TOMO III EJERCICIOS PERSONALES del P. Pablo Ma. Guzmán MSpS 1949-1958

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¡DIOS Y LAS ALMAS!

EJERCICIOS PERSONALES DEL

R. P. PABLO MARÍA GUZMÁN M. Sp. S.

1949 A 1958

TOMO III

MÉXICO, D.F. 1


Ejercicios Espirituales del 2 al 11 de septiembre de 1949. En la Casa de la Cruz de San Luis Potosí. (1) Septiembre 2.- Viernes – Entrada (1) Aquí estoy de nuevo en mi amado retiro, para hacer mis Ejercicios Espirituales. Parece que fue ayer cuando hice los otros para prepararme a mis Bodas de Plata Sacerdotales. Un año más. Pero un año de gracias excepcionales para mi alma. Dios se propuso anonadarme con sus delicadezas. Ciertamente todo ha sido condimentado con la Cruz; pero tal vez por eso mismo ha sido más consolador. ¡Cuántos sucesos en este año! Mis Bodas en San Felipe. La grande caridad de mi amado P. Superior General y mis Hermanos Misioneros. La caridad de mis hijas Misioneras que tanto hicieron por complacerme. La despedida de las Misioneras de China. – El viaje a Baja California y a Los Ángeles, etc. etc. Después los preparativos para la Misión de Japón. Los permisos de Roma. ¡Cuántas gracias y bendiciones del Cielo! Por fin, la vida íntima de unión con Dios; la Consagración al Corazón Inmaculado de María. He luchado casi sin cesar; pero nunca me he sentido solo, siempre la Providencia de Dios ha velado por mí y por los míos. He pedido almas y Dios me las ha dado. He pedido amor y siento que lo tengo. Pero me siento muy lejos de lo que Dios quiere y mi alma anhela. Por eso vengo a pedirle más gracias a mi Dios. Vengo seguro de alcanzarlas porque vivo en el Corazón de María, y Ella pide por mí. Necesito gracias para mi Congregación, gracias para mis Hermanas de la Cruz, para las Obras. Gracias para mis Misioneras: para las que sufren en China, para las que van al Japón, para todas, porque Dios las quiere santas. [1] Necesito gracias para mi alma. Quiero más intimidad con la Trinidad Santísima y con María. Necesito el don de oración… Y luego, saber recibir, aprovechar y agradecer lo que Dios quiera darme. ¡Gracias, por todo, oh Dios mío! ¡Gracias Madre mía! Oh Jesús, habla a tu Sacerdote Misionero como hablabas con sus VV. Padres en 2


el espíritu. Mírame como a Ellos; por su amor bendíceme y perdóname. N. P., N. M., acompañen a su hijo en estos días de Cielo. No me dejen y ayúdenme a dar gracias anticipadas por lo que recibiré en estos Ejercicios. ¡Habla Señor! que tu siervo escucha con profundo respeto y amor! ***

Septiembre 3.- Sábado. (2) Hermosas meditaciones en las Obras de San Bernardo. La chispa se produce sin tardanza y se enciende luego el fuego divino del amor en el alma. ¡Qué hermoso oír hablar de lo que se ama a quien lo ha vivido! ¡Qué hermoso levantarse por encima de las miserias de la vida a la contemplación de las cosas celestiales! ¡Qué estímulo para seguir luchando, contemplar la hermosura del ideal que se persigue. Pero, qué difícil poder expresar esos sentimientos del alma.

Septiembre 4. Domingo. (2) Continúo mis meditaciones sobre los Sermones de S. Bernardo acerca del Cantar de los Cantares. El Verbo es el Centro de la Vida, el Centro de la Historia, el Centro de la Gloria. El Verbo es la Palabra del Padre; pero también se le llama “BESO”, porque la Palabra del Padre, NO puede ser sino caricia, beso que UNE lo humano a los Divino. Ósculo de paz porque reconcilia con Dios, porque acerca [2] a Dios, porque comunica la vida divina. El primer beso del Verbo fue para su Humanidad Santísima; su segundo beso fue para María, su Madre Inmaculada; el tercer beso, el beso que se prologa sin cesar en el mundo, es para las almas puras. Son ellas quienes lo piden con ardor; son ellas quienes lo aprovechan con amor siempre creciente. En la Antigua Ley se pedía ese beso como prenda de salvación y de perdón; en la Nueva Ley se pide como una explosión de amor. No ya para pedir la paz, sino como fruto de esa Paz que fue otro beso del Verbo a la humanidad rescatada, y que lo imprimió con infinito amor al mandar su Espíritu Santo a la humanidad redimida. Se pide el ósculo de amor, no sólo para gozar la dulzura del amor del Verbo, sino también para hacerle sentir a ese Verbo la ternura infinita de su Padre Porque después de la muerte de Jesús, después de haber recibido al Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, ése es el privilegio de la Humanidad, saber besar como besa el Padre, con el beso eterno que imprimió a su Verbo y que es la Persona Divina del Espíritu Santo Lazo de unión, -el beso une- entre el Padre y el Hijo, Amor infinito de uno a otro. 3


*** ¡Oh mi Verbo, Palabra Eterna de mi Padre! ¡Oh mi Verbo Encarnado, yo te llamo, no sólo para que beses mi alma, sino también para besar la Tuya. Esto que nadie hubiera podido sospechar, lo hiciste posible Tú, viniendo a Encarnar en María, padeciendo y muriendo en la Cruz. Porque soy dueño de tu Don, que es el Espíritu Santo, por eso puedo besar tu alma como la besó tu Padre, como la besaste Tú, al unirse la naturaleza humana a la divina en la Persona del Verbo. ¡Qué riqueza poseemos, sin sospechar su grandeza! Con razón estabas ansioso por ir a tu Padre y mandarnos tu Espíritu. Espíritu de Paz y de Dulzura, Espíritu Renovador, Espíritu Santificador! [3] *** Toca al Espíritu Santo comenzar y consumar la unión de las almas con Dios. La comienza por la infusión de la gracia santificante, la consuma con la transformación de las almas en Cristo; con la transformación de las almas en el Divino Padre; con la transformación de las almas en el mismo Espíritu Santo. El alma transformada tiene la Palabra, la Sabiduría que es el Verbo; tiene la ternura infinita que es propia del Padre; tiene el Fuego abrasador del Espíritu Santo. Y se goza en ser Palabra del Padre y para el Padre; en ser Padre -por la ternurapara el Verbo y Fuego abrasador para uno y otro. Se goza igualmente en ser lo que son el Padre y el Verbo para el Espíritu Santo. Esto que no se conoce, que no se explica, pero que es un secreto de amor en la Trinidad Beatísima, lo vive el alma transformada por los méritos de Cristo y por obra y gracia del Espíritu Santo. *** No entendía por qué S. B. dice que hay que notar aquello de “Béseme con el beso de su boca”, y ver que no dice “Béseme con su boca”, sino con el “beso de su boca”. Lo primero él lo explica diciendo que besar con la boca sólo lo hizo el Verbo a la Humanidad Santísima en la Encarnación, al unirse las naturalezas humana y la divina en la Persona del Verbo; pero lo segundo no lo explica. A mí me parece que la boca que besa es el Verbo y el beso de la boca, es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo realiza la Encarnación; y el Espíritu Santo, extiende y comunica los frutos de la Encarnación por la gracia. Los besos del Verbo son sus gracias, que comunica por el Espíritu Santo. Y por eso decía yo antes que el primer beso del Verbo fue para su Humanidad Santísima; el segundo para María (y S. José, viendo como una sola en esas dos almas tan Suyas); el tercero para las almas puras, etc. El beso de la boca debe pedirlo el alma transfor[4]mada por el Espíritu Santo. “Qui adhaeret Deo, unus Spiritus est”. 4


Santo.

Ese beso -unión del alma con Dios- resulta de una acción divina del Espíritu

Como en la Trinidad, el Espíritu Santo es beso que une – también en las relaciones del alma con Dios, el Espíritu Santo es beso que une. Pero así como fue necesaria la Encarnación para que el mundo pudiera recibir al Espíritu Santo, beso del Padre y del Hijo, también es necesario que acercándose más al Misterio de la Encarnación, el alma lo reproduzca en alguna forma, muy unida al Verbo Encarnado, si quiere recibir el “beso de la boca de ese Verbo” y más aún, hacer que el mismo Verbo con el Padre y el Espíritu Santo, habiten definitivamente en el alma. ¿No será acaso esa petición “Béseme con el beso de su boca”, el anhelo del alma que quiere llegar al más alto grado de la unión transformante en el matrimonio espiritual, que se verifica con el Espíritu Santo, aunque apareciendo el Verbo? Y más aún el resultado de esta unión, o sea la permanencia habitual del V. en el alma como se explica en la E. m.? *** Quizá por eso diga S. Bernardo que hay tres clases de besos: el de los pies que corresponde a los penitentes; el de las manos que corresponde a los proficientes; y el 3° el de la boca, que corresponde a los perfectos. *** Hablando de pies, manos y boca de Dios, dice S. B.: “Dios tiene todo esto, mas por sus efectos, no por su naturaleza”. ***

Septiembre 5. - Lunes. (5) En el Sermón 8° sobre el “Cantar de los Cantares”, explica S. Bernardo lo que antes yo no había visto; pero que coincide con lo escrito por mí antes. En este Cap. explica S. B. “Que el E. Santo es el [5] beso del Padre y del Hijo. Que éste es el beso que la Esposa pide se le dé para conocer a la Santísima Trinidad”. *** La gloria a Dios, la paz a los hombres de buena voluntad. Nuestra acción de gracias da gloria a Dios, reconociendo su Soberanía, su poder, su bondad, etc. Por eso S. Pablo insiste: “In ómnibus gratias ágite… in Xto. D .n.” Dar siempre gracias, en Cristo y con Cristo, en su gran Sacrificio, gloria inmensa para la Trinidad Santísima. Con esas ideas ha gozado inmensamente mi alma tan sensible a la gratitud y tan convencida de su necesidad. ¡Qué hermosas las almas “Acción de Gracias”. Así quiero ser y así quiero que sean las almas que Dios me dé como hijas 5


espirituales. Y si algún día llego a conseguirlo terminando felizmente mi carrera, sólo diré “Deo gratias”!... Como sello de mis labios al cerrarse para siempre en esta vida. ***

Septiembre 6. Martes. (6) Mañana dolorosa. Tarde de luz y de consuelos. Reviví en poco tiempo la historia de mi vida, en sus relaciones con Dios y con mi vocación de Misionero del Espíritu Santo. El programa de vida que en términos generales, tracé en aquellos Ejercicios de mi Noviciado, y que fue expresamente bendecido y aprobado por n. V. P. Félix, ha sido el que hasta el presente, con más claridad y detalles he ido siguiendo. ¡Cuántas gracias acompañaron a aquel propósito de emplear mi vida en “Amar al Espíritu Santo y hacerlo amar”! Más después de 30 años de Vida Religiosa y 26 de [6] vida Sacerdotal siento que me falta mucho por hacer. La bondad del Espíritu Santo en ayudarme en el pasado, me llena de confianza para el porvenir. Estoy seguro que El lo hará todo, y que en esa etapa de mi vida en la que tendré que tratar con tantas almas Sacerdotales, encontraré un campo precioso para mi apostolado. Y cuando haya logrado interesar a esa parte escogida de la Iglesia en esa devoción especial al Espíritu Santo, sentiré que se ha cumplido la Misión de mi vida. De la fecundidad de ese amor al Espíritu Santo se derivarán, como una feliz consecuencia, grandes ideales que entusiasmarán a las almas nobles y delicadas, como han de ser las que posean y sean poseídas por el Espíritu Santo. Las heridas de la Iglesia serán restañadas por esas almas, sobre todo por los Sacerdotes Santos. El ideal de n.V.P. Fundador era darle a la Iglesia “millares de Sacerdotes santos”, y lo conseguiré por el Reinado del Espíritu en ellos. A establecer ese Reinado contribuyó él mismo (N. V. P .F.) con su santa vida y su incansable apostolado; y seguirá contribuyendo a través y por medio de sus hijos, los Misioneros del Espíritu Santo. Como el más pequeño de todos, quisiera darle a N. V. P. ese gran consuelo, contribuyendo a que se multipliquen en el mundo los Sacerdotes Santos, que serán los grandes adoradores del Padre en Espíritu y Verdad. Así lo fue él, el Gran Patriarca de las Obras de la Cruz y Padre de los Misioneros del Espíritu Santo. Así serán (lo espero de la Misericordia de Dios) sus hijos, y toda su gran descendencia espiritual. Pongo en el Corazón Inmaculado de María, la renovación de mis propósitos y los 6


grandes ideales de mi Sacerdocio. Que en ese Corazón Purísimo, maduren y den frutos copiosos para gloria de Dios y bien de las almas. Al corazón de N. V. M. Cruz de Jesús – Corazón Sacerdotal, y ahora unido (así lo esperamos) eternamente en el Cielo al Corazón Sacerdotal de Cristo, confío mis propósitos, y le pido que me siga bendiciendo con su corazón de Madre, como lo hizo tantas veces en la [7] tierra. Quiero darle un gusto muy grande realizando los ideales de Jesús para sus Misioneros. A n. amadísimo Padre y Hermano Monseñor Ibarra, infatigable Apóstol de las Obras de la Cruz, Apóstol del Espíritu Santo, de la Cruz y de María, encomiendo mis trabajos y obras apostólicas. Pido su santa bendición A mis amados Hermanos y Hermanas de la + que ya están en el Cielo gozando de la dicha de contemplar a Dios, encomiendo también mis trabajos, pidiéndoles su ayuda y sus bendiciones. A todas las almas que se interesaron grandemente por la gloria de Dios, sea que se encuentren en el Cielo o en el Purgatorio, encomiendo mis trabajos. ¡Que reine el Espíritu Santo en los Sacerdotes, y el mundo se transformará, ardiendo en el amor divino! Así sea. *** Mayo 19, 1904 - “Esta Congregación (M. del E. S.) es hija de la pureza, es decir, del Espíritu Santo, El es su Padre”. “Montones de almas Religiosas mueren sin pasar siquiera el primer escalón de la cruz, el de la humildad, y esto en las almas a Mí consagradas, mucho me contrista”. ***

Septiembre 7. - Miércoles. (8) Hoy ha dominado en mi alma el deseo de hacer que el mundo se dé cuenta del amor que Jesús le tiene. Darle almas a Jesús para consolarlo. Y antes que todo, amarlo yo mismo con toda la fuerza del amor alentado por el Espíritu Santo. Por eso me he refugiado en el Corazón que más amó al Corazón de Cristo; el Corazón de María. Sería imposible escribir mis impresiones, allá quedan sepultadas en el Corazón de Dios. Sólo quiero ir indicando los diversos movimientos del E. S. en mi alma durante estos días de Ejercicios. [8] ***

Septiembre 8. – Jueves (9) ¡Gran día! La Natividad de la Santísima Virgen! 7


Prediqué en la Misa, queriendo comunicar mucho amor a María según n. espíritu. Después escribí una Carta Circular para m. h. M.E.SS.T. *** Sept. 19/1905 - “La luz en una alma es la ausencia de pecado; pero hay infinitos grados de luz, como hay de gracias… Tus h. serán pureza, serán luz para mi consuelo”. - Pues dame millones, mi Jesús. ¿Pero en dónde están? “Unos los verás; pero miles, tus ojos no los verán hasta la eternidad. Hoy te doy una gracia, te la concedo Yo, y es que la fecundación de la pureza en ti, la heredarán tus hijos, y cada uno de ellos me dará muchas almas puras”. *** Creo haber recibido hoy muchas gracias para mí y para otras almas. Vuelvo a decir que las impresiones más profundas son intraducibles. Que Dios N.S. reciba una vez más mi profunda gratitud y que siga siendo para mi alma el Dios de las Misericordias. ***

Septiembre 9. –Viernes. (9) Meditaciones muy profundas y muy sentidas acerca del Misterio de la Encarnación, de la Eucaristía y del Sacerdocio. [9] Jul. 1906 - “… En el Altar, el Sacerdote efectúa un facsímil de la Encarnación del Verbo; él con las palabras de la Consagración, como que crea, es decir, da la vida (tal virtud divina llevan esas palabras) a un Ser; pero Ser divino y humano que se llama Hombre-Dios, Verbo Encarnado, tu Jesús. “El Sacerdote en rigor no da la vida a Dios ni puede dársela, porque Dios es Vida; no al Hombre-Dios, porque vive eternamente glorificado; informa con esa vida divina y humana la substancia de pan y la substancia de vino, efectuándose por el poder de sus palabras la transubstanciación, y lo que antes era simple pan y simple vino, después de esas palabras pronunciadas por el Sacerdote, se convierte su substancia en mi Cuerpo real y mi Sangre que derramé en el Calvario. La substancia, de material, pasa a ser divina y humana. Divina en la Persona Divina del Verbo, y humana, no en la Persona, porque Yo no tengo Persona humana; pero sí en mi Naturaleza, en tu Jesús… “Los Sacerdotes en cierto sentido, hacen el papel del Espíritu Santo en la Encarnación, sólo que a María la representa mi Iglesia también pura, inmaculada y santa como Ella. La Iglesia es el reflejo de María, y como Ella, fecunda en su virginidad. “Y esa clase de fecundación virginal, debieran tener todas las almas que me reciben en la Eucaristía, fecundación en la pureza y todas las virtudes. Mi Carne y mi Sangre son purísimas y fecundísimas en méritos; por eso el que me recibe, recibe la vida sobrenatural que lo despega de la tierra y lo acerca al Cielo.” *** 8


Septiembre 10 - Sábado. Último día de Ejercicios. (10) Emociones muy profundas en mi alma. Allí quedan como un grande acto de amor para Dios y de Dios para mi alma. El amor a Jesús Verbo Encarnado ha prendido fuertemente, y veo ahora en la práctica, los frutos del amor, de la posesión del Espíritu Santo y de María. Día de gracias… Me siento muy conmovido sin saber por qué. O más bien dicho, creo que será por lo que [10] he meditado, por lo que Jesús ha hecho por nosotros; por su amor; por sentirme perdonado y amado; por la misión que Dios me ha dado como Sacerdote y M.Sp.S. ¡Tantas cosas han pasado por mi alma en estos días! He gozado pensando en las almas que le daré a Dios, en la gloria que le dará, etc. etc. Me parece que el punto central de estos Ejercicios ha sido profundizar más en el conocimiento del Misterio de la Encarnación. Por lo mismo me encanta contemplar a María en este Misterio, y me lleno de gozo al sólo pronunciar estas palabras: VIRGEN DE LA ENCARNACIÓN. Comprendí ahora muy bien por qué convenía que Ella fuera especialmente honrada por mis M. en esa advocación. Tuve la certidumbre de que en esa advocación obrará la Santísima Virgen de los mayores milagros. Será motivo de amor muy especial, lo mismo de la almas que empiecen su vida espiritual como de las almas santas. ¡Si el mundo supiera cómo se le ama en el Cielo! no sería tan frío ni tan ingrato. Pidamos y hagamos algo para que esto se remedie y se dé más gloria a Dios en el mundo. [11]

Ejercicios Espirituales del 5 al 14 de septiembre de 1950.- Año Santo. (12) En la Casa de las Hermanas de la Cruz. - Puebla.

Martes 5 de septiembre. - Entrada. (12) Un año más de vida en que Dios Nuestro Señor me concede hacer mis Ejercicios Espirituales. Ahora me encuentro en esta Ciudad de Puebla y en esta Casa de la Cruz donde todo me recuerda a Monseñor Ibarra y a nuestra Madre. Estoy en la “Casa del Espíritu Santo”, Casa de gracias, donde espero recibirlas a raudales es estos días de amor 9


Ahora ya casi completamente bien de mi larga convalecencia en una enfermedad que ofrecí a Dios y cuyos sacrificios uní a la Cruz de mi Jesús para los fines que Él se haya propuesto al permitirla. Dejé ya a San Luis Potosí, la Cuna de las Obras y mi tierra de Promisión, después de 6 años que fueron para mí de gracias extraordinarias. Era preciso seguir adelante en mi peregrinación por el mundo, ya que a Dios plugo dejarme la vida para amarlo y hacerlo amar. Conceptúo como una delicadeza del Cielo el haberme traído a Puebla para repartir en el campo de estas almas mucho de lo que recibí en San Luis. Yo que tanto pedí por intercesión de Monseñor Ibarra, la fundación de Puebla, me encuentro en ella, sintiéndome heredero de las gracias de Monseñor, de su amor a Dios y de sus dolores. Pero antes de entrar de lleno en mi Ministerio, Dios me concede hacer estos Ejercicios que consagro con todo mi corazón al Espíritu Santo por medio del Corazón Inmaculado de María. Pido la bendición a mis amadísimos Fundadores, Félix de Jesús y N. Madre. Invoco su ayuda y la de mis grandes amigos del Cielo. Invoco a mi amado Hermano, el R.P. Moisés Lira, el Hermano Mayor, que estoy seguro no me negará sus [12] bendiciones. ¡Oh Espíritu Santo! Haz la paz y el silencio profundo en mi alma para poder escuchar a mi adorado Verbo, Palabra amorosísima de mi Padre Celestial. Ven a hermosear mi alma para que tenga nuevo parecido con Jesús y cautivar en Él a mi adorado Padre. ¡Oh María! en tu Corazón he recibido todas las gracias de mi alma. En este Año Santo, el de tu triunfo al declararse el Dogma de tu Asunción, necesito como nunca el calor de tu Corazón, porque debo dar más amor y recibir gracias estupendas. ¿Qué me negará el Espíritu Santo en este gran Jubileo, en esta fecha inolvidable? Pero no será preciso pedir porque El voluntariamente se derramará en el mundo para celebrar tus glorias, oh Madre de Dios y Madre mía! Te agradezco, oh Madre, que me hayas permitido mandar a Roma a mis h. Misioneras para que me representen en el día de tu triunfo. Que esa Peregrinación del Instituto de mis M. a Roma, alcance para ellas el perdón de sus faltas y sea el augurio de nuevas y grandes bendiciones. ¡Oh Madre! están en tu Corazón, son tuyas, haz de ellas lo que Dios quiere: glorificadoras de la Trinidad Santísima y de tu Maternidad Divina. Bendice de modo especial a nuestra Congregación de Misioneros del Espíritu Santo para que unidos en el Espíritu Santo, ardamos en el amor divino y trabajemos como Dios quiere por la gloria de Dios y la salvación de las almas. ¡Oh mi Verbo! Yo te ofrezco por manos de María y me ofrezco en tu unión con 10


cuanto me pertenece para que mi Padre amadísimo me llene de su Espíritu en estos Ejercicios, y se realicen en mi alma todos sus planes de amor. Así sea! *** ¡Cuántas cosas han pasado en este año de vida, después de mis últimos Ejercicios! Al terminar el año de 49, el amor de mi alma era muy grande, pero mis fuerzas físicas iban disminuyendo en gran manera, hasta que caí en cama, comenzando así el año de 50. [13] En medio de los graves problemas que tuve en este año, Dios me dió serenidad y gracias a Él no perdí la paz de mi alma. Ahora necesito más unión con Dios; quiero seguirle arrancando los secretos de su amor, el secreto de su vida íntima; el secreto de su amor a las almas. Quiero, una vez más sentirlo o saberlo contento. Quiero muchas gracias para mis almas y para el mundo entero. Necesito luces para resolver el futuro de varias almas que me lo han encomendado. Quiero confiarte una vez más mis secretos de amor para Ti, oh Trinidad Santísima. Pero sobre todo, quiero que Tú me hables; quiero escuchar a mi Verbo, diciéndome seguramente el amor para su Padre Celestial; para María, para sus Sacerdote, para las almas. Quiero escucharlo para comprenderlo, para unirme a su voz y glorificar al Padre. Quiero que me comunique su poder para decir esa Palabra Creadora, Redentora, Santificadora que es El mismo. *** San Miguel Arcángel, mi amadísimo Protector, ven a cuidarme; pero sobre todo a infundirme tu grande celo por la gloria de Dios. ***

Miércoles 6. (14) Ofrecí la Santa Misa para pedir al Divino Padre por medio de María, que me llene del Espíritu Santo, especialmente en estos santos Ejercicios. *** Tengo a la vista un “Ante el Altar” que me regaló N. M. cuando yo era Novicio. La dedicatoria dice: “+Hno. Pablo de María, que estas meditaciones impregnen su corazón para que tenga el verdadero espíritu de su Con[14]gregación. Sabe cuánto en Jesús lo quiere Concepción. Dic. 1° de 1920”. Recuerdo que cuando me estaba poniendo la dedicatoria, dijo hablando fuerte: “A mi predilecto hijo, Pablo… etc.” y luego añadió: “Eso no te lo pongo”… 11


Al leer esta dedicatoria después de 30 años, he sentido una impresión profunda. Tal vez sea por necesitar tanto de su amor y cuidados, de sus palabras de aliento como lo hizo tantas veces mientras ella vivió. Estoy seguro que desde el Cielo me sigue amando, cuidando y aconsejando. Quiera N. Señor concederle estar muy cerca de mí en estos días, lo mismo que a n. V. Padre Félix y a Monseñor Ibarra. En ese “Consejo Celestial de familia” quiero tratar las cosas de mi alma, las cosas de mi Congregación, de mis almas, etc. ¡Que así sea! *** Mis meditaciones han sido sobre la Gracia, y acerca de la Santísima Virgen. ¡Qué grande y hermosa es la Gracia, pues siendo algo divino, está por encima de todo lo natural! Pero, qué poca estima se tiene de ella, cuando se prefieren las cosas bajas. Debiéramos todos los cristianos amar y hacer amar la Gracia. Cuando se guste, cuando se contemple a su hermosura, nadie podría dejar de amarla. Y si amamos la Gracia, debemos de procurar aumentarla siempre, cueste lo que cueste. ***

Jueves 7. (15) Ayer que pensaba en mis almas del Cielo que me aman, recibí mucho consuelo; pero hoy, pensando en el amor de Dios, de la Trinidad Santísima y de María para mi alma, mi alegría es indecible. ¿Qué me falta si tengo el Amor Infinito a mi disposición? ¿Qué temer si vivo amparado por la Gran Madre de Dios y vivo en su Corazón? [15] *** En mi Misa tuve una viva impresión del Sacerdocio Eterno de Cristo y de mi participación en ese Sacerdocio. Y valiéndome de esa fuerza, ofrecí ese Sacerdocio al Divino Padre, pidiendo al Espíritu Santo para que realice aquella presencia del Verbo en mi alma. Y siempre añado, mi alma que vive en María. Pedí por mis almas; por las almas todas. *** ¡Qué lejos está el mundo de sospechar siquiera la grandeza del Sacerdocio. Y nosotros mismos los Sacerdotes, cuántas veces nos olvidaremos en la práctica de nuestra dignidad y de la fuerza de nuestro Sacerdocio! Gracias, oh Dios mío, una vez más, por haberme llamado a tan sublime vocación! Gracias en nombre de todos mis hermanos en el Sacerdocio. Y si el mundo entero recibe los beneficios de nuestro Sacerdocio, quiero que todas las criaturas nos ayuden a dar gracias por él. *** 12


¡Oh Dios mío! Creo en el amor que me tienes. Creo en la grandeza de mi amor para Ti, porque me siento invadido por el Espíritu Santo, y ese Espíritu de Verdad no me puede hacer mentir. Animado por El, confieso mi amor para Ti, oh Trinidad Beatísima; mi amor, el amor puro, el amor sincero, el amor que se transformó en divino por gracia del Espíritu Santo y por los méritos de Cristo-Sacerdote y Víctima. Ahora no siento pequeño mi amor; ahora lo siento grande, inmenso, con tintes de infinito, porque lo siento en Ti, oh Espíritu de Amor; en Ti, oh Verbo Eterno, amantísimo del Padre, y que vives en mi alma amándolo como en la eternidad en el Amor Infinito del Espíritu Santo! *** Sí, alma mía, sí, almas todas Sacerdotales, ése es el gran secreto de nuestra vocación. Somos poseedores del Amor Infinito y debemos dar[16]lo y comunicarlo a otras almas. Pero en el concierto de amor a Dios, debe sobresalir siempre el amor Sacerdotal. Del Corazón de Jesús Sacerdote recibió María su Amor singular, y de Ella, de su Corazón, pasó al nuestro ese Amor de Jesús Sacerdote. De nuestro corazón debe pasar a las almas el amor divino, ¡qué responsabilidad! pero también ¡qué dicha! *** Nuestra palabra es el Verbo de Dios; nuestro Amor es el Espíritu de Dios. Teniendo ese Verbo, esa Palabra del Padre, nunca nos faltará qué decir. Diremos la palabra oportuna, aquella palabra que como espada de dos filos va hasta las profundidades del espíritu. Esa palabra será en cierto modo creadora por la grande virtud que le comunica el Verbo. Creará los corazones nuevos, los corazones puros; abrirá horizontes a las almas y les enseñará cosas nuevas o las hará contemplarlas bajo nuevos aspectos. Será la palabra que calme las tempestades de las almas; pero sobre todo, será la palabra que haga a las almas sentirse como hijas muy amadas del Padre Celestial. *** Teniendo al Espíritu Santo como nuestro Amor, siempre acercaremos las almas a Dios al amarlas. Será nuestro amor un amor que santifica; un amor que prepara a las almas para nuevos grados de unión con Dios. Nuestra misión, como la del Espíritu Santo, consiste en hermosear las almas para Dios, para que El se complazca en ellas. El Verbo es Luz; pero esa Luz sólo puede percibirse a través de otra Luz, la Luz divina del Espíritu Santo. Por eso al comunicarles a las almas ese Espíritu, las adaptamos para que contemplen sin desvanecerse la Luz del Verbo, y en esa Luz la hermosura del Divino Padre. [17] La Luz del Espíritu Santo, al mismo tiempo que ilumina, calienta, derrite, y abrasando las miserias humanas, purificando a las almas, las prepara y las une con el 13


Verbo en una unión tanto más estrecha, cuanto más intensa fue la luz y más abrasador el fuego del Espíritu Santo. *** De lo anterior se desprende fácilmente la necesidad que el Sacerdote tiene de vivir en grande intimidad con el Espíritu Santo. Debe ser guiado, iluminado y abrasado por El. La Misión del Santificador, del Espíritu Santo, se realiza sobre todo a través del Sacerdote. No debe haber por lo tanto, ningún secreto de amor que el Sacerdote no conozca. Jesús reveló a sus discípulos todos los secretos de su Corazón y lo hizo sobre todo, cuando los Apóstoles recibieron al Espíritu Santo, porque hasta entonces los comprendieron. Por el Corazón del Sacerdote pasarán todos los secretos del amor de Dios para las almas y de las almas para Dios. ¿Cómo no vivir siempre abrasado en el Amor divino? ¿Cómo no ser foco de luz purísima? *** ¿Qué hacer para que todos los Sacerdotes seamos apasionados en nuestro amor al Espíritu Santo? ¿Qué haré yo para conseguirlo en mí y en ellos? Cuando siendo Novicio pedí instantemente al Espíritu Santo en unos Ejercicios, que me iluminara para conocer mi camino más corto para santificarme, y cuál era mi vocación dentro de mi vocación de Misionero, conocí claramente y mi amado P. Fundador que era mi Maestro de Novicios lo aprobó, que mi misión era “ser el judío errante del Espíritu Santo, como el P. Mateo lo era del Sagrado Corazón”, es decir, consagrarme como Apóstol del Espíritu Santo. En los 30 años que llevo de vida Religiosa, he procurado cumplir esa Misión, con grande consuelo de [18] mi alma. Los 27 años de Sacerdocio han sido hasta el presente consagrados muy especialmente al Espíritu Santo, y por El a las Divinas Personas del Padre y del Verbo; también a María. futuro.

Pero siento que todo lo anterior ha sido únicamente una preparación para el

Creo que debo hacer algo más por mi vocación de M. del E. S. y ya que Dios quiso prologar mi vida, pienso seriamente en aprovecharla. Siendo Novicio, un día que visitaba a N. Madre que estaba enferma, me dijo estas palabras: “A Ud. lo van a mandar a predicar por muchas partes. Se acordará de mí”. Gracias a Dios, ya he predicado en muchas partes; pero creo que la predicción de N. M. tiene un ámbito mayor. Y lo creo porque me siento fuertemente impulsado a recorrer el mundo, en cuanto sea posible, para hacer amar al Espíritu Santo. 14


Mi ilusión más grande es hacerlo amar de los Sacerdotes y de las almas escogidas, con un amor muy grande que los convierta a ellos mismos en Apóstoles del Espíritu Santo. ¿Será esto una pura ilusión de mi alma? Hoy, como hace 30 años, vuelvo a implorar del Espíritu Santo sus luces para conocer la verdad. Y espero confiadamente que como entonces, me mostrará su voluntad y moviendo corazones, llegaré a la meta de mis deseos y al cumplimiento de la voluntad divina. Mi amadísimo Padre Félix, Monseñor Ibarra, mi amadísimo Padre y Hermano; Nuestra Madre, almas tan amadas de Dios y a quienes yo amo con especial ternura, ahora que como lo espero estáis ya gozando de Dios en el Cielo y sois poderosos por vuestra intercesión, unid vuestras plegarias a la mía para que el Espíritu Santo me ilumine y para poder llevar por todo el mundo el amor al Espíritu Santo, preparando el triunfo definitivo de la Obras de la Cruz. ¡Corazón desamparado de María, ruega por mis intenciones! [19] ***

Viernes 8.- Natividad de María. (20) Plática en la Misa acerca de la Fiesta del día. Acción de gracias a la Santísima Trinidad por los privilegios concedidos a María. Al Padre por haberle comunicado su poder, su ternura y su fecundidad; al Verbo por haberle dado su Sabiduría, su amor a la voluntad divina, a la Cruz; al Espíritu Santo por haberle dado la plenitud de gracia, haciéndola Tesorera de sus dones y Cosantificadora con El, de las almas. *** Mundo desconocido es María. ¿Quién podrá conocerla si el mundo se aleja de la Luz que es Dios, si se expulsa de las almas al Espíritu Santo? Pero a medida que el Espíritu Santo reine en el mundo, éste conocerá más a María, siendo motivo de regocijo universal. ¡Felices las almas a las que el Espíritu Santo descubre el “Secreto de María”! *** El fuego del Espíritu Santo en el alma se manifiesta de varios modos; a veces es llama que se levanta arrolladora; a veces es fuego oculto como de brasa, que aparentemente no existe; pero que consume más que el de llama. El alma que tiene este fuego, siente como ceniza encima de ella y parece insensible en apariencia. Me parece, sin embargo, que siendo más secreto este amor, es más unitivo, y que el alma está mejor preparada para penetrar en los misterios divinos, pues mucho le ayuda esa serenidad y como fijeza, a percibir las cosas más profundas del espíritu. *** 15


Sábado 9. (20) Por la mañana fui violentamente a México para ver a la Sra. V. que operarán. En el camino hice mi oración con toda facilidad y volví a comer a Puebla. [20] ¡Cuántas impresiones y qué profundas he tenido en este día! Y todas afirmando mi amor al Sacerdocio y a mi misión sacerdotal. Verdaderamente sería imposible para mí agradecerle a Dios tan grandes beneficios, si no tuviera a mi disposición la Víctima divina de mi Altar. El Sacerdote sólo en el Altar paga sus deudas. *** Mi oración de la tarde fue de petición por las almas; de conversación amorosa con Jesús.

Domingo 10. (21) Celebré 3 Misas. En esta hora, que es mi hora por excelencia, al ofrecer la Divina Víctima, sintetizo todas las aspiraciones de mi alma. *** Mi alma ha gozado inmensamente al meditar en las grandezas de María. Sus privilegios me entusiasman y quedo convencido una vez más que soy su hijo muy amado, ya que se digna participar a mi alma los secretos más íntimos de su Corazón y me hace compartir sus alegrías y sus dolores. “Capellán de María” gustaba de llamarme; pero soy más que eso, soy su “hijo Sacerdote”, que vivo para Ella, que pongo mi Sacerdocio a su disposición. Y con esto, lejos de imaginar que pueda estorbar en algo a mi Misión glorificadora de la Trinidad, etc. creo firmemente que es el secreto más eficaz para realizarla. El Sacerdote Eterno Cristo Jesús, comenzó a realizar su Misión Salvadora y Sacerdotal, precisamente al unirse a María el día de la Encarnación; cuando vivió dependiendo de Ella. Y todo Sacerdote que quiera cumplir debidamente su Misión Sacerdotal, debe en cierto modo “encarnarse en María”, es decir, vivir en Ella, de Ella, con Ella y para Ella. Eso hizo Jesús y fue así como glorificó [21] plenamente a su Divino Padre y consumó la obra de la Redención. María no le estorbó su Misión, al contrario, lo entusiasmó, si vale la expresión, a realizarla y se unió en todo a sus intenciones. Abrazó la misma Cruz, apuró el mismo Cáliz, y cuando el Sacerdote ofrece el Sacrificio de la Misa, en la Sangre de Cristo ofrece la de María, en el Cuerpo de Cristo el de María; y cuando Jesús se da en Comunión a las almas, les da el Cuerpo y la Sangre que se formaron en María por obra del Espíritu Santo. 16


María nunca apartará al Sacerdote del cumplimiento de su Misión salvadora. ¡Cómo había de hacerlo! Si para animar a los primeros Sacerdotes, a la Naciente Iglesia, se quedó en larga Soledad desamparada después de la Ascensión de Jesús a los Cielos; si Ella con sus Dolores inenarrables les compró fortaleza a todos los Mártires, pureza a las Vírgenes y amor a todos los Santos! ¿Por qué entonces vacilar en entregarse completamente como esclavo de amor a Jesús en María? Esa esclavitud que es como la quinta esencia de la filiación y que en nada se opone a ella ni la rebaja como alguien ha creído. *** La pureza integral del Sacerdocio solamente puede encontrarse, incubarse, o no sé cómo decir, en María. No porque Ella nos consagre Sacerdotes, sino porque el que nos consagra, no quiere comunicarnos sus gracias sino es por medio de María, como no quiso darnos a Jesús Sacerdote sino por Ella. Además sería una ingratitud indecible el querer vivir, el querer ser algo independientemente de la Madre, la mejor de las Madres, que es al mismo tiempo la Madre de Dios. Es soberbia querer independizarse de Aquella Virgen que el mismo Cielo quiso tener en cuenta como algo necesario para la Creación, Redención, Santificación, etc. Esta es la doctrina que como nadie, según parece, [22] expuso Grignion de Montfort. Esta es la doctrina que asusta a ciertos espíritus timoratos; pero que entusiasma a los verdaderos devotos de la Gran Madre de Dios, de Aquélla que a boca llena pueden llamar “VIRGO SACERDOS” la Virgen Sacerdote y la Madre especialísima de todos los Sacerdotes. *** ¡Oh María, Virgo-Sacerdos! te consagro mi Sacerdocio, y para hacerlo más eficaz en esta nueva etapa de mi vida, te lo entrego, te lo consagro una vez más. Cuídalo como cuidaste a tus primeros Sacerdotes y sobre todo como cuidaste a Jesús, a quien diste tu vida, tu inmolación y toda la ternura exquisita de tu Corazón Maternal. A Ti, oh Madre, te confío esa Misión dulcísima que creo haber recibido del Cielo: la Misión de hacer reinar al Espíritu Santo entre las almas escogidas; la Misión de consagrarles a mis hermanos en el Sacerdocio los años que me queden de vida. Para ellos la fuerza de mi Sacerdocio, para amarlos, para defenderlos. Para ellos la fuerza arrolladora de mi Sacrificio de la Misa, para agradecer su vocación Sacerdotal; la fuerza expiatoria de ese mismo Sacrificio para alcanzar todos los perdones necesarios. Para Ti, oh Madre, seguiré siendo tu hijito Sacerdote, tu Capellán, el que siempre que pueda, celebrará o hará celebrar el Santo Sacrificio por tus intenciones. No me dejes, oh Madre, quiero que estés siempre cerca de mi altar, quiero que tus manos se unan a las mías para elevar la Hostia Santa; quiero que juntos pronunciemos las palabras de la Consagración; que juntos depositemos la Hostia Santa 17


en quienes quieran comulgarla, transmitiéndoles nuestro amor a Jesús. Te consagro, oh Madre, todo lo que mi Sacerdocio abarca y debe abarcar hasta el fin del mundo; mis almas, mis Obras, en una palabra todo el ámbito de mi Sacerdocio. Que todo lo mío sea Tuyo, que todo lleve el color de tu amor, de tu delicadeza. Te consagro en especial a aquellas almas que Dios [23] ha querido darme para que estén más cerca de mi alma sacerdotal, para mejor comprenderla, para secundarla totalmente, para sentirme perpetuado en ellas. Almas de todos los países; pero unidas en un mismo Espíritu, en una misma Hostia, en una misma Madre, y tendiendo todos hacia el mismo Padre que está en los Cielos. *** Ahora siento mi alma asegurada contra cualquier ataque de sus enemigos. Me siento tranquilo porque creo en el amor de María, en su poder y en su gloria. ¡Gracias, oh Espíritu Divino! por haberme dado ese amor a María, por haberme hecho entrar en el Secreto de María. Tú y Ella formarán en mi alma a Jesús; Tú, Ella y mi Sacerdocio como medio, formaremos a Jesús en miles de almas; a Jesús Sacerdote, a Jesús Víctima, a Jesús Sacerdote del Padre, Religioso del Padre, amantísimo del Padre. Ese es el sello de mi vocación y debe ser el de las almas que Dios una a la mía. Expectans, Expectavi… ***

Lunes 11. (24) La grandeza de María da gloria a Dios y beneficia al hombre. Por Ella recibimos gracias y por Ella rendimos homenajes a Dios. Su dignidad de Madre de Dios exigía esa perfección que posee; su Misión de Madre de los hombres la hace compartir con nosotros sus gracias para elevarnos si fuera posible a su perfección y poder recibir lo que Ella recibe y poder dar lo que Ella da. De los méritos infinitos de su divino Hijo, toma sin cesar lo que exige la miseria de sus hijos pecadores. Con la hermosura de su divino Hijo suple la feal[24]dad de sus hijos pecadores. Pero se siente inmensamente dichosa cuando por la gracia del Espíritu Santo contempla la transformación de sus hijos de la tierra, y entonces ya no ve en ellos sino una sola cosa, o sea la imagen de su Divino Hijo. *** Mi alma se siente como perfumada con el recuerdo de María. He meditado mucho en Ella. Su Infancia encantadora. ¡Quién tuviera la mirada cándida de las almas 18


transformadas, para contemplar a María! ¡Oh Espíritu Santo, transfórmame en Cristo para mirar con sus ojos a María. Oh Padre amadísimo, regálame tu mirada para contemplar la hermosura de mi Madre, y luego en unión de Jesús y de Ella misma, volver nuestra mirada hacia Ti, Fuente de toda hermosura, pureza y candor. ¡Oh María, mírame para poder mirarte! ¡Oh Jesús, mírame para transformar mi mirada! ¡Oh Padre, envuélveme siempre en tu divina mirada y en ella contemplarlo todo y dejarlo revestido de tu ternura, de tu candor, de tu pureza infinita! ***

Martes 12.- Fiesta del Dulce Nombre de María. (25) Prediqué en la Misa y ofrecí el Santo Sacrifico pidiendo al Divino Padre que mandara su Espíritu al corazón del Oasis para grabar en él con letras de fuego de purísimo amor, el Nombre de María; y que fuera esta fecha memorable un día de renovación en el amor a María para el Oasis. Pedí la misma gracia para mis h. M.E.SS.T. que nacieron como hijas muy amadas del Oasis en mi corazón Sacerdotal de Misionero del Espíritu Santo. Pedí en mi Misa a la Trinidad Santísima, el permiso, como dice Grignion de M., la gracia especial para poder hablar de María, entrando en lo más íntimo de su Corazón. ¿Qué podrá negarme Dios en este día? Lleno pues, de entusiasmo por mi confianza en Dios [25] y en María, seguiré mi camino Misionero, sembrando la semilla de la cruz, para dejar por todas partes el amor al Espíritu Santo, y con él un renacimiento espiritual que dará incontables santos a la Iglesia y consuelos indecibles al Corazón divino de Jesús . Así sea! *** Hoy ha sido un día de gracias extraordinarias por su grandeza para mi alma y para todos los míos. Del Corazón de María ha salido y en ese Corazón las deposito para que den mucho fruto. Será un gozo muy grande para mí, si en años futuros puedo pregonar estas gracias y alabar a Dios por ellas. ¡Qué claro es el lenguaje del amor! ¿Qué engaño puede haber en él? ¿Cuándo Dios se entrega al alma y ésta se consagra a Dios? *** Yo quiero ser formado por María y aprender todo de Ella: Cómo ser otro Jesús. Cómo recibir al Espíritu Santo. 19


Cómo complacer al Divino Padre. Cómo amar y servir a las almas. Cómo celebrar mi Santa Misa. Cómo predicar la Palabra de Dios. Cómo recibir la muerte Cómo presentarme en el Cielo. *** Hoy recibí la primera carta de mis M. desde Roma. ¡Sea todo para gloria de Dios y de María! ***

Miércoles 13. (26) Último día de Ejercicios. [26] De nuevo y con todo el fervor de mi alma, pedí a Dios en mi Santa Misa, por intercesión de N. P., N. M. M. I., que se digne iluminarme porque deseo hacer su divina Voluntad. Quiero ser siempre como un niño para que Dios me haga como quiera. Pero un niño lleno del Espíritu Santo, y del Verbo, y muy amante del Divino Padre. Un niño formado por María y muy parecido a Ella. Sigue sin temores, alma mía, porque eres de Dios y luchas por Dios! El poder de Dios te cuida; la misericordia de Dios te perdona; la luz del Espíritu Santo señalará tus caminos; la Palabra del Verbo te abrirá las almas; la ternura del Padre te hará dueña de los corazones; la ternura del Corazón Inmaculado de María será tu consuelo en todas tus penas, tu premio en tus triunfos, tu tesoro para atraer las miradas de Dios. *** Voy a terminar y no quisiera hacerlo. Siento que, como tantas veces, sólo me he asomado un poco en la contemplación de Dios; pero confío en que la Bondad divina me concederá seguir penetrando más y más en la contemplación de lo divino.

Jueves 14. (27) Con la Santa Misa terminé mis Ejercicios. Dí gracias a Dios por haberme permitido hacerlos y por tantas gracias que en ellos me concedió. [27]

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Ejercicios Espirituales. (28) Oasis de Puebla. Septiembre 4 – 14 1951.

Miércoles 5 - Entrada. (28) Consagro los presentes Ejercicios al Corazón Divino de Jesús, para que se digne comunicar su fuego ardiente por la gloria de su Padre, a mi corazón Sacerdotal. AL Corazón Desamparado de María para alcanzar por su medio “el celo por la gloria del Padre”. Al Espíritu Santo, Glorificador del Padre y del Hijo, pidiéndole su luz y su Amor para “amar al Padre Celestial con su propio Amor” y para que mi alma penetre más hondo y con más claridad en los secretos del Corazón de Jesús Sacerdote. ***

Jueves 6.- Primer día. (28) Comienzo mis Ejercicios con un sentimiento profundo de gratitud para Dios Nuestro Señor y para la Santísima Virgen por tantas gracias concedidas a mi alma después de los últimos Ejercicios. El amor de la Santísima Virgen me preparó la sorpresa inmensa de mi viaje a Roma para asistir a la declaración del Dogma de la Asunción, y la realización de un sueño acariciado hacía muchos años, de visitar la Tierra Santa. ¡Qué grande es el poder divino, y qué fáciles para Dios todas las cosas que El quiere realizar! ¡Qué dicha para mi alma haber podido estar presente en Roma en aquel momento solemne en que se declarara como Dogma la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos! ¡Qué emociones tan únicas, aquéllas que mi alma experimentó en Tierra Santa! Aquella primera Misa en el Calvario, en el Altar de la Santísima Virgen de los Do[28]lores , muy cerca del agujero de la Cruz! Las Misas en Getsemaní, en Belén, en Nazareth!, etc. Mi visita a Lourdes, a Paray le Moniale, a St. Laurent sur Sevre, a Fátima, etc. Lugares todos santificados por Dios y donde todo habla de Dios. Mi audiencia con el Papa, su bendición especial. Pero en medio de tantas emociones y gracias, sólo me dominaba un pensamiento: la gloria de mi Padre Celestial. El deseo de darle Adoradores en espíritu y en verdad se hacía cada vez más intenso. Y fue en Madrid, en el Monasterio del Verbo Encarnado, el 12 de Diciembre, cuando comprendí claramente que el gran medio de glorificación para el Divino Padre y la Trinidad Santísima está en el Santo Sacrificio de la Misa.

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Y a partir de ese día, mi amor y entusiasmo por la Santa Misa aumentó en gran manera. Y mi deseo de consagrar los últimos años de mi vida al servicio y en favor del Sacerdocio, quedó definitivamente cristalizado en mi alma. Por eso vengo ahora a estos Ejercicios con deseos renovados de penetrar más hondo en el Corazón de Jesús para descubrir sus secretos de glorificación al Divino Padre por medio de Su Sacrificio y Su Sacerdocio. En mi Santa Misa de hoy consagré mis Ejercicios a cada una de las Divinas Personas y a María. Invoqué a mis amigos del Cielo, etc. ¡Que nada turbe el silencio de mi alma para poder escuchar la voz del Verbo! ¡Que nada impida la paz de mi alma para que se derrame en ella el Espíritu Santo! ¡Que nada distraiga mi mirada para contemplar siempre la Faz del Padre! Para ello me refugio en el Corazón de María. Desde allí ofreceré a mi Verbo. Allí recibiré a mi Espíritu; y desde allí comunicaré las gracias Así sea! *** Ante la grandeza del ideal que pretendo y considerando mi impotencia, seguramente prescindiría de to[29]do a menos de juzgarme como a un loco, si no me moviera la grande confianza que tengo en Dios y en mi Sacerdocio. Lo hermoso del Sacerdocio es que en él lo hace todo Dios y que realmente el Sacerdote es “otro Cristo”, con todos los poderes del Cielo. ¡Feliz impotencia humana que nos hace “poderlo todo en Dios”, y esperarlo todo de Dios! Así pues, yo no sé cómo será; pero sé que será y que Dios lo hará. ¿No lo ha hecho todo en mi vida? Se han ido realizando paso a paso todos mis ideales, y en especial lo que ambicioné para mi vida Religiosa, Sacerdotal y de Misionero del Espíritu Santo. Y ¿por qué desconfiar para el futuro cuando Dios ha manifestado su poder en el pasado y en el presente? Es la última fase de la batalla de mi vida. En 28 años de Sacerdocio he celebrado millares de veces el Santo Sacrificio de la Misa, ofreciendo al Divino Padre su Víctima Divina; millares de veces, el Divino Padre al contemplar complacido al Hijo que mis manos le presentan, ha envuelto en esa mirada a mi alma y al mirarla, la ha dejado revestida de su hermosura. ¿Cómo no ha de ser hermosa el Alma Sacerdotal? Así pues, no con hermosura propia, sino con la divina; no con Sabiduría humana sino divina, realizaré la Obra que Dios me ha encomendado. ¡Somos obreros de Dios y para Dios! 22


*** ¡Adelante alma mía! Nunca será demasiada tu confianza en Dios. Nunca será demasiada tu confianza en el Sacrificio de Cristo y en los Dolores de María. Sí, voy adelante, con esa confianza, y con la que tengo a las grandes promesas de Jesús para nuestra amada Congregación, “Yo haré en ellos ostentación de mi poder”. ¡Qué hermoso saber que El lo hará todo, y que seremos instrumentos de su poder ¡Habla Señor! ¡Obra en mí!… [30] ***

Viernes 7. - Segundo día. (31) ¡Conmuévete oh Jesús! estoy aquí buscando la gloria de tu Padre. En mi corazón se agolpa aquello que fue tu pasión divina: tu Padre, tu Madre, tus Sacerdotes, tus almas. Pero ante todo El, tu Padre amado, el objeto de tus complacencias. Como Tú, y siguiendo tus ejemplos y tus huellas, quiero la gloria; pero una gloria inmensa para ese Divino Padre. Quiero hacer justicia a tu Corazón, a tu Sacrificio, a tu vida y a tu muerte. Quiero para El todo honor y toda gloria. Pero no una gloria distinta de la que Tú le diste, sino tu propia gloria. Por eso, oh Jesús mío, recurro a tu Sacrificio, te pido tu Vida, tu Amor, tu Espíritu, para ofrecérselo al Divino Padre, y en su unión ofrecerme y ofrecerte al mundo entero; pero más especialmente a las almas consagradas, a tus Sacerdotes, a tus Religiosas, a tus almas escogidas en el mundo. Quiero ofrecerte como un don que Tú mismo preparaste para tu Divino Padre, a las Obras de la Cruz, encabezadas por aquellas almas tan grandes que Tú criaste: N.M., N. Padre Félix, Monseñor Ibarra, y tantas otras. Quiero ofrecerle al Divino Padre el amor de las dos Congregaciones. Quiero ofrecerle aquellas almas que tanto te pedí, las que vinieron como una respuesta a mi “Oración de Fuego”, a mis amadas h. las M.E.SS.T. Pero como al recibir esas almas se aumentó mi sed de darle gloria a mi Padre amado, en unión de ellas quiero pedir y ofrecer los “Adoradores del D.P. en espíritu y en verdad”. Serán ante todo los Sacerdotes Santos, las almas Sacerdotales, las almas que yo anhelo, que amo sin conocer; pero que Tú conoces porque han nacido de Tu propio Corazón. Conmuévete, oh Jesús! Y haz en mí ostentación de tu poder. Yo no tengo lo que deslumbra al mundo; pero quiero tener lo que conmueve al Cielo, lo que atrae al Espíritu Santo, lo que complace al Padre C., quiero tenerte a Ti, oh Jesús! Ser dueño de tu Cruz y de su gloria; poseer al Espíritu Santo para ser conducido por El, para que las almas te comprendan y sepan que [31] eres el “Gran Adorador del Padre”. Quiero ser dueño del Corazón Inmaculado de María, de sus Dolores, de su amor, el primero en unirse al Tuyo para glorificar al Padre. Y si ésa es mi riqueza, ¿qué podrá faltarme? Si mi elocuencia será la de tu Cruz, ¿quién podrá resistirme? Si el Espíritu de Dios es mi Guía, ¿cómo podré equivocar los 23


caminos? Si Dios está conmigo, ¿quién podrá algo contra mí? En esto me apoyo para emprender mi lucha. ¡Cuánta gloria para Ti, oh Jesús mío, al ver glorificado a Tu Divino Padre por los pequeñitos y humildes, que se ocultaron en Tu Corazón para dar esa gloria! Postrado de rodillas, oh Jesús, te pido me bendigas con la más grande de tus bendiciones. Voy a buscar almas para glorificar al Divino Padre; voy a luchar contra todos los poderes del mal que siempre han tratado de impedir la gloria de tu Padre. Voy solo, como saliste Tú de la Casa de Nazareth después de haberte despedido de tu Madre Santísima, para comenzar tu predicación Evangélica. Voy solo; pero en mi camino pondrás las almas que busco. Y como a Ti te acompañaba el amor y la comprensión de tu Santísima Madre, a mí me acompañará la oración y la inmolación de aquellas almas que ya me has dado y que tienen mis mismas aspiraciones Pero sobre todo, te llevo a Ti, oh Jesús mío!, llevo tu Corazón, tu Alma ardiente y apasionada por la gloria de tu Padre; llevo tus méritos y toda la ternura de tu Corazón para mi pequeñita alma Sacerdotal. Llevo la custodia y protección de los Santos Ángeles, mi amadísimo Protector S. Miguel! El Ángel de la Anunciación, S. Gabriel, y tantos otros que Tú me darás para la lucha. ¡Oh Jesús mío! he querido escribir todo esto para que el mundo sepa por qué siendo tan miserable, me atreví a una empresa tan grande, y también para que las almas pequeñas se alienten más y más a buscar la gloria del Padre y a no desesperar por la salvación de las almas.” ASI SEA. [32] ***

Día 8. - Sábado. Tercer día. (33) La Natividad de la Santísima Virgen. He consagrado este día a mi Madre Santísima y me he consagrado nuevamente a Ella. En la Santa Misa he pedido el verdadero amor a María, ya que esa gracia sólo puede venir del Cielo. Necesito conocer y amar más y más a María, sobre todo en la última etapa de su vida. *** ¿Qué te diré, oh María, en el día feliz de tu Nacimiento?… Que tu cuna me habla de otra Cuna; que tu cándida mirada me habla de otros ojos; que tu pequeño pero ardiente Corazón, me habla de otro Corazón. ¡Toda eres hermosa; pero tu hermosura no es de este mundo, por eso toda ella nos habla del Cielo! ¿Eres acaso un serafín en carne humana?… No; pero eres más que todos los Ángeles; eres la criatura más grande y más hermosa porque eres “la Madre de Dios”. Naciste en el tiempo, pero fuiste concebida eternamente en la mente divina. El Padre te dió su Poder, el Hijo su Sabiduría y el Espíritu Santo su Amor. Tú nacimiento es el anuncio de la más grata nueva para la humanidad: la Encarnación del Verbo. Porque fuiste escogida para Madre de ese Verbo, la Trinidad Augusta te llenó de 24


su hermosura. Tus ojos son los instrumentos del Padre Celestial para mirar a su Verbo Encarnado; son el retrato de los ojos divinos de Jesús para mirar al Padre. Tu Corazón guarda la Sangre Purísima que ha de alentar a otro Corazón, el más grande y divino que haya contemplado la tierra, el Corazón de Cristo, el Verbo Encarnado. El fuego de tu Corazón es trasunto de otro fuego encerrado en un volcán de Amor divino, el fuego de Amor del Divino Padre para su Verbo, Fuego que es el Espíritu Santo; Espíritu del que tu Corazón está lleno. Por eso, ¡oh Madre! nadie podrá medir tu hermosura, ya que es toda divina, porque refleja la de Dios y lleva a Dios. Pero, oh Madre, tu Corazón tan lleno de amor, también lleva una Cruz, y debajo de la corona de ro[33]sas que lo adorna, se oculta otra de espinas que lo traspasa haciéndolo sufrir pero sin sangrar. Es la misma Cruz de Aquel Corazón que debes animar. No debes gastar tu Sangre porque es para Él; pero debes compartir su Cruz y todo su dolor, porque ésa fue la voluntad del Divino Padre. ¡Cuántas espinas han de punzarlo a lo largo de tu vida! Pero un milagro de fortaleza te dará resistencia para no morir ni siquiera con la espada que lo ha de herir a la muerte de tu Hijo. La gloria del Padre, afán constante de tu Divino Hijo, exigirá que vivas aún por muchos años después de la muerte de Jesús. Vivirás para sufrir lo que nunca sufrirás en la vida de tu Hijo. Aquellas espinas serán más crueles y te han de encontrar sola, sin tu Hijo, en una Soledad desamparada. Pero, oh Madre, entonces llegarás al cenit de tu hermosura, de tu gracia y de tu amor, porque habrás reproducido fielmente a tu Divino Hijo, porque habrás gustado el padecer de su Corazón desolado, de Aquel Corazón que sólo latirá para su Divino Padre y que se sentirá lejos de Él. De Aquel Corazón que será traspasado por la lanza de la ingratitud humana. Pero entonces, oh Madre, habrás cumplido tu misión dando vida a la naciente Iglesia con tu amarga Soledad. Ya podrá venir el Espíritu Santo para hacerte su presa, y arrebatarte de este mundo en un éxtasis de amor. ¡Qué grande eres, hermosa Niña! ¡Qué feliz soy al saber que eres la Madre de Dios y mi propia Madre. ¡Bendita seas! Bienvenida a este mundo que te espera con ansias para que le des la alegría y la paz. Bienvenida a los Oasis de la tierra que te esperan para que los enseñes a amar a Jesús y a compartir su Cruz íntima. Bienvenida a mi pobre corazón Sacerdotal que quiere consolar al de Cristo dándole adoradores para su Divino Padre! Soy dueño de tu Corazón, y lo ofrezco desde luego a ese Padre amado para que contemple ya en él, al Corazón de su Hijo, de su Grande Adorador en Espíritu y en Verdad. Soy dueño de tus ojos, [34] dámelos para mirar al Padre y para contemplar a Jesús en la cuna amorosa de mi alma. Soy dueño de tus dolores, dámelos para comprar aquellas vocaciones. Soy dueño de tu Amor, dámelo para mi Trinidad adorada, para amar con él, para morir en él, gustando algo de aquel éxtasis de amor en que el Espíritu Santo te arrancó la vida. 25


Amén.

Domingo 9 - Cuarto día. (35) ¿Por qué quiero hablar y predicar? Únicamente por la gloria de tu Divino Padre, oh Jesús! Si no fuera por eso, buscaría el silencio y la soledad para gozar solo, la dicha de mi Sacerdocio. Tu Corazón, oh Jesús, arde en celo por la gloria de tu Padre. Por El les has dado voces a todas las criaturas para que canten la gloria de ese Padre. “Coeli enarrant gloriam Dei…” Pero como esas voces no eran suficientes, quisiste hablar Tú, Palabra Eterna del Padre, y quisiste que seres transformados en Ti, preparados por tu mismo Espíritu, cuidados y aconsejados por tu Madre Santísima, fueran los encargados de repetir esa Palabra a través de los siglos. Y para que consiguieran su fin, los hiciste dueños de tu Sacrificio; pusiste en sus manos la Hostia Santa y les diste tu propio Espíritu. Y así el mundo contempla conmovido, cuando ama, indiferente cuando no ama, esa gloria inmensa que tu inmolación le da a tu Padre. Pero, oh Jesús! Tú quieres que antes de consumarse los tiempos reciba tu Divino Padre el homenaje universal que se le debe, y para ello, vuelves tu Corazón y tu mirada hacia aquéllos que Tú mismo elegiste para enriquecerlos con tu Sacerdocio, y con voz conmovedora nos pides que realicemos esa Obra de Obras, la gloria de tu Padre. Pones para ello una vez más a nuestra disposición todo el poder de tus manos, o por mejor decir, te pones Tú mismo a nuestra disposición. Estás dispuesto a darnos cuanto te pidamos para alcanzar esa gloria. Volverás a ser para nosotros el Maestro que enseñaba a sus Apóstoles el Amor a su Padre; el Maestro que les dió todo poder contra el infierno; el Maestro que les dió el amor y los cuidados de su propia Madre, la Reina del Cielo. [35] Por eso, Jesús mío, no me arredra mi pequeñez, antes me alienta para que Tú en mí lo hagas todo. Soy Sacerdote por tu bondad en escogerme; tengo tus poderes; te he jurado amor y fidelidad; y por lo tanto debo escuchar tu voz; debo atender a los gemidos inenarrables de tu Divino Corazón; debo obedecerte y buscar ante todo la gloria de tu Padre. Por eso hablaré, por eso recorreré el mundo entero dando voces a las almas escogidas para que se unan y busquen en el Sacrificio Eucarístico la gloria plena del Padre Celestial. En ese mismo Sacrificio pongo mi confianza para apagar tu sed de amor y gloria para el Padre; para sacar fuerzas de mi debilidad; para sacar sabiduría y luz en mi ignorancia. ¡Oh Jesús! ¡Nunca se oirá decir que alguno que recurra a Ti para pedirte la gloria de tu Padre, sea desamparado; por eso yo, pobrecito Misionero del Espíritu Santo y Padre de aquellas almas que a mi Sacerdocio has dado y le darás hasta el fin de los tiempos, vengo a pedirte todo lo necesario para alcanzar esa gloria. Mueve los corazones, arrasa a tus enemigos que son los mismos que se oponen 26


a la gloria de Tu Padre; haz en mí ostentación de tu poder, y ábreme las puertas del mundo de las almas escogidas; que no me crean a mí sino a Ti, a tu Evangelio; que no los conmueva yo sino el clamor ardiente de tu Sagrado Corazón. Y como una gracia insigne para mi Sacerdocio y mi Misión, te pido oh Jesús, que me entregues a los cuidados y amor y providencia de tu Santísima Madre, considerada especialmente en aquella Soledad en que vivió después de tu Ascensión y en la que compró gracias extraordinarias para el Naciente Iglesia. A su Corazón que, como el Tuyo, buscaba la gloria de tu Padre en la Santidad del Sacerdocio, quiero confiar el mío, quiero que juntos recorramos el mundo; que juntos elevemos la Hostia de mi Sacrificio; que juntos recibamos al Espíritu Santo; y que sea Ella quien cierre mis ojos en la última hora; quien reciba mi última confidencia acá en la tierra, y que sea Ella quien me abra las puertas del Cielo para mirar a través de su mirada lo que tanto anheló sobre la tierra, la Faz del Divino Padre, y juntos gozar eternamente de aquella gloria del [36] Padre que es la gloria de Dios, la gloria de los bienaventurados! Así sea.

Lunes 10 - Quinto día. (37) Carta Circular a las M.A. h. de la S. de M. Texto aparte. *** Los silencios de Jesús Eucaristía. Mucho me ha impresionado pensar en el silencio que Jesús Eucaristía guarda en ese Monumento de gloria para el Padre y de amor para el hombre. El Divino Padre recibe siempre el homenaje perenne de su amadísimo Hijo. La Santísima Virgen guarda en su Corazón todas las palabras de Jesús y se ofrece con El a la gloria de su Padre. Pero… ¿el hombre? ¿Qué sabe acerca de ese Amor Divino que inventó la Eucaristía? ¿Cómo ha correspondido a la invitación de Jesús para vivir de Él y vivir con Él para la gloria del Padre? Jesús calla; pero sólo para olvidar las ofensas que se le hacen. Pero cuando se le habla, cuando se le ama, cuando se quiere vivir de Él y como El, entonces no calla, habla, ¡Y qué dulce es su voz! Penetra como óleo purísimo hasta las profundidades del espíritu. ¡Qué ardiente es su Palabra; convence, arrebata y conquista las vidas más preciosas! Yo puedo asegurar estas cosas porque desde niño me gustó conversar Contigo, oh Jesús! ¿Quién me cautivaba aquellas largas horas que pasaba en la soledad de tu Sagrario? ¿Quién me hacía volver un día y otro día? 27


¿Dónde se prendió el fuego que habría de resolver enmedio de mil luchas mi vocación Sacerdotal? ¿Dónde gusté aquel Amor que me hizo insípidos todos los demás amores de la tierra, y cuando ésos fueron puros y sinceros me hizo sacrificarlos? Sí, Jesús mío! Fuiste Tú, fue tu Amor Eucarístico, fue tu voz amorosa que sin ruido de palabras me [37] dijo tantas cosas. Y después, en aquellos días de lucha, de oscuridad para la inteligencia, cuando ignoraba tu voluntad acerca de mi vida, ¿dónde saqué la luz? ¿No fue acaso al pie del Altar mientras comulgaba, y delante de tu Custodia cuando hacía mi adoración? vida.

Tu Palabra volvió a triunfar en mi alma; tu Palabra siguió haciendo la dicha de mi

Y más tarde… cuando recibí la unción Sacerdotal y tuve toda clase de problemas con las almas; en mis horas de angustia, ¿dónde encontré la paz y la luz para mí y para las almas? Mi Altar y mi Reclinatorio; mi Misa y mi Adoración; allí has seguido hablando. Por eso ahora que busco como Tú, la gloria del Divino Padre; ahora que han hecho explosión en mi alma todas aquellas gracias que viniste acumulando desde mi niñez, vuelvo a mi amparo en la Hostia Santa, la de mi Misa, la de mi Adoración; y hoy como siempre tu Palabra me alentará, me iluminará y me llevará a la meta de mis anhelos Sacerdotales. ¡Oh Jesús! Olvida mis miserias y pecados; pero ten presente el inmenso amor de mi alma que quiere darte el mayor de los consuelos; buscando y encontrando aquellos Adoradores que Tu Padre busca y quiere, y que le preparó con amor infinito tu Corazón Crucificado, tu Corazón de Sacerdote y Víctima. Unamos, oh Jesús, nuestras voces y nuestros corazones para cantar el himno de la perfecta alabanza a la gloria de tu Padre! ASÍ SEA!

Martes 11 - Sexto día. (38) Cuando se medita en la vida de Cristo, en sus relaciones amorosísima con su Divino Padre, con María, con los Apóstoles y las almas, se deja ver a primera vista, la delicadeza que caracterizó al amor y las acciones de Jesús. Puede decirse que la delicadeza es un tinte del amor, ¡pero cuánto dice y qué necesaria es! [38] Muchas son las almas que aman a Dios; muchas las que reciben los beneficios del amor divino; muchas las que reconocen sus deudas de amor y gratitud con nuestro Divino Redentor; pero ¡qué pocas relativamente las que al amar, al agradecer, al servir o al padecer, ponen esa nota que hace las delicias del verdadero amor: la delicadeza. Y si para todos fue delicado el amor de Cristo, ¿qué decir de su amor al Sacerdote? ¿Quién no se conmueve con la Oración Sacerdotal de la última Cena? ¡Qué expresión de ternura, de delicadeza en el amor a sus Sacerdotes cuando le 28


habla de ellos a su Divino Padre! ¡Qué ternura al llamarlos sus hijitos, y pedirles que permanecieran en su amor! ¡Qué delicadeza al dejarlos al cuidado de su Madre Santísima! ¡Cuánta confianza al dejar en sus manos, en su Corazón Sacerdotal la gloria de su Padre, y también la gloria de su Madre! ¿Cómo hacer para que nuestro amor corresponda al amor de Cristo? ¿Cómo hacer para que lo heredemos en la delicadeza para amar a su Padre, para amar a María, para amar a las almas? Seguramente que esta gracia es un don exquisito del Cielo. Gracia que sólo puede alcanzar el amor mismo de Cristo. Por eso en “su Nombre” debemos pedirlo al Padre Celestial, suplicándole que nos dé a su Espíritu Divino, el Espíritu del Hijo, el Espíritu de Jesús. Sí, oh Padre amado, en Nombre de tu Divino Hijo, y por el amor que te tiene y que le tienes, en memoria de aquella delicadeza con que te amó y glorificó a su paso por la tierra, te pido para mí y para todos los Sacerdotes muy especialmente, la “delicadeza en el amor”, aquel tinte de ternura especialmente para amarte a Ti y para amar a María. Por El, oh Padre, por María que te amó con su mismo amor, dame a tu Espíritu Santo para que venga a derretir el hielo de mi alma y de todas las almas que lo necesitamos. [39] El quería que lo vieras en nosotros, y yo quiero que ese deseo se cumpla. El Te dijo: “…y que el amor con que me amaste esté en ellos”, y ese amor fue tu Espíritu Santo. Llénanos pues de ese Espíritu a todos los Sacerdotes, para ser “otros Jesús” glorificadores Tuyos oh Padre amadísimo! Que nuestra delicadeza en el amor la manifestemos en amarte y servirte con alegría, con buena voluntad; que nuestra delicadeza en el dolor esté en no quejarnos, en sonreír siempre a la Cruz, en verte siempre a través de ella, y por lo mismo amarte en ella. Que nuestra delicadeza en tu amor, la manifestemos “en dejarnos amar” con sencillez, aceptando todas tus ternuras y arrojándonos con igual sencillez en tus brazos de Padre. Que nuestra delicadeza en el amor y servicio de las almas la manifestemos en sacrificarnos por ellas sin ruido; en curar sus heridas con aquella caridad y sencillez que haciéndoles sentir su mal no se convierta en reproches, sino en aliento para que se “levanten y anden” impregnadas de gratitud a Dios. ¡Oh Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo! Ven! Ven! En nombre de ese Padre y de ese Hijo! Ven a renovar la faz de la tierra! Ven a reinar en las almas Sacerdotales. Ven a quemarnos en el Fuego de tu Amor! Ven a transformarnos en Cristo para el Padre! Ven a transformarnos en el Padre para Cristo, para María, para las almas! ASÍ SEA. *** 29


Miércoles 12. - Día séptimo. (40) FIESTA DEL DULCE NOMBRE DE MARÍA. Día de gracias para mi alma y para otras muchas a través de la mía. Siento renovarse en mi alma todo el entusiasmo que Dios ha querido depositar en ella para su gloria. Estoy en la presencia de Dios por mi oración constante. Estoy en presencia de Jesús Sacramentado. He subido diariamente al Altar con toda la fe en mi Sa[40]cerdocio y en la grandeza de ese Sacrificio. He invocado el auxilio y el amor de María, tocando las fibras más delicadas de su Corazón. He invocado a mis Protectores del Cielo; especialmente a N. P., N. M. y M. I. He renovado el deseo ardiente de dar gloria al Divino Padre por la Unión Sacerdotal. Y después de todo eso le pregunto a Jesús: ¿Estás contento? Y no creo ser un iluso si pienso que lo está, por la paz de mi alma, por el gozo que la invade al pensar en todo lo que haré y sufriré para lograr los anhelos de Jesús respecto a la gloria de su Padre. Pero, sobre todo, hablará Jesús por los acontecimientos. El dirá si está conmigo; El dirá si toda la fuerza y valimiento de su Sacrificio están a mi disposición. El dirá si es su Espíritu el que me gobierna. Y lo dirá a mis Superiores; lo dirá a la Jerarquía; lo dirá a las almas que deben cooperar conmigo. Lo dirá también a sus enemigos sometiéndolos a la fuerza de mi poder sacerdotal. Aquí quedan escritas estas palabras hoy, día del Dulce Nombre de María de este Año del Señor, de 1951. Quiera el Señor que todo se cumpla para su gloria y para que los Sacerdotes tengamos más fe en nuestra Misión, en nuestros poderes, y sobre todo, en el grande amor que Dios nos tiene, y en que verdaderamente: “Pro Christo legatione fungimur”. ASÍ SEA. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida: ninguno viene a mi Padre si no es por Mí” (Joan. XVI – 6). ¡Cuántas luces ha recibido mi alma en este día acerca del Misterio de la Cruz, que es el Misterio de la glorificación del Padre Celestial! Queremos ir al Padre, queremos su gloria y su amor; pero el Camino es Cristo y Cristo Crucificado. ¡Imposible llegar al Padre si no es por Cristo Crucificado! Pero ¡qué pobre es nuestro dolor para imitar el de Cristo! ¿Cómo hacer entonces para llegar al Padre? [41] He aquí el secreto grandioso de la Pasión y Muerte de Cristo. Quiso darnos SU Cruz para alcanzar esta gloria, y sólo nos pide que con amor, unamos las nuestras por pequeñas que sean, a la Suya. Por eso se ofrece diariamente en los Altares para que podamos ir al Padre y para que el Padre nos mire en El, en su Hijo, en su Cruz. ¡Qué bondad de Jesús; pero qué despreciada! 30


Debían las almas correr en busca del Altar del Sacrificio de la Misa; pero ¡cuánta indiferencia! la misma que tuvieron tantos que presenciaron la muerte de Jesús. El Amor del Padre Celestial para su Hijo se siente ofendido y se manifiesta airado por tal indiferencia. Pero la Sangre de Jesús vuelve a pedir perdón: “Padre! perdónalos porque no saben lo que hacen”… y obtiene esperas y alcanza perdones. Pero… ¿Hasta cuándo haremos justicia al Sacrificio y al Amor de Cristo? Y si al menos quienes ofrecemos el Sacrificio de la Misa, sintiéramos siempre con Cristo! Si al menos las entrañas Sacerdotales se conmovieran y con grande fe se unieran a las intenciones de Jesús-Víctima! Si aquellas lágrimas de María que lloraron con tanto amor la Pasión de Cristo lograran impresionar nuestras almas y fijarlas para siempre en la Cruz de Jesús! ¿Será imposible? ¡No, de ninguna manera! Triunfará con grande triunfo el Sacrificio de Cristo. Triunfará en primer lugar en sus almas escogidas, en sus amados Sacerdotes. Pater!

Y por la Cruz de Cristo recibiremos el Espíritu de adopción y clamaremos Abba,

Y por Cristo iremos al Padre; y por Cristo y con Cristo amaremos y glorificaremos al Divino Padre! Y las lágrimas de dolor de María se convertirán en lágrimas de gozo al contemplar el triunfo de su Hijo en la gloria del Padre! Y del corazón del Sacerdote pasará a los fieles el amor al Padre; y Jesús se verá en ellos, en sus amados Sacerdotes. Pero… ¿Cuándo será esto? Será hoy mismo, puede [42] asegurar cada Sacerdote, si se resuelve a subir al Altar de su Sacrificio con grande fe e igual amor a su vocación Sacerdotal y a la grandeza del Sacrificio de la Misa, que es el mismo Sacrifico de Cristo. Hoy mismo puede comprobar el Sacerdote que en el Altar participa y es dueño del gran poder del Sacrificio de Cristo. Que nada le será negado y que la fuerza de su poder Sacerdotal está comprendida en la eficacia y poder del Sacrificio de Cristo. ¡Verdades que nadie puede rebatir! Verdades que la Iglesia enseña; pero que no aprovechamos. ¡Cuántas batallas se pierden o se ganan en el Altar, según sepamos o no, aprovecharnos de Él! ¡Qué responsables somos los que pudiendo dar vida, contemplamos indiferentes los destrozos de la muerte! ¡Perdónanos Señor! y por el Amor de tu Padre y por el amor de María, y por el amor que nos tienes, apresura la hora en que como en nuevo Pentecostés, se derrame tu Espíritu sobre el Sacerdocio para encender el fuego divino que llevó a los Apóstoles a confesar su fe con su martirio, a establecer la Iglesia Santa, dándole verdaderos hijos y adoradores al Divino Padre. 31


¡Que venga El, y con su gracia también nosotros te seguiremos a la Cruz, seremos felices en sufrir por tu amor para realizar tu ideal: la gloria de tu Divino Padre! AMÉN.

Jueves 13 - Día octavo. (43) Meditando la Pasión de Cristo Pobre es el pensamiento, torpe la pluma, seco y duro el corazón cuando se quiere pensar, escribir o manifestar de algún modo el dolor, la compasión por los dolores de Cristo y las penas de María! ¡Cuánto costó la redención del hombre! Pero, antes que eso, ¡a qué alto precio fué comprada la gloria del Divino Padre! Y pensar que semejante dolor, que esa Pasión cruel e íntima del Corazón de Cristo para lograr la gloria de su Padre es ignorada prácticamente por innumerables almas! [43] Se piensa en el hombre; pero no se piensa en el Divino Padre! Se mueren las almas, tal vez agradecidas por haber alcanzado el perdón; pero no piensan que Jesús murió ante todo por la gloria de su Padre. Parece mentira que después de casi 20 siglos de Redención se olviden estas cosas; y no se tenga presente el ideal más amado del Corazón de Cristo! Pero una Causa que fue conquistada a tan alto precio no puede perecer. Cualquiera que tenga fe en Cristo y en su Sacrificio, podrá levantar la bandera del triunfo. Gracias a Dios no han faltado apóstoles de esa Causa. Ellos son la honra más esclarecida de la Iglesia Santa. Pero eso no basta. Hay que conmover a todos los que por misión divina representamos a Cristo; a quienes tienen la dulce misión de ofrecer el Sacrificio diario del Altar. Ellos deben saber que ese Sacrificio pide la gloria del Padre; ellos deben unirse a la Víctima Divina para alcanzar esa gloria primeramente en ellos, convirtiéndolos en verdaderos Adoradores del Padre Celestial; ellos deben llevar a las almas ese amor para gloria del Sacrificio de Cristo. Debemos ayudarnos mutuamente para llevar adelante esta Obra. Con nuestras lágrimas del alma, debemos lavar los Altares profanados; con nuestra ternura Sacerdotal debemos curar las heridas íntimas del Corazón de Cristo, las que manos hermanas le hayan podido ocasionar. Tenemos de nuestra parte a la Gran Madre de Dios, a la Madre de Jesús Sacerdote y Madre nuestra. Ella ofrece sus dolores para que se haga justicia a la Pasión de su Divino Hijo; Ella exige como El la gloria de su Padre y la salvación de las almas! Ofrezcamos esa Sangre Preciosa con fe y con amor y alcanzaremos el triunfo. 32


¡Oh Jesús! A los muchos Sacerdotes que comprendieron tu Corazón y que siguiendo las huellas de María y de los Apóstoles, lucharon por la gloria del Padre, quiero agregarme yo, pobre y miserable, pero que como Sacerdote, dueño de tu Pasión, soy rico y podero[44]so. Aquí vengo, oh Jesús, siguiendo las huellas y ejemplos de mi amado Padre y Fundador Félix de Jesús, que iluminó su vida con el amor a tu Divino Padre, y que en un ocaso glorioso, dejó encendida la llama de su amor en muchas almas, entre las cuales tengo la dicha de contarme. Quiero oh Jesús, cumplir una solemne promesa que hice antes de que muriera, la de llevar adelante su Obra de glorificación al Padre Celestial. Tú sabes, oh Jesús, cómo se interesó en esa Causa, cómo, copiando tu Corazón, la llevó como ilusión de su vida. Pues bien, yo quiero continuarla, quiero también ponerle a mi Sacerdocio esa brillante aureola de gloria legítima porque es tu propia gloria. Pero oh Jesús! Tú sabes que de mí mismo nada tengo ni puedo, por eso iré adelante en tu Nombre y con tus méritos; en nombre de María y con sus méritos; en nombre de nuestro Padre Félix y con sus méritos. ¡Bendíceme, oh Jesús! Con aquella bendición grande y única que tienes para los glorificadores de tu Padre! Acabo mis Ejercicios con la impresión clara de que he conmovido tu Corazón, como Tú conmoviste el mío! Ya no son dos corazones sino uno; no existen dos ideales sino uno ése es el Tuyo, que hice mío: la gloria de tu Padre, a través de los Sacerdotes Santos, de aquellos Adoradores en Espíritu y en Verdad, que el Padre busca; a través de las almas Sacerdotales del mundo, de las almas víctimas por esos Sacerdotes, Adoradores de tu Padre y de la Trinidad Santísima! ¡Gracias, oh Jesús! Esa palabra que tantas veces ha brotado de mi corazón y de mis labios, hoy tiene una fuerza especial, porque debe pagar una deuda inmensa, deuda Sagrada, porque te la debo a Ti, deuda de amor y de confianza, porque eso he sentido en Ti para mi alma, siempre; pero especialmente en estos Ejercicios en que vine sediento de escuchar tu voz, de saber tu voluntad para mi Sacerdocio en el tiempo que me quieras dejar de vida. ¡Nos hemos entendido! Nada ha turbado la serenidad de mi alma. Los temores que a veces me asaltaron desaparecieron rápidamente al sentir la fuerza de tu Amor y la [45] grandeza de tu Sacrificio. ¿Cómo no sentirme amado si tengo tus mismos ideales? Si te ofrezco diariamente a la gloria de tu Padre? Si estoy en el Calvario en mi Altar para ofrecerte como Tú te ofreciste, como te ofreció María a la gloria de tu Padre? En esa confianza voy adelante. No creo que sea presumir por parte mía, porque es la verdad del Evangelio la que asegura el éxito de mi empresa. ¡Gracias, oh María por tu poderosa y constante intervención en mi vida Sacerdotal y en mis anhelos de imitar a Jesús-Adorador del Padre! 33


Te agradeceré con el Corazón mismo de tu Divino Hijo; te agradeceré con el Corazón del Padre, en el Amor del Espíritu Santo; te agradeceré con tu propio Corazón porque mi Causa es la Tuya; porque soy tu hijo, porque me amas con delirio. Gracias a todas las almas buenas y caritativas que han pedido por mí especialmente en estos Ejercicios. Gracias a mis almas; las que Dios me ha dado para cooperar con mi Sacerdocio. Que Dios pague a todos, y que su mejor recompensa sea la gloria del Padre y la salvación de las almas! Gloria Patri, et Filio et Spiritui Sancto! et Mariae, Matri Dei. Per Ipsum, et cum Ipso et in Ipso. [46] ***

Ejercicios Espirituales. (47) Del 29 de Noviembre al 8 de Diciembre de 1952

29 Sábado. - Entrada. (47) Consagro estos Ejercicios al Divino Padre, a Quien consagré muy especialmente el presente año, en el que tantas gracias ha recibido mi alma. María.

Me pongo bajo la dirección del Espíritu Santo y en el Corazón Inmaculado de

Ofrezco en cada latido de mi corazón la Sangre divina de Jesús para que lleve al Padre y a la Trinidad Santísima el supremo homenaje de mi adoración, acción de gracias, reparación y de imploración.

Domingo 30. (47) Al comenzar el presente año, en medio de una emoción profunda, lo consagré al Divino Padre, y dije en una grande confianza que este año sería el año de la fecundidad y de las grandes gracias. Y ahora que estamos terminándolo, creo que todo ha sido como lo aseguré. ¡Cuántas gracias! Las que veo y las que no puedo ver. Sobre todo, como una garantía de esas gracias vino la Cruz, precursora siempre del Espíritu Santo y de sus grandes gracias. ¡Cuántas delicadezas de Dios para mi alma! Entre ellas, la de haberme llevado al Japón para abrir el Noviciado de mis Misioneras Japonesas, para sembrar en aquellas tierras la semilla de las Obras de la Cruz, para buscar allá Adoradores para el Padre Celestial. Guardo en mi corazón como un secreto de amor, esas delicadezas divinas, y también en los secretos de amor de mi corazón Sacerdotal, guardo la respuesta a esas delicadezas. Después de mi viaje a Japón, la ida a Monterrey al Congreso Misional, ocasión y 34


medio de que Dios se valió para dar un paso más en los grandes anhelos de mi alma para gloria de la Trinidad Santísima. Y ahora que me parece tocar las playas de la tierra [47] prometida, quiero estar más cerca de Dios, quiero conocer en detalle su divina voluntad, porque anhelo complacerlo en todo. ¡Aquí me tienes, oh Padre amadísimo! Mírame para poder mirarte; háblame para poder hablarte; ámame para poder amarte; dáme tu Verbo para decirte tu propia Palabra; dáme tu Espíritu para darte tu mismo Amor; dáme el Corazón de María Desamparada, de María Sola; de María Inmaculada, para consumar en El la vida de amor que Ella me alcanzó, que Ella cuidó; que Ella alentó, y que Ella quiere llevar ahora a su mayor perfección, para que sea nuevamente por Ella, y desde su Corazón, el que se realice el Supremo ideal de su Divino Hijo: la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima, por su Sacerdocio, por su Sacrificio, ofrecido ahora por la nueva generación Sacerdotal, la de aquéllos que, animados por el Espíritu Santo y transformados en Cristo, se gozarán en dar gloria al Padre, ofreciendo con inmensa ternura, la Hostia de su Sacrificio y ofreciéndose en su unión para formar un solo Sacrificio. me!...

¡Aquí me tienes, oh Padre! Me ofrezco a servirte, mándame! Ecce ego, mitte ***

Los grandes triunfos de la gracia se realizan en la Cruz. Cuando el mundo juzga como una locura el padecer por Dios; cuando el mundo juzga como injusto a Dios al someter las almas a prueba, padece un grave error. El menor de los sacrificios que se padece por Dios alcanza gracias muy grandes. Cuando Santa Teresita moría en la flor de su edad, aparentemente derrotada por la enfermedad, consumida por el dolor y por las penas, pudieron decir los sabios del mundo que había equivocado su camino, y que el convento había sido su ruina. Pero la respuesta del Cielo no se hizo esperar, dando una gloria inmensa a esa vida preciosa. ¡Cuánta fecundidad! Y ¿cómo hubiera tenido esa gloria sin haber participado de la Cruz de Jesús? ¡Qué incomprensible por su grandeza es el Sacrifi[48]cio de Jesús! Salvó al mundo, dió a Dios todo honor y gloria, y tiene el poder maravilloso de transformar todo sacrificio que se une al Suyo. *** Mi deber como Sacerdote es ofrecer siempre ese Sacrificio de Cristo; ofrecerlo al Divino Padre como la expresión sublime del amor de su Divino Hijo. Mi deber como Sacerdote es buscar almas que acepten ofrecer voluntaria y amorosamente el Sacrificio de toda su vida para unirlo al de Cristo por sus mismos fines. Y la gloria de mi Sacerdocio será contemplar los frutos espléndidos de ese Sacrifico y de esas víctimas, en la gloria que Dios reciba y en el bien inmenso de las almas. 35


*** El mayor gozo de Jesús fue ofrecerse como Víctima a su Divino Padre; y ese gozo lo consumó en la Cruz. Al ofrecer diariamente el Sacrificio de la Misa, renuevo la dicha de Jesús y me contempla agradecido por esa dicha que le proporciono. Pero si al ofrecerlo, me ofrezco yo también; si ofrezco a otras almas en su unión, su gozo aumenta y su mirada de amor agradecido se hace más sensible. ¿Por qué no darle a Jesús ese gozo? ¿Por qué no darse y buscar almas que se den con Cristo a la gloria de su Divino Padre? ¿Por qué no vivir nuestro Sacerdocio? No debemos ir al Altar como simples máquinas humanas que deben desempeñar un oficio; debemos darle vida a nuestra actividad; pero con amor. Debemos sentir con Cristo; hacer nuestros los sentimientos de Cristo; ofrecerlo por oficio, pero sobre todo por amor. ¿Quién podrá asombrarse de la fecundidad Sacerdotal si comprende el secreto de su unión con Cristo en la hora Suprema del Santo Sacrificio? [49] *** Pero sabemos que también los Altares pueden profanarse; que el beso de Judas se repite; que el amigo que recibió la revelación de los Secretos de Su Corazón puede convertirse en enemigo; que al amor que Jesús espera se le puede ofrecer indiferencia, desprecio y hasta odio. Pero también sabemos que nuestro amor y nuestro sacrificio puede impedir esa desgracia y evitar esos males. Y que lo podemos precisamente haciendo nuestro el Sacrificio de Cristo y haciendo de Cristo nuestros sacrificios, nuestra súplica, nuestro amor. ¡Señor! danos muchos Sacerdotes según tu Corazón. ***

Lunes 1° de diciembre. (50) El primer fruto de la Cruz es la santificación de quien la lleva por amor. Y si la voluntad de Dios es que seamos santos, quien lo consigue ha realizado su último fin. No hay que olvidar que la Cruz sin amor no valdría nada. En la Crucifixión de Cristo su amor estaba por encima de todo. Decía Jesús a un alma: “Yo satisfacía y alcanzaba gracias en la Cruz más que por mi Sacrificio cruento, por el Amor infinito con el que gozoso aceptaba la voluntad de mi Padre amado”. Y cuando Jesús le pedía que lo crucificara diciéndole: “Lo que yo te pido es un eco, un reflejo siquiera lejano de imitación del Padre para Conmigo, que me crucifiques con tu voluntad como El en favor de las almas y especialmente de mis Sacerdotes…” 36


Y esa alma le decía a Jesús: “Pero tu Padre no podía sufrir al crucificarte porque El no puede tener dolor:… le dice Jesús: “Pero tuvo amor; y tú no comprendes ni nadie en la tierra lo que es ese amor, mayor en carismas que todos los dolores, porque es la misma esencia de Dios, substancia de Dios, eternidad de Dios, simplicidad y unidad en Dios, y lo más grande y sublime en Dios: ÉL ES AMOR!… “Te he querido decir para consolarte, que si me [50] das, me quedo; que si me crucificas con tu voluntad regalándome a otros, estoy contigo; te ocultaré mi Cuerpo Santísimo, es decir, mi voz, mis palabras, mi presencia sensible; pero si no sientes mis ternuras, siempre tendrás la divinidad inseparable de mi Humanidad que te envolverá”… *** Y pensar que el Sacerdote ofrece todos los días a Jesús Crucificado; y que lo hace, lo debe hacer con un amor como infinito. Cuando se habla de Crucificar a Jesús, se entiende que ha de hacerse no con la malicia y perfidia de los judíos sus verdugos, sino con el Amor con que lo entregó su Divino Padre en favor de las almas. Quiere decir ofrecer su Sacrificio y ofrecernos participando en algo de él al vernos privados de consuelos sensibles , al dejar en nuestra alma la desolación y el desamparo, y privarnos de todo eso por amor, como Jesús, en favor de las almas; pero sobre todo para la gloria del Divino Padre. Así lo ofreció María en su amarga Soledad, así lo ofreció desde el primer instante de la Encarnación; así lo ofreció en el Calvario. Ella siempre lo dió, y aceptó el desamparo unida como nadie a los fines de Jesús *** El Sacerdote debía ser una imagen perfecta de María. Para ello ha recibido gracias extraordinarias. Debe ser “otro Cristo”, transformándose en El. Misión dolorosa; pero gloriosa. *** ¡Oh Jesús! Soy Tuyo, soy tu Sacerdote. Aunque débil y miserable, no quiero vacilar en entregarme por completo a tu divino beneplácito, Nací para Ti, mi vida no tiene otra razón de ser. Al ofrecerte en mi Misa me ofrezco yo también. El dolor no me abatirá porque me envolverá el amor; porque el Espíritu Santo transformará el dolor en amor; porque la Fortaleza divina llenará mi alma y no sucumbirá al peso del amor. [51] ¡Espíritu de Amor! En Ti confío! *** Hace más de 30 años, siendo Novicio, creí entender que Dios me quería en el porvenir de mi vida Misionera como “el judío errante del Espíritu Santo”, y hoy comprendo mejor estas cosas. Después de haberlo predicado, de haberlo estudiado, amado y hecho amar, me gozo al comprobar que ese Espíritu Divino da testimonio del Verbo y pone en los labios 37


el ABBA PATER. Glorificador del Sacrificio de Cristo, el Espíritu Santo dará por su medio la plenitud de la gloria al Padre Celestial; le dará los Adoradores “en Espíritu y en Verdad”. Y al poner en el zenit de la gloria la Paternidad Divina, alumbrará con los mismos resplandores la Maternidad Divina de María. Esos son y serán los frutos del reinado del Espíritu Santo. Urge pues, amarlo y hacerlo amar. Quizá cuando hace 32 años escribía las notas de mis Ejercicios Espirituales, hablando de establecer el reinado del Espíritu Santo, no me imaginaba las riquezas que encierra. Sencillamente llena todas las aspiraciones de las almas. ¡que se apresure su reinado! ***

Martes 2. (52) Como una confirmación de lo que me parece quiere Dios de mí, viene a mi mente el recuerdo de mi vida tan llena de la misericordia divina. Siempre que el mal salió a mi paso, me salió al encuentro esa Misericordia que perdonándome y cuidándome me llevó hasta el Altar. Primero el de mi 1ª. Comunión, tan llena de lágrimas de emoción y de amor. Después al Altar de mi Adoración. ¡Cuántas horas de amor en el silencio de los Sagrarios, o delante de la [52] Custodia que guardaba a Jesús! En las grandes luchas de mi vida, encontré siempre la paz y la luz en el Altar, en el trato con Jesús Eucaristía. Misericordia que quiso llamarme al Sacerdocio y a la Vida Religiosa y Misionera. Y en la gran lucha, cuando rompí las cadenas del mundo, cuando casi todavía con heridas abiertas, llegué al Noviciado de los M. del E. S., conducido por aquel hombre de Dios, n. Santo Fundador, me esperaba un Sagrario, una Custodia con un Jesús, especialmente amable y misericordioso. Llegué allá en donde El ha querido mostrarse como el Dios de las misericordias. Allí lo olvidé todo para dedicarme a su amor y a mi formación religiosa. ¡Cuántos secretos de amor quedaron en aquella Capilla de mi Noviciado! Allí se encendió en mi alma un nuevo amor atizado por el Espíritu Santo. Allí creí entonces y comprobé después por la obediencia haber recibido una misión sublime: “Amar al Espíritu Santo y hacerlo amar”. Y al entregarme en la sencillez del corazón a cumplir esa misión, recibí todo el apoyo del Espíritu Santo Siempre caminamos juntos, siempre me daba la palabra oportuna y hacía lo que para mí era imposible. Pero sobre todo comenzó a preparar de lejos la verdadera misión del porvenir. Prendió fuego en mi alma para amar al Verbo. 38


Iluminó después mi alma con luces del Calvario para contemplar la Faz del Padre y al mismo tiempo me descubrió la grandeza de la Maternidad Divina de María. En mis graves problemas el Espíritu Santo me ha resuelto todo. Y ahora en El confío para mi Misión Sacerdotal. De El espero cuanto necesito para glorificar el Padre y a la Trinidad Santísima; para glorificar a María; para glorificar el Sacerdocio de Cristo. De El espero en estos Ejercicios la luz que nunca me ha negado, y el Amor que El mismo ansía difundir en los corazones Sacerdotales. ¿Habrá sonado la hora de cumplir aquello que en 1920 aparecía como un ideal lejano? [52 bis] La voz de aquel Santo Sacerdote que es nuestro amado Fundador y que entonces aprobó mis ideales y bendijo mis ideales, ya no puedo escucharla ahora acá en la tierra; pero desde el cielo estoy seguro que volverá a animarme como tantas veces lo hizo en vida y aún después de muerto por su poderosa intercesión. Ahora como hijo, como Sacerdote, como Misionero del Espíritu Santo, yo le pido a nuestro V. Padre Fundador que me hable con el lenguaje que se use en el Cielo: porque siempre he sido hijo de obediencia y nunca emprendí nada sin esa bendición. Ahora le pido humildemente que me diga si voy por el camino recto, si es voluntad de Dios lo que he pedido realizar. Y también invoco la protección y la palabra de N.M. Ella que un día, siendo yo Novicio me dijo: “Lo van a mandar a predicar por muchas partes”, “se acordará de mí”… Y de veras, cuántas veces me he acordado de esas palabras a lo largo de mis viajes, sobre todo fuera de México. Cuánto la recordé en Japón, y cuánto anhelo que sus palabras sean como un anuncio de lo que creo ser voluntad de Dios para el futuro. ¡Oh Madre! Aquí tiene a su h. Misionero, a su Pablo, aquél que, como le dije un día al conocerla, le mandó Dios para reemplazar al Pablo que le había pedido como víctima por n. Congregación. Aquí me tiene con más entusiasmo que en aquellos días, deseoso de llevar al mundo el gran Mensaje Sacerdotal de Cristo! Usted, que se moría por dar gloria a Dios; Ud. que tanto amó y que tanto supo de sus secretos Sacerdotales, interceda por mí, hable en favor de su hijo Pablo que desea llevar por todo el mundo el amor y el conocimiento de las Obras de la Cruz. También de Ud. amada M. quiero una palabra, como Dios le permita que me la diga. Ud. que tanto escuchó de Jesús en esta vida, Ud. que recibió aliento en sus dolores cuando Jesús le hablaba, dígame ahora si voy por el camino de Dios, si El está contento. Dígamelo y bendígame como tantas veces lo hizo acá en la tierra. Ponga de nuevo aquella Cruz sobre mi frente; vuelva a acariciarme con aquella caricia de Madre que impregnaba el alma de pureza. A todos mis Hermanos que han muerto; a mis Hermanas [53] de la Cruz; a mis Hijas Misioneras, a mis grandes amigos del Cielo, a todos les pido me bendigan y pidan por mí, para que nada me detenga en el cumplimiento de la voluntad divina. A mi amadísimo S. Miguel, compañero y protector en mis luchas; a todos los Ángeles del Cielo, pido su bondadosa protección. 39


¡Señor! Te habla un Sacerdote. ¡Señor! Te invoca un M. del E. S. ¡Oh Señor! Oh Jesús mío, nunca se oirá decir que un Sacerdote que recurra a Ti buscando la gloria de tu Padre sea desoído; yo animado con esta certidumbre vengo a Ti para pedirte que me mandes, que bendigas mis planes de glorificación para tu Divino Padre y para tu Divina Madre la Virgen María. Te pido tus bendiciones únicas que has reservado para los Adoradores de tu Padre, aquellos Adoradores en espíritu y en verdad de que hablabas a la Samaritana; aquellos adoradores que Tú mismo encabezaste. Te pido que me bendigas, que pongas a mi disposición la grandeza infinita de tu Sacrificio; el fruto glorioso de tu Cruz, llenándome de tu Espíritu Santo. Y que con su fuego encienda al mundo en el Amor a la Trinidad Santísima y en el Amor María. ¡Gracias oh Jesús! Gracias te digo ahora; y gracias, así lo espero de tu Misericordia, te diré eternamente en los esplendores de la gloria! ***

Miércoles 3.- San Francisco Javier. (54) Ofrecí el Santo Sacrificio en honor de S. Francisco Javier y dando gracias por su vocación, apostolado, etc. Uní el inmenso amor de S. F. al de Jesús Crucificado, ofreciéndolo todo a la gloria del Padre y pidiendo la comunicación de ese amor para mi alma. *** Me parece que aun cuando no recibiera ninguna luz especial acerca de lo que dejo dicho en otra parte, el [54] hecho de mi Sacerdocio me autoriza a buscar todos los medios y entre ellos el mejor para cumplir mi vocación Sacerdotal. Esa vocación ha puesto en mis manos los intereses divinos la gloria de Dios, y los intereses humanos, la salvación de las almas. La primera obligación que me impone mi Sacerdocio es la de “Sacrificar”, la de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa, o sea el mismo Sacrificio de la Cruz. Cuando Dios quiso poner en mis manos de Sacerdote esa Víctima divina, entonces me confirió el poder supremo de intercesión. ¿Qué puede negarse a quien ofrece esa Víctima? Pero es obligación mía como Sacerdote glorificar a esa Víctima, haciéndola conocer y amar. Y si el poder de intercesión es inmenso cuando se trata de hacer bien a las almas; cuando se trata de dar gloria a Dios, de amarlo y hacerlo amar, se pone a mi disposición la fuerza arrolladora del Sacrificio de Cristo. Y si me pregunto, ¿aceptará Dios mi apostolado? No puedo negarlo sin hacer grave ofensa a mi Jesús Sacerdote y Víctima. ¿A quién -de sus Sacerdotes- le ha dado Jesús poderes limitados? Compartió con nosotros su poder: “Me ha sido dado todo poder”… “Id y enseñad”… A nosotros nos toca hacer uso de esos poderes. 40


Quiero que el mundo vuelva sus ojos a la Cruz, no sólo para obtener gracias, sino para glorificar a nuestro Divino Redentor; para entrar en sus miras, uniéndose a Él para glorificar al Padre y salvar a las almas. ***

Jueves 4. (55) En mi Santa Misa sigo pidiendo humilde y confiadamente en nombre de Jesús, lo que mi alma necesita en los presentes Ejercicios, especialmente para mi acción Sacerdotal. *** ¿Cómo puedo dudar de que Jesús me oiga cuando tra[55]to “las cosas de su Padre”? ¿Qué ideal más elevado puede ofrecerse a Jesús? Grandes sorpresas prepara a mi alma. Se necesita no conocer a Jesús para creer que contemple indiferente lo que quiere hacerse por su amadísimo Padre. Me imagino que Jesús se goza en que le pidamos, en que suspiremos por la gloria de su Padre. Y si parece ocultarse es para más gozar con nuestra perseverancia y más hacernos gozar cuando se manifieste con Rostro conmovido y amable. ¡Felices las almas que descubrieron el amor apasionado de Jesús para su Divino Padre! ¡Feliz el Sacerdote que comprendiendo estas cosas, busca como Jesús la gloria del Padre! ¡Feliz el Sacerdote que teniendo conciencia de haber recibido en su Sacerdocio una fibra de la Paternidad divina, sabe explotarla amando a Jesús como lo ama el Padre! Santo!

¡Dicha sublime! Amor inefable que contempla como su propio Autor el Espíritu ¿Para qué hablar cuando se ama así?

¿Qué necesidad tenemos de inquietarnos por las cosas de este mundo, cuando el Omnipotente está cautivo en nuestro corazón? ¿Quién podrá algo contra nosotros o contra lo que nosotros llevamos en el alma, si todo el poder divino se ha encadenado a nuestro corazón? Con razón los Santos que más han comprendido el secreto de la Paternidad Divina han sido los más audaces. Allí el secreto de un Francisco de Asís, de una Teresita del Niño Jesús. Allí sin duda el secreto de la glorificación de n.V.P. Félix. Pero también, allí el secreto de todos los que comprendan el amor de Jesús para su Padre y el amor del Padre para Jesús Para el Sacerdote especialmente debe ser motivo de ilimitada confianza sentirse “como una prolongación del Divino Padre para Jesús”; debe ser motivo de gozo indecible poder dar todos los días al celebrar su Misa, “todo honor y toda gloria” con Cristo, al Padre Celestial. 41


Y al sentirse lleno del Espíritu Santo, en el Pentecostés íntimo de cada Misa, al poseer a ese Espíritu del Padre y del Hijo, poder darle a Jesús el amor mismo [56] con que su Padre lo ama, y al Padre el amor mismo con que lo ama su Divino Hijo. En esto no puede haber ilusiones, ni falsa mística. Es el Dogma Católico, es la esencia misma del Evangelio. ¿Quién podrá calcular la gloria que se dará a Dios cuando cada Altar se convierta no solamente en un Calvario donde Cristo se ofrece a su Padre, ni en un Cenáculo donde Jesús se da a las almas, o donde se recibe la plenitud del Espíritu Santo, sino también en el lugar donde el Sacerdote, consciente de todas estas cosas, las explota para gloria de la Trinidad Santísima y bien de las almas? Por eso digo que quien viva esta vida, debe confiar plenamente o ir a la lucha con la seguridad de la victoria. No quiere decir esto que no sufra o que no luche. Dolor y lucha le esperan; pero también lo que más urge: la victoria, la gloria de Dios y el bien de las almas. ¡Señor! Danos Sacerdotes Santos. Danos Sacerdotes conscientes de la fuerza inmensa de su Paternidad. Que ellos sean el consuelo de Jesús y el gozo cumplido del Divino Padre! AMÉN ***

Viernes 3. (57) “¡Cuántos misterios todavía no descubiertos para el hombre, encierra la amorosa Crucifixión de un Dios Hombre, hecha por el Amor y consumada por el Amor, y perpetuada hasta más allá del fin de los tiempos por amor! “Sí, a la Iglesia la eternizó el Amor, siguiendo en el Cielo victoriosa por el Amor. Por eso el Sacerdocio es también eterno como su Autor, porque el Sacerdocio nacido de mi Crucifixión en la Cruz, es fruto de Amor. “Oh! Si todos mis Sacerdotes lo comprendieran! ¡Si se penetraran de ese amor de predilección, fruto pu[57]rísimo de un amor crucificante que crucifica, que los escogió con eterna predilección para distinguirlos en gracias y aun en el mismo Cielo, ¡qué otros serían! “Vamos a conmover otra vez con mi Crucifixión a esos Centros de almas, a esos mis Sacerdotes amados que forman mi Iglesia, con tus ocultos sacrificios, unida a los méritos de tu Jesús Crucificado, comprados con amor”. (N. M. Ej. 1934) *** Gracias, oh Jesús, porque tus deseos se han realizado en mi alma. Me has conmovido profundamente con tu Crucifixión. Todo lo olvidé y con emoción profunda he vuelto mis ojos a tu Cruz. Allí, en Ti Crucificado, encontré la síntesis de todas mis aspiraciones: la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima, la gloria de María, el secreto de todo apostolado. Por tu Crucifixión he descubierto la grandeza de mi Sacerdocio. En tu Cruz he encontrado el secreto de hacer infinita, en Ti, mi adoración, mi acción de gracias, mi 42


reparación y mi imploración. Las alas de la Confianza y del Santo abandono se han abierto plenamente al calor amorosísimo de tu Corazón Crucificado. Nunca, como en tu Cruz, descubrí el secreto de secretos que es el amor a tu Divino Padre. Pero, oh Jesús, comprendo que todavía haya misterios no descubiertos en tu Crucifixión. También esos secretos quiero arrancarlos a tu Corazón, valiéndome del grande amor que como a Sacerdote me tienes. ¿Acaso quisiste guardar secretos para tus Sacerdotes? “Ya no os llamaré siervos sino amigos porque os he revelado los secretos de mi Corazón”. Esas palabras, que en ocasión solemne pronunciaste y que iban dirigidas a tus Sacerdotes, a tus discípulos, me dan la seguridad de que has de seguir descubriendo tus secretos de Amor Crucificado a los Sacerdotes, especialmente si te lo piden por el Amor que les tienes y por lo mucho que por ellos sufriste. Así te lo pido yo, oh Jesús mío! No moriría feliz si supiera que tu Corazón había guardado secretos para [58] mí. Quiero que me los descubras, y quiero ser pregonero de esos mismos secretos, llevándolos a tus Sacerdotes en todo el mundo. Esta es precisamente la ilusión de mi vida. Esta es la gracia que estoy pidiendo, la que espero confiadamente alcanzar como un nuevo triunfo del Sacrificio de Cristo, de su Amor Sacerdotal, que venga a triunfar de mis miserias, de la multitud de mis pecados, creando en mí un corazón nuevo, un corazón lleno del Espíritu Santo, un corazón Crucificado para que pueda ser luminoso, y contemplar sin vértigo, esos secretos de amor-doloroso del Corazón Sacerdotal de Cristo. ¡Oh María! Madre amadísima del Sacerdote Eterno Cristo Jesús! Madre amorosísima de todos los Sacerdotes, habla Tú, Crucificada con Cristo desde tu Concepción hasta tu muerte, habla Tú, eco amoroso de los secretos de tu Divino Hijo, habla Tú, oh Madre también mía, a pesar de mis miserias, habla Tú y la gracia me será concedida. Quiero ir por todo el mundo llevando el mensaje de amor de tu Jesús para las almas escogidas, para sus Sacerdotes de manera especial. No necesito elocuencia propia -sería inútil- porque llevaré conmigo la elocuencia de la Cruz, el fuego abrasador del Corazón de Jesús Crucificado y traspasado por la lanza de la ingratitud humana. Con esa elocuencia nadie podrá resistirme sin hacer traición a lo que lleve de nobleza en su alma. Habla en mi favor, oh Madre, y la gracia me será concedida. Responde por mí, oh Espíritu Santo! Acuérdate que Tú has sido mi Fiador. Que vuelva a repetirse la escena de Pentecostés. Transforma a tus Sacerdotes y llénalos de fuego divino para predicar la Cruz de Cristo, la grandeza sublime del Sacerdocio y del Sacrificio de Cristo. ¡Oh Padre! Padre amadísimo, por medio del Corazón Desamparado de María, te ofrezco a tu Divino Verbo Encarnado como Víctima, y yo me ofrezco en su unión, para que me concedas la gracia de ir por todo el mundo como “judío errante del Espíritu Santo”, glorificando el Sacrificio de Cristo y dándote por ese medio tus [59] verdaderos adoradores en Espíritu y en Verdad, como Jesús fue, y como El los quiere para Ti, oh Padre amado! Amén. 43


*** HERMOSA PÁGINA DE N. M. - “…Yo quisiera ser tu nube para absorberte y llover de esa agua, Jesús, en muchos corazones, empapándolos de Ti, sin que supieran de dónde viene el chubasco de gracias. - “…Quisiera ser el vino de la Misa para convertir su substancia, la mía, en tu Sangre que engendra pureza. - “…Quisiera ser el trigo de tus Hostias y transformarme en tu Eucaristía, santificarte millones de almas y de Sacerdotes también. - “…Quisiera ser el agua que se revuelve con tu Sangre y revolverme yo en ella para angelizarme. - “…Quisiera ser la cera que se consume en el Altar cerquita de Ti. - “…Quisiera ser el corporal donde te colocan, Altar, Copón, Cáliz, Sagrario y todo lo que está cerquita de Ti, rozándome contigo, etc. etc. etc. “ - “… ¿Por qué tendré yo no más un corazón para amarte? - ¿Porqué no tengo todos los de las Obras de la Cruz, los de todos los Sacerdotes que te voy a regalar? Y el Señor le responde: - “Tienes el Mío, y con él ámame, y con él sacia esos ardores de tu corazón m. ¿No comprendes que este amor, eco del amor de Padre, es el que ha ampliado los senos de tu alma para desearme; para con más ardor amarme; y para con más torturantes martirios darme crucificado?… [60] ***

Sábado 6. (61) Misa sabatina para agradecer la Maternidad Divina de María. Gracias a Dios puede asegurar que son ya miles de Misas celebradas con esta hermosa intención. ¡Oh María! que llena de gratitud por tu Divina Maternidad has pedido que se perpetúe en la Santa Misa esa gratitud; yo te pido humildemente que perpetúes también Tú en mi Misa y en todas las Misas de la tierra hasta el fin de los tiempos, mi gratitud por mi vocación Sacerdotal y por la de todos mis hermanos de Sacerdocio. Y una súplica más, honda, apremiante, que Tú que comprendes la grandeza del Sacrificio de tu Divino Hijo perpetuado en los Altares, me concedas vivir siempre unido a Ti al celebrar mi Misa y darle al Divino Padre sus perfectos Adoradores. Ese es el deseo de tu Divino Hijo, ¡que no se quede sin realizar! Que todos los Sacerdotes de la tierra oigamos ese clamor del Corazón Sacerdotal de Cristo, de ese Corazón apasionado por la gloria de su Padre, y que haciendo uso de nuestro poder Sacerdotal, le demos al Divino Padre, desde el Altar del Santo Sacrificio, sus verdaderos Adoradores, a Jesús sus Consoladores y al Espíritu 44


Santo sus grandes Apóstoles! Así sea! *** Un sueño sacerdotal La escena se desarrolla en la Capilla del Oasis de Puebla, transformada para el acto, en Cielo. Jesús lleno de luz y en medio de una sublime majestad, velada por una emoción profunda que se trasluce sobre todo en su mirada, va a hablar a un Sacerdote. El Cielo todo está presente. El Divino Padre y el Espíritu Santo contemplan el Rostro iluminado de Jesús; la Santísima Virgen, San José, etc., prestan una atención amorosa y profunda a la actitud de Jesús y todos escuchan sus palabras: [61] “Hijo mío, mi Sacerdote amado, aquí me tienes para dar una respuesta a las súplicas instantes que Yo mismo puse en tu corazón y en tus labios. Quiero que el Cielo entero sea testigo de este acto porque así lo exige la gloria de Dios. “Voy a confiarte lo que más amo, lo que me hizo morir Crucificado, la ilusión suprema de mi vida a mi paso por la tierra: la gloria de mi Padre. “Pero ante tu pequeñez y la sublime misión que voy a darte, necesitas saber que Yo estaré siempre contigo; que toda la fuerza de mi Sacrificio estará en tus manos; que serás dueño absoluto de los méritos de mi Madre Santísima; que todos mis Santos y mis Ángeles te ayudarán para que nunca vuelvas atrás en tu camino. “Quiero que sepas que el Espíritu Santo hará en ti y por tu medio ostentación del poder infinito de mi gran Sacrificio en el Calvario. “Quiero que te pierdas en mi Corazón como Yo lo hice en el Corazón de mi Madre la Virgen María, y que allí descubras todos esos secretos de amor que encierra mi Crucifixión. “Y cuando lleno de entusiasmo y emoción los manifiestes al mundo de las almas escogidas, piensa que no eres tú, que soy Yo, que el amor infinito de mi Padre me inclinó ante tu miseria para transformarla en luz, y que eres uno de los felices beneficiados con mi muerte de Cruz. “Recibe pues, hijo mío, el Don que te hago de mi Padre como también el de mi Madre Santísima. “Yo te pediré cuenta ante este mismo Cielo que nos contempla, del aprecio que hayas hecho de estos Dones. Pero, ¡no temas! triunfará en ti mi amor Sacerdotal: triunfarás en Mí; triunfaré en ti. “No temas hijo mío pequeñito, porque fue del agrado de mi Padre darte su Espíritu que es también mi Espíritu, el fruto de mi Cruz para la Humanidad entera; pero especialmente para mis Sacerdotes que deben perpetuar mi Sacrificio y ser los dispensadores de la gracia de este Santo Espíritu. “No temas, hijo mío, porque te guardará el Corazón Inmaculado de mi Madre; porque Ella compartió mi Pasión y anheló como nadie la gloria de mi Padre. [62] “No temas, porque sus Dolores de Soledad te compraron gracias de fidelidad; 45


porque sus grandes desolaciones y desamparos alcanzaron para tu alma esa alegría que debe desbordarse en el campo de las almas escogidas. “Pero, hijito mío! Mi Corazón no puede dejar de hacer algo que siempre hizo al conceder o pedir las grandes gracias en nombre de mi Padre: “darle gracias anticipadas por el favor que pedía”; por eso ante el Cielo entero y en tu presencia, quiero decirle a mi Divino Padre: “Gracias Padre mío! Yo sé que siempre me has oído, por eso quiero darte las gracias por haberme concedido que se llegara la hora de que tu nombre sea alabado en la tierra por medio de tus perfectos adoradores. “Esa Adoración que como Hombre siempre te he tributado; esa Adoración que Conmigo te ofrece mi Madre pura; esa Adoración que te ofreció y te ofrecen San José, los Apóstoles y muchos de mis grandes Santos; pero que ahora quiero ver ardorosa en los Corazones Sacerdotales, muy especialmente. “¡Gracias oh Padre! en nombre de este pequeñito Misionero del Espíritu Santo, que en nombre Mío y de su venerado Padre y amado hijo Mío Félix de Jesús, llevará tu amor por todo el mundo; guárdalo, oh Padre! Cúbrelo con tu mirada y que ése sea el poder definitivo contra tus enemigos y la fuerza de atracción para todos tus amigos”. “Y tú hijo mío! levántate y ve a cumplir mi mandato: “Como mi Padre me envió, Yo también te mando a buscar su gloria y la salvación y santificación de LAS ALMAS.” El Alma Sac. – Gracias, oh Jesús! Gracias en tu grande Sacrificio y por la voz de tu Sangre preciosísima. Te prometo, ayudado por Ti, luchar con entusiasmo por cumplir tu mandato. En mi Santa Misa pongo mi confianza. Sí Jesús, Tú glorificarás por tu Sacrificio nuestro Sacerdocio, y veremos consumada la gloria de tu Padre. [63] ¡Espíritu de Amor, en Ti confío! ¡Oh Madre Dolorosa, en Ti confío! Amén. Puebla de los Ángeles, Dic. 6 de 1952 10.4 am. *** ¿Sueño o realidad? si es sueño, como lo es de amor, Dios lo recibirá. Si es realidad, nadie se extrañe, visto todo lo que he dicho en otros lugares. El tiempo aclarará estas cosas y Dios dirá lo que haya sido. *** Día de gracias. Día de peticiones. MAGNIFICAT ANIMA MEA DOMINUM!

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Domingo 7. Último día de Ejercicios. (64) Ofrecí la Santa Misa para aceptar de corazón la voluntad divina, ofreciéndolo y ofreciéndome para la gloria del Padre. *** Simplificarme en la unidad. “No quieras multiplicarte sino hacerte una en Mí, en esa divina unidad en la que caben mundos y almas; y simplificándote en Mí abarcarás todas las almas Sacerdotales, y las de la + y otras muchas que tú no sabes ni lo sabrás en la tierra”. - Señor, pero ¿cómo simplificándome y achicándome en lugar de ensanchar mi alma han de caber? - “Por la unidad divina, por el acercamiento a esa unidad, porque la simplicidad carece de partes y siendo una es infinita en capacidad para reflejar a Dios. Dios que es simplísimo porque es UNO y en esa unidad se encierran las Divinas Personas, y mira, nada hay tan fecundo en Dios como su Unidad: todo está en todo y sin dividirse; todo lo llena, todo lo abarca, [64] poniendo su sello en millones de criaturas y de cosas, y todas las creaciones y las criaturas giran o tienen vida dentro de esa unidad. (N.M. Ej. 1934) *** Hermosa explicación que llena mi alma de consuelo. Cuando meditaba en tantas necesidades y en mi pequeñez para remediarlas, he meditado esas palabras de Jesús. De veras, sólo la unidad con Dios puede llevarnos al triunfo. Unidad de amor, de voluntad, etc. Por eso urge predicar al Espíritu Santo, ya que en la unidad de su Amor tienen que perfeccionarse todas las cosas. El unirá las almas con Dios. El las simplificará. Por eso, hacerse pequeño por Dios, es perderse en Dios. ¡Qué hermosa inspiración la que tuve en mi Primera Misa, en la hora del Memento!: “que mi alma fuera siempre pequeñita”. Sí, pequeñita para que desaparezca en Dios, para que El lo haga todo. Y ¿no ha sido acaso ésa la historia de mi vida? “Él lo ha hecho todo”. Todo lo bueno; todo, perdonándome mis pecados, y no teniéndolos en cuenta para retirarme su confianza. ¡Qué hermosa es la unión con Dios! Por eso voy adelante sin temer mi pequeñez, antes bien, gozándome en ella para que brille el poder de Dios y todo lo llene la Unidad de Dios. Amando al Espíritu Santo estrecharé mi unión con Dios; y predicando ese Amor, especialmente a los Sacerdotes y almas escogidas, daremos un gran paso en esa Unidad tan amada y tan deseada por Jesús. Ut sint unum! Que todos seamos UNO en El y con El, para realizar su Obra; la gloria del Padre y la salvación de las almas. ¡Gracias, oh Dios mío! por tantas luces! Mi alma queda llena de paz y de 47


confianza. Ahora sólo me queda amar, amar con delirio a ese Dios tan bueno que me crió, que me eligió para su servicio, y que ha de ser mi recompensa suprema en el tiempo y en la eternidad AMÉN! [65]

Carta a sus Hijas M.E.SS.T. (65 bis) Lima Perú. – Febrero 16 - 1953. A mis amadas Hijas las Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. (Esta carta faltó en el tomo de circulares y en el año1953). Muy amadas hijas en Cristo: Después de saludarlas con todo afecto en Nuestro Señor, quiero hacerles una pequeña crónica de mi viaje a esta tierra de Santa Rosa. Sin duda por tantas oraciones que se hicieron y por tantos sacrificios, quiso Nuestro Señor llenarme de fortaleza para ofrecer el sacrificio que se me pedía. En realidad así debemos proceder siempre; pero la naturaleza es frágil y sólo ayudados de la gracia, podemos cumplir con el deber. Dios quiso darme el consuelo de verme rodeado de afecto y grande solicitud por parte de mis amadas hijas Misioneras. ¡Que El les pague esa caridad y les haga sentir el grande afecto que en El les tengo! El viaje no fue sin escalas como habíamos creído. Por el contrario, hizo varias, de modo que en realidad no es pesado y proporciona el medio de conocer varias Naciones como son: Guatemala, San Salvador, Nicaragua, Panamá, Ecuador y por fin Perú. Llegamos como a las 7:30 a.m. Pero nos avisaron que el Campo de Aviación estaba cerrado por una neblina muy espesa. Estuvimos volando como una hora para esperar a que abriera el tiempo. Por fin se encendieron las luces de “Abróchense cinturones”… “No fumar” y comenzamos a descender viendo ya las casas y el Campo de Aviación. Allá nos esperaban todos los Padres de la Residencia. Saludos, abrazos, etc. y luego al Seminario a darnos una arregladita para poder celebrar la Santa Misa. El Seminario es grande y aun cuando no está terminado, así ya ofrece muchas comodidades. La Capi[65 bis]lla muy limpia. Encontré la Ciudad más agradable de lo que esperaba. Ahora conozco bastante y puedo decirles que me gusta el ambiente. Al día siguiente que llegamos, nos invitaron a la exhibición especial para Sacerdotes y Religiosas, en el Convento de las Religiosas de los Sagrados Corazones, de la versión de la Película FÁTIMA, a colores. El Rvmo. Padre Ángel estaba muy 48


agripado y no pudo ir. Allí me dí cuenta que hay en Lima muchos Religiosos y Religiosas. He conocido algunos Colegios muy grandes y hermosos. Nuestros Padres han realizado una labor muy bella a través del Seminario. Son ya como 50 los Sacerdotes que se han ordenado para varias Diócesis. Aumenta el número de Seminaristas de Lima y se nota un ambiente de simpatía para nosotros. El día que fuimos a visitar al Emmo. Sr. Cardenal Guevara y a su Auxiliar, todos nos hablaban con mucho afecto, pues varios de los Sacerdotes que trabajan en la Mitra son alumnos de nuestros Padres. El Emmo. Cardenal se mostró muy satisfecho y optimista por el trabajo de nuestros Padres en el Seminario. El sábado estamos invitados a comer con él, el Rvmo. P. General, el R. P. Félix María y yo. Dijo que desea hablar con calma. Aquí los Padres y Hnos. deseando mucho una fundación de Misioneras Eucarísticas de la Santísima Trinidad. Yo oigo, espero y hago oración para que todo sea como Dios quiera. Dice el Emmo. Cardenal, que el medio ha cambiado mucho y que ya hay más interés por el Sacerdocio. Que todos estos acontecimientos sirvan para acercarnos más a Dios y que podamos darle la gloria que El quiere, y prestar a las almas los servicios que esperan de nosotros. Según parece, me van a confiar la Dirección Espiritual del Seminario Mayor y la clase de Ascética y Mística. Acá me moveré en un campo completamente espiritual. Con el favor de Dios les seguiré informando de mis actividades en estas tierras Peruanas. Pido a Dios N.S. que las haga muy santas y a la Sma. Virgen que las guarde siempre en su Purísimo Corazón. Afmo. P. en el E.S. y María. (firmado) [66]

Ideal de perfección. (Fragmentos de cartas) (67) Lima Perú, sept. 29 – 1953. Imitar a Jesús, Adorador del Padre. Adorar con El, en Espíritu y en verdad. Para ello vivir muy unida a su Sacrificio en la Santa Misa. Hacer de la Misa su vida y de su vida una Misa. Ser hostia con la Hostia. Para ello ponerse en manos del Espíritu Santo. Para que El la purifique, para que

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El la trasforme1; para que El la consuma en honor de la Trinidad Santísima. Poner el Altar de su Sacrificio en el Corazón Inmaculado de María. Y como Ella y con Ella ofrecerse en un perpetuo “FIAT” al beneplácito divino. Dejarse hacer y deshacer de Dios, viviendo su “ECCE” y su “FIAT”. Y todo en la alegría del Espíritu Santo. *** DIVINO VERBO Para poder atraer las miradas del Divino Verbo, es preciso hacer muchos méritos. Desde luego hay que vestirse con el traje de la divina pureza, manteniéndose en gracia; ofrecerle muchos sacrificios que le prueben nuestro amor; manifestarle nuestro amor; llamarlo con constancia y paciencia; suplicar a la Santísima Virgen que interceda por nosotros; formar estrecha alianza de amor con el Espíritu Santo para que El pida en nosotros, con gemidos inenarrables esa gracia tan grande de que el Verbo de Dios acepte nuestro amor y ponga su morada en nuestra alma. Será siempre “PER IPSUM ET CUM IPSO ET IN IPSO” como demos a Dios nuestro Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria. [67] *** Morir nosotros para que El viva. Debe morir mi yo para que lo ocupe Jesús. “El debe vivir en mí, obrar en mí; amar en mí; sufrir en mí, darle gloria a su Padre en mí; difundir su Espíritu Santo en mí, o desde mi ser; morir en mí; resucitar en mí y ser glorificado en mí; Omnia et in omnibus Christus! *** Nunca encontrará ocupación más hermosa en su vida como la de amar a Dios y sacrificarse por El. Busque siempre lo que la lleve a Dios; todo lo que aumente en su alma el amor a Dios. Pero como ese amor se alimenta con el sacrificio, haga de su vida un sacrificio perenne para que nunca le falte combustible a su amor divino. Cuando se da todo; cuando se hace una entrega total, entonces todo queda elevado al honor del Sacrificio. Infunda ese mismo espíritu en las almas que Dios le acerque. Cuando descubra en ellas ese sello especial de la predilección divina, no omita nada para ayudarlas. Una de esas almas da más gloria a Dios que miles de otras. *** El sello especial de su alma debe ser el de la Sencillez porque Dios la quiere muy 1

El original impreso dice “la trasforma” en lugar de “la transforme”

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unida a Él, y sólo se comunica con las almas sencillas. La pureza de su alma aumentará su sencillez, y a medida que más se acerque a Dios, se perfeccionará esa virtud en su alma. Sea como una niña en brazos del Padre Celestial. Pero una niña inteligente con la inteligencia del Espíritu Santo, para descubrir los secretos del amor de ese Padre; para ofrecerle constantemente un amor puro y cándido, como el que le ofrecía su Divino Hijo y que tanto lo complacía. Pídale a Jesús su Corazón para que pueda darle a [68] nuestro Padre Celestial ese amor que desea. Ese fue también el sello del amor de María, la Esclavita del Señor; la Hija muy amada de aquel Padre. Pida también ese Corazón a María para amar con él como Ella. El Corazón de la Madre es de sus hijos, por eso no se lo negará. *** Su misión en su Comunidad es la de ser la gotita de aceite que todo lo suavice con su grande caridad. No criticar nunca de nada ni de nadie. Ver en las almas “Criaturas de Dios” y pedir por ellas. Cuando deba juzgar por necesidad, pida siempre luz al Espíritu Santo y diga: “Me parece que eso debe o no debe ser”, y Dios la ayudará para que sus juicios sean rectos. *** Le recomiendo mucho una práctica muy hermosa, y que es como la continuación de la Santa Misa: el ofrecimiento del Verbo al Divino Padre, por manos de María desde el Altar de su alma. Ese es el ejercicio del Sacerdocio espiritual o místico que toda alma puede realizar. Le sugiero esta fórmula: “Oh Padre amadísimo! por las manos purísimas de María te ofrezco a tu Divino Verbo Encarnado como Víctima, y yo me ofrezco en su unión, para la inmolación que te plazca.” *** Una fórmula comprimida: “Te lo ofrezco y me ofrezco”… Ya se sabe a Quién y para qué. [69]

Y esto en una simple mirada interior de su alma, en una elevación del corazón. ***

No digamos que sufrimos sin objeto; hay un Hijo, hay un Verbo que está recibiendo gota a gota nuestra sangre… *** Estar siempre donde quiera que el Sacerdote nos necesite (oración, sacrificio, 51


etc.) *** En todos los Altares de la tierra tendrá una parte muy grande; ahí está su vocación… *** Ahí está el Secreto para calmar la sed del Divino Sediento; alcanzar la fidelidad a tantas almas Sacerdotales. *** Es la hora del Santo Sacrificio, la hora en que nuestras almas se hacen más hermosas porque las baña el Espíritu Santo; porque quedan revestidas de la hermosura de Jesús; porque las baña la mirada amorosísima del Padre. *** Acepta con generosidad de madre y de hija, las penas íntimas para ayudar a los Sacerdotes. *** Su vocación nació del celo ardiente del Corazón Sacerdotal de Cristo. *** Cada uno de sus dolores acercará más al Sacerdote al Corazón de Cristo. *** El fin de su vocación es darle gloria a Dios a través del Sacerdocio Santo. *** “La sencillez es hija de la humildad. Es una vir[70]tud muy amada del Corazón de Jesús. Ella atrae las miradas de Dios y sus complacencias sobre el alma dichosa que la posee. La Inocencia es su apoyo y un corazón puro su albergue. Es una flor muy delicada que se conserva en el invernadero de la oscuridad o del alejamiento del mundo. El Espíritu Santo desciende al alma dichosa que la posee, con un torrente de gracias para enriquecerla; pero gracias ocultas que ella no ve, aunque las posea. Su seguridad está en la obediencia; su riqueza es la pobreza; su tesoro es Jesucristo; su consuelo María; su crisol el Sacrificio…” *** “El Espíritu Santo es el Amor, procede del Padre y del Hijo en ese éxtasis eterno del Amor que los une. El es la luz que ilumina y fuego que calienta y hace arder a las almas fieles sin consumirlas… Él es quien da la gracia; y con la gracia infunde las virtudes y purifica los corazones. El es la Pureza… El es el lazo de unión eterna entre el Padre y el Hijo; es el Amor Increado que hace la felicidad inenarrable de la Divinas Personas. En El se reflejan el Padre y el Hijo, complaciéndose en sus perfecciones infinitas que El también 52


posee…” *** Un religioso debe ofrecerse como víctima en unión con Jesús para la salvación de los hombres. Ofrecerse en su unión mortificándose por los que no se mortifican; haciendo penitencia por los que no hacen; humillándose en expiación de los pecados de soberbia; y vivir una vida amargada y crucificada en expiación de los pecados de los hombres. Esa fue la vida de Jesús, sacrificarse por los demás. *** A medida de la Cruz es la gracia, y a medida de la gracia es la gloria. [71] *** Los Religiosos, si son santos, santificarán; si son espirituales, espiritualizarán a las almas; si no son ni santos ni espirituales, ni mortificados, harán ruido, mas no sacarán fruto para el Cielo. *** El alma crece en el amor de dos maneras: en intensidad y en pureza. Se crece en intensidad por medio de la mortificación y humillación; mas se crece en pureza por medio del crisol de la desolación y el desamparo. *** Cuando el espíritu está purificado, pide santidad y padecimientos; pide imitar a Jesús en el Sacrificio; amarle en el dolor y que se le guarde de toda disipación. Soledad, oración, sacrificio, grita constantemente. *** Al claustro se debe ir a buscar la Cruz para encontrar consuelos. *** No debemos perder punto ni momento de perfección. No perder punto se relaciona con todo lo exterior o que nos rodea, y quiere decir que no dejemos pasar ocasión para subir a Dios, aunque nos cueste el mayor sacrificio, humillación o la sangre y la vida, es decir, que lo mismo pongamos los pies en un escalón de oro, como en uno de espinas, el caso es subir, siempre subir. No perder momento, quiere decir que tiendan nuestras almas siempre a la unión constante con Dios, con un vuelo tendido que jamás se suspenda; como si la misma unión fuera nuestra atmósfera, aliento y vida. *** La humildad es el arma más poderosa para vencer al enemigo y al mismo infierno. Parece pequeña; pero ¡qué grande es! Todavía más, en su aparente pequeñez encierra el secreto de su fuerza. [72] La Cruz es el único combustible que inflamará las almas en el sólido fuego del divino amor. 53


*** A las almas que se entregan al Espíritu Santo, Él las forma para santificarlas; saca de sus nidos santos espíritus. A veces se vale del demonio; pero para su provecho siempre. Dejémonos hacer; dejémonos hacer. Esta palabra no la entienden las almas y por esto hay tan pocas suyas: muchas comienzan; pero se cansan y le abandonan, ¡desgraciadas!... Si viéramos cuánto cuida y vela el Espíritu Santo a las almas que le pertenecen! A veces las venda para que no vean… otras descorre a su vista un velo, y entonces ven lo que no ven los humanos ojos, y gozan y conocen lo que en el mundo no existe… Con qué finura y delicadeza las trata, quitando todo tropiezo que las pueda hacer caer y manchar. Las purifica, sí, con un vivo crisol… pero es para unirse más a ellas, porque la Pureza no puede unirse con lo impuro… *** María era desde toda la eternidad el Encanto de la Trinidad misma; era su delicia, su ideal realizado al concebirlo, porque así son las cosas de Dios, al preconcebirlas son realizadas. *** María tiene sed de la gloria del Espíritu Santo para glorificar al Padre. Extienda su reinado… [73]

Soneto. (73 bis) El fruto de la vid sin el pesado Esfuerzo del lagar, no sería vino, Ni el trigo candeal, sin el molino Se convirtiera en pan inmaculado. Si por el dolor no fuera transformado En pan de vida y en licor divino El amor no cumpliera su destino De darse en comunión siempre al amado. Sin la Cruz para mí Jesús no fuera Pan de salud y Cáliz de alegría Y El mismo, en mi miseria no viviera Y pues su amor me dio la Eucaristía Mi amor no fuera amor, si no le diera Por un milagro de dolor, la mía. *** Que es Espíritu Santo, Fuente de toda Pureza, se la comunique por medio de la Cruz y guarde su cuerpo y su alma puros y sin mancha, et benedictio Dei Omnipotentis, Patris, el Filii et eiusdem Spiritus Santi, descendat super te et maneat semper. Amen. 54


Afmo. P. en el E. S. y M. Pablo M. Guzmán M.Sp.S.(firmado) [73 bis]

Ejercicios Espirituales del 28 de diciembre de 1953 al 6 de enero de 1954 en el Seminario de Lima Perú, Año Mariano. (74) Día 28. - Lunes. - Entrada. (74) Con todo el amor de mi alma consagro los presentes Ejercicios al Espíritu Santo y al Corazón Inmaculado de María, para que formen definitivamente a Cristo en mi alma y pueda ser y aparecer como verdadero hijo y Adorador del Padre “en Espíritu y en Verdad”. El grito de mi alma Sacerdotal: “¡Espíritu de Amor, en Ti confío.” S.J. S.M. SR. ***

Día 29. - Martes. Primer día de Ejercicios. (74) Con la misma sencillez de los años anteriores, vengo a poner mi alma en la presencia de Dios para decirle: “Domine! quid me vis facere?”… Hace un año me pareció sentir el impulso del Cielo para comenzar en forma más directa mi acción Sacerdotal. Como tanto lo he deseado. Y unos cuantos días después de mis Ejercicios recibí la orden de venir a Lima al Seminario, donde me nombraron Director Espiritual. En un grande espíritu de fe recibí esta orden, y gracias a Dios he sentido una paz muy grande. El Señor me ha acercado a nuevas almas, y mi deseo ha sido impulsarlas a la intimidad con Dios y con la Santísima Virgen. Pero en verdad me parece que ésta ha sido una escala únicamente en esa gran ruta que quiero recorrer para la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima. Sólo Dios sabe sus designios; pero a mí me toca estar atento, orar y esperar a que su Providencia siga manifestándose en mi vida a través de la obediencia. [74] ¡Que El ilumine a mis Superiores para que por ellos conozca siempre el beneplácito divino! Esto en cuanto a lo exterior; pero en mi vida interior deseo hacerla más íntima, y por eso vengo a ponerme bajo la dirección del Espíritu Santo y de María, con la plena seguridad de que no serán defraudadas mis esperanzas, y que a pesar de mis miserias el Señor siga siendo para mí el Dios de las Misericordias; y que el Corazón de Jesús me siga introduciendo en su parte más secreta, donde guarda lo que más ama, el amor a su Padre, el amor a su Madre Santísima, el amor a las almas Sacerdotales y escogidas. *** Quiero

comenzar

mis

Ejercicios

como

lo

he

hecho

esta

mañana 55


encomendándolos en mi Santa Misa. Quiero comenzarlos con un grande acto de contrición por todas mis faltas e infidelidades a la gracia y al amor divino; por mis negligencias en ese amor y en el servicio de las almas. Quiero después, como siempre lo he hecho, dar gracias anticipadas por todas las que recibiré en estos Ejercicios. Y ahora, sin más plan que el de ponerme ante Dios, revestido de la hermosura de Cristo, de los méritos de Cristo, contemplar como Cristo en el amor del Espíritu Santo, la Faz del Padre, recibir el beso del Padre; sentirme envuelto en la mirada del Padre, dándole así a mi alma su alimento, su dicha, su paz y todo lo que mi buen Padre quiera concederme para que sea más grata a sus divinos ojos. En mis meditaciones de este día he podido entrar fácilmente en Dios, dominando en mi alma la impresión o el sentimiento de alabanza y gratitud. Alabanza a Dios por su grandeza, bondad y hermosura; de gratitud a los Santos y a las almas que han amado mucho a Dios. He gozado mucho espiritualmente al considerar la grandeza y hermosura del Alma purísima de María. Muy conmovido por sus dolores de Soledad, pero al mismo tiempo vivamente impresionado por su “espíritu de fe”, cuando en medio de su desolación vivía en la fe de la [75] Eucaristía. Muy unida a su Divino Hijo, siempre creyó en su Palabra; siempre se ofrecía con El como Víctima al Divino Padre. Y ese Sacrificio aumentó la fe y el amor en la Naciente Iglesia. *** Algunos pensamientos e ideas que me han impresionado: “El primer contacto del Verbo con la Virgen de la Encarnación crea en Ella una Maternidad divina, que introduce todo el Misterio de María en el secreto más íntimo de la Vida Trinitaria hasta darle como Hijo al propio Hijo del Eterno”. “La partida de Jesús para el Cielo, privándola de golpe de la presencia visible no sólo de la divinidad, sino también de la humanidad de su Hijo, lejos de aminorar su unión con Cristo, no hizo sino que fuera más divinamente pura. Fue entonces el triunfo de la fe en el Alma de Virgen de la Encarnación y la entrada de la Eucaristía en su vida que le comunicaba al mismo Hijo, al mismo Dios.” “¿Qué mirada humana osaría medir la profundidad de la intimidad en que el alma de la Madre y la del Hijo se volvían a encontrar en la Eucaristía? En cada uno de sus Misterios el alma de la Madre de Dios había progresado en mérito y en santidad. “Ya la primera gracia sobrepujaba en plenitud a la suma de todas las gracias de todos los Ángeles y de todos los Santos juntos. La Maternidad Divina había venido a elevar a la Virgen de la Encarnación hasta los confines de la divinidad en el interior del orden hipostático, que toca sustancialmente por la persona del Hijo, el término más secreto de la vida íntima de la Trinidad… En el atardecer de su vida, su caridad totalmente divina alcanzaba tanta intensidad y tanta pureza de amor, que resulta imposible para una creatura concebirla, mucho más aún expresarla.” “Uniendo al Sacrificio Eucarístico su vida de amor, de expiación, de adoración, de ruego y acción de gracias, la Madre de Dios sostenía con sus méritos, su poder de 56


reparación y de intercesión, a los discípulos [76] de Jesús en sus trabajos apostólicos, a los mártires en sus sufrimientos, a la Iglesia entera en sus combates por Cristo.” (P. Phillipon). ***

Día 30. Miércoles. - Segundo de Ejercicios. (77) ¿Por qué, habiendo cosas tan sublimes en la vida espiritual, se preocupa tan poco el mundo de ellas? Seguramente que por falta de reflexión, por no meditar en ellas. Unos cuantos días de lecturas santas y de reflexiones profundas fueron suficientes para cambiar de rumbo por completo el alma de Ignacio de Loyola. Pero esas lecturas y reflexiones estuvieron animadas e iluminadas por el Espíritu Santo. Sin esa luz, sin la gracia, nunca nos levantaríamos del mundo material al divino. ¡Cuánta necesidad de esas luz del Espíritu Santo. Jesús prometió que Él, (el Espíritu Santo), nos enseñaría toda verdad y que entonces seríamos testigos de esa Verdad enseñada por el mismo Cristo. Creemos a veces que el reino de los sentidos es invencible, y sin embargo ¡qué débil y miserable aparece cuando se le enfrenta al reino espiritual y divino! Las emociones más profundas son las del espíritu, cuando éste reina, la materia se somete. Y si sabemos que el Espíritu Santo es el gran Maestro de la vida espiritual, ¿por qué no Lo llamamos? ¿Por qué no ofrecemos el Sacrificio de Cristo al que nunca resiste, para que venga a nosotros? ¡Oh Espíritu de Amor!, mi alma tiene sed de Dios. Quisiera penetrar en los secretos del amor divino, y poder comunicarlos a las almas. Quisiera convertirse en apóstol del Corazón de Cristo, y para ello primero comprenderlo y consolarlo. Quisiera comprender a fondo aquella verdad del Evangelio: Jesús vino a buscar y quiere ante todo la gloria de su Padre y luego la salvación de las almas. No buscar lo que El buscó es perder el tiempo. No amar lo que El amó, es causarle una pena muy íntima. [77] Por eso quiero que Tú seas mi Luz y mi Maestro, que Tú me hagas conocer a Cristo. Quiero entrar de lleno en sus miras; quiero vivir para El y los dos para el Divino Padre. Quiero amarlo como su Padre Lo ama y amar al Padre con el Amor de Jesús. Y como ese Amor eres Tú, oh Espíritu Santo, quiero poseerte y que me poseas completamente. ¿Qué quieres para concederme esa gracia de gracias? ¿Qué quieres para ser el Amor de mis amores? Solamente una cosa será infalible para conmoverte, y es presentarte a Jesús Crucificado, ofrecértelo ahora desde la Hostia Santa en el Altar del Sacrificio y ponerlo en tus manos por medio de María como allá en el Calvario. Recíbelo pues, oh Espíritu Santo, yo te lo ofrezco por medio de María, y con Él en mis manos Sacerdotales te digo: “por esta divina Víctima purifícame; por esta divina Víctima ven a poseer para siempre mi alma”… Sí, Espíritu Divino, quiero sentirte mío y que Tú me sientas Tuyo. No quiero únicamente que aumentes mi amor, no, quiero que lo transformes, que lo divinices, en 57


una palabra, que Tú seas mi Amor. Y quiero que seas el Amor de todos los Sacerdotes, de todas las almas que deben imitar a Cristo. *** Mis meditaciones acerca de los fines de la Misa y del Sacrificio de Cristo, llenan mi alma de consuelo y son un fuerte reactivo contra toda tentación de desaliento. ¡Qué dicha poder ofrecer diariamente ese gran Sacrificio y glorificar plenamente a la Trinidad Santísima! Al sentirme profundamente conmovido por la gloria del Sacrifico Eucarístico, se revolvió en mi alma aquel deseo ardiente de predicación Sacerdotal, y le pedí a Jesús que se conmoviera con esos deseos, y por El con El me concediera realizar mis anhelos de glorificación del Padre y de la Trinidad Santísima. ¿Cómo dudar de que todo me será concedido, si es el deseo mismo de Jesús puesto por El en mi alma Sacerdotal? [78] *** Comencé a retocar mis esquemas sobre la Misa, etc. Creo que ahora el plan del trabajo está claro y de fácil desarrollo. ¡Que el Espíritu Santo le dé vida! ***

Día 31 - Jueves. Tercer día de Ejercicios. (79) FIN DEL AÑO 1953. En la Santa Misa pedí perdón por todas mis faltas del presente año. Dí gracias por los incontables favores recibidos, y terminé la Novena de Misas en honor del Beato Pío X. Puedo asegurar que mi vida ha sido de fe. Desde niño creí en el amor de Dios para mi alma, y sin fórmulas, pero en la sencillez del corazón, me entregué a ese amor. Nunca, desde niño, he sentido en mi alma un amor que desplace al de Dios. Amé a las criaturas y sentí su amor; pero siempre flotaba por encima de todo el amor divino. Por haber creído en el Amor de Dios, abandoné mi hogar desde niño para emprender estudios que me consagraran por completo a Dios. El Amor de Dios me hizo sentir las primeras cruces íntimas de mi vida, cuando me dí cuenta de que era ofendido por seres que yo amaba. Y fue el dolor el que ató más fuertemente mi alma a Dios y el que fue purificando e intensificando mi amor. Creí en el amor de Dios en los días oscuros cuando parece que iba a perder el camino y el ideal de mi vida. En la oscuridad no me aparté de Dios, y El hizo brillar la luz y pacificar mi alma. Creí en el Amor de Dios cuando lo dejé todo para abrazar mi vocación Misionera y Religiosa. Y cuando mi alma era fuertemente azotada, la lucha me encontró muy metido en 58


el Corazón de Dios, y en medio de la lucha sentía el gozo puro e inmenso del Espíritu Santo. Y cuando en mi Noviciado busqué la nueva luz del Cielo que me señalara el camino más corto para llegar a mi fin como Misionero del Espíritu Santo, al recibirla, creí en aquella luz que me fundía para siempre en [79] el Corazón de Dios, al consagrarme como Apóstol del Espíritu Santo. Y fue tan clara, tan fuerte, tan divina aquella luz, que desde entonces ha iluminado el camino de mi vida, y lejos de extinguirse, ha ido abriendo nuevos senderos de luz que me han descubierto al Corazón de Cristo y me ha llevado al Seno amorosísimo del Padre. Senderos donde encontré de nuevo a la Santísima Virgen, el Ángel de mi vida desde que era niño. La encontré dolorosa y me quedé con Ella espiritualmente para acompañarla en la Casita del Monte Sión de su Soledad desamparada. Y Ella me alcanzó la gracia de entrar más profundamente en el Corazón de su Divino Hijo y gustar un poco de su Cruz íntima. Ella me alcanzó la gracia de conocer toda la doctrina y los documentos íntimos, patrimonio de las Obras de la Cruz. Ella me alcanzó la gracia de ser recibido con confianza por mis Santos Fundadores y poder leer en sus almas lo que Dios les había enseñado y compartir en legítima herencia la pureza de su espíritu. Ella me llevó al Espíritu Santo para formar en mi alma al Cristo Adorador del Padre. Yo no lo comprendía entonces; pero la preparación de mi alma era muy clara: Jesús quería llevarme al Padre. Y se valió para ello, en lo humano, de los ejemplos y doctrina de mi Amadísimo Padre Fundador Félix de Jesús; y también como un premio a mi fe en la obediencia, sentí una facilidad muy grande para escribir y hablar del Divino Padre cuando recibí indicación de hacerlo. Y ¡qué hermoso este nuevo aspecto de mi vida, cuando encontré la luz que me descubrió la Faz del Padre! Comenzó entonces la época más feliz de mi vida, y creo que también la más fecunda. No por mí, sino por lo que encontré, por haber sentido la dulzura inefable de la Paternidad divina, Fue entonces cuando este Padre amado quiso hacerme padre espiritual de una nueva familia Religiosa que honrando a la Trinidad Santísima, se complacería en buscar siempre la honra y gloria de ese Padre. Creí en el amor del Padre, y esa fe me dió y ha dado fuerzas para luchar contra todo, porque sé en Quién he creído, en Quién he depositado mi confianza, y a Quién le consagré mi vida. Y con esa fe sigo adelante como Peregrino del Amor [80] infinito, buscando almas que crean en el Amor de Dios y se le entreguen sin reservas, buscando para el Padre nuevos Adoradores en “espíritu y en verdad”, para el Corazón de Cristo nuevos Consoladores y Sacerdotes Santos; para el Santificador nuevos Apóstoles y templos vivos donde habite y desde donde se manifieste; al Corazón desamparado de María nuevos consoladores y compañeros de su Soledad, nuevos Sacerdotes que como S. Juan, cuiden de Ella, la amen, le den el consuelo de ofrecer con manos puras y corazón ardiente a su Divino Hijo, como Víctima, en todas las Misas, para gloria del Padre y de la Trinidad Santísima. 59


He creído en el Amor de mi Padre Dios, y por eso, a pesar de lo que siento de mí mismo, y que me llevaría a la inacción, voy adelante. Nunca me ha traicionado mi fe. Creo en Dios; espero en Dios; amo a Dios. ¡Gracias oh Dios mío! Que el Nuevo Año, consagrado a María, me lleve adelante en el camino de tu amor y de tu gloria! Gracias oh Padre amadísimo ¡qué Padre eres! Gracias, oh Hijo amadísimo, ¡qué buen Hijo eres! Gracias, oh Espíritu de Amor, ¡qué bueno y misericordioso eres! Gracias, oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, ¡qué Madre eres! Gracias a mis Ángeles Custodios, al de mi Guarda, a los de mi Sacerdocio, ¡qué fieles habéis sido! Gracias a todos los Santos del Cielo que se hayan interesado por mi alma y por mi Ministerio. Gracias a N. P., a N. M., a mis amigos del Cielo. Gracias a S. Teresita, a S. María Goretti, al Beato Pío X, a la Beata Rafaela. Gracias muy especiales a Santa Rosa de Lima a quien desde Novicio consagré mi apostolado. Gracias, amada Santa y M. por haberme traído a este lugar donde naciste y moriste en el amor de Dios. Gracias por haberme puesto en contacto con almas Sacerdotales en el Seminario y fuera de él. Gracias a Monseñor Ibarra, a quien siempre he agradecido su intervención en las Obras de la Cruz. Gracias a mi inolvidable y Santo amigo, el P. Chávez, a quien diariamente invoco para realizar lo que [81] tanto comentamos cuando él vivía. Gracias Dios mío por la Fundación de Bolivia; por la Casa de Puebla; por la Casa del Japón. Gracias en fin, por cuanto deba agradecer, aunque en estos momentos no lo recuerde o no lo sepa. Gracias por las cruces tan profundas e íntimas del presente año. De todas, de las mías y de las de los míos, hago un hacecillo de mirra y desde el Altar de mi alma, en el Corazón Inmaculado de María, lo uno a la Hostia Santa de mi Sacrificio, y lo ofrezco al Divino Padre, para que cuanto antes se complazca en aquellos Adoradores en espíritu y en verdad que El busca y que el Amor y la Pasión de Cristo, su divino Hijo, quieren darle. Así sea! *** Meditando en la Historia de nuestra Congregación y de las Obras de la Cruz, he reflexionado seriamente en nuestra gran responsabilidad como herederos de tantos sacrificios, de tantas víctimas; como objeto de tantas esperanzas, sobre todo de designios tan profundos del Corazón de Cristo en nuestra santa vocación. Gracias a Dios podemos sentirnos dichosos de haberle podido ofrecer a Jesús 60


para gloria de su Padre y de la Trinidad Santísima, el alma Seráfica de nuestro Venerado Padre Fundador y con él las almas hermosas y santas de un Monseñor Ibarra y demás misioneros que ya han muerto. Que la santidad de esas almas proteja mi pequeñez y me ayude a ser fiel a mi vocación y a los designios de Dios sobre mi alma. Y para hacer justicia a esa protección y para glorificar los sacrificios y oraciones de almas tan santas como N.M., etc. quiero decir que a pesar de mis miserias, tengo una sed abrasadora por la gloria de Dios. Todo lo que N.M. y N.P. deseaban para sus hijos, llena de complacencia y de santas ilusiones a mi alma. Como ellos lo deseaban, he procurado envolver en una ternura que desearía fuera infinita, la Hostia de [82] mi Sacrificio diario. Me he ocultado en Ella para ofrecerme al Divino Padre, y para que NO mirándolo sino a El, a su Divino Hijo, encuentre en mí sus complacencias. He pedido con fe inmensa en su Nombre al Divino Padre, y mi oración, mi Divina Víctima ha sido siempre escuchada y aceptada. ¡Cuántos milagros de gracia y de amor he visto realizarse en el Altar de mi Sacrificio, cuando ofrezco por medio de María, la Víctima Divina del Calvario a su Padre amado! Quiero hacer justicia a ese poder infinito del Sacrificio de Cristo y al amor de su Divino Padre, y por eso pregonaré ésos que llamo milagros de amor y de gracia de mi Misa. ¿Cuándo ha resistido mi Padre Celestial a la voz de su Hijo que le habla por mis indignos labios en esa hora solemne del Santo Sacrificio? Y cuando me ha hecho esperar, no ha sido acaso para hacer resaltar más su poder y su amor? ¿Por qué he aceptado, tantos y tan grandes compromisos con Dios y con las almas, sino por la fe inquebrantable en la eficacia de mi Sacrifico y de mi Sacerdocio, que lo son de Cristo? Y ese renacimiento espiritual, esa alegría en el campo de las almas, no son acaso los frutos de aquellos sacrificios, y el premio a la fe de aquellas almas víctimas inmoladas por las Obras de la Cruz, y muy especialmente a favor de nuestra Congregación? ¡Gracias, oh Dios mío! Sigue siendo en tus Oasis y a través de tus hijos y también para ellos, el Dios de las Misericordias! ASÍ SEA. *** AÑO MARIANO 1954.

Día 1°. Viernes, cuarto de Ejercicios. (83) Consagrado a la Santísima Virgen. Lo comencé con el Canto del Veni Creator y consagrándome especialmente a la Santísima Virgen. La Cruz como primer regalo del Cielo y para María. Deo gratias! [83] 61


*** Meditando la Autobiografía y Diario Espiritual de S. Ignacio de Loyola, he encontrado verdaderas revelaciones para mi alma. ¡Qué distinto es de lo que algunos quieren hacerlo parecer! Nos hablan del soldado, y quieren imprimir un sello de dureza en su espiritualidad; pero ciertamente en el Santo aparece el hombre de Dios, sencillo, afectuoso, compasivo. En sus relaciones con Dios aparece el niño que recurre siempre a su Padre Celestial. Modelo acabado de infancia espiritual es San Ignacio. Esa infancia que no es debilidad sino fuerza, porque se apoya en Dios; esa infancia que es luz porque acercándose a Dios el alma, se baña en su luz; esa infancia que es fecundidad porque todos los tesoros y bienes del Padre pasan al hijo; esa infancia que comunica audacia, porque se siente toda apoyada en Dios Padre Omnipotente; esa infancia que es fuente de alegría porque el Espíritu Santo la comunica a las almas sencillas; esa infancia que gusta la conversación con Dios porque El gusta conversar con los sencillos; esa infancia que es verdad, rectitud, sinceridad porque todo esto le comunica su vida en Dios. Allí está explicado el prodigio de santidad de S. Ignacio. Energía y dulzura. Conversación íntima con Dios Trino y Uno, con la gran Madre de Dios, y al mismo tiempo apasionado por la salvación de las almas. Lástima que se quiera hacer aparecer como un simple asceta al que ha sido uno de los más grandes místicos de todos los tiempos que han pasado. Y ¿qué decir de la grande figura Sacerdotal de S. Ignacio? El “apasionado de su Altar y de su Misa”, el que lo hacía girar todo en torno de ese gran Sacrificio. El que vivía de su Misa y para su Misa. El que supo ganar el Corazón del Padre Celestial ofreciéndole siempre por María el Corazón Crucificado de su Divino Hijo. En su amor al Padre Celestial está el secreto de su gran fecundidad. ¡Cuánta razón tenía uno de sus biógrafos, cuando [84] decía que ante la santidad de S. Ignacio, la de sus primeros Compañeros parecía muy pequeña! No porque no fueran grandes Santos, llenos de atractivos divinos como un Pedro Fabre o un Francisco Javier. Pero esas joyas estaban engastadas en la Corona de su gran Padre S. Ignacio de Loyola. ¡Gracias, oh Señor, por haber criado almas tan bellas! ¡Gracias, oh amado Santo, por tanta gloria que le has dado y le darás a Dios hasta el fin de los tiempos! Tu anhelo se cumplió “Todo a la mayor gloria de Dios”. Eso fue tu vida; eso sigue siendo en tus hijos, en tus obras, en tus ejemplos. Ruega por mi Sacerdocio que también, como tú, quiere la gloria de Dios. ¡Ayúdame! Tú sabes todo lo que quiero decirte. ¡Gracias! *** CONSAGRACIÓN COMO ADORADOR DEL D. P. (Sac.) ¡Oh Padre amadísimo! movido por los ejemplos de Jesús, y sabiendo por El, que Tú buscas adoradores en “espíritu y en verdad”, quiero, en la sencillez de mi corazón, ofrecerme en unión con tu Divino Hijo, el Verbo Encarnado, tu primer Gran Adorador, 62


para rendirte esa suprema Adoración. Como Sacerdote me uniré diariamente al celebrar la Misa, a los fines que Jesús tuvo al inmolarse en la Cruz, que son los mismos que ahora tiene al ofrecerse en el Altar, y que se reducen todos a glorificarte, oh Padre amado! Su Adoración es mi Adoración, lo mismo que su Expiación, Acción de gracias y petición. Que este homenaje que en unión de tu Divino Hijo te ofrezco, conmueva tu Corazón, oh Padre, y alcance una gloria inmensa para la Trinidad Santísima y el remedio de las graves necesidades que afligen a la Iglesia. Que el amor de tus Adoradores, encabezados por Jesús y por María Inmaculada, aplaque tu justicia y nos alcance la paz en el Espíritu Santo. Que la Iglesia sea glorificada por sus Sacerdotes Santos y que demos un paso definitivo en la unidad, ha[85]ciendo que vuelvan al redil todas las ovejas extraviadas. Que así sea, oh Padre amado! Por el amor de tu Divino Hijo, y por la ternura infinita de tu amor Paternal. ¡Oh María, Madre mía! así como ofreciste a Jesús en el Calvario como Supremo Adorador del Padre, dígnate ofrecerme en su unión en el Altar de mi Sacrificio, y ayudarme con tu poderosa intercesión para ser fiel todos los días de mi vida al ofrecimiento que acabo de hacer. Amén. *** OFRECIMIENTO DE A. DEL D.P. No. Sac. ¡Oh Padre amadísimo! Por las manos purísimas de María y en unión con Jesús Crucificado, tu Supremo Adorador en espíritu y en verdad, me consagro en este día como Adorador Tuyo. En la Hostia Santa donde se ofrece a tu gloria y a la gloria de la Trinidad Santísima tu Divino Verbo Encarnado, quiero ofrecerte la pequeña hostia de mi alma, y de mi vida. Mis ideales serán siempre los de Jesús. Nada me preocupará sino unirme a sus intenciones. Por El, con El y en El, a Ti oh Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria. Que tu Divino Hijo te siga hablando desde la Cruz de su Sacrificio Eucarístico. Yo me uno a El. Oh María mi buena Madre, dígnate ofrecerme en unión con tu Divino Hijo, y alcanzarme la gracia de realizar el ideal de todos los llamados para adorar al Padre en espíritu y en verdad, y para ser glorificadores de la Trinidad Santísima. Así sea. *** Y ahora, oh Padre amadísimo, mi humilde oración Sacerdotal. Hace 20 años te escribí aquella Oración de fuego [86] para pedirte los 63


Adoradores que Tú quieres, en espíritu y en verdad. Esa oración recibió la aprobación de mi amado Padre y Fundador, tu grande Apóstol, el V.P. Félix de Jesús. Desde entonces he procurado hablar de Ti y formarte en cuanto he podido esas almas. Mis palabras no han caído en tierra estéril. Tú sabes en cuántas partes y cuántas almas te aman con amor de predilección. Pero, oh Padre! Mi Misión está muy lejos de terminarse; pero en cambio se van acabando los años de mi vida. No sé lo que tu Providencia tenga dispuesto de mí; pero anhelo vivamente aprovechar hasta el más pequeño instante de mi vida en buscar la gloria que el mundo te debe y que tu Divino Hijo vino a buscar, inmolándose en la Cruz. Preveo que los enemigos han de luchar desesperadamente por impedir esa gloria que para Ti busco, oh Padre amado! Y vuelvo a suplicarte con toda la fuerza de mi oración Sacerdotal, que uno a la de Cristo y a la de María, que no permitas el triunfo de esos enemigos. Te pido que los humilles y que muestres tu poder en la pequeñez de tu siervo e hijo. ¡Cuántas veces he admirado ese poder! ¡Cuántas veces te he confesado en el interior de mi alma como el Padre Omnipotente de infinita ternura! En este Año Mariano quiero ofrecerte en honor de María Inmaculada una pléyade escogida de nuevos adoradores, y aumento en el fervor de los que ya se han consagrado. Pero ¡oh Padre! Tú bien sabes que no cuento sino con mi buena voluntad! Siento que mi alma sigue siendo pequeñita; pero también siento tu amor y por eso me lanzo lleno de fe a mis grandes conquistas. Voy atado a la Cruz de Cristo, llevo la elocuencia irresistible de su inmenso Sacrificio. No hablaré yo sino el clamor inefable de la Preciosa Sangre. ¡Oh Padre! te habla un Sacerdote que quiere tu gloria y los consuelos para el Corazón de Cristo. ¡Gracias, Padre mío! ¡En Ti confío! En tu nombre voy adelante. [87] ¡Oh Padre, alegría de mi Sacerdocio y de mi vida, enseña una vez más al mundo que tu Reino es para los pequeños que ponen toda su confianza como hijos de la ternura infinita de tu Amor! AMÉN. *** Y así termino este primer día del año que muy especialmente he querido consagrar a mi Padre Celestial. Mi alma ha sido probada pero en su fondo está serena y segura del triunfo porque sólo busca la gloria de Dios. ¡Habla Señor, para que todos sepan que Tú estás conmigo y con todos los que buscamos tu gloria! ***

Día 2.- Sábado. Quinto de Ejercicios. (88) Como todos los sábados, ofrecí la Misa por la Maternidad divina de María. 64


*** N. M. “…El Verbo siempre tiene y ha tenido sed de comunicar su dicha, esa inefable dicha en que está sumergido eternamente, y no encontrando cómo, el Verbo se hizo Carne, no halló otro recurso la infinita Sabiduría que la satisficiera, no podía encontrar otro teniendo en cuenta lo que El es, sino el recurso del Amor, la pérdida de la humanidad; y por esto sólo por esto, el Verbo se hizo Carne. “Qué importaba que ni los Ángeles en su creación, ni el Cielo entero comprendiera ese paso de infinito abajamiento, ese abismo sin fondo de la bondad de un Dios? En el entendimiento del Padre se concertó aprobándolo la Divinidad, y el Verbo, sin vacilar, siendo la misma voluntad con el Padre y el Espíritu Santo, ese Verbo se hizo Carne, siendo esto el mayor asombro de los Cielos, y en el hombre, ah! la más negra ingratitud. “Tampoco le importó al Amor Infinito que el mundo no comprendiera jamás semejante dignación, supe[88]rior a todo angélico y humano entendimiento, y que lejos de esto, los hombres en su ceguedad, en su pecado, y lo que es más, en su ingratitud, crucificaran a una hechura del Espíritu Santo, a Mí, a Mí, que recibí el alma y la vida material de ese Santo Espíritu, con el concurso de una creatura, Virgen sin mancha y perfectísima, escogida desde toda la eternidad por el mismo Dios, purísima e inmaculada; pero al fin creatura. “Todo esto lo abarcó el amor; porque todos los millones de pecados e ingratitudes aumentarán la justicia en el sentido del castigo y las penas para los pecadores; pero no podrán rebajar un solo átomo del amor y de la misericordia del Verbo, que se hizo Carne, para poder ser Víctima”. *** Y mi alma sintió renacer como un volcán en erupción, aquel fuego de amor por el Verbo Encarnado, que me llevó a buscarle “Víctimas de gratitud”. ¡Qué cierto es que los dones de Dios son sin arrepentimiento! Ese don, que me hizo el Espíritu Santo, NO se ha perdido, pero se ha aumentado con los dones del mismo Verbo Encarnado: el Don de su Padre y el Don de su Espíritu. No quiso que el homenaje de gratitud fuera sólo para El, y lo extendió a su Padre y al Espíritu Santo. Por eso las almas víctimas florecieron; pero como víctimas de gratitud a la Trinidad Santísima. Y quiso Jesús, ese Verbo Encarnado, ser El mismo el “Alma” de esa acción de gracias, que se transformara en Adoración, en expiación y en súplica, ofreciendo su inmolación en la Cruz, ofreciéndose en la Hostia de su perenne Sacrificio Eucarístico. Y es tan grande la Víctima y tan poderoso el Sacrificio, que forma las delicias y la gloria de la Trinidad Santísima. Es el homenaje perfecto para el Divino Padre, que se complace en él. Es la gloria perfecta para el Verbo, que se muestra en sus perfecciones infinitas como Hijo que buscó la gloria del Padre, y como Hijo que re[89]cibió todo el amor y la ternura infinita de ese Padre. 65


Es la gloria plena del Espíritu Santo, Amor Infinito, que inspiró la Encarnación, que la realizó por el Verbo en María; que llevó a Jesús a la Cruz, y que Lo ofreció en su triunfo como Hostia Inmaculada al Padre Celestial. Es la gloria de ese Espíritu que, como fruto de ese Sacrificio, se ha comunicado al mundo para obrar la Santidad; para transformar las almas en Cristo y dar gloria al Padre y a la Trinidad Beatísima! ¡Cuántos misterios de Amor y de gloria en la Encarnación del Verbo! *** Profundamente impresionado por esas meditaciones sobre el Verbo Encarnado, renové mi amor agradecido y mis propósitos de hacer conocer o reconocer estas verdades a las almas escogidas, Sacerdotes, Religiosos, etc. El sabe cómo y cuándo será esto. ***

Día 3. - Domingo. Sexto de Ejercicios. (90) FIESTA DEL DULCE NOMBRE DE JESÚS. ¡Cuántos recuerdos y qué gracias tan grandes nos trae a la memoria esta Fiesta bendita! Fue entonces cuando N. M., encendida en amor de Dios y ansiosa de salvar almas, lanzó aquel grito de amor: JESÚS, SALVADOR DE LOS HOMBRES, SÁLVALOS! Y se grabó con hierro candente el Monograma JHS en su pecho. Entonces nacieron las Obras de la Cruz, como una respuesta del Corazón de nuestro Divino Salvador; y con ellas la vocación de tantas y tantas almas que habrán de formarlas y de aquellos millares que por su medio se salvarán. Ese día pues, nació mi vocación a las Obras de la Cruz. Puedo asegurar que desde que las conocí las amé con amor de predilección y que he encontrado en ellas todo el ideal de mi vida para la gloria de Dios. En pos de N.M. millares y millares de hijos de la Cruz seguiremos diciendo: JESÚS, SALVADOR DE LOS HOM[90]BRES, SÁLVALOS! En nuestros Escapularios y más aún en nuestros corazones, llevamos grabado el Nombre de Jesús. ¡Gracias, oh Jesús, por haber mandado estas Obras al mundo! ¡Gracias por mi vocación a ellas! ¡Gracias por haberme hecho Padre de una Obra que quiere formarse según el espíritu de esas Obras y ayudarlas en todo lo que puedan. ¡Gracias, por todo lo que sabes que debo y quiero agradecerte! ¡Madre mía, ayúdame a dar gracias! N.P. y N.M. desde el Cielo den gracias en mi nombre y en nombre de todos los que formamos las Obras de la + y de los que por ellas han de santificarse y salvarse! *** ¡Cuánto goza mi alma meditando en el amor inmenso de algunos Santos para Dios! En primer lugar el amor del Corazón Inmaculado de María, de San José. De Santos como S. Benito, S. Francisco de Asís, como los grandes Patriarcas y Fundadores de las grandes Órdenes Religiosas, como un S. Ignacio de Loyola, como N. 66


Madre en estos tiempos, como el ardiente y seráfico amor de N.P. Félix, etc. etc. Y me lleno de gratitud a Dios y a ellos. Y por eso mi vida la he ofrecido como “hostia de acción de gracias” por todo lo que haya que agradecer, por todo lo que hayan recibido las almas y por todo lo que han dado. Especialmente los Sacerdotes y las almas escogidas. Ese es también el fin íntimo de mis Misioneras; por eso las llamé “EUCARÍSTICAS” y DE LA TRINIDAD. Mientras haya algo que agradecer, su vocación será necesaria y de actualidad; pero como la gratitud perdurará eternamente, en el Cielo estarán en su verdadero Centro, agradeciendo con Cristo y con María eternamente las Misericordias del Señor. ¡Qué hermosa vocación! Quiera el Señor hacernos dignos de ella! Así, lejos de envidiar a nadie por sus gracias, nos alegraremos con ellos porque nos dan ocasión de agradecerlas. Es un favor para nosotros [91] el que reciba cualquier alma. ¡Señor! dame muchas, muchísimas de esas almas para perpetuar la acción de gracias. Dame sobre todo Sacerdotes y almas Sacerdotales! ¡Oh Jesús! Tu Sacrificio es mi acción de gracias. Con eso te pagaré todo. Quiero mucho; pero mucho… para Ti y para tu Padre y el Espíritu Santo. AMÉN. *** EUCARISTÍA N. M. …“Para esto, para esto principalmente el Verbo se hizo Carne, para poder ser Carne de esa carne, después de haber sentido, no su pecado, porque mi carne fue impecable; pero sí su dolor, sus necesidades, sus miserias mismas. “¡Oh dignación soberana del amor de un Dios! Como esa Carne bendita viene de María, el que la recibe se hace enemigo de Satanás. Odia tanto la Eucaristía por la participación de María en el Verbo Encarnado, que es su mayor tormento. “Y mira otro secreto: a las almas que Yo escojo para la E.M., a ésas odia Satanás; pero tampoco puede acercárseles, tiene marcados sus límites, y esto lo desespera. Todo lo que tiene reflejo con la Encarnación, lo carcome. Y la Eucaristía ¿qué más reflejo para desesperarlo? “La Eucaristía es la Encarnación perpetua en las almas; otra especie de encarnación que concluye cuando se corrompen las especies Sacramentales, dejando sólo sus efectos, y por eso Satanás le hace tanto la guerra, porque sabe el bien que las almas reportan, no dándome ellas nada, sino recibiendo abundancia de gracias y de méritos. “Y sabes cuál es el fin de la Eucaristía entre muchos? La glorificación de los Cuerpos para la glorificación. Nadie va al Cielo sin la participación de mi misma Substancia, y por la asimilación de mi [92] mismo ser: y la Eucaristía es el más poderoso medio para esta transformación, dejando en las almas y en los cuerpos que la reciben con las debidas disposiciones, el germen de la inmortalidad para la glorificación eterna”. *** En mi oración, meditando estos temas de la Eucaristía, la Encarnación, etc., me 67


sentí muy movido a pedir a mi Padre Celestial, en nombre de su Divino Hijo, que confirme mi vocación y mi Misión Sacerdotal. Yo no tengo ni soy nada; pero El puede hacer el prodigio. El me dará luz y ciencia divinas. Que no tema mi Congregación pues cuanto haga por ayudarme, Dios lo recompensará; que no tema mandarme solo, pues mi protección serán tantas almas Sacerdotales que trataré; la presencia de los Obispos, tantas almas santas que Dios pondrá en mi camino. Yo sacrifico la vida común para darle a Jesús este consuelo y a Dios Trino y Uno esa gloria. ¿Qué dinero mejor empleado? ¿Qué fuerzas mejor gastadas? ¿Qué empresa más digna de correr por ella todos los peligros? Una sola cosa me detendría y aun rogaría que nada se hiciese, y es saber que eso, no hacer lo que pretendo, diera más gloria a Dios. ¡Virgencita de la Encarnación! Madre Dolorosa y Sola en tu desamparo de 25 años después de la Ascensión de tu Divino Hijo, Tú como Madre de Jesús y como Madre mía, no puedes dejar de interesarte por mi causa. Tú que quieres la gloria de tu Hijo; Tú que anhelas como nadie entre las puras criaturas que cese esa ingratitud humana y esa incomprensión para nuestro Divino Redentor; Tú que eres Reina de los Apóstoles, apoya mi petición y sal por Fiadora de mi alma. Guárdame en tu Corazón; lléname del Espíritu Santo, y así daré feliz cumplimiento a mi Misión. Pero esta gracia pide otra, la de mi unión íntima con Jesús. Dámelo, oh Madre! Tú estás conmigo para amarlo. El Espíritu del Padre me dará el amor que El quiere. ¡Gracias Madre mía! [93] REFERENCIAS VARIAS. R.P. Philipon “Los Sacram. en la vida Cristiana.” “Para comprender los sentimientos íntimos de Cristo durante la Misa, basta remitirse a los sentimientos interiores del alma Sacerdotal de Cristo durante su vida mortal. “Desde el primer instante de la Encarnación, un doble movimientos animaba día y noche el alma de Cristo: la gloria de su Padre y la redención del mundo. Toda su psicología de Cristo se desenvolvía en torno a esos dos sentimientos. Pero el pensamiento dominante, principio de unidad en toda su vida espiritual de Verbo Encarnado, sigue siendo, sin lugar a dudas, su afán primordial por la gloria del Padre. Quien no haya penetrado hasta allí, no ha entrado en el Misterio del Hijo de Dios hecho Hombre. “Las únicas palabras de Jesús, conservadas en los Evangelios, en medio de treinta años de silencio y que aparecen de repente, fulgurantes e iluminadoras como un relámpago, nos descubren, todo su Misterio de Cristo, nos le muestran en una intimidad de todos los instantes con su Padre. '¿No sabíais que es menester que Yo esté enteramente en las cosas de mi Padre? ' (Lc. II-49). 68


“Oírlas debió ser para su Madre un deslumbramiento! En cuanto a nosotros, lo sabemos, son la luz bajo la cual debemos leer todo el Evangelio. Los episodios en apariencia más alejados de esta perspectiva, siempre nos conducen a este pensamiento verdaderamente dominante. “En esa escena tan emocionante del encuentro de Cristo con la Samaritana, para no citar sino un ejemplo, a quien el Salvador de las almas viene a sorprender en su frivolidad para hacer de ella una adoradora 'en espíritu y verdad', el personaje invisible, el más presente en el pensamiento de Jesús y que domina todo, ¿no es por ventura 'el Padre en busca de tales adoradores? ' (S. Juan IV-23)… “Reduce a esta revelación del Padre toda su misión aquí abajo: 'Padre, he manifestado tu Nombre a [94] los hombres… Yo te he dado gloria' (S. Juan XVII, 4-6) Y su sublime oración Sacerdotal, que nos descubre los sentimientos más íntimos de su alma de Cristo, no es sino una efusión de ternura hacia su Padre. …Es preciso entrar en esas profundidades del Misterio de Cristo para comprender los sentimientos actuales de Jesús mientras celebra El, con su Iglesia, el Santo Sacrificio de la Misa.” *** En los Ejercicios de hace un año escribí lo que llamé “Un sueño Sacerdotal”, poniendo en labios de Jesús aquellas palabras dirigidas a mi alma: “Como mi Padre me envió, así Yo te mando. Levántate y ve…” Y hoy, en lo que pudiera llamar continuación de ese “Sueño Sacerdotal” comenzado en el Oasis de N.H. de Puebla y ahora en la Capilla del Seminario de Lima, quiero hacer hablar al Sacerdote que le responde a Cristo: “Aquí me tienes, Jesús Mío! cumpliendo tu divino mandato. Ante tu deseo, manifestado por la voz de mis Superiores, ni siquiera me detuve a pensar en lo que dejaba. No porque no lo amara, sino porque la alegría de servirte echó un velo a todas mis penas y aun logró comunicarles algo de mi gozo íntimo en medio del sacrificio a los seres amados. “Goce porque sabía que mi sacrificio sería fuente de bendiciones para ellos. Y si acaso pasó por mi mente el partido que el demonio trataría de sacar con mi ausencia, me sentí muy seguro y tranquilo porque “esas almas correrían por tu cuenta”. “Y en esa fe, quiero seguir adelante. He comenzado a gustar las dulzuras de la entrega total a tu servicio. Tú has sido la alegría de mi alma; tus ideales son los míos. “Quiero seguir adelante; pero más unido a Ti. Quiero que tu Padre te contemple en mi alma. Quiero amarte más y más con el Espíritu Santo. “¿Me concederás esa gracia? “Acuérdate que soy Peregrino, y no quiero viajar solo. Necesito tenerte siempre en mi alma para hablar jun[95]tos de todo lo que vea a la gloria del Padre. Te necesito para que seas mi “gran Suficiente” en todo. Te necesito para ofrecerte siempre como Víctima preciosísima a tu Divino Padre. Te necesito para que seas mi Adoración, mi Acción de gracias, mi Reparación y mi Imploración. Te necesito para amarte como tu Padre te ama. Te necesito para ofrecerte siempre el Amor de María. Te necesito para darte a las almas Sacerdotales y a las almas puras que pondrás en mi camino. Y 69


también Jesús mío, te necesito porque Tú me amas sin merecerlo y quiero darte el gusto de que me tengas muy unido a Ti; para que me ofrezcas Contigo a la gloria de tu Padre, a la gloria de María, por las almas. Para que me ames más y más, pues tengo sed de amor, de tu Amor; para que cubras con tu Preciosa Sangre tantas miserias de mi alma. “Para todo eso, y todo lo que Tú sabes, te necesito y me necesitas (por tu bondad) oh Jesús mío! -¿Cómo podría Jesús dejar de contestar a quien así lo llama, con palabras como éstas? “Aquí me tienes, hijo mío, recíbeme, me entrego a tu amor y a tus cuidados para siempre. Hace un año te entregué lo que más amaba, la gloria de mi Padre y de mi Madre. Hoy me entrego a Mí mismo. Ámame porque tengo sed de amor; pero muy especialmente de Amor Sacerdotal. Hazme amar de esas almas que como ningunas han recibido la divina fecundación del Padre. Quiero que me amen en el Espíritu Santo como mi Padre me ama…” El alma Sacerdotal: “Gracias Jesús mío! Yo te recibo con el Amor de tu Padre, en el Espíritu Santo. “Te doy nuevamente mi alma y voy a buscar las almas que quieres. Ábreme las puertas donde se esconden. Sí, Jesús mío, las tendrás porque te las dará el Amor de tu Padre y de María, y también mi pobre amor Sacerdotal.” AMÉN. P.S. ¿Sueño o realidad? Si fuera sueño, ¿qué le falta para convertirse en realidad si Dios lo quiere y si el Sacerdote lo anhela? [96]

Día 4.- Lunes. Séptimo de Ejercicios. (97) Mi alma quedó muy unida a Dios, y por la noche cuando despertaba, sentía clarísima esa presencia acompañada de una paz profunda, de ésa que el mundo no puede dar. En la Santa Misa dí gracias y renové mis ofrecimientos. *** N. M. 1907. “Los Oasis, ya te lo he dicho, deben amar mucho al Padre, invocarlo, adorarlo y ponerse bajo su protección abandonándose a su voluntad.” *** …“Yo te prometo que darán estos Sacerdotes mis hermanos, un poderoso apoyo a la Iglesia, un inmenso impulso a las almas, y mucha gloria a la Trinidad; y no tan sólo a la Trinidad en Si misma o juntas las Divinas Personas, sino a cada una en particular, que esto se encuentra como muerto en el mundo y aun en cada corazón. “¡Qué poca gloria especial reciben, el Padre, el Espíritu Santo y aun el Verbo mismo como Persona Divina! Se me honra a Mí en Mi humanidad inseparable del 70


Verbo, ciertamente; pero qué pocos piensan en esa unión existente entre las dos naturalezas; todas las almas se van a lo exterior, y con esto, no se me honra como se debiera honrar, es decir, más a mi Divinidad que a mi Humanidad. Y esto les toca hacer que se haga a los M.Sp.S., parte muy escogida del Espíritu Santo. “Deben ellos dar su realce a esa gratitud para con el Verbo… a esa Adoración al Padre, y a ese culto externo e interno al Espíritu Santo. “So pretexto de que es muy alto lo del Verbo, no se le hace conocer a las almas. Muy poco de Él se predica, y la mayor parte no sabe ni lo que le deben. Sin embargo, mi vida humana fue anonadarse como hombre, honrándolo.” [97] “Y el mundo no lo conoce… y ni los Suyos piensan en El… y los corazones huyendo de la luz, viven en las tinieblas. ¡Por eso hay tantos errores, porque les falta la claridad del Verbo a las almas; por eso hay tanta frialdad, porque el Espíritu Santo no calienta los corazones; por eso la tibieza inunda el mundo espiritual, porque no meditan en ese Verbo hecho carne por amor; en el por qué de su Encarnación, en el para qué se hizo Hombre. “Y si el bochorno, diré, me cubría en mi vida mortal ante la Divinidad encarnada en Mí, al ver cómo no se la tomaba en cuenta, hoy me cubre igualmente porque las almas han arrinconado lo divino, y se extingue la fe, y se vive de los sentidos. “Y a esto vendrán los R. d l C. M.Sp.S.: a encender fuego a la tierra, a iluminarla y calentarla con la palabra de Dios, que es el Verbo a darla a conocer, a abrir otra vez con nueva energía el obstruido camino de la Cruz, que es el único que conduce a la luz, al Espíritu Santo, al amor, al Cielo. “Vendrán a todo eso esas almas de fuego, y brillará la luz al aparecer de nuevo el pendón de la conquista, la Cruz, con mi Corazón clavado en ella. “Pero esta apatía, esta vida sensual, este mundo de carne introducido hasta en las Religiones, va a destruirse, y este siglo, si bien es siglo de pecados y de grandes cataclismos, lo será también de una reacción espiritual, de una resurrección mística, de un ejército militante, dándole gloria a Dios. “Una de las cosas que disgusta más al Padre es el olvido del Verbo en el mundo actual; y no hay cosa que tanto irrite su justicia como esta casi completa exclusión del Espíritu Santo. Uno de los mayores castigos del Padre por este olvido culpabilísimo, es retirarlo de las almas ingratas, y con esto viene la ruina interna, avasallando los corazones la sensualidad, terrible efecto del alejamiento del Espíritu Santo. “Cómo expiar, cómo contentar al Padre? Volviendo a ofrecerle al Verbo Divino, abriendo un campo de pureza en los Oasis, con su doctrina que se esparcirá por todo el mundo, haciendo reinar al Espíritu Santo [98] en las almas con culto interior y exterior, que ésta es una especialísima misión de los M.Sp.S. Por este poderoso medio volverá sobre sus pasos el mundo materializado, y se practicará el Evangelio y sus enseñanzas. *** Y como siempre que he querido luz, el Espíritu Santo la ha derramado en abundancia por medio de N. M. Con todo esto me queda la seguridad íntima de que estoy en mi vocación, y que todo lo que anhelo hacer por Dios, no es sino el simple 71


cumplimiento de mi vocación como M.Sp.S. ¡Gracias, oh Señor! Y sigue inundando a mi alma con tu luz. *** N. M. “La dignidad Sacerdotal no la pueden tener ni los Ángeles; la misión exterior de los Oasis será distinta. Pero será más mía, interiormente, el alma que más se asemeje a Mí en el Amor a mi Padre, en el sacrificio desinteresado, y en la pureza virginal del Verbo hecho Carne”. “Si el Verbo hecho carne es el Esposo de la Iglesia, el Espíritu Santo, procedente del Padre y del Verbo, es el que engendra las almas por medio del Bautismo, dándoles después vida del Verbo hecho carne, nutrición de gracia y de Sangre por medio de los Sacramentos.” *** Fuerte tentación de desaliento al meditar en ciertas exigencias de la perfección en la vida espiritual, sintiéndome muy lejos de ellas, especialmente en lo relacionado con la vida de sacrificio, penitencia y mortificación. [99] Me siento en todo eso como un niño que comienza y como que tiemblo ante esos gigantes de la virtud. Pero como nunca me ha gustado vivir con inquietudes ni dudas, le pedí humildemente a Jesús que me quitara esa tentación, pues yo la considero como tal. Y como consolándome solo, me puse a pensar: “qué bueno que yo no tengo que gloriarme de grandes sacrificios, porque así puedo decir que El solo es el que es grande en mi vida; porque así tengo más necesidad de acudir a Él para unir la insignificancia de mis dolores; porque así podré decir con verdad: Mihi absit gloriari nisi in Cruce Domini Nostri Jesu Christi…” En mi vida todo me lo ha endulzado el Amor de Dios. El único que yo podría llamar sacrificio en mi vida fue entregarme sin reservas a Dios, y eso ha sido mi felicidad más grande. Decididamente me resuelvo a ser pobre y a no tener más riqueza que los méritos de Cristo y de María. Renuncio a fórmulas y a medidas en el sacrificio para sencillamente sacrificarlo todo, haciendo efectiva mi donación a Dios y mi unión a Jesús Crucificado. Yo me pierdo como la gotita de agua en el Cáliz que guarda y ofrece al Divino Padre la Sangre de Jesús. Yo quiero sentirme siempre pequeñito y dejaría de serlo si creyera tener cosas muy grandes en mi vida. Lo único que quiero grande es el amor y Dios sabe qué lejos me siento de poder afirmar que amo como quiero y como debo. Lo único que quiero grande es mi confianza en Dios y en el amor que me tiene. Si alguno puede encontrar en estos principios la solución a “lo más perfecto”, al “crecer en el padecer”, y al “buscar lo más doloroso”, entonces quiere decir que he comprendido el espíritu de mi Congregación; pero si estoy equivocado, vuelvo mis ojos a la Víctima Divina de mi Altar para pedirle que El sea y ofrezca lo que yo no tengo, 72


pero quiero tener por complacerlo. [100] En la práctica resuelvo mis dudas entregándome por completo al beneplácito divino, que conoceré en la obediencia a mis Superiores, en las circunstancias de mi vida, procurando decir siempre “Fiat” a esa voluntad. Pero sin escrúpulos, con la sencillez del que sabe que ama y que es amado; y por estar seguro de ese amor nunca pretende hacer algo que disguste al Amado, ni cree que el Amado se disguste cuando no se le quiere disgustar. Tomar con sencillez o dejar de igual modo lo que sea necesario tomar o dejar para gloria de Dios. Ver en todas las criaturas, seres que reflejan a Dios; ver en cada alma un posible Santo y una Obra del Amor de Dios. No escandalizarme de nada, porque todo lo vea con mirada sencilla que sólo busca la verdad y el remedio de los males. Así fue Jesús a su paso por la tierra y así fue María, y no hay Modelos más acabados de perfección. Jesús, dándose completamente a la gloria de su Padre y a la salvación de las almas. Y para ello buscando “todo lo que agradaba a su Padre” y haciéndose como niño para atraer a todas las almas. ¡Qué sencillez encantadora en ese Sacrificio! Así quisiera ser yo. María dijo una vez su “Fiat” en la sencillez más grande de una pura creatura, y nunca se desmintió. Entonces creo que sólo Dios puede saber quién ha sufrido con perfección en la vida. Porque las almas que más sufren, serán las pequeñitas que imiten a Jesús, y ese sufrimiento fue en El oculto y sólo conocido de su Divino Padre. Los dolores más grandes de María fueron ocultos e ignorados; sólo Dios los conoció. Que ésa sea la aspiración de mi alma y la de aquellas otras almas que Dios quiera regalar a mi Sacerdocio; ser pequeños para perdernos en el Corazón [101] de Cristo, para refugiarnos en la Cruz de Cristo, y para que nadie se dé cuenta de lo que hay en nosotros; que nuestro amor y nuestro dolor sea el secreto de Dios como lo fue el amor y el dolor de Jesús y de María. Amén! *** N.M. 1909 “Unión de sangre y de sacrificios pido a los Oasis; y exijo de ciertas almas una perfecta transformación en Mí, digna en lo posible de ofrecerse al Eterno Padre en mi unión, con oblación perpetua. Y ¿qué es transformarse en Jesucristo, sino hacerse una misma Sangre en favor de las almas?... No sólo la Sangre material alcanza gracias, sino esa voluntad purísima para el dolor, esa unificación de inmolaciones con la Mía, ese abandonarse a mi voluntad Santísima, teniendo un solo querer con el Mío, sea cual 73


fuere.” …”Como Yo me doy a Uds. siendo su misma Sangre, así quiero que se den a Mí siendo mi Sangre misma. Pero mi Sangre, la que derramé a favor de otros, de suerte que si son mi Sangre, tienen que darse, y con dolor, a los demás. Deben tener en su alma una caridad ardiente, porque el Verbo hecho Carne no hizo otra cosa a su paso por la tierra, que amar, perdonar y darse, o lo que es lo mismo, crucificarse: y lo hizo por los buenos y los malos. “Una derivación de mi Ser al ser mi Sangre, es la caridad, y a eso tiende esa íntima unión Conmigo y en Mí, a transformarse en caridad. …”De suerte que si me aman, amarán al prójimo, y se sacrificarán en unión de mis méritos siendo mi Sangre misma; por él se sacrificarán y serán inmolados Conmigo en los altares, y alimentarán con mi sustancia a los que tenga hambre de perfección… [102] “¡Qué hermosa misión! Ser mi Sangre en favor de mi Iglesia y de los Sacerdotes, y después del universo entero. Porque Yo no soy menguado ni corto en mi caridad e inmolación, sino que me doy al Padre cuanto soy en bien de los hombres, de los que me aman y de los que me aborrecen”… “Por tanto los que sean mi Sangre no deben pecar ni ser ingratos; antes con toda la pureza que llevan Consigo, deben vivir y circular dentro de Mí, dándome, como quien dice, la vida y el consuelo con sus virtudes, con su unión, con su amor. *** SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS. - NOVISSIMA VERBA. “La santidad no está en ésta o en la otra práctica; consiste en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre.” ***

Día 5. Martes. - Octavo último de Ejercicios. (103) En mi Santa Misa pedí a Dios confirmara si eran de su agrado las luces de mi oración de ayer, después de la tentación de desconfianza. *** N M. 1911 …” Yo me he propuesto en las Obras de la Cruz dar honra al Espíritu Santo y El, por medio de la e. m. quiere honrarme a Mí, el Verbo, enamorando los corazones de mi Divinidad, que es una con la Suya, y ambas Personas Divinas honraremos al Padre, cuya mayor complacencia consiste [103] en ver amados al Verbo y al Espíritu Santo en los corazones. “Las Obras de la Cruz honran a toda la Trinidad. Pero activan el reinado del Espíritu Santo en los corazones. Se buscan en general otros medios para detener la impiedad, para conservar la Fe, sostener las inteligencias maleadas por la corriente de tantas sectas y errores, y se descuida repito, el medio principal y único, el foco de todo 74


lo recto y santo, el que tiene poder para iluminar todas las falsedades y errores de la razón, siendo la misma Sabiduría, la Luz de la verdadera Ciencia, el Espíritu de Verdad, el Único que puede comunicar a Jesucristo y delinearlo en las almas, dando testimonio del Verbo. “Oh!… -decía el Señor entusiasmado- no pierdan tiempo, que mucho campo ha ocupado Satanás; pero huirá este espíritu de las tinieblas al venir la luz del Espíritu Santo, y con ella el amor al Verbo y a la Cruz”. “Por María se va al Espíritu Santo; éste es el más suave y seguro medio para que El venga a reinar en los corazones. “El Espíritu Santo es el Nido de mi Corazón y de la Eucaristía; es el Término del Amor, es el Lazo de Caridad entre el Padre y el Hijo; el que mezcla a Jesús en las almas, el Invencible, el Consolador, la Fortaleza de Dios, la Luz indeficiente, el Corazón de la Iglesia, el que la asiste con su verdad infalible, el Autor de la gracia, el Divinizador de las almas, y más, mucho más, que tú no puedes imaginar ni entender.” “Lo que sale del Espíritu Santo siempre es divino e imborrable, la gracia es un soplo de El mismo. Pues bien, cuando da una gracia a un alma, aun la más mínima, esa gracia graba, penetra, imprime en el alma su imagen soberana, lleva algo del Padre y del Verbo, la Substancia misma de la [104] Trinidad; y esa gracia, si es aceptada, inunda el alma a lo divino, le da un grado más de gloria, un reflejo más de Cielo, un mérito más para la recompensa, una señal de Divinidad. Pero si se desperdicia, el solo hecho de haber rozado el alma, le deja una señal, una deuda con Dios, un déficit, que no se paga sino expiando. Y como son tantas las gracias que el hombre miserablemente desperdicia, y la expiación de la Creatura es nula de por sí, cuando no va unida a los méritos del Verbo hecho Carne, aquí tienes la necesidad de la Encarnación del Verbo, y de tener el hombre al Verbo no tan sólo como Dios igual al Padre y al Espíritu Santo, sino como Dios Hombre encarnado en Mí, tu Jesús, para poder pagar sus deudas y satisfacerlas con dolor, con la Cruz, que más la escogí para probar mi amor infinito. “Dada la fragilidad humana, el Verbo era desde toda la eternidad, una necesidad de expiación, no sólo en cuanto al pecado, sino en cuanto al desperdicio punible de las gracias. “Yo recibí todas las gracias del Espíritu Santo que las almas desperdician y dejan caer sin preocuparse de ello, ¡ingratas! Yo las recibí, expiándolas; pero esta expiación borra del almas la deuda (entiende que se trata de las gracias y no de los pecados) borra la deuda, digo; pero la señal, la huella de esa deuda saldada, no la borra, porque como dije antes, lo que sale del Espíritu Santo, se imprime imborrablemente. “Quedan pues, en el alma las señales del desperdicio de las gracias, que Yo cubro en el Cielo con los rubíes de mi Sangre a las que fueron Mías, y esas fragilidades las tiñe de púrpura mi caridad, ese amor del Verbo que llena el Cielo y la tierra y que no se agradece como debiera!” -“Señor, le decía el alma, se me ha quedado eso de que cubres las imperfecciones con [105] los rubíes de tu Sangre. ¡Cómo estará mi alma por todas las gracias que he despreciado! ¡Qué vergüenza y qué bonito!… 75


-“No, más bonito es recibir las gracias del Espíritu Santo que llenan al alma de luz, y la hermosean a lo divino, que dejarlas pasar. Entiende que los rubíes de que te he hablado, cubren las gracias desperdiciadas sin culpa, o las que lavó la contrición perfecta; ese dolor amoroso; pero no tiene comparación la gracia recibida, aceptada, ejecutada y agradecida. Esta deifica, es un punto de la Divinidad comunicada; y éste es más que todos los rubíes de mi Sangre, aunque también mi Sangre está divinizada por la unión del Verbo con mi Naturaleza humana”. *** ¡Gracias! Oh Jesús amadísimo, por tanta caridad para con el hombre caído. Tú estás en el centro de nuestra vida espiritual. Tú nos hablas de la necesidad de adorar al Padre y eres el primer Adorador que se ofrece a la humanidad para unirla en su Adoración; y eres la “Acción de gracias”, la “Reparación” y la “Imploración” y todo esto en tu inmolación mística de los Altares, donde se perpetúa tu Sacrificio de la Cruz. Haz que el mundo, sobre todo el de las almas escogidas, comprenda estas cosas y se vuelva hacia la Cruz y hacia el Altar, no sólo para ofrecerte a la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima, sino también para “agradecerte” tu bondad infinita, causa de nuestra Redención, de nuestra santificación y de nuestra felicidad temporal y eterna. Gracias por estos Ejercicios que han traído tantas seguridades a mi alma, porque me han hecho conocerte un poco más. Siento en mi alma gracias Sacerdotales, es de[106]cir, gracias que son para el Cielo, para gloria de Dios, y también para las almas en la tierra… Confiado en Ti y en tus méritos, continuaré mi lucha para descubrir y conquistar las almas que han de cristalizar tus ideales Redentores, las almas que quieres como un trofeo de tu victoria sobre tus enemigos; las almas que te recompensen por tu gran Sacrificio, las almas que sintiendo como Tú, sean extensión de la Tuya y así puedas ofrecerlas a tu Padre amado como perfectas adoradoras en espíritu y en verdad; pero sobre todo esas almas Sacerdotales encargadas de perpetuar tu Sacerdocio en el Altar y de formarte en otras almas escogidas. Bendice mis esfuerzos. Te ofrezco a Ti, confío en Ti; y en la intercesión de mi Madre Inmaculada y Dolorosa. ASÍ SEA! *** (En el manuscrito original está pegada un estampa del Niño Jesús) MI COMPAÑERO DE EJERCICIOS: Sí, Niño adorado, me levantaré para ir hacia Ti, desprendiéndome de mi Cruz donde ahora me encuentro y volando a la Tuya; la Cruz íntima de Tu Corazón, donde anida Tu amor al Padre, tus dolores Sacerdotales, y también el grande amor con el cual redimiste mi alma para dársela a tu Padre y a las almas; la Cruz de María. [107] *** En mi meditación de la tarde he tenido según me parece, grandes luces acerca de una de las Obras de la Cruz muy amada y deseada del Corazón de Cristo, la LIGA APOSTÓLICA. 76


Las grandes promesas que tiene y su necesidad para el desarrollo de las Obras de la Cruz, me ha llenado de entusiasmo al pensar que pueda hacer algo por ella. Y creo que un gran paso sería utilizar a los mejores elementos de la U. S. para incorporarlos a la Liga Apostólica. El plan de predicación Sacerdotal que tengo preparado y que encierra según mi humilde opinión todo el espíritu de la Cruz, según lo tenemos en N. M., sería ya un medio precioso para dar un nuevo impulso a esa Obra. Como siempre me ha llenado de entusiasmo el desarrollo de las Obras de la Cruz, le ofrecí a Nuestro Señor hacer cuanto pudiera por ellas, y ahora por la Liga. Y como lo que El quiere es nuestra voluntad, lo demás El lo hace. Dejo pues a su Providencia disponer los modos y los medios para coordinar los trabajos. Habla, Señor, que tu siervo escucha y está pronto para obedecer, para llevar adelante el cumplimiento de tu Santa Voluntad. Gracias muy especiales por estas grandes luces que en unos cuantos minutos has dado a mi alma. Si como lo creo, son Tuyas, ellas harán su efecto. He visto tantos milagros de tu poder y de tu amor en mi vida y sobre todo en la vida de las Obras de la Cruz! ¡Oh María, Madre y Reina de las Obras de la Cruz, toma esta Causa por tu cuenta y será otra señal segura del triunfo! TE DEUM LAUDAMUS! MAGNIFICAT ANIMA MEA DOMINUM! Y en cuanto que mi promesa es algo muy solemne, quiero firmarla con mi mano y junto a preciosas religiosas: N.P., N.M., M.Ib., B. Pío X, M.G., B.R. etc. - Lima, Perú Enero 5 – 1954. DEO GRATIAS! [108]

Jueves Santo. (109) Abril 15 de 1954. Lima, Perú. Oh Jesús amadísimo: un año más vuelvo a acompañarte en el Monumento de Amor donde adoramos tu Divina Eucaristía! Cada año he sentido la necesidad de expresarte mi amor agradecido por la Eucaristía y por el Sacerdocio; pero hay algo extraordinario que en esta ocasión me impulsa a querer rodearte de amor agradecido. He luchado mucho, he palpado mi insignificancia en todos los órdenes, pero también he comprobado cada vez más y más Tu infinita caridad y lo fiel que eres a tus divinas promesas. He llegado a un momento en que necesito darme por completo a tu amor para 77


poder recibirte sin reservas. Urge que Tú lo seas todo en mí; que seas de veras el alma de mi alma! La doctrina tan clara, tan sublime que Tú nos enseñaste y que he tratado de difundir especialmente para glorificar a tu Divino Padre, no siempre es comprendida. Me parece que se quiere hacer de tu amor al Padre algo confuso, como diluido en generalidades que hacen velarse la Imagen de tu Padre, de ese Padre que Te engendró eternamente, de ese Padre al que Tú alababas, con quien conversabas sin cesar a tu paso por la tierra. Se habla con frecuencia de la Paternidad Divina; pero no de tu Padre que en realidad ha dado su Nombre a esa Paternidad. En Dios hay tres Personas distintas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y yo quiero mostrar el amor que el Hijo, segunda Persona de la Santísima Trinidad tiene a la Primera y decir que ese amor sigue siendo el Espíritu Santo. Pero eso siempre nos movemos en la Trinidad [109] cuando alabamos a las Divinas Personas en especial. Amar con el Espíritu al Padre, como lo ama Jesús; amar con el Espíritu Santo a Jesús como lo ama el Padre; amar al Espíritu Santo como lo aman el Padre y el Hijo, como a su propio amor y en el mismo Espíritu. Quiero mostrar claramente cómo ese Don del Espíritu Santo que vino a crear un mundo nuevo, fue el Don del Padre y del Hijo; pero comprado con el Sacrificio de Cristo; y cómo al seguirse dando, es por el mismo medio y al mismo precio: el Sacrificio de Cristo que ahora se prolonga en los altares. Por eso quiero llamar fuertemente la atención del mundo hacia la Cruz, hacia el Altar donde se ofrece el Sacrificio de Cristo en la Santa Misa, para poder recibir al Espíritu Santo que nos convertirá en Adoradores perfectos del Padre Celestial como Jesús y con Jesús. Querer esto es sencillamente querer que se cumpla el deseo del mismo Padre Celestial que quiere esos adoradores; es querer imitar a Jesús. Si alguno cree que esto no sea necesario, o que lo quiera hacer aparecer como novedades, allá él; pero el Evangelio es claro, muy claro a este respecto. Y si el Sacerdote debe ser el defensor de los ideales de Cristo, o mejor “otro Cristo”, parece también claro que él debe ser uno de esos adoradores del Padre y buscar cuantos pueda para ofrecerlos con Cristo al Divino Padre. Parece todo esto de una claridad absoluta, y sin embargo ¡qué lejos estamos quizá de realizar el Evangelio en esta parte central. El Sacerdote al celebrar la Misa debe pensar que en ese momento se transforma en el Cristo Adorador del Padre y también en el Cristo Agradecido, Reparador y Suplicante. Del Sacrificio de Cristo sacaremos cuanto sea necesario para esa adoración, acción de gracias, re[110]paración e imploración. ¡Qué rico es! Y lo tenemos en la mano! Entonces ¿por qué tanta miseria moral en 78


el mundo? Porque nos falta fe. Creemos; pero no llevamos la fe a sus últimas consecuencias. Parece que nos da miedo comprometernos a ciertas cosas, fiados sólo en la Misa, en el Sacrificio de Cristo; y sin embargo nada se resolverá si no es allí y por ese medio. Claro que Jesús Crucificado quiere instrumentos que Lo amen y crean en su poder, en su amor, en la eficacia de su Sacrificio. *** Pero en este día quiero hablar a tu Corazón, oh Jesús mío! Quiero unirme a tu alma en ese acto supremo de amor a tu Padre y a las almas en la Eucaristía y el Sacerdocio. Quiero decirte una vez más, GRACIAS por tu Eucaristía, GRACIAS por tu Sacerdocio. Gracias por habernos revelado los secretos de tu Corazón; tu amor al Padre, al Espíritu Santo, a María y a las almas. A medida que más se vive la vida Eucarística y Sacerdotal, se experimenta más la necesidad de ser una sola cosa Contigo, oh Jesús, de sentir como Tú y de ganar almas a esos mismos sentimientos. Yo quiero imitarte y darte muchas almas; pero no por mis méritos sino por los tuyos. Por eso te pido que me hagas dueño de esos méritos, ya que sin ellos nada podré. Dame tu amor al Padre; lléname de tu Espíritu! Dame tu amor a María y tu celo por la salvación de las almas. Te presento mi alma pobrecita, pero llena de anhelos por tu gloria. Aquí la tienes para que hagas en ella ostentación de tu poder; aquí la tienes, mírala y llénala de la divina unción de esa mirada que deja impresa [111] la Faz del Padre; comunícale tu fuego ardiente que es un grito de amor a tu Divino Padre; dile que la amas porque tu palabra es operativa y así quedará llena de tu amor y entonces la amará más el Divino Padre; comunícale tu sabiduría, pues sólo ella puede enseñar lo divino y mi alma quiere predicar a Dios; comunícale tu divina fortaleza para no desmayar en el camino; pero sobre todo, quiero que la beses. Con aquel mismo beso recibiré todo lo que anhelo: la plenitud del Espíritu Santo, la pureza, la luz, la ciencia de los santos y ese perfume divino, inconfundible que atraerá siempre desde mi alma la mirada del Padre y el beso de ese Padre amadísimo. Todo esto hace falta a mi Sacerdocio. No quiero morir sin darte esa gloria que quieres; sin darte esos Sacerdotes Santos que han de ser tu consuelo. Por eso también te pido, oh Jesús mío, que me dejes vivir todavía el tiempo necesario para cumplir lo que quieres de mi alma. ¿Cómo sería posible que un Sacerdote que se enamoró de tu Corazón y de tu Padre, que quiso ser apóstol del Espíritu Santo y de María, terminara su vida sin haberte complacido en todo? Eso va a ser tu regalo; pero también el regalo de mi vida. Si no te pidiera esto, no 79


sería fiel a lo que el Espíritu Santo me inspira. Claro que mi petición principal es darte gusto, hacer en todo como Tú, la voluntad del Padre. Gracias, oh Jesús, siento al escribirte estas cosas, que tu Corazón no resiste y a todo le pones el sello de “CONCEDIDO”, y que lo haces en medio de una grande emoción por el amor que le tienes a tu Padre y a los Sacerdotes. Gracias Jesús mío, en nombre de María; en nombre de los Sacerdotes y de las almas; pero muy especialmente, gracias en nombre de mi corazón sacerdotal, de mi alma pequeñita que tanto te ama y se siente amada por Ti. Gracias en el amor de tu Divino Padre! Gracias desde el Corazón Inmaculado de María! [112] ¡Cuánto me gozo pensando en tu gloria y en el triunfo de tu amor al Divino Padre! Haz que sea el sello de toda santidad en el futuro. Y ahora, oh Jesús, háblame Tú, aquí me tienes dispuesto a escucharte. Háblame de tu Padre como Tú sabes hacerlo; el Espíritu Santo me preparará para escucharte y comprenderte; la Santísima Virgen, repetirá tus palabras para gustarlas juntos. Habla Jesús, que tu Sacerdote tiene sed de escuchar tu Palabra. AMÉN. ***

Jueves Santo de 1955. (113) También hoy, Jesús mío, quiero decirte la palabra sacerdotal que tanto anhelas, una palabra de amor y de amor profundamente agradecido. ¡Cuántas cosas han pasado desde el último Jueves Santo! Vengo hoy a ofrecerte con mi alma aquellas dos hostias que me pediste para tu gloria: las vidas de mis padres. Te las ofrecí en la absoluta conformidad con el divino beneplácito y espero que ya estén unidas a Ti en el Cielo, cantando las Misericordias de Dios. ¡Gracias, oh Jesús, por ese sacrificio, y gracias por haberme dado la divina fortaleza! ¡Gracias también por mi viaje a México! Como lo esperaba, hiciste ostentación del amor que le tienes a mi alma, sosteniéndome en las luchas y glorificando en el mío tu Sacerdocio Eterno. Ese viaje fue para mí como una grande batalla dada en tu honor y para gloria de Trinidad Santísima. La lucha fue muy dura; pero triunfó una vez más tu Corazón Sacerdotal apasionado por la gloria de tu Padre y por las almas. [113] Los secretos de amor y de dolor de esa batalla quedarán como un secreto de tu Corazón Sacerdotal y como un consuelo y un estímulo a mi pequeñez para seguir la lucha de mi vida. Perdóname, oh Jesús, todas mis miserias y debilidades y contempla únicamente el grande anhelo de darte gusto en todo. Me perdí en Ti y apareciste Tú, derribando obstáculos y ganando voluntades. Yo confesaré tu amor al Sacerdote y no habrá quien pueda resistir su fuerza y el 80


matiz de exquisita delicadeza. Aquí me tienes de nuevo en este Seminario y en esta Ciudad que tanto amo en Ti y para Ti. Que yo sepa cumplir tus designios al permitir que regresara y para ello quiero una vez más perderme en Ti dentro del Corazón Inmaculado de María. Pero en este día Eucarístico y Sacerdotal, y este día de promesas y de dones, quiero darte con nuevo amor mi alma y hacerte la promesa de continuar luchando por el ideal de tu Corazón, la gloria de tu Padre y de María, rindiendo a su amor las almas más bellas, las puras y las que se purifiquen en tu Preciosa Sangre. El Don de dones que nos dió tu Sacrificio y la voluntad del Padre, hará ostentación de su poder y renovará la tierra de las almas escogidas y con ellas dará la batalla definitiva para que reine tu divino Corazón Sacerdotal. Alégrate, oh Jesús, con aquella alegría que envolvió tu alma cuando confesaste la bondad de tu Padre al descubrir los secretos de tu Corazón y de su gloria a los pequeñitos. Alégrate, oh Jesús, porque es el ejército de los pequeñitos, el de los Adoradores de tu Padre en espíritu y en verdad, el que dará la gran batalla del mundo y al ganarla, confesará la fuerza arrolladora de tu Sacrificio. Todas esas almas unidas a María, la pequeñita Esclava del Señor, te darán el gozo de ver realizada la gloria de tu Padre. En Ti me siento fuerte; [114] en Tí confío. Lo que no puedo expresar, Tú lo sabes, la gratitud inmensa de mi alma. Gracias una y mil veces en nombre de todos los Sacerdotes, por el amor que nos tienes. Gracias por tantas veces como nos has perdonado; gracias por las esperas que has logrado para rendirnos a tu Amor. Dame tu Corazón Sacerdotal para hablar con Él a mis hermanos en el Sacerdocio; para que no me vean a mí sino a Ti. Bendice en este día a las almas santas y buenas que pusiste en mi camino en el viaje que acabo de terminar. Bendice a mis hijas Misioneras. Recibe sus anhelos de glorificación para la Trinidad Santísima! Bendice a mis amigos de todo el mundo. Pero ante todo, recibe mi corazón porque es tuyo y quiero que lo guardes y defiendas de sus enemigos. Sí Jesús mío! Soy todo tuyo. Te amo! Te amo! como tu Padre te ama, con el amor infinito del Espíritu Santo! Y buscaré almas que te amen así en el tiempo y en la eternidad. AMÉN. [115] ***

Adorar en espíritu y en verdad. (116) “Adorar en espíritu y en verdad es adorar a los Tres en unión con el Verbo Encarnado, la Verdad, bajo la moción del Espíritu Santo. Es transformarse en su imagen, revestirse de Él y en ese estado presentarse 81


ante Dios con Jesús Sacerdote, Hostia y Altar de su propio Sacrificio, y cantarle Santo, Santo, Santo, Tú, oh Señor! La adoración en ese sacrificio es la suprema adoración al Padre en espíritu y en verdad, la adoración de los verdaderos adoradores del Padre.” (Un P. Benedictino) ***

María, la gran adoradora del padre en espíritu y en verdad. (116) Cupo a María la dicha de ser la primera Adoradora en “espíritu y en verdad” que Cristo ofreció a su Divino Padre. Nadie la superaría porque nadie como Ella se transformaría en Cristo. Nadie como Ella poseía esa Verdad y era poseída por el Espíritu Santo. Belén contempló por primera vez reunidos a los Tres Grandes Adoradores del Padre: el Verbo Encarnado, María Inmaculada y San José. En Nazareth, la casa del Padre, se levantó como incienso purísimo la perfecta alabanza. Seguramente que ése sería el tema de la conversación íntima de la Sagrada Familia. Pero como esa gloria perfecta la alcanzaría Jesús en su gran Sacrificio del Calvario, alcanzando para el mundo la gracia del Espíritu Santo, siempre asociaba el pensamiento de su Pasión y Muerte, a la gloria de su Padre. [116] Este Misterio de la Cruz, esta gloria del Sacrificio de Cristo, nadie la comprendió y participó como María. Ella recibió frutos anticipados de ese Sacrificio y por eso pudo ofrecer también la perfecta alabanza. Ella se unió al grande acto en que Cristo consumó su Sacrificio para gloria de su Padre. Ella Lo ofreció y se ofreció con su Divino Hijo a la gloria del Padre. Ella, con Cristo, se ocupa de buscar los “Adoradores que el Padre quiere”. ***

Fragmento de una carta. (117) Lima, Perú, Mayo 6 de 1954. …La vida de unión con Dios; la vida consagrada a Dios, exige una entrega plena y una generosidad no desmentida. La entrega plena debe llevarnos a dar gusto en todo al Amado de nuestra alma, a no admitir en nosotros ningún otro amor que pueda disgustarlo. La generosidad debe impulsarnos a los sacrificios que sea necesario realizar para dar gusto a Dios, y hacerlos con gusto, con perseverancia y sobre todo con un grande amor, teniendo en cuenta a Aquél por Quien los padecemos. 82


*** Sea siempre como una niña pequeñita que busca los brazos de su Madre, y recurra a María para que Ella le enseñe los secretos de la fidelidad al amor de Dios. Ella que es VIRGO FIDELIS, la Virgen fiel, [117] se complace en alcanzar esa gracia sobre todo para las esposas de su Divino Hijo. Piense usted en la dignidad de su vocación; pero también en su gran responsabilidad de corresponder a ella. Nunca la exponga ni de lejos cuando tenga conciencia de algún peligro. Antes morir que ser infiel a su vocación. El. María.

Dios la quiere alegre y santa en su servicio; pero todo como fruto de su unión con No detenga su corazón en las criaturas, sino para llevarlas a Dios. Así amó EN DIOS, amarlo todo. PARA DIOS, amarlo todo. Y por amor de Dios, no dudar en sacrificarlo todo. Esa debe ser su vida, y la vida de toda alma consagrada a Dios. [118] ***

Ejercicios Espirituales del 15 al 24 de enero de 1956. (119) Lima, Perú.

Domingo 15 - Preparación. (119) Consagro estos Ejercicios como el presente año, al Espíritu Santo y a María, para dar un paso más en la transformación en Cristo, realizando su anhelo de glorificación al Divino Padre. Quiero rodear a mi alma del silencio divino obrado por el Espíritu Santo, quiero permanecer en Su paz, para poder escuchar su voz, sus inspiraciones, sus más leves indicaciones. Hace un año no pude hacer mis Ejercicios por mi viaje a México. ¡Cuántas cosas en estos dos años! La muerte de mis Padres y en medio de tan grandes penas las gracias del Señor cada vez mayores. Mi viaje a Río de Janeiro y Bolivia y tantas cosas íntimas que sólo Dios sabe y yo quiero agradecer. Me parece que me ha internado en un campo de luchas cada vez más intensas; me parece haber recorrido un camino muy largo lleno de enemigos y que en tantas luchas me siento como agotado; pero al mismo tiempo lleno de ilusiones por la gloria de 83


Dios y con una confianza ilimitada en que ha de concederme su gracia para poder luchar y vencer hasta el fin. Creo haber llegado a un punto culminante de mi vida en el que necesito reafirmar mi situación y tomar nuevas fuerzas para el asalto final a los reductos enemigos, realizando el beneplácito divino en mi vida. [119] Necesito luz más intensa del Espíritu Santo para conocer la voluntad de Dios. Y vengo a estos Ejercicios para pedirla humildemente El Espíritu Santo siempre se ha compadecido de mí porque sin merecerlo me ama y lo amo; porque tenemos pactada una Alianza de Amor que renuevo diariamente al elevar el Cáliz de mi Misa, firmándola con la Sangre Divina de Jesús. El es mi Guía, mi General en la lucha para glorificar a Cristo y hacer triunfar su ideal: la gloria del Padre y la salvación de las almas. Me pongo una vez más en el Corazón Inmaculado de María; quiero amarla más y más. Y ahora como en años anteriores, sin más ruta que la que el Espíritu Santo quiera señalarme, comienzo mis Ejercicios. ¡Habla Señor! que tu siervo escucha! San Miguel, cuídame y ayúdame a conservar la paz y el silencio en mi alma. San José, Protector de la vida interior y del silencio, ayúdame. ¡Espíritu de Amor, en Ti confío! ***

Lunes 16. – Primer día. (120) Aniversario de la muerte de mi madre. Apliqué por ella la Santa Misa y me encomendé a su protección. ¿Quién como mi madre se interesará por mí? Ahora en el Cielo, donde espero en Dios se encuentre ya, será mi madre y mi Ángel protector. Será apóstol conmigo, etc. Que Dios le pague eternamente cuanto yo le debo por haberme formado y dado generosamente para realizar mi vocación Sacerdotal. [120] *** Meditación. Debemos santificarnos en el espíritu de nuestra vocación. ¡Quién pudiera penetrar completamente en ese espíritu hermosísimo que Dios ha querido para nuestra Congregación! Espíritu de pureza y sacrificio; espíritu de sencillez, espíritu de almas de oración. ¡Quién fuera siempre dócil a las mociones del Espíritu Santo! Debemos trabajar con las almas escogidas; Sacerdotes, Religiosas, etc. ¡qué responsabilidad! pues si un alma de ésas no se da a Dios completamente por nuestra culpa, los daños serán enormes. En cambio, ¡qué alegría tan grande si podemos llevar almas escogidas a la 84


perfección! Ellas harán sentir su acción en todas partes y llenarán de consuelos al Corazón de Cristo. ¡Qué dicha si pudiéramos ayudar a los Sacerdotes en la obra de su santificación! Un Sacerdote Santo, ¡cuánto bien hará en el mundo! Para cumplir nuestra vocación, nuestro fin, necesitamos ser de veras Misioneros del Espíritu Santo. Ser suyos por el amor, no sólo de nombre; poseerlo y que El nos posea. Amarlo con ardor y nunca contristarlo; ser siempre movidos por El; “quia Espíritu Dei aguntur, hi sunt filii Dei…” Sólo Él puede transformarnos en Cristo y compartir su Filiación. ***

Martes 17. (121) Grandes deseos de unión con Dios. En la Santa Misa expreso todos mis deseos, y quedo siempre con la paz interior que sólo ese Sacrificio puede comunicar y que es el paz del Espíritu Santo. Lucho contra cualquier clase de desaliento, pues mi confianza se basa en Dios; mi justificación en los méritos de [121] Cristo; mi seguridad en la protección de la Santísima Virgen. ¡Si creyéramos más en estas verdades de nuestra fe! Desgraciadamente con frecuencia se vive como si no se creyera, y se pierde la paz, el valor y el entusiasmo por cualquier cosa que presente dificultad en el servicio de Dios. ¡Señor! Creo en tu amor; creo en tu poder! ¡Espíritu de Amor, en Ti confío! *** Meditación. Espíritu de pobreza. Para la unión con Dios (santidad), precisa el desprendimiento absoluto de las cosas y de cuanto se oponga a esa unión. Lo material; lo espiritual (pobreza). No apegarse sino a Dios. Usar de las cosas; pero no apegarnos a ellas. Tener el corazón y el alma libres de todas las cadenas para que vuelen a Dios. Comentario: Me parece que, supuesto el amor a Dios, nada impide al alma esos desprendimientos, sencillamente porque el que tiene lo mejor y lo más, no tiene inconveniente en sacrificar lo menos. Debemos amar a las almas, pero en Dios y por Dios. Ese amor las une a Dios a ellas y a quienes las amamos. Debemos usar las cosas en cuanto sean necesarias a la gloria de Dios, teniendo en cuenta el espíritu de nuestra Institución y los fines que persigue. ***

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Miércoles 18. (122) Siento en mi alma un silencio más profundo, el que exige y da el Espíritu Santo para comunicarse [122] mejor con las almas. En estos silencios el alma no deja de amar, sino por el contrario, el amor es más intenso; pero se simplifica. No dice muchas palabras, más bien el silencio mismo es un acto continuo de amor. “Tibi silentiun laus”… mi silencio es tu alabanza. *** Meditación. Hermosa meditación sobre la obediencia. Aplicaciones de la vida de N.V.P. Fundador. Nos decía el Excmo. Sr. Obispo que no recordaba en la vida de los Santos un ejemplo de obediencia tan heroica como en nuestro V.P. Félix. Y me pregunto yo, ¿cuál era el móvil de aquella hermosa alma de N.P.? Latía ya en su corazón aquel ideal sublime: la gloria del Divino Padre, y para ello ser otro Jesús, diciendo: “Quae plácita sunt Ei facio semper”… siempre hago lo que agrada a mi Padre. Ese espíritu quería para nosotros deseando que nadie nos ganara en obediencia. Esa obediencia, nos decía, presupone el espíritu de fe. Creemos que obedeciendo hacemos la voluntad de Dios y nada debe entusiasmarnos más como hacer la voluntad de Dios. Ese espíritu de fe, queriendo agradar a su Divino Padre, llevó a N.P. a la Cruz de la Obediencia perfecta y heroica. Por eso el Padre Celestial le dió la misma recompensa que a Jesús, exaltándolo en gran manera y haciéndolo un gran conquistador de almas. ¡Cuántas veces escucharían los Ángeles, testigos mudos y admirados de la obediencia sencilla y heroica de N.P. aquellas palabras: “Este es mi hijo muy amado en quien me he complacido”. Y a nosotros sus hijos decirnos: “Escuchadlo, imitadlo”. ¡Gracias, oh Padre amadísimo! por habernos dado un Padre tan santo; un Padre que nos habló tanto [123] de Ti y que supo imitar a Cristo en el amor que El te tenía! Que sepamos imitar sus ejemplos y buscar ante todo la gloria Tuya, oh Padre! y para eso sencillamente ser perfectos obedientes. Que desde el Cielo pueda contemplarnos N.P. realizando su ideal. ET NATIO ILLORUM OBEDIENTIA ET DILECTIO!… Sí, que nuestra Congregación se distinga por la obediencia y el amor. Obediencia heroica que nos lleve a la Cruz, para demostrar la grandeza de nuestro amor. Y conseguir así la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima y la salvación de las almas! Así sea! ***

Jueves 19. (124) Jesús quiere almas que Lo amen con amor puro, confiado, sencillo, cándido y humilde. 86


Almas que amen con amor que imite aunque de lejos aquel amor purísimo y ardiente de las Divinas Personas en la Trinidad. Pero ¡qué difícil para un mundo corrompido y desconfiado, amar así! Precisa pues una renovación espiritual para ser poseídos por el Espíritu Santo, Amor Eterno con que se aman las Divinas Personas. En la medida que reine ese Espíritu en las almas, podrán amar como Jesús quiere. Es el amor sencillo e infantil de los niños; es el amor profundo de las almas sacrificadas que lo inmolaron todo en aras de ese Amor divino. Ese amor es el amor de las almas crucificadas con Cristo; las que por lo mismo están llenas del Espíritu Santo. ¡Oh Jesús! el anhelo de darte ese amor y esas almas, es el que me ha hecho peregrino por el mundo. Por eso me gusta mucho llamarme Peregrino de Amor, y no de esos amores fugaces de este mundo, por más pu[124]ros que sean, sino de tu amor, del Amor divino, del Amor que engendra el Espíritu Santo en las almas. ¡Qué raro encontrar ese amor! Pero ¡qué dicha descubrir una sola alma que te amara así! ¡Qué dicha encontrar esos Sacerdotes que Tú quieres! Esos adoradores de tu Padre en Espíritu y en Verdad; esos Sacerdotes sencillos y humildes; esas almas de niños siempre abiertas a la acción del Espíritu Santo; esas almas siempre dispuestas a las grandes empresas cuando se trata de Tu gloria; esas almas siempre viviendo en el Corazón de María; hijas sumisas y agradecidas de esa Madre que te formó y crió; que te llevó en su Alma y Corazón, más aún que en sus brazos. ¿Qué importa el trabajo y la espera si logro darte algunas, ojalá fueran muchísimas de esas almas? ¿Qué importa que muchos me crean idealista, místico en el sentido despectivo que el mundo de los ignorantes le da a esa palabra; que yo mismo crea que pierdo el tiempo al no ser comprendido; qué importa todo, si al fin encuentro algunas almas dispuestas a oírme y a darte ese Amor que Tú quieres? ¿Cómo no agradecerte que ya me hayas dado muchas de esas almas? Ellas son tu consuelo y el mío; pero quiero más y más, por eso seguiré mi peregrinación, conducido por el Espíritu Santo, por ese mundo de las almas escogidas. ¡Ayúdame, bendíceme y no apartes de mí Tu Espíritu! ¡Espíritu de Amor, en Ti confío! ¡Corazón desamparado de María, haz que crezca en pureza el alma mía! Amén. *** Meditaciones. Han sido sobre el Oficio Divino, el silencio y adicionalmente, el recreo en Comunidad. [125] Todo hermoso; pero el centro de mi día y de mi alma lo ha formado la lectura y meditación de N. M. ¡Qué impresiones tan profundas y fuertes! Me siento enteramente identificado con Jesús en sus deseos, en su modo de sentir y de pensar, sobre todo acerca de su Divino Padre y de María. 87


Considero esto tal vez como la gracia más grande de mi vida y de mi alma. Me parece que es el centro de todas las otras gracias. Me siento dispuesto a complacer a Jesús y a darle cuanto desea. Me siento pequeño; pero así me quiere El; me siento débil; pero El es mi Fortaleza, El mi elocuencia, El mi santidad. Me siento poseído por el Espíritu Santo, que como Espíritu del Padre, me llena de ternura para Jesús, y como Espíritu del Hijo, me hace arder en amor filial, sencillo, confiado, pero de fuerza irresistible para el Divino Padre. Y cuando me siento Sacerdote y como tal, heredero y participante de la fecundidad y del amor del Padre, mi alma se llena de alegría y de paz. En lo demás podría haber ilusiones; pero en las gracias propias del Sacerdocio, no puede haberlas. Esta es la doctrina de la Iglesia, la esencia purísima del Evangelio. Como Sacerdote yo “Alter Christus”; como Sacerdote, tengo esa fibra de la Paternidad Divina comunicada al Sacerdocio; como Sacerdote, soy más de María porque le costé más; como Sacerdote me debo a las almas y ellas tienen derechos sobre mí. Como Sacerdote debo ser apóstol y no tener fronteras que limiten mi celo; como Sacerdote debo ambicionar la conquista del mundo para Cristo. Pero también como Sacerdote soy más odiado y perseguido por Satanás y por los suyos. Ese odio honra mi Sacerdocio y contra él tengo y confío en los méritos de Cristo, en los de María; contra ese odio tengo la plenitud del Espíritu Santo en mi alma. El odio no podrá contra mí, contra mi Sacerdocio; pero mi amor Sacerdotal vencerá todos los odios y convertirá el odio en amor, en todos aquéllos que sean capaces de amar. [126] Con esto quedará comprobada la palabra de Jesús: “En el mundo tendréis persecuciones, pero no temáis porque Yo he vencido al mundo”. Y Cristo venció al mundo por el Amor que lo llevó a la Cruz, comunicando por ese medio (Su Sacrificio, su muerte) al mundo el Don del Espíritu Santo, del Amor Infinito, de Aquél que uniría el Cielo con la tierra, que derretiría el hielo de los corazones, de Aquél que daría testimonio de Cristo levantándole un monumento de amor agradecido en las almas y venciendo a sus enemigos. Con paso firme, con la paz del Espíritu Santo en mi alma, debo seguir adelante en la gran lucha por la gloria de Dios. No voy solo. Dios me ha dado almas que han sentido como la mía y que con las gracias de mi alma heredaron también sus anhelos de glorificación para la Trinidad Santísima. Son almas heridas por el fuego ardiente del Espíritu Santo; almas purificadas en la Sangre divina de Jesús; almas pequeñitas pero de grandes ideales. Otras muchas me esperan en esos caminos que debo recorrer como Peregrino de Amor Infinito, como heraldo del Espíritu Santo y de la Cruz. A esas almas que amo sin conocerlas, también las ofrezco ya en la patena de mi Misa diaria, también sobre ellas pronuncio las palabras de la Consagración para unirlas 88


a esa Víctima de mi Altar y transformarlas en Ella. ¡Oh Jesús! si yo puedo pedirte como te gusta a Ti que te pidan aquéllos a quienes tanto amas como son los Sacerdotes, yo te pido en este día que triunfe el grande y sublime ideal de tu Corazón: que tu Divino Padre sea glorificado; que tenga los Adoradores que busca; que triunfe el Espíritu Santo en los corazones y que triunfe María tu Divina Madre en el mundo entero. Entonces triunfarás Tú; ésa será tu gloria y yo no quiero otra cosa porque nací para Ti y quie[127]ro lo que Tú quieras. Cuando Tú triunfes, yo triunfaré. Bendíceme una vez más, oh Jesús mío! No apartes de mí tu Espíritu, ni te apartes Tú de mí. Vamos juntos a la conquista del Reino de Dios; vamos con María. Así los caminos se harán fáciles. Bendice a mis almas; a cuantas piden por mi Sacerdocio, y lleva también tus bendiciones en forma de jubileo al Purgatorio para libertar a las almas que más ames y que más pronto quieres Contigo en el Cielo. Te pido por los Sacerdotes difuntos; te pido por mis Padres y por todos lo que amo. Para todas las almas del Purgatorio te pido el descanso eterno. Bendice las Obras y las almas que me has encomendado. Que todos sientan la verdad de tu amor a mi Sacerdocio; y que todos te amen y se salven. Así sea! ***

Viernes 20. (128) Meditación. La más hermosa meditación sobre la amistad de Dios y el hombre; sobre la amistad de Jesús en el N. T. Impresiones profundas de admiración, de alabanza; pero muy especialmente de gratitud. Aquellas palabras de Jesús “Ya no os llamaré siervos sino amigos, porque os he revelado los secretos de mi Corazón”, resuenan íntimamente en mi alma y me aseguran la amistad de Jesús, puesto que iban dirigidas especialmente a sus Sacerdotes. Sí, aunque sin merecerlo soy amigo de Jesús, del mejor de los amigos, del más fiel. Su amistad me levantó del polvo de mi miseria cuando rodaba como arena insignificante por el mundo para acercarme a Él. Primero en mi niñez enseñándome a orar, prepa[128]rándome a mi primer encuentro con El en la primera Comunión; después llamándome al Sacerdocio y a la Vida Religiosa; dándome la vocación de Misionero del Espíritu Santo. Y para que nada faltara a las notas de la verdadera amistad, quiso revelarme los secretos de su Corazón, dándome luz para penetrar en sus ejemplos, en su Evangelio. Me dió luz a través de otras almas muy amadas de su Corazón; me acerqué a sus grandes amigos, los santos y encontré en el camino de mi vida, mandados por El, a 89


nuestro Venerado y Santo Padre Fundador Félix de Jesús y a nuestra Santa y Venerada Madre Concepción (Cruz de Jesús), y a tantas otras almas que han alentado mi vida de amor a Dios con sus enseñanzas y ejemplos. Su amistad me llamó al Sacerdocio y me hizo Padre de almas bellas, de almas santas. Ellas han alegrado mi vida espiritualmente, porque me han permitido ofrecerle a Jesús, a mi Dios, algo mío que es puro, que es santo, supliendo lo que a mí me falta. Me acercó más a María Inmaculada y Dolorosa. Ella me ha cuidado porque soy amigo de Jesús su Divino Hijo, aparte de sus cuidados de Madre. Y Jesús me ama como el mejor Amigo, por eso me oye, por eso nunca cierra su Corazón a mis plegarias. Y hoy con más conciencia de esa amistad y del poder que tengo como Su amigo, como Sacerdote, le he pedido por las almas, por mis almas, por mis hijas, por toda esa generación casta y santa que ha querido dar a mi Sacerdocio; he pedido por ellas para que sean fieles y perdón por las que hayan faltado. Encomiendo al Espíritu Santo y a María el cuidado de la fidelidad de esa Amistad divina. Que El me dé su gracia y fortaleza para sellar mi amistad como Jesús selló la suya, dando mi vida por El. Amén [129]

Sábado 21. (130) Meditación sobre la caridad. Propósitos de darme más a Dios y a las almas, especialmente a las que me han sido encomendadas. Pido perdón a Dios por mis negligencias y trataré de ser más hijo para Dios y más Padre para las almas. ***

Domingo 22. (130) Meditación sobre la Santísima Virgen. ¡Cuánto se habla de María y qué poco se dice de Ella! ¿Quién puede entrar en ese mundo de gracia y quién puede comprenderlo? Decimos de María cosas bellas; pero como un niño que aprende una recitación hermosa y la dice sin entenderla a fondo. ¡Cuánto debe sufrir el Corazón de una Madre cuando se siente incomprendida por el hijo! Y confieso que no arguyo falta de amor ni de voluntad en quien quiere hablar de María; no, sería hacer una injuria imperdonable a los devotos hijos de esa Madre. No falta amor ni buena voluntad, lo que falta es luz, falta Espíritu Santo para hablar y para escuchar. Ofrezcamos sin cesar a Jesús como Víctima por medio del Corazón Inmaculado de María para que el Divino Padre nos dé su Espíritu, y podamos descubrir la verdadera 90


devoción a María, el Secreto de María, como lo llama San Luis María Grignon de Montfort. Y Tú, oh Madre, perdona nuestra ignorancia y como buena Madre pide para tus hijos la gracia de conocerte mejor para amarte como quieres. [130] *** Leyendo N.M. veo la grande perfección que Dios nos pide. No quiero desalentarme, antes bien, pienso que si nos pide mucho, también nos ha dado mucho. Sobre todo tenemos a Jesús Víctima que es nuestro y se ofrece y está a nuestra disposición para ofrecerlo siempre a su Divino Padre y alcanzar gracias sin medida.

Lunes 23. - Último día de Ejercicios. (131) Pedí al Espíritu Santo en estos Ejercicios que me rodeara de silencio para mejor atender a sus inspiraciones. El silencio se hizo; pero en una atmósfera de dolor íntimo, no sé cómo llamarla, porque en medio de la paz, sentí desolación y tuve que luchar para conservar esa paz. Al mismo tiempo creo haber tenido más comprensión del Corazón Sacerdotal de Cristo; más luz para comprender el espíritu de las Obras de la Cruz; más amor para ellas y más conformidad, aceptación y casi alegría de sentirme pequeño y no tenido en cuenta como pasa a veces con las cosas pequeñas e imperfectas. Estoy conforme con desaparecer, y sin embargo, siento en mi alma pequeñita gérmenes de vida y ansias de apostolado. En eso creo que soy siempre el mismo. Mis anhelos de joven no han muerto y parece que se agigantan a medida que me acerco a la tumba. ¡Cosa rara! El dolor nunca me ha amilanado, al contrario, siento que me infunde nueva vida. No digo que no sienta, Dios sabe mis angustias; pero el Espíritu Santo se compadece de mí y me infunde fortaleza y un amor más ardiente para Jesús y todo lo que El quiere y ama. Aquí estoy pues, a la disposición del Espíritu Santo y de María, para que hagan en mi alma esa obra de transformación plena que Jesús quiere con sus Sacerdotes y especialmente con sus Misioneros. No sé por dónde ni cuándo; pero sé que Dios [131] triunfará en mi vida, es decir, en las obras que me ha encomendado. Soy pequeño y despreciable y no valdría la pena que el demonio se ocupara tanto de mí, pero no es a mí a quien persigue, es a Quien represento y amo, a las Obras que me ha encomendado Dios; son las Obras de la Cruz las que lo amargan y quiere hacernos desaparecer a todos los que en un modo o en otro trabajamos en ellas. Por eso también a la gracia ordinaria que Dios concede a las almas, contamos con las especiales que El ha querido dar a las Obras de la Cruz. Tenemos la protección del Espíritu Santo, el amparo de María, y por eso triunfaremos de todo y de todos nuestros enemigos. Seguiré poniendo la insignificancia de mi ser y la grandeza de mi amor al servicio 91


de las Obras de la Cruz. En nombre propio y de las almas que he cultivado en ese espíritu de la Cruz, vuelvo a ofrecerme a Dios, procurando una obediencia perfecta a mis Superiores; seguro de realizar con su beneplácito todo lo que Dios quiere de mi Sacerdocio y de mi alma. ¡Espíritu de Amor, en Ti confío! [132]

Viernes Santo de 1956. (133) ¡Oh Jesús mío! aquí me tienes en tu compañía. Siento la necesidad de estar muy cerca de tu Cruz, porque en ella, en tu Sacrificio, he encontrado la vida y el consuelo; pero hoy principalmente quiero refugiarme en tu Corazón Crucificado para amarlo y consolarlo. Hace mucho tiempo que tenemos los mismos sentimientos, desde que me comunicaste la pasión por la gloria de tu Padre, llenándome de tu Espíritu, y acercándome más a tu Santísima Madre. Pero ¿cómo he vivido ese ideal de tu Alma Santísima? ¿En qué lugar me encuentro? Este permanece oculto a mis ojos; pero una cosa me consuela y me da la esperanza de no haber retrocedido, y es encontrarme muy cerca de Ti Crucificado. Como que me olvido de mí para pensar en Ti, en tu Cruz, en la grandeza de tu Corazón. Me siento más cerca de María y de su Corazón Inmaculado. Además me siento cada día más pequeño y me gozo en sentirme así. Pero ese sentimiento, lejos de hacerme pusilánime, me infunde nuevo valor y entusiasmo para buscar tu gloria a través de todo lo que has querido inspirar a mi alma Sacerdotal, Siento que amo más y confío más en mi Sacerdocio que es el Tuyo. Déjame pues hablarte hoy con mi corazón en los labios; olvida mis pecados y contempla únicamente a tu hijo predilecto, a tu Sacerdote, a tu Misionero, al hijo de aquellas almas tan santas que tanto te amaron en la tierra y que ahora te glorifican en el Cielo. Déjame ofrecerte una vez más los anhelos tan grandes de glorificar a tu Padre y a la Trinidad Santísima, por medio de Sacerdotes muy santos y de almas Sacerdotales muy parecidas a María. Déjame acercarme a tu Corazón herido para sa[133]carlas de allí, del mismo lugar donde nació la Iglesia; de ese Corazón herido que cantó el himno inefable de la gloria del Padre al consumar su Sacrificio en la Cruz. Dame almas puras; tengo sed de pureza para saciar la Tuya. El mundo se empeña en hundirse en el sensualismo, y hay que salvarlo. Vamos a preservar las almas y a purificar lo manchado; pero ese milagro solamente lo puedes realizar Tú, el gran Redentor de las almas. 92


Purifícame a mí mismo y revísteme de tu gracia para poder ser instrumento de tu Corazón en el inmenso campo de las almas. Pero, Jesús mío, traigo algo en el alma, que a veces quiero ocultar sin poder, y que por más tentaciones que han querido ahogarlo, parece revivir con más entusiasmo. Tú lo conoces porque para Ti no hay secretos, ni yo los guardaría nunca. Ese algo, es la grande Obra Sacerdotal para darle a tu Padre Adoradores en espíritu y en verdad; a tu Corazón consoladores; al Espíritu Santo apóstoles y templos vivos, y a María verdaderos hijos y esclavos de amor que la amen y hagan amar. Para eso, quiero valerme de la Sta. Misa, es decir, de tu Cruz, de tu Sacrificio, de tu Corazón, de tu amor al Padre y a las almas. Para eso quiero valerme del fuego abrasador del Espíritu Santo y de los dolores de María. Y todo eso conseguirlo en mi Altar, en mi Misa; pero también a través de mi palabra. Creo que debo hablar, que debo predicar. Y es aquí donde pienso, ¿cómo podrá ser esto? Pero me contesto yo mismo y desde luego, que nada hay imposible a tu Corazón. Tú puedes hacer los mayores prodigios con sólo querer. Y aquí estoy, Jesús mío, esperando ese milagro de tu Corazón. Hace más de treinta años que pusiste ese anhe[134]lo en mi alma. Mi vida ha transcurrido en su mayor parte y sin embargo sigo esperando con fe esa gracia. Pero si no fuera mi deseo tu voluntad y sólo hubieras querido dármelo para gozar con él, dame otras almas que lo realicen porque así lo exige tu Corazón. Déjame entrar más en tu Alma, ya que Ella ha realizado plenamente esa gloria del Padre. Y si al morir, el enemigo de mi alma, para hacerme sufrir quiere burlarse de mí, diciéndome que fracasé en mi vida, etc., entonces, Jesús mío, déjame ver tu Alma y moriré feliz porque Ella realizó todo mi anhelo. Ese será el gran gozo de mi vida y la alegría suprema de mi muerte. Ahora, oh Jesús! háblame Tú, que me hable tu Corazón Crucificado, Y una vez más, gracias por tu gran caridad para mi alma! [135]

Ejercicios Espirituales del 2 al 11 de febrero de 1957. (136) Coatepec, Ver.

Día 2.- Sábado por la noche. - Entrada. (136) Día 3. - Domingo. (136) Consagro estos Ejercicios proporcionarle un consuelo.

al

Corazón

Divino

de

Jesús,

tratando

de

93


Los pongo bajo la protección amorosa del Espíritu Santo y de María. Todo en los brazos de mi adorado Padre Celestial, sintiéndome su pequeñito hijo pero completamente confiado en su Amor, y por lo mismo seguro de que arrancaré a su Corazón (Amor) los secretos de ternura que encierra para con su Divino Hijo, logrando así el fin de mis Ejercicios: consolar mucho, pero mucho, mucho, al Corazón de su Divino Hijo. Ruego a mis grandes amigos del Cielo, a los Santos Ángeles, especialmente a San Miguel; al glorioso San José, que me ayuden con su poder y auxilio. ¡Espíritu de Amor, en Ti confío! *** Jesús quiere que le demos amor con generosidad y correspondamos al que El nos tiene. ¡Cuánta tacañería espiritual en muchas de las almas consagradas! Dimos al consagrarnos. Y cuando se nos pide, o negamos, o damos poco y de mal modo. Un alma tacaña, no será santa ni corredentora. Alegamos pobreza, miseria, fragilidad; pero ¡cuántas veces nos repite Jesús: "Pedid y recibiréis, clamad y se os abrirá"!.. [136] Y no queremos pedir porque tenemos miedo de dar. Escogemos voluntariamente ser miserables por el temor de que se nos pida. En resumen, porque nos falta amor. Perdóname, oh Señor, todas mis resistencias a la gracia, y todo lo que te he negado siendo tuyo y debiendo dártelo. Pido al Divino Padre en tu Nombre, oh Jesús, y en el de María, que me haga el don de su Espíritu Santo para abrasarme en Amor y dar con generosidad cuanto me pidas. ***

Lunes 4.- Aniversario de la vocación de N.V.P. Félix! (137) El amor de Jesús tiene razón en exigir correspondencia. El se ha dado plenamente sin que lo merezcamos y esto aumenta la exigencia de su Corazón. Amor de predilección en especial para sus Sacerdotes y almas consagradas. Nuestro amor pues, debe ser de predilección, amor ardiente, amor total. ¿Ha sido así mi amor? ¡Qué feliz sería si pudiera asegurarlo! No me atrevo a asegurarlo, pero tampoco a negarlo, aunque siento muchas miserias en mi vida. Realmente confieso que el Centro de mi vida ha sido Jesús. Le dí el amor de mi niñez, el de mi juventud; el de mi vida religiosa; pero muy especialmente mi amor Sacerdotal. Las tormentas de mi vida han sido en torno de ese amor y por la gracia de Dios me parece que ha triunfado. Pero es preciso darse más y darse mejor; amar más y mejor. Y también para eso he descubierto el secreto: "Amar con el Espíritu Santo", hacer de ese Amor mi amor. 94


Amar como el Padre ama a su Verbo, en el Espíritu Santo. Y para atraer ese Amor, ofrecer a Jesús Víctima por manos de María al Divino Padre. Allí está [137] el secreto del perfecto amor. ¡Oh Padre! por tu Verbo y por María, dame tu Espíritu Santo! *** Ha revivido en mí el deseo de ser mártir, de regalarle hasta la última gota de sangre a Jesús, uniéndola a la Suya para la gloria del Padre y de María. Pero antes del martirio de sangre, quiero el del amor. Para ello necesito ser presa del Espíritu Santo; que El me posea y me consuma. ¡Cuántas veces lo he llamado desde el Altar de mi Sacrificio, cuando elevo la Hostia y el Cáliz para presentarlos al Divino Padre! ¡Cómo he tratado de conmover las entrañas tiernísimas ya de ese Divino Padre, y le he pedido que me dé ese Espíritu Suyo! Que me llene del Espíritu Santo para amar como El, a su Divino Hijo; para que me transforme en Cristo, para ser como El me quiere. amor.

En ese Espíritu confío para poder sufrir ambos martirios: el de sangre y el de

¡Ven, oh Espíritu Santo, poséeme plenamente y haz que mi corazón ame Contigo al Corazón de Cristo, y unido a Él, ame a mi Padre Celestial y a mi Madre Inmaculada! Amén! *** ¡Gracias una y mil veces, oh Padre amadísimo! ¿Cómo podría tu Amor de Padre negarme el Don que te pido, de tu Espíritu Bueno de tu Espíritu Santo? ¿Cómo podrías negarme ese Espíritu por el que me pareceré a Ti y te ofrecerá mi alma la imagen de tu Hijo? ¡Gracias, sí, Padre mío, por ese Don! Lo amo porque es Santo, porque es Dios; pero también lo amo porque Tú me lo das; porque le costó su Sangre y su Vida a mi Jesús. Ayúdame a cuidarlo; a comuni[138]carlo, a darle miles de templos vivos donde El reine. ¡Ven, Espíritu Santo! Yo te recibo con inmensa ternura como a Don de mi Padre y de mi Verbo! ¡Ven al Corazón Inmaculado de María donde he puesto mi mansión, donde tengo el Altar de mi Sacrificio! ¡Que Ella te cuide en mí, y que por Ti la ame hasta el delirio! Amén!

Martes 5. (139) Comprendo más y más las exigencias del Amor divino. Jesús quiere que Lo amemos "usque in finem", con un amor que no se contente con dar lo preciso, sino algo más, mucho más, inmensamente más, a ser posible. En verdad nuestro amor puede en cierto modo ser infinito, por lo menos en el deseo, en lo que nosotros podemos. 95


Jesús quiere que Lo amemos y Lo defendamos de sus enemigos, del odio, del olvido, de la indiferencia. Para ello precisa amar más que todos los que Lo olvidan y que nuestro amor sea tan poderoso que logre conquistarlos a su Amor. Esta es la obligación de las almas consagradas y en especial del Sacerdote. Esa es mi obligación como Sacerdote y especialmente como Misionero del Espíritu Santo. Jesús quiere que Lo consolemos y para eso nos dió su Espíritu Consolador. ¿Cómo podemos negarle lo que en justicia nos pide? ¡Oh Espíritu Santo, Espíritu Consolador! Yo te llamo una vez más a que respondas de mis deudas. Desde que me ordené de Sacerdote, te puse como mi fiador, y nunca has faltado en pagar mis compromisos. Me he comprometido con Jesús para amarlo como El quiere y hacerlo amar. Quiero que deje de ser el gran desconocido, para que sea el gran Amado y el universalmente agradecido. Quiero rendir a su Amor las almas que más ama, sus almas consagradas, sus amadísimos Sacerdotes. Es cierto que muchos ya Lo aman como El quiere; [139] pero quiero darle el amor de los que no Lo aman, de los que El se queja, comenzando por mí mismo que estoy tan lejos de amar como debo. ¡Oh María, Madre mía, intercede por mí, para que el Espíritu Santo me transforme y sea como Jesús me quiere! *** ¿Qué corazón será capaz de llenar las exigencias del Corazón de Cristo? Hay uno que lo cumple a maravilla, el único que puede conseguirlo. Este Corazón es el Corazón Inmaculado de María. Corazón Virginal. Corazón de Madre; Corazón lleno del Espíritu Santo, Corazón enriquecido con las ternuras inefables del Amor del Divino Padre. Corazón, por otra parte, que ama al hombre porque Dios se lo dió como hijo; Corazón que se compadece de su miseria, que conoce sus deudas y quiere ayudarle a pagarlas. ¡Qué felices somos de tener de nuestra parte a ese Corazón Santísimo de María! Yo te pido, oh Madre de Dios y Madre mía, que me des tu Corazón para amar con El al Corazón de Jesús, para darle el Amor que El anhela, el amor que le recuerda el de su Padre, en una palabra, el Amor con que Tú le amas. *** El Corazón de María fue grande en su amor y en su dolor desde que comenzó a latir; pero cuando llegó al máximum de su amor y de su dolor, fue en su larga soledad, durante casi 25 años después de la Ascensión de su Divino Hijo. Soledad que se caracterizó por una desolación y un desamparo indecibles, y que recordaban y reproducían aquel lamento desgarrador de Jesús Crucificado: "Dios mío, Dios mío! por qué me has desamparado?..." Pero fue entonces cuando más gloria le dió a Dios, más consuelos al Corazón de Cristo y más almas conquistó para el [140] Cielo. ¡Cuánta amargura oculta en un Corazón sencillo y humilde! ¡Cuánta desolación en un alma 96


cándida que nunca tuvo otra actitud sino la de su perpetuo "FÍAT" en un perenne "MAGNÍFICAT"! Si las piedras se conmoverían ante esa Celestial Señora, ¿qué sentiría el Corazón de Cristo? ¡Qué podrá negar a esos dolores? Nada absolutamente. Por eso los permitió, porque quería seguir siendo en ELLA el Dios de las Misericordias. ¡Gracias, oh Jesús, por haber escogido a tus Misioneros del Espíritu Santo para anunciar al mundo esos dolores de Soledad de tu Santísima Madre! Que sepamos comprenderlos, compartirlos y consolarlos. Yo me acojo a ellos para alcanzar perdón y misericordia; para alcanzar con ellos y los de tu Corazón, oh Jesús, la gracia de poseer y ser poseído por el Espíritu Santo. ¡Corazón desamparado de María, haz que crezca en pureza el alma mía! ***

Miércoles 6. (141) ¿Cómo podremos responder a la voz de Cristo que nos llama a su Corazón que nos ama? Su Palabra abre surco profundo en el alma; su Amor inflama y consume sin aniquilar, sino comunicando vida. ¿Qué hacer? Precisa contestar a esa Palabra y corresponder a ese Amor. Sólo el Espíritu Santo puede transformarnos y crear en nosotros un corazón nuevo, y dar a nuestra palabra el fuego de la Palabra Eterna y el Amor abrasador que el Verbo quiere, Amor que es el mismo Espíritu Santo. En el Cenáculo de mi alma situado dentro del Corazón Inmaculado de María, hablando con la palabra conmovedora y conmovida de esa Madre, le digo al Espíritu Santo: "Ven, oh Amor Infinito del Padre y del Hijo, ven a este pobrecito pecador arrepentido, ven [141] a crear en mí un corazón nuevo que comprenda al Corazón de Jesús y al Corazón de María. Ven a hablar por mi medio. Tú que hablaste por los Profetas para anunciar al Redentor del Mundo, para anunciar a María la gran Madre de Dios. Ven ahora a hablar por tu siervo, por tu Sacerdote, por tu Misionero. Ven a hablar la palabra que adora, que agradece, que repara y que implora. La palabra que glorifique a ese Verbo y a su Madre Purísima; la palabra que unida a la Palabra del Verbo, cante la gloria del Divino Padre. ¡Ven, Fuego que abrasas sin consumir porque eres Creador y al incendiar das vida, vida de pureza y de amor! Con toda la fuerza de mi alma te digo una vez más: ¡Espíritu de Amor, en Ti confío! Sí, sí, en Ti confío, porque eres el Amor Infinito; Amor del Padre. Amor del Hijo y también mi Amor! *** Mi alma se siente profundamente conmovida con el Amor de humildad de Jesús. El, Heredero Universal, Dueño de cuanto existe; El, Objeto de las ternuras infinitas de su Divino Padre; El, donde se encierran todos los tesoros de la Sabiduría y 97


de la Ciencia; El se abaja para buscar al hombre y mendigar su amor. Como si nosotros lo fuéramos a enriquecer, cuando en realidad es por hacernos felices, por querer participarnos de sus gracias infinitas. Y con qué humildad nos pide! ¡Cómo no avasalla sino llama y espera a que le abramos! Nos ofrece el perdón antes de que nosotros lo pidamos; murió Crucificado antes de pedirnos que nosotros lo hiciéramos por su amor. En la Eucaristía se esconde y se humilla para no deslumbrarnos, para que no nos dé pena nuestra insignificancia. Nos habla y oculta su Divino Rostro para que no muramos de amor o de pena. [142] Quiso dejarnos sus Sacerdotes para que ellos nos hablaran en su Nombre y nos perdonaran sin cesar. ¿Hasta cuándo corresponderemos al Amor humilde de Jesús, entregándonos también nosotros en la sencillez del corazón? Demos lo que tenemos y lo que somos. Lo que El quiere es el corazón. Si somos ignorantes, El será nuestra Ciencia; si somos débiles, El será nuestra Fortaleza; si nuestro corazón es pequeño, El nos da Su Corazón. Vayamos a Él con la confianza del niño a los brazos de su madre. El será nuestro TODO. *** ¿Cómo ama el Espíritu Santo a María? La ama como un ideal realizado para la gloria de la Trinidad Santísima. Por Ella da a conocer a los hombres, e hizo sentir a Cristo el amor del Padre para ese Hijo Divino. Por Ella ofreció al Divino Padre el Amor más parecido al de su Divino Hijo, En Ella encontró el Espíritu Santo la perfecta docilidad y correspondencia a su Amor. La hizo tan hermosa y santa como El la quería. Encontró en Ella el Amor puro, sencillo y humilde. El Amor Crucificado que lo atrae irresistiblemente. Pero ¿quién podrá penetrar en esos secretos de amor? Callemos y admiremos la Obra Maestra del Espíritu Santo entre las puras criaturas. Alabemos a la gran Madre de Dios, a la Azucena Purísima de la Santísima Trinidad! ***

Jueves 7. (143) He comenzado este día con una dicha inmensa en mi alma, cuando unido a Jesús, levanté mi corazón [143] al Padre para decirle: "PADRE NUESTRO!..." Ese "nuestro", es decir, de Jesús y mío, me sabe a Cielo! ¡Qué hermosa realidad nuestra gracia de adopción por la que nos llamamos y somos hijos de Dios! Y si me siento feliz al llamar Padre mío al Padre de Jesús, no sólo es por lo que 98


puedo recibir, sino por lo que esa filiación me permite dar, ya que todo lo que reciba es para Él, para su gloria, y nada falta a mi dicha sabiendo que El es mi Padre y que me ama como a hijo pequeñito y lleno de necesidades. De remediarlas, El cuida como buen Padre, lo que a mí me toca es amarlo sin medida, complacerlo, haciendo en todo su adorable Voluntad. También, y por razón análoga, he sentido la inmensa dicha de llamar a María en unión de Jesús "NUESTRA MADRE". ¡Sí, Madre tierna y delicada que con su amor me lleva a Dios; que con sus miradas me hace perderme en el seno del Padre, que me asegura los mismos cuidados que tuvo con Jesús, ya que formo parte de su Cuerpo Místico y comparto el Sacerdocio Eterno. Siento que mi alma se vuelve más pequeña y niña cuando María la mira; siento que me comunica su inocencia y su candor, y así me siento animado para decirle al Padre: ¡Mírame, ámame como la amas a Ella, porque me ha comunicado su hermosura! Creo que ya no hay obstáculos para oír la voz de Dios; que ya mi mirada puede encontrarse con la de mi Padre para decirle con Jesús y María: "He aquí a tu hijo, a tu siervo, habla, que estoy presto a cumplir tu Voluntad!" *** Queriendo tener algunas luces acerca de mi vida, invoqué la intercesión de N.V.P. Félix y de N.V.M.C. - Quedo tranquilo pensando que todo se tratará en el Consejo íntimo de la Trinidad, allá en el Cielo. Y más que saber, necesito obedecer al be[144]neplácito divino. ¡Qué dicha saber que nuestro destino se trata en el Seno de Dios nuestro Padre, y asistiendo aquellas almas glorificadas que son también las de mis Padres en el espíritu! Como a un hijo pequeñito, sólo me toca obedecer y confiar ciegamente en el Amor de mi Padre Dios. Y digo que más que saber necesito obedecer, porque la Providencia Divina no falta en nada y por los acontecimientos se manifiesta claramente. Además, como Religioso, la obediencia me dirá lo que Dios quiere de mí. ¡Gracias, oh Dios mío, por tu gran bondad que así cuida de tus hijos pequeñitos! ¡Que sólo me ocupe de amarte y hacerte amar! Así sea! *** Ha gozado mucho mi alma meditando las grandezas de María. ¡Cómo quisiera ser un instrumento dócil del Espíritu Santo para conocer y hacer amar a María! El que la enriqueció con tantas gracias y le dió una hermosura única entre las puras criaturas, El se reserva lo que San Luis María Grignon de Montfort llama el "Secreto de María". Seguiré pidiendo humilde e instantemente al Espíritu Santo que revele ese Secreto a mi alma. ¡Espíritu de Amor, en Ti confío! ***

Viernes 6. (145) Mi alma se siente envuelta en el amor de Jesús para su Divino Padre. ¡Cuántas 99


cosas he meditado que en la vida de Jesús nos hablan de su Padre y glorifican a su Padre! ¡Oh Jesús, dame tu Corazón para amar a tu Padre, dame tu Mirada para contemplarlo; lléname de tu Espíritu para que en todo te vea en mí. [145] *** En mis meditaciones sobre la Santísima Trinidad y María, he contemplado cosas tan bellas, que no puedo expresar. Me limito a glorificar a Dios por sus perfecciones infinitas, a María por sus grandezas, y a sentirme inmensamente feliz de ser hijo de Dios y de María, de amarlos y de quererlos hacer amar. Y vivo en la esperanza de que el Espíritu Santo haga el milagro de transformarme, de llenarme de su luz y de su amor. ¿Cómo podría yo ser feliz sin sentirme poseído por El, para amar como soy amado? *** ¿Qué sientes, Jesús mío, viendo la emoción de tus Misioneros al leer tus Palabras, al sentirse identificados con tu modo de pensar? ¿Qué sentirán en el cielo N.P. y N.M. al ver realizarse los planes de Dios en las Obras de la Cruz? Me imagino que al ver todo esto, Jesús también se llena de emoción y vuelve a confirmar sus promesas: "Yo haré en ellos ostentación de mi poder"... "Seré en sus Iglesias el Dios de las Misericordias", y tantas otras cosas consoladoras que guardamos en el secreto de nuestros corazones! Aquí tienes a tus pies, oh Jesús, al más pequeño de tus h. Misioneros; aquí estoy lleno de emoción y de santas ilusiones por tu gloria. Sigo en mi Misión de Peregrino de Amor, de tu Amor, del Amor de tu Padre, del Amor del Espíritu Santo, del Amor de María. Quiero que me bendigas; que renueves en mí las bendiciones y promesas hechas a nuestros Padres. Quiero darte gloria como Tú quieres de tus Misioneros. Quiero que bendigas lo que yo bendigo, y que ames lo que yo amo. Bendice a todas las personas que me han ayudado en mi Misión, a las que me proporcionaron estos días de amor cerca de Ti en mis Ejercicios. [146] Te pido una bendición especialísima para aquéllos que han tenido fe en mi Sacerdocio; a los que han creído en mis palabras. Que ninguno quede defraudado y que reciban el ciento por uno de acuerdo con su fe. Bendice a mis h. Misioneras que tantas pruebas de fe, de adhesión y de comprensión han tenido para mi Misión cerca de ellas. Premia su fe y su caridad santificando sus almas, y dándoles la gracia de ganar muchas almas para el Cielo. Te pido muy especialmente en estos momentos por mis amados Superiores que han sido dóciles instrumentos de tu Providencia y de tu Amor para mi alma, para la Misión que les has encomendado. Que mis pobres trabajos sean para su gloria en el Cielo. 100


***

Sábado 9. (147) No puedo decir otra cosa sino que mi alma se siente toda en Dios y en María. En Dios, admirando sus perfecciones divinas, en María contemplando el mundo de gracia que Dios depositó en Ella. Y de esa contemplación nace en mi alma una felicidad indecible; como si yo participara de esas gracias; pero más bien olvidándome de mí para ser feliz con la felicidad de Dios y de María. Así nunca seré pobre, porque mi riqueza es la de Dios; siempre seré feliz porque mi dicha es la de Dios. Lo único que pido y deseo ardientemente, es no apartarme de Dios, no perder su gracia. ¡Oh Dios mío, me encomiendo a tu Misericordia y a tu amor! Por tu dicha eterna, por tu felicidad esencial, admíteme siempre a tu divina amistad, protege mi alma y líbrala de sus enemigos. ¡Madre mía! por tu Maternidad divina, por [147] tus privilegios todos, ten misericordia de tu hijito Misionero, guárdalo en tu Corazón Inmaculado, con todas las almas que Dios le confiará en el tiempo y en la eternidad. Envuélveme en tu ambiente de pureza y de amor, y que siendo siempre pequeñito, se pierda por Ti en Dios para que El sea en mí TODO en todas las cosas. Amén. ***

Domingo 10. (148) "Nadie puede venir a Mí, si mi Padre que me envió, no lo atrae". (Joan. 6,44). ¡Cuántas luces y cuántas emociones desconocidas han venido a mi alma meditando esas palabras de Jesús! ¡Qué motivo tan grande para amar y agradecer al Divino Padre! El me llevó a Jesús; El me lo dió; El me lo hizo amar; El me dió FE en su Palabra; El me aceptó como hijo adoptivo; El me concedió ser el hermanito menor de Cristo; El reconoció esa filiación obtenida por Cristo; El me ha hecho sentir tantas veces que soy coheredero de Cristo, que eso no es ficción sino realidad. ¡Cuántos ignoran la mano amorosa que los llevó a Jesús; el Corazón que les dió a Jesús! ¡Cuántos desconocen a ese Padre de infinita ternura. Pero, oh dicha! Jesús nos lleva al Padre; Jesús nos ha hecho la gran revelación de su Padre y nuestro Padre! Unido al Corazón filial de Jesús, quiero amar, agradecer y desagraviar a mi Divino Padre. Con Jesús viviré para el Padre, buscaremos la gloria de ese Padre, y nos complaceremos en hacer su Voluntad. Todas las almas que El me quiera dar, las llevaré a su Seno amorosísimo de 101


Padre. Le daremos con Jesús y con María los Adoradores en Espíritu y en [148] verdad que ese Padre busca. ¡Oh, sí! ¡Cómo no darle gusto a ese Padre que todo ha hecho para nosotros, que nos dió a su Hijo y nos mandó su Espíritu! ¡Oh Padre, te ofrezco cuanto me pertenece, y en primer lugar a tu propio Hijo; te ofrezco el amor de María; te amo en tu mismo Espíritu. Perdóname, oh Padre, mis olvidos y los del mundo; te prometo en nombre de Jesús, que el mundo te conocerá y te amará; te prometo en nombre del Espíritu Santo, hacerte amar con ese amor propio de tu Divino Hijo; con el amor que te amó María. Ese será el Amor de tus Adoradores. Perdona, oh Padre, todas las veces que haya desconfiado de tu amor misericordioso. No quiero desconfiar nunca jamás. Iré por el mundo sembrando la alegría y la paz de los hijos de Dios; la alegría que inundaba el Alma Santísima de Cristo al verse envuelta en tu ternura infinita de Padre. Iré derramando a torrentes las gracias y los dones de tu Espíritu. Él también, Padre amado, es el gran desconocido. Cuando El sea conocido, te conocerán a Ti y a tu Divino Hijo, con aquel conocimiento que arrancará la perfecta alabanza. Voy como Misionero de ese Espíritu Divino a hacerlo conocer y amar, especialmente de las almas escogidas, de tus Sacerdotes, Religiosos y Almas que buscan la perfección. Bendice esa Misión, oh Padre! Tú sabes que es la llave para entrar al Reino de Dios, para glorificar a la Trinidad Santísima. Amor.

Voy con María, con la agradecida María, Esposa Purísima de ese Espíritu de

Gracias por todo, oh Padre amado! Te ofrezco a tu Divino Hijo como Víctima de acción de gracias, y yo en su unión, por manos de María. ***

Lunes 11.- Misa de acción de gracias. Fin de los Ejercicios. (149) * * * [149]

Pensamientos a los 50 años de mi primera Comunión. (150) Diciembre 12 de 1957. *** En la Hostia de mi Primera Comunión se me dió Jesús para siempre; en la Hostia de mi Primera Misa me dió el poder de ofrecerlo y de darnos en Comunión para la gloria del Padre. *** 102


En la Hostia de mi Primera Comunión, Jesús me llamó; en mi primera Misa me transformó; en la última de mi vida me ofrecerá a su Padre en Comunión eterna. *** Después de 50 años de haberte recibido, oh Jesús, siento a mi alma más pequeña; pero con un amor como infinito. *** Jesús me dió su Espíritu para poder ser hostia y glorificar al Padre. *** Cuando lo conocí, lo amé; cuando lo amé, me llamó y su vocación me hizo feliz. *** La Eucaristía alegró mi niñez; me salvó de los peligros de la juventud; y ha sido el consuelo en todos los momentos de mi vida. * * * [150] ¿Qué te daré, Jesús, por todo lo que me has dado? Te daré el amor de tu Divino Padre y la ternura de tu Santísima Madre. *** María me llevó a Jesús; Jesús me dió su Espíritu y entonces se levantó en mi alma la llama devoradora de su amor al Padre. *** Al recibir por primera vez el Cuerpo y la Sangre de Jesús, recibí el amor a María, que circula como la sangre de mi alma. *** El perdón me acercó al altar de mi Primera Comunión; Jesús me abrió su Corazón y descubrí el secreto de sus grandes amores: su Padre, María, las almas. *** (Por un error de imprenta estos pensamientos faltaron en el tomo 27: Pláticas y Ejercicios del año 1957). [151]

Ejercicios Espirituales del 21 al 30 de enero de 1958. (152) En la Casa Noviciado de las Canonesas de la Cruz. Chaclacayo, Perú.

Día 21.- Martes - Entrada. (152) Después de un año de intensa lucha, vuelvo a mis días de Ejercicios, con la ilusión de siempre, es decir, de perfeccionar mi unión con Dios y de conocer mejor la voluntad de Dios para cumplirla. 103


El sufrimiento me ha acercado más a Dios, y en verdad siento más amor, más veneración y respeto por el Sacrificio de Cristo. Veo a Su Cruz como mi salvación y mi esperanza. Consagro estos Ejercicios al Espíritu Santo y a María, para afianzar más mi alianza de amor con Ellos. Esa Alianza me permitirá realizar mis anhelos de glorificación al Divino Padre y a la Trinidad Santísima; mi anhelo de glorificación a la gran Madre de Dios María Santísima. Encomiendo el cuidado de mi cuerpo y de mi alma, especialmente en estos días, a mi amadísimo San Miguel Arcángel y a los Ángeles que él quiera proporcionarme; a los Ángeles de Jesús y de María; a los Ángeles de los Oasis. Me encomiendo igualmente a la intercesión de los Santos que más amaron a Dios sobre la tierra. Invoco a N.V.P. Félix y a N.V.M.C. A mis amadas hijas Misioneras que ya gozan, así lo espero, de la presencia de Dios en la gloria. Invoco a las almas de mis amadas H. y de las que más se interesaron por mi Sacerdocio acá en la tierra; a mis amados Padres. ¡Habla, Señor, que tu siervo escucha! [152] Amén!

¡Oh María! Comunícame tu Amor, tu Pureza y tu Celo por la gloria de Dios. ***

Día 22. Miércoles. Primero de Ejercicios. (153) Celebré la Misa Votiva del Espíritu Santo, consagrándole una vez más mi alma y cuanto me pertenece. Hice la Consagración por medio del Corazón Inmaculado de María. La meta deseada: "Mi transformación en Cristo". Cristo nació de María y dependió de Ella. Yo necesito nacer con Cristo también en María y estarle sujeto en todo. Debe, por lo tanto, moverse mi alma en un ambiente de pureza y de amor. Esa pureza es un don del Espíritu Santo, un fruto precioso de los méritos de Cristo. Pero felizmente es una hermosa realidad. Sin pureza, no podría comprender a la Pureza. Sin pureza no podría contemplar el rostro iluminado de María, ni penetrar en los secretos de su Corazón. Pero en cambio, si el Espíritu de Dios, si el Espíritu de Jesús está en mí, entonces podré contemplar con divina serenidad la mirada candorosa de María y escuchar su voz, entrando en su Alma y obedeciéndole en todo. ¡Oh Espíritu Divino! Ven a saciar la sed de pureza que abrasa mi alma! Ven a calmar mi sed de Dios, aunque esa sed se aumente cuando parezca calmarse. ¡Ven Espíritu Santo! Ven a descubrirme los secretos de la hermosura de Jesús. Para eso, déjame entrar en el Alma Inmaculada de María. A nadie como a Ella 104


quisiste revelar el secreto del Verbo Encarnado, y nadie puede conocerlo sino a través de Ella. Esa ha sido tu voluntad; ésa fue la voluntad del Divino Padre, que sólo por María se conozca a Jesús. Aquí me tienes pues, oh amada Madre mía, quie[153]ro escuchar tu voz; quiero contemplar la hermosura de Cristo en tu purísima Alma! *** Para conocer a Jesús, podría decirnos María, es necesario poseerlo; es preciso desearlo; es indispensable amarlo. La posesión debe ser plena y permanente; el deseo debe ser siempre actual y creciente; el amor debe ser el mismo con que su Padre Lo ama, debe ser el Amor que YO le tuve, debe ser el Amor en el Espíritu Santo. ¡Amor, deseo, posesión! -I¡Amor! ¿Cómo lo he amado? Seguramente que esto sólo Él lo sabe: pero en cuanto nosotros podemos asegurarlo, siento que ese amor ha sido realmente la vida y la ilusión de mi alma. ¡Cuántas cosas y cuántas creaturas he visto desaparecer sacrificadas en aras de ese amor! Si el Espíritu Santo me dió su gracia para sacrificarlas, esa gracia supone otra, la del amor a Aquél por quien se inmolan. Jesús apareció en mis ensueños de niño, cuando todavía no pueden precisarse las ideas; pero en general aparecen ya como un ideal porque alegran la vida y hacen desear cosas grandes para la gloria de Dios. ¿Cuántos años tendría entonces? 6 o 7, no lo sé, pero era muy niño, mucho faltaba todavía para mi Primera Comunión que hice a los 10 años de edad. Entonces pensaba en la dicha que tenían los niños que podían servir al Altar. Más tarde Jesús me concedió acercarme yo mismo para ayudar la Misa. Me tomó y ya no me dejó a pesar de los muchos peligros en que estuve. Algún tiempo después, pero ya cuando mi amor a Jesús Eucaristía había crecido con la Primera Comunión y con mis constantes visitas a Jesús en su Sagrario, nació el grande ideal del Sacerdocio. [154] También esta batalla para llegar a la realización de ese ideal, la ganó el Amor y la paciencia infinita del Corazón de Cristo. El me amó y yo procuré corresponder a ese amor. Así llegué al Altar donde Jesús se ofrece como Víctima, y donde en su unión he querido ofrecerme. ¿Qué cosa podrá llamarse ideal irrealizable cuando se logró escalar el Altar de Dios donde Cristo se inmola? Que nadie se admire de los triunfos del Sacerdote cuando se apoya en la Cruz de Cristo. Es una fortaleza irreductible; pero desde donde se dominan las contrarias y 105


quedan reducidas a cenizas. ¡Cómo quisiera la divina elocuencia para poder cantar las glorias de la Cruz de Cristo y las del Sacerdote que ofrece ese Sacrificio y tremola esa Cruz! Puedo asegurar con palabra de Sacerdote, que he visto esa gloria, que he contemplado esos triunfos y que siempre la debilidad de la criatura quedó sustituida por esa fuerza divina del Sacrificio de Cristo. Por eso mismo el ideal del niño, el del joven y más tarde el del Sacerdote, vino a convertirse en una hermosa realidad, al sentirme dueño de Jesús Crucificado para ofrecerlo al Divino Padre por manos de María. Todo lo espero de Él, y quisiera que todos mis hermanos en el Sacerdocio viviéramos de esa fe y en esa absoluta confianza. El mal del mundo es muy grande y poderosos los enemigos de Dios; pero nosotros seremos más fuertes si nos apoyamos en Jesús Crucificado, si sabemos usar mejor de nuestro Altar. Pero en todo cuanto acabo de escribir, estuvo presente el amor Maternal de María. Ella ha sido el grande Amor de mi vida; pero amor que me llevó a Cristo y que me ha unido con fuerza irresistible al Espíritu Santo. Ella la que me ha enseñado cómo se debe amar a Jesús con aquel colorido del Amor del Divino Padre. [155] Pido humildemente a Jesús que me conceda saber honrar a tan buena Madre, haciendo cuanto pueda por Ella y valiéndome para ello del arma invencible del Sacrificio del mismo Cristo al que uno el de mi pobre vida. - II Deseo. - ¿He deseado el amor de Cristo? ¿Quién podrá asegurar que lo he deseado como se debe? En la sencillez del corazón puedo asegurar que mucho lo he deseado, y que ese deseo ha crecido con mi vida, haciéndose apremiante en estos momentos. Porque lo deseo lo busco, porque lo amo lo pido. Pero, insisto, ¡qué pobre es nuestro deseo y nuestro amor! Mas quiero hacer míos los deseos de la Santísima Virgen cuando pensaba en el2 Misterio de la Encarnación. Quiero desearlo como lo han deseado los más grandes Santos. Quiero desearlo con el mismo deseo que El tiene de darse a las almas y muy en particular a sus Sacerdotes. Quiero desearlo como Jesús deseaba la gloria de su Padre y la gloria de su Santísima Madre. Quiero poner a mis deseos todo el fuego del Espíritu Santo. 2

El original impreso dice “en al Misterio…” en lugar de “en el Misterio…”

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Quiero darle a mi deseo la ternura infinita y la fuerza arrolladora con que el Divino Padre quiere la gloria de su Divino Hijo. ¿Qué más puedo decir, para expresar la grandeza de mi deseo, de conocer, de amar y de transformarme en Cristo? - III Poseer a Cristo. ¿Poseo a Cristo? - Creo que amándolo y deseándolo, Lo poseemos. "Si alguno me ama, mi Padre le amará y vendremos a él y pondremos en él nuestra mansión". [156] Pero la plenitud de la posesión exige también plenitud de amor y de deseo. En perfeccionar el amor debemos emplear la vida y por eso vengo a pedirlo en estos Ejercicios. Para asegurar la plenitud y permanencia de la posesión, necesito asegurar también la permanencia en mí del Espíritu Santo; ya que debo amar como soy amado y poseer como soy poseído, y todo eso soy en el Espíritu Santo. "Pues bien, si mis penas internas son como la flor y nata de mi Corazón, su fruto divino, el más subido y aquilatado en valor infinito, a quién puedo dedicárselo sino a lo que más amo en la tierra, a mis Sacerdotes amados? "Pero vamos a ver; ¿por qué amo tanto a mis Sacerdotes? ¡Ay! porque en ellos veo a mi Padre o debiera verlo - reflejando sus perfecciones. Y ¿por qué no? Acaso no dije: "Sed perfectos como mi Padre Celestial es perfecto?" "Y ¿cuál es la perfección eterna e infinita del Padre, sino el amor fecundo? Y ¿quién es el Amor infinito sino el Espíritu Santo? Y ¿con cuál amor se ama el Padre sino con el mismo amor que lo hace Dios, con el Espíritu Santo? Por tanto, si los Sacerdotes transformados en Mí aman con el amor infinito con el que Yo amo a mi Padre, con el Amor mismo con que El se ama a Sí mismo, es decir, con el Espíritu Santo, serán perfectos y participarán de la sola y única fecundación del Padre con más intensidad, con más plenitud, siendo padres en el Padre, por el Verbo hecho Hombre y Sacerdote Eterno, enlazando esa celestial unión transformante con el infinito y eterno amor, el Espíritu Santo." (Confid. C.XXXVI, p.558). Y ¿qué hacer para asegurar esa presencia y plenitud del Espíritu Santo? El secreto está en hacerlo venir, en llamarlo en nombre de Jesús Crucificado. Por El vino en el Pentecostés perenne de la Iglesia que siguió a la [157] muerte y glorificación de Cristo. ¡Qué alegría! tenemos el medio infalible para atraer y hacer que se quede con nosotros el Espíritu Santo; y ese medio es Jesús Crucificado. Jesús que es nuestro, que nos dió su Sacrificio con una voluntad sin arrepentimiento. ¿Por qué no ha explotado el mundo este Tesoro? ¿Por qué no volvernos en las horas de angustia, pero principalmente en las de amor para tomar ese Cuerpo y esa Sangre de Cristo y ofrecerlas al Divino Padre para que nos dé su Espíritu, y así amar como somos amados y asegurar la perfección del amor y la permanencia de la posesión? 107


Ofrezcamos sin cesar al Verbo en todos los Altares de la tierra y en los de las almas, en una Cadena de Amor ininterrumpida. ¡Qué dicha ser Sacerdote! ¡Qué dicha ser cristiano y dueño de Cristo, ya que El se nos dió voluntariamente, y poderlo ofrecer sin cesar! No vivimos pues de ilusiones sino de hermosas realidades. ¡Señor! Aumenta nuestra fe para asegurar la esperanza de perfeccionar la caridad! *** Día 23. - Jueves.- Segundo de ejercicios. (158) - LA TRANSFORMACIÓN ¿En qué conoceremos que nuestra alma se ha transformado en Cristo? Esa transformación se realiza por el amor y las virtudes. Esa unidad que pedía Cristo a su Divino Padre. "Peter ut sint unum" es la unidad en el Amor del Espíritu Santo. Esas virtudes heroicas que debe practicar el alma transformada, son también la obra del Espíritu Santo. Ser una sola cosa con Cristo es tener su Espíritu, amar lo que El ama y odiar lo que odia. El amor que abrasaba a Cristo era el amor a su [158] Divino Padre y el amor a las almas. Si nosotros, llenos del Espíritu Santo, buscamos la gloria del Padre y la salvación de las almas, podemos creer que Cristo está en nosotros; si por amor al Divino Padre abrazamos con generosidad la Cruz de nuestra vida, Cristo está en nosotros; si sentimos nuestra alma bañada por la mirada amorosísima del Padre, Cristo está en nosotros; si al recibir esa mirada del Padre sentimos que el alma se derrite bajo el fuego de una ternura infinita, Cristo está en nosotros. Si cuando contemplamos a María, la envolvemos en un mundo de respeto, de ternura y de amor agradecido, Cristo está en nosotros; si cuando contemplamos las almas, ardemos en deseos de llevarlas al Seno del Divino Padre para que le den gloria, Cristo está en nosotros; si a vista del mal sentimos una pena profunda porque aleja a las almas de Dios, Cristo está en nosotros; si al contemplar un Sacerdote ardemos en deseos de su santificación y para ello nos sacrificamos en algo, Cristo está en nosotros; si, en una palabra, buscamos en todo la gloria del Padre y para esa gloria la santificación de las almas, Cristo está en nosotros y nosotros en Cristo. *** Así vivió María. La llenaba siempre el Espíritu de Dios. Vivía envuelta en la mirada amorosísima del Padre, porque en Ella moraba Jesús. Su alma gustó como ninguna entre las puras criaturas la ternura infinita con que el Padre contempla a su Hijo. Esa ternura le fue comunicada en la forma única que correspondía a su misión divina de MADRE DE DIOS. El Corazón de María latía al unísono del Corazón de Cristo; amaba lo que El amaba, movida por el mismo Espíritu. Cuando miraba al Padre, 108


lo hacía con la mirada de su Divino Hijo; cuando miraba al Hijo, lo hacía con la mirada del Padre ya que en Ella reinaba plenamente el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo. [159] A la mirada de ternura, amor agradecido y respeto con que Cristo la miraba, correspondía Ella con la suya impregnada de candor, de profunda humildad y de adoración, teñida siempre con el matiz de la gratitud en un perenne Magníficat. Pero si su humildad la hacía perderse en Cristo, la Sabiduría divina que el Espíritu Santo le comunicó plenamente, la hizo descubrir la grandeza del Sacrificio de la Cruz de su Divino Hijo y tener en ella una fe y una confianza que nadie igualaría. Por eso nadie como Ella ha sabido utilizar para la gloria de Dios la grandeza del Sacrificio de Cristo. Con el amor al Divino Padre, el Corazón de María recibió de Cristo su amor al Sacerdocio. Ella contempla al Sacerdote como a su propio Hijo, ya que participa de su Sacerdocio Único; por el Sacerdote ofrece, como Cristo, los dolores más grandes e íntimos de su Corazón; su ilusión más grande es darle a Cristo Sacerdotes Santos. ¿Quién podrá dudar entonces del poder de María? Con razón se le llama "Omnipotentia suplex" (Omnipotencia Suplicante). Su celo es arrollador y busca donde quiera la gloria de Dios. *** ¡Oh Madre Santísima de Dios y Madre mía! Detén, te lo suplico, siquiera por un momento tu mirada de amor sobre mi alma. Creo firmemente que si lo haces, dejarás a Jesús en ella y le comunicarás tu pureza y tu amor. Mírame, Madre, soy Sacerdote sin merecerlo; pero represento a Cristo; mírame y hazme Santo como Jesús me quiere; santifica a todos mis hermanos en el Sacerdocio. Enséñame a amar a Jesús; a cuidarlo con tu delicadeza y esmero; soy Sacerdote y por lo mismo dueño de Jesús para amarlo y hacerlo amar. Comunícame tu celo por su gloria y dame tu poder para conquistarle almas; sobre todo las que El más quiere. Estoy trabajando en la formación de los futuros Sacerdotes; debo modelar sus almas. Dame tu caridad y [160] tu paciencia; dame la eficacia de tu poder para formar a Jesús en ellos. Para los Sacerdotes quiero vivir; por su santificación he ofrecido mi vida como Misionero del Espíritu Santo. Mírame pues, oh Madre, y aseguraré mi presente y mi porvenir. Mírame, que tu mirada se fundirá en mi alma con otras dos miradas: la dulcísima de tu Divino Hijo y la mirada llena de complacencia del Divino Padre. Para mí la dicha de que me mires, para Dios y las almas el fruto exquisito de esa mirada: la gloria para Dios, la salvación para las almas! Amén! ***

Día 24.- Viernes. - Tercero de ejercicios. (161) ¡Hacia la Unidad! 109


El Transformador La unidad que Jesús pedía a su Padre para sus discípulos era la unidad por la gracia, como Ellos la tenían por naturaleza. Unidad por el Amor. Esa es la unidad que realiza en las almas el Espíritu Santo. Los grados de unión con el Espíritu Santo marcan nuevos grados de gracia y nuevos pasos hacia la unidad de las almas con Dios. "Uno de los secretos del Espíritu Santo para activar la vida divina en las almas y por tanto la unión, es simplificarlas en la Unidad, es decir, endiosarlas por el amor, que es la escala de la Unidad en el cielo y en la tierra". "El matrimonio espiritual tiende a esa unidad por el Espíritu Santo. La Encarnación mística tiende a esa unidad por el Verbo y se consuma en el Cielo por el Padre, causa motriz de todo esto en el orden de su eterna fecundidad" "Toda la economía y planes redentores en las almas y todos los medios de la vida mística, [161] del papel que ejerce el Verbo hecho Carne, enamorando a las almas del Espíritu Santo, perfeccionándolas para honrar con ellas al Padre, tiende a esa Unidad. Unidad por amor, siempre por amor que simplifica, que eleva de lo terreno a lo divino y que une e identifica al alma con la Divinidad". "Toda la vida Cristiana y Mística tiende a llegar al punto culminante, al fin decretado para toda alma que quiere salvarse y santificarse, a la Unidad. Y ¿cuál es el camino más corto para llegar a esa Unidad? El Espíritu Santo que une con el Verbo y que da testimonio de Él, y que lleva hacia el Padre cuya misión le complace en sumo grado." "Él como Santificador, santifica, y al santificar simplifica a las almas y las lleva al Padre enamorándolas de la Trinidad". "Las almas que están más cerca de Dios en el Cielo son las que en la tierra más se unificaron dejando las cosas que les impedían, rompiendo los hilos de las pasiones y cosas por medio de las virtudes; las que desnudándose de sí mismas con desasimiento y despojos constantes, se unieron a mi Voluntad sin condiciones..." - ¿Cómo puedo simplificarme? = "Muriendo a tu voluntad y uniéndola con la Mía." (N.M.) *** "El Espíritu Santo es el Autor de toda gracia cuyo principio está en la Santa fecundación del Padre, porque la virtud que opera en la gracia procede de esa divina fecundación. La gracia es Amor porque procede del Amor Infinito en Dios, de un Dios todo amor." (C. 144- p. 605). * * * [162] "Dios no avasalla; pero ama e impulsa suavísimamente por el amor. El amor lo es todo para el hombre, lo es todo para Dios. Y ¿quién puede impedir al Espíritu Santo su divina y fecunda acción en las almas? ¿Quién le pone pauta a su acción divina a Dios, al que es Dueño y Fuente de todas las gracias, que fecundando todo acto, todo pensamiento bueno en el alma, se glorifica y premia? 110


"¿Quién puede impedir a Dios el derramar se en sus criaturas antes o después, dando de lo Su yo, al venir la Aurora o al ponerse el Sol?" (C. 144-606). *** ¡Oh Espíritu Santo! Atráeme y sumérgeme en Dios para vivir de su Vida y amarlo todo en Ti. ¿Quién, sino Tú ha puesto en mi alma ese deseo ardiente de transformarme en Cristo para la gloria del Padre y de la Trinidad Santísima? Ese pensamiento me anima más a pedir esta gracia porque si Tu Amor me ha prevenido con su gracia, si Tú me amaste primero, ya tengo algo divino en mí para atraer tu mirada. ¿Quién puede penetrar estos secretos del Amor divino? No los penetro; pero presiento en ellos la gloria de Dios y la dicha de mi alma. Si la dicha eterna consiste en poseer a Dios para siempre, ¿cómo podremos encontrar la felicidad en la tierra fuera de la unión con Dios? Pero sé, oh Espíritu Divino, que eres celoso de las almas y exiges una entrega total y un desprendimiento absoluto. Dame tu gracia y tu amor para sacrificarte todo, y que ese Sacrificio unido a la Cruz de Cristo, aumente el fuego de amor que ha de fundir para siempre mi pobre amor al Tuyo que es infinito e inefable! ¡María, Madre mía, pide esta gracia para tu pobre hijo. Amén! * * * [163]

Día 25.- Sábado.- Cuarto de ejercicios. (164) CONVERSIÓN DE SAN PABLO. María, Alma de la Trinidad Alma de la Trinidad es el alma que transformada en Cristo vive sólo para el Padre, contempla todo en el Verbo y todo lo ama con el Espíritu Santo. María vivió sólo para el Padre. Del Padre recibió la vida y al Padre consagró esa vida y vida ante todo de amor que la hacía gozarse en hacer su voluntad. María vivió para el Padre, compartiendo con El su divina Paternidad, y según el beneplácito de ese Padre recibió la misión de representarlo en la tierra cerca de Jesús al realizarse en Ella el Misterio de la Encarnación del Verbo. Recibió para ello del Divino Padre una participación extraordinaria de su fecundidad, de su amor y ternura para el Hijo a Quien Ella podría llamar con toda verdad "Hijo mío" con acento humano y amor divino. María vivió para el Padre, para amarlo y ser amada. Ninguna pura criatura ha amado al Divino Padre como María, ninguna como Ella lo ha glorificado haciendo en todo su divina voluntad. 111


Tu vida en el Padre te comunicó, oh María, una hermosura que reflejó Su hermosura; un poder sobre toda criatura. Nadie podrá contemplarte sin alabar a nuestro Padre Celestial. Tu vida para el Padre, te convirtió en la criatura más sedienta de su gloria. Tu pasión es llevar almas al seno amorosísimo del Padre para que Lo amen y sean amadas por El, es decir, almas transformadas en Cristo. María lo contempla todo en el Verbo. Pero la fuerza divina, el poder y hermosura de María estaba ordenado principalmente a la gloria del [164] Hijo. Glorificando al Hijo daría gloria al Divino Padre. Con la mirada del Padre que se reflejaba en su mirada, María contempló al Hijo, al Verbo Encarnado, y quedó arrebatada en un éxtasis de amor del que nunca podría salir. El abrazo eterno de amor del Padre para su Hijo dejó aprisionada también a la Santísima Virgen. Llena del Espíritu del Padre lo vería todo en su Hijo. En su Hijo vería las criaturas; pero sobre todo en su Hijo contemplaría al Divino Padre. ¡Qué felicidad la de María cuando encontró una Mirada que podía llamar suya porque era la de su Divino Hijo, para contemplar con ella a su Padre. Esa mirada del Hijo para el Padre es la que María usó siempre y la que quiere ver en los hombres sus hijos para contemplar al Padre. ¡Cuánto gozaba María cuando sentía en Ella la mirada del Padre para el Hijo! Y cuánto gozaba cuando sentía también en Ella la mirada del Hijo para el Padre! El Padre quiere contemplar en nosotros la imagen de su Hijo. ¡Déjala Tú, oh Madre, impresa en nuestras almas! Gózate eternamente ofreciendo tu divino Hijo al Padre Celestial. Gózate en ofrecer a tus hijos que con Cristo queremos la gloria del Divino Padre! María lo amó todo con el Espíritu Santo. Ese fue el Amor con que la amó el Padre; ése fue el Amor con que la amó su Hijo; de ese amor estaba Ella llena, porque estaba llena de gracia, llena del Espíritu Santo. Su alma fue dócil a las mociones del Espíritu Santo. Recibió de El con sencillez encantadora la plenitud de gracia, y con la misma sencillez fue respondiendo a cada uno de los requerimientos de la gracia. Lo obedeció en todo, desde su Concepción hasta su Asunción. Lo obedeció para ser amada y para amar. Si María se gozó indeciblemente siendo Instru[165]mento del Padre y del Hijo, no se gozó menos siéndolo del Espíritu Santo. Para amarlo todo con El. En primer lugar al Padre, al Hijo y al mismo Espíritu Santo; para amar a todas las criaturas en ese Espíritu. Por eso el amor de María es arrollador; pero sin violencia. Es delicado y suave, llamando con paciencia y acabando por dominarlo todo. Con el Espíritu Santo María participa en la santificación de las almas y se goza 112


en esos triunfos del Divino Santificador. *** ¡Qué hermosa y qué grande eres, oh María! Y todo por tu elección para Madre de Dios. Esa Maternidad te acercó al Padre para comunicarte su divina fecundidad, su poder y su ternura. Esa Maternidad te unió con el Hijo en la forma única que a Ti te corresponde como su Madre que eres. Como a Madre de Dios te llenó el Espíritu Santo, para amar con su mismo Amor. Lo que yo vislumbro y lo mucho que ignoro pero que Tú conoces y agradeces, hacen que mi alma se derrita en gratitud ante la Trinidad Santísima por haberte hecho tan Santa, tan feliz y tan grande! De mí nada tengo; pero como Sacerdote soy Dueño de Jesús Crucificado y tengo como Misión ofrecer diariamente ese Santo Sacrificio donde todo se paga. Cuando supe que Tú habías pedido a M. Ollier que hiciera voto de celebrar cada sábado la Misa para dar gracias por tu elección para Madre de Dios, me conmoví profundamente y me propuse hacerlo yo también en cuanto pudiera. Y Tú me has alcanzado la gracia que desde entonces (hace ya muchos años) haya podido darte ese gusto. Son ya varios miles de Misas las que por esa intención Tuya he ofrecido en nombre propio y de mi amada Congregación, que me ha dado esta oportunidad [166] para hacerte ese obsequio. Soy tu hijo y me alegro con tu gloria; soy tu Sacerdote y tu Capellán y siempre pondré mi Sacerdocio a tu servicio. Por eso al sentimiento de tristeza que quería dominarme al sentir mi impotencia para expresar tus grandezas, siguió la alegría inmensa que ahora tengo, al recordar que te he ayudado a agradecerlas y que lo que no alcanzo a comprender ni puedo expresar, lo agradezco a la Trinidad Santísima en todas las Misas que celebro y en todas las que se celebren en el mundo, pues de corazón, me uno a ellas. ¡Bendita seas, oh Madre! ¡Madre de Jesús, Madre de Dios y Madre de los hombres! ¡Madre mía! *** Cómo sienten otras almas "Pienso si volveré como otras veces a ausentarme por completo de la tierra, y a pasarme las noches exclamando ¡Padre! ¡Padre!... como Jesús. Creo que Jesús en la tierra no podía tener otra oración durante las noches que pasaba en ella; ésa es también su oración en los Sagrarios; y cuando el alma se transforma en Jesús, ésa es su oración. "Transformarse en Jesús no es sino transformarse en amado del Padre, y en su Amador. El amor al Padre es el efecto natural y la medida de la transformación en Jesús. Y la consumación del Amor es que el Padre y Jesús se amen dentro del alma." 113


(M. G. R.) "... Las únicas palabras de Jesús, conservadas en los Evangelios, en medio de treinta años de silencio, y que aparecen de repente, fulgurantes e iluminadoras como un relámpago, nos descubren todo ese Misterio de Cristo. Nos le muestran en una intimidad de todos los instantes [167] con su Padre. "¿No sabíais que es menester que Yo esté enteramente en las cosas de mi Padre?" (Luc. II. 49) Oírlas debió ser para María un deslumbramiento! "En cuanto a nosotros, lo sabemos, son la luz bajo la cual debemos leer todo el Evangelio. Los episodios en apariencia más alejados de esta perspectiva, siempre nos conducen a este pensamiento verdaderamente dominante. En esa escena tan emocionante del encuentro de Cristo con la Samaritana, para no citar sino un ejemplo, a quien el Salvador viene a sorprender en su frivolidad, para hacer de ella una adoradora "en espíritu y en verdad", el personaje invisible, el más presente en el pensamiento de Jesús, y que domina todo, ¿no es por ventura "el Padre en busca de tales adoradores?" (S. Juan IV. 23)... Reduce a esta revelación del Padre toda su Misión aquí abajo: "Padre, he manifestado tu Nombre a los hombres... Yo Te he dado gloria." (S. Juan XVII. 4-6) Y su sublime Oración Sacerdotal, que nos descubre los sentimientos más íntimos de su Alma de Cristo, no es sino una efusión de ternura hacia el Padre..." (R. P. Philipon). *** "La obra maestra de Dios son los verdaderos Adoradores, son esas almas privilegiadas en las que realizará todo su pensamiento." (Pierre Thomas Dehau. O. P.) *** "Adorar en espíritu y en verdad es adorar a los Tres en unión con el Verbo Encarnado, la Verdad, bajo la moción del Espíritu Santo. Es transformarse en su Imagen, revestirse de Él y en ese estado presentarse ante Dios con Jesús Sacerdote, [168] Hostia y Altar de su propio Sacrificio, y cantarle SANTO, SANTO, SANTO TU OH SEÑOR"! La adoración en ese Sacrificio es la Suprema Adoración al Padre en espíritu y en verdad; la Adoración de los verdaderos Adoradores del Padre. (UN Père Benedictin.) *** María la grande Adoradora del Padre en Espíritu y en Verdad. Cupo a María la dicha de ser la primera Adoradora en "espíritu y en verdad" que Cristo ofreciera a su Divino Padre. Nadie la superaría porque nadie como Ella se transformaría en Cristo. Nadie como Ella poseía esa Verdad y era poseída por el Espíritu Santo. Belén contempló por primera vez reunidos a los Tres grandes Adoradores del Padre: el Verbo Encarnado, María Inmaculada y San José. 114


En Nazareth, la Casa del Padre, se levantó como incienso purísimo la perfecta alabanza. Seguramente que ése sería el tema de la conversación íntima de la Sagrada Familia. Pero como esa gloria perfecta la alcanzaría Jesús en su gran Sacrificio del Calvario, alcanzando para el mundo la gracia del Espíritu Santo, siempre asociaba el pensamiento de su Pasión y Muerte a la gloria de su Padre. Este Misterio de la Cruz, esta gloria del Sacrificio de Cristo, nadie la comprendió y participó como María. Ella recibió frutos anticipados de ese Sacrificio y por eso pudo ofrecer también la perfecta alabanza. Ella se unió al grande acto en que Cristo consumó su Sacrificio para gloria de su Padre. Ella Lo ofreció y se ofreció con su Divino Hijo [169] a la gloria del Padre. Ella, con Cristo, se ocupa de buscar los "Adoradores que el Padre quiere". *** "Se piensa en lo que fue ya en este mundo la Comunión de María con la Augusta Trinidad, ¡Cuán divinamente su unión con el Espíritu Santo y con Jesús le llevaría a este término supremo: la comunión con el Padre! ¿No había Ella engendrado en el tiempo al que el Padre engendra entre luces de eternidad? ¿No tenía de común con el Padre este Hijo Único del cual podía decir con toda verdad, juntamente con el Padre: EGO HODIE GENUI TE... Tú has nacido de Mí este día? ¿Quién más que María participó en la fecundidad del Padre y en su voluntad de dar a su Hijo por la salvación del mundo? Si la vida de Cristo fue una oblación perenne a su Padre Celestial, ¿cómo la vida de María, tan ligada a la de Cristo, no iba a ser arrastrada en esta corriente divina? San Ignacio de Antioquia oía en el fondo de su conciencia como un murmullo de agua viva que repetía muchas veces: "Ve hacia el Padre". María no fue más que una larga y continua fidelidad a la llamada más y más apremiante e irresistible que culminó en el éxtasis apoteósico de su Asunción a los Cielos." (Suenens, Teología del Ap. L. M.) ***

Día 26.- Domingo. - Quinto de ejercicios. (170) Examen Sacerdotal.- Lo que ha sido mi Sacerdocio Por la gracia y libre elección de Dios soy Sacerdote. Esa gracia me ha colocado en un puesto de honor de confianza. La palabra de Jesús: "Ya no os llamaré [170] siervos sino amigos porque os he revelado los secretos de mi Corazón", puedo aplicarlas con verdad a mi Sacerdocio. 115


Si desde niño pude gustar la dicha de la amistad divina, esa amistad recibió una consagración solemne el día que fui ungido Sacerdote. La delicadeza de ese Amigo Divino quiso llevarme como a lugar de refugio y oasis de gracias a mi amada Congregación de Misioneros del Espíritu Santo. En ella encontré una grande alma Sacerdotal, enamorada de su vocación y que fue el Padre espiritual de mi alma, nuestro V. Padre Fundador, Félix de Jesús. En el seno de esa familia Religiosa encontré mil ejemplos de virtud y santidad; almas ardientes que anhelaban dar mucha gloria a Dios a través del Sacerdocio o simplemente como Religiosos. El fuego del corazón de N.V.P. nos abrasaba a todos. ¡Cuántos secretos del Corazón de Cristo he conocido por medio de mi Congregación! Jesús me probó su amistad provocando en mis Superiores confianza para conocer ampliamente los planes de la Congregación y los deseos de Jesús en ella. Y con el conocimiento las gracias para arder en deseos de darle gusto. El amor a cada una de las Divinas Personas, con anhelos especiales para hacer reinar en todo el mundo al Espíritu Santo y a María; consolar al Corazón de Jesús por sus dolores íntimos, y por fin, gustar algo siquiera de la gran revelación del Corazón de Cristo, o sea el amor apasionado a su Divino Padre. Y todo esto como visto y encarnado en la vida y en el alma de nuestro Santo Padre Fundador. Allí, en mi Congregación, encontré a otra alma que aunque vivía lejos y oculta, había sido escogida por Dios para comunicarle todos sus planes en las Obras de la Cruz. Tuve la dicha de llamarla "Madre" y de alimentar mi alma con los grandes sacrificios y con el amor a Dios de su alma. ¿Quién podrá siquiera enumerar las [171] gracias de Jesús, mi Amigo divino, en el seno de mi Congregación? Pues allí, en ese medio y entre esas almas escogidas, recibí la gracia de mi Ordenación Sacerdotal. Fui acompañado por nuestro V.P. Félix y acompañado también por él, me acerqué al Altar a ofrecer por primera vez el Santo Sacrificio de la Misa, en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y contemplando su milagrosa Imagen. Cuando celebré mi primera Misa, comencé a pagar tantas gracias; pero venían otras nuevas que sólo en ese Santo Sacrificio podré pagar y agradecer. Mi Sacerdocio me ha dado almas, que han sido mi gozo y mi corona... Lo que le he dado a mi Sacerdocio. ¿Qué he dado o cómo he correspondido a las delicadezas del Amigo Divino que me llamó al Sacerdocio? Si he de hablar con el corazón en la mano y la verdad en mis palabras, diré que le he dado mi buena voluntad; pero envuelta en mil miserias. No diré pues, lo mucho malo que he tenido; pero sí, para consuelo de mi alma, algunas pocas cosas buenas, que considero como una gracia de Dios a mi miseria 116


humana. Quiero mencionar en primer lugar mi grande fe en mi Sacerdocio. Creo que ese Sacerdocio es el mismo de Cristo y confío plenamente en El. He creído en las predilecciones de Dios para el Sacerdocio; en el amor especial de María para los Sacerdotes. He creído en los poderes extraordinarios del Sacerdote, Y debo confesar que esa fe no ha sido nunca defraudada. No sólo he creído, sino que he palpado cuanto la fe me decía. He creído en la Omnipotencia del Sacrificio de Cristo y me he enamorado de mi Altar y de mi Misa. Confieso también haber recibido en el Altar y [172] en el Santo Sacrificio, las mayores gracias de mi Sacerdocio. A mi Sacerdocio quiero consagrarle todos los momentos de mi vida. Lo que me pide mi Sacerdocio. En primer lugar y con apremio, me pide y exige mi transformación en Cristo. Pero no solamente al celebrar la Santa Misa o en algunos actos del Ministerio Sacerdotal, sino siempre y en cada detalle de mi vida. Jesús me quiere ver transformado en El para que ame como El a su Divino Padre "en espíritu y en verdad", para que luche y muera buscando la gloria de ese Padre, para que pueda encontrar y darle "los Adoradores que El quiere". Quiere transformarme en El para "Amar al Espíritu Santo y hacerlo amar"; para difundirlo diariamente desde el Altar de su Sacrificio, para ser como Él un verdadero Misionero del Espíritu Santo. Quiere transformarme en El porque solamente así podré consolarlo. Quiere transformarme en El para amar a María, su Madre Purísima, con todo el ardor de Su Corazón, y hacerla amar en todo el mundo. Quiere en especial, como Misionero del Espíritu Santo, que honre y predique los Dolores de Soledad de la Santísima Virgen, dolores que fueron los más crueles y los más meritorios, y que sufrió desde la Ascensión de Jesús al Cielo hasta la muerte de María. Quiere transformarme en El, para darme su amor al Sacerdocio, procurando servirlos y alcanzar para ellos la santidad que El les pide. Quiere, en una palabra, mi transformación en El, para que me entregue todo a la salvación y santificación de las almas para gloria de su Padre y de la Trinidad Santísima. ¡Oh Jesús! Sacerdote Eterno! aquí me tienes, [173] lléname de Tu Espíritu y del amor a María para acelerar mi transformación en Ti. Amén! *** Jesús se emocionó y alabó a su Padre al ver que había revelado los secretos de su amor a los pequeños, y mi alma se ha emocionado en la alegría del Espíritu Santo al 117


sentir a mi alma pequeñita en posesión de esos secretos de amor del Padre para el Hijo, del Hijo para el Padre y de ambos para el Espíritu Santo. Los secretos del Amor de la Trinidad Santísima para María y en correspondencia absoluta. He sentido el amor de Dios para mi alma y me ha invadido el gozo en el Espíritu Santo. Pero un gozo tranquilo, suave, como el eco del amor divino allá en el Seno de la Silenciosa Trinidad. Esto no se puede tener cuando se quiere, es un don de Dios. ¡Qué pobre aparece el amor humano para hacer felices a las almas! El amor divino está por encima de todos y los sublima cuando interviene en ellos. He sentido en mi alma la alegría de todos los hijos espirituales que Dios le ha dado; pero sobre todo he querido sentir la alegría de Jesús al ver amado a su Padre y al sentirse amado de su Padre. ¿Qué será el Cielo si acá podemos gustar estas dichas que proporciona la unión con Dios? ***

Día 27.- lunes. - Sexto de ejercicios. (174) El Alma transformada y la Iglesia. Como un Santuario Magnífico donde se ofreciera al Divino Padre la perfecta alabanza; donde se inmolara constantemente la Víctima Divina a la gloria de ese Padre; como un Arca de salvación para las almas, Cristo Jesús fundó la Iglesia como lo [174] más amado de su Corazón. Quiso ser El mismo el Sacerdote y la Víctima principal en ese Santuario; quiso desde su fundación confiarlo al cuidado de María, y ponerlo bajo la dirección suprema del Espíritu Santo. En esa Iglesia congregaría Jesús a todos los escogidos, a todos los que creyeran en El y como El quisieran reconocer a su Divino Padre y participar de su mismo Espíritu. ¡Con cuánta razón ama Jesús a la Iglesia como a la depositaria de todas sus gracias, de sus anhelos de glorificación para su Padre y de salvación para las almas! Esa Iglesia es Santa por excelencia, pues la llena y la anima el Espíritu Santo, y tiene la misión de congregar todos los Santos que existan en el mundo, las almas transformadas en Cristo, el Modelo de toda santidad. Porque la hizo depositaría y dueña de su Sacrificio, aseguró que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Ese Sacrificio de Jesús, haría que a cada instante se derramara sobre la Iglesia la plenitud del Espíritu Santo para vencer a sus enemigos y santificar a sus amigos. Quiso también inyectar en su seno desde su nacimiento, como fuente de pureza y amor, los dolores íntimos del Corazón Purísimo de María en aquella Soledad desamparada de cerca de 25 años que siguió a la Ascensión. Al Espíritu Santo y a María les confió la misión de aplicar los frutos de su Pasión y Muerte en la Cruz, para santificar las almas, y hacer más santa en ellas a esa Iglesia Santa, pura, inmaculada. *** 118


Y como a parte escogida de su Iglesia, quiso el mismo Jesús confiar a sus Sacerdotes la Misión de perpetuar su Sacrificio y de salvar a las almas. Quiso que Lo representaran a Él, que fueran El [175] mismo por su transformación, para que amaran a esa Iglesia como El la amaba y dieran por ella la vida como Él la dió. Para ello, ante todo, les exigió y les exige amor. Desde San Pedro, primer Jefe y representante de Cristo en la Iglesia hasta el último Sacerdote que se consagre en este mundo, les pedirá lo mismo: AMOR: "Simón, ¿me amas más que éstos?"... Quiere un amor que sobresalga a todos los demás para que pueda cuidar de ellos y dar la vida por ellos. Y quiere que ese amor sea sencillo y humilde como el que provocó en San Pedro, cuando le oyó decir: "Señor, ¡Tú sabes todo, Tú sabes que te amo!" Y si alguna vez faltaran a ese amor y aun llegaran a negarlo como San Pedro, les pide el dolor sincero y humilde, que como expresión suprema de verdad, hizo derramar al Apóstol lágrimas silenciosas que hicieron un surco en sus mejillas; pero que al mismo tiempo se levantaron hacia el Cielo como perfumado incienso de expiación, que lo dejó más identificado aun con su divino Maestro. Todavía no se secaban esas lágrimas cuando San Pedro fue crucificado, solamente la alegría de morir como su Maestro y por su amor, secó esas lágrimas para convertirlas en gloria eterna. Eso pide Jesús también a los Sacerdotes que le han ofendido, reconocer su pecado y llorarlo humildemente; pero seguir adelante con confianza para dar con su vida y con su muerte de amor la suprema reparación. *** ¡Gracias, oh Jesús! por haberme llamado al Sacerdocio y haberme admitido a formar parte de esa porción escogida de tu Iglesia amada. En ella encontré las aguas regeneradoras del Bautismo; en ella encontré el Sacramento del Perdón para poder recibirte en tu Divina Eucaristía; en ella encontré al Pontífice que me ungió como a Sacerdote, [176] y en ella he encontrado el campo precioso de mi apostolado. La amo como a mi Madre, y ya que la gracia del Sacerdocio me ha dado una participación especial en la fecundación divina del Padre, también yo quiero darle hijos espirituales a esa Iglesia, también yo quiero darle Santos a esa Iglesia Santa. Es la ambición más grande de mi Sacerdocio: darle Santos a la Iglesia, sobre todo Sacerdotes Santos que vengan a continuar la obra de mi propio Sacerdocio. A ellos les quiero dejar en herencia cuanto Dios me ha dado para que lo aumenten con su propio trabajo y con sus grandes méritos. Gracias oh Jesús, por haberme hecho dueño de tu Sacrificio, por haberme hecho conocer los dolores íntimos de tu Corazón para tratar de consolarlos. Gracias por haberme dado a María tu Madre para que cuidara mi Sacerdocio y lo hiciera fecundo con los dolores íntimos de su Corazón. 119


También para Ella quiero una grande gloria, dándole millones de esclavos de Amor y verdaderos hijos. Gracias por haberme dado a tu Espíritu Santo para que con su gracia santificara mi vida y pudiera transformarme en Ti. Gracias a ese Espíritu he podido penetrar a tu Corazón y descubrir allí el secreto de secretos que encierra: la gloria de tu Padre! el amor a tu Padre; las ansias divinas de darle Adoradores "en espíritu y en verdad". Ese es también mi secreto!... Por Ti, Contigo y en Ti, espero darle a ese Padre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria! Así sea! * * * [177] La unidad de la Iglesia exige la unidad de sus hijos. La unidad que el Espíritu Santo hace en la Iglesia, haciendo reflejar en ella la Unidad de Dios, que es unidad de amor, debiera existir en todos sus hijos. El Espíritu Santo une con lazos de Amor a la Iglesia Militante con la Purgante y Triunfante. Lleva el influjo benéfico de la divina Caridad de la Iglesia Militante, donde se puede merecer, donde se ofrece constantemente el Sacrificio de Cristo, para aliviar a la Purgante, apresurando la entrada al Cielo de esas almas tan amadas de Dios y en especial de los Sacerdotes que allí sufren. La Iglesia Purgante corresponde con su poder de intercesión para traer bendiciones a la Militante. Pero donde se desarrolla toda la influencia de las almas que triunfan, es el Cielo. Allá en el Reino de la paz y del amor, se lleva a las demás almas su grande poder de intercesión. Todos los que formamos la Iglesia Militante, debiéramos unirnos perfectamente en la caridad, en el amor del Espíritu Santo. Tenemos un mismo ideal, un mismo Padre, un mismo Rey y un mismo Espíritu. Los triunfos de unos deben ser los de todos; las penas de unos las de todos. ¡Qué lejos deben quedar los celos y envidias entre los hijos de la Iglesia! Debemos agradecer todo lo que se hace por la Iglesia, de tal manera que si viéramos que los demás lo hacen todo, deberíamos sentirnos felices de emplear nuestra vida en una perenne acción de gracias. Los favores recibidos por nuestros hermanos deben ser para nosotros motivo de agradecimiento. No olvidemos que Jesús es Víctima de Gratitud por todos los favores que la Iglesia ha recibido. Ocupemos humildemente el puesto que Dios nos señale en la Iglesia y trabajemos con empeño en [178] desempeñarlo con celo y con amor. *** 120


La Pureza de las almas transformadas Una hermosa página de N.M. "No creas que la pureza sólo se mancha faltando a la modestia, sino también consiste en la delicadeza de conciencia, en tener limpia el alma de imperfecciones voluntarias, cuidando de la tersura del alma, del candor del corazón, con la pureza de intención, de objeto, de miras, etc. trabajando en los prójimos, sí; pero por Mi gloria, con muy elevadas miras. "Esas delicadezas Conmigo, afinan la pureza y forman en ella ese cristal en el que Dios se refleja. Entonces, cuando las miradas son puras, esas miradas elevadas en pureza, adivinan los pensamientos de Dios y reflejan, en más o menos grados a la misma Divinidad. "Tienen tan variados grados de pureza; que mientras más se ahonda en ella, más crece, por razón de que viene de Dios, su principio, y el que no tiene fin. Sólo en el Cielo se comprenderá la pureza, porque sólo en el Cielo se contemplará sin velos a Dios. "Todo aquél que se enamore de la Pureza y que la posea, será transformado, es decir, entrará en esos grados fecundos y ascendentes de la transformación en Jesús. ¡Que se haga mucho hincapié en la vida interior, y esta vida abrirá los senos sacerdotales para recibir el Sol divino, y con El la blancura que se necesita para la transformación. "Esa blancura implica el sacrificio del hombre viejo con las concupiscencias que lleva consigo; pero entonces renacerá y aun nacerá el Sacerdote Santo apto para darme gloria... [179] "Dios no puede irradiar sino en lo puro, no puede reflejarse el Hijo sin reflejar al Padre y al Espíritu Santo. "Y lo primero y lo que siempre debe tener un Sacerdote para santificarse y para santificar, es limpieza de corazón en la que Dios se refleja, se comunica y salva... "La pureza es el cimiento de la santidad, porque con la pureza se ve a Dios, se siente a Dios y se comunica a Dios. Y éste es el deber del Sacerdote: ver a Dios, sentir a Dios, comunicar a Dios, por Mí, Jesús. Y no puede ni ver ni sentir ni comunicar luz el que no refleja a Dios, el que no ve a Dios con los ojos claros y puros de su alma. "Sólo los limpios, sólo los castos, reflejan en sí mismos al Candor eterno, al que es Luz de Luz, al divino Sol que calienta, ilumina y santifica, purificando. Pero hay muchos grados de pureza, como hay muchos grados de luz". - ..."Pero, ¿cómo se alcanza la pureza? - "Se da la pureza a la medida del amor, y se enciende el amor con la vida interior, las virtudes y la oración, que son los anteojos para ver a Dios, y lo que bruñe el cándido espejo de las almas". (Conf. 148 p. 622). *** 121


Día 28.- martes.- Séptimo de ejercicios. (180) Alianza de Amor Sacerdotal con el Espíritu Santo y con María para alcanzar la transformación en Cristo En la Santa Misa y en forma solemne, renové mi Consagración absoluta al Espíritu Santo por María, y a María en el Amor del Espíritu Santo. Me he consagrado porque los amo en primer lugar, y ya como fruto de ese amor y de esa entrega, pedir, o mejor dicho gozar, puesto que es su obra en las almas, mi transformación en Cristo. [180] Ciertamente muchas veces me he consagrado y buscado esta Alianza de Amor con el Espíritu Santo y María, para que formen en mi alma a Cristo; pero esta vez ha sido algo extraordinario por la voluntad con que lo he hecho y por los efectos que experimento en mi alma. Y es que además de nacer Jesús en el alma, crece y sin cesar perfecciona su vida en el alma. Y en esto no puede haber ilusiones, porque sería querer jugar con lo más sagrado como es el Amor de Dios para el Sacerdote y el amor del Sacerdote para Dios. Dios es la Verdad y en esa Verdad nos ama, aunque no merecemos ese amor, puesto que El nos amó primero. Mi alma siente que ama a Dios y que a pesar de ser muy miserable, NO ENCUENTRA otro amor más grande en ella. La hora en que he hecho mi entrega, es la más solemne y el lugar el más sagrado, puesto que la he hecho en el Altar, en la hora del Gran Sacrificio de Cristo y ante esa Víctima Divina, inmolada por nuestro amor. La he hecho en presencia de la Santísima Virgen que siempre acompaña a Jesús en su Sacrificio y a Quien siempre invito yo a acompañarme mientras celebro mi Misa. Yo no quiero dudar ni por un momento de la sinceridad de mi entrega, y menos aún de la aceptación por parte del Espíritu Santo, el Amor Infinito, y de María la Gran Madre de Dios y Madre nuestra. He pedido a Dios que después de esta entrega y ya dueño del Tesoro que anhelaba, siga mi vida sencilla y completamente dedicada al cumplimiento del deber; pero esto no como una condición a mi Entrega, puesto que dejo al Espíritu Santo en plena libertad de obrar en mí como quiera. ¡Magníficat anima mea Dominum!.. * * * [181] EFECTOS DE LA CONSAGRACIÓN. Verlo todo en Dios - Amarlo todo en Dios Darlo todo a lo divino - Recibirlo todo en Dios y para Dios ¡Dios!

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¡Dios!

¡Dios!


Verlo todo en Dios: ¡Qué hermoso y eficaz es ver todo en Dios! Allí las cosas se ven como son, a la luz del Espíritu Santo y bajo el influjo del don de Sabiduría. Más que inquietarme por hablar con las almas, debemos hablar a Dios de ellas; ver en El sus necesidades y remediarlas. Verlo todo en el Espíritu Santo, es contemplarlo con sencillez divina, y con mirada pura; es verlo como Jesús, que dejaba a Dios en todo lo que veía. "Y yéndolas mirando, con sola su figura, vestidas las dejó de su hermosura". Verlo todo en Dios es alejar el peligro que existe en humanizar las cosas por falta de espíritu sobrenatural. Con razón se ha dicho de María: "María está siempre mirando al Espíritu Santo: es la actividad más profunda de su alma. Y es en el Espíritu Santo donde Ella nos ve y nos ama. María ve a los hombres en Dios, sin dejar un instante de tener los ojos puestos en El. "María es como un firmamento que se deja iluminar por el Sol divino, para regocijo de la tierra. En su apacible éxtasis en el seno de Dios, María nos ve en todas nuestras miserias. Con un amor que Ella misma recibe de Dios, nos ama en la misma raíz de nuestro ser, en la misma fuente de nuestra existencia. [182] "Conocimiento incomparablemente más penetrante que todos los demás, amor que nos cala hasta lo más íntimo, Maternidad que nos nutre gota a gota hasta la plenitud de nuestro crecimiento". (Suenens. Teología...) *** Amarlo todo en Dios Como expliqué al hablar de María Alma de la Trinidad. Ver a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios. Hacer que de tal manera viva y obre el Espíritu Santo en el alma, que en realidad El ame en nosotros. La Consagración va a la unidad y esa unidad siendo obra del amor, de tal manera nos absorberá en El, que todo lo amemos en El. *** Darlo todo a lo divino Darlo todo con generosidad, con desinterés, no teniendo en cuenta sino la gloria de Dios y el bien de las almas. Darlo sin arrepentimiento, sin tener en cuenta la correspondencia. Darlo siempre que se nos pida, sin acepción de personas, porque en todas veamos a Dios. Darlo con gusto, considerando que lo hacemos a criaturas de Dios. 123


Dios.

Darlo sin esperar para nosotros recompensa, porque sólo busquemos la gloria de * * * [183]

Recibirlo todo de Dios para Dios. Si Dios es nuestra vida, si en El permanecemos, ¿cómo podríamos recibir algo fuera de Él? Y si lo recibimos en El, ¿cómo no dárselo, transformado con nuestro amor? Pero como en Dios no puede existir nada que no sea puro, cualquier don que aceptemos de las creaturas debe ser muy puro, no solamente por recibirlo en El, sino también para El. Los dones mismos de Dios, los debemos recibir en El y convertirlos en gloria para El. Por eso el Don más grande para el alma transformada en Cristo que es el mismo Cristo, el Hijo Unigénito del Padre, se complace ésta en ofrecerlo al Padre; y como ese Don lo recibió por medio del Espíritu Santo y de María, también se vale de esos medios para ofrecerlo llena de gratitud al Divino Padre. *** ¡DIOS! ¡DIOS! ¡DIOS! La vida, el amor, la exclamación constante del alma transformada, debe ser ésa: ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! ¡Con cuánto amor pronunciaba esas palabras N.V.P. Fundador en el ocaso de su vida! Su alma llena de Dios, lo veía todo en Dios; llena de amor a su Divino Padre lo contemplaba siempre y siempre hablaba de Él o con Él para darle lo que ese Padre quiere: a su Verbo y a las almas! Su alma llena del Espíritu Santo, todo lo amaba en El; había sido presa de ese Amor Divino, había correspondido a su gracia, y de tal manera lo poseía, que lo dejaba sentir en cada una de las acciones de su vida; pero sobre todo cuando transformado en Cristo pasaba la vida llamando al Padre con el amor más tierno que podía caber en una alma llena del Espíritu de Jesús. [184] Y ese Espíritu Divino que reveló a N.V.P. el Secreto de Jesús en su Amor al Padre, también le reveló el Secreto de María, la Copia más fiel entre las puras criaturas, del amor del Padre. ¡Cuánta ternura en su palabra cuando hablaba de Ella! ¡Cuánta unción en sus escritos para hacerla amar! Ya anciano y en medio de mil ocupaciones, quiso escribir un libro que hablara de Ella, y lo hizo en su libro "MARÍA" que tan buena acogida tuvo entre los devotos hijos de la Santísima Virgen. ***

Día 29.- miércoles.- Octavo día de ejercicios. (185) San Francisco de Sales. 124


Actividad del Alma transformada Si Jesús se da al alma, si el Espíritu Santo la llena, es para que desarrolle una grande actividad de amor. El Tesoro que ha recibido (Cristo) debe amarlo, cuidarlo y ofrecerlo constantemente al Amor de su Divino Padre y en favor de las almas. El alma transformada tiene que realizar la Obra de Cristo en la parte que El le asigne. Debe estar incondicionalmente al servicio de la Iglesia. No debe extrañarse de la fecundidad de su vida porque es la vida misma de Cristo a través del alma transformada. Por mucha que sea la mies y grandes las necesidades, siempre tendrá el medio divino de atenderlas. Es dueña el alma del Sacrificio de Cristo, y con la Sangre Divina, riega y hace fecundo el inmenso campo de la Iglesia, de las almas todas. Lleva su caridad al Purgatorio; y al Cielo eleva la perfecta alabanza para unirla a la de los [185] bienaventurados. De esa alma transformada podrá decirse como de Cristo: "Pasó haciendo el bien". María es modelo de las almas transformadas, y por eso deben estudiar más a fondo su vida. Que Ella las enseñe a darse plenamente para corresponder al Don que recibieron. Que llenas del Espíritu Santo y de María, vayan por el mundo formando a Jesús en las almas. Qui potest capere, capiat! ***

Fin de Ejercicios. (186) Este día se ha caracterizado por un impulso fuerte a pedir por las Obras y las almas, muy especialmente las que Dios me ha encomendado y a las que debo grandes favores en mi vida o en las Obras. *** Fin del tercer tomo. [186]

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ÍNDICE NOTA: el número dentro del paréntesis, corresponde a la página del libro original impreso; el número en el extremo derecho, corresponde a la página del libro capturado en la computadora. EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL 2 AL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1949. EN LA CASA DE LA CRUZ DE SAN LUIS POTOSÍ. (1) .................................................................................. 2 SEPTIEMBRE 2.- VIERNES – ENTRADA (1) ....................................................................... 2 SEPTIEMBRE 3.- SÁBADO. (2) ........................................................................................ 3 SEPTIEMBRE 4. DOMINGO. (2) ....................................................................................... 3 SEPTIEMBRE 5. - LUNES. (5) .......................................................................................... 5 SEPTIEMBRE 6. MARTES. (6) ......................................................................................... 6 SEPTIEMBRE 7. - MIÉRCOLES. (8)................................................................................... 7 SEPTIEMBRE 8. – JUEVES (9) ......................................................................................... 7 SEPTIEMBRE 9. –VIERNES. (9) ....................................................................................... 8 SEPTIEMBRE 10 - SÁBADO. ÚLTIMO DÍA DE EJERCICIOS. (10) .......................................... 9 EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL 5 AL 14 DE SEPTIEMBRE DE 1950.- AÑO SANTO. (12) .............................................................................................................................. 9 MARTES 5 DE SEPTIEMBRE. - ENTRADA. (12) .................................................................. 9 MIÉRCOLES 6. (14) ..................................................................................................... 11 JUEVES 7. (15) ........................................................................................................... 12 VIERNES 8.- NATIVIDAD DE MARÍA. (20) ........................................................................ 15 SÁBADO 9. (20) .......................................................................................................... 16 DOMINGO 10. (21) ...................................................................................................... 16 LUNES 11. (24) ........................................................................................................... 18 MARTES 12.- FIESTA DEL DULCE NOMBRE DE MARÍA. (25) ............................................ 19 MIÉRCOLES 13. (26) ................................................................................................... 20 JUEVES 14. (27) ......................................................................................................... 20 EJERCICIOS ESPIRITUALES. (28) ......................................................................................... 21 MIÉRCOLES 5 - ENTRADA. (28) .................................................................................... 21 JUEVES 6.- PRIMER DÍA. (28) ....................................................................................... 21 VIERNES 7. - SEGUNDO DÍA. (31) ................................................................................. 23 DÍA 8. - SÁBADO. TERCER DÍA. (33) .............................................................................. 24 DOMINGO 9 - CUARTO DÍA. (35) ................................................................................... 26 LUNES 10 - QUINTO DÍA. (37) ....................................................................................... 27 MARTES 11 - SEXTO DÍA. (38) ...................................................................................... 28 MIÉRCOLES 12. - DÍA SÉPTIMO. (40)............................................................................. 30 JUEVES 13 - DÍA OCTAVO. (43) .................................................................................... 32 EJERCICIOS ESPIRITUALES. (47) ......................................................................................... 34 29 SÁBADO. - ENTRADA. (47)....................................................................................... 34 DOMINGO 30. (47) ...................................................................................................... 34 LUNES 1°DE DICIEMBRE. (50) ...................................................................................... 36 MARTES 2. (52) .......................................................................................................... 38 MIÉRCOLES 3.- SAN FRANCISCO JAVIER. (54)............................................................... 40 JUEVES 4. (55) ........................................................................................................... 41 VIERNES 3. (57) .......................................................................................................... 42 SÁBADO 6. (61) .......................................................................................................... 44 DOMINGO 7. ÚLTIMO DÍA DE EJERCICIOS. (64) .............................................................. 47

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CARTA A SUS HIJAS M.E.SS.T. (65 BIS) .............................................................................. 48 IDEAL DE PERFECCIÓN. (FRAGMENTOS DE CARTAS) (67) .............................................. 49 SONETO. (73 BIS)........................................................................................................ 54 EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL 28 DE DICIEMBRE DE 1953 AL 6 DE ENERO DE 1954 EN EL SEMINARIO DE LIMA PERÚ, AÑO MARIANO. (74) ........................................... 55 DÍA 28. - LUNES. - ENTRADA. (74) ................................................................................ 55 DÍA 29. - MARTES. PRIMER DÍA DE EJERCICIOS. (74) ..................................................... 55 DÍA 30. MIÉRCOLES. - SEGUNDO DE EJERCICIOS. (77) .................................................. 57 DÍA 31 - JUEVES. TERCER DÍA DE EJERCICIOS. (79) ...................................................... 58 DÍA 1°. VIERNES, CUARTO DE EJERCICIOS. (83) ............................................................ 61 DÍA 2.- SÁBADO. QUINTO DE EJERCICIOS. (88) ............................................................. 64 DÍA 3. - DOMINGO. SEXTO DE EJERCICIOS. (90) ............................................................ 66 DÍA 4.- LUNES. SÉPTIMO DE EJERCICIOS. (97) .............................................................. 70 DÍA 5. MARTES. - OCTAVO ÚLTIMO DE EJERCICIOS. (103) .............................................. 74 JUEVES SANTO. (109) ........................................................................................................... 77 JUEVES SANTO DE 1955. (113) ............................................................................................. 80 ADORAR EN ESPÍRITU Y EN VERDAD. (116) ....................................................................... 81 MARÍA, LA GRAN ADORADORA DEL PADRE EN ESPÍRITU Y EN VERDAD. (116) ........... 82 FRAGMENTO DE UNA CARTA. (117) .................................................................................... 82 EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL 15 AL 24 DE ENERO DE 1956. (119) ............................. 83 DOMINGO 15 - PREPARACIÓN. (119) ............................................................................ 83 LUNES 16. – PRIMER DÍA. (120) ................................................................................... 84 MARTES 17. (121) ...................................................................................................... 85 MIÉRCOLES 18. (122) ................................................................................................. 86 JUEVES 19. (124) ....................................................................................................... 86 VIERNES 20. (128) ...................................................................................................... 89 SÁBADO 21. (130)....................................................................................................... 90 DOMINGO 22. (130) .................................................................................................... 90 LUNES 23. - ÚLTIMO DÍA DE EJERCICIOS. (131) ............................................................. 91 VIERNES SANTO DE 1956. (133) ........................................................................................... 92 EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL 2 AL 11 DE FEBRERO DE 1957. (136) .......................... 93 DÍA 2.- SÁBADO POR LA NOCHE. - ENTRADA. (136) ........................................................ 93 DÍA 3. - DOMINGO. (136) ............................................................................................. 93 LUNES 4.- ANIVERSARIO DE LA VOCACIÓN DE N.V.P. FÉLIX! (137) ................................. 94 MARTES 5. (139) ........................................................................................................ 95 MIÉRCOLES 6. (141) ................................................................................................... 97 JUEVES 7. (143) ......................................................................................................... 98 VIERNES 6. (145) ........................................................................................................ 99 SÁBADO 9. (147) ...................................................................................................... 101 DOMINGO 10. (148) .................................................................................................. 101 LUNES 11.- MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS. FIN DE LOS EJERCICIOS. (149) ................... 102 PENSAMIENTOS A LOS 50 AÑOS DE MI PRIMERA COMUNIÓN. (150) ............................ 102 EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL 21 AL 30 DE ENERO DE 1958. (152) ........................... 103 DÍA 21.- MARTES - ENTRADA. (152) ........................................................................... 103 DÍA 22. MIÉRCOLES. PRIMERO DE EJERCICIOS. (153) ................................................. 104 DÍA 24.- VIERNES. - TERCERO DE EJERCICIOS. (161) .................................................. 109 DÍA 25.- SÁBADO.- CUARTO DE EJERCICIOS. (164) ...................................................... 111 DÍA 26.- DOMINGO. - QUINTO DE EJERCICIOS. (170) .................................................... 115

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DÍA 27.- LUNES. - SEXTO DE EJERCICIOS. (174) .......................................................... 118 DÍA 28.- MARTES.- SÉPTIMO DE EJERCICIOS. (180) ..................................................... 122 DÍA 29.- MIÉRCOLES.- OCTAVO DÍA DE EJERCICIOS. (185)............................................ 124 FIN DE EJERCICIOS. (186) ......................................................................................... 125 ÍNDICE ................................................................................................................................... 126

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