DOSSIER
CREENCIA Y VERDAD: la fundación de Irapuato por: LUZ ANTONIA MIRANDA FÉLIX
Imagen cortesía del Archivo Histórico Municipal de Irapuato
L
a creencia de que Irapuato se fundó el 15 de febrero de 1547 se ha arraigado en la población de esta ciudad desde principios del siglo XX. En los periódicos de inicios de esa centuria, podemos encontrar algunas notas que relatan cómo se festejaba el aniversario de la ciudad a partir de llamativos desfiles y eventos cívicos y culturales. Los festejos fueron siempre promovidos por las autoridades municipales y estuvieron respaldados por los intelectuales locales de la época. El interés por conmemorar la fundación surgió de la necesidad de forjar una identidad irapuatense, necesaria para cimentar las bases de una ciudad que comenzaba a tener un acelerado crecimiento económico. A inicios del siglo XX, la modernidad había llegado a la ciudad con el ferrocarril, la luz eléctrica y el teléfono, pero también había emergido una necesidad casi nostálgica de recuperar los vestigios del pasado. Intelectuales aficionados a la historia, como el presbítero Rafael Reyes y el político Genaro Acosta, comenzaron a escribir sobre los orígenes de Irapuato,
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MARZO 2021 * MAYO 2021
entre los años de 1905 y 1909. En sus obras, ambos personajes aseguraron que Irapuato había surgido el 15 de febrero de 1547. La aseveración se fundamentaba en un documento citado en el libro Noticias para formar la historia y la estadística del Obispado de Michoacán, publicado por el canónigo José Guadalupe Romero en el año de 1862. En esta obra se menciona que Irapuato había nacido en virtud de una cédula de fundación expedida por el virrey Luis de Velasco, a nombre del emperador Carlos V. Basados en esta evidencia documental, la creencia fue propagada y afianzada cada año con festividades conmemorativas, a tal grado que a la fecha es casi imposible de erradicar, a pesar de los nuevos descubrimientos históricos. El primero en notar inconsistencias en el documento fundacional fue el padre Rafael Reyes. A pesar de que, en un inicio, el párroco había creído fielmente en el contenido de la cédula de fundación, cuando la estudió con más detalle, observó un anacronismo que la invalidaba como documento confiable: