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Media trava La memoria y la tribuna

Un 19 de noviembre de 1998, la memoria alista su bandera, se sube al micro, sentada en la última silla, en el reflejo de la ventana visualiza: un par de chicos que se sientan junto a ella para cuidar los instrumentos, van por 4:20 y sonrientes emprenden su viaje. El destino hace lo suyo, cruzándose en tiempo y espacio. Nada más, nada menos que para ver a aquél hidalgo, aristócrata, selecto y elegante equipo. Verde y blanco en sus colores, plasmado impecablemente en su uniforme, cada Jugador pisaba la grama del Nemesio Camacho el Campín, templo del fútbol Nacional desde 1989, donde por primera vez, un equipo colombiano ganó la codiciada Copa Libertadores de América, sueño de muchos, logro nuestro.

Ahí estábamos, sin saberlo, él y yo, quizás por ser la tribuna más económica ya que a nuestros 16 años la merienda escolar era por defecto, destinada para la compra de la entrada a la cancha. La cita de culto que domingo tras domingo teníamos, para encontrarnos con el amor de nuestras vidas: El Club Atlético Nacional. Ese año se jugaba la primera edición del torneo de clubes de la región de América del sur, el mejor escenario para cruzarnos en las gradas. Un resultado de 0 a 2 que nos catapultó hacia la clasificación y a la final del torneo, del cual salimos campeones.

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Y ahí seguíamos él y yo. Saltando en las gradas, pidiendo a los jugadores que dejaran todo como nosotros en la tribuna. Nuestros cantos in- fluenciados por las hinchadas Chilenas y Argentinas, cuna de todos los barristas del norte del continente suramericano en la década del 90. Con esta banda sonora, él y yo iniciamos nuestros viajes por carreteras -miles de historias por contar, con los trapos y extintores, ¡Qué épocas de glorias y caídas! Nuestro lema: Por encima de todos . Frase que nos tatuamos en la mente, creada por y para nosotros. Recuerdo el primer momento en el que finalmente nos conocimos, la química fue inmediata, fundamos el parche: la gloriosa Banda de la XI

Con él, siempre pionero en todo lo que hacía, caminábamos por nuestra zona, sin saber el mundo al que entrábamos. Esa noche tuvimos nuestra primera maratón -¡cómo nos corrieron ese día! los rivales que más despertaban nuestro repudio. Aún así, no pasaban más de ocho días para recuperar el orden de nuestra casa. Son tantas las cosas vividas… recuerdo que siempre, en cada choque decías: -lo único que tienes que saber es que soy un verdolaga más- , lo recuerdo como si fuera ayer. Recuerdo cuando nos corrían y decías: -¡Basta! No corremos más , nos paramos ya -, así fueran mil contra nosotros.

Mi amigo y hermano de sangre

Nacional: ¡Eso te hizo grande!, te hacía único. Siempre estuvimos juntos, o al menos durante el primer decenio de tu historia en la barra. Ahí mi amigo querido, pude disfrutar de la lucidez de tus ideas, de tu inteligencia, de lo brillante de tu pensamiento. Cualidades que quizás pocos vivieron a tu lado, pocos vieron esa faceta de ti , pocos fuimos los afortunados. Siempre vestido de jean , botas negras punta de acero , camiseta negra y cabello largo , reflejo de tu rebeldía, de tu humildad. Amabas el metal , amabas al verde y blanco. No éramos barra de Adidas, éramos barra de Metal, Punk Rock y cantos de cancha. Todo el día, a toda hora. Fuimos inseparables desde entonces.

¿Te acordás del cuadrangular de Soacha en el año 2000? ¡Qué locura amigo! Había que tener los huevos bien puestos para ir. Ese día te metiste a la cancha, quemaste adrenalina un rato y regresaste a la tribuna, como si nada, sonriente, poniendo tu cabello detrás de tus orejas. El resultado: un par de rivales noqueados. No teníamos ni veinte años y todo esto pasaba, piedras, piñas van y vienen -tú seguías ahí- y los muchachos se entretienen.

¿Te acordás de Vietnam? ¿En la década del 2000? Nuestro famoso viaje a Cali. Nadie más lo podrá contar. Siempre me decías: -el secreto es unosolo-,-cuandoestésdevisitante, nuncatedespeguesdelabarra,laley del combatiente, la ley del GeneralY así, saliste invicto siempre, ningún rival te pudo correr uno a uno, tenían que ser varios, si no, no podían. Aquí las lágrimas no se sostienen más. Es imposible escribir sobre ti, pensar en vos y no llorar. Siempre lo dije: la única forma en que pueden derrotarte es que confiaras en tu verdugo, en un estado de poca lucidez.

Solo así te podían derrotar amigo, tu muerte en tus cinco sentidos jamás hubiera sucedido. Y mucho menos con nosotros , tus hermanos de sangre Verde y Blanca. Sin embargo, así la vida lo quiso, y no nos queda más que recordarte como el mejor, como aquel Guerrero de cabello largo, el Caballero que siempre cuidó y protegió con orgullo los colores de nuestro amado equipo. Eres inigualable hermano querido, el hermano que el fútbol me regaló y un cobarde me arrebató. Pero no hay prisa, no te preocupes. Solo mueren los que se olvidan. Y a ti, querido General, jamás te olvidaremos, por lo que escribiste en la tierra, en nuestras almas y que nadie podrá repetir ni igualar. ¡Hasta siempre media querido!

27 de julio de 1983 -

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