¿Y lo s padre s
de lo s torero s?
¡ Va p o r t o d o s e llo s co m o u n h o m e n a je d e l d í a d e l p a d r e y ta m b ié n a lo s a b u e lo s, q u e a l g u n o s h a n sid o cim ie n to s d e g r a n d e s d i n a s t í a s , n o so la m e n te d e m a ta d o r e s, t a m b i é n d e r e j o n e a d o r e s, p ica d o r e s, su b a l t e r n o s , m o n osa b io s, g a n a d e r o s y to d o s l o s o f i c i o s y p ro fe sio n e s q u e e n vu e lve n a l a t a u r o m a q u i a! Mar y Car m en Chávez Ri vad eneyra
¿Y los padres de los toreros?
L
a mayoría de las veces los toreros siempre llevan en sus biografías la afición inculcada por sus antecesores, muchos tuvieron la suerte de crecer en un hogar taurino, incluso sus padres fueron toreros, de ahí que decidieron incursionar en el mundo del toro y su ritual de fiesta, sin olvidar que esta profesión es de vocación, no de obligación, en la que muchos padres han acompañado a sus hijos desde tiempos pretéritos en sus andanzas de vida táurica, lo que los convierte en consejeros de vida. Rompa usted con el tiempo e imagine ¿quién y cómo sería el padre de Pepe-Illo o de Joaquín Rodríguez “Costillares”, incluso de la misma Nicolasa Escamilla “La Pajuelera” o Dolores Sánchez, “La Fragosa”, algunos toreros de antaño, gozaron de crecer junto a sus padres, otros los perdieron desde muy chicos; al paso de los años y al leer las biografías de los diestros, nos llena de congoja la dura ausencia de esa figura paterna que es indispensable en la formación de los todos los niños, así le pasó a Juan Belmonte y más adelante a Manuel Benítez, “El Cordobés”, quién incluso, sin haber sido su padre torero, llevó en los andares más duros de sus inicios el efímero apodo de su papá, “El Renco”, ¡Ojalá José Benítez hubiese visto el éxito de Manolo! Estas múltiples historias seguro se cuelgan de un hilván en oro viejo, las hay desde lo épico, lírico y dramático. Es a partir de esto que es posible decir que si alguien apoyó a su hija fue Francisco Cintrón Ramos, el padre de Conchita Cintrón, quien siempre estuvo acompañándola en las plazas; y en tiempos más contemporáneos el
Doctor Fernando Tenorio junto a la Matadora Hilda ha tenido su apoyo incondicional en todos sus paseíllos; tal como el padre del Matador Julián López “El Juli”, quien siempre estuvo junto a él desde que era un chiquillo, emprendiendo viajes trasatlánticos, además de ir tocando puertas de las casas ganaderas a lo largo de su formación taurina. Así varios padres de toreros, como los hermanos Adame, y actualmente, Cristóbal Arenas, “El Maletilla”, quien tiene el consentimiento del mismo, ambos llevan el mismo nombre. ¡Quisiera en estas líneas citar a tantos! Hay historias trascendentes, por ejemplo, la de Don Celestino Román el abuelo de José Tomás, quien le ponchaba los balones de futbol de niño y le daba en su lugar un lío lleno de sorpresas en relucientes colores, un capote bicolor y una muleta carmesí que llevaba el sol por dentro. Mientras por otro lado, el señor Emilio Ponce el padre de matador Enrique Ponce siempre estuvo a su vera cuando chaval incursionaba, dando el valioso consejo de tienta y callejón, el maestro de Valencia en varias entrevistas lo menciona, siendo este un gran torero de época, consentido de muchas plazas, entre ellas, La México. Así muchos papás han jugado al toro con un par de pitones embistiendo a sus hijos e hijas desde infantes, soñando con memorables faenas, “llevándolos a hombros por la soñada puerta de príncipe” porque siempre todas las etapas del toreo y sus protagonistas llevan una trama y un drama, pues los he visto en las arenas de la realidad brincar al callejón y hacer el quite a
cuerpo limpio, tratando de quitarle la cornamenta que los acecha en un arropón, para evitar el percance, siempre dan la vida por ellos. Los papás comprometidos acompañan a sus hijos a lo largo de su educación y carreras formativas, con mayor razón en esta profesión de alto riesgo; pues en muchas ocasiones corren la legua juntos, entre viajes por carreteras y aeropuertos en busca de oportunidades en el extranjero de Perú a Madrid, de Apizaco a Yucatán, entre cada ciudad, pueblo, plaza de tientas en la entraña de una ganadería, como parte de su duro aprendizaje, hasta que llega el momento en que se firman una novillada o corrida, lo cual adquiere mayor seriedad; aunque algunas veces los gachós por necesidad se las arreglan solos, pero traen entre sí la voz del padre, el consejo y su amor entre los avíos. El padre, el apoderado y el torero parecen ser una trinidad casi divina que lleva complicidad hasta en las miradas, muchas veces el papá sortea los toros, vive la intimidad del hijo, en esa mirada a través de un delgado cristal que separa al ser humano y el profesional de la fiesta; pero que si se rompe está su hijo, por el que también se vive una angustia inevitable. Los padres llevan también de manera simbólica “apretados los machos”, tienen que ser tan valientes como su hijos, ya que también ellos pasan miedo y lo que es más, huelen el miedo de su torero, lo conocen tanto que cualquier malestar o movimiento es motivo de desasosiego, y cómo no, si
los han visto crecer, aprender a decir, “apá” “papá” y “olé”; también han llevado al crío en los hombros jugando “al caballito” y fueron de la mano a todos lados, hasta que la afición de niño y adolescente los lleva por primera vez a vestir un traje corto, y a partir plaza en un cortijo; es de ahí en adelante que el torero se viste de luces y a su vez, vive junto con el padre ese nocturno delirio existencial previo a la corrida, donde el amanecer los descubre en ese rayo de luz que intimida, pero ahí están con su diestro en el previo a la corrida prestando su ayuda, sin duda no todo lo hace el mozo de estoques, debido a que hay asuntos entre padres e hijos que son de mayor intimidad, hay veces que hasta los persignan en la habitación del hotel. El matador alicantino José María Manzanares quizá no imaginó en el momento que daba la vuelta al ruedo de la mano con su hijo que este pequeño llegaría a ser un gran torero, además de cortarle él mismo la coleta aquella tarde memorable en la Real Maestranza de Sevilla el primero de mayo de 2006, suceso que conmovió a la afición, momento que detuvo el tiempo en una icónica fotografía en la que los dos bordan el llanto, al ver la imagen que sigue tocando el alma de toda la afición. De igual manera es posible afirmar que los padres de los toreros están en todas partes tanto al ir en la camioneta del torero, estar en el callejón durante la corrida, pueden escoger su sitio en la plaza, mirar a su diestro en el momento de crisol de la faena o también llegar a mirar los pétalos de sangre que emana su cuerpo como si
fueran de un clavel deshojado en los medios de la plaza al ser empitonado. Ellos también sufren mucho junto a sus hijos, son testigos de todo, hasta de sus fracasos, ven el sudor de su frente y viven la dureza del público, escuchan todo lo que se dice en las barreras al estar ellos en un burladero del callejón; además los ven de cerca al dar la vuelta al ruedo con los apéndices en la mano, y abrir las puertas grandes. ¡Esto es vivir y a veces, medio morir! Las generaciones de abuelos y padres taurófilos han sido piezas claves en la fiesta de los toros, así fuimos muchos a la plaza por primera vez, acompañados de ellos, y sí, siempre he hecho énfasis en que los niños deben ser partícipes de una corrida pero ahora considero necesario hacer una reflexión de cara a la nueva tauromaquia de la posmodernidad que requiere la inclusión de la afición en todas sus edades, ya que es momento de que ellos regresen a presenciar una corrida, darles una distinción a los muchos veteranos padres y madres de la tercera edad, no solamente en este día del padre que se les rinde un homenaje, también ahora que los festejos taurios se están reactivando, tras la dura etapa de la pandemia por la Covid-19. Por ello si se están llevando a cabo cambios importantes de manera interna en la tauromaquia, es necesario apostar por temas como la presencia de los abuelos en los toros, me refiero a darles el trato especial que merecen y las comodidades que necesitan para poder ir de nuevo en condiciones más propicias a una plaza de toros, es decir si ya salvaron la vida, están vacunados y desean reaparecer en las plazas con todas las medidas de sanidad, podrían
replantearse las empresas fomentar su valiosa presencia. Dejo aquí la reflexión para que las organizaciones taurinas readapten sus espacios como lo han hecho en otros espectáculos, en cines, y teatros, con rampas, y accesos más cómodos y tener sitios especiales para ellos, desde la taquilla de la plaza, lugares de estacionamiento cercano, palcos con servicios inmediatos, que por su edad merecen mayor comodidad, esto invitaría al retorno de ellos en las plazas de toros, en un momento dado se irán sumando personas de la tercera edad y esto sería un acierto para la misma fiesta. Mi admiración, y respeto por todos los papás taurófilos, por los de grandes dinastías, que tuvieron el lucimiento de dejar el ejemplo a sus hijos y todos los padres que los apoyan incondicionalmente, merecen las palmas los que no manejaron esa idea tan corta y egoísta de que si ellos fueron toreros sus hijos no quieren que lo sean, con ese planteamiento árido que predican que se sufre mucho en la profesión, no hay duda, ¡pero por favor! se sufre el hecho de cortar vocaciones y de evitar que los hijos realicen sus sueños junto el toro de lidia y sean estelas luminosas en ese barroco andante que portan enfundados en un traje de luces al contacto con el sol. ¡Mis reverencias y respeto, por los abuelos, padres de los toreros, y todos los taurinos de cepa, que hoy merecen puerta grande, muchas felicidades, claveles grana para todos ellos! Mary Carmen Chávez Rivadeneuyra