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HACIA UN NUEVO HUMANISMO DIGITAL

Leonardo Cervera Navas

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director supervisor europeo protección de datos

Los que entienden de estas cosas nos aseguran que la humanidad habría entrado ya en una nueva revolución industrial, la cuarta. Gracias a las potencialidades asombrosas de la computación cuántica y de la inteligencia artificial, esta nueva revolución industrial transformará nuestro mundo de la misma manera que ya lo hicieron las revoluciones industriales precedentes.

Por tanto, sería un craso error oponerse u obstaculizar, de manera directa o indirecta, unos desarrollos tecnológicos tan prometedores. Antes al contrario, nuestros líderes políticos y empresariales deben fomentarlos, sobre todo porque de su éxito o de su fracaso podría depender incluso la propia supervivencia de nuestra especie, ya sea para prevenir el desastre climático que se nos viene encima o la guerra nuclear que podría desencadenarse a consecuencia de las tensiones subyacentes.

Al mismo tiempo, nuestros líderes políticos y empresariales tienen el deber legal y moral de velar para que estos desarrollos tecnológicos se produzcan de una manera netamente inteligente. Deben hacer oídos sordos a los cantos de sirenas de mogules empresariales movidos principalmente por el ánimo de lucro y la gloria personal, y poner la máxima distancia posible con actores políticos populistas que son un verdadero obstáculo al progreso y la innovación con absurdas proclamas ideológicas, más propias del siglo XIX que del XXI. La historia nos enseña que el desarrollo tecnológico per se no garantiza el progreso de la humanidad. Los grandes avances científicos conseguidos a finales del siglo XIX y comien- zos del siglo XX hicieron también posible las fosas comunes de Verdún, Auschwitz-Birkenau o Hiroshima. La historia nos enseña que para que el progreso científico-tecnológico se traduzca en un verdadero progreso político-social, el progreso tecnológico debe avanzar firmemente de la mano del respeto firme de la ley y de una gobernanza pública sólida y madura.

Para que el progreso científico tecnológico se traduzca en uno político-social debe avanzar firmemente de la mano del respeto firme de la ley y de una gobernanza pública sólida y madura

De la misma manera que el fracaso de La Sociedad de Naciones desencadenó dos guerras mundiales y más de cien millones de muertos, no podremos ser muy optimistas sobre el futuro de la Humanidad si no vemos pronto avances en gobernanza internacional. El diálogo sin embargo, no significa sólo propuestas más o menos naives de apaciguamiento, sino también acción coordinada de naturaleza disuasoria e incluso punitiva contra aquellos que no respetan los principios básicos de convivencia internacional, como se ha visto recientemente con la invasión criminal de Ucrania y la firme respuesta de la OTAN. Mas la responsabilidad de nuestros líderes políticos y empresariales empieza en entornos mucho más cercanos y que están dentro de su área de influencia, tanto a nivel nacional, como en nuestro proyecto común de la Unión Europea.

Si echamos la vista atrás, vemos que las tres revoluciones industriales precedentes trajeron aparejadas lo que los economistas denominan como externalidades negativas, es decir, el lado oscuro del progreso. Ya en el siglo XIX, Charles Dickens denunció en sus novelas las externalidades negativas de la primera revolución industrial, como el horror del hacinamiento en las ciudades o la explotación infantil, terribles realidades que fueron el origen de los movimientos sociales que acabarían desembocando en las democracias representativas del siglo XX.

Esta cuarta revolución industrial traerá sus propias externalidades negativas que ya podemos identificar y contrarrestar con las políticas públicas necesarias. Una de las consecuencias más evidentes del progreso de las tecnologías de información ha sido la patente pérdida de privacidad en línea, un fenómeno al que la UE ha tratado de dar respuesta con el Reglamento General de Protección de Datos. Podrían generarse riesgos similares o aún peores de un desarrollo desregulado de la Inteligencia Artificial, de ahí la nueva apuesta legislativa de la Unión Europea para un Reglamento sobre Inteligencia Artificial, en el que mi empleador, el Supervisor Europeo de Protección de Datos, está llamado a ser la autoridad de supervisión a nivel europeo. En definitiva, y enlazando con el título de esta columna, lo que necesita la humanidad en estos momentos es abrazar un nuevo Humanismo Digital. Si los humanistas de los siglos XVI y XVII, muchos de ellos españoles, lograron persuadir a los dirigentes políticos y empresariales de aquellos años que el centro del universo no debía seguir siendo Dios sino el ser humano, los humanistas del siglo XXI debemos convencer a los dirigentes políticos y empresariales de nuestro tiempo, que el centro del universo no debe ser el Internet, la tecnología o el metaverso: el centro del universo debe seguir siendo el ser humano, con sus virtudes y sus defectos, su imperfección perpetua y su anhelo de trascendencia. Es por eso que necesitamos tecnologías más humanas y que no nos deshumanicen, políticas públicas valientes que pongan freno a usos descabellados o totalitarios de la tecnología, y autoridades reguladoras y plenamente independientes, a nivel nacional e internacional, que planten cara, en los tribunales si fuere necesario, a quienes pretendan poner en peligro, política o empresarialmente, el verdadero progreso de nuestra sociedad. Algo similar se logró a mediados del siglo XX para el fenómeno de la aviación comercial. Los dirigentes políticos y empresariales de aquella época comprendieron que solo dotando al sector de una regulación muy estricta y estableciendo mecanismos efectivos de gobernanza a nivel internacional se lograría que la gente perdiese el miedo a volar y pudiera existir un nuevo medio de transporte de masas. Setenta años más tarde, cualquier pasajero disfruta hoy en día de la misma seguridad área si despega o aterriza desde el aeropuerto de Madrid o de Kabul, y el número de accidentes y víctimas mortales se reduce cada año, pues cada pequeño incidente se informa sin demora a las autoridades nacionales e internacionales que adoptan las medidas de mejora correspondientes que se aplican en la práctica por los fabricantes de aeronaves y en cualquier aeropuerto del planeta.

El centro del universo debe seguir siendo el ser humano, con sus virtudes y sus defectos, su imperfección perpetua y su anhelo de trascendencia

En conclusión, de lo que se trata es de convencer a nuestros dirigentes políticos y empresariales de que adopten el mismo enfoque de la aviación comercial al desarrollo y uso de la inteligencia artificial y de las nuevas tecnologías en general, en otras palabras, de que pongamos la seguridad del pasajero en el centro de nuestro universo digital.

Leonardo Cervera Navas es el Director del Supervisor Europeo de Protección de Datos, la institución de la UE encargada de la promoción y la defensa de la protección de datos a nivel europeo.

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