Novilleros y Novilleras

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Los novilleros y novilleras del siglo XXI

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entro de las festividades taurinas, el mes de agosto parte plaza homenajeando a una pieza clave de sus protagonistas, que además de ser una oportunidad de conmemoración, también en ello cabe la reflexión de su existencia y permanencia en el mundo profesional de la tauromaquia. ¿Cómo definir un novillero en pleno siglo XXI? Esos torerillos, que también se les dice, gachós, maletillas, chavales, espadas, y más sinónimos, por más surrealista que se crea para las sociedades actuales, son jóvenes que practican una actividad formativa para llegar en un futuro a ejercer la profesión de matadores de toros. Y sí, por inverosímil que parezca para muchos, claro que existen, a diario trabajan y se esfuerzan en ello, están disgregados entre las geografías de los países que practican el arte del toreo, representan una parte fundamental para continuar sosteniendo vivas las corridas de toros; merecen todo el reconocimiento y respeto, ¡cuántos no dejaron su sangre y su vida en aras del toreo! Cada verano el 1° de agosto, celebran su día, porque la fiesta entrelaza fechas cristianas se relaciona con la virgen de la Esperanza; se dice que esta iniciativa surgió entre los mismos matadores y la baraja novilleril en los años setenta.

El papel social e histórico que han tenido estos chavales lo han escrito autores de gran abolengo, destacando por lo general su dramática circunstancia de vida, y a la vez romantizándolos, puesto que ese “correr la legua” con el “lío” al hombro, la cachucha de lado, los pantalones de mezclilla, paliacate al cuello, los tenis rotos, el hambre que consume y esa estela de aroma a sudor insoportable que los describía por andar siempre nómadas, entre carreteras y cortijos en busca de una oportunidad, daba en ellos como resultado personajes de leyenda de ahí surgieron obras como, Más cornadas da el hambre, de Luis Spota, la propia vida de Juan Belmonte, Matador de Toros, por Manuel Chaves Nogales, así como, …O llevarás luto por mí, de los autores Dominique Lapierre y Larry Collins, que describe el marco histórico en el que se vivía la España de la posguerra, en donde también cupo la dura vida del propio Manuel Benítez “El Cordobés”. Otras novelas son: Y quisieron ser toreros, de Jaime Rojas Palacios, “El Zopilote Mojado” de Jorge López Antúnez, Seis Cuentos Seis y uno de Regalo de Jorge F. Hernández, que narra su propia experiencia como novillero, entre más relatos de la literatura, que con fina narrativa describen este panorama de soles y sombras en la trayectoria de todo novillero, con el sueño


de vestir un traje de luces y lograr trascender de aquellas situaciones llenas de épica, pero que también cobraban hasta la propia vida, con el tiempo hubo novilleros desesperados que incluso hicieron “huelga de hambre”, como Rodolfo Rodríguez, “El Pana” y no hace mucho, en 2019 Lorenzo Garza Gaona, que llegó a este extremo al no voltearlo a ver las empresas. También los novilleros huérfanos de apoderado pagaban por torear, vendían su propio boletaje, pero hasta torear al ir vestidos con traje corto, hasta de jeans o con el terno alquilado y más palmado, expuestos a lidiar ganado de media casta, les hacía sentirse en una actitud monárquica, puesto que le daba el bordado en oro, su imaginaria y sublime torería. Claro, también había quienes tenían mejor suerte, venían de familia de dinastía o simplemente de otra situación económica y social; es oportuno decirlo, que los autores excluyeron hablar de ellas, “las novilleras”, que también a lo largo de la historia han hecho muy intensas travesías, pero no son más que niebla entre estas novelas; valioso sería saber sus viacrucis para lograr llegar a ver su nombre prendido de un cartel, sufriendo doble carga por el hecho de ser mujeres que, si no se dieron en racimo, fue también por tantos obstáculos, prohibiciones y hasta supersticiones, que tanto daño han hecho a la tauromaquia a lo largo de la historia oscurantista que también lleva bordados hilos ne-

gros la profesión. Conchita Cintrón sin vivir arduos caminos de terracería y la sed de muchos, escribió su propia historia, “Aprendiendo a Vivir”, también en ella, como en otras toreras y rejoneadoras, todo llevaba un enorme sacrificio. Hay novilleras que viven hasta acoso. La tauromaquia actual enfrenta a las jóvenes promesas novilleriles en un mundo “raro” en donde también es “raro” querer ser torero, ante la amenaza constante de los taurófobos y la juventud que en su mayoría vive en el iceberg de lo que significa la fiesta de los toros, ¿cómo hacer entender y sobre todo valorar que esta valiosa vocación existe y persiste? Los novilleros actuales han modificado formas de vida, la movilidad social jamás se detiene, misma que genera cambios en todos los sentidos, la tauromaquia siempre se ajusta a ello. Muchas veces las situaciones políticas y sociales marcan la vida circunstancial de las personas y sus áreas laborales; en estos tiempos se ha enfrentado otro tipo de desastre que es la pandemia por La Covid-19, misma que ha alcanzado a todos, hasta payos y gitanos, afectado tanto como otras etapas históricas que han repercutido en el toreo, como parte del arte y como estructura social de trabajo. Los novilleros de la posmodernidad, ahora van mejor jamados, aquella “hambre” siempre, debiera ser solamente de triunfo, no como aquella que enfermó mentalmente


al niño y adolescente que antes de ser “El Cordobés” le apodaron efímeramente “EL Renco”, tanto sufrió que ya con el parné ganado de torear y rajarse las vestiduras, viajaba en compañía de una pierna de jamón serrano que podía morder sin recato alguno en cualquier momento de manera salvaje; había vivido la miseria, la que lleva hasta el delirio. ¿Por qué se tendría que seguir pensando en jóvenes que además de jugarse la vida frente a los toros más toreados que Mefistófeles, aquellos “chonlagañas”, viejos y grandes cebúes, también habría que exponer hasta la integridad dada la inseguridad en que se vive? ¡Ya no y qué bueno! Con los años se dejaron de ver en las carreteras a esos chavalillos que pedían un pan, una moneda un aventón, o viajaban en camiones entre la alfalfa, requemados por el sol, que amanecían en las estaciones de los trenes envueltos en un capote de percal, la misma inseguridad que existe, los ha llevado a modificar su libertad agitanada. Hoy en día el antiguo y romántico atillo se quedó en el ayer, en su lugar llevan un esportón, cómodo y moderno, que eso sí, impide el respirar de los avíos y asomar la mirada coqueta de una esclavina para saber si se aproximan a llegar a un alegre cortijo. Los novilleros de las viejas carreteras que planeaban en sus largos caminos la estrategia para saltar al ruedo como espontáneos se perdieron

una noche mirando a tauro entre las estrellas. Hoy los que quedan de aquella época de “andar en la guerra” ya peinan cabellos cárdenos, son anécdota añeja, cuentan que vivián sin brújula, pedían su protección a la virgen de la Esperanza Macarena, la Guadalupana u otro poder superior, algunos afortunados colgaban en el cuello un sin número de medallas religiosas, escapularios y hasta un cristo en un estoque que les daba un sello de distinción. La escuela de la vida parecía ser un rodaje cinematográfico interminable, pues les daba episodios cotidianos inverosímiles, además de una formación muy fuerte, ya que al paso de los años la juventud taurina, los protagonistas de la fiesta, siguen enfrentando “otras formas de andar en la guerra”, situaciones llenas de nuevos y grandes desafíos que no dejan de estar “en puntas” y ser intensas, pero los retos posmodernos siguen surgiendo hoy en día, al toro de lidia al que aman hay que salirle, en eso no hay duda, pero hay otro toro en frente, un “marrajo” que les derrota a las femorales, inmersos en una sociedad prohibicionista, intolerante y llena de violencia, que quiere destruir su futuro cortando sueños y derribando plazas porque por todos lados hay taurófobos que los agreden, sobre todo en las redes que más que sociales, parecen antisociales, además de seguir perdiendo oportunidades de practicar el toreo sumando festejos y novilladas, al permanecer


muchas plazas inactivas en los últimos tiempos por todos los estragos que ha dejado la pandemia, que sigue dando nuevas cepas. Hoy en día en una mañana cualquiera sus teléfonos celulares interrumpen su entrenamiento, pero en el mismo artefacto móvil, arreglan hasta la invitación al tentadero en el soleado campo bravo, los encuentros con los toros están ya muy localizados, también hay quienes entrenan en las propias escuelas taurinas, en el corazón de una plaza, llegando con cita y en medio de transporte más seguro. Quizá quedarán vestigios del pasado, pero se ha vivido una metamorfosis tanto al interior de la tauromaquia, como en la vida de los “tiempos líquidos” que denominó Zygmunt Bauman, es la era de la inteligencia artificial en medio de las llamadas generaciones de cristal, en ella ser toreros, también resultan ser un antiguo arquetipo que a muchos los excluye, estos jóvenes tienen que saber enfrentar, siempre esta difícil profesión que jamás ha dejado de tener nuevos desafíos. Me resulta importante citar el magnífico esfuerzo que realizó Casa Toreros y los señores Juan Pablo Corona y Pablo Moreno , en Jalisco durante la primavera de este año 2021 en el Centro de Alto Rendimiento Taurino (CART) para lograr un encuentro internacional de novilleros, (no hubo novilleras) que viajaron de Colombia, España, Perú, Portugal y Ecuador hacia Mé-

xico con edades entre los 18 y 25 años, para tener mejores oportunidades en su carrera y vivir esta etapa de alta interacción y contenido tauro-humano adecuado a la vida actual; un hecho que antes jamás había existido en la historia de la vida de los jóvenes coletas que tuvieron este privilegio que quedó en su biografía. Contaron con la presencia del Matador Juan José Padilla y Eloy Cavazos, se resaltaron los valores de la tauromaquia, como el respeto, la integridad, honestidad y el compromiso. Llevaron también dirección académica física y nutricional, aunado a una serie de conferencias impartidas por profesionales en materia taurómaca, que contribuyeron a darles una mirada de manera más amplia y a la vez autocrítica, con una responsabilidad social de cara al futuro, ya sea si logran o no tomar la alternativa y hacerse matadores de toros; teniendo también la posibilidad de plantearse la pregunta, ¿qué pasará con mi vida si no logro ser torero? Entre los toreros y la propia sociedad taurina es urgente erradicar pensamientos retrógrados y patrones de conducta fuera de lugar, para poder estar integrados en este mundo global de competitividad también en áreas de tauromaquia; me refiero a conceptos rancios que describían a los toreros del ayer, hoy en día si hablamos de una riqueza cultural del espectáculo que vive en pleno siglo XXI, sus representantes deben estar a


la altura de su profesión, ya no deben ser como decía el escritor José Bergamín, “ los toreros son analfabetos”. Un profesional del toreo, tiene la obligación de ser una persona que se prepara a la par de su ejercicio físico y su técnica de lidia; tener un nivel educativo más allá del básico, saber la historia del toreo y la responsabilidad de ejercerlo, a la par del panorama del mundo actual que enfrenta la necesidad social a la que pertenece, y así desplegar su profesión como un capote en las arenas de las plazas y en los foros de la vida pública, tener elementos para explicar su postura, que siempre es vulnerable por la violencia que se ejerce hacia ellos y los grupos de choque, la tauromaquia misma siempre vive entre encuentros y desencuentros en las plataformas de la vida del Internet y cualquier espacio en donde participen. Jamás estorbará la adquisición del conocimiento para tener un bagaje más amplio, pues no está peleado con practicar el toreo, por el contrario, se sabrá más sobre su propia profesión; hay matadores también con un título universitario. Por qué no también aprender otro idioma, y por supuesto conservar la riqueza del lenguaje en caló, que tiene una riqueza lingüística extraordinaria, con orígenes antiguos que derivan desde el romaní, algo que no representa un sobre esfuerzo, al contrario, es enriquecedor tanto para su persona como para su entorno social. Hay que adentrase

a los laberintos de creta, saber de historia, literatura y cultura taurina, lo hizo Juan Belmonte que a pesar de lo difícil que era su vida, él fue autodidacta, de su lío, salían además de su capote y muleta varios libros, a Ramón del Valle Inclán y Romero de Torres les sostenía la conversación y hasta los dejaba pensando. Claro que también ha habido toreros profesionistas en otras áreas y disciplinas, por mencionar a algunos como David Silveti, por algo definió “la ética, estética y patética del toreo”, tenía los argumentos para analizar estos conceptos, era un hombre con perfil formativo humanístico; hoy en día su hijo Diego Silveti es egresado de la carrera de Relaciones Internacionales y la abogada Hilda Tenorio, es otro vivo ejemplo, entre otros más. Sería elevado desmitificar frases y conceptos arcaicos que han sido un error decir en el ambiente taurino que hoy en día están totalmente fuera de sitio en una sociedad que exige y se transforma, para orientar correctamente la vocación de un novillero, que también antes que todo es persona. “Para ser torero hay que ser vago”. “Si trabajas, se te va el arte”. Considero que una de las varias razones por las que ha decaído la afición se debe a la falta de conocimiento de su esencia en la sociedad actual, en ello estriba una ruptura generacional que en un momento dado se filtró para des-


informar la grandeza de este arte y denigrar su existir; tiene implicación incluso en la proliferación de nuevos novilleros, que hoy más que nunca les toca desmitificar los errores del pasado y fortalecer una nueva etapa del toreo, dentro de la profunda reflexión que nos dejó el tiempo de la pandemia en soledad. El trabajo es conjunto, endógeno entre la comunidad taurina, para hacerlo exógeno de cara a la multiculturalidad; así entre todos los sistemas sociales, sus organizaciones y sobre todo la ardua labor en la parte educativa y cultural junto con el entorno cuidadoso que puede formar o deformar a los jóvenes, en el cual hay que tener cuidado y responsabilidad. Decía otra frase pretérita, “El toreo se hace en babas no en barbas”, aplica en la educación a muy temprana edad, ya que al final si los niños y jóvenes deciden cruzar las etapas que lleva esta profesión en el siglo XXI, lo harán, pero nunca será una obligación, es una vocación que se lleva en la mente y el espíritu. ¡Muchas felicidades admirados novilleros y novilleras en su día, deseo que entre sus paseíllos y tardes de gloria logren abrir “la puerta grande” de su profesión y de sus vidas! ¡Enhorabuena! Mary Carmen Chávez Rivadeneyra


Créditos Textos: Mary Carmen Chávez Rivadeneyra Fotografía: Oskar Ruizesparza Los derechos son reservados y propiedad de Mary Carmen Chávez Rivadeneyra, la reproducción total o parcial, por cualquier medio, ya sea impreso, digital, electrónico o calcado será sancionado conforme a la ley autoral. Sol Sombra Anguila No. 3745, Loma Bonita Residencial Zapopan Jal., México Tel. Oficina (33) 1581 4628 Cel. 044 333 440 4001 oskar@oskarfotografo.com.mx

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