CUERPO+MENTE+LENGUAJE. Compilación de feminismos

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Compilación de Gidi Loza Karla Villapudua Deyanira Torres Judith Satán Resu Rodríguez Mavi Robles-Castillo Minerva Reynosa Tania Olivares Fernández Sidharta Ochoa Daimary Moreno Mariel Miranda Karen Márquez Saucedo Jaqueline Loza Torre Frida Herrera Velázquez

EDITORIAL PIEDRA CUERVO

Itxaso Hernández Zuazua Miriam García Aguirre Lauri García Dueñas Diana Fuentes Charlynne Curiel Elisa Corona Aguilar Maira Colín Sandra Casale Amaranta Caballero Prado Lucressia Bravo Patricia Binome Flor Arballo Alejandre


CUERPO+MENTE+LENGUAJE. Compilación de feminismos Compilación de Gidi Loza. Karla Villapudua, Deyanira Torres, Judith Satán, Resu Rodríguez, Mavi Robles-Castillo, Minerva Reynosa, Tania Olivares Fernández, Sidharta Ochoa, Daimary Moreno, Mariel Miranda, Karen Márquez Saucedo, Jaqueline Loza Torre, Frida Herrera Velázquez, Itxaso Hernández Zuazua, Miriam García Aguirre, Lauri García Dueñas, Diana Fuentes, Charlynne Curiel, Elisa Corona Aguilar, Maira Colín, Sandra Casale, Amaranta Caballero Prado, Lucressia Bravo, Patricia Binome y Flor Arballo Alejandre. Pintura de portada: Frida Herrera Velázquez. Edición y diseño editorial: Gidi Loza. Editorial Piedra Cuervo es una alianza milenaria entre Sergio Brown y Gidi Loza. Impreso en Playas de Rosarito, Baja California, por Editorial Piedra Cuervo. Agosto, 2013.


CONTENIDO Karla Villapudua Deyanira Torres Judith Satán Resu Rodríguez Mavi Robles-Castillo Minerva Reynosa Tania Olivares Fernández Sidharta Ochoa Daimary Moreno Mariel Miranda Karen Márquez Saucedo Jaqueline Loza Torre Frida Herrera Velázquez Itxaso Hernández Zuazua Miriam García Aguirre Lauri García Dueñas Diana Fuentes Charlynne Curiel Elisa Corona Aguilar Maira Colín Sandra Casale Amaranta Caballero Prado Lucressia Bravo Patricia Binome Flor Arballo Alejandre Gidi Loza Semblanzas

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Karla Villapudua Ragnoia en el sobrerruedas El sobrerruedas es un animismo ambulante. Un festival espectral que transmigra signaturas de segunda como fantasmarios celtas. Mínimas conversaciones de lámpara a lámpara, de lámpara a sofá, de refrigerador a estéreo. De un objeto a otro. Desterrar. La palabrería hipnótica y robotizada de las prendas zigzaguea entre las geometrías ocultas de Valle Verde. El ánima de la segunda se encandila entre los tubos metálicos y las lonas de plástico de los puestos del mercado. En pocas notas: los disturbios mentales del primer mundo emigran a través de los objetos. Un ontos de segunda mano, impregnado tanto de la psique como del pathos del dueño anterior. Sincronizados a la vorágine vibracional en turno. O para ser menos precisos: a la aureola que los contiene. Por ello, es preciso asumir: espíritus ajenos. Para después arrojarles el imperativo trayecto de masturbación espacial. O sea, el regreso a casa. O mejor aún: el exorcismo. Las ideas anteriores ocurrieron diez meses posteriores al escribir el primer renglón. Encontraba trivial asumir la secuencia lógica de la historia. Por eso, al terminar los doce cuentos y regresar atrás, al inicio del verano de 2010, ya tenía algunos esbozos para cierta conceptualidad literaria en la


que me negaba a asumir la idea: inicio-clímax-final. El giro psicoanalítico me parecía algo trillado. Asimismo, posicionar las letras en una temporalidad superior al andamiaje teórico del momento. Algo forzado. Y bien podría seguir esculpiendo al respecto, pero abandoné esos renglones. Al minuto evoqué cierta tesis antropológica que divagaba bajo el pseudo-argumento: “Los objetos de segunda necesitan cierta purificación antes de ser sometidos a su nuevo hábitat” (Antianónimo, 2010, p. cero). En un bosque sufí la suficiencia radica en una hipótesis nula. (La del enunciado interior.) Ropar el cuerpo con prendas de espiritualidad menor es colapsar el cuerpo en resonancias ajenas. Bajar la vibración. Nublar la corona imaginaria de los cielos triangulares. Otra hipótesis nula. Espiritualidad menor. Cero evolución. Vida en tercera dimensión. Materia. Posesión. En cualquiera de sus variantes: intelectual, material, gubernamental. Lo mismo es lo mismo: poder. Espiritualidad menor. En cierta zona de la memoria astral de la escritora un personaje visita con devoción fronteriza el sobrerruedas Valle Verde. Se nombra Ragnoia, tal polvo estelar de un planeta desconocido. Su historia familiar consiste en un entramado de defunciones. Primero, la muerte de su padre por la xenofobia iracunda de un militar fronterizo. Después, la caída de su madre en una máquina de cortar ma-

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terial para televisores. Termina por matarla. Narrar una muerte y otra: morirse. Luego, una, dos, tres, coagulaciones temporales. Ragnoia sobrevive a todas las muertes de su familia y consigue empleo en un telemarketing. Es latente la ausencia de metáforas como se extraña a veces el chasquido de las lluvias infantiles. Pasan días y en una noche de octubre amarillo Ragnoia diseña la estructura mental necesaria para comprar un vestido de fiesta de graduación. Sin embargo, pospone la exploración al mercado ambulante por dos semanas. Porque sufre déficit de atención autodirigida. O para ser más coherentes: existe una anacronía entre su intelecto y praxis. Claro, por culpa del telemarketing. Lacaia pone el despertador a las cinco a.m. porque quiere levantarse temprano para ir a buscar un vestido. Lacaia en lo anterior se llamaba Ragnoia, pero la linealidad humana es simulacra y le cuesta trabajo despojarse de los nombres. En ocasiones se esconde entre la clarividencia de los signos y adquiere un nombre según el movimiento neuronal del día. (El día tiene neuronas, y hoy bailan en la sonoridad perfecta del entusiasmo Lacoia.) El disco de Titán y una lluvia veraniega en Tijuana. Celebran. Es tiempo de orugas estrafalarias en el Octagrama Fronterizo; al tiempo, el plexo de Lacoia fulminará nebulosas estoicas en la simbología espacial del sobrerruedas. Treinta y tres personas experimentarán una alegría telescópica por la ciudad. Al

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segundo, Lacoia llegará. Llegará de la nada. Llega de la nada. Sin noción del tiempo. El trayecto vibró en una dimensión invisible e imposible de escribir. Al tiempo, bucear entre la ropa. Ropa usada. Memorizada. Desgarrada. Nulificada. Semidesarrollada. Ropa. Por el gusto. Por la clase. Por la moda. Agradar. ¿A los demás? Lacoia nada sobre los arrecifes de ropa en su puesto favorito. Escarba sobre las montañas de ropa, sus brazos se cansan sobre las montañas de ropa, el polvo de la ropa, las tallas de la ropa, la marca de la ropa. Respirar. Estirar músculos de manera irracional y despiadada. Lanzar. El telescopio espacial Spitzer dirigía el objetivo hacia la constelación Sagittariues. Al instante un vestido amarillo enamora la mirada de Lacoia. Algo ve que no quiere ver. Algo anticipa y lo deja ir. Estira el brazo, con el pensamiento en otro lugar, y duda. Esa duda milimétrica desaparece el vestido de manera paradojal. Una chica pálida descendiente de una bóveda anémica y medieval. Llega, lo toma y lo compra. La chica pálida seguramente se llama Juanita. Intuye la conciencia de Lacoia. Tiene toda la manera de mover las piernas de las Juanitas. Falta de hierro en la sangre, anorexia simulada bajo esqueleto paliducho. Transfusiones sanguíneas cada cierto tiempo en que su madre intuye:

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las vitaminas no funcionan. Ragnoia se percata de todo el cuadro automáticamente. Conoce bien a la raza de las Juanitas y mejor le regala ese instante de felicidad. Siente un desapego instantáneo por el vestido amarillo. Lo deja ir. Esta prudencia y respeto hacia la otredad lo aprendió en un libro de literatura de la prepa abierta, construido por una maestra que consideraba importante la enseñanza del Tao Te King. No obstante, cierto movimiento lunar desconocido provoca la desaparición armónica de sus ideas. Pierde estabilidad mental. Luego, la resonancia cerebral canta como sonata en decadencia. Esta vez la velocidad arcaica de su deseo decide no portar ningún desapego entre sus palabras. Pensamientos. Lacoia sigue entre las montañas de ropa, respira e inflama sus pulmones a retozar. Siente un picoteo ácido sobre el páncreas. Quizá el desapego no fue al cien por ciento verídico. Volver a escarbar. El segundo escarbamiento, la posible dificultad. Competir por la prenda en mejor estado. Perder el sentido de la respiración. Congestionarse pulmonarmente. Oír cómo la gente está pidiendo que bajen el precio: r e g a t e a r. Explorar las islas de ropa es toda una exposición

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azarosa. Para Ragnoia, las Juanitas y otros personajes similares. Ragnoia sabe que las pacas de ropa proceden de instituciones de beneficencia gringa. La ropa de segunda, al igual que los carros chocolate, son desechos. Tanta abundancia no es sino un reflejo del poco alumbrar espiritual, el cual, como se sabe, consiste en realizar guerras injustas, asesinatos y robos injustificados. ¿Quién mira a quién? ¿Quién piensa a quién? ¿Quién se arropa en quién? Teoría de sistemas en el sobrerruedas: interconexiones entre los primeros y últimos habitantes del vestido. Esferas sudorosas. Ideas de gente desconocida entre los cierres de un pantalón. La axiomática del vestido. Emular la posible configuración entre los guantes de un personaje desaparecido al efectuar su primera comunión. El registro ideológico de la neurosis. La discursiva una y otra vez. Ésa que te inventas al despertar. Repites al comer. Escuchas al defecar. Vuelves a repetir durante el sueño. Y pasan años. Sin darte cuenta de que no sales del mismo discursito. Del mismo miedito. De la misma ansiedad. Y por supuesto, todo queda encajado entre la ropa. La juntas por montones en bolsas de basura. Probablemente caridad. Probablemente a la basura. En otro lapsus, es el día de la felicidad escolar. El vestido de Ragnoia no está exorcizado. Ignora la purificación de la segunda, como se ignora a veces la real existencia de

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íncubos planetarios. Baila tres canciones. Gira. La mirada muda de sus ojos galopa en otras cuerdas. Los encajes carolingios que adornan las mangas del vestido albergan moléculas de lágrimas suicidas. Australia, una practicante de masonería, era la envoltura de luz que tonificaba la tela y listones del vestido. O mejor dicho, la dueña anterior. Luego, la nube de Oort ordena descubrir el vestido. Surcado el cielo a las tres de la tarde, podemos decir que en la cintura, habita un zoológico de silogismos irresueltos, sobre todo de esos ciclos donde se configuran finales forzados. Alguien se quiere ir, pero no se va. Esta sustancia provoca fricciones en las placas tectónicas que cubren su habitación. Entonces, en el fondo de su espíritu, cánticos de miedo le picotean la sangre. Alucina. La vitamina mental le atasca el cerebro con abecedarios muertos. Un arlequín de tres cabezas se desliza por el piso de plástico y le jala las vértebras. Se paraliza. El vestido sigue respirando rencores obsoletos sobre la supuesta fealdad del mundo. Sin embargo, la zona más armónica del vestido impregna los sabores mentales del vestido. Aquellos donde Australia podía descansar serena y fresca, después de una escena oracular. Así, podemos imaginar el closet anterior, la dueña anterior. El estado emocional del clóset, los pliegues gramaticales de la habitación y sus resonancias caóticas. El campo energético de Australia tenía perforaciones.

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Los hoyos etéreos en su sombra son una ramificación de los enunciados paranormales que entumecen su conciencia. Víctima de la institucionalidad. O en su evento, del derroche inmaculado de sus padres. El espacio es que Ragnoia por cierta confabulación binaural porta el vestido que la gringa vestía en su último experimento de ultra-percepción. El vendedor ambulante lo compró y vendió. (Al mismo tiempo.) Ragnoia percibe siete rostros no pitagóricos. Seis rostros al final del secuestro. Múltiples imágenes infernales. ¿Quién se atreve a negar la actualidad dantiana? Noia aplasta rostros. Respira canales sonidos tierras carnes pesadillas zonaciones vértebras cansadas atrofiadas camuflajeadas. Arquitectura dionisíaca en vacaciones frontera. Noia succiona los rostros con sus tobillos y pierde el ritmo al bailar. Sale del contraste norteño del grupo musical que acompaña la ceremonia. Empieza a visualizar cómo se dibujan insectos marinos entre la madera de las mesas. También en el techo, y en las bebidas que están sobre las mesas. Le pican. Deambula entre el último suelo del infierno y la primera sonrisa del atardecer. Va y viene por muchos renglones. No logra mantener la exploración en términos temporales. Los espacios la someten. Ha perdido todo control territorial y la capacidad bergsoniana para materializar sólidos. Todo es un torrente de colores difusos. Estornuda. Recuerda la cruz de madera en su cartera. En-

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seguida, la toma con fuerza entre sus uñas. El amuleto reacciona y se percata de la situación aural de momento. Ragnoia está estacionada (incolora) con pedacitos de mente en geografías distintas. Una en un archipiélago vikingo, otra, en un banquete de sueños afrodisíacos, ninguna, en un fragmento sin espacio. El cuerpo en el estacionamiento, los espíritus en otro lugar. La mano en el centro de su corazón le señala el desprendimiento. Dibuja cruces hebreas en el cielo. Al poco rato, un centímetro de mente empieza a regresar lentamente por la corona. Respira por el ombligo. Imagina manzanas doradas alrededor de su cuello. Sin embargo, no está entera. Sigue fragmentada. Vuelve a inhalar y pronuncia palabras sagradas. Luego, manda radiaciones violetas al entrecejo. Asimismo, from here we go to sublime, resuena en los tímpanos de una biblioteca. Las divergencias astrales desaparecen por un momento. No obstante. Otra posibilidad puede ser: Abandona el canal temporal reptiliano. Regresa a un punto donde una pirámide anaranjada con cuerpo de serpiente. Le sonríe. Respira plantas marinas como si estuviera pariendo aforismos dementes. Inhala un torrente de cuervos. Logra posicionarse en tercera dimensión, lo suficiente para tomar el amuleto de árbol de ocote que porta en su cartera. Salir de la fiesta con energía despavorida y sentarse en la banqueta. Contemplar. Observar el primer

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fragmento de cielo anterior. No quiere seguir atravesando puertas. Desea parar la mente. Al instante, pone su mano artrítica en el tórax y pide a las diosas del mar muerto no seguir alucinando. Recuerda a su abuela. La invoca telepáticamente. La abuelita, desde Catemaco, la guía hasta el estacionamiento del salón de la discoteca. Un grano de incienso se inhala por cada ombligo del cuerpo de Ragnoia. De pronto se quita el vestido y lo empieza a sacudir. Un exorcismo cirenaico está ocurriendo en el vestido a través del ombligo Ragnoia. Sigue la palabra de la abuela y finaliza el despliegue corporal: materializa, materializa lo real. Una semana después Ragnoia pretende elaborar una investigación de campo, para su trabajo final, “técnicas de investigación en ciencias sociales” de la prepa abierta. Teoría espiritual de la ropa en la frontera. Es un buen título para una investigación social. Para un estudio sociocultural. Piensa sobre todo en la fantasmagoría implícita de cada una de las porosidades de la tela. La hilación de cada una de las ropas. Antes y después. La sonoridad del roperío recorriendo uno a uno los recovecos secretos de sus propietarios. Cada prenda tiene infinitas posibilidades. Ignoro cómo ocurre la muerte de la ropa. No sé, si se tira a la basura. No sé, si una vez adquirida y usada. Tenga un tercer uso. O algún otro uso. No imagino la expansión de las mo-

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léculas de tela por el universo para luego conformar alguna otra cosa. Desconozco los orígenes del sobrerruedas en Tijuana. A manera de especulación es la falta de empleo. La carencia en las instituciones educativas, o eso que nombran la ausencia de equidad social. A Ragnoia le interesan las fuerzas ocultas que hacen posible la existencia de esta ciudad. La brujería invisible. La escalera vibracional del espejario de números. El ensayo sobre los Dioses de Protágoras en el siglo veintiuno. Tijuana, la frontera esotérica: la sangría al margen del público intelectual.

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Deyanira Torres Wonder Woman Quisiera decir que es muy divertido, que nos la pasamos muy bien siendo mujeres, que disfrutamos de nuestro cuerpo, que somos libres con nuestra sexualidad, que somos independientes, que sabemos amar y odiar con gran intensidad, que nos protegemos unas a las otras, que nos interesamos por el resto del clan femenino, que sabemos admitir los talentos de las otras mujeres, que nos respetamos, que no competimos con el sexo opuesto y mucho menos entre nosotras mismas, que somos tan capaces en todo como cualquier hombre, que somos hermosas y brillantes, que somos la mar de sensibles, quisiera poder decirlo, pero ¿saben qué? Eso no es verdad, o por lo menos, yo no lo creo. Hablar de las mujeres es un tema que me atañe de tal modo que me resulta extremadamente íntimo, digamos que me siento un poco expuesta al escribir estas líneas. Sería más fácil expresar la manera en que percibo a las mujeres en este momento si fuera artista plástica. Sería en la estación de un tren, todas estarían paradas esperando el suyo. En el andén A un grupo grande de mujeres vestirían trajes sastres, hablarían por celular y mirarían su reloj mientras lo hacen. En el andén B cientos de mujeres vestirían de blanco, con un ramo de flores y mirarían en todas

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direcciones. En el anden C miles de brazos cargarían bebés de plástico, muñecos que lloran y orinan y dicen mamá. Todos esos ojos mirarían hacia abajo acompañados de una melancólica sonrisa. En el andén D, no se distinguirían los rostros, solo pancartas con consignas de liberación feminista, o defendiendo delfines o niños pobres. Agregaría un andén E, esas últimas tomarían alguna píldora antidepresiva mientras esperan. Cristina Pacheco dijo alguna vez que las mujeres eran buenas para esperar, que estaba en su naturaleza. Creo que si hay algo que todas podemos tener en común es esa sensación de que lo mejor no ha llegado, de que todavía hay algo que podría suceder aunque no se sabe bien qué es. Las ejecutivas sueñan con encontrar el amor, las casadas con ser ejecutivas, las solteras con tener hijos, las madres con ser solteras y la cuestión es que si hay algo claro en el mundo femenino, hoy más que nunca, es que el deseo no muere, que cuando se logra o se obtiene algo, ya se está pensando en lo que sigue. Como bien dijo Freud hace casi 100 años, las mujeres aprenden rápidamente que están simbólicamente castradas y que hay que tapar esa falta por el medio que se pueda. Los antifreudianos siempre han malinterpretado este concepto, tomando la castración como algo real, cosa imposible si partimos del hecho de que a las mujeres no les falta nada real, y que el falo es simbólico y que por lo tanto la castración simbó-

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lica es tanto para hombres como para mujeres. Que ellos tengan pene, eso es otra cuestión, y que algunas mujeres quisieran ser del otro sexo, eso también es otra cosa. La condición humana es estar en falta, y eso es la castración simbólica y en este sentido, las mujeres, dado el juego de presencia y ausencia del pene (de carne y hueso), aprenden más rápido o con mayor facilidad que hay falta. Diga lo que diga, así escriba poemas de amor o cartas misóginas antifeministas, seré injusta. Lo que yo o cualquiera pueda decir sobre las mujeres siempre se quedará corto. Las mujeres no son una raza, no son una especie, no se pueden estudiar en su conjunto como si fueran una única y misma cosa. La diversidad sexual y la tolerancia, tan cacareadas por todos lados, también deben admitir el hecho de que mujeres hay muchas y que de entrada no nos pondríamos de acuerdo con la respuesta a la pregunta más simple que habría que plantear ¿qué es ser mujer? A más de 50 años de la revolución sexual y feminista ¿cuál es el recuento? Podemos votar, podemos trabajar casi, casi en cualquier cosa, podemos ser madres, podemos casarnos, podemos vivir en unión libre, podemos divorciarnos, podemos educarnos, podemos ser objetos sexuales, podemos dedicar nuestra vida a otros, podemos hablar y hacer que se oiga nuestra voz. El problema, creo yo, está en que queremos ser todo eso al mismo tiempo. Elegir, quiere

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decir exactamente eso, escoger entre varias, algunas opciones dejando fuera algo. Miles de mujeres ejercieron su derecho a trabajar, cosa que para ciertas mujeres estaba prohibido, sin embargo, ahora trabajan, son madres, limpian la casa y atienden al marido y a los hijos. Ya no son mujeres, son supermujeres, y la cuestión es que eso tiene muy poco que ver con la libre elección, simplemente así se dan las cosas, de manera… natural. Se podría decir, sin forzar mucho las cosas, que una joven pareja con ilusiones de vivir en una unión democrática y con igualdad de derechos y responsabilidades, pasa por el mismo caos que una pareja gay. Ninguna de las dos parejas tiene modelos a seguir, ninguna de las dos parejas puede abandonar completamente sus patrones familiares, ninguna de las dos parejas sabe queesloquesedebehacer y lavar los trastes o pagar el teléfono puede ser un problema digno de separación. La repartición de tareas al igual que las responsabilidades financieras son un verdadero circo que va desde mujeres que no trabajan pero tampoco hacen las tareas domésticas mientras el marido si las mantiene, hasta mujeres con empleos que además terminan haciendo todas las labores de casa porque de lo contrario nadie más lo haría. Money is power: la libertad y la capacidad para mante-

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nerse sin necesitar de nadie más son parte del paradigma de “mujer moderna”, son casi…casi condiciones indispensables para la libertad. Puede ser que la independencia económica se logre sin problemas, todo fuera como el dinero, pero ¿qué pasa con la libertad emocional, mental, de acción real? Es allí en donde el salto no se ha dado del todo, la libertad emocional implicaría que una mujer puede sobrevivir sin una pareja, y de verdad, por experiencia como parte de esta generación, como psicoanalista y como amiga, puedo asegurar que el gran fracaso de las mujeres “liberadas”, ha sido en términos de amor. Pueden tener un puesto importantísimo, ganar dinero, poder, ser más hermosas que lo previsto genéticamente, pero no pueden sentirse queridas o sostener una relación más o menos satisfactoria por mucho tiempo. Desde mi punto de vista, ese es el drama de las mujeres modernas. La autosuficiencia que caracteriza a toda una generación la han hecho incapaces de dar y recibir, de compartir con el otro; ya nadie sabe cómo hacer eso. Esta descripción que empieza siendo exclusiva de las mujeres pasa a representar a cualquier persona que se considere a sí misma “moderna”. Creo que la historia recordará este periodo en la vida de las mujeres como uno en donde la confusión es la definición más adecuada. Dirá algo así como “las mujeres del

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siglo 21 estaban completamente confundidas, no sabían si querían ser profesionistas, amas de casa, madres o todo a la vez y la única manera de compensar la confusión era haciendo todo porque el imperativo de aquellos tiempos era ser una mujer plena y satisfecha, de lo contrario nada había valido la pena; todas sentían que vivían en un programa de televisión y que había que representar el papel las 24 horas del día”. Cuando éramos niñas mi hermana y yo jugábamos a ser Wonder Woman, y con los brazos extendidos dábamos vueltas y vueltas. La que se caía primero perdía, la otra era Wonder Woman; nunca pensé que el juego terminaría siendo una imposición social, una obligación. Estoy muy cansada. Ya no quiero ser Wonder Woman.

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Judith Satán /Hac[ser] poesía entre la costura/ “No hay motivos para ser optimista o pesimista. Pero existe un territorio en el que te sueltan como a un saco de arena de fina arena mezclada con cristales de pena y sal. Entonces las palabras...” Tahar Ben Jelloun Costurar la herida. Suturarse. Tratar al textil como a un poema y al cuerpo como soporte de lo indecible, narrando la urdimbre de su historia. Construir un continuo representar diegético: desdecirse en el texto y que el cuerpo grite la trama contenida. Que griten la tela y las manos lo que en silencio la voz re---torna, gritar a puntadas una tras otra, irregular, sin un trazo continuo, un indefinido coserse y transparentarse en cada transitar sobre textura. Trama y urdimbre en síntesis profunda: penetrar la arácnida existencia. Coser un cierre. Abrir para cerrarlo. Romperse. Repensar la tela entre la iridiscencia que no cede al gris del charco. Amar en la derrota del éxito. Odiar en---cubierta de tetracefálicas aves. Ser en la costura, ante el hito de la muerte, desde la rabia, en la eterna búsqueda de palabras

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que expliquen el fracaso de las palabras, buscar al grito en el cuerpo, en su trastabilleo constante, en el vientre y perderse en la cesárea, con el cuerpo al borde del desborde: encontrar para seguir sin encontrar. Buscar en la escritura para perderse en palabras y guarecer el cuerpo en la entretela más delgada, desde ahí, dar lugar, espacio, cuerpo al poema del propio trazo en sujeción a la sombra, al pasado que no nombramos. De costura a escritura versar la sutura alrededor de bordes: las ausencias. Con aguja penetrando, con aguja que me observa cuando escribo, entre el olor a tela que lleva la tinta que ha bordado en papel las letras de una costurera. De máquina que cose a máquina que escribe/máquina que cose y escribe versos con hilos ruidismo. No abandona el impulso de pisar el pedal mientras se deforman las letras en el monitor. Costurar al escribir, desde la estética del error o en la supuesta perfección de una maquila. Romperse. Urdir histologías clandestinas, sinapsis aracnoides plagadas del temor de ser, retorcer las articulaciones, los tendones, hasta que una sola gota de costura no sea capaz de emerger, y entonces seguir co----siendo: dolor que no se transparenta a palabras. Dolor de muerte, de nacer, transformado en eterna sutura. Un infinito romperse.

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Resu Rodríguez Lo que no me dijeron A Beatriz A Natsu A María, la que viene y no se va Recorro mis líneas, lo que he escrito con el cuerpo, con la pluma y con el canto. Me detengo en lo que congeló la escritura, en lo que mutiló el movimiento y me violentó, en lo que hizo de hilo débil mi voz. Hay algunas cosas que hubiera preferido saber antes porque cuando las supe me salvaron. Las pongo aquí, sólo por si las que vienen las necesitaran para escribir sus historias. Dicen que hay que equivocarse para aprender, que hasta que no lo experimentas no lo integras. Lo sé. Pero de cualquier manera, me hubiera gustado que me dijeran ciertas cosas antes. Esto es lo que no me dijeron. Lo que agradezco saber ahora, entre todo lo que no sé. De lo que pido hacer un mantra cotidiano.

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Tengo dos corazones ¿Luchar por la igualdad? Puede ser muy tramposo. Fue tramposo hasta que me di cuenta de que no era igual a un hombre. Que mi cuerpo y la cultura nos han puesto en lugares diferentes. ¿Mejor o peor? La obsesión y la trampa de competir están superadas. Es diferente. Sólo es diferente. Ser mujer es diferente. Pelear por la igualdad me ha puesto un tapón. Me ha ocultado la dignidad de la diferencia, la rabia de la diferencia, la riqueza de la diferencia, el gozo de la diferencia. La diferencia me ha dejado verme, verte. Todo más claro, más nítido, más fuerte, más real. Tengo dos corazones. Los dos bombean sangre. Uno está en el pecho y el otro en el vientre. Me habían dicho que sólo tenía uno. Pero son dos los que laten, dicen, gritan y hay que escuchar. Ellos se conocen. Están conectados. Tienen acuerdo. Me parezco a la luna. Se vacía y oscurece, se oculta porque necesita mirar adentro. Luego crece, pone límites y toma los riesgos necesarios para avanzar en lo que quiere. Adulta y llena, completa ciclos y pone en la luz sus proyectos. Mengua y recoge, descansa y suelta. Soy mujer, tengo dos corazones y me parezco mucho a la luna.

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Mi sangre es sagrada ¿Y si lo que considerabas sucio adquiriera propiedades de pureza y curación? ¿Y si ahora quisieras conservar lo que siempre has tirado a la basura? ¿Y si tu dolor se volviera pasión? ¿Y si el miedo se convirtiera en alegría? ¿Y si fertilizaras la tierra con ella? ¿Y si hicieras arte con ella? ¿Y si te honraras por tener esa capacidad de renacer a cada rato? ¿Y si en vez de desmayarte te empoderaras? ¿Y si lo que te hacía débil te hiciera sabia? ¿Y si ahora la esperaras y la llamas? ¿Y si la usaras para ver? Todo eso pasó cuando supe que mi sangre es sagrada

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Puedo decir que no Claro que puedo, quiero y elijo decir que no cuando es no. Sentía que no podía. Sentía que no debía. Sentía que era grosero. Sentía que era perverso. Los NO han construido mi camino. Un NO, abre veinte puertas Un NO, cierra cinco heridas Un NO da quinientas posibilidades de SÍ… Un NO, cuando es NO. Sólo cuando realmente los labios de arriba y los labios de abajo, dicen que no. Cuando ni siquiera quieren abrirse para decirlo. Cuando saben que dejar una rendija abierta es peligroso. En ese momento hay que dejar salir el NO sencillo, firme, grande y valiente. Es preciso un entrenamiento desde pequeñas: No somos más lindas asintiendo. No somos más lindas dando besos a la fuerza. No somos más lindas ayudando siempre. No somos más lindas estando siempre dispuestas. No. La desobediencia es la principal herramienta para la paz.

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El cuerpo no miente y la danza libera ¿Cómo empezaste a bailar? Tenía cinco años y no lo supe hasta años después. Cuando mi papá murió, mi mamá buscó una escuela de flamenco que pudiera pagar para que bailáramos en recuerdo de él, al que “le gustaba mucho lo español” quizá por la añoranza de alguna huella identitaria de mi abuelo al que a penas vio. Yo sólo bailaba. El ballet no me atrapó tanto como el flamenco aunque también lo viví con rigidez. Quince años sin faltar al entrenamiento con la idea de cumplir e imitar a la de la fila de enfrente y con una sensación de nada y soledad después de los espectáculos. Paré. Me costó parar después de tanto tiempo. Pretendía practicar sola de una manera más libre, que me permitiera crear y no sólo replicar. Después de tres años lo hice, pero fuera de la rutina que había aprendido. Puse una cobija en el suelo, música africana, y comencé el recorrido de mi cuerpo sientiéndolo por dentro y sintiéndolo por fuera. Me toqué. Toqué mis senos y junto al dorso, un dolor muy fuerte que nunca había localizado pero parecía que tenía años encapsulado ¿De dónde venía? Tardé un poco en identificar que era la zona de la varilla del sostén. A partir de allí las uso muy poco y el dolor se fue. Con las siguientes sesiones seguí identificando dolo-

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res físicos, que me llevaban a otros interiores asociados a recuerdos. Todo eso se fue tocando, se fue llorando, se fue moviendo… Al terminar estos ejercicios improvisados, como dictados por alguien que en silencio me daba instrucciones, quedaba empty, reseteada, lista, liberada, renovada, dispuesta, total, por tratar de ponerle palabras a lo que no se puede. ¿Por eso dices que el cuerpo no miente? Estar en mi cuerpo, ser consciente de él y escucharlo me desnudó, me reveló y me puso de frente a mis verdades con una claridad impresionante. No había manera de hacerse a un lado, de dudar sobre lo que me decía, de creer que sólo era una sensación. El cuerpo registra y guarda. Y si lo tocas, obtienes muchísima información para canalizar, liberar o transformar a través del movimiento. Comencé a preguntarle a mi cuerpo antes de tomar decisiones y posturas… Sobre todo para escarbar los verdaderos deseos, mi querer más profundo, la opción más sincera que podía tomar. Todo esto tuvo que ver con experimentar otros tipos de danza y ésta como un campo a explorar libremente, más allá de los códigos que me habían enseñado. En particular, una semana de práctica de butoh, modificó mucho mi manera de concebir la danza.

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¿Qué te pasó con la técnica del butoh? Conocí la danza en la no danza. “Not to do” era una de las principales indicaciones del entrenamiento. Y en el no hacer, se seguía haciendo la danza energética. Introducir movimientos de la cotidianidad a la danza, contraer y soltar, moverte con la consciencia sólo puesta en una pequeña parte del cuerpo y disfrutar las incomodidades fueron las claves. En pocas palabras, consciencia corporal en la danza. Suena de lo más obvio pero escasea muchísimo. Una cosa es imitar movimientos y otra estar despierta en cada movimiento que realizas, estar toda tú en cada movimiento que haces, sentir y darle una intención a las frases corporales. Seguir escribiendo tu historia cuando danzas. Bailar con todo. Todo unido y movido por el plexo, la cadera, el coxis, el útero. Toda danza es del vientre en realidad. Esto se oye mucho, suena obvio, pero es muy difícil de hacer y pocas personas pueden entrenar para esto. ¿Qué danzas ahora? Lo que sea, pero despierta. En la cobija, en la tarima y en la banqueta. Danzo el despertar colectivo en el son jarocho y en el performance social. Estamos eligiendo danzar o morir.

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Mavi Robles-Castillo Cip/Her/ed* Mujer + Literatura = Tragedia** En la escala del amor, la mujer está unos peldaños por encima del hombre. El día en que el amor domine sobre la violencia, la mujer será la reina del mundo. Flora Tristán La eterna utopía de lo femenino: La mujer, analizada desde cualquier perspectiva y contexto, es un dilema, nace cifrada. Y no tendría por qué ser distinto en el contexto literario. Debido al ser que es, dotado de un ímpetu emocional primigenio e insaciable, el amor se torna su necesidad primaria. Así resulta que, esa profunda necesidad de amor es la que la guía por la orilla del abismo del eterno desamor y la causa de muchas de sus aflicciones. Por lo tanto son, el amor y su “evil twin” el desamor, quienes encuentran morada en el corazón de las mujeres, anidan allí, se alojan ahí para nutrirse de ella, para complejizarla más de su ya * (Del Ing., Ciphered,) Cifrada, Part. de cifrar. Transcribir en guarismos, letras o símbolos, de acuerdo con una clave, un mensaje cuyo contenido se quiere ocultar. Valorar cuantitativamente, en especial pérdidas y ganancias. Compendiar, reducir muchas cosas a una, o un discurso a pocas palabras. Reducir exclusivamente a una cosa, una persona o una idea determinadas lo que ordinariamente procede de varias causas. ** El texto corresponde a las palabras preliminares de una investigación en proceso por la autora.

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complicada naturaleza biológica y dentro de su confuso y violentado rol social. De esta manera, sin intención de sonar axiomática, es el amor/desamor “el gran culpable” de la situación, así ha quedado grabado en la historia de la literatura y de la humanidad misma. Podemos dar un paseo por la literatura y es sencillo descubrir un sinnúmero de casos extraños, historias clínicas, psiquiátricos, manicomios, suicidios, linchamientos, obra subestimada sin otra razón que la de ser mujer, misterios y otros. Incluso la recurrente situación que hasta hoy en día sigue refrendándose: el uso del pseudónimo masculino para lograr conseguir un lugar en los, ya de por sí contraídos y herméticos, círculos literarios. Ahí el caso de Caterina Albert, escritora española que consiguió que su monólogo “La Infanticida” fuera premiado bajo el alias masculino de “Víctor Catalá”. O el de la escritora suiza Isabelle Eberhardt, cuya familia se transformó al islamismo y quien fue más allá del pseudónimo, ya que también se disfrazaba de hombre para poder debatir con los intérpretes designados de la religión y las leyes islámicas. Continuando, con lo que al nombre refiere, Zelda Sayre, joven millonaria que se casaría con el famoso Scott Fitzgerald y adoptaría en Zelda Fitzgerald una maldición que opacaría sus deseos de ser artista para siempre, gracias a vivir detrás de una luminaria de su tiempo, Scott, quien dicho sea de

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paso la engañaba y sobajaba constantemente; así, sus dos intentos de incursionar en las artes, en la literatura primero y luego en la pintura, terminaron en ser rotundos fracasos. Del mismo modo, el caso de la madre de la ciencia ficción Amy Shelley, porque la ciencia ficción tiene una madre y no un padre, la autora de Frankestein novelista a la cual persiguió la tragedia aún después de muerta, ya que hoy en día pocos saben que una mujer inauguró un género que hoy es copado por hombres. Se cree que todo comenzó con Safo, quien originó la tragedia lanzándose al vacío desde la roca Léucade, en la isla griega del mismo nombre y sobre la cual corre el fuerte mito de haber sido muy recurrida por los enamorados no correspondidos de aquella época, quienes elegían lanzarse desde allí al vacío para dejar su último aliento en los acantilados de tiza blanca y el mar Jónico. También tenemos a Hypatia, quien alcanzara el puesto de directora del Museo de Alejandría, a principios del siglo IV D. de C. pero que muriera linchada por fanáticos cristianos de la época. Aspasia de Mileto, experta en retórica ateniense, es otro caso particular, ella logró acceder a los más altos círculos de su época gracias a su intelecto y audacia. Hoy se cree que el discurso más famoso de la literatura griega, atribuido a Pericles, en realidad fue escrito por Aspasia de Mileto. Solo por mencionar brevemente algunos contundentes ejemplos

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como: Alejandra Pizarnik y Florbela Espanca con los barbitúricos, Dickinson de soledad, Platt con el gas y Storni en el mar: aunque esos son solo algunos de los casos más conocidos sobre mujeres y tragedia en la literatura. Todas ellas poseen en común la condición de ser ahora reconocidas como verdaderos personajes dentro de esta disciplina. Observando con atención podemos encontrar que las historias que relacionan “éxito”, mujer y la literatura, van de la mano del suicidio y muchas otras tragedias. En lo inherente al suicido, además de las ya mencionadas, tenemos el caso Virginia Woolf, que se introdujo a las profundidades del río Ouse en Inglaterra. A María Luisa Cornejo, poeta peruana, quien cometió suicidio en 1972 cuando solo tenía 23 años y que con su corta vida logró cimbrar las estructuras machistas y patriarcales imperantes en la poesía peruana. Aparece también la figura de Sarah Kane, joven y célebre dramaturga inglesa, que con pleno goce reconocimiento literario se hace ingresar voluntariamente a un psiquiátrico y escribe su última obra antes de tomarse 200 pastillas, entre somníferos y antidepresivos, aunque alcanza a ser rescatada e internada en un hospital, a los tres días se ahorca en el baño de la habitación. Retornando a Latinoamérica, la célebre poeta colombiana María Mercedes Carranza, quién también decidiera ingerir antidepresivos y quitarse la vida en el año 2003, a pesar de contar con gran

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prestigio en la literatura colombiana. En otros casos no tan populares está el de Zenobia Camprubí, poeta y traductora barcelonesa del siglo XIX que se casó con el Premio Nobel español Juan Ramón Jímenez y dejó de lado su carrera por siempre para dedicarse en cuerpo y alma a traducir a su esposo, además ser su agente y cónyuge. Siguiendo con casos menos difundidos, podríamos hablar de “La latina”, forma en la que se referían a Beatriz Galindo escritora y humanista española, preceptora de los hijos de Isabel la Católica. Esta arrojada intelectual logró ser admitida a finales del siglo XV en la Universidad de Salamanca, en un contexto histórico que no permitía a las mujeres educarse y adquirió fama como una de las mujeres más cultas de su época, sin embargo su nombre no figura lo justo y su obra se ha quedado un tanto olvidada, quizá simplemente por su condición de género. La misma Alda Merini, una de las mejores poetas italianas del siglo XX, escribió mucha de su obra desde el psiquiátrico donde estaba recluida por esquizofrenia, desde los treinta años solo salió en cortas estancias para dar a luz a sus hijos. Y el caso de la poeta y periodista francesa Miyó Vestrini, la de la lirica suicida, a los 53 años acabaría con su vida bajo circunstancias extrañas. En otro renglón tenemos la situación de la narradora suiza Annemarie Schwarzenbach, hija de industriales

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ricos, que desde niña fue considerada “rara” y ya en su tardía adolescencia fue llevada al psiquiatra mismo que le diagnosticó esquizofrenia. Esta escritora homosexual y “extraña”, obtendría los grados de Doctora en Historia, Arqueóloga y Reportera, todo sin lograr descifrar el código de la existencia femenina. Es así como decide emprender una serie de viajes permanentes alrededor del mundo en busca de “algo de paz” para su atribulada existencia. Y solo se detendría al perder la vida en un accidente de bicicleta, mientras circulaba en un valle de los Alpes Suizos, cuando sólo contaba con 36 años de edad. Delmira Agustini, en otras circunstancias pero igualmente teñida de tragedia, la poeta uruguaya poseedora de una de las mejores líricas de Hispanoamérica, quien por cumplir con las convenciones de su época y a los 26 años, se casaría sin amor, recurriendo a los pocos meses de casada al legalmente recién estrenado divorcio en su país, con lo cual su cónyuge se vería seriamente ofendido y la asesinaría dándole dos balazos, para después suicidarse él. Y podemos seguir con Marina Tsvetaeva, escritora rusa censurada y expulsada de su país por el régimen Bolchevique, mantuvo la calma gracias a amistades como Rainer María Rilke, Pasternak y Anna Teskova, pero finalmente la soviética acabaría con su vida ahorcándose, en el exilio y la miseria. Se pueden encontrar casos distintos pero con un

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común denominador, la subestimación de la mujer ab initio como mujer y después como escritora. Reveladora es la historia de Verónica Franco, poeta y cortesana italiana de clase, que vivió el pleno esplendor de Venecia y de quien no se sabe si utilizaba su oficio de cortesana para poder ser integrada y aceptada en las esferas literarias dominantes de su época, poeta cuya publicación de su primer obra fuera costeada por uno de sus amantes de abolengo. Otra italiana, Antonia Pozzi, una poeta que sufrió toda su vida debido a la indiferencia de su madre y al excesivo control de su padre, uno de los mejores abogados de su época. Y fue su propio padre el encargado de destruir la relación de ella con el amor de su vida, su profesor de latín y griego, así como denostar públicamente y utilizando los alcances de su poder, la labor literaria de su hija, hasta que a los 26 años ella ingiere una alta dosis de barbitúricos y se le encuentra muerta en su jardín. Concluyendo, la mujer en la literatura tiene una historia escabrosa y trágica, aunque esta situación no varía tanto en otros ámbitos sociales, vidas como la de Martha Kornblith y Ana Cristina César lo demuestran. La primera de nacimiento peruana pero proveniente de familia judía, vivió viajando desde niña porque el trabajo de su padre así lo requería. Si bien es difícil vivir de esa forma, a ella parecía venirle bien tanto viaje. Sin embargo, para cuando

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contaba con 9 años su familia se estableció en Caracas y allí comenzó una historia de aparente normalidad donde se graduaría en Comunicación Audiovisual, profesión que ejercería unos años, hasta los 28 años cuando se le diagnóstica con esquizofrenia. A la poeta se le sugiere como terapia, extrañamente pero en la práctica muy recurrido, el acercarse a la poesía para volcar en ella sus angustias e intranquilidades, como a Ann Sexton otra gran poeta cuyo psiquiatra le sugiere la poesía como terapia y que también terminaría suicidándose. Martha ante la muerte de su madre agrava en su condición y se lanza al vacío a encontrar la muerte. Madre /te he confesado que además de/haber enterrado a la muñeca/no he cumplido con tus aspiraciones/de buena ama de casa, madre del hogar,/hijos, nietos, etc./que me convertí en poeta/que es lo mismo que decir/en poeta suicida/y que por eso/juego y seduzco a la muerte todas las noches./Madre/he de confesarte/que sola/ahora, apenas/persigo cucarachas, / persigo cucarachas/persigo cucarachas,/persigo cucarachas…* Ana Cristina César, mujer bella, radiante e hipersensible; poeta brasileña contundente y poseedora de una lírica del vacío infinito, mujer cuyo caso sea tal vez uno de los más * Extracto de “Poema por la ausencia de mi madre”, en Oraciones para un Dios Ausente, Monte Ávila Editores, Venezuela, 1995.

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insólitos en la historia de la mujer en la literatura. De corta pero agitada vida, le publicaron su primer poema a los 6 años de edad cuando todavía no sabía escribir. De acuerdo con su madre, Ana Cristina le dictaba los versos mientras brincaba en el sillón, cuando se detenía unos segundos significaba un verso nuevo. No podemos saber a ciencia cierta lo que esa niña de 6 años quería o pensaba. Lo que sí queda es el registro de una existencia turbada y atribulada, de ingresos y salidas de hospitales psiquiátricos y de un dato curioso pero revelador: Que decidiera suicidarse lanzándose al vacío justo el día que salía de una estancia de varios meses en una clínica de salud mental, durante una fiesta de bienvenida que le realizaban en Río de Janeiro y frente a sus padres. No sin antes dejar algunos rastros, como prácticamente todas las escritoras-suicidas en su poesía, los de ella sin embargo visiblemente dedicados a su madre y develan bastantes posibles interpretaciones, pero que sobre todo nos dejan mucho para pensar en torno a esta relación entre mujer, letras y muerte. “Estoy bonita y es un desperdicio./No siento nada/no siento nada, madre./Olvidaste/mentí de día/antes yo sabía escribir/hoy solo sé besar a los pacientes/al ingreso y salida/con técnico entusiasmo”. (…)* * Extraído de “Noite de natal”, en “A Teus Pés”, Brasiliense, Sao Paulo, 1988. Traducción al español Mavi Robles-Castillo.

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Cifrada, la mujer viene cifrada de nacimiento, desde su concepción misma, un océano de complejidades le reciben desde su primera bocanada de aire. Poetas, escritoras, activistas, artistas, etc. Mujeres confinadas a resistir, hasta donde a cada una de ellas les es posible y con sus propias particularidades. Mujeres que viven o sobreviven a cada una de sus épocas, a cada uno de sus tormentos o vidas laberínticas: Mujer/es tragedia.

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Minerva Reynosa

Cuando pienso en escritura femenina me viene una avalancha de presupuestos históricos, que como lo son y significan, bordean una parte importante de nuestra cultura. O sea, sabemos qué sucedió con la voz de ciertas mujeres no solo de la literatura, sino del arte, la ciencia, la magia y el limbo ese del quién sabe qué. Aún no comienzo mi idea y estoy desvariando. O peor, no puedo llegar a mi punto. O peor aún, no tengo un punto. Hace un par de meses comencé un proyecto de ensayos sobre poesía en tiempos limítrofes; fue ahí que me adentré a un libro medular en mi formación personal y como ciudadana sensible. Aunque ya lo había leído anteriormente, regresé a This Connection of Everyone with Lungs de la poeta norteamericana Juliana Spahr. Siento decir que la primera vez que lo leí no le entendí del todo por mis barreras idiomáticas y un tapón conceptual que traía en el cerebro. Vaya, era posterior al 2002 y estaba hipnotizada con otras vainas más sensibileras. This Connection… a últimas fechas en mi vida, me llenó de frescura por la maravillosa combinación entre lo terrible que se convierte en poesía, y no por ser bella sino por ser eso que desconocemos que puede existir. Y existía la poesía de Juliana Spahr entonces. Me pregunté de nuevo: ¿qué es la

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poesía? Y en estos bretes ahora no me meto. Pero la pregunta era bastante oportuna porque diariamente me sumerjo en constelaciones (y poemas) que según yo, se olvidan de esa mezcla entre contenido significativo y estructura, que obvio, también significa. El libro de Juliana Spahr tiene una postura muy específica, es político, es elección, decisión y sobre todo, ejercicio del yo-todos como creador de procesos culturales. Sigo sin decir nada. Desolée-moi. Entre libros más y libros menos, quería encontrar algo en español sobre la norteamericana y encontré anunciado en Facebook el libro de ensayos Desollada: visiones crónicas. Ensayando a Gertrude Stein, Lyn Hejinian, Kathy Acker y Juliana Spahr de Gidi Loza. Cuatros escritoras que, como saben, son del más alto calibre en la historia contemporánea del país donde ahora vivo. Evidentemente los intereses de Gidi en ese libro es presentar ante el lector apasionado una visión muy particular de la labor de cada autora como escritoras milagrosas. En un par de correos electrónicos, Gidi y yo intercambiamos algunos libros. A la vuelta de los meses, en un comentario vía Blogspot publicaba lo que pensaba de mi libro Fotogramas de mi corazón conceptual absolutamente ciego. Y hubo algo, algo que ella vio y que yo después me preguntaba: ¿será verdad? Dice: Es un libro complejo que desde su lenguaje propio habla de un sinnúmero de cosas del mundo. De las implicaciones del mundo en una mujer, en el cuerpo de una mujer, en la mente de

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una mujer, en los pensamientos de una mujer. Lo que siguió fue la invitación para colaborar en este libro. Un libro que generara un diálogo desde la escritura de ciertas escritoras mexicanas, pensando o viendo de lejos su escritura. Así le entendí. Agradecida por la doble generosidad de Loza, acepté. Claro, cómo no lo iba hacer si me había dejado tarea para reflexionar. ¿Sí soy mujer? Me pregunté cuando leía su comentario. ¿En verdad escribo como mujer? Aunque nunca trato de escribir con una peculiaridad de género. Me requetepreguntaba, ¿hablo sobre mi cuerpo? Cosa que me dio y me sigue dando sobresaltos, porque más bien yo siempre he trabajado con la idea de construir en específico poemas como pequeños montoncitos de rebaba de “cosas importantes de otras cosas que dicen” que los antecedían. Tarea que desde este lado, desde mi yo óptico, solo trataba de hacer que ensamblaran y resonaran. Total, algo muy indeterminado como un par de comentarios, correos electrónicos, intercambios, saludos, me trajo hasta acá. Y me trae a preguntarme desde hace unos meses no el por qué de mi escritura sino desde dónde escribo. Quisiera ser tan elocuente como Virginie Despentes en la introducción de Teoría King Kong. Quisiera ser directa, sin atavíos, fúrica, pero no me sale. La escritura para mi sucede como reacción con la lectura. También sucede con un momento vitalísimo. Sí, corrientazos de energía, delirio u arrebato. Escribir tiene

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que ver con un determinado momento y estado energéticoemocional. Aunque no considero que escriba con abundancia, las enseñanzas que obtengo de ese proceso me parecen fecundas. Pero la escritura como acto no es el problema. Para mí la escritura como acto antecedente de escribir es lo que me mantiene en la cuerda floja. Hay una cosquilla, un nerviosismo, como el reencuentro segundo con alguien que te voltea las tripas. Escribo por supuesto desde mi yo, desde mi ahoridad, del qué me pasa en-este-momento, de mis cosas más elementales y de mis intereses, pero en telelandia. Me gustaría tener más velos y narrar cómo en mi casa había una biblioteca espléndida y que platicaba con mis abuelos sobre literatura del siglo XIX y rusa desde muy temprana edad. No. En mi casa si bien hubo una pequeña biblioteca que mi papá conserva porque gusta de acumular objetos, de ahí nada más. Solamente conocí a mi abuela materna la cual murió cuando era adolescente. Nunca he platicado con mis papás abundantemente de escritura-desde-la-literatura porque uno, no les interesa y dos, como todo lo que platicamos, salimos de casi-pleito porque nos gana la tripa. Mi mamá toma libros de mi biblioteca, medio me los comenta, donde se quedó y después los pierde. Lo que sí recuerdo es que la escritura desde mis años púberes transformó el tedio de atender las clases. Desde que tengo memoria, las etapas escolares, hasta la preparatoria, fue como andar en tolueno.

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Siempre estaba en otra cosa, la mayor parte confundida, con náuseas, falta de apetito, soñolienta. Eso ayudó a frenar un abundante mal carácter y compensó que no haya producido tanta bilis negra. Pero no todo era estar en la nube en la que andaba. Recuerdo que dos o tres cosas me gustaban. En la secundaria esperaba con singular nerviosismo la clase de literatura. No me importaba que nos pusieran a leer el Mio Cid y reescribir algunos de sus versos unas cincuenta veces y no entender nada. La maestra era casi tan machorra como lo fui en esas épocas, que la sentía familiar. Tan fuerte, tan dura, tan ella, tan King Kong, aunque en realidad tenía una perfecta caligrafía, digna de una señorona que huele a agua de colonia flor de naranjo marca Sanborns. Hacía pues mis tareas con devoción y reescribía los versos érase un hombre a una nariz pegada o ande yo caliente ríase la gente o los hombres necios que acusáis a la mujer; las fábulas de Esopo, que por mucho tiempo dije Hisopo. Ahí recuerdo que se activó una emoción, algo que me alejaba de mi tolueno mental. Escribía desde mi lado ladrón y a la maestranza que había aprendido en ver tanta mugre en las telenovelas al lado mi abuelita; así, vendía cartas de amor a mis compañeros. O esas cartas las intercambiaba por tareas. Y cuando fracasaba, solamente las leía y uno que otro por ahí alcanzaba a decir: qué cachonda. Por cierto, tengo un par de amistades, mujeres, hiper trabajadoras, empresa-

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rias. Un par de ellas, según sus papás, no vendían las limosnas de la virgen porque dios era muy grande. Ellas afirman que siempre buscaron la adrenalina que otorgaba una transacción. Pero este par se fueron por la vía viable, vaya, vendían objetos como juguetes, gadgets o regalos en oro y plata comprados en McAllen o San Diego. Había una idea de oferta y demanda entre sus iguales escolares. La concepción del valor persistía aunque la prenda, el juguete, el gadget estuviesen ya depreciados. Yo decidí la otra vía, la tortuosa, donde la carta ya estaba devaluada, la creación misma y sobre todo, el amor, ya desahuciadísimo. Vendí y claro, fui menos exitosa que mi compañera de las paletas sabor cocacola y las calcomanías de los Ghostbusters. Justo por esas fechas me volvía, como dice Milán de cierta poesía latinoamericana, edulcoradamente sensibilera. O sea, entre los tomos de la enciclopedia Nuevo Tesoro de la Juventud y el Tomo 13 de otra que no recuerdo, color azul; la balada pop entraba triunfalmente por un jingle: Á-dobleÚ-Monterrey(una laguna)-109, que me partían el alma y la alimentaban para mis chaquetas mentales. Estaba tan impresionada con los poemas de Sor Juana, cómo una mujer despreciaba tanto a esa cosa llamada “hombres”, que en mi radar femenino eran específicamente mi hermano y mi papá: me chocaban. Lo demás, como dije, era parte de mi viaje tolueno. Estaba tan maravillada con algo que no entendía por completo de Sor

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Juana, o Juana de Ibarbourou. Mujeres que habían existido en la época del caldo y a las que yo en esos momentos veía como en la era de los dinosaurios. Estaba tan maravillada con las canciones de Karina, el trauma permanente de Luna Mágica de Rocío Banquels, la perversión evidentísima de Linda de Miguel Bosé, los días en casa de mi tía Rosa cuando trapeada al son de Camilo Sesto. Así no te amará jamás y La maldita primavera siguen causando daños irreversibles. Era la época de la post Noche de copas. Y mi sensibilidad también se transformaba con la llegada de la tecnología, que era más bien la llegada de la noche: la videocasetera, el nintendo, el programa TVO del Canal 10 y sobre todo, las hormonas. Empezaba a hacerme más dark, más huraña y por tanto, más malhumorada que de costumbre. Le pedí a mi mamá que me comprara Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe. Los años siguientes, ya en la universidad fueron más conscientes. Ya tenía una idea de lo que quería de la vida a corto plazo y una de ellas era escribir poemas. De repente me enganché con lecturas que me daban otros ojos, me llenaban de sensaciones inexplicables y me alejaban del mundanal ruido. Me da risa cómo comencé a tener una idea muy clichera y clasemediera de escribir poemas: sentada en un café, con servicio de refil, descafeinado, con una libreta de pasta dura muy preciada, una pluma casi de fuente, con mis lentes, mi morral de mugrosita y un par de

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libros en ediciones muy baratas de Sor Juana o Gutierre de Cetina. Enfocaba toda mi atención en la urgencia vital de que ya bajaran las musas, el faraón, pues, que me llegara mi inaplazable inspiración. Escribía como escupir, pero por fortuna me desprendía y lo tiraba. Ahora en perspectiva es satisfactorio todos esos procesos de entender y encontrar la manera en que yo me iba a volcar en la escritura: traduciéndome. Ahora, viendo desde la ventana el verano esplendoroso de la Nueva Inglaterra, me siento como partícula más ínfima de lo que estimaba en mis años regiomontanos. De repente tengo 34 años y cada poema leído que me lee, es el primer poema que todos-nadie leyeron que yo también leí y por azar escribí. De repente tengo 34 años y esas cartas de amor intercambiadas por tareas, vendidas o escritas ex profeso para mis amigas, son una extensión para sostener la existencia de los objetos. Para nada pienso en el legado. Estos últimos días me he preguntado si escribir ha ayudado justamente a que me pueda desdoblar e inocular en los ojos de los demás. Hacer de cada una de las vidas lectoras-oidoras, una extensión anímica que desaten, fortunamente otras vivencias, otras anécdotas. Los hechos más elementales los asocio con la escritura. El poder estar, poder respirar, caminar, hacer las cosas de la rutina, las asocio con el hecho de poder “decir”. Decir como encontrar una salida equivalente a. Resultar de una actividad que por

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mucho, tiene la peculiaridad hiperestésica. No debería de escribir porque no me gusta tanto como leer y sobre todo, merolica, en voz alta y frente a los desconocidos (aunque siempre fui ranchera). Y veo todo ese tortuoso proceso de producir textos como un síntoma: me confundo, me enferma y me siento amenazada. ¿Qué soy yo cuando escribo? no sería nunca mi pregunta predilecta. Será en todo caso, una más amable: dónde estás cuando diciendo el poema sientes Minerva, que te vas y en vez de multiplicarte, te desvaneces. Verba volant. Hay una pérdida, un miedo al vacío que relaciono con declararme pura sensibilidad en un trozo de carne que me mantiene de pie y por lógica-natural, me coordina y razona. E inesperadamente tengo 34 años y creo que todas las mañas ya las tengo y que he ganado dureza con los años. No. Súbitamente, estoy aquí escribiendo con mi corazoncillo conceptual, edulcoradamente sensibilera, afirmando que sí, que quisiera ser tan contundente como... Providence, Rhode Island; junio 2013.

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Tania Olivares Fernández La discriminación de género en la gramática Los escritores desarrollan análisis en cuestión de sexos, a pesar de su nula experiencia en discriminación de género. Al emplear el lenguaje escrito, los pronombres de género resultan difíciles de aplicar porque el pensamiento inclusivo y de diversidad, se limita al determinar la forma adecuada de redacción, poniendo en riesgo la objetividad del tema principal. La mala utilización de pronombres, como efecto, puede llevar a los lectores(as) a temas de desigualdad de género, pausando y desviando al lector a relacionarse con asuntos que el escritor nunca tuvo interés de transmitir. Los errores de esta índole son el resultado ancestral de actitudes culturales, acciones que se fijaron a través del lenguaje y por ende actitudes. El lenguaje hablado y las palabras escritas con discriminación es lo que vivimos a diario. En muchos de los casos sin mala intención, en la mayoría por ignorancia, pero también otros con fijación al poder. Cuando se percibe inseguridad en los individuos, es cuando mayor discriminación existe ante otro. La necesidad de investigar información respecto al tema sexista, no es elemental en algunas personas, el aprendizaje y el desarrollo del conocimiento lo ocupan en otro

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tipo referentes en los que existe profunda pasión. Muchas veces no se desarrolla, porque no han tenido una necesidad, es decir, una vivencia discriminatoria. En múltiples ocasiones cuando se ve al otro, se le escucha y se le siente reprimido, es cuando se genera un pensamiento sexista, por empatía. El pensamiento sexista se desarrolla en hombres como en mujeres que toman la necesidad de temas universales para trascender rápidamente. Siendo los temas sexistas, una manera de inclusión y pertenencia. En el contexto inmediato se observan vidas humanas que se autolimitan, viviendo constantemente en dependencia. Veo mujeres incapaces de producir su propio sustento, veo hombres incapaces de cuidar un hogar y es un gusto estar con personas que ejercen en la práctica la equidad en todos los ámbitos. En la literatura resulta imposible pasar por alto los temas de género, porque cada palabra tiene en sí, su propio género. De esa manera, a pesar de que un escritor no haya tenido vivencias de discriminación, al momento de escribir te lleva a indagar en el tema, por el simple hecho de utilizar palabras. Lo que se pretende es, implementar un lenguaje neutro y no de género, mucho menos sexista. Pero las terminaciones de las palabras se relacionan con el género, si ter-

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mina en a lo relacionamos femenino, y si termina en o con masculino. Por ejemplo: bebé es una palabra neutra, que no sabes si se refiere a una mujer o a un hombre, pero sí que es una persona recién nacida. Los escritores quieren mayor cantidad lectores, escribir sin lectores no tiene sentido, por lo tanto si se utiliza una gramática neutra, se logra que los temas trascendentales tengan mayor cantidad de lectores, porque no se limita al género, al contrario el escrito se abre para todos.

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Sidharta Ochoa El Club del Crochet Jung: La reconciliación de los opuestos Jung en un texto que encuentro aún desconcertante, titulado The Recociliation of Opposites, señala que cuando existe una síntesis de opuestos el movimiento inherente a todo proceso deja de existir. Jung, es una especie de New Age bien planteado, que tomado a la ligera puede devenir en desastrosas especulaciones. La primera idea que rige inconscientemente al Club del Crochet es: la total reconciliación de los opuestos deviene en el no movimiento. Cualquier cosa que esa críptica frase signifique. Lectura, y yo me siento un poco fuera de lugar En una lectura en alguna sala del INBA, el tema de las expositoras que inicialmente era Ensayo y Melancolía se transformó en una discusión sobre el género gracias a la intervención de una escritora. Una autora de una generación que luchó por los derechos de las mujeres en los ochenta y que siguen escribiendo y militando contra la violencia de género. La amiga de quien sacó el tema en esa ocasión, otra escritora que se encontraba entre el público señaló que yo

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estaba muy enajenada pues ni siquiera me daba cuenta de la dominación de la que era objeto cuando dije: En mi generación no nos tocó esa lucha que ustedes ya hicieron por nosotros. —Sí —comentó una de las presentes (integrante del club del Crochet)—, te recuerdo que una de tus tutoras señaló que tu trabajo era todo lo que la literatura femenina debía evitar. —Bueno sí, pero era una mujer la que dijo eso —respondí—. —Por eso, eso es machismo, dijo la escritora feminista y militante. De repente imaginé que las dos me veían con aspiradora Kloblenz y unos hot cakes servidos en la mesa mientras usaba unos tacones altos. Y esa vaga sensación tuve sí, cuando me dijeron que esos textos perfectamente y soberanamente mal escritos debían ser evitados por la literatura “femenina”. Me sentí fuera de lugar. Uso tacones altos en efecto, pero no sé cocinar. Y he escrito cosas muy malas y también buenas. Cualquier cosa que caminar con tacones por la ciudad, signifique. Y de lo otro, ni hablar. Segunda idea: El porvenir no dura mucho tiempo.

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Fui feminista Fui feminista en la época en que me sentía atrapada por las convenciones de un pueblo clasistoide y fronterizo y leí toda la teoría femenina deconstructiva junto a Martha Lamas, Simone de Beavoir y Graciela Hierro. Cada significante patriarcal lo sabía detectar perfectamente. Pero era incapaz de llevar a la práctica cualquier cosa parecida a la emancipación. Tercera idea: A veces la predicación de la teoría es un efecto de lo que somos incapaces de llevar a la práctica. Formación del Club del Crochet Seis mujeres que fuimos parte de una generación del FONCA, donde —a veces— la petulancia literaria era evidente y sí llegaban momentos en que la conversación era dominada por algunos weyes. Creo que todo empezó porque nos daba hueva y nos íbamos de ahí, la voz impostada no era nuestro hit. Con alguna de las integrantes del Club platiqué sobre la flojera que me daba el avant garde ochentero y la moda de pantalones alternativos. Debord ya pasó hace un buen al igual que el macho look. Sin duda los encuentros eran a veces un escenario extraño, al menos para mí. Jamás escuché a mi abuelo, un hombre nacido en los años 30’s, decir que una mujer era algo parecido al segundo sexo. Es decir, las figuras mascu-

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linas que realmente importaban en términos de validación no tenían esa tara mental. En las sesiones de trabajo en que algunos de los participantes (escritores) dominaban la discusión o hablaban por encima de los otros. ¿Era una cuestión de género o de arrogancia? Creo que se trata de una cuestión estilística: quienes dominaban la técnica escritural que se había sancionado desde el inicio eran los que dominaban la discusión. ¿O será que estoy enajenada y no me doy cuenta? ¿Será que si soy este estereotipo de la aspiradora Koblenz y los hot cakes? Alcohol, risas, muchos proyectos en ciernes y también una burla a la visión de la alta literatura #foreveralone, amistades que no tienen que ver con lo literario y al mismo tiempo sí profundamente, así surgió el club del Crochet, frente al desconcierto de la voz impostada y frente al reconocimiento de nuestras propias voces. Hago una pausa y pienso: quizá en el fondo toda preferencia por ciertos autores se trate en realidad de una preferencia cultural, patriarcal ¡de hueva goooeeei! El caso es que con ellas no me siento como una mujer que usa Koblenz, tacones y sirve hot cakes. Me siento como yo, que ni aspiro (bueno a veces de vez en cuando una línea) ni me salen los hot cakes.

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Daimary Moreno Ojos de dios A propósito de la geometría de los ojos de dios, cuya forma sugiere los cinco espacios que nos rodean, así como la protección de los niños materializada en color, tiempo y forma, me ha venido a la cabeza que fue el espacio durante mi primera edad, lo que determinó mi gusto por la escritura. La escritura como canto, como amuleto, como aliado, como mantra. La escritura como amante, como padre y madre. Desde niña he gustado de trazar triángulos a la mitad de cualquier camino. Tiempo atrás el pasillo de la casa de mi abuela, lleno de santos y dioses de buena reputación, el bote de la basura incendiado por el borrachito de la colonia, el agujero del tronco de una piocha en la que siempre me pareció hubo la posibilidad de hacer entrar un zoológico, la pequeña puerta debajo del kiosko del centro de la ciudad donde nací, las ventanas de los salones del jardín de niños, las gradas de la escuela, el olor a neftalina en casa de los tíos o el cielo de la colonia donde crecí, visto desde las pequeñas escaleras que hacían de hogar para nuestra perra en tiempos de ser madre, se me antojaban espacios de poder, vórtices energéticos en los que solo había la necesidad de acercar el dedo índice, para instaurar una realidad dictada por la ocasión; la performatividad del espacio durante

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la edad del no lenguaje, propició mi rito de iniciación con la palabra. Al llegar la muerte de mi abuelo cuando tenía cinco años, edad en la que concluye la construcción de ojos de dios elaborados por los padres wixárikas para sus hijos, a manera de amuletos cuya totalidad constituye un árbol cósmico, me autonombré la narradora omnisciente de la reconstrucción del mítico devenir de las historias familiares, desde un autismo que las más de la veces se limitaba a compartir realidades inventadas. Lo que la familia contaba representaba para mí solo trozos de lo que, a mi juicio, realmente había sucedido, mi tarea sería desde entonces encontrar las mitades o tercios perdidos en alguna esquina de la danza de sus hipocampos. En realidad no sé bien a bien por qué comencé a escribir ni cuál fue el día en que lo hice por vez primera, la escritura como el sueño abraza siempre un ángulo de misterio, de ahí que de un tiempo para acá, a meses de cumplir mis primeros 30 años, me haya dado por hacer de mi escritura el atanor de las humanidades que día a día me voy adivinando tejidas al corazón. Creo firmemente, sin ánimo egocéntrico, que los textos que escribo, son regalos de un ser cuya grandeza le impide tener rostro y cuerpo, un ser al que me gusta imaginar alojando las colas de sus sueños en serpientes de viento, materializadas en palabras cuya alqui-

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mia trabajo en lágrimas. Considero que descubrir el propio canto o la bendición con la que uno vino al mundo a hacer vida, si bien es un encuentro que además de necesario guarda en sí vahos de divinidad, apenas es la aurora del periplo que el espíritu, el corazón y la razón inician, en un espacio determinado por la tierra, el agua, el fuego, el viento, los astros y la humanidad, cuya cartografía habremos de ir anotando al paso, a fin de pulir nuestro canto. El mío, sin temor a equivocarme, es la escritura. Lavar la palabra, como se lavan los cuerpos de los muertos antes de ser devueltos a la tierra. Así me gusta pensar el verbo que escribo. Respirar la palabra de manera circular, dándole como pulmón la vagina y como parto la nuca. Vista así la escritura, es más bien la consecuencia de un proceso de re-conocimiento. El tema puede ser el más remoto, el ala de un cuervo, las formas de las piedras aullándole clemencia a las estaciones, la trayectoria de un sol que de tan lento y rojo se nos atora en la garganta, el rostro de un perro cuya última acción antes de morir fue crear constelaciones humanas con la mirada o el corazón deshecho de una sociedad con el plexo trasegado al olvido. La luz y sombra de la palabra radica en la manera en que decidimos ocupar el espacio acompañados por ella. He elegido la figura de los ojos de dios de la cultura

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huichol para narrar mi quehacer como escritora, porque su intención de escudo, brillo y niñez me sugiere el modo en que inicié mi relación con la palabra, dialogía a la que he de recurrir cada tanto, para confrontar mi ego con un canto que de antemano sé que es prestado. Yo vine a este mundo a recoger verbos ajenos, llevar lo marginal a la luz es el objetivo de mi canto, pues antes que principio o fin, soy puente. Hace unos días desperté pensando que llegué a este mundo sin recordar mi nombre, con un corazón enorme que se me salía por los ojos, de espíritu andrógino la gente no sabía si era yo hombre o mujer. Crecí viendo de lejos, porque el rededor me parecía ajeno, era de las niñas que viven a través de las ventanas, de ésas que se dejan fácilmente espinar por otros. Antes de nacer, una noche cuando aún era lechuza viajé por el desierto, al paso me encontré a un mujer sola de nombre Luz y a un hombre perdido, suplicando un amor negado por un espejo humeante, que lo obligó a vivir en sombra. Elegí abandonar mi libertad y los tomé como padres. Pasado el tiempo comencé a escribir, aún niña fui testigo del olvido de mi conocimiento más próximo y desesperada cruzaba mis manitas como sin saber hacia dónde podía recoger lo que se me estaba yendo, el corazón se me volvió chiquito, olvidé mi calidad de ave y oráculo. Me volví un espíritu obediente y triste que llevado

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por la intuición preguntaba todo el tiempo, qué significaba su nombre, nadie me supo decir. Tiempo después conocí a un abuelo con nombre de estrella y me enamoré de él. Todo se volvió canción, el universo me prestó una hija y reconociéndonos ambas como aves, nos echamos a volar conscientes de que el material que teje nuestro espíritu, es del mismo hilo con que se bocetaron un día las constelaciones. Y como cada tanto la oscuridad nos visita, al abuelo se lo tragaron los años y a mí la oscuridad. Con un segundo llanto la delgada tela que cubría a un corazón que sólo despertaba para escribir, se rasgó y comenzó a expandirse, devorándome me obligó a recordar mi nombre y mi canto, el universo me besó en sueños, desierto y bosque. San Pedro me compartió el secreto de sus cincos puertas, me bendijo la mirada, el paso, el corazón y la palabra. Me ayudó a dejar todo para que me diera cuenta de que no necesitaba nada. Me vino a hablar de la memoria de los que me están soñando. Yo vine a recordar a través de la escritura un conocimiento que elegí olvidar para ayudar a otros a recordarlo.

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Mariel Miranda (Trans)formación La construcción de la identidad femenina de las mujeres transgénero implica el sometimiento a una disciplina del cuerpo, el entendimiento y la reproducción de las normas de género occidentalizadas y la administración minuciosa de una economía de movimientos; a través de estas prácticas de belleza, es como estas mujeres han logrado inscribirse en la (trans)formación de su cuerpo imaginado. Pese a que no se niega el sistema de belleza como una forma de opresión e imposición cultural, en esta serie fotográfica se celebra y reivindica a las mujeres trans en el ejercicio por la libertad de adscripción y apropiación de un género distinto al asignado biológicamente. Considero importante señalar que la intención de este registro fotográfico no busca contribuir a un reforzamiento de la escencialización de las mujeres trans en contextos laborales de “obscuridad” “carnaval” o “fiesta”; sin embargo, resulta innegable que la aplicación de un sistema punitivo heteropatriarcal busca castigar sus cuerpos (trans)formados y el ejercicio de su sexualidad. La exclusión institucional y laboral es una de estas formas de punición, es por ello que para muchas de ellas sus áreas de trabajo han sido reducidas a las del comercio sexual, el espectáculo y los servicios estéticos. En este primer acercamiento se retrató a un grupo de mujeres en su preparación previa a una jornada de trabajo.

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Karen Márquez Saucedo Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo? Deseaba un silencio perfecto. Por eso hablo. A. Pizarnik La escritura no existe en el vacío. La escritura existe en contexto. Emilia Ferreiro No hay palabra verdadera que no sea unión inquebrantable entre acción y reflexión. Paulo Freire Para hablar del cuerpo, de la mente y del lenguaje, hay que deconstruir(se) a través del propio lenguaje, de la realización viva de su comprensión. Al tratarse el lenguaje como un proceso social por medio de la interacción con el otro, dentro de nuestra vida cotidiana, se vuelve a la vez modificable. Y es esa modificación la que se va tejiendo entre las diversas subjetividades que nos atraviesan constantemente, volviéndose incluso una relación dual entre cuerpo y mente. Se dice que “ciertamente, el arte de la palabra, la poesía, fue desde antiguo un objeto especial de la reflexión”. Es así como H.G. Gadamer lo señala en su obra Arte y Verdad de la Palabra, que a su vez esta última “tiene significado colectivo e implica una relación social”. Es decir, que “la palabra

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no es solo la palabra individua, el singular de «las» palabras que, unidas, forman el discurso”, sino que se construye en un entramado lingüístico, simbólico y cultural diverso. Por su parte, Virginia Woolf en su obra ‘Las Olas’ advierte: “las palabras pronunciadas con autoridad quedan corrompidas por quienes las pronuncian”. Y dentro de este último significado es que encuentro una relación entre el ser deontológico, el ser creativo y el ser consciente. Es decir, el sujeto racional-ético-estético. Es así como concibo, dentro del proceso creativo que he experimentado, mi escritura. Desde pequeña fui sensible, en el sentido amplio de la palabra. Quiero decir, perceptiva de estímulos a través de los sentidos. Lo que considero además fue inherente en el potencial creativo de mi infancia, era como un boomerang, un ir y venir. Los niños y las niñas no aprenden el lenguaje, sino que lo recrean, lo construyen. Están dotados de palabras, de imágenes, de símbolos, tanto en su mundo real como fantástico. Sin embargo, no tomé consciencia de esa necesidad expresiva y comunicativa sino hasta el año 2010 —poco después de entrar a la universidad—, donde comencé a recrearme dentro de un colectivo de poesía en Tijuana: Los Intransigentes. Dentro de esta etapa fui tejiendo diversas redes de significados para entender qué era lo que yo quería expresar, no únicamente a través de la poesía, sino como escrito-

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ra, porque creo además que no necesito de una trayectoria para concebirme como tal. Escritora es quien escribe. Así, fui descubriendo otros rizomas, distintas interconexiones. Todo cuanto permitiera darle vida a esas palabras dislocadas. Las ciencias sociales contribuyeron a identificar tanto esa a relación metafísica, espiritual con el cuerpo, como a mi proceso creativo en general. La Filosofía, la Pedagogía, la Psicología, la Literatura, incluso la Sociología, la Etnografía han dado flujo constate a mi subjetividad, a mi experiencia. Algo que debía deconstruir para procesarlo imagen tras imagen en mi memoria. Creo en la importancia de vincular esos procesos personales con la escritura. La vida nunca como una separación de la obra. Mis textos poéticos van desde esa relación —casi metafísica— con el cuerpo. Como dice Michel Serres: “El cuerpo mismo sabe decir “yo”, y el sentido común es lo que mejor comparte el cuerpo”. Y no únicamente el cuerpo profeso a la sexualidad, al erotismo, sino como un ente expresivo y constructor de identidad. Alguna vez, casi a la par del comienzo del Vita Nova y la época intransigente, fui hospitalizada. Recibí trasfusiones de sangre, sentí mi cuerpo secarse, mi espíritu edificarse. Tres años después, luego de un ritual marino, literalmente rodeada de carrizos, nadé desnuda en las aguas azules de Bacalar. Mi cuerpo adquirió fuerza, movimiento,

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expresividad. Actualmente, comienzo a re-descubrir los ejes de mi cuerpo a través de la danza (árabe). En alguna ocasión leí a una coreógrafa argentina, Lucia Russo, y fue como si me rompiera un tabique entre lo consciente y lo inconsciente. Russo, en relación a la danza declara: “me interesa ir al límite de las convenciones, de la naturaleza, y al mismo tiempo de las construcciones”. Se concibe pues el cuerpo como un espacio de libertad que muchos no se atreven a dar voz en la vida. Añade Russo: “la danza, en ese sentido me interesa porque […] le saca el cuerpo a la posibilidad de experiencia”. Es entonces que se evidencia el carácter interdisciplinario dentro del proceso hermenéutico de mi escritura. Así, voy construyendo esos actos comunicativos con el otro, conmigo; con el contexto y con la escritura. Somos lenguaje, los procesos personales y colectivos son lenguaje. Es fundamental, vital y necesario para mí encontrarme en la palabra —y en este sentido— dentro de su carácter semántico y simbólico, ya que atiendo hacia la construcción tanto de significado, como de relación entre las cosas. Y sobre todo, hago explícita la necesidad de ser, de vivir, de escribir, de amar, de re-inventarme como yo quiero, como yo sé. Los estereotipos decrecen cuando una mujer es plena y segura de sí, y fuera de categorías de género, cada individuo tiene derecho a ser su propio universo de posibilidades.

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Y esto va tanto para la literatura, como para la vida en sociedad. Para este hermoso proyecto de la editorial milenaria Piedra Cuervo: Cuerpo+Mente+Lenguaje. Compilación de feminismos, presento mi colaboración en dos apartados. El primero: Citadina/cotidiana, incluye una serie de crónicas que buscan expresar aquellas relaciones interpersonales, existenciales, de construcción de significados al recorrer diariamente mi ciudad, Tijuana, y dar lectura a su cartografía, sus personajes dentro de un contexto fronterizo —añadiendo en mínimas excepciones prosa y ficción en su estilo—. El segundo apartado: Presagios, incluye textos poéticos que van desde la relación con el cuerpo, con la espiritualidad, hacia una necesidad de ser consciente y libre en todos los ámbitos de mi vida. Un canto de vida a través de la corporalidad, de la voz al viento, de la palabra. Como esa acertada deducción que F. Nietzsche hace en El Nacimiento de la tragedia: “La melodía es lo primero y universal”. En definitiva, cerrando con este preámbulo, he de decir que una de mis principales inspiraciones y referencias es la escritora y editora feminista Virginia Woolf, quien desarrolló una escritura profunda, que siente y presiente el aura avasallante del mundo, y lo expone. Woolf, perteneciente al “Bloomsbury Group”, fue una de las precursoras de una escritura experimental —o lo que ella llamó el fluir de

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la consciencia, que luego de conocer a S. Freud, escribiría en su diario: “Anoche comencé a leer a Freud para ampliar la circunferencia; para dar a mi cerebro más amplios horizontes, para conferirle objetividad, para salir al exterior...” — donde lejos estaba de someterse al canon estético de su época.

Citadina/cotidiana “Estaré toda la vida junto a los límites de las palabras”. Virginia Woolf “Construiré imágenes de todo lo que más odio y las enterraré”. Virginia Woolf 1. Un día de abril conocí una chica en la parada del camión rumbo a la zona centro de Tijuana. Nos sentamos al fondo, cada una junto a una ventana para recibir un poco de luz y viento. La chica tenía una mirada de desazón y destierro de lo cotidiano. Comenzamos a platicar. Era linda, era universitaria. Había tardes en que tomaba un libro, cualquiera, y se acostaba sobre el pasto del parque cercano a su casa para ver la sombra de los árboles, para respirar ese húmedo movimiento de hojas a contraluz. Leía en voz alta, el sonido de cada palabra desprendía algunas lágrimas que caían directas sobre las piedras y las hormigas.

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de asombrarme su mirada de páramo en medio No dejaba

del desierto como un oasis. Genuinamente la chica pronunció algo que me llenó de asombro: “La Universidad es un asco” —dijo. Traté de imaginar el contexto de sus palabras para comprender sobre sus rasgos tibios y decadentes. Era como una condensación de energía acumulada, irritante. El motivo de tal enunciación era causado por el acoso de dos docentes durante el último año de universidad. Uno de ellos iba hacia el abuso de poder, un misógino que no permitía que alguien le contradijera, mucho menos una mujer. No toleraba que la chica tuviera talento porque desacreditaba cada acción y cada palabra que no encajara con sus parámetros conductuales. Alguna vez el sujeto en cuestión pronunció: “Difícilmente se puede fusionar la práctica o la intervención educativa o la investigación, con la promoción cultural” —aludiendo a que no se puede crear fuera de los dogmas institucio-

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nales—, “no se quiera pasar de lista”. Un arbitrario y prepotente al que le irritaba que la chica además de opinar con libertad, escribiera poesía y se desarrollara en el contexto cultural extracurricularmente. El otro, un sujeto bastante afeminado en su apariencia. De pronto imaginaba que se trataba de un personaje salido de una novela de Truman Capote, donde el sujeto más aterrador se esconde bajo personalidades atávicas. Pues no era menor su conducta, sino igual de reprobable. El acoso que la chica recibió de este otro académico frustrado fue ni más ni menos que sexual. Compartieron dos clases en un periodo de dos semestres. La primera fue Género e Interculturalidad, y durante semanas no hizo sino interrogar sobre prácticas sexuales y relaciones de género, aludiendo a ejemplos en primera persona por demás inapropiados. Y no es que mantenga un tabú en lo que respecta a ese diálogo académico, sino que meses atrás había intentado algo que en mi opinión, desvaloriza cualquier discurso. En alguna ocasión, trató de dar un masaje a la espalda de la chica mientras ella capturaba alguna información en su cubículo, como parte de un servicio social. Miradas lascivas, invitaciones a comer, regalos para adquirir confianza en sí mismo. Pero que actitud tan mierda. Sumamente repugnante y reprobable, no únicamente que sucedan semejantes prácticas en una universidad de prestigio nacional que ostenta una formación en valores, y

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hacia el respeto a la diversidad, sino que al interior de ella las prácticas transgredan los principios éticos que son inherentes a la formación profesional. La chica fue sometida, condicionada, expuesta. Como si una jauría de lobos acorralara a su presa. Lejos estuvo de denunciar abiertamente los actos de los que fue víctima. Así, las palabras de esta chica con la que compartía un breve camino en ese momento, me hacían repensar sobre lo que siempre sostuve a lo largo de mi paso por la universidad. Esos micro-universos no son más que el reflejo de una sociedad profundamente enraizada en la impunidad, en los procesos a medias tintas y mesurados para no desacreditar a grupos de poder —como un sindicato por ejemplo— que recicla las prácticas burocráticas y las convierte en opio. 2. Existe un dilema constante en mi vida, incluso cuando siento la necesidad de tomar una pluma y comenzar a escribir, me pregunto dónde está la tinta negra. No quiero azul ni ningún otro color. El negro me gusta. Pinta una profundidad en las palabras y es como si fuesen pantanos vistos desde la punta del árbol de mis ojos. Caminaba encubierta, sigilosa, pensativa, con mis gafas oscuras. Segura y decidida pues para días como estos, donde la incertidumbre causada por los males de la mafia institucional provoca malestares impredecibles, hay que mantener la actitud correcta.

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Caminando por la Avenida Revolución, justo frente a la entrada a la plaza del mismo nombre, pensaba en el valor comercial de las artesanías, los mexican curios; en el paso lento de la renovación de la que fue la primera avenida de la ciudad. Un hombre me intercepta, mi pensamiento se vuelca y rebota en el pavimento. Me habla. El hombre me habla, me pregunta: “¿Ya no abrieron, oiga?”. Inmediatamente reconozco su rostro. Se trata de un vendedor. Me ha recordado de los días en que abría la librería infantil en donde con frecuencia, en el transcurso de las horas, llegaba a tener uno que otro visitante. Mis diálogos con el vendedor, casuales y efímeros, se remitían constantemente a una búsqueda utópica, perpleja. “¿Dónde está la gente?” —vacilábamos—. A su pregunta, le respondo que ha debido cerrarse por falta de dinero para pagar la renta. Me despido y le deseo buen día. Sigo caminando y tomo un taxi. Pienso en cómo las cuestiones económicas están intrínsecamente ligadas a la dinámica social, colectiva. Es difícil no detener la vista. Incluso cuando veo a un hombre con aspecto de migrante corriendo en sentido contrario al tránsito, en plena vía rápida. No yendo de un extremo a otro, sino nadando contracorriente. Con-tra-corrien-te. Esas imágenes. Son como rayos catódicos infiltrándose en mi cerebro, y no quiero agachar la mirada ni pasar inadvertida, quiero reconocer. Y para ello hay que mostrarnos reales, completos.

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Coexistir. Dejo de escribir con la tinta negra que tanto me gusta, y leo un sticker pegado en uno de los asientos del taxi con una leyenda que dice: “Prohibido maquillarse los ojos dentro del taxi”. Sonrío, pienso en los motivos diversos por los cuales se encuentra ese sticker ahí. Entonces, concluyo mientras observo un lado de la ciudad, que para toda limitación, para cada prohibición siempre, siempre hay una posibilidad… 3. Hoy mi pecho ha despertado como un nido de pájaros muertos. Luego me recuerdo ayer en mi última clase, mientras mi cabeza fulguraba en el abatimiento, la podredumbre, como un requinto agudo sin afinación por una migraña de dos días y una noche entera, dos compañeras me han hecho saber que no conozco nada de aquello que llaman marginalidad.

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Una de ellas me cuenta de sus andanzas en los caminos de Oaxaca, de sus caminatas sin razón de tiempo, solo el destino en víspera del sol sobre la frente, de cuando al cruzar un río en canoa por poco y ya no la cuenta, y así día a día para convencerse un poquito de que la vocación por la educación, la verdadera educación comienza así, ganando pequeñas batallas cotidianas no contra el mundo, sino contra el miedo que habita en la mente de nosotros mismos. Y ahora yo aquí, a capricho mantengo sosegada la razón para darle rienda suelta a los dilemas existenciales. Extrañando, anhelando, resistiendo. Observando cada rincón de mi habitación como si los objetos cambiaran su forma para darme una señal. Me siento como Lilus Kikus siendo absorta para las fantasías de su mente. Quizá así fue mi infancia y sigue siendo mi vida ahora. Recuerdo que un chico con el que salía hace algunos años me regaló ese libro, y paradójicamente escribiéndole a él unos versos cursis que ahora quemaría en alguna fogata como ritual de desprendimiento, fue que decidí no dejar de escribir ya nunca. Quizá Lilus fue la señal en aquel momento. Quizá no necesito más refugio que las letras, pues mi presión arterial ya no permite fundir mis vacíos en alcohol, ni hierba. Quizá la vida y su frenesí, quizá.

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4. “People say ‘beware!’ but I don’t care the words are just rules and regulations to me” Patti Smith in ‘Gloria’ Viktor Calavera había escrito hace días, con el fin de que diéramos un tour tijuanero a su amiga Chrystyan, del Distrito Federal, quien se encuentra terminando su estudio de tesis sobre arquitectura en la UNAM. Se interesaba en acceder a los lugares inhóspitos de Tijuana, sitios enterrados en la memoria, abandonados, buscando documentar un poco de su historia, su contexto, para así albergar una posibilidad de acción dentro de esos espacios. No dudé en responder y al poco tiempo estábamos compartiendo historias y viajes, ya en Tijuas. Durante el primer día de recorrido nos subimos a un camión que nos llevó al Bulevar 2000. Aproximadamente una hora de camino para llegar a uno de los límites de la ciudad. Le hablaba un poco de lo que observábamos durante el recorrido, las calles, la gente, las maquilas. De pronto callábamos y clavábamos la mirada en el rostro del paisaje urbano. Luego planeábamos como sería nuestro registro visual. Comenzamos a caminar por un andador lleno de basura, yo me encargaría de tomar video, Chrystyan de la fotografía. Ese andador estaba a espaldas de un conjunto habitacional. De pronto sentía esa

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atmósfera de vacío y olvido como si me encontrara en un universo paralelo, lejos de esta ciudad, o en una Ciudad del Futuro como la “El Alas Blisset”. Recuerdo los consejos y precauciones de amigos sobre la inseguridad de la ciudad, sobre que dos mujeres no pueden andar solas por las calles. Pero por alguna razón he perdido el miedo, me hundo en un magma nihilista y dejo que las cosas simplemente sucedan. En todo caso ésa sería para mí la relación entre la vida y la obra de una poeta existencialista. La vida nunca muere. El poema es vida y la vida se recrea a cada momento. Había observado un grafitti al interior de una casa deshabitada. Decidimos ir hacia el interior del conjunto habitacional, pasamos al lado de un guardia sin problema alguno. Las casas son en extremo pequeñas, acartonadas. Imagino las dinámicas de vida de esas familias. La casa del grafitti se encontraba asegurada con un candado, adentro había muebles empolvados y mucha basura. Minutos antes, habíamos entrado ya a otra casa. Podía estar hipotecada, o simplemente abandonada, no lo sé. La vibra era aterradora. Recuerdo ese verso de V. Woolf: “me gusta la penumbra que nos cubre al entrar en el sagrado edificio”. Aunque de sagrado no tenía gran cosa. Un edificio inmueble, recibos de agua y luz en el piso, vidrios rotos, envases de cerveza, una veladora de la virgen de Guadalupe entre los escombros de basura. Registramos cada rincón, cada muro. Al salir entre

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la puerta de vidrio roto me llegaba una sensación de complicidad y fraternidad hacia Chrystyan, el éxtasis se aceleraba. Seguimos caminando alrededor de dos horas, llegando hasta las colonias Maclovio Rojas y El Refugio. En esta última, dimos con un parque al interior de un fraccionamiento, era desolador y descompuesto. Sentí tristeza pues a pesar de sus malas condiciones, de sus baños totalmente inaccesibles llenos de basura, del pésimo o nulo mantenimiento había muchos niños y niñas jugando, riendo. Al día siguiente de nuestro recorrido, nos vemos de nuevo con nuestra ropa desgastada, tenis viejos, sin maquillaje. Solo nuestro equipo de trabajo y la actitud de voluntad y valentía. Tomamos un café en Plaza Río, y luego caminamos hacia la vía rápida. Desde el momento de cruzar hacia el canal se aceleraba poco a poco el pulso, la presión. Nuestra tendencia en este día es ir hacia el extremo. Caminamos por la orilla de la canalización, mostrán-

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dole a mi compañera otro de los lugares “emblemáticos” de la suciedad tijuanense. Un hombre sale de las compuertas, salta entre la basura. Al poco rato de caminar, escondiendo las cámaras entre nuestra ropa, vemos que se acerca una patrulla. Mi instinto salvaje y visceral me dice que bajemos hacia la vía rápida poniente, caminamos a prisa. De pronto la voz de un oficial auxiliar indica que nos detengamos. Le mostramos nuestras credenciales de estudiantes, le digo que hacemos un registro visual para una materia de civismo y ética. Nos hace subir de nuevo a la orilla de la canalización para hablar con otro oficial. Su actitud es únicamente de servicio, lo que resalta dentro de la categorización de abuso de poder y corrupción de la policía municipal. Nos dice “ustedes no pertenecen aquí”. Tal vez está en lo correcto. Pienso en ese afán mío de transgredir lo “socialmente aceptable”. De no asumirme dentro de un espacio geográfico delimitado, sino dentro de un espacio libre y compartido. Todo fluía. El oficial nos compartió información acerca de sus recorridos por la canalización, de las personas que vigilan trepados sobre los arboles a orillas de la vía rápida. Nos “escoltaron” para tomar registro de las personas que se encontraban al interior, unos fumando, otros acechados por el sol. Minutos más tarde cruzaríamos el puente México, continuábamos con el registro. Fue una sensación de desgaste emocional la que me invadió en ese momento. Mu-

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chas veces he recorrido ese puente, pero nunca había visto semejante cantidad de personas por debajo de las mallas del puente. No los conté, eran bastantes. Entre indigentes, inmigrantes. Fue como una escena de una película zombie. Alzaban sus manos pidiendo dinero, personas les arrojaban monedas. A lo lejos, algunos campamentos de cartón dentro del canal, hacia el muro y la Internacional. Chrystyan registraba imágenes en su cámara, yo en mi memoria. Seguimos nuestro camino, el día parecía regalarnos historias con esmero. Descansamos afuera de Catedral. Muchas personas, mucha prisa. Yo recargué mi rostro y dejé que el rayo de sol cayera sobre mi frente. Le propuse a Chrystyan que leyéramos poesía en el camión rumbo a Playas de Tijuana, no dudó. Una parte de mi estallaba en júbilo, recordaba los días de intransigencia donde nos reconocíamos en los rostros de las personas a través de las palabras. Leímos en voz alta, las dos. Justamente le hablaba a Chrystyan de mi desánimo por no haber podido escribir durante las últimas semanas, algo no permitía desprenderme plenamente, y asumía estos días de observación de un espacio que nunca dejo de re-descubrir, como un aliento para re-configurar este destierro de las letras. Así compartimos durante tres días historias de vida, experiencias, interpretaciones de nuestro sentir en el mundo, en la ciudad que habitamos; me asumí valiente, libre, transgresora de mis miedos, así como

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esa idea de V. Woolf sobre las mujeres, esas que no carecen de personalidad: “Cleopatra sabía andar sola. Lady Macbeth poseía una voluntad propia”. Soy plena cuando voy lejos de las convenciones, cuando voy sin prisa.

Presagios Mi voz Todo está vivo alrededor, todo cuanto veo, toco, olfateo, todo cuanto siento y cuanto presiento, todo vive ahora. Virginia Woolf Tenemos derecho a la rabia. Lauri García Dueñas

Las Cuatro Brujas de Durero Tenemos derecho Tenemos derecho a ser Tenemos derecho a ser felices

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A encontrar la felicidad en una frase escrita en la hoja del tiempo La felicidad en el ojo abierto de un orgasmo La felicidad en el cultivo de un millón de versos sobre la tierra de mis sueños Encontrar La felicidad en el exilio del mundo La felicidad en colocar flores sobre la tumba de nuestro cuerpo Mujer-agua Flores Cuerpo Tenemos derecho a ser-estar En nuestra mente Ser-estar en nuestro cuerpo Tenemos derecho a reconocer nuestro cuerpo A escribir en nuestro cuerpo A vivir de nuestro cuerpo Tenemos derecho a vivir TENEMOS DERECHO A VIVIR En mi pecho vive un ave Vuela, se anida, vive dentro de mí De mi vientre nace el fuego Soy la deidad del arcoíris del mundo Me han mutilado el ala izquierda

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De mi sangre corren dos lobas bajo la lluvia Dos lobas me habitan Mientras me mojo Adentro de mí la noche Yo nací de la noche Yo soy la noche Dos lobas bajo la lluvia Tenemos derecho a ser Estoy tejiéndole una falda al río, con mis cabellos, para caminar en la penumbra por su señuelo. Yo camino rumbo al ojo de agua, dentro de mí hay círculos, todo gira. Todo se evapora, mi mente se nubla y es sepia el color de mis pensamientos. Voy arrastrando los pies y los cántaros de milpa, con el sonido le canto al monte al anochecer, le canto con mi voz aguardiente y temblorosa, porque anochece y estoy tejiendo. Tengo un palo de lluvia y me siento invertebrada, le canto a la tierra que piso, abrazo la tierra que piso, le imploro me regale la luz del sol, yo le ofrendo mi canto, mi palabra. Ya no hay río. No hay pesebres, ni cantos. Ya la noche es un halo púrpura que se deshace. Guardo mi voz en una gota de río, mi voz ~

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Vientre de sol Sostengo un tallo en la mano. Soy el tallo. Mis raíces descienden hasta las profundidades del mundo, a través de tierras secas, de roca, a través de húmedas tierras, de vetas de plomo y de plata. Soy toda fibra. Virginia Woolf

No hace muchos soles pensaba en la representación poéti ca de la danza, en que me conecta con fibras de las emociones, las afecciones, me activa. He entrado en el ritual de la danza del vientre, y es como un emblema que deconstruye, como la disolución del caos dionisíaco. ¿Y qué si la escritura fuese como el soplo de los presagios? Como sacarse el corazón abriendo un hueco, dar lectura a una cortina de sangre, a la cartografía de un cuerpo profano. Yo fui una sirena, me regocijé en bancadas de lirios y nenúfares. Sobre las piedras del camino escribí: “iluminadas por la noche/ tres híbridos de mujer y ave…”. Anoche

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era la noche. Bajo las nubes grises e inciensos de sándalo, sumergidas en un ritual de vida, tres mujeres danzamos a la tierra. Como un códex, la música escribe al corazón, la ingravidez del cuerpo arroja púlsares con cadencia y calma. Un clarinete rompe halos nocturnos, el vientre se vuelve nacimiento de sol, acústica de un espacio entre voz y viento, siempre el viento. Nuestros pies se prenden al ramaje del suelo, de la tierra, cuerpos-círculos, movimiento, energía plúmbea, continuo resonar conjunto, danza, danza, gira. El ahogo escapa, vuelvo a la raíz. Canto sagrado a la laguna Cuento los peldaños mientras asciendo, los cuento porque cada peldaño es una consumación. Virginia Woolf Instinto La laguna es luz, es fecundidad Porque al nadar en su interior volvemos al primer instinto: abrir los ojos Cuerpo Nuestra piel se expande En el acantilado de su primavera nuestro cuerpo está esparciendo

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su color Respirar Arcoíris marino Entrañas en tu vientre los carrizos Nado desnuda y me bendice el viento Soy la respiración celular Noche Relámpagos como la vena eléctrica del cielo Es el canto de la bruja desde el cenote Escritura Microcosmos en el follaje que cubre las piedras Como escritura ancestral sobre madera de cedro rojo Sangre Mis piernas: Dos troncos Abrazados a la sangre de la tierra Metamorfosis La metamorfosis es como el fluir de la consciencia

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Penetra el agua los poros de nuestro interior Exhalo Doy vida Descenso La rama cae me hundo con ella Es un quebranto mi voz, pero no hay silencio Sonido La laguna al atardecer es un espejo Viene el sonido desplegándose en forma de río Palabra Soy sirena y mi escritura es el canto Voy tallando palabras en el hálito del viento Libertad Cuando el viento perdió sus alas como el pájaro en la jaula El canto Fue la anunciación de la libertad

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Danza Hay una libertad soberana en contemplar La danza del agua en la superficie Abismo María Mulata El sonido del abismo es como el canto del zanate: oscuro y estridente Camino Rumbo a Sacbé iluminadas por la noche Tres híbridos de mujer y ave llevan sirenas de terracota sobre sus hombros: eterno ritual de la feminidad Despertar Ante mis ojos crisálidos, el Nacimiento del cielo En el manto que cubre mis ojos, El nacimiento del cielo Fuego En tu placenta guardas el azufre

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El viejo fuego que proviene de la edad peninsular Tiempo Nuestra poética es como el calendario de la época La cuenta del tiempo en el universo de la palabra Piedra Perecedera del tiempo Enteramente la naturaleza se abre Lleva códices en sus costillas La no-escritura del Cascajal Laguna Siete colores te constituyen te dan ‘forma real’ Serena como el ritmo de la hoja Fundiéndose en tu múltiple forma de ser azul Mi respeto es un Tributo a tu naturaleza

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Jaqueline Loza Torre

Un día platicando con mi hermana, dialogábamos sobre la profundidad de la vida, la existencia, ‘nuestras existencias’. Ella se cuestionaba, por qué es que estaba buscando ‘la forma’ de sanarse, de curarse de algo, ¿acaso en realidad estaba enferma? O ¿tenía algún problema que tuviera que arreglarse dentro de mí?, decía. Esas dudas me tocaron en lo profundo porque de alguna manera yo estaba buscando lo mismo, sanarme, pero ¿de qué tenía que sanarme?, si en realidad me sentía bien físicamente; soy una mujer sana, mi corazón late con su ritmo normal, hago ejercicio, soy una mujer fuerte. Pero ¿qué pasa con mi cabeza, con mis pensamientos? ¿por qué aun estando físicamente sana a veces me siento enferma, triste, deprimida, acabada, como si nada tuviera sentido? ¿es ésa una enfermedad? ¿padezco una suerte de muerte interna? Actualmente vivimos en una sociedad donde estamos despersonalizadas, no nos conocemos, no sabes quiénes somos. Alguien, algo, nosotras mismas, nos hemos encargado de olvidarnos para ocuparnos de cosas más ‘importantes’: trabajar, pensar en el dinero, trabajar más, comprar casa, carro, comprar, comprar y comprar, ver la televisión, ser como la de la telenovela, guapa, alta, delgada, víctima. Vivo en una “ilusión”, estoy

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enferma, necesito ir con un ‘desconocido’ que me diga que es lo que tengo, que me dé pastillas, medicamentos, placebos que me hagan sentir bienestar momentáneamente y que se siga acumulando ‘eso’, ‘eso’ que no sé qué es, hasta que un día se manifieste como cáncer, o como problema psiquiátrico que me haga estar dopada de por vida, para seguir inhibiendo eso que quiere salir. Estamos desconectadas de nosotras mismas, no tenemos ni la menor idea de cómo funcionamos; sin embrago, ¡claro!, sé cómo funciona la computadora, el carro, el celular, sé perfectamente qué hacer si la tele no se ve bien. ¿Qué pasa cuando me llega la regla y tengo una hemorragia? ¿Por qué mi ciclo menstrual es irregular? ¿Para qué tomar tanta pastilla anticonceptiva, pues sí, seguro, para no tener bebés, pero acaso sé lo que me pueden provocar? Hemos separado la consciencia de la inconsciencia, “el corazón”, somos autómatas, máquinas controlables, no nos permitimos expresarnos, estamos partidas por la mitad, enajenadas de nosotras mismas, del mundo, de la naturaleza. Hemos vivido en represión: “el estado de represión resulta del hecho de que yo, la persona accidental, social, estoy separado de mí mismo, la persona total humana. Soy un extraño a mí mismo, y en la misma medida todos los demás son extraños para mí”.* Esto es algo que lleva muchos años, cientos, quizá miles, no es reciente. Se nos ha inculcado a lo * Erich Fromm, Budismo Zen y Psicoanálisis.

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largo de la historia, a las mujeres, que no debemos conocernos a nosotros mismas, que no valemos, que no servimos, que debemos vivir siempre a la sombra del ‘otro’. Hemos crecido en una cultura que nos ha dicho qué “debemos” hacer, qué es bueno y qué es malo, que las mujeres deben actuar de cierta manera, darse a respetar, casarse, para ser reconocidas y para que sus hijos sean reconocidos, y me pregunto ¿necesito que alguien me reconozca para poder reconocerme a mí misma? Entonces hemos aprendido que como mujeres somos menos que el sexo opuesto, que somos problemáticas, que cada 28 días nos volvemos ‘locas’, que la menstruación es una ‘enfermedad’, que es ‘suciedad’, que ‘huele mal’, que te vas a aliviar cuando des a luz a un hermoso ser, ¿Aliviar? ¿Que acaso crear vida y manifestarla es una enfermedad? Y con todo eso y más hemos crecido, desconociéndonos a nosotras mismas y negando nuestros poderes creadores. Y entonces ahora pienso que quizá cuando me siento mal, si estoy enferma, quizá llevo dentro una enfermedad colectiva, de mujeres reprimidas de años de sometimiento, que se viene manifestando dentro de mí, que está grabada en mis células, y así pues, sí me quiero sanar, y sanar el linaje que viene enfrente. Como mujeres nacemos con un gran don del cual no estamos conscientes: el donde de dar la vida, somos creadoras por naturaleza, algo que, jamás, el hombre podrá entender si no se recon-

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cilia con su feminidad, claro está que tendrá que reconciliarse primero con las mujeres. La cosa es que, para ser una mujer feliz, dichosa y plena, tengo que aprender, reaprender a des-reprimirme, “liberar todas las energías acumuladas propia y naturalmente…, que en circunstancias ordinarias son constreñidas y deformadas de modo que no encuentran un canal adecuado para ser activado (…) Salvarme de la locura o la parálisis”.* En mis manos tengo el poder de sanarme, si empiezo poniendo un poco más de atención a mis procesos, a la forma en cómo me alimento, cómo actúo,������������������������������ cómo������������������������� me desenvuelvo en mi medio, si hago o no actividad física, si escucho a mi corazón, a mi vientre, mi útero. La mayoría de los problemas de las mujeres radican justo aquí, en el útero; muchas de nosotras ni siquiera sabemos dónde está ubicado, no conocemos nuestros órganos femeninos, no sabemos cómo darnos placer, como complacernos a nosotras mismas, y estamos esperando que alguien más nos diga cómo, o nos enseñe cómo hacerlo. Y es donde debemos de empezar, reconectándonos, tocándonos. Uniendo esas partes disociadas, soy mujer, pero también puedo ser hombre a la vez, unir esa dualidad, hacerla uno. Es el Ying–Yang, soy tan cómo, tengo el poder de ser mujer creadora, que da vida, que puede crear un ser, un proyecto, manifestarlo; también puedo ser mujer destructora “Tlazolteotl”, devoradora de inmundi* Erich Fromm, Budismo Zen y Psicoanálisis.

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cias, destruyo la vida que puedo crear, para transformarla, transmutarla en creación. Darnos permiso de experimentarnos, de ser nosotras mismas. “Soy una mujer que llora Soy una mujer que escupe Soy una mujer que ya no da leche Soy una mujer que habla Soy una mujer que grita Soy una mujer que da la vida Soy una mujer que ya no pare Soy una mujer que flota sobre las aguas Soy una mujer que vuela por los aires Soy una mujer que ve en la tiniebla Soy una mujer que palpa la gota de rocío posada sobre la yerba Soy una mujer hecha de polvo y vino aguado Soy una mujer que sueña mientras la atropella el hombre Soy una mujer que siempre vuelve a ser atropellada Soy una mujer que no tiene fuerza para levantar una aguja Soy una mujer condenada a muerte Soy una mujer de inclinaciones sencillas Soy una mujer que cría víboras y gorriones en el escote Soy una mujer que cría salamandras y helechos en el sobaco Soy una mujer que cría musgo en el pecho y en el vientre Soy una mujer a la que nadie besó jamás con entusiasmo Soy una mujer que esconde pistolas y rifles en las arrugas de la nuca Soy mujer que hace tronar Soy mujer que hace soñar

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Soy mujer araría, mujer chuparrosa Soy mujer águila, mujer águila dueña Soy mujer que gira porque soy mujer remolino Soy mujer de un lugar encantado, sagrado Porque soy mujer aerolito”.*

* Canto de María Sabina.

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Frida Herrera Velázquez Lévita Técnica: Óleo. Medida: 23x33 cm. Año: 2011.

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Itxaso Hernández Zuazua Proffilosa No se nace sino que se deviene mujer. Simone de Bouvieur Ser mujer para mí, es encontrar cada día amor por mis senos y mis muslos y encontrar la feminidad escondida (o rechazada) en el contoneo de mis caderas. Ha sido siempre un viaje intermitente de subidas y bajadas, de reconocimiento de mi ser en mi vida cotidiana. Me he escondido de mí incontables veces, he inventado miles de excusas para no quererme y otras tantas miles para amarme de nuevo. Ser mujer, es ir descubriendo cada día un pedacito, es re-descubrir, es re-significar la feminidad en un mundo masculino. De pronto me descubro fémina, cuando he estado siempre tratando de entender qué soy yo. He entendido que no soy esa que de alguna manera (inconsciente) construí. No soy esa mujer, esa niña, esa persona. La que soy hoy es gracias a todas ellas, todas esas cosas que hice y que deviene lo que hoy soy. Es verme en el rostro de mi hermana y de su/nuestra perfecta y amada humanita que lleva dentro. Verme en mi madre, mis abuelas, todas mis tías, primas y ese linaje de sangre que me trae hoy a ser la que soy. Es descubrir las

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bondades de mi sangre, su fuerza, su virtud. Pero también es ver dónde y cómo se han escondido ellas del mundo, dónde quedaron sus flaquezas y en qué lugar sus vidas, construyen la mía. Es todo mi árbol femenino tomado de la mano con el masculino. Es encontrar en mis hombres su sensibilidad, su machismo, su bondad e inteligencia. Es encontrar en ellos la visión de lo que soy o debo ser, para poder después transformar su mirada. Es serles fiel y engañarlos, a veces queriendo, cuando tergiverso mi camino previamente trazado. Y también es, por supuesto, reflejar mi ser hombre en su masculinidad. Es aprender a trazar nuevos senderos por los que dancen mis curvas y mis miedos. Es buscar nuevas formas de ser y de hacer y de caer. Es primero aceptar con conciencia la que soy, la que he sido y me han dicho, para después mirar hacia abajo y hacia atrás y salir corriendo de lo establecido. No sé muy bien qué es lo que me define, no soy solo hermana o hija, no soy solo profesora o amante. Soy todas esas cosas juntas y otras muchas más, otras que ni siquiera sé que existen y ahí están. Soy los hombres y los gatos, y la lluvia que moja mi cuerpo como el mar que lloro cuando pierdo mi centro (me lloro). Soy sombra luminosa en los ojos del que amo y de los que he amado. Es ir descubriendo en mi relación con ellos,

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qué buscan y qué busco de mí siendo juntos. A veces me cuesta decirme “esta soy” pues cuando encuentro, de pronto me pierdo otra vez. Es ese constante juego de escondidas que continúo haciendo cada día de mi vida. A veces quisiera poder apoderarme de mí, con poder, que no es nada más que mi fuerza, mi luz y mi amor unidos. Empoderamiento de mi cuerpo que hay tiempos en que me ha sido tan ajeno, tan de otros. Conocer qué se siente estar dentro de unas piernas que bailan caminos de hojas secas y húmedas selvas. Es reconocer en mi tan desconocido —por perdido— cuerpo, que hay dos mujeres dentro, una asustada y adolorida y otra que se ama y brilla y vuela. Es ir dándole poder a la luz y quitándole fuerza a la sombra. No negarla, más bien amarla y atenderla de vez en vez. Ser mujer no es tan sencillo (aunque es maravilloso), ser esta mujer que soy me ha costado mucho trabajo, mucho dolor, mucho esfuerzo, mucha conciencia. El camino es largo aún. Me he sentido hecha objeto a través de mi piel y la piel de todas mis hermanas. He visto cómo esta nuestra sociedad, nos consume ad valorem como mercancía en arancel. Vivo en un mundo en el que me dicen que sentir placer me hace puta, que mi menstruación me hace sucia y el embarazarme y dar vida, enferma. He vivido en un mundo, durante estos 27 años, que me lleva contracorriente de

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lo que la corriente (el fluir) me susurra. Por obra del destino o del deseo (medio inconsciente) llegué a una facultad de filosofía y ciencias sociales. Quizás, fueron mis ganas de darme de topes contra la pared. Buenos años, buenos estudios. Sin embargo me encontré con que no tengo lo que se necesita para hacer filosofía: un cerebro masculino. Me encontré queriendo entender el mundo desde ellos y explicándolo para ellos. Me encontré con que en toda la historia de la filosofía solo se estudian (aunque estudiar es mucho decir) a dos mujeres (las dos de ellas amantes de entrañados filósofos) y a una socióloga, evidentemente, defensora de la igualdad y equidad de género. Y no solo esto, sino que ellas en su propia búsqueda y entendiendo a la perfección su contexto, hicieron filosofía masculina feminizada. Me encontré con que se me dificulta terriblemente construir pensamiento y conocimiento así, me encontré con que yo entiendo, comprendo, aprehendo, aprendo y conozco el mundo de una manera diferente. Basta con ver nuestros cuerpos para darnos cuenta de que somos diferentes. Uno de mis proyectos de vida es construir filosofía femenina, desde mí, desde mi intuición tantas veces ridiculizada. “Los hombres hemos menospreciado y ridiculizado el sentido común de la mujer con el nombre de intuición femenina y hemos legitimado nuestras ideologías, casi todas

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absurdas o abominables con el comodín de la razón” Gabriel García Márquez Estudiar filosofía me llevó a ser profesora. Hasta ahora, es uno de los grandes regalos que me ha dado la vida pues aprendo junto con mis alumnas a ser mujer, a que ellas se vean en mí y yo en ellas. Es ir descubriendo juntas, aunque yo por un camino ya varias veces andado, qué nos hace mujeres, qué nos define y cómo queremos ser. Me encanta ser profesora, me encanta estar frente a cientos de ellos. Descubrí que en ellos y gracias a ellos, me descubro no solo como vocación sino como mujer, como amiga, como hermana, como hija, como pareja, como filósofa, como adolescente y niña y adulta. Es increíble lo que ellos hacen por mí. He descubierto que dar amor significa, al mismo tiempo, darme amor a mí. Pues sin buscarlo, el que recibe aprende a dar y el que da, a recibir. Es contarles historias y darles consejos. Los seres más jóvenes que nosotros son nuestro linaje, es nuestra responsabilidad conjunta ayudarles a ser lo mejor que puedan ser. Justo ayer hablaba yo con una de ellas, que tiene esa imagen de sí misma que tienen muchas mujeres y de la que yo apenas aprendo a desprenderme. Nos han enseñado con el transcurrir de la historia, que si no nos amamos y siempre somos lo que otros quieren que seamos, nos va a ir mejor en la vida,

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vamos a ser más plenas. Veo en ellas cuando de pronto se iluminan y se reflejan y piensan: pero... Sí ¡yo no soy ésta! Ser profesora mujer de jóvenes hombres, ha sido un reto y un vasto aprendizaje. Yo he aprendido de ellos que no están determinados a ser lo que ellos creen y yo veo en tantos y tantos hombres. Ellos han aprendido, que la belleza de la mujer no radica exclusivamente en su cuerpo. Han aprendido a construir otra imagen de la mujer, otra imagen de la belleza y de la significancia del sexo y la pareja. He visto a esos chicos madurar de muchas formas, los he observado cómo poco a poquiiiito, se van conectando con su propia feminidad sin miedos. Más que enseñarles cosas útiles, caminamos juntas/ os. Vamos aprendiendo las/los unas con las/los otras/os, a SER. He visto a una de ellas querer desaparecer, morir de inanición ¿Qué nos ha hecho esta humanidad? ¿Qué HEMOS dejado hacernos? Les digo que basta ya de repartir culpas y que es tiempo de comenzar a construir. El invierno se acerca. Amo mi profesión: proffilosa. Quizás es ahí donde encuentre tan añorado proyecto de filosofía femenina. Y así me despido, dando una definición un tanto indefinida de lo que es para mí, esta experiencia: ser Mujer.

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Miriam García Aguirre/amarabierto Tejerse, destejerse, tejerse: cuerpo-corazónlengua-palabras La persona que era antes del 2006 ya no existe. Tuve muchos efectos físicos, tuve insomnio, desórdenes del sueño; depresión; mis relaciones personales se vieron seriamente afectadas, yo era incapaz incluso de recibir un abrazo, sin sentir que me estaban transgrediendo… Bárbara Italia Méndez, 2013. Fragmento de su testimonio ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en contra el Estado Mexicano por la violación de los derechos de las mujeres detenidas en Atenco el 4 de mayo de 2006.

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Desperté en una habitación subterránea donde estaban siete camas destendidas. La luz que entraba por la ventana apenas era suficiente para reconocer los objetos. Sólo conservaba fragmentos de la noche, los repasaba una y otra vez sin encontrar indicios que justificaran el temor que estaba apoderándose de mí. Días atrás me habían contado con mucha precaución sobre la existencia de ese lugar entonces ajeno. En ese relato cada uno de los lechos correspondía a la historia de una mujer desaparecida de manera silenciosa. Había amanecido. Veía las sábanas, como recién desocupadas por los cuerpos de las otras. Me preguntaba qué habría sido de ellas, por qué me encontraba yo en ese sitio y si en aquel momento soñaba con aquel guión, hasta que de pronto comenzaron a salir cientos de ratones de todas partes. Los vi dirigirse hacia el colchón sobre el que estaba acostada, lo levantaron con la fuerza de todos sus cuerpecitos y me trasladaron a gran velocidad por ese cuarto para detenerse al pie de una escalera. Entonces apareció en la pared una puerta de arena y me deslizaron a través de ella con mucha prisa empezando por los pies. No comprendía su urgencia, sin embargo era latente la proximidad de algo o alguien que estaba por mostrarse y que era necesario huir. Mi cuerpo abandonó de esa manera aquel espacio, engullido por una especie de tumba, comido por la tierra.

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Parecía imposible abrir los ojos o gritar, pensé que nadie iba a escucharme. Al otro lado de la puerta iniciaba un mundo-tiempo del que sabía casi nada. Allá encontré a las otras. Estaban descalzas. Se tejían delicadamente la piel unas a otras y colocaban pedacitos de corteza donde les faltaba carne. Las recién llegadas pasaban muchas horas dormidas y eran alimentadas con amor y paciencia. Después me di cuenta que unas habían creado un alfabeto para empezar a nombrar todas las cosas que permanecían ocultas. Estuve entre ellas durante un periodo indefinido. Un día pude pronunciar mi nombre, recordar mi origen, construir un puente para vincular los tiempos-espacios vividos y recuperar la fuerza para volver. Sólo quiero agregar que antes del desprendimiento total de aquel sótano, una parte de mi espíritu permaneció en esa habitación un poco más. Alcanzó a ver el reacomodo de la arena hasta volverse puerta y de nuevo muro sin dejar un solo rastro de mi presencia. También fueron absorbidas las camas, las sábanas y toda huella de ese otro mundo recién atravesado. Al principio era imposible comunicarme de tanto asombro.

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un numen atraviesa el sueĂąo ojosabiertos navego en frecuencias bajas

el silencio estĂĄ habitado

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el cuerpo a veces fractura herida de boca a boca el cuerpo a veces ocarina silbato del tiempo el cuerpo a veces alebrije venado del cielo pĂĄjaro marino viuda negra el cuerpo a veces rĂ­o verde rojo transparente

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tomar por la punta eso que fue madeja terminado en aire tejerse-destejerse-tejerse-destejerse-tejerse el cuerpo el coraz贸n la lengua las palabras

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en la búsqueda infinita del fin del mundo me construyo unas alas caracol de tiempo infinita no es verdad que nací triste que nací esclava que nací condescendiente nací infinita hasta el día de mi muerte alada la noche de vez en cuando me arrastra hasta el fin del mundo Acteal el fin del mundo Tijuana el fin del mundo Juárez el fin del mundo Tamaulipas Tenosique Tapachula Guatemala el fin del mundo es el olvido el silencio no pronunciar mi nombre ni el tuyo el fin del mundo crece de la sangre seca del llanto seco de los corazones que anidan en el vientre de la tierra como flores emerge un sueño la búsqueda infinita del fin del mundo es un laberinto

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siempre concluye en el origen esa palabra que precisó de la incorporación un límite donde cupiera el infinito yo insoportablemente infinita busco en el laberinto del mundo mi origen para ponerle fin a la asignación de mi límite muero todo el tiempo todo el tiempo resucito puedes meter tu mano en mi costado tus dedos en las heridas que dejaron los clavos enterrados en los ojos de mis manos ten fe este vacío infinito abrió mis ojos para que pudiera ver lo cerca y lo junto en el espejo del fin del mundo

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Las historias de terror más escalofriantes las escuché en casa. Preferiría que hubiesen sido relatos sobre brujas y espíritus. En cambio, todas tuvieron alguna relación con la política, la religión o lo masculino. Después aprendí a leer el periódico, a prestar atención a las noticias y a escuchar los secretos de alguna gente. Este fue el origen de la in-corpo-ración del miedo, luego aprendí a gritar, a correr, a dar de palos. Un día empecé a verme: tenía otros labios húmedos en la entrepierna y eran míos. Abrían un pasaje hacia el multiverso. Ese fue el principio de la esperanza.

—Si guardo silencio muero. —Morimos. —¿Estamos juntas? (—¿Con quién habla? —¿Con quiénes?) —Algunas mujeres aprenden a escribir (a correr desnudas, a hablar con el fuego, a sanar, a escuchar el lenguaje de las olas, a observar el vuelo de ciertas aves, a cazar las sombras que corren por el desierto…). —Otras desaparecen. —Visible, invisible, visible, invisible. Madre-Padre Trece Cielo, quiero caminar serena sobre mis propias aguas.

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Lauri García Dueñas

Aquí en el borde cúspide Aquí en el borde cúspide de un bocado impuesto ahorcada de cabeza tras la sangre recién cortada dejando ir a los congelados pájaros de la mente truena al tueste la jaula sale del pecho el vapor nocturno restos cenizas la placenta de la realidad nos escupe tropas de hilos desanudándose para crear caos funambulismo: insomnio de crestas puntiagudas fuego fuego en la mente gajos de culpa para tirar a la hoguera idea de caminar descalza

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acólita del aire una oportunidad para seguir secando al sol, el futuro construcción fantasma vano báculo de temores ¿algo? algo agua ha de ser garganta sígueme lejos vámonos dolor de símbolos el desvelo sabe a voces de pasillo de hospital encendida la autopista de la mente vámonos a un manglar para ser seudópodos nubes de mosquitos algo que libere este peso péndulo del tiempo ácidos los ojos las campanas del viaje sideral el punto fino para tejer lo que existe si somos algo o tal vez sólo el cuenco que arde debo tras de mí gruesas gotas goterones de párpados en asfixia deja en paz la cicatriz de las sogas dice el ahorcado que pende de cabeza y quién entra por esa puerta por qué no nos vamos

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en un denso intento por dotar de un orden material a las cosas vĂĄmonos la meta es irse al aire sĂ­ al aire respiraciĂłn que vienes ven.

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Diana Fuentes Nadie salta por encima de su sombra No se nace mujer: se llega serlo. Con la publicación de El segundo sexo en 1949, esta frase se convirtió en el emblema de la crítica del feminismo occidental del siglo XX. Y Simone de Beauvoir se convirtió en la primera intelectual del feminismo internacional. Ella, filósofa y escritora, ya había publicado novela, ensayo literario y filosófico antes de este texto, que de forma inmediata fue objeto de enormes críticas. Memorables son las reacciones de Albert Camus y François Mauriac. Camus, gran amigo de la pareja Beauvoir-Sartre, el hombre rebelde de origen argelino —de esos a los que los nacionalistas franceses llaman despectivamente pieds-noirs o pies negros—, justo reclamó a Simone haber puesto en ridículo al hombre francés. En tanto que Mauriac, el católico, escribió a la revista Tiempos modernos: “ahora sé todo sobre la vagina de su jefa”. Las reacciones ante la osadía del texto mostraron la vena oculta de los tabúes sobre lo que estaba permitido decir y sobre todo escribir a las mujeres de sí mismas. Parte del escándalo provenía de la “impudicia” de los asuntos expuestos. Simone, a través de un enorme recorrido histórico-antropológico que contiene una fuerte dosis de experiencia personal, dedicó muchas páginas a cosas de mujeres que según sus entonces detrac-

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tores deberían haberse mantenido en la intimidad. A través del análisis de legendarios mitos sobre la menstruación, el embarazo, la menopausia, la fertilidad, o desde los estereotipos de la prostituta, la madre, la enamorada y la mística, la autora exploró la forma en la que el cuerpo “femenino” condiciona el estar en el mundo para una mujer. El texto fue acusado de liviano, y a Simone se le llamó frígida, inmoral, lesbiana, y, sobre todo, andrófoba. Como afirmó Virginia Woolf sobre una reacción semejante de un amigo suyo ante un libro de Rebeca West al que éste acusó de feminista, las críticas exponían algo más que el grito de una vanidad ultrajada; se trataba de la protesta contra alguna infracción de ese eterno poder de creer en sí mismos. Recuerdo que a mí, las palabras de Simone me tocaron muy profundo, y aunque he olvidado mucho de lo leído en su libro, se mantiene fija en mi memoria la descripción sobre el tránsito de la niña a la adolescente, que como una metamorfosis altera definitivamente la relación de ésa que ya entonces es una “ella”, con su mundo. El ejemplo me pareció implacable. Imaginen, dice Simone, que la antes niña que trepaba a los árboles tanto como cualquiera de sus comparsas de juego, de pronto, siente un dolor en el bajo vientre que no sólo la incomoda sino que por primera vez en su vida le provoca la “necesidad” de ocultar su causa: la avergüenza. Ahora, muchos años después, pienso en la

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diferencia entre imaginar o rememorar no la descripción de la autora, sino la experiencia propia, y encuentro de nuevo por qué en El segundo sexo, a pesar de las muchas cosas superadas o incluso consideradas equívocas, se siente la voz de una mujer que habla a otras mujeres a través de la escritura. ¿Es que hay una forma de escritura desde el ser mujer? Habría que atraer quizá otro ensayo de manufactura femenina que veinte años antes de Simone y sus escándalos, introdujo este escarpado tema, explicando las razones por las que era imposible hablar de las mujeres y la novela bajo criterios literarios tradicionales, según se lo habían solicitado a la autora, sin reflexionar previamente sobre algo que podía parecer de poca importancia: “para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio”. Miles y miles de veces citado, el ensayo Un cuarto propio de Virginia Woolf goza de un enorme prestigio y aceptación, que no dejan de ser sospechosos al contrastar la sutil agudeza de su reflexión con las prácticas que siguen encontrando suelo fértil en el mundo actual. En Un cuarto propio, Virginia lograba exponer la frivolidad con la que el tema de lo “femenino” había sido tratado por la “literatura”. Cuántos libros, nos dice, han escrutado y estudiado a la mujer: aplicados médicos

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y biólogos, innumerables clérigos, sesudos filósofos, ágiles novelistas, ensayistas agradables, jóvenes doctorandos en letras. ¡Uf! El asunto, según su investigación, mostraba el gran interés de los hombres por escribir libros sobre mujeres o, mejor dicho, sobre La mujer. Y, claro, con su esencialismo a cuestas, a final de cuentas las mujeres servían como espejos de la virtud mágica y deliciosa de reflejar la imagen del hombre, dos veces agrandada. En contraste, no había libros de mujeres sobre hombres –un saludo a ese hecho, dice con alivio Virginia–. Entonces, ¿la escritura de las mujeres qué?, ¿dónde?, ¿cómo? Anónima, tantas veces anónima: la escritura de las mujeres se camufló durante siglos, ilumina Virginia. Incluso las enormes plumas de Charlotte, de Mary Anne, de Amandine Aurore, cargadas de esa “perenne” castidad religiosa con las que se ha contenido la “naturaleza” femenina en la bien avanzada historia de la modernidad occidental, tuvieron que volverse andróginas en la vida pública o en la vida que sí publica, y se llamaron Currer Bell, George Eliot y Georg Sand. Andróginas de nombre, sin embargo, no lo fueron de escritura. Claro que ante este ejemplo se podría oponer la arraigada y no falsa sentencia sobre la revolución femenina del siglo XX; sobre los muchos espacios ganados, sobre el amplio reconocimiento de las mujeres en casi todos los campos de la vida social, sobre la actual injerencia de éstas en la

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vida pública. Estamos en todo y hacemos de todo, claman las más optimistas. Es cosa de voluntad, de pericia, de virtud. Y, como efecto, se interioriza un juicio que considera que la crítica feminista ha perdido sentido ante las prácticas sociales contemporáneas. El miedo a la radicalidad —sintomático de nuestro tiempo— se manifiesta en este caso como un rechazo abierto a la historia del feminismo, tan evocado y al tiempo tan desconocido. Yo critico la opresión de la mujer, pero no soy feminista. Se oye por ahí. Yo escribo, pero mi escritura no refleja en nada mi condición de mujer; adelanta alguna otra por allá. O, a mí no me pidan que hable de la mujer y mi oficio porque de ese modo ya se está condicionando la efectividad de mi trabajo, sentencia otra que se admira de su propia elocuencia. Al parecer presenciamos un renovado individualismo autorreferencial. Yo soy lo que yo he decidido ser: ni más ni menos; dicta la voz de las winners contra las losers que quedan en el camino. Soy una mujer tan liberada que no necesito ni pensar en que lo soy. Ahora ve, ella, dos veces agrandada su propia imagen. Pero, ¿y quién es el espejo? Nadie salta por encima de su sombra Es extraño que en tiempo actual, en el que todo se prefija con un pos que queda muy chic, y que además tiene la cualidad de evitar la obligación de dar cuenta de nada, las

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prácticas cotidianas de la vida cultural estén cargadas de un sentido del pasado que tiene más de positivista decimonónico que de post o alter moderno. Mientras que la carrera por la escritura, no, más bien, por publicar, demanda más que talento, devoción u oficio, muchas escritoras caminan sobre la historia que comparten con su tiempo, aunque no se den cuenta de ello o aunque crean que en sus cuerpos se congregan todos triunfos del progreso. Si nos estamos dispuestas a aceptar que la escritura se practica sólo por inspiración, si juzgamos como anacrónica cualquier perspectiva estética que presuponga que la creación es el efecto de una cualidad inasible de un sujeto extraordinario, o si nos oponemos a la re-auratización del arte al viejo estilo burgués, entonces, difícilmente podríamos admitir que la escritura se ejerce o se practica fuera del ser específico que somos cada una de nosotras. Y si a ello sumáramos que no nacemos mujeres, sino que nos convertimos —o no— en tales en un complejo juego social, en el que las redes de las prefiguraciones de ese lugar que supuestamente debemos ocupar nos interpelan permanentemente; entonces sería interesante que tuviéramos en cuenta que no sólo se nos demandó en la infancia que jugáramos con muñecas o que cerráramos las piernas cuando usábamos falda, que aprendiéramos las artes que nos convertirían en una mujer socialmente aceptable, o que después se nos demandara que

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valoráramos nuestra virginidad, que asumiéramos una actitud pasiva frente a nuestra sexualidad o que decidiéramos postergar la maternidad para lograr una vida profesional exitosa —más todos los extras que se suman a cada historia personal—, sino que todas estas demandas se reconfiguran y actualizan constantemente de las formas sofisticadas a lo largo de nuestra vida. Si atendemos al condicionamiento que provoca el que alguien diga ¡Ey, tú, mujer!, y nosotras, por aceptación o incluso por rechazo o por tantas otras opciones, nos consideremos interpeladas, entonces, resulta más complicado sostener que ser mujer no interfiere en nuestra escritura. Nuestra sombra se revela y el paso victorioso de las más optimistas se torna ingenuo.

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Charlynne Curiel Nosotras las putas Las versiones sobre la procedencia y etimología de la palabra Puta son tantas como sus actuales acepciones. Hay quienes aseguran que el término viene del latín “putta” que designaba chica, muchacha (y que en poco tiempo nominó a las “mujeres de la calle”, o a las “mujeres públicas”). Y otros, más conservadores, señalan que Puta viene de “putida” (podrida) y que alude a “mujeres podridas”, es decir sucias y gustosas de la “mala vida” (cualquier cosa que eso signifique). Otros argumentan que en la mitología romana Puta era una diosa menor de la agricultura a la que se adoraba en un bacanal en el cual las sacerdotisas se prostituían para celebrar la poda de árboles. De ahí que la procedencia del verbo “Putare” venga de la acción de podar o desmochar. Sin embargo otras versiones refieren a que esta acción significa “pensar”, por lo que a las mujeres sabias pero esclavas los romanos les decían Putas. Esto coincide con otra difundida versión que indica que Puta, Puto, Putare y derivados provienen del griego “budza”, que significaba —hasta el siglo VI ANE— sabiduría. No obstante ninguna de las versiones está históricamente comprobada, no sorprende que una palabra que en un tiempo nombraba una cualidad y virtud femeninas se

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hubiera transformado con el paso de los siglos en una voz peyorativa y ofensiva a la libertad de pensar y expresión femeninas que podría haberse manifestado —o no— en el libre ejercicio de la sexualidad. Después de ser sinónimo de todo tipo de expresiones machistas, misóginas y sexistas, encuentro que desde hace poco más de dos años Puta está ocupando un lugar en el espacio discursivo tanto de las manifestaciones callejeras como de las redes sociales. Ubico la coyuntura en un evento sucedido en Canadá en enero de 2011 cuando Constable Michael Sanguinetti, un oficial de policía, dando una charla sobre prevención del crimen en la Universidad de York, expresó: “Me dijeron que no debería decir esto, sin embargo, las mujeres deberían de evitar vestirse como putas para no ser víctimas”. Como cualquier mujer sensible a este tipo de excusas, un par de feministas canadienses reaccionaron molestas y decidieron realizar un análisis de la palabra “Puta” para entender sus implicaciones peyorativas, ofensivas y de dominación. Se dieron cuenta de que la carga histórica, emocional, sicológica y moral era tan fuerte que en las mujeres únicamente generaba sentimientos negativos. Quienes eran acusadas de ser “Putas” se sentían inferiores, cargaban con culpas y eran, por supuesto, más fácilmente subordinadas por el poder masculino.

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Decidieron entonces utilizar la palabra Slut (puta en inglés) para convocar a una marcha de mujeres en Ontario que expresara que tener el control de nuestras vidas sexuales no significa estar abiertas a la violencia, independientemente de que participemos del sexo por placer o por trabajo. A partir de la primera SlutWalk (Marcha de las Putas) —ocurrida en abril de 2011— los eventos se replicaron en varias partes del mundo. Algunas feministas y académicas afroamericanas o de países como India —en donde se ha desarrollado un feminismo muy particular devenido de un sistema de castas—, consideran que la convocatoria de marchar por reivindicar la palabra “Puta” y sus significados no es una prioridad del movimiento de mujeres partiendo de sus propias situaciones de racismo y subordinaciones social y económica. Consideran incluso que la reivindicación del término promueve la dominación de la mujer y su imagen como objeto sexual. Empero, ha sorprendido que la convocatoria ha llegado a mujeres de todos los estratos y ámbitos sociales en distintos países del mundo que sin contar con un código para vestirse, generalmente aparecen con ropa provocadora, escotada y muy corta para retar la idiosincrasia machista y enfatizar el derecho a la libre expresión a través de la ropa, la moda, el look y la apariencia. Reclaman ser vistas con respeto a partir de los mismos códigos que han generado

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todo tipo de manifestaciones irrespetuosas. En esta denunciada realidad la desigualdad empieza hasta en los sentidos que se generan alrededor de las palabras. “Slut” es un término sumamente ofensivo, usado para describir a una mujer cuya sexualidad es voraz, indiscriminada y “vergonzosa” según el imaginario del deber ser femenino. Su analogía “Stud” (semental) describe, por el contrario, a un hombre altamente sexual, es un término que expresa aprobación e incluso envidia. Yo jamás, por ejemplo, he escuchado que a un hombre se le juzgue o evalúe por “Puto”, aludiendo a sus experiencias y libertades sexuales. En países con fuertes ideologías patriarcales, estas expresiones ofensivas son la base de un discurso hegemónico que sostiene a todo un régimen de poder que reproduce la dominación y la subordinación de las mujeres. En países como México la palabra es parte del habla popular. Además de que todos los días se enuncia y escucha, se “performea”. Puta generalmente define tanto a una prostituta como a quien entra en una red de trata de personas y se ve esclavizada al comercio sexual. Pero “Puta” con más frecuencia también es —o somos— quienes tenemos experiencias sexuales varias, no llegamos vírgenes al matrimonio, tenemos los senos grandes o las nalgas levantadas, las que practicamos el sexo oral y anal, las que empezamos

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a tener relaciones sexuales muy jóvenes, las que vestimos minifalda y bailamos ebrias en un bar, las que hablamos y escribimos sobre sexo, las que “le ponemos el cuerno” al marido, las que disfrutamos chupándosela a un hombre, las que nos acostamos con el vecino, las que viajamos solas, las que nos fajábamos con nuestros amigos, “las facilonas”, las que vamos solas a echar un trago, las amantes de alguien, las lesbianas, las que cogemos no importa con quien ni donde, las que coqueteamos por diversión, “las otras”, las que usamos lencería, las que tenemos sexo por teléfono, las que abortamos, las infieles, las que traemos condones en la bolsa, las que participamos en tríos, las que somos madres solteras, las que tenemos juguetes sexuales y nos gustan los juegos sexuales, las que vemos pornografía, las asistentes que nos encerramos con el jefe en la oficina, las que pagamos por sexo, las que corremos por la mañana a la farmacia por la píldora del día siguiente, las que andamos “bien calientes”, las divorciadas, las bisexuales, las que fuimos violadas por el primo, las que andamos con casados, las que nos masturbamos, las que sabemos cómo llegar al orgasmo y queremos más de uno, las que pedimos más, las que tomamos la iniciativa cuando nos sentimos atraídas por un hombre y nos lo llevamos a nuestra cama aunque únicamente sepamos su nombre, o a veces ni eso. Mucho de esto y más lo practican y socializan los

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hombres sin cargar con un estigma o un juicio negativo de su proceder. Sus habilidades, capacidades, conocimientos y capitales se evalúan y separan de sus prácticas, vicios y hábitos sexuales. No así a nosotras, quienes podríamos o no ser mujeres estudiadas, viajadas, capacitadas y con posibilidades de todo tipo pero que siempre el juicio o evaluación de nuestra persona pasará por el tamiz de nuestro comportamiento sexual, por el número de hombres, camas, “acostones”, cogidas que llevamos en nuestro haber. Situaciones que experimentamos y vivimos frecuentemente muchas mujeres de diversos orígenes étnicos, clases sociales y edades, porque del estigma no nos salvamos ni las profesionistas, ni las obreras, ni las académicas, ni las casadas, ni las viudas, ni las negras, ni las blancas, ni las indias, ni ninguna. Esta política de la desigualdad en el trato y en el juicio la padecemos mujeres que decidimos ejercer nuestra sexualidad con libertad y gozo. Putas somos quienes tomamos decisiones de manera autónoma y también quienes somos obligadas a vivir experiencias involuntarias. Putas somos las mujeres independientes que deseamos tener una sexualidad libre y no ser juzgadas por eso. Así por nuestra conducta y a través de ésta se justifican las acciones que contra nosotras se ejercen y que van de la violencia física y expresa (golpes, maltratos, manoseadas, violación, acoso, chifletas, expresiones obscenas) a violen-

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cia simbólica (el irrespeto a nuestras decisiones, la subvaloración de nuestros deseos e intereses, el trato desigual por considerarnos incapaces o inferiores, que se nos interrumpa o ignore cuando hablamos, pedimos o exigimos algo, definirnos “locas” o “histéricas”, etc.). Porque en estas “lógicas” lo que las mujeres hacemos (y aparentamos) es más importante que lo que pensamos, sabemos, conocemos, interpretamos o analizamos. Porque todo eso junto es peligroso para el sistema patriarcal pues cuestiona el régimen de dominación masculina. Es por eso que lo que en la antigüedad para los griegos era sabiduría femenina ahora es putería. Por esto las decisiones que hemos tomado para enfrentar y posicionarnos en el mundo con libertad e inteligencia han promovido un ambiente esquizofrénico para nosotras. En las últimas décadas han sucedido dos procesos que se contraponen: por un lado, con desigualdad y obstáculos —y gracias a los movimientos de mujeres feministas y al surgimiento de las teorías de género— hemos escrito “herstories” que documentan nuestra presencia e importancia en los ámbitos socio-cultural, económico y político. Participamos de un proceso histórico que testifica nuestras posibilidades —cada vez mayores— para educarnos, trabajar, migrar y viajar. Por otro lado, las consecuencias de estos logros han envilecido instituciones, poderes y regímenes

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machistas que abundan en propuestas, iniciativas, acciones y discursos que apuntan a privarnos de derechos básicos como el de decidir sobre nuestro propio cuerpo y al de vivir en un ambiente seguro y libre de violencia. Una que en los últimos lustros se ha caracterizado por trascender los límites de lo conocido llegando a grados de inhumanidad reflejados en cuerpos violados, ultrajados, mutilados, desaparecidos y muertos por muchedumbres de “aguerridos machos”; o en cuerpos convertidos en artículos de consumo a través de la trata de mujeres y los circuitos de prostitución y pedofilia; o en cuerpos acomplejados y humillados por no verse o parecerse a las imágenes de la mujer “perfecta” que las industrias de la moda, la cosmética, del “fitness” y las dietas han creado para incorporarnos como consumidoras de estos productos y para venderle a los hombres autos, alcoholes, relojes, perfumes y paraísos sexuales. En este escandaloso escenario lo que subyace es el machismo estructural y el capitalismo patriarcal que creen el cuerpo femenino de su propiedad. Están las ideas de que las mujeres no tenemos el mismo derecho de ejercer una sexualidad libre y abierta porque estamos a merced de un pene que decide por nosotras cuando tenemos que abrir las piernas aunque no queramos. Y, paradójicamente, cuando queremos somos “putas”. Están las imágenes que indican como una mujer “deber ser” y como debe verse para “sen-

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tirse” capaz de participar en un mundo cuya tendencia es homogeneizarnos, esconder el paso del tiempo y hacernos desear tener los “atributos físicos” que los hombres desean para que las mujeres aspiremos a participar de su mundo cubiertas sólo de un bikini que muestra senos y nalgas de silicón y una cara plastificada por el botox y las cirugías plásticas. Desde los diversos feminismos y luchas por la igualdad están surgiendo cada vez más voces que reivindican que nuestra persona como mujeres no puede ser evaluada por nuestro peso, tamaño de labios y número de arrugas. Que para erradicar la violencia de todo tipo contra nosotras es importante que nuestros cuerpos —tal y como son— prácticas sexuales y las maneras en que nos relacionamos con el sexo (opuesto, el mismo, ambos) y la sexualidad sean respetadas. Que éstas no deriven en estigmas que se expresan en discursos y prácticas violentas y degradantes. Para que estas voces suenen fuerte desde hace tiempo se evoca y enuncia “Puta”. Tanto en consignas de marchas como en ensayos (La puta con ética), investigaciones (Nosotras, las putas, Slut! growing up female with bad reputation), videos en la red (Yes, I am a Slut!) y novelas, (De chica quería ser puta, Diario de una Ninfómana) la palabra empieza a penetrar el discurso público con otras significaciones que apuntan a construir un nuevo y complicado posicionamiento ante el mundo.

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Según han propuesto algunos autores postestructuralistas, los regímenes de poder promueven el surgimiento de nuevas/otras/diferentes subjetividades. Así las sujetas (y sujetos) nos construimos a partir de, o subyugados a, discursos histórico-culturales en los que operamos. Uno fuertemente arraigado ha sido que las buenas mujeres no tenemos deseo sexual, que lo nuestro es ánimo reproductivo y que con un solo hombre tenemos para satisfacer las paupérrimas necesidades sexuales que pudiéramos sentir. La historia, la ciencia seria y la actualidad muestran que esto ha formado parte de un imaginario efectivo para reprimir nuestro instinto y naturaleza. Reconociendo lo que estos discursos y prácticas han hecho contra nosotras y lo que nosotras mismas nos hemos hecho, estamos subvirtiendo el proceso. Así esta nueva subjetividad de Puta — como mujer que se ama y respeta y que decide con libertad y conciencia— sería un producto de estos regímenes y no una condición dada. Dicho posicionamiento subjetivo tendría entonces que apuntar hacia el cuestionamiento de esa subyugación y la reivindicación de la libertad y la inteligencia que se manifiestan en el ejercicio pleno y gozoso de nuestra sexualidad. Entender esta subjetividad como una conciencia específica cultural e histórica que nos posiciona frente al mundo reivindicando nuestro derecho al placer y a gozar nuestros

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cuerpos. Si este posicionamiento se construye de un ensamble de modos de percepción, afectos, pensamiento, deseos, miedos pasiones y emociones que nos animan como sujetas y de los sentidos que le damos a nuestras experiencias, la reivindicación de Puta empieza a referir a algo más que una mujer que disfruta de su cuerpo y el de otros u otras. Esta (re)significación de la palabra Puta está implicando una serie de demandas, propias del movimiento feminista y de mujeres, en torno al acceso a la justicia y a servicios integrales de salud para quienes son víctimas de violencia sexual. También a través de esta reivindicación se está promoviendo la denuncia y las sanciones contra servidores públicos que ejerzan la violencia de género, ya sea ésta física o verbal, porque esta discriminación empieza desde el Estado y las instituciones que juzgan y minimizan a las mujeres cuando éstas acusan violencia de cualquier tipo. Lleva, además, implícita la discusión sobre cómo se conciben los cuerpos femenino y masculino, qué se hace con ellos, qué significan, en qué se convierten y qué funciones tienen en el mantenimiento de un sistema capitalista, sexista y patriarcal. Se relaciona a las discusiones sobre su control dentro de los regímenes de poder, sus discursos y sus expresiones cotidianas para establecer un sistema de valores que ha dejado a las mujeres en desventaja y subordi-

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nadas a la voluntad masculina, limitándonos la libertad de ser y expresarnos como queremos y coartándonos el ejercicio pleno de nuestra sexualidad. Creo que la palabra está expresando un entramado de significados y procesos sociales. Más allá de quienes señalan que se está romantizando un término, lo que me parece es que hay una idea entre quienes reivindican la voz en marchas, campañas, grafitis y textos de que la palabra se tiene que (re)significar porque su contenido nos debería empoderar. Se trata de entender que el sexo y el amor sexual son fuerzas del bien, actividades que fortalecen vínculos esenciales, renuevan vidas, abren la conciencia espiritual y que por esto existen tantas maneras de ser sexual como las hay de relacionarse con el amor, de expresar el género, de formar familias, de conocer, saber y estar en el mundo. Y que quizá siendo Puta es una más de éstas.

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Elisa Corona Aguilar De máscaras, narices y mentirosos En una conferencia donde se le pidió que hablara sobre cómo se convirtió en escritora, Margaret Atwood da dos versiones, no sin antes advertir que, como bien dijo Platón, los poetas son unos mentirosos, así que poco hay de cierto en sus palabras. Sin embargo, en sus dos versiones es fácil descubrir algo de verdad. Primera versión: “Yo era una rubia de nariz respingada. Mi nombre era Betty. Mi color favorito era el rosa. Entonces, me convertí en poeta. Mi cabello se oscureció y se encrespó, mi nariz se volvió grande y chueca. Mi nombre desapareció y fue reemplazado por uno digno de ser tomado en serio por los literatos. Toda mi ropa cambió de color súbitamente, de rosa a negro. Los hombres que me seguían, salieron corriendo de súbito. Otros llegaron. Todos tenían barba”. Segunda versión: “Yo iba un día cruzando el parque de camino a casa, cuando las nubes en el cielo se abrieron, salió una enorme mano y con un dedo señaló a mi cabeza. Entonces, ahí dentro, apareció un poema”. Ambas versiones de Atwood me parecen perfectamente verídicas y aplican para los escritores en cualquiera de sus ramas. El primer texto que uno escribe en la vida es un regalo salido de no sé dónde. En mi caso, la versión de

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la mano que sale de las nubes no es tan precisa: las ardillas de Ciudad Universitaria fueron la mano divina que me volvió escritora, pues yo pasaba las horas en el cubículo de mi madre, que me dejaba ahí con unas cuantas hojas de papel y lápices de colores para entretenerme mientras ella daba clases en Ciencias Políticas. La otra versión de Atwood es igualmente cierta: uno no se da cuenta al principio de lo compulsivo que se vuelve el negro en la ropa, de los cabellos desaliñados, ni de cómo la afirmación de Oscar Wilde es en verdad certera: “cuando uno piensa, se vuelve de pronto todo nariz, o todo frente o algo horrendo”. Y dentro de ningún género se espera que uno piense más que dentro del género del ensayo. Es el lugar propicio para el pensamiento en su estado más sincero, pero la sinceridad y el pensamiento no son para nada populares en nuestro mundo moderno, ni siquiera en el mundo de los literatos. “Confrontados con el terrible espectro de sí mismos” dice Virginia Woolf, refiriéndose a quienes intentan escribir ensayo, “los más valientes se sienten tentados a huir y cerrar los ojos”. Pocos son los que llegan a sincerarse y no ocultan sus verdaderos pensamientos detrás de retruécanos y palabras vanas. Si se parte siempre de la idea de que el escritor es un mentiroso, paradójicamente es difícil para el lector lidiar con un escritor que no sostenga esta expectativa, que no represente un reto a desenmascarar. En

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el fondo, todos queremos ser engañados, dicen los magos de feria, pero el ensayista no pretende engañar a nadie ni jugar el juego de las máscaras: ése es su reto, y esto al parecer lo vuelve menos interesante, menos glamoroso. En un viaje para presentar mi primer libro de ensayos corroboré lo mucho que carece de glamour el género y cómo si a Pinocho le crecía la nariz al decir mentiras, a los ensayistas les crece la nariz cada vez que piensan y muestran que piensan, y no se esfuerzan por ocultarlo. Mi compañero de viaje era un poeta, había ganado un premio en el mismo año que yo. Justo cuando comenzaba a tomármelo en serio, me preguntó discretamente y sin que nadie más escuchara si no había tenido problema para “llenar tantas cuartillas”, refiriéndose a las cincuenta cuartillas como mínimo necesario para enviar su libro a concurso. De inmediato se esfumó para mí la imagen del poeta como el experto en precisión y economía de las palabras. La presentación de nuestros libros se llevó a cabo y por supuesto, el poeta y su presentador tuvieron mayor oportunidad de dramatizar y hablar a grandes voces. Mi presentadora y yo nos atuvimos estrictamente a nuestros textos, los cuales pasaron sin pena ni gloria. Una vez terminada la presentación y ya en busca de un lugar para emborracharse (como deben hacer los escritores), el presentador del poeta comenzó a asediarme preguntándome por qué diablos escribo ensayo,

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si siendo músico debería sentirme más cerca de la poesía (imaginé de inmediato que era la clase de persona que recita canciones de Jim Morrison). Después continuó ensalzando los grandes misterios de la personalidad artística, con una descripción de un poeta joven que se mantiene siempre callado, serio, impasible, sosteniendo un bastón como parte infalible de su atuendo, y mira a uno y otro lado sin revelar sus seguramente profundos pensamientos. Yo no soy poeta, así que si me quedo callada, no estoy teniendo epifanías ni reflexiones, sólo estoy siendo una aguafiestas por no entusiasmarme con el espectáculo de la explotación y el machismo que a los poetas les parece tan epifánico en el table dance que han elegido para continuar la juerga. Pero mejor quedarme callada pues si comienzo a hablar, seré calificada de ser “demasiado racional“, así son los ensayistas; además de todo, soy mujer, y la razón sigue afeando a las mujeres mucho más que a los hombres, como si nuestra nariz creciera el doble en castigo por alejarnos de la sensibilidad propia de nuestro sexo. Muy pronto descubrí que el poeta, más que beber hasta el colapso y bailar con las chicas del table dance, quería irse después de la segunda cerveza pues como ya me lo había dicho en el hotel, tiene una hija recién nacida y una esposa mandona que en casa no lo dejan dormir, y sus únicas oportunidades de sueño son esas salidas a presentar su libro. Pero cómo podría decepcionar a su público, tiene

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que mantenerse en pie al menos un rato más para que se diga que es todo un poeta. Muchos viajes y encuentros como aquel me hicieron pensar en el privilegio del género menos glamoroso de la literatura. Cuando te refugias en el ensayo, no tienes que preocuparte en absoluto de las máscaras, ni frente a tus colegas ni frente a la hoja en blanco. La nariz crece al tiempo que crecen tus pensamientos y esto es inevitable, todos pueden corroborarlo y no dejarán de observarte como un bicho raro. Pero al menos así no habrá nada que ocultar y uno puede trabajar en paz, a solas con la literatura. Esto me lleva nuevamente al texto de Atwood, donde afirma que en esa etapa idílica cuando uno comienza a escribir no tienes idea de nada, más que de la escritura misma; no sabes qué arquetipos o roles debes seguir para formar parte de un grupo literario o de un género específico. En el principio sólo es la literatura, “y no hay nadie ahí para decirte las muchas, muchas razones por las que ésta no puede ser escrita por ti”. Nadie te dice, tampoco, que debes decidirte exclusivamente por un género, ni que serás llamado ensayista, novelista, poeta, de acuerdo al libro o texto tuyo que se publique primero. Dice Atwood también que cuando escribes ficción todos creen que estás hablando de tu vida, cuando escribes autobiografía, todos creen que mientes con todos los dien-

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tes. Pienso entonces que cuando escribes ensayo no eres sospechoso de nada, más que de pensar demasiado. Y no hay nada más sospechoso que el pensamiento en nuestros días, ni nada más difícil que rondar sin máscaras por el mundo cotidiano, sobre todo, cuando la transformación de la que hablaba Oscar Wilde ha sucedido y uno no puede ocultar más sus obsesiones, sus horrorosos pensamientos o su gran nariz.

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Maira Colín Las mujeres no pueden escribir novela negra Aún en pleno siglo XXI, la novela negra sigue siendo parte del estereotipo que la considera “un género de segunda” o un “subgénero”. Ricardo Garibay llegó a decir que la novela policiaca es una adivinanza para imbéciles que tiene más de 200 páginas. Ahora bien, si a lo mencionado por Garibay, le agregamos la siguiente afirmación, tenemos un coctel molotov. En su manual Cómo escribir relatos policiacos, C. K. Chesterton decía que una novela negra solo podía ser escrita por un hombre, a pesar de que ese manual vio la luz en 1934, época en la que ya despuntaba una joven Agatha Christie con Muerte en la vicaría y Asesinato en el Orient Express. Así las cosas, si juntamos estos dos prejuicios, las mujeres que escriben literatura negra o policiaca están en el peor de los mundos: con la imposibilidad de escribir una buena novela que implique asesinatos, intriga, sangre por la falta de testosterona, y con el estigma de que el género policiaco es, a todas luces, literatura de segunda categoría. Aquí me gustaría rescatar una de esas peleas bizantinas que sirven para ilustrar lo estúpido que hay en las palabras que cité tanto de Garibay como de Chesterton. En 2008, los escritores escoceses Ian Rankin y Val McDermid,

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autora de Un territorio oscuro, sostuvieron una notable disputa después de que Rankin manifestara que todas las escritoras de novela negra eran lesbianas. Es decir, ya si te vas a dedicar a un subgénero, de menos, hazle el favor al canon de cambiar tus preferencias sexuales. Nos han dicho durante siglos que las mujeres somos las sensibles, las que educamos hijos, las que cocinamos, planchamos y lavamos. Si a esa fórmula le agregamos un juicio de valor moral, lo único que conseguiremos es el reconocimiento de la mujer como puta. Y ya ahí se resumen y encasillan las posibilidades de lo femenino. En las primeras novelas policiacas, por supuesto, escritas por hombres, la mujer inició en un papel muy inferior: siempre víctima. Después empezaron a colocar a la femme fatal con toque de viuda negra: esa que tenía que ser descubierta por haber matado a un montón de hombres a punta de arsénico y venenos desconocidos. Sin embargo, las mujeres somos capaces de matar a sangre fría; de asesinar niños inocentes; de tender redes de corrupción y aprovecharnos hasta el último momento de las debilidades en el ser humano. Somos capaces de protagonizar actos violentos y terribles y, también, somos capaces de imaginarlos. La literatura no debe ser una cuestión de sexos. No es que ahora las mujeres que escriben literatura policiaca van

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a colocar como protagonistas a puras mujeres. Simplemente se trata de explorar el género y calificar de bueno lo que lo es, sin considerar variables espurias como lo es el sexo. Como decía Peter May, “La novela negra es una exploración del alma humana”. Por otro lado, en el caso de México, está la tentación de afirmar que, a partir del contexto de violencia que vivimos en nuestro país es que, repentinamente, han aparecido un cúmulo de escritoras que irrumpen en el género de la novela policiaca. Nada más equivocado. Y es que cuando uno escribe la historia de la literatura con el mismo tamiz con el que la SEP suele crear a nuestros héroes patrios, uno se queda con pedazos un poco incompletos de lo que realmente sucedió. Se dice que la literatura policiaca mexicana inició con Complot Mongol, es decir, hay una discusión pero casi todo mundo coincide en que la obra de Rafael Bernal, publicada en 1969, inaugura las historias plagadas de detectives, asesinatos y acertijos. Pues no. La primera gran novela policiaca se publicó en 1953, lleva por título Diferentes razones tiene la muerte, y fue escrita por María Elvira Bermúdez, a quien —cariñosamente— sus amigos llamaban “la Agatha Christie mexicana”*. * Hay algunos estudiosos del género en México que dicen que la primera gran novela negra fue Ensayo de un crimen de Rodolfo Usigli, obra que se publicó en 1944.

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¿Que por qué María Elvira aparece solo en conteos de “lados B” de la literatura policiaca mexicana?, no lo sé, pero espero que ahora, en pleno siglo XXI, se le reconozca como lo que fue: una de las mejores escritoras de novela negra. María Elvira fue pionera en varios frentes: en sus historias aparece la detective María Elena, que —al parecer— es la primera detective mujer que se registra en la novela policiaca mexicana. Fue la primera abogada litigante en este país. Cuenta Ignacio Trejo Fuentes que sus colegas le recriminaban: “¿Qué haces aquí, en este mierdero de hombres?”. Por supuesto, fue de las que luchó porque las mujeres mexicanas tuvieran derecho a votar en elecciones. Y fue la primera, y posiblemente, la única, que recibió con los brazos abiertos —en las tertulias que organizaba en su casa— la versión Tom Riddle de Cristopher Domínguez, no al Lord Voldemort que conocemos hoy. ¿La violencia que experimentamos en México ha aumentado la posibilidad de que florezca la novela policiaca? Quizá. Pero serán hombres y mujeres quienes atestigüen en sus letras ese fenómeno. Lo plasmarán con la rudeza, la intriga y la sangre que crean necesarias. De lo que sí estoy segura es de que no veremos novelas policiacas soft escritas por mujeres. María Elvira Bermúdez lo sabía desde hace más de 60 años.

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Sandra Casale Josei (a woman under construction) Dirección e interpretación: Sandra Casale. Sonido: Víctor Navarro. Fotografías: Frida Herrera Velázquez y Ana Isabel Velasco.

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Amaranta Caballero Prado Mujer que escribe (“Frágil NO TOCAR”) Breve muestra de moridero a través de fichas biográficas

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#1 Nombre: Delmira Agustini. Ocupación: Poeta y activista feminista. Nacionalidad: Uruguaya. Fecha de muerte: 6 de julio, 1914. Edad: 27 años. Lugar de muerte: Montevideo. Palabras: “Yo muero extrañamente…No me mata la Vida, no me mata la Muerte, no me mata el Amor; muero de un pensamiento mudo como una herida…”. Causa de muerte: Asesinada por su ex-esposo.

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#2 Nombre: Antonieta Rivas Mercado. Ocupación: Escritora y promotora cultural. Mecenas importante en el ámbito cultural de inicios del siglo XX. Precursora del feminismo mexicano. Nacionalidad: Mexicana. Fecha de muerte: 11 de febrero, 1931. Edad: 31 años. Lugar de muerte: París. Últimas palabras: “He decidido acabar…estoy segura de que él no volverá a sentirse ligado con nadie tan íntimamente como lo ha estado conmigo. Sé que no renegará de mi, ni siquiera con motivo de mi suicidio…. Entonces se enternecerá y no podrá olvidarme jamás: me llevará incrustada en su corazón hasta la hora de su muerte. Terminaré mirando a Jesús; frente a su imagen, crucificado… Ya tengo apartado el sitio, en una banca que mira al altar del crucificado, en Notre Dame. Me sentaré para tener la fuerza para disparar. Pero antes será preciso que disimule. Voy a bañarme porque ya empieza a clarear”. Causa de muerte: Suicidio con el revólver de José Vasconcelos. Luego de haber sido enterrada en México, a los pocos años sus restos fueron arrojados a la fosa común.

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#3 Nombre: Marina Tsvietáieva. Ocupación: Poeta. Nacionalidad: Rusa. Fecha de muerte: 31 de agosto, 1941. Edad: 48 años. Lugar de muerte: Elabuga. Última palabra: “Mordovia”. (Única palabra escrita en el cuadernito encontrado en su abrigo. Mordovia refiere a la ciudad a donde enviaron a su hija a realizar trabajos forzados.) Causa de muerte: Suicidio, por ahorcamiento.

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#4 Nombre: Virginia Woolf. Ocupación: Escritora. Nacionalidad: Inglesa. Fecha de muerte: 28 de marzo, 1941. Edad: 59 años. Lugar de muerte: Río Ouse, Susex, Inglaterra. Últimas palabras: “I feel certain now that. I’m going mad again. I feel we can’t go through another of those terrible times. And I shan’t… I begin to hear voices”. Causa de muerte: Suicidio, por ahogamiento.

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#5 Nombre: Concha Urquiza. Ocupación: Poeta. Nacionalidad: Mexicana. Fecha de muerte: 20 de junio, 1945. Edad: 35 años. Lugar de muerte: Ensenada, Baja California Norte. Últimas palabras: “Y…el reino de dios, vino a su boca”. Causa de muerte: Suicidio, por ahogamiento.

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#6 Nombre: Sylvia Plath. Ocupación: Poeta. Nacionalidad: Estadounidense. Fecha de muerte: 11 de febrero de 1963. Edad: 30 años. Lugar de muerte: Londres. Últimas palabras: “There should be a ritual for being born twice, patched, repaired and with the okay to return to the road”. Causa de muerte: Suicidio, con gas butano.

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#7 Nombre: Violeta Parra. Ocupación: Cantautora, compositora, artista. Nacionalidad: Chilena. Fecha de muerte: 5 de febrero 1967. Edad: 49 años. Lugar de muerte: Santiago de Chile. Palabras en entrevista: “Me falta algo no sé qué es. Lo busco y no lo encuentro. Seguramente no lo hallaré jamás”. Causa de muerte: Suicidio, con revólver.

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#8 Nombre: Alejandra Pizarnik. Ocupación: Poeta. Nacionalidad: Argentina. Fecha de muerte: 25 de septiembre, 1972. Edad: 36 años. Lugar de muerte: Buenos Aires, Argentina. Últimas palabras: “No quiero ir nada más que hasta el fondo”. Causa de muerte: Suicidio, por intoxicación con 50 pastillas de seconal sódico.

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#9 Nombre: Eunice Odio. Ocupación: Poeta. Nacionalidad: Costarricense, guatemalteca y mexicana. Fecha de muerte: 23 de marzo, 1974. Edad: 54 años. Lugar de muerte: Ciudad de México. Palabras: “… Cómo voy a ser ya, niña en tumulto, Forma mudable y pura, o simplemente, niña a la ligera, divergente en colores y apta para el adiós a toda hora”. Causa de muerte: “Incierta”. Fue encontrada en la tina de su departamento nueve días después del deceso.

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#10 Nombre: Anne Sexton. Ocupación: Poeta. Nacionalidad: Estadounidense. Fecha de muerte: 4 de octubre, 1974. Edad: 46 años. Lugar de muerte: Boston. Palabras: “Balanced there, suicides sometimes meet,/ raging at the fruit, a pumped-up moon,/ leaving the bread they mistook for a kiss,/ leaving the page of the book carelessly open,/ something unsaid, the phone off the hoke/ and the love, whatever it was, an infection”. Causa de muerte: Suicidio con monóxido de carbono.

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#11 Nombre: Rosario Castellanos Figueroa. Ocupación: Escritora, ensayista, diplomática. Símbolo del feminismo latinoamericano. Nacionalidad: Mexicana. Fecha de muerte: 7 de agosto, 1974. Edad: 49 años. Lugar de muerte: Tel Aviv, Israel. Palabras: “Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza? ¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo? ¿Castrar al potro Dios? Pero Dios rompe el freno y continua engendrando magníficas criaturas, seres salvajes cuyos alaridos rompen esta campana de cristal”. Causa de muerte: Se dice que fue un “desafortunado accidente doméstico”. Murió electrocutada en su departamento mientras era embajadora de México en Israel.

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#12 Nombre: Nahui Ollin (María del Carmen Mondragón Valseca.) Ocupación: Poeta, pintora y modelo. Nacionalidad: Mexicana. Fecha de muerte: 23 de enero, 1978. Edad: 84 años. Lugar de muerte: Ciudad de México. Palabras escritas a los diez años: “Soy dichosa y no lo soy: ¿Por qué no lo soy? No soy feliz porque la vida no ha sido hecha para mi. Porque soy una llama devorada por mi misma y que no se puede apagar; porque no he vencido con libertad la vida teniendo el derecho de gustar los placeres, estando destinada a ser vendida, como antiguamente los esclavos, a un marido. Protesto a pesar de mi edad por estar bajo la tutela de mis padres”. Causa de muerte: Neumonía por vivir en la indigencia y soledad absoluta.

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#13 Nombre: Theresa Hak Kyung Cha. Ocupación: Escritora y artista. Nacionalidad: Coreana. Fecha de muerte: 5 de noviembre, 1982. Edad: 31 años. Lugar de muerte: Nueva York. Palabras: “She waits inside the pause. Inside her. Now. This very momento. Now. She takes rapidly the air, in gulfs, in preparation for the distances to come. The pause ends”. Causa de muerte: Violada y asesinada por Joe Sanza, guardia de seguridad y violador serial. Sucedió justo una semana después de la publicación de “Dictee”, la obra hipertextual más importante de Cha.

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#14 Nombre: Ana Mendieta. Ocupación: Artista, pintora, videoartista, escultora. La violencia de género fue uno de los temas principales en su obra. Nacionalidad: Cubana. Fecha de muerte: 8 de septiembre, 1985. Edad: 36 años. Lugar de muerte: Nueva York. Palabras: “Mi arte se basa en la creencia de una energía universal que corre a través de todas las cosas [...]. Mis obras son las venas de la irrigación de ese fluido universal. A través de ellas asciende la savia ancestral, las creencias originales, la acumulación primordial, los pensamientos inconscientes que animan el mundo. No existe un pasado original que se deba redimir: existe el vacío, la orfandad, la tierra sin bautizo de los inicios, el tiempo que nos observa desde el interior de la tierra. Existe por encima de todo, la búsqueda del origen”. Causa de muerte: Caída desde su apartamento en un piso 34. Se describe como un “posible accidente”. No hay testigos sin embargo, su esposo el escultor Carl Andre fue juzgado y absuelto del cargo de asesinato. Los vecinos dijeron haber escuchado discutir a la pareja violentamente antes del “suicidio” argumentado por él.

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#15 Nombre: Nellie Campobello (Francisca Moya Luna). Ocupación: Escritora, coreógrafa y bailarina. Nacionalidad: Mexicana. Fecha de muerte: 9 de julio, 1986. Edad: 85 años. Lugar de muerte: Ciudad Hidalgo. Palabras: “Yo tenía los ojos abiertos, mi espíritu volaba para encontrar imágenes de muertos, de fusilados; me gustaba oír aquellas narraciones de tragedia, me parecía verlo y oírlo todo. Necesitaba tener en mi alma de niña aquellos cuadros de terror, lo único que sentía era que hacían que los ojos de mamá, al contarlo, lloraran”. (De su novela ícono de la revolución mexicana: “Cartucho”.) Causa de muerte: Secuestro.

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#16 Nombre: Digna Ochoa y Plácido. Ocupación: Abogada defensora de los derechos humanos en México. Nacionalidad: Mexicana. Fecha de muerte: 19 de octubre, 2001. Edad: 37 años. Lugar de muerte: Ciudad de México. Palabras: “Conozco la realidad, me importa y actúo”. Causa de muerte: Asesinato. A pesar de las evidentes pruebas de violencia y homicidio con revólver, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal argumentó una tesis de suicidio y dio por terminada la investigación. Cerró el caso.

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#17 Nombre: Susana Chávez Castillo. Ocupación: Poeta, activista y defensora de los Derechos Humanos. Nacionalidad: Mexicana. Fecha de muerte: 6 de enero, 2011. Edad: 36 años. Lugar de muerte: Ciudad Juárez, Chihuahua. Palabras: “Ni una muerta más”. (Frase de Susana Chávez que utilizan varias organizaciones civiles que luchan por esclarecer los feminicidios en Ciudad Juárez.) Causa de muerte: Asesinada y mutilada.

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#18 Nombre: Regina Martínez. Ocupación: Periodista. Nacionalidad: Mexicana. Fecha de muerte: 28 de abril, 2012. Edad: 48 años. Lugar de muerte: Jalapa, Veracruz. Palabras de Guillermo Manzano: “Después de sus exequias supe quiénes la habían matado: […] los editores y dueños de periódicos que confundieron convenios publicitarios con docilidades ante en poder […] los reporteros que extendieron la mano para recibir el chayote”. Causa de muerte: Asesinato, por golpes y estrangulamiento.

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#19 Nombre: Barbara “Bobbi” Salinas Norman. Ocupación: Escritora, activista chicana, maestra. Nacionalidad: Estadounidense. Fecha de muerte: 13 de mayo de 2013, (salió la nota en periódicos.) Edad: 70 años. Lugar de muerte: Santa Fe, Nuevo México, Estados Unidos. Imágenes en uno de sus cuentos para niños: “Los tres cerditos vestían trajes, texanas y guayaberas. La forma tradicional de vestir de los hombres en México. Incluía tortillas y maíz asado”. Causa de muerte: Se dice que fueron causas naturales. Descubrieron su cuerpo momificado entre las pertenencias de su departamento. Se calcula que murió un año antes.

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Lucressia Bravo

el misterio se resuelve por instintos soy un 谩rbol de vida la muerte esta nutriendo mis raices nunca pudieron someterme mi medula esta produciendo tanto amor ke kiero abrazar a un poste y dormir besando a una banqueta tengo dos espacios y una gran locura en mi cabeza en el embudo de mi ombligo que se llama coraz贸n te escribo arrendador de mi cabeza mi propio mundo sintiendo la luz desde mi en esta convencional vida donde los arketipos aprendidos me hacen sentir ke conozco a todos ustedes la tierra estaba inyectada en mi piel sintiendo la luz desde mi soy esa sustancia riesgosa en una jeringa para la tierra por eso tiemblo cuando las paredes de siglos y siglos dicen sin hablar las miradas dicen sin hablar los gestos dicen sin hablar y sigo caminando desde mi luz hasta nuestra luz la luz de todos o ke es dentro y fuera tengo como tatuajes de mis venas celulas ke tinen cerebro propio llore con cada una de ellas recorde prevenir el miedo cuando esta presente soy esa celula ke contine mas celulas estalla enorme contrae enorme hasme tracender al pubis de mis mociones Como muertos Como vidas me como ami digesti贸n lenta de su carne de tu carne de mi carne sin Cuaresma en el como escupiendo lo intenso ke es sentir respirando los minutos restantes de mi vida

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Particia Binome Sin título somos piedras rotas o los pequeños secretos que hacen las niñas solitarias en su cuarto las líneas rectas se nos escurren de las manos y no podemos detener las nubes en forma de corazón cuando quieren borrarse para siempre con el viento nuestros ojos son albercas

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Flor Arballo Alejandre Yo soy una de las miles Para y por Alexa ¿Ya sabes dónde y con quién?, fueron las preguntas que me hizo mi madre cuando le tuve que decir que estaba embarazada y que buscaría abortar. Con 17 años y por terminar la preparatoria nunca me sentí tan decidida y segura de lo que quería hacer. Es hasta hoy una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Nunca imaginé lo poderoso que resultaría este camino, el camino de saber que existen opciones más allá de lo que dicta la supuesta moral o el “deber ser”, ese clásico de la escuela y las clases de ética. A partir de ese día mi vida cambió, me hice fuerte y me empoderé sin saberlo, no llegaría a dimensionar tales consecuencias hasta mucho tiempo después. Los factores importantes en esta breve historia personal son 2: no soy una mujer pobre y cuento, desde entonces y hasta ahora, con apoyo familiar. Es decir, gracias a estos dos importantes factores es que puedo escribir acerca de esta experiencia, fundamental en mi vida; tuve opciones y el dinero para pagarlo, un lujo que no muchas mujeres tienen. 212


Sin titubeos supe ese día que era lo correcto, que mi vida era muy corta para incorporar una responsabilidad como esa, que debía ser un error y que como todos los errores, aunque se puedan pagar caros, siempre tienen una solución. Sabía, en aquel momento, que estaba dispuesta a enfrentar las consecuencias: morales, espirituales, físicas. Y así pasó, sin pena ni gloria, sin llanto ni remordimiento, hice lo correcto para mí en ese momento bajo esas circunstancias. No puedo decir que fue fácil, fue particularmente difícil por el significado de esa acción ante mi familia, ante mis padres. Sentí remordimiento y vergüenza de haberlos decepcionado, de haber sido parte de una estadística, de haber sido víctima de un condón fallido, roto o mal puesto. Pero nunca, hasta hoy, 15 años más tarde, me he arrepentido de mi decisión. El aborto, con todas sus letras, como otros temas sigue siendo un tabú. Hasta hoy no es “bien visto” ni siquiera el hablarlo, ni en los círculos más abiertos, hay un cerco de juicio y cuestionamiento implícito, entre lástima y shock. En una sociedad doble moralista como la mexicana continúa siendo un tema grave. Poco a poco se habla más de esta práctica que desde hace muchos años ha sido parte de la historia personal de miles de mujeres. La gran paradoja del aborto, es que hay un reducido grupo de mujeres como

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yo que pueden costearlo y realizarlo de manera segura y sanitaria, y por otro lado hay un enorme sector de mujeres que, sumidas en la pobreza y/o la desinformación, mueren diariamente por abortos clandestinos o complicaciones de abortos mal hechos. Según la comunidad internacional, que dicta lo que supuestamente debe ser la norma o el estándar de “buenas prácticas” de los gobiernos para sus ciudadanos, el objetivo número cinco de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas para 2015, es “reducir en tres cuartas partes la mortalidad materna y lograr el acceso universal a la salud reproductiva” (Naciones Unidas 2010) y aunque hoy en día son muchos los avances que se han logrado en materia de derechos reproductivos y acceso a métodos anticonceptivos, aspectos básicos, como el acceso al aborto legal y gratuito, son temas que se han estancado en las conversaciones a nivel internacional. A pesar de la retórica, cada año medio millón de mujeres mueren durante el parto, aproximadamente mil millones de personas siguen viviendo en condiciones de extrema pobreza y tienen un acceso insuficiente a los servicios de salud (Roseman y Reichenbach 2009). Por otra parte, las mujeres y niñas de todo el mundo siguen siendo un sector sin derechos cuando se trata de los derechos reproductivos y el acceso a la salud. En muchas culturas y

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países hay mujeres que tienen poco o ningún control sobre su cuerpo, que son objeto de violencia doméstica, viven en matrimonios concertados y no cuentan con acceso a métodos anticonceptivos modernos. A pesar de que varios tratados internacionales, convenciones y leyes condenan claramente muchas de estas cuestiones la realidad es que los gobiernos no están plenamente comprometidos a velar por la salud reproductiva de las mujeres. Uno de los principales problemas es el discurso mismo cuando hablamos de la salud reproductiva y los derechos reproductivos. Las implicaciones que tiene el lenguaje han resultado en acuerdos o en divisiones sobre el tema y han tenido un efecto directo en las políticas públicas establecidas para mejorarlos. Las políticas de salud reproductiva solo se han centrado desde 1995 en los servicios de planificación familiar y en la salud materno-infantil. Sin embargo, la salud reproductiva se entrelaza con las luchas de poder basadas en los derechos, la sexualidad y el género, que son temas sumamente políticos y controversiales (Correa 1997). Las diversas convenciones internacionales sobre población y desarrollo han contribuido a un mejoramiento integral de los aspectos relacionados con los derechos sexuales y reproductivos, con la equidad de género, la igualdad y el control de la natalidad pero han ignorado

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sistemáticamente el tema de los abortos inseguros. Los abortos son una de las prácticas más comunes para regular la fertilidad alrededor del mundo y son también una de las principales causas de mortalidad y mortandad de las mujeres. El aborto, en la mayoría de los discursos oficiales, es tratado como algo que debe ser evitado a toda costa, aún en detrimento de la vida de la madre y si debe realizarse debe ser sistemáticamente restrictivo. La recomendación general es que el aborto debe ser prevenido, y aunque se sabe que los abortos clandestinos son un problema de salud pública, el tema se ignora como si así fuese a desaparecer. La realidad, ante todo, es que los embarazos no deseados, como el mío, seguirán ocurriendo a pesar de las campañas de prevención y control de la natalidad. Bajo esta perspectiva, varios autores coinciden en que ni los gobiernos ni las Naciones Unidas y sus órganos políticos han hecho suficiente trabajo para fortalecer la salud y los derechos reproductivos en la última década (Nowicka 2011). El aborto es un tema en particular, donde se ha logrado poco o ningún progreso a pesar de que el aborto inseguro es, con mucho, la principal causa de muerte materna en todo el mundo (IPPF 2006). Considerada como la “pandemia prevenible” (Grimes et. Al 2006) la negación de acceso al aborto seguro para

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las mujeres es un indicador claro de la apatía y el desprecio que tiene la comunidad internacional hacia las mujeres. Las consecuencias que tiene sobre la salud de la mujer, el bienestar y las altas tasas de mortalidad y mortandad asociada con esta práctica mantiene una de las máximas injusticias sociales que dividen a las mujeres pobres de las mujeres ricas. Los abortos inseguros se encuentran estrechamente relacionados con la pobreza y la discriminación hacia las mujeres en general. Cuando una mujer se enfrenta a la difícil decisión de tener un aborto y si no tiene los recursos para buscar ayuda con rapidez y seguridad, lo más probable es que tenga que recurrir a métodos peligrosos para interrumpir el embarazo, la mayoría de las veces poniendo en peligro su vida y salud. Las leyes restrictivas, como las mexicanas, obligan a las mujeres a tomar esta decisión de vida o muerte ya que no dejan opciones para ellas y esto, es una violación de su derecho a la vida y el acceso a servicios de salud adecuados. La negación al acceso a abortos seguros es un tema de desarrollo social que viola varios derechos humanos: el derecho a la salud, la vida, la no discriminación, la intimidad, el acceso a la información, la libertad de tratos crueles, inhumanos y degradantes, la tortura y la protección igualitaria bajo la ley. La justicia social no se puede lograr cuando la discriminación de género está presente en un aspecto tan

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importante de la vida de una mujer (Shaw 2010). El aborto inseguro más allá de ser un problema de salud pública en muchos países, es un problema de mujeres pobres y desfavorecidas. El aborto restringido promueve la desigualdad social, las divisiones de clase y se basa únicamente en las ideologías patriarcales, culturales y religiosas que refuerzan la violencia basada en el género por poner a las mujeres como instrumentos de reproducción sin concederles la igualdad de derechos y la autonomía sobre sus cuerpos y opciones reproductivas. La falta de acceso a la educación sexual, a los métodos modernos de control de la natalidad, a la información sobre la planificación familiar, la pobreza y, para las personas que viven en zonas de conflicto, la violación física y la inseguridad, representan violencia de género. El aborto, por ende, se encuentra intrínsecamente relacionado con este círculo de discriminación, pobreza y falta de información. La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) indica que tanto el efecto y el propósito de las leyes deben ser claras para eliminar cualquier tipo de barreras discriminatorias que impidan a las mujeres el ejercicio de cualquiera de sus derechos humanos. Las leyes que prohíben el aborto tienen un efecto sobre el derecho de las mujeres a acceder a los servicios de salud que pueden salvar su vida. Dado que

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el embarazo y el aborto son temas relacionados únicamente con aspectos que solo experimentan las mujeres, el negarles el derecho a tomar decisiones acerca de estos temas es una práctica discriminatoria basada en el género. Más allá de los problemas de salud que puedan surgir de un aborto inseguro, independientemente de las razones personales que pueda tener cada mujer para tomar esta decisión, las leyes que restringen el ejercicio de los derechos reproductivos de las mujeres tienen como propósito no explícito el denigrar su condición de mujeres autónomas, capaces de tomar decisiones informadas sobre su vida y su cuerpo. La subordinación de las mujeres a los hombres sobre la base de las ideologías patriarcales y los roles estereotipados siguen acosando a las mujeres y afectan sus vidas gravemente en todo el mundo. Los gobiernos y la comunidad internacional no han logrado aceptar y reconocer la discriminación de género detrás de las leyes y políticas de aborto. La falta de voluntad política y cultural para que las mujeres puedan tomar decisiones ha impedido que el aborto sea considerado un derecho humano (Nowicka 2011). A pesar de los discursos para colocar el aborto inseguro como un problema de salud pública, a pesar de que se sabe a ciencia cierta que los abortos seguros y sanitarios evitarían miles de muertes y complicaciones relacionadas

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con ello, el constante desprecio a las mujeres y sus derechos reproductivos evitan que se legisle de manera objetiva y adecuada al respecto. Las políticas, leyes, reglamentos y recomendaciones actuales al respecto se encuentran redactadas en el marco de la planificación de la familia dejando de lado el tema concreto. Los esfuerzos se han concentrado en el factor de salud pública del aborto y sus consecuencias, pero poca investigación y atención se ha dado al hecho de que negar el aborto a las mujeres que así lo requieren viola sus derechos humanos y permite la continuidad del control patriarcal en una sociedad dominada por los varones que tiene nulas intenciones de tratar a las mujeres como iguales. La justicia social y el desarrollo no se pueden implementar de una manera que pueda ser considerada como justa cuando se ignoran los esfuerzos para defender los derechos de las mujeres. El control sobre las opciones de las mujeres, los órganos reproductivos y la autonomía para la toma de decisiones afectan críticamente no solo a las mujeres, sino también a sus familias, comunidades y la sociedad en su conjunto. Hace un mes y semanas nació mi hija. Un regalo de la vida, un gozo, una verdadera luz de amor. Fue un embarazo planeado. Mi esposo y yo decidimos tenerla. Mi decisión de ser madre fue algo pensado seriamente porque

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la maternidad no se puede ni se debe imponer sobre una mujer. Hoy cuento esta historia sin tapujos pues es importante que se hable del tema para que muchas, cientos, miles de mujeres como yo, sepan que hay opciones, que la decisión de interrumpir un embarazo es algo personal, que todas tenemos una o varias razones para hacerlo, que no es fácil y que no están solas. Hoy que soy madre sé lo que significa dar vida y me he entregado a ello completamente, a velar el sueño de mi hija, a darle todo lo que puedo de mí, porque es una hija querida, deseada, planeada y amada. Es una hija producto del amor no del error. Y ahora que soy madre mi convicción de que cada mujer es dueña de su vida y de su cuerpo es más fuerte que nunca. El aborto, como otros temas “espinosos”, poco a poco saldrá de la sombra del estigma y el juicio social para incorporarse a la lista de derechos de los que debemos gozar todas las personas por igual y que el estado debe garantizar, al menos hasta ese día, seguiré contando mi experiencia.

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Referencias: —Correa, S 1997, ‘From reproductive health to sexual rights: achievements and future challenges’, Reproductive Health Matters, vol. 5, no. 10, pp. 107-116. —Grimes, DA, Benson, J, Singh, S, Romero, M, Ganatra, B, Okonofua, FE & Shah, I.H. 2006, ‘Unsafe abortion: the preventable pandemic’, The Lancet, vol. 368, no. 9550, pp. 1908-19. —International Planned Parenthood Federation, 2006, ‘Death and denial, unsafe abortion and poverty’, reporte, consultado el 14 abril 2012, <http://ippf.org/NR/rdonlyres/8D4783F5-D51647D3-8B34-61F6D510202A/0/Death_Denial_unsafe_abortion_poverty.pdf> —Naciones Unidas, 2000-2009, Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women, consultado el 14 de abril 2012 http://www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/text/ econvention.htm —Naciones Unidas, 2010, Millennium Development Goals, consultado el 6 de Abril 2012 <http://www.un.org/millenniumgoals/ index.shtml.> —Nowicka, W 2011, ‘Sexual and reproductive rights and the human rights agenda: controversial and contested’, Reproductive Health Matters, vol. 19, no. 38, Noviembre, pp. 119-128. —Roseman, MJ, & Reichenbach, L 2009, ‘Global reproductive health and rights: reflecting on the ICPD’, En: MJ Roseman & L Reichenbach (eds), Reproductive Health and Human Rights. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, pp. 03-20. —Shaw, D 2010, ‘Abortion and human rights’, Best Practice & Research Clinical Obstetrics and Gynaecology, vol. 24, pp. 633–646.

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Gidi Loza Cuerpo+Mente+Lenguaje. Compilación de feminismos 1. Una de las múltiples acepciones con las que puedo definir al tiempo es que es un ente donde los procesos convergen. Este libro, esta compilación, es sobre todo eso: tiempo. Tiempo de leer. Tiempo de pensar. Tiempo de dialogar. Tiempo de comunicar. Tiempo de escribir. Tiempo de invitar. Tiempo de converger. Tiempo de divergir. Tiempo de nombrar. Tiempo de editar. Tiempo de corporalizar. Tiempo de mentalizar. Tiempo de declinar. Tiempo de publicar. Tiempo de lenguajizar. 2. La idea para hacer este libro nace en mi lectura de “A megaphone. Some Enactments, Some Numbers, and Some Essays about the Continued Usefulness of Crotchless-pants-and-a-machine-gun Feminism”, una compilación editada por Juliana Spahr y Stephanie Young y publicada por Chain Links, en la que convocan a más de cincuenta mujeres escritoras de varias partes del mundo para redactar un texto sobre el ser mujer escritora y las implicaciones que conlleva en el aquí-ahora, una compilación a la que me invitan a participar y en la

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que colaboro azarosamente. Después de leer la compilación norteamericana tuve un crash, un proceso de cuestionamiento y reflexión al respecto del ser mujer, ser mujer escritora, en el planeta en que vivo. Los testimonios, relatos, ficciones y ensayos de ese libro son reveladores, es decir, fuertes, reales, verdaderos. Me quedé cuestionándome y con la necesidad de saber qué es lo que pensaban las mujeres a mi alrededor sobre ésa y otras cuestiones en lo relacionado al ‘ser mujer en el contexto actual’. Así fue que decidí convocar a un grupo de mujeres para preguntarnos, cuestionarnos, dialogarnos, reflexionarnos, desde la particular perspectiva y disciplina de cada una, sobre el ser mujer, ser mujer en la sociedad en que vivimos, sobre sus implicaciones, traducciones, interpretaciones, hermeneúticas, visiones, sentires, premoniciones, sueños, estares, atisbos, pensamientos, razonamientos, análisis, vivencias, danzas, pinturas, fotografías, narrativas. Lancé la pregunta y cada una la interpretó y respondió a su manera. 3. El proyecto de la compilación inicia con el título ‘Feminismos’, entendiendo la palabra feminismos como la visiónaportación-crítica que se hace desde un punto femenino, es decir, desde el ser mujer, que en el caso de este libro, implica solamente mujeres, pero que puede ser incluso tra-

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tado por hombres (desde el lado-perspectiva de lo femenino en los hombres). Estuve investigando sobre la etimología de la palabra fémina/femenina/feminismos —y sus posibles derivaciones— y llegué a una acepción sobre dicha palabra, la cual es, fe minus, la que menos cree, “En efecto, el nombre femina proviene de fides (fe) y minus (menos), luego femina significa: la que tiene menos fe; puesto que ella tiene y conserva siempre una fe menor por su natural constitución proclive a la credulidad”.* A través de dicho significado, comencé a cuestionarme y preguntarme si debía llamar esta compilación de dicha forma, si debía usar esa palabra, ya que implícitamente tendría ese significado. Entonces pensé que no podía nombrar a la compilación de dicha forma porque era decir, que era un libro de ‘las que menos creen’. Compartí la idea, con algunas mujeres, Diana Peláez me comentó que “esta idea de ‘las que menos creen’ es más sobre la ‘incapacidad natural’ de preservar la fe (es obviamente un artefacto de una ideología monoteísta) y aparece en el ‘Malleus Maleficarium’, el tratado medieval sobre brujas”. Seguí reflexionando al respecto, y comencé a darme cuenta que solo estaba viendo un lado de la palabra fémina/femenina/feminismos, un lado nega* Uta Ranke-Heinemann (1988) Eunucos por el reino de los cielos, España: Editorial Trotta, p. 214.

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tivo. En lo negativo lo referente a las que menos creen en sí mismas: las que menos creen en la escritura: las que menos creen en su cuerpo: las que menos creen en la palabra: las que menos creen en el lenguaje. Pero por otro lado, en la significación positiva puedo decir: las que menos creen en la sociedad moderna: las que menos creen en los conceptos patriarcales: las que menos creen en los estereotipos: las que menos creen en el colonialismo. Entonces, como todo tiene una doble fuerza, llegué a la doble significación de la palabra: las que menos creen en su valor positivo y negativo. Me acercaba a un punto medio. Comencé a creer que la palabra fémina/femenina/feminismos no era tan ‘negativa’ como había pensado, que podía darle la vuelta a su significado, jugar con ella, resignificarla, renombrarla y eso hizo la diferencia: comencé a relacionarme diferente con ‘la palabra’. Como conclusión a esta reflexión, sobre la palabra fémina/femenina/feminismos, me pareció necesario utilizarla como parte ‘identitaria’ del libro, ya que tiene una carga simbólica al ser una de las palabras que definen el ser mujer, de manera muy general, así como por sus referentes políticos, culturales e ideológicos en la lucha por los derechos de la mujer. Así, finalmente, la incorporé al título del libro: “Cuerpo+Mente+Lenguaje. Compilación de feminismos”. Al ser un libro donde convergen cuerpos de mujeres y mentes de mujeres que surgen a través del lenguaje.

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4. El cuerpo es lenguaje. La mente es lenguaje. El lenguaje es palabra e imagen. El libro es cuerpo, mente, lenguaje. 5. El libro teje feminismos, de manera directa y no tan directa, entre las mujeres que colaboran. Es un diálogo entre todas las mujeres que estamos expandidas en este libro, así como entre todas las lectoras y lectores que el libro pueda tener, lectoras/es imaginados e inimaginados, lectoras/es del presente y del futuro. 6. En el libro surge un acuerdo en la importancia de nombrar, de nombrar lo que no se está acostumbrado nombrar, de dar vida a través de la palabra, a pensamientos, reflexiones, vivencias, sentires que en la sociedad moderna estamos acostumbradas a guardar. El cuerpo es otro lazo que se une en los textos, el cuerpo como un reconocimiento personal y tambien colectivo, de reconocerme y reconocerte, de verme y verte: vernos.

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7. Este libro es un registro de un tiempo y espacio específico, en todo sentido exclusivo, minoritario, pero existente, de un grupo de mujeres, en un espacio geográfico específico, en un tiempo determinado, en un particular contexto. 8. El contexto de este libro es uno de un país en ruinas, de violencia, de guerra, de inequidad, de desigualdad, de dolor, de injusticia, de dictadura; así como de espíritu, de cuerpo, de pensamiento y razón, de darse cuenta, de corazón, de independencia individual que se contagia. Es un libro que sobre todo refleja esos dos mundos de los que somos parte, por un lado la luz, por otro lado la oscuridad. 9. Es un libro del quienes-somos en un presente que de inmediato es pasado proyectado en futuro, del quienes-nosomos, del quienes-queremos-ser, del quienes-narramos-ser. 10. Es un libro que se construye con bases libres e independientes. Es un libro ilimitado, sin-censura, abierto. Es un libro-libre.


Es un libro de cuerpo, mente y lenguaje. Es un libro de síntesis, de opuestos, dialéctico. Es un libro que imagino yo, pero que construimos entre todas, sí, un libro-espacio-tiempo-libre-colectivo. Es un libro de varias yoas, yoes. 11. Gracias Karla Villapudua. Gracias Deyanira Torres. Gracias Judith Satán. Gracias Resu Rodríguez. Gracias Mavi Robles-Castillo. Gracias Minerva Reynosa. Gracias Tania Olivares Fernández. Gracias Sidharta Ochoa. Gracias Daimary Moreno. Gracias Mariel Miranda. Gracias Karen Márquez Saucedo. Gracias Jaqueline Loza Torre. Gracias Frida Herrera Velázquez. Gracias Itxaso Hernández Zuazua. Gracias Miriam García Aguirre. Gracias Lauri García Dueñas. Gracias Diana Fuentes. Gracias Charlynne Curiel. Gracias Elisa Corona Aguilar. Gracias Maira Colín. Gracias Sandra Casale. Gracias Amaranta Caballero Prado. Gracias Lucressia Bravo. Gracias Patricia Binome. Gracias Flor Arballo Alejandre.

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SEMBLANZAS Karla Villapudua. Filósofa. Doctorante en Ciencias Educativas por el IIDE UABC. Dirige la revista electrónica espiral. www.revistaespiral.org Deyanira Torres. Tijuanense. Practicante del Psicoanálisis Lacaniano. Judith Satán (Guadalajara, Jalisco, 1982) también conocida como Judith Satín. Su trabajo se teje de forma transdisciplinaria entre la construcción textil, la literatura, las ciencias sociales y el psicoanálisis. Ha llevado a cabo, en los últimos 6 años de su trabajo como costurera, el proyecto Altera tu Conciencia, a partir del cual busca la experimentación textil y poética, el tratamiento de la relación de sí misma con los sujetos, las palabras y las telas, así como la divulgación de la poesía en medios textiles a través de la publicación de textos en indumentaria. Actualmente continúa escribiendo a máquina de coser y lleva acabo un proyecto de investigación en el área de psicología social que promueve la autogestión de la salud de las costureras maquiladoras. Resu Rodríguez integra un colectivo de performace social, baila flamenco, participa en un grupo de son jarocho e imparte cursos sobre arte y espiritualidad en Guadalajara, Jalisco, México. Estudió comunicación y está diplomada en terapia de danza y movimiento. Mavi Robles-Castillo (Tijuana, 1978) es poeta, cursó la licenciatura en Comunicación por la UABC con intercambio en la Universidad de Salamanca, en España y en la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene 4 poemarios publicados y ha sido antologada tanto en México como en el extranjero. Ha participado en festivales de poesía nacionales e internacionales. Hoy sigue tratando de aprender a escribir poesía. Minerva Reynosa (Monterrey, México, 1979) es poeta, gestora cultural y ensayista. Becaria del Programa de Estímulos a la Creación Artística de Nuevo León 2012-2013 y del Intercambio de Residencias Artísticas FONCA-CONACYT/Ministerio de Cultura Colombiano 2012-2013. Ex-Becaria del Centro de Escritores de Nuevo León en Monterrey 2003. Ex-Becaria del Programa de Estímulos a la Creación Artística de Nuevo León 2007. Ex-Becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en Jóvenes Creadores 2009-2010. Ha publicado: Fotogramas de mi corazón conceptual absolutamente ciego, poesía, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes/El Tucán de Virginia, 2012; Atardecer en los suburbios, poesía, Fondo Editorial Tierra Adentro/Universidad Autónoma de Nuevo León,

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2011; La íntima de las cosas, poesía, Mantis Editores/Secretaría de Cultura de Jalisco. Guadalajara, 2007; Emötoma, poesía, Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste. Monterrey, 2007; y Una infanta necia, poesía, Harakiri Plaquettes. Monterrey, 2003. Es curadora del festival de literatura interdisciplinaria Los Límites del Lenguaje (Monterrey, 20112013). Ha participado en festivales literarios en México y el extranjero. Sus poemas han sido traducidos al inglés, alemán, francés, ruso y sueco. Tiene con Benjamín Moreno la dupla de experimentación textual, visual y tecnológica BENERVA!: http://benerva.tumblr.com/ Tania Olivares Fernández (Tijuana, 1983) es Licenciada en Artes Plásticas por la UABC. Profesora de artes visuales, diseñadora de joyería y escritora de arte. Actualmente cubre la sección de exposiciones del periódico Bitácora Cultural y escribe en http://artelectura.blogspot.mx/ Sidharta Ochoa nació en 1984 en Tecate, en la frontera norte mexicana. Autora de Tatema y Tabú (Borrador Editores, Lima, 2011) y Estética de la Emancipación (H&B, San Diego California, 2012). Obtuvo la beca Jóvenes Creadores del FONCA en el 2012. Su trabajo académico gira en torno al capital social y los movimientos políticos en América Latina. Fue investigador visitante en FLACSO, Argentina en el 2011. Vive en el D.F. Daimary Moreno es originaria de Tecate, Baja California. Estudió lengua y literatura de hispanoamérica en UABC y actualmente cursa posgrado en investigación artes escénicas en la UV. Divide su tiempo entre la escritura, investigación, docencia y actuación. Ha participado en varias antologías de poesía, cuento y minidrama. En el año 2011 es acreedora el Premio Nacional de Dramaturgia Wilberto Cantón. Sus más recientes publicaciones son “Papalotl”, obra de teatro editada por El Grafógrafo y “Are you bringing something from Mexico”, coedición coordinada por CONACULTA y Paso de Gato. Mariel Miranda es tesista de licenciatura en Sociología por la Universidad Autónoma de Baja California y ha cursado estudios de licenciatura en Sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Como fotógrafa ha desarrollado distintos registros documentales que se centran en temas relacionados a las culturas juveniles, la mística popular y la memoria social. Su trabajo fotográfico es parte de las publicaciones “Welcome Amigos to Tijuana. Graffiti en la Frontera” (2012); “Sed de Mal. Feminicidio, jóvenes y exclusión social”, (2012) y “Nos/otros. Arte, cultura e identidad en la frontera México-Estados Unidos”, (2012).

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Karen Márquez Saucedo (Tijuana, 1986) se graduó de la Licenciatura en Intervención Educativa de la UPN. Ha formado parte del Colectivo Intransigente en Tijuana. Publicó en la Antología Posmortem: Mi País es un Zombie, 2011 (D.F.); también ha publicado en el Fanzine Digital de Literatura: [Radiador] en los números 2, 3 y 7; en la Revista FronteraEsquina Vol.1 “Poetic Borders”. Su primer poemario se titula Vita Nova y fue publicado en 2012 en Tijuana con el proyecto editorial Kodama Cartonera. Su más reciente proyecto es una compilación y edición de una antología para niños y niñas que incluye cuento, poesía e ilustración. Recientemente cursó el seminario de poesía con José Vicente Anaya: Vanguardias poéticas del siglo XX, en CEART, Tijuana. Actualmente, estudia en torno al aprendizaje de la lectoescritura en el nivel básico escolar. http://kareninamakino.blogspot.mx Jaqueline Loza Torre (Parras de la Fuente, Coahuila, 1982) es Médico Cirujano, con estudios en Medicina Tradicional Mexicana. Actualmente Estudia la Maestría en Psicoterapia. Frida Herrera Velázquez nace el 6 de junio de 1984 en Torreón Coahuila. Su gusto por el arte es nato, en los viajes que tuvo oportunidad de realizar a lugares llenos de inspiración, como Barcelona y San Miguel de Allende, definieron su gusto por el trabajo creativo y decidió dejar los estudios tradicionales y buscó un lugar que llenara sus aspiraciones por lo cual realizó la Licenciatura en Artes Visuales, en el el Instituto Allende, en San Miguel De Allende, Guanajuato. Ahí cursó los talleres de escultura, fotografía, pintura, grabado, entre otras técnicas. Desde el 2005 ha presentado exposiciones en donde sus cuadros responden al abstracto figurativo y al expresionismo. En 2008 comienza su interés por la instalación y el arte colectivo, así como el retomar objetos y transformarlos. Su sensibilidad en la poesía es proyectada en cada una de sus obras. Su pasión por el arte la hace transformar espacios vacíos-abandonados en lugares donde suceda movimiento cultural. En 2011 da vida a La Cámara un espacio de acción contemporánea en San Miguel de Allende. La documentación del movimiento artístico estudiantil, es una de sus herramientas para descubrir y abrir nuevas puertas en este medio. El video es una de las actividades que la ilustra y en la que visualiza seguir incursionando. Actualmente sigue perseverando en la transformación de espacios olvidados en espacios de arte. Para crear una consciencia colectiva basada en el arte de crear. “Me gusta vivir en arte, sentirlo a través de la fotografía, video, escultura e instalación. El arte como una acción, el arte de sembrar, cosechar, enseñar, disfrutar y compartir. La interacción entre distintas clases sociales, edades, culturas y géneros... lo orgánico e inorgánico”.

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Soy Itxaso Hernández Zuazua, tengo 27 años, nací en Chetumal pero soy tijuanense. Estudié Filosofía y Ciencias Sociales en el ITESO en Guadalajara y hoy día trabajo en el Colegio Ibero como coordinadora de Promoción Social y profesora de materias a las que llamo “filosofía práctica” o “filosofía para la vida”. Miriam García Aguirre/amarabierto (Tijuana, 1975) es profesora universitaria, investigadora y constructora de puentes entre la historia contemporánea, la divulgación cultural y el arte. Exploradora de la narrativa, la poesía y la cultura política. Realizó estudios en historia, ciencias sociales y cultura escrita. Mujer, onironauta, acuamarina, desalineada. Lunar al final de clavícula izquierda. Participante de “El proyecto de las Morras. Talleres de literatura en centros de rehabilitación para mujeres”, con el Interdisciplinario La Línea (2008-2010). Autora del poemario Textos de las 2 pm/Pequeñas dosis (edición de autor, 2010). Co-autora del guión para el film ensayo Skin Destination, (Dir. Adriana Trujillo, Productora Polen Audiovisual, 2011). Colaboradora de la revista electrónica Espiral y de la legendaria altanoche. Autora de http://amarabierto.blogspot.com Profesora universitaria para las áreas de metodología, teoría de la historia e historia cultural en la Universidad Autónoma de Baja California (2007-2010). Investigadora de la Subdirección de Exposiciones del Centro Cultural Tijuana (2008-2012); co-investigadora de la exposición y la publicación de Imágenes de la Modernidad. Proyectos y expectativas de la Revolución Mexicana, 1910-1940” (2011); investigadora y curadora de la exposición Objetos Migrados. Dime qué te trajiste y te diré quién eres (2012); coordinadora de la publicación Registros, prácticas del arte y comunidad. Formación de gestores, investigación y vinculación universitaria (2012) y del Programa de Investigación y Divulgación del Patrimonio Cultural (2009-2012). Coordinadora del Centro de Promoción y Difusión Cultural de la Universidad Iberoamericana, desde agosto de 2012. Lauri García Dueñas (San Salvador, 1980) es escritora y periodista. Poemarios: “La primavera se amotina”, “Sucias palabras de amor”, “Del mar es el ahogo” y “El tiempo es un texto indescifrable”. Investigación: “Tribus Urbanas en El Salvador” y “El asesinato de Roque Dalton. Mapa de un largo silencio”. Adaptación para teatro: “Mientras más se grita menos se mata”. Novela: “Ella no solas”. Diana Fuentes (Ciudad de México, 1979) es filósofa y ensayista. Maestra en filosofía por la UNAM, donde es profesora desde 2009, ha sido becaria de CONACyT, y en el periodo 2011-2012 fue beneficiaria de la Beca Jóvenes Creadores del FONCA.

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Charlynne Curiel. Tijuanense de nacimiento, morena de ojos grandes, historiadora, antropóloga social y profesora-investigadora universitaria, feminista, bailarina de danzas exóticas sin tubo, corredora aficionada, yogui de ocasión, cocinera incansable, viajera insaciable, dos alas en la espalda y el espíritu, amante de la buena comida y con el corazón de muchos hombres. Autora del blog: cocinaycama.blogspot.mx Elisa Corona Aguilar es escritora, traductora y guitarrista. Es autora de Amigo o enemigo: el debate literario en Foe de J. M. Coetzee (Tierra Adentro, 2008), Fábulas del edificio de enfrente (Textofilia, 2011) y Niños, niggers, muggles: literatura infantil y censura (Deleátur, 2012). Actualmente es compositora y guitarrista del dueto Doble vida y forma parte del Círculo de Guitarra Contemporánea de México. Maira Colín nació en la Ciudad de México y desde hace mucho tiempo se dedica a la literatura. Ha ganado varios premios de narrativa y ha publicado en los medios más importantes del país. Su obra aparece en más de media docena de antologías. Escribió el libro de cuentos Atrapados en la Red (Ed. Selector 2010), y es la compiladora de la colección de cuentos Nos Vemos a la Salida (Ed. Selector 2011). Tuvo la beca del FONCA para jóvenes creadores en el género de novela (2011-2012). Acaba de publicar su primer libro para niños El secreto de los animales (Ed. Matrushka, 2013), y espera que su primera novela vea la luz el próximo año. Sandra Casale (1984) inició sus estudios en danza desde los tres años. Profesionalmente estudió danza contemporánea en Torreón, Coahuila, y en Barcelona, España. Ha conocido y se ha entrenado en distintas técnicas y enfoques de movimiento como Axys Syllabus, Kalaripayatt, Máscara Corporal. Trabajó con compañías de danza contemporánea en México, España e India como intérprete y colaboradora como Bangalore Dance Collective, Landscape Artes Escénicas y Physical Momentum Project, entre otras. Actualmente reside en la Ciudad de México donde trabaja como intérprete en la compañía Foco al Aire, además dirige sus propios proyectos en el laboratorio de artes escénicas Mad Hair Dance Lab. Como artista le interesa el lenguaje propio del bailarín, la creación instantánea, el performance y el arte interdisciplinario. Amaranta Caballero Prado (Guanajuato, 1973) hizo una maestría en Estudios Socioculturales con enfoque en cibercultura y arte. Realizó estudios de licenciatura en Diseño Gráfico. Ha publicado los libros: Libro del Aire (Editorial De la Esquina, 2011), Okupas (Letras de Pasto Verde, 2009), Todas estas puertas (Tierra Adentro, 2008), Gatitos de Mi-

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gajón (IMO, 2008). Entre las líneas de las manos (en Tres tristes tigras, Cecut-Conaculta, 2005) y Bravísimas Bravérrimas. Aforismos (Editorial De la Esquina, 2005). Participó en el Laboratorio Fronterizo de Escritores/Writing Lab on the Border (2006), participó en el Festival de Poesía Latinoamericana LATINALE 2007 con sede en Berlín. Recibió la beca del FONCA para escritores en 2007. En mayo de 2012, participó en las jornadas literarias “Los límites del lenguaje” con sede en Moscú. Su trabajo escrito y gráfico ha sido incluido en varias antologías así como en revistas nacionales e internacionales. Actualmente realiza el proyecto gráfico-poético titulado “Mil pájaros mil. Tesis autodoctoral”, y da clase de arte y teatro en una secundaria. Desde el año 2001 vive en Tijuana. Ama la música y ama dibujar. Su blog: www.amarantacaballero.blogspot.com Lucressia Bravo. Patricia Binome (Tijuana, 1985)
es autora de Perro Sombra (edición de autor, 2011) y de Corazón (Kodama Cartonera, 2012). Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica por la Universidad Autónoma de Baja California. Dirige la editorial independiente Mi Tercer Ojo. Flor Arballo Alejandre es comunicóloga de la Ibero, maestra en Estudios de Política por la Universidad de Nueva Galés en Australia, madre, hija y esposa. Actual responsable de Divulgación en El Colegio de la Frontera Norte, ha trabajado para organizaciones internacionales como Amnistía Internacional en Estados Unidos en las áreas de campañas sobre los derechos de las mujeres y en Sídney, Australia en Family Planning New South Wales donde realizó un programa-diagnóstico de las políticas de transversalidad de género.

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Editorial Piedra Cuervo Libro nĂşmero: Tiraje: 50 ejemplares

2013

Playas de Rosarito, Baja California, MĂŠxico Hecho a mano






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