José Guadalupe Posada en los toros

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JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

JOSÉ GUADALUPE EN LOS TOROS. Cronista de la imagen. 1


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JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

JOSÉ GUADALUPE EN LOS TOROS. Cronista de la imagen.

MÉXICO, 2013 3


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José Francisco Coello Ugalde. Reservados todos los derechos. 2013.

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Centro de Estudios Taurinos de México, A.C. 2013.

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Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana, 2020 Reservados todos los derechos. 2020.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra -incluido el diseño tipográfico y de portada-, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito, tanto del autor como del editor.

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ÍNDICE INTRODUCCIÓN

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JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (I). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (II). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (III). 24 JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (IV). 27 JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (V). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (VI). 33 JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (VII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (VIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (IX). 43 JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (X). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XI). 54 JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XIV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XVI). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XVII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XVIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XIX). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XX). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXI). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS. (XXII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXIV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXV) JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXVI) JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXVII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXVIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXIX). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXX). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXI). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXIII).

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JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXIV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXVI). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXVII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXVIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XXXIX). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XL). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XLI). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XLII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XLIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS. (XLIV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XLV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XLVI). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XLVII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XLVIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (XLIX). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (L). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LI). 193 JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LIV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LVI). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LVII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LVIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LIX). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LX). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LXI). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LXII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LXIII). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LXIV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LXV). JOSÉ GUADALUPE POSADA EN LOS TOROS (LXVI). NOTAS SOBRE UN CAPÍTULO NO CONTEMPLADO.

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CONCLUSIONES. CRÉDITOS. BIBLIOGRAFÍA, HEMEROGRAFÍA. ARCHIVOS Y COLECCIONES PARTICULARES.

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INTRODUCCIÓN

José Guadalupe Posada (1852-1913) es uno de los artistas populares más caudalosos respecto a la cantidad de publicaciones que dieron cabida a su obra. En ese sentido, la prensa fue el mejor espacio para difundir los cientos, quizá miles de grabados que delineó, y cuyos mejores ejemplos van de El Jicote (en Aguascalientes) , o La Gacetilla (en León, Guanajuato), pasando por La Patria Ilustrada y hasta El País, por citar los extremos. En el resto de este trabajo que ahora se pone en marcha, intentaré citar todos y cada uno de ellos,1 con objeto de tener al final de mismo, un recuento de su participación. De igual forma, las imprentas fueron otra fuente destacada desde las cuales el quehacer del aguascalentense se dejó notar, lo mismo en las de su propia matria, Aguascalientes, pasando por las de León de los Aldamas; sin faltar desde luego las de la ciudad de México, fueron sitios donde se conocieron sus trabajos; los publicados desde 1871 y luego aquellos que le proporcionaron fama gracias a la imprenta administrada por Antonio Vanegas Arroyo. El presente libro desea poner en valor la obra de José Guadalupe Posada Aguilar, quien nació el 2 de febrero de 1852 en Aguascalientes, y murió el 20 de enero de 1913 en la ciudad de México, a causa de su descontrolado alcoholismo. Artista popular, creador y hacedor de miles de grabados en peculiar estilo confundido, quizá con el de su contemporáneo Manuel Alfonso Manilla, será desde aquí, motivo no sólo de un reconocido homenaje. También habrá oportunidad de revisar

nuevos materiales y analizarlos con las herramientas e

interpretaciones estéticas a disposición, pero sobre todo, por tratarse de grabados inéditos o poco conocidos. Desde luego el leitmotiv para esta serie es el tema taurino, del que no oculta su gusto y afición declarados en rasgos posadianos inimitables. Posada nació y murió pobre y al igual que Mozart, sus restos pasaron a la fosa común, y de ahí a la inmortalidad. Por lo tanto, su afirmación en el arte popular, no sólo debe ser la que alcanza a nivel universal con Jean Charlot, Diego Rivera, Leopoldo Méndez o Antonio Rodríguez, sino lo que el pueblo consignó desde la publicación permanente de todos aquellos impresos que desvelaban el caso dramático y sangriento del momento, o la trascendencia heroica de este o aquel personaje sin omitir –claro está- todos aquellos 1

Intento con semejanzas como las que, en su momento realizó Antonio Rodríguez, el que pudo lograr una relación sobre el conjunto más o menos compacto de publicaciones donde colaboró nuestro personaje.

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factores o pretextos taurinos que causaban asombro o sensación. En esa enorme obra que, aunque efímera en su producción o elaboración, quedó impresa en hojas volantes, calendarios, periódicos o publicidad no hay una idea cabal de cuanto produjo. Quedan, eso sí, las emblemáticas calaveras y muchos grabados que pasan del sensacionalismo ilustrado a la protesta directa y hasta el ingenuo trazo del que seguramente el propio José Guadalupe era consciente al saber quién sería el destinatario entre los amplios sectores de una sociedad, donde pesaba lo mismo la injusticia que el analfabetismo. El anhelo de un México mejor o la disyuntiva de un futuro incierto, que todos esos valores quedaron impresos en ese universo de ilustraciones, hacen que la presencia de Posada y su firme trazo nos dejen entender su particular visión de las cosas. José Guadalupe Posada al morir ese 20 de enero de 1913 ya no tuvo oportunidad de testimoniar el negro capítulo de la “Decena Trágica” (9-18 de febrero siguiente). Esa habría sido la cúspide toda de sus aspiraciones como artista para consolidar el retrato puntual de este país en esos momentos. El reconocido caricaturista Rafael Barajas Durán “El Fisgón” ha hecho de un tiempo a esta parte, labor investigadora en un territorio donde se mueve a sus anchas: la historia de la caricatura en México. En ello le va la vida y si no que consten estos trabajos de reciente publicación: El país de “El Ahuizote”. La caricatura mexicana de oposición durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876); El país de “El llorón de Icamole”. Caricatura mexicana de combate y libertad de imprenta durante los gobiernos de Porfirio Díaz y Manuel González (1877-1884) y POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. (Véase biblografía). También será notable referente en este esfuerzo, la obra de Agustín Sánchez González: La portentosa vida de José Guadalupe Posada (véase bibliografía), publicada durante el año de las conmemoraciones en torno al creador, entre otros grabados del que dedicó a Antonio Montes, por ejemplo. Se puede percibir en este último, como aliento de frase tan demoledora, ácida, cáustica y mordaz como sus caricaturas mismas que sobre Posada se ha escrito todo, pero no todo. Esa verdad, no solo perogrullesca, sino al amparo de un juicio crítico con sustento, deja ver que cierto reciclaje en las visiones por y para José Guadalupe Posada, pasan de mano en mano, como las hojas de papel en mano, sin un peso de propuesta cuya legitimidad permita arrancarlo un poco más de los cartabones. Jean Charlot y Antonio Rodríguez dijeron lo suyo 8


en su momento, al igual que otros críticos o artistas, como fue el caso de Diego Rivera o José Clemente Orozco. Así también pueden encontrarse testimonios como los de Jorge Alberto Manrique, Luis Cardosa y Aragón, Fernando Gamboa, Antonio Rodríguez, Raquel Tibol, pero… ¿y de los demás? Salvo casos aislados que ya se irá poniendo en su justa dimensión a lo largo de este trabajo, resulta, a lo que parece, confirmar las reflexiones que destacan como aires de renovación en POSADA, MITO y MITOTE, el cual debo confesar, se convierte en guía espiritual a lo largo de todo mi propósito, debido a que contiene los elementos clave para seguir en la ruta apropiada. De ese modo, conviene ir puntualizando nuevas visiones sobre su quehacer, un quehacer que decantó en el arte popular, expresión que permeó en el inconsciente colectivo; o lo que es lo mismo: en el imaginario popular. Sus trabajos han trascendido el ámbito nacional y de manera más que justificada, los acoge desde hace muchos años la expresión universal del arte. Posada es, sin lugar a dudas un hacedor que no sólo aprendió las lecciones básicas propias de su oficio. Abrevó de escuelas y maestros que ya, en la práctica se dejaban notar en talleres y publicaciones y hubo un momento en que los superó, y al superarlos se convirtió en modelo a seguir. Sin embargo, hubo necesidad de que su alma o su espíritu no solo estuvieron impulsados por la creación. Su condición económica –siempre limitada-, y luego el comprometido político que asumió en diversas etapas de su vida. Compromiso que ya veremos si lo hizo suyo por convicción, por compromiso, por conveniencia e incluso, bajo amenaza, lo llevan a forjar una de las mejores partes de una obra inagotable. Pero al margen de que José Guadalupe Posada fue motivo de innumerables homenajes durante 2013, pretendo sumarme a los mismos, sirviéndome para ello de una de las facetas en donde descubrimos gritos o aficiones. La de los toros como espectáculo no fue ajena a su desempeño en tanto grabador o ilustrador, de ahí que, al encontrar nuevas o muy raras expresiones que vienen a enriquecer el catálogo de obra, no tanto por inéditas, sino por su escasa difusión, esto merece una puesta al día, y además la necesaria reinterpretación a su vida y obra. El presente trabajo pretende mostrar si no todos, sí una gran parte de esos materiales, reflejo de la popular diversión taurina, que él presenció desde sus primeros años en su matria: Aguascalientes, así como lo que pudo grabar en León, Guanajuato, si es que tuvo la oportunidad de hacerlo, pues ese periodo se acompaña con la pérdida que sufrió él y muchos leoneses, a partir de la grave inundación de 1888. 9


Si bien, sabemos que se establece en la ciudad de México a partir de los últimos meses de 1888 y, hasta su muerte, en 1913. Lo que haya producido en León y todos aquellos que pudo haber dejado en el taller que laboró, buena parte de esa producción –insisto-, es probable que no quedara gran cosa, debido a la calamidad ya mencionada, la cual ocurrió el 18 de junio de 1888. Los 25 productivos años en la capital del país definen y perfilan a un José Guadalupe Posada que ya había afirmado su estilo, sus rasgos, su sello distintivo, sobre todo porque otro artista popular, contemporáneo suyo: Manuel Alfonso Manilla realizaba labores semejantes y hasta su obra, confrontada con la del aguascalentense, empezaba a encontrar semejanza de estilo, lo que provocó y sigue provocando todavía algunas confusiones al pretender atribuir con la certeza del caso, la autoría o paternidad legítima de la obra. Así que ya va siendo hora de que se ponga en marcha el tren que ya todos abordamos, en espera de hacer un maravilloso recorrido donde además de los esperados paisajes, se tenga la oportunidad de encontrarnos con mil y un sorpresas, mismas que por entregas, habrán de formar en un tiempo razonable, una visión de conjunto primero. Un libro en homenaje a tan peculiar personaje, después. En los imaginarios tendidos de esas plazas, acompañado de su “Catrina”, “Don Chepito marihuano” y de otros que se han juntado a platicar, entre quienes se encuentra “Manilla” nos vamos de juerga y así descubrir a toda “máquina” esa afición taurina, la de Posada. José Francisco Coello Ugalde Maestro en Historia En México, ciudad a 8 de octubre de 2013.

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(I) En 1925, Jean Charlot, deslumbrado por la caudalosa referencia del quehacer artísticopopular que legó José Guadalupe Posada, dejaba testimonio en la entonces reconocida publicación Revista de Revistas en los siguientes términos: Posada creó el grabado genuinamente mexicano, y lo creó con rasgos tan fuertes, tan raciales, que puede paragonarse con el sentimiento estético de lo gótico o lo bizantino, pongamos por caso. Por eso mismo, por su alcance universal de obra no subjetiva, se quedó obra anónima. 2

Ante ese testimonio, surgieron las primeras reacciones que permitían un reencuentro con el grabador quien, a su muerte dejó un patrimonio artístico inconmensurable, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, de ahí que este último eje rector sea el que se manifieste de manera más evidente en el presente trabajo que rememora los cien años de su desaparición. Pues bien, tomando como referencia la lectura de Rafael Barajas “El Fisgón”,3 me permito seguir el lineamiento de la misma, pues en ella he encontrado no sólo un estudio serio, sino reciente y también coherente, en el que se revisa de manera pormenorizada el trabajo en una línea estrictamente política, lo que no desliga al propio hacedor de otros quehaceres, pero también de todo aquel camino que siguió, el cual comienza en Aguascalientes, sigue en León de los Aldamas y concluye en la capital del país. Entre los múltiples párrafos que ya han sido elegidos para el caso, existe esa “hoja de ruta” apropiada, misma que no tomaré en descargo de mi posible falta de conocimiento sobre el personaje, sino que servirá para afirmarla, reafirmarla y en algún caso, para cuestionarla o enriquecerla con otros elementos posibles obtenidos a lo largo de la investigación. Un día antes del nacimiento de José Guadalupe Posada Aguilar, el domingo 1º de febrero de 1852, en la ciudad de México se anunciaban estos dos carteles de toros…

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Agustín Sánchez González: JOSÉ GUADALUPE POSADA un artista en blanco y negro. 3ª reimpr. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2010. 32 p. + ils. (Círculo de arte)., p. 11. 3 Rafael Barajas Durán (seud. “El Fisgón”): POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle).

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…donde tanto Andrés Chávez como Bernardo Gaviño harían las delicias de los capitalinos, mientras funcionaban al unísono la Plaza Principal de Toros de San Pablo y la recién inaugurada plaza de toros del Paseo Nuevo. Como se podrá observar, ambos espectáculos contenían una abigarrada suma de ingredientes que harían en uno y otro caso tan interesante como atractiva la ocasión. Al día siguiente, muchas leguas al norte, en humilde casa ubicada en el Barrio de San Marcos, misma que habitaban Germán Posada y Petra Aguilar, la jornada se convirtió, sobre todo para Petra en la difícil ocasión de enfrentar un parto, el de un niño que habría de “engrosar las filas” de aquella familia, mientras el festejo de la Candelaria transcurría en los alrededores, de conformidad con lo establecido con la iglesia, entre la “levantada del niño”, el atole y los tamales. En primera instancia, Rafael Barajas delinea el siguiente bosquejo: (…) este “maestro de obras de obras maestras” realiza cientos de estampas que retratan la pluralidad delirante del México porfiriano. Su obra está dirigida a un público de ciudadanos pobres, como él; durante su estancia en la ciudad de México vive en vecindades miserables, una 12


parte importante de su material se pierde en el caos y en los basureros de talleres e imprentas; no se conserva ni uno sólo de sus dibujos originales, y las fuentes documentales directas sobre su vida escasean.4

En efecto, José Guadalupe, desde su nacimiento y hasta la muerte misma tuvo que llevar una vida modesta, lo que parece emparentarse con el hecho de que al haber dejado testimonio de infinidad de casos de un sector proletario de la sociedad, es posible que se viese no sólo como el que intervenía e interpretaba el caso de alguna Gaceta Callejera, sino que además se constituía en el elemento receptor, ese que se identificaba a plenitud con lo que sucedía en los hechos de la vida citadina, o los que, en caso de un hecho de la vida privada, trascendían a aquella a modo de rumor, chisme o comentario. Y en eso, Posada sin pretenderlo quizá, fue cronista, a la manera de los novohispanos Gregorio Martín de Guijo, Antonio de Robles, José Gómez. O de los decimonónicos: Carlos María de Bustamante, José Joaquín Fernández de Lizardi, José Ramón Malo, José Manuel de Castro Santana, sin faltar el mismísimo Guillermo Prieto, junto a Enrique Chávarri, Amado Nervo o Manuel Gutiérrez Nájera. Todos estos personajes escribieron esas y otras historias. José Guadalupe tendría la virtud de documentarlas en forma gráfica.

Esta hoja se publicará cuando los acontecimientos de sensación lo requieran…

Ante aquel panorama marginal, no es de sorprender que buena parte de esos trabajos que se elaboraron, por ejemplo en el TALLER DE GRABADO, fuesen tan efímeros y no adquirieran un valor proporcional a su dimensión creadora, de ahí que terminaran “en los basureros de talleres e imprentas”. Se sabe que, al morir José Guadalupe, sólo dos vecinos y un amigo se encargaron de darle sepultura, lo que ocurrió en una tumba de sexta categoría en el panteón de Dolores. Siete años después, sin reclamo de por medio, los restos fueron a dar a la fosa común, como buena parte de su obra.

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Op. Cit., p. 19.

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Probablemente se trate del taller que el propio artista estableció en la calle de Santa Teresa, o en la de Santa Inés número 5, hoy calle de Moneda (CONACULTA, INAH-SINAFO, N° de Cat. 25296. Ca. 1900). Se observa a José Guadalupe Posada Aguilar a la derecha de la imagen. Su hijo, se encuentra al centro, mientras que un tercer personaje no identificado, los acompaña.

El 20 de enero de 1913, un turbio ambiente se vivía de manera bastante intensa en la ciudad de México. Semanas más adelante, habría de transcurrir un episodio ominoso como fue el de la “Decena Trágica”.5 Pero el 21 de enero, la prensa, que debió haber registrado tan significativa pérdida, la de José Guadalupe Posada Aguilar, reportaba entre otras cosas, la erupción del volcán de Colima, o se daba cuenta de “El sangriento Crimen del Apartado”, hechos ocurridos en la segunda calle del Apartado, del que fueron protagonistas Joaquín Suárez Zapata y su prima, la señorita Margarita Suárez, que perdió la vida a manos de su primo y novio, recibiendo varias lesiones con arma de fuego, y cuyo cadáver fue arrastrado después con lujo de crueldad por su matador, quien fue aprehendido, procesado y más tarde Conviene sugerir, para todo aquel interesado la lectura siguiente: José Silva Valero, “La decena trágica”, en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Vol. 3, México, UNAM, 1970, pp. 89-116., misma que puede consultarse por internet, en la siguiente dirección: http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc03/321.html 5

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sentenciado por el Tribunal del pueblo a sufrir la pena de muerte”6 acontecimiento que hubiera hecho suyo José Guadalupe ilustrándolo a su manera, como fue el caso de otros tantos escándalos de tal naturaleza.

El País. Diario católico, D.F., del 18 de enero de 1913, p. 8

Tampoco fue posible que alcanzara a presenciar el festejo que se había preparado la tarde del día anterior, 19 de enero de 1913, en “El Toreo” de la colonia Condesa. La corrida de hoy se espera con entusiasmo, debido a que los elementos que forman el cartel han merecido la aceptación unánime de la afición. Volveremos a admirarnos ante el soberano dominio del ex - auriga de Bilbao, (el reporter se refiere a Castor Jaureguibeitia Cocherito de Bilbao) que en compañía del madrileño Juan Cecilio “Punteret”, se encargarán de la lidia de la corrida de toros enviada por los propietarios de Atenco para jugarse en la primera plaza de la República. Para los aficionados que no apechugan con las notas periodísticas, sino que en su inveterada desconfianza prefieren el convencimiento personal, la oportunidad se les brinda ahora de ir a ver en los corrales de la plaza la excelente corrida enviada por los señores Barbabosa, Sucesores, y entonces reconocerán que el elogio anticipado de los toros tiene como base la verdad. De los seis toros que veremos lidiar mañana, sobresalen, para el que esto escribe, tres ejemplares finísimos, que a leguas demuestran esmerada cruza y cuidados en la crianza, los que seguramente son bravos, porque todas las señales son de aquellos que así lo aseguran. Tienen pues, la palabra, los dos diestros aplaudidos que contenderán mañana, y antes que ellos, los toros de Atenco que saldrán a poner muy alto el pendón de su divisa.7 6

El Imparcial, D.F., del martes 21 de enero de 1913, p. 7.

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(II) Vuelve a decirnos Rafael Barajas: (…) a mediados de la década de 1920, varios artistas e intelectuales posrevolucionarios –entre los que se cuentan el Dr. Atl, Jean Charlot, Frances Toor, Diego Rivera, José Clemente Orozco, Francisco Díaz de León y Leopoldo Méndez- revaloran su trabajo [el de José Guadalupe Posada] y hacen todo por rescatarlo del olvido: estudian y coleccionan sus impresos, escriben sobre él, buscan información sobre su vida, le dedican una monografía, organizan exposiciones de su obra, le hacen sentidos homenajes y lo ubican como uno de los precursores de la Revolución mexicana.8

En 1977 aparece otra interesante publicación que retoma el asunto de Posada, y quien lo hace es, ni más ni menos que el crítico de arte Antonio Rodríguez.

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El Imparcial, D.F., del domingo 19 de enero de 1913, p. 6. Rafael Barajas Durán (seud. “El Fisgón”): POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle)., p. 19-20. 8

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Esta fue, en esencia, una de las primeras grandes reacciones que se dieron en un círculo intelectual perfectamente posicionado e influyente, capaz de generar un foco de interés sobre quien a partir de esos momentos se estaba convirtiendo en motivo de investigación y divulgación, sobre todo porque sus grabados seguían apareciendo de vez en vez en algunos impresos salidos no necesariamente de la que era ya, en poder y control la famosa imprenta detentada por don Antonio Vanegas Arroyo, aquel famoso editor que nace en Puebla en 1850 y muere en la ciudad de México en 1917. Así que Antonio todavía tuvo razones y motivos para seguir ilustrando otras tantas publicaciones por encargo, en el supuesto de que haya podido conservar diversas planchas que el propio José Guadalupe dejó preparadas en su taller. Esa difusión, tanto en favor de Posada mismo o de Manilla siguió siendo un quehacer intermitente en otros negocios de impresión (donde fueron a dispersarse esos moldes o copias de sus grabados), al grado de que por los años treinta y cuarenta del siglo pasado, es posible encontrarse de vez en vez con algunos carteles taurinos donde destaca la obra del aguascalentense o del todavía más misterioso grabador Manuel Alfonso Manilla, de quien se sabe nació en 1830 y murió, víctima de tifoidea en 1895. Los estilos de uno y otro tan parecidos a la hora de dejar plasmadas sus interpretaciones sobre determinado acontecimiento, siguen provocando confusiones y polémica para darles su exacta paternidad. Y no sólo eso. También su dimensión en tanto obra creadora. Además, por misteriosas razones que pueden ser atribuibles al hecho de que al ser tan basta la producción de los impresos donde quedaron plasmadas sus diversas expresiones, o decidieron no firmarlos o simplemente ocultaban el nombre o el apellido al mantener compromisos en sectores como la prensa, línea de información con la que constantemente se involucraron. Pero tal asunto pudo haberles traído o causado serios problemas, sobre todo por el hecho de que sus apuntes incluían una fuerte dosis de crítica tan directa o en sesgados mensajes subliminales con explosiva carga de insinuación en la que el blanco era el régimen porfirista, sus principales ministros o el conjunto de acciones a favor o en contra de la sociedad de aquel tiempo.

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Ilustración proveniente del trabajo de Rafael Barajas (véase bibliografía; p. 43). Obsérvese la nota a pie en donde el autor hace un detenido análisis de la caricatura que, en julio de 1871 concibió José Guadalupe Posada para expresar su opinión al respecto de la política aguascalentense de su época.

Que el taller de Vanegas Arroyo se convirtió en algún momento en el germen y motivo de inspiración para que Manilla y Posada se decantaran por ilustrar muchos de sus trabajos tomando como pretexto las “calaveras”, es todavía un misterio. Si en esto influyó por ejemplo, la estela del Juan Tenorio (poema dramático escrito en 1844) que José Zorrilla hiciera célebre, es creíble en la medida en que el propio autor vallisoletano (1817-1893) pasara por nuestro país una larga estancia de once años, entre 1854 y 1866 (salvo 1858, año que permaneció en Cuba). Habiendo sido nombrado director del Teatro Nacional bajo el imperio de Maximiliano, se convirtió en célebre figura en el ámbito literario, lo que pudo ser suficiente motivo para que las representaciones del Tenorio lleguen, como sucede hasta nuestros días, sea en la más pura y tradicional de las puestas en escena que como una tergiversación al quedar convertida en el Tenorio cómico.

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Y es que más o menos a finales del XIX mexicano, comenzó a ser una costumbre publicar, en diversos periódicos las famosas “calaveras”, esas expresiones que, en cáusticos y sugestivos versos se daba el perfil en vida y en muerte –figuradas ambas-, del o los aludidos, casi siempre personajes que en esos momentos guardaban una fuerte presencia pública. Tal ejercicio sigue practicándose hoy en refinadas y hasta muy pulcras ediciones, sin que pierdan la esencia original de su propósito.

He aquí dos interpretaciones de una misma razón: Don Juan Tenorio. A la izquierda, un grabado de Manilla que ilustra la escena del rapto de doña Inés. A la derecha, don Juan en el panteón, por Posada. Ambas imágenes se encuentran en el libro del Dr. Aurelio de los Reyes (véase bibliografía), p. 92 y 165 respectivamente. Nótese esa enorme semejanza de estilos, aunque muy particular para distinguirla entre uno y otro a la hora de realizar el ejercicio de identificación.

Correría el riesgo de que si sólo me fundara en una fuente como es la investigación de Rafael Barajas, este otro intento no tendría suficiente sustento. De ahí que, en la búsqueda y enriquecimiento de otras tantas, he ido encontrando, lo mismo las que ya son referente o así mismas consideradas como “clásicas”, que tal es el caso de la obra de Antonio Rodríguez, 9 o un reciente trabajo del Dr. Aurelio de los Reyes,10 y hasta las imprescindibles investigaciones académicas que, materializadas en tesis de grado,11 se convierten en rico sustento. Por

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Antonio Rodríguez: POSADA: El artista que retrató a una época. México, Editorial Domes, S.A. 1977. Edición trilingüe (español, francés e inglés). 232 p. Ils., fots., grabs., facs. 10 Aurelio de los Reyes: ¡TERCERA LLAMADA, TERCERA! Programas de espectáculos ilustrados por JOSÉ GUADALUPE POSADA. 2ª Ed. Aguascalientes, Instituto Cultural de Aguascalientes, 2010. 175 p. Ils., fots., grabs., facs. 11 María Olga Sáenz González: “José Guadalupe Posada, cronista de su época”. Tesis que presenta la Lic. (…) para obtener el grado de Maestría en Historia del Arte. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Historia del Arte, 2002. 366 p. Ils., facs., grabs.

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ahora, y para terminar con este pequeño capítulo me valgo de otro texto que, venido de la pluma de Rafael Barajas, me da luces al respecto: Muy poco se ha escrito sobre el Posada caricaturista: esto es una laguna importante, puesto que la gráfica de sátira política es parte fundamental de su labor creativa: el grabador inicia su carrera de dibujante como caricaturista político en periódico de combate (El Jicote), gran parte de su trabajo está dedicado al arte irrespetuoso y lo mejor de su obra –calaveras incluidas- está marcado por su oficio de humorista gráfico. Las caricaturas de Posada son de gran calidad artística y sólo por este hecho vale la pena sacarlas de la penumbra, pero además son documentos históricos que aportan datos de una época, de un sector de opinión… del propio autor.12

Lo que va de comenzar su participación directa en la prensa de combate, con trabajos como los de El Jicote, y consumarlos de manera intensa en las “hojas de papel volando” o su intermitente presencia en la prensa de la capital del país, dejan ver que José Guadalupe, independientemente de su postura crítica, era un dibujante, un caricaturista. Un creador a toda prueba, capaz de interpretar en su muy peculiar estilo, los diversos asuntos –figurados o los de la cruda realidad- que se pudieron conocer durante el periodo de mayor intensidad, como ya comienza a definirse de 1888 a 1913.

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Barajas: Op. Cit., p. 21.

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Poética de Muerte. Impreso de una representación que, sobre la poesía en torno a la muerte en México, presentó a principio de los años 80 del siglo pasado Fernando Gaxiola, bajo el auspicio de la Secretaría de Rectoría. Dirección General de Actividades Socioculturales. U.N.A.M.

Pero no es el sólo caricaturista. Él, en cuanto hacedor y creador fue forjando un cúmulo de obra que si bien, se constituyó en entornos efímeros y hasta ese mismo trabajo se enfrentó a la triste condición de perderse, hoy a quienes nos interesa participar en el permanente rescate de tal quehacer, también toca revalorizarlo, reinterpretarlo y al hacerlo, lo hacemos apoyándonos en el muestrario de aquellos materiales que no siendo los más populares, pertenecen en cambio a su obra. Parte de ese muestrario donde se combina la obra del ilustrador y caricaturista al mismo tiempo, con la “poética” y los versos mejor conocidos como “calaveras” pude encontrarlo, si no como para calificarlo de novedoso, sí al menos en el ámbito de las publicaciones periodísticas de corte taurino, en El Puntillero.13 En combinación con otros elementos

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Salvador García Bolio: EL PERIODISMO TAURINO EN MÉXICO. Historia. Fichas técnicas. Cabeceras. Con un prólogo de Alberto A. Bitar Letayf “A.A.B.”, Director de “El Redondel”. México, Bibliófilos Taurinos de México, s.a.e., s.p.i., 120 p. Ils., facs., p. 90. El Puntillero. México, D.F. Semanario de toros, teatros y variedades, que dirigió D. Rafael Medina. El primero número apareció el 20 de mayo de 1894. Editores propietarios: Francisco Cosío y Compañía. Administrador, Segunda Independencia, 6.

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tipográficos comunes en la época. Se trata del número especial que se publicó en noviembre de 1894, en cuatro páginas, como suplemento del número que aparecía por esos días. Tal reseña fue denominada “Panteón del Puntillero”. En ella, encontramos sabrosos enredos donde se “atiza” de manera cáustica y divertida a la vez, la opinión que merecieron por esos días personajes como Ponciano Díaz, María Aguirre “La Charrita”, José Centeno, “El Gordito”, “Castañero”, “El Artillero”, “Pipa”, “Almendrito”, “Silverio Chico”, “Rebujina”, “Ostión”, “Trallero”, León Cortés “El Señorito”, “El Sordo”, Atenógenes de la Torre, todos ellos y algunos más, protagonistas en el ruedo. También fueron incluidos algunos de los directores de las otras publicaciones taurinas que circulaban en la época. Tal es el caso de Pedro Pablo Rangel, Eduardo Noriega, Enrique Reyes Lira, Julio Bonilla, José Quijano, Rafael Medina. Y para que el “menú” fuese lo más completo posible, también pasaron por las “armas” las mismísimas instituciones teatrales de la época, como el Teatro Nacional, el Principal, el Arbeu, el Hidalgo, el circo Orrín, el salón de Patinar… También los Ferrocarriles, los Empresarios, los Ganaderos y… la mar de otros tantos motivos que, en el recuento final, deben haber causado risas y carcajadas a tutiplén; o más de alguna molestia, por aquello de las “indirectas” allí plasmadas. A continuación, comparto con los lectores esas cuatro páginas, cuyo ejemplar proviene de la biblioteca del Dr. Marco Antonio Ramírez, a quien agradezco la gentileza de haberme permitido obtener una copia del mismo.

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(III) En 2012, Posada fue motivo de varios homenajes, entre los cuales se realizó la exposición “Posada en la prensa mexicana”, cuyo responsable, el historiador Agustín Sánchez González tuvo a bien seleccionar una serie de piezas que desvelaban con otra mirada al grabador aguascalentense y sus 40 años de producción invaluable.14 En aquella ocasión, y faltando algunos meses para la conmemoración del centenario de la muerte del artista, fue conveniente reubicar la figura del personaje desde varios ángulos, evitando con ello una falsa creencia de que solo se debe a “catrinas” y “calaveras”. Esto ocurrió en el Museo del Periodismo y de las Artes Gráficas de la ciudad de Guadalajara, cubriendo el periodo de producción de 1871 a 1911. Sánchez González decantó su selección en diversas portadas de periódicos cuya supervivencia permitió entender de mejor manera el ejercicio de un hábil creador capaz de recrear diversos hechos políticos o sociales en los que fue un fiel intérprete. Esto, fue resultado de poco más de 20 años de paciente investigación por archivos, bibliotecas, hemerotecas y colecciones particulares, obteniendo como resultado un sólido muestrario, destacándose la presencia de algunos materiales totalmente inéditos. Entre otros ejemplos se encuentran El Jicote, El Diablito Rojo, El Periquillo Sarniento, El Perico o La Patria festiva, por mencionar algunos títulos entre lo más representativo. Llama la atención que la mayoría de los grabados se realizaron durante los diversos periodos en los que el General Porfirio Díaz gobernó este país, para lo cual no podemos olvidar el rigor a que fue sometido el sector de la prensa, cuyos integrantes se convirtieron en blanco permanente de represión. Si sus ideas o adulación no iban en consonancia con el régimen dictatorial imperante, esto era motivo suficiente para ser encarcelados, además de ser confiscadas las imprentas, lo cual se convertía en una “acción ejemplar” pero desmedida. Como se podrá comprobar en nuestros días, esa práctica sigue siendo una constante, y el ejercicio del periodismo uno de los más riesgosos en este país. Agustín Sánchez González, pudo destacar entre otros aspectos el hecho de que el sector de la prensa de aquellas épocas, pasó de la tradicional manufactura de planas sin ilustración, a aquellas que se enriquecieron con grabados y dibujos, hasta antes de que aparecieran 14

Disponible octubre 28, 2012 en: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2012/10/28/13591553-muestranaportes-de-posada-como-ilustrador-de-la-prensa-mexicana, “Muestran aportes de Posada como ilustrador de la prensa mexicana” Notimex Publicado: 28/10/2012 14:59

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técnicas más avanzadas como la del fotoperiodismo, donde la imagen fija se incorporó desde 1897 y de ahí hasta nuestros días. Precisamente, como nos lo recuerda Rebeca Monroy, fue en El Imparcial del 17 de septiembre de 1897 donde se publicó la primera imagen, que corresponde al acercamiento del atentado que sufrió Porfirio Díaz quien se encontraba en la Alameda Central, presenciando la parada militar del día anterior, con motivo de una conmemoración más de la independencia mexicana.

Disponible en internet, mayo 30, 2015 en: http://www.mexicomaxico.org/Tranvias/TRANVIAS.htm

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Acontecimiento del que no fue ajeno el propio Posada. Disponible en internet, mayo 30, 2015 en: https://pablocrabago.wordpress.com/2014/12/28/el-atentado-a-porfirio-diaz/

Sánchez González, señaló entre los comentarios a tan reconocida exposición, que la labor de Posada se extendió hasta en 71 periódicos, sin que en ese balance se incluyan ni El Ahuizote o El Hijo del Ahuizote, donde nunca colaboró. Lo notable en buena parte de los materiales fue su salvamento en soporte digital, lo que asegura su permanencia. “Posada es mucho más que eso, un gran ilustrador, un buen caricaturista, es tiempo de dar a conocer al gran Posada, al Posada maestro de maestros y en la medida en que lo conozcamos, entenderemos más cosas de México”, concluyó. Con el arranque de dicha exposición, en la que además percibo una serie de intenciones similares a las de la presente investigación, ambas en su principio, tienden a encontrar lo que no viene a ser el Posada convencional, el de siempre, sino un José Guadalupe distinto, el que se metió a ejercer el oficio como una manera no sólo de ganarse la vida, sino encontrar todas aquellas expresiones y códigos que reflejen en qué estado de ánimo o de crisis pudo haber concebido la obra. Parece que empiezan a quedar atrás las épocas en que Posada fue tratado injusta, pero también superficialmente y en eso, sin ningún miramiento, debo decirlo, me va la vida. Espero que dicho “atrevimiento” no tenga un desenlace inesperado o poco fructífero. Ha llegado la hora, tal y como lo afirmó en su momento el colega Agustín Sánchez González: “rescatar al Posada Gigante, maravilloso y que se encuentra por todas partes”.

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El historiador Agustín Sánchez González. Disponible en internet, mayo 30, 2015 en: http://www.informador.com.mx/cultura/2009/118817/6/campeche-dedica-certamen-de-caricatura-abicentenario.htm

Grabado de José Guadalupe Posada. El Chisme, D.F., del 13 de enero de 1900, p. 1.

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(IV) José Guadalupe Posada, al insertarse en quehaceres que corresponden a los de una marginalidad, como sucede y ha sucedido con muchos creadores y hacedores, logró alcanzar luego de mucho tiempo el reconocimiento como artista universal. Por alguna razón que todavía no se aclara, es que no ha logrado, o no han querido otorgarle el nivel de consagración que merece. Entonces, ¿de qué sirven los miles de grabados y dibujos realizados desde 1871 y hasta 1913? ¿No son suficientes 43 años de constante ejercicio que no solo fue el de “encargo”, sino todo aquel que salió publicado en las numerosas ediciones periódicas a donde colaboró en forma intermitente, pero también permanente? Posada y su obra han sido motivo de numerosos libros, estudios, investigaciones, exposiciones (nacionales e internacionales) y apenas comienza a reconocérsele como el artista mexicano-universal. Pero por encima de todo, su sola obra, ha sido suficiente motivo para ubicarlo en el espacio que en realidad le pertenece. Poco a poco se ha ido entendiendo que Posada no sólo es un artista popular –así, con minúsculas-. Es el arquetipo de artista, sin más; de un artista en potencia. Artista justo es decirlo, que se conoce y reconoce también a lo largo de esta obra, la cual pretende borrar esa vieja deuda. Por otro lado, los taurinos tenemos claro los taurinos que una buena cantidad de sus trabajos llevan esa especial impronta, la que con frecuencia asociamos con particular gozo en diversas representaciones ya cargadas de humor, ya con el peso obligado del análisis. Ora compartiendo sus inquietudes estéticas, ora desplegando sus enormes capacidades con singular estilo, que lo caracterizó.

Pequeñas “cabeceras” con que José Guadalupe Posada ilustraba diversas secciones en periódicos como El Partido Liberal. Esto, en 1895.

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Espero que este personal empeño, poco a poco permita desvelar en términos de justicia histórica, todo su aporte a la cultura, que no es otro que el de este mexicano universal. Ahora bien, Aguascalientes, León de los Aldamas o la ciudad de México fueron, y siguen siendo territorios donde la tauromaquia se ha desarrollado de varios siglos atrás a nuestros días. No dudo que en uno u otro sitio haya nacido su afición a los toros. Habiendo cobrado conciencia de la vida, y debiendo ser responsable de sus actos, por aquellos años que van de 1870 a 1880, tanto Aguascalientes como la zona del bajío se encontraban dominados por algunos “feudos” taurinos, encabezados por Pablo Mendoza, Lino Zamora, Pedro Nolasco Acosta, Jesús Villegas “El Catrín”, e incluso aquel que consolidó el ya famoso diestro Ponciano Díaz. Así que alguno de estos “capitanes de gladiadores” o “jefes de cuadrilla” pudo haber sido ídolo de José Guadalupe. De esas épocas sólo existe un solo testimonio. Se trata del retrato de un torero -¿su torero?-, ilustración que tuvo fines publicitarios. He aquí la muestra:

En Aguascalientes el “cacique” taurino era Gregorio González (probablemente el de la ilustración), uno más de los diestros del enorme conjunto de feudos perfectamente delimitados, reconocidos y respetados por sus propios públicos. En: Jesús Gómez Serrano. MERCADERES, ARTESANOS Y TOREROS. La feria de Aguascalientes en el siglo XIX. Aguascalientes, Instituto Cultural de Aguascalientes, 1985. 79 p. Ils., retrs., grabs., p. 37.

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(V) De José Guadalupe Posada y los sentimientos reflejados en la mayoría de su obra, sabemos casi nada. Se tienen datos que lo ponen en la difícil y complicada situación de aprietos económicos, desde que nace hasta que muere. Otros, le ubican en la incómoda realidad de un alcohólico. Sin embargo, no sé si estos dos factores entre otros muchos, se manifiesten en la obra, como una impronta más. Lo que sí es un hecho es que al elaborar desde un pequeño hasta un grabado de gran formato lo hace en buena medida para garantizarse un ingreso. En lo político, quedó sujeto al riesgo de persecución o encarcelamiento. A lo anterior, hay que agregar la terrible desgracia de que muchos de los trabajos que en vida realizó para este o aquel encargo, para esa o aquella publicación efímera hoy no perviven, siendo en realidad un número quizá menor al que pudo producir en su totalidad. En otra faceta suya, la de darse a entender en sus quehaceres cotidianos como caricaturista o grabador, hay un trabajo muy amplio que se decanta a favor de Porfirio Díaz. Buena parte de su vida creadora comprende los años del régimen del general Díaz, de la que Vera Estañol15 establece una clara división al respecto: El gobierno tuxtepecano, 1876-1880. El de gestación porfirista, 1880-1884. El de desarrollo y culminación del porfirismo, 1884-1900. El de decadencia del porfirismo, 1900 en adelante Así que nada difícil es que se haya convertido en un afecto de la causa del oaxaqueño, al punto de que con los años, y durante la constitución del Taller de Gráfica Popular, con Leopoldo Méndez a la cabeza, si bien existió el buen propósito de compilar en aquellas épocas la obra completa del grabador, en realidad desistieron por haber encontrado demasiados signos de lo reaccionario en Posada, con lo que habrían alterado la imagen de artista comprometido con el pueblo. Por tanto, ciertos juicios o prejuicios han sido suficiente materia para deformar la imagen del personaje que, en tanto artista no corresponde con ciertas realidades, de ahí que sigamos viéndolo como el “artista comprometido con el pueblo”. Creo que en nada habrían dañado la memoria del grabador si este, antes que como hacedor, hay que verlo como un hombre de carne, hueso y espíritu, desarrollando su vida de conformidad a sus convicciones y no a otra cosa. Un hombre que social o económicamente 15

Jorge Vera Estañol, La Revolución Mexicana. Orígenes y resultados, México, Porrúa, 1957, p. 74.

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no tuvo esos privilegios en toda su vida, debía tener muy claro qué rutas seguir, sobre todo en unos momentos en que el país se debatía en una serie de nuevos conflictos no sólo militares. También sociales y económicos que deben haber marcado profundamente a la sociedad de esa época. Por todo lo anterior es importante comprender la siguiente reflexión: Posada asume estas posiciones como suyas, y el sentido de las estampas sólo se entiende en su contexto editorial original. Los estudiosos que llegan a leer las hojas volantes como piezas integradas, ven estos dibujos antirrevolucionarios como accidentes en la trayectoria del pintor o contradicciones provocadas por la confusión de una era turbulenta. 16

Por lo tanto, y como en muchas ocasiones lo he repetido, siguiendo el sabio consejo de Jacob Burckhardt: “No regañemos a los muertos. Entendámoslos”. En ese prejuicio por tanto, puede verse a un José Guadalupe Posada ambiguo, quien de seguro y ante la posibilidad de amenazas por parte de una prensa totalmente orientada a favor del régimen, e incluso de la que no lo era tuviera que verse obligado a contenerse, por un lado. A liberarse por otro, en función del tipo de publicación con la que colaboraba en el instante preciso en que pudieran estarse dando ese tipo de debates. Sin embargo, y como vuelve a decir Barajas Durán: La idea de que el caricaturista carece de ideología precisa o de opiniones o lealtades políticas no se ajusta a las normas éticas y de conducta de los periodistas de fines del siglo XIX; además hay piezas llenas de pasión que hacen pensar que el grabador es un hombre comprometido con ideas y causas; finalmente, una primera ojeada al conjunto de sus caricaturistas revela que el dibujante es un hombre de principios, que su posición política cambia y evoluciona con el tiempo, que su obra tiene ambivalencias y contradicciones –típicas del momento- pero también una gran coherencia.17

En ese contexto, Posada legó una serie de grabados en ciertos periódicos, de los denominados “de a centavo”, sometida, como en otros casos de la época a la persecución ideológica, típica muestra de represión periodística durante el Porfiriato. Esa prensa “del arrabal” estaba dirigida a los sectores obreros a partir de esquemas de propaganda política e ideas de unión y solidaridad de los mismos trabajadores quienes, en el uso conveniente de cierta doctrina gozaban o disponían del arma intelectual para defender sus intereses. Una de esas publicaciones era El Fandango, donde en alguno de sus números se elaboró aquel denominado El Fandango Taurino, ¡faltaba más!

Rafael Barajas Durán (seud. “El Fisgón”): POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle)., p. 24. 17 Op. Cit., p. 25-6. 16

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Rafael Barajas Durán (seud. “El Fisgón”): POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle)., p. 172.

Evidentemente detrás de cada grabado hay un mensaje social y político que, hermanados sufrían el mismo embate de aquellas condiciones de represión, por lo que además de la primera mirada al dibujo debe existir una segunda, para encontrar el mensaje subliminal y decodificarlo en consecuencia. Por ejemplo, una caricatura que salió publicada en El Fandango con fecha del 8 de abril de 1894, da cuenta de un toro que embiste a un hombre del pueblo quien, con un sarape en el brazo, que hace las veces de capote, sirve al perseguido para “lancearle a una mano”, como aquellos lances que Antonio Fuentes o Antonio Reverte hicieron célebres: recorte capote al brazo. Pero hay más. La carrera que emprenden toro y “torero” improvisado, sucede a las afueras de la cárcel de Belén, célebre porque allí fueron confinados buen número de periodistas. Y es que esto es entendible a la luz de la siguiente opinión de Rafael Pérez Gay: La segunda prensa de esos años fue la del entusiasmo; va de la llegada de los "científicos", en 1888, a la cuarta reelección de Díaz -1893-. Los diarios fueron entonces cada vez menos libres, la figura presidencial era monárquica y su autoritarismo feroz. El comentario crítico desaparece de los periódicos y la oposición vive el trajín de las persecuciones, las demandas y las visitas a la cárcel de Belén. Los diarios que alcanzaron mayor vuelo en esos años fueron El Partido Liberal, (1880) y El Universal (1890). Si la voz política se esfuma de las columnas, la literatura aparece con una fuerza inopinada, las páginas de estos diarios son muchas veces auténticas lecciones de periodismo cultural.18

Disponible noviembre 26, 2012 en: http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=267120 “Prensa Porfirista”. 18

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La única expresión de descargo que puede expresar, por tanto aquel ciudadano, que no es otro que uno más de los redactores de El Fandango fue la que aparece al pie del grabado: “Que te torié Juan Diego, Vale”.

Rafael Barajas Durán (seud. “El Fisgón”): POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle)., p. 175.

¿Qué nos dice ese mensaje? El toro, convertido en política -término que queda grabado en la divisa-, y al más puro estilo porfirista no es de porfiar. Por lo tanto, si tiene malas intenciones, pues entonces allí está “Juan Diego” para que lo toree.

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(VI) En cada uno de los dibujos, en cada uno de los grabados que José Guadalupe Posada dejó testimonio estrictamente en el asunto taurino, se perciben características relacionadas con la evolución y madurez de estilo. Al igual que Manilla ambos y en circunstancias muy singulares realizan una obra que, a los observadores nos crea un conflicto, pues diversos trabajos pasan por el duro aspecto de determinar quién es el autor de tal o cual obra. Esto desde luego no impacta en forma definitiva ni en uno ni en otro. Ambos hicieron trabajo donde los toros se convirtieron en tema de desarrollo estético, creativo, que es lo que importa al fin y al cabo.

Cartel para la tarde del 22 de febrero de 1885 en la plaza de toros de Toluca. Archivo Histórico del Estado de México. Fondo: Diversiones Públicas.

Sin embargo, al margen de establecer más que lo cuantitativo, conviene aquí lo cualitativo con todo el posible valor y representatividad de sus trabajos, ya sea de aquellos que hayan

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sido producto del encargo o de los surgidos por creación propia, espontánea. Muchos impresos, sobre todo carteles de la época que va de 1887 a 1920 recogen su obra. Habiendo muerto en 1913, la imprenta de Vanegas Arroyo seguía usando las planchas que dejó ya buriladas o preparadas el aguascalentense. Incluso, por ahí he visto el ejemplar de un cartel fechado el 19 de marzo de 1933, en que todavía puede apreciarse un grabado no de Posada, sí de Manilla, lo cual permite suponer que aquellas planchas emigraron a otras imprentas, no solo de la capital, sino de la provincia, con lo que quedaría demostrado que, al cierre o desaparición de aquellos talleres, se vendieran todo o en partes.

Elemento numérico con que se indicaban la cantidad de toros a lidiarse en una tarde de toros. La composición es de Manuel Alfonso Manilla.

Es, en los carteles, que hay pocos al respecto como para sustentar mi teoría, es donde pueden apreciarse las obras del célebre grabador. Pocas, pero suficientes como para decir que se involucró en su producción, realizando para ello una serie de conceptos que por ningún motivo abandonaban el estilo y además fueron espejo de una dinámica taurina que se registra bajo los novedosos síntomas de expresiones que están cambiando en forma por demás acelerada. Pero también tiene presente otro registro, el de las formas convencionales que perviven –ya amenazadas-; y perviven gracias a la influencia de Bernardo Gaviño, Ponciano Díaz y un buen conjunto de otros toreros locales (¿feudales?) que se apoderaban de un territorio específico donde desplegaban lo que para ellos era “su” tauromaquia.

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Pues bien, ese es el trabajo que interpretó Posada quien, a sus ojos, significa una tauromaquia más mexicana que española aunque luego, en el gran ejemplo de la “Oca taurina”, fueron a depositarse todas sus visiones y recreaciones, precisas por otro lado, de la que fue aquella nueva época, misma que he definido como la del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. Al hacer una revisión entre los carteles de que dispongo en reproducción digital, y que son el resultado de un acopio de años y años, encuentro el siguiente balance: Que los primeros ejemplos donde aparecen grabados, ya sea de Manuel Alfonso Manilla o José Guadalupe Posada, se ubican en algunas muestras que hoy conserva el Archivo Histórico del Estado de México, donde se publicitan festejos en la plaza de toros de Toluca a partir de 1885. Allí está un cartel que corresponde a la tarde del 22 de febrero de aquel año, donde se reproducen dos grabados de Manilla, tal y como puede apreciarse en la primera ilustración. La abundancia de este tipo de trabajos, pero sobre todo la forma original en que fueron elaborados debe haber sido bastante notoria. Sin embargo buena cantidad de esos carteles y de los que hoy sobreviven unos cuantos, se manufacturaron utilizando como soporte un papel sumamente delgado (que conocemos, por lo menos en este país como “papel de china”), lo que con el tiempo hace riesgosa su conservación.

Cabecera del cartel correspondiente al festejo celebrado en la plaza de toros “Ponciano Díaz” en Tula, Hidalgo, para el domingo 19 de marzo de 1933. Col. del autor. Además: a la derecha, imagen tomada del libro: El toreo en Morelia. Hechos y circunstancias. Sus autores: Luis Uriel Soto Pérez, Marco Antonio Ramírez Villalón y Salvador García Bolio. Morelia, Mich., Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías, 2014. 223 p. Ils., fots., facs., cuadros., p. 46. El grabado, hechura de Manilla, todavía circulaba en las imprentas en 1948.

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(VII) ¿Fue José Guadalupe Posada quien le hizo “sombra” a Manuel Alfonso Manilla, o fue Manilla el que se encargó de opacar a Posada? Yo creo que ni lo uno ni lo otro. Posada y Manilla fueron complementarios. Hoy día, no se tiene evidencia de que entre ambos existiera algún trato o amistad. Sin embargo, en el quehacer cotidiano coincidían permanentemente. El trabajo de ambos, antes de la incorporación definitiva de la fotografía (técnica fotomecánica), sirvió para enriquecer las publicaciones, fuesen estas periodísticas o de publicidad donde participaron al menos en la parte taurina, desde 1885 y hasta 1933 en que deja de haber este tipo de evidencias que, como ya se pudo comprobar, fue producto del remanente o el cierre de imprentas donde se acumularon sus planchas. En esos primeros grabados o dibujos, por lo menos los que van de 1885 a 1890 se deja notar un esfuerzo serio por recrear el movimiento reflejado por las embestidas de los toros, o las suertes con capa o muleta, así como la intervención de picadores y banderilleros, lo que supone una intención claramente notoria de establecer, o separar entre toda la dinámica y el movimiento propios en el desarrollo del espectáculo, el momento preciso en que alguna suerte o momento se convertía para cualquiera de los dos, en el instante en el que “detenían el tiempo”; donde el “obturador” de sus ojos se disparaba para recoger la escena más apropiada, misma que pasaba a formar parte del catálogo de sus obras. Esos trazos son burdos, y no tienen la composición estética requerida o exigida académicamente. En cambio, gozan del privilegio espontáneo en movimientos ingenuos, lo cual permite resignificar desde este tipo de quehaceres una nueva forma de expresión que es distinta a la de los de una o dos generaciones atrás. Fue, sobre todo en la sexta década del XIX donde las visiones ilustradas en ciertos carteles rebasan la fascinación. Años más tarde, y con el paso de la prohibición a las corridas de toros, puestas a fines de 1867, cambiaron en mucho las visiones pues el trabajo de ilustración pasó a la mano y a la inspiración de artistas menores, lo que generó una baja de calidad. Fue hasta que llegaron Manilla y Posada para que las imágenes taurinas se recuperaran lentamente en sus manos. Lo que hicieron, uno y otro fue convertirse en colaboradores y enriquecedores de una plástica taurina desde la mirada del grabado o el dibujo, mismos ejercicios que ya venían expresándose abiertamente en diversas publicaciones periodísticas, entre las que debe separarse el que era un trabajo eminentemente político y todo aquel que ilustrase parte de la 37


vida cotidiana, sin faltarle a esa revisión su carga o su toque de ingrediente político, subliminal. Ya lo decía unos párrafos atrás, la “Oca Taurina” de José Guadalupe Posada se convierte en algo así como la summa y concentración de todas sus visiones, la de un taurino enterado, que además proponiéndoselo o no, presenta en cada una de las casillas, la clara y evidente asunción del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna. Allí están reunidas por primera vez un conjunto de escenas o secuencias que dan idea de aquella novedosa propuesta técnica y estética que maduró en nuestro país a partir de 1887 y que ya, para la transición secular, dejaba ver el grado de avance y evolución que alcanzó, justo para comenzar un siglo como el XX, en el que el toreo en México podía considerarse del todo profesional. Pues bien, gracias a Posada, como también es gracias a la labor de los frentes de periodistas en sus diversas posiciones y trincheras, el hecho de que sea posible apreciar sus propias interpretaciones al respecto de aquel proceso de evolución que además sucede en tiempos relativamente cortos, si nos atenemos al hecho de que desde 1887 inició la gran transformación, hasta el 1900 en que ya se encuentra levantada la gran obra, que sigue sostenida por españoles, pero que, en tiempo también muy corto, se integraría a aquel conjunto uno de los “nuestros”. Me refiero a Rodolfo Gaona. Si observamos con detalle la ilustración de la “Oca Taurina” encontraremos infinidad de referencias y detalles que obligan a un detenido repaso.19

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La Jornada. suplemento para niñas y niños Un, Dos, Tres, por Mí y por todos mi compañeros. Año IV, Nº 101, 9 de marzo de 2002.

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Veamos, para empezar, la imagen central y los cuatro costados del mismo trabajo.

En esta ilustración, encerrada en un óvalo, con lo que viene a convertirse en la pieza central del conjunto de imágenes, se plantea la llegada de los nuevos aficionados a la plaza de toros, construcción que emerge con toda su sobriedad y portento, además rematada por la bandera nacional, distintivo perfecto en el que el espíritu del nacionalismo reconoce al espectáculo, pero lo hace suyo. Allí están mezcladas diversas clases sociales que todas se dirigen en “perfecto orden”, siguiendo quizá el principio de la “pax porfiriana” para ir a la plaza. No se trata de un mero pasaje para cumplir con la obligación de entregar una imagen más. Aquí puede notarse el interesante “ojo clínico” de un José Guadalupe Posada que recrea la presencia de elementos sociales que pretenden ser espejo de la forma en que el “orden” está circunscrito a los controles establecidos por un régimen que podría ser tolerante, pero que también podía llegar a la represión. En cuanto a los cuatro elementos ornamentales que adornan igual número de esquinas del grabado en lo general, también pueden apreciarse aspectos definidos que dan idea del cambio sintomático que registró la tauromaquia de aquel entonces, detentada, en lo fundamental por dos figuras a las que, una composición deliberada y particular, me permite encerrar en ese nuevo óvalo. Se trata, no podía ser de otra manera que de Ponciano Díaz y Luis Mazzantini. Cada quien, desde su trinchera, estableció los parámetros más apropiados, o las decisiones concretas y definitivas que convertirían el toreo en un nuevo amanecer. Por tanto, me parece que la construcción de aquellas estructuras se debe a todos esos 39


elementos aquí reunidos, ejes fundamentales del capítulo más depurado de la tauromaquia decimonónica que, en cosa de muy pocos años alcanzó la deseada depuración de todos quienes de alguna manera se sintieron comprometidos en verla evolucionar, gracias a diversas participaciones.

Los elementos de la parte superior.

Los elementos de la parte inferior

…y una feliz y deliberada consecuencia…

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(VIII) Con motivo de los “fatídicos” y “desgraciados” anuncios de que el mundo se acababa el pasado 21 de diciembre de 2012, y ya pasadas las horas finales de aquella angustia, que hoy se convierten en muestra publicitaria auténtica, en donde queda demostrado –una vez más-, la manera en que influye el fenómeno del fanatismo y la rumorología, paso a mostrar una pequeña galería que nos manda desde el lugar de su descanso eterno, el bueno de José Guadalupe Posada, para que no olvidemos que eso de que “se acaba el mundo” puede sonar más que a burla, a pitorreo, o a una sonora trompetilla como la que viene a continuación…

…el propio José Guadalupe, en su calidad de divulgador de rumores y chismes, cuando esto era necesario y posible, no dudó en elaborar, allá por 1893 una interesante publicación que, bajo el título “Se aproxima el fin del mundo. Las profecías se cumplen”, refiere, en su ilustración, misma que recrea las notas elaboradas por Antonio Vanegas Arroyo, los vaticinios de un “sabio astrólogo alemán cuyo nombre no recordamos…” o los hechos que también anunció en profecías más acabadas que las de Nostradamus la Madre Matiana, monja Jerónima quien en 1733 profetizó el horrendo temblor “llamado del Sr. De Sta. Teresa…” o la única aurora boreal que se ha presenciado a mediados del pasado siglo (es decir, a mediados del siglo XIX. Y luego la guerra de Independencia y la muerte de Hidalgo y Maximiliano, así como una de las más notables epidemias de cólera (como la ocurrida en 1833), entre otras muchas circunstancias.

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Las profecías se cumplen… a cabalidad, como la que se anunciaba hace poco más de un siglo y que hoy, con sus cambios se repite en estos tiempos, en donde sigue demostrada la fuerte carga de desconocimiento e ignorancia entre diversas sociedades que cayeron en la “trampa” del desenlace fatal. Menos mal que en estos días no pasa un cometa cerca de nuestro planeta…

…que si no, Posada lo habría ilustrado como lo hizo en una “hoja de papel volando”, allá por 1893.

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Pues bien, bajo el “embriagador” acontecimiento sucedido en la plaza de toros “México”, la tarde de hoy, 23 de diciembre de 2012, Angelino de Arriaga tuvo el afortunado ¿o desafortunado? adelanto de regalo, con un “indulto” –sí, uno más- de esos que se conceden como si no pasara absolutamente nada en la fiesta de este país que así como va, pronto quedará reducida a su mínima expresión. Me pregunto, ¿de qué manera habría ilustrado esto José Guadalupe? ¿Cómo una auténtica calamidad?

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(IX) En la antepasada entrega había dejado pendiente hacer algunas anotaciones sobre la “oca taurina” o “Corrida de toros”. Pues bien, al margen de que se trate de un juego, de un entretenimiento para niños, pero también para grandes, la “oca taurina” o la “Corrida de toros” concebida por José Guadalupe Posada, quizá a fines del XIX o comienzos del XX, se puede apreciar la que, para entonces, era esa moderna visión de diferentes cuadros que, reunidos en aquel conjunto, deja ver el avanzado concepto que había alcanzado la tauromaquia en México, entonces fuertemente influida por el peso de todo aquel contingente hispano el cual, y por decirlo de alguna manera, se instaló desde 1882 para luego afirmarse en 1887 y luego, en lo sucesivo, hasta los primeros años del siglo pasado. Ante ese predominio “ajeno”, en el que todavía pesaban las sombras y las influencias de Bernardo Gaviño, pero sobre todo las de Ponciano Díaz, el toreo a la española se había instalado definitivamente en México. Concentrados en la “oca” hay que reflexionar en la mirada que José Guadalupe tuvo para plasmar aquel conjunto de cuadros y representaciones evidentemente hispanos, mismas que calaron en el ambiente taurino mexicano y que, entre otros, fue Posada uno de los artistas que supo entender con acierto la técnica y la estética que se aprecian en cada una de las casillas de la “Oca” o “Corrida de toros”. No es casual que este conjunto lo haya logrado nuestro artista, pensando o vislumbrando las escenas más destacadas en una tarde de toros, como el ejemplo que serviría para hacer entender –como en un mensaje subliminal- que el artista lograba plasmar en esa especie de altar barroco y laberíntico, la summa de los principales significados que la tauromaquia está alcanzando en esa época de entre siglos. José Guadalupe no fue ajeno, sino que dejó mostrar su sensibilidad, en su amplia capacidad de asimilar todo aquello que brotara de diversas expresiones y manifestaciones populares. Al “desmenuzar” este “juego” resulta que, al margen de su propósito, y como ya he advertido, se trata de la recreación de diversas escenas en las que Posada va mostrando un registro de cuanto podía ocurrir en solo una tarde. La práctica de esos pasajes, que hoy están en desuso, como el salto con la garrocha, o los permanentes tumbos que sufrían aquellas cabalgaduras, la de un picador montado en un flaco jamelgo, sin el peto que hoy estamos acostumbrados a ver. Pero también destacan otros pasajes en donde el peligro se hace notar en diversos sustos, en carreras y saltos al callejón. De pronto también se dejan 44


notar suertes con la capa, las banderillas o la muleta, sin faltar la estocada y el arrastre final de los despojos de un toro. Ateniéndome a las indicaciones y numeración de cada casilla, veamos a detalle, cada una de ellas. Estas son las “Reglas” (presento dos versiones):

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1.-El tendido.

Nยบ 2.-El paseo.

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3.-El picador.

4-6.-La Muleta, La Garrocha (avanza tres cuadros) y La Capa.

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7.-El Quite.

8.-La suerte (el torero pone en suerte al toro para que se produzca el puyazo).

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9.-La Cogida (Vuelve al cuadro 1).

10.-El Pase.

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(X) 11.-En una de las listas lo anuncian como “La jalada” (sic). En la otra aparece como “Una larga”.

De hecho, puede apreciarse que se trata de la labor de algún banderillero llevando al toro a punta de capote, de un extremo de la plaza al otro, o corriendo el toro a una mano. 12, 13 y 14.-La caída, la cita y El capotazo. También: Cogida del picador.

En todo caso, la Nº 12, es un salto acrobático, del que seguramente su mejor exponente, por entonces, era Timoteo Rodríguez, salto a cuerpo limpio, en el que el ejecutante debía citar al toro y este, embistiendo a toda prisa, era seguro que sirviera de mucho aquella forma de galopar, para llevar a cabo tan arriesgada como lucida suerte. La figura Nº 13, es la suerte de banderillas, yendo el de a pie con el par a punto de colocarlo ante un ejemplar que, en la figura decidida por José Guadalupe Posada, pareciera estar en la condición de aplomado. Finalmente, la figura 14 representa no la “cogida del picador”, sino un lucido recorte del torero en turno, suerte muy parecida a una larga cordobesa, cuando ya el capote se

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encuentra encima del hombro, y hasta el diestro tiene forma de quitarse la montera y salir airosamente de la reunión con ese alarde. 15.-La cornada… o la cogida del banderillero.

16.-El salto.

Se trata del salto al trascuerno, suerte en desuso y que consistía en el ágil movimiento del torero ejecutante quien, acompañado –en este caso-, de su capote, realizaba tan difícil como

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arriesgada y temeraria escena, la cual implicaba contar con la franca embestida del astado, y no de otra manera. 17.-La silla, o par de banderillas colocadas desde una silla.

Hoy día, esta suerte, aunque cada vez menos, pero sigue practicándose. El empleo de una silla como instrumento complementario, sea para el tercio de banderillas, o para el inicio o consumación de una faena de muleta (tal es el caso de aquella célebre faena de “Morante de la Puebla” en Nimes no hace mucho tiempo), sigue estando en el inventario de recursos con que, además se puede realizar la colocación de uno o más pares de banderillas. 18.-El cambio.

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Lo que mejor puede apreciarse aquí es la forma en que uno de los alternantes realiza un oportuno quite o movimiento de capote para salvar de un posible percance a la figura central, que se ve comprometida y retirándose de la escena de no muy buena manera. 19.-El topetazo…

…que en efecto lo es, y donde el de a pie no corre con la suerte de librar más que un susto de órdago, salvando con ello la posible cornada. 20 a 23.-Las banderillas, la rodilla, el trascuerno y el brindis.

Como puede apreciarse, al haber un número de suertes semejantes en esta misma colección de imágenes, se repiten varios pares de banderillas, pero también el detalle de arrojo en ese remate rodilla en tierra con el capote, sin faltar –otra vez-, la suerte de el trascuerno, misma que debe haberse ejecutado con bastante frecuencia, mientras con el “brindis”, se indica el inicio del tercio final, donde el torero, llevando muleta y espada realiza el acostumbrado saludo a la afición, dedicando su faena.

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(XI)

La Jornada. México, D.F., Nº 10219 del viernes 18 de enero de 2013, p. 1.

El 20 de enero de 2013 la efeméride fue de suyo, especial. Se conmemoraron los cien años de la muerte de José Guadalupe Posada, lo que merece un conjunto de notas, mismas que sean capaces de aproximarse a un propósito esencial: conocerlo y reconocerlo como el gran artista que fue. Pero no sólo eso. También es necesario saber en qué medida su aportación a la estética o la plástica mexicanas, enriquecen el amplio territorio de las expresiones populares. En particular, los toros, tema de mi muy particular atención. 54


Como ya hemos visto a lo largo de esta serie dedicada a tan importante hacedor, puede percibirse el caudaloso efecto de su trabajo en los innumerables grabados y dibujos que dejó dispersos en otras tantas publicaciones. Ha dicho recientemente Rafael Barajas “El Fisgón”, uno de los estudiosos del artista en nuestros días que, para poner en su justa dimensión a Posada, este no debe ser visto como el autor de los 40 mil grabados que pretenden adjudicarle. Quizá haya logrado crear 5 mil, lo cual cambia notoria y significativamente lo cuantitativo del caso. Sin embargo, conscientes de que ese legado se desplegó en forma generosa por aquí y por allá. Y de que además sirvió para dar fe de ciertos acontecimientos, la sociedad de su época fue a enterarse de diversos hechos y acontecimientos independientemente del tema o el origen del mismo, abordando lo mismo, el asunto de la nota roja, que los políticos y religiosos, sin faltar, claro está, el taurino. Así como sabemos ya que fue un proporfirista, y que esto no le atañe más “defecto” de ser un convencido del régimen del héroe del 2 de abril de 1867, lo cual significa enterarnos de sus inclinaciones políticas, por otro lado cabe preguntarse qué tan taurino era don José Guadalupe. Los múltiples trabajos que de él conocemos, son muestra cabal de que el aguascalentense era un aficionado a los toros. No sabemos más que eso, pero desconocemos si era un asiduo asistente y si se integró a algún frente específico, sobre todo cuando hay que poner los ojos en los últimos años del siglo XIX, cuando ya se encuentra en la ciudad de México, y esto le hace posible tener una visión mucho más amplia de las cosas. Le dedicó grabados lo

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mismo a Ponciano Díaz que a María Aguirre “La Charrita Mexicana” o a varios diestros españoles, sin faltar las cáusticas caricaturas o dibujos que ponen, desde la perspectiva del artista a diversos personajes en un predicamento. También podemos apreciar en el catálogo de obras diversas expresiones que recrean plazas de toros, pero fundamentalmente las suertes que entonces se practicaban, como única fuente a donde Posada pudo acudir para encontrar la forma exacta en cómo plantear el espectáculo taurino desde su muy personal apreciación.

Si bien la fotografía ya está convertida en un instrumento que permite recoger diversos testimonios de la realidad, y en especial las corridas de toros, aún no es suficiente razón para entender algunos de los cambios más representativos que se dieron en el devenir de la fiesta de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Gracias a él, y a otro conjunto de artistas que también estuvieron dedicados, entre otras cosas a la misma labor, hoy día es posible saber que dicha evolución fue, entre 1887 y 1900 de un giro absolutamente radical. Pasaba de ser una representación de la tauromaquia nacional, con todas sus connotaciones de mestizaje, ligadas a los quehaceres campiranos, para convertirse en una réplica del toreo a la española. Es decir, se impuso el toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna que implantaron todos aquellos diestros hispanos que, desde 1882 comenzaron a establecerse en México. La época más gloriosa e influyente de Bernardo Gaviño ya había pasado, y sólo quedaba en el ambiente el enorme peso de la presencia de Ponciano Díaz quien, a pie o a caballo seguía detentando el control de la fiesta en nuestro país. Sin embargo, con la presencia de Luis Mazzantini, Diego Prieto, Ramón López o Saturnino Frutos, entre otros

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más, la tauromaquia se depuró en nuestro país, y muy pronto se alcanzó una primera etapa de profesionalización, no sólo en los escenarios taurinos. También en la ganadería, e incluso en la ideología y las formas de pensar de diversos sectores de nuevos aficionados que tomaron partido, ya fuese por el nacionalismo o por el toreo que esos personajes legaron en un momento que además se convirtió en el parteaguas de los destinos del espectáculo taurino en nuestro país. Todo ello quizá, y con personal estilo, lo pudo retratar José Guadalupe Posada, a quien desde nuestra época debemos agradecerle que él, en gran medida, junto con otro importante número de creadores y hacedores, logra incorporar también a las expresiones de la estética y la plástica, lo que permite darle a la tauromaquia un lugar preponderante en diversos espacios de la prensa diaria, de las revistas de la época, así como en el enorme despliegue de “hojas de papel volando”, donde no escapan a su vista diversos acontecimientos que, como fiel retrato de la realidad, quedaron en la memoria de aquellas sociedades. Por fortuna, una buena parte de ese trabajo ha llegado hasta nuestros días y con ello, no sólo disfrutamos. También entendemos que Posada, en tanto taurino, estaba heredando las suficientes muestras artísticas que permiten entender aquel proceso evolutivo, el que tomó apenas poco más de tres lustros para dar no sólo un giro, sino una vuelta de tuerca en el cambio de ruta que el toreo de a pie reflejaba como nueva realidad.

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Vaya desde aquí este sencillo homenaje a un artista que, al quedarse sin tumba no nos permite acercarnos para rendirle pleitesía. No importa. Quedan todos sus testimonios, los de una época en la que al convertir diversos acontecimientos en expresiones artísticas (no importando el origen de muchas de ellas), y todo eso, en su conjunto nos sorprende, nos asombra. Nos obliga a reconocerlo como en el caso de Rodolfo Gaona, en un artista mexicano universal, sin más.

Homenaje a Posada. Helguera. Disponible enero 19, 2013 en: http://www.jornada.unam.mx/2013/01/19/cartones/1

¡Gloria al maestro Posada! ¡Salud, Maestro! NOTA: Los tres grabados proceden de la publicación de Carlos Haces y Marco Antonio Pulido: “LOS TOROS de José Guadalupe Posada”. México, Ediciones Ermitaño, 1985. s/n. Ils. grabs. (Ediciones del Ermitaño).

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(XII) Recupero el hilo de la revisión a la “oca taurina” o “Corrida de Toros” que ilustró nuestro personaje, composición que es motivo del presente análisis.

24.-He aquí una primera muestra del diestro que, armado de muleta y estoque va hacia el toro a punto de ejecutar un pase natural. El burel por la dinámica del grabado, ya está embistiendo, y el de a pie apenas deja una muestra del esbozo de ese pase, donde no se observa sino un proceso primitivo donde no se puede decir que esté ejecutado más que partiendo de la idea sobre lo indicado en tauromaquias como la de José Delgado y Francisco Montes, aunque sin un fin estético. Sólo técnico, como para ver pasar al cornúpeta y decidir, en cualquier momento la estocada. Tal planteamiento era común en aquellas épocas en las que Posada debe haber realizado esta imagen. Los constantes movimientos que se mostraban en la génesis de la faena se dieron en la realidad. Todo parece indicar que hasta la llegada de Antonio Fuentes, se asentó y cambió de ruta el sentido de la tauromaquia.

25.-He aquí un percance, como los que suelen ocurrir con frecuencia en el ruedo, producto de un error en el torero, ya sea por exceso de confianza o porque el toro sorprenda en algún cambio en la lidia.

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26.-El coleo, práctica muy común y más si antes de este procedimiento ha ocurrido un percance, ya sea en un tumbo aparatoso, o en otro detalle no previsto con los de a pie.

27.-En la oca, esta imagen se denomina “El callejón”, salto que el de a pie tiene que dar a tal sitio con motivo de una persecución, o lo que puede ser lo que, con los años Rafael “El Gallo” hizo muy común: las “espantás” o “espantadas”, cuando de repente, y sin mayor aviso, ponía pies en polvorosa tornándose aquel cuadro en un pasaje irónico o hasta desagradable. Quien lo realice tiene que darle un toque de sobreactuación. 60


28 a 31.-El muletazo o pase de pecho, la suerte final, los remos o muerte del toro y la puntilla, son los títulos de cada una de las casillas, muestran el toque técnico que trasciende en la ejecución de aquel pase, remate de las series de muleta ya fuese con la diestra o la siniestra. La estocada o suerte final era, por aquellas épocas considerada la “suerte suprema” o donde todos los ojos centraban su atención, lo que indica el notable grado de importancia en que recaía tal momento. En la casilla 30, el toro, con la estocada presenta la culminación de todas las suertes. En la antepenúltima de ellas, el “cachetero” o puntillero, cumple con su misión luego de que ha doblado el toro.

32.-Le llaman en algunas ediciones “Oreja y rabo” o “arrastre del toro” y, como puede observarse las mulillas van camino al matadero llevando los restos del toro con el amarre en las patas, no como sucede en nuestros días, cuando lo llevan de frente, encima de una especie de carrito, procurando cuidar la cornamenta, en caso de que exista una sospecha, y 61


se practique, como es toda una rutina, el examen post morten, ese dictamen que nuestras autoridades siempre nos presentan para evitar las sospechas de que los toros, se declare, son toros de verdad y no novillos. Lamentablemente ese pasaje no es más que una alucinación. No se lo crean. Termino dándole las gracias al maestro Posada por el hecho de que nos permite acercarnos a una auténtica puesta en escena de la tauromaquia de entresiglos, la que se representaba a finales del XIX y comienzos del XX en un México que ya había asimilado todas las experiencias del toreo que se impuso desde que se puso en práctica esa etapa que sigo considerando como “reconquista vestida de luces”.

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(XIII) LA OBRA ESCONDIDA DE LOS GRABADORES MANILLA Y POSADA. Al referirme a tal ocultamiento, no es porque determinados materiales hayan permanecido clandestinamente guardados por ahí, como ha sido el caso de un apunte de Rafael recién descubierto en un cuaderno, y que vuelve a ver la luz casi quinientos años después. 20 Se trata de todos aquellos grabados, xilografías o xincografías que por circunstancias particulares ni Diego Rivera, Fernando Gamboa, ni tampoco Antonio Rodríguez; mucho menos el ya desaparecido Arsacio Vanegas Arroyo, celoso guardián de las placas y buriles que se manejaron en la imprenta de su abuelo, Antonio de los mismos apellidos, pero que funcionó como la mejor agencia de publicidad para ambos artistas entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. Entre lo mucho por descubrir, se encuentran infinidad de grabados “inéditos” que se localizan en buena cantidad de publicaciones periódicas que custodia la Biblioteca Nacional. Son periódicos que tuvieron vida corta, la mayoría de ellos, pero que conservan la fascinación de aquel trabajo único logrado por ambos creadores. Ahora mismo, escarbando entre las investigaciones que he realizado en el repositorio que alienta la Universidad Nacional, traigo aquí el nombre de Gil Blas, donde entre los años de 1893 y 1912 pude encontrar hasta 86 grabados de tema taurino, sin considerar toda una amplia gama de otros temas que ilustraron Posada y Manilla. Por mínimo que parezca, rescatar ese abanico de posibilidades nos permite conocer otros derroteros en el quehacer de burilar de forma cotidiana los diversos materiales que después se llevaban a la prensa para enriquecer una crónica, un aviso de próxima corrida o el comentario certero, pero también ácido o mordaz de la prensa de aquel tiempo que se ocupaba en elogiar o criticar a figuras como Ponciano Díaz, José Basauri, Leopoldo Camaleño, Rafael Arana “Jarana”, María Aguirre “La Charrita 20

La Jornada (de en medio), p. 5ª. Del 23 de mayo de 2004. Londres, 22 de mayo. Un dibujo hasta ahora desconocido del pintor renacentista italiano Rafael fue encontrado por casualidad en una vivienda particular en Londres. La experta en arte Cristiana Romalli descubrió la obra titulada Cabeza de un niño en una carpeta con dibujos italianos insignificantes, informó hoy la prensa británica. “En el momento en que encontré la cabeza del niño sabía que era de Rafael”, dijo la empleada de la casa de subastas Sotheby´s. tras profundos análisis, el dibujo sin firma fue declarado auténtico por la National Gallery de Londres. Fue realizado aproximadamente en el año 1505, cuando Rafael tenía 22 años. Durante más de cien años permaneció en la carpeta. La obra será subastada en julio. Su valor se calcula en 100 euros (unos 120 mil dólares). Además, como puede percibirse, estas notas fueron elaboradas hace nueve años, lo que me lleva a meditar el hecho de que desde entonces, esa búsqueda por los “otros” materiales de Posada, aún no termina. Que el pretexto de este centenario sirva para culminar tal propósito.

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mexicana”, Juan Moreno “El Americano”, José Centeno y un largo etcétera, hasta llegar a Antonio Fuentes, Vicente Pastor, y por supuesto, Rodolfo Gaona. Casualmente, mismos personajes que ilustró la dupla Manilla-Posada.

El Chisme, D.F. del 7 de octubre de 1900, p. 1. Grabado de Antonio Arana “Jarana” elaborado por Posada.

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El Chisme, D.F. del 8 de enero de 1900, p. 1. Grabado con la figura de Ángel García Padilla, elaborado por Posada.

Aquella vieja expedición por periódicos bajo un mismo título –el Gil Blas-, me lleva a reflexionar sobre los otros universos por descubrir en la amplia gama de publicaciones que no sólo están bajo el resguardo de la UNAM. También de otras instituciones así como de particulares que deben poseer auténticas joyas las que, en conjunto vendrían a enriquecer el ya de por sí rico bagaje de trabajos por quienes en su momento no tuvieron el reconocimiento que solo el tiempo se ha encargado de colocarlos –con justa razón-, en el pedestal de la gloria.

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(XIV) Al ir desentrañando y conociendo de manera más precisa no solo al creador, sino su obra, José Guadalupe Posada se nos vuelve un personaje más cercano, más identificable como un afluente, un caudal de producciones, lo mismo de su natural inspiración que de los necesarios encargos. Por eso era capaz de convertirse en una auténtica máquina de hacer grabados. Pero esta apreciación no tiene intención peyorativa, sino que es la viva imagen de un hacedor en potencia, con toda la potencia que sus energías le permitían. Tratándose de un hombre del pueblo, enfrentado a todo tipo de ingredientes en la vida cotidiana que llevó, con sus aflicciones y tribulaciones. Con el peso de los traumas existenciales encima que, parece ser, en el momento de su creación, lograba alejar esos fantasmas, por lo cual me permite concluir que tal circunstancia nos permite ser testigos de una admiración por la forma en que su capacidad concebía desde un apunte menor hasta el trabajo más elaborado. Los suyos, fueron unos tiempos en que aquella producción alcanza un despliegue conjunto con la obra de su competidor, Manuel Manilla. Son tiempos en que es inminente la incorporación del trabajo fotomecánico en la prensa, lo cual pesa como amenaza, aunque muchos periódicos y revistas siguieron la vieja costumbre del modelo convencional establecido en buena parte del siglo XIX, con su esquema de columnas apretadas, colmadas de noticias, en combinación con la publicidad y de repente, compartiendo con algún dibujo, apunte, caricatura o grabado. Esto, favoreció el trabajo y la continuidad en los quehaceres no solo de Manilla, sino fundamentalmente en Posada.

Entrada a una colaboración de El Arte de la Lidia, ejemplar publicado en 1901.

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Aún con ese destino marcado, una imprenta como la de Antonio Vanegas Arroyo, permite esa otra parte del desarrollo técnico y estético que no acaba. Se extiende en forma generosa, dando a conocer lo mismo el asunto de nota roja, que ilustrando los corridos, o recreando imágenes y retratos milagrosos. Manifestando de alguna manera su posición proporfirista de la que es un convencido. Y en todo ese conjunto, los toros son uno más de los temas a desarrollar. Lo hizo, como ya hemos ido enterándonos, publicando sus grabados y dibujos lo mismo en carteles que en las inserciones que la prensa, en cualquiera de sus tendencias lo permitían. De ese modo, hoy, a cien años de su muerte, cuando es preciso buscar los elementos que apoyen estos postulados, permiten dar la certeza de que la obra de José Guadalupe Posada no sólo es ese pequeño conjunto de grabados –maravillosos todos-. También existen otras tantas muestras desplegadas en un número importante de publicaciones periódicas, lo mismo entre aquellas que alcanzaron la continuidad que en esas otras donde lo efímero les jugó una mala pasada.

Este, y la muestra anterior, aunque no están firmados, tienen fuerte indicio de que hayan sido elaboradas por José Guadalupe para dicha publicación, como lo hizo, en forma constante en otras tantas.

Redescubrir cada vez que se pueda toda esa producción nos da la idea de estar ante lo fascinantes de nuevas apariciones que iluminan de continuo sus virtudes, y consolidan la falsa idea de que sólo era un artista del pueblo. La siguiente ilustración con la que, por el momento cierro esta entrega, tiene un alto grado de elaboración. Reúne a un conjunto de fuerzas militares, en lo que parecer una parada y saludo al General Porfirio Díaz. Dicha acción ocurre frente a otro sector: el pueblo llano. La composición tiene equilibrio, su toque

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de marcialidad y hasta el de la espontánea ironía, sobre todo cuando volteamos a ver a un niño que materialmente trepa a un árbol –esto del lado derecho del grabado-, y desde ese punto, quiere ser testigo presencial de aquella gran movilización militar, que afirma, por otro lado, la lealtad de las fuerzas armadas al presidente de la república. Era este uno de los aspectos que pueden ser vistos como el control del estado, mismo control que daba a la “pax porfiriana” una condición de continuidad, pero también de consolidación y extensión de la dictadura. El grabado de Posada, apareció en El Chisme, en la edición del 4 de abril de 1899 y, por la fecha, no es sino la afirmación al “héroe” del 2 de abril de 1867”.

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(XV) Ireneo Paz, cuando da la “bienvenida” a José Guadalupe en La Juventud Literaria, esto a finales de 1888, lo hizo exaltando las virtudes del que comentaba en loor al joven periodista: “al primer caricaturista, al primer dibujante que tendrá México”. y no se equivocó don Ireneo en advertir semejante futuro, el destino de un gran hacedor que hoy se encuentra en tan alta estima. Quizá en su época, en su momento, las cosas no deben haberle pintado tan bien como era su deseo. Pero al margen de los dramas en su vida, el artista –como apunta Rafael Barajas- “el dibujante desarrolla su gusto por la caricatura de crítica de costumbres (…) de la caricatura política”.21 En todo aquello, el costumbrismo por el que se encaminó buena parte de la prensa permitió un despliegue novedoso en el que figuras como Posada encontraron fértil campo en aquellos espacios donde todos los impresos estaban sometidos a una fuerte represión y censura porfiriana, salvo que fuesen afines a la dictadura. Gracias a aquel estado de cosas, si es que debe agradecerse por las condiciones ya expuestas, es que ese costumbrismo lo manifestó, entre otras cosas, abordando el tema de los toros que, para los años en que ya se encuentra en la ciudad de México, incluso hasta su muerte, las corridas de toros estaban en la mejor etapa de su desarrollo. Creo inclusive que debe haber percibido los cambios habidos entre la que fue una auténtica expresión nacionalista detentada por Ponciano Díaz, y aquella otra en la que los españoles se posesionaron del control de la tauromaquia para ponerla al día, para estabilizarla. Por cuanto puede percibirse en sus dibujos, grabados y caricaturas, es consciente de aquel nuevo estado de cosas y lo comparte, lo asimila y procura entretejer su idea y concepto de las costumbres, esas sí muy mexicanas, mestizas e incluso indígenas para luego depositar buena parte creativa en sus famosas “calaveras”. Por lógica razón, todas aquellas caricaturas y grabados con tema taurino que se conocen “ad nauseam” apenas dan idea de la obra “posadiana” en su conjunto. Por eso este trabajo pretende romper, en la medida de lo posible con ese discurso lleno de lugares comunes. Por ejemplo es deseable acercarse a la gran cantidad de carteles que fueron impresos en esos años, y donde grabados de Manilla y Posada se convirtieron en la pieza decorativa de los

Rafael Barajas Durán (seud. “El Fisgón”): POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle)., p. 76. 21

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mismos, incluso alguna capitular o numeral ilustrados de manera combinada por ambos creadores. La larga tradición caricaturesca que se dio en el México del XIX permite que tal expresión culmine, al menos con esa centuria bajo la égida de la mancuerna Posada-Manilla, del que por cierto la cabecera de un cartel de la época que acompaña las presentes notas es de su creación:

(XVI) El México que vive José Guadalupe Posada, es el mismo que el artista refleja en sus grabados. De eso no nos debe quedar la menor duda, aunque parezca una perogrullada, independientemente de sus posturas o ideologías políticas. Tan cercano a la condición del pueblo,22 José Guadalupe tuvo la capacidad de entender lo mismo el sentir de la vida urbana, lo que sucedía a la vista de todos y en las calles, como los traumas y las condiciones más extremas de determinados seres que de la vida privada, pasaron a convertirse en tema de sus grabados o dibujos. Lejos de esas descarnadas circunstancias, a las que nunca faltó el toque de humor, Posada tenía que nutrirse de todos los asuntos posibles que pasaran por su mirada, y con toda seguridad el acudir a las plazas de toros, sirvió también como un tema recurrente del que nos deja sinnúmero de evidencias, en las que no sólo destaca su estética, sino la propia condición que, para esos momentos (los de fines de siglo XIX y comienzos del XX) se convierten en el de una transición, en el cambio definitivo de procedimientos para una tauromaquia que dejó de ser ese muestrario de conceptos monopolizados por Ponciano Díaz 22

Para mí el concepto "pueblo" es utopía al no existir una razón que lo defina como tal. Las luchas civiles entre señores -durante el siglo XIX, el XX y el que ya transcurre-, utilizan las masas humanas como instrumento para conseguir intereses personales, sustentados en el término pueblo, el mismo que funciona para satisfacer -sí y solo sí- los intereses. Cubierta esa necesidad, el pueblo vuelve a su estado utópico, en tanto que terrenable es o son masas (todo ello bajo el entorno latinoamericano).

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y sus huestes, para convertirse en la materialización del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna, de cuya nueva experiencia en las plazas, encontramos buen número de ejemplos, concebidos al más puro estilo “posadiano”. El artista, en buena medida siempre dispuso del espacio en diversas publicaciones periodísticas, lo que permite un despliegue caudaloso de material que se convierte en una de las mejores evidencias, para entender ese toreo, el que también ya está bajo la mirada de la fotografía. Sin embargo, su trabajo es complementario a toda aquella visión de la modernidad, que incluye al cinematógrafo. Difícil momento en el que se confrontan aquellas técnicas, pero gracias al hecho de que ciertas costumbres y hábitos de lectura arraigaron, esto permite su permanencia. Por aquellas épocas el número de periódicos y revistas era notable, aunque el analfabetismo seguía siendo un gran problema en la sociedad, de ahí que quienes no gozaban del privilegio de la lectura, se conformaban con las ilustraciones, muchas de las cuales siendo de Posada mismo, deben haberse identificado con quienes en la sola lectura gráfica, se permitían el privilegio de entender, y a su manera, el arte. Por ende, los toros. Como ya se ha venido comprobando, también el cartel o las “hojas de papel volando” sirvieron como elementos complementarios de información. Aquellos materiales sueltos, de poco valor, impresos en papel bastante vulnerable (papel de “china” le llamamos por aquí), hicieron que esa memoria también se sometiera al mismo rasero de riesgos, pues lo que ha llegado hasta nuestros días no es sino una pequeña parte de lo que en su momento circuló por las calles y llegaba a manos de los interesados

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Con toda seguridad, esta composiciĂłn, pertenece a alguna serie de Tauromaquia que Posada pretendĂ­a publicar en cuanta oportunidad se presentara. El Popular, D.F. del 3 de diciembre de 1907, p. 1.

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(XVII) José Guadalupe de seguro debe haber tenido un firme afecto por Ponciano Díaz. No sólo se unió a las multitudes para aplaudir y exaltar cuanta suerte ejecutara en el ruedo, lo mismo a pie que a caballo. Eternizó al torero de Atenco en grabados y dibujos que fueron plasmándose a través de todos esos trabajos de los que el artista entregaba sus mejores resultados en redacciones de periódicos, revistas y, de ser necesario, los elaboraba también en las imprentas donde estaba próximo algún festejo del que era necesario ilustrar su respectivo cartel. Lamentablemente son pocas, muy pocas las muestras que llegan hasta nuestros días y que permiten darnos una idea sobre aquella demostración al exaltar al ídolo popular del momento. Por otro lado, circularon otro tipo de impresos, que en su contenido estaban las cuartetas elaboradas recientemente, quizá por el propio Antonio Vanegas Arroyo o por cualquier otro inspirado autor, de los muchos que por aquella época entregaron sus composiciones a la musa popular. Aquella época, en la que debieron coincidir Ponciano Díaz y José Guadalupe Posada estuvo permeada en lo taurino, por una fuerte presencia de nacionalismo, ese que detentó y defendió Ponciano con la vida misma, construyendo cada tarde, y durante cada presentación del atenqueño una auténtica leyenda, misma que se convertía en un elemento de discurso que, en sus exageradas elaboraciones se encaminó por senderos de falsos y desproporcionados patrioterismos o chauvinismos que deterioraron o deformaron la idea original que, sobre aquel personaje tenía concebida el imaginario colectivo. En el caso de Ponciano Díaz, se trataba de una de las pocas figuras que tuvo la fortuna –temporal-, de arraigar profundamente en el sentir del pueblo, el cual se encargó de adorarlo y elevarlo a unas alturas que pocos habrán conseguido en su carrera profesional. Ese fenómeno se puso al tú por tú con el propio Presidente de la República, el General Porfirio Díaz y hasta hay una anécdota que nos la cuenta otro Porfirio, sólo que este era un gran filósofo, convencido del positivismo, pero a lo que se ve, un buen aficionado a los toros. Veamos. En los días de mayor auge del lidiador aborigen, el sabio doctor don Porfirio Parra decía a Luis G. Urbina, el poeta, entonces mozo, que se asomaba al balcón de la poesía con un opusculito de “Versos” que le prologaba Justo Sierra: Convéncete, hay en México dos Porfirios extraordinarios: el Presidente y yo. Al presidente le hacen más caso que a mí. Es natural. Pero tengo mi desquite. Y es que también hay dos

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estupendos Díaz -Ponciano y don Porfirio-: nuestro pueblo aplaude, admira más a Ponciano que a don Porfirio.

Y aquí una curiosa interpretación: En aquellos felices tiempos, comenta Manuel Leal, con esa socarronería monástica que le conocemos, había tres cosas indiscutibles: La Virgen de Guadalupe, Ponciano Díaz y los curados de Apam...

Su figura fue colocada en todos los sitios, aun en bufetes, oficinas de negocios, consultorios de médicos; en fotografías, o en litografías en colores y a una sola tinta, publicados en periódicos mexicanos o españoles como LA MULETA, EL MONOSABIO, LA LIDA, EL TOREO CÓMICO que ilustró sus páginas -este último- con un retrato del torero mexicano del mismo tamaño que los que había publicado de “Lagartijo”, “Frascuelo”, “El Gallo”, Mazzantini y “Guerrita”. En la calle se le tributaban verdaderas ovaciones, lo mismo en Plateros que en El Hospicio que en La Acordada; al pie de la estatua de Carlos IV que al pasar junto a la tabaquería llamada “La Lidia”, lugar de reunión de los toreros españoles, que recibían sendas rechiflas. Realmente, esos eran los grados de ilusión obsesiva adoptada por el pueblo, vertiente de una sociedad limitada a una superficialidad y a un todo que no les es negado, pero que asimilan de muy distinta manera, a como lo hacen esas otras vertientes intelectuales y burguesas; o simplemente ilustradas. La “sanción de la idolatría”, a más de entenderse como aplauso, como anuencia, como beneplácito; es también castigo, pena o condena. Y es que del sentir popular tan entregado en su primera época, que va de 1876 a 1889 se torna todo en paulatino declive a partir de 1890 y hasta su fin, nueve años después. El mundo de la música se acerca también a Ponciano Díaz, y en el año de la reanudación del espectáculo taurino -1887-, se estrena el juguete “¡Ora Ponciano!” escrito por don Juan de Dios Peza y musicalizado por don Luis Arcaraz, donde se aprovechaba en él la fiebre que había en la capital por las corridas de toros y se glorificaba al ídolo taurino del momento: Ponciano Díaz. La piececilla gustó mucho y se repitió innumerables veces, hasta culminar con la aparición del propio matador en la escena durante dos o tres noches.

Por su parte Juan A. Mateos intentó escribir en 1888 la anunciada zarzuela PONCIANO Y MAZZANTINI, con música del maestro José Austri. Sólo que por razones políticas, no pudo prosperar su anhelo.

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Debido a la gran pasión despertada por estos dos espadas. Incluso (varias) veces hubo que se llegó a las manos por dilucidar cuál de los diestros toreaba mejor. Los actores vistieron trajes de luces pertenecientes a los espadas y el Teatro Arbeu fue insuficiente para dar cabida a tanto número de espectadores llegando aquello al paroxismo total. A Mazzantini aquella idea de verse representado en un escenario le gustó y aceptó la sugerencia de presentarse como actor en el Teatro Nacional en una función de beneficencia a la que asistió don Porfirio Díaz. El buen éxito alcanzado animó al diestro a presentarse dos veces más en diferentes obras. Y como el público le aplaudió más que a los otros actores, el matador seguramente creyó que era tan buen autor como buen torero.

Uno más de los trabajos originales cuyo hacedor fue José Guadalupe Posada.

Al ampliar esta información se sabe que entre el 25 y el 31 de diciembre de 1888 hubo un asunto que fue tema de conversación. Algunos aficionados llegaron al extremo de alquilar el Gran Teatro Nacional para arreglarlo de tal modo que pudieran darse en él algunas corridas

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de toros en las noches, toreando las cuadrillas de Luis Mazzantini y Ponciano Díaz. Hoy, esa especie provoca estruendosa carcajada, pero entonces se la acogió como verosímil y aun hubo quien hiciera proyectos de reventa de boletos. Ese notición fue publicado en el periódico taurómaco EL ARTE DE LA LIDIA. El género chico ha sido considerado subliteratura, dice Aurelio de los Reyes. Justifica tal exposición con aquello de que En el (Teatro) Principal habían seguido en auge las tandas de los Hermanos Guerra afortunados empresarios de zarzuela barata: su más rico filón se lo proporcionaban el episodio histórico-lírico CÁDIZ (...). No creo, a la verdad, que perjudique gran cosa la historia del arte, no deteniéndome más en tan exiguas novedades: por igual causa me contento con citar el estreno en el teatrillo Apolo, de Tacubaya, de la zarzuelilla de circunstancias “Casarse por la influenza”, el de un sainete titulado LA CORONACIÓN DE PONCIANO, en (el Teatro) Arbeu, y en otro teatro de más inferior clase el del a propósito “La fiera de San Cosme”.

Recordemos que el día de la inauguración de la plaza BUCARELI luego de que hizo su aparición don Joaquín de la Cantolla y Rico una niña encantadora (Josefa Romero) -toda de blanco vestida- coronó a Ponciano con laureles y mirtos, mientras el diestro que estrenaba ropa morada y oro, aceptaba de rodillas la conmovedora ofrenda...

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(XVIII) No sé si esta mujer, a falta de una cámara fotográfica en el tendido, que ya las había por entonces, se dejó seducir por la gracia de un artista, mientras aguarda impaciente el comienzo de la corrida.

¡Mírenla! Toda ella es, como lo diría por aquellos años Amado Nervo, “…llena de gracia, como el avemaría…”

La cámara comenzaba a tener una participación más en la cobertura de diversos acontecimientos en la vida cotidiana, de ahí que la técnica fotomecánica empezaría a verse hasta finales del XIX, e incluso reportajes que daban mayor amplitud a diversos significados, comenzarán a incorporarse más en revistas que en periódicos al comenzar el XX. Posada no necesitaba aquello. Era suficiente su capacidad creadora para concebir cientos de veces grabados de esta dimensión. Y entre otros, no pudo dejar de ocultar su arraigada afición a los toros, cuyo resultado es un cúmulo importante en su obra. Hoy, que por fin ha sido reconocido y valorado como el gran artista que es, no sólo popular. Un artista mayor que ya no es sólo mexicano. También alcanza ordenes universales, a pesar del discutible rango en que lo han limitado o quedó limitado, porque se creía que lo suyo no estaba en posibilidad de escalar lo máximo del reconocimiento. Creo que por eso, muchos otros artistas hoy consagrados en el Olimpo pasaron por los mismos y severos cuestionamientos, como si en cada uno de ellos fuese necesario aplicar o ejercer un juicio sumario suficiente para obtener la justa valoración de los esfuerzos que significó en cada artista, en cada hacedor, en cada esteta, entregar buena parte de su vida para encontrar de 77


igual forma la cúspide. El reconocimiento que, las más de las veces no se da en vida. Tienen que llegar otras generaciones a develar, a poner en claro, a desplazar la incertidumbre y la sombra de la duda para reconocer, finalmente el enorme valor de un ser humano que, independientemente de sus defectos y virtudes fue, es y será un artista, sin más. Ya lo decía David Alfaro Siqueiros en el título arrogante de uno de sus libros: “No hay más ruta que la nuestra”. Y digo esto, o menciono esto ya que si un muralista de la talla de Siqueiros se atrevió a poner parámetros a su ejercicio (por cierto parámetros muy atrevidos, soberbios) es porque era el primero en estar convencido de que sus creaciones eran el digno resultado de un complejo proceso de producción, sumado a la innata inspiración y a un propósito específico, aspectos que en el arte adquieren otras connotaciones. Recuerdo que, hace algunos años (justo en 2009), tuve oportunidad de apreciar una exposición en el Museo del Prado. El artista allí revisado era, ni más ni menos que Francis Bacon un iconoclasta de la pintura contemporánea, desgarrador en la paleta, de lo que vino a resultar un conjunto de “asquerosos trozos de carne”, como definió en su momento alguna obra la propia “dama de Hierro”, Margaret Tatcher. La impresión que guardo de aquella experiencia es que me impresionó y me cautivó también. Casualmente Bacon, decanta en sus pinturas su obsesión: la vida en la muerte, como Posada también lo haría, quizá menos estremecedor que el artista irlandés (1909-1992). Y la vida en la muerte es, entre otras cosas, la tauromaquia misma, ese significado del que José Guadalupe lo traslada hasta convertirlo en sus muy peculiares figuras que no guardan, en principio ninguna proporción. Y no lo guardan, porque no se somete a los dictados de la academia, aún a pesar de que asimila algunas nociones en su natal Aguascalientes, y luego sigue consejos que deben haberle compartido este y aquel impresor en los lugares donde fue itinerando, hasta llegar a la ciudad de México, en que, junto a esos tragos de alcohol, bebió también el conocimiento, y lo puso al servicio de su genial producción. ¿Era necesario que se cumplieran cien años de su desaparición para recordarlo? Basta y sobra con su trabajo, el que todos los habitantes de este país, cuando son conscientes en saber quién fue José Guadalupe Posada, lo vinculan de inmediato a las “calaveras” y a los corridos, como sucede lo mismo con los héroes de la patria, por ejemplo. Y si en buena medida los toros pasaron no sólo por su mirada, sino por sus manos hasta lograr un gozoso y también placentero quehacer.

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(XIX) La obra creadora de nuestro personaje se ha convertido hasta nuestros días, en referente indispensable. ¡Cómo no recordarlo! si su trabajo, independientemente de su limitada procedencia (y con esto me refiero a lo reducido de un taller, junto a otros tantos instrumentos para realizar sus grabados y dibujos), es luminoso y sugerente a ratos. Ácido y de humor irreverente en otros. En lo taurino, cada ejemplo suyo representa la oportunidad no sólo de revalorarlo, sino de resignificarlo también, para ponerlo a la altura de los grandes artistas de nuestro país. El trazo que obtiene al recrear una suerte, al figurar un rostro o dar un sentido más amplio a cierto número de visiones que pueden observarse durante una tarde de toros nos dan la verdadera dimensión de su mirada la que, en su conjunto recoge los grandes momentos que hoy forman ese gran legado del que no podemos sustraernos para reconocer su enorme valor. Al respecto dice Rafael Barajas: (Manuel) Manilla tiene un estilo casi naif, sus figuras suelen ser rígidas y la calidad de sus retratos deja mucho que desear; sus recursos técnicos son más bien limitados pero le saca mucho partido al velo; suele hacer cuadros barrocos, muy recargados y consigue piezas notables de sabor popular. Por su parte, Posada es un artista más culto y complejo, con más escuela, y abarca un mayor rango de estilos y recursos técnicos: combina el velo con el dibujo a línea y domina el claroscuro; sus retratos son realistas y fidedignos, sus personajes son anatómicamente correctos y suelen tener movimiento. Además, algunas piezas están firmadas, lo que permite establecer con cierta precisión en qué periodos publican Manilla y Posada en esta revista. 23

Y es que ambos artistas llegaron a colaborar de manera simultánea en diversas publicaciones como el Gil Blas, el Gil Blas Cómico o en La Risa del Popular por ejemplo, de ahí que El Fisgón vuelve a apuntar: Resulta interesante ver cómo, en una misma publicación, Posada y Manilla hacen editoriales gráficos con puntos de vista muy diferentes. Esto hace pensar que el editor le da cierta libertad a sus colaboradores y que los dos grabadores populares sostienen puntos de vista políticos muy diferentes: Manilla es abiertamente antiporfirista y antireeleccionista, mientras que Posada hace una crítica suave que le resulta funcional al régimen y es siempre respetuoso con don Porfirio. 24

Rafael Barajas Durán (seud. “El Fisgón”): POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle)., p. 139. 24 Op. Cit., p. 158. 23

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Esta es una más de las ilustraciones que Rafael Barajas “El Fisgón” incluye en su interesante trabajo dedicado al genial grabador José Guadalupe Posada. La misma, procede de El Fandango, publicada el 12 de julio de 1894, destacando otro de aquellos rigurosos controles que el gobierno impuso sobre la prensa, y que vox populi se calificó como “Ley de la Psicología”, y donde periódicos como el propio Fandango y también el Gil Blas se vieron acosados por aquella represión. . El grabado, de la cabecera es de Posada. El otro apunte, el de la crítica del momento, corresponde a Manilla. Fuera de estos etiquetados, la obra entre uno y otro nutrió a un buen número de aquellos periódicos de corta o mediana vida, y gracias a ellos, y a la supervivencia de ciertos ejemplares, se puede corroborar el ejercicio cotidiano en que desplegaron no sólo sus estilos, sino sus tendencias, así como sus preferencias. Uno y otro hicieron de los toros como espectáculo otro de los temas de desarrollo y no falta caricatura en la que el trasfondo político, la represión en la libertad de prensa.

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(XX) En este permanente ejercicio de acercamiento al personaje de carne, hueso y espíritu que fue, en vida José Guadalupe Posada, sigo pretendiendo entenderlo a la luz no sólo de su obra. También en todas aquellas circunstancias donde, como un ciudadano más se involucró, contando para ello con el hecho de que vivió una época sumamente álgida, cambiante, mutante también. El “porfiriato” se convierte en un periodo de nuestra historia en el que, independientemente de sus naturales reproches surgidos al calor de discusiones epidérmicas, debe llegarse al fondo de las cosas, y entender así esa etapa con mayor peso de razón que de pasión. Por tanto, en ese ambiente vivió de manera intensa, así lo creo, y lo creen muchos que, como un servidor, nos hemos atrevido a tener un mayor acercamiento con quien dedicó buena parte de su vida a ilustrar no sólo las escenas más peculiares de su obra, las que, en este aquí y ahora es preciso decodificar para darles su justa dimensión, la que puede ser origen de diversos rasgos que definieron a esta o aquella otra obra, como las de un Posada comprometido con su tiempo y su circunstancia. Por tanto, no es casual que buena parte de su trabajo quedara en publicaciones marginales unas, subversivas otras. Irreverentes las de más allá. En la larga lista de títulos, encontramos los siguientes: La Guacamaya, periódico hablador y de buen humor, rebalsador y decidor de verdades, no papero ni farolero, azote de los burgueses, defensor incondicional y amigo de la clase obrera; El Diablito Rojo, semanario joco-serio independiente y feroz, por el pueblo y para el pueblo; El Periquillo Sarniento, periódico mitotero, morronguista, revoltoso y de buen humor; El Diablo Bromista, órgano de la clase obrera, azote del mal burgués y coco del mal gobierno; El Pinche, periódico culinario que guisará en estofado a todo mal mandatario que pretenda, estrafalario, poner barrido y fregado al mísero proletario; La Araña, semanario independiente destinado a los obreros; La Palanca, por la unión, por la justicia, por el progreso; El Chile Piquín, semanario humorístico; Don Cucufate, semanario joco-serio, político, independiente y justiciero; Juan Panadero; El Periquito; Juan Cuerdas, periódico independiente por el pueblo y para el pueblo; San Lunes; El Padre Eterno, instructor del pueblo y ahuizote del fraile, y El

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Padre Padilla, fundado para combatir los malos gobiernos, la ignorancia del pueblo y la corrupción clerical, entre otros.25 En esa larga lista, no pueden quedar excluidos: El Diablazo (1897), El Malcriado (1900; 1905), El Ave Negra (1901), El Morrongo (1903), El Chango (1904), El Moquete (1904) y La Chintatlahua (1906). Como puede observarse, todos tienen –en el fondo-, una fuerte carga de compromisos políticos y sociales movidos desde y por el proletariado, lo cual significaba comprometerse de manera legítima con la causa obrera, aunque es bien cierto que, al margen de su constitución dichas publicaciones estaban comandadas por directores acostumbrados a la sobreexplotación, lo que significa un ambiente tiránico. Sin embargo, con todo y que fuesen publicaciones que estuvieran de acuerdo con determinados procesos, como el ejercicio del derecho de huelga, y manera de enjuiciar el desempeño de patrones fuertes e inescrupulosos, o el mismísimo gobierno que aplicaba mano dura, su radio de influencia no era lo suficientemente riguroso para combatir, a la hora de los hechos, semejantes abusos. Nunca mejor explicada esta afirmación con dos portadas de sendas publicaciones en las que José Guadalupe colaboró, dejando evidencia de su sentir y su pensar:

Rafael Barajas Durán (seud. “El Fisgón”): POSADA. MITO y MITOTE. La caricatura política de José Guadalupe Posada y Manuel Alfonso Manilla. México, Fondo de Cultura Económica, 2009. 548 p. Ils., facs. (Colección Tezontle)., p. 205. 25

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Ambas imágenes, proceden del libro de Rafael Barajas “El Fisgón”, reseñado aquí.

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En el territorio eminentemente taurino, Posada siguió una ruta donde lo mismo era plasmar las glorias de un torero, que la desgracia vivida por este o aquel otro diestro, hasta convertirlas, junto a las cuartetas originales de un corrido, en auténtica y escandalosa noticia, que circulaba de boca en boca y de guitarra en guitarra, hasta alcanzar dimensiones de tragedia, como tragedia y evidencia de la misma fue también el hecho de dejar registro de otros tantos acontecimientos, tal y como se puede observar en el siguiente registro:

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 215.

Aquella tarde, la del domingo 1º de diciembre de 1889, toreaba Manuel Hermosilla, enfrentando en solitario, 6 ejemplares de Nopalapan. El ganado fue tan malo que originó la parcial destrucción del coso, tal y como puede observarse en la imagen que nos deja el artista. El festejo se suspendió, la afición se sintió engañada y la destrucción de la plaza no pudo detenerse hasta que hizo acto de presencia la fuerza pública. Hermosilla y el empresario, Sr. Tagle fueron a parar a la cárcel, pues don Manuel se comprometió, dado que el festejo estaba anunciado en su beneficio, conseguir el mejor ganado posible. Tal compromiso se tornó un fiasco mayor, mismo que se convirtió en noticia, ilustrada en esa ocasión, por nuestro artista. ¡Faltaba más!

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(XXI) MANUEL MANILLA: UN CAPÍTULO DE LA ILUSTRACIÓN TAURINA EN MÉXICO. Graciosos y finos rasgos, que deslizan el buril por la firme plancha, ya de madera, ya metálica, hasta formar el curioso grabado, concluyen aquel trabajo con el tiraje de los carteles anunciadores para las corridas de toros más inmediatas. Estos hermosos y frágiles documentos, fueron ilustrados por uno de los más importantes grabadores del siglo XIX mexicano, contemporáneo de José Guadalupe Posada, otro artista genial. Nos referimos a Manuel Manilla, protagonista del presente homenaje que este autor dedica, a su vez al creador entre otras múltiples obras, de la infantil OCA TAURINA, que detalla pormenores del fascinante espectáculo decimonónico. Hoy merece un lugar especial la contraparte, pero también el complemento de Posada: Manuel Manilla. A diferencia de la extensa bibliografía dedicada a José Guadalupe Posada, la que se ha destinado a Manuel Álvarez Manilla es más bien breve. Los trabajos de Manilla, al cabo de una exhaustiva revisión resultan numerosos, y de ellos, una buena cantidad está destinada al ámbito taurino. Se sabe que nuestro personaje nació en 1830 y murió apenas poco tiempo después de iniciado el siglo XX. Sus primeros grabados aparecen en una publicación destinada a la cultura infantil: La edad feliz (1873) y desde entonces, sus líneas características, matizadas con esa peculiar influencia, permiten distinguirlo del trabajo de Posada mismo, e incluso de Rangel y J. Lagarza, contemporáneos suyos. Buena parte de las planchas que trabajó, destinadas para enriquecer las cabeceras de infinidad de carteles no solo taurino, sino teatrales, o de publicidad quedaron registradas sin su firma o monograma, lo que ha generado confusión, atribuyéndoselo otros sin empacho alguno. Así que desde épocas tan señaladas como la octava década del siglo XIX, sus grabados ilustran infinidad de elementos taurinos, logrando interpretar con su buril las suertes de una tauromaquia a la mexicana, y años más tarde, aquella que quedó asentada definitivamente en nuestro país, y que establecieron bajo el espíritu de una “segunda conquista” un grupo de diestros españoles quienes depositaron aquella maravillosa acumulación de experiencias, que terminó aceptando la afición. Basta con ver en detalle su “Oca Taurina” para entender que se trataba de un buen aficionado, que entendió y asimiló perfectamente lo que pasaba en su época, desmenuzando una corrida de toros, de principio a fin, conforme a los patrones

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establecidos en una época en la que predominaba lo que se considera la madurez de la independencia taurina mexicana. Diversas imprentas dieron paso al trabajo de Manuel Manilla en su época de vigencia, e incluso ya fallecido, hemos encontrado otros materiales suyos en carteles taurinos entre los años 20 y 30 del siglo XX, lo que supone un intento por trascender un arte en la frontera de la extinción, cuando otras técnicas, como el de la incorporación de la fotografía, de la pintura, eran ya de uso común para las épocas señaladas. Probablemente también se trataba de un trabajo que, desde el punto de vista económico resultaba eficaz, puesto que cumpliendo el mismo fin de difusión no alteraba los propósitos de dar a conocer con anticipación la forma en que se estructuraba un cartel con toros, toreros, cuadrillas, pero también con un conjunto de aderezos que daban colorido a la corrida anunciada. Tal es el caso donde ilustra acróbatas, malabaristas, payasos, ascensiones aerostáticas o escenas teatrales. Pero esto es también resultado del reciclaje con el que Manilla utilizaba sus propios grabados, lo que es señal de que las tallas elaboradas hayan alcanzado un número importante que después se dispersaron por imprentas de la capital y de la provincia. Manuel Manilla, aunque enfrentó directamente su trabajo con el de José Guadalupe Posada, también lo compartió fundamentalmente en la imprenta del editor Antonio Vanegas Arroyo, personaje que se encargó de publicar cientos, quizá miles de carteles y otras hojas impresas (conocidas como “hojas de papel volando”) que hoy adquieren un gran valor estético debido a la apreciada técnica de ambos artistas populares, técnica de un marcado sabor artesanal. Ante esta propuesta, las palabras de Helia Emma Bonilla Reyna parecen darnos la razón: La obra de Manuel Manilla pone de manifiesto diferentes problemáticas: las relaciones entre tradición e innovación, entre los procesos culturales y económicos del centro y los de la periferia, la asimilación de modelos visuales y técnicos, la complejidad de definir lo popular, etcétera. Asimismo, plantea la necesidad de entender las imágenes en el contexto de los impresos para los que se crearon, pone de relieve la especificidad de los géneros ilustrativos, la existencia de una especialización de tareas entre los ilustradores y una división del trabajo en los talleres. Además, revela la estrecha vinculación que Manilla tuvo con José Guadalupe Posada, expresa en la obra de ambos de múltiples formas.

Los Manilla, padre e hijo dieron fulgor al grabado en una época que coincide con el porfiriato mismo. Pero no sólo es el grabado en madera, metal, madreperla y carey, sino letreros pintados para comercios. Realizaban trabajos donde aseguraban electrotipar (sic) estereotipos con extrema perfección y especializarse en fachadas de edificios, además de grabar sellos en goma y metal, y diseñar estampillas y monogramas, lo que lleva a concluir

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que su trabajo gozaba de la “rentabilidad de la especialización, pues su taller coexistió con los talleres litográficos, y quizá fotolitográficos o de fotograbado, gracias a una demanda suficiente” (Bonilla Reyna).

Uno de los peculiares grabados de Manilla, aparecido en El Monitor del Pueblo. Distrito Federal, 27 de mayo de 1888, p. 7.

En suma, Manuel Álvarez Manilla, junto con su hijo, entraron en un ámbito de publicidad que supieron explotar acertadamente, siendo el taurino uno de los mejores beneficiados. La selección de imágenes que acompaña estas líneas es apenas un pequeño repertorio, pero también un gran homenaje a este notable personaje que también dejó buena parte de su obra en las peculiares cabezas de algunos de los periódicos taurinos que circularon a finales del siglo XIX (como es el caso de “El estoque”). También incursionó en otras publicaciones como: “La Broma”, “Gil Blas”, “El Popular”, “El Mero Valedor”, “El Hijo del Ahuizote”, “El Monitor del Pueblo” y “La Casera”, periódico que el artista editó por su cuenta. La del grabado puede resultar hoy, frente a la enorme dimensión de otras técnicas artísticas empleadas en la cartelería taurina, un anacronismo. Pero el hecho es que recuperan vigencia en la medida en que conocemos y descubrimos más y más del trabajo elaborado por un grabador de altos vuelos, que dejó lo mejor de su obra en el último tercio del siglo XIX, y que, a más de cien años de su muerte (1902) sigue deslumbrándonos, además de deleitarnos con ese su inconfundible sello, que buriló por cientos con la famosa firma de MANILLA.

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(XXII) Hasta aquí, se ha hecho una revisión pertinente a la obra de nuestro personaje. Así que tanto el material de amplia difusión, como aquel otro cuya búsqueda e identificación precisa de mayor tiempo y reflexión, han pasado a enriquecer la iconografía, pero sobre todo el paso representativo de José Guadalupe Posada. Jean Charlot, Leopoldo Méndez, Diego Rivera, Antonio Rodríguez, Aurelio de los Reyes y más recientemente, Helia Emma Bonilla Reyna, Agustín Sánchez González o Rafael Barajas han legado una serie de visiones, cada una respetable, cada una polémica en sí misma, al respecto del artista que hoy rememora este aporte, que también pretende sumarse “en atrevidos vuelos”, a la larga lista de interpretaciones y evocaciones.

Secretaría de Cultura D.F. “Homenaje a José Guadalupe Pasada. Carteles originales que resguarda el Archivo Histórico del Distrito Federal “Carlos de Sigüenza y Góngora”.

La imagen anterior es de las pocas evidencias que nos permiten encontrar la armonía de un grabado de Posada mismo que se incorpora al cuerpo general de un cartel taurino, que corresponde a la celebración de un “Lucido jaripeo”, festival de caridad organizado por Alfonso E. Bravo y Emilio Roqueñi.

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Existen otros tantos carteles, pero no muchos que espero incluir en sección aparte de este trabajo. Ahora bien, se debe a Carlos Haces y Marco Antonio Pulido un nuevo acercamiento de Posada con los niños. Claro, esto ocurría en 1985. Sin embargo, la publicación, que se editó por miles, tuvo la fortuna de llegar a muchos afortunados. Hoy, a casi 30 años de esa edición puede entenderse que la revaloración de los elementos allí reunidos tuvieron tanta relevancia que es imposible no detenerse ante el asombro que produce, entre otros LA ARMONÍA DE UNA “T” –OBRA DE JOSÉ GUADALUPE POSADA-, DOMINA EL EQUILIBRIO DEL ESPACIO. Este es uno de los capitulares más bellos que he visto, y vaya que he revisado infinidad de fuentes donde el capitular es un objeto de arte de la tipografía que por siglos ha adornado bellas ediciones salidas de las más reconocidas imprentas, que de sencillos talleres.

José Guadalupe Posada. Bellísimo capitular de un cartel taurino. Grabado en relieve de plomo. Carlos Haces y Marco Antonio Pulido. LOS TOROS de JOSÉ GUADALUPE POSADA. México, SEPCULTURA, Ediciones del Ermitaño, 1985.

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Con José Guadalupe Posada no fue la excepción. La armonía de esa T enorme, gallardamente rematada, domina el equilibrio del espacio donde ha sido plasmada. No conforme con haber tomado como modelo el tipo correspondiente a este elemento tipográfico, José Guadalupe, que se descubre aquí una vez más como un estupendo aficionado a los toros, no dudó en enriquecer el motivo con un planteamiento taurino, donde el diestro destocado agradece la ovación, mientras yace a sus plantas el toro recién liquidado por esa espada, símbolo de la culminación exacta y certera de la “suerte suprema”. No faltaron los peculiares sombreros, como el jarano, el de piloncillo, el bombín y la chistera, con que iban tocados aquellos aficionados asistentes a las corridas de entre siglos (finales del XIX y comienzos del XX), a las que con frecuencia, Posada abrevó y dibujó apenas algún esbozo en el cuadernillo de apuntes que habría llevado consigo, que luego acababa dándole vida y forma a su estilo en la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, sita en Calle de Santa Teresa Nº 1. El artista aguascalentense dejó una larga saga de grabados taurinos, que aún no se tiene idea exacta y cabal de su dimensión, puesto que se encuentran dispersos la mayoría de ellos en las muchas publicaciones donde colaboró. Otro tanto está en poder de particulares que, celosamente guardan en sus colecciones muchos desconocidos. El resto, se perdió en medio de la destrucción o en la falta de sentido común de quienes no supieron valorar ni la obra, ni tampoco el documento. Sin embargo, quedan evidencias tan extraordinarias como el Capitular de un cartel taurino que viene a dar “sabor al caldo”.

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(XXIII) Acudir a un museo es toda una experiencia. Y lo es, aún más, cuando la exposición a disfrutar se relaciona con el personaje de esta historia. En realidad, el día que emprendí esa maravillosa aventura, el gozo fue doble: Museo Nacional de la Estampa y Museo Nacional….

…en cuyos espacios permanecen sendas colecciones26 que le dan al visitante, la idea plena sobre el quehacer del artista aguascalentense. El recorrido permite además de darse una

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En el siguiente capítulo, dedicaré mis apreciaciones a la exposición en el Museo de “El Estanquillo”.

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idea sobre la museografía y la museología, darse cuenta de cómo, cada curador, supo manifestar sus criterios y cómo, el equipo de trabajo le dio la interpretación para su final “puesta en escena”.

En ambas, el despliegue de obra fue numeroso, no solo por el hecho de que se muestran las que son más características, sino porque también ocuparon lugar aquellas otras cuya difusión apenas a tenido lugar o cabida en este tipo de actividades o en alguna publicación al respecto. Sin embargo, cuando ya sabemos que Posada se ocupó de los toros, y cuando puedo tener la certeza de que haya sido un aficionado, o por lo menos un conocedor de esta diversión –de otra forma todos los síntomas técnicos o estéticos no habrían sido posibles en sus trabajos, de no haber presenciado algún festejo, asimilando todo su contenido, tal y como quedan registrados sinfín de ritmos, dinámicas y otros aspectos que establecen esa particular sensación de movimientos que sobre toros y toreros tenemos ubicados-. Y bien, como conocedor, y con esa obra de la que no hay la menor duda de su existencia, y cuando no hay mejor oportunidad que esta, no hubo más que dos o tres elementos que dejaron notar ese desarrollo artístico de José Guadalupe. Mi cuestionamiento va en el sentido de que los toros en Posada no son solamente la “Oca taurina” ni la presencia de “Don Chepito Marihuano” y hasta ahí. Los toros en Posada es más que eso. Evidentemente las 92


exposiciones muestran al visitante un conjunto parcial de la obra general. Es imposible mostrarlo todo, en el entendido de que han llegado a nuestros días un número de impresos del cual se agradece la custodia y la conservación…

…tratándose de materiales sensibles y vulnerables.

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Lamentablemente también muchos se han perdido con los años. Aún así es de aplaudir todo lo que signifique sumarse a la revaloración del hacedor.

Si bien el trabajo que ahora emprendo tiene se objetivo, intentaré cubrirlo en la medida de fundarlo sobre los materiales existentes, buscando convertirlo en un complemento, en una herramienta más para nutrir o enriquecer el abanico de posibilidades para una mejor visión de las cosas. De igual forma, los catálogos son esa nueva impresión de ideas que permiten la interpretación o reinterpretación de lo que se conoce o hay que conocer mejor, pues es conveniente superar lugares comunes y aportar, con teorías y discursos renovados, con el perfil de un más y mejor conocido artista que lo fue, sin duda alguna, José Guadalupe Posada. Algo que destaca en una y otra exposición, es el elemento complementario de ciertas obras que contextualizan su dimensión, la perspectiva que otros artistas tuvieron al interpretar el quehacer del aguascalentense. Tal es el caso del excelente trabajo litográfico de Leopoldo Méndez:

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O el “Homenaje a posada”, ese magnífico obre sobre tela, del inigualable José Chávez Morado y que actualmente pertenece a la Col. Rogelio López Velarde Estrada:

Sin faltar la opinión esencial de Jean Charlot:

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(XXIV) LAS OTRAS EVIDENCIAS. Con el presente apartado, comienza la presentación de diversas evidencias en donde, unas más que otras, se convierten en referencia de la obra de José Guadalupe Posada debido a su difusión. Sin embargo, una buena porción de las mismas, son auténticas novedades, y quizá hasta se despierte algún viso de sospecha, si no se legitima la paternidad de la obra, a falta de la firma que le da toda la validez del caso. Las presentes imágenes vienen a convertirse en un novedoso complemento del ya conocido universo de Posada… y los toros. ¡Disfrútenlas!

También José Guadalupe Posada en este grabado suyo, nos presenta la suerte de varas donde un picador con el atuendo a la mexicana ejecuta la suerte de varas. Obsérvese que el caballo no ostenta ningún peto. Fuente: colección del autor.

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(XXV)

Esta “hoja de papel volando”, presenta un grabado que, en principio y por los rasgos peculiares, debe atribuirse a Manilla, aunque existen varias fuentes que le dan validez a José Guadalupe Posada como su creador directo.

Ahora bien, y como apunta Agustín Sánchez González,27 él o los creadores de esas cuartetas características, con las que se estimuló el proceso de los “corridos” entraron en un sendero de lo marginal. Veremos por qué. La enorme producción generada en los talleres de Vanegas Arroyo requirió el concurso de muchos escritores que, en su mayoría, se encuentran en el olvido. El más famoso entre ellos, o cuando menos el más señalado, fue Constancio S. Suárez, de origen oaxaqueño, de quien Antonio Rodríguez escribe: “En su Gaceta, Posada proveía noticias frescas y un reportaje pictórico, mostrando un sinfín de temas dibujados con gran realismo, con textos que describían “los hechos hasta alcanzar el clímax que el título anuncia” [...] Con la maleabilidad que sólo los verdaderos artistas poseen, Constancio S. Suárez empleaba, para cada tema, el lenguaje que él requería. Era romántico y dulce en las novelas pasionales como Amar sin esperanza, en las cuales habla de “almas cándidas como azucenas”, o del “dulcísimo rocío de 27

Agustín Sánchez González: La portentosa vida de José Guadalupe Posada. México, Ediciones de Don Lupe, 2013. 231 p. Ils., fots., grabs., p. 138-140.

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los maternales besos”; burlón con las “jóvenes de cuarenta años” que pedían al milagroso San Antonio de Padua consuelo para sus penas; feroz con las doñas jamonas; jocoso en los pleitos de vecindad; sutil en la descripción y comentario de los sucesos políticos; y severo, ponderado y rico en la exaltación de los hombres valiosos, como Vanegas Arroyo”. (…) Alfredo Guati Rojo también menciona al grupo de escritores cercanos a Vanegas y además indica la especialidad de cada uno: “Constancio S. Suárez estaba dedicado a los cuentos, las pastorelas y las comedias; los versos festivos a Rafael García y Rafael A. Romero; los versos para enamorar salían de la pluma de Ramón No. Franco. Nicolás Rangel anota como colaboradores de Vanegas Arroyo a Manuel Romero, Constancio S. Suárez, Manuel Flores del Campo, Francisco Zacar, El Chóforo, Ramón N. Franco y Pablo Calderón de Becerra; en otros textos se señala a otros autores, cuyos nombres se pierden en la historia, como Armando Molina, Gabriel Corchado y Abundio García.

Lector paciente: vaya usted a saber quién de todos ellos pudo haber sido autor de estos versos y de otros muchos que, con motivo y razón taurinos, se desplegaron en diversas publicaciones que circularon en forma generosa por aquellas épocas, de entre siglos.

Ahora bien, en esta reproducción, que recrea la tragedia de Lino Zamora, comparten sus quehaceres tanto Manilla como Posada, lo que explica el hecho de que finalmente el editor, Antonio Vanegas Arroyo haya decidido sacarlo en esta forma con objeto de darle realce a un

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hecho que si bien, no correspondía con los tiempos en que se publicó (hecho que debe haber ocurrido a finales del siglo XIX o comienzos del XX) pero que, por otro lado, seguía formando parte de un conjunto de historias y sucedidos que, el imaginario popular seguía alentando, sobre todo con motivo de la tragedia, cuyo relato en verso se incluía en esta “hoja de papel volando”. A propósito, comparto con ustedes el siguiente texto, que publiqué en el blog de mi responsabilidad: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS. DE FIGURAS, FIGURITAS Y FIGURONES Nº 4.28 SOBRE LINO ZAMORA. En fecha reciente, pude encontrar en la prensa de la época la siguiente noticia:

Debe uno reconocer que lo inestable de ciertos datos nos llevan a creer a “pie juntillas” lo que viene corriendo de boca en boca; es decir el testimonio oral que pasa de generación en generación y que, peor aún, se da por un hecho. Se creía que Lino Zamora habría muerto, víctima del despecho y los celos de su banderillero Braulio Díaz, a raíz del triángulo amoroso que surgió entre estos dos personajes y Prisciliana Granado, en 1884. Pero con el dato que La Voz de México, reporta en su número 50 del viernes 1º de marzo de 1878, se puede colegir que dicho asesinato ocurrió en Zacatecas el 7 de febrero de ese mismo 1878. Los “Legítimos versos de Lino Zamora, traídos del Real de Zacatecas” que corren todavía lamentando su penosa muerte, debe reconocerse, dan una fecha equivocada, la del catorce de agosto. Quizá por eso, al convertirse aquel acontecimiento en un asunto que dispersó vox populi, es que haya llegado hasta nuestros días arrastrando ese peso de equivocación, 28

José Francisco Coello Ugalde: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS. Disponible junio 1°, 2013 en: http://ahtm.wordpress.com/2011/09/14/de-figuras-figuritas-y-figurones/

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diluido en su originalidad por el tiempo, pero más aún porque transmitido entre el pueblo, se encontró rápidamente con una afirmación que es difícil de extirpar en algunos casos. Afortunadamente, y para no seguir dominado por el error, el buen amigo Eduardo Heftye Etienne publicó hace algún tiempo en la página de Bibliófilos Taurinos de México, A.C. el siguiente texto, que me permito reproducir íntegramente a continuación. ALGUNAS INTERROGANTES Y PRECISIONES SOBRE EL TORERO DECIMONÓNICO LINO ZAMORA.29 Por: Eduardo E. Heftye Etienne30, autor invitado. Resulta muy interesante explorar el pasado para rescatar y dar a conocer, con la mayor precisión posible, los datos relativos a la historia del toreo en la República Mexicana, aunque es frecuente encontrar algunas inconsistencias en la información proporcionada por los historiadores de nuestra fiesta. A continuación me referiré brevemente al nacimiento y muerte de un conocido torero mexicano del siglo XIX, llamado Lino Zamora, quien fue uno de los diestros más famosos y activos de su generación, particularmente por su destreza en la colocación de las banderillas. Sin embargo, Zamora pasó a la historia no tanto por su brillante trayectoria en los ruedos, sino por la manera trágica en la cual falleció, ya que fue asesinado en la ciudad de Zacatecas por Braulio Díaz, integrante de su cuadrilla que mantenía un romance con Presciliana Granado, mujer que también era pretendida por el malogrado diestro. El trágico suceso dio motivo a la elaboración del corrido taurino que más se ha reproducido en las obras relativas a corridos, denominado “Legítimos versos de Lino Zamora, traídos del Real de Zacatecas”, que contiene el bello grabado de una suerte de banderillas, cuya autoría corresponde al destacado artista plástico Manuel Manilla. En cuanto a los datos relativos al lugar y fecha de nacimiento de Lino Zamora, existen notorias discrepancias. Marcial Fernández “Pepe Malasombra” y José Francisco Coello Ugalde afirman que nació en la ciudad de Querétaro en 1845, basándose para ello en una obra del historiador queretano Valentín F. Frías. Por su parte, el tapatío Ramón Macías Mora menciona que nació en Irapuato, Guanajuato, sin precisar la fecha de su nacimiento. Al estar investigando la fecha de inauguración de la vieja plaza El Progreso de la ciudad de Guadalajara, Jalisco, que estaba localizada en las inmediaciones del hospicio Cabañas, 29 30

Corrido de Lino Zamora (Fuente: http://bibliofilostaurinos.com.mx/artic_7.html) Integrante del grupo Bibliófilos Taurinos de México, A.C.

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encontré información en el sentido de que fue inaugurada por Lino Zamora y su cuadrilla. En este sentido, Miguel Luna Parra y Federico Garibay Anaya mencionan que “al ser fraccionada la huerta del referido orfanatorio, se construyó frente a él la plaza de toros llamada El Progreso, con capacidad para 3 000 personas, que fue inaugurada hacia 1856 por Lino Zamora y su cuadrilla.” Por su parte, Ramón Macías Mora afirma que dicha plaza de toros “fue muy probablemente inaugurada en 1855 o 1856 y en el cartel inicial estuvo el espada guanajuatense (de Irapuato) Lino Zamora”. Si los datos anteriormente proporcionados fueran correctos, se llegaría al absurdo de concluir que Lino Zamora inauguró la plaza de toros El Progreso cuando contaba con 10 u 11 años de edad. Lo anterior me llevó a iniciar una búsqueda más precisa sobre Lino Zamora, hasta que localicé una obra que hace expresa referencia a su nacimiento y muerte, con base en los datos que contiene el acta de defunción de dicho diestro. Se trata de la obra “El corrido zacatecano”, cuya autoría corresponde al también zacatecano Cuauhtémoc Esparza Sánchez. De acuerdo con este autor, Lino Zamora nació en la ciudad de Guanajuato, capital del estado del mismo nombre, en el año de 1840. Este dato hace mucho más verosímil la participación de dicho diestro en la inauguración de la plaza El Progreso de Guadalajara. Finalmente, debo hacer notar que también existen notorias discrepancias sobre la fecha del citado asesinato de Lino Zamora por parte de su subalterno. De acuerdo con la información que proporciona el texto del propio corrido, sucedió “un jueves por la tarde” y un “14 de agosto”. Con base en tales datos, Heriberto Lanfranchi llega a la conclusión de que el suceso debió haber sido el jueves 14 de agosto de 1884, dato que también es compartido por Marcial Fernández “Pepe Malasombra” y José Francisco Coello Ugalde. No obstante lo anterior, Cuauhtémoc Esparza Sánchez asegura que el crimen en cuestión ocurrió el 7 de febrero de 1878 -precisamente un jueves-, basándose en los datos que contiene el acta de defunción de Lino Zamora, que obra en el Archivo del Registro Civil del Municipio de Zacatecas, misma que tuvo a la vista y cuyos datos precisos reproduzco a continuación: “Libro del año de 1878 No. 16, Defunciones. Empieza el 1º. de enero, termina en 15 de abril. Acta 302, Fol. 62 f. y v.” “Lino Zamora (1840 – 7 de febrero de 1878). Torero. Nació en Guanajuato, Gto. (...) Casado con Juana Alejandrí, también guanajuatense. Después de practicársele la autopsia por orden judicial, en el Hospital Civil, fue inhumado en el panteón del Refugio en un sepulcro especial, donde quedaron sus restos durante 5 años en la ciudad de Zacatecas, donde falleció.”

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Creo que es de humanos errar, y si para evitar tal defecto, Eduardo Heftye tuvo a bien puntualizar este tipo de “minucias” en torno a Lino Zamora, lo único que me resta es agradecérselo. Nada más enriquecedor que la participación comprometida de interesados que, como Heftye, se han ocupado de estos menesteres hasta dilucidarlos a su más mínimo detalle. En mi próxima colaboración dedicaré algunos párrafos para explicar quién fue Lino Zamora y qué representó para el toreo en el México del siglo XIX. Aquí lo anunciado: RECOMENDACIONES y LITERATURA. LA VIRGEN DE ESPADAS.31 LA VIRGEN DE ESPADAS: NOVELA ALREDEDOR DEL TORERO LINO ZAMORA, SOBRE LOS TRÁGICOS HECHOS OCURRIDOS UNA TARDE QUE SIN SER DE TOROS CASI LO FUE, POR HABERSE DESCUBIERTO BRAULIO DÍAZ, SU VICTIMARIO, UNA FENOMENAL CORNAMENTA. Transcurren los primeros días del mes de agosto de 1884. Lino Zamora y su cuadrilla, en compañía del novillero español Juan León "El Mestizo" llegan al Real de Zacatecas a fin de cumplir dos contratas. La primera de ellas, con toros de Corral de Piedras no resultó del todo buena. Para la segunda habrían de lidiar toros de Sábana Negra. Aunque vió llegar el encierro no pudo torearlos. La causa: el jueves 14 su banderillero Braulio Díaz vació la carga de una pistola con que se cobró un arranque de celos. No voy a dar el perfil de un torero cuya cuna se pelean Querétaro y Guanajuato (nació hacia 1855). Sin embargo, los acontecimientos de esos días cruciales los encontramos en una fabulosa novela de costumbre escrita por Bernardo Jiménez Montellano. La virgen de Espadas.32. El autor de este interesante trabajo recrea la llegada a Zacatecas de los personajes que ya mencioné al inicio del artículo. Una pieza importante es Prisciliana Granado, la mujer protegida por el "maestro", prototipo de consejero en aquella población minera. La presencia de esta mujer ocasiona la formación de un triángulo amoroso junto a Braulio Díaz y Lino Zamora. El autor cita que llegaron las cuadrillas con todo su bagaje juglaresco. Por un lado "El Mestizo", torero notable con el estoque; y por el otro, Lino Zamora, afamado torero del bajío, 31

José Francisco Coello Ugalde: APORTACIONES HISTÓRICO-TAURINAS MEXICANAS. Disponible junio 1°, 2013 en: http://ahtm.wordpress.com/2013/03/25/la-virgen-de-espadas/ 32 Bernardo Jiménez Montellano. La virgen de Espadas. México, Librería de Manuel Porrúa, S.A. 1957. 133 p. (Biblioteca Mexicana, 20).

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pareja ambulante por las ciudades, que se mantenía viviendo de la gracia de su conversación o de la amistad antigua de algunos mercaderes, que no podían dejarlos en la miseria. Sabrosos diálogos nos dan idea del ambiente que debe haber imperado en aquel tiempo, donde la actividad taurina despertaba curiosidad sin límites. Prisciliana aparece entonces, mujer cuyos encantos deben haber impresionado a Braulio y a Lino, mismo que confesó que la herida de un toro es menos peligrosa que la del amor: "...de la herida de una mujer no se repone nadie, no hay medicina ni consejo que la cure". En esa primer corrida además de los diestros en cuestión, la función incluía a "El Hombre Yerba" y su temeraria suerte que consiste en cubrir a un hombre de rastrojo y ponerlo en el centro del ruedo para que el toro coma de él. No faltan los sabrosos coloquios en "Mi Gloria" cantina del pueblo, donde Martín, el hermano de Braulio brinda con "el maestro", Rafael Corona y Cornelio Gómez, pero también donde intriga sumido en la borrachera.

Portada del libro que se reseña.

Lino Zamora nos cuenta sus sentimientos como ser humano, antes que como torero que anda de aquí para allá, con la angustia de sufrir en cualquier momento un percance mayor que ponga en riesgo su vida. Braulio Díaz aprovecha una oportunidad y logra enamorar a Prisciliana. Sin embargo, y al paso de los días Lino pide a su banderillero:

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Braulio, "tenemos que asegurar la feria de Jerez". -¿Y? -Interrogó Díaz con un tono de voz en el que más que deseo de sostener una plática parecía echar en cara de Lino su imprudencia al despertarlo. -Que apenas salga el sol te vayas a arreglarla y te vuelvas para torear el domingo. Y así fue como el compañero del popular Lino Zamora logró un contrato que nunca se cumpliría. Lino, en ese inter, y aprovechando la ausencia de Braulio se acercó a Prisciliana Granado a la que cortejó pero que no permitió por cierto presentimiento, considerando quizás que ello ocasionaría un desaguisado.

Cartel de la plaza de toros DEL MONTECILLO (SAN LUIS POTOSÍ), para el domingo 1º de octubre de 1865. Fuente: Cortesía, María Elena Salas Cuesta. OBSEQUIO AL COMERCIO DE ESTA CAPITAL / Beneficio de LINO ZAMORA. GRAN CORRIDA DE TOROS / EN LA PLAZA DEL MONTECILLO. / San Luis Potosí. Hoy que por deferencia de la Empresa puedo anunciar la función de mi beneficio, llena mi alma de gratitud tiene la satisfacción de dedicarla, como un pequeño obsequio, a los honrados y benévolos Comerciantes de esta hermosa capital, a esta clase entusiasta y protectora de la sociedad que forma la mayoría del generoso público que nos favorece con su asistencia. Conocedor de su delicado gusto, he dispuesto esta corrida de tal modo que sea digno de mis mecenas; gastos, trabajos, un decidido empeño y todo lo que ha estado a mi alcance he empleado para lograr mi objeto que, como he dicho, es el de proporcionar una tarde de positiva distracción a la concurrencia. El espectáculo se verificará, si el tiempo lo permite, según se expresa en el siguiente PROGRAMA A las tres de la tarde se hallará en la plaza la música que dirige el Señor D. Marcelino Leija, para divertir a los concurrentes con escogidas piezas.

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Con el permiso de la autoridad comenzará la lid de cuatro hermosos y arrogantes toros de / GUANAMÉ / que serán jugados a muerte con la mayor destreza por la cuadrilla, quedando el quinto a disposición de los aficionados. En el toro que mejor se preste ejecutaré el SALTO MORTAL, salvándolo a pulso de frente a cola. Difícil y muy peligroso es este acto, mas todo lo arrostrará por complacer a sus favorecedores. El beneficiado Tip. De Exiga. Y lo dicho. Ocurrió. Faltando unos días para la segunda corrida, llegaron los toros a la plaza, por lo que Lino tuvo oportunidad de verlos y presagiar su bravura en el ruedo. Braulio regresó ese jueves, satisfecho de la operación realizada en Jerez y el primero con quien se encontró fue con Martín, su hermano quien lo puso al tanto de sospechoso paseo que tuvieron Zamora y la Granado en su ausencia. Sus ojos se tornaron amenazadores a partir de ese momento y lo que deseaba en esos momentos era estar frente a Lino, seguramente para pedirle alguna explicación. Salió de "Mi Gloria" sin medir las consecuencias que se consumaron al dispararle hasta la última bala de su pistola. Lino quedó muerto y Braulio fue conducido por los soldados a la prisión de la ciudad. Un traje verde y plata tuvo que guardarse. Lino Zamora lo tenía preparado para vestirlo el domingo 17 de agosto de 1884. Los carteles quedaron a merced del viento y este los terminó arrastrando hasta perderse calles abajo de una plaza que mantuvo cerrada sus puertas en señal de luto. La ciudad de Zacatecas lloró su muerte. A los pocos días, y en todo México unas "hojas de papel volando" comenzaron a divulgar la noticia en los "Legítimos versos de Lino Zamora traídos del Real de Zacatecas" y que cuentan la tragedia. Pobre de Lino Zamora, ¡Ah!, que suerte le ha tocado, Que en el Real de Zacatecas Un torero lo ha matado. Rosa, rosita, rosa romero Ya murió Lino Zamora, Qué haremos de otro torero! Al salir de Guanajuato, Cuatro suspiros tiró, En aquel Cerro Trozado Su corazón le avisó.

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Rosa, rosita, rosa peruana. Ya murió Lino Zamora; La causa fué Prisciliana. Lino le dijo a Braulio Que se fuera para Jerez, Que fuera a hacer la contrata Y que volviera otra vez. Rosa, rosita, flor de alelía, Ya murió Lino Zamora, Pues así le convendría. Cuando vino de Jerez el jueves por la mañana, Le dijo Martín su hermano: -Lino está con Prisciliana. Rosa, rosita, flor de granada, Ya murió Lino Zamora. Por causa de una tanteada. En la calle de Tacuba Estaba Lino Parado, -Aquí te vas a morir Y aquí te quedas tirado. Rosa, rosita, rosa morada, Ya murió Lino Zamora Que fuera el primer espada. Ese gracioso de Carmen Pronto lo agarró del brazo. Llegó el cobarde de Braulio, Y al punto le dió el balazo. Rosa, rosita, flor de clavel, Ya murió Lino Zamora. No lo volverás a ver. El día 14 de agosto, Era jueves por la tarde, -Se quedó Lino Zamora Revolcándose en su sangre. Rosa, rosita, flor de romero, Ya murió Lino Zamora, El padre de los toreros. Toda la gente decía: -Hombre, ¿qué es lo que has hecho?... Lo mataste a traición.

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No le hablaste por derecho. Lo traía por buen amigo. Lo traía por compañero. Lo traía en su Compañía Por primer banderillero. Rosa, rosita, flor de clavel, Ya murió Lino Zamora. Dios se haya dolido de él. La traían por muy bonita, Echándosela de lado, Y era infeliz mujer la Prisciliana Granado. Rosa, rosita flor matizada, Al toro siempre mataba De la primera estocada. La traían por muy bonita, La traían por muy veloz, La traían por muy honrada... ¿Cómo mancornó a los dos?... Rosa, rosita, flor de alelía, Nunca culpes a ninguno, Pues así le convendría. De todos ya me despido, Porque la agonía ya entró. Que rueguen a Dios por mi alma, Eso les suplico yo. Rosa, rosita, flor encarnada, Para el final de mi vida, Ya casi no falta nada. Lloraba su pobre madre. Lloraba sin compasión, Al ver a su hijo querido Que lo echaban al cajón. Rosa, rosita, flor de clavel, Al enterrar a Zamora No lo volverás a ver. Lloraba su Compañía, Lloraba sin compasión, De ver a su Capitán Que lo llevan al Panteón. Rosa, rosita de Jericó,

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Su primer banderillero De un balazo lo mató. Es muy triste recordar Dice don Ponciano Díaz, Que Lino Zamora, ya Acabó sus tristes días. Ya con esta me despido. Con los rayos de la aurora. Aquí se acaban cantando Los recuerdos de Zamora. Rosa, rosita, flor de Belém, Ya murió Lino Zamora, Requiescat in pace. Amén.

Y la Prisciliana, ¿qué fue de ella? Al poco tiempo de que ocurrió la tragedia, abandonó la ciudad de Zacatecas en la más absoluta discreción, acompañada del "maestro". En el recorrido las reflexiones entre ambos fueron profusas y difusas a un mismo tiempo. "Mañana el mundo estará igual y así hasta la muerte -insistió el Maestro- yo sé que sólo se salvarán los firmes que tengan fe y que crean en lo que quieren. Vendrá la ayuda del cielo, Prisciliana, tenlo presente. Dios quiera encaminar a los que se han perdido; Dios quiera que esa oscuridad que existe en los hombres para saber qué es lo que quieren o para guardar lo que sienten suyo, se aclare... El, nos mandará la serenidad". Y con estas reflexiones termina la novela, y también nuestra colaboración. Lo poco que existe como evidencia gráfica acerca del protagonista de esta historia es suficiente para conocerlo un poco más de cerca.

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(XXVI)

El Cómico, D.F., del 30 de octubre de 1898, p. 12

Nunca mejor ilustrado el presente apunte de José Guadalupe Posada con unos versos que ponen de manifiesto la euforia que se levantó por aquellos tiempos, a raíz de la presentación, primero, de una cuadrilla de “Señoritas toreras” venidas desde España, y luego lo que su presencia provocó entre algunas entusiastas “aspirantes” de nuestro país, que no quisieron dejar pasar la oportunidad de intentar ponerse al “tú por tú” con aquellas esforzadas y valientes señoritas, las que, por otro lado, fueron blanco de diversas opiniones, la mayoría de ellas en contra o con una fuerte carga de machismo y misoginia, tan características entonces… como hoy.

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¡Ole, el progreso! Está en preparación una cuadrilla de niñas mexicanas que irán a recorrer, de villa en villa todo su patrio suelo para lucirse, todas muy ufanas, haciendo habilidades en el difícil arte de la lidia, para tomar el pelo a los maletas, que tendrán envidia de ver que hasta en los cuernos las señoras les disputan el triunfo a todas horas. Estas niñas toreras son cinco; de ellas una matadora y todas las demás banderilleras, por no haberse pedido hallar hasta ahora otra niña valiente que se atreva a hacer frente rematando a las fieras. ¿Qué dira Zamacona al saber la noticia, el que al rubor en público se abona al mirar la malicia del teatro por horas donde salen desnudas las señoras? Los asuntos de cuernos como la humanidad, son casi eternos y es en estos asuntos donde calzan las hembras muchos puntos pues en cuestión de cuernos, es probado que siempre las mujeres han brillad. No es de extrañar, por esto, que esas niñas, (sino llega entre todas haber riñas, que entre hembras el reñir está de moda, y se deshace la cuadrilla toda) al correr por los pueblos y ciudades haciendo habilidades obtengan ovaciones y encuentren, al pisar las poblaciones, recibimientos tiernos, sobre todo si son las niñas bellas, porque en cuestión de cuernos ¿quién más práctico y más perito que ellas? ¡Qué ruido, qué alharaca, cuando la matadora, co guapeza se tire a la cabeza y largue un metisaca, con arte y con limpieza! ¡Ni la misma señora de Lacota con la hojita de parra que se asoma entre aquel traje de paradisiaca es capaz de causar tanto mareo

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como una niña de esas del toreo haciendo el metisaca! Y Blanca haría bien, de esa manera, propinando unos pases a la fiera… ¿Pues y cuando las cuatro señoritas después de darle al toro algunas citas con los palos enhiestos les pongan unos pares muy bien puestos najándose en seguida de rositas? Para ellas en la suerte no hay azares… ¡Apenas si habrán puesto buenos pares! Una niña con gracia que torea por poco bien formada que ella sea, si coge bien los trastos y va al bulto entusiasma en seguida a cualquier hombre y no hay quien tenga el entusiasmo oculto! Señor de Zamacona, no es quimera; si a usted, siendo persona seria y formal, y nada mitotera, una niña le diera un buen pase en redondo y un volapié en lo hondo hasta pinchar el hueso… ¡Ay, señor Zamacona, solamente por eso dejaba usted de ser formal persona y salía gritando: ¡olé el progreso y olé las señoritas con gracia y con guapeza y olé sus madrecitas! ¡Duro y a la cabeza!33 Anónimo.

33

El Alacrán. Ciudad de México, 9 de diciembre de 1899, p. 3.

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El Chisme, D.F., del 4 de septiembre de 1899, p. 1

Por otro lado, José Ives Limantour fue uno de los personajes clave durante varias etapas del más maduro de los “porfiriatos”. El General Porfirio Díaz depositó en él todas sus confianzas, hasta que surgieron las naturales desavenencias, sobre todo cuando dicha etapa histórica llegó a su punto de total agotamiento. Limantour prácticamente abandona a su antiguo jefe, cuando decide hacer un viaje a Europa, lo que pone en un brete a la administración que se encontraba a punto de la renuncia. Esto a los pocos días de que el movimiento revolucionario de 1910 se puso en marcha. Así que, contando además con el hecho de que el personaje del que se ocupa Posada en esta caricatura, y por lo que he venido descubriendo, era un aficionado a los toros, no pudo escapar a la crítica ácida de todas las circunstancias que, como las ocurridas a finales del siglo XIX, el acertado funcionario, fue convertido de pronto, en el varilarguero que tuvo a bien enfrentar un bravo toro –que no era otro que el pueblo-, mismo que ostentaba en la divisa asuntos del día como las contribuciones y las multas que hacienda impuso como forma de estabilizar cierta parte de la economía nacional.

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(XXVII)

El Chisme, D.F., del 11 de diciembre de 1899, p.3.

Soriano fue, al lado de Enrique Vargas “Minuto” o de Antonio Fuentes apenas un mediado lidiador que estuvo en nuestro país a finales de 1899. Eran los días en que estaba a punto de inaugurarse la famosa plaza de toros “México” de la Piedad. Esto significaba que la afición y la prensa se concentraron en aquel acontecimiento, lo que apenas permite tener una idea de “Maera” quien gracias a la labor de Posada, pasa a formar parte de esta galería.

114


El Chisme, D.F., del 13 de octubre de 1900, p. 1.

Por su parte, José Machío Trigo no fue ningún desconocido en nuestras plazas, y se hizo de algún cartel, sobre todo por el hecho de que fue un “matador de toros” con los atributos suficientes para alternar con las principales figuras de entonces. Este grabado de José Guadalupe Posada, hecho con toda seguridad a partir de las fotografías publicitarias, o tarjetas de visita que por entonces se acostumbraban, realizó un excelente trabajo que destaca, sobre todo, el bordado de la chaquetilla, sin dejar de hacer notar los rasgos de un rostro adusto, sereno, el de un hombre dispuesto a enfrentar con valentía, los lances y riesgos que dicha profesión le puso a prueba.

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(XXVIII)

El Chisme, D.F., del 13 de diciembre de 1899, p. 2.

Estos dos diestros tuvieron a bien inaugurar la plaza “México” de la Piedad el 17 de diciembre de 1899. La publicidad en la prensa, no dejaba de mostrar inserciones como la que presento a continuación:

Posada y otros artistas de la época tomaron como referente para trasladar los retratos de diversos personajes, el conjunto de material fotográfico que circulaba por entonces. Además, la prensa tuvo tales elementos que en periódicos como El Cómico, no faltó oportunidad para 116


cubrir la nota en medio de una amplia cobertura, gracias al hecho de que la impresión fotomecánica ya permitía un trabajo periodístico que iba al ritmo de aquella modernidad.

Debo mi agradecimiento al Lic. Luis Ruiz Quiroz por haberme facilitado el acceso a su colección hemerográfica, trayendo hasta aquí las principales páginas de la prensa de la época.

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El Chisme, D.F., del 17 de noviembre de 1900, p. 1.

Claro, a los ojos de Posada, cuya crítica social también se dejó notar en grabados como el presente, no dejó de hacer notar a dos figuras cotidianas y citadinas al mismo tiempo: el catrín y el charro. Evidentemente, su presencia en la antigua calle de los Plateros –hoy Francisco I. Madero-, se convirtió en centro de todas las miradas, y más aún cuando o el uno o el otro, pretendían protagonizar más allá de los niveles permitidos de cierto y razonado sentido común. Claro, cuando uno dice “No voy a ver… voy a que me vean…” no hay nada que ponga remedio a semejante aspiración… 118


(XXIX) SOBRE RAFAEL GASCÓN AQUILUÉ34 Cada domingo de toros, principalmente en las plazas “El Toreo” de la colonia Condesa y la “México”, se interpretó y se sigue interpretando, sea en festejo mayor o en novillada un pasodoble flamenco tan característico, que se ha convertido desde 1920 y hasta nuestros días, en una especie de himno con el que da inicio la corrida de toros como tal. Me refiero a “Cielo Andaluz”, cuyas primeras notas van acompañadas de un “¡¡¡ooole!!!” peculiarísimo e irrepetible, pues en ninguna otra plaza sucede una reacción como la que aquí se comenta. Su autor, fue el compositor Rafael Gascón Aquilué. Quien mejor ha dado idea del perfil de tan singular personaje es, sin duda Daniel Medina de la Serna, al escribir en uno de los cuadernos de Bibliófilos Taurinos de México su trabajo “Rafael Gascón, autor de Cielo Andaluz, un pasodoble para partir plaza en México”. Medina de la Serna apunta: Esta historia comienza en 1895. A la ciudad de México, que hacía infructuosos esfuerzos para parecerse cada día más a París, llegan dos personajes. Uno viene de Puebla de los Ángeles, es un soñador y bohemio poeta que sigue las corrientes del modernista Duque Job; gasta bastante melena, mosquetil bigote y desmesurado corbatón. Se llama José Elizondo y tiene apenas quince años. El otro llega de España, es un baturro nacido en Calatorao, un poblado que se cita en la Zarzuela Gigantes y Cabezudos y que dista 55 kilómetros de Zaragoza. Tiene veinte años y es hijo de madre francesa. Su nombre Rafael Gascón Aquilué. Viene como director de orquesta de una compañía infantil de zarzuela. Esta compañía con el nombre de La aurora infantil se presentó en el teatro Orrín con músicos reclutados por el maestro Gascón en el Conservatorio Nacional.

34

José Francisco Coello Ugalde. Disponible mayo 28, 2013 en: http://ahtm.wordpress.com/2011/11/06/defiguras-figuritas-y-figurones-entrega-n%c2%ba-20-rafael-gascon/

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Caricatura de José Guadalupe Posada. El Popular, D.F., del 16 de septiembre de 1901, p. 2.

Poco después de la aventura de la Aurora infantil, Rafael Gascón ingresa en el Teatro Principal como Maestro Director, puesto que ocupará, con muy breves interrupciones, por casi diecisiete años. Rafael Gascón fue un trabajador infatigable y gracias a ello, y a sus economías rabiosas, logró amasar una buena fortuna y construir para sus hijos una casa que era casi un palacio. Aparte de su chamba en el Teatro Principal, donde dirigía la orquesta con gran vigor y logrando las más de las veces "superiores instrumentaciones", debía asistir a ensayos con el único regalo y sedante que le proporcionaba un buen puro del que nunca se separaba. Gran dedicación le dio a la organización de grupos musicales como una banda flamenca Gascón, alguna típica de obreros o alguna de señoritas (Aquí está el gran batallón/ de que se sirvió Gascón/para triunfar en el arte/ con estas hijas de Marte/ ¿quién no siente un sofocón?). La rondalla aragonesa y varias orquestas.

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Portada de la partitura de Cielo Andaluz, denominado pasodoble flamenco.

La lista de sus composiciones es muy larga. En 1899 estrena "Madre mía", una romanza y meses más tarde su primera zarzuela, "La mancha roja", basándose en un libreto español. En 1902 hace la música para "La gran avenida", inspirada en La Gran Vía española. Desde su estreno fue un éxito. El 16 de Mayo de 1903 se estrena "La sargenta". Poco después compuso "Regalo de boda", con fuerte influencia de las melodías mexicanas, de la que gustaron especialmente sus coplas y un movido "Cake-Walk", el baile de moda en esos momentos. En 1910 estrena un Schottis reeleccionista titulado "Caray, caray" y entra de lleno en la sátira política que tan trágicas consecuencias le acarrearían años más tarde.

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Guillermo Ernesto Padilla: Historia de la plaza EL TOREO. 1907-1968. México. México, Imprenta Monterrey y Espectáculos Futuro, S.A. de C.V. 1970 y 1989. 2 v. Ils., retrs., fots., T. II., p. 432.

Muchos fueron los géneros musicales que abarcó en su producción. Pero aún se pueden añadir por ejemplo las romanzas La noche, La cubanita, y la marcha Honor al ejército que fueron estrenados en la noche del 26 de mayo de 1899. Gloria a México fue un himno dedicado a su amigo Porfirio Díaz. Sin embargo llama la atención que, siendo aragonés, en toda la extensión de la palabra, es decir, alegre, decidor y testarudo, esto último en dosis respetable, no haya compuesto ninguna jota y sí, en cambio, fue prolífero haciendo pasodobles, pues aparte de los mencionados y que eran parte de zarzuelas, compuso:

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Sangre torera (1900), Fuentes (1900), Alma gitana (1905), Blanquito (1907), Belmonte, El verdadero Bell, Quiebros y requiebros, Gaona, Serrana mía, Machaquito (1908) y desde luego Cielo Andaluz en 1912 al que puso letra José F. Elizondo. La última pieza registrada de Rafael Gascón fue otro pasodoble que en 1914 dedicó a Pancho Villa.

Letra del pasodoble referido.

El 15 de Junio de 1914 entran en la capital de México las tropas revolucionarias y Rafael Gascón, que las había satirizado en sus composiciones musicales, pasó meses escondido y

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cuando salió a la calle había perdido la razón. Así después de mucho tiempo de estar escondido el 10 de Mayo de 1915 murió Rafael Gascón, según parece de un derrame cerebral. Pero queda su obra, entre la que destaca "Cielo Andaluz", que fue, casi desde su creación, muy popular, prueba de ello es que en algún periódico de 1914 se lee, como un timbre de identificación y para que no cupiera duda de que se trataba de él: "El célebre compositor de Cielo Andaluz" Y en 1920 buen tino tuvo el maestro Genaro Núñez en escoger esta pieza para partir plaza en la Monumental de México y provocar, al iniciar sus compases, el estentóreo ¡olé! que a todos enchina el cuerpo. Y de esto hace ya más de setenta años.

El General Genaro Núñez, director por muchos años de la banda de música, tanto en “El Toreo” como en la plaza “México”, enfatizó el pasodoble flamenco de Gascón con un arreglo personal, que todavía le dio más carácter a “Cielo Andaluz”. Caricatura de Rafael Freyre.

Por supuesto, habiéndose publicado dicho trabajo en 1992, hoy no queda sino agregar que “…de esto hace ya poco más de noventa años…” Buen motivo para recordar el quehacer de un compositor que legó tan entrañable pieza musical, como también para rememorar a Medina de la Serna, con todo y que entre él y este servidor siempre hubo marcadas, muy marcadas diferencias.

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Portada del ejemplar Nº 19 de la colección “Lecturas Taurinas” que Daniel Medina de la Serna dedicó a Rafael Gascón.

El Chisme, D.F., del 19 de mayo de 1899, p. 1. El maestro, nunca mejor ilustrado por José Guadalupe Posada.

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(XXX) En medio de todos los homenajes habidos y por haber que, durante este 2013 se han celebrado o restan por desarrollar en memoria y recuerdo de José Guadalupe Posada, uno de ellos, en especial, sería el de la publicación de diversos libros y estudios al respecto del artista. Sin embargo, y andando el tiempo, sólo ha sido posible encontrar el catálogo de la exposición en el Museo Nacional de Arte. De igual forma, también circula Posada y Manilla. Artistas del cuento mexicano, publicación de Mercurio López Casillas, el cual tuvo el propósito de mostrar aquellos trabajos que, en cuadernillos estuvieron dirigidos a los niños y que publicó Antonio Vanegas Arroyo. Se trata de poco más de cien ilustraciones para 70 cuadernos destinados a recrear diversos cuentos que formaron parte de la “Biblioteca del Niño Mexicano”. Este libro salió editado en marzo de este año, bajo el sello RM, en su colección “Biblioteca de Ilustradores Mexicanos” N° 15. De igual forma se viene anunciando que, por parte de Fomento Banamex se publicará el libro “José Guadalupe Posada, a 100 años de su partida” así como el hecho de que a esta edición, se sumará el Coloquio Internacional “Las Repercusiones de Posada en la Plástica Mexicana”, que están previstas para noviembre del año en curso. Afortunadamente entre lo poco disponible a nivel editorial, también se encuentra el libro de Agustín Sánchez González, de cual me referiré a continuación.

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Agustín Sánchez González: La portentosa vida de José Guadalupe Posada. México, Ediciones de Don Lupe, 2013. 231 p. Ils., fots., grabs.

El autor, quien durante los últimos años se ha ocupado a profundidad en la obra de José Guadalupe Posada, logra en este volumen un trabajo de amable lectura, misma que sirve para entender primero, y acercarse luego de manera por demás humana, al personaje que tanto han mitificado, lo que impide entenderlo como el ser humano, de carne, hueso y espíritu que fue este aguascalentense universal. Sánchez González rompe con algunos de los cartabones en que han hecho caer al artista y nos da, desde su propia versión, una serie de datos novedosos. No es el trabajo académico que entrega este historiador, sino que se trata del texto accesible, colmado de un lenguaje cotidiano, enriquecido además por una serie de ilustraciones que confirman o refuerzan las ideas por él planteadas. La tauromaquia no está presente en esta obra, lo que no necesariamente sería descuido. En todo caso, es un tema que por su naturaleza requiera quizá el tratamiento o la

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interpretación específica. Desde mi trinchera hago ese intento, sin ningún alarde de soberbia o petulancia. Sólo apunto lo que me parece apropiado en términos de una aproximación entre dos expresiones: la del toreo y la que Posada mismo recoge entre su amplio despliegue de interpretaciones, dentro y fuera de la plaza.

El Chisme, D.F., del 19 de marzo de 1900, p. 1

Aquí, José Guadalupe recrea, como en caricatura, con su carga de acidez, el hecho de que el ciudadano, al pretender salir de la duda sobre si el “maestro”, “recibe” 35 con frecuencia a los toros, a lo que el “mataor” responde: Se refiere al hecho de practicar la suerte de matar “recibiendo”, que lo es en aquellas donde se espera al toro. 35

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-Si zeñó. A vecez recibo cada rechifla capaz de hacer temblá al univerzo…. Y es que la figura desgarbada del torero, lograda con un toque deliberadamente humorístico, deja ver la riesgosa condición de los matadores de toros que, no siguiendo ciertos cánones, se exponen al juicio sumario de la afición, que lo mismo un día eleva hasta las cimas más preciadas a su torero, como por el hecho de que en otros tantos, puede hacerlo caer en tierra sin ningún miramiento. En fin, que se agradece la publicación de obras como las de Agustín Sánchez González, quien además de todo, se ha consagrado a estudiar a un artista del que aún faltan muchas cosas por conocer y aprender, siendo el tema de la tauromaquia el que aquí nos ocupa, uno de los que en diversas facetas, se prodigó José Guadalupe Posada.

El Chisme, D.F., tanto del 24 de abril de 1899, p. 1 como del 26 de septiembre del mismo año, p. 1, presenta sendos dibujos elaborados por Posada, mismos que dan una idea de la celebridad que alcanzaron tanto Francisco Gavilanes, como José Castillo “Joselillo”, actores que estuvieron de moda por entonces. Además, si la nacionalidad de ambos era la española,

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nada mejor que ilustrarlos de conformidad al papel que deben haber representado en las obras que se programaron. Ambos aparecen vistiendo el traje corto andaluz, muy apropiado también entre los toreros. La pose de Gavilanes parece todo un estereotipo entre los de “coleta” y así encontramos con mucha frecuencia diversas ilustraciones o fotografías en donde adoptan tal postura. En cuanto a “Joselillo” parece, entre el movimiento corporal que da Posada a la ilustración, que nos regala algún paso del “zapateado” del que son grandes exponentes los “bailaores” hispanos.

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(XXXI) Julio Bonilla “Recortes”, reconocido periodista mexicano, director de El Arte de la Lidia, como corresponsal de la publicación española El Toreo, enviaba a su redacción el siguiente reporte: DESDE MÉXICO. Tarde del 25 de noviembre. Plaza de toros “México” en la calzada de la Piedad. Seis toros de El Cazadero, siendo estoqueados por Manuel Hermosilla, José Machío Trigo y Manuel Villarreal “El Malagueño”. De este último reporta el incidente del que Posada ilustró de manera puntual en El Chisme, D.F., del 27 de noviembre de 1900, p. 1

El Chisme, D.F., del 29 de noviembre de 1900, p. 1. Durante la corrida ocurrieron dos percances desagradables, el primero de ellos creímos que tendría peores consecuencias. Fueron estos los siguientes: Manuel Villarreal “El Malagueño”, al clavar un par de rehiletes al segundo toro, fue enganchado por el muslo derecho y derribado. El bicho hizo por él, y le libraron de una avería Machío Trigo y dos peones, que se llevaron al toro del sitio del peligro.

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“El Malagueño”, aunque con trabajo, pudo marchar por su pie a la enfermería, donde reconocido, se apreció tenía una lesión de alguna gravedad en la región perineal y otra leve en el peroné. “El Madrileño” (otro banderillero), al poner un par en el tercer toro, fue alcanzado, estando muy oportuno al quite “El Marinerito”. La corrida puede calificarse la mejor de las que se han dado en la presente temporada.36 Por cuanto se puede apreciar en la ilustración de Posada, esta corresponde en forma correcta al percance sufrido por “El Malagueño”

El Imparcial, D.F., del 25 de febrero de 1901, p. 1

Se trata del percance sufrido por Antonio Olmedo “Valentín”, quien actuó en la plaza de toros “México” de la Piedad. Lamentablemente son pocos los datos de que se pueden disponer, salvo este preciso instante que Posada logró para enviarlo como apunte preciso y puntual hasta la redacción de El Imparcial. 36

El Toreo. Año XXVII, Madrid, lunes 24 de diciembre de 1900, N° 1466, p. 2-3.

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(XXXII) Con José Guadalupe Posada estamos frente a un artista que si bien desarrolló buena parte de su trabajo en un ámbito marginal, dicha actividad trascendió hasta cubrir todo un espacio que comprendía otra buena parte de la sociedad, donde dos de sus condiciones, la pobreza y el analfabetismo no eran impedimento para que se identificaran con hechos de la vida real que les era consubstancial en el diario existir. De eso, y quizá sin proponérselo, se encargó Posada para poner en funcionamiento una maquinaria de divulgación en la que sus ilustraciones cumplieron un papel afirmando el mensaje del hecho culminante, lo mismo la escena del asesinato, que la cornada o el anhelado triunfo para un torero. Lo otro, el discurso complementario fueron los versos que además de leerse se cantaban. Esto trajo consigo una especie de encanto, el suficiente para que el pueblo en cuanto tal, no quedara exento de aquella realidad, sin más. Por eso, lo hecho por Escalante o Villasana primero. Por Manilla y Posada después, fue interiorizar en el imaginario colectivo una forma ilustrada de la realidad, para que todos, sin excepción la hicieran suya. De ahí que, hoy día, aunque el corrido ya adquiere otras connotaciones y mensajes, sigue siendo un vehículo de información de lo público y lo privado, de la tragedia y la gesta. De la realidad tal cual se pinta, desde el punto en que tiene origen hasta otros que sean el extremo, donde todavía como caja de resonancia se escuchan entonados, los dramas y alegrías de sus circunstancias.

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El Popular, D.F., del 7 de octubre de 1900, p. 3

A esa dinámica se sumó, como otra pieza del enorme engranaje José Guadalupe Posada, cronista de la imagen, hacedor genial cuyos trazos fueron fiel reflejo de múltiples hechos de la vida cotidiana. Y haya sido o no, declarado porfirista, ello no lo reduce a la calificación prejuiciosa que solo daña el resto del escenario, de la historia. Jacob Burckhart recomendaba: “No regañemos a los muertos. Entendámoslos”. Ahora bien, es preciso apuntar que buena parte de ese trabajo, de ese diario hacer que Posada solía construir en los talleres y las imprentas, tuvo una fuerte carga de lo taurino. Es de lamentar que lo que ha llegado a nuestros días sea una muestra que se recicla constantemente, lo que puede generar una idea equivocada de que solo fue eso lo que trabajó. En realidad estamos frente a lo que queda, de ahí la necesidad de buscar esos otros materiales, los cuales desde luego existen. Su búsqueda nos remite más a la prensa diaria que a los impresos cuya difusión es más amplia no solo en publicaciones recientes, sino también en exposiciones, cuyos curadores o responsables de las mismas deberían tener claro esta otra vertiente del artista popular. Para todos aquellos que han omitido al Posada que creó infinidad de imágenes y grabados con el tema taurino como leitmotiv para este o aquel impreso, o para soportar la última noticia, va este interesante material en su honor. 134


El Popular, D.F., del 9 de enero de 1897, p. 1.

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(XXXIII)

La Risa del Popular, D.F., del 10 de enero de 1898, p. 3.

La presente caricatura, obra de José Guadalupe Posada, recrea la forma “arrebatada” en la que Luis Mazzantini se enfrenta a José Ives Limantour, entonces secretario de Hacienda. Ambos parecen disputarse una talega de dinero, asunto del que derivó la siguiente e incómoda conversación: -Lo veremos. -Lo veremos. -Yo soy quien dispone aquí… -Pues nada me importa a mí y en polémicas no entramos. -Soy todo un ministro yo, -Y yo soy una eminencia… -No abuses de mi paciencia y susita la bolsa. -No: Si a mí el pueblo me la da y por ir a verme paga, contigo saliva traga y a la fuerza a pagar va. -Todo consiste en mi ciencia de al país administrar… -Bueno, y mi ciencia es torear

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sin ejercer violencia, para sacar los dineros… -El país que no administro paga también. -Si, Ministro, somos los dos, dos toreros. -Tienes razón. Yo toreo y ejecuto suertes varias con mis leyes hacendarias y otros recursos, que empleo para hacer rico al país, sin que a mis barbas se trepe. -Pues… feliz año, Don Pepe. -Felicidades, Don Luis.

Es bueno recordar que Luis Mazzantini, así como tuvo su “noche triste” (hecho que ocurrió el 16 de marzo de 1887) se convirtió, con los años en un revés favorable, que tuvo la etiqueta de “Temporada Mazzantini”, misma que se registró desde 1897 y hasta 1904. Por esa razón, debo recordar a continuación, la génesis de todo ese conflicto, del que finalmente el guipuzcoano salió librado. PRESENTACIÓN DE LUIS MAZZANTINI EN MÉXICO: 16 DE MARZO DE 1887. Hay frases taurinas que perviven debido al hecho de que contienen ciertos mensajes subliminales que se convierten, algunas de ellas en auténticas sentencias. Recuerdo dos, antes de entrar en materia. Una de ellas fue expresada por Rafael Guerra “Guerrita” poco antes de que se retirara, justo en los momentos en que la afición ya no toleraba buena parte de sus acciones. Entonces, el torero cordobés dijo: “¡No me voy. Me echan…!” Del mismísimo “Califa”, ya retirado existe otra “perla”, justo cuando se auto propuso como una especie de parámetro y, sin mayor empacho sentenció: “Después de mí, naiden… después de naiden… (Antonio) Fuentes”, como para afirmar que el de la “Coronela” era, sin duda alguna su natural sucesor. Pues bien, luego de esta pequeña introducción, en nuestro país, y precisamente el 16 de marzo de 1887, Luis Mazzantini se presentaba en la ciudad de México, acompañado de Diego Prieto “Cuatrodedos” para lidiar un encierro de Santa Ana la Presa. Esto sucedió en la plaza de toros “San Rafael”.

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He aquí el cartel que apareció en diversos diarios de la capital en aquel día.

En una primera nota que publicó El Arte de la Lidia, con fecha 20 de marzo, se puede apreciar la dimensión de lo que resultó todo un escándalo. Veamos. Mazzantini en México. La corrida en la plaza de San Rafael.-El escándalo del miércoles. La Empresa de Puebla. La gran sensación y alboroto de la semana, fue la llegada a México de la cuadrilla española que dirige el espada Luis Mazzantini y su presentación al público de la capital en la corrida de bueyes verificada el miércoles 16 en la Plaza de San Rafael, arrendada por una Empresa de Puebla. La corrida verificada el miércoles, ha sido el camelo más espantoso: toro, pésimos; presidencia, desacertada; público, disgustado; escándalos, desórdenes, etc., fue el resultado de la famosa corrida Mazzantini, en México, que no merece ni los honores de una revista. La corrida terminó después de la seis de la tarde de la manera más trágica, pues las sillas, banderolas y madera de la plaza, tofo fue roto y tirado al redondel, vengándose así los espectadores de la sangrienta burla que se hizo a la culta sociedad de México.

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 194.

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La Empresa de Puebla debe haber tenido una entrada de cerca de 30,000 pesos, y según se nos dice, la autoridad respectiva debe haberle impuesto una fuerte multa, debiendo además pagar daños y perjuicios a los Sres. Ferrer, propietarios de la plaza, que ninguna intervención tuvieron en la corrida. La Empresa, al organizar tan precipitadamente esta corrida, nunca llegó a creer su malísimo resultado, a pesar de haber pagado cada toro de los lidiados a 150 pesos. Las reses fueron escogidas por un diestro de la cuadrilla Mazzantini, siendo éste el culpable por haber quedado conforme con su comisionado, prestándose a lidiar toros de tan malas condiciones. En fin, se ha burlado con todo cinismo a la sociedad mexicana. En nuestro próximo número, daremos a conocer a nuestros lectores toda clase de detalles de la corrida, haciendo presente por ahora, que según últimas noticias, la multa impuesta ha sido de 500 pesos.

Desafortunadamente ya no apareció la tan anunciada “crónica” en esta revista taurina y de espectáculos. Sin embargo, al consultar el “Lanfranchi”, autor de una de las obras fundamentales del toreo en México, escrita entre los últimos 30 o 40 años, se registra con lujo de detalles lo que otras publicaciones periódicas opinaron al respecto de aquel desagradable asunto. Por parecerme de enorme interés el contenido de las notas recogidas, no resisto incluirlas en esta nueva visión de aquel escándalo que, como se dijo en un principio, dejó, luego del mucho ruido generado una frase que Mazzantini habría de pronunciar ya lejos del escenario donde ocurrieron tan lamentables acontecimientos. De esto me ocuparé al final de este caudaloso registro de información. Lanfranchi comienza apuntando, como ya lo he hecho, la celebración de tal festejo, así como los precios, por cierto fuera de la realidad. Aún así y A pesar de los precios tan elevados, a las dos de la tarde la plaza estaba a reventar. ¡La debacle! Como los empresarios sólo tenían 4 toros de Santa Ana la Presa, de los que habían sido desecados en Puebla el domingo 13 de marzo, completaron el lote con un viejo semental, ya toreado de la misma ganadería y varios que fueron a comprar directamente al rastro capitalino. Además, los de Santa Ana la Presa tuvieron que se traídos rápidamente desde Puebla y llegaron a la plaza de “San Rafael” el mismo día de la corrida, poco antes de que ésta principiara. Al salir al ruedo el primer toro empezó la desilusión del público. Era un torete inofensivo, que se puso a huir de inmediato y al que fue imposible darle un capotazo o un puyazo. Por más esfuerzos que hicieron “Agujetas” y “Badila”, no pudieron ni rasgarla la piel y así pasó a banderillas, las cuales fueron clavadas de cualquier manera por Tomás Mazzantini y “Primito”. El incansable animal seguía dando de vueltas alrededor de la barrera, buscando inútilmente un lugar por donde escapar; mientras Mazzantini, muy enojado, lo perseguía y trataba de cazarlo. Sin dar un solo pase, pinchó 2 veces y dejó una honda muy tendida que bastó.

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Aquí viene Mazzantini, detrás del Sr. Falcó, encabezando el desfile de cuadrillas. La imagen corresponde a una actuación que tuvo el guipuzcoano en la plaza de toros “Bucareli”, a finales de 1887. Fotografía de C.B. Waite. Col. del autor. El segundo fue otro torete, igualito al primero, que se asustaba hasta de su sombra y al que, nada le pudieron hacer los toreros. “Cuatro Dedos”, sin saber qué hacer exactamente, corría atrás del fugitivo, hasta perder el aliento, sin lograr darle alcance. Cuando se cansó del jueguito, empezó a pinchar por todos lados, lo que no fue del agrado de los espectadores, los cuales comenzaron a su vez a protestar enérgicamente, dándose cuenta de que habían sido vilmente engañados por los organizadores de la corrida. Algo se calmó la bronca cuando salió a la arena el tercero de la tarde, un toro de mucha romana, pero más viejo que Matusalén, ya toreado, y que desde el primer capotazo hizo sudar tinta a los lidiadores. Bravucón, se quitaba el palo de los picadores con los cuernos, no se dejó partir ni un pelo y llegó entero al tercio final, tras hacer pasar fatigas a los banderilleros “Bienvenida” y Ramón López, que tuvieron que cubrir el segundo tercio. Mazzantini tuvo que enfrentarse a tan indeseable bicho, al que encontró apencado en tablas, rascando la arena de continuo, con la cabeza entre las patas y que a cada pase de muleta lo achuchaba de tal manera, que acabó por ser alcanzado y sufrir la rotura de la taleguilla en salva sea la parte. Muy molesto, entró a matar a paso de banderillas y dejó una estocada caidísima que hizo doblar al bellaco. El cuarto toro fue tan manso (¿cómo sería?), que tuvo que ser devuelto y en su lugar salió otro torote, digno hermano del tercero, con intenciones tan negras como las que él tenía. Mal le fue a “Cuatro Dedos”, que tenía que dar brincos desaforados cada vez que el bicho hacía por él. Al fin descansó cuando logró hacerlo doblar, tras varios pinchazos muy malos y algunas estocadas defectuosas. El quinto también tuvo que ser devuelto y en su lugar, salió al ruedo el que ya había sido regresado a los corrales con anterioridad. ¡Eso era demasiado! El público armó una bronca de proporciones incalculables. Todo lo que podía ser convertido en proyectil fue arrojado al redondel, tablones, barandales, sillas, botellas, etc., y los toreros tuvieron que refugiarse rápidamente para no ser heridos de consideración. Sólo Mazzantini permaneció altivo algún tiempo en medio del ruedo, desafiando la tormenta y recogiendo de vez en cuando algunas tablas que caían cerca de él, para tirárselas con furia al manso animal. Un concurrente de nacionalidad española brincó a la arena y sacando un pañuelo blanco, abrazó a Mazzantini y logró llevarlo ileso hasta un lugar más seguro.

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Todos los toreros subieron a sus carretelas y a galope se dirigieron a la estación del ferrocarril “Central Mexicano”, escoltados por dos patrullas de caballería, a pesar de lo cual fueron insultados y apedreados por la chusma que estaba en las afueras del coso y que ignoraba exactamente lo que había pasado en el interior. Ya en el tren que debía llevarlos a Nueva York, de donde iban a embarcarse para regresar a España, pudieron sentirse a salvo de las iras de los burlados espectadores. Mazzantini estaba tan exaltado que pronunció frases despectivas (“De este México ni el polvo”), pero luego, ya calmado, se arrepintió de haberlas pronunciado y fue cuando decidió regresar a México a fines de año con toros de lidia españoles. Diego Prieto “Cuatro Dedos”, así como los picadores y los banderilleros que iban a quedarse en México, por haber sido contratados para inaugurar la Plaza “Colón”; se despidieron de sus compañeros y sigilosamente, como delincuentes, salieron de la estación para volver al hotel donde estaban hospedados. Mientras tanto, la bronca taurina se había transformado en motín callejero difícil de controlar, el cual se dijo insistentemente que había sido planeado y financiado por Ponciano Díaz, aunque esto nunca le fue probado y él siempre desmintió tales rumores, y la plebe se dedicaba a saquear las tiendas de ultramarinos del rumbo, insultar a los transeúntes de nacionalidad española y apedrear las casas de los súbditos de la misma nacionalidad.37

El Monosabio. Periódico de toros. Ilustrado con caricaturas, jocoso e imparcial, pero bravo, claridoso y… la mar! México, D.F., T. I., Nº 1, del 26 de noviembre de 1887, Col. del autor.

Hasta aquí con una primera apreciación de aquel tremendo escándalo. Como se habrá podido apreciar, entre las frases despectivas que Mazzantini pronunció en medio de la más exacerbada de las pasiones, una fue contundente: “¡De esta tierra de 37

Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 192.

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salvajes ni el polvo quiero!” Dichas palabras, con un peso de sentencia enorme, pusieron a don Luis en un dilema, pues aunque regresó a finales de aquel año, como ya se sabe, y debido a que “el horno no estaba para bollos”, se dio cuenta que no había nada que hacer en nuestro país, por lo que regresó al mismo diez años después, donde fueron –ahora sí-, célebres los diversos festejos que se organizaron al nombre de “Temporada Mazzantini” y donde se recuperó el afecto entre Mazzantini y la afición mexicana que, para 1897 era radicalmente opuesta a la de una década atrás, en virtud de que la del año 1887 pasaba por un proceso de transición entre lo que consideraba como expresiones máximas todo aquello que fuese la propuesta nacionalista, encabezada por Ponciano Díaz, confrontadas con una nueva puesta en escena, donde el toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna ponía en marcha toda su maquinaria, todas sus estructuras técnicas y estéticas para que fuera aceptado en México, como así ocurrió. Tuvieron que ocurrir incidentes como el que ahora me ocupa. Sin embargo, ese mismo caso tuvo diversas derivaciones que, social o políticamente tensaron la situación del momento. Ya no eran los tiempos en que, como después de declarada la independencia de este país, se notaba en el ambiente un fuerte odio y rechazo hacia todo lo español. Tampoco eran momentos como los que, en el desarrollo de la quinta década del siglo XIX se vivieron luego de los terribles asesinatos ocurridos en las haciendas morelenses de Chiconcuac y San Vicente y donde, al grito de “¡Mueran los gachupines!” tal circunstancia alcanzó dimensiones tan riesgosas que, con el tiempo se volcaron en el espacio diplomático, lo que puso a México y a España en situación muy frágil. Como se verá en la siguiente entrega, este oscuro capítulo de la tauromaquia en México, trajo consigo otros efectos, que podríamos considerar como a “toro pasado” o a posteriori, pero que por el sólo hecho de haber removido viejas discordias, las pasiones volvieron a encenderse. Claro, y para terminar por ahora con la que pasa a ser una notable efeméride, también la prensa, al darse cuenta de la frase, y con el rápido “botepronto” que puede darse, como efecto de aquella incómoda “caja de resonancia” en la que estaba prendida la frase sentencia de Mazzantini, no faltó quien, con ironía y acidez de fuerte olor a tinta, dijera: “¡De México, ni el polvo… Pero qué tal las talegas de oro!”

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Retrato de Luis Mazzantini. Tarjeta de visita coloreada y cuya edición circuló en los primeros años del siglo XX en económica presentación como la que acompaña estas líneas. Col. del autor.

Con el festejo celebrado en la plaza de toros "Colón" el 16 de marzo de 1887, donde intervinieron Luis Mazzantini y Diego Prieto "Cuatro Dedos", lidiando un pésimo, infumable y manso encierro de Santa Ana la Presa, se desataron las pasiones en el tendido, lo cual terminó en una bronca de pronósticos reservados. Cuando las cuadrillas salieron de la plaza, estas fueron escoltadas por dos patrullas de caballería, y durante el camino siguieron recibiendo una fuerte descarga de denuestos e insultos por parte del pueblo. A su llegada a la estación del ferrocarril "Central Mexicano", Mazzantini -sometido a una fuerte presión que desató su ira-, no tuvo más que palabras hirientes. Una frase, una, fue suficiente para que aquello alcanzara dimensiones anecdóticas. Al de Güipúzcoa se le ocurrió pronunciar la que parece ser una frase-sentencia: "¡De esta tierra de salvajes ni el polvo quiero!". Con este hecho, comenzó el que luego fue algo así como el amor-odio que se tuvieron Mazzantini y la afición mexicana, el cual quedó compensado diez años después, cuando comenzó la celebración de una serie de temporadas, todas ellas inolvidables, y en un escenario más que propicio: la plaza capitalina de "Bucareli". Fue la "Temporada Mazzantini" la que permitió lograr la reconciliación, borrándose todo pasado y quedando Luis Mazzantini encumbrado como uno de los "ídolos" de la afición desde esos momentos y hasta 1905 en que se despide, forzado en buena medida, a raíz de la muerte de su esposa, hecho que ocurrió en la 143


ciudad de México, mientras el "Rey del volapié" cumplía compromisos en Guatemala. Su última actuación en ruedos capitalinos se dio el 20 de noviembre de 1904, alternando con Francisco Bonal "Bonarillo" y Manuel Lara "Jerezano", con tres toros españoles de D. Carlos Otaolaurruchi y tres de Santín. El asunto, a lo que se ve, no puede escapar para ser leído y revisado con una distinta mirada, la nuestra, la que con la distancia y la perspectiva que establecen 126 años de distancia, nos permiten observar una serie de circunstancias que intento "decodificar" para entenderlas, como hechos del pasado, a la luz del presente. Y como el caso todavía acumula suficiente información, me permito compartirla para entrar al detalle de las incidencias del mismo, acudiendo de nueva cuenta al “Lanfranchi”.

Esta es la cuadrilla “tutti cuanti” que vino a México en 1887. La hermosa fotografía, tomada en el gabinete de la “Fotografía Hispano-Mexicana de Ibañez e Hijo. Independencia Nº 45. Veracruz” está fechada en 1887. Aquí se encuentran reunidos: Luis Recatero “Recaterillo”, Francisco Diego “Corito”, Manuel Pérez “Sastre”, M. Martínez “Agujetas”, Tomás Mazzantini, José Bayard “Badila”, M. Rodríguez “Cantares”, Ramón López, R. Puertas “Montañes”, Victoriano Recatero “Regaterín”, Valentín Martín, el propio Luis Mazzantini, Gabriel López “Mateito” y José Galea. LA CORRIDA DE TOROS DE AYER EN LA PLAZA DE SAN RAFAEL.-Puede decirse que todo México ha presenciado, o por lo menos que todo México ha sabido, el gran escándalo que en la tarde de ayer originó en la plaza de toros de San Rafael, la pésima calidad del ganado escogido para ser lidiado en ella por el célebre Luis Mazzantini y su inmejorable cuadrilla. Fuimos nosotros los primeros en elogiar como lo merecen a los diestros que forman la cuadrilla española… pero del mismo modo que fuimos en su día los primeros en elogiar, tenemos que cumplir hoy con nuestro deber de periodistas, siendo también los primeros en censurar, con la energía que merece, la escandalosa burla, o más bien dicho, la enorme estafa, el desconsiderado engaño, el abuso incalificable cometido ayer contra el público de esta capital, dándole por altísimo precio, jamás cobrado en parte alguna del mundo, una corrida de toros que eran viles

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cabras o mansos borregos, indignos de jugarse ni en el poblacho más miserable de la República, donde el precio de entrada no excediera de veinticinco centavos. Explotando la merecidísima fama de Mazzantini y de su cuadrilla, y codiciosa de fabulosas ganancias, la empresa38 que ayer lo presentó en la Plaza de San Rafael… quiso abusar más todavía del entusiasmo despertado por el renombre del famoso matador español y de sus compañeros… pues cobró cien pesos por una lumbrera, cincuenta por una media lumbrera, nueve por un asiento de sombra, ocho por una grada en el mismo departamento, tres por una de sol y tres también por entrada a la azotea de la plaza. No obstante el escandaloso valor de las localidades, nuestro público, que ha probado suficientemente no saber escatimar su dinero cuando el espectáculo que se le ofrece vale la pena de gastarlo, llenó la plaza, haciendo subir la entrada, según cálculos de personas inteligentes, a la enorme cantidad de cuarenta mil pesos, suma por la cual hubiera tenido el derecho de exigir que se lidiaran toros de las mejores ganaderías de España, como acaba de hacerlo en la Habana el mismo Mazzantini, cuyo empresario de la Isla de Cuba llevó expresamente ganado español, para que el espada y su cuadrilla pudieran lucir sus facultades… Pero ya que aquí no fuera posible, para la corrida de ayer, que salieran a jugar toros andaluces o navarros, cuando menos, debió la empresa presentar los mejores del país, en el que está probado los hay buenos, y no hacer salir al redondel innobles y cobardes animales, que se espantaban de su propia sombra, sin desear otra cosa que irse a pastar a los potreros de donde nunca debieron salir para una plaza de toros, cuya arena no han de pisar sino los que reúnan las condiciones necesarias para la lidia, y mucho menos cuando para presenciarla se han pagado precios tan exorbitantes como los que quedan mencionados. Con razón, pues, con sobradísima razón, el público que se vio ayer verdaderamente defraudado en sus justas esperanzas, y robado, esa es la palabra, robado en sus intereses, manifestó su indignación destrozando sillas, entrepechos y barandales, y arrojándose al redondel como una merecida, aunque insuficiente protesta, contra el vil engaño de que fue víctima, obligándosele a pagar mucho dinero por lo que no vale ni pocos centavos. Y es preciso consignar aquí que el público que tal hizo no estaba formado de la hez del pueblo, pues esa no pudo acudir a la plaza, a causa de los precios excesivos, sino que lo constituían las clases media y alta de la sociedad, que a una voz pidieron repetidas veces al juez del espectáculo, mandara entregar a la beneficencia pública o al Asilo de Mendigos, el pingüe beneficio de la entrada. Y en efecto, eso debía hacerse en justicia, o cuando menos imponer una fuerte multa a la empresa, para castigarla de la burla, el engaño y el escarnio hecho a un público tan excesivamente bueno y desprendido como el de México, que a nuestro juicio aun estuvo demasiado prudente en sus demostraciones de justo desagrado. Confiamos en que la autoridad correspondiente sabrá cumplir con su deber, para evitar que en lo sucesivo se repitan escenas como las que acabamos de presenciar, y que pudieran tener consecuencias muy funestas, sin la oportuna intervención de la policía y de la fuerza armada, que con la mayor discreción, comedimiento y prudencia procuraron restablecer el orden alterado en la plaza de San Rafael, por culpa de la empresa que izo salir a ella cabras en vez de toros. Esto se publicó en El Siglo XIX, Nº 14707, del jueves 17 de marzo de 1887.

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La citada y más citada, multicitada empresa de Puebla, estaba representada en la persona del Sr. Joaquín Camacho, quien venía fungiendo con tales propósitos desde años atrás en aquella hermosa ciudad.

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Esta aclaración la publicaba El Arte de la Lidia, Año III, Nº 16, del domingo 13 de febrero de 1887, p. 3, con lo cual se puede sopesar la magnitud con que se empezaba a construir una supuesta competencias entre los dos diestros. Meses más tarde, esto debe haber servido como ingrediente del polvorín que ahora se revisa con la seriedad del caso. A ÚLTIMA HORA.-Acabamos de recibir la siguiente carta del Sr. Eduarno N. K. Ferrer, propietario y empresario de la plaza de toros de San Rafael: “Plaza de Toros, Calzada de San Rafael. México, marzo 17 de 1887. Señores Redactores de El Siglo XIX. Muy señores míos: Suplico a ustedes se sirvan publicar en su ilustrado periódico la presente aclaración, cuyo favor les agradecerá su atento, S.S.-Eduardo N. K. Ferrer. ACLARACIÓN. Esta empresa cedió a la de Puebla la plaza para la corrida Mazzantini que se verificó el miércoles último, sin tener la menor intervención en los precios que se fijaron, elección del ganado y demás, ni la menor parte en sus utilidades, cualesquiera que hayan sido. Como se ve, esta empresa no ha tenido participación alguna en dicha corrida y deplora los acontecimientos del miércoles, pues siempre ha procurado llenar sus deberes para con el público que lo ha favorecido, obsequiando cuantas indicaciones se le han hecho para que éste quede complacido y siéndole satisfactorio el completo orden y decencia que han reinado en sus corridas, como es público y notorio. En el artículo que en otro lugar de este número publicamos, referente a los acontecimientos que tuvieron lugar ayer en la Plaza de San Rafael, hemos hecho constar que no fueron sus actuales empresarios, sino la misma empresa que trajo a Puebla a la cuadrilla Mazzantini, la que dio la corrida extraordinaria que motiva la carta precedente…. Nota también publicada en El Siglo XIX, Nº 14707, del jueves 17 de marzo de 1887.

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Casualmente, Ponciano Díaz anuncia esta decisión, misma que aparece publicada en El Arte de la Lidia Nº 23, con fecha del 10 de abril de 1887. Col. del autor. CHARLA DE LOS SÁBADOS.-¡Viva España!... intencionalmente al charlar en nuestro número de antier de los sucesos del último miércoles, quisimos abstenernos por entonces de consignar los injustificados insultos, las imprecaciones y los salvajes alaridos de “Muera España” y ¡Mueran los gachupines”, lanzados a voz en cuello en las principales calles de esta capital, por una turba insolente y desharrapada, excitada por los vapores del pulque y del chinguirito, y compuesta en su gran mayoría de honorables ciudadanos descalzos y descamisados, de los que constituyen la escoria de nuestro más bajo populacho, y quisimos abstenernos de ello por no tener la triste ventaja de ser los primeros en dar a la publicidad de la prensa una noticia que naturalmente nos apenaba, por lo que tiene de vergonzosa para el país en que tuvimos la honra de nacer, y cuyos hijos sensatos, lo mismo que nosotros, protestan contra semejantes actos, impropios de un pueblo civilizado y culto; pero puesto que la mayor parte de nuestros colegas, tanto españoles como nacionales, nos han precedido haciendo constar tales insultos, desaparece ya la consideración que nos impidió ocuparnos de ellos en su oportunidad, y vamos a cumplir con nuestro deber de mexicanos dignos y de periodistas imparciales, condenando severamente actos tan punibles, y pidiendo para sus desatentados autores, y muy principalmente para quien o quienes los hayan excitado, el justo castigo que merecen los que no vacilan en exponer al país cuando menos a hacerse acreedor al dictado nada envidiable por cierto de ser un pueblo que ignora las leyes de la hospitalidad y el respeto que en todas partes debe tenerse a extranjeros pacíficos y laboriosos, como los que forman entre nosotros la honrada colonia española. ¿Qué significan, pues los ultrajes y los insultos a España y a sus hijos aquí residentes, al amparo de nuestra leyes tutelares, y bajo la protección de nuestras autoridades?

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¿Por qué apedrear cobardemente a Mazzantini y a su cuadrilla, que sin la escolta de fuerza pública que lo protegió, estuvo expuesto a ser despedazado por un populacho feroz, ebrio de alcohol y sediento de sangre? ¿Por qué ese atentado incalificable, cometido por primera vez en Puebla, la tarde del día 6 del corriente, se repite con mayor encarnizamiento y menos razón, en la misma capital de la República en la noche del último miércoles? ¿Vivimos en el México independiente y hermano de España de 1887, o en el México insurgente y enemigo de España de 1810? ¿Rigen en el país leyes tutelares que conceden y otorgan y garantizan la debida protección al extranjero, o estamos acaso bajo el imperio de la desorganización social más absoluta? ¿Tendrá aquí cada uno de los no nacidos entre nosotros que confiar su custodia individual a sus propios esfuerzos, o existen autoridades encargadas de velar por la seguridad de todos? ¿Acaso la obra santa de la paz, del completo olvido, del pasado, de la extinción absoluta de antiguos rencores, de la concordia y fraternidad entre españoles y mexicanos, esa obra civilizadora y necesario entre hijos de un origen común, que hablan igual idioma, obra larga y lenta de muchos años, a la que han contribuido la buena voluntad y el acuerdo de unos y otros, y las cordiales relaciones diplomáticas y amistosas de ambos gobiernos, obra, en fin, que inició en 1860 la caballeresca y noble conducta del inolvidable general español D. Juan Prim, y que ha sido sellada posteriormente por repetidas y mutuas demostraciones oficiales y privadas de sincero afecto entre los dos países, puede ser destruida en sólo un día, ahondando de nuevo abismos de ira ya cegados y sustituyendo otra vez el amor y la paz, con el odio y la guerra? ¿Ha de perderse en una hora de salvaje excitación, de inconcebible delirio, el fruto conquistado durante largo tiempo de constantes afanes y de mutuos sacrificios de amor propio? ¡Pues qué! ¿Ya que hace mucho tiempo celebramos en paz el aniversario bendito de nuestra independencia, fraternizando en ese día memorable, más que ningún otro, con nuestros hermanos los españoles, que nos han acompañado a saludar y a glorificar al México libre, escuchando agradecidos de labios mexicanos el espontáneo grito de ¡Viva España!, hemos de venir hoy, tras tanto trabajo de concordia y de cariño, a escuchar imposibles y sin protesta alguna de nuestra parte, la absurda exclamación de ¡Muera España! y ¿Mueran los españoles!? Y esto ¿con qué pretexto? ¿por qué razón? ¿debido a qué circunstancias? ¿o impulso de qué móviles? Pues originado por una causa en apariencia fútil: por una simple corrida de toros, en la que lidiaron diestros españoles, capitaneados por LUIS MAZZANTINI, uno de los espadas reputados en la misma España, cuna del toreo, como de los más hábiles en el ejercicio de su peligrosa profesión, en la que ciertamente no sólo no le aventaja, sino que ni le iguala entre nosotros ninguno de los que a ella se dedican, ni mexicano ni español. Pero estudiemos ligeramente los antecedentes, para poder apreciar bien las consecuencias. Prohibidas durante mucho tiempo en esta capital las corridas de toros, a cuyo espectáculo no es posible negar es muy aficionado nuestro público, por un reciente decreto del Congreso acaban de ser permitidas de nuevo, abriendo con ello amplio y fácil camino al pueblo para satisfacer su pasión por asistir a la lidia de reses bravas. Han vuelto, pues, a ser las corridas de toros, diversión autorizada por la Ley en el Distrito Federal, de que antes las proscribió la Ley misma, y facultada para ello por el Decreto respectivo, una empresa de Puebla, en uso de su más perfecto derecho, llevó a aquella ciudad y trajo el miércoles último a ésta, a la cuadrilla española de Luis Mazzantini, que no vino al país espontáneamente como pudiera haberlo hecho, sino que fue contratado en la Habana por un empresario mexicano, para venir a dar cuatro corridas en la República: tres en Puebla y una en la Capital. Llamada, pues, al país, la cuadrilla de que se trata, cumplió con su deber y con sus compromisos para con el público y para con el público y para con la Empresa que la ajustó, demostrando la extraordinaria habilidad de los individuos de que se componía, hasta que le tocó lidiar en la segunda corrida de Puebla y en la única de esta capital, y despertando con ello las infames envidias de toreros inferiores y a quienes la opinión pública, acaso con razón, señala

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como instigadores de los acontecimientos (esta acusación era principalmente en contra de Ponciano Díaz, al que muchas personas señalaban como el inspirador de los actos adversos a los toreros españoles, pensando que con eso defendía su “feudo taurino” de los intrusos, como años antes lo hacía Bernardo Gaviño en las mismas ocasiones. Esta apreciación la hizo precisamente el propio Heriberto Lanfranchi) que han tenido lugar llevados a cabo probablemente de un modo muy premeditado han sido impulsados a conducirse como lo hicieron, pues bien sabido es de los que conocen el carácter naturalmente benévolo y hospitalario de nuestro pueblo, que éste, por sí mismo y sin coacción ajena, es de todo punto incapaz de entregarse a extremos vituperables, como los que con justicia condenamos las personas sensatas, y que han dado por triste resultado el que hayamos tenido la vergüenza de presenciar escenas impropias de un país culto y de una sociedad moralizada como la de México. Por eso estamos seguros de que la Autoridad sabrá cumplir con el estrechísimo deber que tiene de investigar cuidadosamente lo que pueda haber de cierto, en lo que en alta voz se dice en todos los círculos públicos, acerca de quiénes son los instigadores de las hostiles demostraciones populacheras llevadas a cabo contra España, los españoles y la cuadrilla de Mazzantini, en la tarde y noche del último miércoles, para aplicarles el castigo que las leyes señalen, y sobre todo, para impedir en lo absoluto que puedan repetirse tales actos, tanto más cuanto que habiéndose quedado contratado en el país parte de la cuadrilla española que bajo la dirección de Diego Prieto, (a) Cuatro Dedos, debe estrenar el día 10 del próximo abril, la nueva plaza de toros que en el Paseo Nuevo construye el Sr. D. Manuel Esnaurrízar, y siendo también toreros españoles los que deben estrenar el mismo día la del Sr. D. José de Teresa, y los que aún trabajan en la de San Rafael, nada extraño sería que se repitieran nuevamente los desagradables sucesos ya acontecidos, y cuya repetición debe absolutamente, a todo trance, evitarse, pues en ella se interesa el buen nombre del país, no menos que la tranquilidad y debida conservación del orden público. Los toreros españoles que aquí trabajan, ganan honradamente su pan, exponiendo su vida para obtenerlo, cumplen con su deber como toreros y están en su derecho para ser protegidos y respetados, al igual que los que aquí han nacido y que a su vez han sido protegidos y respetados en tierra española, pues distintas cuadrillas mexicanas, entre otras la de Gadea y la de Gavidia, (a) El Chato, que han trabajado más de una ocasión en la ciudad de La Habana (entonces Cuba era colonia española –esta es nota aclaratoria nuevamente acotada por H. Lanfranchi-), no recibieron jamás en ella sino aplausos y dinero, y no el trato injusto, infame y cobarde que aquí se ha dado por un populacho soez y bajo a los diestros españoles de Luis Mazzantini. Nosotros hemos residido y viajado por largos años en diversos países extranjeros, y especialmente en España, donde los mexicanos somos perfectamente recibidos y obsequiados, sin haber sufrido jamás allí ni en ninguna otra parte, el ultraje de oír gritar un muera a nuestra patria ni a nuestros compatriotas. Y si algún día fuera una cuadrilla mexicana a trabajar en las plazas de toros españolas, sería aplaudida o silbada en proporción de su mérito o de su inhabilidad; pero por torpes que fueran sus individuos y por mucha ignorancia que demostraran en las reglas del toreo, ignorancia por otra parte muy disculpable, tenemos la convicción de que el populacho español ni la apedrearía no proferiría en alaridos de muerte contra ella ni contra México. Por lo tanto, es nuestra obligación aconsejar que se evite la repetición de lo que ya sucedió, protestar enérgicamente una vez y otra vez contra ello, consignando, por ser así cierto, que la inmensa mayoría de la Nación condena tal conducta, así como nuestro Gobierno, que mantiene y desea conservar a toda costa las mejores relaciones de paz y de amistad con las potencias amigas con quienes está en comunicación diplomática, y muy especialmente con España; y por último, asegurar que la autoridad correspondiente dictará, como es natural, cuantas providencias sean necesarias para prevenir nuevos desórdenes, o castigar, en su caso, a los que resulten responsables de ellos. Con esta certidumbre, y con la de que los españoles aquí residentes sabrán apreciar debidamente la conducta justiciera de nuestras autoridades, y la protesta, a la que nos adherimos, de la parte sensata e ilustrada de la sociedad mexicana contra los tristes sucesos del

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último miércoles, damos aquí punto a nuestra Charla, cerrándola, como la comenzamos con un espontáneo y muy sincero grito de ¡VIVA ESPAÑA!39

Esta larga “charla” se encuentra firmada por Cero a la izquierda.

He aquí, en su expresión más espontánea y natural, al pueblo. A LA NUEVA IBERIA.-Nuestro artículo ¡Viva España!, publicado el último sábado, fue escrito durante la noche del viernes anterior, cuando aún no habíamos leído el número de “La Nueva Iberia”, correspondiente al mismo sábado, cuyo número llegó a nuestras manos estando ya en prensa el artículo en que protestamos contra los escándalos del miércoles último. En ese mismo artículo explicamos la razón que tuvimos para no ser los primeros en dar publicidad a los vergonzosos hechos acontecidos, que hemos condenado como debíamos, y siguiendo las inspiraciones de nuestra conciencia, de nuestra convicción y de nuestro cariño a España y a los españoles. Por consiguiente, no podemos admitir como dirigidos a nosotros los siguientes párrafos de “La Nueva Iberia” del sábado, que tenemos el gusto de reproducir. Dicen así: “¿OTORGA QUIEN CALLA? Todos nuestros apreciables colegas de la prensa mexicana hablaron ayer y antes de ayer, con más o menos extensión, de los escándalos ocurridos el miércoles en la plaza de bueyes de San Rafael. Algunos de ellos, como El Siglo XIX, publicaron enérgicos artículos contra la empresa poblana, que tan indignamente se burló del público, calificando esa burla de verdadero robo, cometido con premeditación, engaño y alevosía. Pero nos ha sorprendido desagradablemente, lo decimos con entera franqueza, que ninguno de nuestros ilustrados cofrades de la prensa mexicana, al hacer la reseña de esos hechos escandalosos, haya tenido una palabra, no ya de indignación, pero ni siquiera de protesta, contra los actos de salvajismo que se cometieron fuera de la plaza, es decir, contra el apedreo de los lidiadores españoles, que ninguno culpa tenían de lo ocurrido, y contra las estúpidas vociferaciones de ¡Muera España! ¡Mueran los gachupines! ¡Muera Mazzantini! ¡Mueran los canallas que vienen a robarnos nuestro dinero! Al contrario, lejos de protestar contra esos actos incalificables y contra esos gritos salvajes, algunos de nuestros colegas, como El Monitor Republicano, celebraron lo ocurrido, y aplauden desde la valla; otros, como El Tiempo, dicen que “el público indignado izo a Mazzantini y a su cuadrilla la ruidosa y espontánea manifestación de su justa cólera”; otros, como Le Trait d´Union, haciendo gala de una ignorancia, verdaderamente supina, echa la culpa del alboroto a Mazzantini, diciendo “que el bello espada, a fuer de galante caballero, no se rebaja al extremo de elegir los toros que deben perecer a sus manos y que deja ese cuidado a sus lacayos”. 39

El Siglo XIX Nº 14709, del 19 de marzo de 1887, p. 1.

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Disparates de ese calibre no se comentan, basta exponerlos. ¿Cuándo han elegido los matadores el ganado? ¿Ni qué culpa tiene Mazzantini, de que una empresa sin conciencia le traiga bueyes en lugar de toros? Volviendo a nuestros apreciables colegas, repetimos que nos causa profunda extrañeza que ninguno de ellos, absolutamente ninguno, tenga una palabra de reprobación para los actos de salvajismo que ayer denunciamos, actos indignos de un pueblo hospitalario y culto. ¿Qué significa ese silencio? Si es por patriotismo, lo creemos muy mal entendido, porque no lo hay en disimular las barbaridades que a nombre de la patria cometen algunos centenares de brutos. Si es por otra cosa, con su pan se lo coman. No les envidiamos el criterio. De cualquier modo, no nos cansaremos de repetir que esa brutales lapidaciones y esos gritos salvajes son impropios de un pueblo civilizado, y que la prensa periódica debe anatematizarlos, aunque no sea más que por lo que atentan a la honra y al buen nombre del país…” 40

Retrato de Luis Mazzantini, publicado en El Monosabio, T. I, Nº 7 del 7 de enero de 1888. Col. del autor. MÁS SOBRE EL ESCÁNDALO DEL MIÉRCOLES.-Dice bajo este título nuestro apreciable colega La Nueva Iberia, lo que sigue: “Se a confirmado plenamente lo que anunció nuestro apreciable colega El Nacional, a saber: que la empresa poblana, al arrendar la plaza de San Rafael para la corrida que pensaba dar… al público, tomando a Mazzantini por anzuelo, hizo creer al Sr. Ferrer, propietario del circo taurino, que los productos iban a destinarse a beneficencia española, y que, gracias a este engaño, obtuvo la plaza casi de balde. En efecto, sabemos que el Sr. Ferrer ha entablado una demanda contra la empresa, pidiendo daños y perjuicios por los desperfectos que el público exasperado ocasionó en el local, y también por el descrédito que los empresarios poblanos han hecho recaer sobre la citada plaza…”41 40 41

El Siglo XIX Nº 14710, del 21 de marzo de 1887, p. 3. Op. Cit.

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Ponciano tuvo idea de rescatar la memoria. En la capital madrileña se mandó hacer este retrato posando con severo continente. “MULTITUDES”.

Finalmente, Heriberto Lanfranchi reproduce una interesante misiva que envió a la prensa Ponciano Díaz, acusado ya por entonces, de haber sido el instigador, el detonador de aquel desagradable capítulo. CARTA DE PONCIANO DÍAZ.- …Con motivo de las manifestaciones ruidosas hechas por el público en la corrida de toros verificada en la plaza de la calzada de San Rafael el día 16 del actual, no han faltado quienes aseguran que tuve alguna ingerencia (sic) en el alboroto popular, de que tanto se ha ocupado la prensa. Fuera de que en ese día estuve enfermo y no salí de casa, y haciendo a un lado la consideración de que por carácter y por costumbre, estimo y trato con respeto y afabilidad a los que ejercen el arte del toreo, pues conozco las dificultades que dicho ejercicio ofrece en todas partes, debo hacer constar lo siguiente: No sólo no fui hostil al Sr. D. Luis Mazzantini y su cuadrilla, sino que tuve la satisfacción casualmente en Puebla, de asistir a una corrida dada por ellos, de la cual en lo particular hablé al Dr. Donaciano Morales y a usted, Sr. D. Juan de Dios Peza, en los términos cariñosos que ustedes fueron los primeros en aplaudirme, felicitándome por mi manera de pensar en ese sentido. Además, mis compromisos de trabajo, no me permiten nunca descender a pequeñeces impropias de mi carácter. Si el afecto popular de algunos, los obliga un grito de entusiasmo (¡Ora Ponciano!, como lo observa Heriberto Lanfranchi y lo reafirma un servidor) a mezclar mi nombre con un arranque de alegría ¿querrá esto significar que yo tomo parte alguna en ello? 152


Nunca olvido que un torero español, muy aplaudido y muy querido por el público mexicano, el inolvidable Bernardo Gaviño, fue mi buen amigo y siempre él vio mi patria como la suya, por lo que yo respetaré con su memoria la tierra donde nació y a sus compatriotas que con éxito siguen su mismo ejercicio. No es cierto como se ha dicho que la policía me haya buscado ni hay motivo para inquietarla, pues ni gusto ni quiero hacerme cómplice en nada que altere la paz pública. Trabajo para vivir y usted sabe que nunca me he mezclado en preparar aplausos propios ni disgustos ajenos. Agradeciendo a usted, señor Peza, la publicación de estas líneas, me repito suyo Affmo. servidor. Ponciano Díaz.42

El ejemplar de El Monitor del Pueblo aquí consultado.

Hasta aquí con toda la circunstancia que, concentrada en El Siglo XIX recogió Heriberto Lanfranchi43 y que en la próxima entrega encontraremos sus respectivas reflexiones, distantes de las complejas pasiones, y con el peso de la razón que demanda esa obligada revisión en perspectiva, para entender –entre otras cosas-, la forma en que superada tal circunstancia, se generó la “reconquista vestida de luces”.

42 43

El Monitor del Pueblo, Nº 227, del martes 29 de marzo de 1887. Lanfranchi, La fiesta brava en México…, op. Cit., T. I., p. 193-6.

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Ahora bien, y ya en el tratamiento a fondo de todas las circunstancias relacionadas con este accidentado capítulo, uno de los primeros detalles que llaman la atención es aquel enunciado que aparece en el cartel, que ya ha sido incluido aquí, apenas comenzar las líneas del trabajo. Sin embargo, procuro detenerme en una de sus partes que va así:

Es decir, que tales medidas sirvieron como medida contundente para eliminar cierto escenario caótico que pervivía en el ruedo, de tal forma que su principio fue adecuarse a las “reglas fijas de tauromaquia”, doctrina eficaz que tuvo que ser impuesta, contra viento y marea. Algo que es novedoso, por lo menos en este grupo de “evangelizadores”, fue haber suprimido lazadores y locos que se sustituían ipso facto por “juegos de mulillas ricamente enjaezados y mozos de plaza perfectamente uniformados” lo que daba a la lidia, un toque complementario, desplazando elementos que ya no se correspondían con las “reglas fijas de tauromaquia”. En seguida, el asunto que quedó bajo la responsabilidad de la empresa de Puebla, encabezada por Joaquín Camacho, nos habla de que este personaje venía haciendo labores como tal desde años atrás, lo cual significa que no era ningún improvisado. En todo caso, lo que pudo haber ocurrido es que, al aliento de los tres festejos celebrados días atrás en Puebla, con la comparecencia del propio Mazzantini y su cuadrilla, con regulares resultados, debe haber habido condiciones, como queda visto, para celebrar un festejo más, que sirviera como culminación de los que se dieron días atrás. Lamentablemente un exceso en el cobro de las entradas y un encierro cuyas garantías no estaban confirmadas, dieron al traste con el festejo, mismo que, por las razones ya conocidas, pudo ser presenciado por un segmento privilegiado de la sociedad mexicana, elite cuyas condiciones económicas permitían estar en la plaza, quedando desplazado en su totalidad el pueblo, cuyo resquemor se multiplicó en cuanto se desarrollaban los hechos mismos, que iban de mal en peor. Todos estos ingredientes, así como el balance mismo del festejo, dieron por resultado:

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1.-Que buena parte de la plaza resultara afectada, debido al hecho de que una buena parte de sus asistentes (que pertenecían a la clase privilegiada) se sintiesen defraudados, y no conformes con lo que sucedía, realizaron destrozos importantes al interior de la misma. 2.-Que otra cantidad de ciudadanos expectantes a las afueras del coso, enterados del desaguisado, sumaran su inconformidad manifestándose en forma bastante violenta, lo que elevó el grado de riesgo en aquellos momentos. 3.-El factor de manejos indebidos en nacionalismos irracionales, acompañados de la desmesura de oscuros y pasados odios, partiendo de la idea de que el toreo “a la mexicana” se convertía en la causa a defender. Si además, el grito de batalla: “¡Ora Ponciano!” se utilizó como instrumento de provocación para ensoberbecer al pueblo, esto no sólo fue un agente delicado, sino peligroso en unos momentos en que se estaba produciendo la auténtica transición de dos expresiones taurinas. Lamentablemente los elementos para que esto sucediera no fueron los más propicios y que aquí están expuestos de sobra. Una razón más es que, al margen de todos los acontecimientos, este capítulo es lo que puede considerarse como “golpe de timón”, la “vuelta de tuerca” con lo que se genera un parteaguas, el antes y el después de la condición taurina en México, donde la expresión nacionalista de la que era fiel representante Ponciano Díaz queda sentenciada a desaparecer o a asimilar su puesta en escena, por aquella otra recién arribada en forma abundante, pero que no era ajena a cuanto venía ocurriendo, por lo menos desde 1885, en que otro pequeño sector de diestros hispanos se iban posicionando en sitios estratégicos, en medio de cierto aislamiento pero no por ello dejaba de ser una estrategia que culminó, si no felizmente en marzo de 1887, al menos se afirmó al paso de los años, gracias a un hecho que ya he sugerido en otras ocasiones. Se presenta lo que considero como la “reconquista vestida de luces”. ¿En qué consistió aquel episodio? Avanzado ya el siglo XIX, se sabe que el torero potosino Pedro Nolasco Acosta, adquirió un ejemplar de la obra de Leopoldo Vázquez con la cual se sirvió para difundir ese conocimiento en un pequeño círculo de amigos, entre los cuales se encontraba Carlos Cuesta Baquero, entonces joven y entusiasta aficionado, cuya labor crearía y provocaría un vuelco sin precedente años más tarde junto a otro grupo que comulgó con la idea precisa de que todo habría de cambiar en aras de una serie de postulados venidos de las obras que siguieron llegando de España o se publicaron en México. A ese cambio se sumó aquel grupo de toreros españoles, los cuales consumaron "la reconquista vestida de luces", y desde 155


luego el interés creado por una afición formada bajo el nuevo credo, cuyo sustento fue el principio teórico y práctico del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. Ese cambio desde luego que estimuló los deseos de lectura y alentó a una serie de creadores a producir obra, fuera en términos periodísticos, literarios o seudo literarios que los hubo en buena cantidad. Por lo tanto, La reconquista vestida de luces, debe quedar entendida como ese factor que significó reconquistar en lo espiritual al toreo, luego de que esta expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera –chauvinista si se quiere-, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales –quehacer lleno de curiosidades- aunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España. Por lo tanto, la reconquista vestida de luces no fue violenta sino espiritual. Su doctrina estuvo fundada en la puesta en práctica de conceptos teóricos y prácticos renovados, que confrontaban con la expresión mexicana, la cual resultaba distante de la española, a pesar del vínculo existente con Bernardo Gaviño. Y no sólo era distante de la española, sino anacrónica, por lo que necesitaba una urgente renovación y puesta al día, de ahí que la aplicación de diversos métodos tuvieron que desarrollarse en medio de ciertos conflictos o reacomodos generados entre los últimos quince años del siglo XIX –tiempo del predominio y decadencia de Ponciano Díaz-, y los primeros diez del XX, donde hasta se tuvo en su balance general, el alumbramiento del primer y gran torero no solo mexicano, también universal que se llamó Rodolfo Gaona. Fue necesario llegar al extremo de cometer un abuso a nivel empresarial. Fue necesario que la cuadrilla se prestara a aquel riesgo. Fue necesario que uno de los integrantes de la cuadrilla misma, haciendo las veces de “veedor”, eligiera el ganado de una hacienda que contaba con un prestigio menor, a diferencia de otras, asentadas por ejemplo en el valle de Toluca (aunque uno de los encierros lidiados en Puebla perteneciera a San Diego de los Padres y resultara tan malo como el de Santa Ana la Presa, lo cual debe haber sido suficiente motivo para encontrar una salida fácil, contando la empresa para ello con toros sobrantes, entonces propiedad del Sr. Manuel González). Fue necesario, en fin, que el festejo, en términos de cotización, se elevara a unos precios de entrada que sólo cierto sector de la sociedad podía pagar. Fue necesario que el pueblo se convirtiese en fuerte material explosivo ante aquellos hechos y que, por tanto surgieran con fuerza inusitada todos los riesgos que se desarrollaron por lo menos en un par de horas en que la tensión pública subió al máximo de sus riesgos. 156


De lo anterior queda preguntarse ¿por qué procedieron de esa y no otra manera tanto la empresa, los toreros como el público? Por otro lado, la reacción de la prensa: deja ver lo polarizado que estaba el ambiente. Pervivían unas fuertes ideas cargadas de liberalismo que permeaban a buena parte de los escritores que, siguiendo los principios de aquellos postulados, rechazaban el anacronismo del espectáculo, herencia española. A eso, hay que agregar el delicado aspecto de un antagonismo que renacía en la abierta y declarada pugna, que además se hizo pública en declarar ¡vivas! y ¡mueras! a una nación y otra, lo que también tomó por sorpresa a algunas de las publicaciones de carácter taurino que ya circulaban por entonces, y que, a mi parecer, no pudieron resolver el caso sino hasta tiempo después, precisamente a partir del adoctrinamiento que aceleró el curso de las cosas. El caso, hasta aquí visto, tiene otros tantos trasfondos que obligan hacer nuevas disecciones. Por ahora, este es un primer acercamiento que permite observar, si es que puede entenderse como propósito de mi parte, haberse acercado tanto como fue posible, a las causas y a las consecuencias del mismo. Finalmente, el pueblo terminó entregándose a Mazzantini en esta forma:

El Popular, D.F., del 13 de diciembre de 1897, p. 3.

157


(XXXIV) Hay materiales que se explican solos. Este es uno de ellos.

El Popular, D.F., del 13 de diciembre de 1897, p. 4.

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(XXXV) Ciertos retratos, como el de Antonio Ortiz “Morito”, solía reproducirlos José Guadalupe Posada tomando como modelo la tarjeta de visita o las primeras imágenes fotomecánicas que, a su vez, mandaban reproducir en cantidades importantes los toreros de finales del siglo XIX y comienzos del XX, una forma bastante explícita de difusión que permitía la respectiva cobertura de sus “hazañas” a partir de la apuesta y muy varonil apostura, como la que aquí se incluye, y de la que nuestro artista supo retocar con los rasgos más apropiados del buril.

El Popular, D.F., del 11 de octubre de 1901, p. 1.

Nada escapaba en esos detalles que la obra del grabador podía imprimir, ya en pleno siglo XX con técnica depurada del XIX. De “Morito” no tenemos mayor referencia que alguna hazaña suya por aquí o por allá, pero opacada por la vigorosa presencia, como ya se ha dicho, entre otros, de Luis Mazzantini, Antonio Fuentes, Enrique Vargas “Minuto” y, un poco más tarde, de Antonio Reverte y Antonio Montes y Vico, torero cuya vida colmada de leyendas, también se encargaría de alimentar en diversos grabados e impresos el aguascalentense.

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(XXXVI) En esta imagen, trabajada por José Guadalupe, se encuentra la efigie de cuerpo entero de un diestro español, de los muchos que vinieron entre finales del siglo XIX y comienzos del XX a nuestro país.

El Popular, D.F., del 15 de octubre de 1900, p. 1.

La trascendencia de tal capítulo significó distanciarse un tanto de los esquemas o modelos de ese símbolo nacional que creaba y recreaba el aguascalentense, para dar paso a una serie de figuras cuya expresión comenzaba con la puesta en escena de estereotipos como el de la presente ilustración. En eso, Posada no tuvo ninguna objeción. Para el buen dibujante que era, y habiendo recibido las lecciones básicas o avanzadas sobre el manejo de la figura humana, dio en esta con todos los elementos que se alejan, en parte de las convenciones “posadianas”, dejándonos un referente estético que cumple con los principios del dibujo más elemental e incluso, dando un toque que afirma la extranjería misma con el agregado de que se abordaba la presencia muy específica de la amplia estela de toreros que, como el presente no tuvo, comparándolo con Mazzantini, Fuentes o “Minuto”, los grandes triunfos, pero dejó una marca; la que gracias nuestro artista, hoy no nos es ajena.

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(XXXVII)

El Popular, D.F., 15 de octubre de 1900, p. 1.

Diego Prieto salía de un par de banderillas cuando fue prendido por el ejemplar de Piedras Negras que lo descubrió en el encuentro. El percance tuvo regulares consecuencias, pues mantuvo fuera de circulación al diestro español durante algunas semanas. José Guadalupe Posada, quien al parecer se encontraba tan cerca del acontecimiento, no quiso dejar pasar la ocasión de recrear por lo menos dos de las escenas que corresponden a tal percance.

Por cierto, en tal ocasión “Cuatro Dedos” alternó con Antonio Arana “Jarana”. De los hechos, me remito a la crónica publicada un día después, también en El Popular, y de la que apunta el reportero lo siguiente: CUATRO DEDOS.-Lo único bueno que nos ha quedado en materia de sabiduría, llenaba el redondel de la plaza México con su todavía erguida figura (el torero español había estado en México por primera vez en 1887), jadeante de alegría, al ver que su nombre en el cartel había influido en mucho para rellenar el circo de espectadores en el departamento cálido. Y el hombre se esforzó mucho, rejuveneció y se acordó de cuando era “Cuatro dedos” y hacía llenar la plaza

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del Coliseo en la época en que “Saleri” nos hacía gozar con sus filigranas en el arte del toreo. Las faenas de muleta empleadas por Diego satisfacieron al público y no dio lugar a una nota discordante. Estuvo lucido y demostró que sabe lo que trae entre manos. Con el estoque estuvo a la altura de siempre pues aunque ligeramente, se echó fuera en algunas ocasiones, pero entró más en corto y por derecho que de costumbre. En banderillas estuvo bien, al clavar los palos; pero debido a su precipitación al marcar el cambio, el toro se apoderó de sus terrenos y de aquí que sufriera la cogida. Diego Prieto fue conducido después del lamentable accidente, en una camilla, a la casa núm. 5 de la 1ª calle de la Providencia en donde le hicieron la primera curación el Dr. Carlos Cuesta y los practicantes M. Lozano y Alfonso Pruneda. El percance vino a suceder en el quinto. Como pidiera el público que banderillaran los espadas, “Cuatro Dedos” tomó los rehiletes y con todo entusiasmo citó en corto para el quiebro, siendo enganchado, suspendido y volteado sin que nadie estuviera al quite, por lo que recibió tres heridas: una que interesó la piel y tejido celular en el muslo, otra en la ingle y escroto, y la tercera en la frente y en la nariz, donde sufrió una patada del toro. Esta última lesión es la de más cuidado, pues como sobrevino fuerte hemorragia, se teme una complicación. La escena que se desarrolló en aquellos momentos fue de general estupor. Mientras “Cuatro Dedos” era retirado a la enfermería, “Jarana” no obstante las protestas del público, dejó un par al cuarteo desigual cerrando el tercio “Almendrito” con medio par desigual. Cambiada la suerte, “Jarana” toma los trastos y después de nueve pases, siendo dos muy buenos de pecho, terminó con una media estocada y un descabello al segundo intento.

Hasta aquí con la reseña del festejo, así como del percance. Como se podrá notar, Posada no fue ajeno a la nota del momento, de ahí que se publicara a los pocos días su personal apreciación al respecto.

Diego Prieto “Cuatro Dedos”. Dibujo de José Guadalupe Posada.

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(XXXVIII)

El Popular, D.F., del 15 de noviembre de 1897, p. 4.

¿A qué Rafael “Guerra” se refiere la caricatura de Posada? Desde luego debe tratarse de un homónimo del diestro cordobés que, por aquellas épocas estaba en la etapa final de su brillante carrera, y quien se retiró sorpresivamente de los ruedos el 15 de octubre de 1899 luego de sentenciar: “¡No me voy… Me echan…!” Este Rafael Guerra debe haber sido un funcionario de los muchos que pasaban por el duro cedazo de la crítica que la prensa emprendía contra los malos políticos y donde el tema taurino era más que propicio para dejarlos en evidencia. Por lo pronto, en aquellos años finales del XIX, fue costumbre que la plaza de toros de Pachuca estuviese dando festejos en forma constante, lo que debe haber servido para tener un pretexto y así “propinarle la cornada” que hacía notorio el ridículo pertinente, o el ridículo merecido que se buscaban ciertas figuras públicas las que, como Rafael Guerra no escaparon a la flamígera y punzante crítica de José Guadalupe Posada, quien en esas “artes” era un auténtico genio.

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(XXXIX)

La Risa del Popular. En El Popular, D.F., del 15 de noviembre de 1898, p. 4.

A propósito de mujeres toreras… EN LOS TOROS, LA MUJER SE INSCRIBE SEGURA PARA PROPORCIONAR LO MEJOR DE SU EXPRESIÓN. Desde la creación del mundo, la mujer ha tenido un papel determinante y protagónico, cuyo fondo y trasfondo han forjado con su presencia y su influencia lo mejor de la sociedad. Sin ella, muchos valores humanos no serían posibles. Motivo de inspiración y de amores; del arrebato y la guerra. Vienen a este apunte los históricos episodios de Cleopatra y Florinda la Cava. E. H. Carr importante historiador nos refiere en su libro ¿Qué es la historia? un pasaje sobre la Causación en la historia donde encontramos lo siguiente: La otra fuente de la agresión debe buscarse en el arcano de la nariz de Cleopatra.44 Es la teoría 44

Cleopatra VII (69-30 a. de C.) Última reina de Egipto, perteneciente a la dinastía de los Ptolomeos. Lucha por el trono de Egipto contra su hermano, Ptolomeo XIII, en una guerra civil, en el año 51 a. de C. Cuando llega Julio César a Egipto, se une a él y derrota, con su ayuda, a su hermano. El 46 a. de C. viaja con Julio César a

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según la cual la historia consiste en rasgos generales, en una serie de acontecimientos determinados por coincidencias fortuitas, y tan sólo atribuibles a las causas más casuales. El resultado de la batalla de Actium45 no se debió a las causas que suelen exponer los historiadores, sino al encantamiento amoroso en que Cleopatra tenía a Antonio (...) 46 Es descortesía gratuita hacia la belleza de Cleopatra sugerir que el enamoramiento de Antonio no tenía causa. La conexión entre la belleza femenina y el enamoramiento masculino es una de las secuencias de causa y efecto más regulares que observamos en la vida cotidiana. (...) qué es con exactitud lo que hace la nariz de Cleopatra en las páginas de la historia. Y Montesquieu le responde: “Si una causa particular, como el resultado accidental de una batalla, ha reducido un Estado a la nada -escribió en su obra acerca de la grandeza y la decadencia de los romanos- es porque había una causa general que hizo que dicho Estado pudiese hundirse con una sola batalla”.47

Y es que la nariz de Cleopatra fue un accidente que modificó el curso de la historia. Por lo que vemos, el encantamiento de tan arrebatadora mujer originó cambios significativos en el destino de los hechos ocurridos en la batalla sostenida en Actium. Así también nos vamos a encontrar con un asunto semejante referido de manera por demás sugerente y atractiva, por José Alameda en su libro La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo 48 alrededor de Florinda la Cava de la que dice: Florinda la Cava, hija del conde don Julián. Su aventura con el rey don Rodrigo fue causa de la invasión de España por los árabes. Y el nombre de “la bañista imprudente”, como le llama graciosamente Gautier, ha quedado en la leyenda, contribuyendo sin duda al sedimento de escepticismo, que hace cantar al hombre del sur de España coplas como ésta: Una mujer fue la causa Roma, con quien vive hasta el asesinato de éste el 44 a. de C., año en que regresa de nuevo a Egipto. Cuando Marco Antonio alcanza el poder de las provincias orientales de Roma, Cleopatra marcha a entrevistarse con él en Asia Menor, con el fin de mantener la independencia de Egipto. Cleopatra se casará con Marco Antonio el 37 a. de C., lo que hace que éste pierda mucha popularidad en Roma. Tras la batalla de Actium, Cleopatra se suicidará, junto con Marco Antonio en Alejandría. Egipto pierde su independencia como reino y se convierte en provincia del Imperio bajo César Augusto, el vencedor de Actium. 45 Actium. Nombre de un promontorio rocoso, situado en la costa de Acarnania, en el NO de Grecia, donde tuvo lugar la batalla en que Marco Antonio fue vencido por César Augusto el 2 de septiembre del 31 a. de C. Tras la derrota, Marco Antonio y Cleopatra huyeron a Egipto, donde se suicidaron. Egipto pasó a ser una provincia romana. La batalla de Actium señala el fin de la guerra civil en la antigua Roma y el inicio del Imperio de César Augusto. 46 Marco Antonio. (h. 82 a. de C.-30 a. de C.) General romano, líder político y compañero de Julio César en el triunvirato del año 43 a. de C. Procedente de una noble familia, fue nombrado comandante de caballería en Palestina y Egipto, poco antes de participar con Julio César en la Guerra de las Galias. En el 49 a. de C. fue tribuno y apoyó a Julio César ante el Senado y en la guerra civil que mantuvo contra Pompeyo (49-46 a. de C.). Tras asumir el control de la parte oriental del imperio, visitó Alejandría y se convirtió en amante de la reina de Egipto, Cleopatra. Regresó a Roma y se casó con Octavia, la hermana de César Augusto. El 37 a. de C. marchó a Siria, divorciándose de Octavia, al tiempo que estableció una alianza militar con Cleopatra y rompió con César Augusto y el triunvirato. Las fuerzas de César Augusto derrotaron al ejército conjunto de Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Actium el 31 a. de C. Cleopatra y Marco Antonio regresaron a Alejandría, donde se suicidaron. 47 E.H. Carr: ¿Qué es la historia? 10a. edición. México, Planeta/Seix Barral, S.A., 1981. (Ciencias Humanas, 245). 217 pp. (pág. 131-38). 48 Carlos Fernández Valdemoro, seud. José Alameda: La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo. México, Editorial Grijalbo, 1980. 109 pp., ils., retrs.

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de su perdición primera, que no hay perdición de hombre que por mujeres no venga.49

Sorprendida en el baño por Rodrigo quien, escondido detrás de una cortina admiraba no solamente desnuda a Florinda, sino que esta, aprovechando la delicia del agua que acariciaba su cuerpo, mediase su pierna, su “pantorrilla” de la que, seguramente tuvo para sí comentarios que el mismo Rodrigo debe haber aprobado desde las alturas de la torre en que se encontraba. Y el propio Alameda, apoyado en una visión proporcionada por Teófilo Gautier se concreta en opinar que el episodio de “la bañista imprudente”, “no le viene mal al amanecer histórico de una colosal tragedia”. Dice Gautier: ¡Ved en lo que se fundan los grandes acontecimientos! Si Florinda hubiese tenido la pantorrilla poco formada y la rodilla fea, los árabes no hubieran ido a España. Desgraciadamente, Florinda tenía el pie pequeño, los tobillos finos y la pierna más blanca y mejor formada del mundo. Rodrigo se enamoró de la bañista imprudente y la sedujo. El conde Julián, padre de Florinda (gobernador de Andalucía), furioso por aquel ultraje, traicionó a su país para vengarse y llamó a los moros en su ayuda. Rodrigo perdió aquella famosa batalla de la que tanto se habla en los romanceros (...) Fue una idea absurda la de colocar un baño de doncellas delante de la torre de un rey joven. 50

La presencia de dos mujeres tan significativas como Cleopatra y Florinda la Cava dejan asomar un preludio que significó para cada una, distintos acontecimientos de ordenes mayores. Para el caso de Florinda -que es el que más se acerca a nuestro entorno temático-, estalla, para bien o para mal, con influencia de ella o no, la histórica “guerra de los ocho siglos” de la que referiremos algunos pasajes más adelante. ¿Qué más presencia de la mujer puede haber desde la antigüedad que “La Diosa de las Serpientes”, o la “Sacerdotisa del Minotauro” o las mujeres acróbatas que ejecutaban suertes tan difíciles pero eficaces que saltar “al trascuerno” evitando un percance que hubieran podido provocar los descomunales pitones de aquellas reses sagradas? Incorporada desde la mitología con un papel protagónico importante, la mujer tiene tanta trascendencia como el hombre en actos que, per se llevan implícito el riesgo de sus vidas. Y justamente, la forma en que mujeres y hombres han expuesto sus cuerpos al riesgo de un percance desde tiempos tan remotos como los referidos aquí nos sugiere el profundo rito que se ha constituido desde entonces y hasta hoy, contando con todos sus cambios y modificaciones en los que uno y otro, hombre y mujer se han ubicado cada quien en sitios

49

Op. cit., p. 37. Ibidem., p. 32-3. La cita está tomada de la obra de Teófilo Gautier: Viaje por España. Prólogo de M. Vázquez Montalbán. Barcelona, MATEU, 1971. 366 pp., p. 182. 50

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determinados o no por la circunstancia temporal. Bajo estas últimas apreciaciones la mujer tiene desde entonces una participación directa en la tauromaquia. Este ejercicio de siempre ha tenido connotaciones de bárbaro, cruel y sangriento. Durante la guerra de los ocho siglos el toro sirvió como pieza de práctica permanente afinándose así los aspectos bélicos de la conflagración. Después de esta guerra (726-1492) el giro de lo bélico a lo estético surtió efecto y el espectáculo con todo su esplendor se apoderó de la plaza pública. Los caballeros buscaban en el contexto mismo de las suertes un lucimiento, pero también el favor de una sonrisa, de una mirada femenina. Poco a poco el toreo llegó a la entraña del pueblo y muchos personajes surgieron como nuevos héroes populares para darle a esa nueva expresión del toreo de a pie, la circunstancia que fue punto de partida dentro de la expresión que hoy acaricia el cambio de milenio. De mujeres en los ruedos mexicanos contamos con antecedentes que se remontan a fines del siglo XVIII, precisamente en fiestas celebradas en la plaza de toros "El Volador" dedicadas en noviembre de 1785 al Exmo. Sor. Dn. Bernardo de Gálvez, virrey de toda la Nueva España y Capitán General. Y como don Bernardo se propuso condescender con el pueblo: En este mismo día en la Mañana en un Virloche con presteza suma se vido la Persona mui Galana del Conde Galvez qe. como una pluma volava de la Plaza el pavimento como las Aves cruzan pr. el viento.

Es Manuel Quiróz y Campo Sagrado autor de los Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez... 1786, y gracias al trabajo de Salvador García Bolio51 es posible conocer en detalle los hechos de noviembre y diciembre de 1785, donde actuaron en 22, 23 y 24 de noviembre dos, cuatro y seis mujeres respectivamente. El veinte y dos siguieron las corridas de Toros dando al Publico contento Se vieron dos Mujeres aplaudidas al mirarlas torear con tanto aliento 51

Salvador García Bolio y Julio Téllez García: Pasajes de la diversión de la corrida de toros por menor n

a

n

dedicada al Exmo. Sor. D . Bernardo de Gálvez vir-rey de toda la Nueva Esp. Cap. Gral (1786) de Manuel Quiros y Campo Sagrado. México, edición privada, 1989. 50 pp. Facs. (Cuadernos Taurinos, 4).

167


pues fuertes Amazonas les entregaban al toro Sus Personas.

Sin embargo, los esfuerzos del señor virrey por ganarse una popularidad hasta entonces desconocida, mancillaba, por no decir, prostituía, la alta dignidad del Conde de Gálvez. Nos dice Carlos María de Bustamante: ¿Qué es esto de dar gusto al populacho en barullo para girar en un quitrín en derredor de la plaza de toros como pudiera Nerón en la de Roma para ganar aplausos? ¿Qué sentarse al lado de una mujerzuela banderillera, con agravio de la decencia pública, ya en el de su misma esposa que lo presenciaba? 52

Sin comentarios. Durante el siglo XIX están: Victoriana Sánchez, Dolores Baños, Soledad Gómez, Pilar Cruz, Refugio Macías, Angeles Amaya, Mariana Gil, María Guadalupe Padilla, Carolina Perea, Antonia Trejo, Victoriana Gil, Ignacia Ruíz "La Barragana", Antonia Gutiérrez, María Aguirre "La Charrita Mexicana" y desde luego, la española Juana Fernández “La Guerrita”. De las toreras que han actuado en nuestro país, se tiene noticia de una española apodada “La Reverte”, más valiente que muchos toreros; de la famosa Rita González “La Pola”, que actuó en la plaza de toros de San Pablo; de Ángela Amaya, que ejecutaba todas las suerte del toreo, y María Gil que banderilleaba en competencia con aquélla: toreras que desde el 12 de marzo de 1857 fueron presentadas en nuestra metrópoli por Bernardo Gaviño; y de Dolores Sánchez “La Fregosa”, que surgió en 1885, siguiéndola en tal oficio posteriormente, “La Garbancera”, “La Belgicana”, “La Guerrita” y otras. En 1894 el crítico taurino Mariano Armengol “Verduguillo”, organizó la Cuadrilla de Señoritas Toreras en que figuraron las matadoras Dolores Pretel “Lolita” y Ángela Pagés “Angelita” y las banderilleras Rosa y Encarnación Simó, María Pagés y Francisca Vargas “Paquita”. Debutaron el 10 de marzo de 1895 en Barcelona, y contratadas por el empresario don Gonzalo Quílez vinieron a México, dando su primer becerrada con toretes de Tepeyahualco, el 20 de febrero, en la plaza de Bucareli, auxiliadas por los diestro José Huguet “Mellaito”, José Vargas “Negrito” y Sandalio Fandós. Luego, en la plaza de toros Chapultepec vuelven a repetir, justo el 25 de diciembre de 1902 anunciándose como la “cuadrilla que se fundó en Barcelona, España, en 1894 y desde entonces hasta la fecha, ha toreado con éxito más de 400 corridas en las principales plazas de toros de ESPAÑA, FRANCIA, PORTUGAL y MÉXICO”. Esa ocasión, además de la “Lolita” intervino Emilia 52

Andrés Cavo, S.J.: Los tres siglos de México durante el gobierno español hasta la entrada del ejército trigarante, continuación de la obra del Padre (…). México, 1852.

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Herrera “Herrerita”. Como se ve, el auge de las mujeres toreras era ya una realidad. A su regreso a España se les puso veto para torear a las mujeres, siendo el principal opositor el famoso “Guerrita”. Se disolvió la cuadrilla. Lolita contrajo matrimonio con el novillero Eduardo Serrano “Gordito”. Las mujeres toreras a caballo, datan del año 1818. Hacían el “despeje” de la plaza; desmontaban de sus cabalgaduras y ejecutaban diversos bailes en el ruedo antes de principiarse la corrida. Y tomaban parte en las pantomimas y mojigangas taurinas. 53 Podemos ver con curiosidad el hecho de que muchas toreras actuaron en México durante la centuria pasada. Pocas opiniones -por no decir que ninguna- son las que nos llegan hasta nosotros para conocer lo que la prensa dijo de ellas en su momento. Algunos grabados que ilustran los carteles a mediados del XIX las presentan como refinadas señoritas con vestidos muy elegantes, clavando banderillas o pasando de muleta; o quizás señalando un puyazo de maravilla. Pero hasta ahí se limitan los testimonios. En otra parte de este panorama veremos, por ejemplo, las andanzas de María Aguirre quien se destacó durante una época que permitió su presencia, y no digo “permitió” como una condicionante, sino porque era posible cuando el espectáculo gozaba de una intensidad y de una búsqueda permanente por lo nacional. La “Charrita mexicana” gozó de un cartel envidiable, alternando con Ponciano Díaz, eje de un periodo que transitó de las demostraciones típicamente mexicanas a las del rigor establecido con la incorporación del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna por parte de un grupo de toreros hispanos que se toparon con la oportunidad de renovar el ambiente tauromáquico mexicano. Y aún así, Ponciano y “La Charrita” se sublevaron, siguieron sosteniendo en “rebeldía” la bandera de una expresión que si bien, terminaría por desvanecerse en definitiva, pero que con su fuerza y con un radio de influencia y de acción lo suficientemente fuertes el público continuó disfrutando de sus quehaceres, en medio de ciertas realidades que ya no ajustaban con la nueva moda impuesta; aceptada de facto por una afición concientizada gracias a ese nuevo amanecer en el toreo de fines del siglo XIX. Con esa nueva expresión también llegó la mujer vistiendo el traje de luces y cumpliendo con todas las formalidades establecidas por un espectáculo en el que “el torero” ha sido protagonista esencial. Juana Fernández “La Guerrita” en fugaz visita por nuestro país alternó con el torero de Atenco en un mano a mano, y se le puede admirar en algunas fotografías

53

Véase: José M. Álvarez: AÑORANZAS. El México que fue. Mi Colegio Militar. (En bibliografía).

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obtenidas por C. B. Waite o W. Scott en lo que probablemente sea la plaza de Tenango del Valle, o quizá la de Santiago Tianguistenco, allá por 1897. La presencia de la mujer en el toreo como expresión estética o artística ha tenido, de siempre un papel importante. Ya vimos que es tan valiente como cualquier torero que se compromete con la vida y con la muerte, en los instantes del mayor peligro frente al toro. Pero también su imagen ha sido motivo para ser retratada en los cientos, quizás miles de carteles que nos recuerdan más de alguna tarde torera. En nuestro país, hubo a principios de siglo una “tiple” de fama, llamada María Conesa que, si no dedicó su actividad propiamente al espectáculo taurino, estuvo muy cerca y hasta tuvo la oportunidad de retratarse junto a un célebre toro, llamado BONITO de Arribas, Hnos. Corrían los primeros días del mes de febrero de 1908, en los corrales de la plaza el Toreo de la Condesa, el también famoso torilero Miguel Bello se encargaba de cuidar, acariciar a ese estupendo, bien presentado y bello animal que, por su sola presencia causaba admiración. Acudió la diva quien no quiso desperdiciar el momento, conservándose hasta dos fotografías que hoy son una auténtica curiosidad. Juanita Cruz, María Cobián “La Serranita” y también Conchita Cintrón fueron “ídolos” en su momento. De Conchita Cintrón, no podemos olvidar sus creaciones literarias: ¿Por qué vuelven los toreros? y Aprendiendo a vivir, en las que encontramos, por encima de todo, el carácter humano, de sufrimiento y de gozo también, que tienen todos aquellos que pueden enfrentar en vida, la muerte de un lance torero. María Luisa Garza escribió en 1922 el libro titulado Los amores de Gaona. San Antonio, Texas,

E.U.A.54

Curiosamente

quedó

firmado

con

el

seudónimo

de

LORELEY.

Independientemente de lo que cualquier torero puede despertar en cuestiones sentimentales y amorosas (Gaona tuvo consigo una aureola especial, cargada, lo mismo de su relación con la Moragas, tiempo después del escándalo con la Noecker), fue el mismo “indio grande” quien se encargó de aclarar que “los únicos amores intensos, verdaderos, son los de mi madre y de mi hijo; estos son los que realmente constituyen la razón de la vida y la felicidad de la mía”. Bajo esa realidad, María Luisa Garza deja esta novela como evidencia del carácter abierto en el que una escritora puede ingresar al género literario-taurino, que, como se ve, ya no se encuentra limitado a la creación femenina.

54

María Luisa Garza (LORELEY, seud.): LOS AMORES DE GAONA. San Antonio, Texas, E.U.A., Art Advertising Company, 1922. 112 p.

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No debemos olvidar aquí a Josefina Vicens, autora del LIBRO VACÍO,55 quien por los años cuarenta firmaba colaboraciones en Sol y Sombra y Torerías como PEPE FAROLES. Ocupó la dirección general de TORERIAS, revista que se codeaba con publicaciones como La Lidia o El Redondel. Torerías contaba con un contenido que abarcaba casi en su totalidad las noticias taurinas, complementadas por las de espectáculos y variedades. Sin embargo, Josefina Vicens no mostró ambición en cubrir secciones importantes. Reducía su actividad a notas cortas donde establecía su opinión sobre los hechos del momento y sus protagonistas. Además, de vez en vez publicada algún interviú acompañado del reportaje gráfico donde el fotógrafo buscaba no excluirla, haciéndola aparecer junto a sus entrevistados. Aficionada a los toros, supo luchar en momentos de difícil apertura a favor de la mujer y tan lo logró, que se hizo cargo de la publicación ya mencionada. En aquel entonces sobresalían junto a ella Esperanza Arellano "Verónica" y Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes. PEPE FAROLES es el seudónimo que ocultaba a Josefina Vicens, futura creadora que logró alcanzar alturas insospechadas. ¿Por qué emplear ese sobrenombre como lo hizo en su momento sor Juana, al tener que asumir a la sociedad masculina y así ingresar a la Universidad? Carmen Madrazo Solórzano es una autora admirable que en sus libros: Cornadas al viento, La última tarde, pero sobre todo en El rey del temple encontramos el sello nostálgico que no puede faltar en las páginas de su creación llena de anécdotas, pasajes familiares, de todo un mundo que giró en torno a ella, para pintarnos una época hermosa de la que no reniega. Antes al contrario, la exalta y la recrea para trascenderla a nuestros días, sin pizca de dolorosos y amargos sinsabores, error que no cabe en sus excelentes trabajos. Esperancita Arellano, mejor conocida como “Verónica” fue otra gran escritora taurina, que publicó excelentes colaboraciones en el Universal Taurino y Toros y Deportes. De visión muy crítica, se convirtió en una autoridad en la materia, estando sus escritos a la altura de cualquier otro colaborador, en una época que exigía calidad, y donde el estilo depurado de escribir abundaba, lo que permitió a la afición un aprendizaje, por añadidura. En nuestros días la labor de Rosita Rivera dejó huella en las páginas de OVACIONES, puesto que sus perfiles biográficos o técnicos aparecidos cada miércoles, los esperábamos con ansia para conocer, entre la anécdota y el recuerdo también, lo que fueron y significaron

55

Josefina Vicens: El libro vacío. México, Ediciones Transición, S.A., 1978. 230 p.

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toreros de otras épocas. Asimismo, una de las mujeres más activas en estas lides, es, evidentemente, Ana Mari Miñón, hija del recordado periodista José Miñón “Toriles”, la cual sigue la misma escuela de su señor padre, y domingo a domingo, en sus transmisiones por radio, nos deja sin habla por el valor que a veces les falta a otros y a ella, de manera franca, le sobra. Crítica en sus apreciaciones, no deja a veces, títere sin cabeza, pero no por un sistemático procedimiento de hostigamiento o fastidio. Antes al contrario, busca con cada observación despertar el interés y la crítica razonada para valorar mejor un espectáculo que pretende digno, gallardo, hermoso. Shanik Berman y Más cornadas da el hombre representan el vivo y sabroso “cachondeo”, la insinuación alburera, pero fina que puede darse al darle una interpretación al toreo. Ella es una mujer arriesgada, rebelde, desinhibida, pero inmediata a la explicación de lo que significa para el pueblo una tradición que no solo es rigor, seriedad y hasta solemnidad. Encontramos en sus actitudes mucha heterodoxia que todavía no asimilan los “tradicionalistas” que podrían tacharla de hereje. Sin embargo, su belleza y su cuerpo nos invitan a convertirnos de pronto en bravo toro dispuesto a embestir en el terso capote de su mirada, y en la muleta de sus ojos. Y ya no digo más al respecto de la estocada... En la actualidad se encuentra trabajando por y para el espectáculo una nueva generación de mujeres que, con grandes esfuerzos, buscan dignificar al espectáculo, enriquecerlo también si la tarea es intelectual. De ese modo vemos muy activas lo mismo que a Marisol Fragoso y Cynthia Fernández periodistas, que a la Lic. Patricia Mendoza funcionaria del Centro de la Imagen, o Carmen Parra, pintora. No acabo todavía de imaginar que los toros, con todo el significado masculino que ostenta y alterado por valores machistas, fálicos y hasta misóginos deje lugar para la mujer inteligente, misma que se ha ido incorporando con fuerza en un espectáculo que ya da cabida a sus capacidades que pueden compararse a la de todos aquellos participantes en el quehacer artístico y literario, cuyo bagaje tan amplio es capaz de comprenderlo todo. Y en ese todo, la mujer se inscribe segura para proporcionar lo mejor de su expresión. Ya no sólo es la belleza, es también su inteligencia.

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(XL)

El Popular, D.F., 15 de noviembre de 1898, p. 4.

En esta ocasión, no hay mejor forma que responder con merecida deferencia a todo un personaje, cuyo quehacer como editor permite adentrarnos en los haceres estéticos, no sólo de José Guadalupe Posada. También de Manuel Manilla y ese otro conjunto de creadores cuyos versos pasaron a formar parte de un amplio catálogo de expresiones que lo mismo se ocuparon de las hazañas que de las tragedias. Y en eso, el tema taurino no escapó a sus miradas atentas, por lo que la siguiente “Calavera” es el mejor homenaje a su constante oficio, el de la persona que se encargó de dar cabida a toda una expresión del imaginario popular, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX en México.

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(XLI) 174


Eduardo Leal “Llaverito”, diestro español (nacido en Madrid), llegó a nuestro país a finales del siglo XIX (se encuentran datos de sus primeras actuaciones a principios de 1897). Su presencia fue intermitente en los carteles y todavía se le puede encontrar en otras tantas tardes, durante los años que van de 1913 a 1915. Murió en estas tierras, víctima de un cáncer en la garganta.

Interesante registro fotográfico el cual se debe a Charles B. Waite, fotógrafo extranjero que estuvo en México en un periodo muy semejante al de Eduardo Leal a quien logró convencer y así conseguir una composición como la que apreciamos en tan improvisado como extraño escenario. (Ca. 1897).

Este valeroso diestro ocupó un lugar destacado en ciertos momentos de su estancia por nuestras tierras, hasta convertirse en motivo de interés para las empresas. Por fortuna no faltó oportunidad de que su imagen quedara registrada no sólo en fotografías, sino también en dibujos como el que José Guadalupe Posada realizó para ilustrar una de las páginas de tan popular como conocido periódico de la época, el cual tuvo entre sus temas de divulgación, el de la tauromaquia.

“Llaverito” alternó diversas tardes con la célebre María

Aguirre “La Charrita Mexicana”, cartel que se hizo de fama en diversas plazas de la república. No obstante que María había perdido a sus dos maridos en sendas circunstancias accidentales, (me refiero tanto a Timoteo Rodríguez como a José Marrero “Cheché”, ambos

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matadores de toros), tuvo los arrestos suficientes para seguirse presentando ante los públicos y así mantenerse presente hasta casi 1920. Por tanto, encontró en “Llaverito” al compañero solidario que estuvo a su lado en esas plazas de Dios, dejando una impronta que hoy se recupera en forma de curiosa memoria.

El Popular, D.F., del 19 de octubre de 1901, p. 1. Este es el testimonio de José Guadalupe Posada.

Los siguientes versos se le dedicaron en su honor: “Llaverito”, buen espada, Pundonoroso torero; Llegó como buen “llavero” A cerrar la temporada. Es muchacho de provecho, Toda situación la salva Y es, a pesar de la calva,

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Un diestro de “pelo en pecho”.56

(XLII) La presente caricatura, que me atrevo a atribuir a José Guadalupe Posada, tiene una fuerte carga de elementos que darían con el hecho de que se trata del artista aquí estudiado. Como esta, muchas otras pasan desde entonces y hasta hoy sin firma, lo que hace difícil la autoría. Sin embargo, el tema taurino no escapaba a la vista del propio aguascalentense, y menos cuando el tema del día era, por entonces el diestro guipuzcoano Luis Mazzantini, quien además de lucir en esta figura desproporcionada, estereotipo de la época, se incluye aquí un doble discurso o mensaje, pues así como se “echa” el capote a la espalda, intenta pegarle un lance al que no es precisamente la representación de un bravo toro, sino de la todavía más áspera embestida que proviene de un cerdo que representa al periódico El Imparcial. La pugna permanente habida entre varios impresos del momento, hizo que este otro –El Popular- se tomara la puntada de entrar en cierta discusión que la sola caricatura era suficiente para generar el resto de la historia.

El Popular, D.F. del 20 de diciembre de 1897, p. 4. El Cómico, D.F., del 24 de marzo de 1901, p. 10. Estos versos forman parte de trabajo denominado “Adiós… cuernos”, y es obra de “Capita”. 56

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Luis Mazzantini estaba concibiendo justo en ese año la “Temporada” de reconciliación con el público mexicano, luego de su amarga experiencia, ocurrida 10 años atrás, en el capítulo negro que se consumó el 16 de marzo, luego de terrible jornada que terminó prácticamente con una penosa salida por piernas. Miradle: él que vino aquí a lidiar y matar toros, se encontró con otra fiera que frunciéndole los morros, le gruñó y se le echó encima. Mazzantini para al coco los pieses y le torea con el verdadero aplomo necesario. Después dice, ya con el capote al hombro: ¿Todo por cuestión de “pases”? Pues pa “pases” en redondo, naturales y de pecho los míos. No entiendo de otros. Yo no doy “pases” de gorra porque aun no los conozco ni yo soy el empresario ni me meto en sus negocios. no ataques así, cochino, ni des gruñidos tan roncos ni enseñes tanto la oreja… ¡Ya te han conocido todos!

De los versos se puede deducir la campaña de desprestigio que promovió El Imparcial, pero aún peor se desliza la sospecha de que sus redactores estuviesen metidos en turbias maniobras de pretender cobrar por hacer la nota respectiva, a la que el “Rey del Volapié” se negó rotundamente. Eran quizás los comienzos de un nefasto ejercicio que, con los años tendría en Carlos Quiroz “Monosabio” a su mejor representante. Es una lástima que tan inteligente escritor, un auténtico pozo de sabiduría, se involucrara en acciones que, con los años fueron en aumento, al punto de ser verdaderas maniobras de abuso de confianza y de desfachatez como nunca antes se habían conocido en el medio periodístico. Así que con la caricatura o dibujo de Posada, tenemos el complemento de aquel punto en el que Mazzantini, en su humano intento de resarcirse de aquella, su “noche triste”, ahora tuviese que enfrentarse a los oscuros procedimientos de ciertos elementos de una prensa que comenzaba a alejarse de los auténticos principios de veracidad e imparcialidad que, a lo que se ve, no eran un común denominador en la mismísima publicación de El Imparcial, crítica ilustrada contra la que El Popular les lanzó este dardo.

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(XLIII)

El Popular, D.F., del 21 de febrero de 1898, p. 6.

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(XLIV) Francisco Caro “Caro Chico” fue otro de esos toreros que arribaron a nuestro país apenas finalizaba el siglo XIX y comenzaba el siglo XX. Tuvo por llamarle de cierta manera, la “desgracia” de verse desplazado o marginado ante el peso de otros diestros de la talla de Antonio Fuentes, Enrique Vargas, Rafael González, Antonio Montes, Antonio Reverte, Manuel Jiménez de no alcanzar cierta estatura que lo pusiera en lugar de privilegio.

El Popular, D.F., del 21 de noviembre de 1901, p. 1.

Además del presente dibujo que proviene, una vez más de la obra creadora de José Guadalupe Posada, fue posible encontrar algunos datos suyos en El Toreo. Semanario Ilustrado de octubre de 1896. Si todo el que es valiente fuese buen torero, no cabe duda que “Caro chico” figuraría entre ese número, pero como por desgracia no es así, resulta que no es más que uno de tantos atrabancados expuestos a cada momento a ser cogidos, debido a su excesiva ignorancia. Palomar, como la mayoría de los que, sin conocimientos necesarios y la bastante práctica, se hacen matadores de la noche a la mañana, adolece de grandes defectos. La muleta y el

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capote en sus manos son poco menos que un estorbo, torea encorvándose en exceso y dando muy poca salida, por lo que cuando le toca un toro que se revuelve o se ciñe, tiene que salir por pies para no ser cogido. Con el estoque entra como los buenos, sobre corto y derecho pero sin vaciar por lo que casi siempre sale trompicado y por no dar la debida inclinación al estoque en el momento de herir, casi todas sus estocadas resultan tendidas. Juzgamos muy prematura la alternativa que de manos de Joaquín Navarro “Quinito” recibió el 4 del presente en la plaza de Tacubaya, pues si como matador de novillos es aceptable aún le falta mucho para ser matador de toros. Procure corregirse de tantos defectos que ha adquirido por haberse lanzado a matador sin haber tenido antes una buena práctica y tal vez llegue a ser algo, pues como luego dicen, hay paño de donde cortar. Hasta aquí con este perfil, preparado quizá por el propio director propietario de la publicación, don José del Rivero que, en sus buenos tiempos de firmaba además, como “Fierabras”.

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De este número de El Toreo‌ provienen los datos que por fortuna, nos dan idea de la forma en que toreaba el personaje en turno. Col. del autor.

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(XLV)

El Popular, D.F., a 22 de septiembre de 1907, p. 1.

Resulta curioso que el mismo día en que aparece ilustrado el percance de Rafael González, la plaza de toros de “El Toreo”, enclavada en la colonia Condesa de la capital de la república se inauguraba con bombo y platillo. En efecto, el torero cordobés, ídolo de la afición mexicana en esos años iniciales del siglo XX era víctima de un fuerte percance en la población española de de Tomelloso, de la misma que Posada se encargó de recrear –a distancia-, para darle la connotación más apropiada posible. Llama la atención el equilibrio que se deja ver en la imagen pues sorprende el hecho de que sin haber presenciado los acontecimientos, José Guadalupe intuye la magnitud de la cornada, lo que significa imaginar cómo pudo haber sido en la realidad, del otro lado del Atlántico. Sin embargo es posible que ante una serie de experiencias vívidas en este propio país, fuese suficiente para ilustrar la noticia que, como en las “hojas de papel volando”, adquiría el grado de notabilidad, mismo que se magnificaba también por el hecho de aparecer en primera plana. Lo maduro en el estilo, la armonía y el movimiento, a pesar de tratarse de la

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interpretación de una cornada, iluminaron al artista para admirar el movimiento, la figura; incluso hasta el rostro del torero en donde puede apreciarse cierto toque dramático que da, a toda la composición, el significado de que estamos frente a una más de las notabilidades posadianas, mismas que en forma constante encontraron, al menos en El Popular, el sitio apropiado para conocer el desarrollo de su técnica, del prodigio en el trazo, del manejo de la perspectiva y la profundidad con apenas una serie de rasgeos con el buril hasta conseguir lo que ahora es posible apreciar en esta imagen que ilustra el presente capítulo.

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(XLVI)

La Risa de El Popular, D.F., del 24 de enero de 1898, p. 5.

En efecto, era tal el grado de afirmación que estaba alcanzando la fiesta de los toros, concretamente en la ciudad de México, que en diversas secciones de la prensa el tema podía prestarse a tomarlo como pretexto, o como telón de fondo de las circunstancias de todo aquel otro conjunto de vida cotidiana en el que se resolvía o se enredaba la sociedad en su conjunto. Quizá por ese motivo, José Guadalupe Posada, quien para esos momentos era el grabador o dibujante de la casa editorial de El Popular, daba rienda suelta a su creatividad con apuntes de este tenor, en el que la confusión de ambos personajes, crea un conflicto de interpretación, pues mientras el norteamericano –por lo de mister- hace extensiva su invitación al remedo de “lagartijo” para ir a una “encerrona” (festejo en el que un solo torero enfrenta desde cuatro, cinco o seis toros, según sea el caso), la encerrona para el de la izquierda no era sino el pretexto para encaminarse a algún tugurio o sitio de reunión nocturna, de esas de “mala muerte”, para que el tahúr en potencia se desplegase a sus anchas en largas sesiones de juegos de cartas, donde entonces sí, el “as de oros” apareciese cerrando la cerrada partida, con la consiguiente ganancia. Dentro o fuera del ruedo, sirviendo o no como motivo la fiesta de los toros, el caso es que se vivía por entonces una especie de “epidemia taurina” que daba pie a todo tipo de diálogos, con lo que más de uno debía andarse con cuidado para evitar las confusiones del caso.

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(XLVII) Este maravilloso grabado, sirvió como cabecera para engalanar la crónica de toros más inmediata, justo la que tuvo que ver con el festejo del que poco más adelante se dará cuenta. Sin embargo, lo que debe ponernos en profunda reflexión es otra vez este magnífico trabajo estético que nos deja con grato sabor de boca el inigualable José Guadalupe Posa, el que ya, en personalísimo estilo “posadiano” pero que recuerdan los viejos apuntes de Carnicero, o de contemporáneos suyos como Daniel Perea, P.P. García o de Carlos Noriega Hope que ya ilustraban, o habían ilustrado publicaciones como La Lidia, La Muleta o El Toreo. Semanario Ilustrado. Sin embargo, el personal estilo de Posada deja claramente explicado el sentido de la proporción, la dimensión, la profundidad y hasta del movimiento que parecen adquirir este conjunto de toro y torero en el momento preciso de la “suerte suprema”. Imposible no dejar de contextualizar todo el aprendizaje del que ya era un consumado maestro y de que, en cosa de unos instantes, tuviese como resultado en la placa metálica o de madera el trazo definido que luego iba a dar a las imprentas en esta forma, donde de seguro el espada habría dejado el estoque en lo alto, mientras un toro de puntas respetables embiste en el último momento, el que significaba para aquellas épocas el segmento clave de la lidia.

El Popular, D.F., del 26 de enero de 1897, p. 1.

Es por eso que al dar con esta maravillosa imagen, no queda la menor duda de que estamos frente a un trabajo en el que nuestro artista ya no puede quedar considerado sólo como un mero ilustrador. Es, frente a elementos como el presente una gran figura que lamentablemente no alcanzó en su momento a ser comprendida del todo, a pesar de que ilustrara de manera caudalosa cuanta publicación periódica o de índole marginal salida de 186


imprentas como la de Antonio Vanegas Arroyo, lo que sus ojos recogían en forma contundente. Hoy, le damos ese lugar de honor y aunque se trate de un reconocimiento digamos que, “a toro pasado”, no deja de ser la mejor gloria para un artista, de suyo universal. Aquí la crónica tan anunciada.

Crónica publicada en El Diario del Hogar, D.F. del 26 de enero de 1897, P. 2.

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(XLVIII)

El Popular, D.F., del 19 de diciembre de 1897, p. 2.

Conforme avanzaban las temporadas taurinas en la ciudad de México, fue necesario que la prensa matizara sus apreciaciones con el toque de diversas ilustraciones que diesen a dichos comentarios el preciso interés de los lectores. Uno de ellos, que firmaba sus crónicas con el apellido Alzásua, y que por tanto no se ha considerado entre los autores –por cierto bastante creativo-, que deben incorporarse a la nómina de plumas taurinas de finales del XIX, colaboró permanentemente en El Popular, diario en el que he localizado la mayoría de las imágenes de Posada aquí recogidas y que el propio artista no ignora, por tanto, su aproximación a la fiesta de toros, como fenómeno “popular” de aquellos años.

Alzásua al detalle.

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El Popular, D.F., del 19 de diciembre de 1897, p. 2. Esta es la crรณnica, en prosa y verso. 189


(XLIX)

El Popular, D.F., del 31 de enero de 1899, p. 1

El parecido entre la imagen fotográfica y el grabado es asombroso. Una costumbre de la época, entre los diversos artistas que publicaban recreaciones de la realidad fotográfica bajo el modelo convencional del grabado o el dibujo, fue la que adoptó con frecuencia José Guadalupe Posada para ilustrar sus trabajos con toque taurino. Tal es el caso de lo que para finales del siglo XIX y comienzos del XX representó la figura de uno de los diestros de moda: Nicanor Villa “Villita”, quien hizo pareja con Luis Mazzantini buen número de tardes, en la que fue célebre “Temporada Mazzantini”, ese recurso de reivindicación del guipuzcoano que, al materializarlo, se curaba en salud, tras el ya lejano y oscuro capítulo, el de su tarde de presentación en la ciudad de México, que como sabemos, ocurrió el 16 de marzo de 1887 ocasión que trajo consigo la descalificación que los aficionados impusieron sobre la que fue una inusitada muestra de errores, que le costaron tal reprimenda. Páginas atrás, se dedicaron buen número de párrafos para desmenuzar el sucedido. Finalmente debo agregar que con toda seguridad, la imagen de la derecha haya sido lograda por alguno de los famosos hermanos Valleto, que contaban con un moderno y completo gabinete fotográfico en el centro de la ciudad de México.

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(L)

El Popular, D.F., del 12 de noviembre de 1907, p. 1.

El Popular, D.F., del 12 de noviembre de 1907, p. 1.

Ambas ilustraciones, que dejan ver la madurez creativa de José Guadalupe Posada, formaron parte de algo que parecía la integración de una galería, concentración de representaciones de las diversas “Suertes del toreo” que imperaban por entonces, como 191


forma de manifestar en lo que pudo haber sido una especie de “Tauromaquia”, la razón creativa del artista en potencia que ya era nuestro personaje. En números posteriores a la edición del 12 de noviembre de 1907 ya no se pudo concretar este propósito, mismo que habría sido una auténtica muestra de capacidades artísticas, por un lado. Por el otro, la oportunidad –fallida por cierto-, de prodigar el catálogo de diversos instantes con el cual se integra la puesta en escena de una corrida de toros. A lo largo de la revisión que se puso en práctica para reunir los materiales que hoy forman parte de este trabajo, fui dándome cuenta de que José Guadalupe tuvo temporadas muy intensas, cortadas abruptamente quizá por su problema de alcoholismo o también debido a alguna actitud o decisión que pudieron ponerlo en entredicho, lo que terminaba con la suspensión de sus actividades. Meras suposiciones. El hecho es que habiéndose dedicado a colaborar en esta y otras publicaciones, no haya tenido un “buen ambiente”, lo que significaba ese ritmo intermitente en la entrega de sus apuntes. Pero independientemente de todas estas especulaciones, no queda la menor duda de que había puesto un profundo empeño en dejar testimonio de todos los requisitos establecidos en la manufactura del grabado, y donde puede apreciarse en ambas ilustraciones, la que parece ser una acabada técnica, perfecta en la proporción y dimensión, en el movimiento y la profundidad que se alejan de otros trabajos que además de llevar la impronta de “la casa”, por ejemplo “la calavera con la matona”…

…que así he bautizado tan maravilloso trabajo, pero que nada tiene que ver con sus apuntes cotidianos que recrean, en este caso, a la tauromaquia en toda su extensión.

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(LI)

El Universal, D.F., del 16 de octubre de 1894, p. 2.

En esta ocasión, la “cabecera” que elaboró José Guadalupe Posada, sirvió para dar cabida a la crónica que el “reporter” de este diario, redactó para dar cuenta de los hechos ocurridos en la plaza de toros de “Bucareli”, la tarde del 15 de octubre de 1894. En tal ocasión, quienes alternaron Antonio Ortega “El Marinero” y Arturo Paramio. Banderillas a caballo: Ponciano Díaz, y entre otros elementos en las cuadrillas se encontraban Joaquín Monsalva “El Barberillo”, José Espeleta “Pollo Rubio”, Carlos López “El Manchado”, Joaquín González “El Madrileño” y Diego Roda “El Morenito”. Entre los picadores destacaron los lanceros de costumbre y el famoso Cayetano Cárdenas “El Melonero”. Los toros a lidiar fueron de Atenco. Poco a poco, la evolución en el proceso para elaborar crónicas taurinas buscaba mejorar sus calidades, para lo cual el remate de un grabado como el que aquí se reproduce da un sentido estético que va a la par con todo aquel contenido de la larga, larga reseña que toma la mitad de la página del tabloide que aquí se recoge. Entre los redactores se seguía ya una escuela que años atrás comenzaron entre otros, Eduardo Noriega “Trespicos”, Eduardo del Frago “Cuatropicos”, Julio Bonilla, entre otros. El dibujo de Posada es un conjunto que reúne los elementos que se ven, y muy bien, “desde la barrera”, con el detalle peculiar de que quien es el encargado de elaborar los apuntes es un charro, un escritor mexicano con todo el

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significado de la influencia que todavía ejercía en esos momentos el ya decadente Ponciano Díaz. Era tan fuerte lo que significaba el nacionalismo, que el mismo charro-redactor, se encuentra sentado sobre un sarape, lo que da énfasis a la imagen del segundo plano que es una escena del toreo a la usanza española, mientras que como telón de fondo, aparecen las tablas y las barreras estas últimas, colmadas de aficionados. Así se estaban dando las cosas por entonces, en un México que desde el punto de vista taurino, había asimilado perfectamente el aspecto evolutivo que significaba la fiesta taurina, misma que se encontraba todavía en proceso de transición, para pasar de ser toda una visión urbana y rural, y verla convertida en todo ese significado que proporcionaba la modernidad de todo ese grupo de españoles que vinieron a darle un vuelco al espectáculo en nuestro país.

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(LII) Joaquín de la Cantolla y Rico, ilustrado aquí en excelente grabado de José Guadalupe Posada, es parte central de un conjunto de elementos e historias que le caracterizan con hondo significado. Su porte de gentlemen decadente reviste el simulacro de sinfín de actitudes que le caracterizaron desde que hizo su aparición pública en 1863, cuando ascendió a los cielos, partiendo del ruedo de la plaza del Paseo Nuevo, atestiguando el acto el diestro mexicano Pablo Mendoza. Detrás de él, seguramente el globo Moctezuma uno de los que adquirieron fama y desde donde Joaquín ya elevado saludaba muy seguro de sí, plantado en la canastilla, ondeando como lo hizo numerosas veces, la bandera nacional. A pesar de su mirada contrahecha, y su ojo de cristal firme pero inquisidor, se fijó en Ponciano Díaz con tal obcecación que muy pronto fue “ista” del “torero con bigotes”. Conviene recordar una anécdota que lo pinta de cuerpo entero. Esto ocurrió el 15 de enero de 1888, fecha de la inauguración de la plaza de toros “Bucareli”. “A las tres de la tarde, Ponciano Díaz hacía su entrada triunfal entre grandes ovaciones, flores y palomas. Cantaron el himno, en que se ponderaba su valor y destreza, en tanto que la niña María Martínez le ceñía una corona de laurel, “entregándole un cuadro y una espada”. Dos niños vestidos de indígenas tlaxcaltecas, le ofrecieron obsequios, entre ellos un estoque con puño de plata, dedicado por el gremio de cigarreras, al que meses antes había regalado los productos de una corrida. La glorificación era interminable porque sucedíanse los obsequios. De los cielos aterrizó en aquel ruedo don Joaquín de la Cantolla y Rico en su globo monumental “El Vulcano”, poncianista rabioso quien “le obsequió con un paquete que no pudimos ver lo que contenía”. A propósito, este singular personaje produjo en Daniel Castañeda unos exaltados versos denominados VALONA de Don Joaquín de la Cantolla y Rico famoso aeronauta mexicano los que se reproducen a continuación: VALONA de Don Joaquín de la Cantolla y Rico, famoso aeronauta mexicano. Giraba por los setenta Y a todo trapo en el viento El trompo de los transcursos, Cuando –sin venir a cuentoDel cielo cayó al país Un niño que vino en globo Posando de cumbre en cumbre: Ni lo trajo la cigüeña, Ni siguiendo la costumbre Lo encargaron a París.

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Y como vino de arriba, En lugar de hacer barquitos Como todos los muchachos, Le dio por construir globitos Con engrudo y con papel; Y los inflaba con humo Soltándolos hacia el techo Y se pasaba las horas Espiándolos y en acecho Del más pequeño vaivén. Flotaban en el espacio Sus ideas por ir al cielo, O al menos por levantarse Algunos metros del suelo Que es nuestra eterna ilusión; Y así concibió el proyecto De estudiar como aeronauta Y adquirir conocimientos -Por experiencia o por pautaDando cuerda a su afición. Echó raíces muy hondas Su elevarse por los aires Y cual pájaro en las nubes Llegar hasta Buenos Aires O cualquier otra Ciudad; Pero amigos, lo de siempre, Cuando hay lumbre no hay pajuela, Cuando hay pa´carne es vigilia, Y entonces no había ni escuela Para aprender a volar. Tuvo que escoger carrera Y no encontrando otra pista Que acerque el cielo a la tierra, Se volvió telegrafista Del Sistema Nacional. Con estos antecedentes -Como aguacate en la ollaSe maduró el aeronauta Don Joaquín de la Cantolla, Que sin genio, fue genial. Popular y pintoresca Su inconfundible figura, Como una vara de pesca Levantada su estatura Más allá de lo normal, Larga y enjuta la cara, La nariz, y muy atrevida, Y en virtud de una caída Un ojo pequeño y negro

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El otro ojo de cristal.

D. Joaquín de la Cantolla y Rico, era de Ponciano muy su amigo y admirador. Fernando Benítez. LA CIUDAD DE MÉXICO, T. 6, p. 96.

El cabello muy escaso Tirando a calvo de plano, El valor hasta en los poros, El corazón en la mano Y la actitud liberal. Negra y alta la chistera, Y a propósito de tacos Pa´beber fue sibarita, Hecho un taco en su levita, Pa´comer no tuvo igual, Pues por gusto y por apuesta Tragó velones de sebo, Verdes cáscaras de tuna Y cascarones de huevo, Afirmando de verdad Que yendo todo a la panza

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-De la sopa a los frijoleslo mejor es la escamocha con coles y estoperoles en demócrata igualdad. En demócrata igualdad, Convencido hasta las cachas, Construyó un globo de manta Que a pesar de algunas tachas Juzgó pa´l caso eficaz; Le adaptó una canastilla Con mecates hechos greña, Lo llenó de humo caliente, Quemando trapos y leña Empapada en aguarrás. Así los preparativos Y escudriñando el Arcano, Por vivir de humo y de fango, Llamó a su globo “Vulcano”, Y en “Vulcano” se subió. Audaz y valientemente Y ya en la cesta de marras, Ordenó a sus ayudantes Que cortaran las amarras Y hacia el éter se elevó. Subió espantando palomas Y asombrando a los gorriones; Y con los pelos de punta Lo miraban los mirones Subidos en Catedral, O andando en la Plaza de Armas Como hormiguero espantado, Pues era la vez primera Que nuestro suelo estrellado Trataba con un mortal. Mientras “Vulcano” ascendía, La muchedumbre gritaba Con entusiasmo sincero Y Cantolla tremolaba La bandera tricolor. Así pasaron las horas, Mas perdiendo lentamente Su fuerza el humo y los gases, Por el rumbo del poniente Descendió el explorador. El Pueblo aplaudió a Cantolla Lo acomodó en carretela, Y quitando los jamelgos, Por calles, barrio y plazuela, Lo aclamaba con furor,

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Y una y cien veces subió Dándole alazo el ala, En unas con buena suerte Y en otras con suerte mala, Pero siempre con valor. Tuvo varios accidentes Notables y aparatosos, Pues nadie se halla seguro Si en los cielos borrascosos Soplan rachas al azar. Perdió un ojo, dos costillas, Sufrió herida tras herida Y en ocasiones aciagas Por nada pierde la vida En su empeño por volar. Sufrió sustos, sobresaltos Y triunfos y aclamaciones, Se cubrió de cicatrices, Que eran condecoraciones De su audacia y su actitud. Alternando con la Muerte, Una vez cayó en los Toros; Y otra vez en el Senado -En plena sesión de lorosles perforó el tragaluz. Cierta ocasión cayó envuelto Bajo su propio aparato Y salió como el Demonio: Negro, cambujo, mulato Y tiznado de carbón. En otra de tantas veces Se achicharró hasta el pellejo, Pues lo agarró la de malas Cayendo en el aparejo De una paila de jabón. En las fiestas de la Patria Fue número de programa Y el Presidente le daba -Con u pañuelo de lanaY en la Plaza de San Lucas La señal para ascender. Narraciones y aventuras Dictaba a los periodistas Y en El Siglo XIX, Se describen las conquistas Del rival de Montgolfier. Hubo vez en que les dijo: “Con un cielo tan hermoso

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Y en medio de nubes blancas, El arranque fue impetuoso Y el jalón fue de verdad; Pero yo prefiero estar Allá arriba y en mi globo Que en las luchas de la tierra, Lejos del hombre hecho lobo Y solo en la Inmensidad”. En memorable festejo Subió el globo y a caballo Descendió como de rayo Causando la admiración. Un último ascenso tuvo Con Braniff el deportista. ¡Y subió en el Centenario. Así fue este gran valiente Aeronauta mexicano, El de las fiestas del Pueblo, El del humor campechano Y la férrea voluntad. Derrochando simpatías, Lo imposible fue acicate De sus celestes empresas Y hasta su gran paliacate Gozó popularidad.57

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Armando de Maria y Campos: La navegación aérea en México. México, Compañía de Ediciones Populares, S.A., 1944. 196 p. Grabs., fots., p. 185-193.

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(LIII)

Página principal de La Patria Ilustrada, D.F., año VI, Nº 3 del 16 de enero de 1888. Un día antes se inauguraba la plaza de toros “Bucareli”, propiedad del torero Ponciano Díaz, convertido por esos días en ídolo popular, cuya mejor manera de ilustrarlo quedó reflejada en esta alegoría patriótica. El grabado es de José Guadalupe Posada. Colección del autor.

La ilustración de esta maravillosa portada, se le atribuye a José Guadalupe Posada. Recuérdese, sin embargo, que su llegada a la ciudad de México ocurrió en el curso de la segunda mitad de ese mismo año, con lo que se hace difícil –aunque no imposible-, darle dicha paternidad. Por otro lado, el conjunto nos muestra, por lo menos en doble sentido un patriotismo y un patrioterismo a ultranza, que no sabe uno si corresponde directamente a la cabecera del semanario o al personaje público que la enmarca. Y ¿es que quien era Ponciano Díaz? Veamos a continuación.

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PERFIL DEL TORERO-CHARRO PONCIANO DIAZ SALINAS. Ponciano Díaz Salinas nació el 19 de noviembre de 1856 en la famosísima hacienda de Atenco. Hijo de D. Guadalupe Albino Díaz González "El Caudillo" y de Da. María de Jesús Salinas. Pronto se dedicó a las tareas campiranas propias de su edad y de una ganadería de reses bravas. La fecha del 1º de enero de 1877 es considerada como la de su primera actuación “profesional” en Santiago Tianguistenco, aunque tiempo atrás lo había hecho informalmente, sobre todo en la hacienda de Atenco. Sus primeros maestros en el arte propiamente dicho son Bernardo Gaviño y José María Hernández "El Toluqueño".

Por su antigüedad, este es el primer cartel que he localizado con el nombre de Ponciano Díaz. Archivo Histórico del Estado de México. Fondo: Diversiones Públicas. Toros. Corresponde a la tarde del 1º de junio de 1879 en la plaza de toros de Toluca.

Imprescindible en los carteles se le contrata para estrenar la plaza de "El Huisachal" el 1º de mayo de 1881. Torea por todos los rincones del país y hasta en el extranjero pues en

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diciembre de 1884 actúa en Nueva Orleans (E.U.A.) y entre julio y octubre de 1889 lo encontramos en Madrid, Puerto de Santa María, Sevilla. En Portugal, Porto y Villafranca de Xira. Semanas más tarde, en diciembre torea en la plaza "Carlos III" de la Habana, Cuba. Precisamente en Madrid, y el 17 de octubre confirma la alternativa de matador de toros siendo su padrino Salvador Sánchez "Frascuelo" y el testigo Rafael Guerra "Guerrita" con toros del Duque de Veragua y de Orozco.

Cartel de la alternativa en la plaza de toros de Madrid. 17 de octubre de 1889.

Entre México y otros países sumó durante su etapa de vigencia y permanencia 713

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actuaciones registradas y comprobadas luego de exhaustivas revisiones hemerográficas, y a otras fuentes de consulta aunque esa cifra es muy probable que aumente como resultado de que muchos periódicos de la época o desaparecieron o simplemente no dejaron testimonio de su paso por lugares diversos de la provincia mexicana. Estrena su plaza "Bucareli" el 15 de enero de 1888. Nunca alternó con Luis Mazzantini más que en un jaripeo privado el 20 de enero de 1888 en la misma plaza.

La única vez que se les vio juntos fue en ese jaripeo, así como la ocasión en que Ponciano bajó al ruedo de la plaza “Colón”. .-“Fígaro” vuelve a ilustrar un interesante acontecimiento, en el que fue célebre el famoso abrazo que se dieron Luis Mazzantini y Ponciano Díaz en la plaza de toros de Colón, y que, calculado por Zúñiga y Miranda, y cronometrado por Cantolla y Rico resultó largo, muy largo. LO DE MODA.-CRÓNICA DE REDONDEL. El abrazo fenomenal de Ponciano y Mazzantini. DURACIÓN: 2 horas, 400 minutos, 25 segundos y un milésimo de segundo. (Cálculo de Zúñiga y Miranda; cronómetro de Cantolla). El Hijo del Ahuizote. Tomo III. Ciudad de México, domingo 15 de enero de 1888. Nº 106. (Col. del autor).

Fue el torero más representativo de lo nacional, mezclando sellos de identidad con los aceptados desde tiempos de Gaviño y luego con la llegada de otros españoles desde 1885, puesto que vestía de luces y mataba al volapié o hasta recibiendo, pero al parecer no quiso

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aceptar derrota alguna, a pesar de la campaña periodística en su contra y con una pérdida de popularidad que, como todo ser humano, ya no volvería a recuperar jamás. Han sido localizadas más de 50 muestras de versos, todas las cuales giran para celebrar o idolatrar a este personaje popular de fines del siglo XIX. Zarzuelas y juguetes cómicos tales como: "¡Ora Ponciano!", "Ponciano y Mazzantini", "La coronación de Ponciano", "¡Ahora Ponciano!', "A los toros", son otras tantas evidencias de la fuerza de que gozó el atenqueño. Bueno, hasta su nombre impreso en etiquetas servía para darle nombre a una manzanilla importada de España con la "viñeta Ponciano Díaz". Manuel Manilla y José Guadalupe Posada después de burilar sus gestas y sus gestos, se encargaban de apresurar en las imprentas la salida de "hojas volantes" donde Ponciano Díaz era noticia, quedándose mucho de estas evidencias en la historia que lo sigue recordando.

Cortesía de José Rodríguez.

De este personaje sui géneris se tienen un conjunto de historias que nos acercan a entender a un hombre de carne, hueso y espíritu lleno de conflictos internos, pero también lleno de los conflictos que por sí mismo generó alrededor del espectáculo, puesto que su tauromaquia llegó a saturarse frente al nuevo estado de cosas que se presentó a partir del año 1887, momento de la reanudación de las corridas de toros en la capital, pero también 205


momento en que un grupo de diestros españoles comenzó lo que vendría a considerarse como la etapa de “reconquista” taurina, encabezada, fundamentalmente por Luis Mazzantini. Para Ponciano, este acontecimiento marcó una sentencia definitiva, y aunque abraza aquel concepto establecido, prefiere no traicionar sus principios nacionalistas, llevándolos -hasta sus últimas consecuencias, como una mera enfermedad o deformación- hasta el momento mismo de su muerte, convirtiéndose en último reducto de esas manifestaciones. Pero además, ante todo aquello ostentó una capacidad como empresario que trajo consigo solo tragos amargos, lo cual acelera el repudio de sus ya pocos partidarios en la capital del país. Y uno más de los asuntos que también afectaron su carrera, “haciendo cosas malas que parecían buenas”, fue comprar ganado sin una procedencia clara, el cual terminaba lidiándose en su plaza de “Bucareli”. Dichos toros, o remedos de toros, eran mansos, ilidiables, pequeños en tamaño, lo que puso en evidencia la buena reputación que Ponciano había logrado luego de varios años de ser considerado el torero más querido de la afición mexicana, y de ser un “mandón”, tuvo que refugiarse en plazas provincianas para seguir haciendo de las suyas por aquellos rumbos. Lástima que su fama se convirtiera en infortunio, y lo que pudo ser una trayectoria llena de pasajes anecdóticos de principio a fin, solo se conservó fresca y firme durante unos 15 años. Luego, todo se dejó llevar por esas incongruencias en las que cayó, probablemente, víctima de su propia fama, o de su propio deseo por demostrar que un torero de su naturaleza podía efectuar, además, como empresario o como contratista de toros. Ponciano Díaz Muere el 15 de abril de 1899 con lo que con él también muere la expresión del toreo a la mexicana. Lo recordamos con un ¡¡¡Ora Ponciano!!! grito de batalla y exaltación lanzado por los aficionados de su época, que estremecía las plazas donde se presentaba el atenqueño.

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(LIV) MARÍA AGUIRRE “LA CHARRITA” MEXICANA, FUE EN EL SIGLO XIX UN “GARBANZO DE A LIBRA”. El 30 de diciembre de 1963, muere María Aguirre La Charrita Mexicana. Cerca de cumplir un siglo de vida, habiendo nacido en 1863, le dedico a continuación la siguiente semblanza.

María Aguirre (1865-1963) decidió seguir una línea poco común en cuanto a la presencia que la mujer tuvo en México a finales del siglo XIX, asumiendo y haciendo suyo por tanto un papel protagónico donde la podemos ver participando activamente en quehaceres al parecer solo privativos del sexo masculino en eso de montar a caballo y realizar suertes arriesgadas. Había estupendas actrices, cantantes, autoras, pero una que se distinguiera manejando las riendas, sentada al estilo de las amazonas, y colocando un par de banderillas a dos manos, como lo muestra el impecable grabado de José Guadalupe Posada, francamente era un “garbanzo de a libra”. De ahí que la “Charrita mexicana” escalara rápidamente hacia una cima, en la que, si no se mantuvo por mucho tiempo, lo hizo en cambio con bastante consistencia.

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José Guadalupe Posada. Un par de banderillas a caballo colocado por “La Charrita mexicana”. Grabado en relieve de plomo. Fuente: Carlos Haces y Marco Antonio Pulido. LOS TOROS de JOSÉ GUADALUPE POSADA. México, SEP-CULTURA, Ediciones del Ermitaño, 1985.

Esposa en primeras nupcias con Timoteo Rodríguez.58 El “acreditado artista” Timoteo Rodríguez era un consumado gimnasta, que para eso de los “trapecios leotard, el bolteo en zancos o los grupos piramidales” en que participaba no tenía igual, pues era de los que arrancaban las palmas en circos como el de la INDEPENDENCIA, ubicado en la calle de la Cruz Verde Nº 2. Precisamente, el admirable vuelo conocido con el célebre nombre LEOTARD, fue la última invención de este, suerte ejecutada por un solo individuo en dos trapecios, lo cual “causa admiración y sobresalto ver al artista salvar tan largas distancias cual lo puede hacer solo un ave”. A la muerte de este, ocurrida luego de padecer una cornada el 10 de marzo de 1895 y en la plaza de Durango, festejo a beneficio de su esposa, cornada que le causó un toro de Guatimapé. Por alguna razón, que llamaría descuido, se declaró la gangrena con tal rapidez que 4 días después falleció el que fue acróbata y torero María actuaba como amazona en el circo “Toribio Rea”, donde conoció a Timoteo Rodríguez, casándose con él hacia 1885. Montaba de amazona y ponía los dos palos a la vez, con una mano, a la media vuelta. 58

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al mismo tiempo. Curada la herida de la primera viudez, María casó una vez más, ahora con el cubano José Marrero, quien ostentaba el remoquete de “Cheché”. Este era otro torero de la legua, por lo que pronto se entendieron. Ambos continuaron sus andanzas, sobre todo al norte del país, sin dejar de hacerlo también en más de alguna plaza del centro del país. La vigorosa ejecución de tan arriesgada suerte, el buril firme y seguro de Posada hacen que el resultado de la colocación de ese par a dos manos desde el caballo, siga levantando carretadas de ovaciones, a más de un siglo de haber ocurrido. Cuarenta años después, una guapa peruana recuperó –con otro estilo- la presencia femenina en los ruedos. Me refiero a “Conchita” Cintrón, de la cual se guardan gratos recuerdos. Una calavera le fue dedicada en 1894 así: La Charrita. La cojió un toro de Atenco al poner las banderillas y al caerse del caballo se deshizo la Charrita.

María Aguirre “La Charrita Mexicana” en una de tantas imágenes ya en plena época madura. La Lidia. Revista gráfica taurina. México, D.F., 26 de febrero de 1943, Año I., Nº 14.

Un año más tarde, la prensa trataba su caso en los siguientes términos: Con motivo de un posible viaje por parte de María Aguirre a España, el Suplemento a El Enano, Madrid, del 18 de julio de 1895, p. 4, expresaba lo siguiente: De El Arte de la Lidia, de México:

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“Es un hecho que en este año, emprenderá viaje a España con el objeto de trabajar en las principales plazas de la Península, la popular y aplaudida Charrita mexicana, María Aguirre de Marrero. En su viaje le acompañará su esposo el valiente matador de toros José Marrero “Cheché”, quien piensa tomar la alternativa en Madrid para después regresar al país”. Ya verá la Charrita y ya verá Cheché que aquí los cornúpetos no son de Guanamé.

Hela aquí, brotada por obra y gracia de José Guadalupe, reproducida en este maravilloso grabado quizá bajo el modelo de algún retrato o tarjeta de visita, pues las características del telón de fondo así lo dejan abiertamente manifiesto.

Todavía, a principios de siglo XX, María Aguirre seguía actuando con cierta frecuencia, hasta que su nombre poco a poco fue perdiéndose… Con los años, algunas publicaciones periódicas, como Revista de Revistas la “desempolvaron” del olvido, trayendo desde aquel territorio, y en varias entrevistas de nuevo a la “palestra” a quien fuera famosa amazona, esposa de dos toreros, Timoteo Rodríguez y José Marrero, a quienes vio morir con motivo de percances en el ruedo con muy pocos años de diferencia. Así, la valiente “charra” fue soportando la vida, hasta que, llegado el año de 1963 y casi con un siglo de vida, terminaron sus días, rodeados de recuerdos y amarguras… 59 El presente texto, proviene de mi libro (inédito): “Las Nuestras. Tauromaquia mexicana con toque femenino (Desde los siglos virreinales y hasta nuestros días)”. Serie: Aportaciones Histórico-Taurinas Mexicanas Nº 77, 2. 59

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(LV) ANTONIO MONTES y VICO. IN MEMORIAM. 13 DE DICIEMBRE DE 1907-13 DE DICIEMBRE DE 2013. Va hoy, 13 de enero de 2013, el homenaje a esta gran figura, quien estuvo en nuestro país durante varias temporadas, a principios del siglo pasado. Tuvo que llegar la fecha infausta del 13 de enero para que “Matajacas” de Tepeyahualco, le asestara mortal cornada para que a partir de ese momento, ese gran diestro se convirtiera en una leyenda. Parte de ese testimonio es el que ahora reúno en esta semblanza. Tanto Marcial Fernández como un servidor preparamos, en 2002 un libro en coautoría que denominamos: Los Nuestros.60 Dejamos testimonio de un sinfín de matadores de toros que, a nuestro juicio hacíamos “nuestros” por muchos significados. Entre otros, Antonio Montes, ingresó a la nómina en estos términos:

Y la poesía, la poesía popular y aquella otra cuya manufactura y creación provino de otras tantas plumas, ¿qué le canta al sevillano? Pues bien, trayendo una vez más, diversos materiales que provienen de mi trabajo Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos Subserie: Curiosidades taurinas de antaño, exhumadas hogaño, y otras notas de nuestros días, Nº 26. 325 p. Ils., fots., grabs., facs. 60 Marcial Fernández (seud. Pepemalasombra) y José Francisco Coello Ugalde: Los Nuestros. Toreros de México desde la conquista hasta el siglo XXI. México, Ficticia, 2002. 215 p. Ils., retrs., fots.

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XVI-XXI, encuentro las siguientes muestras de veneración, y donde cada una demuestra el dolor de su partida. 1907 TRISTÍSIMOS RECUERDOS DE ANTONIO MONTES MATADOR DE TOROS, MUERTO EN MÉXICO EN 1907 Desgraciado Antonio Montes! la malhora le ha llegado, que aquí en nuestra plaza “México” un toro lo ha despachado. Cuando salió de Sevilla grandes lágrimas lloró, y ya en la escala del buque de España se despidió. El trece del mes de Enero que era domingo en la tarde, le cogió a Antonio Montes el toro para matarle. Médicos no le faltaron a Montes junto a su lecho, pero no pudo vivir pues el mal ya estaba hecho. En su breve testamento Antonio les encargó que se llevaran su cuerpo para Sevilla veloz. Al saber su pobre madre el accidente tan cruel, lloró lágrimas amargas tan amargas como hiel. Le hicieron sus funerales en el Panteón Español, y hasta coronas tenía y de ceras un montón. parece que sobre Montes había alguna maldición, pues que su cuerpo ha quedado toditito hecho carbón. Cuatro cirios alumbraban el féretro a medio arder, encontrándose distantes del catafalco muy bien. A las seis de la mañana del veintitrés de este Enero, el señor Pedro Gutiérrez avisó por teléfono. también al Presidente de Beneficencia Hispana, comunicó la noticia

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del fuego con grande alarma. La autoridad acudió para el hecho esclarecer, y horrorizados quedaron de lo que pudieron ver. Las llamas consumido habían la mesa y el buen cajón, y sobre el suelo mirábase informe y denso montón. El mismo señor Gutiérrez provisto de regadera trata de apagar violento aquel rescoldo que humea. También ya estaban ardidas las coronas que pusieron, en los grandes funerales que al pobre Montes hicieron. El Prefecto de Tacuba ordenó pronta aprehensión, de dos de los veladores y del Administrador. Uno de los veladores fue quien notó el accidente a las seis de la mañana del veintitrés del presente. Los aprehendidos dijeron que la culpa no tenían, pues que alguno de los cirios al catafalco caería. El pobrecito de Montes perdió mucho de la cara, porque la piel por entero se notaba bien tostada. Los ojos se destruyeron y solo tenía dos pozos, y el pie izquierdo separado muy próximo de su tronco. En resumen aquel cuerpo con aquella combustión, parecía lo habían formado con cisquito de carbón. Además el buen barniz que cubría bien al muerto, barniz con que le untaron en el embalsamamiento.

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Los veladores González y Ávila estaban pagados para cuidar el cadáver con dos pesos duros diarios. Y sin embargo de aquesto no notaron el siniestro, se durmieron de seguro al velar al pobre diestro. Se cree que las causas fueron por ejemplo que la llama, de alguno de aquellos cirios comunicara a las tablas. Todas son pues, conjeturas y no se sabe realmente, la causa que ocasionó aquel terrible accidente. Mandóse hacer otra caja idéntica a la quemada, para los restos de Montes y mandarlos luego a España. Fuentes y Torres costearon misa de réquiem cantada, y allá en Santo Domingo tuvo efecto en la mañana. Todos, todos los toreros se encuentran horrorizados, de aqueste acontecimiento que es deveras tan extraño. El número 13 se halla en los actuales sucesos, el 13 fue la corrida y eran 13 los toreros. Tiene el nombre 13 letras de Antonio Montes el diestro, el día 13 cae su santo y 13 sus lances serios. Abunda el número 13 y aunque sea supersticioso, en 13 le cogió el toro y luego… se hizo carbón. 1907

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ROMANCE DE ANTONIO MONTES Antonio Montes y Vico, el sevillano rondeño, sin cascabel ni alegrías, grave, profundo y severo, fundido en el clasicismo, sin tonos churriguerescos; toda verdad y energía, fuiste de Pedro Romero, el reflejo más exacto, en estos tiempos modernos. Nada supiste de adornos ni de correr bullanguero, ni de faroles y largas, mariposas ni galleos, de abanicos y mandiles, de serpentinas ni quiebros; pero sí fue tu verónica del lance esencial modelo que llevaba en su desmayo, todos los lánguidos dejos del árabe primitivo, en que Ronda tejió sus sueños y fue más lanza que caña en las justas y torneos. Tu corazón era bronce y tu voluntad acero; corazón y voluntad, que animaban su toreo, firme como el corazón, cual la voluntad entero; ceñido a lo más preciso, sin punto de más ni menos, pero guardando constante medida y ritmo perfectos, por lo que, si pierde en gracia, gana en hondura y misterio. Era tu muleta un ritmo, como tu espada fue un cetro, e igual que todo lo grave no ganabas al momento la admiración de los públicos ni las simpatías del pueblo. Era preciso gustar, varias veces tu toreo, para notar el sabor, a clasicismo perfecto, que como especias de Oriente sazonaban tu sereno gesto, y labraban constantes

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los perfiles del recuerdo. Tan dramático tu arte, como fue tu sino adverso, lo que otros lograron pronto, tardaste tú en obtenerlo, pues no es condición humana, rendir su tributo al mérito. ya consagrado y famoso, gozando de un primer puesto, a refrendarlo viniste ante el público de México, y entre Fuentes y “Bombita”, estrellas de entrambos cielos, lo mismo aquí que en España, brillaste como un lucero. Hasta que una tarde triste, su fecha, trece de enero, surgió la siniestra traza de un toro, que en el encierro, desentonaba por basto, por cornalón y por feo. se llamaba “Matajacas”, y Montes exclamó al verlo, un ¡ojalá no me toque!, que fue una frase y un rezo. Pero implacable la suerte se le mostró en el sorteo a Antonio, y fue “Matajacas” el que le tocó primero. Preocupado llegó Montes, más en cuanto pisó el ruedo, y oyó vítores y aplausos, volvió a ser aquél sereno triunfador de adversidades que nunca se rindió al miedo. “Matajacas” en la arena demostró su torvo genio, pero el capote de Montes le detuvo con empeño y la res, sino vencida quedó dominada, al menos. Ya sonaron los clarines y los timbales al viento dando la señal de muerte. ¡Muerte de toro o torero! “Matajacas” en las tablas, defiende su vida fiero, y Montes, con la muleta, tiende a destroncar el cuello

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del animal que afirmaba con su maldad y recelo, los juicios de quienes antes, se horrorizaron al verlo. Por fin el valor de Montes, se hace de la bestia dueño, y ya igualmente en las tablas, la ataca a volapié neto. la estocada es formidable, y el toro corta el resuello, mas “Matajacas” traidor, sabe la esgrima del cuerno, y para dar la cornada al infortunado diestro pone su peor intención, junto a su postrer esfuerzo. El espada mal herido y la lucha con la muerte entablan famosos médicos. la muerte los vence al fin y el dieciocho de enero de mil novecientos siete exhala el último aliento Antonio Montes y Vico, el sevillano rondeño que sus públicos más fieles, tuvo en Sevilla y en México. Anónimo 1907 La sensacional cogida y muerte del famoso torero español Antonio Montes. (1907) El trece del mes de enero de mil novecientos siete un toro tepeyahualco a Montes le dio la muerte. Sucedió en la plaza “México” esta tremenda desgracia el trece del mes de enero, de las fechas la más mala. La plaza estaba repleta y comenzó la corrida a las horas de costumbre con formalidad debida. Fue el primer toro jugado

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sin ninguna novedad, y Montes el descabello le clavó sin vacilar. Llega ya el segundo toro muy renegro y muy abierto, tres verónicas dio Montes y al último dos galleos. Aquí principió de malas pues el toro le cogió, y en los aires fue lanzado pero nada le pasó. Los picadores bien le pican al toro tepeyahualco, y escuchan bastantes palmas llenándolos de entusiasmo. “Blanquito” le pone luego de banderillas un par y entra Montes al segundo comenzándole a torear. Pero lo encuentra acostado puesto del lado derecho y ya se teme un percance y todos ven con acecho. El toro en momento dado de la cogida mortal pues a Montes lo derriba y lo recoge brutal. Lo balancea en las astas y Montes vuelve a caer, pasando a la enfermería sin poderse ya valer. Y continuó la corrida según costumbre, lo mismo, como si nada pasara ni hubiese ningún herido. Hubo muchas, muchas palmas para “Antolín” y “Triguito”, lo propio para Ricardo y Fuentes toca el morrillo. Casi todos los toreros esta tarde tienen palmas, y gozan emocionados mientras Montes …¡en la cama!

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Que fue la mejor corrida de toda la temporada, dicen muchos; mas la peor para Montes, ¡Qué desgracia! La cogida fue muy grave; la herida fue por el vientre, curándole los doctores Cuesta Gama y Villafuerte. Esa tarde muy contento Antonio Montes se hallaba, ¿quién se lo había de decir que la muerte le acechaba? Siguió ya muy grave el lunes y el martes, pues fue lo mismo, el miércoles por la noche fue terrible para el herido. Casi nada se quejaba y casi ni se movía. En postración se quedó, preludiando la agonía. El jueves en la mañana tuvo alta temperatura y extrema debilidad, que tantos males augura. La herida los doctores volvieron a inspeccionar; y duda ya no les cupo que Montes iba a expirar. El cuerno quebró ese hueso que de la “colita” llaman, y penetró para arriba llegando a la espina iliaca. Eran las dos de la tarde y el estado del torero ningún cambio había tenido: estaba ya casi yerto. En cuarto del Hotel “Edisson” el herido se encontraba, y en el patio los toreros que siempre le acompañaban. Todos querían informarse del estado del paciente,

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temiendo ya con razón de una hora a otra el accidente. A las cuatro de la tarde fijaron un cartelón en las ventanas de allí, dando así la prevención. Decía que era gravísima la situación del enfermo, pero que podría salvarse sin embargo de todo eso. El viernes al medio día Montes hizo testamento, ante todo declarando a España llevar sus restos. A su amante deja Montes la suma de tres mil pesos, un anillo y un prendedor que siempre usaba en el cuello. El resto de su fortuna es una finca en Utrera, otros fondos en metálico y alhajas de lo muy bueno. Grace es la amante de Montes y natural de Chicago, la cual sufre horriblemente por el trance tan amargo. Como a las seis de la tarde sufrió un síncope el paciente, y dijo que había soñado comer muy buenos bistekes. Fijaron otros carteles diciendo la gravedad y a las ocho de la noche la muerte era de esperar. Entró luego la agonía y el lecho fue rodeado por muchísimos toreros con ademán agitado. Por término de un momento fue el silencio sepulcral, el silencio de la muerte se extendió en aquel lugar.

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Dos o tres veces Antonio intentóse incorporar, pronunciando allí incoherentes algunas palabras ya. Sólo escuchársele pudo estas frases singulares: “En muy buena me he metido” “Me voy, me voy a otros lares” A Joaquín García Elorz dirigió aquestas palabras que fueron pues ya las últimas de aquel torero de fama. Las nueve y cinco minutos de la noche de este jueves, Antonio Montes murió como lo hacen los valientes. García cerró los ojos a aquel diestro infortunado, y se fijó un cartelón dando aviso del fracaso. Los restos de Antonio Montes fueron luego embalsamados, y en el Panteón Español quedaron depositados. El veinticinco de enero será llevado a Sevilla, para que allí le sepulten según Montes dijo en vida. México siente la muerte con toda sinceridad del primer torero Montes y nunca lo olvidará.

Y desde luego, la reproducción de algunos otros versos, también de 1907 a la que siguió y sigue siendo una de las tragedias más recordadas en el toreo de los comienzos del siglo XX: la de Antonio Montes y Vico en recuerdo que hicieron de él Antonio Vanegas Arroyo y José Guadalupe Posada.

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1908 A Antonio Montes. La afición recordará De aquel siglo diecinueve, Y el veintitrés de diciembre El año novenda y dos. En el barrio de Triana Nació un valiente torero; Por su arrojo y valentía Fue siempre de los primeros. A México se marchó Donde tuvo un gran cartel, Unido a sus compañeros Sin saber si iba a volver. Era el día trece de enero La tarde que toreaba El valiente Antonio Montes En la plaza mexicana. El valiente Antonio Montes Cuando embarcó en la Estación, Se despidió de los suyos Y parte de la afición. Antes de partir el tren Que a Cádiz se dirigía, La madre con gran cariño A su hijo le decía. -A México se que vas, Adiós querido, del alma, A ver si pronto me escribes De la tierra mexicana. Cuando a México llegó En unión de su cuadrilla, Todo el mundo lo aplaudía Diciendo: ¡Viva Sevilla! Todos vieron el programa Incluso las señoritas, Que mataban alternando: Fuentes, Montes y “Bombita”. Llegó el día de la corrida, Aquel día tan funesto; Para la afición taurina Fue un profundo sentimiento. Los toreros en la fonda Al punto se prepararon, Y en amigable campaña A la plaza se marcharon. Hubo un hecho terrible En aquel circo taurino. ¡Quién había de decir Que allí había un toro asesino!

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Dieron suelta al “Matajaca”, El cual se hallaba en los medios, Le dio unos cuantos pases Que todos lo aplaudieron. Fue a tirarse a matar Olvidándose de todo. Y el valiente Antonio Montes Fue cogido por el toro. Sevilla, 1908.

Antonio Montes, en retrato de cuerpo entero. Fotografía de la época. Col. del autor.

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1933 TARDE DEL TRECE DE ENERO... (A Ricardo Noriega) En el huir de los años no escapas a mi recuerdo, tarde infantil y solemne, tarde del trece de enero de mil novecientos siete... Yo quería ser torero, y me enfadaba llevar boina azul de marinero -de marinero de tierracon dos listones al viento, las pantorrillas al aire, y sin manchas el vestido de niño decente y bueno. ¿Recuerdas, madre? Querías hacer de mí un ingeniero. Capas rojas, gritos roncos, ruge el toro como un trueno, y arde el sol en los caireles con vivo chisporroteo. Fuentes, Montes y “Bombita”. ¡Parpadean tres luceros en el cartel de las nubes! Antonio Fuentes, maestro; a Montes, cara de cura, le enviaba valor el cielo; Ricardo Torres “Bombita”, alegre y zaragatero. ¡Si parece que fue ayer, tarde del trece de enero!... “Mátale de prisa, Antonio”, dijo Fuentes, el maestro. y Montes entró, despacio y el toro le hundió su cuerno. Mis diez años se pararon trémulos de asombro y miedo, cuando el toro cogió en tablas al pobrecito torero. Congoja, tristeza y luto. las cuadrillas hablan quedo, y sollozando la tarde crespones cuelga en su pecho. “¡Se muere Montes, se muere!”,

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en voz baja dice el viento. cristiana la noche enciende cuatro dorados luceros. Mató un toro a Antonio Montes, ¡Madre, ya no quiero ser torero! Armando de María y Campos. 1997 ANTONIO MONTES Cara de cirio de iglesia. Terrible y profundo ceño ojos que el sol no sostiene corazón de pecho entero Antonio Montes espera quién saber qué toro negro. Pedro Garfias.

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(LVI) LA PRESENCIA INFANTIL EN LAS CORRIDAS DE TOROS.61 El afán abolicionista que se tiene hoy día pretendiendo prohibir las corridas de toros encuentra, entre sus diversas acciones una, que se concreta a evitar la presencia de los niños en las plazas. Dicen, los adultos que hablan en su nombre, que los niños se crean escenarios catastrofistas que habrán de marcar sus vidas, sobre todo por el hecho de que ellos, como los adultos son testigos, durante el transcurso de la lidia de la crueldad y la muerte de los animales. Yo no sé qué tanto de cierto sea esto (sobre todo cuando el proceso ha sido la construcción milenaria o centenaria de esa expresión), pero sí estoy convencido de que los niños, a esa edad son capaces de concebir ideas totalmente distintas a las que tenemos los adultos, pero en el caso de los padres, si estos complementan el ambiente con una información correcta, me parece que no habrá ningún problema en que la procesen y la asimilen. Si nos atenemos a lo que significa el conductismo, podremos entender que este y sus antecedentes filosóficos, se basan en el determinismo o realismo científico. Se sostiene que el hombre es la combinación de su herencia genética y de su experiencia en la vida, excluyendo variables filosóficas tales como "intencionalidad innata”, "alma" y otros elementos. Muchos de quienes ahora acudimos a una plaza, fuimos de la mano de nuestros padres a una plaza de toros, y ellos se concretaban a decirnos lo que sabían (nosotros, de niños, a comprender lo que entendíamos), hasta que llega un momento en que la razón explícita de la corrida de toros empieza a ser entendida, sin más. Si se manejan casos aislados, que los hay, en los que los padres pueden dar versiones totalmente exageradas o manipuladas, agregando a ello juicios o prejuicios de valor, es posible que el niño así lo entienda, pero no pasa nada. En todo caso uno de niño, seguramente pudimos ver en los toros cosas totalmente diferentes a lo que para algunos es una exageración, manipulación o especulación de la realidad. En todo caso, son los especialistas (de preferencia pedagogos) quienes deben hablar y decirnos si esto es correcto o no. El intervencionismo por 61

Este material lo publiqué en la serie ya indicada, así como en el capítulo también señalado, como parte de un trabajo que hoy día se encuentra disponible en opción de libro electrónico. En labor conjunta con Oskar Ruizesparza, responsable de la página de internet “México mío. Editorial” (http://www.mexicomio.com.mx/), se publica, a partir del 14 de enero de 2013 el título, como libro electrónico: ILUSTRADOR TAURINO MEXICANO (Primera parte). 185 p. Fots., ils., grabs. Puede consultarse en la siguiente liga: http://www.mexicomio.com.mx/pages/gran_plum/dig.php?lbr=c3 (p. 48-55).

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conveniencia por parte de algunos grupos que pretenden extirpar los toros como espectáculo, y de este excluir a los niños por no convenir a sus intereses, que va en detrimento de su apreciación cognitiva, lo que en todo caso tendría que ver con parte de lo que será su formación camino a la adolescencia o la etapa adulta, significa hoy día parte de la estrategia persuasiva que sigue operando a través de ciertos agentes perfectamente posicionados, quienes realizan una labor no sólo estratégica. Sino evangelizadora que les viene muy bien, hasta convertirlos en auténticos “mesías”.

David Rincón Gallardo pintó “Imitando a los ases”.

Como el tema de esta serie tiene que ver con la presencia infantil en las corridas de toros, antes de continuar con los casos de algunos toreros como: Luis Miguel Dominguín, Eloy Cavazos, Juan Pedro Galán, Manolo Mejía, Julián López “El Juli”, José Tomás o los integrantes de la dinastía Llaguno, por mencionar los más emblemáticos, quiero ocuparme en esta ocasión citando algunas de las publicaciones que han hecho las delicias de niños… y grandes en el campo de la literatura. En ese terreno, las que existen son de diversa índole y contenido, por lo que tratando de no ser selectivo sino con propósitos más de compartir que otra cosa, voy a presentar algunas a mi alcance.

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Esta es la ilustración de una colección de impresos que salieron del taller de Antonio Vanegas Arroyo a principios del siglo XX, ilustradas todas ellas por José Guadalupe Posada. La serie, bastante larga por cierto, se denominó “Galería del Teatro Infantil”. Col. del autor.

Aquí otra muestra del extenso quehacer de la pareja Vanegas Arroyo-Posada, quienes dejaron para la posteridad un trabajo inmenso, que no hizo menos a los niños. Col. del autor. 230


Cuadernito de estampas coleccionables, que salió publicado hacia la quinta década del siglo XX, y que para muchos se convierte en aquella entrañable acción de intercambio bajo la consabida frase de “Sí, sí, lo tengo, lo tengo… no lo tengo, no lo tengo” y que implicaba momentos de gozo inmenso. Col. del autor.

Francisco R. García Reyes es el autor de un pequeño cuento, en el que “Venadito” es el protagonista principal, toro que podemos conocer desde sus primeros momentos al ser parido por la vaca, hasta su llegada a la plaza. Col. del autor.

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¿Y qué me dicen de este cuaderno para colorear? HACES, Carlos y Marco Antonio Pulido: “LOS TOROS de José Guadalupe Posada”. México, Ediciones Ermitaño, 1985. s/n. Ils. grabs. (Ediciones del Ermitaño).

Un cuento ilustrado, texto sencillo y ágil, que nos relata la vida del “toro fiel” en el campo y su consiguiente traslado a una plaza, donde demostró bravura ejemplar. Col. del autor.

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Recientemente fallecido, Gaspar Henaine “Capulina” conocido por varias generaciones como el “Rey del humorismo blanco”, fue llevado a los cuentos de historietas, como el que se publicó en 1976…

…de igual forma, esta otra, formó parte de la serie “Aventuras de Capulinita”, cuento que, por su tamaño podía caber en la bolsa de la camisa. Col. del autor.

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En La Jornada, del 19 de junio de 1999 y en la sección “uno, dos, tres por todos” se presentó un interesante juego denominado “Ayúdame a vencer al MINOTAURO”, donde los responsables de dicha sección infantil, se encargaron de dar un esbozo y explicación sobre quién fue el Minotauro, pero también Ariadna y Teseo. Col. del autor.

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Infaltable un texto de Rafael Alberti, publicado por CONACULTA, en su serie “Botella al mar”, edición destinada y dedicada a los niños, donde figuran poemas dedicados a toros y toreros. Si alguno de los lectores está interesado en conocer más al respecto de este tema de las publicaciones, dicha información, puede ser visualizada en la página: http://www.bibliotoro.com/.

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(LVII) ESTE PASAJE NO ESTA ILUSTRADO POR POSADA, PERO SÍ POR MANILLA. 62

El 20 de mayo se recuerda la ceremonia de alternativa que recibió Leopoldo Camaleño en la plaza de toros de Mixcoac, con el siguiente cartel: PLAZA DE TOROS “MIXCOAC”, DISTRITO FEDERAL. Domingo 20 de mayo de 1894. Inauguración de la plaza. José Centeno, Juan Moreno “El Americano” y la alternativa de Leopoldo Camaleño, con 6 toros de Atenco y San Diego de los Padres.63

62

Disponible mayo 28, 2013 en: http://ahtm.wordpress.com/2013/05/19/alternativa-de-leopoldo-camaleno-mayo20-de-1894/

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La escasa información al respecto por ahora, se reduce a ciertos datos aparecidos en La Patria, D.F., del 22 de mayo de 1894, en cuya página 2 se tiene la oportunidad de encontrarse con la columna “Revista de espectáculos” de la que leemos lo que sigue. El domingo ha sido una continua fiesta tauro-trágica-dramática y lírica. Los toros fueron los que llevaron a Mixcoac gran concurrencia, aunque no la que se esperaba, dado el entusiasmo que parecía reinar por el restablecimiento del permiso para que se verifiquen las corrida. Ello es que las entradas costaban un ojo de la cara, y si hemos de ser justos, no está en relación el precio con la bondad del espectáculo. No cabe duda que la cuadrilla Centeno, es trabajadora y sabe cumplir, pero los toros que se lidiaron en la corrida del domingo y que pertenecían a la ganadería de Atenco, desdijeron mucho de su fama, pues casi todos ellos aunque de bravura y de pies, son de menguada estampa y se van al bulto. Desgraciadamente, la corrida de que tratamos, se señaló por una continuada serie de percances, algunos de ellos irreparables. Salió el primer bicho, y al quererle pasar los pies el Americano, sufrió una tremenda cogida de una gravedad tal, que desde luego fue retirado a la enfermería, donde el médico que lo reconoció manifestó que era difícil que se salvara. Sería prolongar demasiado esta crónica hacer una descripción suscinta de ella. Baste decir que Centeno y Camaleño que recibió la alternativa, se portaron como veremos. Centeno, en los tres toros que estoqueó, estuvo feliz, especialmente en el quinto que fue el de la tarde, pues se prestó perfectamente a todas las suertes. En pases de muleta se distinguió Centeno. En parear se distinguió Cortés,64 que ha dado pruebas de que es torero y sabe lo que trae entre manos. Camaleño mató al segundo y cuarto. Al empuñar los trastos para matar a aquel, sufrió la primera cogida que fue sin más consecuencias que una herida… al pantalón.65 Con coraje y valentía siguió la faena y dio al bicho una media estocada que le hizo caer, rematando el puntillero. El sexto toro debió haber sido estoqueado también por Camaleño, pero no fue posible, porque sufrió una cogida que tuvo consecuencias, recibiendo una herida cerca de la ingle, que aunque no es de gravedad, lo dejó inútil. Centeno tuvo que matarlo, pero desmoralizado por tanta desgracia, no pudo dar más que pinchazos que echaron al cornúpeto, rematando el cachetero. La gente montada, de desgracia también. Mota sacó una contusión.66 A otro picador,67 le atravesó un pie el toro, que habrá que amputárselo. En resumen, la corrida no se puede decir que haya sido mala, pero desgracias sí las hubo. La presidencia en algunos casos desacertada, como cuando mandó tocar a banderillas estando un picador en suerte. Por lo demás, pasadera.

La reseña anterior se encuentra colmada de datos interesantes. Entre otros, nos confirma la alternativa que recibió Camaleño, personaje cuyo perfil he tenido la oportunidad de conocer, gracias a la consulta que me remite hasta “La voz de río seco.com”, página virtual

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Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 221. 64 Probablemente el autor de la crónica aluda a León Prieto Cortés. 65 Dice “pantalón”… Debe decir, “taleguilla”. 66 Quizá se trate de José María Mota 67 Se trata de Irineo García

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de la que es responsable Teresa Casquete Rodríguez, Historiadora del Arte, y de la cual me permito traer hasta aquí lo que de su trabajo resultó una grata información. También es de mencionar el apunte que complementa las notas de Teresa Casquete Rodríguez, y que corresponden a la labor de Ángel Cabello Rubio, quien realizó un auténtico rastreo sobre este misterioso personaje, del que por ahora, sólo se cuenta para ilustrar, el par de imágenes que sirvieron para elaborar el registro de entrada a nuestro país, mismo que fue elaborado en 1937 por las autoridades de la Secretaría de Relaciones Exteriores. LA VOZ DEL AYER. UN RETRATO DEL TORERO RIOSECANO LEOPOLDO CAMALEÑO. Es fantástico el trabajo que están realizando los Archivos Estatales en los últimos años con la digitalización de sus fondos. Gracias a esta labor muchos historiadores que vivimos alejados de sus sedes, podemos continuar con nuestras pesquisas y encontrar de vez en cuando entre los cientos de miles de documentos guardados, curiosidades históricas relacionadas con Rioseco como ésta que se incluye ahora.

Imagen que aparece en el portal de la colega Teresa Casquete Rodríguez, Historiadora.

Dentro de las fichas de los emigrantes españoles a Sudamérica, nos topamos con la del torero riosecano, Leopoldo Camaleño, del que apenas conocíamos unos pocos datos gracias al libro de Alberto Pizarro “De Enríquez a Manrique…”. La fotografía no es de gran calidad, pero los datos que guarda este registro nos aportan un mayor conocimiento de su biografía,

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a los que podemos unir los conseguidos a través de un pequeño rastreo por las hemerotecas de Méjico. Leopoldo Camaleño Obregón nació en Medina de Rioseco un día de San Juan de 1868, hijo de Gabriel y Jacoba, siendo bautizado en la parroquia de Santa María. Los apellidos no son oriundos de nuestra ciudad, por lo que es fácilmente deducible que sus padres eran inmigrantes en el Rioseco de esos años. En 1882, se trasladó a Méjico junto a un hermano suyo, llegando al puerto de Veracruz el 22 de enero de ese año con apenas 14 años de edad. Comenzó trabajando de empleado de comercio en una empresa, pasando más tarde a desempeñar el puesto de cajero en otra diferente. Su actividad taurina tuvo su inicio como banderillero, tomando la alternativa el 20 de mayo de 1894 de manos de José Centeno. Además de éxito como matador gozó en este país americano de un no menor reconocimiento social, que le llevó a actuar incluso en una obra musical -un sainete lírico titulado Niña Pancha-68 en el que Camaleño hacía el papel principal. También fue el inspirador de la personalidad de Jarameño, en la novela de Federico Gamboa, Santa y se le dedicó un corrido mexicano titulado La alternativa de Camaleño, que comienza en sus primeras estrofas diciendo: A Leopoldo Camaleño Le tocó banderillear Tomando la alternativa En la plaza de Mixcoac. Tiempo hace que se alternó Aquel Cayetano Leal, Y por cierto que esa tarde Al pobre le fue fatal…

La ficha de su entrada en México, fue realizada en 1937, estando ya retirado de los ruedos, y en ella se le describe como un hombre de complexión media, de 1,76 de altura, ojos castaños, pelo blanco, cejas pobladas y mentón plano. Casado, comerciante, de origen español y residiendo en la Calle Zaragoza, Nº 49 de San Luis Potosí. Precisamente murió en esta misma ciudad poco tiempo después, el 16 de septiembre de 1939, sin haber regresado nunca a su tierra natal.

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Representada muy probablemente durante el curso del mes de enero de 1901 en el teatro Principal, justo cuando se presentaba la Compañía Española de zarzuela “La Aurora Infantil”, formada por la tiple Pilar Ramírez, de 12 años, y la bailarina Isabel Díaz, de la misma edad. Entre las obras que presentan en dicho Coliseo se encuentran El anillo de Hierro, La verbena de la paloma, Niña Pancha y Marina.

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La carrera taurina de Camaleño; por Ángel Gallego Rubio Algunos datos más, de los pocos que se conocen, sobre este cuasi desconocido paisano que fue el primer matador de toros que dio la provincia de Valladolid. Inició su carrera saltando como espontáneo en la plaza de Colón de México D.F. iniciando allí su vida torera como banderillero y figurando después como segundo espada, dando elocuentes pruebas de valor en la Ciudad de México, San Luis Potosí, Pachuca, Puebla, Guadalajara, Veracruz, Mérida o San Pedro de Zacatecas. El día de su alternativa se inauguraba la Plaza de Toros de Mixcoac, con él torearon José Centeno y Juan Moreno El Americano. Los toros lidiados fueron de Atenco y la tarde fue sangrienta ya que El Americano fue corneado de gravedad, Camaleño y el subalterno Sebastián Gil Pimienta también fueron heridos aunque de menor gravedad, y al picador Irineo García le atravesó el pie un toro y le tuvieron que amputar la pierna, muriendo en septiembre de ese año. Otras corridas en las que actuó y de las que he podido localizar reseñas en antiguas revistas son la del 18 de octubre de 1891 en la plaza de toros Colón, a la que asiste el general Porfirio Díaz. La del 11 de noviembre de 1894 en Tacubaya como testigo de la alternativa del bigotudo matador mejicano Ponciano Díaz. La del 17 de enero 1897 en Guanaciví (Durango),69 donde dicen que está muy recuperado de una cornada anterior. En esa misma plaza el 6 de diciembre de 1897 le propina una grave cornada, tanto que corrió el rumor de que había muerto, un toro de Ramos que tenía ¡10 años! El 16 de octubre de 1898 se encierra en San Bartolo Naucalpan con cinco toros de la ganadería Espíritu Santo. En Puebla actuó a su manera el 22 de enero de 1899. El 9 de diciembre de 1901 lidió en solitario cuatro toros en Tamalimpa (quizá debe decir Tamaulipas). En Torreón el 14 de diciembre de 1902 se resiente de otra cornada reciente y en esa misma plaza el 21 de diciembre de 1903 sufre otra muy grave cogida en el vientre, que posiblemente significara el final de su carrera. Los públicos de México vieron en él un buen matador, pundonoroso, arrojado y cumplidor, aunque, al parecer, no era un virtuoso con los engaños. También debió de organizar alguna corrida ya que en 1896 cursó una solicitud para que se le devolviera el valor de una licencia por un espectáculo taurino que no realizó en la plaza del Buen Gusto por falta de concurrencia. 70 Los versos que acompañan este recuerdo, van así: Comencemos por la plaza… Comencemos por la plaza Que es hermosa y bien construida A donde el público goza De una tarde divertida. La concurrencia escogida Los toros de lo mejor. La cuadrilla de valor, Ya no hay más que apetecer, Pues que hemos podido ver Gran corrida en su furor. Llegóse la hora indicada Y comienza el espectáculo Sin que haya ningún obstáculo Parauna función que agrada. Ya la gente entusiasmada Con la música en (ilegible) 69 70

Dice Guanaciví… debe decir: Guanaceví. Disponible mayo 19, 2013 en: http://www.lavozderioseco.com/?p=38497

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Comienza a gritar: ya es hora En que salga la cuadrilla. Pagamos más de cuartilla Y el sol ya nos devora. Luego se presenta el juez, Manda tocar la corneta. Toda la gente se inquieta Con el más vivo interés. Pocos momentos después Se presenta la cuadrilla Fragante y muy sencilla, Y hace un solemne saludo Después sale del embudo La luz de la maravilla. Pero antes es de advertir Que Falcó en un buen caballo Se presenta como un rayo Para las llaves pedir. El juez que fue a presidir Se las entrega gustoso. Y aquí que principia el gozo Y que empieza la lidia Que al mejor causara envidia Ver de la lid el retozo. Anuncia el juez la carrera Y sale el primero torito Muy valiente y muy bonito, Pero que a nadie respeta. Le hacen juegos de muleta El famoso Juan Moreno. Pero el toro es un veneno Le da una terrible cogida Casi a dejarlo sin vida Porque el toro muy bueno. Una cogida tan mortal Manda llamar a su esposa Se la presenta angustiosa Llena de inmenso pesar. No hay pues con que comparar Tan angustioso momento Tan horrible sufrimiento Llegado a su corazón Y en tan triste situación Hay un general lamento. Los famosos picadores Le pican con gran denuedo, Pues ya conocen el miedo Queriendo ser vencedores.

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El toro es de los mejores Y los hace caer en tierra, Grande sensación se encierra En el pueblo espectador Y un entusiasmo duro Hace más grande la guerra. Sale el segundo furioso Muy ligero al redondel Y manda al flaco corcel A gozar de más reposo. Después que hace esa (ilegible) Su noble bravura (ilegible) Y entre sus hazañas cuenta A un caballo destripado Y a un picador lastimado El cual se llama Pimienta. Se presenta el tercer toro Más valiente que el Tlamapa Camaleño con la capa Se juguetea a todo foro. Siguen aplausos en coro En honor de los toreros. Después de banderillero Clavan bien y clavan mal Pero por lo general Cumplen como caballeros. Toca al matador Centeno Matar al furioso bicho Y con afán y capricho Se le pone en buen terreno Con un aspecto sereno. Empuña brillante espada Le da al toro una estocada La cual no le surte efecto Pero después por completo A la res deja postrada. El cuarto, el quinto y el sexto Son de buena condición Como los de Atenco son Que dan un golpe funesto. Sirva de ejemplo todo esto A famosos lidiadores Que con rezos superiores No han recibido tal susto Pero sigan dando gusto A nuestros espectadores. Anónimo.

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(LVIII) CALAVERAS TAURINAS. I. Estando próxima la fecha en que recordamos a nuestros muertos, bien vale la pena traer hasta aquí, algunas muestras del saber popular que se han visto traducidas en “calaveras”, cuartetos, quintetos o sextetos cuyo sentido cáustico, más que doloroso, refiere una supuesta pérdida del personaje en cuestión, justo bajo aquella sentencia que José Zorrilla escribiera algún día, como sigue: “Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud…” Así, este ejercicio de escribir “calaveras” se repite año con año, y no sólo para acordarnos de algunos más vivos que muertos, sino de otros acontecimientos donde el tema de la muerte se vuelve pretexto para la burla. Arte de sabiduría popular, cáustico, irremediable pero evocador al mismo tiempo, como es el caso del siguiente ejemplo, que vio la luz allá por el año de 1900, cuando algunos años antes ya era una forma común de publicarse en algunos periódicos taurinos, de donde he podido localizar varios de ellos. Así que si me permiten…

Calavera “torera”. Grabado de José Guadalupe Posada.

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CALAVERA PONCIANESCA Con un gozo y placer el más profundo, hoy vengo a visitar el nuevo mundo. Aquí está ya la valiente calavera poncianesca, que hoy a la torera gente del pasado y del presente viene a pasarles revista. Y aunque haya alguno que morir no quiera, todos se irán con esta calavera. Del simpático Ponciano partidaria decidida, ha de asentarle la mano a los diestros de verano de frase reconocida. Ni uno solo escapará de ir a hacer compañía, porque mi cuadrilla va aumentando cada día. Yo soy el primer espada que dará al género humano, una soberbia estocada como las que da Ponciano. No valen amigüedades (sic) ni respeto a los maestros, porque de todas edades me he de llevar a los diestros. A los diestros de retablo que quieren mandar cuadrillas, les pondré unas banderillas en el caballo del diablo. Y todos sin distinción cuando vean la de deveras, irán a dar al panteón a volverse caballeros. Guerrita y el Espartero, Mazzantini y Lagartijo, Frascuelo y el Marinero todos tienen tiempo fijo.

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Todos éstos conocieron al renombrado Ponciano y el mérito comprendieron del valioso mexicano. Y cuando ellos no quisieron morirse de buena gana, esta diestra calavera les echará una mangana. Y a todos hago cabal aunque me miren catrina pues lo mismo echo un buen pial que una buena crinolina. El mismo diestro Ponciano fue mi maestro en manganeo, lo mismo que ha sido maestro de otros muchos en toreo. En el panteón de Dolores tendrá la satisfacción, de ver a los picadores de los diestros en unión. Allí esperaré también a todos los monosabios, que ya también de toreros tienen algunos resabios. Y allí en confuso tropel los diestros de más renombre, verán de Ponciano el nombre brillando en el redondel. Y así desde ahora les digo y se los digo de veras, que todos vendrán a ser solamente calaveras. No les valdrá ser tan buenos como es el Regaterín, porque van a tener toditos el mismo fin. Se acabaron los recortes, las verónicas y largas, y las picas con zopapo que ponía el viejito Vargas. Hermosilla y Espartero Zocato y el Ecijano verán que fue su maestro

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el simpático Ponciano. En fin, todos los toreros habidos y por haber, calaveras muy peladas tendrán que llegar a ser.71

II. 1° y 2 de noviembre de cada año, son fechas en las que evocamos a nuestros muertos. Bien vale la pena traer hasta aquí, algunas muestras del saber popular que se han visto traducidas en “calaveras, calaveras taurinas”, cuartetos, quintetos o sextetos cuyo sentido cáustico, como apuntaba en la ocasión anterior, más que doloroso, refiere una supuesta pérdida del o los personajes en cuestión, justo bajo aquella sentencia que José Zorrilla escribiera algún día, como sigue: “Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud…” La pieza escogida, se remonta al año 1888 y lleva como título: SEGUNDA CALAVERA TAURINA DE LA NUEVA ESTUDIANTINA. A la jota jota vivan los toreros viva la cuadrilla de banderilleros. A la jota jota vivan los amores, viva la cuadrilla de los picadores. A este toro delgado cual espina, hoy lo viene a torear la estudiantina. Aunque a este toro le toquen flauta, pandero y la viola, ha de morir en sus cuernos la estudiantina española. Y al son de una jota que gusto les da. Los manda a toditos a la eternidad. Al otro mundo se irán con bandurrias y panderos, donde alegres cantarán la jota de los toreros. 71

Armando de María y Campos (reed.): Ponciano, el torero con bigotes. (Edición Facsimilar de la de 1943), a cargo de Dionisio Victoria Moreno. Toluca, Estado de México, Gobierno del Estado de México, Fonapas, Libros de México, 1979. XVIII-218 p. Facs. (Serie Juana de Asbaje. Colección Letras)., p. XVI-XVIII.

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Y al toro embolado en la eternidad, capearán contentos con serenidad. Y sintiendo grandes miedos por este toro matero, hacen venir al torero, hacen venir al torero Diego Prieto, Cuatro Dedos. Y haciendo recortes y con buenas capas, procura cortarle al toro las patas. Mas no le podrá valer el ser un diestro atrevido, que calavera ha de ser aunque valiente haya sido. Porque este torito aunque es puro hueso, al fin le hará dar el grande volteo. Que aunque parece por flaco víctima del matrimonio, este toro en el infierno ensartó al mismo demonio. Y por eso el diablo que es hombre ladino, a habitar el mundo corriendo se vino. Y para poder librarse de suerte aquesta tan negra, se metió dentro del cuerpo de mi endemoniada suegra, le prometo un cirio a San Cayetano, el día que a mi suegra vea en el camposanto. Haciendo cuentas cabales y sin fijarse en quimeras, al fin todos los mortales hemos de ser calaveras. Y todos diremos se acabó la fiesta, al dar en la tumba la gran voltereta. Ni curas ni sacristanes de la muerte han de escapar, que con sotana y ciriales al gran hoyo han de ir a dar. Y juntos ya todos armando chacota,

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cantarán alegres la española jota. Y entre tanto este torito va por el aire que zumba, despachando sin piedad a todo el mundo a la tumba. Y alegre y contento se irá a descansar, cuando no haya nadie a quien despachar. Se muere la que es bonita y también el que es valiente, el cura se ha de morir y también el presidente. De esto no se escaparán ni los perros ni los loros, ni Don Ponciano que mata de una estocada a los toros.72

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México.-Imprenta Santa Teresa núm. 1.-México.

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(LIX) Y José Guadalupe Posada seguía y seguía produciendo trabajos de este nivel:

Se trata de la cabecera de un cartel anunciador para la plaza de toros de Bucareli, 73 y que corresponde al lunes de noviembre de 1894. Como la imagen que ahora se integra al conjunto iconográfico del presente trabajo, existen otras tantas que han ido apareciendo y que no dudaría en incluir, por formar parte de esas piezas selectas, únicas también que han sobrevivido más de un siglo, tomando en cuenta que el papel en que se encuentran impresos es sumamente delicado y vulnerable. Sin embargo, podrá apreciarse una variedad de apuntes, grabados y otros elementos gráficos que son absolutamente “posadianos”.

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Ubicada en la ciudad de México. Se inauguró el 15 de enero de 1888. El último cartel se dio el 25 de junio de 1899.

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(LX)

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Esta composición, que reúne todos los elementos de una corrida moderna, fue contemplada en su más completa visión por nuestro artista, quien fue capaz de darle un sentido lógico, el mismo que transcurría a lo largo de un festejo, y donde al margen de representar las principales escenas, hace destacar, como cuatro columnas fundamentales al matador, al toro, a un picador o varilarguero y finalmente a un caballo, mismos que eran los componentes indispensables del festejo en cuanto tal. Los demás elementos matizan el significado de lo que la afición mexicana contempló entre los años finales del siglo XIX y primeros del XX, como un reflejo de esa transición efectiva que produjo la penetración de influencias ejercidas por ese grupo compacto de diestros hispanos, capaces de materializar la “reconquista vestida de luces”, ese auténtico fenómeno que se traduce en la siguiente contemplación. Avanzado ya el siglo XIX, se sabe que el torero potosino Pedro Nolasco Acosta (de quien me ocuparé en el siguiente capítulo), adquirió un ejemplar de la obra de Leopoldo Vázquez con la cual se sirvió para difundir ese conocimiento en un pequeño círculo de amigos, entre los cuales se encontraba Carlos Cuesta Baquero, entonces joven y entusiasta aficionado, cuya labor crearía y provocaría un vuelco sin precedente años más tarde junto a otro grupo que comulgó con la idea precisa de que todo habría de cambiar en aras de una serie de postulados venidos de las obras que siguieron llegando de España o se publicaron en México. A ese cambio se sumó aquel grupo de toreros españoles, los cuales consumaron "la reconquista vestida de luces", y desde luego el interés creado por una afición formada bajo el nuevo credo, cuyo sustento fue el principio teórico y práctico del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. Ese cambio desde luego que estimuló los deseos de lectura y alentó a una serie de creadores a producir obra, fuera en términos periodísticos, literarios o seudo literarios que los hubo en buena cantidad. Por lo tanto, la reconquista vestida de luces, debe quedar entendida como ese factor que significó reconquistar en lo espiritual al toreo, luego de que esta expresión vivió entre la fascinación y el relajamiento, faltándole una dirección, una ruta más definida que creó un importante factor de pasión patriotera –chauvinista si se quiere-, que defendía a ultranza lo hecho por espadas nacionales –quehacer lleno de curiosidades- aunque muy alejado de principios técnicos y estéticos que ya eran de práctica y uso común en España. Por lo tanto, la reconquista vestida de luces no fue violenta sino espiritual. Su doctrina estuvo fundada en la puesta en práctica de conceptos teóricos y prácticos renovados, que confrontaban con la expresión mexicana, la cual resultaba distante de la española, a pesar del vínculo existente 258


con Bernardo Gaviño. Y no sólo era distante de la española, sino anacrónica, por lo que necesitaba una urgente renovación y puesta al día, de ahí que la aplicación de diversos métodos tuvieron que desarrollarse en medio de ciertos conflictos o reacomodos generados entre los últimos quince años del siglo XIX –tiempo del predominio y decadencia de Ponciano Díaz-, y los primeros diez del XX, donde hasta se tuvo en su balance general, el alumbramiento del primer y gran torero no solo mexicano, también universal que se llamó Rodolfo Gaona. Es más, aquella “reconquista vestida de luces” con métodos positivos y negativos, también impuso sus reales para extirpar de una vez por todas las formas del quehacer nacionalista, encabezado por Ponciano Díaz y sus huestes, que defendieron a ultranza una posición amenazada. Sin embargo una serie de síntomas extraños comenzó a operar con tal velocidad, siendo el propio Ponciano el primero en resentirlos de manera violenta. Sucede que siendo un auténtico ídolo antes de su viaje a España, donde asumió el doctorado en tauromaquia (acontecimiento que ocurrió el 17 de octubre de 1889 en la plaza de toros de Madrid, alternando con Salvador Sánchez “Frascuelo” y Rafael Guerra “Guerrita”, en la lidia de toros del Duque de Veragua y Orozco), esto representaba una bofetada a las pasiones encendidas, lo que en otras palabras se entendía como una “traición al toreo nacional”. A su regreso –finales de 1889-, las cosas ya no fueron como antes. Empezó su rápido declive, y también la pérdida de popularidad que, para recuperarla tuvo que meterse a empresario. Los resultados no fueron nada agradables, pues presentando ganado de procedencia desconocida, ofreciendo un mal juego en lo general, le generaba severas reprimendas de la prensa, o ridiculizándole en caricaturas y editoriales feroces, donde lo que no se le dijo en su momento por devoción, se le dijo en otro por convicción, instándole a retractarse, cosa que no se consiguió. Algunos otros toreros mexicanos entendieron que ya no podía hacerse más, por lo que desaparecieron del panorama, o tuvieron que aliarse a la nueva situación. Pero también los españoles tenían lo suyo. Así como los hubo entregados a su oficio, los hubo deshonestos y abusivos. Del incidente del 16 de marzo de 1887, donde Luis Mazzantini protagonizó un escándalo mayor, debido en buena medida a los “pésimos toros” de Santa Ana la Presa. Terminada la corrida tuvo que salir de la plaza bajo el resguardo de la policía, evitando así más agresiones. Al llegar a la estación del ferrocarril, apresurando su salida del país, todavía vestido de luces, se quitó una zapatilla y sacudiéndola con desaire expresó: “¡De este país de salvajes, ni el polvo quiero...!” Sin embargo la prensa –quisquillosa que era-, respondió: 259


“¡pero qué tal las talegas de dinero!” Allí está el caso de Diego Prieto quien timó a más de un ganadero deseoso de mejorar su raza bovina..., con toros de desecho ofrecidos por el “Cuatro dedos”. Este es, en parte, el estado que guarda la fiesta taurina en 1888, dejando de poner la debida atención a aspectos de la técnica y la estética que empiezan a tomar auge. Imposible dejar de mencionar el papel que jugaron los hacendados que se volvieron ganaderos y en fin, otro conjunto de cauces registrados en un año que reporta una de las actividades taurinas más intensas que se recuerden. El toreo habría de salvar muchas irregularidades entre las cuales, una desmedida pasión, como reflejo fanático de patrioterismo fue de los primeros aspectos atendidos para evitar su proliferación, con lo cual se atenuaría la desbocada atención de quienes siendo feroces espectadores, se convirtieron en más o menos sensatos aficionados. El papel de la prensa al cumplir con sus funciones principales, genera a través de intensa labor de convencimiento diversidad de opiniones al menos por el camino deseable: la razón. Quedó atrás una inestabilidad encontrada, en la que el toreo nacional terminó asimilándose y adhiriéndose al capítulo del toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna. Quedó atrás todo ese conjunto de desórdenes que alcanzó niveles de relativa calma o tranquilidad hasta el último lustro del siglo XIX, tiempo en que para bien o para mal, dominaban los españoles, con ganado hispano, mientras se esperaba la presencia de toros mexicanos cuya cruza entre castas y razas diversas, diera como resultado el tipo de toro que necesitaba la fiesta, porque en medio de cualquier caos, el toro es eje fundamental y es quien define, como se definió a finales del siglo XIX, o como se establece en este amanecer del XXI, el ritmo de un espectáculo peculiar que superó aquellos capítulos de desorden en unos momentos en que se establecía el origen de una nueva edad o época que cambió en buena medida el destino de la fiesta que rebasa el siglo de evolución bajo ese concepto, pero dentro de los casi 500 años de recorrido total en estas tierras.

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(LXI)

Imposible dejar de lado uno de los primeros trabajos a los que se dedicó José Guadalupe Posada en su natal Aguascalientes. La manufactura de la presente etiqueta publicitaria incluyó al torero que en sus años mozos debe haberse convertido en auténtico ídolo, y que no es otro que Pedro Nolasco Acosta, de quien cuento para darnos una mejor idea, con los siguientes apuntes. En viejo cartel del año 1906, aparece registrado todavía, el nombre del viejo espada potosino, Pedro Nolasco Acosta, mejor conocido por el seudónimo de “El Güerito” y por unos grandes mostachos que lució en sus mejores tiempos, como “capitán de gladiadores”. Fue el jueves 1º de noviembre de 1906, y en la plaza de toros de San Luis Potosí, donde ocurrió aquel “Gran Beneficio” del antiguo, popular y valiente ex-matador de toros, D. Pedro Nolasco Acosta, quien había sido alternativado, en medio de las confusiones que prevalecieron todavía en la época en que Ponciano Díaz era amo y señor del cotarro, cuando el 1º de junio de 1890, en la misma plaza, y con toros de Espíritu Santo, aquel concede el “espaldarazo” a este. Nolasco había formado una cuadrilla sólidamente compacta allá por 1885, Pedro estaba dotado para enfrentar en sus dominios lo mejor de su quehacer, como un torero más alejado

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de lo que ya comenzaba a reflejar la tauromaquia española, justo en ese año de 1885. Precisamente había escrito Carlos Cuesta Baquero que, Los toreros mexicanos alejados de España, no tuvieron conocimiento de aquella evolución, y permanecieron adheridos a su patrón antiguo. Valientes, unían a esa cualidad anímica la corporal de la agilidad y logrando por la práctica la destreza y por el aleccionamiento de unos a otros, el conocimiento para valorar la índole del toro que lidiaban, fácilmente hacían todos los lances taurinos. Pero forzosamente tenían que hacerlos de conformidad con el modelo que imitaban o sea de conformidad con lo que eran los antiguos toreros hispanos, reencarnados en México en la personalidad de Gaviño.

Pedro Nolasco Acosta, en su madurez. LA LIDIA. REVISTA GRÁFICA TAURINA.

Nolasco Acosta fue uno más de los diestros representativos de la fiesta autóctona practicada en nuestro país, como resultado de viejos esquemas puestos en práctica desde que la independencia de México acuñó este comportamiento en la sociedad emancipada de tres siglos de influencia española, en su carácter político, social y económico. Creo, y estoy convencido que otras influencias, como la religiosa, la burocrática y hasta la taurina, entrañaron tremendamente en el carácter mexicano, el cual mantuvo sus principios, si bien ya bastante modificados, porque un nuevo espíritu predominaba en el panorama. De ahí que Pedro Nolasco Acosta haya sido uno de los representantes de aquel proyecto nacional de la tauromaquia. Habiendo nacido en 1851, como lo registra Heriberto Lanfranchi en su importante obra: La fiesta brava en México y España. 1519-1969, vol. II: Fue aprendiz en el matadero de San Luis Potosí y al nacerle la idea de hacerse torero, empezó de banderillero con varios diestros de la región. Luego estuvo con Bernardo Gaviño, Toribio

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Peralta “La Galuza” y Jesús Villegas “El Catrín”, hasta que en 1874 consideró que ya podía formar su propia cuadrilla. Como “capitán” de ella o “primer espada”, se presentó en su ciudad natal, quitándole el lugar al anciano torero Juan Núñez, quien tuvo que retirarse de los toros. Durante más de diez años fue el amo en San Luis Potosí, no toreando jamás en el Distrito Federal. Hacia 1887, cuando el público potosino empezó a repudiar las estocadas bajas de metisaca, así como ver con buenos ojos a los toreros españoles que se presentaban en su coso local, él se vio paulatinamente eliminado de los carteles. (...) Cuando ya hacía años que estaba prácticamente retirado, actuó por última vez de luces en una gran corrida a su beneficio, estoqueando un toro de la ganadería de “Bocas” en la plaza “Paseo” de la capital potosina.

Hasta aquí Lanfranchi.

El cartel aludido. Col. del autor.

Ahora bien, ese otro beneficio con que abrimos estas notas, efectuado en 1906, lo montó su viejo amigo Saturnino Frutos “Ojitos”, para entonces, maestro de la “Cuadrilla juvenil

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mexicana”. Declaraba “Ojitos” que lo organizaba “en obsequio al antiguo matador, por quien siente grande simpatía de cariño, respeto y agradecimiento”. Por cierto, aquella tarde, Rodolfo Gaona, Pascual Bueno y Samuel Solís, se enfrentaron a 6 toros a muerte, “ligeramente despuntados”, de la acreditada ganadería de El Molino. Los banderilleros y picadores anunciados fueron: Fidel Díaz, Prócoro Rodríguez, Antonio Conde y Blas Hernández. Daniel Morán, Antonio Rivera, Antonio Juárez y Mauro Salas. Como puntillero salió Rosendo Trejo. El cartel aquí examinado parece mostrarnos el recorrido de dos diferentes épocas, comunicados por un puente en común. Esto es, la del propio Nolasco Acosta que transita por el puente que se tendió en la persona de Saturnino Frutos “Ojitos” hasta tocar de nuevo tierra firme con Rodolfo Gaona, Pascual Bueno y Samuel Solís. De este conjunto compacto, sólo Gaona trascendió, previamente asimiladas, y más aún, mejor aprovechadas, las lecciones del viejo toreo que, en su carácter de alumno avanzado concibió para trascenderlas en una época que la tauromaquia moderna está entrando en su fase de mayor esplendor, puesto que se prepara a conciencia con objeto de entrar en el apretado y difícil territorio de los jerarcas, que junto con él, serán Juan Belmonte y José Gómez Ortega “Gallito”. De comenzar platicando sobre un rubio torero potosino, han terminado estas notas esbozando la aparición de un “indio” leonés, que como tal, “conquistó” a la afición mexicana y a la internacional, por lo que sus hazañas y su trascendencia en este quehacer le dan grado de torero universal. Finalmente, he de apuntar, que la muerte de Nolasco Acosta, ocurrió el 3 de noviembre de 1914. Contemporáneo de Ponciano Díaz tuvo el suficiente cartel en su matria y allí se estableció definitivamente, y aunque la aplicación de “feudo”, con lo que se llega a entender la forma de control que se tuvo de un pequeño dominio, nos hace pensar seriamente en que así ocurrió con Acosta. De todas formas, agrego en seguida la explicación de FEUDO Un bien público concedido a un delegado de la autoridad a cambio de sus servicios (s. IX al X). es uno de los conceptos claves para entender el sistema feudal. Era generalmente un territorio con campesinos que pagaban impuestos el depositario de esta entrega (el terreno) debía administrarlo en nombre del propietario y defenderlo de ataques enemigos. En los ss. XI, XII y XIII de nuestra era, el feudo se convirtió en la base de la organización política, social y económica. El otorgante, el rey o un aristócrata, lo cedía a un noble con el que establecía una relación de vasallaje. Este feudo funcionaba internamente como un señorío, con mansus que pagaban sus censos y siervos que eran casi propiedad del señor. A partir del s. XIII se produjo un nuevo fenómeno que era la adquisición de feudos por parte de ricos burgueses de las nuevas ciudades. La posesión del feudo por esta nueva clase social hizo que los propietarios quedaran eximidos de

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las obligaciones militares con el señor. La relación se convirtió en puramente económica. El propietario recibía del burgués poseedor del feudo un tributo en especie, aunque generalmente se fue transformando en renta monetaria. Existe otra clase de feudos no territoriales, como podían ser los derechos de cobro de algún impuesto, derechos de aduana, derechos de acuñación de moneda, derechos de justicia, etc. Este tipo de endeudamiento de una función económica o política no suponía una sede territorial, sino que se limitaba a ejercitar la tarea y el consiguiente beneficio que supusiera. Esta modalidad recibió muchos nombres según los lugares: "feudo de cámara" en León, "feudo de Bolsa" o "feudo de la renta" en otros lugares. Los feudos se entregaban a los vasallos en una ceremonia de investidura, en la cual el que lo recibía se declaraba vasallo del señor con todo lo que esto suponía. En caso de infidelidad, el señor podía confiscar el feudo aunque esto no fue frecuente por la resistencia que ofrecían los vasallos que en ocasiones cambiaban de señor. Sólo los vasallos más débiles vieron en ocasiones cómo se les despojaba del feudo que ellos o sus antepasados habían recibido. El edificio más representativo del feudo es el castillo.

PEDRO NOLASCO ACOSTA Y CUADRILLA DE A PIE, TUTTI CUANTI. Son todos los de a pie y dos de a caballo. No falta uno solo. Este debe ser el testimonio de alguna ocasión toreando en solitario o como “capitán de gladiadores”. Todos llevan sus mejores galas, la tarde debe ser de mucho compromiso y nada debe quedar empañado. El “gabinete” del fotógrafo de moda en San Luis Potosí luce su mejor escenografía.

Pedro Nolasco Acosta “Capitán de gladiadores” y cuadrilla. San Luis Potosí, 1885. Heriberto Lanfranchi. La fiesta brava en México y en España. 1519-1969, T. I., p. 25.

En vez de golpes o muletillas, todos llevan chaquetilla y taleguilla con galones o tiras bordadas con madroños. Es posible apreciar flequillos o flecos metálicos en el final de unas hombreras sin soporte, derrumbadas, abismales. Otros remates que pueden observarse son

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las antiguas “borlas”, lo que hoy es la morilla. ¡Y esos machos. Por Dios!, rematados de morilla, hechos a mano, así como largas y angostas fajas que ocultan algunos kilos de más, porque aquella tauromaquia no exigía hombres atléticos o sometidos a la rutina o disciplina de los de nuestros tiempos, donde siguen predominando los golfos o cumplir aquella sentencia de que para parecer toreros..., primero hay que ser vago. Nostalgia es que derrama este retrato. No hay risas. Es un momento solemne. En conjunto, parece que van a oficiar el sacerdote y sus auxiliares. Pedro Nolasco, con bien ya corridos 40 años, aparece al centro, ostentando con la capa que lleva del lado derecho y la espada, que esgrime en la diestra mano, dejada caer de modo simbólico, su máxima jerarquía como jefe de cuadrilla. A él se deben todas las instrucciones que se dicten a lo largo del festejo. Y hay que acatarlas puntualmente. Cuando el fotógrafo haya terminado su tarea, también para ellos habrá terminado ese efímero instante de paz o supuesto reposo. Deben regresar de sus miradas ausentes a la realidad y dirigirse, claro está, a la plaza de toros, a cumplir el compromiso.

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(LXII)

José Guadalupe Posada, a mi parecer, nunca dejó de sentirse como uno más de los del pueblo, retrato fiel de la realidad que nos deja en herencia en este grabado, el cual permite observar la llegada masiva, en tropel de los aficionados a la plaza de toros, combinación perfecta de diversas clases sociales, donde los ricos aún pueden darse el lujo de arribar al coso en ostentosos carruajes, en tanto que otros, también lo hacen a pie, sólo que destacando sus refinados gustos en el vestir, sin faltar los del pueblo. Todos ellos, de conformidad con la moda de la época aparecen tocados de algún sombrero, salvo la humilde mujer que se encuentra al extremo izquierdo del apunte, cuyo doloroso gesto de presentimiento, pudiese estar cercano a lo que Federico de la Vega apunta sobre las incidencias de EL TORO EMBOLADO (1888)

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En un curioso texto decimonónico74 aparece la colaboración que Federico de la Vega intituló EL EMBOLADO. Allí se plantea una situación al borde del fanatismo por parte de un aficionado, Juan de nombre, carpintero de oficio, el que tenía por los toros singular inclinación. Tanta era, que lo poco ganado con el sudor de su frente lo discutía con Chucha, su esposa a la hora de repartirlo en el gasto, por cierto miserable, mismo que daba “a cuenta gotas” para la manutención de los niños, quienes debían andar más tiempo en la calle, nada más que para distraer el hambre. Pero Juan no escarmentaba. Frente al llanto de la Chucha y sus reproches, en una de sus conversaciones volvió a salir el tema taurino mostrando el indino un boleto para la siguiente corrida, por cierto donde actuó Ponciano Díaz. No lo hubiera hecho, su mujer auténticamente indignada reclamó lo que Juan hacía, dejándolos a ella, al Andrés y a la Lupe en el total desamparo yéndose tan campechanamente a los toros. Además, en esa corrida no faltó la diversión complementaria del “toro embolado”, tan añeja como que desde el siglo XVIII ya estaba metida en las corridas de toros. Si el festejo tuvo defecto y malos, el “embolado” no. Aunque a Juan y sus ciegos propósitos, el costo fue dar al hospital con tres costillas rotas. Chucha sólo se preguntaba: ¿Qué comerán mis hijos mañana? A continuación, presento completo el texto para que nos demos cuenta de lo que, alrededor de aquel divertimento podía pasar con una pareja sumida en la miseria, siendo el tema de los toros el que causaba mayor inquietud. EL EMBOLADO I Había toros en la Plaza de Bucareli ¡Toros! ¡El supremo deliquio! ¡Y lidiados por Ponciano! ¡el rey de los matadores! ¡el ídolo del pueblo! ¿Qué cabeza mexicana podía estar tranquila en tan solemne día! Ninguna Y la de Juan menos que la de nadie. Porque Juan, como diría un discípulo de Lavater, había nacido con la protuberancia taurómaca. O como diríamos nosotros, dignos descendientes de Pepe Hillo y Costillares, Juan tenía sangre torera. ¡Sí, la tenía hasta la última gota! 74

Gracias al amigo Cándido Morgan quien radica en Santiago Tianguistenco, México, por facilitarme copia de dos páginas de la publicación denominada La Familia Año V, México, viernes 24 de febrero de 1888, N° 8 (pp. 329-330).

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Un par de banderillas puestas al cuarteo le entusiasmaban. Una estocada en la cruz lo sacaba de quicio. Para Juan, el gran Ponciano, pasando de muleta á un toro de Atenco, tenía seis codos más de estatura que Morelos en la defensa de Cuautla. II Juan era carpintero. Pero desde que los padres de la patria autorizaron las corridas en el Distrito, para mayor honra y gloria de la civilización, la garlopa y el escoplo andaban como Dios quería. A lo mejor, nuestro torero abandonaba el taller y se iba a la pulquería de la esquina a discutir con otros aficionados los conmovedores lances de la corrida del último domingo. ¡Y con qué calor se comentaban las suertes! La sangre hervía, los puñetazos menudeaban sobre el mostrador, y algunas veces iban desde el mostrador á las narices de los contendientes. Pero las cosas no habían pasado á mayores, es decir, no habían llegado á puñalada limpia. III En el día á que hacemos referencia, Chucha, la mujer de Juan, salía de la cocina, á tiempo que entraba su marido en el humilde cuarto que ocupaba en una casa de vecindad del callejón del Manco. -¡Está la comida? -preguntó el carpintero. -¡Hace una hora! –respondió Chucha con acento desagrido. –Para lo que había que guisar... -¿Qué hay que comer? -Frijoles. -¿Nada más? -¿Querías que te pusiera mole de guajolote con los dos reales que me diste ayer? -Y medio esta mañana. -Sí, pero esta mañana se hizo el desayuno, y tú no dejaste de tomar tu café con leche. -¿Y los chicos? -Por la calle. -¿Y qué hacen en la calle? -Distraer el hambre. -¡El hambre! Cualquiera que te oiga dirá que aquí no se come. -Pues ese cualquiera no andaría muy equivocado. Antes, había semana que me dabas quince pesos para el gasto. ¿Cuánto me das ahora? -¿Qué sé yo! No llevo cuenta. -Pues yo sí. ¡Veinte pesetas a lo sumo! ¡Y para cinco bocas! ¡Y haga usted milagros! ¡Y póngale usted al señor n cada comida tamales y carnero en barbacoa! ¡Maldita sea hasta la hora en que se hizo la primera plaza! -¿Ya vas á armarme el mitote? -¡Siempre! Que con tus condenados toros entró la miseria en esta casa. -No es cierto. Es que ahora no hay trabajo. -¡Lo que no hay es vergüenza; ni ganas de trabajar! -¡Chucha! No me andes pasando de muleta, porque te embisto. -¡Mejor fuera que embistieras á otro! -Cuando lo haya. -No te falta. Mejor fuera que hicieras menos visitas a la pulquería... -¿Cuándo voy, habladora? -Siempre. No paso una vez por el taller que no estés allá, gastando el tiempo y el dinero con otro holgazán como tú.

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-¡Chucha! Mira que yo no aguanto banderillas y que vas á llevar un revolcón! ¿Más revolcada de lo que uno está con tus malditas aficiones? -¡Silencio! ¡Y la comida! -¿Estás de prisa? ¡Ah! Vamos, ya sé por qué. -Pues si lo sabes, cállatelo. -¿Vas hoy también de toros? -Y si fuera, ¿qué? Un rayo de cólera brilló en los ojos de Chucha. Pero se dominó, fue á la cocina, trajo una cazuela de frijoles y un puñado de tortillas y puso ambas cosas encima de la mesa. IV La comida empezó en silencio. A la mitad de la misma, preguntó Juan: -¿No hay pulque? -Creí que tenías ya bastante en el cuerpo. Pero si me das para la cena iré a buscarlo. -No tengo nada que darte. -Pues entonces pásate sin él. Otro momento de silencio, durante el cual asomaron dos lágrimas á los ojos de Chucha. -¡Juan! Dijo enjugándolas con el revés de la mano. -¿Qué hay? –respondió el carpintero alzando los ojos. Y añadió viendo que su mujer lloraba: -¿Riego de plaza tenemos; -¡No hagas caso! ¿quieres hacerme favor de escucharme? -¡Habla! Si es que no dices muchas tonterías. Chucha sacó un papel del bolsillo. -¿Sabes lo que es esto? –dijo. -Sí, un boleto. -Pues mañana se cumple, y vamos a perder la colcha y los zarapes, mientras que los chiquillos pasan la noche tiritando de frío. -¡Bah! ¡exageraciones tuyas! ¡A esa edad de cualquier modo se duerme bien! -Además, Andrés está desnudo... -¿Y qué? -Y Lupe anda ya enseñando los codos. -¿Y qué? -Que necesito comprar algunas varas de manta. -Pues ahora no hay dinero. -¡Juan! -¿Todavía... vas á llorarme más lástimas? -No, voy a pedirte un favor. -¿Cuál? -¡Que no vayas hoy á la corrida! ¡Que me des el peso que vas á gastar en esa barbaridad! -¿Estás loca...? ¿No ir á la corrida, cuando hay embolado? ¡Juan! ¡dame ese peso que me hace mucha falta! ¡Que no quiero perder esa ropa! ¡Que necesito vestir a los muchachos! -¿Pero no oyes que hay embolado? -¡Juan! ¡por la Virgen de Guadalupe! ¡Por el amor de tus hijos! ¿Qué tendrá que ver el amor de mis hijos con los toros? ¡Ya se arreglará todo eso! -¿Cuándo? -Cuando se pueda. -¡Juan! -¡Que me dejes en paz! ¡Pues no faltaba más sino que no pudiera uno ir a distraerse un rato!

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Chucha saltó en la silla como una leona. -¡Vete! ¡vete á gastar en cuernos el pan de tus hijos! –gritó echando chispas por los ojos. – Vete á cometer la infamia de que se avergonzaría el último ladrón! Se oyó el ruido de una tremenda bofetada y Chucha cayó a plomo sobre la silla. En esto, aparecieron en la puerta de la vivienda, tres chiquillos, rotos, como tres adanes, sucios, desgreñados, polvorientos. El mayor no pasaba de ocho años: el más pequeño no había cumplido cuatro. ¡Papá! ¡Papá! –gritó uno de ellos lloriqueando. -Anselmo el tuerto me ha hecho una herida en este hombro, jugando el toro! ¡Hiji! ¡Hiji! El carpintero se encasquetó el jarano, se abrió paso por en medio de su prole y se dirijió rápidamente hacia el Salto del Agua.

Cromolitografía de P.P. García, dibujante que colaboró en La Muleta, publicación de la que fue su director Eduardo Noriega Trespicos entre 1887 y 1889, en la ciudad de México. V La corrida fue mala, considerada bajo el punto de vista artístico. Los toros, demasiado civilizados, no echaron al aire sino cuatro ó cinco bandullos de jamelgo. ¡Y qué es esto para dar al pueblo ideas viriles? ¡Nada, ó casi nada! El pueblo, para que tenga grandes y robustos sentimientos, necesita que en cada uno de esos espectáculos haya muchos metros de tripas chorreando sangre, arrastrando por la arena. Verdad es que un picador fue a la enfermería, a consecuencia de un batacazo. Verdad es que el mismo Ponciano sufrió un achuchón, sin consecuencias. Pero ¿qué es este magro contingente para dar realce a una corrida?

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Para colmo de males, los animalitos se entableraron, y el afamado diestro tuvo que matarlos como Dios quiso. A estocada de ciego, sin reparar si daba en pleno morrillo o encima del ramo. Pero, en cambio, si la corrida fue mala, el embolado fue bueno, demasiado bueno. Tanto, que merecía haber tenido las puntas libres. No hacia medio minuto que estaba en el redondel, y ya había una docena de barriles de pulque, digo, de pelados mordiendo el polvo. Nuestro amigo Juan, chaqueta en mano, le dio cuatro o cinco quiebros dignos de Costillares. Pero al sexto, el emboladito despreció el trapo, se fue al bulto, y Juan se encontró, sin saber cómo, á tres, o cuatro metros sobre la cabeza de la fiera. La ley de la gravedad le hizo descender; pero cayó en plena cuna, y efectuó una nueva ascensión. VI Dos horas después, entraba una vecina apresuradamente en la vivienda de Chucha. -Vecina –le dijo- tengo que darle una mala noticia. -Hable usted, vecina. Hace tiempo que no espero ninguna buena. -Pues es el caso de su marido... -¿Ha habido mitote en la plaza? ¿Está en Belem? -No señora, lo cogió el embolado... -¡Jesús! -Y está en el hospital con tres costillas rotas. Chucha se llevó las manos a la cabeza. Y luego murmuró con voz sorda: -¡Dios mio! ¡Dios mío! ¿Qué comerán mis hijos mañana? Febrero de 1888.

FEDERICO DE LA VEGA.

Mujer de rostro doliente o Chucha preocupada por su Juan. José Guadalupe Posada.

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(LXIII)

PONCIANO DIAZ SALINAS HA MUERTO. El pasado 15 de abril de 2013 se cumplieron 114 años cabales de la muerte del gran torero mexicano Ponciano Díaz Salinas. Luego de los homenajes luctuosos y populares que se le prodigaron, fue inhumado en el panteón del Tepeyac, lugar que hasta el día de ayer custodió no sólo sus restos mortales, sino también una estela de hondas raíces que lo seguían definiendo como el "ídolo", como el "primer mandón del toreo en México". Ahora el sueño de un grupo de entusiastas aficionados tianguistecanos se ha cumplido y desde hoy reposan en esta GALERIA DE PERSONAJES ILUSTRES no lo que son sus restos mortales en cuanto tal; más bien los recuerdos, sus hazañas, las glorias que acumuló este gran personaje popular cuya estatura se comparaba con otros ejemplos que el pueblo supo hacer suyos. Por eso se le rememora junto a la virgen de Guadalupe, los curados de Apan o con el presidente en turno durante su época de apogeo: el general Porfirio Díaz. A raíz de la muerte de su señora madre -ocurrida el 24 de abril de 1898- y por quien tenía

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verdadero culto, el espada comenzó a estar enfermo. Le mataba la pena. Una afección hepática aceleró su fin, sin que pudieran salvarlo los auxilios de los doctores Senisson Leal, Valenzuela y Nieto. A las 3 y media de la madrugada del sábado 15 (de abril de 1899) Ponciano murió rodeado de su familia.

La Sra. María de Jesús Salinas, madre de Ponciano Díaz. Muere el 24 de abril de 1898. Col. del autor.

Su cadáver fue vestido correctamente de negro y colocado sobre un túmulo cubierto de coronas de flores naturales. Al lado izquierdo del cadáver fue colocado un estandarte de la sociedad taurina "Ponciano Díaz". Los funerales serán hoy domingo 17 a las 9 de la mañana en el Panteón del Tepeyac. No se suspende la corrida: La empresa de Campos Rocha y Rivero, en vista de tan funesto acontecimiento hizo cuantas gestiones pudo para suspender la corrida anunciada para hoy, pero la premura del tiempo hizo que esto fuera imposible... Como testimonio de condolencia la plaza se pondrá de luto, así como la cuadrilla y la servidumbre.

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Ponciano Díaz en el lecho de muerte. Aparece el estandarte de la Sociedad “ESPADA PONCIANO DÍAZ”. En SOL Y SOMBRA, SEMANARIO TAURINO NACIONAL, del 19 de abril de 1943.

Sin embargo, el 29 de noviembre de 1898 ya se decía de Ponciano lo siguiente: Ponciano Díaz, el popular matador de toros es uno de los muchos olvidados. ¡Él es también un ex, una sombra de lo que fue, uno de los enterrados en vida por la volubilidad del gran hambriento de novedades, del respetable público! Es, mejor dicho, uno de tantos muertos ambulantes que andan buscando su sepultura... Hace muchos años que el pueblo ha enmudecido ante el hombre a quien hiciera su ídolo. Ya no han resonado en los cosos taurinos los entusiastas gritos de ¡Ahora Ponciano! El que desde su niñez paseara por el corro del triunfo, el que viera emocionado todo un pueblo, aclamarle y lanzarle entusiastas vivas, ha enmudecido para siempre en medio del más fúnebre abandonado, en el más doloroso olvido... Ponciano Díaz Salinas nació en la hacienda de Atenco el 19 de noviembre de 1856. Creció y se desarrolló en un ambiente netamente campirano que lo formaron con los elementos necesarios para iniciar en 1876 su trayectoria como un incipiente banderillero. Desde ese

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momento y hasta el mismo año de su muerte fue punto de atención debido a sus muy personales privilegios, pues no solo toreaba a pie, también lo hizo desde el caballo, colocando banderillas a dos manos ante la expectación de propios y extraños. De esa manera su fama creció y creció al grado que no solo México fue testigo de sus hazañas. España, Estados Unidos, Portugal y Cuba lo conocieron y aplaudieron. En España, el 17 de octubre de 1889 es elevado a la categoría de matador de toros de manos de Salvador Sánchez "Frascuelo" y Rafael Guerra "Guerrita" de testigo con toros del Duque de Veragua.

Como se refirió la prensa el mismo día después de su muerte. El Chisme, México. Aunque se destaca el hecho, quien ganó la “nota” en esa ocasión fue el Gral. Porfirio Díaz.

Fue el torero con bigotes, el diestro que rompió con los feudos establecidos en el interior

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del país, la figura que de sus ganancias levantó su propia plaza de toros (la de Bucareli en 1888) y el hombre que acumuló fama a tal grado, que para todos los mexicanos era el "ídolo", el consentido por lo cual la musa popular no lo desdeñó y sin fin de versos anduvieron de boca en boca, como de mano en mano aquella "hojas de papel volando" buriladas la gran mayoría por Manilla y Posada. No faltaron hombres de la talla de Juan de Dios Peza o Juan A. Mateos quienes le dedicaron sendos textos de juguetes y zarzuelas o la devoción de don Joaquín de la Cantolla y Rico y la del general Sóstenes Rocha llevadas al extremo. Y cómo no olvidar la escena aquélla, la del 15 de enero de 1888 en que las niñas Josefa Romero y María Martínez le ceñían una corona y banda tricolor con lo cual lo señalaban como un "héroe" de la tauromaquia nacional.

He aquí la muestra de esa coronación y cruzamiento de la banda tricolor, detalle ocurrido la tarde del 15 de enero de 1888. Cortesía del Sr. Doroteo Velázquez Díaz (q.e.p.d.).

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En fin, es recordado Ponciano Díaz por su enfrentamiento con los toreros españoles, fundamentalmente con Luis Mazzantini y Diego Prieto "Cuatro dedos" de quienes abrevó la sustancia técnica más avanzada del toreo español moderno, en combinación con su legítima y nacional expresión del toreo mexicano, aunque no por ello condescendió a las exigencias del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna emergente por entonces.

Placa que conmemora el sitio donde hoy descansan los restos de Ponciano Díaz, en el Panteón de Santiago Tianguistenco. Méx. Se trata del lugar conocido como “Rotonda de los Personajes Ilustres”. Hacienda de Atenco (interior). Se dice que en este sitio, conocido como la “covacha”, nació Ponciano Díaz el 19 de noviembre de 1856.

Me despido ya, dedicando estos versos a Ponciano: Murió Ponciano, es muy cierto, Pero muy lleno de glorias, El quince del mes de Abril Será de eterna memoria. Murió, murió; ya es verdad, Que la tierra le sea leve; Sus amigos no se olviden Que esto fué en noventa y nueve. Tengan siempre Muy presente Su recuerdo

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Bien patente. Que ya tarde, Ya temprano A otro mundo Todos vamos. La vida sólo es prestada; La muerte es la realidad, Ponciano Díaz ya no existe; Descansa en la eternidad. "Aprended, hombres, de mí," Dice en la tumba Ponciano; Ayer grande diestro fuí... Ahora en el sepulcro me hallo.

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(LIV)

Veo una y otra vez estos grabados, y la única conclusión a la que llego es que en algún momento de su vida creadora, se adelantó por circunstancias misteriosas el surrealismo en Posada. Es descabellado tal presupuesto, pero no encuentro otra forma de explicar la idea con la cual concibió estos apuntes que nos obligan a detener nuestra vista para observarlos con más detalle que otro tanto de sus obras. Las ilustraciones aquí incluidas llamaron poderosamente mi atención, al punto de que “Sol en Tauro”, que debe ser una de esas conjunciones sólo explicadas a la luz de los horóscopos, se encuentra representado por una especie de figura híbrida, que no es precisamente un centauro (más bien un minotauro), pero que adopta cierta actitud que mueve a risa. De igual manera, el cúmulo de cornamentas y su inexplicable formación, lo mismo parecen emerger del mar que estar sobre una superficie para tener en forma culminante un montículo de caprichosa estructura. Y a su lado, ese

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individuo que viste a la usanza de los caballeros en el porfiriato, con frac y chistera, además de ostentar un bigote de largas y horizontales puntas, y que puede recordar a un “lagartijo” o funcionario, de los muchos que en sus obras o declaraciones pegaron más de una cornada al pueblo o al destino… como sigue sucediendo hasta nuestros días. En ese y en este caso, los mismos personajes, siniestros o sinvergüenzas bastantes de ellos, empuñan la testuz de un toro para embestir mejor, asegurando así a quién pegarle desde un susto… y hasta una cornada. Finalmente, la composición “Sol en Tauro” no se explicaría si ese “Sol” no trajese en las manos un volante con la leyenda de “Demócrata”. Es posible que ser “demócrata” en tiempos del porfiriato fuese algo bien visto por entonces, pero el hecho es que ante la embestida de “Tauro” tal circunstancia habría sido un asunto incómodo. En fin, que en las cuatro imágenes seleccionadas para seguir explicándonos a José Guadalupe Posada, el hecho es que natural o deliberadamente se deja notar el tema de los toros, como ha sido propósito a lo largo del presente trabajo, que está llegando a su fin.

Suerte de banderillas a caballo, colocadas por María Aguirre “La Charrita Mexicana”. Grabado de José Guadalupe Posada.75

Esta maravillosa obra la encontré en el blog de mi buen amigo Xavier González Fisher: http://laaldeadetauro.blogspot.mx/ y que, a la manera de los antiguos dichos “¡bien vale un potosí!”

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Disponible julio 14, 2013 en: http://laaldeadetauro.blogspot.mx/2010/12/tauromaquia-mexicana.html

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(LXV)

Es probable que las caricaturas pudieran pertenecer a J. M. Villasana. Pero las líneas definidas, el estilo que en ellas puede observarse también delata una fuerte presencia de José Guadalupe Posada. Y no es casual cuando se trata de asuntos taurinos, de los que se ocupó el misterioso caricaturista, teniendo desde la presencia de Guillermo Prieto, sin omitir

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a personajes del día que no siendo precisamente toreros, los tomaron como pretexto para trasladarlos de sus elegantes ropajes citadinos a esos otros en que se lucen un auténtico traje de luces. Y desde luego, el año que transcurre, 1888 es uno de los más intensos en actividad taurina en la ciudad de México. El siguiente resumen nos permite entender a detalle tales comportamientos. En un principio, tales datos aparecen publicados en El Toreo Sevillano (enero de 1889), el cual presenta un resumen de la temporada del año anterior en nuestro país en la que se puede observar la relevancia que habían adquirido en el país las corridas de toros, el gran número de ganaderías y toreros de la tierra, así como el número de corridas celebradas.76 AÑO DE 1888 Temporada Taurina EN MÉXICO Desde el primer domingo de enero hasta el domingo 30 de diciembre del año 1888, se han celebrado en las cinco plazas de la capital de la República 127 corridas lidiándose 723 toros de ganaderías mexicanas y españolas como se verá por los siguientes datos: Plaza de Bucareli Idem del Paseo Idem del Coliseo Idem de Colón Idem de San Rafael

35 corridas 31 " 31 " 27 " 3 "

Total

127 corridas.

Se jugaron en dichas corridas 723 toros de 53 ganaderías mexicanas y 9 españolas, bajo esta forma: Ganaderías mexicanas.-Venadero 61, Cazadero 44, Atenco 42, San Simón 41, Canario 41, Soledad 30, Jalpa 23, Cieneguilla 22, Guanamé 21, Mezquite Gordo 21, Jalapilla 19, Salitre 18, Desconocidas 18, Ramos 17, Santín 15, Buenavista 14, Guatimapé 13, San Diego de los Padres 12, Parangueo 12, Canaleja 12, Montenegro 12, Maravillas 12, Meztepec 11, Bramino de Arandas 11, Estancia Grande 10, Santa Cruz 10, Fortín 10, Cercado de Bayas 9, San Pedro Piedra Gorda 7, Ortega 7, Cuatro 7, Nopalapan 6, Jaral 6, San Francisco 6, Guaracha 6, Sauceda 6, Rosario 6, Cubo 6, Santa Lucía 5, San Antonio 5, Calera 5, San Diego Xuchil 5, Ayala 5, Plan de la Barca 4, Tulipan 4, Bringas 4, Noria de Charcas 3, Hacienda de la H 3, San Isidro 3, San Gerónimo 3, San Cristóbal 3, Santa Rosa 1, San Clemente 1.-Total 697 toros. Ganaderías españolas.-De Heredia 6, Hernán 3, Saltillo 3, Benjumea 3, Conde de la Patilla 3, Concha y Sierra 3, Miura 2, de procedencia desconocida 2, Anastasio Martín 1.-Total 26 toros. De éstos, dos no se mataron, siendo uno de Concha y Sierra y otro de Anastasio Martín. En las 127 corridas verificadas en México en el año 1888, han tomado parte en la lidia 170 diestros y 35 aficionados. Espadas.-Artau Joaquín, Borrego Carlos "Zocato", Díaz Ponciano, Díaz Lavi Manuel el "Habanero", Fontela Andrés, Flores Antonio, Gadea Ignacio, Gutiérrez Fernando el "Niño", González Antonio "Frasquito", Hermosilla Manuel, Jiménez Juan el "Ecijano", López Gabriel "Mateíto", Lobo Fernando "Lobito", Leal Cayetano "Pepe-Hillo", León Juan el "Mestizo", Mazzantini Luis, Martín Valentín, Machio 76

José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v., Vol. 9, p. 315-7.

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José, Moreno Juan el "Americano", Navarro Vicente el "Tito", Prieto Diego "Cuatro dedos", Parrondo Tomás el "Manchao", Polanco Gerardo, Zavala y otro espada. Picadores.-Blázquez Laureano, Carmona Jesús, Carmona Pedro, Conde Vicente el "Güerito", Conde Vicente (h), Conde Emilio, Camacho Antonio, Cueto Félix, Figueroa Eulogio, Gómez Cornelio, García Piedad, García Ramón, García Pedro, García Federico, García Ireneo, García Juan, Bayard José "Badila", González Celso, Gochicoa Federico, González Filomeno "Cholula", González Nieves, Hernández J.M., Mota J.M., Mota Domingo, Mercado Ramón "Cantaritos", Mercado Pablo, Morales Guadalupe, Mosqueda Francisco, Morales Amado, Oropeza Agustín, Oropeza I.M., Pérez Antonio el "Charol", Pérez Manuel el "Sastre", Reyes Arcadio, Rodríguez Manuel "Cantares", Reyes Adolfo, Recillas Juan de la Luz, Romero Antonio, Reyes Ramón, Rosas Manuel "Pelayo", Rodríguez Antonio el "Nene", Ramón Jesús, Nava Manuel, Sánchez Enrique el "Albañil", Saez Rafael el "Pintor", Sierra Benigno, Talavera Demetrio, Tovar Pascual, Vargas Juan "Varguitas" y un desconocido. Banderilleros.-Anaya Anastasio, Adame Ángel, Blanco Manuel "Blanquito", Bonar Francisco "Bonarillo", Barreras Elías el "Aragonés", Antúnez Antonio "Tovalo", Calderón de la Barca, Blanco Jesús, Cañiveral Ramón el "Campanero", Cermeño Juan, Carbajal Francisco el "Pollo", Cortés José León, Cao Faustino el "Rochano", Diego Francisco "Corito", Delgado Luis S., Domínguez Manuel, Escacena José, Fragoso Jesús el "Mutilado", García Antonio el "Morenito", Gómez Antonio el "Chiquitín", González Antonio el "Orizabeño", Galea José, Gallegos Vicente, Gadea Amado, Gadea I.M., Gadea Ignacio (h), González Patricio, Garnica Emeterio, García Emeterio, García Florencio el "Tanganito", García Carlos, Gutiérrez Benito el "Asturiano", Gudiño Juan, Girón Aurelio, García Antonio "Alegría", Hernández José el "Americano", Hernández Mauricio, Hernández Francisco, Lobato Francisco, López Ramón, López José "Cuquito", Lobo Antonio "Lobito Chico", Lara Eugenio el "Maestro", Muñoz Joaquín el "Belloto", Muñoz Rafael el "Mochilón", Mejía Francisco, Manero Manuel "Minuto", Mercado Jesús, Miranda Antonio el "Pipo", Morales Manuel "Mazzantinito", Mendoza Diego el "Curro", Marquina Francisco "Templao", López Carlos el "Manchado", Mejía Manuel "Bienvenida", Machio Manuel, Mazzantini Tomás, Monje José "Candelas", Márquez Ramón, Mercadilla Antonio "Zenzontle", Navarro Miguel el "Cartagenero", Nava Julián, Pujol Alberto el "Cubano", Pardo Francisco el "Trallero", Osed Agustín, Pérez Ramón, Pardo Genovevo, Pompeyo José, Paredes Salvador "Redondillo", Romero Juan "Saleri", Recatero Victoriano "Regaterín", Recatero Luis "Regaterillo", Orozco José "Laborda", Sánchez Carlos, Sánchez Francisco, Sosa Darío, Sánchez Hipólito, Torre Atenógenes de la, Vaquero Francisco "Vaquerito", Vieyra Tomás, Villegas Francisco "Naranjito", Vázquez Enrique "Montelirio", Velázquez José "Torerito", Zayas Antonio, (tres peones cuyos nombres no dieron los carteles y otro banderillero desconocido). Puntilleros.-Audelo Inés, Reyes I.M., (h), Puerta Romualdo "Montañés". En las corridas formales del año de 1888, el número de toros que cada espada ha matado, es el siguiente: Ponciano Díaz Carlos Borrego "Zocato" Vicente Navarro "El Tito" Diego Prieto "Cuatrodedos" Gabriel López "Mateíto" Fernando Lobo "Lobito" Manuel Hermosilla Juan Jiménez "El Ecijano" Luis Mazzantini Valentín Martín Otro matador Joaquín Artau Valentín Zavala Gerardo Santa Cruz Polanco Cayetano Leal "Pepe-Hillo" Antonio González "Frasquito"

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145 87 60 58 43 34 22 22 21 21 21 18 15 14 9 8


Juan León "El Mestizo" Antonio Flores Tomás Parrondo "Manchado" Díaz Lavi "El Habanero" Ignacio Gadea José Machío Juan Moreno "El Americano" Andrés Frontela Fernando Gutiérrez "El Niño"

6 6 5 5 3 2 2 2 2

Total

631

En mi tesis de maestría, publiqué además la siguiente nómina de “toreros, picadores, banderilleros y otros”,77 lo que permite conocer con nombre y apellidos a los diferentes protagonistas taurinos de aquel año. Torero (T), Picador (P), Banderillero (B), Otros (O). -José de la Luz Gavidia "El Chato" (T) -Atenógenes de la Torre (P) -Rafael Calderón de la Barca (T) -Felícitos Mejías "El Veracruzano" (T) -Genovevo Pardo "El Poblano" (T) -Carlos Sánchez (B) -José Ma. Mota (P) -Agustín Oropeza (P) -Celso González (P) -Carlos López "El Manchao" (B) -Abraham Parra "El Borrego" (T) -Pedro García (B) -Natividad Contreras "El Charrito del siglo” (T. y desde el caballo) -Ramón Márquez (B) -Pompeyo Ramos (B) -Casto Díaz (B) -Antonio Vanegas "Chanate" (B) -José Basauri ()T) -Timoteo Rodríguez (T) -Jesús Adame (T) -Ignacio Gadea (desde el caballo) -Antonio González "El Orizabeño" (T) -Refugio Sánchez "Lengua de Bola" (B) -Valentín Zavala (T) -Francisco Aguirre "Gallito" (B) -Adalberto Reyes "Saleri mexicano" (B) -Miguel Acevedo (P) -Francisco Anguiano (P) -Jesús Carmona (P) -Vicente Conde "El Güerito" (T) José Francisco Coello Ugalde: “CUANDO EL CURSO DE LA FIESTA DE TOROS EN MEXICO, FUE ALTERADO EN 1867 POR UNA PROHIBICION. (Sentido del espectáculo entre lo histórico, estético y social durante el siglo XIX)”. México, 1996 (tesis de maestría, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 238 p. Ils. 77

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-Juan Corona (P) -Ireneo García (P) -Piedad García (P) -Antonio Mercado "Santín" (P) -Cándido Reyes (P) DIESTROS ESPAÑOLES -Carlos Borrego "Zocato" -Juan Antonio Cervera "El Cordobés" -Antonio Escobar "El Boto" -Francisco González "Faico" -Antonio Guerrero "Guerrerito" -Manuel Hermosilla -Joaquín Hernández "Parrao" -Juan Jiménez "El Ecijano" -Gabriel López "Mateito" -José Machío -Valentín Martín -Luis Mazzantini -Tomás Parrondo "El Manchao" -Diego Prieto "Cuatro Dedos" -Enrique Santos "Tortero" NOVILLEROS -Joaquín Artau -Leopoldo Camaleño -Manuel Cervera Pacheco -Antonio Díaz Lavi -Manuel Díaz Lavi "El Habanero" -Juan José Durán "Pipa" -Pedro Fernández "Valdemoro" -Andrés Fontela -Fernando Gutiérrez "El Niño" -Juan León "El Mestizo" -Manuel Machío -José Machío Trigo -José Martínez Galindo -Juan Mateo "Juaniqui" -Juan Moreno "El Americano" -Vicente Navarro "El Tito" -Arturo Paramio -Diego Rodríguez "Silverio Chico" -José Romero "Frascuelillo".

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(LXVI)

EL GRAN PANTEÓN AMOROSO Leed, pues, este Panteón de los Amores Todos los que habitáis aquí en la tierra, Y hallaréis muchos gustos y dolores Que el gran secreto de la tumba encierra. (. . . . . . . . . .) Aquí yace un buen torero, Que murió de la aflicción De ser mal banderillero, Silbado en cada función; Ha muerto de un revolcón Que recibió en la trasera, Y era tanta su tontera Que en el sepulcro ya estaba Y a los muertos los toreaba Convertido en calavera.

La infaltable “calavera taurina” llegó hasta los últimos momentos para sumarse al más rendido de los homenajes, justo en los momentos en que el artista ha expirado…

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José Guadalupe Posada en el lecho de muerte.

¡Gloria a uno de los grandes artistas en este país! Ciudad de México, julio de 2013.

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NOTAS SOBRE UN CAPÍTULO NO CONTEMPLADO. En un viaje a Guanajuato a finales de julio de 2013, tuve oportunidad de consultar el Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato donde encontré la colección de Agustín Lanuza denominada “Corridas de toros”, misma que concentra alrededor de 200 carteles que van de 1873 a 1923. Varios de ellos muestran evidencias claras entre dibujos y grabados de José Guadalupe Posada, lo que hace del mismo un conjunto de materiales inéditos, de ahí que por su importancia, haya decidido incluirlos en la presente obra, lo cual viene a darle un notable valor no previsto.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 27 de agosto de 1905 en la plaza de toros de León, Gto.

Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 1º de noviembre de 1905 en la plaza de toros de León, Gto.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 5 de noviembre de 1905 en la plaza de toros de León, Gto.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 12 de enero de 1906 en la plaza de toros de Irapuato, Gto. Este grabado tiene más hechuras de Manuel Manilla que de José Guadalupe Posada, ilustra a una mujer torera.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 14 de enero de 1906 en la plaza de toros de Silao, Gto.

Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 14 de enero de 1906 en la plaza de toros de Moroleón, Gto.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 25 de enero de 1907 en la plaza de toros de León, Gto.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 21 de abril de 1907 en la plaza de toros de Comonfort, Gto.

295


Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 21 de julio de 1907 en la plaza de toros de León, Gto.

Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 21 de julio de 1907 en la plaza de toros de León, Gto. 296


Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 24 de noviembre de 1907 en la plaza de toros de Salvatierra, Gto.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 23 de febrero de 1900 en la plaza de toros de Irapuato, Gto. El personaje ilustrado es Antonio Reverte.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 13 de junio de 1901 en la plaza de toros de Guanajuato, Gto.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 14 de diciembre de 1901 en la plaza de toros de Gavira, Gto. El personaje ilustrado es Mr. Paul Aramis. Por cierto, la imagen fue también reproducida, de manera un tanto cuanto burda en El Correo Español, D.F., del 20 de noviembre de 1902. Como puede observarse en esa imagen realizada al interior de un gabinete fotográfico, muchas veces sirvió como modelo para realizar, de manera más reposada el apunte que luego pasaba a formar parte de los elementos iconográficos en las imprentas del país.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 10 de enero de 1902 en la plaza de toros de Irapuato, Gto. El personaje ilustrado es Antonio Fuentes.

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Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 10 de enero de 1902 en la plaza de toros de Irapuato, Gto.

Procedencia: Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato. Hemeroteca. Col. “Agustín Lanuza”. Corridas de toros. Este grabado se incluyó en el cartel para la tarde del 18 de enero de 1903 en la plaza de toros de León, Gto.

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CONCLUSIONES. Destacan aquí alrededor de 85 ilustraciones que no han tenido la suficiente publicidad, o que por otro lado podrían considerarse como inéditas. Todas ellas, junto con otras tantas que son conocidas o muy conocidas a lo largo del presente trabajo (que hacen del mismo una obra profusamente ilustrada), fueron sometidas a una revisión e interpretación exhaustivas, al punto de convertirse en elementos iconográficos que se incorporan al amplio espectro de publicaciones destinadas a dar un significado sobre la obra del genial José Guadalupe Posada. El tema, sobra decirlo ha sido el de la tauromaquia, por el que el aguascalentense tuvo notoria preferencia, tema del que todavía existen diversos pendientes, pues por lo menos en publicaciones como el Gil Blas o La Risa del Popular se encuentra detectado otro buen número de dibujos y grabados del protagonista de la presente obra. Ha sido necesario superar ciertos lugares comunes que reflejan el trato indiscriminado de ciertas imágenes, para lo cual se aplicaron criterios de disección y análisis a fondo para entender el propósito estético de sus apuntes. Pero también el de sus ideologías y hasta el de sus diversas reacciones en tanto ser humano, que de una u otra forma se ven reflejadas a lo largo del presente estudio que viene llegando a su fin. Y es que no era posible omitir el hacer y el quehacer de Posada, sobre todo al cumplirse el siglo cabal de su desaparición física, que no espiritual, ni mucho menos la trascendental que comprende y abarca la obra personal en su conjunto. Imposible tener una idea de qué cantidad dejó, cuando lo que debe valorarse es la calidad implícita y explícita que aporta no solo al arte popular mexicano, sino a la condición del arte mayor y universal que per se alcanza sin dificultad de ninguna especie, salvo la de aquellos que todavía se niegan a darle ese sitial de privilegio. En lo general puedo confesar que se trata de un enorme esfuerzo al que no me había enfrentado, pues una cosa es hablar de Posada y otra explicar a Posada, lo que no es ni fue cosa absolutamente fácil. En todo caso, se convirtió en importante reto a vencer, pues se trataba de separarlo, en la medida de lo posible de una serie de cartabones y reubicarlo o colocarlo en otra dimensión: la del artista que, entre sus múltiples líneas de desarrollo hizo suyas las corridas de toros, y dejó fielmente reproducidas una serie de suertes, retratos de toreros, e incluso materialmente se “pitorreó” de más de algún personaje aplicando su ácido estilo, con esa especie de insolente desparpajo que llamaba y sigue llamando a risa. Que yo sepa, no ha habido hasta ahora un libro que se ocupe en específico sobre “Posada en los

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toros”. Si el presente esfuerzo pudiese garantizar tamaña deuda, espero que se convierta en una más de esas piezas faltantes al todavía incompleto panorama que abarque la interpretación más puntual sobre José Guadalupe Posada. Termino aquí tras un largo proceso de revisión, interpretación, pero sobre todo destinado a rememorar y celebrar esta obra, que como muchas otras lleva también un propósito de fondo, con el que hace poco más de treinta años me propuse poner en marcha: convertirla, como otros trabajos en una Aportación histórico-taurina mexicana.

Ciudad de México, julio de 2013.

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