Diario de viaje del renacimiento

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Diario de viaje del Renacimiento Me llamo Sancho Panza y soy escudero de Don Quijote de la Mancha, en este diario voy a contar mis aventuras con el hidalgo. A éste le conocí porque un día cuando iba andando por la calle, me confundió con un guerrero e intentó luchar conmigo, le calmé y me presenté para que viera que solo soy un humilde escudero. Justo ese día había perdido mi trabajo y como ví que necesitaba mucha ayuda psicológica, me presté para acompañarle en sus viajes. Don Quijote había leído tantos libros de caballerías que perdió el juicio y quería imitar a sus héroes. Por lo tanto, decidimos salir de casa en busca de aventuras. - Primera aventura. El hidalgo y yo salimos a recorrer la Mancha sin saber a donde ir exactamente. Nuestro recorrido empezó encontrándonos con un labrador que parecía muy simpático y amable, éste nos acogió en su casa. Todo iba bien hasta que Don Quijote le confundió con un dragón, una noche, mientras el labrador dormía, el hidalgo fue hacia su habitación con una espada y le mató. A la mañana siguiente, cuando me desperté, encontré la espada de Don Quijote llena de sangre y le pregunté qué es lo que había pasado. Él me dijo


que había matado a un dragón, me asusté y fui a ver la habitación donde dormía el labrador. Antes de que llegara su familia a casa, nos marchamos a una posada lejana para pasar unos días hasta que Don Quijote se calmara. - Segunda aventura. Después de nuestra dura experiencia con el labrador, pasé la noche en una posada descansando con el hidalgo. Él estaba muy cansado y alterado, pero a la vez orgullosos por haber matado a su primer “dragón”. Al levantarme, desperté a Don Quijote para ir a desayunar. Mientras desayunábamos, una vieja con pinta de loca nos habló de un tesoro que había escondido en una famosa cueva a las afueras de la Mancha, al hidalgo se le veía muy interesado en encontrar el tesoro, por lo tanto, pedí a la vieja que nos diera un mapa para ir a buscarlo. Después de vagar durante dos meses por la Mancha siguiendo las indicaciones, nos dimos cuenta de que la vieja nos había mentido y no había ningún tesoro escondido.


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