El cuervo y el ciervo

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Historias del estanque

El cuervo y el ciervo FRANCESCO SMELZO

Traducciรณn Erik Luna Sรกnchez


Al estanque iban a abrevar, por la tarde, animales de todo tipo que provenían de los bosques del rededor. Entre ellos, el más bello e imponente era el corpulento ciervo Fulvio, dotado de una larga corona de astas y de músculos potentes. Cuando bajaba a beber, lo hacía siempre con gran estrépito, abalanzándose indiferente sobre quien, en ese momento se encontraba ahí. En una ocasión poco faltó para que exterminara, atropellando en su carrera desenfrenada, a una familia completa de gansos, con todo y sus crías, que estaban alimentándose cerca del cañaveral. Todos temían y respetaban al ciervo Fulvio, pues era capaz de enfurecerse terriblemente con quien lo hacía enojar, y a la vez admiraban su fuerza y su potencia. Cuando llegaba como ciclón, todos se alejaban apresurándose sin decir nada. 1


No sucedió así esa tarde con el cuervo Armando. Estaba encaramado sobre una rama baja del viejo encino que casi rozaba el agua, en espera de sorprender algún pececillo que se asomara a cazar insectos. Había divisado una bella boga que estaba por llegar a la superficie, y justo cuando estaba por tomarla con el pico, llegó el ciervo con el mismo alboroto de pezuñas de siempre, e hizo escapar a todos los peces. "¿Pero que modales son estos?" -Estalló el cuervo Armando sacudiéndose el agua que el ciervo le había salpicado encima "¿No puedes comportarte de modo más educado? ¿Necesitas bajar de ese modo al estanque?" "¿Quién me habla de esta forma?" - Exclamó el ciervo Fulvio ya listo a embestir al insolente que había osado protestar Después, cuando se dio cuenta que se trataba tan solo de un mísero cuervo, sacudió la cabeza, haciendo estallar una risotada: "¡Serías tú el que viene a darme lecciones de educación!" 2


Dijo despreciativo: "¡Pero que dientes agudos tienes... Que garras tan afiladas... Para venir a hablarme de moral!" "Pues bien, entérate que, siendo el animal más fuerte y bello" Continúo Fulvio - " Todos me deben obediencia y respeto, empezando por ti, si es que no quieres acabar clavado en mis astas" El cuervo Armando ante tanta soberbia no se amedrentó y respondió: "No tengo ni dientes agudos, ni garras afiladas, ¡Pero te digo, que un día, tú me servirás a mi!" El ciervo a ese punto no sabía si reír de aquel cuervo loco o embestirlo de inmediato. Pateó violentamente sobre el agua con sus poderosas patas, creando una ola que embistió al pobre Armando, que, sacudiéndose las plumas, se alejó volando, no sin antes decirle al ciervo: "¡Te digo que un día, tú me servirás a mi!" 3


Después de poco tiempo, llegó el frío invierno al estanque, con el hielo que cierra con su mordisco las aguas y cubre de escarcha todas las plantas. Y con el frío llegaron las nubes del norte que traen nieve y viento. Rápidamente todos los prados se cubrieron de hielo, y sobre el hielo cayó copiosa la nieve que todo escondía. Todos los animales sufrieron de hambre esos días, quien comía peces no podía pescar a causa del hielo que cubría el estanque, quien comía hierba no podía encontrarla porque estaba sepultadas bajo capas y capas de nieve. Todos sufrían por el hambre, pero más que todos el ciervo Fulvio que, con su gran cuerpo poderoso tenía más necesidad de alimento que los otros. Pero el invierno aquel año no quería dar tregua y el frío y la nieve continuaron todavía por un largo tiempo atormentando el estanque y a sus habitantes.

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Y al final, pasó lo inevitable. El ciervo agotado por el hambre y el frío, rascando inútilmente la nieve con sus pezuñas para obtener hierba, se desplomó sobre el blanco manto que cubría el terreno y murió. Y justo de la rama del encino, de donde había visto la escena, se abalanzó el cuervo, que con su fuerte pico se abrió paso sobre la dura piel del ciervo y se alimentó hasta saciarse de su carne. Abandonando aquel banquete, que le seguiría sirviendo aún por mucho para calmar el hambre, el cuervo entonces exclamó: "¿Que te había dicho? Un día tú me servirías a mi. Traducción MC Erik Luna Sánchez

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