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In Vino Veritas. Origenes del vino en Chile

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Editorial

Editorial

IN VINO VERITAS

ORÍGENES DEL VINO

EN CHILE

POR NATALIA JIMÉNEZ DÍAZ

Vitivinicultora & Sommelier Profesional

Días antes de cumplirse el primer aniversario del desembarco español en América, un segundo grupo de europeos llegaron a estas costas al mando de Cristóbal Colón. Esta vez, traían las primeras vides europeas. Plantas importantes por ser esenciales para la elaboración de vino, bebida clave tanto en la dieta española como en las celebraciones del culto católico.

Los primeros intentos para aclimatar las vides en las zonas tropicales fracasaron. Para desarrollarse, la vid requiere estaciones muy marcadas, que casi no existan lluvias en verano y haya diferencias importantes de temperatura entre el día y la noche, cosa que no sucede en el

Caribe. Luego de tres décadas, se encontró un lugar con las condiciones apropiadas para que la vid pudiese desarrollarse: México.

La conquista española pronto alcanzó América del Sur. Entre 1532 y 1534, los territorios que estaban dominados por incas fueron sometidos al dominio de conquistadores españoles. Aquí se plantó la vid desde los primeros años. Las plantas fructificaron bien gracias al clima de pocas lluvias y disponibilidad de tierras altas que caracterizaba del Imperio Quechua, hoy Perú. Desde México y Perú, la vid se expandió hacia toda América.

Los españoles tenían asegurado el dominio de Perú por lo que continuaron desplazándose al sur, atraídos por promesas de oro. En 1536 llegaron al actual Valle de Aconcagua buscando este metal, pero solo encontraron pequeñas cantidades, por lo que siguieron avanzando hasta el valle del Maule.

Aquí habitaba el pueblo mapuche. Habían llegado a estas tierras unos doscientos años antes que los españoles, separando a las comunidades autóctonas de pueblos indígenas que ya habitaban esta región. Cuando los españoles llegaron al río Maule, se encontraron con este pueblo, que nunca había sido sometido por conquistadores. El enfrentamiento entre ambos duró siglos. Hubo muchos muertos de ambas partes. Como encontraron poco oro, los españoles decidieron regresar al Cuzco en 1537. Aún no llegaba la vid a Chile. El territorio quedó marcado como un lugar peligroso y sin muchas riquezas, por lo tanto poco atractivo para los españoles. Es Pedro de Valdivia quien decide emprender a su conquista. En diciembre de 1540 llega al Valle del río Mapocho, aquí fundó Santiago del Nuevo

Extremo el 12 de febrero de 1541. Valdivia traía hombres de armas, su objetivo era conquistar nuevos territorios, fundar ciudades y doblegar a los indígenas que se opusieran. Pero su gran objetivo era ser dueño de indígenas y tierras. Para acceder a estas tierras fue necesario cumplir una condición: quienes fueran favorecidos tenían que plantar parras antes de un año o se terminaba su concesión.

Fue Francisco de Carabantes, fraile jesuita, el primero en introducir la vid en Chile, trajo esquejes (estacas) desde Perú. Estos esquejes desembarcaron en la Bahía de Talcahuano en 1548. Así es como en la

zona centro-sur de Chile comienza la historia vitivinícola de nuestro país.

Del Maule al sur hubo una guerra. Qué es lo que pasaba, la zona era muy atractiva para los conquistadores por a su excelente condición para la producción agrícola y ganadera, pero por muchos años continuó siendo fuente de conflicto, fue casi imposible establecerse a largo plazo, pues los mapuches se negaban a ser sometidos por los españoles.

Pedro de Valdivia funda el fuerte de Penco en 1550; hubo que esperar hasta ese momento para que los españoles finalmente pudieran instalarse en la región. Entonces el gobernador hizo oficial la entrega de una encomienda a Diego de Oro, aquí estaba la autorización de plantar viñas dando un nuevo impulso a la historia del vino en toda la zona sur. Veinte años después la vid se había adaptado bien a este territorio, así cuentan informes oficiales entregados al virrey del Perú.

En el siglo XVII el territorio del Reino de Chile se organizó en dos unidades administrativas. La unidad de Santiago al norte, vivía al ritmo colonial, donde conquistadores dominaban sin ningún problema estableciendo su estilo de vida. En la otra unidad, organizada en torno a Concepción, la vida estaba en función de la guerra de Arauco. Esto no desalentaba a los españoles que permanecieron en la zona cultivando uvas y produciendo vino.

EL TRIUNFO DE BACO O LOS BORRACHOS 1628-1629 / DIEGO DE SILVA Y VELÁZQUEZ MUSEO NACIONAL DEL PRADO

En 1558 Jerónimo de Villegas y De Oro repoblaron la actual ciudad de Concepción por tercera vez. Había sido destruida dos veces por los mapuches. Cuando se instalaron, plantaron viñedos. Paralelamente, las parras continuaron expandiéndose hacia el sur. Fue en Angol donde se dieron muy bien, ahí se produjo mucho y buen vino. Lo malo, en 1576 el cacique araucano Antinecul dirigió una gran ofensiva mapuche contra siete ciudades españolas acabando con ellas y todos los viñedos.

Los ataques no pararon. Al contrario, cada vez fueron más violentos y organizados; cuando las ciudades construidas de Biobío al sur (Santa Cruz, Angol, Concepción, La Imperial, Villarrica, Valdivia y Osorno) fueron destruidas y arrasadas por mapuches, los españoles tomaron la decisión de salvar sus vidas y las de sus familias, se instalaron más al norte, en los valles de Cauquenes y Mataquito, aquí recomenzaron la plantación de viñedos.

Esta nueva vida en la zona duró hasta 1655, cuando otra rebelión mapuche acabó con todo el esfuerzo. Aun con todas estas dificultades, los españoles no cejaron; hacia fines del siglo lograron establecerse, con familias y viñedos, de forma definitiva en pequeños núcleos rurales y haciendas a lo largo de esta zona tan complicada. El mundo rural se organizó en torno a la ganadería y agricultura. En la agricultura había dos productos importantes: trigo y vid, esta se aclimató rápidamente y muy bien.

Buscando asegurar las comunicaciones, reforzar la conquista y entregar apoyo alimentario permanente al ejército que residía en Concepción, se fundó Chillán

en 1580; este territorio entre Concepción y el nuevo enclave rápidamente se vio replantado por viñedos necesarios para elaborar vino, es así como se convirtió en un producto de primer orden en la economía.

Los españoles se fueron habituando de a poco a las costumbres indígenas, por otro lado, los mapuches acostumbrándose a la presencia de españoles. Los españoles, para asegurar los territorios conquistados, fundaron varios fuertes a comienzos del siglo XVIII, entregaron tierras a oficiales y grupos religiosos, fueron explotadas y conocidas como “estancias”. Estas propiedades desempeñaron un rol importante, siendo un modelo de organización, desarrollo y trabajo donde la producción del vino se convirtió en una de las grandes actividades. Esto no era solo cultivar uvas; desde los primeros tiempos fue surgiendo toda una cultura productiva del vino.

Las condiciones naturales y culturales que estaban en la zona, eran consecuencia del uso de la combinación de lagares de cuero y madera; la disponibilidad de madera era favorecida por abundantes bosques, por otra parte la fuerte expansión ganadera que se vivió explica el uso de cueros.

La calidad del vino que se elaboraba en estas tierras era reconocida a lo largo de todo Chile. El famoso vino de Concepción, fue especialmente cotizado, por ser elaborado en las propiedades que estaban en la zona del Itata. El comercio del vino tuvo dos públicos principales: indígenas, que intercambiaban bienes a cambio de vino y otros productos; y españoles acostumbrados a beberlo.

Durante el siglo XVIII todo cambió. En 1740, el rey de España dio instrucciones a los gobernantes que llevaran a cabo un proceso de urbanización del territorio haciendo mutar el aspecto de la zona. En 1742 se funda la primera ciudad: Talca; luego Cauquenes, un año más tarde Curicó, cinco años después Linares. El emplazamiento de estas ciudades obedecía a estrictas ordenanzas que establecían la equidistancia entre ciudades para consolidar el tránsito a través del Valle Central. Desde los centros de estas ciudades, se construyeron caminos transversales que permitían conectar todo el territorio. Las nuevas rutas favorecieron la industria del vino, porque en estos centros urbanos era más sencillo intercambiar productos e ideas. Los nuevos caminos agilizaron el traslado del vino desde el lugar de origen hacia centros de intercambio, estimulando esta área productiva. El sector que comprendía Santiago - Chillán, fue al mismo tiempo objeto de importantes obras de riego, que cambiaron la faz de esta zona, lo que favorecía a los agricultores.

En la primera mitad del siglo XVIII se pudo apreciar la fuerza de la industria del vino en toda la zona de Maule al sur. Hubo grandes inversiones en la mejora de los viñedos, bodegas con sus vasijas y corrales de alambiques.

Esta bullente escena no estimuló la adopción de avances en técnicas productivas; mientras en otras partes se habilitaban barriles y pipas de madera, lagares de cal y de ladrillo; en toda la zona del Maule al sur, se continuó trabajando de forma artesanal y tradicional, esto por el carácter rural de la zona. Aunque las ciudades eran cada vez más importantes, todavía no lograban alcanzar la fuerza que estos centros tenían en otras regiones. A esto se suma que, a pesar que cada vez había más caminos, estos solían estar en mal estado, contribuyendo al aislamiento de los núcleos productivos y a la falta de información respecto de nuevas tecnologías. Aunque no había mucha innovación, esta zona estaba a la cabeza de la producción de vinos.

NERUDA EN POLONIA

POR ROBERTO RIVERA VICENCIO

Escritor Presidente Sociedad de Escritores de Chile

Nada sabíamos de esta debilidad de Neruda por Polonia y la hermosa Varsovia, hasta que el autor y su exhaustiva investigación va incluso más allá y a la vez se sumerge sobre las migraciones originarias y los vínculos de Chile con el pueblo polaco; saber que Juan Cristóbal Borkowski, minero de Copiapó, es el primer polaco sobre el cual existen registros en nuestro país hacia 1744, que nuestro “Jotabeche”, Joaquín Vallejo, llevaba inscrita en sus venas herencia de allí, y que Luciano Piña, uno de los fundadores de la Sociedad de la Igualdad también tenía Borkowski como segundo apellido; que Bilbao se relacionó en Francia con el notable poeta Adam Mickiewicz, autor de “Pan Tadeusz”, el poema polaco por antonomasia, amigo de su compatriota, nuestro Ignacio Domeyko, conocidos en la Universidad de Vilna, y que nuestro poeta Guillermo Matta y su hermano Manuel Antonio, también conocieron a Mickiewicz en París, apoyaron la causa independientista polaca y que a la muerte de Mickiewicz, Guillermo escribió “Un mártir de Polonia”, un sentido poema en el cual lo llama Profeta de Polonia, para seguir has muerto en suelo extraño…

Pero qué fue lo que cautivó a Neruda de Polonia, porque cada vez que tuvo oportunidad se detuvo allí, esa es la interrogante que nos genera este libro y que explora en las distintas facetas y sensibilidades del poeta, sería la Varsovia, no digamos en ruinas, sino arrasada, devastada por la segunda guerra mundial, sería esa imagen del mismo infierno ardiendo que ya había visto en Madrid, unido a la imagen de sus jóvenes compañeros chilenos polacos con los cuales caminaba rumbo al Liceo, el recuerdo de esos muchachos Niedbhalski y Janiszewski, adolescentes como él y el verde intenso de ese Temuco de intensas lluvias, el duro contraste con las selvas del Ñielol, contra ese suelo resquebrajado de astillas y cenizas ahora bajo sus pies en 1949, en aquella primera visita, cuando camina por lo que fue Varsovia y es testigo de los trabajos heroicos de ese pueblo por izarla otra vez.

Sería que ya en 1947 la poesía de Neruda viajaba

por el mundo y la Europa de post guerra, y anclaba fuertemente allí con su mensaje de lucha y de paz, en aquellas ruinas a través de Czeslaw Milosz (Nobel como él) quien tradujo en aquella fecha siete poemas del “más eminente de los poetas que escriben en el idioma español” para la revista “Odrodzenie” y en 1948 “Alberto Rojas Jiménez viene volando” para la misma “Odrodzenie”. Si bien Milosz se conoció tardíamente en Chile con “El pensamiento cautivo” editado por Tusquest en 1981, para Neruda, el gran lector que era Neruda, Polonia, ese mundo, su cultura y sus poetas no le eran para nada desconocidos, más aún es posible y habría que ahondar en esto, que el poeta sintiera un profundo vínculo emotivo con aquella poesía, con aquel drama, el mismo dolor de ser extranjero en tu patria cuando esta es ocupada, como Polonia, cuando él también debe escapar de la persecución y queda fuera de la ley en el gobierno de González Videla; un profundo vínculo también con “Pan Tadeusz” de Adam Mickiewicz, con estos hermosos versos “…Oh, primavera! Feliz quien te vio despertar en nuestra patria!/ Inolvidable primavera de la guerra, primavera de la fertilidad!/ Oh primavera floreciente de trigo y gavillas,…”, cuánto dialogan estos versos cabe preguntarse con su “Canto General”; con la obra del mismo Milosz, con sus contemporáneos y amigos Wladislaw Iwaszkiewicz, con Bronieswski, Galczynski, Borejsza, con Julian Tuwin, marcados todos también por la resistencia a la invasión de la Alemania fascista, con la reconstrucción de la patria en ruinas, con las luchas de los pueblos por su emancipación, motivos todos permanentes en la obra del poeta. Mención aparte merece el poema “Que despierte el leñador” del Canto General. Así la poesía de Neruda es profusamente publicada en Polonia por Pijanowski y la poeta Wieslawa Azymborska, y pasa una temporada en Mazuria en la parcela de Jerzy Borejsza, otro motivo que cala hondo en el poeta y su sentido de la naturaleza, los árboles, con los cuales parece fundirse y celebrar, así también, esas verdes llanuras cautivan su sensibilidad, el profundo aroma del bosque que vive en él, y algo de aquello se infiltra en la cadencia y la materia de “Las uvas y el viento”, algo de la brisa andina mueve las hojas de los arbustos de Mazuria. Pero además lo cautiva la fuerza, la decisión de la personalidad de Borejsza, su fuerte ímpetu y trabajo en la construcción de La Casa de la Palabra Impresa en la cual llegan a imprimirse miles y miles de libros para el pueblo polaco, un infatigable transmutador terrenal de las ilusiones a los hechos, de los sueños a la realidad, dice de él, otra faceta de este pueblo que cautiva a Neruda, porque también es un enamorado del trabajo, de las herramientas y del don de construir, la magia del trabajo, de lo hermoso del trabajo, lo suyo es como la carpintería le escucharemos decir, obrero de la poesía, lo cual es otro de los motivos que toca profundamente al poeta, el pan, la madera, los oficios, y la “Maestranza de noche”, del mundo industrial con sus opuestos a los oficios del artesano, así dirá: “… cenizas ardidas sobre la tierra triste,/ los caldos en que el bronce derritió su dolor…Y entre la noche negra… -donde-… corren y sollozan las almas de los obreros muertos.” Trabajo y dolor, hambre y pan, esas contradicciones por las

NERUDA EN POLONIA

Alfredo Lastra Norambuena Editorial Occidente 132 páginas

que deambulamos los hombres y que con acierto Neruda logra dolernos en su poesía, lo uno y lo otro, que veía en esa Polonia fascinante.

Tiempos en que los poetas eran más que importantes, indispensables, así se congregaban no solo en torno de la poesía en congresos de invaluable espesor cultural y literario, irradiando sabiduría y humanidad, sino también en congresos por la paz, motivo por el cual estuvo en 1950 nuevamente en Polonia, manifestándose feliz de estar en Varsovia, cautivado tanto por la clásica y veloz reconstrucción de la ciudad, como por la instancia política que representa la lucha por la paz, porque el poeta a la vez era un avezado político en el amplio sentido del término, de la gran política, de la cultura y sus dimensiones que impregnan todo el quehacer de la humanidad, ahí su poesía es núcleo y centro ordenador y pone al hombre en el centro gravitacional del devenir, y eso encuentra en Varsovia, al hombre como eje de una sociedad en pleno desarrollo y expansión, el arte floreciendo en las calles, en el afiche con una gráfica revolucionaria y rupturista, de mensaje certero y más que de fácil comprensión, de un amplio espectro semántico y conceptual, lo cual como lo manifiesta, llena su espíritu de felicidad, esa palabra tan cara hoy. Y así desde esa felicidad pide a los escritores del mundo y especialmente a Hemingway y Steinbeck, a que se manifiesten por la paz, que no tienen derecho a callar y lo repite en todos los idiomas, Paz, Pokój, Mir, Frieden, Paz, en todo el mundo paz. Y es en este viaje que valiente y abiertamente lo confiesa, me enamoré de esta tierra, dice, ustedes lo saben, y en el amor como bien sabemos, no hay nada escrito, y Quevedo lo certifica, más allá de la muerte incluso, sus restos, serán cenizas mas tendrán sentido, polvo serán, mas polvo enamorado. Y con ello no hay caso, solo nuestros respetos a Varsovia y Polonia por el confeso amor del poeta.

Y cómo no también, cuando el teatro polaco, de interesantísimas puestas escénicas revolucionarias lleva a las tablas su “Fulgor y muerte de Joaquín Murieta” que lo sorprende del todo, la dirección escénica, la coreografía, la música, los actores. Y cómo no, decíamos, cuando está anidando una de las concepciones más revolucionarias del teatro actual, el Teatro Circo que nace allí en Polonia y no en otro lugar, y es Jerzy Grotowski quien conceptualiza y da forma a una nueva manera de concebir el teatro en su totalidad, vestuario, coreografías, dirección, todo lo revoluciona esta nueva concepción que ve en el actor también un acróbata, y Neruda siempre abierto a los cambios queda fascinado con esta puesta en embrión, que luego y muy pronto es asimilada por el mundo entero y puesto a la altura del teatro de acciones básicas de Stanislavski, y el teatro de contención de Bertold Brecht, pero siendo esta forma de concebir el teatro, más “loca” por así decir, y ensamblar con nuestro poeta que amaba las nuevas formas de expresión, vinieran de la poesía o del teatro, o de donde vinieran, por ello en este punto encontramos otro motivo para enamorarse de Polonia, “no podemos pensar que el experimento en la poesía es un pecado”, opina, “soy partidario tanto de los experimentos íntimos como universales” y es capaz, como lo dice, “el profundizar con satisfacción en lo más íntimo y oscuro de los sentimientos humanos”. Esa tan honesta locura, tan polaca a la vez como podemos vislumbrar en sus autores y concepciones artísticas, en ese maravilloso exiliado en América del Sur que fue Witold Gombrowicz, autor de “Ferdidurke”, “Kosmos”, “La seducción” . En eso, en su dosis de bella locura, de amor constante, nuestro poeta también cae rendido a los pies, ahora lo sabemos, de su amada Varsovia, los lagos de Mazuria, Cracovia, de toda Polonia, y no como el amor de los marineros que besan y se van, no vuelven nunca más. No, Pablo Neruda, después de estás páginas parece haber besado a Polonia por siempre, más allá de la muerte, su poesía anclada allí y nosotros con tareas por investigar.

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