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Un anhelado regalo de navidad
Era un frío día de diciembre, caían copos de nieve…
¡ups! mentira, en Bogotá no cae nieve. De hecho, en menos de 15 minutos puede salir el sol más brillante. Ya olía a navidad, pero un momento ¿a qué huele la navidad? Detente, piensa y respira…
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¡aja! a eso huele la navidad. A todas las personas tal vez nos huela diferente, pero eso también hace parte de la magia navideña. A Cata, por ejemplo, le huele a pasto recién podado con un poco de humedad. Se preguntarán porqué a pasto mojado.
Ella vive en un lugar con muchas zonas verdes, sin embargo…
Todo empieza con su tan anhelado regalo de navidad. Como todas las niñas, ella también escribió su carta al niño Dios. Lo hizo en una de las tardes capitalinas mientras observaba como se encen- día el hermoso alumbrado navideño que caracteriza a su localidad. Catalina llevó al parque su libreta de aventuras, que mejor lugar para inspirarse” que ahí, pensó. Allí todas las personas eran felices, era el lugar donde aun siendo rivales realmente se hacían las mejores amistades. En aquella carta, pidió algo que el común de las niñas no acostumbraba a pedir. Ella deseaba algo diferente… “lo merecía”.
Durante todo el año cumplió con sus responsabilidades escolares, era una niña muy inteligente, aunque para muchos no muy bien portada; todo lo preguntaba, todo lo debatía.
Su cabello eternamente en desorden, no usaba ni faldas, ni vestidos y sobre todo pasaba siempre en el parque, de ahí su deseo por el preciado regalo de navidad.
Llego el momento, ya era noche buena. Como tradición familiar todos se reunían para cenar, entre juegos, risas y cantares, era la hora de abrir los detalles.
A Cata le regalaban muñecas y más muñecas también cocinitas y peluches.
Claro que los disfrutaba, con cada uno se sorprendía, pero ella en silencio esperaba su anhelado regalo de navidad… La espera fue aún más larga, justo llegó media noche y todos con euforia gritaron
¡VIVA NAVIDAD! ¡VIVA NAVIDAD! Degustaron natilla y ricos buñuelos, luego continuó la destapada de regalos.
Ya quedaban pocos, Cata seguía esperanzada… uno de los regalos no tenía destinatario, entre todos decidieron destaparlo. Cata lo vio, era exactamente como lo soñó, como lo pidió…
Una pelota de fútbol de color blanco con brillitos violetas, muchos brillitos. A ella se le dibujó una sonrisa en la cara, la familia entera se preguntó para quién podría ser.
Salieron nombres como Gabriel o Simón, pero de inmediato Cata saltó y gritó
¡ES PARA MI, ES PARA MI! “yo lo pedí al niño Dios y él me cumplió”.
Familiares asombrados por su reacción se preguntaban ella porqué soñaba con un balón.
En silencio lo tomó y corrió al parque, su familia corrió detrás de ella y asombrados presenciaron lo buena que era con el balón, sobre todo, lo feliz que la hacía. Así, entonces, en aquel parque fueron testigos de la magia… en un anhelado regalo de navidad.
Jessica Morales