El 24 de este mes se cumplen 25 años de la
muerte de Tamayo, quien concluyó así una larga
vida marcada por una obra deslumbrante,
vital para el arte mexicano e internacional.
¿Por dónde empezar? ¿Hablar de su arte, de sus
tantas veces nombrado color?, ¿o de la ruptura
valerosa?, ¿de la subjetividad, sostén básico
de todo arte que pretenda ser universal?; ¿o
empezaríamos hablando de lo indígena, de las
raíces que fueron base para las realizaciones
que todos, independientemente de su cultura,
pueden apreciar?