Nº 63 - Noviembre 2016
Especial
Encuentros Fotográficos Gijón 2016 Fotógrafo del mes: Juan Depunto Arqueología industrial El maldito microondas
Contenido
Año VI.- Núm. 62 - Octubre 2016 PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy” DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano.
Fotógrafo del mes: Juan Depunto
Francisco Trinidad............................................................... 4 Especial Encuentros fotográficos de Gijón ............................................. 8 El maldito microondas
F.T.......................................................................................... 57 Regreso al paraíso olvidado
Monchu Calvo..................................................................... 61 No es solo cuestión de números
Gloria Soriano..................................................................... 65 ¿Quién puede matar a un niño?
José A. Gómez Sierra......................................................... 69 László Mráz
Ilona Gogh........................................................................... 83 La poesía del desnudo
Nadima/Claudio Serrano.................................................. 91
DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia
Clavileño
DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González
Enemigos
DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad
Juan Depunto...................................................................... 99 Ricardo González “Completu”.......................................105 La fotografía, interpretacion de la vida
Juanjo Pascual...................................................................111
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Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society
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Nuestra foto de portada: Duong Dinh
Presentación
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¡Socorro¡
s inevitable en esta ocasión hablar de la persona más retratada del planeta, aunque en la misma medida sea igual de repugnante por la inmensa mayoría del planeta y entre los que yo me encuentro. También es cierto que al hombre más poderoso de la tierra no lo votan los habitantes que la poblamos, lo hacen los americanos, y de qué manera lo han hecho, los que lo han hecho. No le corresponde a la presentación de nuestra revista juzgar el cómo y el porqué, para ello existen otros foros más documentados, pero ello no es incompatible con manifestar nuestra preocupación aunque solo sea por las frases vertidas por este “señor”, el multimillonario estadounidense que ha combinado ignorancia, racismo y machismo en la mayoría de sus intervenciones. Si se recopilaran sus frases más absurdas durante la campaña tendríamos que utilizar toda la revista para ello, y puede que nos quedáramos cortos. Hay algunas que al margen de la inquietud que despiertan no dejan de tener ciertos paralelismo, aunque la comparación pueda resultar odiosa: “Podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”. En nuestro país cuanto más sabemos de la corrupción de los políticos, más les votan. También hay algunas propuestas que han irritado a muchos pero que nosotros no estamos como para ponernos estupendos, me refiero a su obsesión con el muro que quiere construir en la frontera con México, y la deportación 11 millones de inmigrantes. En nuestro país existe las deportaciones inmediatas, llamadas también devoluciones en caliente, que son ilegales e incumplen las leyes internacionales de extranjería, pues nadie puede ser expulsado sin el debido proceso de deportación. Las leyes dejan bien claro que toda persona que cruce una frontera tiene derecho antes de ser expulsado a tener asistencia letrada, exámenes para determinar si es menor, y que se compruebe que no es perseguido en su país. Y qué decir de nuestro muro con sus asesinas concertinas. Desde el pasado verano se han instalado en Hungría en su frontera con Serbia 175 kilómetros de alambres y cuchillas para impedir la entrada de los refugiados que huyen de la guerra. Puede que los Trump europeos lleven conviviendo entre nosotros desde un tiempo a nuestra parte, no los queremos ver, y hacemos como el avestruz, pero están ahí. No por ocultar una enfermedad se va a curar sola. Pero volvamos al xenófobo de Trump, que durante toda la campaña alimentó la idea de que si no ganaba sería por un fraude electoral; sobre la señora Clinton dijo que era una asquerosa, que en su país se tiene que hablar inglés y no español, que cuando eres una estrella como él, puedes hacer cualquier cosa, agarrar a las mujeres por el coño, lo que quieras… me atraen la mujeres bonitas automáticamente, las empiezo a besar, es como un imán no puedo parar… El lingüista y filósofo estadounidense Noam Chomsky advirtió en una conferencia que dio a primeros de mes en Barcelona sobre los refugiados, que le inquieta Trump, es un peligro tanto si gana como si pierde. Dice que el foco de los medios de comunicación ha estado de una forma masiva sobre Trump. No solo Fox News. También aquellos medios que se le oponen. Por ejemplo, una semana, como experimento, miré el ‘New Yorker’, que es una publicación liberal. Y me fijé en las caricaturas. En todas aparecía Trump. Y eso en todos los medios. El jefe de la CBS, cuando le preguntaron por qué dedicaba tanto tiempo a Trump, contestó que Trump “era maravilloso para sus audiencias”, lo que suponía más anuncios. Los medios de comunicación son empresas privadas que quieren ganar dinero. Son los medios los que han hecho que la figura política de Trump se convierta en relevante. Pero puede que el más expreso y convincente haya sido el senador y expresidente de Uruguay, José Mújica, que resumió en una palabra su opinión sobre la victoria de Donald Trump en Estados Unidos: ¡Socorro¡ El próximo mes hablaremos de fotografía.
José Luis Cuendia, “Guendy”
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Fotรณgrafo del mes de Octubre
Juan Depunto
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ay turistas y viajeros. Y, entre ellos, aunque a simple vista parezca lo mismo, hay muchas diferencias. La más importante, creo yo, es la motivación del viaje. El turista suele moverse por motivos externos, entre los que tiene mucha presencia últimamente la moda, mientras que el viajero planifica y realiza sus viajes movido por pulsiones internas y especialmente por una necesidad irreprimible de comprender y estudiar el lugar al que viaja. Juan D. Tutosaus —que en Moldeando la luz utiliza el seudónimo de Juan Depunto— es un viajero. Un viajero, además, concienzudo. A poco que se lean sus reportajes en Luz y Tinta, puede entenderse lo que digo. Juan Depunto se documenta a conciencia antes del viaje, luego lo realiza atento a todas las realidades con las que se encuentra y posteriormente, previo repaso a nueva documentación, escribe su reportaje. Y lo escribe, lógicamente, y nunca mejor dicho, con la luz y con la tinta. Los reportajes de Luz y Tinta están escritos con una prosa conocedora de sus posibilidades —se nota que hay detrás una pluma avezada a experiencia anteriores—, utilizando la falsilla de fingir que quien escribe es un personaje del lugar o de la historia de ese lugar y todo ello lo acompaña con un reportaje fotográfico que complementa lo que su prosa expone acerca de ese viaje. Debo confesar, como director de la revista, que para cada uno de sus artículos envía más o menos el doble de las fotografías que luego se publican, dejando en mis manos la elección de las que finalmente son publicadas. Algunas de las que no son publicadas en la revista las sube posteriormente el propio Juan Depunto a su galería de Moldeando. Hay, pues, que enfrentarse a su galería desde esta perspectiva. Son las suyas fotos de un viajero que entiende la realidad desde la fotografía y desde la literatura y que planifica y orienta sus viajes a sabiendas de que todo lo que capte su cámara habrá de ser complementado con su reportaje escrito, en una interacción que ya
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vemos no es casual. El propio Juan nos lo cuenta así: “Defiendo que Fotografía y Literatura son expresiones artísticas de la comunicación, con muchas semejanzas en lo que supone la trasmisión de ideas y formas de ver la vida, produciendo emociones en los receptores de las mismas, emociones que son imposibles de trasmitir si antes no las siente el autor. La diferencia entre ambas es que se manifiestan en distintos formatos, el de las imágenes y el de la palabra escrita”. En su galería encontramos, por tanto, la huella gráfica de sus viajes: Granada, Murcia, Sevilla, Lisboa, Marrakech, Cádiz, Oviedo, Santiago y tantos otros sitios que nos va mostrando su cámara. Como la realidad misma, siempre poliédrica, también el viajero nos ofrece distintas tomas de los lugares que visita para que el mensaje que pretende transmitirnos tenga más puntos de apoyo. A veces se detiene y capta una toma general. En otras nos muestra un detalle. Todas ellas sin apenas edición, como fotos tomadas al paso, como fotografías que en realidad son el respaldo gráfico de esa otra dimensión, la literaria, que tan fértil resulta en sus manos de médico escritor. Y en ocasiones, porque la literatura es también recuerdo y el recuerdo se sustenta en imágenes del pasado, nos muestra antiguas fotos escaneadas que, para ser comprendidas, precisan de un texto que las sitúe en su contexto histórico; un contexto que las más de las veces, olvidada la calidad inmediata de la foto, es sentimental y traza los límites de su perspectiva personal. Una perspectiva que, como vengo repitiendo, se nutre de literatura y fotografía o de fotografía y literatura, tanto monta.
Francisco Trinidad 7
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aboral Ciudad de la Cul de los Encuentros fotog tos y aficionados. No no a la inauguración de las exposiciones R Cuervo y Colita. También nos perdim Ramón Masats a car
Samuel Aranda
, fotoperiodista (Santa Coloma de Gramanet, Barcelona, 1979), que ha expuesto en la World Press Photo (2011) y tiene un premio Ortega (2016), abrió el día 5 su conferencia con audiovisuales. Nos explicó cómo llegó a la imagen a través de sus fotos viscerales. Este grafitero, expulsado del colegio y del instituto comenzó retratando gitanos del degradado barrio barcelonés de Can Tunis. El conflicto palestino-israelí fue su primer gran reto. “Quise comprenderlo y me fui a vivir a la Franja de Gaza en 2003”. Allí comprobó “la falta de control que hay sobre tu trabajo cuando te contratan agencias". Testigo de los conflictos de Irak, Afganistán, Líbano… hasta la primavera árabe trabajó para The New York Times a partir de 2011. Ese periódico le da “medios y libertad”, aunque reconoce que la relación con sus editores gráficos “es como con una pareja, a veces bonita, y otras te encabronas”. Con un oficio “del que no puede desconectar”, le parece “una falta de respeto" hablar de si le afecta mentalmente, "cuando estás haciendo fotos a gente que sufre mucho”. Interrogado sobre si sirve de algo su profesión, Aranda se mostró orgulloso de “pequeños triunfos que ayudan a cambiar cosas”, como la instantánea sobre el Ébola que provocó que la Embajada de EE UU en Sierra Leona enviase ayuda en 48 horas. Quizás por eso mantiene su pasión, porque, como dice García Rodero: “Para fotografiar necesito emoción, si no la tengo, no disparo”. En la actualidad trabaja para The New York Times. Fue verdaderamente emocionante escuchar las experiencias de sus viajes en el Oriente Medio, Pakistan, Siria, Yemen, Sierra Leona, Liberia, Guinea. Sus experiencia nos dice que son muy difíciles de explicar con palabras. Como protagonista de primera línea de estos países en plenos conflictos rehúye de organizaciones como Naciones Unidas, UNICEF o la OMS, que según él viven los conflictos desde hoteles de cinco estrellas disfrutando de fiestas y música en directo. Dice que admira profundamente la labor de Médicos Sin Fronteras, porque ha visto las condiciones dramáticas en las que viven y trabajan, esas si son personas dignas de admirar.
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ltura, de Gijón, acogió los días 4, 5 y 6 de Noviembre la XIII edición gráficos, que reunió a grandes figuras de la imagen, a jóvenes talenos fue posible asistir a las jornadas del día 4 que estaban dedicadas s fotográficas de Iris G. Meres, Magdalena Bors, Rosa Muñoz, José mos la magistral conferencia en homenaje a Carlos Pérez Siquier y rgo de Chema Conesa, Laura Terré y Pablo Julia.
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Cristina García Rodero,
nacida en Puerto Llano en 1949. Es evidente que sobran las palabras al hablar de esta mujer, galardonada en 1993 con el World Press Photo, Premio nacional de fotografía en 1996, miembro de la Academia de Bellas Artes desde 2009, año en que ingresó en la Agencia Magnum (único fotógrafo español en conseguirlo) No quiere hablar de estas cosas, dijo después de que hicieran su presentación, prefiero.. ”enseñar fotos”. La intervención de Cristina se centró en sus audiovisuales, donde no podía faltar su “España Oculta” (1989), Haití y Marialionza. Nos contó como desde sus inicios compatibilizó su carrera como docente con su pasión por la fotografía. En aquella España que estaba llamada a desaparecer, recorrió durante 15 años sus carreteras, las que ella llama “asesinas”, siempre en busca de sus fiestas, sus costumbres, sus ritos y procesiones. Nos comenta las anécdotas que fue viviendo a través de sus viajes, dice que no pasaba inadvertida, en unos sitios la tomaban por vendedora debido a su bolso grande donde llevaba su equipo, también la tomaban por puta, ya que entraba en los bares de los pueblos y hablaba con todos los hombres, cosa que no estaba bien vista en aquella época, pues no existía la idea de la reportera o periodista, así que este trabajo estaba despreciado. Con esa sonrisa que la caracteriza, nos comenta que aquellas fiestas populares que ella intentaba rescatar para sus cámaras, se asociaban a Franco, y no se valoraban mucho, curiosamente al llegar las autonomías se convirtieron en nuestras raíces. Nos recordó la cara amarga de esta profesión, como la primera vez que no encontró donde dormir, fue en un pueblo de Cordoba, Puente Genil, donde buscó la estación de autobuses, se tendió en un banco y se tapó con su mapa de carreteras. Uno de los proyectos más ambiciosos de Cristina fue Haití. Para ello necesitó 8 años, así pues viajó al país caribeño entre los años 1997.2004, en busca de la famosa cascada, lugar y escenario de rituales en los que los fieles creyentes entran en trance entre gritos y bailes al compás del ruido del agua. Los que ya conocían sus fotos volvieron a deleitarse con ellas, los que las descubrieron en estos encuentros quedaron fascinados por la magia de sus imágenes. Cristina García Rodero, es muchA Cristina.
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La tarde del sábado estuvo llena de educación fotográfica, con Pierre Gonnord, Colita y Laura Terré, Jordi Oliver y Kike Aspano que nos desvelaron sus secretos.
Pierre Gonnord
se ha ganado el reconocimiento de todo el mundo con sus impresionantes retratos. Para que nos entendamos, una cosa es ser retratista y otra cosa es lo que hace este artista. La fotografía de Pierre Gonnord hay que verla y disfrutarla. Salta a la vista que la técnica no sólo está dominada sino masterizada. El uso (y dominio) de la luz, es completamente maravilloso y eso, entre otras cosas, da una redondez absoluta al resultado final. Sus obras no sólo te dejan con la boca abierta y te producen una envidia inconmensurable, sino que además te inspiran y te dan ganas de hacer lo mismo. Pierre Gonnord (nacido en Cholet, Francia, en 1963) es un fotógrafo francés y residente en Madrid desde 1988. Fotógrafo autodidacta, ha recibido el Premio de la Cultura de la Comunidad de Madrid, en 2007, y el Premio Internacional de Fotografías de Alcobendas, en 2014. El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid posee varias fotografías suyas. El trabajo de Gonnord se centra fundamentalmente en los rostros humanos. Un ejemplo de ello son sus trabajos Interiors (Madrid, 199), City (Nueva York, 2001) y Utópicos (2004-2005). En ellos se muestran secuencias de retratos de muy diverso tipo, donde Gonnord elegía un acercamiento a personajes marginados por la sociedad y los fotografiaba en primeros planos del rostro: eran vagabundos, presos, locos o ciegos, pero también monjes, geishas, miembros de bandas urbanas. Como asturianos, y con nuestras raíces mineras, sus retratos de mineros nos sedujeron a la vez que nos impresionaron a todos, nos acercaron una vez más a su mundo en declive. Ha expuesto en múltiples galerías públicas y privadas, como el Centro Cultural Conde Duque, la Maison Europeénne de la Photographie de París, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, en la Universidad de Salamanca, en el Atelier des Forges, Les Recontres d´Arles, en el FRAC Auvergne-Ecuries de Chazerat, Clermont Ferrand; en el Festival fotográfico de Helsinki y en Oslo. Sin lugar a dudas asistimos a otra magistral clase, de la mano de este maestro francés de la fotografía.
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Colita
Isabel Steva Hernández, conocida artísticamente como (Barcelona, 24 de agosto de 1940). Colita, es testigo de excepción de la vida de Barcelona y Cataluña, conocida también como la fotógrafa de la “Gauche divine” barcelonesa. En los encuentros nos confesó que siempre fue una mujer feminista y de izquierdas, y en alguna de las preguntas realizadas en relación con su independencia a la hora de fotografiar, nos dijo que siempre hizo las fotos que le salió del cho… La artista Colita renunció al premio Nacional de Fotografía en rechazo por la política del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, que es quien otorga este galardón. En una carta remitida al responsable de ese departamento, José Ignacio Wert, conocida la noticia apenas 24 horas después de la concesión, la fotógrafa denunció que "la situación de la cultura y la educación en España es de pena". El premio está dotado con 30.000 euros. Colita es absolutamente explícita en la breve carta: "Manifestarle, sr. Wert, que proviniendo dicho premio Nacional de Fotografía del Ministerio de Cultura, Educación y Deportes, me veo en la obligación de rechazarlo. Ignoro donde reside este ministerio, e incluso si existe como tal. En cualquier caso, yo no lo conozco". La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, manifestó con respecto al rechazo de dos artistas a los premios Nacionales que "se respete el reconocimiento que España puede hacer de sus valores artísticos o culturales, como cualquier otro estado". En su carta entre otras cosas decía: "La situación de la cultura y la educación en España, cómo expresarlo, es de pena, vergüenza y dolor de corazón. No es posible que exista dicho ministerio. Es una quimera. Habrá que esperar con ilusión, otros tiempos, otras gentes, otros gobiernos, que nos devuelvan a nosotros el orgullo y a ellos el honor”, afirma en la misiva la fotógrafa. Y se despide: "Así pues, de momento, Sr.Wert, no me apetece salir con Vd. en la foto". Colita, puso en estos encuentros y a través de sus audiovisuales su fino sentido de humor, y toda su magnífica erudición, colmada por su larga y dilatada carrera, testigo de excepción de la vida Barcelonesa en los últimos años de la dictadura y en la transición a la democracia, en su conferencia con audiovisuales estuvo acompañada de Laura Terré historiadora de la fotografía y doctora en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona.
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Encuentros fotográficos Gijón 2016 Jordi Oliver.
Nos quiso transmitir sus 25 años de experiencia, y la experiencia para atraer otra. Nos reveló que según su hábito no hay “trucos” para convertirse en un buen fotógrafo. Sería una mentira sugerir tanto. Se necesita compromiso, compasión, confianza en sí mismo y la comprensión. Aquí es donde podemos ayudar ……… La comprensión de los sujetos, de su propia psicología, saber bailar con la cámara, ser capaz de reconocer el momento y no menos importante, saber cuándo no disparar. La investigación y la preparación es esencial. Sin embargo, soy un firme creyente en llegar a algún lugar sin una idea estructurada a seguir. Tener un itinerario planificado y una narrativa para ilustrar es, en mi opinión una de las razones que vemos como la homogeneidad de las imágenes y es una receta para el desastre. Hay una sensación de seguridad, por supuesto, pero es una ruta que conduce a la mediocridad. Cada imagen en un proyecto debe estar sola. Este es nuestro objetivo. Uno de los secretos, según él, es aprender a poner todas la imágenes juntas para formar una narrativa inteligente. A sus alumnos les suele decir que no puede prometer que vayan a ganar dinero con la fotografía … este no es el objetivo … el mercado es demasiado voluble para recompensar a la gente con la visión. Él, les promete ayudar a desentrañar el misterio de poderosas imágenes y que puedan convertirse en fotógrafos más inteligentes. Con esto, espera que encuentren una fuerza y una alegría que es mucho más importante que cualquier misión …. Las personas pueden venir más tarde. En primer lugar, os tenéis que encontrar a vosotros mismos. vuestra voz. Nos obsequió con audiovisuales de sus proyectos: Bar Marsella, Melodía del Raval y su último trabajo “Dunkerke the jungle of hell” Antes de visionar este último proyecto fotográfico nos advirtió: No creeríais cómo es esto, en qué condiciones está la gente aquí. Los habitantes de Grande-Synthe viven rodeados de barro y charcos. Duermen en tiendas extremadamente finas en medio de la suciedad. Grupos de voluntarios han construido algunos refugios e instalado una gran tienda. Hay muchas personas que, ya sea a título individual o como voluntarios de ONG, quieren ayudar a los migrantes. Muchas vienen a Grande-Synthe a echar una mano, especialmente los fines de semana. Llegan ingleses, alemanes, belgas y franceses. Traen consigo todo tipo de donaciones (tiendas, comidas, ropa, etc.), pero son cosas que no dan respuesta a las necesidades que tienen los habitantes del campamento. El resultado es que, sobre el lodo descansan ropa y alimentos. Los restos de comida atraen a las ratas. En este sentido y siguiendo nuestras recomendaciones las autoridades realizan dos operaciones de exterminio de roedores a la semana. Para ello ponen veneno fuera del alcance de los niños. Muchas cosas han sido abandonadas en el barro. Antes de instalar la clínica tuvimos que emplear una excavadora mecánica para limpiar el lugar de todos los materiales que habían quedado atrapados en el fango. Sin duda un gran trabajo, con fotografías de calidad excelente que dan cuenta de la vida de los campamentos de migrantes que acuden a Europa huyendo de las guerras. El lingüista y activista norteamericano Noam Chomsky advirtió de que la “crisis de los refugiados es la crisis moral de Occidente”. En una conferencia pronunciada en Barcelona ante más de 1.500 personas, el profesor emérito del Massachusetts Institute of Technology (MIT) desgranó las razones históricas, políticas
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y económicas que han ido aumentando los desplazamientos de refugiados en el mundo, y avisó de que ese fenómeno seguirá creciendo por los efectos del cambio climático y de las guerras.
Kike Aspano.
Kike Aspano, es un joven arquitecto que según sus propias palabras tras la crisis económica producida por la burbuja del ladrillo y ante la falta de trabajo como arquitecto, buscó su propia salida a través de la fotografía. En sus audiovisuales nos deleitó con sus proyectos: “Geometrías en equilibrio” y “Disecciones” y cerró su intervención con su último trabajo “A propósito de España”. En este último trabajo según sus propias palabras, el proyecto surge de un proceso de reflexión tras múltiples conversaciones sobre la realidad española y la de los españoles con amigos extranjeros. Según Kike Aspano, este trabajo va de nuestras raíces, de nuestra manera de vivir y entender la vida. Quiero mostrar ese carácter que nos guste o no, nos hace ser lo que somos como individuos y como nación, y gracias a él somos capaces de navegar de una situación a otra sin ningún complejo. A pesar de estar realizado en un momento concreto, pretende ser un trabajo atemporal, porque las realidades aquí reflejadas, podrían haberse tomado en los años 80 o 90 y sin lugar a dudas se repiten en años posteriores. España, a pesar de ser un país en donde 1 de cada 4 habitantes está en paro, no renuncia a sus costumbres, fiestas, bares, veranos al sol de la playa, amigos…en definitiva, a una vida social plena. Después de abandonar la arquitectura con 34 años gana en el 2007 el Primer Premio del Certamen de Jóvenes Artistas de Castilla La Mancha. En la modalidad de Fotografía. En el 2008: consigue el Accesit en el XIX Concurso de Fotografía del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla La Mancha. (COACM) En 2013: 5th FotoFestival Mannheim-Heidelberg. Madnum:TrasTerritoriales. Favorites Portfolio Review (Comisariado por la Agencia Magnum Photos). 2014: Seleccionado en el programa oficial 24 edition “Itinéraires des photographes voyageurs 2014” Bordeaux (Francia).
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Encuentros fotográficos Gijón 2016 La mañana del domingo día 6 fue una mañana de lujo fotográfico, pudimos disfrutar a lo grande aprendiendo de Raúl Cañibano y Juan Manuel Díaz-Burgos, con sus distintas visiones de Cuba. Una Pasión un Deseo.
Raul Cañibano.
Describir a Raúl es fácil, es un hombre sencillo, algo tímido al principio pero buen conversador una vez establecido un vínculo; al contrario que a otras muchas personas le cuesta hablar de sí mismo y de la importancia de su trabajo en el entorno de la cultura cubana y es que allí ser fotógrafo es complicado. Renovar el material, conseguir una buena cámara ya sea analógica o digital, adquirir película o tarjetas para las mismas o cualquier otro accesorio necesario para la práctica de la fotografía puede convertirse en una tarea realmente difícil, y no solo por el precio, demasiado elevado para la economía de los isleños, sino simplemente porque no lo hay. Sin embargo todas las posibles dificultades parecen disolverse a la hora de ponerse manos a la obra y es que Raúl es un auténtico entusiasta de su trabajo. Quienes le conocen, como el fotógrafo Juan Manuel Díaz Burgos, que compartía mesa y espacio en esta clase matinal, que dice que verle actuar es como ver a un niño con un juguete nuevo. Sigue sintiendo la misma ilusión que el primer día y eso en esta profesión es algo que se nota. Raúl nació en La Habana, apenas dos años después del inicio de la revolución cubana, estudió para ser soldador dentro de la aviación civil pero durante un viaje de vacaciones a la localidad de Cienfuegos en 1990 conoció a un fotógrafo especializado en eventos sociales y se sintió tan atraído por su labor que comenzó a realizar sus primeros trabajos fotografiando a quinceañeras, bodas, cumpleaños, etc. La falta de material existente hizo que en ocasiones tuviera que trabajar con material caducado y que incluso fuese necesario elaborar por sí mismo los químicos necesarios para poder revelar las imágenes. Sus esfuerzos no tardaron en dar fruto y a partir de 1993, fecha de su primera exposición en México, la obra de Cañibano ha podido verse en lugares tan dispares como Francia, Japón, España, Canadá o en la propia Cuba, en el precioso edificio de la Fototeca Cubana de La Habana. Raúl Cañibano ha colaborado en distintas ocasiones con algunos de nuestros mejores y más reconocidos fotógrafos, Cristina García Rodero, José María Díaz Maroto o el mismo Juan Manuel Díaz Burgos que hoy le acompaña en este taller, (iba a decir Master Class, pero como sé que Díaz-Burgos desaprueba esas palabras inglesas que nos cambian nuestros propios significados, lo dejaremos en taller o simplemente clase), entre otros. Recientemente la editorial La Fabrica le ha dedicado un número de sus libros PhotoBolsillo, dentro de la biblioteca de fotógrafos latinoamericanos, con una pequeña selección de sus trabajos que invita a querer ver más. En su curriculum se incluyen varios premios y ha sido invitado a participar como conferenciante en Centros y Escuelas de Fotografía tanto de España como de México. En la actualidad combina su trabajo personal con el de la docencia, impartiendo talleres en colaboración con Díaz Burgos y con la escuela Man Ray y Díaz Maroto.
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Encuentros fotográficos Gijón 2016 Personalmente para nosotros ha sido un gran descubrimiento y una experiencia muy interesante.
Juan Manuel Díaz Burgos.
Por fin, Raúl puede descansar, pues ha estado todo el rato inquieto pensando que estaba robando el tiempo a su compañero Díaz Burgos, que hasta el momento había actuado como presentador de su obra, y Raúl en más de una ocasión le dijo, “presenta tus fotos, compañero…” Juan Manuel Díaz Burgos nació en Cartagena (Murcia) en 1951. Realizó estudios de Maestro Industrial y es profesor técnico en el Instituto Politécnico de Cartagena. En 1979 inició sus estudios de fotografía en la Universidad Popular. Desde el año 2001 ha coordinado la puesta en marcha del Centro Histórico Fotográfico de la Región hasta el verano de 2007. A pesar de mostrar interés por la fotografía desde su infancia, no realizó su primera toma de contacto con este medio hasta los 24 años. El artista es un enamorado de Latinoamérica y ha viajado por países como Santo Domingo, Perú, Jamaica, Costa Rica o Panamá, entre otros. Pero sin duda alguna, Cuba y Santo Domingo han sido lugares clave en su relación con América Latina, lugares donde ha recogido imágenes cargadas de realismo y en las que simplemente busca la fuerza de las gentes. Sorprende la enorme cantidad de ensayos y trabajos de calidad que tiene en su haber tras veinte años de esfuerzo. Entre ellos encontramos La Habana: Visión Interior (cuyo libro fue editado en 2002 por Lunwerg), y otros como Historias de playa, Piel Canela, El Deseo, Malecón de La Habana, El Perú de Vargas Llosa, o Raíz de sueños. Todos ellos ofrecen una visión muy particular de Latinoamérica, bien alejada de las imágenes que estamos acostumbrados a ver. Son fotografías extraordinarias de lo cotidiano, del día a día, de la vida; fotografías que siempre narran la historia de sus gentes, paisajes y culturas, y cuyos retratos son de una intensidad fuera de lo común; sus imágenes distan mucho de ser las típicas fotos triviales y anecdóticas de los turistas occidentales. En ellas refleja su interés por las vidas de las personas más cotidianas y menos relevantes, su admiración por los valores éticos de sus culturas aunque sin transmitir en su obra ningún carácter de denuncia. Sus personajes parecen ajenos al fotógrafo, sólo pretende captar momentos. El pase de sus audiovisuales fue de los más ameno y no dejando de interactuar con su cómplice de mesa el fotógrafo cubano Raúl Cañibano, así pues, pudimos viajar a Cuba de nuevo y recrearnos con las imágenes de sus gentes y disfrutar de la visión personal del Malecón a través de este gran fotógrafo murciano.
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Encuentros fotográficos Gijón 2016 Juan Manuel Díaz Burgos ha expuesto en Francia, Argentina, EE UU, Japón, Cuba, Alemania y República Dominicana, entre otros países. Y en salas como el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago o La Casa América en Madrid. Otro de los platos fuertes del encuentro de fotógrafos de Gijón fue la presencia de uno de sus clásicos, Juan Manuel Castro Prieto, que ha participado en los encuentros de años anteriores. Su presencia estaba anunciada para el final del día anterior, pero nos dieron las diez de la noche con Kike Aspano, cuando estaba previsto terminar a la 8 de la tarde. La verdad es que el tiempo pasaba y no éramos consciente de ello, es tanta pasión por la fotografía que radiaba la sala que todos los participantes se pasaron de hora para deleite de los que tuvimos la suerte de disfrutar con sus fotos y explicaciones. Así pues, Castro Prieto quedó para la mañana del domingo, en la que pudimos disfrutar de algunos de sus proyectos, tanto los actuales como los más relevantes en su carrera como fotógrafo. Al final al igual que otros autores firmó alguno de sus libros, y en el caso Castro Pietro también vendió alguno de su última obra titulada CESPEDOSA.
Juan Manuel Castro Prieto
es Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Alcalá de Henares (1980). Es miembro de la Agencia Vu desde el año 2000. Castro Prieto, que iba para economista, se inició en la fotografía de forma autodidacta en 1977, mirando fotos y leyendo libros, influido sobre todo por la obra de autores como Gabriel Cualladó y Paco Gómez, miembros de la denominada escuela de Madrid que habían comenzado en los años cincuenta. "La fotografía se cruzó en mi camino y me dejó enloquecido", comentaba en una entrevista en mayo de 2009 sobre su pasión por este oficio. En su extensa trayectoria de cuatro décadas ha sido distinguido con otros premios como el Bartolomé Ros (2002), que concede PhotoEspaña; el de la Comunidad de Madrid (2003) y el César Vallejo en Perú (2003). Precisamente el país andino, del que se enamoró leyendo las aventuras de Tintín, es clave en la obra del madrileño. En 1990 viajó a Cuzco para hacer junto a Juan Manuel Díaz Burgos los positivos del maestro peruano Martín Chambi -que había descubierto en 1982- a partir de las placas de cristal originales. Su libro Perú, viaje al sol (2001) nació de las sucesivas estancias en el país Martín Chambi, del que se convirtió en su divulgador en España y al que calificó de "Rembrandt de la fotografía". Castro Prieto recorrió los escenarios que había inmortalizado el artista entre los años veinte y setenta del siglo pasado y retrató el mundo de las familias indígenas, las bodas y los retratos. Las imágenes de aquel trabajo se convirtieron después en una exposición que recorrió España, Francia, Bélgica, Italia, Guatemala, Bolivia, Ecuador y Perú. En 2012, y después de más de 20 años con su taller, Castro Prieto decidió darle un aire nuevo a ese piso junto a la Gran Vía en Madrid para convertirlo en Auth’ Spirit, un lugar que huele a revelador y fijador y que comparte el espacio con una sala para celebrar encuentros con grandes de la fotografía. Es un sitio en el que los aficionados al arte de la imagen pueden comprar libros, tomarse un café o asistir a cursos. Otras de las exposiciones destacadas de Castro Prieto han sido Extraños (2003), en el madrileño Canal de Isabel II; VU' à Orsay (2007) en París; Etiopía (Teatro Fernán Gómez de Madrid), en 2009; y la itinerante Martín Chambi-Perú-Castro Prieto (2011). Además ha realizado trabajos para el parisiense Museo d'Orsay o el director de cine Alejandro González Iñárritu, para su película Biutiful (2009).
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José Luis Cuendia saludando a Castro Prieto
En 1998 publica el libro Juan Manuel Castro Prieto en la colección Biblioteca de fotógrafos madrileños, texto de Publio López Mondéjar. Participa en el proyecto “Visión Mediterránea” comisariada por Paco Salinas y Juan Manuel Díaz Burgos. Viaja a La Habana para positivar la exposición “100 años de fotografía en Cuba” con Juan Manuel Díaz y Paco Salinas. En 1999 participa en la exposición “150 años de fotografía española”, comisariada por Publio López Mondéjar. En 2001 se inaugura su exposición “Perú, Viaje al sol”, comisariada por Alejandro Castellote Se publica su libro “Perú, Viaje al sol”, Editorial Lunwerg, con textos de Alejandro Castellote y Lola Garrido. Recibe el premio César Vallejo por su trabajo en Perú. En 2002 expone “Perú, Viaje al Sol” en la Galería VU. París y en la Sala Las Claras. Murcia. Recibe el Premio Bartolomé Ros a su trayectoria fotográfica en la edición de PHotoEspaña de ese año. Viaja con Paco Gómez a Pachuca, México, a positivar la exposición del archivo Casasola, comisariada por Pablo Ortiz Monasterio. La Fundación Colectania adquiere parte de su obra. En 2003 aparece su libro “Peru, chemins perdus”, edición francesa de su libro “Perú, Viaje al Sol”. Obtiene el Premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid. En 2005 participa en la exposición ”Ten views. Contemporary Spanish Photography” en el Tokio Metropolitan Museum of Photography, comisariada por Publio López Mondéjar. La revista alemana Mare le encarga un reportaje sobre el Culto Cargo en La isla Tanna en el Pacífico sur. En 2006 Publicación del libro "La Seda Rota" con el escritor Andrés Trapiello. Participa en el proyecto “Visiones de Marruecos”, comisariado por Publio López Mondéjar. Para ello viaja a Marruecos y realiza el trabajo que recogen la exposición y el libro publicado al respecto. En 2007 expone "Esperando al Cargo" en la Sala José Saramago de Leganés. Expone en el Musée D’Orsay. París. Publica el libro "Juan Manuel Castro Prieto" como parte de la Colección PhotoBolsillo, cuidadas monografías de los fotógrafos españoles más importantes. En 2015 es galardonado con el Premio Nacional de Fotografía que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España1 Después de estas agradables sorpresas y de ver cientos y cientos de fotografías sin llegar a cansar de ellas en ningún momento, ya estamos pensando en el nuevo encuentro de fotógrafos en Gijón en 2017. Si bien por este año aún no se han aca-
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Encuentros fotográficos Gijón 2016 bado las actividades, pues el Miércoles 16 de noviembre José María Mellado estará presente en los Encuentros Fotográficos Gijón presentando su libro CLOSER. Nota Algunos de los datos biográficos de los fotógrafos participantes en este encuentro han sido sacados de las web personales de cada uno de ellos.
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El maldito microondas F.T.
A Gloria Soriano, que ha adivinado mis aficiones culinarias.
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i madre siempre le tuvo temor al microondas. Decía que no estaba muy segura de que de tanto meter y sacar la mano del misterioso aparato no acabara produciéndose alguna lesión, quien sabe —se decía— si no acabaría por hornearse alguno de los dedos. Un invento del diablo, repetía, calienta el café y deja fría la taza. Por eso, mientras ella vivió seguimos con los sistemas tradicionales, calentando y cocinando todo en la cocina de gas de toda la vida. Pero cuando ella murió, a mí me pudo la curiosidad y una buena tarde me acerqué al supermercado que tengo aquí al lado y me traje un moderno microondas que los primeros meses me resultó cómodo y funcional, pero que con el paso del tiempo se me hizo odioso y hasta peligroso. Al principio, utilicé el microondas como todo el mundo para calentar el café del desayuno y alguna pizza los sábados por la noche. Alguna vez me traje del supermercado platos precocinados que me resultaron bien y normalmente calentaba los tupper que de vez en cuando me pasa mi hermana con comida que voy congelando y me evita perder el tiempo con la cocina. Pero un buen día, ingenuo de mí, encontré entre los libros de saldo de El Corte Inglés un manual que desde el principio llamó mi atención, La cocina del microondas. Allí venían platos de todo tipo, desde entrantes hasta postres, en una variedad que me sorprendió. Nunca pensé que se pudieran cocinar tantas cosas en el aparato de marras. Compré el manual, llegué a casa y fui leyendo las recetas con pasión de neófito. Aquello era un caudal incontenible de posibilidades y en unos tiempos que rompían todos los esquemas. Hubo una receta que me desconcertó, “Fabada rápida al microondas”, en solo 10 minutos. La bicoca de los solterones aburridos como yo. Claro que usaba fabes de bote y eso dejaba la receta bastante en entredicho. Pero, bueno, me dije, en ese tiempo tampoco se puede pedir más. Me quedé con la copla, y me prometí hacerme aquella fabada, o lo que de allí saliera,
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Compré el manual, llegué a casa y fui leyendo un caudal incontenible de posibilidades y en un
cualquier sábado. La pena es que no llegué a experimentar aquella tentadora propuesta porque el microondas, fiel a los malos augurios de mi madre, se me rebeló a las primeras de cambio. En cuanto cambié la función calentador por la de cocina se operó un cambio sustancial en el comportamiento del horno aquel que pasó a tomarse la venganza por su mano. Lo primero con lo que quise probar fueron un par de patatas cocidas para acompañar uno de los tupper de carne guisada de mi hermana. La cosa parecía fácil y rápida. Pelé las patatas, les hice unas cuantas incisiones con un tenedor, las salpimenté añadiéndoles un poco de orégano, las envolví en papel film y dejé que el aparato fuera protagonista durante diez minutos. A los cinco, les había dado vuelta. Pero ni con esas. Cuando saqué las patatas parecía que estaban cocidas, pero no había forma de meterles el tenedor: duras como piedras y desabridas como un trozo de madera. Pero eso fue solo el principio. A partir de ese momento todo fue de mal en peor y el resultado de lo que iba metiendo en el microondas iba de desastre en desastre. Conseguí un pulpo a la gallega —rápido y fácil, 10 minutos, anunciaba el manual— con textura de granito y totalmente insípido; una tortilla de patata que al cuajarla se pegó a la sartén como falta de afecto; un pudding de chocolate que de pudding solo tenía el nombre y de chocolate, la denominación de la receta, de la que todavía tengo resaca. Y una tarta de manzana capaz de hacerme olvidar la repostería para siempre. Un domingo por la mañana, con tiempo y ganas, me atreví con un arroz con verduritas que salió quemado y con unas manzanas asadas que, en fin, no salieron mal del todo, aunque no sabían a manzana si no quizás a calabacín. Y aquella misma tarde de domingo, recalcitrante, y con complejo de culpa —nunca se me ocurrió que el culpable fuera el maldito microondas y desesperaba de mi pericia culinaria—, me enfrenté a un brownie de melocotón, tres minutos, y sin saber cómo ni por qué me salieron unas palomitas descafeinadas. Aquella misma tarde me di cuenta de que el microondas ya no calentaba el café, aunque dejaba la taza al borde del suicidio; así que, muerto de hambre y desconfiado de que la última pizza que me quedaba en el congelador llegara a buen fin con aquella máquina infernal, decidí dar por amortizado su precio de adquisición y tomarme una venganza. Había leído en las instrucciones que no era conveniente introducir utensilios metálicos, por riesgo de explosión, sobre todo si se trataba de tenedores, Dios y el fabricante sabrán por qué. Así que, como despedida, introduje en el horno microondas un cazo metálico y media docena de tenedores, pero antes de darle a la ruedecita que lo ponía en marcha, pensé que igual aquello era poco y me fui a la caja de herramientas, cogí un puñado de clavos y tornillos y los eché en el cazo. Le puse veinte minutos de tiempo y salí, cerrando la puerta como si no pensara volver. En lugar de coger el ascensor, bajé las escaleras andando. Cuando iba por el piso segundo, oí la explosión, me encogí de hombros y seguí bajando con una sonrisa de oreja a oreja, sin pensar en los destrozos que hubiera en mi cocina. Ya en la calle, donde en corrillos y desde las ventanas se preguntaban a qué había obedecido aquella explosión, entré en el bar que hay enfrente de mi casa y pedí un pincho de tortilla y una cerveza. —¿Se lo caliento un poco en el microondas? —me dijo el camarero mostrándome el pincho con media sonrisa; y fue como si me diera un puñetazo en el estómago. Sin contestar, me di media vuelta y salí del bar. Fuera comenzaba a lloviznar, aunque no me importó mientras tomaba calle adelante en busca de otro establecimiento en el que no tuvieran microondas.
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o las recetas con pasión de neófito. Aquello era nos tiempos que rompían todos los esquemas.
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Regreso al paraíso olvidado Monchu Calvo
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on los últimos aletazos de un otoño inusualmente benigno, accedí a complacer a unos amigos que me rogaron les enseñase una de las zonas de Asturias mas desconocida, a la par que mas hermosa. El primer día de noviembre, previo pacto familiar para ir solos, montamos con las primeras luces del amanecer, bien pertrechados con nuestros equipos fotográficos, en el vehículo que nos conduciría a Ibias, al salvaje oeste asturiano. Una tierra poco conocida para muchos viajeros, pero que atesora paisajes y lugares de gran belleza, paisajística y etnográfica. Se nos prometían dos jornadas intensas, porque las predicciones del tiempo eran excelentes, y yo soy buen conocedor de rutas y lugares que estaba seguro iban a encantar a mis amigos. La comarca de Babia nos recibió con las nieblas diseminadas por el valle. Altas montañas de nívea caliza flanqueaban la carretera que atravesaba dormidos pueblos, mientras el sol pugnaba por salir a llenar de luz aquel valle, que recorría un rio perezoso. Hicimos un alto, para deleitarnos en aquel momento que sueñan todos los que queremos capturar la efímera luz que transforma los paisajes en cuestión de minutos. La que va bañando las copas de los arboles con su color de oro, a la vez que dibuja volúmenes en cierres y casas, mientras la carretera se asemeja a una serpiente, por cuyo lomo corre algún solitario, no sabemos si trasnochador ó madrugador coche, que desaparece por el horizonte tapado por el algodón de la niebla. Solamente los que estamos enganchados a esta afición a capturar momentos sabemos la emoción de esperar el instante justo que la luz descubre ese paisaje, que cobra significado cuando queda atrapado en la película o el sensor de la cámara. Hicimos muchas fotografías, alguna reconocida por nuestra página entre las mejores de esa semana, lo que me produjo íntimo orgullo, el poder compartir ese momento con vosotros. Después de ese paréntesis seguimos el viaje. Atravesamos Laciana, todavía con los rescoldos calientes de las últimas explotaciones mineras. Enormes cicatrices en el paisaje nos hablan de la ambición humana. El afán por convertir en dinero
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Solamente los que estamos enganchados a esta afición a capturar momentos sabemos la emoción de esperar el instante justo que la luz descubre ese paisaje, que cobra significado cuando queda atrapado en la película o el sensor de la cámara.
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algo que es patrimonio de todos. La extracción de la hulla, pudo traer riqueza en algún tiempo. Lo vemos en las construcciones típicas del valle, formados por grandes barracones de viviendas de obreros, amén de bares y tiendas, en gran parte cerrados y sin perspectivas de volver a abrir. Paramos a realizar alguna foto, porque a pesar de la fealdad del entorno minero, con sus restos de maquinaria, y castilletes sin uso, el paisaje era y es, de gran belleza. Los últimos ocupantes que nos encontramos, parecían tener ganas de hablar, y nos cuentan lo que fue, y en lo que se convirtió lo que antaño fue tierra de prosperidad, plena de vida y juventud. Un matrimonio mayor, cuelga en el tendal su última colada, mientras nos dicen que al día siguiente se marchan a pasar el invierno a la capital, porque allí los inviernos son muy duros y en la casa de León tienen más comodidades, y sobre todo el hospital mas cerca. Nos dió tristeza escuchar esas palabras, aplicables a muchas de nuestras aldeas, aún sin tener detrás un pasado fabril, pero con el mismo problema de despoblación, y casi sin futuro. Al final llegamos a Sisterna, en Ibias, nuestro destino. Bosque inmensos llenos de castaños, nos mostraban la metamorfosis que desde el inicio de la vida despoja de verde sus hojas, para cambiarles el color por el ocre, y acabar en la desnudez, a la espera de las nieves. Una de las manchas boscosas mas grandes de Europa, Muniellos, mostraba sus estribaciones aparentemente impenetrables, pero solo de apariencia, porque por un sendero fuimos introduciéndonos en un gran soto de castaños, donde descubrimos algún vecino ó excursionista, recogiendo en un cesto el fruto que por miles abundaba por el suelo. Un perro vagabundo sin dueño reconocido, se brindo a acompañarnos, quizás a la espera de nuestros bocadillos. Se le veía conocedor del camino, seguro que lo habría realizado mas veces. Puentes de gran rusticidad y belleza cruzaban un rio de aguas impolutas, y que de forma inverosímil se abría paso en aquella selva. Parábamos mucho, porque cada rincón invitaba a capturarlo y el caminar era tranquilo y sin dificultad. Al final llegamos a la abandonada aldea del Corralín. En ella existe un hada, de nombre Francine. Allí tiene su lugar de paz, donde vive de forma permanente hace 6 años. Sola, y con la compañía de osos y lobos, a los que considera sus vecinos, pero eso ya lo relate creo, en otra historia de esta misma revista. Si algún día queréis saborear algo autentico, no dejar de perderos por estos parajes, (y llevar una tarjeta de memoria de gran capacidad) Os lo recomiendo. Este enlace os cuenta la vida de esta mujer. http://www.lne.es/ultima/2013/01/16/francine-xana-muniellos/1354807. html
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No es solo cuestión de números
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Gloria Soriano
arcos se ha mudado tantas veces de casa que a menudo se equivoca cuando da el teléfono. Todos se parecen. Ahora vive al final de Antracita, en el ciento ochenta y seis. A Mónica la conoció un viernes en uno de los primeros bares de la calle. Cuando se despidieron ella le pidió el número y dijo – te daré un toque antes del miércoles. El sábado el teléfono seguía sin sonar. Marcos sintió que le clavaban una espina. Se la sacó con un “no, imposible, no son calabazas, seguro que me confundí”. Desde que va al psicólogo es menos vulnerable. Las equivocaciones son su escudo. La casa actual le gusta, los vecinos no parecen tiquismiquis, y el trabajo va para largo. Con suerte no se mudará en mucho tiempo. Está cansado de colgar y descolgar el reloj de pared: una caja de madera con péndulo y sin agujas, última voluntad de su abuelo el sordo. La esfera tiene números árabes y romanos. En ella aprendió el valor de las úes que parecen uves, las equis, los palotes… XI, once; XV, quince; XIX, diecinueve… Inmerso en aquel recuerdo surge la idea: pasar el teléfono a números romanos. Levanta la vista hacia el techo, los ojos abiertos de par en par. La luz de la bombilla le hace entrecerrarlos como cuando su abuelo le contaba historietas: primero la sorpresa, la mirada desorbitada; después las preguntas, los párpados bajados, buscando en el interior. Con la cabeza alta y el pensamiento por encima del cordón de la luz, da las gracias. Lo ha dicho sin hablar y le entran dudas. Por eso grita: gracias…; gracias, abuelo. Marcos ha convertido su teléfono de ocho cifras en IX IL CV LI. Se alegra de no tener el número 51515151, alias V I V I V I V I. Pronunciar uyuyuyuy le resulta aburrido. Sin embargo IXILCULI es estimulante. El teléfono ha puesto en conexión una etnia rebelde de Guatemala perseguida en el siglo XX, con emi-
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grantes asiáticos que en el XIX hacían trabajos de esclavos. Los ixilis y los culis. Inconfundible. Un fin de semana que buscaba a Mónica en el bar donde tuvieron su primer y último encuentro, conoció a Casilda, gran amante de los acertijos. Cuando se despidieron el anotó en un papel IXILCULI. — ¿Qué es esto? — dijo Casilda —Mi teléfono. Tiene ocho cifras. Si el miércoles aún no lo has adivinado, te llamaré yo. El lunes llamó ella. —He tenido que descartar varias combinaciones, y hasta he marcado un número erróneo. Quedaban con frecuencia y le fue de gran ayuda para redecorar el piso. Desde entonces, la sombra del pie de la lámpara del salón marca las horas en el reloj del abuelo. Todo va bien. El pasado de las otras casas ya no se confunde con el presente. Lleva quince años siendo Marcos, el de Antracita, el del teléfono romano. La noticia del traslado, le perturbó. La empresa se encargaría de todo. Le alojaron en un apartamento de la calle Felipe IV. Era la puerta C de la décima planta, la X según el directorio. En la fachada del edificio llama la atención un trozo de cerámica con medio sol amarillento entre los números V y IX. Son los restos de un antiguo reloj de sol. No puede evitar unir V, IX, C, IV, X. Se ha mudado de IXILCULI a UIXCIUX. Las letras le bailan como antes lo hicieran los números. Marcos siente escalofríos. Un domingo mientras sesteaba un ringring de teléfono le pone en pie. El auricular, un aparato de baquelita que ha sobrevivido hasta los años ochenta, preside la entrada como un dinosaurio. No llega a tiempo de responder. Se queda mirando soporífero la ruleta de los números. De pronto vuelve a oír el mismo ringring. Es el timbre de la puerta. Al principio eso de vivir en un teléfono le asusta. Con el tiempo se ha adaptado tan bien que ha decidido no mudarse nunca más.
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Variaciones sobre el cuento “Castillos en la arena” de F.[rancisco]T.[rinidad], publicado en el número 43 de Luz y Tinta
¿Quién puede matar a un niño? José A. Gómez Sierra
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a noche se había abrigado, una vez más en Oviedo, con el clima asturiano, orbayu, neblina y la desagradable, pero siempre presente, sensación de humedad. Con estupor y cierto aire de repulsa, añadió mi compañero de pensión, acabábamos de asistir al estreno de la última película de Narciso Ibáñez, ¿Quién puede matar a un niño? Los comentarios de los espectadores alimentaban indignación, más que desagrado, formando amplios corrillos en la calle y concitando especulaciones sobre algún mensaje subliminal. Añadían, al conocido director, sin duda, se le había ido la mano negra. Sin recordar que en títulos anteriores atisbara sobre el lado oscuro de la mente con Historias para no dormir, La Residencia y otras. La llegada inoportuna de un jeep de la policía nacional dispersó en silencio ominoso los últimos rezagados. Nosotros aprovechamos una cafetería cercana al Palladium, más para evitar una rápida disolución de nuestro estado de ánimo sobre la osadía del director que por el interés de consumir. Algo de Triana sonaba alegre en la muzak del local. Recompuesto al calor de unos vinos y cabizbajo, mi amigo no acertaba a interpretar la inquina morbosa de la película hacia la niñez, que todos recordamos como algo sencillo, puro, casi inconsciente… donde la ausencia de malicia es consustancial. Y sin saber muy bien por qué, o tal vez por todas esas razones que le incomodaban, recordé un luctuoso asunto, noticia del semanario El Caso, que había presenciado de vacaciones en Gijón algunos años antes. Tal vez añadiría alguna luz al desconcertante tema de la película o tal vez, seguramente, no tendría nada que ver con ella. Lo dejé a su elección y comencé. Un verano, en la playa de San Lorenzo, acertaba a colocar mi toalla frente a la escalera número siete porque ésta coincidía con la calle próxima a mi residencia en la ciudad. Pero sobre todo y principalmente, por el hecho fortuito de contar desde el primer día, en el mismo rincón, con la compañía invariable de una joven hermosa, no exuberante, sino deliciosamente atractiva. Debo añadir, que desde el primer momento había intentado todo tipo de aproximaciones amistosas. Pero en su caso no había pasado de un formalista, buenos días, y un posterior seco, hasta luego, que
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impedían toda posibilidad de una relación más alentadora. Cada día bajaba a la playa con el mayor de los entusiasmos y volvía con la mayor de las frustraciones. Aún la recuerdo perfectamente. Morena, con la melena y el flequillo al estilo London de la época. Cool diríamos ahora y entonces ye-ye. Delgada, pero con las proporciones debidas al canon clásico femenino. La suponía, como yo, de vacaciones y libre también. Lo que añadía mayor acicate, si cabe, a mis posibilidades de conquista. Echados en la arena los dos, de reojo, atisbaba la diferencia de tono que iban adquiriendo sus senos cuando cambiaba de postura o la configuración inestable de su bikini en la entrepierna que espoleaba mi excitación. Cada día, variados trajes de baño acentuaban la sensualidad de su cuerpo que, a pesar de su indiferencia total, no mitigaban un ápice aquella desazón juvenil. Así pasaron los días, sin gozo ni gloria para mis prepósitos. Y una mañana, mi ansiada, mi codiciada vecina no estaba. La busqué con la mirada, no se hubiera apartado de nuestro rincón habitual. No la vi. Maldije no haber sido más eficiente días atrás. Incluso pregunté a un grupo de niños que se afanaban en la construcción del mayor castillo de arena que yo hubiera visto nunca. Ensimismados en su enorme tarea, no sin cierta estética, ni me contestaron. Recorrí algunos metros de playa inútilmente. Para calmar la desasosegante ausencia pensé que tal vez el día, algo desapacible, le habría desanimado. Aún mejor, que se retrasaba y acabaría por aparecer más tarde a mi impostergable cita. Decidí esperar y cumplir diligente mi sesión de playa. Tampoco tenía alternativa. Desconocía todo de ella. Incluso su nombre. Tan ineficaz había sido. Mi compañero de habitación comenzó a mostrar mayor interés, seguramente más por la muchacha que por el relato. Los niños, cuatro o cinco, continuaban con su desmesurada labor entre risas y chapoteos. De vez en cuando, uno, que parecía mayor, me miraba de soslayo como si supiera algo que no me hubiera dicho. O tal vez, sólo fueran figuraciones mías. Sin descanso, con su trajín festivo y desenfadado durante toda la mañana, que desataba el entusiasmo y regocijo de otros niños que se acercaban prudentemente pero sin atreverse a intervenir, permitieron que el tiempo trascurriera con cierta premura. El castillo almenado fue rematado con torres de vigilancia, que nacían de la forma de uno de los cubos de plástico. Las ventanas góticas, de alguna imagen televisiva, alternaban con ojos de buey perforados con una tapa de betún. Pero sobretodo, su forma alargada de casi dos metros, como si el patio de armas se ubicara en los sótanos, obtenía murmullos de asombro entre los paseantes por la zona. La mañana estaba solicitando relevo. Los altavoces instalados a lo largo de la playa, entre canción y canción, inexorables habían marcado las horas, las medias, los cuartos....Y mi deseable compañera no había aparecido. Irónicamente, en ese momento, chisporroteaban “Ciao, Ciao Bambina…” Por evidente, la insinuación me resultaba patética…La marea comenzó a subir y aquellos incansables chavales dieron por concluida su labor. Recogieron sus cacharros y entre risas y empellones se alejaron escaleras arriba dejando el castillo perfectamente acabado, aunque a merced del agua cada vez más próxima.
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II La mar con un repunte de resaca fue acercando olas que, entre espumarajos, envolvían inquietantes nubes de arena. Primero cubrieron el supuesto foso y luego los simulados farallones comenzaron a deshacerse. Las almenas y las torres de vigilancia se desmoronaron sin solución de continuidad… Y la mañana, en un punto, se rompió entre gritos histéricos, rostros descompuestos y padres que tapaban los ojos de sus hijos. Me acerco con curiosidad al montón de arena. Debajo del castillo estaba apareciendo el cadáver amoratado de una joven que el agua iba descubriendo. La multitud nos fue rodeando con curiosidad y angustia. Me sacudió un látigo de escalofrío. Mi desesperante esperanza no era más que un bello trozo de carne inerte y violáceo. Sentí que se me paraba el corazón. Eso fue todo… todo a mi alrededor dejo de latir y se quedó en una lacerante suspensión. Alguien la cubrió con una toalla. No recuerdo más, ni el espectáculo morboso de la policía, el juez y los testigos para la tramitación irremediable de un expediente administrativo que nos convierte, de amantes o amados, en objetos inanimados de investigación. No me importaba ya, me abstuve, me ausenté nublado por el horror y la pena. Nunca he vuelto a la escalera número siete, pocas veces más a la playa. Desconcertado mi amigo con una mirada inquieta quiso saber más. Saqué de mi cartera un recorte de prensa amarillento que llevaba como tributo estéril a mi dulce desconocida. Era un cuarto de página, su fotografía en la arena con un pie que leyó en voz alta: “Aparece muerta una joven en la playa de S. Lorenzo. Se desconoce el autor”. Si, asfixiada con arena, no con agua. Eso afirma el suelto del periódico. Y poco más, que El Caso pudo o le dejaron publicar ¿Y los niños? En aquella época no hubiera sido socialmente admisible inculpar a un niño, añadí, tal vez esa es la osadía de ¿Quién puede matar un niño? Nos miramos en silencio. Cómo una maldición, sobre el murmullo del local, se percibía entrecortado otra vez el estribillo del grupo Triana, “Abre la puerta niña y dale paso al amor…”. No, en este caso no fue posible. La imagen de su cadáver en un periódico, únicamente una fotografía, cada vez más ajada y desvaída, era el recuerdo triste de aquella joven hermosa. Amigo, conservo esta foto como el castigo a mi impotencia que hubiera podido cambiar su trágico destino.
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Arqueología Industrial o la belleza en la decadencia Se trata de los trabajos realizados por los fotógrafos de Moldeando la Luz, José Luis Maylin y José Luis Cuendia “Guendy”. Este mes adelantamos el primer trabajo realizado por José Luis Maylin. En el siglo XIX los viajeros ensalzaban las bellezas de lugares legendarios sumidos en la decadencia, monasterios, castillos, iglesias... Hoy la belleza de la decadencia se puede observar en muchos lugares. Guendy&Maylin han optado por buscar un escenario singular para retratar la decadencia; en este caso han optado por las instalaciones más grandes de Europa: “Casquero Desguaces”, en Benavente (Zamora). Allí se encuentra la mayor concentración de desguaces de maquinaria de obra pública y maquinaria industrial. Como contraste con los miles de tractores, cosechadoras, cubas, palas para tractor, remolques agrícolas, tractores, ahoyadores, dumpers de obra, hormigoneras, rodillos de lanza, bulldozers, carretillas elevadoras, excavadoras de cadenas, palas cargadoras de ruedas, autobuses, cabezas tractoras, camiones, coches clásicos, camiones de colección etc, etc, Maylin&Guendy contaron con la modelo asturiana-ibicense Ana del Riego. Guendy no era la primera vez que trabajaba en este desguace; con anterioridad había fotografiado con otros dos compañeros, los moldeadores, José Luis García y Alberto Zapico, monumentales bodegones industriales con este tipo de maquinaria. En este caso la tarea era más compleja se trataba de contrastar en estos escenarios la belleza de la modelo. Sin duda fue un trabajo tenaz y abrumador: intensidad, emoción y gran entretenimiento de género, propulsado por un sentido incansable del ritmo. Evidentemente durante la larga jornada que duró este proyecto fotográfico, desde el amanecer hasta el ocaso del día, determinadas escenas eran pura dinamita visual, lo que provocaba cierto descontrol entre los trabajadores del desguace. Hasta a un joven Guardia Civil lo vimos pasar hasta cuatro veces con su Nissan
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oficial alrededor de uno de los escenarios elegidos, una gran montaña de ruedas de camiones tractores. Evidentemente la familia Casquero es la única que sabrá si ese día el rendimiento en la productividad se mantuvo o por el contrario fue un día atípico con más despistes de lo normal. Cabe señalar que todo fueron facilidades por parte de los propietarios de la empresa, tanto de Casquero padre, como de su hijo Jesús, Export Manager de la empresa. Nos facilitaron todo tipo herramientas, ropas, botas, cascos gafas, etc. Desde aquí queremos testimoniarles nuestro más sincero agradecimiento. En la próxima entrega, sobre este proyecto “Arqueología industrial o la belleza en la decadencia”, publicaremos la foto de todos los trabajadores de la empresa que tuvieron a bien posar con la modelo una vez finalizada la jornada de trabajo, y para ello movieron una gran plataforma para el montaje de esta histórica escena que sin duda lo será para la empresa. Muchas gracias, familia Casquero. La segunda entrega de este proyecto será el trabajo realizado por José Luis Cuendia “Guendy”.
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Foto: Attila Mráz
Fotógrafos Húngaros Contemporáneos, VII.
László Mráz Ilona Gogh
Después de localizar al fotógrafo profesional László Mráz – a quien también tuve la suerte de conocer en persona durante mi estancia en Budapest- solicitándole realizar una entrevista cibernética -como en algunos casos anteriores, siempre en nuestro idioma común, el húngaro,- con el fin de presentarlo ante los lectores de la presente Revista, me envió el siguiente material -Resulta quizás una de las tareas más difíciles para un fotógrafo cuando tiene que escribir -sobre sí o sobre otro--, ya que no en vano, escogió justamente. explícita o implícitamente-.la fotografía para expresar, para elaborar sus sentimientos, sus pensamientos. Como tantos otros, yo también tuve mi primer contacto con la fotografía siendo un niño. Comencé fotografiar siendo dueño feliz de una pequeña Smena S.L., matriculando con unos diez años al club fotográfico en la casa de cultura de la textilera local, donde pude adquirir una parte de los conocimientos básicos, -de aquellos tiempos- , con muy poca teoría, pero con unas experiencias de gran impacto. Fue ahí donde viví por primera vez esa gran experiencia de ver aparecer entre mis manos una fotografía en papel durante el proceso de revelado químico. Al conocer las bases del revelado negativo y positivo, me ha gustado tanto que -con la ayuda
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de mis padres-, adquirí una ampliadora fotográfica con las demás herramientas y seguí haciendo experimentos por hobby con el revelado de fotos y con el uso de la ampliadora. Esa ampliadora aún hoy la guardo. Más tarde, por avatares de la vida me limité a fotografiar durante algunos que otros viajes y en acontecimientos familiares, mientras ya de adulto mis pensamientos se giraban reiteradamente alrededor del tema de cómo podría ejercer esa actividad en el campo profesional o, de qué forma profundizarme en ella. La fotografía, cual atracción mística, se adueñó de mis neuronas y cada vez con más frecuencia pensaba que sería bueno profundizar con más seriedad en su estudio, pero no resultó nada fácil ya que trabajando no podría decirse que se brindarían muchas posibilidades, hasta que la vida me abrió una oportunidad finalmente para desarrollar mis conocimientos fotográficos para luego convertirlo en mi segunda profesión. Un complejo curso profesional me entregó muchas experiencias tanto en las esferas de la fotografía por mi hasta entonces no tocadas, como por medio de mis nuevas relaciones personales. Tal como de niño me impactó el resultado de mi primer revelado, lo mismo pude observar en otros, -muchos, muchos años después, cuando los adultos en la escuela de fotografía primero se extrañaban del porqué tenían que estudiar la técnica analógica, y luego, al finalizar la primera práctica, costaba muchísimo trabajo sacarlos del laboratorio. Cuando eso, claro está, ya estábamos inmersos en la década digital. Mi actividad de fotógrafo se intensificaba cada vez más hasta quedarme definitivamente inmerso en ella. La fotografía, al mismo tiempo de convertirse en mi trabajo diario, me dio las posibilidades por
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otra parte de relajarme y expresarme, que para ese entonces ya significaba toda una pasión. Más tarde comencé buscar las posibilidades de cómo podría integrarme en algún club de fotografía , cumplimentándose el hecho nuevamente por algo accidental, en agosto de 2015 me hice miembro del ABFA -Ad Hoc Budapest Creative Photography Hub Association-, que para mi significa cierta comunidad intelectual creativa de amigos. Siendo miembro de la Asociación comencé a participar también en exposiciones. Junto con dos exposiciones organizadas por ABFA, ha sido seleccionado una fotografía mía también al 33. Salón Nacional del MAFOSZ (Association of Hungarian Photoclubs). La fotografía para mi es a la vez relajación y creación. Relajación porque la fotografía siempre me lleva a concentrarme sobre el tema, excluyendo el mundo exterior que me rodea como ninguna otra actividad, a la vez tarea y creación para encontrar el modo o el ángulo de tiro finalmente adecuado en aras de reflejar al hombre, el objeto, el edificio de forma tal como quizás ni siquiera nos percataríamos de ello en la vida del día a día aunque la mayoría de las veces está ahí delante de los ojos de todos. Por todo eso, las fotos de edificios, objetos y retratos -entre otros- se enmarcan dentro de mis temas preferidos. Durante el juego con las luces
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La fotografía, cual atracción mística, se adueñó de mis neuronas y cada vez con más frecuencia pensaba que sería bueno profundizar con más seriedad en su estudio, pero no resultó nada fácil...
y detalles, descubriendo los ángulos diferentes de lo usual vuelvo a recrear el tema al tiempo que aprendo también algo nuevo sobre ellos. Creo que la fotografía de hoy, también en la era de los medios digitales, es una especie de magia: el placer de crear el tema y las posibilidades de aprender sobre el mismo, -para mi esa es la esencia de la fotografía, tanto por los medios analógicos como por las técnicas nuevas. http://www.photographymrazlaszlo.hu/ https://www.facebook.com/PhotographyMrazLaszlo/
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La poesía del desnudo Claudio Serrano Quizás lo he escrito ya alguna que otra vez en estos comentarios, o al menos lo he pensado más de una vez y lo he comentado con los responsables de esta revista: la capacidad artística de Nadima no deja de sorprenderme. Si alguna definición admite el arte es la ruptura con lo cotidiano y una foto lo es cuando convierte un objeto habitual en una visión única, en una recreación de la realidad dinámica, inefable y sobre todo tocada por el hálito errante de la subjetividad. Y subjetividad le sobra a Nadima, como podemos comprobar en cada una de sus series. Hasta ahora, siempre que he comentado sus fotos, he destacado la ambientación, el vestuario, el atrezzo… como elementos definitorios de unas fotos que buscan sobre todo crear un clima artístico —alguna vez apunté a los cuentos de hadas— y que lo consiguen mediante estas recreaciones. Las fotos que hoy traemos de esta serie, que he dado en titular como “La poesía del desnudo”, pero que bien pudiera titularse “El desnudo de la poesía”, olvidan el protagonismo de estos elementos y se centran en el puro arte de la fotografía, especialmente la luz, aunque sin olvidar los otros elementos, como habré de señalar. En estas fotos se nos muestra un escenario apenas esbozado en el que una bella joven se desnuda. Es una hermosa secuencia en la que la joven modelo va desprendiéndose de su vestuario hasta conseguir un pudoroso desnudo en el que se destaca el encanto del conjunto. Por aquellos recovecos, quizás psicoanalíticos, que de siempre me han llevado a emparentar las fotos de Nadima con poemas o trozos de poemas de la tradición poética española, en esta ocasión me ha recordado aquellos versos de Juan Ramón Jiménez en que describe cómo la poesía fue desnudándose hasta llegar a lo que los críticos han dado en llamar “poesía pura”: “Vino, primero, pura,/ vestida de inocencia./ Y la amé como un niño.” Luego, dice, se fue vistiendo de extraños ropajes, quizás aquellos mil veces enhebrados arabescos del barroco; y no hará falta hablar de la omnipresente representación de la vid y de las uvas en los retablos barrocos del siglo XVII. Por eso quizás —y espero se
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me perdone y comprenda la osadía de la similitud—, esta escena de Nadima está enmarcada por unas cajas de uvas muy maduras, quizás como reflejo último de aquella parte de la realidad que la modelo va abandonando, pues como dice Juan Ramón, “…Mas se fue desnudando./ Y yo le sonreía./ Se quedó con la túnica/ de su inocencia antigua./ Creí de nuevo en ella.” Y aún más: “Y se quitó la túnica,/ y apareció desnuda toda…/ ¡Oh pasión de mi vida, poesía/ desnuda”; belleza total, añadiríamos nosotros desde la perspectiva de estas fotos en que se consigue el arte buscando los ligeros meandros que orillan la sensualidad, ese salto en el vacío que hace de la foto de un desnudo poesía en total desnudez, que diría Juan Ramón, o, por decirlo de otra forma, ese paso del Rubicón —alea jacta est— que nos lleva de la sensualidad al arte y que combina la alerta de los sentidos con la plenitud del goce estético. Pero volviendo a la ambientación de la serie, cabe recordar aquel verso de Pablo Neruda —“El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal”— que viene a recordarnos que la vendimia es siempre una fiesta, la celebración de la sazón del fruto, pero también el tiempo de espera que nos separa del vino. Por eso estas fotos rezuman, por una parte, la suficiente sensibilidad en la ambientación como para que el desnudo nos haga apreciar la habilidad fotográfica de Nadima y su equipo; y por otra, las necesarias dosis artísticas como para que admiremos los elementos fotográficos —insisto, sobre todo la luz— frente a los primores del atrezzo que hemos admirado en otras ocasiones: “Soy un alma desnuda en estos versos”, escribió Alfonsina Storni, “Alma que puede ser una amapola,/ Que puede ser un lirio, una violeta,/ Un peñasco, una selva y una ola.” O una uva en sazón, incubando el divino don de la ebriedad, diríamos nosotros.
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ClavileĂąo de Antonio Molina
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Clavileño Juan Depunto
En honor del Maestro de las Letras Españolas, D. Miguel de Cervantes Saavedra, en el IV Centenario de su ascensión al Parnaso.
“Llegó en esto la noche, y con ella el punto determinado en que el famoso caballo Clavileño viniese, cuya tardanza fatigaba ya a don Quijote, pareciéndole que pues Malambruno se detenía en enviarle, o que él no era el caballero para quien estaba guardada aquella aventura o que Malambruno no osaba venir con él a singular batalla. Pero veis aquí cuando a deshora entraron por el jardín cuatro salvajes, vestidos todos de verde yedra, que sobre sus hombros traían un gran caballo de madera. Pusiéronle de pies en el suelo y uno de los salvajes dijo: —Suba sobre esta máquina el que tuviere ánimo para ello. —Aquí—dijo Sancho— yo no subo, porque ni tengo ánimo ni soy caballero”… El Quijote, II parte, cap. XLI
Contaba el periodista Alfredo Valenzuela, en Sevilla, un 29 de julio hartito de caló, que “el caballo de madera “Clavileño”, de tamaño natural y que toma el nombre de su homólogo del Quijote, llevaba veinte años vagando de acto cultural en acto cultural, formando parte de exposiciones y ferias del libro, porque su dueño, Antonio Molina, no tenía dónde guardarlo. El caballo “Clavileño” estaba por ese entonces en el instituto de Écija (Sevilla) tras haber estado en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de Córdoba, mientras que en coincidencia con el IV Centenario del Quijote*, fue exhibido en la Casa de la Cultura de Valencina de la Concepción (Sevilla).
* La primera publicación de El Quijote se hizo en 1605.
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Pero su historia comenzó veinte años antes, cuando el caballo fue esculpido por Antonio Molina para que formara parte de una cabalgata infantil en el sevillano barrio de la Alameda. Molina, profesor de Estética Contemporánea en la Facultad de Comunicación de Sevilla, poeta y ensayista, presume de que su primer oficio fue el de carpintero, que aprendió en el taller de su padre, en el remoto pueblo de Galera (Granada), por lo que hace veinte años hizo el caballo. El caballo era blanco y azul, pero un vecino de la Alameda, que se hallaba leyendo el Quijote, exclamó a su paso: ”Anda, ese caballo es Clavileño”, por lo que Molina, tras la cabalgata, decidió forrarlo empapelándolo con las hojas de un ejemplar del Quijote de una edición ilustrada por Gustavo Doré: ”Es un personaje del Quijote que es un Quijote en sí mismo”, exclamó Molina, no exento de orgullo, en declaraciones a Efe. Tras la caravana, las piezas más señaladas formaron parte de una exposición en el Fun Club, un club de rock duro de la Alameda, para finalmente, con motivo de la Noche de San Juan, formar parte de una hoguera, momento en el que Molina, para salvarlo de las
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Letra capitular de Abadai con la representación de Clavileño llamas, decidió llevarse a “Clavileño” a su propia casa, donde fue motivo de disensiones conyugales porque cabía justo en el salón. Años más tarde regresó a la Feria del Libro de Sevilla, donde fue protagonista, junto con los libros, de reportajes de prensa y televisión. De allí pasó a La Carbonería, un híbrido de bar, sala de exposiciones y auditorio, donde “Clavileño” permaneció casi siete años y fue conocido por varios hispanistas de Oxford, como el catedrático Ian Michael, especialista en el Mío Cid y amigo del escritor Javier Marías y que, cuando se escribe con Molina, todavía pregunta “cómo está” el caballo. Antonio Molina, que confesó carecer de un espacio adecuado para conservar a “Clavileño” confía en que la providencia seguirá resguardándolo de la intemperie y en que seguirá tomándoselo con humor cada vez que un anfitrión le reclame para que se lleve al caballo. Molina, que reconoció que es su esposa la que empieza a ponerse nerviosa en cuanto oye hablar de “Clavileño”, aseguró que a él, el caballo, no le ha supuesto nunca un quebradero de cabeza y, añadió: “Sólo me ha dado satisfacciones”. Preguntado sobre cuál podría ser el futuro ideal para el caballo, Molina contestó con humor que colocarlo a las puertas de la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla, “como si fuera el de Troya, ya que es de madera y hueco”. El profesor aseguró que su currículo como carpintero es casi tan amplio como el de filósofo, ya que además de haber trabajado en el taller paterno, levantó escenografías enteras para la sevillana Sala San Hermenegildo y desmontó todas las estanterías de las librerías Montparnasse, Babel y La Roldana, que luego fue montando por separado en casas de amigos o clientes de los libreros cuando estos, convencidos de su mal negocio, decidieron cerrar sus puertas.” Actualmente, el caballo se encuentra en el Museo de la Autonomía de Andalucía, en Coria del Río, en el recinto de la que fue casa de Blas Infante.
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A la izquierda, Dama de Baza. A la derecha, Clavileño de Ricardo Balaga
Enterado de esta historia, por la amistad que me une con Antonio Molina, le hice la siguiente propuesta para su Clavileño: Querido amigo Antonio: Me conmovió la historia que cuenta Valenzuela. Sobre todo porque te conozco, Antonio, sé de tu sensibilidad, y me imaginé lo que estarías sufriendo viendo a tu Clavileño sin un futuro claro, esperanzador, en el que refugiarse con su corazón de viento y hojas del Quijote, protegido todo él por esa envoltura dura de madera ya quebrada de tanto trajín de acto en acto cultural. Clavileño no se lo merece. Pienso que deberíamos colaborar todos organizando una especie de concurso de ideas otoñal en el que cada cual propusiéramos una solución para Clavileño. Luego, llegada la prima Vera nuestra de todos los años, se elegiría democráticamente la propuesta que tuviera menos votos, por ser probablemente la más original. Porque veinte años son algo, todo, para un caballo. Toda una vida. Como la que llevas, Antonio, adorándolo, mimándolo, siempre junto a él, sin importarte en qué forma, ni dónde, ni cómo, pero junto a él. Arriesgando incluso tu matrimonio. Toda una vida. Cuidándolo como cuidas tu vida que, realmente, la cuidas para él. Tus amigos debemos actuar ya, sin más dilación. Porque, Antonio, un día te puedes cansar, sentir angustia, ansiedad profunda, desesperación... Y pudieras llegar a abandonarlo. Y antes que eso, cualquier cosa es preferible. Todo menos abandonar a un caballo. Además, Clavileño, antes en ese instituto astigitano y ahora en Coria, tan lejos de sus orígenes, con ese calor cósmico que hace por esos pagos en el verano, podría derretirse, convirtiéndose en madera licuada, dejando para siempre su esencia equina, su carácter indómito, y ya no sería lo que es, ni siquiera para su creador. Se convertiría en un charco de astillas y eso duele. Y mucho más en un año de tan altos honores en recuerdo de su jinete que lo dio a conocer al universo mundo. Alonso Quijano no hubiera sido nadie sin Rocinante y Clavileño, como no lo sería Sancho sin su Rucio, ni Maritornes sin la venta. La vida funciona por dualidades, si y no, Cristo y su Madre, Dios y la Paloma, dos sin tres... Ese Clavileño blanco y azul en sus orígenes, como la bandera de Huelva, debe tener un horizonte de futuro celeste, infinito, eterno. Pero para ello debe reproducirse, como todo lo que se quiere perpetuar. Y qué mejor solución que cruzarlo con su vieja compatriota la Dama de Baza, esa ciudad cercana a su natal Galera, de mirada tendida e impasible, como su ademán.
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Y aquí ya debemos de buscar influencias, agarres políticos para que nos permitan disponer de la Dama para una noche de bodas singular, en un entorno íntimo, que les sea familiar, propicio para la concepción, que no les produzca extrañeza. Esa influencia nos la podía proporcionar Dorita de Úbeda, también de Cuadernos por la vía consorte y siempre cercana al poder cultural y general. Dori, ese es tu reto, no nos falles y convence a la Consejera del ramo o al Ministro, incluso a la Presidenta, a quien haga falta. El lugar y el rito también están pensados. Vean si no: Antonio, acuérdate que cuando hicimos el Cuaderno de Baza, me prestaste primero (y luego generosamente regalaste) una cinta con la “Misa de los Gozos”, que cantan en Galera (Granada), la tierra de tus ancestros. Esa misa, de orígenes inciertos pero con más de dos siglos de historia, la mitad de la vida de Clavileño, de coplas de aurora y cantos que cuentan lo que allí sucede, esa misa debe ser el telón de fondo que consagre su ayuntamiento. La escucharíamos en una de las múltiples cuevas dispersas por la región, o mejor aún en la que tú tienes, Antonio, mientras estuvieran allí expuestos, el uno junto a la otra, en una intimidad umbría, húmeda, que propiciara su acercamiento para que consumasen su unión. Una vez cruzados Clavileño y la Dama, lanzados a la eternidad a través de sus vástagos, de sus claviáuros, que como todo el mundo sabe son mitad delantera de dama y trasera de corcel, prolongados al paraíso de los dioses, entonces, solo entonces, se podría pensar en guardarlo. Su morada podría ser igualmente en una cueva como la de su noche de bodas, en la que se perpetuó en criaturas humanoideas que adquirieron el don de la divinidad. Colocado sobreelevado, en un altar, a modo de Virgen aparecida a la que acudiríamos desde todos los lugares de España en peregrinación, con devoción, para llevarle flores en las primaveras de cada año, cantándole mayos manchegos al estilo de Almagro y coplillas de auroro, como en su misa de bodas. El altar también debería ser de madera y esculpido por ti, Molina, retomando una vez más tu antiguo y querido oficio evangélico del padre de un dios. Porque además, en caso de fallo de la fe, podría convertirse fácilmente en falla para San José, allá en el 19 de marzo, sin dejar rastro alguno. Y Antonio podría volver a salvarlo en el último y supremo instante en el que lo alcanzasen las llamas, como a un ninot indultado, como hizo la otra vez en la noche de San Juan, volviendo todo a empezar de nuevo y… sintiendo su esposa una vez más esos celos hípicos tan propios de enamorados… Aunque también puede ser una buena idea la de colocarlo después en el vestíbulo de la sede de algún partido político, en plan troyano, pero en vez de soltando soldados que atacasen por sorpresa, vomitando de sus entrañas los claviáuros tenidos con la Dama y guardados en su vientre de macho preñado desde que se engendraron para este momento excelso, a ver si por fin se ponen de acuerdo. Sea para él y su creador todo honor y toda gloria. Referencias documentales: M. de Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Ed. facsimilar de Espasa a partir de la edición publicada en 1860. Barcelona, 2005. Alfredo Valenzuela. Clavileño. Agencia EFE, Sevilla, 29 jul 2006.
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Creación en Photoshop para incorporar como sudor en el montaje final
Enemigos Ricardo González “Completu” Hace unos años me comentaban fotógrafos que ya llevaban años en esta materia de que, “hay mucha envidia peligrosa en este sector”. Pasa el tiempo y se aprecian algunas cosillas, pero nunca le di la menor importancia hasta que me llegó mi hora más peligrosa. Hace algunas Revistas atrás, comentaba sobre alguno que se preocupaba más de lo que yo portaba que de si mismo, sin preocuparse del dinero que le costaba estar con el equipo fotográfico, por encima del mío. Tampoco le di más importancia, porque sencillamente no la tiene, pero claro que cuando se crean estas situaciones, las circunstancias se siguen estirando y estirando, hasta que sale a flote y es cuando tenemos que ser más inteligentes y poner todos los sentidos, aprendizajes y vivencias anteriores. Para quienes hicimos el servicio militar y para quienes, como yo, hemos hecho varios durante muchos años seguidos, solíamos repetir el dicho de “el enemigo está dentro”; y qué razón tenían aquellas palabras. Cuando dos boxeadores se suben al ring, no son enemigos, se dan la mano antes, se dan la mano después y al final se abrazan indistintamente de quien haya ganado el combate. Hace unos meses en una velada de boxeo muy anunciada en la ciudad de Gijón (Asturias), me identifiqué como fotógrafo de prensa al portero que recoge las entradas que ya me conocía de otras ocasiones y me dejó pasar. Recorro los pasillos y voy a pie de lona para saludar a los árbitros y al Presidente de la Federación Asturiana de Boxeo y darles a conocer que estaré con mi cámara haciendo el reportaje; ya que es así es como me han enseñado en las buenas costumbres. Estos últimos me facilitan los nombres y posicionamiento en el que pelearán esa noche. Después ya voy mirando las esquinas y conocer cual sería la mejor para posicionarme cuando empiece la velada. Me llegan dos porteros (uno más grande que yo y otro más pequeño) y por la espalda, me cogen de los brazos fuertemente (menos mal que siempre llevo la cá-
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mara colgada al cuello y no cayó al suelo), y me dicen: “Tú tienes prohibido hacer fotos aquí, tienes que salir del pabellón.” Muy tranquilo para no asustarlos, porque este tipo de personas son muy propensos a dar puñetazos a la menor que ellos entiendan como agresión, les digo: ¿puedo primero identificarme? Y una vez que muestro el carnet de Luz y Tinta, primero me sueltan los brazos y después se quedan mirando uno para el otro, a modo de preguntarse ¿que estamos haciendo? Viene un organizador de los dos que habían promovido la velada y me dice: “Tu aquí, no puedes hacer fotos, así que ya estás marchando”. Como ya parece que se dirige a mi como que me conoce, le pregunto que si puedo despedirme de los árbitros, y me dice que si y que después salga. La Federación Deportiva dice que sí que puedo seguir haciendo fotos y no debo de abandonar el lugar. Hablan entre organizador y el presidente de la federación y deciden que me quede pero, que cuando el reportero que va hacer un video, necesite de mi sitio para grabar, que se lo facilite. En principio, no me pareció mala idea, ya que bueno, si es por hacer un buen trabajo también nos podríamos compenetrar. Con el primer combate y segundo no hubo problemas pero, en el tercer combate al poco tiempo de estar en la esquina me viene el operador de video y me coloca la cámara en la espalda sin previo aviso. Le pregunto qué hace y no contesta pero sigue en mi espalda su artilugio. Le dejo el sitio y cuando él se va vuelvo a la esquina. Pero esa misma acción la repitió otras cuatro veces, hasta que abandoné del todo el reportaje. Mi serenidad al principio con los dos “seguratas” me evitó males mayores o incluso que me destrozaran la cámara o la cara. La tranquilidad, con la que hablé con el organizador, me salvó de que los dos muchachos pagados por el no tuvieran motivos de echarme a las malas. El aguante que tuve con el del vídeo, me salvó el haberle tirado al suelo el equipo y tener que pagarle uno nuevo, que me parece que era lo que pretendía. El otro organizador, cada vez que se cruzaba conmigo, me preguntaba “¿qué tal vas?”, y yo contestaba “bien, bien”. Los porteros, cuando me veían, me decían que ellos eran unos mandados y que no sabían de qué iba la situación. Y estos son los que dicen que apoyan el boxeo. Todo lo contrario a estos modales es la actitud de los mismos boxeadores que practican y disputan este deporte de lo más honrosamente y en su mayoría lo cumplen, puedo dar fe. Son personas que si pueden se hacen con el reportaje fotográfico y si no pueden, también respetan el trabajo del fotógrafo sin más comentarios. Estos dos deportistas que presento hoy para el trucaje fotográfico son Sergio Fernández y Enrique Inchausti. Dos púgiles actualmente amateur, aunque en breve uno de ellos, cuando esta revista salga, ya será profesional. Uno es de Oviedo y el otro de Gijón y son dos ciudades que rivalizan en el deporte del fútbol y claro que cada uno es aficionado al de su lugar de residencia.
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Inchausti compagina su trabajo como operario en una fábrica con los horarios de los entrenamientos, mientras Sergio tiene dedicación plena para la competición. Si coinciden fuera de competición, se tomarán unos zumos juntos, como buenos amigos. Durante el combate estuvieron tan igualados de puntos que la decisión arbitral fue muy difícil, pero se decidieron por Sergio como ganador y Enrique le ofreció la mano a modo de felicitación, aunque después en los vestuarios se retorcía de dolor moral, por no haber hecho un poco mejor el trabajo y quedar por escasos momentos como perdedor. Y ahora voy yo, que soy un tramposo de la fotografía y les hago un montaje de algo que no sucedió, pero puedo demostrar que otras fotos parecidas sí dieron el resultado deseado y nadie apreció la diferencia. Así que ya es hora de descubrir como hice esta trampa. Para el salpicado del sudor. PhotoShop y Archivo/ nuevo (medidas de 2500 x 2500 pixel). Hacemos a modo de lágrimas, unas más grandes y otras más pequeñas con el pincel de pintar así como unas con más opacidad que otras y en color negro. (Dejo el ejemplo, para que se vea como lo hice). Con la herramienta de varita mágica, marcamos y vamos a Selección/ invertir Seguimos con Edición/ Definir valor del pincel. Y ya nos queda como forma de pincel y nos lo reservamos, para después usarlo. Así es como se debe de hacer, pero también podemos coger el sudor de una foto de Google y ahorrarnos las pintadas, que por cierto que llevan un poco de tiempo. En la foto original apreciamos que no hay contacto, así que difícilmente hay expansión del sudor. Con herramienta dedo en modo redondo y con una intensidad media (en mi caso del 22% ), retocamos la cara, nariz y parte del ojo para que parezca que hay roce. Para arrimar el puño a la cara, Duplicamos capa y no nos complicamos la vida. Con la herramienta de clonar y con la referencia del guante, clonamos por la cara y todo el cuerpo del pegador al igual que vemos en la foto. Ya tenemos el contacto y para sacar la expansión del sudor, con herramienta de pincel, a modo de color blanco clicamos sobre la cara en distintas opacidades. Si queremos mover las salpicaduras, iremos a una carpeta que está situada debajo de las palabras (Edición – Imagen) y ahí veremos una flecha en movimiento giratorio, para dar dirección y tamaños deseados. En mi resultado, veréis que me falta un trozo de guante, pero lo cogí de otra foto y se lo puse con cortar/pegar y borrar lo sobrante. A veces lo que vemos no es lo real y no es tanto como nos parece ver.
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Resultado final
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Aristóteles y Euclides escribieron sobre cámaras oscuras que ocurrían de forma natural como la luz que pasa a través de las minúsculas rendijas de una cesta tejida o los entretejidos de hojas.
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La fotografía, interpretacion de la vida
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Juanjo Pascual
aciendo algo de historia, la de la fotografía comienza allá por 1839; cuando fue divulgado mundialmente el primer procedimiento fotográfico, el daguerrotipo. Este procedimiento fue desarrollado y perfeccionado por Luis Daguerre a partir de las experiencias previas de Joseph Nicéphore Niépce (terrateniente francés, químico, litógrafo y científico aficionado). Pero precursores a este procedimiento se encuentran la cámara oscura, la cámara estenopeica y las investigaciones sobre las sustancias fotosensibles. Desde el año 500 antes de Cristo, ya hay referencias a la cámara oscura. Tras estos primeros pasos, la fotografía ha ido evolucionando hasta ser lo que hoy conocemos. En nuestras manos tenemos hoy en día unas herramientas muy potentes, las cámaras digitales van aumentando exponencialmente sus prestaciones según estas se van acercando a los modelos de la gama alta del fabricante de la misma. Los programas de edición fotográfica con sus pinceles digitales, permiten deformar, transformar y convertir en algo que no era la imagen con la que en ellos trabajamos; cual magos ancestrales podemos transformar cualquier cosa en oro o al menos lo intentamos. Aunque a veces en vez de esa obra de arte perfecta no nos percatamos que hemos creado un Frankenstein; cosa que habríamos evitado si nos hubiésemos parado a trabajar un poco más en lo básico e importante. Siempre que podamos (la verdad es que tiene que ser siempre), dediquemos el tiempo necesario a la preparación de la fotografía. Una fotografía bien realizada, no necesita apenas edición, salvo que la hayamos tomado pensando ya en un montaje digital o en un proyecto en particular. De este tema hablamos largo y tendido mi amigo y fotógrafo David Shuffler, debatiendo casi una tarde. Por mi parte peco por exceso y prefiero hacer varios disparos al mismo motivo si se puede, acumulando un número de fotografías las cuales descarto, seleccionando la o las que para mí son mejores. Reconozco que esa costumbre la he cogido al fotografiar festivales aéreos y sobre todo cuando los aviones son reactores y quiero plasmar los vertiginosos cruces que hacen en décimas de segundo. Al final de la conversación me recomendó ver una película cuyo director y protagonista es Ben Stiller “La vida secreta de Walter Mitty” (The Secret Life of Walter Mitty) y me dijo que después vería la fotografía de otra manera.
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Escultura de homenaje a la Madre del emigrante, en Gijón, obra de Ramón Muriedas Esta película es un remake de ‘La vida secreta de Walter Mitty’ (1947), dirigida por Norman Z. McLeod; inspirada en un relato de James Thurber. Cierto es que la fotografía también la he vivido así. Es una película que más de uno se sentirá identificado con ella. En otra conversación de las tantas que mantenemos habitualmente tocamos el tema de este artículo. Como me gusta polemizar tanto como a él, la conversación fue muy fructífera. ¿Cómo representar la vida donde no la hay? En Oviedo tenemos una gran colección de estatuas repartidas estratégicamente por toda la ciudad, muchas son de obligada visita si no se conoce Oviedo. Empecé hace un tiempo un proyecto con ellas y otras de varias poblaciones de Asturias, sin límite de tiempo para su finalización. Fotografíe esas estatuas como si fuesen personas posando para mí, como si estuviesen vivas; a lo cual David me replicó: “Cuando la ves, quieta, inerte, de piedra o cobre, es una cosa, sin más; pero ponle nombre, historia. Cobra vida poco a poco, aunque sea una cosa inerte, representa algo, mucho más de lo que representa una persona moviéndose”. Cierto, es un legado que deja presente la vida del homenajeado o del personaje de la historia como La Regenta (Ana Ozores) de Clarín. Por otro lado, también me dijo: “Tu puedes interpretar la estatua como una estatua o como una figura que cuenta una historia. La fotografía es igual; puedes tomarla como una simple imagen con un conjunto de cosas, o como un conjunto de cosas que describen un momento exacto en el tiempo”. Y esta fue su reflexión final: “La interpretación de la vida, tu piénsalo.... analiza, PRIMERO, el fotógrafo ve vida a través de su objetivo, interpreta la vida en
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imágenes, SEGUNDO, la estatua cuenta una historia, está viva, aunque inerte, y ahí seguirá cuando nosotros fallezcamos, y TERCERO, la gente ve en las fotografías lo que ellos creen ver, no la vida que nosotros hemos visto, o la vida que esa estatua representa”. Todo esto es muy cierto e imposible de rebatir sobre todo cuando pienso igual que él. Según iba haciendo estas fotografías, observaba a la gente, esas historias personales que posaban con las estatuas para tener un recuerdo, como se paraban para no pasar por delante cuando creían que estaba a punto de sacar la fotografía; diciéndoles que pasasen o sacasen la suya (agradeciendo ese detalle y la educación que mostraban), ya que la mía tardaría un rato en hacerse. Ese es mi momento, el que no sale en la fotografía, disfrutar de la toma, del paisaje de las vidas que forman la historia en ese momento, la brisa del aire, los murmullos, las miradas curiosas sobre lo que estás haciendo capturando en sus mentes ese instante de vida común. Ya que los fotógrafos también somos fotografiados. David y yo salimos de vez en cuando con nuestras cámaras sin rumbo fijo, tan pronto vamos a una ciudad, un pueblo o una playa; disfrutamos el paisaje y nos “robamos” fotografías uno al otro. Cuando vemos al otro concentrado, sin que se percate, le fotografiamos; en cuanto oímos el “click” miramos uno al otro y nos decimos: ¡Ya me cazaste! La verdad es que esas son las fotografías en las que mejor salgo. Por otro lado, en la interpretación de la imagen; si ya de por sí cada persona como individuo tiene una percepción diferente de la misma, el entorno social, político, cultural, o religioso hará que esa percepción sea si cabe aún más diferente e incluso opuesta a la nuestra. Si en una exposición, bien sea física o virtual, alguien se para a mirar nuestra imagen; entonces ya formara parte de esa vida que representamos. Tarde o temprano siempre aparecerá “Vida” dentro de nuestra vida, valga la redundancia. Enlaces de interés: David Shuffler: http://www.lightboxphotography.es/ https://www.youtube.com/channel/UCn0j07c7ziihSY8GzRUzsRw
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