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Mejoramiento de utilidades

¡HOY DEBEMOS decidir!

Su significado, los riesgos y el trampolín de la acción.

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Por el Dr. José Antonio Veiga Director de la Consultora Analixix www.analixis.com

Desde distintos lugares, también aplicando distintos enfoques, podemos abordar el vital tema de la TOMA DE DECISIONES; de todos ellos y descartando aquellos que pretenden convertirla en un acto mecánico o algunos que la presentan como el último eslabón de un análisis matemático que determina la misma, vamos a privilegiar en nuestra mirada su cercanía con el compromiso; que significa decidir, qué posición (¿riesgo?) asume quien decide. Vamos a ubicarnos en ese momento que, enfrentados a una bifurcación con fuerte divergencia debemos elegir el camino, sabiendo que una vez comenzado a transitarlo, volver atrás, si no imposible sin duda es riesgoso y significa aceptar costos, estando entre ellos el posible descredito para quien dió inicio a la marcha. Vamos a acercarnos a la empresa, que es nuestro tema específico, sin renunciar a tomar ejemplos de un marco más amplio.

EL ACTO DE DECIDIR Decidir es un acto humano y voluntario; no es la consecuencia de un análisis que lo determina, aunque acostumbra apoyarse en ellos. En la mayoría de los casos, significa renunciar a todo el resto de las variables en juego, al privilegiarse solo una de ellas. En el plano empresario, la decisión es el acto transformador por excelencia; es el enlace entre el pensamiento y la acción. La calidad de la gestión se manifiesta a través de la calidad de las decisiones. Si tuviéramos que decir en un análisis muy focalizado porque se les paga a los ejecutivos, nos encontraríamos con una influencia creciente de la capacidad de tomar decisiones, a medida que nos elevamos en las escalas del organigrama. Siendo de esta manera, y una vez puesta la decisión en el lugar que le corresponde, nos podríamos preguntar entonces… ¿cuál es la peor de las decisiones que podemos tomar?... Para darnos pronta respuesta -previo a medir cómo mejorar la calidad de las mismas, punto que trataremos más adelante- nos decimos, afirmamos, que lo peor es su no aparición, la ausencia de la decisión.

Este es el mayor daño que podemos hacer a la empresa, en términos de gestión.

¿POR QUÉ PODEMOS NO HACERLO? Cuando en una empresa no se decide todo el personal lo nota; la empresa muestra un andar pesado consecuencia del permanente comentario: acá nunca pasa nada. Comentario que encuentra destinatarios más precisos en el convencimiento que no se echa a nadie, pero tampoco se asciende a nadie, como simples y visibles ejemplos de esa falta de acción superior. Los integrantes, lejos de encontrarse en un ambiente cómodo, sienten temor creciente al percibir que no hay quien conduzca, que en realidad los ejecutivos se comportan como comunes pasajeros de la empresa, a la que asimilamos momentáneamente como un especial vehículo; vehículo que, sin quien lo conduzca, tendrá un destino incierto y peligroso. Varios son los motivos por los que se toma esa actitud, siendo uno de ellos, quizás el principal, el hecho que decidir implica asumir riesgos, y no todos están dispuestos a hacerlo; encontramos numerosos funcionarios que se especializan en huir de las zonas de riesgo, que son aquellas en las cuales se deben mostrar caminos, elegir cómo transitarlos y apurar la marcha. El libro MISIÓN RESULTADO recuerda en forma de anécdota al gerente general de una empresa diciendo que cuando el barco corre riesgo de hundirse hay un montón de ejecutivos que se preparan para pintar la chimenea, en lo que significa una risueña forma de escenificar el deseo de no ser consultados sobre las situaciones de riesgo… aunque el riesgo esté cerca mío y lo termine sufriendo. Este riesgo se agiganta, porque hay veces en las que se debe iniciar la construcción del puente sin que la visión de la otra orilla aparezca nítida y tranquilizadora; la situación, en ciertas ocasiones, exige emprender acciones mientras se intuye el desenlace o se arriesga en que éste sea favorable, porque la situación obliga. El costo de no hacer nada a veces es tan alto, que la acción, aun aceptando imprecisiones en su inicio, se muestra como la mejor opción.

PARA MEJORAR LA CALIDAD Sabedores que no hay recetas válidas y que, en definitiva, la altura del ejecutivo será la que determine la calidad de la decisión final, igualmente recordamos dos ingredientes para tener en cuenta en el proceso decisorio: • PARA DECIDIR… HAY QUE ESTAR DECIDIDO Debo dedicar tiempo para examinarme y ver si estoy dispuesto a tomar esa decisión a fondo, a mantenerla porque creo en ella y estoy convencido de sus efectos. De no estarlo en su totalidad y, sobre todo, si apun-

En el plano empresario, la decisión es el acto transformador por excelencia

ta a una transformación profunda, es preferible que transfiera la responsabilidad aunque pierda posicionamiento; si la convicción no es total puede ocurrir que imagine caminos intermedios, por las dudas que no funcione, los que inevitablemente terminarán no conduciendo a ningún lado, o que abandone precipitadamente el camino emprendido, frente al primer escollo que aparezca. El quemar las naves, sin llevarlo a ningún extremo, es un buen análisis para plantearnos en ese momento. • NI PÁNICO NI SUERTE Sólo tenemos delante nuestro la decisión a tomar y la misma debe ser analizada con todo el rigor técnico, al que luego agregaré mi especial visión de las cosas para que la misma tome el clima del momento; pero el camino técnico debe estar presente y ser guía y cable a tierra, para evitar que los componentes emocionales condicionen el escenario o aceleren el proceso. La llegada de una oportunidad favorable de negocios se perderá, sin la minima duda, si para aprovecharla tomamos una precipitada y poco elaborada dirección y seguramente si acepto que el temor me acompañe en la elaboración de las medidas, el fracaso de las mismas será la respuesta que reciba.

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