Senderos de Gloria

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SENDEROS DE GLORIA Anรกlisis y comentario

Marta CAMINOS

Sara Gร EMES

Patricia CUELLO


KUBRICK, EL HOMBRE, EL ARTISTA El director, guionista y productor Stanley Kubrick nació en Nueva York), el 26 de julio de 1928; hijo de Gertrude Perveler y del médico Jacques L. Kubrick. Mal estudiante en su niñez, sus padres intentaron incentivarlo mandándolo a California, residiendo en Pasadena junto a su tío materno, Martin Perverler, un personaje importante en su posterior carrera cinematográfica ya que le ayudaría a financiar sus primeros proyectos fílmicos. Los intereses principales de Kubrick eran el cine, la lectura, el ajedrez, deporte del que era un experto jugador, y la fotografía, afición que le valió para conseguir su primer contrato profesional al trabajar para la revista “Look”. Kubrick debutó como director cinematográfico con una serie de documentales rodados a comienzos de los años 50, los cortos “Day of the fight” (1951), “Flying Padre” (1951) y “The seafarers” (1953). Unos años antes, en 1947, se había casado con Toba Metz, dialoguista de la que se divorciaría en 1952. Su primer trabajo de ficción sería “Fear and Desire” (1953), un drama bélico de bajo presupuesto poco inspirado en el cual aparecía como actor el posterior director Paul Mazursky. Más tarde rodaría otro título menor en su brillante filmografía, “El beso del asesino” (1955), un relato pulp de poco más de una hora interpretado por Frank Silvera, quien también había sido el protagonista de “Fear and Desire”. En 1954 Kubrick se casó con la directora artística y bailarina austríaca Ruth Sobotka, quien aparece en “El beso del asesino” y se ocuparía de la dirección artística de “Atraco Perfecto” (1956) la primera gran obra de Kubrick, producida de manera independiente junto a James B. Harris. Protagonizada por Sterling Hayden y Coleen Gray, recreaba de manera magistral un robo a un hipódromo. En este film, influenciado tanto por Fritz Lang como por John Huston o Sam Fuller, se aprecian algunas de las virtudes como autor del director neoyorquino, su meticulosidad y perfeccionismo enfermizo con los detalles, el realce visual en un intrincado proceder narrativo y un control total de todo el proceso artístico. Tambien es palpable en Atraco Perfecto el peso que la fatalidad tendrá sobre los planes de los seres humanos.

“Senderos de gloria” (1957), película que adaptaba una novela de Humphrey Cobb, se convirtió en una de las cumbres del autor. Film antibélico que puso en contacto por primera vez al joven director con Kirk Douglas, quien demandaría la presencia de Kubrick para sustituir a Anthony Mann en “Espartaco” (1960), fenomenal peplum basado en la novela de Howard Fast. Por esta película, Stanley Kubrick recibiría una nominación a los Globos de Oro como mejor director, candidatura que volvería a lograr por “Lolita” (1962), adaptación de la obra homónima del ruso Vladimir Nobokov, quien también


asumiría facetas de guionista, siendo nominado al Oscar por su trabajo. El film deparaba una estupenda interpretación de James Mason como el profesor Humbert Humbert y la revelación internacional de la joven Sue Lyon en el papel de Lolita. Tras divorciarse de Sobotka en el año 1957, Kubrick contrajo matrimonio en 1958 con Susanne Christian, la cantante alemana que aparece en la inolvidable última escena de “Senderos de gloria”. Con esta actriz germana, llamada tras su matrimonio Christianne Kubrick, el autor estadounidense permanecería hasta su muerte. En “Lolita” intervenía en un secundario pero decisivo papel el actor británico Peter Sellers, quien, junto a George C. Scott y Sterling Hayden, el protagonista de “Atraco Perfecto”, protagonizaría otro memorable trabajo, “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú” (1964), una sátira sobre la guerra fría basada en la novela de Peter George. Kubrick sería nominado al Oscar como mejor director, ganando la estatuilla George Cukor por el musical “My fair lady”, y mejor guionista, consiguiendo el premio Edward Anhalt por “Becket”. La película también consiguió ser nominada al Oscar, pero el galardón sería para “My fair lady”. Cuatro años después, Stanley Kubrick retornó a la pantalla con uno de sus proyectos más ambiciosos, “20001: Una odisea del espacio” (1968), una película co-escrita por el director y el escritor Arthur C. Clarke, que pivotaba en un relato de este último llamado “El Centinela”. El film maduraba las convenciones de la ciencia-ficción previa, ofertaba múltiples perspectivas en base a su cripticismo y establecía las bases estéticas de las futuras producciones del género. “2001” sería premiada con varias nominaciones a los Oscars. Kubrick ganaría el premio a los mejores efectos especiales y sería nominado como mejor director, logrando Carol Reed el galardón por “Oliver”, y mejor guión original junto a Clarke, consiguiendo la estatuilla Mel Brooks por “Los Productores”. A partir de los años 70 la prolijidad de Stanley Kubrick en cada proyecto establecería que la aparición de sus películas se convirtiese en todo un acontecimiento cultural. En “La naranja mecánica” (1971), Kubrick adaptaba una novela de Anthony Burgess y establecía una perspectiva sobre la violencia social con ramalazos de comedia negra y sátira. El film sería nominado al Oscar como mejor película, al igual que mejor dirección, guión y montaje. Los premios a los que optaba Kubrick serían para “French Connection”, William Friedkin por “French Connection” y Ernest Tidyman por la misma película. También recibiría una nominación como mejor director a los Globos de Oro. Su siguiente trabajo le llevó a la Inglaterra del siglo XVIII, cuando adaptó a la pantalla una novela de William Makepeace Thackeray, “Barry Lyndon” (1975). Con el protagonismo de Ryan O’Neal, Kubrick recreó de manera espléndida el ambiente de la época, hecho que volvió a ser recompensado con varias candidaturas a los Oscar.


Ni el galardón a la mejor película, que sería para “Alguien voló sobre el nido del cuco”, ni el de mejor director, para Milos Forman, ni el del mejor guión adaptado, premio fue para Lawrence Hauben y Bo Goldman por “Alguien voló sobre el nido del cuco”, pudieron acrecentar el exiguo bagaje de estatuillas de Kubrick. Por el contrario, aspectos técnicos de la película, que supuso un gran revés económico para su autor, como la dirección artística, vestuario, música o fotografía, sí fueron recompensados por la Academia de Hollywood. En los años 80 Kubrick firmaría dos películas, “El resplandor” (1980), título de terror protagonizado por Jack Nicholson que trasladaba al cine la novela homónima de Stephen King, y “La chaqueta metálica” (1987), un film que volvía a recalcar sus postulados antibélicos, ahora desarrollando su acción en la Guerra del Vietnam en base a una novela de Gustav Hasford. Kubrick sería nominado al mejor guión, un premio que recayó en Bernardo Bertolucci y Mark Peploe por “El último emperador”. Después de muchos años de reclusión, Kubrick, quien barajaba varios proyectos, entre ellos “A. I. Inteligencia Artificial”, un film que después rodaría su admirador Steven Spielberg, terminó realizando “Eyes Wide Shut” (1999), un drama psicológico protagonizado por la pareja Tom Cruise-Nicole Kidman. Este último film se estrenaría de manera póstuma, ya que Stanley Kubrick fallecería el 7 de marzo de 1999 en Inglaterra. Tenía 70 años.

SENDEROS DE GLORIA: HISTORIA DE UNA POLÉMICA La película de la que nos ocupamos aquí, Senderos de Gloria, narra aparentemente un episodio –como otros miles- de la Primera Guerra Mundial, en el contexto de la llamada “guerra de posiciones”, en el interior de las trincheras francesas, en 1916. Todo parte de la orden del alto mando de acometer el ataque contra las posiciones alemanas en la llamada “colina de las hormigas” (Ant Hill), un punto estratégico de vital importancia para el desarrollo de la guerra. La acometida francesa se convierte en un fracaso estrepitoso. Para escarmentar a las tropas con un castigo ejemplar, el general Mireau, uno de los principales responsables del ataque, convoca un consejo de guerra: tres soldados elegidos al azar por sus superiores son acusados de cobardía ante el enemigo y se enfrentan a la pena de muerte por fusilamiento, a pesar de que incluso había ordenador el bombardeo de sus propias líneas, e intentó luego esconderlo. La película está parcialmente inspirada en acontecimientos reales: la ejecución durante la Primera Guerra Mundial, por insubordinación, de cuatro soldados de la Brigada 119 de


infantería del Ejército francés. Las ejecuciones fueron declaradas improcedentes, y los soldados rehabilitados en 1934, tras la reclamación de sus familias, dos de las cuales recibieron una indemnización de un franco, mientras que las dos restantes no recibieron reparación alguna. El comandante de la brigada, general Géraud Réveilhac, dio evidentes muestras de desprecio por la vida de sus hombres. En febrero de 1915, después de tres intentos fallidos de tomar una posición enemiga, ordenó a la artillería bombardear las trincheras francesas para obligar a sus tropas a atacar, a lo que el comandante de las baterías se negó sin una orden por escrito; más tarde, ordenó repetir un ataque aduciendo que ese día no se había alcanzado el porcentaje de bajas considerado como aceptable.

Durante la guerra, el Ejército francés, como los de la mayoría de los beligerantes, llevó efectivamente a cabo fusilamientos por cobardía. Sin embargo, el armazón central de la película es la práctica de ejecutar a soldados seleccionados aleatoriamente, como castigo a las faltas de toda su unidad. Dicha práctica retrotrae a la empleada en las legiones romanas, en las que diezmar consistía en dar muerte a uno de cada diez legionarios como medida disciplinaria. Aunque fue un hecho aislado, también se adoptó en el Ejército francés: la Décima Compañía del Batallón número 8 del Regimiento Mixto de Tiradores Argelinos fue diezmada, el 15 de diciembre de 1914 en Zillebeke (Bélgica), por haber desobedecido la orden de atacar. El film está dividido en tres actos bien diferenciados que en esta ocasión, gracias a una prodigiosa cohesión, funcionan como unidad en la que todo queda perfectamente cerrado. Un primer acto donde, tras la presentación de personajes y situaciones se produce el fallido asalto a la colina enemiga. El segundo bloque narra la elección al azar de tres hombres del ejército francés para ser juzgados por cobardía ante el enemigo, una acusación tan ridícula como inevitable. La mayor parte de este bloque es un juicio que resulta toda una pantomima, los tres hombres son juzgados a muerte y ejecutados ante la mirada impasible de sus compañeros. En este bloque toma singular protagonismo el coronel Dax (Kirk Douglas) con su vehemente y humanitaria defensa de los acusados. Por fin la película se cierra con el castigo al


petulante general que ordena el absurdo asalto y una estremecedora secuencia que se centra en las miradas de unos hombres cansados de luchar a las órdenes de los dictadores que dan órdenes desde sus cómodos despachos o desde trincheras protegidas. Ciertamente Senderos de Gloria es una película antibelicista y si se quiere antimilitarista, pero ¿por qué tuvo tantos problemas, censuras y prohibiciones? La película tuvo problemas para salir adelante y no lo hubiera hecho sin la influencia que una estrella como Kirk Douglas tenía ya en aquel momento. Con su apoyo, la United Artist decidió financiarla con un corto presupuesto. La película se rodó en Alemania, ante las dificultades de ser rodada en Estados Unidos o, por supuesto, en Francia. Luego llegaron los problemas para su estreno. No en Estados Unidos, pero sí en Europa. Su proyección inicial en 1958, en Bruselas, desencadenó importantes protestas de las autoridades francesas y de las asociaciones de ex combatientes franceses y belgas, que se negaban a aceptar la imagen que se proyectaba del ejército francés. Las presiones del consulado francés consiguieron que se suspendiese la proyección de la película, lo que a su vez encendió las protestas antimilitaristas. Las presiones oficiosas francesas consiguieron que la United Artists llamara a la suspensión de la proyección para insertar una nota explicativa y el himno de La Marsellesa al inicio del film. Con esta añadidura, la película volvió a proyectarse en Bruselas. Sin embargo, Suiza prohibió su proyección, y la United Artists simplemente no se atrevió a presentar el film en Francia hasta 1972. Finalmente fue estrenado en el país galo en 1975. En España hubo que esperar hasta 1986.

LA VIDA EN LAS TRINCHERAS: UNA LECCIÓN DE DOLOR Y DE HISTORIA La vida en las trincheras se refleja muy bien en esta película como hemos dicho anteriormente. La guerra de trincheras o guerra de posición es una forma de hacer la guerra, en la cual los ejércitos combatientes mantienen líneas estáticas de fortificaciones cavadas en el suelo y enfrentadas. La guerra de trincheras surgió a partir de una revolución en las armas de fuego y a un incremento en su poder, sin que hubiese al mismo tiempo un aumento en la movilidad y


en las comunicaciones. Hubo períodos de guerra de trincheras en la Guerra Civil Estadounidense (1861-1865) y en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, pero llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Oeste de la Primera Guerra Mundial. Estos huecos eran cavados de 1 a 2 metros de profundidad y se conectaban con otros para mayor movilidad de los bloques de combate. Las trincheras nunca eran rectas, sino que se cavaban en un esquema dentado, que convertía la línea en segmentos conectados por traviesas. Esto implicaba que un soldado nunca podía ver más de 10 m aproximadamente a lo largo de la trinchera. Con ello el enemigo no podría enfilar la trinchera completa si lograba ganar acceso a algún punto y, si caía una bomba en alguna trinchera, la fragmentación no podría llegar muy lejos. El lado de la trinchera que miraba al enemigo se denominaba el parapeto y tenía un escalón de fuego. El lado trasero de la trinchera se denominaba el parados. El parados protegía la espalda del soldado de la fragmentación de las bombas que caían detrás de la trinchera. Si el enemigo conquistaba la trinchera, entonces los parados se convertían en su parapeto. Los laterales de la trinchera se recubrían con sacos de arena, astillas y trozos de madera y alambre. El suelo normalmente se recubría con planchas de madera. Se construían refugios de distintos grados de lujo en la retaguardia de la trinchera de apoyo. Para permitir a un soldado ver fuera de la trinchera sin exponer su cabeza, se creaba un agujero en el parapeto. Podía ser simplemente un hueco entre las bolsas de arena o podía estar protegido por una placa de acero. Los francotiradores alemanes utilizaban munición perforadora que les permitía penetrar los agujeros. La otra forma de mirar desde una trinchera era mediante un periscopio. Su forma más sencilla era un tubo hueco con dos ángulos de espejos en las partes superior e inferior. Había tres formas estándar de cavar una trinchera. La primera era que la persona se pusiese de pie sobre la superficie y cavase hacia abajo. Era la más efectiva en cuanto a velocidad, ya que permitía a muchos trabajadores a la vez, pero tenía el problema de que los trabajadores quedaban expuestos al fuego enemigo. Por eso sólo podía usarse en la zona de retaguardia o por la noche. La segunda opción era ampliar una trinchera existente cavando desde el extremo. Los trabajadores no quedaban expuestos, pero sólo podían trabajar uno o dos hombres al mismo tiempo. Por último, se podían cavar túneles, en cuyo caso se mantenía un "techo" de tierra encima de la trinchera hasta terminar el trabajo. Luego se quitaba el techo y se podía ocupar la trinchera. La vida en las trincheras era muy dura. El aburrimiento y la melancolía no eran, ni mucho menos, lo peor de la vida en las trincheras. La guerra de trincheras fue una constante prueba de resistencia humana las veinticuatro horas del día. La mayoría de las personas de hoy en día no habríamos sobrevivido un solo día en las trincheras, por no hablar de años, como estos jóvenes, que al final debían aceptarlo como algo cotidiano. La Gran Guerra se caracterizó por la falta de movimiento en los frentes. Claro ejemplo de este estancamiento fueron las guerras de trincheras desde otoño de 1914 hasta la primavera de 1918. Durante el día eran sometidos a los disparos de los francotiradores y de la artillería, estos últimos destinados a eliminar la guarnición de la primera línea de trinchera y a destruir el alambre de espino. En consecuencia, las trincheras eran más activas durante la noche, cuando la oscuridad permitía el movimiento de tropas y suministros, el mantenimiento de los alambres de púas y reconocimiento de las defensas del enemigo. Centinelas en los puestos de escucha en la “tierra de nadie” tratarían de detectar las patrullas enemigas, y se llevaban a cabo incursiones con la finalidad de capturar prisioneros y documentos que proporcionarían información sobre las trincheras enemigas. La vida en las trincheras era agotadora en muchos aspectos, no sólo en lo físico, sino también en lo moral. Era aburrida y se tenía miedo a la muerte. Cada día morían compañeros; los


soldados estaban cara a cara con la muerte. No solo estaban expuestos a los bombardeos y disparos del enemigo sino también a la inhalación de gases tóxicos y corrosivos. A veces los cadáveres se descomponían frente a las trincheras. La falta de sueño y el cansancio desmoralizaban a las tropas. Los soldados se sentían deprimidos, agotados, apenas con ánimos para vivir y seguir luchando. Muchos cayeron en desordenes mentales, especialmente durante los últimos años de la guerra. Se ha estimado que hasta un tercio de bajas aliadas en el frente se produjeron en las trincheras. Y es que, aparte de las producidas en combate, las enfermedades también fueron una pesada carga. Vivir mal alimentados, casi siempre mojados y embarrados, enterrados en lugares reducidos y en una tierra tan fría y húmeda como el Norte de Francia y el Sur de Bélgica causó muchos millares de bajas debido a la gripe, pulmonía, tuberculosis, disentería y a todo tipo de enfermedades contagiosas propagadas por piojos, pulgas, ladillas y ratas. A veces, una simple lluvia podía dar lugar a todo un mar de lodo. Las trincheras se llenaban de barro. Si los soldados pasaban demasiado tiempo en una zanja llena de agua y la situación se complicaba con el frío, con inviernos extremadamente duros el resultado eran los llamados “pies de trinchera”, el primer paso para la posterior gangrena. Hacia finales de 1915, y para tratar de combatir el pie de trinchera, los soldados británicos en estaban equipados con tres pares de calcetines y tenían órdenes de cambiárselos al menos dos veces al día. Un soldado podía pasar largos periodos destinado en primera línea de fuego. Otros muchos, sin embargo, morían en su primer día en las trincheras como consecuencia de los disparos de un francotirador. Sin duda uno de los valores cinematográficos de esta película de Stanley Kubrick reside en su

capacidad –a través de las imágenes- de ponernos en la piel de aquellos desgraciados soldados anónimos franceses, cuyas tumbas son honradas a lo largo y ancho de la geografía de Francia.




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