MISIÓN
Promover y difundir los valores culturales de la tauromaquia en hispanoamérica
VISIÓN Trascender como la institución que aporte los mejores proyectos para engrandecer la oferta de la cultura taurina
OBJETIVO
Fortalecer la imagen de la cultura taurina para favorecer la defensa de la fiesta brava
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El mundo de tauro 1
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A través de los siglos, por su inagotable carga de sentimientos y emociones, la fiesta de los toros es un pródigo detonante de las Bellas Artes. Como parte fundamental de los pueblos hispanos, el toreo ha sido abundante con grandes artistas por quienes aflora lo mejor del espíritu del hombre. Dicha riqueza -precisamenteFomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana (FCTH) se ha dado a la tarea de transmitirlo. FCTH es consciente que la inevitable “globalización” une a los países del mundo; pero que induce también a homogenizar a los pueblos. Mas es también sabedor que las expresiones culturales individuales serán el único elemento que mantendrá la identidad y sana diferencia entre las naciones. Por lo tanto. Promover y difundir los valores culturales de la Tauromaquia Hispanoamericana es la honrosa Misión de nuestro Organismo. Este libro, “El Mundo de Tauro” escrito por el periodista Ricardo Torres Rivera ha sido patrocinado por Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana. Siendo esto una muestra mas de la labor en el rescate de la historia. Deseamos que la lectura del libro sea un gozo permanente, por la aportación que contiene en ayuda a mantener viva la afición a la fiesta. Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana
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PRÓLOGO La que ahora definimos como “Fiesta de los toros” surge de lo más profundo del espíritu del ser humano.
Y éste rito milenario es, desde hace siglos, una actividad valiosa que detona un sin fin de oficios; pero más importante aún, cómo se ha convertido en la fuente inagotable, de un amplísimo abanico de expresiones culturales. Sobre todo las que fomentan lo más valioso del ser humano: la lealtad, el honor y la bravura, virtudes indisolublemente unidas a los hombres de bien. Pero su origen se pierde en la noche de los tiempos. Sin embargo, los estudiosos de la historia del toreo, aún dedican lo mejor de su esfuerzo, para investigar y reunir dicha información abundante, aunque –de alguna manera– dispersa. Con la idea de reunirla, de ponerla en nuestras manos, encomiable es el trabajo minucioso del periodista mexicano Ricardo Torres Rivera. Con amenidad en su escritura, el autor dispone en su libro de una abundancia de datos que, cada uno por sí mismo –como un imán– es motivo para que el buen aficionado siga el curso, al parecer interminable del que, en ésta obra, apenas se nos muestra la atrayente punta de un iceberg monumental. Así, nos comparte Ricardo Torres Rivera, cómo en la antiquísima Grecia, la relación con el toro bravo tenía un sitio muy especial, y nos desvela también una ancestral polémica entre los historiadores: si fue Grecia, o si fue Roma quienes pueden adjudicarse la primicia de ritos y acciones lúdicas de índole diversa. “El Mundo de Tauro”, también nos comparte la gran cantidad de países que gustan o gustaron del toreo, algunos tan inusuales a primera vista, como Argentina, Cuba o China y cuáles, por la falta de coincidencia con la forma de pensar; pero sobre todo, nuestra de sentir dejaron de practicarlo. Su lectura es sencilla, amena, absorbente, y las ilustraciones son oportunas e interesantes; aunque introducirse en ella requiere de una buena dosis de pasión y gusto por la cultura taurina. Estoy cierto que el buen, y culto aficionado taurino, se dará inevitablemente el tiempo para iniciar una aventura que nos propone el autor: la de incursionar a través de la emocionante relación de milenaria, entre el hombre y el toro.
Juan Pablo Corona Rivera El mundo de tauro 5
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Indice
9.- El hombre y el toro 16.- Grecia y Roma 20.- Religiones, mitos y ritos 30.- La Astrología 30.- Ritos 34.- La religiosidad de los toreros 36.- España 79.- México 123.- Francia 128.- Portugal 131.- Los toros en Latinoamérica 131.- Argentina 132.- Bolivia 133.- Brasil 134.- Colombia 138.- Costa Rica 139.- Cuba 140.- Chile 141.- Ecuador 142.- Guatemala 142.- Panamá 143.- Perú 148.- Uruguay 149.- Venezuela 152.- Los toros en otros países del mundo 152.- Africa 153.- Estados Unidos 155.- China 155.- El rejoneo 157.- Los toros y el arte
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El hombre y el toro La relación del hombre con el toro se pierde en el tiempo.
Se inició, seguramente, cuando el ser humano vivía en cuevas y de manera rudimentaria cazaba
al Bos Taurus Primigenius, uro, o Auroch, como quieran llamarlo, con lanzas, flechas, piedras o lo que tuvieran a mano para doblegarlo, comer su carne, usar su piel como vestimenta y quizá sus huesos más grandes como armas. El hombre en la prehistoria cazaba mediante el “acoso”, en el que un grupo de personas provocaba estampidas de manadas en dirección de alguna trampa natural para poder hacerle frente y capturar o sacrificar al ganado. En esta caza del uro deben estar, voy a soñar un poco, los inicios de la tauromaquia. Prueba inequívoca de esta añeja relación se encuentra en innumerables pinturas rupestres que se han descubierto en España, Francia, Libia y algunas regiones de Africa. En ellas se muestra pictóricamente, con siluetas dibujadas, así como en piedra tallada, la existencia de un animal bravo y agresivo con una tipología similar a la del actual toro de lidia. El arte rupestre paleolítico se desarrolló, en lo que hoy conocemos como Europa, entre 35 mil y 11 mil años antes de Cristo, época en la que ya la habitaban el hombre y el uro, iniciándose, entre ellos, una relación muy especial. Según algunos arqueólogos, estas pinturas fueron realizadas con finalidades mágicas que pudieran propiciar una caza abundante. En ellas también aparecen figuras de cerdos, ciervos caballos y bisontes, no solamente uros. En suelo ibero las cuevas más famosas, con pinturas rupestres en las que aparece el uro, son las de Minateda, del Prado del Navazo, de Valonsadero, del Callejón de Plou, de la Vieja, del Venado, las de Tito Bustillo y Altamira, entre otras; y en suelo galo las más importantes e impresionantes son las de Lascaux, así como las de Font de Gaume y de Rouffignac. Según mis datos, las pinturas rupestres más antiguas de España son la de la zona de Altamira, donde sus habitantes solían formar comunidades reducidas que vivían de la caza, de la pesca y de la recolección de frutos, etc., y se servían de las cuevas para protegerse de las inclemencias del tiempo. Las pinturas ahí encontradas datan de 14 mil años a. de C.
Pintura rupestre encontrada en Altamira El mundo de tauro 9
Se piensa que estas pinturas podrían tener un significado religioso, ser ritos de fertilidad, de ceremonias para propiciar la caza, de representar algunos actos de protección o por el afán del hombre primitivo de trascender y dejar huella de su paso por este mundo. En las pinturas de Altamira hay poca representación del toro, destacando más la figura del bisonte, animal que en esa época poblaba parte de Europa. Las pinturas encontradas en otras cuevas arriba mencionadas, son, por decirlo de alguna forma, más recientes, pues datan del neolítico, a partir de 10 mil años antes de Cristo El abrigo de Prado del Navazo, donde hay una zona conocida como los “Toricos del Navazo”, tiene una superficie de aproximadamente cuatro kilómetros cuadrados donde se aprecian grabados con grandes figuras blancas de animales que contrastan con el tono rojizo de sus paredes y datan del neolítico 7 mil a 5 mil años antes de Cristo. Las pinturas que conforman los “Toricos del Navazo” están en un gran panel de 4.20 mts. de longitud, por 1.40 mts. de altura, donde aparecen nueve bóvidos, entre ellos, cuatro toros de gran tamaño que ocupan el friso superior con indudable belleza plástica, un caballo, cuatro cuadrúpedos indeterminados y cinco figuras humanas.
Los impresionantes “Toricos del Navazo”, en el abrigo de Prado del Navazo
El hermoso lugar donde se conservan los “Toricos del Navazo”, forma parte del importante conjunto de pinturas rupestres de Albarracín, en la provincia española de Teruel, que fue declarado por la UNESCO, Patrimonio de la Humanidad, en 1998. En ese mismo año las cuevas de Minateda también fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, son un regio escenario compuesto por pinturas rupestres levantinas y esquemáticas. El Abrigo mayor consta de unas cuatrocientas figuras de toros, ciervos, équidos y cabras. Asimismo, hay grupos de mujeres con largas faldas, cacerías de ciervos, arqueros y una mujer con un niño de la mano. Las pinturas según estudios realizados datan de 6 mil a 1,500 años antes de Cristo. Los pastores de Valonsadero, hoy en día provincia de Soria, plasmaron su habitat ganadero, social y religioso en pinturas, cuya cronología se extiende, al parecer, desde el Neolítico Final hasta la Edad de Hierro. Dejando constancia de que en la prehistoria el toro era figura esencial en esa zona de España. Tiempo después surgieron en esa región las fiestas de San Juan y de la Madre de Dios, conocidas como Sanjuaneras, en las que el toro seguía siendo importante para el pueblo. 10 El mundo de tauro
Las pinturas rupestres encontradas en Valonsadero datan de 3 mil a 2 mil años a. de C., son dibujos que representan figuras humanas, animales y plantas. Sus habitantes eran comunidades de pueblos nómadas que durante la primavera esperaban con ansiedad el arribo del ganado procedente de las zonas boscosas del norte y que llegaban a pastar a sus tierras, pues podían cazarlo y aprovechar su carne como alimento y su pelambre como cobija.
Pintura rupestre de un toro en el Abrigo de Minateda, Albacete. Joya del arte rupestre levantino
Toro rupestre y prehistórico de Valonsadero. Según Teógenes Ortego representa un Toro de Fuego y un hombre con una especie
Dejemos España para viajar a Francia donde destacan, por su importancia, las pinturas rupestres de las cuevas de Lascaux, que datan de 15 mil años a. de C. y fueron descubiertas en 1940, en plena 2ª Guerra Mundial, por cuatro adolescentes. El lugar está cerrado al público casi todo el año, porque las pinturas han sufrido severos daños por tanta gente que fue a conocerlas. Lascaux tiene tres salas sobresalientes en las que aparecen mil quinientos grabados y seiscientas pinturas en tonos negro, amarillo y marrón. Destaca por mucho la llamada “Sala de Toros”, donde se pueden admirar figuras de toros de cinco metros de longitud pintadas con lujo de detalle. A esta zona de las cuevas francesas se les conoce como “La capilla sixtina de la prehistoria”. En Lascaux, en la caverna conocida como “El Pozo”, aparece una pintura dramática en la que se ve a un toro destripado por una lanza y frente a él, en el suelo, la figura de un hombre inerte. Ejemplo claro de los enfrentamientos a muerte que sostenían unos y otros.
Impresionante pintura encontrada en las cuevas francesas de Lascaux El mundo de tauro 11
Otro yacimiento de pinturas rupestres, en suelo francés, donde aparece la figura del toro es la gruta de Font de Gaume, su origen data de la época paleolítica y se encuentra en el municipio de Les Eyzies de Tayac Sireuil, al suroeste de Francia. Está en el centro de Les Eyzies, a orillas del río Vézère. Esta magnífica cueva se localiza a escasa distancia de las cavernas de Les Combarelles, La Mouthe, Cap Blanc y Lascaux. Las obras parietales fueron descubiertas el 12 de septiembre de 1901 por Denis Peyrony, Henri Breuil y Louis Capitan. La gruta no obstante ya era conocida, de tiempo atrás, por los habitantes de la región que la usaban como zona de juegos para los niños, de ahí, lamentablemente, la presencia de numerosas pintadas sobre algunas pinturas. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1979. Sus paredes están adornadas por más de doscientos grabados y pinturas magdalenienses, que forman parte de una de las últimas culturas del paleolítico superior en Europa occidental. La Gruta de Font de Gaume es la última gran gruta decorada de Francia que presenta obras policromas y permanece abierta al público. Sus pinturas son comparables por su riqueza a las de la cueva de Altamira o la gruta de Lascaux, aunque su estado de conservación es claramente menor.
Imágenes de la gruta francesa de Font de Gaume
Continuando en tierras de Francia, en el municipio de Rouffignac Saint Cernin de Reilhac se encuentra la gruta de Rouffignac, yacimiento arqueológico de la época paleolítica superior de más de 13 mil años de antigüedad. Es una cueva de fácil acceso, cuyas amplias galerías se recorren sin mayor dificultad y que desde el siglo XV era conocida y frecuentada al ser utilizada como mina de arcilla. En 1979 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La gruta de Rouffignac contiene arte parietal, con más de doscientos cincuenta grabados y dibujos al trazo, en su mayoría mamuts, pero no faltan imágenes de toros. Es un complejo de tres niveles con un recorrido de diez kilómetros. Es de las pocas que pueden visitarse y hasta hay un pequeño tren por medio del cual puede hacerse el recorrido. Llama la atención al visitante la ausencia de estalactitas y estalagmitas. Nuestros ancestros también dejaron en Libia y en otras zonas del norte de Africa, como en lo que hoy es Marruecos, pinturas en las que aparece el toro. En Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Eufrates, en la actualidad sur de Irak, se han encontrado representaciones y culto al toro, estimado por su fuerza física, su potencia muscular y, cosa curiosa, por su mugido. 12 El mundo de tauro
Además de en España, Francia y Libia, también se han encontrado pinturas rupestres con toros como tema central, en Turquía, en las excavaciones de Mellaart en la región de Anatolia, se descubrieron, en los muros de santuarios de Catalhöyük, frescos con escenas de caza, danzas rituales y uros o toros salvajes, así como cabezas de estos cornúpetas en piedra, las cuales se conservan en varios museos.
Pintura rupestre de un toro encontrada en Libia
Todo indica que esa zona de Turquía la habitaron seres humanos en los siglos VII y VI a. de C. y hay muestra clara de que el toro tuvo injerencia en su vida, quizá en el aspecto religioso, de ahí se hayan encontrado tantas cabezas de toro esculpidas. No sólo las pinturas rupestres demuestran la presencia del uro a lo largo de la historia, también se han encontrado fósiles de toros primitivos en diversas partes del orbe. No hace mucho apareció en el valle del Manzanares, muy cerca de Madrid, el fragmento de una cornamenta de un burel perteneciente al Pleistoceno. Los primeros datos históricos y referencias escritas sobre el toro, aparecen en Asia menor y Egipto. Los sumerios explicaban, hace 4 mil años, su creación de manera por demás sencilla: “En un principio era el toro”. Así aparece en las tablas de arcilla encontradas en Babilonia; y los asirios, por su parte, señalan en sus códigos la celebración de cacerías de uros desde mil años antes de Cristo y que eran llamadas, uroreem.
Cabezas de toros encontradas en Turquía El mundo de tauro 13
En algunos textos bíblicos también podemos encontrar referencias sobre el toro: “Dios hizo el mundo y lo pobló con infinidad de especies, entre ellas, el toro y, por supuesto, al hombre”. Ya dejé sentado qué mediante las pinturas rupestres descubiertas en diversas partes del mundo, la relación del hombre con el toro se pierde en el tiempo. Es hora de referirme a como apareció en nuestro planeta este legendario animal que vivió en Europa, en estado salvaje, hasta el siglo XVII, del cual desciende el toro bravo de la actualidad, que también, previamente, vivió en otras partes de nuestro planeta. Pero viajemos en el tiempo. Desde hace unos 700 u 800 mil años se documentan en la península ibérica, restos de Bos primigenius primigenius, aunque se dice que tardó bastante tiempo en adaptarse a las nuevas condiciones climáticas del Pleistoceno, para poder poblar el norte de Europa, llegando a lo que hoy es Alemania, hace unos 250 mil años, pero no adelantemos vísperas.
Pintura rupestre encontrada en Argelia
Imágenes rupestres de Karkur Thal, Egipto
El Bos Primigenius Primigenius, también llamado uro euroasiático, era un mamífero artiodáctilo perteneciente al género Bos, de la subfamilia Bovinae. Era un astado de gran tamaño, nativo de Asia central, hace aproximadamente dos millones de años, extendiéndose después por India, Medio Oriente, China, África y Europa, originando diferentes subespecies. Poco antes de terminar la era glacial, tres subespecies de uros poblaban gran parte del territorio europeo, incluidas Inglaterra, Escocia, Suiza y el sur de Escandinavia, así como Oriente Medio hasta la India, el oeste de China, Manchuria y todo el norte de África, de Marruecos hasta Egipto. Con el cambio climático que se produjo a partir de principios del período Holoceno, al surgir temperaturas más suaves, se asegura que el Bos primigenius primigenius quedó relegado a Europa, el Magreb, norte de Mesopotamia y un núcleo poblacional aislado en la India central. Se le reconocen tres subespecies: Bos Primigenius primigenius: el uro euroasiático (que incluye al uro europeo y al uro de oriente medio). Bos Africanus: el uro africano. Bos primigenius namadicus: el uro indio. Las distintas subespecies de Bos primigenius dieron origen a las diferentes líneas de ganado bovino que tenemos hoy día. Se afirma que el vocablo uro proviene de la palabra que Julio César, hace 2 mil años, escuchó decir a las antiguas tribus celtas de los helvecios, nemetes y rauracos, que habitaban en el bosque de Hercínio, en Germania, a orillas del Danubio, quienes llamaban al toro salvaje: “uri”, un animal enorme y peligroso, del que sobresalían su carácter indómito, bravura y ligereza, así como el divertimento de su caza para los jóvenes. 14 El mundo de tauro
Los antiguos pueblos Sumero - Acadios llamaban al uro: “El buey, toro salvaje de las montañas”. En la Biblia, el uro es llamado “reem”, buey salvaje: “Sálvame de la boca del león, y óyeme librándome de los cuernos de los “bueyes salvajes”. Isaías 34:7. “Uro del medio oriente”: Algunas esculturas y representaciones pictóricas encontradas en los territorios que alguna vez pertenecieron a civilizaciones de Sumeria o Persia, sugieren que este animal no difería mucho del uro europeo. Existen descripciones griegas y romanas del animal, en las que se habla de un bovino feroz, fuerte, y veloz, de pelaje rojo, ojos azul grisáceo y con un tamaño aproximado del doble del ganado griego normal. Algunas representaciones egipcias muestran que tenía una morfología similar a la del uro europeo, siendo quizá la única diferencia comprobable, el color del pelaje. Dos clases de rumiantes dotados de cuernos de gran tamaño, el bisonte y el uro o auroch, habitaban en Europa en el periodo Pleistoceno y se fueron extendiendo paulatinamente hacia el Mediterráneo. Este bovino era un toro de gran alzada, con dimensiones notables, se dice tenía de uno a dos metros de altura y estaba dotado de grandes cuernos. Su capa era, generalmente, negra. También los había con la capa castaña, que aún persiste en el ganado vacuno de Marruecos. Los primeros vestigios de sometimiento del uro proceden de Grecia y tienen unos 8 mil quinientos años de antigüedad; poco tiempo después se domesticaron los uros en la India que darían lugar más tarde al cebú; y en Asiria, desde donde se exportaron a Mesopotamia, Anatolia, Canaán y Egipto. A partir del primer milenio antes de Cristo se tiene constancia de que la subraza del Magreb había sido introducida en la península ibérica a través del estrecho de Gibraltar. En Egipto y Asia Menor, desde 5 mil años antes de Cristo, se domesticó el buey y se le rindió culto. El uro o toro salvaje que había sido amansado en Oriente desde épocas muy remotas, llegó a Europa central y Nórdica en el Neolítico como el “buey de turba”, del cual derivan muchas de las razas alpinas y centroeuropeas actuales. Fue la época en que el hombre – cazador se convirtió en ganadero, sin echar en el olvido que la fiereza de los bovinos podía aparecer en cualquier momento. La presión humana sobre el uro salvaje fue en aumento con el tiempo, pues se le seguía cazado por su carne, se cree que ésta fue la causa principal de su extinción en Gran Bretaña hacia el 1300 a. de C., pero su disminución se debió en su mayor parte a la tala de los bosques en que vivía, para destinarlos a la agricultura y a la competencia por los pastos para alimentar a los nuevos toros y vacas domésticados. Antes de la época romana, el uro salvaje ya se había extinguido en las zonas más urbanizadas del norte de África, las costas del Mediterráneo, Mesopotamia y la India, aunque existían todavía manadas en algunas poblaciones del norte de Italia que en su momento surtían a los coliseos romanos, durante la época del Imperio. En la baja Edad Media sólo persistía la subespecie europea, relegada a una pequeña zona al este de Alemania. En 1476 la propiedad de los bosques de Jaktorów y Wiskitki, en Polonia, y el derecho a cazarlo pasó a la familia real polaca, con lo que la muerte de un uro se convirtió en un privilegio del rey y de ciertos nobles. Se asegura que el mimo con el que se les cuidaba era excesivo, pues siempre eran vigilados para no ser molestados y en invierno, ante la falta de pastos, se les alimentaba con heno y pastura. La última subespecie en extinguirse fue la europea, el ejemplar postrero fue una hembra que murió, en 1627, en dicho bosque. El mundo de tauro 15
El hombre primitivo, cazador de oficio, tenía que ser valiente, ágil y astuto para sobrevivir y poder conseguir parte de su sustento cuando se encontraba con los toros. Debía tener los atributos antes mencionados para burlar sus acometidas con quiebros, toreando burdamente, por decirlo de alguna manera. Es por ello que puedo decir que el toreo es tan antiguo como la humanidad y por tanto anterior al neolítico, en que se admite que el ser humano logró domesticar al toro. Bien puedo afirmar que en el Neolítico el ser humano realizó una revolución gigantesca, se hizo sedentario, alterando así las antiguas relaciones del hombre con el toro. Si con la caza tenían aspectos utilitarios, con este trascendental cambio, esos aspectos iban a verse reforzados. Se había logrado reducir al mínimo la peligrosidad del animal y se le iba a dar, en ciertos casos, otra utilidad. Como verán, el toro y el hombre han estado ligados fuertemente de una u otra forma, a través de los tiempo.
Grabado anónimo de un “thur” toro, en polaco, encontrado por el zoólogo inglés H. Smith, en Augsburgo, en un anticuario, a principios del siglo XIX.
Monumento al uro que está en el Bosque de Jaktrów, Polonia
Grecia y Roma
Sinceramente, la relación del hombre con el toro se remonta a varios siglos antes del
nacimiento de Cristo, aunque la verdad sea dicha, no hay datos seguros si en Grecia y Roma se inició como diversión popular o como un rito religioso. Algunos historiadores consideran que el espectáculo taurino, como tal, surgió con los romanos, aunque el poeta y escritor andaluz Rodrigo Caro cuenta en su libro “Días geniales o lúdicos”, publicado en 1626, señala que durante el periodo helénico ya existía en Grecia. Es un hecho que en el II milenio a. de C., en la región griega de Tesalia, existían prácticas o celebraciones taurinas, donde hábiles jinetes gustaban encelar con su cabalgadura a toros bravos para obligarlos correr durante unos minutos con el fin de cansarlos para, ya sea, saltar sobre su lomo o pie a tierra cogerlo por los cuernos, derribarlo y romperle el cuello. Se han encontrado monedas en las que en el anverso aparece un joven agarrado de la cabeza y astas de un burel, para dominarlo. Sobre las actividades griegas, Rodrigo Caro las considera como las más antiguas relacionadas con la tauromaquia, al afirmar: “Dije que el lidiar toros era cosa o invención de los caballeros de Tesalia, no porque ellos fueron los primeros que lo inventaron, porque juzgo que en otras provincias habría los mismos entretenimientos, sino porque los tesalos eran muy diestros en esto.” 16 El mundo de tauro
Monedas de Tesalia
En el Museo Arqueológico de Madrid se conserva un ritón o vasija para beber en forma de cuerno o de cabeza de un astado. Se le conoce como “Hagia Triada”, data alrededor de mil 500 años a. de C. y representa escenas alusivas a la “taurocatapsia” griega y a la suerte de mancornar a los toros, tal como se practicaba en Tesalia. Los romanos, por su parte, también tuvieron mucho que ver con en el surgimiento de un espectáculo taurino primitivo, al trasladar la caza de animales salvajes del campo abierto a los anfiteatros o circos, lugar donde los hombres se enfrentaban a diversos tipos de fieras, entre ellas el toro, en un espectáculo que divertía por igual a nobles y plebeyos, quienes tranquilamente podían presenciarlo sin que peligrase su integridad física. Una de las crueles actividades que gustaban a los romanos y que surgió, según los estudiosos, después de la batalla de Zama en el año 202 a. de C., y que puso punto final a la 2ª. Guerra Púnica, batalla en la que se enfrentaron Anibal Barca y Cornelio Escipión, fueron las luchas de hombres con animales, denominadas “venationes” y que al parecer dieron inicio en el año 189 a. de C., cuando Marco Fulvio Nobilior celebró su victoria sobre los etolios, convirtiéndolos en un pueblo títere aliado de la República Romana (509 a 27 a. de C.). Estas “venationes” y los diversos juegos que se celebraban en el mundo romano estaban dedicados a una divinidad determinada.
Julio César autorizo en Roma espectáculos a base del toro El mundo de tauro 17
Hay una historia escrita por fray Gerónimo Román, donde señala: “Nuestro Padre Mexia dice que el primero que corrió toros a caballo en suelo romano, fue el emperador Julio César, quien a su vez autorizó diversiones populares en los anfiteatros a base del toro”. Esto tuvo lugar, según la historia, durante el siglo I antes de Cristo. En aquel tiempo, los enfrentamientos de hombres y animales solían celebrarse por la mañana, como aperitivo del espectáculo que tendría lugar por la tarde y que eran las luchas de los gladiadores. Años en que los romanos dominaban la Hispania, lugar donde seguramente vieron a algunos de sus habitantes medirse con toros para demostrar su valor, honrar a sus muertos o agradar a sus dioses. Ese gesto de los iberos fue imitado por los romanos, quienes de inmediato lo convirtieron en un entretenimiento que llevaron a sus anfiteatros. A los encargados de medirse con los toros bravos se les denominaba “taurarii”. Puede decirse que lo hacían con gallardía y habilidad, garantizando así la diversión de quienes acudían en masa a verlos en acción. Se cree que la mayoría de estos personajes eran reclutados en Hispania por su destreza para manejar ese tipo de ganado bravo. Son numerosos los restos arqueológicos con representaciones de luchas con animales que se celebraban en los anfiteatros romanos, pero, por desgracia, son casi inexistentes los escritos en los que se pueden encontrar referencias sobre las habilidades de los “taurarii” en los juegos celebrados en la Bética, región de Hispania, que ocupaba aproximadamente el 75% de lo que hoy es Andalucía y parte de Extremadura. Sin lugar a dudas, los “taurarii” son el testimonio más antiguo que se conoce de la lidia, de alguna forma debemos decirlo, de toros en suelo ibero. Po otra parte, las variantes que vinculaban de alguna forma al toro con el hombre en suelo griego y romano son muchas. Entre ellas puedo destacar las acrobacias que se realizaban saltando al toro con una pértiga. Es lo que se conoce en el Código Justiniano, para muchos el último emperador romano, como “contomonobolon” y que es una suerte como el ‘salto de la garrocha’ que brilló en España en el siglo XIX y hoy en día prácticamente ha desaparecido.
El toro Farnesio. (Museo de Nápoles) 18 El mundo de tauro
El toro aparece también en destacadas obras del arte romano. Un ejemplo lo tenemos en “el toro Farnesio”, escultura en mármol de 3,70 mts. de altura y obra de Apolonio y Taurismo de Tralles, que se conserva en el Museo de Nápoles y data de aproximadamente el año 130 a. de C. o “la estela de Zeus Olbios” que se guarda en el Museo de Estambul, en donde el rey de los dioses y de los hombres aparece acompañado por toros, y se cree fue esculpida en el siglo IV a. de C. Sin dejar en el olvido el relieve del palacio asirio del rey Assunasipal II (883 – 859 a. de C), procedente de Nimrud, con cacerías de toros. También es imperioso remontarse a la legendaria Creta, poblada por representantes de la civilización minoica durante la Edad de Bronce, donde encontramos se celebraba la “taurocatapsia”, un rito en el que jóvenes de ambos sexos demostraban su valor y agilidad saltando sobre un toro tras cogerlo de los cuernos.
Toro que está en el recinto funerario de Dionisos Kollytos, en Atenas, data entre 345 a 340 a de C.
Astas de un toro en una construcción cretense
El toro tenía un carácter sagrado en esa cultura al considerarlo un símbolo de fortaleza y fecundidad. Un ejemplo de lo que era la “taurocatapsia”, fue encontrado por el geólogo inglés Sir Arthur Evans en 1900 en sus investigaciones en Gracialo. Consiste en un fresco encontrado en el palacio de Cnosos, que data de 2 mil o 3 mil años a. de C. Es un mural, de fondo azul, en el que aparece un joven realizando una especie de salto mortal sobre el lomo del toro, mientras una joven toma al burel por los cuernos y otra con los brazos levantados espera la caída del que va girando en el aire. Las imágenes blancas eran mujeres y la roja, hombre. Los tres llevaban una especie de faja en la cintura y zapatillas. Saltos que quizá podían haber representado el rito de paso de la juventud a la madurez. Sólo era practicada por jóvenes de ambos sexos, quienes pensaban que de esa manera el toro podía trasmitirles su fortaleza y capacidad fecundadora. Al no haber certeza de lo anterior, también podemos pensar que era un rito de purificación. Según Evans, el toro debía morir en homenaje a la diosa de la ciudad donde se celebraba la “taurocatapsia”. Los descubrimientos de la civilización minoica, en Creta, son una prueba inequívoca de la importancia que el toro debió tener en su mitología, en sus cultos, en sus ritos y hasta en sus costumbres. En frescos, esculturas, esmaltes, medallones, joyas y todo tipo de objetos de adorno encontrados en el palacio de Cnosos, se representan o aluden escenas relacionados con el toro. El mundo de tauro 19
Tal era la adoración que ese pueblo tenía por el toro que, en las cornisas de diversos templos minoicos, altares y lugares de culto, se han encontrado “cuernos de la consagración”, se piensa eran prueba del respeto y culto que tenían por el toro. Todo esto data de 2 mil a 2 mil quinientos años a. de C. Como pueden ver, Roma y Grecia forman parte importante de la relación que el hombre y el toro han tenido desde tiempos inmemoriales.
Pintura del palacio de Cnossos
Religiones, Mitos y Ritos
Bajo nuestro punto de vista, existen tres vertientes sobre los orígenes de la fiesta brava: el mito, quizá el más romántico, el religioso, la creencia de un poder superior que afecta al hombre dando pie a infinidad de ritos, y los hechos históricos que a través de los siglos han relacionado al ser humano con el toro.
En su libro “El inconsciente colectivo”, el sicólogo suizo Carl Jung, quien fuera discípulo de Freud, señala mediante su sicología analítica que el folklore forma parte importante de las tradiciones del ser humano y que conserva el mayor acervo de herencias populares y que en todas las culturas aparecen hechos muy similares, principalmente, cuando se trata de algo simbólico o esotérico, pues todos los pueblos del mundo antes de llegar a una religión han pasado por la mitología, el totemismo o la astrolatría, que viene a ser el culto a los astros. Erich von Däniken escribió en su libro “El mensaje de los dioses”: “Para mí, los mitos son las tradiciones más antiguas de la historia humana, crónicas de algo que en un pasado remoto fue real. Fábulas, leyendas, mitos y sagradas escrituras están preñadas de verdades, de hechos reales”. 20 El mundo de tauro
Por su parte, el historiador alemán Franz Altheim señala, en una de sus obras, que la justificación en el culto al toro, enraizado en las religiones del Mediterráneo y del Oriente Próximo, la constituye el simple hecho de que a partir del Neolítico, la gente consideraba al toro como fuente de riqueza de primerísimo orden, pues antes que el patrón oro y el patrón bronce, existió el patrón buey y que su vigor físico y genésico, eran suficientes para despertar en la mente popular un sentimiento religioso. A través de infinidad de mitos y leyendas, el toro aparece como protagonista en diversas religiones antiguas. Con diversas modalidades, el toro fue siempre considerado fuente de vitalidad, energía, abundancia y fecundidad; frente a él aparece el hombre, el ser racional del universo. Recordemos también que en buen número de ritos o ceremonias de inspiración religiosa aparecen ambos. Ese torrente de vitalidad del toro a que se referían nuestros ancestros, lo lleva a equipararlo con el sol y con las corrientes de los ríos, respecto a la abundancia se recurre a la cornucopia o cuerno de la abundancia del que surgen infinidad de manjares, así como para los rituales de la fecundidad se elegían toros fieros, fuertes y poderosos.
Escultura de Mitra matando al toro
Nuestro recorrido por los mitos y ritos en los que aparecen el hombre y el toro lo iniciamos con Mitra, una divinidad indo – ariana, la más arcaica de la que encontramos registro. Data de alrededor del tercer milenio a. de C., en que indios y arianos tenían semejanza en el culto a ciertos dioses, uno era Mitra, para los indios y Mithra (con h) para los arianos. Por otra parte, en el libro sagrado de la India, Los Vedas, se le menciona como un Dios de la luz, del Sol, del Bien. Se decía que Mitra era hijo precisamente del dios Mazda, y junto con su madre formaban una famosa Trinidad. La leyenda de su nacimiento indica que el Dios encontró al toro primordial cuando pastaba en las montañas. Al enfrentarlo, recurrió a la audaz estratagema de tomarlo por los cuernos. El mundo de tauro 21
El enfurecido animal corrió a través de innumerables obstáculos hasta que exhausto se dejó someter, siendo entonces llevado a la cueva donde vivía Mitra. Un cuervo enviado por el Sol le dijo a Mitra que debía matar al toro en su honor. Sujetándolo por los cuernos le clavó el cuchillo en un costado, sucediendo lo inesperado: del cuerpo del toro empezaron a surgir todas las especies vegetales, su carne se convirtió en trigo y su sangre en vino. Su semen, recogido y purificado por la luna, produjo animales útiles para el hombre. En la época del Imperio Romano, varios años antes de Cristo, el dios Mitra era adorado por el pueblo, principalmente por la soldadesca, mediante una religión denominada Mitraismo. Su culto no sólo abarco Roma, pues llegó a lo que hoy son España, Inglaterra e India, entre otros lugares lejanos. En esa época lo representaban como un hombre con gorro “frigio” matando al toro con un cuchillo. Así se le puede ver en estatuas que guardan el Museo de Londres y en el Museo del Vaticano. En las civilizaciones de Mesopotamia y las colindantes con el Mediterráneo, el toro vino a representar los principios creativos y fecundantes de la naturaleza, identificándolo en ocasiones como el padre de los dioses. Así lo catalogaban los babilónicos y los asirios; los cananeos lo ligaban con Baal, los israelitas adorando al becerro de oro y los griegos con Zeus, comparándolo algunos con el sol, el toro del cielo o las corrientes de los ríos.
El Dios sumerio Marduk
Efigie de untoro androcéfalo
Hacia la primera mitad del tercer milenio a. de C. apareció el toro como símbolo o encarnación de la divinidad. Al grado de que Marduk recibió el apelativo de “toro negro del abismo”. Los dioses desde la época de los sumerios han tenido como símbolo sagrado, al toro Anu. Su dios supremo era un “toro celeste”; Sin, considerado como señor del calendario, la vegetación y la fecundidad, se le representa como el jinete de un toro alado; Ada, dios de la tempestad aparece erguido sobre un toro, con rayos en las manos. Gilgamesh, personaje legendario de la mitología sumeria, en compañía de su amigo Emkidu mata al toro celeste que la diosa Ishtar y su padre Anu habían mandado en su contra, por haber rechazado los amores de la diosa. Entre ambos lo cogieron por los cuernos lo inmovilizaron y clavaron una espada entre la cerviz y las astas, para después, ritualmente, arrancarle el corazón, las vísceras y los testículos. Este toro representaba una plaga que provocaba sequía, desaparecía el agua y secaba la vegetación. Los asirios tenían a los toros androcéfalos, llamados Lamasu. El cuerpo del toro simboliza la fuerza; la cabeza humana, la inteligencia; las alas de águila, la celeridad; la tiara con dos pares 22 El mundo de tauro
de cuernos, la naturaleza divina; y la melena con la barba, el poder. Su figura la utilizaban de ornato en sus templos y palacios, al considerarla benéfica y protectora, pues pensaban infundíatemor y respeto a los espíritus maléficos. Estas figuras pueden apreciarse en diversos museos del mundo como el Británico de Londres, el Louvre de París y el Metropolitano de Nueva York, entre otros. A los Lamasus los ponían en la entrada a la ciudad, para que todos, al entrar, pudieran verlos. Si se le mira de frente, aparenta estar quieto; si se le observa lateralmente, parece caminar; y si se le ve oblicuamente, semeja tener cinco patas. Por lo general son muy altos, por ejemplo, los que se conservan en Dur Sharrukin llegan a medir 4.20 mts. Se hacían de ese tamaño para representar un ser poderoso. Son personajes que recrean el equilibrio entre el cielo, la tierra y el agua, sirviendo de intermediario entre los hombres y las divinidades. Como espíritus del hogar protegían al pueblo común, aunque más tarde, durante el período babilónico, se convirtieron en protectores de los reyes. Para proteger las casas, los Lamasus eran grabados en tablillas de arcilla que eran enterradas bajo el umbral de la puerta. Se colocaban a menudo en pares a la entrada de los palacios y las ciudades, Esta herencia neoasiria sería recogida posteriormente por el arte persa, donde con algunas variantes se representaron en las entradas monumentales del centro ceremonial de Persépolis.
Efigie del Dios asirio Ashur
Por otra parte, los asirios veneraban a Ashur, el rey de los dioses y era considerado como el dios de la guerra y la fertilidad. Lo representaban dentro de un sol alado, en ocasiones montado en un toro, tensando un arco y listo para disparar una flecha. También vale la pena mencionar un relieve del palacio asirio del rey Assurnasipal II (883 – 859 a de C) en el que aparecen cacerías de toros. Un ejemplo más de la relación hombre – toro. Los habitantes del Imperio Acadio, que se extendía a lo largo de los ríos Tigris y Eufrates, desde Siria hasta Líbano, que mantuvo su máximo esplendor entre los años 2 mil trescientos treinta y cuatro y 2 mil ciento noventa y dos a. de C., asociaban al dios Papsukkal con Lamasu como vertiente femenina y al dios Išum como Shedu la vertiente masculina. En un antiguo himno sumerio – semita en honor del dios Zu, se le describe como el “gran Toro”, el toro supremo recorre la tierra engendrando a su paso el grano y haciéndolo fértil. Añadiendo que en la oreja de un astado a punto de ser sacrificado, el sacerdote le murmura: “Gran toro sublime que pisas la hierba pura, que andas por el campo y llevas la abundancia, que cultivas los cereales y alegras los campos”. El mundo de tauro 23
La mitología persa está polarizada por la existencia de dos principios antagónicos: Ormuz, principio del bien y de la luz; y por Ariman, principio del mal y de las tinieblas. Un vetusto mito iranio señala que: Ormuz después de crear la luz, dio vida a un toro primordial, Abudad, poseedor de todos los gérmenes de la vida orgánica; pero Arimán, con sus demonios, no sólo invadió la esfera de Ormuz, introduciéndose en la llama del fuego, produciendo como impureza, el humo, sino que mató al toro primordial. Del cadáver de Abudad, Ormuz sacó de su paletilla derecha a Kaimorts, el primer hombre al que también mató Ariman. De la paletilla izquierda salió Gochorum, el alma del toro primordial destinada a ser base de toda la generación zoológica. De su esperma, Ormuz produjo a dos seres de la misma especie, es decir a un toro y a una vaca, de los que surgieron doscientas setenta y dos especies de animales. De las astas del toro primordial salieron los árboles; de su rabo, los granos; de su nariz, las legumbres; y de su sangre, las uvas.
El rapto de Europa por Zeus convertido en toro
En la Mitología griega aparece Zeus convirtiéndose en un hermoso toro de color oro, con una luna creciente en lugar de cuernos y hermosos ojos azules, quién cautivado por la belleza de Europa, una princesa fenicia hija de Agenor y Telefasa, quien paseaba en la playa en compañía de unas amigas, se echó a sus pies ofreciéndole su lomo para pasear. Ella, sin pensarlo mucho, montó en él. Con ella en el lomo, Zeus se metió al mar acompañado por nereidas, delfines y tritones que entonaban canciones nupciales, enfilándose rumbo a Creta. Ya en tierra firme adoptó su forma natural y la condujo a su morada donde la hizo suya. De esta unión nacieron Minos, Radamanto y Sarpedón. De los habitantes de la isla de Creta nos llega el mito de “Minos y el Minotauro”, que por su simbolismo vale la pena reproducir en este texto. El mito señala que uno de los hijos de Europa y Zeus; Minos, heredó el reino de Creta al morir su padre adoptivo Asterión y para conservarlo desterró a sus dos hermanos, también aspirantes al trono, pidiendo ayuda a Poseidón, dios de los mares, quien hizo que de entre las olas surgiera un hermoso toro blanco que el flamante monarca debía sacrificar en su honor. 24 El mundo de tauro
Minos extasiado por la belleza del toro decidió sacrificar otro, desatando la ira del dios. En venganza, Poseidón hizo que Pasífae, esposa del rey, sintiera una pasión incontrolable hacia el toro. Ella confió su amor al famoso artífice ateniense Dédalo, quien para ayudarla construyó una vaca de madera hueca que cubrió con piel de vaca. Le puso ruedas ocultas bajo las pezuñas y la llevó a la pradera donde pastaba el toro blanco. Antes de ponerla en el lugar elegido, enseñó a Pasifae como introducirse en la falsa vaca con las piernas dentro de sus cuartos traseros. El toro no tardó en acercarse a la vaca y montarla, lo que culminó con la unión entre la mujer y el astado. De dicha relación engendraron al minotauro, criatura con cuerpo humano, cabeza y cola de toro. Minos, enojado, decidió encerrar al monstruo en un laberinto lleno de habitaciones y pasillos ciegos, que también había sido obra de Dédalo.
Pasifae adornando con flores la cabeza del toro blanco
El minotauro era alimentado de carne humana y cuanto más crecía más salvaje se volvía. Por aquel entonces, Creta entró en guerra con Atenas, que sucumbió ante el poder de Minos, debiendo pagar cada nueve años, un tributo de siete jóvenes y siete doncellas que debían servir de alimento al minotauro. Veintisiete años después llegó a Creta Teseo entre los jóvenes atenienses, de quien se encaprichó Adriana, hija de Minos, quien para ayudar a su enamorado le entrego una madeja de hilo que debía anudar a la entrada del laberinto para no perderse, buscar al minotauro y matarlo. Así lo hizo el joven liberando a Creta del pago de ese tributo. Otra leyenda griega indica que Poseidón, furioso por la burla de Pasifae, mandó un toro para que asolara Creta, convirtiéndose, por su fiereza, en un auténtico peligro. Euristeo, rey de Tirinto, encargo a Hércules doce trabajos, entre ellos la captura del astado. Tras conseguirlo lo llevó, a través del mar Egeo, hasta Micenas, donde el monarca lo puso en libertad. Capturar al toro de Creta fue el séptimo trabajo de Hércules o Herakles como se le decía en griego. Ya en libertad, el astado siguió causando estragos por donde pasaba, en su recorrido atravesó el istmo de Corinto, llegando a Atica, provocando pavor en la llanura de Maratón. Se pidió, entonces, ayuda a Teseo, el héroe ateniense, quien tomando al toro por los cuernos y paseándolo, ya dominado, por Atenas, donde lo sacrificó en la Acrópolis, en honor del dios Apolo. El mundo de tauro 25
El décimo trabajo de Hércules consistió en robar el rebaño de Gerión, quien vivía en la isla Garida, actualmente Cádiz (España), donde lo acompañaban el pastor Euritión y su perro Ortro. El ganado estaba integrado por vacas rojas y bueyes. Para robarlo mató al guardián y al can. Gerión, furioso, fue en busca de venganza y en la lucha, Hércules lo despachó con una flecha envenenada que tenía la sangre de Hidra.
Hércules y uno de los toros de Gerión (Museo Arqueológico de Madrid)
Antes de dejar a un lado el mito de Hércules, diremos que tras el robo del ganado a Gerión; el dios Caco consiguió hurtarle unos toros, escondiéndolos en una cueva que tenía cerca de un poblado llamado Agreda, y al llevárselos los hizo caminar para atrás para que sus huellas no lo delatasen, pero el héroe descubrió el engaño y tras matar al ladrón recupero sus reses. En otras regiones de la antigua Grecia también se menciona, en diversos escritos, la existencia de juegos públicos en los que intervenía el toro, cuya natural fiereza era burlada con habilidad e inteligencia por los jóvenes más osados. Prácticas que se utilizaban como ritos religiosos y deporte. A partir del neolítico, el toro y la vaca empezaron a recibir en Egipto un culto ligado íntimamente con la fecundidad, fertilidad y la abundancia propia de un pueblo rural que esperaba todo de la tierra, incorporándolos entonces a la esfera de la teología solar y celeste, adquiriendo así los astados, nuevos significados religiosos. La vaca se convirtió en el animal sagrado de Hator, Nut, Isis y Nefthis; y los toros Apis, Merur, llamado la “Renovación de la vida” y Bujis, se transformaron en divinidades relacionadas con Osiris, Ra, Athum y Montú. El toro fue, por tanto, elevado a la categoría cultural de lo divino, pues los egipcios adoraban a los animales por representar una teogonía, estando documentado tanto el culto como la veneración a cuando menos media docena de toros. Se tenía la creencia de que un dios podía residir en el cuerpo de un animal, tal es el caso de del Dios Ka (el alma) que permanecía dentro de un toro, siendo el más popular de todos Apis, de pinta negro, con una mancha blanca en la frente, entre otras cosas. Apis fue venerado en el templo de Ptah, en Menfis. A este toro le ponían un “harem” de terneras para que dejara descendencia, al morir recibía honores especiales, pues se celebraban en su honor funerales solemnes que eran costeados por los propios faraones. Tras su entierro, los sacerdotes le buscaban sucesor, el cual era introducido al templo en medio del regocijo popular. 26 El mundo de tauro
Escultura de Apis
La proseción del toro Apis
Los ritos incluían purificaciones en las capillas que debía visitar el faraón, acompañado por los altos dignatarios y presentar, a su vez, ofrendas a los dioses titulares de los templos. Una de las principales era la dedicada a Apis. Consistía en que el faraón y el toro, conducido por el monarca, realizaban cuatro carreras alrededor del templo, dos dedicadas a la fertilidad de los campos y las otras para que los dioses legitimaran la autoridad real. Era una prueba muy importante, que el faraón corriendo junto al toro debía superar para demostrar su juventud y fuerza, portando, además, símbolos como el flabelo y un rollo de papiro, considerado testigo del testamento de los dioses que le legitimaban para gobernar las dos tierras. También debía erigir un pilar como símbolo de estabilidad y disparar flechas hacia cada uno de los puntos cardinales. La contrapartida de Apis era el toro Bujis. Se le consideraba la encarnación de Ra y Osiris o Ka de Montu, el dios guerrero, quien estaba relacionado con el poder germinador y la fecundidad de la tierra. Para representarlo se escogía a un toro salvaje con el cuerpo blanco y la cara negra. Cuando estos toros morían eran momificados y llevados a un cementerio llamado Bujeum. El último entierro de un Bujis fue en el año trescientos cuarenta a. de C. A este dios se le representaba como un hombre con cabeza de toro llevando un disco solar y dos largas plumas y le veneraban como el “Toro de las montañas” o “Toro de la salida y el ocaso del sol”, en Hermontis y Tebas, ciudades cercanas al Valle de los Reyes. Fue honrado desde tiempos remotos hasta la Epoca Baja. Cuenta la leyenda que Bujis tenía su templo de Medamud, un recinto en forma de coso donde podía medir sus fuerzas con otros astados, una clara lucha de toros, que era una de las aficiones preferidas por los egipcios de aquellos tiempos. Merur, por su parte, era el intermediario de los sacerdotes para tener comunicación directa con el dios Ra en los oráculos, cuando había que plantearle una cuestión terrenal en la que la divinidad solar debía intervenir. Su veneración se mantuvo hasta el reinado de Akhenatón (1353 – 1335 a. de C.)., quien, por cierto, eliminó el culto a casi todos los dioses egipcios. Se sabe que él preparó la inhumación del toro Merur, conocido como la “Renovación de la vida”. Otros dioses que se relacionaban con el toro eran: Mnevis, invocado por los fieles como “heraldo de Ra”, “toro de Eneada y toro solar” y representaba la fertilidad. Merhy era un hombre con cabeza de toro, relacionado con Osiris, conocido como “Toro del oeste” o “Toro de Abidos”, que significaba “El Ungido”. Según la leyenda, al morir Osiris, se le denominaba “El toro de la cosecha”. El mundo de tauro 27
Faraón adorando al toro Mnevis o Merur
Finalmente, el toro blanco Min, “El gran toro” o “Toro de su madre”, que era adorado en Koptos y que acompañaba al faraón en uno de los festivales más importantes del ceremonial egipcio durante la cosecha y que se le conocía como “La salida de Min”. El monarca cortaba un manojo de trigo y se lo ofrecía al astado, quizá en un afán de propiciar la fecundidad de las tierras. Fue el dios que personificó la fuerza generatriz de la naturaleza y la procreación del hombre, plantas y animales. Asimismo, en el antiguo Egipto, los aspirantes a ocupar el trono de los faraones debían enfrentarse a un toro. Ramses II (1326 – 1234 a. de C), hijo del faraón Seti, superó esa prueba a los catorce años y tras hacerlo su padre le dijo: - “Tu infancia a muerto, Ramses, la vida comienza mañana. Has vencido al miedo, el primero de los enemigos en el camino de la sabiduría y encontrarás muchos más, tantos como granos de arena hay en el desierto” - “Se un toro poderoso de eterna juventud, de corazón firme y de cuernos acerados, que ningún enemigo pueda vencerte”. En la India el toro es considerado como amigo del hombre, como divinidad tutelar, fuente de bienes y de santidad, pues consideran que el toro y la vaca con el solo tacto, puede purificar al pecador. Vale la pena destacar la adoración hindú por el toro sagrado de Mysore, que se encuentra en el templo de Kailasa, en donde está para la veneración de los fieles. Matar deliberadamente una vaca en la India constituye un crimen abominable, pues supone cortar las fuentes de vida, por lo que el culpable de semejante delito es condenado: “a permanecer en el infierno tantos años como pelos tenga el animal asesinado”. En esta mitología el toro era fuente de vida. Manú, el primer hombre, encarnación de Brahma, ofreció a Vishnú, una extraña ofrenda como agradecimiento de haberlo salvado del diluvio y que contenía: leche cuajada, nata y manteca, con la cual tuvo la rara virtud de engendrar a Ila, mujer de extraordinaria belleza. Manú la deseó y para poseerla se transformó en toro y Vishnú, por su parte, en vaca. En las Leyes de Manú, texto sánscrito de la ley hindú que fue escrito entre el siglo VI y el III a. de C., se establece: “En el Krita-Juga la justicia, bajo la forma de toro, se mantiene firme sobre sus cuatro patas; la verdad reina y ningún bien obtenido por los mortales deriva de la iniquidad”. Resaltaré que el toro resplandece también como símbolo de fecundidad en la figura del dios Shiva. El respeto que se le tiene en la India actual es una consecuencia de su asociación con esta divinidad. En muchos templos saivitas hay una estatua del toro Nandi ante la puerta del santuario principal, para poder vigilar y cuidar a su amo. 28 El mundo de tauro
Shiva montando al toro Nandi
Nandi comparte muchos de los atributos de su dueño y señor: es fuerte, feroz, sexualmente potente y es personificación del poder que se puede conseguir domando la fuerza bruta y controlando la pasión, así como la más leal de las divinidades protectoras. En pinturas que representan a la “divina familia” de Shiva, siempre sale Nandi, que según la leyenda fue un regalo de boda para Shiva y Parvati, de parte de Daksha, su suegro. Según la leyenda, Nandi labró con sus cuernos unos surcos por donde luego discurrieron los ríos sagrados Indo y Ganges, de ahí se le haya rendido culto y veneración desde el principio de los tiempos de los Vedas. Teniendo por ello innumerables templos en el mundo brahamanico. Por otra parte, Agni era considerado por los hindúes, dios del fuego y al parecer mediador entre los dioses y los hombres, asimismo se le llamaba “toro de las aguas” porque las volvía fecundas. Para terminar con la mitología hindú, diré que Indra era el dios principal de la primitiva religión védica. Era la deidad más popular y se le comparaba con un toro que manifestaba su vitalidad con mil testículos. Surya, a su vez, era el dios – sol de los védicos y se le consideraba como un toro solar. En China existe la creencia de que el cauce del río Yang-Tse-Kiang, el más largo de ese país asiático, con 5 mil quinientos kilómetros de recorrido, fue labrado por el cuerno de un toro sagrado. Algo similar se dice en la mitología hindú y en la de los acadios, donde se asientan que astas de toros marcaron el curso de grandes ríos. Lo anterior aparece en documentos escritos durante la dinastía Han que va del 206 a. de C. al 220 d. de C., en ellos aparecen también menciones de torneos que tenían gran parecido con lo que hoy conocemos como corridas de toros, destacando que en el año 108 a. de C. se celebraron espectáculos en los que se utilizaron gran número de animales, toros, entre ellos. Se conservan en Nanyang grabados históricas en tumbas de generales chinos, en los que se aprecia a un hombre delante de un toro llevando una espada en una mano y un pequeño escudo en la otra. En otro grabado se observa la figura humana de manera desafiante frente a un astado. Estas joyas auténticas tienen una perfección y plasticidad sorprendente. El mundo de tauro 29
La astrología Igualmente, quiero mencionar que la astrología es muy antigua, sus orígenes se remontan al
Antiguo Egipto, a Babilonia, el Imperio Maya, la India y quizá a civilizaciones anteriores como la de la Atlántida, si es que realmente existió. Estas civilizaciones estudiaban los movimientos de las estrellas con suma precisión y guardaron sus registros astronómicos durante miles de años. Hace más de cinco milenios la astrología era un estudio establecido, un código de comprensión escrito. Hay horóscopos que fueron escritos en tablillas de arcilla hace 3 mil años a. de C.
Jeroglífico de la Era de Tauro, subido en la barca solar
Es importante mencionar que en la astrología existe la constelación de Tauro que viene a ser el segundo signo del zodíaco. Simboliza la consolidación y se representa con la cabeza de un toro, pertenece junto a Virgo y Capricornio al elemento tierra. Está regido por Venus y su signo opuesto es Escorpio. La era de Tauro comprende aproximadamente de 4 mil trescientos veinte a. de C. al año 2 mil trescientos a. de C. y se caracteriza en las civilizaciones históricas, por el culto a divinidades táuricas. Es la época de Apis y Athor en Egipto, de los toros alados en Babilonia, del toro Tarnos céltico y del toro irlandés de Cualungé, Es también la época del esplendor cretense de Cnossos y del Minotauro. Un todo de conocimientos científicos y filosóficos que estaban simbolizados por el culto al toro. En el Génesis 32:5 aparece que Moisés, tras recibir los diez mandamientos y volver con su pueblo, se enojó mucho porque lo encontró adorando a un “becerro de oro”, pues pensaban que todavía vivían en la era de Tauro. Moisés sabía que ya había empezado la era de Aries, el cordero y por eso su ira.
Ritos
Varios siglos después de la caída de Roma se seguían celebrando en la Bética juegos
venatorios en los que jóvenes se enfrentaban a toros salvajes, así lo refiere San Isidoro en sus “Etimologías”, a quienes se condenaba por las creencias cristianas de la época, eran: “ejercicios puestos al servicio exclusivo de la vanidad, pues los mozos cuando se enfrentaban a los toros sólo buscaban, con riesgo de sus propias vidas, la fama, la aclamación popular y el reconocimiento público de su ciudad”. El santo, los satanizaba por exponerse voluntariamente a la muerte, no por haber cometido crimen alguno, sino por su valentía. El rechazo de la iglesia a esta especie de juegos taurinos se reflejará en el denominado “Fuero Juzgo” en el que se señalaba: “...todo labrador o vaquero que fuera propietario de toros o vacas bravas, deberá matarlos para preservar a los vecinos de cualquier daño advirtiendo a los que desoyesen el mandato, que serán acusados por la ley de homicidas ante el tribunal del rey.” 30 El mundo de tauro
Sin embargo, la afición popular mantuvo algunas tradiciones en las que utilizaban toros para su celebración, aunque en la mayoría de los casos se les camuflaba bajo rituales cristianos; como la costumbre surgida en época de Alfonso X, del “Toro Nupcial”, cuya muestra podemos encontrar en las miniaturas de las “Cantigas de Santa María” del Códice de El Escorial. Otro ejemplo de este ritual se puede ver en un bajorrelieve que se encuentra en la sillería del coro de la Catedral de Sevilla. Así como en una pintura anónima que puede verse en el techo de madera del claustro del Monasterio de Silos.
Miniaturas de las Cantigas de Santa María. (Códice de El Escorial)
Veamos en que consistía el “Toro Nupcial” que se celebraba desde el siglo XIII en diversos pueblos montañosos de Extremadura: el novio y sus amigos lazaban un toro bravo en el campo y durante el trayecto hacia la casa de la novia se dedicaban a correr delante del astado y a aventarle cosas que podían clavársele. Al llegar a su destino, la futura desposada entregaba a su galán unas banderillas adornadas por ella para que las clavase al astado, poniéndose punto final a la ceremonia cuando el novio mataba al toro. El genial escritor español Lope de Vega describe ampliamente, en su famosa comedia “Peribañez y el Comendador de Ocaña”, la boda del protagonista y todos los preparativos para el “Toro Nupcial”, en la trama de su obra, la fiesta se celebra el mismo día de la ceremonia, aunque en la realidad la tradición señalaba que debía hacerse con dos días de anticipación. Por ese tiempo eran comunes las “corridas votivas” que eran organizadas para cumplir algún voto religioso o para pedir a Dios apoyo por alguna calamidad que afectaba a la comunidad. La gente solicitaba su celebración para agradar al santo de su devoción y eran organizadas y pagadas por el consejo municipal. No era en sí una diversión, sino un voto o promesa religiosa a cuyo cumplimiento se obligaba al pueblo por intermedio de los regidores. Otro de estos ritos que vienen de aquellos años y del que tenemos dos versiones, es el del “Toro de San Marcos”. Una señala que un toro bravo se vuelve manso durante el recorrido que realiza acompañando a la procesión de San Marcos; esta tradición se ha seguido realizando en Jaén hasta comienzos del siglo XX y fue analizada en los escritos del Padre Feijoó, ensayista de principios del siglo XVIII. La otra nos la cuenta don Manuel José Fernández en su libro “Compendio historial” en el que narra que en Arnedo, España, había la costumbre de que una vez finalizada la misa celebrada el 25 de abril en la ermita de San Marcos, se “jugara al toro”, siendo el sacerdote oficiante el El mundo de tauro 31
primero en enfrentarse al burel, tras él lo hacían el alcalde y todos los notables del lugar que estuvieran presentes. También hay datos de cierta fiesta local española en la que doce jinetes acompañados por el mismo número de mujeres y doce toros que tras ser sacrificados en una corrida, su carne era consumida por el pueblo en una “comida de comunión”. Así como las crueles “corridas de fuego” en las que se ataba antorchas en los cuernos de los bureles y luego se les soltaba en el campo la noche anterior en que se les iba a dar muerte. No puedo dejar de mencionar el torneo del “Toro de la Vega” que hoy en día tiene muchos detractores. Se suelta a un astado cerca de la plaza del pueblo de Tordesillas, España, y es conducido por corredores y aficionados hasta la vega del río Duero. Participan también picadores y lanceros que intentan dar muerte al toro durante el trayecto, Si no lo consiguen durante el recorrido prefijado ya no se le puede dar muerte y es indultado. La primera referencia en la que se mencionan el llamado torneo del “Toro de la Vega” data del año 1534 y está escrita en el libro de la “Cofradía del Santísimo Sacramento de Santiago Apóstol”, de Tordesillas, en donde se lee: “tubo sus festexos de toros, con dos toros por la mañana a la Vega y seis por la tarde”». Esta fiesta, de origen medieval, se celebra en la localidad española de Tordesillas y ha sido declarada fiesta de interés turístico en 1980 y espectáculo taurino tradicional en 1999. Tiene lugar el martes de la segunda o tercera semana de septiembre, como parte de los festejos de Nuestra Señora la Virgen de la Peña, patrona del lugar. El “toro de cuerda” es un ritual taurino mediante el cual se expresa la ancestral costumbre de que el hombre tiene de jugar con el toro, desafiando su fuerza y asumiendo un riesgo a cuerpo limpio. Constituye un evento eminentemente popular, que nada tiene que ver con el correr toros de la época medieval que era para lucimiento de la nobleza y de algunos caballeros. Son múltiples y variadas las formas de exteriorización de esta costumbre popular de correr los toros ensogados o enmaromados, las cuales provienen en su mayoría de los usos y costumbres locales, por lo que cada festejo y cada pueblo, tiene peculiaridades que constituyen sus señas de identidad que los diferencian y le otorgan personalidad propia. En el poblado de Medinacelli, en la provincia de Soria, España, se ha venido celebrando, desde hace más de dos mil años, un ritual de origen celtíbero de toro y fuego conocido como “Toro Júbilo”, que viene a ser una copia de lo que las huestes romanas utilizaban durante las guerras púnicas y consiste en amarrar unas teas encendidas en las astas de los bureles y acosarlos. Las tradiciones de “toro ensogado”, “toro enmaromado”, “toro de soga” o “Sokamuturra”, está muy arraigada en diversas comunidades autónomas de España, celebrándose en municipios del País Vasco, Andalucía, Aragón, la Comunidad Valenciana, Castilla y León, Cataluña, La Rioja, Castilla-La Mancha, Navarra, Galicia y Baleares. Sumando casi cien municipios, donde celebran está poco común fiesta. Hay también innumerables leyendas de milagros en los que se relaciona al ser humano con el toro. Existen crónicas medievales y posteriores que se refieren a este tipo de milagros “taurino – religiosos”. En la “Historia Compostelana”, escrita en la primera parte del siglo XII, se narra un hecho acontecido en la segunda mitad del siglo IX y que tuvo lugar en la legendaria Santiago de Compostela: El obispo Ataulfo suscitó la envidia de sus enemigos, quienes lo acusaron, ante el rey católico Ordoño Ramírez, del nefando pecado de sodomía. El monarca, indignado, ordenó que el obispo Ataulfo fuera destrozado por un toro en la plaza de Santiago en presencia de sus múltiples feligreses. Antes de su martirio celebró misa y se presentó ante el gentío revestido por las insignias pontificales. El enfurecido animal al 32 El mundo de tauro
El obispo Ataulfo y el toro amansado
El toro postrándose a los pies de San Pedro Regalado
ver al ministro de Dios cambió la bravura por mansedumbre y se le acerco, tomándolo este tranquilamente de los cuernos. Al ver lo sucedido, todos quedaron anonadados, provocando que los falsos acusadores confesaran públicamente su delito. El rey, por su parte, se señaló culpable de haber aceptado como cierto un falso testimonio y de haberle condenado injustamente, postrándose de hinojos a los pies del santo y pidiéndole su perdón. Finalmente, el obispo Ataulfo se fue a vivir como ermitaño en tierras de Asturias de Liébana, donde falleció. De San Pedro Regalado, patrón de Valladolid y quien fuera canonizado por Benedicto XI en 1746, se cuenta un milagro taurino típico y como prueba de lo sucedido existe un lienzo pintado a principios del siglo XVIII por Fray Diego de Frutos en el que se representa el prodigio en el ángulo inferior derecho de la pintura: “Saliendo el santo hacia Valladolid y sin saber que hubiese fiesta de toros, se escapó un astado que buscó huir hacia el campo, encontrándose en su camino al santo, a quien acometió furioso. San Pedro Regalado le ordenó que se postrase, cosa que hizo de inmediato; quitole el santo las garrochas que tenía prendidas y echándole la bendición e mandó se fuera sin hacerle mal a nadie, lo que ejecutó el bruto”. En la población toledana de Torrijos se venera a un Cristo milagroso. Según la leyenda, en una corrida de toros que se celebraba en el lugar en picador estaba caído y a merced del toro, por lo que el varilarguero sintiendo que iba a ser empitonado le rezó una plegaria a Cristo de Torrijos pidiéndole ayuda y este, con un trozo de tela en una mano le hizo el quite y evitó que fuera herido. A San Juan de Sahagún, pacificador de los bandos de Salamanca, también se le atribuye el milagro que caminando en Salamanca por una calle que iba de la plaza episcopal a la ribera del río Tormes, un toro se escapó y en su carrera rumbo al puente Romano se encontró con el santo y un grupo de niños que estaba jugando, a punto de empitonar a uno de los pequeños el santo le dio una palmada al toro en el testuz y le gritó: “tente necio deja a los niños en paz”. El astado le obedeció de inmediato quedándose quieto. A partir de entonces la calle lleva el nombre de “tente necio”. En el Continente Americano hay un santo muy venerado, el misionero Francisco Solano, quien fuera canonizado en 1726 por Benedicto XIII, pues según la leyenda realizó no sólo uno sino tres milagros. En los tres salvó a gente de ser herida por un toro que andaba suelto por las calles. El primer milagro se dice lo hizo en el poblado de San Miguel, Argentina; el segundo en la población peruana de Tucumán; y el tercero en Talavera de Indias, también en suelo peruano. El mundo de tauro 33
Como estos que acabo de mencionar, hay muchos milagros taurinos en diversos países donde se celebran festejos relacionados con el toro bravo, pero sería muy largo meterme a hablar de todos ellos.
La religiosidad de los toreros
La religión católica está más vinculada al mundo de Tauro de lo que muchos pudieran pensar.
El torero, el banderillero, el picador, el monosabio, el ganadero, y hasta el empresario imploran siempre la ayuda y la protección de Dios, unos para tener suerte, triunfar y salir de la plaza por su propio pie, otro para que le embistan sus astados y uno más para que haga buen tiempo y la gente responda en la taquilla. Es evidente la relación de los festejos taurinos con las festividades religiosas del catolicismo. Es normal ver como las fiestas de pueblos y ciudades del mundo de Tauro celebran dentro de sus festejos tradicionales corridas de toros, novilladas o capeas, bien puede decirse que es raro el lugar donde no se honre a sus santos patronos de esta manera o bien en fechas significativas como el Corpus Christi o el Domingo de Resurrección. Entre los toreros existe una manifiesta religiosidad, puede considerarse como la profesión más creyente de todas. El torero porta en el cuello medallas de sus santos predilectos; antes de salir del hotel rumbo a la plaza ora frente a un altarcillo que lo acompaña siempre y prende una veladora; al llegar al coso lo primero que hace es entrar a la capilla para volver a pedir la ayuda del Santísim y de los santos y vírgenes de su predilección; al iniciarse el paseíllo se santigua, misma acción que hace cuando está por salir al ruedo el toro que habrá de lidiar. En el libro “España vista por un mexicano”, escrito por el sacerdote Ramón Cué, S. J. encontré unos párrafos que consideré oportuno reproducir porque nos narra a la perfección el fervor de los toreros, minutos antes de salirle al toro: Yo los he visto rezar en la capilla de la Maestranza en Sevilla. Entre antes que nadie y me aposté en un rincón discreto para poder observar sin ser visto. 34 El mundo de tauro
Aunque en mi corta espera pronto pude advertir que allí la discreción era imposible. En una capilla tan pequeña donde todo está patente y no existen los rincones, era inútil tratar de ocultarse. Me sentía incómodo, porque adivinaba el probable disgusto de los toreros cuando, al entrar, me vieran en su capilla violando tan indiscretamente con mi presencia la intimidad secreta de su oración. No se que hubiera dado por volverme invisible. Era inútil. Y seguí esperando con la culpabilidad del que se sabe inoportuno y entrometido. Hasta que apareció en la puerta la primera cuadrilla con el primer torero. Y empecé a tranquilizarme; al entrar, nadie me había mirado. Rezaron. Nadie volvió la cabeza atrás. Salió la cuadrilla y se quedó sólo rezando el torero. Estábamos los dos únicamente en la capilla. Pensé: ahora sí que, al salir, no va a tener más remedio que caer en la cuenta de mi presencia. Y probablemente le molestará. Rezó, se santiguó, clavó una vez más los ojos en la Virgen del altar y salió de la capilla sin mirarme. ¿Seria verdad? ¿No me había visto? Parecía imposible. Y así la segunda cuadrilla. Y poco después la tercera. Para acabar de cerciorarme, al charlar luego con uno de los toreros en el patio de caballos, cinco minutos después, dejé caer esta afirmación: - - -
Sí, ya le he visto antes rezando en la capilla… Me contestó con toda naturalidad Ah, ¿sí? ¿Estaba usted en la capilla? Pues no caí en cuenta
Luego era cierto, nadie me había visto. Esta fue la primera lección que aprendí; a su luz se iluminaron muchos aspectos en el alma de los toreros. Esta hora de la verdad la vive el torero todos los días de corrida. Y no diez minutos antes, sino desde por la mañana hasta el momento, casi eterno, en que espera en el patio de caballos para hacer el paseíllo. Cada corrida enfrenta al torero con la verdad. Verdad y muerte. Esa verdad, trágica y honda, lo lanza instintivamente a Dios. Por eso reza de verdad. Sin fórmulas, ni cumplimientos, ni mentiras. Todo tenso en la verdad de un toro que puede traer la muerte de verdad. Y busca a Dios de verdad. Y reza de verdad. No mira a nadie. Ni le interesa nadie. Por eso los toreros no cayeron en la cuenta de que yo estaba en la capilla. No tuvieron ojos para mi. Sólo para Dios. El mundo de tauro 35
España
El toro bos taurus primigenius. aparece en lo que hoy es España desde antes que floreciera en esa tierra la cultura celtíbera y se le ubica en los bosques ibéricos de la zona noroeste de la Península, así como en tierras de Navarra, la meseta Castellana y Andalucía. Era un animales muy fuerte, rápido, agresivo y capaz de atacar a cualquiera que no respetara su territorio. Vivía en grandes manadas y se desplazaba, según la época del año, en busca de mejores pastos. Es de suponerse que el agricultor celtíbero observara con miedo y curiosidad las costumbres y desplazamientos de aquellos astados. Llamándoles la atención la fuerza bruta de este animal herbívoro, no era un depredador, pero en muchas ocasiones era letal por sus acometidas en un afán de proteger sus dominios. Quizá también les atraía su fuerza sexual, pues un toro podía cubrir a muchas hembras sin problema alguno. Cabe mencionar que los celtíberos, pueblos prerromanos y celtas, habitaron la península ibérica desde finales de la Edad del Bronce, en el Siglo XIII a. de C., hasta la romanización de Hispania, en el siglo II a. de C. al siglo I de nuestra era, debiendo existir mestizaje con las poblaciones que ya ocupaban esos territorios. La cultura celta, en suelo ibero, llegó a su fin con la conquista romana. Todos los pueblos que a través de los siglos habitaron la península Ibérica, como los celtíberos, griegos, fenicios o romanos mantuvieron ritos de origen religioso, totémico o mágico con el toro. En la cultura grecorromana, el toro estaba muy ligado a las raíces de la cultura hispana. Era el animal más emblemático, su figura fecundaba todas las artes a partir de las pinturas rupestres, siendo representado, a lo largo del tiempo, en dibujos, grabados, pinturas y esculturas. Cabe mencionar que hoy en día aparece en cine, teatro, ópera, zarzuelas, novela, televisión y redes sociales.
Imagen de la “bicha de Balzarote” o “el hombre toro”
Un ejemplo por demás importante de su presencia en la antigüedad es la llamada “bicha de Balzarote” o “el hombre toro”, escultura que data del siglo Vi a. de C. y representa a un astado, en reposo, con cabeza de hombre barbudo y con orejas de toro. Se le atribuye carácter funerario, sagrado o protector del hombre y sus muertos. Asimismo, representaba a la divinidad masculina. Por su importancia, no podemos dejar fuera al toro “Arenero de Monforte del Cid”, escultura de carácter funerario, cuya antigüedad se remonta al siglo V a. de C. Está considerada como una de las piezas más importantes descubiertas en suelo ibero – romano y fue encontrado en tierras de Elche, provincia de Alicante. 36 El mundo de tauro
Otro vestigio de la relación del toro con el hombre lo tenemos en el Vaso historiado de Liria, encontrado en tierra valenciana y su origen es de dos o tres siglos a. de C., es de cerámica y muestra en sus lados a cazadores con mazos enfrentándose a un toro muy cornalón. Se le considera una escena religiosa o costumbrista. Los toros de Guisando son un vestigio más de la relación hombre – toro. Son esculturas de origen céltico que se encontraron en un camino natural de Avila a Toledo. Se les ubica en el siglo III a. de C. y se supone son obra de pueblos prerromanos para marcar una ruta, como señal de sepulcros o como protección para la agricultura y la ganadería.
Los famosos toros de Guisando
Muestras de esta tendencia también aparecen con restos como los del Circo de Termes, situado a 54 kms. de Numancia, en donde al parecer existía un lugar sagrado para el sacrificio ritual de los toros: “es un escenario que no parece concebido para ningún uso teatral o circense, pues fue destruido 69 años antes de que se construyera el primer anfiteatro permanente en el Campo de Marte, el año 30 a. de C. Se le considera como un recinto sagrado, un templo destinado al sacrificio religioso del toro tal y como lo demuestran los objetos encontrados ahí.” En las murallas de la ciudad celtíbera de Clunia, (Burgos), se encontró en 1774 la “piedra de Clunia”, piedra histórica en la que se veía a un toro frente a un hombre armado con escudo y espada. Es una prueba más de la relación del hombre con el toro en la antigüedad, pues muestra un enfrentamiento directo entre estos dos seres. Desgraciadamente la piedra desapareció al poco tiempo de haberse descubierto, pero su imagen quedó para la posteridad. Cabe mencionar que Clunia fue una de las ciudades romanas más importantes de la mitad norte de Hispania y capital de un convento jurídico, en la provincia “Hispania Citerior Tarraconenss”. Su esplendor se extendió durante los siglos I y II de nuestra era. Vino después una marcada despoblación del núcleo urbano al iniciarse la decadencia romana en la Península. De este tipo de esculturas de piedra se han encontrado más de cuatrocientas a lo largo y ancho de la península Ibérica, incluido Portugal. Recordemos que el toro era un animal al que los celtíberos rendían culto, pues era un símbolo polivalente que podía relacionarse tanto con la diosa de la tierra, como con las divinidades del cielo. En todas las culturas mediterráneas, la creencia mágica en las virtudes genéticas del toro y su transmisión al hombre le hicieron figura sacra y objeto de culto, además de numerosos ritos religiosos y celebraciones festivas. De esa época nos heredaron numerosos restos artísticos y leyendas que lo tienen como eje central. El mundo de tauro 37
Legendaria “piedra de Clunia”
El toro que por el surgimiento del feudalismo prácticamente desapareció en gran parte de Europa, pero no en lo que hoy es España, donde por la guerra con los árabes se le crió y reprodujo. El largo conflicto, iniciado por el árabe Tarik, a principios del siglo VIII y terminó a finales del siglo XV, no fue de lucha diaria, hubo largas pausas en la que los caballeros iberos y moros debían estar a punto para el combate y para hacerlo se preparaban alanceando toros. Ya mencionamos en la sección de Grecia y Roma, en este libro, que en los anfiteatros romanos intervenían unos hombres valerosos, oriundos de Hispania, que eran llevados a Roma para que se enfrentaran a los astados y eran conocidos como “taururii”. A ciencia cierta se ignora la forma de desempeñarse en la arena, pero la gente los veía con sumo interés. En los primeros años de nuestra era los romanos “exportaban” a estos personajes de Hispania, donde su quehacer ante los toros era reconocido por el pueblo, aunque lo realizaran a campo abierto y no en un anfiteatro como lo hacían en Roma. Estos “taururii” pueden ser considerados, sin lugar a dudas, precursores del toreo. Lamentablemente nada quedó escrito sobre las gestas de estos hombres valerosos. Entre lo poco que encontré sobre la labor de los “taururii”, es lo siguiente: “Previamente se les quemaba a los toros con antorchas y se les pinchaba con aguijones por medio de los “succursores”, después intervenían los cazadores, que eran los “taururii, armados con una lanza o con una estaca. También galopaban a caballo hasta cansar al toro y entonces saltaban sobre él sentándose a horcajadas rodeándole los cuernos con los brazos sin ser derribados, hasta que les retorcían el cuello y lo derribaban. Los “succursores” eran los encargados de agitar y azuzar a los toros. Según Nicolás Fernández de Moratín, en su “Carta histórica sobre el origen y progresos de la fiesta de toros en España”, escrito en 1777: “es natural que desde tiempos muy antiguos se haya ejercitado la habilidad de combatir a los toros bravos para evitar el peligro de sus ataques, para demostrar frente a ellos el valor personal, para cazarlos y alimentarse con ellos”. Enfatizando que la lucha hombre - toro comenzó desde tiempos remotos. También menciona Moratín que existieron caballeros árabes habilísimos en el arte de combatir a los toros a pie y a caballo. Gustaba tanto la fiesta de toros a los moros que está documentado que, en el año 1354, un sultán de Granada, de la dinastía Nasrid, organizó unos festejos taurinos para celebrar la circuncisión de su hijo. Al parecer el enfrentarse a los toros, era una actividad muy apreciada por la nobleza árabe 38 El mundo de tauro
residente en la Iberia, como también cuenta Fernández Moratín: “...los árabes españoles eran aún más apasionados de estas corridas caballerescas que los mismos españoles, ya que, en definitiva, la costumbre de combatir los toros fue en la España cristiana una de las muchas costumbres que la superior cultura árabe contagió a los reinos cristianos. Algunos de los elementos importantes de la lucha taurina, por ejemplo, esperar al toro de pie, engañándolo con la capa, sería una antigua práctica que los árabes realizaban con el manto de lana (albornoz), su vestido habitual.”
Los moros gustaban de enfrentarse a los toros (Aguafuerte de Goya que está en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando)
Es de suponerse que, a los moros residentes en Iberia ya sea para entrenarse para la guerra o como diversión, también les gustaba alancear toros, afición que adquirieron durante las siete centurias que dominaron suelo hispano. En el Romance de Gazúl, de finales del siglo XVI o principios del XVII, que es anónimo, encontré: Porque sale un toro bravo famoso entre la manada, no de la orilla del Betis, ni Genil, ni Guadiana; fue nacido en la ribera del celebrado Jarama. Bayo, el color encendido; y los ojos como brasas; arrugadas frente y cuello, la frente vellosa y ancha, poco distantes los cuernos, corta pierna y flaca anca, espacioso el fuerte cuello, a quien se junta la barba; todos los extremos negros, la cola revuelta y larga, duro el lomo, el pelo crespo, la piel sembrada de manchas. El mundo de tauro 39
El pintor español Francisco de Goya, en su famosa Tauromaquia, plasmó un momento en el que dos moros se enfrentaban a un toro, uno de ellos utilizando como engaño el albornoz, prueba inequívoca de que trascendió a través del tiempo la labor de los invasores que se enfrentaban a los astados durante su larga estancia en suelo ibero.
Un moro toreando con su albornoz (aguafuerte de Goya)
El primer festejo con toros celebrado en el reino de León, tuvo lugar en el lejano año 815. Existe un escrito de la época que dice: “e mientras que duraron aquellas cortes lidiaban cada día toros e bofordaban de cada día e facían muy grandes alegrías”, señala José Vargas Ponce en su obra “Disertación sobre las corridas de toros”. Durante los reinados de Alfonso VI “El Bravo” (1040 – 1109) y de Alfonso X “El Sabio” (1221 – 1284) se veían con buenos ojos las “corridas de toros”, al considerarlas un entrenamiento de guerra y hasta cierto punto una diversión. Aunque todo se hacía sobre un caballo, existían personajes que entretenían a nobles y cortesanos enfrentándose a pie a los astados. Otros datos de festejos taurinos en España, surgen en el año 1080, cuando con motivo del casamiento de don Sancho de Estrada con doña Urraca Flores, se corrieron toros en San Vicente, provincia de Avila. Aunque cabe mencionar que la costumbre del “toro nupcial” era mucho más antigua y de ello hablaremos en el capítulo de los ritos.
Alfonso X “El sabio” gustaba de ver en acción a los “matatoros” 40 El mundo de tauro
Por otra parte, hubo una gran corrida de toros en Saldaña, en 1128, por el matrimonio del rey Alfonso VII de Castilla “El Emperador” con doña Berenguela “la Chica”, hija del conde de Barcelona. Otro festejo taurino, de aquel tiempo, tuvo lugar años después, en 1144, cuando el mismo monarca casó a su hija doña Urraca con el príncipe don García Ramírez de Navarra. De esa época también hay datos de la tornaboda de Blasco Ximeno con doña Arias Galinda y se da fe de ello en la “Crónica anónima de Avila”, con estas palabras escritas en español antiguo; “hobo festividades con bailares e danzares en las casas de los nobles hasta el sábado e este día mandó Ximén Blázquez que se cercase el coso y plaza del señor Sant Pedro ca ende eran fechos tablados para dueñas nobles e se bien lidiaron seis toros por gentes de a pie e de a caballo e hobieron gran solaz” Los caballeros necesitaban de un aliciente, pues su esfuerzo de imponerse a los toros quedaba entre ellos, razón por la cual se buscó la manera de que el pueblo pudiera verlos en acción y vitorearlos, se eligió entonces un lugar donde pudiera haber espectadores, construyéndose a extramuros plazas de toros rudimentarias. En los “Fueros de Madrid”, que datan de 1202, se prohibía correr vacas o toros en la villa. Asimismo, en los “Fueros de Zamora”, del mismo siglo XIII, se concedían privilegios a un territorio, ciudad o persona para levantar escenarios taurinos, señalando de paso que no se permitiría celebrar festejos dentro de las poblaciones y disponiendo se designara un lugar especial para dicho fin en sus alrededores. Desde antes que reinara Alfonso X había individuos que cobraban por lidiar toros a pie y se les llamaba “matatoros”. Su principal campo de acción era la zona de la Rioja, Navarra, Vizcaya y los Pirineos. Cosa curiosa, el rey Sabio, en sus “Siete Partidas”, condenaba a los hombres que mataban toros por dinero, por considerarlo un acto innoble, pero ensalzaba a quien toreaban por gusto, calificándolos de valientes y esforzados; prohibiendo al clero lidiar toros o asistir a lugares donde se celebraran festejos taurinos. Se dice que Carlos II de Navarra “El Malo”, en 1385, ordenó pagar cincuenta libras a dos hombres de Aragón, uno cristiano y el otro moro, que vivían en Zaragoza, para que mataran, en Pamplona, ante su regia presencia, dos toros. Una prueba más del gusto de la realeza por los festejos taurinos que, aunque giraban en torno a hombres a caballo, los toreros de a pie empezaban a sacar la cabeza. Hay referencias de que el mítico Rodrigo Ruy Díaz de Vivar “El Cid”, gustaba de alancear toros a caballo y que durante su larga estancia en Valencia, ciudad que arrebató a los moros tras reñida lucha, se entretenía alanceando toros y que su afición llegó al grado de hacer lo mismo en la villa de Mayrit, nombre que le dieron a Madrid los musulmanes cuando la fundaron a mediados del siglo IX, según menciona Nicolás Fernández de Moratín en sus “Fiestas de toros en Madrid”: Suena un rumor placentero entre el vulgo de Madrid. No habrá mejor caballero, dicen, en el mundo entero; y algunos le llaman El Cid.
Crece la algazara, y él, torciendo las riendas de oro marcha al combate cruel, alza el galope, y al toro busca en sonoro tropel. El mundo de tauro 41
En tiempos de Juan II de Castilla (1404 – 1454), padre de Isabel la Católica. Era frecuente que se corrieran toros en Madrid. El 23 de octubre de 1418 hubo fiesta real de toros por su llegada a la villa y su reciente enlace con doña María, hija de Fernando de Aragón. No estoy equivocado ni exagero, el monarca tenía 14 años y se afirma que apuntilló un toro. El festejo se celebró en una plaza cuadrada que se montó, entre las puertas de Segovia y de la Vega. Cuando Juan II fue declarado mayor de edad por las cortes generales, el monarca costeó una placita de toros en el llamado Campo del Rey, muy cerca de donde hoy está el Palacio Real de Madrid, para celebrar el acontecimiento, durante el festejo, pese a las protestas y lloriqueos de la reina, alanceó un toro apoyado por varios caballeros y vaqueros de la corte. Lo sucedió en el trono su hijo Enrique IV (1425 – 1474), recién casado con Juana de Portugal, quien organizó, en Madrid, en 1461, un festejo taurino real y al año siguiente, con motivo del nacimiento de su hija, apodada Juana “La Beltraneja”, otro que así lo comentaban cronistas de la época: “e parió una hija, por cuyo nacimiento se hicieron alegrías en la Corte de muchas fiestas e juego de cañas e de correr toros”. A la muerte de Enrique IV, llegó al trono, tras tremenda lucha por el poder, su hermana Isabel I (1451 – 1504), quien acompañada por su esposo Fernando, se trasladó a la villa de Madrid en 1477. Entre las fiestas de bienvenida hubo una corrida de toros, en el lugar conocido como la plaza de La Paja. Tratando de quedar bien con los Reyes Católicos se volvieron a correr toros en Madrid en el invierno de 1493, aunque a la soberana no le agradaba el espectáculo taurino no se atrevió a prohibirlo por estar sumamente arraigado en el gusto de sus súbditos. Estas aficiones taurinas caballerescas llegaron incluso a ser practicadas por la propia nobleza, tal y como escribe Ricardo de Rojas, marqués de Tablantes, en sus “Anales de la Real Plaza de Toros de Sevilla”: “...durante el siglo XV, en la época caballeresca, salían los nobles a la plaza ricamente armados, ostentando en los escudos empresas dedicadas al amor de sus damas, y con el acicate de aparecer dignos de ellas derrochaban arrojo y valor en la diversión de matar toros. Durante este siglo se le exigió, por las ciudades españolas, a todo individuo socialmente privilegiado, revalidar su posición jerárquica demostrando, en público, su dominio del arte de combatir a caballo toros. Y la exigencia fue tan firmemente reclamada que hasta el emperador Carlos I, un siglo después, tuvo que descender al coso para alancear toros en las plazas mayores de Valladolid y Aranjuez.” A Carlos I de España y V de Alemania (1500 – 1588) le gustaba mucho la fiesta brava y en 1527, en un festejo para agasajar a su hijo Felipe II, alanceó, en Valladolid, un toro. Al año siguiente hubo en Madrid fiestas reales con motivo del juramento de su vástago, que en ese entonces tenia 10 años de edad, como Príncipe de Asturias. Los festejos se celebraron en el lugar conocido como Campo del Moro. Durante el siglo XVI eran muy populares las corridas de toros enmaromados, y eran organizadas por cofradías religiosas como la de Santa Ana y en las que el protagonismo había pasado de los caballeros al pueblo llano: “...seis o doce toros con cinteros y sogas para regocijo del pueblo, eran unas fiestas populares, sin intervención de los caballeros y sin apenas costo para el aristocrático cabildo.” Carlos I de España gustaba de alancear toros 42 El mundo de tauro
En 1567 el papa Pío V prohibió los espectáculos taurinos bajo pena de excomunión y privación de
cristiana sepultura a quienes corriesen, toros fueran de espectadores a los festejos o muriesen en los festejos. Ocho años después, el papa Gregorio XIII excluyó, a petición de Felipe II, la excomunión a los legos, pero en 1586 el papa Sixto V volvió a poner en vigor dicha pena, hasta que diez años después el papa Clemente VIII suavizó las cosas y sólo se condenaba al clero regular. Como justificación de que Felipe II (1527 – 1598) se saltaba a la torera la bula de Pío V, pues seguían corriéndose toros en suelo ibero, el rey envió, pasados unos años, una misiva al papá Sixto V, en la que argumentaba: “la afición a los toros es costumbre tan antigua en España que se le puede considerar como parte de su misma sangre”. Eran años en que los festejos taurinos se celebraban en muchas partes de España y prueba de ello es parte del Discurso que el Dr. Cristóbal Pérez de Herrera enviara a Felipe II y en el que le informaba: “en España morían cada año más de trescientos hombres en cuernos de toros y que únicamente en la corrida celebrada en la plaza de Madrid el 25 de junio de 1597, habían perecido diez personas y había habido más de veinte heridos y aporreados”. Cuando la reina Margarita, esposa de Felipe III, entró en Madrid en octubre de 1599, el concejo de la Villa ordeno, se adquirieran cuarenta toros indicándole a sus enviados que: “fueran muy buenos”, como los que se suelen comprar en otras ocasiones en Zamora Felipe II ignoró la bula del Papa Pío V o como los de la ribera del río Jarama. Eran astados que daban buen juego y gustaban a caballeros alanceadores y rejoneadores. A finales del siglo XVI había regiones de España donde pastaban toros bravos que eran muy conocidos por su fiereza y se lidiaban en numerosos festejos de tronío, de ahí que hayan surgido romances dedicados a los famosos bureles de la ribera del río Jarama. El primero fue escrito a finales de dicha centuria Harpado llaman al toro los vaqueros de Jarama conocido entre los otros por la fiereza y la casta. Otro romance, este de 1600, señala: …cuando más bravo que el viento y más veloz que Cometa del celebrado Jarama, a un toro en la plaza sueltan de aspecto bravo y feroz, vista enojosa y soberbia, ancha nariz, corto cuello, cuerno ofensible, piel negra… El mundo de tauro 43
Los caballeros cuando corriendo toros tenían un percance echaban pie a tierra y se enfrentaban al toro sirviéndose de una capa doblada, sobre el brazo, para burlar con ella las embestidas del astado antes de despacharlo. Toda estocada o cuchillada que propinaban al toro se daba por buena y se valoraba el mérito de su eficacia. Otra suerte que gustaba a la gente era la lanzada
Peligrosa era la lanzada a pie
a pie, suerte por demás riesgosa en la que se esperaba la acometida del burel pie a tierra. Una de las suertes más socorrida en aquellos tiempos era la lanzada a caballo, inventada según algunos historiadores por Pero Ponce de León, hijo del marqués de Zahara y hermano del duque de Arcos. Así describen la suerte: “Poníase en plaza con su caballo, al cual le ponía unos anteojos de terciopelo de manera que el caballo no viera nada por delante, salvo el sitio donde ponía las patas en el suelo y se le colocaba por donde el toro había de venir, y allí le esperaba muy quedo el caballo sin ver al toro; entonces don Pedro le ponía la lanza para el pescuezo o para la aguja del toro…”. El toreo caballeresco tuvo mayor auge durante el siglo XVI, aunque sus fiestas parecían más un torneo que otra cosa. En los festejos participaban nobles y caballeros para mostrar fuerza, valor y galanura. La lanzada a caballo constaba de dos variantes: cara a cara o al estribo. En la primera, el jinete esperaba que el toro le embistiera de frente. En la otra iba a su encuentro y de costado lo picaba o le hundía la lanza en cualquier lugar. A la muerte de Felipe II, quien había mandado construir el majestuoso palacio de El Escorial, la corona de España recayó en Felipe III (1578 – 1621), quien decidió, en 1606, trasladar la sede de la Corte a Madrid, dejando atrás Valladolid y otras ciudades de la Península. Por tal motivo y por el nacimiento de una infanta, se acordó que se corrieran toros el 16 de septiembre de ese año. Curiosamente, por el traslado de la corte, se puede leer en “Tres Romances de Asturias de Oviedo”, lo siguiente: “Yo tu Asturias te suplico non le ruegues que se vuelva, más que se esté en su Madrid porque sin Corte es aldea”. Los festejos de ese tiempo se celebraban en un sitio conocido como la plaza del Arrabal que funcionó hasta 1617, pues Felipe III ordenó a Juan Gómez de Mora construyera en la nueva sede de la corte, una Plaza Mayor. Eran años en que tradicionalmente se corrían toros durante 44 El mundo de tauro
Festejo real en la Plaza de Mayor de Madrid, durante el siglo XVII
las fiestas de San Juan y Santa Ana, así como en los acostumbrados festejos reales a lo largo del año. Sin estar totalmente terminada, la majestuosa Plaza Mayor de Madrid fue inaugurada con la corrida en honor a San Juan, el miércoles 3 de julio de 1619. Se corrieron quince toros de Zamora, destacando el hidalgo Gonzalo Bustos de Lara, quien se lució con una lanzada a caballo y Juan Moreno, un “toreador” de a pie, vecino de Barajas, población cercana a Madrid. El 7 de abril de 1620, el Consejo de Castilla autorizó al ayuntamiento madrileño a celebrar fiestas en honor de San Isidro, santo patrón de Madrid, y que por tal motivo se corrieran toros el 15 de mayo. Bien puedo decir que desde entonces al santo labrador se le honraba con festejos taurinos, pero tuvieron que pasar muchísimos años hasta que don Livinio Stuyck, en 1947, decidiera dar paso a una feria de gran tronío como la hoy en día famosa Feria madrileña de San Isidro. A partir de aquel lejano siglo XVII, fueron frecuentes las corridas en ese flamante escenario. En ellas intervenían además de los caballeros, dos toreros de a pie, a quienes se les dotaba de caperuzas de raso de colores (gorro acabado en punta hacia atrás) o monterillas, dándole a cada uno, como pago, el valor de un toro muerto, que equivalía a cien reales. Hay versiones de que en 1678 con motivo del cumpleaños del rey Carlos II (1661 – 1700) se celebró una corrida de toros en la Plaza Mayor de Madrid y a solicitud del monarca se contrataron a: “toreadores de a pie que sean buenos”. Todo indica que desde esos años el San Isidro labrador, Patrono de Madrid propio rey daba su espaldarazo a este tipo de toreo. Se asegura que en este imponente escenario se corrieron toros, periódicamente, entre 1619 y 1846. Esta fue la centuria en la que el pueblo comenzó a tener sus propios entretenimientos taurinos El mundo de tauro 45
y aunque eran considerados como habilidades para la clase aristocrática, resultaban muy apreciados y valorados por el pueblo, que llegó incluso a considerarlos como algo propio; hasta el punto de no existir ninguna festividad que no contase con corridas de toros. Las fiestas taurinas del pueblo llegaron a ser tan apasionadas que las autoridades e incluso la propia casa real, no se atrevieron a prohibirlas. En este sentido, encontramos referencias como la del sevillano Francisco Morovelli, quien nos aportó en una relación de las fiestas de toros celebradas en Sevilla en 1620: “...el público, que tenía ocupado el ruedo de la plaza desde antes de empezar la corrida, llegaba hasta el enfrentamiento físico con la tropa encargada del despejo... la actuación de los lacayos, que debían de comportarse a modo de meros auxiliadores de los caballeros, se desbordaba en un deseo irrefrenable de emulación individual, seguidos y estimulados por la plebe. Todos solicitaban al toro cuanto podían y más de lo que debían...” Tal era la pasión y la afición del pueblo llano, que en el Reglamento Taurino de 1661 se establecieron castigos durísimos para aplicar a todos los que bajasen al ruedo sin ser actuantes. Las sanciones llegaron a ser de doscientos azotes y seis años de galeras. Echemos un breve vistazo al toro que se lidiaba en aquel tiempo. Descendía del uro o toro salvaje de la Edad Media, que abundaba en toda Europa, ganado vacuno que llevaron los celtas a su habitat en el norte de España y Portugal, así como reses que llegaron de África en el período cuaternario. Aunque durante la Edad Media no había una selección especial, los toros, como otros animales salvajes, eran mantenidos en cautividad y protegidos por los señores feudales con fines de cría y caza. Los primeros indicios de selección del toro bravo apuntan a los siglos XV y XVI en la provincia de Valladolid, la proximidad a la Corte, itinerante en es tiempo, hizo que ahí se criara una vacada brava. Una época en que, a las fiestas de la Corte, las eclesiásticas o de los pueblos, se llevaban toros bravos desde lugares conocidos entonces, como el Boecillo, la Pedraja de Portillo y Aldeamayor de San Martín. El nombre de la supuesta ganadería primigenia fue el de Raso de Portillo, hay indicios de que perduró hasta finales del siglo XIX. Eran años en los que se anunciaban de acuerdo a la región de donde procedían, pues no se mencionaba el nombre del ganadero que los había criado. Se decía, por ejemplo, que procedían de la Sierra de Guadarrama, del río Jarama, de Castilla o de Andalucía. Fue en la segunda mitad del siglo XVII cuando las ganaderías de toros bravos empezaron a organizarse, aunque sin fines claramente comerciales. Tuvo que pasar otro siglo para que el espectáculo taurino cobrara auge y aparecieran ganaderías enfocadas a las corridas de toros. Fueron años en los que se definieron cuatro castas: navarra, castellana, aragonesa y andaluza. Destacando, entre ellas, lo nacido a orillas del Jarama, los jijones de Villarrubia de los Ojos o las andaluzas de Ibarburu, Chacón y Acuaviva, entre otras. El toro navarro era rápido, muy nervioso y duro de patas. Se le toreaba con cuidado porque se revolvía con mucho sentido en busca del bulto que dejaba atrás; el castellano era más bien lento, sin mucha casta, pero malicioso y resabiado; el aragonés tendía a aplomarse pronto, por lo que su lidia debía ser porfiona, insistente y ceñida; el andaluz, en cambio, era más fino de tipo, noble, bravo y más suave en su embestida. El trabajo de selección efectuado desde principios del siglo XVIII dio frutos, al producir al toro que conocemos en la actualidad. Fue entonces que surgieron encastes como Cabrera, Gallardo, 46 El mundo de tauro
Jijona, Vazqueña, Castellana, Vistahermosa y Vega Villar, muchos de los cuales siguen siendo el origen de las ganaderías que hoy vemos lidiar en las plazas y gustan a los toreros. Un ejemplo del cambio sufrido por los ganaderos de la época nos lo ofrece el criador salamantino Antonio Enríquez, quien la tarde de su debut en Madrid declaró que regalaría los toros que tomaran menos de seis varas y cobraría mil quinientos reales por los que tomasen mayor número de varas en el caballo. Tal era la confianza que le tenía a su ganado. A la caída de la casa de los Austria, en 1700, llegaron al trono de España los Borbones, siendo Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, el rey sol, el elegido por Carlos II, quien era impotente y no tuvo descendencia. Felipe V (1683 – 1746), nombre que adoptó, llegó a España acompañado por un grupo de nobles de gustos muy afrancesados que no gustaban de la fiesta de los toros, motivo por el cual el espectáculo taurino decayó durante sus primeros años de reinado. La nobleza y los caballeros españoles, para quedar bien con el monarca, se alejaron de los festejos taurinos, sin reparar que el espectáculo ya estaba muy arraigado en el gusto del pueblo, surgiendo entonces una nueva forma de enfrentase a los astados, a pie. Felipe V para ganarse el favor de sus gobernados vio con mejores ojos el toreo a pie que el de a caballo y lo apoyó de inmediato.
Felipe V prefería el toreo a pie y lo apoyó
La transición de correr toros como en los inicios de la fiesta taurina a como hoy en día la entendemos fue lenta y tardada. Al desaparecer los caballeros, quedó un grupo de piqueros profesionales que comandaban el espectáculo apoyados por toreros de a pie. La lanzada se sustituyó entonces por suertes más complejas que anunciaban lo que en el futuro sería el rejoneo actual. Prueba de lo anterior la tenemos en un festejo celebrado en Sevilla en 1738. El paseíllo fue así: por delante salieron los varilargueros Juan Martín, Pedro Moreno, Juan de Santander y Juan Hijón, quienes lucían casaquillas y calzones de grana guarnecidos de plata; tras ellos salieron ocho capeadores capitaneados por Juan Rodríguez, abuelo del famoso diestro “Costillares”. Pocos nombres de estos varilargueros, que a veces usaban varas de detener y otras el garrochón, quedaron para la historia destacando José Daza, su mentor Juan Santander, Juan y Pedro Merchante, José Fernández y José de la Tixera y Daza. Eran figuras importantes y se les anunciaba por delante de los toreros de a pie, entre los que figuraban Melchor Conde, Francisco Benete y José Saavedra. De entre todos ellos destaca Daza, quien representó el modelo perfecto del tránsito de caballero a picador profesional. Era un jinete excepcional, un capeador habilidoso y picador de prestancia única. Duró treinta y dos años en la profesión y, ya retirado, escribió en 1778 un libro, de dos tomos, donde apuntaba, entre otras cosas, series de reglas para el rejoneo y principalmente sobre el arte de picar con la lanza o vara de detener. El mundo de tauro 47
En los escritos de Daza apareció lo siguiente al referirse a la domesticidad del toro: “El paraíso estuvo en Andalucía y después del pecado, el toro adquirió su ingénita bravura, teniendo Adán que torearlo para uncirlo al arado o engancharlo a la carreta”. Durante casi dos tercios del siglo XVIII, los varilargueros fueron los principales actores de la fiesta brava. De ahí que, por tradición, hoy en día sólo los picadores pueden portar sus casacas de torear bordadas en oro, al igual que el terno de los matadores, mientras que los banderilleros deben vestir con bordado en plata o pasamanería. Los festejos con toreo a pie empezaron a tomar fuerza, dejando de actuar los “toreros” en las plazas públicas, como era costumbre. Fue entonces que empezaron a surgir plazas de toros en donde poder celebrar las corridas. En 1722 se levantó en la capital andaluza una plaza de madera de forma cuadrangular, muy cerca de donde está el actual albero sevillano. Cabe mencionar que las maestranzas de Granada, Zaragoza y Sevilla apoyaban denodadamente este tipo de funciones con toreros de a pie. Según Nicolás Fernández de Moratín, la postrera corrida caballeresca celebrada en Madrid y que tuvo como escenario la Plaza Mayor, tuvo lugar el 30 de julio de 1725 y en ella participaron, entre otros, el rejoneador Bernardino de la Canal y los maestros de equitación Jerónimo de Olazo y Luis de la Peña, así como el caballista Bernardino de la Canal. Asistió Felipe V, pese a no gustarle la fiesta brava. En la primera mitad del siglo XVIII brillaban el toreo navarro y el vascongado. El primero tenía poco de arte y mucho de agilidad y crudeza, así como un valor a toda prueba, de sus toreros vale destacar a Bernardo Alcalde y Merino, a quien inmortalizó Goya como “el licenciado de Falces”, que burlaba al toro con quiebros. El segundo estaba formado por un valor brutal, saltos de todo tipo y mucha habilidad. Tras este toreo burdo llegaron los diestros de Andalucía, con los Romero y los Rodríguez, sentando las bases de otro toreo diferente y lucido. Goya inmortalizó, en su Tauromaquia, al licenciado de Falces
A mediados de 1726 hubo varios festejos en la capital ibera en la que participaban caballistas y toreros de a pie, entre quienes hubo algunos de singular destreza y habilidad. Eran años en que empezaban a sonar nombres de toreros, como: Francisco Romero (fundador de la famosa dinastía torera de Ronda y al parecer inventor de la muleta), Juan Miguel Rodríguez, abuelo del celebre “Costillares” y a quien Felipe V, en1734, le otorgó por decreto una pensión vitalicia de cien ducados anuales, Potra el de “Talavera”, Godoy “El Extremeño” y Lorenzo Martínez “Lorencillo”. Durante el primer tercio del XVIII destacaban, además de Francisco Romero y Juan Miguel Rodríguez, Melchor Calderón que, por su destreza con capote, banderillas y espada, llegaron a apodar “El monstruo andaluz” y “Lorencillo”, quien dicen era el lidiador más hábil de la época y el que obligó a los banderilleros a colocar los rehiletes por pares. A Miguel Canelo, consentido de los maestrantes de Sevilla, lo ponían siempre de primer espada. Fue el primer diestro que cobró en la capital andaluza, pues en una tarde le pagaron dos mil cien reales. Fue el primer torero de a pie que aparece en documentos de la época como profesional del arte de torear. A partir de entonces, los toreros empezaron a exigir que se les 48 El mundo de tauro
diera un sueldo por su “trabajo” en el redondel. Cabe mencionar que la plaza de toros de Sevilla fue inaugurada en las fiestas reales de 1740 y estaba construida sobre un vertedero de basura conocido como “el baratillo”, mismo sitio en que está la actual Maestranza, para en 1849 sustituir la madera por piedra. Hoy en día es uno de los cosos con mayor prestigio en el mundo de Tauro. La fiesta crecía en España y toreros de origen castellano, andaluz y navarro recorrían toda la Península. Para estas “giras toreras” se reunían cuadrillas integradas por picadores de vara larga, rehileteros, desjarretadores y capeadores. Toreaban sin regla alguna y el espectáculo a veces resultaba caótico. Mataban los toros como podían, usando para torear capas, mantas y hasta enormes sombreros. Era frecuente ver suertes un tanto circenses, como el salto del trascuerno, que consistía en brincar sobre el toro apoyando El torero rondeño Juan Romero un pie en el testuz del animal cuando humillaba en su embestida o el salto a la garrocha que hoy en día llegamos a ver en contadas ocasiones. Al rondeño Juan Romero, hijo de Francisco, se le atribuye ser el primero en organizar las cuadrillas que actuaban en aquellos años: El picador iniciaba la lidia castigando al toro con una vara larga; luego parejas de peones colocaban banderillas; y finalmente, tras un breve trasteo el espada en turno daba muerte al toro. Era el diestro de más prestigio de la época, pues en Sevilla le pagaban cuatro mil cien reales por tarde, cifra jamás devengada por torero alguno. Fue el amo hasta que surgió su hijo Pedro. Felipe V para seguir congraciándose con su pueblo, auspició la construcción, en Madrid, de una plaza de toros de madera, muy cerca de la Puerta de Alcalá, inaugurada el 22 de julio de 1743, para que en ella se celebraran festejos taurinos con toreros de a pie. Los matadores vestían calzón y coleto, una especie de chaleco, de ante, cinturón bien ceñido y mangas acolchadas de terciopelo negro, según decían, para resistir las cornadas. Había llegado el momento del toreo a pie, pues se le reconocía ya una personalidad propia y se le daba importancia. Los que lo practicaban, a pesar de que la lidia era totalmente anárquica, buscaban el lucimiento personal. La fiesta dejó de ser un juego para convertirse en una diversión de hondas raíces populares. Al armario se mandaron los trajes cubiertos de bordados, cintas y tafetanes, las espuelas de plata y sombreros con plumas. Los toreros necesitaban viveza de pies, agilidad mental, brazo de hierro y astucia para enfrentarse a los cornúpetas. Fue el momento en el que el plebeyismo invadió España y el pueblo impuso sus costumbres, la nobleza abandonó sus hábitos aristocráticos, encontrando satisfacción en las diversiones de la gente común. Con motivo del ascenso al trono de Fernando VI (1746 – 1759) se celebró en Madrid, el 13 de octubre de 1746, una corrida en la que participaron cuatro rejoneadores y los toreros de a pie Francisco Benete, Lorenzo Morales, los hermanos Francisco y Juan de los Santos, Cosme Damián, Julián Martínez y José Bolaños, se menciona que los diestros mostraron su quehacer con destreza, habilidad y primor. El mundo de tauro 49
El toreo a pie crecía como la espuma y Fernando VI decidió remozar la vieja plaza de toros de la Puerta de Alcalá, la cual pagó de su propio bolsillo. El nuevo coso tenía capacidad para 10 mil espectadores y fue inaugurado el 30 de mayo de 1754. En el cartel estuvieron Juan Esteller, José Lagurregui “el Pamplonés” y Antón Martínez. Por decreto real, los beneficios alcanzados en los festejos eran para los Reales Hospitales Generales y de la Pasión, de Madrid. Carlos III (1716 – 1788) llegó al trono de España y en su honor se dieron dos corridas en julio y agosto de l760. El rey ordenó llevaran toros de cuatro a seis años y se contrató como hombres de a caballo a José Daza, Pedro Merchante, Francisco Sánchez y Juan Ortega; y de a pie a José Candido, Diego del Alamo y Vicente Rodríguez. José Candido Exposito, se dice que fue el primer José Candido Expósito torero en recibir la alternativa, la ceremonia tuvo lugar en Madrid en 1756 y el padrino fue su maestro “Lorencillo. Cuando toreaba en el coso del Puerto de Santa María la tarde del 23 de junio de 1771, fue herido de muerte al hacer un quite a un picador caído. Su nombre pasó a la historia por ser el primer diestro famoso que perdió la vida en un ruedo. Carlos III prohibió en 1785 los festejos taurinos en todo el reino, salvo en los lugares donde hubiese concesión perpetua o temporal. Tres años después, a sugerencia del Conde de Aranda y mediante una Real Orden, el monarca decidió no otorgar nuevas concesiones para la fiesta de los toros, salvo para fines piadosos, mandato al que se hizo poco caso, pues las corridas siguieron celebrándose por doquier, emitiendo entonces otro decreto en el que dejaba fuera de su dictamen a Madrid. Para la proclamación de Carlos IV (1748 – 1819) se celebraron tres corridas en septiembre de 1789 y, cosa curiosa, se pidió al monarca eligiera quien mataría el primer toro de las fiestas, pues
Aguafuerte de Goya sobre la mortal cornada de Pepe - hillo 50 El mundo de tauro
estaban en el cartel dos ases: Pedro Romero y Joaquín Rodríguez “Costillares”, ordenando el rey se hiciera un sorteo, siendo Romero el ganador. Esa tarde se lidiaron toros de acreditadas ganaderías de Castilla, Rioja, Ciudad Rodrigo, Egea de los Caballeros y la Mancha. Carlos IV promulgó, en 1790, la prohibición de correr en las poblaciones, novillos y toros por las calles, para posteriormente, en 1805, vetar los festejos taurinos en todo el reino, pero dos años después, durante la invasión francesa, José Bonaparte “Pepe Botella”, hermano de Napoleón, dio luz verde a la fiesta para congraciarse así con el pueblo español. El toreo a pie se encumbraba y por doquier surgían toreros que le daban lustre. Los caballeros pasaban al olvido y la gente del pueblo se hacía famosa, prueba de ello es que las primeras figuras procedían de familias humildes y trabajadoras. La de Pedro Romero era de carpinteros, la de “Costillares” trabajaba en el matadero de Sevilla y la de “Pepe - hIllo” era de zapateros. Estos tres toreros encauzaron la fiesta brava hacia otros derroteros. Pedro Romero, hijo de Juan, fue un torero fuera de serie. Se asegura que a lo largo de los veintiocho años que vistió de luces, pasaportó a cinco mil quinientos toros, sin ser herido; Joaquín Rodríguez “Costillares”, de quien se dice fue inventor de la verónica y de la estocada a volapié; y José Delgado Guerra “Pepe - hIllo”, impulsor y regulador de la fiesta, se ganó al público por su valor y alegría ante los toros. Los tres fueron grandes rivales, pero el mejor, por mucho fue Pedro Romero. Se decía que la gente más selecta era partidaria de “Costillares” y que a Romero lo seguía el pueblo. “Pepe -hIllo”, por su parte, no estorbaba en los enfrentamientos de estos colosos, por ser quizá el más limitado, pero a su favor está que escribió “La Tauromaquia o el arte de torear”, en donde describe el toreo de entonces. En su capítulo primero señala: “toda suerte en el toreo tiene sus reglas fijas que jamás faltan”. Mientras los dos primeros murieron en su casa, a “Pepe - hillo” lo mató el toro “Barbudo”, en el coso madrileño, el 11 de mayo de 1801. A “Costillares” se debe el manejo de la muleta como arma ofensiva y defensiva, de acuerdo a la lidia de cada toro: Antes, sólo había servido como el engaño para evitar resultar herido al tirarse a matar. Fue uno de los creadores de una lidia adecuada para cada toro, según el “enemigo”, se adornaba en exceso o era parco en la lidia. Se le puede catalogar como un diestro inteligente y renovador. Joaquín Rodríguez “Costillares”
Bajo su influencia se empezó a desplazar a los varilargueros a un segundo rango, exigiendo en Sevilla que los toreros también usaran en su vestimenta galones de oro o plata como lo portaban los picadores. Modificó también el traje de torear, mejorando el traje antiguo con montaraz cinto de cuero, por la faja de seda, recamando de pasamanería y bordados metálicos las chaquetillas e infundando gracia y vuelo a las redecillas del pelo. El mundo de tauro 51
A Romero se le considera como el torero más grande del siglo XVIII. Cuantos lo veían torear una sola vez, reconocían que nadie podía superarlo. Fue un torero de unas facultades físicas excepcionales, era elegante y en su quehacer taurino puede decirse era capaz de dar la lidia adecuada a cuanto toro salía por la puerta de chiqueros. Ya retirado, Pedro Romero se hizo cargo de la Escuela Taurina de Sevilla, la cual tuvo inexplicablemente poca vida, implantando a sus alumnos una serie de reglas que debían seguir al pie de la letra y que considero interesante reproducirlas para que vean ustedes como pensaba uno de los grandes el toreo del siglo XVIII: 1º El cobarde no es hombre, y para el toreo se necesitan hombres 2º Más cogidas da el miedo que los toros 3º La honra del matador está en no huir, ni correr jamás delante de los toros, teniendo muleta y espada en las manos 4º El espada no debe nunca saltar la barrera después de presentarse al toro, porque es ya un caso vergonzoso 5º Arrimarse bien y esperar tranquilamente la cabezada, pues el toro se ciega al embestir y con un nada, se evita el derrote. 6º El torero no debe contar con sus pies, sino con sus manos, y en la cara de los toros debe matar o morir antes que volver la espalda o achicarse 7º Parar los pies y dejarse coger; este es el modo de que los toros se consientan y descubran para matarlos 8º Más se hace en plaza con una arroba de Pedro Romero valor y una libra de inteligencia, que al revés Por esos años sonaba en suelo ibero el nombre de Ramón de Rosas Hernández “El Indiano”, nativo del Veracruz de la Nueva España, de quien se dice se montaba en un toro bravo para quebrar rejones, tocar la guitarra para entonar una cancioncilla y matarlo con una puntilla. Quizá practicaba suertes similares a lo que hoy vemos en nuestros jaripeos, con la salvedad de que aquí no se toca la guitarra ni se mata al toro durante la monta. Sin temor a equivocarme puedo afirmar que este fue el primer “torero” mexicano que actuó en la Península. Con el trío de ases arriba mencionado, el toreo a pie tomó fuerza inusitada en la agonía del siglo XVIII, para que ya durante todo el XIX, surgiera una larga lista de coletudos importantes. Puede decirse que a partir de entonces la fiesta brava tomó el sendero que desembocó en lo que hoy es el hermoso e inigualable espectáculo taurino del que disfrutan millones de personas en España, Francia, Portugal, México, Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. Jerónimo José Candido, hijo de José Cándido Expósito y cuñado de Pedro Romero. Torero muy destacado que en un momento fue considerado como la máxima figura de la recta final del siglo XVIII y principios del siguiente. Por su escasa condición física se le achaca haber sido él quien instituyó la vuelta al ruedo para recibir el aplauso del respetable. Carente de recursos volvió a torear a los sesenta años, pero ya con escaso lucimiento. La Plaza Mayor de Madrid dejó de funcionar como escenario taurino en 1846, doscientos 52 El mundo de tauro
veintitrés años después de su inauguración. Para el cerrojazo se organizaron tres corridas los días 16, 17 y 18 de junio de dicho año, en las que participaron caballeros en plaza y toreros de a pie, el motivo fueron las bodas reales de Isabel II y de su hermana María Luisa Fernanda. Cuatro de los espadas actuantes fueron: Juan León “Leoncillo”, Francisco Montes “Paquiro”, Francisco Arjona “Cúchares” y José Redondo “El Chiclanero”. Echemos un vistazo a algunos cosos que hubo Madrid. Las primeras fueron provisionales, hechas de madera y de poca vida. La primera fija fue la de la de la Puerta de Alcalá, que se levantó en 1749 y funcionó hasta 1874. Era un coso que albergaba alrededor de 10 mil espectadores, para su construcción se emplearon materiales resistentes, siendo de cal y canto la pared que la rodeaba. El último festejo celebrado en esta plaza, que era Picador del siglo XIX (Oleo de Ignacio Zuloaga) considerada entonces como la más importante del mundo, tuvo lugar el 19 de julio de 1874 y en el participaron Rafael Molina “Lagartijo” y Salvador Sánchez “Frascuelo”, quienes se enfrentaron a un encierro de Aleas que dejó mucho que desear. El 17 de agosto comenzaron a derribarla. Al pasar a mejor vida este coso, se hicieron los trámites para levantar uno nuevo que fue el de la Fuente del Berro, pero que todos llamaban de la carretera de Aragón. Era de mampostería y tenía capacidad para 13 mil ciento veinte espectadores. Tenía todos los servicios y era de fácil acceso a pesar de la lejanía, de acuerdo a esa época. Se inauguró el viernes 4 de septiembre de 1874 y Manuel Fuentes “Bocanegra, Rafael Molina “Lagartijo”, Francisco Arjona “Currito”, Salvador Sánchez “Frascuelo”, Vicente García “Villaverde”, José Lara “Chicorro”, José Machío y Angel Fernández “Valdemoro”, despacharon toros de siete ganaderías diferentes, destacando los de don Antonio Miura y los del Duque de Veragua. La lista de toreros del siglo XIX es sumamente larga por lo que hablar, aunque sea brevemente de la mayoría, sería muy largo y quizá tedioso, es por ello que he elegido a los que, que, en mi modesta opinión, fueron los más destacados de la época, aquellos que por una otra razón, dejaron huella. Quizá para usted, amable lector, este omitiendo algún nombre, pero como todo en esta vida y más que nada en el mundo de Tauro, es cosa de gustos. Encabeza mi lista Francisco Herrera “Curro Guillén”, quien fuera discípulo de José Cándido, con el que alternó en infinidad de tardes. Torero valiente de mucha personalidad que conectaba de inmediato con el respetable, convirtiéndose en ídolo de multitudes. Toreando en la plaza de Ronda, lo mató un toro de Cabrera al intentar pasaportarlo de una estocada recibiendo. El pueblo que tanto le admiraba le dedicó la siguiente coplilla: Bien puede decirse que ha visto cuanto en el ruedo hay que ver. Quien ha visto matar toros al señor Curro Guillén. El mundo de tauro 53
Francisco Montes “Paquiro”, fue figura indiscutible a lo largo de casi veinte años y abrió nuevos horizontes a la fiesta. Organizó debidamente a las cuadrillas definiendo las funciones de cada uno durante la lidia, creó una ética profesional hasta entonces inexistente e introdujo cambios en la vestimenta de los toreros. Puede decirse que trazó una raya con la que separó al toreó antiguo de uno más moderno. Es innegable que con él empezó la “primera época de oro del toreo en España”. Si algo le faltara como torero, dejó como legado su libro “Tauromaquia completa”. Decían entonces que “el arte de Montes”, era el arte de torear a pie, editada en 1836. Francisco Arjona Herrera “Cúchares” creo un arte taurino propio, personal, de orden privativo, con innumerables adornos y ventajas, dominaba fácilmente a los astados ganando fama de maestro insuperable. Es por ello que hubo quien denominara al toreo como: “el arte de Cúchares”. Fue acérrimo rival del “Chiclanero”, con quien disputó a brazo partido el cariño de los aficionados. Viajó a Cuba para torear unos festejos y murió en La Habana a causa del vómito negro.
Francisco Montes “Paquiro”
José Redondo “El Chiclanero” era un torero elegante y fino que destacaba por su toreo de capa, en banderillas y con la muleta dicen que sólo podía superarlo Montes, con la espada era sumamente certero. Merced a su desmedida vocación, inteligencia y dominio de la técnica fue figura reconocida en la primera mitad del siglo XIX. Aquejado de varios males murió, a los treinta y cuatro años, una tarde en que se celebraba en Madrid, una corrida que él debía haber toreado. Tras el retiro de figuras como Jerónimo José Candido, “Paquiro” y Francisco Herrera “Curro Guillén”, así como los decesos de “El Chiclanero” y “Cúchares”, la fiesta española tuvo unos años de decadencia en la que cuatro toreros, sin ser grandes figuras la mantuvieron viva: Manuel Domínguez “Desperdicios”, Cayetano Sanz, Antonio Sánchez “Tato” y Antonio Carmona “Gordito”. Prueba de esa laguna por el retiro de algunas figuras y la muerte de otros, el pueblo andaluz hizo circular esta coplilla: Ya se murió Curro Montes, ya se murió el Chiclanero, ya no quedan en el mundo arte, valor, ni salero. Manuel Domínguez “Desperdicios” fue algo especial, su mote surgió cuando ingresó a la Escuela de Tauromaquia de Sevilla donde Pedro Romero le vio muy buenas maneras y dijo: “este muchacho no tiene desperdicio”. Se inició como banderillero, para prematuramente tomar la alternativa y viajar 54 El mundo de tauro
José Redondo “El Chiclanero”
a Montevideo, Uruguay, donde tenía firmadas veintiocho corridas.
Cayetano Sanz y Pozas
A la mitad de su contrato sobrevino la guerra civil en ese país, teniendo que huir a Argentina y de ahí a Brasil, donde toreó algunos festejos, regresando a las pampas para organizar corridas. Ahí vivió una vida de novela plagada de naipes, aguardiente y peleas diarias. Tras diecisiete años plagados de peripecias, volvió a España donde gracias a su valor logró emocionar a la afición. Toreando en el Puerto de Santa María un toro de Concha y Sierra le vació un ojo y así siguió en los ruedos dando pelea a quien le pusieran enfrente. Sus biógrafos, inventó el farol y fue el primero en torear de rodillas. Uno de los toreros más elegantes de esa época fue Cayetano Sanz y Pozas. Era un artista en el manejo del capote y la muleta. Era un modelo de clasicismo. Desde su doctorado en Madrid, en 1848 hasta la fecha que se retiro en 1878, en el festejo real con motivo del primer enlace del rey Alfonso XII, fue una figura indiscutible que se vio las caras y le peleó las palmas, entre otros, a “El Chiclanero” y “Lagartijo” y “Frascuelo”. Una pareja dispareja que provocó pasión y enfrentamiento entre los aficionados fue la de los andaluces, Antonio Sánchez “Tato” y Antonio Carmona “Gordito”, dos toreros muy diferentes que en su momento alborotaron en serio a los aficionados, “Gordito” era mejor torero, pero el otro le peleaba las palmas en todo momento.
Francisco Arjona “Cuchares
“Tato” era yerno de “Cúchares con quien toreó mucho. Su fama la adquirió principalmente por su forma espectacular de matar al volapié. “Gordito”, por su parte, en una visita a Portugal vio los quiebros a cuerpo limpio que realizaban los lusitanos y los llevó a España, haciéndolos él al banderillear, lo que lo colocó en los cuernos de la luna, lo anunciaban por encima de otros matadores y cobraba más que ninguno. Fue, sin lugar a dudas, un torero importante. Llegaba el momento del inicio la “Edad de Oro” del toreo español en la recta final del siglo XIX, siendo sus pilares Rafael Molina “Lagartijo”, Salvador Sánchez “Frascuelo” y Rafael Guerra “Guerrita”.
Rafael Molina “Lagartijo”, el primer Califa de Córdoba
Rafael Molina y Sánchez “Lagartijo”, era un torero fuera de serie que brillaba con el capote, banderillero portentoso, maestro insuperable con la muleta y hábil y certero con la espada. Lo seguían literatos, artistas y políticos, un periodista de la época le puso el mote de “Califa”, argumentando que “Lagartijo” era en el toreo, lo que en la España árabe había sido el primer califa de occidente, Abderramán I, al reinar en Córdoba en el siglo VII. Bien puede decirse que con él arrancó el toreo moderno. El mundo de tauro 55
En sus veintiocho años de matador toreó nada menos que mil seiscientas cuarenta y cinco corridas, de ellas cuatrocientas veintiuna en Madrid, cifra nunca alcanzada por otro torero en toda la historia, y estoqueo 4 mil ochocientos setenta y dos toros. Sólo tuvo seis percances de relativa importancia. “Lagartijo” se retiró a los cincuenta y un años de edad tras haber sido, en sus inicios, un brillante banderillero a las órdenes de su maestro “Gordito” actuando durante veintisiete temporadas en las que fue puntal de la fiesta. Lo hizo matando seis toros en plazas como Zaragoza, Bilbao, Barcelona, Valencia y Madrid. Se cortó la coleta en la capital española el día de Corpus de 1893, en cuya festividad había una procesión por la tarde, pero dado el interés de la gente por ir a su despedida, la manifestación religiosa se hizo por la mañana. Salvador Sánchez Povedano “Frascuelo” a pesar de su valor desmedido, afición, entrega en el ruedo y vergüenza profesional, su ascenso a la cumbre fue lento. Era, en pocas palabras, un león en la arena. Gran rival de “Lagartijo”, quien lo superaba en muchos aspectos, pero siempre le dio la pelea. Fue muy castigado por los toros, pues recibió veinte cogidas de importancia. Una de sus virtudes fue haber sido un magnífico estoqueador. Fue rival acérrimo de “Lagartijo” con quien tuvo una competencia de proporciones inusitadas, al grado de tener que subir ambos al palco presidencial para ser amonestados severamente por su arrojo y las temeridades de que hacían gala frente a los toros. Ante la elegancia de su rival, “Frascuelo” lo superaba con creces a la hora de irse tras el acero. Fue, quizá, el mejor estoqueador que hasta entonces había existido. “Frascuelo” a lo largo de sus veintitrés años de vida torera actuó en mil doscientos treinta y seis festejos, matando 3 mil ochocientos un toros. Cabe señalar que por sus muchos percances estuvo fuera de circulación bastante tiempo. Cifras, esta y la de “Lagartijo”, impresionantes para la época en que vestían de luces, pues no había muchos medios de transporte. Una anécdota que pinta el valor que tenía “Frascuelo” es la siguiente: Estando en la enfermería, un amigo le preguntó: - ¿Qué tienes, Salvador? - El torero más fresco que una lechuga, le respondió: - ¡Qué ha de ser! ¡Na! Lo que dan los toros. Una corná. - Puedo decir, sin temor a equivocarme, que los veinte años de lucha a muerte que sostuvieron “Lagartijo” y “Frascuelo”. Ha sido la auténtica “edad de oro” del toreo español en el siglo XIX, no sólo por la valía de estas dos figuras de estilos totalmente diferentes, sino por la pasión que provocaban en los tendidos y la aparición de buen número de toreros de primera línea que junto con ellos adornaban los carteles.
Salvador Sánchez “Frascuelo” 56 El mundo de tauro
Fernando Gómez y García “El Gallo”, padre de dos ases incomparables, Rafael Gómez “El divino calvo” y José Gómez “Joselito”, fue un torero carismático que gozó de envidiable cartel en Madrid, donde se mantuvo en la cumbre a lo largo de diez temporadas. Estuvo en activo, como matador, durante veinte años y toreó quinientas
cincuenta y nueve corridas. Se destacó por torear a una mano, argumentando que el torero que no sabía torear artísticamente a una mano, era torero de plazas de pueblo. Fue un torero fino y de vasto repertorio, un excelentísimo torero del que se llegó a decir que no hubo maestro que lo aventajara, tanto por sus conocimientos como por el don especial que tenía para inculcarlos a sus discípulos y cuantos estuvieron a su lado, incluido el insuperable Rafael Guerra “Guerrita”. Luis Mazzantini y Eguía fue un caso especial y puedo decir que un tanto pintoresco. No vistió de cortó como todos los toreros de su época, su elegancia al vestir fue muy rebuscada, pues lo hacía de levita y sombrero de copa para andar por la calle. Por su educación y por su calidad humana tuvo siempre un lugar entre las altas esferas. Fue un torero valeroso, con capa y muleta era un tanto acartonado, lucía bastante en banderillas, siendo su quehacer con la espada, lo mejor. Vistió de luces para ganar dinero y fama, no por afición. Toreó mil ochenta corridas y pasaportó 2 mil novecientos un toros. Ya retirado fue concejal de Madrid, teniente de alcalde del distrito de Chamberí, diputado y gobernador civil. Con Rafael Guerra y Bejarano “Guerrita” termina prácticamente el siglo XIX para los toros, se acaban las grandes figuras de la centuria más brillante e importante que hasta entonces había tenido la fiesta brava. Empezó como banderillero en una cuadrilla de jóvenes cordobeses con el apodo de “Llaverito” y actuó bajo las órdenes de “Bocanegra”, “El Gallo” y “Lagartijo”. Como rehiletero tuvo gran renombre y se le anunciaba con letras más grandes. Era considerado como el torero más completo, más lleno de conocimientos, de grandes facultades, sabiduría y arte. “Lagartijo le dio la alternativa en Madrid el 29 de septiembre de 1887. Cosa curiosa, la facilidad y su bella forma de lidiar a los astados le generaron muchos enemigos gratuitos, quienes aplaudían más fuerte a otros lidiadores inferiores. Prueba de su gran capacidad física y taurina, el 19 de mayo de 1895 toreó tres corridas. A las siete de la mañana en San Fernando, donde despachó un encierro del Marqués de Saltillo, toros que para “Guerrita” eran los mejores del mundo, a las doce del día en Jerez y a las cuatro de la tarde en Sevilla En las tres corridas alcanzó sonoros triunfos sin mostrar el mínimo cansancio. Aburrido por la hostilidad de un sector de aficionados que no le perdonaba su maestría y superioridad ante sus rivales, “Guerrita” decidió, de improviso, cortarse la coleta, en la plaza de Zaragoza, el 15 de octubre de 1899. En sus doce años de matador toreó ochocientas noventa y dos corridas y pasaportó a 2 mil trescientos treinta y nueve toros, en las 892 corridas que toreó. A él se le considera como el “Segundo Califa” de Córdoba.
Rafael Guerra “Guerrita”, el segundo califa cordobés
Se cuenta que ya retirado fue a verlo el empresario mexicano José del Rivero, quien le ofrecía un contrato de cien mil pesetas, más gastos de viaje y estancia, por venir a torear en suelo azteca, cuando en España un torero de primera línea cobraba cinco mil pesetas, por tarde, pero el torero se mostró inflexible y no aceptó tan jugosa oferta. No puedo dejar fuera a Antonio Reverte Jiménez, quien en su adolescencia era labrador. En El mundo de tauro 57
la finca donde trabajaba llevaba a un novillo para arar la tierra y cuando terminaba su labor le pegaba, con su blusa, quiebros de cintura que posteriormente ejecutaría en las plazas para beneplácito del gentío que lo adoraba. Por su afición a torear lo echaron del cortijo donde laboraba como jornalero y al despedirse dijo: “Aquí volveré como dueño”, sentencia que, con el tiempo, cumplió. Sin mucha fuerza en las piernas ejecutaba todas las suertes con tranquilidad y arrojo escalofriantes. Su estocada era angustiante, la gente le gritaba: “no te tires, Reverte” y dicen que salía a cogida por estocada. Era una figura popular y cuenta la leyenda que fue el primer torero que tuvo coche y como extravagancia, en Paris se compró un globo aerostático. Murió joven a consecuencia de una operación de hígado mal atendida. Antonio Fuentes de quien” Guerrita” dijo: “Después de mí, nadie; y después de nadie, Fuentes”, quedando consagrado como uno de los toreros más refinados y elegantes que hayan pisado un ruedo. En sus inicios alternó sus actividades como novillero con la de banderillero en la cuadrilla de varios toreros. La alternativa se la dio Fernando Gómez “El Gallo” el 17 de mayo de 1893 en el coso de Madrid. Torero fino, de grandes facultades a la hora de colocar los palitroques. Con la muleta sus faenas eran desiguales, pues sus inicios eran soberbios y luego iba incomprensiblemente a menos, pero lo bueno de su quehacer taurino no tenía parangón por su clasicismo y figura estética. Tras un retiro fugaz, en 1908, volvió a los ruedos en 1910 para cortarse la coleta el 31 de mayo de 1914, tarde en que actuó en la plaza las Arenas de Barcelona.
Antonio Fuentes
Ricardo Torres y Reina “Bombita” era un diestro de amplio repertorio con el capote, alegre y fácil banderillero y un muletero que siguió la línea marcada por “Guerrita”, obviamente, sin alcanzarla, pero ante el toro demostraba arte y dominio. Escaló pronto uno de los primeros puestos en su época, a pesar de ser muy castigado por sus enemigos. Cabe mencionar que en 1909 se negó a matar toros de Miura si no se le incrementaban sus honorarios, pues ganadero y empresas cobraban más cuando se jugaban toros de esa fatídica vacada. A su gesto se le unieron otros quince matadores, aunque no faltaron diestros que se opusieron y echaron por tierra tal acuerdo. Sacando, cosa lógica, ventaja. A “Bombita” se debe el nacimiento del Montepío de Toreros, fundo en 1909 y que aún persiste, amparaba a los toreros en caso de percances, socorro por invalidez, fallecimiento y pensiones en determinados casos, etc. La tarde que se despidió en Madrid sus propios compañeros lo sacaron a hombros.
Ricardo Torres “Bombita” 58 El mundo de tauro
Rafael González y Madrid “Machaquito” representaba el valor desmedido, pero sabiendo siempre los terrenos
que pisaba. No fue un torero artista, pero si un guerreo que se entregaba en la estocada de manera impresionante. Cuentan que mató en su vida dos mil ciento cincuenta y cinco toros, rodando sin puntilla al primer viaje mil ciento cuarenta y dos. Fue gran rival de “Bombita” y Vicente Pastor, pese a no haber sido un buen torero de capa o muleta, siendo lo mejor la estocada, aunque realizara la suerte de manera muy particular dando un salto hacia atrás, pero entregándose a la hora buena como pocos. Inesperadamente se retiró tras haber toreado en Madrid la tarde de alternativa de Juan Belmonte. Tiempo después fue declarado el tercer Califa de Córdoba, quizá con muchos menos merecimientos que sus paisanos “Lagartijo” y “Guerrita”. Otros toreros con mucho nombre a lo largo del siglo XIX y los albores del XX, pero con menor relevancia que los anteriores, fueron: Antonio Ruiz “El Sombrerero”, Enrique Vargas “Minuto”, Juan León y López “Leoncillo”, José Sánchez del Campo “Cara – Ancha”, Francisco Arjona Reyes “Currito”, Manuel García y Cuesta “Espartero”, Emilio Torres y Reina “Bombita”, José García “El Algabeño” y Antonio Montes. Varios toreros habían transformado el toreo a pie durante el siglo XIX, pero en el XX la fiesta tomo unos derroteros completamente distintos que la convirtieron en un espectáculo diferente, al surgir matadores que la revolucionaron de principio a fin, acortando distancias, bajando los brazos y toreando con más belleza y arte que nunca. La lista de los grandes toreros españoles del siglo XX es inmensa y voy a tratar de enfocar mis baterías a los toreros más significativos de esta centuria, a los de su primera mitad, obviamente, no pude verlos en acción, pero de los años cincuenta en adelante he tenido la oportunidad de ver a infinidad de matadores en ruedos de México, España, Ecuador, Perú, Colombia, Francia y Venezuela. No mencionó Portugal, porque ahí sólo he visto festejos con rejoneadores, como uno inolvidable en mayo de 1972, cuando en el cincuentenario como caballista del maestro Joao Branco Nuncio, actuaron él, con setenta y un años de vida, y cinco “cavaleiros” más, entre ellos el mexicano Gastón Santos, y a pie Antonio Ordoñez, quien lidió un toro en honor del homenajeado. La plaza lisboeta de Campo Pequenho estaba abarrotada y en el palco de honor el presidente lusitano y el de Mozambique. Mis lectores podrán decir que en las siguientes páginas omito a muchos nombres que, en determinado momento, brillaron en los ruedos durante el pasado siglo XX, pero considero que algunos, aunque llegaron a figurar no dejaron una huella lo suficientemente profunda. De poner a todos los que de alguna forma destacaron, este libro se convertiría en un directorio telefónico. Mi lista de figuras españolas del siglo XX la encabeza el madrileño Vicente Pastor y Durán a quien en sus inicios se apodaba “el chico de la blusa”. Cabe decir que, aunque no fue un fuera de serie, brilló en los albores del último siglo. Está catalogado como un lidiador que podía con todos los toros. En Madrid, su ciudad natal, fue ídolo indiscutible y tiene el honor de haber cortado la oreja al toro “Carbonero” de Concha y Sierra, rompiendo así la tradición de no otorgar trofeos en la capital ibera. Rafael Gómez Ortega “El Gallo” puede ser considerado como el primer grande de ese siglo. Artista, por excelencia, resplandece por su personalidad fascinadora, pero su carrera estuvo plagada de altibajos, aunque cuando se acomodaba con un toro sus faenas resultaban inolvidables. Igual se encumbraba que tenía espantadas impresionantes. En su quehacer taurino El mundo de tauro 59
había gracia, arte, estética e inspiración, cosas que lo hacían diferente a sus contemporáneos. Cuando estaba mal debía abandonar la plaza custodiado por la Guardia Civil para protegerlo de la ira del respetable; y cuando triunfaba lo acompañaban para cuidarlo del frenesí del
Rafael Gómez “El Gallo”
entusiasmo popular. Fue un diestro pintoresco y genial, era inteligente y tenía una sensibilidad única, puede decirse que ningún otro llegó a igualarlo mientras vistió de luces. En su carrera toreó 774 corridas y mató mil ochocientos setenta y cinco toros. Era una persona tan peculiar que en una ocasión le preguntaron qué hubiera sido si no hubiese existido el toreo y respondió con su gracejo andaluz característico: “Si no hubiese existido el toreo, lo habría inventado yo”. De familia torera, José Gómez Ortega “Gallito”, se inició como becerrista en su natal Gelvez y por su facilidad para lidiar y poderle a los astados tuvo una carrera meteórica. Se presentó en la capital andaluza el 12 de junio de 1912 y a los tres meses, con 17 años de vida, su hermano Rafael lo doctoró en Sevilla, para tres días después confirmárselo en Madrid. Dicen que era un auténtico maestro que le hacía fiestas a todo lo que salía por la puerta de los sustos. Fue un torero completo. Por su arte, técnica y conocimientos. Lamentablemente, en Talavera de la Reina se encontró con “Bailaor”, quien le segó la vida cuando acababa de cumplir veinticinco años. Una tragedia que nadie podía creer.
Joselito y Belmonte, dos colosos del toreo 60 El mundo de tauro
“Gallito” o “Joselito”, como también le decían, ocupa en la historia del toreo un lugar de auténtico privilegio, pues junto con Juan Belmonte y Rodolfo Gaona, formó la época de oro del toreo español. Fue el primer torero en superar la cifra de cien corridas toreadas en una temporada: ciento dos en 1915, ciento cinco en 1916 y ciento tres en 1917, se dice fácil, pero hacerlo en aquellos años, era una verdadera hazaña.
En su tiempo se decía era el torero más completo que ha existido que representaba los valores inmutables del torero, era inteligente, poseía valor y arte por partes iguales; practicó todas las suertes con una intuición absoluta. Don Pío, crítico de la época dijo tras verlo una tarde de triunfo: “ha resucitado Lagartijo”. Rafael Alberti le dedicó un poema, de él extracto una estrofa: Cuatro ángeles bajaban Y abriendo un surco de flores Al rey de los matadores En hombros se lo llevaban. Juan Belmonte y García, hay quien dice que revolucionó el toreo y sentó las bases de lo que lidiar reses bravas sería en el futuro. Cuando empezó lo cogían todos los toros, el famoso “Guerrita” dijo tras verlo en acción: “Darse prisa si queréis verlo”, pues todo mundo auguraba que lo mataría un toro, al contrario, su figura se engrandeció con el tiempo para convertirse en figura de época. También aseveró el famoso diestro cordobés sobre el desempeño del trianero: “Así no se puede torear”. Carente de facultades se quedaba muy quieto y bajaba mucho las manos llevando con temple portentoso al toro por donde quería y pisando terrenos que hasta entonces nadie se había atrevido a pisar. Toreó mucho, en 1919 tomó parte en 109 corridas, y tras la Guerra Civil española actuó como rejoneador en innumerables tardes. Fue rival acérrimo de “Gallito”, con quien tuvo enfrentamientos memorables que entusiasmaban y dividían a los espectadores en dos bandos muy marcados. Sus nombres están escritos con letras de oro en la tauromaquia universal. El reconocido poeta Ramón del Valle Inclán, gran amigo de Belmonte, un día que estaban de tertulia con otros personajes importantes de la época, le comentó: - Juan, no te falta más que morir en la plaza. A lo que el torero, con ese tartamudeo que le caracterizaba, respondió: - Se hará lo que se pueda, don Ramón. Y lo que es la vida, no murió en el ruedo como muchos lo auguraban cuando se inició como torero, sino que ya retirado vivía en su finca andaluza de Gómez Cardeña, donde una tarde, cuando estaba por cumplir setenta años, decidió quitarse la vida de un balazo. Los motivos de esta decisión nunca se dieron a conocer. Junto con estos dos monstruos del toreo alternaba en España el azteca Rodolfo Gaona, de quien hablaré en la sección de México, pero vale la pena recordar una anécdota que tuvo lugar en la plaza de Madrid una tarde en que “Joselito”, Gaona y Belmonte se vieron las caras. Los dos primeros habían estado muy bien y tras la muerte del quinto el público, puesto en pie, gritaba: los dos solos, los dos solos, refiriéndose al sevillano y al leonés, pues la suerte no le había sonreído al trianero en su toro, pero salió el sexto y el panorama cambió radicalmente. Belmonte estuvo cumbre y quienes minutos antes le increpaban enloquecieron y acabaron por sacarlo a hombros de la plaza olvidándose de las hazañas toreras de “Joselito” y Gaona, que poco antes, los habían entusiasmado. Así era el trianero, luz y sombra, pero cuando se lucía era un torero fuera de serie que enloquecía multitudes y acababa con el cuadro. El mundo de tauro 61
Ignacio Sánchez Mejía, cuñado de “El Gallo” y “Joselito”, fue un valiente a carta cabal que toreaba no por su parentesco con esos figurones, sino porque todas las tardes se jugaba la vida con singular alegría. Era tal su arrojo que algunos lo consideraban suicida. Fue un torero que mandaba en la plaza y que tuvo una vida aventurera e inquieta. Puede decirse que llevó una vida de fábula rodeado de bailaores, cantaores, toreros y poetas. Ignacio García Lorca, su entrañable amigo, le dedicó a su muerte un poema inmenso que todos conocemos: “Llanto por Ignacio Sánchez Mejía”. Su leyenda quedó escrita la tarde del 11 de agosto en la plaza de Manzanares cuando, sustituyendo a Domingo Ortega, el toro “Granadino”, de la vacada de Ayala, le propinó seria cornada en el muslo derecho de la que falleció dos días después a consecuencia de la gangrena gaseosa. Manuel Jiménez “Chicuelo” era un torero fácil, de gran finura y calidad, se le puede catalogar como un artista excepcional. A él se debe, en gran arte, la ligazón de las faenas unidas a la perfección. Sus trasteos tenían ritmo, un encadenamiento suave y una ensambladura invisible que cautivaba al público, siendo su desigualdad lo que le impidió quizá llegar a un sitio más alto. En España tuvo mucho cartel, pero quizá donde alcanzó alturas insospechadas fue en México, donde una tarde bordó al toro “Dentista” de San Mateo en el ruedo de “El Toreo” de la Condesa al que tras tres pinchazos y dos descabellos le otorgaron los máximos trofeos, dando dos vueltas al ruedo. Fue el primer torero español que fue ídolo en ruedos mexicanos, toreando 38 corridas en tres temporadas consecutivas. Manuel Jiménez “Chicuelo”
Marcial Lalanda y del Pino fue un torero diferente. Se parecía a “Joselito” en su variado repertorio y conocimiento de las reses y se asemejó, en cambio, a Belmonte en su intento estético de expresar una vibración temperamental. Fue un torero cerebral que pudiera ubicarse entre los dominadores. Llegaron a llamarle “El joven maestro”. Puede decirse que fue figura desde que se hizo matador de toros hasta que se retiró tras veintiún años de estar en activo, puede decirse era un torero cuyo nombre aparecía en todas las ferias, pues era un diestro que siguió la línea de “Joselito” por su inteligencia y destreza en el arte de lidiar reses bravas.
Joaquín Rodríguez “Cagancho 62 El mundo de tauro
Joaquín Rodríguez y Ortega “Cagancho”, heredó el mote de su abuelo, el cantaor flamenco Manuel Cagancho, gitano de cepa, cuyo apodo quiere decir en “caló”, pájaro cantor, aunque hay otra versión.
El padre de Joaquín, además de herrero, era vendedor ambulante de colgadores de ropa y pregonaba su mercancía diciendo: “¡A real ca’gancho!”. Y el ca’gancho (cada gancho) se convirtió en el apodo del torero “Cagancho”, el “gitano de los ojos verdes”. Esta estirpe llevó a los redondeles una inspiración muy especial. Nada de lo que hacía en el ruedo estaba fuera de lugar, un mínimo detalle le resultaba pleno de arte y enloquecía al respetable. Su gracia, su majestuoso porte, su quietud y su temple, eran admirables. De una belleza plástica inigualable, pero para que todo eso surgiera necesitaba el toro ideal que le permitiera estar a gusto, de lo contrario, pegaba tremendos petardos. Su presentación en “El Toreo” de la Condesa tuvo lugar el 2 de diciembre de 1928, cortando el rabo a un toro de La Laguna, pero quizá su mejor faena en la capital mexicana la hizo, dos años después, a “Tirano” de esa misma dehesa tlaxcalteca. En suelo azteca, donde decidió establecerse, toreó mucho hasta 1957. Tras una larga pausa en su carrera, decidió retirase de los ruedos en un festival celebrado en “El Toreo” de Cuatro Caminos el 27 de febrero de 1964. Rodolfo Gaona fue el encargado de cortarle simbólicamente el añadido, estando a su lado figuras como Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Paco Camino y Manuel Benítez “El Cordobés”. México y “Cagancho” vivieron un largo romance, pues el torero era muy apreciado en diversos círculos de la sociedad. Padeció durante largo tiempo una enfermedad incurable y pasó a mejor vida en un hospital de la capital mexicana. Cabe agregar que también incursionó en el cine. En 1945 protagonizó, en México, junto a Carmen Amaya, la película “Pasión Gitana” o “Los amores de un torero”, un melodrama al uso del cine mexicano de la época, cuyo argumento estaba centrado en las relaciones entre el torero y una gitana. Manuel Mejías y Jiménez “Bienvenida” tuvo una carrera meteórica que lamentablemente quedó trunca, como consecuencia de severa enfermedad, cuando apenas tenía veintiséis años de edad. De becerrista recorrió, junto con su hermano Pepe, España, Francia, México y Venezuela, alcanzando sonoros triunfos. Sin torear como novillero en su país, tomó la alternativa en Zaragoza de manos de Antonio Márquez, en presencia de Francisco Royo “Lagartijo”, con el toro “Mahometano” de Flores Iñiguez, al que, tras gran faena, le tumbó las orejas y el rabo. El doctorado lo tomó cuando tenía dieciséis años y siete meses. Antes de cumplir los diecisiete la confirmó en Madrid en un mano a mano con Marcial Lalanda ante un encierro de Alipio Pérez Tabernero. Arrancaba una carrera triunfal, pues en poco más de siete temporadas, alternando con los grandes toreros de la época, sumó alrededor de cuatrocientas corridas. Prueba inequívoca de que su toreo alegre y extenso repertorio en los tres tercios de la lidia gustaba mucho a los aficionados. Su muerte, el 31 de agosto de 1938, fue muy sentida porque en la flor de la vida, cortaba de tajo una carrera por demás prometedora. Domingo López Ortega “Domingo Ortega”, torero poderoso, con un valor innato, técnico, cerebral, que dominaba a todos los toros sin importar las dificultades que presentaran, en pocas palabras, era un maestro auténtico. Los propios toreros lo tenían considerado como una de las grandes figuras del siglo XX, decían que “era un torero para toreros”. En su natal Borox, Toledo, se dedicaba a trabajos agrícolas, pero cuando tenía veinticuatro El mundo de tauro 63
años decidió probar fortuna en los ruedos. Con escasos festejos novilleriles encima, se presentó con éxito, a finales de octubre de 1930, en Barcelona, toreando cuatro domingos consecutivos, cortando orejas. Al año siguiente, el 8 de marzo, recibió la alternativa en el coso catalán de manos de “Gitanillo de Triana”, que le cedió al toro “Valenciano” de Juliana Calvo, teniendo de testigo a Vicente Barrera. A partir de esa tarde ya nadie pudo frenar su carrera meteórica. Ortega tuvo siempre la constante preocupación de perfeccionar su quehacer taurino para hacer cumplir sus normas fundamentales. Fue un lidiador de técnica perfecta que supo transmitirla a otros toreros. Durante su vida actuó en plazas de España, Francia, Portugal, México, Colombia, Perú y Venezuela, un total de mil seis tardes, entre 1931 que tomó la alternativa y el 14 de octubre de 1954 que mató su última corrida en Zaragoza, aunque siguió toreando festivales hasta los años sesenta. También se convirtió en criador de reses bravas. El cine también tocó a su puerta y apareció en una Dos colosos, Ortega y “Armillita” gran película de tema taurino, “Tarde de Toros”, junto a Antonio Bienvenida y Enrique Vera, una de las mejores que se han filmado sobre la fiesta brava. Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, fue un torero de época que mandó en la fiesta entre 1940 y 1947, año en que, en la plaza de Linares, perdió la vida en las astas de “Islero” de Miura. Tenía una personalidad arrolladora que, unida a su valor estoico y honradez profesional, daba como resultado un estilo de señorío, solemnidad y empaque que cautivó a los públicos de todo el mundo de Tauro. La cauda de seguidores de “Manolete” era enorme, pues todos se rendían ante el torerismo Manuel Rodríguez “Manolete” y vergüenza del nacido en Córdoba. La afición a los toros la heredó de su padre, quien fuera un diestro de segunda fila, pero el vástago alcanzó un sitio que quienes visten el terno de luces sueñan con conseguir. Sus inicios fueron flojos por vivir España la Guerra Civil, pero a partir de su doctorado, el 2 de julio de 1939, en Sevilla de manos de “Chicuelo” y con “Gitanillo de Triana” de testigo, con “Mirador” de Clemente Tassara, se subió a un pedestal del que sólo lo bajo el miureño. Tras su alternativa, la fiesta giró en torno a “Manolete”, siendo su gran rival el mexicano Carlos Arruza, con quien sostuvo temporadas reñidísimas que conmovieron a los aficionados, otro de sus grandes contrincantes fue el sevillano Pepe Luis Vázquez. Cuando visitó México, en diciembre de 1945, la locura se apoderó de los aficionados y tras verlo torear de inmediato lo convirtieron en ídolo. 64 El mundo de tauro
Un torero de mucha vergüenza que dejó la vida en un pueblecito andaluz por entregarse en la estocada final que mandaría al destazadero a un mal bicho de la terrorífica vacada de Miura. La fecha negra fue la del 28 de agosto de 1947, tarde en que alternaba con Luis Miguel Dominguín y “Gitanillo de Triana. Lo hirió el quinto de la tarde en el triángulo de escarpa derecho y falleció a las cinco de la mañana del día siguiente en la misma enfermería de la plaza de Linares. “Manolete” se unió a la lista encabezada por “Chicuelo” y “Cagancho”, como uno más de los grandes consentidos de la afición mexicana. En España también fue designado como el cuarto “Califa” de Córdoba, uniéndose a “Lagartijo”, “Guerrita” y “Machaquito”. Pepe Luis Vázquez Garcés, toreaba con pureza insuperable y gracia personalísima que lo ubicaban dentro de los diestros de estilo sevillano, pleno de pinturería, rápidamente le colocó en el gusto de los aficionados, tanto españoles como de diversos países de América, donde también regó los ruedos con su arte privilegiado. Tomó la alternativa en la Maestranza de su natal Sevilla el 15 de agosto de 1940 de manos de Pepe Bienvenida, en presencia de “Gitanillo de Pepe Luis Vázquez Triana”, con “Sabihondo” de Francisco Chica. La confirmó el 20 de octubre del mismo año, con Marcial Lalanda de padrino y el testimonio de “Gallito”, con “Caromoneño” de Escudero. Se fue de los ruedos el 29 de marzo de 1953 tras torear en Toledo, pero volvió a vestir el terno de luces, por breve tiempo en 1959. Tras diecinueve corridas se cortó definidamente la coleta en el coso madrileño la tarde del 20 de septiembre de ese año, llevando como alternantes a su hermano Manolo y a Curro Romero. En su paso por los ruedos del mundo sumó quinientos sesenta y ocho festejos. Antonio Mejías Jiménez “Bienvenida” fue quizá el torero más importante de la dinastía torera que fundara en el siglo XIX su abuelo Manuel Mejías y Lujan, banderillero que tomó su apodo por haber nacido en un pueblo, de la provincia de Badajoz, que tenía ese nombre. Le siguieron su hermano José, también banderillero, su hijo Manuel Mejías y Rapela “Bienvenida”, al que llamaron el “Papa Negro” y seis nietos, Manolo, Pepe, Rafael, Antonio, Angel Luis, y Juan, todos toreros, que usaron el mismo apelativo. Era un torero fino, puro y clásico que siempre fue muy bien visto por los públicos de España, Francia y América. Durante muchos años fue considerado como el consentido de la exigente afición madrileña. Enamoramiento que se inició, siendo novillero, la tarde del 18 de septiembre de 1941, cuando cuajó a “Naranjito” de Antonio Pérez. La alternativa la tomó en el coso de Las Ventas el 9 de abril del 42 con “Cabileño” de Miura, toro que le cedió su hermano Pepe. Su exitoso recorrido por los ruedos del mundo se prolongó a lo largo de veintinueve temporadas. La última vez que vistió de luces fue el 5 de octubre de 1974, tarde en que mató junto con Curro Romero y Rafael de Paula ganado de Fermín Bohórquez. El acontecimiento tuvo lugar en la plaza madrileña de “Vista Alegre”. El mundo de tauro 65
Lo que es el destino, Antonio ya retirado gustaba de torear festivales e ir a tentaderos. El 4 de octubre de 1975 fue con la familia a la finca de Amelia Pérez Tabernero, en El Escorial, para ver en acción a su sobrino Miguel, hijo de Angel Luis. Al intentar sacar del ruedo a una de las becerras, apareció intempestivamente otra que ya había sido toreada y lo cogió desprevenido, dándole una maroma, cayendo de cabeza y desnucándolo. Fue llevado a un hospital de Madrid done falleció el día 7 por la tarde. Luis Miguel González Lucas “Dominguín¨, fue muy popular en las décadas de los años cuarenta y cincuenta. Era un torero largo, sabio, poderoso con la muleta, quizá pecaba de facilidad torera, tenía una vigorosa personalidad que en muchas ocasiones desataba la polémica. Quiso pelearle un sitio a “Manolete”, pero la parca se llevó antes de tiempo al cordobés. Vale destacar la rivalidad que mantuvo con su cuñado Antonio Ordóñez durante la temporada del 59, lo que dio pie a que Ernest Hemingway escribiera su famoso libro “El verano sangriento”. Debutó en el coso lisboeta de Campo Pequenho cuando tenía doce años y en Madrid, como becerrista, al año siguiente. Tomó la alternativa en La Coruña el 2 de agosto del 44 de manos de Domingo Ortega y el testimonio de su hermano Domingo. El de la ceremonia se llamó “Cuenco” y era de Samuel Hermanos. La confirmó en Las Ventas, el 14 de junio de 1945, con Manuel Rodríguez “Manolete” de padrino y Pepe Luis Vázquez, de testigo, ante “Secretario” de Antonio Pérez. Tenía ciertas excentricidades, como lo fue el implantar un terno de luces sumamente ligero, con escaso bordado que decía le había sido diseñado por Pablo Picasso, adornos que con el tiempo imitaron otros toreros. También cabe señalar que tuvo varios romances con actrices de renombre, como Ava Garden y Miroslava, quien decían se había suicidado por los amores del torero madrileño. Se retiró en 1960, pero volvió a enfundarse el traje de luces once años después, por breve tiempo. Tras una grave cogida recibida cuando toreaba en la plaza “Iñaquito”, de la capital ecuatoriana, decidió cortarse definitivamente la coleta el 12 de septiembre de 1973. Se iba un torero de dinastía en la que Domingo, su padre fue matador, apoderado y empresario lo mismo que sus hermanos Domingo y Pepe. Antonio Ordóñez Araujo, hijo del diestro Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma” y hermano de cuatro coletudos, uno matador y tres subalternos. De estilo purista, clásico y de estética intachable, es considerado como uno de los toreros más importantes del siglo XX. Mantuvo siempre la esencia del toreo ortodoxo a pesar de ser, hasta cierto punto, contemporáneo de matadores de estilo tremendista que alborotaban a las masas en ese tiempo. Como novillero participó, entre el 16 de abril de 1949 y el 26 de junio de 1951, en ciento veintiún festejos, convirtiéndose en un torero por demás interesante. Tomó la alternativa el 28 de junio de este mismo año en la primera plaza de España, con Julio Aparicio de padrino y Miguel Báez “Litri” de testigo, ante “Bravío” de Galache. A partir de esa tarde, puede decirse fue eje de la fiesta brava 66 El mundo de tauro
Antonio Ordóñez
al engalanar con su nombre todas las ferias importantes del mundo de Tauro. Durante el tiempo que estuvo en activo toreó en ruedos de España, Francia, Portugal, México, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Argelia y Marruecos poco más de mil corridas. Cada día surgen ídolos que parece vienen a barrer con todo lo que se le ponga por delante, pero en el caso de Ordóñez, merced a la hondura de su arte, pudo con todos los que alternó manteniéndose siempre en la cumbre. En 1962 adquirió una ganadería a la que le dedicó mucho tiempo, en la pausa de dos años que hizo en su carrera, pero volvió a los ruedos para seguir como la figura que se había ido. En pocas palabras, un fuera de serie. También fue un empresario taurino exitoso y organizador, hasta su muerte, de los tradicionales festejos goyescos de su natal Ronda, tradición que han mantenido sus nietos Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez. Diego Puerta Dianez, torero valiente como pocos, las más de cincuenta cornadas que recibió, varias de suma gravedad, no hicieron mella en su espíritu y siempre salió al ruedo a justificarse. Su corta estatura la engrandecía con un arrojo desmedido, alegría desbordante y vergüenza profesional, ocupando por ello un sitio preponderante en la fiesta. Se hizo matador de toros, durante la Feria de San Miguel, en su natal Sevilla, el 29 de septiembre de 1958, llevando de padrino a Luis Miguel Domingúin ante el testimonio de Gregorio Sánchez, con “Zamborero” de Arellano. La confirmó el 20 de mayo de 1960, en pleno San Isidro, con Manolo González y Antonio Borrero “Chamaco”, toros de Bernabé Fernández. Dos tardes inolvidables dejó marcadas en el ruedo de la Maestranza, la del 26 de abril de 1968, en que alternando con Antonio Ordóñez y Curro Romero, cortó orejas y rabo a “Gallinero” del Marqués de Domecq y la del 12 de octubre de 1974, cuando se cortó la coleta toreando mano a mano con su paisano y amigo Paco Camino. Muy castigado por los toros, “Diego Valor” se retiró, muy joven, a los treinta y tres años para dedicarse a su ganadería de reses bravas. Francisco Romero López “Curro Romero”. Ha sido considerado como un torero de arte sublime, un símbolo, la esencia de la pureza y de la majestad. Mucho se hablaba del duende de su toreo, la cauda de sus seguidores era impresionante, gente que muchas veces lo seguía a donde toreaba para verle, aunque fuera un detalle, pues tenía en contra su desigualdad. La trayectoria profesional del “Faraón de Camas”, como lo bautizaron, fue muy larga y Diego Puerta, Paco Camino y Curro Romero alternó tardes de éxitos rotundos con fracasos escandalosos, dividiendo a la afición en “curristas” y “anticurristas”. Sin contar los casi cinco años que estuvo de novillero, su carrera como matador duró nada menos que cuarenta y un años. El 18 de marzo de 1959, en las Fallas de Valencia, le dio la alternativa Gregorio Sánchez, cediéndole a “Vito” del Conde de la Corte, teniendo a Jaime Ostos de testigo y se la confirmó en Madrid, Pepe Luis Vázquez, el 19 de mayo siguiente, con el toro “Lunito” de Galache, ante el testimonio de Manolo Vázquez. En Sevilla era ídolo y pese a sus altibajos, salió cuatro veces por la Puerta del Príncipe. En Madrid lo sacaron por la Puerta grande en siete ocasiones. El mundo de tauro 67
En Murcia, luego de haber toreado alrededor de novecientas corridas, decidió retirarse el 10 de septiembre del 2000, matando junto con “El Juli” y Pepín Jiménez ganado de Algarra, aunque su adiós definitivo tuvo lugar en un festival celebrado en La Algaba, el 22 de octubre siguiente, tarde en que cortó dos orejas. Francisco Camino Sánchez “Paco Camino”, por su manera de torear, desde sus inicios fue bautizado como “El niño sabio de Camas”. De estilo muy depurado, artístico, clásico e inteligente. Toreaba bellamente con el capote, destacando sus chicuelinas lentas y tersas y brillaba con la muleta, sobresaliendo su toreo con la mano izquierda. De maestro tuvo a su padre, quien era banderillero y que lo condujo con mano firme a la alternativa la tarde del 17 de marzo de 1959. El escenario fue Valencia, el padrino Jaime Ostos y testigo Juan García “Mondeño”, con “Mandarin” de Urquijo. Confirmó el 12 de mayo del 61, con Julio Aparicio y José María Clavel, ante “Espejito” de Antonio Pérez. Durante su vida torera actuó en mil cuatrocientas noventa corridas. Una de sus plazas, pese a ser andaluz, fue Madrid, donde partió plaza en medio centenar de festejos, saliendo a hombros doce veces. Fue muy castigado por los toros, sufriendo treinta cornadas, dos muy graves. Estando en pleno apogeo, en 1966, participó en la película “Fray Torero”. Uno de sus tragos más amargos fue la muerte de su hermano Rafael, quien iba con él como banderillero. Toreaban en Barcelona la tarde del 3 de junio de 1973 y el primero de la tarde “Curioso” de Atanasio Fernández, le propinó dos graves cornadas, una en el muslo y otra en el hemitórax, de las que falleció dos días después. El 23 de septiembre de 1983se despidió de los ruedos españoles en el coso de Valladolid, pero reapareció en 1987 para dar la alternativa a su hijo Rafael en la plaza francesa de Nimes, festejo en el que Miguel Báez “Litri” doctoraba también a su hijo. Paco Camino
En México fue un auténtico ídolo y prácticamente desde su presentación se echó en la bolsa a los aficionados. Fueron famosos sus enfrentamientos con Manolo Martínez en el coso queretano y con Joselito Huerta en otros escenarios. En la mente de los aficionados aztecas están muchas tardes de éxito, pero destacan dos, su tarde con los berrendos de Santo Domingo y la noche en que cuajó a “Catrín” de Pasteje, festejos celebrados en “El Toreo” de Cuatro Caminos. Podemos decir que tras “Chicuelo”, “Cagancho” y “Manolete”, fue el torero español que más caló en el gusto de los aficionados mexicanos siendo, sin discusión, ídolo. Como muchos toreros se dedicó a ganadero de reses bravas con simiente de Santa Coloma, viniendo a México, para refresco de la sangre brava nacional, vacas y sementales de su hierro. Si pusiera a todos aquellos que han destacado a lo largo del siglo XX la lista sería inmensa. Considero que los que menciono líneas atrás, fueron los auténticos ases de esta centuria. Junto a ellos vale la pena mencionar, por su importancia, a: Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma”, Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, Victoriano de la Serna, Julio Aparicio Martínez, Miguel Báez Espuny “Litri”, Antonio Chenel “Antoñete”, Santiago Martín 68 El mundo de tauro
Sánchez “el Viti”, Francisco Rivera “Paquirri” y Dámaso González Carrasco. Sebastían Palomo Martínez, “Palomo Linares”. Oriundo de Jaén, España, tomó este nombre para agregarlo a su apellido y torear como “Palomo Linares”. A los ocho años empezó a ir a tentaderos y capeas en un afán de entender el toreo, siendo apodado “El rata”, cuando andaba de maletilla. En la plaza madrileña de Vista Alegre se celebraron en 1964 unos festejos denominados “la oportunidad”, Palomo aprovechó la que le dieron iniciando así su andar por los ruedos. Debutó al año siguiente con picadores en Ondara, sumando setenta y nueve novilladas. La alternativa la tomó el 19 de marzo del 66 en Valladolid de manos de Jaime Ostos y Juan García “Mondeño” de testigo, con “Feíllo” de Salustiano Galache, cortando esa tarde cuatro orejas. Al no llegar a un acuerdo satisfactorio con los empresarios más fuertes, en 1969 se unió al “El Cordobés”, quien también andaba de pleito con los poderosos, para formar la pareja bautizada como “los guerrilleros”. Les funcionó el plan y torearon 65 corridas juntos. Sebastián Palomo Linares
Cosa curiosa, confirmó la alternativa en México, antes que en Madrid. Fue el 20 de octubre de 1968 de manos de Joselito Huerta y con Raúl Contreras “Finito” de testigo. El de la ceremonia se llamó “Americano” y era de Reyes Huerta. En España, tras un arreglo con los poderosos, confirmó en Madrid, el 19 de mayo del 70, junto con Curro Romero y Juan José, ante “Presumido” de Antonio Pérez Angoso. Era un torero valiente que siempre salía a justificarse, razón por la cual toreó mucho durante el tiempo que vistió el terno de luces. Cabe recordar que el 22 de mayo de 1972 alternó en Madrid con Curro Rivera, quien entre aclamaciones cortó cuatro orejas de un muy buen encierro de Atanasio Fernández. “Palomo”, picado, salió a morirse en su segundo, de nombre “Cigarrón” y al final de su enjundioso trasteo, el presidente le otorgó las dos orejas y el rabo, quizá en un afán de opacar lo realizado por el mexicano. La concesión de ese rabo desató la polémica, pues hacía 36 años, el último había sido para Domingo Ortega en 1936, que no se otorgaba dicho premio en Madrid y más aún, porque la mayoría de la afición y la prensa consideraron había sido un galardón excesivo. Fue tal es escándalo que las autoridades competentes cesaron al ocupante del biombo. Con dos breves recesos en su carrera taurina, en los años ochenta, decidió cortarse la coleta tras torear, el 7 de junio, en Granada junto a José Mari Manzanares y Emilio Oliva un encierro de Mari Carmen Camacho., pero el gusanillo no lo abandonó y tas dos reapariciones esporádicas, se despidió definitivamente de los ruedos, tras actuar en Benidorm, en 1995. Para no variar se hizo ganadero con simiente de Fernando y Graciliano Pérez Tabernero, lidiando el ganado con su nombre. También hizo algunas películas como “Nuevo en esta plaza” y “Solos los dos”, asimismo fue una sorpresa su faceta de pintor, presentando su obra en diversas galerías del orbe. El mundo de tauro 69
Falleció a los 69 años en la capital española tras ser sometido a una intervención quirúrgica. Manuel Benítez Pérez “El Cordobés”, bien podemos decir que creó una época y en cierta manera revolucionó el toreo al romper muchas reglas que prevalecían en la fiesta. Su arrolladora personalidad, su estilo peculiar de hacer el toreo, aunado a un tremendismo espectacular, lo hicieron único. A muchos aficionados no gustaba su manera de torear, pero movía multitudes y llenaba plazas en España, Francia y toda América. Su fama trascendió del mundo de Tauro y en dondequiera la gente, aficionada o no a la fiesta, sabía quien era “El Cordobés” De origen muy humilde trabajó de albañil y empezó a torear en capeas con más de veinte años. Se lanzó de espontaneo en Las Ventas, sufriendo tremendo revolcón. Como novillero sin caballos debutó el 5 de agosto de 1959, con poca suerte. Todo cambió cuando se topó con el taurino Rafael Sánchez “Pipo”, quien le creó una historia pintoresca a su alrededor, como la de “roba gallinas” y muchas cosas más, formando una aureola muy especial que rápidamente atrajo la atención de la gente. “El Pipo” llevó poco a poco sus pasos, haciéndolo debutar en su natal Palma del Río, tarde en que cortó cuatro orejas y un rabo. A partir de ese día, con el montaje su mentor, su fama subió como la espuma y puede decirse que ya era millonario sin haber pisado los cosos de Madrid y Sevilla. Era tal la pasión levantada por el ya famoso “mechudo” que, en 1962, filmó la película “Aprendiendo a morir”, cobrando un millón de pesetas, algo francamente inusitado, al año siguiente hizo “Chantaje a un torero”. Como novillero toreó alrededor de doscientas novilladas, pese a que sus recursos toreros eran muy limitados, sufriendo innumerables maromas y heridas. Se doctoró el 25 de mayo de 1963 en Córdoba, llevando de padrino a Antonio Bienvenida y de testigo a José María Montilla, con “Palancar” de Samuel Flores. Al año siguiente, el 20 de mayo, en medio de gran expectación, se presentó en Madrid para confirmarlo. Llovió torrencialmente sobre la capital española y el torero se negó a suspender la corrida, que habría sido lo correcto. Media hora después de la hora señalada, hicieron el paseíllo Pedro Martínez “Pedrés”, Manuel García “Palmeño” y Manuel Benítez “El Cordobés”. El toricantano se enfrentó a “Impulsivo” de Benítez Cubero con el que alborotó al gentío que abarrotaba el coso y a los millones que lo vieron por televisión en todo España. Cuando toreaba de muleta fue empitonado, siendo herido de gravedad. Manuel Benítez “El Cordobés”
“El Cordobés” sabía torear muy bien, pero su público no se lo consentía, pues le gustaba verlo hacer “la rana”, horrible pase de su creación, pero al final convencía a las mayorías. Recuerdo una Feria de Madrid en la que en dos tardes cosechó ocho orejas entre el contento general. En esa ocasión gané una comida a un periodista mexicano que era anticordobesista y aseguraba iba a fracasar ante la cátedra madrileña. En México también armo la tremolina y prueba de ello fue cuando toreó cuarenta corridas en cuarenta y cinco días, llenando todas las plazas y cortando orejas al por mayor. Para cumplir 70 El mundo de tauro
con tantos compromisos el famoso mimo Mario Moreno “Cantinflas” le prestó su avión particular. Era tal su cartel en España y Francia que en la temporada de 1965 sumó ciento once corridas, rompiendo, por dos fechas, la añeja marca implantada medio siglo atrás por Juan Belmonte y en 1970 alcanzó la cifra de ciento veintiún festejos toreados Fue tal la importancia que alcanzó en los ruedos que, en el 2002, fue proclamado V Califa de Córdoba, uniéndose a los ases Rafael Molina “Lagartijo”, Rafael Guerra “Guerrita”, Rafael González “Machaquito” y Manuel Rodríguez “Manolete”.
José Mari Manzanares
José María Dols Abellán “José María Manzanares”, torero artista por excelencia que, prácticamente, desde novillero ocupó el sitio de primera figura de la torería mundial. Con capote y muleta ofrecía auténticas pinceladas plenas de belleza, elegancia, temple, gracia y plasticidad, aunque en ocasiones era un tanto desigual, pero tomemos en cuenta que así son algunos artistas. Fue un torero que pasará a la historia como un virtuoso del toreo. Tras presentarse como novillero en Madrid y Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea” salir por la puerta grande, una semana después, en su natal Alicante, tomó la alternativa, el 24 de junio de 1971, de manos de Luis Miguel Dominguín, con Santiago Martín “El Viti” de testigo. Cortó orejas y rabo a uno de sus enemigos de Atanasio Fernández y salió a hombros. La confirmó el 18 de mayo del 72 de manos de Sebastián “Palomo” Linares, siendo testigo Eloy Cavazos, con “Saperito” de Francisco Garzón. Larga fue su trayectoria en los ruedos y en los años que vistió el terno de luces sumó alrededor de mil ochocientas corridas, convirtiéndose en uno de los toreros que más festejos actuó a lo largo del siglo XX. Su retirada definitiva tuvo lugar en el ruedo de la Maestranza sevillana la tarde del 1º de mayo del 2006, tarde en que toreó con el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza y Cayetano, quien se presentaba como novillero. Tras matar a su segundo se fue al tercio y pidió a su hijo, José María, que le cortara el añadido. Momentos más tarde, cuando acompañaba a Cayetano en una vuelta al ruedo, varios matadores de toros que asistían de paisano a la corrida, saltaron al ruedo y lo alzaron a hombros para, entre el contento general, pasearlo por ese hermoso albero sevillano y sacarlo por la Puerta del Príncipe. Algo francamente inusitado, prueba clara de lo que fue como torero. Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea” es considerado como un auténtico maestro de los ruedos que le podía prácticamente a todos lo que le salía por la puerta de los sustos. Fue un torero de gran profesionalismo, constancia, regularidad y gran sentido del temple, que gozó de envidiable cartel en todo el mundo de Tauro. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que desde su doctorado ocupó uno de los primeros puestos de la torería en su época. El mundo de tauro 71
Fue alumno de la escuela salamantina de “la capea”, de donde tomó su apodo de “Niño de la Capea”. Empezó muy joven su carrera en los ruedos vistiendo de luces por primera vez en su natal Salamanca, teniendo una carrera novillleril plagada de triunfos que lo llevó al doctorado en Bilbao, el 19 de junio de 1972 con el toro “Mireto” de Lisardo Sánchez, cedido por Paco Camino en presencia de Francisco Rivera “Paquirri”. La confirmó el 21 de mayo del 72 con “Girón” de Atanasio Fernández. Su padrino fue Sebastián “Palomo” Linares y el testigo “Paquirri”. Triunfo plenamente en estas dos significativas tardes, saliendo a hombros. A partir de esa fecha su nombre engalanó los carteles no sólo de España y Francia, sino de Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y principalmente México, donde se convirtió en ídolo auténtico, merced a sus innumerables tardes de triunfo que lo encumbraron a un sitio de auténtico privilegio. No se olvida aquella tarde del 12 de enero de 1992, en la Plaza México, cuando Miguel Angel “Negro” Aranda, miembro de la popular Porra Libre, le gritó: “Regala un toro paisano”, dándole Pedro rápida respuesta, obsequiando a “Delicioso”, un extraordinario toro de San Martín, al que inmortalizó con un faenón de locura. Durante su exitosa carrera, toreó cerca de mil ochocientas corridas y al retirarse se dedicó a ganadero de reses bravas, alcanzando, como tal, sonoros triunfos a lo largo y ancho de la península ibérica y el sur de Francia. Francisco Manuel Ojeda González “Paco Ojeda”, para muchos ha sido un revolucionario del toreo. Tenía mando, inteligencia, arte, pasmosa quietud y valor a toda prueba al invadir terrenos del toro sin inmutarse, todo aunado a una gran personalidad estética que emocionaba a las masas. Puede decirse que marcó una época por demás importante en la fiesta brava. En poco tiempo se convirtió en figura, gracias a su gran personalidad estética, la ligazón de su toreo y la influencia que su concepción del toreo ha tenido en la tauromaquia moderna, pues al pisar terrenos prohibidos y aguantar a pie firma las embestidas de los bureles lo hizo diferente a la mayoría de sus contemporáneos, cautivando plenamente a los espectadores. Empezó a torear cuando rondaba los veintidós años, lo que no fue obstáculo para que en corto tiempo se colocara en un lugar prominente que lo llevó a la alternativa, en el Puerto de Santa María, el 22 de julio de 1979, su padrino fue Santiago Martín “El Viti” en presencia de José Luis Galloso, con el toro “Rompeplaza” de Carlos Núñez, pero a final de cuentas, las cosas no salieron como él pensaba, tardando tres años en confirmar su alternativa. En el inter se refugió en su casa, toreo poco y cambió su “chip”. Fue a Madrid el 25 de julio del 82 en un cartel modesto con José Luis Parada y “Gallito de Zafra”, confirmando con “Canastillo” de Cortijoliva. No cortó oreja, dando sólo una vuelta al ruedo, pero mostrando un toreo distinto que dejó muy buen sabor entre los aficionados. Los éxitos se sucedieron y en Sevilla cortó cuatro orejas en una encerrona con seis de Manolo González, convirtiéndose de inmediato en consentido de esa afición. Era diferente los demás y llenaba las plazas de España, Francia y América taurina. El fuerte castigo recibido en los ruedos y una enfermedad renal lo alejaron de los ruedos tras actuar en Marbella en 1988. 72 El mundo de tauro
Paco Ojeda
En 1994 debutó como rejoneador, pero no tuvo una carrera larga practicando el arte de Marialva. Veamos ahora a los matadores que, según mi punto de vista, han sido los más significativos de la recta final del siglo XX y los inicios del XXI, quizá algunos lectores no coincidan conmigo, pero, insisto, son aquellos que han dejado o están dejando auténtica huella. José Miguel Arroyo “Joselito”, su padre le llevó, como regalo de su décimo cumpleaños, a ver una novillada al coso de Las Ventas, e impresionado por lo visto, de inmediato quiso ser torero. Aprendió el ABC del arte de Cúchares en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, en donde sus compañeros le pusieron el mote de “El Lentejita”, sacando matrícula de honor y convirtiéndose muy pronto en la figura más destacada surgida de este centro de enseñanza. Viéndole cualidades excepcionales, lo arropó Enrique Martín Arranz, director de la misma escuela, poniéndolo a funcionar de inmediato con otros dos noveles destacados del grupo, José Pedro Prados “El Fundi” y José Luis Bote, con quienes compartió muchas tardes, terminando los tres como matadores de toros. “Joselito” se doctoró el 20 de abril del 86 en el coso de Málaga de manos de Dámaso González en presencia de Juan Mora, con “Correrías” de Carlos Núñez, la confirmó el 26 de mayo del mismo año con Curro Romero de padrino y Paco Ojeda de testigo, con “Cotidiano” de Aldeanueva. En México lo hizo el 10 de noviembre del 91 con Mariano Ramos y Miguel Espinosa ante “Motorcito” de Santiago.
José Miguel Arroyo “Joselito”
Desde sus inicios demostró ser un auténtico maestro de los ruedos. Su toreo tenía cadencia, ritmo, elegancia e inspiración, por lo que cautivaba a los aficionados. Su encumbramiento se reafirmó con sus encerronas en la plaza de Las Ventas, donde dio auténtica cátedra, desplegando todo su arte y mostrando un profundo y variado repertorio. En 1995 se convirtió en el gran rival de Enrique Ponce. Alcanzando ambos sonoros triunfos en cosos europeos y americanos. Para la historia quedó su encerrona madrileña del 2 de mayo de 1996, tarde en que cosechó siete orejas tras matar a sus enemigos de seis certeras estocadas. Sólo a uno de sus astados no le tumbó apéndice alguno, pero dio vuelta al ruedo. Fue esta corrida Goyesca la que lo consagró. El mundo de tauro 73
Cornadas y fracturas afectaron su carrera taurina, pese a lo cual logró innumerables triunfos en toda la geografía española, francesa y americana, siendo considerado como uno de los mejores toreros del siglo XX e inicios del XXI. En el 2004 decidió poner punto final a su paso por los ruedos convirtiéndose en destacado criador de reses bravas. Inesperadamente, el 15 de junio del 2014 volvió a torear solitario festejo en la plaza francesa de Istres, para dar la alternativa a Cayetano Ortiz, en presencia de “Morante de la Puebla”. Los toros fueron de Garcigrande. Tarde en que volvió a saborear las mieles del triunfo. Enrique Ponce Martínez es un ejemplo de precocidad taurina. Cuando tenía ocho años su abuelo Leandro Martínez, quien en sus mocedades quiso ser torero, lo llevó a torear una vaquilla, matando, un año después, su primer becerro. Otro antecedente, dentro del mundillo de tauro, es el de su tío abuelo Rafael Ponce “Rafaelillo”, quien fuera matador de toros. A los diez años participó en un festival benéfico celebrado en su natal Chiva, para posteriormente tomar parte en el concurso “Monte Picayo busca un torero”, siendo uno de los triunfadores, su premio fue torear una becerrada en Valencia donde salió a hombros. Ingresó a la Escuela Taurina de esa ciudad, para dos años después actuar en un festival en Castellar de Santistéban, donde conoció a Juan Ruiz Palomares, quien se convirtió en su apoderado. El 10 de agosto de 1986, a los 15 años, toreó sin picadores en el coso de Baeza, actuando de esa manera en buen número de festejos. Tiempo después, el 9 de marzo de 1988, debutó con varilargueros en Castellón de la Plana, iniciando una campaña triunfal que lo llevó a pisar,
Enrique Ponce
entre otros, los cosos de Sevilla y Madrid. En 1989 su carrera novilleril fue a más, llegando al doctorado con ciento uno festejos con varilargueros. Tomó la alternativa en Valencia, el 16 de marzo de 1990, de manos de José Miguel Arroyo “Joselito” y con Miguel Báez “Litri” hijo, de testigo. El de la ceremonia se llamó “Talentoso” de Torrestrella. La confirmó en Madrid el 30 de septiembre siguiente con “Farruco” de la Viuda de Diego Garrido, padrino Rafael de Paula, en presencia de Luis Francisco Esplá. En México lo hizo el 13 de diciembre del 92 con “Nevadito” de la Venta del Refugio, llevando de alternantes a Guillermo Capetillo y David Silveti. Durante la faena de muleta recibió una cornada de poca importancia, que vino a ser su bautismo de sangre. En México sus triunfos se suceden temporada tras temporada, convirtiéndose en uno de los consentidos de la afición del coso de Insurgentes, donde ha cuajado tardes memorables con 74 El mundo de tauro
corte de innumerables trofeos. Hoy en día Ponce es uno de los toreros españoles, que puede ufanarse de ser ídolo de la afición mexicana.
A partir de 1992, Ponce sumó fechas que dio gusto en plazas europeas, no bajando de las cien corridas durante diez largos años. En el 93 intento romper la marca de ciento veintiún corridas de “El Cordobés”, pero una grave cornada recibida cuando toreaba en Cieza, se lo impidió. Esa temporada, marcada por su competencia con “Joselito”, la culminó matando seis toros en Valencia y cortando cuatro orejas. Su nombre está ya escrito con letras de oro y hasta los más críticos lo reconocen ya como una figura histórica. Su impresionante regularidad y su crecimiento artístico lo colocan en un sitio de privilegio. Es como los buenos vinos, entre más pasa el tiempo mejor está y prueba de ello son sus últimas temporadas en las que, por doquier, ha cuajado faenas fuera de serie. Nadie puede negar que el Ponce actual es, sin discusión, uno de los grandes de la tauromaquia de todos los tiempos. Hoy sigue su camino derrochando arte y sapiencia. Hay quien dice que con casi treinta años de haberse convertido en matador de toros tiene más hambre de gloria, que muchos que están empezando. Ponce es el torero que más festejos ha toreado en toda la historia, lleva más de dos mil trescientas corridas y bien puedo decir que, según como lo vemos, aún le queda mucho por hacer en los ruedos. Siguiendo el ejemplo de otros toreros, también formó una ganadería a las puertas de Navas de San Juan, Jaén, población donde, curiosamente, se había despedido de novillero. Una finca preciosa que tuve el gusto de conocer. José Tomás Román Martín se inició en el toreo siendo un jovencito. Su abuelo, Celestino
José Tomás
Román, gran aficionado a la fiesta brava, construyó en un terreno colindante a unos potreros que su pariente Victorino Martín tiene en Galapagar, población cercana a Madrid, por si alguno de sus nietos hacía realidad los sueños que él tuvo y no pudo concretar, ser torero. El aspirante a novillero toreó con éxito algunos festejos en España de la mano de Antonio Corbacho, pero tuvo problemas por su poca edad. A Victorino le nació un toro jorobado que no podía mandar a una plaza, razón por la cual el abuelo de José Tomás le pidió se lo soltara al muchacho para ver si tenía el valor suficiente. El astado rondaba la media tonelada y estaba en El mundo de tauro 75
puntas. El joven pudo con el paquete y surgió la idea de mandarlo a México para prepararlo. El famoso ganadero pidió a sus amigos José Chafik y a Marcelino Miaja lo tuvieran un tiempo en su vacada de San Martín, en suelo queretano, y ambos aceptaron. Durante varios años, aquí se fue formando lidiando becerras en buen número de ganaderías, hasta que lo hicieron debutar en la placita de Puerto Vallarta, cortándole el rabo a un astado de sus protectores. Tras torear bastantes festejos en la provincia, se presentó en el coso de Insurgentes, el 3 de julio de 1994, cortando la oreja de uno de sus enemigos, por cierto, de la vacada de Manolo Martínez. Tres tardes más actuó en “la México” con éxito, teniendo que cortar su temporada para ir a España y cumplir con la obligatoria “mili”. Regresó a suelo azteca para recibir la alternativa el 10 de diciembre de 1995 de manos de Jorge Gutiérrez y con Manolo Mejía de testigo ante “Mariachi” de Xajay, dando la vuelta al ruedo. Para a principios del año siguiente ser herido de suma gravedad cuando toreaba en el coso de Autlán de la Grana, teniendo que recibir varias trasfusiones de sangre. Volvió a España para confirmar en Madrid el 14 de mayo del 95 con Ortega Cano de padrino y “Jesulín de Ubrique de testigo, ante “Jumito” de Jandilla. Cortó oreja de su segundo. Este puede decirse fue el arranque de un torero diferente que cautivaba a las masas. Sus triunfos se sucedían y no faltó quien dijera que iba a barrer con todos. Su paso triunfal culminó en el 2001, pues el 1 de junio, en Las Ventas, dejó ir vivo uno de Adolfo Martín al retirase del astado tras pincharlo y descabellarlo varias veces. La bronca fue épica y la Comunidad de Madrid lo sancionó. En septiembre del 2002, anunció se iría de los ruedos, cansado de la presión del público y por las muchas cornadas recibidas. Durante cuatro años y nueve meses estuvo alejado de los cosos, reapareciendo en junio del 97 en Barcelona, donde gozaba de envidiable cartel y cortando tres orejas. Volvía a torear José Tomás, pero en menor número de festejos que en otras campañas. Destacando, entre otras, una tarde en la Feria de San Isidro, en que cortó cuatro orejas a toros de Victoriano del Río. Cabe recordar que el 24 de abril del 2010 recibió en Aguascalientes una cornada tremenda que lo puso al borde de la muerte. Los médicos lucharon a brazo partido para sacarlo adelante, porque el pitón había lesionado la vena safena y la arteria ilíaca de la pierna izquierda, teniendo que recibir casi siete litros de sangre en transfusiones. Hay quien dice, volvió a nacer. El de Galapagar es un torero distinto, poseedor de un valor fuera de serie, entrega absoluta, que pisa terrenos por demás comprometidos, de un toreo vertical, de mucha exposición y quietud, trasmitiendo así su quehacer taurino a los aficionados. José Tomás sigue toreando, pero ya lo hace esporádicamente. Su nombre es imán taquillero y donde lo anuncian llena los cosos. Julián López “El Juli, un torero fuera de serie que se inició siendo un niño., prueba de ello es que en la fiesta en que se celebraba su primera comunión dio sus primeros capotazos a una becerra, pidiendo a su padre lo inscribiera en la Escuela Taurina de Madrid. A los 10 años, en el pueblecito de Villamuelas, mató su primer becerro. Continuó con su aprendizaje en la Escuela de Madrid, toreando donde podía como becerrista, pero como en España no podía actuar por con picadores, por su corta edad, decidió viajar a México donde no tendría problemas, debutando en Texcoco en marzo de 1997 y cortando dos orejas. 76 El mundo de tauro
Bien podemos decir que “de ahí pal real”, pues a partir de esa tarde no dejó de torear en ruedos nacionales, sumando 77 festejos. Triunfó en toda la extensión de la palabra, para consagrarse en la plaza más grande del mundo al indultar al astado “Feligrés” de la Venta del Refugio, novillo lidiado como regalo. Con apenas 15 años ya estaba convertido en un torero de los pies a la cabeza. A los 16 regresó a España para torear con caballos y sus triunfos no se hicieron esperar. Se presentó en Madrid el 13 de septiembre del 98, con una gesta, matando seis novillos como único espada y cortando dos orejas a “Afanes” de Alcurrucén, saliendo por la Puerta Grande. Su primera en el coso más importante del mundo.
Julián López “El Juli”
Cinco días después, el 18 de septiembre, se convirtió en matador de toros de manos de José Mari Manzanares y de testigo Ortega Cano, con toros de Daniel Ruiz en el milenario “Circo Romano” de Nimes, el coso más importante de Francia. El de la ceremonia se llamó “Endiosado” al que tumbó su primera oreja como diestro de alternativa. Otra a su segundo y, por ende, la obligada salida a hombros por la “Puerta de los Cónsules”. En tierra azteca, donde gozaba de envidiable cartel, confirmó su alternativa el 6 de diciembre de 1998, con Miguel Espinosa y Mario del Olmo, ante “Platero” de Santiago. El madrileño estuvo enorme en el que cerró plaza al grado que, pese a recurrir cinco veces al descabello, le fueron otorgadas las dos orejas a petición del respetable. Su carrera creció como la espuma y su temporada europea de 1999 constó nada menos de 134 corridas, en las que cortó 284 orejas y 16 rabos, a pesar de algunos percances. Al año siguiente continuó en plan arrollador y de paso confirmó la alternativa en Las Ventas, el 17 de mayo de manos de Enrique Ponce y Rivera Ordóñez como testigo. Sumando 106 festejos y cosechando 200 orejas y 13 rabos. Al igual que en España, su cartel en México es de lo mejor. En el 2002 salió tres veces a hombros del coso capitalino, destacando su labor ante “Rey de Oro” de Reyes Huerta al que le tumbó el rabo. En Madrid, en la Palacio de Vista Alegre cortó un rabo, trofeo que no se concedía en la capital ibera desde 1972, aunque esta vez no haya sido en Las Ventas. Nueva cumbre de Juli en un aniversario más de “la México”, al indultar a “Trojano” de Montecristo tras cuajarlo de manera sensacional. Tal parece que el 5 de febrero le va bien al madrileño. El 30 de enero del 2011 cuajó en el coso de Insurgentes a sus dos toros de Xajay y le tumbó el rabo a “Guapetón”. En el 2012 lo volvió a hacer en la capital azteca al cortar cuatro apéndices auriculares. El mundo de tauro 77
“Juli” no afloja el paso y sus éxitos se multiplican en toda la geografía taurina. Un torero en plenitud que muestra una tauromaquia muy propia en la que hay maestría, poder, temple y largueza extraordinaria en sus muletazos. Está en la cumbre y ahí se mantiene a pesar de que nuevas generaciones quieren hacerlo a un lado, pero ninguno ha podido, es mucho torero. Todavía es muy joven y le queda mucho trecho por recorrer y cumbres por alcanzar. Julián López “El Juli, es otro que está, con todos los honores, en la lista de toreros españoles que pueden ufanarse en señalar que en México son auténticos ídolos de los aficionados y, la verdad, muy pocos pueden decirlo. Además de torear, Julián tiene una ganadería, El Freixo que le está funcionando bastante bien y una escuela tarina denominada Fundación El Juli donde apoya a muchos aspirantes a seguir sus pasos en los ruedos del mundo. José Antonio Morante Camacho “Morante de la Puebla” se aficionó a los toros desde muy pequeño y a los Reyes Magos no les pedía juguetes, quería un traje de torear. A los cinco años se enfrentó a una becerrita, para cuatro años después vestir de luces en Villamanrique de la Condesa. Tras dos temporadas como novillero, en las que pisó Madrid y Sevilla, se doctoró el 29 de junio de 1997 en Burgos, con el colombiano César Rincón de padrino y Fernando Cepeda de testigo ante “Guerrero” de Juan Pedro Domecq. Para confirmarla en Las Ventas de manos de Julio Aparicio y el testimonio de Manuel Díaz “El Cordobés”, ante ganado de Sepúlveda de Yeltes. Viajó a México para confirmar el 25 de diciembre del 2000 estando en el cartel Miguel Espinosa e Ignacio Garibay. El de la ceremonia fue de Julio Delgado y su nombre “Canelo”. Esa tarde cortó una oreja. Plaza en la que ha triunfado en diferentes temporadas, cortando apéndices, a ganado de Teófilo Gómez, sus predilectos. En mayo del 2004 decidió retirarse de los ruedos argumentando problemas psicológicos. Tras una pausa, volvió a vestir el terno de luces, para en 2007 irse de nueva cuenta por corto tiempo, Finalmente, en agosto del 2017 anunció que estaba aburrido y volvió a decir adiós, temporalmente. Al escribir este libro está toreando de nueva cuenta y regando los ruedos del mundo con ese arte privilegiado que sólo los elegidos poseen. Es dueño de una forma de torear muy peculiar que, en ocasiones, con un solo capotazo o muletazo enardece al gentío, para luego, lamentablemente, desdibujarse. Hay quien, en su caso, recuerda lo que en su momento se decía de Curro Romero, que “para verlo cuajar un toro, había que ser de su cuadrilla”. “Morante de la Puebla”
Otros toreros que han brillado en los últimos tiempos, pero considero no han alcanzado las cotas de los anteriores. Entre ellos están: Alejandro Talavante, José María Manzanares hijo, Miguel Angel Perera y ese león de leones que es Juan José Padilla, quien recientemente decidió cortarse el añadido. “Ni están todos los que son; ni son todos los que están”. 78 El mundo de tauro
México
La fiesta de toros la trajeron a nuestro país los conquistadores. Con ellos llegaron el ganado
vacuno y caballar que rápidamente se multiplicó. Al paso de los años los hombres venidos de la iberia extrañaban algunas de sus diversiones habituales, entre ellas el correr toros, más aún si ya contaban en el Nuevo Mundo con cabalgaduras y astados que braveaban. Aunque hay dos versiones, todo indica que la primera vez que se corrieron toros en la gran Tenochtitlán fue el 26 de junio de 1526, según escribió, el 3 de septiembre de dicho año, Hernán Cortés al rey Carlos V en su V Carta de Relación: “Otro día, que fue de San Juan, como despaché a este mensajero (para dar la bienvenida al licenciado Ponce de León), llegó otro, estando corriendo ciertos toros y en regocijo de cañas y otras fiestas, y me trajo una carta de dicho juez y otra de Vuestra Sacra Majestad”. No se sabe a ciencia cierta, que ganado se corrió en esa ocasión, pues también hay dos versiones. Una indica que se corrieron astados “escogidos y bravísimos” traídos de la tierra de los Chichimecas, la zona norte de la Nueva España, donde había grandes manadas de búfalos o se enfrentaron a reses descendientes de lo traído por los conquistadores, años atrás.
La fusión de dos culturas
Otros dan como real, ignorando la carta de Relación de Cortés, la del 13 de agosto de 1529, día de San Hipólito cuando se corrieron por primera vez toros en la hoy en día ciudad de México y basan su aseveración en el Acta de Cabildo del miércoles 11 de agosto de ese año. Reproduzco un segmento de dicho documento: “Estando juntos en cabildo el muy magnífico señor Nuño de Guzmán, presidente de esta Nueva España por su Majestad, y los muy nobles señores Francisco Verdugo y Andrés de Barrios –alcaldes-, y el doctor Hojeda, Bernardino Vázquez de Tapia, Antonio Serrano de Cardona, Gonzalo Ruiz y Lope de Samaniego - regidores-, y luego vinieron a dicho cabildo el comendador Proaño y Pedro de Sámano. Los dichos señores ordenaron y mandaron que, de aquí en adelante todos los años, por honra de la fiesta del señor San Hipólito, en cuyo día se ganó esta ciudad, se corran siete toros y que de ellos se maten dos y se den por amor de Dios a los monasterios y hospitales…” El escenario donde se corrieron dichos toros estaba ubicado en la antigua Plazuela del Marqués, que en ese entonces estaba entre las calles de Escalerillas, Empedradillo y Seminario, ocupando parte del terreno donde se construía la Catedral, provocando un enfrentamiento entre los integrantes del Cabildo y las autoridades eclesiásticas. El mundo de tauro 79
Molesto, el arzobispo Montufar envió una carta al Consejo de Indias diciendo: “Hay cierta diferencia sobre el suelo que está ya bendito, del que nos quieren quitar un pedazo para correr toros; y parece cosa indecente estando ya bendito profanarlo; donde muchas veces los toros matan indios como bestias…”. A final de cuentas, las autoridades ignoraron la queja del religioso y se corrieron los astados donde estaba previsto. Por otra parte, el Cabildo acordó que en la Gran Tenochtitlán se corrieran toros en la fiesta de San Hipólito y de Santiago, el 6 de enero (día de Reyes), por la jura de un nuevo monarca español, bodas reales, el parto feliz de la reina, la canonización de algún santo y en cualquier otro acontecimiento relacionado con la monarquía española o el virreinato. En 1535 se estableció que en la ciudad se celebraran festejos taurinos, durante varios días, para dar la bienvenida a un nuevo virrey. Muchos eran los que intervenían en esas corridas, unos a caballos, lo más común, sin faltar quienes lo hacían a pie, principalmente indígenas, recordemos que en esos años a los nativos les estaba prohibido tener una cabalgadura. El virrey Luis de Velasco (1550 – 1564) era gran aficionado al espectáculo taurino y muchas fueron las fiestas en que con garbo y valentía se enfrentó a toros. Asimismo, se cuenta que todos los sábados, acompañado por los principales de la ciudad, alanceaba toros en el bosque de Chapultepec. Su hijo, del mismo nombre, quien también fuera virrey, siguió sus pasos frente a los astados, y el pueblo les dedicó un dicho a los Velasco: “lindos hombres a caballo, tenían sangre torera”. La afición por enfrentarse a los toros crecía en la Nueva España y al grado de que hasta en la lejana península de Yucatán se corrían toros con gran frecuencia. En 1563, don Diego de Quijada, gobernador de Mérida, informó a Felipe II que, para la construcción de barreras y talanqueras de los cosos, utilizaba a indios naborías. En 1566 los señores justicia y regidores de la capital decidieron que, para recibir al virrey, Marqués de Falces, las fiestas de bienvenida se celebraran en la Plaza Mayor, lo que hoy en día es el zócalo, hecho poco frecuente, pues en ese tiempo se corrían toros en otros escenarios de la ciudad. Al año siguiente, gran desencanto para los “taurófilos” de entonces, al conocerse la bula del Papa Pío V prohibiendo los espectáculos taurinos. En la Nueva España se acató la orden al pie de la letra, no corriéndose toros durante casi una década. La primera plaza de toros “oficial” que hubo en la gran ciudad se levantó en la Plazuela del Volador, ubicada en la esquina de las calles de Universidad y Acequia. En ese lugar se celebraban festejos taurinos en fiestas reales o por disposición expresa de las altas autoridades. Funcionó hasta principios del siglo XIX. Es interesante mencionar que en 1610 ya sonaban en territorio mexicano “toreadores de a pie”. En los festejos celebrados en la Plaza Mayor, en agosto de ese año, se corrieron cincuenta toros en dos días con premios de veinte y treinta pesos para la mejor lanzada a pie y a caballo, así como para los “toreadores”. Su actuación debía ser muy destacada, pues el Mayordomo del Ayuntamiento ordenó le pagaran treinta y dos pesos a un hombre que actuó en dichas fiestas. Cabe mencionar que los bureles lidiados en esos años, por indicaciones de las autoridades, eran escogidos por los carniceros, quienes tenían la obligación de elegir toros muy buenos, supongo se referían a los que bravearan más. Lo curioso es que les exigían tener preparados cien astados para esos festejos. Por ese entonces empezaba a sonar el ganado bravo de las haciendas de Peredo, de los Salcedo, Mateo de Molina y Doña Elvira, extraña que no se mencionara la de Atenco, que en 1528 había 80 El mundo de tauro
fundado Juan Gutiérrez Altamirano, pariente de Hernán Cortés, con doce pares de vacas y toros de la región española de Navarra. Al no poder contar los nativos con caballos para participar en los festejos, el pueblo optó por enfrentarse a los toros a pie, proliferando este tipo de toreo en diferentes zonas del país, por lo que desde esos años el “toreo mexicano” fue tomando una forma especial muy distinta a lo que los “matatoros” hispanos practicaban por ese entonces, pues en su toreo incluían diversas suertes campiranas. Desde finales del siglo XVI se mencionaba el nombre de toreros de a pie que recorrían lo que hoy conocemos como Zacatecas, Guanajuato y Durango, destacando un mestizo y dos mulatos. En aquellos años se construyó la famosa fuente de piedra de Acámbaro, Gto., en la que en sus costados aparecen escenas taurinas: un torero cogido por un toro y uno de sus
Fuente de Acámbaro del siglo XVI
compañeros haciéndole el quite, otra escena donde un hombre está desjarretando a un astado y una tercera con un empeño a pie. Está fuente todavía se puede admirar frente al Templo del Hospital, en la Plazuela Hidalgo de esa población, y se dice fue hecha para conmemorar la primera corrida de toros en la Nueva España. Por ese tiempo, las autoridades de San Miguel el Grande otorgaron a los indios del lugar la concesión de cerrar cada año la plaza mayor del pueblo, para organizar con motivo de la festividad de San Miguel Arcángel corridas de toros. Eran dos semanas de festejos por la mañana y por la tarde. En ellos soló “toreaban” indígenas, quedando prohibida la intervención de súbditos españoles. Esto funcionó hasta 1796, cuando los regidores les pusieron infinidad de trabas a los nativos. Muy a la calladita, el espectáculo taurino fue ganando adeptos en la Nueva España y para el siglo XVII ya se corrían toros en lugares que hoy ocupan los estados de Aguascalientes, Jalisco, Zacatecas, Durango, Querétaro, Guanajuato, Michoacán y San Luis Potosí, entre otros. En suelo hidrocálido, en 1615 los frailes jesuitas fundaron la ganadería de Cieneguilla, lidiando sus astados en los alrededores. Esta vacada brava, junto con Atenco, podemos considerarla como una de las primeras conocidas en este lado del Atlántico. La plaza más antigua del mundo, aunque usted no lo crea, la tenemos en Cañadas de Obregón, un pequeño pueblo que formaba parte de la Nueva Galicia, hoy estado de Jalisco, zona donde florecía la cría y reproducción de ganado. Sus constructores fueron españoles hijos de los conquistadores, razón por la cual gustaban de correr y alancear toros. Es por esto que en 1680 el hacendado Agapito Gómez decidió levantar dicho coso taurino. El mundo de tauro 81
En un costado de la placita de toros aparece en piedra un texto que dice: “fundada en 1680”, lo que la convierte en la más antigua del mundo, pues la de Bejar, España, data de 1711. En sus inicios el ruedo era circular, pero hoy en día es oval. Sus graderíos eran de madera amarrada con fuertes lazos y los muros circundantes del tendido, de adobe, pero hoy son de cantera rosa. Es muy pequeña con cupo para alrededor de mil quinientos espectadores. No hay datos oficiales de su origen porque en 1926 las tropas cristeras saquearon y quemaron los archivos de Cañadas de Obregón, pero esa piedra da fe de sus años de vida. Una época en que los toros entusiasmaban al pueblo y a la llegada del virrey Diego López Pacheco y Bobadilla “Marqués de Villena” se hicieron innumerables festejos en la capital, permitiéndose que en diversas zonas de la ciudad se corrieran astados para diversión del populacho. Los bureles eran atados de los cuernos con una cuerda larga amarrada a postes sólidos, evitando así, según las autoridades, que los improvisados toreros a pie sufrieran percances serios. Durante gran parte del siglo XVII era común el ver correr toros por la noche. Se cerraban las bocacalles de Mercaderes, la Profesa, Palma y Alcaicería, colocándose hachas de cera en los balcones e hilos de farolillos en las aceras. Festejos en los que intervenía quien se animaba a salirle al toro. Por otra parte, en 1677 se organizaron durante tres días, en el entonces pueblo de Tacuba, hoy parte de la capital, corridas de toros con asistencia del virrey. El bachiller José María Zelaa e Hidalgo dejó para la posteridad la reseña de dos corridas de toros celebradas en Querétaro, en 1680, con motivo de la dedicación del Santuario de Guadalupe, señalando que participaron cuadrillas de toreros mexicanos, quienes ejecutaban las suertes de la lidia con toda perfección y maestría. Con motivo de las fiestas de la Santa Cruz se celebró en la ciudad de México, en 1688, un festejo en los que participó un grupo formado exclusivamente por indios toreros, muriendo uno al realizar arriesgada suerte. Como verán, la fiesta brava gustaba ya a los indígenas, quienes organizaban cuadrillas. En la recta final del diecisiete, según datos que encontré, empezó a celebrarse el llamado “toro de once” en una plazoleta cercana a la Universidad. Eran festejos mañaneros en los que intervenían principalmente estudiantes, aunque la toreada no estaba vedada a valientes de todas las clases sociales. También se menciona que en una corrida celebrada por esos días en la Plaza de San Diego, una mulata toreó a caballo sentada, como hombre. Hoy en día, están prohibidos los festejos taurinos en el estado de Oaxaca, pero en noviembre de 1728, por el casamiento de los Príncipes de España y Portugal, hubo dos semanas de corridas de toros, habiéndose contratado a los mejores toreros que había en ese entonces en la Nueva España. Lamentablemente no encontré nombre de los diestros que actuaron. A principios del siglo XVIII, una de las ferias más importantes del la Nueva España era la de San Juan de los Lagos, hoy en el estado de Jalisco, donde se congregaba millares de visitantes a lo largo de sus casi tres semanas de fiestas. Entre sus diversiones estaban las corridas de toros que dejaban muy buen dinero a las autoridades, quienes, con lo recaudado, en ellas y otros giros, construyeron junto con aportación del clero, el santuario de la virgen de San Juan de los Lagos, al que hoy acuden anualmente millones de fieles. El espectáculo taurino crecía como la espuma en la Nueva España. Don José Bernardo de Hogal dejó para la posteridad un poema en el que se refiere a las corridas que se celebraban en la Nueva España durante la primera mitad del diecisiete. De él extractamos un segmento: 82 El mundo de tauro
“en la plaza de los toros… unos con rejón en mano otros con la lanza en ristre, aquellos que les enojen y aquestos que los piquen. Así quedó en siete tardes para que mejor se lidien, cien toros a ser vinieron víctimas que sacrifiquen…” Dato curioso se vivió en marzo de 1756 en el poblado de Tlayacapan, hoy en estado de Morelos, donde sus habitantes, indígenas en su mayoría, se amotinaron cuando el cura del lugar se opuso a la celebración de su “toreada” anual por caer esta en domingo, día en que según el clero no podía haber corridas de toros. Para calmar las aguas se enviaron soldados, pero los lugareños, mantuvieron su protesta, atrincherándose en cerros cercanos para enfrentarse a la tropa, resultando muertos varios indios. Durante gran parte del siglo XVIII no sólo se celebraban festejos taurinos con motivo de las fiestas religiosas o para celebrar cosas relevantes de la corona española o del virreinato, había también largas temporadas de toros. Un ejemplo lo tuvimos en 1769, cuando el virrey Marqués de Croix para poder celebrar su temporada, ordenó se construyera, más en forma, la plaza del Volador. Estando todo listo, se compraron ciento cuarenta toros de don Julián del Hierro y sesenta de don Juan Francisco Retana, dueño de la ganadería de Yeregé, exigiendo que debían tener de seis a nueve años, pagando, diez pesos por cada uno. La lista de toreros contratados es interesante: como cuadrillas de a pie se firmó a los sevillanos Tomás Venegas “El Gachupín Toreador” y a Pedro Montero, de primero y segundo espada, respectivamente; Manuel Vela, Pedro Pérez, Julio Figueroa “El Loco”, José Castro, Juan Esteban González “el Calacuaya” y Enrique Lizaldi Becerra, banderilleros; como cuadrillas de a caballo Felipe Hernández “El Cuate”, “El Capuchino”, Cristóbal Díaz “El Andaluz”, Felipe Paredes “el Tejón”, al coyoacanense Antonio Reina, Santiago Gándara y el queretano José Manuel Porraz; Manuel Franco “El Jerezano” actuó de garrochero y “rejonero”. Al parecer en toda la cuadrilla sólo había tres mexicanos. Para abrir boca, en las primeras corridas estos fueron los salarios devengados por los toreros: Venegas, treinta pesos; “el Cuate” y Montero, veinte; Reina, doce; al resto de los de a caballo, ocho pesos; y cinco a los banderilleros. Quien más cobró fue “El Jerezano” quien se llevó cincuenta pesos, pues venía precedido de gran fama como “rejonero”. El serial se prolongó, cuatro corridas más, percibiendo los toreros salarios más bajos.
Virrey Marqués de Croix
Resultaron heridos Montero y “El Capuchino”. El espada se repuso pronto de su cornada, pero el segundo falleció en el mismo ruedo, por lo que los Comisarios entregaron a la viuda del picador veinticuatro pesos, correspondientes al salario devengado por el difunto, más dos pesos y dos reales para el entierro. El mundo de tauro 83
El virreinato organizaba festejos taurinos porque dejaban buen dinero. En 1770 se celebraron doce corridas que produjeron cuantiosos beneficios para las obras de seguridad de la Colonia. La ganancia alcanzó los veinticinco mil trescientos ocho pesos, cantidad nada despreciable para la época. Le fue tan bien a Tomás Venegas “El Gachupín Toreador”, que merced a sus triunfos, sentó aquí sus reales por poco más de un cuarto de siglo. Dado él éxito económico alcanzado en estos festejos, el Marqués de Croix decidió celebrar al año siguiente otra temporada taurina, para con las ganancias ensanchar la Alameda al doble de su tamaño, empedrar algunas calles y hacer otras mejoras necesarias en la ciudad. Se dieron doce corridas, con la cuadrilla “el Gachupín Toreador”, esta vez con la novedad de que entre los subalternos había diez mexicanos, tres de a pie, y siete de a caballo. A quienes más se distinguían les daban como premio, uno de los toros muertos para que vendieran su carne. Con la llegada de Tomás Venegas, el toreo de México sufrió una gran transformación al mostrarnos lo que en ese entonces se practicaba en Iberia, pues la labor del mexicano en los ruedos, era sólo obra de su inspiración, utilizaba sombreros anchos, sarapes o lo que tuviera a mano para pegarle pases a los toros. Puedo decir, que desde esos años nuestro toreo empezó a actualizarse. Asimismo, a su fiesta, el mexicano le ponía aderezos ajenos a la lidia de los toros, como la cucaña, las mojigangas, el torero gordo, los locos, toreo en zancos y fuegos artificiales, mezclando
Mojigangas del siglo XVIII
también jaripeos, coleadero, manganas y jineteo de astados, así como toro embolado, entre otras suertes. Era tal la afición del pueblo que cuando el virrey Antonio María de Bucareli, durante su mandato, prohibió la fiesta, no faltó un vivales que ofreciera en el patio del Teatro Principal, durante los intermedios de las obras ahí presentadas, la lidia de uno o dos toros. La gente entusiasmada llenaba el escenario, hasta que fue cerrardo, por órdenes superiores, argumentando que el empresario se estaba burlando de la autoridad. 84 El mundo de tauro
El virrey Martín de Mayorga llegó en 1780 y aunque no le gustaba la fiesta brava, volvieron a celebrarse corridas en la capital, pero cuando al poco tiempo lo sustituyó Matías de Gálvez y casi de inmediato su hijo Bernardo “Conde de Gálvez”, el toreo volvió por sus fueros con una gran temporada de corridas. Se asegura que una tarde actuaron seis toreras, una de ellas ahijada del virrey, y que mucho se lucieron. Los toros fueron de las dehesas de la viuda de Lecumberri y del conde de Regla. “El conde de Gálvez” gastó mucho dinero para la construcción del Castillo de Chapultepec, cuyas obras se iniciaron en diciembre de 1785, razón por la cual Carlos III de España ordenó, dos años después, al virrey Manuel Antonio Flores, la celebración de una serie de corridas para con lo recaudado cubrir las enormes deudas existentes, pues se debían a la Real Hacienda, cien mil treinta y ocho pesos. Celaya era una población pequeña donde había mucha afición, prueba de ello es que en diciembre de 1791 se organizó una temporada de ocho corridas de toros en las que, a pesar de ser “el Gachupín Toreador”, el torero de moda, los organizadores contrataron a los mejores toreros mexicanos del momento para que se enfrentaran a cien toros de El Salitre. Como primeros espadas estuvieron María García y Andrés “El Zamorano”; de a caballo Felipe “El Mexicano” y Nicolás Casas; de a pie Juan y José María Montesinos y “El Tarimbeño”, mientras que “El Jerezano” salió de sobresaliente. El virrey Marqués de Branciforte llegó a México en 1794 y de inmediato ordenó se organizara una temporada de doce corridas de toros, para de recaudar fondos y poder hacer una estatua en bronce en honor de Carlos IV, que se pondría en la Plaza Mayor de la capital del virreinato, y hoy conocemos como “El Caballito”; además de un camino amplio y bien acondicionado que uniera la gran ciudad con el puerto de Veracruz.
“El Caballito”, estatua en honor de Carlos IV
Hablando de obras que se construyeron en la Nueva España, gracias a los espectáculos taurinos, en 1796, el Corregidor José Ignacio Ruiz Calado solicitó al virrey Branciforte su venia para organizar una serie de corridas, arguyendo siempre dejaban beneficios y necesitaba dinero para construir la Alameda de la ciudad de Querétaro. La afición por la fiesta brava corría como reguero de pólvora por todo el país y en ese entonces, además de en la capital, era frecuente que se celebraran festejos taurinos en lugares como El mundo de tauro 85
Durango, Papantla, Pátzcuaro, Guanajuato, Veracruz, Tehuantepec, Aguascalientes, Tabasco, Valladolid, Real de Catorce, León, Zamora, Chilapa, San Luis de la Paz, Celaya, León, Cuernavaca, Ixtlahuaca, Lerma, Puebla, Tlaxcalilla, Jalapa, Querétaro, San Luis Potosí Mérida, San Pedro Tlaquepaque, etc. El Santuario de Guadalupe de San Luis Potosí estaba inconcluso, pues le faltaban las torres y las habitaciones del capellán. Para solucionar el problema se organizaron, en octubre de 1800, quince corridas de toros, pero para hacerlas tuvieron que superarse varios imprevistos, entre ellos, la absurda protesta del cura de la ciudad, quien mandó al virrey una carta pidiendo se negara el permiso, pues los festejos afectaban la moral de los buenos ciudadanos. Olvidándose que eran en beneficio de una iglesia. Finalmente, los festejos se celebraron y durante la bendición del Santuario ofició la misa don Miguel Hidalgo y Costilla, Padre de la Patria. Cabe mencionar que en esa población los soldados del rey nunca habían hecho el despeje de cuadrillas y al hacerlo, en el primero de estos festejos, el atractivo fue espectacular. Al frente de los militares salió al ruedo el capitán Ignacio Allende, otro de los grandes héroes de nuestra Independencia. Entramos a un nuevo siglo donde las cosas iban a ponerse color de hormiga. Napoleón había invadido territorio español y en la Nueva España soplaban vientos independentistas, que tenían nervioso al virrey en turno y a quienes estaban a su alrededor. A pesar de todo, la afición por los toros no disminuía, crecía, al grado de que hasta el Cura Hidalgo tenía tres ganaderías de reses bravas en suelo michoacano, Jaripeo, Santa Rosa y San Nicolás. Taurinamente fue muy pobre el arranque del siglo XIX en nuestro país, las revueltas estaban a la orden del día y germinaba ya un espíritu independentista que tenía en vilo a los españoles. Las primeras noticias de esa centuria sobre la fiesta brava datan de 1803, cuando el virrey José de Iturrigaray dio su anuencia para la celebración de una serie de ocho corridas a beneficio de la Casa de Niños Expósitos de la ciudad. Para la develación de “El Caballito”, estatua de bronce que tardó nueve años en terminarse, se celebraron varios festejos taurinos, contratándose a tres cuadrillas, dos de a pie y una de a caballo, anunciándose que irían regiamente vestidos. El traje de la primera cuadrilla fue de paño color perla, los centros y divisas de raso rosa y golpes de plata; la segunda vistió de paño negro, centros y divisas de raso perla y golpes de oro; la indumentaria de los de a caballo fue de ante, centro y divisas celestes, con golpes negros. A pesar de todo, aunque a cuentagotas, la fiesta brava continuaba en la a Nueva España. En
Plaza de toros de San Pablo, construida en 1815 86 El mundo de tauro
1809 se autorizó la celebración de diez corridas de toros en Puebla, cuyos beneficios fueron para mejoras materiales de la ciudad. En muchos otros lugares del país solicitaron la venia del virrey para organizar festejos, pero en todas se opuso, argumentando podía haber problemas con el pueblo, aunque, casi seguro, que en muchos sitios hicieron caso omiso a esa negativa. Fue hasta 1815, con motivo de la restauración en el trono español de Fernando VII, que volvieron las corridas de toros a la gran ciudad, teniendo como escenario la plaza de El Volador. Como capitán de cuadrilla salió Felipe Estrada y como segundo espada José Antonio Rea; los banderilleros fueron: José María Ríos, Guadalupe Granados, José María Montesinos y Vicente Soria; los supernumerarios José Manuel Girón, José Pichardo y Basilio Quijón; los picadores Francisco Alvarez, Javier Tenorio Román Gandaza y José María Castillo. Los toros procedían de Atengo, Golondrinas, Astillero y Tenango. Hasta este año las plazas de toros de la capital de la Nueva España habían sido levantadas única y nada más para la celebración de los festejos taurinos, eran prácticamente de pon y quita, pero este año el virrey Félix Calleja decidió que se construyera una fija. Compró la madera utilizada en la placita de El Volador y con ella levantó una en la plazuela de San Pablo, un coso que duró hasta 1821, cuando un incendio, casual o provocado, la convirtió en cenizas. Muchos fueron los escenarios donde, antes de la Independencia, hubo cosos taurinos en la capital de la Nueva España: la de el Volador que funcionaba desde el siglo XVI, la del Marqués, de Guardiola, de la Santísima, Chapultepec, la Plaza Nacional, hoy llamado zócalo, Necatitlán, Jamaica, El Boliche y la de la Plazuela de los Pelos, entre otras. Las arcas de la Real Hacienda estaban prácticamente en quiebra y el virrey Calleja ordenó en abril de 1815, se celebraran catorce corridas para, con las ganancias, vestir a las tropas realistas. Organizó otra temporada a finales de ese año y una más en el siguiente, pues la situación económica que atravesaban los invasores por la guerra de Independencia, era crítica. En 1816 les urgía dinero para sostener a sus tropas, para hecerlo celebraron medio centenar de festejos, tanto en la plaza de El Volador como en la San Pablo. En uno de estas corridas participó la torera Francisca Gándara, quien se dice fue muy ovacionada. También participaron, entre otros, Guadalupe Granados, Vicente Soria, Antonio Rea y Pablo Rodríguez, quien murió como consecuencia de una cornada recibida al picar sobre un burro. A Tlaxcala la trataban bien los españoles, de ahí que cuando en 1816 llegó el virrey Juan Ruiz de Apodaca “Conde del Venadito”, de inmediato se autorizó que los indígenas de la zona celebraran sesenta corridas de toros, pero el permiso tenía cola, pues gran parte de los beneficios se utilizó para equipar a las tropas realistas.
General Luis Quintanar
Las primeras corridas celebradas en el México independiente fueron las de 1822, para conmemorar la gesta insurgente y la coronación de Agustín de Iturbide. Como la plaza San Pablo se había quemado, se levantó una provisional en lo que hoy es el zócalo capitalino. En los festejos actuaron toreros mexicanos y un español de apellido Pimentel. Entre los que destacó el general Luis Quintanar, quien pico muy bien a un El mundo de tauro 87
toro, junto con él intervinieron en la “toreada” varios militares del Ejercito Trigarante. La feria de Aguascalientes, la internacionalmente famosa “Feria de San Marcos”, es una de las más antiguas y de mayor tradición en nuestro país. Desde su surgimiento, en 1828, el ayuntamiento exigió a los organizadores la celebración de un mínimo de doce corridas, pero antes, desde 1800, ya existía en la “tierra de la gente buena”, el coso del “Mercado”. Fue hasta 1849 cuando don José María López de Nava construyó la plaza del “Buen Gusto”, que estuvo funcionando hasta finales del siglo XIX, cuando abrió sus puertas la “San Marcos”, para en 1974 inaugurarse la hermosa “Monumental”. Vinieron años en los que, a pesar de celebrarse periódicamente festejos taurinos en la capital, apenas hay noticias de ellos y de quienes torearon. Fue hasta 1833 en que, cosa inusitada, hubo tres plazas de toros en la ciudad. El gobierno acordó reconstruir la plaza de San Pablo en el mismo sitio donde estaba la que se había quemado. Se inauguró el 7 de abril y funcionó durante casi cincuenta años. Por esos días también abrió sus puertas el coso de la Alameda, dos escenarios que se unieron a el de Necatitlán. En 1835 se permitió a los súbditos españoles viajar a México. Vino entonces el torero gaditano Bernardo Gaviño, quien por esa fecha andaba en Cuba. Hasta la isla caribeña viajó el diestro mexicano Manuel Bravo, para convencerlo y traerlo, para presentarlo en la plaza San Pablo. Su llegada puso al toreo nacional en otro nivel, pues trajo el quehacer taurino que en España estaba en boga y aquí era prácticamente desconocido. Gaviño se presentó en la plaza San Pablo el 19 de abril del 35, acompañado por los banderilleros españoles Juan Gutiérrez y José Rivas, y el picador Pedro Romero “El Habanero”. Obtuvo resonantes triunfos, ganándose el cariño de la afición, al grado que siguió actuando en suelo mexicano hasta los 74 años, cuando por penurias económicas toreó en Texcoco, el 11 de febrero de 1886. Tarde en que el toro “Chicharrón” de Ayala, le propinó tremenda cornada de la que falleció dos días después en la capital. El pueblo que tanto lo quería, tras su muerte, escribió un corrido del que reproduzco dos estrofas para que vean el afecto que le tenían: Murió Bernardo Gaviño, y murió como valiente, puesto que murió luchando con el toro frente a frente. Ay, toro, torito prieto. ¿Por qué a Bernardo Gaviño, sin piedad dejaste muerto? Aunque este es el capítulo de México, considero importante dedicarle, en esta sección, unos renglones a Gaviño, pues desde su llegada se convirtió en referente de la fiesta en nuestro país. Fue maestro de varios toreros nacionales y a él se debe el que hubiera mayor orden en las corridas al hacerlas semejantes a las españolas. 88 El mundo de tauro
Bernardo Gaviño
Gaviño había recibido sus primeras lecciones de toreo en el matadero de Sevilla y estuvo como subalterno con varios matadores de poca monta, hasta que Manuel Domínguez “Desperdicios” lo llevó en 1829, a Uruguay y otros países sudamericanos, marchando finalmente a Cuba, donde residió un tiempo, antes de venir a México. Su largo peregrinar por América duró cincuenta y siete años. Volviendo a la fiesta en la capital del país, el 23 de noviembre de 1851 abrió sus puertas la plaza de toros del Paseo Nuevo, un bello escenario construido donde hoy está el edificio de la Lotería Nacional, en las calles de Ejido, Rosales, Bucareli y Paseo de la Reforma. Era muy amplio y podía albergar a nueve mil personas. Lo inauguró, como era lógico, Bernardo Gaviño acompañado por el mexicano Mariano González “La Monja”. A pesar de que Gaviño era el mandamás, en diciembre de ese año se presentó en el coso del Paseo Nuevo, otra cuadrilla española encabezada por Antonio Duarte “Cúchares de Chiclana”, siendo segundo espada el jerezano Francisco Torregrosa, así como cuatro banderilleros y dos picadores. Su labor fue mala y la gente armó la bronca, exigiendo salieran al ruedo toreros mexicanos.
Plaza de toros del Paseo Nuevo
La empresa, para calmar los ánimos hizo caso al clamor popular y cuando salieron al ruedo nuestros piqueros vestidos a la usanza mexicana, fue la locura; más aún, cuando aparecieron montando unos caballitos raquíticos, muy distintos a los de los iberos, y picando con más acierto que los importados, cuya puya parecía una lanza. Otro diestro hispano que nos visitó en aquel tiempo fue José Sánchez “El Niño”. Una de las ciudades de mayor jerarquía en México es, Guadalajara y la fiesta brava no podía ser ajena a la llamada Perla de Occidente. En la segunda mitad del siglo XIX contaba con dos cosos, el inolvidable “El Progreso”, que, con varias reformas y ampliaciones llegó a albergar hasta catorce mil personas y estuvo en pie hasta los años sesenta del siglo pasado y “El Porvenir” que fue demolido en 1922. Durante esa centuria, también funcionaron la placita de “La Estación” y la de “La Libertad” o de “La Barranquitas”, que el público incendió el día que la inauguraban al no llegar las cuadrillas. No olvidemos que Jalisco ha sido cuna de buen número de toreros y de vacadas bravas. El segundo torero mexicano que actuó en ruedos españoles, pues en el siglo anterior ya lo había hecho Felicitas Mejías “El Veracruzano”, fue Jesús Villegas “El Catrín, quien tras torear El mundo de tauro 89
en México como banderillero viajó a tierras iberas para perfeccionarse, estando por aquellos lares, tres largos años. A su regreso formó su propia cuadrilla y toreó mucho por la provincia, pero nunca se le vio en la capital. En 1865, junto con Lino Zamora, inauguró la plaza “San Pedro” de Zacatecas, que hoy en día es lujoso hotel. A lo largo del siglo XIX la lista de toreros mexicanos poco a poco se fue incrementando, podemos mencionar a: los hermanos Luis, Mariano y Sóstenes Avila, Lino Zamora, Manuel Bravo, Andrés Chávez, José María Hernández, Mariano González “La Monja”, Pablo Mendoza, Ignacio Gadea, quien banderilleaba a caballo, Felicitas Mejías “El Veracruzano”, Abraham Parra “El Borrego”, Genovevo Pardo “El Poblano”, Pedro Nolasco Acosta, José Basauri, León Prieto “El Señorito”, Timoteo Rodríguez, Antonio González “El Orizabeño”, Braulio Díaz, Rafael Corona, Refugio Sánchez “Lengua de Bola”, Valentín Zavala y Gerardo Santa Cruz, entre otros. También destacaba el picador y rejonero Caralampio Acosta. Otro atractivo de esa recta final del siglo XIX eran las señoritas toreras. Entre ellas: Victoriana Sánchez, Dolores Baños, Soledad Gómez, María Aguirre “La charrita mexicana” Pilar Cruz, Angeles Amaya, Mariana Gil, María Guadalupe Padilla, Carolina Perea, María Guadalupe Padilla, Antonia Trejo, Victoriana Gil, Ignacia Ruiz “La Barragana”, Refugio Macías, Antonia Gutiérrez y María Aguirre “La Charrita mexicana”. Prueba inequívoca que la fiesta no distinguía sexos y gustaba a todo mundo. La que más destacó fue “La charrita mexicana”, quien montaba de amazona y ponía banderillas con una y a dos manos, siendo inmortalizada por José Guadalupe Posada en un grabado. Casó con dos toreros, primero con Timoteo Rodríguez, quien murió de gangrena por una cornada mal atendida, en Durango, y con el cubano José Marrero “Cheché”. Eran años en que funcionaban en la capital, en ocasiones el mismo día, las plazas de San Pablo y del Paseo Nuevo, habiendo público para ambos escenarios, aunque donde se daban festejos más serios era en la segunda, donde Bernardo Gaviño y su cuadrilla mataban generalmente toros de Atenco, mientras que en el otro escenario presentaban espectáculos diversos en los que se lidiaban reses, sí, pero también peleas de un toro con un oso. Al poco tiempo, la San Pablo enderezó el camino y en su ruedo brillaron los hermanos Avila, quienes con su magnífico desempeño se habían ganado el cariño del público en todo el país. Asimismo, actuaban Pablo Mendoza y los magníficos piqueros Serapio Enríquez y Antonio Cerilla, que de inmediato acapararon la atención del gentío. Todos ellos mexicanos. En el Paseo Nuevo, en 1853, se presentó Ignacio Gadea, quien armó la escandalera al banderillear a caballo, algo nunca visto en la capital mexicana. Su actuación la iniciaba con un jamelgo ensillado, para luego hacerlo después a pelo, colocando banderillas y adornando al toro con flores en la cabeza. También se dejó ver con sus habilidades taurino - campiranas coleando a uno de los astados. Todo surgido de la charrería nacional. 90 El mundo de tauro
La fiesta estaba en auge y, cosa curiosa, actuaban, en la capital del país, dos cuadrillas de niños toreros, una de siete a doce años y la otra de doce y trece años, quienes se distinguían por su forma de torear, la manera de picar y de poner banderillas. Había uno que las colocaba a caballo, otros coleaban a los becerros y mataban de manera espléndida. Años en que empezaban a sonar los nombres de las ganaderías de Atenco, la predilecta de Gaviño, quien la pedía para prácticamente todas sus corridas en la capital. Todo indica que a partir de esos años la antigua vacada mexiquense empezaba a lidiarse de manera frecuente, junto a Cazadero y Queréndaro, entre otras.
Ignacio Gadea
En ese tiempo Gaviño era el único matador español que actuaba en nuestro país, pues había movido sus influencias para cerrarle las puertas a sus compatriotas. El resto de coletudos que toreaban en plazas nacionales eran mexicanos, encabezados por los hermanos Avila, Mariano González “La Monja”, Fernando Hernández y Pablo Mendoza, quienes fungían como espadas, así como buen número de banderilleros y picadores. Mientras en España la fiesta brava evolucionaba, México tenía en ese tiempo un espectáculo muy “sui generis”, manipulado, hasta cierto punto, por Gaviño. Los festejos eran variados y la gente encontraba, en ocasiones, diversión ajena a los toros, como globos aerostáticos. Con frecuencia se tenía en los carteles a toreras nacionales y hasta a una peruana, que lidiaban a sus enemigos a pie y a caballo. Todo estaba bien, la idea de los promotores divertía a la gente y las plazas se llenaban, pero… El 1º de enero de 1868 entró en vigor un decreto del presidente Benito Juárez prohibiendo las corridas de toros en la ciudad de México, argumentando que entre las diversiones públicas permitidas no estaban consideradas las corridas de toros y, por tanto, no podían dar licencia para su celebración ni los ayuntamientos, ni el gobernador del Distrito Federal. Usted se preguntará porque hasta ahora solamente he hablado de los festejos taurinos en la ciudad de México y muy poco o nada de lo que sucedía en otras partes del país, la razón es que lamentablemente no existen mayores datos sobre lo que pasaba en otras zonas la república. Merced a la prohibición decretada por Juárez, abordaré lo sucedido, durante una década, en las goteras de la capital, donde sí había festejos taurinos y de los que si hay información. El 26 de abril de 1874 se inauguró una placita en la aledaña población de Tlalnepantla, coso al que se volcaron los aficionados citadinos hambrientos de su espectáculo predilecto, escenario que funcionó hasta 1881, cuando abrió sus puertas el coso de “El Huizachal”, con cupo para siete mil personas, en un lugar mucho más accesible para los capitalinos, por su cercanía a la gran ciudad. Para esa fecha el poder de Gaviño había disminuido y empezaron a venir nuevas cuadrillas de toreros españoles. En marzo de 1875 llegaron a Veracruz Pedro Fernández “Valdemoro” y Francisco Gómez “El Chiclanero”, dos diestros sin gran cartel en la Península, y que el 2 de mayo se presentaron en la placita de Tlanepantla. Aunque su toreo disgustó al público porque mataban de una estocada y no de metisaca como aquí se acostumbraba. Sus cuadrillas fueron El mundo de tauro 91
en su mayoría mexicanas. También nos visitó, pero sólo para actuar en Orizaba y Puebla, Antonio Díaz Lavi “El Habanero”. Es por demás importante echar un vistazo a quién fue Ponciano Díaz. El torero del bigote nació en la ganadería mexiquense de Atenco el 19 de noviembre de 1858. Era hijo del caporal Guadalupe Díaz y de María de Jesús Salinas. Al lado de su padre aprendió los secretos de la charrería y del toreo, afición que tuvo desde niño, quizá inculcada por su progenitor que utilizaba su pequeño cuerpo para burlar las embestidas de los astados. Su debut novilleril fue en Santiago Tianguistengo el 1º de enero de 1877, llevando como alternantes a José María Reza y Miguel Castro en la lidia de reses de Atenco. Al año siguiente ingresó, por poco tiempo, como banderillero a la cuadrilla de los hermanos Hernández, para posteriormente unirse temporalmente a la de Bernardo Gaviño, con quien pronto tuvo diferencias. Formó su propia cuadrilla, convirtiéndose de inmediato en el ídolo esperado por la afición mexicana. El 1º de mayo de 1881 se inauguró “El Huizachal”, estando en los carteles los nombres de Ponciano Díaz, como primer espada; y Felicitas Mejías “El Veracruzano” y Genovevo Pardo “El Poblano”, de segundos espadas; así como cinco banderilleros y dos picadores, lidiándose cinco toros de Atenco. Este coso pronto se convirtió en feudo del torero del bigote, primer diestro azteca de auténtico renombre. Nuestros aficionados tenían al fin un gallo para enfrentarlo a todo aquel que viniera del otro lado del Atlántico., siendo el español Mazzantini su primer rival, teniendo con él muchos enfrentamientos. Cuando toreaba, era común escuchar como aliento, el grito de: “Ora, Ponciano”. Muchas fueron las coplillas que se hicieron en honor del famoso torero del bigote. Esta es una de las más conocidas: Yo no quiero a Mazzantini ni tampoco a Cuatro Dedos, al que quiero es a Ponciano que es el rey de los toreros. Vale la pena mencionar que en diciembre de 1884 Ponciano Díaz fue a torear varios festejos a la ciudad norteamericana de Nuevo Orleans, donde se enfrentó a toros llevados desde México. La gente se divirtió en grande y otorgó al mexicano una corona de oro. Menciono este acontecimiento porque fue la primera vez que hubo corridas de toros en la Unión Americana. Ponciano Díaz, nuestra máxima figura, decidió viajar a España en 1889 acompañado por sus picadores Agustín Oropeza y Celso González. El 28 de julio se presentó en Madrid realizando suertes charras y clavando banderillas a caballo. De la misma forma actuó nueve tardes más en suelo hispano y en Portugal. Sólo toreó una vez de luces, el 17 de octubre cuando recibió, con todos los honores, la alternativa en el coso madrileño de la carretera 92 El mundo de tauro
Ponciano Díaz
de Aragón, siendo muy criticado por portar un gran bigote. El padrino, de lujo, Salvador Sánchez “Frascuelo” y el testigo, para no ser menos, Rafael Guerra “Guerrita”, un cartel cumbre. El toro del doctorado se llamó “Lumbrero” y fue del Duque de Veragua. La cuadrilla que lo acompañó en tan importante tarde la formaban los banderilleros Ramón López, quien lo había animado a viajar a España, Manuel Mejías Bienvenida y Tomás Parrondo “El Manchao”, así como sus piqueros mexicanos, Agustín Oropeza y Celso González. Esa tarde brilló por el volapié espectacular con que despachó al del doctorado. Toreó por última vez en la plaza Bucareli, de la capital, el 13 de octubre de 1895 para doctorar a Diego Rodríguez “Silverio Chico”. Siguió actuando en la provincia durante un tiempo y falleció víctima de cirrosis hepática el 15 de abril de 1899, a los cuarenta y un años. Un torero único que mostró en España que en México también había coletudos importantes. La musa popular dejó para la historia unos sentidos responsos de los que extracto: ¡Ay Ponciano, qué dolor! Ya la parca te llevó; ya ni modo, ¡que capaz de que vuelvas a torear! La vida sólo es prestada; la muerte es la realidad, Ponciano Díaz ya no existe; descansa en la eternidad. Volveré un poco en el tiempo para hablar del curso de la fiesta en tierra mexicana, pues a la vera de Ponciano Díaz empezó a caer en México una lluvia de toreros españoles que acaparaban la mayoría de los carteles de los festejos que se celebraban en ruedos mexicanos y que ya eran muchos. El 1º de mayo de 1881 se inauguró “El Huizachal”, estando en los carteles los nombres de Ponciano Díaz, como primer espada; y Felicitas Mejías “El Veracruzano” y Genovevo Pardo “El Poblano”, de segundos espadas; así como cinco banderilleros y dos picadores, lidiándose cinco toros de Atenco. Este coso pronto se convirtió en feudo del torero del bigote, primer diestro azteca de auténtico renombre. En este escenario había festejos durante nueve meses del año y tras su inauguración torearon con regularidad Bernardo Gaviño, que pese a la edad se resistía al retiro, Ponciano Díaz, Felicitas Mejías “El Veracruzano”, los hispanos Francisco Gómez “Chiclanero”, Juan Moreno “El Americano”, Juan León “El Mestizo”, Antonio González “Frasquito” y Andrés Fonchela, entre otros, todos ellos de poca monta, pues en España no eran reconocidos como matadores de toros. Los toros eran de Atenco, San Diego de los Padres, Piedras Negras, Santín, Cazadero, Ayala, Parangueo y Venadero. Por esos años toreaba con mucho éxito en nuestra provincia el mexicano Lino Zamora, quien cosa curiosa nunca piso plaza la capitalina ni las aledañas de Tlalnepantla y “El Huizachal”. A este diestro lo asesinó en Zacatecas su primer banderillero Braulio Díaz, sin que haya trascendido el motivo de este suceso, aunque el gentío decía que por líos de faldas. El pueblo le hizo un corrido del que extractamos: El mundo de tauro 93
¡Pobre de Lino Zamora! ¡Ah!, qué suerte le ha tocado, que en el Real de Zacatecas un torero le ha matado. Rosa, rosita, flor de romero, ya murió Lino Zamora, no lo volverás a ver. Aunque en aquel tiempo en nuestro país la alternativa era prácticamente un cero a la izquierda, pues sólo bastaba ser torero español para considerarlo matador de toros. El primer diestro nacional que se doctoró en México fue Pedro Nolasco Acosta, el 1º de junio de 1890, en su natal San Luis Potosí, siendo Ponciano Díaz el padrino, ante ganado de Espíritu Santo. Los primeros diestros españoles, con alternativa, Lino Zamora que torearon en México fueron José Machío y Gabriel López “Mateito”, quienes actuaron en la temporada 1884 – 85 en el coso de “El Huizachal”, pues Francisco Jiménez “Rebujina” recibió el doctorado cinco años después en el ruedo ibero de San Fernando, renunciado a él al poco tiempo y volviendo a recibirlo posteriormente en Aranjuez. En diciembre de 1886 se hizo oficial la derogación del Artículo 87, emitido por Benito Juárez, prohibiendo las corridas de toros en la ciudad de México, dando así fin a diez largos años de ayuno taurino. De inmediato se inició la construcción de un coso y el 20 de febrero de 1887, dos meses después del levantamiento del veto, abrió sus puertas la plaza “San Rafael”, que albergaba en sus tendidos a ocho mil espectadores. La inauguró Ponciano Díaz, matando seis toros de Parangueo. Dos toreros de renombre que vinieron del otro lado del Atlántico trayendo el toreo de moda que había en España, fueron: Luis Mazzantini y Diego Prieto “Cuatro Dedos”. Debutaron con éxito en Puebla en febrero de 1887, y en la “San Rafael” de la capital se enfrentaron a los pocos días a una bueyada de Santa Ana la Presa que habían rechazado en la Angelópolis. La bronca fue monumental y los toreros tuvieron que salir de la plaza protegidos. Mazzantini dijo al partir por ferrocarril rumbo a Veracruz, donde debía embarcarse: “De este México ni el polvo”, frase de la que se arrepintió, regresando a nuestro país a finales de ese año. “Cuatro Dedos”, por su parte, se quedó entre nosotros hasta el día de su muerte en 1918.
Diego Prieto “Cuatro Dedos” 94 El mundo de tauro
En ese 1887 funcionaban tres cosos taurinos en la ciudad de México: “San Rafael”, ya existente, “Colón” y “Paseo”, curiosamente inauguradas el mismo día, el 10 de abril de ese año. Entres
las tres celebraron sesenta y nueve corridas de toros, con la participación de quince diestros iberos, siete mexicanos y un cubano, Antonio Mercadilla, lidiándose ganado de treinta y dos vacadas mexicanas, entre ellas Torrecillas, Atenco, San Diego de los Padres y Santín, así como otras totalmente desconocidas, y, por primera vez, toros españoles de tres dehesas Arribas, Ziguri y José Moreno Plata. En la inauguración de la plaza “Colón” actuó como primer espada Juan León “El Mestizo”, llevando de sobresaliente a Antonio González “Frasquito”, en la lidia de cinco toros de Atenco; mientras que en “El Paseo” estuvieron Diego Prieto “Cuatro Dedos” y Juan Moreno “El Americano”, quien recibió la alternativa, con seis toros de Cieneguilla. Brilló en este festejo el banderillero Manuel Mejías “Bienvenida”, fundador de la famosa Dinastía Bienvenida, padre del “Papa Negro” y abuelo de cinco toreros Bienvenida. En aquellos años la revista “El Arte de la Lidia” publicó un artículo muy simpático del que extracté una parte referente, según el autor, a los tres tipos de aficionados taurinos que había entonces en suelo mexicano, ¿cuántos de este tipo habrá en la actualidad?: 1) Inteligentes.- Reflexionan, aprecian y estudian el trabajo de los lidiadores; aplauden lo bien hecho y silban lo malo. Son sensatos al hablar y observan el juego de los toros. 2) Apasionados.- Sólo van a ver a su ídolo. Aplauden y admiran lo bueno y lo malo de su diestro. Permanecen impasibles ante lo bueno de los otros, pero chillan como locos ante lo malo. 3) Juerguistas.- Sólo van a la plaza a comer, beber y alborotar. No entienden nada de lo que ven
La plaza de toros Bucareli
y aplauden cuando les parece o cuando lo hacen sus vecinos. La fiesta de toros atravesaba un gran momento. En la capital funcionaban cinco plazas de toros y se celebraron sesenta y cuatro corridas, entre octubre de 1887 y marzo de 1888. A los cosos “San Rafael”, “Colón” y “Paseo” se unieron el “Coliseo”, inaugurada el 18 de diciembre del 87, y “Bucareli” que abrió sus puertas el 15 de enero siguiente. En sus carteles aparecieron los nombres de veinte toreros españoles, encabezados por Mazzantini, “Cuatro Dedos”, Manuel Hermosilla, Carlos Borrego “Zocato” y Valentín Martín; seis mexicanos liderados por Ponciano Díaz y el cubano Antonio Mercadilla. Para esta temporada se trajeron cuarenta toros españoles para ser lidiados en los cosos “San Rafael” (2), “Colón” (31) y “Paseo” (7). Fueron de las ganaderías de Antonio Fernández Heredia, El mundo de tauro 95
Vicente Martínez, Conde de la Patilla, Miura, Benjumea, Arriba Hermanos, Aleas, Viuda e hijos de Hernán, Marqués de Saltillo y Anastasio Martín. En la temporada siguiente volvieron a funcionar los cinco cosos en una temporada de sesenta festejos, siendo la de Bucareli la más activa, con quince corridas. Esta plaza la construyó Ponciano y, ante un llenazo de ocho mil personas, la inauguró matando seis toros de Jalpa, Estancia Grande y Maravillas; los toros tomaron cuarenta y ocho puyazos y el torero alcanzó sonoro triunfo despachando la corrida de un pinchazo, seis estocadas y un descabello, matando ya a la española y no de metisacas. Para este serial bajó el número de toreros importados, sólo participaron once españoles. Ponciano Díaz toreó veinte tardes en su plaza, y “Zocato”, quince en dos de esos escenarios. De ganaderías, se lidiaron cuarenta y seis toros de El Canario, cuarenta y una de procedencia desconocida y treinta y una de El Venadero, entre muchas otras. Nuestra fiesta ya estaba encarrilada y nos visitaban diestros españoles de mayor renombre, en el serial 88 – 89, piso plazas mexicanas Fernando Gómez “El Gallo”, padre de dos monstruos del toreo como Rafael Gómez “el Gallo” y José Gómez “Joselito”, además, se trajeron tres toros de Miura y tres de Joaquín Pérez de la Concha. Nadie podía negarlo, nuestras temporadas eran exitosas, llevando como estandarte las plazas que funcionaban en la capital de la república. Tras torear en España y Portugal, Ponciano Díaz trajo como miembro de su cuadrilla a Saturnino Frutos “Ojitos”, un maestro para el que no guardaba secreto alguno la tauromaquia. Nuestro país le abrió los brazos y él pronto echo aquí raíces, para con el tiempo, bajo su exigente mirada formar a una figura majestuosa, Rodolfo Gaona, el primer torero mexicano que fue a la cuna del toreo a pelearle las palmas, en igualdad de condiciones, a los diestros iberos, pues “Ojitos” le había enseñado como hacerlo. En 1887 se empezaron a traer sementales de diferentes vacadas españolas para mejorar el ganado bravo de nuestro país. En lo que restaba de ese siglo XIX vinieron toros de Anastasio Martín, Miura, Concha y Sierra, Murube, Ibarra, Arriba Hermanos, Pablo Benjumea, Marqués de Saturnino Frutos “Ojitos” Saltillo, Duque de Veragua, Zalduendo, Pérez de la Concha, Eduardo Ibarra, Zalduendo, Otaolaurruchi, Pablo Romero y Murube, entre algunas otras. A partir de 1895, año en que Ponciano toreó por última vez en la capital, los toreros españoles se adueñaron por completo de los carteles. La invasión fue impresionante, quedando sólo migas para algunos nacionales, el cubano José Marrero “Chehché”, el francés Félix Robert y hasta el estadounidense Ernest Carleton Bass. El 17 de diciembre de 1899 se inauguró en la capital la primera Plaza México, estando en el 96 El mundo de tauro
cartel los hispanos Enrique Vargas “Minuto” y Antonio Fuentes, con tres toros iberos de José Manuel de la Cámara y tres nacionales de Cazadero. Este coso tuvo una escasa vida de 15 años, pues en 1914 empezaron a desmantelarla al estar ya funcionando “El Toreo” de la Condesa. Sólo a Alberto Zayas “Zayitas”, Eligio Hernández “El Serio”, Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”, Agustín Velázquez “Fuentes Mexicano” y Manuel García “Espartero Mexicano”, les dieron escasas oportunidades entre 1900 y 1906, habiendo una temporada de diecinueve festejos en los que participaron veintiocho españoles. Los ganaderos mexicanos se dieron cuenta que también necesitaban tener vientres españoles y fue hasta los inicios del siglo XX cuando lo hicieron, predominando los del Marqués de Saltillo, que por alguna causa se aclimataron mejor en el campo mexicano. La mejor prueba es que hoy en día la inmensa mayoría de nuestras ganaderías de reses bravas, tienen en sus hatos sangre de esa procedencia. Los primeros diez vientres españoles que se trajeron fueron del Marqués de Saltillo, en 1904, y fueron para la ganadería tlaxcalteca de Tepeyahualco, vacas que en 1908 pasaron a Piedras Negras; de la misma procedencia, San Mateo adquirió seis del mismo origen en 1908 y diez dos años después; así como media docena de becerras para San Diego de los Padres, también de Saltillo. A cuenta gotas se siguieron trayendo vientres, siendo La Punta, quien adquirió un lote de cincuenta y dos de Campos Varela en los veintes. Con esta simiente se ha dado pie a un hato por demás importante en suelo mexicano, que hoy en día ronda las tres centenas de ganaderías bravas. Un toro diferente al español, que es más brusco en su embestida, pues el de aquí acude a capotes y muletas con mayor suavidad, temple exquisito, que permite a los toreros realizar trasteos, en ocasiones, de cerca de cien muletazos. En la primera decena del siglo XX la independencia taurina mexicana comenzó a gestarse. Tomaba fuerza el hidalguense Vicente Segura y empezaban a descollar, en cuadrillas juveniles, Rodolfo Gaona, Samuel Solís y Pascual Bueno. Segura viajó a España y su nombre apareció en las principales ferias de la Península. Es imperioso escribir sobre Vicente Segura, el primer mexicano que auténticamente destacó en ruedos hispanos. De familia más que acomodada, quedó huérfano siendo muy niño. Estudió temporalmente en Bélgica y Estados Unidos e ingresó a nuestro Colegio Militar, antes de decidir dedicarse a administrar las haciendas y minas que había heredado. Se aficionó a las faenas del campo, entre las que estaba enfrentase a las reses bravas, sorteando sus embestidas con facilidad. Empezó a visitar ganaderías bravas y entabló amistad con Romárico González, ganadero de Piedras Negras, toreando juntos varios festejos en diferentes regiones del país. A finales de 1906 llegó a México el torero español Antonio Fuentes y pronto se hicieron amigos, acompañándolo Segura a diversos tentaderos, donde alternaron en la lidia de las vaquillas. Un día, entre broma y en serio, le dijo: “si decides hacerte torero yo te doy la alternativa”. Chocaron las manos para cerrar el acuerdo. Vicente le tomó la palabra y el 27 de enero de 1907 lo convirtió en matador de toros, en la plaza México, siendo testigo Ricardo Torres “Bombita”, con seis de San Nicolás Peralta. Estuvo bien y sumó tres corridas esa temporada. Viajó a España a principios de mayo de 1907 y el 6 de junio se anunció su alternativa en la plaza madrileña de la Carretera de Aragón. Se la otorgó Antonio Fuentes, en presencia de “Bombita” El mundo de tauro 97
y “Machaquito”, con “Rapiño” de Moreno Santa María. El debut de “el torero millonario”, como le decían, fue bueno y acabó toreando siete corridas, seis en España y una en Portugal, llamando la atención a los aficionados porque, entre otras cosas, lo que cobraba lo donaba siempre a instituciones benéficas. A su regreso a la patria, la afición lo recibió con los brazos abiertos y participó en seis corridas en la plaza “El Toreo” y varias más en diversos cosos del interior del país, viajando de nueva cuenta a España en 1908, temporada en que toreó diecisiete festejos, pisando plazas como Madrid, Sevilla, Barcelona, Valencia, Bilbao, Algeciras, Cádiz y el anfiteatro coliseo de Nimes, en Francia. La temporada española de Segura en 1909, fue mejor que la anterior. Actuó con éxito en veintiséis tardes, pisando siempre plazas de primera y siendo el público de Sevilla, uno de los que más reconocieron su valor. Cortó la campaña antes de tiempo por tener que viajar a México para tratar de solucionar problemas suscitados en sus muchos negocios, ajenos al toro. En 1911 anunció que dejaba los toros para unirse a las fuerzas revolucionarias, peleando al lado de los constitucionalistas, comprando con su fortuna armas y municiones para sus tropas. La lucha armada la empezó teniendo el grado de coronel, en la brigada Hidalgo comandada el Gral. Lucio Blanco. Al término de la contienda, el presidente Venustiano Carranza le confirió el grado de general. Tras su paso por la milicia, reapareció en octubre de 1921, pero sin la suerte anhelada. Viajó a España, resultando herido al torear en Valencia, para volver a alejarse de los ruedos hasta sus dos despedidas. Una en Córdoba, Ver. El 18 de agosto del 29 y la definitiva, toreando un festival en su natal Pachuca, Hgo. En agosto del 32. En la primera década del siglo XX surgió con fuerza arrolladora Rodolfo Gaona Jiménez. La gran figura del toreo mexicano que disputó las palmas en España a ases de la talla de “Joselito” y Juan Belmonte, se dice fácil, pero a pesar de las muchas trabas que le pusieron los taurinos iberos, logró hacerse de un sitio de privilegio que pocos toreros nacionales han alcanzado en aquellas tierras. Gaona pudo pelearle al parejo a las figuras iberas porque su maestro Saturnino Frutos “Ojitos”, subalterno español, del que hablamos líneas atrás, vino a México junto con Ramón López, otro peón ibero, que con el tiempo se convirtió en un taurino valioso en suelo azteca. Los dos decidieron quedarse entre nosotros aportando cada uno cosas importantes para el toreo mexicano, el primero como mentor de toreros y el segundo como empresario. Esta es una breve historia de tan singular pareja. “Ojitos” formó en León, Gto. una Cuadrilla Juvenil Mexicana. La presentó en la ciudad cuerera, el 1º de octubre de 1905, fungiendo como matadores Rodolfo Gaona y Prócoro Rodríguez; de picadores Daniel Morán y Antonio Rivera; banderilleros Fidel Díaz, Fidencio Rodríguez, Pascual Bueno, Manuel Rodríguez y Antonio Conde; puntillero Rosendo Trejo; y alguaciles Luis Velázquez y José Guerrero. El ganado fue de Jalpa. Los repitieron una semana después siendo matadores Gaona, Pascual Bueno y Fidel Díaz. Vino después, durante 1906, una extensa gira por diversas poblaciones de Guanajuato, norte del país y centro de la república. Desde el principio, Gaona destacó del grupo por su personalidad, gracia, elegancia y clasicismo, convirtiéndose en el alumno predilecto de “Ojitos”, quien, aunque tuvo otros alumnos, no perdió de vista al leonés. La terna de matadores la componían generalmente el futuro Califa, Pascual Bueno y Samuel Solís, pero tras una exitosa temporada en Puebla, la mayor parte de la cuadrilla se fue con otra gente que les pintó el mundo de colores. 98 El mundo de tauro
Cuadrilla Juvenil Mexicana de “Ojitos”
Rodolfo Gaona y su clásica gaonera
Sólo permanecieron con su mentor Rodolfo Gaona, Antonio Conde y Refulgente Alvarez. Desecho el grupo, el maestro volvió a León con sus tres toreros. Rearmó la cuadrilla ingresando a ella jovencitos que luego serían figuras, como el valientísimo Antonio Ortega “El Marinero” que fungía como matador, los banderilleros José López y Luis Güemes y los picadores Juan Aguirre “Conejo Chico”, Cenobio Esparza y Alfredo Contreras “Zacatecas”. Ya adaptados los nuevos elementos, la Cuadrilla Juvenil se presentó en la plaza México de la capital, en el tradicional festejo de Covadonga, el 1º de septiembre de 1907. Los matadores fueron Gaona y “El Marinero”, con ganado de San Diego de los Padres y Atenco que resultó muy malo. A pesar de todo, las críticas fueron favorables y el público se les entregó de principio a fin, habiendo comentarios por demás elogiosos para el joven Rodolfo. El mandamás del flamante coso de “El Toreo”, inaugurado el 22 de septiembre de ese año, contrató de inmediato a la Cuadrilla para que actuara de fin de fiesta tras la corrida formal, con dos matadores. Los jóvenes se enfrentaron a cuatro novillos y el éxito fue rotundo. Gaona y “El Marinero” recibieron elogios al por mayor, más el primero, al grado que el 25 de diciembre, el leonés lidió, como único espada, cuatro ejemplares de Palmillas, saliendo a hombros. Su despedida tuvo lugar el 9 de febrero de 1908 matando novillos de Piedras Negras, pues pronto viajaría a España de la mano de su mentor “Ojitos”. A finales de febrero de 1908, maestro y discípulo, llegaron a Madrid con una maleta llena de ilusiones, pero el hombre fuerte del coso de la Carretera de Aragón se negó a programar al mexicano sin dar mayores explicaciones. “Ojitos” decidió entonces organizar una encerrona, en las goteras de la Corte, con dos de Bañuelos en la placita de la Puerta de Hierro, a la que invitó a la prensa especializada, toreros en retiro y en activo, así como a la crema y nata de la afición madrileña. El ganado se prestó poco, pero Gaona salió airoso de la prueba y los comentarios generales fueron muy favorables. El empresario de Madrid siguió en sus trece, y “Ojitos”, en su afán de convencerlo dio, el 31 de mayo, una corrida en Tetuán de las Victorias, un barrio de la capital ibera, para que Manuel Lara “El Jerezano” le diera la alternativa a su torero, con “Rabanero” de Basilio Peñalver. La actuación de Gaona fue muy buena y al final del festejo lo pasearon a hombros. Repitió en ese coso el 28 de junio, matando cuatro de la misma ganadería y volvió a triunfar. Ignacio Mosqueda al fin dobló las manos y anunció la confirmación de Gaona para el 5 de julio, El mundo de tauro 99
llevando como padrino a Juan Sal “Saleri y testigo a Tomás Alarcón “Mazantinito”, con seis de Juan González Nandín. El de la ceremonia se llamó “Gordito” y el mexicano estuvo bien, pero el triunfo grande lo alcanzó con su segundo, “Lagarto”, armando la escandalera y saliendo a hombros. Lo repitieron la semana siguiente, mano a mano con Vicente Pastor ante reses de José Carvajal, y el éxito volvió a sonreírle. Merced a los triunfos del mexicano, la Asociación de la Prensa Española aprovechó la inauguración del albero madrileño de Vista Alegre, la famosa “Chata” hoy desaparecida, para en la corrida a su beneficio programar a Ricardo Torres “Bombita”, Rafael González “Machaquito” y Rodolfo Gaona, con toros de la Viuda del Marqués de Castellones. Con el sexto, de Aleas, que sustituyó a uno del encierro original, el leonés estuvo enorme y la gente lo paseó a hombros por las calles. Lo repitieron una semana después y no se bajó del “caballo” al que se había subido desde su presentación. Con las puertas abiertas para torear en toda España, “Ojitos” decidió cortar la temporada y regresar a la patria. Reapareció el 4 de octubre de 1908, en la plaza México, ante un lleno impresionante. El ganado español de Juan Manuel Sánchez, falló y no hubo suerte. En la repetición le sonrió el triunfo y esa temporada sumó 6 corridas en “la México” y cinco en El Toreo”. Cuenta la leyenda que Gaona invitó al presidente Porfirio Díaz a una de sus corridas y el mandatario aceptó ir al festejo. El torero le brindó un toro y don Porfirio, en correspondencia, le regaló una cartera de piel con adornos en oro, dentro había mil pesos y un papel que decía: “espero nunca tengas que cambiar este billete”. La consagración del leonés en la ciudad de México llegó en la temporada de 1910. Antes la gente se había metido con él de manera injusta. el 9 de enero bordó a un toro de Peñalver tarde en que alternó con Tomás Alarcón “Mazantinito”. Quince días después se encontró con “Pinalito” del Marques de Saltillo, deleitando al respetable con un hermoso quite por gaoneras que aquí nunca había hecho. Gaona había cimentado su cartel en México y en España, empezando entonces una carrera triunfal que lo convirtió en figurón del toreo. En la Península Ibérica no desentonaba en los carteles y la mejor prueba es que en las trece temporadas que vistió el terno de luces en aquellas tierras, once de ellas apareciendo en el abono de Madrid, sumó quinientas treinta y seis corridas. Muchas fueron las grandes faenas que Gaona realizó en España, pero él destacaba una por encima de todas. La que hizo el 21 de abril de 1912 en la feria de Sevilla, tarde en que alternó con “Minuto” y “El Gallo” en la lidia de toros de Gregorio Campos. Al tercero, “Desesperado”, lo toreó de capote con clasicismo y elegancia, en banderillas brilló en los tres pares, con la muleta cuajó una faena asombrosa y despachó al toro de un volapié en lo alto rodando sin puntilla. Se pidió con fuerza la oreja, pero el presidente no se la concedió. En México era el mandamás. Sus temporadas fueron siempre exitosas hasta febrero de 1914, pues teniendo absurdamente en contra a un sector del público, decidió a finales de ese mes marcharse a España, no volviendo a torear en la capital del país hasta noviembre de 1920. Reapareció el día 21, en “El Toreo” y lo hizo a tambor batiente, cortando cuatro orejas y un rabo, el primero que se otorgaba en la capital. “El Califa de León” recorrió el país como mandón, hasta que en 1923 decidió ir a despedirse en ruedos españoles. Problemas sindicales le impidieron hacerlo en Madrid, no en la plaza de “Las Arenas” de Barcelona, el 1º de julio, ante toros de Andrés Sánchez. El del adiós se llamó 100 El mundo de tauro
Rodolfo Gaona
“Beato” y tras bordarlo en los tres tercios le otorgaron las orejas y el rabo. Su adiós definitivo fue el 12 de abril de 1925 en la plaza “El Toreo” de la capital mexicana. Mató, junto con Rafael Rubio “Rodalito”, toros de Atenco, San Diego de los Padres y Piedras Negras. Al quinto lo cuajó, pero pinchó perdiendo orejas. Regaló a “Azucarero” de San Diego de los Padres al que toreó entre la locura general, tardó en matar y cuando el burel dobló la gente saltó al ruedo para pasearlo a hombros. Esa tarde Rodolfo Gaona dejó para siempre los ruedos, pues nunca volvió a vestir el terno de luces a pesar de las jugosas ofertas que le hicieron los empresarios. Se había ido el mejor torero que había nacido en México, hasta esa fecha, el que puso los cimientos del toreo actual, el mexicano que más ha toreado en España y que formó parte, aunque a algunos les duela, de la llamada “Edad de oro del toreo español”, del siglo XX. Cabe mencionar que Gaona se enfrentó en España a tres generaciones de grandes toreros y a todos les peleó de igual a igual. En sus inicios los rivales fueron “Machaquito”, “Bombita” y “El Gallo”, luego luchó a brazo partido con “Joselito” y Belmonte, para finalmente medirse con Sánchez Mejías, Manuel Jiménez “Chicuelo” y Marcial Lalanda. “El Califa de León, “El Petronio del Toreo” o “El Indio Grande”, como le apodaban, fue único.
Luis Freg “Don Valor”
La cantera mexicana empezaba a dar frutos que sonaban en México y en España, unos con más fuerza que otros, pero lo importante era que nuestra baraja taurina crecía. En las dos primeras décadas del siglo XX, además de Gaona y Segura, sonaban en ruedos El mundo de tauro 101
nacionales Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”, Eligio Hernández “El Serio”, Carlos Lombardini, Pedro López y con mucha mayor fuerza Luis Freg y Juan Silveti. Luis Freg, “Don Valor” o “Rey del Acero”, en los veintiún años que actuó como matador recibió sesenta y cuatro cornadas, ocho pusieron en peligro su vida. En su paso por los ruedos actuó en México, España, Francia, Portugal, Perú y Venezuela. Lo más triste del caso es que, por cosas del destino, no lo mató un toro, murió ahogado cuando andaba de excursión con un grupo de familiares y amigos, en una laguna de Ciudad de Carmen, Camp. Su valentía y su espectacular forma de matar fue plenamente reconocida en ruedos europeos y por ello participó en doscientas noventa y nueve corridas, alternando con lo más granado de la torería española. El número de corridas que toreó en aquellas tierras, es muestra clara de su importancia, pues no cualquier otro mexicano puede sumar tantos festejos, ni antes ni ahora. Luis fue el fundador de una dinastía torera, quizá la primera que hubo en nuestro país. Tras los triunfos alcanzados por “Don Valor”, le siguieron en los ruedos sus tres hermanos: Miguel, quien toreando como novillero en Madrid, un astado de Contreras le propinó tremenda cornada en el cuello, muriendo en la enfermería del coso, a Salvador lo hizo matador de toros en Barcelona y Alfredo, quien resultó ser un extraordinario banderillero, lo apodaban “El Licenciado Freg”, asimismo, tuvo un sobrino matador, Ricardo Romero Freg y otro hermano, Leopoldo, que intentó ser picador. En sus memorias, escritas por el periodista Armando de María y Campos, Luis Freg cuenta que, el 21 de junio de 1914, toreó en Algeciras un encierro de Nandín junto a Juan Belomte, “Morenito de Algeciras” y “Limeño”. Esa tarde cuajó sensacional faena que fue premiada con las orejas y el rabo, el primero que se concedía a en España. La verdad, ignoro si sea verdad esta afirmación del valeroso diestro mexicano. El cuarto de mi lista es Juan Silveti Mañón “El Tire de Guanajuato” un torero personalísimo,
Juan Silveti “El Tigre de Guanajuato”
un león en el ruedo que alcanzó gran fama en ruedos de México y del Viejo Mundo. Le gustaba portar el traje de charro, con un mechón asomándole en la frente debajo de su sombrero y fumando puro. Su imagen gallarda llamaba la atención de los aficionados y de los que no lo eran. Tras una campaña corta como novillero, se presentó en la capital en el serial de 1914 y como 102 El mundo de tauro
sus éxitos se sucedieron, toreó veinte festejos esa campaña. Con todos los honores, el 16 de enero de 1916, recibió la alternativa de manos de Luis Freg ante un encierro de Piedras Negras, tarde en que fue orejeado y salió a hombros. Esa temporada sumó dieciséis corridas. Su valor desmedido lo hizo recibir buen número de cornadas, tanto en plazas mexicanas como europeas. Viajó a España para hacer campaña en 1916 y como en aquel tiempo no contaban las alternativas de México, volvió a doctorase en Barcelona, el 25 de junio, otra vez de manos de Luis Freg, con toros de Pérez de la Concha. Tuvo que esperar hasta el 8 de abril de 1917 para confirmarla en Madrid, con “El Gallo” de padrino y “Cocherito de Bilbao” y Pacomio Peribañez de testigos, ante el toro “Zarcillo” de Salvador García de la Lama, que lo hirió en la axila derecha. En el Viejo Continente actuó poco más de medio centenar de tardes. Fue un torero importante al que los aficionados que lo admiraban lo bautizaron con diferentes motes: “El Meco”, “Juan sin miedo”, “El Hombre de la regadera” y “El Tigre de Guanajuato”. En México tuvo una larga cauda de seguidores, siendo torero de primera fila por espacio de dos décadas. Hay quien afirma que su mejor tarde la tuvo el 12 de noviembre de 1922, en la plaza “El Toreo” en un mano a mano con Rodolfo Gaona y toros de Atenco. El leonés fue herido por el primero y Juan le cortó seis orejas y tres rabos, a los tres que despachó, pues también resultó lesionado, dejándole dos al sobresaliente Carlos Lombardini. Oficialmente nunca se retiró, pero la última vez que vistió de luces, en la capital, fue el 1o de mayo de 1942, en “El Toreo” de la Condesa, festejo en que toreó, un encierro de La Laguna con Conchita Cintrón, Paco Gorráez y Carlos Vera “Cañitas”. Cortó la oreja del cuarto y dio cuatro vueltas al ruedo bajo clamorosa ovación. Durante su vida participó en dos películas, “El tren fantasma”, en 1927, y en “Juan sin Miedo” en 1938, cinta en la que también intervinieron Jorge Negrete, Emilio “Indio” Fernández y María Luisa Zea. Antaño había mucho celo entre los toreros y el ganadero don Jesús Cabrera, con quien esto escribe tuvo mucha relación, me contó una anécdota que, él vivió, y pinta de pies a cabeza la raza que tenía Silveti. Sucede que, estando internado en el Hospital Militar capitalino, fue a visitarlo acompañado de Rodolfo Gaona. Al despedirse Gaona le dijo a Silveti: - Juan, ¿Cómo andas de “parné”? - -
A lo que “El Tigre”, respondió: Tengo suficiente, levanta la almohada para que veas lo que hay debajo.
Cuando salían del cuarto, Juan llamó a don Jesús para decirle: Oye, levanta la almohada y déjame algo, porque estoy palmado, pero de “ese”, ni el agua. Otra anécdota que pinta el gran cariño y admiración que la gente le tenía a Silveti, la vivió el torero la tarde del 4 de diciembre de 1921, cuando en “El Toreo” actuaban Juan Belmonte y Sánchez Mejías, con toros de Zotoluca. El ganado chico y malo encrespó al público que había pagado un dineral por los boletos, acaparados por la reventa. Juan, con su característico traje de charro, estaba en el tendido viendo el festejo; la gente invadió el ruedo, la autoridad tuvo que suspender la corrida tras la lidia del tercero y la multitud bajó al de Guanajuato para El mundo de tauro 103
pasearlo a hombros. Una semana después la empresa anunció a los tres y el trío salió en volandas. No podemos dejar en el tintero lo que le sucedió en Valencia, España. Un toro le propinó tremenda cornada en el pecho, con lesión de un pulmón. El médico lo revisó en la enfermería y al ver el boquete, dijo que nada podía hacerse por el torero. Dejo una monja a su cuidado para que le cerrara los ojos cuando falleciera. Cuál sería su sorpresa cuando, por la mañana, al ir a extender el certificado de defunción, lo encontró vivo y entonces lo operó. Tardó más de dos meses, en recuperarse y cuando volvió a los ruedos, su valor seguía incólume. Fue fundador de una importante dinastía torera, le sucedió su hijo Juan Silveti Reynoso, un fino diestro que triunfó en México y España, sus nietos David y Alejandro, dos toreros que siguieron con la línea triunfal marcada por su abuelo, y su bisnieto Diego Silveti, quien hoy en día anda haciendo ruido en ruedos del mundo. Pepe Ortiz, el “Orfebre Tapatio”, era un torero fino por excelencia que manejaba los avíos toricidas con gracia, ritmo, armonía y señorío, lo que le permitió ser creador de varios quites entre los que destacan la “orticina”, las “tapatías” y el “quite de oro”, por el que ganó una oreja aurea en el viejo Toreo de la Condesa, y varios más que lamentablemente se han perdido con el tiempo al no ejecutarlas o desconocer su ejecución los toreros actuales. Fue, asimismo, muy castigado por los toros. Se hizo matador de toros en la capital mexicana el 2 de noviembre de 1925 de manos del español Manuel Jiménez “Chicuelo”, con el toro “Garlopo” de Atenco, un festejo que torearon mano a mano. Esa tarde cortó orejas y el rabo de uno de sus enemigos. Al año siguiente, Juan Pepe Ortíz Belmonte lo doctoró en Barcelona con “Guajiro” de Graciliano Pérez Tabernero, el 20 de junio del 26, siendo testigo Ignacio Sánchez Mejías y lo confirmó en Madrid, el 10 de julio, del año siguiente, con José Roger “Valencia I” y Antonio Sánchez, ante ganado de Peñalver. Muchas fueron sus faenas memorables en la capital, destacando dos: la del 4 de diciembre del 27 cuando se encontró con “Sapito” de San Mateo, al que bordó materialmente con capote y muleta. Mató de estocada recibiendo y tres intentos de descabello, obligando el público al juez de plaza a otorgarle las orejas y el rabo, dando dos vueltas al ruedo, una con los ganaderos Srs. Llaguno. Y la del 16 de marzo de 1930 cuando la armó con “Serpentino” de Atenco, cortándole los máximos trofeos y dando cuatro vueltas al ruedo una con el ganadero Antonio Barbabosa. Su despedida de los ruedos fue en “El Toreo” de la Condesa el 14 de marzo de 1943, con una inolvidable ceremonia, donde sus múltiples partidarios le rindieron sentido homenaje. Tarde en que toreó mano a mano con Lorenzo Garza, ante astados de Piedras Negras y La Laguna. Su último toro se llamó “Espía” y lució la divisa tabaco y rojo. Cuenta la leyenda que Pepe Ortiz y Pedro Vargas eran muy amigos y que el primero quería ser cantante y el segundo torero, pero a la hora de la verdad, Pepe fue figura del toreo y Pedro un tenor de fama internacional. Ortiz también quiso ser seminarista y la afición a los toros le nació cuando vistió de luces para salir de comparsa en una representación de la ópera “Carmen”. 104 El mundo de tauro
Ya retirado fundó una ganadería en San Miguel Allende, donde pasó los últimos días de su vida. Tuvo una aureola de múltiples actividades artísticas, filmó varias películas, siendo la más famosa la que hizo al lado de la rejoneadora peruana Conchita Cintrón, “Maravilla del Toreo”, compuso música y fue escritor. Fermín Espinosa Saucedo “Armillita”, torero que, para muchos aficionados de la vieja guardia, es el mejor que ha habido en tierras mexicanas. Un maestro auténtico de los ruedos, figura prácticamente desde sus inicios hasta el día que decidió cortarse la coleta. En su familia la tradición taurina la iniciaron su tío Pedro y su padre Fermín, quien actuaba como banderillero con el apodo de “El Campanero”, pero “Ojitos” se lo cambió por “Armillita”, por su parecido con un subalterno español. Mayores que él eran sus hermanos José, Zenaido, un extraordinario subalterno y Juan, también matador de toros y posteriormente banderillero, quienes lo alentaron a ser torero. Muy jovencito, a los 13 años, se presentó, el 1º de agosto de 1924, como becerrista en “El Toreo” de la Condesa, captando la atención de la afición capitalina al cortar orejas y rabo de su enemigo. Esa tarde empezaron a llamarlo “El niño sabio del toreo”. El 21 de marzo de 1926 se despidió de becerrista, para presentarse como novillero el 18 de julio siguiente, teniendo una temporada triunfal que culminó matando, como único espada, seis astados. Estos éxitos, lo llevaron a la alternativa cuando apenas tenía dieciséis años cinco meses y veinte días. Se doctoró el 23 de octubre de 1927, con el español Antonio Posada de padrino y Pepe Ortiz de testigo, con el toro “Maromero” de San Diego de los Padres. Cerró la tarde con broche de oro al cortar orejas y rabo del sexto, “Coludo”, saliendo a hombros. Viajó a España para que su hermano Juan le diera una nueva alternativa en Barcelona, con “Bailaor” de Antonio Pérez, el 25 de marzo de 1928, en presencia de Vicente Barrera. La confirmó en Madrid el 10 de mayo siguiente, con “Chicuelo” de padrino y “Gitanillo de Triana” de testigo. El ganado fue de doña Carmen de Federico y el de la ceremonia se llamó “Gaditano”. La temporada resultó triunfal y sumó cuarenta y ocho corridas. Triunfos resonantes alcanzó “Armillita” por toda la geografía española, francesa y lusitana, pero de entre tantas tardes, el “Coloso de Saltillo” destaca en sus memorias la del el 5 de junio de 1932 en Madrid, con “Centello” de Aleas, al que después de siete pinchazos y un metisaca le cortó las dos orejas; la de Hellín, en 1934, en que toreando mano a mano con Domingo Ortega
Fermín Espinosa “Armillita Chico” El mundo de tauro 105
se llevó las orejas, el rabo y dos patas de un toro; y la de Barcelona, el 26 de julio de ese año con “Clavelito” de Vicente Martínez al que le tumbó, algo que nunca se ha repetido, las orejas, el rabo, las cuatro patas y las criadillas del gran toro al que en una tanda le ligó una docena de naturales, algo que ni hoy en día es común ver en ruedos españoles. Esa fue la confirmación de una carrera triunfal en plazas europeas, pues prueba de ello es que sumó trescientas ochenta y una corridas en aquellas tierras, cifra que no fue mayor porque, recordemos que en 1936 los toreros españoles rompieron relaciones con la torería mexicana, lo que Juan Belmonte denominó “El boicot del miedo”. En abril de ese año “Armilllita” tenía firmadas setenta corridas para su temporada, número que lógicamente debía incrementarse a lo largo de la temporada. Cuando el famoso boicot “Armillita”, que ya era el amo en España, se vino a México y aquí inmortalizó a infinidad de toros, realizando faenas memorables. Los viejos aficionaos aún las recuerdan y los que no las vimos hemos leído sobre sus grandes trasteos a “Cantarito”, “Garboso”, “Pardito”, a este le cortó orejas, rabo y una pata, “Tapabocas”, “Chocolate”, “Arpista”, “Hurón”, “Jumao”, “Flautista”, “Payaso”, “Nacarillo”, “Clarinero”, “Centello”, “Clavelito” y “Mexicano”, por sólo mencionar algunas de sus obras cumbres. Larga fue la vida del “Maestro de Saltillo” en los ruedos, muchas fueron las temporadas en que su nombre encabezó el elenco de toreros, dándole la pelea a mexicanos y españoles cuando se reanudó el convenio. Decidió cortarse la coleta el 3 de abril de 1949 en “la México”, matando como único espada, seis toros de La Punta y pese al fuerte viento que sopló durante toda la tarde logró cortar cuatro orejas. El gusanillo del toro lo hizo reaparecer en los ruedos en 1953, pisando de nueva cuenta “la México” el 10 de enero del 54 ante un encierro de Jesús Cabrera, tres fueron las corridas que toreó en la capital sin la suerte anhelada. Fue a Europa y sólo toreó una corrida en Arles, Francia. Su adiós definitivo tuvo lugar el 5 de septiembre de ese año, en Nogales, Son., tarde en que alternó con el ibero Luis Mata en la lidia de toros de Santo Domingo. Ya retirado se refugió en Aguascalientes, donde con su hermano Juan había fundado una ganadería de reses bravas, dedicándose también el cultivo de la vid. Vale mencionar una vivencia que tuve con él en Madrid durante una Feria de San Isidro. Antes de la corrida coincidimos en el Hotel Wellington y me invitó a irnos caminando a la plaza de Las Ventas, pues teníamos tiempo. Recorrimos un buen trecho de la conocida calle de Alcalá, pasando por varios cafés que tenían mesas en la calle. Al verlo pasar, muchas personas se ponían de pie para aplaudirlo. Fue un trayecto que me emocionó, pues el Maestro tenía más de un cuarto de siglo de haberse retirado de los ruedos y la gente aún lo recordaba y ovacionaba. La dinastía torera de los “Armillita” es extensa. La iniciaron su padre Fermín y su tío Pedro a finales del siglo XIX, viniendo luego Zenaido, Juan y Fermín, hijos del primero, para posteriormente aparecer Manolo, Fermín y Miguel, vástagos del Maestro, su sobrino José Manuel y, por último, “Armillita IV”, hijo de Fermín III. Alberto Balderas, En sus inicios era un torero fino y artista, para con el tiempo convertirse en uno que hacía gala de un valor espartano, acompañado de gran carácter y una honradez sin parangón. Con los trastos toricidas en las manos, brillaba al manejar el capote, lucía en el segundo tercio y cumplía sobradamente con la pañosa, siendo quizá su punto flaco, la espada. La gente lo quiso mucho y tras ganar una “oreja de oro” en 1933, lo bautizó como “el torero de México”. Fue a España de novillero y toreó alrededor de medio centenar de festejos, doctorándose 106 El mundo de tauro
en Morón de la Frontera el 19 de septiembre de 1930. El padrino fue Manuel Mejías “Bienvenida”, con el toro “Hocicón” de Guadalest. La confirmó en Madrid el 3 de mayo del año siguiente, con Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma” y Vicente Barrera, ante “Giraldillo” de Villamarta. En México su mejor tarde la tuvo el 22 de enero de 1939 cuando toreando mano a mano con “Armillita”, cortó seis orejas y tres rabos a toros de Piedras Negras. Lamentablemente, en plenitud de su vida tenía una cita con la parca la tarde del 29 de diciembre de 1940, en el ruedo de “El Toreo”. A “Rayao”, Alberto Balderas su primero, le cuajó un trasteo temerario y le tumbó una oreja, siendo cogido sin consecuencias, salvo la rotura de su taleguilla, pero salió “Cobijero” de Piedras Negras, que le correspondía a “Carnicerito de México”. Cuando el espada en turno pedía permiso a la autoridad para pasaportar a su enemigo, este se le arrancó intempestivamente y Balderas, en un intento de cortarle el viaje para quedarse con él, fue arrollado, recibiendo un derrote seco en el vientre y destrozándole el pitón el hígado. Fue llevado a la enfermería donde los médicos nada pudieron hacer por salvarle la vida. Su muerte consternó a los aficionados y su sepelio fue algo impresionante, pues miles de personas acompañaron al féretro con sus restos hasta el Panteón Moderno de la ciudad de México. Mediados los años treinta se rompieron las relaciones taurinas entre México y España. Muchos pensaron que la ausencia de los iberos en los carteles de nuestro país iba afectar seriamente el espectáculo y que la gente iba a dejar de acudir a las plazas, pues en todas las combinaciones aparecían nombres de toreros importados y en algunas tardes ocupaban todos los puestos. Tremenda sorpresa se llevaron los agoreros. Nuestros toreros sacaron la casta y arrimándose una tarde sí y otra también llenaban los cosos. La lista de diestros nacionales se incrementó de golpe y porrazo y bien puedo decir que en la recta final de esa decena se vivió en México, para beneplácito de la afición, una etapa dorada. A los nombres de Fermín Espinosa “Armillita” y Alberto Balderas se unió, para empezar, Lorenzo Garza, un torero artista y valiente, dueño de una personalidad arrolladora que acaparaba, para bien o para mal, la atención del gentío, que una tarde lo idolatraba y a la siguiente lo abroncaba, pero que cuando lo volvían anunciar abarrotaba la plaza. Tras torear por la provincia debutó en “El Toreo” de la Condesa, el 3 de mayo de 1931 desorejando a su segundo. Fue esa una temporada triunfal, sumando once novilladas. Al año siguiente viajó a España, presentándose en Madrid hasta el año siguiente y toreando 15 festejos. La alternativa se la dio Pepe Bienvenida en presencia de “Maravilla” en Santander, el 6 de agosto. Toreó poco, renunciando al doctorado, para volver a convertirse en matador el 5 de septiembre del 34 en Aranjuez con Juan Belmonte y Marcial Lalanda en el cartel. En ruedos iberos fueron memorables sus enfrentamientos en la plaza madrileña de la carretera de Aragón con el también mexicano Luis Castro “El Soldado”, pues si uno citaba para matar usando un pañuelo como muleta, el otro lo hacía con la mano. Sus agarrones fueron épicos. El mundo de tauro 107
Regresó a la patria para confirmar su alternativa la tarde del 25 de noviembre del 34, de manos de Jesús Solórzano y “Maravilla” de testigo ante “Tabaquero” de Zotoluca. Su consagración definitiva ante la afición mexicana la tuvo el 3 de febrero siguiente, cuando en un mano a mano con Balderas se quedó sólo con la corrida al ser herido su alternante por el primero de San Mateo. Garza dio vuelta con petición en los cuatro primeros y le cortó las orejas y los rabos a los dos últimos, saliendo a hombros junto con el ganadero don Antonio Llaguno.
Lorenzo Garza
Volvió a España y toreó 43 corridas. Confirmando en Madrid, con “Cazador” de Ramón Ortega, de manos de Manuel Jiménez “Chicuelo” y al lado de Joaquín Rodríguez “Cagancho”, un cartel de auténtico tronío. A partir de entonces se convirtió en un torero indispensable en los carteles, destacando por mucho su toreo izquierdista.
Luz y sombra. El 11 de diciembre del 46 bordó a “Amapolo” y a “Buen Mozo” de Pasteje, para el 19 de enero de 1947 armar la peor bronca de la historia en la “la México”. Tras estar apático toda la tarde un espectador le arrojó un cojín y el torero molesto intentó subir al tendido con una espada en la mano. El escándalo fue mayúsculo, hubo destrozos al por mayor y Garza terminó en la cárcel, saliendo libre al día siguiente tras pagar una multa de diez mil pesos. Varias veces se cortó la coleta, pero la definitiva fue en su natal Monterrey, el 20 de febrero de 1966. “Lorenzo, el magnífico”, “El ave de las tempestades”, se iba de los ruedos. Luis Castro “El Soldado”. Era un torero elegante, personalidad, raza y valor. A los dieciséis años se presentó como banderillero en la placita de Mixcoac, su barrio, pero aspiraba a más y enfocó sus baterías a ser figura. Debutó en “El Toreo” el 3 de abril de 1932, cortando orejas y rabo a uno de Albaserrada, sumando esa temporada dieciséis festejos en la capital y tomando la alternativa el 5 de marzo del año siguiente de manos de “Cagancho” y David Liceaga de testigo ante “Fumador” de Coaxamalucan. Viajó a España donde renunció, como era costumbre, a la alternativa, actuando en sesenta y una novilladas antes de volver a doctorarse en Castellón de la Plana, el 24 de marzo del 35, con Rafael Gómez “El Gallo” de padrino y toros de doña Carmen de Federico. La confirmó en Madrid el 2 de mayo siguiente una vez más con “El Gallo” y ganado de Lamamié de Clairac. Teniendo un espléndido panorama en ruedos iberos, sus ilusiones no se concretaron al romperse las relaciones taurinas entre los dos países. En nuestro país fue torero importante, apareciendo su nombre por doquier. En “El Toreo” de la Condesa sufrió la que quizá fue su peor cornada. Se la propinó en el muslo derecho “Calao” de Piedras Negras, lesionándole severamente la femoral. Se despidió por partida doble en “El Toreo” de Cuatro Caminos ante “Perlito” de Tequisquiapan, al que le cortó una oreja, el 29 de abril de 1962 y en Tuxpan, Ver. De manera definitiva el 12 de agosto de ese año. 108 El mundo de tauro
Silverio Pérez, hermano del infortunado Carmelo Pérez, quien murió en Madrid, dos años después de las gravísimas lesiones que le causara “Michín”, de San Diego de los Padres, en el ruedo de “El Toreo”. Decidió hacerse torero cuando fue a recoger sus restos al puerto de Veracruz.
Silverio Pérez
Se inició toreando en la provincia para debutar sin pena ni gloria, en 1932, en el coso capitalino, pero pronto se desquitó al tumbarle el rabo a uno de Albarrada, toreando dieciséis festejos en las dos campañas siguientes. Viajó a España en el 35 para debutar en Tetuán de las Victorias al lado del también mexicano Liborio Ruiz y Manuel Rodríguez “Manolete”, el 1º de mayo, presentándose en Madrid el 28 de septiembre siguiente, con un bagaje cercano a los dieciséis festejos. Tardó en recibir la alternativa, pues lo hizo hasta el 6 de noviembre de 1938 en el coso poblano. Su padrino Fermín Espinosa “Armillita” y el testigo Paco Gorráez, con toros de La Punta. La confirmó en la capital el 11 de diciembre de ese año, una vez más de manos del coloso de Saltillo y el testimonio de Fermín Rivera, con “Vigía” de La Laguna. Como todo torero artista tuvo altibajos, quedando para la historia muchas faenas que lo convirtieron en el torero más querido por la afición mexicana, como las de “Pescador”, “Peluquero” “Bullanguero” y “Zapotero”, entre muchas otras, pero la de su consagración definitiva fue la que realizó con “Tanguito” de Pasteje al que le cortó los máximos trofeos y dando OCHO vueltas al ruedo, una de ellas con el ganadero Eduardo Iturbide. Sufrió varios percances, siendo el más grave el que le produjo “Zapatero” de La Punta, herida penetrante de vientre. Cuentan que antes de torear por primera vez con “Manolete” hizo testamento, pues argumentó iba a salir a morirse, pero no a dejar que el “Monstruo” le ganara la partida. Con los apelativos de “El Faraón de Texcoco” y “El Compadre”, se fue de los ruedos el 1º de marzo de 1953, tarde en que alternó con Antonio Velázquez y Jorge “Ranchero” Aguilar, cortándole la oreja a “Malagueño” de San Diego de los Padres, toro de obsequio. El mundo de tauro 109
Alfonso Ramírez “El Calesero”, artista por excelencia que manejaba el capote como pocos lo han hecho y que lo llevó a ser llamado “El Poeta del Toreo”. Se inició como becerrista en Aguascalientes, su estado natal para debutar, con poca suerte, en “El Toreo” en mayo de 1933. Tenía detalles extraordinarios, pero, por una u otra causa, no redondeaba. La alternativa la tomó en “El Toreo” el 24 de diciembre de 1939, con “Perdiguero” de San Mateo. Se la dio Lorenzo Garza, siendo testigo David Liceaga. En 1946 fue a España y participó en nueve corridas, confirmando el doctorado en Madrid el 30 de mayo alternando con Pepe Luis Vázquez y Pepín Martín Vázquez en la lidia de astados de Arturo Sánchez Cobaleda. El de la ceremonia se llamó “Cejudo”. Tarde cumbre en “la México” la del 10 de enero de 1954, al enfrentarse a “Campanillero” y “Jerezano” de Jesús Cabrera, a los que bordó con capa y muleta, pero sólo cortó una oreja por fallas con el acero. Volvió a encontrarse con toros de Cabrera en “El Toreo” de Cuatro Caminos, e marzo del 59, los cuajó y perdió apéndices por el acero. Esa temporada regaló un toro y por problemas con su cuadrilla se subió al caballo para picarlo.
Alfonso Ramírez “El Calesero”
El 20 de febrero de 1966 se despidió de la afición capitalina lidiando toros de Valparaíso. Al primero lo bordó materialmente con el percal, entre el contento general, pero todo quedó en salida al tercio en el primero y dos vueltas en el último. Fermín Rivera, “el maestro potosino” fue otro de los toreros surgidos en la década de los treinta “Armillita” cortándole el añadido a Fermín Rivera y que alcanzó su consagración definitiva en los años cincuenta, pues antes de romper fuerte en suelo patrio lo hizo en ruedos europeos, donde en cuatro temporadas pudo sumar 105 corridas a pesar del rompimiento de relaciones con España en 1947. Se presentó en la capital el 3 de junio de 1934 y en dos campañas sumó 20 actuaciones en “El Toreo”, para tomar la alternativa el 8 de diciembre del 35 de manos de Fermín Espinosa “Armillita”, en compañía del ibero Fernando Domínguez, con “Parlero” de Rancho Seco, confirmándola en Madrid, diez años después, con “El Andaluz” y Manolo Escudero, ante “Algarrobo” de Sánchez Fabrés., cuando regresó a Europa para torear nueve corridas en Francia y cinco en ruedos iberos. A partir de la temporada 1953 – 54 celebrada en “El Toreo” de Cuatro Caminos, se colocó en un 110 El mundo de tauro
sitio importante siendo pilar del serial con seis actuaciones, cortándole el rabo a “Portugues”, de Coaxamalucan. En la siguiente campaña, ya en “la México” estuvo enorme cosechando infinidad de trofeos, destacando sus faenas a “Clavelito” y “Traguito” de Torrecilla, a “Impresor” de Cabrera al que mató de soberbia estocada recibiendo, para ganar la “Rosa Guadalupana” en el cerrojazo del serial. Después de cortarle los máximos trofeos a “Venado” de Tequisquiapan en el ruedo de la plaza de Monterrey, el potosino sufrió, el 18 de septiembre de 1955, un infarto al miocardio que lo alejó de los ruedos por casi dos años. Emotiva fue su despedida en el coso más grande del mundo la tarde del 17 de febrero de 1957, llevando como alternantes a Manuel Capetillo y al ibero Antonio Borrero “Chamaco” quien confirmaba su alternativa, con seis de Torrecilla. Plaza llena y gran ambiente, dio una vuelta al ruedo finalizado el paseíllo. A su primero “Juan Pirulero” lo toreó bien, pero se superó con “Clavelito III” al que le tumbó los máximos trofeos. Le cortó el añadido “Armillita”, acompañado por “Reverte Mexicano”, Jesús Solórzano, David Liceaga y Silverio Pérez. Ya retirado fundo la ganadería de La Alianza en su natal San Luis Potosí. Carlos Ruiz Camino, Carlos Arruza, el “Ciclón Mexicano”. Muy joven ingresó, junto con su hermano Manuel a la Escuela Taurina de Samuel Solís, discípulo de “Ojitos”, se echó de espontaneo en un festival de ferreteros celebrado en “El Toreo”. Con quince años se vistió por primera vez de luces para torear en la placita capitalina de “Vista Alegre”, alternando con “El Calesero y su hermano, en la lidia de seis de Atlanga. En la capital del país debutó como novillero el 5 de abril de 1936, cortando la oreja a su primero de Peñuelas. Poco toreó como tal en la capital del país, pues la suerte no le acompañó hasta la tarde del 22 de octubre del 39 cuando le tumbó el rabo a “Camarero” de Rancho Seco y se hizo merecedor del trofeo “Prensa de Plata”. Viajó a Portugal en donde actuó en 13 novilladas, regresando a la patria en donde ligó 21 festejos entre la capital y la provincia, para el 10 de diciembre del 40 convertirse en matador de toros de manos de Fermín Espinosa “Armillita”, con el testimonio de Paco Gorráez, ante “Oncito” de Piedras Negras, resultando herido al tirarse a matar. Esa tarde empezaba su andar en el mundo de tauro, como matador de toros, una figura grande de la torería mundial. A partir de su alternativa sus éxitos se sucedieron, siendo uno de los más sonoros el del 22 de marzo del 42 cuando Silverio le cortó el rabo a “Peluquero” de Carlos Cuevas y Arruza a “Mordelón” de La Laguna, siguiendo en plan triunfal donde quiera que vestía el terno de luces.
Carlos Arruza
Al no haber relaciones taurinas con España, volvió a Portugal unas corridas de toros y en julio de 1944, que se reanudaron, fue llamado para ir a actuar en la “Corrida de la Concordia” en Madrid. Tarde que alternó con Antonio Bienvenida y El mundo de tauro 111
“Morenito de Talavera” en la lidia de astados de Muriel. Armó la escandalera durante toda la tarde y prueba de ello es que esa temporada se presentó en cuarenta festejos. En 1945 fue la apoteosis en España, pues haciendo pareja con “Manolete” sumó triunfos y fechas hasta decir basta. Dicen que tenía firmadas 154 corridas, pero por dos cornadas y no querer romper el récord impuesto por Belmonte a principios de siglo, sólo toreo 108, una por debajo del “Pasmo de Triana. Agotado de tanto trajín, al año siguiente vistió el terno de luces 21 tardes. Pisó el ruedo de “El Toreo” de Cuatro Caminos, el 7 de diciembre de 1947 para cortarle a “Zorrito” de la Punta el rabo, tras una faena de indudable mérito por los problemas que presentó el burel, para una semana después llevarse cuatro orejas y el rabo de uno de San Mateo y otro de Pasteje. El 22 de febrero siguiente, su maestro Samuel Solís, le cortó el añadido, en su primera despedida de los ruedos. Regresó dos años después para torear en Venezuela, Colombia, Francia y Portugal. En la capital mexicana reapareció hasta en febrero del 51, y en su segunda corrida, llamada de la Concordia porque regresaban a nuestro país los españoles, cortó tres orejas y rabo a toros de Pasteje. El 1º de abril de ese año toreó con Manolo dos Santos tres corridas, Morelia, “la México” y Acapulco, cerrando la temporada y ganando la “oreja de oro”. Viajó a España en el 51 para torear 25 tardes. De regreso a México y le tumbó el rabo a “Maestro” de Pasteje, el 3 de febrero siguiente, las orejas a “Barquero” de Carlos Cuevas, y los máximos trofeos a “Tanguero” de Pasteje el 3 de marzo. En 1952, en el lapso de una semana, toreó aquí y en la península, el 21 de septiembre en Ciudad Juárez y el 27 y 28 en Barcelona, volviendo para actuar el 5 de octubre en Nogales. Su paso arrollador no paraba, el 16 de noviembre se llevó el rabo de “Bardobián” de Zacatepec. La tarde del 22 de febrero de 1953 se celebró la “Corrida Guadalupana” y Arruza anunció tras desorejar a “Peregrino” de Torrecilla, que se cortaba la coleta. Una semana después fue a Ciudad Juárez, en donde toreó por última vez vestido de luces. Fue a refugiarse a la ganadería de Pasteje, que recién había comprado, para prepararse y poder volver a los ruedos como rejoneador. Su presentación fue en Nogales, el 16 de septiembre del 56, ante astados de su vacada, resultando una revelación, pues tras lucirse con rejones y banderillas sobre sus cabalgaduras, echaba pie a tierra para despachar a sus enemigos. El año siguiente viajo a España, presentándose en Madrid el 6 de junio y sumando 39 corridas. Teniendo problemas porque se oponían a que se bajara del caballo. Tras una pausa en su carrera de caballista, reapareció en “la México”, el 23 de enero de 1966, para armar la tremolina y cortar las orejas y el rabo de “Gavilán” de Tequisquiapan, y luego las orejas a uno de Reyes Huerta. Fue su última actuación en la capital. El 15 de mayo toreó por última vez en Chihuahua y cinco días más tarde falleció en un accidente automovilístico. Luis Procuna. De cuna muy humilde, cuentan que su señora madre tenía un puesto de tacos en el mercado de San Juan y que en su afán de sacarla de la pobreza decidió hacerse torero, presentándose en Puebla en 1938, cuando tenía quince años. En la capital lo hizo hasta el 14 de agosto de 1941, en un “Jueves Taurino”, cortando oreja de uno de Atlanga, sumando cinco festejos más en la temporada de “El Toreo” y catorce festejos en las dos siguientes, culminando su etapa novilleril cortándole el rabo a “Barbián” de Piedras Negras” y la oreja, en su despedida a “Vidriero” de San Mateo. Carlos Arruza lo convirtió en matador de toros en Ciudad Juárez, el 5 de diciembre del 43, 112 El mundo de tauro
con “Andaluz” de Corlomé, para el 26 de ese mes confirmarla, en “El Toreo”, de manos de “El Soldado” ante el testimonio de Luis Briones, con “Pinturero” de San Mateo, cortando oreja de su segundo. El 23 de enero siguiente cuajó a “Meloncito” de Piedras Negras que lo hirió de gravedad, pero siguió en la arena hasta cortarle el rabo. El 4 de febrero de 1945 se encontró con “Cabrillo” de Pasteje al que bordó, entusiasmando al respetable con “la sanjuanera”, pase de su creación, cortando otro rabo. Se presentó en Lima, Perú, el 3 de noviembre del 48 y cortó las orejas, el rabo y una pata, llevándose el trofeo “Escapulario de Oro” que se otorgaba por primera vez a un torero triunfador de su feria. Continúan sus éxitos. En “El Toreo” de Cuatro Caminos le cortó el rabo a “Chasquito” de Luis Procuna Coaxamalucan y al año siguiente le tumbó hasta una pata a uno de Mondoñedo, en Bogotá. En “la México” cuajó “Cebollero” de Zotoluca y a “Muñeco” de Ernesto Cuevas, que es indultado, pero lo mató argumentando no se percató de las indicaciones del juez. Va a España en 1951 y torea 27 corridas. El debut fue en Barcelona, junto a los iberos Manolo González y José María Martorell, confirmando su doctorado, el 14 de junio, de manos de Paco Muñoz y Manolo dos Santos de testigo, con “Guareño” de Buendía, resultando herido por su segundo enemigo. Dos fueron, quizá los mejores trasteos de su vida, ambos en “la México”. El del 15 de febrero del 53 cuando regaló a “Polvorito” de Zacatepec y tras pincharlo tres veces le cortó el rabo, y la de su despedida el 10 de marzo de 1954. Un adiós muy emotivo en el que le hizo una faena de escándalo a “Caporal” de Mariano Ramírez. Incursionó en el cine filmando la película “Torero” que fue galardonada en Cannes y es considerada como una de las mejores relacionadas con la fiesta brava, así como el film La Dama y un torero, con Sofía Alvarez. Y lo que es la vida, decían que no sabía torear y que lo salvaba su personalidad arrolladora, pues, aparentemente, no andaba muy sobrado de valor, pero las graves cornadas recibidas a lo largo de su carrera nunca lo arredraron. Murió en un accidente aéreo en El Salvador. En la temporada novilleril de 1948, de la plaza México surgió una camada por demás importante integrada por Manuel Capetillo, Rafael Rodríguez y Jesús Córdoba, “los tres mosqueteros”. Los tres muy diferentes, Manuel era el artista, Rafael un valiente a carta cabal, y Jesús el maestro. A su lado apareció el valeroso Paco Ortiz, al que denominaron los aficionados “D´artagnan”. De este cuarteto, quien se fue a la cumbre fue Capetillo. Manuel Capetillo, el “mejor muletero del mundo”, ha sido uno de los grandes consentidos de la afición mexicana, pues su toreo de gran dimensión, hondura y temple fue calificado como “a la mexicana”, aunque para algunos ya antes lo había ejecutado Silverio Pérez. El mundo de tauro 113
De luces se presentó, como sobresaliente, en su natal Guadalajara, el 9 de noviembre de 1947, armando la escandalera con dos quitazos de gaoneras y fregolinas, ganándose la inclusión en la terna de la semana siguiente. La temporada del 48 debutó en “la México” el 8 de agosto y toreó ocho novilladas más cortando rabos a uno de Matancillas y a otro de Zotoluca, ganándose la alternativa que tomó, el 24 de diciembre, en Querétaro, con “Juchiteco” de La Punta de manos de Luis Procuna en presencia de Rafael Rodríguez, quien la había recibido días antes. El sexto lo hirió en el muslo izquierdo. La confirmó en “la México” el 23 de enero del 49, con “El Soldado” de padrino y Antonio Velázquez de testigo, ante “Muñeco” de San Mateo, cortando los máximos trofeos del sexto. El año siguiente volvió a ser muy castigado por los toros. Fue en el 51 y 52 a España para torear 14 corridas cada año, presentándose en Madrid, el 15 de mayo, con Paquito Muñoz y Antonio Ordóñez matando toros de Antonio Pérez. Manuel Capetillo
Lento fue el despegue, pero previó a él cuajó a “Fistol” de Zotoluca al que le cortó los máximos trofeos ante la locura general, viniendo luego “Rasposo” de Torrecilla, “Recluta” de Piedras Negras, “Romancero” de Toño Llaguno. “Marquesito” de Santo Domingo, “El # 7” de Zotoluca, “Guapetón” de Coaxamalucan, “Pingüino” de Valparaíso, “Peluquero” de Tequisquiapan y varios más que bordó pero que malogró con el acero. La tarde del 22 de marzo de 1959, el toro “Camisero” le propinó tremenda cornada en el tórax, lesionándole un pulmón. Herida por la que estuvo muy grave, salvándole la vida el neumólogo Dr. Niebla. Lesión de la que tardó mucho tiempo en recuperarse. Una faena que se recuerda mucho es la de “Tabachín” de Valparaíso al que sólo le cortó una oreja por haberlo pinchado dos veces, pero la consideró como la mejor de su vida. Vinieron después faenas a “Chulín” y “Sireno” de Torrecilla, “El Heraldo” de Tequisquiapan, con el que obtuvo la “Rosa Guadalupana”. Tuvo dos despedidas. En “la México” el 25 de febrero de 1968, actuando como único espada ante toros de Valparaíso que no fueron buenos; y el 10 de marzo siguiente que lo hizo en su natal Guadalajara, aunque luego volviera a torear esporádicamente en algunas plazas del país. A su faceta de torero hay que agregarle la de cantante, actor de cine y de telenovelas. Filmó buen número de películas y grabó también algunas telenovelas. Joselito Huerta, “El león de Tetela”, un toreo poderoso y de gran vergüenza torera que puso muy en alto el pabellón de la torería mexicana en donde quiera que hizo el paseíllo. Siempre le dio la pelea a cuantos le pusieron enfrente. Inició su carrera al lado del matador Heriberto García, quien le enseñó el ABC del toreo, mató su primer becerro en la placita de Iguala, presentándose como novillero en Acapulco ante reses de Almeya, pasando casi dos años para que pisara por primera vez la plaza México. Lo hizo el 16 de mayo de 1954 cortándole una oreja a uno de Juan Aguirre. Sumó ocho novilladas, siendo su gran rival Amado “Loco” Ramírez, merced a una buena publicidad por parte de la empresa. 114 El mundo de tauro
Viajó a España en el 55 para torear 37 novilladas con bastante éxito, recibiendo la alternativa en Sevilla, dentro de la feria de San Miguel, el 29 de septiembre, de manos de Antonio Bienvenida y en presencia de Antonio Vázquez, con “Servilleto” de Felipe Bartolomé, cosechando una oreja. La confirmó aquí el 25 de diciembre siguiente ante Antonio Velázquez y el venezolano César Girón, con “Limonero” de La Punta, al que le tumbó una oreja, superándose con “Talismán” de Piedras Negras al que le cortó el rabo y con “Motorista” de La Laguna al que quitó los mismos trofeos Regresó a España para sumar 39 corridas, confirmando su doctorado en Madrid el 10 de Joselito Huerta mayo de manos de Antonio Bienvenida y Manuel Jiménez “Chicuelo II”, de testigo, con “Vivachón” de Salvador Guardiola. Tres temporadas más hizo en ruedos europeos, donde tenía buen cartel, al torear 73 corridas con éxito y pisando plazas de primera. En México toreaba que daba gusto, surgiendo fuerte rivalidad con Paco Camino. Uno de sus grandes triunfos los obtuvo en “El Toreo” al indultar a “Espartaco” de Moreno Reyes, tras una extraordinaria faena. Para él trofeos simbólicos y tres vueltas al ruedo, una de ellas con Mario Moreno “Cantinflas”, dueño de la vacada. El 30 de noviembre de 1968, toreando en “El Toreo” de Cuatro Caminos citó de hinojos a “Pablito” de Reyes Huerta, siendo empitonado de manera aparatosa y sufriendo gravísima cornada penetrante de vientre. Estuvo retirado casi un año y al poco tiempo de haber reaparecido sufrió otro percance muy serio, en el muslo izquierdo, cuando muleteaba a uno de Santa Rosa de Lima en Aguascalientes. Lo peor, toreando en Tlaxcala sufrió un aneurisma cerebral, pidió lo llevaran a Zurich, Suiza para ser intervenido quirúrgicamente, una semana después. Platicando con él a su regreso, me dijo que había ido al hospital del país helvético porque allá diariamente operaban media docena de lesiones de ese tipo y tenían más experiencia. El 28 de enero de 1973 decidió retirarse y lo hizo en el coso de Insurgentes cortando al del adiós, “Huapango” de José Julián Llaguno, los máximos trofeos. Se iba un torero muy querido por la afición. Ya retirado se dedicó a la política, resultando electo presidente municipal de Tlalnepantla, teniendo una labor sobresaliente. La baraja taurina nacional se enriquecía por ese tiempo. Se habían ido algunos toreros importantes, pero desde el último lustro de los sesenta aparecieron como relevo Manolo Martínez, Eloy Cavazos, Curro Rivera, Antonio Lomelín y Mariano Ramos. Cinco toreros que hicieron realidad una nueva “edad de oro” del toreo mexicano. Había festejos por doquier y se llenaban las plazas. Manolo Martínez, de familia acomodada, el joven regiomontano, sobrino nieto de don Venustiano Carranza, decidió dejar a un lado sus estudios de ingeniería e informó a su familia su decisión de hacerse torero. Su hermano Gerardo tenía una ganadería y lo apoyó, no así su señora madre. El mundo de tauro 115
Manolo Martínez
De niño era la sombra de su hermano y una de las veces que lo acompañó a la ganadería se animó a bajarse al ruedo para enfrentarse a una becerra, tenía ocho años. Tiempo después, cuando rondaba los 13 fueron a ver un festejo pueblerino en Coahuila y un astado escapó al patio de cuadrillas donde provocó un desaguisado. Manolo, que ya había toreado buen número de vaquillas, tomó un capote y bregando lo llevó de regreso al redondel. La familia quiso cerrarle las puertas del toreo para que volviera a los estudios, pero él, sin mayores recursos, viajó a la capital para acercarse a José Luis Méndez, torero en el retiro, quien lo había visto torear en un tentadero. La única que le tendió la mano en la gran ciudad fue su hermana Silvia, quien le dio posada en su casa. José Luis lo puso en una novilladita en la plaza de La Aurora, de Ciudad Nezahualcoyotl, donde en aquellos años la empresa capitalina probaba a los noveles. El debut fue el 1º de noviembre de 1964 ante un astado de Laguna de Guadalupe, era el inicio de una carrera que lo llevaría ser una gran figura del toreo a ser un mandón, presentándose en el coso máximo el 20 de junio del 65 y cortando dos orejas aun novillo de regalo. Repitió a la semana siguiente y estuvo muy bien, pero resultó gravemente herido. Vinieron luego 34 actuaciones en cosos del interior del país, para el 7 de noviembre siguiente convertirse en matador de toros en su tierra de manos de su paisano Lorenzo Garza y Humberto Moro de testigo, con “Traficante” de San Miguel de Mimiahuápam. Su segundo lo hirió de gravedad cuando lo muleteaba. Dos años después, el 12 de febrero de 1967, la confirmó en el coso de Insurgentes con el ibero Juan García “Mondeño” y Mauro Liceaga, ante “Cid” de Mimiahuápam, ganando al final de la campaña el “Estoque de oro”, surgiendo entonces fuerte rivalidad con Capetillo y no se diga con el español Paco Camino. El 16 de junio toreó en Querétaro la primera corrida de toros que se trasmitía en televisión a colores, encerrándose esa tarde con toros de Mimiahuápam a los que les cortó cinco orejas y dos rabos. A los pocos días murió en un accidente automovilístico su apoderado José Luis Méndez, quien tanto lo había ayudado en sus inicios. En 1969 viajó a España de la mano de Manolo Chopera, para tener una buena temporada de 49 corridas de toros, sufriendo dos cornadas muy graves. Confirmó en Madrid hasta el 22 de mayo del siguiente año, con “El Viti” de padrino y el testimonio de “Palomo” Linares, ante “Santanero” de Baltasar Ibán, cortando una oreja. Sumando esa temporada catorce festejos. A partir de entonces, el nombre de Manolo se convirtió en imprescindible en todos los carteles 116 El mundo de tauro
de nuestro país, toreando gran número de festejos en plazas mexicanas y sudamericanas, siendo uno de los diestros aztecas que más han actuado en Venezuela, merced a sus innumerables triunfos con encierros mexicanos de San Martín, La Gloria, Reyes Huerta y Javier Garfias, entre otros. Su primer adiós de los ruedos fue el 30 de mayo de 1982, en su plaza “la México”, donde actuó en 91 tardes, cortando 81 orejas y 10 rabos. Cabe agregar que en una temporada de doce corridas toreó diez con llenos hasta el reloj. La tarde de la despedida mató como único espada tres de San Martín y tres de Mimiahuápm, cortando tres orejas y un rabo, este a “Toda una época” de San Martín, la ganadería de su amigo y apoderado, por más de veinte años, José Chafik. Regresó a los redondeles en 1987 para torear otras ciento diez corridas hasta su retiro definitivo en el coso máximo en un mano a mano con Jorge Gutiérrez y toros de La Gloria. Quedando atrás una carrera de mil trescientas cuarenta y cuatro corridas toreadas en todo el mundo de tauro, muchos triunfos y una cornada muy seria, la que le propinó “Borrachón” de San Mateo, toreando en la capital. Nos contó el Dr. Xavier Campos Licastro, médico de plaza, que cuando lo trataba en la enfermería el Dr. Salinas Rivero, de todas las confianzas del torero, le dijo: Xavier, estás operando un cadáver. Y le respondió: Que no, pues sentía los latidos del corazón del torero en uno de sus dedos meñiques. “El pequeño gigante del toreo”, Eloy Cavazos, otro de los toreros mexicanos que marcaron una época en el toreo y que implantó innumerables récords que es imposible que se rompan en décadas, pues nuestra fiesta actual no lo permite. De familia muy humilde, nació en Guadalupe, N.L. La futura figura del toreo vivía con su gente en un jacalón hecho de varas, mejorando cuando a su papá le ofrecieron la chamba de guardaplaza del coso local. Ahí, desde muy pequeño empezó a aficionarse a los toros y una tarde, cuando andaba en los siete años, toreaban en su “plaza”, Alfredo Leal, Humberto Moro y Joselito Huerta. Antes de que partiera plaza se metió al ruedo, con un trapo viejo como capote y se puso a dar pases a un toro imaginario, entre el regocijo general. Le aventaron monedas y llenó su gorra de beisbol que usaba a diario.
Eloy Cavazos El mundo de tauro 117
Ya picado y con unos avíos “muy toreados” que le habían regalado, toreaba de salón cuando llegaban turistas a conocer el coso. También entrenaba a diario con los torerillos que iban diariamente al coso a hacer ejercicio. Todo cambió cuando llegó a su pueblo la “Cuadrilla de niños toreros de Querétaro”, siendo invitado a integrarse al grupo, regalándole un terno canario y plata. Luego el grupo cómico taurino de los “Monstruos del toreo”, terminando de envenenarse. Su padre formó la cuadrilla de “Niños toreros de Monterrey”, actuando en diversos lugares del norte del país y hasta en San Antonio, Texas, donde torearon dos festejos. Lo primero que ganó del toro fueron cien pesos que le dieron en Cadereyta por torear un becerrito. De aquella cuadrilla aparte de Eloy, su hermano “Vito” tomó la alternativa y destacaron como subalternos Efrén “Loco” Acosta y Leopoldo Preciado. En la ganadería de La Playa lo vio torear el diestro Jaime Bravo y le dijo que viajara a la capital y que él lo ayudaría. Como pudo se vino a la gran ciudad, donde lo arroparon los taurinos Fernando Elizondo y Rafael Báez, terminando por ir a vivir a casa del segundo. Formalmente se presentó en Guadalajara, el 25 de abril de 1965, donde cortó dos orejas, viniendo a continuación triunfos en León, Celaya, Querétaro, Chihuahua y Monterrey, cosechando una oreja. Tras una campaña exitosa en provincia, se presentó en la capital, el 12 de junio del 66 matando novillos de Santa Marta. A su primero le tumbó las dos orejas y su segundo lo hirió al entrar a matar. Repuesto tomó la alternativa en la Sultana del Norte, el 28 de agosto, llevando de padrino a Antonio Velázquez y a, quien con el tiempo sería su gran rival, Manolo Martínez, con “Generoso” de Mimiahuápam, siendo premiado con un apéndice. Lo repitieron a la siguiente semana y cortó tres orejas. La confirmación tuvo lugar el 14 de enero de 1968, con Alfredo Leal de padrino que le cedió a “Talismán” de Jesús Cabrera, Jaime Rangel fue el testigo. Al tercio en uno y cornada en el otro. Las cosas mejoraban, ese año toreó cuarenta y una corridas y en el siguiente fueron cuarenta y dos. Llegó el 70 y el destino le tenía reservadas dos cosas, “una mala y otra muy buena” que vinieron a cambiar por completo su destino. La mala fue que el 2 de febrero, viajando a la ganadería de don Jesús Cabrera junto al matador Jaime Bravo y el novillero Manuel Silva, sufrieron un fatal accidente carretero, muriendo sus dos acompañantes. La muy buena fue que, maltrecho y moralmente afectado, lo anunciaron para torear el 8 en “la México” donde le esperaba “Jococón” de Torrecilla, toro al que cuajó entre la locura general, llevándose los máximos trofeos y saliendo a hombros. Y ese fue el arranque definitivo. En el 71 se fue a España para torear treinta corridas. El debut fue en Málaga, el 6 de abril y tras cortar dos orejas en Barcelona se presentó en Madrid para confirmar su alternativa, el 20 de mayo. Su padrino Miguel Mateo “Miguelín” y Gabriel de la Casa de testigo con toros de Osborne, cortando la oreja d cada uno de sus enemigos y saliendo por la Puerta Grande. A los tres días volvió a torear en Las Ventas y su primero de Galache lo hirió de gravedad en el pecho. A su regreso, en el coso máximo, le tumbó el rabo a “Ranchero” de Cabrera y “Pirulito” de Torrecilla. Y volvió a España para esta vez sumar cuarenta festejos. En Madrid, el 27 de mayo, en su primero de Amelia Pérez Tabernero dio vuelta y en el otro “Azulejo” la armó en grande para llevarse un par de apéndices y volver a salir a hombros, la última que ha conseguido un mexicano en el coso de Las Ventas, desde ese lejano 1972. En la temporada mexicana de ese invierno, cortó, en la capital, nada menos que ocho orejas y dos rabos en tardes consecutivas a toros de Cabrera y Torrecilla. 118 El mundo de tauro
En América del Sur también triunfó plenamente, en Quito donde ganó el trofeo “Jesús del Gran Poder” y los éxitos lo acompañaron en los ruedos colombianos de Bogotá, Cali, Manizales, Medellín, Cartagena de Indias y Barranquilla, así como en los venezolanos de Caracas, Mérida, San Cristóbal, Maracaibo, Valencia, Barqusimeto, Maturín y Maracay. Siendo el torero mexicano que más veces ha toreado en plazas de Venezuela. En México toreaba un día sí y otro también, al grado de que en 1977 participó en ciento veintisiete corridas, actuando un día, el 2 de octubre, en cuatro plazas San Luis de la Paz, Dolores Hidalgo, San Miguel Allende y Celaya. El 10 de marzo de 1985 decidió cortarse la coleta. En el coso de Insurgentes matando como único espada seis toros de diferentes ganaderías, pero sólo se llevó una orejita al fallar el ganado. En Monterrey lo hizo el 23 siguiente, con tres de Begoña y tres de Mimiahuápam y todo fue diferente los toros fueron buenos y cortó diez orejas y cuatro rabos. No todo podía ser bueno, al poco tiempo del retiro lo atacó un cisticerco pasando varios meses con muchos problemas físicos. Pero sacando la casta lentamente pudo recuperarse y empezó a participar en festivales benéficos, en “la México” toreó uno para los damnificados del temblor del 85 y le cortó el rabo a un gran novillo de Javier Garfias. La gente de una marca cigarrera lo convenció para volver a vestir el terno de luces en un reducido número de festejos. Reapareció en la Sultana del Norte y salió a hombros con cuatro orejas y un rabo del encierro del Lic. Bailléres, era el 13 de septiembre de 1987. Fue a España en el 91 y el éxito volvió a sonreírle en Madrid al tumbarle una oreja a un toro de Los Bayones. Cerraba esa tarde su paso por Las Ventas con siete tardes en el ciclo isidril, seis orejas y dos salidas por la Puerta Grande. Nadie lo quitaba del sitio de figura y siguió toreando, llenando plazas y cortando apéndices. Hasta que el 16 de noviembre del 2008, dijo definitivamente adiós a los redondeles. Lo hizo en su Monterrey, cerrando su carrera a tambor batiente al cosechar sus últimas cuatro orejas y dos rabos, entre el entusiasmo de sus coterráneos. Sus números son francamente insuperables, actuó en mil 907 corridas, cortando 3 mil 974 orejas, 708 rabos y 9 patas, además de haber indultado 38 astados. Todo esto en sus 42 años como matador de toros. Curro Rivera, “Curro Cumbre”, hijo del matador de toros potosino Fermín Rivera y sobrino del torero español Martín Agüero, tenía que ser torero, porque en su casa las veinticuatro horas del día oía hablar de toros.
Curro Rivera
De maestro tuvo a su señor padre, quien con mano firme empezó guiando su carrera, debutándolo en un festival celebrado en Ojuelos, Jal. Cuando tenía catorce años de edad y como novillero dos años después en la placita de Matehuala. Concienzudamente lo fue formando antes de hacerlo pisar el coso de Insurgentes, lo que sucedió el 14 de julio de 1968, con astados de Javier Garfias. Tarde triunfal con una cosecha de tres apéndices. Repitió una semana después y El mundo de tauro 119
dio cuatro vueltas al ruedo, tras dos faenas espléndidas que malogró con el acero. Llamaron mucho la atención sus cites sicodélicos con los que aderezaba sus faenas. Teniendo a la afición en un puño, tomó la alternativa en el coso de Torreón, el 14 de septiembre de 1968, llevando de padrino a Joselito Huerta y a Jaime Rangel de testigo, con “Presidente” de San Martín. La confirmó en “la México” el 16 de febrero de 1969 con “Ramonero” de Javier Garfias, alternando con Manolo Espinosa y el español Juan José. Esa temporada cuajó a “Soy de Seda” de Piedras Negras, al que le tumbó el rabo, dando vuelta con el ganadero Raúl González. En la inauguración de la temporada siguiente, le cortó el rabo a “Emperador” de Reyes Huerta, Viniendo luego trasteos que fueron premiados a “Sardinero”, de Soltepec, “Cielito Lindo” de Mariano Ramírez y faenón e indulto a “Payaso” de Torrecilla y otras malogradas con la espada. En 1971 fue a España para tener una muy buena temporada. Confirmó el 18 de mayo con Antonio Bienvenida y Andrés Vázquez, ante “Beluco” de Samuel Flores. En esa campaña las cosas le rodaron de maravilla y sumó sesenta corridas en ruedos de la península y Francia, cifra que hacía décadas no alcanzaba un torero mexicano. A su regreso a la patria armó la escandalera con “Horchatito” de Garfias ganando los máximos trofeos, posteriormente hubo grandes trasteos a “regalito” de San Mateo y a “Saltillero” de Campo Alegre que fue indultado a petición popular. Fue su segundo indulto en la gran plaza. Regreso a España para torear cuarenta y una tardes, teniendo una soñada en Las Ventas al cortar cuatro orejas a un encierro de Atanasio Fernández, saliendo por la Puerta Grande. Otra de sus hazañas fue encerrarse con catorce toros en la feria de San Marcos de Aguascalientes, el 24 de abril de 1982, siete por la tarde y siete en la noche. Algo que no recuerdo haya realizado torero alguno ni aquí ni del otro lado del Atlántico. Ese día festejó el haber llegado a las mil corridas toreadas. En ocho años más llegó a las mil quinientas, tarde que celebró en la plaza “La Luz” de León. Su primera despedida tuvo lugar el 15 de noviembre del 92 en la plaza de Insurgentes matando toros de Julio Delgado junto a “Miguel Espinosa y el ibero Ortega Cano. Llevándose la oreja de “Circurret” y las dos de “Cumbre”. Tuvo un breve retorno a los ruedos en el 2000 y cuando se preparaba en su ganadería de La Alianza, para torear en “la México”, el 5 de febrero siguiente, sufrió un infarto al miocardio que segó su vida. Mariano Ramos, “El torero charro”, desde niño se aficionó a la charrería donde brilló en diferentes suertes, siendo campeón nacional, y en algún lienzo, seguramente de La Viga, su barrio, le pegó capotazos a un torete y nació en él, el deseo de hacerse torero. Se acercó a “Vallito”, un taurino que bien puedo decir fue su maestro.
Mariano Ramos 120 El mundo de tauro
Vistió por primera vez el traje de luces el 21 de febrero de 1979 en “La Florecita”, para tras recorrer ganaderías y novilladitas en pueblos de provincia, presentarse dos años después en el coso máximo el 16 de julio del 71, con “Pollito” de la Viuda de Fernández, cortando la oreja de su segundo. Esa campaña toreó nueve festejos y
cosechó siete orejas y el trofeo “Estoque de plata”, siendo sus mejores faenas a “Flamenquillo” de El Romeral y “Agricultor” de La Laguna. Su triunfal campaña novilleril lo llevó a tomar la alternativa el 20 de noviembre siguiente en Irapuato, con Manolo Martínez y el español Francisco Rivera “Paquirri”, ante “Campanero” de Santacilia. La confirmó casi de inmediato, el 5 de diciembre, una vez más con Manolo Martínez, pero esta vez Antonio Lomelín de testigo. El de la ceremonia se llamó “Antequerano” y procedía de Tequisquiapan. En el 73 toreó en Venezuela y Colombia, para en el siguiente viajar a España de la mano del taurino Alberto Alonso Belmonte, quien le armó una temporada por demás interesante de veintisiete corridas, que inició en Castellón de la Plana el 17 de marzo, confirmando en Madrid el 18 de mayo de manos de Curro Romero y con “Paquirri”, ante “Fusilillo” de Baltasar Ibán. En este viaje también pisó cosos de Francia y el de Campo Pequenho de Lisboa, Portugal. A su regreso platiqué con Alonso Belmonte, con quien tenía una buena amistad, y le pregunté: - cómo vio a mi paisano? Su respuesta fue: - Estuvo enorme, toreando, pero fatal con la espada. Toreó mucho al lado de “Paquirri” y Dámaso González, quienes cortaban orejas y rabos. Mariano estaba mejor que ellos, pero salía de la plaza con las manos vacías. Si hubiera matado bien, habría acabado con el cuadro. Era un torero por demás poderoso que le hacía fiestas a lo que le salía por la puerta de chiqueros. Un maestro auténtico. Prueba de ello es el faenón que le hizo a “Timbalero” de Piedras Negras, un toro con dificultades al que el “torero-charro” le hizo una faena fuera de serie que entusiasmó al gentío, menos al juez de plaza, que al final únicamente le concedió una oreja, cuando bien merecía las dos y el rabo. Hay ocasiones que los pedazos de toro no importan y esa faena fue una de esas. En la plaza que da y quita dejó para la historia muchas faenas, entre ellas las de: “Abarrotero”, toro indultado de José Julián Llaguno, “Azucarero” de Tequisquiapan, “Mil Amores” de Mariano Ramírez, “Huapango” de Torrecilla y “Orgulloso” de José Julián Llaguno. Y muchas más que malogró con la toledana. Nunca se retiró del toreo, pero en los últimos años de su vida ya toreaba poco, por decisión propia. Su último festejo fue en el 2012 en San José del Rincón, Méx. Quiso despedirse en la plaza México, pero por diferencias con la empresa no pudo hacerlo. Antonio Lomelín, el único matador de toros nacido en el bello puerto de Acapulco, era un torero valiente hasta decir basta, que siempre se entregó en el ruedo para alzarse con el triunfo. Variado con el capote, espectacular con las banderillas, lucido con la muleta y extraordinario estoqueador. Muy jovencito se presentó como novillero en la placita de “La Aurora”, en Ciudad Nezahualcoyotl, el 11 de octubre de 1960 iniciando ahí
Antonio Lomelín El mundo de tauro 121
prácticamente su carrera novilleril, preparándose en el campo bravo y toreando en cosos de la provincia, pues tuvieron que pasar cinco años antes de pisar por primera vez el ruedo del coso capitalino. Lo hizo el 9 de mayo de 1965, con “Magueyero” de Atlanga. La alternativa llegó el 20 de noviembre de 1967 en Irapuato, con Manuel Capetillo de padrino y Joselito Huerta de testigo, con “Tupinamba” de Rancho Seco, confirmándola el 18 de febrero siguiente con “Olímpico” de José Julián Llaguno de manos de Joselito Huerta y con Jesús Solórzano de testigo. Fue a la madre patria y sumó catorce corridas sin pisar Las Ventas. Regresó a España para torear veintitrés corridas, confirmando su alternativa el 28 de mayo del 70, con Andrés Vázquez y José Manuel Inchausti “Tinín”, matando toros de Alonso Moreno de la Cova, alcanzando sonoro triunfo al cortar tres orejas y salir a hombros por la Puerta Grande. Un triunfo por demás importante. El del doctorado se llamó “Montillano”. La primera oreja que cortó, como matador en la capital, fue a “Peluquero” de Tequisquiapan en diciembre del 70. Una vez más a Las Ventas en 1971 para participar en un hecho histórico, la lidia de una corrida mexicana, la de San Miguel de Mimiahuápam enviada un año antes por don Luis Barroso Barona. Lomelín alternó con Victoriano Valencia y cortó, una oreja. Los toros salieron buenos y hubo vuelta al ruedo al cuarto de la tarde. Esta campaña en el viejo continente fue de catorce festejos. En “la México” tuvo luz y sombra. Sombra cuando la tarde del 16 de febrero del 75, al intentar colocar un par de banderillas en el centro del ruedo, lo prendió por el vientre “Bermejo” de Xajay, propinándole impactante cornada al dejarle fuera los intestinos, y luz cuando se encontró a “Luna Roja” de Xajay al que cortó los máximos trofeos, el 30 de marzo del 80 y dos años después a “Notario” de San Martín, al que indultó tras una lidia muy completa. Su última corrida en el embudo de Insurgentes fue el 18 de febrero de 1996 cuando le tumbó dos orejas a “Trianero” de Rancho Seco, despidiéndose con “Segador” con el que fue aplaudido, quitándole el añadido Manuel Capetillo y Joselito Huerta Volvió a torear en Acapulco en el 2001, dejando de hacerlo en enero del 2002 en el modesto coso de Progreso, Hgo. Fue un torero sumamente castigado por los toros, pues recibió cuarenta y tres cornadas, siendo catalogadas dos como muy graves, la de “Bermejo” en el ruedo capitalino y otra recibida en Tijuana que le lesionó el hígado. Tras este quinteto, llegaron tres noveles que con su arte valor y torerismo sostuvieron la fiesta en nuestro país por varios años: Miguel Espinosa “Armillita”, David Silveti y Jorge Gutiérrez, dos de dinastía y uno sin antecedentes taurinos.
122 El mundo de tauro
Miguel Espinosa “Armillita de era familia torera porambulante excelencia. Sus juguetes fueron El padre de Joaquín, además de Chico”, herrero, vendedor de primeros colgadores de ropa y capotes y muletas para jugar al toro no a ca’gancho!”. otras actividades los niños. Su se pregonaba su mercancía diciendo: “¡A yreal Y acostumbradas el ca’gancho de (cada gancho) convirtió en el apodo del ser torero “Cagancho”, el “gitano de Espinosa los ojos en verdes”. maestro no podía mejor, su señor padre don Fermín la ganadería hidrocálida de Chichimeco.
Esta estirpe llevó a los redondeles una inspiración muy especial. Nada de lo que hacía en el ruedo estaba fuera de parte lugar,deununmínimo leentre resultaba dehijos arte enloquecía Muy niño formó grupo de detalle jovencitos los quepleno estaban de yfiguras del toreoal respetable. Su gracia, su majestuoso porte, su quietud y su temple, eran admirables. De una de antaño, de “Armillita”, Carlos Arruza, Juan Silveti y Manuel Capetillo, toreando juntos varios belleza plástica inigualable, pero para que todo eso surgiera necesitaba el toro ideal que le Debutó de en la de Jiquilpan, Matandopetardos. astados de la vacada de su padre, para permitierafestivales. estar a gusto, lo placita contrario, pegabaMich. tremendos continuar con una buena campaña novilleril en ruedos nacionales, salvo la capital.
Su presentación en “El Toreo” de la Condesa tuvo lugar el 2 de diciembre de 1928, cortando a España la mano pero del taurino Enrique Vargas, avezadola que estuvo el rabo a Viajó un toro de LadeLaguna, quizáhispano su mejor faena en lahombre capitalmuy mexicana hizo, dos largo tiempo al ladode de Carlos Arruza.dehesa El debut tlaxcalteca. fue en Barcelona, el 27 de marzo de 1977, decidió pisando años después, a “Tirano” esa misma En suelo azteca, donde establecerse, toreó mucho además plazas comohasta Sevilla,1957. Pamplona, Bilbao y Valencia, sumando buen número de festejos. Allá le ofrecieron la alternativa, pero prefirió tomarla en México.
Tras una larga pausa en su carrera, decidió retirase de los ruedos en un festival celebrado en “El Toreo” de Cuatro Caminos el 27 de febrero de 1964. Rodolfo Gaona fue el encargado de cortarle simbólicamente el añadido, estando a su lado figuras como Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Paco Camino y Manuel Benítez “El Cordobés”. México y “Cagancho” vivieron un largo romance, pues el torero era muy apreciado en diversos círculos de la sociedad. Padeció durante largo tiempo una enfermedad incurable y pasó a mejor vida en un hospital de la capital mexicana. Cabe agregar que también incursionó en el cine. En 1945 protagonizó, en México, junto a Carmen Amaya, la película “Pasión Gitana” o “Los amores de un torero”, un melodrama al uso del cine mexicano de la época, cuyo argumento estaba centrado en las relaciones entre el torero y una gitana. Manuel Mejías y Jiménez “Bienvenida” tuvo una carrera meteórica que lamentablemente quedó trunca, como consecuencia de severa enfermedad, cuando apenas tenía veintiséis años de edad. De becerrista recorrió, junto con su hermano Pepe, España, Francia, México y Venezuela, alcanzando sonoros triunfos. Sin torear como novillero en su país, tomó la alternativa en Zaragoza de manos de Antonio Márquez, en presencia de Francisco Royo “Lagartijo”, con el toro “Mahometano” de Flores Iñiguez, al que, tras gran faena, le tumbó las orejas y el rabo. Miguel Espinosa
El doctorado lo tomó cuando tenía dieciséis años y siete meses. Antes de cumplir los diecisiete la confirmó en Madrid en un mano a mano con Marcial Lalanda ante un encierro de Alipio La recibió en Querétaro,una el 26carrera de noviembre de 1977, Manolo y como Pérez Tabernero. Arrancaba triunfal, puesdeenmanos pocodemás de Martínez siete temporadas, testigos José Mari Manzanares y Eloy Cavazos, con un encierro de Javier Garfias. Un cartelazo. Fue alternando con los grandes toreros de la época, sumó alrededor de cuatrocientas corridas. el inicio de una campaña magnífica en ruedos nacionales, cortando y un rabo feria Prueba inequívoca de que su toreo alegre y extenso repertorio en seis los orejas tres tercios deenlalalidia de su natal gustaba mucho a losAguascalientes. aficionados. Regresó a la península para torear 25 corridas en el 78. Su muerte, 31 de en agosto de 1938, muy sentida porque en la florelde cortaba Se el presentó “la México” hastafue 1979, cuando confirmó la alternativa 18la devida, febrero, con de tajo una carrera demás prometedora. “Jarabe”por de Jaral de Peñas, de manos de Mariano Ramos y el testimonio de Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea”, llevándose una oreja de “Campero” de Xajay y otra de “Arte Puro” de
Domingo Torrecilla, López Ortega “Domingo Ortega”, torero con valor innato, técnico, toro al que le hizo una gran faena no delpoderoso, todo valorada porun la gente. cerebral, que dominaba a todos los toros sin importar las dificultades que presentaran, en pocas palabras, era un maestro auténtico. Los propios toreros lo tenían considerado como una Viniendo después, el ruedo capitalino, depara “Tenor” de Begoña y “Vidriero” de de las grandes figuras del en siglo XX, decían quecortando “era un rabos torero toreros”. Santiago, así como los trasteos a “Suertero” de Reyes Huerta, “Inolvidable” de Xajay, “Pizpireto”
de San Martín, “Flor India” de Fernando de la Mora, “Soldadito” de cuando Garfias y tenía “Potosíveinticuatro de Santiago, En su natal Borox, Toledo, se dedicaba a trabajos agrícolas, pero con los que cosechó apéndices auriculares por partida doble.
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puntas. El joven pudo con el paquete y surgió la idea de mandarlo a México para prepararlo.
Confirmó la alternativa hasta el 25 de mayo del 83, con Manolo Vázquez de padrino y José Mari Manzanares testigo, con toros GabrielJosé Rojas.Chafik Ocho temporadas toreó en ruedos iberos, un tiempo El famoso como ganadero pidió a susde amigos y a Marcelino Miaja lo tuvieran incluidos seis seriales en San Isidro. Una de les heridas más graves sufridas en su carrera la recibió, en su vacada de San Martín, en suelo queretano, y ambos aceptaron. Durante varios años, toreando en Las Ventas, una banderilla le pegó en el cuello, provocándole seria lesión. aquí se fue formando lidiando becerras en buen número de ganaderías, hasta que lo hicieron
debutar en la placita de Puerto Vallarta, cortándole el rabo a un astado de sus protectores.
Su despedida tuvo lugar en la “Monumental” de Aguascalientes, el 1º de mayo del 2005 en un Tras atorear bastantes en la presentó en cuatro el coso demás Insurgentes, mano mano con Enrique festejos Ponce. Toreó milprovincia, trescientas se corridas, aunque años tarde se el 3 de julio de 1994, cortando la oreja de uno de sus enemigos, por cierto, de la vacada vistió de luces para confirmarle la alternativa al español Cayetano Ordóñez, en la plaza México. de Manolo
Martínez. Tres tardes más actuó en “la México” con éxito, teniendo que cortar su temporada
paraSilveti, ir a España cumplir con la obligatoria David “El reyyDavid”, otro torero de dinastía “mili”. en nuestra baraja de tauro. Tenía personalida y arte, su toreo destilaba pureza, valor sereno y hondura, emocionando al máximo a quienes Regresó a suelo azteca para recibir la alternativa el 10 de diciembre de 1995 de manos de Jorge tenían la fortuna deManolo verlo en elMejía ruedo,de lástima queante sus muchas lesiones las rodillas le hayan Gutiérrez y con testigo “Mariachi” deenXajay, dando la vuelta al ruedo. cortado con frecuencia su triunfal carrera. Para a principios del año siguiente ser herido de suma gravedad cuando toreaba en el coso de Autlán de la Grana, teniendo que recibir varias trasfusiones de sangre.
Como Miguel, desde muy niño toreó en el campo y pronto lo hizo en festivales en diversos cosos Volvió a España para confirmar enOccidente Madrid el de mayo delTras 95 con Ortega Cano de padrino del país, siendo el primero en la Perla de en14 febrero de 1974. actuar como novillero y ruedos “Jesulín de Ubrique testigo, ante “Jumito” Jandilla. Cortó oreja de su segundo. Este en nacionales, cruzóde el charco para prepararse en de la cuna del toreo debutando en Ecija, puede decirse fue el arranque de un torero diferente que cautivaba con astados de Clemente Tassara y sumando una docena de festejos, en 1977. a las masas. Sus triunfos se
sucedían y no faltó quien dijera que iba a barrer con todos.
Su paso triunfal culminó en el 2001, pues el 1 de junio, en Las Ventas, dejó ir vivo uno de Adolfo Martín al retirase del astado tras pincharlo y descabellarlo varias veces. La bronca fue épica y la Comunidad de Madrid lo sancionó. En septiembre del 2002, anunció se iría de los ruedos, cansado de la presión del público y por las muchas cornadas recibidas. Durante cuatro años y nueve meses estuvo alejado de los cosos, reapareciendo en junio del 97 en Barcelona, donde gozaba de envidiable cartel y cortando tres orejas. Volvía a torear José Tomás, pero en menor número de festejos que en otras campañas. Destacando, entre otras, una tarde en la Feria de San Isidro, en que cortó cuatro orejas a toros de Victoriano del Río. Cabe recordar que el 24 de abril del 2010 recibió en Aguascalientes una cornada tremenda que lo puso al borde de la muerte. Los médicos lucharon a brazo partido para sacarlo adelante, porque el pitón había lesionado la vena safena y la arteria ilíaca de la pierna izquierda, teniendo que recibir casi siete litros de sangre en transfusiones. Hay quien dice, volvió a nacer. El de Galapagar es un torero distinto,David poseedor de un valor fuera de serie, entrega absoluta, Silveti que pisa terrenos por demás comprometidos, de un toreo vertical, de mucha exposición y quietud, así su en quehacer aficionados. De regreso atrasmitiendo la patria se convirtió matadortaurino de toros aellos 20 de noviembre de 1977, en el cartel
estuvieron otros dos toreros de dinastía, Curro Rivera, su padrino, y Manolo Arruza, toros de José Tomás sigue toreando, pero yaello7 de hace esporádicamente. SuManolo nombre es imán Mariano Ramírez. Confirmó el doctorado enero del 79 de manos de Martínez y eltaquillero y donde lo anuncian llena los cosos. testimonio de Eloy Cavazos, con “Camarada de San Miguel de Mimiahuápam. Esa tarde, cuando lidiaba su segundo, por una pisada en falsode sufrió severa en una rodilla.un Laniño., primera, de Juliána López “El Juli, un torero fuera serie quelesión se inició siendo prueba de ello es muchas, afectaría extremidades inferiores durantecomunión su carrera. dio sus primeros capotazos a una que enque la fiesta ensus que se celebraba su primera
becerra, pidiendo a su padre lo inscribiera en la Escuela Taurina de Madrid. A los 10 años, en
En volvió a la para revalidar alternativa en La Ventas, fue el 24 de mayo, con el el1987 pueblecito depenínsula Villamuelas, mató susuprimer becerro. francés “Nimeño II” de padrino y el testimonio de Tomás Campuzano, con toros mexicanos de San Continuó su aprendizaje endelalaEscuela de Madrid, toreando Mateo. Sólo con se lidiaron cuatro toros vacada fundada por don Antonio donde Llagunopodía y Davidcomo los becerrista, pero como en España no podía actuar por con picadores, por su corta edad, decidió viajar a pasaportó.
México donde no tendría problemas, debutando en Texcoco en marzo de 1997 y cortando dos orejas.
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El padre de Joaquín, además de herrero, era vendedor ambulante de colgadores de ropa y Lossu siguientes años, diciendo: lamentablemente, los pasó entre los quirófanos y los ruedos, fueron se pregonaba mercancía “¡A real ca’gancho!”. Y el ca’gancho (cadapues gancho) muchas las operaciones quirúrgicas a las que tuvo que ser sometido. No acababa de salir de una convirtió en el apodo del torero “Cagancho”, el “gitano de los ojos verdes”. cuando tenía que regresar a un hospital para ser tratado de nueva cuenta.
Esta estirpe llevó a los redondeles una inspiración muy especial. Nada de lo que hacía en el ruedo estaba derealizó lugar,faenas un mínimo detalle resultabaapleno de arte pero y enloquecía al En “lafuera México” sensacionales queleenloquecían los aficionados, que respetable. Su gracia, sumalograba majestuoso porte, quietud su temple, eran lastimosamente con el acero su perdiendo losymáximos trofeos queadmirables. había ganadoDe conuna su belleza plástica inigualable, parafaenas que todo necesitaba el torodeideal que le arte y sentimiento. Ahípero quedaron comoeso la desurgiera “Mar de Nubes” de Fernando la Mora, permitieratrasteo estarfuera a gusto, de lo contrario, pegaba tremendos petardos. de serie que echó a perder por el pincho. Su presentación en “El Toreo” de la Condesa tuvo lugar el 2 de diciembre de 1928, cortando los múltiples problemas en sus rodillas, el 22 de febrero del 2003, decidió bajar el telón en su el rabo a Por un toro de La Laguna, pero quizá su mejor faena en la capital mexicana la hizo, dos paso los ruedos.de Lo hizo una plaza modesta, la de Cadereyta, Qro.azteca, donde decidió años después,por a “Tirano” esa en misma dehesa tlaxcalteca. En suelo establecerse, toreó mucho hasta 1957.
Jorge Gutiérrez, “El coloso de Tula”, a este torero hidalguense la afición a los toros se la inculcó su
señor pausa padre, aficionado de hueso colorado muy popular el tendido de festival sol del coso de Tras una larga en su carrera, decidió retirase de los en ruedos en un celebrado en “El Toreo”Insurgentes de Cuatroa quien Caminos el 27“El deJaguar”. febrero de 1964. Rodolfo Gaona fue el encargado de apodaban cortarle simbólicamente el añadido, estando a su lado figuras como Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Paco Camino y Manuel Benítez “El Cordobés”.
México y “Cagancho” vivieron un largo romance, pues el torero era muy apreciado en diversos círculos de la sociedad. Padeció durante largo tiempo una enfermedad incurable y pasó a mejor vida en un hospital de la capital mexicana. Cabe agregar que también incursionó en el cine. En 1945 protagonizó, en México, junto a Carmen Amaya, la película “Pasión Gitana” o “Los amores de un torero”, un melodrama al uso del cine mexicano de la época, cuyo argumento estaba centrado en las relaciones entre el torero y una gitana. Manuel Mejías y Jiménez “Bienvenida” tuvo una carrera meteórica que lamentablemente quedó trunca, como consecuencia de severa enfermedad, cuando apenas tenía veintiséis años de edad. De becerrista recorrió, junto con su hermano Pepe, España, Francia, México y Venezuela, alcanzando sonoros triunfos. Sin torear como novillero en su país, tomó la alternativa en Zaragoza de manos de Antonio Márquez, en presencia de Francisco Royo “Lagartijo”, con el toro “Mahometano” de Flores Iñiguez, al que, tras gran faena, le tumbó las orejas y el rabo. El doctorado lo tomó cuando tenía dieciséis años y siete meses. Antes de cumplir los diecisiete la confirmó en Madrid en un mano a mano con Marcial Lalanda ante un encierro de Alipio Jorge Gutiérrez Pérez Tabernero. Arrancaba una carrera triunfal, pues en poco más de siete temporadas, alternando con los grandes toreros de la época, sumó alrededor de cuatrocientas corridas. Sus inicios los ferias de su estado natal, debutando novillero en tercios uno de los Prueba inequívoca dehizo queensulastoreo alegre y extenso repertoriodeen los tres defestejos la lidia que anualmente organizaba la taurinísima e inolvidable Peña Taurina “Don Dificultades” que gustaba mucho a los aficionados. encabezaba Lalo Cuevas. Fue el 15 de febrero de 1975 y gracias a las buenas maneras que mostró empezó sumar novilladas en lafue provincia. En agosto del añoen siguiente Caracas, de Su muerte, el 31 ade agosto de 1938, muy sentida porque la florfue dealatorear vida,a cortaba Venezuela. tajo una carrera por demás prometedora.
Domingo López Ortega “Domingo Ortega”, torero poderoso, con un valor innato, técnico, cerebral, que dominaba a todos los toros sin importar las dificultades que presentaran, en pocas palabras, era un maestro toreros considerado Su presentación en el cosoauténtico. más grandeLos delpropios mundo tuvo lugarlo el tenían 24 de julio de 1977 concomo un una de las grandes figuras del siglo XX, decían que “era un torero para toreros”. encierro de Campo Alegre, cortando su primera oreja en este escenario a “Poblano” de Santoyo, queBorox, lo proyectó al festejo del “Estoque de plata”,agrícolas, para con unpero novillo de San Manuel, obtenerlo a En su natal Toledo, se dedicaba a trabajos cuando tenía veinticuatro petición popular.
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El joven pudorecibió con ella paquete surgió lade idea de mandarlo a México Elpuntas. 11 de febrero de 1978 alternativay de manos Manolo Martínez en presenciapara de prepararlo. Curro Rivera, con “Perla Negra” de Javier Garfias. Esa temporada le cortó dos orejas a “Fakir” de El famoso ganadero pidió a sus amigos José Chafik y a Marcelino Miaja lo tuvieran un tiempo Jaral de Peñas. No hay plazo que no se cumpla y la tarde del 25 de enero del 81, se encontró con en su vacada de San Martín, en suelo queretano, y ambos aceptaron. Durante varios años, dos toros de San Martín, a “Fabio” le tumbó las dos orejas yde a “Poco a Poco”,hasta lo indultó aquí se soñados fue formando lidiando becerras en buen número ganaderías, que lo hicieron tras soberbio trasteo, entre gritos de “torero-torero”. debutar en la placita de Puerto Vallarta, cortándole el rabo a un astado de sus protectores. Antes viajarbastantes a España toreó tres corridas en el coso máximo. A “Hasta de de Los Insurgentes, Martínez le el 3 de Tras de torear festejos en la provincia, se presentó enluego” el coso cortó oreja. Se fue a la península paradetorear confirmando Madrid, de mayo juliolade 1994, cortando la oreja uno 29 decorridas, sus enemigos, por en cierto, deella22vacada de Manolo Martínez. Tresdetardes actuó entestimonio “la México” con éxito, teniendo quecon cortar del 82 de manos Manolomás Vázquez y el de Antonio Chenel “Antoñete”, torossu detemporada para ir aCuadri, España y cumplir la obligatoria “mili”. Celestino dando vuelta alcon ruedo en su segundo. Repitió al día siguiente con astados de Joaquín Moreno Silva para tumbarle la oreja a su primero. Buena fue su temporada, saliendo a Regresóena Pamplona. suelo azteca para recibirallaaño alternativa hombros Volvió a España siguiente. el 10 de diciembre de 1995 de manos de Jorge
Gutiérrez y con Manolo Mejía de testigo ante “Mariachi” de Xajay, dando la vuelta al ruedo. Para a principios del año siguiente ser herido de suma gravedad cuando toreaba en el coso de De regreso a sumar fechas que en larecibir provincia, alcanzando las sesenta corridas por temporada Autlán deempezó la Grana, teniendo varias trasfusiones de sangre.
y en 1987 sumó setenta y siete actuaciones, cifra que no se iguala desde ese año. En la capital el 20Volvió de abril 86 desorejó a “Salamantino” de Santiago a “Justiciero” y tres orejas a del España para confirmar en Madrid el 14y de mayo delde95Garfias con Ortega Canoa de padrino un de Huichapan el 24 de del 88. Crecía como la de espuma y llegaron rotundos éxitos y lote “Jesulín de Ubrique deabril testigo, ante “Jumito” Jandilla. Cortó oreja de su con segundo. Este “Coloso” de José Julián “Fundador” de Realdiferente de Saltillo,que “Josecho” de laaVenta del Refugio. puede decirse fue elLlaguno, arranque de un torero cautivaba las masas. Sus triunfos se
sucedían y no faltó quien dijera que iba a barrer con todos.
En la siguiente temporada, indultó a “Consentido” de La Gloria y cortó tres orejas a un encierro de paso triunfal culminó en el 2001, el 1 de junio, Ventas, ir vivo uno de Adolfo ElSu Olivo, dos a “Cartujo” de Santiago, dos apues “Veterinario” de Realen deLas Saltillo y dosdejó más de “Orejitas” al retirase delPiedra” astadodetras pincharlo y descabellarlo varias veces. La bronca fue épica y deMartín San Martín y de “Pica la Venta del Refugio.
la Comunidad de Madrid lo sancionó. En septiembre del 2002, anunció se iría de los ruedos, cansado de la presión del público y por las muchas cornadas recibidas.
Para esos años ya era el torero consentido de la plaza México y pocos pueden ufanarse de ello. Luego cuajócuatro a “Simpatías” Rodrigo Aguirreestuvo y la cereza en el de pastel llegó con “Giraldillo” de en junio del Durante años ydenueve meses alejado loslecosos, reapareciendo Manolo Martínez y con “Fenómeno de Julio Delgado, ambos indultados. Toreó su corrida mil, en 97 en Barcelona, donde gozaba de envidiable cartel y cortando tres orejas. Volvía a el torear José coso de Insurgentes, la tardenúmero que le diode la alternativa a suen sobrino Tomás, pero en menor festejos que otrasAlfredo. campañas. Destacando, entre otras,
una tarde en la Feria de San Isidro, en que cortó cuatro orejas a toros de Victoriano del Río.
Se retiró el 4 de febrero, en una de las corridas de aniversario del embudo de Insurgentes, Cabe recordar que el Manzanares 24 de abrilhijo dely2010 recibió en Aguascalientes cornada alternando con José María José Luis Angelino. El del adiós fue deuna Carranco y se tremenda que Inolvidable”. lo puso al borde de la muerte. Los médicos lucharon a brazo partido para sacarlo adelante, llamó
porque el pitón había lesionado la vena safena y la arteria ilíaca de la pierna izquierda, teniendo que recibir casi siete litros de sangre en transfusiones. Hay quien dice, volvió a nacer. Lalo López “Zotoluco”, nacido en la ciudad de México adoptó su apodo a sus tíos Domingo y
Antonio, picadores de y originarios la ganadería tlaxcalteca de Zotoluca. Su padre, El de Galapagar esprofesión un torero distinto, de poseedor de un valor fuera de serie, entrega absoluta, don Eulalio; fue el principal impulsor de su carrera, pues siempre lo apoyó. que pisa terrenos por demás comprometidos, de un toreo vertical, de mucha exposición y
quietud, trasmitiendo así su quehacer taurino a los aficionados.
Empezó a torear por ganaderías de Tlaxcala, para presentarse de novillero en Lomas Verde, Méx. ElJosé 24 deTomás abril desigue 1983.toreando, Pisó por primera vezlo la hace plaza grande, el 22 de julio del siguiente, pero ya esporádicamente. Su año nombre es imán taquillero y donde lo anuncian llena los cortando la oreja de “Ahijado” de cosos. La Laguna. Se convirtió en matador de toros el 20 de julio de 1986, San Buenaventura, Coah., de manos de Fermín Espinosa “Armillita y Javier Escobar “El Juliáncomo López “El Juli, un torero fuera de serie que se inició siendo un niño., prueba de ello es Fraile” testigo. Confirmó su doctorado el 26 de noviembre de 1989 con Manolo Mejía y que en la fiesta en“Bombón” que se celebraba su primera comunión dio sus primeros capotazos a una Sergio González, ante de Rancho Seco.
becerra, pidiendo a su padre lo inscribiera en la Escuela Taurina de Madrid. A los 10 años, en el pueblecito de Villamuelas, mató su primer becerro.
AContinuó partir de esa tarde sostuvo una lucha cuartel de porMadrid, abrirse camino, Mataba corridas grandes con su aprendizaje en lasin Escuela toreando donde podía comoy becerrista, duras, ellas gracias a su valor y entrega. Mucho trabajo por le costó poder llegar los pero pudiendo como encon España no podía actuar por con picadores, su corta edad,adecidió viajar a carteles alternar con las figuras. Su luchaen la sostuvo nacionales Méxicoimportantes donde nopara tendría problemas, debutando Texcocoenenruedos marzo de 1997yyencortando dos España, orejas.saliendo al final con banderas desplegadas. 76 El mundo de tauro 126
El padre En de Joaquín, además de herrero, era vendedor ambulante de colgadores de ropa y de 1997 se presentó en Las Ventas para confirmar su alternativa el 10 de mayo, de pregonaba mayo su mercancía diciendo: “¡A real ca’gancho!”. Y el ca’gancho (cada gancho) se de Andrés el testimonioel de“gitano Juan Carlos García con toros de José Escolar. Un convirtió manos en el apodo delSánchez torero y“Cagancho”, de los ojos verdes”. cartel modesto. Al retornar a la patria le cortó el rabo a “Venadito” de Vicky de la Mora y se alzó como triunfador de la Feria de una Aguascalientes. Esta estirpe llevó a los redondeles inspiración muy especial. Nada de lo que hacía en el
ruedo estaba fuera de lugar, un mínimo detalle le resultaba pleno de arte y enloquecía al respetable. Su gracia, su majestuoso porte, su quietud y su temple, eran admirables. De una belleza plástica inigualable, pero para que todo eso surgiera necesitaba el toro ideal que le permitiera estar a gusto, de lo contrario, pegaba tremendos petardos. Su presentación en “El Toreo” de la Condesa tuvo lugar el 2 de diciembre de 1928, cortando el rabo a un toro de La Laguna, pero quizá su mejor faena en la capital mexicana la hizo, dos años después, a “Tirano” de esa misma dehesa tlaxcalteca. En suelo azteca, donde decidió establecerse, toreó mucho hasta 1957. Tras una larga pausa en su carrera, decidió retirase de los ruedos en un festival celebrado en “El Toreo” de Cuatro Caminos el 27 de febrero de 1964. Rodolfo Gaona fue el encargado de cortarle simbólicamente el añadido, estando a su lado figuras como Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Paco Camino y Manuel Benítez “El Cordobés”. México y “Cagancho” vivieron un largo romance, pues el torero era muy apreciado en diversos círculos de la sociedad. Padeció durante largo tiempo una enfermedad incurable y pasó a mejor vida en un hospital de la capital mexicana. Lalo López “Zotoluco”
Cabe agregar que también incursionó en el cine. En 1945 protagonizó, en México, junto a Carmen Amaya, la película Gitana” o “Los amores de un Ponce torero”, un melodrama Volvió a Madrid, el 22 “Pasión de mayo del 2000, para alternar con Enrique y Manuel Caballero enalla uso del cine mexicano de la época, cuyo argumento estaba centrado en las relaciones entre lidia de toros del Puerto de San Lorenzo, cortando oreja de su primero. El cartel y los toros eran el torero y una gitana. otra cosa, un gran cambio. Una de sus grandes hazañas fue el matar una temporada toda la camada de Miura, algo que muy pocostuvo pueden que han hecho. que lamentablemente Manuel Mejías y Jiménez “Bienvenida” unadecir carrera meteórica quedó trunca, como consecuencia de severa enfermedad, cuando apenas tenía veintiséis En la primera década derecorrió, los dos mil, “Zotoluco” echó a cuestas torería mexicana la y años de edad. De becerrista junto con susehermano Pepe,a la España, Francia, dando México cara en todas lassonoros plazas y triunfos. ante quienSin le pusieran enfrente. Venezuela, alcanzando torear como novillero en su país, tomó la alternativa en Zaragoza de manos de Antonio Márquez, en presencia de Francisco Royo “Lagartijo”, con el toro “Mahometano” Flores Iñiguez, al que, gran faena, le tumbó laslaorejas elhizo rabo. El 15 de febrero,de luego de haber toreado más tras de mil corridas, decidió cortarse coleta.yLo en la plaza México, el 4 de febrero del 2017, en un mano a mano con el valenciano Enrique Ponce,
El doctorado tomóde cuando tenía dieciséis y siete meses. Antesuna de historia”. cumplir los diecisiete antelo astados Fernando de la Mora. Suaños último toro se llamó “Toda la confirmó en Madrid en un mano a mano con Marcial Lalanda ante un encierro de Alipio Pérez Tabernero. Arrancaba una carrera triunfal, pues en poco más de siete temporadas, Joselito Adame, en su familia había antecedentes taurinos y como en su tierra natal por alternando con los grandes toreros de la época, sumó alrededor de cuatrocientas corridas. dondequierade se que respiran toros, él desdeyniño decidiórepertorio ser torero. Ingresando los oncede años, a la Prueba inequívoca su toreo alegre extenso en los tresa,tercios la lidia Academia Taurina de Aguascalientes, debutando al poco tiempo en Encarnación de Díaz. En la gustaba mucho a los aficionados.
“San Marcos” se presentó el 18 de marzo del año siguiente armando la escandalera e indultando a
un el eral31dede Chinampas., setenta ocho festejos de becerrista. festejos en “lade Su muerte, agosto desumando 1938, fue muyy sentida porque en la florToreó de lados vida, cortaba México” por entusiasmando con su chispa y buenas hechuras, cortando orejas y saliendo a hombros. tajo una carrera demás prometedora.
DomingoCuando López tenía Ortega “Domingo Ortega”, torero poderoso, con valor innato, técnico, catorce años su familia decidió mandarlo a España, conun el matador hidrocálido cerebral, Roberto que dominaba todos losquien toroslosin importar las lo dificultades que presentaran, Fernándeza“El Quitos”, recibió en su casa, llevó a tentaderos y matriculó en en la pocas palabras, un maestro auténtico. Los propios toreros tenían considerado como unael Escuela era Taurina de Madrid, donde permaneció dos años. En ello2005, toreando sin caballos, ganó de las grandes figuras del siglo XX, decían que “era un torero para toreros”. certamen “La oportunidad”, organizada por gente del coso madrileño de Vista Alegre. Con caballos se presentó el 7 de agosto de ese añoa en Millas, Francia. En su natal Borox, Toledo, se dedicaba trabajos agrícolas, pero cuando tenía veinticuatro
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puntas. El joven pudo con el paquete y surgió la idea de mandarlo a México para prepararlo.
En el 2006 toreó treinta y una novilladas, de las cuales dieciséis fueron en España, trece en Francia, una en Portugal ypidió la otra cuarenta y seis orejasMiaja y un rabo. Ese año, un tiempo El famoso ganadero a en susEcuador, amigoscortando José Chafik y a Marcelino lo tuvieran elen 9 de julio, piso el ruedo de Las Ventas para matar un encierro infumable de Corbacho Grande, su vacada de San Martín, en suelo queretano, y ambos aceptaron. Durante varios años, dejando de sus valor y buenas maneras. aquí seconstancia fue formando lidiando becerras en buen número de ganaderías, hasta que lo hicieron
debutar en la placita de Puerto Vallarta, cortándole el rabo a un astado de sus protectores.
Tras torear bastantes festejos en la provincia, se presentó en el coso de Insurgentes, el 3 de julio de 1994, cortando la oreja de uno de sus enemigos, por cierto, de la vacada de Manolo Martínez. Tres tardes más actuó en “la México” con éxito, teniendo que cortar su temporada para ir a España y cumplir con la obligatoria “mili”. Regresó a suelo azteca para recibir la alternativa el 10 de diciembre de 1995 de manos de Jorge Gutiérrez y con Manolo Mejía de testigo ante “Mariachi” de Xajay, dando la vuelta al ruedo. Para a principios del año siguiente ser herido de suma gravedad cuando toreaba en el coso de Autlán de la Grana, teniendo que recibir varias trasfusiones de sangre. Volvió a España para confirmar en Madrid el 14 de mayo del 95 con Ortega Cano de padrino y “Jesulín de Ubrique de testigo, ante “Jumito” de Jandilla. Cortó oreja de su segundo. Este puede decirse fue el arranque de un torero diferente que cautivaba a las masas. Sus triunfos se sucedían y no faltó quien dijera que iba a barrer con todos. Su paso triunfal culminó en el 2001, pues el 1 de junio, en Las Ventas, dejó ir vivo uno de Adolfo Martín al retirase del astado tras pincharlo y descabellarlo varias veces. La bronca fue épica y la Comunidad de Madrid lo sancionó. En septiembre del 2002, anunció se iría de los ruedos, cansado de la presión del público y por lasAdame muchas cornadas recibidas. Joselito cuatro y nueve meses estuvo alejado de de lostrofeos. cosos,Volvió reapareciendo AlDurante año siguiente ligóaños veintitrés novilladas incrementando el corte a Las Ventasen y junio del 97 vez en Barcelona, deesta envidiable cartel y cortando tres orejas. Volvía a torear José una más le pintó donde bastos elgozaba encierro, ocasión de Manuel Santos Alcalde. Sus continuos Tomás, pero en menor número festejosen que en otras campañas. entre otras, éxitos lo llevaron al doctorado, el 7 de de septiembre, el coso francés de Arles, deDestacando, manos de Julián una tarde en la Feria de San Isidro, en que cortó cuatro orejas a toros de Victoriano López “El Juli” y en presencia de Juan Bautista, con toros de Antonio Bañuelos. El del doctorado sedel Río. llamó “Magnífico” y él cortó tres orejas, saliendo a hombros. El 16 fue a Nimes a matar ganado de Cabe recordar que el 24 de abril del 2010 recibió en Aguascalientes una cornada tremenda Garcigrande con el local Denis Loré y José Tomás, llegando entonces el triunfo soñado, cuatro que lo puso al borde de la muerte. Los médicos lucharon a brazo partido para sacarlo adelante, orejas y salida a hombros la Puertalade los Cónsules. porque el pitón había por lesionado vena safena y la arteria ilíaca de la pierna izquierda, teniendo que recibir casi siete litros de sangre en transfusiones. Hay quien dice, volvió a nacer.
Volvió a Europa en el 2008, pero una gostroenteritis aguda le echó a perder parre de su temporada en aquellas y en México. el doctorado en lafuera gran plaza el 8 deentrega febrero absoluta, El de Galapagar es tierras un torero distinto,Confirmó poseedor de un valor de serie, que pisa por demás dedeun vertical, una de oreja mucha del 2009 conterrenos Enrique Ponce y Arturo comprometidos, Macías, matando seis Santoreo José, cortando de exposición y quietud, así su quehacer taurino a los aficionados. “Sueño”, el trasmitiendo de la ceremonia.
José Tomásocasión sigue fue toreando, pero lo hace esporádicamente. Su nombre es imán Por segunda triunfador en layatemporada de Guadalajara y se llevó cinco orejas de la taquillero y donde loAguascalientes. anuncian llena losotra cosos. feria de su Viajó vez a Europa para sumar veintiún corridas. Los triunfos se eslabonaban, aquí y allá. La confirmación en Las Ventas fue con la “Corrida de la Prensa”, el 25 de Julián López “El Juli, un torero fuera de serie que se inició siendo un niño., prueba de ello es mayo juntoena Sebastián Castella y Miguel Angel Pereda, con toros de Alcurrucen no que del en 2011, la fiesta que se celebraba su primera comunión dio sus primeros que capotazos a una funcionaron. En “la México” salió a hombros, el 18 de febrero, al desorejar a uno de Julián becerra, pidiendo a su padre lo inscribiera en la Escuela Taurina de Madrid. A los 10 años, en Hamdan. el pueblecito de Villamuelas, mató su primer becerro. Continuó conno suha aprendizaje en laniEscuela deEnMadrid, toreando podía Desde entonces aflojado el paso allá ni acá. Sevilla ha triunfado donde en varias de suscomo feriasbecerrista, pero como en España noMadrid, podía actuar poruna con picadores, por suocorta abrileñas, cortando oreja y en en más de ocasión, el presidente juez deedad, plaza,decidió como viajar a México donde no tendría problemas, debutando en Texcoco en marzo de 1997 y cortando dos orejas.
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El padre de Joaquín, además de herrero, era vendedor ambulante de colgadores de ropa y le ha negado la salida hombros por la Puerta Grande, que se había a pulso, pregonabausted su quiera, mercancía diciendo: “¡A areal ca’gancho!”. Y el ca’gancho (cadaganado gancho) se en dos ocasiones. Ni modo así son las cosas en aquellas tierras. convirtió en el apodo del torero “Cagancho”, el “gitano de los ojos verdes”. Hoyllevó en día figura indiscutible nuestro país y lo especial. avalan los innumerables triunfos queen ha el Esta estirpe a es loslaredondeles una de inspiración muy Nada de lo que hacía ruedo estaba fuera de lugar, detalle le resultaba pleno de arte y enloquecía al tenido en donde quiera un quemínimo hace el paseíllo. respetable. Su gracia, su majestuoso porte, su quietud y su temple, eran admirables. De una belleza plástica inigualable, pero para que con todotoreros eso surgiera el toro ideal que“Elle Detrás viene una baraja extraordinaria como Juannecesitaba Pablo Sánchez, Octavio García permitieraPayo”, estarSergio a gusto, de lo contrario, pegaba tremendos petardos. Flores, Luis David Adame, Arturo Saldivar y Fermín Rivera, entre otros jóvenes. De ellos depende echar para adelante y colocarse en el sitio de figura que sueñan. Su presentación en “El Toreo” de la Condesa tuvo lugar el 2 de diciembre de 1928, cortando el rabo a un toro de La Laguna, pero quizá su mejor faena en la capital mexicana la hizo, dos años después, a “Tirano” de esa misma dehesa tlaxcalteca. En suelo azteca, donde decidió establecerse, toreó mucho hasta 1957.
Tras una larga pausa en su carrera, decidió retirase de los ruedos en un festival celebrado en “El Toreo” de Cuatro Caminos el 27 de febrero de 1964. Rodolfo Gaona fue el encargado de cortarle simbólicamente el añadido, estando a su lado figuras como Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Silverio Pérez, Carlos Arruza, Paco Camino y Manuel Benítez “El Cordobés”. México y “Cagancho” vivieron un largo romance, pues el torero era muy apreciado en diversos círculos de la sociedad. Padeció durante largo tiempo una enfermedad incurable y pasó a mejor vida en un hospital de la capital mexicana. Cabe agregar que también incursionó en el cine. En 1945 protagonizó, en México, junto a Carmen Amaya, la película “Pasión Gitana” o “Los amores de un torero”, un melodrama al uso del cine mexicano de la época, cuyo argumento estaba centrado en las relaciones entre el torero y una gitana. Manuel Mejías y Jiménez “Bienvenida” tuvo una carrera meteórica que lamentablemente quedó trunca, como consecuencia de severa enfermedad, cuando apenas tenía veintiséis años de edad. De becerrista recorrió, junto con su hermano Pepe, España, Francia, México y Venezuela, alcanzando sonoros triunfos. Sin torear como novillero en su país, tomó la alternativa en Zaragoza de manos de Antonio Márquez, en presencia de Francisco Royo “Lagartijo”, con el toro “Mahometano” de Flores Iñiguez, al que, tras gran faena, le tumbó las orejas y el rabo. El doctorado lo tomó cuando tenía dieciséis años y siete meses. Antes de cumplir los diecisiete la confirmó en Madrid en un mano a mano con Marcial Lalanda ante un encierro de Alipio Pérez Tabernero. Arrancaba una carrera triunfal, pues en poco más de siete temporadas, alternando con los grandes toreros de la época, sumó alrededor de cuatrocientas corridas. Prueba inequívoca de que su toreo alegre y extenso repertorio en los tres tercios de la lidia gustaba mucho a los aficionados. Su muerte, el 31 de agosto de 1938, fue muy sentida porque en la flor de la vida, cortaba de tajo una carrera por demás prometedora. Domingo López Ortega “Domingo Ortega”, torero poderoso, con un valor innato, técnico, cerebral, que dominaba a todos los toros sin importar las dificultades que presentaran, en pocas palabras, era un maestro auténtico. Los propios toreros lo tenían considerado como una de las grandes figuras del siglo XX, decían que “era un torero para toreros”. En su natal Borox, Toledo, se dedicaba a trabajos agrícolas, pero cuando tenía veinticuatro El mundo de tauro 129 63
Francia
El legendario uro también formó parte de la fauna francesa desde tiempos inmemorables y la
mejor prueba, son las espléndidas pinturas rupestres que se han encontrado en cuevas como Lascaux, Font de Gaume y Rouffignac, por sólo mencionar los hallazgos más importantes de los dos últimos siglos en suelo galo. Por ello puedo afirmar que el juego del hombre y el toro, es también en esta zona del mundo, los antepasados de los aquitanos y de los celtíberos, a uno y otro lado de los Pirineos, se las entendieron con los bureles. Desde tiempos remotos, en las marismas de la desembocadura del río Ródano en el mar Mediterráneo, en lo que hoy son las provincias francesas de Gascuña y Provenza, existe el toro bravo. Los galo-romanos gustaban medirse con los astados, tradición que perduró durante la Edad Media. En ese tiempo había grandes manadas de reses salvajes en la Camarga, donde hombres a caballo se enfrentaban a ellas usando un tridente. Esos caballeros luchaban en campos cerrados y se hacían auxiliar por gente de pie. Está documentado que desde los siglos XIII al XV se celebran “festejos taurinos” en Francia. Los habitantes de la zona del Midi “toreaban” a las reses que eran llevadas al matadero. Era tal su afición que, años después, las autoridades de Burdeos decidieron prohibir las “toreadas” en la vía pública, autorizando su celebración en lugares cerrados. Nacieron entonces los tradicionales juegos de “la cocarda”, especie de escarapela compuesta por cintas de colores, en la que el pueblo se enfrentaba a vacas bravas de la región. Pocas noticias hay de los “valientes” que, en aquellos años, se enfrentaban a vacas o toros bravos. El primer “toreador” francés famoso de esa época, fue el caballero “Gaucher de Ventebren, Señor de Méjanes, de quien se dice desafiaban a los toros fieros de la Camarga y con arrojo y pericia para dominarlos y derribarlos.
El anfiteatro de Nimes
Hoy en día, la fiesta de los toros ocupa gran parte del Midi francés, destacando los anfiteatros romanos de Arles y Nimes, dos escenarios milenarios, que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Ambos datan del siglo I de nuestra era y su construcción tiene cierta similitud con el Coliseo de Roma, aunque su tamaño es inferior. Al parecer en Arles ya se celebraban festejos taurinos en el siglo XIII con ganado de la Camarga, incrementándose su número en el XV. Cuando Carlos IX y su madre Catalina de Medicis, 130 El mundo de tauro
visitaron esta ciudad, en 1564, asistieron a la lucha de un león, propiedad del monarca, con una vaca camarguesa, pereciendo el felino víctima de las cornadas recibidas. Luis XIII la visitó el 31 de octubre de1622 y en su honor se corrieron toros bravos de la región. Además del anfiteatro, había dos plazas más donde se toreaba: la del Mercado y la de Portefaix. Las Arenes de Arles podía albergar a veintiún mil personas, pero hoy en día sólo acoge a catorce mil. A finales del siglo VI se convirtió en fortaleza, teniendo en su interior doscientas habitaciones y dos capillas religiosas. En 1823 se celebró un festejo taurino para celebrar la toma de Argel. Dos años después, el alcalde barón de Chartrouse rehabilitó el anfiteatro. En 1840 fue declarado Monumento histórico de Francia. Algunas pinturas de Vincent Van Gogh, quien vivió un tiempo en esta ciudad, muestran aspectos de los festejos taurinos de su época en este anfiteatro, que, por cierto, está frente a donde él residía. En el siglo XVI, en la región parisiense de Saint Germain en Laye se corrieron toros en honor de doña Juana D´Álbert y sus hijos, esto fue en 1561. En esa época, también había festejos en un coso de madera que había en Saint Sévere, y se celebraban, no sólo por las fiestas de San Juan, sino en diversas fechas del año; no se quedaban a la zaga lugares como Mont de Marsan, Montaut, Hagetmaum, Grénade, Cazéres, Castanet y Baza, donde igualmente gustaban los festejos taurinos. Durante el siglo XVII se convirtieron en el espectáculo predilecto de los aficionados franceses, quienes se toparon con rachas de persecuciones y prohibiciones por parte de las autoridades civiles y religiosas, pero la gente, para eludirlas, buscó la manera de sortear todos esos impedimentos, apareciendo entonces el llamado toreo landés. Un toreo totalmente incruento que consiste en enfrentarse a toros o vacas despuntadas o con los pitones embolados, sorteando sus embestidas con destreza y agilidad, burlando con quiebros sus acometidas o saltando por encima de los cornúpetas. Un “toreo” que todavía puede verse en diversas localidades francesas. Cierta similitud a los festejos landeses, son los camargueses, donde los toros llevan una “cocarda” en los cuernos y el chiste, es quitársela. En estos festejos, los valientes ingresaban al ruedo con una vara en una mano, para con ella hostigar al toro, y un pañuelo rojo en la otra, para atraerlo. En las corridas landesas y de escarapelas había un ganador, quien obtenía premios que bien podían ser una taza de plata, un reloj o una gratificación económica que, en 1853, llegó a ser de cincuenta francos, una muy buena cantidad en ese entonces. En el siglo V las Arenes de Nimes, al igual que las de Arles, fueron fortificadas y rodeadas con una muralla. A principios del VIII, el vizconde de Nimes edificó un palacio-fortaleza y cien viviendas que eran habitadas por unas setecientas personas y dos capillas. Hasta el siglo XVIII se le devolvió su aspecto original, aunque con los estragos del paso de los años. Según escritos encontrados, en el anfiteatro de Nimes se celebran festejos taurinos desde principios del siglo XIX, a los que asistían más de diez mil personas. En estos espectáculos morían, por lo general, buen número de “lidiadores”, por lo que las autoridades decretaron diversas sanciones, con el fin de prohibirlos, suscitándose serios enfrentamientos entre el pueblo que los defendía y la tropa que trataba de imponer la ley. En 1851 el barón PougeardDulimbert levantó los castigos permitiendo así la celebración de las corridas. Durante la segunda mitad del siglo XIX, muchos fueron los toreros españoles que actuaron en los ruedos franceses Nimes, Arles y Bayona, por sólo mencionar a tres, y entre ellos, el famoso Francisco Arjona “Cúchares”, Manuel Domínguez “Desperdicios”, Cayetano Sanz, Rafael Molina “Lagartijo” y Antonio Sánchez “El Tato”. El mundo de tauro 131
Paris, la hermosa capital de Francia, también fue escenario de festejos taurinos. Con motivo de la Exposición Universal de 1889, se levantó una plaza de toros para veintidós mil personas, en la rue de Pergolese. Contaba con techo plegable y la comodidad similar a la de un teatro de la época, pero tuvo una vida muy corta. La inauguraron Antonio Carmona “Gordito”, Fernando Gómez “El Gallo” y Juan Ruiz “Lagartija”. Durante varias décadas del siglo XIX algunos franceses protestaban porque se picaban y mataban los toros, pero poco a poco la fiesta brava, a la usanza española, se fue imponiendo, proliferando en todo el Midi galo, surgiendo muchas plazas, al grado de que hoy en día hay tal número de corridas y novilladas en sus cosos, que colocan a Francia en el tercer lugar del mundo de Tauro, detrás de España y México. El primer torero francés que tomó la alternativa fue Pierre Cacenabe, mejor conocido como Félix Robert. Lo doctoró el 18 de noviembre de 1894, en la plaza de Valencia, España, Fernando Gómez “El Gallo” y la confirmó, en Madrid, el 2 de mayo de 1899, siendo Enrique Vargas “Minuto” su padrino y “Bonarillo” el testigo. Visitó México en 1901 y toreó en la capital sin tener mayor suerte, convirtiéndose en empresario esporádico del coso mexicano de Ciudad Juárez, Chih.
Félix Robert
Tras él, la lista de toreros galos es extensa, pues tenemos en nuestra lista a sesenta matadores de toros y a dos guapas y extraordinarias caballistas que han brillado en los ruedos y dado lustre a la tauromaquia de esa hermosa tierra que es Francia. De esta lista de matadores franceses, elegí solamente a los ocho coletudos que consideró más destacados.
El segundo matador francés de la historia es Pierre Boudin “Pouly II”, era nieto e hijo de diestros landeses. Tomó la alternativa en Arles, el 5 de septiembre de 1920, llevando de padrino a Francisco Martín Vázquez, en presencia de “Punteret”, doctorado no válido en España, por lo que volvió a recibirla el 7 de agosto de 1921, en Barcelona, de manos de Juan Silveti, siendo testigo Bernardo Muñoz “Carnicerito de Málaga, con “Bonito” de Esteban Hernández. La confirmó en Madrid el 28 de mayo de 1922, junto a “Fortuna” y Juan Anllo “Nacional II”, con “Madrilito” de Pérez de la Concha. Toreó hasta 1931. Cabe mencionar que, durante la II Guerra Mundial fue miembro de la Resistencia en el Midi francés. Su gestión fue sobresaliente y finalizada la contienda recibió las condecoraciones más importantes que otorgaba el gobierno. Durante 35 años fue empresario de la plaza de Arles y a él se debe el nacimiento, en 1952, de su Feria de Pascua. Pierre Schull fue el primer francés que se hizo matador de toros en el anfiteatro de Arles, el suceso tuvo lugar el 12 de octubre de 1958, siendo su padrino Luis Miguel Dominguín. Durante su corta carrera por los ruedos logró sumar un centenar de festejos, retirándose en su tierra natal el 23 de septiembre de 1962. Es abuelo de la conocida cantante mexicana Belinda. Pocos datos logré conseguir de Roberto Piles, el cuarto de la lista de coletudos franceses, originario de Nimes se hizo matador de toros en Barcelona, el 12 de septiembre de 1970, en un cartel en el que aparecían Luis Miguel Dominguín y Sebastián Palomo Linares, con toros de Torrestrella. Al no tener la suerte anhelada se fue temporalmente de los ruedos reapareciendo en 1958 en Arles. 132 El mundo de tauro
Alternativa de Simón Casas
El quinto de nuestra lista es Bernard Dombs “Simón Casas”, quien tras torear con éxito de novillero se convirtió en matador de toros en su natal Nimes, el 17 de mayo de 1975, de manos de Angel Teruel y con Paco Alcalde de testigo. El de la ceremonia se llamó “Guanito” y procedía de la vacada de Dionisio Rodríguez. Toreó muy poco y muy pronto se convirtió en empresario y apoderado de toreros. Actualmente maneja los cosos de las Ventas de Madrid, Nimes, Valencia, Castellón y Alicante, entre otros, siendo, sin discusión, el taurino más importante nacido en Francia. El primer torero galo con trascendencia internacional fue Christian Montcouquiol “Nimeño II”. Nacido en Alemania, pero de padres franceses, llegó a la tierra de donde adoptó su mote a los 18 meses, se aficionó a los toros porque su hermano Alain toreó como novillero con el apelativo de “Nimeño”, pero no llegó a matador de toros. Tras una triunfal carrera como novillero, se doctoró en su tierra natal el 28 de mayo de 1977, teniendo de padrino a Angel Teruel y a José Mari Manzanares de testigo. El de la ceremonia se llamó “Elegante” y era de Torrestrella. Confirmó en México el 28 de enero del 79, de manos de Manolo Martínez y el testimonio de Dámaso González, con ganado de Tequisquiapan. En Madrid lo hizo el 21 de mayo de ese mismo año, con Rafael de Paula y Angel Teruel ante un encierro de Luis Algarrá. Toreando en Arles el 10 de septiembre de 1989, el toro “Pañolero” de Miura lo empitonó de fea manera, cayendo de cabeza a la arena, fracturándose vértebras cervicales y sufriendo severa lesión en la médula espinal, por lo que quedó parapléjico. Tras tremenda lucha, logró recuperarse parcialmente, pero, lamentablemente, el 25 de noviembre de 1991, decidió quitarse la vida. Una auténtica pena. Juan Bautista, originario de Arles, decidió abrazar la carrera taurina y tras buena campaña novilleril se hizo matador de toros en el coliseo romano de la ciudad donde naciera, con toros de Zalduendo y un cartel en el que estaban Juan Antonio Ruiz “Espartaco” y el colombiano César Rincón. En Madrid confirmó el 2 de octubre del 99, con Vicente Barrera y Eugenio de Mora matando ganado de Santiago Domecq. Juan es uno de los toreros franceses más destacados de la actualidad, con sonoros triunfos en la plaza madrileña y en toda la geografía española, francesa y americana, pues ha toreado ya varios años en plazas de este lado del Atlántico. Hoy en día, a la muerte de su padre, se ha hecho cargo del coso de Arles y a finales de este año dirá adiós a los ruedos. El mundo de tauro 133
El mejor torero de la historia de Francia, al menos hasta el momento de escribir esas líneas, es Sebastián Castella, hijo de padre español y madre polaca, nacido en Beziers. Inicio sus andanzas taurinas en cosos de Francia y España, pero debutó como novillero con picadores en la plaza mexicana de Acapulco, el 17 de enero de 1999, en un festejo dentro del llamado “Encuentro Mundial de Novilleros”. Al año siguiente, el 12 de agosto, se convirtió en matador de toros en su natal Beziers, con un cartel de auténtico tronío junto a Enrique Ponce y José Tomás, despachando astados de Juan Pedro Domecq, tarde que marcó su despegue, al cortar tres orejas. En “la México” se presentó como matador el 18 de febrero de 2001, con Rafael Ortega de padrino y Raúl García “Tato” de testigo. El de la ceremonia se llamó “Buñuelo” y era de Santa Fe del Campo. Tres años tardó en confirmar la alternativa en Madrid, lo hizo hasta el 28 de mayo del 2004 llevando de padrino a Enrique Ponce y el testimonio de Matías Tejela, con “Marquesito” de Valdefresno, toro al que le tumbó las dos orejas. Hasta el momento es de escribir este libro, ha salido cuatro veces por la “Puerta Grande” madrileña. Ha sumado alrededor de novecientas corridas, siendo su mejor campaña la del 2006, cuando toreó noventa corridas. En México goza de muy buen cartel y su nombre aparece anualmente en los carteles de toda la geografía azteca.
Sebastián Castella
Junto a estos ocho matadores de toros franceses, considero es justo resaltar la labor de dos magníficas caballistas que han brillado en el mundo de Tauro: María Sara y Lea Vicens. La primera ya retirada y la segunda, triunfando al lado de los máximos exponentes del rejoneo español. Marie Leconte Bourseiller “Maria Sara” es la primera rejoneadora francesa que alcanzó renombre en los ruedos y que toreó en España, Francia y América. En su natal Nimes, el 21 de septiembre del 91, la caballista peruana Conchita Cintrón le concedió la alternativa, estando en el cartel el caballista Manuel Vidrié y los matadores Curro Romero y Julio Aparicio, siendo el ganado de Martín Arranz, y la confirmó en Madrid el 24 de julio de 1994. Dejó de torear cinco años después, pero volvió a los ruedos en su terruño en el 2003, para decir adiós de manera definitiva en Jaén, el 12 de octubre de 2007. Hoy en día es empresaria de toros y apoderada de toreros. 134 El mundo de tauro
Lea Vicens
Cierra nuestra lista Lea Vicens, jovencita nimeña que desde los cuatro años empezó a relacionarse con los caballos, convirtiéndose con el tiempo en una espléndida amazona que hacía labores de campo en la Camarga. Viajó a Puebla del Río, España, donde al lado de los rejoneadores Angel y Rafael Peralta empezó su aprendizaje y perfeccionamiento en el arte de Marialva. Tras cuatro años de arduo trabajo, Lea se presentó en público el 2 de octubre del 2010, aunque fue hasta el 2012 cuando rompió definitivamente, sumando ese año 27 actuaciones. Ese año triunfó en Sevilla y debutó en suelo francés el 14 de julio de 2013 en Saint Maries de la Mer. Recibiendo la alternativa en el anfiteatro de su tierra natal el 14 de septiembre de 2013, en un cartel de la tradicional Feria de la Vendimia, en el que estuvieron su maestro Angel Peralta, Paco Ojeda, Diego Ventura y María Sara. A partir de entonces ha ido subiendo como la espuma, confirmando su doctorado en Madrid, el 4 de junio del 2016, en un festejo de rejones dentro de la feria de San Isidro, con Pablo Hermoso de Mendoza y Leonardo Hernández. Hoy está convertida en figura y pelea las palmas a los grandes caballistas españoles en las plazas más importantes de la península ibérica y de Francia, con corte de orejas en cosos como Madrid, Sevilla, Bilbao, al grado de que en el 2018 quedó a la cabeza del escalafón con 46 actuaciones Cabe agregar que cada día surgen nuevos jóvenes que sueñan con ser figuras del toreo y, de tener la suerte anhelada, sumarse a los grandes ases del toreo francés. No puedo dejar de lado la gran aportación que han dado a la fiesta artistas de toda índole y escritores. La lista puedo empezarla con Theófile Gautier, Prosper Mérimé, Alexandre Dumas, Henry de Montherlant, Michael Leiris, Jean Cocteau, así como una larga lista de intelectuales y pintores como Eugéne Delacroix, Edouard Manet, Vicent Van Gogh, Jean Cau y Jean Ducasse, entre varios más que mencionamos en la sección Los toros y el arte.
Portugal
La fiesta taurina lusitana bien puedo decir que nació prácticamente al mismo tiempo que la española, pues datos sobre los primeros festejos celebrados en esa hermosa tierra portuguesa se remontan al siglo XII, cuando el rey Sancho tenía una finca donde criaba toros bravos. Años en los que se corrían y alanceaban bureles en los festejos de la corte y en las acostumbradas celebraciones religiosas.
Hay también escritos que narran una hazaña de don Gonzalo Velho, descubridor de las islas Azores, cuando el rey Juan I El Grande (1357 - 1433) quiso hacerle una broma, ordenando le soltaran un toro. Acompañado de dos sobrinas y unos pajes, se dirigía a la tribuna donde lo esperaba el monarca. El cortesano se puso enfrente de sus acompañantes, enfrentándose al burel espada en mano y soltándole un sartenazo en el cuello que lo mató de inmediato. Tras hacerlo dijo: “a los rapaces que os mandaron acá, otro tanto hiciera yo, si los cogiera”. En Evora se dice que entre 1431 y 1436 se celebraron fastuosas fiestas, en las que los cortesanos probaban su destreza y valentía frente a los bureles. Eduardo Noroña señala, en su libro “Historia de las toraidas”, que la casa real organizó unos festejos taurinos para que el monarca se reuniera con la nobleza y pudieran hablar sobre una expedición que se estaba planeando para ir a combatir infieles, en Africa. En la segunda mitad del siglo XV, Juan II era muy afecto a los toros y organizaba festejos a lo largo y ancho de suelo lusitano. Tiempo después apareció el rey Sebastián, quien dicen era El mundo de tauro 135
muy diestro en la lidia del toro bravo. Famoso fue su enfrentamiento con el marqués de Torres Novas, quien tenía fama de gran alanceador de astados. Se vieron las caras en Almada y el monarca lo superó ampliamente. Al rey Sebastián se le puede considerar como el gran promotor del “afeitado” de los toros, a los que se enfrentaban los caballeros, al decidir en 1573 que los toros se lidiaran despuntados o embolados, lo que se implantó de inmediato, lo hizo, quizá, para proteger a las cabalgaduras y no para mitigar su conciencia por haber desobedecido, hasta cierto punto, al papa Pío V, quien con una bula había prohibido los festejos taurinos en 1567. En la época de los Austria, cuando disminuyeron considerablemente los festejos taurinos en España, Portugal desarrolló la suntuosidad en el arte del rejoneo, tradición que aún se conserva celosamente. A lo largo del siglo XVIII los lusitanos dieron vida a una fiesta brava cada vez más barroca, recargada de pompa y honores. El paseo de las cuadrillas estaba precedido de un espectacular desfile de carrozas engalanadas, que rivalizaban en riqueza. Cuando llegó al trono José I (1750 – 1777) estaban en su apogeo, además del toreo a caballo, las “capinhas”, toreo a pie que realizaba la gente del pueblo, de manera anárquica y que, generalmente, hacían al final de la lidia de los caballeros. Al mismo tiempo aparecieron los grupos de “forcados”, que aún perduran y muchos de ellos gozan de envidiable cartel en suelo lusitano. El tema de los “forcados” es curioso, pues lo realizan mozos aficionados de diversos niveles sociales y consistía en salirle al toro en la recta final de la actuación de los “cavaleiros” para citarlo a cuerpo limpio y aguantar la embestida, sujetarlo por los cuernos, detenerlo y luego soltarlo, quedando sólo el que lo toma del rabo en un intento de frenarlo, al consumarse la pega e irse del astado sus compañeros. El grupo consta de ocho hombres, siendo uno el “forcado de cara” y los demás sus ayudantes. Los forcados eran, antaño, los llamados “monteiros de choca”, grupo de hombres que utilizaban un bastón terminado en horquilla, llamado forcado, para cuidar en la plaza el acceso al palco del rey. La labor de los forcados es muy peligrosa y de indudable mérito. Existen varios tipos de “pegas”, que es como se denomina a su labor. La más socorridas son la “pega de cara” y la “cernhela”, que sólo se practica en Portugal, está la hacen únicamente dos forcados. Durante el siglo XVIII empezaron a construirse plazas de toros fijas, al igual que en España. Para los portugueses la sangre derramada por astados y caballos en el ruedo empezó a jugar un papel muy importante, desatándose la polémica entre el público. Unos querían las corridas igual a como se realizaban en el país vecino y otros, la mayoría, exigió que se despuntaran los toros, no se picaran y no fueran muertos en el ruedo, imponiéndose los segundos. Los forcados 136 El mundo de tauro
El 19 de septiembre de 1836 la reina María II de Braganza prohibió las corridas de toros
argumentando: “eran una diversión bárbara e impropia de naciones civilizadas. Que semejantes espectáculos sólo servían para habituar a los hombres al crimen y la ferocidad”. Ante las duras protestas del pueblo tuvo que derogar su decreto el 30 de junio siguiente, viniendo después, según los vaivenes políticos, una larga etapa de tolerancia y otra de persecución para la fiesta brava. A pesar de todo, durante el siglo XIX los nobles lusitanos mantuvieron en todo lo alto la tradición taurina y sus dos grandes figuras fueron don Francisco de Paula Portugal y Castro Conde de Vimioso, de quien se cuenta realizaba como nadie el rejoneo de cara, y don Juan de Vasconcelos e Souza Cámara Caminha Faro e Veiga marqués de Castell Melhor, quien era primer caballero de Portugal, surgiendo también algunos toreros de a pie, siendo el más famoso Franca, creador, según algunos, del par al quiebro. En la recta final del diecinueve se construyeron las plazas más importantes de Portugal, en 1891 las de Evora y Setúbal y al año siguiente, el 18 de agosto, la preciosa lisboeta de Campo Pequenho. En esta plaza, el 12 de mayo de 1904, se celebró una corrida con los rejoneadores Fernando de Oliveira, José Bento, Joaquín Alves y Simoes Serra, así como los matadores españoles “Bombita Chico” y “Chicuelo”, con ganado del Marqués de Castello Melhor y de Victoriano Froes. Esa tarde, el toro “Ferrador” derribó al cavaleiro, con tan mala suerte que le fracturó el cráneo, muriendo minutos después. Durante finales del siglo XIX y principios de XX todavía podían matarse los toros, actuando en sus plazas figuras españolas como “Frascuelo”, Ricardo Torres “Bombita”, Belmonte “Joselito”, el mexicano Gaona y muchos más, hasta que el 14 de abril de 1928 apareció el decreto 15355, en el que se establecía la prohibición de matar a los astados en el ruedo. Que aún persiste, salvó en una o dos plazas, donde sí pueden usar la toledana. De entonces a la fecha la lista de rejoneadores portugueses es extensa, destacando Simao da Veiga, Joao Branco Nuncio, Ruy da Cámara, y en tiempos modernos, José Samuel Lupi, Joao Moura y más recientemente Diego Ventura. Toreros importantes de a pie también ha tenido Portugal, Diamantino Vizeu, primer lusitano que tomó la alternativa a la usanza española, Manolo dos Santos “El lobo portugués”, quien en mi opinión ha sido su máxima figura, Paco Méndez, José Julio, José Falcón, muerto de una cornada cuando toreaba en Barcelona, José Trincheira y Víctor Méndez, entre otros. Manolo dos Santos, originario del poblado de Colega, toreó mucho en el campo bravo lusitano antes de debutar en Badajoz, aunque su arranque fue en Barcelona donde ligó seis festejos seguidos, merced a sus sonoros triunfos. Viajó a México para hacerse matador de toros en El Toreo la tarde del 14 de diciembre de 1947, al cederle “Armillita Chico” a “Vanidoso” de Pasteje, en presencia de Carlos Arruza, resultando herido. Regresó a la península y renunció al doctorado para torear otro año como novillero. En Sevilla volvió a doctorarse el 15 de agosto del
Manolo dos Santos El mundo de tauro 137
48 de manos de Manuel Jiménez “Chicuelo” y Manuel Alvarez “El Andalúz”, de testigo, con “Verdón” de Villamarta. El 9 de junio del año siguiente lo confirmó en Las Ventas con Pepín Martín Vázquez y “Parrita” ante “Rosuelo” de Cobaleda. En México gozó de envidiable cartel y prueba de ello es que el 1 de abril de 1951 toreó tres festejos, en Morelia, México y Acapulco. Tuvo dos despedidas, en Sevilla el 28 de septiembre y en Lisboa el 18 de octubre de 1953. Falleció en un accidente automovilístico cerca de la capital lusitana en febrero de 1973.
Los toros en Latinoamérica Argentina
Este país sudamericano no podía ser ajeno a su influencia española y por ende a los festejos
taurinos. Hay noticias de que, en 1609, hidalgos y oficiales celebraron en Buenos Aires las fiestas patronales de San Martín, lidiando toros, para beneplácito de los lugareños. También corrían toros en ciudades como Rosario, Santa Fe, Córdoba y Mendoza, aunque en otras poblaciones el pueblo también gustaba y disfrutaba de un espectáculo taurino. Al separarse la provincia de Paraguay, en 1618, y nombrar Felipe III a Diego de Góngora como primer gobernador del Río de la Plata, se organizaron festejos taurinos para darle la bienvenida. Durante los siglos XVII y XVIII la fiesta brava se adueñó de Argentina y por doquier se lidiaban toros, teniendo como pretexto la coronación de reyes en España, bodas y bautizos reales, así como la llegada de nuevos gobernadores. Cabe destacar que en1760, por la jura de Carlos III de España, se celebraron media docena de festejos en los que, se dice, se lidiaron, únicamente a caballo, doscientos toros. En 1775 el cabildo decidió prohibir en Buenos Aires las corridas, pero al poco tiempo el nuevo gobernador Juan José de Vértiz las volvió a permitir., habilitándose las plazas públicas para la celebración de las corridas. A principios de 1772 alborotaba el cotarro bonaerense Mariano Ceballos “El Indio”, lidiador argentino que toreaba a pie y a caballo, con suma destreza, matando a los bureles desde su cabalgadura o montando a otro toro. Viajó a España y fue entonces que Goya lo inmortalizó en su famosa tauromaquia.
Mariano González “El Indio”, aguafuerte de Goya. 138 El mundo de tauro
En la última década del siglo XVIII se levantó en Buenos Aires una placita cuadrada para dos mil espectadores, bautizada como “Monserrat”, en la que se celebraron más de cien festejos, con toreros de a pie y a caballo, cerrando sus puertas en 1798. Tres años después surgió el coso “El Retiro”, de corta vida por la gesta independentista. Durante el gobierno de Martín Rodríguez se prohibió lidiar los toros en puntas y las corridas siguieron celebrándose durante el resto del XIX, pese a las protestas de la Sociedad Protectora de Animales. A mediados de siglo torea en Buenos Aires al español “Cara-Ancha”, pese a la lucha por abolir la fiesta por parte de los animalistas. En los inicios del nuevo siglo continuaron los festejos en diferentes ciudades argentinas y se levantaron algunas placitas, actuando toreros modestos procedentes de España. Algunos clubs taurinos organizan esporádicamente novilladitas durante los años cuarenta. El único torero argentino de la historia es Raúl Acha Sanz “Rovira”, de niño fue llevado a España por sus padres, iniciándose en el treo en las tradicionales capeas, para regresar a América y actuar de novillero en Perú, Venezuela, Bolivia y México. En junio de 1946 tomó la alternativa en Barcelona, con Manuel Escudero, Julián Marín y Luis Briones; confirmándola en Madrid, el 10 de octubre siguiente, de manos de “Gitanillo de Triana”, ante “Parrita”, con ganado de Buendía. En México lo hizo el 1º de enero del 50, con “el Soldado” y Jorge Medina, matando toros de San Mateo. Fue un torero valeroso y extraordinario con la espada. Toreó varios años en España y se cortó la coleta de manera definitiva, en la plaza limeña de Acho, el 8 de noviembre de 1965, alternando con “El Viti” y “El Cordobés. Fue empresario de este coso y apoderó a varios toreros mexicanos. Muy joven se nacionalizó peruano. En 1950 el Gral. Juan Domingo Perón exige que el congreso vote una ley en contra de la fiesta, pero es hasta 1954, mediante el decreto 14,346 cuando se prohibió definitivamente, en todo el país, la celebración de corridas.
Bolivia
Pocos aficionados saben que durante más de tres siglos se celebraron festejos taurinos en
suelo boliviano. Los primeros indicios se remontan al ya lejano 1620, cuando se organizaron unas corridas con motivo de la boda común con la que se puso punto final a la sangrienta guerra que, en la zona del Potosí, la más rica de ese territorio por sus yacimientos de plata, sostenían las tribus de los viculas y los vascongados, en la zona del Potosí. A partir de esa fecha era frecuente la celebración de festejos en suelo boliviano y estaban tan arraigados en el pueblo que el presidente Hilarión Daza, en 1878, en ocasión de las fiestas patrias, mandó acondicionar la plaza principal de La Paz, para poder ofrecer una corrida. En ese tiempo ya había placitas de toros la “Guadalquivir” en Tarija y la “San Sebastián” en Cochabamba, entre otras de menor importancia. Era tal la afición del presidente Daza que cuando Chile invadió la región de Antofagasta, el 14 de febrero de 1879, el mandatario estaba presenciando un festejo taurino, momento en el que fueron a darle la noticia y con toda tranquilidad contestó: “Dejadme ver tranquilo la corrida, ya hablaremos después de los asuntos de Estado”. La fiesta brava, a pesar de la política y las luchas intestinas del país, continuó su marcha. En El mundo de tauro 139
1891 se construyó una plaza en La Paz, la “Santa Bárbara”, actuando en su inauguración una cuadrilla peruana encabezada por Mariano Soria “Chancayano” y Manuel Criado “Veneno”. En ella se dieron festejos taurinos a lo largo de diecinueve años. Prohibiciones en 1911 y 1914 volvieron a ponerle freno a los toros, pero en 1925 abrió sus puertas en La Paz el coso “Olimpic”, donde actuaron, entre otros, Rafael Gómez “El Gallo”, Rafael Rubio “Rodalito”, Manuel Mejías “Bienvenida”, Sebastián Vigiola “Torquito” y “Saleri II”. El ganado que ahí se lidiaba procedía de dehesas peruanas. Entre 1947 y 1978 se celebraron corridas de toros en La Paz, siendo algunos de los actuantes el mexicano Arturo Alvarez “El Vizcaíno”, los peruanos Alejandro Montani, Rafael Santa Cruz y Humberto Valle, así como los españoles Luis Mata, Diego Puerta, Curro Vázquez y Antonio José Galán, entre los más destacados. Al no haber ganado bravo en Bolivia, siempre se importaban toros del vecino Perú. También se organizaban festejos taurinos en poblaciones como Sucre, capital constitucional de este país andino, Cochabamba, donde se fundó la escuela taurina Valle Grande, Mizque, Totora, Aiquile y Quillacollo, entre otras. En la región selvática de los Moxos aún perdura el baile de “el torito”, con el que se festeja a su santo patrono.
Brasil
La fiesta brava llegó a Brasil a través de dos vertientes, la portuguesa, tras haber sido
descubierta por los lusitanos, y la española, por los muchos inmigrantes que llegaron a ese territorio sudamericano, principalmente a Sao Paulo, pero merced a su gran tamaño, a que tiene una selva casi impenetrable y a la falta de comunicaciones, en siglos pasados se dificultó el crecimiento del espectáculo taurino. Durante años, la fiesta tuvo su momento en ciudades como Sao Paulo, Río de Janeiro y San Salvador de Bahía. Los primeros festejos taurinos se celebraron en dichas poblaciones durante la época colonial, aunque creció a partir 1807, cuando la familia real portuguesa, por temor a las tropas napoleónicas que habían invadido a sus vecinos españoles, llegó a Brasil. Para 1810 ya había festejos con toreo a pie y a caballo, precedidos de danzas autóctonas. Fue hasta el 13 de octubre de 1818 que hubo, en Río de Janeiro, una corrida con motivo del enlace del príncipe Pedro con doña Carolina, archiduquesa de Austria, ordenando el Senado se levantara una plaza, en el campo de Santana, bautizada como de “Curro. En la penúltima década del siglo XIX, los brasileños se divertían con festejos de dos tipos: las capeas en las que intervenía el populacho y los festejos con profesionales. Aunque la fiesta continuaba con algunos altibajos, había cosos en Río, Sao Paulo, San Salvador de Bahía, Campinas, Itú y Belem, en la desembocadura del caudaloso río Amazonas. En 1891 llegó a torear el rejoneador Fernando de Oliveira, la máxima figura lusitana del momento, quien se echó a la bolsa a los brasileños, actuando con singular éxito una docena de festejos. Al año siguiente hubo una temporada en la que Sebastián Silván “Chispa”, fue primer espada. Los boletos eran caros, pero la gente acudía en masa a presenciar las corridas. Cinco años después surgió una corriente antitaurina de gente que consideraba bárbara a la fiesta, pero la cosa no llega a mayores. En noviembre de 1908, se celebró en el “Campo Marte” de Río de Janeiro, una temporada exitosa con toreros de a pie, actuaron Salvador Soler “Negrete”, Angel Rodero “Angelillo” y Ramón Martínez “Agujetas”, diestros españoles prácticamente desconocidos. 140 El mundo de tauro
La polémica entre defensores y detractores de la fiesta volvió a tomar fuerza y el 10 de septiembre de 1924 el Parlamento, mediante el decreto 16,590, prohibió definitivamente los festejos taurinos en todo Brasil. Rescoldos de la fiesta es esta tonadilla que se canta durante las fiestas del carnaval: ¡Torero!, Soy torero de Madrid Soy torero, soy valiente, y nunca en la arena yo siquiera un toro perdí.
Colombia
Después de México, el segundo país taurino por excelencia en América, es Colombia, en
donde anualmente se celebran ferias de indudable tronío. Tiene plazas con aforos importantes, ganaderías bravas de primera y toreros que han brillado con luz propia en todo el mundo de Tauro, destacando, por mucho, Pepe Cáceres y César Rincón. El descubrimiento y conquista de Nueva Granada, hoy Colombia, corrió a cargo de Alonso de Ojeda en 1499. Tras él llegaron Rodrigo Bastidas, Gonzalo Jiménez de Quesada y en, 1543, Alonso Luis de Lugo acompañado por trescientos españoles, treinta y cinco vacas, toros, caballos y bestias de carga, incrementando así lo llevado por sus antecesores. El ganado bovino se multiplicó con rapidez a lo largo y ancho del nuevo territorio, tanto en el altiplano de Bogotá como en otras zonas del territorio. Parte de ese ganado criollo pronto se volvió fiero y la gente lo dividió en dos especies bien definidas: el “tigrero” del llano que debía defenderse de los felinos que los atacaban para saciar el hambre con su carne y el “escobaluno” o “bermejo” de la zona de Ibagué. Manadas numerosas que a finales del siglo XVI bien podían ser consideradas ganaderías bravas. A este tipo de reses se enfrentaban, entonces, hombres a caballo, capeadores a pie, banderilleros y garrocheros que hacían las delicias del pueblo, disfrutando del espectáculo en las plazas mayores de diversas poblaciones. Se dice qué en Cali, donde hoy tiene lugar una de sus ferias taurinas más importantes del país, empezó la fiesta brava allá por 1536, cuando Sebastián de Balcazar fundó la ciudad, y a medida que pasaron los años la afición de sus habitantes fue incrementándose. En 1560 había corridas con una clara separación de clases sociales, algo que hoy en día es totalmente impensable. Era tal la afición de la gente que, en 1556, fray Juan de los Barrios, obispo de Santa María, velando por la honestidad e integridad de los clérigos emitió un mandato prohibiéndoles andar por los cosos, cuando se lidiaran toros, pues había buen número de religiosos que eran multados por sus aficiones a la fiesta brava y el baile. En 1583, con motivo de un concilio, se dieron corridas en honor de los obispos de Cartagena de Indias y Santa María. En los siglos XVI y XVII eran frecuentes las fiestas populares donde el pueblo mostraba su habilidad y valentía, enfrentándose al llamado “toro enmaromado”, que consistía en amarrar al burel de los cuernos con una cuerda para limitar sus acometidas, surgiendo entonces torerillos de a pie que poco a poco iban adquiriendo fama. Fue una época con momentos de auge y retroceso, según el sentir del gobierno en turno y de la iglesia, pues surgían continuas prohibiciones, excomuniones y limitaciones de todo tipo que intentaba afectar la marcha de la fiesta brava. El mundo de tauro 141
Plaza “Santa María” de Bogotá
Años en los que el pueblo celebraba las llamadas “fiestas de corralejas”, muy similares a las capeas pueblerinas de México y España, donde con postes de madera, tablones, cañabrava, mangles, bejucos y palma, según la zona del país, levantaban placitas con vallados y palcos para acomodar a la gente. Los “capeadores” se enfrentaban al ganado cimarrón o criollo que recorría infinidad de poblaciones siendo toreado varias veces y era famoso por haber herido o matado a más de uno. La leyenda todavía menciona a los dos más célebres: “Barraquete” y “Chivo Moro”. Durante la colonia los virreyes gustaban de la fiesta brava, siendo famosos los festejos organizados el 16 de septiembre de 1803, cuando llegó a esas tierras don Antonio Amar y Borbón, el último de la Nueva Granada. Su mandato duró casi siete años y fue una época llena de corridas de toros. Al proclamarse la independencia, el 20 de julio de 1810, se celebraron varias corridas “republicanas” con gran regocijo del pueblo. A partir de entonces fueron continuos los festejos taurinos a lo largo y ancho del territorio colombiano. El 24 de diciembre de 1811 se eligió como presidente al Gral. Antonio Nariño, quien era gran aficionado a los toros, organizándose en su honor varias corridas, así como fiestas en Bogotá, donde la gente corría astados por las calles, una añeja costumbre. Al hacerse cargo del ejercito Simón Bolívar, en 1815, no faltaron las corridas de toros, a pesar de que un sector de la población no estaba muy de acuerdo con su designación. No obstante, en diversos barrios de Bogotá se tuvieron lugar festejos taurinos, rivalizando entre sí sus pobladores y poniéndole así, más sabor a la fiesta. El tiempo siguió su marcha y fue hasta 1890 que se construyó, en Bogotá, la primera plaza de toros circular, era de madera y estaba en un lugar conocido como la huerta de Jaime y que se bautizó como “la Bomba”. En ella actuó la primera cuadrilla de toreros españoles que introdujo en Colombia una fiesta más formal, con cuadrillas y vestidos a la usanza de la época. Dos toreros iberos, más o menos famosos, pisaron su ruedo, Tomás Parrondo “Manchao” y Leandro Sánchez “Cacheta”, a quien entre broma y en serio le habían concedido una oreja en Madrid. A partir de 1890, se levantaron en Bogotá diecinueve cosos más o menos estables, siendo 142 El mundo de tauro
la cereza del pastel su hermosa plaza “Santa María”, con cupo para 14,500 espectadores, inaugurada el 8 de febrero de 1931 por los diestros españoles Manuel Martínez “El tigre de Ruzafa”, Angel Navas “Gallito de Zafra” y Mariano Rodríguez “El Exquisito”, quienes despacharon toros de la vacada local de Mondoñedo. Cartagena de Indias no podía ser indiferente a la fiesta de los toros, razón por la cual en 1761 el rey Carlos III concedió a su gobernador, marqués de Sobremonte, el permiso para celebrar corridas, organizándolas esporádicamente, pero fue hasta finales del siglo antepasado cuando se realizaron festejos formales con toreros de cierto nombre y cuadrillas. Su primera plaza data de 1894, construyéndose después otras más modernas, como la pintoresca “La Serrezuela”, inaugurada en 1930 y su actual coso “Monumental”, que abrió sus puertas en 1974. Medellín, otra ciudad importante y taurina por excelencia, tuvo su primer coso taurino en 1895, siendo inaugurado por toreros españoles de poca monta. En este lugar nació, el que podemos considerar primer torero colombiano de renombre, Miguel Vázquez “Boccacio”, quien ponía banderillas sentado y era muy querido por sus paisanos, principalmente por las mujeres y que muriera violentamente en Puerto Cabello, Venezuela. Manizales no podía quedar a un lado. En 1897 tuvo su plaza “Circo Guayabo”, inaugurada por el ibero Antonio Pineda “Tornero”. En 1912 surgió el “Circo Colombia” y, al poco tiempo, el “Circo de los Negros”, así como otros con mayor aforo. En agosto de 1939 abrió sus puertas la de “Palogrande” y la estrenaron el español “Minuto” y el mexicano Lorenzo Garza, con ganado de Mondoñedo. El 14 de mayo de 1944 abrió sus puertas la placita de “El Soldado”, con cupo de cinco mil personas, para culminar, en 1951, con el actual coso de Manizales, para catorce mil aficionados. En el cartel estuvieron los iberos Manolo González, Alfredo Jiménez y Antonio Bienvenida, quienes mataron toros de Mondoñedo. La plaza de Cali fue construida por el Ing. Guillermo González Zuleta en forma muy novedosa siendo catalogada como monumento nacional. Tiene capacidad para diecisiete mil espectadores y la inauguraron el 28 de febrero de 1957, el local “Joselillo de Colombia” y los españoles Joaquín Bernadó y Gregorio Sánchez, con un encierro de Clara Sierra. Su feria es, quizá, la de mayor importancia en el país y se celebra anualmente a finales de diciembre y principios de enero. El triunfador se hace merecedor del trofeo “Cristo de los Cristales” Además de las mencionadas, hay muchas plazas más en territorio colombiano, como las de Barranquilla, Ibagué, Bucaramanga, Darién, Palmira, Sogamoso, Sincelejo, Chinácota, entre otras de menor jerarquía. Con mucha afición y dinero, don Ignacio Sanz de Santamaría, tras construír la preciosa plaza de Bogotá, fundó, en 1923, con simiente española de Santa Coloma y Veragua, la ganadería de Mondoñedo, surgiendo después vacadas de prestigio como Clara Sierra, Dos Gutiérrez, Achurry Viejo, Aguasvivas, El Aceituno, Aranguez, y muchas más, hasta culminar de unos años a la fecha con Las Ventas del Espíritu Santo, del torero César Rincón y que puede ser considerada como la más importante del momento. Con el tiempo fueron surgiendo toreros en suelo colombiano, pero el primero que tomó la alternativa fue Miguel López, oriundo de Manizales, quien se doctoró en el desparecido “Toreo” de la Condesa, de México, el 19 de mayo de 1946, de manos de Edmundo Zepeda ante el testimonio de Andrés Blando, con toros de San Diego de los Padres. A mediados del siglo XX surgió la primera figura de renombre nacida en Colombia: José Eslava Cáceres “Pepe Cáceres”, originario de Tolima, se doctoró en Sevilla, con “Secretario”, de Joaquín Buendía, el 30 de septiembre de 1956, siendo Antonio Bienvenida el padrino y José El mundo de tauro 143
Pepe Cáceres
María Martorell el testigo. Lo confirmó en Madrid, ante “Saltador” de Clemente Tassara, el 1 de mayo del 58, con Rafael Ortega y “Antoñete. En México lo hizo el 8 de enero de 1961, con Juan Silveti y Jorge “Ranchero” Aguilar, ante toros de La Laguna. Toreando en el coso colombiano de “La Pradera” en Sogomoso, Colombia, el 20 de julio de 1987, el toro “Monín” de San Esteban lo hirió gravemente y tras penosa agonía falleció en Bogotá, el 16 de agosto siguiente. Tras él hicieron sonar su nombre en el mundo de Tauro los diestros José Zúñiga “Joselillo de Colombia”, Jaime González “El Puno”, Enrique Calvo “El Cali”, Jorge Herrera, Alberto Meza Mendoza y muchos más, pero sin alcanzar ninguno las cotas logradas por Cáceres, hasta que surgió con la fuerza de un huracán, César Rincón, quien se colocó como el número uno de la torería colombiana en toda la historia. César Rincón es un caso por demás especial. Sobrado de afición supo esperar el momento de dar el campanazo e irse a la cima. Nueve largos años tuvieron que pasar para que César se colocara como figura del toreo. La alternativa la recibió, en su tierra natal, el 8 de diciembre de 1982 de manos de “Antoñete” y con el testimonio de José Mari Manzanares, con toros de Vistahermosa. En México la confirmó el 31 de julio del 83 con “Cartujano” de Mariano Ramírez y de alternantes César Pastor y Ricardo Sánchez. El 2 de septiembre del 84 lo hizo en Madrid en un cartel modesto: “Manili” y Pepe Luis Vargas, ante reses de Lamamié de Clairac. Fue hasta el 21 de mayo de 1991 que toreó en la feria madrileña de San Isidro y cortó dos orejas a toros de Baltasar Ibán. Al día siguiente sustituyó a Fernando Lozano, quien estaba herido, y le tumbó otras dos “peludas” a un astado de Murteira Grave. A los pocos días, en la Corrida de la Beneficencia, volvió a cortar apéndices para ligar, en menos de un mes, su tercera salida a hombros por la Puerta Grande, en el coso de Las Ventas. Hizo el paseo en la Feria de Otoño de ese mismo año y, para no variar, cortó orejas y salió de nueva cuenta en volandas. Cuatro triunfos sonoros en Madrid, que lo catapultaron al sitio de privilegio que todos los toreros sueñan en el mundo de Tauro. Esas salidas a hombros, consecutivas, lo convirtieron en el único torero en la historia que lo ha conseguido, en capital española. A partir de esa campaña se convirtió en uno de los ejes de las temporadas europeas y americanas. 144 El mundo de tauro
Su adiós de los ruedos tuvo lugar en febrero de 2008 en la plaza de su Bogotá, toreando mano a mano con Enrique Ponce un encierro de su ganadería Las Ventas del Espíritu Santoy fue una corrida memorable. César cortó cinco orejas e indultó un toro y Ponce se llevó tres apéndices. Los toros eran de la ganadería de Rincón, Las Ventas del Espíritu Santo. Cabe decir que en España también tiene la vacada de El Torreón.
César Rincón
Sin discusión, César Rincón es el torero más importante que ha nacido en suelo colombiano. “Ave César”. Otro torero que ha dado de que hablar en los últimos años es Luis Bolívar, nacido en Panamá, pero con nacionalidad colombiana. Un diestro valiente que ha sabido ganarse un sitio y bien puede decirse es quien, en la actualidad, mantiene en alto el nombre de la torería de ese país sudamericano. Se hizo torero en España y tomó la alternativa, el 24 de julio del 2004, en Valencia, de manos de El Juli y junto a César Jiménez, con toros de Montalvo; confirmó en Madrid el 25 de mayo del año siguiente, con Dávila Miura y Sebastián Castella, ante reses de Atanasio Fernández. Bolívar confirmó su doctorado español en Bogotá, como es costumbre, el 18 de julio del 2007, junto a Julián López “El Juli” y José María Manzanares hijo, con “Abrileño” de Juan Bernardo Caicedo. El 7 de marzo del 2010 lo hizo en “la México” con “Madrilisto” de Barralva, llevando de alternantes a Humberto Flores y Víctor Mora. Hoy en día se celebran corridas de toros en diversas poblaciones del país, destacando las ferias de Bogotá, cuya plaza cerró sus puertas un tiempo por una absurda prohibición del gobierno de la ciudad, Cali, Medellín, Manizales, Cartagena de Indias, en cuyos carteles aparecen toreros de primera línea del mundo de Tauro.
Costa Rica
La conquista española no podía dejar a un lado a Costa Rica en lo que a afición taurina se refiere, de ahí que, desde la época colonial, los ticos hayan gustado del toreo y las peleas de gallos, también traídas a América por los españoles. No hay noticias de cómo y cuándo se inició la fiesta, pero en 1853 los exploradores Werner y Scherzer visitaron el país y dejaron escritos en los que hablan con admiración de las corridas que se celebraban en diciembre y eran un auténtico jolgorio popular. El mundo de tauro 145
En 1898 se construyó en San José una placita fija que podía albergar a cuatro mil espectadores, casi medio siglo después surgió el coso “Solera” y posteriormente “El Zapote”, donde entre diciembre y enero se celebran festejos menores con ganado criollo, pero hay también otro tipo de fiestas en los que el toro es principal protagonista y el gentío colma los escenarios para verlas, los “toros a la tica”. ¿Cómo son los “toros a la tica”? Bien, en el redondel decenas de muchachos vestidos con jeans y zapatillas deportivas o de futbol, aguardan frente a la puerta de toriles la salida del astado para dar así inicio al espectáculo. Los “toreros improvisados” intentan mostrar su valentía esquivando las embestidas de los bureles, mientras que en las alturas la gente se divierte viendo los apuros que pasan y como, una y otra vez, son empitonados y revolcados. Tradición popular que se inicia pasada la Navidad y se extiende hasta los primeros meses del año siguiente, televisándose algunos festejos. No hay vistosos trajes de luces, ni los “toreadores” derrochan arte, todo es informal, pero siempre hay de premio algún dinerillo que los organizadores otorgan a los más osados que, valiente o inconscientemente, como quieran llamarlo, provocan al toro de pie o de rodillas, evitando con hábiles quiebros las embestidas de ese ganado criollo al que se enfrentan. Así son las corridas de “toros a la tica”, tradición mezclada con el negocio de empresas particulares y televisivas, cuya temporada taurina, no sin cuestionamientos de quienes consideran indefensos a los “improvisados toreros” y del infaltable activismo contra el maltrato a los animales, que siempre se oponen a su celebración, sin éxito. En varias ocasiones han ido novilleritos de México a participar en algunos festejos incruentos en la placita “El Zapote” de San José y cuyos festejos estelares son alrededor del 25 de diciembre. Cabe mencionar que en Costa Rica no pueden matarse los toros y el único antecedente señala que el mexicano Gregorio Puebla mató un astado, allá por los cincuenta, y acabó tras las rejas. En los últimos años se han celebrado en San José, en “El Zapote”, y otros cosos portátiles cercanos a la capital tica, una serie de festejos incruentos en los que participó, entre otros, el matador mexicano Juan Luis Silis, quien gustó a los aficionados locales por su valentía y torerismo, dando triunfales vueltas al ruedo y saliendo a hombros en varias ocasiones.
Cuba
Al ser escala obligada de los barcos que viajaban de España a México, Cuba no podía quedar
al margen de la fiesta brava y aunque no hay datos fidedignos de que se hayan corrido toros en la bella isla antes que en suelo azteca a nadie podía extrañarle que así haya sido, pues antes de la conquista de los aztecas los hispanos vivieron varios lustros en ese país caribeño. Los primeros datos reales señalan que, en 1538, con motivo de la llegada de Hernando de Soto a Cuba, se corrieron toros en Santiago y que en La Habana lo hicieron hasta 1569, en honor de San Cristóbal. Vino un receso, al menos no hay noticias de lo contrario, hasta 1747 cuando se dieron corridas en Matanzas para homenajear a Carlos III de España. Fue en 1759 cuando la fiesta empezó a tomar más o menos forma y en 1786 don Mariano del Bosque construyó en La Habana la primera plaza de toros que era conocida como del “Basurero”. Cinco años después se levantó otra de poca vida, para en 1825 levantar una tercera que da toros durante once años. En este escenario que estaba en el llamado Campo Marte, actuó Bernardo Gaviño, quien al poco tiempo viajó a México para hacer escuela y torear durante varias décadas. 146 El mundo de tauro
Tras estos cosos se levantaron otros en la misma Habana y en noviembre de 1868 se anunció, con bombo y platillo, una corrida con los famosos diestros iberos José Machío y Curro Cúchares, pero este no pudo torear, armándose gran bronca en unos tendidos que estaban abarrotados. El gentío ignoraba que el torero ausente había contraído el vómito negro, mal del que falleció el 4 de diciembre siguiente. El 15 de noviembre de 1885 se inauguró la sexta plaza de toros en La Habana con capacidad para diez mil personas, estando en los carteles los modestos diestros españoles Juan Ruiz “Lagartija” y José Martínez Galindo. En los dos años siguientes se celebraron grandes temporadas y los grandes atractivos fueron Rafael Guerra “Guerrita”, Luis Mazzantini, Manuel Hermosilla y Francisco Arjona “Currito”, entre otros matadores iberos, quienes despacharon ganado español, destacando las reses de Miura, Saltillo, González Nandín y Anastasio Martín. La fiesta brava iba viento en popa, al aparecer en sus carteles las figuras españolas del momento, pero el 10 de octubre de 1899 el gobierno interventor norteamericano dictó la Orden Militar 187, con la que prohibía la celebración de corridas de toros. Diez años después hay el intento de reanudar los festejos, pero no fructificó, pese a lo cual se levantó un nuevo coso llamado de “Los Zapotes”. Continúan los intentos de revivir la fiesta y en 1923 se contrató a Rafael Gómez “El Gallo” para actuar tres tardes con toros mexicanos, pero no pudo lidiarlos. En 1934 se fundó la Comisión pro corridas de Toros firmando al torero norteamericano Sidney Franklin, nuevo fracaso. En 1941, pese a los obstáculos, se dan unas corridas esporádicas en el “Stadium Tropical” ante trece mil espectadores. Los últimos festejos taurinos celebrados en Cuba, de los que tengo noticia, fueron en 1947, cuando fueron a torear a La Habana los mexicanos Fermín Espinosa “Armillita” y Silverio Pérez ante toros colombianos de Aguasvivas. Sólo tengo el registro de dos toreros cubanos, el matador José Marrero “Cheché”, en el siglo XIX y el novillero Lázaro de Cuba, quien anduvo por suelo mexicano en la segunda mitad del pasado, sin mayor éxito. Y punto final.
Chile
Se sabe que en 1546 llegó el primer ganado bovino a este país andino, siendo hasta 1555 que
empezaron a correrse toros en localidades como Santiago y Concepción, principalmente en las festividades de san Juan, Santiago y la Asunción de la virgen. El espectáculo fue en aumento al grado de que hasta los gobernadores Francisco Aguirre de Meneses y García Hurtado de Mendoza y Manrique Henríquez participaban en los festejos. Lamentablemente, a partir de 1575 empezaron los problemas con las autoridades y el clero, quienes ponían trabas a la celebración de las corridas, sin suspenderlas. En 1612 el Cabildo de Santiago concedió el monopolio de la carne a Juan de Astorga, con la obligación de facilitar toros dos veces al año para la celebración de las corridas en festejos religiosos o civiles, extendiéndose a Valparaíso, Concepción, La Serena y San Felipe, entre otras poblaciones, pues era un espectáculo que gustaba a sus pobladores. En 1732 se presentó en el barrio de Chimba de Santiago, una corrida para recabar fondos y con ellos ayudar a los damnificados de un terremoto que había asolado el país, pero un obispo amenazó con la excomunión a quienes fueran al festejo, el tiro le salió por la culata ante la El mundo de tauro 147
cantidad de gente que acudió a ver el espectáculo, teniendo que dar marcha, olvidándose de lo que había dicho. Los toros seguían viento en popa en Chile, en enero de 1973 el Cabildo de Santiago ordenó hubiera festejos taurinos, porque la ciudad carecía de diversiones. Por la coronación en España de Carlos IV, en 1779, hubo tres días de toros en la capital, pero el 15 de septiembre de 1823 el Congreso de Diputados emitió una ley aboliendo perpetuamente las corridas en Chile, teniendo que refugiarse la fiesta en provincias hasta que en 1835 el ministro Diego Portales envió a todos los intendentes del país una orden tajante, en la que les exigía velasen fielmente por el cumplimiento de la prohibición. A mediados del siglo XX se intentó revivir el espectáculo taurino, pero las autoridades no dieron su brazo a torcer.
Ecuador
La fiesta brava llegó a Ecuador en 1549, gracias al padre dominico José Vargas, quien propuso
que, en Quito, se corrieran toros con motivo de la Pascua de ese año. El espectáculo cayó de pie y pronto se multiplicaron las celebraciones en honor a San Ignacio, San Jerónimo y hasta del Espíritu Santo, entre otras festividades. Todo esto gracias al ganado que habían llevado los jesuitas, siendo su vacada criolla de El Pedregal, la más famosa de la época. Eran años en que los festejos tenían lugar en las plazas públicas de diversas poblaciones del país y la gente, sin distinción, podía participar en ellas después de la intervención de los caballeros. El pueblo, un tanto supersticioso, dedujo, en 1631 que, el hecho de no haber heridos en los festejos en honor del nacimiento de Felipe V, era señal que tendría un reinado próspero y feliz. Aunque la tradición taurina se instituyo realmente un 2 de febrero, día de la Candelaria, al declarar las autoridades que era la fecha ideal para la celebración de festejos; vinieron después las famosas corridas del 25 de abril, en honor de San Marcos, patrón de los carniceros, quienes elegían los toros para su fiesta y resultaban muy buenos. Entre las añejas tradiciones quiteñas persiste el recuerdo de los festejos coloniales que terminaban con el “toro de la oración”, astado toreado, certero en sus derrotes y que por lo general hería a buen número de valientes. Se lidiaba hasta bien entrada la noche, pues era la parte más emocionante de la jornada taurina que había arrancado muy de mañana. Las primeras plazas de toros se construyeron, en Quito, a finales del siglo XIX, en Quito. Lamentablemente, quienes actuaban en ellas eran toreros, aunque españoles, de poca monta, así como el colombiano Boccacio. El primer torero ecuatoriano conocido fue Maximiliano Espinosa “El mandinga”. Fue hasta 1920 que se inauguró, en la capital ecuatoriana, la pintoresca placita “Belmonte”, que aún persiste y donde se celebra anualmente un festejo de tronío. La inauguraron los españoles Manuel Mejías “Bienvenida” y Miguel Báez “Litri”; apareciendo en 1932 el coso de las “Arenas”, pisaron por primera vez su ruedo el mexicano Juan Silveti y el ibero “Morenito de Zaragoza”. Toreando en ella los siguientes años las figuras más destacadas de México y España. Hoy en día los festejos feriales de” Jesús del Gran Poder”, que tienen lugar anualmente a principios de diciembre, se celebran en su plaza “Monumental o de “Iñaquito”, con capacidad para dieciséis mil aficionados, inaugurada el 5 de marzo de 1960, por Luis Miguel Dominguín, Pepe Cáceres y Manolo Segura, en el cartel, con toros de Santa Mónica y La Punta. 148 El mundo de tauro
El torero-empresario Manolo Cadena Torres instituyó en 1960, el trofeo “Jesús del Gran Poder” que se otorga al máximo triunfador de la feria quiteña, uno de los premios más importantes que se otorgaba aun torero triunfador en América del Sur, pero al prohibirse la muerte de los toros en el ruedo del coso de la capital, dejó de otorgarse tan importante galardón. Además de Quito hay festejos taurinos, durante sus ferias tradicionales en Ambato, Riobamba, Cuenca y Lotacunga, entre otras, siendo una pena que la de Guayaquil haya prácticamente desaparecido. La lista de toreros no es muy extensa y es una pena que, al menos hasta ahora, no haya surgido uno con la etiqueta de figura. De matadores tenemos a Edgar Puente, quien se hizo matador en “la México”, doctorado por Andrés Blando en presencia de Antonio Velázquez y toros de Zacatepec, y en Madrid, al año siguiente de manos de Mario Cabré; Guillermo Camacho, Manolo Cadena Torres, Armando Conde, Rodrigo Viteri, Mariano Cruz, Fabián Mena, Edgar Peñaherrera, Bolívar Vasco, José Luis Cobo y Mariano Cruz Ordóñez, entre otros. Hay en Ecuador buen número de ganaderías con sangre de vacadas mexicanas y españolas.
Guatemala
Su nombre, al llegar los conquistadores era Quauhtemallán, palabra de origen maya que
quiere decir “tierra de muchos árboles”. Pedro de Alvarado llegó a ese territorio en 1524 y tres años después, cuando el 22 de noviembre de 1527, su hermano Jorge fundó Santiago de los Caballeros, se le ordenó celebrar a su santo patrono con corriendo toros “de donde los hubiere”. Treinta años más tarde se celebraron corridas en honor de Felipe II y un lustro más, por el nacimiento de Felipe III. En 1621 hubo toros en la ciudad de Guatemala y en La Antigua, por la coronación de Felipe IV, así como en otras fiestas reales o del virreinato, pues estos festejos gustaban mucho a los lugareños. En el siglo XVIII la iglesia empezó a ponerle trabas al espectáculo taurino argumentando perturbaba los actos religiosos. El pueblo ignoró al clero y continuó celebrándolo con algunos altibajos. En 1781 el ayuntamiento prohibió correr toros por las calles, empezando a surgir placitas, la del “Llano del Cuadro”, “Plaza Vieja”, “Llano del Matadero” y “La Barranquilla”. Ocho años después se dio en la capital guatemalteca, la primera temporada de doce corridas. Se prohibió la muerte de los toros entre 1889 y 1895, surgiendo fuertes protestas del pueblo, que por su presión, al fin menguaron, inaugurándose, ese último año, la plaza de “La Estación”, permitiendo la autoridad las corridas a la española, este lugar fue destruido parcialmente por los terremotos de 1917 y 18. A partir de 1921 se estrenaron dos nuevos escenarios taurinos, el del “Centenario” y “La Afición”, pero surgió otra prohibición, entre 1931 y 1934. El 18 de agosto de 1945 abrió sus puertas la plaza “Sevilla”, con capacidad para diez mil personas, estando en el cartel los aztecas Luis Castro “El Soldado”, Luis Procuna y Paco Gorráez. La fiesta volvió a encarrilarse, pero surgió en México la fiebre aftosa, prohibiéndose la importación de ganado mexicano, suspendiéndose festejos por falta de bovinos de casta. En 1952, ya solucionado el problema vacuno, se inauguró en la capital la plaza “La Aurora”, para doce mil espectadores, estando en el cartel los iberos Pepe Dominguín y Rafael Ortega y el mexicano Rafael Rodríguez, con reses de Xajay y de Coaxamalucan. A partir de entonces se han celebrado aisladas corridas, actuando en una de ellas Manuel Benítez “El Cordobés”, pero los festejos serios dejaron de darse y en la actualidad sólo hay espectáculos con ganado El mundo de tauro 149
de media casta o criollo. Hoy en día son esporádicos los festejos, con matadores, que se celebran en Guatemala, quedando sólo las tradicionales capeas.
Panamá
La información sobre la fiesta taurina en la tierra del canal es casi nula, pues si bien hubo
festejos estos se celebraron muy esporádicamente. Fue hasta el siglo XX cuando surgen noticias sobre la celebración de algunas corridas, siendo quizá la más destacada la de la cogida y muerte del diestro español José Rivas “Morenito Chico”, acaecida el 4 de diciembre de 1916 en la placita de madera que había sido inaugurada en 1893 y que perduró hasta 1953 en ciudad de Panamá. El coso que lo sustituyó, ese año, fue “La Macarena” inaugurado el 1 de marzo con los mexicanos Luis Castro “El Soldado”, Juan Estrada y Humberto Moro, ganado de las dehesas aztecas de Atlanga y La Trasquila. Sin la continuidad deseada, siguieron celebrándose festejos en “La Macarena”, por lo general con ganado criollo y ocasionalmente mexicano, actuando toreros de renombre como Luis Miguel Dominguín, Alfonso Ramírez “Calesero”, Pepe Cáceres, Jesús Solórzano y Manuel Benítez “El Cordobés”. Hoy en día podemos decir que la fiesta brava es historia en Panamá.
Perú
Los primeros datos que encontramos sobre la aparición de la fiesta brava en Perú, indican
escuetamente que, en 1538, seis años después de la llegada de Francisco Pizarro a ese hermoso país sudamericano, se corrieron toros para honrar a los vencedores de la batalla de Salinas, donde el conquistador derrotó a los partidarios del también español Diego de Almagro, quien se había sublevado. Lima, que había sido fundada el 18 de enero de 1535 se convirtió muy pronto en la sede principal donde los españoles corrían toros para celebrar faustos acontecimientos. La vistosidad del espectáculo hizo que naturales y mestizos acogieran esta fiesta con inusitado entusiasmo, creciendo su afición y extendiéndose rápidamente por territorio peruano. Noticias más concretas nos indican que el 29 de marzo de 1540 se celebró en Lima un festejo en el que el propio Pizarro, quien era hábil lidiador a pesar de sus 65 años de edad, su hermano Hernando y Diego Ramírez de Haro, uno de sus capitanes, rejonearon tres toretes en la hacienda Maranga, prueba inequívoca de que los españoles echaban de menos sus diversiones. En los alrededores de Lima se inició la cría de ganado vacuno, entre el que pronto aparecieron toros que braveaban, los conquistadores empezaron a seleccionarlo y separarlo para poder surtir el creciente número de festejos taurinos que iban surgiendo por todas partes. En 1556 el marqués de Cañete, tercer virrey del Perú, estableció normas para el mejor orden de los festejos taurinos, los cuales deberían celebrarse en lo sucesivo en la Plaza Mayor de Lima, por la llegada de un nuevo virrey, el matrimonio de los reyes de España, el nacimiento de un heredero del trono y en determinadas festividades religiosas. 150 El mundo de tauro
Los jesuitas tuvieron a encomienda, en 1568, de llevar a Perú reses navarras que, al juntarse con bovinos de procedencia andaluza, dieron pie al surgimiento del ganado criollo utilizado en las corridas de toros. El clero exigió que las corridas no se celebraran ni en domingo ni en día de fiestas religiosas, argumentando que la gente dejaba de ir a la iglesia, acordándose ofrecerlos en lunes o en días
Plaza limeña de Acho
anteriores o posteriores a las festividades. En esos espectáculos se lidiaban toros en la mañana y por la tarde. Para la celebración de las corridas se levantaban palcos talanqueras, tablados y barreras alrededor de la Plaza Mayor, haciendo los organizadores derroche de fastuosidad, surgiendo de inmediato los pleitos para ocupar las mejores localidades, siendo protagonistas principales el virrey Guadalcázar y el obispo Villarroel. Vale mencionar que quienes recibían el grado de doctor en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, debían ofrecer una corrida a la afición limeña como agradecimiento por la enseñanza recibida. En las corridas que se celebraban en tiempos del virreinato, no se anunciaba el nombre de los toreros, pero sí el número de rejoneadores, picadores y toreros de a pie, entre los que figuraban los “parlapanes”, una especie de payasos que entretenían al público con gestos y piruetas. En cambio, si se daba a conocer el nombre, pinta y procedencia de cada uno de los toros a lidiarse, siendo de las ganaderías del Gallardete, Overo, Huando, El Invencible, Retinto, de Bujama, entre otras, las más socorridas. Se afirma que Juan de Valencia fue el primer diestro peruano que actuó en suelo español. Toreaba a caballo y dicen gozó de buen cartel en la corte, pues su familia de origen zamorano presumía de linaje real, señalándose que rejoneó en la Puerta del Sol madrileña, el 2 de octubre de 1641, en la festividad de Nuestra Señora del Buen Suceso. Regias fiestas hubo en Lima durante la década de los sesentas del siglo XVII, resultando animadas y variadas, participando en ellas el virrey Conde de Alba, caballeros y rejoneadores. Hubo mojigangas y hasta se soltó un toro para los indios, quienes salieron a garrochar un astado, entre el contento general. Los festejos no sólo gustaban a los españoles, también a los indígenas, quienes al principio iban como espectadores, pero que con el tiempo se convirtieron en “toreadores”, al grado de que en un concilio provincial el clero solicitó: “que no se corran toros entre indios, ni por semejante ocasión les hagan poner las talanqueras sin pagarles y haciéndoles perder la misa en día de fiesta”. El mundo de tauro 151
Pintura de un capeador a caballo
Con el nacimiento del siglo XVIII en la fiesta de los toros peruana empezó a predominar el toreo a pie, actuando con mayor regularidad toreros profesionales en Lima y hasta en los pueblos más pequeños, surgiendo también los “capeadores a caballo”, una forma muy particular de torear originaria de este país, que acabó por convertirse en el toreo nacional. En 1756 se levantó en Lima su primera plaza de toros, era de madera, y los beneficios que dejaban los festejos se cedían a las obras de reconstrucción del Hospital de San Lázaro, destruido por un terremoto acaecido diez años atrás. El virrey Manuel de Amat mandó construir un coso fijo en esa ciudad, el de “Acho”, siendo estrenado, sin terminar, el 30 de enero de 1776. Curiosamente, los limeños entraban a los tendidos a las diez de la mañana y se iban cuando terminaban de lidiarse los veinte astados anunciados en cada festejo. En la temporada de 1780 participaron los matadores españoles Manuel Romero “El Jerezano” y Antonio López; picadores y rejoneadores fueron José Padilla, Faustino Estacio, José Ramón y Prudencio Rosales, y los capeadores de a caballo José Lagos, Toribio Mújica, Alejo Pacheco y Bernardino Landaburu. Tres suertes dominaban el toreo peruano en esa época: la del puñal, la monta de toros a pelo o ensillados y el capeo desde la cabalgadura.
Angel Valdez “El Maestro” 152 El mundo de tauro
Tras la proclamación de Independencia, el 28 de julio de 1821, continuaron las corridas de toros en suelo peruano, actuando toreros nacionales y mexicanos, con la excepción del gaditano Vicente Tirado, quien residía en el Perú y era muy querido por la gente. Quedando temporalmente al margen de los festejos el picar y banderillear a los toros. Fue hasta enero de 1849 que volvieron a Perú los coletudos españoles. Cabe destacar que en 1859 se presentó en Lima el torero nacional Angel Valdez “El Maestro”, valeroso diestro que ejerció la profesión durante medio siglo, retirándose el 19 de septiembre de 1909, aunque por enfermedad tuvo un largo receso de siete años. La tarde de su adiós, con setenta años de vida, mató a su último toro, que no había sido picado, de soberbia estocada. Cuenta la historia que durante su carrera despachó tres mil toros y que actuó en Lima en quinientos festejos. Toreó en España solitario festejo, en Madrid, el 2 de septiembre de 1883. Dos diestros peruanos de cierto nombre en la misma época de “El Maestro”, fueron Mariano Doria “Concayano” y Germán de León “Facultades de Lima”, torero de color que actuó como novillero en ruedos iberos. Muchos años más tarde, el primero que se doctoró en España fue Carlos Sussoni, lo hizo en el coso de Guadalajara de manos de “Saleri II”, el 23 de octubre de 1927.También por el viejo Continente se dejaron ver los “capeadores a caballo”, Juan Francisco Céspedes, “El Coruncho Asín” y Juan Gualberto Asín, quienes sorprendieron con sus actuaciones. Ya en el siglo XX, con una fiesta encarrilada, llegaron las grandes figuras de España y México, como José Gómez “Joselito, Juan Belmonte, Ignacio Sánchez Mejía y el mexicano Rodolfo Gaona, toreros que estaban de moda en ruedos europeos, así como una larga lista de coletudos iberos y del país azteca. A mediados de los años cuarenta del siglo pasado surgieron con mucha fuerza la rejoneadora Conchita Cintrón, quien alcanzó sonoros triunfos en el mundo de Tauro. Fue discípula del portugués Ruy de Cámara. En México, debutó en El Toreo de la capital, en agosto de 1939, cosechando muchos lauros, pues además echaba pie a tierra, siendo muy querida por la afición azteca. Filmó junto al diestro Pepe Ortiz la película “Maravilla del toreo”. Se presento en Sevilla y Madrid en 1945, toreando por esos lares hasta el 49. Se fue de los ruedos en 1950, el 18 de octubre, tras actuar en Jaén. Montani, por su parte, se hizo matador de toros en Barcelona ante “Treinta y tres” de Domingo Ortega que, el 15 de agosto de 1944, le cedió “Gitanillo de Triana en presencia de Carlos Arruza; confirmándola en Madrid el 20 de septiembre siguiente, con Pepe Bienvenida y “El ciclón mexicano”, con reses de Alipio Pérez Tabernero. En 1944 un grupo de aficionados limeños encabezados por Fernando Graña Elizalde, Alejandro Graña Garland, José Antonio Roca Rey decidieron arrendar por veinte años el coso de “Acho”, con la condición de que aumentaran su cupo de seis mil setecientos a trece mil trescientos aficionados. La tradicional Feria Taurina del Señor de los Milagros nació el 12 de octubre de 1946, convirtiéndose en una de las más importantes del mundo de tauro. Esa tarde hicieron el paseíllo “Manolete”, el mexicano Luis Procuna y el local Alejandro Montani para matar ganado azteca de La Punta. Acordándose otorgar al triunfador un galardón denominado “Escapulario de Oro”, imagen tallada en alto y bajo relieve, en oro de dieciocho quilates. El primero en obtenerlo fue Procuna, el famoso “Berrendito” de San Juan”. A partir de 1969 se concede también el “Escapulario de plata” a la mejor ganadería. La figura cumbre del Perú es, sin discusión Andrés Roca Rey, quien desde su nacimiento oyó hablar de toros en su casa. Su abuelo administró durante varios años el coso limeño de Acho, El mundo de tauro 153
Andrés Roca Rey
su padre fue empresario de esa plaza, su tío José Antonio rejoneó y su hermano Fernando es matador de toros. No había pierde, tenía que ser torero. Para festejar su onomástico, a los siete años se enfrentó a una becerrita. Su primer becerro lo estoqueó en la placita de Paijan, cuando andaba por los diez y acabando de cumplir los once se presentó en Acho, en un festival, alternando con cinco matadores de toros, entre ellos su hermano Fernando, saliendo ambos a hombros. También actuó en plazas de Ecuador y Venezuela, así como en diversos cosos de su país. Muy joven viajó a España con el afán de hacerse torero. Se inscribió en la Escuela Taurina de Badajoz y de la mano del torero en retiro José Antonio Campuzano, toreó mucho en el campo como preparación. Empezó a torear sin picadores en el 2013, triunfando por doquier, culminando esta etapa de su vida torera con salidas a hombros en Valencia y Huelva. Debutó, con hombres del castoreño en el ruedo francés de Captieux y a partir de esa tarde ya nadie detuvo su meteórica carrera taurina. Tras exitosa campaña en ruedos de Colombia y Perú, regresó a Europa para debutar en Las Ventas de Madrid, en el 2015, saliendo por la puerta grande tras cortar la oreja de cada uno de sus enemigos; en Sevilla también cortó dos apéndices y lo sacaron por la Puerta de cuadrillas, haciéndose también el amo en suelo francés. Sin estar repuesto de una cornada y una pequeña fractura, se convirtió en matador de toros en el anfiteatro de Nimes, Francia, el 19 de septiembre de 2015, ante “Pocosol” de Victoriano del Río. Enrique Ponce fue su padrino y Juan Bautista, el testigo, saliendo a hombros por la Puerta de los Cónsules, tras cortar dos orejas. En Madrid la confirmó el 13 de mayo de 2016 de manos de Sebastián Castella, ante el testimonio de Alejandro Talavante, cortando dos orejas a un sobrero del Mayalde, al que le tumbó dos apéndices, volviendo a salir en volandas. Roca Rey salió disparado como una gran figura y desde entonces su nombre engalana los carteles de todas las plazas del mundo de Tauro. Las empresas se lo pelean y él responde en el ruedo triunfando y cortándole las orejas a sus enemigos. 154 El mundo de tauro
Otro torero peruano que está haciendo mucho ruido es el limeño Joaquín Galdós, hijo del ganadero y matador de toros Alfredo Galdós. Como todo soñador de gloria en el toreo, también viajó a la madre patria para lograr su objetivo. Se acercó al torero Angel Gómez Escorial para que le ayudara y puliera su quehacer taurino. Ha batallado como todos para abrirse camino, pero con constancia ha logrado llamar la atención de empresas y aficionados. Debutó con picadores en la plaza de Málaga el 17 de agosto del 2014, alternando con Fernando Rey y Ginés Marín, en la lidia de reses de Fuente Rey, para luego de exitosa campaña de 34 novilladas, pisar la plaza de Las Ventas el 25 de mayo del 2015, en pleno San Isidro, junto a Martín Escudero y Francisco José Espada, con novillos de El Montecillo y Dolores Rufino Martín. La alternativa la recibió en la feria francesa de Istres, el 19 de junio del 2016, de manos de José Mari Manzanares en presencia de López Simón, con toros de El Pilar. Confirmó la alternativa en Madrid el 1º de junio del 2017, siendo su mejor temporada la del año pasado, cuando sumó 22 corridas. La lista de matadores peruanos es larga y a los ya mencionados podemos agregar, sin que estén todos, a Adolfo Rojas, Paco Céspedes, Guillermo Rodríguez “El Sargento”. Miguel López “El Trujillano”, Ricardo Higa Mitsuya, Marcos Méndes “La Palmera Negra”, Rogelio Cervantes “El Inca”, Daniel Palomino, Rafael Puga Castro, Ricardo Bustamante, Fredy Villafuerte, Guillermo Santillana, Joselito Valdez Juan Carlos Cubas y Fernando Roca Rey, hermano mayor de Andrés. La vacada brava peruana consta de buen número de importantes ganaderías, algunas tienen su origen desde el siglo XIX, pero ya en la actualidad han sido muy depuradas con la llegada de vacas y sementales españoles y años atrás, mexicanos. La plaza de Acho la manejan en la actualidad Casa de Toreros de México y un grupo de taurinos peruanos, entre los que está el padre de Andrés Roca Rey.
Uruguay
En 1516 el español Juan Díaz de Solís llegó a un territorio poblado por indígenas charrúas, chanaes y guaraníes, internándose por el hoy llamado, Río de la Plata. Fueron emboscados y muertos todos sus acompañantes. En 1527 Sebastián Gaboto levantó el primer campamento fortificado frente a la confluencia del río Paraná, construyendo al poco tiempo el fuerte de San Salvador. A muchos problemas se enfrentaron los conquistadores, siendo hasta 1611 cuando, el gobernador Hernando Arias de Saavedra introdujo a esa zona ganado vacuno, reproduciéndose rápidamente. Ya había ganado en Uruguay, pero por diversas leyes abolicionistas no se podían correr toros como en otras partes. Fue hasta 1776, que el Cabildo de Montevideo construyó un coso en el que, por otra prohibición, sólo se celebraron dos corridas con cuatro capeadores, un picador y dos banderilleros, con astados embolados. Catorce años después, en el mismo lugar, el español Sancho Escudero levantó uno nuevo y en él ofreció ciento veintidós festejos, obteniendo cuantiosa ganancia que generosamente donó a la iglesia Matríz y al Hospital de Caridad. Durante el siglo XIX se incrementó la afición a los toros a pesar de los problemas políticos que eran el pan nuestro de cada día. Toreros importantes de España actuaron en Uruguay, El mundo de tauro 155
destacando Manuel Domínguez “Desperdicios”, Fernando Gómez “El Gallo”, Luis Mazzantini, “El Ecijano” y Joaquín Sanz “Punteret”, quien, el 26 de febrero de 1888, toreando en la plaza “Unión” de Montevideo, resultó herido mortalmente, provocando su deceso nueva prohibición a la fiesta. En 1898 la Cámara de Diputados volvió a darle luz verde a las corridas, pero con la condición que los toros estuvieran embolados, para, según los legisladores, ahorrarle al público el espectáculo de ver toreros corneados, caballos heridos o muertos. La fiesta tenía muchos partidarios y a pesar de las broncas, se levantó una placita en Villa Colón, donde se celebraron algunos festejos. Aflojaron un poco las prohibiciones y en enero de 1910 se inauguró en Montevideo el coso “Unión”, para diez mil espectadores, toreando esa tarde los hermanos Ricardo y Manuel Torres, con ganado español de Nandín. Como anécdota de ese festejo, diré que antes de la lidia del último toro tuvo que repetirse el paseíllo, porque unos aficionados provenientes de la vecina Buenos Aires, habían llegado tarde a la corrida. Esa temporada también actuaron los hispanos Antonio Fuentes, Enrique Vargas “Minuto”, Fermín Muñoz “Corchaito”, Angel Carmona “Camisero”, Manuel González “Rerre”, Juan Sal “Saleri”, Joaquín Capa “Capita” y Manuel García “Revertito”, prueba inequívoca de la afición existente, en aquel tiempo, en suelo uruguayo. La nueva prohibición de espectáculos taurinos, aplicada en 1918, la # 5657 establecía el no permitir espectáculos que implicaran crueldad a los animales, como las corridas de toros, el tiro de la paloma, las peleas de gallos, etc. El “Club Guerrita” construyó una plaza en el Parque Central, para que, el 29 de febrero de 1920, en un festival clandestino, el famoso José Gómez “Joselito” matara un novillo y diera una alternativa simbólica a su amigo Juan Antonio Magariños, en presencia de Gabriel Hernández “Posadero”. Terminado el festejo la figura española embarcó en el “Infanta Isabel de Borbón”, navío que lo llevaría a España para la cita que tenía con “Bailaor”, de la Viuda de Ortega, en el ruedo de Talavera de la Reina. En 1935 se emitió una ley que únicamente autorizaba las corridas de toros en el Departamento de Colonia, con la condición de que un porcentaje de la entrada bruta se destinara, por partes iguales, al Ministerio de Salud Pública y al municipio de Colonia. Los últimos festejos taurinos celebrados en Uruguay, los organizó el Club de Futbol de Montevideo, gracias a un permiso especial que le otorgó el presidente Adolfo Baldomir. Se dieron en 1936 y 37, actuando Guillermo Martín, quien se convirtió oficialmente en el único matador con alternativa en ese país, Manolo Martínez y Adolfo Rojas “el Nene”. Hubo nuevos intentos por dar toros en los años sesenta y setenta, pero lamentablemente no prosperaron.
Venezuela
Costó trabajo que la fiesta de los toros se adueñara de Venezuela, la razón la provocaron
misioneros franciscanos y dominicos que, al llegar con los conquistadores, no la apoyaron al ser menos aficionados al toreo, que los jesuitas. Además, los apoyaban banqueros alemanes Weiser de Augsburgo, que, enviados por Carlos V, no tenían sangre torera en las venas. 156 El mundo de tauro
Las reses traídas de España pronto se adaptaron a sus nuevas tierras de pastizaje, pues eran similares a las marismas del Guadalquivir de donde procedían, desarrollando, de paso, ciertas características del ganado cimarrón que pronto permitió a los hispanos y nativos realizar un toreo popular, pintoresco y arriesgado, aunque no muy ortodoxo. La primera noticia sobre la celebración de corridas en esas tierras, data de 1573, cuando Caracas apenas tenía seis años de haber sido fundada y ya se corrían toros. Los primeros escenarios taurinos se edificaron en la recta final del siglo XVIII en Caracas y Maracaibo. Varios fueron los de la capital, donde llegaron a haber siete plazas en ese tiempo, funcionando algunas hasta mediados del XIX. Años en que su toreo se inclinaba más a lo espectacular, a lo cómico y a las mojigangas, destacando por su valentía y comicidad, Ramón González y Gregorio Pino, y otros como José Ignacio Patón, muerto por una cornada en el vientre. Fue hasta finales del siglo XIX que las cosas cambiaron con la llegada de los primeros toreros hispanos. Se organizaron corridas formales y pronto acaparó la atención el ver en acción a
“Diamante” Negro”, al centro, con Pepín Martín Vázquez y Antonio Bienvenida
diestros como Bernardo Gaviño, Tomás Parrondo “Machao” y Diego Prieto “Cuatro Dedos”, Manuel Hermosilla y Paco Frascuelo, entre otros. Lidiándose astados españoles En 1909 accede a la presidencia de Venezuela el Gral. Juan Vicente Gómez, gran aficionado a los toros y ganadero de ganado bravo y criollo. A él se debe la construcción del coso de Maracay y la fundación, junto con sus hijos de la ganadería de Guayabita, cruzando su ganado con otro que importó de España. El “Nuevo Circo de Caracas” fue inaugurado en 1919, sustituyendo al antiguo “Circo metropolitano”, aprovechando terrenos del matadero municipal. Su cupo es para doce mil espectadores y es de estilo neo-morisco. La inauguraron con un festejo matutino y ganado criollo Serafín Vigiola “Torquito” y Alejandro Sáez “Alé”. El 8 de octubre de 1984 la Junta Nacional Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación lo declaró Monumento Histórico Nacional. No faltó quien quisiera demolerlo, pero en 1998 lo nombraron “Bien de interés cultural”. Hoy en día está, lamentablemente, cerrada a piedra y lodo para el toreo. Una pena. Volviendo un poco en el tiempo, en los veinte del siglo pasado empiezan a aparecer toreros venezolanos como Paco Mirabal, Eleazar Sananes, quien el 17 de mayo de 1922 se alternativó en Madrid De manos de Juan Sanz “Saleri” y junto a Juan Anllo “Nacional II” y Marcial Lalanda, ante reses de Gamero Cívico; y Julio Mendoza quien, el 11 de septiembre de 1927, recibió la El mundo de tauro 157
borla de matador de toros en Salamanca, España, con Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” y astados de Fabián Mangas, confirmándola, una semana después, en Madrid, con Luis Fuentes Bejarano y Fermín Espinosa “Armillita Chico”, matando ganado de Martinho Alves do Río. Estos dos son los primeros matadores venezolanos de la historia. La mayoría de edad de la torería de este país sudamericano se inicia a mediados del siglo pasado con Luis Sánchez “Diamante Negro”, quien tras exitosa campaña novilleril en Iberia recibe la alternativa de manos de Paco Muñoz ante el testimonio de Manolo González en Granada en 1948. Dos años más tarde la confirmó en Madrid con Antonio Bienvenida y Pepín Martín Vázquez. Otro venezolano que incursionó en España fue Alí Gómez, pero se doctoró en “la México”, el 20 de febrero de 1949, de manos de Alfonso Ramírez “El Calesero” y Luis Procuna de testigo, ante “Muñeco” de Pasteje. Otros matadores de esa época son Eduardo Antich, Juan Flores “Brillante negro”, Oscar Martínez Natera y Adolfo Rojas “Morenito de Caracas”. Tras estos matadores, surge el coloso de Venezuela, César Girón “El cóndor de los Andes”. Encabezando una dinastía que continuaron sus hermanos Francisco (Curro), Rafael, Efraín y Freddy, sin que ninguno de los cuatro lograra superarlo, pues era mucho torero, con garra y tesón impresionantes. César Girón Muy joven se lanzó de espontaneo, en el “Nuevo Circo”, en festejo en el que actuaba la cuadrilla infantil mexicana de Querétaro. Tras formarse en su país viajó a España para debutar en Barcelona en marzo de 1952 y sumar cuarenta y seis festejos menores. La alternativa la tomó en la ciudad Condal el 28 de septiembre de ese año, viajando a la península Carlos Arruza para concedérsela, ante el testimonio de “Parrita”, con “Farolillo” de Urquijo, merced a sus continuos éxitos se colocó de inmediato al frente del escalafón.
Antes de hacerlo en la capital ibera, la confirmó en México el 4 de enero de 1953, llevando de padrino a Manuel Capetillo y de testigos a José María Martorell y Jorge “Ranchero” Aguilar, con “Canastillo” de Tequiquiapan, al que le cortó una oreja. Hasta el 14 de mayo del 55 lo hizo en Las Ventas, junto a Antonio Bienvenida y Pedro Martínez “Pedrés”, con ganado de Cobaleda. Una tarde memorable la tuvo en el coso limeño de Acho, el 1º de noviembre de 1954, cortó cuatro orejas, dos rabos y una pata a magnífico encierro de Huando, siendo paseado a hombros y haciéndose merecedor del “Escapulario de Oro” de la feria de ese año. A partir de esa tarde se prohibió conceder patas a los toreros. En importancia lo siguió Curro, quien hizo muy buenas campañas en España sumando gran número de festejos. Tomó la alternativa junto a su hermano Rafael en el coso catalán, el 27 de septiembre de 1956, siendo padrino de ambos, César. A Efraín también lo hizo matador de toros en Barcelona, en 1963. El tercero de la dinastía optó por cambiar el oro por la plata al convertirse en banderillero. 158 El mundo de tauro
A la lista de matadores venezolanos debo agregar a César Faraco, Joselito Torres, Carlos Saldaña, Sergio Flores, Sérvulo Azuaje, Carlos Málaga “El Sol” y José Nelo “Morenito de Maracay”, quien ha toreado con éxito en ruedos españoles durante varios años, y varios más que no han brillado mucho en el mundo de tauro. Hay en Venezuela buen número de ganaderías de reses bravas, que suponemos siguen existiendo, pues son escasas las noticias que se saben de lo que sucede con la fiesta brava en su territorio. Venezuela cuenta con ferias importantes como las de Mérida, San Cristóbal, Valencia, Maracay, Maracaibo y otras de menor importancia. Lamentablemente, hoy en día, por la situación que atraviesa este país hermano, los festejos han disminuido considerablemente. Una pena.
Los toros en otros países del mundo Africa
Por su cercanía con la Península Ibérica, Argelia, Marruecos Tánger y Mozambique, tres países
africanos, también han sido escenario de festejos taurinos, al grado de haberse construido desde el siglo antepasado plazas con un aforo superior a los diez mil espectadores, lamentablemente, hoy en día, son pocos los que funcionan. A partir de finales del siglo XIX empezaron a celebrarse festejos en Argelia, construyéndose en el barrio árabe de Vilage de Oran un coso de madera. Fue inaugurado el 27 de mayo de 1890 por los iberos Mazzantini y “Gaceta”, quienes por disposición de las autoridades no mataron a los astados. En 1910 se levantó, ahí mismo, una plaza de mampostería para catorce mil personas llamado “Nouvelles Arenes Ornaises”, abriendo sus puertas el 14 de julio de ese año, con Vicente Pastor y Tomás Alarcón “Mazzantinito”, lidiando astados de Concha y Sierra. En el último festejo efectuado en ese escenario torearon, el 15 de julio de 1936, Domingo Ortega y Joaquín Rodríguez “Cagancho”, ante toros de la ganadería del diestro de Borox. Largos dieciocho años dejó de haber toros en ese país y fue hasta 1954 en que, en una nueva plaza, hubo dos corridas con los iberos Domingo Ortega, Antonio Bienvenida, Dámaso Gómez, Rafael Ortega y Pablo Lozano, quienes mataron reses de Manuel González y Antonio Pérez. Y ya no hubo más en esta ciudad, al menos de forma profesional. En Marruecos la fiesta brava apareció hasta el siglo XX, inaugurando su primera plaza de madera en Casablanca, en 1913, para ocho años más tarde ser remozada e inaugurada por Juan Sal “Saleri”, Manuel Varé “Varelito” y Manuel García “Maera”, con ganado del Conde de la Corte. Nuevas reformas para reabrir sus puertas, el 8 de marzo del 53, como “Les Arenes de Casablanca”, con seis de Sánches Fabrés que lidiaron José María Martorell, “Calerito” y el mexicano Jesús Córdoba. Este coso funcionó hasta el 2 de marzo de 1969, cuando Antonio Ordóñez, Santiago Martín “El Viti” y Angel Teruel se enfrentaron a astados de Fermín Bohórquez. En Tánger, el 27 de agosto de 1950 se estrenó una plaza para 11,500 espectadores, estando en los programas el caballista Angel Peralta y los espadas Luis Parra “Parrita”, José María Martorell y “Calerito”, con uno de Juan Belmonte, para rejones, y seis de Fermín Bohórquez para los de a pie. Aquí toreó Carlos Arruza cuando estaba roto el convenio taurino hispano – mexicano. Cerró sus puertas varios años y para reabrirlo bajaron su aforo a ocho mil personas. La fecha fue el 12 de julio del 70 con el venezolano César Girón, Gabriel de la Casa y Juan José lidiando reses de Pablo Lozano. Ahí toreó también Manuel Benítez “El Cordobés” la tarde que se doctoró Manolo Lozano. El mundo de tauro 159
Mozambique, que fuera protectorado portugués tuvo fiesta brava y hasta un matador de toros que trató de abrirse camino en ruedos españoles, en la década de los setenta. Este país africano tuvo su primera plaza de toros en 1909, gracias al empeño del banderillero lusitano Tomás Rocha, quien levantó un coso de madera en terrenos del Turf Club, en Lourenco Marques, la actual Maputo, capital del país, y que funcionó durante varias décadas. En 1950 el Club Tauromáquico de esa ciudad construyó una nueva que fue inaugurada el 5 de noviembre de ese año, por el rejoneador Bento Teixeira y el famoso diestro Manolo dos Santos, celebrándose una temporada, con ases lusitanos y españoles, que entusiasmó a la población. Tiempo después y con dinero de una aficionada inglesa, se levantó un coso de mampostería para seis mil trescientos espectadores, que abrió sus puertas el 29 de agosto de 1956, con los caballistas Francisco Sepúlveda y Luis Ataide, un grupo de forcados y los matadores Manolo y Antonio dos Santos. Por falta de promoción, entre otras cosas, la fiesta decayó en este país africano, pero cosa curiosa, el 8 de noviembre de 1947 vino a este mundo, en Lourenco Marques, Ricardo Chibanga, un niño de raza negra que con el tiempo se convirtió en matador de toros. Se presentó en Madrid en 1970 y tomó la alternativa el 15 de agosto del año siguiente, en Sevilla, de manos de Antonio Bienvenida, en presencia de Rafael Torres, ante ganado de Antonio Pérez, y la confirmó en Madrid el 14 de abril de 1974 llevado de padrino a Sánchez Bejarano y de testigo Gregorio Lalanda, con reses de Charco Blanco. Pese a ser un torero valiente y fácil banderillero, la suerte no le acompañó, por lo que optó por viajar a su país de origen, donde siguió toreando lo que buenamente pudo. Otras ciudades del norte de Africa, que pertenecen a España, en donde también se han celebrado corridas de toros son Ceuta, donde se inauguró un coso en 1928, y Melilla, que tiene una plaza para ocho mil espectadores y que empezó a funcionar, el 6 de septiembre de 1947, con Domingo Ortega, “Gitanillo de Triana” y Luis Miguel Dominguín, matando toros de Santa Coloma.
En
Estados Unidos
la Unión Americana se han dado festejos taurinos desde hace casi cien años. En julio de 1927 se contrató a los becerristas españoles Manolo y Pepe Bienvenida para que torearan en Nueva York. Sólo pudieron celebrarse dos, en Coney Island, porque, pese a ser incruentos, se impuso la Sociedad Protectora de Animales e impidió hubiera más. A lo largo del siglo XX y del actual se han organizado en diversas poblaciones estadounidenses corridas incruentas, principalmente en California, donde residen buen número de portugueses que celebran temporadas en placitas fijas y portátiles a las que asisten muchos aficionados, toreando diestros mexicanos, lusitanos y españoles, así como rejoneadores aztecas y portugueses, sin faltar los grupos de forcados. Ahí también hay ganaderías que surten este tipo de festejos. Ha habido corridas incruentas en Houston, Las Vegas, San Antonio y otras ciudades de este país vecino que han llamado mucho la atención, pero nunca falta el negrito en el arroz que 160 El mundo de tauro
Harper B. Lee
evita se incremente su número. En algunos de estos festejos han participado, entre muchos otros, toreros importantes como Manuel Capetillo, Paco Camino. Humberto Moro, Jaime Bravo, José Ramón Tirado, así como diversos caballistas. La torería ha llamado también la atención a buen número de norteamericanos, siendo Harper B. Lee, quien encabeza la lista, a partir de finales de la primera década del siglo pasado. Se presentó de novillero en “El Toreo” de México en 1909, convirtiéndose en matador de toros al año siguiente en el coso de Monterrey, de manos del español Tomás Alarcón “Mazzantinito”. La revolución mexicana le impidió continuar con su carrera y se retiró en 1911. Sidney Franklin, muy jovencito viajó a España con la ilusión de hacerse torero, debutando, en 1929, ‘pisando los ruedos de Sevilla, Madrid, Bilbao y Valencia, entre otros de importancia. En México, en el coso de Nuevo Laredo, el 22 de febrero del 31 recibió la alternativa de manos de Marcial Lalanda y la confirmó en Madrid hasta el 18 de julio de 1945, con Luis Gómez “El Estudiante” y “Morenito de Talavera, en el cartel. Fue el primer torero norteamericano que confirmó su doctorado en la capital española. Pintura de John Fulton
John Fulton viajó a México para estudiar pintura, aficionándose muy pronto a los toros, toreando como novillero aquí y en España, recibiendo la alternativa en la Maestranza de manos de José María Montilla, en 1963, y confirmándola en Madrid cuatro años después. Poco toreó en España, para retirarse en 1982 y dedicarse a pintar, teniendo su estudio en el barrio de la Santa Cruz de Sevilla, donde falleció. Robert Ryan, además de torero también domina otras facetas del arte, pintor, escultor, poeta y escritor. Autor de dos obras de literatura taurina como “Vestigios de sangre”, premiada en España, y “El toreo de capa”. Como novillero actuó en México y Europa, doctorándose en Tijuana de manos de Raúl García. Otros matadoes estadounidenses, son Baron Clements a quien doctoró Sidney Franklin en Tijuana, 1959.Diego O´Bolger se hizo matador de toros en Tijuana en agosto de 1969 de manos de Manolo Espinosa. Richard Corey era un diestro valeroso que tras torear en México se doctoró por partida doble en España, primero en Guadalajara y luego en Cabra. David Renk torero texano que actuó bastante como novillero en suelo azteca para doctorarse en 1981, en Ciudad Juárez y confirmarlo en “la México” en 1983, para convertirse en el primer norteamericano en hacerlo en la capital. Dennis Borba toreó de novillero en Portugal y México, recibiendo la alternativa en Mazatlán, de mans de Manolo Arruza en 1986. Es el último torero estadounidense que se ha doctorado desde entonces. No podemos dejar fuera a dos toreras que, en un momento, brillaron en plazas de México Patricia Mc Cormick y Betty Ford, así como la rejoneadora Patricia Hayes. El mundo de tauro 161
China
Si en el lejano oriente también se han dado algunos festejos taurinos. Fue en octubre del
2004 cuando se celebró por primera vez una corrida en Shangai, tarde en que actuaron los españoles José Ignacio Ramos e Iván García, así como el ecuatoriano Guillermo Albán, quienes lidiaron ganado mexicano de La Soledad. Quedando los siete mil espectadores que fueron al escenario acondicionado, muy satisfechos con lo visto. Posteriormente, hubo nuevos intentos, pero los costos de organización resultaban muy altos y no funcionó el negocio. En octubre de 1971 se dieron dos corridas en Belgrado, Yugoslavia, en el estadio “Tas”, actuando el rejoneador Alfredo Conde y los matadores Luis Miguel Dominguín y el francés Roberto Piles, quienes lidiaron astados de Carlos Núñez y de Guardiola. En Canadá también se han dado corridas incruentas, pero con más pena que gloria.
El rejoneo El toreo, como es de todos sabido, se inició a caballo. Cabe recordar que, cuando los moros ocuparon la Península Ibérica, los invasores y los nobles locales se preparaban para la guerra alanceando toros, costumbre que perduró por siglos. Se dice que desde antes del mítico Cid y de los monarcas castellanos Enrique II, Enrique IV, Juan I, Juan II, reyes y caballeros gustaban de alancear toros, pero cuando Isabela Católica y Fernando de Aragón ocuparon el trono español se modificó la lanza por el rejón, en un afán de hacer menos salvaje ese tipo de “toreo”. Posteriormente, Carlos I y Felipe IV, para regocijo de la nobleza y la plebe también gustaban de enfrentarse a los astados. Al ocupar los Borbones, con Felipe V, el trono de España, el toreo a caballo fue a menos por los gustos afrancesados del monarca que tuvo que acatar la nobleza, pasando el toreo a caballo a un segundo término en suelo hispano y empezando a aparecer el toreo a pie. En Portugal el alancear toros también gustaba desde la época de Sancho I “El Poblador”, quien gustaba de practicar la montería taurina, pero los primeros testimonios históricos del “toreo a caballo” en ese país, datan de 1258, cuando Alfonso III “El Reformador”, nieto del primero, gustaba de la montería taurina. Al igual que en España, durante los siglos XIII y XIV las bodas y otras fiestas reales eran acompañadas por “corridas de toros”, en las que seguramente los caballeros alanceaban toros a caballo y el pueblo los capeaba a pie como buenamente podía. Quizá por las bulas papales fue que en suelo lusitano empezaron a correrse los toros despuntados o con fundas de cuero en los pitones, a partir de 1573, siendo el monarca Sebastián uno de sus impulsores, algo que se sigue haciendo en la actualidad en todas las corridas. Ya he mencionado que el rejoneó practicado por la nobleza española, desapareció, prácticamente, en 1700, cuando llegó al trono Felipe V, pero en Portugal no hubo cambios y los caballistas siguieron luciéndose con una fastuosidad impresionante, pues previo al paseíllo de los rejoneadores, desfilaban suntuosas carrozas bellamente adornadas. En suelo lusitano, don Pedro José da Alcántara de Menezes “Marqués de Marialva”, fue uno de los personajes más famosos de la corte de don José I, defensor de Lisboa tras los ataques argelinos. Fue el jinete más importante de su época, debiéndose a él el tratado “Luz da liberal e noble arte da caballería”, escrita en 1790. Tal fue la popularidad de esta obra, que en Portugal 162 El mundo de tauro
al arte de montar a caballo le llaman “El arte de Marialva”, nombre que suele aplicarse en la actualidad al rejoneo. El rejoneo es lo más importante dentro de la fiesta brava de Portugal, pues el toreo a pie ocupa un segundo lugar. A través del tiempo muchos son los caballistas ahí surgidos, siendo cinco de los más destacados Joao Branco Nuncio, Simao da Veiga, José Samuel Lupi, Joao Moura y Diego Ventura, por sólo mencionar a los más brillantes, ya que la lista es inmensa. Quiero mencionar que tuve la fortuna de estar en Lisboa, en el coso de Campo Pequenho, la noche en que Joao Branco Nuncio celebró, en mayo de 1973, sus bodas de oro como rejoneador de alternativa. Fue un acontecimiento nacional al que asistieron los presidentes de Portugal y de Mozambique, actuaron seis rejoneadores Don Pedro José de Alcántara de Menezes encabezados por Nuncio, con setenta y dos años Marqués de Marialva de edad. Uno de los actuantes fue el mexicano Gastón Santos y lidió un astado Antonio Odóñez, participando también seis grupos de forcados. El primer rejoneador importante de España fue el cordobés Antonio Cañero, quien en su incios fue torero de a pie, convirtiéndose en profesional del toreo a caballo en 1923. A él se debe haber roto los viejos moldes en la vestimenta de siglos atrás, implantando una indumentariaa de estilo campero andaluz, haciéndose acompañar por dos banderilleros y echando pie a tierra para matar a su enemigo, cuando fallaba con el rejón de muerte. Se retiró en 1952. Tras Cañero la lista de rejoneadores españoles que han alcanzado renombre es extensa. Creo que el segundo en inportancia es Alvaro Domecq y Díez, un personaje importante como caballsita y ganadero de reses bravas, Alvaro Domecq Romero, Gregorio Moreno Pidal, Joaquín Moreno de Silva, los hermanos Angel y Rafael Peralta, Fermín Bohórquez, Manuel Vidrié, Ginés y Andy Cartagena, Leonardo Hernández y muchos más. En los últimos tiempos el rejoneo ha florecido y por doquier surgen nuevos caballistas en España, Portugal, Francia, Colombia y México que engalanan los carteles, pero de entre todos ellos hay dos que encabezan la lista Pablo Hermoso de Mendoza y Diego Ventura. El primerose se puso muy pronto en el candelero, pero el segundo se ha ido a los cuernos de la luna tras salir dieciséis veces a hombros del coso de Las Ventas, con un rabo en su haber, el único otorgado en la historia
Joao Branco Nuncio El mundo de tauro 163
a un caballista en ese escenario, así como una decena de salidas por la Puerta del Príncipe, en Sevilla. Hazañas que de Mendoza, con todo y su sapiencia y maestría, no ha conseguido. Los aficionados de todo el mundo de Tauro quieren verlos frente a frente, pero tal parece que Pablo le saca la vuelta. Ojalá y pronto este sueño de muchos, se haga realidad, pues no hay razón alguna para que no se vean las caras en un ruedo, Cada uno tiene su tauromaquia y confrontarlas, puede ser en beneficio del espectáculo. En México la lista no es tan larga, pero la encabezan Gastón Santos, primer mexicano en doctorarse en Portugal, y Carlos Arruza, quien tras cortarse la coleta como matador de toros, se hizo rejoneador alcanzando un sitio preponderante. Otros destacados son Gerardo Trueba, Luis Covalles, Rodrigo Santos, Jorge Hernández Andrés, Jorge Hernández Gárate, Ramón Serrano y Karla Sánchez, la única mexicana que ha recibido la alternativa, entre otros. En Francia , aunque desde el siglo pasado la mujer incursiona en los ruedos, hay dos rejoneadoras sobresalientes. María Sara , ya retirada, y Lea Vicens, quien hoy en día brilla con luz propia alternando con las grandes figuras españolas y lusitanas.
Diego Ventura
Perú también aportó a Conchita Cintrón y Estados Unidos a Patricia Mc Cormcik y Patricia Hayes. En Colombia existió Amina Asís, por quien cuenta la leyenda se suicido el famoso torero sevillano Juan Belmonte.
Los toros y el arte
Este recorrido por el mundo de tauro estaría incompleto si no menciono la relación que el
toro y las manifestaciones artísticas han tenido a través de los siglos, como arquitectura, artes plásticas, ballet, música, teatro, cine, literatura, poesía, filatelia, impresos taurinos. Es indudable que el arte es la expresión visual y sonora de la civilización, cada época se recuerda por su legado artístico en diversas especialidades. El hombre y el toro no pueden ser ajenas a esta herencia que nos llega a lo largo de los siglos. Arquitectura Sería muy largo mencionar todas las plazas de toros del mundo que, por su belleza arquitectónica, de diversos estilos, puedan quedar incluidas en esta sección, algunas han sido declaradas monumentos nacionales. Francia va a la cabeza con sus dos cosos milenarios, que si bien es cierto inicialmente eran utilizados como circos romanos, desde el siglo antepasado son escenarios taurinos de indudable belleza, los anfiteatros de Arles y Nimes. En España uno de los más bellos es el varias veces centenario coso de Ronda, la Maestranza de 164 El mundo de tauro
Sevilla, Las Ventas de Madrid, la “Monumental” de Barcelona y las plazas de Zaragoza, Córdoba, Puerto de Santa María, Málaga, Mérida, Cáceres, Albacete, Cádiz, Murcia, Teruel, Sanlúcar de Barrameda y Valencia, entre otras, de una arquitectura muy especial. En la actualidad se han levantado escenarios multiusos sumamente modernos como el de Vista Alegre de la capital española y los de Bilbao, San Sebastián, Vitoria, León, Pontevedra, Logroño, Arnedo, Valdemorillo e Illescas, por mencionar algunas. Otra plaza española de curiosa arquitectura, pues tiene forma hexagonal, es la de Almadén, provincia de Ciudad Real, que fue construida por personas conectadas con el Real Hospital de Mineros de San Rafael en 1752, utilizándose en un principio como sanatorio para atender a enfermos de diversas epidemias y empezando a funcionar como plaza de toros, al poco tiempo. En ella actuaron, entre otros, Curro Guillén, Juan León, “Paquiro”, “Cúchares”, “Lagartijo” y “Costillares”, figuras de la época. Fue declarada Monumento Histórico y Artístico, en 1979, y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en 2012.
Plaza de Las Ventas de Madrid
En México no tenemos tantas plazas con estilos diferentes, pero contamos con la Plaza México, la más grande del mundo, con capacidad para 42 mil personas, la de Zacatecas, construida con cantera rosa, la “Santa María” de Querétaro, la de Juriquilla que tiene un toque muy especial, las dos de Aguascalientes, la “San Marcos”, con más de cien años de vida y la preciosa “Monumental”, el “Nuevo Progreso” de Guadalajara, la “Monumental” de Tijuana que al parecer va a pasar a mejor vida, “El Paseo” de San Luis Potosí y el “Palacio del Arte” de Morelia, entre muchas otras., siendo modernistas los nuevos escenarios multiusos de Torreón, San Luis Potosí y Puebla.
En tierras sudamericanas destacan la “Santa María” de Bogotá, una plaza de gran belleza con arquitectura mudéjar, la poco más de bicentenaria plaza de Acho en Lima, el “Nuevo Circo” de Caracas, que lamentablemente en Plaza de toros de Almadén la actualidad es utilizada para actividades no taurinas, pero que ha sido declarada Bien de Interés Cultural, evitando así pudiera ser demolida. En Portugal disfrutan de su hermoso Campo Pequenho de Lisboa, coso de estilo neomudéjar que se construyó en la última década del siglo XIX y reformada se le puso techo móvil y un moderno centro comercial en sus alrededores y el subsuelo, lo que no opaca su belleza. Artes plásticas En este renglón englobaré: pintura, escultura, grabado, dibujo, caricatura y fotografía. Todas estas manifestaciones artísticas no pueden estar al margen de la fiesta de los toros, donde los arlequines vestidos de seda y oro, junto a ese hermoso animal que es el toro, crean momentos de belleza y plasticidad efímeros que enardecen a las multitudes e inspiran a los artistas para plasmarlos en lienzos, papel o bronce. Mencionaré el nombre de algunos de estos artistas, que El mundo de tauro 165
desde el siglo antepasado han dejado para la historia su obra. Pintura, escultura, grabados y caricaturas Inicio con cuatro franceses del siglo XIX, Gustave Doré dejó una serie de grabados taurinos de la que destacaré “Suertes de la lidia”, Auguste Renoir, con el retrato de “Ambroise Vollard con traje de torero”, Edouard Manet, con pinturas como “El torero caído”, “Corrida de toros” y “El majo toreando” y Vincent Van Gogh, quien pintó aspectos taurinos cuando vivía en la preciosa población de Arles. De España, la lista es francamente larga. Empezaré con Francisco Goya y su famosa “Tauromaquia”, entre muchas pinturas más,, del siglo XVIII y XIX; Julio Romero de Torres, quien
Pintura de Edouard Manet
Grabado de Gustave Doré
resaltó la belleza de la mujer y de la fiesta brava, Joaquín Sorolla, con cuadros como “El encierro”, “Plaza de toros de Sevilla” y “Capea en Torrente”, por sólo mencionar tres de sus obras, Ignacio Zuloaga, con “Idolo”, “La familia del torero gitano” y el “Retrato a Domingo Ortega, entre otras, del siglo XIX y XX. De finales del penúltimo siglo y del pasado, destacamos a Antonio Casero artista cartelista, Roberto Domingo, con infinidad de dibujos y apuntes taurinos, Daniel Perea colaborador de la revista La Lidia, Ruano 166 El mundo de tauro
Pintura de Ignacio Zuloaga
Pintura de Joaquín Sorolla
Llopis, sus obras de tema taurino y baile flamenco, quien vivió largo tiempo entre nosotros y aquí murió, Pablo Picasso, con su “Tauromaquia” y Salvador Dali, pinturas con su estilo muy particular. En Inglaterra también hubo un artista reconocido que pintó algunas obras con tema taurino, Francis Bacon. Una prueba más de la universalidad del mundo de los toros. De pintores mexicanos tengo a Antonio Ximénez, Antonio Navarrete, con sus pinturas de su
Pintura de Roberto Domingo
“Tauromaquia mexicana” y “Debut desafortunado; Pancho Flores, con su “Tauromaquia” y su revista “Chavalillo”; de Raymundo Cobo, sus cuadros taurinos y escultura; Reynaldo Torres, extraordinario retratista y de temas taurinos; Ramón Reveles, con cuadros de remembranzas taurina en “la México” y que, lamentablemente, se están perdiendo; y Rafael Sánchez de Icaza, de un estilo muy particular, entre otros. En la escultura también hay varios artistas que han sabido abordar aspectos taurinos. En México, destacan Humberto Peraza y Jorge de la Peña; en España la lista es mucho más larga Mariano Benlliure con su Mausoleo a Joselito y muchísimas más, Angel Ferrán, Pablo Gargallo, Manuel El mundo de tauro 167
de la Fuente, Venancio Blanco y Alfredo Just, autor de las esculturas que están alrededor de la plaza México, destacando, por mucho, el precioso encierro colocado sobre la puerta principal.
Pintura de Ruano Llopis Pintura de Reynaldo Torres
Pintura de Ramón Reveles en “la México”
Mausoleo de “Joselito”, obra de Benlliure
El colombiano Fernando Botero es un pintor y escultor muy particular, pues en su obra representa a toreros, picadores y banderilleros muy pasados de peso, tiene prestigio internacional. Nueva York, tiene, en el parque Bowling Green, a un paso de Wall Street una escultura de bronce de 3 mil doscientos kilos que representa a un toro embistiendo, que, según su autor, Arturo Di Modica, es símbolo de fuerza y poder. La caricatura no podía ser ajena a la fiesta de los toros, pues es un tema que se presta mucho. En nuestro país hubo un trío por demás sobresaliente Abel Quesada, Ernesto García Cabral y Rafael Freyre. Diferentes en su concepto. pero dueños de un arte y chispa inigualable. En la madre patria destacan Daniel Perea, K - hito, del “Dígame”, en inolvidable amigo Fernando Vinyes, Osuna, Lumpen, entre muchos más. En Francia, André Viard. Los tapices también incursionaron el mundo de tauro. En el siglo XVIII, la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara fue la primera en empezar a elaborarlos. Ramón Bayeu les entregó los cartones para la elaboración de “Diversión de los vecinos de Carabanchel” y “Toro del 168 El mundo de tauro
Aguardiente”. Goya, por su parte, realizó uno para el ante dormitorio de los Príncipes, en palacio del Pardo, y que hoy puede admirarse en el Museo del Prado. Su nombre es “La novillada”. En el siglo XX, autores de tapices de tema taurino, son Ismael de la Serna, Celso Lagar, Ginés Parra y Pedro Flores. Las primeras fotografías taurinas datan de 1853. Su autor fue el fotógrafo irlandés Edward King Tenison, quien en un viaje que hizo a España fue a ver una corrida de toros en la plaza de Sevilla. Cuatro años más tarde, el francés Jean Laurent, establecido en la capital española, asistió a un festejo en la antigua plaza de la Puerta de Alcala y también plasmó escenas del toreo de entonces. Puedo decir que el primer reportero gráfico que cubrió una corrida desde el callejón fue Emilio Beauchy, De origen francés, pero residente en la céntrica calle Sierpes de Sevilla. Era habitual verlo en el callejón de la Maestranza sacando fotos, para luego enviarlas a publicaciones como “Pan y Toros” y “Sol y sombra”, de Madrid. A partir del siglo XX la fotografía taurina proliferó en el mundo y por doquier fueron apareciendo hombres y hasta mujeres detrás de una cámara para captar los mejores momentos de lo acontecido en los redondeles. En México recordamos los nombres de los Casasola, los Mayo, Jenaro Olivares, Reynoso, Téllez, Carlitos González y Carmona, por mencionar a algunos, y más recientemente a Humberto Avila, “Mayito”, destacando Oskar Ruizesparza y Armando Rosales “El Saltillense”, entre muchísimos más. En España, están Castillo, Molina, Baldomero, así como Cano, Cuevas, Botán y la familia Arjona. Ballet El toreo, como arte, tiene las características del ballet, en cuanto a plasticidad, cadencia, belleza y acción dramática. En este caso puedo dividirlo en cuatro expresiones: clásico, flamenco, danza moderna y folclórico.
Ballet de la ópera “Don Quijote”
Muchos son los ballets relacionados con la fiesta de los toros. Estos son algunos: “Don Quijote”, de Marius Petipe y Ludwig Minkus; “Corrida de feria” y “La mujer, el toro y el torero”, de Salvador Bacarisse, “Torero y andaluza”, número de ballet incluido en la opera “Baile de disfraces”, de Anton Rubinstein; “Cartel de feria” de Gombau y “Jugando al toro”, de Cristóbal Halffter. Asi como la adaptación para flamenco de la ópera “Carmen”, realizada por Antonio El mundo de tauro 169
Gades; “La taberna del toro”, ballet flamenco de Antonio; “La cuadra de Sevilla”, incluyó un ballet flamenco con tema taurino en su repertorio; y “Belmonte”, de Carlos Santes. En la ciudad de México, en el Palacio de Bellas Artes, la genial bailarina Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba, presentó la ópera “Carmen”, donde el tema taurino es parte principal de la obra de Georges Bizet. En lo referente a lo folclórico, puede aplicarse a diferentes países. En España, durante la lidia del sexto toro de la tarde la banda toca una “jota” y todo el público la acompaña con palmadas, hay también diversos bailes de la escuela bolera y los llamados caracoles. El folclore latinoamericano también es rico en alusiones a la fiesta brava. En Bolivia bailan en alguna de sus ferias la danza de “El Tocón”; en Brasil, durante el carnaval, “La Tourada de Itapetlunica”; en Perú, “El torero Tusuy o danza del torero” y “El Huajcha o torito huérfano”, que también se acostumbra en Bolivia y Argentina; finalmente, en el estado de Puebla, se acostumbra la danza ancestral “Los toreadores”, de la que existen variantes en Costa Rica, Colombia y Chile. En diversas poblaciones de nuestro país, desde la época colonial, el pueblo suele divertirse, en sus fiestas, con “El torito”, una figura de cartón con la figura de un astado al que le colocan cohetes de diversos tipos. Se lo pone una persona sobre los hombros y simula embestir a los parroquianos, quienes corren despavoridos. Música En el siglo XVIII había también las llamadas “tonadillas”, que se escuchaban durante los entreactos, inicialmente se utilizaba sólo la guitarra, pero con el tiempo se introdujo la orquesta. Tenía personajes, un texto y en ocasiones se describían corridas de toros. De las más famosas mencionó: “El toro, la maja y el petimetre”, “La hortelana”, ambas de Pablo Esteve; “Los majos de los toros”, “El torero y la maja” y “El novillo la tarde de San Isidro”, de Blas de la Serna. Amplia es la relación de la música con los toros, pues diversas modalidades la abordan: ópera, opereta, zarzuela, sainete cómico-lírico-taurómaco, copla, cuplé, flamenco, pasodoble, ranchera, bolero y cumbia, entre otras. Menciono títulos de las más conocidas “Carmen”, ópera francesa de Georges Bizet; “El gato montés”, ópera española de Manuel Penella; “El viaje de la vida”, opereta de Manuel Moncallo y Penella; “La boda de Luis Alonso”, zarzuela de Javier Burgos y Jerónimo Jiménez; “Los toros del puerto”, zarzuela de Francisco Sánchez del Arco; “Pan y toros”, zarzuela de José Picón - Barbieri; “La fiesta nacional”, sainete de Burgo -Chueca y Valverde; “Pan y toros”, zarzuela de Francisco Asenjo – Picón y “La torería”, sainete de Antonio Paso y Asensio Mas. En la ópera “La Traviata”, de Verdi, en la escena II del segundo acto, aparecen personajes disfrazados de toreros y de picadores que van a Madrid, ensalzando la figura de “Piquillo”, un matador vizcaíno enamorado de una andaluza, quien para concederle su mano le exige mate cinco toros en una corrida. El origen de los pasodobles hay tres versiones y la más antigua data del siglo XVII. Algunos pasodobles son de temas relacionados con las corridas de toros, sus personajes y sus creencias religiosas, siendo quizá los más conocidos: “España cañí”, “Cielo Andaluz”, “La virgen de la Macarena”, “El gato montés”, “En er mundo”, “Suspiros de España”, “El Relicario”, “Marcial”, “Fermín”, “El Vito”, “La morena de mi copla” y muchísimos más que se tocan en todas las plazas de toros del mundo. 170 El mundo de tauro
En México tenemos dos canciones rancheras hermosas que escribiera Tomás Méndez, “Huapango torero” y “Mata cuervos”, y en la música popular veracruzana “El torito jarocho”, “El toro Zacamandú” y “El Toro relajo”. “El toro y la luna”, de Carlos Castellanos - Alejandro Sarmiento; “Tengo miedo torero”, cantada por Lola Flores; “La corrida”, cumbia de Algarra; “Fiesta nacional” de Nacho Cano; “La minifalda”, rumba flamenca popularizada por Manolo Escobar; “La cornada” de Cristóbal Halffter; “Romance de Valentía” y “Con divisa verde y oro”, cantada por Conchita Piquer y “Torero” cha-cha-cha del italiano Renato Carosone, entre un centenar de otras menos conocidas. Reproduzco una parte del estribillo de “Romance de valentía”, que hizo famoso Conchita Piquer: Embiste, toro bonito, embiste por cariá. Morir se me importa un pito pues nadie me iba a llorá. Aquí no hay plaza ni nombre ni traje tabaco y oro, aquí hay un niño muy hombre que está delante de un toro. En matarme no repares, te concedo hasta el perdón, y como no tengo mare, la Macarena me ampare si me cuelgas de un pitón. El incomparable compositor veracruzano Agustín Lara, nos dejó un amplio legado relacionado con la fiesta de los toros, el chotis “Madrid”, Granada, “Valencia”, “Sevilla” “Novillero”, “Silverio”, “Fermín”, “El Cordobés” y “El gitanillo”. Teatro Marcel Marceau, mimo y actor francés, decía: “el único arte escénico que se alimenta a sí mismo es el arte taurino. La corrida de toros no necesita ni director artístico, ni escenógrafo, ni coreógrafo, ni texto, ni música complementaria, porque el toreo es música no compuesta y poesía no escrita”. El toreo, por ser una fiesta de carácter popular, ha sido abordado en innumerables obras de teatro. Bien puedo decir que a partir del siglo XVI los toros y el teatro se han encontrado en los escenarios. Muchas son las obras que he localizado, pero la lista la encabeza Lope de Vega con “Los Vargas de Castilla” y “La Burgalesa”; Francisco de Quevedo, “El surdo alanceador”; Calderón de la Barca, “”Entremés del toreador” y con una alusión taurina “Guárdate del agua mansa”; Juan Ruiz de Alarcón, “Todo él, aventura”; Luis Mariano de Larra, “El alcalde toreador”; Eusebio Blasco, “El drama de Juan León”; de Serafín y Joaquín Alvarez Quintero, “El traje de luces” y “Pitos y palmas”; Miguel Hernández, “El torero más valiente”; Jacinto Benavente, “La gobernadora”; del torero Ignacio Sánchez Mejía, “Zaya”; Alfonso Sastre, “La cornada”; y Federico García Lorca en su “Mariana Pineda”, el “La corrida en la plaza de Ronda”, del que sacamos el siguiente fragmento: En la corrida más grande que se vio en la Ronda vieja. Cinco toros de azabache, con divisa verde y negra. El mundo de tauro 171
Yo pensaba siempre en ti; yo pensaba: si estuviera conmigo mi triste amiga mi Marianita Pineda. Otras obras de teatro donde el tema principal es la fiesta brava, son: “A los toros”, de Ricardo de la Vega; “Alma torera”, de Labres, Subrá y de Tena; “Al toro que es una mona”, de Valeriano León, Severo Muguerza y Navarro Tadeo; “Abanicos y Panderetas”, “A Sevilla en el botijo”, de los hermanos Alvarez Quintero; “A puerta gayola”, música de Martínez Baena; “Agencia taurina”, de García Bosque, Morales del Campo y Manuel Satorres; “Los aficionados”, de Mariano Perni y Antonio Puig; “Academia taurina”, de Tirado, Mediavilla y Gayoso Piñeiro; “La afición”, de José Ramos Martín; y “Academia del toreo”, de Antonio Bolado. Sin olvidar a Miguel Mihura con “El caso del señor de violeta”; “La tauromaquia”, de Juan Antonio Castro; “Carmen, Carmen”, de Antonio Gala; “Invierno de luna alegre” de Paloma Pedrero; y, en México, “Y quisieron ser toreros”, de Jaime Rojas Palacios. Cine El cinematógrafo fue inventado por los hermanos Louis y Auguste Lumiere, quienes el 28 de diciembre de 1895 presentaron al público, por primera vez, en el Salón Indien del Gran Café, de París, una proyección de imágenes de manera nunca vista. Los toros fueron de los precursores de este nuevo invento, pues en 1896, Albert Proemio, llegó a Madrid, enviado por los Lumiere, como su embajador en España, y quedando fascinado por la fiesta brava, filmó, el 15 de mayo, lo que llamó, “La llegada de los toreadores a la plaza”, sólo fueron diecisiete segundos, pero en los albores del cinematógrafo eran mucho. El primer torero que se puso delante de las cámaras fue Luis Mazzantini. En México, hay imágenes de un festejo celebrado en Durango, allá por 1896. Arrancaba el siglo XX y pronto empezaron a aparecer cortos cinematográficos, como “Corrida de toros”, con Antonio Fuentes en 1907; “Tragedia torera”, de Narciso Cuyas, en 1909 “La historia de la fiesta de los toros”, en 1911; “Lucha por la vida” de José María Codina; “La
Rodolfo Valentino y Lita Lee, en “Sangre y arena” 172 El mundo de tauro
corrida de toros o desgracia de Sabañon”; y “La barrera número 13”, firmadas estas tres entre 1910 y 1912. “La España trágica”, fue la primera película que tuvo a un torero de protagonista, fue el novillero Antonio Calvache y en ellas salen secuencias de “Joselito” y “Machaquito”. Viene después, “Tierra de sangre”, “Los arlequines de seda y oro”, film dividido en tres partes, saliendo en la última “El Gallo”, “Joselito” Belmonte y Gaona, toreando en Sevilla, “La Tauromaquia” y “Flores de España, dirigida por una mujer, Helena Cortesina. “La primera versión cinematográfica de la famosa novela de Vicente Blasco Ibáñez, “Sangre y arena”, la filmó Max André, junto con el autor, en 1916. Rodolfo Valentino, Lita Lee y Nita Naldi, filmaron la segunda en 1922, ambas mudas y en blanco y negro. La primera a color, la hicieron los estadounidenses Tyron Power y Rita Hayworth y Linda Darnell, en 1941, y la última, en 1989, Sharon Stone, Chris Rydell y Ana Torrent, dirigidos por Javier Elorrieta. En México, Mario Moreno “Cantinflas” filmó, en 1941, “Ni sangre, ni arena”, junto a Fernando Soto “Mantequilla y Susana Guísar, Elvia Salcedo, Pedro Armendáriz y Arturo Sorto Rangel, entre otros. En nuestro país la primera que se filmó fue “Oro, sangre y sol”, con Rodolfo Gaona, Eva Berinstáin, Manolita Rubiales “La Goyita” e Isabel Faure. Tras ella aparecieron “Ora Ponciano”, con Jesús Solórzano; “Seda, sangre y sol”, con Jorge Negrete y Gloria Marín; “Maravilla del toreo”, con Pepe Ortiz y Conchita Cintrón; “El niño de las monjas”, con Luis Procuna; “Un domingo en la tarde” con Lorenzo Garza; “Juan sin Miedo”, con Suan Sillveti, “Mi reino por un torero”, Carlos Arruza, María Antonieta Pons y Consuelo Guerrero de Luna; “Pasión Gitana o la luna enamorada”, con “Cagancho”, Carmen Amaya y Virginia Serrat; “El Precio de la gloria”, con Alfonso Ramírez “Calesero”, Ernesto Alonso y Alicia Ravel; “Sangre torera”, con Carlos Arruza; “El toro negro”, con Fernando Casanova y Tere Velázquez. También se han hecho diversas películas de tema taurino con cómicos como Germán Valdés “Tin Tan”, “Palillo” y Lalo González “Piporro”; y ¡Qué viva México!, documental filmado por el ruso Sergei Eisenstein, allá por 1931.
Poster de “Torero”
Poster de la película “Currito de la Cruz” El mundo de tauro 173
En 1956, se filmó la mejor de todas las que se han hecho en nuestro país, “Torero”, dirigida por Carlos Vela y llevando como protagonista a Luis Procuna. Es una película extraordinaria que se presentó en los festivales de Venecia y Cannes, ganando varios premios internacionales. La lista de películas taurinas hechas en España, también es larga, pero tres se llevan, en mi opinión, las palmas: “Currito de la Cruz”, ´de Alejandro Pérez Lugín, de la que se han hecho filmado cuatro versiones, 1926, 1936, 1948, la mejor fue esta última, con Pepín Martín Vázquez, Jorge Mistral y Nati Mistral, y 1965; “Tarde de Toros”, de 1965, con Domingo Ortega, Antonio Bienvenida y Enrique Vera, trata de una corrida, desde sus inicios hasta que la plaza queda vacía; y “El último cuplé”, con Sara Montiel y Enrique Vera. Otros films iberos, fueron “Aprendiendo a morir” y “Chantaje a un torero”, ambos con Manuel Benítez “El Cordobés”; el “Niño de las monjas”, con Enrique Vera; “Mi tío Jacinto”, de Ladislao Vadja; “Nuevo en esta plaza”, con Palomo Linares; “Fray torero”, con Paco Camino; “La vaquilla”, de Luis García Berlanga; “Los clarines del miedo”, con Paco Rabal; “Manolete”, con Adrien Brody y Penélope Cruz; “Matador” de Pedro Almodovar; “Litri y su sombra”, con Miguel Báez “Litri”; y “A las cinco de la tarde”, con Paco Rabal y Nuria Espert, “Blanca Nieves”, con Maribel Verdú, Inma Cuesta y Macarena García; “Sueño de luces”, con Julián López “El Juli” y muchas más. En Francia ha habido películas mudas y habladas. La primera en 1911, “Calino, toreador”; “Max, toreador”; Les fiances de Seville”; “Soleil et ombre”, “Arenes y joyeuses”; “Le picador”; “De sable et de sang”; y en coproducción con Italia, “Carmen”. Portugal, también está en la lista con: “A sevra”, “Campinos”, “Gado bravo”; “Un homenaje a Rivadejo”; “Sol y touros”, “Ribatejo”, “Sangue toureiro”, y “Ultima pega”. Italia, con “Toro bravo” y “II momento della veritá”; Inglaterra, con “Tommy the toreador”. Aunque suene raro, Estados Unidos también ha hecha varias películas de toros: “The toreador”, “The bullfighter”, “The spaniard”, “The kid from Spain”, “Fiesta”, “The brave bull”; “The bullfighter and the lady”, “The magnificent” matador”, “The brave one”, “La hora de la verdad”, “Santos el magnífico”, “El niño y el toro” y “Arruza”. También existen películas extraordinarias filmadas por grandes cómicos. Charles Chaplin hizo dos en las que abordó el tema taurino: “Charles Chaplin´s Burlesque of Carmen, en 1915, y “Charlot español, torero”, en 1928. La incomparable pareja del gordo y el flaco, hicieron, en 1945, “The bullfighters Stan y Oliver”. Una gratísima sorpresa me llevé el día que el Dr. Enrique Sierra Gil, quien fuera médico de la plaza “Monumental” de Barcelona, me invitó a ver una película, con duración de aproximadamente hora y media, en la que había recopilado segmentos de films, no taurinos, en los que una u otra forma se abordaba algo de la fiesta. Fue algo impresionante que, lamentablemente, no puede exhibirse al público Literatura La novela, por su amplia gama de posibilidades es sumamente fértil para la descripción de la fiesta de los toros y para reproducir el florido ambiente que gira a su alrededor. Aquí incluyo revistas, novela, ensayo, cuentos, biografías y enciclopedias. Las primeras novelas taurinas son, extrañamente, de escritores franceses y se publicaron en los inicios del siglo XIX. Laura Permon, duquesa de Abrantes escribió “El toreador”; Prosper Merimée es autor de “Carmen”, donde narra una España exótica y romántica que años después 174 El mundo de tauro
Bizet convirtió en una ópera muy popular; y “La militone”, de Teófilo Gautier. En España, las novelas con tema taurino empezaron a aparecer en 1823, cuando Pío Baroja, cuenta en sus “Memorias de un hombre de acción”, en el capítulo del capitán Mala Sombra, lo sucedido en una fiesta taurina celebrada en la Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo. Ya en la segunda parte del siglo XIX, Manuel Fernández y González, escribió “Las glorias del toreo” y “Toros y cañas”; Benito Pérez Galdós, en su novela “La familia de León Roch” dedica a la fiesta de los toros el capítulo “Si el tiempo lo permite”; Azorín, a pesar de la poca simpatía que tenía por los toros, les dedica un capítulo por demás delicioso en “Cavilar y contar”; y en 1893, Leopoldo Alas “Clarín”, escribió “La coleta nacional en palique”. En el siglo XX proliferan las novelas de tema taurino y mencionarlas a todas sería cosa de locos. Me referiré solamente a algunas de las que considero más importantes: “El torero Caracho” de Ramón González de la Serna; “El niño de las monjas”, de Juan López Núñez y “Currito de la Cruz” de Alejandro Pérez Lujín, de las dos se hicieron varias versiones cinematográficas;
Libro infantil de Ernest Hemingway y Arcadio Lobato
“Las águilas (De la vida del torero)”, y “Lo que confiesan los toreros”, de José López Pinillos; “El arte de Birlibirloque” y “La música callada del toreo” de José Bergamín; “Los clarines del miedo”, de Angel María de Lera; “Juan Belmonte, matador de toros”, de Chaves Nogales. Gregorio Corrochano, “Qué es torear” y “Cuando Libro de Robert Vara y John Fulton suena el clarín”; Nestor Luján, “Historia del toreo”; Camilo José Cela, “El gallego y su cuadrilla” y “Torerías”; “Mi gente”, la escribió el torero Pepe Domínguín; y Conchita Cintrón, “Porque vuelven los toreros”, entre otras obras. El norteamericano Ernest Hemingway, un enamorado de los toros, escribió “Fiesta”, “Muerte en la tarde” y “Verano Sangriento; el estadounidense Gary Collins y elfrancés Dominique Lapierre, “O llevaras luto por mí”; el galo Claude Popelín, “Los toros desde la barrera”; y el uruguayo Carlos Reyles, en 1927, “El embrujo de Sevilla”; y “Yawar fiesta” del peruano José María Requena, una historia del folclore taurino de ese país hermano. El mundo de tauro 175
También hay literatura infantil. La primera que encontré fue con textos de Ernest Hemingway y dibujos de Arcadio Lobato; “Little egret and toro”, de Robert Vavra y dibujos del torero John Fulton; “Toros para niños”, de Juan Iranzo; “El torero más joven del mundo”, de Eduardo Méndez; “El torito negro”, de Antonio Ferres; “El traje de luces”, de Didier Lévy e ilustraciones de Anna Laura Cantone; “El toro padre”, editado por el Club Internacional Taurino; entre otros que han salido en los últimos años. En nuestro país también se ha escrito mucho de toros. “Historia del toreo en México en la época colonial 1521 – 1821”, de Nicolás Rangel; “Imagen del mexicano en los toros”, de Armando María y Campos; “Historia y tauromaquias mexicanas”, de José de Jesús Núñez y Domínguez; “Crónicas de toros”, del “Tío Carlos”; e “Historia de la plaza de toros “El Toreo 1907 – 1968”, de Guillermo E. Padilla y muchas más. Sobresale “Más cornadas da el hambre”, de Luis Spota; y no se diga la copiosa obra que nos legó José Alameda; “El zopilote mojado”, de Jorge López Antúnez; “Los machos de los toreros”, de José Pages Rebollar; “Tauromaquia en México”, textos de Manuel Navarrete y pinturas de Antonio Navarrete; Rafael Morales “Clarinero”, también nos dejó varios libros de toros. Para hablar de biografías de toreros se necesitan varios libros, sólo mencionaré algunas: “Mis veinte años de torero”, la vida de Rodolfo Gaona escrita por “Monosabio”; “Armillita, maestro de maestros”, de Paco Malgesto; “Lorenzo, el magnífico”, de Ernesto González Valdés; “Manolo Martínez, un demonio de pasión” y “Silverio o la sensualidad del toreo”, de Guillermo H. Cantú; “La predestinación de un hombre”, vida de Eloy Cavazos escrita por el Profr. Ricardo Torres Martínez; “José Chafic Handam, retrato de un ganadero triunfador” t “Aguascalientes, tierra de toros y toreros”, de quien esto escribe; “Vida y tragedia de “Manolete”, de Heriberto Mira; “Domingo Ortega” de Antonio Santaines; “Vida dramática y muerte trágica de Luis Freg”, de Armando María y Campos; “Estirpe y tauromaquia de Antonio Ordóñez”, de Antonio Abad; así como biografías de Juan Belmonte, “Joselito”, “Manolete”, “El Cordobés”, Paco Camino”, Enrique Ponce, “El Juli”, José Tomás, etc. De enciclopedias, “Los toros” de José María Cossío; “Tauromaquia de la A a la Z” de Marcelino Ortíz Blasco; “Los toros” de Antonio Abad y Emilio L. Oliva; y “La fiesta brava en México y España 1519 - 1969” y “La Historia del toro bravo mexicano”, de Heriberto Lanfranchi. Y hay varias más. Se queda mucho en el tintero, pero sería muy largo mencionar todas las obras que se han escrito sobre la más bella de todas las fiestas. Poesía Los poetas pronto se dieron cuenta de la inspiración que les brindaba el espectáculo taurino, por sus innegables cualidades estéticas que encontraban dentro y fuera del ruedo, tanto con el toro como quienes vestían de seda y oro. Vamos a echar un vistazo a la vasta obra surgida entre el siglo XVI y el XX, pues los bardos se dieron gusto. Empezaré con los poetas españoles. Lope de Vega nos dejó “Niña guárdate del toro”; Luis de Góngora y Argote, “De unas fiestas de Valladolid”; Nicolás Fernández Moratín, “Oda a Pedro Romero”; Francisco de Quevedo, “Fiesta de toros con rejones”; José Zorrilla, “El Picador”; Federico García Lorca, “Llanto por Ignacio Sánchez Mejía; Miguel Hernández, “Corrida real y “Citación final”, de este poema extracto una parte:
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Se citaron los dos para en la plaza tal día, y a tal hora, y en tal suerte: Una vida de muerte una muerte de raza. Dentro del ruedo, un sol que daba pena se hacía más redondo y amarillo en la inquietud de la arena con Dios alrededor, perfecto anillo. Manuel Benítez Carrasco, editó el libro de poesía “Frente al toro y el poema”; Manuel Machado, “La fiesta nacional”; Antonio Machado, “Coplas por la muerte de don Guido”; Gerardo Diego, “Himno a los subalternos”; Rafael Alberti, “El Toro de la muerte”, sobre el deceso de “Joselito”. Esta es una de sus estrofas: Niño de amaranto y oro, ¡Cómo llora tu cuadrilla, y cómo llora Sevilla despidiéndote del toro! Siguiendo con poetas iberos, “En la cueva de Altamira”, de Miguel de Unamuno; “Lengua de fuego abanica”, Pablo Picasso; “Antonio Ordóñez, toreando en Arles”, José Bergamín; “Torrente de sangre”, Dámaso Alonso; “La cogida”, Vicente Alexandre; y “Tarde de toros”, “Torero vistiéndose” y “Natural”, José María Pemán. El nicaragüense Rubén Darío nos dejó “Gesta del coso”; el peruano José Sánchez Chocano, “Estampas madrileñas”; y los mexicanos Octavio Paz, “Virgen” y un fragmento de “Trabajos del poeta”, escrito en prosa aludiendo al toro; Pita Amor, “El toro” y “El minotauro”, de su libro “La jungla”, Renato Ledúc escribió innumerables poemas taurinos; y Rafael Solana, “A las plazas de toros, del que reproduzco dos estrofas: Medio limón nos da el ruedo rondeño, de peristilo austero y prestigioso; media naranja el pinturero coso de Sevilla, trianero y marismeño. Sápido lo andaluz, lindo y pequeño; en Madrid se comienza lo grandioso con la media toronja de su airoso redondel, tan moruno en su diseño. Filatelia Las oficinas de correos también han impreso timbres con aspectos taurinos, destacando la emitida en España en 1960, con el tema “Toro y lidia” y que se incrementó con el tiempo y la que en México en 1976 – 1977, con cincuenta estampillas en las que se puede ver desde el paseíllo hasta que es arrastrado el toro al destazadero. Ocasionalmente han dedicado alguna emisión a un torero, como la que mostramos de “Armillita”, con motivo del centenario de su natalicio. En otras partes del mundo de tauro se han hecho timbres con motivos taurinos, pues es evidente que la fiesta está muy metida. No puedo dejar de mencionar donde más han aparecido imágenes taurinas a lo largo del pasado siglo XX, el más prolífico en este aspecto, pues con pesar vemos que hoy en día en pocas cosas de uso diario aparece alguna. El mundo de tauro 177
Baraja de 1916
Baraja de finales del siglo XIX
Baraja Ruano Llopis años 40
Cerillera “La Central ofrecía al público sus productos en una cajetilla denominada “Taurina de lujo”, en el reverso estaba su logotipo con un toro y una pandereta y en el anverso la pintura de un torero realizando una suerte: Recuerdo que cuando niño coleccionaba las estampas, que adquiría en puestos de periódicos o tienditas, para llenar el “Album Taurino” que constaba de trescientos recuadros para pegarlas y las dos últimas eran orejas y rabo y salida a hombros. Lo que por fortuna todavía existen, en España en mayor número, son los abanicos con pinturas taurinas, platitos de cerámica, saleros, copas, llaveros, etc. Aquí en México se están vendiendo camisas, chamarras y cinturones con detalles de la fiesta. Desde finales del siglo XIX y principios del XX empezaron a aparecer barajas taurinas. En la primera se veía a toreros de esa época, así como hierros de ganaderías famosas, picadores y otros aspectos del toro que su autor consideró interesantes. En la siguiente, que se vendía a partir de 1916 se podía ver a Rafael Molina “Lagartijo” y a otros diestros de principios de esa centuria. Luego se vendió en México una preciosa baraja española con pinturas del valenciano Ruano Llopis, que es en mi humilde opinión, la mejor de todas. Hoy ah unas nuevas, pero no de esa categoría. En las últimas décadas han aparecido innumerables videos relacionados con la fiesta de los toros y a la vez series de televisión por demás interesantes, como “Juncal”, con Paco Rabal; “Por la puerta grande”, que nos narra la vida del torero colombiano César Rincón, las dos son extraordinarias; “Ronda y cincuenta goyescas” y “Tierra de toros”, por sólo mencionar a cuatro españolas, y en México, “Nuestro toro”, serie de videos de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia. Otra de las novedades que tenemos en la fiesta de los toros y en el mundo son las famosas redes sociales. Una modernidad que, en mi opinión, muy poco aporta al espectáculo taurino, pues la inmensa mayoría que las ocupa no es aficionada y por lo tanto no acude a las plazas de toros. 178 El mundo de tauro
Terminaré el libro de con el poema “Tarde de toros” (después de la corrida), de José María Pemán: Hay un bochorno de siesta. Apenas se mueve el viento. Queda en el aire el lamento como un jirón de la fiesta. Como un último vagido Del gran tumulto sonoro; como un hilillo de oro de un alamar desprendido… Silencio en el redondel, inmóvil, triste, callado, un abanico olvidado Y un clavel… En el ruedo, unos reflejos del sol que se va. Unos dejos de amargura en las almas. Y muy lejos, entre palmas, fandanguillo… Muy lejos…
Bibliografía Historia del toreo en México (Epoca colonial)”. Nicolás Rangel. Editorial Cosmos, México, 1980 “Historia y tauromaquias mexicanas”. José de Jesús Núñez, Editorial Botas. México, 1944 “Historia del toreo”. Nestor Lujan, Ediciones Destino, Barcelona, 1954 “Historia del Toreo”. Carlos Abella, Alianza Editorial, Madrid, 1992 La fiesta brava en México y España 1519 – 1969”. Heriberto Lanfranchi. Editorial Siqueo, México, 1978 “Historia de la plaza El Toreo 1907 – 1968”. Guillermo E. Padilla. Imprenta Monterrey, México, 1970 Del toro en la antigüedad: animal de culto, sacrificio, caza y fiesta. Francisco J. Flores Arroyuelo, Biblioteca Nueva, Madrid, 2000 Ritos y juego del toro. Angel Alvarez de Miranda, Biblioteca Nueva, Madrid, 1998 Iniciación a la fiesta de los toros. Felipe B. Pedraza. Biblioteca Edaf, 2008 De mitos, ritos e historia a los rabos de la Plaza México. Ricardo Torres Rivera. Editorial Vincle, México, 2009 Historia del toro de Lidia. Francisco López Izquierdo. Agualarga Editores, Madrid,1996 Aproximación a la tauromaquia. Manuel Ríos Ruiz. Ediciones Istmo, Madrid, 1990. Esta es una publicación de Ricardo Torres Rivera y los derechos son reservados por el autor Ciudad de México., a 27 de Abril de 2019 El mundo de tauro 179
MISIÓN
Promover y difundir los valores culturales de la tauromaquia en hispanoamérica
VISIÓN Trascender como la institución que aporte los mejores proyectos para engrandecer la oferta de la cultura taurina
OBJETIVO
Fortalecer la imagen de la cultura taurina para favorecer la defensa de la fiesta brava
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