RM Arte y Cultura Febrero 2017

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P o r G a b r i e l a O n e t to

N ota e d i to r i a l

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Morir de sed junto a la fuente El cambio de jerarquía de la mujer

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El marido, tercero en discordia El arquetipo del amor prohibido

FUNDADOR Hugo Soto Crotta 1933-2002 DIRECTOR Marcelo Peruggia Canova COORDINADORA CORPORATIVA Mayte Vega Fernández Vega

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EDITORA Sandra Hussein

SRIA. DE DIRECCIÓN Caridad Ortiz

CORRECCIÓN Marxa de la Rosa Cinthya Mendoza

COMERCIALIZACIÓN Ann Karene del Pino

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DISEÑO GRÁFICO Dafne Martínez PORTADA Dafne Martínez PRODUCCIÓN Claudio Peruggia Canova Tomás López Santiago

www.percano.mx

RM, REVISTA MÉDICA DE ARTE Y CULTURA es una publicación mensual correspondiente al mes de Febrero, impresa el 29 de Enero de 2017. Producida y comercializada por Grupo Percano de Editoras Asociadas, S.A. de C.V. Rafael Alducin No. 20, Col. Del Valle, C.P. 03100, México, D.F. Teléfono: 5575 96 41, Fax: 5575 54 11. Editor: Claudio Humberto Peruggia Canova. REVISTA MÉDICA se reserva todos los derechos, incluso los de traducción, conforme a la Unión Internacional del Derecho de Autor. Para todos los países signatarios de las Convenciones Panamericana e Internacional del Derecho de Autor, queda prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier sistema sin autorización por escirto del editor. El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores y no refleja necesariamente el punto de vista de los editores. Autorizada por la Dirección General de Correos con permiso No. PP09-0227. Licitud de contenido 848 y licitud de título No. 1507. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo del Título No. 04-2008-080417034700-102. Impresa en México por Compañía Impresora El Universal, Allende No. 176. Col. Guerrero. Impresa en papel Burgo R4. Distribuida por SEPOMEX y por MAC Comunicación e Imagen, S.A. de C.V. Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial con registro No. 2797. Tiraje: 21,500 ejemplares mensuales, circulación certificada por PKF México Williams y Cía, SC.


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Nota editorial usto en la entrada al Tercer Milenio, el concepto de la palabra AMOR vuelve a cobrar importancia, debido quizá a la ausencia de valores significativos a su alrededor. Con esta edición hacemos una breve pausa acerca de lo que el siglo XII heredó a la humanidad al concederle la gracia del Amor Cortés y lo que envolvió literariamente el concepto amatorio de la pareja: “Mi vida en prenda... por mi Dios, por mi Rey y por mi Dama.” La imaginaria medieval se envolvió en los cantos de juglares y trovadores que atravesando ríos, valles y montañas, entonaban en las plazas de cada feudo para enaltecer el valor del amor caballeresco. Gabriela Onetto nos conduce por el sendero de los autores clásicos medievales y las parejas de novela, aunque debemos destacar la persistencia de la Antigüedad clásica en la literatura de la Edad Media, escrita por autores cultivados, más bien como una nota positiva y constante que ha de tenerse presente, para desterrar el tópico romántico que confinó a las “tinieblas” al medievo. Pues no exageramos al asegurar que el escritor medieval conocía a los latinos clásicos en proporción poco menor de lo que creían conocerlos los humanistas del Cuatroccento. Pues ocurre que estos últimos los leyeron con una intención muy diferente a sus antecesores. LAS INCÓGNITAS DE EROS

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Morir de sed junto a la fuente ería muy exagerado decir que el amor no existió en la antigüedad; si así fuera, ¿para qué Ovidio el poeta se habrá tomado la molestia de redactar su enciclopédico manual El arte de amar y los aún vigentes El banquete y Cedro intentando resolver las incógnitas del caprichoso Eros? Y sin embargo, el mundo grecorromano no contó con una verdadera doctrina del amor, con una colección ideas, prácticas y conductas que reflejaran y se enraizaran en determinada colectividad. Para ellos, el amor se asemejaba a una enfermedad o rabia que asolaba a la persona; cuanto más alejada del placer y la voluptuosidad física, más extravagante era. Plutarco decía que a los que están enamorados hay que perdonarlos como si estuvieran enfermos. Y dando un rápido vistazo histórico, no es difícil reparar en que amores como los de Tristán e Isolda o Romeo y Julieta fueron casi desconocidos en la antigüedad. Aunque la pasión fatal y dolorosa existía, no era moneda corriente; a tal punto que de las grandes tragedias griegas –las treinta que nos quedaron– no hay una sola que trate el tema del amor. Sospechoso, ¿verdad? 4

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Es que el amor como lo conocemos fue, en realidad, un invento de los poetas franceses del siglo XII. A partir de ellos ya no se le consideraría —como antes— una excentricidad individual o un delirio enfermizo, sino un ideal de vida superior, un camino positivo de evolución personal. A tantos siglos de distancia, muchos aspectos en teoría y praxis del llamado “amor cortés” siguen vigentes e influyendo sobre nuestras creaciones literarias, películas, tradiciones románticas y relaciones mismas. Lo sorprendente es que este fenómeno no provino de escuela filosófica o religión alguna; tampoco surgió de un imperio deslumbrante o civilización milenaria, sino en torno de la nobleza de un selecto grupo de señoríos feudales en el sur de Francia (Occitania). Claro que los poetas y trovadores no inventaron la idea del amor a partir de la nada: si lo pudieron hacer fue porque, en cierto modo, esa nueva forma de ver las cosas ya estaba latente en la sociedad de su tiempo. Un tiempo de exploraciones, de inestabilidad política, de comercio, de Cruzadas, de contacto con Oriente, de descubrimientos culturales, de feudos bastante ricos y autosuficientes, de cambios en la condición de la mujer, de guerras que se llevaban a los maridos lejos, de matrimonios arreglados, de refinamiento aristocrático, de profundidad espiritual, de grandes creaciones. El siglo XII fue como una primavera en la Edad Media, una brisa refrescante anunciando expansiones y nacimientos.

La invención del amor Decir amor cortés refiere a la distinción medieval entre corte y villa (amor villano, es decir rudo, meramente físico). El amor cortés, en cambio, no buscaba el puro placer carnal ni la procreación, sino un vínculo espiritual que rayara casi en lo sagrado. Por eso, la cortesía era un intrincado código de erotismo, un compendio de normas morales y prácticas que regulaban la conducta amorosa. También era un canon estético, ya que surgió a partir de la poesía trovadoresca —que eran canciones— y las primeras novelas de caballería. Lo curioso es que estos poetas occitanos jamás le llamaron “amor cortés”, como se conoce La fresca emotividad de la relación de pareja fue un invento de la poesía medieval, exaltada por la separación de los enamorados.

L A D I S T I N C I Ó N M E D I E VA L

reyes, nobles, castillos y amores en prenda... INCLUÍA

LAS INCÓGNITAS DE EROS

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R EG L A M E N TO S PA R A E L

AMOR Del siglo XII al XIV prosperaron los ahora a este fenómeno. Amor cortés es una exmanuales sobre el amor cortés, además presión moderna popularizada a partir del siglo de que algunos edictos XIX; los trovadores de los gobiernos en turno preferían llamarle parecen fuertemente influiEXISTE UNA “buen amor”, “verdos por este fenómeno. Se dadero amor” y incrementaron la mesura, sobre todo, “fino el servicio, la proeza, la amor” (fin’amors), D E N T RO D E LO S P O S T U L A D O S castidad, la larga espera, en el sentido de el secreto y la gracia, D E L A M O R C O R T É S , E X A LTA D A refinado, depuratodas éstas, virtudes que do. El concepto de P O R E L T R O VA D O R M E D I E VA L conducían a la alegría, en “cortesía” (cortezia), sí misma señal y garanalrededor del cual tía de amor verdadero. Preceptos, reglas, las Leys d´amors (del gira todo este subversivo arte de amar, implica el trovador Molinier), todos intentaron trato elegante, la lealtad, la valentía, la diversión conciliar lo poético con lo moral: delicada, la finura en el trato, la buena educación, la generosidad. Se le veía como un requisito para • Nadie puede tener dos amores a la vez hacerse digno del amor de la dama; fueran proezas de armas, proezas de amor, hermosura en el • Al morir uno de los amantes, el que canto o una perfecta disciplina del deseo, de lo sobrevive esperará dos años único que se trataba todo era de adquirir presti• A la vista súbita de su amada, gio ante los ojos de ella e intentar ganar su favor, el corazón del amante debe siempre incierto. Según la literatura caballeresca, estremecerse incluso existía una especie de “escuela de cortesía” que perfeccionaba a los candidatos con pruebas. • El amor rara vez dura cuando se Claro, la mejor academia era la actitud arrogante divulga demasiado y gélida de la dama; frente a su altivez, el cabaSon sólo una muestra de este corpus llero debía responder con humildad, reverencia, cortés que regía una nueva forma de templanza y sumisión. No suena nada fácil. entender los vínculos entre hombre y Pero ¿de qué se trataba este flamante amor puesmujer. Cuestión muy debatida era, por to de moda? (Amor que influyó en toda la literatuejemplo, si podía darse el verdadero ra posterior, la mística y —desde el inconsciente amor en el matrimonio. A tal punto se colectivo— hasta en nuestras ideas contempodaba por sentado que nadie se casaba ráneas). ¿Cuáles eran sus temas, sus obsesiones? por amor sino por interés, que Bernart ¿cómo se desarrollaban sus vínculos? Empecemos Martí —trovador del siglo XII— habla por echar un vistazo a los lugares comunes del de la deslealtad de la mujer sólo en el caso de que otorgue su amor a un amor cortés.

delicadeza amorosa

tercero: “Le permito tener, junto a su marido, un amante cortés y estimado. Pero si busca alguno más se deshonra y es una ramera declarada.” Fuente: José María Bermejo.

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E l d e s e o e t e r n a m e n t e i n s at i s f e c h o A casi todo el mundo le toca experimentar ese amor platónico y apasionado de la primera adolescencia, alimentado de ensoñación: el amor cortés se le parece notablemente. La distancia, la consiguiente idealización, la fidelidad interior, la conciencia de saber casi imposible el vínculo en la vida cotidiana, son temas reiterados que toman una forma u otra en el cortejo trovadoresco. La gran novedad histórica es el ensalzamiento de la mujer, la superioridad de la dama frente al caballero en lo que aparenta ser una trasposición de la relación feudal señor-vasallo. Todo joven bien nacido tenía la obligación de amar, de buscar a su dama (el tema de la princesa lejana, que llegaba incluso a plasmarse en el deseo por una dama que ni siquiera se ha visto). Se aspiraba alto, porque la dama debía tener un rango social superior al trovador y —otra característica típica que puede sorprender— estar casada. Eso era precisamente lo que le daba el estatus de “señora”, y lo que obligaba al amante cortés a guardar su secreto contra viento y marea; a veces hasta el propio trovador vivía en la corte del señor agraviado. No hay duda: se trataba de un amor adúltero y clandestino, aunque no necesariamente involucrara la infidelidad sexual: por lo general, se le daba más importancia al deseo que a su realización. Lo más amado era el mal de amor en sí, la quemadura, y este juego cortés que postergaba con astucia la satisfacción del deseo era la garantía segura de perpetuarlo. Decía el trovador Cercamon: “De nada tengo más ganas que de un objeto que siempre se me escapa”. Como fuera, el amor siempre terminaba entrando por los ojos, al menos si el impacto inicial venía en la forma de “flechazo”. Andreas Capellanus, autor de la mayor recopilación sobre el amor cortés —De amore—, llegó a decir que los ciegos no podían enamorarse. Sí podían, en cambio, mantenerse enamorados en caso de que perdieran la vista después de conocer a la dama de sus desvelos. Y es que en el mundo del siglo XII,

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UN AMANTE EN CARRERA Regidas por un verdadero ritual iniciático, las relaciones entre la dama y su trovador seguían un orden pre establecido. Durante la primera etapa, la de “tímido” o “suspirante”, el enamorado no osaba dirigirse a la dama; si ella lo alentaba, entonces podía pasar a la siguiente etapa y convertirse en “suplicante”. Si la dama le daba prendas simbólicas de su afecto —un guante, un pañuelo, un anillo—, era que estaba aprobado y ascendía a la categoría de “entendedor” o amante que comprende (obligado a guardar total secreto sobre la relación). No todos llegaban a pisar el último escalón, es decir, el del “amante colmado”, ese que recibía el beso ritual o —¡si tenía más que suerte!— los favores sexuales de su elegida.

belleza y bondad eran todavía sinónimos; no será hasta 1220-1230 que esta equiparación platónica desaparezca para dar paso a la seductora idea de “la belleza del diablo”. Pero antes de este momento, una apariencia grácil y armónica reflejaba siempre hermosura moral... ¡razón de más para seguir cantándole loas a la dama! Rara vez se brindan descripciones comprometedoras del físico femenino, pero todo indica que a los hombres de este sublimador siglo XII les gustaban las mujeres esbeltas, elegantes, de piernas largas, y con pecho alto y pequeño; será después que carnosidades más apetitosas volverán a atraer la atención. De todos modos, en un mundo donde los trovadores se enamoraban de damas lejanas, casadas con otros y hasta “de oídas”, las cualidades físicas de una mujer no eran el factor más determinante. La vista cuenta, pero también el oído, lo que se escucha decir sobre la dama.


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Amor d e l e j os El trovador Jaufré Rudel protagonizó una de las leyendas amorosas más bellas de todos los tiempos. Como era habitual en su gremio por aquellos días, se enamoró de la condesa de Trípoli sin conocerla: sólo por las maravillas que contaban sobre ella los viajeros al volver de Antioquía. Teniéndola como musa, el trovador compuso muchos poemas y canciones sobre su amor de lonh (amor lejano). Cierto día se embarcó para verla, pero enfermó en la nave y cuando llegó a Trípoli estaba desahuciado. Se lo hicieron saber a la condesa; ella fue a verlo al albergue, lo tomó entre sus brazos y el trovador entonces murió. La condesa de Trípoli lo enterró con grandes honores, y por el dolor de su muerte se hizo monja desde ese mismo día. El amor de lonh es la cúspide de la nostalgia y el misterio; incluso podría verse como una forma de devoción. Otra era morir por la dama: en el amor caballeresco y los torneos se valoraba mucho. El caballero llevaba alguna prenda de su

dama que a veces le era devuelta manchada por la sangre de él. El mismo espíritu era compartido por el amor cortés, aunque sus pruebas se debatían en otras lides: la prueba del lecho, o assag (ensayo). Se trataba de una práctica iniciática en la que el enamorado debía probar la calidad de su amor: una noche, la dama lo invitaba a su cama pero... para dormir! Antes de admitirlo, le hacía jurar que no haría más que abrazarla, besarla y acariciarla; el acto sexual estaba prohibido en esta instancia. Evidentemente, la dosificación de los favores le confería a la mujer una poderosa arma psicológica, además de echarle más leña al fuego de por sí atizado de su devoto. Ésa era la prueba heroica del amante perfecto: nudus cum nuda (“desnudo con desnuda”) y una espada clavada entre los cuerpos; en algunos casos —como Ginebra y Lanzarote o Tristán e Isolda— esa espada no sólo fue simbólica, sino también filosa y contundente.

L A PA S A R E L A M E D I E VA L La suntuosidad de las vestimentas que se describían y toda esa atención dedicada por la literatura cortés a los atuendos, no es casualidad: el siglo XII bien podría tomarse como el nacimiento de la moda. Junto con la cortesía en las maneras, aparece en los círculos nobles una preocupación por lucir bien. Se prefiere antes que nada el color rojo; luego, el blanco, el verde y el amarillo. Azul, negro, pardo y gris eran considerados colores insulsos o sombríos. Los hombres usaban brial —una especie de túnica de lana o seda—, camisa bordada, calzones, calzas, guantes y capa. Si iban al combate, vestían sus atuendos militares por encima de los civiles: yelmo, cota de mallas (que era prohibitivamente cara), jubón, escudo y armas. El vestido femenino no era tan distinto del masculino, salvo por una mayor variedad de telas, colores y adornos. En vez de sostén, se rodeaban el pecho con un velo de muselina; usaban camisa y brial, como los hombres, pero la elegancia mandaba que se envolvieran en una larga cinta (cordón de seda, lino, cuero trenzado) cuyo extremos caían al suelo en longitudes iguales. El cabello debía ser lo más largo posible, y se arreglaba en un tocado según la edad: las más jóvenes usaban esas larguísimas trenzas hasta el suelo que vemos en la iconografía, a menudo ayudadas por postizos. La moda en la corte de Francia en el siglo XIV.

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Quizás la necesidad de conductas tan pautadas y códigos explícitos se debía a la infinidad de obstáculos que pesaban sobre estas relaciones. Un pilar igualmente misterioso del vínculo cortés era la seña (ensenha): por tratarse de una relación ilegítima y en atención a la situación jurídica de la dama —noble y casada—, estaba prohibido que el trovador mencionara su nombre en las canciones que le componía. En cambio, podía utilizar un seudónimo —también conocido por ella— con el que encubría la verdadera identidad de su amada. Éste podía ser un discreto modo de comunicación cuando la pareja estaba en público; a veces, quien interpretaba la canción en presencia de ella era un juglar, lo que borraba aún más el rastro. Las ensenhas podían ser muy variadas, hasta graciosas: Buen Vecino, Mejor que Bien, Dulce Enemiga, Lirio entre Cardos, Mi imán, Injusta Me Sois: la imaginación es el límite. Y guardar el secreto era un mandato capital del amor cortés, así que el arte del camuflaje era bastante apreciado. Pero no siempre los amores eran recíprocos; la dama podía mostrarse indiferente o rechazar al que la pretendía. Sin embargo, eso no era la gran tragedia: las relaciones corteses se hacían de mayores o menores grados de distancia. Por lo general, la esperanza de ser amado bastaba para que el trovador no desesperara; algunos decían que su amor no necesitaba ser correspondido, que se alimentaba a sí mismo. La incertidumbre de los vínculos sólo podía resolverse en la sublimación del deseo amoroso, en la pura alegría de amar (joy d´amors), que es una finalidad clave del amor cortés.

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El cambio de jerarquía de la mujer

a historia de amor va indefectiblemente ligada a la historia de la mujer; mejor dicho, a la historia de la libertad de la mujer. El cautivador mundo de los caballeros y los trovadores irrumpió en el tedio absoluto que rodeaba a las señoras de la clase alta. La esposa del señor feudal vivía confinada en la cámara de las damas donde se ocupaba en pasatiempos con sus pares –bordar, hilar, rezar, hacer música, jugar ajedrez, contar historias– o quizás solitaria en su alcoba, apoyada en el arco de la ventana y soñando con empacar algún día.

¡Sólo por ella seré salvado!

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Allí, en su reino secreto, la dama sobrellevaba su soledad y la desatención de su marido, algunas veces ausente, algunas desdeñoso. Se perdía en un ensueño de fantasías; con avidez, se dedicaba también a la lectura. Es predecible que de esos libros de romances, el abandono del cónyuge y la propia reclusión social se perfilara, en muchos casos, el deseo de amor. La siembra del amor cortés caería en terrenos fértiles y abonados. La característica feudal de la reiterada ausencia de los señores daba cierto poderío a sus

esposas, ya que quedaban a cargo del gobierno de las tierras. Claro que la inferioridad social de la mujer era un hecho incuestionable: precisamente, lo que vino a trastocar ese orden y a situar lo femenino como centro del universo fue el amor cortés. Si bien no podía conferirle derechos sociales o políticos, esta asombrosa revolución cultural le devolvió a la mujer una revaluación positiva, más el preciado control sobre su cuerpo y su alma.

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D e l a a lc o b a a l p e d e s ta l Elevándola de súbdita a señora, la cortezia equilibró la inferioridad social de la dama cuando le confirió una tajante superioridad en el terreno del amor. El hombre sería ahora el servidor de la mujer, el vasallo de su mi-dons (mi señor); por otra parte, al juzgarla tan excelsa, ese hombre se dignificaba y ennoblecía por el mero hecho de amarla. Se impuso la costumbre de que el enamorado se sometiera voluntariamente y por entero a las pruebas que su dama le impusiese; ella, en cambio, no necesitaba hacer ningún mérito. Ante los ojos de él, sería siempre un dechado de virtudes, de belleza, la suma de todas las perfecciones. “Servir”, que en su sentido más directo denota la actitud del vasallo hacia el señor, pasa a significar “amar”, “cortejar”. Una curiosa característica de los vínculos basados en el fin´amors es que el hombre rara vez pertenecía a la aristocracia. Es cierto que al principio hubo nobles y hasta algunos reyes entre los trovadores; después, fueron más que nada poetas profesionales distinguidos sólo por su sensibilidad, su amor y su arte. En este sentido, podemos decir que la segunda faceta subversiva del amor cortés fue la abolición de las diferencias de clase entre los amantes: el trovador era de un rango social inferior a la dama, y si bien nunca hubiera podido casarse con ella ni ella con él, en cambio podían establecer una comunión afectiva y erótica impensable dentro de un vínculo arreglado por motivos económicos o de linaje. Como beneficio adicional, él acrecentaba su fama de poeta y ella, su prestigio y dignidad. El culto por la mujer también repercutió en el florecimiento del culto por la Virgen María; significativamente, en esa época de grandes catedrales casi todas se consagraron a Nuestra Señora. Algunos trovadores como Alfonso X, el Sabio le cantaron sólo a María, modelo de virtud e ideal femenino sobrenatural.

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EL UNIVERSO FEMENINO GANÓ T E R R E N O G R AC I A S A L A M O R CO R T É S :

la mujer fue elevada al rango de Señora Y E L H O M B R E E R A S U VA S A L L O


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¡Mujeres aprovechadas! Las ordenanzas de la cortezia se fueron infiltranEs por eso que surgen las Cortes del Amor, en do poco a poco en las leyes y decretos, dando lu- las que grupos de damas juzgaban aquellos cagar no sólo a una nueva sensibilidad sino a ciertos sos particulares que se les sometían, o discutían cambios en la realidad inmediata. Por ejemplo, algún tema general relativo al amor. A menudo en el siglo XIII el rey Jaime II de Aragón ordenó eran asistidas por caballeros nobles y magistraque se dejara pasar sano y salvo a todo hombre dos. Originadas como un juego de sociedad, las que acompañase a Cortes del Amor reguL A F R E S C A E M OT I V I DA D D E L A una mujer, salvo que laban basándose en la teoría de la cortesía, las fuese culpable de hoR E L AC I Ó N D E PA R E J A , F U E micidio. Pero esa paureglas y los preceptos del amor que ciertos autores latina idealización de lo femenino alentó a habían redactado. Los , temas eran de este tipo: algunas damas a pro“¿Qué vale más, el amor bar a sus enamorados E X A LTA DA P O R de manera cruel y exque se enciende o el que travagante; podían se reanima?”, “¿es posible exigirles algo como el amor dentro del matrisacarse una uña para monio?”, “¿qué es preferireparar una ofensa. ble: ser amado y desamar, Por su propia naturaleza, el amor cortés tenía o amar y ser desamado?”, “¿quién conserva mejor cierto carácter de juego; por lo mismo, se hacía el amor: el corazón o los ojos?” También convoimperioso codificarlo y regularlo, de modo de que caban a los enamorados en falta a comparecer; los hombres no quedaran librados a los caprichos se estudiaba el caso y se dictaba sentencia estade las mujeres o ellos mismos se excedieran en bleciendo una pena para el culpable, a veces la sus demostraciones. Ulrico de Lichenstein dio un ruptura de la pareja o quizás la reconciliación. torneo en honor de su dama y resultó herido en Cuenta una célebre sentencia que un escudero un dedo, pero como la bella demostró incredu- había hecho citar a su amada acusándola de halidad, él mismo se lo cortó para enviárselo. ¡Ur- berle herido con un beso, por lo que el tribunal gente reencauzar los torrentes amorosos con un la condenó a que curara diariamente esa herida poco de racionalidad! con sus labios. Mejor, imposible.

un invento de la poesía medieval

la separación de los enamorados

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Algunas cortes célebres fueron las de las damas de Gascuña, la vizcondesa Hermengarda de Narbona y la condesa de Flandes. Pero las de más renombre fueron las cortes de la reina Leonor de Aquitania, y luego de su hija María, condesa de Champaña. Leonor —nieta del primer trovador, Guillermo IX de Poitiers— tuvo la particularidad de haber sido tanto reina de Francia por quince años, como reina de Inglaterra a raíz de un segundo matrimonio. Posiblemente fuera la mujer más poderosa del siglo XII europeo; instauró en la corte de Poitiers un verdadero centro de poesía y modales corteses. Los mejores trovadores del momento se reunían allí y una intensa vida cultural fermentaba entre esos muros. Su hija retomará ese espíritu; fue por encargo suyo que Chrétien de Troyes escribió Lanzarote, culminación del encuentro entre las leyendas bretonas y la cortesía provenzal. Pero la Corte de Amor de María de Champaña sería notoria por una célebre sentencia que ella misma formuló. Al ser debatido si acaso era posible el verdadero amor entre esposos, respondió que no:

EL AMOR NO PUEDE EXTENDER SUS DERECHOS ENTRE MARIDO Y MUJER.

Los amantes se comprometen a lo que sea recíproca y gratuitamente, S I N O B L I G AC I Ó N N I N G U N A D E N E C E S I DA D, M I E N T R A S Q U E LO S E S P O S O S E S TÁ N S U J E TO S P O R D E B E R A TO DA S L A S VO LU N TA D E S E L U N O R E S P E C TO D E L OT R O ” .

A partir de entonces, el amor cortés no sólo sería extraconyugal sino también anticonyugal.

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A b e l a r d o y E lo í s a , u n a m o r p r o b a d o Año 1118: fecha del encuentro de la primera pareja de amantes apasionados de la que tenemos noticia. Pedro Abelardo, uno de los filósofos más descollantes y carismáticos del siglo XII y su discípula Eloísa, la mujer más instruida y sabia, protagonizaron un verdadero episodio de amor cortés. Pero no en la ficción sino en la historia real, con todos los elementos del caso: distancia, obstáculos, matrimonio secreto, impedimentos. Este intensísimo romance terminó desembocando en tragedia: por cuestiones del honor herido, el tío de Eloísa se vengó cortándole “esa parte del cuerpo con la cual había cometido su pecado”. Abelardo, castrado y humillado, desistió de una brillante carrera en la Iglesia para ordenarse sacerdote (no sin antes convencer también a Eloísa de que tomara los hábitos). Se dice que ella muchas veces se había negado al matrimonio por temor a cerrar la carrera a Abelardo; quizás a un nivel inconsciente, lo que Eloísa no podía tolerar era que un ser excepcional como él se convirtiera en un común esposo y padre de familia. Muy propio de sus tiempos corteses; no en vano las canciones de amor que Abelardo le compuso a Eloísa (que fueron muy populares) son casi contemporáneas a las del primer trovador. Los amantes están enterrados juntos en el cementerio Père Lachaise, en París, y la gente aún les lleva flores.

C A S T I L L O, D U L C E C A S T I L L O. . . La arquitectura medieval cobró relevancia con el robustecimiento del poder, aunque en un principio los tronos eran inestables, los monarcas habrían de construir fortalezas macizas como el castillo de Dover, no sólo para rechazar las invasiones extranjeras, sino para defenderse de los ataques esporádicos de los nobles rebeldes. Si hay una palabra que domine el hábitat de los señores en el siglo XII es ésta: defensa. Los castillos eran verdaderas fortificaciones con espacio suficiente para albergar aldeas enteras. Dotados de puentes, empalizadas, fosos profundísimos, torres y murallas de piedra, estaban siempre listos para resistir los ataques enemigos. Aljibes, cocinas, almacenes de alimentos, caballerizas, halconeras, talleres, molino, prensa, la vida en el castillo debía ser autosuficiente. Por lo general, una habitación abovedada —la sala mayor— funcionaba como centro vital de la residencia. Ahí era donde se alternaba con huéspedes y vasallos, se comía, se divertía. No extraña para nada que, dentro de la monotonía cotidiana de la vida en el castillo, toda visita se recibiera con gran alegría, fuera de peregrino, trovador o juglar. Fuente: Michel Pastoureau.

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Ot r o s a m o r e s d e n o v e l a El influjo de Ovidio es evidente en la exaltación su conjunto y en sus detalles con un dominio amorosa del medievo, como se nota en varios impresionante del verso narrativo y de la exejemplos en los que las situaciones sentimen- presión certera y elegante. Es innegable que para las mentalidades fortales y las reflexiones sobre el amor proclaman su dependencia del Arte de Amar, que muchos es- madas en las distinciones escolásticas de las pasiones y de los afectos, critores del siglo XII habían E N L A N OV E L A abundaban los ejemplos traducido en su juventud. en los que se representó la Chrétien, con El caballero del CO R T E S A N A N O S E culminación del proceso león, supo disponer de los D E S C R I B E U N A C R I S I S amoroso. Es importante sedatos clásicos con acierto y ñalar que la mujer, objeto oportunidad, acomodando D E L A M O R CO N Y U G A L , del amor del protagonista perfectamente el curso de SINO UNA es una doncella soltera, la narración y el clima del en oposición a las altivas mundo aventurero artúrico, damas casadas que hasta al tiempo que cimentando entonces habían sido el la psicología de los persoobjeto de las canciones de najes, en las enseñanzas de Ovidio. Esta novela, por los poetas cultos. , cierto es un buen ejemplo Este ardor, desde sus priFRECUENTEMENTE EL meros síntomas, que entra de la lección moral caballepor los sentidos y se aporesca y de cortesía amoroVA R Ó N S O L I TA R I O E N senta en el corazón, hasta sa, en cuyo seno el conflicMEDIO DEL BOSQUE desembocar en el conflicto to amorosa se plantea y se pasional, fruto de estados resuelve dentro de la más de conciencia y consideraestricta licitud matrimonial, deciones sociales, y la inevitable lucha por la victoria final, o sea la posesión de de la rosa, sarrollado en reiterando que la posesión amorosa, en ningún momento se relaciona con el matrimonio, porque el poeta estaba temperado por esta sabia y cortés máquina simbólica, que declaradamente quería ser la norma moral y vital del hombre culto y aristocrático. Aunque algunos autores más tarde, intentarían rescatar el sagrado lazo conyugal. Existen varios modelos que han sobrevivido como resultado de lo expuesto en los que la belleza del poema no perdió la gracia y la delicadeza.

crisis de virtudes caballerescas

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ROMEO Y JULIETA:

DON QUIJOTE Y DULCINEA:

¿Quién no conoce a los amantes de

A principios del siglo XVII, Cervantes es-

Verona? Hasta en el cine los hemos

cribió El ingenioso hidalgo don Quijote de la

visto, sea en la hermosa versión de

Mancha, personaje basado deliberadamen-

Franco Zeffirelli o en adaptación

te en las convenciones del amor cortés.

moderna con Leonardo Di Caprio.

Partiendo de las cualidades de Aldonza

La única tragedia cortés narrada

Lorenzo, el Quijote llega a la visión de su

por Shakespeare sobre el amor

dama ideal, Dulcinea, mezcla de belleza

imposible entre dos integrantes

y refinamiento. Por ella se hará caballero

de familias enemigas ocurrió en el

y ella será quien lo inspire a lograr sus

siglo XIV (si bien fue escrita a fines

hazañas: el ingenioso hidalgo dará forma

del siglo XVI). Sigue causando tal

a sus percepciones según las ideas que

impacto, que la casa y el balcón

viven en su alma.

de Julieta son la causa de que hoy

Sin duda, el producto de la exaltación

Verona sea la cuarta ciudad más

caballeresca cumplió con su complicado y

visitada de Italia. Y una sospechosa

minucioso código, heredando la impor-

casualidad: Verona precisamente

tancia de la doncella y el logro de su amor

fue uno de los principales centros

idealizado, que al parecer, en ningún caso

del catarismo en Italia...

podía ser su esposa.

CALIXTO Y MELIBEA: Una popular novela de Fernando de Rojas, La Celestina, nos cuenta las intrigas que se desarrollan en torno a la pasión secreta de dos jóvenes, Calixto y Melibea. Como no podía ser de otra manera, la historia culmina con la muerte de los enamorados, ya próximo el infaltable matrimonio de conveniencia para Melibea. “A quien das tu secreto, das tu libertad...”: el amor cortés seguía sobrevolando los escenarios aún a fines del siglo XV.

Romeo and Juliet, Ford Madox Brown.

Don Quijote en Sierra Morena, pensando en Dulcinea . Grabado de Gustave Dore, 1880.

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D a n t e y s u e x a lta c i ó n a m o r o s a La idealización se intensificará aún más a partir de la dama de los trovadores: con Dante y los poetas del dolce stil nuovo llega la mujer ángel, la intermediaria entre cielo y tierra, la amada que sólo por el hecho de existir mejora al amado. La gran novedad de estos poetas sobre el amor cortés es que saben y dicen que la dama es puramente simbólica. En la Florencia del siglo XIII y siendo un niño, el poeta Dante Alighieri fue flechado de manera terminante e irreversible por una Beatriz Portinari de tan sólo nueve años de edad. A pesar de la trascendencia mística planteada en La Divina Comedia en torno a la figura de Beatriz —su papel de guía celestial, su superioridad, su carácter redentor—, en Dante latía el corazón del amor cortés. Para empezar, su dama era casada con otro: ¡motivo muy banal para dejar de escribirle poemas de amor! Como bien conviene a la pasión, no existía la menor posibilidad de que su amor se concretara; el secreto debía prevalecer, y por si fueran pocos obstáculos, Beatriz murió con sólo 24 años. A partir de entonces el poeta hablará de ella: “desde el primer día en que vi su rostro hasta la visión del paraíso, la secuencia de mi canto no se ha roto”. En cambio, a su mujer, Gemma Donatti, y a sus tres hijos... ¡no los nombra jamás en ninguna de sus obras!

Beata Beatrix, Dante Gabriel Rossetti, 1864-1870.

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EL AMOR CORTÉS: ¿HEREJÍA CÁTARA? Si no guardaran ningún vínculo, tendría que tratarse de una gigantesca casualidad: el movimiento del amor cortés y la herejía gnóstica de los cátaros se desarrollaron al mismo tiempo (siglo XII) y en el mismo espacio (sur de Francia). Una de las Cruzadas se libró contra cátaros y albigenses; a partir del siglo XI se condenaron sus doctrinas en Francia, concretamente en el Poitou, Orleans, Perigord y Aquitania... ¡los mismos lugares en donde aparecerían los primeros trovadores! Pero lo más fascinante es que aquellos ascéticos cátaros y los enamoradizos trovadores tenían, además, ciertos temas en común (aunque por razones diferentes): el rechazo al matrimonio, el ideal de la castidad, el vivir una vida errante, la condena de la Iglesia sobre sí, la muerte preferida a los dones del mundo. De cualquier modo, si el amor cortés fue una forma encubierta de catarismo o si tan sólo fueron coincidencias accidentales, será muy difícil de probar a estas alturas. Fuente: Denis de Rougemont.



El marido, tercero en discordia n cierto modo, la pasión y el adulterio se justificaban porque el matrimonio del siglo XII tenía que ver con todo, menos con el amor: así con el dinero, contratos, dotes, padres que arreglaban el compromiso, intereses de linaje, la viudez que llevaba a segundos y terceros matrimonios, propiedades. La mujer era el pilar sobre el que se afirmaba la descendencia del señor feudal; por lo mismo, su principal función era reproductiva. Era raro que se le preguntara su opinión acerca del hombre con el que iba a compartir su vida: su deber era acatar, y para complicar más las cosas las diferencias de edad entre cónyuges solían ser sustanciales. Hay que admitir que este panorama albergaba, inquieto una genuina bomba de tiempo.

Y sé, buscando ahora mi gran fuego, arder de lejos, cerca estar y helado. 26

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H a s ta q u e l a m u e rt e lo s s e pa r e La fidelidad conyugal no era una costumbre demasiado practicada. El adulterio era tan frecuente en todas las clases sociales, que la única novedad del planteo del fin´amors era asentar sus principios sobre él. En gran medida, fue el amor cortés lo que contribuyó a que hoy el amor sea un sobrentendido para el matrimonio, y al mismo tiempo, convirtió la pasión en el termómetro para medir la vitalidad de una pareja. Tristan and Isolde, Edmund Blair-Leighton.

Actualmente parece razonable casarse con alguien de quien se está enamorado, pero en aquella época eso era la excepción. Las propias novelas caballerescas difundieron una concepción elevada de la mujer, y poco a poco el matrimonio fue admitiendo otros criterios, como el de esperar una relación verdaderamente afectuosa y compatible. En el epicentro de estos tiempos, la novia era prácticamente vendida al mejor postor con el respaldo de las costumbres y la bendición religiosa. Sin embargo, el marido tenía posesión sobre el cuerpo de ella más no sobre su corazón. Para la mujer (al menos de la nobleza), el amor cortés significó la posibilidad de elegir libremente, de abrirse a los sentimientos de ternura, de sentirse adorada por un hombre. Paradójicamente —una vez aceptado y pro-

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S I E L O B J E TO D E A M O R

bado—, su amante tendría para esa única dama. N O E N CO N T R A B A ¿ Re s u l t a d o ? u n a posesión sobre su corazón o r i g i n a l fo r m a d e si bien no necesariamente , sobre su cuerpo. Un hommonogamia asentada NO ERA SUFICIENTEMENTE bre la sometía y el otro con irreverencia sobre A R D I E N T E CO M O PA R A la idealizaba; uno el adulterio. En vistas la obligaba sexuala eso, mantener la ; relación en secreto mente por derecho; era cuestión de vida el otro, dado el graE N TA N TO Q U E o muerte ya que de do de riesgo e incertiser descubiertos, dumbre de sus vínculos, los amantes serían la inundaba de un deseo , imposible de saciar. severamente Uno estaba seguro castigados. Riesgos ERA ¡SIMPLEMENTE y peligros que, por de su posesión sobre M A R AV I L LO S O ! s u p u e s t o, h a c í a n ella; el otro no dormás excitantes los mía ni comía por su amor. Uno hielo, el otro, fue- encuentros y comunicaciones de la pareja. go; uno deber, el otro, deseo. En realidad, la clave para captar el espíritu Es de suponer que las damas de ese amor que el siglo XII nos ha legado —al de entonces vivían perpetua- menos en las fantasías— es reparar en que no mente confundidas. sólo se desarrollaba a pesar de los obstáculos Lo curioso es que si (tales como el marido de la dama), sino que bien llevaba implícita incluso se desarrollaba a partir de ellos. En reala infidelidad en algún lidad, el obstáculo era ansiado porque por su grado —y en ocasiones intermedio la pasión crecía. Y cuando no había la deslealtad del vasallo nada estorbando, entonces el impedimento se hacia el señor feudal—, buscaba, se inventaba. Denis de Rougemont los códigos del amor cortés —autor de un clásico sobre el tema, El amor y obligaban al trovador a Occidente— apuesta que de no haber habido un serle totalmente fiel a su marido sobre el tablero, el gran amor de Tristán dama. Su servicio, e Isolda no hubiera durado ni tres años. Porque, abnegación y claro, no les hubiera quedado otra que casarse, constancia y pues... ¡Tristán no puede ni debe casarse con serían Isolda! Está claro que hoy no serían un mito inmortal si lo hubieran hecho.

obstáculos

merecer la pena si la muerte lo rondaba

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E s e o s c u r o o b j e to d e l d e s e o Según la historia, ellos tuvieron la oportunidad cierta de permanecer juntos para siempre, pero el espíritu del amor-pasión fue más fuerte y se las ingeniaron para separarse otra vez. En una ocasión en que la infidelidad fue descubierta gracias a una trampa que le tendieron a Tristán, ambos terminaron huyendo juntos al corazón del bosque de Morrois. Se decía que los bosques eran el solitario refugio de ermitaños, fugitivos y amantes desafortunados; una acechante tierra de nadie poblada de embrujos, presagios y peligros. Allí vivieron Isolda y Tristán durante tres años con muchas penurias materiales; cumplido ese tiempo, Tristán se arrepintió de haber huido e Isolda se puso a añorar la corte. “Hemos perdido al mundo, y el mundo a nosotros”, lloraba. Moraleja: si te vieras obligado a vivir con el objeto de tus desvelos, el filtro de amor dejaría de actuar. Finalmente, Tristán la devolvió al rey Marcos — su esposo—, pero en el mismo momento en que se separaron juraron volverse a ver. Él terminó casándose con Isolda de las blancas manos sólo por su nombre y su belleza; sin embargo, como no podía olvidar a la otra Isolda dejó virgen a su propia esposa. Es que el comportamiento de estas parejas modelo del amor cortés se muestra, por lo general, enigmático y contradictorio. Basta con decir que mientras vivían en el bosque, el rey Marcos los encontró durmiendo juntos pero...¡oh, Tristán había clavado una espada entre sus dos cuerpos! Algo que el emocionado rey malinterpretó como una señal de castidad, por lo que les perdonó la vida. Lo que a uno le gustaría saber es: ¿qué diablos hacía la espada de Tristán interpuesta entre él y su amante? Por un lado, ya habían consumado su unión desde el principio; por otro, no era una “puesta en escena” pues era casi imposible que el marido los encontrara. ¿Será que la pasión no sobrevive sin obstáculos que le den sabor al caldo?

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CASTILLOS DE

Hechiceras Para un caballero andante digno de tal nombre la salvación de una doncella resultaba en ocasiones más peliaguda, incluso de lo que podía parecer a primera vista. A menudo el peligro acechaba donde menos cabía esperar. En la literatura artúrica, los enemigos más peligrosos no son los gigantes, los encantadores, ni siquiera los dragones. Solían serlo, en cambio, las damiselas de apariencia frágil que practicaban las artes de magia, esto es, las hechiceras. De ahí que muchas veces un caballero desprevenido intentara socorrer a una pobre doncella en peligro para verse finalmente a sí mismo preso en las redes de su enemiga. Sin embargo, los castillos y las damas pueblan toda una serie de épicas, como las germánicas, en las que los héroes eran puestos a prueba en muchas formas, como vemos en el ejemplo de los versos citados a continuación:

EL CANTAR DE LOS NIBELUNGOS En viejos cuentos nos hablan maravillas de héroes y de terribles sufrimientos. Ahora escuchad también de alegrías y grandes fiestas, de peleas entre guerreros, de lágrimas y lamentos. En Borgoña crecía una noble doncella, por ninguna parte había una más hermosa. Su nombre fue Kriemhilt; por ella muchos hombres tuvieron que morir. Aventura I (Fragmento)



L A E S P O S A S E A FA N A B A P O R C U I DA R A L E S P O S O, M I E N T R A S

no siempre era recompensado con amor

Q U E S U A FÁ N Esto, por supuesto, se aplica también a los rodeos del amor cortés respecto a la unión sexual: suponiendo que ésta llegara, sería siempre después de todo un noviciado de pruebas, peldaños, inflamaciones, crescendos. De algún modo, el obstáculo era la dama misma, la situación de la dama casada. Pero con consumación o sin ella, no es necesario aclarar que uno de los puntos centrales del amor cortés es la búsqueda del placer erótico. Se llegó, incluso, a dividirlo en dos tipos: amor “puro”, que es la unión de los corazones e incluye sólo el beso en la boca, el abrazo y el contacto físico con la amante desnuda; y el amor “mixto”, que además comprende el acto sexual (al cual se le atribuyen ciertas bondades a pesar de los riesgos que se corren). Ambas formas de amor eran presentadas como verdaderas y dignas de elogio. Claro que una relación que se establece a partir de un triángulo tiene sus peculiaridades, sobre todo cuando uno de los vértices es un poderoso señor feudal que maneja los destinos de mucha gente. El marido de la dama era el perfecto contrapunto de la tensión, la leña que avivaba el fuego prohibido. Con toda razón, se mostraba celoso y desconfiado; sus subalternos más rastreros

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espiaban a los amantes para descubrirlos y ganarse el favor del marido. Una leyenda muy popular cuenta que el trovador Guillem de Cabestany se enamoró apasionadamente de una dama hermosa y casada, Sau-rimonda, que además le correspondía. Su marido tramó una venganza terrible: lo mató, le cortó la cabeza, le sacó el corazón y lo asó (bien condimentado con pimienta). Después, se lo dio a comer a su esposa; cuando ella terminó, le preguntó qué tal le había parecido el manjar. Ella respondió que “muy bueno y sabroso”, y ahí fue cuando su marido le reveló que se había comido el corazón de su trovador favorito, Guillem de Cabestany. Para que no quedaran dudas, le hizo traer su cabeza; la mujer se desmayó, pero al recuperarse le dijo a su marido: “Mi señor, me habéis dado tan buen manjar que nunca más comeré otro”. Luego corrió y se tiró por la ventana del torreón. El tema del “corazón comido” es, justificadamente, un motivo folklórico bastante en boga entre los siglos XII y XIV. Incluso, en la novela corta Lai d´Ignaure son doce los maridos celosos que matan a Ignaure; luego lo cortan en trozos y se los dan a comer a sus mujeres. La verdad es que se lo merecía: cortejar a una dama casada ya resulta bastante atrevido y complicado... ¿pero a doce?


T r i s tá n e I s o l d a , e j e m p lo d e a m o r c o rt é s Se escribieron muchas versiones de esta leyenda medieval de origen celta; cinco muy importantes en el siglo XII, haciendo eco en la concepción cortés que valoraba el amor intenso y prohibido, en lo posible con desenlace ligado a la muerte. Un filtro mágico bebido por error provoca que, durante un viaje en barco, Tristán e Isolda (o Iseo) se enamoren irracional y apasionadamente hasta el fin de sus días. El único inconveniente es que Tristán había ido a buscar a esta princesa de Irlanda como la prometida para su tío, el rey Marcos. De ahí en más, tendrán que verse a escondidas apoyándose en el ingenio —y sobre todo en la osadía— para burlar a los oponentes. La pareja enfrentará muchísimos obstáculos y trampas; lo curioso es que, cuando ya nada parece interferir ni separarlos, son ellos mismos los que crean la suficiente distancia para que siga ardiendo su pasión. Llegan a vivir juntos, pero en vez de disfrutar de su unión se arrepienten y regresan a la situación inicial: el amor prohibido y secreto. Por supuesto, todo termina en la trágica muerte casi simultánea de los amantes, pero antes de eso tendrán que librarse de la hoguera, los leprosos, los celos del rey Marcos, el juicio de Dios y el destierro. Para su fortuna, Tristán también era —en sus ratos de ocio— un personaje heroico de la saga del rey Arturo. Isolda se ocupaba, por su parte, de E L PAT E T I S M O R E F I N A D O tramar los planes e idear ambiguos juraR E P R E S E N TA N D O mentos en falso con los que convencía al rey y a la corte de su F U E T E M A PA R A LO S inocencia.

el sufrir en el amor,

Tristán e Isolda con el brebaje, 1916, J.W. Waterhouse

prerrafaelistas.

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Paolo y Francesca: condenados al Infierno Se supone que sucedió en el siglo XIII: un matrimonio organizado para consolidar la alianza de dos familias y celebrado por poder hacer que la bella y joven Francesca se case con Giovanni el cojo (Gianciotto), creyendo que lo hacía con su guapo hermano menor, Paolo. Se dice que la recién casada tuvo un horrible despertar al otro día de la boda, viéndose en la cama de Gianciotto. Francesca se adaptó como pudo a la nueva situación y siguió soñando con Paolo; éste también se enamoró de ella. Dado que Gianciotto viajaba mucho, tenían bastante oportunidad de frecuentarse y leían juntos cada tarde. Así, leyendo un pasaje sobre los amores adúlteros de Lanzarote y Ginebra, descubrieron su

mutuo amor y se besaron por primera vez. En poco tiempo, el marido sería alertado por un criado y regresó para sorprenderlos y apuñalarlos. Sin tiempo para arrepentirse de su pecado, Paolo y Francesca se fueron al Infierno, al segundo círculo: el de los lujuriosos. Allí están condenados a que un viento fuerte los aparte; verse pero no tocarse, por toda la eternidad. Cuando Dante estuvo de visita por allí pudo interrogar a la triste Francesca; también escuchó el llanto de Paolo, y su compasión por ellos fue tanta que se desmayó. Por lo que respecta a este mundo, sus cuerpos fueron enterrados juntos en la iglesia de San Agustino de Rímini.

Paolo y Francesca da Rimni Dante Gabriel Rossetti, 1855.

E L P R I M E R T R OVA D O R Digno antepasado de Leonor de Aquitania, Ricardo Corazón de León y María de Champaña, Guillermo de Poitiers (1071-1126) fue el primer trovador o el más importante entre los primeros. Conocido por sus proezas amatorias, “enemigo de todo pudor y santidad” y “vehemente amador de mujeres” según crónicas de la época, este príncipe poderoso marcó con cinco o seis canciones la aparición súbita de los temas de amor más importantes que tratarían después los demás trovadores y poetas. Conoció la erótica y retórica árabe en las cortes de Aragón y Castilla, casa de sus cuñados, muy frecuentadas por andaluces cultos y juglares moros. Fue excomulgado dos veces, la segunda por sus escandalosos amoríos con la vizcondesa de Châtellerault, dama a quien instaló en una torre de su castillo y cuyo retrato llevaba en el escudo: se dice que Guillermo quería tener a su lado en la batalla a aquella que tenía a su lado en el lecho. Fuente: José María Bermejo.

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Favorece el peristaltismo peristalt de barrido t esofagogástrico, por lo tanto, disminuye el tiempo de perma permanencia del ácido clorhídric clorhídrico en el esófago. propulsora colónica Incrementa la actividad pro hábito de evacuar. restableciendo el há

• Esofagitis por reflujo • Gastroparesia de cualquier etiología • Dispepsia no ulcerosa • Constipación intestinal crónica

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LA MINIATURA CORTÉS Es interesante detenerse un poco en las consecuencias artísticas de esta modalidad de la sociedad medieval, ya que siempre será a través del arte que perduren los reflejos de la actitud humana. Más que a través de la arquitectura y la escultura, podemos comprender el clima europeo de fines del siglo XIV por medio de la miniatura, es decir, del arte que mejor supo reproducir los ambientes e interpretar el espíritu del mundo por el cual ha sido creado. Con la miniatura asistimos a la conclusión de esa búsqueda de la gracia, de ese amor por la realidad en sus aspectos episódicos, que caracteriza el lenguaje figurado de todo el siglo. Lenguaje mundano y musical, estilo dulce y desmayado que adornaba hasta la muerte con una sonrisa: encanto de los lujosos objetos de oro, suntuosidad del ropaje caprichoso, elegancia en los gestos, intimidad de una vida cortés exhibida y transformada en un espectáculo. A esta maestría se llega gradualmente y a través de experiencias diversas. El ejemplo más claro está en las vicisitudes del arte figurativo francés. Elemento fundamental, aquí como en otras partes, es la concentración de la vida artística en torno a la corte del rey o del señor. Después de pasar definitivamente a manos laicas, la miniatura se dirige, ya a fines del siglo XIII y cada vez más en el XIV, hacia la ilustración de los libros que más interés y pasión suscitan. Además de los numerosos textos científicos o de derecho, aparecen las novelas caballerescas, los libros de fábulas y cuentos y las canciones de gesta. Nace así un repertorio nuevo e inédito de grandes posibilidades ilustrativas, que obliga al artista a una atenta observación del mundo que lo rodea. Costumbres de la época, vestimentas y tocados, objetos de uso, ambientes, edificios, y hasta los gestos y el andar, todo es reproducido fielmente, pero sin esa unidad espacial de la visión que era la única que podía conducir a un verdadero naturalismo.

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El arquetipo del amor prohibido egún una versión de la leyenda de Camelot, Lanzarote (Lancelot), al acompañar a Ginebra a su matrimonio con el rey Arturo, se enamoró de ella sin remedio, como le sucedió a Tristán con Isolda, la prometida del rey Marcos –su propio tío y señor–. Ésta es la pareja paradigmática del amor-pasión que mejor ilustra el conflicto de lealtades oculto bajo los vínculos propios del amor cortés: no hay que olvidar que Lanzarote era el mejor caballero del rey Arturo, su mejor compañía su campeón absoluto. Debido a que las damas elegidas solían ser nobles, mucha veces el amor cortés ponía al hombre en la obligación de elegir entre fidelidades incompatibles: o bien a su señora, o bien a su señor. A medida que avanzaba el siglo XII, la oposición entre las costumbres feudales y la regla caballeresca se fue haciendo cada vez más honda, así como este conflicto entre el tributo debido al señor y el homenaje otorgado a la dama. Un conflicto entre dos deberes.

¡Ninguna Isolda más, ningún Tristán más, ningún nombre más que nos separe! 38

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Por una parte, la caballería era una forma de vida y una ética; se atenía a reglas estrictas y esperaba determinadas conductas de sus iniciados, como la protección y el amparo del débil, la generosidad o la valentía. Hay que tomar en cuenta que la caballería fue antes que nada un ideal: la existencia objetiva de sus códigos se certifica sólo en la literatura, aunque por otra parte no se ponga en duda el compromiso moral que contraía el caballero al ser investido.

¿ P o rta r s e c o m o u n c a b a l l e r o ? Sus tres grandes principios eran fidelidad a la palabra dada ante todos, protección y asistencia a los necesitados, además de obediencia y defensa de la Iglesia ya que eran soldados de Dios. En principio, cualquiera podía ser ordenado caballero con base en sus méritos, sin importar su origen; con el tiempo, la caballería se fue volviendo una clase social en la que los iniciados eran hijos de los caballeros. Y aunque combatir era el centro de todo, su razón de ser, es bueno aclarar que las novelas de caballería idealizan y exacerban la dimensión de las proezas de estos personajes. Las hazañas de Lanzarote, Percival o Gawain no pertenecen a este mundo; sus armaduras estaban siempre brillantes, sus cotas de malla eran impenetrables, su rectitud y nobleza no tenían límites. Demasiado bueno para ser cierto.

El amor cortés quedaba envuelto entre el erotismo más refinado, que correspondía exclusivamente a los nobles aristócratas, como lo detalla el tratado Sobre el Amor de Andrés el Capellán, del siglo XII

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G i n e b r a y L a n z a r ot e Quizás por este trasfondo de heroísmo indivi- tiempos, con las damas más hermosas, los caballedual, Chrétien de Troyes y otros autores prefi- ros más valientes y las maneras más corteses. Lanrieron narrar los duelos y los torneos antes que zarote del Lago, que entre los dos deberes eligió ser las batallas. El caballero protagonizaba la acción, fiel a la reina Ginebra, batalló toda la vida con su se destacaba; además, el encanto de los torneos culpa y trató de mantenerse lejos de Camelot, conmedievales estribaba también en la combina- centrado al máximo posible en sus hazañas para así ción de elementos bélicos y eróticos. Lanzarote, estar separado de ella. Sin embargo, la catástrofe por ejemplo, llevaba una manga de seda de Gi- no se hizo esperar; Cuando los amores adúlteros nebra anudada a su yelmo. Llegaban a morir en de la reina y el favorito del rey fueron descubierduelo por el amor de una dama, o incluso por tos, Ginebra fue condenada a la hoguera y se deimpresionarla con su valensató una guerra. Mordred, hijo de Arturo, aprovechó tía. El propio Tristán no sólo DA M A S Q U E D E B Í A N S E R estaba motivado por su amor la inestabilidad para ataL I B E R A DA S, a Isolda, sino por el deseo de car a su padre; mientras, C A B A L L E R O S Q U E proezas y el poder que sentía Lanzarote logró salvar a Ginebra y, por su parte, frente al peligro. Así que poco ENTREGABAN a poco se fue dando una trasel rey Arturo resultó S U V I DA Y H O N O R E N herido mortalmenposición del lenguaje guerreP R E N DA , S I G N O S Q U E ro al lenguaje amoroso. Más te. ¿Cuál habrá sido el desenlace, ahora allá de las clásicas “conquista” R E L ATA L A que quien fuera el o “flechas del amor”, esta époprincipal obstáculo ca aporta metáforas respecto a sitiar, tomar por sorpresa, entre los amantes haacosar, vencer las bía muerto? defensas, ser Correcto: si se trasu prisionero y a la vez el ven- ta del amor cortés, lo último que hicieron cedor, o rendirse incondicio- fue vivir felices para siempre. Ginebra se nalmente. El arte de amar y hizo monja: entró en un convento por el arte militar se unieron en el resto de su vida. Lanzarote, por su la Edad Media bajo la regla parte, la fue a visitar una última vez; de la caballería; como el luego depuso las armas para volverse arte de amar estaba totalmente influido por el un eremita, y como tal vivió hasta el día amor cortés, el amor caballeresco sería otra de de su muerte. Si el legendario Arturo lo sus manifestaciones. hubiera visto con sus propios ojos, no hubiera dado crédito. Entre dos, el eterno triánT e n ta c i ó n y t r a n s g r e s i ó n gulo pierde inmediatamente su sentido. Son Claro que también confluyen otros elementos: la le- las contradicciones las que hacen el romance: yenda de Camelot y otras historias de la época tienen separaciones nostálgicas y reencuentros exun fondo céltico de leyendas religiosas. Se supone tasiados; después, más alejamiento para que Camelot era la corte más brillante de todos los evitar la falta social pero también para

Imaginaria medieval

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GUERRAS Y CRUZADAS

recrear la situación del amor lejano. En tanto la vida cotidiana no intervenga en la fantasía, todo resulta válido. No es amor lo que se hace realidad, reza una sentencia cortés. Con todo, ese conflicto subyacente entre la lealtad al señor y la lealtad a la dama no pasó desapercibido para la literatura cortés. Aunque la devoción por la amada fuera inmensa, no excusaba del todo la infracción moral, la palabra traicionada. Así, si bien había sido el mejor caballero de todos los tiempos, a Lanzarote se le negó el acceso a la cámara del mítico Grial a pesar de que llegó hasta sus mismísimas puertas. Su búsqueda había acabado, y al fin pudo entender que el fracaso se debía a su excesivo amor por Ginebra, amor que excedía el que le profesaba al mismo Dios. Quizás por una conciencia similar sea que, a pesar de los errores cometidos en vida, allá en la abadía de Glastonbury son el rey Arturo y la reina Ginebra quienes están enterrados juntos. C a m e lot: u n l u g a r e n c a n ta d o Aunque no se sabe exactamente dónde se localizaba, según las leyendas medievales Camelot fue el castillo más famoso. Tomándolo como centro, el rey Arturo formó su brillante corte y reunió a los mejores guerreros del reino, los Caballeros de la Tabla Redonda (en realidad, “mesa redonda”: la confusión proviene de una mala traducción de “table”). La enorme mesa, fabricada por el mago Merlín, había sido parte de la dote de la reina Ginebra y a su alrededor podían sentarse nada menos que 150 caballeros. Poco a poco, Merlín, Lancelot, Gawain, Perceval, Morgana, Galahad, Mordred, toda la leyenda artúrica se fue extendiendo por varios países donde su popularidad creció inmensamente, a pesar de ser una ficción más que un recuento histórico. Pero no se les puede culpar: ¿quién no desearía creer en esa supuesta inscripción sobre la tumba de Arturo, que prometía: “Aquí yace Arturo, el que una vez fue rey y volverá a serlo”?

El arma de la caballería era, por excelencia, la espada. Para los héroes resultaba casi sagrada y, como si se tratara de seres vivos, cada una tenía nombre: la del rey Arturo, Excálibur; la de Roldán, Durandarte; o la de Carlomagno, Joyeuse. Pero en tren de batalla también se usaban el arco, la lanza, la ballesta, la maza, el hacha, garfios, catapultas, líquidos en ebullición... Las guerras casi nunca eran entre naciones, sino entre feudos, linajes o señor contra vasallo. Hay toda una literatura de contiendas y proezas fantásticas en la que se enfatiza que combatir es la razón de ser de un caballero. Claro que en la vida real todo sería bastante más deslucido, sin armaduras relucientes ni espadas mágicas. Otro de los grandes eventos militares fueron las Cruzadas, expediciones bélicas de los caballeros cristianos con el fin de expulsar a los musulmanes de Tierra Santa. Se llamaron “cruzados” porque el Papa Urbano II —quien organizó la primera expedición— les dio unas cruces de paño rojo para que usaran en la espalda o cabeza.

Fuente: Michel Pastoreau Alfonso Aranda López

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¿ A q u i é n s i rv e e l G r i a l ? Chrétien de Troyes escribió el Cuento del Grial, pero murió antes de terminarlo: hoy, demasiadas significaciones se nos siguen escapando. La explicación más conocida sobre el Grial lo asocia al cáliz en que Jesucristo bebió durante la Última Cena, para convertirlo en el recipiente sagrado donde José de Arimatea recogió la sangre divina al otro día. Según sea la versión se trata de un tesoro mágico, la piedra filosofal o hasta una clave simbólica; existió incluso una herejía medieval en torno al Grial. Se supone que la dinastía del rey David habría pasado por Jesús y su descendencia, llegando a Occitania y de ahí a muchos tronos de Europa. En ese sentido, saint Grial (o santo Grial) debería leerse como sang réal, es decir, sangre real. De acuerdo a esta herejía, María Magdalena — la mujer de un Jesús esenio— llevó “el Grial” a Francia; una forma de significar que huyó estando embarazada y tuvo a su hijo en pleno mundo europeo. Sea como sea, la leyenda de la búsqueda del Grial —que integró elementos cristianos y célticos— fue uno de los temas épicos de los Caballeros de la Tabla Redonda y más aún, una de las obsesiones del mundo medieval entero.

Tristan and Isolde John Duncan, 1912.

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The Temptation of Sir Percival, Arthur Hacker, 1894.

¿T r i s tá n e I s o l d a e n pa n t u f l a s ? Señores, ¿os gustaría oír un bello cuento de amor y de muerte?... Charles Seignobos, historiador francés, decía con ironía: “¿El amor? ¡Una invención del siglo XII!”. Así como la publicación del Werther de Goethe provocó una oleada de suicidios, así como Rousseau logró que la corte de Francia bebiera leche, el amor cortés hizo que todo el mundo se sintiera predispuesto hacia el amor. Apropiándonos de la interrogante de La Rouchefoucald, podemos preguntarnos con él: ¿cuántas personas estarían enamoradas si nunca hubieran oído hablar de amor? En ese sentido, el amor caballeresco y cortés tuvo un considerable poder de exposición porque estaba en sí mismo vinculado a la lectura y la música... en aquellos tiempos sin televisión, cine ni internet. Además, se había afianzado en las clases altas, por lo que de alguna manera oficiaba de paradigma social y modelo para la imitación.


Poseer es perder Es relativa su fiabilidad histórica, como en todo tema literario; lo que aparece claro es que —más allá de la realidad efectiva— las aspiraciones e ideales del siglo XII se orientaban en esa dirección. “Poseer es perder”, dijo el poeta Fernando Pessoa, y aquellos enamorados anti-matrimonio lo hubieran aplaudido:“poseer es ser poseído, y, por tanto, perderse”. A los efectos del deseo, la huida o la lejanía del ser amado garantiza una pasión perpetua. Es curioso que este amor-pasión que apareció en el siglo de las grandes catedrales, las Cruzadas y la devoción a la Virgen María, ya llevara implícito en el nombre su particular desdicha: “pasión” es padecer, sufrir. Este tipo de romance será siempre recíproco a la vez que desgraciado, como si Occidente tuviera una tendencia masoquista innata. Pues ¿sobre qué escribirían los guionistas de telenovelas si no existieran obstáculos entre sus enamorados? ¿Cómo serían las historias de amor de la pantalla grande —especialmente en décadas anteriores— sin el componente pasional del sufrimiento, sin esa catástrofe acechando desde el principio a la

pareja? ¿Por qué tanta gente desea vivir un amor al límite, una pasión que en realidad le hiere? ¡El amor feliz prácticamente no tiene historia en la literatura occidental! Es que la verdadera novela cortés (roman) siempre terminaba con la muerte: fue la novela del siglo XVII la que inventó los happy endings. Cambió tanto el espíritu y la sensibilidad para entonces, que el lugar de aquel ideal feudal destruido por una aristocracia desencantada pasó a ser ocupado por Don Juan, Richelieu, Casanova. Otro tipo de modelo heroico, en el que la posición de la mujer saldrá perdiendo con creces: para el hombre del siglo XVIII, la mujer es tan sólo un objeto de placer. Radical contraste con el amor cortés; hasta podría decirse que Don Juan, el hombre de los amores sucesivos, es la mismísima antítesis de Tristán. Don Juan no sabe de esas cosas del amor cortés ni tiene tiempo para amar (es decir, para esperar y recordar). El vive exclusivamente en el “aquí y ahora” y nada de lo que desea se le resiste; nunca conoció de pasiones imposibles porque, para empezar, Don Juan no ama lo que se le resiste. Uno tuvo mil tres mujeres; el otro una sola. L E Y E N DA S Y G E S TA S S E Uno necesita la existencia FUNDEN EN de las leyes para transgreLO S N O B L E S I D E A L E S D E L dirlas; el otro está más allá del bien y del mal porque se A M O R CO R T É S, sabe en la gracia de una virtud que trasciende las leyes humanas. Don Juan, siem, pre amado, no puede amar a nadie; en cambio Tristán y P E R O TA M B I É N L A los amantes corteses amaban a una dama única, más allá de la reciprocidad. Eso S E H AC Í A P R E S E N T E Y sí: ¡tanto Tristán como Don Juan llevaban espada! CO N S TA N T E

la Dama era el objeto del valor

sed de aventuras

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ÍNDICE DE ANUNCIANTES LABORATORIOS SENOSIAIN Ciproflox DM....................... 2,46 Biomics................................ 29,40 Unamol................................ 35,40 Flumil................................... 37,40 Facicam............................... 9,42 Adel..................................... 12,13 Ranisen............................... 17,42 Rezplen................................ 21,42 Dimegan D.......................... 46, 4a de forros NOVOPHARMA Dilarmine............................. 7,31 CONSEJO DE LA COMUNICACIÓN Leer para estar bien............ 11 KARDIAS AC Centro de Cirugía................ 25 VALEANT Levocof................................ 3a de forros ATLANTIS Panclasa gotas.................... 2a de forros


L a s h e r e n c i a s d e l a m o r c o rt é s Ese siglo XVII, tan racional y escéptico, condenó se los inventaban, pero existe uno para el que la pasión privándola de su carga mística o espi- jamás estarían del todo preparados: la duración ritual: mal recibimiento para nuestros valientes (esencia misma del matrimonio, por otra parte). caballeros y sus escurridizas damas. Será hasta Así que una vez evaporada la pasión amorosa — la aparición del romanticismo alemán que los que no suele llevarse demasiado bien con la vida temas corteses refloten con la exaltación de una rutinaria—, al primer conflicto de gustos o permuerte voluntaria, enamorada y divinizante. sonalidades surgirá la tentación de preguntarse El amor-pasión habría de sobrevivir y colarse por qué diablos se casó uno. Sumada a la conscomo hilitos de agua hacia el río de los mitos tante publicidad que se le hace al amor pasional, populares contemporáneos. Para Denis de Rou- esa duda puede propiciar volcánicos arrebatos. gemont, ninguna sociedad en toda la historia En pocas palabras, uno puede terminar mágicale dio tanta publicidad al romance como la nor- mente enamorado de alguien que no es —por teamericana: en las portadas de revistas, en las cierto— su fastidioso cónyuge. De ahí al divorcio canciones, en Hollywood, en los enormes car- para perseguir esa “nueva promesa de felicidad”, teles publicitarios... “Ninguna otra ha intentado luego al aburrimiento y al siguiente divorcio, tampoco con esa ingenua seguridad la peligrosa em- será sólo un paso. Aquel idealizado erotismo y presa de hacer coincidir el la pasión glorificada N O H AY D U DA matrimonio y el amor así complican todavía nuestros vínculos. comprendido, y de basar D E C U Á N TO I N F LU YÓ E L Porque la situación el primero en el segundo”. Este autor opina que ahora es muy distinta es un error cimentar el PARA PROPAGAR LAS HAZAÑAS DEL que en la época de las matrimonio en la pacortes: los lazos consión, un pilar bastante temporáneos ya no , se fundamentan en endeble; en las novelas A S Í CO M O N O S E C U E S T I O N A un código riguroso los amantes luchaban E L R O M A N T I C I S M O P O É T I CO D E y —más clave todacontra los obstáculos o TA L E S A R T I S TA S

lirismo del trovador héroe enamorado

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vía— se establecen basados en la total libertad de los individuos. Es decir, Tristán ya puede —al fin— casarse con su Isolda, pues no habrá ningún señor feudal que la reclame para sí. Entonces, súbitamente la escena se convierte en pesadilla: ...Isolda, recién levantada de la cama y con considerable malhumor, hace el desayuno para la familia. Aún no se ha bañado; lleva una bata afelpada algo desteñida y calza sus pantuflas de conejito. El niño, hiperactivo como siempre, está pedaleando su súper veloz triciclo mientras elude cuanto mueble hay en la sala. Isolda le grita que se esté quieto; los huevos se pegan un poco en la sartén y se enfurece. La televisión está prendida a todo volumen. Entonces aparece Tristán, más panzón cada día, todavía en pijama y arrastrando sus pantuflas. Hace días que no se rasura, además de heder a las veinte cervezas que se tomó anoche. Gruñe algo ininteligible; ella hace un gesto de reprobación y le dice que hay que llamar al plomero...

Afortunadamente, la historia es sabia e inventa a los Tristanes e Isoldas cuando corresponde, es decir, en el siglo XII medieval. Pero es interesante apreciar los relatos y comportamientos referentes al amor —aquella curiosa invención que todavía nos seduce— filtrados por el universo del amor cortés. Un movimiento que influyó la literatura posterior tanto en forma como contenido, que por el afán de darse a entender introdujo el uso de la lengua vulgar sobre el latín, que inspiró notablemente el lenguaje de los místicos cristianos, que revolucionó la forma en que las mujeres eran percibidas, siempre será una referencia clave. Al decir de Octavio Paz, la historia del amor cortés, sus cambios y transformaciones, es la historia de nuestro arte y literatura. Más aún: es la historia de nuestra sensibilidad y de los mitos que encendieron nuestra imaginación desde el siglo XII hasta ahora. E incluso, la mismísima historia de la civilización de Occidente.

CUIDADO: MUJERES TROVANDO

No era lo más común, pero se sabe de algunas damas de la aristocracia que también fueron trovadoras (trobairitz). La de más fama fue la misteriosa Condesa de Dia, de quien se conservan cinco poemas sobre los desdenes de su enamorado y sus ardientes anhelos. María de Francia fue una fina escritora de novela en verso, y Castelloza, por su parte, una hermosa trobairitz de principios del siglo XIII. Casada con un señor, el Turc de Mairona, aunque enamorada de otro a quien le dedicaba sus canciones, Arman de Breon, ya no nos sorprende: eso era el amor cortés.

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febrero 2017



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