Núm. 144 - Junio 2024
Cambio de ciclo (y 2)
La presentación del número anterior, por razones personales que no vienen a cuento, se escribió el 23 de abril pasado y hablaba del “camio de ciclo” estacional, una frma literaria de marcar el paso de los días. Ocurre sin embargo que en los días subsiguientes cambiaron de rumbo muchas cosas en este país, España, y en el resto de Europa que suponen de todas todas un cambio de rumbo —permítaseme la redundancia— en la política comunitaria que no habrá de dejar a nadie indiferente.
En España recordaremos las elecciones catalanas, que removieron el tablero político y pusieron los alfiles a merced de los caballos, planteando un abanico de opciones y negociaciones nada fáciles que enturbia el panorama y compromete el futuro. Súmese a ello la aprobación de una ley de amnistía que persigue moderar el enrarecido clima político catalán con raíces en el llamado “process” —un asalto en toda regla a la convivencia regional— y que sin embargo no ha suavizado los crecidos ánimos secesionistas de Catalunya y ha contribuido a un enrarecimiento del clima político estatal ya suficientemente enrarecido en las últimas calendas.
En Europa, las elecciones al Parlamento Europeo del pasado 9 de junio han tenido también su efecto boomerang y lo que era una consulta electoral se ha convertido poco menos que en un manifiesto ultraderechista: en la mayoría de los países del arco europeo la ultraderecha ha crecido de manera preocupante, tanto que el desaforado auge francés ha llevado a su presidente, Macron, a convocar nuevas elecciones legislativas, con la espada de Damocles que LePen y sus radicales opciones han situado sobre su cabeza. En España, la alianza PP-Vox-Alvize viene también a embarrar el terreno de juego. Claro que en Alemania, donde aún no se han apagado los ayes del Holocausto ni se han olvidado los errores y terrores del nazismo, preocupa más esta subida de la ultraderecha que amenaza la estabilidad política heredada de Merkel.
Para que todo sea más difícil, prosigue en sus peores momento la guerra de Rusia y Ucrania —con movimientos preocupantes en las últimas horas: Putin recibiendo abrazos y armas de Corea del Norte— y se encrespa la ofensiva de Israel sobre Palestina, con Gaza al borde de la destrucción total y con miles y miles de inocentes fallecidos en acciones militares de marcada crueldad.
Así las cosas, y prosiguiendo la línea del número anterior, ni me atrevo a comentar, que la semana próxima (escribo el día 19) entra el verano, propiciando otro cambio de rumbo del calendario que deseo de todo corazón que suponga un cambio similar en Catalunya —ya está bien de encerrarse con un solo juguete: exigencias desmesuradas a cambio de escasos votos—, en las dos guerras que sacuden a la población civil de Ucrania y Gaza y, ya puestos, en la política diaria española: no sería mucho pedir que el Parlamento deje de ser un circo y los parlamentarios se dediquen precisamente a eso, parlamentar. La RAE define parlamentar como “Entablar conversaciones con la parte contraria para intentar ajustar la paz, una rendición, un contrato o para zanjar cualquier diferencia”. Aunque esa diferencia sea más formal que ideológica y más utópica que práctica.
En fin, que había pensado comentar en este número un cambio de rumbo —y van…— fundamental que atañe a nuestra revista, pero las circunstancias mandan. Otro número será.
Este número sale con más retraso que en otras ocasiones. Mea culpa. Buena, de mi salud: un tropiezo de mi salud me ha tenido algunas semanas en el dique seco, sin poder leer y mucho menos componer estas páginas. Pero ya ha pasao el nubarrón principal y parece que podré seguir dando la tabarra desde estás páginas.
Fotografía de portada: “Tarde tranquila en la Patagonia” de Anna Politova
Número 144 Junio 2024
Cambio de ciclo (y 2) ....................................................... 2
Francisco Trinidad: Mi vecino el clochard 5
Monchu Calvo: El barro mira al pasado ................... 11
Laudelino Vázquez: Mi Buenos Aires querido 15 Juan Depunto: Tánger ................................................ 19
Y los sueños cine son 31
David du Chemin: Por amor a la fotografía .............. 37
Alexander Krull: La fotografía de pájaros 50
Alexandre Chamelat ...................................................
Tadao Cern ...................................................................
S.Vidov: La performance en la fotografía ............... 148
Eimar Kull ..................................................................
Peikwen Cheng .......................................................... 208
Robi Chakraborty ...................................................
Jordi Bover ..............................................................
PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy»
DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad
DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González
Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com
Mi vecino el clochard
Francisco Trinidad
Vivía yo entonces en un apartamento de poco más de cuarenta metros cuadrados: una cocina, un baño, un salón y un dormitorio, todo muy reducido, pero conformando un conjunto muy agradable, o eso me parecía entonces. Era todo muy exiguo, sí, pero era mi apartamento. Allí fui feliz el tiempo que me tocó ocuparlo y, viviendo allí, conocí a la persona más importante en mi vida actual, Justo Ramírez de Peñalba.
Hablé con él por primera vez una tarde lluviosa. Un viento racheado y una lluvia nerviosa, ya desde primeras horas de la tarde, azotaba el barrio. Desde mi ventana veía enfrente, aquel montón de cartones bajo los cuales se refugiaba un mendigo que llevaba varios días merodeando la zona y que dormía frente a mi casa, aprovechando una cornisa del edificio y cubriéndose con lo que podía. Me dio pena —o curiosidad, vaya usted a saber— y bajé a ofrecerle auxilio. Le dije que se subiera mi casa si quería mientras durara aquel aguacero y le ofrecí un café o cualquier otra cosa de mi nevera, tampoco muy surtida. Rechazó mi oferta con una sonrisa y me dijo, convencido, que la lluvia duraría poco y algo más que no entendí. Le pregunté entonces si le apetecería un café del bar de enfrente y, antes de que pudiera negarse, me fui al bar, pedí dos cafés con leche para llevar y le ofrecí uno que no rechazó quizás porque no le di tiempo. Tomamos aquel café en silencio, yo resguardado por mi paraguas y él arrimado a la pared para aprovechar el saliente del alero. Antes de que termináramos aquel café había cesado la lluvia y comenzamos a hablar, tímidamente al principio y más animosamente después.
Su conversación era entrecortada y muy poco dispuesta a las confidencias. Aún así, me dijo que se llamaba Justo y, ante mis preguntas, añadió que llevaba varias semanas sin casa y que había elegido aquel barrio para pernoctar porque le parecía tranquilo. Advertí su manera educada de hablar, su dominio de las formas y una educación que me revelaba que, detrás de aquel mendigo, había una historia tortuosa y quizás dolorosa que no debiera yo sondear, a pesar de la curiosidad que me embargaba.
Cuando me despedí me dio las gracias, creo que emocionado. Por la noche, en un impulso, le bajé una manta vieja, para que le acompañara en las largas noches de aquella primavera más inhóspita de lo habitual. Me dijo que no hacía falta, que se arreglaba y que, si insistía en regalarle la manta, nunca podría devolvérmela, porque tras varias noches durmiendo bajo aquella cornisa quedaría imposible. Hablé con él un par de ves más —hola y adiós, según pasaba a su lado—, hasta que otra tarde en que lo vi sentado bajo su alero y leyendo un viejo libro, me dio por acercarme al bar y pedir un par de cafés. Le ofrecí uno y, sin saber cómo
ni porqué, empezamos una charla que me puso al tanto de algunos pormenores de su vida.
Tenía 45 años, había viajado mucho, según entendí de las anécdotas que relataba de diversos lugares, era educado y no sabría ejemplificarlo debidamente, pero se le notaba al hablar determinado nivel cultural que me sorprendió: el libro que estaba leyendo era una edición francesa del Rojo y negro, de Stendhal… Así que me atreví y le pregunté de frente cómo había llegado a aquella situación. “Es una larga historia”, me dijo y se sumergió en un silencio que, más que melancólico, me pareció prudente y reservado.
Respeté su reserva, sintiéndome culpable por mi inoportuna pregunta, pero en mi fuero interno me intrigaba lo que hubiera detrás de aquella “larga historia” que a mí, insignificante funcionario municipal sin más futuro y más ambiciones que el paso del tiempo, me resultaba apasionante. Y todo ello, además, tras cruzar la calle y con el coste insignificante de un café de vez en cuando.
Hubo otro día de aquella primavera en que arreció la lluvia, castigando aquellos cartones bajo los que se hospedaba. A punto estaba de bajar y cruzar la calle cuando se detuvo frente a aquella cornisa un impresionante BMW de color verde botella, cuyo modelo no supe identificar (lógicamente no sé nada de coches), pero que por su prestancia no dudé en reconocer como un cche caro. Justo en el momento en que yo miraba, se bajó del asiento delantero un hombre alto, con un traje gris que se acercó a mi amigo el clochard y habló con él unos minutos. Luego abrió el maletero del coche, sacó un par de bolsas de plástico de esas de los supermercados y se las acercó a Justo Ramírez. Luego se fue el flamante BMW y siguió lloviendo, pero me percaté de que Justo vestía un sobado chubasquero. Renuncié a bajar, aunque se apoderaba de mi la curiosidad de saber quién era el desconocido del coche de lujo y qué contenían aquellas bolsas de plástico de las que no me cabía duda había salido aquel chubasquero morado. Así transcurrieron un par de meses más. Yo le llevaba de vez en cuando un café del bar de la esquina y él, con su capacidad para no ahondar en los detalles, me contaba episodios de su vida —Londres, París, Pisa, Burdeos y otras ciudades que a mí me sonaban de antiguas lecturas y en las que me lo imaginaba mendigando, aunque no me cuadrara del todo la escena.
Una mañana, cuando me iba a trabajar, vi que habían desaparecido los cartones bajo los que dormía y él, a quien consideraba ya mi amigo, no estaba bajo aquella cornisa. Durante dos o tres meses, me pregunté muchas veces dónde estaría, a dónde le habría llevado el que yo entendía como su vagabundeo intrínseco o si le habrían aplicado la Ley de Vagos y Maleantes entonces en vigor y estaría durmiendo en algún calabozo infecto o en alguna cárcel para rebeldes.
Nada en concreto supe de él hasta una tarde en que dormitaba en mi sofá y sonó el timbre del portero automático. Abajo estaba un hombre que me pareció el conductor de aquel impresionante BMW del que había descargado una tarde un par de bolsas de plástico para el que yo consideraba indigente. Dijo el hombre aquel que venía a traerme un recado de parte de don Justo Ramírez. Abrí intrigado.
De parte de don Justo —pronunciaba aquel nombre con cierta reverencia y, creo yo ahora, con cierto orgullo— me traía una botella de vino de una marca que yo no había visto ni oído nunca y que hoy, sin embargo, me resulta tan familiar, Château Lafite Rothschild, un emblemático vino francés de amplio aroma y exquisito sabor. Le dije que pasara, pero me contestó que no, que solo había venido a traerme esa botella y a invitarme a cenar de parte de don Justo.
—¿Tan bien le va? —se me ocurrió preguntar, pero el hombre aquel estaba muy entrenado para esquivar preguntas como aquella.
Insistió en la invitación y en que me esperaría todo el tiempo que yo necesitara para prepararme. “No hace falta —añadió— que vaya usted de etiqueta”, admonición que no había que advertir porque ninguna de las prendas de mi armario podría calificarse de especial, acostumbrado al trapillo que acostumbraba a vestir.
—¿A dónde vamos? —pregunté sin que me respondiera y añadió que me esperaba abajo en el coche, que no tuviera prisa porque él lo único que tenía que hacer era llevarme a cenar con don Justo a la hora que yo decidiera.
No supe qué contestar y con la botella de vino en la mano tardé un rato largo en decidir si asistiría o no a aquella extraña invitación.
Por fin, decidí aceptarla, comido por la intriga, me puse lo primero que encontré presentable y bajé. Diez metros más allá de mi portal me esperaba aquel BMW verde botella y dentro, el lacónico mensajero de “don Justo”. Ni que decir tiene que todo me inquietaba en aquel momento y no era lo de menos aquel “don” que se anteponía al nombre del que yo, todavía entonces, consideraba un pordiosero.
Entré en aquel coche de lujo y lógicamente pregunté —¿A dónde vamos?— sin hallar respuesta. Atravesamos Madrid, salimos a la autopista de La Coruña y poco después de Majadahonda se detuvo el coche delante de una mansión de las que se utilizan en las películas para los rodajes de época.
Me abrió la puerta con cierta diligencia el conductor y me dijo:
—Hemos llegado, sígame por favor.
Abrió la puerta de entrada con un llavín que sacó de su bolsillo, recorrimos un amplio —y lujoso, claro que sí— pasillo y ante una de las puertas me pidió que esperara. Abrió aquella puerta, entró, dejándola entreabierta y oí dentro su voz:
—Don Justo, ha llegado su invitado.
En dos minutos apareció el que para mi era Justo, el clochard, que me abrazó emocionado. “Tenía ganas de volver a verte”, me dijo aquel que identifiqué con el mendigo que ocupaba aquella cornisa frente a mi apartamento, pero que en aquel momento poco tenía que ver con él: vestía un terno de lana verde con una corbata a juego y unos zapatos relucientes de color corinto.
A continuación me cogió del brazo, me llevó a la estancia de la que acababa de salir, una biblioteca espaciosa y con ese pulcro sabor del lujo bien entendido.
—Sé que todo esto te intriga, pero tiene una explicación. Espero que no te contraríe ni te parezca extravagante. Mientras vamos a pedirle a Fermín que nos prepare un aperitivo hasta la hora de cenar.
Tocó un timbre, apareció Fermín —el conductor que había ido a buscarme— con una amplia sonrisa y se dirigió a mi:
—¿El señor tomará vino?
Asentí y Justo le dijo que pusiera a enfriar una de sus botellas de champán. Aquello iba en serio, pensé, y con ganas de deslumbrar, pero nada tenía que ver con lo que me encontré después.
Me dijo que era el vizconde de Montevil y heredero del condado de Madrigal y que me invitaba a cenar para agradecerme las atenciones que había tenido con él cuando andaba de vagabundo mendicante —así se declaró— y que tenía una sorpresa para mí que conocería al final de la cena.
Yo le miraba asombrado, recordaba los momentos en que la lluvia arruinaba sus cartones y los cafés que le llevaba del bar y nada de aquello encajaba con aquella biblioteca de libros encuadernados en vitela y perfectamente alineados en estanterías de maderas nobles, cuando llegó Fermín con el aperitivo, un carrito en el que iban diversas botellas de vino y de oporto y varias bandejas de canapés de caviar y salmón y otras delicatessen que yo desconocía y que hoy sin embargo me son tan familiares.
La cena no fue menos lujosa, servida en un comedor alumbrado por dos arañas de cristal de roca y presidido por algunos retratos de esos que se ven en las películas y encandilan a quienes no están acostumbrados a tamaño lujo. Mientras comíamos con ganas me habló de nuevo de su vida, de lo agradecido que me estaba por los detalles que con él había tenido.
—Nada comparable con esto —me atreví a decir.
—Esto no me cuesta nada, ya vez, es mi vida; pero tú tenías que salir de casa, mojarte conmigo, acercarte al bar, pagar aquellos cafés… Nada que ver. Incluso me regalaste una manta que jamás agradeceré lo suficiente.
Tras la cena, Fermín abrió una botella de Dom Perignon, que hasta entonces había creído que era solo atrezzo de películas de época y que desde entonces, cada vez que abrimos una, me recuerda la insólita propuesta que me hizo. Yo iba de sorpresa en sorpresa y aquella lógicamente era la mayor.
Balbuceé algunas palabras, con el aturdimiento impidiéndome articularlas debidamente, pero no me dejó acabar.
—Yo sé que todo esto te descoloca, y no me extraña. También a mi me producía cierto pasmo que alguien a quien no conocía de nada me llevara un café e incluso me invitara a su casa. Quid pro quo.
Y en ese momento llamó a Fermín:
—Sírvete una copa y brinda con nosotros, dentro de poco seremos tres en esta casa.
Por más que intenté negarme, por más que quise protestar, por más que me aferré al asombro y la perplejidad, aquellos dos hombres brindaban por mi incorporación a sus vidas con entusiasmo fruto tal vez de las burbujas del champagne. Luego fueron risas y más brindis en los que participé como un extraño y, pasada la medianoche, Fermín me dejó ante el portal de mi casa, envuelto en una niebla que debía tanto a la estupefacción como a una soterrada ilusión que no era capaz de controlar en su entera dimensión.
***
Desde aquella noche, y tras incorporarme a mis tareas a los pocos días, soy el secretario personal de don Justo Ramírez de Peñalba, vizconde Montevil, con lo que ello implica: vivir en esta casa de lujo, donde se me ha habilitado un amplio despacho para mi trabajo y un buen dormitorio para mi descanso, y asistir a don Justo en todos sus viajes, reuniones y recepciones.
Los viernes cenamos en aquel comedor de la primera noche, Fermín nos sirve una botella de Chateau Lafite y recorremos la agenda de los asuntos pendientes.
Aunque tenemos un asunto pendiente que vamos aplazando semana tras semana: disfrazarnos de mendigos, como hizo él entonces, y pasar un par de noches bajo aquella cornisa que recordamos ambos, en mi caso con la intriga de saber qué le llevó allí.
Su respuesta es invariablemente la misma: “Es una larga historia”. Y a veces aprecio que sus ojos se entornan no sé si con nostalgia.
El barro mira al pasado
Monchu Calvo
Pel Camín d´Asturies (por el camino de Asturias) se titula la exposición que nuestras amigas, Mar y Ana, han colgado en la casa de cultura de Infiesto. Y no es una exposición más. Lo que allí vemos expuesto forma parte de lo más profundo de nuestra memoria, sobre todo si provenimos de un pasado rural.
Esas fachadas con corredor, la piedra descolorida, la madera que soportó tantos soles y tantos fríos, es en definitiva la representación fidedigna de aquellas casas de antaño, reproducidas con mimo, hasta el último detalle, por unas manos con una sensibilidad increíble, aparte de su gran sabiduría para trabajar con un material tan humilde como el barro, colorearlo con pigmentos inverosímiles, y que el resultado sea el que se muestra en estas imágenes, pero alejado de lo que tuve la suerte de ver, cuando asistimos a la jornada inaugural, y nos deleitamos contemplando aquellas maravillas de reproducciones de casas de diversos concejos asturianos. La exposición muestra detalladas réplicas en cerámica de arquitectura tradicional asturiana, obras que hablan por sí mismas del compromiso que esta artista mantiene con este territorio.
“Cada espacio de esta tierra nos conmueve… cada valle, cada pueblo. Si pudiéramos invadiríamos cada espacio de estas casas deshabitadas, en busca de historias que allí anidaron, nos sentaríamos junto al fuego a escuchar, y nos ilustraríamos de cada muesca tejida con las manos, en cada rincón de estas moradas”, confiesan Mar y Ana.
Mar Muñoz, aunque madrileña, porque allí radica con su familia, pasa una buena parte del año en la aldea de Caleao, donde tiene una tienda de artículos de cerámica, e imparte cursos de esta actividad para chicos y adultos, por cierto, con gran aceptación.
Lleva desde 2001 como vecina del pueblo, y pudiéramos decir que fue de las pioneras de la colonización de Caleao por personas de fuera. Nunca se ha arrepentido de dar ese paso, con todo lo que supone adaptarse a la vida rural, ella y su marido e hijo.
Implicada en cualquier propuesta cultural, es de las mujeres que se entregan de cuerpo y alma a dinamizar la monótona vida rural, con algo que no sean vacas y prados, a pesar de cargar con el sambenito de “madrileña” y sentir alguna mirada de desdén.
Ahora, después de veintidós años de residencia temporal aquí, ya es una casina mas, querida y apreciada por todos los que tuvimos la suerte de cruzarnos en su camino. Gran montañera y amante de las tradiciones, no pierde ocasión de adentrarse por cualquiera de los caminos de Redes, y reflejar con su cámara toda la belleza que atesoran estos montes, y regalarnos luego a través de las redes sociales lo que sus ojos perciben.
Cuevas con las autoras, Mar y Ana, tras una visita a la exposición
“Tuve a la mejor profesora que se puede tener, siempre lo digo. Es Ana María Sánchez de la Mata, profesora y gran amiga, con quien comparto el proyecto de la exposición “Pel Camín de Asturias” de reproducciones de arquitectura tradicional asturiana en cerámica. Ana es un gran ceramista, perfeccionista, con unos trabajos impecables, y, ahora ya retirada, su conexión con el barro es conmigo, a través de las obras que hacemos juntas. Ella me transmitió la pasión por el barro, el vínculo que se crea con este material natural que, de algún modo, todos tenemos, pues el trabajo con la arcilla es uno de los oficios más antiguos del hombre.”
Así que aquí tenemos a las responsables de ese deleite visual que es la exposición de fachadas en cerámica. Sus manos y su profesionalidad han sido capaces de trasformar un humilde material como la arcilla en una obra de arte, y las viejas fachadas de cal y de madera, en delicadas filigranas de piedra y añil.
El retorno a Madrid siempre es doloroso, porque supone dejar la luz y los bosques de Redes, y ese paso lo dilata todo lo mas que puede.
Cada vez mas enamorada de esta tierra, aspira en un futuro no muy lejano asentarse en este mágico lugar, y cambiar la visión del caos madrileño, por la placidez de la vista al desfiladero de Los Arrudos, las bocinas de los coches, por los cencerros de las vacas, y el stress de aquella vida, por un rato de conversación con cualquier vecino o vecina del pueblo.
A la izquierda, portada del libro Dios. Maradona. Folle, geniale, leggendario de L’Airone Editrice, Roma, 2020
Mi Buenos Aires querido Laudelino
Vázquez
Fue mi pasión por la Argentina, mejor dicho, por Buenos Aires. Esa desmesura de urbe —mundo, que en muchas ocasiones no sé si se come al país o simplemente en mi imaginario, se entrelazan todos y cada uno de los rincones del inmenso mundo que es la Argentina y se funden en su capital. Y no es sólo que no distinga una del otro: en demasiadas ocasiones, ese Buenos Aires real (que nunca he podido pisar), se mezcla con aquel, hijo de la triangulación de las ensoñaciones literarias de Borges, Cortázar y Bioy Casares y se convierte en una especie de patria soñada para mí.
Sea como fuere, solo de oír hablar con acento argentino (cualquiera me vale, aunque confieso mi debilidad por el porteño) soy un hombre al agua; hombre al agua que, vencido y desarmado, acude como mosca a la miel, sólo por el placer de mecerme sobre las ondas de ese música incomparable. Es fácil entender que así acabara como acabé, tarde tras tarde, acodado en la barra de «El bolichito» un antro a medio camino entre la nostalgia y el pedir a gritos la visita del inspector de sanidad. Ahí ejercí durante unos cuantos meses de gallego zonzo, al que el Flaco Goyeneche, con sus ciento cuarenta kilos en canal, el Doctor Tano Liria y Luisito Gangas, del que nunca supe si gangas era apellido o apodo, dejaban correr la nostalgia de su Buenos Aires querido, ahogándola en las birras que escrupulosamente pagaba un servidor, como justo trueque a tanta lujuria verbal y placer auditivo.
Y así hubiera sido por los siglos de los siglos entre relindos, locros que nadie cocinaba tan bien como sus mamás, vas a comparar ché, entre mates, y sobre todo la vida en Villa 31, porque los tres venían de esa Villa Miseria, de la que conservaban una mezcla de ira y amor mal cocinados, y sobre la que contaban constantes historias, aparentemente increíbles, del tipo de aquella obra de teatro que organizaron «Los principitos del Retiro». ¿Cómo se llamaba ché?, a lo que respondía siempre el Flaco Goyeneche (que no admitía cultura por encima de la suya), “pero eso fue alto teatro, y te lo digo yo que vi a Mercedes Morán en el Colón haciendo aquella obra tan relinda de otro gallego zonzo como este”.
Y bastaba que saliera un nombre de mujer para acordarse de las minas de su barrio, “¿te acordás de la Colorada Viena? estaba que se partía sola“, ¿Y Anita Brazaletes Luengo? Qué morochita para… (permítanme que algunas de las expresiones de taberna se las ahorre), esa sí que estaba para alquilar balcones... Y por supuesto no podía faltar el fútbol. Siempre empezaba por la cancha Luján allí donde desde críos habían golpeado la pelota con una clase incomparable, gambeteando como sólo lo podía hacer un fenómeno: ahí se paraban, porque antes o después la conversación se transformaba en oración, en peticiones al cielo para que nos devolvieran, aunque fuera por unos instantes, al Dios en la tierra, a Dieguito, al Pelusa, el único e inigualable: en esos momentos, el lenguaje adquiría niveles que me acercaban al éxtasis, y yo me limitaba a dejarlos hacer, a oír, a disfrutar cada construcción verbal, cada hipérbole única e irrepetible.
Pero entre tanta felicidad, un día tenía que ocurrir. No me pregunten por qué, quizá intentando excitar su capacidad de lujuria verbal hasta límites nun -
ca alcanzados, tuve la ocurrencia de decir que Pelé... solo con la expresión del Doctor Tano Liria me tenía que haber dado cuenta que había entrado un terreno demasiado peligroso, pero iríamos por la décimo segunda o décimo tercera cerveza, los límites de adoración futbolística por Maradona habían alcanzado niveles místicos, y ese pequeño demonio que todos llevamos dentro, me susurró al oído la palabra maldita.
Se hizo primero un silencio espeso palpable, como si el maíz del locro se hubiera derramado en el aire y sustituyera al oxígeno, obligándonos a respirar puré y colocándonos al borde de la asfixia. Esta vez comenzó a hablar Luisito Gangas, que de natural era el que tomaba la palabra cuando la cosa se ponía seria o tocaba pontificar sobre temas, en los que de antemano sabían que los tres estaban de acuerdo: seguramente la edad y ese aire de bacán cadenero del viejo tango, le conferían un aura de respeto que, incluso inundados en lúpulo, conseguía mantener cuando la ocasión lo exigía.
Y una ofensa a Dios era la ocasión por excelencia.
— ¿Os acordáis de la historia del gallego sonso que se contaba en la tasca del Chimpoyas?
Como los otros dos cabecearon asintiendo, continuó dirigiéndose a mí.
—Este era un gallego como vos, al que unos malandras iban a pelar cuando pidió un taxi para ir al Buenos Aires al que no iban los turistas. Les pareció un boludo inofensivo al que, en lugar de pelar en un solo viaje, se le podía ir limpiando lentamente, porque a la que vio a los chorros que le venían a afanar, no se le ocurrió otra que preguntarles si podían servirle de guías del verdadero Buenos Aires, y claro si ellos ya no son muy dados al laburo les dio la fiaca y le contestaron que claro, que allá estaban ellos para enseñarles su Buenos Aires querido, el de los pibes grosos, nada de chambones, ni de solo facha. De momento te vamos a llevar a morfar a un boliche como no has visto en tu vida, le dijeron. Y le dieron cuerda y le miraban como a alto bacán y el gallego que se creía nacido en la calle Corrientes, porque había visto dos estampas de Bariloche, sabía que Juan Manuel de Rosas había sido presidente de algo, aunque no presidente del todo, y según él, aunque era la primera vez que pisaba Argentina, sabía o sentía que en alguna otra vida había sido rioplatense. Y por eso bancaba por River y se decía gallina fanático de la banda sangre, pero sólo en contra de Boca, que en lo general, bancaba por Huracán, que se declsraba globero, y su sueño era un día ir al Parque Patricio y ver cómo le pasaban la mano por encima a San Lorenzo. Se paró un poco en mitad del discurso para ver cómo sus compañeros asentían y le animaban a continuar. Dio un trago largo a la botella de cerveza, secó el gollete con la mano, y con las fuerzas renovadas continúo con la historia.
—Los malandras lo consideraron laburo apañado, fácil y duradero porque el chambón aparecía todos los días, y todos los días abonaba el morfe, las chelas y no dejaba de decir que si lo llevaban a un buen asado el pagaba la carne. Todo fue perfecto hasta que un día hizo lo mismo que vos: no se le ocurrió otra cosa que hablar de religión. Y a ver, si hasta le reían la gracia de bancar por Huracán, y hablar con aquel apasionamiento de René el loco Houseman, que todos lo querían, porque ¿quien no va a querer al Loco? ¡Qué pibe, ché! Grande no alcanza para definirlo. Todos ¿me oye? Todos lo idolatraban al Loco Houseman. Todos. Pero entonces tuvo que hablar como gallego que llevaba dentro y no se le ocurrió otra que decir que según Babington, el loco era mejor que… mirá vos, que me cuesta hasta contarlo. Y ahí, uno que le llamaban el Zurdo Monreal, maestro de la faca, le avisó como susurrando que se parara, que Babington se había ganado el derecho a platicar y a soltar las boludeces que se le ocurrieran porque si vos visteis en la cancha al Inglés…
—El Gringo —le interrumpió el Flaco Goyeneche.
—Ché, que importa —habló por primera vez el Doctor Tano Liria—, de las dos maneras se le conocía, que jugó para el inglés y para el gringo y tenía aquella pinta con el pelazo rubio, y la elegancia al moverse con la pelota… para mí era más Inglés, pero cada cual que lo llame como quiera.
—Tenés razón, Doctor, y cuando…
—Por favor —me atreví a intervenir porque quería saber qu —é había pasado con aquel gallego que tanto se parecía a mí—. ¿Queréis contarme qué pasó y no enredaros en discusiones inútiles?
—¿Qué podía pasar? —me contestó Luisito Gangas —. El gallego había tomado más de la cuenta, se sintió valentón, y afirmó por su rancia estirpe que Houseman había sido mejor jugador que… y por si no fuera bastante lo repitió tres veces, y cada una gritando como deschavetado y desafiando a la parroquia.
—¿Y qué pasó? —pregunté intrigado.
Se rieron los tres a la vez, me miraron como si yo también estuviera apolillado y dejaron que el Doctor Tano Liria expresara en voz alta lo que para ellos era en evidencia.
—¿Qué pasó, loco? ¿Que pasa cuándo ofendes a Dios?
— No me diréis que….
Los tres apuraron la cerveza en un movimiento sincronizado, sin contestar, seis ojos se clavaron en mí, y el Flaco Goyeneche abrió los brazos con gesto de incomprensión a modo de respuesta.
— Pero lo mío de hoy no fue lo mismo ¿verdad? —pregunté con la esperanza de oír una negativa por respuesta—. Sabéis que sólo era una broma.
—Oime, gallego —me respondió Gangas —. Por suerte para ti esto no es tu Buenos Aires querido, pero procurá no volver por El bolichito. ¿Entendés?
A pesar del ahorro económico, echo de menos aquellas charlas que me transportaban a mi Buenos Aires literario. Y creo que ellos echan de menos las birras a mi costa, y un oyente perpetuo y entregado, pero es lo que tienen las religiones radicales, dejan pocas salidas. O ninguna.
Tánger
Juan Depunto
Al Andalus sigue existiendo, no como la entidad político-religiosa que fue “sino como una espléndida y singular muestra de continuidad en la añoranza y en el mundo de los imaginarios que recrea formas e informa pensamientos y actitudes”.
Fdo. Rodolfo Gil Grimau
En “La frontera sur de Al Andalus”, 2002.
Me llamo Abdalah Mohammed Ibn Battuta y era viajero durante mi estancia terrenal, llegando a haber recorrido más de 100.000 km desde África a Asia durante más de veinte años, visitando 38 países. Ejercí de cadí (juez) y fui contemporáneo de aventuras de Marco Polo allá por el siglo XIV, al que conocí en uno de nuestros viajes, creo que fue en el zoco de Samarcanda. Fruto de estos viajes fue mi obra, la “Rihla” (El viaje) que le dicté al erudito granadino Ibn Yuzayy; como no tomé ninguna nota me inventé algunos pasajes y copié de otros viajeros varias etapas, nada grave pero que confieso para poder seguir disfrutando de mis huríes en el paraíso. Nací en Tánger y de ella os voy a hablar.
Tingé o Tingis, esposas todas del gigante y héroe Anteo, descendiente del mismísimo Poseidón, es la perla del norte marroquí a modo de una San Sebastián bereber, con su concha marítima enfrentada a ese otro bravo mar océano, el temible Atlántico, junto al estrecho gibraltareño que la acerca a la tan deseada Europa, la diosa soñada.
Aquí viven un millón de habitantes, de los que unas cuantas decenas de miles son europeos y americanos, lo que la hace perdurar en el punto internacional que fue durante buena parte del siglo de las grandes guerras, con sus espías espiando a otros espías por las callejuelas de su gran Medina. Y tiene el encanto de una película en permanente rodaje, como tantas otras filmadas en sus calles.
Desde su mitológica fundación y dado su privilegiado y estratégico asentamiento, esta esposa fue poseída por fenicios, jonios, cartagineses, romanos, judíos, cristianos iniciáticos (con su mártir Marcelo a la cabeza), vándalos, bizantinos y visigodos a los que les fue finalmente arrebatada por los árabes, que actualmente la disfrutan, desde donde saltaron a conquistar la península ibérica y media Galia, hasta Poitiers...
En Tánger fue a refugiarse el exiliado Yehudah ib Tibbón, mi admirado médico judío, traductor y poeta nacido en Granada en 1.120, preludio de lo que ocurriría a partir de 1492 cuando en la decadencia del poder musulmán éste les fue arrebatado por sus Majestades Católicas, y judíos en masa, y poco después moriscos, fueron a establecerse en esta orilla norte africana, lo que quedó de Al Andalus, como contó el mismo Yehudah en el número 59 de Luz y Tinta, de 2016.
Si sus paisajes son de cine, sus gentes son lo mejor de estas tierras de fieles: amables, hospitalarias, generosas, empáticas, serviciales... No me explico del todo, aunque algo me malicio, como se encuentran hoy en un desarrollo como el de vuestra España de los años 60. Aunque han mejorado 10 años en esta década que ha pasado desde la última visita de mi amigo JuanDepunto, incluida pandemia, en la que vio en ese Marruecos una foto de vuestros años 50, con sus burros en las calles y su conducción de autos enloquecida. Ahora han cambiado los burros por potentes motocarros de cuatro tiempos y su conducción automovilística sigue siendo de vértigo, pero a semejanza de la fórmula uno: con reflejos que envidiarían vuestros más lanzados corredores italianos.
Creo que la inversión en armamento, la falta de una mejor democracia y algunas que otras razones no lejanas a nuestro respetado islam, como la exclusión de las mujeres (más del 50% de nuestra población), los tienen lastrados en esos hispanos años 60. Con todo y con ello son el país musulmán más abierto y permisivo. Los ¿desarrollados? países árabes del Golfo lucen mejor solo por sus petrodólares.
Mi primera sorpresa al acompañar a mi amigo terrenal JuanDepunto por mi ciudad (a la que hacía años que no visitaba pues en el Paraíso ando muy ocupado) fue, nada más entrar a la medina por la puerta alta de la Kasbah, encontrarme con un museo dedicado a mi persona: el “Borj en-Nâam”. Casi me dio vergüenza tamaño homenaje. El museo se ha instalado, tras detallada restauración en 2021, en lo que fue el “Fuerte del Avestruz”, llamado así por ser el lugar en el que el bajá guardaba allí a sus avestruces. Un lugar inexpugnable situado en lo más alto de la Alcazaba y protegido por dos grandes cañones de 20 toneladas procedentes de Gibraltar. Este caserón del siglo XVIII antes de ser museo se dedicaba a hospicio para los más necesitados. En este espacio expositivo se detallan mis viajes a lo ancho del mundo.
A continuación, fuimos callejeando por la medina hasta bajar a la Gran Mezquita de Tánger, en cuyos alrededores hay abundantes restaurantes donde se come muy bien, habiendo parado nosotros en el “Palais Zahía”. También se ven los típicos cafés con terraza abarrotada de lugareños y turistas que todo lo invaden, pero qué le vamos a hacer, son estos tiempos modernos.
He visto unos imponentes carruajes sin caballos, de color rojo y dos pisos de altura que dan vueltas por toda la ciudad. La planta superior, descubierta, es un buen sitio para tener una vista panorámica de toda la urbe. El problema es que se usan también como transporte público por los lugareños y van abarrotados, lo que hace muy difícil coger una plaza arriba y abajo apenas se ve, por tener los cristales una especie de celosía para sostener la decoración y publicidad del “bus turístico”, como le llaman. El billete para este bus sirve para dos días y se puede
uno subir y bajar a voluntad. Su trayecto es a través del Tánger moderno y sus grandes avenidas arboladas, pasando por la Plaza 9 de abril, el Palacio de Moulay Hafid, las necrópolis punicoromanas, la mezquita de Mohammed V, la plaza del Faro, Sahet El Oumame y la Villa Harris. Villa Harris fue la casa del periodista Walter Harris, lugar de muchos encuentros internacionales, hoy convertida en museo de Arte Contemporáneo de la ciudad. Como alternativa se puede tomar un taxi (muy baratos, sobre todo los pequeños pintados de verde).
El circuito pasa también por la estación de Ferrocarril “Tánger Ville”, una moderna edificación inspirada en las mezquitas y sus minaretes, que alberga el tren de alta velocidad que va a Kenitra, Rabat y Casablanca en poco más de dos horas, alcanzando los 320 km por hora. Está previsto ampliar la línea a Marrakech. Se inauguró en 2018 y fue bautizado como “Al Borak” que es el nombre del caballo alado que llevó a nuestro profeta de La Meca a Jerusalén.
El paseo marítimo, inmenso, bordea la gran concha de playa y continua por el puerto deportivo y el comercial, situándose en estos terrenos la mezquita del puerto.
Merece la pena visitar algunos de los alrededores de Tánger, como el cabo Espartel, con su faro iluminando el Estrecho y el Atlántico desde sus 300 metros de altura en la que está construido (lo que le da una visibilidad marítima de hasta 60 km, 20 más que el de Trafalgar (ver Luz y Tinta nº 138, de octubre del 2023).
También están cerca, en la costa occidental atlántica, las Grutas de Hércules, donde descansó este hijo de Júpiter tras acabar su trabajo de separar África de Europa creando el Estrecho de Gibraltar. La cueva tiene dos entradas, por tierra y por mar, dibujando esta última el mapa de África. Tras descansar, se preparó para ir a robar las manzanas de oro, en el Jardín de las Hespérides, situado algo más al sur, entre Asilah y Larache, a las orillas del río Locus.
Referencias Documentales:
1. https://www.iemed.org/publication/tanger-en-la-memoria-mil-y-unmitos-y-una-utopia-para-la-convivencia/
2. https://es.wikipedia.org/wiki/Ibn_Battuta
Y los sueños cine son
“Solo”, basado en el cuento de Armando Palacio Valdés, estrenado en el Auditorio de Avilés el pasado mes de diciembre junto con “Las cosas del bus”, los dos cortos dirigidos por José Luis Cuendia se preparan para acudir a los festivales internacionales de cine a partir de este verano. “Las cosas del bus” será exhibido en el X festival de cine de Puertas de Cabrales este próximo verano.
José Luis Cuendia, director de fotografía de LUZ Y TINTA, vuelve a ponerse detrás de las cámaras para dirigir otro medio-metraje; en esta ocasión “Continuidad de los parques”, de Julio Cortazar, un guion adaptado por Gloria Soriano, una de las asiduas escritoras de nuestra revista.
El rodaje comenzará a mediados de septiembre en lugares asturianos que se asemejan a los parques que Julio Cortazar describe en su cuento.
El cuento “Continuidad de los parques”, de Julio Cortázar, es muy popular y ha sido objeto de múltiples adaptaciones y análisis debido a su innovadora narrativa que fuerza el cruce entre la realidad y la ficción. Es una historia breve, publicada en 1964, dentro de su colección de relatos "Final del juego", y narra cómo un hombre, absorto en la lectura de una novela, se convierte en parte de la trama de esa misma novela, en la que dos amantes planean un asesinato. Destaca por su capacidad de entrelazar el mundo ficticio con el real de una manera que sorprende al lector al final, igual que seguramente ocurrirá a quienes vean la película.
El cuento ha sido analizado extensamente y es considerado un ejemplo magistral del uso de la metaficción, una técnica literaria que difumina las líneas entre la realidad y la ficción dentro de la obra literaria
El cuento explora la delgada línea entre la realidad y la ficción, mostrando cómo la inmersión en una narrativa puede hacer que los límites entre ambos mundos se vuelvan borrosos. Esto genera una reflexión sobre la influencia de la literatura en nuestra percepción de la realidad.
“Continuidad de los parques” es considerado uno de los cuentos más emblemáticos de Cortázar y un ejemplo perfecto de su estilo literario innovador y experimental. Su capacidad para jugar con la narrativa y la estructura ha influenciado a muchos escritores posteriores y sigue siendo estudiado en cursos de literatura en todo el mundo.
La principal característica de “Continuidad de los parques” es el uso de la metaficción, una técnica literaria que rompe la "cuarta pared" y fusiona el mundo de la narración con el del lector. Cortázar maneja este recurso con maestría, llevando al lector a una conclusión inesperada y sorprendente. Llevarlo al cine no deja de ser un gran reto para todo el equipo, director, guionista, cámaras, producción, productor ejecutivo, técnicos, actores y figurantes, de los que hablaremos con más detalle llegado el momento.
El cuento ha inspirado diversas adaptaciones cinematográficas y teatrales, así como análisis académicos y críticas literarias. Su impacto cultural es evidente en la manera en que sigue resonando con los lectores y creadores contemporáneos. José Luis Cuendia, estará al frente de un equipo que intentará revalidar la buena acogida que ha tenido el estreno de “Solo” y “Las cosas del bus” con este nuevo proyecto “Continuidad de los parques”.
No será el único proyecto del que formará parte este equipo de técnicos y actores, el director Julio de la Fuente y José Luis Cuendia, trabajan a marchas
forzadas en el guion de “El pleno de los líos”, una serie de 6 capítulos, dirigida y protagonizada por Julio de la fuentes junto con unas cincuenta personas más entre actores y figurantes. José Luis Cuendia será, además de actor en la serie, el Productor Ejecutivo y director de fotografía.
“El pleno de los líos” será una divertida serie de comedia que sigue las hilarantes situaciones que ocurren en los plenos municipales en un pequeño y ficticio pueblo asturiano, Pola del Obispo.
Todos los capítulos estarán plagados de acciones burlescas que nos recordarán mucha a la clase política de nuestro país, pues solo hay que prestar atención para darse cuenta de que todas sus acciones son dignas de guiones cómicos, que es lo que pretende esta serie, aunque no será fácil pues la vida política de nuestro país en muchas ocasiones la realidad supera la ficción. También habrá en los diferentes capítulos guiños, referencias o cameos al mundo audiovisual bajo las diferentes referencias o azares, por referenciar alguno “Amanece que no es poco” de José Luis Cuerda, “Una noche en la ópera” de los hermanos Marx, o “La Escopeta Nacional”, de Luis Berlanga. Siempre con el paraguas de la parábola, narraciones de sucesos fingidos, donde se deducen por comparación o semejanza, verdades importantes desarrollas como ficción.
Así pues, el nuevo alcalde, Don Segismundo (Julio de la Fuente) no dejará de sorprendernos con sus alocadas ocurrencias, que nos permitirán ver en clave de humor lo que opinan estos intrépidos concejales, presionados siempre por los vecinos del pueblo que acuden a todos los plenos, y donde casi siempre el pleno termina en un gran lio que pbliga a expulsar a los vecinos.
Por amor a la fotografía
David du Chemin
Este texto es más largo que de costumbre, pero creo que vale la pena. Pon el café, encuentra un lugar donde instalarte. Y luego desplázate hasta el final para ver algunas imágenes de mi reciente expedición con lobos.
Hace un mes, me encontré vestido de esmoquin, comiendo hormigas y gusanos de la harina (pero no los escorpiones, larvas o tarántulas que también se ofrecen) en la cena anual número 120 del Explorer’s Club en la ciudad de Nueva York.
Resulta que los insectos no fueron la parte más desafiante de la noche. Rodeado de personas que han hecho algunas de las cosas más extraordinarias con sus vidas (los miembros del Explorer’s Club han estado en la luna, en las cumbres de las montañas más altas del mundo y en las fosas de los océanos más profundos), era difícil no sólo sentir una sensación abrumadora sensación de síndrome del impostor, pero también inspiración del tipo más elevado y brillante.
Nunca exploraré como lo han hecho algunas de las personas con las que compartí esa noche. No daré la vuelta al mundo en un globo aerostático. No navegaré solo alrededor del mundo. Y la ventana para llegar a la luna se está cerrando rápidamente. Pero sería un error creer (para cualquiera de nosotros) que la exploración está descartada como forma de vida o como filosofía.
El corazón de la exploración es esta pregunta: ¿qué hacemos con lo desconocido? ¿Qué hacemos con el miedo de mirar por esos rincones para encontrar aquello que (todavía) no sabemos o no entendemos? Ésas son preguntas de exploración, y es el explorador quien se esfuerza por responderlas, no evitando lo desconocido sino buscándolo como punto de partida.
La exploración es ante todo una postura del espíritu humano. Una voluntad, incluso un entusiasmo, de abordar las cuestiones más profundas. Superar nuestros límites en busca de lo desconocido, quizás más especialmente cuando esas incógnitas son nuestros propios límites.
Los exploradores han estado en el fondo de los océanos más profundos y en las cimas de las montañas más altas, pero, hasta donde yo sé, aún no han encontrado los límites de la resiliencia o el ingenio humanos.
Leí muchos libros sobre exploración. Me fascinan los Amundsen, los Mallory, los Peary, los Nansen, los Cook y los Earhart. ¿Qué corazones deben haber poseído para saltar tan voluntariamente a lo desconocido y encontrar una respuesta no sólo a la pregunta: “¿Se puede hacer?” sino “¿Puedo hacerlo yo ?”
¿Tengo lo que se necesita? ¿Tú?
¿Tiene lo necesario para descubrir qué hay al otro lado del divorcio que ahora parece que destruirá su familia, sus finanzas y su corazón?
¿Tiene lo necesario para descubrir una vida al otro lado de la quiebra o la lucha financiera?
¿Tienes la fuerza de corazón para recorrer el camino que te llevará a través del abismo creado por la muerte de un ser querido, un diagnóstico inesperado o
la noticia de que alguna parte de tu vida simplemente ya no existe? ¿Qué encontrarás en esos lugares vacíos?
¿Tiene lo necesario para explorar cómo sería su vida si hiciera el cambio, hiciera el arte o marcara la diferencia que su corazón le pide que haga, a la vista de los riesgos (que pueden ser muy reales o solo percibidos pero que, no obstante, forman una barrera aterradora) sobre la cual tendrás que trepar para descubrirlo?
Ser humano es tener esas preguntas que te mantienen despierto por la noche. Ser un explorador es buscar voluntariamente (aunque no sin miedo, para eso está el coraje) las respuestas, avanzar paso a paso y, sin haber alcanzado todavía los límites de lo que podemos descubrir o soportar, da otro paso. Y luego otro. No porque sepamos lo que hay ahí sino precisamente porque no lo sabemos. No porque sea fácil, sino porque no lo es.
Mi noche en Nueva York me dejó preguntándome sobre la conexión o similitudes entre la exploración del tipo que significa el Explorer’s Club y el tipo de exploración que hacemos como artistas. Lo que hacemos rara vez pone nuestras vidas en riesgo, aunque, irónicamente, escribí estas palabras 13 años después del día en que me caí de una pared en Italia mientras buscaba una mejor fotografía. Esa caída debería haberme matado. Al final me dejó amputado. Perdí una pierna, pero gané el mundo y una historia de la que estoy orgulloso, una que sigue siendo su propia exploración, lo que me obliga a trazar la topografía de mi resiliencia y que aún no ha revelado sus límites a medida que continúa guiándome a nuevas maravillas.
La creación artística es también una postura del espíritu humano hacia lo desconocido. Es una voluntad de indagar en la vida. Preguntarnos qué nos parece bello, sin duda, pero es más que eso.
Es un tipo de exploración que plantea preguntas importantes sobre lo que es importante para nosotros y lo que estamos dispuestos a arriesgar por ello. Es un desafío a nuestros conceptos de lo que podemos y no podemos hacer: una confrontación de nuestros miedos y nuestros límites percibidos. Es la voluntad de mirar los mapas que hemos dibujado de nuestras propias vidas, corazones y
sino que, debido al proceso, hemos encontrado dentro de nosotros mismos. Los dragones, si es que están ahí, están más dentro que fuera y son más fáciles de domesticar para sacarlos de las sombras. Ambos nos invitan a involucrarnos más plenamente, a estar más vivos, en esta atrevida aventura, y creo que vale la pena explorarla.
Postales de la isla de Vancouver
Hablando de exploración y arte, pasé dos semanas en mayo en la salvaje costa oeste de la isla de Vancouver para la expedición fotográfica más desafiante que he realizado. ¡Pero qué magia y maravilla! Fui a buscar lobos costeros (los mismos lobos de La isla de los lobos marinos de Netflix ) y, aunque no me decepcionaron, me hicieron trabajar para ello. He aquí un vistazo a algunas de las imágenes que me llevó más de 130 horas y 75 km de caminata. Realmente necesitan verse más grandes, así que las paso en un formato grande para que disfruten de ellas.
mentes, aquellos que dicen “¡Aquí hay dragones!” escrito en los espacios vacíos, aún inexplorado, y de todos modos ir a ver qué hay allí, ya sea a pesar de los dragones o gracias a ellos
El miedo a esos dragones (representantes de los monstruos que imaginamos acechando en lo desconocido) ha impedido que muchos exploren esos espacios vacíos y descubran su ausencia. No se encuentra ni un solo dragón. La misma imaginación que podría llevar a una persona a soñar con nuevos paraísos podría evocar en otra persona todas las razones para quedarse en casa. Una persona saldrá pensando con entusiasmo: “¿Y si encontramos DRAGONES?” mientras que otro se quedará atrás, retenido por el miedo. ¿Y si encontramos dragones?
¿Y si el oro? ¿Y si una muerte segura? ¿Y si fracasa? ¿Y si la gloria? ¿Y si, y si, y si?
El explorador y el artista, igualmente impulsados por el coraje y la curiosidad, responden de manera similar a los qué pasaría si y a la posibilidad de que haya dragones en los lugares vacíos, no evitando sino persiguiéndolos. Ellos responden con: “Averigüémoslo”.
Tampoco lo hacen porque no sean conscientes de los peligros, sino porque hace tiempo que aprendieron que la seguridad no es algo real en lo que podamos encontrar refugio de manera confiable. Han aprendido que el peligro, si es que existe, generalmente nos encuentra, sin importar las precauciones que hayamos tomado o los temores con los que hayamos vivido y nos hayamos encontrado no tanto a salvo como confinados a vidas más pequeñas.
“La vida”, dijo Helen Keller, “o es una aventura atrevida o nada. La seguridad no existe en la naturaleza, ni la experimentan los hijos de los hombres en su conjunto. Evitar el peligro no es más seguro a largo plazo que exponerse”.
La vida es incierta, y tanto el artista como el explorador han encontrado una manera similar de afrontar esa incertidumbre. Una práctica. Una forma de vivir y cuestionar esa incertidumbre, utilizando lo desconocido para estimular nuevas formas de pensar y hacer para descubrir nuevos lugares, tanto dentro como fuera. Sospecho que ambos estarían de acuerdo en que algunos de los mayores descubrimientos no son las profundidades o las alturas a las que podemos llegar
Alexander Krull La fotografía de pájaros
La fotografía de pájaros es una disciplina que combina la pasión por la naturaleza y el arte visual, capturando la belleza efímera y majestuosa de las aves en su hábitat natural. Este tipo de fotografía no solo requiere habilidades técnicas avanzadas, sino también una profunda paciencia y respeto por el medio ambiente. El encanto de la fotografía de pájaros radica en su capacidad para inmortalizar momentos únicos y a menudo fugaces, como el instante en que un colibrí se cierne sobre una flor o el elegante vuelo de una garza al amanecer. Estas imágenes no solo son visualmente impresionantes, sino que también ofrecen una ventana al comportamiento y las características de las aves, permitiendo a los espectadores apreciar detalles que podrían pasar desapercibidos a simple vista. La fotografía de pájaros requiere un equipo especializado, que incluye lentes de larga distancia y cámaras de alta resolución para capturar imágenes nítidas y detalladas desde lejos. Sin embargo, más allá del equipo, el éxito en esta disciplina depende en gran medida del conocimiento del fotógrafo sobre las aves y sus hábitos. Entender el comportamiento, las migraciones y los hábitats preferidos de las aves es crucial para anticipar y capturar los momentos perfectos. Además, la fotografía de pájaros también promueve la conservación y el respeto por la naturaleza. Al documentar la diversidad aviar y sus hábitats, los fotógrafos pueden sensibilizar al público sobre la importancia de proteger estos ecosistemas. Las imágenes poderosas pueden servir como una herramienta de educación y concienciación, destacando las amenazas que enfrentan muchas especies debido a la pérdida de hábitat, el cambio climático y otras actividades humanas. Para los fotógrafos, cada salida al campo es una oportunidad para conectarse profundamente con la naturaleza. Las largas horas de espera en silencio, la observación cuidadosa y la sensación de logro al capturar la foto perfecta crean una experiencia enriquecedora y gratificante. Este proceso no solo fortalece la habilidad técnica del fotógrafo, sino que también fomenta una apreciación más profunda por el mundo natural. En resumen, la fotografía de pájaros es una maravilla que combina técnica, arte y amor por la naturaleza. A través de sus lentes, los fotógrafos no solo capturan la belleza de las aves, sino que también inspiran a otros a proteger y apreciar estos seres magníficos y su entorno.
Alexandre Chamelat
Nació en 1990 en París, Francia, pero siempre vivió en Toulouse donde estudió informática durante tres años y el cuarto en Montréal, Québec, Canadá. Cuando regresó a Francia en agosto de 2012, comenzó a estudiar fotografía en una escuela privada (ETPA). Descubrió el rodaje en estudio, la historia de la fotografía, la semiótica de la imagen y el Photoshop. Podría describirse su trabajo con varias palabras como simple, minimalista, prolijo y preciso.
Artista invitado del mes
Tadao Cern
En la primavera de 2010 el lituano Tadao Cern quiso probar algo nuevo y dejó de ser arquitecto.
Ese “algo nuevo” resultó ser arte.
Sus proyectos ‘Blow Job’, ‘Revealing The Truth’ y ‘Comfort Zone’ recibieron mucha atención de los medios y se publicaron en muchos periódicos, revistas y sitios web, incluidos Daily Mail, Guardian Weekend, Photo, The Telegraph, The Sun, BILD. , La Repubblica, View,
Quo, Zeit, The Atlantic, Huffington Post, Trend Hunter, Installation Magazine, Ignant, Cultura Inquieta, It’s Nice That, The Photo Brigade, Bored Panda. Designboom, Colossal, Demilked, Artrebels y muchos más.
La primera galería en exhibir mi trabajo en 2014 fue Saatchi Gallery, Londres. Ya tuvo el placer de trabajar con empresas como Samsung, BMW, New Yorker, Claro.
Hoy viaja por todo el mundo con mis proyectos y encargos personales, sabiendo que hay muchas más cosas interesantes por probar.
No tengas miedo de cambiar algo en tu vida, porque esa fue una de mis mejores decisiones. Correr el riesgo valió la pena...
Nubes de hierba
En la amplia instalación “French Exit”, una nube de hierbas plumosas se cierne sobre la habitación. La obra de arte inmersiva yuxtapone el material efímero y seco con los espectadores que se encuentran debajo mientras crea un espacio relajante e introspectivo para considerar las nociones de despedidas, ya sea el final de una fiesta o experiencias más profundas, como el final de una relación o muerte.
Al emitir un suave brillo, los pastos de tallo largo se conectan tanto con la naturaleza orgánica del ciclo de vida como con el deseo humano de situarnos dentro de un contexto más amplio, particularmente cuando nos enfrentamos al envejecimiento y la muerte.
Traté de concentrarme más en el aspecto de lo que más extrañaríamos durante los últimos segundos de abandonar este lugar... Supongo (es que) sería algo banal, como campos de trigo durante el atardecer... La banalidad es una resultado de un amor y cariño tan fuerte por algo/alguien que incluso te cansas de ello. Y colgar todo en el techo crea para el espectador la ilusión de flotar, como si lo llevaran al cielo.’
Los globos negros
‘El artista Tadao Cern a menudo considera dualidades y contradicciones: ligereza y pesadez, mínimo e intrincado, inanimado y animado. Canaliza estas tensiones relacionales en ‘BB’, instalaciones que presentan globos negros que
flotan en planos paralelos y se inclinan en filas. “Estos límites son el resultado de nuestra propia creación de reglas mentales y, al final, nos rodeamos de muchas limitaciones”, compartió el artista con Colossal. ‘(La) noción de contradicciones no es más que un concepto creado por el hombre... Un sentimiento de nada y ausencia de todas las ideas se convirtió en el objetivo para mí.’
No representan nada, un verdadero vacío. Lo cual se siente cada vez que miramos la nube de estos objetos negros flotantes, esperando ansiosamente ser obligados a reaccionar ante nuestra presencia... reaccionar sin mensaje, sin noción. Es sólo un diálogo entre nosotros y ellos; aquí y ahora. Lo cual se convertirá en una reminiscencia de una idea una vez que los globos se desinflen y la obra vuelva a ser inexistente.
“Apreciación (vuelo más corto)”, 2021
Escaleras de avión
Dos escaleras de pasajeros de avión estacionadas una frente a la otra: “Este debe ser el viaje más corto jamás realizado. Este debe ser el que muchos de nosotros tomamos recientemente. Y esto es una reminiscencia de todo ello. Subiste las escaleras del avión y tuviste que bajar. Porque no es necesario volar para disfrutar de unas buenas turbulencias. No hay despegue, pero el destino en el que se ha aterrizado se presenta con atracciones y entretenimientos inesperados. Las coordenadas no han cambiado, pero espero que no hayas perdido la oportunidad de hacerlo”.
Cuadro de tela. Cuadros colgantes
‘Cada pieza de tela añade una nueva capa de carga. Cada trabajo terminado se convierte en una liberación del montón que me presionaba.’ …recuerdo de infancia de los abrigos de mi madre colgados en un armario…
Cabellos,
cera
Breanne Fahs, profesora de estudios de mujeres y género en la Universidad Estatal de Arizona, asignó a las estudiantes la tarea de dejarse crecer el vello
corporal y escribir un artículo que reflexionara sobre la experiencia. Posteriormente, Fahs amplió la tarea para incluir a los hombres del curso, a quienes se les pidió que se afeitaran las piernas.
‘Lo que queda cuando todo se acaba’, 2021. Madera, metal, plástico PVC, compresor de aire.
No puedo controlar el momento presente. O es futuro o ya es pasado. Para “sentir” un poco el presente tengo que concentrarme, mirar algo que no se mueve y decir aaaaaaaaaaa en voz alta.
Es fascinante cómo nosotros, como especie, coqueteamos con el tiempo sin siquiera estar seguros de si existe. Y ni hablar de cuántas maneras hermosas tenemos de retratar el paso del mismo.
Foto-documental ‘Zona de Confort’
El proyecto documental fotográfico invita a presenciar un retrato íntimo de la condición humana, capturado en la intersección de los ámbitos público y privado. Profundiza en las complejidades de la vulnerabilidad humana y la naturaleza performativa del espacio público. Las imágenes buscan desestabilizar la jerarquía convencional entre observador y observado, implicándonos a nosotros, los espectadores, en una compleja red de voyeurismo y exhibicionismo.
Las fotografías de bañistas, absortos en sus momentos personales de relajación y ajenos a la mirada desde arriba, evocan una sensación de universalidad: cada cuerpo, una narrativa singular dentro de la experiencia humana colectiva. Entablan un diálogo que invoca la tradición del tableau vivant, donde cada figura, aunque no escenificada, se convierte en actor de un drama humano más amplio.
Caminar sobre el agua
Con los pies desapareciendo en una neblina borrosa, evoca una profunda sensación de incertidumbre que refleja la dirección colectiva hacia la que todos navegamos.
Es fascinante cómo el agua, una fuerza nutritiva en abundancia, posee la capacidad de exponer completamente la vulnerabilidad de todo lo que se esconde detrás de nuestros recuerdos y experiencias compartidos.
Desde hace algún tiempo he estado contemplando una idea ambiciosa que introduciría nuevas formas de exploración artística.
S.Vidov
La performance en la fotografía
La performance en la fotografía de retratos es un enfoque artístico que fusiona la técnica fotográfica con elementos teatrales y de expresión corporal, creando imágenes que trascienden la simple representación visual para comunicar emociones, historias y conceptos más profundos. Esta interacción entre el fotógrafo y el sujeto convierte cada sesión en un proceso colaborativo, donde ambos participan en la creación de una narrativa visual única.
La Importancia de la Performance en los Retratos
• Expresión Emocional y Narrativa:
La performance en la fotografía de retratos permite capturar no solo la apariencia física del sujeto, sino también sus emociones y personalidad. Mediante poses, gestos y expresiones faciales, el retratado puede comunicar estados de ánimo, sentimientos e historias, dando vida a la imagen y generando una conexión más profunda con el espectador.
• Colaboración y Creatividad:
Este enfoque fomenta una dinámica creativa entre el fotógrafo y el sujeto. Ambos pueden experimentar con diferentes ideas, estilos y conceptos, creando un espacio de colaboración donde la imaginación y la expresión artística fluyen libremente. Esta interacción puede dar lugar a retratos únicos y originales que reflejan tanto la visión del fotógrafo como la esencia del sujeto.
• Estilización y Contexto:
La performance en los retratos a menudo involucra el uso de vestuario, maquillaje, escenografía y accesorios para crear un contexto específico o una atmósfera particular. Estos elementos estilísticos añaden capas de significado a la imagen, permitiendo al fotógrafo construir una narrativa visual más rica y compleja.
Técnicas y Elementos de la Performance en Retratos
• Dirección del Sujeto:
El fotógrafo actúa como director, guiando al sujeto a través de diferentes poses y expresiones. Esta dirección puede ser sutil o más explícita, dependiendo del estilo deseado. La comunicación clara y la confianza mutua son esenciales para lograr resultados efectivos.
• Improvisación y Espontaneidad:
Aunque la planificación es importante, dejar espacio para la improvisación puede conducir a momentos auténticos y sorprendentes. La espontaneidad permite capturar gestos naturales y expresiones genuinas que pueden agregar una capa de autenticidad a la imagen. Uso del Espacio y el Entorno:
El entorno en el que se realiza la sesión de fotos juega un papel crucial en la performance. Escenarios naturales, estudios, espacios urbanos o interiores cuidadosamente decorados pueden influir en la atmósfera y el mensaje del retrato. La interacción del sujeto con el entorno puede añadir dinamismo y profundidad a la imagen.
• Iluminación Dramática:
La iluminación es una herramienta poderosa en la fotografía de retratos con performance. El uso de luces y sombras, contrastes fuertes y efectos de iluminación puede resaltar emociones y crear una atmósfera dramática, intensificando el impacto visual y emocional del retrato.
• Impacto y Significado
La performance en la fotografía de retratos transforma el acto de fotografiar en una experiencia artística y emocionalmente rica. Al integrar elementos de actuación y expresión personal, los retratos se convierten en ventanas a las historias y almas de los sujetos, ofreciendo al espectador una visión más profunda y significativa. Este enfoque no solo enriquece la práctica fotográfica, sino que también puede tener un impacto transformador en los sujetos retratados, permitiéndoles explorar y expresar facetas de sí mismos que quizás no habían considerado. En última instancia, la performance en la fotografía de retratos celebra la creatividad, la conexión humana y la capacidad del arte para comunicar más allá de las palabras.
Eimar Kull
La macro-fotografía
La macrofotografía es una técnica fotográfica que se centra en capturar imágenes de sujetos extremadamente pequeños, revelando detalles que no son visibles a simple vista. Esta disciplina permite explorar y apreciar la belleza de lo diminuto, transformando lo cotidiano en algo extraordinario al mostrar texturas, colores y formas con una nitidez y claridad sorprendentes.
Características de la Macrofotografía
Ampliación Extrema: La macrofotografía se define por su capacidad de reproducir sujetos en una escala mayor que su tamaño real. Típicamente, esto implica una relación de aumento de al menos 1:1, lo que significa que el sujeto aparece en el sensor de la cámara a su tamaño real o incluso más grande.
Detalles Minuciosos: Esta técnica permite capturar detalles minuciosos, como las venas de una hoja, las escamas de un insecto o la textura de una gota de agua. Estos detalles a menudo pasan desapercibidos a simple vista, pero en una imagen macro, se revelan con asombrosa claridad.
Equipo Necesario para la Macrofotografía
Lentes Macro: Los lentes macro están diseñados específicamente para enfocar a distancias muy cortas, permitiendo capturar sujetos con gran aumento. Estos lentes suelen tener una distancia focal de entre 50 mm y 200 mm y están optimizados para minimizar la distorsión y mantener la nitidez en distancias muy cortas.
Anillos de Extensión y Lentes de Aproximación: Los anillos de extensión se colocan entre el cuerpo de la cámara y el lente, aumentando la distancia de enfoque y permitiendo mayores niveles de aumento. Los lentes de aproximación se enroscan en la parte frontal del lente existente, actuando como una lupa.
Trípodes y Soportes Estables: Debido a la poca profundidad de campo y la necesidad de mantener el enfoque preciso, es esencial usar un trípode o un soporte estable para evitar movimientos y vibraciones que puedan arruinar la toma.
Iluminación Adecuada: La iluminación es crucial en la macrofotografía. El uso de flashes anulares, luces LED o reflectores puede ayudar a iluminar el sujeto de manera uniforme y reducir sombras no deseadas. Además, la iluminación adecuada resalta los detalles y mejora la calidad de la imagen.
Técnicas y Consideraciones en la Macrofotografía
Profundidad de Campo: La profundidad de campo en macrofotografía es extremadamente reducida, lo que significa que solo una pequeña porción del sujeto estará en foco. Para controlar esto, es común utilizar aperturas pequeñas (números f altos) y, en algunos casos, técnicas como el apilamiento de enfoque, donde se combinan varias imágenes tomadas con diferentes puntos de enfoque para crear una imagen completamente nítida.
Enfoque Preciso: El enfoque manual es a menudo preferible en macrofotografía, ya que permite un control más preciso sobre la zona de nitidez. Los fotógrafos suelen utilizar la ampliación en el visor o en la pantalla LCD para asegurarse de que el enfoque sea exacto. Composición y Fondo: Al igual que en cualquier otro tipo de fotografía, la composición es fundamental. Sin embargo, en macrofotografía, el fondo cobra especial importancia. Es esencial asegurarse de que el fondo no distraiga y que complemente al sujeto, resaltando sus detalles y colores.
Paciencia y Persistencia: La macrofotografía puede ser un proceso lento y meticuloso. Capturar el momento perfecto, especialmente cuando se trabaja con sujetos vivos como insectos, requiere paciencia y una observación cuidadosa.
Aplicaciones de la Macrofotografía
Naturaleza y Vida Silvestre: La macrofotografía es muy popular entre los entusiastas de la naturaleza, ya que permite explorar y documentar la diversidad y belleza del mundo natural en una escala detallada.
Ciencia y Educación: En ámbitos científicos, la macrofotografía se utiliza para documentar especímenes y fenómenos biológicos, proporcionando imágenes detalladas que pueden ser utilizadas en investigación y educación.
Arte y Creatividad: La macrofotografía también es una forma de expresión artística. Los fotógrafos pueden experimentar con colores, texturas y formas, creando imágenes abstractas y visualmente impactantes.
En resumen, la macrofotografía abre un mundo de posibilidades al revelar la belleza oculta de lo diminuto. Con la combinación adecuada de equipo, técnicas y creatividad, los fotógrafos pueden capturar imágenes sorprendentes que transforman lo ordinario en algo extraordinario, ofreciendo una nueva perspectiva sobre el mundo que nos rodea.
Peikwen Cheng
Peikwen Cheng, nacido en China en 1975, estudió diseño de productos en la Universidad de Stanford y se graduó en 1997. Es un fotógrafo autodidacta que ha expuesto su trabajo en Camboya, Canadá, China, Alemania, Grecia, Polonia, Singapur, Suecia, Siria, Reino Unido y Estados Unidos. Antes de centrarse en el arte, fue diseñador y la Sociedad de Diseño Industrial de América le otorgó una Patente de Diseño de los Estados Unidos y un Premio a la Excelencia en Diseño Industrial. Peikwen Cheng vive en Beijing.
Peikwen Cheng es un artista chino-estadounidense que vive en Nueva York y Shanghai. Su trabajo explora el proceso de cambio entre culturas, tiempos y lugares y busca descubrir momentos mágicos en lugares inesperados.
Su arte ha sido expuesto en Bélgica, Camboya, Canadá, China, Luxemburgo, Alemania, Grecia, Polonia, Singapur, Suecia, Siria, Reino Unido y Estados Unidos; y su trabajo ha sido presentado en BBC, CNN, BBC, Financial Times, The Guardian, National Public Radio, The Sunday Times y Vogue.
Ha sido reconocido por premios internacionales que incluyen el Premio de Fotografía Three Shadows, el Premio National Geographic en el Eddie Adams Workshop, el Premio C/O Berlin Talents, el Ganador de la categoría del Premio de Fotografía Renaissance, el Ganador Seleccionado Flash Forward por la Fundación Magenta, Px3 y Fotografía Internacional. Premios. Y como diseñador, la Sociedad de Diseño Industrial de América le otorgó una Patente de Diseño de los Estados Unidos y un Premio a la Excelencia en Diseño Industrial. Es graduado de la Universidad de Stanford, la Universidad de Tsinghua y el Insead.
Robi Chakraborty
Originario de la India, Robi Chakraborty (1959) estudió fotografía con el prestigioso OP Sharma en Triveni Kala Sangam Photography en Nueva Delhi. Comenzó su carrera haciendo fotografía comercial y de prensa a principios de la década de 1980, pero gracias a su pasión por los viajes y su espíritu de exploración, Robi se sintió atraído por fotografiar a la gente de las ciudades y pueblos de su India natal. Tomando caminos menos transitados, Robi buscó culturas y formas de vida que rápidamente se estaban perdiendo en el mundo contemporáneo y más homogeneizado de hoy.
Con su habilidad para encontrar personas y lugares donde la tradición sobrevive frente a la modernidad, Robi profundiza en la superficie y captura de manera sucinta y elocuente momentos en el tiempo que ilustran maravillosamente la conexión forjada con los pueblos y culturas que encuentra en sus viajes. Su trabajo cuenta las historias de sus sujetos de una manera identificable e invita al espectador directamente a sus mundos.
Habiendo vivido en India, Nepal, África y Estados Unidos, Robi retrata su visión global del mundo a través de su fotografía, celebrando la diversidad de sus sujetos pero revelando bellamente las sorprendentes similitudes y capturando la humanidad con la que todos podemos identificarnos.
Entrevista Con Robi Chakraborty en Todo sobre la fotografía:
—Cuéntenos sobre su primera introducción a la fotografía. ¿Qué te atrajo a este mundo?
—La fotografía se me pasó por la cabeza por primera vez cuando un amigo de mi padre solía fotografiar la vida silvestre en Kenia, donde vivíamos cuando yo era niño. Lo encontré fascinante y se quedó conmigo. Años más tarde, estaba sentado en un parque de Nueva Delhi almorzando cuando me di cuenta de cuánto odiaba mi trabajo. Trabajaba para un contador público, encerrado en una habitación día tras día, enterrado en libros de contabilidad y diarios. Esa noche me topé con una exposición de Ansel Adams en el Auditorio de la Biblioteca del Centro de Información de los Estados Unidos. Había hermosas impresiones en blanco y negro de Nuevo México, Yosemite y otros paisajes. Me quedé asombrado. Poco después, me inscribí en un diplomado impartido por otro fotógrafo y fanático de Ansel Adams, y así comencé mi viaje como fotógrafo.
—¿Dónde estudiaste/aprendiste fotografía?
—Diploma Triveni Kala Sangam en Fotografía Nueva Delhi, impartido por OP Sharma.
—¿Recuerdas tu primer disparo? ¿Qué era?
—Sí, mi primera toma fue una foto de un ciervo bebé tratando de ponerse de pie. Tomé la foto en un viaje de estudios al zoológico de Delhi.
—¿Tiene un mentor o modelo a seguir?
—Tengo algunos. Mi fotógrafa favorita es Dorothea Lange y admiro mucho sus fotografías de la época de la Depresión. Otros que me inspiran son Mary Ellen Mark, Yousuf Karsh, Ansel Adams y Robert Frank, por nombrar algunos. Todos han creado imágenes poderosas a través de sus fotografías en blanco y negro que me atraen y me inspiran.
—¿Cuál fue el mejor consejo que te dieron al empezar?
—Sé tú mismo y mira las cosas a través de tus propios ojos.
—¿Cómo gestionas tu tiempo entre India y Estados Unidos?
—Visito la India una o dos veces al año. Normalmente paso entre dos y tres meses en la India y entre nueve y diez meses en Estados Unidos.
—¿Cuál ha sido tu mayor desafío hasta ahora?
—Mantenerme relevante y mantener mi estilo a pesar de las tendencias siempre cambiantes en la fotografía moderna.
—¿Viajas solo?
—Lo hago y me encanta. No planifico adónde voy, así que soy completamente flexible con mis movimientos. Podría estar en alguna ciudad un día y luego encontrarme viajando a otro lugar en un tractor y aterrizar en un pueblo lejano del desierto al día siguiente. Me gusta dejarme llevar porque es la mejor manera para mí de encontrar nuevas experiencias y temas.
—¿Cómo te preparas para tus viajes?
—Viajo liviano solo con mi equipo fotográfico y lo más necesario. No necesito ninguna preparación más que estar abierto y flexible a las oportunidades de viajar y conocer gente. Por ejemplo, estuve en Gus-rat donde me encontré con unos hombres que se dirigían a una feria en Haji Pir. Me invitaron y luego, en la feria, conocí a algunos aldeanos que terminaron invitándome a su aldea local ubicada en Kutch. Me llevaron allí en su camión y estuve con ellos tres días. Pude fotografiarlos en sus casas y capturar su vida cotidiana de esta manera.
—¿Cómo logras capturar imágenes tan espontáneas de personas? ¿Les muestras tus imágenes?
—Entro en una zona y es como estar en piloto automático. Camino y hago clic rápido antes de que mis sujetos puedan reaccionar. A veces me ven acercándome a ellos pero disparo de todos modos. Me gusta de ambas maneras; Fotos espontáneas y también cuando me ven y miran directamente a la cámara. Les muestro las fotos si me piden verlas, sino sigo adelante.
—¿Qué equipamiento usas?
—Empecé con una Olympus om2, una Nikon F3 y una cámara de cine Mamiya RB67. Ahora tengo una Nikon D810, lentes de 14-24, 85 mm, 70-300 mm y una Fuji X70.
—¿Pasas mucho tiempo editando tu trabajo?
—No, hago ediciones mínimas, como corrección de color y ajuste de contraste. No hago mucho más que eso.
—Unas historias en blanco y negro y otras en color, ¿qué determina tu elección?
—Ciertas combinaciones de colores se traducen mejor en blanco y negro y, si eso funciona bien con la composición, a menudo optaré por la variación en blanco y negro de la imagen. Últimamente he estado fotografiando en color porque la India está llena de color y me gusta mantener esto en la imagen.
—¿Qué marca la diferencia entre una buena imagen y una imagen icónica?
—Una buena imagen es aquella que tiene la mayoría, si no todos, los factores que componen una buena composición, como la exposición, la creatividad, la originalidad, etc. Una imagen icónica lleva una buena imagen a un nivel diferente. Tiene el poder de conmoverte emocionalmente y quedar grabado en tu mente y corazón. Pocos pueden lograr eso y creo que mis héroes de la fotografía lo han logrado. Me viene a la mente la famosa fotografía de Dorethea Lange de la madre y los niños de la época de la Depresión, así como el Retrato de Churchill de Yousuf Karsh.
—¿Tienes una fotografía favorita? (si es así, ¿cuál?)
—Mi imagen favorita de otro fotógrafo es Madre Migrante de Dorothea Lange. Mi foto favorita de las que yo he tomado es la de dos niñas de Manali sentadas en una puerta y comiendo flores silvestres. Es una de mis primeras fotografías y el momento que pude capturar me conmovió.
—¿Qué consejo le darías a alguien que hoy quisiera convertirse en fotógrafo como tú?
—Yo diría que sigas tu propio corazón y encuentres tus propias imágenes.
—¿Qué error debe evitar un joven fotógrafo?
—Intentar copiar a otra persona o seguir lo que está de moda en un momento dado.
—¿Tu mejor recuerdo como fotógrafo?
—Mi mejor recuerdo fue cuando hice mi primera caminata en el Himalaya y me hice amigo de algunos aldeanos que nos invitaron a mí y a mi novia en ese momento a quedarnos con ellos. Terminamos quedándonos una semana con ellos y obtuve mi foto favorita en blanco y negro. Éramos jóvenes y el mundo era nuevo y emocionante.
—¿Por qué crees que es importante que un fotógrafo presente su trabajo a concursos de fotografía?
—Me encantan los concursos de fotografía porque a través de ellos puedo ver a qué responden los jueces y qué piensan sobre mi trabajo. Es una buena exposición y puedo compartir mi fotografía con más personas.
—¿Qué más te gustaría hacer si tuvieras más tiempo?
—Me encantaría viajar por África; un país tras otro.
—¿Cuáles son tus próximos proyectos?
—Estoy trabajando en un par de libros que quiero publicar sobre mis experiencias y fotografías de la India llamado India: a Love Affair
—¿Algo más que te gustaría compartir?
—La fotografía para mí es una excusa para viajar y una oportunidad de experimentar toda la gente hermosa que he conocido en el mundo. Amo a la gente del campo y, si no fuera por una cámara, nunca habría sabido quiénes y cuán maravillosos son.
Repertorio de
Jordi Bover
Se inició en la fotografía muy joven, influido por su propio entorno familiar, de la mano de su tío Pere Pons, su hermano Lluís Bover y Jordi Pol, también fotógrafos. Desde el inicio de su trayectoria profesional en 1979, ha mantenido una estrecha relación con la renovación del teatro en Cataluña, especializándose en el seguimiento de compañías de teatro, circo y danza. Sus fotografías devienen memoria y reflejo de compañías como Circ Cric, Els Joglars, La Machine, Le Phun... y, de manera especial, la compañía francesa Royal de Luxe desde 1985 y Mal Pelo desde 1989. En 2009 comenzó a alternar la fotografía con la participación en la creación e interpretación de obras de teatro.
Bover siente la práctica fotográfica más cercana a la literatura que a la plástica. Considera la fotografía como una síntesis narrativa, y encuentra esa narrativa en la tensión entre el personaje, su entorno y el paso del tiempo. La mezcla de lo real y lo ficticio, constante en las artes escénicas, es el motor de su pasión por el teatro, donde las personas son las herramientas mismas de la ficción.
Aunque ha fotografiado todo tipo de teatro, prefiere el espectáculo de calle, donde los esfuerzos se concretan en la fragilidad de un instante sujeto a muchas variables, pero dotado de la cualidad única e irrepetible del momento efímero en el que lo imaginario puede irrumpir en lo real.
Su trabajo ha dado lugar a diferentes exposiciones nacionales e internacionales: en 1984 expuso Material sensible en la Primavera Fotogràfica de Catalunya; en 1993, Le Royal de Luxe en la Fnac de París, Marsella, Lille, Burdeos (Francia) y Barcelona, en 2006, Emocions de carrer, en La Virreina, Barcelona; en 2007, Kijk Mij en la Plaza Jeansplein de Amberes (Bélgica); y en 2009, Mecaniques Savantes en el Institut Français de Tokio.
Publicaciones seleccionadas
Le Royal de Luxe, París, Plume, 1994; Mal Pelo. L’animal a l’esquena, Barcelona, autor-editor, 2000; Royal de Luxe 1993-2001, Arlés, Actes Sud, 2001; Le grand répertoire: machines de spectacle, Arlés, Actes Sud, 2003; Les Pheuillus de Lourde, Haute- Garonne, Pronomades, 2011; Swimming HorsesMal Pelo, Barcelona, Nova Era, 2013.