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ILUSTKACION
losé González
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LLCTURA DL LA BIBL]OTLCA DL 6RADO
Número Dos.. Verano de 2006 Consejo de redacción: Fernando FIóre z Y tllaranzo Xose Lluis Rodríguez Alberdi Jose Luis Rodríguez Tamargo Gustavo Adolfo Fernández Fernéndez
Portada
Ilustración de ]. L. Rodríguez Tamargo
Ilustración
/2/
Diseño y maquetación: Gustavo Adolfo Fernández Fernández
Diseño del logoüpo del Foro: José Luis Rodríguez Tamargo Publicación estacional de difusión gatuíta 500 eiemplares
losé González
Inventario de transparencias / a/La obsesión novelesca de un grafómano vedrinista, dos apuntes aéreos y una conclusión Fernando Flórez Villaranzo Narrativa
D.L.: A941487-2ffi,6
/8/Dignidad
Efita:
/1L/Cubículo / 12 / El agua intermareal
Biblioteca Municipal "Valentín A¡drés AJvatez" C/ C.erro de la Muralla s/n
/1,4/Sttposiciones
Asociación Cultural "Valentín And¡es" acvalentinand¡es@yahoo.es
www.valerrtinandres.com Aula de las Metáforas "Femando Beltrán" auladelasmetaf oras@ayto-grado.es
de Grado
cultura@ayto-grado.es
Filmación e impresión: Gráficas SUMMA S.A. (Llanera)
Iluskaciones interiores: And¡és Alonso Moutas Óscar L. Nogal Illises Lafuente Ramos
No está permitida la reproducción
total o parcial de los textos, ilustraciones e imágenes incluídos
en esta revista sin
el consentimiento previo de sus
Fernando Menéndez
Cine
/1,6/Sobre las adaptaciones cinematográficas de obras literarias: la polémica Marías-Querejeta Vicente Domínguez Reportaje de ficción Óscar L. Nogal /19/Felitrón
Ilustración
/20/
Subvenciona: cajAstur Concejalía de Cultura del Ayuntamiento
L
Fernando Martínez
/1,4/Tetas de napolitana Roberto García Echevarría
33820 Grado (Asturias)
94575 4813 biblioteca@ayto-gado.es www.bibliotecaspublicas.es/ grado
/
Chus Fernández Óscar L. Nogal
Alberto Mendívil
Poesía
Eduardo Mesa Teresa Fernández-Barbón X. Ll. Rodríguez Alberdi / 22 / N.uec}l.e... d'esperanza Carlos Barral /23/Hombre mudo ante una flor hay palabras Carlos Barral /23/No Carlos Barral /23lNinotska Busto antiguo Carlos Granda /24/Oficio
/21,/'El túnel" en la playa /21,/Luz de mediodía
/21/Latijera
Aleiandra Sirvent /25/"Polvlllo de alas de mariposarr Ramón Bielsa /26/Retrato del abuelo en cuatro tiempos Fernando Fernández un cuervo María /26/Soy ]osé Fernández Bijou /27 /Can-certero Antonio G. Areces / 28 / Homenajes y viñetas Ilushación
/31/
Andrés Alonso Moutas
autores.
Contraportada
Ilustración de Alberto Mendívil
INVLNTAKO DT-TKANSTAT
L"
obses íón novele sca d. , n gra{ómano ved nnísta, do" ,prntes aéreos ylnu conclu síón F ernando F
lórez Villar anz o
o nunca había oído hablar de Jules Vedrines hasta un domingo de la Flor. Ese día una flota de ultraligeros trazó en La Cardosa vistosas acrobacias bajo un cielo azul turquesa. Al mediodía, en un descanso de la exhibición t y para rnatar el tiempo, subí a la cantina del Chato (hoy ya inventariada en mi catálogo de trasparencias, que es el registro implacable de 1o que inevitablemente se desvanece). Es curioso, escribo: para matar el tiempo, sin otro propósito que subrayar el tedio de una espertu y después descubro que las palabras por sí mismas buscan su propio sentido. ¿No eran un presagio de que el barrio de la estación que conocimos y el ütnto (un chigre ya d.ecadente, último bastión de una época de aserraderos, huertas, estraperlo y vagones cargados de carbón rumbo a San Esteban), de modo irremediable, se estaban pulverizando en el interior de una burbuja? Ocurrió un domingo de Flor y ultraligeros, y el tiempo se nos moría sin necesidad de matarlo, gota a gota, en el tumulto del presente.
Una azarosa obsesión Aturdido por cierta evocación (el trozo de calle paralelo a los almacenes delVasco revive algín lejano día gris de atmósfera húmeda y brillos de estaño en los charcos) me acerco al.bar y caigo otra vez en las redes de la pareja de propagandistas aéreos - é1, de impecable uniforme de comandante de Boeing-7l7,y eIIa con delicioso modelito de jefa de azafatas transoceánicas - gu€, inmune al desaliento, retoma el sermón interrumpido por el receso. Con retórica apocalíptica me meten el miedo en el cuerpo denostando los vuelos baratos y loando la seguridad aeronáutica.
-Ni
se le
ocurra-sentencia la jefa de
azafatas transoceánicas-. Su vida es más valiosa
que el precio de un vuelo- y al decir auelo sus labios dibujan un turbador morrito de cupleüsta. Juraría que me guiña un ojo, aunque ha pasado tanto tiempo que, a 1o mejor, en lo del guiño, me falla la memoria.
Ante Ia insufrible cantinela del palizas disfuazado de comandante, que repite por cuarta vez en dos minutos la misma monserga:"Oiga, es su decisión. Usted es libre de montar, si 1o desea, en el madreñogiro de Pinín. Hay quien
se arroja de un sexto piso colgado de un paraguas y sale ileso". Ante tan insufrible cantinela, repito, tomo las de Villadiegor 1z efl desesperada maniobra aterrizo en medio de la peña de pilotos de ultraligeros que toma el vermú en la barra. Y es en ese preciso instante cuando escucho el nombre de Jules Vedrines (así, como se escribe lules Vedrines) de labios de Balbino González, un veterano mecánico de vuelo de La Morgal. Y caigo del caballo como Saulo a las puertas de Damasco, y mi vida de gr afórnano diletante y desnortado experimenta la metamorfosis de la larva convertida en mariposa y con ella el regalo envenenado del maná de una irrefrenable necesidad de escribir. ("Eso es perder el norte", me había dicho hace treinta y cinco años, Ramón Areces, el patrón de EI Corte Inglés, en una entrega de becas en
el Ayuntamiento. A don Ramón no le habia gustado nada el cambio de última hora: 1o de estudiar Magisterio en vez de Medicitta. "Hay que buscar un objetivo en el horizonte y caminar hacia é1 con decisióry sin salirse de la ruta"). Pues mira por dónde, ahí estaba el dichoso norte. Y la flecha apuntaba firmemente en una
;Húfffi'frffi
ffiÍÚ.DrTKANsrAKLNCIAS dirección, siempre en línea recta, directa al objetivo, sin inútiles florituras ni arabescos, sin pérdidas de tiempo. Sin duda la vida es una caprichosa sucesión de azares, un rosario de casualidades que nos encadena, eslabón a eslabón, a un destino inescrutable. De esa fatalidad, fatalidad de ser un corcho que flota a merced de las olas, sólo quedan excluidos aquellos personajes que desde la más tierna infancia ya saben 1o que quieren, como: Alejandro Magno, Julio-César, Napoleón, Kennedy o don Ramóry que mientrasllindinba vacas en Llantrales veía reflejado en el río Cubia su futuro de capitán de empresa en La Habana.
Aquel día de la Flor pagué el vermú a los pilotos y llegué a casa fascinado por la vida y milagros de monsieur Vedrines ¿Necesitaré revelar que esa noche soñé con aviones, con aquellos primitivos biplanos pilotados por una
estela del avión de Vedrines convulsionó mi
apacible
y gris existencia de funcionario.
Relacionar en este inventario todo el material que he reunido en los últimos trece años sería tarea tan fatigosa e inútil como querer recoger en un cubo el océano. Revistas, periódicos, totografias... Vedrines aterrizando en Getafe
en 1911, vencedor del raid París-Madrid y recibiendo una medalla de Alfonso XIII; logrando el record mundial de velocidad:174
W/t,
en191Z posando su monoplazaCaudrón sobre la terraza de las Galerías Lafayette de París; volando sobre Cangas de Morrazot et:. 1915; piloto de guerra... Mi faraónica empresa (novelar los principios heroicos de la aviación a través de la figura de un aviador) me salvó de la parálisis del síndrome de Bartleby (el nombre de la dolencia 1o supe después,leyendo
a Vila-Matas) pero, aunque logré escribir
al día
regularmente y de modo disciplinado durante todo este tiempo, terminé encarcelado entre las rejas de una novela enciclopédica, una novela-
siguiente, tras abrumar a Sevilla, el paciente y
río sin mar al que verter tan desmesurado caudal
servicial bibliotecario, encontré una nota
literario, porque el punto de fuga de las
biográfica en la edición de 1928 del Espasa. La enkada correspondiente al piloto era lacónica: Vedrines, Iules. Aviador francés nacido en SaintDenis el29 de diciembre de 1881 y muerto en Saint-Rambert d'Alban, cuando se dirigía a Roma por vía aérea, el20 de abril de 1919... AI parecer se trataba de un -para aclararnosproletario de los aires, unmecánico, que afuerza de ahorros y privaciones consiguió matricularse en la escuela de pilotos. Alcanzó la cima de Ia popularidad con el vuelo París-Pau en abril de 191L y sobre todo con el raid París-Madrid., en mayo de ese año, en el que cubrió en treinta y seis horas la distancia entre las dos ciudades.
obsesiones es 1o absoluto y éste es un concepto inabarcable. Una novela de novelas, en constante y vertiginosa expansión, que me tiraniza, y que no culminaré nunca porque su final se escurre cuando creo tenerlo cerca. Una novela total, abierta a todos los registros: desde la sal gorda
razadehéroes descendiente del alado Ícaro? Ya
convertido a la religión oedrinista,
Buscando desesperadamente
a
]ules Vedrines
A partir de esa escueta información peregriné por hemerotecas y bibliotecas especializadas, me hice socio del Club de Amigos de los Aeroplanos, frecuenté a historiadores y estudiosos de la aeronáutica. El rastreo de Ia
de la humorada localista al más excelso y exquisito desahogo lírico. El par de apuntes que siguen son botón de muestra de 1o que acabo de escribir,
Apunte humorístico La relación del aviador galo con nuestra comarca es tragicómica. Manolo el cartero me contó como un martes de Carnaval el famoso piloto aterrizó en Grao. La carlinga del aparato de Vedrines,
cuyo papel representaba un enano apodado Milhombres, iba montada sobre un burro. Vedrines/ Milhombres, fue presentado a las fuerzas vivas del pueblo, incluso disfrutó de una audiencia en los salones de Ia Sociedad
INVLNTAKIO DLTKAN
Casino. Cuando el piloto gozaba de su minuto de gloria, un desaprensivo que actuaba de controlador aéreo le puso el turbo al burro: inkodujo en el ano del animal una guindilla. El pobre Vedrines/ Milhombres, cor't el reactor a plena potencia, despegó tan intempestiva y vigorosamente que consiguió volar de verdad. Es decir, salió despedido por los aires al encabritarse el asno que/ coceando, cruz6 el parque a velocidad de hipódromo, provocando una desbandada general. El piloto lanzado como elhombre-proyectil del circo, pero sinred, quedó incrustado en la rosaleda de la que fue rescatado ur.avez el personal se recuperó del susto. El primer vuelo sin motor en la villa se saldó con unbrazo quebrantado y algunos desperfectos
en el costillar del arrojado pionero.
Al burro 1o encontraron, ya entrada la noche, cerca de Sandiche. Dice la crónica popular que corriacomo un condenado y que sólo se detenía para aliviar en las aguas del Nalón los ardores del reactor. Apunte poético El universo de ]ules Vedrines es un manantial inagotable que nunca acaba de sorprenderme. Hace unos días recibí un correo electrónico desde Santo Domingo de Amadito García, un antiguo compañero de pupitre en el colegio San Luís de Pravia. Amadito, que se llama y apellida como uno de los protagonistas de'La fiesta de1 Chivo' de Vargas Llosa, me facilita una curiosa
información que he contrastado en la 'Enciclopedia poética hispanoamericana' de Patagonio Fernández. Vedrines gozó de tal popularidad en la segunda década del pasado siglo que su nombrebauttzó a un movimiento poético vanguardista: el vedrinismo. Otilio Vigil Díaz, introductor del verso libre en la poesía dominicana, fue su fundador. En sus versos intentaba hacer las piruetas (loopin the loop) que desgranaba en el aire el piloto ("Yo no deseo glorias ni riquezas: sólo anhelo / perpefr,tarme en un poema rojo como tus labios, f blanco como tus manos"). Leopoldo Sánchez Torre me
comenta que el vuelo del t¡edrinismo de Vigil Díazy su epígono Zacarías Espinal no trazó en el firmamento de la lírica los arriesgados picados, tirabuzones o barrenas del monoplaza del aviador, su versificación fue más plana que la
declaración de intenciones del manifiesto fundacional del movimiento. De todos modos, ¿puede existir emparejamiento más sublime que el de la poesía y el vuelo? El vínculo se selló en abril de 1912: Vedrines sufrió un accidente y estrelló su avión... en un campo de margaritas. Fue una performance, un gesto plástico de gran fuerza simbólica, merecedor de su inmortalización sobre un lienzo por el genio de un pintor expresionista. La conclusión
"Michot. Me llamo Henry Michot-Vedrittes",y el joven acerca Lataza a los labios; bebe un par de sorbos. Incrédulo e impaciente, yo aguardo 1a confirmación de mi sospecha, mas él se está tomando todo elüempo del mundo. Ohas cosas ocupan su atenció& como, por ejemplo, colocar cuidadosamente la taza dentro de la circunferencia del platillo. Luego, su mirada profunda, mil veces reproducida en mi archivo fotográfico, se derrama por el local como un fluido apacible y, casi susurrando, dice: "No va usted descaminado. Si no hay error en mi árbol genealógico, soy sobrino biznieto de monsieur Vedrines, el aviador". Ha sido un encuentro casual. Sin ningún entusiasmo yo había acompañado a mi colega Carlos Murias al barrio de la estación. Carlos
estaba empeñado en examinar la última genialidad de la compañía del ferrocarril: eI gallinero con portilla digital para la estabulación de viajeros. Encontramos al joven Henry junto al cercado. Venía caminando, con la mochila a la espald4 por la calleja del paso a nivel. Hablaba un castellano aceptable y era de Amiens. Nos dijo que hacía el camino a Santiago desde Roncesvalles y preguntó por un albergue para pasar la noche. Lo invitamos a café en el bar
DLTKANSTAKLNCIAS
Gijón (la cantina del Chato se acabó muriendo sola y sobre su solar se levanta el esqueleto de hormigón de un nuevo edificio ). Mientras trato de cerrar este texto, en la radio anuncian que Paul Auster es el premio Principe de Asturias de las Letras 2006, y la noticia me trae ala cabeza la vieja cuestión de la casualidad como elemento narrativo. Vuelvo a pensar en un mundo regido por el azat, erL esa búsqueda del camino mientras nos zatandeanlas circunstancias. Hace trece años alguien decidió hacer un descanso en una exhibición de ultraligeros y yo para matar el tiernpo subí hasta la üeja cantina. A1lí, huyendo de una fastidiosa pareja, me fue revelada la historia inabarcable que me obsesiona.El azar. Para conocer a Henry algo ha tenido que ver la fiebre guantanamerfl y el ferrocarril. Así es la vida: una sucesión de contingencias, una partida de dados que se juega en medio de una encrucijada. Charlamos durante más de una hora. En Francia Henry Michot-Vedrines es documentalista de un canal de televisión. Un tipo i.nteresante. ]oven -poco más de treinta años-, pero interesante. Mañana compraré en la papelería un nuevo bloc de notas; el que guardo en la chaqueta 1o llené esta tarde. Por primera vez me he acercado al ser humano Jules Vedrines, sepultado por Ia fama del otro, el as de la aviación. Antes de reanudar su camino en dirección a SanJuan de Villapañada, el peregrino Michot-Vedrines promete enriquecer mi archivo con una copia de una película de León Gaumont sobre su bisabuelo, un documento único y casi desconocido. Nos despedimos en la acera, al lado de El Candamín.
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Densas nubes aborregadas de color ceniza navegan desde el oeste amenazando lluvia. Cae la tarde y yo evoco otro atardecer interminable, de árboles alopécicos y suelos tapizados por alfombras de hojarasca. Pienso en los nuevos horizontes que tras la conversación se abren a mi macronovela. ¿De qué modo influyó enAntoine de Saint-Exupery -futuro piloto y autor de 'El principito'- su vuelo a la edad de doce años en el avión de Vedrines? La seducción que el aviador ejerció en el universo artístico es incontestable. En L9L3 el gran Jules voló sobre Salou y esa imagen quedó grabada en la memoria de un niño de diez años. Muchos años después, tras la Guerra Mundial, en California, aquel niño -elescritor aragonés RamónJ. Sender- contó esta vivencia al abuelo de Henry.
Carlos Murias me rescata de mis divagaciones con 1o de la estabulación de viajeros. Miro, a través de las rejas, hacia el interior de la penitenciaría ferroviaria. ¿Por qué no? ¿No dijo alguien que el mejor remedio para atemperar los efectos paranoicos de una obsesión es buscarse otra? iQué tal una maniobra de distracción, por ejemplo: la adaptación a FEVE de'Trenes rigurosamente vigilados' de Bohumil Hrabal? Dudo. Ya no distingo la vaga frontera que separa 1o que llaman realidad del artificio literario, pero tal imprecisión no me preocupa. Estoy en un territorio mestizo en el que me siento cómodo. Verdad inverosímil o mentira verosímil, gué más da. Por un jirón entre los nubarrones se filtra un débil sol de otoño y los pulidos raíles del ferrocarril centellean. Son dos
líneas paralelas, dos cicatrices de plata al atardecer que atraviesan mi conciencia embriagada de transparecencias.
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Dígní¿aJ Chus Eernández
(extracto de la novela inédita No me dejes solo)
I camarero le dijo a ]onás: A ver si
Si te 1o dejas más largo, te van a pasar tres cosas,
cortamos eI pelo. Y luego, mirándole otra vez: No, di que no, así estás bien. ]onás: No creo que 1o corte. Cuanto menos tengo, más largo 1o quiero. El tipo de al lado (en la barua, el periódico abierto y junto a él la taza, pequeña y transparente, del café: en el cristal, el sudor, Ia espuma, la humedad, el grano de las paredes), dijo: Qué va, tít no tienes problema, tienes mucho, tienes un don. Ya podía tener yo 1o que tú tienes. El camarero, sin dejar de caminar por detrás de Ia barra - de la máquina de los cafés al lavavajillas, de las neveras al estante de las patatas-, dijo: Yo me echo una crema, escuece,
te aüso: Primero: 1o vas aacabar atando y, como 1o vas a estirar, te va a picar la de Dios, sobre todo en la coronilla, pero no te asustes, no es que se te esté pudriendo. Segundo: para dejarlo
pero parece que va saliendo pelusilla. El otro, asinüendo y mirando aJonás, dijo: Yo, cuando se me caiga más, me afeito lacabeza, al cero, 1o tengo muy claro. Dignidad. Es una cuestión de dignidad. ]onás miró los tiradores de cerveza y, pendiente de una gotera que no acababa de caer, una gotera que le hizo pensar en una araña pequeña, colgando de un hilo muy grueso, dijo: Sí, ya sé que tengo, pero antes tenía mucho más. Me estoy quedando calvo. El otro, negando repetidamente con la cabeza: No, no te estás quedando calvo, se te está
cayendo el pelo, que no es 1o mismo.
El camarero: Claro. Se te tienen que caer entre setenta y ochenta pelos al día. Lo leí en una revista. El otro: ¿Encuál? El camarero: No sé, en una. El otro: ¿En la peluquería? E1 camarero: En el dentista, en una de esas revistas científicas. El otro: Ah, ya. Y luego, volviéndose haciaJonás:
largo, tendrás que echarle algo, el volumen es el volumen. Si no echas gomin4 echarás espuma y cualquiera de las dos cosas es mala,lo mires por donde 1o mires. Y tercero:los pelos que vas a ver en el lavabo serán mucho más largos y te volverás loco porque te parecerá que se te está cayendo mucho más que antes. Jonás se encogió de hombros, en silencio, y fijándose en los efectos delaluz sobre la barra húmeda, se dijo: Y luego qué. Más tarde, el camarero, con tres vasos en una mano y cuatro en la otra, le dijo al otro tipo: ¿Cómo no te apuntaste al campeonato de futbolín? Lo ganaron unos chavales. Nunca los había visto por aquí. Cogieron la pasta y se fueron. El otro: Normal. El camarero: Uno de ellos decía que había jugado el campeonato de España. El otro: No sabía que lo hubiese. El camarero: Ni yo, pero por 1o visto 1o hay. El tío ese también me contó que el futbolín había nacido en los orfanatos, porque no había dinero para las pistas y tuvieron que inventar algo parecido al fútbol, un fútbol en miniatura. EI otro: Yo había oído que había sido porque alguien habiavisto a un crío cojo y se le ocurrió por eso/ para que pudiese jugar. A 1o mejor era un crío de ese mismo orfanato. El camarero: Seg-uro. ¿No ves que en algunos sitios los muñecos del futbolín tienen un solo pie? Seguro que es por eso. El otro: Seguro. Y seguro que el parchís se inventó en Francia. No sé, digo yo. Con ese
El camarero: No, el parchís es italiano: "parchise". EI otro: Pues la mayoria de los juegos de mesa son chinos, ¿o no? El camarero: Sí, los complicados como el Risk o el Monopoly, son todos chinos. O japoneses. El otro: Flombre, ya ves tú lo complicado que es el Monopoly. El cama¡ero: Bueno, ya, pero más que el parchís, sí.
El otro: No creas, el parchís tiene su cosa. El camarero: Bueno, pues más complicado que la oca sí es, ¿o también la oca tiene su cosa? El otro: No,la oca no. ¿Tú sabes dónde se inventó la oca?
EI camarero: No sé, en España, supongo. El otro: No creo, aquí decimos pato, no decimos oca. Nadie dice: Ayer cené oca al ajillo. Si 1o
hubiésemos inventado nosotros, se habría llamado el juego del pato. El camarero: Ya, ¿y qrré dirías, de pato a pato y tiro porque me toca? El otro, mirando fijamente al camarero, dijo: Es verdad; no rima. Después, se volvió haciaJonás y le dijo: ¿Tú sabes dónde se inventó el juego de la oca?
]onás: No. Y, girándose hacia al camarero, le dijo: Cóbrame. Extendió la mano para que le diese la vuelta y volüó a sentarse. Ninguna de las canciones que habíaoído hasta entonces le había gustado, pero de repente se dijo que igual que todo 1o bueno termina, también 1o malo debería acabarse alguna vez, y se quedó esperando la próxima canción. En cuanto com;et:rzó, se levantó del taburete, fijándose de pasada en los zumos y, recordando 1o mucho que a Marta le gustaba la piña colada y que siempre se quejaba de que no habia en la tienda, pidió un par. Frías. Para Ilevar. El camarero: No tenemos. Pero, si quieres, te las preparo en un momento. Hice un curso de cócteles, tengo el diploma en casa de mi madre. Licor de coco, leche, zumo de piña y un poco de azicar. No tardo nada. Jonás: Vale. Gracias.
lonás, camino del baño,le dio una palmada en el hombro al otro tipo (y en cuanto 1o hizo, se sintió avetgonzado: no soportaba a la gente que iba dando palmadas alos demás, ni enelhombro ni en ninguna otra parte, pero sabía que una palmada a tiempo podía librarle de la mayoría de las conversaciones igual que una rama podía sacarle del río). Estuvo un rato sentado en la taza,mrando las juntas de los azulejos. Cuando La luz se apagaba, estiraba las piernas y al instante volvía a encenderse. Recordó Ia vez que le dijo a su padre que se le estaba cayendo el pelo y 1o que su padre le dijo: Eso te preocupa hasta que te pasa. Luego, te jodes. Unos diez minutos más tarde, se levantó. El camarero le dijo: Ahí tienes. Sobre la barra: dos botellas de zllmo, una de naranja y otra de pera, con las etiquetas a medio arrancar y unas servilletas allado. ]onás pagó y, después de que eI camarero metiese las botellas en una bolsa, le dio las gracias. El camarero: De rtada,hombre. Para eso estamos. Y no te preocupes por los cascos, los pone la CASA.
Jonás, asintiendo, les dijo adiós con la cabeza. Le devolüeron el saludo y siguieron hablando. Antes de subirse a Ia furgoneta,llamó a Marta y le dijo: Primero no pude. Ya. DiIe que lo siento, que se duerma, que ya 1o haremos mañana. Hasta ahora. Un beso. A1 bajar de la furgoneta, ladeó la cabeza a un lado y al otro con violencia, hasta que su cuello crujió. Hizo balance: muchos kilómetros y pocas ventas. Eso no estaba bien, pero tampoco le hizo sentirse especialmente mal. En Ia calle tan sólo se oía el zumbido de las farolas. Se fijó en aquella luz amarillacayendo sobre lanieve de las aceras. Se asustó al ver la carreteravacía. Las marcas de los neumáticos le hicieron pensar en la piel de las serpientes,la sed de algunos suelos. Vio las manos negras de su padre y luego las de su
madre, rojas y blancas, extendiendo la ropa recién lavada sobre la cocina de carbóry Dani cerrando los ojos cadavez que se reía,los pies de Marta colgando delbrazo del sillón. Eso fue
ffiffiffiff;#
""rc bolsa con
todo 1o que vio.
Pero no por
las
botellas enla mesa
separado, sino al
de la cocina y
mismo tiempo.
despertó a Marta y a Dani, que dormía en su cama, la cama de Jonás, junto a su madre. Les dijo:
Todas las voces fueron una sola voz,Ias imágenes una sola imagen. Se fijó de nuevo en la cartetera y, después de decirse que una
Venid. Salid conmigo. Marta: ¿Ahora?, dónde?
sonrisa es 1a distancia que
]onás: Salid c onmi go. Un
separaunlabio de otro, se preguntó
momento, sólo un
momento. -Por
c6mo
conseguirían
favor. Dani: ZQué pasa?, ¿no hay colegio? Marta, desde el
re1lenar, entre todos sus huecos.
Pronto
amaneceria y l.a luz de las farolas, a pesar de seguir siendo la misma, se iría debilitando (adquiriendo un tono anaranjado y
¿a
llustración: Andrés Alonso Moutas
azul), temblando, agonizando, hasta que se apagasen todas alavez. Miró el relojy vio a Dani desayunando mientras Marta, de espaldas, con el uniforme verde y el pelo mojado, le preparaba un sándwich para el recreo. Vio el cuchillo sobre latapa del bote de nocilla para no manchar la mesa y luego la vio de nuevo a ella, sujetando con una mano la hoja del papel albal y tirando con la otra cortando con increíble precisión Ia cantidad exacta, ni un centímetro de más: la lÍnea recta, el silbido,la encía desnuda igual que la tierra donde urra vez hubo un bosque, el brillo nervioso del papel, el espejo arrugado, ningún diente en el borde. Al meter la llave en la cerradura del porhal, se dio la vuelta y, en cuanto se giró, vio su propio rastro en la acera,lalarga hilera de huellas. Entró, dejó la
pasillo, cuando Jonás y Dani ya estaban en el rellano: Déjame que le ponga algo, que va a coger frío. Al salir del portal, Jonás le ofreció a
Marta subrazo y le dijo: Cógete.
Ella dudó/ pero finalmente lo hizo. Luego extendió el otro brazoy abrió la mano, mirando a Dani, sonriéndole, diciéndole: Vamos. Y empezaron a caminar los tres por la calle vacía. Antes de doblar la esquina, Jonás Ie preguntó a Marta si tenía frio y elIa, aunque Ie dijo que no, elevó ligeramente los hombros y pegó los brazos al cuerpo. Jonás se quitó su abrigo y se 1o puso por encima, cubriéndola; y entonces, sin detenerse, se volvió y contempló el rastro que crecía en dirección contraria al anterior, las huellas que se habían multiplicado y de alguna manera les seguían, aquellos cuatro pies que flanqueaban los suyos.
eu bícu lo Óscar L. Nogal
evolvía una y otra vez el café de máquina que se había cargado de az(tcar y de cafeína. Necesitaba cada dosis como una moneda puano tirarse por la ventana o qt;jzás pegarle una bofetada al jefe por pasear una cara tan estúpida toda la mañana por los pasillos. Tenía la piel de la cara enrojecida por la calefaccióru y los anchos orificios de su nariz temblando, como si el aire atrapado en su cabeza saliera a presión de su cerebro, como el chorro de una ballena. Las amrgas del enkecejo desüabanhacia 1a pared unos ojos vivos y apretados, deformes por la tirantez del cutis. Se había acostumbrado a aislarse del mundo cuando se metía en su cubículo. De hecho, no soportaba ver a nadie cuando discutía por teléfono. Odiaba el rostro de los espectadores que no perdían comba de cada palabra mientras reían. -No me interesan tus razones. A mí también me empapelan si llego tarde... Rápido,
Carlos, ténmelo ya para hoy, por favor. Estrelló el auricular contra el aparato. Varios compañeros bajaron la mirada y bromearon para sí mismos por la mala leche que se traía tan temprano. No era habitual, aunque la mayoría 1o deseara, perder los papeles a Ias nueve y cuarto; generalmente se esperaba hasta las once y media. Pocos podían evitar arrastrar los problemas domésticos y mezclarlos con los laborales en un
totum revolutum que les desquiciaba. La indignación y eI cabreo necesitan un tiempo prudente de incubación, pero su actitud revelaba su talante autócrata y frío. Con el desarrollo de la jornada, el clima se hacía más benigno. La media mañana era más proclive a las peroratas junto al café y a reflexionar sobre la vida diaria mientras la cafeína calmaba los ánimos. En esos momentos, la respiración se suavizabay muchos veían sus vidas con la perspectiva que les negaba al
despertar. Pero no bastó. Esa mañana era dura. Tras las diversas y continuas llamadas telefónicas, las manos se crispaban tapándole la cara. Rumiaba sin cesar, centrado en sí mismo. Esa mañana tenía una agenda repleta de citas inútiles. Por un lado, no podía evitar escuchar el trajín de los que volvían a sus despachos; por
otra, su mente había despegado ya a una propuesta atractiva que Ie hubiera llevado lejos de allí. Las dudas de aceptar o no esa proposición de viajar a Amsterdam con sus amigos le habían provocado una recaída en sus constantes migrañas de universidad. Por
envidia o por estupidez, no pudo dormir pensando en que desperdició una oportunidad maravillosa. Se había convertido en una máquina del teclado; quizás esa es larazón de que no insistieran, de que no les importase su presencia. ¿El miedo terrible a quedarse en paro había envenenado todo empeño que no fuera por el trabajo? ¿Ya se habiaapoltronado tras cinco años
en la oficina de Nuevas Empresas del
Ayuntamiento? Millones de informes, cuentas, memorias y memorandos. Todos los miles de folios que habían pasado por sus manos atenazabart sus músculos, se habían depositado en una montaña, embotando sus sentidos y
pervirtiendo sus responsabilidades.
Se
imaginaba como un ratón enterrado en medio de un basurero, visto como si un rayo X descifrara que, bajo la aparente normalidad de una pila de cachivaches, recubría a quien había sido su creador. Otra llamada le despertó de su pequeño sueño. Había descuidado durante casi quince minutos el trabajo y no quería problemas. Así que se apresuró a contestar. -Buenos días, Ayuntamiento. Sí... tengo los formularios ON/345 de vivienda urbana. Ya se los paso.
Ll
agua ínterrnur.ol Fernando Martínez
orinne había venido de Francia, tant lejana para mí en aquel entonces, a disfrutar del Mar Cantábrico y mejorar su españoI. académico sin apenas tiempo libre, sin poder "intercambiar el chicle" con sus adolescentes amigos, pretendía mejorar en España mas cosas que su español. Su abuela, cerca ya de los setenta, no iba a oponer gran resistencia a los deseos de su nieta, a la que casi no veía los años pares y tampoco los nones. A decir verdad, le había sorprendido su formado cuerpo de mujer, cuya presencia había transformado en la casa la lóbrega quietud remanente del invierno en un júbilo de aromas frescos, flores en el pelo y los jarrones, plenitud de senos en libertad bajo la tela del vestido de hilo. Una mujer adulta de cuerpo, joven de corazórt, inexperta de la vida... La vieja movía la cabeza a uno y otro lado, se subÍa el puente de los lentes con el dedo medio izquierdo y cogía dos de1 revés y uno no, tratando de no perder la cuenta de los puntos..,
también eIla recordaba aquellos años... Corinne Simone tenía dieciséis y aquel verano quería beberse la vida como si fuera un whisky doble: con estilo de consumidor habitual de esa bebida y mucha maña al aupar el vaso. Pero pretendiendo, en realidad, paladear la dulce borrachera de las nuevas sensaciones que sus
ansiosos sentidos esperaban recibir. Dos días antes de que Corinne llegara a la casa de la madre de su madre, Bruno Montes puso sus pies en el más alto peldaño de la imponente escalerona que Ie permitiría descender alaplaza de Campomanes. A sus espaldas, la beatífica fachada del Seminario Metropolitano moskaba ángeles y palomas, estatuas de evangelistas y santos diversos cortados por las sombras de la luz cenital del mediodía. Bruno solamente lleva una idea en la mente: luchar, pelear. Pelear sin descanso contra la programación eclesiástica que su cabezaha ido
absorbiendo, después de varios años de vida respetuosa en la observación de Ia bondady la Pufeza... Lapureza,lapureza es 1o que le jode bien. Está
y esas mariconadas. Tiene unas ganas tremendas de rebozNse, de hocicar como un jabalí en el charco barroso de Ia lujuria. Imágenes de deseo y ensoñaciones táctiles acuden, al relajarse, a su encorsetada mente. Como si éstas derribaran las piedras de cantería de unos bien conskuidos castillos interiores de virginidad carnal: pechos mecidos suavemente por las transparentes aguas de un lago esmeralda; monte de venus bajo el hasta el epidídimo de la virtud
sol, en una orilla de piedras blancas y
redondeadas... Bruno pierde la noción de la realidad mientras camina el paseo del Bombé en dirección norte, hacia la estación del tren. Abandonado a sus paraísos soñadores, se felicita por la fácil lucha, la segura victoria que en la primera batalla está obteniendo. Se le hace extraño este proceder, después de tanto tiempo aleccionado en sentido opuesto. Tanto tiempo reprimiendo, controlando su mente que ahora le cuesta trabajo dirigirla a los tabúes. Es como si le hubieran fabricado por inducción unas partes "neblinosas" en aquellos lugares de su pensamiento donde debiera poder recrear su sentido de la sexualidad naciente de su cuerpo joven. Íráaloeste; hay playas preciosas para acampar. Conocerá a alguien y se enterará de uÍta vez qué coño se puede sentir con algunas partes del cuerpo que hasta ahora habían estado dormidas. La sangre le apremia,le golpea fuerte el pecho, siente un vacío de pequeños pinchazos encima de la verija. Sobre su labio superior aparecen diminutas gotas de sudor, entre un vello al que Ie faltan varios equinocios para futurar un bigote serio. San Pedro de Bocamar se le antoja a Corinne poco animado para sus propósitos. Es una playa
t'Hül'É*Í;,,ffiffiffi increíblemente hermosa, pero no encuentra gente de su edad. Todo son familias, parejas, novios formales, novios completamente form alizados (1o nota en su desidia y falta de interés mutuo).
Abueletes deportivos, paseantes, lectores. Abuelas canguro, mientras hijas retozonas, con las obligaciones matemales delegadas, disfrutan libando la boca de su marido, dando buena
prueba ante papá y mamá de la bonanza familiar.
Corinne se entretiene caminando junto al acantilado oriental y, aprovechando la marea descendente, consigue escalar hasta el otro lado de la punta del farallón rocoso. Ve otra playa, de cantos rodados. Y desciende a ella destrepando un muro vertical, pero con suficientes salientes y grietas para hacer los apoyos. Las redondas piedras de la playa, que se mueven bajo sus pasos, resuenan de una forma extraña en la soledad del apartado lugar. A Corinne la atraviesa un escalofrío. No es miedo a que le ocurra algo. Es un sentimiento de absoluto alejamiento en el tiempo y el espacio. Es un sentimiento primitivo y animal de estar a solas con la nafuraleza. Una rrat::¡raleza desconocida. Una impresión que nunca le produciría un lugar ya conocido, ya visitado. Ella y las olas, los islotes, las rocas, las algas.., nada humano; nada en cuanto sus ojos abarcan. Nada. Nada... animado... aparte de las aves... Pero sí. Un muchacho está agachado entre las rocas, urr poco más adelante, en la dirección que ella va. Está absorto, completamente concentrado en 1o que está haciendo y no se da cuenta de la sigilosa llegada de la chica. Corinne 1e pregunta qué hace.
Bruno, asustado por la sorpresa de una voz humana surgiendo en su cabeza, solamente acostumbrada en las últimas dos horas a procesar de manera automática los sonidos de las olas contra las rocas, el rumor envolvente de la espuma,las histéricas discusiones de las gaviotas, se levanta precipitadamente. Pierde el equilibrio sobre la roca de poca altura en la que está f , al dar un paso lateral pretendiendo recuperarse, mete su pie izquierdo en el caldero,
algunas púas han profundizado poco en la planta y las retira fácilmente. Otras están clavadas y rotas. Presionando con mucho cuidado y paciencia consigue extraer una parte 1o suficientemente grande de las agujas. Suavemente, con las uñas de su índice y pulgar, improvisa unaptnzaque libera el dolor punzante de é1. Bruno sólo mira sus grandes ojos azules, su simpática cara pecosa, sus pechos, imaginables en desnudez por Ia exigua tela que los cubre. Es esto mucho mejor que todas las imaginarias ninfas de lagos esmeralda Se pone de pie, la coge de la mano y avarrzar. por las rocas. Cojea ligeramente intentando apoyar sóIo la parte posterior del pie. Ella parece no tocar el suelo. El caldero yace abandonado a la sombra de una roca con sus agudos inquilinos. Un rato después llegan en silencio al lugar que Bruno deseaba. Corinne abre desmesuradamente los ojos sin poder dar crédito a 1o que ve. Las rocas, en largos estratos horizontales, sobre las que han venido andando, se interrumpen bruscamente y aparece un pozo, de fondo alfombrado de coralinas, algas enanas y estrellas de mar. El agua, transparente como un cristal, se resigna en su estanque pétreo desde Ia última bajada de la marea, atrapada en la cárcel rocosa por los caprichos del poder lunar. Corinne se deshace de las pequeñas telas que visten su cuerpo para el verano y la playa. Se acerca al borde rocoso, flexiona levemente las rodillas y viala estirada por el aire con visiones fugaces de reflejos iridiscentes en la superficie del agua. Mientras, sus manos y brazos como una punta de flecha abren el camino para que su cuerpo sea acogido en ellíquido templado y salado. Bruno siente el calor subir a sus mejillas, los latidos acelerarse. Incipientes durezas en el sexo. Antes de que la cosa vayaapeor, decide que su
bañador acompañe al de Corinne y vuela también hacia la pequeña parte huérfana de la última pleamar.
repleto de erizos de mar que ha recogido. Corinne artuga su rostro/ como respuesta
Increíble Ia vida. Consigue coordinar un
inconsciente al dolor que le adivina sentir. Se agacha junto al herido y le examina el pie:
encuentro internacional para un primer amor... en la estanca fragilidad de un agua intermareal.
§"pouícíanes /
I
Eernando Menéndez Gonzalo Rojas AMOS a suponer que es noviembre y que descubro entre la niebla tu ajuar de vino blanco y pavo real. Entre un intercambio de gafas y trapicheo de fetiches me exponías tu hambre, la simple necesidad. En el ático por decreto familiar topaste con mi hermana: huraña y golosina; empollona y quadrophenia. Freíd de Faithfull; Stendhal de Stan Ges. El miedo a la seguridad acabó por perdernos. Tan consensuado. Tan elemental.
VAMOS a suponer una cuenta a plazo fijo, una libreta de ahorro, una jornada laboral. En la postal ajada fue un trapecista, en el almanaque de mano, un imposible por vocación. Traductor, traduce el ruido de los cuerpos, el aislamiento planetario, el azar dulzón. Traductor, pervierte las voces de las bandas, el vicio de los resentidos, el honor de los calculadores. No esperes más que una ensalada picada bien fina; las manos frías por la tarea; un denominador común a fin de mes.
I
etas de n u?olítunu Rob erto
-Un
café.
quieres? - No sé. Eh.. . solo. -¿Algo más?
-¿Cómo
1o
-No. -¿Seguro? -Sí, claro que estoy seguro.
- No sé, ¿seguro que estás seguro? - ¿De qué?
que no quieres tomar nada con el café. -¿Por qué no iba a estarlo? -No te veo muy buenacara. -No me conoces de nada. No sabes si tengo mala cara o si esta cara que tienes delante es la mejor que he tenido en la vida. -Es verdad.
-De
G
arcía Echeo
aría
-¿Me vas a poner ese c#é? -Pero, ¿seguro que no quieres algopra mojar en
é1?
-Santo Dios... Vale, ponme una napolitana... de chocolate. -Ya 1o sabía yo.
-Se puede saber que es 1o que
sabías. -Que tenías hambre. Se te nota en Ia cara. Tienes una ojeras tan grandes que se diría que no has comido algo desde hace por 1o menos un par de días. El chico levantó lacabezay se miró en el espejo que había justo detrás del botellero del bar. Aquella jodida muchacha tenía razór., no tenía buena cara. Pero hacía mucho tiempo que había
,,wÍtr§iffiffffiry dejado de tenerla. Ahora las cosas no iban demasiado bieru la ciudad se iba a pique con é1 dentro. Hacía más de siete meses que no encontraba kabajo y el paro se le había acabado hacía ya tiempo. Jodida muchacha, menuda radiografía le había hecho en menos de un minuto. La miró. Nunca lahabíavisto antes. De hecho, oteó el establecimiento, nunca había entrado en é1. Mala suerte, 1o había elegido al azar y ese día tenía las cosas muy claras. Metió la mano en el bolsillo de la cazadora y apretó el revólver. Fuerte, por si se escapaba.La mano empezó a sudarle.
-Aquí tienes tucafé, -¿Y la napolitana?
guapo.
de hecho, en el insütuto había tenido una buena
época y se había llevado por delante a alguna que otra jamona. Otros tiempos.
-Aquí tienes tu napolitana,
ansioso.
Los ojos se le fueron de nuevo hacia el escote, aunque la visión de aquella obra de arte de confitería pugnaba también fuerte por su atención. -¿No será mucha comida toda esa que quieres? Mira a ver si te vas a empachar -volvió a reirse. Cuando se reía los rizos castaños, que se habían escapado de su cola de caballo, se Ie descolgaban de manera graciosa por la frente. -Uff. No te creas, yo soy de buen comer.
-Ja, ja,ja. Parece que sí que había hambre, ¿eh?. No te preoflrpes, chico, ahora mismo te la traigo -se echó sobre la barra y le susurró al oído-. No te preocupes, de la que te vayas te meto un par de cmasanes en una bolsita para que meriendes hoy.
De pronto, se dio cuenta de que necesitaba ambas manos para comerse Ia napolitana. No podía quedar como un yonqui indecente, así que soltó el revólver, sacó la mano y cogió el tenedor y el cuchillo que la camarera le había dejado junto al plato. Comió la napolitana en un plis-plas y se bebió el café de un trago. ]usto
¿Le había llamado guapo? ¿Y por qué coño le iba a regalar rrada? Hacía tiempo que Ia gente
cuando estaba acabando,la chica salió de detrás de la barua y se acercó hacia el. Sin decirle ni media palabra,le intentó meter una pequeña bolsa de plástico en el bolsillo.
había dejado de regalar cosas en la ciudad. Por cierto, pensó, vaya pedazo de tetas. La camarera se había acercado a
ély sobre labarra
había desplegado todo un desfile de carne bien prieta. Comer, poco y follar, ni hablamos, volvió a pensar. Levantó de nuevo la vista y se fijó de nuevo en el escote. Ahora la camarera se agachaba a coger algo de Ia cárnara fuigoríhca. Vaya par de melones. Incluso le había parecido ver el pezón derecho. De repente, ella levantó la cabeza,le miró fijamente y sonrió. La mano seguía aferrada al revólver y le sudabacadavez más. Se volvió a acercar a é1, en un platito blanco con ribetes amarillos trata unanapolitana bañada por encima con una fina capa de chocolate con leche. No era excesivamente bonita, pero é1 tampoco. El caballo 1o había estropeado un poco; se
-¡No entra! ZQué llevas a!".:rí,... una pistola?
claro. Es que tenía pensado atracar el bar antes de irme -dijo el chico mientras se reía. -Pues ya se te va quitando la ideita delacabeza, guapo. Que si no, ya no te sirvo una napolitana más. Ja, ja, ja -los dos rieron durante unos segundos. Un tiempo durante el que no pudo quitarle ni por un instante los ojos del escote. -Muchas gracias, no tenías por qué molestarte. -le dijo mientras cogía la bolsa y la guardaba en el otro bolsillo delacazadora-. ¿Qtré te debo por el caféy la napolitana? -Nada, como me he librado del atraco, hoy invita la casa. Ja, ja, ja.
-Si,
S"br. lut uáaptacíones cínem atoqrá{í.uu d. "bras
l¡t.rarí
as,' la
po
I
¿
* íca M r riuu1Quere1eta Vicente Domínguez
n Qué
es el cine,
André Bazín (Madrid,
Rialp, 1,990) escribió que "la
buena
adaptación cinematográfica debe llegar a restituirnos lo esencial de la letra y el espíritu" de una obra literaria. De una manera muy parecida piensa Pere Gimferrer cuando en Cine y literatura (Barcelona, Planeta, 1985) dice que "'una adaptación genuina debe consistir en que, por los meüos que le son propios -la imagm- el cine llegue aproducir en el espectador un efecto análogo al que mediante el material aerbal -la palabraproduce la notsela en el lector. No reproducir o mimetizar los recursos literarios, sino alcanzar, mediante recursos fllmicos, un resultado análogo -ya que no siunpre idéntico, al obtutida precisamente en el libro por aquéllos". Dicho de otro modo, y aunque suene un poco exfraño, parece que una buena adaptación cinematogr áfica seria aquél1a que si se adaptase a su vezliterariamente daría
como resultado Ia reescritura de la novela original, más o menos, para 1o cual se necesitaría, claro, que el desadaptador fuese tan fiel como el adaptador y tuviese la capacidad de poner en palabras escritas eL espíritu y eI efecto estético de la novela original, que, momentáneamente,
habitarían en imágenes cinematográficas. Las opiniones de Bazin y Gimferrer son sólo dos opiniones, pero representativas de una postura común sobre la cuestión de las adaptaciones cinematográficas de obras literarias. Por supuesto, el punto de vista de estos importantes autores también tiene sus detractores.
II En el año 1996 (una polémica del siglo pasado, por tanto),lavier Marías, escritor de reconocido
prestigio, multitraducido y multielogiado,
mantuvo una dura polémica con Elías y Gracia
Querejeta
a cuento de la
adaptación
cinematográfica que el padre y la hija habían hecho de una obra del novelista, en concreto de Todas las almas, y que titularon El último oiaje de Robert Rylands.
EnDisensiones de un autor. El nooelistaaa al cine, se quejó Marías de que, aunque su juicio sobre el valor del guión y de la película puedan no tener especial valor, sin embargo " sí 1o tiene a la hora de juzgar, pues quién podría si no, 'el respeto al espíritu de la obra' , nulo según mi juicio. Tanto si El último aiaje de Robert Rylands es una obra maestra como si es espantosa, en todo caso tiene muy poco de la letra y nada del espíritu de Todas las almas. Yo, por otra parte, estaba convencido de que los artistas trataban bien a sus fuentes de inspiración. Después de esta primera experiencia dudo que permita que ninguna otra obra mía sea'adaptada' al cine, nadie me aseguraría que el padre y el hijo de Corazón tanblnnco no fueran a cometer incesto, o que el narrador de Mañana enlabatallapiensa enmíno fuera a querer acostarse con el niño de
dos años en vez de con su madre, Marta, y quedara convertido en un pedófilo. Demasiado riesgo para estos tiempos" El 10 de noviembre de 1996, y también en El País, Gracia y Elías Querejeta, en artículos independientes, contestan a Disensiones de un autor. El noaelistaoa al cine de Javier Marías. En su artículo,Gracia Querejeta escribe que "quizá le interese saber (Sr. Marías) que hasta la fecha -y ya puede imaginarse que lleao meses hablando de la película con conocidos y desconocidos- nadie seha echado las manos ala cabezaporque El úlümo aiaje... tenga'muy poco o nada del espíritu de Todas las almas, Y, sobre todo, quédese tranquilo porque nadie
atribuir lo que no es suyo. Los lectores de su nooela, supongo yo, sabrán distinguir lo que le pertenece a usted como autor de la misma y lo que nos pertenece a Elías Querejeta y a mí como autores del guión. Aquellos que acudan atter lapelícula sin le oa a
haber leído Todas las almas puede que se interesen
por su noaela (por inaerosímil que le
a cajas destempladas, dijeron que se retiraban de la pelea y gue, si había algún problema, ahí tenía los tribunales el novelista, lugar a donde
finalmente llegará el desacuerdo entre los cineastas y el Javier Marías. Fln1998, elluzgado de Primera Instancia no 38 le dalarazón al autor de Todas las almas. No obstante, los Querejeta
apelaron la sentencia,
parezca, conozco más casos de los que se imagina". O como dijo André Bazinenla obra
pero volvieron
perder, entonces en Ia Audiencia Provincial de Madrid, en el 2002. Como padre e hija no estaban de acuerdo,
ya mencionada, "es absurdo indignarse por
las
degradaciones sufridas por las obras
interpusieron un recurso de casación
maestras en la pantalla, almenos ennombre dela literatura. P orque, por Tnuy aproximatioas que sean las adaptaciones, no pueden dañar el original en ln estimación de la minoría que lo conoce y aprecia; en cuanto a los ignorantes, unñ de dos: o bien se contentan con
ante el Tribunal El 7 de
Supremo.
trLarzo de este mismo año 2006,la Sala de 1o
Civil del alto tribunal ratifica las sentencias anteriores. Ante esta última resolución ya no cabe recurso alguno.
el film, que aale ciertamente lo que
cualquier otro, o tendrán deseos de conocer el modelo, y esa se habrá ganado p ar a la liter atur a. Este razonamiento está confirmado por todas lss estqdísticas editoriales, que acusan una subida oertiginosa en la oenta de las obras literarias tras su adaptación al cine. No; realmente, la cultura en general y la literaturñ en particular no tienen nada que perder en esta auenturñ" Posteriormente, lapolérnica se trasladó de los artículos
de opinión a cinco columnas al más modesto contenedor que es " Cñrtas al director", también de ElPaís. Como suele ser habitual cuando grandes estrellas de la literatura, la historia o la política confrontan el tamaño de sus inteligencias en este espacio popular de opiniór¡ la polémica se volvió algo barriobajera. Es más,los Querejeta,
a
Entre tanto, Marías escribió un excelente libro titulado Negra espalda del tiempo,
una
especie de Apostillas a El nombre de la rosa en torno a Todas las almas, pero mucho más voluminoso que aquéI, y, sobre todo, muy visceral y vengativo por momentos: U/ises Lafuente Ramos
pobres profesores de Universidad que se aprovechan de 1o que Marías llama "efecto tarima" para seducir sin problema a cualquier jovencita casi púber a(tn, por baboso que sea el docente. (No tiene desperdicio la arremetida contra los indocentes universitarios: "todos los profesores y profesoras del mundo disfrutan de lo que puede llamarse'efecto tarima'y gracias a é1 levantan pasiones espúreas (sic.) y alucinadas, hasta los más feos,los más sucios, los más odiosos, los más despóticos y los más ruines, 1o sé de sobra.
Yo he visto a deslumbrantes mujeres casi adolescentes flaquear y derretirse por infrahombres apestosos con urta ttzaen la mano,
y a candorosos
muchachos envilecerse -circunstancialmente- por un escote estriado y
enjuto inclinado sobre un pupitre. Quienes se aprovechan de este efecto tarima suelen ser despreciables, y son muchos" op. cit.,34-5) pobre Francisco Rico, trasquilado por completo en Negrn espalda del üempo; pero, sobre todo, pobres Elías y Gracia Querejeta: <<Yo estaba
poco informado de ese proyecto
fla adaptación cinematográfica de Todas las
almasl, aún muy incipiente en aquellos momentos, aunque no podía imaginar que la grosería y desconsideración de Querejeta y Querejeta iban a llegar al punto de no informarme de casi nada cuando estuvo ya aaanzado, en contra de lo que establecía el contrato, y de no querer enseñarmela cinta unñ oez terminada, esto es, de ocultármela mientras pudieron y mientras la iban en cambio oiendo en pases priaados, según me contaron otros, todos sus críticosy amistades y acólitos. Había tenido mis dudas respecto
a dar el permiso y ceder los
derechos
cinemato gráficos, entre otras razones por que no veía que pudiera extraerse con facilidad
y acierto una película de mi noztela, ni de esa ni de ninguna otra a excepción de la primera, de mis diecinueoe años, quizá la mejor todaoía. También mehabía escamado que en un almuerzo prezsio al acuerdo Querejeta y Querejeta se hubieran mostrado alegre y patéticamente conoencidos de que los personajes de Toby Ilylands y CromerBlakehabían sido amantes, tan sólo porque del segundo se decía que erahomosexual en el libro y del primero que no se sabía bien lo que era, sexualmente. 'Y qué', había contestado yo, 'No hay el menor atisbo,la menor insinuación de eso. Se trata de una relación maestro y discípulo, de mayor a menory paterno-fllial a lo sumo, en modo alguno son amantes o ex amantes, qué disparate'. Pensar semej ante triaialidad suponía, de hecho, no haber entendido una palabra: una lectura obtusa o quizá de una cabeza mercantilista pura que ndemás cree
no serlo. El impositiao empresarto aún insistió en su etnpeño, con unapregunta en rserdad genialoide y que daba idea de su inconmensurable respeto por los escritores
y su no tnenor agudeza. '¿Estás seguro?', me dijo con mirada intensa, como pñra conaencerme de mi error con elln. Dado que
él iba a redactar el guión con la otra Querej eta, debería haberme parado ñ pensar
más. Pude ser sarcástico pero me abstuoe, al fin y al cabo estaban siendo amables entonces al interesarse por mi noaela y rnuy zalameros p ara persuadirme de que acEtara. Así que me limité a responder lo obaio: '¿Cómo no ooy a estar seguro, si esto es una noaela y la he escrito yo y además no pertenezco al género de escritor intuitioo'?»> (op. cit.126-7)
Que el lector piense 1o que quiera, pues eso pretendo. Sin embargo, qrizá deba completar lalargacita anterior, con esta más breve, también de Marías, y que se puede leer tan sólo unas páginas antes: "nadñ de lo que yo fentiéndase, Javier Marias] crea sobre mis propios textos tiene apenas importancia, o la tiene para mí tan sólo y a latos" (op. cit.,115)
il El problema de la adaptaciín cinematográfica de una obra literaria planteado como el problema de preservar todo lo que sea humanamente posible de la letra y el espíritu de una novela en una pelícuIa es, simple y llanamente, un falso problema. Porque como dice Juan Marsé en un espléndido artículo titulado " La liter ahtr a m la gr an p antalla: El p aladar exquisito dela cabra", una película es "conoeniente no por su fidelidad al argumento o al espíritu de la nooela que adapta, sino por su acierto enla creacién de un mundo propio, específico y autosuficiente, con sus propias leyes narrativas". Y añade Marsé que 1o que más aprecia de "Ltna adaptación cinematográfica es lo mismo que puede hallarse en una película cualquiera con argumento original: su fuerza narratiaa, su poder de encantamiento. La fidelidad o lealtad que el cine debe a la nooela es pñrñ míun asunto secundario, Muy amenuda, esalealtad alo textual implicauna deslealtad alo fundamental".
r^HoiA8 ¿,FoKo t 9
KLTOKTAJLDL TICCION
F"lí*ón u descubrimiento significó la respuesta a todas las ansiedades del ser humano. Nadie había conseguido saber por qué ciertos personajes nunca sienten aprensión por el peligro, dolor por la desgracia ajena, permaneciendo eternamente felices en naufragios, atentados, procesos de degeneración física o mental. Sin embar1o, y al aplicar el método científico, las investigaciones han dado con la explicación final: todo se resumió en el
felitrón. Desde el punto de
Oscar L. Nogal
nace del bolsillo de una malla creada colectivamente por toda la población. Las esporas crecen hasta que consigue de 45 a 60 milímetros. En ese instante, se dejan llevar por el agua o el viento para aterrizar en un ser superior, animal o humano. Como en el caso del canguro, cuyas crías se arrasfran, tras nacer, hasta el saco de la madre; así el felitrón se desliza por la piel hasta asentarse en el bulbo raquídeo. Si es aceptado, puede llegar a medir unos ocho centímetros. La comunidad científica 1o
vista técnico,la evolución de los estudios es apasionante: nacido de una mutación del estado embrionario de una sanguijuela, empezó a ser
clasifica como parásito, sin
colonizador Ferrán
hipotálamo, sólo 10 centilitros, mucho menos de la producción diaria de un ser humano. A cambio, aplaca las malas artes, el dolor sentimental y la
conocido cuando el de Valdediós comprobó que una de las tribus que intentaba conquistar nunca conocía la tristeza. Tras una primera etapa en que utilizó la fuerza bruta, el militar
embargo siempre se pliega a las condiciones del receptor con el
que llega a un acuerdo no verbal. El ejemplar bebe cierta
cantidad de sangre del
ven.ga]].za. En estos tiempos de modas
comprobó que los indios morían sonriendo aunque
frívolas y pasajeras, muchos
gritasen. Por mucho que los quemaran, les abrieran las tripas o les empalaran; una alegríahueca persistía en sus rostros de dolor. Como en muchos otros secretos, 1o más
aumento del uso de felitrones.
simple resultó lo más riotorio. El caudillo encontró la respuesta dándole la vuelta a los cadáveres. Todos 1os indígenas de esa zona de la selva llevaban adosados a su nuca un ser de color glauco, con un diámetro de cuatro dedos
y unos tentáculos pequeños, casi hilos
expertos luchan contra el
Huy personas que 1o recomiendan como el fin
apatía, la tristeza y la depresión. Son pocas voces las que abogan por prohibir esa moda que provoca una reiación anómala entre los humanos y su psicología. Incluso buscan firmas para que se equipare a una droga. Quizás sea inútil, la producción de felitrones va en aumento y el Estado prefiere
definitivo contra la
transparentes, que se adherían a la parte
una población relajada y feliz, sin
posterior de cuello. Por mucho que los examinó, no encontró ojos u otra abertura aparente. Ese fue el descubrimiento para el mundo del felitrón. Se han invertido millones en la reproducción. Aunque hasta hace pocos años no se ha podido encontrar un método fiable. El ser pluricelular
reivindicaciones o exigencias. Las granjas se multiplican y el precio ha dejado de ser prohibitivo. Como dice la publicidad de una empresa especializada: "La felicidad se puede pagar. No sufra más por su familia, su trabajo o Ltn amor imposible. Unfelitrónle asegura una aida plena, sin preocupaciones. ¿A qué espera? " .
rffiffiffi*í,ff
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Alberto Mendivil, pintura acrílica. 24x28.5.2005 S.T
lLUSTKnilÓrrl
PEE5IA
^HoiA8];
"Ll tún l" .n L yl"y" Eduardo Mesa Un libro en la playa, De Sábato, quizá, Dos chicas en bikini, Un perro "no debería estar ahÍ", El viento relamiendo tu espalda, Paso de pá$na, Un hombre y tres coca-colas, Dos párvulos haciendo castillos, Un grito: "Que se os corta", La digestión, claro, Giro de cabezay me deslumbra el sol, Caminan dos ancianos y nunca los pierdo de vista, Gooool en La Condomina, El rumor de fondo y, de vez en cuando, George Harrison, Tu piel deja de refulgír, Tienes frío, dices, Pienso en lamerte el cuello, Lentamente Nace elazul tras tus gafas oscuras Y, atoallazos, La arena desaparece de nuestros pies. Todo eso, Todo eso He olvidado de una tarde de Agosto.
Lurd. ,
e¿í.,¿ía
T er e s a F ernánde z-B arb Verano... Tan deseado; Tan temido.
Días plácidos, largos como espaguetis. Sopor tóxico ala caza del vuelo De las mariposas.
Las barcas meciéndose sobre la mar Azul se entremezclan con la huerta seca Verano:
Tiempo bendecido
Y a la vez maldito, Cénit del año; Tan deseado, tan temido.
Un enjambre zumbón de moscardones Turba mi letargo.
ón
Nr..h....
d'LSfLKANZA X. Ll. Rodríguez Alberdi
Nueche alloriante, de silenciu estrañu, d' aliendos entecortaos, de pigazos frañios; nueche llarga ente les nueches que s' espurre, qu' aprovezpalque vela. Nueche d' alcordances, de ximíos amatagaos, de ruíos desavezaos, de pensares ablucantes; nueche curtia ente les nueches, qu' entaína, que s' encuéi pal que se vela. Nueche de lluna y lluceros perescuros, de solombres chiscaes por lluciérnagues rellumantes; nueche piecha ente les nueches, qu' echó la llave acuantayána atapecida. Nueche de trisfures, de murniu desasosiegu, de sillones incómodos, de güeyos xixilantes galdíos; nueche espantible ente les nueches, que dexa señaldosos alma y corazón.
Nueche fría, de xeláu fustaxe, de velees inintelixibles, d' amarguxu roceanu; nueche iverniega ente les nueches, qu' ún nagua por escaecer perdafechu. Nueche prieta, de sudu y pruyimientos, d' allampios pola claridá fuxida, pola lluz albar ; nueche escura ente les nueches, na que'l riscar s' atrasa adréi. Nueche d'hospital, de viaxes y destinos, de bates blanques y verdes, de llárimes negres; nueche que s'acaba ente les nueches, cuando 1' alborada españa escontra 'lvafu los cristales. Nueche que se da, que se rinde a la calor, que se dili, que s' esvanez nos deos del pasaú. ¡Nueche, cola, escaezte de min, nun me conoces!. ¡Albízores! Adulces llegó 'l día. Otru día pal enfotu,
otru... pa la ESPERANZA.
ffiffi l-J"rbr. ,rdo ante una {lo, Carlos Barral quedó mudo ante una flor, diríamos que aterrado a causa de la perfección o la belleza de otro pétalo, que respira.
Se
Sabio en bodegones, en pinturas estériles y en lienzos maniatados, yacía desnudo frente a la mar en calma.
Al cabo del tiempo, harto ya de estupefacción, divisó tras el vidrio de su alcoba un funeral al que quiso unirse desde su privilegiada atalaya de experto en naturaleza muerta.
§" h"y y^lubru Carlos Barral
No hay palabra que no brote con su naturalidad inherente, como tampoco hay gesto que sin proponérselo dispare a 1o más hondo de nuestra intimidad. Así se muestran las más importantes escenas de la vida: viajando remolonas en vagones de metro, buscando el epigrama más sólido,la brutal esencia.
§ínotska
Carlos Banal
Lo que más le impresionó de antemano fueron los escotes de las señoritas, sus dedos lechosos, y especialmente el espejo que portaba en la mano una de ellas, la más sobresaliente por su atuendo remilgado, a la que llamaban Ninotska. Haciendo cábalas reparó en su semejanza con un personaje de Chéjov atormentado por la más simple de las nadas y enamoradiza hasta más no poder, aunque quizá cupo interpretar otra tesis menos pintoresca y es que Ninotska, siempre Ninotska, fuese virgen todavía.
O{ícío antíguo Carlos Granda Busto
odavía hoy. Como hace cientos o miles de años... Como aquellos canteros de manos callosas - pieles curtidas, más que al sol,
alfrio-
que esculpían dibujos y palabras en las tercas rocas toscas,
todavía hoy escribimos tu y yo el respeto con mayúsculas,
la amistad letra por letra, el verde de la hierba.
Como los alfareros girando sus tornos -incesantes
alritmo del otoño-
con la humedad hasta los huesos
y entre los dedos la perfección de las dulces formas, así modelo fus pechos en el hueco de mis manos.
Igual que en las fraguas los herreros daban forma al metal incandescente golpe tras golpe, caricia tras caricia al calor de tu lumbre se
forjan mis sueños,
Como hace miles o cientos de años. Todavía hoy, amor.
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tíiera J
aleiaruitra siroent
Los días tienen oro y un amargo discurrir en ocasiones trágico que abandona las hebras del incienso en hondos funerales, y la vajilla intacta de la casa burguesa cuando cae la tarde. La lluvia, esa incurable solitaria, cae sobre los cuerpos de unos boy-scouts en la autopista.
La arruga del autobús es brusca y ya te corta
la mirada. Esta tarde has pensado en la
veiez,
tambiéru en que algún día é1 volverá a cruzarse a tu paso. y no serás tan joven y te duele,
inexplióablemente, porque ya
te has librado
de esa tiranía que es la ausencia.
Y ahora acaricias con torp eza un nuevo nombre, mitad deluz, mitad de incertidumbre. ¿Es posible redimir tanto error cometido?
Miras tus propias manos con un mudo temor. No quieres que el lúgubre vuelo de una tijera destroce una vez más, brillo sonámbulo, ese género secreto y delicado que es Ia felicidad de las Personas.
"folvíllo d. ,luu d. *
aríyosa)1
Ramón Bielsa Alma de poeta Hecha a golpes del destino, Hecha jirones blancos, Bañada con polvo de alas de mariposa, Impregnada en claros rayos de luna Con destellos de arco iris rociada. Cuando la vida Por tu lado Sin rozarte pastu Cuando el tranvía No se detiene, Cuando por los poros de la piel Se escapa
En cada latido deLcorazón, El alma descansa.
(etra
b
áel
abu.lo .n cu atro tíempou Fernando Fernández
I hombre descendido del "Orinoco" una noche en Veracruz, devuelta a México, en compañía de Nanda, su mujer,
y los niños, que habían cruzado la frontera de Gibraltar mientras él los miraba desde España. Más atrás, el adolescente refugiado al mediodla de la revolución delahuertista, huido de la muerte segura en el Sahara, con el balón y un campo abierto y la cocina piadosa de la beneficencia, recuperado con los ojos húmedos a la hora del dulce y las galletas habaneras. Más allá, mucho rnás allá, una mañana de verano el niño rubio, mirando la caseta de pesca junto al Cares, al distinguir siluetas lejos, en tanto que Pepita Ie decía: "Aquélla debe ser la reina" y ponía la punta del dedo contra el paisaje, casi podía seguir el tocado de plumas de su majestad, el escote aun a pesar del frío de las montañas. El mismo a quien su cuerpo esta mañana le pide no moverse de la cama hasta las doce, y "sin ánimos", repite, y por primera vez se niega a caminar por la banqueta de naranjos de la PlazaUruguay, y a sentir el aroma a levadura de la cervecera en la tarde olorosa de Polanco.
S"y
un cuerryo M' f osé Fernández
Soy como un cuervo/ Adoro los brillos, Las puestas de sol, Los rayos de luna, Pico respondón.
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Ojos de avellanas, Pequeño y guasór; Lleno de heridas, Marcado en dolor, Majestuoso, Oscuro, Lleno de plumóry Aire digno y suave, fuerte y soñador.
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e"n-certero Bijou eñías tu semblante de color violáceo Esperabas ansioso la oportunidad de Encontrarte con la naturalezaviva, que
revulsivo a tanta desidia. Tu pelo lacio y sedoso disimulaba las Marcas que el tiempo había hecho en tu Enjuta piel. Diez años son muchos para Un cachorro, que había ido a parar al hogar De acogida y perenne residencia. Ahora te Esperan los achaques, amigos del tiempo, Y de quien tiene tiempo tras sus espaldas. Nunca antes te había dolido una muelar 1r no Sabías 1o que ela una arritmia; pobre can. Siempre con tu semblante tan jovial, que dan Ganas de abrazarlo, besarlo y dormir el eterno Sueño de los justos a su lado. Tú me grÍas, tít Me das aliento, a pesar de los años vividos y, si Unimos nuestras experiencias, suman millones De datos, registros y confidencias unívocas que Se dan la mano para conformar una reflexión Profunda: La Amistad. Tu amistad; un pedacito De cielo, que llovió ternura a raudales para Encontrarse con la nueva y radiante mirada de La comprensión. Sin ir más aLlá de las nubes, Estás certero en mi corazóny añades un sentido Nuevo a mi existencia. No cejas en tu empeño, ni Postergas las querencias animales, que faltan en Nuestra sociedad. Amor y más amor es la premisa Salvaje que todos necesitamos en un momento de Nuestras vidas. Piensas por ti y por mí, amigo, Durante y a 1o largo de Ia jornada. Te ocultas con El sol y sales con elalba. La inquietud matinal con La que me recibes demuestra que tu querer es aun Mayor de 1o esperado. Tus besos ensalivados me Recuerdan la mascota que eres y,llenos de pasión, Adoran mis gestos vehementes; misericordia a raudales, Que encierra la más límpida de las sonrisas.
Hornení1esyvíñetas Antonio G. Areces (Dedicado al cómic y a los narradores populares, que tanto hemos amado)
y una imagen prístina
a ser posible
Ezra Pound
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ísmulle r, en
el asílo
Remembranza confisa de un estado espléndido, feliz, aún guardo: fui rey entre los altos árboles. Funámbulo de lianas, sin sueños ni compromiso, ocioso en nidos de fragantes bejucos, arrullado por feroces rugidos y calmantes susurros.
No soy ahora ni señor de la jungla ni amo de mí mismo; sólo un canto rodado imprecando piedad a la tormenta. Sin sentir reverencia ni amor hacia ese padre, Lord God, de quien oí ya tarde. Arrojado a este meandro de senecfud en un pantano de toses y musgo. ¿Dónde está ahora aquel clamor de triunfo, estentóreo grito que espantaba a los machos y ponía cachondas a las hembras de Ia tribu? Aquella gloria me impidió aprender las normas de este Nuevo Mundo. Obstinado en hallar nuestra cabañaen la selva de los rascacielos. Sin Jane --casada y divorciada otras dos veces: aducía que era bruta, sin finura, mi cópula de mono--, conservo la impresión de sombríos senderos y aromas de la putrefacción. Y una exultante esperanza también guardo: liberado al fin de este exilio, de la tribu reencontrada de Kórshak ser un gorila más, sin conciencia individual de triunfos ni coronas.
§í"ru .n Qríeáo Antonio G. Areces Ha nevado esta tarde en Oviedo. Sentía la alegría infantil de los copos cegando la perspectiva de la calle Uría. Ardía el reloj de la estación del Norte, nublado ojo de cíclope. Sobre hirsutas cornisas, vio fantasmas del tiempo ido en balconadas modernistas. Giraba un huracán de cisnes en el helado Vórtice; entre frustradas líneas de fuga, punteo de plumón de ángeles caídos. Y oyó fantasmales repiques de campanas, clarines del miedo,lejanos, y voces trémulas de niños, que aún jugaban; desde la aitoranza de cuentos de hadas, ecos, fríos pies hollando Ia nieve, aún limpia, ante sombríos soportales. Y escuchó elau1lido de los lobos volando sobre el blanco, remoto silencio de los prados. Recuperó, así, vivencias de otras vidas: silbar de los patines en ríos congelados; conmovedores sueños; Ia niña cerillera entrevista en la intermitencia de cegadores faros: abríaflores de fuego, prendía fósforos de maravilla; ordenabal,a danza de los copos. ¿Compensaría el mínimo milagro ese destino? Pensó: amasijo de ropa y carne niña congelada. Quizás, de haber vivido, hubiera sido normalmente feliz:bella novia, y una Madre Coraje luego, con cierta propensión a 1o fantástico. ¿Y quién habría sido él en aquel tiempo?
Un joven caballero, sin demasiado éxito en Ia vida, como ahora. Mas se sintió dichoso, con Dickens, David Copperfield, AnderserL Grimm, en la escarchada ciudad del encanto, llena de fria algazara, aromas a hollíru tahonas y cálido aliento de tabernas.
(.cordrndo Antonio G. Areces
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lorá J¡* A loseph Conrad
Como un cuenco de piedra donde cae Ia lluvia y rebosa, gota a gota, te sientes: una red de rutas borradas a través del tiempo. ¡Qué ingenuidad creer que son riqueza, experiencia acumulada los años idos! Tan sólo congelados fotogramas en un antiguo celuloide: Hacia el abismo.
Imagina, por ejemplo, un activo puerto de Indochina, jamás oído por tu vecino. No hallarás allí redención ni aventura, ningún giro inesperado de ruleta rusa, ni aforfunada esquina para sorpresas. Ninguna muñeca de porcelana china hará que te ames a ti mismo un poco más de 1o que amas a tu vecino de entresuelo, el que te espía, lleno de envidia, al alba cuando regresas de tu periplo tabernario. Mas, si consigues, por un instante sólo, ver algo más que tu imagen en el violento azogue del mar en calma, y en la brusca irrupción de gaviotas heridas y palmeras quebradas, despierta tu demonio, tendrás revelación. Te advierto: sé prudente. Ten en cuenta que no existe iluminación en los muelles roídos por el ludir de barcas y juncos, ni en las callejas donde inerme te entregas al nefando comercio.
Marinos ebrios, porteadores de anchos hombros, flacos conductores de riksha, canalla hedionda, desdentadas putas, vagabundos de los siete mares perdidos sus navíos, niñas de grandes ojos que acosan tu aura de occidental --rico, suponerL y poderoso--, faquires encantadores de cobras, santos locos, basura blanca, pecios abandonados de todos los naufragios. Y si, por un afortunado azar, ¡ay!, distinguieras el noble continente y bello rostro de Lord Jim, no intentarás seguirlo;1o soñarás, sí, siempre. ¡Mira cómo se aleja altivo, silencioso en tu sueño! Vestido, como un príncipe destronado, con la dulce azul calima que fluye del océano. Aún héroe, a pesar del hábito de fracaso que Ie adorna, e investido de esa peculiar sabiduría nihilista.
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