Diario de viaje en la Edad Media

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DIARIO DE VIAJE Me llamo Rodrigo Díaz de Vivar, o como todos me conocéis, el Cid Campeador. Nací a mediados del siglo XI. Mi padre fue Diego Lainez. Me quedé huérfano a tierna edad y fui educado junto al infante Sancho, hijo del Rey Fernando de Castilla y León. Recorrí Burgos, Soria, Guadalajara, Zaragoza, Teruel, Castellón, Valencia y Alicante. Realicé este viaje a causa de que Alfonso VI, dispuesto a creer a Garcí​ a­Ordoñez que me acusó de haberme quedado con las parias, me desterró. Después de mi destierro me sentí traicionado he humillado, y decidí recuperar el perdón del rey empezando un nuevo camino, mi camino empezó en un pueblecito cerca de Burgos y mi destino era desplazarme a hasta Atienza (Guadalajara) donde tenía un amigo que me podía ayudar a que el rey me perdonará. Me llevo dos días llegar a mi destino fue un camino largo y duro ya que no tenía suministros de comida y de agua, tenía que ir pidiendo de casa en casa para comer, muchos pueblerinos me reconocieron, y me cerraban la puerta en la cara para no tener problemas con el rey, en una de mis súplicas hacia un pueblerino para que me diera de comer se acercó una monja del convento que estaba al lado de la casa y me dijo: “todos necesitamos alguna ayuda de vez en cuando”. Me sonrió, me extendió la mano y me dio un par de monedas y un trozo de pan. Se lo agradecí y le pregunté cómo se llamaba y si podía hacer algo por ella. Seguidamente se fue sonriéndome. Intenté encontrar algún albergue donde poder pasar la noche ya que solo tenía lo que me había dado la monja del convento, finalmente encontré un lugar casi a las afueras del pueblo donde no existía más que polvo y una ligera brisa que le hacía a cualquiera ponerle los pelos de punta. Me dirigí a entrar por la puerta cuando de repente se me apareció una mujer muy alta con los ojos fijos en mí, un pelo estropajoso y ropa de granja. Me preguntó que si quería pasar la noche, le di lo que tenía y le dije que sin con lo tenia le bastaría. Me respondió que sí, me acompañó hasta mi habitación, y me dijo que no perdiera las llaves me repitió varias veces “El desayuno se sirve a las 9.30 ni más tarde ni más pronto a las 9:30, entendido?” le contesté que sí seguidamente entré a la habitación. Era muy pequeña, sin ninguna ventana y con una cama hecha polvo, pero me alegré porque me esperaba algo peor, después de un largo día lo único que quería en esos momentos era descansar y olvidar todas mis preocupaciones. Esa noche soñé que nada había pasado, que no me habían desterrado y que no estuve mendigando comida que todo era un sueño, un mal sueño… pero de repente golpearon fuertemente mi puerta, chillando “¡9:30 pasadas! ¡9:30 pasadas!” pegué un salto de la cama y abrí la puerta, antes de abrir la boca la mujer me dijo: “¿usted no sabe qué hora es? Va venga para abajo”. Rápidamente me vestí y bajé a desayunar. Después de desayunar cogí todas mis pertenencias y seguí mi camino. Aun me quedaba un largo día, para llegar a mi destino. Seguimos un río que llegaba hasta nuestro destino, donde hicimos unas cuantas paradas para que mi caballo Silvestre pudiera hidratarse. Finalmente, a lo lejos, podíamos ver Atienza (Guadalajara) donde se encontraba mi amigo. Me dirigí a su casa


“Calle Glorieta 234” y enseguida la encontré. Llamé a la puerta y me abrió una señora muy amable. Le pregunté por él y me dijo que había salido un momento que me esperara en el salón. Me senté unos cuantos minutos cuando oí la puerta abrirse. Era él. Cuando lo vi se me iluminaron los ojos, vi mi oportunidad de que todo volviera a ser como antes.

FIN.


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