Escritos varios 1928-1930. Tomo 39

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¡DIOS Y LAS ALMAS!

ESCRITOS VARIOS DE NUESTRO PADRE PABLO MARÍA GUZMÁN FIGUEROA, M.SP.S.

FECHADOS EN DIFERENTES LUGARES DURANTE LOS AÑOS 1928 –1930.

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¡Rendido! (1) ¡Sí, Padre amadísimo! Rendido he quedado ante tu Divina Voluntad. La lucha ha sido grande pero al fin has vencido. Y no es que me resista a seguir tu Voluntad, no, sino que no la conocía. En averiguarla luché y en medio de penas que sólo Tú conoces, he llegado por fin al conocimiento de tu adorable Voluntad. ¡Aquí me tienes! Despojado de todo me presento ante Ti. Había emprendido un camino, había dispuesto mis elementos para luchar en él por tu gloria, y cuando creía estar en vísperas de un triunfo para Ti, escucho tu voz, en la obediencia a mi Superior, que me ordena abandonar mis posiciones, dejar las armas y volverme al lugar de mi salida. Para las miradas extrañas esto no tiene significación ninguna. ¿Qué pueden decir? Un fracasado más, si no es que lo sepulten en el velo de la indiferencia y del olvido. Pero para el pobrecito soldado que luchó desesperadamente por mantener sus posiciones, para él, que abrigaba la risueña esperanza de cosechar madura mies el día de su victoria, ¿qué significará tener que volver las espaldas y volverse triste, decepcionado y en condiciones peores que antes de emprender la lucha? Pero ¿qué digo? Acaso podrá llamarse fracasado al que lucha en los campos del Señor? Es tan noble esa causa, que lo mismo se triunfa en la victoria que en la muerte. Dios no necesita del hombre para su gloria, quiere únicamente su amor, su voluntad y por lo demás, para El poco importa que luchemos en los campos o en el silencio del hogar. Es Dueño de la vida y de la muerte, sólo quiere nuestro amor. Hay retiradas que alcanzan la victoria y cuando nos retiramos por darle gusto a Dios, no podemos dudar del resultado. ¿Por qué te acobardas alma mía? ¿Por qué has dejado llorar a mis ojos? ¿Qué no sabes que es preciso que el grano muera para dar fruto? Querías su gloria, pero El te pide el sacrificio de la inacción. ¿No quieres darle gusto? Sí Jesús mío, sí quiero darte gusto. Tú sabes bien por qué estaba empeñado en aquella lucha. Tú Bien mío, el Heredero Único, el Consentido, la Niña de mis ojos, mi Predilecto, Tú eras el que recibirías el fruto de mi sacrificio. Pero me has pedido otra cosa y como sólo vivo para Ti, ¡aquí me tienes! [1] Te sacrifico todo. Me despego de todo y con el rostro en tierra te repito: aquí me tienes para hacer tu Voluntad. ¡Oh María, mi Consuelo y mi Esperanza! No permitas que sea infiel a mi Dios; quiero vivir Contigo y derramar en tu Corazón el bálsamo del consuelo en una vida de 2


renunciamiento por amor a tu Divino Hijo. Amén. Habana (1928 – 29)

La caída de las hojas (2) En primavera, los árboles se llenan de hojas, adquieren su mayor hermosura, atrayendo las miradas de todos, sintiéndose después felices (si fueran capaces de ello,) al brindar sus maduros frutos. En la primavera de mi vida, también mi alma, cual un árbol, se llenó de hojas y experimentó las dulzuras de la paternidad; al engendrar en Cristo almas que amaran a Dios. Pero así como el árbol deja caer sus hojas cuando le azota el frío del invierno y bien pronto no es sino un tronco seco que pasa desapercibido para a todos, también ha querido el Señor que venga sobre mi alma ese frío y que caigan las hojas y que desaparezcan los frutos. ¿En dónde están aquellas almas que alimenté con una savia mezclada de amor y dolor? ¿Qué se hicieron aquellos hijos que eran mi consuelo en los días de amargura? ¡El Señor me los dió y el Señor me los quitó! ¡Sea por siempre bendito! Todos han ido desapareciendo, muchos ni siquiera han tenido una palabra de reconocimiento; otros han vuelto odio en cambio de amor; algunos me han dado como único pago el olvido. Y así, han ido desapareciendo uno a uno, y entre tanto mi alma ya sin hojas, sin frutos, está seca, lista para consumirse en el fuego del amor Divino, en el Seno de Aquél que no olvida, que no se muere, que es siempre fiel. Algunos hijos me quedaban fieles y también me los pides, Jesús mío! ¡Sí, sí, te los doy, pues soy todo Tuyo y todas mis cosas Tuyas son. Y ahora, tronco estéril, llamo de día y de noche al Divino Espíritu, para que El, que es Vida, venga a infundir de nuevo en las raíces de ese tronco seco la savia de su amor y que [2] resucite en día no lejano para volver a revestirse de hojas y tener nuevos hijos que ofrendarle a mi Dios. Veni Sancte Spiritus, riga quod est áridum! Ven, sí, y en el silencio, en la soledad y en el olvido de mundo comunícame la savia de tu amor… ¡Cuida aquellos hijos, primicias de mi apostolado, y si hay entre ellos ingratos o infieles, toca sus corazones para que reparen sus faltas y no vayan a perderse los hijos de mi amor y mi dolor. ¡Oh María, que en tu amarga Soledad apuras los más amargos dolores, haz que 3


como Tú, sobrenaturalice mis penas y viva sólo de los deseos del cielo para vivir siempre en el Seno amoroso de Dios. Amén. Habana, 1928-1929

Pensando en María sola (3) ¡Qué cierto es que sólo un corazón que ha sufrido mucho es capaz de consolar! Cuando nosotros sufrimos, buscamos instintivamente la compañía de los seres que sufren o que ah sufrido muchos. Por eso tal vez mi alma que ahora se siente sola, busca con empeño la compañía de la Santísima Virgen, considerándola especialmente en aquellos 25 años de Soledad que pasó en la tierra después de la Ascensión de su Divino Hijo Jesús. ¡Qué divinamente hermosa y llena de atractivos aparece (ante mi mente) mi Madre Sola! Me parece que en su rostro amable se dibuja siempre la sonrisa llena de tristeza, que revela un interior amargado por la nostalgia del Cielo, que traduce algo de los sentimientos de un Corazón maternal, más que angélico, atravesado siempre por la espada de dos filos del recuerdo de su Hijo. ¡Qué aliciente tan grande a la resignación para todos los corazones que sufren. ¡Para todos aquéllos que se creen solos en la tierra! ¡Oh Madre, yo quiero ser tu eterno compañero, quiero encontrar mi dicha en consolarte. Y ¿podrá conseguirlo? ¡Oh sí, porque en mí verás a tu [3] Hijo, formando, como formo, parte de su Cuerpo Místico. Mis caricias sacerdotales te llenarán de consuelo, porque todo en mí te recordará al Hijo ausente. Mis manos que lo tocan con mucho amor diariamente al consagrar su Cuerpo Divino, mis ojos que le miran con una mirada de inmensa ternura, queriendo parecerse a la mirada del Divino Padre; mis labios y mi lengua que lo besan y lo reciben en un mundo de respeto y de amor, mi corazón que sólo late por El… ¡Cómo no había de consolarte, Madre mía!! ¡Qué hermoso es consolar a María y qué dicha pensar que el sacerdote por el hecho de serlo, lleva en sí mismo ese grande poder! ¿No es cierto, Madre mía, que Tú buscas ante todo los consuelos y las caricias de tus sacerdotes; de esos doblemente hijos tuyos que engendraste al sacerdocio juntamente con el Verbo en tu Purísimo Seno? Dichoso S. Juan que acompañó y consoló a nuestra Madre! Dichosos también nosotros si sabemos imitarlo y no apartar nuestro recuerdo de María!

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Cuando quiera llorar oh Madre, lo haré en tus brazos; cuando tenga alegrías, Tú serás mi confidente, y en todo caso serás la encargada de decirle diariamente a tu Divino Hijo cuánto lo amo y cuánto lo quiero amar. Tú me prestarás tus manos para tocarlo en la Hostia Santa, tus ojos para mirarlo y siempre, siempre tu Corazón para amarlo. Quiero que estés muy cerca de mí al celebrar el Santo Sacrificio y que juntos digamos las palabras de la Consagración. ¿Verdad que así mi vida no será estéril ni triste?… Madre mía, atrae hacia Ti, hacia tu Soledad, a todos los corazones sacerdotales; pero muy especialmente aquéllos que han recibido la herencia de la Cruz; a aquéllos decepcionados por las ingratitudes o las calumnias. Envuélvelos en tu amor y viendo en ellos a Jesús, sé siempre su Madre del Consuelo y de la Santa Esperanza… Amén. (Habana 1928-29) [4]

Meditando la parábola del hijo pródigo. (5) Siempre me ha conmovido la Misericordia de Dios. ¡Qué consolador saber que tenemos un Padre todo Misericordia! ¡Cuánta gratitud debemos guardar para El, pues nos ha esperado tanto tiempo! Meditando en esa ternura de Dios, N. Padre, he sacado una lección práctica para mi Sacerdocio. También yo soy padre, Entre los hijos que el Señor me ha dado, hay también algunos que vagan por regiones lejanas, después de haber abandonado el hogar paterno. ¿Cómo he recibido su alejamiento? ¿He salido como el Padre del hijo pródigo a la orilla del camino para ver diariamente si descubro a lo lejos la oveja perdida? ¿He sabido ser Padre? O por el contrario, ¿he guardado rencor en mi corazón? Y ¿cuál es el camino donde debo esperar la vuelta de mis hijos? Ese camino es el camino de la Cruz, de la oración y de la confianza. El padre es padre para siempre, y cuando Dios me dió almas para que les sirviera de padre, me las dió para siempre. Si quiero encontrar a mis hijos, sólo lo podré hacer en los caminos del dolor. En la oración sacrificada que mueve y conmueve al Corazón de Nuestro Padre Celestial, Dueño de todos los corazones y de todas las voluntades. ¿Qué alma podrá resistir al influjo de un sacerdote crucificado? ¡Ah Señor! Aunque me sienta cobarde, yo te pido que me crucifiques para que 5


mis hijos vuelvan por el buen camino que ha de llevarlos a tus brazos. No quiero que se pierda ninguno. Si Tú quieres, oh Dios mío, haz que ignoren los sacrificios que los rediman; pero que ninguno falte allí en el festín divino de los cielos. Y si como temo seriamente, mis faltas de correspondencia a la gracia han sido la causa de su pérdida, me llego hoy hasta Ti, oh Padre amadísimo, y con lágrimas en los ojos te pido humildemente perdón. Sí, Sí, perdóname oh Padre! Y por la fidelidad de tu Hijo, por aquella ternura con que siempre te ha amado, olvida mis pecados y perdona las ingratitudes de mis hijos. [5] ¡Que mi sangre unida a la de tu Divino Hijo, borre toda mancha! O Pater fons totíus Consolationis! Da mihi filios alioquin moriar! Oh Padre de las Misericordias, ten misericordia de nosotros! Oh Padre, fuente de todo Consuelo, dame hijos y devuélveme a los que he perdido, o quítame la vida! A M E N. (Habana – 1928-1929)

Después de la absolución. (6) ¡La paz! Una paz profunda que nada ni nadie proporciona en el mundo, ésa es la que queda en mi alma después de la absolución sacerdotal. ¿Qué poder misterioso tiene esa palabra que penetra hasta las profundidades del espíritu? Es uno de los frutos de la Encarnación! Es la aplicación de la Sangre de mi Verbo Encarnado. Es una manifestación de su infinita caridad! En la Eucaristía y en el Sacerdocio nos dejó Jesús las pruebas mayores de su ternura. Sin el Sacerdocio no podríamos gozar de la Eucaristía. Pero El, que conocía nuestra flaqueza, quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía para ser nuestra vida y en el sacerdote para perdonarnos nuestras faltas y poder gozar así de su intimidad Eucarística. ¡Gracias Jesús por tu Eucaristía!! ¡Gracias Jesús, una y mil veces, por el Sacerdocio! ¡Cuánto debes gozar Jesús mío cuando ves a las almas levantarse radiantes de paz y felicidad después de haber recibido la Absolución! 6


Eso te recompensará algo de tus inmensos sacrificios. Allí das sin cesar los frutos de tu Pasión y ¡es tan consolador dar! [6] ¡Señor! acerca las almas todas a los pies del Sacerdote para que se purifiquen y reciban la paz! El mundo se agita en la desesperación y sería tan fácil para él alcanzar la paz, buscando tu perdón en la persona del Sacerdote! ¡Danos Sacerdotes Santos oh Jesús!! Ven Tú mismo en ellos nuevamente a la tierra! Que su amor a su pureza atraigan a las almas y una vez en presencia de ellas, sean tus dóciles instrumentos, sean para las almas todas un “Jesús”. ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen! Perdona a esas turbas ignorantes de Dios. Atráelas por tus Sacerdotes muy cerca de tu Corazón y por ellos comunícales la vida del amor! Amén. Habana 1928-29

Rayos de luz (7) Han pasado los grandes días de lucha. Una consideración ha puesto paz en mi alma. Soy Misionero de la Cruz y por lo mismo, mi vida debe llevar el sello de mi vocación. Las persecuciones de Satanás no deben arredrarme, porque él no es sino un instrumento de Dios y nunca va más allá de lo permitido por el mismo Dios. Si a pesar de mis ardientes deseos de trabajar en las Obras, no lo puedo hacer, quiere decir que aún no ha sonado la hora, pues como tan acertadamente se me ha dicho, Dios Nuestro Señor tiene más deseos de ver realizadas sus Obras, y si no lo permite, es que todavía no llega el tiempo. Y ¿qué queda de toda mi angustia pasada? Ante los hombres nada; pero creo firmemente que ha sido para Dios una prueba de mi amor. Porque, después de todo. ¿Qué me importarían las Obras si no amara a mi Dios? Ahora, alma mía, repite sin cesar: Domine, quid me vis fácere? ¡Señor! ¿Qué quieres que haga? La voluntad divina respecto a mis ocupaciones exteriores puede variar; pero hay una cosa cierta y es que en cualquier caso, Dios me pide amor. Ama pues, alma mía, ama con pasión, con entusiasmo, que [7] amando podrás abrazar todas la cruces, porque el amor todo lo vence. Ve en todos los acontecimientos de tu vida la voluntad de Dios y así te conservarás siempre en la paz. 7


¡Dios mí te amo! ¡te amo! ¡Quiero en todo darte gusto haciendo tu Voluntad! Si me empeñé tanto en aquella idea, fue precisamente porque creía defender tu Voluntad y tu gloria. Si le he dado mucha importancia, es porque Tú antes que yo, se la has dado. Ahora espero en silencio tu divina Voluntad. Sabes que soy tuyo absolutamente y que me moveré a donde quieras, a tu menor indicación. Domine, quid me vis fácere? Habla Señor, que tu siervo escucha… Amén

Esperando nuestra fiesta de Pentecostés. (8) Con cuánta alegría ha esperado siempre mi alma la llegada de Pentecostés. Es una Fiesta que renueva el entusiasmo y comunica nuevo vigor para la lucha. Para mí es especialmente querida y más aún en las presentes circunstancias. Hace mucho que me he entregado por completo en manos del Espíritu Santo y El, con bondad que admira y enternece, ha ido guiando mis pasos y sacándome con bien de los grandes peligros. Verdaderamente, como El mismo se describe en el Libro de la Sabiduría (11) es un Espíritu Único, multiforme, sutil, elocuente, ágil, inmaculado, infalible, suave, amante del bien, perspicaz, irresistible, benéfico, amador de los hombres, benigno, estable, constante, seguro; el cual todo lo puede, todo lo prevé y que abarca en sí todos los espíritus, inteligente, puro y sutil. ¡Oh Palomita mía, he procurado extender tu gloria y darte a conocer a las almas. Lo he hecho con todo el amor y entusiasmo de mi corazón de Sacerdote y Misionero Tuyo. ¡Qué feliz sería, Amor mío, si mis palabras hubieran logrado hacerte amar siquiera un poco más de las almas! [8] Oye, Amor mío, si mis trabajos te han agradado y si te han dado gloria, dígnate concederme una gracia muy grande y escuchar ésta mi plegaria. Mira: Tú mejor que nadie sabes que hay un Ser que me ha robado completamente el corazón, lo amo con ternura de Padre, de Madre, de hijo, etc. etc. Y ese Ser es Jesús, mi Verbo Encarnado. Lo veo sufrir mucho porque el mundo ha respondido a sus delicadezas y amor con ingratitud. El disimula siempre, porque es la misma humildad y muy bueno. Más aún, nos disculpa delante de su Padre Celestial para detener los castigos, y a pesar de todo, el mundo sigue siendo ingrato. Y yo pienso una cosa, ¿quién como Tú, procedes del Amor que el Padre le tiene 8


a su Hijo, querrá glorificarlo? ¿Quién sino Tú podrá conmover el corazón de los hombres para que Lo amen con agradecimiento? Pues bien, Amor mío, yo te pido como un regalo de Pentecostés, que con tu soplo vivificador, de uno al otro polo, pases moviendo y conmoviendo los corazones, sembrando en ellos gratitud para el Verbo Encarnado Y claro que habiendo eso, vendrá como consecuencia necesaria una gratitud inmensa al Padre Celestial, a Ti mismo y a la Santísima Virgen. ¿Verdad? Penetra sobre todo los corazones sacerdotales. Obra Tú en aquellas almas que conoces y que sabes deben ser apóstoles de la gratitud. Dales luz, mucha luz, para que no se resistan a tu divina voluntad. También te pido que conmigo sigas teniendo esa gran caridad en la que he encontrado el secreto del éxito. Soy joven, me falta ciencia, experiencia y virtud; tengo enemigos, y sin embargo siento que debo obrar y quiero hacerlo. Tu sombra divina me ha guiado a todas partes y a pesar de todo lo anterior, me has librado, me has proporcionado ocasiones de hacerte amar y has dado a mi alma otras muchas que, con sencillez se han dado por completo como víctima para sostener las ideas que predico. ¿Quién ha movido esas almas? ¿Quién ha echado un manto de caridad sobre mis miserias y puesto vendas a los demás para no verlas? Tú, Tú has sido, oh Espíritu de Amor! Ni necesito decirte cuánto te lo agradezco, pues sabes que soy todo tuyo y que [9] mi corazón te pertenece. Ven pues a mi alma, quémame en el fuego de tu amor. Dame fuerza para no desanimarme por las miserias humanas y visita también a los corazones de todos los seres que amo, muy especialmente de aquéllos que me han hecho bien y de los que me has confiado para santificarte. ¡Alegrémonos! Que el Espíritu del Señor llenará todo el orbe y lo renovará. Alegrémonos porque el Espíritu de Dios se paseará triunfalmente por el mundo, sembrando en los corazones gratitud para Jesús y consuelo universal para el Divino Padre y para María, la Virgen Madre… Amén. Habana 1928-29

Oración a Jesús. (10) ¡Oh Jesús mío! Déjame penetrar un poco más con luz divina en los grandes secretos de amor y caridad que se anidaron en tu Corazón durante tu permanencia aquí en la tierra. 9


¡Cuánta amargura, cuánta pena tuviste que apurar! Pero todo lo sufrías con amor u entusiasmo pensando en nosotros, en los pobrecitos redimidos con su Sangre. Te ofreciste como Víctima y llevaste tu inmolación hasta el fin, ¡Qué Jueves Santo aquél! ¡Qué agonía en el Huerto! ¡Qué muerte de Cruz! ¿Quién sino un Dios Humanado podía realizar tales actos y sufrir semejantes martirios? Pero el mundo no ha sabido apreciar menos agradecer esas acciones y esos sufrimientos. Dame luz oh Santo Espíritu, para poder penetrar estos misterios de amor y dame fuerza para corresponder con amor de gratitud esas ternuras divinas! Cuando pienso en tus martirios, Jesús mío, se reanima mi confianza y se enciende más mi amor para la conquista de las almas. Ellas te amarán porque Tú las has comprado a muy alto precio Sí, sí, será muy cierto lo que dijiste a una alma: [10] tendrás amor y reinarás a pesar de tus enemigos, y nada te detendrá: ni la malicia de los hombres ni los esfuerzos de Satanás. Jesús mío, desde el fondo sin fondo de mi insignificancia, me levanto para ofrecerte mi corazón sacerdotal, para decirte que siento por Ti un cariño de Padre, de Madre, de amigo de confidente. Para decirte que tus ejemplos de han impresionado vivamente y que aunque indigno, quiero sufrir Contigo y morir por tu amor. Sí Jesús mío, acepta mi sangre, te la ofrezco como prueba de gratitud en nombre propio y de todos mis hermanos los Sacerdotes. Te la ofrezco por mi Patria para que ya le des la paz y la hagas grande por sus Santos. Recíbela desde ahora, acéptala unida a la de nuestros Mártires. ¿Jesús mío! Por tu Sangre preciosa, salva a mi Patria! Por las predilecciones de María para ella, sálvala! Por tu Cruz del Apostolado que se erguirá triunfante de un confín a otro de mi Patria y del mundo entero, ¡SÁLVANOS, SEÑOR! AMÉN. Habana, Marzo 6 / 29

Bondades de Jesús. (11) ¡Qué cosas nos has concedido a tus Sacerdotes Jesús mío! Darnos por Esposa a tu misma Esposa la Iglesia Inmaculada; darnos por Madre a tu Madre Purísima y hacernos una cosa Contigo en la Santa Misa al consagrar las especie! Y Tú pides que honremos a esa Esposa dándole hijos espirituales y santos, amándola, defendiéndola y luchando siempre por su unidad. 10


¡Cuánto amo y quiero amar a mi Iglesia, Jesús mío! Quiero darle muchos hijos santos y quiero, sí, regalarle mi sangre y mi vida toda. ¡Qué necesidad siento de purificarme en el martirio! ¡Qué sed tan grande de amor has querido depositar en mi pobre corazón! Pero soy tan miserable, que sin tu auxilio perdería todo en un momento. Cuídame, Jesús mío, y nunca apartes de mí a tu Divino Espíritu, pues con El pienso llegar a la victoria en todas ocasiones. [11] Mi amor para Ti manifestará mi gratitud a tu Divino Padre. ¿Qué cosa más agradable podré ofrecerle, Jesús mío? ¿Qué cosa tiene El que no sea tuyo, que no lo haya creado para Ti? Pero también le amaré especialmente, pues quiero seguir tus indicaciones en todo y me muero por darte gusto. Y ahora déjame repetirte la súplica que esta tarde y durante el día te he hecho. No permitas que mi fe se mengüe; no dejes entrar en mí el desaliento. ¡Salva a mi Patria! ¡Salva a la Iglesia! ¡Sálvalas por la Cruz del Apostolado. Te la ofrezco! Y a Ti, oh Padre! Te ofrezco a tu Divino Verbo como Víctima y yo me ofrezco con todos los míos en su unión, por los mismos fines. Miserere nostri, Domine…! Habana, marzo 2 / 29

Horas de angustia. (12) ¡Cuántas he pasado en estos días, oh Jesús de mi alma! Luchas, pruebas, tentaciones, desalientos, humillaciones, sequedades, decepciones, etc. etc. Ahora me extraño de tener a veces tanta claridad y tanta paz. Me parecen un sueño aquellos días de luz y de entusiasmo pues ahora todo lo veo como en tinieblas y necesito sacar todo el acopio de buena voluntad de amor y de esperanza. Mirándome a mí mismo en este estado, pienso con frecuencia en Ti, Jesús mío, en tu horrible agonía del Jueves Santo, y así puedo ahondar algo más en aquéllas tus penas sin nombre. Pero, Jesús mío, aunque viva en este purgatorio, quiero decirte nuevamente que estoy dispuesto a continuar la obra que Tú me has encomendado. Yo pienso que ningún sacrificio se pierde cuando se te ofrece con sencillez de corazón y se une a tus dolores. Eso hago ahora unir mis pequeñeces a lo tuyo y pedir por tus intenciones. 11


¿Qué importa no ver nada si Tú recibes el consuelo de mi sacrificio? Yo siento que ahora se está estrechando nuestra unión, porque nada una tanto en la tierra como el dolor amoroso. Soy soldado tuyo y me encuentro en campaña. [12] Es cierto que a veces parece que el enemigo triunfa, pero la verdad es que Tú no puedes quedar burlado por tus enemigos. Que las amarguras del presente nos hagan dulce el día de la victoria. Y que las desolaciones actuales hagan más efusivo y ardiente el abrazo del día en que te quieras mostrar a tu pobre siervo. ¡Por tus dolores y los míos, oh Jesús amadísimo, dame almas puras, almas generosas y sacrificadas, para formarte aquella guardia de honor que formará en la tierra tu consuelo y que cantará eternamente tus Misericordias! Fiat…Fiat! Habana Marzo 27 / 29

“PRINCIPES CONVENERUNT ADVERSUS DOMINUM ET ADVERSUS CHRISTUM EJUS”… (13) ¡Oh Jesús! Con una herida muy profunda de pena íntima te escribo estas líneas que te abren mi corazón. Todos se ha conjurado contra Ti, tus enemigos y, ¡oh dolor! muchísimos de tus amigos también te han traicionado volviendo sus armas contra Ti. Y yo pobrecillo, que llevo en mi alma un mundo de ideales para Ti, sufro inmensamente y en silencio… ¿Quién me comprende fuera de Ti? Quisiera encontrar almas apasionadas que te amaran con locura y que estuvieran dispuestas a morir por tu amor en cualquier momento… Los demonios de la impureza se pasean triunfalmente por nuestras ciudades y en el mundo entero, y Tú, Candor de la Luz Eterna y Espejo sin mancha, vives devorado por la sed de pureza en las almas… Ah! ¿qué pudiera hacer para darte lo que buscas?… Volver mis ojos al Espíritu Santo y rogarle a El y a mi Madre Inmaculada con lágrimas en los ojos, y, más aún en el alma víctimas, almas de temple, puras o purificadas, que amen a Jesús como El quiere y que sean apóstoles de pureza y de amor sacrificado. Y entre tanto, Jesús mío, recibe las alabanzas y satisfacciones de esas almas numerosas que ya se han ofrecido como tuyas y se han inmolado con tanta generosidad. [13] Vuelve tus ojos a los Oasis, y a tantos lugares donde de veras se te ama. Y yo, ¿qué te doy? Lo que el Espíritu Santo me quiera dar, lo que Tú sabes y mis buenos deseos. 12


Oh Jesús déjame acercarme a tu oído, muy cerca de tu Corazón, para decirte millones de veces ¡te amo! ¡Jesús salvador de los hombres, sálvalos! ¡Sálvalos por la Cruz del Apostolado y por el Apostolado de la Cruz! Expectans, expectavi… Habana 1929

Desahogo. (14) ¡Oh Jesús mío! ¡Déjame vaciar mi corazón en el Tuyo! Sufro mucho al pensar que pudieras Tú ofenderte cuando hablo de mí mismo en el trato con las almas, y se me figura como que a veces por mi miseria pudiera venirme vanidad… Pero es tanta la repugnancia que por mí mismo siento, que me parece imposible admitir esa clase de pensamiento. Una cosa me alienta y es pensar que Tú penetras todo mi ser y que nada se oculta a tus miradas. Si hablo es porque creo hacer bien con ello a las almas. Y si creo hacer bien, es porque tengo mucha fe en mi Sacerdocio y en el amor que como a tal, me tienes. Además, recuerda Jesús mío, que yo te he prometido no tenerme en cuenta, olvidarme y pensar sólo en Ti y buscar sólo tu gloria. Por eso hablo, pero Tú sabes bien que si no fuera por eso, no sólo no hablaría, sino queme retiraría a la soledad. ¿Qué quiere que haga, Jesús mío, cuando siento tan vivo el amor que Tú tienes a tus Sacerdotes y lo mucho que te conmueven las caricias sacerdotales? Quiero hablar a mis hermanos los sacerdotes con el corazón en la mano y forzosamente tendré que hablar de mí con sencillez, porque precisamente quiero dar ejemplos vividos. Pero es tanta la miseria humana, que aun en estos sentimientos tan íntimos pudiera buscarme a mí mismo. [14] Cuídame Jesús mío, no me dejes caer en tentaciones de ninguna clase. Y ten siempre presente que prefiero la muerte a causarte la menor ofensa. Mi razón de ser eres Tú, mi ilusión eres Tú, mi vida es para Ti, ¿Qué podrá pues llenarme fuera de Ti? ¿Qué buscaré, en qué podría emplear mi tiempo, que no fuera amarte y buscar almas que te amaran? ¡Oh María, Madre mía, llévame siempre escondido en tu Purísimo Corazón para conservarme como Jesús quiere! 13


Habana 1929

MISERE MEI DEUS. (15) ¡Oh Señor, ten misericordia de tu pobre siervo! Me siento con el peso enorme de las almas y siento que si no me santifico las detengo y te quito gloria. ¡Oh Señor! No las detengas, no permitas que yo sea causa de que llegaran a ser menos tuyas. Es cierto que soy un miserable, pero precisamente por eso me acojo a tu gran Misericordia. Mira Jesús mío, cuánto tengo que luchar! En mi interior, angustias, humillaciones, penas que sólo Tú sabes, y en lo exterior, persecuciones, inconstancias, etc. etc. Veo el avance del mal, los triunfos aunque efímeros de los malos y yo, me siento como atado, impotente… ¿Hasta cuándo, Jesús mío, me permitirás entrar de lleno en la brecha? Cierto que no estoy preparado; pero acuérdate, Amor mío, que no soy yo sino Tú en mí quien vas a obrar. Además, tengo mi Misa y a María por auxilio. Seré el instrumento del Espíritu Santo. El es quien te va a glorificar y yo me he prestado para ser uno de tantos medios. ¡Señor! Mira mi angustia y desolación de mi alma! Dame almas puras o arráncame la vida para comprártelas con mi sangre. Tengo sed de tu gloria, Tú lo sabes!… ¡Espíritu de Amor, aquí me tienes, ¿no es ya la hora? ¿Acaso no es tu Encanto el Verbo Encarnado, mi dulcísimo Jesús? ¿No ves cuánto se burlan de El sus enemigos? ¿Podrás Tú contemplar impasible o mejor dicho sin conmoverte, seme[15]jantes afrentas? Mira, Amor mío, la furia de Satanás para atacar a Cristo y su Iglesia. Mira con qué empeño quiere arrebatarle las almas. Tú eres mi General y a Ti acudo pidiéndote gracias, muchas gracias que son las armas con que he de combatir. Yo quiero interpretar tus sentimientos, por eso hablaré y lucharé hasta morir… Mi vida ya no es mía, se la regalé en un arranque de amor a mi Divino Redentor Cristo Jesús. Es suya puede tomarla cuando quiera. Pero mientras se llega ese día, no quiero estar con los brazos cruzados. Dame la espada de dos filos de la palabra, vivificada por Ti o hecha fecunda por Ti, arrolladora por tu virtud. 14


Suplanta mi miseria y aparece Tú, conmueve Tú, convierte Tú. Pero que ya sea todo esto, porque el enemigo no duerme y no quiero que Jesús se vea abandonado. Que sepa que su Sangre fue fecunda y que hay millares de almas dispuestas a inmolarse por su amor. El demonio quiere enlodarlo todo. Pues bien, Espíritu Divino! Yo te pido por el amor de Jesús que me des almas lirios, almas purísimas, para esposas de mi Cristo. Que no las toque el mundo, que se conserven ardientes en el divino amor. Forma tu jardín, Espíritu Divino y dale las flores más hermosas a Jesús. Eso mismo te pido a ti, oh Padre amadísimo, para ese Hijo que tanto amas y a Ti, Virgen Santísima, para tu Hijo que tanto amó a los hombres a su paso por la tierra, Fiat… Fiat…! Dame sacerdotes santos y con más vehemencia, sacerdotes sacrificados y crucificados. Regálame a El por esa plegaria y haz en mí lo que yo no puedo. Transfórmame, cámbiame y siempre, siempre, ten misericordia de mí. ¡Oh María, presenta ésta mi plegaria ante el Divino Padre. Amén Habana Marzo 29 / V. Santo. [16]

Un aniversario. (17) Hoy hace un año que murió por su Religión y por amor a la Iglesia y a la Patria mi amigo y hermano Luis. En su corazón había depositado el Espíritu Santo un fuego ardiente. Le dió también energía de carácter y mucho amor al sacrificio Fue una de esas almas que supieron comprender las riquezas del dolor. Muchas veces ofreció su vida como víctima a favor de la Iglesia y fue aceptado. ¡Oh hermano mío en ideales, escucha la plegaria íntima que te he hecho en este día feliz, especialmente al ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa. Tú me comprendes porque mucho hablamos de nuestra misión en la tierra. Tú ya alcanzaste la realización del ideal que perseguías y yo apenas comienzo a luchar. Tú fuiste tan buen amigo mío acá en la tierra, ¿dejarás de serlo en el cielo? Ofrece desde ahora mi sangre por las Obras y por todo lo que sabes. Escucha mis ruegos, y así como fuiste tenaz en perseguir a los enemigos de la Iglesia, sélo ahora en el cielo para alcanzar gracias a aquéllos que nos quedamos a completar tu obra espiritual acá en la tierra. Te encomiendo a mis almas, entre las cuales, por voluntad de Dios y también tuya, se encuentran las de tu esposa y de tus hijos. Si tu alma agradecida por las pequeñeces que por ella he hecho quiere alcanzarme hoy alguna gracia de mi Dios, ya 15


sabes lo que quiero: amarlo más y más y que mis hijos lo amen con pasión. Y luego, lo que ya sabes, dar por mi Jesús hasta la última gota de mi sangre por puro amor agradecido. ¡Oh María, Reina de los Mártires! Recibe las plegarias que tu hijo Luis ofrecerá por nosotros en el cielo y preséntalas unidas al mérito de tus Dolores íntimos y que ellas nos alcancen lo que con tanto amor pedimos. AMÉN. 10 de Agosto de 1929 - Habana, Cuba. [17]

Como el grano de trigo. (18) “Nisi granum frumenti cadens in terram mortuum fuerit, ipsum solum manet; si autem mortuum fuérit, multum fructum affert” (Joann c. XII, 24, 25.) Al religioso sobre todo se pueden aplicar esas palabras de la Escritura Santa. La muerte es condición necesaria para dar fruto. ¿Y qué muerte? La muerte a sí mismo por el renunciamiento a sus deseos, a sus más legítimas aspiraciones, a los afectos, etc. etc. En esto se encuentra una veta riquísima de sacrificios que no pueden comprender las almas que ignoran la vida religiosa. ¡Cuánto deben conmover al Corazón de Jesús los martirios ocultos de esas almas que sintiendo aspiraciones inmensas y que deseando ponerlas en práctica algún día, ven en un solo instante derrumbarse sus aspiraciones ante una negativa, ante una palabra dicha tal vez con precipitación, pero que de cualquier modo es para ella la manifestación de la voluntad divina! ¿Cómo podría ser que esos anhelos de gloria de Dios quedaran fallidos? ¡Imposible! Por eso N.S., que no deja sin recompensa ni un vaso de agua que por su amor se da al que lo pide, con mayor razón se mostrará magnífico con esas almas sedientas de la gloria divina. Felizmente, cuando el hombre muere, cuando deja la tierra, se le abre en el cielo el verdadero campo de acción para hacer el bien. Allá, las almas ignoradas, las ocultas, las despreciadas de los hombre, encontrarán el medio más perfecto de acción y repartirán el fruto de sus dolores. No acaba, pues, la misión de los santos en la tierra; antes puede decirse que comienza allá de manera más efectiva.

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¡Qué consuelo tan grande! Pero como allá no podremos sufrir, es necesario pagar por adelantado el éxito de nues[18]tro apostolado glorioso, y para ello sufrir mucho en la tierra. Alégrate, pues, oh niño, que en temprana edad recibiste del cielo ansias de apostolado, sed de pureza y hambre de martirio, y que, sin embargo, fuiste segado antes de realizar tus ideales. Alégrate tú, alma escondida en la soledad del claustro, que, anhelando ejercer todos los apostolados, no encuentras más salida a tu celo que el sacrificio de esas aspiraciones. Consuélate, oh joven sacerdote, que apenas ungido con la Consagración Sacerdotal ibas a desarrollar un ensueño de largos años y que de improviso eres atacado de enfermedad que te reduce a la impotencia. Sí, sí; regocijaos todos los que sufris contradicción, porque en el cielo os espera conmovido Aquel que nunca deja sin recompensa a los seres que le aman. Allá seréis apóstoles, ceñiréis la palma del martirio y sabréis todo lo que puede ante Dios y en favor de las almas la inmolación amorosa. Sí, es preciso morir a cada instante, es necesario no hacer nuestra voluntad sino la de Dios, para que, como decía Santa Teresita, estemos seguros de que después El hará siempre la nuestra. O CRUX AVE SPES UNICA!

La tentación. (19) Con frecuencia suele poner tentaciones el demonio para que las almas consagradas a Dios vuelvan atrás en la vida que abrazaron. La envidia de Satanás, el odio que profesa a Cristo y a su Iglesia, le hacen trabajar con esfuerzos inauditos para corromperlo todo; pero especialmente a aquellas almas que viven a la sombra del Santuario. Sin duda que cuando alguna de esas almas defecciona, la Iglesia se entristece y Satanás canta victoria. Pero ¡qué ocasiones tan bellas para honrar a Dios, proporciona el demonio con sus tentaciones a esas almas! Cada ataque resistido y nulificado, es un testimonio [19] elocuentísimo de las almas puras que renuevan en ese momento la consagración que un día feliz hicieron de todo su ser a Jesucristo. Y ésa es una bofetada en pleno rostro a Satanás… Pero como éste es soberbio, como cuenta con un gran poder que Dios le ha 17


dejado para probar a las almas, no tarda mucho en volver a la carga, molestando, valiéndose de todos los artificios que su maldad le sugiere, siendo a veces un adulador y amenazando en otras. ¡Y qué luchas, Dios mío, y de cuántas clases! Mas Dios no abandona a los suyos, el Espíritu Santo les comunica sus Dones para resistir; María los cubre con su manto, y así comienza el demonio a batirse en retirada, y los ángeles custodios felicitarán a Jesús por la fidelidad de esas almas puestas bajo su protección ¿Cómo había de permitir el Señor la tentación si no fuera para su mayor gloria? Y qué resistencia, y cuánta solidez va adquiriendo el alma con la lucha! Con razón algunos Santos, como el Santo Cura de Ars, llegaron a despreciar los asaltos del demonio. ¿Qué sabe el que no ha sido tentado? ¿Qué amor más legítimo que el acrisolado en la prueba? Para que el Cielo y el infierno vean que el amor de las almas consagradas a Dios es libre y es puro, permite El mismo las pruebas. Satanás diría que nuestro amor era forzado, etc., y viene por permisión divina y ataca cruelmente. ¡Pobre! ¡Cuánto le dolerá haber tentado, cuando después de tanto esfuerzo, no logró otra cosa que hacer resaltar la pureza de esas almas… No temamos, pues, la lucha. Desconfiemos de nosotros mismos, pero confiemos en Dios de una manera absoluta. Recordemos que Jesús no nos enseñó a pedir no tener tentaciones, sino el no caer en ellas. Cuando venga la tentación pensemos que Jesús quiere que demos un testimonio universal de nuestro amor hacia El, de la libertad con que estamos adheridos a la Cruz de nuestros deberes, al cumplimiento de nuestras obligaciones, a la práctica de nuestros votos, y luchemos con denuedo. Todo tendrá fin… Llegará el día en que las tenta[20]ciones cesen y luego oiremos aquella dulce voz, la de nuestro amadísimo Jesús que nos dice: “Euge, serve bone el fidelis! “Ea, siervo bueno y fiel… porque fuiste fiel en las cosas pequeñas, porque no te avergonzaste de confesarme ante los hombres, ante el cielo y el infierno, yo te daré una recompensa grande. Ven y entra en el gozo de tu Señor, del Dueño de tu alma, de Aquél que te va a hacer feliz eternamente. Mayo 5 de 1930

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Segunda aniversario de una muerte. (21) (Luis Navarro Origel) Hace dos años ya, que cayó en el campo de batalla mi buen amigo Luis… Recuerdo ahora aquel día en que me suplicó ofreciera el Santo Sacrificio de la Misa por él para ofrecerse como víctima a Nuestro Señor a favor de la Iglesia. En plena persecución celebré la Misa en México, en una casa de las calles de Tacuba. Luis la ayudó y, como siempre, comulgó en ella. Poco después, el 29 de septiembre de 1926, encabezaba el movimiento libertador. Fue a la lucha, como él dijo, no precisamente para obtener el triunfo material, sino para lavar con su sangre los crímenes de nuestra Patria, y con la seguridad dijo,“que si nosotros somos mártires, nuestros hijos no han de ser apóstatas”. Y Dios aceptó su ofrecimiento. Fue mártir de la causa católica. No escatimó ningún sacrificio a favor de esa misma causa. Abandonó su hogar y su porvenir que hubiera podido ser muy brillante; todo lo dejó para corresponder a los impulsos de su corazón cristiano y de héroe que lo llamaba al campo de batalla para conquistar una libertad que no se había podido conseguir por la paz y los medios legales. [21] Y el Cielo, para indicar lo acepto que fue su sacrificio, ha querido glorificarlo después de su generosa muerte. Hace dos años que murió y ya se cuentan varios milagros que el Señor ha hecho por su mediación, uno de ellos notabilísimo y del cual ya toma la Autoridad eclesiástica ¿Qué quiere decir esto? Que la sangre es fecunda y que la misión de esas almas nobles va a prolongarse en el Cielo. Los hombres juzgan a su modo, muchas veces injustamente las acciones de los soldados de Cristo; pero cuando el Cielo deja aparecer esos signos que acreditan su gloria, entonces debemos inclinarnos todos para bendecir su memoria y alabar sus acciones. Por eso, amado hermano mío en ideales, vengo a venerar tu memoria. Por eso he ofrecido esta mañana el Santo Sacrificio de la Misa, dándole gracias a Dios porque te aceptó y volviendo a ofrecerte en la consumación de tu sacrificio como una víctima a favor de la Iglesia. Alcánzame del Señor que ahora que vivo acá en Roma cerca del Padre común de los fieles, del Jefe de la Iglesia Santa, mi amor por esa buena Madre se aumente más y más. También yo, en la humildad y sencillez del corazón y sin pretensión ninguna, 19


confiando sólo en la gracia del Espíritu Santo, me he ofrecido como víctima en favor de la Iglesia, y de modo particular por todos los sacerdotes para que todos sean muy santos, para que enciendan en el mundo el fuego del amor divino y restañen así las hondas heridas del Corazón de mi Jesús y las penas íntimas y misteriosamente crueles del Corazón Inmaculado de María. Ahora te toca a ti ofrecerme allá en los esplendores de la gloria, alcanzándome al mismo tiempo las gracias necesarias para poder realizar ese ofrecimiento. ¡Oh Espíritu Santo! que con tu Fortaleza llevaste hasta las cumbres del sacrificio amoroso a favor de la Iglesia a mi buen amigo Luis, dígnate desarrollar en mi alma tus gracias y tus Dones en aquel grado que sea preciso para realizar mi vocación de víctima sacerdotal. Regálame tu amor, ese amor infinito que arranca el alma a todo lo sensible y que nos hace absorber completamente en Dios. [22] Que poseído por ese amor, no busque mi propio querer sino siempre y en todo la voluntad del Divino Padre, a imitación de Jesús. Así sea. Agosto 10 1930 Eremo de S. Egidio, Cortona - Italia.

POPULE MEUS, QUID FECI TIBI…? (23) ¡Qué clara se perfila en el fondo de la vida humana la lucha de los dos espíritus: el Espíritu Santo y Satanás. Parecería inexplicable esa tenacidad de los enemigos de la Iglesia en perseguirla, en querer borrar hasta su recuerdo de la tierra. Si no se dibujara detrás de ellos la silueta de su jefe: Satanás. A cuántos de aquéllos que odian y persiguen a Jesús pudiera repetirle las palabras de la Escritura: “Quid feci tibi, aut quid molestus fui, responde mihi?” Raro, rarísimo sería que el hombre odiara naturalmente a Cristo cuando no existe ningún motivo para ello. Mas ante la estupefacción nuestra, se deja observar ese cuadro de realismo doloroso: los gobiernos, en general, ateos y perseguidores; las altas clases sociales también generalmente corrompidas, olvidadas de Dios, pasando una vida de placer y de escándalo; los pobres furiosamente enemigos de la Iglesia, ya sea bajo el nombre del Comunismo, Socialismo, Democracia o cualquier otro. Y luego, las traiciones, las infidelidades de muchos de los propio, que militan en las filas del bien! Popule meus, quid feci tibi?… ¡Ah! de veras, con cuánta razón y amargura 20


pudiera Jesús decir esas palabras! La explicación de todo esto, repito, se encuentra en el odio mortal de Satanás a la Iglesia y a su Jefe Jesucristo. Pero Satanás se ha buscado instrumentos que lo ayuden servilmente en su labor infame, y para eso ideó y organizó [23] una secta: la Masonería. ¿Por qué no se le habrá dado a esa organización la importancia que desgraciadamente tiene? ¡Cuántas veces se dice: estos Masones no son tan malos… etc.! ¡No lo habían de ser!: si todos ellos no son más que instrumentos serviles del demonio, encarnado en los grandes maestros de las logias. A pesar, pues, de tan duras lecciones, la tolerancia es casi universal. Sólo una voz potente se ha levantado para anatematizar esa Secta, y ha sido la voz del Papa, del Vicario de Cristo; más el mundo católico no ha hecho eco a esa voz, y fuera de casos aislados, se siguen contentando los católicos con no irritar a los Masones para evitar, según dicen, mayores males. ¡Qué desgracia! De cuándo acá ha tenido privilegio de inmunidad la mentira y el error! ¡Por qué se ha de guardar silencio cuando la obra enemiga va minando nuestras sociedades y el día menos pensado se encuentra con cataclismos espantosos? ¡La prudencia! dicen… Pero ¿qué acaso no será el miedo o por mejor decir la falta de amor a Dios y a su Iglesia lo que obliga a callar? Si los Masones corrompen a las turbas ignorantes, nosotros, los católicos, que podíamos y debíamos hablar al menos para desenmascararlos, somos los culpables. Y si vivimos tranquilos porque nuestra apatía ha evitado choques que tal vez hubieran originado algunas víctimas, estamos engañados, pues un día se levantarán contra nosotros millares de almas corrompidas por nuestros enemigos y con voz dolorosamente sarcástica nos dirán: “quia tacuisti…! Porque callaste… porque habéis callado vosotros, católicos, depositarios de la verdad, contemplad vuestra obra, nuestra eterna desgracia…” Levantemos, pues, nuestra voz contra el enemigo común; si somos de Cristo, defendamos los derechos de Cristo; pero si no somos de El, entonces no nos llamemos súbditos suyos. La Masonería grita: “Abajo Cristo, muera el sentimiento religioso… odio al infame!” Y nosotros, los soldados de Cristo, todos aquéllos que formamos su Cuerpo místi[24]co desde el Papa (como ya lo ha hecho), los Obispos, sacerdotes y simples fieles, levantemos nuestra voz contra la Masonería universal, estudiemos su acción, opongamos resistencia y emprendamos la ofensiva. ¡Qué triste ver a tantos morir por defender a Satanás, mientras nosotros no sabemos morir por Cristo! 21


Emitte Spiritum tuum et creabuntur el renovabis faciem terrae! Oh Señor, manda tu Espíritu a reavivar esta sociedad en que vivimos, y haz que infunda en los corazones el fuego de su amor, de ese amor que nos haga sufrir con alegría el martirio, a fin de glorificar a Cristo e impedir la ruina espiritual de tantos hermanos nuestros engañados por el mal! Roma. - Agosto 29 de 1930

Los Dolores de María y el Corazón de Jesús. (25) Reflexiones sobre los dolores íntimos de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. (Continuación)

III.- Jesús pide gratitud. (25) La causa de los sufrimientos místicos de Cristo se va repitiendo. Sobre todo en nuestros tiempos parece que todo se ha conjurado contra El. La lucha se generaliza en todas partes, el infierno ruge y Cristo desde lo alto de la Cruz de sus dolores internos busca a sus almas a las que El llamó regalando con gracias de predilección. Pero ¡oh triste realidad! encuentra que muchas de esas almas no están en el grupito fiel encabezado por su Madre y el Discípulo amado, sino entre los otros, entre sus enemigos. Se ha dicho ciertamente que la fuente principal de los [25] dolores internos del Sagrado Corazón es la ingratitud humana. La lanza que lo traspasó en la Cruz era un símbolo de esa ingratitud. Así pues, el alma que lo quiera consolar debe ser muy agradecida.

¿Qué es la gratitud? (26) Aquí tropezamos de nuevo con aquel defecto tan propio de la miseria humana que tiende a vulgarizarlo todo, y por lo mismo hay que señalar bien en qué consiste la verdadera gratitud. Es la gratitud una virtud muy noble, o por mejor decir, es el resultado de una serie de virtudes como veremos adelante. Y para mejor comprenderla, no tenemos más que estudiar un poco la vida de Jesús y de María. Pongamos mucha atención a las palabras de fuego que aquí siguen: “Si te fijas en mi Evangelio, en muchos, por no decir que en todos sus pasajes, brilla en Mí como radiante faro que se adelante, que domina, la gratitud a mi Padre. Y ¿cómo no, si le 22


debo todo lo que es un Dios? “¿Cómo, digo, no estar amasado, impregnado, saturado mi Corazón de Dios Hombre, de inmensa, de imborrable y de infinita gratitud? Le debo la vida divina, pues me engendró eternamente y la vida humana por el Espíritu Santo que es su Espíritu. Por esto no lo olvidé ni un instante en la tierra, y al necesitar de la divinidad, una con la del Padre y con la del Verbo, es decir con la mía, al llamarla en mi favor para usar de ella, como Hijo tiernísimo, como Dios Hombre, reconociéndolo sin embargo como a Padre, le rendía adoración en el fondo de mi alma; y en mi exterior también, adelantándome como Hombre a darle gracias antes de recibir el beneficio, antes de emplear su Omnipotencia, antes de usar de la Divinidad, ya resucitando muertos, ya arrojando los demonios, ya curando y obrando grandes prodigios en los cuerpos y conversiones divinas y sobrenaturales en las almas. Fui Yo tan delicado y fino con mi Padre Celestial, que ante todo mi gratitud le salía al encuentro, o más bien dicho, siempre se anticipaba a sus beneficios. [26] Y para esto, muchas veces levantaba mis miradas al Cielo invocándolo, aunque Yo sabía que me había de oír; pero quería darle el culto externo de adoración que merece y que todo hombre, sobre todo es sacerdote, tiene obligación de practicar. “Y si no en lo exterior, siempre interiormente como Hombre, estaba debajo de la Divinidad, rindiéndole culto y anticipándole mi acción de gracias a favor de lo que me permitía hacer por las almas. Sobre todo en la institución de la Eucaristía, en el paroxismo de mi amor, en aquella hora feliz para la humanidad, en la que hice efectiva la transubstanciación, y que dejé mi Cuerpo en el pan y mi Sangre en el vino, quise muy marcadamente mirar el Padre y darle gracias anticipadas al misterio que se iba a efectuar, quedándome en la tierra encerrado en la Eucaristía. Y he dejado en la Liturgia, como deber para el sacerdote, que antes de consagrar, al mirar al Padre, con aquella mirada pura y santa, dé gracias con toda su alma, se derrita en gratitud hacia el Padre antes de la consagración de las especies… “Deben asimilarse mis sacerdotes a mi Corazón, en su manera íntima de sentir, sobre todo respecto a mi Padre Celestial, uno Conmigo y con el Espíritu Santo. “Mi fe, como Hombre Dios, mi confianza y mi inmensa gratitud. Con estas tres cualidades, todo lo que pidan mis sacerdotes al Padre, se les concederá. “Si son otros Yo, si están transformados en Mí, harán cosas en mi nombre mayores que las que Yo hice. Pero deben ser Yo, adelantando su gratitud siempre siempre: que eso es adelantar la fe, sancionar la fe en una esperanza cierta con una ilimitada confianza. 23


“Si vieras por qué adelantaba Yo la gratitud hacia Dios, por qué quiero que mis sacerdotes ejerciten esta hermosa y divina práctica? Para expiar la poca gratitud de las almas cuando reciben mis beneficios. ¡Qué pocos se acuerdan de darme gracias! ¡Qué contados son aquellos que guardan en su alma el recuerdo de mis favores! Qué difícil para tantos corazones egoístas el guardar gratitud al Dios a quien tanto se lo deben. [27] Por eso, para expiar esa indiferencia glacial de mis beneficios todos los días y en todas las Misas de la tierra, doy gracias al Padre por conducto de mis sacerdotes; adelanto a la Majestad infinita mis adoraciones de gratitud y levanto mi alma y mis ojos en ellos hacia el cielo, reparando las ingratitudes del mundo y ¡quién lo creyera!, también ¡ay! de los que se llaman míos. Porque también hay ingratos entre ellos; también hay quien no tan sólo olvide sino aun rechace mis favores. Y por ellos también agradecí a mi Padre por adelantado los beneficios futuros para ellos, las delicadezas sin nombre, los favores ocultos, las distinciones y predilecciones no correspondidas. Y por esto mis actos de gratitud constantes en el acto más solemne en la tierra (la Misa), ese acto de continua gratitud que no quise dejar de hacer, por el mérito infinito que contiene, para suplir, primero las ingratitudes de los míos y después las de todas las almas que más o menos ni aprecian en su valor, ni agradecen los beneficios de Dios. Yo nada hice en la tierra que no tuviera extensión universal, un fin santo de caridad en bien de la humanidad entera. “Soy el Redentor, soy el Reparador, soy la Víctima santa que voluntariamente se inmola cubriendo las deficiencias y supliendo las faltas de gratitud en la tierra. Y el adelantarse a dar gracias no es para comprometer como quien dice, a mi Padre a hacer un favor. Es para mostrarle el acto de fe que cree en su poder, de esperanza o de confianza que está cierta de conseguir de la Bondad infinita que lo pide. Es amor, porque la gratitud es amor; es reverencia, es adoración y encierra muchas virtudes. Hay mucha ingratitud en el mundo, es el defecto capital de los corazones y la ha sido siempre. De aquellos leprosos del Evangelio sólo uno tuvo gratitud a mis beneficios… Eso pido hoy, gratitud, que como digo, muy poca hay en el mundo y es de todo punto necesaria en los míos para que haya el equilibrio de la caridad. Confid. p. 385 y sig. Edición privada con las debidas licencias. [28] ¡MIREMOS HACIA JESÚS Eso fue Jesús para su Padre y para las almas y eso fue también María. El alma 24


agradecida debe pues, a su imitación, formar de esa virtud todo un programa de vida. Amar, sufrir, trabajar, hacer el bien, todo, todo, con fines especiales de gratitud. Jesús mira siempre, agradece y reclama gratitud para su Padre. Y Yo, en nombre de ese mismo Padre, en nombre de María, y como un imperativo de todos los sentimientos y aun de la dignidad sacerdotal, la pido para el VERBO ENCARNADO, nuestro Redentor, nuestro Amigo, nuestro Defensor y Padre. ¿A QUIÉN LE PIDO? A todas las almas, pero de una manera especial a los sacerdotes y a las almas escogidas, a las almas sacerdotales. ¿POR QUÉ LA PIDO? ¿Será preciso repetirlo? Sí, digamos y recordemos siempre tan apremiantes razones. Y con lo que diga en adelante quedará explicado al mismo tiempo el modo como debemos consolar a María en sus dolores íntimos. Pues precisa repetirlo, porque es nuestro principal argumento; no fueron distintos los dolores de Jesús y los de María, o por mejor decir, la causa de ellos fue la misma. En el Corazón de María encontramos perfecto eco todos los dolores de Jesús. Tuvo además dolores especiales como Madre, penas muy íntimas, pero todas estaban relacionadas de un modo o de otro con su Divino Hijo. LA GRATITUD SACERDOTAL En el Corazón Divino hay, se ha dicho, (Au service de Jésus Prete) regiones inexploradas; pero a ellas sólo podrán tener acceso los sacerdotes. Son fibras delicadísimas de amor sacerdotal. Y Jesús exige ante todo correspondencia. Así pues, si El ha recibido y recibirá grandes homenajes de amor de parte de [29] sus creaturas, del sacerdote espera algo muy especial. ¿Sería posible que el amor humano en sus manifestaciones terrenas sea más fuerte que el amor de Dios? ¿Sería posible también que el sacerdote se dejara vencer por las otras almas en el amor divino? ¡No! ¡No! El amor del sacerdote debe sobresalir en todo el universo, porque es un deber, porque él tiene grados especiales de unión con Dios, porque ha recibido la fecundidad del Padre, porque el Espíritu Santo ha elevado sus potencias de amor a grados incomprensibles. Porque el sacerdote más que otros, es hijo de María, pues con el Verbo fue también él concebido en cuanto a su vocación sacerdotal, como continuación, como una extensión del Sacerdocio eterno de Cristo, Sacerdocio indivisible y único. 25


Con tantos medios ¿a qué grados de amor podrá llegar el sacerdote? Pero ese amor debe llevar el sello de la gratitud, supuesto que todos esos dones sacerdotales son gratuitos: “Non vos Me elegistis… No me habéis elegido vosotros sino Yo…” Así pues, ante el enorme peso de tantos favores, sólo le resta al sacerdote y a todas las almas rescatadas y ennoblecidas con la Sangre de Jesús, cantar aquel himno grandioso que brotó de los labios de María, la primera vez que fuera de su hogar se descubrió el misterio que el amor de un Dios había realizado en Ella, cuando en las montañas de Judá exclamó visiblemente conmovida: “MAGNIFICAT ANIMA MEA DOMINUM”… Fue el canto de la gratitud, fue una lección para la humanidad. Por otra parte, en virtud de la transformación del sacerdote en Cristo, debe hacer suyas todas las penas de Jesús. Así pues, no sólo por los favores que personalmente recibe, sino también para expiar la ingratitud humana, para dar gracias por los que no lo hacen; que de esas almas también es responsable por estar puestas al cuidado de su celo sacerdotal; por todo, digo, debe ser víctima y sacrificarse en holocausto de perfecta gratitud. Todos los días ofrece el Sacrificio Eucarístico, es decir el Sacrificio de la acción de gracias, y como exige una víctima, debe él ofrecerse identificado con la Divina Víctima y decir, realizando el sentido, aquellas palabras: “ÉSTE ES MI CUERPO, ÉSTA ES MI SANGRE”. Entonces lo pagará todo y Dios quedará complacido. [30] Y si el sacerdote se acerca al altar como debe: con la pureza del ángel, con la generosidad del mártir y el celo del apóstol, entonces su oración será omnipotente, por ser la misma oración de Cristo con quien se une en unión tan íntima.

Oración de gratitud sacerdotal. (31) Oh Jesús mío! Deja que te pida perdón en nombre propio y de todas aquellas almas ingratas a tus favores. Deja que mi corazón sacerdotal en nombre de mis hermanos y como un indigno representante, te diga con ternura inmensa: ¡Gracias! Gracias por tu Redención, por tu Eucaristía, por el Sacerdocio, y por nuestra vocación sacerdotal! ¿Qué podré ofrecerte digno de Ti, sino a Ti mismo? Por eso me gozo al celebrar el Santo Sacrificio, ofreciéndote el amor de tu Padre. Pero acordándome que también amas al hombre y quieres su gratitud, allí, en nombre de todos, cuando te pongo en mis manos, te miro con una mirada de gratitud inmensa u en mis ojos te contempla la humanidad rescatada y todos mis hermanos, y las almas que más recibieron de Ti en la Redención. Me gozo entonces contemplándote en mis manos y recordándote cada vez, que te envuelven en ese momento dos miradas: la mirada de tu Padre Celestial y la de otro padre que siente para Ti la ternura paternal que en el sacerdote ha depositado el Divino Padre, y toda la pasión del amor humano sobrenaturalizado y divinizado por el Espíritu 26


Santo. [31]

Otros medios para consolar. (32) Apostolado de la Cruz

La comunidad consoladora. (32) Hay una obra hermosísima, bendecida y aprobada por la Iglesia, enriquecida con numerosas indulgencias, y cuyo espíritu viene a ser más o menos el contenido de las consideraciones anteriores. Es el Apostolado de la Cruz. Su lema es “amar sufriendo y sufrir amando”, y todo para darle consuelo al Corazón Santísimo de Jesús. Tiene como alma la devoción al Espíritu Santo y propaga la Comunión consoladora. El Apostolado de la Cruz es el apostolado del dolor, el más fecundo de todos. Este es el camino más seguro de la conquista de las almas, el apostolado de la Cruz, en la cruz, ése es el apostolado fecundo, el que se ejerce sobre cualquiera cruz, voluntariamente sacrificados en ella. Es el apostolado al que nada resiste, el que no fracasa y que siempre triunfa porque el dolor lo diviniza, porque la cruz es fecunda”. (Conf.) Y cuando la oración va acompañada del sacrificio, alcanza su perfección y por lo mismo alcanza el máximo de consuelo para el Corazón de Jesús. El sacerdote que se ha empapado en esta adoctrina, que la vive, ése ha encontrado el secreto de un verdadero apostolado. “Un sacerdote sacrificado siempre salva”. “Nunca un alma desoye la voz que la llama sobre la cruz; nunca resisten los corazones al llamamiento de un mártir voluntario, de un sacerdote crucificado”. Y lo mismo puede decirse de cualquiera alma. Pero el medio más hermoso que encontramos para unirnos a Jesús es la Comunión. En ella el alma se une íntimamente al Corazón de Cristo, se identifica con El y esa unión crece diariamente en pureza y amor. [32] Con razón Jesús que ama tanto a las almas, quiere que se acerquen a recibirlo con frecuencia y aun diariamente. Toda devoción, todo entusiasmo se enciende y acrecienta en la Comunión. Todo sufrimiento encuentra allí un consuelo. Por eso las almas que la gustan con corazón puro, no pueden prescindir de ella. 27


La Comunión es la vida de esas almas. Con justicia se llama a la comunión “Consoladora”. Lo es para Jesús, porque entonces sacia su sed de unión íntima con su creatura y lo es para el alma, porque nadie se acerca a la divinidad sin sentirse consolado. Veamos lo que dejó escrito una de esas bellas almas eucarísticas, arrancada para el cielo hace algunos años: “En medio de la numerosas vicisitudes de que está sembrada la vida, los momentos de felicidad son tan raros y fugaces, que bien pronto no nos queda de ellos sino un recuerdo vago y mezclado de tristeza. “Una sola alegría ha dejado en mi alma una impresión celeste, llena de dulzura inefable, y es aquélla de sufrir cerca, muy cerca del Corazón de Jesús, uniéndome a El diariamente por la Comunión”… El Corazón Sacerdotal de Jesús comunica en esos momentos a las almas su amor al Sacerdocio y las va transformando en almas sacerdotales. Después sentirá el alma la necesidad de sacrificarse como Jesús en favor de los sacerdotes, para que sean santos, para que sean “otros Jesús” en la tierra. Pedirá para ellos fortaleza en las luchas continuas que tiene que sostener contra los enemigos de la Iglesia. Pedirá el Espíritu Santo que los llene de su luz para que siendo “santos directores de almas” las lleven hasta las cimas de la perfección.

El Santo Sacrificio de la Misa. (33) Hay una hora de suprema trascendencia para el mundo: la hora del Sacrificio Eucarístico, donde Jesús se ofrece nuevamente como Víctima a su Padre en todos los altares de la tierra. Momento feliz en que desborda la infinita caridad del Corazón de Cristo en favor de las almas. [33] Momento en que se compran gracias, se perdonan pecados y se repara la gloria del Padre, menguada tantas veces por culpa de los hombres. ¿Qué sería del mundo sin la Misa? Falta fe en ese Misterio. Si la hubiera, y profunda, ¡cómo se verían concurridas las Iglesias diariamente! Con qué gusto se impondrían cualquier sacrificio para asistir a la Misa! Y cuan a pechos tendrían el trabajar por el esplendor del culto divino, cuidando de que nada faltara a la limpieza y hermosura que deben reinar en los Sagrarios. Para el sacerdote no hay momento más feliz. Allí se transforma en Cristo, lo hace 28


encarnar místicamente por la consagración y puede ofrecerlo al Padre por todo lo que desee. Inspirada en estos hermosos fines existe la práctica de la “Comunión Dominical” ofrecida al Espíritu Santo por medio de María en favor de los sacerdotes. Se cuentan por millares las personas que en el mundo y en las Comunidades religiosas la practican. Mucho la recomendamos a todas las almas sacerdotales. Buscad almas que comulguen por sus sacerdotes. ¡Cuánto consuelo recibirá con ello el Corazón de Jesús Sacerdote Eterno! ¿Qué se le podrá negar a quien ofrece tal Víctima? ¿En dónde encontrará manera más perfecta de dar gracias y consolar a Jesús? Con razón el sacerdote considera la Misa como el centro de su día. Lo demás, como gracias de conversión para las almas, luces especiales en su dirección, etc., todo es un corolario de la Misa. Si el sacerdote debe celebrar con la pureza de un ángel y el amor de un serafín, los fieles deben asistir con suma reverencia, modestia y amor a tan sublime acto. ¡Qué triste sería contemplar en medio de los millares de ángeles que en profundo respeto asisten al Sacrificio, a personas distraídas, irreverentes y aun por desgracia, como pasa en muchas ocasiones, groseramente escanda[34]losa! ¿Qué concepto tendrán estas personas de la Misa? Procuremos pues aprovechar ese tesoro, celebrar o asistir a la Misa con mucho amor a imitación de María y de San Juan y así seremos almas consoladoras Seremos también un poderoso auxilio para las almas del Purgatorio que tanto suspiran por la posesión del Sumo Bien en el Cielo.

La Soledad de María. (35) María es el ideal realizado de las almas consoladoras. Ella poseía en abundancia todas las cualidades que deben adornar a esas almas. Era Purísima, fue Mártir por el dolor y más que Serafín por el amor. Tenía, además, corazón de Madre. María comprendió los dolores de Jesús y muchos años antes de la Pasión ya Ella la estaba sufriendo en su alma. Ese dolor la acompañó siempre. Hubo, sin embargo, un tiempo en que sus dolores todos se acentuaron, en que vivieron con asombrosa realidad todas sus penas. Ese tiempo comenzó el mismo día en que murió su Hijo, cuando al volver del 29


Calvario se vio Sola, y empezó a vivir del recuerdo. Penas que aumentaban con el tiempo ya que para mayor mérito suyo y bien de los pecadores, se prologaron por 25 años en que su Corazón no pudo más y en fuerza del amor y el sufrimiento, tuvo que extinguirse vida tan preciosa. OH MADRE FUENTE DE AMOR, HAZME SENTIR TU DOLOR PARA QUE LLORE CONTIGO!.. Las madres que han perdido alguno de sus hijos, podrán comprender mejor aquella amarga desolación, aquella tristeza profunda que penetra hasta la substancia del alma, cuando la loza del sepulcro ha cubierto los seres amados. Y si todo dolor es fecundo y conmueve el Corazón de Dios, ¿qué valimiento tendrán los dolores de nuestra Madre Inmaculada? Si las almas que sufren consuelan a Jesús, ¿qué efecto produciría en el Corazón Divino el Martirio de Ma[35]ría? Nada extraño es pues, que alcancen tantas gracias los Dolores de María Por su Maternidad divina y también por sus dolores, María Mediadora Universal, y el conducto por donde el Espíritu Santo se derrama en el mundo. María mereció muy especialmente por sus dolores íntimos. Jesús comprendió perfectamente el Corazón de su Madre, y después de El, quienes se acercaron más por la contemplación a ese abismo de dolor, fueron San José y San Juan. ¡Cuánto aprendería éste último en aquellos largos años que la acompañó en su Soledad!

Conclusiones. (36) 1.- Pensemos más en los Dolores de María. Seamos María para Jesús. Es decir, procuremos que Jesús encuentre en nuestros corazones quien lo comprenda, quien lo ame, quien lo consuele y compadezca en sus penas. Como María, vivamos especialmente los sacerdotes muy unidos a Jesús, ofreciéndolo diariamente como Víctima por la salvación de las almas. Busquemos la gloria de Jesús y ardamos en deseos de conquistarle almas, trabajando por el engrandecimiento de la Iglesia. Procuremos que en nuestros corazones, como en el de María, sobresalga la gratitud a los beneficios y predilecciones divinas. Como Ella, hagamos comuniones de veras fervorosas, y en una palabra, procuremos ser como Madres para Jesús, por la delicadeza, amor y desinterés con que nos ocupemos en todo lo que a El se relacione. 2.- Seamos San Juan para María. Y cerca de nuestra Madre, reemplacemos al 30


discípulo amado. El Corazón de María sufre y busca consuelo; pero su mayor consuelo es vernos muy unidos a Jesús. Entremos de lleno en la consideración de sus dolores. Ella recibirá todas nuestras atenciones como si realmente las hubiéramos tenido en aquellos días de su soledad. Ella acompañaba a San Juan cuando celebraba el Santo Sacrificio de la Misa. Que también a nosotros los sacerdotes [36] nos acompañe en la celebración del Augusto Sacrificio, y que las almas todas que comulguen, le pidan su Corazón y sus sentimientos para recibir a Jesús y para sus adoraciones Eucarísticas. Y antes de terminar, quiero hacer una súplica a todas las personas que lean estas líneas. A los sacerdotes, mis amados hermanos en el apostolado, que no dejemos pasar ocasión, especialmente en las misiones y en la dirección espiritual, para hacer conocer los Dolores de María, aquellas penas íntimas de su Corazón durante la vida de Jesús, y muy especialmente en los largos años que pasó sola en la tierra. Que nuestro recuerdo de Misiones y la señal de que hemos tratado con las almas, sea el haber infundido un amor muy grande y una gran devoción a los Dolores de María. A todas las otras almas, especialmente a las que se han consagrado como víctimas en favor de los sacerdotes, que miren en María Sola, el ideal que ellas deben realizar. Ella tuvo un corazón sacerdotal y sin duda comunicará sus sentimientos a las almas que se acerquen para consolarla y ayudarla en su gran misión de dar sacerdotes santos a la Iglesia, y consolar con ello al Corazón de su Hijo, llenar de satisfacción al Divino Padre y establecer en la tierra el reinado del Espíritu Santo. FAC ME TECUM PIE FLERE CRUCIFIXO CONDOLERE DONEC EGO VIXERO! [37]

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ÍNDICE NOTA: el número dentro del paréntesis, corresponde a la página del libro original impreso; el número en el extremo derecho, corresponde a la página del libro capturado en la computadora. ¡RENDIDO! (1) ........................................................................................................................... 2 LA CAÍDA DE LAS HOJAS (2).................................................................................................. 3 PENSANDO EN MARÍA SOLA (3) ............................................................................................ 4 MEDITANDO LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO. (5) .......................................................... 5 DESPUÉS DE LA ABSOLUCIÓN. (6) ....................................................................................... 6 RAYOS DE LUZ (7) ................................................................................................................... 7 ESPERANDO NUESTRA FIESTA DE PENTECOSTÉS. (8)...................................................... 8 ORACIÓN A JESÚS. (10) .......................................................................................................... 9 BONDADES DE JESÚS. (11) .................................................................................................. 10 HORAS DE ANGUSTIA. (12)................................................................................................... 11 “PRINCIPES CONVENERUNT ADVERSUS DOMINUM ET ADVERSUS CHRISTUM EJUS”… (13) ........................................................................................................................... 12 DESAHOGO. (14) .................................................................................................................... 13 MISERE MEI DEUS. (15) ......................................................................................................... 14 UN ANIVERSARIO. (17) .......................................................................................................... 15 COMO EL GRANO DE TRIGO. (18) ........................................................................................ 16 LA TENTACIÓN. (19) .............................................................................................................. 17 SEGUNDA ANIVERSARIO DE UNA MUERTE. (21) ............................................................... 19 POPULE MEUS, QUID FECI TIBI…? (23) ............................................................................... 20 LOS DOLORES DE MARÍA Y EL CORAZÓN DE JESÚS. (25) .............................................. 22 III.- JESÚS PIDE GRATITUD. (25) ................................................................................... 22 ¿QUÉ ES LA GRATITUD? (26) ....................................................................................... 22 ORACIÓN DE GRATITUD SACERDOTAL. (31) ..................................................................... 26 OTROS MEDIOS PARA CONSOLAR. (32) ............................................................................. 27 LA COMUNIDAD CONSOLADORA. (32) ............................................................................ 27 EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA. (33) ....................................................................... 28 LA SOLEDAD DE MARÍA. (35) ............................................................................................... 29 CONCLUSIONES. (36) ............................................................................................................ 30 ÍNDICE ..................................................................................................................................... 32

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