SEMINARIO - El Concurso de Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín

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SEMINARIO Francisco Weil Martínez 2020



Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad de Chile

El Concurso de Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín

Posibilidad de reflexión sobre la nueva arquitectura eclesiástica desde los postulados del Concilio Vaticano II

Francisco Weil Martínez Estudiante Patricio Duarte Gutierrez Profesor Guía

2020



Índice



CAPÍTULO 00. Introducción Definición de Área Específica de Investigación 10 Tema de Investigación 11 Problema de Investigación 12 Pregunta de Investigación 13 Hipótesis de Investigación 13 Objetivos 14 Resultados Esperados 14 Marco Metodológico 15 CAPÍTULO 01. Marco Teórico Histórico Eclesiástico Domus ecclesiae La arquitectura paleocristiana y bizantina La arquitectura románica La arquitectura gótica La arquitectura renacentista La arquitectura manierista La arquitectura barroca La arquitectura del siglo XIX La arquitectura de principios del siglo XX El espacio eclesiástico en Occidente

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CAPÍTULO 02. Concilio Vaticano II Los textos conciliares y postconciliares Aparente paradoja Espíritu del Concilio

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CAPÍTULO 03. Contexto Arquitectónico Religioso Local Panorama de la arquitectura religiosa chilena preconciliar La irrupción del Concilio Vaticano II Visión de la arquitectura en Chile

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CAPÍTULO 04. Concurso de la Iglesia del Campus San Joaquín El concurso Cuádruple empate Mauricio Baros y Glenda Kapstein Andrew Harris y Alejandro Luer Jorge Nordenflycht y Franco Vercellino Teodoro Fernández y Paulina Courard Comentario crítico de las propuestas

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CAPÍTULO 05. Entrevista Objetivos de la entrevista Entrevista a Mauricio Baros Entrevista a Andrew Harris Entrevista a Jorge Nordenflycht Entrevista a Teodoro Fernández Entrevista a Luis E. Bresciani Análisis crítico de las entrevistas

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CAPÍTULO 06. Conclusiones Conclusión 137 Comentarios finales 142 CAPÍTULO 07. Bibliografía Bibliografía 147 CAPÍTULO 08. Anexos Textos destacados Imágenes recopiladas Fuente de Imágenes

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CAPÍTULO 00. Introducción


Definición de Área Específica de Investigación

Esta investigación se remite al área de Historia, Teoría y Crítica de la Arquitectura intentando un análisis contemporáneo de un edificio eclesiástico emblemático de la segunda mitad del siglo XX en la escena arquitectónica local en el contexto post Concilio Vaticano II.

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Tema de Investigación

El concurso de anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Posibilidad de reflexión sobre la nueva arquitectura eclesiástica desde los postulados del Concilio Vaticano II. Se propone como tema de investigación el reconocimiento de la posible influencia de los postulados del Concilio Vaticano II dentro de la arquitectura nacional, por medio del análisis crítico de un caso emblemático de arquitectura eclesiástica chilena. Así, el concurso privado de anteproyecto para la iglesia del Campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile constituye un caso relevante de estudio debido a que dicha circunstancia constituiría un ámbito de libertad creativa y reflexión singular que podría haber propiciado un reconocimiento proyectual de los postulados conciliares pudiendo entregar valiosos antecedentes para el tema de esta investigación. Asimismo, el fallo del jurado estableciendo un cuádruple empate entre cuatro de las propuestas presentadas, obteniendo en igualdad el galardón de Mención Honrosa, y considerando que dichas propuestas fueron desarrolladas en un periodo de reflexión dentro de lo que se podría considerar como la renovación de la Iglesia Católica Chilena, resulta igualmente interesante de revisar en tanto posible consideración “teórica” de los principios del Concilio Vaticano II. La pertinencia del tema se sustenta a partir de las ideas que diversos autores han establecido internacionalmente en estudios y análisis críticos que han revisado el desarrollo histórico de la arquitectura religiosa de la segunda mitad del siglo XX. Estos han evaluado y reconocido la importancia del Concilio Vaticano II en distintas obras arquitectónicas en contextos Internacionales diversos y desde la discusión teórica, contrariamente a lo acaecido en la escena local, donde dicha reflexión se ha realizado escasamente. Se señala por lo tanto la pertinencia de una revisión crítica en al ámbito nacional.

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Problema de Investigación

La problemática de investigación surge desde la reflexión de lo que podría considerarse como la Renovación de la Iglesia Católica en base a las ideas y principios del Concilio Vaticano II. Este pretendía una puesta al día en cuanto a elementos de forma y fondo de sus funciones institucionales y espirituales en su incorporación y mejor dialogo con el “mundo moderno”. La situación histórica del momento, post Concilio Vaticano II, propició un ambiente que tuvo o tendría que haber influido en la manera de concebir la arquitectura, redefiniendo o poniendo en valor principios proyectuales tradicionales en el ámbito de la arquitectura religiosa, que al menos en la producción internacional se vieron expresados, los cuales debieran de ser estudiados y analizados en el contexto local con el fin de poner en valor y retroalimentar aspectos de la arquitectura eclesiástica nacional. Por otro lado, pareciera que en ciertos textos de autores nacionales se expresa lo contrario, Montserrat Palmer en la presentación del libro “Iglesias de la Modernidad de Chile” señala que estas “nuevas iglesias no son para nada la expresión de una seca adhesión a normas renovadas”, aludiendo a que más bien ellas obedecerían a una voluntad que sigue los principios e ideas de la Arquitectura Moderna. Así mismo, respecto al concurso de la Iglesia del Campus San Joaquín, cabe preguntarse en qué medida los arquitectos consideraron y reconocieron ciertos principios del Concilio Vaticano II. En la Revista ediciones ARQ 33 Palmer se refiere a la decisión unánime del jurado de otorgar cuatro menciones honrosas interpretando este cuádruple empate como un “resultado del desencuentro de las expresiones del arte contemporáneo y la cultura religiosa”, donde cuando ella señala “cultura religiosa” lo podríamos interpretar como las ideas planteadas por el Concilio Vaticano II.

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Pregunta de Investigación

Hipótesis de Investigación

¿De qué manera el Concilio Vaticano II habría significado un cambio en la arquitectura eclesiástica de la segunda mitad del siglo XX en Chile? ¿En qué medida se promovió una nueva forma de concebir la Arquitectura eclesiástica en el contexto chileno post Concilio Vaticano II?

Dado los alcances y repercusiones que el Concilio Vaticano II alcanzó y promovió es dable pensar que al igual que lo acaecido en el contexto internacional que impulsó la renovación del proyecto arquitectónico eclesiástico ello también se habría verificado de igual modo en el medio local siendo recogido en algunos casos de la producción arquitectónica religiosa. Ello podría ser verificado revisando los cuatro anteproyectos premiados del concurso para la Iglesia del Campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile. Se postula que el concurso para la iglesia del Campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile podría haber sido una oportunidad de reflexión crítica bajo la cual subyacería el espíritu de renovación eclesiástica del Concilio Vaticano II.

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Objetivos

Generales Reflexionar críticamente sobre la arquitectura eclesiástica chilena de la segunda mitad del siglo XX y su relación con los postulados del Concilio Vaticano II. Específicos Revisar las circunstancias históricas vinculadas a la influencia del Concilio Vaticano II en Chile y la arquitectura. Determinar los aspectos que habrían establecido una relación directa entre el Concilio Vaticano II y la creación arquitectónica a través del análisis crítico de un caso representativo. Describir un momento característico en el desarrollo histórico de la arquitectura eclesiástica chilena de la segunda mitad del siglo XX.

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Resultados Esperados

Desde el interés crítico que suscitó el Concilio Vaticano II y sus repercusiones en el proyecto arquitectónico, lo cual ya ha sido verificado de alguna manera en el contexto internacional (principalmente europeo), los resultados esperados de esta investigación son, en primer lugar, generar un mayor reconocimiento del contexto nacional aplicando dicho enfoque de revisión crítica hasta ahora poco considerado. Por otra parte, se pretende generar un conocimiento más acabado respecto del caso de estudio propuesto, revisando las relaciones entre el Concilio Vaticano II y la concepción arquitectónica las obras que específicamente se revisen (4 menciones honrosas).


Marco Metodológico

La investigación se elaboró metodológicamente sobre la base de establecer los aspectos que relacionan el Concilio Vaticano II y las cuatro propuestas ganadoras del concurso de anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Para esto se propusieron tres instancias metodológicas: El primer acercamiento se realiza por medio de un marco teórico histórico que recoge por medio del uso principal de fuentes bibliográficas, los antecedentes de la arquitectura eclesiástica occidental desde las primeras construcciones cristianas, hasta el periodo que remite esta investigación (inicios de la segunda mitad del siglo XX). Continuando con esta metodología, se presenta seguidamente antecedentes del Concilio Vaticano II. Para luego, por medio del uso de fuentes bibliográficas nacionales, hacer un análisis de la realidad de la arquitectura religiosa local. La segunda instancia corresponde a la presentación y análisis de las cuatro propuestas ganadoras del anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Realizando un levantamiento de información de carácter exploratorio y descriptivo, en base a la revisión de las obras por medio de planimetrías, fotografías e investigación bibliográfica. Finalmente, se pretende por medio de la metodología de la entrevista, realizar un acercamiento más personal y específico de las propuestas arquitectónicas; entrevistado a quienes fueron los protagonistas (concursantes y director del concurso), con el objetivo de entender de una forma testimonial lo que habría significado el Concilio Vaticano II para el concurso de anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín.

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CAPÍTULO 01. Marco Teórico Histórico Eclesiástico


Evidentemente, estudiar con seriedad la historia de la arquitectura cristiana occidental desde su origen hasta la modernidad no es posible en unas cuantas páginas, solo esto daría espacios para una extensa investigación que supera los alcances y límites de este estudio. Es por ello que se optará por sintetizar algunas puntualizaciones dentro de este vasto marco teórico histórico que sirvan para reconocer determinadas concepciones del espacio eclesiástico occidental. Pretendiendo alejarnos del análisis histórico “tradicional”, donde se presentan por época las variadas tipologías ahondando superficialmente en sus características constructivas, estilísticas o históricas; esta investigación por el contrario, busca entender de forma lineal y continua, las principales transformaciones espaciales que fueron determinando el espacio eclesiástico occidental. Para esto se plantea que más que entender la arquitectura como reflejo del hombre, se pretenderá entender a la arquitectura como sus anhelos, necesidades y sobre todo donde se reflejarán sus pensamientos. Aun así, el presente capítulo se subdividirá en periodos arquitectónicos por el simple hecho de que de esta forma se genera un entendimiento más universal y comparable del contenido. Comenzando desde lo que se considera como “la más antigua Iglesia Cristiana”, hasta inicios del siglo XX; describiendo cada uno de los periodos, relacionándolo con obras construidas y deteniéndonos en hecho importantes ligados al punto central de la investigación: el Concilio Vaticano II. Antes de comenzar, es conveniente definir bien ciertos términos del problema, a fin de evitar cualquier malentendido. Por iglesia católica o catolicismo se entenderá lo que se presenta como “sistema católico”; esto es, una construcción ideológica totalizadora elaborada desde el Concilio de Trento, previo a esto, a pesar de ser conscientes de la diversidad de ramas existentes, se hablará simplemente de cristianismo.

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Domus ecclesiae

Durante los dos primeros siglos no se tiene constancia de que las comunidades cristianas edificasen lugares para sus reuniones. Walter Zahner explica que, debido a que persistía la esperanza de que Cristo volviera, las primeras generaciones no necesitaron un lugar definitivo.1 Los primitivos escritos describen cómo los primeros cristianos se reunían para partir el pan y repartir el vino, simplemente en sinagogas y casas particulares, como lo hizo Jesús en la Última Cena. La reunión, bajo los signos del pan y del vino, lo representaban a Él, unidos por la fe y la esperanza, esto era lo más cercano al concepto de Iglesia: “no una construcción de simples piedras, sino una construcción de piedras vivas”.2 Entendiendo “la Palabra hecha carne”3, como la presencia de Dios que se ha unido a una persona, no existe por lo tanto un lugar especial de la presencia de Dios, sino más bien la comunidad unida en nombre de Jesucristo. Debido a esto es que los primeros apologetas cristianos, en contraste con las prácticas de cultos paganos, hablaban de que “los cristianos no tienen ni altar, ni templo, ni ofrenda”.4 Fue tan sólo cuando los creyentes tuvieron claro que el Señor no volvería, y viendo que el número de cristianos crecía continuamente, se decidieron a organizar iglesias en sus casas, y más tarde, incluso a construirlas.5 Así es como el concepto de Domus ecclesiae, expresión del latín para referirse a Casa de Dios, surgió. Estas, fueron casas pertenecientes a cristianos que donaron a las primeras comunidades, así durante el transcurso de las décadas, fueron adaptando su interior para el culto. La iglesia más antigua de este tipo de la cual se tiene registro está ubicada en Dura Europos, en el Eufrates. La casa, construida durante el siglo I, se remodeló durante la primera mitad del siglo III como Domus ecclesiae. En esta primera remodelación, alrededor de los años 232 y 233, se unieron dos habitaciones de la casa para conformar una gran sala de 13 × 5 metros, que tenía una capacidad para unas 100 personas.6 En el año 241 se adaptó otro cuarto reconvirtiéndolo en baptisterio, donde se encontraba una pila bautismal y un baldaquino. La casa cristiana de Dura Europos, se organizaba en torno a un patio principal y, como es característico, estaba dividida en dos salas para separar a los fieles de los catecúmenos, y se accedía a ella por medio de una gran entrada 1 2 3 4 5

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Walter Zahner, “La construcción de iglesias en Alemania durante los siglos XX y XXI”. Arquitectura de lo sagrado. Memoria y proyecto (2009): 39. Zahner, “Iglesias en Alemania”, 39. O también se habla de “el Verbo hecho carne” según Juan 1, 1-18. Albert Gerhards, “Vom Aufgang der Sonne. Orte für den Gottesdienst. Orte im Gottesdienst” (2006): 65, citado por Zahner, “Iglesias en Alemania”, 39. Secretariado de la Conferencia Episcopal Alemana. Leitlinien für den bau und die ausgestaltung von gottesdienstlichen räumen. (Bonn: Sekretariat der Deutschen Bischofskonferenz, 1994), citado en Zahner, “La construcción de iglesias en Alemania durante los siglos XX y XXI”, 40. “Casa de la iglesia de Dura Europos”, Wikipedia, acceso el 6 de abril de 2020, https:// es.wikipedia.org/w/index.php?title= Casa_de_la_iglesia_de_Dura_Europos&oldid=124538629.

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con escalones. El salón de grandes dimensiones ubicado al sur del edifico, el cual poseía un estrado en el costado este de la sala, se cree servía para celebrar los ágapes y el acto eucarístico.7 En la casa de Dura Europos se refleja fielmente lo que sucedió en las demás Domus ecclesiae de la época, en el sentido que el espacio se configuraba y respondía a necesidades funcionales del culto cristiano, más que a principios o ideas de diseño complejas. Como es lógico, se dio que a medida que fueron creciendo las comunidades cristianas, estos también fueron modificando su espacialidad para así adaptar mejor su uso.

Imágen 01. Roma. San Juan de Letrán. Planta.

Imágen 02. Constantinopla. Santa Sofía. Planta

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“Domus ecclesiae”, Arquitectura y Cristianismo, acceso el 6 de abril de 2020, https:// arquitecturaycristianismo.com /2014/09/16/domus-ecclesiae/.


La arquitectura paleocristiana y bizantina

Es significativo cómo los temas básicos de la arquitectura eclesiástica occidental comienzan a surgir, luego de la promulgación del Edictum Mediolanense, firmado por Constantino I y Licino. El edicto, también conocido como la tolerancia del cristianismo, daba fin a la persecución contra ciertos grupos religiosos, particularmente los cristianos. Quienes en esos momentos representaban al menos de seis a siete millones de habitantes, de los cincuenta que componían el imperio.8 Posterior al edicto, se comenzó a producir un fenómeno sumamente interesante dentro de la sociedad que fue gestado por la religión; el hombre se dio cuenta de que la seguridad existencial, ya no la podía alcanzar por medio de la naturaleza, el autoconocimiento o la acción motivada, estas estaban supeditadas a una nueva dimensión espiritual. Sólo mediante el desarrollo de su propio ser interior puede hallar el hombre un verdadero significado existencial; y esta evolución significaba seguir a Cristo. El espacio existencial cristiano no deriva ya del entorno concreto del hombre, sino que comienza a simbolizar una promesa y un proceso de redención que se va a ver manifestado por medio de dos elementos fundamentales: el centro y el recorrido.9 Ya desde la primera iglesia construida posterior al decreto del año 313, se comienza a plasmar en la arquitectura eclesiástica lo que se entenderá como los elementos y símbolos del cristianismo. Así, podemos describir a San Juan de Letrán (imagen 01) como una basílica con columnas de este a oeste, con naves laterales dobles y que termina en un alto ábside que contiene los asientos del obispo y el clero. La planta se puede comparar con el peristilo o la calle con columnata que conducía al trono imperial romano; aquí, como el emperador anteriormente, Cristo se manifiesta al final de una sucesión de espacios simbólicos. Este camino es largo, concretado arquitectónicamente en un eje longitudinal, que marca un recorrido de redención hacia un centro; el Altar, símbolo de comunidad con Cristo. Este notorio recorrido es lo que San Juan de Letrán y la mayoría de las iglesias paleocristianas intentaron destacar. Recorrido que está profundamente marcado por la idea de principio y fin, ya que entre estos dos estados está el tiempo dado para que el hombre escoja o rechace a Dios.10 Ahora bien, cuando Constantino, en el año 330, trasladó la capital del imperio romano a Constantinopla, era su intención marcar el comienzo de una nueva era. Con la fundación de una nueva ciudad, el antiguo orden quedaba absorbido por uno nuevo. Como símbolo de la síntesis del antiguo Imperio y el nuevo pacto, este estableció en el punto que une Asia y Europa, donde no solo se encuentra Oriente y Occidente, sino también el mar Negro y el mar Mediterráneo. No fue solo significativa la posición geográfica, sino que Constantino8 9 10

Juan de Isasa, Historia de la Iglesia I. (Madrid: Acento, 1998), 16. Christian Norberg-Schulz, Arquitectura occidental. (Barcelona: Gustavo Gili, 1983), 142-144. Entendiendo que cuando hablamos de arquitectura paleocristiana, nos referimos a una tipología desarrollada principalmente en occidente (diferente a la arquitectura de oriente), podemos hablar por tanto de un hombre occidental que está siempre en camino, por tanto, su arquitectura expresa la forma espacial de recorrido. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 76.

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pla se yergue en lo que parece el equilibrio entre el cielo y la tierra.11 Los edificios levantados bajo Constantino, antes y después de la consagración del año 330, se basaban aún en modelos romanos, pero con el paso del tiempo debe de haberse hecho evidente que el lugar requería otro tipo arquitectura.12 Santa Sofía (imagen 02) es reconocida, hoy y en su tiempo, como una obra maestra en la historia de la arquitectura. La construcción actual, y a la cual hacemos referencia, en el año 532 bajo órdenes de Justiniano fue edificada. La planta, casi cuadrada, muestra el desarrollo lógico del sistema de baldaquino. El centro, con su baldaquino y las semicúpulas, están inscritos en un rectángulo más amplio. Obteniéndose así una estructura de doble envolvente, en la cual los vanos principales parecen rodeados por una franja luminosa. Las naves laterales y las galerías eran ocupadas por los fieles, mientras que la nave central y el presbiterio estaban reservados para el clero y el emperador. De la misma manera que en las basílicas paleocristianas, en Santa Sofía, sus pilastras, hacen pensar en la idea de paredes desmaterializadas. Sin embargo, aquí, las pilastras y muros no son caracterizadas de formas diferentes, sino que es un continuo de mármol y mosaicos.13 Los símbolos de centro y recorrido, incluso en esta Iglesia de planta central, se ven presentes. El altar parece estar colocado al final de un recorrido longitudinal; siendo más bien el centro arquitectónico, el eje vertical definido por la cúpula celestial. De esta manera, ese eje vertical es donde está la importancia primordial, en tanto, el recorrido no está tan subrayado, pero se logra expresar igualmente. Por consiguiente el centro, el círculo y la cúpula se convierten en formas espaciales primarias para desarrollar esta arquitectura. Sin embargo, cabe desatacar que desde un comienzo la arquitectura cristiana tuvo un carácter “internacional”: la casa de Dios no pertenecía a ningún lugar específico. Por lo tanto, los temas espaciales que concretaron esta imagen cristiana se hallan presentes en todas partes. La única diferencia fue la distinta interpretación de la imagen que se le dio en Oriente y Occidente, la cual llevo finalmente al cisma de 105414.

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Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 60-62. Esta arquitectura corresponde a la bizantina, la cual se referencia a la desarrollado principalmente en Oriente. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 71. El cisma de 1054, conocido también como el gran cisma, finalizó un largo proceso de separación entre las Iglesias cristianas de Oriente y Occidente. La división lingüística y cultural existente, se vio acentuada por una larga serie de controversias doctrinales. Estos hechos ocasionaron una fuerte discusión entre ambas Iglesias, conflicto que finalizó con la excomunión de la Iglesia Oriental, la cual respondió de la misma forma.


La arquitectura románica

Los textos cristianos describen a la arquitectura románica como la manifestación de la “cristiandad en camino” hacia la gran síntesis gótica.15 Si tan solo es un camino, o el cambio del paleocristiano al gótico, ¿qué interés tendría su investigación? Su relevancia está en esto mismo, la idea de “cristiandad en camino” tiene fuertes implicancia en la arquitectura, pero sobre todo relacionado al “pensamiento” cristiano. En la arquitectura paleocristiana, como ya se explicó, se pasó del entendimiento abstracto de los fenómenos naturales y sociales a, más bien, una dimensión espiritual. Pero es preciso que esta dimensión sea visualizada o concretada, del mismo modo que la dimensión empírica. El arte, como menciona Juan Escoto, por medio de la materialia intenta representar lo immaterialia.16 De la misma forma, la arquitectura románica proporciona a lo immaterialia un hogar seguro sobre la tierra; cumple la promesa de las iglesias paleocristianas y prepara para la visión celestial de la catedral gótica. Si la arquitectura paleocristiana representaba al hombre replegado sobre sí mismo en busca de Dios, y la arquitectura gótica, Dios ha descendido para morar su casa, la arquitectura románica era la creación del hombre que quería traer a Dios a la tierra. De esta manera, el edificio románico combina el espacio espiritualizado con su contradicción aparente: la maciza solidez. La articulación románica nunca tiende a la creación de un muro de esqueleto válido por sí mismo; el esqueleto siempre es secundario respecto con la masa primaria, que pretende proteger. Protección interior por medio de la experiencia de la existencia de Dios y exteriormente por la clausura simbólica y la solidez.17 Desde el sur de Italia hasta Escandinavia, desde España hasta Polonia, encontramos testimonios de una época que, pese a los disturbios y las divisiones políticas poseía, sin duda, una sólida unidad cultural: la fe. Una Europa unificada espiritual y físicamente por medio de los caminos que el peregrinaje18 fundó, que, como si de juego de palabras se tratase, bien representaba a esta “cristiandad en camino”. Sin embargo, a pesar de una unidad por la fe, las mismas divisiones políticas, generaron diversas variantes regionales. Debido a un desarrollo lento y gradual, en periodos ya maduro del orden románico, las variantes son notorias, sin embargo, se puede sintetizar en tres elementos fundamentales su arquitectura: “introducción de los elementos verticales, articulación rítmica espacial y una nueva relación entre exterior e interior”.19 En general, las iglesias románicas maduras manifiestan una creciente as15

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Por medio de “cristiandad en camino”, Norberg-Schulz apela a una aspiración de construir la ciudad de Dios sobre la tierra, que es lo que lo que más tarde en la arquitectura gótica se verá expresada. Arquitectura occidental, 93. Hans Sedlmayr, Die Wende der Kunst im 12. Jahrhundert. (Vorträge und Forschungen: 1968, 431) Norberg-Schulz, Arquitectura occidental. Además de una unidad cultural por la fe, el peregrinaje fue significativo para el hombre, ya que en este recorrido a una meta, está la búsqueda de Dios y con ello el significado inmediato de la existencia humana. Santiago de Compostela representa la meta de peregrinaje cristiana más representativa. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 77. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 178.

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piración a una verdadera integración formal, especialmente respecto a la centralidad y longitudinalidad. Dios se vuelve más cercano y, en consecuencia, se debilita la división simbólica entre la nave y el presbiterio. A su vez, con la introducción de las torres y la diferenciación de la planta, la uniforme basílica paleocristiana se transformó en un organismo articulado. El proceso se manifiesta progresivamente en la subdivisión y articulación plásticas de los muros interiores y exteriores. El desarrollo fue lento y gradual, los muros seguían siendo continuos y macizos, hasta que en la segunda iglesia de Cluny se dio el paso de subdividir los muros superiores de la nave, mediante pilastras, las cuales descansaban sobre ménsulas y sostenían arcos transversales. El siguiente paso consistía, naturalmente, en hacer descender las pilastras hasta el suelo. Esta solución la adopto Speyer (imagen 03), catedral del imperio germánico, iniciada en el año 1029 y consagrada el año 1061. La planta se basa en el esquema de dos polos desarrollado durante la época carolingia. El majestuoso cuerpo occidental está coronado por una gran torre octogonal flanqueada por dos altas torres cuadrangulares que contienen las escaleras. La parte oriental presenta una distribución análoga, acrecentada por la introducción de un espacio crucero y de un amplio ábside. El eje longitudinal está acentuado por la colocación de las torres laterales detrás de los ejes transversales del cuerpo occidental y del crucero. Las masas verticales, reagrupadas al este y al oeste, forman un vigoroso contraste con la nave central, muy larga, expresándose claramente el motivo de aspiración al cielo, representadas por las torres.20 La articulación exterior, a diferencia de lo que hablábamos en la arquitectura paleocristiana y bizantina, es sumamente significativa. Desde la entrada hasta el ábside, la estructura se torna gradualmente más ligera y abierta. El cuerpo occidental aparecía como la parte más maciza del edificio, que se une al resto, mediante el uso de líneas horizontales continuas. El crucero está tratado como una especie de esqueleto con robustos pilares y ventanas ricamente decoradas. Finalmente, el ábside está articulado mediante esbeltos fustes cilíndricos y ventanas altas. Con la introducción de la bóveda de arista se desarrolló un sistema de doble crujía en el que los pilares están reforzados alternadamente para sostener el peso de la bóveda. La solución recuerda la articulación mural de la sala de Constantino de Tréveris. Las crujías dobles confieren a la nave central un ritmo, que prepara para la bóveda elevada y luminosa del crucero. El resultado ofrece cierta semejanza al sistema de baldaquino de la arquitectura bizantina y señaló el paso decisivo hacia una real desmaterialización del muro.21

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Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 83-85. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 85.


Imágen 03. Speyer. Catedral. Vista del interior.

Imágen 04. Reims. Catedral. Vista del interior hacia la bóveda.

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La arquitectura gótica

La arquitectura eclesiástica representó la profundización de la comprensión de la revelación divina y de su relación con la vida terrenal. Por medio de la catedral, los significados existenciales del cristianismo se transmitieron al medio humano. La idea de “cristiandad en camino”22, que el románico transmitía, fue remplazado por la meta alcanzada, finalmente la Civitas Dei23 construida. La desmaterialización óptica o simbólica de los estilos pasados, es remplazada para una efectiva desmaterialización del muro. El edificio se convierte en un esqueleto diáfano cuya masa está reducida a una red de líneas abstractas. Se dice que la catedral gótica se construyó “a pesar de la piedra”24, lo que pone en valor y confirma que en realidad representaba una imagen existencial, más que la solución de problemas esencialmente prácticos. El carácter y la interpretación cristiana de los símbolos dentro de la iglesia gótica es fundamentalmente nuevo, existe un nuevo orden y la distinción con el estilo románico no es una mera cuestión convencional.25 Por tanto, se debe entender el desarrollo de los órdenes no como un capricho arbitrario, sino que cada edificio toma como modelo su predecesor y cada obra representa la interpretación de temas y significados en consagración de la gloria de Dios.26 El nuevo carácter, el carácter de la iglesia gótica, no implica una fractura de la continuidad histórica, los temas fundamentales de longitudinalidad y centralización siguen presentes. La catedral gótica representa un verdadero centro, el volumen se acentúa por sobre la urbe y en cierta medida el concepto de Civitas Dei se extiende a todo el medio urbano. A su vez, las naves centrales se pueden interpretar como la prolongación de los recorridos de los asentamientos urbanos, por medio de un pórtico profundo y acogedor.27 22

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El hombre del románico por medio del peregrinaje buscaba el significado de su propia existencia, sin embargo, para el hombre del gótico el peregrinaje ya no era necesario; para él, Dios está presente en la iglesia “aquí y ahora”. Corresponde a una expresión del latín para referirse a la Ciudad de Dios, es un concepto anterior al gótico, pero no es sino hasta su comienzo, que el edificio tuvo esta característica de espiritualidad, como si realmente de la casa de Dios se tratase. Este concepto no solo involucró al edificio, sino que se extendió a todo el medio urbano, considerando así, a la ciudad como un medio significativo. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 95. Por medio de este concepto, Norberg-Schulz, pone en valor la complejidad técnica constructiva de las catedrales góticas, las cuales no responden a una evolución práctica, sino más bien a un sentido de profundo simbolismo cristiano, como lo llego a ser la luz. Arquitectura occidental, 94. No tan solo desde el punto de vista arquitectónico, sino que desde el urbanismo e incluso desde las otras áreas del arte. Para alcanzar el objetivo de mostrar y explicar el significado de la organización cósmica medieval, la arquitectura, la escultura y la pintura contribuyeron a producir la Gesamtkunstwerk u obra de arte total. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 98. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 113. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 112.


La catedral de Reims (imagen 04) vislumbra la integración espacial y formal y la relativa pérdida de la independencia de las diversas partes que la iglesia románica transmitía. Las torres quedan absorbidas por una verticalidad general que caracteriza a todo el edificio, presentándose como un volumen alto y unitario. El exterior pierde todo vestigio de recinto macizo y aislamiento del interior. “La arquitectura gótica clásica separa el volumen interior del espacio exterior, pero quiere que aquél se proyecte, por así decir, a través de la estructura envolvente”.28 El significado de la iglesia ha dejado de ser cerrado en sí mismo y se ha convertido en parte importante del entorno. Reims en su interior posee una majestuosa simplicidad, nada similar a la simplicidad de la arquitectura primitiva, aquí es el resultado de una compleja articulación que da a cada parte la posición, forma y dimensiones exactas. La secuencia regular interior se logra gracias a la bóveda continua y a la ausencia de torres en el crucero. La nave central es bañada por iluminación proveniente del clerestorio, qué, por primera vez, es concebida como una superficie vidriada. El triforio es bipartito, y en lugar de columnillas plásticas, aparece un esbelto fuste que se eleva hacia el clerestorio. Acentuándose así particularmente el presbiterio, focalizando la continuidad verticalidad y la idea de desmaterialización.29 Por esto último es que la catedral de Reims se distingue significativamente de otras similares. Un primer análisis de su interior lleva a ciertas contradicciones respecto al espacio desmaterializado gótico. Sin embargo, es más justo decir que tiene un significado más profundo.30 Los nichos de las ventanas de las naves laterales pretenden iluminar los miembros plásticos de la zona inferior, de cierta manera iluminando lo terrenal. Mientras que el presbiterio y la bóveda son desmaterializadas, elevando así el alma. Cuerpo y alma se convierten en una totalidad armoniosa, configurando finalmente el espacio espiritualizado. En la catedral de Reims, “Dios ya no es entendido como Rex tremendae majestatis sino como Deus propinquior”.31

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Erwin Panofsky, Arquitectura gótica y pensamiento escolástico. (Madrid: La Piqueta, 1967) Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 105. Las expresiones del gótico fueron asumidas en todo occidente, pero cada país asumió distintos caracteres según sus propias circunstancias locales. Otra tipología interesante de revisar corresponde a las iglesias de Salón o Hallenkirchen, del gótico tardío. Los conceptos provienen de Hans Sedlmayr, Die Wende der Kunst im 12. Jahrhundert. (Vorträge und Forschungen: 1968, 431) y hace referencia al cambio en la espacialidad de la iglesia. Se puede interpretar que previo al gótico, el espacio estaba configurada de manera que la presencia de Dios era lejana e inalcanzable, ahora Dios está más cerca que nunca y su luz baña el interior completo de la iglesia. Citado por Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 105.

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La arquitectura renacentista

Hasta ahora hemos visto como el espacio religioso se ha ido adaptando a las necesidades del orden cristiano. En el gótico el espacio espiritualizado se logró a través de la desmaterialización de los muros, ahora, sin embargo, es el espacio religioso el cual debe adaptarse a un nuevo concepto de orden, uno basado en la belleza de lo clásico. El hombre del Renacimiento creía en un cosmos ordenado, exactamente lo mismo que sus predecesores medievales, pero su interpretación del concepto de orden era diferente. No creía lograr la seguridad existencial ocupando su puesto en el Reino de Dios, sino que imaginaba el cosmos en términos numéricos y consideraba a la arquitectura como una ciencia matemática cuyo objetivo era hacer visible el orden cósmico.32 En la época gótica Dios se acercó al hombre, se humanizó. Sólo un corto paso era necesario para transformar la imagen del Dios-hombre en la imagen del hombre-Dios.33 No hay que olvidar que fue en este periodo que surge el humanismo renacentista, lo que marcaría fuertemente una nueva idea de “hombre universal”, lo cual hay que dejar claro que no es tanto una “paganización del cristianismo sino, una cristianización de la antigüedad pagana”.34 El Quattrocento35, al igual que el mundo gótico, es sin duda el producto de una civilización urbana. Mientras en la ciudad medieval se expresaba la Civitas Dei, la imagen geográfica renacentista era la “ciudad ideal”.36 No es de esperar en esta nueva urbe el surgimiento de nuevas tipologías edilicias, sin embargo, la iglesia sigue siendo el tema más importante y frecuente dentro de este periodo, pero su forma se tuvo que adaptar al nuevo concepto de orden. El significado funcional de la arquitectura gótica es remplazado por la perfección de la forma. La centralización esta por tanto implícita en el concepto de orden geométrico. Por tanto, cada parte del edificio debe aparecer de forma nítida, fácil de reconocer y relativamente independiente. Volviendo el espacio renacentista en un espacio homogéneo y estático: “nada puede agregarse, sustraerse o modificarse sin prejuicio”.37 El proyecto de San Pedro (imagen 05), iniciado en el año 1505 por el arquitecto Donato Bramante y desarrollado hasta su muerte en el año 1514, es

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Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 115. Hans Sedlmayr, El arte descentrado: las artes plásticas de los siglos XIX y XX como síntoma y símbolo de la época. (Barcelona: Labor, 1959)

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Esto debido a que no hay que olvidar que la religión seguía teniendo la misma importancia dentro de la sociedad. Sedlmayr, El arte descentrado, 226, citado por Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 130.

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Corresponde a un término italiano para definir el panorama artístico del siglo XV en Europa, pero particularmente en Italia.

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Revisar la ciudad ideal de Palmanova, diseñada por Vincenzo Scamozzi. Se puede destacar en esta la búsqueda de la perfección geométrica, totalmente opuesto a lo que la ciudad del medioevo era. También revisar el cuadro atribuido a Francesco di Giorgio, conocido como “La ciudad ideal” o “Panel de Urbino”, en esta se incorpora la perspectiva y muestra la concepción del orden geométrico como valor absoluto.

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A esto se le denominó “principio aditivo”, cada elemento espacial conserva un alto grado de independencia dentro del conjunto. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 129.


considerado el proyecto cúlmine de la arquitectura renacentista. 38 Debido a las dimensiones del angosto terreno, se hacía imposible adaptar la planta central, sin embargo, Bramante lo logró por medio de la ilusión de perspectiva,39 demostrando así la importancia de la centralización en la arquitectura del Quattrocento. La planta se desarrolla como una clásica planta de cruz griega, inscrita en un cuadrado y cubierta por estas cinco cúpulas.40 La cúpula central, ubicada en el cruce, concede al espacio su función dominante. Las cúpulas secundarias, se ubican en los ángulos entre los brazos y cada una forma una cruz griega completa, formando un deambulatorio cuadrangular en torno a la cúpula central. En general, la composición puede definirse como una adición jerárquica de unidades espaciales completas. El resultado es un organismo que combina claridad, riqueza y un orden geométrico absoluto.41 La idea de una forma estática centralizada recuerda a la arquitectura bizantina de Santa Sofía, sin embargo, la idea de espacio espiritualizado y desmaterializado no está presente. Como se mencionaba anteriormente, el significado funcional de la arquitectura gótica es remplazado por la perfección de la forma. Así, cómo en la antigüedad las proporciones se relacionaban con el cuerpo humano, en San Pedro se halla en la armonía intrínseca del edificio.

Imágen 05. Planta de San Pedro según el primer proyecto de Bramante. 38

En 1503, Bramante fue nombrado arquitecto por el Papa Julio II. Mientras que los arquitectos de la Edad Media participaban en una obra colectiva, en el renacimiento al arquitecto se le reconocía como un creador individual, siendo Brunelleschi el primer “genio”. Este nuevo papel social del arquitecto está muy ligado a la imagen renacentista del “hombre universal”.

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Arnaldo Bruschi, Bramante architetto. (Bari: Laterza, 1969), citado por Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 126.

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Revisar medalla conmemorativa de la fundación de la basílica de San Pedro, es de las pocas representaciones que existen del proyecto original de Bramante, donde se muestra la torre central y las cuatro que la acompañan.

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Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 126-127.

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La arquitectura manierista

En el siglo XVI el hombre sintió muy problemáticos los aspectos fundamentales de la existencia: las relaciones con el prójimo, con la naturaleza, con la cultura, con Dios y hasta consigo mismo. La libertad de elección introducida por el humanismo renacentista llevó naturalmente a esta situación, ya que partía del supuesto de que los valores eternos ya no eran revelados directamente al hombre, sino que debían ser conquistados mediante la acción creadora.42 Nace el hombre que quiere remplazar la autoridad con la conciencia moral y la responsabilidad personal. Su mundo, es un mundo problemático y dividido. Nunca se había sentido con tanta intensidad la búsqueda de valores significativos. Durante la primera mitad del siglo XVI, contraste, tensión y conflicto dominaron la expresión artística.43 El arte se ve fracturado, entre cuerpo y alma; entre razón y fe. Esta fractura cultural se adentró en la iglesia y confirmó la desintegración del mundo unificado y absoluto del cristianismo.44 Así, convocado en respuesta a la Reforma protestante en 1545, el Concilio de Trento se puede considerar como el primer concilio ecuménico en motivar las instancias de repensar la iglesia y sus repercusiones en el arte y la arquitectura; expresando un gran paralelismo con el Concilio Vaticano II. Se habla de que el Concilio buscaba “adaptar la fe católica a las necesidades del momento”,45 pero más que las necesidades del momento, podemos hablar de las necesidades del catolicismo: “restaurar el dominio que la Iglesia había ejercido durante la Edad Media”.46 Esto significó una oposición a todas las conquistas que el humanismo renacentista había logrado, este hombre que había alcanzado el juicio de su propia razón se vio socavado. Dentro de la religión, el protestantismo y el catolicismo tenían dos maneras muy distintas de comprender el significado del mundo. Para el protestante todo gira en torno a la Gracia Divina, sus acciones no pueden ayudarlo y también la cultura resulta inútil y superflua, por tanto, el protestantismo negó fuertemente el valor del arte religioso y redujo el simbolismo al mínimo. Para el protestante el mundo carece de una verdad divina, y el espacio es neutral y

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Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 148. Estas expresiones no solo se reflejaron en la arquitectura, más bien, fue sobre todo en el arte donde se encuentra el espacio para ser expresados. La “forma manierista” es, por lo general, dualista: se basa en contradicciones y concreta los significados inherentes a conflictos no resueltos. Obras como “La Piedad” de Miguel Ángel expresan esto. O también cabe destacar el desarrollo y la exploración en distintos periodos de la escultura del “David”.

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Esta fractura dentro de la Iglesia se ve reflejado en la Reforma protestante, que posteriormente llevo a la “iglesia católica” al planteamiento de la Contrarreforma. El proceso, de la también conocida como Reforma católica, se inició por medio de la convocatoria que los papas hicieron en 1545, esta reunión sería conocida posteriormente como Concilio de Trento.

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Anthony Blunt, La teoría de las artes en Italia, 1450-1600. (Madrid: Ensayos Arte Cátedra, 1985) “El Concilio de Trento y el arte religioso”, Puente de mando, acceso el 29 de abril del 2020, https://www.puente demando.com/el-concilio-de-trento-y-el-arte-religioso/.


exento de cualidades.47 Por otro lado, para el católico, la verdad se revela en el mundo y la historia es el camino del hombre hacia la redención. En esta senda, es la iglesia quien acompaña al hombre. Así, el arte religioso se convirtió en instrumento de persuasión y propaganda que alimento a una religión popular y anti intelectual.48 En la tercera sesión del Concilio de Trento se examinó el arte religioso y esto marco un giro oficial, así durante las últimas décadas del siglo XVI resurgió la búsqueda de la forma no ambigua. Esto marcaría profundamente la arquitectura gótica. Tras el orden y perfección del Quattrocento, la arquitectura del Manierismo aparece como su antítesis, desaparecen la armonía y el orden, y las formas se cargan de tensión y conflictos. La arquitectura manierista se basa en el concepto renacentista de espacio homogéneo, pero en cierto sentido lo contradice. En tanto que el siglo XV subrayó el aspecto de orden estático, el siglo XVI desarrolló la posibilidad de sucesión espacial dinámica diferenciada. Dentro de la extensión general del espacio se determinaron lugares y ambientes cualitativamente diferentes en interacción. El factor constitutivo básico de la arquitectura manierista es, en efecto, la fenomenización del espacio simbólico abstracto. El espacio recuperó así su carácter fenoménico total y fue interpretado en términos de lugares individuales.49 Y, en efecto, el fenómeno principal del siglo XVI es la desintegración del orden cósmico. La Iglesia Católica ya no era el único sistema de valores para el hombre occidental. Desde este momento, la Iglesia fue uno de los muchos sistemas religiosos, políticos y filosóficos. Por tanto, el papel de la Contrarreforma influyo fuertemente en la manera en que la iglesia católica pretendía recuperar el poder que en un momento tuvo durante la edad media. Esta crisis interna fue superada, en gran medida, gracias a la renuncia de la idea renacentista de libertad humana, que veremos sobre todo reflejada en la arquitectura barroca. En forma de preludio, podemos adelantar que: “las formas inquietantes del Manierismo se transformaron en el dinamismo persuasivo del Barroco”.50

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En el texto de Norberg-Schulz, se describe con mayor detalle la diferencia entre “gracia divina” y “verdad divina”, en torno al protestantismo y el catolicismo. Arquitectura occidental, 148. Además, se recomienda revisar interiores de iglesias protestantes, donde se puede observar que desde sus inicios el arte religioso estuvo ausente.

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Se inició una enorme difusión de elementos religiosos, como tabernáculos, crucifijos, capillas y santuarios. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 149. A su vez, resulta interesante mencionar que el peregrinaje volvió a ser parte una práctica muy difundidas dentro de la vida religiosa.

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Norberg-Schulz, Arquitectura occidental. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 149.

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La arquitectura barroca

Como cualquier sistema del siglo XVII, la Iglesia Romana restaurada, se presentaba como una síntesis del dinamismo y la sistematización.51 Con un objetivo central, lograr la propaganda y sobre todo la persuasión, que finalmente llevó y se expresó en un mundo “teatral”. En arte, las imágenes eran el medio de comunicación más directo para cualquier analfabeta. Pero, lo que representa con mayor fuerza esta teatralidad como un fundamento basado en principios generales y no en tan solo detalles, es la arquitectura, y no hay mejor ejemplo de esto que la Plaza de San Pedro, en Roma.52 Posterior a la Contrarreforma, la arquitectura barroca se inició en Roma como expresión de la seguridad y la victoria alcanzada. El hombre del barroco reconquisto el equilibrio existencial que había perdido en las primeras décadas del siglo XVI, lo que se expresa fielmente en el espacio barroco: “el centro dominante, la extensión infinita y la capacidad plástica persuasiva”.53 Como se mencionó anteriormente respecto a la Plaza de San Pedro, la teatralidad que Bernini expresa en esta es: “un escenario destinado a acontecimientos dramáticos expresados a través de la escultura”.54 Por otro lado lo que Borromini hizo en la iglesia de San Ivo de la Sapiencia (imagen 06) fue transformar el espacio mismo en un acontecimiento vivo, que expresara la posición siempre cambiante del hombre en el mundo. Si analizamos la planta de arquitetcura, esta se desarrolla alrededor de un hexágono, insertándose dentro de una estructura centralizada al final de un patio ya existente. Sin embargo, lo más relevante y la novedad fundamental es la idea de crear la continuidad vertical reproduciendo en la cúpula la forma compleja del nivel inferior, dejando atrás el carácter estático de la cúpula tradicional. El espacio exterior es complementario al interior, los seis ángulos estructurales aparecen en la cúpula, como haces de las pilastras.55 Sin embargo, la contribución real de Borromini no consistió en la elaboración de una nueva tipología, sino más bien, en la invención de un método

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Referido fundamentalmente con el concepto de “espíritu de sistema” de d´Alembert, según Norberg-Schulz, específicamente en la religión determinó lo significativo a la persuasión y la propaganda. Arquitectura occidental, 151.

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Encargada a Bernini, la Plaza de San Pedro en Roma, demuestra de forma grandiosa que las imágenes son un medio de comunicación más directo y accesible para cualquiera; la imagen, ante una persona analfabeta, menoscaba la demostración lógica de la ciencia. Sin dudas, el centro del mundo católico representa el más espléndido teatro barroco.

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Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 167.

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Rudolf Wittkower, Sobre la arquitectura en la edad del humanismo: ensayos y escritos. (Buenos Aires: Nueva Visión,1958) Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 162-163.


para tratar el espacio. Este método se funda en los principios de continuidad, interdependencia y variación. Sus espacios tienen, por lo tanto, el carácter de un “campo dinámico”, determinado por la interacción de fuerzas externas e internas, siendo el muro la zona crítica donde estas fuerzas se encuentran. Fuerzas opuestas, pero que deja de ser los motivos conflictivos de la arquitectura manierista. Este espacio se entiende como una unidad que puede articularse, pero que se aleja del conflicto, pues “la síntesis no admite la duda”.56

Imágen 06. Roma. San Ivo en la Sapiencia. Planta emplazamiento por Borromini. 56

Es más, Norberg-Schulz habla de la arquitectura barroca como una arquitectura “inclusiva”, en el sentido que se incluyen variados estilos. Acepta tanto la organización sistémica del espacio renacentista como el dinamismo manierista. Absorbe la cualidad trascendental de la Edad Media y la presencia antropomórfica de la antigüedad. Arquitectura occidental, 167.

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La arquitectura del siglo XIX

Como hemos visto, hasta este momento los temas edilicios más relevantes dentro de la arquitectura occidental habían sido siempre las iglesias y todo lo que gira en torno a este mundo eclesiásticos. La iglesia había marcado hasta ahora el punto central y de referencia dentro de la ciudad, cada urbanización crecía en torno a su Domus Dei. Sin embargo, la nueva situación general creada por la revolución industrial y social generó multiplicidad de nuevos temas edilicios.57 Las Iglesias en el siglo XIX fueron remplazadas por monumentos, museos, viviendas, fábricas y edificios de oficinas. Esto no solo significó un cambio en las tipologías, sino que una nueva forma de vida basada en nuevos significados existenciales. En definitiva, la revolución social e industrial confirmaron la decadencia del antiguo mundo, pero no fue capaz de crear un nuevo orden que pudiera satisfacer la necesidad humana de una base existencial. Norberg-Schulz habla de tres síntomas que caracterizan a esta nueva situación: “la pérdida de identidad de los viejos asentamientos integrados; la aparición de gran número de nuevos temas edilicios y el uso arbitrario de las formas arquitectónicas derivadas de los estilos pasados”.58 Así, los nuevos temas edilicios representan diferentes intentos para hallar valores auténticos y originales. Ya que los estilos históricos en general eran más bien una máscara que se limitaba a cubrir la estructura real del edificio.59 Sumado a esto, como se ve a lo largo de la historia, ciertas formas habían sido reservadas únicamente para determinados temas; tan solo basta recordad lo ya revisado, para darnos cuenta de que la iglesia había sido siempre el edificio por excelencia en el que estos se veían reflejados. Ahora bien, cuando en el siglo XIX las mismas formas fueron aplicadas a nuevos tipos de edificios, se produjo una clara devaluación de las formas.60 La multiplicidad de nuevos temas edilicios implicaba una variedad de caracteres que no podían expresarse por medio de un solo estilo. Así, una de las ideas más propias del siglo XIX fue seleccionar para cada tipo edilicio el estilo más adecuado. Sin embargo, muy a menudo los arquitectos se limitaban a copiar motivos superficiales sin entender el carácter fundamental que expresaban, y la derivación de todas las formas de modelos del pasado llevó a una degeneración de la capacidad para crear una articulación unitaria.61 Consecuencia de todo esto es que, por lo común, se considere al siglo XIX como una época de confusión y declinación.62 Ahora bien, alejándonos un poco de la iglesia en cuanto a su arquitectura y viendo a ella más bien como un sistema, esta durante “La Restauración” experimentó un notorio deterioro. Como consecuencia del restablecimiento del 57 58 59 60

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Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 175. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 170. Henri van de Velve, hacia 1980 describió la situación como un “problema moral”: “Las formas reales de las cosas eran enmascaradas. En ese periodo, la rebelión contra la falsificación de las formas y contra el pasado, era una rebelión moral”. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 178. Karl Friedrich Schinkel en 1826 se preguntaba “¿No deberíamos tratar de hallar nuestro propio estilo?”. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 171. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 178. Norberg-Schulz, Arquitectura occidental, 170.


Antiguo Régimen tras la caída de Napoleón, se intentó reconstruir la situación precedente a la Revolución Francesa, es decir, la identificación total entre la cultura, la sociedad y la religión católica.63 Sin embargo, el liberalismo combatió fuertemente para lograr el establecimiento de gobiernos y estados laicos; por otro lado, esta doctrina liberal fue lo que desencadeno una serie de reacciones que la Iglesia expresó en función de los aspectos doctrinales más ortodoxos que gobernaban el pensamiento de sus autoridades.64 Particularmente nos detendremos en un evento que representa aquello, el Concilio Vaticano I. Desde Trento en 1564 que no se había convocado en la Iglesia a un nuevo concilio ecuménico. Ya habían pasado más de 300 años, cuando se fue convocado al Concilio Vaticano I, en 1870. Como veníamos comentando, el siglo XIX es el siglo de la confusión de las ideas, como argumenta el sacerdote Santiago Correa, esto viene de una herencia del pensamiento anterior: “el liberalismo ideológico que defiende toda clase de libertades y ofrece una visión del mundo claramente antropocéntrica, de aquí sus recelos a la religión revelada”.65 A pesar de que el concilio convocado por Pío IX, surge únicamente como medio para combatir el laicismo, y hace nula mención en cuanto a la arquitectura religiosa, cabe mencionarlo, ya que rescata en un suceso histórico la fuerte visión que se quería imponer dentro de la iglesia. En la tercera sesión, celebrada en abril de 1870, se aprobó por unanimidad la constitución Dei Filius sobre la fe católica. Documento lúdico y esplendido compuesto por cuatro capítulos. En ellos se encuentran afirmaciones como: “la existencia de un Dios personal y creador al que se puede conocer por la luz de la razón”, “la necesidad e importancia de la revelación divina”, “la imposibilidad de conflicto entre fe y razón” y “la prohibición a todos los fieles cristianos defender conclusiones legítimas de la ciencia como aquellas opiniones que son contrarias a la doctrina de la fe”.66 Recordando en gran parte a lo ya mencionado respecto de los sistemas del siglo XVII, este documento, esencialmente doctrinal que condena todas aquellas ideologías y filosofías que, en nombre de la razón, rechazan la revelación y la fe, iluminó con claridad la conciencia de muchos católicos confundidos que veían perturbada su fe ante tantas ideologías que, en el fondo, negaban o ponían en duda la existencia del mismo Dios.67

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Zvonimir Martinic, “Liberalismo e Iglesia en Europa durante el siglo XIX” Tradición y Saber, 2014: 84. Martinic, “Liberalismo e Iglesia XIX”, 97. El resurgimiento y la popularización de desviaciones teológicas como el ateísmo, el agnosticismo, el indiferentismo, el materialismo, el positivismo, entre muchas otras, originaron un grave quebrantamiento en la fe y en la sociedad cristiana. El desconcierto dentro de la Iglesia era tal que el papa Pío IX, en su encíclica Quanta cura del año 1864 y en el Syllabus, condenó todas estas desviaciones. “Concilio Vaticano I”, Diocesis de Málaga, acceso el 8 de junio de 2020, https://www. diocesismalaga.es/historia-de-la-iglesia/2013110402/concilio-vaticano-i/. Concilio Vaticano I. Costituzione Dogmatica. Dei Filus. (Roma, 1870), en Anexos. “Concilio Vaticano I”

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La arquitectura de principios del siglo XX

Como se ha visto reflejado a lo largo de todo este marco teórico histórico, nuestra fuente bibliográfica base y la cual nos ha servido de gran guía para ordenar el discurso presentado, ha sido el libro “Arquitectura Occidental” de Norberg-Schulz, sin embargo sucede un fenómeno interesante en torno a este el cual cabe detenernos. Al tratarse este, prácticamente de un manual que habla de toda la arquitectura occidente en general, se va deteniendo en los sucesos arquitectónicos más relevantes que han transcurrir a lo largo de la historia, siendo la producción religiosa desde inicios de siglo una suerte de área especializada de la arquitectura y en su mayoría protagonista. Sin embargo, como se ha venido anunciando desde inicios del siglos XIX, los arquitectos han encontrado otras necesidades dentro de la ciudad, pasando la Iglesia a un segundo plano. Por lo que llegado al siglo XX, el texto de Norberg-Schulz utilizado hasta este momento como fiel guía, ya no nos es útil en cuanto a su contenido, tan solo sirve como introducción para comprender un fenómeno global: la Modernidad. El comienzo de la Modernidad a principios de la centuria, como indica Walter Zahner, naturalmente tuvo su influencia, y no pasó desapercibido en el desarrollo de la construcción de iglesias en el siglo XX. Si es que en el siglo anterior Heinrich Hübsch se preguntaba en el libro: ¿En qué estilo debemos construir?, acerca de cuál debieran ser las forma de las construcciones profanas. Luego de la Primera Guerra Mundial, bajo la necesidad de reconstrucción de gran número de Iglesias y la aparición de nuevos materiales de construcción como el hormigón, el acero y el nuevo uso del vidrio, surgió la misma pregunta en el mundo eclesiástico: ¿en qué estilo debemos construir las Iglesias? Hablar de todas las expresiones e interpretaciones de lo que estaba sucediendo a inicios del siglo XX en cuanto a la arquitectura religiosa, sobrepasaría el objetivo que se pretende comunicar, por lo que nos centraremos en entender las necesidades y cuestionamientos que resultaron en convocar al Concilio Vaticano II. Deteniéndonos específicamente en el Movimiento Litúrgico.68 De esta manera dicho Movimiento pretendía depurar la liturgia, la cual se había ido construyendo a lo largo de los siglos, prescindiendo así de muchos de sus formalismos para devolverla a su pureza original, la de “los primeros cristianos”. Se trataba de identificar lo esencial y desarrollarlo, eliminando las adherencias que habían ocultado su núcleo e impedían su crecimiento. Allí donde el Movimiento Litúrgico germinó, surgió una nueva arquitectura religiosa generada desde el programa. Rudolf Schwarz intentaba explicar que lo importante no es que las iglesias tengan un aspecto moderno, sino que de verdad lo sean. De esto, Fernández-Cobián explica que “es preferible construir iglesias en donde pueda desplegarse la actividad litúrgica con soltura, aunque parezcan antiguas, que iglesias aparentemente modernas pero que no sirvan para 68

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Cabe recalcar que se optó por enfocar el estudio en el Movimiento Litúrgico, sin embargo existen variadas formas de entender el desarrollo de la arquitectura eclesiástica occidental, como también existen variadas “tipología” o pensamientos que se desarrollaron. Tan solo para ejemplificar se puede mencionar el mandato de Antonius Fischer en 1912, en el cual establecía cómo construir iglesias en su archidiócesis (Köln): “Las nuevas iglesias han de ser construidas, por lo general, en los estilos románicos o góticos o en los llamados estilos de transición. Para nuestra circunscripción se recomienda básicamente el estilo gótico”.


su función”. Por ello, una intervención necesaria de detenernos por su importancia como topos fundacional es el espacio para el culto del castillo de Rothenfels-am-Main (imagen 07), reformado en 1924 por Rudolf Schwarz por iniciativa del teólogo Romano Guardini. Según explica Walter Zahner, lo que allí se estableció en el marco de numerosas semanas de trabajo fue en gran medida contribuciones que permitieron la transformación producida en la Iglesia Católica hasta el Concilio Vaticano II. Schwarz formula la idea de la “nueva construcción de iglesias” aún más claramente con la transformación de la sala de los caballeros en una habitación para fiestas y celebraciones. Este explica el espacio tal que: “Como único equipamiento, la habitación tenía cien taburetes, pequeños cubos negros de madera. Esto era todo. La arquitectura se convirtió en un recipiente limpio y blanco. El otro, el espacio vivo, lo debería crear la comunidad por medio de sus reuniones. Aquí se hizo realidad esta idea: que una comunidad puede crear espacios por sí misma (...).” Schwarz describe estas dos soluciones espaciales con las nociones de anillo abierto y de anillo cerrado. Así, cuando habla de un anillo abierto en el cual una comunidad parroquial se coloca en forma de herradura, dirigidos hacia un centro en el que está situado el altar elevado sobre unos escalones, todas las miradas se dirigen hacia él, son aglutinadas y se dirigen de esta forma fuera del espacio. Con el círculo cerrado se refiere a la forma ideal de un círculo en que en su centro está el altar. Esta idea de cierta direccionalidad hacia el altar y ver a este como una meta, se relaciona profundamente con las iglesias revisadas paleocristianas y bizantinas; en cuanto a los conceptos de centro y recorrido. Incluso otra forma básica de la que Schwarz habla que se relaciona profundamente con lo anterior, es la de “camino”. Lo ve como la transformación del “anillo abierto”, una posibilidad de configuración adecuada para una comunidad mayor, puesto que en la orientación común de todos se perfecciona la atención hacia el altar. Todo se dirige hacia él: “Para celebrar la eucaristía del Señor no hace falta una habitación muy grande. Sólo hace falta en el centro una mesa, y sobre ella un plato con pan y un cáliz con vino. La mesa se puede adornar con velas y rodearla con asientos para la comunidad. Esto es todo. Mesa, espacio y paredes forman la iglesia más simple”.69

Imágen 07. Castillo de Burg-Rothenfels. Capilla permanente y Sala de los Caballeros. Planta. 69

Zahner, “Iglesias en Alemania”, 47.

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El espacio eclesiástico en Occidente

A modo de cierre del capítulo, se quiere sintetizar en breves palabras cuatro ideas principales respecto de lo que ha sido hasta este momento el espacio eclesiástico en Occidente, a fin de guiar discusión hacia los temas que se tratarán seguidamente. 1. Se reconoce a la arquitectura religiosa cristiana como una producción de larga data que ha sido protagonista de la historia de la arquitectura, configurándose como una especia de área especializada de ella, la cual es vigente hasta los días de hoy. 2. Dicha área especializada se ha ido desenvolviendo a lo largo del tiempo manifestándose en variados expresiones arquitectónicas temporales reconocibles, sin embargo como se ha visto reflejado, se ha reconocido dos modelos predominantes que han conducido el desarrollo de la arquitectura religiosa cristiana correspondientes a: el esquema basilical (como recorrido) y el esquema centralizado (como centro), los cuales han inspirado y conducido la producción edilicia religiosa. De ambos el esquema basilical es el que más ha predominado y se asocia a la idea arquitectónica del edificio iglesia. 3. El hombre y su relación con el mundo siempre se ha visto reflejada en la arquitectura, definiendo a esta última, pero sobre todo en el uso de sus espacio. Por tanto, al ser esta relación cambiante y desde inicios de siglo primordialmente con Dios, se ha comprobado dicho relato igualmente en el constante cambio del uso del espacio eclesiástico. 4. Prueba de dichos cambios han sido los concilios ecuménicos, los cuales han motivado instancias que permitieron repensar la Iglesia y sus repercusiones en la arquitectura.

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CAPÍTULO 02. Concilio Vaticano II


En continuidad con lo presentado en el capítulo 01: “Marco teórico histórico eclesiástico” respecto al desarrollo arquitectónico de las iglesias de occidente, es que se pretende seguir la metodología y la revisión histórica realizada hasta el momento, ahora bien, profundizando específicamente en lo que representó el Concilio Vaticano II para la arquitectura. Se revisará el Concilio primeramente desde una mirada teórica, adentrándonos y recurriendo a los originales textos conciliares y postconciliares, revisando sus escritos, el contexto en el que se desarrollaron y algunos de sus autores. Luego, bajo el título de “aparente paradoja”, se pretende revisar lo que dichos textos de forma directa o indirecta motivaron dentro de la Arquitectura. Para así, en una última parte a modo de conclusión de este capítulo, revisar bajo la idea de “espíritu del Concilio” lo que autores nacionales, desde una perspectiva contemporánea, explican.

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Los textos conciliares y postconciliares

El Concilio Vaticano II fue un magno evento eclesial que se celebró durante cuatro sesiones otoñales entre 1962 y 1965. Convocado por el papa Juan XXIII el 25 de enero de 1959, fue considerado como “el evento más extraordinario en veinte siglos de la Iglesia”70 y que sin dudas respondía a “una necesidad imperiosa por tener un diálogo con el mundo”.71 Así, desde una mirada eclesiológica, Fernández-Cobián sintetiza que el Concilio, dejó de lado el cristocentrismo (la Iglesia entendida como Cuerpo místico de Cristo) para subrayar la pneumatología (acción del Espíritu Santo), potenciando la imagen teológica de Pueblo de Dios en peregrinación. Esta perspectiva pneumatológica fue lo que propicio una influencia paradójica en la definición espacial del espacio sacro.72 Sin embargo, antes de adentrarnos en la mal llamada “Arquitectura del Concilio”, es conveniente definir a que nos referimos cuando hablamos de Concilio Vaticano II. Para entender a este último, nos basaremos en los tres factores que Fernández describe, ya que logra sintetizar muy bien las ideas que nos servirá posteriormente para comprender la aparente paradoja que la asamblea ecuménica representó. El primer factor son los textos del concilio, lo que podemos considerar como “la letra”; lo segundo es el espíritu que animó a los padres a aprobar esos textos, esto es “el espíritu de los padres conciliares”; y finalmente queda el “espíritu de los tiempos”, la forma en que se ha venido interpretando los textos del Concilio, que desde entonces se le ha llamado “espíritu del Concilio”.73 Es sumamente revelador la forma en que el autor presenta estos puntos, ya que permite inferir que desde el momento en que los documentos se promulgaron, estos ya estaban caducos para el “espíritu de los tiempos”, por lo que los dos primeros factores eran irrelevantes y con eso, el “Concilio Vaticano II” tan solo venía a representar el momento gatillador de una nueva edad en la vida de la Iglesia.74 Ahora bien, entendido a lo que nos referimos con Concilio Vaticano II, esta idea que no solo corresponde a lo explícito de “la letra”, sino que abarca a su vez las mismas interpretaciones, deberíamos también explicitar cuales son los documentos conciliares a los que nos referiremos. Se hablará de dos tipos de documentos, los conciliares y los postconciliares. El primero corresponde a aquellos que fueron votados dentro de las sesiones plenarias por los padres conciliares, correspondiente a la constitución de Sacrosanctum Concilium de

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Igor Zabaleta, Religiones y cultos: Cristianismo, el dogma de occidente (Madrid: Edimat, 2005), 159.

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José Gutiérrez Casillas, Historia de la Iglesia en México (México: Porrúa, 1993), 508. Fernández-Cobián sintetiza en la idea anterior lo que se suele convenir por Concilio Vaticano II. Para entender esto con mayor profundidad, se recomienda revisar el ensayo de Miguel de Salís “Cuerpo místico, pueblo de dios y sacramento: tres paradigmas que iluminaron la reflexión sobre la santidad de la iglesia (1920-1965)”

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“Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”, slideshare, acceso el día 15 de mayo de 2020, https://es.slideshare.net /EstebanFernndezCobin/arquitectura-liturgia-y-concilio-vaticano-ii.

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“Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”.

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1963, del cual hablaremos en detalle.75 Por otro lado, los documentos postconciliares son aquellos desarrollos normativos que se derivaron de los documentos conciliares y que fueron redactados por comisiones de expertos que sólo tenían que rendir cuentas al papa, a pesar de que estos pudieron haber sido aprobados por el papa durante el Concilio. Dentro de estos, al cual nos referiremos será la instrucción Inter Oecumenici de 1964 y a Eucharisticum Mysterium de 1967, documento que fue redactado por el Consilium, que cómo explicábamos anteriormente correspondía a una comisión específica que dependía del papa, donde se plantearon temas mucho más concretos sobre la constitución de la liturgia.76 Sacrosanctum Concilium Primeramente, para entender de donde surgen los temas que se abordaron durante el Concilio, hay que tener como antecedente que, previo al mismo, se erigió una Commissio encargada de la redacción de un esquema de la constitución litúrgica. La Commissio realizó un borrador de la primera constitución conciliar: Sacrosanctum Concilium, que posteriormente fue discutido, examinado y modificado por los Padres conciliares. Para esta revisión, es necesario que nos detengamos en la Declaratio que acompaña el punto 106 del borrador definitivo, que en la redacción final de Sacrosanctum Concilium será su punto 128, al cual nos referiremos posteriormente.77 La Declaratio en cuestión consta de catorce puntos. Estos abordan los siguientes temas:78 1. La disposición de los espacios celebrativos en la iglesia surgida a partir de la asamblea, como repercusión y símbolo de ella. 2. El lugar destacado de la sede presidencial, tanto en las catedrales como en otros templos. 3. La posición del altar, como elemento autónomo separado de la pared y en medio de la asamblea: un centro más bien ideal que geométrico. Aunque

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Esta no fue la única constitución que se considera conciliar, se podría incorporar el decreto de Presbyterorum Ordinis, pero no es relevante para el presente análisis. Sin embargo, se puede encontrar más información respecto de esto en el ensayo de Fernando López Arias, “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?” Actas De Arquitectura Religiosa Contemporánea 4. (2015).

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Hay que entender que al igual que sucede con los textos conciliares, los textos postconciliares que se mencionan no son los únicos que surgieron. De hecho, hasta ahora se han escrito cinco: Inter Oecumenici (1964); Tres abhinc annos (1967); Liturgicae instaurationes (1970); Varietates legitimae (1994); Liturgiam authenticam (1997).

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López, “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?”, 82. Además, aquí el autor explica la interesante cercanía que existía entre las propuestas de las directivas alemanas sobre arquitectura litúrgica de 1947 y la Declaratio, explicada por la “coincidencia” de que el redactor de la directiva alemana, Theodor Klauser, formaba parte de la Commissio.

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Todos estos puntos corresponden a la recopilación que hizo Fernando López, en “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?”, 83.


la Declaratio dedica un punto concreto a la nave de los fieles (n. 9), no existe un tratamiento específico para el santuario o presbiterio, sin que se opta por exponer independientemente cada uno de sus elementos. Es más, al indicar que el altar se sitúa en un lugar intermedio entre el presbiterio y los fieles, la Declaratio parece sugerir que el altar se sitúa fuera del santuario. 4. Los altares menores, construidos en capillas independientes, de modo que se perciba visiblemente la primacía del altar principal. 5. La reserva de la Eucaristía en el altar mayor o en otro menor, o bien en otro lugar de la iglesia. 6. La posibilidad de celebrar versus populum. La Declaratio en este punto indica consultar dos puntos del extenso documento que la Conferencia de los obispos alemanes envió a la Comisión ante preparatoria del Concilio, en abril de 1960, con sus sugerencias sobre los temas a tratar en la reunión conciliar. 7. La presencia destacada del ambón para la proclamación de las lecturas. 8. La disposición de un lugar definido para el coro. 9. El lugar para los fieles, con bancos o sillas. 10. La reverencia y espacio de honor para la fuente bautismal, que podría situarse en un espacio celebrativo propio. 11. El lugar visible para los confesionarios. 12. El impulso a la colocación de imágenes sagradas, recomendando especialmente para el santuario las que representan los misterios de la vida de Cristo, y advirtiendo la inconveniencia de su multiplicación, reprobando muy particularmente esta práctica para la que se sitúan tras el altar. 13. El orden en la decoración, que debería buscar el equilibrio entre la función iconográfica y la ornamental, entre la figuración y la abstracción. 14. Finalmente, la preferencia de los motivos cristianos para el arte funerario. A estos 14 puntos del Declaratio lo acompañaba el borrador del Sacrosanctum Concilium n. 128:79 “Revísense cuanto antes (...) los cánones y prescripciones eclesiásticas que se refieren a la disposición de las cosas externas del culto sagrado, sobre todo en lo referente a la apta y digna edificación de los templos, a la forma y construcción de los altares, a la nobleza, colocación y seguridad del sagrario, así como también a la funcionalidad y dignidad del baptisterio, al orden conveniente de las imágenes sagradas, de la decoración y del ornato. Corríjase o suprímase lo que parezca ser menos conforme con la Liturgia reformada y consérvese o introdúzcase lo que la favorezca.” Estas propuestas provocaron muchas intervenciones por parte de los Padres conciliares. Algunos de ellos se mostraron favorables a que el texto de la 79

Concilio Vaticano II. Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Sacrosanctum Concilium. (Roma, 1963)

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constitución diera directrices claras y concretas en torno al espacio religioso. Sin embargo, debido a la complejidad de estos argumentos, fue voluntad del Concilio que los detalles particulares sobre la reforma de la arquitectura cristiana quedasen en manos de las comisiones postconciliares.80 A pesar de que los 14 puntos no fueron incorporados, sin duda la reflexión en torno a estos abrió un gran debate insinuando la necesidad de reformar la arquitectura sagrada, aunque aún no existía unanimidad en el modo concreto de ejecutarlo. Otros apartes en los que es relevante detenernos son el Sacrosanctum Concilium n. 124 y n. 125: “Los ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro, busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también a las vestiduras y ornamentación sagrada. Procuren cuidadosamente los Obispos que sean excluidas de los templos y demás lugares sagrados aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana y ofendan el sentido auténticamente religioso, ya sea por la depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte. Al edificar los templos, procúrese con diligencia que sean aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación activa de los fieles”.81 “Manténgase firmemente la práctica de exponer imágenes sagradas a la veneración de los fieles; con todo, que sean pocas en número y guarden entre ellas el debido orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa”.82 En los tres párrafos del Sacrosanctum Concilium n. 124 se presentan tres principios generales que son aplicables a la arquitectura sagrada, López los describe cómo: “el principio de funcionalidad litúrgica; el de la participación activa de los fieles; y el de la búsqueda de la noble belleza, más que la mera suntuosidad”.83 Por otra parte, el punto n. 125 fue agregado por los Padres conciliares, ya que no se encontraba en el borrado entregado por la Commissio.84 Este punto tan solo subrayará, ya que es algo que se había hecho hasta el momento, la im-

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Francisco Gil Hellín, Constitutio de Sacra Liturgia Sacrosanctum Concilium. ConciliiVaticani II synopsis 5 (Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana, 2003), 391 y 947, citado por López, “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?”, 84.

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Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium. Revisar capítulo VII: el arte y los objetos sagrados (en Anexos).

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Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium. Revisar capítulo VII: el arte y los objetos sagrados (en Anexos).

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López, “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?”, 84. Gil Hellín, Constitutio de Sacra Liturgia, 383-383.


portancia de exponer imágenes sagradas para la devoción de los fieles, si bien que ellas sean limitadas en su número y según un orden. Ahora bien, volviendo al aparte n.124, específicamente el tercer párrafo donde se hace referencia a la “participación activa de los fieles”, será interesante saber cómo surge este punto, ya que cómo se verá posteriormente, este fue extensamente interpretado. Un apunte que acompaña al texto añade que este párrafo, aparecido en la segunda redacción de la constitución litúrgica aprobada por los Padres, fue añadido “iuxta mentem Em.mi Lercaro” o sea que “por el cardenal Lercaro”.85 Para precisar mejor a lo que el cardenal se refería con esta frase, podemos recoger su discurso inaugural en Köln de la Exposición de Arquitectura Religiosa de Italia, realizado tres años antes de la redacción del documento. En este describe que: “La liturgia dice al artista que la obra para cuya creación se le llama es ciertamente la casa del Señor [...] La iglesia no es, o mejor dicho, no es primera y principalmente, el lugar destinado al encuentro individual, íntimo, del espíritu con Dios; aunque, siendo este encuentro una legítima exigencia, la iglesia debiera ser un lugar favorable a él”. 86 Así pues, es clara la iglesia que describe Lercaro, en ella existe tanto el espacio para el rito comunitario, como para la oración personal. Al expresar que la iglesia no es primera y principalmente el lugar destinado para el encuentro individual con Dios, este apela a una iglesia que se forma, más bien, desde la acción celebrativa. A pesar de esto, las intervenciones del cardenal Giacomo Lercaro a lo largo del proceso de redacción del texto no permiten desvelar con exactitud la mens del Padre conciliar respecto al doble criterio sobre la idoneidad de los templos.87 Finalmente, uno de los puntos más relevantes a destacar, fue el Sacrosanctum Concilium n. 123, que se presenta en el aparte “libre ejercicio de estilo artístico”, en el capítulo VII. Este capítulo: “el arte y los objetos sagrados”, comienza describiendo lo que las bellas artes han representado para la iglesia y el valioso rol que han jugado durante los siglos de su historia, para luego dar paso a lo que los padres conciliares consideraron pertinente determinar acerca del arte sagrado: “La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico, sino que acomodándose al carácter y condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos, aceptó las formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente. También el arte de nuestro tiempo, y el de todos los pueblos y regiones, ha 85 86 87

Gil Hellín, Constitutio de Sacra Liturgia, 381. Juan Plazaola, Arte sacro actual. (Madrid: BAC, 2006), 651, citado por López, “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?”, 84. Es importante tener en consideración que Lercaro fue presidente del Consilium para la actuación de la reforma litúrgica entre 1964 y 1967. López, “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?”, 85.

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de ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritos sagrados con el debido honor y reverencia; para que pueda juntar su voz a aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe católica en los siglos pasados”.88 Estos habrían sido los apartes esenciales donde los documentos del Concilio Vaticano II tratarían directamente los argumentos de la arquitectura sagrada, pero como se ha evidenciado, a pesar del gran esfuerzo por parte de la Commissio, el Concilio no deseó dar indicaciones concretas sobre el modo de construir iglesias, de ordenar los espacios celebrativos o de erigir altares. De hecho, es claro como en el último aparte revisado; los padres conciliares, pudiendo haber tomado decisiones específicas en cuanto al arte religioso, develan la completa libertad de expresión que se ha otorgado, dejando más bien el espacio abierto al progreso y el desarrollo. Sin embargo, luego por medio de los documentos postconciliares desarrollados por el Consilium89 es que se fue dando forma a la “Instrucción general del misal romano”. En propias palabras de López, las indicaciones concretas del espacio religioso se dieron “especialmente a través de dos instrucciones: Inter Oecumenici y Eucharisticum Mysterium”. Inter Oecumenici y Eucharisticum Mysterium Ahora al revisar el Inter Oecumenici de 1964, notaremos que el título del capítulo V: “Construcción de iglesias y altares con vistas a facilitar la participación activa de los fieles”, comienza a revelar las ideas ya planteadas sobre la directa influencia en el espacio religioso. A lo largo de sus diez puntos (n. 90 al n. 99), se dan criterios concretos para la disposición general del templo y para el lugar de los fieles, así como para los lugares litúrgicos de la iglesia: ara, sede, ambón y bautisterio. Revisando el capítulo, punto por punto, recuerda mucho a la Declaratio en el modo de redactarse y en las expresiones utilizadas.90 Ahora bien, más que presentar punto por punto todos ellos, se optó por detenernos en los más relevantes. Así, el primer aparte del capítulo, Inter Oecumenici n. 90, recuerda al del Sacrosanctum Concilium n.124; en este se habla de la participación activa de los fieles, la única diferencia relevante a destacar es que en el texto conciliar se habla tan solo de las nuevas iglesias, a diferencia del este texto postconciliar en el que se incorporan iglesias que sean reconstruidas o adaptadas. Los puntos que siguen, a través de los distintos elementos del espacio interior, revisan cómo se deben de disponer para la correcta participación de los fieles. A destacar el n. 91 recomienda la autonomía espacial del altar para la celebración versus populum. El siguiente relevante corresponde al n. 96, en este se proclama

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Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium. Revisar capítulo VII: el arte y los objetos sagrados (en Anexos).

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Recordar que con esto nos referimos al Consilium ad exsequendam Constitutionem de Sacra Liturgia, la anteriormente mencionada comisión específica que dependía directamente del papa.

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López, “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?”, 85.


la disposición de uno o dos ambones, de tal manera en que “los fieles sean capaces de ver y oír bien al ministro”. El último aparte a destacar corresponde el n. 98, aquí se habla expresamente de “el lugar de los fieles”: este tiene que responder de manera pertinente a la celebración sagrada y que permita debidamente la participación con su espíritu.91 El segundo texto Eucharisticum Mysterium de 1967, igualmente se refiere al espacio celebrativo, sin embargo se detiene específicamente respecto del sagrario en la iglesia. El texto, dividido en tres partes, en su último tema se refiere entre los puntos n. 52 y n. 57 a “el lugar para la reserva de la santísima eucaristía”. Al igual que en el texto anterior, mencionaremos los puntos más relevantes. Así, en los puntos n. 52 y n. 54 se habla de la presencia de un sagrario único, sólido e inviolable; colocado en medio del altar mayor o en un altar lateral que se destaque. Dícese también que, “se puede celebrar la misa de cara al pueblo, aunque encima del altar mayor esté el sagrario, en cuyo caso éste será pequeño, pero apropiado”.92 Destacando posterior en el punto n.56, que las construcciones de nuevas iglesias tengan especial consideración respecto a los principios establecidos en los dos puntos mencionados anteriormente (n. 52 y n. 54). Asimismo, respecto a iglesias o altares ya existentes no podrán hacerse modificaciones sino siguen la norma n.24 de esta misma Instrucción. En este, además de mencionarse el Inter Oecumenici (texto recién revisado), dice que al adaptar iglesias “hay que evitar la dilapidación de los tesoros de arte sagrado”, sin embargo “con prudencia y de tal manera que en los nuevos puestos sean colocados de un modo adecuado y digno de las obras” se permite retirar y reorganizar tales tesoros. Mencionando y recordando al final de dicha norma el punto n. 124 ya mencionado del Sacrosanctum Concilium, con el objetivo de recalcar en cuanto al arte sagrado que se “busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad”. Ambas instrucciones son, junto con el mismo Sacrosanctum Concilium, los documentos más citado en el capítulo V de la Instrucción General del Misal Romano (Institutio Generalis Missalis Romani)93, dedicado a: “la disposición y ornato de las iglesias para la celebración de la eucaristía”. De este Misal, publicado en 1969, en propias palabras de López, sería el cual produjo el cambio generalizado en el modo de construir las iglesias y de disponer sus espacios celebrativos en el mundo católico.

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Revisar el capítulo V descrito por la Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Inter Oecumenici. A.A.S., 1964 (en Anexos).

92

Revisar tercera parte de la Sagrada Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisticum Mysterium. A.A.S., 1967 (en Anexos).

93

Revisar Anexos.

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Aparente paradoja

Como ya hemos visto, son tan solo dos los textos que hacen referencia a una reforma de la arquitectura eclesial durante el Concilio, sin embargo, existe una percepción errónea generalizada sobre lo que este habría planteado. Con esto, no nos referimos tan solo a personas ajenas al estudio del mundo católico, como menciona Joseph Ratzinger: “para la persona corriente que frecuenta la Iglesia hay dos cosas que aparecen como los resultados más tangibles de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II: la desaparición de la lengua latina y el giro de los altares hacia el pueblo”.94 Sino que también a estudiosos de la materia. Sin que el objetivo sea menoscabar, sino por el contrario, tan solo ejemplificar una confusión generalizada, es que resulta, a lo menos, llamativo el hecho de que arquitectos como Alberto González afirme que: “(el Concilio) incluyó entre sus conclusiones varias de importancia para la liturgia y la arquitectura religiosa católicas: las misas ya no se celebrarían más en latín, sino en las lenguas de cada país, y los sacerdotes ya no oficiarían de espaldas a los feligreses, sino de cara a ellos”.95 O que Leticia León referencie coincidentemente que: “los ritos —y con ellos la liturgia— preconciliares, se habían caracterizado por celebrarse en latín y dándole la espalda a los feligreses (González 2004). Pero a partir del Concilio Vaticano II y, por ende, de la renovación litúrgica que incentivo a la participación consciente, activa y fructuosa de los feligreses (Sacrosanctum Concilium)”,96 insinuando cierta causalidad entre el Concilio y el cambio de direccionalidad dentro del espacio religioso, cuando en realidad este fue un proceso que se venía desarrollando ya desde inicios del siglo XX, con el Movimiento Litúrgico o renovador. Así, queriendo hacer un pequeño guiño al artículo de López bajo el título: “aparente paradoja”, es que se quiere desglosar esta premisa entre lo que realmente el Concilio Vaticano II fue y la errónea idea que se concibió en torno al “espíritu del Concilio”. Es justamente el último punto que toca Leticia León, “obtener la participación activa de los fieles”, lo que ha llevado principalmente a la confusión de toda la arquitectura religiosa. Incluso el autor Michael Davies llegó a plantear esto como una verdadera “bomba de relojería”. Esta participación activa, como señala Fernández, no fue entendida con el sentido que los padres conciliares le quisieron dar, un sentido que se desprende de una lectura orgánica del texto a la luz de los textos anteriores. Sino que, en la práctica, se tradujo en que la celebración de la misa se haría mirando al pueblo; una idea previa tan solo experimental se transformó en norma de la noche a la mañana; “despojando toda la profundidad teológica y vivencial, por una espontaneidad e improvisación”.97 Esto se debió principalmente a la simplificación de lo expresado en el Sacrosanctum Concilium, al considerar “participación activa” como algo tan solo exterior, o

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Joseph Ratzinger. 2012. Presentación de Conversiad Dominum. Zu Geschichte Und Theologie Der Christlichen Gebetsrichtung. (Madrid: BAC), 349-351.

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Alberto González Pozo, Monografías de arquitectos del siglo XX. (Guadalajara, 2005), 45.

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Leticia León Alvarado, “El espacio sagrado después del Concilio Vaticano II: templos católicos en Morelia.” Actas De Arquitectura Religiosa Contemporánea 4. (2015): 102-107. “Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”.


sea de una participación física, dejando de lado lo interior o lo que podemos entender como participación espiritual. Sin duda, las frases del texto conciliar, interpretadas como “celebrar de cara al pueblo y usar la lengua vernácula”, es la clave para entender toda la arquitectura religiosa que se construyó tras el Concilio; su justificación última y su coartada legal. Sin embargo, tampoco hay que olvidar lo que estaba sucediendo en este mismo periodo en torno al área de la arquitectura. Ya adentrados en el siglo XX, la arquitectura moderna no representaba un movimiento minoritario a como había sido a inicios del siglo. En principio, al pensar que el Concilio Vaticano II buscaba una adaptación de la disciplina eclesial al mundo moderno, no es extraño considerar una convergencia entre la nueva visión teológica y la novedosa visión arquitectónica, de hecho, es lógico convenir en una posible aspiración común: “crear una arquitectura acorde a los tiempos”.98 E incluso, bien se relaciona esto último, con lo que el Sacrosanctum Concilium plantea entorno a que “la Iglesia debiera adaptar la liturgia a los tiempos modernos”, ya que nunca fue su intención considerar “propio ningún estilo artístico”. Ahora bien, en los años sesenta esto supuso una liberación para los arquitectos modernos, sometidos a la dictadura de la arquitectura clásica que se enseñaba en las escuelas de Bellas Artes.99 Que, en propias palabras de López, significó una lectura contraria: se interpretó que “la Iglesia obligaba a que sus templos se proyectasen en un lenguaje moderno”. Así, la arquitectura clásica quedó proscrita sin ningún motivo. Para el verdadero espíritu del Concilio, la que estaba proscrita era la “mera ostentación” en arquitectura, no éste o aquel estilo.100 De esta manera, apoyándose de los documentos conciliares y postconciliares, la reforma litúrgica tuvo consecuencias de gran alcance para el interior de las iglesias. Para lograr esta idea de conseguir que los fieles participaran “físicamente” en el rito, se realizaron las siguientes innovaciones descritas por Fernández: 1. Se eliminaron los altares laterales para dejar un solo altar exento, esto es, separado del retablo o del muro testero, de manera que pudiera ser rodeado fácilmente y permitiera celebrar versus populum; así, el altar se convirtió en el centro del espacio de culto. 2. Poco a poco se fue suprimiendo la dualidad espacial epístola-evangelio, dejando un único ambón, fijo y con la misma dignidad que el altar (aunque en los dos primeros documentos se decía lo contrario). 3. Se creó una sede para el celebrante, desde donde se deberían realizar, entre otros, los ritos iniciales y finales de la misa. 4. El sagrario se separó físicamente del altar y se recomendó que fuera ubicado en una capilla propia. 5. Se suprimió la barandilla con reclinatorio corrido que solía separar el presbiterio de la nave; esto fue posible por la autorización de la comunión en forma procesional, no necesariamente de rodillas. 6. Y se creó un nuevo rito del bautismo, que parecía sugerir el acercamiento de la pila bautismal al presbiterio (luego esto se cam98

Silvia Blanco Agüeira, “La arquitetcura religiosa europea en el marco de la modernidad.” Boletín Académico 1, (2011): 24.

99 100

“Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”. “Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”.

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bió).101 Estos cambios se realizaron con sorprendente rapidez, y a menudo, con escasa consideración por las realidades existentes. Sin duda, generó controversia y voces críticas que trataron de alzarse, sin embargo, los responsables del Consilium les dieron poco crédito.102 De pronto, debido a la inusitada rapidez, se produjo una situación inédita en siglos de arquitectura religiosa: “nadie sabía cómo había que construir iglesias”.103 Según el propio Fernández, no resultaba exagerado afirmar que, “en 1965 se había comenzado a gestar una verdadera deconstrucción del espacio de culto católico, pieza por pieza”.104 Esta iglesia católica que estaba acostumbrada a trabajar con tiempos lentos de desarrollo litúrgico y donde la ejecución de obras concretas tomaba años de discusión, se vio totalmente en lo contrario: sin apenas reflexión se modificaron rápida y masivamente las iglesias.105 Por lo que no era de esperar que surgieran voces críticas en torno a esto. En 1969 se redactó el famoso breve examen crítico del Novus Ordo Missae, que como indica su nombre, en un conciso examen, pretendía poner en tela de juicio puntos de fuerte crítica del Concilio, pero los responsables del Consilium, nuevamente, no le dieron crédito alguno.106 Fue recién en la década de los ochenta que surgió un libro que tuvo una mayor repercusión, Alfred Lorenzer publicó “The Council of Accountants”; una revisión implacable de la reforma litúrgica que, desde ese momento, hizo que todas la voces de descontento que clamaban por una revisión crítica comenzaran a ser escuchadas, y con eso, fueron cada vez más los que se unieron a ellas. Así, posteriormente en 1999, el cardenal Ratzinger se sumó a estas palabras con su libro: “El espíritu de la liturgia”. La cuestión litúrgica fue una de las líneas principales del pontificado de Benedicto XVI, hasta el punto de que se llegó a acuñar el término la reforma de la reforma litúrgica. De esta manera Ratzinger fue realizando una lectura hermenéutica del Concilio, lo que Benedicto XVI consideraba como una “hermenéutica de la continuidad”, contraria a la “hermenéutica de la ruptura” que se había producido hasta entonces. Por tanto, según Benedicto XVI, la arquitectura religiosa que propone el Concilio Vaticano II debe estar en continuidad con la arquitectura religiosa anterior, no en oposición.107 Luego en el año 2003, el teólogo Uwe Michael Lang publicó el libro “Volverse hacia el Señor” como 101

Esteban Fernández-Cobián, “La renovación litúrgica de las iglesias en España tras el Concilio Vaticano II” Actas De Arquitectura Religiosa Contemporánea 6. (2019): 86.

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Entre ellas, los cardenales Antonio Bacci y Alfredo Ottaviani —este último Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe—, que redactaron el famoso Breve examen crítico del Novus Ordo Missae (25 de septiembre de 1969). Pero como se mencionaba los responsables del Consilium les dieron poco crédito.

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“Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”.

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Fernández-Cobián, “Renovación Litúrgica en España”, 86. Fernando Pérez Oyarzun, “Arquitectura y liturgia: a la espera del espacio sagrado del Concilio”. Revista Universitaria n.°48 (1995) “Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”. La hermenéutica de la ruptura que mencionamos, según Estaban Fernández estaba propugnada por Giuseppe Alberigo, historiador y escritor del libro: “Breve historia del Concilio Vaticano II”. En “Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”.


resumen del intenso debate litúrgico-espacial que se había desarrollado durante las últimas décadas.108 En el breve prólogo que lo acompaña, Ratzinger se refiere primeramente a la posición del sacerdote versus populum durante la celebración eucarística.109 Luego, insiste en dos cosas que ya hemos podido comprobar; en primer lugar, que la interpretación de los textos del Concilio fue, en ocasiones, forzada, haciéndole decir al Concilio cosas que no había dicho; y en segundo lugar, que los temas fueron tratados con un grado de apasionamiento tal que hizo muy difícil discutirlos con serenidad.110 Siguiendo con esta discusión que se ha venido dando desde la publicación del Sacrosanctum Concilium, y como Fernández menciona, que probablemente no se pueda llegar a un punto en común, resulta relevante deternos en una última perspectiva que se ha venido gestando desde inicios del siglo XX, pero que recién el 2003 se concretó en el libro “Communio-Räume”. Decimos que se gesta desde inicios del siglo debido a que recoge lo ya revisado acerca del Movimiento Litúrgico; que luego se refleja en lo proyectado por Rudolf Schwarz; y que pretende posteriormente con el Concilio Vaticano II, retomar sus ideas básicas en cuanto a “una configuración espacial que favorece la comprensión de la liturgia como espacio de acción”.111 A pesar de esta ser una mirada mucho más centrada desde la arquitectura y para la arquitectura, es de gran aporte a la discusión, ya que logra centrarse en la obra producida y el proceso que llevo a esta, más que en la interpretación de lo que se dijo o no en el Sacrosanctum Concilium y los textos posteriores.

108 109 110 111

“Arquitectura, liturgia y Concilio Vaticano II”. Mencionada anteriormente al inicio de “Aparente paradoja”. Joseph Ratzinger. 2012. Presentación de Conversiad Dominum. Zu Geschichte Und Theologie Der Christlichen Gebetsrichtung. (Madrid: BAC), 349-351. Las principales ideas del “Communio-Räume”, surgen a partir de lo ya mencionado respecto del Movimiento Litúrgico y el estudio de casos como la ya revisada Sala de los Caballeros del Castillo de Rothenfels. Zahner, “Iglesias en Alemania”, 61.

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Espíritu del Concilio

Definitivamente ya parece repetitivo decir que el Concilio no deseó dar indicaciones concretas sobre el modo de construir iglesias, de ordenar sus espacios celebrativos o de erigir los altares. Sin embargo, no cabe duda de que abrió un espacio para la discusión sobre dichos temas, que en ciertos casos fueron defendidos con una gran cuota de pasión, pero que llego a cuestionar, y según algunos incluso ignorar, veinte siglos de arquitectura, de memoria, de vida, y generar un espacio litúrgico completamente nuevo. Justamente abrió un camino de discusión sumamente importante dentro de la arquitectura eclesiástica, como vimos anteriormente, para algunos una discusión forzada, para otros lógica, pero sobre todo “necesaria”. A modo de cierre de este capítulo, será interesante detenernos en la reflexión final que hace López en el artículo “¿Existe una Iglesia del Vaticano II?” respecto de la influencia de la renovación litúrgica de 1965. En este texto sugiere que “el Concilio Vaticano II ha influenciado a la arquitectura cristiana de dos modos: uno directo y otro indirecto”. El primero, se entenderá como el deseo de reforma de la arquitectura eclesial y sus elementos instados por el Sacrosanctum Concilium n. 128. Además, los tres criterios que deberían guiar el diseño de los nuevos templos cristianos eran la funcionalidad litúrgica, la potenciación de la participación activa de los fieles y el fomento de la noble belleza, que encontramos en la misma Instrucción en el aparte n. 124. En este sentido, es claro López en cuanto a lo que se refiere con el modo directo: exclusivamente lo que los textos Conciliares, los cuales “en breves pero vigorosos trazos dibujan la iglesia según el Vaticano II que desearon los Padres conciliares junto al Papa”.112 Por otro lado, respecto a la influencia indirecta del Concilio Vaticano II sobre la arquitectura eclesial, López dice que esta nace de la interpretación constructiva de los principios teológicos, especialmente eclesiológicos y litúrgicos, de los documentos conciliares. Así argumenta como este edificio eclesial, por su fuerte valor simbólico, permite privilegiadamente interpretar lo que los documentos conciliares y postconciliares expresaron. En ese sentido se relaciona bastante con lo que se ha intentado presentar en el apartado anterior “Aparente paradoja”, donde se ha sugerido que la interpretación de los textos sagrados no sólo se ha dado por expertos dentro del mundo religioso, sino que externos, como Arquitectos. A su vez, esta forma de entender el Concilio Vaticano II por parte de López, se relaciona profundamente a como Fernández lo explica y cómo nosotros presentamos al inicio del capítulo. Ahí lo explicamos por medio de tres factores a recordar: “el primero son los textos del concilio, lo que podemos considerar como “la letra”; lo segundo es el espíritu que animó a los padres a aprobar esos textos, esto es “el espíritu de los padres conciliares”; y finalmente queda el “espíritu de los tiempos”, la forma en que se ha venido interpretando los textos del Concilio, que desde entonces se le ha llamado “espíritu del Concilio””. De esta manera, si relacionamos lo sostenido por López, en cuanto a que el Concilio Vaticano II ha influenciado a la arquitectura cristiana de un modo 56

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López, “¿Existe Una Iglesia Del Vaticano II?”, 86.


directo y otro indirecto, referido con los tres factores en los que se detiene Fernández, se podría en una primera mirada, corresponder esta idea de lo directo con “la letra” y “el espíritu de los padres conciliares”, y por otro lado lo indirecto con el “espíritu del Concilio”. Entendiendo que los primeros relacionados corresponden a lo que realmente los textos del Concilio, a través de los padres conciliares y el Papa, buscaban, se deduce una relación bastante clara y que deja poco espacio para su interpretación. Así mismo lo hace la relación entre lo indirecto y el “espíritu del Concilio”, la cual llama realmente la atención por la semejanza entre ambas. Sin embargo, a pesar de que ambos autores son conscientes de que a través del tiempo la interpretación de los textos se ha ido distorsionando a través de una hermenéutica de la ruptura, ambos plantean a través de su síntesis una lectura o interpretación hermenéutica de la continuidad. Basta tan solo recordar la carta encíclica Mediator Dei de 1947, donde el Papa Pío XII se dirige a arzobispos, obispos y demás ordinarios en paz y comunión con la sede apostólica, afirmando que la Iglesia debía de adaptar la liturgia a los tiempos modernos y que no se consideraba como propio ningún estilo artístico. Esta idea inicial donde el arquitecto y el artista eran libres de utilizar cualquiera estilo para expresarse es lo que en un inicio se puede entender como el “espíritu del Concilio”. Sin embargo, como se ha intentado explicar anteriormente a lo largo del capítulo, lo que sucede posteriormente a la publicación del documento sagrado, pareciera confundir y distorsionar el concepto de “espíritu del Concilio”, que propone Fernández o la forma “indirecta” de cómo se interpreta constructivamente los principios teológicos, asiéndole finalmente asumir al Concilio, cosas que realmente no habría mencionado. A pesar de que este último punto plantea preguntas sumamente interesantes de explorar, excede el objetivo que se quiere comunicar, sin embargo, deja conscientemente abiertos temas sugerentes para que en una próxima investigación se puedan retomar.

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CAPÍTULO 03. Contexto Arquitectónico Religioso Local


Para revisar el panorama de la arquitectura religiosa local como antecedente necesario para interpretar críticamente el objeto de estudio de esta investigación, se realizará un análisis bibliográfico centrado en tres textos que se estiman importantes para este efecto. Estos analizan la arquitectura religiosa local en dos momentos diferentes a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y de su lectura y análisis se persigue realizar una aproximación general al carácter de la arquitectura religiosa católica local y detectar los alcances e implicancias posibles del Concilio Vaticano II. El tercer texto es una reflexión ya avanzada la segunda mitad del siglo XX (año 1982) en que se intenta una visión crítica de lo que ha sido, es y debiera ser la arquitectura religiosa chilena. El primero artículo fue escrito en el año 1965 por el arquitecto y profesor universitario León Rodríguez en conjunto con el religioso y arquitecto Martín Correa OSB, quienes elaboran un panorama que, tal como ellos mismos señalan, observa críticamente la realidad histórica de las iglesias católicas en nuestro país en aquel entonces. El segundo texto fue publicado en 1968 en Teología y Vida (Pontificia Universidad Católica de Chile) bajo el título “El templo Hoy: un problema limítrofe de teología y arquitectura”, cuyos autores fueron Renato Hasche S., S.J., José Yáñez C., S.B.D. ambos religiosos y profesores de la Facultad de Teología de la PUC y los arquitectos Fernando Mena M. y León Rodríguez V., este último Director de la Escuela de Arquitectura de la PUC. El tercer artículo corresponde al ensayo introductorio de la Revista CA (Ciudad y Arquitectura / Colegio de Arquitectos de Chile) de marzo de 1982, dedicado al tema: Arquitectura Religiosa. Dicho texto fue escrito por el mismo León Rodríguez 17 años después del ya antes mencionado llevando por título: Visión de la arquitectura religiosa en Chile el cual, a diferencia del anterior artículo, examina la realidad presente de la arquitectura religiosa local en ese entonces. Dichos artículos se complementan desde sus respectivas miradas temporales que proponen teniendo como hilo conductor la reflexión de un autor (León Rodríguez) que; como el mismo señala, se especializó en el estudio de esta materia con una mirada desde la arquitectura a lo largo de 30 años. Ello hace que dicho autor constituya una voz autorizada y reconocida al respecto. El primer texto servirá para describir una visión histórica general del carácter de la arquitectura religiosa preconciliar chilena mientras que el segundo y tercero permitirá vislumbrar las posibles repercusiones del Concilio Vaticano II y su derivación en un posible cambio en dicho carácter ya pasado unos años.

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Panorama de la arquitectura religiosa chilena preconciliar

A continuación, no se pretende realizar un análisis histórico, época por época, como ya se realizó con la arquitectura eclesiástica occidental, sino lo que se busca es realizar una revisión para caracterizar a grandes rasgos el desarrollo histórico religioso-arquitectónico local previo al Concilio como antecedente para luego vislumbrar lo que posiblemente podría o debiera haber acaecido posterior al Concilio Vaticano II. Para esto nos basaremos principalmente en el sintético artículo escrito por León Rodríguez en colaboración con Martín Correa el año 1965 titulado “Observando la arquitectura religiosa chilena”. Cabe destacar la figura de ambos autores y principalmente del Hermano Martin Correa OSB por su visión informada y directa del tema que aborda el artículo en que se discute la posible existencia de una arquitectura religiosa de identidad local, tema que resulta ser una preocupación constante y general en la obra escrita de León Rodríguez. Los autores revisan la arquitectura religiosa nacional de los 100 años anteriores a la fecha de escribir su artículo (1965), estableciendo una visión crítica que se sintetiza en tres puntos principales, señalando que ésta “no es todavía chilena de una manera reconocible; su base religiosa aparece superficial, y su naturaleza arquitectónica es, más que nada, aparente”.113 Así, en base a estos tres aspectos y siguiendo lo que los autores plantean se pretende desarrollar a continuación punto por punto las características arquitectónicas de las iglesias preconciliares en Chile. Se debe mencionar primeramente que el análisis que realizan los autores se circunscribe a la revisión de las iglesias históricas de la ciudad de Santiago, señalando que su interpretación se puede extrapolar a las del resto de las ciudades del país, dado que comparten una misma problemática histórica. En primer término destacan la “heterogeneidad” que estas evidencian en su conjunto. Al observarlas sorprende que sean edificios tan diferentes entre sí. Se puede encontrar prácticamente todo el repertorio de las expresiones formales utilizadas en la cristiandad occidental durante los quince siglos anteriores. “Hay formas basilicales, románicas, góticas, renacentistas, barrocas, modernas e hibridas, además de numerosas modalidades distintas de cada una de ellas”.114 Esta condición que se describe daría cuenta de la “ausencia de una base común de pensamiento, sentimiento y voluntad entre ellas”, que revele una característica común que pudiese hablar con propiedad de arquitectura religiosa chilena.115 Ello obedecería a una producción arquitectónica de carácter individualista en su desarrollo histórico, sin un sustento común que la anime y conduzca en pos de una identidad local compartida. Lo único común sería el hecho de ser producto de la imitación de arquitecturas extranjeras, remedando sus formas materiales visibles, pero imposibilitados de reproducir igualmente el espíritu que las originó; es solamente una aplicación, a veces bien y otras desafortunada, de formas ajenas. Al extraer estas formas del mundo en que ellas se han generado, se cree dar la apariencia de una 113 114 115

León Rodríguez y Martín Correa, “Observando la arquitectura religiosa chilena” (1965): 17. Rodríguez y Correa, “Arquitectura religiosa chilena”, 14. Rodríguez y Correa, “Arquitectura religiosa chilena”, 14.

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arquitectura, cuando en realidad solo ayuda a eludir el propio esfuerzo arquitectónico, “como si en nuestra tierra y en nuestra gente no hubiera nada nuevo ni específico que requiriera de la arquitectura efectiva”.116 Ello lleva a los autores a afirmar que con ello se ha traicionado la esencia misma de la arquitectura en tanto respuesta al acto de habitar un territorio haciendo de la arquitectura religiosa analizada unas meras falsificaciones arquitectónicas. Pero a pesar de esta diversidad imitativa, hay un aspecto que los autores mencionan las distingue dentro del conjunto de la edilicia santiaguina; esto es que dicha heterogeneidad queda oculta debido a cierto parecido entre ellas que se establece por el repertorio de elementos formales que utilizan, propios del imaginario arquitectónico religioso. Estos “motivos arquitectónicos” parecen ser exclusivos de los edificios religiosos y es lo que pretende dar un “carácter eclesiástico” (ojivas, arcos, verticalidad del espacio, colorido oscuro, materia pétrea, profusión de decoración). Ello sería por lo tanto lo que determina la identidad de la arquitectura religiosa, influenciado desde afuera por su condición imitativa de la arquitectura europea. De esta manera no ha existido en la arquitectura religiosa analizada una búsqueda real por definir la forma arquitectónica sagrada, estas más bien, por haber nacido en otra realidad la ha privado del necesario proceso de consagración, de haber participado de ese proceso de hacerla sagrada. Por otra parte ello demostraría que la creación arquitectónica religiosa recurriría a la aplicación de arquetipos definitivos y reproducibles que aluden a una concepción establecida incluso de carácter superior, revelado. Así sería una arquitectura religiosa más bien centrada en la apariencia externa sin evidenciar una preocupación por el pensamiento religioso que la debiese informar. “En nuestras iglesias (…) aparece más bien el primado de la materialidad del edificio en sí mismo y no como expresión de la comunidad que lo habita”.117 Esta visión crítica negativa respecto de la arquitectura religiosa chilena de los autores no cambia mayormente cuando analizan ya no las iglesias históricas sino que igualmente expresan similares dudas respecto de la arquitectura religiosa contemporánea de aquellos años. Con la llegada y desarrolló de la llamada arquitectura moderna, “como una reacción contra este estado de las cosas”,118 se podría haber pensado que esta situación de diversidad imitativa cambiaría, cuando en realidad se mantuvo una similar manera de dar forma a la arquitectura local que finalmente repitió los mismos criterios que ya se venían presentado desde mediados del siglo XIX: el origen en Europa y ahora además Estados Unidos, propiciando una arquitectura que elude lo verdaderamente arquitectónico y superficial en su significado religioso. De este modo los autores concluyen en la necesidad de dar forma a una arquitectura religiosa que responda a tres aspectos fundamentales: “la naturaleza propia de la arquitectura, nuestra realidad chilena y el culto cristiano”. Esa reflexión los lleva a adentrarse en el análisis del culto católico señalando la per-

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Rodríguez y Correa, “Arquitectura religiosa chilena”, 15. Rodríguez y Correa, “Arquitectura religiosa chilena”, 17. Bien lo representa la Catedral de Chillán.


tinencia de “un culto que verdaderamente surja de nuestras entrañas y no sea sólo un remedo superficial” y de una arquitectura que dé cuenta y contribuya a ello. A propósito de ellos para apoyar su observación aluden directamente a la Constitución sobre Liturgia del Concilio Vaticano II: “La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos” (…) “La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico, sino que, acomodándose al carácter y condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos, aceptó las formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente. También el arte de nuestro tiempo, y el de todos los pueblos y regiones, ha de ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritos sagrados con el debido honor y reverencia; para que pueda juntar su voz a aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe católica en los siglos pasados”.119 Es importante destacar que los autores incluyan en su artículo una referencia directa al Concilio Vaticano II, clausurado el 8 de diciembre de 1965, demostrando que aún no cerrado el Concilio, sus alcances ya eran conocidos a través de documentos previos dando cuenta de los debates y acuerdos ya establecidos que iban respondiendo a la expectación general respecto de sus resultados tanto en el mundo religioso como civil. Dejando hasta este punto la revisión del texto de Rodríguez y Correa se puede comentar lo siguiente a partir de lo que ellos describen críticamente: La arquitectura religiosa católica desde mediados del siglo XIX hasta el año 1965, fecha de la publicación del artículo, ha dado forma a una producción arquitectónica que ha seguido el desarrollo común al resto de la arquitectura nacional del período; es decir adscrita primeramente, gran parte de ese tiempo, a los principios de la arquitectura academicista europea dominante en la arquitectura internacional y luego viéndose igualmente influenciada por la irrupción de la arquitectura moderna de origen europea y norteamericana. Ello produjo mayoritariamente una arquitectura religiosa en que el historicismo arquitectónico europeizante y su repertorio de estilos o formas, como señalan los autores, materializó una arquitectura reconocible por su carácter formal pero falto de identidad y significado espiritual. Esa misma condición no cambiará mayormente con la aparición de la arquitectura moderna dado que se mantuvo el grado de dependencia de la creación arquitectónica local respecto de modelos importados. Igualmente se sugiere, sin explicitarlo claramente, el hecho de que dicha arquitectura religiosa reprodujo las organizaciones espacio-funcionales propias del desarrollo histórico de la arquitectura cristiana-católica siendo dominante, 119

Primeros Decretos Conciliares.

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al respecto, la aplicación del esquema basilical como configuración establecida principalmente en el período de influencia historicista. De ahí se manifestó por tanto una imagen tradicional en términos arquitectónicos de claro reconocimiento social. El surgimiento de la arquitectura moderna con su cuestionamiento de la arquitectura academicista propició igualmente la revisión del proyecto arquitectónico de índole religioso que debido a ello se vio cuestionado haciéndole parte de la misma voluntad por dar forma a una expresión edilicia acorde a las nuevas demandas de la modernidad, aunque debiendo reconocer que este tipo de encargo se transformó en algo menos habitual acorde a una sociedad envuelta en un proceso progresivo de secularización desde hace ya un tiempo. Esta necesidad de cambio en la forma arquitectónica se vio además reforzada por la discusión que ya avanzadas unas décadas del siglo XX se dio al interior de la Iglesia Católica respecto de la necesidad de adaptar a la iglesia como institución a los nuevos tiempos y que condujo finalmente a convocar el Concilio Vaticano II en el año 1959 por el papa Juan XXIII. Es significativo por tanto esa complementariedad de intenciones, las meramente arquitectónicas y las teológicas, como un estímulo importante para renovar el proyecto arquitectónico religioso católico siendo también la oportunidad, como señalan los autores, de asumir igualmente el desafío de incorporar la identidad en la creación arquitectónica en tanto manera de “practicar” la fe.

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La irrupción del Concilio Vaticano II

El título del segundo artículo a revisar desde ya establece claramente sus alcances: “El templo Hoy: un problema limítrofe de teología y arquitectura” (1968) lo cual, a su vez, queda explicitado por quienes son sus autores; dos teólogos y dos arquitectos. Ello inmediatamente sugiere la necesidad de repensar la arquitectura religiosa en relación a las repercusiones del Concilio Vaticano II, ya cerrado unos pocos años atrás. El que tres de sus autores sean, además, académicos universitarios sugiere a la vez el carácter teórico-reflexivo que desarrolla el artículo en cuestión. Tal como se señala en la presentación del artículo, éste surge como parte de un proceso de discusión interdisciplinario desarrollado a lo largo del año 1968 cuyo objetivo era analizar “(…) el problema de construir iglesias en la actualidad”120 a fin de aportar más que resultados concretos o recomendaciones específicas establecer algunos argumentos que sirvan al momento de suscitarse el desafío de construir un edificio de esta naturaleza en el contexto histórico post conciliar, las realidades sociales y culturales dentro de un proceso general de clara secularización. Los autores reconocen la complejidad que subyace en la reflexión que se persigue dados las diversos aspectos que concurren a la discusión: “(…) El tema aquí abordado lo consideramos de mucho interés, ya que es un punto en que se intersecta la reflexión teológica actual con los problemas técnicos, urbanísticos y artísticos de la arquitectura moderna y el análisis socioeconómico de un escenario pastoral en la gran ciudad”.121 Si bien en el artículo se desarrollan conceptos y análisis sobre Teología y Arquitectura, su revisión a efectos de los intereses de esta investigación se centrará principalmente en los aspectos arquitectónicos. Solo se menciona que son tres los aspectos que centran la discusión teológica examinando los conceptos de: noción cristiana de templo; comunidad cristiana y celebración litúrgica. Respecto del primero de estos los autores establecen que la noción de templo se define como Dios revelado que se manifiesta en una comunidad de fieles que se proyecta por medio de una forma construida. “El templo, la iglesia que Dios quiere que se construya, no es, en consecuencia, ni una iglesia-monumento-autónoma, que pueda prescindir de la asamblea misma, ni una iglesia-puramente-funcional, que seque al hombre en lo puramente funcional, mecánico y utilitarista, sino una iglesia que armonice la humildad de lo funcional con la poesía y creación espacial que eleve hacia Dios”. Sobre el concepto de comunidad cristiana se señala es la feligresía que se congrega en torno a la fe y que se manifiesta en muy diversos grados y maneras siendo imperativo reconocer esa variedad de constituciones comunitarias. “Una comunidad cristiana, en consecuencia, debemos entenderla como una constelación de personas en torno al núcleo central Cristo Jesús y con 120

Renato Hasche, “El templo hoy: un problema limítrofe de teología y arquitectura”. Teología y vida, (1968): 249.

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Hasche, “El templo hoy”, 250.

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muy diversos grados de concentración. Esta diversidad de niveles de fe que se manifiesta de diversos modos, debe ser acogida por los templos que construyamos. De ahí que la tipología de espacios (…) además de responder a la organicidad objetiva de la Iglesia, comunidad de comunidades, se presenta como una necesidad para responder a las condiciones subjetivas de la fe de los que en ellas se reúnen” En cuanto a la celebración litúrgica se establece que es la fiesta de la comunidad cristiana en torno al misterio de la fe de acuerdo a la doctrina eclesiástica y a la organicidad instituida. “La organicidad de la celebración supone, entonces, un espacio capaz de acoger las diversas personas que intervienen en la celebración. De este modo el mismo espacio cultural, y la celebración que en él se realiza, debe ser como una epifanía de la Iglesia en toda su múltiple riqueza”.122

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Hasche, “El templo hoy”, 260.


Visión de la arquitectura en Chile

Finalmente, ya desde una mirada tras varios años desde que el Concilio Vaticano II se habría publicado, en 1982 la revista CA 32, publica un número especial, dedicado a revisar la arquitectura religiosa chilena. Abre dicho número el arquitecto León Rodríguez con un artículo titulado “Visión de la arquitectura en Chile”. Como describe el propio autor, dicha revisión “pretende interrogar la realidad presente de la arquitectura religiosa en Chile” mirar todo lo que hay de ella, tanto presente (1982) como pasado: su manifestación como encargo, el signo religioso de la modernidad, la desacralización y la posibilidad futura de esta arquitectura en Chile, intentando develar una posible originalidad. A diferencia del primer texto que se ha revisado, en el cual Rodríguez en 1965 retrocedía 100 años para hacer un reconocimiento general de dicha arquitectura religiosa en Chile, ahora en este pretende remontarse 12.000 años atrás para con ello desde un verdadero origen americano revisar la condición histórica de la arquitectura religiosa local. De ese largo recorrido en el tiempo el autor reconoce cuatro aspectos a destacar en relación a una expresión construida precolombina. Ellos son: “lo descubierto del espacio; el modelado de la tierra trabajado como una escultura; el sentido de lo concreto (totalmente opuesto al sentido abstracto europeo); y una cierta sensibilidad en cuanto a lo pequeño, considerado como algo propio”. Sin embargo tras cerca de 12.000 años de instalaciones humanas era inevitable el choque cultural que suscito la irrupción de los conquistadores españoles quienes, no hay que olvidar, estaban insertos en pleno Renacimiento, y que al llegar instalaron su propia arquitectura. Así lo demuestra “la primitiva cruz latina de San Francisco de la Alameda, todavía en pie, aunque oculta en el desarrollo posterior del volumen completo de la iglesia”. Con esto el autor se refiere a una arquitectura que es traída de afuera, algo nuevo, como una importancia de ideas con una historia previa, pero sin embargo a la que se dará forma en un nuevo lugar y con una mano de obra americana, lo cual explicará el qué y, sobre todo, el cómo se haga. El autor cree en que a pesar de que la arquitectura viene de afuera y se implanta, lo hace de tal manera que reconoce el lugar, “se construye para ese lugar preexistente”. Lo explica ya que el edificio se sigue desarrollando, por lo que el edificio no queda como un prototipo sagrado ejemplar e inalterable, lo que relacionándolo con el primer texto de Rodríguez revisado, se podría entender como una “arquitectura consagrada”. Esta es más bien una arquitectura mestiza. Y lo peculiar de lo mestizo es la concurrencia de dos culturas, aparece aquí en la forma de un orden europeo, que ha sido erigido para ser vivido en el ámbito americano. “Hay una arquitectura que renuncia a ser europea, haciéndose nativa de américa, criolla, más bien redescubriendo Europa, desde América.” Lo que posteriormente el autor describirá como una situación parecida a la de la Edad Media en Europa, formándose un pueblo con diversos estratos sociales, raciales y culturales, que se une y cohesiona en torno a la Fe cristiana vivida sobre todo en su dimensión religiosa y sin separación alguna entre religión y cultura. Unión espacial, simbólica y funcional que se refleja en el de la iglesia al intentar albergar la totalidad de la vida personal (cementerios, escuelas, hospitales, vida comunal, etc.).

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Siguiendo esta línea de estudio, el fenómeno posterior que vino fue el neoclásico y el cual fue el tema principal tratado en el primer artículo analizado, por lo que no nos extenderemos respecto a este punto y tan solo mencionaremos nuevas ideas que permitan contextualizar lo sucedido posteriormente. Esta arquitectura mestiza que hablábamos fue de pronto arrinconada a la ruralidad, y que después fue revestida y transformada en neoclásica. Lo que antes constituía una arquitectura plástica sin rigor, sin límites y sin dibujo, incorporó el diseño por medio del dibujo en “el plano bidimensional, la estricta sujeción al modelo ejemplar, normalmente el libro de un tratadista, módulos, cánones, estilo, que remplaza al auténtico estilo cuando este ya no vive”. Luego, Rodríguez explica que desde 1900 en adelante la corriente neoclásica no finaliza, pero se va haciendo cada vez más ecléctica, sumándose el neogótico, el neorrománico, el neocolonial y el neobasilical. Aunque ya en el segundo decenio del sigo XX, Pedro Prado encabeza la toma de conciencia y comprende la urgencia de una arquitectura propia de América y de Chile, no es hasta el tercer decenio que algunos arquitectos chilenos promueven una arquitectura religiosa diferente asumiendo el desafío de introducir en ese ámbito proyectual los postulados de la arquitectura moderna. Propiciatorio fue la reconstrucción obligada tras el gran terremoto del año 1939. La catedral de Chillan, cuyo proyecto es del mismo año, irrumpe como un acontecimiento distinto de todo lo que había sucedido desde 1540 y antes. Así, “esta sensibilidad moderna que irrumpió en Chillán” fue lo que más tarde en 1960 tras el terremoto en el Sur de Chile posibilitó la reconstrucción de varias capillas hechas por los arquitectos del Instituto de Arquitectura de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso encabezados por Alberto Cruz. En ella aparece una nueva visión de mundo y con un aterrizaje al lugar y a las condiciones concretas del habitar. También cabe mencionar el Monasterio de Los Benedictinos de las Condes, obra de arquitectos de esa misma escuela, que igualmente recoge la nueva actitud de reintegrar en el lugar del acto religioso las condiciones de la vida real y su cultura. Sin embargo, en palabras del propio Rodríguez, “estos casos son la minoría en comparación con los santuarios, iglesias, capillas, templos, conventos, cementerios, etc.” que, emitiendo un juicio crítico extremo, señala no alcanzan a ser obras de verdadera arquitectura al evadir su compromiso con el lugar y la época. De cierta forma, confirmar lo que planteó 17 años atrás en el primer texto analizando junto a Correa. Según este, no se ha llegado aún a una “arquitectura religiosa chilena actual”. Deconstruyendo esto punto por punto se lee que no se ha alcanzado una plena arquitectura religiosa porque esta demuestra una ausencia de la libertad creativa; porque son obras que no han reconocido un requerimiento religioso; porque no dan cuenta de un ensamblaje con el lugar patrio, sea porque se sigue viviendo trasplantado, o porque todavía no se ha conocido y amado el propio espacio y su historia; y porque no ha habido en estas construcciones un dar forma al tiempo presente, al hoy, sea porque está anclado en un pasado o porque se vive pensando en un futuro. Igualmente hay que destacar la mención que Rodríguez hace sobre el


Concilio Vaticano II, sobre este menciona que marca una toma de conciencia más generalizada de la Iglesia Universal y de Latinoamérica, en el sentido que vivimos una completa nueva edad de la historia y que en América Latina la Iglesia, tiene una responsabilidad y una misión absolutamente particular y genuina. Más aún Chile, que tras la década de los 60 se mezcla con acontecimientos que moldearían el espacio religioso, como la sociedad de masa y la popularización de la secularización. Sin embargo esa alusión al Concilio Vaticano II que realiza el autor, es destacando la misión social de la iglesia señalándole como parte de una serie de personajes, acciones y documentos que apuntan en ese sentido (Crecente Errázuriz, Alberto Hurtado, Juan Salas, Concilio Vaticano II [1963-65], Medellín [1968], Puebla [1979] ), sin establecer mayor relación con el tema de la arquitectura religiosa, sino que señalando la responsabilidad de la iglesia como institución en la realidad latinoamericana. Si es claro para insistir que esa toma de conciencia creciente que ha renovado la iglesia católica chilena no ha sido capaz de renovar igualmente el proyecto arquitectónico religioso siendo incapaz de generar un nuevo encargo arquitectónico, recurriendo a lo ya hecho, ya muerto, ya sea remedando el historicismo de inicios del siglo XX, ya sea copiando formas ajenas contemporáneas, o no considerando el necesario compromiso con las realidades sociales. Igualmente expresa que los años 60 han significado una crisis en diversos aspectos para la iglesia católica post Concilio Vaticano II en que se entremezclan fenómenos religiosos, políticos y sociales locales que han afectado al encargo arquitectónico religioso poniendo en duda incluso, por parte de algunos, la pertinencia de éste, advirtiéndose finalmente que ha ido ocurriendo un proceso de adecuación del encargo arquitectónico que se manifiesta de diversas maneras a partir de esos años. El autor señala dentro de esas adecuaciones las del mismo encargo religioso actual. Tras esto es que Rodríguez se detiene a entender espacialmente como es el encargo actual. Describe que las iglesias y capillas son, en términos medio, “de menor tamaño que las anteriores, pero por otra parte aparecen más desparramadas en la ciudad y menos centrales que antes; hay una tendencia manifiesta al espacio más circular o cuadrado (circundante) y no alargado (procesional). Interiormente los altares se han dado vuelta y el celebrante se ubica de cara al pueblo y no de espaldas como antes, quedando por lo tanto el altar en medio rodeado, y no como meta o término en un extremo, como era en la práctica anterior.” Otras adecuaciones menores que se mencionan, pero no por ello menos importante, corresponde a “mayor exigencia acústica (idioma vernáculo), la generalizada eliminación del comulgatorio como baranda y de los coros del altillo”. Es sumamente interesante detenernos en el encargo que describe, ya que tiene clara relación y motivación por lo que ya hemos descrito como idea del Concilio Vaticano II, bajo una mayor participación del pueblo en la celebración; eliminando elementos de equipamiento tradicional que obstruían la integración de la comunidad de fieles en la celebración litúrgica. Finalizando su escrito el autor expone un último aspecto en que manifies-

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ta una visión negativa o pesimista acerca del futuro de la arquitectura religiosa chilena poniendo en discusión el proceso de desacralización que ha venido ocurriendo hace un tiempo a esa parte y que ha ido transformando la dimensión existencial de la sociedad contemporánea de diversas maneras. Ello ha afectado directamente la práctica religiosa en general y en particular de la iglesia católica. “(…) resulta sorprendente que la iglesia y las iglesias cristianas, en sus jerarquías, no hayan tomado verdadera cuenta de este acontecimiento sino ahora último, salvo para lamentarlo o condenarlo, pero rara vez para interrogarse sobre su origen.” Ello lleva a León Rodríguez a plantear una pregunta fundamental ¿cuál es la significación y la relación del hombre hoy, con la arquitectura religiosa? En esta parte habla de manera universal, pero queda claro que se tiene esta misma visión en Chile. “(…) Para muchos significa un lugar especializado de un acto humano ya sobrepasado, resto fósil de una edad primitiva, prácticamente un sitio arqueológico”. Sin embargo dícese que para los conscientemente religiosos en Chile ha provocado una escisión entre la vida religiosa y la vida civil. Pareciera que el encargo podría borrarse y no pasaría nada, sin embargo se siguen construyendo. En parte por una inercia de siglos que no es tan fácil que se detenga. Bajo esta última perspectiva es que luego reflexiona desde la disciplina arquitectónica acerca de la posibilidad de una arquitectura religiosa en Chile. Al respecto señala una primera dificultad que surge desde la misma arquitectura, ya que en el Mundo y aún más en Chile ésta sufre una crisis permanente al ser sustituida oficial y extraordinariamente por el diseño, por la mera tecnología, y hasta por la arqueología. Por otro lado habría una dificultad por el lado religioso, que como se venía enunciando, ha sido culturalmente marginado a los sectores periféricos de la vida humana individual, comunitaria y política. Igualmente señala la tradicional dependencia del medio local respecto de influencias externas que no promueve una creación original y consecuente con la realidad local. Pero a su vez, esto mismo podría ser un indicio de algo positivo, refiriendo que ello está obligando a repensar la arquitectura religiosa y su manifestación yendo a lo esencial. “(…) como la fe en Jesucristo es un llamado a cada uno y a todos los hombres y a todo el hombre que hay en el hombre, incluye necesariamente todo lo humano y con ello en plenitud la dimensión religiosa que hay en todo hombre. (…) Si abarca a todo el hombre, entonces se tendrá que revelar, entender y vivir (…).”

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Bajo esto es que se oculta la cuestión arquitectónica que hay en la esencia de la fe en Jesucristo. La convocatoria a la reunión incluye necesariamente la condición espacial y corporal de los hombres y de su mundo, por lo que siempre va a exigir concretarse en un lugar.


Dejando hasta este punto la revisión de “La visión de la arquitectura en Chile”, nos gustaría cerrar el capítulo con las últimas palabras con las que concluye León Rodríguez el artículo: “la fe, si la hay en Chile, tendrá que ir abarcando el hoy, el aquí, la arquitectura y la dimensión religiosa humana, crenado lo interior que sea necesario para la reunión de la fe, erigiéndolo con el manejo de la arquitectura y en base al material de nuestra tierra y a la vocación de nuestra historia, otorgándole a ese interior la intensidad de forma que permita revivir el acto de cristo en espíritu y en verdad, sin disfraces alienados como ocurrió en el Neoclásico. Finalmente exteriorizando, haciendo transparente de alguna manera esa riqueza de vida humana y de arquitectura, mostrando la interioridad y la intensidad de la forma interior, haciéndola irradiante hacia afuera, como lámpara que ilumina el espacio habitado, ordenándolo e identificándolo así como en la Colonia se logró el arraigo presidiendo el lugar geográfico.”

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CAPÍTULO 04. Concurso de la Iglesia del Campus San Joaquín


Para poder analizar la relación que existió entre el caso de estudio y el Concilio Vaticano II, se pretende realizar una aproximación general del Concurso de anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín, su contexto y sus protagonistas. Por tanto, es que el presente capítulo se subdividirá en tres instancias. Primeramente se presentará el concurso, el llamado que hizo la Institución Universitaria a sus participantes y la singularidad del jurado. Luego se presentarán las memorias de los cuatro proyectos que fueron premiados con menciones honrosas, para que, en palabras de los propios autores, entender sus propuestas. Finalmente, ya habiendo presentado las propuestas a partir de sus memorias, se pretende comentar críticamente lo que ellas, en conjunto con planimetrías y registros fotográficos de las maquetas, habrían sido sus planteamientos teórico-conceptuales. Hay que igualmente aclarar que de las cuatro propuestas y del concurso en general poco se ha dicho, por tanto, hubo que construir gran parte del discurso acerca de dicho material.

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El concurso

El terreno original donde se ubica el actual Campus San Joaquín de la Pontificia Universidad Católica era conocido como la chacra de San Luis de Macul y fue donado a la Universidad en el año 1891 por la familia Larraín Gandarillas. Fue recién en 1963 que el arquitecto Germán Brandes ganó el concurso del plan maestro, que devino en un largo y lento proceso de desarrollo y construcción del Campus. Algunas unidades académicas crearon proyectos propios en desorden, alejándose del plan maestro. Sin embargo, en 1993 se comenzó a poner orden.123 Debido a la misión católica de la Universidad, era lógico la presencia de una capilla dentro del plan maestro.124 Ésta según explica Teodoro Fernández, estaba ubicada en otro sector dentro del plan maestro de Germán Brandes, la cual respondía más bien a las lógicas urbanas planteadas por esa propuesta, sin embargo a lo largo de los años al ir modificándose tales planteamientos, como fue con la incorporación de una eje vehicular principal proveniente de Vicuña Mackenna, suscitó cambios tales como en la ubicación de la capilla en un centro.125 Así mismo, Montserrat Palmer haciendo referencia a las propias bases del concurso explica que “el edificio tiene un rol central como articulador de los pabellones actuales y futuros” del Campus. Por tanto este edificio debe ser “un edificio que convoque, anuncie y envíe (…) esta iglesia debe ser un lugar de referencia permanente (…) por su condición de levantarse en el corazón (…) asumir una condición de presidencia”.126 El llamado al Concurso de anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín se realizó el año 1994 restringido únicamente a profesores y arquitectos de la PUC. Esta convocó a 21 propuestas participantes, que en propias palabras de Palmer, tuvo una respuesta “en número y calidad, buena y cuidada”. Entendiendo la singularidad y la relevancia del tema del concurso es que la convocatoria para conformar el jurado no fue para nada azarosa, este lo configuraron arquitectos y representantes de la misma universidad del más alto nivel, que pudieran aportar desde sus miradas especializadas. Este primer grupo que mencionaremos corresponde a los representantes universitarios, el cual estaba conformado por: Juan de Dios Vial Correa, quien en esos momentos era Rector PUC; Eliseo Escudero, Vice Gran Canciller de la PUC; y Juan Enrique Coiméanos, Decano representante de las Facultades del Campus. Luego el grupo de Arquitectos, que los asociamos de esta manera debido a que cada uno de ellos vendría a aportar de distintas miradas al Concurso: como Fernando Pérez Oyarzun, quien además de ser docente, en esos momentos era Decano de la Facultad de Arquitectura y Bellas Artes de la misma Universidad; Renato Parada, Arquitecto y autor del proyecto de estructuración 123

Como indican los registros históricos de la Universidad. https://www.uc.cl/universidad/ nuestra-historia/

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Teniendo como referencia que 5 años posterior a la finalización de las obras de la Casa Central universitaria, se inauguró su primera capilla.

125 126

Conversación con Teodoro Fernández, el 31 de Julio de 2020. Palmer y Baixas, “Concurso Iglesia San Joaquín”, 56-57. Lo menciona Palmer, respecto de las páginas 4, 5, 6 y 7 de las bases del Concurso.

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del campus; el Hermano Martín Correa, quien ya se ha mencionado anteriormente por su visión informada y directa del tema de la arquitectura religiosa y la identidad local; Pedro Murtinho, Arquitecto y docente en la escuela de Arquitectura de la misma Institución; y Juan Ignacio Baixas, que venía en nombre del Colegio de Arquitectos y también era el representante de los concursantes. Por último hay que hacer una especial mención a los dos Arquitectos organizadores del Concurso, Luis Bresciani Prieto y Carmen Rioseco Peny, Director y Director Adjunto del Concurso respectivamente. Así, el 27 de diciembre de 1994 reunidos, Fernando Pérez explica que por unanimidad se habría tomado la decisión de remplazar los tradicionales tres primeros lugares, por lo que Palmer describiría como: “una ambigua llegada de cuatro menciones honrosas” siendo el resultado de “un jurado con una composición de arquitectos de calidad y seriedad indudables”.127 Ahora bien, antes de presentar a cada una de las propuestas por medio de las memorias de proyecto y posteriormente comentarlas, es necesario revisar que es lo que se ha mencionado respecto de esta particular situación de cuádruple empate.

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Palmer y Baixas, “Concurso Iglesia San Joaquín”, 56. Palabras de Montserrat Palmer.


Cuádruple empate

Así como anuncia el título, los clásicos tres primeros premios de todo concurso de arquitectura fueron remplazados por un ambiguo “cuatro menciones honrosas”. Algo que hasta el momento, al menos dentro de la arquitectura chilena, no se había suscitado. Respecto de los concursos de arquitectura en Chile, apoyándonos en lo que dice Montserrat Palmer: “el concurso una vez jurado hace que todo se desvanezca en el aire instantáneamente con un aquí no ha pasado nada”.128 Gracias a un jurado de calidad y a pesar de haber una gran cantidad y variedad de soluciones, se determinó por unanimidad que la dificultad del encargo había superado los esfuerzos y por tanto no había ningún proyecto que cumpliera plenamente con lo solicitado y con lo esperado.129 El representante de los concursantes en el jurado, Juan Ignacio Baixas, explica que debido al sistema de concurso de propuestas anónimas, implicaba un compromiso total con el proyecto seleccionado, el cual, en su momento, el jurado no estaba dispuesto a asumir. De aquí surge la ausencia de premios y por el contrario las menciones, que buscaban dar cuenta de una calidad y cantidad de trabajo, pero sin embargo de una lejanía con la solución buscada. ¿Expectativas muy altas? Puede ser. El jurado lo conformaban los más altos cargos dentro de la arquitectura nacional, sin olvidar tampoco que se encontraba el hermano Martín Correa, quien había edificado, hasta la fecha, la única obra moderna declarada Monumento Nacional, por lo que la búsqueda de la perfección era algo inevitable. Ahora bien, antes de presentar por medio de las memoria de los proyectos a cada una de las propuestas, cabe señalar el aspecto que abrió las puertas a esta investigación y que sentó las primeras preguntas y el interés sobre este estudio en cuestión. Esto viene de las palabras de Montserrat Palmer y su personal interpretación sobre el cuádruple empate de este concurso. Ella, refiriéndose al fallo del jurado en la revista ARQ 33, no ahonda en el tema, pero es clara al decir que: “(…) quizás la cuestión más de fondo en este concurso es el resultado del desencuentro de las expresiones del arte contemporáneo y la cultura religiosa”. Es en este sentido que una de las hipótesis de investigación postula que el concurso para la iglesia del Campus San Joaquín de la Universidad Católica de Chile podría haber sido una oportunidad de reflexión crítica bajo la cual subyacería la renovación eclesiástica del Concilio Vaticano II. Ya que, si volvemos a lo referido por Palmer, podemos llegar a interpretar cuando habla de “expresión de cultura religiosa” con lo propuesto por el Concilio Vaticano II y todo lo que el “espíritu del concilio” conllevaba en esos momentos. Interpretando este “desencuentro” como lo que habría provocado esta particular instancia de premiación de cuatro menciones honrosas. Bajo esta visión del Concurso de anteproyecto como antecedente, continuamos la revisión, por medio de la presentación de cada una de las memorias de los proyectos galardonadas con mención honrosa. 128

Montserrat Palmer y Juan I. Baixas, “Concurso anteproyecto Iglesia Campus San Joaquín”. Ediciones ARQ, nº 33 (1996): 56. Esto lo menciono Palmer.

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Palmer y Baixas, “Concurso Iglesia San Joaquín”, 56-57.

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Mauricio Baros y Glenda Kapstein

Memoria del proyecto130 Tres son las motivaciones del planteamiento del anteproyecto: 1. Parte de la vida no académica del campus se desarrolla en el transitar, un transitar para salvar la extensión, desde una facultad a otra como llegada o abandono del campus los cuales conforman una compleja red, toda vez que el terreno permite establecer las distancias menores entre dos puntos a través de las diagonales de la ortogonal fundacional. En su condición de planicie central, el terreno actualmente se presta para ser “cruzado”, y en su condición espacial está definido por el edificio de la biblioteca, economía y más retirado y en menor grado química, el lugar se urbaniza con límites precisos confiriendo al sitio una condición de inmerso. 2. La nueva pastoral en términos generales plantea un acercamiento y participación de los fieles más directamente en la celebración ritual de la misa y de la asamblea. La idea es entonces buscar el acercamiento físico —y formal— entre asamblea y altar y la inclusión de lo cotidiano como parte del acercamiento. Acogerlo de forma natural —gente de pie— y acercamiento hacia la explanada serían condiciones del anteproyecto. 3. De la materialidad. La materialidad entendida como material y forma conformando un todo: Los materiales elegidos son hormigón, hormigón armado y madera. El hormigón armado como un material noble a la vista, resistente al clima y al uso persistente. En contraste la madera se elige para cobijar a la asamblea y con la calidez de su condición de material vivo atraer la atención y permanencia de toda la 78

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Palmer y Baixas, “Concurso Iglesia San Joaquín”, 66-67.


comunidad universitaria. El hormigón protegiendo a la madera a través de una sucesión de espacios y/o detalles preparatorios de la asamblea, uno de los cuales es la explanada exterior solicitada en las bases. De las observaciones preliminares, el anteproyecto busca su propia definición a través de: 1. Recoger la trama del transitar cotidiano, o trama implícita en la ortogonal, propuesta en los planes maestros. 2. A través de la presencia del anteproyecto en la extensión se toma la decisión de su levantamiento a la cota +1.55 —similar al zócalo de la biblioteca— para contrarrestar su condición de inmerso. Una araucaria y el campanario son elementos incorporados para colaborar en este sentido, ocupando la parte superior la nave principal de la iglesia y la explanada y la parte inferior, incorporada a la parte cívica del campus, la pastoral y el auditorio, el oratorio hace de articulador entre asamblea y pastora. 3. A modo de buscar su propio espacio, se produce un ensimismamiento del contexto de autos y ruido en la parte superior del anteproyecto para ello se rodea el sector de culto por una masa foliar de Citrus Aurantium ornamental de hoja persistente y un muro. 4. Para recoger el transitar cotidiano e informal responde la diagonal y explanada hacia donde se abren una serie de cajas puerta, donde la gente puede asistir de pie o apoyada en sus muros. La idea de estas cajas es plantear una comunicación directa del altar con la explanada. 79


Imágen 08. Propuesta anteproyecto Baros y Kapstein. Planta de emplazamiento.

Imágen 09. Propuesta anteproyecto Baros y Kapstein. Planta de arquitectura.

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Imágen 10. Propuesta anteproyecto Baros y Kapstein. Fotografía de maqueta.

Imágen 11. Propuesta anteproyecto Baros y Kapstein. Elevaciones y cortes.

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Andrew Harris y Alejandro Luer

Memoria del proyecto131 No existe una arquitectura primitiva, existen medios primitivos. Le Corbusier, Hacia una Arquitectura El proyecto. En un campus caracterizado por volúmenes que se posan aislados en un terreno donde todo es pisable, se propone un lugar contenido y recorrible no de cualquier manera. Se propone un espacio de naturaleza distinta: un vacío. Se plantea una explanada no caminable de bolones de río sueltos, en cuyo centro emerge un cubo de nervaduras ligeras de hormigón de 14 metros de arista, que dota de luz y presencia a la iglesia, (programa que está bajo la cota cero). A este nivel se accede por un recorrido extenso que se hunde a través de la explanada, la que está rodeada por un muro habitable de 3 m. de espesor. Valorizar los espacios y el esfuerzo que requiere lograrlos. Lo que las cosas cuestan. Donde la construcción se valora en cantidad, se busca valorar su cualidad. La iglesia no es sólo el edificio, sino toda el área construida. El rol ordenador del proyecto en el campus no está en su visibilidad a la distancia, sino en el modo en que afecta la vida cotidiana del lugar. Operaciones del proyecto. El proyecto está contemplado en tres partes relacionadas, pero con una cierta autonomía de construcción. Esta condición es deseable entendiendo la obra como colectiva y participativa en cuanto a los medios, los actores y el tiempo. 1. Iglesia, pastoral y capilla. Se plantea la excavación de un área de 24 x 50 m. en la cual se concentrará todo el programa dispuesto sucesivamente de oriente a poniente. El auto no entra. No se puede llegar con él hasta la cama. El área de pastoral está dispuesta en dos niveles a lo largo de un patio hipóstilo, el que lo abastece de luz y es antesala para ingresar al recinto iglesia. 82

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Palmer y Baixas, “Concurso Iglesia San Joaquín”, 64-65.


Este programa se alberga en volúmenes independientes cóncavos, dispuestos para la reunión. El presbiterio se desarrolla longitudinalmente en forma perpendicular al círculo de la asamblea, evitando que el plano de fondo se transforme en escenario. El fondo del presbiterio es un volumen que constituye la sacristía y a su vez es acceso a un altar que hay en su parte superior, previsto para ceremonias al aire libre. 2. Explanada. Se plantea una plaza que abarque toda el área de proyecto. Esta estará cubierta por una superficie de bolones de río sueltos que cubre la distancia al cubo lucernario. Esta explanada supera el nivel del suelo y está rodeada por un recorrido perimetral acompañado por el sonido de un hilo de agua que se desplaza paralelo y discretamente. 3. Muro Vía Crucis. Rodea la explanada un muro de 4 m. de altura y 3 m. de espesor que dará cabida a las catorce estaciones de un Vía Crucis y será el tamiz a atravesar en cualquiera de sus puntos para quien, por decidida voluntad o dejándose llevar discretamente, quiera ingresar a la iglesia. Cada una de las estaciones es un lugar de paso y permanencia con un carácter propio. Se plantean autónomas pudiéndose pensar y realizar en forma gradual y por distintos autores y patrocinios (por ejemplo, las distintas facultades, escultores, etc.). Se busca un sistema de trabajo inclusivista, producto de una verdadera donación, en que la obra es la representación de cada uno de nosotros y nos hace sentir parte de ella. El Vía Crucis es un ejercicio piadoso y este muro es en cierta forma lo humano que antecede a un encuentro con las cosas de Dios. Este proyecto ha sido una oportunidad de dar gracias por la sola posibilidad de la vida y expresar nuestro amor por todo lo que nos es dado a diario.

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Imágen 12. Propuesta anteproyecto Harris y Luer. Planta de emplazamiento.

Imágen 13. Propuesta anteproyecto Harris y Luer. Planta de arquitectura.

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Imágen 14. Propuesta anteproyecto Harris y Luer. Fotografía de maqueta.

Imágen 15. Propuesta anteproyecto Harris y Luer. Elevaciones y cortes.

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Jorge Nordenflycht y Franco Vercellino

Memoria del proyecto132 Consideraciones generales. Es poco común y de extrema dificultad, tener la oportunidad de diseñar una iglesia. Ahora, en el encargo preciso de este concurso, la dificultad propia del “templo” se ve aumentada enormemente por dos cargas que se le incorporara, una de orden estructurador; que el edificio y su “malo” sean capaces de establecer un orden, conformar un lugar jerárquico que le dé un sentido más clara a la estructura general del campus. Otra de orden conceptual o imagen, que tiene relación con la doble institucionalidad, por un lado, la iglesia católica como espacio celebrativo, según el espíritu del Concilio Vaticano II, y la Institución Universitaria, como usuario y mandante del encargo de proyecto. Propuesta. El emplazamiento de los distintos elementos del proyecto, está determinado por una transición progresiva desde lo público hasta el encuentro con lo más íntimo y sagrado (Capilla, Oratorio). Esta transición se establece a través de distintos elementos, luz y sombra, niveles, secuencia de espacios, pieles, etc. Se establecen los niveles, entendiendo como el espacio más público la explanada. Un primer nivel intermedio a través del acceso principal, (Zaguán). Un segundo nivel intermedio de asamblea que tiene una relación directa con el exterior, a través del gran vano hacia el atrio o altar exterior (altar de grandes celebraciones). Luego existe un primer nivel interior que es parte del cuerpo de la asamblea y el altar. 86

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Palmer y Baixas, “Concurso Iglesia San Joaquín”, 62-63.


El Segundo Nivel Interior lo representa el plano inclinado de rieles que se conforma como un preámbulo para llegar al lugar más introvertido del proyecto, el lugar del Santísimo, la capilla oratorio. Es importante el hecho de que el grado de interioridad es siempre relación al exterior, y no en relación a los espacios interiores entre sí. Ejemplo de ella es la relación visual que existe entre el altar y gran parte de la asamblea con el Santísimo que se encuentra en un nivel superior. Es a través de estos conceptos por medio de los cuales se da respuesta a las diferentes escalas que debe asumir el edificio. Por una parte la escala cotidiana (Capilla). La escala intermedia (Nave) y por otra la de celebraciones masivas (Explanada). El Edificio Iglesia es entendido como un gran Arca contenedora del “misterio”, que convoca a los fieles a través de muros y planos inclinados que se extienden como brazos sobre la explanada en múltiples escalas y direcciones, a la cual se adhieren cuerpos menores en distintos grados de relación (Pastoral y Auditorio). La envolvente creada a través de distintos planos genera situaciones y acoge actividades a lo largo de todo su perímetro, tanto al interior como al exterior del sinuoso volumen. El edificio es un ente vivo, expuesto a la luz y a las actividades que lo rodean. Sus muros dejan pasar la luz creando planos virtuales y haciendo que ésta sea el elemento que liga los cuerpos entre sí.

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Imágen 16. Propuesta anteproyecto Nordenflycht y Vercellino. Planta de emplazamiento.

Imágen 17. Propuesta anteproyecto Nordenflycht y Vercellino. Planta de arquitectura.

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Imágen 18. Propuesta anteproyecto Nordenflycht y Vercellino. Fotografía de maqueta.

Imágen 19. Propuesta anteproyecto Nordenflycht y Vercellino. Elevaciones y cortes.

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Teodoro Fernández y Paulina Courard

Memoria del proyecto133 El lugar. El lugar que ocupa la plaza para la iglesia se ha pensado como un campo de espacios entrelazados, en donde tienen cabida las distintas actividades del programa, y los alrededores se intensifican mediante el cruce de los caminos peatonales del campus, la evidencia de las vistas y la creación de un interior abierto, quedando así definido como “la plaza del campus”. Una diagonal que corre desde la Facultad de Ingeniería, teniendo como Fondo el campanario y la vista lejana de los cerros del Plomo, divide la plaza en dos zonas: sombreado en los exteriores e interiores protegidos de los edificios al sur oriente, y asoleado en la explanada al norponiente. Otra diagonal cruza el proyecto a través de un zaguán, atravesando la explanada y el atrio de la iglesia, desde el acceso de calle Vasconia hacia la biblioteca central, mirando los cerros San Ramón por sobre los edificios. Estos caminos que se cruzan separan los interiores del exterior de los edificios. Los edificios toman la forma de los caminos y las vistas del lugar al mismo tiempo que los construyen. Se ha realizado un control del espacio definiendo un trazado regulador para el total del terreno, donde cada parte del programa va ocupando su lugar. De este modo el lugar como contexto y la estructura del programa definen el proyecto. Todo el programa se ha disputado en un solo nivel, sin partes ocultas en subterráneos ni segundos pisos, de modo de no establecer grados de privacidad ni subordinación entre las distintas partes del programa, y como una manera de 133

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Palmer y Baixas, “Concurso Iglesia San Joaquín”, 60-61. En una segunda etapa del concurso en la cual se pidió un mayor desarrollo de cada una de las cuatro propuestas seleccionadas, se eligió como ganador este equipo.


ocupar la plaza tanto en las fiestas como en su cotidianeidad. Buscando más un ambiente reconocible y amable que monumental. Se trata de un proyecto que intenta alejarse tanto de una teatralidad tecnológica como de una monumentalidad retórica. El Programa. Los elementos principales del programa se han definido como cubos de tamaño proporcionado a su capacidad: 18 x 18 x 9 metros para la iglesia, 7 x 7 x 7 para la capilla, y, 9 x 9 x 4.5 para el auditorio. Cada uno de estos elementos toma su lugar en la intersección de caminos y muros, sin subordinarse unos a otros, girando de posición de modo que enfrenan y guían al transeúnte. Estos cubos se definen en su interior de manera diferente de acuerdo a sus materiales y la forma en que reciben la luz. Al centro del conjunto se ha dispuesto la capilla diaria, en el cruce de los caminos que atraviesan la plaza, como un cubo cerrado bajo el atrio de la iglesia que mira a la explanada. En el extremo norponiente el cubo del auditorio remata en conjunto y permite un uso del mismo en forma independiente mediante un acceso externo. La pastoral se define como una planta libre donde se disponen los privados y salas de reunión. El total del conjunto está definido en forma neta por las aristas exteriores de los atrios. los cuales a su vez arrojan sombra sobre superficies irregulares y libres que constituyen el cerramiento de los diferentes recintos del programa, creando de esta forma espacios exteriores protegidos en forma de atrios, los que son mediadores entre el exterior abierto y unitario y los interiores cerrados y singulares de cada parte del conjunto.

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Imágen 20. Propuesta anteproyecto Fernández y Courard. Planta de emplazamiento.

Imágen 21. Propuesta anteproyecto Fernández y Courard. Planta de arquitectura.

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Imágen 22. Propuesta anteproyecto Fernández y Courard. Fotografía de maqueta.

Imágen 23. Propuesta anteproyecto Fernández y Courard. Elevaciones y cortes.

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Comentario crítico de las propuestas

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A continuación, como establece el título, se pretende realizar un comentario crítico de las memorias de proyecto presentadas por los cuatro participantes que fueron galardonados con mención honrosa en el concurso de anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Para eso revisaremos cuales habrían sido los planteamientos teórico-conceptuales que sustentaron cada una de las propuestas, analizando sus memorias y planimetrías, como también revisando lo mencionado en la revista CA32, único texto que revisa este concurso y sus propuestas. Luego de entender sus planteamientos, se propone analizar e interpretar críticamente cuales de ellos se acercan o transmiten ideas sobre los postulados del Concilio Vaticano II. La primera revisión o lectura que se puede realizar es que las cuatro propuestas, en general, basaron sus planteamientos en aspectos urbanos, entendiendo esto como el rol que la capilla debe desempeñar en tanto pieza dentro del conjunto mayor del campus, relacionando y ordenando su entorno. En gran medida esta primer propósito es lógico, ya que como señala Baixas en la revista CA32, este fue un punto explicitado dentro de las bases, al cual se le dio suma importancia en la evaluación del jurado. El representante de los concursantes explica: “(…) estos elementos debían por tanto constituir un orden dentro del campus, un lugar de referencia y de jerarquía”, por lo tanto “… el proyecto debía constituir un orden en sí, contribuir al orden general del campus, y a través de su forma llamar a la participación”. Sin embargo, tras esta propósito coincidente inicial, de condición urbana, cada una de las propuestas dista teórico-conceptualmente una de la otra. Siguiendo el orden en que se presentaron cada una de las memorias, la propuesta elaborado por los arquitectos Baros y Kapstein se puede definir como un discurso urbano-arquitectónico, en la que van apareciendo estas dos ideas constantemente, sin sobresalir una de la otra. De esta forma, motivados principalmente por tres planteamientos es que se desarrolla la propuesta: “el transitar cotidiano” (urbano), “acercamiento y participación de los fieles” (urbano-arquitectónico) y “la materialidad entendida como material y forma conformando un todo” (arquitectónico). Esta primera idea de planteamiento urbano es sumamente legible en su planta de contexto, donde se ve como intenta relacionarse con los edificios adyacentes (el edificio de la biblioteca, economía y más retirado y en menor grado química) y la compleja red del campus. De lo urbano pareciera surgir lo arquitectónico, en el sentido que este gran eje diagonal, definido como “el transitar cotidiano” busca acercar a los fieles, proponiendo, y verificándose en planta de arquitectura, esta relación directa entre el altar y la explanada. Sin embargo cabe destacar que en el punto 2 inicial de la memoria, observaciones preliminares, se hace referencia explícita a los requerimientos de una nueva manera de desarrollar la liturgia de la misa desde la necesidad de un mayor “acercamiento y participación de los fieles” aspecto que alude directamen-


te a lo que estableció el Concilio Vaticano II, aunque ello no se recoge en las aspectos definitorios finales que aluden a determinantes meramente arquitectónicos, contexto y localización. Respecto de la propuesta de Harris y Luer, tras plantear sintéticamente su planteamiento urbano: “… En un campus caracterizado por volúmenes que se posan aislados en un terreno donde todo es pisable, (…) se propone un espacio de naturaleza distinta: un vacío”; se da paso rápidamente al planteamiento central de la propuesta: lo arquitectónico y la definición del programa y sus relaciones. El proyecto está contemplado en tres partes relacionadas con cierta autonomía de construcción; Iglesia, pastoral y capilla; explanada; y muro vía crucis. De aquello, como ya mencionábamos, define programáticamente cada una de los espacios y la relación que los circunscribe. Quizás de los puntos más interesante en detenernos respecto de esta propuesta en esta primera revisión, sería lo que menciona Baixas en cuanto a lo considerado por el jurado respecto al punto de la realidad constructiva: “de acuerdo a lo especificado en las bases, la posibilidad de una construcción en grandes etapas, las cuales debían tener un cierto grado de autonomía y de cerramiento, de modo que cada etapa de desarrollo pudiera existir durante un tiempo sin dar cuenta de una precariedad.” Da cuenta de las consideraciones que la propuesta hizo en cuanto a su autonomía de construcción. En este caso los arquitectos no explicitan mayores propósitos desde una concepción litúrgica, sino que plantean su propuesta como un conjunto de espacios y elementos que definen una experiencia arquitectónica que en la memoria se relata. Al respecto es destacable el muro del vía crucis que centra la atención como instancia preparatoria al ingreso de la Iglesia que alude, de forma intuitiva, al concepto de recorrido tan propio en la tradición de la arquitectura religiosa cristiana (camino de salvación). En relación a lo propuesto por Nordenflycht y Vercellino, podemos hablar de un planteamiento que está más ligado a una propuesta arquitectónico-espiritual. Se puede interpretar de dicha forma gracias a la progresiva transición de lo público a lo más íntimo y sagrado. Se establecen tres niveles: lo más público vendría a ser la explanada; luego un primer nivel intermedio a través del acceso principal (Zaguán); un segundo nivel intermedio de asamblea, a través del gran vano del hacia el atrio o altar exterior; luego existe un primer nivel interior que es parte del cuerpo de la asamblea y el altar; y finalmente el segundo nivel interior, el lugar del Santísimo, la capilla oratorio. Esta transición según se menciona en la memoria, se establece a través de “distintos elementos, luz y sombra, niveles, secuencias de espacios, pieles, etc.” Que se puede interpretar como recogida y considerada por parte del jurado cuando se menciona que: “en cuanto a la calidad del espacio de la iglesia se pensó que el espacio debía de tener una condición o “carácter” de sencillez y espiritualidad cristiana actual (…). Es decir, se requería de un espacio interior que teniendo riqueza de valores espaciales

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en relación a la materia arquitectónica como por ejemplo el trabajo de la luz, las proporciones del espacio, las relaciones de las partes entre sí, acogiera en forma sublime el acto litúrgico”. La memoria hace mención explícita al Concilio Vaticano II realzando la idea de la iglesia como espacio de la celebración litúrgica y también reconociendo la importancia del usuario específico, en este caso una comunidad universitaria. Ello intentaría un correlato arquitectónico que va dando cuenta en su discurso un reconocimiento de los elementos que participan del acto religioso y de sus distintas instancias y recorrido. Cabe mencionar en ese sentido el que se señale como elemento importante el considerar la posibilidad de la celebración hacia el exterior de la iglesia en directa relación al atrio y la gran asamblea universitaria, acogiendo quizás las indicaciones de adecuar el espacio de la celebración a las particularidades de cada comunidad de fieles y lugar. Finalmente, la propuesta de Fernández y Courard es sumamente clara en cuanto a su planteamiento: este se basa en un orden urbano-programático. De hecho, es mencionado de tal forma en la propia memoria: “de este modo el lugar como contexto y la estructura del programa definen el proyecto”. A su vez, las planimetrías tanto planta de contexto como planta de arquitectura, lo confirman. En ellas se manifiesta como a través de una diagonal trazada desde la Facultad de Ingeniería, se divide el espacio en dos zonas: sombreado al sur oriente y asoleado en la explanada al norponiente. Luego, otra diagonal cruza el proyecto desde el acceso de la calle Vasconia hacia la biblioteca central. De esta manera, los cubos programáticos toman lugar en la intersección de caminos, de manera que dispuestos ordenadamente enfrentan y guían al transeúnte. Tal como los mismos autores declaran, contexto y estructura del programa son las únicas premisas que guían la resolución del proyecto, sin hacer alusión alguna a determinantes o intenciones de tipo espiritual o religiosas, ni menos mención a indicación alguna del Concilio Vaticano II. Todo se resuelve desde la arquitectura en sí misma, como una acto objetivo y plástico. Ahora, a modo de iniciar el análisis crítico respecto a lo que las propuestas consideraron de las ideas del Concilio Vaticano II, la primera observación que es lógica de realizar es verificar cuál de las propuestas se refirió explícitamente al él. La única que lo mencionó fue la propuesta de Jorge Nordenflycht y Franco Vercellino. Sin embargo, hay que aclarar que esto no indicaría o reflejaría en una primera mirada realmente un completo diseño entorno a estas ideas, o por el contrario tampoco indicaría la ignorancia de ello por parte de las otras propuestas, sino más bien es factible pensar que ciertas ideas espaciales y conceptuales pueden estar fuertemente ligadas indirectamente al espíritu de lo que los textos conciliares y postconciliares pretendieron establecer en su momento. Por lo tanto, el siguiente análisis corresponde más bien a una descripción interpretativa. En ese sentido revisaremos, primeramente la propuesta que mencionó


explícitamente el Concilio Vaticano II, intuyendo que esta sería el análisis menos interpretativo dentro de las cuatro propuestas. En la memoria de Nordenflyncht y Vercellino, se menciona el Concilio en el contexto bajo la comprensión de la complejidad del encargo que plantea el concurso. En ese sentido, precisan específicamente en el orden conceptual o imagen que tiene relación “a la iglesia católica como espacio celebrativo, según el espíritu del Concilio Vaticano II”. Es importante destacar en esto último no solo la mención directa del Concilio respecto a ideas conceptuales y espaciales, sino que también su planteamiento como “espíritu” más que como simples postulados. Siguiendo con este análisis, es interesante detenernos específicamente en un espacio propuesto que es mencionado en la memoria y a su vez es legible en la planta de arquitectura. Estamos hablando del “lugar del Santísimo”134 o como se le denomina en la memoria del proyecto: la capilla oratorio. Este espacio, descrito como el lugar del Santísimo se puede leer como el lugar donde se guarda la eucaristía, espacio que hasta el momento habíamos tan solo mencionado como sagrario. En ese sentido se hace necesario recordar el texto Eucharisticum Mysterium de 1967, mencionado anteriormente en el capítulo 2, específicamente cuando hablamos de los textos postconciliares. Este texto se refiere al espacio celebrativo, pero específicamente al sagrario en el interior de la Iglesia. Como ya explicamos, el texto dividido en tres partes, en su último tema se refiere entre los puntos n. 52 y n. 57 “al lugar para la reserva de la santísima eucaristía”. Sin embargo, nos es útil detenernos en el punto n. 53 de este texto. Respecto a la importancia de un sagrario verdaderamente destacado se dice: “… Conviene que sea al mismo tiempo apto para la oración privada, de modo que los fieles no dejen de venerar al Señor en el Sacramento, aun con culto privado, y lo hagan con facilidad y provecho. Por eso se recomienda que el sagrario en cuanto sea posible, se coloque en una capilla que esté separada de la nave central del templo”. Esto que fue incorporado en los textos postconciliares, cambio el espacio interior de la iglesia, el cual acostumbraba a situar el sagrario dentro del propio altar. De esta manera, es profundamente sugerente la forma en que Nordenflyncht y Vercellino describen este espacio en la memoria, como el espacio más íntimo y sagrado del proyecto: “El Segundo Nivel Interior lo representa el plano inclinado de rieles que se conforma como un preámbulo para llegar al lugar más introvertido del proyecto, el lugar del Santísimo, la capilla oratorio.” Es en este sentido que se interpreta una fuerte relación entre el planteamiento teórico-conceptual de la propuesta de Nordenflyncht y Vercellino con ideas 134

El sitio conocido como el lugar santísimo, era el área más oculta y más sagrada del antiguo tabernáculo de Moisés y del templo de Jerusalén. En un sentido todo lo demás, atrio y lugar santo, convergía en este punto, de manera que sin el lugar santísimo el resto del tabernáculo carecería de sentido. Igualmente es relevante mencionar que pesar de ser conscientes que “el lugar del Santísimo” no es el mismo espacio históricamente que “el Sagrario”, en su sentido más interpretativo religioso-espiritual se plantea como tal.

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planteadas por el Concilio Vaticano II. Existe otro aspecto interesante de analizar respecto de la propuesta de Nordenflyncht y Vercellino que en una primera revisión indicaría cierta relación con el Concilio. Para esto nos detendremos y analizaremos la planta de arquitectura propuesta. Esta propone una distribución de planta centralizada recogiendo la idea, mencionada ya en repetidas ocasiones, sobre la celebración del rito de cara al pueblo. Lo propuesta de Nordenflyncht y Vercellino recoge esta idea, ubicando el altar en el centro del espacio del culto, rodeando e incluso enfrentando entre sí a la propia asamblea. Justamente sobre este tema Baixas explica que fue parte de los puntos considerados dentro de la evaluación del jurado. Se explica que ellos habrían reconocido que a pesar de no haberse especificado o recomendado en las bases una distribución más conveniente, distinguieron durante la evaluación mejores y peores soluciones. Baixas apunta que: “en general no eran adecuadas aquellas soluciones en que el celebrante, y en especial durante el momento de la palabra (lectura de las escrituras y homilía), quedara de espaldas a parte de los fieles. Se consideró que la relación entre los fieles y celebrante, que es la base de la participación, no depende sólo de la distancia entre ellos sino también de las posiciones relativas”.

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Respecto a esto que sostiene Baixas creemos que esta idea estaba conscientemente guiada por el espíritu del Concilio. Incluso, no sería de extrañar que las demás propuestas correspondan igualmente a plantas centralizadas. Para comprobar esto es necesario revisar planimétricamente la propuesta de Baros–Kapstein y Fernández–Courard, específicamente sus plantas de arquitectura. Por otro lado, respecto a la propuesta de Harris–Luer, es necesario detenerse en la memoria de proyecto, ya que no se verifica en las planimetrías. La propuesta de Baros y Kapstein plantean una solución similar a lo revisado en la planta centralizada de Nordenflyncht y Vercellino. Incluso se pude decir que es más clara la interpretación del versus populum, ya que se dispone el altar de tal forma que fieles y celebrantes se enfrentan en torno a un centro, la mesa. Por otro lado la planta de arquitectura de la propuesta de Fernández y Courard evidencian la misma solución de los dos proyectos anteriormente mencionados. Sin embargo, se puede describir esta como una planta más tradicional, ya que ubica longitudinal y consecutivamente los espacios de la asamblea y el altar, recordando levemente al esquema basilical; sin embargo, se puede interpretar que bajo esta idea de renovación ligada al Concilio, se despega la mesa del muro testero, para generar un punto central en torno al altar, pudiendo rodearse y así relacionando a los celebrantes y fieles en el centro del espacio de culto. Finalmente, en la planta de arquitectura de la propuesta de Harris y Luer no es posible observar esta relación debido tan solo a que no se especificó tal detalle,


sin embargo es posible rescatar de la memoria lo siguiente: “el presbiterio se desarrolla longitudinalmente en forma perpendicular al círculo de la asamblea, evitando que el plano de fondo se transforme en escenario”. En lo que a pesar de que no se especifica claramente la posición del altar, se puede sin dudas, interpretar esto más como un intento por una distribución centralizada que el de un esquema tradicional de planta basilical. A modo de cierre se quiere analizar un último punto que, a pesar de que relaciona de una forma más interpretativa lo planteado por el jurado, las memorias de los proyecto y el Concilio Vaticano II, no es por ello menos relevante. Como ya se ha explicado anteriormente, el objetivo central del Concilio Vaticano II fue una puesta al día a este mundo moderno y la búsqueda de una mayor participación de los fieles como lo logra expresar el tercer párrafo del texto Conciliar Sacrosanctum Concilium n. 124: “Al edificar los templos, procúrese con diligencia que sean aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación activa de los fieles”. Bajo la idea de “participación activa de los fieles” fue que se interpretó y asoció principalmente el Concilio Vaticano II. Por lo que no nos parece extraño que en los comentarios de Baixas respecto a las consideraciones por parte del jurado, se mencione en repetidas ocasiones el concepto de “participación”. Se da cuando habla respecto a la relación de la Iglesia con el Campus: “Por otro lado los actos litúrgicos y pastorales interiores y exteriores debían acogerse de modo que llamaran a la participación. En resumen, el proyecto debía constituir un orden en sí, contribuir al orden general del campus, y a través de su forma llamar a la participación”. Como también se menciona dicho concepto, cuando se refiere al espacio de la iglesia en sí y su relación con los demás espacios del programa: “Se consideró que la relación entre los fieles y celebrante, que es la base de la participación, no depende sólo de la distancia entre ellos sino también de las posiciones relativas”. A su vez, cuando se sigue hablando de los espacios del programa se reconoce que: “Para el área destinada a las actividades de pastoral se consideró importante su habitabilidad y también la vitalidad que pudiera aportar al conjunto, en especial a los espacios exteriores. Vitalidad que llamara a la participación.” Así como se pueden reconocer estas ideas de participación en lo comentado por el jurado, se intuye que el jurado habría reconocido de igual forma esto en las propuestas presentadas a concurso. No nos referiremos a que las cuatro propuestas hayan mencionado el concepto de participación, sino más bien a propuestas espaciales que plantean una búsqueda de dicho objetivo. De esta manera nos detendremos en la propuesta de Baros-Kapstein y Nordenflyncht-Vercellino, ya que a pesar de que en lo planteado por Harris y Luer, se refieren a “obra colectiva y participativa”, cuesta ver reflejado tales principios en la arquitectura y los espacios que proponen. A su vez, en lo propuesto por Fernández y Courard es difícil interpretar tales ideas de participación respecto del espacio en el discurso planteado. Igualmente hay que aclarar

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que a pesar de que se está realizando un análisis interpretativo, no se pretende construir un discurso “propio” a partir de las planimetrías. De esta manera, deteniéndonos primeramente en la propuesta de Baros y Kapstein podemos reconocer en el planteamiento, la idea de participación materializada en, como los autores mencionan: “el acercamiento físico —y formal— entre asamblea y altar y la inclusión de lo cotidiano como parte del acercamiento”. Por ello que la diagonal que plantea el anteproyecto busca recoger el transitar cotidiano e informal, relacionado luego con la explanada que se enfrenta al altar. Formalmente esta relación se da por medio de una serie de cajas puertas que pretenden acoger de forma natural a la asamblea, permitiendo asistir de pie o “apoyada en sus muros”. Esta idea explicada en propias palabras de los autores, “la idea de estas cajas es plantear una comunicación directa del altar con la explanada”, responde sin lugar a duda lo que mencionábamos anteriormente respecto de los comentarios del jurado; por medio de un ordenamiento espacial del campus y del terreno y su forma en sí mismo, la propuesta pretendía llamar a la participación. Por otro lado, continuando con lo propuesto por Nordenflyncht y Vercellino se puede primeramente interpretar bajo la idea de espacios de transición progresiva, como la relación entre el espacio más público del proyecto con los espacios más privados, como una condición que pretende acoger la idea de participación espacialmente. En este sentido “la explanada”, propuesta en directa relación con el atrio y la gran asamblea, se presenta como un espacio de celebración masiva, que pretende generar esta apertura a la comunidad y de participación en el exterior de la iglesia, a lo que como ya hemos expresado, tanto el espíritu del Concilio habría aspirado. Con ello, el pensar que dichos espacios acogen a las particularidades de la comunidad y del lugar, permite finalmente suponer un grado de conocimiento específico por parte de las propuestas de Baros – Kapstein y Nordenflyncht – Vercellino, en cuanto a las ideas y principios que responden a lo planteado por el Concilio Vaticano II.

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CAPÍTULO 05. Entrevista



Objetivos de la entrevista

La entrevista se plantea como una instancia específica en el proceso de verificación de la hipótesis de investigación. Se entiende como etapa de levantamiento de información a través del testimonio de los protagonistas que participaron de forma directa en cada una de las propuestas que definen el caso de estudio. Sin embargo, hay que dejar en claro que se tiene consciencia de que las respuestas pueden estar en cierta medida distorsionadas debido a la distancia temporal que separa la presente entrevista de las respectivas participaciones de cada uno de los entrevistados en el Concurso. Bajo dichas consideraciones, las preguntas surgen desde lo que la misma hipótesis plantea, como también de los aspectos tratados en el desarrollo del marco teórico de la investigación. Al respecto se plantearon preguntas agrupadas por temáticas que abordan los distintos aspectos que discute la investigación, apuntando a hacer visible cuales fueron las variables que fueron consideradas y/o determinaron las decisiones de diseño en las propuestas que revisa la investigación. De esa forma se definieron los siguientes 4 grupos de preguntas: A. Un primer grupo de preguntas que buscan establecer una caracterización del arquitecto y /u oficina premiada en relación con su participación en el Concurso para la Capilla del Campus San Joaquín. [Con estas preguntas se busca reconocer el grado de cercanía e identificación personal del autor con el tema del concurso]. B. Preguntas que buscan describir una caracterización del proceso de desarrollo de la propuesta arquitectónica. [Con estas preguntas se busca reconocer el acercamiento metodológico y teórico del autor al tema del concurso develando su conocimiento o no de los postulados del Concilio Vaticano II]. C. Preguntas que buscan reconocer la caracterización de la propuesta presentada al Concurso en cuestión. [Con estas preguntas se persigue explicitar las decisiones de diseño que se tomaron para informar la propuesta arquitectónica develando su correspondencia o no con los postulados del Concilio Vaticano II]. D. Finalmente, preguntas que buscan caracterizar la reflexión personal del autor de cada propuesta respecto del resultado del concurso. [ Con estas preguntas se busca reconocer la reflexión post concurso del autor en relación a la experiencia proyectual tanto individual como en relación al conjunto de las 4 propuestas seleccionadas]. Adicionalmente se realizaron un quinto grupo de preguntas al autor del proyecto que fue seleccionado para la construcción en una segunda etapa del concurso, estas son: E. Preguntas que buscan reconocer antecedentes de la propuesta que finalmente fue elegida ganadora y posteriormente construida. [Con estas preguntas se busca detectar si se dio una discusión mayor del proyecto ganador final desde los postulados del Concilio Vaticano II]. De forma complementaria se contactó con el Director del Concurso, Luis Bresciani, que desde su perspectiva más cercana al jurado y de profundo conocimiento de las bases del, se permitió realizar preguntas que propiciaran revelar la contraparte de los autores entrevistados.

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Entrevista a Mauricio Baros

A. Sobre el arquitecto ¿Cuál fue la motivación que lo llevó a Ud. o su oficina a participar en el concurso convocado para la capilla en cuestión?

En realidad el tema religioso es algo que siempre me ha gustado, y bueno, a Glenda también. De hecho ella había hecho este famoso Colegio Retiro de San Luis en Antofagasta, que contaba con un Capilla que también tuvo que haber diseñado, que en esos años fue muy famoso. Pero más bien eso. Nos gustaba el tema religioso, y es algo que lo he tratado de distintas maneras.

¿Cuál fue la experiencia previa suya o de su oficina en relación con la temática del concurso y con la arquitectura religiosa en particular?

No tenía mucha experiencia en el tema religioso, pero sí sobre concurso, ya que había trabajado cinco años en la oficina Iglesis Prat, donde se desarrollaban muchos concursos. Participamos con ellos en el concurso del Congreso Nacional y un montón de otros concursos, por lo que ya sabíamos cómo funcionaban en ese sentido. Pero nunca, que yo recuerde, se hizo nada religioso. Yo me metí más en el tema religioso ya en la Universidad Católica, ya que ahí siempre estuvo muy presente, ya sea porque alguien estaba investigándolo o porque teníamos clases relacionadas con eso.

¿Cuál era su aproximación al mundo de la fe en general y del catolicismo en particular al momento del concurso?

Ese es un tema bien interesante. Desde que empecé a hacer cursos en la FAU, empecé con cursos optativos que se llamaba “los Ritos de la Arquitectura”, y que se trataba justamente de arquitectura y religión. Y en ese curso yo hablaba de todas las religiones: islamismo, hinduismo, budismo y también de cristianismo. Entonces, por eso es ya tenía cierta aproximación al tema y bueno, siempre ha sido un tema que me ha interesado mucho.

¿Cómo describiría Ud. la cultura o pensamiento que definiría su producción arquitectónica al momento del desarrollo del anteproyecto del concurso?

En ese momento estaba muy metido en la investigación, y también muy imbuido en el tema religioso, ya que en esos años con Fernando Riquelme estábamos haciendo un proyecto sobre la arquitectura del Buen Pastor. Del cual publique un artículo posteriormente en la revista ARQ, en torno a esos años, justamente alrededor del 95 y 96. Por lo que estaba muy metido por el lado de la investigación y los estudios. Bueno y más desde el proyecto, tenía muy en la cabeza todas estas cosas que nos había mostrado Patricio Morgado, estas plantas centralizadas, que se ve luego reflejado en nuestra propuesta. Por parte de Glenda, a ella le gustaba mucho la arquitectura latinoamericana; bueno ambos estábamos más cercanos a esta arquitectura latinoamericana, a lo que se le llamaba regionalismo crítico, que se dio más bien durante los ochenta. B. Sobre el proceso de desarrollo de la propuesta arquitectónica

¿Definió Ud. una estrategia metodológica específica para enfrentar el desarrollo del anteproyecto para la capilla del Campus San Joaquín?

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De lo más influyente creo que fue el haber trabajado bastante en el Campus San Joaquín. Recuerdo incluso que Humberto Eliash me invitó a otro trabajo sobre el Campus, del cual publicamos. También había publicado un artículo sobre los Campus Universitarios. Por lo que creo que la aproximación fue bien académica por parte de los dos, nos interesaba participar más en el proyecto


por lo que significaba esa instancia para discutir sobre el tema. De hecho, con Glenda, creo que ninguno de los dos pensaba en que esto se iba a construir, y en realidad habría sido un problema para nosotros, porque no teníamos nada instalado, tendríamos que haber armado una oficina completa. Por lo que en realidad fue una cosa más académica. Era bastante como te comentaba. Pero recuerdo que había un libro que andaba dando vuelta por la Católica, recuerdo que lo fotocopiamos completo. Éste hablaba de cómo se tenían que construir las iglesias postconciliares, como se debía construir el altar, como se reunían los espacios, etc. Por lo que para el concurso teníamos bastante conocimiento histórico por una parte, y por otra en cuanto a lo programático.

¿Cuál era al momento del concurso su conocimiento sobre el desarrollo histórico de la arquitectura religiosa católica, tanto del pasado como contemporánea?

Si tú te fijas, nosotros siempre hablamos de Los Dominicos, a parte de algunas otras cosas que había hecho Mario Pérez de Arce. Pero si tú te fijas son todos edificios de los sesenta, pero aparte de eso en Chile, al menos, y no hablo de toda Latinoamérica, en esos años no se había hecho nada contemporáneo que fuese interesante. Durante los ochenta y noventa estaba muy de moda la restauración, pero todo antiguo, por lo que no había nada interesante en el panorama religioso arquitectónico chileno en cuanto a la construcción.

¿Qué opinión tenía Ud. al momento del concurso acerca de la arquitectura religiosa católica chilena?

Respecto del Concilio Vaticano II sabíamos bastante por lo siguiente: aparte de que si estas enseñando sobre la historia de la arquitectura tienes que en el fondo conocerlo, por todos los cambios que se produjeron en las Iglesias Postconciliares. Pero aparte de eso, y lo principal es que, lo teníamos muy presente porque nosotros en la Universidad Católica fuimos la primera generación de Magister y un compañero de nosotros hizo tesis de magíster sobre las Iglesias Postconciliares de la UCV, de Patricio Morgado. Y lo qué es interesante de la tesis de Pato Morgado, es que como el Concilio duró casi tres años, estas siete iglesias restauradas posterior al terremoto del 60, fueron capillas que curiosamente se hicieron bajo un diseño postconciliar cuando todavía no terminaba el concilio. Y por eso me acordaba mucho.

¿Cuál era su conocimiento respecto del Concilio Vaticano II al momento de enfrentar el desarrollo del proyecto?

Yo creo que el Concilio fue un cambio muy necesario, porque piensa que hasta esa fecha que las plantas tuviesen que seguir siendo basilicales no tenía sentido, es decir llevábamos casi dos mil años sin ningún cambio. Por lo que era tremendamente importante. A pesar de que para nosotros los arquitectos libero un poco la morfología, creo que lo más importante no es en lo arquitectónico, sino que lo litúrgico. Porque el Concilio permitió que las misas fuesen en el idioma local, eso fue un acercamiento mayor. Además esto de posibilitar esta cercanía que lamentablemente en las iglesias basilicales no se da, que se da como en las salas de clases, donde tiene al cura adelante, se separa por una barda y tienes todo el presbiterio separado de la nave central. Por lo que creo que fue una modernización totalmente necesaria.

De ser así, ¿cuál era su opinión respecto de lo que este concilio representó para la Iglesia Católica?

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¿Fue parte de la definición en el desarrollo del proyecto el revisar los postulados del Concilio Vaticano II? ¿Qué conclusiones extrajo de dicha revisión en relación con el desarrollo del proyecto?

No es que nosotros tuviésemos a un lado el texto del Concilio Vaticano II, pero claro que fue importante, puedes ver eso en las plantas, las cuales son centralizadas. De hecho las otras tres plantas recuerdo que también eran centralizadas. Por lo que reflejan todos el Concilio, ya que uno de los mayores cambios fue eso. El poder colocar el altar al centro y colocar a todos los feligreses en el mismo espacio, alrededor. Y bueno, a pesar de que el Concilio Vaticano II permitía muchas cosas, había una rama bien conservadora que seguía haciendo las iglesias como antes. C. Sobre la propuesta presentada al concurso

¿Cuáles serían los aspectos principales que a su juicio definieron la propuesta presentada al concurso de arquitectura?

Yo creo que el aspecto principal fue tratar de que el edificio se convirtiese en un lugar que al pasar o transitar te invitara a entrar, sin necesariamente que fuese un lugar que se destacara tanto.

¿Cómo se vieron ellos reflejados en la propuesta espacial, programática y simbólico-formal del edificio?

Para nosotros en la propuesta el tema más importante fue el acceso y este recorrido. Nosotros planteamos la diagonal, una especie de camino, que era algo en que casi te obligaba a cruzar por ahí. Y que los alumnos al cruzar entraran casi solos a la iglesia. Aunque no hubiese misa, era una especie de invitación. También consideramos por ejemplo un aspecto ceremonial, por medio de unas rampas que subían un poco. Y también, aunque el edificio se conformara como de paso, este también era un recinto sagrado, por lo que debía de guardar cierto respeto y una aproximación adecuada. Para nosotros el tema de los umbrales era bien importante, de hecho discutimos bastante con Glenda, de como te aproximabas para entrar a las iglesias.

¿Qué rol cumplieron los postulados del Concilio Vaticano II en la definición del proyecto de arquitectura?

Como te decía antes, no es que nosotros tuviésemos a un lado el texto del Concilio, pero el hecho de hacerlo participativo era lo más importante.

¿Qué aspectos del Concilio Vaticano II considera Ud. fueron tomados en cuenta para dar forma a su propuesta arquitectónica? De ser así, ¿cómo se vieron ellos reflejados en la propuesta espacial, programática y simbólico-formal del edificio?

Pensándolo más como una planta centralizada, de manera que el altar y la gente estuvieran reunidos en un mismo espacio. Es decir hacerlo más participativo, no tan segregado. Además de eso, lo que te hablaba de este transitar, en el que se puede ver el Concilio, ya que este es un acercamiento a los feligreses, y esto si lo teníamos muy en cuenta. De una iglesia más participativa.

¿Cuál cree Ud. fue el principal desafío que presentó el desarrollo del proyecto?

Quizás, el lugar, primero que nada el Campus San Joaquín en ese momento no tenía un orden muy claro, de hecho trabajamos con el tema de propuestas reordenamiento del campus en un Taller del Magister en Arquitectura con Fernando Pérez. Además de que en general no había un orden claro, el terreno se situaba junto al edificio de la biblioteca, lo que había que tener en consideración, era por esencia un terreno de cruce de circulaciones, que fue lo que de alguna manera tratamos de capitalizar en el proyecto.

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D. Reflexión personal del autor sobre los resultados del concurso Yo creo que el jurado no estuvo muy convencido de ninguno de los cuatro. Creo que ninguno lo satisfizo. Creo que la premiación de las 4 propuestas es algo que pasa siempre cuando uno no está muy seguro de ninguno, y creo que se hizo como otro mecanismo, que la verdad yo también lo habría hecho. No sólo se escogieron cuatro, sino que en la segunda etapa ya era abierta, una relación mucho más de cliente-arquitecto. Cada equipo tenía que presentar su proyecto. Para la institución era muy importante esta Iglesia, porque si te fijas es la Iglesia del Campus más importante de la Universidad Católica. Una iglesia completamente nueva, que hasta esos años no se había hecho una iglesia como esa. Entonces es totalmente razonable lo que se hizo, la Universidad tenía que asegurarse quienes estarían detrás del proyecto fuera un equipo confiable, a diferencia de la primera etapa, que era totalmente a ciegas. Y creo que eso pesó bastante en que ganara Teodoro Fernández, que de la primera etapa, ese proyecto mejoró mucho. Desde una mirada muy personal hubiera hecho lo mismo, los hubiera escogido a ellos también.

¿Cuál es su opinión respecto del resultado del concurso y la premiación de 4 propuestas diferentes? A su juicio, ¿ello a que obedeció? Qué comentario le merece los juicios críticos del jurado respecto de su propuesta arquitectónica y del resto de las propuestas?

Lo bueno de la arquitectura de Teodoro Fernández es que siempre ha sido buena arquitectura, pero de bajo perfil, que no intenta ser grandilocuente, y que es una arquitectura que va a envejecer bien. En ese sentido, como te comentaba, creo que fue una decisión acertada por parte de los jueces y me parecía bastante interesante lo que propusieron. Porque recuerdo que era un lugar bien conflictivo, esa explanada frente a la biblioteca, era bien difícil de usar. Quedo bien, era un proyecto modesto, interesante, y como te decía es una arquitectura que envejece bien.

¿Cuál es su opinión respecto del proyecto finalmente realizado? Cuáles serían a su juicio los méritos reconocibles de dicha obra?

Creo que sí. Pero creo que pasa algo bien interesante respecto a la arquitectura religiosa de esos momentos. Y es que en los años ochenta fueron años que se hablo bastante del tema religioso. Recuerdo que los años previos al concurso se hablaba mucho de lo religioso. No sé si fue porque en los ochenta fueron los años del patrimonio y lo primero que se empezó a poner de moda fue el patrimonio religioso.

¿Considera Ud. que el concurso significó una instancia de debate significativa para el tema de la arquitectura en general y religiosa contemporánea en particular en aquel entonces?

Fue una experiencia muy bonita, sobre todo por trabajar con Glenda. Además, el trabajo profesional uno lo empieza a extrañar al meterse más en las clases y en la Universidad. Pero finalmente, el tema religioso fue algo que nunca abandoné.

¿Cómo evalúa desde el presente dicha experiencia profesional?

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Entrevista a Andrew Harris

A. Sobre el arquitecto

¿Cuál fue la motivación que lo llevó a Ud. o su oficina a participar en el concurso convocado para la capilla en cuestión?

Estaba recién titulado, y junto con un amigo y extraordinario arquitecto, Alejandro Lüer, nos pareció que era un tema que nos permitiría experimentar con el lenguaje arquitectónico. Yo personalmente también quería iniciarme como arquitecto y los concursos me parecían una opción prioritaria.

¿Cuál fue la experiencia previa suya o de su oficina en relación con la temática del concurso y con la arquitectura religiosa en particular?

No tenía ninguna experiencia profesional que se pudiera considerar un antecedente. Sí en un par de talleres de la universidad me tocó proponer programas religiosos, y allí comencé a cuestionarme la relación entre arquitectura como obra construida y los temas del espíritu. O siendo más concretos, como afecta la arquitectura a la vivencia interior de una persona y como puede modularla. ¿Por qué había lugares donde uno naturalmente baja la voz? La arquitectura algo tiene que producir. Nos solo sensación, es también una emoción que es algo más fino e interior.

¿Cuál era su aproximación al mundo de la fe en general y del catolicismo en particular al momento del concurso?

Yo tuve una educación católica pero en esa época estaba poco interesado por las religiones. Había leído Genealogía de la moral de F. Nietzsche y me impresionó en esos años. Por otro lado tenía un interés por lo espiritual en un sentido más amplio y creía que la arquitectura, en cierta forma, podría producir experiencias interiores.

¿Cómo describiría Ud. la cultura o pensamiento que definiría su producción arquitectónica al momento del desarrollo del anteproyecto del concurso?

Estaba interesado en las posibilidades de los lenguajes de la modernidad. Admiraba a Le Corbusier y su obra construida y tenía interés por las arquitecturas primitivas y su pertinencia en la actualidad. Me atraía el uso la materia natural (roca, tierra, madera). Las obras de Le Corbusier aparecían como una fuente inagotable de enseñanza, particularmente para este concurso la iglesia de Firminy, que estaba inconclusa en esa época.

Considera Ud. otro aspecto importante de mencionar respecto de antecedentes de Ud. y su oficina en relación a la participación en el concurso en cuestión.

Mi amigo y socio para ese concurso, Alejandro Lüer, estaba desarrollando unas máquinas que permitían construir moldajes en polietileno expandido a partir de modelos 3d en Autocad (estábamos en los años 90 y esto era muy novedoso). Esto nos permitía moldear piezas únicas en hormigón. Lo equivalente a lo que hoy sería la impresión 3d de edificios, pero con una tecnología muy básica. Queríamos poner a prueba estas innovaciones de Alejandro, y una capilla nos daba la excusa para desarrollar un gran muro nervado en con un vitral en su interior (El gran cubo del proyecto). Era traer una arquitectura primitiva, lo gótico, Le Corbusier y la impresión 3d (o similar de la época). Una expresión material rotunda del edificio nos parecía esencial.

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B. Sobre el proceso de desarrollo de la propuesta arquitectónica

Trabajamos Alejandro y yo solos, queríamos aplicar todas las temáticas anteriores para proponer un edificio que evocara la capacidad de la arquitectura para situar al hombre frente al universo. No nos asesoramos con expertos (el programa estaba establecido). Solo investigamos sobre el vía crucis para plantear el muro perimetral que aislaba el espacio de la iglesia y que también constituía un vía crucis en torno al cubo central.

¿Definió Ud. una estrategia metodológica específica para enfrentar el desarrollo del anteproyecto para la capilla del Campus San Joaquín?

Teníamos un conocimiento muy general al respecto. Nuestro interés predominante estaba en los edificios considerados más primitivos, y algunas obras de Le Corbusier. Había otros casos como Alberto Cruz con su proyecto de iglesia en Pajaritos que tenía esa circulación perimetral por la cubierta. ¿un claustro arriba en el techo?

¿Cuál era al momento del concurso su conocimiento sobre el desarrollo histórico de la arquitectura religiosa católica, tanto del pasado como contemporánea?

Aparte de las obras emblemáticas del movimiento moderno me interesaban los edificios en adobe y toda esa arquitectura vernácula de grandes masas en Chile. No tenía un conocimiento particular de la arquitectura religiosa chilena.

¿Qué opinión tenía Ud. al momento del concurso acerca de la arquitectura religiosa católica chilena?

Intuía del interés de construir una iglesia más social a partir del concilio II. Pero no tenía una sensibilidad precisa al respecto. Me impactó mucho cuando un hermano Marista en el colegio nos dijo con mucha dureza que el mundo estaba lleno de buena gente, y que la buena gente no sirve para nada. Que nuestro trabajo es desarrollar una voluntad como una fuerza interior personal y que eso era ser un testimonio del cristianismo. Destruyó lo que yo entendía que era ser bueno hasta entonces, y desarrollé sospechas frente cierta jovialidad.

¿Cuál era su conocimiento respecto del Concilio Vaticano II al momento de enfrentar el desarrollo del proyecto?

Me parecía que el rol principal de la iglesia no era ser una agencia social. Lo social es importante para mejorar nuestra vida colectiva (muy importante), pero pensaba que el problema del alma se abordaba individualmente por la cristalización de una suerte de ser más consciente en cada uno. Siendo un más consciente se podía lograr una sociedad también más consciente, menos adormecida.

De ser así, ¿cuál era su opinión respecto de lo que este concilio representó para la Iglesia Católica?

El programa consideraba algunos espacios para la comunidad acompañando al espacio de culto, el tener un espacio para el encuentro fuera del tiempo de liturgia creo que no se incluía antes del concilio. Puedo equivocarme.

¿Fue parte de la definición en el desarrollo del proyecto el revisar los postulados del Concilio Vaticano II?

Nos parecía interesante este programa complementario y el explorar como ayudaba a conformar el espacio central de la capilla. Nos gustaba mucho la solución de Le Corbusier en Firminy donde el programa comunitario se situó debajo de la iglesia, elevándola sobre el nivel terrenal y obligando proponer una circulación ascendente para acceder a ella.

De ser así, dicha revisión a que aspectos apuntó? ¿Qué conclusiones extrajo de dicha revisión en relación con el desarrollo del proyecto?

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Queríamos un efecto análogo. En el caso de la propuesta original se bajaba al espacio de la iglesia (catacumbas o cripta), mientras el espacio de la luz tamizada por el cubo nervado con vitrales provenía desde arriba. ¿Considera Ud. otro aspecto importante de mencionar respecto de la etapa del desarrollo del proyecto?

Era una época en que tratábamos de plantearnos frente a una disciplina en la que comenzábamos. Fue una prueba respecto a lo que podíamos hacer por nosotros mismos. Participaron muchas oficinas, de las mejores, y nosotros solo éramos un par de jóvenes muy motivados.

C. Sobre la propuesta presentada al concurso

¿Cuáles serían los aspectos principales que a su juicio definieron la propuesta presentada al concurso de arquitectura?

El fenómeno espiritual es interior, el rito es exterior. La arquitectura conduce el rito y anima o facilita la experiencia interior. El nexo concreto es con nuestro cuerpo. La materia del edificio está en contacto con nuestro cuerpo y los sentidos. Los recorridos (tiempo), la escala, lo que está arriba y abajo, los colores y la luz son experiencias que debiera provocar determinado estado de atención. Los programas comunitarios los usamos para apoyar la definición del espacio de culto.

¿Cómo se vieron ellos reflejados en la propuesta espacial, programática y simbólico-formal del edificio?

La capilla está en el campus San Joaquín, no debía exponerse abiertamente a este territorio (bastante más vacío en esa época) lo estudiantes se acercaban y se encontraban con un muro que cerraba un claustro. Este muro tenía metros de espesor, que en realidad eran espacios de diversa densidad que trataban de recrear las sensaciones y sentimientos del vía crucis y sus 14 estaciones. (siempre era usar el cuerpo como instrumento de registro de la experiencia). Este muro con sus 14 sectores daba paso al claustro. No había una apertura o acceso al claustro, había que atravesar en algún punto el vía crucis. El claustro era un vacío con bolones del río Maipo. Al centro emergía el gran cubo de hormigón nervado con vitrales en todas sus caras. No tenía una abertura de acceso, había que encontrar un par de rampas que descendían a un nivel bajo tierra, como los primeros cristianos. Había otro sector posterior donde una plaza bajaba al sector comunitario. Estos eran unos alveolos abiertos. Nos inspiramos en los recintos comunitarios que planteó Lina Bo Bardi en SESC Pompeia, donde la comunidad se reúne un espacio común donde los muros no definen recintos cerrados. El espacio de la capilla era circular y sobre este, una apertura circular en el cielo (de hormigón) dejaba ver el gran cubo de luz que estaba arriba, pero que claramente era otro espacio superior. El participar de ese espacio superior (cielo) no es automático, está ahí, pero requiere algún tipo de trabajo personal e interior.

¿Qué rol cumplieron los postulados del Concilio Vaticano II en la definición del proyecto de arquitectura?

Ninguno en particular. Estábamos interesados en lo que entendíamos como dimensión interior de la experiencia religiosa potenciada por la arquitectura misma.

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La exploración acerca que es un espacio comunitario que fuera más allá de un apilado de oficinas. Y que el espacio de la capilla, al ser circular, pone en cuestión el hecho de un altar aislado de los fieles. Queríamos que el foco fuera es espacio de arriba. El altar era un nexo.

¿Qué aspectos del Concilio Vaticano II considera Ud. fueron tomados en cuenta para dar forma a su propuesta arquitectónica?

En la definición de los espacios ya descrita. Lo simbólico estaba más referido a la iglesia de los primeros cristianos que nos parecía más cercana a su origen.

De ser así, ¿cómo se vieron ellos reflejados en la propuesta espacial, programática y simbólico-formal del edificio?

El llegar con una propuesta propia en las condiciones mencionadas: unos jóvenes que quería decir algo con la arquitectura. La idea y la propuesta no la teníamos a mano. Dedicamos mucho tiempo a conversar sobre arquitectura y su valor, y echar mano a todas nuestras capacidades creativas uniendo todos los aspectos relatados, estando nosotros en condiciones muy elementales. No éramos una oficina pero queríamos hacer arquitectura.

¿Cuál cree Ud. fue el principal desafío que presentó el desarrollo del proyecto?

Creo que en cierta forma apoyó o aportó evidencia que la arquitectura tiene muchos caminos, que los edificios siempre pueden buscar nuevas configuraciones, y al final la arquitectura es una especie de continuo, donde lo primitivo puede ser a la vez moderno (y viceversa).

¿Considera Ud. otro aspecto importante de mencionar respecto de la propuesta presentada por Ud. al concurso?

D. Reflexión personal del autor sobre los resultados del concurso

Nunca pensábamos lograr algo más que una mención. Éramos conscientes de nuestra posición, por así decirlo. Aspirábamos a decir algo con nuestra propuesta y creo que se cumplió. El quedar entre los cuatro fue muy gratificante frente al esfuerzo que hicimos por mover el marco de realidad posible. Al menos para nosotros.

¿Cuál es su opinión respecto del resultado del concurso y la premiación de 4 propuestas diferentes?

Poco tiempo después del concurso me fui a vivir a Cataluña y me quedé 10 años allí.Creo que en un viaje a Chile el año 2003 la fui a ver. No tengo un recuerdo preciso, sí una luz que entraba por un vidrio azul en la tarde. Había algo ahí. Teodoro Fernández es un excelente arquitecto con un oficio, cuidado en los detalles y capacidad de proyecto admirable. Creo que me hizo algún ruido la relación de la capilla en relación con el resto de los edificios del entorno, me pareció que faltaba alguna mediación, pero tengo un recuerdo muy vago. Nunca más he ido al campus San Joaquín para poder opinar algo.

¿Cuál es su opinión respecto del proyecto finalmente realizado? Cuáles serían a su juicio los méritos reconocibles de dicha obra?

Lo ignoro. No participaba aún del mundo de los arquitectos en Chile y poco tiempo después me fui del país. De hecho lo daba como algo olvidado y perteneciente a un Chile más aislado donde todo iba más lento.

¿Considera Ud. que el concurso significó una instancia de debate significativa para el tema de la arquitectura en general y religiosa contemporánea en particular en aquel entonces?

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¿Cómo evalúa desde el presente dicha experiencia profesional?

Participé en varios concursos después, era mi manera de aprender aceleradamente. Creo que el poder abordar una obra de esta índole es el mejor tema posible para un arquitecto. Tratar en arquitectura lo “milagroso” para mí es de la mayor jerarquía, aún sin ser católico, ya que obliga a enfrentar y poner una forma, dimensión y materia a algo que es lo contrario a esto, y que nos constituye como seres vivos y potencialmente conscientes.

¿Considera Ud. otro aspecto importante de comentar respecto del resultado del concurso?

Yo ahora me dedico a la arquitectura del paisaje. Trabajé en oficinas de arquitectura en Catalunya, y finalmente encontré en el proyecto del paisaje una forma de relacionarme con “las cosas de Dios”, a través de la naturaleza. En el paisaje la materia del arquitecto tiene vida, y eso es maravilloso.

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Entrevista a Jorge Nordenflycht

A. Sobre el arquitecto y /u oficina La motivación básica y fundamental fue aprovechar la oportunidad que dan los concursos. Poder mostrar mi trabajo y medirme con profesionales de gran experiencia, algunos de los cuales yo admiraba, como Teodoro Fernández. También era motivador el encargo, la potencia y carga que tenía un lugar de culto, que si bien el mandante era la Universidad Católica. Este lugar, al menos para mí, debía permitir y tener la versatilidad de la libertad de culto. Por ejemplo ser agnóstico. Un lugar que sin negar la existencia de Dios, considera inaccesible para el entendimiento humano la noción de lo absoluto. Debía ser un lugar sencillo, que emocionara y recogiera al usuarios a través de la luz y el espacio, sin dar cuenta, ni representar a un Dios, ni dar tributo algo en especial.

¿Cuál fue la motivación que lo llevó a Ud. o su oficina a participar en el concurso convocado para la capilla en cuestión?

En ese tiempo, no tenía ninguna experiencia. Era joven y estaba muy motivado por la docencia y participaba como profesor instructor de Taller en la escuela de arquitectura. Actividad que desarrolle durante 10 años aproximadamente.

¿Cuál fue la experiencia previa suya o de su oficina en relación con la temática del concurso y con la arquitectura religiosa en particular?

Ninguno. No practicaba, ni practico credo religioso alguno. Creo que una de las cosas bellas de la arquitectura es eso. Te permite, cuando se toma de forma rigurosa y determinada, el encargo, no es necesario ser un experto en la materia. Con talento, trabajo y amor por lo que haces, es posible desarrollar cualquier programa. Le Corbusier desarrollo Ronchamp, sin ser un profundo ni devoto religioso. Por el lado opuesto, Los Benedictinos fue desarrollado por un cura, padre Gabriel Guarda. Y ambos, son magníficos resultados.

¿Cuál era su aproximación al mundo de la fe en general y del catolicismo en particular al momento del concurso?

En ese momento, no tenía producción. No tenía un acercamiento a un proyecto real y más intenso, que mi proyecto de Título. Mi experiencia eran algunos proyectos de remodelación y tal vez alguna que otra pequeña casa, pero si tenía ganas y mucha seguridad de que lo podía hacer bien en el momento que me tocara cuando tuviera una primera oportunidad. Sentía tener las herramientas y la energía de mostrar mi capacidad. Pero respecto del pensamiento; yo soy muy instintivo, no tengo un pensamiento, te puedo decir que “menos es más”, de todas maneras. Mi teoría es sencillez simplicidad, luz y contemporaneidad, no estoy ni ahí con hacer replicar formas clásicas. No creo que la arquitectura tenga que ser siempre un invento, no hay que tener siempre detrás algo como inventar algo nuevo, creo que lo más importante es el mandante, entender que no estás haciendo algo para uno sino que tienes que cumplir una función, función que es vital. Nosotros hacemos hartos proyectos industriales, industriales de alta tecnología entonces la cosa técnica es muy importante casi al nivel de ingeniería, a mí me gusta eso. Me gusta el detalle constructivo donde puedes partir un proyecto de un detalle constructivo tener una idea y de ahí viene un invento de generar una fachada y de ahí poder desarrollar un proyecto completo.

¿Cómo describiría Ud. la cultura o pensamiento que definiría su producción arquitectónica al momento del desarrollo del anteproyecto del concurso?

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Considera Ud. otro aspecto importante de mencionar respecto de antecedentes de Ud. y su oficina en relación a la participación en el concurso en cuestión.

Para mí, ese concurso me mostro dos vivencias que me marcaron. Una dura y una motivadora. Por una parte sentí que debí haber ganado el Concurso, en la primera instancia. Encontraba que mi propuesta era la mejor. Pero no fue finalmente así. Fue una fuerte decepción. Por otro lado, el haber llegado hasta la instancia final me dio seguridad y me demostró que si podía, y que no estaba equivocado respecto a mis condiciones. Con la experiencia de muchos concursos en el cuerpo, algunos importantes ganados, pero la mayoría no ganados, puedo decir con orgullo, que siempre mis proyectos han estado en un buen nivel. Y que “el concurso” es una maravillosa experiencia que da la oportunidad de poner toda tu energía en lo que te gusta, y poder mostrar tu talento. Pero hay que tener claro que es una aventura, de un incierto y muchas veces de un inesperado final. B. Sobre el proceso de desarrollo de la propuesta arquitectónica.

¿Definió Ud. una estrategia metodológica específica para enfrentar el desarrollo del anteproyecto para la capilla del Campus San Joaquín?

¿Cuál era al momento del concurso su conocimiento sobre el desarrollo histórico de la arquitectura religiosa católica, tanto del pasado como contemporánea?

Debido a mi poca experiencia, este fue un proceso más bien intuitivo, basado en mi pasión y obsesión por esta diciplina, más que en algo metodológico. Y me atrevería a decir que mi proceso de desarrollo de proyectos sigue teniendo una gran carga y forma de aproximación similar. Intuitiva, basada en una profunda observación, el lugar, el dibujo y el trabajo. Ninguno.

¿Qué opinión tenía Ud. al momento del concurso acerca de la arquitectura religiosa católica chilena?

No tenía una opinión desde el punto de vista académico o analítico. Solo tenía admiración a dos proyectos. Los Benedictinos y el templo Votivo de Maipú.

¿Cuál era su conocimiento respecto del Concilio Vaticano II al momento de enfrentar el desarrollo del proyecto?

No tenía más conocimiento que lo que señalaba en la memoria de proyecto. Recuerdo más bien a grandes rasgos que el Concilio describía cosas bastante prácticas, como la posición de quien preside la ceremonia y toda normativa de la distribución; jerarquías muy interpretativas de los arquitectos, una interpretación producto de los teólogos en todos los aspectos.

De ser así, ¿cuál era su opinión respecto de lo que este concilio representó para la Iglesia Católica?

No tenía más conocimiento que lo que señalaba en la memoria de proyecto.

¿Fue parte de la definición en el desarrollo del proyecto el revisar los postulados del Concilio Vaticano II?

Si, pero no más allá que lo que señalaban las bases del concurso. Una de las cosas que le di vuelta y me preguntaba era ¿por qué la misa no podía ser circular, en torno a un centro y que siempre fuera de forma clásica donde el orador y los demás están en una posición frente a él? Me empecé a dar cuenta

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que hay iglesias diferentes, por ejemplo circular; la mía era triangular de hecho: se enfrentaban en el altar los fieles. Como te mencionaba no me acuerdo del todo del Concilio, seguramente en ese momento lo tengo que haber sabido de memoria y me debe haber servido para ver hecho lo que hice. Hay que instruirse y entender al mandante y el objetivo del proyecto.

De ser así, dicha revisión a que aspectos apuntó? ¿Qué conclusiones extrajo de dicha revisión en relación con el desarrollo del proyecto?

C. Sobre la propuesta presentada al concurso. El lugar y su programa. El edificio debía responder a dos elementos fundamentales en tanto a su rol, como símbolo en tanto su carga emocional y funcional en cuanto a su programa. Y debía responder a su situación, en tanto a su lugar, emplazamiento y escala.

¿Cuáles serían los aspectos principales que a su juicio definieron la propuesta presentada al concurso de arquitectura?

La situación en la que estaba el edificio era de mucho flujo, punto muy neurálgico en San Joaquín en esa época, yo no voy a San Joaquín hace 20 años pero en esa época la pregunta era cómo construir en volumen una plaza, lugar de paso donde tenías que quedar un rato y después seguir. Por eso elegí el triángulo porque era una forma dinámica. Otro aspecto del lugar tiene que ver con la arquitectura del país, encuentro que la arquitectura actualmente como todas las cosas está muy internacionalizado, es una arquitectura mundial. Siendo un país sísmico esto debiera dar cuenta de una arquitectura distinta, además del clima y la geografía. Me molesta esta formalidad que le gana al contexto, todo el mundo hace arquitectura que ve en internet pero no hay que olvidar que somos un país pobre y tomar formas o modelos constructivos de Japón, Alemania o Suiza no las vas a poder hacer acá.

¿Cómo se vieron ellos reflejados en la propuesta espacial, programática y simbólico-formal del edificio?

Mientras conversamos me voy acordando de ciertas decisiones que tomamos. Quisimos que existiera cierta jerarquía en los espacios de lo público a lo privado. Y eso es algo que hasta el día de hoy trato de hacer, una arquitectura muy hermética al exterior y que vayas descubriendo. Por ejemplo el patio es un elemento arquitectónico muy importante que es tradicional de nuestra cultura desde la casa chilena en el mismo Lo Contador, entrar por un zaguán, entrar del exterior al espacio intermedio y después volver a entrar a este patio descubrir la obra, es alucinante. El tema de la plaza era super importante, esta era la hipotenusa del triángulo, el lado más largo de este era la plaza. En este planteaba una ceremonia al exterior que se accedía por medio de una rampa.

¿Qué rol cumplieron los postulados del Concilio Vaticano II en la definición del proyecto de arquitectura?

La propuesta surge de algo propio más que algo impuesto por las bases, lo fundamental de entender el programa los requerimientos y cumplirlo a la cabalidad y de ahí siempre surgía un invento, un espacio jerárquico mandatorio del proyecto que salía un poco del programa y el lugar como todo lo que te

¿Considera Ud. otro aspecto importante de mencionar respecto de la propuesta presentada por Ud. al concurso?

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comenté. En esa época era aún más intuitivo, no tenía nociones de construir y construir es otra cosa. El tema de que no hay que ser experto en una temática para ser un buen proyecto de arquitectura, el ejemplo que te di de Ronchamp y de los Benedictinos, son absolutos, además estéticas bastantes relacionables a través del manejo de la luz y de la arquitectura moderna. Increíble porque lo hace un cura absolutamente involucrado en el programa y no conozco los pensamientos religiosos de Le Corbusier pero no creo que haya sido un tipo muy religioso. D. Reflexión personal del autor sobre los resultados del concurso. ¿Cuál es su opinión respecto del resultado del concurso y la premiación de 4 propuestas diferentes?

La verdad es que el concurso estaba para Teodoro Fernández, los otros 3 proyectos no teníamos mucha experiencia. También recuerdo que estaba Baixas en el jurado y que a pesar de que llegaron muchas propuestas él dijo que lamentablemente ningún proyecto lo pudo lograr y que fue finalmente lo que derivó en una segunda instancia. Eso me sorprendió mucho.

¿Cuál es su opinión respecto del proyecto finalmente realizado? Cuáles serían a su juicio los méritos reconocibles de dicha obra?

¿Cuál es su opinión respecto del proyecto finalmente realizado? Cuáles serían a su juicio los méritos reconocibles de dicha obra? Me gusta más la obra de paisajismo del suelo de Teodoro Fernández que la volumetría de sus proyectos en planos que constructivas, no me atrae como él maneja por ejemplo el techo, las cubiertas si la gráfica y las líneas, lo que trabaja en el parque bicentenario su mejor proyecto pero es un parque.

¿Considera Ud. que el concurso significó una instancia de debate significativa para el tema de la arquitectura en general y religiosa contemporánea en particular en aquel entonces?

Si, son pocos los concursos para una iglesia a diferencia de concursos para capillas, los cuales son en su mayoría proyectos particulares. Creo que le dio fuerza al tema de los concursos más publicos. Y creo que fue una instancia particular siendo este un proyecto emblemático de la Universidad Católica.

¿Cómo evalúa desde el presente dicha experiencia profesional?

Fue una tremenda experiencia poder competir con ciertas persona y poder destacarme dentro de ese grupo y te da mucha confianza. Deseo transmitir la importancia de los concursos, es la instancia más bonita de las formas que se puede llegar a definir un proyecto, la + todo debiera ser así, y tener la posibilidad que muchas personas piensen y den sus ideas obviamente será un beneficio para la obra final, es terrible que los concursos son una ruleta rusa noo .. nada te garantiza que el mejor proyecto va ser, la arquitectura es así, no es mandatorio que sea una cosa mejor que la otra siempre, va a depender de la calidad del jurado.

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Entrevista a Teodoro Fernández

A. Sobre el arquitecto En ese tiempo no existían muchos concursos o al menos no como ahora. Por lo que en realidad la motivación principal era participar en el concurso como arquitecto, más por la oportunidad profesional, que por el hecho de que fuera una Capilla.

¿Cuál fue la motivación que lo llevó a Ud. o su oficina a participar en el concurso convocado para la capilla en cuestión?

A esa altura, ya tenía 20 años de experiencia profesional, entre España y Chile. Habíamos trabajado con Mario y Rodrigo Pérez de Arce en varios concursos. El año 92, luego de que ganamos el concurso de la Estación Mapocho, arme una oficina independiente y entonces con Paulina Courard empezamos a trabajar y a presentarnos a concursos e ir armando una oficina con gente a la cual fuimos invitando. Por lo tanto teníamos bastante experiencia en concursos.

¿Cuál fue la experiencia previa suya o de su oficina en relación con la temática del concurso y con la arquitectura religiosa en particular?

Siempre he estado cercano al mundo católico, por el lado del colegio y también por mi familia. Pero luego en la universidad, al ser una institución católica, más antes que ahora, existía una gran influencia. Tan solo basta pensar en la iglesia de los Benedictinos con dos exalumnos de la escuela, Gabriel Guarda y Martín Correa, que lograron construir un edificio que es paradigmático dentro de la arquitectura religiosa no solo en Chile, sino que una obra de arquitectura moderna a nivel mundial. La cual era para esos años en la escuela, una novedad, un referente y a la cual todos íbamos. Relacionando esta pregunta con la que sigue, respecto del pensamiento que definía mi producción arquitectónica tenemos que retroceder unos años. La arquitectura moderna en Chile durante los sesentas es cuando por primera vez se comienza a producir una arquitectura de calidad a un cierto nivel y no solo copiada de otras partes. Antes, toda la arquitectura chilena estaba hecha por arquitectos extranjeros o muy de imitación de catálogos. En cambio la arquitectura moderna definitivamente tiene un desarrollo magnífico durante esos años y también cabe destacar que el desarrollo de la oficinas importantes modernas en Chile eran en su mayoría profesores de nuestros escuela. Por lo que estaba bastante empapado de ello.

¿Cuál era su aproximación al mundo de la fe en general y del catolicismo en particular al momento del concurso?

Como te comentaba, lo que se sabía, lo que se pensaba y lo que se construía era respecto de la arquitectura moderna. Independiente del programa, tanto en la vivienda, en los colegios, en edificios, etc. Era totalmente desde el punto de vista de la arquitectura moderna. Aunque estamos hablando treinta años después de los sucesos más relevantes en Chile (1995). Habíamos pasado por la crisis de la arquitectura internacional, habíamos pasado por la crisis del postmoderno, y yo estuve entre el año 73 y el 82 fuera en España. Para mi sorpresa cuando llegue el año 82, en Chile se había iniciado un movimiento en que todo se pensaba desde el postmoderno. Sin embargo, en lo que a mí respecta, yo entré a la escuela con esta idea de rescate de la arquitectura moderna, básicamente en su pureza de una arquitectura económica, funcional y no con un lenguaje predeterminado que no fuese por las necesidades constructivas, funcionales y

¿Cómo describiría Ud. la cultura o pensamiento que definiría su producción arquitectónica al momento del desarrollo del anteproyecto del concurso?

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sociales de la arquitectura. B. Sobre el proceso de desarrollo de la propuesta arquitectónica. ¿Definió Ud. una estrategia metodológica específica para enfrentar el desarrollo del anteproyecto para la capilla del Campus San Joaquín?

Respecto a la revisión de referentes nacionales o internacionales, creo que era muy fácil llegar a la capilla de los Benedictinos. Tampoco es que hubiera muchos ejemplos, había más ejemplos que conocía de España o de Alemania. De Alemania conocía a Waldemar Otto, quien formó un grupo de artistas en torno a la liturgia, específicamente en una abadía, quienes fueron de los principales impulsores de la renovación litúrgica que propone el Concilio. Y bueno, como te comentaba, luego del concurso de la Estación Mapocho, con la oficina que armamos teníamos un buen equipo de trabajo, relativamente pequeño, con el que fuimos exponiendo ideas en torno a lo que pretendíamos hacer teniendo relativa claridad en que tenía que ajustarse a la idea de la nueva liturgia.

¿Cuál era al momento del concurso su conocimiento sobre el desarrollo histórico de la arquitectura religiosa católica, tanto del pasado como contemporánea?

Bastante grande. En España había recorrido muchas Iglesias y sobre todo estuve interesado en el primer románico, y en pequeñas iglesias. En fin, iglesias muy primitivas o primarias. En que cada una de ellas está hecha con las herramientas y la arquitectura de ese tiempo, sin embargo siempre son más que nada una casa que acoge. Un lugar de acogida de una comunidad. Pero por lo demás tengo un gran conocimiento sobre arquitectura religiosa.

¿Qué opinión tenía Ud. al momento del concurso acerca de la arquitectura religiosa católica chilena?

Existía por una parte la Iglesia de los Benedictinos, y por otra un fenómeno sumamente importante que son las obras que hizo la Católica de Valparaíso después del terremoto en el Sur de Chile del año 60. Ellos se hicieron cargo en conjunto con el arzobispado, de la remodelación y puesta en valor de varias capillas que fueron dañadas con el terremoto. Donde en cada una de ellas existía una propuesta arquitectónica y de trabajo particular.

¿Cuál era su conocimiento respecto del Concilio Vaticano II al momento de enfrentar el desarrollo del proyecto?

Para mi el Concilio se desarrollo casi como una noticia diaria. Recuerdo que en esos años llegaba la revista “Life” a mi casa, la cual le dedicó varios números al Concilio Vaticano II, aprovechando que era un evento muy fotografiable, porque se desarrollaba en la mitad de San Pedro. Pero además de eso, tanto en la casa como en el colegio se hablaba de eso, era algo diario.

¿Fue parte de la definición en el desarrollo del proyecto el revisar los postulados del Concilio Vaticano II?

Sí, pero solo en estos dos términos que conversábamos antes de la entrevista. En esta idea del Vaticano II de acercar la Iglesia al día a día de los ciudadanos y del fiel cotidiano. Y en la idea de que esto es una asamblea, para todos.

De ser así, ¿cuál era su opinión respecto de lo que este concilio representó para la Iglesia Católica?

Respecto a la liturgia que nos interesaba para la capilla había una cita del Concilio que rescaté esa vez para el concurso y que busqué ahora nuevamente para comentártela que dice algo como que: la liturgia que se presenta ante el mundo como una expresión privilegiada de una Iglesia, busca acrecentar el día a día de los fieles.

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C. Sobre la propuesta presentada al concurso. Bueno, tuvimos que darle varias vueltas al proyecto, ya que queríamos encontrar una geometría que tuviera relación con el conocimiento más ancestral, ya que estábamos trabajando en un campus universitario, y por eso nos basamos principalmente en dos pinturas, una de ellas de Max Bill y el otro es de Carmen Neira.

¿Cuáles serían los aspectos principales que a su juicio definieron la propuesta presentada al concurso de arquitectura?

“Rotación alrededor de un blanco expansivo” es el nombre de la obra de Max Bill. El terreno que nos daban era estrictamente cuadrado y con un programa que uno podía definir en tres asambleas. Pedían una asamblea mayor para 150 persona, una capilla pequeña para 40 personas, que se suponía era una capilla de uso diario para el santísimo y un pequeño auditorio para la pastoral. A eso yo le agregue una capilla al aire libre. Esto si nos fijamos en el cuadro de Max Bill entiendo la lógica matemática que proponía, corresponde al teorema de Pitágoras, con las dos interpretaciones gráficas típicas del teorema. Y si llevamos esto al campus universitario, el teorema de Pitágoras aparece como la base del conocimiento matemático y civil del mundo. Otro tema obsesivo que tenía era esta idea de ocupar el cuadrado. Que en el terreno era casi 5000 metros cuadrados, sin embargo el programa que había para este era súper pequeño, era como de 1500 metros cuadrados. Y por tanto nos preguntamos ¿cómo ocupar todo el espacio con un programa tan pequeño? Para eso ocupe un cuadro de Carmen Neira, el cual está hecho de manera de que la figura y el fondo se hace con muy pocos elementos negros, que podríamos comparar con el programa que teníamos para la Iglesia.

¿Cómo se vieron ellos reflejados en la propuesta espacial, programática y simbólico-formal del edificio?

Esta frase que te comentaba del Concilio, más lo que mencionaba acerca de las pinturas, para mí tenía que transformarse en esta capilla de San Joaquín, no podía por tanto constituirse en un monumento, sino que debía ser algo que estuviese como “a la pasada”. Donde casi el espacio exterior fuera tan importante como el interior.

¿Qué rol cumplieron los postulados del Concilio Vaticano II en la definición del proyecto de arquitectura?

Estas dos ideas que te mencionaba y en ese sentido, para mí, la imagen de la Iglesia es el Arca. En el antiguo testamente, el arca es la preconcepción de lo que va a ser la Iglesia. Ya que el arca es donde caben todos y tienen que pasar la tormenta. Y por eso esta asamblea tiene un palio de madera que representa eso, una especia arca. El lugar donde está la asamblea. E incluso después, le pedí al profesor Vilches un grabado que el tenía que se llamaba el Arca y le dije que lo quería poner a escala gigante al fondo del altar.

¿Qué aspectos del Concilio Vaticano II considera Ud. fueron tomados en cuenta para dar forma a su propuesta arquitectónica?

Esta idea del Vaticano II de acercar el día a día de los fiel cotidiano y la idea de que esto es una asamblea para todos. De manera que el proyecto se pueda caminar de punta a punta del campus, atravesando esta plaza central y pasando en ese sentido al lado de la Iglesia. En base a esta idea de abrir el camino, para

De ser así, ¿cómo se vieron ellos reflejados en la propuesta espacial, programática y simbólico-formal del edificio?

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separar el programa de acuerdo a este cuadro blanco que gira en torno a Pitágoras, de Max Bill. D. Reflexión personal del autor sobre los resultados del concurso. ¿Cuál es su opinión respecto del resultado del concurso y la premiación de 4 propuestas diferentes? A su juicio, ¿ello a que obedeció? Qué comentario le merece los juicios críticos del jurado respecto de su propuesta arquitectónica y del resto de las propuestas?

No te puedo decir más que cuando uno gana un concurso, uno se queda con la sensación de que lo entendieron. Y en ese sentido, que entendían lo que uno buscaba con este proyecto para el campus, o sea lo cotidiano. Por lo que en la premiación, el mío y el de la Glenda Kapstein con Mauricio Baros, eran los que tenían más esta idea de cosa cotidiana. Específicamente de mi propuesta, yo diría que a partir del cuadro de Max Bill tenía mucha más composición. Pero toda la composición apuntaba a esta idea de Pitágoras como la base del conocimiento o de la cosa cotidiana atravesada por todos lados. La propuesta de Glenda también apuntaba a ser una cosa doméstica, pero en el otro extremo, estaba la propuesta de Harris, que estaba fundamentado en la capacidad de Luer en hacer unas maquetas maravillosas. Por lo que era más bien una escultura o un monumento. Que en ese sentido estaba más bien alejado de lo que yo pensaba que la Iglesia de San Joaquín debía ser. El otro proyecto producía una capilla, más bien de planta basilical, alargada y en ese sentido más bien procesional que asambleística. Y por lo mismo respecto a todas las preguntas que me has hecho respecto del Concilio Vaticano II, yo encontraba que esos dos proyectos estaban bastante alejados de ello. Incluso podría agregar que el jurado no miro otro proyecto que yo encontraba que era muy interesante, que era de Rodrigo Pérez de Arce. Estaba bastante basado en la capilla de Guillermo Giulan para el Hospital de Venecia. Tenía bastante guiños a Le Corbusier, pero era un proyecto bastante interesante. Yo creo que ambos trabajos pasaron más bien porque tenían muy buen dibujo y maqueta.

¿Cuál es su opinión respecto del proyecto finalmente realizado? Cuáles serían a su juicio los méritos reconocibles de dicha obra?

Para los que estuvimos dentro del concurso, claro que significó una instancia de debate. Ahora no sé en realidad cuanto se habría expandido eso. La verdad es que no creo que mucho. Ya que como pasa siempre no se profundiza mucho las cosas, los arquitectos nos conformamos cuando ganamos y después en hacer las cosas bien. Y tampoco es que hubo una instancia crítica de la arquitectura posterior. Creo que hubo un pequeño debate, ya que no estaba previsto que se fuera a escoger a cuatro y que el concurso tuviera una segunda vuelta. Entonces cuando escogieron a cuatro y el concurso no tuvo solución, muchos se quejaron de que como era posible que el jurado fuera incapaz de decidirse. Pero en realidad eso se discutió en torno al tema de los concursos. Que pasaba mucho, que cuando había bastante participación, el jurado era incapaz de tomar una decisión. Yo hallaba que en este caso las cuatro premiaciones más bien hacían algo que era típico de los concursos, en donde se seleccionaban cuatro proyectos muy distintos. Pero encontraba que aquí había dos que a pesar de la calidad como

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obra de arquitectura, no respondían a una propuesta en torno a todo lo que tú has preguntado antes, respecto del Vaticano II, del lugar donde esta, etc. Fue una experiencia profesional súper buena. Trabaje en cálculo con Santiago Arias. Con el cual logramos que muchas cosas que eran bastante complicadas parecieran sencillas. Como por ejemplo la diagonal que cierra la capilla tiene luces en el borde de la losas de 24 metros, sin embargo logramos darle un canto a la viga de 50 centímetros. Porque en el fondo no quería que en ningún caso pareciera como que hubiese algo monumental.

¿Cómo evalúa desde el presente dicha experiencia profesional?

E. Sobre la propuesta finalmente seleccionada. Si las hubo, y en ese sentido fue un mandante bastante educado. Donde siempre estuvo dispuesto a escuchar. Se quejaron durante mucho tiempo de que tenían que usar la capilla grande, porque la capilla diaria había quedado chica. Pero les dije que ese es el éxito del lugar, quiere decir que va más gente de la que ustedes esperaban que fuera. Y eso pasa porque se cumple que uno puede llegar y pasar. Lo otro que recuerdo que costo bastante de convencer, fue respecto al frente que enfrentaba a la Iglesia. Teníamos esta idea de que la Iglesia se abriera completamente, por lo que le pedí a Vilches nuevamente, que hiciéramos un Vitral, como los de Verbo Divino, pero que esta vez de lo típico del vitral que se miran desde dentro hacia afuera, este era más importante que se viera desde afuera hacia dentro. Esto permitió que la iglesia aparecía contra la cordillera, como esta loma azul, donde frente a un Rewe, que son como los conocimientos ancestrales, se comenzaba a elevar como un sol la cruz de la sabiduría. Que es la cruz encerrada en el círculo. Entonces de alguna manera esta capilla comenzaba a aparecer como un sol en este campus que empieza a iluminar. Sí, yo defendí los postulados del Concilio Vaticano II.

Sí, pero se acogieron todos. Correspondía más bien respecto a temas de la sede, el sillón del celebrante o algunas cosas de los ambones. Donde ubicar el santísimo, pero principalmente cosas pequeñas, como también respecto del vía crucis.

Posterior a la decisión de construir la propuesta elaborada por Ud(s). hubo una instancia de revisión del proyecto en conjunto con el mandante?

Si así ocurrió, ¿se discutió o reviso los alcances del proyecto en relación a los postulados del Concilio Vaticano II? Hubo ajustes al proyecto desde la perspectiva teológica/litúrgica? De ser así cuáles fueron?

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Entrevista a Luis E. Bresciani

¿Cuál cree Ud. fue el alcance que tuvo el concurso en cuestión dentro del panorama arquitectónico de esos años?

Previo a responder las consultas, debo precisar que mi participación en dicho concurso fue tan solo como Director del Concurso y no como jurado. Por cierto participaba en las sesiones del jurado, aclarando cuestiones poco claras de las bases y cuidando que el debate se inscribiera en los objetivos y condiciones del concurso. Hay una circunstancia que debe ser señalada: El Jurado nominado en las bases seleccionó 4 proyectos. Un jurado posteriormente nombrado por Rectoría seleccionó el proyecto ganador de entre los cuatro seleccionados. Instancia en la que participé esporádicamente. Era una época, que en parte aún permanece, en que la arquitectura estaba más bien centrada en la generación de “productos” de mayor o menor calidad. De alguna manera desenvolviéndose en el ámbito de la economía. Por lo tanto un mandante exigía que la arquitectura fuera un tanto publicitaria, buscando un óptimo contrapunto entre representación y el producto o servicio que una obra generaría. En este escenario un concurso que se centraría en el significado era romper tendencias, de allí la alta convocatoria que tuvo.

¿Cuáles fueron los aspectos principales que el jurado tomó en cuenta para evaluar las propuestas presentadas?

La respuesta a esta pregunta está muy ligada a la pregunta que sigue (3). Las renovación litúrgica del Concilio Vaticano II, está fuertemente alineada a las manifestaciones y visiones culturales de una comunidad dada. Es decir, una liturgia que no permitiera comprender e internalizar con claridad los significados involucrados, debía ser radicalmente revisada. Esto fue particularmente asumido en Latinoamérica, privilegiando más el contenido que el continente. Se le pidió al jurado, a través de las propias bases, que pusieran mayor atención al espacio de encuentro de una comunidad que a la forma pública. Por lo demás, el lugar donde se levantaría el Templo estaba en el cruce despejado de los caminos principales del Campus San Joaquín, luego su presencia o presidencia no requería de formas muy icónicas. Sólo bastaba con que diera cuenta del contenido.

¿Qué relevancia tuvieron los aspectos litúrgicos en la evaluación que realizó el jurado a los proyectos presentados?

De alguna manera la respuesta está abordada en el punto anterior. Por supuesto que se examinaba con una cuestión básica a abordar que el proyecto consultara los lugares apropiados para la liturgia.

¿Existieron acuerdos o condiciones preestablecidos que orientaran el trabajo a realizar por el jurado?

No recuerdo que hubiere condicionamientos previos, sólo aquellos que las bases establecían como condiciones a abordar.

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Se tuvo especial cuidado en convocar a personas que no sólo conocieran los temas a desarrollar, sino también que tuvieren internalizados los principios de la Universidad, los desafíos pastorales de la Iglesia, especialmente de la Iglesia de Santiago (Gran Cancillería) y una visión de futuro de la construcción de esta particular comunidad universitaria.

¿Cuál es su opinión respecto de la composición del jurado tomando en cuenta la singularidad y relevancia del tema del concurso?

A pesar de que habían transcurrido varios años desde el Concilio, cuando se llama a este concurso, sus propuestas y directrices tuvieron una lenta lectura y concreción en las diferentes comunidades eclesiales, por la gran diversidad de culturas y situaciones locales que les eran propias. Creo que una cierta transversalidad y homogeneidad de la comunidad universitaria facilitó internalizar los postulados litúrgicos del Concilio.

¿Cuál es su opinión personal respecto de los alcances del Concilio Vaticano II en cuanto al momento en que se realizó el concurso?

En mi opinión la arquitectura de Templos en el país tuvo una capacidad importante de acoger adecuadamente la celebración de las comunidades donde se levantaron esas obras. Para mi juicio, esa capacidad de acoger la celebración no provino fundamentalmente de una lectura litúrgica apropiada de los arquitectos, sino más bien de una experiencia y comprensión de los fenómenos sociales en que estaban insertos, muy especialmente de los desafíos de participación en la construcción de espacios de encuentro que demandaba el cuerpo social. No hubo muchos nuevos proyectos en ese entonces, lo que se hizo mayoritariamente fueron remodelaciones y adecuaciones en templos ya existentes para acoger la celebración comunitaria.

¿Considera Ud. que la arquitectura religiosa chilena del siglo XX, postconciliar, asumió el desafío de una renovación proyectual?

Hubo una circunstancia muy especial que transformó e informó la manera de abordar la arquitectura de templos para la celebración. Especial porque fue un hecho simultáneo con el desarrollo del Concilio Vaticano II, por lo demás hay que recordar que ese Concilio lo que hizo fue acoger, estructurar y dar lugar a lo que ya venía ocurriendo. Como circunstancia especial me refiero al conjunto de Iglesias que proyectó (se construyeron) el Instituto de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, a raíz del terremoto de Mayo de 1960. Una en Santiago: Parroquia Santa Clara y otras en el sur: Curanilhaue, Arauco, Florida, Lebu, Corral, Colegio San Francisco Javier de Puerto Montt. Todas ellas construidas con bajo presupuesto, privilegiaron el templo como lugar de encuentro para la celebración. Siendo contemporáneas con el Concilio, manifiestan con fuerza el espíritu conciliar.

¿Cómo describiría ese proceso y cuáles serán obras que mejor lo representarían?

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¿Cuáles serían a su juicio los méritos de la propuesta que finalmente fue elegida para ser construida?

Aunque no participé en la elección, a mi juicio el Templo de San Joaquín construido, tiene la virtud de su sencillez y radicalidad en la búsqueda de sentido, expuesta más arriba. Privilegia notablemente la construcción de un lugar de encuentro, simple y claro, para la celebración de una comunidad universitaria, sin metáforas ni analogías. Lo que he llamado el contenido. Sencillez y radicalidad que implica un gran cuidado y delicadeza en la construcción y sus detalles. La forma pública es la justa para crear un lugar en el cruce de caminos invitando a habitarla y a la vez cuidando la privacidad.

¿Considera Ud. otro aspecto importante de comentar respecto del resultado del concurso y/o de la labor del jurado?

Me parece que el jurado fue riguroso y estricto en velar por el encargo recibido. De ello da cuenta que de su análisis surgieron algunas observaciones que era necesario abordar y se tomaron las providencias adecuadas. Y no se optó, como muchas veces se hace, de hacer dichas observaciones al proyecto ganador para que las incorporara, cuestión que siempre abre la discusión si ello se hubiere hecho con otros proyectos, éstos habrían competido de mejor forma. Por lo tanto se optó por seleccionar 4 proyectos a los cuales se les hicieron observaciones que debían incorporar para un nueva ronda de evaluación.

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Análisis crítico de las entrevistas

Tal como se plantea al inicio del capítulo, la entrevista corresponde a una instancia específica del proceso de verificación de la hipótesis de investigación y permite a su vez el levantamiento de información nueva respecto del caso de estudio, a través del testimonio de los protagonistas que participaron de cada una de las propuestas presentadas al concurso de anteproyecto de la Iglesia del Campus San Joaquín. A su vez es relevante aclara que se tomó cierta reserva en considerar la presentación de las propuestas y las entrevistas como dos instancias separadas, ya que debido a la distancia temporal que se separan ambos sucesos, se podría producir cierta distorsión de los hechos. Ahora se entrará a evaluar y comentar los aspectos más relevantes conversados durante las entrevistas anteriormente presentadas, ordenando el análisis a través de cada uno de los entrevistados bajo cada grupo de preguntas planteadas, aprovechando que fueron todas ellas discutidas con cada uno de los entrevistados. Mauricio Baros A. A partir del primer grupo de preguntas, las cuales buscaban una caracterización del arquitecto y su cercanía al tema del concurso, se emitieron respuestas que permiten señalar que para esta primera dupla de arquitectos seleccionada se reconoce una aproximación previa al tema del concurso tanto desde un ámbito de interés académico (Baros) como profesional (Kapstein). Ello permitiría suponer una motivación frente al concurso de arquitectura que se basa en una reflexión y experiencia que ya se ha venido realizando y que les permitiría tener un conocimiento general acerca de la problemática proyectual a solucionar como parte de una línea de acción continua profesional y académica. Igualmente se destaca la instancia del Concurso de Arquitectura como una práctica profesional habitual. Respecto de la visión sobre el proyecto arquitectónico en general ésta estaría influenciada por la discusión teórica de esos años que cuestiona la influencia hegemónica de la Arquitectura Moderna dominante desde mediados del siglo XX, intentando una mirada crítica y revisionista desde lo local (Regionalismo Crítico) que podría suponer una actitud abierta o desprejuiciada ante el desafío proyectual. B. Del segundo grupo de preguntas, las cuales buscaban reconocer el acercamiento metodológico y teórico del autor al tema del concurso develando su conocimiento o no de los postulados del Concilio Vaticano II, las respuestas recogidas establecen que para esta dupla de arquitectos el enfrentar el desarrollo de la temática que planteaba el concurso, especializada y poco habitual, no significó diseñar una estrategia metodológica acorde a la naturaleza del encargo haciendo ver para ellos no era un tema ajeno sino, más bien, enfrentar una reflexión que ya venían realizando concordante con lo ya expresado en el primer grupo de respuestas. Respecto del conocimiento específico de los alcances del

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Concilio Vaticano II se deduce que es un conocimiento más desde la arquitectura misma (reconocimiento del diseño de iglesias posconciliares en un ámbito internacional) que una asimilación estricta de los postulados del Concilio en sus motivaciones y alcances mayores. Es interesante señalar al respecto, como se alude a que existe un diseño establecido postconciliar de iglesia, bastante definido, como por ejemplo la organización de planta centralizada en contraposición de la planta basilical tradicional dando a entender que ello fue una directriz conciliar y que ello obedecía a la mayor libertad proyectual que trajo consigo dicho Concilio. Cabe destacar el comentario que señala como algo curioso la renovación de la arquitectura religiosa comenzó a ocurrir desde antes que se diera por cerrado el Concilio Vaticano II (tomando como ejemplo la reconstrucción de las iglesias del sur de Chile tras el terremotos de 1960). Al respecto se señala que los documentos conciliares fueron haciéndose conocidos en la medida que se iba cerrando su discusión y no necesariamente sólo al momento de la publicación del documento final. C. Respecto del tercer grupo de preguntas, que buscaban explicitar las decisiones de diseño que se tomaron para informar la propuesta arquitectónica develando su correspondencia o no con los postulados del Concilio Vaticano II, se logra establecer de las respuestas que, como principal requerimiento proyectual el entender el edificio como una pieza dentro del conjunto del campus universitario, sin aludir a la variable de la dimensión simbólica y espiritual del edificio la que solo se comenta solo en relación al acto de aproximación a él. Ello se vuelve a reiterar al momento de responder acerca de cuál habría sido el principal desafío que enfrento la solución del proyecto. De ese modo no se asigna o reconoce de forma explícita lo extraordinario del proyecto tanto en su naturaleza ni como instancia proyectual singular enfrentando una circunstancia histórica igualmente significativa. Respecto de la consideración de alguno de los postulados del Concilio Vaticano II se señala no haber existido una mayor revisión de estos salvo el entender la celebración de la liturgia como un acto participativo expresado espacialmente en el esquema de planta centralizada dándole así mayor protagonismo a la asamblea de fieles. D. Finalmente del cuarto grupo de preguntas que buscaban reconocer la reflexión post concurso del autor en relación a la experiencia proyectual tanto individual como en relación al conjunto de las 4 propuestas seleccionadas, no se reconoce una reflexión personal que valore ni destaque la experiencia proyectual en su significado específico (religioso), más bien se caracterizan situaciones comunes de la disciplina arquitectónica. Tampoco se le asigna la condición de “evento disciplinar” dentro del ambiente arquitectónico local de aquellos años el llamado a concurso para la Iglesia en cuestión. Vale destacar sin embargo el que se señale que hubo una segunda etapa dentro del concurso en que el mandante, la Universidad Católica, se hizo presente en la discusión de cada una de las 4 propuestas seleccionadas. 128


Andrew Harris A. Respecto del primer grupo de preguntas, relacionadas a la caracterización del arquitecto y su cercanía al tema del concurso, se emitieron respuestas que permiten señalar que esta dupla de arquitectos constituye un caso singular en tanto participantes de la convocatoria en cuestión, ya que ambos estaban recién iniciándose en el mundo profesional, siendo ello la motivación principal para la participación del concurso, más que por la particularidad que representa un programa religioso, incluso motivados específicamente por ciertas exploraciones materiales y tecnológicas. Sin embargo se reconoce que el entrevistado tiene un acercamiento personal al tema de la fe, desde un interés espiritual en general, que señalaría una sensibilidad y reflexión personal en ese ámbito vinculada al hecho arquitectónico acorde al tema del concurso. En cuanto a reconocer un pensamiento respecto de la arquitectura en general como antecedente, el entrevistado señala que en ese momento estaba influenciado en gran medida por el lenguaje de la modernidad, admirando a Le Corbusier junto con el rescate de la arquitectura primitiva y su pertinencia como experiencia arquitectónica. Como aspecto a destacar por él, se señala la posibilidad que representó el proyecto para indagar en la aplicación de la tecnología computacional para asistir el diseño arquitectónico aludiendo a la posibilidad de reinterpretar la arquitectura gótica en la concepción del edificio que además incluía la indagación en la arquitectura primita y la obra de Le Corbusier. Se destaca en ese mismo sentido que el entrevistado señala un referente específico de arquitectura religiosa moderna (Iglesia de Saint-Pierre, Firminy – Francia / Le Corbusier). B. Sobre el acercamiento metodológico y teórico del autor al tema del concurso develando su conocimiento o no de los postulados del Concilio Vaticano II, las respuestas recogidas establecen que esta dupla de arquitectos, no desarrolló una metodología de proyecto específica, considerando sólo la revisión de algunos referentes y antecedentes en general y reiterando su pensamiento acerca de la arquitectura en general ya explicitado anteriormente, lo cual se corrobora igualmente respecto del conocimiento sobre la arquitectura religiosa católica y en particular acerca de la arquitectura religiosa chilena que nuevamente se remite a sólo mencionar un interés por su manifestación vernácula (arquitectura primitiva). Respecto del conocimiento de los alcances del Concilio Vaticano II se señala que existía un conocimiento más bien general sobre éste, a modo de una “intuición”, en relación a un trasfondo social que animaba la renovación de la Iglesia Católica, para luego entenderlo más bien una interpelación a la conciencia de cada persona en beneficio de la sociedad. En lo que respecta a reconocer en el proyecto alguna indicación específica, se menciona el haber considerado ello, contemplando un espacio para el encuentro de la comunidad acompañando al espacio de culto, más allá del momento de la liturgia, aunque se duda si ello realmente fuese una innovación postconciliar. Mas claridad se demuestra

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al volver a señalar el referente de la iglesia de Saint-Pierre (Firminy) de Le Corbusier como una inspiración directa para la propuesta desarrollada. Se reafirma igualmente el señalar como principal motivación tras el proyecto el enfrentar el desafío de iniciar la práctica profesional. C. Respecto del tercer grupo de preguntas, que buscaban explicitar las decisiones de diseño que se tomaron para informar la propuesta arquitectónica develando su correspondencia o no con los postulados del Concilio Vaticano II, se reconoce que la propuesta presentada al concurso no presenta una correspondencia estricta con los postulados del Concilio. Más bien se planteó una propuesta de gran sentido espiritual en relación a la forma de habitar los espacios. En propias palabras de Harris, con un sentido espacial “como los primeros cristianos”. En este sentido se correlaciona bastante con la interpretación que se realizó anteriormente respecto de la memoria y su relación con las ideas más primitivas de Iglesias. De ese modo la descripción que el autor hace del proyecto lo detallan como una serie de experiencias espaciales por las cuales se va reconociendo el edificio por medio de un recorrido preparatorio que conduce al espacio de la liturgia insistiendo en una concepción esencial asimilable a los inicios del cristianismo que se actualiza y se vuelve moderna. Nuevamente se recalca el entender el concurso como una posibilidad de pensar el hacer arquitectura, en sentido amplio, sin más motivación que el manejo espiritual del espacio. D. Finalmente del cuarto grupo de preguntas que buscaban reconocer la reflexión post concurso del autor en relación a la experiencia proyectual tanto individual como en relación al conjunto de las 4 propuestas seleccionadas, al igual que menciona Baros no se reconoce una reflexión que valore ni destaque la experiencia proyectual en su significado específicamente religioso, más bien se caracterizan situaciones comunes de la disciplina arquitectónica. De hecho, tampoco se le asigna la condición de “evento disciplinar” dentro del ambiente arquitectónico local de aquellos años el llamado a concurso para la Iglesia, no destacándose como una instancia significativa para la arquitectura, incluso reconoce esto como algo olvidado y perteneciente a un Chile más aislado. En general con estas preguntas se hace evidente el significado que tuvo para estos arquitectos la participación en el Concurso de Arquitectura, el desarrollo de la propuesta en sí y la experiencia misma que ello conllevó, que se caracteriza más bien como una experiencia formativa profesional y personal. Jorge Nordenflycht

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A. A partir del primer grupo de preguntas, se permitió establecer que de forma similar a la anterior entrevista con Andrew Harris, los participantes en cuestión se estaban iniciando en el mundo profesional, siendo esto parte de la motivación para la participación en el concurso, viendo esta como una posibilidad de mostrar su trabajo y medirse con otros profesionales, como también se demuestra cierto interés por el encargo religioso en cuestión en tanto desafío


profesional ante el cual se señala no tener mayor experiencia. Sin embargo se reconoce que el entrevistado no practicaba, ni practica credo religioso, señalando que no es necesario ser un experto en un tema para poder desarrollarlo. Respecto a reconocer un pensamiento respecto de la arquitectura en general como antecedente, el entrevistado no da cuenta de un pensamiento o cultura que definiera su producción arquitectónica al momento del concurso, más bien lo describe como un proceso “instintivo”, expresando más bien diversos ideas que dan cuenta de ello referidas a conceptos de funcionalidad, simplicidad, contemporaneidad, dimensión tecnológica y la importancia del mandante en la definición del proyecto arquitectónico. Se debe destacar al respecto sin embargo la importancia que el entrevistado le da a su condición de docente universitario en el área de Taller de arquitectura. B. Del segundo grupo de preguntas, las cuales buscaban reconocer el acercamiento metodológico y teórico del autor al tema del concurso develando su conocimiento o no de los postulados del Concilio Vaticano II, las respuestas recogidas establecen que el desarrollo del proyecto no demandó de una metodología específica, más bien se vuelve a mencionar el proceso de desarrollo de proyecto como “intuitivo”. Ello se podría interpretar como una actitud dúctil frente al encargo sin que medien conceptos teóricos preconcebidos. A su vez, no se reconoce acercamiento alguno respecto del conocimiento acerca del desarrollo histórico de la arquitectura religiosa católica, más bien solo se mencionan los proyectos de Los Benedictinos y el Templo Votivo de Maipú, como obras admiradas. Respecto del conocimiento específico de los alcances del Concilio Vaticano II se deduce que corresponde a algo ya olvidado y que fue un tema que surgió más bien en respuesta de una condición y objetivo particular del proyecto en su condición de programa religioso. Tan sólo posteriormente se mencionan recuerdos generales, ciertamente contradictorios, que describen al Concilio como un texto práctico, pero que a su vez muy abierto a interpretaciones. Cabe destacar un último comentario que realiza respecto de la “forma” de las iglesias, en el que refleja cierta reflexión en cuanto a la distribución y jerarquía de los espacios eclesiásticos sin embargo no se ahonda en ello, solo se menciona la relación de los fieles enfrentados en el altar. Sin embargo el mismo hecho que no se tenga claridad en el recuerdo respecto de la “consideración” del Concilio Vaticano II para el proceso de proyecto demostraría que no fue un aspecto en su momento estimado fundamental y del cual se tuviera mayor conocimiento que lo señalado en las bases del concurso. C. Respecto del tercer grupo de preguntas, que buscaban explicitar las decisiones de diseño que se tomaron para informar la propuesta arquitectónica develando su correspondencia o no con los postulados del Concilio Vaticano II, se logra establecer de las respuestas que, como principal requerimiento proyectual el edificio surge desde las condicionantes del lugar y su programa, haciendo alusión brevemente de una condición nacional, relacionado a la internaciona-

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lización de la arquitectura, sin embargo omitiendo toda referencia al objetivo central de este grupo de preguntas, el Concilio Vaticano II. Se insiste en la condición del emplazamiento y su relación con el conjunto universitario, el usuario y el acceder como lo más relevante para la resolución proyectual. A destacar resulta interesante lo planteado en cuanto de la última pregunta, donde se reitera el origen del planteamiento arquitectónico de la propuesta, haciendo especial énfasis en que este no surge de algo “impuesto por las bases”. También es importante destacar la insistencia en señalar la no necesidad de ser creyente y/o practicante para estar capacitado para enfrentar el encargo de una iglesia. D. Finalmente del cuarto grupo de preguntas que buscaban reconocer la reflexión post concurso del autor en relación a la experiencia proyectual tanto individual como en relación al conjunto de las 4 propuestas seleccionadas, se da cuenta y se caracterizan situaciones comunes de la disciplina arquitectónica dentro del concurso, rescatando esta experiencia como algo fundamental dentro de la profesión, sin considerar una relevancia protagónica al tema religioso en sí mismo o asignándole un rol desencadenante de las decisiones de diseño. Igualmente se reconoce un juicio general sobre el resultado del concurso donde nuevamente lo señala como un certamen profesional donde lo único que determinante es la experiencia arquitectónica previa en general. Teodoro Fernández

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A. Respecto del primer grupo de preguntas se reconoció una aproximación previa al tema del concurso desde una perspectiva más bien profesional, y como la oportunidad de hacer arquitectura, recalcando el poseer un experiencia importante en la participación de concursos de arquitectura, armando grupos de trabajo específicos, incluso habiendo ganado algunos de ellos, por lo cual fue el concurso en sí, no necesariamente su temática, lo que constituyó la principal motivación de participación. No se señala el haber realizado obras de arquitectura religiosa previamente. Sin embargo, a pesar de que lo religiosos no se declara como una motivación para participar en el concurso existe una cercanía al mundo de la fe en general y del catolicismo específicamente en tanto formación personal tradicional. Respecto de apreciar la visión y cultura sobre el proyecto arquitectónico en general, las respuestas no dan cuenta de un conocimiento objetivo del desarrollo histórico de la arquitectura nacional evidenciando más bien una mirada que pone como tema central el devenir de la Arquitectura Moderna en el medio local que sería el referente único a considerar y del cual se mencionan obras y protagonistas, valorando el haber propiciado una instancia de avance e independencia creativa local. Al momento del concurso se insiste en destacar un pensamiento arquitectónico continuador de los postulados de la Arquitectura Moderna más allá de las crisis y revisionismos que habían tenido lugar a partir de la mitad del siglo XX. Igualmente se hace mención de una experiencia profesional fuera de Chile como parte de la definición de dicho pensamiento sobre la


arquitectura que el autor resume en los conceptos de economía, funcionalidad, desprejuicio, necesidad constructiva y social. B. Del segundo grupo de preguntas, las cuales buscaban reconocer el acercamiento metodológico y teórico del autor al tema del concurso develando su conocimiento o no de los postulados del Concilio Vaticano II, las respuestas recogidas establecen que el desarrollo del proyecto no demandó de una metodología específica que pusiera su acento en el tema religioso en términos conceptuales. Se menciona como estrategia el poseer una experiencia importante en la participación en concursos de arquitectura y la revisión de referentes de la arquitectura religiosa. Solo se menciona que existía una “relativa claridad” entre los integrantes del equipo de trabajo que la propuesta debía “ajustarse a la idea de la nueva liturgia”, lo cual reafirma lo que ya ha sido expresado. Existe, sin embargo un interés personal, señalado por Fernández, respecto de la arquitectura religiosa del período del Primer Románico y sus valores arquitectónicos concordante con su visión general sobre la arquitectura en su condición de hecho esencial y manejo de recursos mínimos, que ya fue comentada, señalando el autor, además, el poseer un gran conocimiento sobre arquitectura religiosa aunque sin especificar mayormente. Ante la pregunta respecto de su conocimiento de la arquitectura religiosa chilena se menciona solo casos de la arquitectura moderna (Iglesia de Los Benedictinos, Capillas del sur Escuela de Arquitectura Universidad Católica de Valparaíso) como experiencia reconocible y destacable. En cuanto a un conocimiento del Concilio Vaticano II se reconoce una familiaridad con el tema, a modo de espectador del evento histórico que se retrotrae a la juventud del entrevistado, sin que ello se traduzca en un conocimiento estricto de los postulados del concilio, si no que remitiéndose a la impresión que es general a la mayoría de las personas que él resume en la idea de la iglesia como una experiencia acompañando a los fieles en su vida cotidiana y conformando una asamblea de iguales. Es la misma idea que se señala como inspiración para manifestar la dimensión litúrgica de la propuesta arquitectónica a elaborar. C. Respecto del tercer grupo de preguntas, que buscaban explicitar las decisiones de diseño que se tomaron para informar la propuesta arquitectónica develando su correspondencia o no con los postulados del Concilio Vaticano II, se logra establecer que la propuesta arquitectónica surge más bien de una búsqueda desde la geométrica elemental, expresión de un orden ancestral, que permitiera guiar la experiencia proyectual a formas puras explicitando un “conocimiento matemático y civil del mundo”, y que permita llenar y organizar de forma precisa el lugar del proyecto, dialogando con la cotidianidad del campus y con el marco geográfico de la Cordillera de Los Andes. En cuanto a los postulados del Concilio, estos surgen como una mera alusión a través de la metáfora del arca —de índole personal y preconciliar—, significándola como un elemento fundante en la idea de la iglesia en tanto lugar de la comunidad cristiana.

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D. Del cuarto grupo de preguntas que buscaban reconocer la reflexión post concurso del autor en relación a la experiencia proyectual tanto individual como en relación al conjunto de las 4 propuestas seleccionadas, se reafirma la impresión de que el concurso se enfrentó desde una aproximación meramente disciplinar, en el amplio sentido de la palabra, sin considerar una relevancia protagónica al tema religioso en sí mismo o asignándole un rol desencadenante de las decisiones de diseño. Tampoco se llega a asignarle al tema del concurso una relevancia extraordinaria (fuera de lo común) ni en tanto experiencia profesional personal ni dentro del contexto de la producción arquitectónica local de aquellos años ni desde el presente. Sólo se le señala como un concurso más propio a la actividad profesional, con su particularidad que significó la selección de cuatro menciones honrosas como resultado en primera instancia. Respecto del principal valor del proyecto en tanto respuesta arquitectónica a los requerimientos del proyecto (concurso) se menciona la cotidianidad reforzando la idea de entenderlo como una pieza más integrada a la vida del campus universitario, valor que también se le asigna a otra de la propuestas (Baros/Kapstein), aunque luego, como crítica frente a las otras dos propuestas restantes (Harris/Luer — Vercelino/Nordenflycht) se alude a su falta de concordancia con el Concilio Vaticano II, pero sin señalarlo como algo central; de hecho para una de ellas su mayor crítica es respecto de su concepción escultórica o monumental. En el mismo sentido resulta sorprendente el juicio que se emite respecto de que esas dos propuestas no se ajustaran a los postulados del Concilio Vaticano II, dado por ejemplo que una de ellas mantenía el esquema basilical y no asambleístico, lo cual pone en juicio que para el jurado los postulados conciliares no eran claros al respecto o porque simplemente no fueron considerados. E. Este último grupo de preguntas buscan detectar si se dio una discusión mayor del proyecto ganador final desde los postulados del Concilio Vaticano II. Al respecto se observa que en la instancia del desarrollo definitivo del proyecto a construir hubo una revisión de ciertos aspectos litúrgicos en relación a la arquitectura, considerados menores por el entrevistado, y que son parte de los considerandos que el Concilio Vaticano II reformuló. Luis Bresciani

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Respecto de la relevancia del concurso se le menciona como una oportunidad singular, proponiendo un desafío proyectual dentro del panorama arquitectónico de aquellos años, dada la variable del significado como aspecto principal que encerraba el tema a abordar, alejándose de la tónica dominante en la producción arquitectura de aquella época. En cuanto a determinar la consideración de las indicaciones del Concilio Vaticano II se observa un discurso convincente del entrevistado, en su función de Director del Concurso, señalando que existía un conocimiento respecto de dichos aspectos y de su relevancia para la evaluación que se debiese hacer de las propuestas presentadas. Al respecto se enfatiza como principal lectura de ello la recomendación conciliar de


cómo la liturgia debe ser una práctica cultural que permita a las comunidades reconocer como tales, siendo funcional a este objetivo el espacio arquitectónico interior, como lugar de encuentro comunitario, por sobre su forma pública (contenido v/s continente). Se menciona también como ello adquirió un sentido local al asumir una connotación de compromiso social de la iglesia dentro de la realidad latinoamericana. Es por ello que se señala que fue una preocupación central en el juicio del jurado el poner atención al espacio interior (lugar de la comunidad) por sobre el exterior, como asimismo el que el edificio no asumiera un protagonismo formal innecesario dentro de la comunidad del campus universitario. Se menciona igualmente que a pesar del tiempo transcurrido entre el cierre del Concilio Vaticano II y el momento del Concurso, algo de 30 años, no fue obstáculo para la vigencia de los documentos conciliares y su significado, donde el tiempo transcurrido fue parte de su necesario y lento proceso de asimilación por parte de las diversas comunidades cristianas. Igualmente se destaca el hecho que el jurado estuvo integrado por personas que dominaban y representaran los intereses institucionales de la Universidad y de los desafíos pastorales de la iglesia. Respecto de una observación general de la arquitectura religiosa chilena y las repercusiones postconciliar, se le reconoce como un encargo poco habitual, en tanto obra nueva, que no permite establecer una relación causa efecto directa, argumentando además que la renovación arquitectónica provino más bien como una iniciativa que dio cuenta de los desafíos del cuerpo social de la iglesia y su accionar. Cabe destacar al respecto lo que se señala en ese mismo sentido en entender que el Concilio Vaticano II en buena medida vino a sintetizar lo que ya venía ocurriendo al interior de la iglesia como procesos de renovación, prueba de ello en el ámbito arquitectónico lo ejemplificarían las capillas construidas por la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, tras el terremoto de 1960, que surgen de forma simultánea al Concilio Vaticano II, y que ya plantean un espacio litúrgico renovado. Finalmente en relación a la propuesta que fue elegida y construida se la reconoce como un edificio que bien encarnó el espíritu del concurso y de su significado alentado por el espíritu del Concilio Vaticano II.

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CAPÍTULO 06. Conclusiones



Conclusión

La presente investigación a fin de demostrar la hipótesis investigativa planteó metodológicamente tres instancias distintas. Estas correspondieron a: 1) revisión bibliográficas con el fin de generar una marco teórico e histórico con el objeto de discutir conceptualmente el tema de estudio en términos generales; 2) análisis de las propuestas arquitectónicas (casos de estudios) a través de planimetrías, fotografías y las memorias de los proyectos intentando una primera verificación crítica que demuestre o no vinculación entre obra arquitectónica y el Concilio Vaticano II; 3) entrevista de los autores de las propuestas para corroborar el alcance del Concilio Vaticano II que podría subyacer en sus proyectos. Estas tres etapas dieron origen, a su vez, a distintas instancias que permitieron, desde distintas consideraciones, ir verificando la hipótesis planteada. Respecto del marco histórico-teórico construido se logró, mediante una revisión del desarrollo en el tiempo de la arquitectura religiosa católica, distinguir la existencia de una expresión arquitectónica reconocible de clara tradición preconciliar asociada predominantemente al esquema basilical que retrotrae su origen a los inicios de la arquitectura cristiana. Ello representaría por lo tanto el supuesto modelo que se hacía necesario renovar según una visión renovada de la iglesia asociada al significado y alcances históricos que se le asignan al Concilio Vaticano II. Se debe mencionar sin embargo lo que vino a significar el surgimiento y propagación de la Arquitectura Moderna a partir de avanzadas las primeras décadas del siglo XX que, desde el espíritu de renovación que ella en si pretendía, inicio igualmente un proceso de renovación de la arquitectura religiosa desde lo meramente disciplinar. En relación a la revisión de Concilio Vaticano II como otro de los aspectos comprendidos en el marco histórico-teórico, puesto en discusión tanto en las preguntas como en la hipótesis de la investigación, se concluye lo siguiente en relación a los postulados del Concilio en relación a indicaciones directas para una nueva arquitectura: se demuestra que el Concilio Vaticano II no deseó dar indicaciones o directrices concretas sobre el modo de construir iglesias, de ordenar sus espacios celebrativos o de cómo erigir los altares. Así el texto conciliar Sacrosanctum Concilium que surge tras al magno evento ecuménico, no hizo mención directa que aludiera al espacio eclesiástico. Esto no sólo se corroboró tanto en la revisión de dicho texto en cuanto a la ausencia de ciertas directrices al respecto, sino que en el mismo análisis da a entender que el espíritu de este refiere “al libre ejercicio de estilo artístico”. El punto n.123 del Sacrosanctum Concilium explica que “La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico, sino que acomodándose al carácter y condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos, aceptó las formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente”. Ello demuestra que los padres conciliares al referirse a este tema, eran conscientes de que pudiendo haber tomado decisiones específicas en cuanto al arte sagrado, promovieron una completa libertad de expresión, dejando más bien el espacio abierto al desarrollo propio de cada tiempo. Tal principio de libertad planteó sin embargo una problemática en sí misma, dado que no solo hizo necesario retomar estos temas no explicitados en

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sucesivos textos postconciliares, sino que fue el origen de interpretaciones diversas, que fueron finalmente lo que comenzaron a dar forma a una arquitectura postconciliar. De estas interpretaciones es relevante señalar que los textos que las discutían, exceptuando el examen crítico del Novus Ordo Missae (1969), surgieron varios años posterior al evento ecuménico creciendo exponencialmente con el tiempo, haciéndose que su voces críticas fueran cada vez más escuchadas. En síntesis, podemos afirmar que el Concilio Vaticano II, por medio de sus textos conciliares, no dio indicaciones o directrices concretas respecto al modo de ordenar sus espacios celebrativos. Sin embargo, es por medio de textos postconciliares que se produjeron cambios puntuales en el modo de construir y disponer los espacios celebrativos. Pero sobre todo fue por medio de las interpretaciones posterior que se determinó una “arquitectura católica renovada”. Ello podría suponer que extendería la vigencia o repercusiones del Concilio Vaticano II más allá del momento preciso de su convocatoria, cierre y publicación de sus documentos finales. Respecto de poder discernir las implicancias del Concilio Vaticano II en el ámbito específico de la arquitectura religiosa católica local, la revisión de textos especializados que se realizó permitió esbozar dicho panorama histórico de forma general, basándose en una escasa bibliografía disponible donde destaca la figura de León Rodríguez, quien demuestra un interés continuo en el tiempo acerca de la temática de la arquitectura religiosa católica chilena. En primer término, iniciada la segunda mitad del siglo XX, dicha producción arquitectónica enfrenta un momento relatado como de crisis y de necesario cambio desde lo disciplinar y específicamente desde la necesidad de dar forma a una arquitectura auténtica acorde a la realidad local y su ambiente de cambio social imperantes. De esa manera, para Rodríguez el Movimiento Moderno, no vino a representar más que otro estilo que respondía a una tradición imitativa que se venía dando desde mediados del siglo XIX con la instauración del periodo academicista, por lo que no existía una apropiación real y que sólo respondía a una voluntad por dar forma a una expresión edilicia acorde a las demandas modernas. Por tanto, desde una visión envuelta en el contexto conciliar, mira al Concilio Vaticano II como una posibilidad en el cambio y renovación del proyecto arquitectónico religioso, en tanto la manera de “practicar” la fe desde y respondiendo a la circunstancia local. Sin embargo, transcurrido 17 años desde el primer texto, Rodríguez al referirse al Concilio Vaticano II en el tercer texto que revisamos, lo hace destacando su misión social sin establecer mayor relación con el tema de la arquitectura religiosa, insistiendo en que el encargo arquitectónico recurre a la misma actitud imitativa del historicismo de inicios del siglo XX. En este sentido, se puede deducir que en la revisión que hace Rodríguez, la cual estaba netamente centrada en la Arquitectura, se puede entender por omisión que el Concilio Vaticano II no fue una inspiración determinante o directa para la arquitectura religiosa católica local en tanto repensar el espacio arquitectónico desde la liturgia posterior al magno evento ecuménico. Es importante destacar, sin embargo, la conciencia crítica que se expresa en relación a la necesidad de una nueva arquitectura que responda a las demandas de la realidad social


latinoamericana en general y chilena en particular y entenderla como un instrumento que propicie una verdadera práctica de la religiosidad cristiana, casi como un hecho sociocultural. En cuanto al caso de estudio que discute esta investigación, el Concurso de Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín, en una primera instancia el análisis de las memorias de las cuatro propuestas seleccionadas, es decir la descripción que realizaron los autores al momento del concurso, evidencia que en general basaron su discurso justificativo dando cuenta de planteamientos urbanos, de orden y relaciones con el campus y arquitectónicos, en tanto lo material y desarrollo programático; omitiendo en su mayoría aspectos litúrgicos que pudieran hablar de una arquitectura influenciada por el Concilio Vaticano II. Ello daría cuenta al parecer de indicaciones derivadas de las bases del concurso y del carácter institucional que asume el edificio en su condición dentro de un campus universitario. Señalado específicamente por Baixas quien explica que dentro de las bases del concurso se explicita que: “(…) estos elementos debían por tanto constituir un orden dentro del campus, un lugar de referencia y de jerarquía”, por lo tanto “… el proyecto debía constituir un orden en sí, contribuir al orden general del campus, y a través de su forma llamar a la participación”. El único elemento que nos permite en cierta medida aludir a relaciones con el Concilio Vaticano II son las ideas “participación” explicitadas en las memorias por la mayoría de los autores, aunque hay que agregar que esto se deduce de manera meramente interpretativa y aun así, se plantean de forma implícita y no se recogen como aspectos definitorios finales que aludan a determinantes arquitectónicas. Es tan solo la propuesta de Nordenflycht y Vercellino la que hace mención explícita respecto del Concilio Vaticano II, sin embargo esto igualmente no daría cuenta realmente de un completo diseño entorno a estas ideas, simplemente hablaría de un conocimiento de ellas. Aun así, cabe destacar la mencionada propuesta en cuanto al reconocimiento del usuario específico, que a su vez se da cuenta y reconoce en el discurso cuando se habla de la posibilidad de la celebración hacia el exterior de la iglesia en directa relación con el atrio y la gran asamblea universitaria, interpretándose el acoger las indicaciones de adecuar el espacio de la celebración a las particularidades de cada comunidad. En síntesis, el análisis de las memorias de los proyectos permite verificar que las cuatro propuestas fundamentan los proyectos en planteamientos principalmente urbanos y arquitectónicos, derivado en gran parte por las bases del concurso, omitiéndose por la mayoría de las propuestas aspectos relacionados al Concilio Vaticano II, siendo tan solo una de las propuestas la cual permitiría derivar en ciertas ideas tan solo interpretativas al respecto. Más bien, a partir de la instancia de análisis y posteriores interpretaciones de planimetrías y fotografías, es que se logra plantear relaciones que permiten hablar de una arquitectura influenciada por el Concilio Vaticano II. Estas surgen completamente desde la arquitectura, debido al tipo de material analizado, y las podemos observar en dos grandes aspectos que se plantean: la distribución e integración de espacios y la idea de una Iglesia más participativa. Respecto de esta última, se interpreta que la mayoría de las propuestas demuestran cierto

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grado de influencia del Concilio Vaticano II, en tanto que las planimetrías demuestran una distribución de planta centralizada, recogiendo esta idea sobre la celebración del rito de cara al pueblo. Las plantas de arquitectura de los proyectos de Baros / Kapstein, Nordenflycht / Vercellino y Fernández / Courard, revisan esta idea de ubicar el altar en el centro del espacio de culto enfrentando a fieles y celebrantes, interpretándose con claridad la idea versus populum. Por otro lado, específicamente en cuanto a la distribución e integración de los espacios, se destacan las propuestas de Baros / Kapstein y Nordenflycht / Vercellino las que a través del mismo elemento formal de la diagonal pretendieron acoger a la comunidad en la explanada, enfrentando directamente al altar. Cada cual planteada de manera distinta pero aludiendo ambas directamente a ideas del Concilio Vaticano II; por un lado Baros y Kapstein recogiendo el transitar cotidiano e informal, a través de una serie de cajas puertas incitando al acercamiento y participación de los fieles; y por otro lado la propuesta de Nordenflycht y Vercellino que por medio de la celebración hacia el exterior de la iglesia en directa relación al atrio y la gran asamblea universitaria, acogen las indicaciones de adecuar el espacio de la celebración a las particularidades de cada comunidad de fieles y lugar. Junto a esto se reconoce que dentro de la evaluación del jurado a pesar de no haberse especificado o recomendado en las bases una distribución más conveniente, distinguieron durante la evaluación mejores y peores soluciones relacionadas especialmente a la relación entre los fieles y celebrantes como la base de la participación, lo que da cuenta de no sólo de cierta relación con el Concilio Vaticano II, sino que a su vez explica la presencia del miso tipo de soluciones y espacialidades, específicamente en tanto a la planta centralizada. En síntesis, el análisis de planimetrías y fotografías permite deducir en cierta medida un conocimiento general por parte de la mayoría de los autores de las propuestas respecto de los principios del Concilio Vaticano II en tanto a lo relacionado a una Iglesia más participativa por medio de la planta centralizada, por otro lado un conocimiento más específico en tanto a la integración de los espacios por parte de las propuestas de Baros / Kapstein y Nordenflycht / Vercellino; como a su vez es importante destacar que haya sido ello reconocido y recogido por los propios miembros del jurado. En relación a la última instancia correspondiente a las entrevistas de los autores de las propuestas que se plantea para corroborar el alcance del magno evento ecuménico que podría subyacer en sus proyectos, se evidencia un conocimiento de los alcances del Concilio Vaticano II más desde la arquitectura misma como disciplina, que una asimilación estricta de los postulados del Concilio en sus motivaciones y alcances mayores. A su vez, se reconoce que las propuestas presentadas a concurso no presentan una correspondencia estricta con los postulados, más bien se logra establecer que las propuestas surgen de variadas búsquedas arquitectónicas propias: ya sea en entender el edificio como una pieza dentro del conjunto del campus universitario, como lo menciona Baros; una propuesta de gran sentido espiritual en relación a la forma de habitar los espacios, como la describe Harris; un edificio que respondiera al lugar en tanto a su forma y relaciones, como a su programa en lo simbólico y su carga emocional,


como señala Nordenflycht; o una propuesta que surge de la geometría elemental y de orden ancestral, como agrega Fernández; todas demostrando en cierta medida mayor o menor relación con el Concilio Vaticano II, pero ninguna bajo la cual subyacería una reflexión crítica en torno a dicha renovación eclesiástica. Igualmente los testimonios logran dar cuenta en su totalidad que el concurso fue enfrentado desde una aproximación meramente disciplinar sin valorar ni destacar la experiencia proyectual en su significado específico religioso. Confirmando aquello la entrevista con el Presidente del Concurso Luis Bresciani describe al concurso como una oportunidad singular, pero tan solo desde la perspectiva proyectual dentro del panorama arquitectónico de esos años. A su vez, cabe destacar que se señala el conocimiento respecto de las consideraciones de las indicaciones del Concilio Vaticano II y de su relevancia para la evaluación de las propuestas. Al respecto se enfatiza como principal lectura de ello la recomendación conciliar de cómo la liturgia debe ser una práctica cultural que permita a las comunidades reconocer como tales, siendo funcional a este objetivo el espacio arquitectónico interior, como lugar de encuentro comunitario, por sobre su forma pública. Corroborando la preocupación en el juicio del jurado en poner atención al espacio interior por sobre el exterior, referido a la importancia del lugar de la comunidad. En este sentido, se puede sintetizar de la instancia correspondiente a las entrevistas que, a pesar de existir un conocimiento por parte de los autores entrevistados de las propuestas respecto del Concilio Vaticano II, su reflexión no habría influenciado ni reconocido explícitamente que las propuestas del concurso presentaran una correspondencia estricta con dichos postulados, sin embargo se reconoce por parte del Presidente del Concurso su relevancia para la evaluación de las propuestas, lo que indicaría contrariamente la presencia de ciertos principios o “recomendaciones conciliares” que estarían presentes indirectamente. Finalmente, sólo resta decir que por medio de las conclusiones presentadas se puede afirmar que las hipótesis de investigación se verifica de forma parcial, no pudiéndose establecer una relación causa–efecto directa o unívoca, como se sugería, entre los alcances del Concilio Vaticano II y la reflexión arquitectónica tras el Concurso de anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín como instancia demostrativa de la influencia determinante de dicho Concilio en la renovación del proyecto arquitectónico eclesiástico local. Luego de haber desarrollado la investigación el juicio crítico que se logra establecer es que más que una convicción internalizada en la conciencia proyectual, el Concilio Vaticano fue un elemento más, basado en una apreciación general e incluso a veces parcial, en la definición de las propuestas arquitectónicas revisadas.

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Comentarios finales

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Evidentemente, la presente investigación a pesar de todos los esfuerzos realizados, dejo lamentablemente varios temas en el tintero. A medida que se fue discutiendo y comenzó a manifestarse el Concilio Vaticano II surgieron ciertas coincidencias entre este y la Arquitectura Moderna. Fue un tema que aparece a lo largo de todas las instancia revisadas, y que a pesar de ser un tema sumamente interesante de ahondar, se evitó entrar en detalle ya que hubiera tergiversado en gran medida la investigación como también el análisis y por tanto las conclusiones finales. De aquello cabe agregar que resulta de sumo interés la convergencia común entre la “nueva visión teológica” por parte del Concilio y la “novedosa visión arquitectónica” del Modernismo. En este sentido, surgió de forma tangencial a lo largo de la investigación la siguiente pregunta que quedó abierta: ¿de qué manera dicha convergencia respondía a una aspiración común de crear una arquitectura acorde a los tiempos o en realidad habría sido esta tan sólo una coincidencia temporal? Otro tema revisado de forma superficial durante la recopilación de información, pero el cual no fue incorporado dentro de la investigación corresponde a ciertos eventos contemporáneos, que se han estado llevando a cabo desde el 2007. Nos referimos a los Congreso Internacional de Arquitectura Religiosa Contemporánea y las Actas que surgen posterior a dichos encuentros, las cuales a pesar de haber sido estudiados, no fueron analizados como instancia específica debido a que se salía temporalmente de la revisión. Sin embargo, estos habrían dado cuenta del panorama de la arquitectura religiosa internacional e incluso específicamente Latinoamericana, ya que se dedicó el año 2015 dichas Actas a “Latinoamérica y el Concilio Vaticano II: influencias, aportaciones, singularidades”. Se hace esta especial mención con el objetivo de reconocer dichos Congresos, los que no sólo demuestran el interés y la pertinencia de la arquitectura religiosa hoy en día, sino que la del mismo Concilio Vaticano II, el cual ya habiendo pasado más de 50 años desde su clausura es un tema que sigue siendo discutido y generando debate. Además de estos dos temas que no fueron tratados directamente, hubo lamentablemente ciertos antecedentes de los cuales no se tuvo acceso. Con esto nos referimos en particular a las bases del concurso, las cuales hubiera sido de sumo interés el contar con ellas y haber hecho una revisión respecto de lo que plantearon y así, entender desde otro punto de vista, de donde surge cada una de las propuestas como también que antecedentes tenía el jurado a la hora del fallo. Sin embargo, el tiempo que dista hace sumamente complejo la conservación de este tipo de antecedentes. Aprovechando este último punto respecto a la temporalidad recién mencionado, me quiero detener brevemente en hacer terminantemente un mea culpa respecto del valor y significación del Concilio Vaticano II. En este sentido, cualquier estudio histórico del pasado no está exento de caer en deformaciones producto de la brecha temporal que los distancia. Bajo esto y miran-


do en retrospectiva, la presente investigación no fue ajena a aquello, mostrando desde el inicio de la misma, dicha tergiversación histórica desde el prejuicio de la actualidad, la cual está motivado principal y profundamente por las mismas interpretaciones y juicios que distan temporalmente tanto del evento ecuménico, como del concurso y posteriormente de las entrevistas. A pesar de que ello pueda hablar de una puesta en valor o significación del Concilio Vaticano II que se ha ido estableciendo “falsamente” o distorsionando con el tiempo, no niega la pertinencia de reflexión y análisis crítico sobre la arquitectura dentro del panorama eclesiástico nacional. Habiendo expresado estas limitadas particularidades, quisiera tan solo mencionar la pertinencia personal de esta investigación como parte de mi experiencia formativa académica que, tal como se estableció en el objetivo general de esta investigación, permitió la posibilidad de desarrollar un análisis crítico arquitectónico complementando de buena forma lo que hasta este momento había ocurrido a lo largo de la carrera.

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CAPÍTULO 07. Bibliografía



Bibliografía

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CAPÍTULO 08. Anexos



Textos destacados

Dei Filus (Roma, 1870) Capítulo IV - De la fe y la razón Pero aunque la fe es superior a la razón, no puede haber verdadera disensión entre fe y razón, ya que el Dios que revela los misterios de la fe y los infunde en nosotros es el mismo que ha infundido la luz de la razón en el Espíritu humano; Por tanto, Dios no puede negarse a sí mismo, ni la verdad puede contradecir la verdad. La vana aparición de estas contradicciones surge sobre todo porque los dogmas de la fe no han sido comprendidos y expuestos según la mente de la Iglesia, o porque las opiniones falsas se han considerado verdades dictadas por la razón. Por tanto, establecemos que cualquier afirmación contraria a la verdad de la fe iluminada es totalmente falsa [Conc. Lat. V, Bulla Apostolici regiminis]. La Iglesia, entonces, que junto con el oficio apostólico de la enseñanza también recibió el mandato de custodiar el depósito de la fe, también tiene de Dios el derecho y el deber de proscribir la ciencia falsa, para que nadie sea engañado por una filosofía vana. y falaz (Col 2,8). En consecuencia, no sólo está prohibido a todos los fieles defender como legítimas conclusiones de la ciencia aquellas opiniones contrarias a la doctrina de la fe, especialmente cuando han sido rechazadas por la Iglesia, sino que los propios cristianos están absolutamente obligados a considerarlas como errores de apariencia engañosa. de verdad. (traducción del italiano) Sacrosanctum Concilium (Roma, 1963) Capítulo VII. El arte y los objetos sagrados Libre ejercicio de estilo artístico 123. La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico, sino que acomodándose al carácter y condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos, aceptó las formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente. También el arte de nuestro tiempo, y el de todos los pueblos y regiones, ha de ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritos sagrados con el debido honor y reverencia; para que pueda juntar su voz a aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe católica en los siglos pasados. Arte auténticamente sacro 124. Los ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro, busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también a las vestiduras y ornamentación sagrada. Procuren cuidadosamente los Obispos que sean excluidas de los templos y demás lugares sagrados aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana y ofendan el sentido auténticamente religioso, ya sea por la depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte. Al edificar los templos, procúrese con diligencia que sean aptos para la cele-

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bración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación activa de los fieles. Imágenes sagradas 125. Manténgase firmemente la práctica de exponer imágenes sagradas a la veneración de los fieles; con todo, que sean pocas en número y guarden entre ellas el debido orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa. Revisión de la legislación del arte sacro 128. Revísense cuanto antes, junto con los libros litúrgicos, de acuerdo con el artículo 25, los cánones y prescripciones eclesiásticas que se refieren a la disposición de las cosas externas del culto sagrado, sobre todo en lo referente a la apta y digna edificación de los tiempos, a la forma y construcción de los altares, a la nobleza, colocación y seguridad del sagrario, así como también a la funcionalidad y dignidad del baptisterio, al orden conveniente de las imágenes sagradas, de la decoración y del ornato. Corríjase o suprímase lo que parezca ser menos conforme con la Liturgia reformada y consérvese o introdúzcase lo que la favorezca. En este punto, sobre todo en cuanto a la materia y a la forma de los objetos y vestiduras sagradas se da facultad a las asambleas territoriales de Obispos para adaptarlos a las costumbres y necesidades locales, de acuerdo con el artículo 22 de esta Constitución. Inter Oecumenici (A.A.S., 1964) Capítulo V. Construcción de iglesias y altares con vistas a facilitar la participación activa de los fieles I. Disposición de las iglesias 90. Al construir nuevas iglesias, al reconstruirlas o adaptarlas, procúrese con diligencia que resulten adecuadas para celebrar las acciones sagradas, conforme a su auténtica naturaleza, y obtener la participación activa de los fieles. II. El altar mayor 91. Conviene que el altar mayor se construya separado de la pared, de modo que se pueda girar fácilmente en torno a él y celebrar de cara al pueblo. Y ocupará un lugar tan importante en el edificio sagrado que sea realmente el centro adonde espontáneamente converja la atención de toda la asamblea de los fieles. Obsérvese lo que prescribe el derecho acerca de la materia con que debe edificarse y adornarse el altar. Además, el presbiterio alrededor del altar tendrá tal amplitud que se puedan desarrollar cómodamente en él los ritos sagrados.

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III. La sede del celebrante y de los ministros 92. La sede para el celebrante y los ministros se colocará de tal forma que, según la estructura de cada iglesia, sea bien visible a los fieles, y el celebrante aparezca realmente como el presidente de toda la comunidad de los fieles. No


obstante, si la sede del celebrante esta situada detrás del altar, hay que evitar la forma del trono, que es propia únicamente del Obispo. IV. Los altares laterales 93. Los altares laterales serán pocos; es más, en cuanto lo permita la estructura del edificio, es muy conveniente que se coloquen en capillas separadas de algún modo del cuerpo de la iglesia. V. Ornato de los altares 94. La cruz y los candelabros que se requieren en el altar para cada una de las acciones litúrgicas se pueden colocar también en las proximidades del mismo, a juicio del Ordinario del lugar. VI. Reserva de la Eucaristía 95. La sagrada Eucaristía se reservará en un sagrario sólido e inviolable, colocado en medio del altar mayor, o de un altar lateral, pero que sea realmente destacado, o también, según costumbres legítimas y en casos particulares, que deben ser aprobados por el Ordinario del lugar, en otro sitio de la iglesia, pero que sea verdaderamente muy noble y esté debidamente adornado. Se puede celebrar la misa de cara al pueblo, aunque encima del altar mayor este el sagrario, en cuyo caso este será pequeño, pero apropiado. VII. El ambón 96. Conviene que para la proclamación de las lecturas sagradas haya uno o dos ambones, dispuestos de tal forma que los fieles puedan ver y oír bien al ministro. VIII. Lugar de la “schola” y del órgano 97. El lugar de la schola y del órgano se situará de tal forma que se vea claramente que los cantores y el organista forman parte de la asamblea congregada y puedan desempeñar mejor su ministerio litúrgico. IX. Lugar de los fieles 98. Téngase especial cuidado en disponer el lugar de los fieles de modo que puedan ver las celebraciones sagradas y participar debidamente en ellas con su espíritu. Conviene que normalmente se pongan para su uso bancos o sillas, pero hay que reprobar la costumbre de reservar asientos a personas privadas, según el número 32 de la Constitución. Se procurará, además, que los fieles no solo puedan ver al celebrante y demás ministros, sino también escucharlos cómodamente, utilizándose para ello los medios técnicos modernos. X. El bautisterio 99. En la construcción y ornamentación del bautisterio se procurará con diligencia que aparezca claramente la dignidad del sacramento del bautismo, y que el lugar sea apto para celebraciones comunitarias. Esta Instrucción del Consi-

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lium para la aplicación de la Constitución sobre la sagrada liturgia, preparada por mandato de Su Santidad el Papa Pablo VI, la presentó a Su Santidad el eminentísimo señor Cardenal Santiago Lercaro, Presidente del mismo Consilium. El Santo Padre, después de haberla examinado con la debida atención, con la ayuda del mencionado Consilium y de esta Sagrada Congregación de Ritos, la aprobó de manera especial en todas y cada una de sus partes, y la confirmó con su autoridad en audiencia concedida el día 26 de septiembre de 1964 al eminentísimo señor Cardenal Arcadio Larraona, Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, y mandó publicarla para que sea diligentemente observada por todos aquellos a quienes se refiere, a partir del día 7 de marzo del año 1965, primer domingo de Cuaresma. Eucharisticum Mysterium (A.A.S., 1967) Parte III. El culto debido a la santísima eucaristía como sacramento perenne II. El lugar para la reserva de la santísima eucaristía El Sagrario 52. Donde, según el derecho, se puede reservar la santísima Eucaristía únicamente sea guardada continua o habitualmente en un solo altar o lugar de la misma iglesia. Según esto, haya ordinariamente un solo sagrario en cada iglesia. Éste será sólido é inviolable. Capilla para la reserva del santísimo sacramento 53. El lugar de la iglesia o del oratorio en que se guarde la Eucaristía en el sagrario sea verdaderamente destacado. Conviene que sea al mismo tiempo apto para la oración privada, de modo que los fieles no dejen de venerar al Señor en el Sacramento, aun con culto privado, y lo hagan con facilidad y provecho. Por eso se recomienda que el sagrario en cuanto sea posible, se coloque en una capilla que esté separada de la nave central del templo, sobre todo en las iglesias en que se celebran más frecuentemente matrimonios y funerales y en los lugares que son muy visitados por razón de los tesoros de arte y de historia. El sagrario colocado en medio del altar o en otra parte de la iglesia 54. «La sagrada Eucaristía se reservará en un sagrario sólido e inviolable, colocado en medio del altar mayor, o de un altar lateral, pero que sea realmente destacado, o también, según costumbres legítimas y en casos particulares, que deben ser aprobados por el Ordinario del lugar, en otro sitio de la iglesia, pero que sea verdaderamente muy noble y esté debidamente adornado. Se puede celebrar la misa de cara al pueblo, aunque encima del altar mayor esté el sagrario, en cuyo caso éste será pequeño, pero apropiado.

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El sagrario colocado en el altar en que se celebra misa con asistencia del pueblo 55. En la celebración de la misa se ponen de manifiesto sucesivamente los modos principales según los cuales Cristo está presente en su Iglesia, pues en pri-


mer lugar manifiesta su presencia en la misma asamblea de los fieles reunida en su nombre; después, en su palabra, cuando se lee y se explica la Escritura; también en la persona del ministro; finalmente, y del modo más excelente, bajo las especies eucarísticas. Así que, por razón del signo, es más propio de la naturaleza de la celebración sagrada que la presencia eucarística de Cristo, fruto de la consagración, y que como tal debe aparecer en cuanto sea posible, no se tenga ya desde el principio por la reserva de las especies sagradas en el altar en que se celebra la misa. El sagrario en el caso de construcción de nuevas iglesias o de adaptación de iglesias y altares ya existentes 56. Conviene, que en la construcción de nuevas iglesias se tengan honradamente en cuenta los principios establecidos en los números 52 y 54. Los arreglos de, iglesias o altares ya existentes no podrán hacerse sino según la norma del número 24 de esta Instrucción. Modo de indicar la presencia del santísimo sacramento en el sagrario 57. La presencia de la santísima Eucaristía en el sagrario indíquese a los fieles por el conopeo o por otro medio determinado por la autoridad competente. Según la costumbre tradicional, arda continuamente junto al sagrario una lámpara como signo de honor al Señor. Generalis Missalis Romani (A.A.S., 1969) Capítulo V. Disposición y ornato de las iglesias para la celebración de la eucaristía I. Principios generales 288. Para celebrar la Eucaristía el pueblo de Dios se congrega generalmente en la iglesia, o cuando no la hay o es muy pequeña, en otro lugar apropiado que, de todas maneras, sea digno de tan gran misterio. Las iglesias, por consiguiente, y los demás lugares, sean aptos para la realización de la acción sagrada y para que se obtenga una participación activa de los fieles. Los mismos edificios sagrados y los objetos destinados al culto divino sean, en verdad, dignos y bellos, signos y símbolos de las realidades celestiales. 289. De ahí que la Iglesia busca continuamente el noble servicio de las artes y acepta las expresiones artísticas de todos los pueblos y regiones. Más aún, así como desea vivamente conservar las obras y los tesoros de arte dejados en herencia por los siglos pretéritos y también, en cuanto es necesario, adaptarlos a las nuevas necesidades, trata de promover las nuevas formas de arte acordes con la índole cada época. Por eso, al escoger e instruir a los artistas y también al elegir las obras destinadas a las iglesias, búsquese un preeminente valor artístico que alimente la fe y la piedad y que responda de manera auténtica al sentido y al fin para el cual se destinan.

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290. Todas las iglesias serán dedicadas o, por lo menos, bendecidas. Sin embargo, las catedrales y las iglesias parroquiales serán dedicadas con rito solemne. 291. Para la recta construcción, restauración y adaptación de los edificios sagrados, todos los interesados deben consultar a la Comisión Diocesana de Sagrada Liturgia y de Arte Sagrado. Y el Obispo diocesano usará el consejo y la ayuda de dicha Comisión siempre que se trate de dar normas sobre este particular, de aprobar los planos para la construcción de nuevos edificios o de dar juicio sobre cuestiones de alguna importancia en esta materia. 292. El ornato de una iglesia contribuya a su nobleza y simplicidad, más que a la suntuosidad. Sin embargo, en la selección de los elementos que tienen que ver con el ornato, procúrese la autenticidad y que sirvan para instruir a los fieles y para dar dignidad a todo el lugar sagrado. 293. La adecuada disposición de la iglesia y de sus complementos, que deben responder de forma apropiada a las necesidades de nuestro tiempo, requiere que no sólo se tenga cuidado de aquellas cosas que pertenecen más directamente a la celebración de las acciones sagradas, sino que también se prevea aquello que busca que los fieles tengan la conveniente comodidad, que suelen preverse en los lugares donde el pueblo se congrega habitualmente. 294. El pueblo de Dios, que se congrega para la Misa, posee una coherente y jerárquica ordenación que se expresa por los diversos de ministerios y por la diferente acción para cada una de las partes de la celebración. Por consiguiente, conviene que la disposición general del edificio sagrado sea aquella que de alguna manera manifieste la imagen de la asamblea congregada, que permita el conveniente orden de todos y que también favorezca la correcta ejecución de cada uno de los ministerios. Los fieles y los cantores ocuparán el espacio que más les facilite su activa participación. El sacerdote celebrante, el diácono y los otros ministros ocuparán un lugar en el presbiterio. Se prepararán allí mismo los asientos para los con celebrantes; pero si su número es grande, dispónganse en otra parte de la iglesia, en todo caso cerca del altar. Todo esto, aunque deba expresar la disposición jerárquica y la diversidad de ministerios, sin embargo debe constituir una íntima y coherente unidad, por la cual resplandezca claramente la unidad de todo el pueblo santo. La naturaleza y la belleza del lugar y de todo el ajuar sagrado deben fomentar la piedad y mostrar la santidad de los misterios que se celebran.

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II. Arreglo del presbiterio para la asamblea (synaxis) sagrada 295. El presbiterio es el lugar en el cual sobresale el altar, se proclama la Palabra de Dios, y el sacerdote, el diácono y los demás ministros ejercen su ministerio.


Debe distinguirse adecuadamente de la nave de la iglesia, bien sea por estar más elevado o por su peculiar estructura y ornato. Sea, pues, de tal amplitud que pueda cómodamente realizarse y presenciarse la celebración de la Eucaristía. El altar y su ornato 296. El altar, en el que se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales, es también la mesa del Señor, para participar en la cual, se convoca el Pueblo de Dios a la Misa; y es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía. 297. La celebración de la Eucaristía, en lugar sagrado, debe realizarse sobre el altar; pero fuera del lugar sagrado, también puede realizarse sobre una mesa apropiada, usando siempre el mantel y el corporal, la cruz y los candeleros. 298. Es conveniente que en todas las iglesias exista un altar fijo, que signifique más clara y permanentemente a Cristo Jesús, la Piedra viva (1Pe 2, 4; Ef 2, 20); sin embargo, para los demás lugares dedicados a las celebraciones sagradas, el altar puede ser móvil. Se llama Altar fijo cuando se construye de tal forma que esté fijo al suelo y que, por lo tanto, no puede moverse; se llama “móvil” cuando se puede trasladar. 299. Constrúyase el altar separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmente y la celebración se pueda realizar de cara al pueblo, lo cual conviene que sea posible en todas partes. El altar, sin embargo, ocupe el lugar que sea de verdad el centro hacia el que espontáneamente converja la atención de toda la asamblea de los fieles. Según la costumbre, sea fijo y dedicado. 300. Dedíquese el altar, tanto el fijo como el móvil, según el rito descrito en el Pontifical Romano; adviértase que el altar móvil sólo puede bendecirse. 301. Según la costumbre tradicional de la Iglesia y por su significado, la mesa del altar fijo debe ser de piedra, y ciertamente de piedra natural. Sin embargo, puede también emplearse otro material digno, sólido y trabajado con maestría, según el juicio de la Conferencia de Obispos. Pero los pies o basamento para sostener la mesa pueden ser de cualquier material, con tal de que sea digno y sólido. El altar móvil puede construirse con cualquier clase de materiales nobles y sólidos, concorde con el uso litúrgico, según las tradiciones y costumbres de las diversas regiones. 302. La costumbre de depositar debajo del altar que va a ser dedicado reliquias de Santos, aunque no sean Mártires, obsérvese oportunamente. Cuídese, sin embargo, que conste con certeza de la autenticidad de tales reliquias. 303. Es preferible que en las iglesias nuevas que van a ser construidas, se erija un

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solo altar, el cual signifique en la asamblea de los fieles, un único Cristo y una única Eucaristía de la Iglesia. Sin embargo, en las iglesias ya construidas, cuando el altar antiguo esté situado de tal manera que vuelva difícil la participación del pueblo y no se pueda trasladar sin detrimento del valor artístico, constrúyase otro altar fijo artísticamente acabado y ritualmente dedicado; y realícense las sagradas celebraciones sólo sobre él. Para que la atención de los fieles se distraiga del nuevo altar, no debe ornamentarse el altar antiguo de modo especial. 304. Por reverencia para con la celebración del memorial del Señor y para con el banquete en que se ofrece el Cuerpo y Sangre del Señor, póngase sobre el altar donde se celebra por lo menos un mantel de color blanco, que en lo referente a la forma, medida y ornato se acomode a la estructura del mismo altar. 305. Obsérvese moderación en el ornato del altar. Durante el tiempo de Adviento el altar puede adornarse con flores, con tal moderación, que convenga a la índole de este tiempo, pero sin que se anticipe a la alegría plena del Nacimiento del Señor. Durante el tiempo de Cuaresma se prohíbe adornar el altar con flores. Se exceptúan, sin embargo, el Domingo Laetare (IV de Cuaresma), las solemnidades y las fiestas. Los arreglos florales sean siempre moderados, y colóquense más bien cerca de él, que sobre la mesa del altar. 306. Sobre la mesa del altar se puede poner, entonces, sólo aquello que se requiera para la celebración de la Misa, a saber, el Evangeliario desde el inicio de la celebración hasta la proclamación del Evangelio; y desde la presentación de los dones hasta la purificación de los vasos: el cáliz con la patena, el copón, si es necesario, el corporal, el purificador, la palia y el misal. Además, dispónganse de manera discreta aquello que quizás sea necesario para amplificar la voz del sacerdote. 307. Colóquense en forma apropiada los candeleros que se requieren para cada acción litúrgica, como manifestación de veneración o de celebración festiva (cfr. n. 117), o sobre el altar o cerca de él, teniendo en cuenta, tanto la estructura del altar, como la del presbiterio, de tal manera que todo el conjunto se ordene elegantemente y no se impida a los fieles mirar atentamente y con facilidad lo que se hace o se coloca sobre el altar. 308. Igualmente, sobre el altar, o cerca de él, colóquese una cruz con la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblo congregado. Es importante que esta cruz permanezca cerca del altar, aún fuera de las celebraciones litúrgicas, para que recuerde a los fieles la pasión salvífica del Señor. 162

El ambón


309. La dignidad de la Palabra de Dios exige que en la iglesia haya un lugar conveniente desde el que se proclame, y al que durante la Liturgia de la Palabra, se dirija espontáneamente la atención de los fieles. Conviene que por lo general este sitio sea un ambón estable, no un simple atril portátil. El ambón, según la estructura de la iglesia, debe estar colocado de tal manera que los ministros ordenados y los lectores puedan ser vistos y escuchados convenientemente por los fieles. Desde el ambón se proclaman únicamente las lecturas, el salmo responsorial y el pregón pascual; también puede tenerse la homilía y proponer las intenciones de la Oración universal. La dignidad del ambón exige que a él sólo suba el ministro de la Palabra. Es conveniente que el nuevo ambón se bendiga antes de destinarlo al uso litúrgico, según el rito descrito en el Ritual Romano. Sede para el sacerdote celebrante y otras sillas 310. La sede del sacerdote celebrante debe significar su ministerio de presidente de la asamblea y de moderador de la oración. Por lo tanto, su lugar más adecuado es vuelto hacia el pueblo, al fondo del presbiterio, a no ser que la estructura del edificio u otra circunstancia lo impidan, por ejemplo, si por la gran distancia se torna difícil la comunicación entre el sacerdote y la asamblea congregada, o si el tabernáculo está situado en la mitad, detrás del altar. Evítese, además, toda apariencia de trono. Conviene que la sede se bendiga según el rito descrito en el Ritual Romano, antes de ser destinada al uso litúrgico. Asimismo dispónganse en el presbiterio sillas para los sacerdotes con celebrantes y también para los presbíteros revestidos con vestidura coral, que estén presentes en la celebración, aunque no concelebren. Póngase la silla del diácono cerca de la sede del celebrante. Para los demás ministros, colóquense las sillas de tal manera que claramente se distingan de las sillas del clero y que les permitan cumplir con facilidad el ministerio que se les ha confiado. III. Disposición de la iglesia Lugar de los fieles 311. Dispónganse los lugares para los fieles con el conveniente cuidado, de tal forma que puedan participar debidamente, siguiendo con su mirada y de corazón, las sagradas celebraciones. Es conveniente que los fieles dispongan habitualmente de bancas o de sillas. Sin embargo, debe reprobarse la costumbre de reservar asientos a algunas personas particulares. En todo caso, dispónganse de tal manera las bancas o asientos, especialmente en las iglesias recientemente construidas, que los fieles puedan asumir con facilidad las posturas corporales exigidas por las diversas partes de la celebración y puedan acercarse expeditamente a recibir la Comunión. Procúrese que los fieles no sólo puedan ver al sacerdote, al diácono y a los lectores, sino que también puedan oírlos cómodamente, empleando los instrumentos técnicos de hoy.

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Lugar de los cantores y de los instrumentos musicales 312. Los cantores, teniendo en cuenta la disposición de cada iglesia, colóquense de tal manera que aparezca claramente su naturaleza, es decir, que ellos hacen parte de la comunidad congregada y que desempeñan un oficio peculiar; donde se haga más fácil el desempeño de su oficio y a cada uno de los cantores se les permita cómodamente la plena participación sacramental en la Misa. 313. Colóquense en un lugar apropiado el órgano y los demás instrumentos musicales legítimamente aprobados, para que puedan ser ayuda, tanto para los cantores, como para el pueblo que canta; y donde puedan ser cómodamente escuchados por todos cuando intervienen solos. Es conveniente que el órgano se bendiga según el rito descrito en el Ritual Romano, antes de destinarlo al uso litúrgico. Durante el tiempo de Adviento empléense con tal moderación el órgano y los demás instrumentos musicales, que sirvan a la índole propia de este tiempo, teniendo en cuenta de evitar cualquier anticipación de la plena alegría del Nacimiento del Señor. El sonido del órgano y de los demás instrumentos durante el tiempo de Cuaresma se permite sólo para sostener el canto. Se exceptúan el domingo Laetare (IV de Cuaresma), las solemnidades y las fiestas. Lugar de la reserva de la santísima eucaristía 314. Para cualquier estructura de la iglesia y según las legítimas costumbres de los lugares, consérvese el Santísimo Sacramento en el Sagrario, en la parte más noble de la iglesia, insigne, visible, hermosamente adornada y apta para la oración. Como norma general, el tabernáculo debe ser uno solo, inamovible, elaborado de materia sólida e inviolable, no transparente y cerrado de tal manera que se evite al máximo el peligro de profanación. Conviene, además, que se bendiga según el rito descrito en el Ritual Romano antes de destinarlo al uso litúrgico. 315. Por razón del signo conviene más que en el altar en el que se celebra la Misa no haya sagrario en el que se conserve la Santísima Eucaristía. Por esto, es preferible que el tabernáculo, sea colocado de acuerdo con el parecer del Obispo diocesano: a) o en el presbiterio, fuera del altar de la celebración, en la forma y en el lugar más convenientes, sin excluir el antiguo altar que ya no se emplea para la celebración (cfr. n. 303); b) o también en alguna capilla idónea para la adoración y la oración privada de los fieles, que esté armónicamente unida con la iglesia y sea visible para los fieles.

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316. Cerca del sagrario, según la costumbre tradicional, alumbre permanentemente una lámpara especial, alimentada con aceite o cera, por la cual se indique y honre la presencia de Cristo.


317. Tampoco se olviden de ninguna manera las demás cosas que para la reserva de la Santísima Eucaristía se prescriben según las normas del Derecho. Las imágenes sagradas 318. En la Liturgia terrena la Iglesia participa de aquella celestial, pregustando lo que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual se dirige peregrina, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios; y venerando la memoria de los Santos, espera tener compartir con ellos su suerte y gozar de su compañía. Así, pues, según una antiquísima tradición de la Iglesia, expónganse en las iglesias a la veneración de fieles, las imágenes del Señor, de la Santísima Virgen y de los Santos. Dispónganse de tal manera que los fieles sean conducidos a los misterios de la fe que en ese lugar se celebran. Y, por lo tanto, evítese que su número aumente indiscriminadamente. De aquí que se haga la disposición de las imágenes con el debido orden, para que la atención de los fieles no se desvíe de la celebración misma. Por lo tanto, de ordinario, no haya más de una imagen del mismo Santo. En general, por cuanto se refiere a las imágenes en el ornato y en la disposición de la iglesia, mírese atentamente la piedad de toda la comunidad y a la belleza y dignidad de las imágenes.

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Imágenes recopiladas

Fotografía. Maqueta para Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Propuesta Andrew Harris y Alejandro Luer. Cortesía de Andrew Harris.

Fotografía. Maqueta para Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Propuesta Andrew Harris y Alejandro Luer. Cortesía de Andrew Harris.

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Fotografía. Maqueta para Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Propuesta Andrew Harris y Alejandro Luer. Cortesía de Andrew Harris.

Fotografía. Maqueta para Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Propuesta Andrew Harris y Alejandro Luer. Cortesía de Andrew Harris.

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Fotografía. Maqueta para Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Propuesta Andrew Harris y Alejandro Luer. Cortesía de Andrew Harris.

Fotografía. Maqueta para Anteproyecto para la Iglesia del Campus San Joaquín. Propuesta Andrew Harris y Alejandro Luer. Cortesía de Andrew Harris.

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“Rotación alrededor de un blanco expansivo” (1978-1981). Max Bill. Cortesía Teodoro Fernández. (imagen en blanco y negro)

Cuadro. Carmen Neira (1974). Cortesía Teodoro Fernández. (imagen en blanco y negro)

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Fuente de Imágenes

Imagen 01. Roma. San Juan de Letrán. Planta: Arquitectura occidental (1983): 120. Imagen 02. Constantinopla. Santa Sofía. Planta: Arquitectura occidental (1983): 134 Imagen 03. Speyer. Catedral. Vista del interior: http://www.franktoker.pitt. edu/0040/gothic.html Imagen 04. Reims. Catedral. Vista del interior hacia la bóveda: Arquitectura occidental (1983): 135. Imagen 05. Planta de San Pedro según el primer proyecto de Bramante: Arquitectura occidental (1983): 243. Imagen 06. Roma. San Ivo en la Sapiencia. Planta emplazamiento por Borromini: https://es.wikipedia.org/wiki/Sant%27Ivo_alla_Sapienza Imagen 07. Castillo de Burg-Rothenfels. Capilla permanente y Sala de los Caballeros. Planta: Arquitectura y Cultura 10, nº 10 (2018): 18. Imagen 08. Propuesta anteproyecto Baros y Kapstein. Planta de emplazamiento: ARQ, nº 33 (1996): 66. Imagen 09. Propuesta anteproyecto Baros y Kapstein. Planta de arquitectura: ARQ, nº 33 (1996): 66. Imagen 10. Propuesta anteproyecto Baros y Kapstein. Fotografía de maqueta: ARQ, nº 33 (1996): 67. Imagen 11. Propuesta anteproyecto Baros y Kapstein. Elevaciones y cortes: ARQ, nº 33 (1996): 67. Imagen 12. Propuesta anteproyecto Harris y Luer. Planta de emplazamiento: ARQ, nº 33 (1996): 64. Imagen 13. Propuesta anteproyecto Harris y Luer. Planta de arquitectura: ARQ, nº 33 (1996): 64. Imagen 14. Propuesta anteproyecto Harris y Luer. Fotografía de maqueta: ARQ, nº 33 (1996): 65. Imagen 15. Propuesta anteproyecto Harris y Luer. Elevaciones y cortes: ARQ, nº 33 (1996): 65. Imagen 16. Propuesta anteproyecto Nordenflycht y Vercellino. Planta de emplazamiento: ARQ, nº 33 (1996): 62. 170


Imagen 17. Propuesta anteproyecto Nordenflycht y Vercellino. Planta de arquitectura: ARQ, nº 33 (1996): 62. Imagen 18. Propuesta anteproyecto Nordenflycht y Vercellino. Fotografía de maqueta: ARQ, nº 33 (1996): 63. Imagen 19. Propuesta anteproyecto Nordenflycht y Vercellino. Elevaciones y cortes: ARQ, nº 33 (1996): 63. Imagen 20. Propuesta anteproyecto Fernández y Courard. Planta de emplazamiento: ARQ, nº 33 (1996): 60. Imagen 21. Propuesta anteproyecto Fernández y Courard. Planta de arquitectura: ARQ, nº 33 (1996): 60. Imagen 22. Propuesta anteproyecto Fernández y Courard. Fotografía de maqueta: ARQ, nº 33 (1996): 61. Imagen 23. Propuesta anteproyecto Fernández y Courard. Elevaciones y cortes: ARQ, nº 33 (1996): 61.

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