Josefina Vicens

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Josefina Vicens, entre el estoque y la cruceta.

L

a Tauromaquia está llena de simbolismos, tantos que uno puede recurrir por ejemplo, a un libro de Carl Gustav Jung y adentrarse a buscar significados en torno a este tema. Las mujeres y los hombres han vivido junto al toro y muchas cosas se asocian a símbolos y palabras que demarcan un mundo masculino, desde la carga emotiva que tienen las palabras como escuchar de los toreros “mandones” hasta en los mismos “machos” de los toreros. He visto en los objetos de torear, formas emblemáticas en los símbolos que representan tanto al hombre como a la mujer, quizá pocos se detienen a analizarlos, por ejemplo: el estoque o la espada es un símbolo varonil, demuestra a Marte Dios de la guerra según los romanos. Pero, vaya sorpresa, la cruceta al final de su forma, es un símbolo femenino, curiosamente usado para llevar a cabo el ritual de muerte si el estoque no ha sido lo suficientemente certero. La simbología del hombre y la mujer provienen de culturas griegas; el símbolo masculino tiende hacia el cielo, los toreros muchas veces levantan el estoque en esa dirección para después bajarlo lentamente y poder colocarlo en el preciso sitio de la cruz para ejercer el sacrificio del toro, la curvatura en sí se llama muerte. Cuando el estoque no es suficiente, lo cambian por la cruceta, también conocida como el descabello, el verduguillo, que, en cuestión de distintivos, apunta siempre hacia abajo, hacia lo terrenal según su grafía. Se

dice que el símbolo es a través de su representante la diosa Venus. Pero la muerte no entiende de género, y quien ejecute la suerte suprema con el estoque o la cruceta el toro cumplirá con su ciclo. En la tauromaquia la mujer ha estado presente siempre, tiene un romance eterno con el toro, en todas sus arenas y también en el ruedo de la vida a través de sus múltiples facetas, pero lo único que le ha estorbado pareciera ser el mismo hombre, quien ha interferido en su relación, impidiendo el paso de muchas en su carrera. En este sentido puedo citar a varias de ellas, toreras, escritoras, que hicieron peripecias para poder ejercer su trabajo por el machismo que ha existido en los oficios y profesiones que conlleva la fiesta. Las corridas de toros desde sus inicios dieron tanto que decir, que era necesario registrarlo, y no solo por hombres, ya que también había algunas mujeres que escribían, pero a la sombra del control de su oficio. Se tiene un dato muy interesante en el sentido de las investigaciones en la biblioteca de la Universidad de Austin Texas, en las colecciones de Genaro Estrada, en donde se cita a María Estrada Medinilla quien plasmó detalles de corridas de toros en el año 1640 que por supuesto, eran poco reconocidos por el simple hecho de ser mujer, además de lo difícil de su participación social. Recuerdo que Sor Juana Inés de la Cruz, la gran poetisa y dramaturga, tuvo que refugiarse en un convento de Jerónimas para poder


estudiar, escribió por cierto catorce composiciones poéticas con temática taurina. Ella compartió cartel con Juan Ruiz de Alarcón y Carlos de Sigüenza y Góngora logrando un brillante sitio en la literatura novohispana. En las arenas de las plazas, María Salomé “La Reverte” se hizo pasar por varón para poder torear, ya que las corridas de toros eran en su mayoría lidiadas en aquella época solo por hombres, mucha represión y censura en el medio; actuaba como novillero con el nombre de Agustín Rodríguez, allá por el año de 1910. La periodista Esperanza Arellano “Verónica”, fue la que utilizó por vez primera el calificativo de “El toreo verdad”, y no le dan el crédito que merece, más bien lo utilizaron. A otras les han plagiado sus textos y puesto una firma falsa. Pero retomo el título de este ensayo semejando que las mujeres siempre parecieran estar colocadas

“entre el estoque y la cruceta”, tanto en el simbolismo de su imagen, como por los efectos que el objeto de acero representa; un fino filo que parece cortar muchas carreras profesionales en el mundo taurino de quienes tienen el poder del mando y del estoque. El caso de la gran escritora Josefina Vicens, conocida entre sus amigos como “La Gran Peque” nació en Villa Hermosa Tabasco, México el 23 de noviembre de 1911. Una mujer que estudió comercio, pero de manera autodidacta se adentró a la filosofía y letras, ejerció como escritora, editora, política, guionista de cine y periodista taurina. ¿Cómo publicar sus crónicas en un mundo de hombres? ¿Cómo escribir en un periódico? ¿Quién le creería? Pero sí, esta situación existió, incluso se dio una época en que se prohibió a las mujeres torear y participar en otras actividades que no eran “propias de mujeres”.


Por cosas tan oscurantistas como estas, fue necesario usar en el espacio “masculino” el seudónimo de “Pepe Faroles” semejante nombre entre español y chungo para llamar la atención, ya que los “faroles” son pases que se dan al toro con el capote levantando los brazos y un “farolazo” es echarse un trago de aguardiente de un jalón y a la vez en el argot del ambiente taurino, es un tanto decir “dar por su lado a alguien” cuando se dice: “le pegué un farolazo”. La inteligencia de la escritora brincó las barreras, y de esa manera hizo una sátira de su propio seudónimo para lograr hacer crónica taurina, luchando contra la injusticia de género, en un contexto en el que el pensamiento existencialista seguramente ella lo vivió con intensidad, se nota a lo largo de toda la novela llamada El libro vacío 1958 (Premio Xavier Villaurrutia) que resultó más que “lleno” de imágenes humanamente desbordadas que identifican nuestros propios demonios limitantes. Su otra obra titulada, Los años falsos en (1982) Tan falsos como los significados que dan las palabras que pueden marcar una vida “en falso”, en donde se refleja el impacto de la muerte llevado al “ruedo de la vida”. Vicens, también fue acreedora al premio Ariel en 1975 y el galardón Juchimán de Plata en 1982. Los medios en los que colaboró fueron, “Sol y Sombra” y “Torerías”. Ella vivió parte de la época de oro del toreo en México, escribe sus crónicas entre 1943 y 1945, muchas referentes al Toreo de la Condesa. Habla de toreros como Lorenzo Garza “El ave

de las tempestades”, Luis Procuna “El Berrendito de San Juan”, Luis Briones, “Luis de Seda y Oro”, David Liceaga, Carlos Vera “Cañitas”, Fermín Espinosa “Armillita”, Carlos Arruza, “El Ciclón Mexicano”, entre otros. A su trabajo le imprimió toda su percepción de la fiesta. Trataba de provocar a los “villamelones”. Se cuenta en sus anécdotas que un día estuvo a punto de ser golpearla por un boxeador amigo de un torero, al que seguramente no le gustó algún comentario de “ella” o “el”. Preguntaban en la redacción por un tal “Pepe Faroles” y cuando se presentó “aquel hombre”, no podía creer que a quien buscaban fuera una mujer. Se especula que también tuvo desencuentros con Carlos Arruza por alguna crónica incómoda, lo mismo ocurrió con el empresario del Toreo de la Condesa, Antonio Algara. Asimismo, asumió otra parte de versatilidad al escribir guiones cinematográficos, entre los más destacados están: Las señoritas Vivanco, Renuncia por motivos de salud y Los Perros de Dios; en donde utilizó al firmar su autoría con el nombre de Diógenes García. ¡Gran idea! Si Diógenes de Sinope, un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica, fue un hombre que convirtió la pobreza en virtud, un vagabundo desapegado de lo material, lo único que quería era encontrar hombres honestos. Es posible que, por eso, utilizó el nombre por la referencia simbólica de su valor aplicado a su seudónimo, ya que buscaba la justicia, y claro, nombre de hombre, para poder expresarse, lo cual es algo doloroso en cuestión de equidad, ella apostó mucho por


el cambio y la lucha feminista. Sus textos en todos sus matices fueron francos, usaba la magia del caló taurino, otro elemento rico de la expresión siempre contempló las corridas con un ápice de apreciación muy especial, incluso con un pellizco de sátira. Josefina Vicens fue una profesional al aplicar el uso de la palabra clara y a la vez profunda, logró volcar un estilo del periodismo en el toreo, comprendiendo que lo que hacía, no era nota deportiva, ya que torear es una representación artística. Grandes escritoras han estado en el mundo del toreo y se siguen sumando a la fecha más profesionistas que cubren de manera multidisciplinaria los alcances del toreo. En este mes emblemático recordamos Josefina Vicens Maldonado, quien elevó su espíritu a la eternidad un 22 de noviembre de 1988 en la ciudad de México; otra mujer que abrió paso al mundo de la inclusión en este rubro de brillantes y polémicas tauromaquias.


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