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Cabezas Acosta, José “José Cabezas”

El Brujo, que vio como se silenciaba su labor en sus dos toros, mientras que sus compañeros abrieron la puerta grande con cuatro orejas y dos rabos cada uno. Y ante tan pobre resultado, no espero más, y sin haber confirmado la alternativa, cambió la seda por el percal e ingresó en la cuadrilla de Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea”, a la sazón novillero, con quien continuó en calidad de peón de confianza, cumpliendo con su misión a las mil maravillas, hasta el día que se cortó la coleta su jefe de filas, haciéndolo él también. Bonito gesto, que demostró además su gran sentido de la fidelidad al que había sido su jefe durante veintiún años. El último toro que lidió se llamó “Borrascoso”, cárdeno oscuro, de 465 kilos de peso, perteneciente a la ganadería de Joaquín Buendía, el 14 de septiembre de 1988 en la plaza de toros de La Glorieta, en Salamanca, que fue con el que se cortó la coleta El Niño de la Capea y que brindó a su amigo y hombre de confianza de toda la vida, Juan Cabello “El Brujo”. El matador le cortó las dos orejas y el rabo y salió a hombros de la plaza. El Brujo acompañó al matador en su vuelta al ruedo visiblemente emocionado. Fue un brillante broche a una brillante carrera de plata. Continuó vinculado al mundo de los toros como asesor de la presidencia de la plaza de toros de Salamanca.

cAbezAs AcostA, José

“JOSÉ CABEZAS”

Natural de Sevilla, donde vio la luz primera el 6 de marzo de 1900, decidió ser torero y para ello, como era preceptivo, tuvo que batallar por todos las plazas de ínfima categoría de la geografía de su provincia, y después por todas las de su región andaluza. Por fin, el 3 de septiembre de 1920, pudo torear en la plaza de Madrid una novillada nocturna en unión de Eduardo Vega, Julio Conde y Manuel García Jiménez. José Cabezas triunfó por su valor y ganas de ser torero, algo que le valió mucho para su proyección en la próxima temporada, que toreó mucho por provincias con el aplauso del público y la buena nota de la prensa especializada que lo consideraba como “alguien” que podría destacar en el toreo. Por fin se presentó como novillero con picadores en la plaza de Madrid el 22 de octubre de 1922 para lidiar una novillada limpieza de corrales formada por dos novillos de Genaro López Quijano (1º y 6º); dos de Celso Cruz del Castillo (2º y 5º); y dos novillos de la Vda. de Villadiego (3º y 4º), alternando con Enrique Cano “Gavira”, que dio una vuelta al ruedo en cada uno de los novillos de su lote,

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