Sociología de San Fermín

Page 1



Sociología de San Fermín

D

ecir Pamplona y San Fermín equivale a hablar de una fiesta bicolor vestida de blanco y rojo, es pensar en un complejo fenómeno sociológico, que se viene practicando de acuerdo con datos históricos desde el año 1591 para celebrar al santo patrón de Navarra. Los orígenes de esta tradición hablan de los pastores que acarreaban los toros desde el campo o dehesas, hasta los sitios más cercanos de Pamplona, mientras la gente del pueblo ayudaba a dirigir su recorrido hacia la plaza pública puesto que en ellas se toreaba antes de edificarse las plazas de toros, conducir a los toros así era una actividad también conocida como trashumancia, lo que con el tiempo pasó a ser un complejo desafío, todo un suceso tauro humano, que se fue organizado de tal manera que con los años se fue difundiendo cada vez más, condujo a curiosos y turistas tornándose un atractivo multitudinario. Tras años de irse forjando esta gran fiesta, llegó a tener seis suspensiones por problemas políticos y diversos asesinatos, como el del republicano Juan Echepare Aramedia en 1936, otra razón fue la misma guerra civil española, reanudándose hasta 1939. Los festejos se desarrollaron sin exabruptos hasta 1978, otro crimen fue contra Juan Antonio Eseverri, subteniente de la guardia civil. Después fue la muerte por el atentado de Germán Rodríguez, otro más se dio por la inestabilidad que se produjo por parte de la ETA al cegar la vida del comandante de la policía armada Joaquín Imaz. 1 Llegado el año 2020, ¿quién hubiese imaginado que en el sorteo nos tocara vivir una pandemia y que por los efectos de La Covid-19, se suspenderían los festejos? La situación nos dejó atónitos 1

Fuente: El Diario Vasco, 7 de julio 2021

https://www.diariovasco

tras haberse coartado como un hachazo tajante todo acto social durante dos años, vivimos una prueba de resiliencia, la nunca imaginada, llevando a cuestas un profundo duelo, además la pérdida de miles de vidas humanas en todas las geografías. El silencio imperaba, las calles de Pamplona, ausentes de cánticos, con los toros sin salir del campo, los pañuelos rojos guardados, la plaza en solitario y un caer de signos de interrogación sobre el mundo en aquellos días de desasosiego. Durante el primer trimestre del año en curso, seguíamos incrédulos de llevar a cabo los San Fermines 2022, pero se abrieron nuevas esperanzas y se anunció el reanudar de las fiestas con la espera del turismo internacional; así, bajo el contexto de ¡Viva San Fermín! el verano sonríe nuevamente sobre Navarra con regocijo, los días seis y catorce del mes julio, el pueblo se vuelca, participa de múltiples formas, en un festín popular pagano y cristiano, tan secular, lo suficientemente rico en costumbres y tradiciones, ha sobrevivido a los cambios que conllevan sus diferentes etapas históricas, desde la edad media, pasando por la modernidad y la presente posmodernidad la que sigue sorprendiendo y acaparando los ojos del mundo, más ahora que los medios de comunicación son sorprendentes. Desde el balcón del ayuntamiento da comienzo a la inauguración el 6 de julio a las 12 del día, se procede a encender el estruendoso cohete y surge el “chupinazo”, todo un jaleo que deriva en juerga colectiva, con un programa de actividades previamente organizado que incluye bailes típicos, cantes por jotas, la presencia de mojigangas y cabezudos, que desfilan entre la gente, riqueza gastronómica, torito de fuego y más pirotecnia, mucho comercio, al final también es un derrame económico


importante que ha sido parte de la recuperación paulatina de todos los países que se deben al trabajo y la preservación de las tradiciones que se ejercen. El fervor de la celebración de San Fermín entre su gente es la memoria del pueblo a través de una herencia cultural arraigada, con efectos endógenos y exógenos que la hacen ser popular y suigéneris, por supuesto junto al atractivo, de los diferentes procederes ganaderos tanto de cabestros como de sus imponentes toros de lidia tan finos de hechuras, con diversas pintas, cornamentas que marcan respeto a su paso, que van acariciando hasta el alma de los profesionales mozos al correrlos, cuidando los pastores el orden del recorrido. Tras esta intensa vivencia, por la tarde, se procede a disfrutar con total plenitud de la corrida en honor del santo patrono quién viste tradicionalmente con esa similitud ornamental de los bordados del traje de luces finamente bordado en grana y oro, con un tocado beato de alta mitra dorada. Toda la festividad se prolonga hasta la llegada de los inevitables primeros minutos del 15 de julio con el melancólico villancico llamado, “pobre de mí”, que despide las fiestas hasta el próximo año. Este fenómeno social ha atraído personalidades de la talla de Ernest Hemingway, quien presenció estas fechas desde el año 1923, el escritor estando seducido por el espectáculo, regresó al lugar ocho veces más para recopilar su experiencia y dar a luz su obra literaria a través de la novela llamada, “Fiesta”, publicada en 1926, en la que destaca la presencia en los ruedos de Cayetano Ordóñez, pero que también se suma a la tragedia por presenciar la muerte por asta de toro de un hombre navarro que fue víctima al correr el encierro en el año 1924. Hemingway se distinguió desde

siempre entre el público, además escribió otra obra en materia taurina “Muerte en la tarde”, para la época se convirtió en un emisario del toreo que percibió la tauromaquia de una manera singular con la visión de un norteamericano sumergido en terrenos pamploneses. Al paso de cada año los Sanfermines han sido un derroche de emociones desde tempranas horas de la mañana que inundan de alegría las calles húmedas y frescas de este pueblo español, mientras los valientes mozos hacen presencia y evocan los tres cánticos al santo venerado elevado en una pared rodeado de cirios desde donde custodia a sus fieles. “A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guie en el encierro dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín! ¡Gora, gora! Entzun,arren, San Fermín zu zaitugu patroi, zuzendu gure oinak entzierro hontan otoi. Viva San Fermín, gora, gora! Los hábiles mozos, con periódico en mano como si fuese un objeto de seguridad con la vestimenta tradicional blanco y rojo, esperan a que den las 8:00 de la mañana, para escuchar el acostumbrado “chupinazo”, tras una vez abierta la puerta que da paso al encierro que procede de la cuesta de Santo Domingo, se escuchan los cencerros de los cabestros y uno que otro mugido de los toros, se corre al paso de los enormes ejemplares que tienen finas hechuras, sienten la presencia de cada uno a su vera, que embisten a sus espaldas y por los costados de su cuerpo, sintiéndose amenazados por las desafiantes cornamentas y sus derrotes astifinos, el tiempo parece corto pero lleva intensísimos minutos, a veces se siente una eternidad en un segundo, toda la afición también llega a sentir intensa adrenalina, la pasión es una locura, vuelan los mismos periódicos, algún


zapato y pañuelo, las calles de Estafeta y Mercaderes son las más intensas ante el riesgo, y el desafío de las cataduras de cada toro y sus enormes pitones de cepa a diamante son un infinito hecho lunas. El tiempo logró arraigar profundamente las costumbres y tradiciones de Navarra, lo que permitió que hoy en día, en medio de un mundo posmoderno y cibernético que pareciera no detenerse a la reflexión frente a los actos y prácticas de ceremonias con este peculiar matiz, de juerga, canto, rezo y tinto, sincretismos que vinculan siempre al toro y al ser humano, quienes logran que se inquieten algunos sectores que protestan ante el júbilo, la existencia de las corridas de toros y las ceremonias que entremezclan lo sagrado y lo profano, mientras la gente año con año se sigue regocijando y espera con gozo correr el encierro en medio de este festín popular, que al mismo tiempo, demuestra la validez de los intereses colectivos por preservar la idiosincrasia del pueblo, que manifiesta el carácter y expresión de sus costumbres. Diría José Ortega y Gasset, “son actos de significación, lo suficientemente relevantes como para convertirse en algo masivo”. La celebración se presenta alrededor de varios factores, como la naturaleza propia de la “fiesta”, sinónimo de reunión humana, de interacción bajo un fin común, la diversión, que en este caso conjuga lo totémico junto al toro, lo cristiano al venerar al santo Navarro y el jolgorio que se derrama entre un pueblo con naturaleza propia, capaz de conservar sus romerías. La Pamplonada forma parte de un evento enraizado en la conciencia colectiva de las conmemoraciones de España, en medio del rojo pasión, la gente da rienda suelta a su conducta. De manera simbólica el hecho de que los toros corran entre la gente simboliza, la ruptura del

orden establecido, como quien dice “el diablo anda suelto”, con un par de astas al aire tratando de tocar la ropa blanca, inmaculada e impoluta de los mozos, que minutos antes pidieron con fervor en la plegaria, como si fuera una suplica que justifica su impulso al arriesgar la vida y atreverse a cometer un “pecado”, además de pedir protección al enfrentar a las bestias y el peligro que conlleva. Los corredores enfrentan a esos astados que los acechan en esas callejuelas largas que parecen interminables en medio de la aprobación colectiva, para después desembocar en la plaza, en ese lugar público que devuelve la fe y el sacrificio ofrecido a San Fermín, lugar de luz tras las tinieblas de la angustia que desgarra las horas matutinas en las que los mozos aprietan con sus manos, solo un periódico enrollado como único objeto de seguridad, algunos cuelgan en una cadena al cuello, un San Fermín de amuleto que besan con fervor entre rezos. La fiesta de los pamploneses y sus visitantes muestra sentimientos en los cuales el placer contrapone a la razón; muestra un ejemplo de la ruptura de los parámetros establecidos en una sociedad, es la representación colectiva que tiñe de confeti las calles, repletas de alegría, desinhibición y pasión que se corren cada minuto de manera vertiginosa, en ese correteo resbaloso por el rocío de la mañana que demuestra la terquedad del hombre de vivir junto a los toros en medio de cualquier circunstancia, en este caso de una fiesta se lleva amarrada al cuello con un pañuelo rojo muy cerca del corazón y vestida de blanco por el alma de su gente y su profunda afición; así llegará el año próximo y cantaremos juntos: “Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio, siete de julio San Fermín.” ¡Gora, Goraaa, viva San Fermín!



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.