, tres naturales también y el bicho ya con recelo se dejó dar un pinchazo que apenas le rompió el cuero, el toro más se enfullina más se enfullina el torero y le arrimó a volapié la estocada del remedio rodando el toro en seguida
a manos del cachetero. En resumen la corrida si no fue de lo más bueno no dejó que desear. Juan Pichiclú Sopla-Fuego.257 1885 PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 8 de noviembre de 1885. 4 toros de San Diego de los Padres, para la cuadrilla de Bernardo Gaviño, quien por cierto, vistió de rojo y plata. Apreciación de la corrida celebrada en la Plaza del Paseo Nuevo el domingo 8 del corriente mes. Ganadería de San Diego de los Padres, propiedad de D. Rafael Barbabosa. Bajo una tarde nublada y cruda como de invierno, se comenzó la corrida en la plaza del Paseo, a pesar de que asotaba del Norte muy crudo el viento; a las cuatro y veinte y cinco el puez, al palco saliendo, da la señal de ordenanza y la cuadrilla al terreno de la lidia se presenta, para dar luego comienzo; después del cambio de estilo de capotes y de puestos, se abre el toril: se presenta un toro bonito, nuevo, amarillo, por lo grifo, y bonito hasta el extremo, de muchos pies, entrador y con bastantes deseos buscando capa y caballos, de pujanza y de respeto, como de cara y valiente, se le presenta al momento Merodio, y por el aire con todo y sardina, al suelo. Lo mismo le pasó a Mesa y a Santín, cuyos jamelgos todos fueron destripados por el toro y después muertos, quedándose de la plaza 257
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 3, 3 de noviembre de 1885, p. 2-3.
dueño y señor en un credo; volvió otra vez a la carga el amarillo y, de nuevo, la plaza quedó tan limpia que no dejó ni un podenco, luciéndose el animal como feroz carnicero. Merodio, Mesa y Santín siempre andaban por el suelo y era el toro tan chiquito que entraba en los burladeros como Pedro por su casa, según dice un refrán viejo; al grito de picadores, voz del soberano pueblo, salió Oropeza montado en un tordillo de genio y cuando lo vio el torete le arremetió tan ligero, que caballo y picador, igual que sus compañeros ruedan en un santiamén al empuje de sus cuernos; la suerte de banderillas se anunció, y el toro entero entre la sombra y el sol espera al banderillero; era este, Carlos Sánchez, con azul y plata el terno que vestía; y de frente al toro le puso medio par, a toro para uno y a media vuelta el tercero; suena el clarín de la muerte y Gaviño (nuestro viejo) que rojo y plata vestía, le suelta un pase de pecho despachándole a la tumba con un pinchazo ligero porque ya el toro las tablas buscaba con mucho empeño. El juez que en esta corrida no estuvo de lo más bueno, cuando lazaron al bicho sin más razón al argumento que se le pegó la gana por su gusto y su derecho: salió López; tira el lazo, y ni siquiera en un cuerno le cayó, sino en el rabo… lo que causó gran estrépito de risotadas y chiflas en muy merecido premio.
Gaviño, por más que digan que es un excelente diestro, aprovechó con gran maestría este nuevo contratiempo, y dio una buena estocada al torete recibiendo que a poco rato se echó; pero vino un puntillero tan malo, a dar el cachete que tan sólo el toro al verlo se volvió pronto a parar, porque el hombre metía miedo, pero como la estocada fue dada por un maestro, el toro volvió a rodar muriéndose desde luego; aparecen las mulillas al corral lo condujeron y quedó lista la plaza para el otro y su toreo. SEGUNDO. El mismo color también, muy bonito, cari-negro, salió sin castigo alguno pues al salir, no pusieron los locos divisa alguna; diez y ocho arrobas lo menos, salió corriendo la plaza valiente, corniveleto, tres verónicas le dio Carlos Sanchez al momento; Oropeza buscó al bicho, le dio un piquete ligero y en el quite Carlos Sánchez con verónicas de nuevo volvió a lucirse el muchacho, pues todas fueron de mérito; el torete parecía que cogió a la muya miedo; de Santín tomó una blanda, otra de Oropeza, luego, en que salió su sardina desbocada en el momento como chispa que en los aires se apaga en otro elemento; tomó tres o cuatro puyas que de gusto carecieron y en el quite de la última casi a punto estuvo el viejo de Gaviño de caer del torete en los dos cuernos,
si no es la serenidad con que tomó el burladero; los clarines anunciaron banderillas; Genovevo, que azul y plata vestía, tomó los palos y luego el toro le puso una con la suerte del trascuerdo, el toro desconfió ya, receló, y con grande miedo ya no buscaba la suerte; pero siempre Genovevo se decidió a colocarle dos pares más por lo menos, y colocándose en suerte le puso un par al cuarteo tan bien puesto, que son pocos los buenos banderilleros, que puedan ganarle a este en ese par por lo menos; con otro a la media vuelta toditos a cual más buenos. Tocan a muerte y salió Carlos Sánchez al momento con su muleta y espada a buscar al cari-negro: le soltó tres naturales muy cerquita de los medios otros tres en la barrera y un mete y saca soberbio, hasta la cruz de la espada como Carlos sabe hacerlo; el público pidió a voces le dieroan el toro luego al matador, porque había dejado su honor bien puesto; pero el juez, que en esta tarde estuvo tocando el cuerno, después que el toro se echó, el maldito puntillero en vez de dar el cachete levantó al toro, con esto el Soberano y buen juez mandó lazar al torero, al toro, y a todo el mundo ¡como él no tenía riesgo! En fin, de la tauromaquia la ley pisando en el suelo lazaron al toro y muerte le dio siempre el puntillero, quedando lista la plaza para lidiar el
TERCERO. Salió del toril buscando igual que sus compañeros con ganas de entrar a vara, cornialto del izquierdo, amarillo, buenos pies, y como los otros, crespo; venía el toro la plaza con muchos pies recorriendo cuando se encontró con Meza y Gregorio al mismo tiempo, quienes tropiezan los dos con sus dos malos podencos y el toro les arremete con tal bravura y tal genio, que armó la de San Quintín, puesto que los dos al suelo cayeron en dos por tres, armándose tal jaleo que Merodio se paró montado ya en el pescuezo del caballo, que corriendo perdió hasta la montura los estribos y hasta el freno. Por otro lado iba Mesa como el demonio corriendo; esto fue de sensación porque no siempre el toreo presenta estos espectáculos de choques entre jamelgos; Mesa se repone un poco se acomoda en su podenco y busca al toro que viene de coraje siempre lleno y por el aire veloz va Mesa en un burladero a dar un golpe mortal quedando el caballo muerto, lastimándole una pierna y dislocándole un brazo. (Aquí por honra del arte una observación haremos) Mesa salió lastimado de una pierna y ni un torero, ni nadie se le arrimó a prodigarle un consuelo; solo, atravesó la plaza, solo, buscó un burladero y solo llegó a la puerta que se la abrieran pidiendo; esto demuestra una cosa y es, que malos compañeros
sus deberes no llenaron, sus deberes no cumplieron ninguno de la cuadrilla; quiera para ejemplo el cielo no llegue a necesitar de auxilios, en caso idéntico, y que cumplan como amigos en los casos como estos. Y al veterano Gaviño con interés recomiendo, enseñe la caridad a toditos sus toreros. Volvamos pues con permiso señores a nuestro cuento: tomó el toro varias puyas y destripó en un momento cinco sardinas, que pobres en el acto sucumbieron; Oropeza, que es muchacho muy templado, vino al suelo, y parándose en seguida su caballo defendiendo valiente al pie del cañón como muere un artillero al torete desafió picándolo en descubierto pie a tierra, como el Cid campeador, no pudo hacerlo; allí, cinco o seis piquetes cara a cara y sonriendo le puso al toro amarillo, que le bramaba embistiendo, queriendo alcanzar a un hombre de arrojo tanto y sin miedo. La plaza se vino abajo su heroicidad aplaudiendo y el público a una voz: Que regalaran pidieron el toro a aquel picador que bien llegó a merecerlo; pero el juez, que como he dicho no conoce del toreo ni de la misa la media; se hizo el guaje, como es, creo, y olvidando sus deberes olvidó también el premio: Santín puso buenas puyas, y la plaza sin jumentos quedó dos veces seguidas y el toro amo del terreno; el público grita y grita mas picadores pidiendo y el juez dando gusto al toro
caballos le fue trayendo, lo que dio por resultado que el amarillo en extremo, se descompuso a las suertes, de muerte y banderilleo; volviéndose receloso como sucedió en efecto. Lobato, que es un muchacho de experiencia, solo medio pudo ponerle de frente, otro medio en un cuarteo y medio a la media vuelta a toro parado o menos. Estaba este toro ya; pero mucho, descompuesto, y Bernardo, que en el arte ha sido siempre el primero, recurrió con gran maestría a los últimos extremos, y se decidió a matar al animal recibiendo. Ni un solo pase le dio, sino que se fue a su encuentro y por todito lo alto, como no saben hacerlo muchos toreros de fama dio tal estocada el viejo que rodó como pelota el toro por el terreno; lo que le valió las palmas al simpático torero. CUARTO. Como sus antecesores del mismo color y pelo, salió un poco receloso y bando para el acero y toro fino y de ley la plaza iba conociendo, cuando el juez de sus pistolas mandó lo metieran dentro. -¿Qué le pesaba a ese juez? que nos digan, por San Telmo, porque nunca aquí se vio nadie como este fullero. Cinco piquetes tomó (no el juez) el toro, que entero lo lazó luego González que es en el lazo maestro, y a un señor López que es como el juez de majadero le chiflaron en el peal cada vez que intentó hacerlo,
en fin, a la media hora lo metieron al chiquero a pesar de que era toro como los otros de bueno, en tanto vino la noche ¡y el cuarto? pues ni remedio! ¡no hubo toro en el toril! y ya oscuro, salió un negro, no por la puerta de siempre por la de los carniceros; cuyo animal no veía ya, ni caballos ni toreros ¡y vuelta con este juez! tocó a banderillas. ¡Cielos! ¡pues qué, no vez, angelito, que ya no se ve y que negro es el toro, y matará al pobre banderillero! ¡Que le pongan una multa a este juez por ser tan diestro! o que coloque los palos, gritó en el instante el pueblo; otros decían, que lo echen en vez del torito negro y la gente de la plaza se fue muy triste saliendo cuando una buena corrida la empresa nos fue cumpliendo. ya no hubo pantomima ni nada, que al puro infierno debe ese juez presidir si es que hay toros como creo, donde será espectador. Juan Pichichá Sopla-Fuego. NOTA. No fue culpa de la empresa que haya habido tanto enredo, sino del juez, que es un juez como ninguno, estupendo; esta es la verdad del caso y lo afirma Sopla-Fuego.258 1885 PLAZA DE TOROS “EL PASEO NUEVO”, PUEBLA, PUE. Domingo 15 de noviembre de 1885. Bernardo Gaviño y cuadrilla. Lidia de toros de San Diego de los Padres. 258
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 4, 15 de noviembre de 1885, p. 2-4.
Reseña de la corrida de Toros verificada en Puebla en la Plaza del Paseo Nuevo el Domingo 15 de Noviembre de 1885. El domingo amaneció de nubes el cielo lleno, augurando mala tarde pues amaneció lloviendo; sin embargo a medio día las nubes se desprendieron con dirección hacia el Sur y el cielo limpio y sereno presentó otra perspectiva y abrió la tarde en un credo; la gente entusiasta siempre a la plaza del paseo se dirige, y a las cuatro minutos, que no cuento si mi reloj no anda mal dio la corrida comienzo. PRIMER TORO. De nombre (el curita) salió, josco, buscador, de pies, cinco años lo menos, recorrió toda laplaza sin detenerse un momento; Carlos Sánchez se lució con navarras y capeo y al salirse de la capa de Carlos y como huyendo, tomó una vara de Mesa muy blanda; flojo al acero, tomó tres o cuatro más bufando, como un Bucéfalo; Merodio le puso una que vino a dar en el suelo, otras tres de Mesa, flojas de Merodio dos, muy buenos, y dos de Mesa también después tomó muy ligeros. A las banderillas tocaron: Carlos con vestido negro le puso con mucha gracia el primer par al cuarteo, el segundo a topa toro y a media vuelta el tercero, dejando al público todo complacido y satisfecho; el señor juez que si sabe
sus deberes, tocó luego a muerte, y Gaviño azul y plata vistiendo, después de tres naturales de un mete y saca tremendo lo mató, para entregarle en manos del puntillero, a quien dicho era de peso deben nombrar cachetero para todas las corridas pues desempeña su empleo, aquí, ni mulillas hubo pues cayó el toro en el centro de la puerta donde están los señores carniceros, los que luego lo jalaron para quitarle el pellejo: la plaza volvió a su estado y el segundo da comienzo. SEGUNDO. De nombre (sumidero) muy garboso, bien formado chico, de color muy negro salio siempre receloso y como teniendo miedo, no hacía caso de caballos; notamos que al lado izquierdo había una contractura que le quitaba gran mérito al torete, que era fino de la raza de San Diego. El público pidió el lazo y el señor López (de cuerno) que ya nos tiene cansados por su mal comportamiento, recibió sus buenas chiflas, hasta que González, diestro como lo es sin disputa templado y hombre completo, lo lazó divinamente y lo metieron adentro quedando lista la plaza en espera del: TERCERO. Josco, listón, pelo grifo de pies y blando al acero; tomó diez y nueve varas, voluntarioso en extremo; diez del valiente Oropeza,
nueve de Santín; con esto el juez tocó a banderillas, que este bicho fue violento. Con traje encarnado y oro el amigo Genovevo le colocó sus dos pares, muy bien puestos al cuarteo, con otros a la media vuelta no sin trabajos, que el diestro apuradillo se vio para completar su terno. De espada y muleta sale armado Carlos y luego, le mete tres naturales con otros cuatro de pecho, dando por todo lo alto un floretazo muy bueno; como el toro no se echaba lo lazaron al momento y acabó el pobre su vida en manos del cachetero. CUARTO De nombre (Barba azul). Salió valiente a la plaza josco también, chino el pelo como tirando a morado, de buena estampa y aliento, de muy buena cornamenta y veinte arrobas lo menos; tomó una puya algo floja de Merodio, que violento se salvó, porque es jinete, si no, seguro va al suelo; se encara luego con Mesa y solo con el aliento al picador y al caballo medir les hizo el terreno, lo que causó mucha risa en el soberano pueblo; el morado comprendió su misión, y en un momento se decidió a no dejar en la plaza un traste quieto; Merodio que es un muchacho que tiene su genio también le puso dos buenas varas del redondel en los medios, Mesa luego se entusiasma, busca la suerte y adentro se le mete el toro bravo cual demonio del infierno,
destripándole el caballo en menos que yo lo cuento; se vació el animalito, su mondongo repartiendo por la plaza, cual si fuera un salón del matadero, quedando exánime al punto tan desgraciado jamelgo. sale Oropeza al instante del animal al encuentro y a su muy flaca sardina el mismo acontecimiento le sucedió espirando también a pocos momentos; tomó doce puyas más con ganas, y tocan luego la suerte de banderillas y salió el banderillero; este fue el joven Lobato de origen Orizabeño, que es muchacho que promete en el arte del toreo, su traje era rojo y plata, tres pares puso al encuentro como los ponen los hombres, es decir, palos bien puestos y se lució con el toro como se luce un torero; esto le valió a Lobato muchas palmas y sombreros y vivas, con su diana, y de la sombra dinero y a más el toro pidió al público, y se lo dieron. Los clarines de la muerte anunciaron otro juego, y Carlos Sánchez salió para quitarlo de en medio; le dio diez pases seguidos naturales, seis de pecho, y un volapie de recursos; lo remató el cachetero y las mulas por el toro en el momento vinieron; pero quiere la desgracia que al jalar Uno las mulas los triperos) sin el toro las mulillas jalaron y fue un estrépito de chiflas tal, y algazara hasta no enganchar de nuevo; ya por la segunda vez su torpeza corrigieron y se llevaron al toro
como a nosotros adentro. QUINTO De nombre Licenciado. Salió como un licenciado sale con pena o contento del palacio de Justicia meditando el complemento con que ganar un litigio que le de fama y provecho; reposado, observador (como que sabía derecho) no corría, paso a paso fue la cosa conociendo y que no tenía salida de ese círculo en el centro comprendió seguramente; bonito y de color negro, la divisa que era larga y casi llegaba al suelo no le gustó y pateaba de coraje por lo menos; tomó de Oropeza seis varas con gusto y genio, y otras siete de Santín, algunas tomó en los medios total, a las trece varas Oropeza a su podenco desensilla y monta en pelo en los momentos terribles en que el toro de ira ciego destripa el galgo a Santín que rueda con su jamelgo: Vuelve el toro sobre él, (mejor dicho sobre ellos) a tiempo de que Santín logra deshacerse luego de los estribos y galgo, a quien tirado en el suelo despanzurró el toro aquel cebándose e introduciendo por cinco veces seguidas en su panza los dos cuernos que buscaba al picador con ganas de deshacerlo; el toro se fue en seguida a donde el caballo muerto había estirado las patas y allí comenzó de nuevo a meterle de cornadas y querencia tomó luego. El estaba en la faena
de abrirle nuevo agujero cuando Oropeza se arrima y le pica en el pescuezo, levanta el toro la cara y descubre en el momento a tan audaz picador a quien embiste violento siquiera para vengarse por el puyazo grosero; pero Oropeza se ríe la aguanta firme de nuevo y el toro lleno de espanto sale en su enojo corriendo por tres veces la barrera a saltar como los perros, saltó en la sombra, en el sol, saltó por los burladeros; pero no tuvo salida se conformó de nuevo; sonó de las banderillas del clarín el fino eco y el público pidió a voces otro puyazo, en los medios Oropeza le plantó no uno, sino un par muy bueno lo que le valió pidieran darle el toro como premio, pero el juez, que por la empresa tiene interés algún pienso como el juez aquel de marras se hizo el guaje y no lo dieron, van dos toros que a Oropeza le da el soberano pueblo por su arrojo y bizarría y patos se están haciendo cuando Oropeza merece, porque es picador muy bueno. De banderillas al toque salió Florentino y luego lo coronó con dos pares que le colocó al cuarteo y otro par muy regular que después le puso al sesgo. La muerte dispone el juez y Carlos Sánchez saliendo con la muleta y la espada oye al público pidiendo que lo matara Machío, matador de mucho mérito. La plaza en un solo grito pide y pide salga el diestro y este que en la barrera se encontraba, comprendiendo
que era una necesidad que el público satisfecho quedara, bajó a la plaza entre palmas y su estrépito tomó la espada y muleta este excelente torero y se fue a buscar al bicho a la cabeza derecho, era de ver la maestría la serenidad del diestro quien jugaba con el toro como yo pudiera hacerlo con un perro de Chihuahua. ¡Qué elegancia! ¡Cuánto esmero! No movió el hombre los pies para nada, esto es muy cierto. Trató al toro, con finura tal, que ni un caballero a una dama trataría en un estado (el ejemplo que me parece hasta impropio y con mucho de grosero) me dispensarán las bellas que haga uno de esos términos, que no es mi ánimo herir a ese delicioso sexo. Y con mano soberana tres naturales completos [allí no olimos a ambar los amantes del toreo) cuando Oropeza se acerca con su garrocha y en pelo me le planta seis puyazos al animal, conteniendo con mano firme y segura como si fuera de hierro la pujanza y la bravura del toro terrible y fiero le dio, y tres pases más con elegancia y de pecho y la mano de muleta se compuso tan violento que parecía una cabra según lo estaba poniendo el simpático Machío torero entre los toreros. Después de otros pases más todos a cual más maestros se paró a media vara de la cabeza y los cuernos y llamó al toro con garbo para darle recibiendo por todo lo alto una
estocada, de gran mérito; era de ver la postura el arte y todo aquello que a un público inteligente entusiasma en un momento. El simpático Machío demostró que su toreo es tan solo con los bravos que es como causa recreo. Le dio otra estocada más de la misma clase y género que le metió hasta la mano en dos segundos o menos. la sombra vitoreaba con animación al diestro y su nombre una vez más quedó cual siempre bien puesto. Arrastraron al torete y la mojiganga luego se preparó y se presenta en el redondel el SEXTO. (De nombre enterrador) Quien se encontró a su salida con un castillo de fuego representando la tumba de doña Inés según creo de Don Luis Mexía también del Comendador Don diego a quienes huía el toro teniendo a la mente miedo. Lobato que a Don Juan Tenorio representaba completo le puso algunos puyazos a la verdad todos buenos. No lució esta mojiganga por ser ya noche y el pueblo se bajaba al redondel en confusión, siendo esto lo que el gusto le quitara al último toro, el sexto. Había una de pinacates que parecía el infierno, y es preciso corregir los abusos de este género; ya de noche sólo vimos a Oropeza que al cuarteo puso un par de banderillas lo que se llama bien puesto, otro puso uno vestido de demonio, que no encuentro
quien pueda ser por ahora pero los pasó al cuarteo, y Lobato ya sin luz mató al bicho, y no miente supongo que no fue el sino el soberano pueblo; lo que debe disgustar a este muchacho, es bien cierto cuando lo hubiera matado con mucha gracia y salero. En resumen, la corrida fue de lo muy poco y bueno la empresa cumplió muy bien y cumplieron los toreros, cumplieron los picadores los toros no fueron menos y todo el mundo salió complacido y satisfecho. con que hasta el Domingo entrante. Juan Pichiclú Sopla-Fuego.259 1885 A una taurófila. En la plaza te ví, te ví en la grada, Y te confieso, que con honda pena: Te mantuviste allí firme y serena, Implacable, feroz, transfigurada. Fija, centelleante tu mirada No se apartó de la sangrienta arena Ni en el instante aquel de la faena En que expuesto a morir viste al espada! ¡Oh! ¡Qué horrible te hallé de aquella suerte! ¡Aun pienso con espanto en la corrida, Pues ya se que la sangre te divierte! ¿Tú mujer? ¿Tú la esposa prometida? ¡Si gozas con la lucha y con la muerte, Y una madre en amor, y paz y vida! Eduardo Bustillo.260 1885 ÁLBUM TAURINO SILUETAS DE SOL Y SOMBRA I 259
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 5, 22 de noviembre de 1885, p. 3-4. Según los redactores de este periódico, a la reseña aquí recogida, se le llamaba en su época “revista en verso”. 260 El Arte de la Lidia. Año II, Nº 7, 6 de diciembre de 1885, p. 3.
Pienso, si Dios me da tino y el lector no se fastidia, en “El Arte de la Lidia” formar un álbum taurino. Y por si alguno se asombra de esto, y me llama tontazo, le diré que sólo trazo Siluetas de sol y sombra. Tipos todos que en los toros ven en la sombra o el sol ese arte que el español perfeccionó de los moros. Desde el payo que conoce la lidia, en que da la ley, hasta el súbdito del rey Alfonso (que de Dios goce); Desde el charro de verdad que a brazo al toro doblega, hasta el charrito de pega que galopa en la ciudad. Desde el jinete que brilla diestro en la silla y la cola, hasta la lupa española diestra en todo, hasta en la silla! Desde el que monta un trotón con vaquera, sable y reata, hasta el que se engarabata galopando en albardón. Un museo de gentes es de boulevard y de rancho: gomosos de sombrero ancho, rancheros de cuello inglés; El artesano, la gata, el hortera y el tourista, el reporter, el cronista, y el torero sin contrata; La horizontal cursi que viaja en wagon de primera, la gente de periquera, y de a caballo, y de a pie; El yankee que con su flema a todo el mundo fastidia,
y el director de “La Lidia” y el director de “La Crema”. Las guapas costurerillas y las que tuercen cigarros, y los que llevan sus jarros, naranjas y banderillas. “A gran señor, gran honor; dejemos, pues, tanto ripio, y a las siluetas principio demos, comenzando por… EL PRESIDENTE. Vaya un tipo que da grima! mas para darle abordaje, dejad que mi lápiz taje y cambie de metro y rima. PINTAMONAS.261 El siguiente soneto, evoca la recia figura de los viejos picadores mexicanos que practicaron la suerte muy a su estilo, siendo tan buenos toreadores como jinetes que luego de intensas batallas, salían airosos (con una que otra caricia. Con uno que otro golpe...) y aclamados por la plaza. 1885 Epigrama. Una tarde de verano hecho Blas un mozalbete, con Pilar marchaba ufano a los toros de bracete. Mas lo mismo fue asomar a los ochavos, que en coro, coincidencia singular, el pueblo empezó a gritar “Otro toro!” “Otro toro!” Anónimo.262 1885 EL TORO EN SUS GIROS GUAPOS… El toro en sus giros guapos Desgarra, y van los toreros Agarrándose los trapos De los que quedan en cueros.263 261 262
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 8, 20 de diciembre de 1885, p. 2. El Monitor Republicano, 14 de junio de 1885, p. 2.
1885 LOS AMIGOS AQUELLOS. EL COLEADERO. …Ya no le suelto la cola… Para aquestos coleaderos Son buenos los chiclaneros (Aplausos en la claque). Montando buenos caballos Se luce Pepe Ceballos (Aplausos entre los amigos). En jalones y en colear No hay otro Man-ko-zafar (Silbidos en la Nación). Como no da alcance al toro Dublancito pierde el oro (Silbidos en el público). La última página de este ejemplar, muestra otra caricatura, firmada por “Fígaro” que dice: EL PALO ENCEBADO Y LOS TOROS EMBOLADOS. Juguete para presupuestívoros. EL PALO ENCEBADO… Decía Don Serafín (que es un empleado) En triste confidencia estando a solas: -De este juego no es grave lo encebado Sino la caída entre las duras bolas. Terminará la función con una pantomima.264 1886 AL TORERO MEXICANO 263
En EL HIJO DEL AHUIZOTE. SEMANARIO FEROZ, AUNQUE DE NOBLES INSTINTOS, POLÍTICO Y SIN SUBVENCIÓN COMO SU PADRE, Y COMO SU PADRE, MATERO Y CALAVERÓN (NO TIENE MADRE). T. I., Ciudad de México, Domingo 20 de diciembre de 1885, Nº 18, aparece al centro del ejemplar una caricatura firmada por “Fígaro” la cual dice: CORRIDAS DE TOROS. POR LA COMPAÑÍA TUXTEPECANA. PRESENTACIÓN DE LA CUADRILLA: El primer espada, “El Chiclanero”, “Cerito” el Capeador, “Frascuelo” el de acá, con otro nombre “Karakés el Banderillero”, “Cerote” el picador, primera garrocha, Carlos Rabia el Baldío, segunda garrocha y primera reata, “El Diplomático”. Al final del mismo número, hay otra caricatura, también firmada por el mismo “Fígaro” que representa “El Rasgadero”. Gran acto de sensación inventado por los capitanes gonzalistas. Corridas de toros por la compañía tuxtepecana. 264 En EL HIJO DEL AHUIZOTE. SEMANARIO FEROZ, AUNQUE DE NOBLES INSTINTOS, POLÍTICO Y SIN SUBVENCIÓN COMO SU PADRE, Y COMO SU PADRE, MATERO Y CALAVERÓN (NO TIENE MADRE). T. I., Ciudad de México, Domingo 27 de diciembre de 1885, Nº 19, aparece al centro del ejemplar una caricatura firmada por “Fígaro” la cual dice: CORRIDA DE TOROS POR… LOS AMIGOS AQUELLOS. EL COLEADERO (En este cuadro casi todas son vacas).
PONCIANO DÍAZ EN SU BENEFICIO. ¡Salud al diestro galano, al bravo Ponciano Díaz! ¡Al que al toreo mexicano, que moría, levanta ufano por su arrojo y simpatías! De los diestros nacionales que hay en la taurina lid, tú de ellas al frente sales, y pruebas que tanto vales como los hijos del Cid! Sin ser maestro en el arte, nadie deja de admirarte como diestro matador, pues que se te ve acercarte a la fiera con valor. Espada y muleta en mano al toro a buscar quimera, no hay otro como Ponciano. ¡El torero mexicano que se sonríe ante la fiera! Al público se le hace agua la boca aquí y en Durango, en Guanajuato y Chihuahua por verte, y al verte, fragua en la plaza gran fandango. Sus metisacas certeros aplauden aún los toreros de experiencia y de saber, y cumple de los primeros en la lid con su deber. Es de varonil figura, elegante en el vestir, de mano firme y segura, y sonríe con frescura al capotear y al herir. Mas cuando entra al redondel jinete en brioso corcel como el famoso Gadea, no hay otro charro como él cuando así banderillea. Luce traje mexicano con ancho y rico jarano
de pelo, bordado de oro. ¡Guapo jinete es Ponciano colgándose sobre el toro! Rije diestro su montura, su simpática figura es la de un charro de ley, y se arriesga con bravura en tan suerte, en la que es rey”. ¡Cuando en la tierra española te mire en el jineteo y en el lazo y en la cola la ardiente y bella manola, serás la flor del toreo” Y cuando de aquí te ausentes y te halles en suelo hispano, sabrán las extrañas gentes que aquí hay toreros valientes ¡Charros como Ponciano! Entretanto, sigue aquí haciendo que miles de almas se exalten con frenesí, y que resuenen por ti bravos, músicas y palmas! México, mayo 2 de 1886. Un Toluqueño.265 1886 Entre la taurina gente… Entre la taurina gente gratos rumores corrían: ¡Vuelven los toros! –decían¡Los habrá próximamente! El Señor Gobernador está el asunto estudiando, y en la plaza están pintando el ruedo y el exterior. ¡Qué placeres y alegrías! yY sobresaltos y miedos, nos preparan Cuatro-dedos, Jarana y Ponciano Díaz! Veremos muchas coletas y muchas nalgas al aire, y volverá aquel donaire de los diestros y maletas. 265
EL ARTE DE LA LIDIA, año II, Nº 17, del 2 de mayo de 1886.
Y ha de producir envidia el favor extraordinario que alcanzara un semanario que es –“El Arte de la Lidia”. Y no; nuestro compañero Julio Bonilla, asegura que no es verdad la pintura ni el rumor es verdadero. Esta noticia tan mala causará más de un respingo; paciencia y a Tulancingo a Pachuca y a Tlaxcala. Anónimo.266 1886 ¡¡TOROOOOO!! ¡Ahora Ponciano! El Congreso quiere toros, Quiere divertirse el niño Y en la tumba de Gaviño Una estatua se va a alzar, Y se harán pronto las plazas Porque el pueblo fatigado Quiero luego el embolado, Tiene ganas de torear. Una ilustración lo ha dicho, La diversión inocente Hará al pueblo muy valiente Como en Roma sucedió; Vamos pues, a ver la fiera Destripar a las sardinas, Estas cosas son divinas Y de mucha sensación. Será cosa divertida Ver a muchos diputados Caballeros denodados La garrocha manejar, O provistos de su trenza Defenderse las costillas Al prender dos banderillas Con destreza singular. En esta época de sangre Todo debe ser sangriento, Porque nadie está contento 266
EL TEATRO CÓMICO, D.F., del 22 de octubre de 1893, p. 4.
Sin matar o ver morir, Y es preciso ver la muerte Con la cara más risueña, Porque el arte así lo enseña Y en ello hay que convenir. Cuando el caso lo requiera Yo propongo por maestro Al sublime y grande diestro De la Estación de Guzmán; No hay ninguno que lo iguale, No hay seguro que lo venza En su falta de vergüenza Y en instintos de chacal. Ya verá pues el Congreso Que no faltan cacheteros Y pro mulas y toreros No hay tampoco que parar; Vengan pues pronto las caras Hagan todos valla y coro, Saquen pronto el primer toro Y a capear que es tarde ya. NETZAHUALCÓYOTL.267 1886 Al distinguido torero español Juan León “El Mestizo” el día de su Beneficio. I Con rumbo a la Patria mía De las playas españolas, Surcaste del mar las olas Dejando tu Andalucía. Allí de tu bizarría Suena el nombre soberano Y hoy te admira un pueblo hermano Por tu denuedo y valor Arrullándote al calor Del Pabellón Mexicano. II Del Cid y Pedro Romero, De Montes y Pepe-Hillo, Enalteces más el brillo A la faz del mundo entero; 267
EL HIJO DEL AHUIZOTE. SEMANARIO FEROZ, AUNQUE DE NOBLES INSTINTOS, POLÍTICO Y SIN SUBVENCIÓN COMO SU PADRE, Y COMO SU PADRE, MATERO Y CALAVERÓN (NO TIENE MADRE). T. II., Ciudad de México, Domingo 12 de diciembre de 1886, Nº 15, p. 6 y 7.
Cual ellos eres torero De fama y de nombradía Y pues ha llegado el día De función tan deseada, Con la muleta y la espada Demuestra tu valentía. III La suerte de banderilla Ejecutas con valor Como diestro lidiador, Lo mismo a pie, que en la silla; Y aunque parece sencilla Es suerte, al verla creo Que es muy difícil, y veo, Que solo tú y el Gordito Pueden levantar el grito En el arte del toreo. IV Del bruto rodilla en tierra Esperando la embestida, Dejas tu fama esculpida Porque el público se aterra; Que si el valor en la guerra Demuestra digno el soldado, Tu valor es más marcado En medio del redondel Y no se encuentra cincel Con que dejarlo grabado. V Frente a frente del chiquero Y a tus pies Enrique Pola, Parece que ya se inmola El indefenso torero; Entonces tú con salero Dando un cambio soberano, Al bruto engañas, que ufano A los dos quiere arrollar, Y lo llegas a burlar Con la montera en la mano. VI Derecho como la encina Del redondel en el centro, Se viene el toro a tu encuentro Cuando agarrarte imagina; Pero con tu escuela fina
Lo burlas con tanta gana, Con la gracia sevillana De este quiebro tan lucido Por ti a México traído A la escuela Mexicana. Rafael López de Mendoza Puebla, febrero 14 de 1886. 1886 ÁLBUM TAURINO SILUETAS DE SOL Y SOMBRA (Continúa) EL PRESIDENTE. El taurino anfiteatro está colmado de gente, y el clamor acrecienta la inmensa muchedumbre en la sombra y el sol. Los gallardetes rojos y amarillos ondean al airea azul, y en los charros sombreros resplandece del sol la viva luz. Las manolas sus anchos abanicos agitan sin cesar, y los charros repican sus espuelas la barrera al tomar. La multitud abigarrada hierve en olas de color y bajo los rebozos y mantillas más lumbre hay que en el sol. Están colmados palcos y tendidos, no hay ya más que un lugar que el público impaciente ve vacío, el de la autoridad. De repente un clamor el aire atruena: en el palco de honor acaba de sentarse el que preside la taurina función. Es un señor… así… como cualquiera de bomba y levitón, que suele conocer a la cuadrilla y hablar en español. La música da al viento sus sonatas entusiastas, y al fin, rasga el aire preñado de rumores la señal del clarín. Electrizado el público prorrumpe en inmenso clamor y sale la cuadrilla, y salta el bicho,
y salta el corazón. A la lid comienza llena de emociones; a caballo y a pie la cuadrilla se luce en la faena, pero le pita el juez. ¡Es de ver cuál desluce en su ignorancia las fases de la lid! Si no es que desconoce el reglamento, no lo quiere cumplir. La concurrencia se subleva y grita, se aturde el buen señor, y se producen mil barbaridades durante la función. La cuadrilla mejor se descompone y el mejor capitán con el lirismo con que ordena todo la buena autoridad. Resuena al fin la silba contra ella en la sombra y el sol, y él dice sí! por boca del corneta, y el público, no! no…! Y al mirar el desorden de la lidia la silba es infernal, y es justa, y merecida, y todos tienen derecho de silbar. En México debiera suprimirse ese juez incivil y hacer que un entendido aficionado presidiera la lid. Que hay algunos, lector, tan ignorantes, de tan rudo magin, que el público, buen juez, debiera siempre volverlos al toril. PINTAMONAS.268 1886 ¡A los toros! Recuerdo de la Corrida del 28 de febrero En la Plaza del Huisachal. I Los aficionados corren y las puertas de la plaza no pueden darle cabida al gentío que las asalta. Los gritos y exclamaciones, los quejidos y las chanzas brotan de los secos labios 268
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 9, 28 de febrero de 1886, p. 4.
de la gente alborotada. Por fin entran poco a poco entre ruido y algazara y los tendidos se llenan crujiendo con gente tanta. el aspecto es pintoresco, la gente corriendo salta, y entre silbidos y gritos al juez, que se tarda, llaman. Por fin, este se presenta, alegre suena la banda, y los valientes toreros ya van cruzando la plaza. Hermosos trajes ostentan recamados de oro y plata, y en sus tostados semblantes franco gozo se delata. La multitud se conmueve, gritos de entusiasmo lanza y saluda a la cuadrilla con el batir de sus palmas. El clarín vibrando suena, los diestros cambian sus capas y distribuidos, al bicho con serenidad aguardan. Por fin, el chiquero se abre, y con un vigor que espanta con rápidos movimientos el toro la arena asalta. ¡Qué confusión, qué entusiasmo cuánto grito, qué algazara al ver la figura hermosa del toro que está en la plaza! Quién un recorte le ha dado, quién le pone una navarra, quién con denuedo lo cita y le da el salto de vara. Por fin, el público quiere con unos gritos que alarman, que al toro le pongan fierro y que despache unas jacas, y con entusiasmo grita: Picadores, fuera capas! Pero éste ya es otro asunto que enardece y entusiasma, y el que conocerlo quiera tenga un poco de calma. II Los picadores se acercan montados en unas arpas que da compasión de verlas
por lo tristes y lo escuálidas. El toro al bulto se llega ciego de dolor y rabia, y el choque tan furibundo no lo resiste la jaca. El picador y el caballo a tierra van sin tardanza, y la fiera con enojo se da placer con las astas. El caballo patalea con dolores y con ansias, y el picador en peligro ni teme ni se acobarda. Los de a pie con gran denuedo a la fiera encarnizada de su víctima la alejan con su valor y sus capas. Esta escena se repite muchas veces y otras tantas, el público entusiasmado pide que sigan las varas. Mas por fin, la presidencia a las banderillas manda, y aquí comienza otra suerte que cautiva y entusiasma. III Con mucho aquel, a la fiera el Frasco está ya citando, y el público ansioso aguarda en la suerte de su agrado. Por fin, la fiera se parte y el Frasco pone cuarteando los dos adornados palos con firme y segura mano. Mil aplausos y mil gritos, mil sombreros y tabacos atestiguan que el cuarteo fue muy bien ejecutado. Candelas al toro cita y también con mucho garbo adorna el ancho morrillo con otros dos buenos palos. El público con ahinco, con gusto y con entusiasmo, saluda al valiente diestro por su valor temerario. Por fin, la suerte concluye y la presidencia en tanto, da la señal de la muerte. Esto sí es bueno, veamos.
IV (aunque viene como VI) El Mestizo, que ya tiene para dar muerte los trastos, ante la fiera se pone y allí la cita con garbo. Varios pases con aplomo le da sin mucho trabajo, y después de esta maniobra espera dando el trapo. El bicho con ira parte y el Mestizo en el engaño, como tres cuartas de fierro le hace tragar al soslayo. El toro vacila y tiembla cual si estuviera borracho. Hasta que al fin muerto queda entre las dianas y bravos, que es el rezo de difuntos a los toros dedicado. Alabanzas, gritos, hurras y mil muestras de entusiasmo, dan a saber al Mestizo que al público le ha gustado. Aquí también hago punto que acaso peque de largo, pero, en fin, ya nos veremos, hasta el domingo, muchachos! ESCAMILLO.269 1886 ÁLBUM TAURINO SILUETAS DE SOL Y SOMBRA EL PICADOR Es el tipo acabado del ranchero: si no es su hermano el toro, es su juguete, y es capaz de matarlo de un puñete, pues es fuerte como él, y como él, fiero. Igual a su rocín, viste de cuero, y a tan buen toreador como jinete, en la lidia es el rey, cuando al piquete llama al toro, arrojándole el sombrero. Ciego el bicho y bramando de coraje, al embestir con ímpetu salvaje derriba aquel montón de telarañas. 269
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 11, 14 de marzo de 1886, p. 3-4.
En forma de caballo, lo destroza y el jinete, aclamado por la plaza se alza hollando del penco las entrañas. PINTAMONAS.270 1886 ÁLBUM TAURINO SILUETAS DE SOL Y SOMBRA (CONTINÚA) EL BANDERILLERO. Este es el mozo más guapo de las taurinas cuadrillas, al tomar, dejando el trapo, las vistosas banderillas. Juegos, canastas de flores con follaje de oro y plata, y papel de mil labores verde, blanco y escarlata. Más garboso que un manolo este gallardo torero grita: ¡dejarme a mi sólo! y el bicho lo embiste fiero. Mas sin que el bicho le alcance, si es maestro en el toreo, sus pares clava al relance, y de frente, y al cuarteo. En donde luce este diestro los primores de la suerte es dando un quiebro maestro de esos que huelen a muerte. Sereno sobre la silla le prende al toro, sentado, una hermosa banderilla del morrillo a cada lado. Vistosas son las de fuego que prende al toro ramplón, y que lo vuelven de juego y más bravo que un león. Y si el diestro en buen jinete, 270
El Arte de la Lidia, año II, Nº 12, del 21 de marzo de 1886.
placer más grande no hallo que verlo airoso al torete banderillarle a caballo. De jarano y calzonera como él, varonil no hay otro banderillando a la fiera sobre un arrogante potro. Al diestro ayuda en su hazaña el generoso animal, y aplaude la misma España esta suerte nacional. PINTAMONAS.271 1886 ÁLBUM TAURINO SILUETAS DE SOL Y SOMBRA (CONTINÚA) EL PRIMER ESPADA. El espada es el torero encargado de la suerte más lucida: dar la muerte a su rival fuerte y fiero. Es quien dirige la lid y el servicio de la plaza, y al toro de fiera raza lidia bravo como el Cid. Rico traje rojo y gualda luce más el diestro hispano, cual luce en un mejicano rojo, banco y esmeralda. Miradlo ya sin montera al aviso del clarín que le manda poner fin a la exasperada fiera. Muleta y espada en mano, listo para la pendencia saluda a la presidencia y al público soberano. Después, como el español primero que aquí lo hizo 271
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 13, 28 de marzo de 1886, p. 3.
(El muy famoso Mestizo), brinda al público del sol. Por lo que de más valor pueblo, en tu patria veneres: Por tus hermosas mujeres y tu enseña tricolor. Suenan palmas entusiastas, y en medio a la grita loca, el matador se coloca del bicho frente a las astas. Ojos, pies y corazón luce en las bregas mortales con sus pases naturales, cambiados y de telón. Y de pecho y en redondo, medios pases y por lo alto, hasta que acaba el asalto tirándose el diestro a fondo. Pero antes al bicho cita y le pincha las costillas a paso de banderillas, y a la fiera sólo irrita. O le da una delantera baja, contraria o tendida, que concluyen con la vida de la cornúpeta fiera. Mas si el diestro es estratégico y a la mexicana ataca, le da una de metisaca que es la que más gusta en México. Entonces es cuando suenan música gritos y palmas, y entusiasta diez mil almas aplaudiendo el aire atruenan. Dianas, puros y dinero dan entre bravos nutridos de los palcos y tendidos al arrojado torero. Y el valiente matador en los triunfos de la lidia, es de los hombres envidia y de las hembras amor!
PINTAMONAS.272 1886 ÁLBUM TAURINO SILUETAS DE SOL Y SOMBRA (CONTINÚA) EL CACHETERO. Cual la fatalidad que el golpe aplaza en las mortales lides de la vida, así está el Cachetero en la corrida detrás de un burladero de la Plaza. De blanco viste y a su cinto enlaza, en su vaina de cuerno suspendida, la aguda punta que a la fiera herida de un golpe en la cerviz rápido embaza. (ilegible) de sangrientas banderillas y hundida hasta la cruz la dura espada, el cuello dobla el toro y las rodillas. Entonces con el arma recatada el Cachetero por detrás le hiere entre las astas, y se agita y muere. PINTAMONAS.273 1886 Haciendo la labor de separar la reseña de los versos, una escrita por Gadea; los otros por Pintamonas, incluyo a continuación las impresiones poéticas que dejó para la posteridad este autor, por ahora oculto tras el seudónimo que viene resultando familiar. (…) el Presidente ordenó dar la nueva señal, y el Sr. Falcó se retiró a introducir la cuadrilla, que fue recibida por el público con nuevas vivas a las dos naciones hermanas. Y la brillante cuadrilla… Y la brillante cuadrilla entró de la lid al campo al compás de alegre marcha y en medio de los aplausos, al frente de los espadas va Fontela, diestro anciano y le siguen Chiclanero, Mestizo, El Americano y Rebujina y Frasquito. Detrás siguen ordenados los guapos banderilleros, Cuco, Candela, Tovalo, 272 273
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 14, 4 de abril de 1886, p. 3. El Arte de la Lidia. Año II, Nº 15, 11 de abril de 1886, p. 3.
Mochilón, El Madrileño, y Soldadito a caballo. Y tras ellos, seis piqueros: Vargas, Mota y Anastasio, Simón Colín, Manuel Sordo y el güerito Conde… nado, Item más: de las mulillas los troncos empenachados; muleros, el cachetero, y los lazadores charros. A la Presidencia todos saludos con aquel garbo Torero de Andalucía y del charro mexicano la comisión que arregló este brillante espectáculo bajó después a la arena, condecoró a los muchachos y un elegante diploma les dio. Terminado el acto solemne con que la Junta honró a los diestros hispanos, sonó de nuevo el clarín, y en sus puestos colocados, los capotillos de lujo cambian por los de trabajo y da comienzo la Lidia el rey de los espectáculos! LA LIDIA. (Andrés) FONTELA. Y ya tenemos armado de espada y roja muleta al jefe de la cuadrilla, que al bicho busca quimera, y hallándolo en condiciones así cumple su faena: Dos naturales, un pincho alto; dos con la derecha, uno cambiado para un volapié; sigue Fontela. Con dos de telón para otro pinchazo sin consecuencia; uno de pecho, tres más naturales, y le suelta una estocada caída a volapié. Al fin la fiera después de tocarse a lazo quedó acostada en la arena en manos del cachetero,
que la remató. Fontela poco certero al herir, pero demostró entereza y armándose bien; el público le dispensó su indulgencia. (Francisco Gómez) EL CHICLANERO Sereno tomó los trastos de matar el Chiclanero, y después del consabido permiso, marchóse el diestro a buscar a “Torerito” con arrogancia y despejo. Después de tres naturales dio un metisaca soberbio, con el cual tuvo la fiera. para tumbarse en el ruedo, en donde ya moribunda la remató el cachetero. Entonces al matador cayó un nutrido aguacero de dianas, vivas y aplausos, Plata, puros y sombreros. ¡Bien lo merecen los chicos que al arte dan lucimiento! (Juan León) EL MESTIZO En medio del entusiasmo que hace brotar el cariño, se presenta Juan León, el afamado Mestizo. Saluda, toma los trastos va en busca de su enemigo y en corto y ceñido empieza su faena con el bicho. Le da cuatro naturales, uno en redondo, ceñido, y tres de pecho, el segundo de cabeza a rabo, y limpio. ¡Bien, Mestizo! Así se pasa de muleta! ¡Bravo chico! Tras la lucida faena larga a la res el Mestizo, ciñéndose y aguantando, un metisaca de primo Cartello, que al “Capitán” dejó en la arena rendido, tan magistral estocada arrancó aplausos unísonos y en medio de aquel estruendo de bravos, latón y ruidos
cayeron al redondel los sombreros del gentío y cigarros y dinero, y hasta el sexo femenino agitaba sus pañuelos con entusiasmo y delirio. ¡Vive Dios que es todo un hombre este valiente Mestizo! (Juan Moreno) EL AMERICANO. Al palco del Presidente saluda “El Americano” y se va en busca del toro, de espada y muleta armado. Con dos pases naturales lo saludó al encontrarlo, dos de pecho y otros dos naturales, y en el acto una estocada magnífica bien señalada por lo alto, quedando después el diestro frente al toro arrodillado, hasta que el bicho dobló el pico, al doblar las manos. Grandiosa fue la ovación, piramidal el aplauso! Poblaron el aire dianas y sombreros y tabacos, y hubo vivas, pataleos, y la mar y sus pescados! (Francisco Jiménez) REBUJINA. Guapo chico es sin disputa el torero “Rebujina”! Ya frente al toro, en la máscara el rojo trapo deslía, y como siempre, en los pases en su faena lucida. Se ciñe muy bien al bicho, y en el semblante la risa, le da un pase de telón, dos más de pecho, y termina largando de metisaca una estocada tan linda, que al cornúpeto le dio paso a la carnicería. ¡Olé! ¡Bravo! ¡Viva! ¡Música! diana para “Rebujina”, y mil puros y jaranos, ovación muy merecida por ese joven torero
hijo de María santísima! (Antonio González) FRASQUITO. Tocábale darle muerte al sexto y último bicho a “Frasquito”, mas la suerte dijo: no quiero! Y no quiso. Tras la señal y el saludo toma los trastos “Frasquito” y va a saludar al toro en corto, y acto continuo le da dos pases de pecho, quedando encunado el chico y sufriendo una cogida que muy bien pudo haber sido funesta, si la cuadrilla no le quita al punto el bicho. “Rebujina” sustituye a “Frasco”, que estuvo activo, valiente y trabajador en el combate taurino; pero ya en la enfermería, a su cargo toma al bicho “Rebujina” quien después de algunos pases lucidos, le dio una estocada corta aguantando y en buen sitio. Tumban al bicho los lazos y el cachetero su oficio cumple, y se le baten palmas al vengador de “Frasquito”. PINTAMONAS274
REPRODUCCIÓN DE CUATRO CORRIDOS QUE PARECÍAN OLVIDADOS. 275 Común en aquella época, el corrido, fue y sigue siendo una manifestación popular emanada casi siempre de la inspiración del mismo pueblo, y para quedar en ese territorio, muchas veces sin autor específico. Es decir, obra del anonimato, despertaba con su letra vibrante y nostálgica fuerte clamor que corría de boca en boca, hasta los rincones más alejados de la nación, para convertirse en una noticia nada ajena al pueblo, mismo que hacía suya la desgracia o el hecho sorprendente que transpiraban aquellos versos convertidos en voceros del acontecimiento recién ocurrido. Tal es el caso de dos corridos dedicados a Bernardo Gaviño, y que rescató, como muchos otros, el notable investigador Vicente T. Mendoza, brotados de sus obras clásicas: El romance español y el corrido mexicano y El corrido mexicano. Como arrancadas de una hoja de papel volando, van aquí las letras de estos corridos:
274 275
El Arte de la Lidia. Año II, Nº 16, 25 de abril de 1886, p. 2-3. Coello Ugalde, “BERNARDO GAVIÑO...”, op. Cit. Material tomado de dicho trabajo.
1886 CORRIDO DE BERNARDO GAVIÑO Bernardo Gaviño, el diestro que tanto furor causó en la plaza de Texcoco lidiando un toro murió. Su valor no lo libró de suerte tan desgraciada, y aunque tenía bien sentada su fama como torero, un toro prieto matrero lo mató de una estocada. Fue del pueblo mexicano el torero consentido, y él fue el que le dio a Ponciano la fama que ha merecido, siempre se miró aplaudido, pues con su gracia y valor supo granjearse el favor del pueblo más exigente, que vio en Bernardo al valiente y sereno toreador. ¡Quién se lo había de decir! después de tanto lidiar, que un toro de escasa ley al fin lo había de matar! ¡Y quién no ha de recordar con el placer más sincero al simpático torero que, sin mostrarse cobarde, hacía de valor alarde como matador certero! Pero un torito de Ayala la carrera le cortó, y en la plaza de Texcoco don Bernardo falleció; todo México sintió la muerte de este torero, que en el país fue el primero por su arrojo y su valor, conquistándose el favor de todo el público entero.276 1886 276
Vicente T. Mendoza: El romance español y el corrido mexicano. Estudio comparativo. 2ª edición. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 1997. XVIII + 833 p., p. 538-540.
Y, entonados bajos el rasgueo de guitarras que marcan el ritmo incomparable, va la letra de este otro: DE BERNARDO GAVIÑO El treintaiuno de enero don Bernardo suspiró. Y al ver un toro de Ayala su corazón le avisó. Rosa, rosita/disciplinada, murió Bernardo Gaviño, que era muy certera espada. Ya tenía ochenta y tres años (sic) cuando a la plaza le entró y ese torito de Ayala el corazón le partió. ¡Epa, torito,/cara de horror, que ahí está Bernardo Gaviño, de toreros el mejor! Al ver el toro tan bravo se puso color de cera, y dijo: -este toro prieto viene a darnos mucha guerra. Rosa, rosita/de volcameria, que a Bernardo le hirió el toro el último día de feria. A la vista penetrante del toro nada escapó, que a todos los picadores los caballos destripó. Rosa, rosita,/flor de alelía, murió el capitán Gaviño, esta su suerte sería. Sacando vueltas a brincos ¡ay!, don Bernardo esquivó las primeras puñaladas que el torito le aventó. Rosa, rosita,/flor de Castilla, don Bernardo está enterrado en el panteón de la Villa. El Chiclanero famoso su capote le tiró;
pero el torito de Ayala a don Bernardo ensartó. Rosa, rosita,/flor de San Juan, un toretito de Ayala nos mató un buen capitán. Ese mentado “Zocato” y el picador “Mochilón” no pudieron hacer nada contra el destino de Dios. Rosa, rosita/ya se acabó don Bernardo, el gran torero, en Texcoco concluyó. Mas como ya estaba escrito su destino y le tocó, ¡pobre Bernardo Gaviño! En Texcoco se murió. Rosa, rosita/rosa de amor, murió nuestro capitán, lo lloramos con dolor. Se presentaba arrogante en cualesquiera corrida y toreaba al mejor toro sin miedo a perder la vida. Rosa, rosita,/flor de limón, murió el once de febrero muy cerca de la oración. Toreó a los toros de Atenco, también a los de Jagüey y nunca les tuvo miedo por más que tuvieran ley. Rosa, rosita/rosa amarilla, con garbo siempre pegaba al toro una banderilla. En la plaza de San Pablo con garbo y gracia lidió, que el toro de una estocada siempre muerto lo dejó. Rosa, rosita,/¡oh infeliz suerte! en la plaza de Texcoco halló Gaviño su muerte. Con su montera ladeada
y con su gran corazón, murió Bernardo Gaviño con la bendición de Dios. Rosa, rosita,/flor encarnada, murió Bernardo en Texcoco a causa de una cornada. La mentada Malagueña una rosita le envió, pa´que tuviera presente el corazón que le dio. Rosa, rosita/del mes de abril, ya don Bernardo jamás lo verán ante un toril. En fin, concluimos aquí los versos del gran Gaviño, y conservamos gustosos su memoria con cariño. Rosa, rosita,/flor de magnolia, murió Bernardo Gaviño, que Dios lo tenga en su gloria.277 1886 TESTAMENTO Y DESPEDIDA De Bernardo Gaviño Murió Bernardo Gaviño, y murió como valiente, puesto que murió luchando con el toro frente a frente. ¡Ay toro!, torito prieto, ¿por qué a Bernardo Gaviño sin piedad dejaste muerto? En la plaza de Texcoco el último día de enero, hirió a Bernardo Gaviño un toro medio matrero. Bernardo por fin murió el once del mes siguiente y su recuerdo dejó como un torero valiente. El día trece lo enterraron 277
Op. Cit.
de la Villa en el panteón, y allí sus restos quedaron en extranjera nación. Ahora los toreros deben vestirse todos de luto, pues murió el primer espada entre las astas de un bruto. Al salir el toro dijo con rostro firme y sereno: -Ese torito sí es bueno y nos va a dar mucha guerra. Y no se engañó Bernardo cuando tal cosa decía, pues a poco ni un caballo en toda la plaza había. -Aprended, hombres, de mí y mirad mi triste estado, ayer buen torero fui y hoy en el sepulcro me hallo. “¡Quién me lo había de decir que en Texcoco había de anclar, después de mucho lidiar a tanto toro atrevido! “Fui el decano conocido en el arte de los toros, hoy dejo mi testamento para mis amigos todos. “Al hacer mi testamento declaro que soy cristiano y dejo por heredero al valiente de Ponciano. “Pues le viene por derecho y porque así yo lo mando, que en el arte de la lidia es el primer mexicano. Cincuenta años he durado jugando toros día a día, y siempre salía triunfante, y el público me aplaudía. Hoy la suerte me cambió pues me llegó la de malas, por un toro que me hirió la muerte me llevó en alas.
“A todos los picadores les dejo también recuerdos, pues a muchos que enseñé no he sido ingrato con ellos. Que trabajen con cuidado no les vaya a suceder, que en una mala tanteada vayan la vida a perder. Al marchar ya de este mundo solo llevo el desconsuelo de que dejo ya a este suelo y a todos los mexicanos. “Siempre me estimaron bien, me trataron como hermano, nada tengo que sentir de este pueblo hospitalario. Quien me lo había de decir oigan y pongan cuidado, que por un toro maldito ya los ojos he cerrado. Y por eso hoy les declaro que marcho a la eternidad, que ya no habrá otro Bernardo, en el arte de lidiar. Acabé mi testamento adiós mis amigos todos voy a partir de este mundo para no volver jamás. Ya me llamó el Hacedor parto pues a descansar, adiós pues, voy en camino, adiós, a la eternidad. Adiós, México querido, ya me despido de ti, porque en las llaves de un toro vine por fin a morir. Adiós mis amigos todos ya no volveré yo a ver, aquellas plazas mentadas en que a muchos toros lidié. Yo siempre me presenté con denuedo y con valor,
ante los toros más bravos, que traían del interior. Con muchas razas lidié y de las más afamadas, y aunque fueran muy rejegas, siempre caían a mis plantas. Lidiaba con arrogancia nunca conocí yo el miedo, y siempre en México fui el mejor de los toreros. En la plaza de San Pablo también en la del Paseo dimos harto la función, yo y mi compadre Gadea. Jugué ganado de Atenco de Santín, Guatimapé pero un torito de Ayala, me vino a imponer la ley. Por todo el país mexicano, siempre en triunfo me pasié, y nunca pensé un momento el fin que había de tener. Andaba por el Bajío y después por Guanajuato, Y el toro que desafiaba luego me lo hechaba (sic) al plato. Dí corridas muy mentadas en Veracruz y la Habana, y en todas estas dejé los recuerdos de mi fama. Yo nunca había conocido a esta raza condenada, que me puso el alma en paz y ofuzcó toda mi fama. Pues ni aún en la misma Habana que es el ganado cargado, no pude encontrar un toro tan rejego y tan malcreado. No volveré a lidiar toros ni a estar con mis compañeros, que cuando tenían peligro me presentaba yo luego
A libertarle la vida a aquel que se hallaba en riesgo, y por eso me decían el mejor de los toreros. Adiós Ponciano querido, ya te dejo en mi lugar, te encargo mucho cuidado cuando vayas a torear. No te vaya a suceder lo que acaba de pasar, que en la plaza de Texcoco, la suerte me fue fatal. En fin, ya me despido, me encuentro ya hoy en la fosa, ya no hay Bernardo Gaviño hoy me cubre ya una losa. Llorad, llorad con cariño; murió el rey de los toreros, murió Bernardo Gaviño.278 Prop. De A. Vanegas.-Tip. y Encuadernación, Encarnación 9 y 10.-México. 1886 VERDADEROS Y ÚLTIMOS VERSOS DE BERNARDO GAVIÑO Bernardo Gaviño el diestro que tanto furor causó, en la plaza de Texcoco lidiando un toro murió. Su valor no lo libró de suerte tan desgraciada, y aunque tenía bien sentada su fama como torero, un toro prieto matrero lo mató de una cornada. Fue del pueblo mexicano el torero consentido, y él fue el que le dio a Ponciano la fama que ha merecido. Siempre se miró aplaudido pues con su gracia y valor, supo grangearse el favor del pueblo más exigente, que vió en Bernardo al valiente 278
Ibidem.
y sereno toreador. ¿Quién se lo había de decir después de tanto lidiar, que un toro de escasa ley al fin lo había de matar; ¿Y quién no ha de recordar con el placer más sincero, al simpático torero que sin mostrarse cobarde hacía de valor alarde como matador certero? Pero un torito de Ayala la carrera le cortó, y en la plaza de Texcoco don Bernardo falleció. Todo México sintió la muerte de este torero, que en el país fue el primero por su arrojo y su valor, conquistándose el favor de todo el público entero. El treinta y uno de enero don Bernardo suspiró, y al ver un toro de Ayala su corazón lo avisó. Rosa, rosita, rosa morada, murió, señores, Gaviño que era muy certera espada. Al ver al toro tan bravo se puso color de cera, y dijo: este toro prieto nos viene a dar mucha guerra. Rosa, rosita, es cosa seria, que á Gaviño le hirió el toro el último día de feria. A la vista penetrante del toro, nada escapó, que a todos los picadores los caballos destripó. Rosa, rosita, flor de alelía, murió el capitán Gaviño, esta su suerte sería. Se presentaba arrogante en cualesquiera corrida,
y toreaba al mejor toro sin miedo a perder la vida. Rosa, rosita, más de castilla, don Bernardo está enterrado en el panteón de la Villa. Se presentaba en la arena el primero ante el toril, y aunque el toro fuera bravo nunca lo encontraba hostil. Rosa, rosita, ya se acabó, don Bernardo, el gran torero en Texcoco concluyó. Ese domingo en la tarde estaba bravo el ganado, pues por un torito de ellos está Gaviño enterrado. Rosa, rosita, flor de limón, murió el once de Febrero muy cerca de la oración. Todo el pueblo texcocano está lleno de aflicción, de ver que murió Bernardo de la feria en la función. Rosa, rosita, rosa amarilla, con garbo siempre pegaba al toro una banderilla. El recuerdo de Gaviño vivirá en los mexicanos, porque a muchos enseño y los miró como hermanos. Rosa, rosita, flor de coco, hirió el toro a Don Bernardo en la ciudad de Texcoco. En la plaza de San Pablo, con garbo y gracia lidió, que al toro de una estocada siempre muerto lo dejó. Rosa, rosita, ¡oh infeliz suerte! en la plaza de Texcoco halló Gaviño su muerte. Los toreadores lo sienten
porque era su capitán, y los defendió animoso con orgullo y con afán. Rosa, rosita, rosa de amor, murió nuestro capitán recordamos con dolor. Quien se lo había de decir a Gaviño tan famoso que de Ayala, al pobrecito un toro diera reposo. Rosa, rosita, del mes de Abril, ya a Don Bernardo jamás lo verán ante un toril. Murió el valiente torero sin quejas y sin lamentos, mas con acerbos dolores en horribles sufrimientos. Rosa, rosita, flor encarada, murió Bernardo en Texcoco a impulsos de una cornada. En fin, concluimos aquí los versos del gran Gaviño, y conservamos gustosos su memoria con cariño. Rosa, rosita, rosa magnolia, murió Bernardo Gaviño, que Dios lo tenga en su gloria.279 Propiedad particular. Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, Santa Teresa número 1. Avenida Oriente accesoria 715.-México.280
1886 La envidia que se revela… La envidia que se revela doquiera que el genio brilla, ha dicho en son de rencilla: “Ponciano no tiene escuela”. 279
Ibid. Estos versos, en copia fotostática me fueron obsequiados por el Lic. José Rodríguez, entusiasta aficionado, con quien cada domingo de toros, nuestros encuentros se alimentan con novedades y comentarios alrededor de libros de toros. Muchas gracias. 280
¿Más con quién se te nivela que pueda ser superior, cuando fuiste lidiador, desde joven, desde niño, y del inmortal Gaviño el discípulo mejor? Por tu carácter sencillo, franco, sin ostentación, conquistas admiración y fama, renombre y brillo. No serás un Pepe-Hillo, Lagartijo ni Frascuelo, ni portarás el capelo de “taurómaco” modelo, porque no eres sevillano; no te preocupes, Ponciano: que ni valor ni osadía anhela de Andalucía nuestro pueblo mexicano, El lidiador solo fia en su pericia privada, y cuando da una estocada, buena o mala, la revela… ¿No tiene Ponciano escuela? Pues menos fama usurpada, algunos explotadores pretendiéndote humillar han traído de ultramar crema del arte taurino, sin pensar que es tu destino solo triunfos alcanzar. Eres valiente, Ponciano, por más que ruja la envidia, genio audaz para la lidia y modesto mexicano.281 1886 ALBUM TAURINO SILUETAS DE SOL Y SOMBRA LA CUADRILLA. Ya la del juicio final Dio de la lid la señal, 281
Maria y Campos: Ponciano, el torero con..., op. Cit., p. 75-76.
Y con arrogante traza Al son de un paso marcial Sale la cuadrilla a plaza. Los diestros son recibidos Con inmensa gritería Que ensordece los oídos, Y hay entusiasta alegría En lumbreras y tendidos. Vestida de rojo y gualda, Morado, azul y esmeralda, Y oro y plata que al sol brilla, Adelanta la cuadrilla Al compás de la Giralda. Viene el capitán al frente Con bizarro continente: Junto a él los banderilleros; Tras ellos, gallardamente, Los peones y piqueros; Van después los lazadores, El cachetero, los chulos, Y al fin los arrastradores, Con briosos troncos de mulos, Enjaezados de colores. Dirigen airosamente Al palco del Presidente El saludo de ordenanza, Y dando al sol igualmente Conforme a la nueva usanza. Los peones van cada cual, Por su capote de brega Y con gozo general Se da por fin la señal De comenzar la refriega. Abre la boca el chiquero Y asoma el bicho primero Llamado por un peón, Y con la flor, sale fiero Bramando cual un león. PINTAMONAS.282 1886 Píldora di Taurina. 282
El arte de la Lidia, Año II, 7 de marzo de 1886, Nº 10, p. 4.
Con rumbo a la Cafrería Va caminando a gran priesa Por el cable, la noticia De la última proeza Que en su estreno inolvidable, De ilustraciones compuesta, De diputados la Cámara Popular decimatercia, Consumó con tanto acierto Como cordura y destreza. El despacho consabido Dicen que dice a la letra: “Corambú. Depositado A eso de las seis y media Del día siete de Diciembre´ -Niño Thom. A su excelencia El presidente cacique O mandón de aquella tierra, Cuyas humanas costumbres Queremos copiar en esta. -Hoy de mis labios brotando A borbotón la elocuencia, He logrado persuadir A una Cámara de… tencua: De que las plazas de toros Son escuelas de pureza De costumbres y santuarios En que los pueblos conservan Vivo el amor a la patria Y el ardor de independencia. Y ya espero con ayuda De Dios, en otra pelea Conseguir, no ya que toros Se lidien, ¡Mesquina empresa! Sino tigres y leopardos, Jaguares, chacales, hienas, Escorpiones y mestizos Y serpientes y culebras, Y si en votar no se cansan, Tengo esperanza muy seria De resucitar los tiempos De Nerón, y a la pelea Llevar a los gladiadores, Revolcarlos en la arena Y así divertir al pueblo Que de fastidio bosteza, Para que con tal ejemplo Más dócil y manso sea Y de muestra de ser bravo Y aprenda lo que es canela, Y en fin, que de Jovellanos
No olvidamos la sentencia. No faltaron diputados Que para fortuna nuestra En pro de los animales Salieron a la pelea, Como si tuvieran alma Y si derechos tuvieran Los animales. ¿Pues no Son irracionales? ¡Cuerda! Pues señor, no más faltaba Que también ellos sintieran Y tuvieran dignidad Para negarse a ser befa Del pueblo. ¿Pues qué nosotros No les damos clara muestra Y hasta ejemplo de… humildad Viniendo a la Cámara ésta, Dejando nuestros negocios Porque el pueblo se divierta Y aprenda un poco a echar… cartas Sobre cuestiones de hacienda, Letras, guerra, diplomacia, Y otras cosas aún más serias? ¡Olvidar de nuestros padres Las costumbres más añejas Y proscribirlas por bárbaras Cuando al cabo son las nuestras, Solo pueden discurrirlo Los cobardes y las viejas! Nosotros los progresistas Adoptamos por enseña Dos pares de banderillas, Una garrocha coqueta Con sus moños tricolores Como patriótica muestra; En otro cuartel, un toro Coleado, cayendo a tierra; En otro, un pobre caballo Con el mondongo de fuera, Y el cuartel número cuatro, Con naranjas y pesetas, Para recordar que el pueblo Si está contento, apedrea Con pesetas y naranjas, Y si se enoja, apedrea, También. Así lo que somos Verán los que nos sucedan. .......................... Por otra parte, el producto O precio de la licencia, Ha de emplearlo el gobierno En dar término a una empresa
Más larga que la de Troya Y nueva de puro vieja. Esta vez nos desaguamos Y una conquista sangrienta Hará bajar los niveles Y suprimir las compuertas; Acabará con los juiles Que están dando tanta guerra Y ya no habrá perniciosas Ni más fiebre tifoidea! ...................... Además, gana el comercio Con el consumo de telas Para capotes, vestidos Y mantillas de muleta, Y cuando llegue a ser libre Como mi alma lo desea, La importancia del papel, Se consumirá una gruesa Suma en papeles de China, Y así todo se compensa; Pues si la gente de pluma Muy poco papel emplea, Lo consumirá en revancha La gentilidad torera. Se abaratarán las astas Y las colas y la suela. Tendrán los dulces cubiertos Una salida más suelta, Los empleados, más apuros, Los empeñeros, más prendas, Las mujeres, más amantes, Los maridos, más querellas, Los flojos, más diversiones, Los mascaderos, más presas, Las comisarías, más huéspedes, Y en fin, la mar y morena; Resucitará el comercio Que ya con tanta gabela No se atreve a dar un paso, Y si Dios tercia en la empresa, Han de hacerse más de cuatro, Dueños de pingües haciendas. Y mi nombre burilado En medallas y conciencias, Conservarán admiradas Con tamaña boca abierta, Todas las generaciones Pasadas y venideras. Y si las leyes de Toro, Celebres fueron por buenas, La de los toros, ¡caramba! No habrá como enaltecerla.
Concluyo aquí esta noticia Que ha salido un poco extensa Para ser un cablegrama Que tanto dinero cuesta; Pero siempre fui garboso Sin menoscabar mi hacienda, Y a mí se me importa un rábano Porque atrás viene el que arrea”. “Soy de todo corazón, Vuestro de pies a cabeza. Firma luego: -Niño ThomUna rúbrica”. ¡Qué pieza! Diciembre 7 de 1886. Juan N. Cordero.283 1886 UNA CORRIDA DE TOROS TUXTEPECANA. PRESENTACIÓN DE LA CUADRILLA. El redondel está lleno Y al comenzar la función, Se presenta como bueno Primeramente el Pelón; Le sirve de muletilla Un cabo de Palo Blanco Y enseña luego una silla En que ha de torear el Manco: Este Manco, gran torero, Viene seguido después De Peña el famoso austero Y de Yamond Karakés. Todas son figuras raras, Pero ya frente del toro, Ninguno moja unas varas Como lo hace Telésforo; Y en los quiebros y el piquete Con el bicho más matrero, Ni Rebujina se mete Como se mete Romero. Todos son hombres de aguante, Muy valientes y muy listos, Muy echaos pa adelante Y que pican a ojos vistos; Mas para que nada falte A tan famosa corrida, Harán que en ella resalte, Toda la prensa vendida, Don Atenógenes Llamas, 283
El Tiempo, D.F., del 12 de diciembre de 1886, p. 3.
Cachetero de ex profeso, Unas bellas oriflamas Y las mulas del Congreso. El primer toro. Sale luego el primer bicho Y en su buen penco alazán Le da una pica al capricho Don Luis Mier y Terán; Fue el picador más templado De cuantos hubo después Y el primero que montado Miró caída a la res; Lo aplaudió mucho la prensa, Se dio su retrato a luz Y le regaló una trenza La ciudad de Veracruz. A señal de banderillas, Se alejan los picadores Y vestidos de estampillas Salen veinte capeadores; Hubo muchos de entre ellos Que les dio el toro cogidas Pero fue por los cabellos Y de pocas sacudidas; El que, colgó los tres pares Y cuarteando como él juega Del bragado en los ijares, Fue D. Remigio Noriega, Y después de este dechado En el arte del toreo, Muere el bicho estando echado Y entra luego el gonzaleo. El segundo toro. Manko-zafar es valiente, No se le puede negar: Es un torero que siente Vocación para lidiar; El bicho salió furioso Pero el Manko se adelanta, Saliendo a la pica airoso, En cuantas varillas planta, El Nikel lleva por mote El bicho negro, albardado, Y es listo para el capote Como un gato enamorado; Pero en las suertes de capa Una austeridad sencilla La cola del bicho atrapa Y el Manco lo banderilla;
El Nikel cayó ferido Con un mete y saca bajo Y el puntillero concluido Dejó por fin el trabajo; Recibió mil ovaciones Manko-zafar de la Empresa, Y algunas ilustraciones Anuncian la Deuda Inglesa. El tercer toro. Este toro, muy traqueado Por la prensa y el gobierno, Hay que pincharle de lado Y con vueltas al trascuerno, Todos lo esperan temblando Y hasta el más bravo torero Apenas vé al bicho, cuando Se esconce en el burladero; Para salir del apuro Fue preciso una algazara, Que el Diestro gritara duro Y Pancho Bulnes hablara; Y el tal toro no se lidia, Sino después de una espera, Porque hasta que habló la envidia Ninguno pide que muera. Con esto el terrible Diestro, Lleno de rabia mohina, A pesar de ser maestro Hizo del bicho cecina; Y las mulitas famosas Arrastran al basurero Las carnes aún temblorosas Del cornúpeto tercero. El cuarto toro. El Sétimo Reformado Es el animal postrero Y es toro tan afamado Que no hay para él un torero, Llevaba moña dorada Y en su frente se leía Con letra muy bien marcada: “La brava psicología”. Todos huyen a la vista De un bicho tan bien armado Porque no hay quien lo resista Ni se quede ante él parado. Huyó a la valla Carrillo, Ante tan bravo animal, Y al arrimarle un zarcillo
Cogió al paso a Juvenal. “El Hijo del Ahuizote” Le quiso colgar los palos Y se expuso en el mitote Como bueno entre los malos; Fue el único que no diera Nunca la espalda al picar Y que se armó a la postrera Como los chismes de matar. Mas el Señor Juez no quiso Ver a este toro morir Y lazarlo fue preciso Y encerrarlo en el toril. El Embolado. El pueblo hizo del embolado Y manso como un cordero Lo dejaron bien toreado Sin moñas y sin dinero. Resumen. La fiesta estuvo lucida, Karakés siempre muy tranco Y ganando en la corrida Dinero y puros, el Manco. Terán y el amigo Llamas En terrible competencia, Las reinas muy bellas damas Y aplausos la concurrencia. El Güero echando el cabestro Al terminar la función Y nadie en matar tan diestro Como el famoso Pelón. NETZAHUALCÓYOTL284 1886 Del bruto dominando la pujanza… Del bruto dominando la pujanza Por el valor, la astucia y la destreza, El torero mantiene su entereza Cifrando en los laureles su esperanza; La Gloria constituye su bonanza Y goza al recibirla con largueza 284
En EL HIJO DEL AHUIZOTE. SEMANARIO FEROZ, AUNQUE DE NOBLES INSTINTOS, POLÍTICO Y SIN SUBVENCIÓN COMO SU PADRE, Y COMO SU PADRE, MATERO Y CALAVERÓN (NO TIENE MADRE). T. II., Ciudad de México, Domingo 19 de diciembre de 1886, Nº 16, p. 2 y 3.
Expuesto a sucumbir en la cabeza De algún toro que al fin, lograrlo alcanza. Cada fiesta de toros, dura prueba Es para el lidiador que afición tiene; Que impávido y sereno se mantiene. Al ver al bicho que a sus plantas llega, Y aunque es al parecer cosa sencilla, Cada vez que torea, entra en capilla. Un torero poeta.285 1886 El día 16 de noviembre… El día 16 de noviembre llamó mucho la atención la cuadrilla y Mazzantini para Méjico embarcó. Dicen que va por tres meses, qué lástima y qué dolor; dentro del barquito llevan las alas de mi corazón...286 1886 SEGUNDA PARTE De la canción y versos dedicados a Ponciano Díaz AHORA PONCIANO, TE DICEN TODITOS LOS MEXICANOS, TE FELICITAN DEVERAS Y TE APLAUDEN CON SUS MANOS. No temas, Ponciano Díaz, El que se eclipse tu luz, Ni que te pueda ganar Ningún torero andaluz. Toro, torito, Toro matero, Ponciano no tiene miedo Aunque sea del Contadero. Ponciano Díaz, en verdad, Es torero muy cabal Porque ni en España o México 285
El Eco Taurino. Año XIII, México, D.F., 9 de febrero de 1939, Nº 471. El 14 de febrero de 1886 se efectuó en Puebla una corrida de toros a beneficio de Juan León “El Mestizo”, quien dedicó su función de gracia al entonces Gobernador Constitucional del Estado de Puebla, General Don Rosendo Márquez. En los preventivos hechos en fina cartulina, se imprimieron firmados por Juan León los versos que aparecen reproducidos párrafos arriba. 286 Maria y Campos, Ponciano, el torero con..., op. Cit., p. 121.
Ha encontrado otro rival. Toro, torito, Que eres de Atenco Ponciano solo desea El que no le salga penco Ponciano cuando torea Se le mira en su elemento, Y si el toro sale bravo El se muere de contento. Toro, torito Del Contadero; Ponciano lo capotea Pero con mucho salero. Le pega unas banderillas Al toro más enojado, Y aunque lo aplaude la gente Nunca se la echa de lado. Toro, torito ¡Ay! del Parral, Que a Ponciano lo verán Con un buen toro jugar. Cuando un bravísimo toro En la plaza se le suelta, Ponciano con mucho garbo Le saca la media vuelta. Toro, torito Del Contadero, Ponciano te matará Pero con mucho salero. Gusto causa a la verdad, Verle pegar banderillas, Se las pone en el morrillo Y nunca por las costillas. Toro, torito ¡Ay! de San Diego, Da gusto verle pegar Las banderillas de fuego. De San Diego de los Padres El ganado es muy valiente, Pero Ponciano sin miedo, A todos les hace frente. Toro, torito Del Interior, No hay duda de que Ponciano Es hoy la espada mejor. Ponciano sale a la Plaza Con gallardía y gentileza,
Y el público entusiasmado Luego a saludarle empieza. Toro, torito, Sin murmurar, Con su espada muy filosa Ponciano te va a matar. Dicen que los andaluces Con gusto saben torear, Pero a Ponciano ninguno Ha de poder igualar. Toro, torito, ¡Ay! de Angangueo, A Ponciano solo sirves Para su puro recreo. En la plaza de los toros De Tlalnepantla afamada, Ponciano Díaz conquistó Una fama bien ganada. Toro, torito, Toro planchado, Hasta ahora a Ponciano Díaz Ningún toro lo ha golpeado. Con este y ya se acabó Esta canción de Ponciano, Y todos digan que viva Porque es puro mexicano. Toro, torito, Ya se acabó, Que viva Ponciano Díaz Que tanto toro mató. Propiedad particular.-Imprenta y Encuadernación, Encarnación 9 y 10.-México. (Con un grabado al frente, obra de Manuel Manilla).