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Fernández Acebal, Manuel Dionisio “Manuel Dionisio”

que también intervino Don Tancredo en el segundo toro, haciendo la estatua cabeza abajo, y El Temerario, que montó al sexto toro, siendo ambos muy aplaudidos. Respecto a Cándido Fernández “El Moni” es conveniente decir que la cornada que recibió en Madrid fue de tal importancia que lo tuvo inactivo durante tres meses. Así pues, vuelto a las filas de la novillería toreó en 1909 dos tardes en Madrid. La primera, el viernes, 19 de marzo, 6º festejo de la temporada, con novillos de los hijos de J. Herreros Olea (1º), 4 de Luis da Gama (2º, 3º, 4º y 6º), y 1 de Manuel Albarrán (6º), alternando con Pacomio Peribáñez y Antonio Mata “Copao”. El Moni, que como más antiguo abrió plaza estuvo desafortunado en su primero pero valiente y voluntarioso en el cuarto al que mató de dos pinchazos y una estocada, y en el quinto, que mató por Peribáñez, que sufrió una herida en el brazo y no pudo salir de la enfermería, estuvo movido y lo mató de una estocada contraria al tercer intento. Según la crónica, regular con la capa. La segunda comparecencia en la plaza de Madrid fue el domingo, 17 de octubre, en el festejo número 43 de la temporada, lidiando novillos de Gregorio Campos con Antonio Pazos y Andrés del Campo “Dominguín”. El Moni toreó en segundo lugar y según la escueta crónica de su faena “cumplió sin lucimiento en el segundo, que mató de forma regular. En el quinto sufrió un revolcón al matar, lo hizo sin brillantez y tuvo algunas palmas”. Continuó toreando cada temporada menos festejos, y al final optó por retirarse definitivamente de la profesión, toreando su último festejo en la plaza de Córdoba, el 1 de septiembre de 1913 con motivo de una corrida benéfica en la que intervinieron los matadores Fermín Muñoz “Corchaito”, Manuel Rodríguez “Manolete”, y Manuel Rodríguez “Mojino”, como banderilleros, y Bocanegra, Herrerito y Cabanás como espadas, alternando en la lidia de novillos-toros de Pérez de la Concha. Falleció en el hospital de Córdoba en fecha que desconozco, aunque tenía fijada su residencia en Espiel, localidad de la misma provincia.

fernÁndez AcebAl, manuel Dionisio

“MANUEL DIONISIO”

Matador de toros y luego, tras renunciar a la alternativa, nuevamente matador de novillos, nacido en Sevilla el 2 de septiembre de 1884 en el seno de una acomodada familia con antecedentes taurinos pues era sobrino del matador de toros Antonio Fuentes. Su padre, D. Manuel Dionisio Fernán-

dez y Santaolalla era un rico armador, terrateniente e importante hombre de negocios en el ramo de la droguería, tintorería, pinturas y otros efectos, además de maderas de labor y para carruajes. También tenía negocios de Banca. Había contraído matrimonio con Dña. Luisa Acebal y tenían su residencia en la calle de Alonso el Sabio, nº 14, 15, 16, y luego en el numero 4 de la calle Soledad, en Sevilla capital. El matrimonio era propietario en 1870 de la dehesa “Cuarto de los Carrizos”, de 1793 hectáreas, en Castilblanco, río Vivar. También sabemos que en 1872 el matrimonio residía en la calle de los Venerables, nº 4, y que pagó el impuesto territorial por un valor de 16.230 pesetas, toda una fortuna en la época, por fincas en Sevilla y Castilblanco de los Arroyos, y otra en El Pedroso. Con estos antecedentes familiares no es de extrañar que al joven Manuel Dionisio cuando empezó a torear se le considerara un “señorito torero”. Y ciertamente, que habiéndose criado en una familia de tanto abolengo como la suya nadie podría sospechar que eligiera tan arriesgada profesión. Pero “el hombre es él y sus circunstancias” vino a decir el filosofo Ortega y Gasset, y estas circunstancias fueron las que determinaron que decidiese ser torero: su amistad con los hermanos Bombita, especialmente con Ricardo, que motivó sus frecuentes visitas a tentaderos y faenas camperas en las que era un consumado garrochista, luciéndose siempre con el aplauso de propios y extraños, como ocurrió en la fiesta que el Conde de Santa Coloma hizo para obsequiar a S.M. D. Alfonso XIII. Al principio esta afición taurina se la tomó como deporte, como parte de su entretenimiento en las fiestas benéficas de la alta sociedad sevillana, pero poco a poco fue calando más hondo con las adulaciones de los conocidos, que al fin lo determinaron a dedicarse profesionalmente a los toros pese a los consejos de su amigo Ricardo, que trató de hacerle ver la cruda realidad de tan peligrosa profesión para que desistiera de su empeño. Sin embargo otra circunstancia animaría a Manuel Dionisio a no cejar en su decisión de ser torero. En una becerrada celebrada en Sevilla en la que murió un joven de una familia muy conocida de la buena sociedad, Manuel Dionisio terminó lucidamente con el animal que provocó la desgracia con gran éxito, y de ahí y debutar en público fue la misma cosa. Vistió por primera vez el terno de luces en Barcelona, en su plaza vieja, con novillos de Benjumea, alternando en su lidia con Fernando Gómez Ortega “Gallito II”, José Morales “Ostioncito” y Punteret. Resolvió la papeleta con mucho éxito terminando con sus dos oponentes de dos estocadas en la cruz, una de las cuales le valió un apéndice auricular del burel. Tras esta novilladas, creemos que en 1909, toreo ante sus paisanos de Sevi-

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