JUSTIFICACIÓN Con esta quinta entrega de la “Galería de toreros mexicanos y extranjeros. De a pie y de a caballo, siglos XVI – XIX”, misma que abarca las letras R y S, comparto con los lectores de este portal, un trabajo del cual, puedo afirmar que el balance del mismo arroja poco más de 2050 personajes, tanto del país como de aquellos que vinieron de fuera. Ha sido una aventura harto interesante, en la que pasé varios meses realizando una intensa búsqueda, empeño que por ahora se detiene, considerando dejar pasar algún tiempo para seguir recabando más datos, que estoy seguro seguirán apareciendo con el encuentro de nuevas fuentes. Los personajes que se reúnen en estas dos letras, R y S, son abundantes. Como en los casos anteriores, la búsqueda de sus nombres, apellidos, sobrenombres, funciones o desempeños, y épocas por las que transitaron, hace de esta Galería, un interesante recorrido en el cual, y como fue propósito desde su comienzo, se ha conseguido suficiente información. Desde luego, y como ya lo he advertido, la labor de acopio no concluye aquí. Aguardará un tiempo, el razonable para enriquecerla o mejorarla. Poco más de 370 años de un tiempo muy amplio por el que circularon otros tantos toreros de a pie o de a caballo y cuyos registros, estoy seguro, quedarán inscritos en tan gozosa labor. Como ya lo he advertido, si algún dato ofrece información que no corresponde con la realidad, o porque incluso se puedan integrar otros personajes, y esto debido a la lectura que realicen los navegantes en este portal, me permito poner a su disposición el siguiente correo electrónico para entrar en comunicación directa: josecoello1962@hotmail.com De nuevo, comparto mi invitación para que conozcan los nuevos datos aquí aportados, no sin antes agradecer una vez más el inapreciable apoyo que FOMENTO CULTURAL TAUROMAQUIA HISPANOAMERICANA realiza para divulgar la presente obra. Sin la decidida participación de Juan Pablo Corona Rivera y de Óskar Ruizesparza, esto no habría sido posible, simple y sencillamente. Deseo disfruten como un servidor, la presente compilación biográfica de todos quienes de una u otra forma, protagonizaron y dejaron huella en la tauromaquia mexicana de aquellos siglos. Ciudad de México, mayo de 2020. José Francisco Coello Ugalde Maestro en Historia.
R RABANAL, Alfredo, Huerito: Matador de novillos mexicano. No salío de su país. Toreaba hacia 1890 y era valiente y torpe. No logró sobresalir. (J. M de C., III, 759). RAMÍREZ, Agustín, el Mochito: Torero de a pie, fue uno de los muchos que pisaron el ruedo de la plaza de toros el “Montecillo”, en San Luis Potosí, mientras fue empresario de la misma D. Diego González Lavín, antes del año 1888 en que fue derribada RAMÍREZ, Arcadio, que se anunciaba en sus primeros años como El Muégano, más tarde conocido como Reverte Mexicano: Matador de toros. Este popular torero indígena, nació en la ciudad de Irapuato, el año de 1879. Se puede decir, que después de la retirada de los toros de Ponciano Díaz, pasaron bastantes años, hasta que hubo otro torero mexicano de renombre, Arcadio Ramírez, que en un principio toreó por los estados con el apodo de “Limoncito”, optó el de “Reverte Mexicano”, cuando ya era matador de toros, y evocando el nombre del gran Reverte español, por el que sintió admiración el referido. En el año de 1900 y cuando apenas contaba veintiún años, recibió la alternativa en la plaza de Tlaquepaque, de manos del diestro hispano, Manuel Hermosilla. Como después de esta corrida, actuase en novilladas, dos años después y en la plaza de toros de Puebla, volvió a doctorarse, nada menos, que de las manos de Luis Mazzantini. Toreó aquel año en la plaza de Chapultepec de la capital de México, anunciando en los carteles a los tres “Revertes”. Los hispanos, Antonio Reverte, su sobrino, Manuel García “Revertito” y Arcadio Ramírez “Reverte Mexicano”. Y al hablar de este torero, dice don Alfonso de Icaza “Ojo”, en Revista de Revistas: “El mexicano, dicho sea en honor a la verdad, apenas si merecía el título de torero. Con el capote solo ejecutaba relativamente bien las verónicas, y aún ese lance lo desvirtuaba citando enteramente de perfil y con la muleta no hacía sino bailar. En cambio mataba mucho y bien, y desde su perfilada, casi perfecta, hasta que salía de la suerte con bastante limpieza en la mayor parte de las veces podía vérsele”. El 23 de octubre de 1904, se presentó en la plaza “México”, lidiando ganado de Santín, con los hispanos “Bonarillo” y “Parrao”. El 5 de enero de 1913, actuó en la plaza del “Toreo”, en unión de Rafael González “Machaquito”, en cuya corrida resultó herido el espada español, negándose Arcadio a pasaportar al resto de los toros, por cuya actitud, la autoridad lo envió a la cárcel. Mucho extrañó a cuantos presenciaron la corrida, que Arcadio Ramírez, torero caracterizado por su valor, permitiese el bochorno de ser detenido, auntes que matar los toros de “Machaquito”. Durante largos años duró en la profesión, ya sin ningún relieve, e impulsado por su situación económica. Hace cuatro años, (esto en 1954), tuvo el que esto escribe la gran satisfacción de conocer personalmente a don Arcadio Ramírez –ya viejo-, en la ciudad de Irapuato donde radica. Hablamos de toros, y me contó algunas anécdotas de su vida. De todas ellas, la que más se me grabó sin duda, fue cuando el Presidente Porfirio Díaz, invitó a comer a Antonio Fuentes y al referido. Don Porfirio, dio la orden de sentarse a la mesa –en Palacio Nacional-, quedaba Fuentes a la derecha del Presidente; y él a la izquierda. Fueron tantos los cubiertos que vio rodeando sus platos, que le entró un pánico enorme pues no sabía por donde empezar. Entonces, rápidamente, volteó la cara, y a uno de los ayudantes del señor Presidente, que estaban parados detrás, le preguntó donde estaban los baños. Levantarse, salir corriendo, ver una escalera y tomar la calle, fue todo uno. No supo nunca, lo que pensaron de él, le tomó a aquella comida más miedo que si hubiera tenido que matar seis toros de Atenco. Fue un hombre popular, que malgastaba en francachelas cuanto ganaba en los toros. de su vida se han contado muchas cosas. Cuando más celebridad tenía, contrajo matrimonio con la afamada tiple
Concha Bustamante, de cuya unión tuvo tres hijos, viniendo la separación de ambos más tarde. Fue un torero muy castigado por los toros. su falta de conocimiento e inexperiencia ante las reses, le proporcionó en su larga vida diez y siete cornadas, la mayor parte de ellas de gravedad. Desde hace muchos años vive en la ciudad de Irapuato, ya muy viejo y recogido por una familia humilde, pero generosa, que comparte con él los alimentos. No hace mucho tiempo, se le organizó un festival para reunirle algunos centavos, allá en Irapuato. A pesar de los años, manifestó a los organizadores, su ferviente deseo de estoquear un novillo, a lo que como es natural, no accedieron. Es un torero que pasó por la historia de México y al que todos respetan. (A. L., 231-2). Agrega J. M de C estas otras notas, ubicadas en el tomo IV de su notable enciclopedia, p. 666: En 1936 mata dos toros en Aguascalientes; torea en 1938 varios festivales, y resulta herido de gravedad en el celebrado en Puebla el 23 de marzo. El 12 de marzo de 1939, en Irapuato, mató como despedida de la profesión, a los sesenta y dos años –nació en 1879-, cuatro toros. durante dicho año y el siguiente aún actuó en festivales.
RAMÍREZ, Bartolo: Salía al ruedo realizando suertes propias del “loco”. Su nombre se encuentra vinculado con la compañía que encabezaba Pedro Nolasco Acosta, en diversos festejos que se celebraron en plazas de San Luis Potosí, en el último tercio del siglo XIX. Fue uno de los últimos “graciosos” que actuaron en la plaza del “Montecillo”. Además, en enero de 1895, todavía alegró con sus bufonadas la colocación de la primera piedra de la plaza de El Paseo; pero poco después fue asaltado y asesinado en los terrenos de Mexquitic, cuando volvía de Pinos, Zac., a donde había ido a hacer reir consigo mismo y con sus títeres. (R. M. y A., 1989, 31).
RAMÍREZ, Diego: Picador de toros. Su nombre está citado en los célebres versos “Recuerdos de el Chamberín” que Luis G. Inclán escribiera entre 1860 y 1867, rememorando la celebridad de su caballo. A un tal Ramírez, don Diego, aplaudían con mucho ardor, y era el primer picador; sin más regla ni sosiego al encontrar corría luego, a picahuye pasando la garrocha al aire alzando, haciendo tres mil piruetas que tenían por galanetas y lo estaban festejando. RAMÍREZ, Enrique: Banderillero, e integrante de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, encabezada por Antonio Villa y Pedro López. Su nombre aparece en un cartel de la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 19 de mayo de 1907. RAMÍREZ, Francisco, Negrito: Formaba parte, como banderillero, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnación Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. RAMÍREZ, Jesús: En una corrida celebrada en San Luis de Potosí el 7 de julio de 1839 en honor del general D. Isidro Reyes, picó un toro, llevando en la silla a Juana la Pola. (L. V., 113). Según el cartel indicado “Jesús Ramírez picará un toro con Juana la Pola en la silla”. Con cierta sorna, José María de Cossío agrega: “Ignoro si midieron o no el suelo, aunque sospecho que sí”. RAMÍREZ, José, Gaonita: Banderillero. Nació en la ciudad de Chihuahua, el 19 de marzo de 1898. En 1916, hizo su presentación como novillero en la ciudad de Monterrey. Realizó buenas temporadas en el antiguo “Toreo”. Marchó a España, presentándose en la plaza de “Vista Alegre” (Madrid), el 19 de junio de 1921, y repitiendo varias veces en dicho coso. El 23 de julio debutó en la plaza madrileña . Aquella tarde estuvo bien “Gaonita” en el toro que mató, ya que resultó herido igual que sus dos compañeros, despachando los dos toros que quedaban en toriles, el matador de toros Emilio Méndez, que estaba de espectador y que previo permiso de la autoridad, bajó al ruedo, obteniendo un gran éxito y siendo llevado vestigo de paisano en hombros hasta su domicilio. El 27 de agosto, reaparece “Gaonita” En el coso madrileño. Recibió la alternativa el 3 de septiembre de 1922, en la plaza de Mérida (Badajoz), donde Ignacio Sánchez Mejías, le cedió la muerte del primero toro de la ganadería de Sánchez Rico de nombre “Ecijano”. Fue su padrino Félix Merino y el otro alternante, Francisco Ferrer “Pastoret”. En esa corrida, el último del encierro, de Palha, cogió al espada mexicano, que solamente sufrió fuertes varetazos. Es a partir de este momento, que comienza el declive de “Gaonita”. Al siguiente año, vuelve en dos ocasiones a la plaza de Madrid. Decide marchar a México, y torear en 1026, algunas novilladas sin mayor importancia. Pasa a las plazas de Caracas y Puerto
Rico, donde actúa indistintamente de novillero y banderillero profesión que en la actualidad ejerce, con el beneplácito de los matadores. (A. L., 1958, 232).
RAMÍREZ, José Antonio, el Ahijado: Torero profesional de a caballo que intervino en las fiestas de toros dadas en la plaza de San Lucas durante 1790 y 1791. Seguramente es el mismo José Ramírez que picó a caballo en el curso de diciembre de 1796 en un circo de madera levantado en el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 385). RAMÍREZ, José María, la Monita: segundo espada. Hay un registro de alguna actuación suya en la plaza de toros del Huisachal, el 4 de noviembre de 1883, mismo que aparece en El Diario del Hogar, del 6 de noviembre siguiente, p. 3. Notabilísimo picador potosino. De acuerdo a otras notas, se sabe que en la corrida del 15 de septiembre de 1876, celebrada en la plaza de toros del “Montecillo” (S.L.P.) al picar el segundo toro de Guanamé, Juan María Ramírez, La Monita, sufrió tremenda caída, de aquellas nombradas “de latiguillo”, que le causó la muerte horas después.1 José María de Cossío en LOS TOROS, T. IV, p. 667 agrega: “Picador de toros mexicano, cuya época se remonta a los años de 1875 a 1885, valiente y duró en su profesión, que murió en fecha incierta, para mí, a consecuencia de una caída que le produjo la fractura del cráneo. Había nacido en San Luis Potosí”. RAMÍREZ, Juan, Sordo de México: Banderillero. Actuó en un festejo celebrado en la plaza de toros de Celaya, Gto., el domingo 22 de septiembre de 1907. RAMÍREZ, Juan: Matador de novillos mexicano. Su nombre quedó registrado en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros en Guadalupe Hidalgo (Puebla), la tarde del domingo 12 de marzo de 1911, lidiando ganado de Nopalapam, al lado de Felipe Perera “Motuleño”. RAMÍREZ, Leonor: Banderillera. De ella son los siguientes datos: PLAZA DE TOROS EN VERACRUZ. 29 de agosto. En El Monitor del Pueblo, D.F., del 7 de septiembre de 1886, p. 2, encuentro la siguiente información:
1
Rafael Montejano y Aguiñaga: Centenario de la Plaza de Toros del Montecillo. San Luis Potosí, S.L.P. San Luis Pot´sí, Talleres litográficos de Al Libro Mayor, S.A. de C.V., 1989. 46 p. Ils., retrs., planos., p. 25.
Tres lidiadoras se han presentado últimamente en la plaza de toros de Veracruz, a saber: Camila Martínez, primera espada; Leonor Ramírez, banderillera y Margarita Fernández, picadora. Por otro lado en El Monitor Republicano, D.F., del 26 de septiembre de 1886, p. 1, también aparece este dato: Ahora anda por ahí, un célebre matador que se llama “el Niño” sobre el que los periódicos taurinos traen gran polémica. Y las mujeres siguen toreando, buscándoles las malvadas, tres pies al gato, y no toreando y picando a los hombres, que eso es de épocas más añejas que la momia de Sesostris, toreando a los indómitos hijos de Atenco, que la verdad sea dicha, son caballeros de muy pocas pulgas. En la función dada en Veracruz el mes pasado a beneficio del taurino Rebujina, tomaron parte en la corrida las toreras Camelia Martínez, como matadora; Leonor Ramírez, como banderillera, y Margarita Fernández (a) La Dorada a fuego, como picadora; de éstas las primeras son mexicanas y la tercera española. Esa Dorada a fuego debe ser un dije. Pronto la veremos en México, porque en unión de sus consocias va a ser contratada por un empresario de las plazas cercanas a la gran Capital. EL MONITOR DEL PUEBLO, D.F., del 7 de septiembre de 1886, p. 2: Tres lidiadoras se han presentado últimamente en la plaza de toros de Veracruz, a saber: Camila Martínez, primera espada; Leonor Ramírez, banderillera y Margarita Fernández, picadora. RAMÍREZ, Macedonio: Picador de toros. Actuó a finales del siglo XIX en ruedos mexicanos. Su nombre aparece registrado en el cartel que se llevó a cabo el domingo 2 de junio de 1895, en la plaza de toros de “Bucareli”. RAMÍREZ, N.: Banderillero mexicano que hará ocho o diez años tenía fama entre los de la clase, por dar con mucha seguridad el salto al trascuerno. (L. V., 113). RAMÍREZ CARTAGENA, Juan Francisco: Probablemente se trate de un personaje activo en las plazas de toros (como rejoneador), pues para 1747, envía un documento en el que “presenta varios instrumentos para la lidia de toros que se han de hacer en la Jura del señor Fernando VI”. (JQM, 2017, 143-4). RAMÓN, El Zurdo: Torero de a pie que participó en algunos festejos celebrados en la ciudad de Guadalajara, en los festejos en honor al emperador Agustín de Iturbide, esto en 1822. (R. M. M., 2007, 211). RAMOS, Flaviano: Banderillero mexicano. No sé que viniera a España, pero en su país natral trabajaba con frecuencia hacia 1910. (J. M de C, III, 762). RAMOS, José: Charro, y hombre ligado a estos menesteres. Habiendo leído con suma atención el libro de Francisco “Paco” Aparicio, Recuerdos de mi vida charro taurina (véase bibliohemerografía), se está ante la evocación de varios personajes que ubica como sus maestros. Uno de ellos es Magdaleno Ramos, con toda seguridad nacido hacia finales del siglo XIX. “Paco” Aparicio (20 de diciembre de 1908-9 de septiembre de 1978), como es de sobra conocido, fue padre además de la célebre amazona “Juanita” Aparicio y tío del no menos conocido torero Mariano Ramos. Francisco, desde muy niño, justo a los 9 años, se presenta y con bastante éxito el 16 de abril de 1922, en Orizaba, Ver. Como resultado de tan grato debut, y luego ya pasados algunos años, decide abrazar aquel destino en el que se vio rodeado, como ya lo había adelantado, con aquel otro charro, uno más de sus maestros, José Ramos, quien además resultó ser su tío, pues el padre de “Paco”, casó con una hermana de ellos, la señora Rosa Ramos. José fue uno de los componentes del famoso trío de “Los Pepes”, formado por él, José Becerril y José Velázquez. Además, junto con su hermano Magdaleno cautivaron por su destreza a los públicos
de aquella época, por lo que se les consideró como verdaderas glorias de la charrería mexicana. Además, los dos fueron oficiales del Ejército Nacional, al que prestaron valiosos servicios en su calidad de excelentes hombres de a caballo.
Un charro a finales del siglo XIX, que bien nos recuerda al personaje aquí reseñado. Col. del autor. RAMOS, Julián: Banderillero mexicano que viene toreando desde 1895 en cuadrillas de matadores de segunda fila. (L. V., 113). RAMOS, Magdaleno: Charro, y hombre ligado a estos menesteres. Habiendo leído con suma atención el libro de Francisco “Paco” Aparicio, Recuerdos de mi vida charro taurina (véase bibliohemerografía), se está ante la evocación de varios personajes que ubica como sus maestros. Uno de ellos es Magdaleno Ramos, con toda seguridad nacido hacia finales del siglo XIX. “Paco” Aparicio (20 de diciembre de 1908-9 de septiembre de 1978), como es de sobra conocido, fue padre además de la célebre amazona “Juanita” Aparicio y tío del no menos conocido torero Mariano Ramos. Francisco, desde muy niño, justo a los 9 años, se presenta y con bastante éxito el 16 de abril de 1922, en Orizaba, Ver. Como resultado de tan grato debut, y luego ya pasados algunos años, decide abrazar aquel destino en el que se vio rodeado, como ya lo había adelantado, con aquel otro charro, uno más de sus maestros, Magdaleno Ramos, quien además resultó ser su tío, pues el padre de “Paco”, casó con una hermana de ellos, la señora Rosa Ramos. Magdaleno fue un charro de valía, al igual que su hermano José, y era un competente arrendador de caballos.
Un charro a finales del siglo XIX, que bien nos recuerda al personaje aquí reseñado. Col. del autor.
RAMOS, Manuel, Ramitos: Matador de toros. A continuación, traigo hasta aquí el apunte que Ignacio Lagarda Lagarda presentó en “Primera plana” el 17 de agosto de 2018 cuyo título es “Las corridas de toros en Hermosillo”. En el año de 1900, el ciudadano chino nacionalizado mexicano Juan Sau construyó una plaza de toros llamada “Colón”, que era un corralón de piedra localizado en las calles Oaxaca y Matamoros, donde hoy se encuentra el edificio FER, con una capacidad para no más de mil aficionados, sentados en gradas de madera de quinta clase, pero para la ciudad de aquella época que contaba con alrededor de 30,000 habitantes, era de gran nivel. La primera corrida en esa plaza se realizó el 21 de octubre de 1900, a beneficio del torero Vicente Sierra “Minuto” que se encontraba enfermo del hígado. La corrida estaba encabezada como siempre por Manuel Ramos “Ramitos”, que en ese entonces ya estaba considerado como el ídolo del toreo en una ciudad poco aficionada a esa fiesta. También participaron en la corrida como toreros aficionados los ciudadanos españoles Antonio Rodríguez y Antonio Calderón. La estocada favorita de “Ramitos” era la de mete y saca que estaba muy en boga entre los toreros de la época pero que a los aficionados les parecía algo espectacular por la rapidez con que la ejecutaba. El torero “Ramitos” ejecutaba esta suerte sin pena ni gloria ya que en esa época los toros que se lidiaban estaban “despuntados”. Los banderilleros que acompañaron a “Ramitos” en la corrida fueron los siguientes: Francisco Encinas “El Güero”, Jesús Anaya “El Chúvila”, Gonzalo Hernández “Poncianito”, y como picador José Noriega “El Ticket”, también participó en la cuadrilla el propio enfermo del hígado, Vicente Sierra “Minuto”. Gonzalo Hernández “Poncianito” fue uno de los banderilleros que más se distinguió en las corridas que se efectuaban en ese entonces en Hermosillo y en el resto del Estado. “Ramitos” no salía a torear a ninguna parte si no llevaba con él a “Poncianito”, ya que lo consideraba como su “Ángel de la guarda” en el ruedo. La plaza “Colón” se vio sumamente concurrida dada la finalidad que se perseguía. El evento fue dedicado a la colonia española en la ciudad, que en ese tiempo estaba integrada por muy pocos miembros, entre ellos, Carmelo Echeverría, Darío Calderón, Claudio Rueda, José Goroztizaga, Antonio Honrado, Señor Roldán, Fermín Mendía, Tadeo Iruretagoyena y Servando Guerra, ya que Vicente Sierra “Minuto” era de esa nacionalidad. La corrida, que estuvo amenizada por la banda del 19° Batallón, fue todo un éxito y “Minuto” reunió una buena cantidad de dinero para curar su estado de salud. En la plaza de toros “Colón” hubo alguna vez una corrida de noche, iluminada con la recién inaugurada luz eléctrica introducida a la ciudad en 1895. La corrida de noche resultó un fracaso ya que con tan poca luz los toros no veían a los lidiadores y no los embestían. Una mañana de junio de 1909 el chino Juan Sau, propietario de la Plaza de Toros “Colón” compareció ante el Sr. Don Francisco Aguilar, Prefecto Político de Hermosillo, para pagar una fuerte multa por el derrumbe en plena corrida de su plaza. Al quedar inservible la plaza Colón, don Francisco Escalante y don Lucas Pavlovich, construyeron una plaza de toros más grande, elegante y cómoda que la Colón a la que le pusieron Plaza de Toros “México”, localizada en la Guerrero y Oaxaca, con frente a la Matamoros y en 1900, en la primera corrida en esa plaza, don Francisco Díaz hizo la suerte de “Tancredo”.
Manuel Ramos “Ramitos” (1867-1940). En ese año torearon Manuel Ramos “Ramitos”; Refugio Hernández “El Cuco”; Juan Calles “Barberillo” y los Banderilleros Jesús Salazar “El Charrito” y Jesús Chávez “El Minuto”. En todas esas corridas actuó como picador Jesús Anaya “El Chúvila” y como torillero Antonio Gallegos. En la corrida hizo alarde de belleza, gracia y valentía la cuadrilla de mujeres dirigida por Dolores “Lolita” Platt. En la primera década del siglo XX, en el rastro de la ciudad, en los barrios, calles, cantinas y en cualquier lugar, no se hablaba de otra cosa más que de “capote”, “espadas”, “banderillas de fuego”, “estoque”, “Tancredo” y se discutía de la bravura y nobleza de los toros de las ganaderías de “Las Rastras”, “Noria del Verde”, “Pozo Crisanto” y “El Ranero” y en los bailes de barriada, alumbrados con linternas, se cantaba a coro el paso doble “El Machaquito” y el españolísimo “Dúo de la Africana”(…). 2 RAMOS, Pompeyo, El Largo o también Galeíta: banderillero que participó en festejos en los últimos 15 años del siglo XIX. (D. I., 40). RAMOS RUIZ, Antonio, Carbonero de Sevilla: Banderillero sevillano. Era muy mediano en su profesión. En 1912 marcha a México. En marzo de 1913, y a causa del juego, tuvo una cuestión con otros toreros, españoles y mexicanos, hiriendo con una puntilla en la pierna al matador mexicano Merced Gómez, tan gravemente que hubo que amputársela. Este hecho desdichado es el que da notoriedad a su figura. (J. M de C., III, 762). RANGEL, Enrique A.: Se le atribuye haber fungido como matador de toros. Este dato se recoge directamente de El Cómico. T. IV, N° 27. México, 24.12.1899. RANGEL DE ARELLANO, Juan: Tenía el cargo de Mariscal de Castilla (hacia 1635). Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo, aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 100).
2
Disponible en internet noviembre 1°, 2019 en: https://www.primeraplanadigital.com.mx/2018/08/17/las-corridas-de-toros-en-hermosillo-2/
RÁNGEL LÓPEZ, Laureano: Matador de novillos. Nació en León, Guanajuato, el 14 de julio de 1889. Ya tenía afición por los toros, cuando llegó a León el célebre “Ojitos”, para formar la cuadrilla juvenil leonesa, a la que ingresó en calidad de puntillero. Después, entró como matador a la cuadrilla jalisciense, siendo el otro espada, Cayetano González. Aunque tuvo buen cartel, decidió retirarse de los ruedos. A su hijo, el banderillero Antonio Rangel, le dio las primeras lecciones del difícil arte de torear. Murió en León en 1954. (A. L., 237). RANGEL, Mariano: Banderillero mexicano. Empieza a torear en 1903 y al año siguiente muere de un modo trágico. En Ciudad Juárez tuvo un altercado con un empleado del Resguardo. Éste disparó su pistola contra el torero, alcanzáldole una bala que le ocasionó la muerte. (J. M de C, III, 764). RASCÓN, José, el Mexicano: Montador mexicano, al decir de los carteles en que se anuncia. En la plaza de Madrid se presentó para efectuarlo en una novillada que se llevó a cabo en 11 de febrero de 1894 e hizo completo fiasco. Lo mismo le ocurrió en algunas plazas de la península. (L. V., 113). RASO, José: Torero profesional de a caballo. Lidió en el Paseo de Bucareli en el curso de enero y febrero de 1797. (BFH, 2012, 385). RAVELO, Vicente, Veracruzano: Matador de novillos, natural de Veracruz, que hacia 1923 tomaba parte en corridas celebradas en su país. (J. M de C., VI, 311). REA, Antonio: picador de toros oriundo de Tlaxcala. En un festejo celebrado en la plaza de toros de Tlalnepantla el 2 de mayo de 1875, aparece su nombre, así como años más tarde, según puede comprobarse en El Arte de la Lidia, Año I, Domingo 25.01.1885, N° 9. REA, Guadalupe: Banderillero profesional de a pie, miembro de la cuadrilla de José Antonio Rea – pariente suyo con toda seguridad- que bregó con los toros jugados en la Plaza de San Pablo en el curso de 1817, con motivo de los desposorios del rey y del infante de España con dos princesas portuguesas. (BFH, 2012, 385). REA, José Antonio: torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. También está citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. REA, Natividad: Picador de toros mexicano, que viene trabajando en diferentes cuadrillas desde 1885. (L. V., 113). REBELES, Francisco: Picador de toros. Fue integrante de la cuadrilla dirigida por el “Capitán Espada” Refugio Sánchez “Lengua de bola”, y que actuó la tarde del 28 de octubre de 1882 en la plaza de toros en Toluca, México. RECATERO y LÓPEZ, Victoriano, Regaterín Banderillero, nacido en Madrid el 7 de febrero de 1851. Vino a nuestro país en el curso de la octava década del siglo XIX y Carlos Cuesta Baquero, al hacer evocaciones de su infancia y adolescencia, menciona con mucha vehemencia las actuaciones de este personaje. Fallece el 14 de marzo de 1891, a los cuarenta años de edad, aun pleno uso de
sus facultades y en el mayor esplendor de su arte, a consecuencia de la enfermedad que venía padeciendo y, según sospechas, de la cogida que sufrió en Orán. (J M de C., III, 765-6).
RENDÓN, Nicolás: “Cuadrillero” que ostentaba además el cargo de Capitán, esto durante los festejos celebrados en la ciudad de Mérida, Yucatán, con motivo de la exaltación al trono del rey D. Fernando VI, mismas que tuvieron lugar entre el día 15 y los siguientes de mayo de 1747. De acuerdo a la “Descripción expresiva de la plausible pompa…”, Relación de fiestas escrita por D. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa, y publicada por la Imprenta en el Colegio Real, y más Antiguo de S. Ildefonso, México, año de 1748. Tal personaje, participó en la lidia de toros, como integrante de las diez y seis Compañías que aparecieron en el coso. RESILLA (sic), debe ser RECILLAS, José de la Luz: Picador de toros, hermano probablemente de Juan Luz Recillas, que también nació en la hacienda de Atenco. Su nombre aparece en un cartel celebrado en la plaza de toros en Tlalnepantla, el 7 de junio de 1874. RECILLAS, Juan Luz: Picador de toros. Al parecer, era oriundo de la hacienda de Atenco. Su nombre aparece en carteles celebrados durante el año de 1886. El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 17.10.1886, N° 1. REGY, Miguel, Señorito de México: Matador de novillos. Nació en el año de 1887 en la capital de México. Después de varios años de tomar parte en festejos de poca importancia por los pueblos, fue a encontrar la muerte, la tarde del 11 de enero de 1911, que en la placita de San Pedro de las Colonias de Torreón, al entrar a matar al sexto recibió tremenda cornada en el pecho, saliéndole la punta de un cuerno por el omóplato. Murió instantáneamente y su alternante, José “Mestizo”, que se impresionó grandemente, pasó las de caín para despachar al toro. (A. L., 238). REINA, José Antonio: torero de a caballo, nacido en Coyoacán. Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 13-4 y 65). REUS, Antonio, Rizito: Torero de a pie. La primera cuadrilla juvenil la formó Antonio Antúnez “Tobalo” en mayo de 1900 con Antonio Reus de matador, y como banderilleros Eligio Hernández “El
Serio”, Apolinar Silva “El Pájaro”, Manuel Castillo y Manuel Villa. Más tarde ingresaron a ella “El Rubito” y “El Catrín”. Eran picadores en ella Felipe San Vicente, “El Peñón” y Elías Villalobos “Cigarrón”. Todos, exceptuando “Rizito”, originarios de León de los Aldamas. Esta cuadrilla debutó en Lagos de Moreno, Hal., el 15 de agosto de 1900 lidiando cuatro toros de Maravillas, grandes, gordos y bien despachados de cornamenta y obtuvo un gran éxito, porque casi todos los componentes eran muchachos de resolución y valentía.
Si bien, Antonio Reus nació en Palma de Mallorca, España el 13 de enero de 1881, a muy temprana edad la familia se encamina a Puerto Rico. Habiendo visto un festejo en que alternaron Manuel Caballero y Juan Mateo “Juaniqui”, se entusiasma tanto, que integra casi de inmediato una improvisada cuadrilla. Tiempo después, marcha a España donde torea en capeas y algunas novilladas. Embarcó hacia México, a donde llega el 27 de octubre de 1898, acompañando al infortunado matador sevillano José Fernández “El Viajajte”, al cual vio morir trágicamente en 1899 en la feria de Cortazar, Gto., por efectos del rejón de una banderilla que se le hundió en el cuello y le atravesó la yugular, al caer después de una salida en falso. “El Viajante” concurría a esa corrida como simple espectador, pero a llamamientos del público, bajó de su grada y vestido de paisano tomó un par de banderillas y colocarlas al toro que se lidiaba; con uno de esos rejones, como antes se apuntaba, se ocasionó la muerte. Ya sin su compañero, “Rizito” se quedó en Celaya, en donde el valiente matador Alfonso Lago “Sanluqueño”, lo recoge y lo incorpora a su cuadrilla para ir a torear a Dolores Hidalgo, Gto.; pero la tarde de la corrida en que debutaba el “Sanluqueño” en dicha plaza, éste fue herido por el primer toro de “Charcas” al verificar un quite y entonces “Tobalo”, viejo banderillero que había venido al país con el gaditano Francisco Jiménez “Rebujina” invita a “Rizito” a que coja los avíos de matar y despacha la corrida, porque si no de otra forma la empresa los dejaría a la luna de Valencia. Antonio Reus accede y despacha a los toros que se lidiaban, de modo sobresaliente, por lo que el viejo Antúnez, se entusiasma y queriendo aprovechar mejor las dotes de Reus, empieza a madurar la idea de la formación de una cuadrilla juvenil, la cual realiza con muchachos de León de los Aldamas, población a la que “Tobalo”, en sus observaciones de torero machucho, había descubierto como el principal nido taurino de la República. Pero el gusto le duró poco, de ahí que se separara de aquel conjunto para recorrer las plazas de los Estados como matador y después presentarse en “El Toreo” el año de 1910, en una tarde de mayo alternando con Joé Álvarez “El Tello” y “El Chino” Vicente Hong. Dura diez años más como matador de novillos, después abandona el estoque y muleta y se dedica a banderillear, más tarde administra toreros como apoderado, entre los que descuella el que hubie ra
sido un magnífico matador de toros, Miguel Freg, muerto en Madrid, con el cual hace una labor honrada y al que conduce bien. Y por fin se retira calladamente para vivir de negocios comerciales, el año de 1919. REVERTE JIMÉNEZ, Antonio: Matador de toros español que vino a México al comenzar el siglo XX. Nació en Alcalá del Río, Sevilla, el 28 de abril de 1870. El 19 de julio de 1891, se presenta en Madrid como novillero. Para el 16 de septiembre de 1891, y en la misma plaza recibe la alternativa, siendo su padrino Rafael Guerra “Guerrita” –mano a mano-, con el toro “Toledano”, de la marquesa Vda. del Saltillo. En Bayona, Francia, la tarde del 3 de septiembre de 1899, sufre su más grave cornada, en la pierna izquierda, al hacer un desplante ante el toro “Grillito”, de Ibarra, al que acababa de estoquear. Sanó milagrosamente, pudiendo reaparecer hasta mediados de 1901. El 29 de junio de 1902 es la última vez que actuó como matador de toros en Madrid. Y su despedida se desarrolla en Marsella, Francia, el 6 de septiembre de 1903. Muere el 13 de septiembre de 1903 en Madrid, a causa de la operación a la que fue sometido dos días antes para extirparle un tumor en el hígado. (H. L., II, 666).
REYES, Adalberto, Saleri mexicano: Lidiador mexicano que nació en 1871. Aficionado desde niño a los toros, no cejó hasta que pudo llevar a la práctica su afición. En 24 de junio de 1889, toreó en la plaza del Coliseo de México con una cuadrilla de aficionados mandada por Montes de Oca, en cuya fiesta llamó desde luego la atención de los espectadores, dando un magnífico salto con la garrocha, poniendo banderillas y quebrando de rodillas, suerte que había visto ejecutar al Gallo. Fue el héroe de la corrida. En vista del resultado se decidió a seguir la profesión y entró en la cuadrilla de Leopoldo Camaleño, con quien recorrió las principales plazas del estado de Veracruz. Murió antes de 1896, y su muerte fue muy sentida por los buenos aficionados, pues Adalberto Reyes era ya uno de los mejores diestros del país, y de los que tenían más justa nombradía. (L. V., 114). REYES, Adolfo: Picador de toros. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en Silao bajo las órdenes de Félix Velasco. Quizá, por el hecho de haber actuado junto a Arcadio Reyes “El Zarco”, pudiera tratarse de un hermano suyo. REYES, Arcadio: Picador de toros mexicano, que con justicia figura en primera línea entre los de su clase, siendo muy solicitado por los matadores más renombrados. (L. V., 114). Moreliano de nacimiento, que aprendió a la perfección el “estilo español” y acompañó al espada “Cuatrodedos” en una gira a la ciudad de Lima y demás poblaciones peruanas. (Citado por RST, N. R. 5).
Magnífico retrato de Arcadio Reyes, El Zarco. Algunos aficionados le apodaban “El Zarco”, aludiendo al color especial de sus ojos. Era un tipo tanto de charro conservando ese vestido para la calle, como en el redondel con el traje de picador. Por instigación del espada “Cuatrodedos”, de quien era amigo, abandonó el modo de picar “a brazo suelto” (“sin montar el palo debajo del brazo”) que era habitual entre los picadores aborígenes, tal y como apunta Carlos Cuesta Baquero. Con la cualidad de excelente caballista y teniendo conocimiento del toro, prontamente fue, con la modificación, un artista taurómaco superior, capaz de competir con los mejores españoles. Podíamos considerarle nuestro “Agujetas” (se refiere el autor a Manuel Martínez “Agujetas”, de origen español y que hizo época durante los años que vino a nuestro país; esto al comenzar el siglo XX). Obtenía siempre ovaciones por su valor y pericia. Al viejo Arcadio Reyes “El Zarco” imitaron jóvenes que tenían afición para ser picadores, formándose ya en el molde hispano, aunque perdiendo algo en lo relativo a la equitación, porque eran mejores caballistas sus predecesores. (…) La Lidia. Revista Gráfica Taurina. 04.12.1942, año I, N° 2. Fue el picador mexicano más popular a fines del siglo XIX. Nació en Zamora, Mich., en 1860 y se presentó en Morelia en marzo de 1884. Estuvo en activo hasta 1912, cuando se unió a las tropas del general Pablo González, donde llegó a obtener el grado de capitán primero. (En 1887 fue el primer picador mexicano que salió al ruedo con el típico traje español de los varilargueros en la Península). (H. L. II., 661). REYES, Adolfo: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información, salvo por el hecho de que su nombre aparece en el cartel que anunciaba el festejo del 13 de marzo de 1904 en la plaza de toros “Chapultepec”. REYES, Cándido: picador de toros, anterior a Arcadio Reyes. (Citado por RST, N. R. 5). Cándido Reyes era un excelente caballista y un excelente picador al “estilo mexicano pero un banderillero inepto”. La vida le costó tal estilo, porque en la ciudad de Durango, murió víctima de una terrible caída de las nombradas de “latiguillo”.3 Ya dije que esa manera de caer era de mayor peligro en los antiguos picadores mexicanos que en los españoles. (Citado en RST, N. R. 24, 80). REYES, Fidencio: Al parecer, picador de toros. Actuó a las órdenes de Valentín Zavala en varios festejos que se desarrollaron en la plaza de toros de Toluca en el mes de octubre de 1887. 3
Esto ocurrió en julio de 1885.
REYES, Francisco, el Gachupín: Nació en Aguascalientes. Era un picador al estilo de los del país, no muy bueno. Era alto, de pelo y bigote rubios, ojos claros y cutis rojizo. Vestía de charro, sin gran aliño y posiblemente fue de familia adinerada, pues se crió en Bilbao, España, de donde todavía joven regresó a México; aquí aprendió a domar caballos, y a picar toros al estilo de entonces. Era un hombre que divertía con sus dichos, el más decidor y gracioso entre sus compañeros a los que con sus salidas graciosas o picantes, entre sus conversaciones, atufaba o hacía reír. ¿De qué época puede considerarse tal personaje? Es probable que se trate de un hábil picador de toros que actuaba en ruedos mexicanos en las dos últimas décadas del siglo XIX. REYES, Guillermo: Notable picador mexicano, que viene toreando desde 1885 en las más acreditadas cuadrillas. Fue hermano de Salomé y de Cándido, también picadores. Toreando en la plaza de Tacubaya el 21 de octubre de 1894, fue derribado por el tercer toro de la corrida, cayendo al descubierto, hizo por él la res y le infirió una herida de alguna consideración en el muslo derecho. (L. V., 115). REYES, Ignacio: “Toreador de a caballo”, que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). REYES, José María: Puntillero (padre). Quizá, para evitar cualquier confusión con el hijo que llevaba el mismo nombre y realizaba la misma actividad, era el modo de diferenciarlos. Este personaje fue anunciado así en un cartel a celebrarse en la plaza “Colón” la tarde del 17 de marzo de 1889. Alternaron en aquella ocasión Ponciano Díaz y Fernando Gómez “Gallito”. REYES, José María: puntillero en los últimos años del siglo XIX. (D. I., 24). REYES, Salomé: Picador que ha comenzado a ejercer la profesión en 1892, demostrando ser un buen jinete y no carecer de conocimientos en el arte. (L. V., 115). Hermano de Cándido y de Guillermo, figurando en los carteles a fines de 1895. No tenía las cualidades de los referidos, por lo que sus servicios eran menos solicitados por parte de los espadas. (A. L., 240).
Salomé Reyes a las afueras y en una de las áreas destinadas a labores propias de la casa principal de Atenco. Principios del siglo XX.
Salomé, era natural de la hacienda de Atenco, donde hasta hace pocos años todavía vivía siendo vaquero. (Citado por RST, N. R. 5). Ya en 1877 picaba en Toluca y a partir de 1887 lo hizo con regularidad en la ciudad de México. Estuvo en activo hasta principios del siglo XX y entonces fue el mayoral de la hacienda de Atenco durante muchos años. (H. L. II., 661). REYES, Víctor: cachetero. RÍOS, José María: “El loco Ríos”, torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. Además, en un festejo del lunes 29 de mayo de 1815, y en la plaza de toros “El Volador”, colocó “una bandera parado sobre un barril y engrillado”. Dato tomado del “AVISO AL PÚBLICO”, fechado el 28 de mayo de 1815. También está citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo.
REYES, José María: Puntillero. Así se le anunció a este personaje que actuó la tarde del 1° de abril de 1888, cuando se integró a la cuadrilla dirigida por Vicente Navarro el Tito. Antiguo cachetero, “el compañero de Juan Corona, Bernardo Gaviño y Fernando Hernández, el que ha visto desaparecer dos generaciones de toreros y es tan diestro en su oficio…” En esa forma se refieren en la crónica que da cuenta del festejo celebrado en la plaza de toros de “San Rafael”, la tarde del domingo 10 de abril de 1887, y publicada en El Arte de la Lidia, año III, Tercera época. México, 17.04.1887, N° 24. REYES, Ramón: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. REZA, José María: Matador de novillos. Según la señora Pascuala Díaz Salinas, hermana de Ponciano Díaz, declaraba a Lauro E. Rosell sobre la importancia que su hermano tuvo en el toreo mexicano en el último tercio del siglo XIX. En un cartel que mostró al señor Rosell, aparece el registro de un festejo celebrado en Santiago Tianguistenco, Edo. de Méx. donde aparece este nombre, seguramente de un personaje que pudo ser oriundo de Santiago Tianguistenco o de Atenco. El eco taurino de México. Revista de información, opinión y comentario. Año XI, México 10.12.1936, N° 224.
RIBERA, Juan Luis de: Tesorero en el Ayuntamiento de la ciudad de México. Fue entre otros, un reconocido “cuadrillero”, en juegos de cañas y alanceamiento de toros, al finalizar el siglo XVI y durante los primeros años del siglo XVII. RÍO, Epifanio del: Torero de a pie, al parecer, oriundo de Aguascalientes, y que toreó en la plaza del “Buen Gusto”, el 2 de junio de 1895. (V. A. E. J., 2007, 164). RÍOS, Carlos: Lazador mexicano, que fue contratado para ejercer el cargo en las corridas efectuadas en la Atlanta (Georgia) en 1895. (L. V., 115). RÍOS ENRÍQUEZ, Francisco de los: Comisario de las comedias, corridas de toros y demás invenciones de regocijo (además de Regidor), que participó en las fiestas, de acuerdo a lo mencionado por el R.P. Francisco Antonio Navarrete, de la Compañía de Jesús en su “Relación Peregrina…” en la ciudad de Querétaro en 1738.4 RÍOS, Francisco: Picador de toros mexicano, que comenzó sus actuaciones al comienzo de la década de los años veinte. Falleció en accidente de autobús el 14 de septiembre de 1950 al dirigirse desde la capital de su país a la localidad de León. (J. M de C., VI, 336). RÍOS, Juan: “En dichas corridas, el año pasado de 1795, de resultas de un golpe que dio un toro a un indisuelo, le causó la muerte; en la diversión dicha hubo sus heridos; en el 96 hirió un Toro a un anciano llamado Juan Ríos, que a pretexto de dicha herida no siguió su Regimiento; y aún en la concurrencia a la Comedia que se ha representado, haciendo el Colector papel principal, se versos muchos desórdenes y ofensas, que la mezcla de gente de ambos sexos es regular cometan, por la ninguna prevensión que se toma para evitarlas (esto sucedió en el Partido de San Francisco de Ixtlahuaca, hoy estado de México). (N. R. 1924, 274). RÍOS, Pedro de los: Factor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México. Participó como “Cuadrillero” en los juegos de cañas y fiestas de toros, en el año 1628. (JQM, 2017, 68). RIVAS, Jesús: Actuó en un festejo celebrado el 14 de junio de 1883, en la plaza de toros del “Progreso”, Guadalajara, Jalisco. En su participación, brilló montando a los becerros. (R. M. M., 2007, 341). RIVAS, José: Torero de a caballo. En diciembre de 1796 picó en el circo provisional que se había construido por entonces en el Paseo de Bucareli. (BFH, 2012, 386). RIVAS, José, Morenito Chico de San Bernardo: Matador de toros español que vino a México al comenzar el siglo XX. RIVAS, Librado: Picador de nacionalidad mexicana, que tomaba parte en corridas celebradas en su nación durante los años veinte y treinta de la presente centuria. (J. M de C., VI, 339). RIVERA, Aguilar, Mariano: Banderillero de toros mexicano, nacido en México el 26 de julio de 1892. Vino a la península, muy joven, en la cuadrilla juvenil que capitaneaban Pedro López y Lombardini en 4
Relación peregrina de el agua corriente que para beber y vivir goza la muy noble y leal ciudad de Santiago de Querétaro, por el Muy R. P. Mtro. Francisco Antonio Navarrete, profeso de la Sagrada Compañía de Jesús. Descríbense las plausibles Fiestas, que dicha Nobilísima Ciudad, como agradecida hizo, al ver logrado tan peregrino, y perenne beneficio: Y dedica este cristalino monumento de su gratitud, a la muy ilustre Sra. Doña María Paula Guerrero Dávila, Marquesa de la Villa del Villar de el águila. Impresa en México con licencia, Por Joseph Bernardo de Hogal, Ministro e Impresor del Real y Ap. Tl. De la Santa Cruzada. Año de 1739. Biblioteca Nacional: R/1739/M3NAV).
1909. En 1911 intenta ser matador, probándose en la plaza de la Barceloneta y no respondiendo su éxito a sus esperanzas. Desiste, pues, de su empeño, y sale de Barcelona en excelentes cuadrillas, siendo, por así decirlo, indispensable en las de los matadores de toros mexicanos. (…) (J. M de C, III, 779). Falleció el 30 de enero de 1955 en la plaza de toros “México”. Le sobrevino la muerte en pleno ruedo, a consecuencia de un síncope, cuando acompañaba al matador español Jumillano a dar la vuelta al redondel. (J. M de C, IV, 676).
RIVERA, Alonso de: Hijo de un rico mercader. Regidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México hacia 1609. Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo, aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (RT, 2017, 161). RIVERA, Antonio: Picador de toros, originario de León, Guanajuato. Formó parte de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana” que dirigió Saturnino Frutos “Ojitos” al comenzar el siglo XX. Toros y Toreros. Tercer número extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907. RIVERA, Gabriel de: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1604. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. RIVERA, Juan Luis de: En acta de cabildo de 24 de agosto de 1601, este personaje –tesorero en el Ayuntamiento- resultó ser, entre los más viejos “caballero mozo”, pero aún así calificado como “viejo ny mas hombre de a caballo”, y a quien las autoridades en turno tomaron en cuenta para que formara parte en una de las cuadrillas que habrían de jugar cañas. RIVERO DOMÍNGUEZ, Eduardo, Gobensito: Al parecer oriundo de la península de Yucatán, era un banderillero que con frecuencia actuaba por aquellos lares, al finalizar el siglo XIX. Esto, de acuerdo a una nota que apareció publicada en EL CHISME, D.F., del 25 de agosto de 1900, p. 2. RIVERO, José del: Puntillero mexicano, que anteriormente había realizado funciones de torilero. Falleció en Puebla el 2 de febrero de 1947. (J. M de C, VI, 346). ROBLES, Enrique, Chicorrito: Picador de toros. Es de comienzos del siglo XX. Después de actuar en México y los estados durante algunos años, el espada Rodolfo Gaona lo llevó a España colocado en su cuadrilla, en su primer viaje a la península. Poco fue el tiempo que figuró a las órdenes del gran torero, continuando por su cuenta por aquellas latitudes y toreando con los matadores que lo
contrataban. En México, toreó después bastante, ya que sin ser una notabilidad, cumplía con su cometido. (A. L., 246). ROBLES, Francisco: Torero profesional de a pie. Durante el mes de diciembre de 1796 salió a lidiar a una plaza de toros que había en el Paseo Nuevo de Bucareli. (BFH, 2012, 386). ROBLES, Javier: Banderillero. Actuaba este modesto torero en ruedos mexicanos, por el año de 1896 y subsiguientes. No destacó gran cosa en su profesión, por lo que en realidad, poco vivió de los toros. (A. L., 246). ROBLES, Miguel: Banderillero. Era hermano de Javier y con él figuró en una cuadrilla en 1896. Tampoco sobresalió en el arte de los toros, esfumándose su nombre rápidamente. (A. L., 246). ROBLES, Victoriana: Torera que así fue anunciada para un festejo celebrado en la plaza de toros en Tlalnepantla, la tarde del domingo 11 de abril de 1875. ROBLES GIL, Manuel: Torero de a pie. Participó en un festejo celebrado el 21 de junio de 1883, en la plaza de toros del “Progreso” (Guadalajara, Jalisco). (R. M. M., 2007, 341). ROBLEDO, Joaquín: Matador de toros (se desconoce su nacionalidad, aunque es probable haya sido un diestro mexicano) que actuaba con frecuencia en las plazas del país. Su nombre se puede ver en un “Directorio Taurino” que fue incluido en El Látigo. Semanario de Toros y Teatros. Año II, N° 9. México, domingo 29 de diciembre de 1901, p. 3. ROCHA, Macedonio, El Sargento: Nació en San Luis de Potosí en 1826 (debe decir 1876). (Así se llama “un muchacho potosino, como de 20 años, que clavó al tercer toro un archimonumental par al cuarteo de poder a poder; que le valió una gran ovación, prolongada y justa. Ya otras veces ha puesto ese muchacho pares de ese modo”). Nota que apareció en El Toreo, Año I, N° 10, México, 27.01.1896. Contando poco más de dieciocho años, se dedicó a lidiar reses bravas, toreando por primera vez, como banderillero, en la temporada de 1894-95, demostrando no pocas actitudes para la profesión. (L. V., 116). ROCHA, Matilde: Banderillera. Se le anunció en un festejo, mismo que se celebró en la plaza de toros en Toluca, el 25 de enero de 1887, de acuerdo al cartel que aparece a continuación:
RODARTE, Luciano: Torero de a pie, nacido en Coahuila. Fue uno de los integrantes de la cuadrilla con que se inauguró la plaza de toros del “Cinco de Mayo”, hecho ocurrido el 5 de junio de 1885. RODARTE, Luciano (hijo): Nace en San Buenaventura, Coahuila el 15 de enero de 1895. En un inicio de su carrera va a vestirse de luces como novillero, posteriormente va a dedicarse como criador de ganado bravo en la hacienda “La Candelaria”, para finalmente dedicarse como apoderado. RODARTE, José Julián, Pepe: Nace en San Buenaventura, Coahuila en 1866. Tuvo elogiosos comentarios en España por sus buenas dotes como banderillero. Muere por asta de toro en 1920 en España toreando para la cuadrilla de su hermano Rodolfo. RODARTE, José Ramón: Banderillero. Nació en San Buenaventura, Coahuila, el 31 de agosto de 1898. Se establece en Aguascalientes donde funda la famosa cuadrilla infantil de niños toreros junto con Justo Ramírez (padre de Alfonso Ramírez “Calesero”). Torea una corrida en Aguascalientes organizada por los constitucionalistas de Carranza en 1914. RODARTE, Refugio, Cuco: Hermano del anterior, nació en Matamoros, Tamaulipas el 4 de junio de 1885. Fue un valiente novillero y excelente banderillero en la cuadrilla de Ponciano Díaz. Muere en 1916 a causa del alcoholismo. RODARTE, Rodolfo (Padre): Nació en Coahuila en 1858. Es el primero que, ostentando aquel apellido, se dedicó a los toros. RODARTE, Rodolfo: Nace el 5 de febrero de 1887 y llega a ser el mejor torero de dicha saga, tomando la alternativa de manos de Vicente Segura el 17 de enero de 1909 en Monterrey, Nuevo León.
RODAS, Diego, Morenito de Algeciras: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. He aquí un torero que lo sabía hacer todo, y no mal hecho por cierto, pero que, por falta de alegría y, más que de alegría de personalidad, nunca pudo escalar las alturas. Toreaba bastante bien con el capote y, sobre todo, su colocación en la plaza era inmejorable, lo que le permitía acudir con prontitud a los quites; era un buen banderillero, rápido y conocedor de todas las suertes; “podía” con la muleta y hasta se adornaba cuando sus enemigos se lo permitían y mataba pronto y decentemente.
Sin embargo… ¡Qué pocas orejas cortó en su vida, y qué escasas fueron las ovaciones clamorosas que premiaron su trabajo! Su trabajo, sí, porque Diego Rodas fue como lo son hoy muchos, un honradísimo trabajador del toreo que sabía su oficio y nada más. Nacido en Algeciras el 12 de noviembre de 1872, hizo su carrera paso a paso, habiendo formado parte de diversas cuadrillas y dedicándose en 1896 a matar novillos, hasta que el 20 de julio de 1902 le cedió Antonio Fuentes la muerte del toro “Gitano”, de doña Celsa Fontfrede, en Barcelona. Esta alternativa le fue confirmada en Madrid el 31 de mayo de 1903 por José García “El Algabeño”. En España tuvo años de torear veintitantas corridas y aquí vino en 1908, habiendo dejado buena impresión. Retiróse el 14 de junio de 1916 y hoy se gana la vida en Sevilla como asesor taurino. (R. de R., 1394, febrero 1937).
RODAS, Manuel, Filomeno: Banderillero español que actuó en ruedos mexicanos a finales del siglo XIX. Valiente que no se distingue ni por lo bueno ni por lo malo; entre lo primero hay que citar un archimonumental par de poder a poder, que puso a un toro de Atenco en la plaza de San Bartolo Naucalpan; entre lo malo hay, por desgracia mucho, como sobaquillos, palos disparados, etc. Váyase al lado de quien pueda enseñarle algo, como por ejemplo Cuatro Dedos, y podrá llegar a ser un buen banderillero, pues tiene dos cosas muy esenciales en un torero, valentía y voluntad. El Toreo Ilustrado. Semanario ilustrado. Año I. México, 17 de febrero de 1896, N° 13, p. 2.
RODRÍGUEZ, Antonio: Picador de toros que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). RODRÍGUEZ ALEGRÍA, Francisco, Cu de Chumbo: Banderillero, nacido en Sevilla en los primeros años del siglo XIX. Pasó a Portugal en 1823, sin llegar a ocupar un puesto decoroso. Su notoriedad taurina la debe a sus empeños de empresario. Lo fue en la plaza del Campo de Santa Ana, en Lisboa, y con cuadrillas de pegadores e indios bravos recorrió Portugal, España y México. Murió en 1864. (J. M de C., III, 789). RODRÍGUEZ, Antonio, El Nene: Picador de toros de origen español, y para más inri, de Sevilla. Actuó al lado de Ponciano Díaz. Esto ocurrió la tarde del 29 de enero de 1888 en la plaza de toros “Bucareli”.
RODRÍGUEZ, Calixto: Matador de novillos, natural de Saltillo (México), uno de los primeros discípulos que tuvo por aquellas tierras el diestro español Saturnino Frutos (Ojitos). Más tarde se dedicó a la organización de espectáculos taurinos, a la vez que fundó en su ciudad natral una escuela taurina que funcionó en dos etapas. Falleció en la capital mexicana el 2 de febrero de 1975 a los ciento un años de edad. (J. M de C, IV, 354). RODRÍGUEZ, Cayetano: Torero profesional de a pie. Tomó parte en los festejos que hubo en el Paseo Nuevo entre diciembre de 1796 y febrero de 1797. Quizá sea aquel “Cayetano” que, por la colocación de su nombre en los carteles, suponemos toreó a pie en la plazuela de San Lucas por los años de 1790 y 1791. (BFH, 2012, 387). RODRÍGUEZ, Crescencio: Lidiador mexicano. Como picador y lazador marchó a las órdenes de M. Caballero a torear una serie de corridas en la plaza de la Atlanta (Georgia) en 1895. (L. V., 116). RODRÍGUEZ, Diego, Silverio Chico: Matador de novillos con alternativa en México. Nació en Seilla el año 1869, y era hermano del banderillero de los mismos apellido y apodo, Sebastián. A los veinte años ya toreaba en España, y actuó como matador en una corrida en Alcalá de los Panaderos. Marcha a América, y en 1894 está establecido en México y toreando con bastante aceptación, al extremo de otorgarle la alternativa Ponciano Díaz. Aún toreaba en 1915. Su mérito no pasó nunca de regular, e ignoro más detalles de su larga vida taurina. (J. M de C., III, 786).
Toreando es bastante sereno, pero tiene algunos defectos, como encorvarse demasiado y arrastrar la muleta en los pases naturales; en cambio, con el estoque, vale mucho, pues se tira a dos pasos de la cara, entrando por derecho haciendo muy bien la reunión y vaciando perfectamente. A fines del mes de Octubre5 del presente año marchó a San Luis Potosí, a cumplir un contrato de cinco corridas de las cuales dimos oportuna crónica a nuestros lectores; terminado ese compromiso pasó a Durango, donde toreó su primera corrida el domingo 1° del corriente mes; en dicha corrida se jugaron toros del Registro. Silverio mató los tres primeros de tres estocadas, y al prepararse a entrar a matar en el cuarto, se le arrancó el bicho, teniendo que dar Silverio un pase forzado de pecho, del que salió trompicado, cayendo al suelo; el toro, que era demasiado codicioso, hizo por él y se lo llevó a fuerza de cornadas, desde los tercios de la plaza hasta la barrera, sin poderlo evitar la cuadrilla, que estuvo al quite, agarrándose “Silverio Grande” a la cola del cornúpeto. Reconocido en la enfermería, se le encontró una cornada en el muslo derecho, que lo traspasa completamente; una herida en la ceja izquierda, y la pérdida de las uñas de tres dedos, ocasionadas ambas por patadas del toro. Al principio se creyó que la herida era de gravedad, pero, por fortuna, no fue así, y es muy probable que el próximo domingo ya pueda torear. RODRÍGUEZ, Enrique, Manolete II: Vino contratado para la plaza de Tlalnepantla, donde actuó en compañía de Pedro Carranza “Algabeño II” y de otros varios diestros, y toreó también alguna vez en “El Toreo”. Era hermano de Manuel, pero nunca tuvo el relieve de este. (Semblanza de Alfonso de Icaza “Ojo”). RODRÍGUEZ, Feliciano: Comandante del ejército realista durante el segundo imperio. Participó en un festejo donde lucieron su destreza diferentes charros, esto en la plaza de toros del Paseo Nuevo entre 1864 y 1867. RODRÍGUEZ, Francisco: Torero. Apunta Dominique Fournier:6 “…gracias a un documento conservado en el Archivo General de la Nación de México, [se menciona] que en el siglo XVII un cierto mestizo, Francisco Rodríguez, originario de Celaya, estaba considerado, sin mayor precisión como un buen torero.7 ¿Intervendría en la corrida como jinete? ¿Era un chulo, un peón? ¿Participaba, acaso, por su cuenta, en eventuales fiestas de toros ya algo
5
El Toreo. Semanario Ilustrado. año I. México, 23 de diciembre de 1895, N° 6, p. 3. Dominique Fournier: “Tauromaquia americana ¿Un grandioso sacrificio de sustitución?” (p. 231-253. En PRS, Edit.). 7 AGN, Inquisición, vol. 278, Exp. 14, f. 301-207. 6
estructuradas? Lo ignoramos pero de esta anécdota retenemos el hecho importante de que la cualidad de torero era suficiente como para identificarlo ante la administración colonial de Justicia. Por nimio que nos pueda parecer este detalle va a servirnos, sin embargo, para proseguir el análisis del mismo documento que se refiere a un proceso de la Inquisición. Trátese del mismo Francisco Rodríguez, que fue acusado, en 1614, de haber mantenido relaciones con el diablo. La forma en que se han redactado estos hechos delictivos americanos; recordemos que Rodríguez había pactado con el demonio al que había solicitado que le concediese los dones de gustar a las mujeres, de ser un buen toreador y de sobresalir como un magnífico jinete. Constatamos que si el pacto con el diablo expresaba un primer deseo relativo a las propias capacidades naturales, esto es, a la virilidad y a la fertilidad, cualidades funcionales con la cultura propiamente indígena, en el segundo, el acusado, por el contrario, parece desear alcanzar un nivel de reconocimiento social utilizando hábilmente dos actividades organizadas sobre la base de otros tantos animales completamente exógenos a su cultura: el toro y el caballo. Los procedimientos de toma de contacto con el demonio son particularmente interesantes ya que de acuerdo con un procedimiento clásico, consistían en una doble prueba: “…que salió un toro negro para que torease el susodicho… y que después de haber toreado el toro, salió una mula negra, ensillada y enfrenada, con guarniciones negras, y un pelo negro para darle garrotazos a cuya mula montó Rodríguez; y a pesar de que corcoveaba mucho, no pudo derribar al jinete”. He aquí como el toro se transforma, en el imaginario indio, en diablo; un demonio que aparece en la oscuridad del fondo de las cuevas o surge, en el cruce de los caminos, durante la noche. Se trata de un espíritu maligno que detanta el doble poder de infligir la muerte a las almas débiles y de dotar de riqueza social a quienes no dudan en enfrentársele. La evocación de tal entidad demoníaca nos devuelve, sin vuelta de hoja, a Tezcatlipoca, la principal divinidad azteca, el espejo humeante, el que juzga y, a la vez, lo puede todo. En este espacio glauco en el que se mueven las potencias ocultas que proponen las reglas inmateriales del juego social y dictan las normas culturales resulta difícil interpretar con exactitud esta transformación del toro en diablo (la versión india) o el diablo en toro (versión, por su parte, que correspondería al producto de una sugestión ideológica formulada por los evangelizadores). (PRS, Edit., 1995, 249-50). Junto a este personaje, también lo acompañaron Miguel Yáñez y Juan Alvarado. Los sucedidos ocurrieron a comienzos del siglo XVII, pues en el proceso que se formó en contra de Rodríguez en la ciudad de Celaya en 1614, se declara que estos sujetos habían muerto ya.
RODRÍGUEZ, Gregorio: Lazador. Nació en Orizaba, Ver. Su nombre aparece en el festejo que se celebró el domingo 16 de mayo de 1880 en la plaza de toros de Orizaba, Veracruz.
Obra de Ernesto de Icaza. RODRÍGUEZ, Guadalupe, Valeroso: Picador mexicano, que actuaba en ruedos de su patria durante los años veinte y treinta de nuestra centuria. (J. M de C, IV, 358). RODRÍGUEZ Jaime, Zamacona: Matador de novillos, sin más relieve en su modesta carrera que actuar la tarde del 12 de diciembre de 1920 en la plaza de Zumpango de la Laguna, Estado de México, en compañía de Dionisio Marín, Jardinero, y Manuel Vázquez Chato, resultando este último cogido y muerto por una res. (A. V., 1964, 237). RODRÍGUEZ, Joaquín: torero de a pie. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. RODRÍGUEZ, Joaquín: Picador de toros. En un festejo celebrado en la plaza de toros de Tlalnepantla el 2 de mayo de 1875, aparece su nombre. También lo vemos anunciado en el festejo que se celebró el domingo 16 de mayo de 1880 en la plaza de toros de Orizaba, Veracruz, donde colocó “banderillas a la alta escuela”.
Obra de Ernesto de Icaza
RODRÍGUEZ, José, Bebé Chico: Matador de toros español que vino a México al comenzar el siglo XX. Nació en Córdoba el 17 de abril de 1870 (hermano mayor de Manuel Rodríguez “Manolete” –padre-). El 19 de marzo de 1982, se presenta en Madrid como novillero. Recibe la alternativa el 22 de julio de 1900 en la misma plaza, llevando como padrino a Enrique Vargas “Minuto” –mano a mano-, con el toro “Mariscal”, de D. Basilio Peñalver. En 1910 renunció a su alternativa y fue peón algún tiempo en la cuadrilla de su hermano Manuel Rodríguez “Manolete”. El 30 de septiembre de 1922, muere en Córdoba. (h. l., Il, 666).
RODRÍGUEZ, José: Banderillero. Estuvo incluido en las cuadrillas que se presentaron a torear en la plaza de toros “Ojitos”, en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 30 de noviembre de 1913, en la lidia de 4 ejemplares de La Encarnación. RODRÍGUEZ, Manuel, el Sanluqueño: Este diestro de origen español, es recordado por haber muerto en San Luis Potosí a consecuencia de la cornada que sufrió días atrás en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Si bien, el registro con el que ahora se cuenta, lo tiene identificado como Ildefonso Lagos Arias “El Sanluqueño”, novillero español, quien el 19 de abril de 1903 y ante ganado que se desconoce, fue cogido al lancear de capa, sufriendo una gran cornada de la que falleció en San Luis Potosí el 23 de abril de 1903.8
8
Raúl Aragón López y José Francisco Coello Ugalde: Historia de la Cirugía Taurina en México. (De los siglos virreinales a nuestros días). Guadalajara, Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana, 2018. 333 p. Ils., fots., cuadros, facs.
RODRÍGUEZ, Manuel: Banderillero. Se inició en la profesión hacia el año de 1910, en que actuaba con la aprobación general. Estuvo colocado con algunos matadores hispanos, distinguiéndose más por su valor ante el toro, que por su técnica. (A. L., 248). Este muchacho, una de las figuras más finas de la escuela de “Ojitos”, fue otro de los que más tarde ingresaron en la cuadrilla de Eduardo Margeli y Feria, con la que viajó a España en 1909. Allá actuó en muchas de sus más importantes plazas, entre ellas Barcelona y Madrid. Este excelente banderillero recibió la alternativa como peón de brega en la plaza de Barcelona -según se estilaba por entonces-, de manos del notable peón español José María Calderón. 9 Muere el 8 de noviembre de 1931.
RODRÍGUEZ, Manuel: Picador de toros. Picador de toros. Actuó en festejos durante al año de 1886, sobre todo por el rumbo de Veracruz. El Arte de la Lidia, Año III, Tercera época. México, 07.11.1886, N° 4.
Guillermo Ernesto Padilla, El maestro de Gaona. Prólogo de Esperanza Arellano “Verónica”. México, Compañía Editorial Impresora y Distribuidora, S.A., 1987. 359 p. Ils., fots., p. 347. 9
RODRÍGUEZ, Manuel, Manolete: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. Los que se han pasado la vida soñando en una “restauración” cordobesa, proclamaban, allá por el año de 1908, que Manuel Rodríguez “Manolete” era la octava maravilla del mundo, ya que topreando poseís toda la “solera” propia de la tierra de los Califas. Pero fue cuestión de optimismo. “Manolete”, enfrentado por diversos elementos a “nuestro” Gaona cuando uno y otro, ya doctorados, luchaban por escalar las alturas, nunca tuvo méritos reales, como no fueran los de cierto buen estilo manejando el capote y la muleta, buen estilo que, por otra parte, sólo se veía de tarde en tarde en virtud de la “avaricia” del diestro. Entre “Manolete” y Gaona hubo siempre un abismo, que no bastó a llenar el entusiasmo de los españoles. Hijo de Manuel Rodríguez “Manolete” y sobrino del “Pepete” muerto en Madrid en 1862, tuvo por hermano igualmente a un torero, “Bebe chico”, conocido nuestro también por haber actuado en alguna de nuestras plazas hace muchos años. “Manolete” (hijo” fue a los 13 años banderillero de “Machaco” con el apodo de “Bebe chiquitín”, primero, y de “Sagañón” después, y en 1908 se hizo espada, formando con Francisco Molina “Frasqui” la cuadrilla de “niños cordobeses”. En Madrid debutó en 1903, el 12 de julio, y, después de torear muchas corridas en los años siguientes, se hizo matador de toros en la propia capital el 15 de septiembre de 1907, recibiendo el doctorado de manos de su paisano “Machaquito”. En 1908 toreó 34 tardes; en 1909, 8; en 1910, 33; en 1911, 37, y luego fue a menos, por habérsele recrudecido cierta enfermedad de la vista que siempre fue un serio obstáculo en su carrera. “Manolete” toreaba bien con el capote; era un buen muletero en términos generales, y mataba mal, habiendo siempre tenido tendencias a atravesar los toros. Aquí vino en 1909 y le vimos detalles plausibles, nunca méritos relevantes. Olvidado de todos, murió Manuel Rodríguez en Córdoba, el 4 de marzo de 1923. Fue padre, como se sabe, del célebre Manuel Rodríguez “Manolete”, el que bien podría habérsele considerado como “Manolete III”, siguiendo la línea genealógica de los “Manoletes” mismos.
RODRÍGUEZ, Mariano, La Monja: Matador de toros. al hablar de este torero de mediados del siglo diez y nueve, dice el gran historiador don Armando de María y Campos en su obra “Imagen del mexicano en los toros” y refiriéndose a la inauguración de la plaza de “El Paseo Nuevo” –año de 1851, 25 de noviembre: “…a la que concurrió el Presidente de la República, obsequiando al Príncipe
de Nassau. Comenzó a hacerse la obra el 18 de enero de 1851 y se estrenó el 25 de noviembre del mismo año, con una magnífica corrida. El costo total, incluso la casa y demás obras, fue de $97,200.00 y seis reales. El cartel de la magnífica corrida inaugural, fue excelente a base de los diestros muy queridos, como el famoso torero gaditano Bernardo Gaviño, quien llevó como alternante al lidiador mexicano Mariano Rodríguez La Monja, quien “como todos los toreros mexicanos –dice un periódico de la época-, tenía sobre de valor, pero falta absoluta de conocimientos y carencia completa de arte”. Y sigue diciendo de María y Campos: “El mismo periódico describe así (un) el percance”. “Se acercó a la res enteramente confiado y, después de 3 pases que entonces eran de cajón, aguantó al toro que en seguida hizo por él, enganchándole por la taleguilla de la pierna izquierda, inf iriéndole dos heridas, una en la parte interna del muslo de dicha pierna y la otra en el costado izquierdo… El toro murió de la estocada y Mariano “La Monja”, apenas vendadas las heridas, volvió al redondel y mató al quinto toro de la tarde”. (A. L., 248). RODRÍGUEZ, Mónico: Banderillero. Toreaba en plazas como la de Toluca, hacia 1879, y su nombre aparece en un cartel fechado el 25 de mayo, donde se anunciaba que colocaría banderillas en zancos. RODRÍGUEZ, N.: Picador mexicano. A los pocos años de dedicarse a la profesión gozaba ya de un buen nombre y era buscado por los jefes de las principales cuadrillas que actuaban en las diferentes plazas de México en 1885. En 1896 ejercía de picador. (L. V., 116). RODRÍGUEZ, Gregorio: lazador. Nació en Orizaba, Veracruz. RODRÍGUEZ, Gumersindo: lazador. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. En contrato hecho hacia 1833 con el Notario José Miguel, se cita entre otros a (…) Acta N° 75716. Archivo General de Notarías. La actuación se dio en la plaza de toros del “Boliche”. También citado por Domingo Ibarra (p. 9). Además: Lazador profesional. Sirvió en la Plaza del Volador durante 1815, en las fiestas con las que se solemnizó en México el regreso de Fernando VII a la posesión de la corona hispana. Podría ser la misma persona que Gumersindo Gutiérrez. (BFH, 2012, 387). RODRÍGUEZ, Pablo: picador de toros. Al respecto, incluyo lo que sigue: Juan José Zaldívar Ortega, en su libro "Víctimas del Toreo"-Apartado de Picadores, p. 58, refiere que: Pablo Rodríguez, picador de toros, falleció por asta de toros en la Plaza de Toros de la ciudad de México (D. F.), en la temporada de 1816. Desde 1815 hasta 1821, en la ciudad de México continuaron actuando prácticamente los mismos diestros, entre ellos: Felipe Estrada y José Antonio Rea, matadores que alternaron el (24-01-1815), acompañados por los banderilleros: José María Ríos, José María Montesinos, Guadalupe Granados y Vicente Soria. En 1816, el virrey Calleja aprovechó el coso construido en la Plaza del Volador para organizar hasta tres temporadas de toros, es decir, los años 1816, 17 y 18, cuyos productos se destinaron a vestir las tropas realistas, que a tal extremo llegaba la penuria del erario público. La corrida de toros de 1816 casi se enlaza con las que celebraron los matrimonios del rey Fernando VII y de su hermano don Carlos con las infantas del Brasil. Doce corridas fueron las de esta temporada, y en una de ellas fue herido de muerte el picador Pablo Rodríguez, al picar un novillo en burro.10 también: Fue contratado para torear en las fiestas por la boda de Fernando VII, mismas que tuvieron lugar durante 1817 en la Real Plaza de San Pablo. Probablemente fuera lidiador de a caballo o, tal vez, “loco”. El caso es que resultó cogido por un toro mientras intentaba picarlo montado en burro. Poco después falleció a causa de las heridas que le infringiera el bicho. (BFH, 2012, 387).
10
Disponible en internet marzo 29, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=1816
RODRÍGUEZ, Pedro: Matador de toros. De acuerdo al cartel que se incluye a continuación, se entiende la presencia de este torero, quien encontró forma de mantenerse en el gusto de los aficionados del estado de Durango, sitio del que procede el documento, para que el domingo 28 de abril de 1867, actuara favorecido por tan curiosa publicidad.
RODRÍGUEZ, Porfirio: Banderillero, que fue integrante de una de las cuadrillas que encabezaba Ponciano Díaz a finales del siglo XIX. RODRÍGUEZ, Prócoro: Banderillero. Gozó de fama su nombre a partir de 1910, en que se había madurado en su profesión artística. Fue un excelente peón de brega y un rápido, y valiente rehiletero, por lo que sus servicios, eran muy útiles y estimados para su matador. En esa época, era solicitadísimo por los espadas, estando siempre a las órdenes de los toreros de más fama, tanto mexicanos como españoles.
RODRÍGUEZ, Rafael: Picador poblano que estuvo en activo más de 50 años, pues empezó a picar hacia 1885 y se retiró en abril de 1942. Falleció en Guadalajara, Jal, a los 84 años de edad, el 29 de agosto de 1947. (H. L. II., 661). RODRÍGUEZ, Rafael, Faíllo: Banderillero de toros español, que vino a México, actuando en la cuadrilla que encabezaba Gabriel López “Mateíto”, la tarde del 1° de febrero de 1885. Una semana antes, al presentarse aquel contingente en la plaza de toros de Veracruz, Faíllo realizó la suerte del salto de la garrocha. RODRÍGUEZ, Ricardo, Lobito Chico: Picador de toros. Así se anunciaba este personaje, y cuya referencia aparece en el cartel para la corrida de toros celebrada en Chamacuero de Comonfort, Gto., el 21 de abril de 1907. RODRÍGUEZ, Romualdo: Banderillero. Actuó en la plaza de toros “Occidente” (Querétaro), el domingo 9 de febrero de 1896. RODRÍGUEZ, Ruperto, Lobito: Matador de toros. Así se anunciaba este personaje, y cuya referencia aparece en el cartel para la corrida de toros celebrada en Chamacuero de Comonfort, Gto., el 21 de abril de 1907. RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, Ricardo, Lobito chico: Matador de novillos, nacido en Arriondas (Asturias) el 15 de marzo de 1886. En 1912 trabajaba con éxito en México y otras plazas de aquel continente. (J. M de C., III, 812). RODRÍGUEZ, Sebastián, Silverio: Banderillero, nacido en Sevilla. Apenas es conocido en España, pues muy joven marcha a México, donde, así como en La Habana, es conocidísimo y medianamente estimados sus servicios. Hacia 1880 comienza a actuar allí, y en 1896 e retira, fijando su residencia en México. (J. M de C., III, 812).
RODRÍGUEZ, Timoteo: Antes de su presencia en los toros, fue un notable integrante de circos, ostentándose como el mejor en la suerte de “trapecios a la Leotard”, esto desde 1880. Famoso espada mexicano con alternativa en México. Fue en un principio banderillero de las más renombradas cuadrillas que actuaban en el país.
Como sobresaliente mató algunos toros con bastante aceptación lo que le determinó a erigirse en jefe de cuadrilla y como tal era solicitado por la mayor parte de los que tomaban algunas plazas en arrendamiento. Gozaba de justo prestigio por sus conocimientos en el arte y su valentía en el momento de estoquear. En combinación con la empresa de Durango marchó a dicha población a principios del año de 1895, a torear una serie de corridas, y en la que se efectuó el 10 de marzo a beneficio de su mujer María Aguirre Lomelí, la Charrita mexicana, durante el primer tercio de lidia del segundo toro de la fiesta, de la ganadería de Guatimapé, al hacer un quite al picador José María Mota fue alcanzado, resultando con una herida de 10 centímetros de longitud en la cara externa del tercio medio de la pierna derecha, de resultas de la cual falleció a las 8 y 30 de la mañana del día 14 del mismo mes. Se cree que el caballo que montaba el picador Mota y que fue muerto por el mismo toro padecía el muermo que inoculó al diestro Timoteo Rodríguez. Solo así se explica que una herida que el médico calificara de medianamente grava tuviera tan funesto desenlace en tan corto espacio de tiempo. En las cuatro corridas que toreó Timoteo Rodríguez en Durango, le produjeron la cantidad de 2,003.43 pesos. (L. V., 116-8).
Timoteo Rodríguez antes de dedicarse enteramente al toreo anduvo como miembro del “Circo de la Independencia”, donde ejecutaba suertes en los “trapecios leotard”, allá por 1880. Casó con María Aguirre “La Charrita mexicana”. En: Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXVII, Nº 1439, 19 de diciembre de 1937. ALGUNAS NOTAS HISTORICAS SOBRE SINALOA Y SUS TOREROS. En realidad, una historia taurina sobre el estado de Sinaloa, no ha sido escrita. Es casi seguro que ciertas diversiones de carácter caballeresco (siglos XVI al XVIII) se hayan efectuado en algún sitio del hoy próspero estado de la república mexicana. También deben haberse dado los primeros testimonios del toreo de a pie (segundo tercio del siglo XVIII y hasta nuestros días), pero no existe evidencia al respecto. Lo que sí es un hecho es que a esas tierras han ido los mejores toreros del orbe taurino desde tiempos que es difícil precisar, pero el pretexto del carnaval ha permitido que se hagan imprescindibles sus fiestas, y sin que en ellas falte la taurina. Sin más datos que puedan escribirse al respecto, me ocuparé -a continuación- de mencionar referencias de sobre Timoteo Rodríguez, también otro diestro decimonónico. Aunque él negaba haber nacido en Mazatlán, hacia 1860, aduciendo que era natural de León, Guanajuato, el hecho es que los registros marcan su origen en el estado occidental de México. Heriberto Lanfranchi nos dice de él lo siguiente:
En 1887 cambió de oficio (era acróbata) y decidió ser matador profesional. Fue banderillero con Pedro Nolasco Acosta y al separarse, se fue al norte del país, donde conoció y se casó con María Aguirre “La Charrita Mexicana”. En 1894, el 3 y 17 de junio, toreó en la plaza MIXCOAC, de la ciudad de México, siendo éstas las únicas veces que se presentó en el Distrito Federal. Por cierto, la primera tarde recibió una alternativa de manos de Francisco Villegas “Naranjito”, quien era tan novillero como él, la cual no le sirvió jamás para nada. Siguió toreando por los estados y el 10 de marzo de 1895, al actuar en una corrida a beneficio de su esposa en Durango, Dgo., fue herido de poca gravedad en la pantorrilla derecha por un toro de Guatimapé al hacerle un quite al picador José María Monta. Desgraciadamente, se declaró la gangrena y falleció el jueves 14. Además: 10 DE MARZO DE 1895. TIMOTEO RODRÍGUEZ: DE ATLÉTICA BLUSA Y PANTALÓN DE GIMNASTA A UN TRAJE DE LUCES. A raíz del percance que sufrió Timoteo Rodríguez en la plaza de toros de Durango, la tarde del 10 de marzo de 1895, y que consistió en una cornada en la pantorrilla la que, en principio no parecía tener la importancia, pero que no fue atendida debidamente, ocasionó un desenlace fatal. El torero mazatleco, nacido en 1860, falleció tres días después, es decir el 13 de marzo de 1895. En emotivo homenaje por un lado, y por otro, con la cuestionable situación de un herido por asta de toro, que no tuvo los cuidados de la ciencia en su momento, fue a convertirse, como se dirá, en negligencia médica, junto a la incapacidad cómplice de la autoridad, así como del pésimo y abandonado asunto de que los Reglamentos no contemplaban, o si lo hacían, no se cumplía con el rigor de contar con instalaciones apropiadas para atender a buen número de heridos, que los hubo y muchos, como nos cuenta la prensa de la época. Por fortuna, esa circunstancia, si no del todo, está bastante superada en nuestros días. Timoteo Rodríguez es el antecedente directo de Jorge de Jesús “Glison”. Antes de dedicarse a torear, se integró desde fecha tan temprana como la del año de 1880 a las diversas compañías de este o aquel circo para efectuar una de las suertes con que logró cierta fama: la de los “trapecios leotard”, donde subiéndose en un trapecio realizaba movimientos acrobáticos que sorprendían a chicos y grandes. Esos circos que tuvieron como hoy, épocas o temporadas buenas y malas encontraron en el de Chiarini y Buislay el modelo a seguir. Pero, ¿qué pasaría por la mente de Timoteo para cambiar de un circo a otro? ¿Qué pasaría por su mente para dejar de llevar aquella ajustada y atlética blusa y pantalón de gimnasta por un traje de luces como el que luce para la fotografía que se mandó hacer allá por 1885 o 1890? Unas y otras compañías rondaban por estos circos, el de elevadas lonas, sostenidas por largos mástiles, y el circo con un ruedo circundado por los tendidos de sol y sombra. Ya habían pasado los tiempos en que su derecho estaba impregnado de una exclusividad feudal y alguna capacidad mejor sintió el arriesgado Timoteo Rodríguez para poder lucirse. No era otro que el riesgo combinado con la valentía. Así que ¡adiós!, suerte “leotard”, venga capa, espada y muleta y a triunfar por aquí y por allá. Timoteo es un claro ejemplo de que la raza indígena con toda su pureza no estaba vedada en participar de aquella experiencia (más tarde lo sabría también Rodolfo Gaona). Pero Timoteo no descolló o no quiso descollar como él y la afición lo hubiesen querido. Suma esfuerzos e integra con María Aguirre “La Charrita Mexicana” una cuadrilla que, sobre todo cubrió el norte del país. Se casa con María, pero con su muerte prematura, se acabó todo aquel imperio de ilusiones. Sin embargo, y aquí conviene aclarar un misterio, ya que la prensa de la época registró así la tragedia, y hasta puso en evidencia descuidos imperdonables. Veamos que nos dice El Monitor Republicano, D.F., del 17 de marzo de 1895, p. 3:
MUERTE DEL ESPADA TIMOTEO RODRÍGUEZ.-El domingo pasado se verificó en la plaza de toros de la ciudad de Durango, una corrida a beneficio de la “Charrita Mexicana”, María Aguirre de Rodríguez, esposa del espada mexicano Timoteo Rodríguez. Se lidiaban toros de Guatimapé y figuraba como primer espada Timoteo Rodríguez. Al pasar de muleta al segundo toro, el diestro fue cogido por la fiera y sufrió una cornada en la pantorrilla derecha. Naturalmente quedó imposibilitado para seguir lidiando. Primero se creyó que no era de importancia la herida, pero después revistió cierto carácter de gravedad que se fue acentuando hasta el jueves en la noche en que falleció, según telegrama aquí recibido. Timoteo Rodríguez era un torero valiente, y quizá su arrojo fue el que lo llevó al sepulcro. En paz descanse. Pero más adelante, se supo que la causa de la muerte había sido otra, y muy delicada, que se llama negligencia médica junto a la incapacidad cómplice de las autoridades de entonces. El Nacional, D.F., del 30 de mayo de 1895, p. 2: ¡¡NO ES NADA!! ¡¡UN TORERO MUERTO!! A LAS AUTORIDADES EN GENERAL Y a las empresas taurinas también en particular. El párrafo actual rinde un tributo de homenaje a un modesto espada mexicano, así como a todos los diestros que han tenido la desgracia de ser cogidos últimamente por algún toro en cualquier circo taurino de los Estados. Timoteo Rodríguez falleció en Durango el día 20 de Marzo, después de haber toreado en aquella capital el domingo 17, lidiándose ganado de Guatimapé.11 ¿Qué tiene eso de particular, dirá el lector, aunque sea doloroso? ¿No ocurre esto diariamente en distintas plazas? ¿No SON PERCANCES DEL OFICIO? Ahí está precisamente lo raro, y lo que da lugar a la formación de este artículo, porque si se hubiera corregido el abuso o se hubiera remediado el mal, no tendríamos necesidad de remover de nuevo las cenizas del infortunado y olvidado matador; pero como en las cogidas habidas últimamente ha pasado lo mismo, queremos ver si consignando hechos tan lamentables en la Prensa, procuran las autoridades hacer cumplir sus obligaciones a esas empresas criminales. Si Timoteo hubiera fallecido como tantos otros, a consecuencia de la herida recibida o por complicaciones posteriores, entonces permaneceríamos callados. Pero hay en este triste suceso algo de raro y original que obliga al escritor taurino a protestar enérgicamente contra las referidas empresas, así como también contra esas autoridades que por su poca energía o por la amistad que tienen con los empresarios, permiten que éstos no cumplan con ningún artículo del Reglamento. Timoteo Rodríguez ha fallecido quizá por punible abandono del servicio sanitario de la Plaza de Durango, y esta coincidencia fatal nos obliga a lanzar una queja y llamar la atención de quien corresponda, para que si ya no es posible resucitar al muerto, sea a lo menos provechoso el remedio para los supervivientes. Conducido Timoteo a la enfermería en el mismo instante de la desgracia, se notó en dicha enfermería la falta de cama, botiquín y médico, siendo ésta la consecuencia probable de su muerte, supuesto que se estuvo desangrando cerca de tres horas y fue curado de mala manera por un médico que encontraron en la calle; no obstante que todo esto fue presenciado por la autoridad, ésta se mostró indiferente y no ha procurado corregir ese mal, supuesto que últimamente acaba de pasar lo mismo con el banderillero Enrique Merino (a) Sordo en la citada plaza; pero no crean mis lectores que sólo en Durango se ve esto, pues igual cosa pasó en Culiacán toreando Ponciano Díaz, y lo mismo sucedió en Guadalajara ahora que fue herido Zocato, pues recordarán nuestros lectores que uno de los periódicos de esta Capital dio la noticia “que no había lugar a propósito para 11
El percance en realidad ocurrió el 10 de marzo de 1895. N. del A.
curar al referido diestro, y que fue necesario ir a llamar un médico al teatro porque en la plaza no lo había”, y lo mismo que ha pasado en todas estas importantes poblaciones, aconteció en Guanajuato ha poco al ser herido el picador Barbi, encontrándose en un estado gravísimo. Ahora cabe preguntar: ¿De quién es la culpa de tan lamentable abandono? ¿No fue posible que se hubiese salvado la vida del infortunado Timoteo, o al menos se hubiese alargado, si con la prontitud y celo que el caso urgente requiere se le hubiese atendido instantáneamente? Aún siendo profano en medicina, puede asegurarse que cualquiera herida, por leve que sea, si no es atendida a su debido tiempo, puede tener un desenlace funesto; y si eso sucede con las leves, ¿qué no pasará con las graves? Por eso nosotros, que tenemos como primer deber el combatir sin complacencia ni consideración aquello que es perjudicial para la afición, y mucho más lo que puede traer consigo la pérdida de la vida, al par que rendimos un tributo al infortunado lidiador, pedimos remedio enérgico para evitar la repetición de sucesos tan lamentables¿Seremos escuchados? ¿Se pondrá el remedio o se seguirán autorizando estos abusos? Y con mayor energía insistimos en este punto, cuando sabemos perfectamente que en todas las plazas de los Estados se incurre en este abandono tan digno de reprobación. Bueno es que se cuide con esmero y escrupulosidad del reconocimiento del ganado, pues ha habido veces que hasta esto se olvida, supuesto que hemos visto en el redondel caballos enfermos de muermo. Pero, señores empresarios y presidentes, procúrese atender ante todo a lo que se refiere al servicio sanitario. ¡¡Seamos humanitarios!! Ya que el diestro expone con arrojo su vida, que no tenga también por enemigo, además de los pitones de la res, la negligencia de los hombres. Cuidar de lo lucido de la corrida es asegurar una ganancia legítima. DESCUIDAR LA CONSERVACIÓN DE LA VIDA ES PERDER LA PAZ DE LA CONCIENCIA PARA SIEMPRE. No demos la razón a los que califican de BÁRBARA FIESTA las corridas de toros, demostrándoles que la ferocidad del bicho ha llegado a tornar feroz también el corazón del aficionado. Porque si esto pasa, el anatema lanzado contra el espectáculo será razonable y la calificación justa. Y no tendremos tampoco derecho para quejarnos de la cobardía de los lidiadores, pues todos sabemos que el derecho a la vida es innegable y uno de los más sagrados. Y el que sabe que la va a perder sin remedio, al primer accidente que sufra hará muy bien en anteponer a su conservación todo sentimiento de dignidad profesional. Esperamos fundadamente que los hechos que dejamos confirmados en este artículo no se repetirán y que tanto las autoridades de México, como las de los Estados pondrán remedio a este mal, porque de no ser así, ellos serán los únicos culpables de sucesos tan lamentables como el presente. ¿Se habrán convencido ahora los señores Regidores de cuál es la causa que nos guiaba a todos los escritores taurinos independientes para protestar contra ellos cuando infringían cualquier artículo del Reglamento? Por hoy terminamos, pues, ofreciendo empero no dejar pasar en lo sucesivo nada de lo que se relacione con tan sagrado deber. ¡Que descanse en paz el alma del finado Timoteo Rodríguez, y elevemos una plegaria por su alma! ¡Rogad a Dios por él! ¡Que él ruega también por las almas de esos criminales que lo dejaron abandonado y no quisieron impartirle los servicios de la ciencia! ¡Quiera Dios que se ponga el remedio, para que no tenga yo que ocupar las columnas de EL NACIONAL con esta clase de acontecimientos! Pata Larga.
Por lo tanto, si no es la primera, sí es una de las primeras denuncias abiertas que quedaron manifestadas en la prensa, como resultado de una notoria negligencia médica, síntoma indicativo del atraso en que se encontraban, por entonces, los primitivos servicios "sanitarios" destinados a salvar la vida de toreros que, como Timoteo Rodríguez, se enfrentaron a un percance, con la consiguiente herida que, más tarde, y como ya se pudo comprobar, causó su muerte, una muerte que se aceleró por ese auténtico abandono al que quedaban expuestos muchos diestros de la época final del siglo XIX. Adiós, Timoteo, adiós. (HCTM., 88-91).
Timoteo Rodríguez, matador de toros mexicano de fines del siglo XIX. Fuente: Heriberto Lanfranchi. La fiesta brava en México y en España. 1519-1969, T. I., p. 222. RODRÍGUEZ, Tomás: Banderillero. En los carteles del año 1852 se anuncia que “banderillará a un toro con banderillas de dos pulgadas de largo, y después (lo) matará”. RODRÍGUEZ DE GUEVARA DE LOS RÍOS, Francisco: Regidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1601. Fue en ocasiones “Cuadrillero” que participaba en diversas representaciones del juego de cañas, alcancías y alanceamiento de toros. RODRÍGUEZ DE MEDINA y MONEL, Juan: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 52). RODRÍGUEZ RÍOS, Rosalío, Chalío: Célebre charro mexicano y alguacil en la plaza de toros “El Toreo”, cuya figura quedó marcada por largos años cuando encabezaba el desfile de cuadrillas en tan recordado coso de la ciudad de México. José Alameda escribió de él la mejor reseña que he leído al respecto de tan notable personaje.
Anuario Taurino 1945-46. Textos de José Alameda originalmente tomados de Jueves de Excelsior. Chalío, había nacido en 1860. Falleció el 4 de abril de 1946. RODRÍGUEZ SÁNCHEZ, Guadalupe, Güero Guadalupe: Picador de toros. nació el 22 de diciembre de 1899, en la hacienda de Santa Mónica, del Distrito Federal. Se crió en el campo, ya que su señor padre, fue administrador de varias propiedades. Picó por vez primera ante un público, en el año de 1921, en el antiguo “Toreo” en una corrida de toros, en que actuaban –nada menos- Rodolfo Gaona, Juan Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías y Juan Silveti, lidiando ocho toros de duque de Veragua. Después, en 1925, fue a España, colocado en la cuadrilla de José García “El Algabeño”, hijo, con que actuó aquella temporada, pasando a la siguiente a la de Marcial Lalanda, en que picó en seis años, un promedio de noventa corridas de toros por año; lo que representa, un total aproximado, de unos quinientos cuarenta toros. de su campaña en ruedos españoles, destaca una actuación en la plaza de Valencia, en que picó a un toro de Concha y Sierra, que pesó en canal más de cuatrocientos veinticinco kilos. Actuaban aquella tarde, Juan Belmonte, Marcial Lalanda y Vicente Barrera, felicitándolo Belmonte por la hazaña, ya que le metió más de dos palmos de palo, en todo lo alto del morrillo. Ha estado colocado con las grandes figuras españolas y mexicanas, recordando entre ellos, a Juan Belmonte, Marcial Lalanda, Francisco Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, Vicente Barrera, “Chicuelo”, “Niño de la Palma”, “Cagancho”, Félix Rodríguez, Pepe Ortiz, “Armillita”, Garza, Arruza, Silverio, y últimamente con “Jumillano”. Ha ganado varios trofeos en su larga vida de torero de a caballo, obligándolo el público de la capital, a bajarse del caballo y dar la vuelta al ruedo en la plaza “México”. En 1952, hizo su último viaje a España a las órdenes de Carlos Arruza, tomando parte en cuantas corridas actuó este famoso espada. Es uno de los picadores de toros antiguos, más querido de los públicos de México y España. Ha sufrido varios percances, la mayor parte, costillas rotas y la pérdida de los dientes, a consecuencia de los grandes tumbos, que proporcionaban los toros, en una época, que sin petos, había que tener mucho valor y conocimientos, para subirse en lo alto de un caballo. (A. L., 252).
ROGEL (¿ROGER?), José, Valencia: Este personaje español, se anunciaba como banderillero, y su nombre aparece registrado en un cartel, el 8 de enero de 1905, celebrado en la plaza de toros “México” de la Piedad. Es curioso que, casi 20 años después, se presentara otro José Roger con el alias “Valencia I”. Sin embargo, y para aclarar este asunto es preciso anotar que en efecto, “Valencia”, el de 1905 corresponde al padre con el que se inicia aquella línea de toreros.
ROGER. José, Valencia: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. En la familia Roger, en los dos hermanos Pepe y Victoriano mejor dicho, ocurrió algo verdaderamente extraño. Aquél, el mayor, siendo mejor torero que el famoso “Chato”, nunca pudo traspasar los límites de la “modestia”. ¿Por qué? Cuestión de suerte, de oportunidad y de carácter. Pepe Valencia ejecutaba bien todas las suertes del toreo, pero no se prodigaba, y de ahí que sus triunfos fueran menos que sus fracasos, acabando éstos por imperar sobre aquéllos. En México hizo “Valencia I” varias temporadas, muy lucida la primera, en la que llegó a ganar estimabilísimo cartel.
Toreaba bien con el capote; hacía quites variados y lucidos; clavaba banderillas decorosamente, y sabía dar todos los pases habidos y por haber. Además, con el estoque era bastante certero. Hace trece años, cuando lo conocimos, llegamos a creer en él, pero los hechos vinieron a demostrar lo erróneo de nuestro optimismo. Hijo de un buen banderillero fundador del apodo de “Valencia”, Pepe nació en Madrid en el año de 1896, habiendo comenzado sus andanzas taurinas en la cuadrilla de Niños Madrileños, allá por el 1913. Luego, de novillero, tuvo varias alzas y bajas, motivadas por su falta de carácter para tomar en serio su profesión. Por fin tomó la alternativa en su ciudad natal el 5 de septiembre de 1919, habiendo actuado como padrino nada menos que Juan Belmonte y siendo el otro diestro alternante “Hipólito” Vino después el fructífero viaje a México de que ya hemos hablado, siguieron las actuaciones desiguales en plazas españolas; emprendió Pepe varias excursiones a América, y ahora se halla en su tierra, retirado ya de las lides taurinas y sin haber podido ahorrar un cuarto. Tú lo quisiste, Fraile Mostén…
ROGER, Victoriano, Valencia II: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. Al hablar de Pepe su hermano, me ocupé ligeramente del “Chato”, diciendo que era menos buen torero que aquél, pero ahora, haciendo un acto de justicia, agrego que en cambio, fue mucho más valiente y tuvo más carácter, todo lo cual dio por resultado que escalara un puesto distinguido entre la gente de coleta, ocupando, si no un sitio en la primera fila, sí uno de los más destacados de la segunda. Nacioo “Valencia II” en Madrid el 18 de diciembre de 1898, y en vez de dar sus primeros pasos en la tauromaquia recorriendo capeas y pueblos, diólos desempeñando el puesto de monosabio en la plaza madrileña, desde que tenía doce años hasta que cumplió veinte. Vistió por primera vez el traje de luces en la plaza carabancelera de “Vista Alegre”, el 15 de mayo de 1916, y el último día de dicho año despachó un novillejo en el coso de la carretera de Aragón, de la ex Villa y Corte, en una novillada “informal”. Volvió a actuar en la capital de España el 6 de abril de 1919, y ya desde entonces hubo de figurar en la primera fila de los novilleros, tomando parte en dicho año en 25 festejos; en 1920, en 27, y en 1921, hasta antes de la alternativa, en 14. El doctorado tuvo lugar el 18 de septiembre en la catedral taurina, actuando como padrino el malogrado diestro valenciano Manuel Granero.
En 1922 toreó el “Chato” 30 corridas; menor número en 1923, que no fue año afortunado para él, y bastantes más habría toreado en 1924, de no haber sufrido en Madrid gravísima cornada el 21 de abril. Así y todo fueron 29. Al finalizar el año vino a México por primera vez, mostrándose valiente y afortunado en sus actuaciones en “El Toreo”. Practicaba la verónica parando mucho y pasándose muy cerca a su enemigo, y con el trapo rojo, aunque casi nunca hizo uso de la mano izquierda, emocionaba, mediante sus trasteos a base de derechazos estatuarios y molinetes entre los pitones. Con la espada era valiente también, aunque tenía la tendencia de atravesar a los toros. Victoriano siguió toreando en España; vino a México otra vez, pero nunca dio el supremo estirón que le hacía falta para codearse con los mejores. Todavía hace dos años quiso levantar cabeza, mas ya no pudo. Su edad, inapropiada para las lides taurinas, y una enfermedad que padece en los ojos, fueron obstáculos insuperables. “Valencia II” vive en Madrid y conserva el carácter pendenciero que siempre lo caracterizó.
ROJAS, Eduardo: Banderillero mexicano bastante aceptable que abrazó la profesión entre 1883 y 84. (L. V., 118).
EDUARDO ROJAS “EL CARCACHAS”. Si ustedes se detienen a observar con detalle la figura desgarbada del personaje que hoy nos hace el favor de engalanar esta sección, verán que posee unos rasgos muy peculiares. No sólo es de la que ya imaginaron en el “caballero de la triste figura…” que no dijo Cervantes en su “Quijote”. O quizá como el de un ave… Es decir… un gavilán. ¿Un gavilán? Pues hete aquí que, sin mayores sufrimientos, han atinado. Y para que disfruten del premio que hoy se otorga, suplico a ustedes que engolen la voz, mojen la garganta con algún trago de tequila o mezcal que lo que se va a entonar es un corrido, corrido que circuló, aunque tardío, hasta 1939, recordando las hazañas de un personaje que en vida llevó el nombre de Eduardo Rojas y que, para que nadie se olvidara de él, se puso el remoquete de “El Carcachas”, que yo no sé de donde le vendría el anhelo por ostentar alias tan peculiar, pero hombre, en gustos se rompen géneros. Hay quien me pregunta que cual es el premio. Bueno, en esencia son unos maravillosos versos que escribió Francisco Castillo Nájera y que llevan el curioso título de APOGEO Galante y dicharachero, presumió con las muchachas, cuando fue banderillero d´ Eduardo Rojas “Carcachas”.12 Pronto dejó el redondel y los humos de don Juan, para cumplir su papel de purito “Gavilán”; jefe en todas las barriadas, el mejor en la pelea. -Jijo de diez mil tostadas13 el mula que no lo crea!Y son sus meritos moles14 los pleitos y chamusquinas, sin desdeñar los sotoles15 ni olvidar la camoninas;16 No era tampoco remiso en la cuestión de mujeres, nomás que sin compromiso y cambiando de quereres;
Eduardo Rojas “Carcachas” sí existió en la realidad. Algunos datos biográficos pueden localizarse en la obra de Carlos Cuesta Baquero (seud. Roque Solares Tacubac): Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal desde 1885 hasta 1905. México, Tipografía José del Rivero, sucesor y Andrés Botas editor, respectivamente. Tomos I y II. 13 Tostado-a. Jijo de la tostada, o de la tiznada, es la mayor ofensa que posee el lenguaje popular. 14 Mole (aztequismo: guiso).-Guisado de guajolote (pavo) con salsa de diversos chiles (pimientos). Es un platillo nacional muy apreciado. 2ª Sangre, por el color rojo de la salsa con la que más comúnmente se adereza el guiso. 3ª Ser el mole, constituir la especialidad en la que se sobresale. Ser lo que más agrada. 15 Sotol.-Aguardaliente destilado de las hojas de la palma de ese nombre. 16 Camonina.-Albur en el que se apuesta con determinadas condiciones. 12
Ninguna pudo lograr inspirarle una pasión; su pasión es batallar, con razón y sin razón. En la China y el Rebote, con su cuete17 y con su lata,18 y en velorio u en mitote, ningún cuatezón19 l´ empata. Contra todo acomete: charro, tecolote,20 roto,21 y en tragedia u en sainete, finaliza l´ alboroto. -Ay! coyote, no me muerdas, puede ser que yo te coma, por no respeto a Juan Cuerdas ni al Pinto de la Paloma.Quemones y cuchilladas li achacaron, a montones, mas nunca fueron probadas tan graves acusaciones; Quen sabe qu´ es lo qui haría, para tener esa suerte, pos es claro que debía, a lo menos, una muerte; en la chinche22 lo zambullen, -un dicir, a cada rato-, los agentes li atribuyen: lesiones u asesinato. Y después de tanta bulla lo entorilan por un mes: ultrajes a la patrulla, escándalo y embriaguez. Honró, también, su presencia, las salas del hospital, pero siempre por esencia u herida superficial. Cuete (Cohete).-1ª acep. Arma de fuego. 2ª Embriaguez. 3ª Ebrio. Ejemplos: trae un “cuete”, está “cuete”. Lata.-Instrumento cortante. Tiene otras acepciones que no son del caso. 19 Cuatezón.-1ª acep. (de “cuate”, gemelo). Amigo íntimo, compañero de parranda; por extensión: los individuos de un mismo gremio o profesión. 2ª la aceptada por la Academia: bestia que, por naturaleza, debe tener cuernos y que, por cualquier circunstancia, carece de ellos. 3ª Cobarde, inútil. 20 Tecolote.-Gendarme, principalmente el nocturno. 21 Roto.-1ª Catrín. 2ª Ridículo en el vestir. 3ª Que se viste con una elegancia en desacuerdo con sus posibilidades: “no como por andar de roto”. 22 Chinche y chirona.-Cárcel. 17 18
No hay deuda que no se pague ni plazo que no se llegue; no hay chulo que no s´ embriague ni chula que no se entregue. Estaba Jesús bien crudo23 y un vil, diciéndose amigo, le desconchinfló el menudo, perforándole l´ ombligo; La suerte no lu abandona, por una de sus chiripas, de salvó de la pelona, con remiendos en las tripas. Sólo quedó relajado, perjuicio qu´ es beneficio: consignado, fue ´xeptuado por inútil pal servicio. Continuó como antes era: tahúr, borracho y rufián, y en puntas y en balacera no faltaba “El Gavilán”. -“Me cuadra la tandariola,24 mucho mejor si hay desmoche,25 no le digas nad´ a Lola, yo se lo digo a la noche; Le diré lo que sucede, sin echármelas de lado: conmigo ninguno puede, soy de fierro muy pesado… ¡Carreta, cómo rechinas, que te pongan alquitrán!... guarden pollos y gallinas, qui allí viene ´l gavilán… Porque ignoro lo qu´ es miedo, soy el único que rifo,26 y al afirmar que las puedo, nu estoy mamado ni grifo!...”27 23
Cruda.-Crudez, crudeza. Estado depresivo, caracterizado por trastornos diversos, consecuencia de la embriaguez aguda. Gastritis alcohólica. Crudo.-El que padece la cruda. 24 Tandariola.-Onomatopéyica: ruido, escándalo. 25 Desmoche.-Acción de cercenar. En los combates, las bajas por muerte o por heridas. Reducción: desmoche de empleados. Guillermo Prieto en sus “Memorias” usa “desmocha”. 26 Rifar.-Sobresalir. Distinguirse.
Francisco Castillo Nájera.28 Natural de Durango, era el hijo del “primer espada” durangueño, Manuel Rojas, quien inauguró la plaza de Durango en septiembre de 1835. Estuvo con Ponciano Díaz de banderillero, y con él estrenó la plaza de “El Huisachal”, Edo. de México, el 1° de mayo de 1881. Ya por su cuenta, a partir de 1887, toreó mucho en Durango, no haciéndolo nunca en el Distrito Federal. (H. L. II., 659). ROJAS, Gabriel de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 29 ROJAS, Rodrigo de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.30 ROJAS, Hilario: picador de toros que actuó con frecuencia en festejos al mediar el siglo XIX. Se anunciaba asimismo como “maestro del Charro, refiriéndose a Magdaleno Vera). Su nombre aparece en un cartel en el festejo que se celebró el 31 de diciembre (¿de 1850?), siendo anunciado como picador. (Col. del autor). ROJAS, Jesús, El Amarillo: Torero de a pie, y banderillero para mayor referencia. Actuó al lado de “El Chiclanero” y Carmen Ocampo, la tarde del 9 de noviembre de 1884, en la plaza de toros del “Progreso” en Guadalajara, Jalisco. (R. M. M., 2007, 342). ROJAS, Joaquín: loco. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo.
Obsérvese al fondo, la presencia del “loco”. 27
Grifo.-El marihuano en estado de intoxicación aguda, o el marihuana habitual, según se use el vergo estar, o el ser: es grifo, está grifo. 28 Francisco Castillo Nájera: El Gavilán (Corrido grande). Con viñetas de Francisco Díaz de León. México, Editorial México Nuevo, 1939. (De la pág. 145 a 154, el autor incluye una “Explicación de algunas palabras y frases”). 154 p. Ils., p. 15-22. 29 María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía). 30 María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
ROJAS, Manuel: Torero nacido en Durango a comienzos del siglo XIX, aproximadamente. Dicho personaje, en compañía de otros tantos integrantes, fue quien inauguró la plaza de toros de Durango en el curso de septiembre de 1835. Fue padre de otro interesante y célebre personaje: Eduardo Rojas “El Carcachas”. ROJAS, Pedro: Banderillero. Su nombre aparece en el “Directorio” con el que se daban a conocer matadores, banderilleros y picadores, en La Lidia. Semanario Taurino. Año I, N° 7. México, 8 de noviembre de 1908, p. 3. ROLDÁN, Alvaro: Fue, entre el grupo de los grandes jinetes, uno más de los que actuaron a finales del siglo XIX, junto a Arcadio Reyes, Ignacio Gadea, Manuel González Aragón y otros, que fueron en realidad los adelantados de la charrería profesional. ROMÁN, Simón: Picador de toros mexicano, y habilidoso lazador. (L. V., 118). A fines del siglo XIX, gozaba de fama este varilarguero. Era un buen caballista y con valor para ir al toro. No estaba poseído de técnica, sin embargo, castigaba duramente a las reses, por lo que sus servicios eran muy solicitados. Actuó a las órdenes de Ponciano Díaz en repetidas ocasiones. (A. L., 255-6). ROMERO, Antonio, Quintonil: Picador de toros, quien actuó con frecuencia, sobre todo en la plaza de Guanajuato, a finales del siglo XIX. ROMERO, Daniel: Payaso o loco. Actuaba en Guadalajara a finales del siglo XIX. En el Hipódromo de Escobedo, queda registro de una de sus primeras actuaciones. Toreaban los hermanos Manuel y Francisco Martínez junto con Aurelio Melo, tres boyancones de la Calerilla. Al término de la lidia salió el payaso Daniel Romero, quien dirigiéndose a los muchachos concurrentes los invitó a bajarse al ruedo a torear dos borregos que soltaban después de corridos los moruchos. ROMERO, Honorio, Artillero: El único dato que puede ser de confiar para este personaje, es que se trata del padre de quien lleva el mismo nombre, apellido y seudónimo, y quien figuró como banderillero. Para el caso presente, se sabe que ejerció funciones como picador de toros. (J. M de C., III; 820).
Beneficio de Honorio Romero “Artillero”, quien quedó inútil para la profesión. Esta cromolitografía, es parte de la que se publicó, a doble página en La Muleta. Revista de Toros. año I, N° 14. México, 4 de diciembre de 1887. ROMERO, Honorio, Artillero: Parece que este banderillero que tiene un buen nombre como tal, es natural de Huelva (España), pero sea de esta ciudad o mexicano, lo cierto es que en México es donde ha tenido su campo de operaciones al abrazar la arriesgada profesión. En una corrida efectuada en la plaza de Colón de México, el 14 de agosto de 1887, banderilleó un toro metido en un barril. Después de esa fecha ha banderilleado a las órdenes de diferentes espadas y aún lo efectúa en la actualidad. (L. V., 118). En el caso de la lectura de Agustín Linares, este autor no lo ubica como banderillero, sino como picador. Veamos. Picador de toros. por el año de 1895, destacó en forma notable en la profesión. Tengo entendido que era hijo de otro picador del mismo nombre y apodo. Cuando estaba en su mayor apogeo, año de 1905, falleció a consecuencia de una enfermedad. (A. L., 256). ROMERO, Jesús: Picador de toros e integrante de la “Cuadrilla Juvenil Mexicana”, encabezada por Antonio Villa y Pedro López. Su nombre aparece en un cartel de la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 19 de mayo de 1907. ROMERO, José, Frascuelillo: Matador de novillos, creo que andaluz. Apenas tengo datos de su vida taurina. Leo que en 1896 era ya conocido en México como banderillero regular, y que en 1912 pasó a México también, donde toreó varias novilladas con aceptación. Nada más de este torero, que debió tener vida larga, ya que no afortunada. (J. M de C, III, 822).
ROMERO, José Antonio: Matador desde el caballo. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”. ROMERO, Juan, Saleri: Matador de toros español.
15 DE ENERO DE 1888: JUAN ROMERO “SALERI”, CIUDAD DE PUEBLA.
Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1394 del 7 de febrero de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino.
PARTE FACULTATIVO. De las heridas que recibió el diestro Juan Romero (a) Saleri, en la plaza de toros del Paseo Nuevo, en la ciudad de Puebla, la tarde del Domingo 15 de Enero de 1888. Tiene dos heridas contusas situadas, la primera en el lado izquierdo de la región frontal, de dirección oblicua de arriba abajo y de izquierda a derecha, su extremidad superior comienza en la línea de inserción del pelo, de cinco centímetros de longitud e interesó solo la piel y el tejido celular. La segunda herida, está situada en la fosa iliaca izquierda, a tres centímetros arriba de la parte media pliegue inguinal correspondiente, de dirección casi paralela a la de dicho pliegue y de cinco centímetros de longitud. Esta herida penetró en la cavidad abdominal. Como el Sr. Juez que tuvo que intervenir en este asunto, no ordenó que se hiciera la autopsia necesarísima, no se puede decir cual fue la verdadera causa de la muerte de Juan Romero (a) Saleri. La clasificación legal de dichas heridas es la siguiente: La primera herida es de las que no ponen ni pueden poner la vida en peligro y la segunda de las que ponen la vida en peligro. Dr. Carlos Orozco. Como simple suposición, en vista de la rapidez de la muerte y del sitio de la herida, se puede decir que la verdadera causa de la muerte de Saleri fue la herida de la arteria iliaca externa izquierda.31
Detalle de la zona por donde penetró el cuerno del toro de San Cristóbal la Trampa. En la misma edición de La Muleta, y tras detallar el triste acontecimiento por quien fue testigo –pero que no firma la larga descripción del hecho-, afirma que Después de un recorte a cuerpo limpio con que [Saleri] salvó la primera acometida de la res, la citó 31
La Muleta. Revista de toros. Año I, N° 21, del 22 de enero de 1888, p. 4. Además, en Jaime Rojas Palacios e Ignacio Solares: Las Cornadas. México, Compañía General de Ediciones, 1ª edición, 1981, p. 38., los autores apuntan: Saleri, que vestía de verde botella y plata, clavó en el suelo la garrocha elevándose en el aire, el toro se quedó en la suerte y en el aire enganchó al diestro por la ingle izquierda, introduciéndole el asta como unos 4 cm. Derrotó de nuevo y lo recogió, causándole una herida en la frente. El parte facultativo decía: “Como el señor juez, que tuvo que intervenir en este asunto, no ordenó que se hiciera la autopsia, necesarísima, no se puede decir cuál fue la verdadera causa de la muerte de Juan Romero Saleri. La segunda herida está situada en la fosa ilíaca izquierda, a 3 cm arriba de la parte media del pliegue inguinal correspondiente, de dirección casi paralela a la de dicho pliegue, y de 5 cm de longitud. Esta herida penetró en la cavidad abdominal”.
para el salto y viendo que no acudía la alegró con la garrocha y disminuyó la distancia que mediaba entre la res y él avanzando unos pasos. El toro se encampanó arrancó de pronto a Saleri, este clavó la garrocha en el suelo y se elevó en el aire, el toro se quedó en la suerte teniendo la cabeza levantada y enganchando al infortunado diestro por la ingle izquierda introdújole como cuatro centímetros. Derrotó con fuerza volviéndolo a recoger y causándole otra pequeña herida en la frente. El desgraciado Saleri se levantó con mucho trabajo llevándose las manos al vientre cayó al suelo, siendo recogido por dos compañeros suyos que en brazos lo sacaron de la plaza. Antes de llegar a la puerta de salida habiendo dado unos cuantos pasos volvió a caer inerte en la arena muerto ya. El desdichado tenía la vena aorta rota por la punta del asta y solo tardó en morir el tiempo que la vena desalojó la sangre que contenía. Fue conducido a la enfermería (un cuarto horriblemente sucio y húmedo que tiene por cama una tabla indecente. Señores Empresarios ¡qué infame descuido!) donde los esfuerzos de los Doctores Orozco y Salas fueron inútiles para devolverle la vida que se le acababa de escapar. Al conocerse el desenlace, fue suspendida la corrida. El asunto que se trata en la revista indica que se lesionó la vena Aorta, esto es una aberración, ya que la Aorta es una arteria, la más grande del cuerpo, por lo que no es vena. Otra consideración, es que si se lesionó esta arteria, se vació rápidamente el paciente, se desangró, presentó choque hipovolémico y muerte en 1888 no había los adelantos de la medicina como en nuestros días. (HCTM., 85-7). ROMERO, Rafael, Torcuato: Matador de toros.
SEVILLA DESCENDIÓ UNA TARDE DE 1914 EN GUADALAJARA. BREVÍSIMOS RASGOS DE UN TAL “TORCUATO”, TORERO QUE ALTERNÓ CON BELMONTE.
Manuel Romero Torcuato. Cortesía de Da. Rosa Álvarez y D. Antonio A. Romero, este último nieto del personaje.
Nos recuerda D. Luis Ruiz Quiroz en sus imprescindibles Efemérides Taurinas Mexicanas, que un 18 de enero… pero de 1914, “Manuel Romero Torcuato tomó la alternativa en Guadalajara, Jalisco de manos de Juan Belmonte con toros de San Diego de los Padres”.32 Tal asunto lleva a preguntar entonces, ¿quién era Manuel Romero Torcuato? Hace algunos años, siendo alumno del Dr. Juan Antonio Ortega y Medina, en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.A.M., un día por la tarde me pidió lo esperara al final de su clase, para platicar un “asunto”. En ese momento quería que me tragara la tierra. Lo primero que me vino a la mente fue: “me va a pedir que corrija algún desliz en los juicios históricos” que con mucha visión percibía en cada alumno suyo. Sin embargo tal “espanto” no sucedió. Antes al contrario, fue satisfactorio por lo que voy a contarles. Sucede que el Dr. Leopoldo Zea, gran amigo suyo le pidió elaborar a Ortega y Medina un ensayo sobre el liberalismo mexicano del siglo XIX; “y eso voy a encargárselo a usted”. Por fortuna aquel trabajo logró su objetivo. El “Ensayo y notas para una nueva apreciación sobre el liberalismo mexicano (siglo XIX)” vio la luz en letras de molde. 33 Hoy, que ha pasado ya tanto tiempo vuelvo a tener una petición en similares circunstancias, solicitada por dos estimados amigos míos: los maestros Alí Chumacero e Ignacio Solares, ejes de la poesía y la novela en nuestros tiempos, respectivamente. La voz del de Acaponeta, Nayarit hace que en Páramo de sueños, De imágenes desterradas y hasta De Palabras en reposo, esos poemas suyos estremezcan, retumben graves, fascinantes, como truenos de una tempestad que impone toda esa razón salvaje que viene de tan dentro, que la dulzura y la sensibilidad limpian todo ese sabor y olor a infierno de donde surgen, luego de la creación. Solares, hace ya tiempo fue galardonado con el premio “Xavier Villaurrutia”, “premio de escritores para escritores...”, por su obra El Sitio, la cual fue sometida a un riguroso jurado que, a su vez, quedó convencido también, luego de leer las espléndidas visiones de un autor que no pretende escribir un libro, sin más. Le da a este todo el carácter necesario para trascender y conmover al lector en su conjunto. Pero ambos son también excelentes aficionados a los toros. Y ambos pidieron saber algo sobre un misterioso personaje que tuvo el arrojo de alternar, en 1914 con Juan Belmonte en Guadalajara, Jal. la tarde del 11 de enero de 1914. Dicho personaje se anunciaba con el sólo nombre de Torcuato. ¿Quién es Torcuato? ¿Quién era Torcuato? Veamos. José María de Cossío en su monumental obra LOS TOROS nos dice: ROMERO MANUEL, Torcuato. Matador de novillos sevillano. Llevaba ya algunos años toreando cuando se presentó en Sevilla el día 18 de agosto de 1908, con novillos de don Felipe Salas. Toreaba bien con la capa y se defendía con la muleta, pero era muy deficiente con el estoque, y ello fué causa de que no lograra sobresalir. Toreó bastante después, pero en general en plazas de poca importancia y sin aspiraciones ambiciosas.34 En efecto, el tal Torcuato (y no doy al personaje ningún tratamiento peyorativo), era un torero cuyo perfil no garantizaba más que estas pocas líneas proporcionadas por el acucioso tratadista español. Pero Cossío no contaba con que Manuel Romero surcaría el mar océano para “hacer la América” y acumular una que otra actuación, como la que se registra en la temporada de novilladas de 1912, efectuada en el “Toreo” de la colonia Condesa, en el Distrito Federal. Aun así, es un torero cuyo rastro se pierde rápidamente, como si sus huellas quedaran grabadas efímeramente a la orilla del mar. No se volverá a saber de Torcuato hasta el año de 1914, ahora en 32
Luis: Luis Ruiz Quiroz: Efemérides Taurinas Mexicanas. México, Bibliófilos Taurinos de México, A.C., 2006. 441 p., p. 24. 33 José Francisco Coello Ugalde: “Ensayo y notas para una nueva apreciación sobre el liberalismo mexicano (siglo XIX)”. En: NUESTRA AMÉRICA. UNAM, Centro Coordinador y difusor de estudios latinoamericanos, Año VII, Nº 21. Agosto, 1992. 165 pp. (Pág. 21-45). 34 José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1998. 12 v. Vol. 3, pp. 825.
su nuevo y provisorio refugio que fue el occidente mexicano: Guadalajara, para mayor precisión. Fue así como la empresa comandada por el señor Benjamín Padilla programó para el domingo 11 de enero de ese 1914 el siguiente cartel: “Presentación del maravilloso fenómeno de la tauromaquia, JUAN BELMONTE. Alternará con el valiente TORCUATO. 6 TOROS 6 de San Diego de los Padres”. Recordando las palabras con que Cossío da uno más de los perfiles del sevillano, nos llega la resonancia de que “toreó bastante después, pero en general en plazas de poca importancia y sin aspiraciones ambiciosas”. Por lo que veremos en seguida, “El Progreso” de Guadalajara no era una plaza de poca importancia. Y desde luego su valentía y otras virtudes, no le restaron “aspiraciones ambiciosas”. Claro, no alternó con cualquiera. Lo hizo con el trianero Juan Belmonte, que en aquellos días de batallas revolucionarias en los diferentes teatros surgidos en nuestro país; este “revolucionario”..., pero del toreo puso en estado de alerta a la afición tapatía quien lo acogió desde su llegada a la perla de occidente. Tras un percance del “pasmo de Triana” el 21 de diciembre de 1913 en “El Toreo”, su actuación en “El Progreso” se pospuso hasta el 11 de enero siguiente. En el periódico local “El tío Maleta” (La Gaceta de Guadalajara) del lunes 19 de enero de 1914, notas, a su vez recogidas por Ramón Macías Mora,35 encontramos lo siguiente: Viene Belmonte. Belmonte en Guadalajara. Estas eran las palabras que salían de la boca de los aficionados. Con un entusiasmo tan vivo, que más bien parecía que se había sacado el premio de las cien mil pesetas. Tras alojarse en el Hotel Fénix, fue agasajado por todos sus partidarios y amigos. Por la noche, dio Juanillo algunas vueltas por los portales, lanzando alguno que otro piropo a algunas señoritas fenomenalmente hermosas... Penetró después a la cantina del “Palacio de Cristal”, acompañado de los apreciables Señores don Eduardo Margeli (apoderado de Belmonte), Benjamín Padilla, Rafael Montoya, Francisco Orozco, licenciado Isaac Padilla, de sus banderilleros Calderón y Pilín, de su inseparable mozo de espadas “Cabeza”, y del matador de toros Manuel Romero Torcuato. Por considerar importante el sucedido aquel, reproduzco a continuación los detalles de los dos primeros toros. El primer toro Fue brocho, hosco, bonito tipo. De tanda, Céntimo y Rafael Rodríguez, ambos piqueros, alcanzan palmas, y caen con exposición. Belmonte engrana cuatro verónicas divinas, estupendas, maravillosas. En los quintes enloquece al público, sobresaliendo un archiencantador recorte, digno de ese torerazo sobrenatural. Estrepitosas palmas. Fue mal adornado por Pilín y Calderón. Belmonte brindó a la presidencia. Subyugador fue el trasteo del trianero, los molinetes produjeron, general e inusitado regocijo. Faena ceñidísima, los pases de pecho fueron fenomenales. Su faena fue interrumpida por las palmas y los olés calurosos de los entusiastas y Belmonte, diciendo “a ver si así es” señala un pinchazo hondo, nueva ración de franela, en la que el diestro a muleta plegada se salva de una colada peligrosísima en la zona de tablas. Vuelve a meterse con voluntad y mete el acero hasta lo rojo, hasta la mano que se tiñe en sangre. Palmas frenéticas dianas, sombreros, y Belmonte da la vuelta al ruedo a los acordes de la música. Segundo toro. 35
Ramón García Mora: La corrida de ayer... mito, tradición, ritual, suerte y azar de la fiesta de los toros. Compilación, paleografía y textos de (...). Guadalajara, Jalisco, Editorial Ágata, S.A. de C.V., 1996. 326 pp. Ils., retrs., fots., facs. (pp. 236-271).
Hosco delantero de velas. Hace una bonita salida natural y acomete como bravo a uno de los piqueros. De tanda Rafael García y Morán cumple en cuatro varas, entrando con fe. Registróse una peligrosa caída de Morán. El soberano público aplaudió un buen puyazo de Rodríguez en el que el piquero peleó de verdad. Manuel Romero “Torcuato”, estuvo sencillamente soberbio, sencillamente colosal, al torear a la verónica al “Santiagueño”, una serie de verónicas de chipén, apretadas, que arrancaron estridentes palmas a los tendidos (sic). Hubo un remate soberano, rematando el temerario diestro con una rodilla en tierra. La ovación fue grande, general, espontánea. Belmonte abre el capote y ejecuta un remate y dos verónicas sublimes, idealistas, eminentes, con el cuerpo enhiesto, riendo ante la muerte. En el segundo tercio fue bien adornado, por Cresencio y Alegrías. Ambos rehileteros lograron palmas. Torcuato brinda. Inaugura su faena, con un superior pase ayudado alto, rodilla en tierra, que hace estallar al público en aplausos. El toro se huye en el resto de la faena y se hace imposible el sujetarle. Torcuato, torea con pases naturales, haciendo esfuerzos por recoger entra con agallas, dejándose caer con la mar de redaños, cobra un soberano volapié hasta las guarniciones del triunfo. El toro azota como una masa inerte, y “Torcuato” recibe una ovación digna de una muerte tan inmejorable y tan hermosa. El espada da vuelta al ruedo, devolviendo los sombreros y hay dianas a granel. ¡Bravísimo!, Torcuato así se llega a la gloria, al porvenir (…).
Antiguo y desconocido registro fotográfico de la época. La plaza es el viejo “Progreso” de Guadalajara. Aparecen en la imagen Vicente Segura, quien remata y quite, ante la mirada de Rodolfo Gaona. (Ca. 1914). Colección del autor. Resumen Belmonte superior en el primero; admirable, inimitable en el tercero y desgraciado en su tercero. Torcuato, superior en su primero; bien en su segundo y regular en su tercero. Banderillando: Alegrías y Crescencio y Sandoval y Pilín en un par. Picando: José García, Rafael Rodríguez, Céntimo y Morán.
Bregando: Enrique Fuentes dio algunos capotazos aceptables. Servicio, bueno. Entrada, buena. Toros cumplieron con excepción del quinto. Hasta aquí la reseña. Lástima que Abraham Lupercio Muñoz, importante fotógrafo nacido en Tepatitlán, Jalisco hacia 1888 no hubiese estado presente en tal festejo; porque tendríamos la dicha de conocer alguna de sus placas, puesto que era un excelente aficionado a los toros. Abraham se incorpora a la famosa jornada de la “Decena Trágica” (importante episodio central de la Revolución Mexicana, ocurrido en el mes de febrero de 1913) como uno más de los reporteros gráficos que obtuvieron cantidades importantes de material que sirve hoy, para tener un mejor panorama de lo que fue aquel acontecimiento. Es posible que entre los fotógrafos se aplicaran “fusiles” o se adjudicaran fotos que no siendo de su propiedad, hacían suyas. Existe una pieza muy conocida que se atribuyen dos fotógrafos: Osuna y Lupercio (¿confusión o conflicto?). Fijó su residencia en la calle de la Santa Veracruz, en pleno centro de la ciudad, donde permaneció atento a cualquier inquietud surgida del caos revolucionario. Pues bien, aquella corrida “excepcional” marcó un agradable recuerdo entre los tapatíos y tanto Belmonte como Torcuato escribieron una página que dejó grata memoria. Manuel Romero al alternar con Belmonte, seguramente lo hizo consciente de que no era un sobresaliente más, ni tampoco un “patiño” del pasmo. La empresa debe haberlo contratado al ver en él las virtudes que se confirmaron con su actuación, al lado del “revolucionario del toreo”. La descripción de su faena al segundo de la tarde nos habla de un diestro en plenitud de facultades, al que se le auguraba la “gloria, el porvenir”, puesto que arrancó “estridentes palmas a los tendidos”. Lo lamentable es que todo el resto de su trayectoria se haya perdido en la noche de los tiempos, ignorando si decidió permanecer en México o regresar a su añorada Sevilla. Entre 1908 y 1914, la poca cantidad de actuaciones de Torcuato hablan más bien de lo irregular en su administración, mas no de sus arrestos como torero. Hemos visto que tanto en Sevilla, como en Jalisco su ciclo comienza y termina de la misma manera en que llegó y se fue, discretamente. Con la satisfacción de haber actuado en la Real Maestranza de Sevilla, de alternar con un sevillano mayor como Juan Belmonte y culminar ese cúmulo de deseos con sus presentaciones en ruedos mexicanos, Manuel Romero, a quien solo bastaba presentarse así en los ruedos, hizo de Torcuato su nombre de batalla. Por aquella época alcanzó fama otro torero español, Serafín Vigiola Torquito. Me parece esto último una curiosa relación, un simpático juego gramatical que pongo a su consideración, porque Torquito y Torcuato se aproximan en la pronunciación. Claro, uno está en diminutivo y Torcuato, era Torcuato..., ¡verdad de Dios! nos dijo Perogrullo. Maestros: hasta aquí con este ligero vistazo que nos da idea de quien fue en el toreo Manuel Romero. Este escrito tiene por objeto recrear varias cosas allí planteadas, pero sobre todo, recuperar una antigua conversación, la que sostuve con un amigo ya desaparecido, el poeta Alí Chumacero, quien en algún momento, solicitó mi apoyo como historiador, con objeto de dilucidar una antigua duda que tenía al serle contada la historia de "Un tal Torcuato" por otros viejos aficionados, que en efecto, tuvieron oportunidad de verlo torear en Guadalajara, Jalisco a principios del siglo pasado. Sobre Torcuato, o más bien, sobre Manuel Romero Torcuato y más aún, sobre las decisiones que lo llevaron a abandonar un propósito para el cual no estaba llamado, ello lo obliga a tomar el rumbo de México, país al que llegó allá por 1914. Entiendo, por las lecturas que realicé durante un buen tiempo, sobre todo en material hemerográfico, que además del registro de aquella actuación, hubo algunas más, una de las cuales pudo darse ocho días después, misma que hoy es motivo de evocación. Después, todo quedó en un misterio, en puntos suspensivos. El pasado 27 de diciembre de 2014 recibí el siguiente mensaje en el blog. APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS.
Mi respuesta inmediata con la misma fecha de recepción) fue así: Sr. Dn. Antonio A. Romero: Me permito enviarle este correo, primero que todo para agradecer su valioso mensaje, el que usted ha dejado en el blog de mi responsabilidad: APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS (https://ahtm.wordpress.com/) en espera de que pueda usted seguir "navegando" por dicha opción digital. Dicho mensaje tiene que ver con la colaboración Breves rasgos de un tal "Torcuato" que alternó con Belmonte. Ese material, subido desde el 11 de julio del presente año, tuvo como objeto recrear varias cosas allí planteadas, pero sobre todo, recuperar una antigua conversación, la que sostuve con un amigo ya desaparecido, el poeta Alí Chumacero, quien en algún momento, solicitó mi apoyo como historiador, con objeto de dilucidar una antigua duda que tenía al serle contada la historia de "Un tal Torcuato" por otros viejos aficionados, que en efecto, tuvieron oportunidad de verlo torear en Guadalajara, Jalisco a principios del siglo pasado. El tratamiento habido para con su abuelo, Manuel Romero Torcuato, evidentemente no tuvo, desde un principio un trato peyorativo, sino más bien, el que muchas veces la gente, en el imaginario colectivo recupera a partir de elementos que vienen o provienen de la memoria, que en muchas ocasiones descansa en la versión oral, misma que adquiere unos valores o connotaciones muy especiales y que, por tanto pasan de generación en generación sin perder la esencia del trato o manejo del lenguaje. Aclarado el punto, debo decirle que me da un gusto enorme saber que los propósitos de este blog han rendido cuentas, en cuyo balance se encuentra su mensaje, el cual ha permitido enlazar, me parece que en términos bastante entrañables, un eslabón entre el pasado y usted así como para la historia; sobre todo por el hecho de que se dispersan una serie de supuestos o especulaciones. Estos componentes son infaltables en todo caso que hace suya la historia, de ahí que por su incómoda presencia muchas veces conviene ignorarlos, aunque se termina conviviendo con ellos. Sobre Torcuato, o más bien, sobre Manuel Romero Torcuato y más aún, sobre las decisiones que lo llevaron a abandonar un propósito para el cual no estaba llamado, ello lo obliga a tomar el rumbo de México, país al que llegó allá por 1914. Entiendo, por las lecturas que realicé durante un buen tiempo, sobre todo a material hemerográfico, que además del registro de aquella actuación, hubo algunos más. Después, todo quedó en un misterio de puntos suspensivos. Sería deseable saber si entre los viejos recuerdos, los que quedan en el baúl de las antigüedades, hubiese algún retrato que permitiera recuperarlo. ¿Tendrá usted alguna imagen de su abuelo? Y si existiera, ¿es posible que pudiera compartirla con este servidor para terminar conociéndole tal cual era en aquellos años de gloriosas andanzas, las que una dichosa juventud lo empujó hasta puntos inimaginables? Reitero mi saludo afectuoso desde México, y agradezco en lo que cabe sus generosos apuntes. José Francisco Coello Ugalde, Maestro en Historia
Para el 3 de enero de 2015, otro nuevo “mensaje” llegó hasta mi correo personal: Estimado D. José Francisco, En primer lugar agradecerle la contestación a mi correo. En respuesta a su petición, buscando dentro de los pocos recuerdos que nos quedan de mi abuelo le adjunto una foto de su época gloriosa y la copia de un cartel de una corrida en la plaza de Sevilla antes de marchar a México en 1.909, en la cual cita toreó junto a uno de los miembros de la dinastía de toreros 'Dominguin'. Comentarle como dato que mi abuelo conservó durante el resto de sus días un gran afecto por México y su gente. Sin más, gracias por su interés y desearle una feliz entrada de año. Saludos desde España. Mi respuesta (fechada el 4 de enero de 2015), aquí: Estimados Sra. Dª. Rosa Álvarez Sr. Dn. Antonio A. Romero: Me permito enviarles, antes de todo, un afectuoso saludo con motivo del año nuevo, en espera de mejores tiempos. Por otro lado, agradezco su gentil respuesta la que además, vino generosamente "dedicada" con una fotografía y un cartel. Aquella, por primera vez me permite conocer en toda su dimensión al personaje. Es decir, a don Manuel Romero Torcuato. Este, es el más fuerte testimonio de otros tantos empeños que desvelan las andanzas toreras de quien un 25 de julio de 1909 tuviese la fortuna de verse anunciado para actuar en la Real Maestranza de Sevilla. Allí están Manuel Romero Torcuato, Andrés del Campo "Dominguín" y José Mejías "Bienvenida II" dispuestos a vérselas con 6 ejemplares de D. Anastasio Martín. Emocionado ante dos testimonios documentales muy relevantes para investigaciones como la que ahora nos convoca y nos reúne en este diálogo virtual, les hago llegar mi agradecimiento. Me quedo con la idea de que también ustedes pudieron encontrar un hilo de la madeja que une pasado con presente en el entorno familiar. Mi saludo fraternal desde México. José Francisco Coello Ugalde, Maestro en Historia Pues bien, para no detallar más en este intercambio epistolar, me permito complementar la más aproximada visión del personaje con el cartel que también forma parte de esta interesante documentación:
EL CARTEL ANUNCIADOR FECHADO EL 25 DE JULIO DE 1909 Este trabajo fue divulgado en el portal de internet: AlToroMéxico.com a través de la siguiente liga: http://altoromexico.com/index.php?acc=noticiad&id=27855 ROMERO, Pablo, Gorríon: Banderillero. Participó en la plaza de toros “Ojitos” en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 12 de abril de 1914, alternando con José Carrasco y Miguel Gallardo “Miguelillo”, como sobresaliente, en la lidia de 5 “hermosos novillos puntales de la acreditada ganadería “La Fuente”. ROMERO DE TERREROS, Pedro: Alférez Real e integrante de la Orden de Calatrava. Intervino como “Cuadrillero” en las fiestas por la asunción al trono de Carlos III, en la ciudad de Pachuca, en 1760. (Véanse referencias acudiendo a los datos de José Eulogio de Cárdenas). ROMO, Juan: Banderillero. Ejerce la profesión por el estado de San Luis Potosí, residente en la capital de él y siendo delegado de la Unión de Picadores yu Banderilleros. (A. L., 1958, 256).
ROMO, Nepomuceno: torero profesional de a caballo que, durante los juegos taurinos efectuados en la Plaza de San Pablo en el curso de 1817 cuando el casamiento de Fernando VII, entró a picar sólo por un día. (BFH, 2012, 387-8). ROSA, Dolores: lazador y sobresaliente que actuaba con frecuencia en festejos taurinos a mediados del siglo XIX. Anunciado como “Lazador y sobresaliente” en un cartel, para el festejo del 20 de octubre de 1850, en la Plaza Principal de Toros en el Paseo Nuevo, en la ciudad de Puebla. (Col. del autor). ROSA, Domingo de la: Banderillero. Su nombre aparece registrado en un cartel de Morelia, Mich., para la tarde del domingo 25 de febrero de 1900. ROSA; Margarito de la: Banderillero mexicano de los modernos, que ha toreado con Manuel Caballero en diferentes plazas acompañándolo en su expedición a Atlanta (Georgia) en diciembre de 1895. (L. V., 118-9).
Margarito de la Rosa. ROSA, (¿Diego?) de la: Banderillero, e integrante de la “Cuadrilla Mexicana”, que encabezaba, a finales del siglo XIX probablemente su hermano, Margarito de la Rosa. ROSALES, José: Torero profesional de a pie. Durante diciembre de 1796 y enero y febrero de 1797 actuó en un coso provisional que por entonces había en el Paseo de Bucareli (BFH, 2012, 388). ROSAS HERNÁNDEZ, Ramón de: Carlos Lorenzo Hinzpeter, aporta con los siguientes datos, una información importante alrededor del torero mulato, veracruzano de nacimiento y que llevó en vida el nombre de Ramón de Rozas Hernández, y que, por el hecho de haberse hecho a la mar, llegó a España, donde por lo tanto fue contemporáneo de Mariano Ceballos y José Delgado “Illo”. En el centro de su apunte, aparece una octava que retrata los quehaceres tauromáquicos de nuestro paisano que al parecer, tuvo mejor fortuna en la vieja que en la nueva España. RAMON DE ROZAS HERNÁNDEZ: UN REJONEADOR MEXICANO EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII. Leyendo el número 18 de la Revista de Estudios Taurinos, editada en Sevilla, encontré en su página 220, información sobre la existencia de un rejoneador mexicano del siglo XVIII, oriundo de Veracruz, llamado el negro Ramón de Rozas Hernández. Esta noticia me llevó a investigar más sobre este personaje y en la página 838 del tercer tomo de Los toros de José María de Cossío, encontré los siguientes datos, que transcribo:
Lidiador del último tercio del siglo XVIII. Era negro de raza y, a pesar de anunciarse en algún cartel como natural de Veracruz, debió nacer en Jerez de la Frontera el año 1762. Así lo afirma en instancia dirigida al Ayuntamiento de Pamplona el año 1791. Se le ha apellidado Rozas y la Rosa, pero su verdadero apellido era Rozas. Algún tratadista afirma que fue discípulo de Mariano Ceballos, y que, practicaba las suertes del toreo peruano. No he dado con la fuente de la primera especie. En cuanto a la segunda, como veremos, practicaba el toreo tan arbitrario y de fantasía que no puede adscribirse a escuela alguna definida. Aparece en Madrid, por primera vez a lo que ha alcanzado a aclarar mi diligencia, el 27 de septiembre de 1784. En ese día se le anuncia de la siguiente manera: “A fin de aumentar la diversión del público con alguna variedad digna de su obsequio, el noveno toro será amarrado a dos palos, que se fijarán en la plaza, para que lo ensille y monte un negro de veintidós años de edad, llamado Ramón de Rozas Hernández, natural de la ciudad de Veracruz, en el Reino de Nueva España, el que, a imitación del difunto Mariano Ceballos, quebrará rejones desde el mismo toro, al que soltará después, matando, por último, con un puñal, al que va montando. Debió cumplir con lo ofrecido lucidamente, pues para la corrida del 4 de octubre vuelve a anunciársele, y esta vez con su ditirambo en verso, que transcribo por su mucha curiosidad: No esté el señor Belorofonte ufano… No esté el señor Belorofonte ufano de que un monstruo rindió, que eso es quimera; no se aplaudan hazañas del Tebano, que son fábula, historia y friolera. Vengan acá, si están por ahí a mano, llevarán dos lecciones de manera que admiren al negrillo en estas lides Belorofonte ser, y más que Alcides. En años siguientes continúa exhibiendo sus habilidades en la plaza de Madrid y en muchas otras donde es solicitado. Introduce variantes pintorescas en su trabajo. En una ocasión se anuncia para “mancornar al bicho y figurar con la mayor propiedad que está dándole de merendar”; otra vez, para montar al novillo, templar la guitarra y cantar “con todo primor el sonsatillo” o bien para picar a su toro a pie. De sus habilidades como torero de a pie poseemos un testimonio inestimable. En febrero de 1789 se celebran en Santander grandes fiestas por la proclamación de Carlos IV. Entre ellas figuran unas novilladas, y de todas tenemos noticia puntual por una Relación que escribiera, y se conserva manuscrita, don Pedro García de Diego, vista de la Aduana de Santander. En ella se dice, ponderando la habilidad de los que ponían banderillas, estos elogios que no creo dudoso referirlos a Ramón de Rozas: “En este ejercicio lució, con extraña agilidad, un negro llamado Ramón, que jugaba con los novillos, haciendo delante de ellos diversas figuras con especial acierto; tan diestro de manos, como si el toro no las tuviese para acometerle, y tan suelto de pies, que libraba toda su seguridad en lo imposible de darle alcance. Clavó todas las banderillas que quiso, con tanta prontitud y limpieza, que se temió bien el que primero faltasen banderillas que brazos.” Por este tiempo trata sin duda de practicar el toreo normal, pues le vemos agregado a la cuadrilla de Francisco Garcés. Con el que acude a Pamplona en 1791, y con el que torea. Actuó, como he indicado, de toreador, y el secretario, escribe en la nómina: “Al negro Ramón de Rozas por consideración se le dio una onza”. Al año siguiente repite su actuación. En el año 1798 se dirige nuevamente al Ayuntamiento de Pamplona, donde se ofrece a montar un toro en pelo sólo con una cincha maestra, sin más arreo, merendar encima del toro, y después cantará y tocará un pasito con cascabeles, y hará que baile un muñeco que trae, encima del toro, y después se le pondrán banderillas de fuego estando a caballo, y lo capeará la cuadrilla a pie hasta fin de matarlo.
Ramón de Rozas practicaba todas las variantes del toreo americano, como lo practicó sobre un mal caballo en Pamplona y montando toros dondequiera. Debió intentar ser torero de a pie, y en esta pretensión no le acompaño sin duda la fortuna.36 ROSARIO, María, La Morenita: “Valiente matadora”, que así fue anunciada para actuar en la plaza de toros del Cantador, Gto., el domingo 9 de noviembre de 1918. ROSAS, Manuel, Pelayo: Picador de toros. De este personaje, por ahora, no se cuenta con mayor información. ROXAS, Joaquín: “Loco” profesional de a pie que, hacia principios de 1819, presentaba sus servicios como tal en la Plaza Real de Toros. (BFH, 2012, 388). RUBIO, Rafael: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. Este obscuro diestro, que afirmaba en España que aquí le decíamos el “Gaona español”, en tanto que en México nos hacía creer que era allá de donde provenía el mote, no figuraría separadamente en esta serie de biografías de toreros actuantes en el coso de la Condesa, si no fuera por la importancia histórica que adquirió al haber alternado con Rodolfo Gaona en su corrida de despedida, efectuada el 12 de abril de 1925. Esa tarde el leonés sacó a Rafael Rubio como pudo haber sacado a Perido el de los Palotes, pero es lo cierto que Rafael Rubio cumplió aceptablemente en la lidia de los tres toros que hubo de despachar, habiendo tenido, además, el tino necesario para no pretender sobresalir por cuenta propia en ocasión semejante. “Rodalito” nació en la Roda, provincia de Badajoz, en el año de 1897, y se hizo torero a impulsos de su incontenible afición. Nunca, ni entre la grey novilleril ni entre los matadores de toros, pudo alcanzar relieve, y sus mejores tardes las tuvo en la América del Sur, donde vivió largas temporadas. Doctorado por el infortunado diestro compatriota Luis Freg en la plaza de Yecla el 1° de octubre de 1922, no tuvo “Rodalito” ni antes ni después una historia taurina que merezca ser referida. Retiróse de los toros en silencio, como en silencio actuó siempre, y hoy vive en España ya apoderando toreros, ya asesorando a las autoridades en distintas plazas.
RUBIO CONTRERAS, Ramón: Banderillero mexicano, natural de Querétaro, donde nació en 1897. Permaneció en activo durante buen número de años, retirándose de la profesión en 1955. Estuvo muchas temporadas en la cuadrilla de su paisano Francisco Gorráez. (J. M de C, IV, 696). 36
www.bibliofilostaurinos.com.mx En esta página de reciente creación, encuentro el dato ahora recogido.
RUEDA, Andrés: Banderillero de toros. nació en Cuba, y su actuación profesional tuvo lugar en la última decena del siglo XIX. Toreaba en plazas americanas a las órdenes del matador Camaleño. Según Sánchez de Neira, fue mejor banderillero que peón de lidia. (J. M de C., III, 840). RUIZ, Anatolio, Granadino: Picador de toros. participó como tal, en el festejo que se organizó para la tarde del 17 de mayo de 1903, en la plaza de toros de Chapultepec, en la cual se lidiaron toros de San José Atlanga. RUIZ DE CASTAÑEDA, Joseph: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 57). RUIZ DE PARRÁZAR, Manuel: Teniente de milicias que, junto con algunos compañeros, salió de varilarguero durante las lides taurinas con las cuales, en septiembre de 1791, se alegró Tehuantepec por la ascensión al trono español de Carlos IV. (BFH, 2012, 388). RUIZ CANO, Manuel: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 50). RUIZ, Gonzalo: Cuadrillero y caballero en plaza. Iten que el segundo día de Pascua (esto en
1577, y con motivo de la jura del nuevo rey, Felipe II) luego siguiente haya y se haga en la plaza de esta ciudad regocijo de toros y juego de cañas como está acordado, y que lo que fuere necesario y se gastare para hacer los pendones y banderas reales y vestidos y cotas del rey de armas y regocijo de la plaza e libreas, se gaste libre y pague de los propios de esta ciudad. Entre esos personajes se encontraba el propio Gonzalo Ruiz, quien era integrante de las autoridades del Ayuntamiento de la ciudad de México. RUIZ, Juan, Lagartija: Matador de toros de origen español, que vino a nuestro país a partir de 1887.
RUIZ LLAMAS, Juan: Banderillero. Nació el 29 de agosto de 1898, en la ciudad de Guadalajara. Formó parte de la cuadrilla juvenil en la que figuraba Estanislao Hernández y Francisco Martínez “Torerito Tapatío”. En 1912, actuaba de banderillero en otra cuadrilla jalisciense. Sus excelentes dotes de subalterno, le abrieron camino en la profesión, colocándose más tarde con José González “Carnicerito”, con el que fue a España y trabajó varias temporadas. (A. L., 258).
RUIZ, Hermenegildo, Chaval: Banderillero. Actuó en los rumbos de San Luis Potosí. Esto ocurría en la “sobresaliente corrida” celebrada en la plaza de toros del “Paseo”, el 28 de diciembre de 1890. En dicha ocasión se lidiaron cinco toros de la ganadería de Guanamé. Al frente de la cuadrilla iban Enrique Santos “Tortero” y Saturnino Frutos “Ojitos”, como sobresaliente. RUIZ, Manuel, Blanquito: Matador de toros español que encabezaba junto a Fernando Lobo “Lobito” la célebre “Cuadrilla de Jóvenes Sevillanos”, misma que actuó en ruedos mexicanos en 1887. RUIZ, Manuel, ¿Fortuna?: Picador de toros. Participó en la plaza de toros “Ojitos” en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 12 de abril de 1914, alternando con José Carrasco y Miguel Gallardo “Miguelillo”, como sobresaliente, en la lidia de 5 “hermosos novillos puntales de la acreditada ganadería “La Fuente”. Quizá se trate del mismo personaje a quien ya se le encuentra en la misma actividad, veinte años atrás, cuando participaba en festejos bajo las órdenes de Joaquín Navarro “Quinito”. RUIZ, Miguel, Tremendo: Picador de toros. no le he visto anunciado en España, pero sí en México. Ignoro si era americano o español. Toreaba hacia 1908. (J. M de C, III, 850). RUIZ, Ignacia, la Barragana. DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES., 6. INUSITADO ENCUENTRO CON IGNACIA RUIZ: TORERA Y ATRACANTE. Detrás de este retrato, que es uno de los cientos, quizá miles que recogen los registros penitenciarios de la segunda mitad del siglo XIX mexicano, se encuentra la afortunada mujer que un día probó la gloria de manera efímera y hasta compartió las palmas con el más importante torero que desarrolló fuerte hegemonía por cincuenta años. Me refiero a Bernardo Gaviño, quien vistió el traje de luces la friolera de 725 ocasiones según la más acabada revisión que he realizado al respecto de su trayectoria profesional. A continuación presento una muestra de auténtica curiosidad, que será el motivo del presente análisis. PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 19 de febrero de 1865. Dos arrogantes toros de Atenco por la cuadrilla de Bernardo Gaviño y mojigangas como la travesura campestre de tres toros para el coleadero, entre otros entretenimientos. El programa dice: “1º.-Dos arrogantes toros de Atenco por la cuadrilla de Bernardo Gaviño. “2º.-La lid de un becerro por la compañía de mujeres, el que después de picado, banderillearán a caballo “La Limeña”, en competencia con Ignacia Ruiz “La Barragana”. “3º.-El segundo becerro, después de picado, será banderilleado por Victoriana Gil, parada en una silla. Enseguida se lanzará el becerro y será jineteado por la ranchera Antonia Gutiérrez. “4º.-Se procederá a la gran travesura campestre de tres toros para el coleadero. “5º.-Lidia del tercer toro de muerte por la Cía. de Gaviño. “6º.- y último.-Toro embolado”.37
37
Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España. 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. T. I., p. 170.
Es una lástima que quien un buen día alcanzó el reconocimiento popular, otro lo cambiara por el desprecio que la sociedad tuvo al encontrarla culpable de robo. La que un día se integró a la interesante relación del protagonismo femenino en los toros, sumándose a nombres como los de: Victoriana Sánchez, Dolores Baños, Soledad, Pilar Cruz, Refugio Macías, Ángeles Amaya, Mariana Gil, María Guadalupe Padilla, Carolina Perea, Antonia Trejo, Victoriana Gil, Antonia Gutiérrez, María Aguirre "La Charrita Mexicana" y la española Ignacia Fernández “La Guerrita”, a lo largo de la segunda mitad del siglo antepasado, no es ahora más que una simple y desgraciada delincuente que tiene que dejarse retratar, cubrir con el rebozo la poca o mucha vergüenza que podía mostrar ese rostro moreno, de rasgos indígenas y cuyo nombre y remoquete juntos, recuerdan el de alguna célebre suripanta o “margarita” decimonónica dedicadas a las muchas y variadas formas de ejercer el efecto del amor…, aunque fuera comprado. Identifíquese. Me llamo Ignacia Ruiz, me dicen “La Barragana” Estoy aquí por robo. Apenas unos pocos años atrás probé fortuna en los toros, aunque sin demasiada suerte, pero la vida me ha llevado por senderos sinuosos que no siempre resultan ser los mejores. Desgraciada de mí que hoy enfrento la sentencia de usted, señor ministro, a quien pido clemencia, la necesaria para no padecer más penurias. El Juez parece decirnos: Ese rostro aparenta inocencia pero también un dolor que tuvo que tragarse la –ahora sí- inconmovible mujer que cometió el delito de que se le acusa. Al parecer, su caso fue muy controvertido, ya que para Eduardo Ruiz, a la sazón secretario del Chinaco Vicente Riva Palacio, juarista a ultranza-, la tal Barragana era patriota y no maleante, en tanto que para Pablo Robles –también de tendencia liberal y republicano-, sólo era una marimacho feroz, sanguinaria y carente de propósitos libertarios.38 Por aquellos años, con caminos infestados de bandidos, no faltaban también algunas asaltantes. Tal es el caso de “un” maleante solitario que cada semana atracaba la diligencia que iba a Morelia hasta que, calcula Khevenhüller en su “Diario”-, juntó una buena suma de dinero y decidió cometer su última fechoría, en la cual reveló su identidad al perplejo grupo de pasajeros: ¡era una mujer y la pistola que utilizaba en sus robos estaba descargada! Otro caso es el de la Carambada, que operaba por los alrededores de Querétaro y que, cometida su fechoría, “esgrimía la pistola en una mano y se descubría un pecho con la otra. “Mira quién te despojó”, gritaba con entusiasmo, lo que era todo un ataque contra el machismo. 39 El hecho demuestra que eso de los toros no se le dio a Ignacia Ruiz como sí ocurrió con Lupe “La Torera”, de ahí que tuviese que delinquir para sobrellevar la vida en medio de sus limitadas circunstancias. Ese es en buena medida, otro de los reflejos de la necesidad movida por la pobreza. En el intenso quehacer de la investigación, de pronto aparece este interesante retrato 40 que de buenas a primeras me ha causado una curiosidad más allá de lo normal. Y una vez más me lleva a la confirmación de que una parte del gremio taurino es muestra cabal en donde pululan delincuentes de baja estofa o se hace notar otro sector por su fuerte carga de analfabetismo e ignorancia. Ahora bien, la pregunta que sigue aquí es en relación a su alias: “La barragana”. ¿”Barragana” de quién? La fotografía del último tercio del siglo XIX tuvo entre otras funciones, la de un registro sobre aquellos personajes de la sociedad cuyo destino de pronto estaba enfrentado a situaciones ingratas, tales como el robo, el asesinato, la prostitución. En el caso de Ignacia Ruiz quedó la “mancha” de haber sido acusada de robo, aunque hasta el momento no ha sido posible confirmar si en los registros sobre prostitución, y debido a su seudónimo confesado, también aparece algún retrato que confiere como en el caso, el uso de una escenografía en la que quedan registrados varios componentes: 38
Orlando Ortiz: Diré Adiós a los señores. Vida cotidiana en tiempos de Maximiliano y Carlota. México, Santillana Ediciones Generales, S.A., de C.V., 2007. 291 p. (Punto de lectura, 402), p. 46. 39 Op. Cit., p. 45-6. Además: Pablo Robles: Los plateados de tierra caliente. México, Dirección General de Publicaciones y Bibliotecas / SEP y Premiá editora, 1982. (La Matraca, 8). 40 Se encuentra en el fondo Felipe Teixidor del Archivo General de la Nación. Autor no identificado. México., ca. 1870. Impresión a la albúmina 4 x 2.5 pulgadas.
a)La extracción social de donde proviene el acusado (el caso de “La Barragana”, nos refleja el de una mujer humilde, puesto que el rebozo es prenda distintiva de aquellas, a diferencia de los vestidos de grandes vuelos entre las de dudosa reputación que además en auténtico desparpajo, luces sus encantos). b)Aquí se emplea una silla. En el caso de las prostitutas, aparecen algunas columnas y pedestales como elemento de decoración, sin faltar los telones de fondo. El control que debió tener la autoridad sobre aquellos personajes nos lleva a pensar que, haciendo el uso pertinente del estereotipo fotográfico que imperaba por entonces, no podía romper con ciertos moldes, esquemas o modelos establecidos, de tal forma que ello nos permite conocer la delincuencia en cartes de visite estilizadas hasta donde lo permitía el decoro. Vago y efímero podría resultar el texto que ahora empiezo a rematar, pero es que el hallazgo no pudo ser más afortunado. Conocer a los personajes que rondaron cerca de otro gran protagonista del toreo en México como lo fue Bernardo Gaviño me llena de gusto por el hecho de que este valioso retrato se une a la ya amplia iconografía que con todo y las circunstancias que se desprenden de él, nos permite acercarnos a otro más de los protagonistas de ese largo periodo taurino encabezado por el diestro de Puerto Real. Aunque caras vemos… RUIZ, Francisco, Moyote: Este picador mexicano que hace pocos años abrazó la profesión goza ya de algún crédito por su voluntad y conocimientos en el arte. (L. V., 119).
S SAAVEDRA, Guadalupe, el Bravo: Picador de toros que actuaba con ese propósito, y cuyo nombre puede verse incluido en un cartel para el festejo celebrado el 3 de julio de 1904 en la plaza de “Chapultepec”. SAAVEDRA, Juan de: Corregidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México en 1598. Cuadrillero y caballero en plaza para las fiestas que se organizaron para celebrar el día de San Hipólito (13 de agosto) de aquel año. Dichas fiestas “se hagan en la paza del cabildo desta ciudad y el obligado traiga cuarenta toros y esto le mande el señor alférez para que se corran dos días el primero con el juego (de cañas) y seundo prosigan los toros”. SÁENZ, Rafael: Picador de toros en La Regla (Habana) en 1879. En Mëxico torea cp,p bamderoññerp im Rafaeñ S+aemz eñ a{p 1887, que ignoro si es el mismo, aunque creo que sí. (J. M de C., III, 856). SAEZ, Alejandro, Ale: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. Entre los diestros “diminutos” que han pisado “El Toreo” –entiéndase por “diminuto” a todo torero tan bajo de estatura que para poder lidiar reses bravas tuvo que recurrir a habilidades sin cuento- hay que mencionar a Alejandro Saez “Ale”, quien pisó el coso de la Condesa en varias ocasiones, habiendo debutado en él allá por el año de 1926. “Ale” nació en Bilbao el 9 de noviembre de 1893, y se hizo matador de toros en Carabanchel Bajo, Madrid, en cuya placita tomó la alternativa el 8 de abril de 1917. Habilidoso en su oficio –en él nunca fueron un arte sus actividades de lidiador-, despachó sin pena ni gloria cuantas reses le echaron aquí y en España, y lo mismo lo hacía en corridas serias cuando lo contrataban, que en mixtas o novilladas cuando no había otra cosa. Como torero fue apenas mediano, y como matador tuvo que apelar a diversos trucos para despachar rápidamente a sus enemigos. En la actualidad vive “Ale” en Madrid, y se dedica a toda clase de actividades taurinas.
SAGAZOLA, José María: Cuadrillero, caballero y noble de la sociedad vallisoletana de Michoacán, que en 1791, celebraron con fiestas de toros y cañas, la proclamación de Carlos IV. Junto con él, también se pronunció como responsable de aquella formación, el Regidor perpetuo Joseph Joaquín de Iturbide. Para una mejor comprensión del significado de aquellas fiestas, incluyo a continuación detalles de la PROCLAMACIÓN DEL MONARCA CARLOS IV EN VALLADALID (HOY MORELIA). Habiendo cumplido un primer ciclo que comprendía el acopio de diversas noticias taurinas, registradas entre los siglos XVI al XVIII, el propósito ahora es ir mostrando, quizá en forma aleatoria o conforme vayan apareciendo también, otro tipo de informes o descripciones que permitan entender el desarrollo del espectáculo en diversos años de aquel periodo que significó la consolidación de un sistema político, económico, religioso y cultural de enorme importancia, el cual con el paso de los años, también acabó por agotarse, al punto de que fue necesaria la presencia de todo un conjunto de nuevas condiciones para emanciparse del viejo régimen. Por tal motivo, uno de los primeros documentos con que este ejercicio se ha encontrado es la Gazeta de México, en cuyo número 32, y fechada el 26 de abril de 1791, se incluye una interesante descripción de hechos, relacionada con la proclamación del monarca Carlos IV, misma que fue aderezada de infaltables festejos que incluyeron las infaltables corridas de toros, entre otras demostraciones que por entonces se acostumbraban. Dado lo interesante de su contenido, me parece muy apropiado traerlo hasta aquí, destacando en el mismo las conmemoraciones ocurridas en la Provincia de Michoacán. Para ello ha de respetarse en la medida de lo posible el tipo de escritura que se acostumbraba, lo cual significa salvar algunos posibles “errores” ortográficos o de redacción que, entrados en desuso, podrían causar cierta confusión. Sin embargo, su contenido es el que posee toda aquella esencia con la que pretendo seguir avanzando para que este propósito siga reuniendo los nutrientes básicos que nos proveen de informes como los que podremos leer a continuación. Gazeta de México, tomo IV, Núm. 32, pp. 301-307, 26 de abril de 1791. Valladolid Marzo 15 Relación de las Fiestas con que celebró esta Ciudad la feliz Proclamacion de Nuestro Católico Monarca Señor D. CARLOS IIII. La Provincia de Michoacán, que desde los primeros tiempos de la conquista de estos Reynos manifestó quan agradable le era la subordinación a los Reyes Católicos, haciendo el Rey Calzonzi los más voluntarios rendimientos al Señor Don Carlos V, entonces gloriosamente Rey de España, continúa y continuará siempre en estas manifestaciones, así lo acreditan las expresiones que esta su Capital de Valladolid, sin embargo de sus ningunos fondos ha hecho en lo presente feliz Proclamación de nuestro amado Soberano el Señor DON CARLOS IIII, y conociendo que no haría mucho aunque más encarecidas; pues si tuvieron aquel voluntario reconocimiento los Señores naturales del Pais, ¿qué mucho que empeñen sus obsequios y manifestación de su regocijo los que ya no sólo son Españoles por su vasallaje, sino también por su naturaleza y origen? Efectivamente, luego que se recibió la Cédula de S. M. para que pudiese en Real nombre levantar Estandartes, comenzó el Ayuntamiento a tratar sobre asunto tan grave; y como por la cortedad de sus Propios no hallase caudal alguno para hacer visibles sus justos regocijos, el Alférez Real renunció por su parte toda ayuda de costa, y el Ayuntamiento acordó que a sus propias expensas se erogasen los gastos, sin más auxilio que lo que produxese la Plaza de toros y funciones teatrales, teniendo este por un pequeño tributo de aquellos a que es acreedora la Majestad. Dióse cuenta al Exmo. Señor Conde de Revilla Gigedo Virrey de este Reyno, y habiéndolo aprobado su Superioridad, contribuyeron los Regidores, cada uno con lo que a su parte tocaba, para el desempeño de estas funciones: y continuando en tomar las providencias oportunas, se acabo de allanar todo, explicando su zelo el Alcalde Provincial Don Isidro Huarte con tomar la comisión de
corridas de toros y Comedias, franqueando el dinero necesario, y desando al del Procurador general lic. Francisco de la Riva, y Mayordomo de la Ciudad D. Francisco de la Ravia las pinturas de Casas Reales, su iluminación, y adorno de Reyes de Armas, de manera, que si los Regidores no lograron el honor de hacerlo todo a sus expensas, fue por el oportuno manejo que tuvo a este fin su Comisionado. A consequencia de las medidas tomadas por el Ayuntamiento, y zelosas providencias y Bandos de gobierno, en que brilló el talento, acierto y zelo del Señor Intendente D. Juan Antonio Riaño, se pintaron hermosamente todas las casas de las calles que habían de servir de carrera para el Paseo, y se abvirtió en todos los Vecinos de esta Ciudad tal júbilo, que al no haber faltado tiempo, luego que se señaló el día para la Real Proclamación, ni ser tan corto el número de los Pintores, no hubiera quedado por pintar ni aun la más despreciable casa de los retirados barrios de la Ciudad. Las luces eran casi infinitas en toda ella; pero en las calles de la estación se distinguían considerablemente las Casas del Ayuntamiento, la Iglesia Catedral, el Palacio del Illmo. Sr. Obispo, y Casa de Alférez Real D. Joseph Bernardo de Foncerrada. A las primeras las hacía vistosísimas a más de su exquisita pintura, numerosa iluminación de candilejas, fanales y achas de cera, la hermosa y bien pintada Perspectiva de orden dórico, que se puso dirigida por el Señor Intendente, para que sirviese de fachada al Tablado, en que baxo de dosel de terciopelo carmesí galoneado de oro estaban cubiertos los Retratos de SS. MM., pues esta tenía un hermoso y bien pintado arco sobre pedestal correspondiente, con diversos jeroglíficos y alusiones muy propias, coronándolo todo más Estatua que representaba a nuestro Augusto Soberano: el cortinaje era también de terciopelo carmesí galoneado de oro, los gallardetes muchos pendientes de las azoteas, y una cortina con las Armas Reales excelentemente pintada. Todo estaba de muy fino gusto, y manifestando qual había sido su dirección. A la segunda su misma arquitectura le abría paso para su lucimiento; porque estaban iluminadas sus largas cornisas; sus elevadísimas torres, sus grandes portadas, y todas las demás partes son susceptibles de luces, a que se añadía un gran número de banderas y cortinas de terciopelo carmesí galoneado de oro, presentaban un conjunto armonioso, que servía de encanto a la vista. El tercero, a más de su crecida iluminación de cera y candilejas, y lucido y costoso cortinaje de terciopelo carmesí galoneado de oro, tenía una elevada Perspectiva de orden jónico, en que se encendieron quantas candilejas se pudo, y en su mucho trabajo, buena pintura, y versos alusivos a la solemnidad del día, se conoció muy bien la lixendad y zelo de quien lo dedicaba. La del Alférez Real presentaba un objeto tan agradable, que arrastró en su favor el aplauso público. Estaba primorosamente pintada, y a mas de tres mil y doscientas luces que la hermoseaban, tenía crecido número de achas de cera en todos sus balcones, especialmente en los del medio, de donde se voló el tablado que sirvió para el tercer acto de Jura, y en donde estaban los Retratos de SS. MM. Sus colgaduras eran de damasco carmesí; y como las paredes se cubrían con espejos y otras diversas invenciones formadas de cornucopias de cristal, todas cubiertas de candilejas, presentaban una multiplicación de luces, que así por la materia como por la configuración, formaban un todo que llenaba la pública expectación. Tenía a más de esto una hermosa Perspectiva, que excedía la altura de la casa, en que estaban doce columnas de orden compuesto sobre correspondientes pedestales. En el intercolumpio que correspondía a su medio se abrió un hermoso arco, y en las enjutas se colocaron dos figuras que se representaban la Agricultura y el Comercio. Las quatro columnas del centro estaban abrazadas por un frontispicio, en que se puso esta Inscripción: A CARLOS IIII Y LUISA DE BORBÓN JOSEPH BERNARDO DE FONCERRADA En el cuerpo que cargaba sobre las columnas se pusieron dos estatuas que representaban el Amor y la Gratitud. En el medio y coronándolo todo estaban otras dos, que representaban a SS. MM. En los intercolumpios laterales estaban dos puertas, y encima dos medallas de baxo relieve. En la una se figuró la Jura de Artaxerxes, y en la otra la de Asuero poniendo a Ester en su trono. Sobre los
macizos de los dos ángulos estaban a la mano derecha las estatuas de Asia y África, y a la izquierda la de Europa y América. Sobresalía a la Perspectiva un competente tablado rodeado de un hermoso barandal, desde donde se hizo el tercer acto de la Proclamación. En el arco que estaba abierto en el intercolumnio de en medio se pusieron los dos Retratos de SS. MM. en dosel de terciopelo carmesí galoneado de oro, y cubiertos con una cortina de tisú del mismo metal, y delante de esos Soberanos objetos estaban colgado tres hermosas arañas de plata encendidas de cera, y que haciendo cuerpo con las achas, se mantuvieron las tres noches de iluminación. Pendían de las azoteas hermosos y bien pintados gallardetes, y en medio de ellos una bandera de damasco carmesí con el Escudo de Armas Reales. En fin nada se ahorró al obsequio con que querías tributar a sus Soberanos los fieles deseos del Dueño. En la tarde del día 12, después de haberse congregado en el Ayuntamiento, se separó este del señor Intendente, dexandolo acompañado con los Ministros principales, Repúblicanos, Gefes de Oficitivas y Cuerpo de Oficialidad, y paso baxo de mazas a la Casa de Alférez Real. Este salió servido de ocho Lacayos con el Real Estandarte, fabricado a todo costo y a sus expensas, y los Reyes de Armas, y se incorporó entre los dos Alcaldes Ordinarios, volviéndose con él el Ayuntamiento, llevando delante a los Gobernadores de Naturales de esta República, y un buen piquete de Dragones; y a la retaguardia un excelente golpe de música de instrumentos bélicos, otro de la misma Tropa, y cerrando el coche del Alférez Real tirado de seis caballos con otros enjaezados que llevaba de respecto. Desmontándose todos frente a las Casas de Ayuntamiento, subieron por su escalera principal hasta la entrada del Tablado, donde estaba el Señor Intendente, y allí habiéndole entregado el Alférez Real el Estandarte, lo introduxo en el Tablado, y puso en el lugar correspondiente. En él se executó el primer acto de la Real Alférez Real Don Joseph Bernardo de Foncerrada, que desde allí arrojó porción de monedas acuñadas, y una fuente de plata, hecho todo a sus propias expensas. Pasado este acto se descubrieron los Reales Retratos, con cuya vista deshogó el Pueblo sus efectos con infinitos vivas y aclamaciones. El público regocijo se aumentó con el general repique de campanas de todas las Iglesias, las descargas de la Tropa y pedreros de la Ciudad, sin que la multitud de gentes, así de moradores como de forasteros, hubiese causado el más leve desorden, pues toda estuvo atenta a las zelosas providencias de quien la mandaba. Pasado este acto salió el Ayuntamiento y toda la comitiva, que se componía de cuarenta y seis Caballeros a caballo ricamente enjaezados, (sin incluir los Gobernantes de Naturales de esta República) precedida de un piquete de Dragones, y siguiendo todos los demás en el orden que ya está dicho, y fueron hasta el Tablado, que se formó por parte de la N. C. frente al Palacio del Illmo. Señor Obispo, adornado como correspondía. En él se verificó el segundo acto de la Real Proclamación, y concluido, volvió el Alférez a tirar porción de monedas y otra fuente de plata, en cuyo tiempo el Illmo. Señor Obispo echó desde sus balcones muchas monedas corrientes. Se descubrieron allí los retratos de SS. MM. con cuya vista repitió el Pueblo la manifestación de su regocijo con reiterados vivas y nuevas aclamaciones. Concluido este acto se ordenó el Paseo hasta la casa del Alférez Real, donde fue la tercera Proclamación, y allí volvió a esparcir otra porción considerable de monedas y otra fuente de plata. Se descubrieron los Retratos de SS. MM. y al ver estos soberanos y amables objetos el Pueblo, reiteró sus inmensos vivas, y manifestó su sensible regocijo con sus repetidas encarecidas expresiones de júbilo. Volvióse a ordenar el Paseo, y por las calles que estaban señaladas se regresó hasta las Casas de Cabildo, donde se desmontaron y entraron todos, entregando a la entrada el Tablado el Alférez Real el Estandarte al Señor Intendente, quien lo puso allí en un pedestal de plata, y duró hasta concluirse los tres días de la iluminación, del mismo modo que había estado antes en el Tablado de la Casa del Alférez Real. Fenecidos de esta manera los tres actos de Proclamación, volvió el Ayuntamiento con los demás Convidados a dexar al Alférez Real en su Casa. Este ya tenía dispuestos dos hermosos salones, tirando varias paredes de su Casa, para que la mucha gente del concurso hallase capacidad bastante, y pudiese disfrutar de las demostraciones con que quería manifestar su lealtad y regocijo de los Soberanos. En el uno, que estaba magníficamente adornado con cornucopias, arañas y deseres de plata, dio un exquisito y explendido refresco al Ayuntamiento y demás Cuerpos que concurrieron, y en él hubo tanta opulencia, delicadeza y abundancia, que nada tuvo que extrañar el buen gusto.
Concluido el refresco se trasladaron las Damas y todos los concurrentes al otro salon, en el que resplandecía el más fino gusto y primor, pues a mas de sus hermosas columnas y tapices finos, lo hacia brillar el crecido número de luces, teniendo a más de varias cornucopias nueve arañas, todas de cristal. Siguió el bayle, que duró hasta la media noche, con la seriedad y decoro correspondiente, alegrándolo todo una numerosa y bien acogida orquestra de instrumentos bélicos y de cuerda, que vinieron algunos aún de Lugares bastante distantes de esta Ciudad. El día 13, a las nueve de la mañana, después de haberse congregado la N. C. en las Casas Reales, mandó una Diputación y el Escribano por el Alférez Real, los que se incorporaron en el Ayuntamiento, y se ordenó su salida para la Santa Iglesia Catedral. Verificóla presidido por el Alférez Real, y luego que llegó a las puertas de la Iglesia lo recibieron dos Señores Capitulares y dos Capellanes de Coro, y lo condujeron hasta dejarlo en sus asientos acostumbrados. Comenzó la función, en la que predicó el Señor Magistral Dr. D. Ildefonso Gómez, Sugeto cuya literatura lució completamente en este lance por su eloqüente, juicioso y erudito Sermón. Toda la función tuvo una magnificencia que jamás se ha visto, pues sin embargo del conocido esplendor de esta Santa Iglesia, para este día se pintó de nuevo, y no contentándose con su propia y lucida orquestra, hizo que se solicitaran de otras partes y a toda costa voces e instrumentos sobresalientes de toda clase, de modo, que de justicia se le debe conferir que echó el resto en esta función, y que en ella nada tuvo que (envidiar) ni el buen gusto ni el esplendor. Acabada la función se retiró el Ayuntamiento acompañado de los mismos Señores Capitulares y Capellanes, hasta las puertas de la Santa Iglesia, y luego que llegó a sus Casas Reales, retiradas las Mazas, volvió a dexar a su Casa al Alférez Real. Este obsequió al Ayuntamiento y demás Convidados con un exquisito y espléndido refresco en la misma sala y mesas, y con no inferior gusto y delicadeza que el día anterior. En la tarde del mismo día manifestaron varios de los Gremios su amor y fidelidad a nuestro Soberano sacando un lucido Carro con invenciones hermosas y alusivas al plausible asunto que causaba sus alegrias, y llevando dentro de él Personas vestidas con mucha oportunidad, y entre ellas una que representó una bien ordenada Loa, así enfrente de las Casas Reales como en las demás partes donde estaban los Retratos de SS. MM. Entre los Gremios que salieron este día se distinguió mucho el de los Sastres, pues todos escoltaron el Carro montados en caballos de brazos bien enjaezados y con ricos aderezos, de modo que manifestaban su particular regocijo, presentando al Público un delicioso Paseo. En el día siguiente comenzó la Corrida de toros en un famoso Anfiteatro erigido por la N. C. la que continuó hasta el Sábado 5 de este, que fue el último día, alternándose en los que no eran de toros doce Comedias, que duraron hasta el día de Carnestolendas. En la noche del día 14 repitió el alférez Real en su Casa un magnifico refresco, a que continuo el sarao, que solo se interrumpió el tiempo de la cena (que se sirvió con abundancia y simetría) y duró hasta otro día a las once de la mañana. En este sarao brilló todo quanto puede desear el buen gusto, concurriendo ochenta y seis Damas ricamente vestidas, y se bailaron contradanzas hasta de veinte y seis parejas. La orquestra se componía de quantos instrumentos caben en un eficaz y costosa diligencia; pero sobre todo lo que hizo esta función más plausible fue los incesantes vivas al Rey, que llenarán para siempre de gloria a la Casa en que se tributaron. En la noche del día 11 hubo a expensas del Alférez Real unos lucidísimos fuegos compuestos de quatro árboles, varios gigantes navíos, armados, corredizos, y otros artificios, que dieron aquella noche mucha diversión al Público. En la siguiente se quemó un gran castillo por parte de la Santa Iglesia Catedral, y en la sucesiva costeó los fuegos la N. C. que se compusieron de quatro excelentes árboles, diversas ruedas, armados, y muchos voladores, con los que tuvo el Pueblo un agradable espectáculo, sin que hubiese la menor desgracia. En la tarde y noche del Domingo 20 sacaron los otros Gremios un vistosísimo Carro con ideas y alusiones muy propias, representando Loas en los parages ya mencionados, todas llenas de encomios muy propios y debidos a SS. MM. Los Plateros y Pintores, los Obrageros, Silleros y otros Artesanos fueron los que costearon esta obra, ayudándolos libremente el Alférez Real, y sacaron
Paseo como el antecedente, que excedió a lo que pudiera esperar el Público atendida la cortedad de sus proposiciones. No satisfecho el Alférez Real con sus anteriores y costosas demostraciones en honor y aplauso de nuestro Católico Monarca, proyectó otras que cediesen en obsequio y justa celebridad de la Reyna nuestra Señora. Estas fueron formar quatro quadrillas de los Sujetos de la primera distinción y brillantes de esta Ciudad, cada una de ocho individuos y con diversa vanda que le sirviese de distintivo. Una llevaba vanda blanca, otra amarilla, otra verde, y otra encarnada; y como iban guiados de dos Capitanes, que lo fueron el Regidor perpetuo Joseph Joaquín de Iturbide y el Honorario D. Joseph María Sagazola, llevaban cada uno de estos la suya compuesta de los dos colores que eran distintivos de sus quadrillas. El Alférez Real hizo de Padrino de todas, y como tal su vanda se componía de los quatro colores, con los que se presentó al Público una vista muy agradable Formadas las quadrillas, y guiadas por el Alférez Real, entraron en la Plaza de toros las tardes de los días 26 y 27, y en ella corrieron cañas, e hicieron otras varias figuras y evoluciones con tanta destreza y lucimiento, que no hubieran salido mejores aun con muchos meses de exercicio. En la primera tarde, en una formación en batalla, gritó el Alférez Real un Viva al Rey, al que correspondieron todas las quadrillas, y después del inmenso número de los expectadores. En la segunda gritó un Viva la Reyna, a que se correspondió en los mismos términos, llenando con esto a la Plaza de tal alegría, que se hubiera tenido por singular gloria poderla poner delante de los preciosos ojos de nuestra Augusta Reyna. Los palmeteos y vivas fueron infinitos; y aunque con ellos se encendía el fuego de los caballos, no se erró alguna evolución, y sólo sirvió para aumentar hermosura a las parejas, y dar más lucimiento a la destreza de los que gobernaban. Pasados estos dos apreciables actos, y con la misma dedicación a la Reyna nuestra Señora, dio el Alférez Real otro excelente sarao, que sólo se interrumpió el rato de la cena, en el hubo la misma abundancia de viandas y delicadeza que en las funciones antecedentes. A esto precedió un abundante refresco, y duró el sarao hasta las quatro de la mañana. Fueron incesantes los vivas a l Rey nuestro Señor y su Real Familia; pero como esta funcion se dedicó en aplauso de la Reyna nuestra Señora, se terminó tocando la orquestra un excelente Viva, que estaba compuesto a este fin. El regocijo del Público se aumentó con las orquestras que se pusieron en los tablados de las Casas del Ayuntamiento y las del Alférez Real, con la singularidad de que sin embargo de ser tan numeroso el concurso de la Plebe, parece que toda estaba llena de ideas de honor y dedicada únicamente a celebrar la Proclamación de nuestro Augusto Soberano, pues no hubo en estos días la menor desgracia ni desorden que turbase el juicio y tranquilidad, que en todo sirvió como de evidente señal de su regocijo y leal complacencia. Pareciendo pocas todas estas demostraciones, así el Ayuntamiento como al Alférez Real, en comparación de las que quisieran hacer en obsequio de nuestro Soberano, y para inmortalizar la memoria de día tan feliz, tratarán luego que se desembarazen las Plazas de erigir Monumentos públicos en que se perpetúe la Real Proclamación; que aunque perecederos, por ser, materiales deleznables, les procurará añadir duración el costo, la diligencia y los fieles deseos de los que sacrifican. El primero será una espaciosa Fuente, cuyo dibuxo se consiguió de México por el zelo del Señor Intendente, quitando la antigua que ha estado sirviendo en la Plaza mayor de esta Ciudad. Su diámetro es de diez y seis varas; sus juegos de agua varios y exquisitos; su arquitectura del mejor gusto; y encima de la columna, de los módulos correspondientes a la obra, se pondrá una Estatua que represente al Rey nuestro Señor, con una inscripción sencilla que acuerde siempre a los posteriores el día de su dichosa Proclamación Este es el Monumento que dedica el Ayuntamiento, con expresión tan encarecida, que quando trató este asunto, el Alguacil mayor D. Matías Antonio de los Ríos dixo, hablando por los ausentes, que si algunos no pudiesen contribuir a una obra tan gloriosa, estaba pronto a dar de su caudal la parte que tocase a los otros. Este es en fin el Monumento que consagra el Ayuntamiento al Rey nuestro Señor, a quien quisiera poner más allá de la jurisdicción de los siglos, y en el que presenta al Público el licor más hermoso de la naturaleza, creyendo que le serán para siempre favorables sus aguas, como bebidas en la que puede llamarse Fuente de la Fidelidad.
El segundo será otra Fuente, que asimismo tributa a los Reyes nuestros Señores el Alférez Real D. Joseph Bernardo de Foncerrada, y se pondrá en la plazuela de San Juan de Dios. Esta tendrá ocho varas de diámetro, según el dibujo que también consiguió de México el Señor Intendente con proporción a los tamaños de la plazuela: su arquitectura será fina; diversos sus juegos de agua; y la columna de su medio rematará con una Medalla que lleve en el anverso los Bustos del Rey y la Reyna nuestros Señores, y en el reverso las Armas Reales, poniendo en uno y otro lado unas inscripciones propias, así para perpetuar la memoria de la feliz y Real Proclamación, como para inmortalizar el que la dedica la gloria que tiene de ser su Vasallo. Nada bastaría a sus fieles deseos para demostrar a los Soberanos su justísima fidelidad, y el inexplicable honor que ha tenido en proclama al Rey nuestro Señor, y por último desahogo quisiera que se gravara en este Monumento el glorioso renombre de Fuente del Amor y la Gratitud. Estas son las leales expresiones que los Vasallos Vallisoletanos han dedicado a los Reyes nuestros Señores, cuyas Reales Personas miran como un benéfico rasgo de la hermosa Naturaleza. Su Soberano autor detenga la Historia de tan feliz Reinado, como que será señal de su duración: y haga que se multipliquen más y más las ideas, cuya sucesión es inevitable medida del tiempo, para que los futuros vean prolongadas por siglos las vidas preciosas de los mejores Reyes CARLOS QUARTO y LUISA DE BORBÓN. SAIZ, Julián, Saleri II: Matador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. En la edad de oro del toreo, cuando Gaona con su arte disputaba los aplausos al sabio Joselito y al revolucionario Belmonte, surgió como posible primera figura de la tauromaquia Julián Saiz “Saleri II”, torero largo que tenía, a falta de calidad, cantidad. Cuentan que “Gallito”, empeñado en acabar con Rodolfo, le decía: -Ese indio está ocupando tu puesto. Tú debes ser, con Juan y conmigo, el que cortes el bacalao. No te dejes… Con tan “sanos” consejos, y con la vanidad propia de todos los lidiadores, “Saleri II” llegó a creerse efectivamente competidor de Gaona, y como hubo años en que, ayudado por “Gallito”, se acercara a las cincuenta corridas, su cartel mantúvose durante algún tiempo en la cúspide de los diestros de la segunda fila. “Saleri” era completo, ya lo hemos dicho, pero sólo en una suerte logró destacarse: banderilleando. Nacido en Romanones, provincia de Guadalajara, el 19 de junio de 1892, tuvo su mejor época de novillero a principios de 1914, cuando, con el malogrado diestro compatriota Miguel Freg toreó una serie de tardes seguidas en Barcelona. La alternativa llegó a fines del año, habiéndola recibido en la plaza de Madrid el 13 de septiembre. Aquí vino, primero, a la plaza de “La Lidia”, de Chapultepec, a últimos de 1923, pasando a poc a “El Toreo”, donde dio cuenta de algunos toros, entre ellos de uno dificilísimo de Pahla. Luego, viéndose escaso de recursos, recurrió a Gaona, quien después de echarle en cara su mal comportamiento de antaño, lo ayudó, habiéndolo sacado de alternante en varias plazas de la República. Hizo “Saleri” varios viajes a la América del Sur, y no siendo ya novedad en ninguna parte, optó por la retirada, que tuvo lugar en Barcelona el 10 de junio de 1928. Mas la necesidad tiene cara de hereje. “Saleri II” ha vuelto a torear en varias ocasiones, ya sin el éxito de los años mozos. Todavía en 1935 actuó en una o dos corridas. Y hoy debe andar en situación dificilísima, ya que el ambiente taurino está muerto en la Madre Patria, donde muertos están también tantos de sus heroicos hijos. ¿Conque competidor de Gaona, no? Un buen torero, sin personalidad ni relieve, y gracias…
SALAS, Mauro, Salitas: Formaba parte, como picador de toros, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnación Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. SALAZAR, Francisco, Picador. Nació en Orizaba, Veracruz. También se le anunció como banderillero. Con esa obligación aparece incluido en el elenco de la compañía que dirigió Ponciano Díaz, en una actuación que tuvo lugar en la plaza de toros en Toluca, el domingo 1° de junio de 1879. SALAZAR, Francisco: Se anunció como novillero en un festejo celebrado el 10 de agosto de 1890 en la plaza de toros de Parras de la Fuente (Coahuila). SALAZAR, Francisco: Banderillero mexicano del último tercio del siglo XIX. El año 1882 actuó en Caracas, siendo miembro de la cuadrilla de Pilar Agüero, y además de poner rehiletes con la boca realizaba una extraña suerte, en unión de Genovevo Pardo, llamada “Juanicón”. (J. M de C, IV, 424). SALAZAR, Hernando de: “Para demostración de la Gente y vizarría de los soldados”, Mendoza (Luis Weckmann se refiere a Francisco de Mendoza, hijo del virrey Mendoza) entró en lid con el factor real, Hernando de Salazar, y el choque entre ambos jinetes y sus respectivas cabalgaduras fue tan violento que se astillaron las lanzas y quedaron los dos desmontados, mal heridos y al parecer muertos. Esto ocurrió en 1547. (L. W., 1984, T. II., 155). SALAZAR, Pedro: Picador de toros que participó en unas fiestas celebradas en la ciudad de Guadalajara, durante el año de 1793. (R. M. M., 2007, 139). SALCEDA, Marcelino: torero de a pie, que ejecutaba el “salto”. Aquí la constancia de una de sus actuaciones, ocurrida en la plaza de toros del Paseo Nuevo, el 8 de septiembre de 1839:
En Diario del Gobierno de la República Mexicana, del 7 de septiembre de 1839, p. 4. SALCEDO, Cenobio: Este personaje salió a “ejecutar la vuelta voraz sobre una mesa”, lo cual significa un cuadro más del festejo que se desarrolló en el “Circo del Progreso” (Guadalajara, Jal.), la tarde del domingo 12 de julio de 1857. (Véase el cartel regresando al nombre de Rafael Arroyo). SALCEDO o SALCEDA, Juan, El Diablo: Picador mexicano que se dedicó a la profesión hará media docena de años. Es bastante aceptable. Toreando en la plaza de Toluca en octubre de 1894, sufrió una cornada de alguna consideración en la pierna derecha. (L. V., 120). SALINAS, Demetrio: picador de toros. Su nombre aparece en un aviso fechado en el mes de enero de 1815, el cual señala: LA MUY NOBLE, MUY LEAL, INSIGNE E IMPERIAL CIUDAD DE MÉXICO. “Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades. “Las ocho corridas de estilo serán en los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de Enero, 1 y 3 del próximo Febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey”.
SALINAS, Juan, Poncianito Mexicano: Banderillero mexicano que no deja de cumplir su cometido. Formó en la cuadrilla de Zavala en 1895, y posteriormente en la de otros espadas de la misma categoría. (L. V., 120). SALDÍVAR y CASTILLA, Diego de: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 53). SALVATIERRA y DELGADO, Juan: Loco y puntillero. Integrante de la cuadrilla que dirigió Antonio Díaz Lavi, la tarde del 1° de mayo de 1881, en la plaza de toros de Orizaba, Ver., donde se lidiaron cuatro toros de Nopalapam.
SÁMANO, Carlos de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.41 SÁMANO, Felipe: En el año de 1623, participó como “Cuadrillero” durante las fiestas de recepción del virrey Rodrigo Pacheco y Osorio. SÁMANO, Juan de: Cuadrillero. Gracias a dos actas del Cabildo sabemos que hubo fiestas en la ciudad de México para recibir al nuevo virrey. Jueves 24 de octubre de 1566: “…En este día los señores justicia y regidores (de la ciudad de México) dijeron que era cosa justa recibir con fiesta y regocijo al nueo virrey marqués de Falces, ordenando que se haga en la Plaza Mayor de esta ciudad regocijos y fiestas, sacándose libreas de tafetanes de colores para ochenta caballeros, y han de ser diez cuadrillas de ocho caballeros cada una, y el cuadrillero a su costa dé a su cuadrilla mangas y caperuzas, y banderillas para las lanzas y bandas para las adargas, debiendo dar esta Ciudad las libreas acostumbradas. Los cuadrilleros han de ser los señores… (alguacil mayor Juan de Sámano…)”. (H. L., 1971, 53). SÁNCHEZ, Alfredo, Romerito de Asturias: Banderillero español. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de Celaya, Gto., la tarde del domingo 18 de diciembre de 1904. El 27 de junio de 1909, actuando en “El Toreo” de la Condesa (CDMX), donde se lidiaron toros de San Diego de los Padres, sufrió una herida por cuerno de toro doblemente penetrante abdominal y toraxica”. En el vientre no había lesionado vísceras, pero en el tórax había roto la parte inferior del pulmón izquierdo, la pleura y el pericardio. De las heridas en esas regiones provenía la intensa hemorragia, que fue imposible cohibir, a pesar de la aplicación de 41
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
pinzas de forcipresura para los vasos sanguíneos y de taponamiento con gasas. Intervinieron los doctores Gabriel Malda y Eduardo Joublanc. A resultas de tal percance, perdió la vida. SÁNCHEZ, Antonio, Nuevo Tato: Algo había toreado en España cuando llegó a México a principios de 1890. (H. L., II, 668). SÁNCHEZ, Antonio: Nació en Madrid el 10 de junio de 1897 y fue “alternativado” en Linares el 29 de agosto de 1922. Vino a “El Toreo” en 1927 y no gustó, aunque era valiente. Retiróse de los toros en 1930, por haber quedado inútil después de gravísima cogida. (Semblanza de Alfonso de Icaza “Ojo”). SÁNCHEZ, Antonio, Quincallero: Formaba parte, como banderillero, en la nueva cuadrilla juvenil mexicana que formó, a comienzo del siglo XX el empresario señor Ángel Jaimez “Vaquerito”, compuesta, entre otros por: Matadores: Manuel Valdés “Valerito” y Melardo González “Paraíto”, ambos de Monterrey. Picadores: Hilario Nájar “Puyero”, Mauro Salas “Salitas”, Julián García “El Chato” y Antonio Gutiérrez “Pitones”, todos de Monterrey. Banderilleros: Crispín Benavides “Salerito”, Luis García “Perlita”, Francisco Ramírez “Negrito”, Encarnación Zepeda “Reinerito”, Antonio Sánchez “Quincallero”, y Concepción “Curro”, todos de Monterrey. Puntillero: “El Quincallero”. Dicha cuadrilla la dirigen los conocidos Ángel Jaimez “Vaquerito” y Julián García; esta cuadrilla torea ganado puntal. SÁNCHEZ, Aurelio: Picador que trabajó en plazas mexicanas con regular aceptación por los años de 1912 y siguientes. (J. M de C., III, 871). SÁNCHEZ, Baldomero, Guerrilla: Matador de toros español que actuaba en ruedos mexicanos al comenzar el siglo XX. SÁNCHEZ, Carlos: Banderillero mexicano que abrazó la profesión en 1883, desde cuya fecha ha trabajado a las órdenes de diferentes jefes de cuadrilla hasta 1885, en que como sobresaliente de la cuadrilla de Gaviño, comenzó a estoquear reses bravas con regular acierto. En 1896 aparece el nombre de este acreditado lidiador, unas veces como banderillero y otras como espada. (L. V., 121). Hay un registro de alguna actuación suya en la plaza de toros del Huisachal, el 4 de noviembre de 1883, mismo que aparece en El Diario del Hogar, del 6 de noviembre siguiente, p. 3. Con motivo del estreno de la Plaza de Toros de San Rafael, en la capital azteca, en 1887, el Diario del Hogar, al hacer la reseña –en verso por cierto- del acontecimiento decía lo siguiente a propósito de Carlos Sánchez: “y que Carlos Sánchez puso sus tres pares, de manera que se vino abajo el circo aplaudiendo su guapera”.42 SÁNCHEZ, Celso: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de León, Gto., la tarde del domingo 18 de diciembre de 1904. SÁNCHEZ, César: Banderillero mexicano, que después de un corto aprendizaje se presentó en público por primera vez a banderillear en la plaza de Tacubaya el 17 de mayo de 1896, y por cierto con mala fortuna, pues al tirar un capotazo al cuarto toro de la fiesta, de la ganadería de Atenco, fue 42
A. V., 1964, 243.
alcanzado y volteado, resultando con una herida grave, de la que curó a poco más de un mes, volviendo al ejercicio de la profesión, sin haber perdido nada de su valentía y con los mismos ánimos con que comenzara. Torea en cuadrillas de las que gozan de más crédito en el país. (L. V., 121-2). Natural de Puebla, empezó a torear hacia 1881. Durante unos seis años estuvo con Ponciano Díaz, con quien inauguró la plaza “San Rafael”, de la ciudad de México, el 20 de febrero de 1887. A mediados de ese año comenzó a torear de novillero, y aunque siguió en activo hasta 1904, desde 1890 alternaba el estoque con las banderillas. (H. L. II., 659). SÁNCHEZ, Eduardo, Serranito: Banderillero de modestos méritos. Por el año 1912 trabajaba en plazas mexicanas, sin que su labor llamara grandemente la atención. (J. M de C., III, 872). SÁNCHEZ, Guadalupe, El Zacatecano: Banderillero mexicano muy regularcito, que viene actuando desde 1885, ejerciendo unas veces en el segundo tercio de lidia como banderillero, y otras en el último como espada. Esto lo viene ejecutando desde 1887, sobresaliente en Toluca y otras plazas desde 1895 en adelante. (L. V., 122). Natural de Guanajuato, estuvo de banderillero con Bernardo Gaviño en 1880 y luego con Ponciano Díaz, con quien permaneció hasta 1888. Entonces comenzó a estoquear toros, sobre todo en Jalisco y Guanajuato, siempre en plan modesto. (H: L: II., 659). Si se trata del mismo personaje, Cossío anota lo siguiente: Matador de toros mexicano, inventariado por Ángel Villatoro como tal por la alternativa que le concedió Ponciano Díaz, el 20 de febrero de 1887 en la plaza de “San Rafael” de la capital de México, al cederle la muerte de un toro de Parangueo. No he encontrado ninguna otra referencia sobre este diestro en los trabajos de otros tratadistas. (J. M de C, IV, 445). SÁNCHEZ, Francisco: Banderillero. Este personaje se encontraba activo en la plaza de Orizaba hacia 1880, de acuerdo al cartel del 7 de octubre de ese año. SÁNCHEZ POVEDANO, Francisco, Paco Frascuelo: torero español. DESPEDIDA DE “PACO FRASCUELO”. Esta efeméride sucedió el 17 de enero de 1897. En el curso de la segunda mitad del siglo XIX, fueron anunciadas las posibles contrataciones de Francisco Arjona Reyes “Currito” y Rafael Guerra “Guerrita” o Francisco Aparici “Fabrilo” para que vinieran a torear nuestro país. Por diversas razones esto no fue posible. En 1851 actuaron eventualmente dos personajes, uno de nombre Francisco Torregosa; el otro era Antonio Duarte quien además llevaba el remoquete de “Cúchares” -¡que no era cualquier cosa!-. Y también, en ese afán de trascender nombres emblemáticos, estuvo en México un “Frascuelo”, siendo este el hermano menor de Salvador Sánchez, y que, para ser reconocido con tan alto seudónimo, se hizo llamar “Paco Frascuelo”, tal y como lo asienta el enciclopedista José María de Cossío, quien afirma que: Francisco “tomó el apodo de su hermano el gran Salvador. (…) Al amparo del nombre de aquel, pero con la protección consiguiente del mismo “Frascuelo”, logró hacer que el suyo llamara la atención bastante, cosa que no hubiera sucedido seguramente de no haber existido Salvador”.
Pues bien, habiendo toreado en algunas ocasiones con buenos resultados en ruedos mexicanos, le alcanzó el tiempo en que tuvo que despedirse de la afición, y así ocurrió la tarde del 17 de enero de 1897, en la plaza de toros de Tacubaya. Alternó aquella ocasión con Eduardo Leal “Llaverito” y Manuel Cervera Prieto, quienes lidiaron desecho de las ganaderías de Atenco (precisamente de una de sus estancias, la de la Vaquería), Santín y San Diego de los Padres. El Enano, publicación que se editaba en Madrid, dedicó en su número 286, del 11 de febrero siguiente la primera página para testimoniar el acontecimiento. La curiosa crónica que da fe del hecho, escrita al estilo de la época, combinación de prosa y verso, permite encontrarnos con una serie de mensajes, referencias y otros códigos secretos de interesante contenido. La crónica abre con los siguientes versos: Deja el mejicano suelo y vuelve a los patrios lares Francisco Sánchez “Frascuelo” el de los buenos andares. Y para su despedida ha dispuesto el “Ecijano” celebrar una corrida en que, con el veterano, trabajan Cervera Prieto y Leal el “Llaverito”, resultando así un terceto aunque modesto, bonito. Con una muy buena entrada la fiesta se principió y a dar cuenta detallada comienzo enseguida yo. Juan Jiménez “El Ecijano”, otro torero de los que consideraron quedarse en un México que entonces era caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de muchas afirmaciones del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna, era a la sazón, el empresario de dicha plaza. Empresarios españoles, y con esa misma convicción también lo fueron Diego Prieto “Cuatro dedos” y Ramón
López. El festejo aquella ocasión fue mixto. Destaca el cronista quien al final de sus notas las remata con una firma poco convincente: “Yo”, que “la presentación del ganado no pudo ser peor, pues, particularmente los de Santín eran desecho de desecho (…)”
En cuanto a la labor desempeñada esa tarde, Paco, que salió vestido de verde y plata “empleó –en su primero- de algunos pases naturales, y con la derecha, sin que con tal animalucho pudiera lucirse y tras de pinchar dos veces en hueso y sufrir un desarme, terminó con una baja, que es lo que merecía el cabestro”. Y sigue: “En el segundo estuvo muy parado muleteando, dando algunos pases de verdadero mérito. Al herir lo hizo desde buen terreno, con media estocada contraria, un pinchazo y otra media algo caída. “En quites y brega cubrió su puesto, y en palos cumplió”. Y el pueblo mejicano Despidió con aplausos al decano, Al que yo le deseo mucha suerte En la patria del “Guerra” y el “Reverte”. Es bueno recordar que en aquella época, el ganado sufrió una particular transición, puesto que algunas ganaderías, Tepeyahualco particularmente, aprovecharon la presencia de toros y sementales de procedencia española para las cruzas pertinentes con ganado nacional. No fue la excepción entre los Barbabosa. Ya lo decía el entonces propietario de Santín, José Julio Barbabosa en sus Memorias: “…era la [Antigua de Atenco, mezclada con S. Diego de los padres], y [Atenco con Navarro (ví jugar este toro, p.a mi cualquier cosa)] con Miura, Saltillo, Benjumea, Concha y Sierra y con toro de Ybarra, (feo pero buen torito), además, las cruzas de estos toros con vacas de S. Diego, por tanto no bajan de tener 12 clases diferentes de toros en el repetido Atenco, ¿cuál de tantas razas será la buena? [incluyendo, evidentemente lo “navarro. N. del A.]”. Notas escritas en noviembre de 1886. El siglo XIX terminó con un balance bastante malo para estas haciendas ganaderas. Sus propietarios, que integraron la “Sociedad Barbabosa, Sucesores” tuvieron que dejar pasar varios años
para que se registrara la llegada de una nueva casta: la de Don Felipe de Pablo Romero, misma que arribó a Atenco el 10 de febrero de 1911, con la que habrá que esperar los primeros resultados de 3 a 5 años después, en medio de una esperanza que no se concretó. La Revolución, la reforma agraria, el fraccionamiento y la nueva personalidad ejidal, así como la afectación provocada por la fiebre aftosa (1946) y un crecimiento notable de la ganadería de bravo en México, apoyada por el soporte fundamental surgido del esfuerzo realizado por Antonio Llaguno González, quien adquirió casta del marqués del Saltillo, misma que llevó a su hacienda de San Mateo, en Zacatecas, convirtiendo esta ganadería en una de las favoritas entre los mejores toreros de la primera mitad del siglo XX. Todos estos factores en su conjunto, fueron causantes del desplazamiento definitivo para Atenco, Santín y San Diego de los Padres, unidades de producción agrícola y ganadera que ya no recuperarán su esplendor y su permanencia. Fue una lástima que “Paco Frascuelo” terminara despidiéndose de la afición mexicana en esas circunstancias. Si la decisión del “Ecijano” era ayudarlo con algún aliciente económico, supongo que ese debe haber sido el único paliativo, pero no el que pretendía nuestro personaje, quien intentó hacer lo mejor que estuvo de su parte en aquella lejana tarde del ocaso decimonónico. SÁNCHEZ, Ignacio: Matador de novillos. El año 1911 torea una novillada en la plaza de México. De sus andanzas por los cosos españoles no tengo noticia. (J. M de C, III, 875). SÁNCHEZ, José, el Niño: Torero de a pie, de origen español, que actuó algunas tardes en la plaza de toros de San Pablo, haciéndolo el domingo 28 de septiembre, y luego el 5 de octubre siguiente con resultados que le fueron favorables. El cartel de ese día 5, que apareció como inserción en la prensa apuntaba: Grande es la satisfacción de esta empresa al ver en parte cumplidos sus afanes y desvelos por corresponder a los deseos de sus amigos, y demás favorecedores de esta capital, puesto caso que el torero JOSÉ SÁNCHEZ, EL NIÑO, se presentará por segunda vez en esta plaza. En razón de que no solo fue bien recibido del respetable público en el momento de pisar el circo en la corrida anterior, sino que por la ejecución de sus trabajos mereció un aplauso general simpatizando al mismo tiempo con la digna concurrencia, que le observó la buena disposición en el auxilio de sus compañeros; y si en la primera función se ganó tantas voluntades, tanto mayor será su empeño en las que sigan para satisfacer dignamente tan distinguido aprecio. Para la corrida de esta tarde se han elegido SIETE BRAVOS TOROS de Molinos de Caballero, cuya raza está bien conocida, porque se dice ser de la de ATENCO, y con los cuales la valiente compañía de lidiadores desempeñará las suertes que demarca el libro del gran gladiador Francisco Montes, y otras que les dicte su valor y arrojo. SÁNCHEZ, Juan, Avileño: Fue anunciado este torero, al parecer español, para actuar la tarde del 30 de julio de 1905, en la plaza de toros “Chapultepec” en compañía de Francisco González “Faíco”, Manuel Lavín “Esparterito” y Ricardo Leal, quienes lidiaron 8 toros zacatecanos de La Sauceda. SÁNCHEZ LABORDA, José: Novillero de toros español que toreó algo en México, de 1886 a 1888. (H. L., II, 668). SÁNCHEZ, Justo, Zurini: Banderillero español que actuaba en ruedos mexicanos al comenzar el siglo XX. SÁNCHEZ, Leandro, Cacheta: Matador de toros español quye vino a México en los últimos años del siglo XIX. Nació en Bolaños, Ciudad Real, el 13 de mayo de 1861. El 23 de noviembre de 1884 se presenta en Madrid como novillero., En Madrid, la tarde del 14 de octubre de 1888, recibe la alternativa, siendo su padrino “Currito”. El toro de la ceremonia se llamaba “Mayoral” y pertenecía a las dehesas de Solís.
El 12 de mayo de 1898, corta una valiosa oreja en Madrid a un toro de D. Filiberto Mira, cuando a´+un no era la costumbre dar este galardón en el ruedo madrileño, por un pase por alto, otro con la derecha y media estocada en buen sitio. Muere en Bogotá, Colombia en 1914. (H. L., II, 666).
SÁNCHEZ, José, el Niño: Torero de origen español que actuó en varias ocasiones en la plaza de toros de San Pablo en 1851. SÁNCHEZ, José María: actuaba como “loco” en diversos festejos durante la segunda mitad del siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel en el festejo que se celebró el 31 de diciembre (¿de 1850?), siendo anunciado como el “loco”. (Col. del autor). SÁNCHEZ, José María: Actuó como torero de a pie. Así aparece anunciado en el cartel que se celebró en la plaza de toros de Toluca, Edo. de Méx., el 26 de diciembre de 1886, alternando con Juan León (a) “El Mestizo”, en una combinación denominada “Cuadrilla Hispano-Mexicana”. SÁNCHEZ, Jesús (A. V. le asigna el nombre de Juan), Pulguita: Matador de novillos mexicano. Nació en Chihuahua el año 1894. En 1911 figuraba ya como espada en una cuadrilla juvenil en su país. Prometía llegar a ser figura del toreo, porque era valiente y diestro, pero no creo que confirmó estas esperanzas. (J. M de C, III, 882). SÁNCHEZ, José, Hipólito: Formó, con “Pacorro”, famosa pareja de becerristas, pero luego, ya de hombre, poco pudo hacer. Conocía el toreo, pero rara vez lo practicaba como es debido. Un toro le vació un ojo de una cornada. (Semblanza de Alfonso de Icaza “Ojo”). SÁNCHEZ, Juan: “El Tlayacapan (hoy, estado de Morelos) las corridas de toros arraigaron desde muy temprano, posiblemente desde principios del siglo XVII. Al comenzar el siglo XVIII, una hacienda vecina, la de Pantitlán daba los toros para la fiesta como pago por el uso de potreros. También proporcionaba a los toreros: sus vaqueros generalmente gente mulata o de color quebrado. El pueblo aportaba comida y bebida para la fiesta y música de clarín y caja. También daba algunos incidentes dignos de recuerdo, como cuando “…dicho toro xozco iba a matar a Juan Sánchez en el puchote
árbol de la plaza de este pueblo, tirándole tan fuerte bote que enterró el cuerno izquierdo en dicho árbol y escapó dicho Sánchez.”43 SÁNCHEZ, Juan, Avileño: Banderillero, que actuaba con ese propósito, y cuyo nombre puede verse incluido en un cartel para el festejo celebrado el 3 de julio de 1904 en la plaza de “Chapultepec”. SÁNCHEZ, Juan: Matador de novillos, natural de San Luis Potosí, actuando entre los años 1911 y 1915, sin más relieve que dejar constancia de que probó las mieles del éxito en sus comienzos. (A. V., 1964, 243). SÁNCHEZ, Leopoldo, Guerrita: Banderillero. Actuó en plazas del centro del país a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su nombre aparece en un cartel para el festejo celebrado en la plaza de toros de León, Guanajuato, el 14 de febrero de 1904. SÁNCHEZ, Lucas: “…este chistoso loco ofrece jinetear un toro que no será de la lid, y después se pondrá a caballo, sin apearse, sobre el pescuezo del toro, descolgándose por la frente y cabeza del mismo toro”. Anuncio para un festejo en la plaza principal de San Pablo, el domingo 13 de junio de 1852. SÁNCHEZ, Manuel, el Sevillanito: De acuerdo a lo que apunta Leopoldo Peña del Bosque: Refiere Juan José de Bonifaz Ybarra, que “en el mexicano Durango recibió mortal cornada el 15 de septiembre de 1901 el muy poco conocido espada Manuel Sánchez (1876-1901), que por su apodo de “Sevillanito” parece proclamar una inmediata ascendencia hispalense." Por su parte, comenta Rafael Gómez Lozano (Dientefino), que en el libro "Crónicas de la Plaza Vieja" (Los toros en Durango 1897/1917), de Guillermo Castillo Casas, p. 93, publicado en 2001, refiere ampliamente la trágica muerte de (el Sevillanito): La inauguración de la temporada 1901/1902, tuvo lugar el domingo 15 de septiembre de 1901. Esta corrida resultó trágica, pues en ella perdió la vida el joven diestro español Manuel Sánchez (el Sevillanito), que solo contaba con 25 años de edad. Este hecho causó profunda conmoción entre los aficionados duranguenses, muchos de los cuales se salieron de la plaza al ocurrir el suceso. La muerte de este torero impresionó profundamente a toda la población de Durango. "El Sevillanito" toreaba por primera vez en esta ciudad, siendo silbado por el público después de una deslucida faena a su primer toro. Al salir el segundo, cárdeno, bien armado, de seis años, del hierro de "Chinacates", Sevillanito intentó darle el cambio de rodillas, citando muy en corto y extendiendo el capote con el brazo derecho. El toro vio al torero e hizo por él. Al no marcarle bien la salida Sevillanito, el toro lo enganchó con el pitón derecho, lo volteó y le dio un varetazo en la pierna izquierda, recorriendo el asta hasta la espalda. Sevillanito quedó tendido en el ruedo boca arriba, sufrió una convulsión y quedó muerto. En la enfermería de la plaza se apreció que el asta había penetrado al nivel de la tetilla izquierda, en trayectoria de abajo hacia arriba, destrozándole el corazón. La herida de la espalda carecía de importancia. De la enfermería fue trasladado el cadáver del torero en un ataúd al hotel donde se hospedaba, donde fue velado po r sus afligidos compañeros de profesión. José Ma. de Cossío señala: "No tenemos más noticias de él que las de su trágica muerte en la plaza de Durango de México". Sevillanito estaba recién llegado a México y solo había toreado una corrida en Mérida y otra en Puebla. En el antiguo Panteón de Oriente de la ciudad de Durango, se conserva hasta nuestros días una pequeña lápida sobre la tumba de este joven torero, en la cual puede leerse: "Manuel Sánchez Sevillanito. Murió en Durango el 15 de septiembre de 1901. Recuerdo de sus amigos Manuel Lavín, Joaquín Leonar, Antonio Herrera, Santiago Moya y Francisco Cáceres". Todos estos toreros, aunque las crónicas de ese día no lo consignan, sin duda estaban en el ruedo junto al Sevillanito en esa trágica fecha. La hacienda de Chinacates, de donde procedía el Arturo Warman, “La Banda de Tlayacapan”. Texto incorporado en el cuaderno adjunto que acompaña la presentación del álbum musical conocido como “Encerrona con Óscar Chávez”. México, 1991. 35 p. Ils., p. 15-6. 43
toro que mató al Sevillanito, estaba ubicada a corta distancia de la estación del mismo nombre, sobre la vía del ferrocarril de Durango a Tepehuanes. Era propiedad de don Felipe Campos Díaz, vecino de Santiago Papasquiaro. Vale aclarar que la plaza vieja de Durango, Dgo., México, fue construida en 1826 durante la administración de don Santiago de Baca Ortiz, primer gobernador del estado de Durango después de la independencia, y fue derruida en 1917.44 SÁNCHEZ, Manuel: Picador de toros. Intervino como tal en el festejo que se celebró la tarde del 23 de junio de 1907 en la plaza de toros de Mixcoac. Los toros fueron de Jalapilla y Nopalapam. SÁNCHEZ, Marcelino: Banderillero que estuvo bajo las órdenes de Ponciano Díaz durante su gira por el norte del país, en 1883. SÁNCHEZ MEJÍAS, Ignacio: Matador de toros español que vino a México, primero en calidad de banderillero durante la temporada de novilladas en “El Toreo” el año 1911. Había nacido en Sevilla, el 6 de junio de 1891. Ya como matador, y con una popularidad avasallante, se presenta ante la afición en 1921, sumando éxito tras éxito, entrando en competencia con Rodolfo Gaona, Juan Silveti… y hasta consigo mismo. A consecuencia de la cornada que le infirió “Granadino” en la plaza de Manzanares, España el 11 de agosto de 1934, muere de gangrena dos días después. Varios de los integrantes de la célebre “Generación del 27” dedicaron poemarios de elevada calidad, como fue el caso de Federico García Lorca, “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” o el “Verte y no verte” de Rafael Alberti.
44
Disponible en internet abril 18, 2020 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/bios.php?p=9
La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. Pocas fidas de toreros tan interesantes y tan azarosas como la de Ignacio Sánchez Mejías, el más inteligente, quizás, de cuantos hombres se han dedicado a la lidia de reses bravas. Perteneciendo a una familia de la clase media, sus padres se empeñaron en que estudiara la carrera médica, pero después de tener éxito en sus exámenes de bachillerato, se escapó del hogar y, tras de correr algunas aventurillas, se vino a México, haciendo aquí sus pininos taurinos, ya banderilleando algunas tardes, ya figurando como matador en placitas pueblerinas. Por aquellos años Ignacio era un simple aventurero, y como tal pasó fatigas, llegando a desempeñar trabajos humildes. De regreso en España, hízose subalterno, encontrando acomodo en varias cuadrillas y logrando adquirir, poco a poco, notoriedad. Los hermanos “Gallo”, con quienes emparentó por haberse casado con una hermana, lo sacaban casi siempre, y fue “Joselito” el mentor de su carrera como matador de toros, grado que obtuvo Ignacio al doctorarse en Barcelona el 15 de julio de 1919. Al año siguiente, en el 20, vino a México, y como se arrimara a los toros y tenía personalidad, se hizo de partido, simpatizando con casi la totalidad de la colonia hispana y la mayor parte de los enemigos de Gaona. ¡Inolvidables corridas aquellas en las que la bravura y los trucos del cuñadod e “Joselito” hacían que el coloso de León sacudiera su melena! Ignacio, como hemos dicho, era un hombre muy inteligente y vamos a citar un rasgo que lo pinta de cuerpo entero. Llegóse la fecha de la Corrida de Covadonga y la Junta, al mismo tiempo que iniciaba gestiones con Gaona, le hablaba a Mejías. -Yo no cobro nada –dijo éste toreo de balde… Pero, por trasmano, hizo llegar al Presidente de la Junta los deseos que tenía de llevarse a España un automóvil de altísimo valor. Total, que toreó la corrida y, en vez de percibir por ella los diez o doce mil pesos que cobraba siempre, recibió como recompensa el obsequio del auto aquel, que valía diesiete mil, y con el cual “echó tipo” en España por años y años. Sánchez Mejías tuvo aquel año grandes éxitos, que refrendó al siguiente, no ocurriendo lo mismo cuando nos visitó en 1926, pues ya entonces toreaba mejor, pero exponía menos, y no tenía, además, con quien pelear. En España tuvo nuestro biografiado, aún sin haber sido propiamente una primera figura del toreo, esa categoría, y toreó y cobró tanto como el que más. Retirado de los toros el 3 de julio de 1927, volvió de nuevo a vestir de luces el 15 de julio de 1934, con tan mala suerte que un mes después, el día 11 de agosto, fue cogido en Manzanares por el primer toro, de la ganadería de Ayala, cuando lo pasaba de muleta. La herida fue en el muslo derecho, de doce centímetros de profundidad, y le causó la muerte el lunes 13 en Madrid, habiendo sido inútiles todos los esfuerzos del doctor Segovia. Ignacio Sánchez Mejías murió en plena lucha, tal y como correspondía a su azarosa vida. Contaba 43 años de edad, pues había nacido en Sevilla en 1891. Como torero fue muy valiente, y aunque triunfó en todas las suertes, sólo fue notable en la de banderillas, habiendo legado a la posteridad sus pares “por dentro”, practicada por él antes que por nadie. SÁNCHEZ, Mónico: Banderillero mexicano, que perteneciendo a la cuadrilla de Pilar Agüero, actuó en ruedos venezolanos durante la temporada de 1882. Además de poner rehiletes con la boca se anunciaba e los carteles como saltador. (J. M de C, IV, 454). SÁNCHEZ, Narciso, Litri: Banderillero (se desconoce su nacionalidad, aunque es probable haya sido un diestro mexicano) que actuaba con frecuencia en las plazas del país. Su nombre se puede ver en un “Directorio Taurino” que fue incluido en El Látigo. Semanario de Toros y Teatros. Año II, N° 9. México, domingo 29 de diciembre de 1901, p. 3.
SÁNCHEZ, Refugio, el Verde: Banderillero. Este personaje es citado en un interesante texto escrito por Rubén M. Campos en diciembre de 1923, y que lleva el título “Las corridas de Toros de Antaño”. 45 Allí encontramos una interesante descripción del espectáculo taurino decimonónico que el lector podrá conocer a detalle en mi “Galería de suerte taurinas en desuso”. 46 Creo, por lo que menciona el también autor –entre otras obras-, de “La canción mexicana de hoy”, “Las peleas de gallos, fuente de folklore” y otras que los hechos por el presenciados, sucedieron en el último tercio del siglo XIX. En su vivencia, tiene la oportunidad de apreciar en una sola jornada, a figuras de la talla de Lino Zamora, Bernardo Gaviño, al personaje aquí citado, a Braulio Díaz, a “la Mónica, amazona que banderillaba a caballo o subida en un barril”, sin faltar todos aquellos componentes que formaban parte de las respectivas mojigangas y los jinetes, charros locales que no estando citados en el cartel, bajaron al ruedo para demostrar sus habilidades. El curioso seudónimo de “El Verde”, según Campos se debía a aquello de se le llamaba así “por su terno de luces lentejueleado de plata”. Por el nombre, mismo que lleva el personaje a continuación reseñado, es probable que, o se trate del padre o simplemente de un homónimo. SÁNCHEZ, Refugio, Lengua de Bola: Matador de toros.
REFUGIO SÁNCHEZ, ALIADO DE UNA RECONQUISTA. Bajo el curioso sobrenombre de “Lengua de bola”, Refugio Sánchez es uno más de los responsables en dar fuerza y vigor al toreo encabezado por Ponciano Díaz, y cuya figura, junto a Lino Zamora, se convirtieron en modelos a seguir, sobre todo cuando debe entenderse su aparición en la escena. Y los tres, así como otro gran conjunto de actores lo hicieron portando varonil bigote. Pero esto no era todo. Se trataba de ejercer la tauromaquia al estilo mexicano, aunque para ello tuviera que hacerse enfrentando la enorme influencia que los diestros hispanos, patilludos para mejor información estaban causando desde su llegada masiva a nuestro país, esto a partir de 1884. Y ese radio se extendió creándose conversos de la tauromaquia. Uno de ellos fue Refugio Sánchez. Y aquí vemos a ese diestro oriundo de Querétaro, sitio en el que marcó su feudo, en la primera apariencia ante sus entusiastas seguidores: vistiendo el traje de luces al estilo español, como lo mandaban los cánones y la moda de la época. En su rostro hay un poco de incomodidad y no tanto por las hechuras del vestido, que le sienta muy bien, por cierto. Esa mirada y sus facciones parecen 45 46
Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XIV, México, D.F., diciembre 16 de 1923, N° 710, p. 37-8. Obra en preparación.
reflejar su reciente abandono por lo mexicano (cuando su nacionalidad era lo único que podía defender dignamente), para aliarse a la reconquista vestida de luces, emprendiendo así un camino que muy pronto los llevaría por senderos apropiados, por lo que el toreo a pie, a la usanza española en versión moderna ganaría adeptos nacionales. “Lengua de bola” no sólo se hizo este retrato de cuerpo entero. También hay una pintura anónima la cual se remonta a la última década del siglo XIX. Allí aparece él junto a los de su cuadrilla, presumiblemente la denominada “Ponciano Díaz”, también enriquecida con Gerardo Santa Cruz Polanco y otros desconocidos. Todos aparecen en un espléndido retrato donde el color se intensifica aún a pesar de los más de 100 años de haberse pintado y donde esa cuadrilla puede salirse del óleo para entrar en acción en cuanta plaza se presentarba. Nació en Querétaro, Qro., y en 1874 ya era banderillero. Cuando decidió independizarse, en 1880, adquirió pronto gran renombre en su ciudad natal. Se presentó en “El Huisachal”, Edo. de México, el 2 de diciembre de 1883, alternando con Juan Moreno “El Americano”, pero estuvo muy mal y fue abroncado de continuo. Nunca estoqueó toros en el Distrito Federal y sólo se presentó algunas veces en la plaza “Bucareli”, de banderillero con Ponciano Díaz. En Querétaro siguió toreando, con éxito, hasta fines del siglo XIX. (H. L. II., 659). SÁNCHEZ ROMERO, Alfredo, Romerito de Asturias: Banderillero de novillos, nacido en Oviedo. Para librarse de las quintas, o para conquistar allende los mares dinero, se embarcó para México, dedicándose al principio a dependiente de comercio. Se aficionó a torear, abandonando el mostrador por los toros, empezando a poner banderillas en 1897, a las órdenes de modestos espadas. Así siguió, sin sobresalir gran cosa, hasta que el 27 de junio de 1909 se dio en la plaza “El Toreo”, de México, una corrida con reses de San Diego de los Padres, actuando de estoqueadores los sevillanos Antonio Ortiz (Morenito) y Joaquín Delgado Vela, y el mexicano Jesús Tenes. El segundo toro le enganchó al pretender incorporarse, corneándole sobre seguro en el pecho, interesándole el pericardio, la pleura y el pulmón. A pesar de la mortal cornada que recibió, Romerito tuvo aún fuerzas para levantarse y tirarse al callejón. Conducido a la enfermería, vivió en ella veintinco minutos aproximadamente. Alfredo Sánchez no tenía grandes facultades de torero. Valiente sí lo era, y por ello creía, probablemente, ser invulnerable ante las astas de los toros. (J. M de C., III, 863). SÁNCHEZ SAÑUDO, Ángel, Arriero: Picador de toros, nacido en Puerto Príncipe (Cuba) el 21 de marzo de 1878, si bien residió siempre en Puerto Real (Cádiz). En 1900 ya picaba en novilladas de Jeréz de la Frontera y de otras plazas gaditanas. Luego marchó a México con el picador José Vega (Arriero), y mientras este vivió, Ángel Sanchez se apodó Arriero chico. Trabajó mucho en los ruedos mexicanos, y con la práctica cuajó pronto en un varilarguero de notables cualidades. En 1901 ingresa en la cuadrilla de Ricardo Torres (Bombita), con quien permanece hasta la retirada de éste, llevada a efecto el 19 de octubre de 1913. Trabajó junto a Gallito en la temporada de 1914, y al finalizar este año se retiró a Puerto Real muy quebrantado de salud. El 19 de marzo de 1915 falleció en Puerto Real, dejando fama de habilidoso y duro en su profesión. (J. M de C., III, 863). SÁNCHEZ, Secundino: banderillero que actuó con frecuencia en festejos al mediar el siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel en el festejo que se celebró el 31 de diciembre (¿de 1850?), siendo anunciado como banderillero. (Col. del autor). SÁNCHEZ, Simón: Picador de toros. Además de ejercer en la profesión, es delegado de la Unión de Picadores y Banderilleros en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. (A. L., 1958, 260). SÁNCHEZ, Tomás: Torero profesional de a pie. Intervino en las bregas taurinas que se celebraron en el Paseo de Bucareli por enero y febrero de 1797. (BFH, 2012, 388). SÁNCHEZ, Tranquilino, Mojiganguero. Nació en Puebla. Estuvo en la isla de Cuba, por 1876 a las órdenes de Benito Mendoza.
SÁNCHEZ, Victoriana: ejerció como picador –o picadora de toros-. Su nombre aparece en un cartel, el que daba razón del festejo a celebrarse el 19 de octubre de 1851, en la Plaza Principal de Toros en la de San Pablo. SÁNCHEZ, Zenón: banderillero. Nació en la ciudad de México. Banderillero. Este banderillero que nació en la ciudad de México fue a encontrar la muerte en Guadalajara, Jal, en mayo de 1878. (“UN TORERO.-Zenón Sánchez, banderillero, fue muerto por un toro, en una de las últimas corridas que han tenido lugar en Guadalajara”. El Siglo XIX, N° 11968, del miércoles 12 de junio de 1878). (H. L. II., 661). SANDOVAL, Anselmo: Banderillero. De su nombre queda registro en el cartel celebrado en el “Progreso” de Guadalajara el 23 de diciembre de 1894, y estando bajo las órdenes de Vicente Navarro “Tito”. SANDOVAL, Eduardo: Torero de a pie, al parecer, oriundo de Aguascalientes, y que toreó en la plaza del “Buen Gusto”, el 24 de febrero de 1895. (V. A. E. J., 2007, 164). SANTÍN, Antonio: Picador mexicano, cuyo nombre aparece en carteles desde 1884 en adelante, al lado de los mejorcitos del país. En los años de 1895, 96 y 97 raras veces ha toreado, o al menos su nombre no figura en los carteles. (L. V., 122). LAS SEÑORITAS TORERAS. En mi libro (inédito): LAS NUESTRAS…,47 incluyo los siguientes versos, publicados en 1898: Las señoritas toreras. Sensacional hoy en México de las muchachas toreras que se burlan de las fieras con un valor estratégico y manejan el estoque la capa y las banderillas con saber. Esas chiquillas van a causar el disloque quizás harán furor o han de hacerlo, sin quizás, en México, nada más, por su gracia y su valor. Dolores Pretel, LOLITA Diez y siete abriles. Es ni muy bonita ni fea, y guapa cuando torea con valentía a la res. De su carrera a través José Francisco Coello Ugalde: “Las Nuestras: Tauromaquia mexicana con toque femenino. Desde los siglos virreinales y hasta nuestros días”. México, 2011. 330 p. Ils., fots., facs. (Serie: Aportaciones Histórico Taurinas Mexicanas Nº 77. Subserie: Curiosidades Taurinas de antaño, exhumadas hogaño y otras notas de nuestros días, 27). 47
justas palmas alcanzando y entusiasmos mil causando, deja siempre impresión grata con los palos, cuando mata, lo mismo que rejoneando. Salerosa, bien apuesta, de facultades y vista palmas nutridas conquista sin dejar de ser modesta. hizo, en la taurina fiesta revolución femenil y ha probado, veces mil, soberanas condiciones para llevar pantalones con entereza vil. Sabe Lolita Pretel, aunque parezca inconexo, las labores de su sexo practicar de un modo fiel. y a pesar de su cartel, como buena matadora, es también cortés señora al hablar; sabe solfeo y ha de escribir, según creo, de manera encantadora. Ángela Pagés, ANGELITA. Es hoy continuo reflejo de habilidad consumada en el difícil manejo de la muleta y la espada. Ha sufrido tres cogidas de la lidia en el fragor, y ¡oh rareza! esas heridas aumentaron su valor. Cuadra bien, con perfección ante los toros, y aprieta con la espá hasta el corazón porque se encuna completa. Ella y Lolita, primores bordan con las banderillas y ¡cómo gustan, señores, en el cambio de rodillas! No es cual Lolita elegante mas sí como ella valiente de los becerros delante…
o Sánchez de Neira miente. Los cronistas de cartel han comparado a Angelita con Juan Molina, con él; y a la Lolita Pretel, casi nada, con Guerrita. Esta nueva novedad que en México se presenta y con partidarios cuenta ya por toda la ciudad, me dará oportunidad para apreciar tal valer y mis revistas hacer -que son todo mi recreohablando de su toreo como Dios me de a entender. Alsásua.48 Esa cuadrilla, hizo campaña en nuestro país entre 1897 y 1904, aproximadamente. Su primera presentación sucedió la tarde del 20 de febrero de 1898 en la plaza de toros de “Bucareli” en estos términos: 6 toros y toretes de muerte de Tepeyahualco. Estreno en México de la notable cuadrilla de Señoritas Toreras. 4 toretes de Tepeyahualco. Matadoras: Dolores Pretel “Lolita” y Angela Pagés “Angelita”. 2 toros de Tepeyahualco, lidiados por una cuadrilla que capitanean los dos auxiliares de las SEÑORITAS TORERAS, matando los dos toros el valiente diestro José Huguer MELLAITO. Luego, en 1902 y 1904, respectivamente surgieron otras dos cuadrillas, una que se presentó en la plaza de toros “Chapultepec” la tarde del 25 de diciembre de 1902, cuando se presenta la nueva “Cuadrilla de Señoritas Toreras”. Matadoras: Dolores Pretel “Lolita” y Emilio Herrero “Herrerita”. Cinco toretes de San Diego de los Padres. Banderilleras: Rosa Simó, Encarnación Simó y Dolores Prats. ¡Un lleno total! Mucho gustó toda la cuadrilla y todas ellas fueron aplaudidas de continuo por los entusiastas espectadores. “Lolita” mató de un estoconazo al tercero de la tarde y le dieron una oreja. Luego, en el siguiente novillo, salió montada en un garboso caballo, vestida ya no de luces sino con falda de terciopelo negro, chaqueta corta y un calañés en la cabeza, para clavar lucidamente algunos rejoncillos. (H. Lanfranchi). Y la que actuó en la plaza de toros “México” de la Piedad, en novillada extraordinaria para el viernes 1º de enero de 1904. Presentación de la cuadrilla de SEÑORITAS TORERAS. 5 toretes de San Diego de los Padres. Lidiadoras: Emilia Herrero “Herrerita”, Isabel Guerro “Joseita”. Sobresaliente, Josefa Molas “Pepita”. Gran novedad! Rejoneo en bicicleta por “Pepita”. Afortunadamente de esta última cuadrilla, existen algunas imágenes que permiten identificarlas con la plenitud de sus encantos. Por ejemplo Elvira Herrero y Luisa Comes, calificada como “dos excelente banderilleras”, empezaron a torear el año de 1895, a las órdenes de la tan conocida matadora Emilia Herrero “Herrerita”, conocida por toda la república. Dichas banderilleras dejaron evidencia –donde toreabande un marcado éxito por todas partes, siendo muy aplaudidas. Luisa, por ejemplo, se distinguía en la tan arriesgada como difícil suerte de Don Tacredo, 48
El Popular, D.F., del 4 de febrero de 1898, p. 1.
ejecutándola con la mayor serenidad. Josefa Molas, banderillera también, empezó a formar parte en la cuadrilla de Lolita y Angelita en el año de 1894, y fue tanto el éxito alcanzado por ella, que al año siguiente formaba como sobresaliente de espada, siendo muy querida y ovacionada en cuantas plazas se presentara. Además, entre sus virtudes, contó con el hecho de que rejoneaba a caballo. Todas ellas se encontraban apoderadas por el señor José C. Beltrán.
SANROMÁN, José de: Uno de los sujetos de distinción, pertenecientes a la nobleza tapatía, que rejonearon a caballo en las fiestas con las que Guadalajara demostró su lealtad a Fernando VI en 1747, con motivo de su proclamación como rey de España. (BFH, 2012, 388). SANTA CRUZ POLANCO, Gerardo: Aunque era natural de Puebla, a partir de 1885 casi sólo toreó por los estados de Sinaloa, Nayarit y Jalisco. En la capital se presentó el 24 de julio de 1887, en la plaza “Paseo”, teniendo una tarde poco afortunada. (H. L. II., 659).
SANTIAGO, Felipe de: Fue “cabeza y disponedor de los siete toreadores de a pie” que se contrataron en 1734 para estoquear a los astados que iban a ser jugados en la plazuela del Volador de México en conmemoración de la toma de posesión del virreinato de la Nueva España por parte del arzobispo don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta. Es el torero de a pie más antiguo que sepamos actuó en territorio novohispano. Interesa señalar que la fecha correspondiente a esta primera noticia de chulos profesionales en México es apenas un año posterior a la más vieja que se conserva de lidiadores de a pie contratados por la Maestranza de Sevilla, para la cual, según se sabe, trabajaba Miguel Canelo por 1733. (BFH, 2012, 388-9). SANTOJA RASÓN, Juan Bautista, el Artillero: Picador de toros español. Según José Antonio Román Romero, responsable del blog “De hombres, toros y caballos” (http://gestauro.blogspot.com/2014/09/), esta opinión tiene al respecto del personaje: Al caer, después de poner una vara al primer toro de Veragua en la corrida que se celebró en la plaza vieja de Albacete el día 9 de Septiembre de 1913, la llamada perilla de la montura le oprimió el bajo vientre, causándole tan grave lesión, que a consecuencia de ella se presentó la peritonitis y falleció antes de las veinticuatro horas. Los compañeros de Bautista Sántonja, y muy especialmente Francisco Codes (Melones), no se separaron un instante de él atirante la noche del 9 y la mañana del 10. La hora de celebrar la segunda corrida se aproximaba, y cuando se preparaba el referido Melones a vestirse, tuvo que sostener en sus brazos a Bautista, que sufrió un colapso, hasta que auxilió al herido el ayudante del médico. Pasado aquel terrible momento, y cuando ya tenía la faja puesta el compañero otro colapso más fuerte privó de la vida para siempre al que hasta veinticuatro horas antes era hombre joven, sano, vigoroso y fuerte.
Aquellos hombres, que no habían dormido, que habían visto sufrir horriblemente y expirar a su compañero, después de besar su cadáver, se vieron obligados a salir de nuevo a no saber si al día siguiente habría que borrar otro nombre de la lista. El desgraciado Bautista Sántonja era natural de Bocairente, donde nació en 1878, contaba pues treinta y cinco años de edad, y desde niño residía en Córdoba, donde trabajo desde pequeño. Pertenecia a la cuadrilla de Vicente Pastor donde entró para sustituir a Pedro Navarrete "Cantaritos", en sus primeros pasos profesionales encontró la protección de Rafael González "Machaquito", actuó en México la temporada 1910-1911 recomendado por su protector, actuó en provincias a las ordenes de "Mancheguito".
Disponible en internet abril 15, 2020 en: http://gestauro.blogspot.com/2014/09/juan-bautista-santojarason-el-artillero.html SANTOS, Enrique, Tortero: Matador de toros español, que actuó en México a finales del siglo XIX. Nació en Sevilla el 27 de diciembre de 1859. El 5 de agosto de 1886, se presenta en Madrid como novillero. El 7 de julio de 1889, recibe la alternativa, siendo su padrino Salvador Sánchez “Frascuelo” y como testigo Ángel Pastor. El toro de la ceremonia se llamó “Belonero” y era de D. Felipe de Pablo Romero. En 1896 decide renunciar a la alternativa. En 1909 se retira de los toros. fellece en Sevilla muchos años después, de más de 80 años de edad. (H. L., II, 666).
SANTOS, Pedro Manuel de los: torero de color que declara dicho oficio durante unos festejos celebrados en 1684, en los que actuó durante las fiestas en honor de la Santísima Cruz, esto en la iglesia de las monjas de Santa María de Gracia en la entonces ciudad de Guadalajara, en la Nueva Galicia. En sus declaraciones, ya que toreó en contra de ciertas disposiciones, pero también sin la autorización del permiso, afirmaba que no se acercó a la autoridad para solicitar la licencia por “vergüenza y cortedad”. (R. M. M., 2007, 123). SANTOS, Rodolfo de, Templaíto de Sevilla: Toreó en México varias corridas en 1915. Era valiente y torpón. (Semblanza de Alfonso de Icaza “Ojo”). SANTOJA, Bautista, Artillero: Picador de toros. Su nombre aparece en el “Directorio” con el que se daban a conocer matadores, banderilleros y picadores, en La Lidia. Semanario Taurino. Año I, N° 7. México, 8 de noviembre de 1908, p. 3. SAN VICENTE, Felipe, El Peñón: Picador de toros, que vio la luz primera en San Luis Potosí. La primera cuadrilla juvenil la formó Antonio Antúnez “Tobalo” en mayo de 1900 con Antonio Reus de matador, y como banderilleros Eligio Hernández “El Serio”, Apolinar Silva “El Pájaro”, Manuel Castillo y Manuel Villa. Más tarde ingresaron a ella “El Rubito” y “El Catrín”. Eran picadores en ella Felipe San Vicente, “El Peñón” y Elías Villalobos “Cigarrón”. Todos, exceptuando “Rizito”, originarios de León de los Aldamas. Esta cuadrilla debutó en Lagos de Moreno, Hal., el 15 de agosto de 1900 lidiando cuatro toros de Maravillas, grandes, gordos y bien despachados de cornamenta y obtuvo un gran éxito, porque casi todos los componentes eran muchachos de resolución y valentía. SAN VICENTE, Rufino, Chiquito de Begoña: Maatador de toros español. La siguiente evocación pertenece a Alfonso de Icaza “Ojo”. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. en Diestros españoles en el “Toreo”. Datos biográficos y críticos. He aqypu a uno de los “competidores” de Gaona, buscado con la linterna de Diógenes, como tantos otros, por los innumerables aficionados mexicanos y españoles que sentían aversión hacia el gran torero de León de los Aldamas. Rufino San Vicente vino primero a la plaza “México”, el año de 1909, habiendo alternado en ella con Rodolfo en numerosas tardes, y volvió en 1911, ya a “El Toreo”, en medio de la indiferencia de todos. En su temporada de “debut” tuvo muchos partidarios, ya lo dijimos, que se agarraban de él, de sus buenas estocadas especialmente, para hacer resaltar las deficiencias de estoqueador que por aquel entonces acusaba Rodolfo. Y luego, siendo varios sus alternante, el buen Rufino pasó a ser uno de tantos. Torero muy mediocre, tenía, eso sí, mucho valor, y lo empleaba en matar por derecho a la mayoría de los toros que le deparaba el destino.
Nació en Begoña, Bilbao, el 10 de julio de 1880, y, después de andar por esas plazas de Dios, presentóse en la de Madrid como novillero el 31 de julio de 1904, habiéndose doctorado en Bilbao, primero, el 8 de septiembre de 1908, fungiendo de padrino “Cocherito”, y en Madrid después, el 11 de septiembre de 1910, otorgándole el “refrendo” Antonio Boto “Regaterín”. “Chiquito de Begoña” ganó apenas para vivir durante aquellos años y aun hace dos o tres andaba por Sud América vistiendo el traje de luces. Debe de estar hecho una ruina, taurinamente hablando.
SAPIÉN, José: Banderillero. Torea por plazas del estado de Chihuahua, Chih., a las órdenes de los toreros que figuran en los carteles, que por esos lugares actúan. Ejerce el cargo de delegado de la Unión de Picadores y Banderilleros. (A. L., 1958, 263). SARLAT, Pedro: Banderillero. Actuó en las cuadrillas de toreros españoles que se presentaron, en 1885, en la plaza de toros del Huisachal. En El Arte de la Lidia, Año II, 2ª época. 25.10.1885, N° 2. SEGOVIA, Elvira, La Mexicanita (a pie): Torera potosina que de 1904 a 1907 encabezó una cuadrilla femenina con su hermana María. Falleció en Cd. Juárez, Chih., el 10 de febrero de 1970. (H. L. II., 789).
SEGOVIA, María, La Chiquita: A pie. De 1904 a 1907 estuvo con su hermana Elvira en la “Cuadrilla Femenina” que organizó el novillero Manuel Moreno “El Bravo”. (H. L. II., 789). SEGOVIA, N. N., el Hombre Yerba: Participaba en mojigangas en una función, así denominada que consistía en la “temeraria suerte de cubrir a un hombre de rastrojo y ponerlo en el centro del ruedo para que el toro coma de él”. Esto ocurría en el Real de Zacatecas, allá por 1878.
SEGURA, Antonio: Matador de toros español. Nació en Madrid, el 28 de diciembre de 1881. Alternativa en Santoña, el 6 de septiembre de 1906. Actualmente es asesor taurino en la plaza madrileña. Apuntó buen estilo en su época. (Semblanza de Alfonso de Icaza “Ojo”). SEGURA, Miguel: Banderillero. Estuvo incluido en las cuadrillas que se presentaron a torear en la plaza de toros “Ojitos”, en Guadalupe Hidalgo, Puebla, el domingo 30 de noviembre de 1913, en la lidia de 4 ejemplares de La Encarnación. SEGURA, Vicente: Matador de toros. nació en Pachuca, Hidalgo, el año de 1883. Quedó huérfano cuando era muy joven, heredando de sus padres una cuantiosa fortuna, la que le aseguraba toda clase de lujos, durante su existencia. Recibió una buena instrucción y cuando contaba unos diez y seis años, se aficionó por el arte de los toros. su posición económica le permitía, el estar relacionado con los toreros más famosos de la época, haciendo por aquellos tiempos, una sólida amistad con Antonio Montes y Antonio Fuentes, figuras máximas de la torería hispana que se hallaban en México, cumpliendo sus compromisos con las empresas. Era tan grande la afición que sentía por los toros, que mandó construir una plaza, en Pachuca, su tierra natal, y entre este lugar y las dehesas –bajo la dirección de los espadas hispanos-, empezó a hacer sus entrenamientos y a matar reses de gran tamaño. Hasta este momento, actuaba de aficionado práctico, por deleite personal, pero fue tan grande el arraigo que la fiesta tomó en él, que decidió tomar el toreo en forma profesional, sin ninguna mira a la parte económica. Después de algunas novilladas en plazas de los estados y creyéndolo ducho para la alternativa los toreros mencionados, como igualmente, Ricardo Torres “Bombita”, decidieron hacerlo matador. Y llegó la tarde del 27 de enero de 1907, en que en la plaza de la capital y en el beneficio de Antonio Fuentes, el torero de la Coronela –como se le llamaba-, le cedió el primer toro. Gustó mucho al público y aún toreó alguna corrida más en la misma plaza, decidiendo animado por sus amigos el marchar a España. Ni qué decir tiene, que los ruedos españoles se le abrieron de par en par, gozando de todas las prerrogativas, dada su posición económica. Para la confirmación de su alternativa, se organizó en Madrid una corrida extraordinaria, la que tuvo lugar el seis de junio de aquel año de 1907. Se lidiaron ocho toros de la ganadería de Moreno Santamaría, volviendo a ser Antonio Fuentes su padrino y completando el cartel, Ricardo Torres “Bombita” y Rafael González “Machaquito”. Se distinguió por su valentía y por la facilidad en matar las reses. Sumó seis corridas ese año, las que toreó entre España, Francia y Portugal, con gran aceptación por parte de los públicos, la que aún aumentaba, al saberse, que sus honorarios los destinaba a obras de beneficencia, llegando incluso, a costear de su peculio personal, los gastos de cuadrillas, hoteles y viajes. En España, tomó parte en unas sesenta corridas, repartidas entre los años de: 1907, 1908, 1909 y 1910 en que toreó en la plaza de la Maestranza sevillana tres corridas, los días, 17, 19 y 20, de la feria de abril. Por cierto, que en esta última, fue herido, por un astado de Miura, de nombre “Madero” y alternando aquella tarde, con “Quinito” y “Bienvenida”. El percance lo sufrió al entrar a matar, en que fue cogido por el pecho. Durante los años que toreó en España, vino a México los inviernos, para tomar parte en las temporadas de aquí, estando ya curtido en la profesión y gustando mucho a los públicos. En la de 1910-1911, actuó con Rodolfo Gaona varias veces, haciendo un papel aceptable al lado del Califa, pero no habiendo una competencia, como intentaron los partidarios de Segura. Era tanta su afición, que tuvo el placer de torear en México una corrida de Miura, la que hizo traer y lidió la tarde de su beneficio, en que se agotó el boletaje. Salió un toro de nombre “Perlito”, que está considerado por los viejos aficionados, como el mejor de los que se han lidiado en ruedos mexicanos. La revolución que azotó al país, lo convirtió a Vicente Segura por aquellos años, en intrépido general, tomando parte en varios combates al frente de sus tropas. Este espíritu bélico, reflejaba sin lugar a dudas, la fibra de Segura, ya que, al no haber toros, a causa de la revuelta, no podía estar inactivo. El 16 de octubre de 1921, vuelve a sus andanzas cuando más dura era la competencia entre Rodolfo Gaona y Sánchez Mejías. En esta su reaparición en la plaza de “El Toreo”, volvió a poner de relieve, su enorme valor. Temporalmente, dejó de torear, ya que tuvo algunas diferencias en cuestiones de contratos, con Sánchez Mejías, y prefirió marcharse a España,
donde tenía infinidad de amigos y lo estimaban mucho, todos los públicos de la Península. En 1922, resultó herido en el muslo derecho, en la segunda de las corridas que toreó en la plaza de Valencia, siendo su última actuación en ruedos españoles, el 15 de junio de ese año, en la Maestranza de Sevilla. Ya estaba retirado de los toros, cuando improvisó una plaza en Córdoba, Veracruz, para deleitarse matando unos toros, teniendo lugar el 18 de agosto de 1929. Pero no contento con esto, dos años después, el 21 de agosto de 1931, vuelve a matar dos toros, la última tarde que vistió de luces, en su tierra natal, Pachuca. Y al hablar de él, dice don Alfonso de Icaza “Ojo”, en Revista de Revistas: “Vicente Segura debe ser juzgado bajo dos aspectos. Como millonario que toreó por afición, fue notabilísimo, pudiendo afirmarse que su caso es único en el mundo. Como torero profesional, ejecutó con éxito la verónica y el recorte capote al brazo; dio con aseo varios pases de muleta, distinguiéndose en el ayudado por abajo, y mató bien la mayor parte de sus toros, practicando el volapié con bastante pureza”. Al retirarse de la profesión, después de haber figurado como matador de toros durante veinticuatro años, contando el tiempo que temporalmente se alejó de los toros, se dedicó a negocios, los que le debieron de ir muy mal, ya que hace pocos años murió en la ciudad de Cuernavaca, habiendo perdido la inmensa fortuna que atesoró durante mucho tiempo. (A. L., 263-5).
SEOANE, Venancio: Banderillero, nacido en la Coruña, que se ejercitó en la lidia en plazas de México. El día 6 de junio de 1909 actuó de matador en una novillada celebrada en su tierra, demostrando que tenía poco aceptable como torero. (J. M de C., III, 915). SETREA, Antonio: Banderillero. Quizá se trate de uno de los integrantes de la pequeña cuadrilla que organizó José Marrero “Cheché” justo En 1905, cuando el empresario y magnate norteamericano Tim Wolfe construyó una plaza y organizó corridas en Gillette, Colorado, cerca de Denver, en las que Cheché participó, llevando como banderilleros a Carlos García y Antonio Setrea. SIAÑO, Manuel: Cuadrillero que intervino en juegos de cañas, alcancías y alanceamiento de toros, durante las fiestas en la jura de Fernando VI, en México en 1747. (M. R. T., 1918, 50). SIERRA (o SIERA), Benigno: Picador de toros. Actuó, al menos en un festejo celebrado en la plaza de toros en Toluca, Méx., la tarde del 26 de agosto de 1894. Fue integrante de la cuadrilla de Ponciano Díaz.
SIERRA, Paulino: Picador de toros. Estuvo en la cuadrilla que Ponciano Díaz integró hacia 1893, cuando actuó, precisamente la tarde del 28 de mayo en la plaza de toros de Pachuca, Hgo. SIERRA, Vicente: Banderillero. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros en San Francisco del Rincón, Gto., la tarde del viernes 8 de diciembre de 1905. SILIS (o Siles), Antonio, Cerrajero: Picador de toros oriundo de Querétaro. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del sábado 12 de enero de 1907. En este caso, y al parecer, se debe hacer la siguiente aclaración: SILIS SÁNCHEZ, Antonio, Cerrajero grande: Picador de toros mexicano, nacido en Celaya, Guanajuato. Permaneció en activo durante muchos años, retirándose de la profesión el año 1951. (J. M de C, IV, 718). SILIS SÁNCHEZ, José, Cerrajero chico: Picador de toros mexicano, nacido el año 1881 en la ciudad de Celaya, Guanajuato. Perteneció a la cuadrilla mexicana que capitaneaban Carlos Lombardini y Pedro López, habiendo picado por espacio de medio siglo. (J. M de C, IV, 718). SILVA, Agustín: Torero profesional de a pie. Entre diciembre de 1796 y febrero de 1797 actuó en un coso en el Paseo Nuevo. (BFH, 2012, 389). SILVA, Apolinar, El Pájaro: Banderillero. La primera cuadrilla juvenil la formó Antonio Antúnez “Tobalo” en mayo de 1900 con Antonio Reus de matador, y como banderilleros Eligio Hernández “El Serio”, Apolinar Silva “El Pájaro”, Manuel Castillo y Manuel Villa. Más tarde ingresaron a ella “El Rubito” y “El Catrín”. Eran picadores en ella Felipe San Vicente, “El Peñón” y Elías Villalobos “Cigarrón”. Todos, exceptuando “Rizito”, originarios de León de los Aldamas. Esta cuadrilla debutó en Lagos de Moreno, Hal., el 15 de agosto de 1900 lidiando cuatro toros de Maravillas, grandes, gordos y bien despachados de cornamenta y obtuvo un gran éxito, porque casi todos los componentes eran muchachos de resolución y valentía. SILVA, Felipe: Toreador de a pie, quien participó en fiestas celebradas en Acámbaro, Guanajuato durante diciembre de 1799. También se encargó de seleccionar sesenta toros de la hacienda de Jaripeo”. (N. R. 1918, 296). SILVA, José María de: Picador de toros. Fue integrante de la cuadrilla de Tomás Venegas “El Gachupín Toreador” en los festejos celebrados con motivo de la recepción del virrey don Juan Vicente Güemes Pacheco de Padilla, segundo conde de Revillagigedo, y que se desarrollaron en la plazuela del Volador entre a partir del 23 de noviembre de 1789. (H. L. T. I., 109). SILVA, Teodoro: Banderillero. Su nombre puede apreciarse en la crónica que El Arte de la Lidia, Año III, N° 21, del domingo 20 de marzo de 1887, que da cuenta del festejo celebrado el domingo 13 de marzo de 1887 en la plaza de toros de Tlalnepantla, donde actuó la cuadrilla de Ponciano Díaz. SILVETI MAÑÓN, Juan: Matador de toros.
PERFIL BIOGRÁFICO DE JUAN SILVETI MAÑÓN. JUAN SILVETI MAÑÓN Guanajuato, 1893 – Cd. de México, 1956.
DUEÑO DE CARACTERÍSTICA PERSONALIDAD, SE LE CONOCIÓ COMO JUAN SIN MIEDO, EL HOMBRE DE LA REGADERA, EL MECO ENTRE OTRAS ETIQUETAS QUE LO DEFINÍAN COMO UN TORERO VALIENTE, ARREBATADO, PERO CONSCIENTE DEL PAPEL QUE JUGÓ EN MOMENTOS DE PROFUNDA COMPETENCIA CON TOREROS ESPAÑOLES. DEMOSTRÓ SU CAPACIDAD EN RUEDOS MEXICANOS Y EXTRANJEROS DURANTE LARGA PERMANENCIA QUE VA DE 1911 A 1942, AÑO DE SU RETIRADA DEFINITIVA. VESTIRSE PAISANO ERA OBLIGADO EN ÉL, LLEVAR ORGULLOSO LAS PRENDAS DEL CHARRO, EL AMPLIO SOMBRERO Y SU INSEPARABLE HABANO SU MÁXIMA ASPIRACIÓN. ¡QUÉ GARBO, DON JUAN…!
Arena. 1942. Tras la agresión que sufrieron entre mayo y junio de 1942 algunas embarcaciones mexicanas que abastecían de petróleo al país vecino del norte, torpedeadas por submarinos alemanes en aguas del
golfo de México,49 el entonces presidente de la república, Gral. Manuel Ávila Camacho, y pese al hecho de que México se mantenía neutral ante los acontecimientos que ocurrían en torno a la segunda guerra mundial, no tuvo más remedio que declarar la guerra a Alemania, Japón e Italia. De aquel capítulo, lo más sobresaliente fue la actuación del famoso “Escuadrón 201”. Por aquellos años, Alberto Domínguez escribió un famoso bolero que muy pronto se popularizó, convirtiéndose en una especie de canto de guerra. Me refiero a la famosa canción Humanidad de la que iremos cantando poco a poco sus versos, en esta forma: Humanidad. Oye lo que yo te canto, perlas de mi llanto para tu collar. Sabes que te quiero mucho y quien nos separa es la humanidad. Pero también se alistaron un buen número de voluntarios que, sujetándose a los rigores militares, se prepararon a conciencia para sumarse a las filas del ejército, en caso de que fuese necesario participar, empuñando las armas. Entre ese nutrido grupo, apareció este peculiar “soldado” que, para la época tenía exactamente 51 años (había nacido en mayo de 1891), pero con un espíritu de conscripto, de soldado raso que le salía por los poros, y por los cuatro costados. Y es que en su época, Juan Silveti Mañón fue un torero valientísimo, de ahí que le llamaran “Juan sin miedo”. Como provocador que era dentro y fuera del ruedo, lo llegaron a conocer como “el hombre de la regadera”, pues pegaba unos “baños” que no se imaginan… Humanidad, hasta dónde nos vas a llevar; por tu trágico sino ¿cuál será mi destino? Humanidad, yo de sangre te he visto teñir, pobrecito del mundo, pobrecito de mí. Y ese torero retador, bragado, que lo mismo se calaba unos sombreros de ala ancha con el filete adornado de calaveras y fémures cruzados, que podía vestir el traje de gala corto andaluz, también hizo suyo el llamado presidencial, y aquí lo tienen, en posición de firmes, mostrando, entre otras galas, ese “mechón” tan particular que lucía en cuanta fotografía, o en cuanta escena le fuese posible figurar, como buen protagonista que fue de muchos momentos heroicos, o de otros tantos escándalos míticos. Si rodando los dos por el mundo un encuentro nos diera el ocaso, sólo un beso, tal vez un abrazo, te daré, nada más te daré. Humanidad, hoy de ti me separa el deber, quiera Dios que mañana nos volvamos a ver.
49
Se trata de los buques petroleros Potrero del Llano el 13 de mayo de 1942 cuya agresión ocurrió frente a las costas de Florida. Tiempo más adelante corrieron la misma suerte el Faja de Oro, 20 de mayo; el Tuxpan, 26 de junio; Las Choapas, 27 de junio; Oaxaca, 27 de julio; y el Amatlán, el 4 de septiembre.
Con esa “gorra de cuartel”, aunque quisiera ocultar su torería, sería imposible. Marchando bajo el redoble de las marchas militares, todos diríamos: ¡Ahí va un torero! SOLAR, Felipe Antonio: torero de a pie. Actuó durante algunas tardes Citado la cuenta de gastos que detalla “(…) dos series de corridas de toros concedidas por el autoritario virrey de México, Carlos Francisco de Croix, para la pagada diversión de los habitantes de la capital novohispana, al mismo tiempo de que aquéllas servirían para recolectar dinero e invertir en obras de “beneficio común”. Corridas por lo demás desarrolladas según las novedosas formas del toreo a pie, protagonizado por cuadrillas de toreros estoqueadores, mismo que sólo hacía unos cuantos años se estaba consolidando por todo el ámbito de la monarquía, en sustitución de la anterior tauromaquia caballeresca. Resulta consabido que un cuarto de centuria después, Pedro Romero, de Ronda y Joaquín Rodríguez “Costillares”, de Sevilla, fueron los andaluces cumbres para la popularización de las novedades que quedarían dogmáticamente impresas en las páginas de la Tauromaquia de José Delgado, “Hillo”, de 1796. (BFH, 2007, 102). SOLAZ, Cándido, Pulguita: Banderillero mexicano, que intervenía en corridas celebradas en su nación durante los años veinte y treinta de nuestro siglo. (J. M de C, VI, 494). SOLATA, Concepción (Concha): Matadora de toros. No se sabe si mexicana o extranjera. El hecho es que en 1878 estaba causando furor pues “mata un toro con la misma perfección que cualquier espada de los más afamados”.50 También en El Toreo. Año V, Madrid 9 de diciembre de 1878, N° 160, p. 4, se apuntaba sobre ella: Según leemos en algunos periódicos de América, la célebre torera Concha Salata sigue obteniendo nuevos triunfos en los pueblos de aquel territorio. En México ha toreado en otra corrida donde parece que armada de un largo machete logró dar muerte a un toro que los periódicos americanos califican de muy bravo. La bravura del animal pueden apreciarla nuestros lectores cuando sepan que la torera no lleva muleta ni defensa alguna, y que la suerte que practica consiste en acercarse a la res a cuerpo limpio y darle un bajonazo con el machete. Por las descripciones que hemos leído, esa diestra no posee arte ninguno, y su habilidad está reducida a acertar al primer golpe, porque se acerca al toro más que decidida a lidiarle, decidida a pelear con él, con tan desiguales fuerzas y armas. En la corrida de que hablamos la Conchita fue revolcada por el cornúpeto dos o tres veces, hasta que en esta liza de cuerpo a cuerpo logró vencer la torera clavando el puñal a su enemigo y dejándolo muerto casi en el acto. Nos parece que si esa joven intenta lucir sus habilidades en España, se va a llevar un gran chasco, a menos que no traiga también los toros de América para lucir su arrojo y desconocido valor. Aquí no sufriría muchos revolcones como en América le sucede. Se tratará de efectuar la suerte con un toro mediano de los que aquí se lidian, le bastaría uno de esos revolcones para acabar su carrera gloriosa y entregar la piel a la tierra. Es extraño que el Sr. Casiano, que nos ha dado a conocer toreros ingleses, americanos y hasta gallegos, y que ha traido toros amaestrados, toros inmóviles y toros saltarines, no haya tenido la idea de contratar a la diestra mexicana, que al fin y al cabo si en la plaza no lucía, podría prestar sus servicios en el Matadero. Hasta aquí la nota. SOLER, Emilio, Canario: Diestro de a pie, español de origen que vino a México al comenzar el siglo XX.
50
Boletín de Loterías y de Toros. N° 1444. Madrid, lunes 28 de octubre de 1878, año XXVIII, p. 4.
SOLER, Fernando: Matador de novillos mexicano. Actuó en las plazas de su país por los años anteriores y posteriores de 1930. (J. M de C., III, 925). SOLÍS, Francisco de: Regidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México en 1601. Fue un conocido “Cuadrillero”, que participaba en juegos de cañas o corriendo toros, sobre todo cuando se celebraban fiestas, entre otras las de San Hipólito. R.T., 2017, 163). SOLÍS, Samuel: Matador de toros. Nació en la capital de México el año de 1886, siendo compañero de Rodolfo Gaona en sus comienzos taurinos, ya que como éste, también recibió instrucción taurina del maestro Saturnino Frutos “Ojitos”. El año de 1907 y en compañía de Pascual Bueno, hace su presentación en la antigua plaza de Chapultepec de esta capital, distinguiéndose por su finura y la alegría que ponía en su toreo. El 16 de noviembre de 1913, en la plaza de “El Toreo” recibe la alternativa de manos del trianero Juan Belmonte, la que no le debió de resultar muy favorable, ya que al poco tiempo marchó a España y empezó a actuar como novillero, para pasar después a las filas de los subalternos, donde se dedicó a entrenar muchachos con el fin de hacerlos toreros. En esta su nueva ocupación taurina, hay que reconocer, tuvo más éxitos que como torero, pues fue maestro de los grandes matadores de toros Alberto Balderas y Lorenzo Garza, como también de otros muchos. Hubiera deseado obtener más datos del siempre joven don Samuel Solís, al que los años no se le conocen, pero cuantas invitaciones le hice para lograrlos –aún siendo afirmativas-, siempre dieron un resultado negativo. Lo siento por tener con este torero una buena amistad, estimándole en lo personal. En la actualidad –con la cara más joven que un niño, a pesar de sus muchos años-, figura como asesor de los jueces de plaza en la Monumental “México”. (A. L., 272-3).
Es el segundo matador que formó, junto a Rodolfo Gaona la “Cuadrilla Juvenil Mexicana” de Saturnino Frutos “Ojitos”. Nació en México el 20 de agosto de 1888. En Milpa Alta, estado de México (sic), toreó por primera vez con Alberto Lechuga, y luego en dos o tres novilladas más con Frascuelillo y Bombita mexicano. En noviembre de 1905, ingresó a las filas de la cuadrilla juvenil como sobresaliente, ascendiendo hace muy poco tiempo a segundo espada. Es valiente, sereno, aunque indeciso al estoquear. Banderillea con lucimiento y si se propone llegará a un buen puesto. Toros y Toreros. Tercer número extraordinario. San Luis Potosí, enero de 1907. Muere el 31 de octubre de 1971. SOLÍS y CÁRCAMO, Bernabé de: Encomendero. Célebre Cuadrillero en el primer tercio del siglo XVII, y que participó activamente en diversos festejos, por ejemplo, aquellos organizados con motivo de la fiesta de San Hipólito, esto en la ciudad de México. (JQM, 2017, 101). SOLÍS BARRASA (BARTASSA), Francisco de: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena.51 En esos momentos, ocupaba el cargo de regidor de la ciudad de México. SOLORIO, Emilio, El Acordión: Picador de toros. Actuaba por plazas del centro del país. Su nombre aparece en un cartel, que anuncia un festejo en la plaza de toros de la Estación, Irapuato, Gto., la tarde del domingo 15 de octubre de 1905. SOLORIO, María de Jesús: Torera de a pie. Su nombre aparece en un cartel para el festejo que se celebró en la plaza de toros de Zaragoza (Toluca, edo. de México), el 11 de mayo de 1879, estoqueando un ejemplar de Atenco.
51
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
SORDO, Manuel: picador de toros quien ya realizaba dicha labor hacia 1886, de acuerdo a un cartel que dice: PLAZA DE TOROS DE TLALNEPANTLA. GRAN CORRIDA A FAVOR DE LA BENEFICENCIA ESPAÑOLA. DOMINGO 11 DE ABRIL DE 1886. Picadores: (…) Manuel Sordo. SORIA, Francisco, el Moreliano: banderillero que actuó a mitad del siglo XIX. Su nombre aparece en un cartel anunciador para la plaza de toros de San Pablo, del jueves 11 de junio de 1857. (Documento digitalizado en mi colección personal). SORIA, Vicente: banderillero. Citado en “Cuenta de gastos” del 7 de enero de 1819, para actuar en la Real Plaza de Toros de San Pablo. Torero profesional de a pie. Banderillero en las corridas, efectuadas en el Volador durante 1815, con las que se festejó en México la vuelta al trono de Fernando VII. Matador y banderillero en la temporada celebrada en el curso de 1817 en la Plaza de San Pablo cuando sucedió la boda del rey de España. Y banderillero en el elenco de lidiadores que hacia principios de 1819 presentaba su colaboración en la referida Plaza Real de Toros. (BFH, 2012, 390). SORIANO, Antonio, Maera chico: Banderillero sevillano, hermano del matador de novillos Francisco, que usó el mismo mote. Después de haer toreado algo por su tierra se dio a conocer en Madrid en las novilladas de 1900, metiéndose mucho el público con él en guasa, porque era muy alto y delgado, llamándole anguila. Muy pronto se hizo aplaudir por lo bien que bregaba y llegaba a la cabeza de los toros, clavando los palos. En 1901 ingresó en la cuadrilla de Joaquín Navarro (Quinito), con el cual estuvo hasta el año 1903. En 1904 trabajó a las órdenes de Antonio Montes, figurando después en varias cuadrillas de buenos matadores, entre ellos Bienvenida, con el cual estuvo hasta 1910. A México, donde se le consideraba muy bien, marchaba todos los años a fines de temporada, tuviera o no matador fijo. En Lisboa también se hizo un buen cartel, habiendo toreado allí con buen éxito en distintas ocasiones. Hallándose en México durante la temporada de 1910 paseaba el día 30 de diciembre con su amigo y paisano el picador Antonio Viñó (el Inglés chico), al cual, sin darse cuenta, se le disparó la pistola, hiriendo mortalmente a Soriano en la sien derecha. Hecha la autopsia al cadáver, fue enterrado en el cementerio español el 2 de enero de 1911. Antonio Soriano Maera chico fue un buen banderillero, de gran simpatía entre todos los públicos por su labor en el ruedo y su trato personal, afable y cariñoso. Clavaba rehiletes con gran desahogo, saliendo de la suerte con frescura y facilidad. (J. M de C., III, 929). SORIANO, Francisco, Maera: Nacido en Sevilla, era el hermano mayor del banderillero Antonio Soriano “Maera chico”. Toreó en México de 1899 a 1907. (H. L., II, 668). SORIANO, Manuel: Aparece anunciado como “arrastrador” en festejos donde llegó a actuar Pedro Nolasco Acosta, sobre todo en San Luis Potosí, esto durante la octava década del siglo XIX. SORIANO, María, LA Sorianita: Matadora de toros, que debió nacer al comienzo del siglo XX. Todavía, en 1932, aprovechaba la publicidad para anunciarse y contratarse. En esos años, llevaba en
su cuadrilla a la Tancreda “Lucha”, muy valiente, y que entonces era novedad en todas las plazas. Así que, si algún lector desea incluirla en los próximos carteles, pueden dirigirse a su nombre, a (calle de) López 18-Ciudad.
SORRILLA, Pablo, Mexicano: Picador de toros, cuyas únicas noticias que tenemos es que toreó en su país y en Centroamérica, desplazándose a La Habana en 1888. (A. V., 1964, 257). SOSA, Antonio: Matador de toros nacido en el estado de Yucatán, quizá a finales del siglo XIX, pero que se hizo de un buen cartel por aquellos rumbos. Este dato proviene de la colaboración “Panorama taurino Yucateco”, publicado en Revista de Revistas. El Semanario Nacional. Año XXVII, N° 1439, del 19 de diciembre de 1937. SOSA, Darío: banderillero que participó en festejos celebrados entre 1885 y 1900 aproximadamente. (D. I., 63). SOSA SUÁREZ, Fernando: Corregidor en el Ayuntamiento de la Ciudad de México en 1635. Participó como “Cuadrillero” durante varias fiestas en aquel año. SOTELO, José Ramón: Torero de a pie en la región occidental de México, a comienzos del siglo XIX. Hay una nota que dice: “Recibo N° 6. Distribución que rinde el Regidor Comisionado que subscribe de veinte (pesos) que ministró (don) Francisco Guerrero para la curación y alimentos del torero José Ramón Sotelo, herido por un toro, de cuyo dinero se otorgó recibo. Esto entre marzo y abril de 1823. (R. M. M., 2007, 211). SOTO CABEZÓN, Diego de: Participó como cuadrillero en varios juegos de cañas, durante el año 1628. (JQM, p. 67). SOTO, José Luis: Torero profesional de a pie. Por diciembre de 1796 lidiaba en un coso existente en el Paseo de Bucareli. (BFH, 2012, 390). SOUSA, Fernando de: Corregidor en el Ayuntamiento de la ciudad de México, en septiembre de 1635. Caballero en plaza y cuadrillero en fiestas organizadas durante el mes de septiembre de 1635. SUÁREZ, Antonio, Marinerito: Matador de novillos español al parecer, actuó con alguna regularidad, sobre todo en plazas de San Luis Potosí al comenzar 1896, de acuerdo a las notas que se pueden leer en El Toreo. Semanario Ilustrado. año I. México, 13 de enero de 1896, N° 8, p. 3.
SUÁREZ, Gustavo, Mojino Chico: Banderillero. Participó en un festejo celebrado en la plaza de toros “El Paseo”, San Luis Potosí, el 1° de enero de 1904. SUÁREZ, Lorenzo: Caballero en plaza. Es mencionado en la “Relación de fiestas” que escribió María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción del virrey Marqués de Villena. 52 SUÁREZ, Sebastián, Chanito: Al amparo de sus éxitos novilleriles de 1913, tomó la alternativa en nuestro coso máximo el 15 de enero de 1914. Era valiente y fue aplaudido. (Semblanza de Alfonso de Icaza “Ojo”).
Fotografía de la izquierda, disponible en internet abril 15, 2010 en: http://gestauro.blogspot.com/2014/09/sebastian-suarez-anino-chanito.html. A la der. Col. del autor. SUÁREZ DE PERALTA, Juan: Torero de a caballo o caballero en plaza, quizá el primer criollo que dedicó su actividad a reunir, gracias a su experiencia, los mejores elementos para estimular el toreo de a caballo que se practicaba en la segunda mitad del siglo XVI. JUAN SUÁREZ DE PERALTA, PRIMER TRATADISTA TAURINO NOVOHISPANO. Fue durante los siglos XVI y XVII en que salieron a la luz un importante número de tratados o reglas que sirvieron de asidero a diestros ejecutantes del toreo a caballo en sus dos versiones más conocidas: a la brida y a la jineta. De esto me ocuparé en su momento. Pero llama poderosamente la atención un dato que tomaré como antecedente primero: la presencia de un grupo de caballeros americanos después, los cuales realizaron vistosas evoluciones en Madrid, allá por enero de 1572, mismo año en que también se publicó un tratado, el del Capitán Pedro de Aguilar, impreso salido de la casa de Hernando Díaz. La segunda parte quedará integrada por un solo personaje, criollo él, y de nombre Juan Suárez de Peralta, quien no solo es recordado aquí y ahora por su directa participación como autor de uno de estos tratados, sino por el hecho de su inmediata participación en la famosa conjuración de Martín Cortés en 1566.
52
María de Estrada Medinilla: FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 (Véase el resto de la cita en Bibliohemerografía).
Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida en que fe contiene muchos primores, afsi en las feñales de los Cauallos, como en las condiciones: colores y talles: y como fe ha de hazer vn hombre de á cauallo de ambas fillas, y las pofturas que ha de tener, y maneras para enfrenar, y los frenos que en cada filla fon menefter, para que vn Cauallo ande bien enfrenado: y otros auifos muy principales y primos, tocantes y vrgentes á efte exercicio. Compuefto por don (...), Vezino y natural de México, en las Indias. Dirigido al muy excelente feñor don Alonfo Pérez de Guzmán el bueno, Duque de Medina Sydonia, Conde de Niebla, Marques de Caçaça, en África. Con Previlegio Real En Seuilla en cafa de Fernando Díaz Impreffor: año de 1580. México, “La Afición, S.A.”, 1950. 149 pp. Ils., facs. PRIMERA PARTE Los tratados son esas primeras piezas literarias, soportadas en el conocimiento de una determinada actividad que se realizaba tanto en la plaza como en el campo, a sabiendas de que la práctica constante los llevaría a tener un completo control sobre las suertes. Como apunta José María de Cossío, las preceptivas toreras bien libros de jineta y advertencias de torear, o arte de torear a pie y a caballo, es decir, de las que regulan el toreo profesional que aun hoy perdura, tiene, aparte el interés noticioso de toda historia, el de poder graduar a través de reglas y preceptos la orientación y desarrollo de lances y suertes, con tan seguro tino como si se utilizaran los datos directos del espectáculo a través del transcurso del tiempo.53 Hubo sí, una época en la que los libros de la caballería de la jineta que ahora denominamos tratados, enunciaban preceptos y recomendaban reglas, fruto de experiencias anteriores, por lo que fue necesaria la redacción de este tipo de documentos los cuales reunieron disposiciones y recomendaciones precisas para su ejecución. Su más inmediato antecedente queda registrado en los libros de caballería. Para que caballeros de otras épocas terminaran protagonizando en la forma que lo hicieron, es porque forjaron un código de valores y de honores capaces de imponer un discurso con significados que adquirieron preponderancia sobre todo durante el Medievo, que abarca el fin del Imperio Romano, o la constitución del imperio carolingio y alcanza hasta el año 1453, con la toma de Constantinopla por los turcos y el Renacimiento, período cuyo esplendor alcanza los siglos XIV y XVI. 53
José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v., V. 2, p. 3.
Esos códigos a que me refiero, estaban fundados en la formación del caballero cristiano medieval, que recogía los principios fundamentales y la misión de la Caballería, es decir, la defensa de la fe cristiana, la conservación de la tierra del señor y el amparo de personas desvalidas. Por tanto, estos “principios”, fueron comunes en todas las obras medievales sobre esta materia. La rica forma en el vestir y las complejas evoluciones en la plaza pública consolidaron estamentos que se convirtieron en elemento de privilegio, en favoritos de casas reinantes y de nobles. Mientras tanto, los libros de caballería fueron estandarte y modelo a seguir de todos aquellos que aspiraban colocarse en lugar envidiable, incluso cuando eran merecedores de unos atentos y enamorados ojos de mujer. Pero entre que se desgastaba esa leyenda, hubo necesidad de nutrir con reglas precisas, ya a la brida, ya a la jineta cuando los torneos, juegos de cañas, pero sobre todo el alanceo de toros se convirtieron en el nuevo lenguaje que se potenció fundamentalmente entre los siglos XV y XVIII, tanto en España, como en la Nueva España. De Europa se extendió a estos territorios tan luego ocurrieron toda una serie de comportamientos tales como: asimilación, sincretismo o mestizaje, hijos de aquel difícil encuentro, desencuentro, descubrimiento, encontronazo o invención que devino, más tarde, conquista. América hizo suya aquella experiencia en lo general, y la Nueva España en particular, superando necesariamente el trauma para convivir en un nuevo y forzoso maridaje con España. Entre múltiples aspectos, la vida cotidiana jugó un papel muy importante, ya que tuvo que llegar el momento de poner en la balanza todos los significados de una amalgama que se depositó, entre otros factores o medios de convivencia en las diversiones públicas para lo cual: torneos, escaramuzas y otros alardes a caballo primero; toreo de a pie en sus diversas etapas de constitución e integración después fueron consolidando la tauromaquia a caballo en México. El esplendor de los libros que reunían las reglas precisas para ese toreo o ejecución desde el caballo alcanza los siglos XVI al XVIII. Una primera denominación es la que se sustenta en la jineta, término y armazón práctico que explicaba una manera determinada de cabalgar y regir el caballo. Además, se toma a la jineta como la silla con un estribo corto y acción de las rodillas y talones del jinete, sustituido en el siglo XVIII por el de aquel que era largo, y que la casa de los Borbones impuso, causando otro de los efectos que consiguieron hacerle perder efecto a un predominio de caballeros, nobles en su mayoría, que detentaron ese protagonismo cercano a los 250 años en los cuales dicha práctica estuvo en boga. La plaza pública sirvió como escenario para que los caballeros, acompañados a distancia por plebeyos ejecutaran las suertes de la lanzada y el rejoneo. Si aquella era más primitiva, rústica y breve; esta se fue enriqueciendo con la incorporación de elementos que la hacían más atractiva y por ende requería de otros grados de dificultad como fueron las evoluciones, mejor conocimiento de los terrenos y una más amplia destreza de sus ejecutantes. Un ejemplo en la poesía novohispana, que refiere concretamente un pasaje tan aproximado como el que venimos revisando, lo encontramos en la Relación Fúnebre a la infeliz trágica muerte de dos Caballeros...,54 aunque escrita a mediados del siglo XVII por Luis de Sandoval y Zapata tenemos la siguiente muestra: 1566 ¡Ay, Ávilas desdichados! ¡Ay, Ávilas desdichados! ¿Quién os vio en la pompa excelsa de tanta luz de diamantes, de tanto esplendor de perlas, ya gobernando el bridón, ya con ley de la rienda, con el impulso del freno 54
Niceto de Zamacois: Historia de México, t. 6, p. 745-59.
dando ley en la palestra al más generoso bruto, y ya en las públicas fiestas a los soplos del clarín, que sonora vida alienta, blandiendo el fresno o la caña y en escaramuzas diestras corriendo en vivientes rayos, volando en aladas flechas. Y ya en un lóbrego brete tristes os miráis, depuesta la grandeza generosa.55 Tal manuscrito se ocupa de la degollación de los hermanos Ávila, ocurrida en 1566, suceso un tanto cuanto extraño que no registra la historia con claridad,56 y sólo se anota que los criollos subestimados por los peninsulares o gachupines, fueron considerados por éstos como enemigos virtuales. Ya a mediados del siglo XVI la rivalidad surgida entre ellos no sólo era bien clara y definida, sino que encontró su válvula de escape en la fallida conjuración del marqués del Valle, descendiente de Cortés, y los hermanos Ávila, reprimida con extremo rigor, en el año 1566. 57 Ya que ha salido “entreverado” el marqués del Valle, se anota que “en sus grandes convites..., eran quizás las fiestas de una semana por el bautizo de los hijos gemelos del marqués, en que hubo torneos, salvas, tocotines y un fantástico banquete público en la Plaza Mayor...” A propósito, de los juegos más señalados (encontramos los realizados durante el bautizo de) don Jerónimo Cortés en 1562.58 Y es que don Martín manifestó el empeño en celebrar el nacimiento de sus hijos con grandes torneos, como el famoso de 1566, cuando, por una tormenta llegó con su mujer al puerto de Campeche y nació allí su hijo Jerónimo, fueron a “la fiesta del cristianísimo el obispo de Yucatán, don Francisco Toral, y muchos caballeros de Mérida” y “...hubo muchas fiestas y jugaron cañas”. Posteriormente, cuando llegó el marqués del Valle a México, Juan Suárez de Peralta afirmó: “gastóse dinero, que fue sin cuento, en galas y juegos y fiestas”.59
55
Alfonso Méndez Plancarte: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (...). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII-191 p.(Biblioteca del Estudiante Universitario, 43)., p. 105. 56 Véase: Manuel Romero de Terreros: Torneos, Mascaradas y Fiestas Reales en la Nueva España. Selección y prólogo de don (...) Marqués de San Francisco. México, Cultura, Tip. Murguía, 1918. Tomo IX, Nº 4. 82 p., p. 22-26. 57 Artemio de Valle-Arizpe: La casa de los Ávila. Por (...) Cronista de la Ciudad de México. México, José Porrúa e Hijos, Sucesores 1940. 64 p. Ils. 58 Federico Gómez de Orozco: El mobiliario y la decoración en la Nueva España en el siglo XVI. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1983.111 p. Ils. (Estudios y fuentes del arte en México, XLIV)., p. 82-83. 59 Juan Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento de las Indias. (Noticias históricas de Nueva España). Compuesto en 1580 por don (...) vecino y natural de México. Nota preliminar de Federico Gómez de Orozco. México, Secretaría de Educación Pública, 1949. 246 p., facs. (Testimonios mexicanos. Historiadores, 3)., cap. XXIX, p. 111-112.
Y bien, llegamos a lo que se puede considerar el primer gran ejercicio literario que dedica buena parte de la obra al asunto taurino. Se trata del Romance de los Rejoneadores que es parte de la Sencilla Narración... de las Fiestas Grandes... de haber entrado... D. Carlos II, q. D. G., en el Gobierno, México, Vda. De Calderón, 1677. Dicha obra celebra las Fiestas por la mayoridad de D. Carlos II, 1677. El Capitán D. Alonso Ramírez de Vargas ofrece una delectación indigenista en esta Sencilla Narración... y refulgen los romances para los rejoneadores -una de las más garbosas relaciones taurinas al gusto de Calderón-... D. Carlos II, el postrer Habsburgo de España, había tenido un bello rasgo de piedad Eucarística, cediendo su carroza a un Sacerdote que a pie llevaba el Viático a una choza, etc.; tal lo narró en una Copia de Carta escrita de Madrid (México, 1685), realizada con varios sonetos de ingenios de esta Corte. Así, en el Anfiteatro de Felipe el Grande, de Pellicer (Madrid, 1631), una bala certera de Felipe IV, fulminando a un Toro, había hermanado -cada uno con su soneto- a Lope y Calderón, Quevedo y Montalván, Rioja y nuestro Alarcón, Valdivieso y Jáuregui, Esquilache y Bocángel...; y estotra gallardía de Carlos II, -regia humildad católica, y con el oro viejo de la tradición de la Casa de Austria, merecía, más que el tiro de Felipe, el lírico aplauso. Del Capitán Alonso Ramírez de Vargas (1662-1696), quien a decir de Octavio Paz “fue poeta de festejo y celebración pública”, entre los que hubo en la Nueva España “mediano... pero digno”. Autor “de varios centones con versos de Góngora, fue sobre todo un epígono del poeta cordobés, aunque también siguió a Calderón, a Quevedo y, en lo festivo, al brillante y desdichado Anastasio Pantaleón de Ribera, muerto a los 29 años de sífilis”. Ramírez de Vargas –sigue diciendo el autor de Las trampas de la fe-,60 tenía buena dicción y mejor oído...” Pues bien, de tan loado autor es su famoso Romance de los Rejoneadores, parte también de la Sencilla Narración..., bella pieza que deja evidencia de la actuación de dos nobles caballeros, Francisco Goñi de Peralta y don Diego Madrazo a los que les Salió un feroz Bruto, josco dos veces, en ira y pelo, el lomo encerado, y de Icaro el atrevimiento. La testa, tan retorcida en el greñudo embeleco, que de Cometa crinito juró, amenazando el cerco. Y Francisco Goñi de Peralta 60
Octavio Paz: Sor Juana Inés de la Cruz, o Las Trampas de la Fe. 3ª. Ed. México, Fondo de Cultura Económica, 1992. 673 p. Ils., retrs., fots. (Sección de obras de lengua y estudios literarios)., p. 82, 327, 407408.
Quebró veinte y seis rejones, y según iba, de fresnos dejara la selva libre, quedara el bosque desierto, y -a ser la piel de Cartagoen cada animal horrendo Reino la hiciera de puntos con Repúblicas de abetos. Veamos del Capitán Alonso Ramírez de Vargas, el 1677 Romance a Carlos II. Soberano excelso Joven, robusto y tierno Gigante, que donde el valor anima anticipa las edades...: ...Indicio fue del triunfo que esperan tus estandartes, ver -cuando a reinar empiezaslas medias lunas menguantes. (. . . . . . . . . .) Cuando el bracelete animes, la dura manopla calces, el grabado peto ajustes y el limpio acero descargues; cuando el Andaluz oprimas que al Betis la grama pace, siendo -en virtud de su dueñola herradura corvo alfanje, temerán los Federicos al mesmo Carlos de Gante confesando la ruina lo que negaba el alarde.61 El nuevo Rey entraba al Gobierno a los 15 años; pero, nunca robusto, merecía nombrarse El Doliente y El Hechizado... Los toros muertos, con sus medias lunas menguantes, auguran derrotas de los mahometanos... Juan Gutiérrez de Padilla, lo abordamos aquí, no precisamente por tratarse de un poeta novohispano, sino de un músico ídem., (Málaga, ca. 1590-Puebla, 1664). Maestro de Capilla en Cádiz desde 1629, quien se destaca por realizar un trabajo no musicalizado -lo que se llama a capella- del autor español José de Valdivieso (1560-1638). La obra fue una Ensaladilla de Navidad donde el trabajo polifónico vocal se intitula Las estrellas se ríen y que es un juego de cañas a 3 y a 6, donde se entonaban entre otros, los siguientes versos: Atabales toca, suenan clarines, y las cañas juegan los serafines. Que bien entra su cuadrilla 61
Méndez Plancarte: Poetas novohispanos... (Primera parte: 1621-1721), op. Cit., p. 94.
que bien corre, qué bien pasa, aparta, aparta, afuera, afuera, que entra el valeroso amor cuadrillero de unas cañas.62 La ensaladilla comienza advirtiendo que Porque está parida la Reina / corren toros y cañas juegan. A todo ello en lo particular nos imaginamos un gran cuadro, en la Plaza Mayor, o en el Volador, entonándose los dichos versos, o siendo interpretada por chirimías, atabales, sacabuches, flautas de pico. Ora espineta, viola da gamba, tromba marina; ora el rabel, ya la guitarra barroca o el laúd; ya la vihuela, los orlos o las bombardas... En el tendido soleado saludamos al capitán Don Alonso Ramírez de Vargas quien en su Sencilla Narración de las Fiestas Grandes por haber entrado D. Carlos II, q.D.g. en el Gobierno publicada en 1677, incluyó su famoso Romance de los Rejoneadores bella pieza que deja evidencia de la actuación de dos nobles caballeros, Peralta y Madrazo. Un afortunado encuentro con la reproducción de esta obra,63 nos permite entender la magnitud de aquella celebración, por lo que considero importante recoger de dicha trascripción los datos más útiles para este trabajo. CIRCO MÁXIMO 64 FEROCES BESTIAS ERAN LAS QUE CONTENDÍAN en la arena de los anfiteatros, y particularmente el toro, sacrificado a Neptuno; así Silio Itálico; 65 Principio statuunt aras cadit taurus victima Neptuno66 Y Virgilio, Eneida 2: Lsocon ductus Neptuno forte Sacerdos solemnes Taurum ingentem mactabat ad Aras.
62
José María de Cossío: Los toros en la poesía castellana. Argentina, Espasa-Calpe, 1947. 2 vols.Vol. II., p. 56-57. 63 Dalmacio Rodríguez Hernández: Texto y fiesta en la literatura novohispana (1650-1700). Prefacio de José Pascual Buxó. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 1998. 280 p. (Estudios de Cultura Literaria Novohispana, 13)., p. 193-232. 64 Francisco J. Flores Arroyuelo: Del toro en la antigüedad: Animal de culto, sacrificio, caza y fiesta. Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, S.L., 2000. 153 p. Biblioteca Nueva. (Colección la Piel de toro, dirigida por Andrés Amorós, 11)., p. 95. Los primeros juegos romanos o magni, hechos por disposición de Tarquinio tras tomar al asalto la ciudad de Apíolas, comenzaron a celebrarse anualmente en los Idus de septiembre, y con una duración de cuatro días, que más adelante fue ampliada a siete, y por último a secuencias mayores, en el circo que se construyó en el valle que corría entre las colinas del Aventino y Palatino, y al que se le dio en apropiada correspondencia el nombre de máximo, aunque estos juegos, según parece, vinieron a sustituir, magnificados, a otros que se desarrollaban en el Capitolio en honor de Júpiter Ferestrius hechos por iniciativa de Rómulo. 65 Op. cit., p. 210. 66 Silio Itálico: Tiberio Cacio Asconio Silio Itálico (c. 26-c101 d.C.), poeta latino autor de Púnica, el poema latino más extenso.
Festivo empleo fue para el vulgar alborozo el juego de los toros, que con intermisión de mayores ostentaciones duró seis días.67 Esta orden se observaba en los juegos circenses, dando lugar a la plebe para el vulgar regocijo, de donde también se llamaron plebeyos, sin dejar de ser grandes. Fue intimación de Su Excelencia a la acertada y siempre plausible disposición del señor don Fernando Altamirano de Velasco y Castilla, conde de Santiago, adelantado de las Islas Filipinas, señor de la Casa de Castilla y Sosa, inmediato heredero del marquesado de Salinas, como a corregidor actual desta Ciudad de México, 68 siendo único comisario de todas las fiestas que (con sus discretas ideas, partos nobilísimos de su magnanimidad generosa y vigilante anhelo, que acostumbra en el servicio de Su Majestad) sazonó la más grande, la más solemne pompa, dividida en muchas que vieron las pasadas edades y que pudieron calificar de insuperables los reinos más famosos. Con cuya resolución se escogió sitio bastante para la erección de los tablados, siéndolo la plazuela que llaman del Volador: ilustrada 69 por la parte del oriente con la Real Universidad; por la del poniente, con hermosa casería; por la del sur, con el Colegio de Porta Coeli, y por la del norte, con el Palacio. Ideóse la planta70 por los maestros,71 ejecutada en cuadro suficientemente proporcionado. Descollóse después a la altura competente, quedando fabricado un labirinto hermoso de madera, tan bien discernido y conmensurado en gradas, aposentos, escaleras, separaciones, toldos, puertas y descombramiento, que el menor ingenioso Teseo72 (aun con la muchedumbre que los ocupaba), sin necesidad de conductores, los distinguiera, y sin auxilios industriosos, los penetrara. Fábrica tan conforme a la de los anfiteatros de los juegos circenses, que la hicieron una aun sus menores requisitos, según la descripción 67
Antonio de Robles asienta que el lunes 16 (de noviembre) se empezaron a jugar toros por la entrada del rey en el gobierno (duraron seis días). 68 Fernando Altamirano de Velasco: tercer sucesor del mencionado título. Fue corregidor de la Ciudad de México de 1675 a 1677. 69 Ilustrada: ilustrar: engrandecer o ennoblecer. 70 Planta: figura que forma sobre el terreno la cimentación de un edificio. 71 Maestros: arquitectos. 72 Teseo: alusión al pasaje donde Teseo logra escapar del laberinto de Creta gracias al hilo que le proporcionó Ariadna.
rigurosa de Lipsio y los demás autores, cuya contextura (oh, erudito lector) te pongo al margen para que no deseches el símbolo.73 No se echó menos la plaza mayor para circo, que lo despejado y alegre de ésta se pudo adaptar, bien que no a la grandeza que la ilustraba; saliendo a ella desde el Palacio (que está contiguo) Su Excelencia,74 asistida de los señores de la Real Audiencia, en su carroza que tiraban seis bien remendadas pías,75 seguida de otras de su noble y virtuosa familia. Engrandeció Su Excelencia un tablado ricamente adornado, como suficientemente estendido, para que lo autorizasen los demás Tribunales; asignándole todos los asientos conforme a las dignidades y personas. Seguíase otro –no menos espacioso y aderezado- convertido en un hermoso jardín, mejor que los que hicieron célebre a Chipre, cuyo campo enriquecía fértil copia de racionales flores en cada matrona conyugal Vesta. Si no era bello multiplicado oriente de tantas auroras, cuantas eran las señoras que lo hermosearon –como las otras vestales que cuenta Lipsio-, ennoblecián con su asistencia los espectáculos. Ocupó otro tablado capacísimo, y con admiración vestido de ricas ataujías,76 el muy ilustre, muy noble y docto Cabildo de esta metrópoli, cuyos sujetos llenos de méritos son dignos del más alto cayado, de la púrpura más eminente; celebrando el motivo de tanta fiesta y asistiendo a tan debidos aplausos. Continuábase en otro bien aliñado la Real Universidad, ilustrada de tan grandes talentos que puede competir con las mayores del orbe, con quien no le bastó ser antes a la de Atenas. No faltando tan grave concurso en los otros antiguos juegos, coafirma Quintiliano 15, In ludo fuit, Et fuerunt, Et Doctores, et Medici, Et Ministri. Señaláronse otros para los abogados, relatores y demás ministros de la Real Audiencia desta Corte. Otros para los Colegios, como el Real de Cristo, etcétera, que hasta en esta distribución y concurrencias se emularon estos juegos con los magnos o consuales, como admiró Tertuliano: Quod Colegia, quod Sacerdotia, quod officia moneantur. No estaba con menos aseo el circo o plaza, regada con tan menudo cuidado que el polvo se retiró humilde a la tempestad de lluvias con que los aguadores lo sujetaron, pagando en olor barrisco el ultraje de la repulsa; quizá por observar en esto la limpieza e industria con que se regaba en los anfiteatros con aquellas conducciones o fístulas que traen varios autores, y mejor al intento Séneca, Epist. 91: Num quid dubitas, quin sparsio illa quae ex fundamentis mediae, Arenae crescens in summam altitudinem, Amphiteatri per venir, cun intentione aquae fiat? Y Antonio Musa apud Senecam, qui sparsiones adoratos imbres dixit. Llenos ya los asientos con inumerable y vario concurso de la Ciudad y sus contornos, que a la fama de tanta fiesta incitó la curiosidad y trujo el deseo; acomodados de gratis los conocidos o con estipendio los estraños, a el alegre señuelo del templado sonoro metal para dar principio a los juegos. Attuba commisos media canit aggere ludos. Entró a despejar la plaza el señor conde de Santiago –como a quien tocaba por corregidor-; agobiando con su dispuesta gentileza la espalda a un bien formado bruto, con ferocidad hermoso y con reporte soberbio, excelencias que se las hacía parecer mayores la airosidad del impulso, la ocupación del dueño, que, procurando imitar su gravedad y denuedo, gallardeaba ufano una rica gualdrapa de negro terciopelo en cuyo campo se opuso para más gala lo blanco de unas randas o franjones de plata para que, resaltando con
73
Símbolo: la analogía o comparación: cualquiera cosa que por representación, figura o semejanza nos da a conocer o nos explica otra. 74 Fray Payo Enríquez de Ribera: fue arzobispo de la Nueva España de 1670 a 1681; y, al mismo tiempo, virrey de 1673 a 1681. 75 Pías: pía: el caballo u yegua cuya piel es manchada de varios colores. 76 Ataujías: adornos hechos de oro, plata u otros metales embutidos unos con otros con suma delicadeza y primor, y con esmaltes de varios colores.
la guarnición lo atezado, 77 luciera, a pesar del color de su ventura, lo oscuro. Equivocó sagazmente lo caballero con lo ministro con un vestido de negro terciopelo aprensado a labores, que animaba su neutral aire con la perfecta disposición de cuerpo y talle; sobresaliendo a la noche del vestido los argentados celajes de los cabos bordados de menuda plata, hilada de la prolijidad para desempeño del arte. Brillaba sobre la segunda noche del sombrero todo un firmamento de estrellas de toda magnitud en un cintillo de diamantes, que los prohijara envidioso el Ceilán, partos de sus serranías por el oriente y pureza de sus fondos como por lo precioso de sus quilates. Asistíale por delante copia de inferiores ministros de vara, respetados cocos de la plebe, a quienes seguía el número de veinte y cuatro lacayos, vestidos de bien costosas y sazonadas libreas,78 oculta casi la tela de un rico paño ala de mosca con lo recamado de la plata en randas escogidas para el intento por demás primor y aprecio. (Bandas de puntas de plata, cabos de lo mismo, que sobre anteado encendido se daba la mano uno y otro para mayor lucimiento; espadas al pavón argentadas). Sirviéndole de grave respecto dos pajes inmediatos al freno, vestidos garbosamente a la chamberga,79 que eran el blanco del buen gusto. Con esta gala y señorío paseó la plaza, a cuya respetuosa y agradable vista –sin necesidad del amago, a la dulce violencia de su aspecto, descombrado el circo- sobró el de su garbo para despejo. Apenas desocupó la plaza, encaminándose al tablado dispuesto para la nobilísima ciudad mexicana, cuando haciendo reseña los clarines para que se echase toro, Iam placidae dan signa tubae iam sortibus ardes. fumat Arena sacris. Diose al primer lunado bruto libertad limitada, y hallándose en la arena, que humeaba ardiente a las sacudidas de su formidable huella, empezaron los señuelos y silbos de los toreadores de a pie, que siempre son éstos el estreno de su furia burlada con la agilidad de hurtarles –al ejecutar la arremetida- el cuerpo; entreteniéndolos con la capa, intacta de las dos aguzadas puntas que esgrimen; librando su inmunidad en la ligereza de los movimientos; dando el golpe en vago, 80 de donde alientan más el coraje; doblando embestidas, que frustradas todas del sosiego con que los llaman y compases con que los huyen, se dan por vencidos de cansados sin necesidad de heridas que los desalienten. Siguiéronse a éstos los rejoneadores, hijos robustos de la selva, que ganaron en toda la lid generales aplausos de los cortesanos de buen gusto y de las algarazas 81 vulgares. Y principalmente las dos últimas tardes, que siendo los toros más cerriles, de mayor coraje, valentía y ligereza, dieron lugar a la destreza de los toreadores; de suerte que midiéndose el brío de éstos con la osadía de aquéllos, logrando el intento de que se viese hasta dónde rayaban sus primores, pasaron más allá de admirados porque saliendo un toro (cuyo feros orgullo pudo licionar82 de agilidad y violencia al más denodado parto de Jarama),83 al irritarle uno con el amago del rejón, sin respetar la punta ni recatear84 el choque, se le partió furioso redoblando rugosa la testa. Esperóle el rejoneador sosegado e intrépido, con que a un tiempo aplicándole éste la mojarra 85 en la nuca, y barbeando en la tierra precipitado el otro, se vio dos veces menguante su media luna, eclipsándole todo el viviente coraje. Quedó tendido por inmóvil el bruto y aclamado por indemne el vaquero; no siendo éste solo triunfo de su brazo, que al estímulo de la primera suerte saboreado, saliendo luego otro toro –
77
Atezado: lo que tiene color negro. Libreas: vestido uniforme. 79 A la chamberga: con casaca ancha cuya longitud pasaba de las rodillas. 80 En vago: en vano: sin el sujeto u objeto a que se dirige la acción, y así se dice golpe en vago. 81 Algarazas: alborozo. Algaraza: ruido de muchas voces juntas, pero festivo y alegre. 82 Licionar: aleccionar, enseñar. 83 Jarama: región de España famosa por la bravura de sus toros. 84 Recatear: evitar. 85 Mojarra: muharra: el hierro acerado que se pone en el extremo superior del asta de la bandera. 78
como a sustentar el duelo del compañero vencido-, halló en la primera testarada igual ruina, midiendo el suelo con la tosca pesadumbre y exhalando por la boca de la herida el aliento. Ardió más el deseo de la venganza con el irracional instinto en otros dos, no menos valientes, que sucesivamente desocuparon el coso como explorando en el circo [a] los agresores, y encontrándo[se] con otros igualmente animosos y expertos; hallaron súbitamente a dos certeros botes,86 castigado su encono y postrada su osadía, sirviendo tanto bruto despojo de común aclamación al juego. Admirado juzgó el concurso no haber más que hacer, así en la humana industria como en la natural fuerza, y a poco espacio se vio la admiración desengañada de otra mayor que ocasionó el expectáculo siguiente. Fulminóse a la horrible palestra un rayo en un bruto cenceño y vivo, disparando fuego de sus retorcidas fatales armas, a cuyo bramoso estruendo, opuesto un alanceador montaraz tan diestro como membrudo, a pie y empuñada una asta con las dos manos, cara a cara, le seseó con un silbo a cuyo atractivo87 se fue el animal con notable violencia; y el rústico –prendiéndole el lomo con osadía y destreza, firme roca en los pies, sin apelar a fuga o estratagema- se testereó con él, deteniéndole con el fresno88 por tres veces el movimiento, sin que el toro –más colérico cuanto más detenido- pudiese dar un paso adelante; tan sujeto que, agobiando 89 el cuerpo para desprenderse del hierro, se valió deste efugio para el escape, dejando al victorioso por más fuerte, que no contento aspiraba a más triunfo buscándole la cola para rendirlo, acompañado deotro, que con una capa –imperturbable- lo llamaba y ágil lo entretenía. Afijóse90 en su greñudo espacio, y dando a fuerza de brazos en el suelo con aquella ferocidad brumosa, se le trabaron ambos de las dos llaves; y concediéndole la ventaja de levantarse, le llevaron como domesticado de aquella racional coyunda a presentar a Su Excelencia, con tanto desenfado que –ocupado el uno en quitarse la melena de los ojos- lo llevó sujeto el otro sin haber menester al compañero por algún rato; siguiéndose a esto, que caballero el uno sobre el toro, sin más silla que el adusto lomo ni más freno que la enmarañada cerviz, rodeó mucha parte de la plaza, aplaudidos entrambos con víctores y premios; siendo éstos muy parecidos a los tesalos, que concurrían en el Circo Máximo, como cuenta Suetonio Praeterea Thesalos equites, qui feros tauros perspatia circi agunt, insiliuntque de fesos et ad terram cornibus detrabunt. Ni paró el festivo juego sólo en la orgullosa fiereza de los toros, valor y maestría de los rejonistas (que fueron premiados con los mismos despojos de su brazo), sino que sirvió también de admiración entretenida ver a uno déstos correr una tarde no menos regocijada que las demás en un ligero caballo hijo del viento; y en el mismo arrebatado curso, saltar de la silla al suelo y del suelo a la silla por varias veces, ya a la diestra, ya a la sinistra, sin que le estorbase la velocidad al bruto ni el jinete le impidiese la carrera; ante sí lo paró y sujetó cuando quiso. Este ejercicio de agilidad conseguían felizmente los romanos, licionados en unos ecúleos 91 de madera; haciendo a bajar y subir sin tardanza en las escaramuzas y tumultos de la guerra, como toca Virgilio. Corpora saltu subiiciunt in equos. Y especifica Vegecio92: Non tantum a tironibus, sed etiam a stipendios is militibus salitio equorum districte semper est, exacta. Quem usum usque ad hanc aetatem, licet iam cum dissimulatione, peruenisse manifestum est. Equi lignei hieme sub tecto, aestate ponebantur in campo super hos iuniores primo inermes, dum cosuetudine proficerent, demun armati cogebantur 86
Botes: golpes fuertes. Botes de lanza o pica: el golpe que se da o tira con la punta de alguna de estas armas. Atractivo: que lo llama. 88 Fresno: sinécdoque de lanza. 89 Agobiando: encorvando. Agobiar: inclinar o encorvar la parte superior del cuerpo hacia la tierra. 90 Afijóse: se plantó. 91 Ecúleo: artefacto que semeja a un caballo. 92 Vegecio: Flavio Vegecio Renato, escritor latino del siglo IV d.C. Autor de un Epitome rei militaris. 87
ascendere. Tantaque cura erat ut non solum a dextris, sed etiam a sinistris et insilire, et dsilire condiscerent, e vaginatos etiam gladios vel contos tenentes. Hoc eim assidua meditationes faciebant scilicet ut in tumultu proelii sine mora ascenderent, quitam studiose excercebantur in pace. No despreciando esta prenda la grandeza de Pompeyo ni la majestad del César. De grande gusto y entretenimiento fueron las cinco tardes que duraron estos juegos plebeyos, ejercitados a uso deste Nuevo Mundo; pero de mayor estimación y aprecio para los cortesanos políticos [fue] otra, de las más plausibles que puede ocupar sin ponderaciones la Fama y embarazar sus trompas, en que a uso de Madrid, mantuvieron solo dos caballeros airosos y diestros en el manejo de el rejón quebradizo y leyes precisas de la jineta93 en el caso: don Diego Madrazo, que pasó de la Corte a estos reinos en los preludios de su juventud, y don Francisco Goñi de Peralta, hijo deste mexicano país; dos personas tan llenas de prendas cuantas reconoce esta ciudad en las estimaciones que los mira. Y porque Polimnia significa la memoria de la Fama (según Diedma), cuidadosa de que las verdinegras ondas del Lete no escondieran en la profundidad del olvido los aseos robustos con que desempeñaron valientes la lid más trabada que las que admiró Italia (en sus espectáculos venatorios); pidiendo la venia al Délfico Padre, 94 pasó con invisible vuelo desde las amenas frescuras del Premeso hasta los sudores ardientes del circo cantando así: A continuación, vienen los versos completos de lo que, a juicio de Alfonso Méndez Plancarte es el Romance de los Rejoneadores, del propio Ramírez de Vargas.95 1677 Romance de los Rejoneadores Llegó el esperado día de aquel planeta ligero, que con la lira y las plumas azota y halaga el cierzo,96 Cuando (al despeñarse el Sol -faetón menos indiscreto, Eridano más glorioso-97 hacia el húmedo reïno) Salió (como siempre) el Conde, y con novedad, supuesto que salir como ninguno era lucir como él mesmo, en una viviente nube, que preñada de su aliento relámpagos fulminaba en pies, en menos y en cuello; 93
Jineta: cierto modo de andar a caballo recogidas las piernas en los estribos. Délfico Padre: Apolo. 95 Méndez Plancarte: Poetas novohispanos... (Segunda parte: 1621-1721), op. Cit., p. 102. “El juego de Toros... duró seis días”; y uno de ellos, “a uso de Madrid, mantuvieron solos dos Caballeros, airosos y diestros en el manejo del Rejón quebradizo y leyes precisas de la Jineta...: D. Diego Madrazo, que pasó de la Corte a estos Reinos, y D. Fco. Goñi de Peralta, hijo de este Mexicano país”... 96 Cierzo: viento del norte frío y seco. 97 Faetón: ...Eridano, hijo de Océano y Tetis e identificado con el río Po, recogió a Faetón –hijo de Apolo que condujo el carro del Sol- después de que Júpiter lo fulminara. 94
Obediente al grave impulso, templaba los ardimientos y en sus mismas inquietudes iba buscando el sosiego Con el natural instinto; sintiendo el garboso imperio, (aun bulliciosa) aprendía la gravedad de su dueño. La copia de los lacayos mendigo al número hicieron y a cuantas fecundas minas metales conciben tersos. Entró a despejar la plaza; pero fue un ocioso intento, pues cuanto iba despejando embarazaban sus siervos. Y llevándose de todos los ojos y los afectos en sus atenciones propias, quedaban con vista y ciegos. Salióse, quedando el circo tan regado y tan compuesto, que juró obediente el polvo, desde allí, de ser aseo. La Palestra quedó sola, donde entraron al momento dos Garzones tan bizarros en la gana y el denuedo, que los envidiara Jove para el dulce ministerio mejor que al arrebatado del Frigio monte soberbio. Por hacer su mesa noble escogió para copero.98 Gallardamente mandaban dos vitales Mongibelos99 que en mal mordidas espumas tascan100 nieve y viven fuego.
98
Al que arrebatado...: alusión a Ganimedes, joven que fue raptado en el monte Frigio por Júpiter y que en el Olimpo se desempeñaba como copero de los dioses. Los dos últimos versos de esta estrofa fueron suprimidos por Méndez Plancarte, quizás para formar dos cuartetas propias del romance. 99 Dos vitales Mongibelos o Etnas: los caballos fogosos. 100 Tascan: muerden. Tascar el freno: mordar los caballos o mover el bocado entre los dientes.
Ocho lacayos delante, costosos a todo resto en gala, les servían de admiración y respeto. Aire y experiencia unían, que caben a un mismo tiempo como en el arte lo airoso, en lo natural lo diestro.
La artesana mano interpreta la forma de ser del toreo encabezado por los estamentos en el inicio del siglo XVIII mexicano. Fuente: Archivo General de la Nación [A.G.N.] Ramo: Tierras, vol. 1783, exp. 1, f. 21v. Códice “Chapa de Mota”. Para contienda tan ardua dieron el primer paseo, asegurándose el triunfo a vista de tanto objeto. Sí, que bastaba el influjo dimanado del primero asumpto, pues si era Carlos todo había de ser trofeos. Diose la seña, y al punto el coso a la lid abierto; como quien en opresiones cólera estaba haciendo, ...Salió un feroz Bruto, josco101 dos veces, en ira y pelo, Josco: hosco: se aplica al color muy oscuro que se distingue poco del negro, pero también “llamamos toros hoscos los que tienen sobrecejos oscuros y amenazadores, que ponen miedo”. 101
el lomo encerado, y de Icaro102 el atrevimiento; La testa, tan retorcida en el greñudo embeleco, que de Cometa crinito juró amenazando el cerco; Sí, que en la frente erigía (mortal pronóstico siendo) de los dos lunados rayos el semicírculo negro; La cola, encima del anca, formaba desde su centro una víbora enroscada de más eficaz veneno. A suerte los Contenedores103 su valentía tuvieron, que alcanza mayor victoria donde obra más el esfuerzo, Y haciendo juguete airoso de su furia y de su ceño, con esperalle el cuidado le castigaba el desprecio, Hasta que precipitado, en ondas de sangre envuelto, deshecha la cera a rayos,104 llamáronle el Mar Bermejo. Con lo demás fue lo propio: domellados los descuellos, que sólo la audacia noble libró en el yerro el acierto. ...No tan rápido Jarama se precipita soberbio sobre el escollo más firme, sobre el roble más entero,
102
Garibay K.: Mitología griega..., op. cit., p. 144. Icaro, Icario: hijo de Dédalo. Cuando su padre fabricó una máquina para volar y evadir la prisión en que le había puesto Minos, le hizo sus alas de armazón de madera y cera. Y le recomendó que no volara tan alto que el sol le derritiera la cera y viniera abajo, ni tan bajo, que humedeciera el mar sus alas. No hizo caso el joven y se encumbró, con lo cual sus alas se deshicieron y cayó en el mar, llamado más tarde Icario por razón de su historia. 103 Contenedores: los rejoneadores. Contenedor: el opuesto o contrario en la pelea, lidia, disputa o contienda con otro. 104 Hasta que precipitado...: Ícaro: el que voló tan alto con las alas de cera, que el Sol se las derritió, precipitándolo al mar.
Y con undosos bramidos puebla el páramo de estruendo, esgrimiendo en los cristales sus dos retorcidos cuernos, Y hechos pedazos sus vidrios a heridas que le da el cerro, ligero pasa, y pretende sólo el escapar huyendo, Donde encontrando la grama parece que va paciendo su esmeralda, recelando los choques y los encuentros, A cuyo valiente impulso que allí le resiste opuesto, sangre cándida derrama por su enmarañado cuello: Como cada fiero Bruto que por lo bruto y lo fiero se arrojaba a sólo ser en tantas partes deshecho, Cuantos eran los rejones que fulminaban sangrientos Peralta, escollo en la silla, y Madrazo, bien puesto105 Roble, en cuya ardiente lucha coral la cerviz vertiendo, en Aquelóos106 undosos a los Brutos convirtieron... Nunca estuvieron gravados a la sujeción del duelo, que no padece fortuna el arte cuando es perfecto. Aras le erijan los que hicieron peligro el riesgo, que sólo pueden los dos hacer primor el empeño. Purpúreo lo publicaba el fresno herrado en fragmentos, que siendo la astilla azote, 105
Puesto: Méndez Plancarte enmienda opuesto, quizá para completar el octosílabo. Aquelóos: numen fluvial, padre de las sirenas, trocado de río en toro para luchar contra Hércules, quien le arrancó un cuerno, que fue el de la abundancia (Ovidio, Met. 9, 80-8) y aquí la opuesta metamorfosis: los toros, al desangrarse, tórnanse ríos. 106
era consistencia el yerro. ...Curioso lector, aquí con más atención te quiero: verás aquesta vez sola hacer gala lo sangriento. Salió el robador de Europa107 mentido en un tosco gesto, mostrando en valor y orgullo lo fulminante y lo excelso. Llamóle Madrazo, a cuyo impulso, el rejón deshecho, con quedar medio en la nuca, voló al aire el otro medio. Admiróse; mas Peralta, viendo embarazado el centro de la testa, en ambos lados le dejó otros dos suspensos, Tan igualmente quebrados, con tal fortaleza impresos, que un penacho de carmín todos los tres parecieron, Hasta que el Bruto, mirando era, más que adorno, juego, de plumaje tan pesado quiso desasirse presto, Y de la frente sañuda los dos troncos sacudiendo, despidió a encender los otros allá en la región del Fuego. Quebró veinte y seis rejones, y según iba, de fresnos dejara la selva libre, quedara el bosque desierto, y -a ser la piel de Cartago-108 en cada animal horrendo reino la hiciera de puntos con Repúblicas de abeto... No fueron menos los que 107
Robador de Europa: El mentido robador de Europa (Góng. Soled. I, 2), es Júpiter disfrazado de toro, y aquí dejando ver en él lo fulminante y lo excelso. 108 Piel de Cartago...: Dido, para fundar su Ciudad, compró el terrero que abarcara una piel de toro; mas no lo cubrió con ella, sino lo cercó con finísimas correas, logrando amplia extensión... (Eneida, I, 368).
logró en su valor don Diego, que el número es ceremonia si lo supone el aliento. No se le atrevieron todos, que al amago sólo atentos, recelando su rüina, hicieron sagrado el miedo; Viéndolo tan cortesano, hipócritamente huyendo, para obligarlo cobardes se valieron del respecto. La tarde, toda a porfía hábito el tesón hicieron, con tantos actos heroicos, que les hizo agravio el tiempo, Porque envidiosas las sombras tendieron su manto denso, pero no pudo la noche estorbar sus licimientos.109 Los hipérboles cesaron aquí, lugar no tuvieron; sirvan allá discurridos sólo al encarecimiento.110 Terminó las métricas graves cláusulas Polimnia encomendado a la inmortalidad el aplauso y obligando al tiempo a hacer una caución juratoria de que, a pesar del desmedido inconstante vuelo, grabaría, en las imperceptibles alas, la perpetuidad de sus nombres. De la Máscara grave, lucida sin imitación, costosa sin ejemplar, de la nobleza de México, 111 donde hubo durante las seis noches luminarias en medio de gran lucimiento, y demostraciones a caballo al grado de que: Su luz el Sol despeñó entre lóbregos desmayos, y como en el mar cayó, todo el oro de sus rayos sal y agua se volvió. La noche quiso oponer sus sombras al ardimiento, y por no poderlo ver 109
Licimientos: lucimientos. Rodríguez Hernández: Texto y fiesta en la..., op. cit., p. 218-222; Méndez Plancarte: Poetas..., (16211721) Parte segunda, op. Cit., p. 91-92. 111 Ibidem., p. 222. Miércoles 25, día de Santa Catalina, fue la máscara de los caballeros; salieron como doscientos cincuenta hombres; las libreas fueron tan buenas que no hay ejemplar desde que se descubrió México que se había mejorado; pasó por la calle de San Bernardo a las ocho de la noche y fue a la Inquisición a las Nueve.(Diario, 205). 110
a todo su lucimiento se lo quiso obscurecer. En fin, llegóse a apagar en el piélago, que inquiere ese ardiente luminar, que cada día se muere y vuelve a resucitar. Cuando en el parque se vio toda la caballería y de allí a plaza salió con tan grande bizarría, que igualada se excedió. De todos el gasto a posta competía en el empeño, y llegaron por la posta112 al puerto del desempeño andando de costa en costa. Tan bien puestos y ajustados de la jineta a los modos salieron con desenfados, que con ser tan vivos todos me parecieron pintados. Bien a muchos esta vez la brida les ajustaba, y con igual interés cada cual se acompañaba con otro de su jaez. Repartióse singular un iris de mil primores porque pudiesen campar, que no es siempre avergonzar esto de salir de colores.113 Cuatro les dio la fortuna y el gusto sin elegirlas, y con no escusar ninguna al llegar a repartirlas todos se hicieron a una. Mas porque todos estéis, oh, lectores importunos, en el caso y lo admiréis, fue la color de unos blanca, como ya sabéis. 112 113
Por la posta: la prisa, la presteza y la velocidad en que se ejecuta alguna cosa. Salir colores: salir los colores al rostro: por empacho, vergüenza o corrimiento.
A otros cupo la encarnada, y juraré por mi vida que viéndolos a la entrada con ser gente tan lucida, fue aquésta la más gradada. Mas si el purpúreo clavel con artificio lucido de aquéste forma un vergel, ambar espira vestido del blanco jasmín aquél. Color muerto no lo ha habido ni apagado en el decoro de ejército tan lucido, porque iba en ascuas de oro el anteado114 encendido. Lo cerúleo es bien se apreste, pues lugar al gasto dio, y sacando ufanos éste, en el azul se cumplió lo de cueste lo que cueste. El matiz estuvo raro en su consono115 esplendor; mas si en mi elección reparo, el azul fue lo mejor, y lo digo por lo claro. Escogidos con desvelos fueron para la ocasión todos cuatro sin recelos, pero el azul sin ficción me pareció de los cielos. De dos en dos sin rumor, compañeros en la gala, salieron, y en el primor, porque cada uno se iguala con otro de su color. Los lacayos de mil modos vestidos iban galanes, en diversos trajes todos: esguízaros116 y alemanes, cimbrios, lombardos y godos.
114
Anteado: especie de color dorado bajo. Consono: en consonancia: conveniente, correspondiente, concordante y conforme con otra cosa. 116 Esquízaros: suizos. 115
Otros ricamente ufanos con aplaudidos decoros por de-sastres inhumanos, siendo unos buenos cristianos, iban vestidos de moros. Con estudios placenteros, cada lacayo se ensaya en los trajes noveleros117 de los reinos estranjeros, que el festín pasó de raya. Otros vistieron después la francesa con desgarro, mas según el humor es, porque un español bizarro parecía mal francés. De naciones esquisitas ibas otros (embrazado el arco, doy las escritas aquí, que siempre he escusado el poner al margen citas). Vestidos de cortesanos unos negros se veían con crédito y altiveces negros tan negros, que hacer podían tórrida la Noruega con sus teces, y blanca la Etiopia con sus manos. Solo el traje del indio sobre que ninguno lo ha vestido, mas como vive entre el robre,118 lo dejó por escondido o lo perdonó por pobre. Dando a los ojos delicia, cada librea acabada salir pudo sin malicia con el pleito de pasa puesta en tela de justicia. Fueron leales ambiciones el sacar diversos trajes de que sigan sus pendones, rindiéndole vasallajes al Rey todas las naciones. Llegó lo rico y galante 117 118
Novelero: amigo de las novedades, ficciones y cuentos. Robre: roble.
a lo imposible –confieso-, pues diciendo allí delante: ¿hay exceso semejante? hubo semejante exceso. Los brutos que a mi sentir llegaron a gobernar, con ellos no hay competir, que frío se ha de quedar el señor Guadalquivir; Pues si dicen que a engendrallos va allí el Böreas119 sin sosiego y nacen para admirallos el regañón120 y el gallego121 en figuras de caballos, Acá, lozanos y prestos, del fuego y aire que cruza son partos graves, dispuestos, aunque no tengan aquéstos aquella estrella andaluza. Que con una hacha saliera el uno y otro a ordenalles se vino, porque se viera; y lucieron en las calles por una y por otra cera.122 Con esta gala y decencia para salir no se atrasa de alguno la diligencia, y yendo allá su Excelencia, decían todos plaza, plaza. Descrebilla será error, aunque el precepto me incita, porque fue de tal primor su adorno, que necesita de más ardiente orador. Mas si al superior amago un súbdito no sosiega -aunque no veo lo que hago-, parece que satisfago con una obediencia ciega.
119
A engendrallos / va allí el Bóreas: Boreas, hijo de Astreo y de Eos, es dios del viento del norte. Engendró con Harpía velocísimos caballos. 120 Regañón: el viento septentrional [norte] por lo molesto y desabrido que es. 121 Gallego: el viento cauro [noroeste] porque viene de la parte de Galicia. 122 Cera: acera.
El palenque claro está que bien enramado fue, pues dirigido hacia allá florecía a vista de la Ribera de Alcalá.123 Dicha de nuestro horizonte que en verdes floridas señas, aunque lloren en el monte, sólo allí estaban risueñas las hermanas de Faetone.124 Veinte columnas no escasa luz brillaban oportunas, con quien la del Sol se atrasa; sí, que tenía cada una bien asentada su basa; Pues donde llegó a rayar125 no hay ejemplar en ningunas, muy bien se pueden llevar el Non plus estas columnas, que hasta allí pudo llegar. Tanta luz, tanto farol al circo se entró de tajo, que en obsequioso arrebol sin bastarías del Sol el cielo se vino abajo. Aun lo insensible de veras gustos rebosó logrados con sus luces placenteras, que votivos los tablados todos se hicieron lumbreras. Y en el aplauso fiel de asumpto tanto (que eternas edades ciña el laurel) innumerables linternas hicieron mucho papel. No admiró en su antigüedad Roma tanta llama fina, bien que sin voracidad, que lo que allá fue rüina, acá fue celebridad.
123
Ribera de Alcalá: fray Payo fue catedrático de teología en Alcalá. Las hermanas de Faetone: las Helíades, quienes lloraron amargamente por la muerte de Faetón, y fueron transformadas en álamos. 125 Rayar: sobresalir y distinguirse entre otros. 124
Y como se había bajado a la plaza el firmamento -de lucero amontonado tanta copia-, a lo que siento, era del cielo un traslado. Sitio bastó a sus centellas con tener más resplandores, vanidad haciendo dellas, porque bajar las estrellas antes fue alzarse a mayores. Trocóse el curso sucinto del Sol al festivo amago, y en tan raro labirinto, siendo de santo distinto, fue este día de Santiago. Aquel airoso traslado de su padre en lo lucido, de sí mismo en lo ajustado, el que es en todo medido siendo tan Adelantado. El que por luz superior está al desengaño asido, el que anda con fino ardor de sí propio corregido para ser Corregidor. Pintarle no he de escusallo, antes el deseo crece, sólo podré dibujallo cuando pintado aparece el Conde sobre un caballo. Aunque el afecto a mi ver me lleva, corto he de andar porque esto que llego a hacer no es pintar como querer,126 sí, querer como pintar. Atiende al pincel más rudo en tan altas perfecciones, oh lector, yo no lo dudo, que sólo el objeto mudo está llamando atenciones. Garboso el talle, el brazo descuidado, suelto a el aire, que el mesmo se hacía, pues si diestro dos veces lo ejercía, 126
Pintar como querer: de los que a su modo fingen y cuentan las cosas como quieren.
iba en ocios galantes ocupado. Nunca siniestro el otro era entregado al gobierno de un céfiro que ardía: un tordillo galán, a quien había uno y otro elemento organizado. El rostro grave bien que descubría visos lo afable con lo serio unido, haciendo opuestos consona armonía. En todo tan discreto y tan lucido, que de su imperio, gala y bizarría hasta el bruto se dio por entendido. En tan cándidos empleos de los colores que dio para sí, por más trofeos la divisa que eligió fue el blanco de sus deseos. Y porque fuera perfecto a la majestad que exhala el fausto (que bien electo), fueron los cabos de gala y el vestido de respeto. Pero a decir me acomodo que uno solo lo igualaba en la grandeza, en el modo, en las libreas, que en todo vivero127 le acompañaba. Y porque fuera imperfecto este borrón material, sólo bosquejarlo aceto,128 que quedara desigual a no hacerle este soneto.129 Iba de el Valle el Conde esclarecido, honor de los Viveros generoso, en un bridón, aborto130 prodigioso, de su misma violencia detenido. Por boca y narices, encendido, desahogar quisiera lo fogoso, y hace –al tascar el freno imperïosoVivero: el conde del Valle de Orizaba, “el principesco señor de la casa de los Azulejos”. Aceto: acepto. 129 Este soneto: lo reprodujo Méndez Plancarte con el título de “El Caballo del Conde del Valle de Orizaba” Méndez Plancarte: Poetas..., (1621-1721) Parte primera, op. Cit., p. 92. 130 Aborto: se toma frecuentemente por cosa prodigiosa, suceso extraordinario y portento raro. 127 128
copos de espuma el alacrán 131 mordido. Por la falta de el anca y por la cumbre del bien crinado cuello, demostraba nieve en sudor de su ardiente pesadumbre. El fuego en sus quietudes ocultaba; y viendo nieve expuesta, oculta lumbre, era el volcán, sin duda, de Orizaba. Cada lacayo, un brinquiño,132 parecía sayagués,133 vistiendo -¡qué lindo aliño!-, la pureza del armiño que tan celebrada es. Con aquesta majestad fueron capitaneando la nobleza y la lealtad, y hasta la brutalidad134 iba de gusto danzando. Los clarineros sin tretas por delante engalanados, vistiendo galas tan netas, iban todos muy hinchados, siendo unos pobres trompetas.135 Entraron con gran placer en la plaza, y no cabía, del concurso, a mí entender, un alguacil, que no había donde echar un alfiler.136 Nuestro Visorrey, que espera tanta pompa, alborozado celebra al Rey, que en su esfera es de un Príncipe el cuidado y es el afán de Ribera; Él, que por alta moción, del redil con la influencia, del gobierno con la unión, es dos por jurisdicción y único por Excelencia. 131
Alacrán: pieza del freno de los caballos, a manera de gancho retorcido. Brinquiño: estar hecho un brinquiño: frase que se aplica y dice del que es muy prolijo o aseado en su modo de andar y vestir y que se precia de galán y compuesto. 133 Sayagués: apodo de grosero y tosco, porque los de Sayago lo son mucho. 134 Brutalidad: los caballos. 135 Pobres trompetas: expresión con que se desprecia a alguno y se le nota de hombre bajo y de poca utilidad. 136 Alfiler: en germanía, policía. 132
Cada Licurgo137 ajustado no tenía más negocio que el objeto celebrado, pues, sirviendo en el cuidado, le festejan en el ocio. Asistían sus anhelos con los demás Tribunales, viendo en sus leales celos de Ministros los desvelos vueltos en fiestas reales. De matronas se seguía un oriente en un tablado donde el Sol amanecía, y a excesos multiplicado hicieron la noche día. A tanta vista, a atención tanta, la Real presencia viendo en representación, se iban acercando con muchísima reverencia; Tanta que, sin ser desaire, las hachas con que lucían en tan garboso donaire, viendo con el que la hacían, se las apagaba el aire; Mas fueron sostituidas de joyas en cada broche, y en todas tan excedidas, que nunca se vio la noche con tinieblas más lucidas. Prosiguieron el paseo con tal serie y prevención, que en el discreto rodeo no vio el militar empleo tan bien dispuesto escuadrón. Esta pompa repitieron otro día138 cuando el coche del Sol139 más templado vieron, que tanto asumpto quisieron celebrar de día y de noche. 137
Licurgo: famoso legislador de Esparta. Jueves 26, volvió a salir la máscara por la tarde, y entró en la Plaza, y corrieron los caballeros delante del señor virrey y audiencia (Diario, 205). 139 Coche del Sol: alusión al carro del Sol, que conducía Apolo. 138
Esta tarde hizo alarde del gusto la bizarría; mas quisiera no cobarde que así fuese cada día, pero no de tarde en tarde. Hasta las nubes por ver tanta fiesta –alborotadas del susto, aunque de placer como estaban tan preñadasse les antojó llover. Cuyos húmedos efectos gustaron, que así lo fragua lo franco; y en los sujetos, calabobos140 no era el agua, antes fue cala discretos; Que intentaron destruir las libreas brilladoras y cuanto vino a lucir, porque galas tan señoras no volvieran a servir. Ningunos141 se detuvieron ni llegaron a encubrir, pues tan nobles anduvieron que sin reboso142 lucir y sin máscara pudieron.143 Esto es parte de una gran pieza poética que, en muchas ocasiones de fiesta quedó como testimonio de importantes conmemoraciones, conservada en la memoria del siglo XVII, mismo que comienza a mostrar pequeñas pero definitivas modificaciones en el curso de un espectáculo que durante el siglo que nos congrega, vivirá cambios telúricos definitivos. Finalmente, debo apuntar el hecho de que el muestrario en términos poéticos es abundante. Pero si lo es en ese sentido, mayor es aquel que reúne la importante cantidad de relaciones y descripciones de fiestas, que, para el cometido de un trabajo como este, me parece más oportuno dejarlo para otra ocasión. No me queda sino mencionar el hecho de que durante el virreinato, fueron muchas las evidencias que ahora nos dan un panorama mejor sobre el papel que jugaron los nobles, pero también los criollos, y los plebeyos, al margen de ciertas medidas restrictivas, así como por el hecho de no pertenecer a una elite específica, se anteponía una limitación, que solo fue notoria en el ámbito urbano. En aquel otro espacio, el rural, las cosas fueron diferentes y allí pudo ser posible la construcción de otro fuerte sustento cuyo discurso luego se pudo conocer en las grandes ciudades, por vía de una silenciosa comunicación que devino riqueza ornamental, bastedad arquitectónica; elementos ambos que dieron la más importante de las expresiones caballeresco-taurinas en aquel período histórico, lleno, como se ve, de abundantes noticias. Por hoy, sólo han quedado integradas 140
Calabobos: lluvia menuda. Ningunos: adj. indefinido que antiguamente solía usarse en plural. 142 Rebozo: embozo. 143 Rodríguez Hernández: Texto y fiesta en la..., op. cit., p. 222-230. 141
las que me permiten un primer alcance, que no será, ni el primero ni tampoco el último. Volviendo a José María de Cossío, este apunta que la lanzada parece la más vieja suerte caballeresca practicada con los toros, y puede corresponder a la tradición de la monta a la brida. Para el rejoneo es indispensable la monta a la jineta.144 Es importante precisar que ya, entre los primeros tratados que se ocuparon de dichos ejercicios ecuestres, es, el de Gonzalo Argote de Molina “Libro de la Montería”, publicado en Sevilla en 1582 a encargo de Alfonso XI, que en su capítulo XXXIX cite que la lanzada a los toros también “se hace con toros cimarrones en las Indias occidentales, o con bisontes y uros en Polonia…”, lo que indica lo abonado que encontraba dicha práctica no solo en España. También es en otros sitios de suyo distantes, aunque no tanto si para ello tuviese como informante directo al propio Juan Suárez de Peralta que dos años antes publica su Tratado de la jineta y la brida…, cuyo basamento es la experiencia que, como criollo novohispano tiene, entre por lo menos los años de 1560 a 1575. José Álvarez del Villar dice que, como tratado de equitación, nos revela los métodos y procedimientos que usaron los jinetes mexicanos (en por lo menos el último tercio del siglo XVI. N. del A.), cuando aquellos hombres a caballo alcanzaron fama de ser los mejores del mundo (según lo afirmaba el propio Suárez de Peralta), y si las técnicas han de justificar por sus resultados, ningún elogio mejor puédese hacer de ellas.145 Lo interesante, hasta aquí, es que un personaje de la talla de Gonzalo Argote de Molina se haya ocupado de circunstancias que en aquel momento dimensionaban las capacidades no solo del imperio. También de sus hombres. Sin embargo, lo que se hace con toros cimarrones en las Indias occidentales, es fruto y obra de novohispanos que, como Suárez de Peralta y muchos otros están desarrollando en un espacio y un ambiente en el que surte efecto un anhelo de emancipación. De ahí que la labor de esos mismos caballeros americanos se vea reflejada en el siguiente pasaje. MOCTEZUMA Y ATAHUALPA EN LA CORTE DE LAS ESPAÑAS. 146 El sucedido que viene a continuación es, a mi parecer, una auténtica joya. Y lo sustento luego de haber revisado diversas fuentes, sin encontrar siquiera alguna insinuación, por sesgada que esta fuera de un acontecimiento que se relaciona con la visita de importantes personajes americanos a la corte de Felipe II en 1572. Revisadas las obras de Nicolás Rangel, José de Jesús Núñez y Domínguez, José Álvarez del Villar, Heriberto Lanfranchi, Benjamín Flores Hernández, Ángel López Cantos, e incluso la del propio José María de Cossío entre otras más, 147 ninguna menciona lo que a continuación podrán leer. Gran alfombra, de Bujara o de Flandes, cubre toda la anchurosa estancia. Entre los bufetillos, los contadores, los sillones, las silletas de caderas, hay mullidos almadraques de seda en los que se sientan las damas. Sus basquiñas y sus justillos, rojos, azules, amarillos, violetas, verdes, tienen un grato resalte en la penumbra, brillan sus guarniciones de oro, albean sus encajes. Los caballeros van y vienen por la estancia; están de pie ante las damas, sonríen y dicen cosas agradables. La conversación tiene un rumor cálido. La tarde unta sus tenues luces en los cristales de los balcones, y a través de ellos deja ver sus celajes, de un femenino tornasol de rosa. Entran en la cuerda doncellas y pajes; presentan ante las damas y los señores, poniendo la rodilla en tierra, anchas bandejas de plata cincelada, en las que hay frágil repostería conventual, confituras gloriosas o finas copas, en las que muestran sus colores la aloja, el rosoli y la clarea. Se ven las manos blancas y delicadas que, con leve ademán, alzan los sutiles cristales, en los que se posan Cossío: Los toros. Tratado técnico… op. Cit., V. 2, p. 4. Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida: en el qual se contiene muchos primores, así en las señales de los cavallos, como en las condiciones: colores y talles: y como se ha de hazer un hombre de á caballo (...) En Sevilla, año de 1580. México, La Afición, 1950. 149 p. Ils., p. 5. 146 Artemio de Valle-Arizpe: Libro de estampas. México, Editorial Patria, S.A., 1959. 231 p. (Tradiciones, leyendas y sucedidos del México Virreinal, XIII)., p. 45-51. 147 Véase bibliografía. 144 145
con delicia las bocas, o levantan los quebradizos hojaldes, los encanelados, gaznates y los canutillos de suplicaciones con que se entretiene el refresco. Después de hablar de unos brocados, de unos tabíes, de unas capicholas, de unos jametes y de unos terciopelos de tres altos, que le llegaron en el último galeón al mercader Lesama, se pondera mucho el sermón que Fray Alonso de Alcalá oró en San Francisco, con gran despejo y elegancia, y se dice luego de una monja iluminada y extática, que cuando está en oración dizque se eleva ocho palmos sobre el suelo. Después pasa gentilmente la plática a comentar la lucida fiesta, en que los principales señores de la ciudad hicieron escaramuzas, jugaron alcancías, pandorgas y estafermos, arrojaron bohordos y corrieron la sortija en la Plaza Mayor, rigiendo sus corceles con gran destreza y donaire. Ya que viene la conversación a este punto, dice el fastuoso minero don Gil Dorantes de Almanza, he de leeros en esta tarde la carta que me ha mandado desde Madrid mi primo el conde. Con esta carta yo me he puesto vano al saber lo bien que lo han hecho mis paisanos en la Corte de las Españas. Aquí está la carta. Después de la cruz y del cordial tratamiento que me da mi primo el conde, me dice que recibió el chocolate que le envié para los padres jerónimos, y que él se dejó, claro, unos olorosos tablillones; que su hija, doña Sol, ha entrado monja en las Descalzas Reales; y que con el padre jesuita Pedro Sánchez, que manda a estas Indias a fundar colegios el padre Francisco de Borja, que en el siglo se llamó el marqués de Bombay, que con ese padre me remite una arqueta con reliquias y un libro famoso que anda allá de mano en mano, y que se rotula Vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, y a seguida me dice que en Madrid no se habla de otra cosa sino de lo muy jinetes que son los de México, con motivo de la brillante fiesta con que obsequiaron al rey nuestro señor don Felipe II el día de su santo, el 23 de enero de este año de gracia de 1572, varios caballeros mexicanos y peruanos, que se encuentran en la Corte148 negociando varios asuntos, y que allí todo el mundo se hace lenguas ponderando su agilidad y maestría, porque son los de esta tierra los mejores hombres de a caballo que han visto. Oigan lo que a ese respecto dice la carta que me ha mandado mi primo el conde: “La plaza que está delante de Palacio se atajó con tablados, señalados a los Consejos y a los grandes y otras personas, dejando un gran cuadro para la fiesta, muy bien aderezado el suelo y tenía dos puertas, la una junto a San Gil y la otra arrimada al muro fronterizo de las caballerizas, y toda la gente, procuró ir muy temprano, porque se creía que había de haber gran apretura, por tenerse concedido gran opinión de que había de ser muy buena fiesta. “Sus Majestades el rey y la reina, nuestro señores, se pusieron en la reja grande que está sobre la segunda puerta de Palacio, donde estuvieron la serenísima princesa de Portugal y los príncipes de Bohemia y las damas en sus lugares, y todo lo demás de Palacio y de la plaza lleno de gente esperando los jugadores, los cuales, casi a las cuatro de la tarde, llegaron con gran música de trompetas y atabales y menestrales, y vinieron hechos dos alas, cada una de veinte caballeros y cada ala dividida en cuatro cuadrillas. Entraron todos con sus lanzas y adargas. Los de la una ala eran veinte caballeros de la Nueva España, y los de la otra eran veinte caballeros del Perú. “Los del Perú venían vestidos a modo de indios de cierta provincia que hay en aquel reino, con camisetas de terciopelo amarillo y mantas de raso amarillo con ciertas bordaduras muy anchas de plata, que casi tomaban todos los campos, y en las cabezas los tocados que suelen traer aquellos indios, que son como albaneses, de terciopelo negro, y una media luna y una saeta de chapería de plata muy grandes, sobre los capeletes y muchas plumas en ellos. Delante de los pechos traían una plancha de plata bruñida y en los brazos brazaletes de la misma plata, y sus máscaras, hechas al natural, como de indios, con sus perlas o piedras en las barbas y gregüescos de terciopelo amarillo y borceguíes colorados con lazos grandes, todos de una misma hechura. “Los de Nueva España también venían vestidos al modo de aquella provincia, con camisetas de raso encarnado y mantas de terciopelo verde aforrado en raso blanco. Las camisetas venían 148
Conviene apuntar que en 1561, Felipe II trasladó la Corte de la imperial Toledo a Madrid.
guarnecidas con ciertos bastones y follajes romanos, hechos de chapería de plata, con sus largos de la mesma chapería, que los tomaban todos. Las mantas también estaban guarnecidas con otra chapería de plata, que tomaban desde los codos hasta los hombros, donde se ponían muy grandes plumajes y lo mesmo en las cabezas. Traían todos caballeras de una mesma manera y máscaras con sus esmeraldas en las barbas, y gregüescos de terciopelo verde y los borceguíes como los del otro puesto.
“Ninguno de todos cuarenta obo que no llevase cuatro o cinco caballos, con muy buenos jaeces, y los más comprados de nuevo para la fiesta. En medio destas dos alas de los cuarenta caballeros venían unas andas, en que se traían dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú. Traían las andas ciertos indios y alrededor dellas venían ciento y veinte indios a pie, la mitad vestidos al modo de México, con flechas y saetas en las manos y la otra mitad del Perú, con sus máscaras y plumas, tan al natural los unos y los otros, que quien conoce los que allá viven afirmara ser estos dellos. Todos venían gritando como suelen hacer los indios en sus regocijos. “Con esta orden parecieron estos dos reyes ante Su Majestad; diciéndose que habían sabido el próspero nacimiento del príncipe don Fernando, nuestro señor, y que venían de sus tierras con aquellos sus vasallos a regocijar tan buena nueva. Su Majestad los mandó subir a un tablado que estaba hecho para aquel efecto, donde estuvieron con sus sombras de plumaje y sus mascadores grandes, en la forma que solían andar los que representaban, y habiéndolos puesto en su tablado, los cuarenta caballeros, habiendo hecho su acatamiento, se volvieron a salir por la mesma puerta de hacia San Gil, por donde habían entrado. “Fuéronse los cuarenta caballeros por detrás de los tablados hasta la otra parte que esta junto al muro frontero de las caballerizas, y de allí, con toda su música delante, hicieron su entrada de juego de cañas, tan concertadamente y tan como hombres de a caballo, que pocas se han visto en este reino más dignas de ser vistas, porque todos los caballos que llevaban eran escogidos y ellos muy usados en aquel ejercicio. “Después corrieron de dos en dos por toda la plaza, hasta que se les cansaron los caballos y se tornaron a salir por la mesma puerta y tomaron otros, y con sus adargas y varas tornaron a entrar, también corriendo, hasta que vinieron a quedar en los puestos donde habían de jugar. “Comenzaron, desde luego, el juego, el cual duró tres cuartos de hora, con grandísimo concierto y orden, porque los cinco que salían cada vez no volvían a donde salieron, sino al lugar más bajo en aquella hilera, y en partiendo ellos se llegaban otros cinco a ocupar aquel puesto de donde habían de partir, y los contrarios nunca partían de su puesto hasta que los que venían habían desembarazado y tenían vueltos los rostros de los caballos para retirarse, y desta manera nunca obo desconcierto, ni caballos rezagados, y fue mucho no haber algún caballo desbocado que no parase hasta meterse por el puesto contrario, y aunque traían determinación y alientos para jugar una hora entera, como lo suelen hacer en las Indias, pareciéndole a Su Majestad que
los caballeros andaban muy cansados, mandó que los menestrales los despartiesen, y ansí se salieron todos en buen orden, sin turbar los puestos, ni aun sin dejar los compañeros, y tomando otros caballos frescos, con sus lanzas y adargas, volvieron a entrar al galope por la puerta y comenzaron entre sí una escaramuza cuan bien ordenada se puede imaginar y tan semejante a la verdadera, que no faltaba sino alancearse. En la cual se mostraron todos hombres muy diestros a caballo, porque, con andar tan mezclados que apenas se conocían, en un punto se tornaban a dividir los puestos, saliendo unos de otros como si nunca se obieran juntado, y desta manera duró buen rato la escaramuza, que a todos pareció cosa muy nueva y muy señalada. “Sintiendo ya cansados los caballos, se volvieron a salir de la plaza, y tomando otros con varas en las manos, tornaron a entrar en ella y corrieron muchas carreras de dos en dos y de cinco en cinco, y después de veinte en veinte, lo cual duró hasta que les faltó la luz y entonces volvieron a tomar a sus reyes como los habían traído y haciendo acatamiento a Sus Majestades, se salieron de la plaza, y tomando hachas encendidas anduvieron de la mesma manera por las calles de Madrid, con gran regocijo y contento de los que no habían visto la fiesta. “A su Majestad don Felipe II le pareció tan bien la fiesta, que les envió agradecer cuán bien lo habían hecho y la obligación que se quedaba de hacelles por ello merced; y en un billete que sobre ello escribió al presidente del Consejo de Indias, decía tres veces que la fiesta había sido muy buena, y es cosa bien de considerar que de solos los negociantes de aquellas provincias que aquí se hallaron, se haya podido ordenar una tan lucida y señalada fiesta, que no hay quien haya visto en Castilla otra más concertada: que cuanto a la riqueza bien se entenderá que tal fue pues se cree que les ha costado más de diez mil ducados”. Aquí da fin a la carta de mi primo el conde, con la data de 12 de febrero de 1572. ¿No es esto para alegrarse y para que esté complacido nuestro orgullo? Sabemos bien que todo lo que se diga de nuestros paisanos en lo tocante a vaquear y al manejo del caballo, ninguna hipérbole es encomio, ninguna exageración arrojo. Así es que a mí no me extraña que hayan tenido tantos panegiristas como lenguas hay en la Corte. Damas y caballeros van a decir ya con alborozo, comentando esa carta vivaz y colorida, encarecidos loores de los caballeros mexicanos que llevaron su destreza hípica y el esplendor de su lujo a la villa de Madrid; damas y caballeros van a decir esas cosas y otras más, cuando un criado, alzando la gran cortina de la puerta, anuncia solemne: ¿El señor inquisidor mayor! Lo cual abrió un vasto y anhelante silencio en la tertulia. La presente tradición, leyenda y sucedido del México Virreinal, posee una serie de matices, entre los que llaman la atención varios aspectos, a saber: 1.-¿Quiénes eran los dichos “caballeros mexicanos y peruanos”, y que asuntos los llevaron a la Corte en una ocasión tan especial y que coincide al celebrarse el día de su santo del monarca? 2.-Es curioso el hecho de que, justo en aquel año se expidió una real cédula, determinando la agrupación de los caballeros en cofradía,149 bajo la advocación de algún santo, para celebrar justas, torneos y otros ejercicios militares, siendo los caballeros de dicha localidad los primeros que, en junta de 3 de agosto de 1573 acordaron la creación de la maestranza rondeña. ¿Tales señores convinieron o participaron en dicha creación, con el nombre de Cofradía del Espíritu Santo? 3.-¿Se trata de alguna posición específica de aquellos 40 caballeros para confirmarle al monarca su lealtad, pero también su desacuerdo en cuanto a no intervenir ni aceptar levantamientos como los ocurridos con los hermanos Ávila y Martín Cortés en 1566 o el muy desagradable de Lope de Aguirre, luego de sus iniciales declaraciones de rebeldía y/o de independencia, hecho ocurrido en los
149
Benjamín Flores Hernández: La Real Maestranza de Caballería de México: una institución frustrada. Universidad Autónoma de Aguascalientes / Departamento de Historia. XI Reunión de Historiadores Mexicanos, Estadounidenses y Canadienses. Mesa 2. Instituciones educativas y culturales. 2.5 Educación y cultura, siglos XVIII y XIX (no. 55). Monterrey, N. L., 3 de octubre de 2003. 13 p., p. 8. Véase ANEXOS.
momentos de realizarse la búsqueda y conquista de el Dorado, que fue provincia y jurisdicción de la audiencia de Santo Domingo en 1542? 4.-¿Cómo se explica que esa presencia se justificara trayendo dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú? 5.-¿Cómo entender esta fastuosa puesta en escena, donde además de los cuarenta nobles o miembros de la elite aquí citados, se sumaron al festejo otros 120 indios, lo que implica, en términos teatrales, una compañía de gran calado? 6.-No perdamos de vista que justo, en aquel año, arribó a la Nueva España la orden de los jesuitas. 7.-Algo que no puede escapar a todas estas observaciones, es el hecho de que para fecha tan temprana, esos caballeros deben haber tenido algún conocimiento de los primeros tratados de caballería, libros de ejercicios de la jineta, advertencias o preceptos para el uso del rejón, la lanza y la espada, entre otros. Esto nos permite suponer que conocieran la literatura que sobre los “libros de caballería” y todo su sentido de épica, misma que circulaba en diversas ediciones y que los estimulaba a seguir diversos modelos, como se estilaba en aquel siglo XVI. 8.-Y lo que puede ser el planteamiento más importante: este grupo compacto hace un viaje a España ocho años antes de la publicación del ya conocido Tratado de la Caballería, jineta y la brida... de Juan Suárez de Peralta,150 personaje que habiendo vivido largo tiempo en Nueva España, aparece en la península en 1580 con su obra bajo el brazo, como compendio de sus experiencias acumuladas en este lado del mar. Es decir, tanto los nobles novohispanos como los del virreinato del Perú, ya cuentan con una sólida experiencia en el dominio del caballo y las dos sillas: jineta y brida, que ponen en práctica nada menos que frente al monarca en turno. De lo anterior puede deducirse que los americanos, al margen de conocer o no las reglas o tratados de caballería, demostraron sus capacidades como fruto de la acumulación de experiencias por estas tierras. Por una parte, Miguel Luque Talaván,151 en “La nobleza indiana de origen prehispánico” plantea la condición establecida a partir del linaje procedente de dos culturas indígenas, de las que derivaron ramas de poder como el establecido por Moctezuma y Atahualpa. Por otro, encuentro en una obra de Juan de Torres los siguientes versos: Juego de Cañas nocturno en Madrid en 1572 Llegada que fue la noche ante el palacio venían numerosos caballeros con libreas y divisas y alumbre de muchas hachas lanzas rompen y corrían y después de haberlas roto juegan a las alcancías. Domingo treinta del mes grandes torneos se hacían y luego justa real en las cuales mantenían don Rodrigo de Mendoza caballero de valía, también don Diego de Acuña que en la cámara servían a su Real Majestad,
Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida… op. Cit. Miguel Luque Talaván: Análisis histórico-jurídico de la nobleza indiana de origen prehispánico. Véase ANEXOS. 150 151
los cuales muy bien lo hacían.152 Los dos hombres muy ricamente vestidos, a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de México y Nueva España, y Atahualpa, rey del Perú, ¿no serán acaso, tanto Rodrigo de Mendoza como Diego de Acuña? Tómese en cuenta que el dicho Juego de Cañas ocurrió en otra fecha, pero sí en el mismo año, lo que indica la enorme posibilidad de que tal contingente de personajes referidos en este pasaje pudiesen haber protagonizado este otro festejo. Poco, muy poco se ha encontrado al respecto, que no sean insinuaciones sobre aquella extraña pero colectiva presencia de personajes perfectamente ubicados en un rango social preeminente de uno y otro virreinato. Los intensos movimientos con trasfondo político derivaban en circunstancias tan específicas como la reseñada aquí por Artemio de Valle-Arizpe, por lo que, no es muy clara la fuente de donde toma estos datos y más aún, el motivo que orilló a los cuarenta personajes que, en acción conjunta se presentaron ante el monarca no sólo para realizar las muy armónicas escaramuzas. Sino para enterarnos a qué fueron en momento tan particular a Madrid, y realizar gestiones, además de “escaramuzas” muy en el estilo de lo que establecían los “Tratados de Caballería”, como el del Capitán Pedro de Aguilar que, casualmente circulaba ya en ese 1572, impreso salido de la casa de Hernando Díaz.153 Formuladas en principio esas preguntas, por ahora sin respuesta concreta, me parece que es momento de continuar, a reserva de que en su momento se cuente con elementos precisos, aclarando así la tan notable y curiosa anotación de nuestro autor. Pues bien, fue luego de leer casualmente una obra de José Álvarez del Villar 154 como me enteré de la fuente, remitiendo al autor también de forma por demás vaga a las Crónicas de Amado Nervo. Localizado el volumen XXV de sus Obras Completas, apareció la mencionada Crónica, bajo el título: UNA FIESTA DE CABALLEROS MEXICANOS,155 la cual me parece digna de ser reproducida en su totalidad para darnos una idea cabal del asunto, y así terminar con este ir y venir de inconsistencias. No, amigos míos, no vamos a hablar de una de esas fiestas de señorones americanos seudoeuropeizados que viven la mayor parte de su vida en los Parises, y en cuyos salones (le monde oú l´on s´ennuie), veinte o treinta snobs aburridos juegan al bridge... o hablan mal del dueño de la casa! Se trata de una espléndida, de una suntuosísima fiesta organizada en Madrid por caballeros mexicanos y caballeros peruanos, en honor de los reyes de España. De esta fiesta no ha hablado ningún diario de la Corte. Ningún Montecristo, ningún Madrizy, ningún Rubryck ha escrito melífluas crónicas, no obstante que lo visto ha superado en pompa y riqueza a cuanto suele hacerse. No culpemos, sin embargo, a los suaves cronistas de salones. Por lo que ustedes llerán después, no estaban ellos en aptitud de reseñar la diversión... Yo sí lo estoy, por dos razones: la primera, porque se efectuó al aire libre, en la calle de Bailén, donde se yergue, como ustedes saben, el Real Alcázar, y donde vive también este afable amigo de ustedes; la segunda, porque se me han dado todos los datos, los pormenores todos.
152
El deporte en el siglo de oro. Antología (Realizada por José Hesse). Madrid, Taurus Ediciones, S.A., 1967. 180 p. (Temas de España, 58)., p. 135-136. El verso recogido proviene de la obra de Juan de Torres: Relación del nacimiento y cristianismo del serenísimo Príncipe don Fernando, Medina del Campo, 1572. 153 José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v., T. I., p. 452. 154 José Álvarez del Villar: HISTORIA DE LA CHARRERÍA. México, Imprenta Londres, 1941. 387 p. Ils., fots., p. 104. 155 Amado Nervo: CRÓNICAS. Obras completas de (...) Volumen XXV. Texto al cuidado de Alfonso Reyes. Ilustraciones de Marco. Madrid, imprenta de Juan Pueyo, 1921. Ils., p. 104-111.
Si los periódicos nada mencionan, débese a que esta fiesta se celebró... hace ya algún tiempo, el día de San Ildefonso, Patrón de España y Santo del nombre del Rey, el 23 de Enero... del año de mil y quinientos y setenta y dos! El rey de España se llamaba entonces Felipe II, y los caballeros mexicanos y peruanos que lo obsequiaron encontrábanse en la Corte negociando varios asuntos. La relación de la fiesta se halla entre los papeles del Conde-Duque de Olivares, maltratados por el fuego; mas no tanto que no haya podido leerse lo que dicen. Estos papeles se encuentran en el precioso archivo de mi distinguido amigo el duque de Alba. Están en las “Relaciones de Ultramar” y acaso no sea inoportuno reproducir siquiera parte de lo que cuentan, por lo curioso y porque acercándonos a la celebración del centenario, viene a pelo toda conmemoración de nuestra bella historia, tratándose sobre todo de desfiles y cabalgatas, que pueden sugerir nuevas ideas a los organizadores nuestros. Sólo, sí, con perdón del Conde-Duque, modernizaré la ortografía, para no hacer muy ardua la labor de las linotipias, máquinas ultramodernas, que no gustan de antiguallas tipográficas. He aquí, pues, la relación, con su sabrosísimo estilo peculiar: “La plaza que está delante de Palacio se atajó con tablados señalados a los consejos y grandes y otras personas, dejando un gran cuadro para las fiestas muy bien aderezado el suelo, y tenía dos puertas, la una junto a San Gil y la otra arrimada al muro fronterizo de las Caballerizas, y toda la gente procuró de ir muy temprano, porque se creía que había de haber gran apertura, por tenerse concedido gran opinión de que había de ser muy buena fiesta. “Sus majestades el rey y la reina, nuestros señores, se pusieron en la reja grande que está sobre la segunda puerta de palacio, donde estuvieron la serenísima princesa de Portugal y los príncipes de Bohemia y las damas en sus lugares, y todo lo demás de palacio y de la plaza lleno de gente esperando los jugadores, los cuales casi a las cuatro de la tarde llegaron con gran música de trompetas y atabales y menestrales, y vinieron hechos dos alas, cada uno de veinte caballeros y cada ala dividida en cuatro cuadrillas. Entraron todos con sus lanzas y adargas. Los de la una ala eran veinte caballeros de la Nueva España, y los de la otra eran veinte caballeros del Perú. “Los del Perú venían vestidos a modo de indios de cierta provincia que hay en aquel reino, con camisetas de terciopelo amarillo y mantas de raso amarillo, con ciertas bordaduras muy anchas de plata, que casi tomaban todos los campos, y en las cabezas los tocados que suelen traer aquellos indios, que son como albaneses, de terciopelo negro, y una medialuna y una saeta de chapería de plata muy grandes, sobre los capeletes, y muchas plumas en ellos. Delante de los pechos traían una plancha de plata bruñida, y en los brazos brazaletes de la misma plata, y sus máscaras, hechas al natural, como de indios, con sus perlas o piedras en las barbas y gregüescos de terciopelo amarillo y borceguíes colorados con lazos grandes, todos de una misma hechura. “Los de Nueva España también venían vestidos al modo de aquella provincia, con camisetas de raso encarnado y mantas de terciopelo verde aforrado en raso blanco. 156 Las camisetas venían guarnecidas con ciertos bastones y follajes romanos, hechos de chapería de plata, con sus largos de la mesma chapería, que los tomaban todos. Las mantas también estaban guarnecidas con otra chapería de plata, que tomaban desde los codos hasta los hombros, y allí avi..., 157 donde se ponían muy grandes plumajes y lo mesmo en las cabezas. Traían todos c(abe)lleras158 de una mesma manera y máscaras “con sus esmeraldas” en las barbas y gregüescos de terciopelo verde y los borceguíes como los de otro puesto. “Ninguno de todos cuarenta ovo que no llevase cuatro o cinco caballos con muy buenos jaeses, y los más comprados de nuevo para la fiesta. “En medio destas dos alas de los cuarenta caballeros venían unas andas, en que traían dos hombres muy ricamente vestidos a modo de indios, que representaban a Moctezuma, rey de 156
Los tres colores nacionales de después... Quemado el papel. 158 Idem. 157
México y Nueva España, y al Atabaliba, rey del Perú. Traían las andas ciertos indios, y alrededor dellas venían ciento y veinte indios a pie, la mitad vestidos al modo de México, con flechas y saetas en las manos, y la otra mitad del Perú, con sus máscaras y plumas, tan al natural los unos y los otros, que quien conocen los que allá viven, afirmara ser estos dellos. Todos venían gritando como suelen hacer los indios en sus regocijos. “Con esta orden parecieron estos dos reyes ante Su Majestad, diciéndose que habían sabido el próspero nacimiento del príncipe don Fernando, nuestro señor, y que venían de sus tierras con aquellos sus vasallos a regocijar tan buena nueva. Su Majestad los mandó subir a un tablado que estaba hecho para aquel efecto, donde estuvieron con sus sombras de plumaje y sus mascadores grandes, en la forma que solían andar los que representaban, y habiéndolos puesto en sus tablados, los cuarenta caballeros, habiendo hecho su acatamiento, se volvieron a salir por la mesma puerta de hacia San Gil, por donde habían entrado. “Fuéronse los cuarenta caballeros por detrás de los tablados hasta la otra parte que estaba junto al muro frontero de las caballerizas, y de allí, con toda su música delante, hicieron su entrada de juegos de cañas, tan concertadamente y tan como hombres de a caballo, que pocas se han visto en este Reino más dignas de ser vistas, porque todos los caballos que llevaban eran escogidos y ellos muy usados en aquel ejercicio. “Después corrieron de dos en dos por toda la plaza, hasta que se les cansaron los caballos y se tornaron a salir por la mesma puerta y tomaron otros, y con sus adargas por la mesma puerta y tomaron otros, y con sus adargas y varas tornaron a entrar, también corriendo, hasta que vinieron a quedar en los puestos donde habían de jugar. “Comenzaron, desde luego, el juego, el cual duró tres cuartos de hora, con grandísimo concierto y orden, porque los cinco que salían cada vez no volvían adonde salieron, sino al lugar más bajo en aquella hileras, y en partiendo ellos se llegaban otros cinco a ocupar aquel puesto de donde habían de partir, y los contrarios nunca partían de su puesto hasta que los que venían habiendo desembarazado y tenían vueltos los rostros de los caballos para retirarse, y desta manera nunca obo desconcierto ni caballos rezagados, y fue mucho no haber algún caballo desbocado que no parase hasta meterse por el puesto contrario, y aunque traían determinación y alientos para jugar una hora entera, como lo suelen hacer en las Indias, pareciéndole a Su Majestad que los caballos andaban muy cansados, mandó que los menestrales los despartiesen, y ansí se salieron todos en buen orden, sin turbar los puestos ni aun sin dejar los compañeros, y tomando otros caballos frescos, con sus lanzas y adargas, volvieron a entrar al galope por la puerta y comenzaron entre sí una escaramuza cuan bien ordenada se puede imaginar, y tan semejante a la verdadera, se puede imaginar, que no faltaba sino alancearse. En la cual se mostraron todos hombres muy diestros a caballo, porque con andar tan mezclados que apenas se conocían, en un punto se tornaban a dividir los puestos, saliendo unos de otros como si nunca se hobieran juntado, y desta manera duró buen rato la escaramuza, que a todos pareció cosa muy nueva y muy señalada. “Sintiendo ya cansados los caballos, se volvieron a salir de la plaza, y tomando otros con varas en las manos, tornaron a entrar en ella y corrieron muchas carreras de dos en dos y de cinco en cinco, y después de veinte en veinte, lo cual duró hasta que les faltó la luz y entonces volvieron a tomar sus Reyes como los habían traído, y haciendo acatamiento a Sus Majestades, se salieron de la plaza, y tomando hachas, anduvieron de la mesma manera por las más calles de Madrid, con gran regocijo y contento de los que no habían visto la fiesta. “A Su Majestad le pareció tan bien la fiesta, que les envió a agradecer cuán bien lo habían hecho y la obligación que se quedaba de hacelles por ello merced, y en un billete que sobre ello escribió al Presidente del Consejo de Indias, decía tres veces que la fiesta había sido muy buena, y es cosa bien de considerar que de solos los negociantes de aquellas provincias que aquí se hallaron, se haya podido ordenar una tan lucida y señalada fiesta, que no hay quien haya visto en Castilla otra más concertada: que cuanto a la riqueza bien se entenderá que tal fue, pues se cree que les ha costado más de diez mil ducados”. ¿Verdad que la relación no puede ser más fresca, ágil y vivaz?
¿No veis, merced a ella, las lucidas cabalgatas, como yo las veo desde mis balcones de la calle de Bailén... cerrando, por supuesto, los ojos? Del relato se desprende que los mexicanos de hace trescientos treinta y ocho años eran ya de los mejores jinetes del mundo. Sirva esto para que se huelgue, como es debido, el natural orgullo hereditario de nuestros charros de ahora, tan entusiastas devotos de Santiago como los españoles rancios que hicieron ese enorme poema de la Reconquista. Uno y otro documento, tanto el de Artemio de Valle-Arizpe como el de Amado Nervo se complementan, lo cual nos permite observar una rica demostración de aquellos señores de la Nueva España y del virreinato del Perú, quienes, en compañía de otros tantos naturales de una y otra región, se desplazaron hasta Madrid para celebrar el onomástico de Su Majestad, el Rey Felipe II, así como “diciéndose que habían sabido el próspero nacimiento del príncipe don Fernando, nuestro señor, y que venían de sus tierras con aquellos sus vasallos a regocijar tan buena nueva”.159 Puesta en claro aquella cara voluntad de acudir por el sólo pretexto de celebrar no uno, sino dos acontecimientos, pero sin dejar de apuntarse el hecho de que también lo hicieron por motivo de que, estando ya en la Corte, aprovecharon para negociar varios asuntos, el presente caso va tomando mejor claridad, al margen de las diversas circunstancias planteadas bajo los ocho apartados que quedaron expuestos párrafos atrás. Considero que con todo lo anterior, y en aras de cubrir las aristas más complicadas del presente caso, es pertinente entonces dar por terminado con el asunto, no sin antes referir que una vez más, la presencia americana en el desarrollo de los torneos y demás justas caballerescas, logró enriquecer aquella imponente puesta en escena que, como se descubre, ya no es privativa de los nobles hispanos. También los novohispanos, y del virreinato del Perú tuvieron aquí una participación y un protagonismo que, a los ojos del monarca en turno, Felipe II, termina por ser profundamente celebrado. Una noticia poco conocida descubre que ambas expresiones, se complementaron en perfecta armonía y equilibrio. Debo terminar incluyendo otros aspectos relacionados con tratados, libros y demás esquemas de carácter técnico que circularon entre los siglos XVI y XVIII, analizando la forma en que entrañaron, pero también los términos del crecido número con que circularon entre esta clase de personajes, sin olvidar que el tema se perfilará sobre otro de aquellos tratadistas: Juan Suárez de Peralta. SEGUNDA PARTE JUAN SUÁREZ DE PERALTA, PRIMER TRATADISTA TAURINO NOVOHISPANO. Cuando nos es preciso ubicar y recordar a un personaje cuyo intenso desarrollo de vida se dio hace cuatro siglos, entramos en un espacio nebuloso e incluso se mezcla con una misteriosa dosis de fantasmas que van haciendo acto de presencia conforme se va haciendo menos posible la reconstrucción de su presencia en este mundo mortal. El que fuera hijo de un tal Juan Xuárez, cuya mayor fama fue haberse convertido en cuñado del capitán general Hernán Cortés, y de la navarra Magdalena de Peralta, la pareja, pasó a la Nueva España mientras se desarrollaba el episodio de la conquista. Fue más o menos entre 1535 y 1537 en que viene al mundo un niño que llevó el nombre de Juan Xuárez o Suárez de Peralta, mismo que tendría que esperar hasta su edad adulta para reprochar de sus padres toda aquella ambiciosa sed de poder a la que quedaron expuestos infinidad de conquistadores sin escrúpulos, como muchos otros que no siéndolo directamente, también manifestaron la misma detestable inclinación. Ese reproche se tradujo en su abierta y declarada actitud mantenida por la nueva generación de criollos que se identificó, además, con algunos intentos fallidos de emancipación, la primera que se registra en los anales de la historia de aquel naciente período virreinal.
159
Teresa Ferrer Valls, “Las fiestas públicas en la monarquía de Felipe II y Felipe III”. Véase ANEXOS.
Solange Alberro plantea en su libro Del gachupín al criollo un aspecto que considera la aculturación de los españoles, o de cómo los de América dejaron de serlo, perfil que parece retratar el comportamiento que no solo corresponde a españoles, conquistadores, religiosos, autoridades y hasta gente llana, quienes se afanaron por observar, describir, alabar, censurar o, para ser breve, discurrir un propósito del indio durante estos tres siglos virreinales.160 También, están presentan algunos comportamientos de criollos, mucho más declarados en el siglo XVIII que se manifiestan como síntoma original en el XVI respecto a la nueva imagen que el español americano no es, o dejó de ser, un español europeo. Porque el español de América no es idéntico al de Europa. Y si bien entre las comunidades enteras experimentan las necesidad de reforzar los rituales sociales con el fin de preservar su integridad, con mayor facilidad y rapidez los individuos aislados son presa de fenómenos aculturadores y, más adelante, sincréticos.161 Si se tuviera que hacer una síntesis de su vida y obra, nos remitiríamos a su célebre Tratado del descubrimiento de las Yndias y su conquista. Pero eso no es todo. Juan Suárez de Peralta, aquí y ahora, se convierte en un auténtico personaje que debemos abordar con sumo cuidado, en virtud de que, al verlo como un criollo inquieto e intenso a la vez, es, como se subraya en el título de esta conferencia: el primer tratadista taurino novohispano, por lo que la escala de ese solo aspecto nos lleva a hacer una reposada disección de su obra y su tiempo. En Juan Suárez de Peralta encontramos uno de los primeros criollos convencidos del significado de la emancipación, aunque su proceder en la conjura de 1566 sigue siendo un misterio. Si supo mantenerse al margen con la astucia que supone no ser uno de los protagonistas principales a quienes se castigó con rigor. Pero llama la atención, independientemente de su exhaustiva función como cronista que fue de varios hechos importantes, su mucha información en un caso en el que la justicia de aquel entonces, se reservaba datos reveladores, sobre todo porque allí intervinieron inquisidores de riguroso talante, sometidos estos a su vez a extremadas disciplinas.162 Como vemos, Juan Suárez de Peralta gozó de una cuidada educación en unos momentos, (porque leer y escribir en la primera edad novohispana era un privilegio) en los que se antoja muy complicado el asunto escolar y las imprentas están sacando obras desde 1539. es un hecho que los misioneros y frailes que han llegado a la Nueva España desde 1524, tuvieron muy claro el objetivo de la evangelización; convertir a los indígenas de su sacrílega creencia directamente al cristianismo, fue propósito más que evidente entre las muchas y grandes empresas que se fijó la corona. Y el joven Juan, con 29 años nos relata en su Tratado del descubrimiento de las indias las diversas y oscuras jornadas ocurridas en 1566. No era nada fácil ocuparse ni de los hermanos Ávila, ni tampoco de los vástagos de Hernán Cortés, todos ellos bajo la misma condición de criollos. Como tratadista, debemos entenderlo en su amplia dimensión de experto en ciertas actividades, concretamente la veterinaria y en especial la alveitería, o cuidado de los caballos, así como de un libro de la jineta y la brida, de las que deja un par de obras hoy día inaccesibles, si no es por alguna reproducción facsimilar o traslado que se tiene de las mismas. 160
Solange Alberro: Del gachupín al criollo. O de cómo los españoles de México dejaron de serlo. México, El Colegio de México, 1992. 234 p. (Jornadas, 122)., p. 15. 161 Op. Cit., p. 58. 162 SUAREZ DE PERALTA, Juan Suárez de Peralta: La conjuración de Martín Cortés y otros temas. Selección y prólogo de Agustín Yáñez. México, 2ª edición. Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 1994. XIV-143 p. Ils. (Biblioteca del estudiante universitario, 53)., p. XII-XIII: La llamada conjuración de Martín Cortés, hijo legítimo de don Hernando y segundo marqués del Valle, constituye uno de los más sensacionales acontecimientos de nuestra historia, bien porque perfila prematura y muy remotamente la independencia política de México; pero sobre todo por la represión en gentes distinguidas que fueron víctimas de un complot más de palabras y deseos, que de disposiciones efectivas. (...) Una cédula de Felipe II que limitaba las encomiendas a sólo los hijos del que las hubiera recibido, fue el ostensible motivo de la conjura, entre otros de mayor complejidad sociológica y quizá más decisivos, como las rivalidades y vanidades personales. Algunos piensan que un intento fundado en el deseo de conservar privilegios de conquista no puede tomarse como antecedente de la independencia nacional; pero ¿cuáles fueron los móviles de la conjura de la Profesa, siglos más tarde, y el interés que llevaban quienes patrocinaron la empresa de Iturbide? Hay en verdad una gran semejanza entre ambas situaciones.
Sobre la segunda es de la que me ocuparé en detalle a continuación. Si bien, publicado en 1580, ese documento recoge la summa de años de permanente contacto con un medio que estaba favorecido por su orden cotidiano. El uso del caballo desde las jornadas de conquista, supuso una de las mejores herramientas como elemento de trabajo en el ámbito rural, pero también en el urbano, por lo que la reproducción de la raza ecuestre era representativa. El caballo fue pieza destacada en múltiples jornadas de celebración que las hubo en cantidades importantes desde 1526. Él, nos recuerda las memoriosas de 1536, 1552, 1566; por ser las de mayor renombre. Habiendo podido huir de sospechas generadas con el levantamiento de 1566, no lo hizo sino hasta 1589 cuando ya está en España, debido a otro asunto donde también quedó expuesto a la justicia. De mi trabajo Artemio de Valle-Arizpe y los toros,163 traigo los siguientes dos pasajes que refieren vida y obra de Juan Suárez de Peralta.
Los señores de a caballo se van trotando, trotando hasta desaparecer. En medio de una nube de polvo el toreo se hace pueblo. Archivo General de la Nación (A.G.N.) CIUDAD COLONIAL. Artemio de Valle-Arizpe se ocupa de Juan Suárez de Peralta, dando de dicho autor la siguiente apreciación: Suárez de Peralta declara ser “vecino y natural de la ciudad de México” y que “no tenía sino un poco de gramática, aunque mucha afición de leer historias y tratar con personas doctas. Por lo que él cuenta se saca en claro que nació después de 1535, pero antes de 1540 (...) Antes del año de 1878 en que fue impresa en Madrid “Noticias Históricas de la Nueva España”, sólo era conocido Suárez de Peralta por su hoy rarísimo “Tractado de la Caballería de la Gineta y de la Brida”, y por el “Libro de Alveitería” que aún está inédito. Muestra siempre su pericia y conocimiento en todo cuanto se relaciona a la caballería y no omite en ninguna de sus obras detalle o circunstancia importante, ni aun olvida los nombres de los jinetes que más se
163
Véase bibliografía.
distinguieron por su gentileza y maestría en el manejo de los corceles. Era gran sabedor de las cosas.164 Como recordamos, la obra del autor saltillense fue publicada en primera edición el año de 1918 y la segunda en 1924. Fue en 1950, que José Álvarez del Villar, logró reeditar la de Suárez de Peralta, 165 gracias a la generosidad de Luis Álvarez y Álvarez, hermano del padre de Álvarez del Villar, poseedor de un ejemplar del citado libro, probablemente el único que se encontraba en México, por lo menos a mitad del siglo pasado.166 Es Diego de Córdova quien justifica en 1579 dicha obra como sigue: Siéndome ordenado por los Señores del Consejo Real de su Majestad y cometido la examinación de este libro, escrito por Don Juan Suárez de Peralta, vecino y natural de la ciudad de México en las Indias. Intitulado Tratado de la Caballería de la Jineta y de la Brida. Habiéndole visto, hallo que todo lo que en él se contiene es bueno y de provecho para los que holgaren y quieran ejercitarse en la dicha caballería y que por el provecho que cada uno, de él podrá sacar, se debe imprimir. Y por parecerme esto así, lo firmé de mi nombre. En Madrid, día de San Felipe y Santiago, primero de mayo de 1579 años.167 Casualmente, es el propio Juan Suárez del que se ocupa Valle-Arizpe, páginas más adelante, precisamente al detectar en dicha obra asuntos del tema que nos congrega. Uno de los primeros españoles admirados del fabuloso portento que es en sí mismo el bosque de Chapultepec, fue Juan Suárez de Peralta, quien en el capítulo XII de su libro Tratado del descubrimiento de las Indias o Noticias históricas de la Nueva España,168 donde describe el bosque de Chapultepec, así: Chapultepec, que es un bosque que está de México media legüechela, que entiendo, si en España su Majestad le tuviera, fuera de mucho regalo y contento, porque es un cerro muy gragoso, de mucha piedra y muy alto, redondo que parece que se hizo a mano, con mucho monte, y en medio de un llano, que fuera del cerro no hallarán una piedra ni árbol. Tiene dos fuentes lindísimas de agua, y están hechas sus albercas y hay en él mucha caza de venados, liebres, conejos y volatería la quisieren. Verdad es que a mano suelen echar muchos venados los virreyes, que tienen gran cuenta con él, y tienen su alcaide, que no es mala plaza. Es muy de ver; encima del cerro, en la punta de él, estaba un cu donde Moctezuma subía y los señores de México, a sacrificar, ahora está una iglesia, que en ella se suele decir misa. 169 Nos cuenta Suárez de Peralta que don Luis de Velasco, segundo virrey de la Nueva España, entre otras cosas se aficionó a la caza de volatería. Pero también, don Luis era “muy lindo hombre de a caballo”, jugaba a las cañas, con que honraba la ciudad, que yo conocí caballeros andar, cuando sabían que el virrey había de jugar las cañas, echando mil terceros para que los metiesen en el regocijo; y el que entraba, le parecía tener un hábito en los pechos según quedaba honrado (...) Hacían de estas fiestas de ochenta de a caballo, ya digo, de lo mejor de la tierra, diez en cada cuadrilla. Jaeces y bozales de plata no hay en el mundo como allí hay 164
Artemio de Valle-Arizpe: Historia de la ciudad de México según los relatos de sus cronistas. México, 5ª ed., Editorial Jus, 1977. 531 p., p. 124. 165 Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida… op. Cit. 166 Ibidem., p. 5. Dice José Álvarez del Villar que, como tratado de equitación, nos revela los métodos y procedimientos que usaron los jinetes mexicanos a fines del siglo XVI, cuando aquellos hombres de a caballo alcanzaron fama de ser los mejores del mundo, y si las técnicas han de justificarse por sus resultados, ningún elogio mejor puédese hacer de ellas. 167 Ibid., p. 10. 168 Juan Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento de las Indias… op. Cit. 169 Ibidem., p. 54.
otro día.170 Estos entretenimientos caballerescos de la primera etapa del toreo en México, representan una viva expresión que pronto se aclimató entre los naturales de nuestras tierras quienes fueron dándole un sentido más americano al quehacer taurino que iba permeando en el gusto que fue no sólo privativo de los señores de rancio abolengo. El torneo y la fiesta caballeresca primero se los apropiaron conquistadores y después de esos señores de “rancio abolengo”. Personajes de otra escala social, españoles nacidos en América, mestizos, criollos o indios, estaban limitados a participar en la fiesta taurina novohispana; aunque también deseaban intervenir. Esas primeras manifestaciones estuvieron abanderadas por la rebeldía. Dicha experiencia tomaría forma durante buena parte del siglo XVI, pero alcanzaría su dimensión profesional durante el XVIII. El padre Motolinía señala que “ya muchos indios usaran caballos y sugiere al rey que no se les diese licencia para tener animales de silla sino a los principales señores, porque si se hacen los indios a los caballos, muchos se van haciendo jinetes, y querranse igualar por tiempo a los españoles”.171 Lo anterior no fue impedimento para que naturales y criollos saciaran su curiosidad. Así, enfrentaron la hostilidad básicamente en las ciudades, pero en el campo aprendieron a esquivar embestidas de todo tipo, obteniendo con tal experiencia, la posibilidad de una preparación que se depuró al cabo de los años. Esto debe haber ocurrido gracias a que comenzó a darse un inusual crecimiento del ganado vacuno en gran parte de nuestro territorio, el cual necesitaba del control no sólo del propietario, sino de sus empleados, entre los cuales había gente de a pie y de a caballo. Ejemplo evidente de estas representaciones, son los relieves de la fuente de Acámbaro (Guanajuato), que nos presentan tres pasajes. Uno de ellos muestra el empeño de a pie,172 común en aquella época, esta forma típica, consistía en un enfrentamiento donde el caballero se apeaba de su caballo para, en el momento más adecuado, descargar su espada en el cuerpo del toro ayudándose de su capa, misma que arrojaba al toro con objeto de “engañarlo”. Dicha suerte se tornaba distinta a la que frecuentaba la plebe que echaba mano de puñales. Sin embargo esto ya es señal de que el toreo de a pie comenzaría a tomar fuerza. Otra escena de la fuente de Acámbaro nos presenta el uso de la "desjarretadera", instrumento de corte dirigido a los tendones de los toros. En el “desjarrete” se lucían principalmente los toreros cimarrones, que habían aprendido tal ejercicio de los conquistadores españoles. Otra escena nos representa el momento en que un infortunado diestro es auxiliado por otro quien lleva una capa, dispuesto a hacer el "quite".173 En la continuación de la reseña de Suárez de Peralta se encuentra este pasaje: Toros no se encerraban (en Chapultepec) menos de setenta y ochenta toros, que los traían de los chichimecas, escogidos, bravísimos que lo son a causa de que debe haber toro que tiene veinte años y no ha visto hombre, que son de los cimarrones, pues costaban mucho estos toros y tenían cuidado de los volver a sus querencias, de donde los traían, si no eran muertos aquel día u otros; en el campo no había más, pues la carne a los perros. Hoy día se hace así, creo yo, porque es tanto el ganado que hay, que no se mira en pagarlo; y yo he visto, los días de fiesta, como son domingos y de guardar, tener muchos oficiales, alanos, que los hay en cantidad, por su pasatiempo salir a los ejidos a perrear toros, y no saber cuyos son ni procurarlo, sino el primero que ven a aquél le echan los perros hasta hacerle pedazos, y así le dejan sin pagarle ni aún 170
Ibid., p. 100. José Álvarez del Villar: Orígenes del charro mexicano. México, Librería A. Pola, 1968. 173 p., p. 18. 172 Empeño de a pie. Obligación que, según el antiguo arte de rejonear, tenía el caballero rejoneador de echar pie a tierra y estoquear al toro frente a frente, siempre que perdía alguna prenda o que la fiera maltrataba al chulo. 173 Quite. Suerte que ejecuta un torero, generalmente con el capote, para librar a otro del peligro en que se halla por la acometida del toro. Se conoce como suerte e impropiamente tercio de quites a la suerte que los diestros realizan por turno con el capote entre puyazo y puyazo. 171
saber cuyo es, ni se lo piden; y esto es muy ordinario en la ciudad de México y aún en toda la tierra. Y es que don Luis de Velasco, contaba con la más principal casa que señor la tuvo, y gastó mucho en honrar la tierra. Tenía de costumbre, todos los sábados ir al campo, a Chapultepec, y allí tenía de ordinario media docena de toros bravísimos; hizo donde se corriesen (un toril muy lindo); íbase allí acompañado de todos los principales de la ciudad, que irían con él cien hombres de a caballo, y a todos y a criados daba de comer, y el plato que hacían aquel día, era banquete; y esto hasta que murió. 174 Complementa la cita A de V-A haciendo eco de lo anotado por Suárez de Peralta: Vivían todos contentos con él, que no se trataba de otra cosa sino de regocijos y fiestas, y las que lo eran de guardar, salía él en su caballo a la jineta, a la carrera, y allí la corrían los caballeros; y era de manera, que el caballo que la corría delante de él aquellos días, sólo, y la pasaba, claro, era de precio; y así todos no trataban de otra cosa sino de criar sus caballos y regalarlos para el domingo, que el Virrey le viese correr, y tener sus aderezos muy limpios. El los veía pasar su carrera; y eran tantos, que con ir temprano faltaba tiempo; y era la prisa de ir a la carrera, que llegaban cinco o seis al puesto, uno tras de otro; y pretales de cascabeles todos los llevaban de su casa, los mozos por la prisa: en verdad que creo, de ordinario los que la corrían paseada eran más de cincuenta. Tanta era la gente que iba, que no dejaban correr los caballos, ni aun pasar, si no era atropellándola; ni bastaban alguaciles, que iban con el Virrey, a apartarla. De allí se iba el Virrey a su casa, llenas las calles de hombres de a caballo, y él, en las que le parecía, llamaba a su caballerizo y corría con él un par de parejas; y esto hacía por no engendrar envidia en los caballeros, si era su compañero uno y otro no; y usaba de este término para no agraviar a nadie. Con esto los tenía a todos muy contentos y no pensaban en más de sus caballos y halcones, y en cómo dar gusto al Virrey y ellos en honrar su ciudad con estas fiestas y regocijos.175 Al referirse Juan Suárez de Peralta a los “toros de los chichimecas”, nos está dando elementos para comprobar que en aquel tiempo era común traerlos desde aquellas regiones que hoy ocupan los estados de Coahuila y hasta el norte de Guanajuato. Dicho ganado no es sino el bisonte, búfalo ó cíbolo, como se le conoce al mamífero, animal cuadrúpedo, del orden de los rumiantes, llamado en Europa toro de México o mexicano, por parecerse a un toro ordinario, con la diferencia de que sus astas están echadas hacia atrás, y el pelo largo y parecido a la lana de un perro de aguas ordinario: es montaraz, poco domesticable, y andan en manadas en las espesuras de los bosques, especialmente en la provincia de Texas.176 Este tipo de ganado se “lidió” en la segunda semana de fiestas organizada en 1734 para celebrar la recepción del arzobispo-virrey Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta, ocurrido en el mes de junio de aquel año. El dato que nos habla sobre aquella presencia se encuentra registrado en la “cuenta de gastos” que da fe de todo lo invertido en las mencionadas celebraciones. 177 En la foja 59 aparece el 174
Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento..., op. cit. Valle-Arizpe: Historia de la ciudad de México... op. Cit., p. 154. 176 Salvador García Bolio: “Plaza de Toros que se formó en la del Volador de esta Nobilísima Ciudad: 1734. [Cuenta de gastos para el repartimiento de los cuartones de la plaza de toros, en celebridad del ascenso al virreynato de esta Nueva España del el Exmo. Sor. Don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta]”. México, Bibliófilos Taurinos de México, 1986. XX + 67 p. Ils., facs., p. XIV: “Dies y Ocho pesos que tubo de Costo el armar Vn toril, para las Cibolas, que Se trajeron a lidiar…”, “...Síbolos, que se traxeron del R.l Alcazar de Chapultepeque, para lidiarse en la plaza, el último día dela Segunda Semana de la lidia de Toros (justo el jueves 10 de junio). 177 Archivo Histórico del Distrito Federal (AHDF). Ramo: Diversiones Públicas, Leg. 855, exp. 6: “Repartimiento de los quartones de la plaza de toros.-Formada en la deel Bolador de esta ciudad, en zelebridad deel asçenco al Virreynato de estta Nueva España de el Exmo. Sor. Dr. Don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta, Digníssimo Arcp. de México. Y la Qventa General de Todos los Gastos Erogados, el Tiempo de estas Fiestas. 175
siguiente dato: “Ytt. por siete pessos que se pagaron a los Baqueros que hizieron el encierro de los Sibolos, que se traxeron del R.l Alcázar de Chapultepeque, para lidiarse en la plaza, el último día de la Segunda Semana de la lidia de Toros”. LINDO HOMBRE DE A CABALLO.
El segundo virrey de la Nueva España, Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón. El apunte inicial de la presente obra, nos lleva hasta la segunda mitad del siglo XVI con un personaje ya conocido: el virrey don Luis de Velasco.178 A de V-A refiere sobre Velasco Un modelo de los buenos, de perfectos gobernantes... Siempre estuvo inclinado a la suave tolerancia, a la misericordia. No se excedía jamás de lo dispuesto por las leyes, no iba más allá de ellas su rigor. Era afable, era humano, estaba lleno de piedad para todos; pero dentro de los mandatos legales era severo, inexorable, inflexible. Jamás quebrantaba su decisión para hacer cumplir todo lo mandado en favor de los indios, con lo cual se suscitó muchas malas voluntades, no solo de los encomenderos, sino que también de los oidores y oficiales reales, a quienes no permitía tener granjerías ni tener repartimientos.179 Y ya, en lo relativo a sus habilidades como lindo hombre de a caballo, según el dicho de Juan Suárez de Peralta, encontramos la amplia descripción de nuestro autor, como sigue: Don Luis de Velasco era un gran caballista, muy diestro y afamado en las artes de la brida y de la jineta. Fuerza y gracia tenía para regir el caballo. Con certera puntería disparaba pedreñales, el arcabuz y la ballesta, y de modo gentil, admirable, corría la sortija, tiraba bohordos y estafermos y quebraba cañas con donaire. ¿Quién como él en acosar y alancear reses bravas? Don Luis pertenecía a la noble e ilustre casa del condestable de Castilla, y por su alta alcurnia era de los caballeros del séquito del emperador Carlos V, quien tenía señalada predilección a los deportes hípicos y a garrochar toros a usanza morisca: los cargaba, con habilidad, de hierros y varas, los desjarretaba y matábalos a lanzadas, pues que la montería y los torneos eran, a la vez que un entretenimiento, un ejercicio indispensable para estar con el cuerpo resistente y avezado a los trances y contingencias de guerras inesperadas. Siendo Comissarios de ellas, Dn. Juan de Baeza, y Bueno, y Dn. Phelipe Cayetano de Medina, y Saravia, Regidores de esta Novilís.ma Ciudad de México”. Año de 1734. 178 Véase la parte relativa a la CIUDAD COLONIAL de la Historia de la ciudad de México según los relatos de sus cronistas, p. 45. 179 Valle-Arizpe: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones. Leyendas y sucedidos del México virreinal. (Nota preliminar de Federico Carlos Sainz de Robles). México, Aguilar editor, S.A., 1976. 476 p. Ils., p. 11.
Con incomparable maestría y elegancia el Virrey ejecutaba suertes con un labrado garrochón de colores; aguardaba al toro cara a cara y clavábale sobre la frente una banderola o gallardete, o metía lindamente el caballo entre los cuernos de la fiera, que acudía a él con tanta fuerza y derecha como una jara, y de ellos salía diestramente, moviendo apenas las riendas del ágil corcel, que se iba caracoleando, muy gallardo, entre los aplausos, vítores y músicas con que le celebraban la suerte. Dadas sus aficiones hípicas, impulsó mucho en la Nueva España el ganado caballar y mejoró razas con cruzas de potros andaluces y con los bellos, finos, elegantes, de Arabia. Él reformó la silla de montar que trajeron a México los españoles conquistadores y que era la de uso corriente en España. Creó no solo la silla vaquera, sino el freno mexicano, con el que tan bien se rigen y dominan las caballerías más indómitas, haciéndolas dóciles a cualquier leve llamado de la rienda que les transmite la voluntad del jinete. A esa silla y a ese freno se les dio su nombre ilustre: se les decía “de los llamados Luis de Velasco”; así se expresa claro en una merced dada en tiempos del virrey don Martín Enríquez de Almanza a dos caciques indios, para que pudiesen, como gracia muy señalada, andar a caballo, pues los indios tenían terminantemente prohibido el cabalgar, cosa que solo se permitía a los naturales de España o a los criollos. No sólo tenía don Luis de Velasco delicado gusto por las funciones tauromáquicas y por la equitación, sino también por la cinegética, ya de montería, ya de cetería; era su recreo y solaz (...) El era muy lindo hombre de a caballo (...) 180 Como se trató en la parte correspondiente al libro Historia de la ciudad de México según los relatos de sus cronistas, y con afán de no repetir el pasaje, es conveniente retomar la lectura luego de que en Virreyes y virreinas... se ha apuntado lo relativo sobre la forma en como Luis de Velasco jugaba a las cañas, sus virtudes sobre los muchos regocijos en que participó junto a otros sobresalientes caballeros. También se encuentra el apunte sobre el ganado de los “chichimecas escogidos, bravísimos..., más de alguno con veinte años y no ha visto hombre” y las jornadas que se desarrollaron en el bosque de Chapultepec. Quienes estaban cerca de don Luis de Velasco Vivían todos contentos con él, que no se trataba de otra cosa que de regocijos y fiestas, y las que lo eran de guardar salía él en su caballo a la jineta, a la carrera, y allí la corrían los caballeros; y era de manera que el caballo que la corría delante de él aquellos días, solo y la pasaba, claro, era de gran precio; y así, todos no trataban de otra cosa, sino de criar sus caballos y regalallos para el domingo en que el virrey les viese correr y tener sus aderezos muy limpios. El los vía pasar su carrera, y eran tantos que con ir temprano faltaba tiempo; y era la prisa de ir a la carrera que llegaban cinco o seis al puesto, uno tras de otro; y pretales de cascabeles todos los llevaban de sus casas, los mozos por la prisa; en verdad que creo de ordinario los que la corrían paseada eran más de cincuenta. Tanta era la gente que iba que no dejaban correr los caballos, ni aun pasar, si no era atropellándola, ni bastaban alguaciles que iban con el virrey a apartalla. De allí se iba el virrey a su casa, llenas las calles de hombres de a caballo, y él, en las que parecía, llamaba a su caballerizo y corría con él un par de parejas, y esto hacía por no engendrar envidia en los caballeros si era su compañero uno y otro no, y usaba de este término por no agraviar a nadie. Con esto los tenía a todos muy contentos y no pensaban en más que en sus caballos y halcones y en cómo dar gusto al virrey y ellos en honrar su ciudad con estas fiestas y regocijos. Todos sus exquisitos conocimientos en toros y caballos los lució con gallardía y destreza en las fiestas que mandó celebrar –mayo de 1555- con motivo del fausto suceso de la derrota de Francisco Hernández Girón, que en Lima se había rebelado contra la majestad cesárea del emperador. Mandó don Luis que hubiese grandes corridas de toros y juegos de cañas. Él tomó el mando de una cuadrilla, a la que regaló los preciosos trajes del torneo, y, además, dio de su peculio las boyantes reses para la lidia. También el Ayuntamiento sacó cuadrilla; en estos juegos y regocijos “se aderezaron cuarenta y cinco libreas de mantas de la tierra, pintadas con los 180
Op. Cit., p. 13-14.
colores acostumbrados y con la cenefa de debajo de los colores de la ciudad, que eran el verde y el colorado. Se mandó traer competente número de varas para el juego de cañas y se aderezaron mil con púas para los toros”, que se escogieron en las dehesas los más bravos y gallardos. El virrey Velasco y los de su galana cuadrilla de caballeros nobles salieron a la plaza, toda claridad y colores, y compitieron lucidamente en lujo, destreza y preseas con los de la cuadrilla del Ayuntamiento. Todos demostraron su exquisita donosura, haciendo primero vistosos giros en sus bridones, con lo que se entusiasmaba el gentío, y luego rompieron lanzas en los encuentros, en que contendían con mucha gentileza, y después con las suertes que ejecutaron burlando las embestidas de los toros, con cuya furia desenfrenada se encontraban. Todos salieron de la plaza muy bizarros, con mil parabienes.181 Este abundante texto descriptivo sobre tan peculiar personaje, nos permite acercarnos no sólo a la identificación más aproximada sobre el que fue el segundo virrey de la Nueva España. También se encuentran esas otras condiciones entre las que se desenvolvió el protagonista en medio de ciertos quehaceres extrovertidos que pasan a formar parte de la manera en cómo se movió en escena y además, la forma en cómo lo hizo y quedan huellas que perviven cuando se justifica la permanencia de determinadas actividades, en este caso tanto en el entorno rural como en el urbano. En algunos casos sobresale la enorme posibilidad de conocer las amplias descripciones de vestimenta o el desempeño que no nada más queda en Luis de Velasco. También vamos a encontrarla –demasiado documentada- tanto con Valle-Arizpe como con las fuentes de otros tantos autores que consulta el propio Artemio..., perdón por este trato más entrañable. Así que el provecho resultante de esta nueva lectura, nos produce la posibilidad del encuentro con aspectos sobre la rutina de prácticas caballerescas que trascendieron en la persona de Velasco. La narración del saltillense es harto completa, enriquecida por los apuntes de Juan Suárez de Peralta que por ello no precisan una detenida revisión más que en aquellos escenarios en los que una primera élite novohispana ya estaba compartiendo quehaceres caballerescos con altos personajes de la política, cuyo papel no estaba reducido al solo desempeño de tareas de alta responsabilidad. También les era permitido –lícito para mejor entenderlo-, el hecho de participar directamente en divertimentos como el que ocurrió en el bosque Chapultepec, allá por 1551, y luego los de cuatro años más tarde, cuando el mismo virrey celebró la derrota de Francisco Hernández de Girón, protagonizando con su dirección a la cabeza de una cuadrilla, el torneo y los juegos de cañas, donde además hubo toros. Como iba haciéndose costumbre, el Ayuntamiento también participó enviando sus cuadrillas, para las cuales hubo “aderezo de cuarenta y cinco libreas de mantas de la tierra, pintadas con los colores acostumbrados y con la cenefa de debajo de los colores de la ciudad...” Por supuesto, fueron escogidos un buen número de toros, “los más bravos y gallardos” que por entonces podía haber. Esos acontecimientos deben haber tenido una dimensión de suyo especial, debido a la detenida elaboración en la que se involucraban autoridades y particulares, con tal de conseguir notorio efecto y resultado, lo que generó una línea ascendente respecto a las cada vez más elaboradas y por tanto, complicadas fiestas que fueron organizándose durante el virreinato. No existiendo evidencia gráfica sobre sus desempeños donde sobresalía ejecutando “suertes con un labrado garrochón de colores”, aguardando al toro para clavarle luego sobre “la frente una banderola o gallardete”; es posible verlo o imaginarlo metiendo lindamente el caballo entre los cuernos de la fiera, que acudía a él con tanta fuerza y derecha como una jara, y de ellos salía diestramente, caracoleando muy gallardo, entre los aplausos, vítores y músicas con que le celebraban la suerte, como apunta el propio A de V-A. Una de las más importantes contribuciones que Luis de Velasco hizo no sólo al torneo caballeresco en cuanto tal. No sólo a la consolidación de la jineta como modo de expresión técnica representada desde el caballo, fue la silla vaquera y el freno mexicano, instrumento del que se valieron ciertos indios para poder andar a caballo, porque entonces se les tenía prohibido cabalgar, en abierta
181
Ibidem., p. 15-16.
muestra de rechazo al control establecido, tanto por los conquistadores 182 como por parte de aquella nueva población ya asentada que temía algún levantamiento, alguna rebelión de los naturales que perfectamente enterados –entre otras cosas-, del fácil manejo y control de las riendas y del caballo, hubiesen podido despertar sospechas. Y aún sin terminar de decir alguna cosa más al respecto de la silla vaquera, que, como apunta A de V-A Dadas sus aficiones hípicas, (...) reformó la silla de montar que trajeron a México los españoles conquistadores y que era la de uso corriente en España. Creó no solo la silla vaquera, sino el freno mexicano, con el que tan bien se rigen y dominan las caballerías más indómitas, haciéndolas dóciles a cualquier leve llamado de la rienda que les transmite la voluntad del jinete. A esa silla y a ese freno se les dio su nombre ilustre: se les decía “de los llamados Luis de Velasco” Al respecto, José Álvarez del Villar se ocupó del asunto con amplitud.183 Finalmente, intentemos una aproximación a la persona y hechos de Juan Suárez de Peralta. Juan Suárez de Peralta nace hacia el año de 1537 en la ciudad de México y muere, según los últimos datos recogidos por algunos de sus biógrafos, en la provincia de Trujillo, España en 1596. Fue hijo de uno de los mejores amigos de Hernán Cortés, Suárez nos dejó uno de los pocos relatos sobre la Nueva España y sus antecedentes históricos escritos bajo su óptica especial de criollo. Su obra, Tratado del descubrimiento de las Yndias y su conquista, está dividida en 44 capítulos y nos describe el origen de los indios y el encuentro con el continente americano para narrar después la llegada de Cortés a México y los hechos bélicos que llevaron al avasallamiento de las civilizaciones autóctonas. Una de las partes más trascendentales se refiere a los sucesos mexicanos de los cuales el autor fue testigo y actor. Aquí, la narración se eleva cuando trata temas netamente criollos: la vida cotidiana, las costumbres y convivencia con los indios, los acontecimientos políticos que vivió y la formación del carácter hispano-mexicano. Escribió entre 1575 y 1580 el primer tratado de veterinaria en América: El libro de la albeitería, que trata de lo que es curar cavallos, y todas las bestias de pata entera por pulso y orina... El manuscrito original, se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, fue paleografiado por el Dr. Nicanor Almarza, llegando hasta nuestros días gracias a la edición que realizara el Dr. Guillermo Quesada Bravo en 1953.184 Durante el siglo XVI, criollos, plebeyos y gente del campo enfrentaban o encaraban ciertas leyes que les impedían montar a caballo.185 Aunque impedidos, se dieron a ejecutar las suertes del toreo ecuestre de modo rebelde, sobre todo en las haciendas. 182
Fue así como el Rey Carlos V instruyó a la Primera Audiencia, el 24 de diciembre de 1528, para que no vendieran o entregaran a los indios, caballos ni yeguas, por el inconveniente que de ello podría suceder en “hazerse los indios diestros de andar a caballo, so pena de muerte y perdimiento de bienes... así mesmo provereis, que no haya mulas, porque todos tengan caballos...”. Esta misma orden fue reiterada por la Reina doña Juana a la Segunda Audiencia, en Cédula del 12 de julio de 1530. De hecho, las disposiciones tuvieron excepción con los indígenas principales, indios caciques. 183 José Álvarez del Villar: Orígenes del charro mexicano. Librería A. Pola. México, Talleres Linotipográficos VIRGINIA, 1968. 173 p., p. 88. En las sillas de la jineta, por lo que a los estilos clásicos se refiere, el gusto americano se manifestó en los adornos recargados y multicolores, desde las últimas décadas de la época colonial, hasta las primeras de la independiente, cuando la escuela y el estilo ecuestre que durante tres siglos habían florecido en la Nueva España, fueron substituidos por las manifestaciones militares de la brida y por las usanzas netamente mexicanas procedentes del campo. 184 Juan Suárez de Peralta: Libro de Albeitería. (Primer libro de ciencia veterinaria escrito en América por los años de 1575-1580). Paleografía de Nicanor Almarza Herranz. Prólogo de Guillermo Quesada Bravo. México, Editorial Albeitería, 1953. XXIII + 310 p. Ils., facs. 185 Fue así como el Rey instruyó a la Primera Audiencia, el 24 de diciembre de 1528, para que no vendieran o entregaran a los indios, caballos ni yeguas, por el inconveniente que de ello podría suceder en “hazerse los indios diestros de andar a caballo, so pena de muerte y perdimiento de bienes... así mesmo provereis, que no
Varios son los autores que se ocupan de este personaje. El ya conocido Artemio de Valle-Arizpe lo hace en forma exhaustiva en una de sus obras,186 sobre todo cuando refiere en detalle los acontecimientos en que se vieron envueltos los hermanos Ávila, durante la conjura que encabezó Martín Cortés. Por su parte Federico Gómez de Orozco en las notas preliminares al Tratado del descubrimiento de las Indias hace un completo análisis sobre las condiciones que enfrentó Suárez de Peralta durante aquel complicadísmo proceso en que, si bien, no salió involucrado del todo, las sospechas levantadas en torno a su participación, se entretejieron de otra manera. Veamos. Varios otros procesos en donde se reclamaban bienes, fueron los que enfrentó Suárez de Peralta. Pero, entre las diversas fases que tuvo uno de esos procesos, la más grave contra los acusados Juan y Luis su hermano fue que los Gomez acusaron a su vez a la familia Suárez de Peralta de ser recién convertidos del Alcorán y secta mahomética, opinión que por otra parte no era la primera vez que se les imputaba, pues era de tiempo atrás compartida por muchas personas de Nueva España. La terminación de todo este lío fue que el Santo Oficio recogió los papeles, de donde se desprende que no había habido oportunidad de negociar con ellos, y Luis y Juan, así como Leonardo su primo, fueron severamente amonestados por su proceder. Si tanta prisa tenía Juan de irse a España (la denuncia fue hecha el 1º de marzo de 1572 ante el Tribunal de la Inquisición), ya sea por el proceso u otra causa que nos es desconocida, lo cierto es que demoró su viaje hasta el año de 1579 en que se ausentó de México. Como hemos visto por la información de don Jerónimo Cortés, en 1590 residía en la ciudad de Trujillo, España, y allá sin duda falleció, pues nunca más se encuentran noticias suyas en México. 187 El principal mérito de nuestro ilustre y remoto compatriota consiste en que no sólo quiso dejarnos amenos relatos de sucedidos e historias, sino también en su afán de emplear su pluma en consignar el fruto de sus conocimientos y experiencia en asunto de aplicación práctica y útil, como lo es sin duda el Tratado de la Caballería de la Gineta y Brida, impreso en Sevilla el año de 1580, a raíz de su llegada a España, y dedicado a su pariente el Duque de Medina Sidonia. El motivo por el que escribió este tratado, fue, según dice el autor en el prólogo de su obra, a causa de ser el exercicio della (la caballería) tan útil y necesario a los caballeros y seguirse a su Majestad muy gran servicio y fortaleza en sus Reinos, especialmente en las Indias, rezones que le moverían también a escribir el Libro de Alveitería, que sin duda merece ser impreso, ya que todavía permanece inédito y olvidado entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid. En el fondo, también resulta interesante conocer un testimonio del propio Suárez de Peralta, quien afirma (…) ninguna cosa fue tan temida de los contrarios, ni más efecto hizo en ellos, que los caballos, mediante los cuales (con el auxilio divino) y el buen celo y deseo de los que en ellos iban, de servir a Dios y a su Rey, consiguieron tan alta victoria.188 Entre los capítulos que integran su Tratado… resalta lo dicho en el proemio al lector: (...) es desde el tiempo de los griegos hasta el día de hoy, especialmente el arte de la Brida, que este crece grandemente en Italia y particularmente en el Reino de Nápoles, en el que haya mulas, porque todos tengan caballos...”. Esta misma orden fue reiterada por la Reina doña Juana a la Segunda Audiencia, en Cédula del 12 de julio de 1530. De hecho, las disposiciones tuvieron excepción con los indígenas principales, indios caciques. 186 Artemio de Valle-Arizpe: La casa de los Ávila. Por (...) Cronista de la Ciudad de México. México, José Porrúa e Hijos, Sucesores 1940. 64 p. Ils. 187 Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento..., op. cit., p. IX-XV. 188 Juan Suárez de Peralta: Tractado de la Cavallería jineta y de la brida… op. Cit., p. 13.
antiguamente hubo una ciudad famosísima llamada Sibaria donde tenían gran ejercicio de a caballo y era de suerte que en toda ella no se entendía sino de en ejercicios muy deleitables, no sólo en éste, mas en todos los demás. /p. 16: (...) del caballo nace el nombre y valor de los caballeros. Por tanto, los Nobles tienen la obligación más que los otros, a seguir esta virtud y así no solo los nobles, mas os viles hombres y bajos, con la fuerza y valor de este animal, se hacen cada día grandes y muy ilustres. No hay fiesta cumplida, ni juego valeroso, ni batalla grande donde él no se halle. Con ellos los Reyes, Príncipes y grandes Señores, defienden sus tierras y conquistan las ajenas”.189 Y luego, su pluma y su experiencia dan un despliegue importante de aspectos que entrañan con la práctica y ejercicio de caballeros, pero sobre todo en el uso de las sillas y las lanzas con que el desempeño de los mismos se encontraba listo para celebrar impresionantes puestas en escena en la plaza. Entre los datos relevantes encontrados en la lectura de dicho trabajo hay anotaciones como las que siguen: CAPÍTULO I. EN QUE SE CONTIENE LO QUE HA DE TENER UN CABALLO PARA SER BUENO DE LA JINETA Y FALTÁNDOLE ESTO NO SE LE PUEDE LLAMAR TAL. Ha de tener mediano el cuerpo y bien hecho, no cargado en la delantera, ni muy descargado, bien bajo, no demasiado, buena cola y crín, buenos bajos, corto de brazos, las cernejas largas y de allí para arriba lampiño, buen rostro y ojo, buen huello reposado, buena boca, que pare trocados los brazos, el correr menudo, sobre los pies levantado, no gacho, el rostro bien puesto, la boca cerrada, claro, que no se detenga corriendo la carrera, que vaya a ella manso y vuelva sobre los pies, que sea concertado en los galopes, que vuelva a una mano y a otra corriendo sin saltos, que juegue las cañas y esté quieto en el puesto, esto ha de tener un caballo para que se llame bueno de la Jineta, que tener de estas cosas alguna buena, en particular sola esta se puede loar y no llamar al caballo que tuviere especialmente buen talle, correr y parar como está dicho, huello y sosiego, bueno y al que esto tuviere, solo se le puede llamar con muy justa causa. Porque corriendo bien el caballo, teniendo buena boca y siendo sosegado, se le puede fácilmente mostrar lo demás.190 SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO II. DE LA MANERA QUE SE HA DE TENER PARA PONER LOS PIES Y EL CUERPO, UN HOMBRE DE A CABALLO BIEN PUESTO, Y CORRIENDO LO QUE HA DE HACER. (...) el caballero que quisiere ser buen hombre de a caballo perfecto, ha de tener tres cosas que cualquiera de ellas en particular no es nada. La primera, tener gran afición a los caballos, curarlos y regalarlos y la otra, no cansarse ni enfadarse de correrlos, que si fuese necesario todo el día correr (de ello) no reciba pesadumbre alguna, porque mientras más carreras, más aprenderá y se soltará en la silla y tomará desenvoltura, con que después venga a hacer lo que quisiere muy fácilmente. La tercera es, que siempre entiende que no sabe nada y que ha menester documentos y se huelgue de tomarlos de cualquier caballero que algo entendiere, porque en todas las cosas del mundo es esta parte buena y muy virtuosa, tomar siempre consejos y parecer de todos y huir de la afectación en lo que hiciere porque con ella dará fastidio y no parecerá bien nada de su desenvoltura, ni es posible tenerla con la afectación y los efectos que de ella salen, paran en los extremos y dejan el medio, que es el que se ha de procurar, pues da a todas las cosas gracia y perfección, y al que esto hiciere le aprovechará su trabajo. 191 CAPÍTULO VI. DE CÓMO SE HA DE CORRER LA CARRERA CON LA LANZA, Y LAS MANERAS DE CÓMO SE CORRE.
189
Ibidem., p. 15. Ibid., p. 23. 191 Ib., p. 43-44. 190
Hase de correr en un buen caballo que corra claro, menudo y derecho y lo primero que se ha de hacer, es poner los cascabeles al caballo y luego ponerse el caballero la capa. De esta manera alzarla hasta el hombro izquierdo y la punta meterla debajo del mismo brazo y la otra media capa bajarla por el brazo derecho, y a esto el caballo ha de estar parado a toda la compostura del caballero. Y después de hecho esto, se ha de sacar el caballo adelante tres o cuatro pasos y ponerle el rostro derecho de la carrera por donde ha de ir, y pararle, y tomar la lanza y medirla de suerte que haya de un cabo tanto como de otro y ponerla sobre el muslo derecho, el brazo un poco hueco y el hierro para adelante y sacar el caballo lo más poco a poco que pudiere ser y llevarle por la carrera hasta donde ha de volver. Y se ha de advertir que después de tomada la lanza para ir a la carrera, aun que el Rey esté presente no se ha de destocar el caballero, sino bajar la cabeza y hacerle su cortesía, la cabeza cubierta y no soltar la lanza porque no se sufra otra cosa. Y si quisiere quitarse el bonete, no tome la lanza hasta que haya pasado delante del señor y luego la tomará por la orden que he dicho, hasta que llegare donde ha de volver y luego que haya llegado, ponerse sobre los estribos y volver el caballo sobre mano izquierda con el cuerpo muy derecho y no se ha de volver al caballo de golpe, sino siempre recogiéndole y ajustándole de suerte que no se fuerza ni desbarate. 192 En la parte que corresponde al Tratado… de la brida, advierte sobre los muchos primores y avisos para hacer un caballo de la brida, doctrinarle y saberle enfrenar con otros muchos documentos para (un caballero) ser hombre de la brida y con las posturas que ha de tener y otras cosas tocantes a este ejercicio. Lo mismo hace en el capítulo XLI cuando trata de COMO SE HAN DE CORRER LANZAS EN LA BRIDA Y DE LAS POSTURAS Y COMO SE HAN DE SACAR Y CUALES SON LAS MEJORES, A LEY DE HOMBRES DE ARMAS. Pues hemos tratado de cómo se han de hacer los caballos y el enfrenarlos en ambas sillas y de la postura que han de tener los caballeros, me pareció ser justo tratar de cómo se han de correr lanzas a la Brida, porque este ejercicio es necesarísimo a causa de que por él se desenvuelven los caballeros y se hacen diestros para justar; y de la justa se siguen los efectos que todos sabemos, así en burlas como en veras. Y por no ser pesado ni enfadoso, no trato de cómo se ha de justar y correr las lanzas armado, mas yo entiendo (y es así) que el caballero que fuere ejercitado en correr desarmado (y tiene desenvoltura) fácil le será correr con las armas, porque lo más dificultoso es saber sacar las lanzas y darles el aire necesario y tomar desenvoltura y facilidad en el brazo y mano, porque habiendo esto, es llano lo demás. Hay muchas maneras de correr lanzas y de cada una hay sus aficionados, según como se dan la maña en aquella especie de correr: sustentando cada uno lo que sabe. Y para esto soy de parecer que el caballero se ejercite en todo y aprenda todos los géneros de correr. Y que en ellos se desenvuelva y sabidos, podrá después ser buen juez porque conocerá lo mejor. En toda Italia y España, se corre a lo cierto, aunque no tan galán, como en la Nueva España, a causa de que se han ejercitado muy muchos los caballeros de allá, añadiendo nuevas maneras de sacar la lanza, dándoles extremadísimo aire. Y es tanta la curiosidad de ellos, que para perfeccionarse en este arte mancan los caballos en que han de correr lanzas desjarretándolos de un pie y el que viene a ser manco de esparavanes le estiman mucho y diré la manera de mancar el caballo. Tómanle y córtanle el nervio principal con que sustenta el pie y queda cojo que casi arrastra el pie y como corriendo hace la fuerza con los tres sanos y el manco no llega a la mano hace un admirable son y corre muy menudo y muy llano y así se corre extremadamente y se sacan liadísimas lanzas; así por esto como ejercitarse mucho en correr lanzas de las cuales se tratará. Aunque me parece que no se les podrá dar en escritura el aire que tienen puestas por obra, pero darse han a entender lo mejor que se pudiere.193
192 193
Ib., p. 52. Ib., p. 141-142.
Finalmente, debo agregar algunas notas sobre un interesante trabajo que elaboró al respecto Benjamín Flores Hernández,194 quien será uno de nuestros próximos ponentes en el diplomado. Dice Flores Hernández que (...) la entusiasta forma de estudiar la materia, el fervor patriótico con que los escritores españoles se lanzaron al análisis de los modos tradicionales de cabalgar propios de su tierra y el particular énfasis que dentro de sus páginas dieron a los enfrentamientos de los caballeros con los toros bravos, sí constituyen una particularidad típicamente hispana de la manera de abordar el asunto. Primeramente, en Italia y más adelante en Francia, desde los iniciales años del siglo XVI empezaron a divulgarse los principios de una novedosa escuela de equitación de origen napolitano que postulaba el triunfo de una caballería ligera, rápida, sobre la típica de los últimos tiempos de la Edad Media, la propia de los desafíos y de los torneos, caracterizada por la pesadez de unos equinos abrumados por el fardo de la armadura que protegía tanto a ellos como a quienes los montaban.195 Así que reafirmando cada vez más el papel protagónico que jugó Juan Suárez de Peralta como un conocedor en las prácticas caballerescas que fueron común denominador desde el siglo XVI y hasta el XVIII en la Nueva España. Si bien, su Tratado de la Caballería, la jineta y la brida… se publicó en Sevilla allá por 1580, y aún no contamos con referencias posteriores de su conocimiento en estas latitudes americanas, el hecho es que la mencionada teoría, junto con otras, pero sumada a la experiencia que seguía influyendo en la práctica, permitieron continuidad entre caballeros hispanos y novohispanos. En España, y para 1568 Antonio Flores de Benavides tradujo a Grissone,196 bien que para entonces ya debía ser archiconocida la técnica de la brida así en la península cuanto en los dominios castellanos de allende la mar, puesto que daba la continua presencia hispana en Italia no puede suponerse otra cosa. Sin embargo, los tratadistas españoles de aquel tiempo dedicados a estudiar el caballo, su monta, modo de combatir en él y demás temas afines, no sólo hicieron referencia a dicha caballería, sino que también trataron, mostrando una clara preferencia hacia ella, de la de la jineta, que gozaba de gran prestigio en todos los territorios dependientes del rey católico. Según parece, el primero de los muchos libros aparecidos sobre la enseñanza de la caballería en las imprentas de España y de Portugal a partir de la segunda mitad del siglo XVI y hasta bien entrado el XVIII, fue uno impreso en el año de 1551 en la oficina tipográfica que Cristóbal Álvarez tenía en la ciudad de Sevilla: el Tractado de la cavallería de la gineta de don Fernando Chacón, caballero calatravo. A continuación, y por espacio de más de ciento cincuenta años, no pararon los talleres de todas las ciudades de la península de tirar textos y más textos con esta temática, varios de los cuales alcanzaron la segunda y aun la tercera impresión.197 Al finalizar el siglo XV habían desaparecido aquellas formas ya poco apropiadas de caballería, lo mismo vestimentas de enormes y pesadas armaduras como aquellas expresiones que fueron de uso común durante la guerra, pero también durante los recesos de ésta, considerando el proceso de la de los “ocho siglos” entre moros y cristianos en territorio español. Lo bélico se tornó estético, lo pesado Benjamín Flores Hernández: “La jineta indiana en los textos de Juan Suárez de Peralta y Bernardo de Vargas Machuca”. Sevilla, en: Anuario de Estudios Americanos, T. LIV, 2, 1997. Separatas del tomo LIV-2 (juliodiciembre) del Anuario de Estudios Americanos (pp. 639-664). 195 Op. Cit., p. 640. 196 “Reglas de la caballería de la brida, y para conocer la complesión y naturaleza de los caballos, y doctrinarios para la guerra, y servicio de los hombres. Con diversas suertes de frenos. Compuestas por el S. Federico Grisson, gentilhombre napolitano, y ahora traducidas por el S. Antonio Florez de Benavides, Baeza, Juan Baptista de Montoya, MDLXVIII, en 4º, 145 f, 4 h”. Ver Sanz Egaña: “Introducción a la Sociedad de Bibliófilos Taurinos” a la obra: “Tres libros de jineta de los siglos XVI y XVII. Intr.. de (...), Madrid, 1951, XLVII, 270 p., ils., facs. (Sociedad de Bibliófilos Españoles, Segunda época, XXVI)., p. XXXV. 197 Flores Hernández: “La jineta indiana…”, op. Cit., p. 641-642. 194
en la ligera movilidad de los combatientes que tenían ante sí los conceptos de la brida y la jineta como expresión no del campo de batalla. Sí de la plaza pública. En realidad, la técnica tradicionalmente española de montar sobre los corceles era la conocida como de la jineta, y fue ella, precisamente, la que al aparecer en los campos napolitanos en las luchas allí emprendidas por el rey de Aragón a lo largo del siglo que corre entre 1420 y 1520, trastornó todo el sentido del enfrentamiento caballeril propio de la Edad Media y del primer Renacimiento. Según Cesáreo Sanz Egaña, el origen y la peculiaridad de esa forma de cabalgar debe buscarse, antes que en detalles de longitud de estribos o de formas de la silla, en la anatomía típica de los equinos peninsulares, de menor tamaño y mayor nerviosidad que los nativos de otras latitudes del continente europeo.198 localizada al sur de Italia, cuando en algún momento llegaron a la península un grupo de jinetes españoles que se empeñaron en adaptarse a caballos de mejor alzada, en oposición a aquellos arabigoandaluces, mas bien bajos. El nombre más antiguo de este tipo de monta fue el de a la estradiota,199 voz derivada de los stradiotti, caballeros mercenarios de nacionalidad albanesa que servían en el ejército veneciano, los cuales debieron haber sido los primeros en tratar de aplicar los principios de la caballería ligera en el uso de equinos centroeuropeos. En cuanto a la connotación de a la brida, encontramos en el Diccionario de la academia lo siguiente: Brida es el “freno del caballo con las riendas y todo el correaje, que sirve para sujetarlo a la cabeza del animal”. De la jineta se entiende como un género de caballería africana, con frenos o bocados recogidos y estribos anchos y cortas aciones, a éstos llaman jinetes y a esotros bridones, los cuales llevan los estribos largos y la pierna tendida, propia caballería para hombres de armas”. Es el propio Benjamín Flores Hernández quien apoya lo hasta aquí analizado al apuntar que El más hondo sentido que tenía la multitud de obras y opúsculos editados por aquella época para la explicación de las diversas técnicas de andar a caballo era el de enseñar cómo, sobre ese animal (el caballo), habrían de continuar los españoles la realización de sus gloriosas acciones militares a todo lo ancho y largo del mundo. Tal cosa la indicaba claramente, por ejemplo, Juan Suárez de Peralta en su Tractado..., cuando se refería a los valiosos servicios bélicos prestados a los caudillos de su patria por los corceles puesto que, argumentaba allí: No hay fiesta cumplida, ni juego valeroso, ni batalla grande donde él no se halle. Con ellos los reyes, príncipes y grandes señores defienden sus tierras y conquistan las ajenas”. Aparte de su utilización en las campañas militares, la principal actividad en la cual habían de practicarse las reglas y disposiciones de la caballería expuestas en los tratados fue, en España, durante las centurias décimoquinta y décimosexta, la de las corridas de toros. El punto culminante, la acción más emocionante, de más riesgo, belleza y significación de las realizadas entre los tablados de una plaza pública en tiempos de la monarquía de los Austrias, resultaba la de liquidar un bravo bovino con lanza. El caballo pasó a Indias junto con las primeras empresas conquistadoras, en las cuales enseguida mostró su indiscutible utilidad. Son continuas las referencias de comentaristas e historiadores acerca de los servicios prestados a los castellanos por este animal en las entradas expedicionarias en demanda de la expansión de los dominios de su soberano a través de toda la geografía del nuevo continente. Recuérdese cómo, en múltiples sitios, tardaron los indios un buen rato en salir de su asombrada creencia en que hombre y bestia conjuntaban una sola unidad. 198
Ibidem., p. 644. Estradiota: “un género de caballería, de que usan en la guerra los hombres de armas, los cuales llevan los estribos largos, tendidas las piernas, las sillas con borrenes, de encajan los muslos y los frenos de los caballos con las camas largas; todo lo cual es al revés en la jineta. 199
(...) entre los indígenas, debido a la obra consumada por él mismo y por sus compañeros, para el tiempo en que (Bernal Díaz del Castillo) escribía, principios del último tercio del siglo XVI todos los más caciques tienen caballo y son ricos, traen jaeces con buenas sillas y se pasean por la ciudad y villas y lugares donde se van a holgar y son naturales, y llevan sus indios y pajes que les acompañan, y aun en algunos pueblos juegan cañas y corren toros y ponen sortija, especial es día de Corpus Christi, o de Señor San Juan, o Señor Santiago, o de Nuestra Señora de Agosto, o la advocación de la iglesia del santo de su pueblo; y hay muchos que aguardan los toros aunque sean bravos y muchos de ellos son jinetes, y en especial en un pueblo que se dice Chiapa de los indios.200 Por otro lado, el papel protagónico que tuvieron los caballeros americanos no fue una casualidad. Ya lo vimos con los hechos de enero de 1572. Del mismo modo, es el mismo Suárez de Peralta en acentuar ese orgullo, tal y como lo vimos al referir en el capítulo XLI de su Tratado… en toda Italia y España se corre a lo cierto, aunque no tan galán, como en la Nueva España, a causa de que se han ejercitado muy mucho los caballeros de allá, añadiendo nuevas maneras de sacar la lanza, dándole extremadísimo aire. Y es tanta la curiosidad de ellos, que para perfeccionarse en este arte mancan los caballos en que han de correr lanzas desjarretándolos de un pie y el que viene a ser manco de esparavanes de estiman mucho [...] También fue el propio Miguel de Cervantes Saavedra, en palabras de Sancho Panza, quien exclamó cuando fue a contar a su señor lo sucedido en su encuentro con la hermosísima Dulcinea del Toboso, transformada en zafía labradora por artes de encantamiento: “-Vive Roque, que es la señora nuestra ama más ligera que un alcotán, y que puede enseñar a subir a la jineta al más diestro cordobés o mexicano”. Finalmente, para tratar aquí de la manera específica que tuvo de practicarse la equitación en Indias se analiza particularmente el Tractado de la caballería de la gineta y brida, del inquieto criollo mexicano Juan Suárez de Peralta, así como los tres sucesivos libros compuestos sobre ese tema por el simanquino Bernardo de Vargas Machuca. Asimismo, se utilizan también unas cuantas de las expresiones del Discurso para estar a la jineta con gracia y hermosura –Madrid, 1590-, de Juan Arias Dávila Puertocarrero, conde de Puñonrostro, de quien se dijo que “en muchas cosas sigue la jineta de las Indias”, y del Modo de pelear a la jineta –Valladolid, 1605-, de Simón de Villalobos, tal vez mexicano como su hermano Diego, que fue quien llevó este escrito a la imprenta. En las campañas americanas, cuando se entró a caballo sobre los indígenas, fue el estilo de montar a la jineta el utilizado, y así aseguraba el Inca Garcilazo cómo esa tierra “se ganó a la jineta”. Vargas Machuca continuamente repite en su Milicia el consejo de que en las conquistas americanas sólo se utilicen las sillas jinetas y no se consienta brida, porque con menos riesgo se vadea un río a la jineta y son más prestos al ensillar y se hacen hombres de a caballo. Según Bernardo de Vargas Machuca, comenta en el prólogo al Libro de ejercicios de la jineta, fue durante sus años americanos cuando “cursó y aprendió” los secretos de la equitación. Mas, a lo que dice, fue ya de vuelta en España y a instancias de varias personas, muy particularmente de don Alberto Fúcar, que se dedicó a poner en el papel lo que tenía aprendido sobre la materia, y pasó enseguida a publicar sus apuntes, mismos que salieron a la luz durante 1600 en la misma imprenta madrileña que un año antes su libro de la Milicia. La portada del tratado entonces aparecido lleva el siguiente enunciado: Libro de Ejercicios de la Jineta, compuesto por el Capitán D. Bernardo de 200
Flores Hernández: Op. Cit., p. 648-650.
Vargas Machuca, Indiano, natural de Simancas en Castilla la Vieja. Dirigido al Conde Alberto Fúcar [escudo de Fúcar] En Madrid, Por Pedro Madrigal, [filete] Año MDC. 201
BERNARDO DE VARGAS MACHUCA202
201
Bernardo de Vargas Machuca: Teorica y exercicios de la Gineta: primores, secretos y aduertencias della, con las señales y enfrentamientos de los Guallos, su curacion y beneficio / por... don Bernardo de Vargas Machuca.... - En Madrid: por Diego Flamenco, 1619, [14], 200 h., [10] h. de grab. ; 8º Marca tip. en colofón. Sign.: [ ]8, [calderón]8, A-C8, E-Z8, 2A2C8. Grab. xil. en h. [156]. - Las h. de grab. xil. incluidas en signaturación, son dos heráldicas y el resto de la representación gráfica de los diversos tipos de freno para los caballos M-PR 89912: Enc. pasta; Anot. ms. en port. y colofón. En h. de guarda, autor y tit. mss. en vertical; Procede de Francisco de Bruna. M-AH 2/3305: Enc. hol. - M-BHM V/564: Enc. perg. 202 rmarve_81@yahoo.com.mx, vhjorg@yahoo.com.mx, olechoperena@yahoo.com.mx