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Interés general
Un enigma histórico que aún despierta hipótesis y conjeturas políticas.
Por el Profesor Raúl Omar Chizzolini
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44 El asesinato del General Facundo Quiroga se inscribe entre los crímenes políticos más resonantes de nuestra historia. El 16 de febrero de 1835, en Barranca Yaco (Córdoba), una partida al mando del capitán José Santos Pérez interceptó el carruaje que transportaba a Quiroga dándole muerte en el acto al caudillo riojano, quien regresaba de una misión conciliadora en el norte del país, a raíz de un conflicto entre los gobiernos de Tucumán y Salta. Esa mediación en la disputa de referencia había sido encomendada por el entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires Manuel Vicente Maza. Fue en esa ocasión que Juan Manuel de Rosas, por entonces alejado de la gobernación, le escribe a Quiroga la famosa carta de la Hacienda de Figueroa, texto en el que Rosas da a conocer sus puntos de vista acerca de la organización nacional y su postura contraria a la sanción de una Constitución. Quiroga y Rosas no pensaban igual en materia de organización nacional, pero ambos habían establecido una relación política de necesidades mutuas, que transformaba al riojano en el baluarte de la hegemonía rosista en el interior, hegemonía de la que también se valía el “Tigre de los Llanos” para ejercer mayor influencia en las provincias, en detrimento del poder que ejercía Estanislao López, gobernador de Santa Fe. Para muchos autores, esta realidad exime a Rosas de cualquier sospecha de autoría intelectual del crimen en análisis, postura que compartimos porque el asesinato de Quiroga fue un duro golpe para las expectativas políticas del dirigente porteño, obligándolo a reformular esas políticas, que
giraron hacia una postura más violenta con sus enemigos. Es sabido que Santos Pérez actuaba a las órdenes de los hermanos Reinafé, por entonces dueños de la Provincia de Córdoba y que ellos instigaron el crimen. Pero ¿respondían a alguien los Reinafé?, ¿o actuaron conforme a sus conflictos previos con Quiroga? Ese es el gran enigma que todavía subsiste en torno a este trágico episodio. También resulta acorde a la realidad descartar cualquier vinculación de los Unitarios, por estar la mayoría de ellos, por entonces, en el exilio. La hipótesis de que Estanislao López fue el autor intelectual de la muerte de Quiroga no es descabella
da, pero no debe ser esgrimida en forma apresurada. Como da cuenta el General Paz en sus memorias, López protegía a los Reinafé quiénes le respondían políticamente y hace referencia a intrigantes reuniones entre ellos, en las que se informaba al santafesino sobre los movimientos de Quiroga, a quien detestaba. Sin duda, los Reinafé fueron los instigadores del asesinato del caudillo riojano, pero sobran las dudas acerca de que hayan actuado por cuenta propia.-