Tlaxcala 500 años

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TLAXCALA 500 AÑOS MÉXICO – ESPAÑA ENCUENTRO DE DOS CULTURAS Segundo Coloquio Internacional de Tauromaquia La cultura y la sociología

Presenta Mary Carmen Chávez Rivadeneyra La tauromaquia en los tiempos líquidos, la posmodernidad. Tomando como fundamento la teoría de Zygmunt Bauman.

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“El toreo es algo que se aposenta en el aire y luego desaparece”. Lope de Vega. Introducción Hablar de sociología y tauromaquia ha sido un maridaje perfecto para tratar de entender un poco el complejo universo que existe en las plazas y lo que gravita fuera de ellas. Las aportaciones de múltiples analistas sociales, siempre han sido un soporte teórico y metodológico, en los que podría haberme ubicado para esta ocasión, citando a los pilares de la sociología, de cuyas teorías uno siempre toma recursos, como el positivista Emilie Durkheim, Max Weber, o el estructuralista Anthony Giddens y su mirada holística, puesta en las sociedades modernas, incluso, Marschall Berman, Guilles Lipovetsky, pero sorteé al polaco Zygmundt Bauman, como máximo representante de la posmodernidad. Es un tema que intenta explicar la vigencia del toreo tomando en cuenta los conceptos del autor en algunas de sus obras, para analizar brevemente la permanencia de las corridas de toros en la posmodernidad, un concepto que Bauman logró definir, justo en el marco histórico que hoy en día nos coloca como sociedad. I.- Una brisa histórica. Es importante recapitular un poco el toreo que sustenta el momento, desde la prehistoria y la mitología griega, el desafiante episodio del laberinto de Creta, la interacción constante en diferentes civilizaciones, entre los etruscos, tartesios, romanos, godos, árabes, celtas, cartagineses, que conservan la esencia arqueológica del toro primigenio y su paso por el mediterráneo, geografías en donde las sociedades embelesadas por el toro le dieron un lugar privilegiado, con todos sus simbolismos, desde su cornamenta, como sinónimo de vida eterna al cuarto creciente, la fertilidad y la abundancia para la agricultura, además de todas sus capacidades únicas en genética, bravura, etología y raza. Siglos han pasado, el toro y el hombre siguen siendo un binomio indisoluble, es imposible no citar los procesos que nos llevan a pensar en la estructura del toreo, desde aquel retador correr de los toros, los juegos de cañas y alcancías del siglo XVI, el toreo de entrenamiento bélico ejecutado en corcel, aquel alanceo que practicaba la nobleza y los inicios del toreo a pie, en el siglo XVIII, lo que determinó un quebranto para la alcurnia, una nueva forma de torear, siendo un esparcimiento para los pueblos, quienes siempre han tenido un halo de algarabía, celebración y fiesta, sumergidos en una compleja estratificación social. De este cúmulo de hechos, surgió el primer historicismo taurómaco, al estrechar la naturaleza a través de la vida del toro en el campo y llevarlo a las plazas para lidiarlo, 2


situación que integró un proceso incesante, que no pudo quedarse en silencio y rompió como un quejío al viento, al evocar expresiones de ¡Alá!, que al llegar al olé, no faltó más que un giro en la arena. La frecuencia de los encuentros sociales de nobles y plebeyos, unida a la popularidad de los festejos se hizo volátil, de las plazas públicas o de mampostería, se comenzaron a edificar los cosos, esos recintos espirituales con majestuosas arquitecturas, un baluarte místico que quizá, en aquellas sociedades, nunca imaginaron su lejano futuro, siendo el único escenario que lleva a cabo un ritual de sacrificio que prevalece vivo hasta este siglo XXI. ¿Quién hubiera pensado que con el tiempo, el toro y el hombre habrían de unir su sangre en prolongado romance de erotismo y muerte con luminoso diamante de pitón y afiladas espadas? Me podría seguir extendiendo en una cascada de acontecimientos, para situar los procesos. Claro está, que la grandeza del toreo, sigue siendo tan larga que parece no descontinuarse nunca y se resiste a fenecer llegada a la posmodernidad, para ese encuentro, retomo los conceptos del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, que son un eje de partida, al haber descrito esta época como los “Tiempos Líquidos”. La era de la incertidumbre. Sin duda un nuevo paradigma que describe un amplio fenómeno indicativo, en acertadas descripciones volcadas a este tiempo posmoderno, en que todo es vulnerable a los abruptos cambios, a lo efímero, esa intensa vorágine que nos atrapa en hechos que van desde la formación individualista, que priva muchas veces la acción colectiva, y lo que impacta en la insensibilidad ante los imparables fenómenos inmersos en la pluralidad social; la posmodernidad vive en conflicto, además de su propio conflicto, por ello la violencia desmedida, la xenofobia, y mixofobia, (miedo a la mezcla) la indiferencia deshumanizada en múltiples aspectos; sin dejar a un lado lo que ahora es tan fácil hacer, excluir, romper estructuras pero a la inversa, crear otras plataformas, como redes sociales masivas, que sustituyen el contacto personal y hacen una forma de comunicación que quizá jamás imaginamos. Son tiempos de desecharlo todo, cuando digo todo, es desde los objetos, hasta las relaciones humanas, en la epidérmica interacción social que ahora impera, en medio de este estado de vida cotidiana que nos ha llevado a un cierto vacío; el inmediato contacto cibernético hace que no se entrecrucen miradas, ahora se profundiza en la pantalla o “corazón” de un teléfono móvil, porque todo puede ser virtual, desde la búsqueda de vínculos afectivos, hasta los juegos de los niños. En medio de este desenfreno de la vida, existen reliquias culturales, entre ellas, nuestra tauromaquia, bordada en hilos de oro viejo y fina camaraña, que nutre a cientos de espíritus, mientras otros, son insensibles a su esplendor por lo tanto,

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también quieren eliminarla, pasando por alto la libertad de elegir, inquieta porque de cierto modo también la fiesta vive “una era de la incertidumbre”. Las sociedades también se soslayan y etiquetan, entre ello, se ha restado importancia a las formalidades, los protocolos, ¿en dónde han quedado los rituales, el saludo, la cordialidad, el respeto, las ceremonias, la solidaridad? Estos valores, se encuentran en el ruedo de la plaza, es un espacio de complicidad y cohesión, ya que las sociedades posmodernas poco integran, y sí desintegran, son excluyentes, intolerantes entre grupos herméticos al enfrentarse a la enorme diversidad cultural que existe, por lo mismo, se diluye todo, hasta el tiempo, ese verdugo mental que nos lleva al delirio, al que Salvador Dalí, prefirió derramarlo en su obra titulada “relojes blandos”, un tiempo fatigado de su propio latido. Cabe recordar que los teóricos dividieron la posmodernidad para su análisis en tres partes: 1. Como período histórico. 2. Como parte de la filosofía de pensamiento. 3. Como movimiento artístico. En las cuales, la tauromaquia ha viajado como en una larga cordobesa transitando en toda la historia, lo que le permite situarse en los países en donde permanece y tiene un profundo arraigo. En aspectos filosóficos, interesó a pensadores de la talla de José Ortega y Gasset, hasta el mayor ejemplo contemporáneo que conocemos, la obra de Francis Wolf: “Filosofía de las corridas de toros” o el mismo filme: “Un Filósofo en la Arena”. También la tesis de maestría titulada: “Filosofía y Sacrificio: una exploración en torno al sacrificio taurómaco”, Natalia Radetich Filinich. UNAM, 2009 Discursos del filósofo español Gustavo Bueno y Fernando Savater, por citar algunos autores, con este perfil de análisis. En cuanto a ser y pertenecer la tauromaquia a un movimiento artístico reitero que su eje principal el toro, ha sido representado por ser un símbolo indiscutible que existe desde los orígenes de la creación del mismo arte, vinculado a prácticas rituales, y tradiciones, incluso hasta de magia totémica en ceremonias de antiguas sociedades, por lo mismo, ha sido un acto espiritual; conjuga no solo una etapa y periodización, más bien es una extensa conjunción histórica la que le da sitio relevante. Sin duda, se hizo universal a través de la plástica y otras múltiples expresiones. La temática de la corrida, no solo se da de manera endógena en su propio ambiente, también de forma exógena mostrándola al mundo como parte de una cultura que identifica a los protagonistas que la representan, y comunica a los aficionados que forman nexos de complicidad, llegando a ser un tema de todos los tiempos, quizá 4


en este sentido ha brincado las barreras en el estricto término de la “tendencia temporal”, que llevan los artistas en un determinado tiempo y espacio, para nombrarlo un “movimiento artístico”, es algo más que eso, es un vestigio perpetuo, un legado generacional, un signo importante, persistente, también sostenible y sustentable en la posmodernidad. El mismo toro de lidia, ha trasmutado por siglos, como especie animal y evolutiva; Cada cultura lo toma como símbolo de caracteres especiales, dignos de ceremonias paganas y cristianas, finalmente, reitero es un tótem sagrado. A la tauromaquia la han recreado artistas con diferentes técnicas, inspirados en una concepción simbólica, desde piedras calizas, grutas y cuevas, pintado con arcillas y colores vegetales, que la arqueología rescató, valiosos conjuntos escultóricos como los ejemplares de Guisando, que datan de los siglos III y IV a.C. en Ávila, España. Después se usaron otros elementos y técnicas mixtas, maderos, mármol, óleos, bronce, etcétera. Otros ejemplos, son las representaciones religiosas de los evangelistas con los tetramorfos, representación iconográfica, del antiguo oriente, en ella se encuentra los seres alados con forma de animales para describir a San Marcos junto a un león, San Mateo representado con el hombre. San Juan, es el águila, por su elevación espiritual, y San Lucas representado con el toro. El toro es un arquetipo, ha detenido la mirada de los críticos de arte y lo coloca en un lugar sin precedentes; pero también está el taurófilo en el tendido, siendo receptor de lo que profundiza la faena y lo hace perpetuo en la memoria, esa que incluso es espiritual. La fiesta taurina, soberana y maga de azares, se enfrenta a la posmodernidad, por ser un arte; claro está, mientras el torero más allá de la técnica, es un artista junto al toro de lidia como eje indispensable, en esa escena provocadora de doble filo entre el eros y thanatos, una intensa composición de romance con un sutil velo de necrofilia, en que la piel del toro roza la seda bordada del terno impecable y se llenan de sangre, de duda, el vaho del toro es un incienso que lleva aroma a misterios y el aliento del torero una inhalación de miedo llena de voluntad, que juntan taquicardias a un solo ritmo, en un palmo de terreno. Con el tiempo el toro y el hombre ha sido parte de una evolución, pero también de una relación, la que es perenne; va llena de propuestas en los vuelos de un capote, en el recorrido de un belfo de una muleta, entre lazos que interactúan entre sí, comunica en un amplísima propuesta que sigue dando obras extraordinarias dentro de todas las bellas artes; es como una resonancia del eco de la voz rajada del cante flamenco y el jondo marcaje de una soleá, que cala, que filtra la luz y toca el despertar de un sentimiento.

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II.- La tauromaquia entre lo sólido y lo líquido. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, es el título de un libro de Marshall Berman, publicado por primera vez en Nueva York en 1982. Imposible no citarlo como parte de una obra dedicada a indagar el modernismo y la modernidad, que siempre ha sido un concepto “volátil”, por todo los cambios políticos, sociales, económicos; sin dejar de lado la ciencia y el arte que impactaron en su momento, en donde también transitan varias formas importantes a considerar como parte de un contexto, que pocos pueden imaginar y se filtra en la vida, en el mismo espíritu del tiempo, en el toreo por ser un arte, ya que fueron hechos determinantes a esta década, que tuvo un devenir complejo, citando el periodo sucesivo del matador Manolo Martínez, uno de los llamados “mandones del toreo”, que también dejó caer considerables signos de interrogación en los tendidos de las plazas. Varios autores convergen en teorías, hoy en día, colocar la fiesta de los toros como fenómeno social usando el lenguaje que define el momento actual, se puede decir que también ha transitado entre lo “sólido” y lo “líquido”, ya que tuvo que pasar por un proceso de formación que le dio un lugar pero también, se ha diluido en etapas que la han afectado por su propio manejo interno, hasta por procesos de dictaduras que la han llevado a crisis y estados de coma. ¿Cómo describir un matador de toros en la actualidad? ¿Por qué las plazas agrupan a miles de aficionados, pero también otras están semi vacías, cerradas o en ruinas? ¿Por qué incomoda tanto a los grupos de choque, que con ácidos discursos agreden al aficionado como para planear estrategias llenas de prohibicionismo? Puedo aplicar múltiples conceptos “líquidos” relacionando el hecho social taurómaco, y con dichas aproximaciones se sitúan los enfoques que conforman la teoría, en que pareciera que en este tiempo nos diluye en el delirio existencial de la vida contemporánea. El toro ha vivido la historia de la humanidad, la edad antigua, media, moderna y posmoderna, la tauromaquia creó la necesidad de tener un organismo social, político y económico. Si viajamos en el tiempo, sus procesos le dieron una estructura, aquella época de bronce, oro y plata, que como los mismos metales, también al fundirse se diluyen, simbólicamente significa que su esencia es materia prima en amplios temas de estudio, desde la lógica y lo ilógico que pareciera ser para algunos el ritual de sacrificio, en donde hay un fluir de sangre, que a la vez es símbolo de vida y muerte. El toro y su público ecléctico, que converge en la plaza en una escala de estratificación social, siempre representa una actividad de profundos significados es un legado cultural que se ha adaptado, incluso readaptado, moldeando todas sus transformaciones, e impregnando la idiosincrasia de los países en activo, sin embargo, para muchos otros grupos, siempre ha tenido un halo incognoscible.

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Quizá esto la hace líquida, al filtrarse en toda una corriente de cuestionamientos y de inquietudes que interrogan a un gran sector, más a la juventud, que no descubre más allá del iceberg sin mirar detalladamente el fenómeno que representa y el profundo océano táurico que va de azul marino y oro. Para seguir este oleaje, recordemos que todo fue teniendo un motivo; el toreo bélico fue decisivo en su transformación, el uso de lanzas y rejones lo que es más, hasta llegar a enfrentar al toro en un encuentro de poder a poder; en un estado de aproximación más estrecho. Los toreros, nuestros héroes de batallas, desarrollaron su creatividad en este arte, con aportaciones trascendentes, como en su momento lo hizo la propuesta de José Delgado. Pepe-Hillo, (1754-1801) Francisco Montes “Paquiro”, (1805-1851) Manuel García “El Espartero” (1865-1894) Francisco Arjona “Cúchares” (1818-1868) Tanto los matadores mencionados entre otros más, fueron ejes fundamentales para darle mayor entidad, transformación y fluidez a las corridas de toros. Cito a José Alameda, en su libro: “La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo”. El hombre que plantó, sin sospecharlo, la semilla del toreo moderno fue Rafael Guerra “Guerrita”, gran torero cordobés. Los resultados del afinamiento del toro (tipo “estándar”, líneas redondeadas, encornadura, más reducida) comenzaron a verse en los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial, cuando se estaba yendo “Bombita” y “Machaquito”, cuando ya eran matadores “El Gallo” y Gaona, cuando empezaba Joselito y Belmonte. Había ya entonces un hecho nuevo, existía el toreo moderno, producto artificial de la selección 1.

Desde entonces, José Alameda ya habla del concepto de moderno. Destaca los tiempos de asentamiento de instrumentos usados en la lidia como parte de los acontecimientos que tejen la historia: La lanza como arma de guerra, el rejón que sustituye la lanza, y que ya es un instrumento taurino y la espada para la suerte suprema. Importante seguimiento del avance histórico de los objetos en la sociedad y su uso en el ritual de sacrificio que van conformando esa solidez de la lidia. Cabe destacar que si bien es cierto que cada instrumento era importante, también lo era la destreza para usarlos y la creatividad que tenía cada diestro. Importante fue el entendimiento y trabajo de los ganaderos, en esa dedicación que tuvieron de seleccionar toros, establecer las primeras dehesas, e ir comprendiendo 1

La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo. Alameda José, pág. 13

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la etología de los astados, su capacidad de bravura, la selección de la sangre, que con el tiempo, dieron nombre, a “los encastes”, nacieron “hierros” y hasta esas divisas, entre alegres y serias cargadas de simbolismo, que distinguían cada casa ganadera, en sí, todo un culto al toro de lidia como especie animal, tan sui generis. Una vez que la tauromaquia hizo su arduo trabajo trasatlántico y se instauró poco a poco, no podemos olvidar el impacto y la inquietud que tuvo la presencia del toro de lidia entre la sociedad, el asombro era tal que favoreció intentar un mayor acercamiento, y preservarlo, por lo que su cuidado se hizo de una manera profunda y comprometida. En la antigua Tenochtitlán llena de rituales, ya existía un culto a la muerte, por lo que no fue difícil adoptar las prácticas taurinas, por el contrario, se logró hacer de ella un sincretismo y continuar con el sacrificio del toro de lidia, un parte aguas del devenir histórico de América, con casi 500 años de complicidad táurica. Cómo no mencionar a sus máximos exponentes nacionales que actuaron en los años decisivos para el toreo, como Ponciano Díaz y Rodolfo Gaona, “El indio grande”. En México en el Valle de Toluca, la formación de Atenco, con la descendencia de toros navarros que se multiplicaron de manera sorprendente en amplios pastizales, en la más antigua hacienda formada en 1526, y dirigida por Hernán Cortés y Juan Gutiérrez Altamirano. En ambos continentes, los ganaderos de bravo hicieron de la crianza un culto, situaciones que lograron un fortalecimiento para las corridas, que al ser un fenómeno social en continua movilidad, se estableció todo un código de lenguaje y expresiones mismas, que hicieron intercambiar por generaciones una riquísima cultura, incluso la que hasta hoy nos hace converger. Las corridas de toros, se fueron consolidando y arraigando cada vez más, este afán de los hombres por querer hacer algo más en las plazas, llevó a darle un relieve al toreo, transitando inevitablemente entre crisis y crisoles, prohibiciones, entre aportaciones y cambios, incluso puedo describir una “decantación” del toreo, tratando de diluir las escenas dantescas que existían y se modificaron al introducir el peto en España en el año 1928, y en México en 1930, que eliminaron la escena de ver caballos de la pica yacer en los tercios, o descontinuar aquellas banderillas de fuego que eran práctica común. Varios aspectos con el tiempo han vivido modificaciones, como el mismo ajuar de los diestros que aligeraron sus guarnecidos labores de aguja, aquellos saturados con bordados churrigueresco, las monteras de machos prolongados y el color de las medias blancas a rosa y la espiga negra, bordada en los costados, que nos remite al simbolismo del campo y la vida agrícola.

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Al paso de los años, este último ritual solar, se ha seguido modificando, conforme a la misma historia, tanto de manera interna, como en la forma en que la aprecian hacia el exterior como espectáculo. Pensar en el toreo dentro de la posmodernidad líquida, es la liquidez misma que ha dado la fiesta, no es solo un abismo de tiempos, es algo tan complejo, tan profundo, que incita a imaginar en el toreo de los diestros más antiguos, hasta los representantes de esta época, Morante, Roca Rey, Sebastián Castella o Luis David Adame, Sergio Flores, ellos y otros muchos más que ejercen un toreo propositivo, de resistencia y permanencia, que se sigue sosteniendo con esa importante ronda de las generaciones. La tauromaquia como el metal de mercurio por su estado líquido, puede una gota al tocarse fragmentarla, porque también lleva ráfagas de plata. El frío posmoderno intenta seguir avanzando hasta querer desaparecerla, como todo capricho de esta época, pero su flexibilidad da para doblones de muleta, narrativa literaria y múltiples formas de sublimarla. Torear, tiene la dualidad de llevar en su representación un lenguaje posmoderno, es como los tiempos actuales, vertiginoso, pero a la vez, maneja lentitud de tiempos antiguos; en el ambiente normalmente decimos “el correr de los toros”, “la corrida”. El torero gira, traza, corre y coloca el par de banderillas, no hay instante más veloz que un molinete, pero nada detiene el tiempo como un lance a la verónica. El manguerazo de Villalta arrebata la mirada, mientras la faena busca fluidez, disolver un complejo derrote, darle largueza al pase, para comunicar al inquietante público del tendido. El torero apacigua la intensa y larga embestida; trata de contener; también se queda quieto y hace sonar aquella “música callada del toreo”, de la que hablaba el escritor José Bergamín, en ese instante en que la vida se puede ir por una arteria de manera fugaz.

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III.- Los Toreros en el laberinto de la posmodernidad. Los matadores de toros inmersos en míticos laberintos, callejones y túneles oscuros como el patio de cuadrillas, siempre encuentran salida y se plantan para edificar su obra en todo tipo de arenas, aunque parezcan movedizas, han pasado a un sitio de resilicencia, esa capacidad invencible de hacer frente a las adversidades y transformar el dolor a la fuerza para salir adelante. En efecto, enfrentan tremendas adversidades, no solo en el ruedo, también ahora, más que nunca, están juzgados en lo agudo del rechazo social; si bien en la plaza de toros los acoge el aficionado, es momento de hacerlo y reconocer su labor al exterior de los cosos. Zygmunt Bauman, en una de sus obras Titulada “Comunidad” “En busca de seguridad en un mundo hostil”. Describe a la comunidad, como un término que ofrece una sensación de bienestar, es un concepto que trata de rescatar para describir a las personas que bajo una misma condición trabajan por un fin común en medio de los factores que se contraponen al exterior, la comunidad posee grandes valores al trabajar juntos. He retomado en este caso el concepto porque está tratando de rescatarse y ponerse en práctica, a menudo escuchamos “hagamos comunidad”. La palabra afición es una noción clave que habla de un colectivo, en ello hay sistemas y organizaciones, como las peñas, los portales de internet; pero también el esfuerzo y el compromiso de las organizaciones que están trabajando en este rubro tan importante para promover la cultura, la formación de las escuelas taurinas, los nuevos paseos ecoturísticos al campo bravo, la presencia de los niños en los toros en lo que siempre he hecho hincapié. Hacer comunidad, es símbolo de unión y crecimiento ante las adversidades por las que atraviesa la fiesta, es unir esfuerzos y dar impulso a la integridad del espectáculo, es también hacer proselitismo, en sí refiere en gran medida a lo que nos da identidad: “Identidad,

la palabra y el juego de moda debe la atención que atrae y las pasiones que despierta a que es “sucedáneo de la comunidad”, de ese supuesto hogar natural o de ese círculo que se mantiene cálido por fríos que sean los vientos del exterior”.2 Bauman, deja la inquietud en su libro, ante el desafío posmoderno; todos son sistemas, hay que gestionar. Llevado a nuestros espacios de trabajo, el compromiso es rescatar el valioso eje lograr “hacer comunidad”, “hacer fiesta”, no necesariamente somos las empresas taurinas, pero somos parte de las esferas sociales de la tauromaquia, la que está ávida de enriquecerse aún más del trabajo multidisciplinario, que desempeñamos al exterior de la plaza y la hace también subsistir, es como una plataforma en un marco de globalización, en el que entra una economía, una inevitable política, quizá la más compleja, una amplia cultura, 2

Comunidad, En busca de la seguridad en un mundo hostil. Bauman Zygmunt, pág. 9

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ecosistemas, medios de comunicación, en fin un vasto eje de trabajo que logra estructurar una tauromaquia posmoderna. Hacer comunidad, no puede ser un subtema, ni una amarga utopía, el toreo nos da identidad, pertenencia, fuentes de trabajo, creación artística, modo y actitud de vida. Es importante continuar y extender el concepto en defensa de la fiesta, y apoyo a nuestros toreros, estamos esparcidos en el tendido de la modernidad líquida, la era de la incertidumbre de Bauman, estamos consciente o inconscientemente vinculados a una tauromaquia que ha traído la propia femoral partida, que llega y nos lleva a caer en el nihilismo, pero la terquedad es grande, y aunque el individualismo hedonista exista, hay que hacer comunidad. No podía dejar de mencionar la Ética posmoderna, un concepto tan delicado como un par de pitones astifinos, estamos en una época en que todo es un debate, es más, a veces un ataque, los inconformes con las corridas de toros, cuestionan que muchas tradiciones no están bien, solamente porque existen; mientras los vinculados en esta temática, debemos de analizar esas partes que incomodan, con el calado mismo que lleva el ritual de torear. La palabra ética, es un compromiso que requiere detenimiento, lo que es permisible y lo inaceptable, el término camina enfundado en una apretada taleguilla, la sola palabra lleva implícita la integridad, cual pitón intacto. La largueza de un muletazo y la suerte suprema, también liga a otras inquietudes; toda la historia se ha hablado de lo que es correcto e incorrecto, finalmente concierne a los actos culturales. En la fiesta de los toros, existen aspectos emocionales, que se vinculan a la creación del arte, eso es innegable, mientras a otros les causa molestia los tercios de la lidia y claman su exterminio. Prohibir lleva un acto de moral implícita, y de velo dictatorial a muchos los posee un ateísmo taurómaco, incapaz de comprender, pero sí de imponer censura. Cito a Bauman: “Las tradiciones”, algunas sobreviven contra todo lo esperado y otras que han resucitado o se han inventado, se disputan la lealtad de los individuos y reclaman autoridad para guiar la conducta individual, aun sin esperanza de establecer una jerarquía, comúnmente acordada de normas y valores, que salvaría a sus destinatarios de la molesta tarea de hacer sus propias elecciones. 3 La cita hilvana la idea, en tanto que la tauromaquia es parte de una usanza, de un patrimonio compartido, quizá requiera en algunos aspectos rediseñar su propio terno por uno sacado “de la guja”, que lleve bordado el compromiso de su propio manejo interno. Bauman menciona que en la cultura posmoderna, se ha perdido “el amor por la verdad”, no hay nada que muestre la verdad como una corrida de toros, 3

La ética Posmoderna, Bauman Zygmunt, pág. 7

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cuando lleva honorabilidad en todas sus partes, más cuando la muerte misma se esconde debajo de las troneras. El malestar que atañe a un sector de no aficionados es la antítesis de lo líquido la aridez, la sequía, la no valorización de los aciertos del toreo, porque se cree inadecuada a los valores y la ética de la supuesta “evolución humana”, que resulta la más cuestionable. Cabe destacar que en medio de la ética posmoderna, y ante la fragilidad de los vínculos, sigue existiendo el del toro y el torero, generando “tauro-filias” y “taurofobias”, volcadas ambas, en una dialéctica en la que es necesario evitar se caiga en las relaciones actuales, las que se ahogan en el “Amor Líquido”. Quizá cada uno comenzamos a amar el toreo, en un descuido inesperado en una dosantina, un pase natural o un soberbio trincherazo, porque nos dio el placer y la paz espiritual que transmite una faena consagrada, la que nos suspende por instantes del mundo y juntos firmamos el pacto solidario de seguir sosteniendo un arte ancestral que en la posmodernidad líquida, parte plaza de cara al futuro, vestida de esperanza y oro. ¡Muchas gracias!

Lic. Mary Carmen Chávez Rivadeneyra Socióloga

Tlaxcala, septiembre, 2019

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BIBLIOGRAFÍA Alameda José, La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo. Editorial Grijalbo, S.A. Primera edición, 1980. 109 páginas. Bauman Zygmunt, Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil. Siglo XXI, Madrid, Tercera edición, 2008. 157 páginas. Bauman Zygmunt, Tiempos líquidos, Vivir en una época de incertidumbre. Editorial TusQuets Editores, México, S.A. de C.V. 2007. 169 páginas. Bauman Zygmunt, La ética posmoderna. México, Editorial Siglo XXI. Sexta reimpresión. 2018. 296 páginas. Berman Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. Editorial, siglo XXI. Primera edición 1988. 385 páginas. Lipovetsky Gilles, La era del vacío, Ensayo sobre el individualismo contemporáneo. Editorial Anagrama, Barcelona 2002. 220 páginas.

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