Morder el aire, una bandada de textos

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En esta edición:

Morder el aire Una bandada de textos

El paisaje nos devora

Fernando Aguinaga Valeria Allegrucci Nestor Asprea Cristina Baroni Susana Biamonte Natalia Bogliano Florencia Bossié Gonzalo Leonidas Chaves Roxana D'Auro Martina Dominella Matias Esteban Andrea Iriart Carolina Maranguello Martin Massa

Fer Nuri María Pagola Claudia Pascual Parada Gabriela Pesclevi Pablo Pesco Marina Natalia Pieroni Gustavo Daniel Piana Marcela Rizzi Nestor Ronconi Claudia Rosa Nacho Saffarano Daniela Vazquez Soledad Viñuela

Ilustraciones: Carolina Maranguello Tapa: Andrea Iriart Interior: Fer Nuri Taller de lectura y escritura El paisaje nos devora

Grupo La Grieta La Plata Facebook.com/grupolagrieta Diciembre 2015


Los siguientes escritos forman parte de una constelación de nombres que surgieron alrededor de una laguna. Jacana, junquerito, carau, espátula, chimango, gaviota capucha negra, capucha gris, canarios, doradito común, garza mora, golondrinas, barranquillas, pato siriri, teros, cotorras, cigüeña, espartilleros, gavilán mixto. Voces de pájaros que recalan próximos en quién los nombra. El ritual de la escritura pulsa un acento, un interrogante, da cuenta de unos pies descalzos en un cuarto de ánimas. Fuga y nos fuga. Continente. Tierra que tiembla al fondo del agua. La situación de viaje congrega. Los pájaros son excusa y encanto. Lado fugaz, anuncio de algo. Así vamos, con la puesta en aire. Un aire que muerde. Pájaros que velan o revelan su vuelo con sed de tinta. Desde el origen su saber inicia. Su saber es rizoma e himno, coro matutino o vespertino sin mayúsculas, una señal de tormenta.

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Pájaros de Chascomús Especie 1 La gaviota capucha negra paladea el cuerpo resistente del pez plateado. Se lo lleva volando sobre la laguna y el pez le pide un momento, un solo instante para percibirlo todo desde las alturas. Su ojo, esfera negra y perfecta, de un vistazo abarca la extensión acuática que creía inconmensurable: los pescadores en la orilla; el grupo de talleristas que se ha vuelto parco, cerrado y abierto al paisaje; las manchas; el viento que ondula suavemente las hojas de los sauces. Y todavía más: los cuerpos raros de los bañistas, el efecto del sol sobre la basura que ya empieza a largar sus jugos, los ciclistas. La gaviota ha sido generosa con el tiempo. El pez aletea para que le apure la muerte. Especie 2 Cuando canta, el playerito rabadilla negra simula el chiflido agudo de las golondrinas. Hace un desastre en el agua porque se lanza con las alas extendidas y da vueltas sobre su propio eje. No le interesa pescar. Es díscolo: en la mitad del chapuzón parece arrepentirse u olvidarse qué hace adentro del agua e intenta volar con las alas mojadas. Los otros pájaros los desprecian por su falta de elegancia. -Qué pájaros incoherentes, murmuran los junqueros. - Infantiles, remata el pato gargantilla.

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Especie 3 Vienen gallaretas, señal de que el río crece. Las gallaretas traen la orilla del río pegada a sus patas rosadas o anaranjadas, y mientras caminan, secándose al sol, van dejando los rastros confusos de ese magma de barro y piedras. El casco colorado y brillante que tienen sobre la cabeza, de unas plumas más pequeñas y apretadas, dicen que es un trofeo de guerra: la lengua del puma que solía cazarlas. Un día, las gallaretas se alzaron y le dieron muerte. La lengua áspera del felino, que colgaba medio afuera de su boca, la extrajeron las gallaretas y la más valiente la vistió sobre su cabeza como una señal para otros pumas y como un distintivo feroz de la vida. Vienen gallaretas: señal de que traerá cosas el río, cosas inesperadas, de más arriba, de otros afluentes y habrá que ir, al amanecer, a soportarlas.

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Especie 4 -Que nunca lo siga un junquero, mijo, que el negocio se le arruina- le decían los viejos desde la costa, mientras cortaban rebanadas de salame o acomodaban las sardinas. Y él se les quedaba mirando porque, primero, nunca jamás lo había seguido ningún pájaro, y segundo, su papá hacía años que ya no tenía el almacén y él estaba muy lejos de abrir uno. Y además, ¿qué relación de fuerzas podía existir entre un pájaro y un comercio, como no fuera el más servil de las veterinarias? El cielo de los junqueros es diferente al de cualquier otro pájaro. Es un cielo puro junco, una red de palos, flexibles pero resistentes entre la que construyen sus nidos como hamacas paraguayas, a cierto nivel del agua, para que con las crecidas y bajadas, no se lleve a sus huevos ni ahogue a las criaturas pardas que gritan al atardecer. Pocas veces un junquerito se exilia de ese micromundo de agua quieta, y el que se va, porque es más aventurero o soñador, porque se amiga con el biguá o le intriga el afán coleccionista del caracolero, vuelve rápido y un poco aturdido porque no soporta la desmesura. Inmensa y desierta, la laguna, le parece un infierno. Y ni hablar del cielo que multiplica en espejo la lisura demoníaca del agua. ¿Cómo soportan, los otros, que no haya nada que haga sombra ni resguarde? Carolina Maranguello

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El canto de la jacana me transporta tiene tersura de pluma y profundidad de surco. Me hallo acurrucada en el silencio esperando que acontezca. Disfruto ese silbido zigzagueante que me devuelve las siestas en el monte. Árboles susurrando con leves movimientos de brisa. Aleteos de mariposa. Orugas trajinando la corteza. Hormigas laboriosas. Metamorfosis de bichos bolita. Recorro minúsculas escenas con mirada curiosa y oído encandilado de infancia... Te recuerdo.

Natalia Bogliano

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Cuando cantan todos los pájaros 1 suena frágil el camino de juncos en los pasos en la música lejana adentro de mi cabeza y mis pies se hunden la tensión de la orilla que huye diluida a la deriva 2 dos chimangos vuelan sobre mí se cruzan recortan el cielo dibujan sobre los juncos los ritmos de la laguna que fluye hacia el cielo 3 en esta mañana abajo del sol el viento las palabras de los pájaros todos sus conceptos y teorías debajo de los autos que viajan por la ruta que rodea la laguna debajo en un rincón cantan breves unas ranas

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4 un pajarito canta mientras vuela pasa un insecto raro tipo vaquita de san Antonio con cola y alargado pequeño se posa en mi brazo lo observo se mueve me explora sus antenas se mueven me pica lo puteo lo golpeo con el indice el leve pinchazo es un eco adentro de mi cuerpo la música oculta el dolor entra el viento en los auriculares ahí hay un cajón rojo de plástico tirado entre los matorrales bajo unas flores blancas lo vuelco lo uso para sentarme observar cede un poco a mi peso aguanta, miro escribo bajo la sombra la ruta atrás pasan autos cruzan el idioma extraño de las músicas mis compañeros adelante ahí pasando el matorral escriben y hablan

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5 una lancha en el horizonte del agua una nube como una nave espacial desorientada el sol tan grande la música atrás de mis ojos la sombra se mueve sobre mi cuerpo 6 apenas un viento en el cielo brillante cruza como viniendo desde el sol un ave gigante que apenas mueve sus alas es sinuoso distingo solo su extensión su ondular y el brillo de sus plumas ¿Dónde van tus noches? ¿Cuáles son tus músicas? ¿Qué es ese destino que te hace flamear el cuerpo? ¿Qué ven los ojos de tus computadoras allá arriba del cielo gigante? ¿Cuántos muertos andan estos pajonales? ¿Hasta dónde llega la orilla la alegría la luz?

Matias Esteban

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De cómo y por qué las aves en Chascomús se llaman como se llaman Doce años pasaron en el pueblo entre que la Gaviota Capucha Gris se distinguió de la Cocinera. Esta última es reconocida por su incorporación en guisados de poca monta, en cambio la Capucha Gris es incomible. Tuvo que nacer y morir Picasso para que el Pato adquiera su estatus de pintor y nade en la laguna portando su cubismo entre las plumas. Peor suerte sufrió el Doradito, ni por color ni por comportamiento lograron los chascomunenses adjetivarlo. Y solo, y tan pocamente solo, le calzó el nombre de Común. De cómo la Cigueña llegó a ser Americana, es otra historia que nada tiene que ver con el continente. El relato, en cambio, incluye a un canillita y a una fábrica de pastas. El Chiflón carece de buena anécdota y todo se resume en una abuela que le dijo a su nieto en el verano del '36 "Pero qué chiflón que es ese animal". Y ahí quedó. Como también permaneció la nomenclatura de Mixto en el Gavilán, que al ser visto coqueteando con otros pájaros se popularizó su ambiguedad a la hora de elegir pareja.

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La Caracolera de Chascomús no come caracoles, por el contrario: los admira. Es ella quien vigila que sus predadores ocasionales no los lastimen. Dicen que los Espartilleros llegaron con el ciclón del '50. Los altos y forzudos migraron después de la tormenta. Pero los enanos permanecieron y se instalaron en la zona sur de la laguna. Por ese sector vivió un negro colombiano a principio del siglo XIX. El hombre alegre y gustante del buen ron siempre contemplaba a las aves que se paraban a tomar agua frente a su casa, a veces les daba migas. El negro tenía especial afinidad con las golondrinas y cada vez que el viento cambiaba y comenzaba a sentirse el olor a verde las esperaba con las ventanas abiertas. Se dice que, aún hoy, hacen su entrada triunfal al pueblo desde la casa del colombiano, que oriundo de Barranquilla les heredó su gerundio bautizándolas Golondrinas Barranquilleras. Maria Pagola

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Laguna Pampa En la caminata diaria por la orilla de la laguna, saludó una por una a todas las aves que se le cruzaron. Desde que había dejado de fumar, Bernabé Sánchez, se propuso también cambiar de vida. Todas las mañanas se levantaba temprano y hacía una recorrida que comenzaba frente al camping “La Puerta” y se prologaba hasta la orilla sur de la laguna, en el lado opuesto del conglomerado urbano. En la recorrida saludó con un guiño a la garza mora, que permanecía parada sobre una de sus patas. Con gesto de viejos amigos saludó al pato sirirí, bicho pícaro que recién volvía de su vuelo nocturno en busca amores perdidos. Dió sus buenos días también al chiflón, al caraú y a la gaviota cocinera que revoloteaba junto a la gaviota de capucha gris. En esa intimidad que cultivaba con las aves, tenía una simpatía especial por los patos, no solo le seducía el silbo errante del sirirí, había hecho también buenas migas con el pato picaso y el pato gargantilla. Las golondrinas costeras iban y venían trazando círculos sobre su cabeza. Se topó con el pico de plata y lo saludó. Le echó una mirada al chimango y este se la devolvió sin bajar la vista.

A su lado parado sobre un poste que sobresalía de la superficie del agua estaba el gavilán mixto que movió su cabeza como respuesta. Cuando se alejó más allá del poblado, se detuvo para contemplar la laguna, que se extendía hasta el límite de un horizonte verde. Reemprendió la marcha y en un recodo sorprendió a un cisne de cuello negro que solitario se deslizaba sobre el agua. Se acercó para saludarlo y el ave se alejó sin mirar atrás. Recién, en ese preciso momento se dio cuenta que había interrumpido el descanso del presuntuoso ejemplar. Bichos migratorios, los cisnes habían llegado en la primavera y ahora hacia fines de febrero acumulaban energías para emprender el viaje hacia el Paraguay y el sur de Brasil. Cuando vuelan no lo hacen solos, tienen instintos gregarios y marchan en bandadas para hacer más placentero el viaje. En ese amor por las aves Bernabé cultivó el deseo de ser algún día como los cisnes de cuello negro y viajar de una punta a la otra del continente. A fines del verano, cuando las aves emigraron hacia el norte las despidió sabiendo que iban a volver y como lo hacía todos los días siguió carreteando por la laguna de Chascomus. Gonzalo Leonidas Chaves

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ESPECIES

Ayer entró un pájaro en la casa. Le sobraban paredes No le alcanzaban las ventanas Un pájaro en una casa NO es un pájaro Se encandila con nuestros pequeños soles artificiales No entiende el por qué de nuestros cielos tan blancos El pájaro no puede atravesar el cielo blanco de nuestra casa No lo puede perforar con su pico como agujerea las nubes Ni planear Porque no hay espacio en una casa para alas extendidas El pájaro no es pelota Pero rebota Rebota en las ventanas Y en el azar de un vuelo que no es vuelo que es disparate Huye Y deja su cara estampada en el vidrio. No lavaremos las ventanas, amor, porque son el testimonio de que hay pájaros en esta casa.

Aceptar que pueden andar y decidan echar vuelo ya sin ser indispensable. Que cada encuentro es también despedida porque cuando vuelvan y los abrace ya no serán los mismos. Busco la mirada de infancia, no aparece. Registro ojos distantes, que necesitan juzgar, separarse. De mi vientre salieron mi deseo es que puedan parirse.

Claudia Rosa

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Roxana D'Auro

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Un pájaro no es sus alas un ala no son muchas plumas unidas una cabeza no es un par de ojos en silencio si pico no es una curva suave dibujada en la hoja . El trino del pájaro no es el sonido que estalla en los oídos un pájaro no es un pájaro es ahora la búsqueda del agua insistiendo en su deriva . Los pájaros son eso que no habla pero está en medio de la guitarra dispara sonidos eso con alas también es el hueco del ala por donde pasa el aire . Un pájaro nada en el aire y esa nada desnuda un suelo firme donde se establece y mora en tiempos diminutos . Un pájaro no es su nido no es su entrar y salir ni la paciencia con la que arma un cúmulo de ramas no es un pájaro un Bigúa ni un Macá, un Siriri un pájaro no puede ser un pájaro su mismo trino lo desborda

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No hay un pájaro en el banco la oficina, ni en la escuela hay silencios que rematamos que ocultamos tras listas hay un falso haber que trastabilla cae en la cama con los dientes apretados. Allí no hay pájaro ni un hueco que lo pueda albergar . Esta ronda de cuerpos es un pájaro es un pecho de pájaro el cielo que nos cubre un pecho, el aleteo azul en degrade no hay corte posible esta todo colmado por igual de huída y permanencia las líneas de la huída entre las alas dibujan garabatos . Así mis ojos pájaros se abren .

Pablo Pesco

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Volábamos los ojos por esa frescura interminable a la par de lo que íbamos encontrando, como si la mirada se nos contagiara de esas alas de esos sueños. Sonaban en la cabeza los nombres de esos señores: Espátula, Tero real, Tirirí, Macá, Garzamora, Garza blanca… -El Mirasol debe tener los ojos quemados –dijiste. -El Tirirí toca los timbales en la banda del Biguá –Dijo alguien más. -Solo en el nombre ya encierran historias, no? Mirá el Gavilán mixto. ¡Aguanntaah! ¡Ese sí que es un seductor del siglo XXI! -¿Y el Doradito común? Como un enchapado en oro, una disputa de valores entre lo propio y lo ajeno, de adentro hacia afuera... (risas, charlas compartidas) -¿Vieron que los gitanos usan 3 tipos de nombres? Uno para las sociedades en las que viven, otro con el que los conocen dentro de su comunidad y uno más, que es secreto. Ese nombre no lo conoce nadie más que el nombrado y el nombrado. O la nombradora, mejor dicho, porque ese nombre secreto lo entrega la madre. Se supone que esa única palabra encierra el infinito particular de cada uno…

Yo me pregunto cuál será tu nombre secreto, ese que diría todo de vos… ¿Será horizonte pueblo barro viento? En todo caso, por más poética que sea la idea, llegar a tu nombre secreto no alcanza para que salgamos juntos… Los nombres pueden ser traicioneros si uno se deja llevar por ellos. Conocí a una Soledad que siempre estaba acompañada, una Remedios que era una plaga, una Milagros que nunca ocurrió, una puta llamada Virginia, una Gloria que estaba siempre perdiendo. Pero esos no eran nombres secretos. ¿Este que canta será el pájaro adiós, el pájaro ola, el pájaro nido? ¿Y qué entenderán los pájaros de los nombres, de los secretos? ¿Qué entenderemos nosotros? Si el nombrarte dibuja una línea en vos, esa conjunta inabarcable de tantas cosas… Sí, el nombrarte es una respuesta. Sumarte nombres, sueño, cielo, fondo del mar. Hasta que un día te llames amanecer, caricia, vuelo. Fer Nuri

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Hace 300 años -cuando aún la doña Eloísa y los negros candomberos no habían pisado estas tierras- un grupo de hombres y mujeres se reunieron en torno a la laguna. Después de ensayos, repeticiones con variaciones, ritmos de percusión y la contemplacion de los impactos de la piedras en el agua, surgió el sonido perfecto: CHAS CO MÚS No sabemos cuántos días y noches duró el debate, pero de voz en voz, de lengua en lengua, entre relatos cruzados, se repitió CHAS CO MÚS CHAS CO MÚS Después vino el momento de nombrar a los pájaros de Chascomús. Es que ante la mirada atenta, el detalle y la diversidad fueron evidentes y la palabra PÁJARO se volvió insulsa. Entonces convocaron a nuevas reuniones y fijaron otros puntos de encuentro y otros hombres y mujeres se abocaron a analizar las rutinas aladas, los colores de las plumas, los trazos de los vuelos. La tarea -detenida, dedicada, puntillosa- consistió en arrimar al bautismo otras palabras ya conocidas: hablaron de oficios (pescador, cocinero), de colores (negro, rojo, doradito común), de cantos (biguá, macá), de accesorios (collar, capucha café, espátula). Y de vuelta ensayaron repeticiones con variaciones, ritmos de percusión y contemplaron las bandadas sobre el agua.

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Una vez que pasó el turno de los teros, las gaviotas, las cotorras, las garzas, los cisnes llegó la hora de los árboles y de las piedras de Chascomús. Y de los vientos, y de las lluvias y de los besos y las nubes y los fuegos de Chascomús. En torno a otras lagunas, ríos, mares y desiertos se replicaba el ritual. La labor de nombrar es, en algún punto, la tarea de crear. Y comenzó cuando una mujer ofuscada, en un territorio aún no cartografiado, amaneció con una afirmación: no puedo vivir en un lugar donde no sepa el nombre de sus pájaros.

Martina Dominella

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El dorado rosado anaranjado del agua recortado en el verde oscuro, casi negro, del juncal la figura de un pato flota, dejándose llevar por la cadencia del agua El ploc ploc contra la tierra oradada de la costa en intervalos desiguales marcados por el capricho del viento del aleteo de una gaviota desesperada por pescar lo que queda de atardecer en la laguna. El canto del caraú tímido anuncia una noche larga una tormenta El tiempo te viene a buscar en el canto de un pájaro así empieza un otoño.

Martin Massa

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Converso con una docena de pájaros I Espátulas son tus alas que baten copos de nieve merengues nubes del viento II Caraní yo no sé cómo es tu canto ni cómo se dice pájaro alegre en guaraní III Hay dos clases de teros que andan por la laguna tero real le dicen a uno y al otro si te digo te miento IV Sos cuervillo suave cepillo plumas y patas que peinan los juncos escasos cabellos de la cabeza calva de la laguna V Macá, la mañana canta, pasa, hamaca la rama, sana la nada. Macá. VI Mirasol decime cómo es ser pájaro? de qué está hecha tu condición? te envidian las piedritas de la orilla que sólo encuentran consuelo en el baile suave de las olas

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VII Chiflón que no es chifle ni chiflido, chifla o canta? chiflón que ahuyenta los peces para enojo del pescador. VIII Gaviota cocinera, prepara ingredientes: tres gusanos, una ramita seca, dos hojas de eucaliptus, una hormiga perdida, cuatro gotas de la laguna recogidas con el pico. Ahora contame el secreto que todo lo une: qué música es la que bailan los juncos? IX Pico de Plata que no llegaste a pico de oro, te quedaste a cuidar de la laguna, no quisiste río ni mar. Elegiste lo que parece quieto y ganaste la confianza de la luna que te deja picotear el cielo para ahuyentar lo oscuro. X Golondrina hacé el verano, sí, vos sola. No vuelvas oscura, a los balcones. Quedate acá donde el viento se hace ancho.

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XI Junquero no buscas las ramas altas de los árboles, firmes y fuertes. Tu cuerpo emplumado frágil y liviano quiere hamacarse en la orilla silenciosa. Junquero más vale cien volando y la mano que te escribe. XII No sé el nombre del pájaro que aparece sólo la noche del 14 de noviembre en Chascomús. Dicen que surge de las brasas encendidas del fuego común y desaparece en las mañanas. No sé el nombre de ese pájaro pero todavía escucho su música. Cristina Baroni

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No tienen buena fama: que son chillonas y chusmas que sus casas son mescolanzas desarrapadas que viven en conventillos, gritonean, chipican, incordian que sus cantos son gritos sus verdes ordinarios. Pero yo les digo, les aseguro que, por más que no quieran decirlo, en Chascomús también hay cotorras.

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Le cuesta ver los pájaros. Se le hace que se le esconden y le chistan, y lo miran, oteando allá, en la costa, donde el junquero busca el insumo y el pico de plata se baña, pedante él, con su reliquia. Se queda escuchándolos, en esa letanía desordenada de conversaciones ¿de qué podrían hablar ellos si no del agua y sus trajines? ¿de qué, si no del viento que agita ramas mecedoras de crías? saben del pescador y del silencio, de los sapos laguneros y sus lenguas ansiosas. Saben de estaciones y rocíos mañaneros. Saben, más que nadie, de las luciérnagas que duermen el día y encienden tenues noches. Son cómplices de esa garzamora, la pobre siempre altiva y esforzada. Siempre en la tierra. Poco en el cielo. A ella, van y le bailan. Mejor, se queda escuchando su voces de graznidos melódicos. Así se entera.

Pájaros de noche Sólo para poder verlos hay que mirar al cielo. Dicen. ¿Será que son de aire? ¿Será que son de cielo? ¿Será que son de lunas? ¿Será que son de estrellas? Los siento en el aire. Pero no los veo. Los busco en los juncos. Y no los veo. Apresuro mi vista a los eucaliptus. Y sólo siento coquitos hirviendo con aroma a abuela. Y a invierno. Pero a la Gaviota Cocinera no la veo. Y miro al sol buscando al Mirasol. Y me encandilo. Y a la Jacana no la veo. Y mis pies se hacen de arena. Y mis ojos de pájaros no encuentran alas. Y mis oídos de silencio quieren sentir bigüas y Junqueritos. Y no los siento. Pero como cada noche cae la noche. Y la hipnosis del fuego me hace mirar al cielo. Y ahora sí los veo. Veo sus ojos. Y desde lo alto me miran disfrazados de estrellas. Y los enumero: Gaviota Cocinera. Bigüa. Jacana. Golondrina Barranquera. Caracolera. Doradito Común. Chimango. Espátula. Pico de plata. Macá. Y son mi mejor coro. El coro de los pájaros estrella.

Flor Bossié

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Marcela Rizzi

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Cuando la vea a Romi, le voy a preguntar por los pájaros en Chascomús. Nunca hablamos de eso. La primera imagen que se me viene es una laguna. La segunda es la de Daniel. Daniel tiene 17 años y me cuenta que van a cazar allá con su tío y su papá, van a cazar liebres, ¿eran liebres o eran ciervos? Algo al escabeche era. También estaban los rifles, los perros lo que él llamó: “saber esperar el momento”. A Daniel le gusta estar tirado sobre la tierra, aguardando la señal. La tercera imagen es cuando fuimos a un cumple de quince y pasamos la noche allá. Al día siguiente, temprano por la mañana, la gente parecía haber sido arrancada de cuajo, sólo se escuchaba una especie de eco, de días anteriores, como un boomerang que iba y venía, atravesando el pueblo. Era eso y el sonido de los pájaros.

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Alguien dijo esa mañana: “Si aún escuchás pájaros afuera, algo anda bien. Si te concentrás un poco, es posible, que empieces a dejar de lado los ruidos y a ver que los pájaros siguen allí, por más que no los veas, siguen allí, ni los escuches, siguen allí”. No conozco el nombre de los pájaros, me gustaría ser como Camila, que se sabe los nombres y puede distinguir los cantos, dijo ella. ¿Para qué?, alguien preguntó. Es como un don que la hace más linda, sentenció. Valeria Allegrucci

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ORACIONES DE ALMANAQUE

COTIDIANO Hacerse sencillo es el pleno saber de ser un segundo humano un breve entonado verbo entre todos los dialectos. asombrarse, ponerse al sol templarse, asirse a la vida como pájaros.

Contextualizar buscando en Youtube: “aaypp”

Estoy, aunque lo ignores, entre cicutas y ranas. Entierro la furia que me dan los necios en este fango de injurias que ruge y exaspera. Mientras repaso lo que no ha de volver una línea de nube rosa se ahoga en el pantanal. En la debilidad del junco se esconde la temperatura del temporal, lo resbaladizo, la dentellada, el veneno, todo lo que no queremos, este noviembre. En la comarca de los señores todas las canciones son esclavas y si un remero barrena el oeste, el paisaje queda herido. El salto de la tararira traza un mediomundo, así es, los peces suelen hendir el aire. Los pájaros mueren en el agua, lo mismo le sucede a los pescadores cuando hablan con su soledad. El celo del cisne, el zumo de las uvas, el ojo de la vaca, la libido de las negras, la flojera de los dioses levantan polvareda en el cuarto de las ánimas. ¿No sé qué harán ellos con el doradito común, el biguá, el chiflón y el cuervillo? Estoy, aunque lo ignores sobre una orilla ebria de cavilaciones, he bebido de la laguna su redondez, he visto que en lo hondo del país relumbra, apenas la luna.

Fernando Aguinaga

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Andrea Iriart

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Justino y los pájaros Me tomaste la mano, extendiste tu brazo señalando la laguna y comenzamos a caminar.

“El indio Biguá vivía a orillas de un río, de aguas tan limpias y cristalinas como un pedazo de cielo. Un día, su esposa salió a pescar en la canoa y se perdió. Biguá salió a buscarla. Removió pajonales, subió a los árboles, se zambulló en la profundidad del rió una y otra vez. Cuenta el hechicero de la tribu que no los volvieron a ver. Sin embargo, en el techo de la choza donde vivían Biguá y su mujer, cada atardecer, aparece un pájaro grande, con plumaje oscuro y pico en forma de gancho”. Entonces vos rompés el silencio y, con cara de sabelotodo, decís “Ah, ya sé. Por eso el biguá vuela alto, alto, baja la cabeza, mira la laguna y grita, biguá ,biguá, y se tira al agua en busca de su esposa, pero no la encuentra. A veces sólo rescata con el pico un pez dorado, o rojo, o blanco “ Susana Biamonte

Es un juego tuyo que repetís como un ritual, pero para mí siempre es novedoso, porque tus gestos, palabras, sonrisas, ocurrencias, revelan tu imaginación sin límite. Nuestro paso es acompañado por el vuelo de los teros que dibujan círculos sobre nuestras cabezas; ellos, los guardianes de la laguna, anuncian nuestra llegada. Nos sentamos sobre la hierba todavía húmeda a la sombra de ese árbol, el que siempre elegís, para nuestro momento de juego y complicidad. Tu dedo sobre la boca me indica que debo guardar silencio y comenzás a hablarme al oído. Miramos los patos que nadan dibujando estelas en el agua que, en ese momento, parece una alfombra plateada. Vos los contás en voz baja: “Uno, dos, tres, cuatro, cinco….y esperamos la aparición del Biguá, pájaro que tanto te atrae. Impaciente, me pedís que te cuente la leyenda guaraní que revela su origen.

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NACER, CAGAR Y MORIR No voy a matar a un niño. Voy a atropellar con mi auto a una liebre (que claramente no es un pájaro) y unos instantes después a una paloma. Voy a pensar en la alegoría de una paloma suicida y me voy a ir a dormir triste. Manejé hasta el campo que queda en Chascomús y llegué a media mañana. Sol de verano del color de una braza. Ruta 2, ventanillas abiertas, vacas lejanas y el zumbido del motor. Estacioné al costado de una hilera de álamos que casi no daba sombra. Caminé despacio, hacia la casa. A los pocos pasos sudaba, el vaquero que llevaba puesto me daba la sensación de estar vestido de fuego. Iba con la cabeza gacha cuando sentí que algo se clavaba en mi espalda. Levanté la vista. Era la mirada de unos teros que desde lejos me vigilaban con ojos de perro. Custodiaban sus huevos escondidos. Seguí recto hacia la casa, controlándolos con mi visión periférica.

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Los teros levantaron vuelo en medio de un alboroto y viajaron directo hacia mí. Me desvié de mi rumbo, describiendo un semicírculo, levantando mis brazos para protegerme y se calmaron. Aterrizaron sin sacarme sus ojos de encima. Tenían cara de malos. Al rato llegué a la casa. Era como me habían dicho: una montaña de mierda se apilaba en la galería. El avestruz o el ñandú, no sé, responsable del desastre me miró a una distancia prudencial. A su lado dos charitos. Todos me contemplaron con ojos tontos y la boca entreabierta, parecían animales estúpidos. Los he visto atacando su figura reflejada contra un vidrio. No limpié nada. Va a ser necesario poner un alambrado para que no caguen más la galería. Me pasé la tarde pensando en teros guardianes y ñandúes idiotas que comen y cagan. No pensé ni en liebres ni en palomas porque aún no las había atropellado.

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Al atardecer regresé a casa. Nuevamente ruta 2, ventanillas abiertas y zumbido de motor. El sol no cesaba. A lo lejos vi un ser marrón, veloz y esbelto que iba y venía a toda velocidad por la rambla de pasto. Seguí avanzando a velocidad constante con un ojo en la ruta y otro en el animal que ¡era una liebre! CLANG, BONG, PANG, sonaron los plásticos rotos del frente de mi auto, dejando una estela de destrucción. En el mismísimo instante que lo reconocí, el animal decidió cruzar la ruta y lo agarré de lleno. No tuve tiempo para la más mínima reacción. Un rato más tarde la liebre sería un felpudo aplanado en medio del asfalto. Fue sin querer pero igual me sentí mal. Me quedé con un sabor desagradable en la garganta. Parece que no solo los lemmings se suicidan. ¿Por qué lo hizo? Minutos más tarde doblé por la avenida 520 rumbo a casa. Ya iba más despacio, a 80, 90. Unas palomas picoteaban algo invisible en medio de la calle. Confié en el instinto de supervivencia, en la velocidad del vuelo. Los pájaros siempre fugan en el último instante. PONG… y vi unas plumitas flotando en el aire. Nestor Asprea

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Vuela Vuela pajarita vuela con alas de ilusión vuela con pasos chiquitos vuela con risas de azúcar vuela con sueños vuela con cuentos de abuela vuela con deseos de sol vuela de noche y de tardecita vuela de corrido vuela de alegría vuela de asombro vuela de futuro vuela de pasión vuela….vuela… vuela

Daniela Vázquez

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Bizcocho tenía cara de asesino. Claro, aceptando que la absurda teoría de Lombroso también la apliquemos con los gatos. Como cualquier bicho que camina, todos tenemos cara de “algo”. Cuando por fin supieron por qué Carolina lloraba desconsoladamente, siempre al atardecer, y siempre con Bizcocho en las cercanías –señalado por el bracito estirado de la nena, mientras que con el otro se cubría el rostro bañado en lágrimas-, ya fue demasiado tarde para reparar el error. El gato de ceño fruncido y ojos torcidos había sido sacrificado Era cierto que Carolina jamás apareció con el mínimo rasguño, ni la menor señal en sus ropas de una posible agresión del taimado felino. Por supuesto que Bizcocho, un raro ejemplar demasiado grande para lo poco que comía, sólo se mostraba doméstico cuando le convenía. Pero es sabido que ésa es una cualidad común a casi todos los gatos.

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Carolina comenzó a caminar tarde, casi a los dos años. Como era una nena robusta, dejaron que lo hiciera libremente por la parte de atrás de la casa, donde el amplio jardín daba con el flamante vivero de plantas exóticas. El transparente espacio recibe luz natural por los cuatro costados: los dos laterales, formados por amplios ventanales corredizos; está abierto por el frente, y, la parte trasera, la que limita con el jardín, cubierta con cristal irrompible. Su orientación es tal que la parte abierta –necesaria para regular la temperatura interior- apunta al noroeste, que es de donde casi nunca sopla la más leve brisa. Por eso la parte trasera es fija. Desde esa dirección el sudeste-, los vientos son muy fuertes y arrachados. Arruinarían todas las plantas, sobre todo los brotes tiernos. Por la misma razón se decidió que el cerramiento trasero fuera invulnerable. Con semejante superficie, golpeado por cualquier objeto impulsado por el viento estallaría en mil pedazos.

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No pasó mucho tiempo desde la ausencia de Bizcocho, y Carolina volvió a llorar al atardecer. La mamá vio como su hija repetía los mismos gestos, señalando hacia atrás. Pero Bizcocho ya no estaba. No obstante, algo se sacudía en el suelo. Preocupada y temerosa, se dirigió la joven señora hacia el vivero, para comprobar que un hornero de regular tamaño se debatía sobre el césped, atontado, sin poder volar, con un ala quebrada. En ese preciso instante sintió un sordo golpe contra la pared de cristal, alcanzando a ver otro pájaro similar al herido –seguramente su pareja- que torpemente lograba reemprender su vuelo. El misterio del llanto de Carolina quedó develado. A esas horas, el vidrio, al no reflejar la luz solar, se hacía invisible, causando que los pájaros lo atropellasen, confundidos por su transparencia. También descubrieron por qué Bizcocho parecía de poco comer. Nestor Ronconi

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Los cuervos

Faisanes

Se acercaron a mí después de recorrer todo aquel enorme salón, yo estaba apoyado en la ventana fumando; solo y triste. Son cuervos. Sus caras no me conmueven, el murmullo en el aquel lugar era enormemente sombrío y ensordecedor, me distrae pero puedo concentrarme de todas maneras; pienso en mi hermano de la vida, y miro sus caras desdibujadas. En un momento, ante un ruido de la calle empiezan a desplegar sus alas negras, brillantes, especialmente bellas. Quedé parado en el medio del enorme salón, mirándolas aunque sabía que no debía hacerlo. Otra vez el ruido, esta vez más cerca. Me desperté de ese extraño letargo y aproveché para esconderme en el único lugar oscuro que encontré, me deslicé lentamente hacia la puerta para salir corriendo. Esos cuervos me buscaban y no estaba en mis planes dejarme atrapar, al menos no esta noche. Logro llegar a la puerta principal con algo de dificultad y me topo de repente, cara a cara con Ella. Ella que creí muerta hace no mucho tiempo. Los cuervos aún estaban ahí, se habían dado cuenta de mi maniobra. Desplegaron sus alas y vinieron hacia mí como flotando, sin tocar el suelo. Y sentí calor, mucho calor, era Ella que me abrazaba con sus alas blancas. Automáticamente los cuervos se detuvieron, como confusos, como derrotados y quedaron ahí tirados mirándose unos a otros. Ahora era yo el que flotaba, entre las alas de Ella, que ya no eran más blancas, eran rojas, bermellón, púrpuras, negras.

“Todo nos puede suceder: la vida es una posibilidad infinita” Julio Ramon Ribeyro. La tentación del fracaso

El hombre sabía que a la chica le gustaban los faisanes con locura. Los había descubierto cuando niña. Por primera vez había visto uno al cruzarse desde una medianera vecina. Tal vez a sus cuatro o cinco años. O quizá antes, lo cierto es que ahora no podía acordarse. Es probable que hubiera llegado con alguna bandada transitoria. Plumas violáceas y rojas, plumas cobrizas de un planeta ignorado revoloteaban en el patio. Plumas sobre un ave de oriente que llegaba para cambiar la lógica del fondo. Un fondo de mandarinas de limones de ciruelas de nísperos y de silencio, casi hasta mitad de la manzana, una muda calma. Un fondo de pastos, incluso un olivo, incluso una casa después de la casa, incluso abuelos yendo y viniendo con regadoras y azadas, sacando yuyos de la zona sin canteros. Dos o tres perros, depende el día las acciones, una carretilla, más objetos de jardín. Fondo de la chica y el faisán durante años. Acaso como el único lugar, solo para los dos. En el medio de las siestas el canto. Más tarde serán las partidas, otras nuevas, imprevistas, será el tiempo para los faisanes muertos y otros nuevos: como Cacho, como Alonso, Ibicito, o Fai Fai. Una conversación expandida con el ave. Muchas tardes sin primos ni nadie. Solamente hablar con el faisan en lengua gallinácea, a veces con los perros en lengua de perros. Ahora los pastos crecidos, la chica crecida, los abuelos recluidos, ningún perro, la casa del fondo vacía, algunas láminas de animales emplumados y el hombre que sabe que a la mujer le gustan los faisanes con locura, llegando. Gabriela Pesclevi

Gustavo Daniel Piana

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Adónde… 12 y 54, plaza Moreno. Los nenes juegan sin mirar la hora, tienen remeras blancas, azules rojas y el ruido de las hamacas oxidadas hacen que aún cerrando los ojos sepas que ahí están… hamacándose sin mirar la hora. Se ríen, gritan, piden caramelos, helados y gaseosas. Lo bueno de ser nenes es que la vida es solo jugar… en el mejor de los casos, y en la noche dormir solo dormir, en el mejor de los casos. Los pájaros también pasan no sé bien si juegan, si están trabajando, juntando comida o volando solo volando. Sospecho que pasan calculando la posición indicada para cagar la cabeza de algún distraído, me doy cuenta por la puteadas y la cara de impotencia y ahí van por la vida cagados por un pájaro, una paloma… un emplumado. La gente camina y otros esperan a sus hijos controlando el tiempo, algunos tendrán mas hijos, otros se casaran, se separaran, van a trabajar y algunos a quedarse sin trabajo, algunos leen, sueñan y en el mejor de los casos viajan. Pero sé que el tiempo pasa, a todo nos pasa el tiempo, nos roza la nariz, nos coquetea sabiendo que todos vamos al mismo lado, más tarde más temprano vamos al mismo lado, ahí donde algún familiar nos llevara flores para el cumpleaños o alguno de esos festejos pedorros que celebramos para ir de compras. Y ahí van a ir cuando nos extrañen con la nostalgia en la voz . Pero con los pájaros es distinto, tantos pájaros en el aire y tan pocos en el suelo : Pasa el pájaro vuela errante Canta, canta, canta Pasa y canta, vuela errante Pero adonde, adónde van a morir los pájaros.

De la Paz Blanca y pura, insulsa e insípida. Siempre me molestó la figura de la Paloma de la Paz. En principio por simple renegado, seguro. Después leí que tenía un origen bíblico, que había sido enviada por ese tal Noé después de ese tal diluvio; y me apoyé en mi incipiente ateísmo para darle más sustento a ese rechazo. Una de mis tantas tardes en Parque Saavedra, los gritos y la polvareda que generaban diez chicos corriendo alrededor mío, hicieron que abandone cualquier intento de estudiar al aire libre. Ya entregado a observarlos; veo que uno de los más grandes, flequillo largo, remera gastada del Barcelona, venía sonriendo directo hacia mí, con un importante bulto en las manos. Era una torcaza. Gordita, grisácea, indefensa, nadie podría haber dicho que era linda. -¿Sabés el guiso que nos vamos a hacer hoy, no? Quise imaginármelo ¿Sería con arroz o con fideos? Si eran fideos, por favor que sean mostacholes, son los guiseros por excelencia ¿Papa, cebolla, puré de tomates? ¿Algo más se necesitaba? Busqué en mi memoria, el olorcito de los guisos cuando era chiquito. No pude encontrarlo. Quise volver al estudio y tampoco pude. Pensé de nuevo en las manos del nene y en la torcaza. La única paloma de la paz, es la que sirve para llenarle la olla a los pibitos de Altos de San Lorenzo.

Marina Natalia Pieroni

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Nacho Saffarano

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Apología de los pájaros que no son pájaros No todas las hamacas son paraguayas son bolivianas brasileras colombianas argentinas misioneras Son no hamacas paraguayas son hamacas columpios mecedoras caballos barcos aviones pájaros Pájaro hamaca que se despluma en cada envestida eufórica de cuerpos contraídos por la voluntad no voluntad de alguien que es un deseo de volar pájaro que se rinde al contacto nervioso de sus patas piernas posadas en el firmamento que no es el cielo es el suelo donde el deseo se estrella contra la humana imposibilidad Pájaros que no tienen nombres de pájaros que remiten a lo terrenal Pájaros no pájaros Martín Pescador no es un ave Es un hombre triste a quien le gusta el río y ver los peces picar en su desesperado ímpetu de comida-vida - muerte que es la suya propia mientras se pregunta qué será de aquellas personas a las que ya no ve y piensa qué lindo sería poder volar Es un gatito rosado de madera sentado en el borde de un mueble con cara de contento con su cañita de pescar peces Lo bautizaron así sin saber que Martín Pescador era un pájaro y no un héroe de alguna olvidada leyenda de historia infantil

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Pájaro loco enloquecido por las risas eufóricas de un conjunto de seres sin plumas no entiende el idioma humano de los pájaros enigma pájaros sin resolver vuelan tropezando Hace bien en no entender Pájaro de mal agüero mira al sol esperando la huida al grito del cazador Pájaro ortopedia se reventó contra la montaña pájaro llama de olor a carne chamuscada de gritos que buscan lo que no encuentran y es mejor no encontrar Pájaro cantor de sopa mañanera corre el riesgo de desaparecer frente a la reacción de ese que detesta el canto del ruiseñor porque odia todos los ruidos del mundo pájaro mancha en el piso de leche cacao de la cocina de la abuela el hambre se derrama sobre la tarde El gallo pendenciero de luchas obligadas La gallina condenada de los huevos de la maternidad El pingüino sufrido que no puede vivir en soledad El pato infantilizado de los juegos e imaginarios pueriles Pájaro fauno en su laberinto de cielo y tempestad el humano Los más tristes no pájaros de todos los que no pueden volar Claudia Pascual Parada

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Lento y sublime se separa del resto de las aves. Toma distancia, se diferencia. Crea espacio. Crea aire. Hay sentido de pertenencia que crece que transforma el arte en estela, en canto en una ma帽ana de verano. Resiste. Persiste. Se vuelve incordio con su ruido. Y en su canto, un reclamo, una queja, un llamado a pertenecer a apropiarse.

Este libro complet贸 su materializaci贸n en el taller clandestino de los Lectores Salvajes Diciembre 2015

Soledad Vi帽uela

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