Periódico barrial
Distribución gratuita 3.000 ejemplares mensuales Noviembre 2018 ISSN 2451-7178
Comuna 1 /3 /4
Constitución, Monserrat, San Cristobal, San Telmo, Parque Patricios y Barracas
Una voz, un derecho.
Año - 06
Número 49
elgritodelsur.com.ar /El Grito del Sur @grito_delsur elgritodelsur@gmail.com
Foto: Andrés Wittib
Tiempo de juzgar el horror La casona de la calle Virrey Cevallos 630 funcionó como centro de detención clandestino durante la última dictadura militar. Diez años después de que el Estado recuperara la posesión del inmueble como
Espacio de Memoria, comenzó el juicio para juzgar a los responsables de los casos de tortura y secuestro ocurridos en el lugar. Página 4
Juicio por Virrey Cevallos - Día 1
Juicio por Virrey Cevallos - Día 3
Un militante de la memoria
El acusado Omar Rubens Graffigna sufrió un duro revés: la suspensión de los cargos pedida por su defensa fue rechazada por la Corte.
Los detalles de la tercera audiencia en el marco del juicio oral por los crímenes de Lesa Humanidad cometidos en el inmueble de Monserrat.
Osvaldo López es el coordinador del Espacio de la Memoria “Virrey Cevallos”. En una entrevista con El Grito del Sur, cuenta su historia.
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Contratapa
Al banquillo de La casa del los acusados horror
Contra viento y marea
02 | Sumario / Editorial
Índice
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02 | Editorial
En medio de políticas de impunidad, un juicio
06 | Derechos Humanos
El último jerarca volvió al banquillo
03 | Derechos Humanos
En defensa de los Espacios de Memoria
07 | Derechos Humanos
Relatos que no serán en vano
04 | Informe central: Derechos Humanos
Los cimientos del horror
08 | Contratapa
Diseño gráfico: kunkacomunicacion@gmail.com
Guerrillero de la memoria
EL GRITO SOMOS
Christopher Loyola, Sebastián Furlong, Yair Cybel, Matias Ferrari, Andrés Wittib, Valentina Distefano, Dalia Cybel, Rocío Tursi, Virginia Robles, Camilo Rumberger, Nicolás Cardello, Catalina Distefano
En medio de políticas de impunidad, un juicio Redacción El Grito del Sur
Luego de pelear durante décadas por la expropiación del inmueble y su transformación en Espacio de Memoria, ahora los integrantes del Centro Virrey Cevallos -sito en la Comuna 1- lograron las primeras audiencias en el marco del juicio oral que investiga los crímenes de los 26 represores reconocidos en la causa. De ellos, sólo 3 están imputados: Omar Rubens Graffigna, Jorge Luis Monteverde y Enrique Monteverde. Aún queda mucho camino por recorrer, pero la importancia de llegar a una instancia de juicio por los horrores acaecidos al interior de este pequeño ex centro clandestino ubicado en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires representa un paso enorme en la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia, tal como testimonia Osvaldo López -coordinador del Espa-
cio que funciona actualmente en el lugar- en diálogo con El Grito del Sur: “Los juicios han tenido más importancia que la condena en sí misma. Tuvieron mucho significado reparador para los familiares, que se bancaron toda una campaña de demonización de sus hijos militantes”. Sin embargo, el juicio llegó en medio de fuertes retrocesos en la política de Derechos Humanos por parte de la actual administración del Estado Nacional, que ha promovido despidos y el desfinanciamiento de áreas sensibles tales como la Secretaría de DD.HH. Desde el Espacio Virrey Cevallos plantearon con firmeza que “los despidos no sólo son fuentes de trabajo para los despedidos, es el fin de las políticas que llevaban adelante en derechos sociales, de formación, de etnia, de género, de memoria. Sin trabajadores en los sitios de memoria, se cierran las políti-
cas de memoria que dan cuenta de nuestra verdadera historia y avanzan las políticas de impunidad”. Según la estimación de los sobrevivientes de Virrey Cevallos, pasaron por el lugar entre 200 y 300 personas. El manto de impunidad reside en que todavía hay un sinnúmero de secuestrados sin identificar. El tiempo también conspiró: muchos de quienes hubieran tenido la posibilidad de dar testimonio frente a sus verdugos fallecieron recientemente. Una de las escenas de los juicios queda grabada. Frente a la mirada de Jorge “Zota” Monteverde y sus secuaces, Fernanda Candela -tía de María Angélica Lanzillotti, hija de desaparecidos-, exclamó sin llorar ni quebrarse: “Señores jueces, sólo les pido Verdad, Memoria y Justicia”. Tantos años de dolor y testimonios que no serán en vano.
El Grito del Sur - Fundado el 23 de septiembre de 2012 en el natalicio de Mariano Moreno - Registro ISSN 2451-7178 - Director Propietario: Yair Cybel - Tirada 3.000 ejemplares - Registro de la Propiedad Intelectual 5295866 - Noviembre 2018 - Número 49 - Domicilio legal: Camarones 1549 CABA - Contacto: elgritodelsur@gmail.com - Impreso en Avisar Impresiones Gráficas - Arnoldo 1380 Quilmes Oeste - Registro de Medios Vecinales CABA - Se autoriza la reproducción del material publicado, citando la fuente.
Derechos Humanos | 03 El retroceso en políticas de DDHH
En defensa de los Espacios de Memoria Nuevos despidos y el desfinanciamiento de áreas ligadas a la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia motivaron la reacción de los integrantes del Espacio Virrey Cevallos, que reclamaron contra el avance de las “políticas de impunidad”.
Redacción El Grito del Sur
El reciente plan para cesantear 94 trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, conducida por Claudio Avruj, generó el repudio de las organizaciones que pelean desde hace décadas por esclarecer los crímenes de la última dictadura cívico-militar. En ese marco, los miembros del Espacio de la Memoria Virrey Cevallos -sito en la Comuna 1- emitieron un comunicado el pasado 10 de septiembre contra el desfinanciamiento de áreas clave para el sostenimiento de las políticas de DD.HH. Después del vaciamiento presupuestario en universidades, planes sociales, institutos de investigación, hospitales, instituciones de derechos como INADI, mujer, niñez, derechos humanos, ahora se avanza sobre los trabaja-
dores con políticas de despidos para darle al vaciamiento un carácter estructural. Desfinanciamos, desocupamos y las instituciones de derechos quedan como cáscaras vacías. Esto es lo que ocurre con los Espacios de Memoria, genuinas conquistas sociales en el marco de la lucha y resistencia contra las políticas de impunidad. Cuando desde el Estado se cerraron los canales institucionales para la reivindicación de “Memoria Verdad y Justicia”, el movimiento popular visibilizó los compañeros desaparecidos en los barrios, las universidades, los lugares de trabajo, denunció e hizo expropiar los CCD (Centros Clandestinos de detención), “escrachó” a los represores en sus domicilios y logró que el Estado reconociera los derechos violentados en el ejercicio del terrorismo institucional. Hoy el 95 % de los trabajadores de los sitios de Memoria, tienen contratos anuales de los más precarios, su vulnerabilidad ante las políticas de ajuste es evidente, si agregamos que esos trabajadores sostienen una política de derechos humanos y un relato histórico antagónico con la política del gobierno, la fragilidad de posición es casi palpable. Los despidos no sólo son fuentes de trabajo para los despedidos, es el fin de las políticas
que llevaban adelante, en derechos sociales, de formación, de etnia, de género, de memoria. Sin trabajadores en los sitios de memoria, se cierran las políticas de memoria que dan cuenta de nuestra verdadera historia y avanzan las políticas de impunidad. Hoy 94 trabajadores de la Secretaría de Derechos Humanos ya tienen firmado su despido, uno de cada diez, sólo falta conocer sus nombres y lugares de trabajo. En el marco de un ajuste de 10 mil trabajadores estatales para fin de año, los contratados precarios ven su sentencia con la finalización de sus contratos anuales. Los derechos humanos en Argentina, nuevamente ante la perspectiva de un retroceso”.
Juicio por Virrey Cevallos
Los cimientos del horror Un centro de detención clandestino funcionó en la casona de la calle Virrey Cevallos 630 durante la última dictadura cívico-militar. Los ambientes quedaron impregnados de tortura. La historia de una casa donde se marcó a fuego la memoria.
Redacción El Grito del Sur
Tras varios intentos de demoler literal y metafóricamente el ex centro clandestino de detención Virrey Cevallos, lo sucedido en este espacio tiene su esperado proceso judicial. Gracias al trabajo incansable de sobrevivientes y vecinos de la Comuna 1, el 9 de octubre comenzaron los juicios orales y públicos por la causa de Virrey Cevallos.
La Casa Ubicada en pleno centro de la ciudad, la casona de la calle Virrey Cevallos comenzó a construirse en 1908 por el comerciante Andrés Visca. En 1914 el lote de 8,66 x 20 metros cuadrados quedó edificado con la estructura que conserva hasta el día de hoy, pero separada en tres viviendas independientes. A su fallecimiento en 1938, Andrés Visca la legó al Estado junto con otras 46 propiedades para construir la Maternidad del Hospital Policial Churruca. Sin embargo, en 1971 la casa fue rematada y comprada por los hermanos Leonardo y Roberto Río. Los hermanos Río eran dueños del Café “El Potosí” en Rivadavia 2101 y decidieron adquirir el inmueble para utilizarlo como depósito del mismo. La vinculación entre los Río y las Fuerzas Armadas aún no ha quedado esclarecida. Si bien el inmueble fue propiedad de la familia hasta 1999, los hermanos Río dicen desconocer el uso que se le dio ya que la administración de ésta habría estado en manos de su padre, Eduardo Río, quien murió en 1983. Sin embargo, el vínculo que une a ambos hermanos con el responsable directo del alquiler de la casa pervive luego del fallecimiento de su padre y deja cabos por atar. Los Río, además de ser propietarios de la casa de Virrey Cevallos, tenían una vivien-
da en la calle Franklin 931. Este inmueble también funcionó como célula de trabajo de las Fuerzas Armadas y -aunque aún no se ha reconstruido totalmente lo sucedido ahí adentro- se sabe que allí estuvo secuestrado el periodista y escritor Sergio Bufano.
caciones en la casona de la calle Virrey Cevallos. Se agregó un portón de acceso vehicular y un entrepiso que une las tres viviendas -entre otras modificaciones internas-, lo que permite pensar que estaba siendo adecuada para la función que tendría posteriormente.
Según la agencia de noticias ANCCOM, el Archivo Nacional de la Memoria otorga varias coincidencias entre la casa de Franklin y Virrey Cevallos. El modus operandi sería el mismo, ya que el aparato represivo de la Fuerza Aérea necesitaba centros clandestinos de detención (CCD) en la zona de Capital Federal, que operaran como satélites de los centros de mayores dimensiones y que funcionaran como lugares de paso donde comenzar los interrogatorios.
Según los testimonios de vecinos y sobrevivientes, se estima que la casa funcionó como centro de detención clandestino entre 1976 y 1978. En ella accionó la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) -que en un momento funcionó en la Séptima Brigada Aérea- y la Policía Federal Argentina.
Entre el año 1971 y 1976 se hicieron modifi-
Aunque la mayoría de los detenidos estaban tabicados -constantemente vendados-, los recuerdos físicos y los datos aportados por vecinos permitieron reconstruir la disposición del centro. En la planta baja funcionó
Ellos siempre traían gente que torturaban y ponían la música fuerte para que no se escucharan los gritos. Inclusive traían perros grandes a la noche.
Informe central / Derechos Humanos | 05
bido a los pocos sobrevivientes, muchos de los cuales no reconocían los espacios donde habían estado secuestrados. Lewin recuerda: “Cuando voy a la CONADEP (“Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas”) no ubico la casa. Yo pensaba que la habían demolido, ya que cuando me trasladan a la ESMA los milicos me dicen que me mandaban a otro lado porque tenían que demoler la casa por un ensanchamiento en la Av. 9 de Julio. Entonces, creía que había estado en la cuadra del teatro Margarita Xirgú, donde hay una casa demolida y tenía las características arquitectónicas de Cevallos. Siempre llegaba a la zona de la casa, pero nunca podía dar con la edificación exacta”.
la sala de interrogatorios donde los detenidos eran sometidos a preguntas registradas con una máquina de escribir. Más atrás, en el ambiente alargado del fondo de la planta baja, funcionó la sala de torturas donde estaba la cama metálica o “parrilla”, que se utilizaba para pasar electricidad por el cuerpo a los detenidos. Osvaldo López, quien pasó ocho días cautivo en el centro de detención Virrey Cevallos antes de darse a la fuga, recuerda: “Ellos siempre traían gente que torturaban y ponían la música fuerte para que no se escucharan los gritos. Inclusive traían perros grandes a la noche”. En el primer y segundo nivel del contrafrente funcionaron las celdas de los secuestrados, pequeños ambientes sin ventilación que habían sido pensados como cuartos de servidumbre a principios del siglo XX. En el entrepiso, que da al frente de la calle Virrey Cevallos y que conecta los tres cuerpos de la casa, funcionaron las oficinas de inteligencia. Según los vecinos, por las ventanas que daban a la calle se podían distinguir personas armadas. Se cree que en el recodo de la parte izquierda funcionó un cuarto de vigilancia desde donde se controlaba la seguridad de quienes entraban y salían. Miriam Lewin tenía 19 años el 17 de mayo de 1977, día en que la secuestraron y la lleva-
ron a la comisaría Nº 44 y de ahí a Virrey Cevallos 632, donde pasó diez meses y medio. Posteriormente fue trasladada a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) hasta enero de 1979. De acuerdo a su testimonio, en el primer piso funcionó el comedor de los represores. Durante su cautiverio, en una ocasión, Lewin fue obligada a lavar los platos reconociendo el logo de la Fuerza Aérea en la vajilla. La metodología adoptada en Virrey Cevallos consistía en torturar a los secuestrados minutos después de su detención. El objetivo era lograr que “canten”, o sea, obtener “información fresca” acerca del paradero de sus compañeros de militancia y otras cuestiones. Posteriormente, muchos detenidos eran derivados a otros centros de detención más lejanos o dejados en libertad.
La recuperación como Espacio de Memoria Una vez restablecida la democracia en los 80, la casona funcionó como hotel de familias e inquilinato. La gran cantidad de gente que convivió ahí en condiciones precarias generó un mayor deterioro de las instalaciones. No fue fácil la identificación del lugar de-
En 1996, María del Carmen Castro, militante en los años ‘70 del “Partido Revolucionario de los Trabajadores” (PRT), se enteró que la casona se encontraba en venta por la inmobiliaria Enricci Propiedades. Junto con Esther Pastorino y Lili Santochi, integrantes de la agrupación “Vecinos de San Cristóbal por la Memoria”, intentaron frenar la venta y demolición del inmueble y demandaron su reconocimiento legal como Centro Clandestino de Detención. Con este fin, se organizó un escrache el 22 de julio de 2003 al cual concurrieron diversos medios de comunicación. Finalmente, en 2004 la labor de “Vecinos de San Cristóbal por la Memoria” dio sus frutos. Luego de visitar varias veces el juzgado y, tras distintos intentos fallidos, el 9 de septiembre la Legislatura porteña aprobó por 34 votos a favor, 3 en contra y 1 abstención la expropiación del ex CCDTyE “Virrey Cevallos” y en abril del 2007, el “Instituto Espacio para la Memoria” (IEM) recibió del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires la tenencia del inmueble. Es a partir de entonces que el IEM, junto a vecinos del barrio, emprenden la restauración edilicia de este sitio para llevar adelante un proyecto de recuperación de la memoria histórica. Para ello se contó con un grupo de restauradores, conservadores e investigadores que trabajaron de conjunto con los sobrevivientes y vecinos para reconstruir los hechos a partir de sus testimonios. Los espacios de la casa que fueron reconocidos por sobrevivientes no fueron modificados. Actualmente la casa funciona como centro de la memoria donde se realizan diferentes actividades culturales y puede ser visitada de lunes a viernes entre las 10 y las 16 horas.
06 | Derechos Humanos Juicio por Virrey Cevallos | Día 1
El último jerarca volvió al banquillo En el juzgado de Comodoro Py tuvo lugar la primera audiencia del juicio por los crímenes ocurridos dentro del ex centro de detención clandestino “Virrey Cevallos”. La suspensión de los cargos pedida por la defensa del acusado Omar Rubens Graffigna fue rechazada por la Corte.
Redacción El Grito del Sur
La audiencia comenzó tarde. Cuando permitieron al público entrar a la sala Amia -en el subsuelo del juzgado de Comodoro Py- los acusados ya estaban adentro del recinto y un grueso vidrio los separaba del resto de los asistentes. En ningún momento voltearon la mirada. Omar Rubens Graffigna, Jorge Luis Monteverde y Enrique Monteverde se mantuvieron impávidos durante las casi dos horas de audiencia. El martes 8 de octubre tuvo lugar la primer audiencia del juicio por el ex centro clandestino de detención Virrey Cevallos. Omar Graffigna, Jorge Luis y Enrique Monteverde son los únicos 3 imputados de los 26 represores reconocidos en la causa. Los hermanos Monteverde operaron como agentes civiles de inteligencia mientras que Eduardo Graffigna era la máxima autoridad de la Fuerza Aérea en ese momento y es el único miembro vivo de las Juntas Militares. Ni bien inició la audiencia, Pablo Recubiña, abogado defensor de Graffigna solicitó la suspensión de los cargos contra su cliente, alegando incapacidad de defensa, amparado en el artículo número 77 del Código Penal Procesal. Recubiña alegó que, según los test
Foto: Andrés Wittib
realizados por la médica neuróloga del equipo médico forense, Graffigna, de 92 años de edad, tendría alteraciones para la comprensión de las funciones ejecutivas, pérdida de memoria y Alzheimer moderado. Sin embargo, los exámenes médicos realizados (el test TRO y MOCA) demostraron que no había perdido la capacidad de leer ni escribir. El abogado subrayó que, de no ser escuchado su pedido de suspensión por el jurado, recurriría a la Cámara de Casación. La siguiente en tomar la palabra fue la Fiscalía, que no dudo en calificar el pedido como una estrategia dilatoria, advirtiendo que más allá de lo que definiera la corte era necesario continuar el proceso con agilidad. Por su parte, la querella, representada por el abogado Pablo Llonto, agregó: ‘Graffigna ya ha sido evaluado psicológicamente quedando por sentado que se encuentra en condiciones de atravesar el juicio y hacer uso de su derecho a defenderse.’ Antes de iniciar la sesión, Llonto habló con El Grito del Sur y dijo: “La causa que comienza hoy es muy simbólica por lo que representa este centro clandestino, que no tuvo juzgamiento pese a que es uno de los más conocidos en Capital Federal. Esperamos que esta sea una larga serie de juicios orales que tengan otros imputados de Virrey Cevallos.” El jurado, presidido por el juez Daniel Rafecas, rechazó el pedido de suspensión sobre el imputado e instó leer los cargos. Los acusados serán juzgados por los delitos de priva-
ción ilegítima de la libertad, torturas, violencias y amenazas e imposición de tormentos. Haciendo hincapié en el contexto en el cual sucedieron los hechos en se recalcó que se trataba de delitos de lesa humanidad, lo cual significa que los mismos no prescriben con el paso del tiempo. En la causa se citó como antecedente el caso Massera donde la Corte señaló que estos delitos, por su gravedad, no sólo son contrarios a la Constitución Nacional, sino también a toda la comunidad internacional. Junto con los testimonios de los secuestrados y las reconstrucciones de los vecinos del barrio, entre las evidencias se encontró en el domicilio de Graffigna actas manuscritas del “Estado Mayor General en la lucha contra la subversión”. Si bien esto marca un panorama desfavorable para el imputado, la querella no solo intentará demostrar su culpabilidad sino también su responsabilidad por el cargo jerárquico que cumplía, teniendo en cuenta su función de mando sobre otros miembros de la Fuerza Aérea. Cuando este medio le consultó a Rafecas sobre la importancia del juicio para la historia argentina -en un contexto en el cual en Brasil, país que no enjuició a sus militares, ganó la elección presidencial un candidato que reivindica al gobierno de facto- el juez dijo estar convencido de que estos procesos son fundamentales para consolidar el rumbo democrático y despedirse definitivamente de la cultura autoritaria.
Derechos Humanos | 07 Juicio por Virrey Cevallos | Día 3
Relatos que no serán en vano El juicio oral por los crímenes de Lesa Humanidad cometidos en el ex centro clandestino Virrey Cevallos tuvo el pasado 30 de octubre su tercera audiencia. Declararon Fernanda Candela y la periodista Miriam Lewin, detenida durante un año en el inmueble de Monserrat.
Redacción Yair Cybel
FERNANDA
“Tiene enferma el alma”, sentencia la testigo y unos cinco segundos de silencio inquebrantables recorren la sala. “No pudo venir. Está muy angustiada. Quería ayudarme pero en ese momento tenía apenas ocho meses”, prosigue Fernanda en respuesta a la pregunta del fiscal sobre la situación de María Angélica. Fernanda Candela es la tía de María Angélica Lanzillotti. A Angélica le secuestraron, torturaron y desaparecieron a sus dos padres, Osvaldo y Adela, militantes peronistas, a su abuela y a su abuelo, suboficial mayor de la Fuerza Aérea. A ella la entregaron en guardia a su tía Fernanda con una nota firmada por su madre detenida en la que renunciaba a la patria potestad. Adela, su madre, había sido secuestrada el 24 de enero de 1977 y herida de un balazo en una pierna. Su compañero Osvaldo comenzó un derrotero para escapar de la inminente caída: entre enero y mayo del ´77 trató de sobrevivir en pensiones, cuartos de hoteles, casas de amigos. Era flaco y de tez muy blanca y, cuando Fernanda lo vio por última vez, estaba muy deteriorado. Candela es una de las principales testigos en la causa Virrey Cevallos. Junto con los querellantes, Miriam Lewin y Osvaldo López, y acompañados por el abogado Pablo Llonto, denuncian las torturas, secuestros y desapariciones sucedidos en el inmueble de Monserrat durante la última dictadura militar. El pasado 30 de octubre se realizó la tercer audiencia y fue el turno de prestar declaración para Fernanda y Miriam. El testimonio de Candela es fundamental porque ratifica la información de que su cuñado, Osvaldo Lanzillotti, fue detenido y torturado en el edificio de Virrey Cevallos 630.
Foto: Andrés Wittib
“Un día trajeron a mi hermana de visita a casa. La acompañaba un policía de civil, Jorge Ismael Sandoval, un tipo de camisa celeste al que le faltaban los dientes de arriba”, recuerda Fernanda. “No era mi hermana. Tenía cara de sufrimiento, la sonrisa impuesta, tristísima. Igual sonreía. Ante mi desesperación parecía que me quería dar fuerzas”, rememora. En la arqueología de su trágico rompecabezas personal, Fernanda pudo saber que su hermana fue secuestrada por el Ejército, mientras que su cuñado había caído por una patota de la Fuerza Aérea. Esta fuerza operaba en el Oeste del Conurbano, pero tenía una base de detención y tortura en Virrey Cevallos. En su búsqueda pudo conocer a Miriam Lewin y a Pilar Calveiro, que le confirman que su cuñado estuvo detenido en una comisaría de Castelar y aseguraron haberlo visto en Virrey Cevallos. Fernanda habla tranquila, como haciendo catarsis por los años de dolor. Recuerda nombres, caras, apodos, historias. No llora ni se quiebra. Cuando termina el testimonio y cierran los aplausos de las más de 50 personas que la escuchan en la Sala SUM de Comodoro Py, regresa al atril y dice: “Señores jueces, sólo les pido Verdad, Memoria y Justicia”.
MIRIAM Miriam espera desde temprano en la sala anterior al juzgado e ingresa al salón después de un cuarto intermedio. Lleva un paquete de pañuelitos y comenta que testificó en incontables juicios de lesa humanidad: frente al rabino Marshall Meyer, en el juicio a las Juntas, frente a organizaciones internacionales de Derechos Humanos. Hoy le toca contar sobre Cevallos, donde pasó casi un año encerrada y torturada. Cuenta Miriam que militaba en zona Oeste en una organización casi desarmada. Los militares habían allanado la casa familiar e intentaron convencerla, en voz de su madre, para que se acercara a testificar. Un día la secuestraron en la General Paz. La persi-
guieron, la taclearon y la subieron a un auto lleno de represores que gritaban excitados. La pastilla de cianuro casera que llevaba en el bolsillo nunca funcionó. “A veces pienso que me tendría que haber muerto ahí”, dice Miriam entre lágrimas. “¿Con cuántos tipos te acostaste? ¿Cuántos abortos te hiciste?”, fue la recibida de sus torturadores. “Estabas más buena en las fotos” y otras observaciones sobre su cuerpo completaban el combo. “Me mostraron el pene y me dijeron que iban a pasar de a uno. Me aplicaron la picana en los pechos, en la vagina, en los ojos, en las encías. El dolor era insoportable y todos se reían”, continúa Miriam”. Miriam recuerda que la llevaron a la Comisaría 44, de allí a otro lugar donde la ataron a una “silla turca” y luego a Virrey Cevallos. Tras el raid de torturas, la subieron por una escalera, la metieron a una celda y la taparon con una frazada, siempre con los ojos vendados. Recuerda que la celda estaba forrada con telgopor, tenía una puerta ciega con agujeritos para ventilación y se cerraba con candado y cadena. Que el lugar donde estaba eran varios PH antiguos unidos, que en la planta baja funcionaba el corazón del centro: una sala de torturas con piso de madera y puerta al patio. Escuchaba los ruidos de la ciudad: una madre llamando a sus hijos a dormir, una televisión, risas, llantos. Escuchaba también las torturas de los recién llegados y los silencios de la casa donde pasaría 10 meses de su vida. Allí conoció al “Zota”, quien sería su carcelero. Hoy el “Zota” está en el banquillo. Es Jorge Monteverde, uno de los tres imputados que llegan a juicio por secuestro, desaparición y torturas. El testimonio de Miriam continúa con relatos de muerte y torturas, un relato que ha repetido muchas veces y que parece volver a doler siempre. Pero ahora no es en vano: lo escuchan el “Zota” y sus secuaces. Y si la justicia existe, recordarán estas palabras hasta su último día, en una fría celda de una cárcel común.
08 | Contratapa
Guerrillero de la memoria
Osvaldo López estuvo detenido en el ex centro de detención y torturas de la Fuerza Aérea Virrey Cevallos y, aunque logró fugarse por los techos, pasó más de 10 años preso. Hoy coordina el espacio de memoria que funciona en el lugar. Perfil de un militante de la memoria que defendió la causa contra viento y marea.
Foto: Andrés Wittib
Redacción Yair Cybel
Osvaldo López estuvo diez años y medio preso, pero le hubieran correspondido 24. Un tribunal militar lo condenó luego de ser secuestrado y detenido por su militancia política en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). En su derrotero por las prisiones del régimen militar lo pasearon por Caseros, Rawson, Magadalena y otros penales federales. La historia de Osvaldo es representativa de una generación militante, pero podría pasar desapercibida entre la de tantos jóvenes setentistas de no ser porque el Chango es coordinador del Centro de la Memoria Virrey Cevallos, uno de los cinco espacios de la memoria recuperados que funcionan hoy en día en la ciudad de Buenos Aires. Y a su vez, es uno de los querellantes en la causa que inicia este 9 de octubre y que investiga los secuestros y torturas sucedidas en el inmueble de Virrey Cevallos 630, en pleno barrio porteño de Montserrat.
De Córdoba a Buenos Aires A los 18 años, Osvaldo trabajaba como mecánico de aviones, cuando fue destinado a Buenos Aires desde su Córdoba natal. Lo derivaron a una base aérea en Moreno que ensamblaba aviones Mirage franceses. La llegada a Buenos Aires no fue del todo promisoria: se interponía con su deseo de estudiar una carrera en la Universidad de Córdoba. Sin embargo, al llegar a la ciudad de Buenos Aires, la voluntad fue más fuerte y comenzó un recorrido por algunas universidades, sin mucho éxito, pero en su devenir conoció la militancia en el PRT. Osvaldo venía de una Córdoba encendida: Cordobazo, Viborazo, un movimiento obrero muy fuerte y una provincia con un importante desarrollo industrial. El acercamiento al PRT le cambió la cabeza. “Esta nueva interpretación del mundo y de la realidad social me respondía muchos interrogantes, muchas dudas, que me iban quedando en el camino”, recuerda.
Secuestro y fuga “Primero me llevaron a un lugar en Morón, que no pude reconocer, y después me trajeron acá”, cuenta Osvaldo. “Acá” es Virrey Cevallos, donde estaría detenido una semana y de donde lograría fugarse gracias a su osadía, a un par de esposas en mal estado y a un grillete que cerraba con alambre. “Una noche coincidió que tenía puestas las esposas que se abrían del lado de la muñeca y no del hierro al que me ataban. Había un fierrito clavado en el piso: rompí el alambre y con ese mismo fierrito abrí la puerta. Saqué la tranca, hice palanca y rompí una bisagra que tenía un candado”, cuenta el Chango. Ya se había liberado, pero no bastaba con escapar. “Crucé a la celda de enfrente porque había escuchado la voz de una mujer. Le hablé y no me respondió. Su celda tenía una cadena que daba dos vueltas por los parantes y, aunque traté, no pude abrirla. Entonces bajé. Sabía que los milicos estaban dormidos, y cuando llegué a planta baja, donde estaban las puertas de la sala de tortura, escuché ruidos. Yo ya había visto un caño de agua que iba al tanque, que me podía sostener: subí hasta ahí, llegué al techo y me escapé”, explica Osvaldo. La fuga no significó la libertad. Fuerza Aérea comenzó una intensa campaña para dar con el paradero de Osvaldo. “Andaba sin documento, no tenía contacto con compañeros y tenía apenas una copia de la llave del departamento en que vivía. Aunque era un riesgo volver, igualmente fui. No pude ingresar y seguí para Córdoba, me contacté con mi familia, dejé una forma de comunicación y salí para el Sur”. La casa de la familia López fue allanada y el hostigamiento fue creciendo. “Hacete cargo. Sos vos el que militaba, nosotros no”, fue el mensaje de su hermana. Osvaldo decidió entregarse a la justicia cordobesa, donde lo aguardaba una orden de captura de la Fuerza Aérea por el delito de deserción. “Decidieron hacerme un juicio sumarísimo en un consejo de guerra. Me condenaron a 24 años y me mandaron a
Magdalena”. Allí estuvo hasta el ´81, cuando lo trasladaron a Caseros.
Democracia y memoria Una vez caída la dictadura, el gobierno de Alfonsín -sostenido en la teoría de los dos demonios- decidió mantener en prisión a la misma cantidad de militantes que los integrantes de la Junta Militar que habían sido condenados. Entre los 12 que debieron seguir pagando condena estuvo Osvaldo. Finalmente recuperó su libertad en 1987 y se reinsertó a militar en una agrupación territorial del barrio de La Boca. Con el paso del tiempo propusieron incorporar un espacio de memoria que se acoplara a su militancia social. Cuando denunciaron el espacio de Virrey Cevallos lo llamaron a él y a la periodista Miriam Lewin, otra de las militantes secuestradas y torturadas en el lugar. Comenzó allí el periplo de lucha e investigación que terminaría con la expropiación del inmueble y su transformación en Espacio de la Memoria. “Los juicios han tenido más importancia que la condena en sí misma. Tuvieron mucho significado reparador para los familiares, que se bancaron toda una campaña de demonización de sus hijos militantes. Los juicios vinieron a demostrar que no eran los “subversivos” ni los demonios que les habían planteado que eran. Que tenían proyectos, un sentido de justicia más elevado y buscaban una sociedad más justa”, explica el Chango. Sin embargo, su mirada respecto de las condenas que devengan del juicio Virrey Cevallos no es del todo esperanzadora.”La justicia como penalización de la represión es de una pobreza absoluta. Acá había 35 represores en un centro clandestino chiquito como éste, y en total hay 750 centros denunciados. Más de 25 mil represores en centros clandestinos de detención, vinculados al secuestro, la tortura y el exterminio. Así y todo, hay apenas trescientos y pico de condenados y poco más de cien cumpliendo cárcel efectiva”, sentencia Osvaldo.