2 minute read
Crónica de domingo
Domingo por la mañana, pero no un domingo cualquiera. Pues hoy juega el equipo de mis amores en la Capital: Club Atlético Nacional de Colombia, ¡Bienvenido a tu casa! Es un día de descanso, de locha, luego de una larga semana laboral, -cosa que mi mente desecha inmediatamente- La ansiedad me arrebata, me siento particularmente lleno de energía, saturado de alegría. Luego, salto instantáneo de la cama, me lavo la cara, cepillo mis dientes y de inmediato, sin dar cabida a otros asuntos, ocupo mi mente en el más importante suceso que por fin tendrá lugar tras largas semanas de espera.
A modo de tradición, con mezcla de augurio, visito mi armario para elegir, entre tantas opciones, la pinta ideal, la casaca que mejor me haga sentir, para estar a la altura y elegan- cia de esta ocasión. Esta es una celebración. Una gran fiesta se avecina, ¡Hoy la fiesta es verdolaga! ¿Camiseta Puma 1999 o Converse del año 2001? Si bien esas son amuletos y pienso que me resaltan entre la multitud -cosa caprichosa en mi mentecomo si nadie más las tuviera, como si nadie más fuera a estar vestido de verde.
Advertisement
Me termino de alistar y mientras me alimento, como recuerdo, llega a mi cabeza, las palabras de mi amada madre, que se han hecho antaño:
- ¿Otra vez a ver esos partidos? ¿De qué te va a servir eso en la vida? A la vez, mi padre solía replicar con cierta autoridad: -Son cosas de muchachos, ya se le pasará. Y hoy, veinte años más tarde, conservo la misma felicidad y emoción de cuando era un chiquillo…
¡Unavezmás,mevoyparalacanchaaverjugaralmásgrande! Digno de un estado de romanticismo, cumplo la cita que había acordado con los parceros del barrio. Estamos todos, boleta en mano, un par de cervezas y ¡yanosvamos! En el ingreso a la cancha, el corazón palpita con más fuerza que nunca, las manos sudan. El sonido de los bombos y de los cientos de voces, conjugadas como una sola, nos dan la bienvenida. Adentro todo es algarabía, todo se viste de verde, las trompetas vibran y las banderas sin descanso, se agitan. Las voces se rompen y el aliento incesante llena el estadio de vida.
Me tomó tan solo unos segundos para mirar el entorno y sentir orgullo por esta barra que el tiempo convirtió en familia. A los muchachos que, como yo, un día llamaron vagos, pero que hoy crecieron, se hicieron adultos, profesionales, padres de familia, etc. Verdolagas que hicieron de esta pasión un estilo de vida, ¡su estilo de vida!
El aguante perdura los ciento veinte minutos, el estallido de los goles se funde en los abrazos y las sonrisas. La dedicatoria es para aquellos que ya no están. - Hoy el verde sale victorioso y la multitud se cunde de alegría. Es un partido más para algunos, pero en realidad, es toda una vida: las mismas caras, las mismas de siempre, hasta el final de los días, en los que el destino de su pitazo final de este partido llamado Vida.