Vidas de Caminan

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VIDAS QUE CAMINAN

Juliana Vizcarra Lizarazo

Créditos Fotografía y diseño editorial Juliana Vizcarra Lizarazo Dirección y curadoría Juliana Vizcarra Lizarazo Retratos Migrantes venezolanas y colombianas en Ecuador

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este documento por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión sin la autorización previa o escrita del titular.

La etapa migratoria procedente de Venezuela inicia en el año 2010 con la baja escalonada en los precios internacionales del petróleo y los flujos migratorios los conforman jóvenes y adultos de todas las clases sociales, afectados por la inseguridad, la arbitrariedad, la corrupción, las crisis económicas y humanitaria. Las razones centrales que llevaron a este desplazamiento fueron la escasez de alimentos y medicina, el desempleo, el miedo y la violencia social y estatal constituyeron las razones principales de la emigración. Durante el año 2019 y 2020 la migración alcanza a personas y grupos familiares vulnerables y se activó aún más el uso de pasos de frontera no formales.

sos de regularización migratoria, sin embargo, la mayor dificultad está relacionada con la localización de las personas colombianas transitando o con permanencia temporal o fija en Ecuador que requieren protección jurídica y regularización migratoria. El temor se impone y es una variable que interactúa con la menor disposición a buscar apoyo y crear redes o alianzas de acción.

En el caso de Colombia, son los periodos de creación o modificación de las políticas públicas de gestión del conflicto interno los que afectan directamente los flujos migratorios hacia Ecuador. Las condiciones migratorias son en extremo riesgosas y vulnerables y la mayor parte de personas y grupos familiares tienen necesidades de protección internacional. A diferencia de las personas migrantes venezolanas, las y los colombianos no experimentan grandes cambios para los proce-

El proyecto “VIDAS QUE CAMINAN” busca contar las historias de mujeres venezolanas y colombianas que han migrado al Ecuador; no solo sus procesos migratorios sino quienes son ellas como personas: que les gusta, que extrañan, la gente que han querido, los objetos que las acompañan en sus distintas etapas de vida, etc.

BELKYS MOGOLLÓN

Es la menor de seis hermanos, cinco mujeres, un hombre. Creció en una zona rural junto a sus abuelos y sus primos. De aquella época recuerda los juegos y las comidas: sancochos, asados y hallacas convocaban la charla y la fiesta entre los suyos. Es profesional en educación integral, especializada en gerencia educativa y trabajó diez años en el INCES (Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista). Fue su hijo quien, hace cuatro años, tomó la decisión de salir del país: situaciones de escasez y violencia lo empujaron a ello. Ecuador no era su destino original pero fue aquí donde consiguió

trabajo y entonces, le propuso a su madre que viniera. Lo que iba ser una corta visita se ha convertido en tres años en los que la acompañan dos pañuelos y una pulsera de su mamá, que quizás intuitivamente guardó en su maleta… Quisiera volver a su país pero no para quedarse sino para traer las fotografías familiares y así, tener a su familia y su historia, siempre consigo. Llegó a nuestro país con un grupo de migrantes tras un largo y difícil recorrido, viviendo maltrato, incomodidades y hasta estafas. Rocco, su perro poodle blanco, la acompañó durante todo el recorrido, metido en una mochila y, aunque Belkis cuidó de él y de que tuviera las mejores condiciones posibles, murió poco después de llegar a Ecuador. No resistió el impacto del viaje ni del

cambio: un especialista en depresión animal diagnosticó que Rocco estaba traumatizado y que no se adaptaba. Belkys conserva todavía la mochila en la que su perrito viajó y también los ju-

guetes y la ropa de su fiel compañero de viaje. Pasar de todas las comodidades de su vida y su casa, a una vida precaria, sin cama, sin refrigeradora para guardar sus alimentos, sin un te-

cho seguro, fue terrible, desesperante. Encontró trabajo en una fundación pero… llegó la pandemia. Belkys encontró ayuda: una organización le apoyó con tarjetas de alimentación, le ofreció apoyo psicológico, capacitación y un capital semilla para llevar adelante su emprendimiento. Así nació “El Dulce Capricho de Fermín y Chela”, el negocio de dulces, postres y pasteles que hoy le permite a Belkys tener ingresos propios y, sobre todo, tejer comunidad a su alrededor. No es la primera vez que hace pasteles. Recuerda que de pequeña hacía tortas y las vendía afuera de su escuela y de su universidad. Así tenía fondos para sus propios gastos: “Es lo que toca hacer al migrar: lo que no sabes lo aprendes, y lo que tienes guardado en la memoria lo tienes que usar” Belkys sueña con

el crecimiento de su negocio y para ello se prepara, sigue estudiando y mejorando sus habilidades culinarias. Sus productos son hechos en casa y los promociona a través de las redes sociales. Belkys ha aprendido a desapegarse de las cosas y tiene presente que puede volver a suceder: que puede tener que salir de la que hoy en su casa y hoy en el país en el que vive y volver a dejar todo. Por ahora, sigue endulzando la vida de su clientela amistades en todos los barrios en los que ha vivido. Es una mujer amable, fuerte, divertida, talentosa y sociable. Está dispuesta a trabajar muy duro para conseguir sus objetivos y es muy talentosa.

YARACUY

QUITO

CÚCUTA BOGOTÁ

IPIALES

ARIADNA REYES

Ariadna es bogotana pero su corazón está en Barrancabermeja. Su alma es la de una mujer de tierra caliente y el sonido del río Magdalena la acompaña siempre allí a donde vaya. Su padre fue obrero en una refinería petrolera. Desde que era niña aprendió a vivir de forma comunitaria, en colectivos en los que todos se apoyaban unos a otros incondicionalmente. La música siempre estuvo allí. El piano la acompaña desde los 7 años y, en los

tiempos libres que le dejaba el trabajo, su padre fue construyendo para ella un libro de partituras. Ariadna dice que no necesariamente era una virtuosa del piano pero sí una apasionada. Aún hoy tiene su instrumento en casa, en el Valle de los Chillos, y si bien toca menos que en otros tiempos no lo ha abandonado y seguramente no lo abandonará jamás. Estudió en la facultad de comunicación de la Universidad Javeriana de Bogotá. Siempre estuvo interesada en procesos de movimientos sociales y ha tenido desde joven una fuerte conciencia política. Entre sus compañeros de clase en sus años universitarios estuvie-

ron varios integrantes del M19, personas que ella recuerdo inteligentes y profundamente interesantes. La violencia política en Colombia alcanzó a muchos de sus amigos, que llegarían a ser detenidos y asesinados, y el peligro se fue acercado a ella cada vez más. Finalmente, si bien nunca se trató de una amenaza de muerte inminente, el riesgo fue demasiado serio para permanecer en Colombia. Hacia la década de los 90, Ariadna se instaló definitivamente en Ecuador junto a quien en ese entonces era su pareja. Aquí construyó su vida, su trabajo, su familia. Terminó su relación con Pablo, la pareja con quien había llegado a Ecuador.

Estuvo y hasta hoy sigue inmersa en procesos con comunidades indígenas, afro y también con población migrante como ella. Volvió a enamorarse, tuvo una hija y construyó una casa, en la que también vive con dos perros y un gato. Su casa está llena de libros y de instrumentos musicales. De Colombia trajo con ella la colección Oveja Negra de clásicos de la literatura y su viejo libro de partituras. Su esposo es antropólogo musical y tra-

baja en Guayaquil. Ella trabaja en casa o mientras acompaña a su hija de arriba abajo. Su corazón y su alma nunca han dejado la tierra caliente. Reconoce a Quito como su hogar y Bogotá es uno de sus grandes amores, pero hay algo en la sierra que no acaba de encajar con ella. De modo que cualquier ocasión para regresar a climas más cálidos es más que bien recibida. Jamás ha dejado dedicarle toda su energía a procesos colectivos y comunitarios. La vida de Ariadna se fundamenta en la construcción de redes

que la conecten con otras vidas, otras experiencias y otros mundos. Barrancabermeja no deja de ser una parte central de su espíritu y su ser, amándola con sus contradicciones y conflictos. Afirma que el deseo de regresar nunca se desvanece.

BOGOTÁ

BOGOTÁ QUITO

GERVACIA RODRIGUEZ

Nació y creció en el campo hasta los 11 años, entre sus hermanos, sus padres y sus abuelos. Su infancia le huele a leña cortada, a tierra mojada, al corral cuando están en el ordeño. El campo fue su lugar feliz durante muchos años, y desea poder envejecer en una hacienda pequeña en el campo, leyendo y pintando.

A los 11 años se mudó a Ciudad Bolívar, con su abuela materna para continuar sus estudios de colegio. Enfrentarse a la vida de la ciudad viniendo del campo fue muy duro, pero esta-

ba decidida a estudiar y se abrió paso a través de prejuicios y discriminaciones. A los 17, su padre la obligó a casarse con un hombre que no conocía pero que le prometió que la dejaría terminar sus estudios. No sucedió así. Al cumplir los 18 años ya tenía dos hijos y ella seguía sin terminar sus estudios. Cuando los hijos crecieron, ella se inscribió en el colegio nocturno, se graduó y se separó de su esposo. Estudió docencia y una maestría en educación técnica. Se graduó con honores y eso la hace sentirse muy orgullosa. Trabajó durante años en el ministerio de Educación y, al ver la situación económica y de seguridad de su país, decide que debe empezar a buscar nuevos horizontes. Recuerda la muerte de su primo hermano, en manos de mafias y también las largas

filas para conseguir algo de comida, pañales y leche para su nieto pequeño y le duele mucho recordar los tiempos anteriores a la crisis. A pesar de lo largo y agotador del viaje, tuvo la suerte de que fuera tranquilo. Ella dice que es una mujer “todoterreno”: “Igualito me pongo los tacones que me subo a la mula”, dice. Lo más duro para ella fue saber que no había nadie esperándola en Ecuador, que iba a llegar a empezar de cero y a tratar de hacer una nueva vida en un lugar con una sociedad y una cultura totalmente distintas. Los primeros seis meses fueron de llanto, de extrañar su casa, su familia, sus sabores y sus costumbres y, cuando piensa en qué le gustaría traerse de su país, dice que su casa y un pedacito chiquito de siembra de casabe, porque le gusta más que la arepa.

Vive en Sangolquí y trabaja de costurera, hace arreglos sencillos y también crea prendas desde cero. Aprendió a coser con su tía, que era la sastre del pueblo. Una de sus posesiones más preciadas es un brazalete que tiene sus iniciales y un dije en forma de timón porque quiere tener siempre el control de su vida. No tuvo que enfrentarse con grandes discriminaciones y rechazos y está muy agradecida por ello. Fue difícil adaptarse a la nueva cultura pero ha logrado crear su comunidad aquí en

Ecuador y también ha encontrado una comunidad venezolana que la ha recibido con brazos abiertos, muchas mujeres con historias similares. A veces se reúnen en los parques de la ciudad a conversar, aconsejarse y recordar. Cuando salió de Venezuela se prometió volver y, aunque ya tiene aquí una vida hecha con su hija y sus nietos, su corazón está partido en dos: su hijo mayor está en Venezuela. El sueño de retornar, sigue vivo.

LARA

QUITO

CALI

ZORINA OSPINO

Zorina nació en Caracas pero creció en el estado de Carabobo, en la ciudad de Valencia: su hogar fue siempre allí. Ella llego a Ecuador por primera vez en 2018 para conocer a su nieto. En esa ocasión nunca pensó en quedarse. En sus planes aquello no era más que una visita, pero las circunstancias cambiaron drásticamente y hoy en día continúa en Quito, viviendo en el barrio La Vicentina. Zorina es paciente oncológica desde hace años. Para su tratamiento necesita de dosis muy específicas de medicinas muy concretas. Llego un momento en el que la entrega de sus medicamentos en Venezuela comenzó a demorarse más y más. Empezaron a postergar sus dosis, algo que dada su condición ella no podía permitirse. Finalmente, terminaron por decirle que sus medicinas ya no llegarían. En Quito por otra parte, en el centro médico de La Vicentina, encontró no sólo los medicamentos adecuados sino también

una doctora rigurosa que la trata hasta hoy. Zorina recuerda su niñez con un amor inmenso. Recuerda viajes y el mar siempre presente. Conoció a quien sería su esposo desde el bachillerato. Entre los 17 y los 18 años se separarían para reencontrarse en la universidad pública, donde ella estudiaba contaduría y él administración. En sus veintes, volverían a estar juntos y ya no se separarían. A los 24, el esposo de Zorina encontraría un trabajo en la empresa en la previamente hizo sus pasantías como estudiante. Se casarían y tendrían al primero de sus tres hijos en aquel entonces. En poco tiempo comprarían su primer departamento y su primer auto, antes incluso de cumplir 30 años. Fueron años de intensa alegría. Sin

embargo, hacia 2016 las cosas empezaron a cambiar.

La situación política de Venezuela se tornó problemática.

Zorina es una mujer valiente. Pese al miedo de su esposo, se unió a las movilizaciones y protestas que tuvieron lugar entre 2016 y 2018. No permanecía rezagada sino que estaba en la primera línea. Recuerda bien la cantidad de gas lacrimógeno que tuvo que soportar. Sus memorias de esos tiempos son oscuras y tenebrosas. “Las tanquetas pasaban por encima de los manifestantes”. Finalmente, la ausencia de sus medicamentos la obligó a dejar su país e iniciar un largo periplo hacia Ecuador, atravesando Colombia entera desde Cúcuta hasta Pasto. En el viaje hubo peligros pero a pesar de todo logró llegar a donde la

esperaban su hijo, su nuera y su nieto. Su esposo y sus otros dos hijos, sin embargo, tuvieron que permanecer en Venezuela y allí permanecen hoy en día. La separación fue dura. Zorina recuerda haber visto adelgazar y empalidecer a su esposo. Si bien él no lo reconocía abiertamente, para no atemorizarla, la tristeza le lastimaba el cuerpo. Él y sus hijos tuvieron que aprender a hacerse cargo de su hogar, pues siempre aquellas tareas habían estado a cargo de Zorina: lavar, cocinar, limpiar. Las noticias que a Zorina le llegan siguen siendo dolorosas. En Venezuela, servicios como el agua o la luz no están garantizados para su familia. Desde que vive en Ecuador, Zorina se ha encontrado

con su esposo y sus hijos, en un país o en otro, pero esos encuentros no han sito definitivos. Los dos hijos que se quedaron en Venezuela han construido sus vidas, así como el hijo que se encuentra en Quito con ella. El enamoramiento entre su esposo y ella está intacto, y claramente la distancia pesa. Su salud obliga a Zorina a permanecer en Ecuador, pues de ninguna manera puede renunciar a su tratamiento. Zorina es feliz en La Vicentina: ese es su barrio y esos son sus vecinos. Y al mismo tiempo añora su hogar en Valencia. El reencuentro definitivo con su familia aún es incierto, pero su vínculo es lo suficientemente fuerte para sobreponerse a la incertidumbre.

Los objetos queridos de Zorina eran sus joyas, pero tuvo que vender todas para pagar sus gastos en Ecuador

VALENCIA MÉRIDA

CÚCUTA

IPIALES QUITO

Retrato de Belkys Mogollón Interior del bolso en el que viajó Rocco Bolso en el que viajó Rocco Plato de comida y bolso médico de Rocco Ropa con la que Rocco viajó y su pelota favorita Belkys usando la pulsera de su madre Cartel de afirmaciones personales Retrato de Ariadna Reyes Vestido de la madre de Ariadna Detalle del vestido de la madre de Ariadna Libro de la colección Oveja Negra de clásicos de la literatura Pulsera y pañuelos de la madre de Belkys Libro de partituras escrito por el padre de Ariadna Piano de Ariadna Retrato de Gervacia Rodriguez Fotos de la familia y amigos de Gervacia Retrato familiar, vesido de la madre de Ariadna, compilación de música colombiana, libros y cuadernos de Ariadna Ariadna tocando el piano Flor del jardín de la casa donde creció Ariadna Título de magíster de Gervacia Fotografías favoritas de los seres queridos de Gervacia Detalle del poncho que Gervacia consiguió en un viaje a la zona de clima frío en Venezuela Detalle de las manos de Gervacia con su pulsera y una fotografía Poncho, fotografías importantes y la pulsera de Gervacia Retrato de Gervacia con su compañero y la pulsera que el le regaló

Zorina y una fotografía de ella en su juventud viajando por Venezuela

Zorina

Retrato de Zorina Ospina Detalle de las manos de Zorina Fotografía de Zorina con sus padres cuando era pequeña, recuperada de su perfil en Facebook llorando al encontrar un post en Facebook que dice “Volverás a ser el país más chévere del mundo”, hablando de Venezuela Retrato de Zorina Ospina hablando con su esposo en videollamada Post en Facebook que conmueve a Zorina

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