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ALEJANDRO SOTO

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BERNARDO TORRENS

BERNARDO TORRENS

“QUE OTROS EXPRESEN SU INTERIOR: UNA REVOLUCIÓN EN MI VIDA”

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Entrevista con Alejandro Soto Álvarez | Arquitecto y Artista

Nacido en el Pacífico Sur, en el puerto de Valparaíso, Chile, un día de 1962. En 1988 se gradúa como arquitecto de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, un foco americano sui generis de reflexión y práctica. A inicios de la década de los años 90 se radica en Alemania, primero en Heidelberg y posteriormente en Hamburgo, donde hoy reside. En este extenso período también ha tenido tiempo para vivir en Madrid durante tres años. A lo largo de las últimas tres décadas, Alejandro Soto Álvarez ha participado en variadas exposiciones individuales y colectivas en Alemania, España, Italia, Japón, Suiza y Venezuela. Más recientemente ha combinado su actividad de taller artístico con la docencia, actividad que “he llegado a amar” (según afirma), al punto de menguarle su conocido entusiasmo por exhibir. Ahora, paralelamente se dedica a despertar la creatividad dormida de otros (entre quienes también hay educadores), y lo hace con la pasión con que enfrentaba la búsqueda de su lenguaje pictórico hace algunos años. Pinta en los almacenes portuarios del área de Speicherstadt de Hamburgo, declarados patrimonio mundial por la UNESCO.

“La alegría de guiar el proceso en que alumnosas liberan sus temores y aprehensiones, expresando su interior artístico, se está convirtiendo en una revolución en mi vida que me compromete y da mucho sentido”

¿Como cambió la arquitectura por la pintura?

Muy joven, mientras estudiaba filosofía y sin aclararme del todo qué hacer con mi vida, asistí a una exposición del pintor Francisco Méndez y del escultor Claudio Girola. La abstracción de Méndez me impactó y decidí ese mismo día presentarme a la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso (hoy PUCV) donde enseñaban estos artistas. Tras ser aceptado vi que todo era distinto, original y para nada comprensible. A medida que pasaba el tiempo y con un método sui generis de observación que allí se desarrollaba, llegué a sentir junto a mis compañeros que aprendíamos a mejor captar la realidad.

Tuve el privilegio en tiempos del oscurantismo cultural dominado por la dictadura militar imperante entonces de acercarme al arte moderno y participar en cinco viajes por el continente americano. Durante estos trayectos con mi Escuela realizábamos obras de arquitectura efímera en espacios naturales que incluían pintura, escultura o ambas. Y era muy normal que profesores y alumnos pintaran en sus carpetas de apuntes transformándolas en integrales bitácoras de viaje.

Mi vuelo real comenzó cuando mi pareja de entonces llegó un día a mi casa cargadísima con sus óleos, telas y pinceles y ante mi sorpresa se desprendió de ellos y me los regaló diciendo que pensaba que era yo quien debía usarlos. Desde entonces he avanzado sin detenerme, y ya viviendo en Alemania la pintura sencillamente se convirtió en una obsesión que con la progresión de mis propias exposiciones devino en mi principal actividad. Reafirmó mi sentir la decepción con el trabajo en los despachos de arquitectura, que consideré muy limitados creativamente.

Hace décadas más de un crítico de arte mencionó alguna influencia de Roberto Matta en su obra ¿Qué otras influencias ve en ella, no de otros pintores, sino que de otras artes, saberes o técnicas?

Efectivamente, junto a las influencias ya mencionadas de mi tiempo estudiantil, la de Roberto Matta, cuya obra pude finalmente conocer y apreciar directamente en distintos museos, predominantemente europeos, me impresionó poderosamente. Y sí, quienes se interesan en mi obra ven la influencia de lo arquitectónico, ya sea por una atmósfera espacial en lo más abstracto, o por el trabajo sobre ciudades y diversos estilos arquitectónicos.

Por otro lado, en las obras que yo llamo de espacios exteriores, donde es el espacio urbano el punto de partida para el juego creativo, o en lo más abstracto, o espacio interior, donde también hay una fuerte espacialidad y trabajo de líneas, me interesa que el proceso creativo se visibilice en la tela. En ella, en la tela, se avanza y a la vez se va poniendo en cuestión lo logrado. Allí ocurren los cambios, que también denomino embates. Esa lucha, esa búsqueda conforma finalmente la obra y es reflejo de la tensión de las energías opuestas y coexistentes en mí, la parte que planifica versus la que destruye o arriesga lo avanzado con improvisaciones que vuelven a cambiar el rumbo, quizás como metáfora de una inestabilidad propia del desarraigo y de vivir entre dos culturas.

El gran fotógrafo, Sergio Larraín, decía que una buena imagen es creada por un estado de gracia y que esta se expresa cuando se ha liberado de las convenciones, libre como un niño en su descubrimiento temprano de la realidad. Esto es algo en que creo e intento practicar. Y si bien en los últimos años he tratado de estar lo más libre de influencias ajenas, creo que es mi propia vida, con sus dimensiones pasadas y presentes, la que me interesa cada vez más conscientemente incorporar y trabajar.

¿Qué es Amereida, cuya concreción se sitúa en la latitud 33º sur, longitud 72º?

Amereida es una obra de poesía fundacional escrita por el poeta Godofredo Iommi Marini y fundamento poético para una visión artística (latino)americana. El nombre Amereida (América más Eneida), rescata a Eneidas, buscando una patria (Virgilio, La Eneida). Amereida abre el campo para la creación de la obra artística asumiendo la herencia de lo latino, pero no para crear una manera europea, sino una propia que tampoco sea la copia o representación de lo precolombino. Vale decir una búsqueda acompañada de una pregunta con una orientación original. Así, asumiendo la idea del gran artista uruguayo Joaquín Torres García, se invierte el mapa proyectándose sobre él la Cruz del Sur, la constelación estelar que le corresponde al hemisferio meridional americano. Y como consecuencia de Amereida se crea un espacio de experimentación artística en los terrenos de Ritoque, al norte de Valparaíso, denominado Ciudad Abierta. Sus autores son Godofredo Iommi, poeta venido desde Buenos Aires, junto a Alberto Cruz Covarrubias (Premio Nacional de Arquitectura de Chile), a la vez fundadores de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso.

Para mí ha sido un gran honor y una enorme alegría que en dos ocasiones la Universidad en Hamburgo me invitara a contar y explicar la Ciudad Abierta.

También me ha complacido saber que la mismísima Escuela fuese recientemente invitada a la Documenta de Kassel, una de las ferias más importantes de arte mundial, así como a la celebración de los cien años de la mítica e influyente Bauhaus.

A la Ciudad Abierta he vuelto frecuentemente a disfrutar de la genialidad artístico-arquitectónica que contiene y de la hospitalidad de los que fueron mis profesores o compañeros de estudio que ahora ejercen la docencia. Es un lugar mágico que me ha creado adicción, una inspiración incalculable.

Por cierto, la creatividad es individual. ¿Qué podría contarnos de su propio proceso creativo?

Mi proceso creativo es una continuidad en la que rigen algunas normas básicas. Intento que las obras se diferencien lo más posible y que en conjunto sean identificables como propias, atribuidas a mi pincel, por supuesto.

Le atribuyo gran importancia a la incerteza, a no saber cómo será la obra una vez terminada. También considero que a pesar de concluidas, mis obras siguen abiertas.

Vale decir, lo contrario al arte puramente conceptual, en que solo interesa la idea, o al caso de la pintura más convencional, donde sí se sabe exactamente qué se quiere lograr.

En mi proceso creativo trabajo paralelamente en varias telas porque al pintar siempre llega el momento en que no se sabe cómo seguir y siento necesario tomar cierta distancia antes de continuar. También me importa que la obra sea un ente que sorprenda por cómo ha sido logrado tanto por su técnica, composición y contenido. E, igualmente me importa que pueda sacudir la razón y la emoción y no una cosa o la otra.

Valparaíso, mítico enclave del Pacífico Sur, avistado y comentado en castellano desde el mar por primera vez por Juan de Saavedra, en 1541. Este Valle del Paraíso aparece reiteradamente en su obra

¿Qué significa para Ud.?

Valparaíso es no solo la ciudad donde nací y crecí, sino que también una permanente inspiración que la traspasa. Es una ciudad y puerto extendidos por una amplia zona costera. Regala distintas posibilidades de ser vista debido a la simultaneidad de la lejanía y cercanía, altura e irregularidad topográficas que integra. Durante un tiempo denominé a mi ciclo de pinturas sobre ella de la siguiente forma: ciudad vertical. Es el lugar de mis recuerdos e incluso frecuente escenario de mis sueños.

Fue por una invitación que comencé hace algo menos de 20 años a pintar Valparaíso. Actualmente he aparcado algunos trabajos abstractos para abocarme a un proyecto que quiere ver desde la distancia esos barrios concretos de mi vida. Creo que más que una nostalgia, es una manera de asumir que uno es igualmente producto del entorno donde creció y se socializó.

¿Valparaíso y la realidad? Mi desafío es tomar elementos de la realidad, hacer que el espectador se enganche más fácilmente, y una vez habiéndolo atrapado aspiro a pasearlo por formas abstractas y/o gestos pictóricos no lógicos, que de otro modo no se ven. Y así es como me sirvo mayoritariamente de mi ciudad de origen para este fin. Personalmente y amando la pintura abstracta, veo que hace tiempo perdió su carácter o efecto rupturista y ha pasado a ser algo decorativo.

En la pintura hay colores. ¿Qué ha significado para Ud. durante décadas pintar en atmósferas a menudo nubladas? ¿Podríamos decir que le han exprimido hacia afuera todo el color que lleva dentro?

Es un tema nada fácil. Alguien me decía una vez cuando vivía en Madrid, que las telas se habían inundado de tonalidades ocres y más luminosas. Yo veo que en Hamburgo he llegado a usar mucho los grises y verdes. No puede ser casualidad, y ahora lo asumo conscientemente: soy capaz de contradecirme pintando lo más oscuro paralelamente a lo más colorido. Curiosamente, recuerdo a un artista chino que me decía que para él era evidente, solo por el uso de los colores, que yo era latinoamericano.

¿El color? se me va al poco andar, como a un pastor al que se le disgrega algo el ganado. En el proceso de pintar me surge lo inesperado, la necesidad de improvisar como respuesta al no saber cómo seguir.

Ud. se ha referido a su pertenencia a Valparaíso y Hamburgo como parte de su obra. También ha vivido en Madrid. ¿Qué tipo de experiencia significó vivir en Madrid?

La experiencia de vivir en Madrid entre 1998 y 2001 fue un regalo difícil de olvidar. Por una parte, la ciudad me fascinó y la recorrí mucho a pie. Fue una maravilla revivir con mucho sol y en mi idioma. Fui muy afortunado al encontrar gente fantástica y me siento muy agradecido de la generosidad y amistad que allí disfruté. Artísticamente recuerdo que entonces estaba muy interesado en lograr una reducción de elementos en el soporte o superficie en la que pinto. Vi muchas exposiciones de gran nivel en galerías de una espacialidad impresionante. Tuve un estudio muy especial en un altillo, con una terraza enorme. Insuperable. Y guardo un particular e imborrable recuerdo de una exposición mía en el Palacio de los Congresos, en la sala Joan Miró. Durante su celebración un coleccionista catalán, tras visitarme varias veces, me compró una cantidad insólita de trabajos (casi veinte). ¿Qué más se puede pedir?

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