¿Y la madre de los toreros?

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¿Y las madres de los toreros? A todas las mujeres que han dado a luz algún torero(a).

¿Sabe usté una cosa mare? Hoy se ha muerto Manolete en la Plaza de Linares, qué momento más tremendo, lo he visto morir matando y lo he visto matar muriendo… Miguel Herrera ¡Con todo respeto y admiración, va por todas ellas este ensayo y un ramillete de claveles en los diferentes países que se encuentren! Es satisfactorio hacer un reconocimiento a las madres de los toreros, ellas juegan un papel fundamental en la tauromaquia, son mujeres que también han ido avanzando históricamente desmitificando ideas que interferían en el ambiente taurino siempre lleno de un cúmulo de arcaicas supersticiones que ya no aplican, es más, estorban en la interacción que tienen con sus hijos e hijas al ejercer la profesión de matadores de toros, lo menciono por todo el entorno controlador que existe entre los espacios taurinos, que hoy en día, de cara a la posmodernidad, necesitan cambiarse, ir a la vanguardia, y darles a todas el sitio que les corresponde. La tauromaquia ha mostrado desde sus orígenes que la figura femenina es parte de su historia y presencia a pesar de las adversidades que siempre han existido, empezando por las mismas toreras, porque aún en estos tiempos hay aristas que se empeñan en hacerlas a un lado excluyéndolas de ciertos espacios en las mismas plazas y minimizándolas en alguna esfera social que gravite alrededor de la fiesta brava. Anteriormente, solo la presencia del padre

de un torero era una imagen cotidiana en la vida del diestro, acompañándolo mientras entrenaba, a bordo de una camioneta camino al campo bravo o rumbo a la plaza, en el callejón o la barrera. Mientras las tardes de corrida la madre permanecía en su casa o en una capilla rezando y alejada del ambiente de los toros, es más, distante hasta de la misma plaza, siempre en ese preludio de corrida tan incierto que para muchos se convierte en delirio, entre cirios y oraciones para que su hijo torero lograra salir ileso de un percance o de la misma muerte. ¿Qué saben muchos de la angustia que ellas también pasan? ¡No hay que citar a Juan Belmonte para entablar un diálogo con el miedo frente a un espejo una noche antes de la corrida, ellas también dan cátedra al respecto! Es inevitable que vivan tardes de desesperanza, también surgen arropones, percances, cornadas y diversos traumatismos, por ello varias madres se asemejan al rostro de la virgen de la Macarena que al ser la protectora de los toreros, parecieran llevar una mística complicidad, llevan lágrimas de cristal que ruedan por sus mejillas; sus hijos siempre andan en riesgo, ya sea en las carreteras o en el campo bravo en los tentaderos, van de plaza en plaza, exponiendo las femorales siempre en un azar permanente y jugándose la vida. Hace varios años, en medio de horas de incertidumbre las madres de los toreros esperaban al final de la corrida una llamada telefónica para escuchar el desenlace de la tarde, esperando que todo transcurriera sin percances, y sin fracasos, pero, sobre todo, saber intacta la integridad de su hijo. Hoy en día las noticias vuelan de manera vertiginosa por la modernidad y el Internet, ya nada puede retrasar las reseñas. Anécdotas de madres de toreros existen muchas en diferentes épocas. Citando algunas recordemos a la madre de José Gómez “El Gallo”, que dijo: “El único sitio donde un toro puede pillar a mi hijo José es en su


habitación del hotel y durmiendo” También expresó: “Para que un toro mate a mi hijo necesita quitarse un pitón y aventárselo” sin embargo, lo mató un toro en Talavera de la Reina. Sus últimas palabras fueron: “¡Madre, madre, me ahogo!”. La madre de Joaquín Rodríguez “Cagancho” embelesada por su hijo expresó, “¿Y todavía que lo ven partir plaza, quieren que toree?” Entre los muchos percances que ha habido, el diestro Félix Guzmán recibió una cornada por el toro “Reventón” de Heriberto García, en la plaza de toros El Toreo de la Condesa, la tarde del 30 de mayo de 1943, provocándole días después la muerte al coleta, motivo suficiente para que su madre perdiera la cordura y caminara sin brújula el resto de su vida, llorando la pérdida de su hijo y gritando su nombre a deshoras de la noche. Manuel Rodríguez Sánchez, “Manolete” al sentir el frío paulatino de la muerte, la tarde de Islero en Linares comentó: “que disgusto se va a llevar mi madre” puesto que la relación con ella era particular y excesivamente estrecha, casi edípica; además de vivir siempre entre mujeres con nombre de tragedia, desde ella misma que se llamaba Angustias, y su hermana Dolores. Su mamá no quería que su hijo tuviera contacto ni relación con los toros, por lo que ya había vivido ella como esposa de toreros, y siempre le decía: “hijo no te dejes nunca ganar la pelea”. Tras la muerte del “Monstruo de Córdoba”, su madre permaneció “muerta en vida”, las mujeres de la familia y otras más ocultaron su rostro con un velo negro, y vistieron un luto riguroso de peineta a zapatilla por muchos años, color que cubría su pena, esa que siente la desgracia de perder un familiar querido por las astas de los toros. Se sabe que psicológica y emocionalmente no existe dolor más grande que perder un hijo, suceso que ni siquiera puede llegar a tener un nombre. Manuel Benítez “El Cordobés” cuando iba a

torear a Palma del Río le dijo a su hermana Ángela Benítez, en quien sustituyó la figura de su finada madre. ¡“ O te compro una casa o te visto de luto”! De ahí que inspiró el título de la gran novela de los autores Dominique Lapierre y Larry Collins, “…O llevaras luto por mí”. El toreo, es sol y sombra, como en la plaza, eso lo viven muchas majas como Carmen Ordoñez, por varios puntos cardinales enfrentó esta situación, por ser hija del Matador Antonio, esposa de Francisco Rivera “Paquirri”, y madre de Francisco y Cayetano, ¡Vaya trilogía de parentesco y profesiones taurómacas! La señora Laura del Bosque, fue esposa de David Silveti y madre de Matador Diego. Sara de Flores, fue esposa de Manuel Capetillo y mamá de Guillermo y Manuel, Angela Agüero hermana del matador Martín Agüero y esposa de Fermín Rivera Malabehar, y madre de Francisco “Curro Rivera”. Y María del Carmen Vázquez Alcaide, esposa de Carlos Arruza y Madre de Carlos y Manolo Arruza. Doña María del Refugio Arriaga tuvo como esposo al gran subalterno Joaquín Angelino y es madre de los toreros José Luis Angelino, Angelino de Arriaga y Gerardo Angelino, este último también subalterno y banderillero. La señora Lilia López Becerril es mamá de los rejoneadores Octavio y Karla Sánchez López, que, desde muy niños, aprendieron a montar para después practicar las técnicas del rejoneo. Ella me expresa con gran emotividad, uno de los momentos más importantes en la carrera de sus hijos, la toma de alternativa de cada uno, la de Octavio en Cascáis, Portugal, y la de Karla en la plaza de toros de Texcoco; pero también recuerda que la única corrida que no pudo acompañar a Octavio a la plaza de toros de Celaya, por causas de fuerza mayor, ese día el torero sufrió una fractura en el tobillo. También describe que iba con ellos a todos lados en que


torearan, aunque tuviera que viajar desde el Estado de México hasta Mérida en autobús o en avión tanto a plazas nacionales como en el extranjero, le gustaba esperarlos cerca del hotel y al saber que ya se estaban vistiendo para torear, su corazón palpitaba con mayor fuerza, fuera cualquiera de los dos en sus respectivas tardes de corrida. Además, le gustaba llegar a los cosos temprano, para supervisar a los caballerangos y que no faltara nada, desde todos lo accesorios que usa la cuadra equina hasta que estos estuvieran, trenzados ensillados y listos para el calentamiento para poder después partir plaza impecables. Recuerdo la imagen de la Matadora Raquel Martínez, en el callejón de la plaza México, rompiendo cánones de supersticiones decadentes, porque las mujeres no podían estar en el callejón, pensamientos inverosímiles llenos de falta de respeto, que hacen un daño tremendo al ambiente de los toros; mientras ella, se veía acompañando a su hijo Diego Martín “Rubito”; sabía acudirlo como excelente moza de estoques con los avíos en la mano en cada tarde que toreaba. El novillero José Luis Tapia el 15 de julio de 1979, fue a torear a la Plaza monumental de Zacatecas, en vísperas de su regreso su madre, Doña Salud Morales, que en paz descanse, tenía un desasosiego tan grande, que su rostro se cubrió de paño, como si una substancia venenosa se suministrara por todo su cuerpo hasta llegar al rostro para encargarse de exterminar sádicamente el color de sus mejillas, siendo un aspecto de desgaste emocional llevado al límite. Así, recopilando anécdotas, encontré un comentario del matador regiomontano en una entrevista realizada por Guillermo H. Cantú en su libro Manolo Martínez. Un demonio de Pasión: ¿Cómo reacciona tu mamá cuando te fuiste a México Manolo? Ella me comprendió, pero seguramente le causó tristeza, la de torero no era profesión que aceptara la familia, nadie se mostró contento con mi

resolución, pero jamás supo ella de que se trataba este oficio. Creo que para mi madre el drama de los toros es como una fiesta de quince años, una celebración muy bonita, llena de color y de alegría. Espero que nadie le haya explicado el “negocio” la tragedia que envuelve en sus misterios y que considere que las cornadas son solo pequeños accidentes. 1 La señora Estela Montoya de Adame tiene entre sus cinco hijos a tres toreros, Joselito, Luis David, y Alejandro; ella amablemente me compartió lo siguiente: Como familia llevan más de veinte años en este ambiente, empezó a ser la mamá de un niño torero, sin imaginar que después se sumarían otros dos de sus hijos a ejercer esta vocación, ha vivido lo agridulce de la fiesta, no es fácil estar en la plaza, sin embargo, la prefiere y asiste, porque de esa manera siente que los protege. A algunas corridas no va, por lo que representa la gran distancia de la plaza y lo cansado del viaje a veces en un solo día. Respecto al miedo, dice sentirlo igual que ellos, pero la fe en Dios es lo que le da valor y la fortalece, quizá el miedo que más siente no es el toro, es el público, esas personas que con las palabras pueden despiadadamente insultar a los toreros, los revientan y quieren acabarlos moralmente, ¡eso es lo peor que existe! Desde que Joselito fue niño torero, hasta ahora como todo un hombre manifiesta haber tenido el mismo sentimiento, los nervios naturales e inevitables, pero a la vez el manejo del control mental sobre el mismo; le ocurre igual por Luis David y Alejandro, pasa por esta idéntica situación, pero a la vez disfruta al saberlos hombres de bien, y exitosos. Como mamá también comenta que ha llegado a lavar los trajes de luces, los mete 1 Cantú H. Guillermo, Un demonio de pasión pág. 148


a remojar en agua fría, los cepilla, enjuaga y los seca a la sombra, tratando de apoyar a sus diestros en todo lo que sea posible, “solemos ser una familia equipo, como una “piña”, unidos siempre, porque de otra forma ¿quién? además de tener mucha fe en Dios”. ¡Agradezco a toda la afición que apoya a mis hijos toreros! Agradecemos a Eloy Cavazos que nos comparte un recuerdo de su mamá Enriqueta Ramírez: “Una Navidad no nos trajeron juguetes, y yo le dije a mi madre que, si por ser pobres Santa Claus no nos quería, y ella me dijo con mucha casta, ¿De qué color es Santa Clos?-Rojo- ¿En dónde vivimos? -no pues en una plaza de toros, -pues “mihijo” Santa Clauos, le tiene miedo a los toros y por eso no viene a la plaza de toros a traerles juguetes-.” Entre las anécdotas que rescaté destaca la voz de la señora Hilda Patiño, mamá de Hilda Tenorio, que dice lo siguiente: Era el 11 de julio de 2004, en La plaza de toros La Guadalupana de San Pedro Xalostoc, Hilda era novillera había logrado una tarde apoteósica, cortando cuatro orejas y un rabo. Con la algarabía que traían y los comentarios sucedió lo siguiente: Al término de la corrida cenamos en la casa de los organizadores, y ya cuando salimos para dirigirnos a la ciudad de México, mi esposo que iba manejando, nos dijo que nos esperáramos porque la banqueta era muy alta y pegaban las puertas el señor que iba adelante, un amigo se subió, cerró la puerta y dijo, -no, no pega, -y yo también cerré la puerta, pero yo no me subí, entonces yo esperaba que se detuviera en el siguiente resquicio de una puerta donde estaba una cochera, pero no se detuvo, entonces voltee y el carro que iba pasando era el de don Pepe con mi hija, le pegué con el cartel para que se detuviera y don Pepe dijo, ¡no autógrafos ya no! pero mi hija le dijo, -¡el último autógrafo don Pepe!- Y se detuvieron y la sorpresa

fue que era yo, su mamá, la del último autógrafo, yo me subí al carro de ellos y ya nos fuimos a la ciudad de México, en el camino, le hablé a mi esposo y le dije, ¿ya te diste cuenta que me dejaste? ¡Menuda historia tuvo su mamá dentro de la gran tarde de triunfo de la carrera de su hija la Matadora Hilda Tenorio! Pero la señora Patiño, también comenta que: en una ocasión, en San Luis Potosí no llegaba el mozo de estoques a hacer sus labores, e Hilda iba por delante en el festejo; las muletas no estaban armadas, por lo que ella misma aprendió a hacerlo además de desempeñarse como moza de estoques en algunas ocasiones. También aprendió a vestir de luces a su hija, con la ayuda del novillero Edmundo Álvarez, quien llegó a alterar entre 1942 y 1945 con el mismo Rutilo Morales. Madre e hija llevan a cabo este ritual de intimidad que dura cerca de una hora, van pieza por pieza, le coloca los accesorios, le aprieta los machos, la persigna con gran solemnidad. También cose botones, repara alamares sueltos, imagino que hay momentos que zurce hasta la serenidad. Ha sido su enfermera de día y de noche. A la señora Patiño lo que más le angustia, es ver que su torera no se acomode con esos toros que salen con genio, enrazados y desarrollando un sentido incierto; pero cuando la embestida es acanelada, ella goza enorme sus faenas en complicidad de corazones que palpitan junto con el de su hija. La señora Maldonado, mamá de la Matadora Lupita López, también la acompaña a torear, ha viajado en la misma camioneta camino a la plaza, le da fuerza y confianza a la torera, se le ve sentaba en la barrera y el olé que entona es el más sentido de toda la plaza. También es preciso mencionar a la inconfundible Doña Alicia González Tapia, madre del matador Rodolfo Rodríguez “El Pana”, quien falleció recientemente el pasado 21 de abril en Apizaco, Tlaxcala, él le decía a su madre,


“Licha super Star”, sin duda una mujer que vivió como propias las épicas andanzas de tanto “correr la legua” del inolvidable “Brujo de Apizaco”. El destino es incierto y ella fue la que vivió el luto de su hijo. Al final las madres de los toreros parecieran ser elegidas y pasar una especie de “prueba de bravura”, son mujeres que aunque viven un fuerte desgaste, también tienen gran fortaleza, y confianza en sus hijos, han dado a luz a niños y niñas que incluso desde muy corta edad han toreado, es la vocación que traen estos pequeños en la sangre que con el tiempo llegan a una plaza de toros, se hacen matadores, novilleros, subalternos, rejoneadores, forcados, las madres llevan complicidad de comunicación a través de las miradas; después de haber vivido ellas también la cornada del parto que es como una herida que tiene color de clavel e indescriptible dolor de vida. La profesión de matador de toros es muy difícil de ser aceptada, pero a la vez terminan no solo por aceptar la decisión, también la apoyan y se tornan sus cómplices, además del orgullo de tener en casa hombres y mujeres que visten la seda y el oro, artistas peculiares de esta carrera que también son parte de una historia emblemática. Las madres de los diestros deben sentirse orgullosas al tener el enorme placer de saber que la corrida terminó en corte de orejas, rabos o una salida a hombros, pero también estar preparadas y ser muy fuertes cuando las cosas no trascendieron o se llevan herido a un hijo a la enfermería, por ese túnel tan frío al igual que los quirófanos en donde algún día dieron a luz, pero que también inevitablemente ronda la vida, la muerte. Como los tiempos cambian y el desarrollo de la humanidad también, en todos los ámbitos de la vida laboral están las mujeres, varias de ellas además de toreras son madres, como lo fue la gran Conchita Cintrón y las contemporáneas Cristina Sánchez, Kar-

la Sánchez, Karla de los Ángeles, Marbella Romero, Elizabeth Moreno, muchas también son mamás activas e inmersas en la vida taurómaca, empresarias, apoderadas, ganaderas, fotógrafas, escritoras, académicas, entre otras actividades que ejercen su labor profesional; demostrando su seguridad, carácter, fortaleza y temple, a pesar de que para muchas su alma vaya bordada entre los matices de la seda con tonos en azabache, plata y oro, llevan hilvanes de incertidumbre y miedo; pero al final, en la tauromaquia triunfa más el arte que por algo lleva en femenino el mismo nombre de la fiesta más maja del mundo, la tauromaquia. Mary Carmen Chávez. Rivadeneyra

Bibliografía: H. Cantú Guillermo. Manolo Martínez. Un Demonio de Pasión. Ed. Ediciones 2000, México, D.F. 2001 Pág. 148 Lapierre Dominique, Collins Larry. ¡…O llevaras luto por mí! Ed. Plaza & Janes, S.A. Editores. Esplugas de Llobregat) Barcelona,1974 Con agradecimiento especial a las señoras: Hilda Patiño, Estela Montoya, Lilia López Becerril, María del Refugio Arriaga. A los matadores Eloy Cavazos y José Luis Angelino, al novillero José Luis Tapia y el fotógrafo Oskar Ruizesparza, por el apoyo para la realización de este ensayo.


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