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Migrante, bisexual y madre - Vanessa Lesmes Cohene
from GM 109. LBT EMAKUMEAK: sororitatea eta feminismoa / MUJERES LTB: sororidad y feminismo
by gehitu
MIGRANTE, BISEXUAL Y MADRE
La bisexualidad sigue siendo una de las orientaciones sexuales que constantemente está siendo cuestionada incluso socialmente, hay quienes se atreven a disfrazar su existencia calificando a las personas bisexuales como inmaduras, inestables y en una eterna transición entre la homosexualidad y la heterosexualidad. De esta manera, la bisexualidad es analizada desde dos puntos de vista, por un lado, la invisibilidad que recae sobre ella por las dificultades que conllevan reconocerse como BI y por otro lado en el momento en el que se hace visible, es para tratarla desde el cuestionamiento y los estigmas sociales que supone ser una persona bisexual. Cuando a la letra B le añadimos las palabras, mujer, madre, migrante y pobre se abre un abanico de prejuicios y estereotipos de género, y es que en una sociedad en la que todavía las normas sociales se rigen por la heterosexualidad, la desigualdad y la discriminación de género, según sea la orientación sexual de cada persona, siguen siendo muy diferentes para mujeres y hombres. Como toda paraguaya y latinoamericana me crie en un contexto cultural en el que las representaciones sociales de las familias están fuertemente marcadas por la estructura típica y monógama entre una mujer, un varón y sus descendientes, de quienes se esperan que sigan los mismos patrones heterosexuales legitimados por el matrimonio, por supuesto. Desde luego a esta definición tradicional de la familia le falta un ingrediente que por excelencia restriegue aún más otras formas de familia, la religión. Con esta realidad a lo largo de mi juventud se fue forjando mi orientación sexual que, como no podía ser de otra manera, se fue construyendo con lo que se espera de las mujeres: ser madre, enamorarse y formar un núcleo familiar con una sola persona; esa persona tenía que ser un hombre, claro, y todo esto sin tener referencias en mi entorno en cuanto a diversidad sexual y otras formas de familia. Lo cierto es que tener relaciones sexo afectivas sólo con hombres en gran parte de mi juventud, no coartaba mi intención de tener esas mismas relaciones con mujeres, sin embargo, esta idea por mucho tiempo solo se encontraba en mis pensamientos y sin posibilidad de materializarlo, pues me paralizaba la idea de que pudieran gustarme otras mujeres porque había aprendido que ese sentir estaba mal. Igual desconcierto me generaba el hecho de haberme enamorado de un chico y que también pudiera hacerlo de una chica, había aprendido de todo mi entorno que lo “normal” es que las mujeres se fijen en hombres. Tardé tiempo en entender, aceptar y reconocer que lo que me estaba sucediendo tenía nombre y se llamaba bisexualidad, tardé tiempo en trabajarme la bifobia interiorizada y me sigo preguntando por qué esta sigla me supone tantas connotaciones negativas, aunque refleja parte de mi historia. Tal vez mi negación interna esté fundamentada en hacernos invisibles, pues el mito sobre la sexualidad sostiene que al estar con mujeres somos lesbianas y estar con hombres nos convierte en heterosexuales… ¿Dónde queda la B? A lo largo de este artículo voy a referirme a mujeres y hombres porque en este margen se sostiene mi experiencia, entendiendo que otras mujeres bisexuales estrechan lazos más allá de lo binario.
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De este modo, sin referencias de personas bisexuales, sin apoyo familiar y alejada de cualquier entorno que pudiera dejarme entrever que no era malo ni descabellado que pudieran gustarme mujeres y hombres, fui trabajando en mi proceso de aceptación de ser mujer bisexual. Desafortunadamente muchas mujeres nacemos en un marco social y cultural en el que tenemos que hacernos de herramientas propias para asumirnos con otras orientaciones sexuales distintas a la establecida. Así, en
Paraguay no me quedaba otra más que tener relaciones con mujeres casi, casi dentro de la clandestinidad y de forma visible o pública con varones (esto no se aleja mucho de la dinámica patriarcal de la división sexual de trabajo (insertar emoticono de cansancio).
Al migrar a España dejé en Paraguay una parte de mí y muchas ganas de contar mi historia, mi proceso, mis incertidumbres y de poder finalmente acercarme a otros espacios en el que pudiera ser yo sin normas conservadoras, sociales y religiosas de por medio; estaba en la búsqueda de un hueco de visibilidad, valor y empoderamiento que no encontré en mi país. Ese sitio lo encontré con mis compañeras de Extremadura Entiende quienes me propusieron leer el apartado de bisexualidad en el manifiesto del día Internacional del orgullo LGTBI+ el año pasado públicamente, y así lo hice ante un centenar de personas y la atenta mirada de mi hijo de 9 años. Tengo que reconocer que siempre he intentado tener una maternidad subversiva y lo más alejada posible de la maternidad mitificada y romantizada que cómo no, es otra herencia del heteropatriarcado y sus diferentes intentos de alienar a las mujeres. Tenía muy claro cuáles eran los valores igualitarios y no discriminatorios que quería inculcarle a mi hijo, por supuesto uno de esos valores es la libertad de poder ser quien quiera ser y amar a quien quiera, esta era la introducción con la que había abordado con él tanto las identidades como las orientaciones de género. Con la creencia de haber facilitado toda la información necesaria a mi hijo sobre las orientaciones sexuales, esa información fue procesada y aceptada en un momento en el que yo tenia una pareja hombre, pero la base informativa que le había dado se había movido ligeramente cuando me enamore de una mujer. Cuando finalmente hablamos de bisexualidad mi hijo contestó que le parecía bien pero que le preocupaba qué iban a pensar en el colegio, la clase, el profesorado etc. Le dijimos que no tuviese miedo, y desde el cariño hablamos de los diferentes tipos de familia, que lo importante es querer, respetar y nunca señalar a otras personas, pues somos un montón en el mundo y lo más importante es ser feliz. Para las mujeres y madres del colectivo es fácil hablar con la infancia desde nuestras experiencias, es fácil dar contención y herramientas para moverse en una sociedad en la que aún existiendo una Ley de igualdad LGTBI siguen existiendo fobias, este caso bifobia. Lo difícil es contar con todos los agentes sociales que intervienen en la educación de nuestras hijas e hijos y que esto nos permita aunar esfuerzos para alcanzar una sociedad más justa e igualitaria. Creo firmemente que queda mucho por aprender y desaprender, nuestra lucha como mujeres LTB es diaria, constante y resistente, somos visibles, cada vez más y no vamos a parar.
Vanessa Lesme Cohene. Soy migrante, paraguaya, activista feminista y bisexual. Tengo 34 años. Pertenezco al Grupo de Políticas Bisexuales de FELGTB en representación de la Asociación Extremadura Entiende. También formo parte del grupo coordinador de la Plataforma de de mujeres por la Igualdad de Cáceres. Soy Técnica de Igualdad de Género, actualmente trabajo en la Oficina de igualdad de género en el empleo de CCOO.
Laia Albareda. Ilustradora, fotógrafa y también escritora. Nacida en 1985 en Barcelona, donde actualmente resido. Graduada en turismo, comencé mi viaje a través de las artes estudiando fotografía y diseño gráfico editorial siempre alrededor del mundo LIJ. A los 32 años, decido reorientar mi carrera profesional hacia la ilustración. Para ello estudio en la escuela de artes Visions y tomo diferentes talleres sobre técnicas, narrativa, color, etc. Desde entonces, sigo formándome y experimentando. Me considero una ilustradora todoterreno que adapta su estilo y técnica a las necesidades del texto / proyecto. www.albaredalaia.com Instagram: @albareda.laia