18 minute read

Crónica de una carta anunciada

Seguimiento Constitucional

CRÓNICA DE UNA CARTA ANUNCIADA

POR EDUARDO QUIROZ SALINAS

Ingeniero Civil Informático y Escritor

Elnecesario, fecundo e importante proceso de la creación de la Nueva Constitución para Chile ha dado inicio, tras la aprobación de los inexistentes reglamentos en un tiempo récord y con la consolidación de amplias mayorías en cada uno de ellos. Importante indicio sobre lo que pueda venir en adelante en cuanto a lograr los acuerdos necesarios y no enredarse en discusiones eternas y atrincheradas. Deseamos que tengan el mejor de los éxitos por el bien de nuestro país y de todos quienes lo habitamos, ya sea porque el azar nos hizo nacer en esta larga y angosta franja de tierra desde nuestros inicios o porque el camino recorrido nos puso en el mismo lugar.

Uno de los tópicos que más resuena, no solo en Chile sino en gran parte del mundo democrático, es la aclamación de parte de la ciudadanía de la consolidación o respeto del

Estado laico, es decir, un Estado neutral respecto a las distintas creencias de turno que permita además su correcta separación. Ello, en parte, provocado por los conflictos que se generan entre los preceptos de los credos y las leyes que se discuten y promulgan respecto a la tolerancia de las actuales diversidades, cuya esencia, fines y expresiones no se ven cobijadas bajo los aleros de la concepción tradicional de persona, amor y familia. Cabe mencionar que si quienes ejercen el poder legislativo hubiesen hecho correctamente su trabajo, separando sus propias creencias de su trabajo, que afecta a todos los habitantes de una nación o país, y que si los mismos jerarcas o representantes del mundo creyente no hubiesen intentado interferir mañosamente en esas discusiones legales y hubiesen, de mejor manera, continuado predicando y protegiendo sus conceptos legítimamente entre sus adherentes voluntarios, quizá no hubiese tenido tanto revuelo el concepto indicado. Sin embargo, la realidad fue distinta. En ese ámbito, considerando que, en opinión de este articulista, los mandamases de las distintas religiones están desconectados casi completamente no solo de los rumbos de la sociedad actual sino de sus propios fieles, es que han hecho caso omiso o no se han percatado que, con dicha

actitud, solo aceleran más el necesario proceso de consolidación del Estado laico que pregonamos y promovemos los librepensadores y quienes son cercanos al liberalismo y respetuosos de la diversidad y tolerantes ante la diferencia. Es importante aclarar que lo de la desconexión con sus fieles no es una opinión antojadiza, sino como he analizado tanto en mi libro El Tren del Laicismo como en otros artículos, es el resultado de la interpretación de las encuestas al respecto. Por ejemplo, en la última encuesta bicentenario respecto de la religión, la suma de todos los credos (sin excepción opuestos todos al aborto) es de un 68%. Sin embargo, en la misma encuesta, quienes están a favor del aborto eran un 74%. ¿Qué quiere decir eso? En pocas palabras, que los mismos fieles no respetan, creen o adhieren a esa posición frente al derecho de la mujer respecto a la natalidad y que son capaces de separar sus creencias de turno respecto a políticas o leyes. Cabe destacar que la cifra es pareja entre hombres y mujeres. Si aún con ese dato duro (y muchos otros más, de similar tenor) sobre la mesa, los miembros de las cúpulas no han sintonizado con los tiempos ni con sus fieles, es porque insisten en suponerse poseedores de una superioridad moral o creen estar en la posición de la verdad absoluta y única, quizá desconociendo que, a diferencia de antaño, hoy la sociedad está más informada, es más culta y ya no acepta verdades reveladas sin el interno cuestionamiento o adaptación a su propio empirismo, como no lo hubiera imaginado siquiera el propio Sir Francis Bacon.

En ese contexto, once autoridades de la misma cantidad de instituciones religiosas han enviado a la presidenta de la Convención Constitucional, Elisa Loncón, una carta dirigida tanto a ella como a los 155 constituyentes, respecto a sus apreciaciones, en un documento llamado “Consideraciones y propuestas de contenido sobre la Libertad Religiosa en la nueva Constitución”.

En ella, en el primer punto, el que solo por el hecho de estar primero ya debe ser el que más consideran importante, es la defensa de la Ley 19.638, cuyo párrafo más relevante, considerando que los otros están en línea con la Constitución vigente, es el de la exención del trámite de insinuación para los bienes de las organizaciones que se creen bajo la ley de cultos. En palabras de un ciudadano común y corriente, poco conocedor de la terminología legal y económica, es lo que les permite estar exentos del pago de impuestos y contribuciones, como sí lo están el resto de las organizaciones del país. Es uno de los privilegios más importantes de los que gozan hasta el día de hoy y que, por supuesto, está entre las garantías de mayor importancia en su ranking interno. El “paraíso fiscal” tejido a lo largo de los años es su principal tesoro y no cabe duda que será defendido con uñas y dientes. Como mencioné en un principio,

esta ola de laicismo y recuperación del Estado laico es a nivel mundial y países como España e Italia, quienes incluso están atados a concordatos, han ido flexibilizando estas medidas y los países mencionados, entre otros, ya ponen a disposición de las mismas personas la elección sobre si quieren que parte de sus impuestos financien a las iglesias. En el país ibérico, como dato, hoy apenas un 32% marca esa opción. Es decir, el 68% restante no desea financiar a ningún culto mediante sus impuestos. El número, dicho sea de paso, viene en constante descenso desde 1988, fecha en que se inició la consulta a los ciudadanos españoles. Alemania, por ejemplo, que tiene otra manera de financiar a las iglesias, atados también a decretos del medioevo, ha provocado olas de apostasías, pues es el único camino, hasta hoy, para que sus impuestos no sean derivados a las iglesias, donde la ley señala que el bautizo (generalmente entre los 0 y 2 años de vida) es requisito único para que parte de sus impuestos sean derivados a ello. Situaciones similares se viven en Suiza, Suecia, Finlandia y otros países nórdicos, según la encuesta realizada por Pew Research (https://www.pewforum.org).

Volviendo a nuestro país, el punto 3 de la declaración de propuestas a la Convención Constitucional, indica: “La religión y la política son ámbitos distintos, aunque no separados”. y argumentan a favor de él, justamente, con la dicotomía no resuelta, planteada al inicio de este artículo a modo de hipótesis, respecto a que la persona no podría separar sus convicciones personales respecto a su trabajo. Referente a este punto, si bien expuse algunos ejemplos que corroboran ese camino, también los hay, y variados, del otro camino. Es decir, que un miembro de un gobierno, parlamento u otro poder estatal, sí logre entender y separar sus propios principios anteponiendo el bien general o la visión país que sus votantes y la nación les demandan. Por ejemplo, podemos recordar el emblemático caso de Mario Fernández, ministro del Interior y miembro del Opus Dei, quien debió promulgar la Ley de Aborto el año 2017 impulsada por la presidente Bachelet. Lo anterior no exento de presiones y coacciones nunca antes vistas de parte de la prelatura, de manera pública y, sin dudas, privadas. Aun así, el exministro fue capaz de cumplir con su trabajo, promulgar la ley y no permitir que sus creencias se interpusieran en ello. De algún modo, con esa misma frase dentro de su propio petitorio, dan la razón a quienes exigimos un Estado laico y personeros que conozcan su significado, valoren su importancia y entiendan lo necesario de separar ambos ámbitos de la vida, reconociendo que el bien común es superior o independiente de las creencias individuales, que son intrínsecamente personales e inviolables, pero cuyo límite es el fuero

interno o el colectivo cuando hay una coherencia y una adhesión voluntaria. En ningún caso, imponer a través del ejercicio de un cargo público los preceptos de una creencia, cualesquiera que esta sea, dentro del amplio abanico de las que pululan en el territorio de los credos.

En el punto cuarto de la declaración, hay una cantidad importante de frases que traer a colación, por su relevancia y lo reñido que se encuentran con la neutralidad del Estado y con el concepto más mínimo de Estado laico, que es el alero bajo el cual se cobijan las condiciones mínimas que permiten la correcta ejecución de los programas de un gobierno y que, al día de hoy, con excepción del ultraderecha Kast, incluyen, aun cuando sean en distintas variaciones o intensidades, temas relacionados con el matrimonio igualitario, la eutanasia, ampliación de ley de aborto, adopción homoparental, entre otros. Cito: “La relación entre las confesiones religiosas y el Estado comporta, por tanto, una distinción sin separación, una unión sin confusión”, para luego buscar “la colaboración y cooperación de estos dos ámbitos (religiosas y de la política)”. Reafirman en este párrafo la necesidad del aporte económico del Estado, a través de los impuestos de todos los chilenos, independiente de su adhesión a una o más de las religiones vigentes, pero a la vez señalan que pese a esa petición pecuniaria, se inmiscuirán en los asuntos de Estado al momento que se rocen sus “ámbitos éticos y valóricos”, que estarían dentro de su “misión”. En el punto inmediatamente siguiente, y confirmando lo indicado en los anteriores, insisten en que no puede darse lo que, en ojos de un librepensador y ciudadano del mundo es lo correcto y que hemos mencionado acá como uno de los deseables en la nueva Constitución. Me refiero a la neutralidad del Estado. “El mutuo respeto y la colaboración de las esferas políticas...no debe conducir a lo que podría llamarse neutralidad moral...”. Este punto es importante, pues no solo debe ser moralmente neutral el Estado, sino que además no debe inmiscuirse en lo más mínimo en asuntos relacionados con uno de los DD.HH. más importantes de la DUDH, como lo es la adherencia o no a una creencia, sin recibir presiones, coacciones ni influencias. Coincidirán conmigo que el peso específico del Estado, por la fuerza de sus acciones y actos, es demasiado relevante al respecto y cualquier guiño a una de las 4.200 religiones o variantes existentes, constituye, de inmediato, una parcialidad que afecta directamente la ejecución de este derecho humano de una manera correcta y genera una publicidad mañosa en desmedro del resto, además de innecesaria.

Del mismo modo, en el punto 7 de la declaración, solicitan algo que ellos mismos a través de esa misma declaración, no son capaces de entregar. Cito: “Todas las confesiones necesitan además independencia y una legítima autonomía para realizar su misión”. Coincido con ello, sin duda alguna, pues, defensor del laicismo, que indica la separación entre el Estado y la iglesia, ninguna de las dos partes debe intervenir en la otra.

CEP, ESTUDIO DE OPINIÓN PÚBLICA, OCTUBRE-NOVIEMBRE 2018 Le voy a mencionar algunos temas y con la ayuda de esta tarjeta, Ud. me dirá cuánto cree en cada uno de ellos. Veamos, ¿Cree Ud. en...?

(Decididamente sí + Probablemente sí)

El “mal de ojo” 61%

la Virgen

La energía espiritual localizada en montañas, lagos, árboles o cristales

Los Santos

Los poderes sobrenaturales de nuestros antepasados muertos

La reencarmación 56%

54%

52%

51%

45%

Es una relación bidireccional, no unidireccional como se quiere plantear en el documento. Es por ello que la neutralidad del Estado es fundamental, pues al ser neutral se garantiza que no habrá intervencionismo en ninguna de las dos direcciones. Sería interesante que, de una vez, los mismos firmantes y sus instituciones puedan entender la sanidad de una neutralidad. El Estado, por su parte, al ser neutral no incidirá en ellas, tal como no lo hace en ninguna otra institución privada, a menos que violen la ley, por supuesto. Sin embargo, es aún más importante que entiendan que tampoco el arrogarse participación en el Estado porque forma parte de su “misión” es algo que se pueda permitir. Cada uno de los credos vigentes al día de hoy tiene sus propios preceptos, mandamientos, ordenanzas, consejos, cosmogonías, etc. y ellos deben ser divulgados, sin problemas, en los lugares donde los adherentes voluntarios a ellos están dispuestos a recibirlos. Así no vulneran el Estado laico y de paso nos ahorramos los ciudadanos bochornos como los que se dan en los Te Deum -fiesta totalmente anacrónica e inédita en el mundo (solo seis países la tienen)- o en los discursos de diputados y senadores argumentando una ley con un libro sagrado de su credo mientras se discute una ley que regirá para TODOS los habitantes de un país, sin importar su origen, raza, religión, posición social, género, etc. Sé que puede sonar algo ambicioso mi anhelo, en un país alejado del mundo, con una sociedad donde la tradición mal entendida hace estragos y donde los efectos de la globalización son menores, debido a nuestra posición geográfica, que ayuda a alimentar el grado de “verdad” existente en la propia creencia, al no tener comparación con la de otros, a diferencia de ciudades cosmopolitas, donde la diversidad es palpable y donde la interculturalidad juega un papel relevante al momento de sopesar mitos, leyendas o tradiciones y asignarles un grado de verdad. A modo de anécdota, me permito recordarles que en una de las últimas encuestas respecto a religiones y mitos de la CEP (2018), el mito o creencia más común en los chilenos es la superstición local llamada “mal de ojo”. Continuando la revisión del documento firmado por estas once autoridades religiosas, en el punto 8 podemos encontrar lo siguiente: “Las confesiones, por su parte, no gozan de un poder coercitivo; en cuanto la pertenencia a ellas que siempre es voluntaria, ni tiene autoridad para imponer visiones únicas en el ámbito de lo temporal”. Ya quisiéramos que eso fuese una sentencia que en la realidad se cumple. Lamentablemente eso no es así y, por lo mismo, es que no somos pocos los que, aún en el primer cuarto del siglo XXI, tenemos que estar escribiendo, hablando y divulgando sobre el concepto del laicismo y defendiendo el Estado laico. Si lo indicado por estos mandamases fuese real, ni este artículo existiría ni estaríamos hablando de ello, dado que no tendríamos un problema. Sin embargo, la realidad dista de ello y asaz. De hecho esta misma carta es un acto coercitivo e intimidador para los 155 constituyentes

y de paso se intenta entregar una visión parcial de lo que realmente acontece en el país y del deber ser.

Por otra parte, sin dudas entre los constituyentes hay varios que conocen el laicismo, lo respetan y estarán informados al momento de leer esa misiva y entregarle el peso que corresponda. Podemos nombrar, por ejemplo, a Squella, Politzer, Bassa, Baradit, entre otros. No obstante, habrá otros constituyentes que, dada la hermosa diversidad existente en la Convención, no hayan escuchado en sus vidas el término laicismo y puedan ser mal influenciados o sentirse coaccionados por este tipo de intervenciones que pretenden imponer su sesgo al país a través de los constituyentes. La motivación es lógica, considerando que, al no ser Chile un estado laico y neutral, considerando que hay situaciones anómalas provenientes del pasado, el temor que esos vicios se corrijan en la nueva Constitución es real.

Este temor es palpable, por cierto, en el punto número 10 de la declaración. Cito: “La distinción entre el Estado y las confesiones religiosas no comporta –como se ha dicho– su total separación, ni que las confesiones deban reducir la propia acción al ámbito privado y al espiritual”. Más adelante se agrega: “...este servicio se realiza con tanta mayor eficacia...cuanto efectiva y expedita sea la cooperación entre ellas...”. Si bien siempre se agradece la sinceridad, es esa misma la que nos permite, ahora sí en nuestro fuero interno, dimensionar y sopesar este tipo de declaraciones e interpretarla. Hemos hablado de esa neutralidad necesaria del Estado que permita cumplir el significado básico del término laicismo, es decir, separación del Estado y las creencias de turno y es posible apreciar en esa sentencia que lo que se pretende difuminar es justamente esa línea divisoria que promueve y permite la diversidad de una sociedad y que alienta valores importantes como el respeto y la tolerancia. ¿Por qué necesitan los credos de la intervención del Estado o el abanderamiento y apoyo? ¿Por qué requieren de tanta protección sus discursos o preceptos? ¿Qué tiene que hacer el Estado en algo tan personal e individual como lo es la adopción de una cosmogonía?

En mi opinión, nada. Sin embargo, vemos cómo se pretende difuminar esa necesaria separación y neutralidad. No solo, de hecho, se pretende disolver esta necesaria frontera sino van más allá: “Lo anterior lleva a plantearse la necesidad o conveniencia de establecer la posibilidad de que existan convenios entre las confesiones religiosas y el Estado”. Es decir, ya no solo no les gusta la neutralidad, sino que solicitan sin pudor el intervencionismo del Estado en apoyo a sus proyectos. En el punto 14 señalan, por ejemplo, “la educación” como una de esas áreas en las que requieren el “apoyo” del Estado para seguir introduciendo sus dogmas en menores de edad y, en parte, financiados por el Estado. En otras palabras, por todos y cada uno de nosotros, aun cuando no formemos parte de esos credos. Eso sí, en el mismo punto, pero apartado a), hace hincapié en algo, que si bien es lógico y sensato, es una manifestación indirecta o entrelíneas de lo que son sus preceptos y sus diferencias con lo que hoy la sociedad aboga o solicita: “Sin perjuicio del derecho del Estado para regular los efectos civiles, las confesiones religiosas tienen el derecho de regular el matrimonio de sus miembros, aunque solo lo sea

uno de los contrayentes”. Desconozco el minuto o instante en el que el Estado trató de influenciar o imponer especificaciones respecto de cómo debe celebrarse un matrimonio en alguna de las iglesias. Al contrario, sí lo vimos y lo seguiremos viendo, de hecho, en la manera inversa. Es decir, a los credos tratando de coaccionar al Estado, en específico a uno de sus poderes, el legislativo, a que no aprueben leyes de matrimonio civil entre parejas que no sean exclusivamente entre un hombre y una mujer. El apartado b) de ese mismo punto, aboga justamente en contra de la educación laica, porque es claramente una de sus áreas de interés. La niñez, período fértil para sembrar dogmas y supersticiones a largo plazo, ha sido ocupada desde hace un tiempo por ellos a raíz de un decreto promulgado en la dictadura que les abrió las puertas, en desmedro de la educación laica promovida por Pedro Aguirre Cerda, en su famoso discurso en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional del 21 de mayo de 1939 cuando señaló que “gobernar es educar” y que, en el anexo específico de la educación, “aparece como el primer deber y el más alto derecho del Estado...Para que la enseñanza pueda cumplir su misión social con toda amplitud es necesario que sea: gratuita, única, obligatoria y laica...con el fin de garantizar la libertad de conciencia y hacer que nada perturbe el espíritu del niño, durante su período formativo”. ¿Cómo es posible que un presidente de hace casi un centenar de años tenga que venir a darnos clases sobre lo importante de la educación laica y respetar el derecho a una sana formación en el niño? Es increíble que aún tengamos que citar a Pedro Aguirre Cerda, en la era de la información y el conocimiento, siglo XXI, para tener que explicar la importancia de

PEDRO AGUIRRE CERDA JUNTO A UN GRUPO DE MUJERES que un establecimiento educacional se deba dedicar a impartir enseñanzas que permitan la formación de un estudiante y no dedicarse a promover dogmas o a concientizar a menores de edad en temas que no pueden ser impartidos de manera general pues, insisto, son inviolables en el fuero interno. No cabe duda, tras este intento corporativista de perpetuar los vicios legales y constitucionales emanados del período no democrático, que hay un temor de parte de estas congregaciones. Temor a la aceptación de la diversidad. Temor a la propagación de la tolerancia. Temor a la ampliación del conocimiento. Temor al respeto al individuo libre, independiente y librepensador. Ese temor es el que no debe ser traspasado a los convencionales. Ellos deben entender nuevamente la importancia de abrazar el respeto, la libertad y la tolerancia. Esos son los pilares fundamentales para una sociedad preparada para los tiempos actuales, donde no solamente las fronteras de los países se desdibujan, sino donde además todas y cada una de las personas se convierten en ciudadanos del mundo, ya no anquilosados tras una etiqueta racial, localista, religiosa ni de ninguna otra índole, mas cada día más empoderados y conscientes de la igualdad entre todos los seres humanos y que una mente libre, abierta, carente de ataduras durante el período escolar expandirá, a su vez, los límites del conocimiento humano, pero por sobre todo más humana y fraterna. La invitación a los convencionales es tan clara como prístino es el propósito del laicismo y de este artículo. La libertad de las personas es clave y un vetusto decreto o atadura constitucional no democrático no puede perpetuarse ni mucho menos pretender erigirse como válido, en una sociedad pluralista y abierta, como la que se pretende conseguir en la nueva Constitución.

(http://www.bibliotecanacionaldigital.gob.cl/visor/ BND:8773)

This article is from: