TECTÓNICA: Capilla del Monasterio Benedictino de las Condes

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Weil, Francisco

CAPILLA DEL MONASTERIO BENEDICTINO DE LAS CONDES

PRESENTACIÓN

El edificio de la Capilla del Monasterio Benedictino de las Condes, se ubica en el Cerro Los Piques, Santiago, Chile. El proyecto fue desarrollado entre los años 1961 y 1963 por los arquitectos Gabriel Guarda y Martín Correa, su construcción se inició en el año 1962 y duró hasta el año 1964.

El edificio fue diseñado para ser comprendido a medida que se recorre, por lo tanto para describirlo es fundamental comenzar desde su acceso, el cual es bastante extenso, ya que consta de una curva suave en ascenso por el borde del cerro Los Piques con un sentido de peregrinación. Al final del ascenso se presenta el volumen blanco que destaca gracias a la explanada que existe anterior a este. Donde los dos volúmenes cúbicos blancos son intersectados por un eje diagonal entre estos, y acompañados por una serie de volúmenes menores que se integran para generar el total. Al entrar en la capilla, nuevamente existe un giro perimetral dado en una escala diferente a la anterior, que resguarda al altar, hasta el punto de su diagonal, en donde el vacío interior aparece gracias a su medida vertical. El recorrido interior de la iglesia se explica a partir de un eje diagonal que vincula ambos cubos entre sí: Cubo de Fieles y Cubo de Monjes y a través de un recorrido perimetral que tiene su punto de partida en el acceso y tiene como remate la imagen de la Virgen. Al llegar a ese punto, se hace presente el eje diagonal que continúa hasta la parte posterior de la nave, donde se ubican los monjes.

Así el interior de la capilla, se articula como una secuencia de acontecimientos en torno a la condición del límite propio de la obra, la superposición de planos, la neutralidad de los colores, la ausencia de ornamento y la emergencia de la luz desde los espacios solapados, construyen atmósferas y un tipo de significado, que reside en la experiencia de la oración bajo la luz.

Imagen 1. Imagen de la Virgen, Capilla Monasterio Benedictino.

LA TECTÓNICA

Desde que uno entra a estudiar Arquitectura, el análisis del contexto o la comprensión del lugar, es el punto de partido de todo proyecto. De esta manera resulta interesante entender como el edificio se plantea ante su entorno en esta primera instancia de análisis. En los Benedictinos se reconoce una tectónica que responde a la topografía, o más bien como dice Jaime Bellalta (quien marca el inicio del proyecto Benedictino) quizás tan solo “acoger la vida contemplativa de los monjes en un medio geográfico”, como lo es el cerro Los Piques. El medio geográfico no es intervenido al azar, la peregrinación que existe por el borde del cerro hasta la capilla habla de una comprensión perfecta de la pendiente y de una ascenso hacia la Iglesia. La idea de la Capilla, más que abrirse hacia el exterior y su naturaleza, busca el contraste, dos volúmenes cerrados de hormigón armado que se posicionan sobre el lugar, que no buscan proyectar vistas desde su interior, sino que más bien formar parte de una composición perfecta con el cerro.

Quizás siguiendo con esta lógica de diseño, donde el edificio se comprende a medida que se recorre, tiene sentido entender ahora la obra en sí misma; el edificio. Cuando entramos a la Capilla del Monasterio Benedictinos, lo primero que notamos es la frialdad y dureza que el hormigón a la vista nos muestra. Este material deja ver cada una de las tablas que configuraron el moldaje y que le dan un ritmo brutal y primitivo a la obra. Esta condición física tan propia del material, que no oculta nada y que se muestra tal cual es, da a entender una tectónica en lo material.

La estética honesta y a la vez brutal, se observa como una expresión estructural, que se podría basar en un pensamiento más Ingenieril que de Arquitectura, mucho más relacionado a lo físico del edificio. Y la verdad es que si nos quedamos tan solo con lo físico, sería volver a las Iglesias clásicas, un análisis reconocible más bien por su estética. De esta manera la idea de que la arquitectura tiene como desafío pasar de un orden recibido (cánones estilísticos) a un orden producido (la nueva arquitectura), no se vería reflejada en la Obra. Esto debido a que la estética del material, hormigón armado a la vista, es una realidad tecnológica francesa, que su implementación habla más bien de una mímesis, o como menciona Cristian Fernández en Modernidad apropiada, modernidad revisada, modernidad reencatada, una “inapropiación”.

Quizás para entender la tectónica del material habría que preguntar, ¿acaso los Arquitectos quisieron dar énfasis en la Obra a lo brutal y físico, o más bien existe otro elemento más relevante? Tal vez no era pasar de un orden recibido a uno producido, sino que más bien a tan solo “otro orden recibido”. Esto permite entender que la estética del espacio (lo material), no es lo que importa. Lo que Guarda y Correa querían no era explorar una nueva forma de trabajar el hormigón armado o crear un “estilo”, sino que es lo que está atrás del diseño y lo estético, en pocas palabras no es la forma, sino que es el fondo.

Imagen 3. Expresión brutalista en el interior de la Capilla.

La tectónica de un edificio no solo responde a una variable, sino que bajo la idea de que cada edificio es una hipótesis como solución, esta responderá a distintos factores, criterios, estrategias o como se le quiera llamar. Sin embargo, lo que pretendo no es mencionar todas las formas en que la tectónica se ve reflejada, por el contrario es la búsqueda de cuál habrá sido la más influyente o determinante en su diseño.

Imagen 2. Monasterio Benedictino en su medio geográfico.

LO TECTÓNICO

Cada vez que desarrollo más los puntos y me adentro en lo que creo es lo que define a este edificio, la incertidumbre y las preguntas crecen. Este último punto buscará explicar una concepción del edificio con el objetivo de teorizar que la tectónica no solo se expresa en lo físico (lo material), sino que lo material responde a una inmaterialidad.

La forma sigue a la función es una frase que se hace presente durante toda la carrera y que se ha visto reflejada en la Arquitectura desde que el hombre la produce. La democracia en Grecia y en la Modernidad tiene grandes diferencias, pero la estética y la forma en la que se representa tiene grandes similitudes. En lo eclesiástico sucede lo mismo, donde la Iglesia se ve representada por una “forma”. Toda Iglesia clásica está conformada por la Nave Central, las Naves Laterales, el Transepto, el Ábside, entre otros, en fin todos elementos que determinan una forma, la “forma” de la Iglesia. Es claro el desarrollo en materialidad y constructibilidad, los que van determinando estilos, pero estos cambios sutiles siguen aludiendo a una forma eclesiástica, de imponerse dentro de la ciudad, de llevar al límite el material y de “tocar” el cielo.

Estos elementos clásicos por esencia, no se ven expresados en la Iglesia Benedictinos, lo que bajo la premisa de que la forma responde a una función, no se ve representada. Esto en realidad nos lleva a pensar que la Iglesia ya no responde a esa misma función, en ese sentido ¿Cuál es la función de “esta” iglesia? ¿tiene una función? ¿responde a una “forma”? O yendo un poco más lejos y apresurándonos un poco a lo que se desea plantear ¿es tectónico el planteamiento del edifico?

Gustavo Ludeña habla de que la vocación del retiro que el sujeto manifiesta al ingresar al monasterio se materializa en la práctica cotidiana, en una actitud constante de búsqueda de Dios. Lo que se materializa en la disposición personal de escucha constante por medio de la oración individual y colectiva. Esta constante búsqueda de Dios que se realiza a través de la práctica de la oración, nos hace entender la oración como la razón de “esta” Iglesia. Mediante el silencio se permite la unión entre los monjes y los fieles y la oración es lo que constituye la escenografía sobre la cual los fieles y los monjes aparecen como actores tomando posición dentro del espacio. A veces pareciera una búsqueda de aislamiento, pero en realidad es un silencio a una distancia social determinada, que finalmente determinan a una comunidad.

Es esta posición dentro del espacio lo que define a la Iglesia no como un individuo. Como Fisac en su obra el dinamismo espacial convergente desarrolla, la concepción de Iglesia no va tan solo en que los fieles se sientan atraídos a la oración, sino que es necesario crear una cierta direccionalidad hacia un punto, la cual él reconoce como el altar. Este dinamismo hacia un punto, se debe a que la oración no es individual, ni independiente, es colectiva, lo que determina la Iglesia como una comunidad. El orar se presenta como la posición espacial que se debe de adoptar, a la vez que es la forma de unir y mantener a los monjes y a los fieles como comunidad.

Estas ideas hablan de una inmaterialidad y una espiritualidad, que está bien alejado de algo construido, una estética e incluso una forma. Pero existe un elemento más que es parte de esto y que se acerca a lo que podríamos entender como físico. Este elemento es la luz. La luz es lo que traza los límites de la Capilla, desde un vértice diáfano, donde su intensidad parece ser perfecta para el orar, llega al opuesto donde parece ocultarse entre el imperceptible desfase de los muros. La luz tiene ese simbolismo, esa inmaterialidad e intangibilidad, que finalmente se transforma en espacio, en algo físico. La luz no tan solo le da una forma, sino que una experiencia, donde las intensidades crean el juego y la interacción dentro de la comunidad. Volviendo no tan solo al individuo y generando más que una reflexión íntima, sino que uniendo a los monjes y a los fieles bajo una acción, la oración.

Imagen 4. Monjes Benedictinos en torno al altar.

Recuerdo que Alberto Cruz habla sobre las Iglesias de las forma presentes, como las cuales constan de muros, bóveda, ábside, vitraux, etc. Acá el caso es distinto, vemos una Iglesia de las formas de la ausencia, dónde precede la desnudez del volumen y la decoración propia, es decir, más que la presencia de elementos al interior de la Iglesia, lo relevante es lo que sucede en ella. Más que su forma, es su fondo, más que la presencia, es la ausencia. La vida y la riqueza de esta Iglesia es entregado por lo místico propio de ella, la oración. Este es el elemento que comienza a trabajar el espacio, pero no es hasta que llega la luz, lo que lo define.

Las Iglesias no requieren una forma física para que esta se comporte como tal, pero sí es sabido que las Iglesias sí tienen una forma. Esta Iglesia tiene una forma, pero es tan solo lo que ocurre dentro de ella lo que la determina, y es en este caso su simplicidad, silencio y luz, lo que le da la espacialidad, misticismo y carácter de comunidad a la Iglesia Benedictino de Las Condes.

Entonces solo queda preguntarse si ¿es acaso esto tectónico? Para esto habría que definir que es tectónico, pero en este punto es realmente complejo quedarse con tan solo una definición. Sin embargo, creo que el trabajo único de la comprensión de la inmaterialidad de la Iglesia, por medio de la espiritualidad y el espacio, va más allá de una tectónica topográfica y va más allá de una tectónica del material. Lo creo porque de esta manera no se queda en un orden recibido, ni tampoco en reinterpretar o modificar; es directamente

uno producido, lo cual como ya mencione es la idea o el desafío de la Arquitectura. Quizás esto hable de algo más allá de una tectónica tangible, algo que no comienza en lo material, pero que sí queda plasmado en ella, creo que esto es lo que lo Guarda y Correa siempre quisieron expresar: una tectónica inmaterial.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

Cruz, A. (1954) Proyecto para una Capilla en el Fundo Los Pajaritos.

Fernández, Cristian. (1991) Modernidad apropiada, modernidad revisada, modernidad reencatada. Revista Summa, 289, 28-35

Fisac, M. (1960) Teologado de San Pedro Mártir de los PP. Dominicos en Madrid. Revista Arquitectura, 17, 9-19.

Gross, P. y Vial, E. (1988). Monasterio benedictino de las Condes: una obra de arquitectura patrimonial. Santiago, Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile.

Gross, P. (2004). Una conversación a distancia y en el tiempo. Asociación de Oficinas de Arquitectura Chile, 25 , 24-45.

Ludueña, G. (1998) El silencio como práctica de ascesis corporal en una comunidad de monjes Benedictinos. Departamento de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires.

Muñoz, R. (2010) La Iglesia del Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad de Las Condes Propuestas precedentes.

Muñoz, R. (2012) Una Arquitectura ausente ilumina la celebración del misterio.

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