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Constituyentes en regiones: un viaje necesario

Seguimiento Constitucional

CONSTITUYENTES EN REGIONES: UN VIAJE NECESARIO

TEXTO Y FOTOS POR JAVIER IGNACIO TOBAR

Abogado y Académico

Los tiempos que hoy corren por nuestro país no son fáciles. Confianzas destruidas, un tejido social que se deja llevar fácil por sinuosas y perniciosas corrientes alimentadas por noticas falsas, en que los algoritmos comienzan a funcionar de mala manera suplantando las decisiones humanas, y las redes sociales no hacen sino fomentar el odio y la grosería argumental. Es necesario tomar pausas, respirar y volver a conectar con lo simple, esa siempre necesaria pausa de relacionarse con el otro considerándolo como un par con los mismos derechos, facultades, libertades y, por sobre todo, dignidad.

Hacer crónicas de viajes es un trabajo extenuante y vertiginoso: el cronista enfrentado al espacio —desmesurado—, y al tiempo —finito— de su viaje, viviendo en una patria en la que, a cada paso, debe tomar la única decisión que importa: qué mirar. No hay un decálogo del buen cronista, pero, si lo hubiera, diría que es alguien que entra en iglesias y mezquitas, en bares y en cementerios, en clubes y en las casas, que habla poco, que escucha mucho, que lo mira todo —carteles y colegios, la gente por la calle, los perros, el clima y las comidas— y que, después de mirar, hace que eso signifique: que descubre, en aquello que miraron tantos, una cosa nueva; que cuenta Nueva York, París o Tokio, como si fueran tierra incógnita.

En su crónica sobre Hong Kong, incluida en “Larga distancia”, el escritor argentino Martín Caparrós dice: «Los periodistas solían hablar del Rolls Royce rosa de la señora Chan, que hacía juego con su armiño rosáceo y su perrito de aguas sonrosadas, o del edificio más alto y bamboleante del planeta o de los siete mil cristales de Murano de la araña de aquel centro comercial —y no terminaban de darse cuenta de que el monumento estaba en otra parte—. (…) En el bar del aeropuerto de

Hong Kong, a la entrada, a mano derecha según se llega de la revisación, hay un menú de bronce: allí, los precios de las coca colas y sandwiches del bar grabados en el bronce, inscriptos en el bronce por desafiar al tiempo, son

un monumento discreto y orgulloso al triunfo del capitalismo más salvaje».

Como se sabe, la Convención Constitucional sesionó la semana del 22 al 26 de noviembre pasado en la VIII Región, según lo dispone el Reglamento General de acuerdo con el Principio de Descentralización. Mucho se ha criticado el tema de los gastos que conllevó esa actividad, como también la utilidad de la misma.

Sobre el primero de los asuntos no me haré cargo, pues no corresponde. Sí decir (afirmar) que los mismos están considerados dentro del presupuesto de la Convención, por lo que no se gastó un peso más de lo considerado para esta institución. Sí me referiré a su utilidad que, tal cual lo afirma Caparrós, tiene el mérito de concentrarse no en las fotos colectivas, sino que en lo necesario que es mirar aquellos lugares ocultos de un viaje y de cómo ellos pueden generar esa escasa construcción que hoy se extraña de los espacios públicos por medio de las confianzas privadas.

Salí el lunes 22 a las 9:00 am desde mi casa en Valparaíso. Llegué a las 22:00 pm a la ciudad de Concepción. A las 15:00 horas ya estaba en el aeropuerto. Poco a poco llegaban convencionales y personal de la Convención al criticado “charter”. El vuelo no fue cerrado para nosotros, también había más gente. Fue ahí, en los diversos cafés del “Arturo Merino Benítez” cuando el cronista (yo sin serlo) observa. Era el después del triunfo de Kast en primera vuelta, por lo que los ánimos no estaban “fluyendo” del todo. Para algunos algarabía, para otros un portazo en la cara. Aun así, las mesas estaban copadas por convencionales de todos los lados políticos, asumiendo, tal vez, que había que dar un giro en el trabajo de la constituyente.

El martes, el pleno sesionó en Concepción y el jueves las 7 comisiones permanentes se separaron para trabajar en diversas comunas de la VIII Región. La comisión sobre Derechos Fundamentales sesionó en Laja los días miércoles 24 y jueves 25 en el Pleno, recibiendo, en ambos días, a 26 expositores. Por las tardes de ambos días se dividió en grupos para funcionar en las comunas de San Rosendo, Santa Bárbara, Mulchén y Cabrero.

Tuve la oportunidad de estar, además de Laja, en San Rosendo y Cabrero. La recepción en la primera estuvo a cargo de dos niños campeones naciona-

les de cueca, un conjunto de cuerdas a cargo de la Universidad de Concepción y un cartel gigante que decía “Bienvenidos Constituyentes a la Comuna de Laja”. Por la tarde del miércoles nos trasladamos (un grupo) a la comuna de San Rosendo. Primero tuvimos una emotiva reunión con la “Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos de la Comuna de San Rosendo” y luego, un cabildo en la Plaza de Armas de la ciudad. Más de 200 personas participando con los convencionales, haciendo presente sus puntos de vistas sobre el futuro y la consideración de los derechos fundamentales, sentados en diez mesas en que, con papel kaft y lápiz en mano, escribían el futuro.

Mismo ejercicio se repitió al día siguiente en Cabrero.

Para los sepultureros de siempre, fue impresionante ver que la genta sí está agradecida de que la historia pase por sus calles por al menos un momento. A ratos llegó a emocionar. Las pequeñas peleas artificiales de los centros urbanos se desvanecen en los sueños del Chile profundo.

Todos los viajes se hacían en conjunto. Convencionales de todos los sectores conversaban del tema que fuere, pasando por gustos musicales, arte, política y asuntos de carácter social. Parece ser que los acuerdos están más cerca que lejos. Ayudas mutuas, contactos cercanos, comidas y desayunos hacen pensar que la situación de “ágape” suele ser la más fecunda de todas, alejada de los actos performativos que muchas veces exigen las formalidades.

Volviendo con Caparrós, y yo sin ningún ánimo de cronista, puedo decir que es importante entrar en iglesias y mezquitas, en bares y en cementerios, en clubes y en las casas, que habla poco, que escucha mucho, que lo mira todo —carteles y colegios, la gente por la calle, los perros, el clima y las comidas— y que, después de mirar, hace que eso signifique. Los acuerdos se revelan en los lugares más misteriosos, donde todos somos iguales y nos mostramos ante la vida sin máscaras.

No tengo claro si estos viajes seguirán en el tiempo, pero sí sé que este fue muy valioso entre los viajes entre comunas, los desayunos y las cenas. Ahí hay que buscar los acuerdos para luego ratificarlos con la formalidad que merecen.

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