La arana giocondo

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Historias del estanque

La araña Giocondo FRANCESCO SMELZO

Traducción Erik Luna Sánchez


De entre los insectos del estanque, los más hábiles eran sin lugar a dudas las arañas. Con sus patitas tejían, entre las ramas de los árboles, telarañas de plata que, entre las cosas construidas por los animales, tenían las formas más bellas que se pudiesen admirar. En las madrugadas y después en los días más frescos, el rocío hacía resplandecer aquellos tejidos, haciendo casi olvidar su naturaleza como instrumento de muerte. Sin embrago los otros insectos no lo olvidaban: Moscas, abejas y mariposas giraban a lo largo del follaje de los árboles para no toparse con estas trampas. Aunque, naturalmente, de cuando en cuando, una abeja retrasada con la entrega del néctar en busca de un atajo hacia el panal, una mosca cegada por el sol, o incluso una mariposa distraída se encontraban con esta trampa y se convertían en el premio a la paciencia de la araña que tanto había esperado por su alimento. Más o menos así se desarrollaba la existencia de la mayor parte de las arañas. Pero había una, la araña Giocondo, que no era capaz de tejer su tela. Y bueno, debemos decir que, ¡Empeño le ponía!

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Cada mañana, esperando que fuese por fin la ocasión, se colgaba de una rama y comenzaba a hilar su seda. Sin embargo lo que salía era una madeja amorfa, la mayor de las veces con el adentro, debatiéndose furiosamente por salir. Muy pronto, la araña Giocondo se había convertido en la involuntaria atracción de los demás insectos. Mismos que se divertían de lo lindo al verlo colgar de su rama, presa de su misma red. Las espectadoras más fastidiosas de Giocondo, eran las bellas mariposas multicolores que se burlaban de el diciendo a sus compañeras: “ ¡Vengan, vengan pués!, en esta rama no hay peligro, aquí está la araña Giocondo, ¡ Al máximo se arriesgarán a morir de risa!” Las otras arañas no veían con buenos ojos al torpe Giocondo, raramente le dirigían la palabra y, cuando lo hacían era para reprocharle: “¡Eres la vergüenza de nuestra raza!. ¡ Si continúas así, todos nos convertiremos por tu culpa en el hazmerreir del estanque!”. ¿Que podía hacer el pobre Giocondo?. No había nacido para ser arquitecto de telarañas y eso se lo recordaba el ruido de su panza perenemente vacía. Si no hubiese sido porque de vez en cuando encontraba algún insecto muerto de vejéz, habría estado todavía más en los huesos.

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Pero desafortunadamente los insectos rara vez mueren de viejos, y aquellos que lo hacían, tenían todavía más raro gusto por hacerlo en los lugares donde Giocondo podía encontrarlos. Un día en el que Giocondo, como de costumbre, colgaba de su rama, enredado en su propia tela, sucedió un hecho extraño. Alrededor de el estaba el mismo grupo de mariposas que se burlaban de el, cuando... ¡Zas! Desapareció una mariposa tras otra. Giocondo, estupefacto, en ese momento había logrado salir de su enredijo y pudo entender la causa de esas misteriosas desapariciones. Una golondrina que había avistado aquel nutrido grupo de mariposas, se había precipitado en medio de ellas masacrándolas. “¡Hey amiga!”- Dijo la araña a la golondrina- “Si hoy has encontrado un alimento tan abundante, fue por mérito mío ¿Eh?, esas mariposas estaban aquí gracias a mi”. “Lo que es justo, es justo” -Exclamo la golondrina- Y dejó caer cerca de Giocondo tres mariposas muertas. La araña pudo finalmente sosegar su hambre después de tanta carestía. Sin embargo, no se comió todas las mariposas: Pensando que rápidamente el hambre regresaría, escondió dos en el hueco del tronco de un árbol. 3


La historia se repitió al día siguiente. Otra vez las mariposas se habían reunido en torno a la araña que pendeva de la rama en su torpe posición. Y otra vez la golondrina, que había llamado a su vez a una amiga, cazaron y acopiaron a sus victimas, dejándole esta vez seis mariposas a la araña. Y así fue sucesivamente día tras día. Todos los días Giocondo ponía en escena su circo, y todos los días llegaban siempre más mariposas y siempre más golondrinas. La araña hasta ese momento, había acumulado un buen número de mariposas en el agujero del tronco. Las demás arañas lo seguían viendo aún con desdén: “¡Bonito modo ese de ganarse el alimento!”. Sin embargo, una noche se abatió sobre el estanque una violenta tempestad portadora de granizo y agua a cántaros. Las telas de las arañas, tejidas entre las ramas fueron todas destruidas por la lluvia y el viento. Cundió una gran desesperación entre las arañas: Para reconstruir las telarañas, se habrían necesitado muchos días, ¿Cómo le harían para procurarse el alimento mientras?. Fue entonces que entre las arañas reunidas en consejo, alguien se acordó de Giocondo y de su hueco lleno de mariposas. Sin hacerse demasiadas preguntas acerca de la proveniencia de aquel alimento, una delegación se presentó ante Giocondo. 4


“¡Queridísmo amigo!” -Empezó el jefe de la delegación arañil“Solo tu generosidad podrá salvar a nuestra comunidad de este triste aprieto”. “¿Queridísimo?” - Pensaba Giocondo- “¿Generosidad?” “Seguros estamos que querrás compartir con nosotros, golpeados por tal desgracia, alguna migaja de tu alimento”. -Continúo el jefe- . “¿Compartir? ... ¿Alguna migaja? ... ¿Para ellos? “ “No lo hagas por nosotros, hazlo por las pequeñas arañitas” Dijo casi lloriqueando el jefe “ Ah ... Si es para las arañitas” ... Para hacerla breve, hicieron escuadras de arañas que, de cuatro en cuatro formaron una cadena para ir a aprovisionarse del hueco de Giocondo, y de las mariposas, al poco tiempo no quedó una sola. Después de algunos días las telarañas fueron reconstruidas, las arañas pudieron recomenzar a cazar y a comer, y Giocondo ... Bueno, Giocondo para ellos había vuelto a ser “aquel bufón” que las deshonraba. “ ¡Y bueno! Por fortuna las mariposas tienen vidas breves” Pensaba la araña Giocondo mientras construía nuevamente su ridícula tela, procurando quedar lo más enredado posible con el hilo para verse lo más torpe posible. 5


“De esta forma habrá siempre nuevas mariposas que vendrán a ver el espectáculo y las golondrinas que las cazarán y dejarán su propina” - Y así pensando en la brevedad de la vida de las mariposas y de la gratitud, se quedó colgando de la rama, esperando otras mariposas y otras golondrinas. Traducción MC Erik Luna Sánchez

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